Conflicto en la ciudad del cristal [Libre] [2/3] [Noche] [Cerrado]
Página 2 de 2. • Comparte
Página 2 de 2. • 1, 2
Re: Conflicto en la ciudad del cristal [Libre] [2/3] [Noche] [Cerrado]
- ¿Sabes que…? – Aunque no podía decir que hubiese desaparecido por completo, gracias a la medicina de Elen el dolor de las quemaduras había desaparecido tímidamente, lo suficiente como para poder permitirse estirar los brazos frente a él. – …creo que una habitación en la que descansar no nos vendría mal ahora mismo. – Se giró hacia Lyn, la vampiresa asintió conforme sin necesidad de que el castaño preguntase nada más. – Pues decidido entonces. – Añadió sonriendo. - Os acompañamos. – dijo según se agachaba a recuperar parte de su equipo, que aun yacía en el suelo no muy lejos del lugar en el que habían acabado tirados después de saltar por la ventana.
Se giró sobre sí mismo y miró, una última vez antes de seguir a Elen y a Alister, el edificio en el que el aquelarre había estado atrincherado. Lo único que quedaba del edificio era algo que solo podía ser descrito como un triste esqueleto a medio quemar.
Suspirando con suavidad dejó el edificio tras él y se colocó tras Elen. Quizás estuviese hecho a seguir rumores, a enfrentarse a lo desconocido y a recibir heridas; pero aun había muchas cosas que no sabía, demasiadas para alguien con su estilo de vida.
- La guerra no espera por nadie… - Repitió en apenas un susurro, algo pensativo.
¿Cómo enfocaba él la guerra? Comenzaban a oírse rumores de que Siegfried volvía de las islas con una flota descomunal, la más grande que se había reunido nunca, con intención de recuperar Lunargenta.
Probablemente, conociéndose, acabaría en el frente; en algún lugar de la primera línea.
Ya era la tercera guerra en la que participaba. Esperaba que al menos esta acabase con Lunargenta de vuelta en manos de alguien con un mínimo de sentido común. Bashira era una buena candidata a sus ojos, no la apodaban “La Justa” por nada.
- ¿Y de que os conocéis? – Preguntó Eltrant al cabo de un rato, cuando la casa en llamas ya había desaparecido a sus espaldas. La última vez que vio a Elen trabajaba sola, todo había cambiado mucho en muy poco tiempo. – Parecéis muy… no sé … quiero decir… - Se calló, no había pasado por alto la relación que tenían el dragón y la de cabellos cenizos, pero se conocía, quizás estuviese hablando de más y no era precisamente bueno conversando, era perfectamente capaz de hacerles sentirse incomodos. Aunque estaba bastante seguro de que Elen, por educación, no diría nada.
- Lo que intenta decir la baldosa con emociones que tengo como amigo… - Lyn no tardó en intervenir rápidamente. – Es que os compenetráis muy bien. – Aseveró. – Casi parecéis una sola persona cuando peleáis. – Aseguró ampliando la sonrisa. – Y esas miraditas que os lanzáis que… -
- Oh, ¿Ahora soy tu amigo y no tu lacayo? – Eltrant la interrumpió con aquella pregunta, Lyn infló los mofletes y, cruzándose de brazos, apartó la mirada. - ¿Cuántos rangos he subido? ¿Dos? – Agregó según se pasaba la mano derecha por la quemadura de mayor tamaño que había tratado con la medicina de Elen, la vampira no había exagerado con su advertencia, empezaba a escocer.
- Has perdido tres, Mortal. – Aseguró, Eltrant se rio en voz baja y negó con la cabeza.
A pocos metros de donde estaban, frente a ellos, dos figuras encapuchadas avanzaron lentamente hacía el grupo y se detuvieron a una distancia prudente. Eltrant entrecerró los ojos y depositó la mano en el pomo de Recuerdo, en su cintura; sabía lo que venía a continuación.
- ¿Eltrant Tale? – Preguntó la figura más alta de las dos según descubría su rostro.
- Dadme un respiro… - Avanzó un par de pasos y se colocó frente a sus aliados.
Elen y Alister no tenían nada que ver con aquello, si la identificaban como su amiga probablemente acabaría con más problemas de los necesarios.
– Sí, me habéis encontrado. Soy yo. – admitió. – Me habéis pillado - Cuando lo dijo, la figura que había hablado descubrió su rostro y desenvainó la larga espada que colgaba de su cintura, la chica que lo acompañaba no tardó en imitar al muchacho y se armó de igual forma.
Cazarrecompensas. No parecían precisamente veteranos, en sí, apenas parecían llegar a los veinticinco años; Pero cualquier persona con una espada era peligrosa en mayor o menor medida.
Respirando profundamente desenvainó a Recuerdo, el suave brillo azulado de la hoja iluminó su rostro de forma fantasmagórica. No había visto de cuanto era la recompensa que ofrecían por su cabeza, pero teniendo en cuenta lo insistente que eran los mercenarios con los que se cruzaba debía de ser bastante.
- ¿Estáis seguros de esto? – Preguntó a los mercenarios. – He tenido una noche muy larga. – dijo como toda explicación, suspirando. – Agradecería acabar con esto sin más sangre, a ser posible. – Los recién llegados fruncieron el ceño, algo confusos, y se miraron el uno al otro.
- ¿Cómo… cómo se atreve alguien como tú a decir eso? – Preguntó la joven, Eltrant sonrió al escuchar esto, al imaginar la descripción que daban de él en los carteles de se busca. ¿Tras qué clase de monstruo iban, supuestamente, aquellos dos? Volvió a envainar a recuerdo
– Muy bien. – Les dijo alzando los puños frente a su cara. – Venid a por mí entonces. - Seguía algo aturdido por haber saltado desde un segundo piso, pero aquello no impidió que el exmercenario consiguiese evitar que el acero del chico se hundiese firmemente en su cuello.
Apenas dudaron un par de segundos en lanzarse sobre él.
- ¡No está nada mal! – Lanzó un directo a la cara del muchacho y le obligó a retroceder, este se llevó la mano con la que no sujetaba la espada al labio, de dónde ahora manaba sangre. – Deberíais pensarlo mejor antes de atacar a alguien. – Indicó sacudiendo la mano con la que acababa de golpearle al chico en la cara. - ¿Cómo sabes que los me acompañan no van a atacarte ahora? – La joven se detuvo y retrocedió, sujetando a su compañero del brazo tiró de él casi como si acabase de descubrir que Alister, Lyn y Elen están. – Exacto. – Comentó Eltrant cruzándose de brazos
Respiró profundamente, aquellos movimientos no le estaban haciendo ningún favor, las quemaduras volvían a palpitarle con fuerza.
Se giró sobre sí mismo y miró, una última vez antes de seguir a Elen y a Alister, el edificio en el que el aquelarre había estado atrincherado. Lo único que quedaba del edificio era algo que solo podía ser descrito como un triste esqueleto a medio quemar.
Suspirando con suavidad dejó el edificio tras él y se colocó tras Elen. Quizás estuviese hecho a seguir rumores, a enfrentarse a lo desconocido y a recibir heridas; pero aun había muchas cosas que no sabía, demasiadas para alguien con su estilo de vida.
- La guerra no espera por nadie… - Repitió en apenas un susurro, algo pensativo.
¿Cómo enfocaba él la guerra? Comenzaban a oírse rumores de que Siegfried volvía de las islas con una flota descomunal, la más grande que se había reunido nunca, con intención de recuperar Lunargenta.
Probablemente, conociéndose, acabaría en el frente; en algún lugar de la primera línea.
Ya era la tercera guerra en la que participaba. Esperaba que al menos esta acabase con Lunargenta de vuelta en manos de alguien con un mínimo de sentido común. Bashira era una buena candidata a sus ojos, no la apodaban “La Justa” por nada.
- ¿Y de que os conocéis? – Preguntó Eltrant al cabo de un rato, cuando la casa en llamas ya había desaparecido a sus espaldas. La última vez que vio a Elen trabajaba sola, todo había cambiado mucho en muy poco tiempo. – Parecéis muy… no sé … quiero decir… - Se calló, no había pasado por alto la relación que tenían el dragón y la de cabellos cenizos, pero se conocía, quizás estuviese hablando de más y no era precisamente bueno conversando, era perfectamente capaz de hacerles sentirse incomodos. Aunque estaba bastante seguro de que Elen, por educación, no diría nada.
- Lo que intenta decir la baldosa con emociones que tengo como amigo… - Lyn no tardó en intervenir rápidamente. – Es que os compenetráis muy bien. – Aseveró. – Casi parecéis una sola persona cuando peleáis. – Aseguró ampliando la sonrisa. – Y esas miraditas que os lanzáis que… -
- Oh, ¿Ahora soy tu amigo y no tu lacayo? – Eltrant la interrumpió con aquella pregunta, Lyn infló los mofletes y, cruzándose de brazos, apartó la mirada. - ¿Cuántos rangos he subido? ¿Dos? – Agregó según se pasaba la mano derecha por la quemadura de mayor tamaño que había tratado con la medicina de Elen, la vampira no había exagerado con su advertencia, empezaba a escocer.
- Has perdido tres, Mortal. – Aseguró, Eltrant se rio en voz baja y negó con la cabeza.
A pocos metros de donde estaban, frente a ellos, dos figuras encapuchadas avanzaron lentamente hacía el grupo y se detuvieron a una distancia prudente. Eltrant entrecerró los ojos y depositó la mano en el pomo de Recuerdo, en su cintura; sabía lo que venía a continuación.
- ¿Eltrant Tale? – Preguntó la figura más alta de las dos según descubría su rostro.
- Dadme un respiro… - Avanzó un par de pasos y se colocó frente a sus aliados.
Elen y Alister no tenían nada que ver con aquello, si la identificaban como su amiga probablemente acabaría con más problemas de los necesarios.
– Sí, me habéis encontrado. Soy yo. – admitió. – Me habéis pillado - Cuando lo dijo, la figura que había hablado descubrió su rostro y desenvainó la larga espada que colgaba de su cintura, la chica que lo acompañaba no tardó en imitar al muchacho y se armó de igual forma.
Cazarrecompensas. No parecían precisamente veteranos, en sí, apenas parecían llegar a los veinticinco años; Pero cualquier persona con una espada era peligrosa en mayor o menor medida.
Respirando profundamente desenvainó a Recuerdo, el suave brillo azulado de la hoja iluminó su rostro de forma fantasmagórica. No había visto de cuanto era la recompensa que ofrecían por su cabeza, pero teniendo en cuenta lo insistente que eran los mercenarios con los que se cruzaba debía de ser bastante.
- ¿Estáis seguros de esto? – Preguntó a los mercenarios. – He tenido una noche muy larga. – dijo como toda explicación, suspirando. – Agradecería acabar con esto sin más sangre, a ser posible. – Los recién llegados fruncieron el ceño, algo confusos, y se miraron el uno al otro.
- ¿Cómo… cómo se atreve alguien como tú a decir eso? – Preguntó la joven, Eltrant sonrió al escuchar esto, al imaginar la descripción que daban de él en los carteles de se busca. ¿Tras qué clase de monstruo iban, supuestamente, aquellos dos? Volvió a envainar a recuerdo
– Muy bien. – Les dijo alzando los puños frente a su cara. – Venid a por mí entonces. - Seguía algo aturdido por haber saltado desde un segundo piso, pero aquello no impidió que el exmercenario consiguiese evitar que el acero del chico se hundiese firmemente en su cuello.
Apenas dudaron un par de segundos en lanzarse sobre él.
- ¡No está nada mal! – Lanzó un directo a la cara del muchacho y le obligó a retroceder, este se llevó la mano con la que no sujetaba la espada al labio, de dónde ahora manaba sangre. – Deberíais pensarlo mejor antes de atacar a alguien. – Indicó sacudiendo la mano con la que acababa de golpearle al chico en la cara. - ¿Cómo sabes que los me acompañan no van a atacarte ahora? – La joven se detuvo y retrocedió, sujetando a su compañero del brazo tiró de él casi como si acabase de descubrir que Alister, Lyn y Elen están. – Exacto. – Comentó Eltrant cruzándose de brazos
Respiró profundamente, aquellos movimientos no le estaban haciendo ningún favor, las quemaduras volvían a palpitarle con fuerza.
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1378
Nivel de PJ : : 10
Re: Conflicto en la ciudad del cristal [Libre] [2/3] [Noche] [Cerrado]
Elen se alegró de que tanto el mercenario como la vampira aceptasen su invitación y decidiesen acompañarlos a la posada, eso le brindaría la posibilidad de hablar con Eltrant y de conocer algo más a Lyn cuando todos hubiesen descansado lo suficiente. Con el primero tenía varios asuntos que tratar, el más importante por supuesto era el Hombre Muerto, necesitaba recabar toda la información posible sobre aquel individuo antes de enfrentarse a él, pero también quería saber si los adláteres del Coleccionista habían intentado atacar al espadachín en venganza por lo ocurrido en el norte, tal como habían hecho con ella. Por un momento, la joven trajo a su mente el vivo recuerdo del ataque a traición con que Maxine la había dejado inconsciente y le había robado su reliquia, dejándola totalmente indefensa ante su maldición y tirada bajo la lluvia en un mugriento callejón.
Cuando preguntó al dragón por lo ocurrido después del encontronazo entre ambas éste se mostró algo evasivo, como si no quisiera darle detalles del combate en el puerto. - Vuelves a tener el medallón y he dejado claro a esa gentuza lo que le pasará si se acercan a ti de nuevo… no necesitas saber más. - eso era lo único que le había dicho al respecto, omitiendo que al verla tan mal había perdido el control de sí mismo y se había ensañado tanto con la ladrona como con el bio cibernético que estaba al mando de la operación. Maxine debía sentirse afortunada, al menos pudo salir del almacén por su propio pie, pero esto fue porque el alado se lo permitió, solo para que llevase a su jefe la cabeza del bio, arrancada del resto del cuerpo por los poderosos dientes de la bestia.
El cazador no solía actuar así, pero la imagen de la de cabellos cenicientos revolviéndose en la cama mientras la fiebre y las pesadillas la consumían lo superó, no podía perderla a ella también, así que no dudó en castigar brutalmente a los culpables de su estado.
Con Lyn la conversación sería más amena, quería que la señora de sombras compartiese con ella algo de su experiencia y que le explicase las habilidades que tenía, quizá pudiese aprender a hacer cosas nuevas o a mejorar su control sobre la sed y a oscuridad gracias a los consejos de la muchacha. - Estupendo, en la posada tengo hojas de Kortinque, podré tratarte las quemaduras para que sanen antes. - comentó, mientras el mercenario recogía sus pertenencias. En cuanto el castaño recuperó sus cosas se pusieron en marcha, desandando el camino que los había llevado hasta allí con un paso más relajado del que habían usado antes, culpa del cansancio.
Elen avanzaba junto al alado, cruzando su mirada con la de él de vez en cuando pero sin decir nada, ahora que habían descubierto lo que Randall Flagg le había hecho tendrían que lidiar con ello sin tener idea de cuándo volvería a pasar. - Otro problema más, por si eran pocos… - pensó, cabizbaja. Su inestabilidad le generaba una fuerte incertidumbre, ya no podía fiarse de sí misma porque en cualquier momento podía perder el control y convertirse en una simple marioneta de aquel sombrío ser. Alister leyó su rostro y apartó la vista de la centinela, frustrado por aquella sensación de impotencia con la que vivía a diario, todavía tenía fe en que encontrarían algo para que su compañera dejase de ser una criatura de la noche, pero contra la creación del Hombre Muerto ¿qué podían hacer?
Por suerte, la voz de Eltrant los sacó de sus pensamientos, haciendo que se girasen hacia el guerrero y su acompañante. Su curiosidad era normal, ambos se habían visto por última vez en el norte y en aquel momento, viajaban solos, aunque la de cabellos cenicientos no lo estaba en realidad. Debido a sus conflictos internos, y a los malos recuerdos que Dundarak le traía, el cazador había optado por esperarla lejos de la ciudad, hecho por el cual no habían llegado a conocerse. Lyn intervino para echar una mano a su amigo, que parecía no explicarse del todo bien a la hora de preguntar, pero sus palabras fueron interrumpidas por Tale en cuanto la chica empezó a insinuar que había algo entre ellos, cosa que la pareja no ocultaba.
- Esa es una buena historia. - soltó la de ojos verdes, animándose un poco. - Veréis, coincidimos mientras dábamos caza a un demonio que ocupaba cuerpos, Alister creyó que yo era el ser e intentó matarme, así que empezamos a pelear hasta que el verdadero culpable apareció en escena. - explicó, mientras el alado soltaba un suspiro de resignación a su lado. - El demonio nos estaba observando y esperaba que uno de los dos ganase para utilizar de recipiente al más fuerte y abandonar el que tenía, pero en cuanto nos dimos cuenta de ello nos pusimos de acuerdo para derrotarlo. Después de eso este testarudo dragón de aquí comenzó a perseguirme y prácticamente me obligó a aceptarlo como compañero de viaje. - prosiguió, sonriendo y dándole una palmada en el brazo. - Contado así me deja en muy mal lugar. - se quejó él, pero comprendía que la benjamina de los Calhoun no quisiese mencionar lo relacionado con Emily y la marca de los jinetes, eso era algo privado.
- Lo sé, pero es como me gusta contarlo. - respondió Elen, sin apartar la mirada de él. - Lo cierto es que desde entonces ha estado conmigo en lo bueno y sobre todo en lo malo, como ahora, de ahí la conexión que tenemos al luchar, y ya sabéis lo que se dice… el roce hace el cariño. - continuó con voz suave, mientras deslizaba la mano por el brazo de su amado hasta tomar la suya y entrelazar los dedos con los de él. - Estamos juntos, para su desgracia. - reveló con tranquilidad. - Tonta. No le hagáis caso, seguro que la vida de las parejas normales no es tan interesante como la nuestra. - susurró Alister, con los labios ligeramente curvados en una sonrisa y negando levemente con la cabeza. ¿Desgracia? A pesar de los problemas, toparse con ella había sido lo mejor que le había pasado.
El cazador se inclinó hacia la joven para darle un fugaz beso en los cenicientos cabellos, luego volvió a centrar su atención sobre Eltrant y Lyn, pero antes de que cualquiera de ellos pudiese hacerles la misma pregunta, dos encapuchados se acercaron al grupo, buscando al espadachín. A juzgar por las pintas que tenían debía tratarse de un par de cazarrecompensas de los que Flagg había lanzado en contra del guerrero, pero habían elegido el peor momento para abordar a su objetivo. La de ojos verdes no solía alimentarse de personas hasta matarlas, pero en aquel momento necesitaba recuperar fuerzas y a aquel par de desgraciados nadie los echaría en falta, si no se largaban de allí terminarían convirtiéndose en su cena.
Soltó la mano del alado y concentró todas las sombras que pudo para que su negra aura se incrementase, manipulando su apariencia para parecer mucho más temible de lo que ya era. En cuanto su aliado obligó a uno de ellos a retroceder propinándole un puñetazo en la cara, la vampira se colocó a su lado y entreabrió los labios para mostrar los afilados colmillos. Ella también sabía lo pesados que podían llegar a ser los cazarrecompensas, y no estaba dispuesta a permitir que les diesen más problemas por aquella noche. - Marchaos mientras tengáis piernas con las que correr. - ordenó, con una clara amenaza implícita. Si eso no bastaba para convencerlos habrían firmado su sentencia de muerte, y su sangre serviría para que la centinela estuviese saciada hasta el siguiente atardecer.
Off: Habilidad de Elen: Intimidar.
Cuando preguntó al dragón por lo ocurrido después del encontronazo entre ambas éste se mostró algo evasivo, como si no quisiera darle detalles del combate en el puerto. - Vuelves a tener el medallón y he dejado claro a esa gentuza lo que le pasará si se acercan a ti de nuevo… no necesitas saber más. - eso era lo único que le había dicho al respecto, omitiendo que al verla tan mal había perdido el control de sí mismo y se había ensañado tanto con la ladrona como con el bio cibernético que estaba al mando de la operación. Maxine debía sentirse afortunada, al menos pudo salir del almacén por su propio pie, pero esto fue porque el alado se lo permitió, solo para que llevase a su jefe la cabeza del bio, arrancada del resto del cuerpo por los poderosos dientes de la bestia.
El cazador no solía actuar así, pero la imagen de la de cabellos cenicientos revolviéndose en la cama mientras la fiebre y las pesadillas la consumían lo superó, no podía perderla a ella también, así que no dudó en castigar brutalmente a los culpables de su estado.
Con Lyn la conversación sería más amena, quería que la señora de sombras compartiese con ella algo de su experiencia y que le explicase las habilidades que tenía, quizá pudiese aprender a hacer cosas nuevas o a mejorar su control sobre la sed y a oscuridad gracias a los consejos de la muchacha. - Estupendo, en la posada tengo hojas de Kortinque, podré tratarte las quemaduras para que sanen antes. - comentó, mientras el mercenario recogía sus pertenencias. En cuanto el castaño recuperó sus cosas se pusieron en marcha, desandando el camino que los había llevado hasta allí con un paso más relajado del que habían usado antes, culpa del cansancio.
Elen avanzaba junto al alado, cruzando su mirada con la de él de vez en cuando pero sin decir nada, ahora que habían descubierto lo que Randall Flagg le había hecho tendrían que lidiar con ello sin tener idea de cuándo volvería a pasar. - Otro problema más, por si eran pocos… - pensó, cabizbaja. Su inestabilidad le generaba una fuerte incertidumbre, ya no podía fiarse de sí misma porque en cualquier momento podía perder el control y convertirse en una simple marioneta de aquel sombrío ser. Alister leyó su rostro y apartó la vista de la centinela, frustrado por aquella sensación de impotencia con la que vivía a diario, todavía tenía fe en que encontrarían algo para que su compañera dejase de ser una criatura de la noche, pero contra la creación del Hombre Muerto ¿qué podían hacer?
Por suerte, la voz de Eltrant los sacó de sus pensamientos, haciendo que se girasen hacia el guerrero y su acompañante. Su curiosidad era normal, ambos se habían visto por última vez en el norte y en aquel momento, viajaban solos, aunque la de cabellos cenicientos no lo estaba en realidad. Debido a sus conflictos internos, y a los malos recuerdos que Dundarak le traía, el cazador había optado por esperarla lejos de la ciudad, hecho por el cual no habían llegado a conocerse. Lyn intervino para echar una mano a su amigo, que parecía no explicarse del todo bien a la hora de preguntar, pero sus palabras fueron interrumpidas por Tale en cuanto la chica empezó a insinuar que había algo entre ellos, cosa que la pareja no ocultaba.
- Esa es una buena historia. - soltó la de ojos verdes, animándose un poco. - Veréis, coincidimos mientras dábamos caza a un demonio que ocupaba cuerpos, Alister creyó que yo era el ser e intentó matarme, así que empezamos a pelear hasta que el verdadero culpable apareció en escena. - explicó, mientras el alado soltaba un suspiro de resignación a su lado. - El demonio nos estaba observando y esperaba que uno de los dos ganase para utilizar de recipiente al más fuerte y abandonar el que tenía, pero en cuanto nos dimos cuenta de ello nos pusimos de acuerdo para derrotarlo. Después de eso este testarudo dragón de aquí comenzó a perseguirme y prácticamente me obligó a aceptarlo como compañero de viaje. - prosiguió, sonriendo y dándole una palmada en el brazo. - Contado así me deja en muy mal lugar. - se quejó él, pero comprendía que la benjamina de los Calhoun no quisiese mencionar lo relacionado con Emily y la marca de los jinetes, eso era algo privado.
- Lo sé, pero es como me gusta contarlo. - respondió Elen, sin apartar la mirada de él. - Lo cierto es que desde entonces ha estado conmigo en lo bueno y sobre todo en lo malo, como ahora, de ahí la conexión que tenemos al luchar, y ya sabéis lo que se dice… el roce hace el cariño. - continuó con voz suave, mientras deslizaba la mano por el brazo de su amado hasta tomar la suya y entrelazar los dedos con los de él. - Estamos juntos, para su desgracia. - reveló con tranquilidad. - Tonta. No le hagáis caso, seguro que la vida de las parejas normales no es tan interesante como la nuestra. - susurró Alister, con los labios ligeramente curvados en una sonrisa y negando levemente con la cabeza. ¿Desgracia? A pesar de los problemas, toparse con ella había sido lo mejor que le había pasado.
El cazador se inclinó hacia la joven para darle un fugaz beso en los cenicientos cabellos, luego volvió a centrar su atención sobre Eltrant y Lyn, pero antes de que cualquiera de ellos pudiese hacerles la misma pregunta, dos encapuchados se acercaron al grupo, buscando al espadachín. A juzgar por las pintas que tenían debía tratarse de un par de cazarrecompensas de los que Flagg había lanzado en contra del guerrero, pero habían elegido el peor momento para abordar a su objetivo. La de ojos verdes no solía alimentarse de personas hasta matarlas, pero en aquel momento necesitaba recuperar fuerzas y a aquel par de desgraciados nadie los echaría en falta, si no se largaban de allí terminarían convirtiéndose en su cena.
Soltó la mano del alado y concentró todas las sombras que pudo para que su negra aura se incrementase, manipulando su apariencia para parecer mucho más temible de lo que ya era. En cuanto su aliado obligó a uno de ellos a retroceder propinándole un puñetazo en la cara, la vampira se colocó a su lado y entreabrió los labios para mostrar los afilados colmillos. Ella también sabía lo pesados que podían llegar a ser los cazarrecompensas, y no estaba dispuesta a permitir que les diesen más problemas por aquella noche. - Marchaos mientras tengáis piernas con las que correr. - ordenó, con una clara amenaza implícita. Si eso no bastaba para convencerlos habrían firmado su sentencia de muerte, y su sangre serviría para que la centinela estuviese saciada hasta el siguiente atardecer.
Off: Habilidad de Elen: Intimidar.
Elen Calhoun
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1954
Nivel de PJ : : 10
Re: Conflicto en la ciudad del cristal [Libre] [2/3] [Noche] [Cerrado]
Los mercenarios huyeron despavoridos como toda respuesta a la amenaza de Elen, dejando tras de sí las armas con las que les habían estado amenazado hacía apenas unos segundos.
En el momento en el que la pareja desapareció por unos de los callejones contiguos a la amplia avenida en la que se encontraban, temerosos por sus vidas, gritando con todas sus fuerzas que no querían morir, Eltrant se pasó la mano por la barba y se giró hacía Elen.
Cuando aún era una bruja la peliblanca podía llegar a ser aterradora si hacía uso de su magia, lo había visto cuando se habían enfrentado juntos al coleccionista. Al parecer, por lo que veía, no había cambiado demasiado.
Aunque ahora fuese una señora de las sombras seguía siendo ella misma.
Algo más callada, más lúgubre y distante, más pensativa. ¿Pero no eran así todos los vampiros? Se atusó la barba unos segundos y, antes de poder responderse mentalmente aquella pregunta, desvió su mirada hacia Lyn y suspiró.
Eltrant sacudió la cabeza y se giró de nuevo hacía la peliblanca.
- Gracias, Elen – dijo sonriendo, dejando escapar, justo después, un pequeño gemido dolorido. – Eso podía haber acabado bastante mal. – añadió en voz algo más baja a la vez que se llevaba la mano derecha hasta su nuca.
Le habría gustado resolver él solo todo aquello, pero era evidente que la vampiresa había lidiado con los muchachos mejor de lo que él lo podría haber hecho. Apenas eran dos críos que creían estar siguiendo a un horrible villano, no le gustaría haberse obligado a hacerles daño y darles la razón.
Aguardó en silencio varios segundos, mirando el lugar por el que los mercenarios se habían marchado y, cuando estuvo totalmente seguro de que estos no iban a volver, volvió a emprender la marcha junto al dragón y la vampiresa.
La posada no debía de estar muy lejos.
- Hacéis… buena pareja. Se ve a simple vista. – dijo al cabo de un rato, cuando se forzó a dejar de pensar en la situación en la que se encontraba por culpa del Hombre Muerto. – Y es una buena historia, sí. – Esbozó una sonrisa, no había tenido tiempo de decir nada acerca de la historia que Elen les había contado, pero sus sospechas iniciales no habían sido injustificadas: Alister y Elen eran pareja.
Era algo… digno de ver, cómo la expresión de ambos se suavizaba cada vez que cruzaban sus miradas, los pequeños gestos que ambos hacían cuando estaban cerca el uno del otro.
Si al principio de la noche a Eltrant le había preocupado que Elen perdiese el control, que no fuese ella misma, en aquel momento estaba bastante seguro de que mientras estuviese con Alister, en mayor o menor medida, la peliblanca sería capaz de anteponerse a todo lo que Aerandir le lanzase.
No estaba sola, y eso era lo importante.
Bajó ambas manos hasta el cinturón y continuó caminando, siempre tras la pareja.
- ¡La historia de cómo conocí a Eltrant también es interesante! – comentó Lyn acercándose al grupo, esta se había quedado algo rezagada durante unos instantes, no estaba seguro de por qué.
Arqueó una ceja al oír la voz de Lyn, ¿Le acababa de llamar Eltrant?, suspiró profundamente cuando comprendió, apenas un instante después, de que acababa de sorprenderse al escuchar su nombre real salir de los labios de la ojiazul.
- No exageres, no lo es tanto… - Se llevó la mano hasta la cara, no pudo evitar que una sonrisa cansada de apoderase de su rostro.
- ¡¿Cómo qué no?! – dijo Lyn cruzándose de brazos. – Era una noche tormentosa… - Eltrant se encogió de hombros.
- ¿De verdad? No recuerdo que estuviese lloviendo. – La vampiresa obvió aquel comentario y continuó hablando, adornando cada palabra que decía con alguna pequeña figura ensombrecida bailando entre sus manos.
- Me perseguían dos cazadores de vampiros, y yo llevaba días sin alimentarme. – Alzó la mano derecha, se encargó de hacer ver el número de cazadores que había levantado el mismo número de dedos. - ¿Por qué me seguían? Porqué son cazadores de vampiros, claro, no necesitan más motivos. – Eltrant no dijo nada respecto a eso, nunca le había preguntado el motivo concreto por el que esa noche estaba huyendo de esos hombres, cuando lo hacía Lyn siempre solía darle evasivas. – Estoy corriendo por un bosque, en el este. A varios días de viaje desde Ulmer. – Extendió ambos brazos y, después, imitó la trayectoria de una flecha con una de sus manos. - ¡Una saeta pasa cerca de mi cabeza! Me agacho para esquivarla, pero ¡Una segunda flecha también lo hace! – Amplió la sonrisa, sin molestarse en ocultar sus colmillos en el proceso. - Y la tercera, en lugar de darme a mí ¡Se clava firmemente en una cabaña que tengo justo delante! – dijo emocionada, Eltrant enarcó una ceja.
¿Tan significativo fue para ella?
- Golpeo la puerta, con fuerza, varias veces, otra flecha más pasa por mí... – Mira hacia ambos lados, dubitativa. – ...por mi derecha y se clava en el marco de la puerta. Aquí ya me estoy preguntando que o tienen muy mala puntería o quieren atraparme con vida. – Lyn frunció el ceño, como si acabase de recordar algo, pero no tardó apenas un instante en relajar la expresión y continuar hablando. – Di más puñetazos a la puerta, ya algo… desesperada, supongo. – dio un pequeño suspiro - “Con un poco de suerte aquí vive un granjero que puede lanzarles patatas a estos tipos mientras aprovecho para huir” Me dije “Seguro que puedo convencerle de que me ayude, cuando abra ya no será mi problema” – Las calles cada vez eran más estrechas, habían dejado la amplia avenida y ahora recorrían lo que parecía ser un laberinto de callejones en lo más profundo de la ciudad. – Y… cuando la puerta se abre… - señaló a Eltrant. – Aparece él. – aseveró ampliando la sonrisa. – Un granjero harapiento perdido en mitad de la nada. – dijo - Solo tuve que pedir ayuda una sola vez… no necesité ni usar mis… - Agachó la cabeza, miró fijamente sus botas. – Me agarró del brazo y me arrastró dentro de aquella casucha. – Lyn volvió a alzar la mirada, miró a Elen. – Se encargó de los dos cazadores él solo, sin armas, destrozaron la mitad de la casa… acabó como un alfiletero… - Miró a Eltrant, se le escapó una risita. – …y me ayudó. – dijo al final, dando por concluida la historia.
Se detuvieron frente a un edificio que contrastaba vivamente con el resto de edificaciones del lugar, además de tener un modesto cartel que describía a aquel lugar como una posada, la fachada parecía estar en mejor estado que las del resto de la calle.
Eltrant se quedó mirándola, durante unos segundos, sin saber exactamente qué decir. Cosa que Lyn no tardó en notar pues, visiblemente ruborizada, desvió la mirada durante y se cruzó de brazos.
- El… ¡El caso es que ese fue el momento en el que decidí adoptarle como sirviente! - Eltrant sonrió y se peinó pobremente, volviendo a prestarle atención al edificio frente al que se encontraban. – Estaba ahí en esa casa cómo: “No quiero salir al mundo, que triste estoy, prefiero pasar mis días plantando patatas”. – Le señaló – Así que le obligué a acompañarme, por qué tenía potencial. - Sentenció.
- Sí, algo así fue. – Contestó Eltrant bajando ambas manos hasta la cintura, sin perder la sonrisa. – ...gracias por sacarme de allí, Lyn – La vampiresa volvió a desviar la mirada, jugueteó con su flequillo durante unos instantes.
- Cla... claro… -
En el momento en el que la pareja desapareció por unos de los callejones contiguos a la amplia avenida en la que se encontraban, temerosos por sus vidas, gritando con todas sus fuerzas que no querían morir, Eltrant se pasó la mano por la barba y se giró hacía Elen.
Cuando aún era una bruja la peliblanca podía llegar a ser aterradora si hacía uso de su magia, lo había visto cuando se habían enfrentado juntos al coleccionista. Al parecer, por lo que veía, no había cambiado demasiado.
Aunque ahora fuese una señora de las sombras seguía siendo ella misma.
Algo más callada, más lúgubre y distante, más pensativa. ¿Pero no eran así todos los vampiros? Se atusó la barba unos segundos y, antes de poder responderse mentalmente aquella pregunta, desvió su mirada hacia Lyn y suspiró.
Eltrant sacudió la cabeza y se giró de nuevo hacía la peliblanca.
- Gracias, Elen – dijo sonriendo, dejando escapar, justo después, un pequeño gemido dolorido. – Eso podía haber acabado bastante mal. – añadió en voz algo más baja a la vez que se llevaba la mano derecha hasta su nuca.
Le habría gustado resolver él solo todo aquello, pero era evidente que la vampiresa había lidiado con los muchachos mejor de lo que él lo podría haber hecho. Apenas eran dos críos que creían estar siguiendo a un horrible villano, no le gustaría haberse obligado a hacerles daño y darles la razón.
Aguardó en silencio varios segundos, mirando el lugar por el que los mercenarios se habían marchado y, cuando estuvo totalmente seguro de que estos no iban a volver, volvió a emprender la marcha junto al dragón y la vampiresa.
La posada no debía de estar muy lejos.
- Hacéis… buena pareja. Se ve a simple vista. – dijo al cabo de un rato, cuando se forzó a dejar de pensar en la situación en la que se encontraba por culpa del Hombre Muerto. – Y es una buena historia, sí. – Esbozó una sonrisa, no había tenido tiempo de decir nada acerca de la historia que Elen les había contado, pero sus sospechas iniciales no habían sido injustificadas: Alister y Elen eran pareja.
Era algo… digno de ver, cómo la expresión de ambos se suavizaba cada vez que cruzaban sus miradas, los pequeños gestos que ambos hacían cuando estaban cerca el uno del otro.
Si al principio de la noche a Eltrant le había preocupado que Elen perdiese el control, que no fuese ella misma, en aquel momento estaba bastante seguro de que mientras estuviese con Alister, en mayor o menor medida, la peliblanca sería capaz de anteponerse a todo lo que Aerandir le lanzase.
No estaba sola, y eso era lo importante.
Bajó ambas manos hasta el cinturón y continuó caminando, siempre tras la pareja.
- ¡La historia de cómo conocí a Eltrant también es interesante! – comentó Lyn acercándose al grupo, esta se había quedado algo rezagada durante unos instantes, no estaba seguro de por qué.
Arqueó una ceja al oír la voz de Lyn, ¿Le acababa de llamar Eltrant?, suspiró profundamente cuando comprendió, apenas un instante después, de que acababa de sorprenderse al escuchar su nombre real salir de los labios de la ojiazul.
- No exageres, no lo es tanto… - Se llevó la mano hasta la cara, no pudo evitar que una sonrisa cansada de apoderase de su rostro.
- ¡¿Cómo qué no?! – dijo Lyn cruzándose de brazos. – Era una noche tormentosa… - Eltrant se encogió de hombros.
- ¿De verdad? No recuerdo que estuviese lloviendo. – La vampiresa obvió aquel comentario y continuó hablando, adornando cada palabra que decía con alguna pequeña figura ensombrecida bailando entre sus manos.
- Me perseguían dos cazadores de vampiros, y yo llevaba días sin alimentarme. – Alzó la mano derecha, se encargó de hacer ver el número de cazadores que había levantado el mismo número de dedos. - ¿Por qué me seguían? Porqué son cazadores de vampiros, claro, no necesitan más motivos. – Eltrant no dijo nada respecto a eso, nunca le había preguntado el motivo concreto por el que esa noche estaba huyendo de esos hombres, cuando lo hacía Lyn siempre solía darle evasivas. – Estoy corriendo por un bosque, en el este. A varios días de viaje desde Ulmer. – Extendió ambos brazos y, después, imitó la trayectoria de una flecha con una de sus manos. - ¡Una saeta pasa cerca de mi cabeza! Me agacho para esquivarla, pero ¡Una segunda flecha también lo hace! – Amplió la sonrisa, sin molestarse en ocultar sus colmillos en el proceso. - Y la tercera, en lugar de darme a mí ¡Se clava firmemente en una cabaña que tengo justo delante! – dijo emocionada, Eltrant enarcó una ceja.
¿Tan significativo fue para ella?
- Golpeo la puerta, con fuerza, varias veces, otra flecha más pasa por mí... – Mira hacia ambos lados, dubitativa. – ...por mi derecha y se clava en el marco de la puerta. Aquí ya me estoy preguntando que o tienen muy mala puntería o quieren atraparme con vida. – Lyn frunció el ceño, como si acabase de recordar algo, pero no tardó apenas un instante en relajar la expresión y continuar hablando. – Di más puñetazos a la puerta, ya algo… desesperada, supongo. – dio un pequeño suspiro - “Con un poco de suerte aquí vive un granjero que puede lanzarles patatas a estos tipos mientras aprovecho para huir” Me dije “Seguro que puedo convencerle de que me ayude, cuando abra ya no será mi problema” – Las calles cada vez eran más estrechas, habían dejado la amplia avenida y ahora recorrían lo que parecía ser un laberinto de callejones en lo más profundo de la ciudad. – Y… cuando la puerta se abre… - señaló a Eltrant. – Aparece él. – aseveró ampliando la sonrisa. – Un granjero harapiento perdido en mitad de la nada. – dijo - Solo tuve que pedir ayuda una sola vez… no necesité ni usar mis… - Agachó la cabeza, miró fijamente sus botas. – Me agarró del brazo y me arrastró dentro de aquella casucha. – Lyn volvió a alzar la mirada, miró a Elen. – Se encargó de los dos cazadores él solo, sin armas, destrozaron la mitad de la casa… acabó como un alfiletero… - Miró a Eltrant, se le escapó una risita. – …y me ayudó. – dijo al final, dando por concluida la historia.
Se detuvieron frente a un edificio que contrastaba vivamente con el resto de edificaciones del lugar, además de tener un modesto cartel que describía a aquel lugar como una posada, la fachada parecía estar en mejor estado que las del resto de la calle.
Eltrant se quedó mirándola, durante unos segundos, sin saber exactamente qué decir. Cosa que Lyn no tardó en notar pues, visiblemente ruborizada, desvió la mirada durante y se cruzó de brazos.
- El… ¡El caso es que ese fue el momento en el que decidí adoptarle como sirviente! - Eltrant sonrió y se peinó pobremente, volviendo a prestarle atención al edificio frente al que se encontraban. – Estaba ahí en esa casa cómo: “No quiero salir al mundo, que triste estoy, prefiero pasar mis días plantando patatas”. – Le señaló – Así que le obligué a acompañarme, por qué tenía potencial. - Sentenció.
- Sí, algo así fue. – Contestó Eltrant bajando ambas manos hasta la cintura, sin perder la sonrisa. – ...gracias por sacarme de allí, Lyn – La vampiresa volvió a desviar la mirada, jugueteó con su flequillo durante unos instantes.
- Cla... claro… -
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1378
Nivel de PJ : : 10
Re: Conflicto en la ciudad del cristal [Libre] [2/3] [Noche] [Cerrado]
Ver al par de cazarrecompensas huyendo tan rápido como les permitían las piernas alivió en parte a la vampira, pero por otro lado acababa de quedarse sin cena, tendría que buscar otra cosa. Sin ganas de perseguir nada, ya que el uso de sus habilidades había consumido buena parte de sus energías, a la joven solo le quedaban dos opciones, aceptar la sangre de su compañero, que siempre estaba dispuesto a entregársela, o buscar a alguien que pudiese venderle algunos frascos de los que sus congéneres Nórgedos solían llevar encima. Dejando escapar un suspiro de cansancio, su aura volvió lentamente a la normalidad, momento en que el mercenario le dio las gracias por haber intervenido en su favor. - No ha sido nada, sé bien lo que es lidiar con esa gente. - respondió, sin pasar por alto el gemido de dolor que profería su aliado, tenían que llegar a la posada, a ser posible sin sufrir más incidentes por el camino.
Alister se acercó a ella y tomándola de la mano nuevamente, volvió a poner en marcha al grupo hacia su destino, ya habían tenido bastante para una sola noche, cuanto antes llegasen a la taberna antes podrían tomarse su merecido descanso. Durante un rato hicieron el trayecto en silencio, hasta que el espadachín lo rompió para comentar que hacían buena pareja, provocando una tímida sonrisa en el rostro del cazador y una mucho más amplia en el de la señora de sombras. Sí que la hacían, eran diferentes pero se complementaban bien, sobre todo porque el alado había llegado a la vida de su compañera para ser la luz que la mantuviese fuera del mal camino, al menos así es como ella lo veía.
Él era el único que podía traerla de vuelta cuando la oscuridad se apoderaba de su ser, lo había demostrado en varias ocasiones, sin importarle poner su propia seguridad en peligro. La de cabellos cenicientos dedicó una cariñosa mirada al dragón, casi parecía otra persona cuando estaba a su lado, pero eso se debía a que la cercanía de su amado sacaba a relucir la mejor de sus facetas. Cuando sus ojos se encontraron la sonrisa de Alister se ensanchó, los problemas los perseguían allá donde iban, pero eran aquel tipo de momentos los que hacían que todo valiese la pena.
Conteniendo el impulso de abrazarla, ya que no estaban solos y podían incomodar a sus acompañantes, siguió caminando en dirección a la posada, al menos hasta que Lyn habló y la benjamina de los Calhoun se detuvo para que la morena pudiese colocarse a su lado mientras avanzaban. - Me gustaría escucharla. - comentó Elen, dando ánimos a la muchacha. A la vampira no le hizo falta nada más para empezar, poniéndolos en situación y gesticulando para apoyar su relato conforme lo iba narrando. - Meterse en problemas para ayudar a una completa extraña, sí que le pega. - añadió al escuchar el final de la historia de cómo Eltrant la había salvado de sus perseguidores.
El rubor se apoderó de las pálidas mejillas de la ojiazul, ¿tendría algo más que contar o simplemente consideraba que estaba en deuda con su protector? Sea como fuere, ambos se habían ayudado mutuamente, él ocupándose de los cazadores y ella obligándolo a salir del retiro que se había autoimpuesto. - El destino es caprichoso, une los caminos de las personas de las formas más inesperadas. - musitó, sonriendo levemente. - Ya hemos llegado, entremos. - instó, dirigiéndose hacia la puerta de la posada e internándose en el local. Todavía quedaban allí algunos clientes, pero pronto el propietario podría dar por terminada la noche, en cuanto los rezagados pagasen sus cervezas y se marchasen a casa.
- Espero que te queden habitaciones libres. - dijo la joven, apoyando un brazo sobre la barra. - Por supuesto. - aseguró el hombre, echando un vistazo al mercenario y a la morena. En cuanto arreglaron el tema del alojamiento, la centinela les indicó que la siguiesen, subió las escaleras seguida de Alister y los guió hasta el cuarto que ambos compartían. - Pasad, poneos cómodos. - pidió, mientras su compañero encendía un par de lámparas. Tras esto, Alister se desprendió de su abrigo y optó por sentarse al borde de la cama para dejar las únicas sillas que había en la estancia para Eltrant y Lyn.
La habitación era amplia pero modesta, y debido a que no habían planeado hospedarse en Roilkat no disponían de muchas cosas, pero al menos tenían mudas de ropa limpia, vendas y lo necesario para tratar heridas y quemaduras leves, no necesitaban más. - Alister, ¿podrías bajar y pedirle al tabernero un cubo de agua fría y algo de comida? si tuviese sangre para Lyn y para mí sería estupendo. - inquirió, tirando de las mangas de su armadura hasta dejarlas por encima de los codos. - Claro, vuelvo enseguida. - replicó el dragón, abandonando el cuarto. Elen se dirigió al aseo y se lavó las manos y la cara, consciente de la sangre que manchaba sus ropajes, pero ya tendría tiempo de cambiarse más tarde. - Bien, deja que eche un vistazo a esas quemaduras. - instó, en cuanto regresó junto al guerrero.
Con cuidado le retiró los vendajes que se había puesto y examinó la gravedad de sus heridas, apresurándose hacia la mesa sobre la que descansaban las hojas de Kortinque que había comprado para tratarse a sí misma.
- Aquí tienes. - intervino el alado, que acababa de regresar cargado con todo lo que le había pedido. - Gracias. - contestó la de cabellos cenicientos, tomando el cubo y dedicándole una sonrisa. - Solo quedaba un frasco de sangre pero me ha dicho que mañana le traerán más. - informó, sacando el recipiente de su bolsillo. - Entonces dáselo a Lyn, yo puedo alimentarme luego. - soltó Elen, cruzando con su amado una mirada cargada de significado. Sí, esa noche aceptaría que se convirtiese en su fuente de sustento.
El cazador hizo lo posible para que no se le notase cuánto le agradaba la idea, sabía que la vampira evitaba beber de él para no debilitarlo pero sus mordiscos le resultaban excitantes, cruzó la estancia y tendió el frasco a la morena. - Buen provecho. - musitó, apartando la vista poco después hacia el castaño. - Para nosotros tengo algo más consistente, seguro que tanta pelea te ha abierto el apetito. - comentó, depositando la cesta que traía con diversos alimentos sobre la mesa en que trabajaba la señora de sombras.
Una vez preparadas las hojas, la alquimista preparó con ellas unas compresas humedeciéndolas en el agua fría y procedió a colocarlas sobre las quemaduras del mercenario, vendándole el torso debidamente en cuanto acabó de tratarle. - Evita los movimientos bruscos durante al menos un par de días, así sanarán antes. Mañana te daré unas cuantas para que puedas cambiártelas. - dijo con suavidad, para acto seguido tomar otra de las hojas y dirigirse a la cama, donde pudo revisarse el muslo y atenderse a sí misma. Ya solo les quedaba reponer fuerzas y descansar, así que tras tomar un par de cosas de la cesta, Alister la dejó al alcance de Eltrant y fue a sentarse junto a la benjamina de los Calhoun.
- Creo que tengo una camisa que podría servirte. - indicó instantes después, girando el rostro hacia una cómoda cercana y levantándose para sacar la prenda en cuestión, que entregó al espadachín antes de regresar a su sitio. - A… Alister… mis manos. - susurró con voz temblorosa la centinela. Otra vez la maldición del Hombre Muerto regresaba para apoderarse de su cuerpo, ¿es que no podían tener ni un respiro? El cazador la tomó del brazo y se la llevó al rincón más apartado del cuarto, se transformó de inmediato y se preparó para atrapar a la sombra como había hecho la primera vez, proyectando su elemento sobre su compañera antes incluso de que acabase la metamorfosis, con lo que la creación de Flagg no pudo hacer nada para atacarlos.
Al igual que Elen, la criatura se mostraba más débil que en su anterior aparición, gruñó y se quejó de no poder huir del fuego que la rodeaba, pero pronto perdió la batalla, desvaneciéndose. Las llamas desaparecieron en cuanto el reptil las manipuló para que regresasen hasta él y se perdiesen en su coraza de escamas, pero nadie podría borrar el negruzco círculo que había quedado en el suelo. - ¿Estás bien? - inquirió, aún en su forma bestial. La vampira no respondió, ni siquiera al sentir el suave toque de su hocico contra el hombro, no sabía qué hacer ante aquella maldición. Él optó por volver a su apariencia humana, triste y frustrado por el hecho de que ella tuviese que cargar con todo aquello.
Off: Alister usa proyección elemental, llevaba tres turnos sin matar a nadie así que me tocaba transformarme otra vez. Tengo el permiso de Eltrant para llevarlos a los dos hasta la habitación.
Alister se acercó a ella y tomándola de la mano nuevamente, volvió a poner en marcha al grupo hacia su destino, ya habían tenido bastante para una sola noche, cuanto antes llegasen a la taberna antes podrían tomarse su merecido descanso. Durante un rato hicieron el trayecto en silencio, hasta que el espadachín lo rompió para comentar que hacían buena pareja, provocando una tímida sonrisa en el rostro del cazador y una mucho más amplia en el de la señora de sombras. Sí que la hacían, eran diferentes pero se complementaban bien, sobre todo porque el alado había llegado a la vida de su compañera para ser la luz que la mantuviese fuera del mal camino, al menos así es como ella lo veía.
Él era el único que podía traerla de vuelta cuando la oscuridad se apoderaba de su ser, lo había demostrado en varias ocasiones, sin importarle poner su propia seguridad en peligro. La de cabellos cenicientos dedicó una cariñosa mirada al dragón, casi parecía otra persona cuando estaba a su lado, pero eso se debía a que la cercanía de su amado sacaba a relucir la mejor de sus facetas. Cuando sus ojos se encontraron la sonrisa de Alister se ensanchó, los problemas los perseguían allá donde iban, pero eran aquel tipo de momentos los que hacían que todo valiese la pena.
Conteniendo el impulso de abrazarla, ya que no estaban solos y podían incomodar a sus acompañantes, siguió caminando en dirección a la posada, al menos hasta que Lyn habló y la benjamina de los Calhoun se detuvo para que la morena pudiese colocarse a su lado mientras avanzaban. - Me gustaría escucharla. - comentó Elen, dando ánimos a la muchacha. A la vampira no le hizo falta nada más para empezar, poniéndolos en situación y gesticulando para apoyar su relato conforme lo iba narrando. - Meterse en problemas para ayudar a una completa extraña, sí que le pega. - añadió al escuchar el final de la historia de cómo Eltrant la había salvado de sus perseguidores.
El rubor se apoderó de las pálidas mejillas de la ojiazul, ¿tendría algo más que contar o simplemente consideraba que estaba en deuda con su protector? Sea como fuere, ambos se habían ayudado mutuamente, él ocupándose de los cazadores y ella obligándolo a salir del retiro que se había autoimpuesto. - El destino es caprichoso, une los caminos de las personas de las formas más inesperadas. - musitó, sonriendo levemente. - Ya hemos llegado, entremos. - instó, dirigiéndose hacia la puerta de la posada e internándose en el local. Todavía quedaban allí algunos clientes, pero pronto el propietario podría dar por terminada la noche, en cuanto los rezagados pagasen sus cervezas y se marchasen a casa.
- Espero que te queden habitaciones libres. - dijo la joven, apoyando un brazo sobre la barra. - Por supuesto. - aseguró el hombre, echando un vistazo al mercenario y a la morena. En cuanto arreglaron el tema del alojamiento, la centinela les indicó que la siguiesen, subió las escaleras seguida de Alister y los guió hasta el cuarto que ambos compartían. - Pasad, poneos cómodos. - pidió, mientras su compañero encendía un par de lámparas. Tras esto, Alister se desprendió de su abrigo y optó por sentarse al borde de la cama para dejar las únicas sillas que había en la estancia para Eltrant y Lyn.
La habitación era amplia pero modesta, y debido a que no habían planeado hospedarse en Roilkat no disponían de muchas cosas, pero al menos tenían mudas de ropa limpia, vendas y lo necesario para tratar heridas y quemaduras leves, no necesitaban más. - Alister, ¿podrías bajar y pedirle al tabernero un cubo de agua fría y algo de comida? si tuviese sangre para Lyn y para mí sería estupendo. - inquirió, tirando de las mangas de su armadura hasta dejarlas por encima de los codos. - Claro, vuelvo enseguida. - replicó el dragón, abandonando el cuarto. Elen se dirigió al aseo y se lavó las manos y la cara, consciente de la sangre que manchaba sus ropajes, pero ya tendría tiempo de cambiarse más tarde. - Bien, deja que eche un vistazo a esas quemaduras. - instó, en cuanto regresó junto al guerrero.
Con cuidado le retiró los vendajes que se había puesto y examinó la gravedad de sus heridas, apresurándose hacia la mesa sobre la que descansaban las hojas de Kortinque que había comprado para tratarse a sí misma.
- Aquí tienes. - intervino el alado, que acababa de regresar cargado con todo lo que le había pedido. - Gracias. - contestó la de cabellos cenicientos, tomando el cubo y dedicándole una sonrisa. - Solo quedaba un frasco de sangre pero me ha dicho que mañana le traerán más. - informó, sacando el recipiente de su bolsillo. - Entonces dáselo a Lyn, yo puedo alimentarme luego. - soltó Elen, cruzando con su amado una mirada cargada de significado. Sí, esa noche aceptaría que se convirtiese en su fuente de sustento.
El cazador hizo lo posible para que no se le notase cuánto le agradaba la idea, sabía que la vampira evitaba beber de él para no debilitarlo pero sus mordiscos le resultaban excitantes, cruzó la estancia y tendió el frasco a la morena. - Buen provecho. - musitó, apartando la vista poco después hacia el castaño. - Para nosotros tengo algo más consistente, seguro que tanta pelea te ha abierto el apetito. - comentó, depositando la cesta que traía con diversos alimentos sobre la mesa en que trabajaba la señora de sombras.
Una vez preparadas las hojas, la alquimista preparó con ellas unas compresas humedeciéndolas en el agua fría y procedió a colocarlas sobre las quemaduras del mercenario, vendándole el torso debidamente en cuanto acabó de tratarle. - Evita los movimientos bruscos durante al menos un par de días, así sanarán antes. Mañana te daré unas cuantas para que puedas cambiártelas. - dijo con suavidad, para acto seguido tomar otra de las hojas y dirigirse a la cama, donde pudo revisarse el muslo y atenderse a sí misma. Ya solo les quedaba reponer fuerzas y descansar, así que tras tomar un par de cosas de la cesta, Alister la dejó al alcance de Eltrant y fue a sentarse junto a la benjamina de los Calhoun.
- Creo que tengo una camisa que podría servirte. - indicó instantes después, girando el rostro hacia una cómoda cercana y levantándose para sacar la prenda en cuestión, que entregó al espadachín antes de regresar a su sitio. - A… Alister… mis manos. - susurró con voz temblorosa la centinela. Otra vez la maldición del Hombre Muerto regresaba para apoderarse de su cuerpo, ¿es que no podían tener ni un respiro? El cazador la tomó del brazo y se la llevó al rincón más apartado del cuarto, se transformó de inmediato y se preparó para atrapar a la sombra como había hecho la primera vez, proyectando su elemento sobre su compañera antes incluso de que acabase la metamorfosis, con lo que la creación de Flagg no pudo hacer nada para atacarlos.
Al igual que Elen, la criatura se mostraba más débil que en su anterior aparición, gruñó y se quejó de no poder huir del fuego que la rodeaba, pero pronto perdió la batalla, desvaneciéndose. Las llamas desaparecieron en cuanto el reptil las manipuló para que regresasen hasta él y se perdiesen en su coraza de escamas, pero nadie podría borrar el negruzco círculo que había quedado en el suelo. - ¿Estás bien? - inquirió, aún en su forma bestial. La vampira no respondió, ni siquiera al sentir el suave toque de su hocico contra el hombro, no sabía qué hacer ante aquella maldición. Él optó por volver a su apariencia humana, triste y frustrado por el hecho de que ella tuviese que cargar con todo aquello.
Off: Alister usa proyección elemental, llevaba tres turnos sin matar a nadie así que me tocaba transformarme otra vez. Tengo el permiso de Eltrant para llevarlos a los dos hasta la habitación.
Elen Calhoun
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1954
Nivel de PJ : : 10
Re: Conflicto en la ciudad del cristal [Libre] [2/3] [Noche] [Cerrado]
Siguió a Elen al interior de la posada y, tras de arreglar todo con el regente del lugar y pagar sus propias habitaciones, Eltrant y Lyn acompañaron a la pareja hasta la habitación en la que estos se hospedaban, dónde la peliblanca les indicó que se pusiesen cómodos.
Asintiendo con educación al ofrecimiento de la vampiresa, Eltrant desató las dos espadas que aún colgaban de su cuerpo y las apoyó con cuidado en una de las sillas del lugar, después de esto se dejó caer sobre la misma, suspirando.
Mientras Elen le pedía a Alister que bajase a la taberna con la que contaba la posada a por algo de comer, Eltrant se pasó los dedos de la mano derecha sobre el tatuaje mágico que descansaba en su brazo derecho; brillaba con suavidad, mostrando que estaba trabajando en curar sus heridas.
Respiró profundamente y le ofreció una sonrisa a Elen cuando esta se acercó y comenzó a retirar las vendas que se había colocado el mismo con cuidado. El tatuaje y la medicina que le había entregado la peliblanca había ayudado, pero no podía evitar resentirse en aquel momento.
- Gracias. – dijo pasándose la mano por la barba, algo avergonzado al ver las medicinas que Elen estaba dispuesta a gastar en él descansar sobre la mesa. – …puedo pagar parte de las medicinas si quieres. – afirmó según Alister volvía a internarse en la habitación cargando el cubo que la Centinela le había pedido y una cesta repleta de comida.
Lyn, que se había sentado en la otra silla de la habitación y, sin decir nada a los presentes, garabateaba con entusiasmo palabras sobre una amarillenta hoja de papel, solo alzó la mirada cuando Alister le ofreció la botellita de sangre con la que contaba.
- Oh… - Tomó el frasco que el dragón había traído entre sus manos y lo agitó varias veces, lo abrió para olisquear su contenido. – No hace falta, yo puedo usar a… - Se detuvo a mitad de frase, momentos antes de señalar a Eltrant, cuando contempló la larga mirada que Elen lanzó a su acompañante. – Sois adorables. – dijo simplemente, en voz baja, notando como una amplia sonrisa se apoderaba de su rostro. – Bueno… ¡Que aproveche! - Sin decir nada más, la vampiresa descorchó el frasquito con los dientes y se lo bebió de un trago.
Eltrant, mientras tanto, se limitó a respirar aliviado al sentir como la primera compresa medicinal entraba en contacto con la larga quemadura que recorría parte de su torso, momento que aprovechó para alargar una de sus manos hasta la cesta que acababa de dejar Alister sobre la mesa.
- No moverme mucho, vale. – dijo Eltrant mordiendo la manzana que tenía entre las manos cuando Elen le informó de que si se lo tomaba con calma durante un par de días estaría curado en nada. – Lo intentaré. – añadió sonriendo, volviendo a pasarse la mano sobre el tatuaje de su brazo izquierdo. Con una noche sería suficiente, no necesitaría ni las vendas que Elen había prometido darle al día siguiente.
- Dos días, Mortal. – dijo Lyn a su espalda, la cual había vuelvo a depositar su atención en la hoja de papel en la que estaba escribiendo. – Dos días descansando si no quieres ser testigo de la ira de tu señora. - Podía notar la mirada de la ojiazul clavada en su nuca, Eltrant rio en voz baja.
- Vale… - Habían alquilado la habitación un par de noches, podían permitirse descansar allí un poco; La guerra no iba a irse a ninguna parte.
Cerró los ojos y, después de reclinarse en la silla en la que estaba sentado, dejó que la peliblanca se dedicase ahora a tratar sus propias heridas con calma. Los volvió a abrir cuando escuchó la voz de Alister, el castaño no tardó en verse con una de las camisas del dragón entre sus manos: le quedaba sorprendentemente bien, quizás un poco apretada por los hombros.
Antes de que pudiese agradecerle aquel detalle a Alister, la voz de Elen captó la atención de todos los presentes. Las sombras volvían a apoderarse de ella, de forma lenta pero constante.
Frunciendo el ceño, Eltrant se levantó todo lo rápido que pudo de la silla en la que estaba y tomó a Recuerdo, la espada que tenía más a mano. Pero Alister, decidido, sujetó a la peliblanca de uno de sus brazos y, antes de que esta terminase la transformación, la colocó en una de las esquinas de la habitación, momento en el cual repitió, básicamente, lo mismo que había hecho en el callejón para luchar contra la Elen sombría: ahogar a la criatura con una cantidad absurda de luz.
Cuando la figura de Elen volvió a emerger de entre las sombras soltó a Recuerdo y se llevó la mano hasta la cara, hasta las sienes. La mujer no respondió la pregunta que le hizo su aliado, por la expresión que se había apoderado de su rostro ella misma debía de estar tratando de responderla en su cabeza.
Cerró ambos puños, con fuerza, impotente, viéndose incapaz de hacer nada por ayudar a Elen. Se culpó por haber usado toda la poción curativa con la maldición de Gol’then, quizás podría haber ayudado a Elen algo.
Iba a matar al Hombre Muerto; Hacía mucho que la redención para aquel tipo había pasado, que las dudas sobre si estaba bien ser el juez y el verdugo de alguien así habían desaparecido. No merecía piedad, ya se lo había dicho a Bracknell: iba a darle sentido al nombre de su jefe.
Tras dejarle unos momentos de intimidad a la pareja, Eltrant se acercó a la peliblanca, lo hizo acompañado por Lyn. La ojiazul fue la primera en hablar, apenas dejó tiempo para que Eltrant lo hiciese.
- Esas no son tus sombras. – dijo severamente, con el ceño fruncido. – No lo digo en el sentido de antes. – Sacudió la cabeza – No es “Tu yo verdadera puede controlar tus sombras, no dejes que ellas te controlen a ti” – Eltrant enarcó una ceja, viendo a Lyn cruzarse de brazos. – He estado mirando como peleas toda la noche. – afirmó - Lo que tú usas, literalmente, no es tuyo. - La vampiresa se quitó las botas y las dejó caer al suelo de cualquier forma. – Al menos no en parte. – dijo subiéndose en la cama que pertenecía a Elen y sentándose sobre ella, entrelazando las piernas en el proceso. – Ven, siéntate delante de mí. – Ordenó dando varias palmadas en el lugar de la cama que tenía frente a ella. – ¿Podéis dejarnos a solas? – Pidió entonces Lyn, girándose hacía Alister.
Eltrant se cruzó de brazos, cuando Lyn se comportaba de aquella forma su personalidad cambiaba por completo. Daba un poco de miedo verla así, tenía que admitirlo. No iba a llevarle la contraria cuando se ponía sería, asintió ante la petición de la vampiresa y le indicó a Alister que le acompañase al exterior de la habitación.
- Yo también quiero hablar contigo, Alister. – Le dijo en voz baja, depositando una mano en el hombro del dragón.
Elen no estaba en situación de escuchar todo lo que quería decir Eltrant en aquel momento, Alister se encargaría de hablar con ella más adelante, por el momento dejaría que Lyn se quedase con ella, demasiada información de golpe podía abrumarla después de que su cuerpo fuese consumido por un ser de sombras.
Cerró la puerta de la habitación tras de sí y suspiró profundamente, se apoyó en un modesto mueblecito que descansaba junto a la puerta y dejó escapar un largo suspiró. El Hombre Muerto, la guerra… ¿Por qué no podía ser nada normal?
- Lo primero de lo que tengo que advertiros… - Se giró hacía el dragón y se rascó la barba, pensando exactamente cómo empezar a contarle lo que pasaba por su cabeza. No había querido hacerlo antes por los nigromantes, las heridas y el cansancio generalizado.
Pero después de haber visto a Elen de nuevo en aquel estado no podía retrasarlo más.
- No digáis el nombre de… - Eltrant suspiró – …del que le ha lanzado la maldición a Elen en voz alta. – Advirtió, no había sucedido nada allí aun cuando lo habían pronunciado un par de veces, pero aun recordaba bastante bien lo que había sucedido en la granja Uther. De vez en cuanto tenía pesadillas con la figura de su hermano convertido en aquella cosa. – Sabes a quien me refiero. – dijo – El nombre está impregnado de… magia o algo así. – expuso. – He visto a personas convertirse en máquinas de matar al hacerlo, olvidándose completamente de quienes eran apenas segundos atrás. – Suspiró. – Es... peligroso - Aclarado aquello volvió a peinarse pobremente, la segunda parte de lo que quería decir era más importante.
- Hace poco me reclutó un grupo… - Se atusó la barba. – Se llaman “Los Buscones” - dijo agachando la mirada, el nombre no había sido idea suya, era raro el pronunciarlo en voz alta. – Están en contra de este tipo, con todas sus fuerzas. – Aseveró. – Se encargan de enfrentarse a él en todo lo posible. – dijo bajando ambas manos – Creo que pueden ayudar a Elen con… su problema, creo. –
Tras aquello, de forma metódica, tratando de recordar todos los detalles posibles, Eltrant se encargó de narrar todo lo que sabía del Hombre Muerto y de sus seguidores hasta el momento, cuanta más información tuviesen Elen y Alister, mejor.
- No sé exactamente qué es lo que es. – dijo Lyn, de nuevo, mirando fijamente a los ojos de la peliblanca. – Pero no es tuyo. – afirmó después, parafraseando, básicamente, lo mismo que había dicho antes. – Las sombras que convocas… son distintas a tus ataques más básicos. – Se cruzó de brazos. - Te apoyas con eso… haces más fuertes a tus propias sombras. – Tomó aire profundamente – … y a la vez, creo, que las haces más débiles. –
Lyn no sabía que eran las sombras con forma humanoide que era capaz de conjurar Elen, no las había visto nunca, ella misma había experimentado varias veces con sombras de aquel tipo, pero las suyas seguían sin estar tan… vivas.
Cualquiera habría dicho que estaba siendo observadora, pero lo que había sucedido con los soldados del aquelarre era tan evidente que incluso el Mortal debía de haberse dado cuenta. A simple vista era obvio que lo que ayudaba a Elen era poderoso, y que cambiaba la personalidad de la mujer de alguna manera, la forma en la que había tratado a sus enemigos era tan diferente a la Elen que tenía delante de ella que era hasta absurdo.
Había contado tres auras distintas en la oscuridad de la peliblanca. Tres.
Era un número de sombras que superaba en dos al que debería tener.
Se mordió el labio inferior, algo indecisa, jugueteó durante un instante con su flequillo, tratando de recordar algunas de las enseñanzas de control de su maestra. La recordaba como una buena profesora, paciente y dedicada, justo lo contrario a ella misma.
¿De verdad podía hacer aquello?
Independientemente de la respuesta, no podía dejar que Elen se quedase, irónicamente, a oscuras. Estaba segura de que si la dejaba así todo iría a peor, era casi como no conocerse a sí misma, y ese era el tipo de vampiros que acababa tratando de conquistar pequeñas aldeas para formar imperios de sangre.
- Cierra los ojos y respira hondo. – Pidió con suavidad, imitando la primera vez que su maestra le intentó enseñar a moldear la oscuridad. – Dentro de ti… hay… - Torció levemente el gesto, incapaz de encontrar la palabra adecuada - Es difícil de explicar. – Se detuvo un instante, tratando de retomar el hilo. – Es una extensión de ti misma. – Indicó al final – Para cada vampiro es diferente, pero siempre, siempre, está ahí. – dijo – Si las sombras esas que te ayudan a ser más fuerte… - Se llevó la mano hasta el mentón - …son una espada… imagina que estas sombras son tus brazos y tus piernas. – aseguró ladeando levemente la cabeza. – Son poderosas… más que cualquier ayuda que puedas tener. – afirmó – Son tus propias sombras; las que son capaces de controlar a las demás que tienes dentro y que intentan controlarte a ti. – añadió segundos después.
– Concéntrate en lo que he dicho y busca, trata de llamarlas, vas a ver cómo responden, aunque sea un poco. –
Dudaba mucho que con solo aquello Elen fuese capaz de controlarse lo suficiente como para evitar que las demás sombras tomasen posesión de su cuerpo, pero toda ayuda era poca, y Lyn estaba convencida de querer enseñarle a hacerlo.
Si Elen quería, se encargaría de mostrarle los ejercicios de meditación que conocía durante su estancia en la posada, así podría hacer aquello poco a poco por su propia cuenta. Con el tiempo suficiente podría aprender a contener a las demás sombras con su propia fuerza, estaba segura de ello.
Off: Eltrant le cuenta a Alister todo lo que sabe del Hombre Muerto y lo que ha sucedido en estos dos temas:
[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Asintiendo con educación al ofrecimiento de la vampiresa, Eltrant desató las dos espadas que aún colgaban de su cuerpo y las apoyó con cuidado en una de las sillas del lugar, después de esto se dejó caer sobre la misma, suspirando.
Mientras Elen le pedía a Alister que bajase a la taberna con la que contaba la posada a por algo de comer, Eltrant se pasó los dedos de la mano derecha sobre el tatuaje mágico que descansaba en su brazo derecho; brillaba con suavidad, mostrando que estaba trabajando en curar sus heridas.
Respiró profundamente y le ofreció una sonrisa a Elen cuando esta se acercó y comenzó a retirar las vendas que se había colocado el mismo con cuidado. El tatuaje y la medicina que le había entregado la peliblanca había ayudado, pero no podía evitar resentirse en aquel momento.
- Gracias. – dijo pasándose la mano por la barba, algo avergonzado al ver las medicinas que Elen estaba dispuesta a gastar en él descansar sobre la mesa. – …puedo pagar parte de las medicinas si quieres. – afirmó según Alister volvía a internarse en la habitación cargando el cubo que la Centinela le había pedido y una cesta repleta de comida.
Lyn, que se había sentado en la otra silla de la habitación y, sin decir nada a los presentes, garabateaba con entusiasmo palabras sobre una amarillenta hoja de papel, solo alzó la mirada cuando Alister le ofreció la botellita de sangre con la que contaba.
- Oh… - Tomó el frasco que el dragón había traído entre sus manos y lo agitó varias veces, lo abrió para olisquear su contenido. – No hace falta, yo puedo usar a… - Se detuvo a mitad de frase, momentos antes de señalar a Eltrant, cuando contempló la larga mirada que Elen lanzó a su acompañante. – Sois adorables. – dijo simplemente, en voz baja, notando como una amplia sonrisa se apoderaba de su rostro. – Bueno… ¡Que aproveche! - Sin decir nada más, la vampiresa descorchó el frasquito con los dientes y se lo bebió de un trago.
Eltrant, mientras tanto, se limitó a respirar aliviado al sentir como la primera compresa medicinal entraba en contacto con la larga quemadura que recorría parte de su torso, momento que aprovechó para alargar una de sus manos hasta la cesta que acababa de dejar Alister sobre la mesa.
- No moverme mucho, vale. – dijo Eltrant mordiendo la manzana que tenía entre las manos cuando Elen le informó de que si se lo tomaba con calma durante un par de días estaría curado en nada. – Lo intentaré. – añadió sonriendo, volviendo a pasarse la mano sobre el tatuaje de su brazo izquierdo. Con una noche sería suficiente, no necesitaría ni las vendas que Elen había prometido darle al día siguiente.
- Dos días, Mortal. – dijo Lyn a su espalda, la cual había vuelvo a depositar su atención en la hoja de papel en la que estaba escribiendo. – Dos días descansando si no quieres ser testigo de la ira de tu señora. - Podía notar la mirada de la ojiazul clavada en su nuca, Eltrant rio en voz baja.
- Vale… - Habían alquilado la habitación un par de noches, podían permitirse descansar allí un poco; La guerra no iba a irse a ninguna parte.
Cerró los ojos y, después de reclinarse en la silla en la que estaba sentado, dejó que la peliblanca se dedicase ahora a tratar sus propias heridas con calma. Los volvió a abrir cuando escuchó la voz de Alister, el castaño no tardó en verse con una de las camisas del dragón entre sus manos: le quedaba sorprendentemente bien, quizás un poco apretada por los hombros.
Antes de que pudiese agradecerle aquel detalle a Alister, la voz de Elen captó la atención de todos los presentes. Las sombras volvían a apoderarse de ella, de forma lenta pero constante.
Frunciendo el ceño, Eltrant se levantó todo lo rápido que pudo de la silla en la que estaba y tomó a Recuerdo, la espada que tenía más a mano. Pero Alister, decidido, sujetó a la peliblanca de uno de sus brazos y, antes de que esta terminase la transformación, la colocó en una de las esquinas de la habitación, momento en el cual repitió, básicamente, lo mismo que había hecho en el callejón para luchar contra la Elen sombría: ahogar a la criatura con una cantidad absurda de luz.
Cuando la figura de Elen volvió a emerger de entre las sombras soltó a Recuerdo y se llevó la mano hasta la cara, hasta las sienes. La mujer no respondió la pregunta que le hizo su aliado, por la expresión que se había apoderado de su rostro ella misma debía de estar tratando de responderla en su cabeza.
Cerró ambos puños, con fuerza, impotente, viéndose incapaz de hacer nada por ayudar a Elen. Se culpó por haber usado toda la poción curativa con la maldición de Gol’then, quizás podría haber ayudado a Elen algo.
Iba a matar al Hombre Muerto; Hacía mucho que la redención para aquel tipo había pasado, que las dudas sobre si estaba bien ser el juez y el verdugo de alguien así habían desaparecido. No merecía piedad, ya se lo había dicho a Bracknell: iba a darle sentido al nombre de su jefe.
Tras dejarle unos momentos de intimidad a la pareja, Eltrant se acercó a la peliblanca, lo hizo acompañado por Lyn. La ojiazul fue la primera en hablar, apenas dejó tiempo para que Eltrant lo hiciese.
- Esas no son tus sombras. – dijo severamente, con el ceño fruncido. – No lo digo en el sentido de antes. – Sacudió la cabeza – No es “Tu yo verdadera puede controlar tus sombras, no dejes que ellas te controlen a ti” – Eltrant enarcó una ceja, viendo a Lyn cruzarse de brazos. – He estado mirando como peleas toda la noche. – afirmó - Lo que tú usas, literalmente, no es tuyo. - La vampiresa se quitó las botas y las dejó caer al suelo de cualquier forma. – Al menos no en parte. – dijo subiéndose en la cama que pertenecía a Elen y sentándose sobre ella, entrelazando las piernas en el proceso. – Ven, siéntate delante de mí. – Ordenó dando varias palmadas en el lugar de la cama que tenía frente a ella. – ¿Podéis dejarnos a solas? – Pidió entonces Lyn, girándose hacía Alister.
Eltrant se cruzó de brazos, cuando Lyn se comportaba de aquella forma su personalidad cambiaba por completo. Daba un poco de miedo verla así, tenía que admitirlo. No iba a llevarle la contraria cuando se ponía sería, asintió ante la petición de la vampiresa y le indicó a Alister que le acompañase al exterior de la habitación.
- Yo también quiero hablar contigo, Alister. – Le dijo en voz baja, depositando una mano en el hombro del dragón.
Elen no estaba en situación de escuchar todo lo que quería decir Eltrant en aquel momento, Alister se encargaría de hablar con ella más adelante, por el momento dejaría que Lyn se quedase con ella, demasiada información de golpe podía abrumarla después de que su cuerpo fuese consumido por un ser de sombras.
[…]
Cerró la puerta de la habitación tras de sí y suspiró profundamente, se apoyó en un modesto mueblecito que descansaba junto a la puerta y dejó escapar un largo suspiró. El Hombre Muerto, la guerra… ¿Por qué no podía ser nada normal?
- Lo primero de lo que tengo que advertiros… - Se giró hacía el dragón y se rascó la barba, pensando exactamente cómo empezar a contarle lo que pasaba por su cabeza. No había querido hacerlo antes por los nigromantes, las heridas y el cansancio generalizado.
Pero después de haber visto a Elen de nuevo en aquel estado no podía retrasarlo más.
- No digáis el nombre de… - Eltrant suspiró – …del que le ha lanzado la maldición a Elen en voz alta. – Advirtió, no había sucedido nada allí aun cuando lo habían pronunciado un par de veces, pero aun recordaba bastante bien lo que había sucedido en la granja Uther. De vez en cuanto tenía pesadillas con la figura de su hermano convertido en aquella cosa. – Sabes a quien me refiero. – dijo – El nombre está impregnado de… magia o algo así. – expuso. – He visto a personas convertirse en máquinas de matar al hacerlo, olvidándose completamente de quienes eran apenas segundos atrás. – Suspiró. – Es... peligroso - Aclarado aquello volvió a peinarse pobremente, la segunda parte de lo que quería decir era más importante.
- Hace poco me reclutó un grupo… - Se atusó la barba. – Se llaman “Los Buscones” - dijo agachando la mirada, el nombre no había sido idea suya, era raro el pronunciarlo en voz alta. – Están en contra de este tipo, con todas sus fuerzas. – Aseveró. – Se encargan de enfrentarse a él en todo lo posible. – dijo bajando ambas manos – Creo que pueden ayudar a Elen con… su problema, creo. –
Tras aquello, de forma metódica, tratando de recordar todos los detalles posibles, Eltrant se encargó de narrar todo lo que sabía del Hombre Muerto y de sus seguidores hasta el momento, cuanta más información tuviesen Elen y Alister, mejor.
_____________________________________________
- No sé exactamente qué es lo que es. – dijo Lyn, de nuevo, mirando fijamente a los ojos de la peliblanca. – Pero no es tuyo. – afirmó después, parafraseando, básicamente, lo mismo que había dicho antes. – Las sombras que convocas… son distintas a tus ataques más básicos. – Se cruzó de brazos. - Te apoyas con eso… haces más fuertes a tus propias sombras. – Tomó aire profundamente – … y a la vez, creo, que las haces más débiles. –
Lyn no sabía que eran las sombras con forma humanoide que era capaz de conjurar Elen, no las había visto nunca, ella misma había experimentado varias veces con sombras de aquel tipo, pero las suyas seguían sin estar tan… vivas.
Cualquiera habría dicho que estaba siendo observadora, pero lo que había sucedido con los soldados del aquelarre era tan evidente que incluso el Mortal debía de haberse dado cuenta. A simple vista era obvio que lo que ayudaba a Elen era poderoso, y que cambiaba la personalidad de la mujer de alguna manera, la forma en la que había tratado a sus enemigos era tan diferente a la Elen que tenía delante de ella que era hasta absurdo.
Había contado tres auras distintas en la oscuridad de la peliblanca. Tres.
Era un número de sombras que superaba en dos al que debería tener.
Se mordió el labio inferior, algo indecisa, jugueteó durante un instante con su flequillo, tratando de recordar algunas de las enseñanzas de control de su maestra. La recordaba como una buena profesora, paciente y dedicada, justo lo contrario a ella misma.
¿De verdad podía hacer aquello?
Independientemente de la respuesta, no podía dejar que Elen se quedase, irónicamente, a oscuras. Estaba segura de que si la dejaba así todo iría a peor, era casi como no conocerse a sí misma, y ese era el tipo de vampiros que acababa tratando de conquistar pequeñas aldeas para formar imperios de sangre.
- Cierra los ojos y respira hondo. – Pidió con suavidad, imitando la primera vez que su maestra le intentó enseñar a moldear la oscuridad. – Dentro de ti… hay… - Torció levemente el gesto, incapaz de encontrar la palabra adecuada - Es difícil de explicar. – Se detuvo un instante, tratando de retomar el hilo. – Es una extensión de ti misma. – Indicó al final – Para cada vampiro es diferente, pero siempre, siempre, está ahí. – dijo – Si las sombras esas que te ayudan a ser más fuerte… - Se llevó la mano hasta el mentón - …son una espada… imagina que estas sombras son tus brazos y tus piernas. – aseguró ladeando levemente la cabeza. – Son poderosas… más que cualquier ayuda que puedas tener. – afirmó – Son tus propias sombras; las que son capaces de controlar a las demás que tienes dentro y que intentan controlarte a ti. – añadió segundos después.
– Concéntrate en lo que he dicho y busca, trata de llamarlas, vas a ver cómo responden, aunque sea un poco. –
Dudaba mucho que con solo aquello Elen fuese capaz de controlarse lo suficiente como para evitar que las demás sombras tomasen posesión de su cuerpo, pero toda ayuda era poca, y Lyn estaba convencida de querer enseñarle a hacerlo.
Si Elen quería, se encargaría de mostrarle los ejercicios de meditación que conocía durante su estancia en la posada, así podría hacer aquello poco a poco por su propia cuenta. Con el tiempo suficiente podría aprender a contener a las demás sombras con su propia fuerza, estaba segura de ello.
__________________________________________________________________
Off: Eltrant le cuenta a Alister todo lo que sabe del Hombre Muerto y lo que ha sucedido en estos dos temas:
[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1378
Nivel de PJ : : 10
Re: Conflicto en la ciudad del cristal [Libre] [2/3] [Noche] [Cerrado]
- Lo arreglaremos ¿vale? - susurró Alister, acariciando levemente su hombro, pero la de ojos verdes no estaba tan segura de ello. Viendo que no solo no respondía sino que ni siquiera alzaba la cabeza para mirarlo, la estrechó entre sus brazos por unos instantes, en los que su odio hacia el Hombre Muerto no hizo más que crecer. - Haré pagar a ese desgraciado por lo que te ha hecho, lo mataré. - musitó junto a su oído, con determinación. Si estar juntos sacaba la mejor faceta de ambos, el que uno de los dos sufriese por culpa de un tercero hacía todo lo contrario, consiguiendo que el otro mostrase su peor parte, la que estaba cargada de furia y ansias de venganza.
La pareja se mantuvo así durante unos momentos, luego el dragón se apartó ligeramente de ella, aunque sin llegar a soltar su mano. Para la joven aquello debía ser difícil de asimilar, cuando finalmente había conseguido firmar una tregua con las almas del medallón para que no intentasen tomar el control de su cuerpo aparecía un nuevo ser que no solo era capaz de conseguirlo, sino que también se valía de ella para hacer daño a cualquiera que entrase en su rango de alcance, sin importar quién fuese.
Elen se obligó a alzar la vista cuando sus aliados se aproximaron a ella, centrándose rápidamente en Lyn, que fue la primera en hablar. La morena se había estado fijando en su estilo de lucha durante el asalto a la guarida del aquelarre, y se había dado cuenta de que parte de las sombras que utilizaba no eran suyas, por así decirlo. Con eso debía estarse refiriendo a las criaturas, que aunque llegasen a aquel plano gracias a la invocación de su señora, técnicamente no formaban parte de ella, solo la acompañaban. Tras quitarse las botas, la muchacha se acomodó sobre la cama e instó a la benjamina de los Calhoun a que se sentase frente a ella, pidiendo a sus respectivos compañeros que las dejasen a solas.
El cazador dudó, aun cuando Eltrant le dijo que quería hablar con él. Teniendo en cuenta que era el único que podía mantener a raya a la creación de Randall Flagg, ¿era sensato que se alejase de la centinela? - Ve, estaré bien. - musitó la de cabellos cenicientos, justo antes de avanzar hacia donde estaba Lyn. Con lentitud, se desprendió de las botas, dando tiempo al par de hombres para que abandonasen la estancia antes de colocarse delante de la chica.
Alister siguió al mercenario hasta que estuvieron en un sitio lo suficientemente tranquilo para hablar sin ser escuchados, y entonces, Eltrant comenzó a contarle todo lo que sabía acerca del Hombre Muerto, empezando por advertirle que no pronunciase su nombre, ya que al parecer éste estaba impregnado con una magia capaz de controlar a quien lo mencionase. - ¿Cómo es posible? - preguntó en voz baja, confundido. Lo que decía encajaba bastante bien con la descripción del agresivo ser que poseía a la vampira, quizá fuese una sombría versión del mismo fenómeno, pero ella no había mencionado al Nigromante en la habitación, su maldición no estaba ligada al nombre.
Lo siguiente que compartió el guerrero seguramente iba con la intención de darles un rayo de esperanza, contar con apoyo de cara al combate siempre era de agradecer, pero el caso era que la pareja ya se había topado con los Buscones. - Los conozco, coincidimos en el norte durante un banquete, intentaban robar un objeto mágico y los ayudamos a conseguirlo pero poco después tuvimos que regresar a Verisar… ¿sabes dónde puedo encontrarlos ahora? - inquirió, deseando desde lo más profundo de su ser que estuviesen en la ciudad, ya que de lo contrario no podrían contactar con el grupo hasta que la guerra hubiese acabado.
Eltrant le brindó toda la información que pudo con lujo de detalles, incluyendo el incidente en que el Nigromante había convertido a varios civiles en sus marionetas, historia que debería tener muy presente para que ni su compañera ni él volviesen a pronunciar el nombre de aquel malnacido.
La pareja se mantuvo así durante unos momentos, luego el dragón se apartó ligeramente de ella, aunque sin llegar a soltar su mano. Para la joven aquello debía ser difícil de asimilar, cuando finalmente había conseguido firmar una tregua con las almas del medallón para que no intentasen tomar el control de su cuerpo aparecía un nuevo ser que no solo era capaz de conseguirlo, sino que también se valía de ella para hacer daño a cualquiera que entrase en su rango de alcance, sin importar quién fuese.
Elen se obligó a alzar la vista cuando sus aliados se aproximaron a ella, centrándose rápidamente en Lyn, que fue la primera en hablar. La morena se había estado fijando en su estilo de lucha durante el asalto a la guarida del aquelarre, y se había dado cuenta de que parte de las sombras que utilizaba no eran suyas, por así decirlo. Con eso debía estarse refiriendo a las criaturas, que aunque llegasen a aquel plano gracias a la invocación de su señora, técnicamente no formaban parte de ella, solo la acompañaban. Tras quitarse las botas, la muchacha se acomodó sobre la cama e instó a la benjamina de los Calhoun a que se sentase frente a ella, pidiendo a sus respectivos compañeros que las dejasen a solas.
El cazador dudó, aun cuando Eltrant le dijo que quería hablar con él. Teniendo en cuenta que era el único que podía mantener a raya a la creación de Randall Flagg, ¿era sensato que se alejase de la centinela? - Ve, estaré bien. - musitó la de cabellos cenicientos, justo antes de avanzar hacia donde estaba Lyn. Con lentitud, se desprendió de las botas, dando tiempo al par de hombres para que abandonasen la estancia antes de colocarse delante de la chica.
Alister siguió al mercenario hasta que estuvieron en un sitio lo suficientemente tranquilo para hablar sin ser escuchados, y entonces, Eltrant comenzó a contarle todo lo que sabía acerca del Hombre Muerto, empezando por advertirle que no pronunciase su nombre, ya que al parecer éste estaba impregnado con una magia capaz de controlar a quien lo mencionase. - ¿Cómo es posible? - preguntó en voz baja, confundido. Lo que decía encajaba bastante bien con la descripción del agresivo ser que poseía a la vampira, quizá fuese una sombría versión del mismo fenómeno, pero ella no había mencionado al Nigromante en la habitación, su maldición no estaba ligada al nombre.
Lo siguiente que compartió el guerrero seguramente iba con la intención de darles un rayo de esperanza, contar con apoyo de cara al combate siempre era de agradecer, pero el caso era que la pareja ya se había topado con los Buscones. - Los conozco, coincidimos en el norte durante un banquete, intentaban robar un objeto mágico y los ayudamos a conseguirlo pero poco después tuvimos que regresar a Verisar… ¿sabes dónde puedo encontrarlos ahora? - inquirió, deseando desde lo más profundo de su ser que estuviesen en la ciudad, ya que de lo contrario no podrían contactar con el grupo hasta que la guerra hubiese acabado.
Eltrant le brindó toda la información que pudo con lujo de detalles, incluyendo el incidente en que el Nigromante había convertido a varios civiles en sus marionetas, historia que debería tener muy presente para que ni su compañera ni él volviesen a pronunciar el nombre de aquel malnacido.
***
Mientras tanto, en la otra habitación, la benjamina de los Calhoun escuchó con atención todo lo que Lyn le iba diciendo, consciente de que tendría que revelarle su secreto para que pudiese entender la verdadera situación en que se encontraba. La morena había adoptado el papel de profesora y trataba de explicarle que sus sombras, las que realmente le pertenecían, podían ayudarla a controlar al resto, pero no podía imaginar siquiera la carga que la centinela llevaba consigo.
A pesar de ello, Elen cerró los ojos y se concentró para que su elemento la envolviese poco a poco, cubriéndole ambos brazos, pero las voces seguían en su cabeza, no había nada que pudiese hacer para acallarlas. - El problema no es que no respondan, lo hacen, pero es más complicado de lo que piensas Lyn… supongo que no lo comprenderás del todo hasta que te lo muestre. - comentó, clavando una triste mirada en el rostro de la chica. - Hay demasiada oscuridad en mí, y aunque la mayor parte no me pertenece estoy obligada a cargar con ella. - prosiguió, instantes después, tras una leve pausa. Dicho esto levantó la diestra y la dirigió a su cuello para tirar de la plateada cadena que lo rodeaba, extrayendo el medallón solar de debajo de su armadura mientras extendía la otra mano en dirección a la ojiazul para tomar la suya y llevarla hasta la reliquia. Si Bio y Asher habían sido capaces de percibir lo que había en su interior con solo tocarla, Lyn también podría.
Decenas, cientos de almas aguardaban encerradas en el colgante, todas ellas cargadas de odio, sed de sangre y venganza, ansiosas porque les llegase la hora de salir para saciar sus sombríos apetitos. - ¿Puedes sentirlas? - formuló, liberando la mano de la vampira para que la retirase si quería, ya que todavía recordaba la horrorizada reacción de Víctor y como se había apartado instintivamente de la reliquia de forma casi instantánea. - Esto es lo que viste en la guarida del aquelarre, mis criaturas… yo solo las invoco a este plano y les doy un cuerpo temporal a cambio de que me ayuden. - reveló. - Antes de que me lo preguntes, no, no puedo quitármelo… cada vez que lo hago pierdo el conocimiento y me consumen la fiebre y las pesadillas…- susurró, bajando un poco la vista.
- Cuando peleo me apoyo en ellas… permitiendo que me transmitan parte de sus sentimientos y anhelos, pero no puedo culparlas de todo, yo misma he cambiado desde que me transformaron, también estoy llena de odio hacia quienes me hicieron esto… es mi maldición, una de ellas. - terminó de decir, devolviendo el colgante al interior de su camisa. El recuerdo del viejo Tarivius la asaltó entonces, él le había dicho que su artefacto era de los cuatro, el que más maldad contenía y que por tanto, terminaría corrompiéndose igual que Vladimir y Amaterasu, pero mucho más rápido. En silencio, buscó la marca que su predecesor le había dejado en el interior de la muñeca y la acarició con el pulgar, para ella aquel árbol de la vida significaba que él no se había ido del todo, estaba a su lado, aunque no como le gustaría.
- No sé si habrá algún modo de controlar todo esto la verdad… hago lo que puedo, pero no es suficiente. - musitó, negando con la cabeza antes de buscar de nuevo los azules ojos de Lyn. ¿Qué tendría que decir al respecto la señora de sombras? No se trataba de mantener a raya solo a la creación del Hombre Muerto, sino a toda aquella oscuridad que la centinela llevaba consigo. Elen estaba dispuesta a probar cualquier cosa con tal de no volver a transformarse, pero siendo tan poderoso su enemigo, y teniendo en cuenta que se había presentado ante ella para maldecirla personalmente, no albergaba demasiadas esperanzas de revertir lo que le había hecho.
Los Buscones eran una de las pocas alternativas que le quedaba, debía ayudarlos a reunir los 19 objetos mágicos y acabar con Flagg, quizá entonces sus sombras desapareciesen, dándole algo de paz.
A pesar de ello, Elen cerró los ojos y se concentró para que su elemento la envolviese poco a poco, cubriéndole ambos brazos, pero las voces seguían en su cabeza, no había nada que pudiese hacer para acallarlas. - El problema no es que no respondan, lo hacen, pero es más complicado de lo que piensas Lyn… supongo que no lo comprenderás del todo hasta que te lo muestre. - comentó, clavando una triste mirada en el rostro de la chica. - Hay demasiada oscuridad en mí, y aunque la mayor parte no me pertenece estoy obligada a cargar con ella. - prosiguió, instantes después, tras una leve pausa. Dicho esto levantó la diestra y la dirigió a su cuello para tirar de la plateada cadena que lo rodeaba, extrayendo el medallón solar de debajo de su armadura mientras extendía la otra mano en dirección a la ojiazul para tomar la suya y llevarla hasta la reliquia. Si Bio y Asher habían sido capaces de percibir lo que había en su interior con solo tocarla, Lyn también podría.
Decenas, cientos de almas aguardaban encerradas en el colgante, todas ellas cargadas de odio, sed de sangre y venganza, ansiosas porque les llegase la hora de salir para saciar sus sombríos apetitos. - ¿Puedes sentirlas? - formuló, liberando la mano de la vampira para que la retirase si quería, ya que todavía recordaba la horrorizada reacción de Víctor y como se había apartado instintivamente de la reliquia de forma casi instantánea. - Esto es lo que viste en la guarida del aquelarre, mis criaturas… yo solo las invoco a este plano y les doy un cuerpo temporal a cambio de que me ayuden. - reveló. - Antes de que me lo preguntes, no, no puedo quitármelo… cada vez que lo hago pierdo el conocimiento y me consumen la fiebre y las pesadillas…- susurró, bajando un poco la vista.
- Cuando peleo me apoyo en ellas… permitiendo que me transmitan parte de sus sentimientos y anhelos, pero no puedo culparlas de todo, yo misma he cambiado desde que me transformaron, también estoy llena de odio hacia quienes me hicieron esto… es mi maldición, una de ellas. - terminó de decir, devolviendo el colgante al interior de su camisa. El recuerdo del viejo Tarivius la asaltó entonces, él le había dicho que su artefacto era de los cuatro, el que más maldad contenía y que por tanto, terminaría corrompiéndose igual que Vladimir y Amaterasu, pero mucho más rápido. En silencio, buscó la marca que su predecesor le había dejado en el interior de la muñeca y la acarició con el pulgar, para ella aquel árbol de la vida significaba que él no se había ido del todo, estaba a su lado, aunque no como le gustaría.
- No sé si habrá algún modo de controlar todo esto la verdad… hago lo que puedo, pero no es suficiente. - musitó, negando con la cabeza antes de buscar de nuevo los azules ojos de Lyn. ¿Qué tendría que decir al respecto la señora de sombras? No se trataba de mantener a raya solo a la creación del Hombre Muerto, sino a toda aquella oscuridad que la centinela llevaba consigo. Elen estaba dispuesta a probar cualquier cosa con tal de no volver a transformarse, pero siendo tan poderoso su enemigo, y teniendo en cuenta que se había presentado ante ella para maldecirla personalmente, no albergaba demasiadas esperanzas de revertir lo que le había hecho.
Los Buscones eran una de las pocas alternativas que le quedaba, debía ayudarlos a reunir los 19 objetos mágicos y acabar con Flagg, quizá entonces sus sombras desapareciesen, dándole algo de paz.
Elen Calhoun
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1954
Nivel de PJ : : 10
Re: Conflicto en la ciudad del cristal [Libre] [2/3] [Noche] [Cerrado]
Apenas tuvo que deslizar las yemas de los dedos por el colgante, no tardó en sentirlo: ira, maldad, una necesidad primitiva e incontrolable de matar, de acabar con todo aquel que se opusiera a lo que deseaban los "entes” que Elen decía que contenía el colgante.
Se vio inmersa en un remolino de sensaciones que harían palidecer al más valiente de los hombres.
Le temblaban las piernas, Lyn podía notarlo incluso estando sentada, también lo hacía la mano con la que sujetaba el colgante que Elen le estaba mostrando, era demasiado. ¿Y la peliblanca decía vivir con aquello constantemente? Contuvo la imperiosa necesidad de soltar aquella cosa, contuvo las lágrimas que se empezaban a asomar, tímidas, en las comisuras de sus ojos.
Había vivido cien años y jamás había sentido esas emociones con tal intensidad, desde tantas fuentes distintas; Se sentía abrumada, tanto que no pudo evitar llevar su mano izquierda hasta su cuello, hasta dónde descansaba el amuleto de carmesí que, de alguna forma, respondía de forma única a sus habilidades.
Lo activó de forma instintiva, se sintió más segura de aquella forma, sus ojos, normalmente de un azul intenso, adoptaron el mismo color del colgante según este comenzaba a brillar en su mano izquierda.
Lyn era consciente de haber oído a Elen advertirla de que si se lo quitaba no podía evitar caer presa de fiebres y de pesadillas. Pero lo único en lo que podía pensar, en aquel instante, es que aquel amuleto no solo tenía que ser destruido, si no que ella de entre todas las personas que conocía tenía la capacidad para hacerlo desaparecer de la faz de Aerandir, de enviarlo a un lugar oscuro, pequeño, un lugar en el que no haría daño a nadie.
Era un sentimiento poderoso, casi intuitivo. Las almas del amuleto eran peligrosas, si se apoderaban de Elen, si se apoderaban de alguien con el poder de la peliblanca el mundo sería un lugar peor.
Pero volvió a clavar sus ojos, en aquel momento de un profundo color carmesí, en los de la muchacha que tenía frente a ella. La pregunta que siempre se hacía cuando tenía problemas volvió a apoderarse de sus pensamientos, volvió a abrirse paso sobre las voces del centenar de almas que vivían en el interior del colgante de Elen y que clamaban venganza.
¿Qué haría su maestra en su lugar?
Frunció el ceño, soltó el amuleto rubí que pendía en torno a su cuello, lentamente, sus ojos volvieron a adquirir su característico color añíl. Tragó saliva, ignoró la solitaria lagrima que descendía por una de sus mejillas. ¿Qué clase de profesora abandonaba a una alumna con problemas? Cerró su mano en torno al amuleto de la peliblanca, se concentró en las voces, en lo que decían.
Se encargó de haberle ver a Elen que no le tenía miedo, que podía anteponerse a lo que sentía. Era normal que su homónima estuviese perdiendo la esencia de quien era, sobre todo si era eso lo que oía cada segundo de cada día.
- No… no estás sola. – dijo soltando el amuleto al final, notando como una palidez enfermiza se apoderaba de su rostro. Se limpió otra de las lágrimas y sacudió la cabeza. – No lo estás. – dijo respirando con algo de dificultad. – No digas que no puedes controlarlo. – La señaló con el dedo índice, carraspeó pobremente y, tras recobrar la compostura la miró fijamente durante unos segundos. – Tus sombras son fuertes, más de lo que te imaginas. No te rindas. – dijo, se acercó a la peliblanca, aun con las piernas cruzadas. – Puedes controlarlo - Estrechó a la mujer entre sus brazos, con fuerza. – Los que estamos a tu alrededor te ayudamos. – dijo sin soltarla, las sombras de Lyn comenzaron a ondular alrededor de la peliblanca. – Llámalas de nuevo ahora. – Pidió – Ayúdate con las mías. –
- ¿Ya los conocéis? – Se cruzó de brazos y, sin moverse del lugar de la pared en el que estaba, agachó la mirada, pensativo. Aquello facilitaba las cosas, si Elen y Alister conocían a los Buscones no tendría que dar demasiadas explicaciones de lo que… buscaban.
Tenía que decirle a Hont de cambiar el nombre.
Rastreadores no sonaba mal del todo.
- Suelo ir más por libre… - dijo pasándose la mano por el pelo, suspirando. – En sí, no sabía ni que nos hemos hecho con otro de los objetos. –Aseguró rascándose la barba. – Pero si hay alguien que os puede a ayudar con… la situación de Elen. – se detuvo un segundo, volvió a mirar la puerta de la habitación en la que estaban las vampiresas. – Son ellos. – Aseveró al final.
Sonrió al dragón y colocó una mano en su hombro.
- La magia y las maldiciones no son mi fuerte… - dijo, recordando que él, de hecho, era alguien que solía ser, más bien, el objetivo de aquel tipo de magia. – Pero si necesitáis ayuda… podéis contar conmigo. – Le zarandeó con suavidad antes de liberarlo. – Cómo se suele decir… - Bajó ambas manos a la cintura y volvió a suspirar con suavidad.
- … la esperanza es lo último que se pierde… ¿Verdad?
Se vio inmersa en un remolino de sensaciones que harían palidecer al más valiente de los hombres.
Le temblaban las piernas, Lyn podía notarlo incluso estando sentada, también lo hacía la mano con la que sujetaba el colgante que Elen le estaba mostrando, era demasiado. ¿Y la peliblanca decía vivir con aquello constantemente? Contuvo la imperiosa necesidad de soltar aquella cosa, contuvo las lágrimas que se empezaban a asomar, tímidas, en las comisuras de sus ojos.
Había vivido cien años y jamás había sentido esas emociones con tal intensidad, desde tantas fuentes distintas; Se sentía abrumada, tanto que no pudo evitar llevar su mano izquierda hasta su cuello, hasta dónde descansaba el amuleto de carmesí que, de alguna forma, respondía de forma única a sus habilidades.
Lo activó de forma instintiva, se sintió más segura de aquella forma, sus ojos, normalmente de un azul intenso, adoptaron el mismo color del colgante según este comenzaba a brillar en su mano izquierda.
Lyn era consciente de haber oído a Elen advertirla de que si se lo quitaba no podía evitar caer presa de fiebres y de pesadillas. Pero lo único en lo que podía pensar, en aquel instante, es que aquel amuleto no solo tenía que ser destruido, si no que ella de entre todas las personas que conocía tenía la capacidad para hacerlo desaparecer de la faz de Aerandir, de enviarlo a un lugar oscuro, pequeño, un lugar en el que no haría daño a nadie.
Era un sentimiento poderoso, casi intuitivo. Las almas del amuleto eran peligrosas, si se apoderaban de Elen, si se apoderaban de alguien con el poder de la peliblanca el mundo sería un lugar peor.
Pero volvió a clavar sus ojos, en aquel momento de un profundo color carmesí, en los de la muchacha que tenía frente a ella. La pregunta que siempre se hacía cuando tenía problemas volvió a apoderarse de sus pensamientos, volvió a abrirse paso sobre las voces del centenar de almas que vivían en el interior del colgante de Elen y que clamaban venganza.
¿Qué haría su maestra en su lugar?
Frunció el ceño, soltó el amuleto rubí que pendía en torno a su cuello, lentamente, sus ojos volvieron a adquirir su característico color añíl. Tragó saliva, ignoró la solitaria lagrima que descendía por una de sus mejillas. ¿Qué clase de profesora abandonaba a una alumna con problemas? Cerró su mano en torno al amuleto de la peliblanca, se concentró en las voces, en lo que decían.
Se encargó de haberle ver a Elen que no le tenía miedo, que podía anteponerse a lo que sentía. Era normal que su homónima estuviese perdiendo la esencia de quien era, sobre todo si era eso lo que oía cada segundo de cada día.
- No… no estás sola. – dijo soltando el amuleto al final, notando como una palidez enfermiza se apoderaba de su rostro. Se limpió otra de las lágrimas y sacudió la cabeza. – No lo estás. – dijo respirando con algo de dificultad. – No digas que no puedes controlarlo. – La señaló con el dedo índice, carraspeó pobremente y, tras recobrar la compostura la miró fijamente durante unos segundos. – Tus sombras son fuertes, más de lo que te imaginas. No te rindas. – dijo, se acercó a la peliblanca, aun con las piernas cruzadas. – Puedes controlarlo - Estrechó a la mujer entre sus brazos, con fuerza. – Los que estamos a tu alrededor te ayudamos. – dijo sin soltarla, las sombras de Lyn comenzaron a ondular alrededor de la peliblanca. – Llámalas de nuevo ahora. – Pidió – Ayúdate con las mías. –
___________________________________________________
- ¿Ya los conocéis? – Se cruzó de brazos y, sin moverse del lugar de la pared en el que estaba, agachó la mirada, pensativo. Aquello facilitaba las cosas, si Elen y Alister conocían a los Buscones no tendría que dar demasiadas explicaciones de lo que… buscaban.
Tenía que decirle a Hont de cambiar el nombre.
Rastreadores no sonaba mal del todo.
- Suelo ir más por libre… - dijo pasándose la mano por el pelo, suspirando. – En sí, no sabía ni que nos hemos hecho con otro de los objetos. –Aseguró rascándose la barba. – Pero si hay alguien que os puede a ayudar con… la situación de Elen. – se detuvo un segundo, volvió a mirar la puerta de la habitación en la que estaban las vampiresas. – Son ellos. – Aseveró al final.
Sonrió al dragón y colocó una mano en su hombro.
- La magia y las maldiciones no son mi fuerte… - dijo, recordando que él, de hecho, era alguien que solía ser, más bien, el objetivo de aquel tipo de magia. – Pero si necesitáis ayuda… podéis contar conmigo. – Le zarandeó con suavidad antes de liberarlo. – Cómo se suele decir… - Bajó ambas manos a la cintura y volvió a suspirar con suavidad.
- … la esperanza es lo último que se pierde… ¿Verdad?
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1378
Nivel de PJ : : 10
Re: Conflicto en la ciudad del cristal [Libre] [2/3] [Noche] [Cerrado]
Elen no pasó por alto lo que el medallón provocaba en Lyn, la forma en que le temblaron las piernas aun estando sentada sobre la cama, las lágrimas que comenzaban a anegar sus azules ojos, el modo en que estos cambiaron de color tornándose rojos en cuanto se llevó la mano al cuello en busca de algo de apoyo… Quizá no hubiese saltado hacia atrás para apartarse de la reliquia pero sin duda no le había gustado entrar en contacto con ella y lo que contenía. La vampira aguardó en silencio, dándole su tiempo para asimilar lo que acababa de percibir y que pudiese recomponerse, tras lo cual la escuchó con atención, pasando por alto el detalle de que la piel de la muchacha, ya pálida de por sí, se hubiese vuelto todavía más nívea.
Lo siguiente que hizo la morena la tomó por sorpresa, aparte de los que le daban su familia y Alister no solía recibir abrazos, menos aún con la intensidad con que Lyn la estrechó contra su cuerpo. Después del primer momento, en que se quedó inmóvil, incapaz de reaccionar con la naturalidad que debería, la de cabellos cenicientos le devolvió el gesto, rodeándola con los brazos y cerrando los ojos. Probablemente la chica fuese quien mejor pudiese entenderla en aquel instante, ¿había encontrado en ella a una posible amiga? La idea de que así fuese resultaba agradable.
Pronto las sombras de su acompañante empezaron a manifestarse a su alrededor, esperando que las utilizase para fortalecer a las suyas, que seguían presentes en torno a sus brazos. Elen respiró lentamente y se concentró para que su elemento la cubriese por completo como solía hacer cuando iba a transformarse, envolviendo su blanca piel con un negro manto que no dejaba ver más allá. Una vez conseguido hizo brotar varios lazos de su espalda y los extendió en torno a ambas, permitiendo que su oscuridad se entremezclase con la de su aliada para crear una especie de cúpula sobre ellas.
Más allá de la zona que ocupaba la cama, las sombras se alargaron hasta ocupar todo el espacio disponible, apagando las lámparas de aceite y sumiendo la habitación en la más profunda negrura, hecho que para ellas, teniendo en cuenta su desarrollado sentido de la vista, no sería un problema. La centinela, que ahora no era más que una tenebrosa silueta, se alejó ligeramente de su congénere y abrió los ojos, para observar lo que había creado antes de volver a dirigirse hacia la morena. - Lyn, ya está. - musitó, instándola a mirar el estado en que se encontraba el cuarto.
El elemento que compartían se había apoderado de todo el lugar, hasta el último rincón, pero ¿de verdad le serviría aquello para mantener a raya la maldición del Hombre Muerto? No estaba tan segura. Por mucho que practicase o que dominase las sombras, la creación de Flagg llegaba de forma repentina y de nada le valía resistirse, era como si sus esfuerzos por conservar el control de su cuerpo fuesen simplemente, inútiles. En silencio, la benjamina de los Calhoun esperó a que su acompañante dijese algo al respecto, sintiendo como las almas del medallón se removían inquietas, no por el hecho de que su portadora intentase ignorarlas sino por el colgante que la ojiazul llevaba al cuello. Habían sentido algo cuando la joven llevó su mano hasta aquel amuleto, algo que no les gustó en absoluto.
Lo siguiente que hizo la morena la tomó por sorpresa, aparte de los que le daban su familia y Alister no solía recibir abrazos, menos aún con la intensidad con que Lyn la estrechó contra su cuerpo. Después del primer momento, en que se quedó inmóvil, incapaz de reaccionar con la naturalidad que debería, la de cabellos cenicientos le devolvió el gesto, rodeándola con los brazos y cerrando los ojos. Probablemente la chica fuese quien mejor pudiese entenderla en aquel instante, ¿había encontrado en ella a una posible amiga? La idea de que así fuese resultaba agradable.
Pronto las sombras de su acompañante empezaron a manifestarse a su alrededor, esperando que las utilizase para fortalecer a las suyas, que seguían presentes en torno a sus brazos. Elen respiró lentamente y se concentró para que su elemento la cubriese por completo como solía hacer cuando iba a transformarse, envolviendo su blanca piel con un negro manto que no dejaba ver más allá. Una vez conseguido hizo brotar varios lazos de su espalda y los extendió en torno a ambas, permitiendo que su oscuridad se entremezclase con la de su aliada para crear una especie de cúpula sobre ellas.
Más allá de la zona que ocupaba la cama, las sombras se alargaron hasta ocupar todo el espacio disponible, apagando las lámparas de aceite y sumiendo la habitación en la más profunda negrura, hecho que para ellas, teniendo en cuenta su desarrollado sentido de la vista, no sería un problema. La centinela, que ahora no era más que una tenebrosa silueta, se alejó ligeramente de su congénere y abrió los ojos, para observar lo que había creado antes de volver a dirigirse hacia la morena. - Lyn, ya está. - musitó, instándola a mirar el estado en que se encontraba el cuarto.
El elemento que compartían se había apoderado de todo el lugar, hasta el último rincón, pero ¿de verdad le serviría aquello para mantener a raya la maldición del Hombre Muerto? No estaba tan segura. Por mucho que practicase o que dominase las sombras, la creación de Flagg llegaba de forma repentina y de nada le valía resistirse, era como si sus esfuerzos por conservar el control de su cuerpo fuesen simplemente, inútiles. En silencio, la benjamina de los Calhoun esperó a que su acompañante dijese algo al respecto, sintiendo como las almas del medallón se removían inquietas, no por el hecho de que su portadora intentase ignorarlas sino por el colgante que la ojiazul llevaba al cuello. Habían sentido algo cuando la joven llevó su mano hasta aquel amuleto, algo que no les gustó en absoluto.
***
Desafortunadamente, Eltrant no conocía el paradero actual de los Buscones, colaboraba con ellos pero iba más bien por su cuenta, tanto era así que ni siquiera se había enterado de la última adquisición del grupo. - Sí, todo fue un poco caótico pero nos explicaron lo que intentan hacer, por desgracia perdieron a una de sus integrantes durante la pelea… - reveló, acordándose del enfrentamiento contra los dragones y los brujos del Hekshold. Una de las mujeres bestia, incapaz de huir a causa del daño que había recibido durante el combate, había sido atrapada por los hechiceros pero se la suponía aún con vida, ya que después de lo ocurrido seguramente intentase obtener información acerca del grupo a través de ella.
- Creo que planean rescatarla pero la verdad es que no sé cuándo tienen pensado intentarlo. - informó, para terminar de poner al día al mercenario sobre la situación. - Cuando la guerra acabe los buscaremos para que revisen a Elen, ojalá puedan hacer algo contra esa maldición que le impuso el Ho… - guardó silencio de forma inmediata, no debía mencionar su nombre. - Bueno, ya sabes quién. - terminó por decir, justo antes de que el espadachín se ofreciese a ayudarlos. - Gracias Eltrant, valoro mucho lo que habéis hecho esta noche por nosotros. - soltó con lentitud, sin olvidar como el castaño y su compañera se habían quedado a su lado para hacer frente a la sombra del Nigromante, sin importarles poner sus vidas en peligro.
No era fácil ganarse la confianza del dragón pero ellos lo habían hecho en apenas unas horas, quizá en un futuro no muy lejano sus caminos volviesen a cruzarse. - Así es, no podemos permitirnos perderla, mucho menos ahora que se acercan tiempos difíciles. - asintió, esbozando una leve sonrisa que solo duró unos segundos. Los ojos del cazador se clavaron en la puerta de la otra habitación, ¿qué estarían haciendo las chicas en aquel momento? Probablemente su respuesta no acertase con lo que estaba pasando allí dentro, pero quería darles todo el tiempo que necesitasen, al menos mientras la de cabellos cenicientos mantuviese el control de su cuerpo.
Esperanza, resultaba complicado conservarla en según qué situaciones. De los dos él era siempre el más positivo, todavía tenía fe en encontrar una cura para el vampirismo de la joven y conseguir que volviese a ser la bruja de antes, algo que la de ojos verdes ya daba casi por perdido. La oscuridad que Elen cargaba era tan grande como para hacer que creyese que no había forma de librarse de ella, pero el alado no iba a rendirse fácilmente, agotaría todas las posibilidades antes de aceptar que la alegre mujer de la que se había enamorado no iba a volver, que tendría que pasar el resto de su vida huyendo del sol, encerrada y bajo la influencia de las almas del medallón, que sin duda terminarían corrompiéndola y convirtiéndola en otra persona totalmente diferente a la que era.
Los recuerdos asaltaron su mente, podía ver a la hechicera bailando entre la multitud durante la celebración del Bragiväl que tuvo lugar en Lunargenta tiempo atrás, como sonreía y el rubor se apoderaba de sus mejillas en cuanto la apartó del gentío para que pudiesen bailar solos. Ninguno de los dos conocía entonces los sentimientos del otro, pero cualquiera que los hubiese visto habría dado por sentado que había algo entre ellos. Los festejos dieron paso a la broma del dios Bragi, y con ello a la tranquila jornada que pasaron a las afueras, con la tensai convertida en un hada del bosque. Casi como si hubiese ocurrido el día anterior, las imágenes de la bruja utilizando su eléctrico elemento para entretener a una niña a base de ilusiones se sucedieron dentro de su cabeza, estaba tan viva y contenta en aquel entonces, nada que ver con el lúgubre carácter que había desarrollado en los últimos meses.
Alister dejó escapar un suspiro de resignación y miró al suelo, comprendía lo duro que tenía que resultarle pasar por un cambio semejante, pero aunque la seguía queriendo y lo haría sin importar la raza a la que perteneciese, deseaba revertir la maldición de su compañera. - ¿Qué crees que están haciendo? - preguntó, alzando la vista hacia Eltrant.
- Creo que planean rescatarla pero la verdad es que no sé cuándo tienen pensado intentarlo. - informó, para terminar de poner al día al mercenario sobre la situación. - Cuando la guerra acabe los buscaremos para que revisen a Elen, ojalá puedan hacer algo contra esa maldición que le impuso el Ho… - guardó silencio de forma inmediata, no debía mencionar su nombre. - Bueno, ya sabes quién. - terminó por decir, justo antes de que el espadachín se ofreciese a ayudarlos. - Gracias Eltrant, valoro mucho lo que habéis hecho esta noche por nosotros. - soltó con lentitud, sin olvidar como el castaño y su compañera se habían quedado a su lado para hacer frente a la sombra del Nigromante, sin importarles poner sus vidas en peligro.
No era fácil ganarse la confianza del dragón pero ellos lo habían hecho en apenas unas horas, quizá en un futuro no muy lejano sus caminos volviesen a cruzarse. - Así es, no podemos permitirnos perderla, mucho menos ahora que se acercan tiempos difíciles. - asintió, esbozando una leve sonrisa que solo duró unos segundos. Los ojos del cazador se clavaron en la puerta de la otra habitación, ¿qué estarían haciendo las chicas en aquel momento? Probablemente su respuesta no acertase con lo que estaba pasando allí dentro, pero quería darles todo el tiempo que necesitasen, al menos mientras la de cabellos cenicientos mantuviese el control de su cuerpo.
Esperanza, resultaba complicado conservarla en según qué situaciones. De los dos él era siempre el más positivo, todavía tenía fe en encontrar una cura para el vampirismo de la joven y conseguir que volviese a ser la bruja de antes, algo que la de ojos verdes ya daba casi por perdido. La oscuridad que Elen cargaba era tan grande como para hacer que creyese que no había forma de librarse de ella, pero el alado no iba a rendirse fácilmente, agotaría todas las posibilidades antes de aceptar que la alegre mujer de la que se había enamorado no iba a volver, que tendría que pasar el resto de su vida huyendo del sol, encerrada y bajo la influencia de las almas del medallón, que sin duda terminarían corrompiéndola y convirtiéndola en otra persona totalmente diferente a la que era.
Los recuerdos asaltaron su mente, podía ver a la hechicera bailando entre la multitud durante la celebración del Bragiväl que tuvo lugar en Lunargenta tiempo atrás, como sonreía y el rubor se apoderaba de sus mejillas en cuanto la apartó del gentío para que pudiesen bailar solos. Ninguno de los dos conocía entonces los sentimientos del otro, pero cualquiera que los hubiese visto habría dado por sentado que había algo entre ellos. Los festejos dieron paso a la broma del dios Bragi, y con ello a la tranquila jornada que pasaron a las afueras, con la tensai convertida en un hada del bosque. Casi como si hubiese ocurrido el día anterior, las imágenes de la bruja utilizando su eléctrico elemento para entretener a una niña a base de ilusiones se sucedieron dentro de su cabeza, estaba tan viva y contenta en aquel entonces, nada que ver con el lúgubre carácter que había desarrollado en los últimos meses.
Alister dejó escapar un suspiro de resignación y miró al suelo, comprendía lo duro que tenía que resultarle pasar por un cambio semejante, pero aunque la seguía queriendo y lo haría sin importar la raza a la que perteneciese, deseaba revertir la maldición de su compañera. - ¿Qué crees que están haciendo? - preguntó, alzando la vista hacia Eltrant.
Elen Calhoun
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1954
Nivel de PJ : : 10
Re: Conflicto en la ciudad del cristal [Libre] [2/3] [Noche] [Cerrado]
Se separó de la peliblanca cuando esta rompió el silencio y miró a su alrededor, la habitación estaba completamente a oscuras, sin un ápice de luz. Si una persona que no perteneciese a la raza que compartían las dos mujeres entraba en el dormitorio, no sería capaz de verse ni las manos.
Y eso lo había hecho Elen con su propia fuerza, sin depender de ese colgante tan aterrador que poseía. Sonrió; podía hacerlo, la Centinela podía anteponerse a lo que le estaba pasando.
Lyn sabía que no iba a serle fácil y que tampoco iba a ser rápido, pero con el tiempo y con ayuda conseguiría, quizás, mantener a raya a las demás sombras que querían apoderarse de su cuerpo.
El estado en el que se encontraba el dormitorio en aquel momento era la prueba de ello.
Incluso creía posible que Elen pudiese escapar por si sola si de nuevo se veía convertida en la marioneta oscura del Hombre Muerto, sin necesidad de que Alister brillase con fuerza.
- Muy bien, aprobada. – dijo la ojiazul asintiendo para sí, conforme, replegando sus sombras lentamente hasta que la habitación volvió ser habitable por personas que no vivían en la oscuridad. – Ahora acuérdate de practicar y creo que ira a mejor. – agregó. – Si no funciona… - Negó con la cabeza. – Va a funcionar. – dijo moviéndose hasta uno de los extremos de la cama, donde volvió a calzarse las botas. – Pero como mínimo vas a entender lo que significa ser… - Amplió la sonrisa y alzó las manos de forma dramática. - ¡Una señora de las sombras! – Exclamó, dejando escapar una corta risita cuando terminó de hablar.
Elen era poderosa, mucho, una parte de ella temía por lo que sería capaz de hacer la de cabellos níveos si, además de apoyarse con los entes de aquel colgante, era capaz de controlar sus propias habilidades con completa soltura. Sabía lo suficiente de ella como para saber de qué en el caso de que perdiese totalmente el control con aquel tipo de fuerza entre sus manos se convertiría en una persona muy difícil de detener, no obstante, Elen se parecía a Eltrant en muchos aspectos, y la fuerza de voluntad parecía ser uno de ellos.
- La próxima vez que sientas que pierdes el control trata de centrarte en quien eres. – dijo al final, atándose las correas de las botas.
No sabía si aquel consejo realmente serviría de algo, pero menos era nada.
Dos objetos no podían estar en el mismo sitio al mismo tiempo y con las sombras “mágicas” era lo mismo: si las de Elen conseguían “apoderarse” del cuerpo de la peliblanca antes que las demás, la vampiresa no tendría que preocuparse por perder totalmente el control.
Confiaba en ella, en su capacidad. Era lo que, a ojos de Lyn, Elen necesitaba para anteponerse a toda aquella maldad que trataba de adueñarse de su cuerpo.
- Bien, querida alumna. – Lyn entrelazó las manos tras su cabeza y, tras unos segundos pensativa, sonrió. – Ahora… tengo que pensar tu recompensa. - No pasó por alto que Elen parecía agotada.
Entrecerró los ojos.
¿Los Buscones habían perdido a alguien?
Aquello era grave, lo suficiente como para ponerse en contacto con ellos otra vez, sobre todo si tenían planeado rescatarla de dónde estuviese presa. Tenía que volver al Templo del Todo, si Hont seguía con los Nómadas podría preguntarle los movimientos y del plan que estaban a punto de realizar los Buscones, estaba seguro de que la pequeña zarigüeya estaba al tanto de todo.
Volviendo a prestar atención al dragón, esbozó una sonrisa al oír como este le agradecía lo que Lyn y él habían hecho aquella noche ellos. Eltrant se limitó a negar con suavidad.
- No tienes por qué agradecer nada, Alister. – dijo quitándole importancia al asunto. – Elen habría hecho lo mismo por nosotros… - Se atusó la barba durante unos instantes. – …por cualquiera, en realidad. – Las veces que había coincidido con la peliblanca le bastaban para saber que aquello era una realidad, no eran pocos los rumores que corrían de la pequeña de la familia Calhoun.
Curiosamente nunca había oído a nadie llamarla Centinela, pero sí que había oído, por ejemplo, que le habían otorgado incluso un título nobiliario por sus esfuerzos. No podía pensar en otra persona que se lo mereciese más.
Se quedó en silencio y desvió la mirada durante unos segundos, cuando Alister pareció perderse en sus recuerdos. Depositó sus ojos en el final del pasillo, dónde inquilino de la posada apareció y, sin mirar a los hombres, se internó en su propia habitación.
Volvió a levantar la mirada cuando Alister preguntó al castaño si tenía idea alguna de lo que las vampiresas podían estar haciendo en el dormitorio. Eltrant se llevó la mano hasta la nuca, pero se vio incapaz de responder, eran pocas las veces las que había visto a Lyn tan decidida, tampoco la había visto nunca interactuar con otro vampiro de aquella forma.
- Conociendo a Lyn… - No llegó a terminar la frase, la puerta se abrió con violencia, casi como si la hubiesen pateado desde el otro lado.
Observó, incapaz de hacer nada para evitarlo, como Lyn salía de la habitación y agarraba a Alister de un brazo.
- ¡Rápido Alister! - exclamó - ¡Elen te necesita! – dijo empujándole de nuevo al interior de la habitación. – Bueno, necesita tu sangre, pero tú me entiendes. – dijo a continuación, desde la entrada del dormitorio. - ¡Ahí tienes tu recompensa! – Le dijo entonces a la peliblanca, que todavía estaba sentada en la cama, mientras señalaba a su compañero. - ¡Divertíos, pareja! ¡Pasad un buen dia! – aseveró cerrando la puerta con la misma fuerza que la había abierto, dejando a vampiresa y dragón en el dormitorio a solas.
Eltrant arqueó ambas cejas, cruzado de brazos, miró durante varios largos segundos a la vampiresa, que dejó escapar una risita y jugueteó con su flequillo.
- Sutil… Lyanna. – dijo llevándose la mano hasta la cara, suspirando. – Sutil… - repitió, lanzando una última mirada a la puerta del dormitorio de Elen antes de recorrer el pasillo hasta la habitación que ellos habían alquilado.
- ¿Qué? Me conoces. – Lyn le siguió de cerca. – ¡Soy una luchadora por el amor! – Afirmó, sin ocultar nada del orgullo que emanaban sus palabras. – Parecían necesitar un pequeño empujón, al menos hoy. – Eltrant abrió la puerta de la habitación en la que se iban a hospedar y se adentró en ella seguido por Lyn.
- ¿Tenía que ser un empujon tan literal? – Sentándose sobre una de las camas, el castaño dejó escapar un largo bostezo.
- Por supuesto. – contestó Lyn instantes antes de dejarse caer bocabajo sobre la otra cama.
Y eso lo había hecho Elen con su propia fuerza, sin depender de ese colgante tan aterrador que poseía. Sonrió; podía hacerlo, la Centinela podía anteponerse a lo que le estaba pasando.
Lyn sabía que no iba a serle fácil y que tampoco iba a ser rápido, pero con el tiempo y con ayuda conseguiría, quizás, mantener a raya a las demás sombras que querían apoderarse de su cuerpo.
El estado en el que se encontraba el dormitorio en aquel momento era la prueba de ello.
Incluso creía posible que Elen pudiese escapar por si sola si de nuevo se veía convertida en la marioneta oscura del Hombre Muerto, sin necesidad de que Alister brillase con fuerza.
- Muy bien, aprobada. – dijo la ojiazul asintiendo para sí, conforme, replegando sus sombras lentamente hasta que la habitación volvió ser habitable por personas que no vivían en la oscuridad. – Ahora acuérdate de practicar y creo que ira a mejor. – agregó. – Si no funciona… - Negó con la cabeza. – Va a funcionar. – dijo moviéndose hasta uno de los extremos de la cama, donde volvió a calzarse las botas. – Pero como mínimo vas a entender lo que significa ser… - Amplió la sonrisa y alzó las manos de forma dramática. - ¡Una señora de las sombras! – Exclamó, dejando escapar una corta risita cuando terminó de hablar.
Elen era poderosa, mucho, una parte de ella temía por lo que sería capaz de hacer la de cabellos níveos si, además de apoyarse con los entes de aquel colgante, era capaz de controlar sus propias habilidades con completa soltura. Sabía lo suficiente de ella como para saber de qué en el caso de que perdiese totalmente el control con aquel tipo de fuerza entre sus manos se convertiría en una persona muy difícil de detener, no obstante, Elen se parecía a Eltrant en muchos aspectos, y la fuerza de voluntad parecía ser uno de ellos.
- La próxima vez que sientas que pierdes el control trata de centrarte en quien eres. – dijo al final, atándose las correas de las botas.
No sabía si aquel consejo realmente serviría de algo, pero menos era nada.
Dos objetos no podían estar en el mismo sitio al mismo tiempo y con las sombras “mágicas” era lo mismo: si las de Elen conseguían “apoderarse” del cuerpo de la peliblanca antes que las demás, la vampiresa no tendría que preocuparse por perder totalmente el control.
Confiaba en ella, en su capacidad. Era lo que, a ojos de Lyn, Elen necesitaba para anteponerse a toda aquella maldad que trataba de adueñarse de su cuerpo.
- Bien, querida alumna. – Lyn entrelazó las manos tras su cabeza y, tras unos segundos pensativa, sonrió. – Ahora… tengo que pensar tu recompensa. - No pasó por alto que Elen parecía agotada.
_____________________________________________________________
Entrecerró los ojos.
¿Los Buscones habían perdido a alguien?
Aquello era grave, lo suficiente como para ponerse en contacto con ellos otra vez, sobre todo si tenían planeado rescatarla de dónde estuviese presa. Tenía que volver al Templo del Todo, si Hont seguía con los Nómadas podría preguntarle los movimientos y del plan que estaban a punto de realizar los Buscones, estaba seguro de que la pequeña zarigüeya estaba al tanto de todo.
Volviendo a prestar atención al dragón, esbozó una sonrisa al oír como este le agradecía lo que Lyn y él habían hecho aquella noche ellos. Eltrant se limitó a negar con suavidad.
- No tienes por qué agradecer nada, Alister. – dijo quitándole importancia al asunto. – Elen habría hecho lo mismo por nosotros… - Se atusó la barba durante unos instantes. – …por cualquiera, en realidad. – Las veces que había coincidido con la peliblanca le bastaban para saber que aquello era una realidad, no eran pocos los rumores que corrían de la pequeña de la familia Calhoun.
Curiosamente nunca había oído a nadie llamarla Centinela, pero sí que había oído, por ejemplo, que le habían otorgado incluso un título nobiliario por sus esfuerzos. No podía pensar en otra persona que se lo mereciese más.
Se quedó en silencio y desvió la mirada durante unos segundos, cuando Alister pareció perderse en sus recuerdos. Depositó sus ojos en el final del pasillo, dónde inquilino de la posada apareció y, sin mirar a los hombres, se internó en su propia habitación.
Volvió a levantar la mirada cuando Alister preguntó al castaño si tenía idea alguna de lo que las vampiresas podían estar haciendo en el dormitorio. Eltrant se llevó la mano hasta la nuca, pero se vio incapaz de responder, eran pocas las veces las que había visto a Lyn tan decidida, tampoco la había visto nunca interactuar con otro vampiro de aquella forma.
- Conociendo a Lyn… - No llegó a terminar la frase, la puerta se abrió con violencia, casi como si la hubiesen pateado desde el otro lado.
Observó, incapaz de hacer nada para evitarlo, como Lyn salía de la habitación y agarraba a Alister de un brazo.
- ¡Rápido Alister! - exclamó - ¡Elen te necesita! – dijo empujándole de nuevo al interior de la habitación. – Bueno, necesita tu sangre, pero tú me entiendes. – dijo a continuación, desde la entrada del dormitorio. - ¡Ahí tienes tu recompensa! – Le dijo entonces a la peliblanca, que todavía estaba sentada en la cama, mientras señalaba a su compañero. - ¡Divertíos, pareja! ¡Pasad un buen dia! – aseveró cerrando la puerta con la misma fuerza que la había abierto, dejando a vampiresa y dragón en el dormitorio a solas.
Eltrant arqueó ambas cejas, cruzado de brazos, miró durante varios largos segundos a la vampiresa, que dejó escapar una risita y jugueteó con su flequillo.
- Sutil… Lyanna. – dijo llevándose la mano hasta la cara, suspirando. – Sutil… - repitió, lanzando una última mirada a la puerta del dormitorio de Elen antes de recorrer el pasillo hasta la habitación que ellos habían alquilado.
- ¿Qué? Me conoces. – Lyn le siguió de cerca. – ¡Soy una luchadora por el amor! – Afirmó, sin ocultar nada del orgullo que emanaban sus palabras. – Parecían necesitar un pequeño empujón, al menos hoy. – Eltrant abrió la puerta de la habitación en la que se iban a hospedar y se adentró en ella seguido por Lyn.
- ¿Tenía que ser un empujon tan literal? – Sentándose sobre una de las camas, el castaño dejó escapar un largo bostezo.
- Por supuesto. – contestó Lyn instantes antes de dejarse caer bocabajo sobre la otra cama.
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1378
Nivel de PJ : : 10
Re: Conflicto en la ciudad del cristal [Libre] [2/3] [Noche] [Cerrado]
Lyn se apartó de ella para observar lo que había logrado, esbozando una sonrisa que solo una criatura de la noche podría ver con tanta oscuridad a su alrededor. Cuando la muchacha finalmente tomó la palabra, para aprobar lo que había hecho como si fuese su maestra, parte de las sombras que invadían el cuarto comenzaron a desvanecerse, permitiendo que la luz de la luna se colase por entre las cortinas. Sin dejar de escucharla, Elen replegó también las suyas para que la estancia volviese a ser habitable por personas con sentidos menos desarrollados que los de ellas, dejando escapar una leve risa cuando su interlocutora alzó las manos de forma dramática para asegurarle que a partir de entonces entendería mejor lo que era.
- Seguiré practicando. - musitó, mientras la ojiazul terminaba de atarse las botas. - Ojalá esto funcione. - pensó para sí, dirigiendo una mirada hacia la ventana y levantándose para ir hasta la misma y correr las oscuras cortinas hacia uno de los lados. ¿Sería capaz de controlar lo que el Hombre Muerto le había hecho? En aquel momento necesitaba creer que sí, que le costaría pero lo conseguiría, de lo contrario viviría siempre con la incertidumbre de no saber cuándo volvería aquel ser lleno de odio. Un quedo suspiro escapó de sus labios, mientras deslizaba la mirada por las viviendas del exterior y se preguntaba si no habría algo más que hacer allí antes de marcharse, los problemas no solían venir de uno en uno, al menos no cuando ella estaba cerca.
La voz de la morena la sacó de sus pensamientos, haciendo que volviese a la cama y se sentase en uno de los bordes, sin saber qué clase de recompensa pensaba darle por sus esfuerzos. Estaba cansada, la sangre que había consumido durante el combate no sería suficiente para que aguantase hasta el siguiente atardecer, pero eso tenía fácil remedio, lo que de verdad necesitaba reponerse era su cuerpo, al cual últimamente no estaba dando apenas respiro. La quemadura del muslo aún le daría la lata al menos un día más, quizá luego se sintiese mejor, pero para entonces estaría regresando a Lunargenta, donde la esperaba la guerra y su primer enfrentamiento serio… el que tendría con Géminis.
Sin ganas de recordar a aquella maldita mujer, la de cabellos cenicientos se centró en su acompañante, pero ésta salió bruscamente de la estancia sin decir nada, casi rompiendo la puerta por el camino. Aquello la tomó por sorpresa, pero pronto descubrió las intenciones de la morena, en cuanto tiró de Alister para meterlo en el cuarto y se despidió de ambos refiriéndose al cazador como su recompensa. Lyn cerró la puerta, dejándolos solos y sin dar tiempo a la benjamina de los Calhoun de despedirse ni de ella ni de Eltrant, que seguramente debía encontrarse en el pasillo, pero eso no la preocupó, ya tendría ocasión de hablar con ambos al día siguiente, mientras esperaban a que el sol las dejase salir del local.
- ¿Va todo bien? - inquirió el dragón, todavía algo preocupado por su estado. La centinela asintió en respuesta y le dedicó una leve sonrisa, alargando una mano en su dirección para que se acercase y se acomodase a su lado, cosa que hizo de inmediato, aunque primero se aseguró de que nadie los molestase, echando el seguro de la puerta como hacía todas las noches. - Lyn cree que si mejoro el control que tengo sobre mis sombras podré mantener a raya a las del Hom…- el alado la detuvo, colocando su índice contra los labios de la vampira. - No digas su nombre, Eltrant me ha contado que tiene algo de magia, ha visto a personas perder su voluntad y convertirse en meras marionetas al mencionarlo. - advirtió con seriedad, antes de deslizar la mano hacia la mejilla de la joven para acariciarla levemente. - También conoce a los Buscones, y cree que son los únicos que podrían ayudarte, deberíamos averiguar dónde se encuentran. - propuso, a sabiendas de que no podían abandonar Verisar hasta que la guerra acabase.
- Los informantes pueden dar con ellos, en cuanto regresemos a Lunargenta les escribiré. - contestó la de ojos verdes, dejando de lado el tema en ese preciso instante para centrarse en el cálido tacto del cazador, en su mirada y la tranquilidad que su presencia le daba. Solo la tenue luz de la luna iluminaba la habitación, pero era más que suficiente para los dos, podían verse, quizá no tan bien como les hubiese gustado, pero no necesitaban más. Alister se inclinó hacia ella para besarla, al principio con suavidad, pero como siempre, el beso terminó tornándose ávido por parte de ambos, quizá no pudiesen estar juntos como querían a causa de la inestable situación de su compañera, pero el deseo mutuo estaba muy presente cada vez que se acercaban.
Retrocedió un poco para apartarse del borde de la cama y atrajo a la de cabellos cenicientos hacia su cuerpo, consiguiendo que ésta acabase sentada a horcajadas sobre su regazo mientras sus labios volvían a unirse. Elen deslizó con lentitud una de sus manos por el cuello de su amado, pero no era allí donde quería morderle ya que sabía que la herida tardaba más en cerrar, así que siguió ascendiendo hasta enredar los dedos en su pelo. Abrió los ojos, que hasta el momento habían estado cerrados, y dirigió la zurda a los botones de la camisa del dragón para desabrocharlos, apartando la tela hacia un lado para dejar su hombro a la vista. Una herida en aquella zona sería más fácil de curar, pero antes de hundir los colmillos en su piel decidió regalarse unos minutos y deleitarse con lo que él la hacía sentir, aquel intenso calor que parecía querer abrasarla desde dentro.
Alister la rodeaba con un brazo por la cintura, estrechándola contra su pecho, mientras acariciaba una de sus piernas con la otra mano a través de la raja de la falda. Para cuando se vieron obligados a detener aquel ansioso beso y tomar aire, él ya aferraba su muslo con firmeza, se miraron durante unos instantes, con un brillo diferente en los ojos, y entonces la joven apartó el rostro del de su enamorado para morderlo, clavando con cuidado los afilados colmillos mientras el cazador se obligaba a respirar profundamente para mitigar el dolor. La sangre empezó a descender por la garganta de la criatura de la noche mientras él se dejaba caer sobre la cama, llevándola consigo de modo que quedó recostada sobre su cuerpo.
Sin aflojar el agarre que mantenía sobre ella, desvió la vista en su dirección y aguardó pacientemente a que se alimentase, para volver a buscar sus labios en cuanto terminó de saciar su sed, ignorando el amargo regusto que tenían. El miedo de Elen a perder el control o que su maldición afectase a alguien más les impedía pasar al siguiente nivel y entregarse el uno al otro por completo, pero ambos habían aprendido a disfrutar lo que tenían, quizá en un futuro no muy lejano consiguiesen eliminar todo lo que los limitaba.
- Seguiré practicando. - musitó, mientras la ojiazul terminaba de atarse las botas. - Ojalá esto funcione. - pensó para sí, dirigiendo una mirada hacia la ventana y levantándose para ir hasta la misma y correr las oscuras cortinas hacia uno de los lados. ¿Sería capaz de controlar lo que el Hombre Muerto le había hecho? En aquel momento necesitaba creer que sí, que le costaría pero lo conseguiría, de lo contrario viviría siempre con la incertidumbre de no saber cuándo volvería aquel ser lleno de odio. Un quedo suspiro escapó de sus labios, mientras deslizaba la mirada por las viviendas del exterior y se preguntaba si no habría algo más que hacer allí antes de marcharse, los problemas no solían venir de uno en uno, al menos no cuando ella estaba cerca.
La voz de la morena la sacó de sus pensamientos, haciendo que volviese a la cama y se sentase en uno de los bordes, sin saber qué clase de recompensa pensaba darle por sus esfuerzos. Estaba cansada, la sangre que había consumido durante el combate no sería suficiente para que aguantase hasta el siguiente atardecer, pero eso tenía fácil remedio, lo que de verdad necesitaba reponerse era su cuerpo, al cual últimamente no estaba dando apenas respiro. La quemadura del muslo aún le daría la lata al menos un día más, quizá luego se sintiese mejor, pero para entonces estaría regresando a Lunargenta, donde la esperaba la guerra y su primer enfrentamiento serio… el que tendría con Géminis.
Sin ganas de recordar a aquella maldita mujer, la de cabellos cenicientos se centró en su acompañante, pero ésta salió bruscamente de la estancia sin decir nada, casi rompiendo la puerta por el camino. Aquello la tomó por sorpresa, pero pronto descubrió las intenciones de la morena, en cuanto tiró de Alister para meterlo en el cuarto y se despidió de ambos refiriéndose al cazador como su recompensa. Lyn cerró la puerta, dejándolos solos y sin dar tiempo a la benjamina de los Calhoun de despedirse ni de ella ni de Eltrant, que seguramente debía encontrarse en el pasillo, pero eso no la preocupó, ya tendría ocasión de hablar con ambos al día siguiente, mientras esperaban a que el sol las dejase salir del local.
- ¿Va todo bien? - inquirió el dragón, todavía algo preocupado por su estado. La centinela asintió en respuesta y le dedicó una leve sonrisa, alargando una mano en su dirección para que se acercase y se acomodase a su lado, cosa que hizo de inmediato, aunque primero se aseguró de que nadie los molestase, echando el seguro de la puerta como hacía todas las noches. - Lyn cree que si mejoro el control que tengo sobre mis sombras podré mantener a raya a las del Hom…- el alado la detuvo, colocando su índice contra los labios de la vampira. - No digas su nombre, Eltrant me ha contado que tiene algo de magia, ha visto a personas perder su voluntad y convertirse en meras marionetas al mencionarlo. - advirtió con seriedad, antes de deslizar la mano hacia la mejilla de la joven para acariciarla levemente. - También conoce a los Buscones, y cree que son los únicos que podrían ayudarte, deberíamos averiguar dónde se encuentran. - propuso, a sabiendas de que no podían abandonar Verisar hasta que la guerra acabase.
- Los informantes pueden dar con ellos, en cuanto regresemos a Lunargenta les escribiré. - contestó la de ojos verdes, dejando de lado el tema en ese preciso instante para centrarse en el cálido tacto del cazador, en su mirada y la tranquilidad que su presencia le daba. Solo la tenue luz de la luna iluminaba la habitación, pero era más que suficiente para los dos, podían verse, quizá no tan bien como les hubiese gustado, pero no necesitaban más. Alister se inclinó hacia ella para besarla, al principio con suavidad, pero como siempre, el beso terminó tornándose ávido por parte de ambos, quizá no pudiesen estar juntos como querían a causa de la inestable situación de su compañera, pero el deseo mutuo estaba muy presente cada vez que se acercaban.
Retrocedió un poco para apartarse del borde de la cama y atrajo a la de cabellos cenicientos hacia su cuerpo, consiguiendo que ésta acabase sentada a horcajadas sobre su regazo mientras sus labios volvían a unirse. Elen deslizó con lentitud una de sus manos por el cuello de su amado, pero no era allí donde quería morderle ya que sabía que la herida tardaba más en cerrar, así que siguió ascendiendo hasta enredar los dedos en su pelo. Abrió los ojos, que hasta el momento habían estado cerrados, y dirigió la zurda a los botones de la camisa del dragón para desabrocharlos, apartando la tela hacia un lado para dejar su hombro a la vista. Una herida en aquella zona sería más fácil de curar, pero antes de hundir los colmillos en su piel decidió regalarse unos minutos y deleitarse con lo que él la hacía sentir, aquel intenso calor que parecía querer abrasarla desde dentro.
Alister la rodeaba con un brazo por la cintura, estrechándola contra su pecho, mientras acariciaba una de sus piernas con la otra mano a través de la raja de la falda. Para cuando se vieron obligados a detener aquel ansioso beso y tomar aire, él ya aferraba su muslo con firmeza, se miraron durante unos instantes, con un brillo diferente en los ojos, y entonces la joven apartó el rostro del de su enamorado para morderlo, clavando con cuidado los afilados colmillos mientras el cazador se obligaba a respirar profundamente para mitigar el dolor. La sangre empezó a descender por la garganta de la criatura de la noche mientras él se dejaba caer sobre la cama, llevándola consigo de modo que quedó recostada sobre su cuerpo.
Sin aflojar el agarre que mantenía sobre ella, desvió la vista en su dirección y aguardó pacientemente a que se alimentase, para volver a buscar sus labios en cuanto terminó de saciar su sed, ignorando el amargo regusto que tenían. El miedo de Elen a perder el control o que su maldición afectase a alguien más les impedía pasar al siguiente nivel y entregarse el uno al otro por completo, pero ambos habían aprendido a disfrutar lo que tenían, quizá en un futuro no muy lejano consiguiesen eliminar todo lo que los limitaba.
Elen Calhoun
Aerandiano de honor
Aerandiano de honor
Cantidad de envíos : : 1954
Nivel de PJ : : 10
Página 2 de 2. • 1, 2
Temas similares
» Fundación de ciudad Lagarto [2º Parte] [Trama canon] [Libre 4/4] [Noche] [Cerrado]
» [Cerrado] Rinoceronte de cristal [Interpretativo][Libre][2/2]
» Llevar el "cristal" a la cristalería [Interp. Libre 3/3] [Cerrado]
» La noche de los tristes fuegos [LIBRE][NOCHE][CERRADO]
» La ciudad de los ladrones [Libre] [3/3] [Cerrado]
» [Cerrado] Rinoceronte de cristal [Interpretativo][Libre][2/2]
» Llevar el "cristal" a la cristalería [Interp. Libre 3/3] [Cerrado]
» La noche de los tristes fuegos [LIBRE][NOCHE][CERRADO]
» La ciudad de los ladrones [Libre] [3/3] [Cerrado]
Página 2 de 2.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Ayer a las 11:14 pm por Iori Li
» Laboratorio Harker [Alquimia+Ingeniería]
Ayer a las 7:13 pm por Zelas Hazelmere
» Pócimas y Tragos: La Guerra de la Calle Burbuja [Interpretativo] [Libre]
Ayer a las 4:18 pm por Mina Harker
» El vampiro contraataca [Evento Sacrestic]
Ayer a las 5:53 am por Lukas
» El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]
Ayer a las 12:33 am por Vincent Calhoun
» La Procesión de los Skógargandr [Evento Samhain (Halloween)]
Mar Nov 19, 2024 10:49 pm por Eltrant Tale
» Entre Sombras y Acero [LIBRE][NOCHE]
Mar Nov 19, 2024 10:42 pm por Cohen
» [Zona de culto] Altar de las Runas de los Baldíos
Lun Nov 18, 2024 12:29 pm por Tyr
» Susurros desde el pasado | Amice H.
Lun Nov 18, 2024 4:12 am por Amice M. Hidalgo
» [Zona de culto] Iglesia del único Dios
Sáb Nov 16, 2024 9:38 pm por Tyr
» Enjoy the Silence 4.0 {Élite]
Miér Nov 13, 2024 8:01 pm por Nana
» Vampiros, Gomejos, piernas para qué las tengo. [Privado]
Mar Nov 12, 2024 4:51 am por Tyr
» Derecho Aerandiano [Libre]
Dom Nov 10, 2024 1:36 pm por Tyr
» Propaganda Peligrosa - Priv. Zagreus - (Trabajo / Noche)
Vie Nov 08, 2024 6:40 pm por Lukas
» Lamentos de un corazón congelado [Libre 3/3]
Vie Nov 08, 2024 1:19 am por Tyr