La falda de La Doncella [Libre][3/4]
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Re: La falda de La Doncella [Libre][3/4]
Mientras Kosir suelta algunos improperios propios de su tierra, un curioso Gwynn se adentra más y más en la cueva oscura. Es claro que ambos personajes se encuentran en estados mentales muy diferentes.
El primer gruñido pilla al pelirrojo desprevenido, debe admitir que incluso siente un poco de miedo aunque pronto reemplaza esa emoción por ira combativa psicótica. Desgraciadamente no reacciona rápido.
Apenas puede ver lo que se le viene encima como si fuera una carreta arrojada por cualquier acantilado, es enorme, peludo y tiene un mal humor de los nueve infiernos. Menudo bicho acaba de despertar el mocoso.
Si bien no es un gigante parece ser un adversario igualmente digno, difícil de pelar. Kosir no puede negar que afuera de bosque negro tienen los enemigos más interesantes, en su hogar casi siempre se combaten otras personas.
Todo se lentifica gracias a la adrenalina, sin embargo al tribal no le da tiempo de tomar su poción neutra para aumentar las capacidades poseídas… en realidad apenas tiene oportunidad de intentar formar una pose defensiva.
Es una situación complicada, pese a su comportamiento sereno sabe bien que fue pillado totalmente por sorpresa. No le gusta estar en tal desventaja pero suele suceder mucho en la senda del guerrero.
En las batallas hay momentos impredecibles, instantes que no se pueden dar por sentado… esta es una de esas situaciones. Se debe dejar fluir el conflicto para llegar a la siguiente página de la refriega en sí.
Por lo menos el niño está bien, hubiera sido un duro golpe moral para Kosir que su protegido resultara herido o muerto. En su cultura es mal visto fracasar en defender los infantes, después de todo son las nuevas generaciones.
Cuando el contacto se hace inminente la identidad del atacante se revela, o al menos su ascendencia. Es un ser bestial que tiene la peculiaridad de compartir apéndices con los osos comunes.
Maldita ironía…
Deja escapar pues su rito de adultez involucro la muerte de un oso, algo que revelo al pequeño mientras superaban la tormenta en aquella cabaña. Parece que el karma da muchas vueltas en el enorme mundo.
El primer gruñido pilla al pelirrojo desprevenido, debe admitir que incluso siente un poco de miedo aunque pronto reemplaza esa emoción por ira combativa psicótica. Desgraciadamente no reacciona rápido.
Apenas puede ver lo que se le viene encima como si fuera una carreta arrojada por cualquier acantilado, es enorme, peludo y tiene un mal humor de los nueve infiernos. Menudo bicho acaba de despertar el mocoso.
Si bien no es un gigante parece ser un adversario igualmente digno, difícil de pelar. Kosir no puede negar que afuera de bosque negro tienen los enemigos más interesantes, en su hogar casi siempre se combaten otras personas.
Todo se lentifica gracias a la adrenalina, sin embargo al tribal no le da tiempo de tomar su poción neutra para aumentar las capacidades poseídas… en realidad apenas tiene oportunidad de intentar formar una pose defensiva.
Es una situación complicada, pese a su comportamiento sereno sabe bien que fue pillado totalmente por sorpresa. No le gusta estar en tal desventaja pero suele suceder mucho en la senda del guerrero.
En las batallas hay momentos impredecibles, instantes que no se pueden dar por sentado… esta es una de esas situaciones. Se debe dejar fluir el conflicto para llegar a la siguiente página de la refriega en sí.
Por lo menos el niño está bien, hubiera sido un duro golpe moral para Kosir que su protegido resultara herido o muerto. En su cultura es mal visto fracasar en defender los infantes, después de todo son las nuevas generaciones.
Cuando el contacto se hace inminente la identidad del atacante se revela, o al menos su ascendencia. Es un ser bestial que tiene la peculiaridad de compartir apéndices con los osos comunes.
Maldita ironía…
Deja escapar pues su rito de adultez involucro la muerte de un oso, algo que revelo al pequeño mientras superaban la tormenta en aquella cabaña. Parece que el karma da muchas vueltas en el enorme mundo.
Kosir
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Re: La falda de La Doncella [Libre][3/4]
El miembro 'Kosir' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: La falda de La Doncella [Libre][3/4]
La mueca en el rostro del hombre oso cambió a una carcajada delirante. El enano sabía luchar, pensó reconociendo el ángulo agudo del espadón. El humano sabía que no podría bloquear la fuerza de su ataque por lo que pretendía en su lugar desviarlo. Por desgracia para él su adversario no sólo le superaba en portento físico, sino también en experiencia. Con un giro sutil de su muñeca el gigante desvió la trayectoria de la maza para estrellarla estruendosamente contra el suelo a los pies del joven guerrero despidiendo una ola de nieve y barro en su dirección. Sin perder un instante el hombre oso profirió un bramido de guerra alzando su arma directamente hacia el cuerpo del humano, demasiado distraído como para improvisar defensa alguna. La cabeza de bronce conectó directamente con el torso del pelirrojo. La corta distancia desde el suelo no permitió que la velocidad fuese excesiva, pero la fuerza bruta del oso fue suficiente para hacerle salir despedido hacia atrás una veintena de pies, finalmente rodando sobre la nieve hasta golpear con su espalda el tronco de una pícea.
“¡KOSIR!” gritó el pequeño corriendo hacia ellos, la pesada lanza temblando en sus manos. El golpe había parecido brutal y el muchacho temía ya lo peor.
El hombre oso avanzó con pasos tranquilos hacia la figura del humano, arrastrando la enorme maza sobre la nieva tras de sí.
“Nada personal, enano,” dijo sin un ápice de conmiseración en su voz de trueno, “simplemente mala suerte.”
El gigante cogió su arma con ambas manos elevándola sobre su cabeza. Matar guerreros imberbes no era especialmente placentero, por lo que tendría la generosidad de acabar con el humano rápidamente. Apenas un crujido húmedo de sus huesos…
Gwynn corrió tan rápido como sus pequeñas botas le permitían sobre la nieve fresca, sus movimientos guiados por el pánico y la adrenalina. Kosir tenía suerte de seguir consciente. Ahora dependía de él salvar el pellejo de ambos.
Con un agudo grito de guerra el muchacho dirigió la lanza frente a él cargando con todo su peso* contra el hombre oso y, a causa de la formidable diferencia de alturas, la punta afilada se hundió suavemente en la retaguardia más desprotegida del enorme guerrero.
El hombre oso lanzó un alarido agónico. En su vida había recibido un sinfín de cicatrices, sobrevivido las más brutales heridas, pero nada podría haberle preparado para aquello. Con un grito desesperado trazó un arco violento con la maza tras él para descerebrar al jodido hijo de puta que osaba humillarle de aquella manera. El corazón de Gwynn dio un vuelvo al sentir el aire revolotear sus cabellos. Por primera vez en su vida dio gracias a los dioses por su altura.
“¡Tú!” bramó el oso girándose con dificultad y, poseído por una furia demencial, propinó una fuerte patada al niño que sin duda habría roto cada hueso de su cuerpo si no fuese porque una ola de desgarrador dolor detuvo sus músculos. La fuerza, sin embargo, fue suficiente para hacer al pequeño volar por los aires y caer pesadamente a yardas de distancia dando media docena de vueltas.
El licántropo intentó ponerse de pie pero el golpe había expulsado todo el aire de sus pulmones y ahora parecía que su pecho se negaba a respirar, dando en su lugar jadeos cortos y dolorosos. Gwynn sintió las lágrimas nublar su visión. Dolía. Su torso y su cabeza dolía y podía sentir la sangre escapar de su nariz y sus labios.
A la distancia el hombre oso intentaba entre gemidos de pura agonía retirar la lanza de su intimidad.
“¡Bastardo! ¡Pequeño, jodido bastardo! ¡Te mataré! ¡Te desollaré vivos! No… ¡te arrojaré a la guarida para que los chicos se diviertan con contigo! ¡Estáis muertos!”
* : 32kg
“¡KOSIR!” gritó el pequeño corriendo hacia ellos, la pesada lanza temblando en sus manos. El golpe había parecido brutal y el muchacho temía ya lo peor.
El hombre oso avanzó con pasos tranquilos hacia la figura del humano, arrastrando la enorme maza sobre la nieva tras de sí.
“Nada personal, enano,” dijo sin un ápice de conmiseración en su voz de trueno, “simplemente mala suerte.”
El gigante cogió su arma con ambas manos elevándola sobre su cabeza. Matar guerreros imberbes no era especialmente placentero, por lo que tendría la generosidad de acabar con el humano rápidamente. Apenas un crujido húmedo de sus huesos…
Gwynn corrió tan rápido como sus pequeñas botas le permitían sobre la nieve fresca, sus movimientos guiados por el pánico y la adrenalina. Kosir tenía suerte de seguir consciente. Ahora dependía de él salvar el pellejo de ambos.
Con un agudo grito de guerra el muchacho dirigió la lanza frente a él cargando con todo su peso* contra el hombre oso y, a causa de la formidable diferencia de alturas, la punta afilada se hundió suavemente en la retaguardia más desprotegida del enorme guerrero.
El hombre oso lanzó un alarido agónico. En su vida había recibido un sinfín de cicatrices, sobrevivido las más brutales heridas, pero nada podría haberle preparado para aquello. Con un grito desesperado trazó un arco violento con la maza tras él para descerebrar al jodido hijo de puta que osaba humillarle de aquella manera. El corazón de Gwynn dio un vuelvo al sentir el aire revolotear sus cabellos. Por primera vez en su vida dio gracias a los dioses por su altura.
“¡Tú!” bramó el oso girándose con dificultad y, poseído por una furia demencial, propinó una fuerte patada al niño que sin duda habría roto cada hueso de su cuerpo si no fuese porque una ola de desgarrador dolor detuvo sus músculos. La fuerza, sin embargo, fue suficiente para hacer al pequeño volar por los aires y caer pesadamente a yardas de distancia dando media docena de vueltas.
El licántropo intentó ponerse de pie pero el golpe había expulsado todo el aire de sus pulmones y ahora parecía que su pecho se negaba a respirar, dando en su lugar jadeos cortos y dolorosos. Gwynn sintió las lágrimas nublar su visión. Dolía. Su torso y su cabeza dolía y podía sentir la sangre escapar de su nariz y sus labios.
A la distancia el hombre oso intentaba entre gemidos de pura agonía retirar la lanza de su intimidad.
“¡Bastardo! ¡Pequeño, jodido bastardo! ¡Te mataré! ¡Te desollaré vivos! No… ¡te arrojaré a la guarida para que los chicos se diviertan con contigo! ¡Estáis muertos!”
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Última edición por Gwynn el Dom Feb 17 2019, 15:39, editado 3 veces
Gwynn
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Re: La falda de La Doncella [Libre][3/4]
El miembro 'Gwynn' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Tyr
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Re: La falda de La Doncella [Libre][3/4]
El “oso” predice la estrategia defensiva del muchacho, hace su propia contramedida y resulta terriblemente efectiva. Si bien el golpe siguiente no es tan poderoso… es suficiente para que Kosir recuerde a todos sus ancestros muertos.
Como si se tratara de una pelota el pelirrojo sale volando, da un arco tan enorme en el aire que le hace parecer un pájaro por algunos instantes. La caída no mejora las cosas y es que a pesar de la nieve el joven adulto se las arregla para detenerse en algo duro.
Mal… danfus “intenta recuperar el aliento pero solo consigue vomitar algo de sangre”.
Fue un golpe certero al torso, la ligera protección del muchacho no logra disminuir en nada el ataque. Es claro que hay un daño pero de momento existen otras prioridades que atender, específicamente la que se acerca con maza en alto.
Kosir reconoce lo que ocurre, es una ejecución final, ha visto varias aunque es la primera vez que está del otro lado. La desesperación se acumula pero su cuerpo niega moverse pese a las órdenes frenéticas que manda.
Con los ojos abiertos de par en par el elemento en desventaja espera su golpe, no puede hacer nada. Decir que continua sereno sería una descarada mentira, todo no puede acabar de una forma tan tonta… ¿Verdad?
Como si fuera en mensajero de los dioses el niño interviene justo a tiempo, salva a su protector con todas las de la ley aunque pone en peligro su propio trasero. La refriega está lejos de acabar para los personajes pequeños.
Gracias a una creciente ira el cuerpo del salvaje comienza a responder, en cierto modo ver al mocoso recibir una patada enciende la mecha. Lento pero sin pausa alcanza su poción neutra y pasa a beberla.
Lo siguiente es una subida de energía en su sistema, de repente se encuentra listo y dispuesto para pelear. El área que recibió el ataque aun duele como los mil demonios pero no es la primera vez que lucha en tales condiciones.
Con premura el joven guerrero se vuelve a poner vertical, luego empuña su mandoble y se lanza en una carga silenciosa aprovechando que el enemigo está mirando otro panorama. Es bueno ver como se cambian los papeles.
Gracias a una vida de combate Kosir logra atravesar por completo a su enemigo con un solo movimiento, literalmente el hombre oso ahora tiene una enorme hoja de hueso que le entra por la espalda y le sale por el pecho.
Nada persona “mueve la hoja para que duela” simplemente mala suerte.
Una sonrisa maliciosa se forma en el rostro del bárbaro quien ni siquiera se ha limpiado la sangre de la boca, ojo por ojo. El hibrido gruñe con furia e intenta responder pero su destino esta sellado, pronto la masiva herida hace lo suyo y va apagando su vida.
Como si se tratara de una pelota el pelirrojo sale volando, da un arco tan enorme en el aire que le hace parecer un pájaro por algunos instantes. La caída no mejora las cosas y es que a pesar de la nieve el joven adulto se las arregla para detenerse en algo duro.
Mal… danfus “intenta recuperar el aliento pero solo consigue vomitar algo de sangre”.
Fue un golpe certero al torso, la ligera protección del muchacho no logra disminuir en nada el ataque. Es claro que hay un daño pero de momento existen otras prioridades que atender, específicamente la que se acerca con maza en alto.
Kosir reconoce lo que ocurre, es una ejecución final, ha visto varias aunque es la primera vez que está del otro lado. La desesperación se acumula pero su cuerpo niega moverse pese a las órdenes frenéticas que manda.
Con los ojos abiertos de par en par el elemento en desventaja espera su golpe, no puede hacer nada. Decir que continua sereno sería una descarada mentira, todo no puede acabar de una forma tan tonta… ¿Verdad?
Como si fuera en mensajero de los dioses el niño interviene justo a tiempo, salva a su protector con todas las de la ley aunque pone en peligro su propio trasero. La refriega está lejos de acabar para los personajes pequeños.
Gracias a una creciente ira el cuerpo del salvaje comienza a responder, en cierto modo ver al mocoso recibir una patada enciende la mecha. Lento pero sin pausa alcanza su poción neutra y pasa a beberla.
Lo siguiente es una subida de energía en su sistema, de repente se encuentra listo y dispuesto para pelear. El área que recibió el ataque aun duele como los mil demonios pero no es la primera vez que lucha en tales condiciones.
Con premura el joven guerrero se vuelve a poner vertical, luego empuña su mandoble y se lanza en una carga silenciosa aprovechando que el enemigo está mirando otro panorama. Es bueno ver como se cambian los papeles.
Gracias a una vida de combate Kosir logra atravesar por completo a su enemigo con un solo movimiento, literalmente el hombre oso ahora tiene una enorme hoja de hueso que le entra por la espalda y le sale por el pecho.
Nada persona “mueve la hoja para que duela” simplemente mala suerte.
Una sonrisa maliciosa se forma en el rostro del bárbaro quien ni siquiera se ha limpiado la sangre de la boca, ojo por ojo. El hibrido gruñe con furia e intenta responder pero su destino esta sellado, pronto la masiva herida hace lo suyo y va apagando su vida.
Kosir
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Re: La falda de La Doncella [Libre][3/4]
La bravuconería del oso fue interrumpida por la extraña punzada que se extendió desde su espalda hasta su pecho. Por un par de instantes el guerrero no pudo entender qué sucedía. Su voz había muerto, su diafragma se había detenido y un dolor enceguecedor se expandía por su torso. Sólo al bajar la cabeza y ver la punta ósea de la espada comprendió, atónito, que estaba muriendo.
“Quérgh… pblorl...” sus palabras se perdieron entre los borbotones de sangre que emanaban de su boca con cada exhalación. Su mirada confusa se dirigió al niño frente a él, observando sus facciones suaves y la constelación de pecas sobre su nariz y mejilla. Patético. ¿Cómo podía ser esta la última imagen en los ojos de un guerrero como él? La hoja de la espada giró en su interior y sus órganos colapsaron drenando la vida de su mirada. El gigante se desplomó haciendo la nieve crujir bajo su peso.
Por instantes el único sonido en el claro fue el jadeo del pelirrojo y los pequeños quejidos del licántropo. Estaban a salvo. Gwynn sintió un sollozo escapar de su garganta y se cubrió el rostro con ambas manos para ocultarlo. No quería parecer débil frente a Kosir, no sabiendo lo mucho que su gente apreciaba el valor. Tras un par de fuertes resuellos apartó sus manos y se puso de pie con dificultad. Su cuerpo dolía ligeramente menos que tras recibir la patada por lo que el pequeño supo, aliviado, que el daño no era serio ni permanente.
“¿Kosir?” preguntó acercándose al pelirrojo, enjugando la sangre bajo su nariz con el brazo. “¿Estás bien?”
Las nubes comenzaban a cubrir el cielo sobre ellos nuevamente, oscureciendo el claro con un soplido de aire gélido. Gwynn elevó la mirada preguntándose si los dioses habían sido testigos de lo ocurrido. Algunos copos de nieve tocaron sus mejillas.
“Vamos, no podemos quedarnos aquí,” dijo poniendo uno de los brazos del humano sobre sus hombros para servirle de soporte. La diferencia en altura y fuerza significaba que su contribución era mínima, pero quería ayudar de cualquier forma posible a quien había salvado sus pellejos y sobre todo, aunque aquello no pudiese admitirlo, necesitaba en ese momento el contacto.
El par ingresó lentamente en la cueva y Gwynn notó esta vez también el aroma del penetrante humo de una fogata moribunda. El lugar parecía completamente natural, salvo por una tosca figura de piedra cubierta en musgo a un costado, junto a un irregular arco circular de piedra. No tardaron en llegar al fondo de la breve caverna y sus ojos, progresivamente más habituados a la penumbra del lugar pudieron identificar los restos de una fogata en el centro rodeada de tres improvisadas camas de hojas y hierba cubiertas en pieles, una de ellas de considerable tamaño. Junto a las paredes de roca había distribuidas descuidadamente un puñado de cajas y bolsas. Gwynn no tardó en encontrar una pila de madera fresca y llevó con dificultad un par de leños hasta el círculo de cenizas.
“No podemos volver al pueblo con una tormenta,” dijo mirando al pelirrojo. “Kosir… ¿crees..? ¿Por qué hay tres camas aquí?”
“Quérgh… pblorl...” sus palabras se perdieron entre los borbotones de sangre que emanaban de su boca con cada exhalación. Su mirada confusa se dirigió al niño frente a él, observando sus facciones suaves y la constelación de pecas sobre su nariz y mejilla. Patético. ¿Cómo podía ser esta la última imagen en los ojos de un guerrero como él? La hoja de la espada giró en su interior y sus órganos colapsaron drenando la vida de su mirada. El gigante se desplomó haciendo la nieve crujir bajo su peso.
Por instantes el único sonido en el claro fue el jadeo del pelirrojo y los pequeños quejidos del licántropo. Estaban a salvo. Gwynn sintió un sollozo escapar de su garganta y se cubrió el rostro con ambas manos para ocultarlo. No quería parecer débil frente a Kosir, no sabiendo lo mucho que su gente apreciaba el valor. Tras un par de fuertes resuellos apartó sus manos y se puso de pie con dificultad. Su cuerpo dolía ligeramente menos que tras recibir la patada por lo que el pequeño supo, aliviado, que el daño no era serio ni permanente.
“¿Kosir?” preguntó acercándose al pelirrojo, enjugando la sangre bajo su nariz con el brazo. “¿Estás bien?”
Las nubes comenzaban a cubrir el cielo sobre ellos nuevamente, oscureciendo el claro con un soplido de aire gélido. Gwynn elevó la mirada preguntándose si los dioses habían sido testigos de lo ocurrido. Algunos copos de nieve tocaron sus mejillas.
“Vamos, no podemos quedarnos aquí,” dijo poniendo uno de los brazos del humano sobre sus hombros para servirle de soporte. La diferencia en altura y fuerza significaba que su contribución era mínima, pero quería ayudar de cualquier forma posible a quien había salvado sus pellejos y sobre todo, aunque aquello no pudiese admitirlo, necesitaba en ese momento el contacto.
El par ingresó lentamente en la cueva y Gwynn notó esta vez también el aroma del penetrante humo de una fogata moribunda. El lugar parecía completamente natural, salvo por una tosca figura de piedra cubierta en musgo a un costado, junto a un irregular arco circular de piedra. No tardaron en llegar al fondo de la breve caverna y sus ojos, progresivamente más habituados a la penumbra del lugar pudieron identificar los restos de una fogata en el centro rodeada de tres improvisadas camas de hojas y hierba cubiertas en pieles, una de ellas de considerable tamaño. Junto a las paredes de roca había distribuidas descuidadamente un puñado de cajas y bolsas. Gwynn no tardó en encontrar una pila de madera fresca y llevó con dificultad un par de leños hasta el círculo de cenizas.
“No podemos volver al pueblo con una tormenta,” dijo mirando al pelirrojo. “Kosir… ¿crees..? ¿Por qué hay tres camas aquí?”
Gwynn
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Re: La falda de La Doncella [Libre][3/4]
Con el oso muerto, Kosir pasa a retirar su mandoble. La actividad que antes no le hubiera tomado más de dos segundos por desgracia se lleva minutos enteros, pese a su victoria el golpe anterior lo ha dejado en mal estado y ahora puede notarlo a sobremanera pues el efecto vigorizante de la poción se ha esfumado.
Siempre es “jadeo” más difícil sacarla que meterla jaja…”detiene su risa por un punzante dolor”.
Le cuesta tenerse en pie y por algunos momentos todo comienza a volverse negro, pese a todo se mantiene en el mundo de los vivos ya que su obstinación no tiene fin. Acto seguido observa al cachorro pero antes de siquiera poder preguntarle su estado este se le pega.
Mejor que nunca “escupe algo de sangre” ¿Tú que tal?
Es claro que miente pero solo los fuertes llegan a ser brumosos completos, solo los duros. Incluso con un exilio a cuestas, se niega a mostrarse inferior en cuestiones bélicas. Una herida de frente no le arrebatara su dignidad.
Acepta la ayuda prestada por el niño ya que es un movimiento táctico, ambos avanzan a paso lento pero seguro adentrándose posteriormente en la cueva. La tormenta planea escupir más antes de desaparecer por lo que deben buscar refugio.
Una vez en el campamento del oso, Kosir se separa de su muleta y busca el soporte de una pared natural amable. Allí no puede contener una tos sanguinolenta que lo hace sentarse a la fuerza en el frio suelo.
No estamos solos “tose fuerte” alerta niño.
El oso tenia gente bajo su cargo, sin duda no es la clase de cosas que quieres oír cuando estas destrozado. Que no hayan aparecido en la pelea indica que se encuentran relativamente lejos pero son algo a tener en cuenta.
En este punto ya tiene claro que no puede pelear al máximo de sus facultades, el ataque del oso parece haber roto varias costillas y lo ha dejado con fuertes daños dispersos. Requiere curación o al menos descanso prolongado.
Bien Gwynn, me temo que solo podre acabar “jadeo” con uno y medio, tendrás que encargarte de la mitad restante jajaja… “se ahoga con su propia sangre pasando a toser por casi un minuto”.
Lucharan en desventajas de darse la pelea, pero el par tiene una fortaleza destacable. Eso sin mencionar que el hibrido era la figura de mando, sus seguidores deben ser más débiles… una constante en el exterior sin duda.
Siempre es “jadeo” más difícil sacarla que meterla jaja…”detiene su risa por un punzante dolor”.
Le cuesta tenerse en pie y por algunos momentos todo comienza a volverse negro, pese a todo se mantiene en el mundo de los vivos ya que su obstinación no tiene fin. Acto seguido observa al cachorro pero antes de siquiera poder preguntarle su estado este se le pega.
Mejor que nunca “escupe algo de sangre” ¿Tú que tal?
Es claro que miente pero solo los fuertes llegan a ser brumosos completos, solo los duros. Incluso con un exilio a cuestas, se niega a mostrarse inferior en cuestiones bélicas. Una herida de frente no le arrebatara su dignidad.
Acepta la ayuda prestada por el niño ya que es un movimiento táctico, ambos avanzan a paso lento pero seguro adentrándose posteriormente en la cueva. La tormenta planea escupir más antes de desaparecer por lo que deben buscar refugio.
Una vez en el campamento del oso, Kosir se separa de su muleta y busca el soporte de una pared natural amable. Allí no puede contener una tos sanguinolenta que lo hace sentarse a la fuerza en el frio suelo.
No estamos solos “tose fuerte” alerta niño.
El oso tenia gente bajo su cargo, sin duda no es la clase de cosas que quieres oír cuando estas destrozado. Que no hayan aparecido en la pelea indica que se encuentran relativamente lejos pero son algo a tener en cuenta.
En este punto ya tiene claro que no puede pelear al máximo de sus facultades, el ataque del oso parece haber roto varias costillas y lo ha dejado con fuertes daños dispersos. Requiere curación o al menos descanso prolongado.
Bien Gwynn, me temo que solo podre acabar “jadeo” con uno y medio, tendrás que encargarte de la mitad restante jajaja… “se ahoga con su propia sangre pasando a toser por casi un minuto”.
Lucharan en desventajas de darse la pelea, pero el par tiene una fortaleza destacable. Eso sin mencionar que el hibrido era la figura de mando, sus seguidores deben ser más débiles… una constante en el exterior sin duda.
Kosir
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Re: La falda de La Doncella [Libre][3/4]
Las opciones eran limitadas. Era evidente que necesitaban urgentemente descanso y, en el caso de Kosir, también tratamiento. Aún así, sí el humano tenía razón permanecer en esa cueva podría ser suicida.
“El canto de los ancestros hace eco en mi aullido,” murmuró en su lengua nativa mientras sus ojos recorrían el espacio natural. Tres personas, incluyendo al oso muerto. ¿Para qué tendrían todas esas cajas con armas de metal, todas estas provisiones? Podía escuchar el silbido del viento al golpear la roca, y sentir en su piel su toque glacial. La cueva era demasiado abierta, demasiado expuesta para ser un refugio permanente.
“Sus voces susurran en mi sangre,” continuó encontrando algo de sosiego en las palabras. Aquella era una oración de comunión, parte de los rituales que reforzaban la identidad de la manada y su vínculo con sus antepasados.
“Las sombras...” Un sonido sordo detuvo sus palabras y sus ojos azules buscaron inmediatamente la fuente de origen entre las sombras. Otra vez. Un golpe pagado de metal contra la roca esta vez seguido de un suave crujir de la piedra deslizándose sobre la piedra. El muchacho volvió a su sitio junto a Kosir ocultándose lo mejor posible en la penumbra. Su corazón comenzó a retumbar en su pecho una vez más cuando vio emerger del arco de piedra entre la entrada de la cueva y el campamento una figura humana. ¿Cómo era posible? Gwynn había mirado cada detalle, de eso estaba seguro. No había allí más que roca sólida. ¿Qué clase de truco era este?
“¡Hey, Bjørn!” llamó la figura en dirección a los restos de la fogata. “¡Bjørn! ¿Estás allí? No parece haber fuego. ¿Estará afuera con este tiempo?”
“¡Ha! Ventajas de estar cubierto de pelo, supongo,” respondió una segunda figura tras la primera lanzando un sonoro escupitajo. “¿Qué es esa cara? Debería agradecer que nos toca guardia. Esa puta guarida comienza a apestar. No puedo esperar a que den la orden...”
El muchacho les vio a lejarse hacia la entrada con pasos perezosos antes de girarse hacia el pelirrojo.
“Kosir… No podemos quedarnos aquí, ¿puedes caminar? Yo… puedo distraerles. Cuando lo haga escapa, ve a la cabaña, al refugio. Yo también, si puedo quiero decir. Para mí es más fácil estar afuera...”
El pequeño comenzó a quitarse la ropa, prenda por prenda. Su hermana le mataría por abandonar sus botas, más aún considerando que no había manera alguna de que le dijera la verdad sobre cómo las había perdido. Si Caoimhe supiera qué hacía en esos momentos seguro le mataría dos veces.
Una vez desnudo el licántropo se acuclilló sobre el suelo para emprender la transformación. El proceso resultó especialmente doloroso en esta ocasión, sus músculos maltrechos quejándose con cada elongación, con cada contracción. Una vez en su forma lupina, sin embargo, el lobo sintió una ola de tranquilidad. Enfrentar el peligro desde la fragilidad humana era siempre una experiencia atemorizante, pero sobre cuatro patas sus sentidos agudos despejaban su mente permitiéndole dar rienda suelta a su instinto. La sabiduría en sus sangre era poder, recordó sacudiendo su pelaje blanco brevemente.
Dedicando un suave bufido al humano como única señal Gwynn echó a andar como un fantasma albo en la penumbra de la cueva. Sus patas mullidas y flexibles ligamentos apenas generaban un roce suave contra la piedra, apenas un murmullo medio ausente. Sus orejas apenas podían percibirlo, pero sabía que ningún humano sería capaz de hacerlo. En estos momentos era invisible. Un cazador.
El licántropo disminuyó sus pasos a algunas yardas de los hombres, sinconizando su velocidad con la de ellos. Su conversación no era importante. Meros sonidos guturales, vacíos. No había en ellos mensajes importantes. La información para el lobo estaba en sus cuerpos; en su postura y sus movimientos. La trampa estaba dispuesta frente a ellos.
“… y no he follado en una semana, ¿cómo puedo concentrarme así, eh? Y no creerás esto pero Ravi ofreció soplarme a cambio de que… espera… ¿Bjørn? ¿qué… qué coño..?”
Ahora. Allí estaba la señal. Cuerpos tensos, rígidos. Postura defensiva, atención congelada en la imagen frente a ellos a causa del miedo estupefacto.
El lobo echó a correr acortando la distancia con un salto preciso a la espalda de uno de los humanos. Sus colmillos se hundieron en el cuello bajo la nuca y la inercia de su cuerpo les hizo desgarrar carne y tendones por igual. El hombre cayó al suelo con un alarido desesperado y llevando ambas manos a la zona herida lanzó gimoteos guturales pateando instintivamente con sus piernas. El lobo gruñó sacudiendo la cabeza. Había esperado partir la espina dándole una muerte rápida, pero ahora el pobre bastardo sufriría un final agónico.
Sus ojos azules se dirigieron al otro humano quien había logrado desenfundar su espada y cuya hoja temblorosa ahora apuntaba hacia el hocico del animal.
“¡Henrik! ¡Jodido perro!”
Gwynn gruñó desafiante pero retrocedió algunos pasos elevando el lomo y bajando la cabeza y la cola. La idea era mostrarse asustado, atraer al humano consigo, hacerle perseguirle. El humano, sin embargo, no tenía idea sobre lenguaje lupino e, interpretando la postura como un ataque inminente, comenzó a retroceder a su vez de vuelta a la cueva. El lobo bufó un griñido exasperado. Jodidos humanos.
“El canto de los ancestros hace eco en mi aullido,” murmuró en su lengua nativa mientras sus ojos recorrían el espacio natural. Tres personas, incluyendo al oso muerto. ¿Para qué tendrían todas esas cajas con armas de metal, todas estas provisiones? Podía escuchar el silbido del viento al golpear la roca, y sentir en su piel su toque glacial. La cueva era demasiado abierta, demasiado expuesta para ser un refugio permanente.
“Sus voces susurran en mi sangre,” continuó encontrando algo de sosiego en las palabras. Aquella era una oración de comunión, parte de los rituales que reforzaban la identidad de la manada y su vínculo con sus antepasados.
“Las sombras...” Un sonido sordo detuvo sus palabras y sus ojos azules buscaron inmediatamente la fuente de origen entre las sombras. Otra vez. Un golpe pagado de metal contra la roca esta vez seguido de un suave crujir de la piedra deslizándose sobre la piedra. El muchacho volvió a su sitio junto a Kosir ocultándose lo mejor posible en la penumbra. Su corazón comenzó a retumbar en su pecho una vez más cuando vio emerger del arco de piedra entre la entrada de la cueva y el campamento una figura humana. ¿Cómo era posible? Gwynn había mirado cada detalle, de eso estaba seguro. No había allí más que roca sólida. ¿Qué clase de truco era este?
“¡Hey, Bjørn!” llamó la figura en dirección a los restos de la fogata. “¡Bjørn! ¿Estás allí? No parece haber fuego. ¿Estará afuera con este tiempo?”
“¡Ha! Ventajas de estar cubierto de pelo, supongo,” respondió una segunda figura tras la primera lanzando un sonoro escupitajo. “¿Qué es esa cara? Debería agradecer que nos toca guardia. Esa puta guarida comienza a apestar. No puedo esperar a que den la orden...”
El muchacho les vio a lejarse hacia la entrada con pasos perezosos antes de girarse hacia el pelirrojo.
“Kosir… No podemos quedarnos aquí, ¿puedes caminar? Yo… puedo distraerles. Cuando lo haga escapa, ve a la cabaña, al refugio. Yo también, si puedo quiero decir. Para mí es más fácil estar afuera...”
El pequeño comenzó a quitarse la ropa, prenda por prenda. Su hermana le mataría por abandonar sus botas, más aún considerando que no había manera alguna de que le dijera la verdad sobre cómo las había perdido. Si Caoimhe supiera qué hacía en esos momentos seguro le mataría dos veces.
Una vez desnudo el licántropo se acuclilló sobre el suelo para emprender la transformación. El proceso resultó especialmente doloroso en esta ocasión, sus músculos maltrechos quejándose con cada elongación, con cada contracción. Una vez en su forma lupina, sin embargo, el lobo sintió una ola de tranquilidad. Enfrentar el peligro desde la fragilidad humana era siempre una experiencia atemorizante, pero sobre cuatro patas sus sentidos agudos despejaban su mente permitiéndole dar rienda suelta a su instinto. La sabiduría en sus sangre era poder, recordó sacudiendo su pelaje blanco brevemente.
Dedicando un suave bufido al humano como única señal Gwynn echó a andar como un fantasma albo en la penumbra de la cueva. Sus patas mullidas y flexibles ligamentos apenas generaban un roce suave contra la piedra, apenas un murmullo medio ausente. Sus orejas apenas podían percibirlo, pero sabía que ningún humano sería capaz de hacerlo. En estos momentos era invisible. Un cazador.
El licántropo disminuyó sus pasos a algunas yardas de los hombres, sinconizando su velocidad con la de ellos. Su conversación no era importante. Meros sonidos guturales, vacíos. No había en ellos mensajes importantes. La información para el lobo estaba en sus cuerpos; en su postura y sus movimientos. La trampa estaba dispuesta frente a ellos.
“… y no he follado en una semana, ¿cómo puedo concentrarme así, eh? Y no creerás esto pero Ravi ofreció soplarme a cambio de que… espera… ¿Bjørn? ¿qué… qué coño..?”
Ahora. Allí estaba la señal. Cuerpos tensos, rígidos. Postura defensiva, atención congelada en la imagen frente a ellos a causa del miedo estupefacto.
El lobo echó a correr acortando la distancia con un salto preciso a la espalda de uno de los humanos. Sus colmillos se hundieron en el cuello bajo la nuca y la inercia de su cuerpo les hizo desgarrar carne y tendones por igual. El hombre cayó al suelo con un alarido desesperado y llevando ambas manos a la zona herida lanzó gimoteos guturales pateando instintivamente con sus piernas. El lobo gruñó sacudiendo la cabeza. Había esperado partir la espina dándole una muerte rápida, pero ahora el pobre bastardo sufriría un final agónico.
Sus ojos azules se dirigieron al otro humano quien había logrado desenfundar su espada y cuya hoja temblorosa ahora apuntaba hacia el hocico del animal.
“¡Henrik! ¡Jodido perro!”
Gwynn gruñó desafiante pero retrocedió algunos pasos elevando el lomo y bajando la cabeza y la cola. La idea era mostrarse asustado, atraer al humano consigo, hacerle perseguirle. El humano, sin embargo, no tenía idea sobre lenguaje lupino e, interpretando la postura como un ataque inminente, comenzó a retroceder a su vez de vuelta a la cueva. El lobo bufó un griñido exasperado. Jodidos humanos.
Gwynn
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Re: La falda de La Doncella [Libre][3/4]
Pese a las constantes bravuconerías del muchacho pelirrojo, internamente no puede negar que está herido. Quizás lo hace para mantener la compostura, tal vez es un intento por evitar que su joven aliado sea presa del pánico… o simplemente porque es obstinado a más no poder.
Gwynn comienza a murmurar cosas extrañas y por algunos segundos su único colega presente cree reconocer un par de palabras, es claro que el dialecto tomo prestadas cosas de bosque negro o al revés.
En ese instante de contemplación aparecen problemas, los dueños de las camas entran en acción. El tribal mantiene los quejidos a raya pues gracias a su posición discreta no es detectado nada más entrar los contrarios.
El niño no tarda en guarecerse junto al salvaje, luego expresa un plan rápido ideado en su joven mente. Kosir arquea una ceja, algo que sin duda hubiera resultado más trascendental de no ser por su rostro de malestar.
Acto seguido y en un giro bastante extraño de los acontecimientos, Gwynn cambia de forma en un perro luego de desnudarse… literalmente. El compacto guerrero apenas puede dar crédito a sus ojos y debe forzarse para ver más allá.
Y eso que no me golpearon en la cabeza… nesner “dice entre murmullos”.
Una cosa esta clara, el chiquillo canino es más útil en cuatro patas que en dos. Se le monta encima a uno de los visitantes indeseados haciéndole una herida mortal con sus filosos dientes, menudo espectáculo.
Sin vacilar y aprovechando el intercambio lento de miradas entre ambos seres restantes, Kosir eleva su mandoble reclinándole hacia atrás una vez alcanzada la altura máxima. Lo que sigue después es un buen recordatorio de porque nunca se debe dar la espalda a un brumoso.
Sacando fuerzas de su interior, el chico arroja su arma la cual termina incrustada luego de varias vueltas sincrónicas en el torso del adulto hostil. La violencia es tal que el cuerpo da varios tumbos antes de caer sin vida.
Mal día para “dice a medida que regresa al suelo perdiendo la poca altura que logro instantes atrás” volver a la cueva jajaj… “un punzante dolor lo detiene y le hace escupir sangre”.
Pese a estar bastante herido, el muchacho aun muestra determinación. No caerá desmayado aunque su cuerpo lo pida a gritos, viene de una cultura donde la gente sigue caminando incluso con las piernas rotas.
¿Puedes volver a ser una persona?... comienzo a tener hambre y esa nueva forma tuya se ve apetitosa desde este lado “ríe con claro dolor”.
Los brumosos tienen un dicho, “todos los males se curan con comida”. Aunque poseen personajes medicinales muchos prefieren no recurrir a ellos y depender enteramente del alimento nutritivo complementado por grandes periodos de sueño… eso sin mencionar el hidromiel ritual.
“Kosir pega un largo trago de su cantimplora”.
Gwynn comienza a murmurar cosas extrañas y por algunos segundos su único colega presente cree reconocer un par de palabras, es claro que el dialecto tomo prestadas cosas de bosque negro o al revés.
En ese instante de contemplación aparecen problemas, los dueños de las camas entran en acción. El tribal mantiene los quejidos a raya pues gracias a su posición discreta no es detectado nada más entrar los contrarios.
El niño no tarda en guarecerse junto al salvaje, luego expresa un plan rápido ideado en su joven mente. Kosir arquea una ceja, algo que sin duda hubiera resultado más trascendental de no ser por su rostro de malestar.
Acto seguido y en un giro bastante extraño de los acontecimientos, Gwynn cambia de forma en un perro luego de desnudarse… literalmente. El compacto guerrero apenas puede dar crédito a sus ojos y debe forzarse para ver más allá.
Y eso que no me golpearon en la cabeza… nesner “dice entre murmullos”.
Una cosa esta clara, el chiquillo canino es más útil en cuatro patas que en dos. Se le monta encima a uno de los visitantes indeseados haciéndole una herida mortal con sus filosos dientes, menudo espectáculo.
Sin vacilar y aprovechando el intercambio lento de miradas entre ambos seres restantes, Kosir eleva su mandoble reclinándole hacia atrás una vez alcanzada la altura máxima. Lo que sigue después es un buen recordatorio de porque nunca se debe dar la espalda a un brumoso.
Sacando fuerzas de su interior, el chico arroja su arma la cual termina incrustada luego de varias vueltas sincrónicas en el torso del adulto hostil. La violencia es tal que el cuerpo da varios tumbos antes de caer sin vida.
Mal día para “dice a medida que regresa al suelo perdiendo la poca altura que logro instantes atrás” volver a la cueva jajaj… “un punzante dolor lo detiene y le hace escupir sangre”.
Pese a estar bastante herido, el muchacho aun muestra determinación. No caerá desmayado aunque su cuerpo lo pida a gritos, viene de una cultura donde la gente sigue caminando incluso con las piernas rotas.
¿Puedes volver a ser una persona?... comienzo a tener hambre y esa nueva forma tuya se ve apetitosa desde este lado “ríe con claro dolor”.
Los brumosos tienen un dicho, “todos los males se curan con comida”. Aunque poseen personajes medicinales muchos prefieren no recurrir a ellos y depender enteramente del alimento nutritivo complementado por grandes periodos de sueño… eso sin mencionar el hidromiel ritual.
“Kosir pega un largo trago de su cantimplora”.
Kosir
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Re: La falda de La Doncella [Libre][3/4]
El gruñido del lobo cesó al ver la pálida hoja ensangrentada brotar violenta y súbitamente del torso del hombre rociando con sangre la nieve a sus pies. Un par de breves estertores más tarde el humano cayó muerto junto a la figura agónica de su compañero.
Gwynn observó al pelirrojo acercándose cautamente. El joven guerrero no parecía perturbado por su apariencia y el cachorro se aproximó para olfatearle, lanzando un gruñido de juguetón enfado frente al comentario del mayor, aunque al recordar aquello sobre la prueba de adultez de su pueblo sacudió la cabeza fuertemente. ¿Acaso se comían los lobos que mataban también? La idea le revolvió el estómago.
El cachorro comenzó la transformación una vez más e instantes más tarde volvía a ser un niño. El dolor regresó como un látigo y el pequeño jadeó con dificultad.
"Es-espera, necesito mi ropa," dijo caminando hacia el interior de la cueva con un escalofrío.
Sus dedos recorrieron el arco de piedra en la pared por donde los dos hombres habían aparecido como por arte de magia y una suave brisa acarició la piel de su mano, guiándola hasta una ranura en la roca por donde el aire helado desaparecía. Sólo entonces comprendió cómo habían los guerreros aparecido... aquello era una puerta. El muchacho giró la cabeza como un resorte para mirar la tosca figura al costado, antigua roca tallada cubierta ahora por una gruesa capa de musgo. ¡La estatua! Aquella era la estatua de la que Kosir había hablado. El pequeño de llevó una mano a la cabeza. El pergamino... esto era lo que mostraba. Pero entonces...
El cachorro corrió hasta sus prendas y vistiéndose rápidamente volvió hasta el pelirrojo tan velozmente como el cansancio y sus heridas le permitían.
"Debemos... debemos irnos," dijo echando a andar asegurándose de que el humano le siguiese. La tormenta había disminuído en intensidad, pero la nieve continuaba acumulándose a sus pies. Intentar llegar al pueblo sería arriesgado. Potencialmente suicida en su condición actual.
Sus huellas habían desaparecido casi completamente pero el cachorro tenía experiencia y conocía los bosques mejor que nadie, por lo que tras un largo rato de marcha llegaron al fin a la cabaña junto al camino, y justo a tiempo pues Kosir tenía el semblante perdido de quien podría caer muerto en cualquier momento. El niño le ayudó a caminar los últimos pasos hasta la cama y el humano perdió la consciencia incluso antes de golpear el colchón.
Gwynn suspiró apesumbrado mientras errojaba un par de leños al fuego moribundo para calentar algo que comer. Tendrian que pasar allí la noche, pero mañana debían viajar al pueblo. No sólo para buscar tratamiento para el pelirrojo, sino también, más urgentemente, advirtirle del peligro que tenían a sus puertas.
Gwynn observó al pelirrojo acercándose cautamente. El joven guerrero no parecía perturbado por su apariencia y el cachorro se aproximó para olfatearle, lanzando un gruñido de juguetón enfado frente al comentario del mayor, aunque al recordar aquello sobre la prueba de adultez de su pueblo sacudió la cabeza fuertemente. ¿Acaso se comían los lobos que mataban también? La idea le revolvió el estómago.
El cachorro comenzó la transformación una vez más e instantes más tarde volvía a ser un niño. El dolor regresó como un látigo y el pequeño jadeó con dificultad.
"Es-espera, necesito mi ropa," dijo caminando hacia el interior de la cueva con un escalofrío.
Sus dedos recorrieron el arco de piedra en la pared por donde los dos hombres habían aparecido como por arte de magia y una suave brisa acarició la piel de su mano, guiándola hasta una ranura en la roca por donde el aire helado desaparecía. Sólo entonces comprendió cómo habían los guerreros aparecido... aquello era una puerta. El muchacho giró la cabeza como un resorte para mirar la tosca figura al costado, antigua roca tallada cubierta ahora por una gruesa capa de musgo. ¡La estatua! Aquella era la estatua de la que Kosir había hablado. El pequeño de llevó una mano a la cabeza. El pergamino... esto era lo que mostraba. Pero entonces...
El cachorro corrió hasta sus prendas y vistiéndose rápidamente volvió hasta el pelirrojo tan velozmente como el cansancio y sus heridas le permitían.
"Debemos... debemos irnos," dijo echando a andar asegurándose de que el humano le siguiese. La tormenta había disminuído en intensidad, pero la nieve continuaba acumulándose a sus pies. Intentar llegar al pueblo sería arriesgado. Potencialmente suicida en su condición actual.
Sus huellas habían desaparecido casi completamente pero el cachorro tenía experiencia y conocía los bosques mejor que nadie, por lo que tras un largo rato de marcha llegaron al fin a la cabaña junto al camino, y justo a tiempo pues Kosir tenía el semblante perdido de quien podría caer muerto en cualquier momento. El niño le ayudó a caminar los últimos pasos hasta la cama y el humano perdió la consciencia incluso antes de golpear el colchón.
Gwynn suspiró apesumbrado mientras errojaba un par de leños al fuego moribundo para calentar algo que comer. Tendrian que pasar allí la noche, pero mañana debían viajar al pueblo. No sólo para buscar tratamiento para el pelirrojo, sino también, más urgentemente, advirtirle del peligro que tenían a sus puertas.
Gwynn
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