Rutinas rotas +18 (Interpretativo - Libre)
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Re: Rutinas rotas +18 (Interpretativo - Libre)
Yo había pedido una historia, pero jamás imaginé que fuera así, cada palabra que el mago pronunciaba estaba cargada de sentimientos, aunque no lograba distinguir cuales eran, ya que pasaba de uno a otro a la velocidad que sus palabras fluían contando su historia y los horrores de su pasado. Jamás me había sentido una chica afortunada hasta ese momento, pese a no tener todo en la vida, y vivir apartada del mundo, ahora me sentía privilegiada.
La muerte de mis padres sin duda alguna había marcado mi vida, apenas los recordaba y aun así aquellos recuerdos eran felices y plenos, no podía siquiera imaginar sentir rechazo de su parte…¿Cómo sería no sentir amor? ¿Cómo sería no ser amado? Aquellas preguntas comenzaron a dar vueltas en mi cabeza mientras el relato avanzaba. Ahora entendía muchas cosas. Su comportamiento, su fanfarronería, todo era una coraza, una armadura de protección, y ahora se abría, mostrando su interior ante unas perfectas extrañas, eso no lo haría un “monstruo”.
Mi antipatía hacia el se fue diluyendo, de reojo miraba las reacciones de las mujeres que parecían estar en mí mismo estado, mi hermana que sin duda había mostrado interés por el parecía debatirse entre correr y tirarse en sus brazos, pero ya no era solo aquel evidente deseo que sus ojos reflejaban al ver al hombre, era algo mucho más profundo y silente que había despertado con sus recuerdos. Suspiré, imaginando todo lo que pasaba por su mente y por un momento tuve miedo, por primera vez sentía miedo de que mi hermana se fuera a seguir su vida, de que otro amor fuera más fuerte que el que sentíamos la una por la otra, porque solo éramos la una y la otra.
Ahora esa premisa estaba cambiando, de la nada ese sentimiento se expandía hacia nuevos horizontes, ella deseaba a aquel hombre, yo deseaba el mundo entero, no quería seguir segura en aquella burbuja solitaria lejos de los peligros, no quería esa seguridad, no quería más su protección, no quería mas ser el centro de su vida, no quería más vivir soñando, solo quería eso, únicamente quería vivir, con los riesgos que aquello implicara.
Si el mago había querido despertar miedo en mi se había equivocado, había despertado en mi el deseo de la aventura, tenía un impulso de levantarme y correr, correr lejos y no detenerme, de ir lo más lejos que mis pies me llevaran, dejar todo esto atrás y tener aventuras, conocer personas, experimentar y explotar mi magia, dejar de reprimirla.
Cuando el relato terminó los cinco nos quedamos envueltos en un silencio que parecía estar cargado de reacciones, pero parecía que nadie tenía el valor de hablar, hasta que Reivy lo rompió intentando hacer sentir al mago que no era tan monstruo como el mismo se describía. Lavey continuó, ambas hablaban de las formas de expresarse y que no siempre eran bien recibidas por el mundo, aquello lo entendía bien, jamás había tenido que comunicarme con más nadie que mi hermana, quizás algunas visitas esporádicas al pueblo, pero nada más allá, eso me hacía casi una ermitaña.
Miré a mi hermana, me sonrió pero solo era un gesto, no parecía para nada feliz, se puso de pie y se excusó para casi ir corriendo de vuelta a casa, cerrando la puerta tras de si, mi primer impulso fue seguirle, pero que iba a decirle, quizás necesitaba un momento a solas para poner en orden sus pensamientos, la conocía lo suficiente para imaginar el estado de ansiedad en que se encontraba, nunca había sido una chica fuerte, al contrario, siempre intentaba serlo por hacerme sentir segura, pero si alguien conocía la fragilidad de mi hermana era yo. Suspiré y bajé la cabeza abrumada.
Por un segundo sentí envidia de aquello que ella debía estar sintiendo, el amor era algo complejo que muchas veces había leído en libros, esas ganas locas de ver a alguien, de sentir que ese alguien siente lo mismo por ti, esa conexión única que te altere los sentidos, ese choque eléctrico que te hace sentir vivo, ese dolor ahogado por su ausencia, todo aquello era algo que todo ser debía sentir, al menos una vez en la vida y yo, lo deseaba más que nunca.
--No te tengo miedo…- dije girando la cabeza hacia aquel hombre que ahora veía de forma diferente – la vida no siempre es justa…--admití encogiéndome de hombros y regalándole una media sonrisa—pero siempre puedes empezar de nuevo Gerrit, o al menos intentarlo…aunque no sea fácil…-- en un gesto que sorprendió a todos, bese su mejilla—Ve con ella…-- le indiqué señalando la puerta.
--Vamos Lavey...- dije mientras le sonreía a mi nueva amiga-- se que puedes superar esa historia...-- sugerí intentando aligerar un poco el momento, antes de dar un nuevo mordisco a aquel trozo de queso que aun tenia en mi mano.
La muerte de mis padres sin duda alguna había marcado mi vida, apenas los recordaba y aun así aquellos recuerdos eran felices y plenos, no podía siquiera imaginar sentir rechazo de su parte…¿Cómo sería no sentir amor? ¿Cómo sería no ser amado? Aquellas preguntas comenzaron a dar vueltas en mi cabeza mientras el relato avanzaba. Ahora entendía muchas cosas. Su comportamiento, su fanfarronería, todo era una coraza, una armadura de protección, y ahora se abría, mostrando su interior ante unas perfectas extrañas, eso no lo haría un “monstruo”.
Mi antipatía hacia el se fue diluyendo, de reojo miraba las reacciones de las mujeres que parecían estar en mí mismo estado, mi hermana que sin duda había mostrado interés por el parecía debatirse entre correr y tirarse en sus brazos, pero ya no era solo aquel evidente deseo que sus ojos reflejaban al ver al hombre, era algo mucho más profundo y silente que había despertado con sus recuerdos. Suspiré, imaginando todo lo que pasaba por su mente y por un momento tuve miedo, por primera vez sentía miedo de que mi hermana se fuera a seguir su vida, de que otro amor fuera más fuerte que el que sentíamos la una por la otra, porque solo éramos la una y la otra.
Ahora esa premisa estaba cambiando, de la nada ese sentimiento se expandía hacia nuevos horizontes, ella deseaba a aquel hombre, yo deseaba el mundo entero, no quería seguir segura en aquella burbuja solitaria lejos de los peligros, no quería esa seguridad, no quería más su protección, no quería mas ser el centro de su vida, no quería más vivir soñando, solo quería eso, únicamente quería vivir, con los riesgos que aquello implicara.
Si el mago había querido despertar miedo en mi se había equivocado, había despertado en mi el deseo de la aventura, tenía un impulso de levantarme y correr, correr lejos y no detenerme, de ir lo más lejos que mis pies me llevaran, dejar todo esto atrás y tener aventuras, conocer personas, experimentar y explotar mi magia, dejar de reprimirla.
Cuando el relato terminó los cinco nos quedamos envueltos en un silencio que parecía estar cargado de reacciones, pero parecía que nadie tenía el valor de hablar, hasta que Reivy lo rompió intentando hacer sentir al mago que no era tan monstruo como el mismo se describía. Lavey continuó, ambas hablaban de las formas de expresarse y que no siempre eran bien recibidas por el mundo, aquello lo entendía bien, jamás había tenido que comunicarme con más nadie que mi hermana, quizás algunas visitas esporádicas al pueblo, pero nada más allá, eso me hacía casi una ermitaña.
Miré a mi hermana, me sonrió pero solo era un gesto, no parecía para nada feliz, se puso de pie y se excusó para casi ir corriendo de vuelta a casa, cerrando la puerta tras de si, mi primer impulso fue seguirle, pero que iba a decirle, quizás necesitaba un momento a solas para poner en orden sus pensamientos, la conocía lo suficiente para imaginar el estado de ansiedad en que se encontraba, nunca había sido una chica fuerte, al contrario, siempre intentaba serlo por hacerme sentir segura, pero si alguien conocía la fragilidad de mi hermana era yo. Suspiré y bajé la cabeza abrumada.
Por un segundo sentí envidia de aquello que ella debía estar sintiendo, el amor era algo complejo que muchas veces había leído en libros, esas ganas locas de ver a alguien, de sentir que ese alguien siente lo mismo por ti, esa conexión única que te altere los sentidos, ese choque eléctrico que te hace sentir vivo, ese dolor ahogado por su ausencia, todo aquello era algo que todo ser debía sentir, al menos una vez en la vida y yo, lo deseaba más que nunca.
--No te tengo miedo…- dije girando la cabeza hacia aquel hombre que ahora veía de forma diferente – la vida no siempre es justa…--admití encogiéndome de hombros y regalándole una media sonrisa—pero siempre puedes empezar de nuevo Gerrit, o al menos intentarlo…aunque no sea fácil…-- en un gesto que sorprendió a todos, bese su mejilla—Ve con ella…-- le indiqué señalando la puerta.
--Vamos Lavey...- dije mientras le sonreía a mi nueva amiga-- se que puedes superar esa historia...-- sugerí intentando aligerar un poco el momento, antes de dar un nuevo mordisco a aquel trozo de queso que aun tenia en mi mano.
Sol Neferet
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Re: Rutinas rotas +18 (Interpretativo - Libre)
Las chicas eran tan inocentes que rozaban la estupidez. Acababa de confesar haber orquestado las muertes más infames de toda Aerandir. Empezando por mi madre, cuyo único pecado fue concebirme, y terminando por Keira a quien había golpeado con martillos emocionales hasta romper sus ilusiones, su felicidad y su amor. Las chicas con un mínimo de sensatez, harían lo posible para escapar de un monstruo como yo. Cerrarían las puertas y fingirían no estar en casa por no invitarle a tomar un rico almuerzo de pan y queso. Las hermanas Neferet hicieron justo con lo contrario de lo debido. Entré a su hogar, dulce y querido hogar. Vi los puntos flacos del edificio: un techo podrido por la humedad y unos viejos muebles que podrían datar de tres generaciones anteriores a las hermanas. Un monstruo como yo era capaz de aprovecharse de las debilidades. Más y cuando, dos dragonas de dudosa calaña, tan desconocidas para las hermanas como yo lo era, confabulaban para crear una fortuita distracción de hollín y tinieblas.
Aaliz debió darse cuenta de cómo era y lo que pensaba hacer con ella en el momento en que la atrapé con mis brazos en medio de la humareda. Para su desgracia, no fue así. Se dejó hacer y jugó conmigo. Me mostró el secreto de la droga que guardaba en el bolsillo de su falda y, por un segundo, a punto de estuvo de derretir sus labios en los míos. Si no me hubiera seguido el juego ni envenado con las hierbas, no habría tenido que confesarle sus delitos. Aaliz huyó cuando ya era demasiado tarde para ella. Caminaba tambaleándose como si fuera un ciervo herido (los que mencionó Reivy en su comparación) o como una mujer que se encerraba en el cuarto de baño para llorar. En el contoneo de sus caderas leí la petición a que la siguiera. ¿Quería que hiciera con ella lo mismo que había hecho con Keira y todas las demás? ¿Qué me alimentase de su bondad, sus sueños y sus ilusiones como si fuera un vampiro emocional hasta convertirla en un cascarón vacío? ¿Cómo podía ser tan estúpida? Apreté los labios y ladeé un ligeramente la cabeza para aclararme las ideas. No entendía a esa mujer. Me daba la impresión de que era una adolescente en busca de experiencias acordes a sus íntimas fantasías; igual que Keira en el momento de conocerla.
Sonreí por lo bajo al escuchar hablar a las dragonas. Tenía más en común con la raza de Dundarak que con los brujos de Belltrexus. Los dragones eran una raza poderosa, sabia, juiciosa, desconfiada y, en son de la situación, también violenta. No como los brujos ordinarios que se encerraban en el estudio de los libros arcaicos y abrían las puertas de sus hogares a los desconocidos, de acuerdo a las normas de buenos modales de las islas Illidenses. Nadie me recriminó aquella vez que quemé un hospital en Dundarak; ni siquiera tuve que dar explicaciones, los dragones comprendieron por qué lo hice. Si alguno encontró el cuerpo de la doctora Tumerte en el desagradable estado en el que la dejé, seguramente habría girado la cabeza hacia el lado adverso y continuado con su camino. Idiotas. Si nadie presta atención a las muertes no accidentales de los médicos, nadie sanaría sus futuras heridas.
—Hablar es complicado. Rugir y agitar las alas sería más sencillo para mí— respondí haciendo un vago y fracasado esfuerzo por disimular mi risa.
No quería abandonar la mesa e ir tras Aaliz, no tan pronto. Un trapo de tela y me limpié las mugrosas babas de Lavey de la cara a la vez que formaba una corriente de aire caliente sobre mi cuerpo para apartar con más facilidad el hollín. Me tomé un tiempo para disfrutar de la comida y de la compañía. Quería escuchar más historias de los dragones. ¿Qué más hacían, aparte de rugir y mover las alas, para hacerse entender? Adecué la pregunta a mi situación personal: ¿Abrían las puertas de los cuartos de baños y lanzaban piezas de lencería a sus congéneres para ordenarles lo que querían hacer? ¿Se transformaban en dragón y engullían a quienes robaban sus martillos? Era muy posible que fuera así. Mientras, los otros dragones, instarían a que se cometiera el crimen y, en el momento dado, apartarían los ojos hacia el otro lado. Esa función que tomó Sol Neferet, la hermana de Aaliz. Ve con ella. Sol dio los argumentos con los que defender lo que pensaba hacer: no daba miedo y la vida no siempre era justa.
—Puedo empezar de cero — repetí en voz baja lo que dijo Sol — o al menos intentarlo — después que no digan que no lo advertí.
Caminé despacio hacia la entrada de la casa. De nuevo, me encontraba frente a una puerta cerrada; al otro lado me esperaba una chica que lamentaba sin motivos justificables, al menos para mí. Tuve la cortesía de llamar a la puerta con los nudillos. Una cortesía que Aaliz no tuvo a robar a Suuri. Eso estuvo mal, muy mal. Llamé un poco más fuerte, pero manteniendo la calma. Sabía que estaba justo detrás de la puerta. Podía escuchar su respiración e incluso creí escucharla hablar con alguien, aunque lo hacía tan flojo que no pude distinguir qué decía.
Abrí el cerrojo con telequinesis igual como hice todas aquellas veces con la puerta del baño de Keira y con la habitación de la joven del Hekshold (Eyre). Pasé al interior, Aaliz había desaparecido y con ella, mi martillo. Invoqué una corriente de aire para cerrar todas las cortinas de un soplido. Era mejor que Sol no viera lo que estaba por suceder. Las dragonas Reivy y Lavey, por cultura racial, estarían acostumbradas.
—¿Aaliz, dónde estás? — canturreé en voz baja — Sé que has cogido a Suuri sin permiso. — caminé lentamente — ¿No te habrás puesto celosa de ella? — me asomé a cada habitación buscando a la chica —Ya te dije que Suuri tiene consciencia propia. ¿No es así? He tenido que levantarme de madrugada durante muchas noches para darle de beber. Te lo dije desde el principio y quisiste mirar hacia otro lado — el comportamiento de un dragón — Te dije que debía de escucharla gritar por las noches — en la primera planta no estaba, subí las escaleras sin dejar de hablar — y debió de parecerte extraño pues los martillos no gritan. — encontré la habitación de Aaliz. Ella estaba tendida en la cama abrazada a Suuri — Las chicas sí — la última frase la dije en un tono de voz más alto para llamar su atención.
Arranqué con telequinesis a Suuri de las manos de Aaliz. Inundé el martillo de electricidad. El resplandor se podía entrever desde al otro lado de las cortinas. Me dirigí hacia Aaliz con la misma lentitud con la que había examinado las habitaciones de la primera planta.(1)
—¿Por qué me haces enfadar? Soy una buena persona. He contado la historia que tu hermana ha pedido y tú me lo agradeces echando a correr y robándome a Suuri. Sol se ha dado cuenta de lo mal que te has comportado y me ha pedido que vaya tras de ti. ¿Tendrá una segunda intención? — con la mano izquierda eché las sábanas al suelo — ¿O es que tan inocente que cree que te voy a perdonar así de buenas por faltarme el respeto? — suspiré con un marcado tono burlesco — Dime: ¿qué es lo que debo hacer contigo?
(Rugí y agité las alas).
Me puse encima de Aaliz. Dejé a Suuri clavada en el cabezal de la cama. Metí las manos en el interior de los bolsillos de la Aaliz aprovechando la situación para tocar sus caderas por encima de la tela. Saqué los pequeños fardos de la hierba que había utilizado minutos atrás para drogarme.
—¿Esto es lo que quieres? Pídelo, con total confianza — coloqué la hierba por debajo de la nariz — Solo tienes que decírmelo. Vamos, hazlo — apreté con más fuerza — ¡HAZLO!
Offrol: lo siento por la tardanza. He conseguido un buen trabajo que me quita bastante tiempo. Espero que la espera haya merecido la pena.No os enfadéis con Gerrit por ser tan Gerrit.
(1) Uso de la habilidad de nivel 0 de Gerrit
Aaliz debió darse cuenta de cómo era y lo que pensaba hacer con ella en el momento en que la atrapé con mis brazos en medio de la humareda. Para su desgracia, no fue así. Se dejó hacer y jugó conmigo. Me mostró el secreto de la droga que guardaba en el bolsillo de su falda y, por un segundo, a punto de estuvo de derretir sus labios en los míos. Si no me hubiera seguido el juego ni envenado con las hierbas, no habría tenido que confesarle sus delitos. Aaliz huyó cuando ya era demasiado tarde para ella. Caminaba tambaleándose como si fuera un ciervo herido (los que mencionó Reivy en su comparación) o como una mujer que se encerraba en el cuarto de baño para llorar. En el contoneo de sus caderas leí la petición a que la siguiera. ¿Quería que hiciera con ella lo mismo que había hecho con Keira y todas las demás? ¿Qué me alimentase de su bondad, sus sueños y sus ilusiones como si fuera un vampiro emocional hasta convertirla en un cascarón vacío? ¿Cómo podía ser tan estúpida? Apreté los labios y ladeé un ligeramente la cabeza para aclararme las ideas. No entendía a esa mujer. Me daba la impresión de que era una adolescente en busca de experiencias acordes a sus íntimas fantasías; igual que Keira en el momento de conocerla.
Sonreí por lo bajo al escuchar hablar a las dragonas. Tenía más en común con la raza de Dundarak que con los brujos de Belltrexus. Los dragones eran una raza poderosa, sabia, juiciosa, desconfiada y, en son de la situación, también violenta. No como los brujos ordinarios que se encerraban en el estudio de los libros arcaicos y abrían las puertas de sus hogares a los desconocidos, de acuerdo a las normas de buenos modales de las islas Illidenses. Nadie me recriminó aquella vez que quemé un hospital en Dundarak; ni siquiera tuve que dar explicaciones, los dragones comprendieron por qué lo hice. Si alguno encontró el cuerpo de la doctora Tumerte en el desagradable estado en el que la dejé, seguramente habría girado la cabeza hacia el lado adverso y continuado con su camino. Idiotas. Si nadie presta atención a las muertes no accidentales de los médicos, nadie sanaría sus futuras heridas.
—Hablar es complicado. Rugir y agitar las alas sería más sencillo para mí— respondí haciendo un vago y fracasado esfuerzo por disimular mi risa.
No quería abandonar la mesa e ir tras Aaliz, no tan pronto. Un trapo de tela y me limpié las mugrosas babas de Lavey de la cara a la vez que formaba una corriente de aire caliente sobre mi cuerpo para apartar con más facilidad el hollín. Me tomé un tiempo para disfrutar de la comida y de la compañía. Quería escuchar más historias de los dragones. ¿Qué más hacían, aparte de rugir y mover las alas, para hacerse entender? Adecué la pregunta a mi situación personal: ¿Abrían las puertas de los cuartos de baños y lanzaban piezas de lencería a sus congéneres para ordenarles lo que querían hacer? ¿Se transformaban en dragón y engullían a quienes robaban sus martillos? Era muy posible que fuera así. Mientras, los otros dragones, instarían a que se cometiera el crimen y, en el momento dado, apartarían los ojos hacia el otro lado. Esa función que tomó Sol Neferet, la hermana de Aaliz. Ve con ella. Sol dio los argumentos con los que defender lo que pensaba hacer: no daba miedo y la vida no siempre era justa.
—Puedo empezar de cero — repetí en voz baja lo que dijo Sol — o al menos intentarlo — después que no digan que no lo advertí.
Caminé despacio hacia la entrada de la casa. De nuevo, me encontraba frente a una puerta cerrada; al otro lado me esperaba una chica que lamentaba sin motivos justificables, al menos para mí. Tuve la cortesía de llamar a la puerta con los nudillos. Una cortesía que Aaliz no tuvo a robar a Suuri. Eso estuvo mal, muy mal. Llamé un poco más fuerte, pero manteniendo la calma. Sabía que estaba justo detrás de la puerta. Podía escuchar su respiración e incluso creí escucharla hablar con alguien, aunque lo hacía tan flojo que no pude distinguir qué decía.
Abrí el cerrojo con telequinesis igual como hice todas aquellas veces con la puerta del baño de Keira y con la habitación de la joven del Hekshold (Eyre). Pasé al interior, Aaliz había desaparecido y con ella, mi martillo. Invoqué una corriente de aire para cerrar todas las cortinas de un soplido. Era mejor que Sol no viera lo que estaba por suceder. Las dragonas Reivy y Lavey, por cultura racial, estarían acostumbradas.
—¿Aaliz, dónde estás? — canturreé en voz baja — Sé que has cogido a Suuri sin permiso. — caminé lentamente — ¿No te habrás puesto celosa de ella? — me asomé a cada habitación buscando a la chica —Ya te dije que Suuri tiene consciencia propia. ¿No es así? He tenido que levantarme de madrugada durante muchas noches para darle de beber. Te lo dije desde el principio y quisiste mirar hacia otro lado — el comportamiento de un dragón — Te dije que debía de escucharla gritar por las noches — en la primera planta no estaba, subí las escaleras sin dejar de hablar — y debió de parecerte extraño pues los martillos no gritan. — encontré la habitación de Aaliz. Ella estaba tendida en la cama abrazada a Suuri — Las chicas sí — la última frase la dije en un tono de voz más alto para llamar su atención.
Arranqué con telequinesis a Suuri de las manos de Aaliz. Inundé el martillo de electricidad. El resplandor se podía entrever desde al otro lado de las cortinas. Me dirigí hacia Aaliz con la misma lentitud con la que había examinado las habitaciones de la primera planta.(1)
—¿Por qué me haces enfadar? Soy una buena persona. He contado la historia que tu hermana ha pedido y tú me lo agradeces echando a correr y robándome a Suuri. Sol se ha dado cuenta de lo mal que te has comportado y me ha pedido que vaya tras de ti. ¿Tendrá una segunda intención? — con la mano izquierda eché las sábanas al suelo — ¿O es que tan inocente que cree que te voy a perdonar así de buenas por faltarme el respeto? — suspiré con un marcado tono burlesco — Dime: ¿qué es lo que debo hacer contigo?
(Rugí y agité las alas).
Me puse encima de Aaliz. Dejé a Suuri clavada en el cabezal de la cama. Metí las manos en el interior de los bolsillos de la Aaliz aprovechando la situación para tocar sus caderas por encima de la tela. Saqué los pequeños fardos de la hierba que había utilizado minutos atrás para drogarme.
—¿Esto es lo que quieres? Pídelo, con total confianza — coloqué la hierba por debajo de la nariz — Solo tienes que decírmelo. Vamos, hazlo — apreté con más fuerza — ¡HAZLO!
Offrol: lo siento por la tardanza. He conseguido un buen trabajo que me quita bastante tiempo. Espero que la espera haya merecido la pena.
(1) Uso de la habilidad de nivel 0 de Gerrit
Gerrit Nephgerd
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Re: Rutinas rotas +18 (Interpretativo - Libre)
Aaliz se metió en la casa con una excusa barata, el martillo de Gerrit le seguía de cerca ¿Para que lo quería? era ella la que no dejaba entrar armas a la casa. Al poco el dueño del arma se levantó siguiendo los pasos de la hermana mayor.
-Algo me dice que no quieren escuchar la historia. -Las intenciones de la bruja estaban claras desde el principio, al brujo parecía gustarle el juego del conejo herido y yo no iba a ser la tercera en discordia. -Yo os puedo contar la vez que...
-No, no, no. Me la a pedido a mi, tu come y calla. -Me había quedado con la boca medio abierta y miraba a mi hija con cara de circunstancia, quise levantar el dedo para decir algo más, pero antes de poder hacerlo Lavey me puso un trozo de queso en la boca. -Era una mañana fría, estaba sola en la tienda cuando...
-Nunca te e dejado sola en la carpintería. -La rubia me miró con cara asesina y yo solo sonreí con diversión. -Eres un peligro ahí dentro sabes que...
-PORQUE ESTABA SOLA. -Lavey me dio un pisotón antes de bajar la voz. -...Eres una agua fiestas. -Suspiro antes de darle un trago al vaso. -Bien, era una mañana fría estábamos buscando un preso fugado y no había forma de encontrarlo. Llegamos a un puerto y mientras Reivy se encontraba con una vieja amiga yo conseguí rastrear un marinero tuerto que no paraba de fanfarronear sobre la recompensa del mismo preso que nosotras buscamos. -Lavey se puso de pie sacó una flecha del carcaj y apunto a Sol. -Le puse una flecha en la oreja. -Exclamo orgullosa señalando su propia oreja con el proyectil. -Y le dije: "Tienes 3 segundos para contarme todo lo que sepas." El hombre comenzó a temblar como un flan y a llorar llamando a su madre, no tuve más remedio que darle una bofetada para se calmara. -La lagartija junto las manos haciendo el sonido que aquel sujeto recibió. -Plas, plas. Te voy ahorrar los detalles sangrientos, Sol. La cuestión es que al final me dijo que el tipo al que buscábamos estaba en mar abierto...
Miraba a mi hija con el mentón apoyado en la mano, mientras se deleitaba en relatar el vuelo por el mar yo pensaba en la gran capacidad de inventiva que la pequeña tenia ¿De donde sacó todo eso? La parte de buscar al reo era cierta, igual que el trayecto por mar abierto, pero todo lo demás... Me reí por dentro y seguí escuchando el relato.
-Yo volaba por encima de mama justo delante del sol, para que los malos no me vieran llegar. Cuando vimos el barco los piratas comenzaron a lanzar arpones, Centella lanzó rayos por los cuernos. -Vey se puso las manos en la cabeza las movía hacia arriba a la vez que las abría y cerraba. -Fush, fush. La amiga de mama se calló al agua, mama se enfadó mucho y se puso encima del barco. Yo quería bajar y quemarlo todo pero ella no me dejó, justo cuando Reivy estaba a punto de mandar a todo el mundo por los aires su amiga salio del agua. No podía oír lo que pasaba pero Centella volvió a su forma humana y luego se tiraron al agua. Como era una misión muy importante me quede en mi sitio, esperando la señal para sorprenderles y achicharrarlos. Pero mama tardaba mucho así que bajé para ver que pasaba, entonces me vieron. El capitán grito: "¿Parad tarugos?" pero me tenían mucho miedo y uno de los piratas disparo el arpón ¡Swach! -Lavey pasó la flecha a la altura de la pierna donde ahora tenia una cicatriz. -Quise esquivarlo, pero aun así me dio. Lo siguiente que recuerdo es despertar en una sala con mi madre al lado y unas cosas que me daban sangre.
-Lo que pasó fue que casi te mueres desangrada. Si Sauron y yo llegamos a salir 5 minutos más tarde del agua ahora no estarías aquí y habría un barco hundido en medio de ninguna parte.
Mientras que yo miraba con preocupación a las chicas al recordar aquella noche Lavey sonreía despreocupada y se señalaba la pierna con el tamaño de la herida que le hicieron.
-Algo me dice que no quieren escuchar la historia. -Las intenciones de la bruja estaban claras desde el principio, al brujo parecía gustarle el juego del conejo herido y yo no iba a ser la tercera en discordia. -Yo os puedo contar la vez que...
-No, no, no. Me la a pedido a mi, tu come y calla. -Me había quedado con la boca medio abierta y miraba a mi hija con cara de circunstancia, quise levantar el dedo para decir algo más, pero antes de poder hacerlo Lavey me puso un trozo de queso en la boca. -Era una mañana fría, estaba sola en la tienda cuando...
-Nunca te e dejado sola en la carpintería. -La rubia me miró con cara asesina y yo solo sonreí con diversión. -Eres un peligro ahí dentro sabes que...
-PORQUE ESTABA SOLA. -Lavey me dio un pisotón antes de bajar la voz. -...Eres una agua fiestas. -Suspiro antes de darle un trago al vaso. -Bien, era una mañana fría estábamos buscando un preso fugado y no había forma de encontrarlo. Llegamos a un puerto y mientras Reivy se encontraba con una vieja amiga yo conseguí rastrear un marinero tuerto que no paraba de fanfarronear sobre la recompensa del mismo preso que nosotras buscamos. -Lavey se puso de pie sacó una flecha del carcaj y apunto a Sol. -Le puse una flecha en la oreja. -Exclamo orgullosa señalando su propia oreja con el proyectil. -Y le dije: "Tienes 3 segundos para contarme todo lo que sepas." El hombre comenzó a temblar como un flan y a llorar llamando a su madre, no tuve más remedio que darle una bofetada para se calmara. -La lagartija junto las manos haciendo el sonido que aquel sujeto recibió. -Plas, plas. Te voy ahorrar los detalles sangrientos, Sol. La cuestión es que al final me dijo que el tipo al que buscábamos estaba en mar abierto...
Miraba a mi hija con el mentón apoyado en la mano, mientras se deleitaba en relatar el vuelo por el mar yo pensaba en la gran capacidad de inventiva que la pequeña tenia ¿De donde sacó todo eso? La parte de buscar al reo era cierta, igual que el trayecto por mar abierto, pero todo lo demás... Me reí por dentro y seguí escuchando el relato.
-Yo volaba por encima de mama justo delante del sol, para que los malos no me vieran llegar. Cuando vimos el barco los piratas comenzaron a lanzar arpones, Centella lanzó rayos por los cuernos. -Vey se puso las manos en la cabeza las movía hacia arriba a la vez que las abría y cerraba. -Fush, fush. La amiga de mama se calló al agua, mama se enfadó mucho y se puso encima del barco. Yo quería bajar y quemarlo todo pero ella no me dejó, justo cuando Reivy estaba a punto de mandar a todo el mundo por los aires su amiga salio del agua. No podía oír lo que pasaba pero Centella volvió a su forma humana y luego se tiraron al agua. Como era una misión muy importante me quede en mi sitio, esperando la señal para sorprenderles y achicharrarlos. Pero mama tardaba mucho así que bajé para ver que pasaba, entonces me vieron. El capitán grito: "¿Parad tarugos?" pero me tenían mucho miedo y uno de los piratas disparo el arpón ¡Swach! -Lavey pasó la flecha a la altura de la pierna donde ahora tenia una cicatriz. -Quise esquivarlo, pero aun así me dio. Lo siguiente que recuerdo es despertar en una sala con mi madre al lado y unas cosas que me daban sangre.
-Lo que pasó fue que casi te mueres desangrada. Si Sauron y yo llegamos a salir 5 minutos más tarde del agua ahora no estarías aquí y habría un barco hundido en medio de ninguna parte.
Mientras que yo miraba con preocupación a las chicas al recordar aquella noche Lavey sonreía despreocupada y se señalaba la pierna con el tamaño de la herida que le hicieron.
Reivy Abadder
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Re: Rutinas rotas +18 (Interpretativo - Libre)
Esperar que el truco de llevarme su martillo funcionara, resultaba ansioso, dependiente y me tenía con el corazón en la boca. Demoró apenas unos minutos, sin embargo, mis piernas multiplicaron los minutos por diez al menos, y cuando lo sentí invadir mi intimidad, un millar de hormigas me recorrieron entera, parecían, eso sí, centrar su caminata en puntos específicos. Algunos “centro de reunión” de estas hormigas cosquilleantes incluso eran desconocidos para mí. Lo vi entero. Volví a sentir el agua llamando al agua y me quedé estática mientras le oía.
Gerrit y yo saldríamos de la vida del otro justo en el primer día de vernos. Uno saldría sin vida —y según lo descrito por él mismo, era yo— o ambos seguiríamos respirando, sin embargo, no estaríamos en el mapa del otro. Él por esa costumbre de no volverse sobre sus pasos que logré adivinar de su relato, y en mi caso, por no volver a sentirme prisionera de esa cadena de agua que buscaba con desesperación atarse a cualquier líquido que tuviera en su existencia. Debía proteger a Sol, y si eso lo lograba huyendo, lo haría sin ningún problema.
No había sentido eso años atrás, con aquel forastero con el que me miraba a escondidas. Era divertido esperar la oscuridad para escabullirme al acantilado y verlo, sin embargo, en el momento exacto de la verdad, me había acobardado y decidí quedarme entre mis amadas hojas.
— ¿Celosa de un perro martillo? —murmuré incapaz de cruzar mis ojos con los suyos y encogiendo los hombros cuando sentí al arma apartarse de mí.
Ella sí que obtuvo mi atención, pronto, su dueño hizo gala una vez más del dominio sobre su elemento. Cerré los ojos viendo como con un solo golpe, semejante espesor de hierro podría hacer mi cráneo añicos, ¿por qué tendría que usarlo con electricidad? Era de los que torturaba antes de matar, eso había quedado un poco claro. Que perturbador y disasociado era el hombre que tanto me fascinaba. Aún ciega, respiré hondo entretanto le oí caminar en la habitación.
No pude prever que él deshiciera la cama, tampoco quise evitarlo, y cuando, segundos después su cuerpo cubrí el mío, me sentí enana. Diminuta. Su voz parecía bañarme como si estuviéramos debajo de alguna cascada que yo, a pesar de mis poderes, no lograba controlar. Sus palabras, eran como el ruido del agua golpeando contra la superficie de algún laguna.
— Para perdonarme, tendría primero yo que solicitarlo —susurré notando que apenas tenía aire para pronunciar palabra, abrí los ojos para toparme con los suyos.
Temblé. No de miedo. Quizá esa fuera una de las últimas cosas que me generaba Gerrit, era fragilidad… y esa sensación de no ser dueña de mis acciones. Pensé que al tenerlo cerca daría un paso atrás, o que al menos lo intentaría. Era demasiado lo que tenía que perder, no como bruja, ni cómo hermana, sino como mujer. Sin embargo, estaba resultando más temeraria de lo que me sabía. Sus manos sobre mis caderas, cubiertas únicamente por el vestido me tenían el corazón como un colibrí batiendo las alas sobre una flor. Tragué saliva mientras mis ojos eran incapaces de romper el contacto con los suyos, y cuando puso un poco de hierba bajo mis fosas nasales, sin quererlo, emití algo como un ligero gemido interrumpido por mi lengua que suavemente relamió mis labios. ¿Se podía morir tan voluntariamente? ¿Caminar hacia una pira encendida completamente consciente de cada paso?
Mi espalda arqueándose a él parecía responderme que sí. Por muchas hierbas que él presionara sobre mí, no lograría nada malo, estaba demasiado inmune con tantas prácticas en el mortero. A lo mejor, y si continuaba por ese camino, la dormía un rato. Y eso sí quería evitarlo, por masoquista que sonase, quería tener clara imagen de cualquier cosa que sucediera en esa habitación, aunque fuera quizá una última vez. Y si, me era raro pidiendo algo así. Según lo escuchado afuera, Gerrit pronto haría lo que quisiera conmigo…pero no contra mi voluntad. Y quizá era algo que lo retendría.
— No, no quiero la droga —dije despacio. “Quiero eso”, pensé recordando sus manos presionando mis caderas aprovechando los bolsillos.
Volví a tragar saliva justo antes de mover mi cabeza lo suficiente para morder con cierta suavidad los dedos que presionaban la hierba contra mi piel. Sonreí cuando entendí que tenía algo de su atención e hice lo mismo, mordiéndole el labio inferior un poco más fuerte. Hasta lograr sentir el sabor de Gerrit mezclarse con algo del acónito.
— ¿Me vas a decir que soy la primera que se porta mal? —me reí moviéndome bajo su cuerpo, pero sin intentar zafar— no le quites a Suuri el placer de usar mi voz para sus gritos nocturnos.
Me volví a sentir loca, pues ahora sí que entendía lo que contaba Gerrit en la reunión, y lo que hacía con el martillo ese. Y aún así, estaba muy dispuesta a todo, cómo jamás lo había estado. Era consciente que quizá no saldría viva de aquella cama, y que dejaría sola a mi hermana para ponerla en la lista de este hombre, y aún con todo eso, mis labios lograban sonreír imaginando cosas a las que había rehuído siempre. El hombre no me asustaba. El sentimiento que lograba en mí, sí. Sabía que al terminar, viva o muerta, se alejaría del Acantilado sin mirar atrás física o espiritualmente.
Intenté ignorar a Gerrit, guiarme únicamente de mi respiración. No pude. En mi cabeza, oía su voz, sus palabras golpeando en mi laguna, haciéndome cómplice de su próximo delito.
— Eres una buena persona, sólo tengo que pedirlo —repetí como si fuera una oración—, hazlo.
Gerrit y yo saldríamos de la vida del otro justo en el primer día de vernos. Uno saldría sin vida —y según lo descrito por él mismo, era yo— o ambos seguiríamos respirando, sin embargo, no estaríamos en el mapa del otro. Él por esa costumbre de no volverse sobre sus pasos que logré adivinar de su relato, y en mi caso, por no volver a sentirme prisionera de esa cadena de agua que buscaba con desesperación atarse a cualquier líquido que tuviera en su existencia. Debía proteger a Sol, y si eso lo lograba huyendo, lo haría sin ningún problema.
No había sentido eso años atrás, con aquel forastero con el que me miraba a escondidas. Era divertido esperar la oscuridad para escabullirme al acantilado y verlo, sin embargo, en el momento exacto de la verdad, me había acobardado y decidí quedarme entre mis amadas hojas.
— ¿Celosa de un perro martillo? —murmuré incapaz de cruzar mis ojos con los suyos y encogiendo los hombros cuando sentí al arma apartarse de mí.
Ella sí que obtuvo mi atención, pronto, su dueño hizo gala una vez más del dominio sobre su elemento. Cerré los ojos viendo como con un solo golpe, semejante espesor de hierro podría hacer mi cráneo añicos, ¿por qué tendría que usarlo con electricidad? Era de los que torturaba antes de matar, eso había quedado un poco claro. Que perturbador y disasociado era el hombre que tanto me fascinaba. Aún ciega, respiré hondo entretanto le oí caminar en la habitación.
No pude prever que él deshiciera la cama, tampoco quise evitarlo, y cuando, segundos después su cuerpo cubrí el mío, me sentí enana. Diminuta. Su voz parecía bañarme como si estuviéramos debajo de alguna cascada que yo, a pesar de mis poderes, no lograba controlar. Sus palabras, eran como el ruido del agua golpeando contra la superficie de algún laguna.
— Para perdonarme, tendría primero yo que solicitarlo —susurré notando que apenas tenía aire para pronunciar palabra, abrí los ojos para toparme con los suyos.
Temblé. No de miedo. Quizá esa fuera una de las últimas cosas que me generaba Gerrit, era fragilidad… y esa sensación de no ser dueña de mis acciones. Pensé que al tenerlo cerca daría un paso atrás, o que al menos lo intentaría. Era demasiado lo que tenía que perder, no como bruja, ni cómo hermana, sino como mujer. Sin embargo, estaba resultando más temeraria de lo que me sabía. Sus manos sobre mis caderas, cubiertas únicamente por el vestido me tenían el corazón como un colibrí batiendo las alas sobre una flor. Tragué saliva mientras mis ojos eran incapaces de romper el contacto con los suyos, y cuando puso un poco de hierba bajo mis fosas nasales, sin quererlo, emití algo como un ligero gemido interrumpido por mi lengua que suavemente relamió mis labios. ¿Se podía morir tan voluntariamente? ¿Caminar hacia una pira encendida completamente consciente de cada paso?
Mi espalda arqueándose a él parecía responderme que sí. Por muchas hierbas que él presionara sobre mí, no lograría nada malo, estaba demasiado inmune con tantas prácticas en el mortero. A lo mejor, y si continuaba por ese camino, la dormía un rato. Y eso sí quería evitarlo, por masoquista que sonase, quería tener clara imagen de cualquier cosa que sucediera en esa habitación, aunque fuera quizá una última vez. Y si, me era raro pidiendo algo así. Según lo escuchado afuera, Gerrit pronto haría lo que quisiera conmigo…pero no contra mi voluntad. Y quizá era algo que lo retendría.
— No, no quiero la droga —dije despacio. “Quiero eso”, pensé recordando sus manos presionando mis caderas aprovechando los bolsillos.
Volví a tragar saliva justo antes de mover mi cabeza lo suficiente para morder con cierta suavidad los dedos que presionaban la hierba contra mi piel. Sonreí cuando entendí que tenía algo de su atención e hice lo mismo, mordiéndole el labio inferior un poco más fuerte. Hasta lograr sentir el sabor de Gerrit mezclarse con algo del acónito.
— ¿Me vas a decir que soy la primera que se porta mal? —me reí moviéndome bajo su cuerpo, pero sin intentar zafar— no le quites a Suuri el placer de usar mi voz para sus gritos nocturnos.
Me volví a sentir loca, pues ahora sí que entendía lo que contaba Gerrit en la reunión, y lo que hacía con el martillo ese. Y aún así, estaba muy dispuesta a todo, cómo jamás lo había estado. Era consciente que quizá no saldría viva de aquella cama, y que dejaría sola a mi hermana para ponerla en la lista de este hombre, y aún con todo eso, mis labios lograban sonreír imaginando cosas a las que había rehuído siempre. El hombre no me asustaba. El sentimiento que lograba en mí, sí. Sabía que al terminar, viva o muerta, se alejaría del Acantilado sin mirar atrás física o espiritualmente.
Intenté ignorar a Gerrit, guiarme únicamente de mi respiración. No pude. En mi cabeza, oía su voz, sus palabras golpeando en mi laguna, haciéndome cómplice de su próximo delito.
— Eres una buena persona, sólo tengo que pedirlo —repetí como si fuera una oración—, hazlo.
Aaliz Neferet
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Re: Rutinas rotas +18 (Interpretativo - Libre)
Gerrit, se perdió tras los pasos de mi hermana después de habérselo sugerido, no era algo que me sorprendía por ninguno de los, dos, desde el primer momento que se habían visto había notado aquel brillo en los ojos de mi hermana, quizás fuera una chica sin experiencia amorosa, pero los libros describían mas cosas de las que mi hermana incluso hubiera podido explicarme. seguí al hombre con la mirada hasta que se perdió tras la puerta de la casa.
Dejé de prestarle atención cuando mi nueva mejor amiga comenzó a contarme aquel relato de sus aventuras, su madre intentaba intervenir, pero simplemente la rubia no la dejaba, aquello me provoco una perfecta empatía con ella, dándome cuenta que eramos bastante parecidas, no solo en edades, si no también en actitudes, ambas eramos de carácter fuerte , escuche su relato con atención, mientras mi mente viajaba a aquellos paisajes que describía.
Era fascinante de solo pensarlos, casi podía sentir el viento en mi rostro mientras describía sus vuelos y hazañas en medio de aquel mar infinito. Me señalo la cicatriz que surcaba su pierna y me estremecí, mientras su madre decía que había estado a punto de morir, Lavey parecía no recordar esa parte de la historia ya que sonreía.
-- Oh por todos los dioses -- dije preocupada, pero a la vez feliz de verla aquí sana y salva tras aquella aventura --Me alegro que ahora estés bien...-- admití sonriendole abiertamente-- De solo imaginarme la sensación de volar se me pone la piel de gallina-- comenté mirando hacia el cielo antes de dar un sorbo a mi vaso. -- Yo lo mas lejos que he ido es al pueblo, mi hermana no me deja ir mas allá, dice que es peligroso...-- dije con fastidio.
Bufé mientras dejaba el plato de lado aun con un trozo de pan sin terminar. Antes de atreverme a hablar de nuevo ante la atenta mirada de Lavey y su madre que la miraba divertida interactuando conmigo de aquella manera tan natural y con aquella frescura que comenzaba a adorar.
--Quisiera poder irme de aquí....-- dije pensando en voz alta mientras me dejaba caer de espaldas en el césped mirando al cielo, por donde a lo lejos un halcón planeaba libre. Suspiré sintiendo envidia de aquella ave, que podía ir y venir a placer. Lo se mi pensamiento era ingrato, mi hermana había hecho todo lo posible por educarme y mantenerme a salvo de todo peligro, pero estaba incluso manteniendome a salvo de vivir. Por un momento desee no ser yo, no haber nacido en aquella casa, en aquella familia, pero era yo, y no podía mas que intentar cambiar mi destino.
--Tengo tanta envidia...-- dije volviendo a sentarme para poder mirar a los ojos a Lavey que eran del color del cielo, aquel que tanto anhelaba --Quisiera tener tu habilidad, convertirme en un dragón y volar lejos, tan lejos como me dieran las alas sin mirar atrás- Admití tras un nuevo suspiro.-- Se que este mundo no es para mi, esta soledad, esta paz, es demasiado, quiero una vida llena de gente, de aventuras, vivir, viajar, conocer el mundo...aunque eso implique peligros e inseguridades.
El par de mujeres me miraban en silencio, probablemente cuestionándose el por que estaba tan inconforme con mi vida tranquila, pero que iban a saber ellas de vivir encerrada entre cuatro paredes cuando su único limite era el mismo cielo.
Dejé de prestarle atención cuando mi nueva mejor amiga comenzó a contarme aquel relato de sus aventuras, su madre intentaba intervenir, pero simplemente la rubia no la dejaba, aquello me provoco una perfecta empatía con ella, dándome cuenta que eramos bastante parecidas, no solo en edades, si no también en actitudes, ambas eramos de carácter fuerte , escuche su relato con atención, mientras mi mente viajaba a aquellos paisajes que describía.
Era fascinante de solo pensarlos, casi podía sentir el viento en mi rostro mientras describía sus vuelos y hazañas en medio de aquel mar infinito. Me señalo la cicatriz que surcaba su pierna y me estremecí, mientras su madre decía que había estado a punto de morir, Lavey parecía no recordar esa parte de la historia ya que sonreía.
-- Oh por todos los dioses -- dije preocupada, pero a la vez feliz de verla aquí sana y salva tras aquella aventura --Me alegro que ahora estés bien...-- admití sonriendole abiertamente-- De solo imaginarme la sensación de volar se me pone la piel de gallina-- comenté mirando hacia el cielo antes de dar un sorbo a mi vaso. -- Yo lo mas lejos que he ido es al pueblo, mi hermana no me deja ir mas allá, dice que es peligroso...-- dije con fastidio.
Bufé mientras dejaba el plato de lado aun con un trozo de pan sin terminar. Antes de atreverme a hablar de nuevo ante la atenta mirada de Lavey y su madre que la miraba divertida interactuando conmigo de aquella manera tan natural y con aquella frescura que comenzaba a adorar.
--Quisiera poder irme de aquí....-- dije pensando en voz alta mientras me dejaba caer de espaldas en el césped mirando al cielo, por donde a lo lejos un halcón planeaba libre. Suspiré sintiendo envidia de aquella ave, que podía ir y venir a placer. Lo se mi pensamiento era ingrato, mi hermana había hecho todo lo posible por educarme y mantenerme a salvo de todo peligro, pero estaba incluso manteniendome a salvo de vivir. Por un momento desee no ser yo, no haber nacido en aquella casa, en aquella familia, pero era yo, y no podía mas que intentar cambiar mi destino.
--Tengo tanta envidia...-- dije volviendo a sentarme para poder mirar a los ojos a Lavey que eran del color del cielo, aquel que tanto anhelaba --Quisiera tener tu habilidad, convertirme en un dragón y volar lejos, tan lejos como me dieran las alas sin mirar atrás- Admití tras un nuevo suspiro.-- Se que este mundo no es para mi, esta soledad, esta paz, es demasiado, quiero una vida llena de gente, de aventuras, vivir, viajar, conocer el mundo...aunque eso implique peligros e inseguridades.
El par de mujeres me miraban en silencio, probablemente cuestionándose el por que estaba tan inconforme con mi vida tranquila, pero que iban a saber ellas de vivir encerrada entre cuatro paredes cuando su único limite era el mismo cielo.
Sol Neferet
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Re: Rutinas rotas +18 (Interpretativo - Libre)
Prefería no escuchar los gritos Aaliz, era más divertido imaginarme lo qué decía. En mi cabeza, su voz se entremezclaba con la de Keira. Adelante, hazlo. Hasta el fondo. Pedían ambas, casi lo suplicaban como si fuera una necesidad vital. Aaliz había estado tonteando conmigo durante toda la mañana. Al igual que Keira al conocerla. Aaliz debería aprender de ella, no seguir su mismo mal ejemplo. Keira lamentaba el día que derribé la muralla de almohadones que separaba nuestra cama en dos mitades y me puse encima de ella. ¿Estás preparada? Le pregunté por compromiso. Me respondió que sí, si hubiera dicho lo contrario el resultado final no habría cambiado. Adelante y hasta el fondo. Se mordió el labio inferior para ahogar el dolor que le causaba. Acaricié su cabello con una mano, sonreí y la consolé. Era normal que doliese la primera vez, luego mejora. Fue una buena noche, repetimos al despertar, antes del desayuno. Keira se contagió de mi fogosidad. Se acercó más a mí y me permitió conocer una parte de ella que no mostró a nadie. La máscara estoica que llevaba puesta se le caía cada vez que me ponía encima de ella descubriendo así a la niña débil e insegura que realmente era. Esa chica era la que a mí me gustaba. La irritaba en público para hacerla sentir incómoda e insegura. Los conflictos se arreglaban al volver a la cama. Keira no intentó explicar cómo la hacía sentir, no conocía las palabras y era demasiado orgullosa para confesar sentirse mal por mi culpa. Giraba la cabeza en gesto de indignación y fingía ignorarme. Entonces, ponía una mano en su hombro y obligaba a que me mirase. La besaba en la nariz y en la comisura de los labios. Hazlo, una vez más. Hasta el fondo. Hazlo mañana también. Hazlo y no pares nunca de hacerlo.
Puse mi mano en la cabeza de Aaliz y acaricié su cabello de la misma manera que acariciaba el de Keira. Sonreí. Me repetí mentalmente la frase que le dije a Keira, pero con una ligera variación: duele al principio y empeora después. No tenía intención de que Aaliz disfrutase, ni física ni mentalmente. Quería darle lo que había estado pidiendo. Convertir el capricho que tenía conmigo en una malsana obsesión que la devorase por dentro. Cuando quisiera escapar de mí encerrándose al interior del cuarto de baño, sería demasiado tarde. Estaría al otro lado de la puerta, preparado para echarla abajo. Tendría una pieza de lencería en una mano y a Suuri en la otra. Le daría a elegir: una o la otra. Keira solía negar lentamente con la cabeza. Sus dientes castañeaban de auténtico pavor. Se abrazaba a un cubo de agua y lo interponía ante mí como si fuera una especie de reliquia sagrada.
—Me alegra tenerte como vecina. — dije con un notado sarcasmo. Levanté la falda de Aaliz con la misma mano en la que había estado acariciando. — Tú sí que me entiendes. Sabes lo frustrante que es advertir de lo que soy y, aun así, ser ignorado. No soy una mala persona. Solo quiero a alguien a mi lado que me mire con deseo y me abra las puertas de su casa cuando necesite apoyo— deslicé la punta de dos dedos de la mano por su muslo. Los descendí por sus curvas como si estuviera pidiendo permiso para entrar. —¿Lo entiendes? Sí, lo entiendes muy bien. Por eso me has llevado hasta aquí: para que estemos los dos solos. Por eso me has hecho enfadar: para mostrarte lo cruel que puede llegar a ser.
Noté que estaba clavando los pulgares en su piel; no había dado cuenta hasta entonces. Cuando aparté la mano, dejé dos cardenales, pequeños como dos judías, en su blanca piel. No quería hacerla daño, solo asegurarme de la respuesta fuera que sí y no me obligase a coger a Suuri.
—Al principio duele.
Y por cada vez que me abriese la puerta de su casa y me invitase a pasar, le dolería un poco más. Cuando descubriese que la había utilizado para que me repitiese una vez las frases de consolación que sabía que eran mentira (eres una buena persona), sería demasiado tarde para ella. Podría entrar a su casa sin permiso y derribar la puerta del cuarto en el que estuviera encerrada. ¿Lencería o Suuri? Keira pasó semanas con un ojo morado, piénsatelo bien. Aaliz acabaría odiándome tanto como yo me odiaba y creería necesitarme tanto como Keira lo hacía.
—¿Crees que nos escucharán? — sonreí socarronamente — Espero que sí. Así sabrán que lo que dije en la mesa era cierto. — la besé en la boca.
Lo hice y hasta el fondo. Al principio duele y luego empeora.
Puse mi mano en la cabeza de Aaliz y acaricié su cabello de la misma manera que acariciaba el de Keira. Sonreí. Me repetí mentalmente la frase que le dije a Keira, pero con una ligera variación: duele al principio y empeora después. No tenía intención de que Aaliz disfrutase, ni física ni mentalmente. Quería darle lo que había estado pidiendo. Convertir el capricho que tenía conmigo en una malsana obsesión que la devorase por dentro. Cuando quisiera escapar de mí encerrándose al interior del cuarto de baño, sería demasiado tarde. Estaría al otro lado de la puerta, preparado para echarla abajo. Tendría una pieza de lencería en una mano y a Suuri en la otra. Le daría a elegir: una o la otra. Keira solía negar lentamente con la cabeza. Sus dientes castañeaban de auténtico pavor. Se abrazaba a un cubo de agua y lo interponía ante mí como si fuera una especie de reliquia sagrada.
—Me alegra tenerte como vecina. — dije con un notado sarcasmo. Levanté la falda de Aaliz con la misma mano en la que había estado acariciando. — Tú sí que me entiendes. Sabes lo frustrante que es advertir de lo que soy y, aun así, ser ignorado. No soy una mala persona. Solo quiero a alguien a mi lado que me mire con deseo y me abra las puertas de su casa cuando necesite apoyo— deslicé la punta de dos dedos de la mano por su muslo. Los descendí por sus curvas como si estuviera pidiendo permiso para entrar. —¿Lo entiendes? Sí, lo entiendes muy bien. Por eso me has llevado hasta aquí: para que estemos los dos solos. Por eso me has hecho enfadar: para mostrarte lo cruel que puede llegar a ser.
Noté que estaba clavando los pulgares en su piel; no había dado cuenta hasta entonces. Cuando aparté la mano, dejé dos cardenales, pequeños como dos judías, en su blanca piel. No quería hacerla daño, solo asegurarme de la respuesta fuera que sí y no me obligase a coger a Suuri.
—Al principio duele.
Y por cada vez que me abriese la puerta de su casa y me invitase a pasar, le dolería un poco más. Cuando descubriese que la había utilizado para que me repitiese una vez las frases de consolación que sabía que eran mentira (eres una buena persona), sería demasiado tarde para ella. Podría entrar a su casa sin permiso y derribar la puerta del cuarto en el que estuviera encerrada. ¿Lencería o Suuri? Keira pasó semanas con un ojo morado, piénsatelo bien. Aaliz acabaría odiándome tanto como yo me odiaba y creería necesitarme tanto como Keira lo hacía.
—¿Crees que nos escucharán? — sonreí socarronamente — Espero que sí. Así sabrán que lo que dije en la mesa era cierto. — la besé en la boca.
Lo hice y hasta el fondo. Al principio duele y luego empeora.
Gerrit Nephgerd
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Re: Rutinas rotas +18 (Interpretativo - Libre)
Las dos nos quedamos escuchando las palabras de Sol mientras comíamos con tranquilidad de las viandas. Vey me miraba fugaz con los ojos brillantes, su mente ya estaba maquinando algo y creía saber el que.
-Sabes, dicen que en esta vida todo tiene solución menos la muerte. -Sonreí a la bruja dejando el vaso sobre el mantel. -Bueno... menos si eres nigromante, pero eso siempre termina mal.
Lavey rodó los ojos y me dedico un codazos antes de levantarse del suelo.
-No puedes transformarte, pero si que puedes volar. -La rubia sonreía con complicidad y alegría. -Vente con nosotras. Si quieres irte ahora puedes.
La joven lagartija le tendió la mano a la morena para que se levantara al tiempo que yo me ponía en pie.
-Tu hermana esta ocupada y pasándoselo bien. Tardara un rato en salir de la casa y darse cuenta de que no estas, Lavey te llevara, podemos acercarte al continente. -Me aleje unos metros de la casa para evitar accidentes. -Nosotras de todas formas ya nos vamos.
Mientras que comenzaba a cambiar de forma Lavey caminó por la hierba sin soltar a su nueva amiga.
-Volare recto para que note marees. -Dijo la rubia asumiendo que la bruja aceptaría. -Ya veras como te gusta.
-Muy bien niñas. -De nuevo salió de mi garganta aquella voz atronadora. -Es hora de irse, pararemos primero en Beltrexus sobrevolar el mar es un viaje largo y nos pillara la noche si salimos ahora a mar abierto.
Lavey ya lucia de nuevo sus escamas negras y esperaba agachada a que su amiga tomara la decisión de subir o no a su lomo. Por mi parte ya había alzado el vuelo y esperaba paciente a que las jovenzuelas hicieran lo mismo, podía ver como mi niña corría por el prado tomando impulso con un salto final hacia el cielo.
Desde el cielo se podía ver como el desvencijado techo de la casa de las Neferet quedaba atrás, el bosque se movía con rapidez bajo nuestros cuerpos y las nubes parecían querer buscarnos sobre nuestras cabezas, en la linea del horizonte se veía la lujosa ciudad de los brujos.
_____
Off: Bueno gentecilla :3 hasta aquí mi participación en el tema, me a gustado rolear con vosotros y como no podía ser de otra forma, el dragón se roba a la princesa (a menos que no quiera)
-Sabes, dicen que en esta vida todo tiene solución menos la muerte. -Sonreí a la bruja dejando el vaso sobre el mantel. -Bueno... menos si eres nigromante, pero eso siempre termina mal.
Lavey rodó los ojos y me dedico un codazos antes de levantarse del suelo.
-No puedes transformarte, pero si que puedes volar. -La rubia sonreía con complicidad y alegría. -Vente con nosotras. Si quieres irte ahora puedes.
La joven lagartija le tendió la mano a la morena para que se levantara al tiempo que yo me ponía en pie.
-Tu hermana esta ocupada y pasándoselo bien. Tardara un rato en salir de la casa y darse cuenta de que no estas, Lavey te llevara, podemos acercarte al continente. -Me aleje unos metros de la casa para evitar accidentes. -Nosotras de todas formas ya nos vamos.
Mientras que comenzaba a cambiar de forma Lavey caminó por la hierba sin soltar a su nueva amiga.
-Volare recto para que note marees. -Dijo la rubia asumiendo que la bruja aceptaría. -Ya veras como te gusta.
-Muy bien niñas. -De nuevo salió de mi garganta aquella voz atronadora. -Es hora de irse, pararemos primero en Beltrexus sobrevolar el mar es un viaje largo y nos pillara la noche si salimos ahora a mar abierto.
Lavey ya lucia de nuevo sus escamas negras y esperaba agachada a que su amiga tomara la decisión de subir o no a su lomo. Por mi parte ya había alzado el vuelo y esperaba paciente a que las jovenzuelas hicieran lo mismo, podía ver como mi niña corría por el prado tomando impulso con un salto final hacia el cielo.
Desde el cielo se podía ver como el desvencijado techo de la casa de las Neferet quedaba atrás, el bosque se movía con rapidez bajo nuestros cuerpos y las nubes parecían querer buscarnos sobre nuestras cabezas, en la linea del horizonte se veía la lujosa ciudad de los brujos.
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Off: Bueno gentecilla :3 hasta aquí mi participación en el tema, me a gustado rolear con vosotros y como no podía ser de otra forma, el dragón se roba a la princesa (a menos que no quiera)
Reivy Abadder
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Re: Rutinas rotas +18 (Interpretativo - Libre)
Gerrit era un hombre que, al parecer, se había quedado estancado en los diecisiete años, no así su cuerpo y quizá esas contradicciones eran lo que me tenían tan hipnotizada, tan envuelta con su voz en mi mente, dándole a sus palabras la connotación que yo quería y no necesariamente la que él indicaba. Era un asesino confeso y en mí se abrieron dos posibilidades, la de ahuyentarlo del lugar con mi poco o mucho poder, apoyarme en Reivy, Lavey y Sol para lograrlo, o… distraerlo como lo hacía y convertir la situación en algo que además de darle una ventaja a mi hermana, satisfacía un instinto que venía negándome hace muchos años.
Involuntariamente gemí en cuando sentí sus dedos subir por mis piernas, apretándolas con más fuerza de la necesaria, podía imaginarse su blanca piel marcarse y cerró los ojos, escuchándolo. Eran amenazas, nunca del todo directas, pero lejos de asustarme continuaba hipnotizándome, y yo me sentía en un franco limbo desconocido. Hace muchísimo tiempo me encontré en una situación similar y logré detener todo por miedo, y ese forastero me ofrecía el oro y el moro, este el cambio, me ofrece la muerte y aquí estoy, incapaz de frenarlo, no por fuerza sino por voluntad. Esa que se me había escapado desde el momento en que lo vi tocando la puerta. Aunque fueran ciertas esas hazañas con Suuri, lo único que había grabado a fuego vivo en mi cabeza era el “soy una buena persona”, y eso me estaba haciendo abrir las piernas de la manera en que lo hacía, la tela del vestido se me antojaba muy espesa, quería arrancarla yo misma, quería sentir sus hombros, su torso contra el suyo, pero era incapaz de pedirlo. ¿O ya lo había hecho?
Sólo su pregunta me sacó de mis pensamientos y abrí los ojos, volviéndome a encontrar con esa masa de músculos encima de mí, pensé en Sol y en las dragonas, al terrible ejemplo que le estaba dando y por mí me quedaría callada el resto del momento, pero estaba segura de que él no me dejaría hacerlo. Eran de los que querían ingresar a la mente de las personas con una música de fondo, una llena de gritos, le daban igual si eran de placer o de dolor. Pero me besó y con eso, el poco criterio que me quedaba se desvaneció al completo. Sentí como su lengua se apoderaba de mi boca y mis labios sin pedir permiso alguno, pero, ¿alguien como Gerrit pedía permiso? Lo dudaba. Mis dedos se escaparon de la hipnosis de Gerrit y buscaron camino entre los cabellos del brujo, aferrándome a que eso beso no terminara, ni el beso ni lo demás, ¿el ejemplo de hermana mayor? Bueno, ahí estaba haciéndome arquear la espalda hacia él, pidiéndole con mi cuerpo lo que mis labios eran incapaces, bajé las manos hacia la parte posterior de su cuello y mis uñas marcaron un camino hasta volver a mi torso, como si con eso pudiera cubrir algo a sus ojos, a su instinto.
Si, dolía, tanto que no podía evitar emitir sonidos, sin embargo, suponía yo que pronto dolería más, cuando decidiera que esa fuera la primera y la última vez, que tomaría a Sol de la mano y huiría de mi propia casa. Si, seguramente eso dolería más.
— ¿Te molesta ser escuchado? —susurré jadeando en algunos segundos que fui liberada de su boca y regresé mi boca a la suya para morderlo— No la mates, confórmate conmigo.
Lo último lo dije casi suplicando, desesperada y consciente que pronto perdería la última batalla contra la fuerza de Gerrit y sus ganas de ser quien mandara en aquella ópera. Mi cuerpo aún se ajustaba a esa oleada de sensaciones nuevas en mi piel y me pregunté si había lanzado alguna corriente eléctrica sobre mí, quizá reaccionaba así por el agua de mi esencia. Quizá ya estaba desvariando, él había dicho que sólo tenía que pedirlo, y ya lo había hecho, ¿era justo pedir más? ¿Querer más? No quería domar al monstruo, porque estaba segura que no existía, sin embargo, quería montarlo, si cabía el término. Apreté los ojos deseando que los cardenales dejados por sus dedos en mi piel duraran mucho y tuvieran la habilidad de contar los detalles que quizá yo estaba perdiendo en la hipnosis.
¿Era muy loco atreverse a pedir más? Mi boca no respondió, pero mis piernas sí, pasaron de ser un arco para el cuerpo de Gerrit a enroscarse en sus piernas, impidiendo pobremente que se alejara.
Involuntariamente gemí en cuando sentí sus dedos subir por mis piernas, apretándolas con más fuerza de la necesaria, podía imaginarse su blanca piel marcarse y cerró los ojos, escuchándolo. Eran amenazas, nunca del todo directas, pero lejos de asustarme continuaba hipnotizándome, y yo me sentía en un franco limbo desconocido. Hace muchísimo tiempo me encontré en una situación similar y logré detener todo por miedo, y ese forastero me ofrecía el oro y el moro, este el cambio, me ofrece la muerte y aquí estoy, incapaz de frenarlo, no por fuerza sino por voluntad. Esa que se me había escapado desde el momento en que lo vi tocando la puerta. Aunque fueran ciertas esas hazañas con Suuri, lo único que había grabado a fuego vivo en mi cabeza era el “soy una buena persona”, y eso me estaba haciendo abrir las piernas de la manera en que lo hacía, la tela del vestido se me antojaba muy espesa, quería arrancarla yo misma, quería sentir sus hombros, su torso contra el suyo, pero era incapaz de pedirlo. ¿O ya lo había hecho?
Sólo su pregunta me sacó de mis pensamientos y abrí los ojos, volviéndome a encontrar con esa masa de músculos encima de mí, pensé en Sol y en las dragonas, al terrible ejemplo que le estaba dando y por mí me quedaría callada el resto del momento, pero estaba segura de que él no me dejaría hacerlo. Eran de los que querían ingresar a la mente de las personas con una música de fondo, una llena de gritos, le daban igual si eran de placer o de dolor. Pero me besó y con eso, el poco criterio que me quedaba se desvaneció al completo. Sentí como su lengua se apoderaba de mi boca y mis labios sin pedir permiso alguno, pero, ¿alguien como Gerrit pedía permiso? Lo dudaba. Mis dedos se escaparon de la hipnosis de Gerrit y buscaron camino entre los cabellos del brujo, aferrándome a que eso beso no terminara, ni el beso ni lo demás, ¿el ejemplo de hermana mayor? Bueno, ahí estaba haciéndome arquear la espalda hacia él, pidiéndole con mi cuerpo lo que mis labios eran incapaces, bajé las manos hacia la parte posterior de su cuello y mis uñas marcaron un camino hasta volver a mi torso, como si con eso pudiera cubrir algo a sus ojos, a su instinto.
Si, dolía, tanto que no podía evitar emitir sonidos, sin embargo, suponía yo que pronto dolería más, cuando decidiera que esa fuera la primera y la última vez, que tomaría a Sol de la mano y huiría de mi propia casa. Si, seguramente eso dolería más.
— ¿Te molesta ser escuchado? —susurré jadeando en algunos segundos que fui liberada de su boca y regresé mi boca a la suya para morderlo— No la mates, confórmate conmigo.
Lo último lo dije casi suplicando, desesperada y consciente que pronto perdería la última batalla contra la fuerza de Gerrit y sus ganas de ser quien mandara en aquella ópera. Mi cuerpo aún se ajustaba a esa oleada de sensaciones nuevas en mi piel y me pregunté si había lanzado alguna corriente eléctrica sobre mí, quizá reaccionaba así por el agua de mi esencia. Quizá ya estaba desvariando, él había dicho que sólo tenía que pedirlo, y ya lo había hecho, ¿era justo pedir más? ¿Querer más? No quería domar al monstruo, porque estaba segura que no existía, sin embargo, quería montarlo, si cabía el término. Apreté los ojos deseando que los cardenales dejados por sus dedos en mi piel duraran mucho y tuvieran la habilidad de contar los detalles que quizá yo estaba perdiendo en la hipnosis.
¿Era muy loco atreverse a pedir más? Mi boca no respondió, pero mis piernas sí, pasaron de ser un arco para el cuerpo de Gerrit a enroscarse en sus piernas, impidiendo pobremente que se alejara.
Aaliz Neferet
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Volar, irme, escapar, dejar todo, miles de ideas pasaban por mi mente en el momento en que ambas mujeres me invitaban a seguirlas. Aquel había sido mi deseo desde que tenia uso de razón, dejar aquella casa, y ser libre, pero ahora que estaba al alcance de mi mano, no me sentía tan valiente para tomarlo.
El aceptar aquello implicaba cambiar mi vida, dejar a mi única familia, aquella idea me hizo dudar, mi hermana era todo para mi y en algún momento yo lo era para ella, aunque ahora estuviera ocupada en otros asuntos sabia que fuera cual fuera la situación yo siempre seria su prioridad y ella la mía.
Pero bueno tampoco debía ser tan radical, podía ir a dar un paseo, perderme algún tiempo y luego volver a buscarla, aquella idea tomo fuerza, si, eso haría, aprovecharía la disposición de mi nueva amiga, tampoco me sentía capaz de rechazar aquella oferta, era uno de mis sueños, y no dudaría en ir tras el y menos en tan grata compañía. Sus ojos me miraban casi suplicantes sintiendo la duda en mi decisión, por lo que le sonreí aceptando.
--Vamos-- dije tomando la mano que me ofrecía para ponerme de pie, su sonrisa ilumino su rostro, era hermosa, mas aun cuando sonreía así-- Pero no puedo irme para siempre,,,-- afirmé, necesitaba ser sincera-- Se que dije que no quería estar aquí toda la vida, pero también amo a mi hermana y no puedo dejarla sola...bueno se que ahora esta en buenas manos...-- indique con una picara sonrisa-- pero es mi familia, no puedo dejarla por siempre..
Tras mis palabras ambas se transformaron nuevamente en dragones, jamas dejaría de asombrarme de dicha habilidad y la belleza que para mi representaba, sonreí y solté un soñador suspiro antes de montar sobre mi querida amiga, estaba lista o al menos todo lo lista que podía estar para empezar aquella ferviente aventura por los cielos.
El aceptar aquello implicaba cambiar mi vida, dejar a mi única familia, aquella idea me hizo dudar, mi hermana era todo para mi y en algún momento yo lo era para ella, aunque ahora estuviera ocupada en otros asuntos sabia que fuera cual fuera la situación yo siempre seria su prioridad y ella la mía.
Pero bueno tampoco debía ser tan radical, podía ir a dar un paseo, perderme algún tiempo y luego volver a buscarla, aquella idea tomo fuerza, si, eso haría, aprovecharía la disposición de mi nueva amiga, tampoco me sentía capaz de rechazar aquella oferta, era uno de mis sueños, y no dudaría en ir tras el y menos en tan grata compañía. Sus ojos me miraban casi suplicantes sintiendo la duda en mi decisión, por lo que le sonreí aceptando.
--Vamos-- dije tomando la mano que me ofrecía para ponerme de pie, su sonrisa ilumino su rostro, era hermosa, mas aun cuando sonreía así-- Pero no puedo irme para siempre,,,-- afirmé, necesitaba ser sincera-- Se que dije que no quería estar aquí toda la vida, pero también amo a mi hermana y no puedo dejarla sola...bueno se que ahora esta en buenas manos...-- indique con una picara sonrisa-- pero es mi familia, no puedo dejarla por siempre..
Tras mis palabras ambas se transformaron nuevamente en dragones, jamas dejaría de asombrarme de dicha habilidad y la belleza que para mi representaba, sonreí y solté un soñador suspiro antes de montar sobre mi querida amiga, estaba lista o al menos todo lo lista que podía estar para empezar aquella ferviente aventura por los cielos.
Sol Neferet
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