Viento y marea [Trabajo] [Helena] [Cerrado]
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Re: Viento y marea [Trabajo] [Helena] [Cerrado]
Al proseguir, dejaban atrás el cuerpo de Lugos, con los ojos cerrados y las palmas juntas sobre su pecho. Duchard le dedicó una última mirada antes de, con decisión, internarse en la puerta recién abierta. El joven capitán debía estar confuso, frustrado, enfadado; pero ante todo seguía determinado.
Taliesin aún no era capaz de sentir ni percibir tal rango de emociones. Sus pensamientos seguían abortargados. Sentía su cuerpo perfectamente, pero no lograba controlarlo del todo. Sus movimientos eran torpes y quebradizos, y sin la ayuda de Helena habría caído al intentar levantarse, y más de una vez al bajar las escaleras. Pero la bruja estuvo allí para asegurarse de que podía caminar, permitiéndole que tomara apoyo en ella y vigilándolo con paciencia. Sintiendo el contacto y el apoyo, se preguntó por qué al volver en sí se la había encontrado llorando.
- La brújula - hablaba muy bajo, pero a medida que se recuperaba sentía la necesidad de explicarse - ... intentó que...
¿O acaso Helena lo sabía ya? Duchard iba por delante y no les dedicaba atención, sumido en sus propios pensamientos. Taliesin se lo quedó mirando fijamente, con sus procesos mentales ralentizados, hasta finalmente determinar que debía concentrarse en avanzar y recuperar las fuerzas. Todo lo demás podía esperar.
Para cuando llegaron a la base de las escaleras ya casi no ponía peso sobre Helena, y volvía a pensar con coherencia y fluidez. "¿Jefe?" Después de todo aquello, aquel molesto apelativo le sacó una risa y le mejoró el humor. Asintió a la pregunta de Helena y se soltó, aunque colocó una mano sobre la pared para asegurarse de seguir teniendo un apoyo.
- Jefe... En serio... - No le daba como para bromear al respecto, pero al hablar esta vez su voz fue más fuerte -. Hemos llegado más lejos que nadie, ¿verdad? Ya no puede faltar.
Y después, habría que salir de allí.
Avanzaron por el pasillo hasta la sala. La aparición de toda aquella estructura ante ellos fue impresionante e inesperada; en una posición más elevada, al final de unas escaleras, descansaba un rombo ambarino que parecía ser el centro de todo aquello. Aquel... templo... Aquel templo, y lo que guardaba, era el tesoro. Habían llegado.
Taliesin, al igual que los otros dos, se quedó petrificado ante la figura que se presentó ante ellos. ¿Cómo podía estar allí? ¿En medio de aquel océano, tras tantas dificultades, se encontraba a...? Pero no, no era ella. Era una ilusión más de aquel lugar. Se puso a la defensiva, conocedor de primera mano del efecto nocivo que podía tener aquella entidad sobre su conciencia. Aún no se sentía recuperado del ataque a su alma que había perpetrado la brújula. Y, aún así, su acto reflejo en aquel instante fue sacar aquella misma brújula y mirarla. El tacto era frío, pero no trajo consigo ninguna recaída o ataque. La aguja ahora daba vueltas, de norte a este, sur y oeste, a una velocidad constante y lenta.
La figura, con la forma de su hija Irina, les habló y mostró imágenes. No fueron bienvenidas en la mente de Taliesin, quien se esforzó en apartarlas para volver a reclamar aquel espacio que era suyo.
- Estamos en su templo - murmuró Taliesin entre dientes, descontento. Se sentía en la boca del lobo, aunque al mismo tiempo, desde el tacto frío de la brújula, sentía la certeza y tranquilidad de estar en el lugar correcto.
- No voy a haceros daño - quiso apaciguarlo Irina. Quizás por venir de la persona a la que más quería en el mundo, aquellas palabras hicieron mella en él -. Habéis llegado hasta aquí y os estoy agradecida por ello.
Fue extraño. No supo determinar si hablaba en femenino o masculino. Pero al venir de la imagen de su hija, extrapoló su género. Aquella figura infantil e inocente derretía las defensas de Taliesin, y sus propios deseos y anhelos comenzaron a unificarse con los de la brújula. ¿Era ella la que quería avanzar hasta el corazón, o era él quien quería ir hasta Irina?
- Así es. Este es mi templo. Resguardado por mi fiel compañera, es mi corazón tanto como el de ella. Responderé a todas tus preguntas, una a una, mientras aún tenéis tiempo - miró directamente a Helena, la que había iniciado toda aquella tanda de cuestiones -. Fui una deidad. Ahora soy un recuerdo perdido.
- Una deidad. ¿De qué?
- De los mares, por supuesto. De las corrientes. De las bestias marinas y lo más profundo de los océanos. Mis seguidores eran los que anhelaban la libertad del mar y querían conocer sus secretos. Mis brazos siempre estuvieron abiertos a quien ver qué aguarda en las profundidades. Pero así como yo quería compartir, mis seguidores querían quedarse con mis secretos para sí. Ellos mismos, celosos y protectores del conocimiento, fueron los que me relegaron a murmullos y supersticiones. Y finalmente fui olvidada.
- Pero sigues existiendo - aventuró Duchard.
- Desaparecí de la consciencia humana, pero no de su historia ni de su subconsciente. Mis abismos forman parte del alma humana, lo queráis o no - hizo una pausa antes de proseguir- . En el momento en el que me olvidaron, mi esencia se dividió en decenas de monedas. La avaricia de los hombres hizo que estas monedas se repartieran por la tierra, por su simple valor económico. En cada una de estas monedas, reside una parte de mi "yo". Mi "yo" del medallón, mi "yo" de la brújula, mi "yo" del corazón - volvió a repetir.
Les dio un momento para que comprendieran esto y preguntaran. Ninguno de los tres levantó la voz.
- Esos "yo"s se han atado a vosotros - la verdad de esta frase resonaba con la gravedad de una sentencia a muerte -. Es por esto que habéis llegado hasta aquí. No os he traído... no "yo"... - Su tono se elevó subitamente - Esos "yo"s que quieren unirse a mí os guiarán a las otras partes de mi persona. Y cuando las hayáis encontrado todas, podré volver a tomar mi forma. Eso es lo que requiro de vosotros.
Había algo extraño en toda aquella historia, pensó Taliesin. Pero no lograba precisar el qué, y todo lo demás jugaba en su contra: su pensamiento volvía a sentirse algo nublado, la brújula latía en sintonía con aquellas palabras, y la figura de Irina expresaba virtud y verdad.
- ¿Y si nos negaramos? - Tuvo el buen juicio de preguntar, a pesar de todo.
- Mis fragmentos se quedarán con vosotros. No lograrán unirse a mí mientras aún nos falte una parte.
Taliesin miró a Helena. Si entendía bien lo que decía la deidad, su futuro, en aquel caso, sería el de Jacob Duchard.
Taliesin aún no era capaz de sentir ni percibir tal rango de emociones. Sus pensamientos seguían abortargados. Sentía su cuerpo perfectamente, pero no lograba controlarlo del todo. Sus movimientos eran torpes y quebradizos, y sin la ayuda de Helena habría caído al intentar levantarse, y más de una vez al bajar las escaleras. Pero la bruja estuvo allí para asegurarse de que podía caminar, permitiéndole que tomara apoyo en ella y vigilándolo con paciencia. Sintiendo el contacto y el apoyo, se preguntó por qué al volver en sí se la había encontrado llorando.
- La brújula - hablaba muy bajo, pero a medida que se recuperaba sentía la necesidad de explicarse - ... intentó que...
¿O acaso Helena lo sabía ya? Duchard iba por delante y no les dedicaba atención, sumido en sus propios pensamientos. Taliesin se lo quedó mirando fijamente, con sus procesos mentales ralentizados, hasta finalmente determinar que debía concentrarse en avanzar y recuperar las fuerzas. Todo lo demás podía esperar.
Para cuando llegaron a la base de las escaleras ya casi no ponía peso sobre Helena, y volvía a pensar con coherencia y fluidez. "¿Jefe?" Después de todo aquello, aquel molesto apelativo le sacó una risa y le mejoró el humor. Asintió a la pregunta de Helena y se soltó, aunque colocó una mano sobre la pared para asegurarse de seguir teniendo un apoyo.
- Jefe... En serio... - No le daba como para bromear al respecto, pero al hablar esta vez su voz fue más fuerte -. Hemos llegado más lejos que nadie, ¿verdad? Ya no puede faltar.
Y después, habría que salir de allí.
Avanzaron por el pasillo hasta la sala. La aparición de toda aquella estructura ante ellos fue impresionante e inesperada; en una posición más elevada, al final de unas escaleras, descansaba un rombo ambarino que parecía ser el centro de todo aquello. Aquel... templo... Aquel templo, y lo que guardaba, era el tesoro. Habían llegado.
Taliesin, al igual que los otros dos, se quedó petrificado ante la figura que se presentó ante ellos. ¿Cómo podía estar allí? ¿En medio de aquel océano, tras tantas dificultades, se encontraba a...? Pero no, no era ella. Era una ilusión más de aquel lugar. Se puso a la defensiva, conocedor de primera mano del efecto nocivo que podía tener aquella entidad sobre su conciencia. Aún no se sentía recuperado del ataque a su alma que había perpetrado la brújula. Y, aún así, su acto reflejo en aquel instante fue sacar aquella misma brújula y mirarla. El tacto era frío, pero no trajo consigo ninguna recaída o ataque. La aguja ahora daba vueltas, de norte a este, sur y oeste, a una velocidad constante y lenta.
La figura, con la forma de su hija Irina, les habló y mostró imágenes. No fueron bienvenidas en la mente de Taliesin, quien se esforzó en apartarlas para volver a reclamar aquel espacio que era suyo.
- Estamos en su templo - murmuró Taliesin entre dientes, descontento. Se sentía en la boca del lobo, aunque al mismo tiempo, desde el tacto frío de la brújula, sentía la certeza y tranquilidad de estar en el lugar correcto.
- No voy a haceros daño - quiso apaciguarlo Irina. Quizás por venir de la persona a la que más quería en el mundo, aquellas palabras hicieron mella en él -. Habéis llegado hasta aquí y os estoy agradecida por ello.
Fue extraño. No supo determinar si hablaba en femenino o masculino. Pero al venir de la imagen de su hija, extrapoló su género. Aquella figura infantil e inocente derretía las defensas de Taliesin, y sus propios deseos y anhelos comenzaron a unificarse con los de la brújula. ¿Era ella la que quería avanzar hasta el corazón, o era él quien quería ir hasta Irina?
- Así es. Este es mi templo. Resguardado por mi fiel compañera, es mi corazón tanto como el de ella. Responderé a todas tus preguntas, una a una, mientras aún tenéis tiempo - miró directamente a Helena, la que había iniciado toda aquella tanda de cuestiones -. Fui una deidad. Ahora soy un recuerdo perdido.
- Una deidad. ¿De qué?
- De los mares, por supuesto. De las corrientes. De las bestias marinas y lo más profundo de los océanos. Mis seguidores eran los que anhelaban la libertad del mar y querían conocer sus secretos. Mis brazos siempre estuvieron abiertos a quien ver qué aguarda en las profundidades. Pero así como yo quería compartir, mis seguidores querían quedarse con mis secretos para sí. Ellos mismos, celosos y protectores del conocimiento, fueron los que me relegaron a murmullos y supersticiones. Y finalmente fui olvidada.
- Pero sigues existiendo - aventuró Duchard.
- Desaparecí de la consciencia humana, pero no de su historia ni de su subconsciente. Mis abismos forman parte del alma humana, lo queráis o no - hizo una pausa antes de proseguir- . En el momento en el que me olvidaron, mi esencia se dividió en decenas de monedas. La avaricia de los hombres hizo que estas monedas se repartieran por la tierra, por su simple valor económico. En cada una de estas monedas, reside una parte de mi "yo". Mi "yo" del medallón, mi "yo" de la brújula, mi "yo" del corazón - volvió a repetir.
Les dio un momento para que comprendieran esto y preguntaran. Ninguno de los tres levantó la voz.
- Esos "yo"s se han atado a vosotros - la verdad de esta frase resonaba con la gravedad de una sentencia a muerte -. Es por esto que habéis llegado hasta aquí. No os he traído... no "yo"... - Su tono se elevó subitamente - Esos "yo"s que quieren unirse a mí os guiarán a las otras partes de mi persona. Y cuando las hayáis encontrado todas, podré volver a tomar mi forma. Eso es lo que requiro de vosotros.
Había algo extraño en toda aquella historia, pensó Taliesin. Pero no lograba precisar el qué, y todo lo demás jugaba en su contra: su pensamiento volvía a sentirse algo nublado, la brújula latía en sintonía con aquellas palabras, y la figura de Irina expresaba virtud y verdad.
- ¿Y si nos negaramos? - Tuvo el buen juicio de preguntar, a pesar de todo.
- Mis fragmentos se quedarán con vosotros. No lograrán unirse a mí mientras aún nos falte una parte.
Taliesin miró a Helena. Si entendía bien lo que decía la deidad, su futuro, en aquel caso, sería el de Jacob Duchard.
Taliesin Skatha
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Re: Viento y marea [Trabajo] [Helena] [Cerrado]
¿Templo? Así que aquello era... ¿Una deidad? O al menos, lo que sí parecía ser es un ente con el suficiente poder como para poder colarse en sus mentes y llegar a dominarlas. Tras la explicación concreta de qué era y qué se supone que hacía, Helena cruzó los brazos y se mordió el labio inferior, mostrando un gesto de duda. Nunca había escuchado sobre tal deidad, una olvidada y desterrada de tal forma. Realmente se mostraba apenada, y sus palabras eran más que convincentes.
Cuando explicó lo de las monedas, la Rhodes sacó su medallón y lo mostró.
-Así que esta cosa es mágica-Observó detenidamente el objeto que colgaba de su mano-Me alivia saber que no estaba loca-Esbozó una sonrisa y guardó de nuevo el medallón
Ante la insinuación de la entidad sobre que las partes de "ella" se quedarían con ellos si no lograban reunir todas las piezas hizo que un escalofrío recorriese toda la espina dorsal de la bruja.
-No, no, no-Negó tres veces-¡Por supuesto que vamos a reunir esas partes!-Les dijo a Taliesin y Duchard-¡No pienso tener a esta "cosa" dentro de mi cabeza por mucho más tiempo!-Tan solo la idea de que toda su vida llevara el lastre ese encima le hacía incluso medio marearse-Pero, por favor, dile a la parte de ti que esté en el medallón que deje de darme insomnio-Le pidió al ente
-A eso quería llegar-Asintió con delicadeza-Cada vez que poseáis una de mis partes, os dará efectos secundarios tales como paranoias o insomnio. Eso siempre os recordará cuál es vuestra misión.-Dijo, caminando entre el grupo de tres mientras se explicaba con diferentes gestos de las manos-Pero. Al depositarlas en aquel ídolo, una a una, vuestros males cesarán hasta el momento en el que encontréis otra pieza.-Dijo haciendo referencia a una de las estatuas que se encontraban al fondo de la estancia.
-Entonces, ¿Si entrego el medallón podré tener una vida normal?
-Sí-Asintió de nuevo-Pero como olvides la misión, la parte de mí que encontraste volverá a ti, estés donde estés, y te instará a que recuperes más piezas-Helena miró de una forma fría al ente, el cual se acercó ahora a Taliesin y le señaló la brújula-Esa es la última pieza que me deberás entregar, ya que será la que os guíe hacia el resto. No importa el orden de las demás ni en su entrega ni en su búsqueda, pero cuando veas que la brújula deja de dar vueltas y se centra en una posición, deberás de partir hacia dicho destino de inmediato.-De nuevo, se dirigió a Helena, acercándose a ella con la palma extendida. Por un momento, más que caminar, aquel ente rodeado por un aura anaranjada que portaba el aspecto de su madre pareció levitar.-Ahora dame el medallón, Helena
Por unos pocos segundos, la rubia se quedó mirando el rostro de su madre. Aunque sabía que no era ella, no pudo evitar hacer que un nudo se condensara en su garganta. Quería darle un abrazo, decirle cuánto la echaba de menos, y que estaba arrepentida por todo lo que hizo. Nunca se mereció el cómo la trató, y de ello se dio cuenta la Rhodes con el paso de los años, aunque su orgullo y sus actos le impedían volver a las islas, en más de una ocasión pensó en ello.
Casi temblorosa, la bruja sacó de nuevo el medallón y se lo entregó. Cuando el ente lo obtuvo, mostró un rostro de regocijo, agradeciéndole a la rubia con un leve y elegante asentimiento.
Tras eso, el ente empezó a levitar, esta vez sí notablemente, y a separarse cada vez más del suelo, hasta moverse a la pared del fondo, donde estaba el ídolo que había mencionado. Así, al estar frente a uno de ellos, el cual tenía cierta distinción con el otro al ser una estatua mucho más grande, recubierta de oro e imponente (de varios metros de altura), con un aspecto totalmente humanoide y unos ropajes extravagantes que simbolizaban lujo, extendió su mano, en la cual portaba el medallón que le había entregado la bruja. Dicho objeto empezó a flotar en el aire y a imbuirse de un brillo dorado. Poco a poco, este se acercaba al pecho de la estatua hasta atravesarlo por completo y quedarse así en su interior, como si de un objeto etéreo se tratara.
Una vez finalizada la escena, el ente regresó con el grupo de tres. Todos estaban bastante sorprendidos, aún más si cabe, por lo que habían presenciado. Todo aquel día había sido digna de un cuento para niños o de una leyenda para cazatesoros idiotas en busca de fama y gloria, de las que normalmente resultaban ser una farsa infundada, pero todo aquello era real, y cada segundo que pasaba podían constatarlo más.
-De nuevo, os estoy agradecida.-Asintió suavemente-Ah, se me olvidaba.-Alzó un brazo y el corazón de la bestia intensificó su brillo, haciendo que una luz saliese disparada justo hacia Taliesin, hacia su brújula en concreto.-Tranquilo, no te dañará-Aseguró.
Tras estar casi un minuto así, el ente bajó el brazo, la luz se disolvió y el brillo del corazón se volvió a su intensidad normal.
-Le he dado a tu brújula el poder de identificar dónde están mis partes-Dijo-Recuerda: en cuanto deje de dar vueltas y señale una posición, deberás de partir en su busca.-De pronto, lanzó una mirada molesta hacia atrás del grupo, donde se encontraba el camino que salía del templo y por el que habían venido anteriormente. Un pequeño temblor se hizo notar, y el ente mostró signos de encontrarse nervioso-Venían aquellos que os estaban persiguiendo. He cerrado las puertas del templo, así os daré una ventaja. Tendréis que salir por otro sitio.
En la misma sala, se notó otro temblor, pero más pequeño que el primero. Una salida se abrió en la pared en el mismo lugar en el que se encontraban.
-Esta salida secreta os llevará de vuelta a la superficie, pero deberéis de huir lo más rápido que podáis. Os están buscando por toda la isla, y no son pocos. Tened cuidado.-Les advirtió
Helena asintió. Acto seguido, instó a Duchard y Taliesin a que emprendieran la huida con premura. Antes de salir, dio un último vistazo hacia atrás, hacia el ente... Hacia su madre, con cierta reticencia a irse.
-¡Estaré bien!-Asintió con seguridad-¡Marchaos!
Cuando explicó lo de las monedas, la Rhodes sacó su medallón y lo mostró.
-Así que esta cosa es mágica-Observó detenidamente el objeto que colgaba de su mano-Me alivia saber que no estaba loca-Esbozó una sonrisa y guardó de nuevo el medallón
Ante la insinuación de la entidad sobre que las partes de "ella" se quedarían con ellos si no lograban reunir todas las piezas hizo que un escalofrío recorriese toda la espina dorsal de la bruja.
-No, no, no-Negó tres veces-¡Por supuesto que vamos a reunir esas partes!-Les dijo a Taliesin y Duchard-¡No pienso tener a esta "cosa" dentro de mi cabeza por mucho más tiempo!-Tan solo la idea de que toda su vida llevara el lastre ese encima le hacía incluso medio marearse-Pero, por favor, dile a la parte de ti que esté en el medallón que deje de darme insomnio-Le pidió al ente
-A eso quería llegar-Asintió con delicadeza-Cada vez que poseáis una de mis partes, os dará efectos secundarios tales como paranoias o insomnio. Eso siempre os recordará cuál es vuestra misión.-Dijo, caminando entre el grupo de tres mientras se explicaba con diferentes gestos de las manos-Pero. Al depositarlas en aquel ídolo, una a una, vuestros males cesarán hasta el momento en el que encontréis otra pieza.-Dijo haciendo referencia a una de las estatuas que se encontraban al fondo de la estancia.
-Entonces, ¿Si entrego el medallón podré tener una vida normal?
-Sí-Asintió de nuevo-Pero como olvides la misión, la parte de mí que encontraste volverá a ti, estés donde estés, y te instará a que recuperes más piezas-Helena miró de una forma fría al ente, el cual se acercó ahora a Taliesin y le señaló la brújula-Esa es la última pieza que me deberás entregar, ya que será la que os guíe hacia el resto. No importa el orden de las demás ni en su entrega ni en su búsqueda, pero cuando veas que la brújula deja de dar vueltas y se centra en una posición, deberás de partir hacia dicho destino de inmediato.-De nuevo, se dirigió a Helena, acercándose a ella con la palma extendida. Por un momento, más que caminar, aquel ente rodeado por un aura anaranjada que portaba el aspecto de su madre pareció levitar.-Ahora dame el medallón, Helena
Por unos pocos segundos, la rubia se quedó mirando el rostro de su madre. Aunque sabía que no era ella, no pudo evitar hacer que un nudo se condensara en su garganta. Quería darle un abrazo, decirle cuánto la echaba de menos, y que estaba arrepentida por todo lo que hizo. Nunca se mereció el cómo la trató, y de ello se dio cuenta la Rhodes con el paso de los años, aunque su orgullo y sus actos le impedían volver a las islas, en más de una ocasión pensó en ello.
Casi temblorosa, la bruja sacó de nuevo el medallón y se lo entregó. Cuando el ente lo obtuvo, mostró un rostro de regocijo, agradeciéndole a la rubia con un leve y elegante asentimiento.
Tras eso, el ente empezó a levitar, esta vez sí notablemente, y a separarse cada vez más del suelo, hasta moverse a la pared del fondo, donde estaba el ídolo que había mencionado. Así, al estar frente a uno de ellos, el cual tenía cierta distinción con el otro al ser una estatua mucho más grande, recubierta de oro e imponente (de varios metros de altura), con un aspecto totalmente humanoide y unos ropajes extravagantes que simbolizaban lujo, extendió su mano, en la cual portaba el medallón que le había entregado la bruja. Dicho objeto empezó a flotar en el aire y a imbuirse de un brillo dorado. Poco a poco, este se acercaba al pecho de la estatua hasta atravesarlo por completo y quedarse así en su interior, como si de un objeto etéreo se tratara.
Una vez finalizada la escena, el ente regresó con el grupo de tres. Todos estaban bastante sorprendidos, aún más si cabe, por lo que habían presenciado. Todo aquel día había sido digna de un cuento para niños o de una leyenda para cazatesoros idiotas en busca de fama y gloria, de las que normalmente resultaban ser una farsa infundada, pero todo aquello era real, y cada segundo que pasaba podían constatarlo más.
-De nuevo, os estoy agradecida.-Asintió suavemente-Ah, se me olvidaba.-Alzó un brazo y el corazón de la bestia intensificó su brillo, haciendo que una luz saliese disparada justo hacia Taliesin, hacia su brújula en concreto.-Tranquilo, no te dañará-Aseguró.
Tras estar casi un minuto así, el ente bajó el brazo, la luz se disolvió y el brillo del corazón se volvió a su intensidad normal.
-Le he dado a tu brújula el poder de identificar dónde están mis partes-Dijo-Recuerda: en cuanto deje de dar vueltas y señale una posición, deberás de partir en su busca.-De pronto, lanzó una mirada molesta hacia atrás del grupo, donde se encontraba el camino que salía del templo y por el que habían venido anteriormente. Un pequeño temblor se hizo notar, y el ente mostró signos de encontrarse nervioso-Venían aquellos que os estaban persiguiendo. He cerrado las puertas del templo, así os daré una ventaja. Tendréis que salir por otro sitio.
En la misma sala, se notó otro temblor, pero más pequeño que el primero. Una salida se abrió en la pared en el mismo lugar en el que se encontraban.
-Esta salida secreta os llevará de vuelta a la superficie, pero deberéis de huir lo más rápido que podáis. Os están buscando por toda la isla, y no son pocos. Tened cuidado.-Les advirtió
Helena asintió. Acto seguido, instó a Duchard y Taliesin a que emprendieran la huida con premura. Antes de salir, dio un último vistazo hacia atrás, hacia el ente... Hacia su madre, con cierta reticencia a irse.
-¡Estaré bien!-Asintió con seguridad-¡Marchaos!
Helena Rhodes
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Re: Viento y marea [Trabajo] [Helena] [Cerrado]
Insomnio, visiones, paranoias. La idea de que aquel era un ente cuyas partes divididas podían causar algo así recorrió a Taliesin como un escalofrío. ¿Sería aquella división la que provocaba que sus partes fueran tan dañinas? Y les estaba pidiendo que se expusieran a ello, sin darles ninguna otra opción. Porque si no accedían, quedarían atados a aquellos objetos que ya poseían: la brújula y el medallón.
Pero aunque se veía forzado a ello por las circunstancias, una buena parte de él también se sentía impulsada a ayudar de manera desconsiderada. Aquella petición de ayuda venía de la figura de su hija, y sin quererlo Taliesin ya estaba cediendo y accediendo en silencio a seguir su voluntad.
Cuando el haz de luz salió disparado hacia la mano de Taliesin, el vampiro, por instinto, se protegió la cara. Pero el haz se concentró en la brújula, dejándolo a él ileso, y según ocurrió esto sintió cómo una extraña fuerza que había estado tirando de él se aflojaba, dándole al fin un descanso. Por el motivo que fuera, la brújula se encontraba, por el momento, en paz.
- Salgamos de aquí - instó, aun mirando fijamente al ente. Casi diciéndoselo a sí mismo tanto como a sus dos acompañantes.
Duchard asintió. Fue el primero en reaccionar y echar a correr hacia la salida que el ente había abierto para ellos. Taliesin corrió y quedó el último, y según llegó a esta abertura se dio cuenta de algo. Ya en el otro lado de la puerta que hacía de salida, giró sobre sí y gritó:
- ¡No nos has dicho...!
Pero en aquel momento la puerta se cerró tras él, cortando sus palabras. Taliesin se quedó inmovilizado durante un breve instante, y entonces golpeó con frustración lo que ahora era roca.
- ¡Tu nombre! - Terminó de todas formas. Su voz ya no reverberaba como había hecho en el espacio abierto y vacío del templo. - Maldita sea.
Pero no tenían tiempo que perder. Se tragó su frustración y se giró hacia Duchard y Helena. Se encontraban en una oscuridad tenue; la única fuente de luz era un leve brillo naranja en la base de las paredes. Estaban en un túnel de unos metros de ancho, pero irregular en sus formas, que se agrandaba y estrechaba por tramos. Y él era el único que podía ver bien en aquella situación; el avance de los otros dos estaría limitado por la oscuridad. Por ello, Taliesin tomó una mano de Helena e hizo que agarrara a Duchard, y después asió la otra mano de la bruja.
- Os guiaré - les dijo, y comenzó a andar a paso rápido.
Pasaron más de quince minutos, más de media hora. El tenue brillo del suelo desapareció, dejándolos en una mayor oscuridad. Pero, al cabo de un tiempo, comenzaron a haber pequeños agujeros en el techo, y Taliesin pudo distinguir la iluminación de la luna y las estrellas, ofuscada y lejana.
El túnel se retorcía, y a un lado y a otro se le unían otros caminos, algunos más anchos que aquel del que venían. No teniendo mejor guía, siguieron el camino que parecía avanzar hacia la misma dirección en la que habían iniciado. Se sentía una leve brisa; debían estar cerca de la salida.
Finalmente, y de golpe, el túnel desembocó en una gruta. Lo primero que escucharon fueron las olas del mar, y al seguir aquel sonido hallaron la salida. Ahora que la visibilidad se había recuperado con la luz de la luna, Taliesin soltó la mano de Helena. Se encontraban en la costa, a pocos metros de la playa, pero no reconoció el lugar. La brújula tampoco era de ayuda: tal como había hecho en el templo, giraba sobre sí misma sin indicar ninguna dirección. Duchard avanzó y observó la luna y las estrellas.
- Hemos tenido suerte - anunció con marcado alivio -. Estamos en el mismo lado de la isla en que atracamos - se quitó el sombrero y se pasó una mano por la cabeza; quizás para volver a recoger el pelo, que había perdido su orden, o para intentar deshacerse de alguna idea que le molestaba -. Vamos.
Ya casi estaban a salvo.
Pero aunque se veía forzado a ello por las circunstancias, una buena parte de él también se sentía impulsada a ayudar de manera desconsiderada. Aquella petición de ayuda venía de la figura de su hija, y sin quererlo Taliesin ya estaba cediendo y accediendo en silencio a seguir su voluntad.
Cuando el haz de luz salió disparado hacia la mano de Taliesin, el vampiro, por instinto, se protegió la cara. Pero el haz se concentró en la brújula, dejándolo a él ileso, y según ocurrió esto sintió cómo una extraña fuerza que había estado tirando de él se aflojaba, dándole al fin un descanso. Por el motivo que fuera, la brújula se encontraba, por el momento, en paz.
- Salgamos de aquí - instó, aun mirando fijamente al ente. Casi diciéndoselo a sí mismo tanto como a sus dos acompañantes.
Duchard asintió. Fue el primero en reaccionar y echar a correr hacia la salida que el ente había abierto para ellos. Taliesin corrió y quedó el último, y según llegó a esta abertura se dio cuenta de algo. Ya en el otro lado de la puerta que hacía de salida, giró sobre sí y gritó:
- ¡No nos has dicho...!
Pero en aquel momento la puerta se cerró tras él, cortando sus palabras. Taliesin se quedó inmovilizado durante un breve instante, y entonces golpeó con frustración lo que ahora era roca.
- ¡Tu nombre! - Terminó de todas formas. Su voz ya no reverberaba como había hecho en el espacio abierto y vacío del templo. - Maldita sea.
Pero no tenían tiempo que perder. Se tragó su frustración y se giró hacia Duchard y Helena. Se encontraban en una oscuridad tenue; la única fuente de luz era un leve brillo naranja en la base de las paredes. Estaban en un túnel de unos metros de ancho, pero irregular en sus formas, que se agrandaba y estrechaba por tramos. Y él era el único que podía ver bien en aquella situación; el avance de los otros dos estaría limitado por la oscuridad. Por ello, Taliesin tomó una mano de Helena e hizo que agarrara a Duchard, y después asió la otra mano de la bruja.
- Os guiaré - les dijo, y comenzó a andar a paso rápido.
Pasaron más de quince minutos, más de media hora. El tenue brillo del suelo desapareció, dejándolos en una mayor oscuridad. Pero, al cabo de un tiempo, comenzaron a haber pequeños agujeros en el techo, y Taliesin pudo distinguir la iluminación de la luna y las estrellas, ofuscada y lejana.
El túnel se retorcía, y a un lado y a otro se le unían otros caminos, algunos más anchos que aquel del que venían. No teniendo mejor guía, siguieron el camino que parecía avanzar hacia la misma dirección en la que habían iniciado. Se sentía una leve brisa; debían estar cerca de la salida.
Finalmente, y de golpe, el túnel desembocó en una gruta. Lo primero que escucharon fueron las olas del mar, y al seguir aquel sonido hallaron la salida. Ahora que la visibilidad se había recuperado con la luz de la luna, Taliesin soltó la mano de Helena. Se encontraban en la costa, a pocos metros de la playa, pero no reconoció el lugar. La brújula tampoco era de ayuda: tal como había hecho en el templo, giraba sobre sí misma sin indicar ninguna dirección. Duchard avanzó y observó la luna y las estrellas.
- Hemos tenido suerte - anunció con marcado alivio -. Estamos en el mismo lado de la isla en que atracamos - se quitó el sombrero y se pasó una mano por la cabeza; quizás para volver a recoger el pelo, que había perdido su orden, o para intentar deshacerse de alguna idea que le molestaba -. Vamos.
Ya casi estaban a salvo.
Taliesin Skatha
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Re: Viento y marea [Trabajo] [Helena] [Cerrado]
Caminaron por aquel pasillo oscuro, en el que poco a poco la tenuidad del misterioso brillo de las paredes se iba apagando hasta quedar en un negro absoluto. En ese momento, Helena sintió acongoje. No sabía qué se encontrarían más adelante, y el no tener visión era un contratiempo a tener en cuenta.
Por suerte, Taliesin era vampiro. Un señor de la noche; de la oscuridad. Podía ver en aquel lugar, por lo que estarían un poco sobre avisados de lo que se encontrarían.
De pronto, notó como una mano agarraba la propia, y así le instaba a agarrar a otra mano. Era la mejor forma para que los tres se mantuvieran unidos, aunque ese repentino agarre aceleró un poco el pulso de la bruja al no esperárselo.
-V-vale...-Respondió a Taliesin, el cual parecía haber sido el que había empezado.
Durante todo el tramo no hablaron, estaban bastante concentrados y alerta. Helena tan solo podía oír el sonido de su respiración y la de los otros dos hombres que la acompañaban.
Poco a poco, pudo notar como una leve brisa se esparcía por el pasillo y le acariciaba el rostro. Debían de estar cerca de la salida. Un poco de esperanza llenó a la Rhodes, la cual empezaba a estar harta de tanta oscuridad y espacio cerrado. Necesitaba aire puro y fresco cuanto antes; incluso aceleró un poco el paso, instando a Taliesin y Duchard a que también lo hiciesen.
Todo aquello desembocó en una hermosa gruta que daba directamente al mar. Sin lugar a dudas, las vistas y el resplandor de la luna hacían que ese lugar adoptara un tono misterioso y mágico, digno de quedarse allí observando dicha estampa por horas. El sonido de las olas transmitía bastante paz, similar a la que Helena sentía cuando recordaba sus estadías en la Playa de la Calma. En un hueco de su corazón, sintió nostalgia.
Pero no había tiempo que perder. Si se quedaban más tiempo deambulando por aquella isla, seguramente se toparían de nuevo con los misteriosos piratas, y el cansancio había mellado en el grupo de tres, además de la pérdida de dos hombres. Debían de regresar de inmediato al barco y salir de allí.
Duchard dijo que estaban cerca de su tripulación; habían tenido bastante suerte. Tan solo tuvieron que ir en dirección hasta ellos, y pronto acabarían.
Con premura, el capitán ordenó a los suyos, una vez que llegaron al campamento en la orilla de la playa en la cual desembarcaron, que recogieran todo como si la vida les fuese en ello. No hubieron más explicaciones que las necesarias para saber que allí todos corrían peligro, y como una tripulación leal, obedecieron a Duchard y en poco tiempo todos estuvieron sanos y salvos en El Ermitaño. Algunos preguntaron por la ausencia de Lugos, Duchard tan solo digo que la selva había cobrado su longeva vida, y no había soportado la exigencia del trayecto.
Los primeros rayos de sol hacían acto de presencia, iluminando aquella isla, la cual se veía ahora desde una distancia prudencial en el barco del capitán Duchard. Aquella solitaria isla, la cual escondía más de lo que en un principio podría llegar a parecer. La estampa era hermosa, y después de todo lo que allí habían vivido, Helena sentía la necesidad de volver, no solo por el encargo que tenía pendiente, sino porque aquel viaje le había ayudado quizás a ser más fuerte, a afrontar peligros a los que jamás se había expuesto. Había sido una experiencia bastante reveladora, y su contacto con aquel ente le había parecido de ensueño.
El Ermitaño había puesto rumbo de regreso a Vulwulfar. Helena se encontraba en una de las barandas de popa, viendo como cada vez se alejaban más de la isla. Era un alivio saber que al fin se libraría del insomnio y su vida se podría tornar más "normal", dentro de la normalidad que suponía ser la asesina personal de un virrey.
Le pidió a Taliesin mantuvieran el contacto, más aún, y que ambos se fueran contando novedades con respecto a las misteriosas monedas que tenían como encargo buscar por todo Aerandir. No era por un acto noble y de justicia, no era eso lo que movía a Helena en ningún ámbito de su vida, sino que tenía cierto temor a volver a "maldecirse" si violaba las condiciones que aquel ente le había puesto para que pudiera recuperarse de sus malestares. También mantendrían contacto con Duchard, ya que tener a su disposición una tripulación podía ser ventajoso en un futuro.
Mientras estaba ensimismadas en sus pensamientos y admirando aquella vista, pudo oír en la lejanía un canto agudo. Era como si la isla se estuviera despidiendo de ella... Se sentía reconfortante el escuchar aquello, y relajante. El canto duró lo suficiente hasta que aquel lugar se perdió en el horizonte, ¿Cuándo volvería allí? Tenía ganas de hacerlo, pero a la vez cierto temor por todo lo que aquello podría desentrañar.
Por suerte, Taliesin era vampiro. Un señor de la noche; de la oscuridad. Podía ver en aquel lugar, por lo que estarían un poco sobre avisados de lo que se encontrarían.
De pronto, notó como una mano agarraba la propia, y así le instaba a agarrar a otra mano. Era la mejor forma para que los tres se mantuvieran unidos, aunque ese repentino agarre aceleró un poco el pulso de la bruja al no esperárselo.
-V-vale...-Respondió a Taliesin, el cual parecía haber sido el que había empezado.
Durante todo el tramo no hablaron, estaban bastante concentrados y alerta. Helena tan solo podía oír el sonido de su respiración y la de los otros dos hombres que la acompañaban.
Poco a poco, pudo notar como una leve brisa se esparcía por el pasillo y le acariciaba el rostro. Debían de estar cerca de la salida. Un poco de esperanza llenó a la Rhodes, la cual empezaba a estar harta de tanta oscuridad y espacio cerrado. Necesitaba aire puro y fresco cuanto antes; incluso aceleró un poco el paso, instando a Taliesin y Duchard a que también lo hiciesen.
Todo aquello desembocó en una hermosa gruta que daba directamente al mar. Sin lugar a dudas, las vistas y el resplandor de la luna hacían que ese lugar adoptara un tono misterioso y mágico, digno de quedarse allí observando dicha estampa por horas. El sonido de las olas transmitía bastante paz, similar a la que Helena sentía cuando recordaba sus estadías en la Playa de la Calma. En un hueco de su corazón, sintió nostalgia.
Pero no había tiempo que perder. Si se quedaban más tiempo deambulando por aquella isla, seguramente se toparían de nuevo con los misteriosos piratas, y el cansancio había mellado en el grupo de tres, además de la pérdida de dos hombres. Debían de regresar de inmediato al barco y salir de allí.
Duchard dijo que estaban cerca de su tripulación; habían tenido bastante suerte. Tan solo tuvieron que ir en dirección hasta ellos, y pronto acabarían.
Con premura, el capitán ordenó a los suyos, una vez que llegaron al campamento en la orilla de la playa en la cual desembarcaron, que recogieran todo como si la vida les fuese en ello. No hubieron más explicaciones que las necesarias para saber que allí todos corrían peligro, y como una tripulación leal, obedecieron a Duchard y en poco tiempo todos estuvieron sanos y salvos en El Ermitaño. Algunos preguntaron por la ausencia de Lugos, Duchard tan solo digo que la selva había cobrado su longeva vida, y no había soportado la exigencia del trayecto.
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Los primeros rayos de sol hacían acto de presencia, iluminando aquella isla, la cual se veía ahora desde una distancia prudencial en el barco del capitán Duchard. Aquella solitaria isla, la cual escondía más de lo que en un principio podría llegar a parecer. La estampa era hermosa, y después de todo lo que allí habían vivido, Helena sentía la necesidad de volver, no solo por el encargo que tenía pendiente, sino porque aquel viaje le había ayudado quizás a ser más fuerte, a afrontar peligros a los que jamás se había expuesto. Había sido una experiencia bastante reveladora, y su contacto con aquel ente le había parecido de ensueño.
El Ermitaño había puesto rumbo de regreso a Vulwulfar. Helena se encontraba en una de las barandas de popa, viendo como cada vez se alejaban más de la isla. Era un alivio saber que al fin se libraría del insomnio y su vida se podría tornar más "normal", dentro de la normalidad que suponía ser la asesina personal de un virrey.
Le pidió a Taliesin mantuvieran el contacto, más aún, y que ambos se fueran contando novedades con respecto a las misteriosas monedas que tenían como encargo buscar por todo Aerandir. No era por un acto noble y de justicia, no era eso lo que movía a Helena en ningún ámbito de su vida, sino que tenía cierto temor a volver a "maldecirse" si violaba las condiciones que aquel ente le había puesto para que pudiera recuperarse de sus malestares. También mantendrían contacto con Duchard, ya que tener a su disposición una tripulación podía ser ventajoso en un futuro.
Mientras estaba ensimismadas en sus pensamientos y admirando aquella vista, pudo oír en la lejanía un canto agudo. Era como si la isla se estuviera despidiendo de ella... Se sentía reconfortante el escuchar aquello, y relajante. El canto duró lo suficiente hasta que aquel lugar se perdió en el horizonte, ¿Cuándo volvería allí? Tenía ganas de hacerlo, pero a la vez cierto temor por todo lo que aquello podría desentrañar.
Helena Rhodes
Honorable
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Re: Viento y marea [Trabajo] [Helena] [Cerrado]
RECOMPENSAS
Esta es una de mis ofertas de trabajo favoritas por la libertad creativa que ofrece para desarrollar una historia, me gusta la manera en que la han desarrollado pues ha estado llena de giros inesperados donde la inclusión de imágenes, audios han generado un muy interesante ambiente de aventura y suspenso. El añadido de complicaciones extras y el uso de runas también han dado un toque de emoción e intriga, creo que no podría pedir más.
No puedo más que entregar a ambos 20 puntos de experiencia y 400 aeros.
No puedo más que entregar a ambos 20 puntos de experiencia y 400 aeros.
Ansur
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