La belleza de la luna. [Gaia - Privado] [Cerrado]
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La belleza de la luna. [Gaia - Privado] [Cerrado]
Frío. Oscuridad. La verdadera naturaleza de la luna dejaba al dragón viajar en la más absoluta tranquilidad. Era el momento preferido del joven para atravesar los páramos de Aerandir sin ser descubierto, pasando desapercibido. Pues sería demasiado raro encontrarse a un dragón llevando entre sus garras a un can. Pero no iba a dejarla sola, no la iba a dejar a su suerte. En esta ocasión viajaba desde su ciudad natal, Dundarak. Había ido a consultar unos pergaminos antiguos que se encontraban en la biblioteca.
A su vuelta, más bien a su partida de Dundarak se marchó omitiendo despedida alguna con los familiares de su clan, pues había llegado allí de manera furtiva y así debía de ser su marcha. Pero a lo que acontecía el momento, Daven había volado a durante horas y pese a que estaba acostumbrado a largas distancia era de bien hacer algún descanso para que Sapphira oliera nuevos lugares y pudiera satisfacer sus necesidades más básicas.
Se posó con suavidad en la orilla del lago, posando primero sus patas traseras y abriendo su mano izquierda para que Sapphira se pudiera bajar. Ambos se miraron con complicidad. Daven lanzó un bramido y Sapphira se lo devolvió con un ladrido. Tras esto se lanzó al lago y corrió hacia el bosque, abandonando a su suerte allí a Daven.
Él confiaba en que su can era capaz de defenderse por si sola y si ocurriese algo lo avisaría. Daven en aquella ocasión optó por no cambiar a su forma humana. Pues pensaba que se encontraba sólo en el lugar. Comenzó a oler la zona y fue a la orilla del lago para satisfacer su sed. Una vez la calmó anduvo unas decenas de metros hasta encontrar un lugar seco y amplio donde poder echarse y descansar un poco. Apoyó su enorme cabeza en el suelo y cerró sus ojos, sin buscar el dormir en ningún momento. Pues tenia siempre activo su estado de alerta.Respiraba de forma brusca, provocando que se levantara un poco de polvo con cada respiración. Sus alas se había plegado sobre su cuerpo protegiéndolo de cualquier proyectil, su cola la había enroscado en su cuerpo haciendo que la punta quedara a escasos centímetros de su cabeza.
A su vuelta, más bien a su partida de Dundarak se marchó omitiendo despedida alguna con los familiares de su clan, pues había llegado allí de manera furtiva y así debía de ser su marcha. Pero a lo que acontecía el momento, Daven había volado a durante horas y pese a que estaba acostumbrado a largas distancia era de bien hacer algún descanso para que Sapphira oliera nuevos lugares y pudiera satisfacer sus necesidades más básicas.
Se posó con suavidad en la orilla del lago, posando primero sus patas traseras y abriendo su mano izquierda para que Sapphira se pudiera bajar. Ambos se miraron con complicidad. Daven lanzó un bramido y Sapphira se lo devolvió con un ladrido. Tras esto se lanzó al lago y corrió hacia el bosque, abandonando a su suerte allí a Daven.
Él confiaba en que su can era capaz de defenderse por si sola y si ocurriese algo lo avisaría. Daven en aquella ocasión optó por no cambiar a su forma humana. Pues pensaba que se encontraba sólo en el lugar. Comenzó a oler la zona y fue a la orilla del lago para satisfacer su sed. Una vez la calmó anduvo unas decenas de metros hasta encontrar un lugar seco y amplio donde poder echarse y descansar un poco. Apoyó su enorme cabeza en el suelo y cerró sus ojos, sin buscar el dormir en ningún momento. Pues tenia siempre activo su estado de alerta.Respiraba de forma brusca, provocando que se levantara un poco de polvo con cada respiración. Sus alas se había plegado sobre su cuerpo protegiéndolo de cualquier proyectil, su cola la había enroscado en su cuerpo haciendo que la punta quedara a escasos centímetros de su cabeza.
Última edición por Daven Valerious el Lun Ago 12 2019, 18:06, editado 1 vez
Daven Valerious
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Re: La belleza de la luna. [Gaia - Privado] [Cerrado]
A Gaia no le importaba caminar.
Los senderos entre las minas del cadalso y el lago de la luna habían sido como un remanso de paz siempre y cuando siguiese en continuo movimiento. Los ojos vacíos de expresión de la bruja habían visto morir las hojas del otoño para convertir los senderos en nieves de invierno, y aquello la molestó menos incluso que el continuo dolor punzante de sus pies mientras caminaba.
Cuando encontró el motivo de su sufrimiento, simplemente decidió dejar sus cansados zapatos en la primera de muchas piedras volcánicas y simplemente continuar su camino descalza. Se acostumbró a pisar por el musgo húmedo e imaginó que era la manera en la que el mundo le servía de alfombra mientras ella se empeñaba en actuar como la propia protagonista de su historia secreta.
El invierno llegó húmedo casi cuando Gaia alcanzó su destino pero aquello tampoco fue un problema, al fin y al cabo, la lluvia tan solo es molesta si no te quieres mojar, y para la chica cualquier aguacero podía inundar sus ropajes, pero dejar secos sus huesos, como sirviendo de idea constante de que seguía viva. que estaba allí.
Aquello por supuesto no se extendía a Luna.
Acaso no te has parado a pensar que quizás estaríamos mejor en aquella posada, mi luna? Ya sabes que siempre podemos pagarnos las noches de una manera u otra. Aunque ya se que una de esas maneras te gusta menos que la otra, mi Luna.. no quieres dormir caliente?No te apetece una cama seca? El bosque nunca fue lo bastante importante como para escondernos, Luna.. quizás si no hubieses dejado atrás tus zapatos? Estoy segura que podríamos haberles sacado dos o tres kilómetros más a esas suelas. Y eran tan cómodos luna... oh. luna. Mi luna.
Gaia la apaciguaba cantando alguna que otra canción de la corte, aunque aquello tan sólo solía llevarlo a cabo cuando Luna se volvía demasiado altiva, o cansada, o dispuesta a venderla a cualquier postor de manera desesperada por algún plato caliente de comida, pues le recordaba demasiado a los soldados. Y a la batalla, y a las cortesanas de la corte con sus vestidos azul turquesa y sus peinados reforzados con gomas elásticas.
Llevaba dos días sobria, y aquello implicaba más de lo que cualquiera podría pensar.Se odiaba por eso y ls visiones intermitentes ahora estaban más presentes que hacía dos días, mientras Luna era más dueña de su mente que ella misma. Había robado un vestido de seda de una de las últimas posadas en las que había estado y dejado los zapatos en el balcón. Por un lado para molestar a Luna, por otro, se había acostumbrado tanto a estar descalza que cualquier calzado le resultaba embrutecido en comparación con el suelo.
No estaba muy segura del porqué había escogido aquel lago como destino. Quiso obligarse a pensar que no era por la coincidencia de nombre. Lo sustituyó con la idea estúpida de que quizás allí alejada de todo lo que jamás había visto, luna desaparecería y tan solo quedaría Gaia.
Sonrió divertida mientras recorría los arbustos que rodeaban el lago.
..Y después podríamos usar su piel como cobijo. Escúchame bien, debemos hacerlo rápido. Te imaginas la cara del tal vizconde ante tal fechoría. Estoy segura que nos aceptaría mi Luna. Tan solo tienes que darle una oportunidad. Tú ya sabes qué es lo hacer. Y yo estaré ahí cuando me necesites pero ahora deja que te diga que...
El sonido de pasos cercanos la salvó de aquella conversación sin fin. Gaia giró sobre si misma varias veces como si quisiese saber de dónde provenía el sonido, hasta que al final vio como la cabeza de un perro enorme asomaba entre uno de los matorrales cercanos.
Gaia se acercó con una sonrisa en los labios y el perro pareció retroceder un poco, como asustado. Aquello entristeció a la chica por un segundo.
Ves Luna? ya ni los perros...
Pero Gaia la apartó de su cabeza por un segundo e hizo una inclinación exagerada elevando su vestido ante el animal.
- Llévame a tu castillo- dijo la bruja-Enséñame a tus súbditos. Te ayudaré a mover rocas para las murallas. Yo tengo poderes sabes? - le dijo al perro. Este se alejó más de ella y salió corriendo. Aquello solo sirvió como reclamo a la chica, que lo siguió por entre las zarzas y arbustos guiado por sus pisadas y sonido sordo de las patas del animal corriendo.
Y entonces se paró en seco.
Gaia, el animal siguió corriendo.
PELIGRO MI LUNA PELIGRO DE MUERTE! El fuegoo recuerdas el fuego? retrocede con calma. Duerme.. quizás esta dormido? o muerto. Recemos a Odin para que esté muerto
Pero no lo estaba. Gaia lo sabía. Podía ver cómo los juncos cercanos a donde reposaba el dragón se movían con el continuo aire de la respiración de la criatura saliendo de sus pulmones. Obvió a Luna, al fin y al cabo estaba lo suficientemente sobria como para actuar por su cuenta, y se acercó al perro sigilosamente procurando no hacer ruido y despertar al dragón, sin saber muy bien lo que haría para salvarse si aquello llegase a ocurrir.
Así que eres una damisela en apuros...- dijo Gaia hablando al perro- Y este buen dragón te tiene captiva... Es bonito.. podrías venderlo. Las escamas de dragón son valiosas... para alguien supongo. Para mi. - añadió sopesando sus opciones- Podías haber sido más clara en vez de salir corriendo... ahora me das pocas opciones- añadió medio escondiéndose en un árbol, sintiendo repentinamente el miedo que había sentido Luna ante la visión de la criatura.
Buscó con la mirada una roca de un tamaño fácil de mover con su mente y lo suficientemente grande como para que si la lanzase al dragón le hiciese daño y dejase escapar a la perra. El problema era que nunca antes había intentado mover un objeto más lejano que a la distancia de sus manos, así que la tarea no le estaba resultando demasiado fácil y tras hundir tres de las piedras en el lago, se dio por vencida.
loca? más aún? vayámonos, mi Luna. El perro no merece la pena. Es un perro sarnoso, seguro que es el desayuno de este dragón... vámonos antes de que nosotras seamos la cena!
Pero Gaia acababa de contemplar algo que había captado más su atención que cualquier dragón de Aerandir.
El reflejo de la luna elegante, kilométrica, solemne e inmensa en el lago.
Los senderos entre las minas del cadalso y el lago de la luna habían sido como un remanso de paz siempre y cuando siguiese en continuo movimiento. Los ojos vacíos de expresión de la bruja habían visto morir las hojas del otoño para convertir los senderos en nieves de invierno, y aquello la molestó menos incluso que el continuo dolor punzante de sus pies mientras caminaba.
Cuando encontró el motivo de su sufrimiento, simplemente decidió dejar sus cansados zapatos en la primera de muchas piedras volcánicas y simplemente continuar su camino descalza. Se acostumbró a pisar por el musgo húmedo e imaginó que era la manera en la que el mundo le servía de alfombra mientras ella se empeñaba en actuar como la propia protagonista de su historia secreta.
El invierno llegó húmedo casi cuando Gaia alcanzó su destino pero aquello tampoco fue un problema, al fin y al cabo, la lluvia tan solo es molesta si no te quieres mojar, y para la chica cualquier aguacero podía inundar sus ropajes, pero dejar secos sus huesos, como sirviendo de idea constante de que seguía viva. que estaba allí.
Aquello por supuesto no se extendía a Luna.
Acaso no te has parado a pensar que quizás estaríamos mejor en aquella posada, mi luna? Ya sabes que siempre podemos pagarnos las noches de una manera u otra. Aunque ya se que una de esas maneras te gusta menos que la otra, mi Luna.. no quieres dormir caliente?No te apetece una cama seca? El bosque nunca fue lo bastante importante como para escondernos, Luna.. quizás si no hubieses dejado atrás tus zapatos? Estoy segura que podríamos haberles sacado dos o tres kilómetros más a esas suelas. Y eran tan cómodos luna... oh. luna. Mi luna.
Gaia la apaciguaba cantando alguna que otra canción de la corte, aunque aquello tan sólo solía llevarlo a cabo cuando Luna se volvía demasiado altiva, o cansada, o dispuesta a venderla a cualquier postor de manera desesperada por algún plato caliente de comida, pues le recordaba demasiado a los soldados. Y a la batalla, y a las cortesanas de la corte con sus vestidos azul turquesa y sus peinados reforzados con gomas elásticas.
Llevaba dos días sobria, y aquello implicaba más de lo que cualquiera podría pensar.Se odiaba por eso y ls visiones intermitentes ahora estaban más presentes que hacía dos días, mientras Luna era más dueña de su mente que ella misma. Había robado un vestido de seda de una de las últimas posadas en las que había estado y dejado los zapatos en el balcón. Por un lado para molestar a Luna, por otro, se había acostumbrado tanto a estar descalza que cualquier calzado le resultaba embrutecido en comparación con el suelo.
No estaba muy segura del porqué había escogido aquel lago como destino. Quiso obligarse a pensar que no era por la coincidencia de nombre. Lo sustituyó con la idea estúpida de que quizás allí alejada de todo lo que jamás había visto, luna desaparecería y tan solo quedaría Gaia.
Sonrió divertida mientras recorría los arbustos que rodeaban el lago.
..Y después podríamos usar su piel como cobijo. Escúchame bien, debemos hacerlo rápido. Te imaginas la cara del tal vizconde ante tal fechoría. Estoy segura que nos aceptaría mi Luna. Tan solo tienes que darle una oportunidad. Tú ya sabes qué es lo hacer. Y yo estaré ahí cuando me necesites pero ahora deja que te diga que...
El sonido de pasos cercanos la salvó de aquella conversación sin fin. Gaia giró sobre si misma varias veces como si quisiese saber de dónde provenía el sonido, hasta que al final vio como la cabeza de un perro enorme asomaba entre uno de los matorrales cercanos.
Gaia se acercó con una sonrisa en los labios y el perro pareció retroceder un poco, como asustado. Aquello entristeció a la chica por un segundo.
Ves Luna? ya ni los perros...
Pero Gaia la apartó de su cabeza por un segundo e hizo una inclinación exagerada elevando su vestido ante el animal.
- Llévame a tu castillo- dijo la bruja-Enséñame a tus súbditos. Te ayudaré a mover rocas para las murallas. Yo tengo poderes sabes? - le dijo al perro. Este se alejó más de ella y salió corriendo. Aquello solo sirvió como reclamo a la chica, que lo siguió por entre las zarzas y arbustos guiado por sus pisadas y sonido sordo de las patas del animal corriendo.
Y entonces se paró en seco.
Gaia, el animal siguió corriendo.
PELIGRO MI LUNA PELIGRO DE MUERTE! El fuegoo recuerdas el fuego? retrocede con calma. Duerme.. quizás esta dormido? o muerto. Recemos a Odin para que esté muerto
Pero no lo estaba. Gaia lo sabía. Podía ver cómo los juncos cercanos a donde reposaba el dragón se movían con el continuo aire de la respiración de la criatura saliendo de sus pulmones. Obvió a Luna, al fin y al cabo estaba lo suficientemente sobria como para actuar por su cuenta, y se acercó al perro sigilosamente procurando no hacer ruido y despertar al dragón, sin saber muy bien lo que haría para salvarse si aquello llegase a ocurrir.
Así que eres una damisela en apuros...- dijo Gaia hablando al perro- Y este buen dragón te tiene captiva... Es bonito.. podrías venderlo. Las escamas de dragón son valiosas... para alguien supongo. Para mi. - añadió sopesando sus opciones- Podías haber sido más clara en vez de salir corriendo... ahora me das pocas opciones- añadió medio escondiéndose en un árbol, sintiendo repentinamente el miedo que había sentido Luna ante la visión de la criatura.
Buscó con la mirada una roca de un tamaño fácil de mover con su mente y lo suficientemente grande como para que si la lanzase al dragón le hiciese daño y dejase escapar a la perra. El problema era que nunca antes había intentado mover un objeto más lejano que a la distancia de sus manos, así que la tarea no le estaba resultando demasiado fácil y tras hundir tres de las piedras en el lago, se dio por vencida.
loca? más aún? vayámonos, mi Luna. El perro no merece la pena. Es un perro sarnoso, seguro que es el desayuno de este dragón... vámonos antes de que nosotras seamos la cena!
Pero Gaia acababa de contemplar algo que había captado más su atención que cualquier dragón de Aerandir.
El reflejo de la luna elegante, kilométrica, solemne e inmensa en el lago.
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Re: La belleza de la luna. [Gaia - Privado] [Cerrado]
El sonido de las pisadas sacaron de sus pensamientos al dragón, quizás más tarde de lo que él deseo pues la presencia que las provocaba se encontraba cerca de él. Abrió sus ojos con lentitud y fijó su mirada en la joven que se hallaba frente a él. ¿Qué hacía allí? ¿Qué diablos estaba diciendo? Sacudió la cabeza con violencia y abrió sus fauces a modo de bostezo. "Es hora de hablar."
Pero ¿Qué diablos pretendía aquella mujer? ¿Matarlo a pedradas? ¿Así es como se enfrentaba un ser a una criatura? No le hacía gracia, de hecho era algo que le disgustaba de la sociedad. Se reincorporó con lentitud y dio un paso hacia adelante. Extendió sus alas y en ese mismo instante el can corrió bajo su protección. No es que temiera a la joven, o que estuviera bajo algún tipo de amenaza, pero era un can asustadizo cuando se encontraba sola.
Daven dejó que Sapphira se colocara detrás de él y cerró sus alas sobre si mismo para comenzar el proceso de transformación. Por suerte llevaba una bolsa con sus pertenencias más importantes y con algunos víveres para subsistir en la naturaleza. El cuerpo del dragón comenzó a menguar, sus extremidades tomaron un tamaño humano y las alas y la cola desapareció. Sus escamas se extinguieron y dejaron a la luz el rostro humano de Daven. Cuando completó su transformación se estiró, pues le resultaba extraño volver a encontrarse sobre dos patas.— Nunca me llegaré a acostumbrar. —Murmuró para si mismo mientras se echaba la bolsa sobre su hombro.
Comenzó a caminar, seguido de Sapphira, quien tenía las orejas en estado de alerta y sus pasos eran miedosos, cortos y justo en el sitio donde su amo ponía sus pies.— ¿Así es como tratas ante lo desconocido? ¿Agrediéndolo? —Lanzó la pregunta al aire, pues desconocía donde se encontraba la joven. Tan sólo intentaba acortar la distancia y demostrarle que el miedo no debía de existir, que no buscaba la guerra.— Soy Daven, por cierto. —Abrió sus brazos a cada uno de sus lados y paró en seco.
— Desconozco tu nombre. —Hizo una pausa.— Desconozco tu olor. —Se llevó ambas manos a donde deberían de estar los bolsillos de su pantalón.— Y desconozco tus intenciones para conmigo ella. —Miró hacia atrás buscando encontrar al can.
— Pero como podrás comprobar no tengo intención de hacerte daño. —Se descolgó la bolsa de sus pertenencias y sacó sus harapos, un pantalón de seda y una camisa harapienta de color negra. Se enfundó el pantalón y mantuvo la camisa en su mano izquierda. El pudor era algo que Daven desconocía y tampoco le importaba. Pues en su manera de pensar y en su cultura no era algo extraño. Es más, siempre decía que los primeros hombres del mundo no habían sido creados con ropa, sino que fue su condición de pudor la que la hizo esconder su naturaleza.
Caminó lentamente hacia los árboles.— Sal. Habla conmigo, y sobre todo. No le hagas daño a ella. —Señaló hacia atrás sin dejar de mirar hacia adelante. Sapphira había decidido irse hacia la izquierda y alejarse un poco de Daven. Quería seguir investigando con sus quehaceres y tan sólo necesitaba el permiso de su dueño para volver a perderse por el bosque. En esta ocasión había "traído" a una chica. La próxima vez quizás traía un conejo o cualquier animal a punto de morir para que fuese su comida.— Strokas usnëlag. —Proclamó Daven antes de que Sapphira volviera a desaparecer en el bosque.
Pero ¿Qué diablos pretendía aquella mujer? ¿Matarlo a pedradas? ¿Así es como se enfrentaba un ser a una criatura? No le hacía gracia, de hecho era algo que le disgustaba de la sociedad. Se reincorporó con lentitud y dio un paso hacia adelante. Extendió sus alas y en ese mismo instante el can corrió bajo su protección. No es que temiera a la joven, o que estuviera bajo algún tipo de amenaza, pero era un can asustadizo cuando se encontraba sola.
Daven dejó que Sapphira se colocara detrás de él y cerró sus alas sobre si mismo para comenzar el proceso de transformación. Por suerte llevaba una bolsa con sus pertenencias más importantes y con algunos víveres para subsistir en la naturaleza. El cuerpo del dragón comenzó a menguar, sus extremidades tomaron un tamaño humano y las alas y la cola desapareció. Sus escamas se extinguieron y dejaron a la luz el rostro humano de Daven. Cuando completó su transformación se estiró, pues le resultaba extraño volver a encontrarse sobre dos patas.— Nunca me llegaré a acostumbrar. —Murmuró para si mismo mientras se echaba la bolsa sobre su hombro.
Comenzó a caminar, seguido de Sapphira, quien tenía las orejas en estado de alerta y sus pasos eran miedosos, cortos y justo en el sitio donde su amo ponía sus pies.— ¿Así es como tratas ante lo desconocido? ¿Agrediéndolo? —Lanzó la pregunta al aire, pues desconocía donde se encontraba la joven. Tan sólo intentaba acortar la distancia y demostrarle que el miedo no debía de existir, que no buscaba la guerra.— Soy Daven, por cierto. —Abrió sus brazos a cada uno de sus lados y paró en seco.
— Desconozco tu nombre. —Hizo una pausa.— Desconozco tu olor. —Se llevó ambas manos a donde deberían de estar los bolsillos de su pantalón.— Y desconozco tus intenciones para conmigo ella. —Miró hacia atrás buscando encontrar al can.
— Pero como podrás comprobar no tengo intención de hacerte daño. —Se descolgó la bolsa de sus pertenencias y sacó sus harapos, un pantalón de seda y una camisa harapienta de color negra. Se enfundó el pantalón y mantuvo la camisa en su mano izquierda. El pudor era algo que Daven desconocía y tampoco le importaba. Pues en su manera de pensar y en su cultura no era algo extraño. Es más, siempre decía que los primeros hombres del mundo no habían sido creados con ropa, sino que fue su condición de pudor la que la hizo esconder su naturaleza.
Caminó lentamente hacia los árboles.— Sal. Habla conmigo, y sobre todo. No le hagas daño a ella. —Señaló hacia atrás sin dejar de mirar hacia adelante. Sapphira había decidido irse hacia la izquierda y alejarse un poco de Daven. Quería seguir investigando con sus quehaceres y tan sólo necesitaba el permiso de su dueño para volver a perderse por el bosque. En esta ocasión había "traído" a una chica. La próxima vez quizás traía un conejo o cualquier animal a punto de morir para que fuese su comida.— Strokas usnëlag. —Proclamó Daven antes de que Sapphira volviera a desaparecer en el bosque.
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Re: La belleza de la luna. [Gaia - Privado] [Cerrado]
El cielo sobre ella y bajo sus pies. La luz de la luna le hablaba en lenguas que la bruja jamás había escuchado. Eran la suya? Y de pronto... el silencio. Gaia miró hacia todos lados hasta percatarse que era el dragón el que había silenciado a la Luna. Su Luna. La del reflejo en el agua.
Aquello le causó una curiosidad a la que había olvidado hacía cinco años. La perra se escondió bajo las alas de aquella criatura y entonces fue cuando el subsconsciente de Gaia se dio cuenta de dos cosas, aquel dragón no era un dragón cualquiera. Aquella perra llamaba hogar al espacio entre sus alas. Sus sospechas no tardaron en ser resueltas y los ojos enormes de Gaia se hicieron aún mas grandes al ver como las escamas del dragón y sus alas, y su cabeza enorme se reducía primero a fuego y luego a una figura masculina que se acercaba hasta ella. Quiso tocar aquella transformación con sus manos, como si ella misma debiese transformase y volar de allí pero el pánico se había posado en sus huesos y los juncos le habían servido de improvisado escondite.Hasta que el dragón habló y la bruja asomó su cabeza, escuchando.
Abre bien los ojos Luna... no es que nunca hayas visto un cuerpo humano sin cobertura. Ni dos. Ni un ciento... Ea, Ea,, deja de ser tan estúpida, es un hombre dragón. No ves el fuego en sus ojos? No ves sus manos toscas curtidas por ese mismo fuego? Corrre. Vuela. Luna o pobre luna.. te quemará. Te hará brasas como las ultimas ciudades de Verisar. Se escribirán canciones de la niña Luna que tocarán los músicos borrachos en las tabernas.. Y tu serás solo el incendio. El se quemará y resurgirá pero tu solo serás las brasas.. oh Luna.. mi Luna.
La mente de Gaia viajaba de la visión humana del dragón, escuchaba hablar al chico, pero no sabía qué decir. Había intentado dañarlo, pero tan solo para defender a aquella perra que parecía estar junto a su dueño... Así que decidió ignorarlo, como si el hecho de que hasta hacía un momento hubiese intentado dañarlo no existiese. Escuchó su nombre, pero pensó que aquel nombre no le reprensentaba y que si iba a arriesgarse a ser llama, quizás debiese buscarle uno mejor... mientras salía poco a poco de los matorrales, con las mejillas encendidas por la visión del cuerpo fuerte semidesnudo del hombre y la timidez de saber que habría obrado mal.
Gaia se olisqueó por un momento, intentando entender a que se refería con su olor. Tan solo llevaba sin ducharse un día, pues había robado el vestido no hacía mucho y por un momento sintió verguenza de si misma y miró al chico con frialdad.
- Yo tampoco reconozco tu olor. Y tu nombre no refleja el fuego de tus escamas, Y no por eso voy a juzgarte. Tan sólo quería proteger a tu princesa, pero se ve que la damisela no le tiene miedo al dragón...- vió como la perra se marchaba mientras el hombre le daba una orden en un idioma que de nuevo no conocía.
Esto no es lo que hablamos Luna. Este hombre no nos da beneficio. No podemos sacarle una cama mullida. Ni dineros. Crees que lleva monedas en esa maleta suya? Además es peligroso para tu mente. No te ves? perdiendo el temple por una perra. Vámonos Luna. Vámonos he dicho. Su nombre no nos pertenece.
- Dónde guardas tus zapatos, Fafnir?- dijo la chica, mirando cómo finalmente se vestía, pero al igual que ella no llevaba calzado. Gaia sentía como Luna se malhumoraba. Supuso que el estar sobria le daba cierto control sobre aquella vocecita impertinente, y no estaba segura de si los continuos recuerdos de soldados y guerras eran un pago demasiado alto para ese control.
- Perdón por las piedras..- dijo finalmente sin nada que decir y embelesada aún como estaba por la transformación de aquel individuo..- Mi nombre es...
Luna .
-Gaia- dijo en un tono alto, como hablando por encima de si misma.- Tú también estas perdido? Ya sabía yo que el lago siempre es un buen punto para encontrarse... y eso que tuve que convencer a...- calló por un momento y miró a Daven.- -Tu perra es mi amiga. Creo que ha ido a traernos flores. Yo tengo dos filetes de ternera y tres botellas de hidromiel en mi maleta. Son de hace unos días pero los conservé bien. Si prometes no quemarme.. comparto la carne. - Dijo especificamente la chica.
Eso es Luna.. regálate. Bebe de tus mentiras, pero bebe.. parece que me quieres más cuando estás sobria. Parece que te quieres más cuando me haces caso. Lo primero a lo que hay que temer del dragón son sus alas.
La luna había alcanzado su cenit en el lago. Ninguno de los dos lo sabían, pero no estaban solos en las orillas de aquel aparentemente pacifico lugar.
Aquello le causó una curiosidad a la que había olvidado hacía cinco años. La perra se escondió bajo las alas de aquella criatura y entonces fue cuando el subsconsciente de Gaia se dio cuenta de dos cosas, aquel dragón no era un dragón cualquiera. Aquella perra llamaba hogar al espacio entre sus alas. Sus sospechas no tardaron en ser resueltas y los ojos enormes de Gaia se hicieron aún mas grandes al ver como las escamas del dragón y sus alas, y su cabeza enorme se reducía primero a fuego y luego a una figura masculina que se acercaba hasta ella. Quiso tocar aquella transformación con sus manos, como si ella misma debiese transformase y volar de allí pero el pánico se había posado en sus huesos y los juncos le habían servido de improvisado escondite.Hasta que el dragón habló y la bruja asomó su cabeza, escuchando.
Abre bien los ojos Luna... no es que nunca hayas visto un cuerpo humano sin cobertura. Ni dos. Ni un ciento... Ea, Ea,, deja de ser tan estúpida, es un hombre dragón. No ves el fuego en sus ojos? No ves sus manos toscas curtidas por ese mismo fuego? Corrre. Vuela. Luna o pobre luna.. te quemará. Te hará brasas como las ultimas ciudades de Verisar. Se escribirán canciones de la niña Luna que tocarán los músicos borrachos en las tabernas.. Y tu serás solo el incendio. El se quemará y resurgirá pero tu solo serás las brasas.. oh Luna.. mi Luna.
La mente de Gaia viajaba de la visión humana del dragón, escuchaba hablar al chico, pero no sabía qué decir. Había intentado dañarlo, pero tan solo para defender a aquella perra que parecía estar junto a su dueño... Así que decidió ignorarlo, como si el hecho de que hasta hacía un momento hubiese intentado dañarlo no existiese. Escuchó su nombre, pero pensó que aquel nombre no le reprensentaba y que si iba a arriesgarse a ser llama, quizás debiese buscarle uno mejor... mientras salía poco a poco de los matorrales, con las mejillas encendidas por la visión del cuerpo fuerte semidesnudo del hombre y la timidez de saber que habría obrado mal.
Gaia se olisqueó por un momento, intentando entender a que se refería con su olor. Tan solo llevaba sin ducharse un día, pues había robado el vestido no hacía mucho y por un momento sintió verguenza de si misma y miró al chico con frialdad.
- Yo tampoco reconozco tu olor. Y tu nombre no refleja el fuego de tus escamas, Y no por eso voy a juzgarte. Tan sólo quería proteger a tu princesa, pero se ve que la damisela no le tiene miedo al dragón...- vió como la perra se marchaba mientras el hombre le daba una orden en un idioma que de nuevo no conocía.
Esto no es lo que hablamos Luna. Este hombre no nos da beneficio. No podemos sacarle una cama mullida. Ni dineros. Crees que lleva monedas en esa maleta suya? Además es peligroso para tu mente. No te ves? perdiendo el temple por una perra. Vámonos Luna. Vámonos he dicho. Su nombre no nos pertenece.
- Dónde guardas tus zapatos, Fafnir?- dijo la chica, mirando cómo finalmente se vestía, pero al igual que ella no llevaba calzado. Gaia sentía como Luna se malhumoraba. Supuso que el estar sobria le daba cierto control sobre aquella vocecita impertinente, y no estaba segura de si los continuos recuerdos de soldados y guerras eran un pago demasiado alto para ese control.
- Perdón por las piedras..- dijo finalmente sin nada que decir y embelesada aún como estaba por la transformación de aquel individuo..- Mi nombre es...
Luna .
-Gaia- dijo en un tono alto, como hablando por encima de si misma.- Tú también estas perdido? Ya sabía yo que el lago siempre es un buen punto para encontrarse... y eso que tuve que convencer a...- calló por un momento y miró a Daven.- -Tu perra es mi amiga. Creo que ha ido a traernos flores. Yo tengo dos filetes de ternera y tres botellas de hidromiel en mi maleta. Son de hace unos días pero los conservé bien. Si prometes no quemarme.. comparto la carne. - Dijo especificamente la chica.
Eso es Luna.. regálate. Bebe de tus mentiras, pero bebe.. parece que me quieres más cuando estás sobria. Parece que te quieres más cuando me haces caso. Lo primero a lo que hay que temer del dragón son sus alas.
La luna había alcanzado su cenit en el lago. Ninguno de los dos lo sabían, pero no estaban solos en las orillas de aquel aparentemente pacifico lugar.
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Re: La belleza de la luna. [Gaia - Privado] [Cerrado]
— Es normal que no reconozcas mi olor, y que mi nombre no refleje mi naturaleza. Pues en mi lengua no necesito identificarme como tal. Pues en mi verdadera naturaleza es mi piel la que habla por mi. —Pasó sus manos por su cabello y esbozó una ligera sonrisa divertida. ¿Princesa? ¿Damisela? Aún le costaba creer que la gente viera la debilidad en los animales, que creyeran que necesitaban ser salvados. Y menos era el caso de Sapphira, pues Daven la entrenó para sobrevivir ante las peores situaciones.— No es mi princesa. Ni mi damisela. Tan sólo decidió confiar su vida en mis manos.— Elevó sus manos hasta la altura de su pecho y descendió la mirada para posar la sobre ellas. Era cierto que su cuerpo estaba castigado por el trabajo, que sus manos mostraban quien era realmente. Pero las impresiones que solía despertar el joven solían ser casi siempre equivocas.
— No te culpo de tus acciones, y meno es la necesidad de pedir perdón. Pues tienes miedo de lo desconocido y eres libre de hacer. Pero más mi intención es socializar y descansar en este páramo. Pues he viajado demasiado y aletargado me hayo. —Daven no solía hablar el lenguaje común para relacionarse, simplemente no necesitaba hablar con nadie. Pues en su mayor parte las miradas y las acciones indicaban lo que quería transmitir. Por eso a veces era normal que nadie lo entendiera.
— Mi amiga ha ido a por la cena. Tenemos un código moral muy estricto con la alimentación. —Se volvió sobre sus pasos para recoger su mochila. Se agachó y la abrió para ver que tenía en su interior. — Tengo una botella de vino de Dundarak. Mi yesca y pedernal. Pescado ahumado y carne de venado aderezada al estilo familiar. —Sacó también su arma y la desenfundó. Se colgó la funda y dejó el hacha en el suelo.— No os preocupéis. Antes de nada, de alimentarnos debemos entrar en calor. ¿No creéis?
Se acercó a Gaia, con la camisa aún en su mano. ¿Por qué no se la ponía? Era evidente que su temperatura corporal era mayor a la del ser humano y podía sobrevivir desnudo durante el invierno. Observó a Gaia y se percató de las vestimentas que portaba. Y al igual que él, le faltaba el calzado. —No suelo llevar calzado. Me gusta sentir el tacto del suelo bajo la piel. Pero... —Hizo una breve pausa y se paró en seco cuando aún estaba a un par de metros de distancia de Gaia. Rasgó la camisa en diferentes partes, 4 tiras y 2 trozos más grandes. Hundió su rodilla en el suelo sin dejar de mirar a Gaia. —Si me permitís. —Dobló los dos trozos de camisa hasta hacerlos del tamaño de los pies de Gaia, centímetro arriba, centímetro abajo. Anudó las tiras de dos en dos, y luego a la 'base'. Era algo rústico y bastante rudimentario pero al menos protegerían los pies de la joven.
— Siento su falta de elegancia y la robustez del calzado. Pero no veo apropiado que una damisela como vos vaya descalza por estos lares. Podríais lastimaros. —Cogió el rudimentario calzado y se lo ofreció a Gaia mientras se reincorporaba.
— Mi señora. Estáis equivocada si creéis que todos los dragones buscan quemar a las personas. Hay todo tipo de ellos, pero no todos tienen porque ser malos. En mi caso no tengo intención de haceros daño, ni de quemaros. Jamás, como le he dicho antes, le quitaría la vida a una criatura cuya vida no acaba más que empezar. —En ese instante Sapphira apareció manchada de sangre y llevando entre sus fauces un par de conejos. Se veía a simple vista que la sangre no era de ella, sino de las que ahora eran sus víctimas. Daven no pudo evitar soltar una sonora y tosca carcajada. — Madame, aquí tiene usted sus flores. Siento decirle que son conejos viejos cuya vida estaba por acabar. No estará tan jugosa como la de un conejo joven, pero si estará sabrosa.
— No te culpo de tus acciones, y meno es la necesidad de pedir perdón. Pues tienes miedo de lo desconocido y eres libre de hacer. Pero más mi intención es socializar y descansar en este páramo. Pues he viajado demasiado y aletargado me hayo. —Daven no solía hablar el lenguaje común para relacionarse, simplemente no necesitaba hablar con nadie. Pues en su mayor parte las miradas y las acciones indicaban lo que quería transmitir. Por eso a veces era normal que nadie lo entendiera.
— Mi amiga ha ido a por la cena. Tenemos un código moral muy estricto con la alimentación. —Se volvió sobre sus pasos para recoger su mochila. Se agachó y la abrió para ver que tenía en su interior. — Tengo una botella de vino de Dundarak. Mi yesca y pedernal. Pescado ahumado y carne de venado aderezada al estilo familiar. —Sacó también su arma y la desenfundó. Se colgó la funda y dejó el hacha en el suelo.— No os preocupéis. Antes de nada, de alimentarnos debemos entrar en calor. ¿No creéis?
Se acercó a Gaia, con la camisa aún en su mano. ¿Por qué no se la ponía? Era evidente que su temperatura corporal era mayor a la del ser humano y podía sobrevivir desnudo durante el invierno. Observó a Gaia y se percató de las vestimentas que portaba. Y al igual que él, le faltaba el calzado. —No suelo llevar calzado. Me gusta sentir el tacto del suelo bajo la piel. Pero... —Hizo una breve pausa y se paró en seco cuando aún estaba a un par de metros de distancia de Gaia. Rasgó la camisa en diferentes partes, 4 tiras y 2 trozos más grandes. Hundió su rodilla en el suelo sin dejar de mirar a Gaia. —Si me permitís. —Dobló los dos trozos de camisa hasta hacerlos del tamaño de los pies de Gaia, centímetro arriba, centímetro abajo. Anudó las tiras de dos en dos, y luego a la 'base'. Era algo rústico y bastante rudimentario pero al menos protegerían los pies de la joven.
— Siento su falta de elegancia y la robustez del calzado. Pero no veo apropiado que una damisela como vos vaya descalza por estos lares. Podríais lastimaros. —Cogió el rudimentario calzado y se lo ofreció a Gaia mientras se reincorporaba.
— Mi señora. Estáis equivocada si creéis que todos los dragones buscan quemar a las personas. Hay todo tipo de ellos, pero no todos tienen porque ser malos. En mi caso no tengo intención de haceros daño, ni de quemaros. Jamás, como le he dicho antes, le quitaría la vida a una criatura cuya vida no acaba más que empezar. —En ese instante Sapphira apareció manchada de sangre y llevando entre sus fauces un par de conejos. Se veía a simple vista que la sangre no era de ella, sino de las que ahora eran sus víctimas. Daven no pudo evitar soltar una sonora y tosca carcajada. — Madame, aquí tiene usted sus flores. Siento decirle que son conejos viejos cuya vida estaba por acabar. No estará tan jugosa como la de un conejo joven, pero si estará sabrosa.
Daven Valerious
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Re: La belleza de la luna. [Gaia - Privado] [Cerrado]
Devin le ofreció bebida. Y comida. y unos zapatos hechos de su propia camisa. Gaia los llevó por un momento. Después de andar meses sobre las rocas aquello era como entrar en el Valhalla, así que decidió quitárselos de inmediato. Principalmente por dos razones: Nadie en su sano juicio permitiría que Gaia accediese al Valhalla y por supuesto, la segunda, la necesidad enorme de Gaia de guardar tesoros, como si fuese a necesitarlos mas tarde, como un vestigio de todo lo que había vivido en la península y fuese a repetirse.
-Eres habilidoso- dijo contemplando los zapatos antes de guardarlos- Y mi alfombra es el musgo de estos campos. así que permíteme que guarde tu regalo para otra ocasión, cuando el camino me castigue más que este claro.Mis súbditos te recompensarán... algún día. Cuando llegue a mi castillo y pueda demostrarles cuánto cuidas a tu perra, y como decidiste no quemarme.- mintió. Pero aquello el tal Devin no lo sabía.
Siempre era más seguro demostrar que había alguien que te esperaba en casa. A ser posible con el poder suficiente de mandar a un emisario pagado para cortar una cabeza u dos. Eso siempre hacía que todos se pensasen el matar a Gaia un poco. O por lo menos aquello le había enseñado la experiencia.
El hombre volvió a hablar, revelando sus buenas intenciones. Luna había estado molestándola desde el momento exacto en el que el chico había decidido mostrarse amable con Gaia. Nunca antes nadie le había mostrado esa amabilidad sin condiciones así que la chica estaba de alguna manera u otra pensando que querría a cambio de aquellos zapatos.
Pues lo que todos, mi Luna. Es que no ves que es un hombre solo? cargando un perro en un camino solitario? Y tu una chica joven y sola en el camino. En la noche de luna frente a un estanque? Hace falta que te lo deletree? Tu fuego, eso es lo que pedirá a cambio. O tomará, ya veremos sin pedirlo. Es un dragón, mi Luna.. vive en el fuego.
La risa de Devin se contagió a sus labios al ver como la perra le jugaba una mala pasada y la sangre de sus fauces contradecía sus palabras. Gaia no había decidido aún si confiar o no en aquel hombre misterioso y su mascota, pero quería una escama de dragón. Sería una buena adición a sus tesoros, y por lo tanto merecía la pena arriesgarse a quedarse al menos para la cena. Siempre podía volver a lanzarle piedras.
Además había hablado de cierto vino que le causó interés. Ella misma sacó sus trozos de ternera y botellas de hidromiel improvisando una pequeña mesa en una de las rocas que hacía menos de media hora había intentado lanzar al chico. Se alejó un poco, buscando algunas ramas con las que hacer fuego.
Vas a quedarte mi Luna? No...vamos a quedarnos entonces, pero si es así que sea en mis términos. Bebe. Bebete todo Luna. las hidromieles, su vino.. todo. Vamos a ver qué hace un dragón tan lejos de casa.
Gaia se sorprendió ante aquel cambio de actitud brusco en su pensamiento. Aquello tan solo podía indicar problemas.., pero por otro lado llevaba bebiendo alcohol desde los 11 años y 3 días sin probar un sorbo justo porque Luna la había convencido de que estaba mejor estando sobria en el camino. Y ahora le daba rienda suelta. Aquel si que era su Valhalla.
Y eso hizo.
Apiló las ramas frente a ellos, esperando que el chico, de alguna manera u otra las hiciera arder. Agarró una de sus botellas y la bebió apresurada, revelando su lado menos elegante, tiznando sus mejillas de color rosado por la vergüenza que aquello le causaba pero relajando sus hombros por primera vez en varios días tras acabar la primera.
Eso es Luna.. ya está. Ya estamos. Ahora.. escucha con atención... no estoy segura de porqué el hecho de que cuide a un animal te hace confiar en este dragonzuelo, pero vamos a ver hasta que punto le puedes confiar.
-Y... dime Devin.. qué hace un dragón tan lejos de su casa. Pensé que normalmente viajáis en grupo. Nadie que quiera formar grupo contigo? Se ve que te han herido en más de una ocasión- dijo señalando a las heridas de su pecho- Pero... es que quizás te lo merecías?- dijo Gaia odiándose por ello, pero dejándose guiar por Luna.
Sonrió de manera pícara y se sentó frente al chico, dejándole claro de que aquello había pasado de ser una agradable velada a un interrogatorio. Apurándo el ultimo sorbo de su primera botella de hidromiel mientras esperaba a que respondiese.
Aish.. Luna mi Luna.. qué sería de nosotras sin mí.. mi Luna. Ambas muertas, o peor.. vendídas por un par de zapatos.Já! Pero esta bien mi Luna.. Yo estoy aquí.
Gaia quería gritarle a Luna, y a ratos componía un gesto de frustración alternándolo con la sonrisa maliciosa de su alter ego. Pensaba en sus grandes expectativas del claro de luna. De su deseo de cambiar de cuerpo como aquel dragón y dejar a Luna ahí justo donde pertenecía. Odiaba la manera en la que por algún motivo siempre saboteaba cualquier interacción que no hubiese sido su idea, y odiaba como en aquella ocasión estaba a punto de hacer que ese chico que la había tratado como persona por primera vez en muchos meses pensase que tan solo era una alcohólica en busca de su siguiente bebida.
Ella sabía que era mucho más que eso, pero en aquel momento estaba atrapada en su propia mente. Y la historia acabaría como siempre.
Como acabó con las tres figuras que se aproximaban al restaurante improvisado donde se encontraban Devin y Gaia.
-Eres habilidoso- dijo contemplando los zapatos antes de guardarlos- Y mi alfombra es el musgo de estos campos. así que permíteme que guarde tu regalo para otra ocasión, cuando el camino me castigue más que este claro.Mis súbditos te recompensarán... algún día. Cuando llegue a mi castillo y pueda demostrarles cuánto cuidas a tu perra, y como decidiste no quemarme.- mintió. Pero aquello el tal Devin no lo sabía.
Siempre era más seguro demostrar que había alguien que te esperaba en casa. A ser posible con el poder suficiente de mandar a un emisario pagado para cortar una cabeza u dos. Eso siempre hacía que todos se pensasen el matar a Gaia un poco. O por lo menos aquello le había enseñado la experiencia.
El hombre volvió a hablar, revelando sus buenas intenciones. Luna había estado molestándola desde el momento exacto en el que el chico había decidido mostrarse amable con Gaia. Nunca antes nadie le había mostrado esa amabilidad sin condiciones así que la chica estaba de alguna manera u otra pensando que querría a cambio de aquellos zapatos.
Pues lo que todos, mi Luna. Es que no ves que es un hombre solo? cargando un perro en un camino solitario? Y tu una chica joven y sola en el camino. En la noche de luna frente a un estanque? Hace falta que te lo deletree? Tu fuego, eso es lo que pedirá a cambio. O tomará, ya veremos sin pedirlo. Es un dragón, mi Luna.. vive en el fuego.
La risa de Devin se contagió a sus labios al ver como la perra le jugaba una mala pasada y la sangre de sus fauces contradecía sus palabras. Gaia no había decidido aún si confiar o no en aquel hombre misterioso y su mascota, pero quería una escama de dragón. Sería una buena adición a sus tesoros, y por lo tanto merecía la pena arriesgarse a quedarse al menos para la cena. Siempre podía volver a lanzarle piedras.
Además había hablado de cierto vino que le causó interés. Ella misma sacó sus trozos de ternera y botellas de hidromiel improvisando una pequeña mesa en una de las rocas que hacía menos de media hora había intentado lanzar al chico. Se alejó un poco, buscando algunas ramas con las que hacer fuego.
Vas a quedarte mi Luna? No...vamos a quedarnos entonces, pero si es así que sea en mis términos. Bebe. Bebete todo Luna. las hidromieles, su vino.. todo. Vamos a ver qué hace un dragón tan lejos de casa.
Gaia se sorprendió ante aquel cambio de actitud brusco en su pensamiento. Aquello tan solo podía indicar problemas.., pero por otro lado llevaba bebiendo alcohol desde los 11 años y 3 días sin probar un sorbo justo porque Luna la había convencido de que estaba mejor estando sobria en el camino. Y ahora le daba rienda suelta. Aquel si que era su Valhalla.
Y eso hizo.
Apiló las ramas frente a ellos, esperando que el chico, de alguna manera u otra las hiciera arder. Agarró una de sus botellas y la bebió apresurada, revelando su lado menos elegante, tiznando sus mejillas de color rosado por la vergüenza que aquello le causaba pero relajando sus hombros por primera vez en varios días tras acabar la primera.
Eso es Luna.. ya está. Ya estamos. Ahora.. escucha con atención... no estoy segura de porqué el hecho de que cuide a un animal te hace confiar en este dragonzuelo, pero vamos a ver hasta que punto le puedes confiar.
-Y... dime Devin.. qué hace un dragón tan lejos de su casa. Pensé que normalmente viajáis en grupo. Nadie que quiera formar grupo contigo? Se ve que te han herido en más de una ocasión- dijo señalando a las heridas de su pecho- Pero... es que quizás te lo merecías?- dijo Gaia odiándose por ello, pero dejándose guiar por Luna.
Sonrió de manera pícara y se sentó frente al chico, dejándole claro de que aquello había pasado de ser una agradable velada a un interrogatorio. Apurándo el ultimo sorbo de su primera botella de hidromiel mientras esperaba a que respondiese.
Aish.. Luna mi Luna.. qué sería de nosotras sin mí.. mi Luna. Ambas muertas, o peor.. vendídas por un par de zapatos.Já! Pero esta bien mi Luna.. Yo estoy aquí.
Gaia quería gritarle a Luna, y a ratos componía un gesto de frustración alternándolo con la sonrisa maliciosa de su alter ego. Pensaba en sus grandes expectativas del claro de luna. De su deseo de cambiar de cuerpo como aquel dragón y dejar a Luna ahí justo donde pertenecía. Odiaba la manera en la que por algún motivo siempre saboteaba cualquier interacción que no hubiese sido su idea, y odiaba como en aquella ocasión estaba a punto de hacer que ese chico que la había tratado como persona por primera vez en muchos meses pensase que tan solo era una alcohólica en busca de su siguiente bebida.
Ella sabía que era mucho más que eso, pero en aquel momento estaba atrapada en su propia mente. Y la historia acabaría como siempre.
Como acabó con las tres figuras que se aproximaban al restaurante improvisado donde se encontraban Devin y Gaia.
Gaia
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Re: La belleza de la luna. [Gaia - Privado] [Cerrado]
No pudo más que reír ante la idea de recibir una recompensa por algo tan pobre.—No es necesario, mi señora. Pues el interés material no es algo que cohabite en mi interior.—Buscó entre sus pertenencias la yesca y el pedernal.—Pues es más, no es merecida recompensa alguna por algo tan básico.— Con la mano que tenía libre cogió el hacha por la cabeza de la misma y dejó la yesca cerca de la pila de madera. Raspó el pedernal con la hoja de su hacha hasta que la chispa prendió la yesca. Dejó las herramientas en el suelo y comenzó a soplar con delicadeza buscando crear el fuego eterno a raíz de la chispa. Y eso hizo, tras unos segundos soplando por fin se había encendido la hoguera.
—No me trate de tal manera, mi señora. Pues independientemente de mi naturaleza no soy más que un humilde ermitaño. Cuido de todo ser vivo que se lo merezca e intento equilibrar la vida y la muerte, llevándome conmigo aquellas vidas ya longevas cuyo final está cerca. — Se acomodó en el suelo frente a Gaia mientras observaba como la chica bebía sin parar.
Fue una sorpresa ver la naturalidad con la que chica se comportaba frente a él. No tenía malas intenciones con nadie y disfrutaba de las noches de compañía, en las que el único objetivo era disfrutar de la naturaleza y narrar multitud de historias. Su finalidad era conocer el mundo. Y para conocer el mundo has de saber las historias de las personas que habitan en él.
Descorchó el vino y le dio un trago diminuto. No quería que el vino hablará por él. Pues llevaba almacenado años en su mochila y aunque lo había bebido con anterioridad recordaba haber acabado demasiado perjudicado. Se lo ofreció a la joven con una sonrisa en sus labios. Sonrisa que cambió en el momento que comenzó el interrogatorio.
—Recorro el mundo en soledad, intentando hallar la respuesta a la pregunta que siempre ha ondeado en mi bandera.—Sapphira se acercó a Daven y dejó ambos conejos sobre su regazo. Acarició el rostro del can y cogió uno de los conejos con sus dos manos. Lo hizo crujir, partiendolo internamente por la mitad y se lo dejó a los pies de la perra. —Skoll. —Le dedicó a su fiel amiga antes de que empezara a devorar a su presa. La elegancia no era algo que la can conociera, pues las tripas del conejo se esparcieron a su alrededor y tenía la mala costumbre de dejar la cabeza para lo último. ¿Por qué? Pues porque la cogía por las orejas y la lanzaba una y otra vez como si se tratase de una pelota. Era su forma de mantenerse siempre cachorra, de ser juguetona.
Daven sacó de su mochila un pequeño cuchillo y rajó al otro conejo. Le quitó la piel y con su mano agarró la cabeza de la criatura. La hizo crujir partiendo el cuello y la arrancó. ¿Qué hizo con ella? Tirarsela a Sapphira para que jugara con ella. Atravesó el conejo con una rama y lo acercó al fuego para que empezara a cocinarse.
—Es cierto que tenemos por costumbre viajar en clan. Pero siempre hay una excepción. Pedí permiso a mi matriarca y ella me concedió la oportunidad de volar solo.— Comprobó con su dedo como iba la cocción del conejo y se miró el pecho.—Os equivocáis mi señora. Estos son dibujos incrustados en esta piel. Narran las cosas que he visto a lo largo de mi vida. Es una manera de hacer que mi cuerpo exprese mi historia.— Se encogió ligeramente de hombros mientras retiraba el conejo del fuego. Agarró una de las patas traseras y se la ofreció a Gaia.
—Guardad vuestra ternera mi señora. Esta noche no hará falta. Guardala pues no sabéis cuando os hará falta en vuestro viaje — Se llevó el conejo a la boca y arrancó un trozo de carne. Porque arrancarla con la mano era demasiado civilizado para él y teniendo en cuenta que se había retirado a las montañas por voluntad propia... Pues estaba claro que no iba a ser elegante en ninguna circunstancia.
—Y contadme, mi señora. ¿Cómo habéis acabado en un lugar tan remoto como este? ¿Y cómo vuestros súbditos os han dejado sola? ¿Acaso estáis huyendo de vuestro castillo? ¿O acaso están acechando en las cercanías y planeais mi captura?— Elevó su ceja izquierda posando su mirada en la de ella. En todo momento Daven mantenía una tranquilidad que cualquiera diría que estaba bajos los efectos de las drogas. Pero no. Daven era tranquilo y sereno. Y aunque sus palabras pudieran mostrar incertidumbre su intención era la de conocer y darle las distintas opciones y conjeturas a las que había llegado con la información que le había ofrecido. Daven era meticuloso con sus teorías y siempre daba todas las posibles para no encontrarse después con ninguna sorpresa. Distinto era si la información que tenía era errónea, pues entonces sus conjeturas no estarían tan claras como sus intenciones.
—No me trate de tal manera, mi señora. Pues independientemente de mi naturaleza no soy más que un humilde ermitaño. Cuido de todo ser vivo que se lo merezca e intento equilibrar la vida y la muerte, llevándome conmigo aquellas vidas ya longevas cuyo final está cerca. — Se acomodó en el suelo frente a Gaia mientras observaba como la chica bebía sin parar.
Fue una sorpresa ver la naturalidad con la que chica se comportaba frente a él. No tenía malas intenciones con nadie y disfrutaba de las noches de compañía, en las que el único objetivo era disfrutar de la naturaleza y narrar multitud de historias. Su finalidad era conocer el mundo. Y para conocer el mundo has de saber las historias de las personas que habitan en él.
Descorchó el vino y le dio un trago diminuto. No quería que el vino hablará por él. Pues llevaba almacenado años en su mochila y aunque lo había bebido con anterioridad recordaba haber acabado demasiado perjudicado. Se lo ofreció a la joven con una sonrisa en sus labios. Sonrisa que cambió en el momento que comenzó el interrogatorio.
—Recorro el mundo en soledad, intentando hallar la respuesta a la pregunta que siempre ha ondeado en mi bandera.—Sapphira se acercó a Daven y dejó ambos conejos sobre su regazo. Acarició el rostro del can y cogió uno de los conejos con sus dos manos. Lo hizo crujir, partiendolo internamente por la mitad y se lo dejó a los pies de la perra. —Skoll. —Le dedicó a su fiel amiga antes de que empezara a devorar a su presa. La elegancia no era algo que la can conociera, pues las tripas del conejo se esparcieron a su alrededor y tenía la mala costumbre de dejar la cabeza para lo último. ¿Por qué? Pues porque la cogía por las orejas y la lanzaba una y otra vez como si se tratase de una pelota. Era su forma de mantenerse siempre cachorra, de ser juguetona.
Daven sacó de su mochila un pequeño cuchillo y rajó al otro conejo. Le quitó la piel y con su mano agarró la cabeza de la criatura. La hizo crujir partiendo el cuello y la arrancó. ¿Qué hizo con ella? Tirarsela a Sapphira para que jugara con ella. Atravesó el conejo con una rama y lo acercó al fuego para que empezara a cocinarse.
—Es cierto que tenemos por costumbre viajar en clan. Pero siempre hay una excepción. Pedí permiso a mi matriarca y ella me concedió la oportunidad de volar solo.— Comprobó con su dedo como iba la cocción del conejo y se miró el pecho.—Os equivocáis mi señora. Estos son dibujos incrustados en esta piel. Narran las cosas que he visto a lo largo de mi vida. Es una manera de hacer que mi cuerpo exprese mi historia.— Se encogió ligeramente de hombros mientras retiraba el conejo del fuego. Agarró una de las patas traseras y se la ofreció a Gaia.
—Guardad vuestra ternera mi señora. Esta noche no hará falta. Guardala pues no sabéis cuando os hará falta en vuestro viaje — Se llevó el conejo a la boca y arrancó un trozo de carne. Porque arrancarla con la mano era demasiado civilizado para él y teniendo en cuenta que se había retirado a las montañas por voluntad propia... Pues estaba claro que no iba a ser elegante en ninguna circunstancia.
—Y contadme, mi señora. ¿Cómo habéis acabado en un lugar tan remoto como este? ¿Y cómo vuestros súbditos os han dejado sola? ¿Acaso estáis huyendo de vuestro castillo? ¿O acaso están acechando en las cercanías y planeais mi captura?— Elevó su ceja izquierda posando su mirada en la de ella. En todo momento Daven mantenía una tranquilidad que cualquiera diría que estaba bajos los efectos de las drogas. Pero no. Daven era tranquilo y sereno. Y aunque sus palabras pudieran mostrar incertidumbre su intención era la de conocer y darle las distintas opciones y conjeturas a las que había llegado con la información que le había ofrecido. Daven era meticuloso con sus teorías y siempre daba todas las posibles para no encontrarse después con ninguna sorpresa. Distinto era si la información que tenía era errónea, pues entonces sus conjeturas no estarían tan claras como sus intenciones.
Daven Valerious
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Re: La belleza de la luna. [Gaia - Privado] [Cerrado]
Luna estaba enfurecida. Mucho. Aquel chico no parecía sentirse incómodo ante preguntas directas . La sinceridad de sus palabras hablando sobre su familia y sus viajes, la amabilidad de sus acciones, la manera en la que reía sin miedo a que se le entreviesen las segundas intenciones...
Aquel chico iba a destrozar a Gaia.
Podría volver loca su cabeza. Separarla de su Luna. Tenía ese no se qué hacía que las chicas perdiesen la cabeza, y Gaia era demasiado ingénua para atenerse a canones normales. La cabeza de Gaia le pertenecía a ella. Era tan solo de su Luna. Para siempre.Tendría que pasar a otro plan... sabía que aquello no iba a ser bonito. Pero tan solo para conservar su cordura.
.........
Gaia veía cómo el chico respondía a todas las preguntas de Luna sin titubear. Escuchó sus palabras y pausó el ritmo en el que bebía. Necesitaba estar sobria para escucharlo, para responder de manera adecuada a cualquier pregunta que pudiese hacerle. Los dibujos en su pecho le llamaron la atención y Gaia iba a preguntarles sus significados cuando Luna tomó de nuevo posesión de sus acciones y palabras.
Ésta es nuestra oportunidad, mi Luna. Debemos darle lo que quiere, así nos dejará tranquilas Mejor ahora que cuando el lo crea conveniente.. Oh Luna mi Luna... no vamos a dejar que este chico te llene la cabeza de pajaritos. Es un dragón y quiere tu fuego. Vamos a dárselo antes de que te extinga.
Gaia se acercó al muchacho y posó su dedo sobre uno de los dibujos de su pecho, sin esperar permiso alguno y situándose más cerca de lo que la chica hubiese hecho en cualquier otra ocasión.
-Son estrellas..- dijo Gaia mientras acariciaba los dibujos uno a uno enfocando sus ojos en ellos como si fuese la primera vez viese el universo-Yo aparezco en ellos? - dijo simplemente mostrándo una sonrisa pícara en sus labios- Ah si,, mírame.- dijo finalmente- Estoy aquí! -Señaló un pequeño lunar del pecho del chico y se acercó más a mirarlo con curiosidad. El olor a almizcle, fuego y algo dulce cómo la canela, llenó su nariz. No sabía muy bien si era el olor del chico o de las ramas que se quemaban dónde cocinaban- Debi de aparecer mucho antes que todos los demás dibujos, porque no parezco ni la mitad de la mitad de fascinante- Pasó su mano sobre el lunar como intentando borrarlo- Pero.. definitivamente soy yo- sentenció y por un segundo lo miró a los ojos y apartó la mirada rápidamente con miedo de que su mirada reflejase a Luna, y volvió a separarse de êl mientras daba un sorbo del vino de Dundarak que le había ofrecido.
- Había oido de la cerveza de Dundarak - "oído" era tan solo un eufemismo perfecto para emborracharse en aquella frase- Pero nunca del vino... sabe a... verano. Y a esfuerzo. Y a noches donde su efecto lleva a decisiones poco acertadas.- dijo finalmente, entristecida.
Pero qué haces animal de campo? No me gusta este chico. Esta demasiado contenido. Tiene a una chica linda tan cerca y sigue tan cuerdo? No recuerdas a los soldados de Verisar mi Luna? Perdieron la cabeza por tus caderas.. y a los hombres de la curtiduría.. esos tampoco olvidaron tus pecas.. Oh Luna. No me gusta este chico. Para nada.
Gaia intentó con todas sus fuerzas no pensar en ninguno de esos hombres, pero la pregunta de Daven trajo sus pensamientos a la realidad.
-Yo... caminé hasta aquí- dijo simplemente dando a entender que no estaba dispuesta a compartir nada más. Como si aquello solucionase todo lo que había preguntado. Sonrió sabiendo que no era justo que tan solo dijese aquello.- Deves estar tranquilo y no temer por tu libertad. La única captura de la que podría ser culpable es la de tus alas. Me hubiese montado en ellas si no te hubieses transformado.. no imagino una forma más rápida de viajar a cualquier sitio... y a ningún lado- Sonrió. Pero la sonrisa no le llegó a los ojos.-Digamos que... aún no saben qué escapé de mi castillo. Y si lo saben.. no es que les importe demasiado.- Notó el tono melancólico en el que se había sumido la conversación y dijo rápidamente- Es más divertido reinar desde la cercanía al pueblo
Luna parecía dormida por un momento, y Gaia aprovechó aquella pausa de su mente para ver como la perra jugueteaba con el conejo. Varias veces trajo partes del animal a Daven para que se la tirase y fuese a buscarlas. Una de ellas lo hizo a Gaia y aquello inundó su corazón friío de una calidez sincera. Tanto que lo tiró demasiado lejos y perdieron a la perra de vista por unos minutos.
Aquella paz sin embargo no duró mucho.
Una flecha apareció como de la nada y pasó rozándo la mejilla de Gaia creándole un pequeño corte. Dos figuras aparecieron de la frondosidad del bosque con un arco y una espada, fijándo su mirada en Gaia en particular y dedicando miradas feroces a Daven.
-Aquí está la ladronzuela...- dijo el más alto de los hombres, acercándose a Gaia y tirándo de su vestido de manera bruta intentando romperlo- Espero que hayas disfrutado estas sedas... ahora es tiempo de devolverlo. Dónde está mi caballo? Seguro que lo has perdido! Maldita prostituta barata.. te vas a arrepentir de haber parado en nuestra posada...- dijo el hombre haciendo un puño con el que se disponía a azotar a Gaia.
Te lo dije, Luna.
-Para, para! - dijo la chica, pero notó como el dolor se apoderaba de su mejilla antes de poder hacer nada para controlarlo-El vestido fue... fue un regalo.. Y yo no he robado ningún caballo! Vengo andando- dijo la chica.
Aquello no era totalmente cierto: Había tomado prestado el vestido de una de las damiselas de la posada. Ella tenía varios y se había dedicado toda la noche a alardear de que tan sólo los usaba una vez antes de donarlos. Gaia pensó en ahorrarle un viaje y tomar el vestido que la chica había llevado el día anterior.
Con respecto al caballo... había visto como aquel hombre lo había tratado. Usándo sus puños de la manera que lo hacía ahora con Gaia y su corazón ni pudo irse pensando cuántos días más el pobre caballo iba a tener que soportar el maltrato.Así que desató sus cuerdas mientras estaba atado en las caballerizas... lo que hubiese pasado a partir de ahí no era su culpa.
O eso se obligó a decirse.
-
Aquel chico iba a destrozar a Gaia.
Podría volver loca su cabeza. Separarla de su Luna. Tenía ese no se qué hacía que las chicas perdiesen la cabeza, y Gaia era demasiado ingénua para atenerse a canones normales. La cabeza de Gaia le pertenecía a ella. Era tan solo de su Luna. Para siempre.Tendría que pasar a otro plan... sabía que aquello no iba a ser bonito. Pero tan solo para conservar su cordura.
.........
Gaia veía cómo el chico respondía a todas las preguntas de Luna sin titubear. Escuchó sus palabras y pausó el ritmo en el que bebía. Necesitaba estar sobria para escucharlo, para responder de manera adecuada a cualquier pregunta que pudiese hacerle. Los dibujos en su pecho le llamaron la atención y Gaia iba a preguntarles sus significados cuando Luna tomó de nuevo posesión de sus acciones y palabras.
Ésta es nuestra oportunidad, mi Luna. Debemos darle lo que quiere, así nos dejará tranquilas Mejor ahora que cuando el lo crea conveniente.. Oh Luna mi Luna... no vamos a dejar que este chico te llene la cabeza de pajaritos. Es un dragón y quiere tu fuego. Vamos a dárselo antes de que te extinga.
Gaia se acercó al muchacho y posó su dedo sobre uno de los dibujos de su pecho, sin esperar permiso alguno y situándose más cerca de lo que la chica hubiese hecho en cualquier otra ocasión.
-Son estrellas..- dijo Gaia mientras acariciaba los dibujos uno a uno enfocando sus ojos en ellos como si fuese la primera vez viese el universo-Yo aparezco en ellos? - dijo simplemente mostrándo una sonrisa pícara en sus labios- Ah si,, mírame.- dijo finalmente- Estoy aquí! -Señaló un pequeño lunar del pecho del chico y se acercó más a mirarlo con curiosidad. El olor a almizcle, fuego y algo dulce cómo la canela, llenó su nariz. No sabía muy bien si era el olor del chico o de las ramas que se quemaban dónde cocinaban- Debi de aparecer mucho antes que todos los demás dibujos, porque no parezco ni la mitad de la mitad de fascinante- Pasó su mano sobre el lunar como intentando borrarlo- Pero.. definitivamente soy yo- sentenció y por un segundo lo miró a los ojos y apartó la mirada rápidamente con miedo de que su mirada reflejase a Luna, y volvió a separarse de êl mientras daba un sorbo del vino de Dundarak que le había ofrecido.
- Había oido de la cerveza de Dundarak - "oído" era tan solo un eufemismo perfecto para emborracharse en aquella frase- Pero nunca del vino... sabe a... verano. Y a esfuerzo. Y a noches donde su efecto lleva a decisiones poco acertadas.- dijo finalmente, entristecida.
Pero qué haces animal de campo? No me gusta este chico. Esta demasiado contenido. Tiene a una chica linda tan cerca y sigue tan cuerdo? No recuerdas a los soldados de Verisar mi Luna? Perdieron la cabeza por tus caderas.. y a los hombres de la curtiduría.. esos tampoco olvidaron tus pecas.. Oh Luna. No me gusta este chico. Para nada.
Gaia intentó con todas sus fuerzas no pensar en ninguno de esos hombres, pero la pregunta de Daven trajo sus pensamientos a la realidad.
-Yo... caminé hasta aquí- dijo simplemente dando a entender que no estaba dispuesta a compartir nada más. Como si aquello solucionase todo lo que había preguntado. Sonrió sabiendo que no era justo que tan solo dijese aquello.- Deves estar tranquilo y no temer por tu libertad. La única captura de la que podría ser culpable es la de tus alas. Me hubiese montado en ellas si no te hubieses transformado.. no imagino una forma más rápida de viajar a cualquier sitio... y a ningún lado- Sonrió. Pero la sonrisa no le llegó a los ojos.-Digamos que... aún no saben qué escapé de mi castillo. Y si lo saben.. no es que les importe demasiado.- Notó el tono melancólico en el que se había sumido la conversación y dijo rápidamente- Es más divertido reinar desde la cercanía al pueblo
Luna parecía dormida por un momento, y Gaia aprovechó aquella pausa de su mente para ver como la perra jugueteaba con el conejo. Varias veces trajo partes del animal a Daven para que se la tirase y fuese a buscarlas. Una de ellas lo hizo a Gaia y aquello inundó su corazón friío de una calidez sincera. Tanto que lo tiró demasiado lejos y perdieron a la perra de vista por unos minutos.
Aquella paz sin embargo no duró mucho.
Una flecha apareció como de la nada y pasó rozándo la mejilla de Gaia creándole un pequeño corte. Dos figuras aparecieron de la frondosidad del bosque con un arco y una espada, fijándo su mirada en Gaia en particular y dedicando miradas feroces a Daven.
-Aquí está la ladronzuela...- dijo el más alto de los hombres, acercándose a Gaia y tirándo de su vestido de manera bruta intentando romperlo- Espero que hayas disfrutado estas sedas... ahora es tiempo de devolverlo. Dónde está mi caballo? Seguro que lo has perdido! Maldita prostituta barata.. te vas a arrepentir de haber parado en nuestra posada...- dijo el hombre haciendo un puño con el que se disponía a azotar a Gaia.
Te lo dije, Luna.
-Para, para! - dijo la chica, pero notó como el dolor se apoderaba de su mejilla antes de poder hacer nada para controlarlo-El vestido fue... fue un regalo.. Y yo no he robado ningún caballo! Vengo andando- dijo la chica.
Aquello no era totalmente cierto: Había tomado prestado el vestido de una de las damiselas de la posada. Ella tenía varios y se había dedicado toda la noche a alardear de que tan sólo los usaba una vez antes de donarlos. Gaia pensó en ahorrarle un viaje y tomar el vestido que la chica había llevado el día anterior.
Con respecto al caballo... había visto como aquel hombre lo había tratado. Usándo sus puños de la manera que lo hacía ahora con Gaia y su corazón ni pudo irse pensando cuántos días más el pobre caballo iba a tener que soportar el maltrato.Así que desató sus cuerdas mientras estaba atado en las caballerizas... lo que hubiese pasado a partir de ahí no era su culpa.
O eso se obligó a decirse.
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Gaia
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Re: La belleza de la luna. [Gaia - Privado] [Cerrado]
Daven no era de piedra. Eso estaba más que claro y a veces era incapaz de controlar su instinto más básico y más después de tal provocación. Pues estaba claro que Gaia sabía como seducir a un hombre. Y consecuencia de ello era la ereccion que ahora mismo tenía Daven entre sus piernas. —Eres única. Eso no puedo dudarlo. Y fascinante. Incluso he de admitir que tienes un punto intrigante que me tiene enganchado a ti. Pero...—Hizo una breve pausa.—No pretendo llegar a este punto con vos. No es mi naturaleza aprovecharme de alguien.
Y así era él. No veía oportuno, ni lógico, ni natural que tuvieran que aprovecharse de las mujeres cuando por un motivo u otro la bebida hablaba por ellas. De hecho, veía hasta ofensivo la existencia de los prostíbulos. Debido a su decisión de vivir alejado de la sociedad no tenía ocasión alguna de yacer con alguna mujer. Pero tampoco veía necesario ese tipo de lugares. Si tuviera el poder suficiente estaba claro que arrasaría esos lugares y eliminaría esa lacra de la sociedad que impide que exista una igualdad y unos derechos que abarque a todo el mundo. No podía soportar las injusticias, hacían que se encendiera la llama.
Mientras Gaia estuvo encima de él, las manos de Daven habían permanecido quietas, petrificadas pues no quería tocarla en ese momento. No quería que aunque se ofreciera a él, hacerla sentir incómoda. Pero por suerte Gaia se separó de él.
No podía evitar intentar animar a la joven cuando sus palabras del vino de Dundarak hicieron que en su voz de reflejara tristeza. Extendió su mano y acarició su mejilla con ternura. Como si la misma luna bañarse con su luz su rostro. —Sabe a naturaleza. A luna. A días y noches que quedan en el recuerdo por sus buenos momentos... Sabe a familia, a amistad y a ternura.— Retiró la mano de la mejilla esbozando una tierna sonrisa, pues le fue inevitable acordarse de lo que había vivido en Dundarak.
—¿Andando? Es decir... ¿Habéis caminado todo el rato descalza?— Una preocupación por el estado de los pies de Gaia apareció en la cabeza del dragón. Él sabía de primera mano lo que podía castigar el andar descalzo por multitud de terrenos. Y a veces optaba por andar siendo dragón por la dureza de sus escamas. Pero su preocupación se alejó durante unos minutos mientras escuchaba hablar de sus alas.—¿Por eso planeabais dejarme inconsciente?—En el tono de la pregunta no se reflejaba ningún reproche, tan sólo aprovechó el momento para hacer referencia. —Con pedirlo habría bastado. Pues cuando vos queráis os llevaré hasta la luna si hiciera falta con tal de verla sonreír.— Algo en Daven le había hecho despertar un sentimiento paternal hacia Gaia. Quizás porque notaba la lucha interna que existía en ella o porque su mirada reflejaba tristeza. Y odiaba la tristeza. Lo único que pretendía con ella era darle un motivo para que sonriera de verdad.
Parecía que el tiempo se había detenido justo cuando en el lugar quedsron ellos dos. Sapphira se había marchado en busca de la cabeza del conejo y por unos instantes Daven sentía paz y tranquilidad.
Paz y tranquilidad que se vio quebrada por el sonido de una flecha. Parpadeó varias veces hasta que se percató de que Gaia sangraba. No se esperaba para nada aquella interrupción y menos las intenciones de aquellos hombres.
Daven no temía ni se inmutaba ante la mirada de aquellos bandidos. En peores plazas había toreado y con peores enemigos se había encontrado. Al fin y al cabo, la mirada de un dragón cabreado imponía más que la de dos desgraciados. En el momento en el que el hombre se dispuso a golpear a Gaia, Daven se levantó de un salto y agarró al hombre por el brazo.
—Iba a perdonad vuestras vidas por interrumpir mi reunión con la señorita. Pero jamás os perdonaré por intentar golpearla. Me da igual quienes seáis o que queráis. Habéis optado por la sentencia a muerte.— Soltó el brazo del hombre y le profirio un golpe en el pecho el cual lo empujó varios metros hacia atrás.
Daven inspiró profundamente. Abrió sus fosas nasales y dejó que el aire que los rodeaba alimentara el fuego que se encontraba en su interior. Cerró sus ojos y en aquel instante su piel comenzó a oscurecerse. Era del color de la propia oscuridad, de un negro en el que sólo se podía reflejar la luna. Su piel empezó a llenarse de escamas, una tras otra. Su rostro se alargó creando las temidas fauces por las que muchos habían huido. Su espalda se partió en tres. De las que dos partes se convirtieron en alas y la tercera dio forma a su cola. Sus extremidades ya no eran humanas, sino garras capaces de partir un árbol por último Daven empezó a crecer hasta medir casi los 4 metros de largo.
El dragón abrió los ojos y los posó sobre los bandidos. Abrió sus fauces y soltó un bramido. Dio varios pasos hasta quedarse entre Gaia y ellos. Sacó pecho, extendió sus alas y abrió sus fauces. ¿Golpearlos? ¿Triturarlos? ¿Aplastarlos?
Ambos hombres se quedaron impresionados durante unos segundos y no dudaron en atacar al dragón. El arquero no dejaba de lanzar flechas, las cuales erraban contra la escamada piel del dragón. Y la espada no era capaz de hacerle nada. No eran lo suficientemente poderosas ni del material adecuado como para dañar al dragón.
Este cansado de lo patético que parecían al enfrentarse a él, giró sobre sí mismo y con su cola golpeó a ambos haciendo que volaran unos metros hasta que el que amenazó a Gaia se golpeó contra un árbol y el otro quedó tendido en el suelo.
Dragón-Daven cerró sus ojos e inclinó su cabeza hacia Gaia en muestra de confianza. Quería demostrarle que ella no corría peligro por su parte. No necesitaba escuchar las palabras de Gaia, creía a la joven y ante todo no se merecía pasar por aquello. Sentía que era la hora de que alguien luchara a su lado y no contra ella.
Aún mantenía los ojos cerrados y la rapidez de las circunstancias habían provocado que el dragón no se diera cuenta de que tenía una herida. El arquero lanzó una flecha mientras el joven se transformaba e hizo que una escama se desprendiera de la piel quedando a escasos centímetros de Gaia.
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Off: Habilidad Racial. Transformación en dragón.
Y así era él. No veía oportuno, ni lógico, ni natural que tuvieran que aprovecharse de las mujeres cuando por un motivo u otro la bebida hablaba por ellas. De hecho, veía hasta ofensivo la existencia de los prostíbulos. Debido a su decisión de vivir alejado de la sociedad no tenía ocasión alguna de yacer con alguna mujer. Pero tampoco veía necesario ese tipo de lugares. Si tuviera el poder suficiente estaba claro que arrasaría esos lugares y eliminaría esa lacra de la sociedad que impide que exista una igualdad y unos derechos que abarque a todo el mundo. No podía soportar las injusticias, hacían que se encendiera la llama.
Mientras Gaia estuvo encima de él, las manos de Daven habían permanecido quietas, petrificadas pues no quería tocarla en ese momento. No quería que aunque se ofreciera a él, hacerla sentir incómoda. Pero por suerte Gaia se separó de él.
No podía evitar intentar animar a la joven cuando sus palabras del vino de Dundarak hicieron que en su voz de reflejara tristeza. Extendió su mano y acarició su mejilla con ternura. Como si la misma luna bañarse con su luz su rostro. —Sabe a naturaleza. A luna. A días y noches que quedan en el recuerdo por sus buenos momentos... Sabe a familia, a amistad y a ternura.— Retiró la mano de la mejilla esbozando una tierna sonrisa, pues le fue inevitable acordarse de lo que había vivido en Dundarak.
—¿Andando? Es decir... ¿Habéis caminado todo el rato descalza?— Una preocupación por el estado de los pies de Gaia apareció en la cabeza del dragón. Él sabía de primera mano lo que podía castigar el andar descalzo por multitud de terrenos. Y a veces optaba por andar siendo dragón por la dureza de sus escamas. Pero su preocupación se alejó durante unos minutos mientras escuchaba hablar de sus alas.—¿Por eso planeabais dejarme inconsciente?—En el tono de la pregunta no se reflejaba ningún reproche, tan sólo aprovechó el momento para hacer referencia. —Con pedirlo habría bastado. Pues cuando vos queráis os llevaré hasta la luna si hiciera falta con tal de verla sonreír.— Algo en Daven le había hecho despertar un sentimiento paternal hacia Gaia. Quizás porque notaba la lucha interna que existía en ella o porque su mirada reflejaba tristeza. Y odiaba la tristeza. Lo único que pretendía con ella era darle un motivo para que sonriera de verdad.
Parecía que el tiempo se había detenido justo cuando en el lugar quedsron ellos dos. Sapphira se había marchado en busca de la cabeza del conejo y por unos instantes Daven sentía paz y tranquilidad.
Paz y tranquilidad que se vio quebrada por el sonido de una flecha. Parpadeó varias veces hasta que se percató de que Gaia sangraba. No se esperaba para nada aquella interrupción y menos las intenciones de aquellos hombres.
Daven no temía ni se inmutaba ante la mirada de aquellos bandidos. En peores plazas había toreado y con peores enemigos se había encontrado. Al fin y al cabo, la mirada de un dragón cabreado imponía más que la de dos desgraciados. En el momento en el que el hombre se dispuso a golpear a Gaia, Daven se levantó de un salto y agarró al hombre por el brazo.
—Iba a perdonad vuestras vidas por interrumpir mi reunión con la señorita. Pero jamás os perdonaré por intentar golpearla. Me da igual quienes seáis o que queráis. Habéis optado por la sentencia a muerte.— Soltó el brazo del hombre y le profirio un golpe en el pecho el cual lo empujó varios metros hacia atrás.
Daven inspiró profundamente. Abrió sus fosas nasales y dejó que el aire que los rodeaba alimentara el fuego que se encontraba en su interior. Cerró sus ojos y en aquel instante su piel comenzó a oscurecerse. Era del color de la propia oscuridad, de un negro en el que sólo se podía reflejar la luna. Su piel empezó a llenarse de escamas, una tras otra. Su rostro se alargó creando las temidas fauces por las que muchos habían huido. Su espalda se partió en tres. De las que dos partes se convirtieron en alas y la tercera dio forma a su cola. Sus extremidades ya no eran humanas, sino garras capaces de partir un árbol por último Daven empezó a crecer hasta medir casi los 4 metros de largo.
El dragón abrió los ojos y los posó sobre los bandidos. Abrió sus fauces y soltó un bramido. Dio varios pasos hasta quedarse entre Gaia y ellos. Sacó pecho, extendió sus alas y abrió sus fauces. ¿Golpearlos? ¿Triturarlos? ¿Aplastarlos?
Ambos hombres se quedaron impresionados durante unos segundos y no dudaron en atacar al dragón. El arquero no dejaba de lanzar flechas, las cuales erraban contra la escamada piel del dragón. Y la espada no era capaz de hacerle nada. No eran lo suficientemente poderosas ni del material adecuado como para dañar al dragón.
Este cansado de lo patético que parecían al enfrentarse a él, giró sobre sí mismo y con su cola golpeó a ambos haciendo que volaran unos metros hasta que el que amenazó a Gaia se golpeó contra un árbol y el otro quedó tendido en el suelo.
Dragón-Daven cerró sus ojos e inclinó su cabeza hacia Gaia en muestra de confianza. Quería demostrarle que ella no corría peligro por su parte. No necesitaba escuchar las palabras de Gaia, creía a la joven y ante todo no se merecía pasar por aquello. Sentía que era la hora de que alguien luchara a su lado y no contra ella.
Aún mantenía los ojos cerrados y la rapidez de las circunstancias habían provocado que el dragón no se diera cuenta de que tenía una herida. El arquero lanzó una flecha mientras el joven se transformaba e hizo que una escama se desprendiera de la piel quedando a escasos centímetros de Gaia.
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Daven Valerious
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Re: La belleza de la luna. [Gaia - Privado] [Cerrado]
Por qué sigue este chico pronunciando nuestro nombre, Luna. Como si por decir las palabras adecuadas fuese a ganarse nuestra gracia. No Luna... No hay mayor necedad que dejarse engatusar por un dragón. Y yo no soy necia. Las horas en la corte, la casa en ciudad lagarto, los campamentos de soldado.. te parecen que seamos necias Luna. Este hombre ha aparecido de la nada. Y la Luna a la que mienta y te promete llevar nos observa. No es más que otro impedimento. Pero tu.. oh Luna.. tú. Tú eres mi Luna. Mia. Mia. Mia solo.
Esperaba el impacto en su mejilla. Lo esperaba con la pasividad con la que había aceptado todos los revés que la vida había decidido darle. ansiando la enseñanza que fuese a dejar en su mente casi tanto como el morado de la magulladura en su piel. Había incluso llenado su mente de Luna, su manera natural de protegerse y la voz de la mujer parlanchina la distraía del golpe que se venía. Podía defenderse sí, pero de qué valia? No había nada de valor en ella y acabaría rapido. Tan solo pensaba en la botella de vino de Dundarak de Daven y de su olor a almizcle y fuego. Y la risa sincera en sus labios.
Lo envidiaba. Lo envidiaba tanto que el sentimiento que su Luna pensaba que era infactuación podría ocultar aquella envidia enorme. No solo por sus alas, ni por sus escamas, ni por la agilidad mente y la tranquilidad de sus palabras, sino por aquella jodida sincera sonrisa que no tenía nada más que ocultar y que reflejaba, o al menos aquello había visto Gaia, una mente tranquila. En reposo.
Pero aquel puñetazo nunca llegó, y la chica abrió sus ojos esperando ver la cara de enfado de aquel hombre a centímetros de la de ella. Pero tampoco fue así. En su lugar, las escamas del que fuese hasta hace unos minutos un hombre junto a ella reflejaban la luz que emitía el lago, distrayendo la mente curiosa de Gaia mientras el dragón lanzaba a uno de los hombres a unos metros haciéndolo chocar con un árbol y perder el conocimiento.
- Eres el sol...- dijo la chica viendo como la poca luz se reflejaba en todas sus escamas iluminando el lugar exacto donde el dragón peleaba con los hombres
No estuvo demasiado tiempo anonadada por ello, sin embargo, pues aunque uno de los hombres había dejado de ser un problema el arquero seguía lanzando flechas a ambos.La sangre de la chica se había secado en su cara, pero ver a aquel dragón como objetivo de unas flechas que deberían haber sido dirigidas a ella hizo reaccionar a la bruja, que por primera vez decidió defenderse activamente de un ataque.
Eso es todo, Luna oh.. mi Luna.. si hubiese sabido que una cara bonita sería suficiente para hacerte abandonar tu pasividad te habría mandado a buscar a los hombres de las montañas. O a Verisar.. o a ciudad lagarto de nuevo a ver a Matt Owens... pero.. oh Luna mi Luna no puedes si quiera controlar...
La furia había inundado a Gaia. Luna la había enfurecido y por primera vez en mucho, mucho tiempo deseó con cada palmo de su piel se inundase con la magia de su naturaleza, y funcionó.
Las rocas de alrededor del estanque con las que había estado intentando lastimar al dragón horas antes eran ahora plumas para la mente de Gaia. Incluso las más grandes que apenas había podido mover reaccionaban a su magia saliendo despedidas en dirección al arquero que aunque esquivó las primeras sus esfuerzos fueron menos certeros a medida que las piedras eran lanzadas con más furia. Gaia nunca supo exactamente si fue la propia torpeza del arquero o una de sus piedras lo que hicieron que el hombre cayese al suelo. Tampoco supo nunca la cantidad de sangre en el suelo donde su cabeza reposaba.
Luna tenía sus beneficios, al fin y al cabo, y fue llenando aquella visión con cosas más perecederas: El numero de juncos al rededor del cuerpo, el negro oscuro del estanque cercano, los ojos enorme del dragón no muy lejos de ella. La escama cercana que acababa de rodar hasta sus pies.
Agárrala, idiota. Sabes cuánto valor tiene eso? Podemos regresar a Verisar y comprarnos al menos una habitación permanente en una posada. O comer caliente por 3 años.Él apenas se habrá dado cuenta.. crees que una criatura así de grande se da cuenta de cuando pierde una nimiedad como una escama? Luna.. oh Luna, que afortunadas somos!
Gaia agarró la escama dubitativa. La observó en sus manos trazando cada borde con sus dedos, observando su propio reflejo en ella, notando la esencia de Daven rodeando cada centímetro de aquella escama. Luego miró al chico, todavía dragón y se acercó a él.
- Se te cayó uno de tus rayos, señor Sol- dijo tendiéndole la escama. No estaba segura de si los dragones sanaban rápido. Quizás aquellos fuesen los elfos, Tampoco estaba segura de si Daven apreciaría aquel gesto, al fin y al cabo era parte de su piel. Uno no iba por ahí robándo trozos de piel ajena, ni siquiera tocándola si el permiso adecuado.
Tú no pediste permiso...y el chico te rechazó. Ni siquiera en ese sentído le eres útil. Luna... qué mínimo que nos quedemos esta escama por las molestias. Es tan solo lo justo y necesario dada las circunstancias.
- CIERRA LA JODIDA BOCA.- Dijo Gaia finalmente.
Pocas veces perdía los papeles de aquella manera. Y muchísimo menos le hablaba a Luna delante de nadie en voz alta. Su experiencia con Luna desde niña la había enseñado que hablar con Luna en otro lugar que no fuese su mente tan solo traía problemas. Serios y muy peligrosos.Pero aquella noche esta demostrando ser un desafío en si mismo y la presión constante de Luna, a la que no solía discutir estaba sacándola de sus casillas. Como si más que nunca se diese cuenta que Luna no podía ser parte de ella.
Miró a su acompañante con la estúpida idea de que no la hubía oído gritar, con la mano aún extendida entregándole la escama.
Já! Si llego a saber que tú misma te construirías un muro ni siquiera hubiese intentado sabotear tu nueva amistad. Vete despidiendo, Luna... oh Luna. Después de esta muestra tan clara de locura... podríamos hacer una apuesta en cuánto tarda en poner una excusa tu amiguito para huir. Pobre Luna.. mi dulce Luna.. no estés triste. Yo sigo aquí.
Gaia deseaba que Daven agarrase aquella escama rápido. Lo bastante como para darle unos segundos a que pusiese aquella excusa. Lo justo y necesario para que ella misma camuflase las lágrimas que se acumulaban en sus ojos queriendo salir entre los juncos frondosos que habían visto morir a un hombre, mientras contemplaba en el lago el reflejo del dragón alejarse.
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Esperaba el impacto en su mejilla. Lo esperaba con la pasividad con la que había aceptado todos los revés que la vida había decidido darle. ansiando la enseñanza que fuese a dejar en su mente casi tanto como el morado de la magulladura en su piel. Había incluso llenado su mente de Luna, su manera natural de protegerse y la voz de la mujer parlanchina la distraía del golpe que se venía. Podía defenderse sí, pero de qué valia? No había nada de valor en ella y acabaría rapido. Tan solo pensaba en la botella de vino de Dundarak de Daven y de su olor a almizcle y fuego. Y la risa sincera en sus labios.
Lo envidiaba. Lo envidiaba tanto que el sentimiento que su Luna pensaba que era infactuación podría ocultar aquella envidia enorme. No solo por sus alas, ni por sus escamas, ni por la agilidad mente y la tranquilidad de sus palabras, sino por aquella jodida sincera sonrisa que no tenía nada más que ocultar y que reflejaba, o al menos aquello había visto Gaia, una mente tranquila. En reposo.
Pero aquel puñetazo nunca llegó, y la chica abrió sus ojos esperando ver la cara de enfado de aquel hombre a centímetros de la de ella. Pero tampoco fue así. En su lugar, las escamas del que fuese hasta hace unos minutos un hombre junto a ella reflejaban la luz que emitía el lago, distrayendo la mente curiosa de Gaia mientras el dragón lanzaba a uno de los hombres a unos metros haciéndolo chocar con un árbol y perder el conocimiento.
- Eres el sol...- dijo la chica viendo como la poca luz se reflejaba en todas sus escamas iluminando el lugar exacto donde el dragón peleaba con los hombres
No estuvo demasiado tiempo anonadada por ello, sin embargo, pues aunque uno de los hombres había dejado de ser un problema el arquero seguía lanzando flechas a ambos.La sangre de la chica se había secado en su cara, pero ver a aquel dragón como objetivo de unas flechas que deberían haber sido dirigidas a ella hizo reaccionar a la bruja, que por primera vez decidió defenderse activamente de un ataque.
Eso es todo, Luna oh.. mi Luna.. si hubiese sabido que una cara bonita sería suficiente para hacerte abandonar tu pasividad te habría mandado a buscar a los hombres de las montañas. O a Verisar.. o a ciudad lagarto de nuevo a ver a Matt Owens... pero.. oh Luna mi Luna no puedes si quiera controlar...
La furia había inundado a Gaia. Luna la había enfurecido y por primera vez en mucho, mucho tiempo deseó con cada palmo de su piel se inundase con la magia de su naturaleza, y funcionó.
Las rocas de alrededor del estanque con las que había estado intentando lastimar al dragón horas antes eran ahora plumas para la mente de Gaia. Incluso las más grandes que apenas había podido mover reaccionaban a su magia saliendo despedidas en dirección al arquero que aunque esquivó las primeras sus esfuerzos fueron menos certeros a medida que las piedras eran lanzadas con más furia. Gaia nunca supo exactamente si fue la propia torpeza del arquero o una de sus piedras lo que hicieron que el hombre cayese al suelo. Tampoco supo nunca la cantidad de sangre en el suelo donde su cabeza reposaba.
Luna tenía sus beneficios, al fin y al cabo, y fue llenando aquella visión con cosas más perecederas: El numero de juncos al rededor del cuerpo, el negro oscuro del estanque cercano, los ojos enorme del dragón no muy lejos de ella. La escama cercana que acababa de rodar hasta sus pies.
Agárrala, idiota. Sabes cuánto valor tiene eso? Podemos regresar a Verisar y comprarnos al menos una habitación permanente en una posada. O comer caliente por 3 años.Él apenas se habrá dado cuenta.. crees que una criatura así de grande se da cuenta de cuando pierde una nimiedad como una escama? Luna.. oh Luna, que afortunadas somos!
Gaia agarró la escama dubitativa. La observó en sus manos trazando cada borde con sus dedos, observando su propio reflejo en ella, notando la esencia de Daven rodeando cada centímetro de aquella escama. Luego miró al chico, todavía dragón y se acercó a él.
- Se te cayó uno de tus rayos, señor Sol- dijo tendiéndole la escama. No estaba segura de si los dragones sanaban rápido. Quizás aquellos fuesen los elfos, Tampoco estaba segura de si Daven apreciaría aquel gesto, al fin y al cabo era parte de su piel. Uno no iba por ahí robándo trozos de piel ajena, ni siquiera tocándola si el permiso adecuado.
Tú no pediste permiso...y el chico te rechazó. Ni siquiera en ese sentído le eres útil. Luna... qué mínimo que nos quedemos esta escama por las molestias. Es tan solo lo justo y necesario dada las circunstancias.
- CIERRA LA JODIDA BOCA.- Dijo Gaia finalmente.
Pocas veces perdía los papeles de aquella manera. Y muchísimo menos le hablaba a Luna delante de nadie en voz alta. Su experiencia con Luna desde niña la había enseñado que hablar con Luna en otro lugar que no fuese su mente tan solo traía problemas. Serios y muy peligrosos.Pero aquella noche esta demostrando ser un desafío en si mismo y la presión constante de Luna, a la que no solía discutir estaba sacándola de sus casillas. Como si más que nunca se diese cuenta que Luna no podía ser parte de ella.
Miró a su acompañante con la estúpida idea de que no la hubía oído gritar, con la mano aún extendida entregándole la escama.
Já! Si llego a saber que tú misma te construirías un muro ni siquiera hubiese intentado sabotear tu nueva amistad. Vete despidiendo, Luna... oh Luna. Después de esta muestra tan clara de locura... podríamos hacer una apuesta en cuánto tarda en poner una excusa tu amiguito para huir. Pobre Luna.. mi dulce Luna.. no estés triste. Yo sigo aquí.
Gaia deseaba que Daven agarrase aquella escama rápido. Lo bastante como para darle unos segundos a que pusiese aquella excusa. Lo justo y necesario para que ella misma camuflase las lágrimas que se acumulaban en sus ojos queriendo salir entre los juncos frondosos que habían visto morir a un hombre, mientras contemplaba en el lago el reflejo del dragón alejarse.
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Gaia
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Re: La belleza de la luna. [Gaia - Privado] [Cerrado]
Su cuerpo comenzó a menguar tomando la forma del corpulento humano que minutos atrás se encontraba plácidamente disfrutando de un trozo de conejo y una buena bebida. El cuerpo desnudo de Daven se encontraba frente a Gaia. En esta ocasión no tenía ropa alguna para tapar sus vergüenzas, pero al igual que antes tampoco le importaba.
— ¿Señor sol? —Ahora era la oportunidad de poder comunicarse con ella. Negó con la cabeza varias veces mientras no podía dejar una jovial sonrisa.— Mas gustoso sería el señor sol, pero no soy digno de tal nombre. —Se giró sobre si mismo, quedando de espaldas a la joven.
Sus ojos se posaron en cada uno de los elementos que la chica había movido, en el charco de sangre que se encontraba bajo la cabeza del arquero. La tristeza se apoderó del dragón, pues no tenía que haber acabado así. Si tan sólo se hubieran ido o no hubieran buscado problemas, no habría ahora que enterrar a un hombre, que independientemente de si fuese un buen o mal hombr era una vida a tener en cuenta.
¿Se le cayó uno de sus rayos? ¿A qué se podría referir? Daven aún no se había percatado de la herida que tenía en su costado. Era de unos 5 centímetros y aunque no era profunda si sangrienta, pues le faltaba un trozo de piel.— ¿Un rayo de sol? Los rayos de sol son imposibles de atrapar. No digáis locuras, mi señora. —Dio un paso para alejarse de Gaia y un dolor atravesó su costado. Se llevó la mano hacia la herida esbozado una mueca de dolor. Soltó un resoplido y negó con la cabeza. Ahora no podía permitirse esa herida, así no podría volar. Ahora necesitaba descansar y sanar, no solo descansar.
Buscó con la mirada la camisa que hace un rato tenía en su mano para crear una venda improvisada. Cuando el grito de Gaia lo sacó de sus pensamientos. ¿A quien le gritaba? ¿Sería a él?. Se giró y se acercó a Gaia haciendo caso omiso a como se encontraba él en ese momento.
Vio la escama que tenía en la mano. Así que ahí estaba el motivo de que su cuerpo sangrase. "¿Cuándo se desprendió de mi cuerpo? ¿Cuando me hirieron?" Se acercó a la joven mientras su mente recordaba cada uno de los instantes de la batalla, bueno, más bien lucha. Su mente se quedaba con cada uno de los momentos que sucedían a su alrededor. Y ahí estaba. Ya recordó el momento exacto.
Cerró sus manos sobre la mano que sostenía la escama y negó con la cabeza. La palma de su mano estaba llena de sangre y esto provocó que manchase la delicada piel de Gaia.— Podéis quedaosla para recordad quien soy. Para que cada vez que la veáis os acordéis de que no todos los dragones somos iguales. —Esbozó una ligera sonrisa y cerró sus ojos.
Decidió que la situación requería dicha acción. Soltó su mano y rodeó el cuerpo de Gaia entre sus brazos, creando así un abrazo. Daven no estaba acostumbrado, o más bien, hacía mucho que no abrazaba a otra persona.— Mantendré mi boca cerrada si es lo que queréis, al igual que contarme a quien se lo decís. —Rompió el abrazo lentamente y se alejó unos pasos. Le dedicó una fugaz mirada justo antes de caerse de bruces.
Daven hincó las rodillas en el suelo y clavó los nudillos contra la firme tierra. "Joder." Pensó. No podía más. Estaba exhausto, cansado y derrotado.— Perdonad. —Su voz demostraba cansancio y su lengua era casi incapaz de formar palabra alguna. Clavó la mirada en el suelo, nunca antes había estado así frente a nadie. Se arrastró lentamente hasta la hoguera que antes habían hecho.
Agarró como pudo el hacha y puso la hoja sobre el fuego. A lo lejos entró Sapphira corriendo con la cabeza del conejo aún entre sus fauces. Agradecía que ella no hubiera estado presente y estaría eternamente en deuda con Gaia por haber lanzado la cabeza tan lejos y que se perdiese la lucha. No podía haber defendido a ambas a la vez, y aunque había comprobado que Gaia no necesitaba que nadie la defendiese sentía que le debía algo.— Estaré siempre en deuda con vos.
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— ¿Señor sol? —Ahora era la oportunidad de poder comunicarse con ella. Negó con la cabeza varias veces mientras no podía dejar una jovial sonrisa.— Mas gustoso sería el señor sol, pero no soy digno de tal nombre. —Se giró sobre si mismo, quedando de espaldas a la joven.
Sus ojos se posaron en cada uno de los elementos que la chica había movido, en el charco de sangre que se encontraba bajo la cabeza del arquero. La tristeza se apoderó del dragón, pues no tenía que haber acabado así. Si tan sólo se hubieran ido o no hubieran buscado problemas, no habría ahora que enterrar a un hombre, que independientemente de si fuese un buen o mal hombr era una vida a tener en cuenta.
¿Se le cayó uno de sus rayos? ¿A qué se podría referir? Daven aún no se había percatado de la herida que tenía en su costado. Era de unos 5 centímetros y aunque no era profunda si sangrienta, pues le faltaba un trozo de piel.— ¿Un rayo de sol? Los rayos de sol son imposibles de atrapar. No digáis locuras, mi señora. —Dio un paso para alejarse de Gaia y un dolor atravesó su costado. Se llevó la mano hacia la herida esbozado una mueca de dolor. Soltó un resoplido y negó con la cabeza. Ahora no podía permitirse esa herida, así no podría volar. Ahora necesitaba descansar y sanar, no solo descansar.
Buscó con la mirada la camisa que hace un rato tenía en su mano para crear una venda improvisada. Cuando el grito de Gaia lo sacó de sus pensamientos. ¿A quien le gritaba? ¿Sería a él?. Se giró y se acercó a Gaia haciendo caso omiso a como se encontraba él en ese momento.
Vio la escama que tenía en la mano. Así que ahí estaba el motivo de que su cuerpo sangrase. "¿Cuándo se desprendió de mi cuerpo? ¿Cuando me hirieron?" Se acercó a la joven mientras su mente recordaba cada uno de los instantes de la batalla, bueno, más bien lucha. Su mente se quedaba con cada uno de los momentos que sucedían a su alrededor. Y ahí estaba. Ya recordó el momento exacto.
Cerró sus manos sobre la mano que sostenía la escama y negó con la cabeza. La palma de su mano estaba llena de sangre y esto provocó que manchase la delicada piel de Gaia.— Podéis quedaosla para recordad quien soy. Para que cada vez que la veáis os acordéis de que no todos los dragones somos iguales. —Esbozó una ligera sonrisa y cerró sus ojos.
Decidió que la situación requería dicha acción. Soltó su mano y rodeó el cuerpo de Gaia entre sus brazos, creando así un abrazo. Daven no estaba acostumbrado, o más bien, hacía mucho que no abrazaba a otra persona.— Mantendré mi boca cerrada si es lo que queréis, al igual que contarme a quien se lo decís. —Rompió el abrazo lentamente y se alejó unos pasos. Le dedicó una fugaz mirada justo antes de caerse de bruces.
Daven hincó las rodillas en el suelo y clavó los nudillos contra la firme tierra. "Joder." Pensó. No podía más. Estaba exhausto, cansado y derrotado.— Perdonad. —Su voz demostraba cansancio y su lengua era casi incapaz de formar palabra alguna. Clavó la mirada en el suelo, nunca antes había estado así frente a nadie. Se arrastró lentamente hasta la hoguera que antes habían hecho.
Agarró como pudo el hacha y puso la hoja sobre el fuego. A lo lejos entró Sapphira corriendo con la cabeza del conejo aún entre sus fauces. Agradecía que ella no hubiera estado presente y estaría eternamente en deuda con Gaia por haber lanzado la cabeza tan lejos y que se perdiese la lucha. No podía haber defendido a ambas a la vez, y aunque había comprobado que Gaia no necesitaba que nadie la defendiese sentía que le debía algo.— Estaré siempre en deuda con vos.
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Daven Valerious
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Re: La belleza de la luna. [Gaia - Privado] [Cerrado]
Las mejillas de Gaia ardían. Aquel hombre parecía no tener conciencia de su propia desnudez y adornaba la vegetación con su propia naturalidad. Gaia nunca había estado delante de un hombre desnudo sin estarlo ella también, o incluso sin que se esperase algo de ella, así que no sabía exactamente hasta donde dirigir sus ojos.La tentación de recorrer el cuerpo del chico con ellos era inmensa, y Luna seguía instándola a hacerlo, pero decidió que por ahora sus manos manchadas de sangre serían más apropiadas.
Daven no parecía estar muy contento con la comparación del chico con el reflejo solar. Gaia pensó que seguramente fuese porque las alas del dragón habían en alguna ocasión alcanzado al astro y supuso que justo así había adquirido el dragón su fuego. Pensó que quizás aquello lo había molestado, así que no dijo nada más, e hizo una nota mental para no mencionarlo nunca.
Tampoco aceptó la escama y aquello hizo que la mirada de Gaia, antes dubitativa ahora se fijase directamente en los ojos del chico, sospechosa. Es que no sabía que en manos inadecuadas aquella escama tenía un valor muy peligroso? Es que no acababa de oir a varios hombres hablar de robos perpetuados por Gaia? Acaso sabía exactamente que la chica guardaría aquella escama hasta el fin de sus días por el mero hecho de recordar el único día desde hacía mucho en el que no había tenido que preocuparse de ser ella misma. La agarró con fuerzas como si por un momento quisiese fundir aquella escama con su piel.
Y entonces notó los brazos de Daven rodeándola y sintió como su cuerpo se tensaba bajo ellos, como si esperase que aquel abrazo acabase en dolor, sin darse cuenta que efectivamente todos los abrazos que el chico pudiese darle siempre siempre iban a acabar en dolor, Aquel sin embargo era un dolor desconocido para ella. No dejaba marca en su piel. No necesitaba a Luna para guardar su mente de ideas negativas. Empezaba cuando el aroma de Daven inundaba su cuello y acababa en el momento justo en el que notaba que la calidez del chico había sido sustituida por el frío de saberse de nuevo de pie, sin abrazo. Gaia no lo sabía, pero aquello iba a causarle problemas.
Luna sin embargo...
... Luna.. Luna. No te artrevas a decirle. Es que ya no recuerdas al hijo del molinero? Ni a los dueños del telar? Se te olvida aquel hombre que quiso venderte a los juglares por 13 monedas de oro? Ellos solo eran humanos. Este chico es un dragón imagina que descubre que estamos locas. Que tu Luna no le quiere en tu vida. Que no hay nada más que aire en esta cabeza tuya y que abrazos como esos tan solo se dan a personas que lo merecen. Y tu no lo mereces Luna oh Luna... incluso tus padres lo sabían.. O esque crees que te estan buscando? Es que crees que van a pagar a alguein para que encuentre a su niñita loca? Después de todo lo que hemos hecho.. Oh Luna.. Luna.. incluso matamos a un hombre. Y... a Daven. Le has mentido, Luna. A él le hemos mentido. y y ahora sangra. Por tu culpa. Sangra Luna.
Gaia agarró a Daven mientras veía cómo el chico desfallecía por un momento.El hombre había puesto su hacha en el fuego y Gaia imaginó que era justo lo que iba a hacer con ella, así que la agarró de sus manos y dejó que se calentase mientras ella lo ayudaba a tumbarse en un montīculo de roca .y musgo, acomodándolo de manera que la herida quedase a la vista y su cuerpo relajado descansase sobre el lado no herido. El dragón murmuró palabras de deuda que encogieron el corazón de la chica. la culpa la apresaba más que cualquier abrazo que pudiese recibir.
Movió el hacha un poco para igualar el calor que estaba adquiriendo en ambos lados del metal, acto seguido rajó parte de su vestido, exponiendo parte de sus muslos mientras la tela hacía un sonido sordo al partirse. La camisa de Daven no iba a dar mucho más de si, y por mucho que a Gaia pudiese atraer el cuerpo desnudo del chico, pensó que quizás fuese mejor que conservase sus pantalones, además, aquel vestido no era suyo.
Agarró la botella de vino de Dundarak y bebió un trago. Empapó su tela con el vino también y le ofreció lo restante a Daven. No aceptó un no por respuesta, al fin y al cabo necesitaba que estuviese ebrio para que el dolor no le matase. Cuando hubo bebido lo suficiente Gaia quitó del fuego el hacha del chico dejándola enfriar un poco mientras limpiaba la herida con su propio vestido mojado en el vino.
-No pensé que el alcohol fuese a salvar la vida de otro que no fuese yo misma- dijo, acercándose al pecho del hombre, esta vez sin miedo a ser alejada- Sabes que esto va a doler..verdad?- dijo, fijándo de nuevo la mirada en Daven mientras se apartaba uno de los mechones de su cabello que le imposibilitaba buena visión.
Cuando creyó que el chico estaba lo bastante listo como para no matarla con su siguiente movimiento, limpió su herida con su vestido impregnado en el alcohol. Aquello por supuesto no era lo más doloroso así que Gaia procuró esmerarse en no causarle daño mientras retiraba cualquier posible veneno de la flecha que le había herido y esterilizaba la herida.
El sangrado era otra cosa. Y aquello tan solo pararía con el fuego... de ahí el hacha.
- No dejes de hablarme nunca- dijo Gaia, como respondiendo a la pregunta que el chico había hecho con anterioridad pero dando a entender que no estaba lista para contarle nada más acerca de aquello.
Agarró el hacha con decisión y la mano de Daven por un momento como para darle fuerzas. Cuando estuvieron preparado, posicionó el metal del hacha incandescente en la piel del chico. Los ojos de Gaia se inundaron de lágrimas mientras lo hacía sabiendo el dolor que le iba a causar al chico, pero sin encontrar otro metodo para hacer que dejase de sangrar.
Retiró el hacha tras unos segundos y para su sorpresa, y aunque había una quemadura alrededor de la herida, el sangrado había desaparecido.
Suspiró aliviada, y rasgó de nuevo su vestido, esta vez para limpiar posible sudor de la frente de Daven. Arrodillada como estaba a su lado, pasó su mano por su mejilla y dejó su mirada en los ojos del chico, mientras algunas lágrimas aún caían por sus mejillas, ahora ya no de miedo sino de nerviosismo ante aquella improvisada cura.
- Jamás vuelvas a abrazarme...- dijo Gaia. Y aquel fue el primer dolor al que Gaia temió, y sabía que iba a temer siempre.
...Porque Luna.. oh mi Luna en el fondo sabes que no te lo mereces.
Daven no parecía estar muy contento con la comparación del chico con el reflejo solar. Gaia pensó que seguramente fuese porque las alas del dragón habían en alguna ocasión alcanzado al astro y supuso que justo así había adquirido el dragón su fuego. Pensó que quizás aquello lo había molestado, así que no dijo nada más, e hizo una nota mental para no mencionarlo nunca.
Tampoco aceptó la escama y aquello hizo que la mirada de Gaia, antes dubitativa ahora se fijase directamente en los ojos del chico, sospechosa. Es que no sabía que en manos inadecuadas aquella escama tenía un valor muy peligroso? Es que no acababa de oir a varios hombres hablar de robos perpetuados por Gaia? Acaso sabía exactamente que la chica guardaría aquella escama hasta el fin de sus días por el mero hecho de recordar el único día desde hacía mucho en el que no había tenido que preocuparse de ser ella misma. La agarró con fuerzas como si por un momento quisiese fundir aquella escama con su piel.
Y entonces notó los brazos de Daven rodeándola y sintió como su cuerpo se tensaba bajo ellos, como si esperase que aquel abrazo acabase en dolor, sin darse cuenta que efectivamente todos los abrazos que el chico pudiese darle siempre siempre iban a acabar en dolor, Aquel sin embargo era un dolor desconocido para ella. No dejaba marca en su piel. No necesitaba a Luna para guardar su mente de ideas negativas. Empezaba cuando el aroma de Daven inundaba su cuello y acababa en el momento justo en el que notaba que la calidez del chico había sido sustituida por el frío de saberse de nuevo de pie, sin abrazo. Gaia no lo sabía, pero aquello iba a causarle problemas.
Luna sin embargo...
... Luna.. Luna. No te artrevas a decirle. Es que ya no recuerdas al hijo del molinero? Ni a los dueños del telar? Se te olvida aquel hombre que quiso venderte a los juglares por 13 monedas de oro? Ellos solo eran humanos. Este chico es un dragón imagina que descubre que estamos locas. Que tu Luna no le quiere en tu vida. Que no hay nada más que aire en esta cabeza tuya y que abrazos como esos tan solo se dan a personas que lo merecen. Y tu no lo mereces Luna oh Luna... incluso tus padres lo sabían.. O esque crees que te estan buscando? Es que crees que van a pagar a alguein para que encuentre a su niñita loca? Después de todo lo que hemos hecho.. Oh Luna.. Luna.. incluso matamos a un hombre. Y... a Daven. Le has mentido, Luna. A él le hemos mentido. y y ahora sangra. Por tu culpa. Sangra Luna.
Gaia agarró a Daven mientras veía cómo el chico desfallecía por un momento.El hombre había puesto su hacha en el fuego y Gaia imaginó que era justo lo que iba a hacer con ella, así que la agarró de sus manos y dejó que se calentase mientras ella lo ayudaba a tumbarse en un montīculo de roca .y musgo, acomodándolo de manera que la herida quedase a la vista y su cuerpo relajado descansase sobre el lado no herido. El dragón murmuró palabras de deuda que encogieron el corazón de la chica. la culpa la apresaba más que cualquier abrazo que pudiese recibir.
Movió el hacha un poco para igualar el calor que estaba adquiriendo en ambos lados del metal, acto seguido rajó parte de su vestido, exponiendo parte de sus muslos mientras la tela hacía un sonido sordo al partirse. La camisa de Daven no iba a dar mucho más de si, y por mucho que a Gaia pudiese atraer el cuerpo desnudo del chico, pensó que quizás fuese mejor que conservase sus pantalones, además, aquel vestido no era suyo.
Agarró la botella de vino de Dundarak y bebió un trago. Empapó su tela con el vino también y le ofreció lo restante a Daven. No aceptó un no por respuesta, al fin y al cabo necesitaba que estuviese ebrio para que el dolor no le matase. Cuando hubo bebido lo suficiente Gaia quitó del fuego el hacha del chico dejándola enfriar un poco mientras limpiaba la herida con su propio vestido mojado en el vino.
-No pensé que el alcohol fuese a salvar la vida de otro que no fuese yo misma- dijo, acercándose al pecho del hombre, esta vez sin miedo a ser alejada- Sabes que esto va a doler..verdad?- dijo, fijándo de nuevo la mirada en Daven mientras se apartaba uno de los mechones de su cabello que le imposibilitaba buena visión.
Cuando creyó que el chico estaba lo bastante listo como para no matarla con su siguiente movimiento, limpió su herida con su vestido impregnado en el alcohol. Aquello por supuesto no era lo más doloroso así que Gaia procuró esmerarse en no causarle daño mientras retiraba cualquier posible veneno de la flecha que le había herido y esterilizaba la herida.
El sangrado era otra cosa. Y aquello tan solo pararía con el fuego... de ahí el hacha.
- No dejes de hablarme nunca- dijo Gaia, como respondiendo a la pregunta que el chico había hecho con anterioridad pero dando a entender que no estaba lista para contarle nada más acerca de aquello.
Agarró el hacha con decisión y la mano de Daven por un momento como para darle fuerzas. Cuando estuvieron preparado, posicionó el metal del hacha incandescente en la piel del chico. Los ojos de Gaia se inundaron de lágrimas mientras lo hacía sabiendo el dolor que le iba a causar al chico, pero sin encontrar otro metodo para hacer que dejase de sangrar.
Retiró el hacha tras unos segundos y para su sorpresa, y aunque había una quemadura alrededor de la herida, el sangrado había desaparecido.
Suspiró aliviada, y rasgó de nuevo su vestido, esta vez para limpiar posible sudor de la frente de Daven. Arrodillada como estaba a su lado, pasó su mano por su mejilla y dejó su mirada en los ojos del chico, mientras algunas lágrimas aún caían por sus mejillas, ahora ya no de miedo sino de nerviosismo ante aquella improvisada cura.
- Jamás vuelvas a abrazarme...- dijo Gaia. Y aquel fue el primer dolor al que Gaia temió, y sabía que iba a temer siempre.
...Porque Luna.. oh mi Luna en el fondo sabes que no te lo mereces.
Gaia
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Re: La belleza de la luna. [Gaia - Privado] [Cerrado]
Estaba en manos de Gaia. Y al parecer no había sido capaz de terminar de conocer o entender que era. Pero tampoco iba a importarle. Todo el mundo tenía secretos, todo el mundo tiene a sus demonios, incluso él.
Daven dejó que la chica se encargase. Y entre que no se encontraba con fuerzas para negarse la había visto reventarle la cabeza a un hombre con una roca. Tampoco quería hacerla enfadar
Daven era incapaz de posar la mirada en un lugar en concreto. No podía centrar sus palabras y balbuceaba cosas incoherentes de vez en cuando. No era alguien capaz de aguantar el alcohol y la cantidad de vino que se había visto obligado a beber había provocado que su cabeza entrase en una espiral sin fin. —Padre...— Sin duda su mente estaba ida en aquel momento. Mente que se vio forzaba a volver en el momento en el que la hoja candente del hacha tocó su piel.
Apretó sus dientes y contrajo todos y cada uno de los músculos de su cuerpo. Pese a que conocía el dolor del fuego y tenía su fuego interior, su cuerpo humano era... Humano. Era más débil. Buscó con su mano el rostro de Gaia sin saber bien donde se encontraba. Cerró sus ojos en el momento en el que agarró al aire, pues allí no se encontraba la chica. —No, no tienes porque seguir aquí.— Abrió los ojos y hundió la mirada en las puntas de sus dedos
—No es tu deber salvarle la vida a un don nadie como yo. Sois una reina. Id con vuestro reinado. — Intentó reincorporarse pero tan sólo pudo esbozar una mueca de dolor. Quizás era el vino el que hablaba por él o la confianza que creía poder depositar en la joven lo que hizo que el dragón se rompiera en mil pedazos. Podía ser también que anhelaba la calidez humana, esa calidez que debido a sus decisiones y a su vida no disfrutaba muy a menudo.
—Intentad no hacedme caso. Sólo digo necedades.— Su mente volvió a centrarse el tiempo justo para darse cuenta de que había roto su vestido para limpiar y curar su herida. Aquello no le pareció correcto. Pero algo le hizo fijarse en la piel de anuda de la chica.
"inconsciente. Reacciona." Daven sacudió la cabeza con violencia. Se obligaba a sí mismo a permanecer cuerdo, a ser el mismo. Pero había momentos y movimientos que no era capaz de controlar. La mano de Daven se posó en el muslo de la joven. En el momento en el que fue consciente de ello la retiró intentando no ser demasiado brusco. No quería ofenderle, no quería que pensara lo que no era de él.
Buscó mil y un veces la mirada de Gaia, pues era lo único que en ese momento le importaba. Quiso levantarse, pro su cuerpo aún no se lo permitía. Sentía una punzada cada vez que la joven tocaba su cuerpo. Y sintió como si una montaña se desprendiera y lo enterrarse sin piedad alguna. ¿No abrazarla nunca más? Miles de razones y preguntes iban y venían en su mente. Intentaba encontrar la razón más lógica o la que más se acercara a la realidad con la que Daven veía a la chica.
Tendió la mano hacia la mejilla de la muchacha y con el dedo pulgar limpió la lágrima.—No llores, dulce niña. No os preocupéis por mí. Soy demasiado viejo y tan sólo el tiempo me hace sufrir.— Buscó la mirada de la joven. En los ojos de Daven lo único que se encontraba en ese momento era ternura. La ternura que impedía al dragón matar a aquellos que tienen derecho a vivir. Ternura por la vida y ternura por una chica que pedía a gritos que fuesen buena con ella.—No llores, dulce alegría. No busques el dolor. No quieras la tristeza y no huyas sin razón.— Retiró su mano con lentitud del rostro de la chica y la dejó caer sobre sus propios muslos. Echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos mientras su mente continuaba ida.
—Nunca quise hacerte daño. Ni darte a entender de que vuestro cuerpo me desagrada.— Humedeció sus labios. —Perdona si te he causado algún mal, o mis intenciones contigo te han confundido.— Abrió los ojos e intentó reincorporarse un poco para estar algo más cerca de la joven. —Entiendo que puedas mal pensar mil y un cosas, o que únicamente veas excesivo que te abrazase.— Entrelazó sus manos entresi. —Me dejé llevar por las emociones en vez de por la lógica. Siempre me he regido por la lógica y hasta apenas unos minutos no la he dejado a un lado. — Separó sus manos y posó una de ellas en el montículo, mientras la otra sujetaba la herida.—Entiendo que desconfíes de mi. Y no quiero causarte más problemas ni más molestias. — Dejó caer su peso sobre la mano que tenía apoyada sobre el montículo y se reincorporó con cierta dificultad. No por la herida en sí. Sino por culpa del vino y del cansancio.
Se inclinó para coger su hacha. La cogió por la cabeza y se la introdujo bajo el brazo como si de una muleta se tratase. Comenzó a caminar con dificultad. Sus pasos eran cortos y sus piernas temblaban. Era capaz de mantenerse de pie pero aún no era dueño de sus pasos. Se giró para quedar frente a Gaia y una sensación de culpa se cernió en su mente.
Se sentía culpable de que se encontrará así. De haber actuado mal. Ahora mismo Daven era un ciclón de emociones que no sabía controlar, que no era capaz de entender y su expresión no era otra que la de tristeza. Desvió todo contacto visual con Gaia buscando de nuevo mirar los dedos de sus pies. Sus hombros estaban caídos, aparte de por llevar la mulecha (Muleta-Hacha) que era bastante más pequeña que él. Vamos. Que la imagen del dragón era de ser un esperpento. Cerró sus ojos y apretó con fuerza el mango de la muleta. Ahogó sus palabras en un suspiro y dejó que sólo escapara una lágrima. Esta se precipitó hasta perecer contra el pie de Daven. Inmóvil, inerte y confuso permaneció allí de pie sin saber como reaccionar. Bloqueado por la situación, pues siempre sabía como actuar.
Daven dejó que la chica se encargase. Y entre que no se encontraba con fuerzas para negarse la había visto reventarle la cabeza a un hombre con una roca. Tampoco quería hacerla enfadar
Daven era incapaz de posar la mirada en un lugar en concreto. No podía centrar sus palabras y balbuceaba cosas incoherentes de vez en cuando. No era alguien capaz de aguantar el alcohol y la cantidad de vino que se había visto obligado a beber había provocado que su cabeza entrase en una espiral sin fin. —Padre...— Sin duda su mente estaba ida en aquel momento. Mente que se vio forzaba a volver en el momento en el que la hoja candente del hacha tocó su piel.
Apretó sus dientes y contrajo todos y cada uno de los músculos de su cuerpo. Pese a que conocía el dolor del fuego y tenía su fuego interior, su cuerpo humano era... Humano. Era más débil. Buscó con su mano el rostro de Gaia sin saber bien donde se encontraba. Cerró sus ojos en el momento en el que agarró al aire, pues allí no se encontraba la chica. —No, no tienes porque seguir aquí.— Abrió los ojos y hundió la mirada en las puntas de sus dedos
—No es tu deber salvarle la vida a un don nadie como yo. Sois una reina. Id con vuestro reinado. — Intentó reincorporarse pero tan sólo pudo esbozar una mueca de dolor. Quizás era el vino el que hablaba por él o la confianza que creía poder depositar en la joven lo que hizo que el dragón se rompiera en mil pedazos. Podía ser también que anhelaba la calidez humana, esa calidez que debido a sus decisiones y a su vida no disfrutaba muy a menudo.
—Intentad no hacedme caso. Sólo digo necedades.— Su mente volvió a centrarse el tiempo justo para darse cuenta de que había roto su vestido para limpiar y curar su herida. Aquello no le pareció correcto. Pero algo le hizo fijarse en la piel de anuda de la chica.
"inconsciente. Reacciona." Daven sacudió la cabeza con violencia. Se obligaba a sí mismo a permanecer cuerdo, a ser el mismo. Pero había momentos y movimientos que no era capaz de controlar. La mano de Daven se posó en el muslo de la joven. En el momento en el que fue consciente de ello la retiró intentando no ser demasiado brusco. No quería ofenderle, no quería que pensara lo que no era de él.
Buscó mil y un veces la mirada de Gaia, pues era lo único que en ese momento le importaba. Quiso levantarse, pro su cuerpo aún no se lo permitía. Sentía una punzada cada vez que la joven tocaba su cuerpo. Y sintió como si una montaña se desprendiera y lo enterrarse sin piedad alguna. ¿No abrazarla nunca más? Miles de razones y preguntes iban y venían en su mente. Intentaba encontrar la razón más lógica o la que más se acercara a la realidad con la que Daven veía a la chica.
Tendió la mano hacia la mejilla de la muchacha y con el dedo pulgar limpió la lágrima.—No llores, dulce niña. No os preocupéis por mí. Soy demasiado viejo y tan sólo el tiempo me hace sufrir.— Buscó la mirada de la joven. En los ojos de Daven lo único que se encontraba en ese momento era ternura. La ternura que impedía al dragón matar a aquellos que tienen derecho a vivir. Ternura por la vida y ternura por una chica que pedía a gritos que fuesen buena con ella.—No llores, dulce alegría. No busques el dolor. No quieras la tristeza y no huyas sin razón.— Retiró su mano con lentitud del rostro de la chica y la dejó caer sobre sus propios muslos. Echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos mientras su mente continuaba ida.
—Nunca quise hacerte daño. Ni darte a entender de que vuestro cuerpo me desagrada.— Humedeció sus labios. —Perdona si te he causado algún mal, o mis intenciones contigo te han confundido.— Abrió los ojos e intentó reincorporarse un poco para estar algo más cerca de la joven. —Entiendo que puedas mal pensar mil y un cosas, o que únicamente veas excesivo que te abrazase.— Entrelazó sus manos entresi. —Me dejé llevar por las emociones en vez de por la lógica. Siempre me he regido por la lógica y hasta apenas unos minutos no la he dejado a un lado. — Separó sus manos y posó una de ellas en el montículo, mientras la otra sujetaba la herida.—Entiendo que desconfíes de mi. Y no quiero causarte más problemas ni más molestias. — Dejó caer su peso sobre la mano que tenía apoyada sobre el montículo y se reincorporó con cierta dificultad. No por la herida en sí. Sino por culpa del vino y del cansancio.
Se inclinó para coger su hacha. La cogió por la cabeza y se la introdujo bajo el brazo como si de una muleta se tratase. Comenzó a caminar con dificultad. Sus pasos eran cortos y sus piernas temblaban. Era capaz de mantenerse de pie pero aún no era dueño de sus pasos. Se giró para quedar frente a Gaia y una sensación de culpa se cernió en su mente.
Se sentía culpable de que se encontrará así. De haber actuado mal. Ahora mismo Daven era un ciclón de emociones que no sabía controlar, que no era capaz de entender y su expresión no era otra que la de tristeza. Desvió todo contacto visual con Gaia buscando de nuevo mirar los dedos de sus pies. Sus hombros estaban caídos, aparte de por llevar la mulecha (Muleta-Hacha) que era bastante más pequeña que él. Vamos. Que la imagen del dragón era de ser un esperpento. Cerró sus ojos y apretó con fuerza el mango de la muleta. Ahogó sus palabras en un suspiro y dejó que sólo escapara una lágrima. Esta se precipitó hasta perecer contra el pie de Daven. Inmóvil, inerte y confuso permaneció allí de pie sin saber como reaccionar. Bloqueado por la situación, pues siempre sabía como actuar.
Daven Valerious
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Re: La belleza de la luna. [Gaia - Privado] [Cerrado]
Gaia se arrepintió del alcohol en el cuerpo de Daven en el momento justo en el que lo vio alucinar. La chica había olvidado lo que podía causar aquella bebida en una mente sana y el hecho de ver entrar y salir al chico de la consciencia la hacía sentirse más y más culpable.Tanto que se olvidó cuánto miedo le causaba dejar que su propia mente se entreviese.
Podía sentir las manos de Daven a su alrededor, como si el dragón viese en la chica el punto clave de agarre. Un anzuelo al que agarrase a pesar de saberlo envenenado.La bocanada de aire ansiada después de haber sido sumergidos durante mucho, mucho tiempo en la tranquilidad del mar en tempestad. Las notaba en su mejilla, empapándose de las lágrimas de rabIa. En sus propios brazos, sintiéndolas una prolongación de los propios suyos. En su muslo expuesto, dibujando todo lo que Gaia más temía querer y deseaba temer al mismo tiempo.
Él había llamado necedades a sus palabras, pero Gaia jamás había escuchado a nadie tan cuerdo, tanto que incluso Luna parecía sorprendida de aquello.Sonrió mientras Daven limpiaba sus lágrimas de temor y enredaba la palabra lógica a excusas que Gaia no entendió al principio, y cuya culpa sintió momentos antes.
El dolor, Luna Oh Luna.. el dolor es lo que nos hizo ser nosotras. El dolor trajo a Luna a Gaia y mantuvo a Gaia cerca de Luna. Daven podría no ser tan plano al fin y al cabo.. quién sabe? quizás Luna pueda enseñarle.. eso es Luna.. vamos a enseñar todo a Daven. La culpa puede controlarlo. No lo ves? Alejándose de ti porque cree que te hará daño? Cuestionándose por primera vez seguramente en su vida la cordura de su mente.
Aquello fue exactamente lo que zarandeó las intenciones de Gaia. Tanto que se dio cuenta de que su miedo a ser herida no podía significar romper la mente de alguien. Mucho menos de Daven. No... con Luna ya había suficiente. Así que se levantó de donde Daven la había dejado, lo siguió mientras se balanceaba sobre su hacha a modo de muleta y tan solo necesitó ver la pesadumbrez de su rostro para encontrar la valentía que necesitaba para protegerlo.
Se posicionó delante de él, con el rostro serio casi enfadado y estricto.
-Escúchame bien. - dijo la chica con severidad, como si estuviese reprimiendo su rabia.. Y no era para menos. Si Luna había arrojado un órdago sobre la mente del chico, Gaia debía protegerlo,Nadie más se merecía sufrir como la chica y aquello la ponía de mal humor.
Se acercó un poco más a él, como formando un muro que imposibilitase que se alejase de ella, cuestionándose e si el alterar su petición de no abrazos sería justo si éste provenía de Gaia.
-Éste- puso su mano sobre el corazón de Daven aún sin dejar de mirarlo- Éste pertenece a quién tú quieras regalarlo. Y por mucho que el resto del mundo intente cohibir las acciones que lo guíen, deberías...- la chica se sonrojó un poco pues ella misma había pedido al dragón que reprimiese sus impulsos y estaba, en teoría contradiciéndose. Sintió una punzada de arrepentimiento, pero suspiró por un momento antes de seguir- Deberías domesticarlo tan sólo lo suficiente como para que aún te siga perteneciendo siempre un poco-
Movió una mano despacio hasta la boca del chico, ralentizando el movimiento en sus labios, presionándolos levemente con la yema de sus dedos, como si su mente divagase a ratos sobre las razones para no dejarlo allí y estuviese luchando una pelea interna
-Éstos...- se ruborizó un poco más y desvió la mirada antes de volver a hablar-ÉSTAS.. - Dijo corrigiéndose y refiriéndose a las palabras del chico-Me pertenecen. Ahora. Quizás luego. Quién sabe si en una hora... pero son mías siempre que te apetezca dirigirmelas y para siempre mientras yo quiera recordarlas
La lucha interna a la que había estado sometida mientras dibujaba los labios de Daven con sus manos pareció extinguirse y un pequeño gesto, casi inapreciable, mostró que había sido una minúscula derrota.
Ésta- dijo la chica poscionándo sus manos a cada lado de su cabeza, obligando al chico a fijar su mirada en la suya propia y refiriéndose a la mente del chico- Ésta es tan solo TUYA- enfatizó- Por mucho que todo lo que pase por aquí pueda molestarme a mi. - dijo simplemente como si nunca antes hubiese tenido más razón sabiendo que en realidad seguramente el chico no sabía a qué demonios se refería.
Luna oh... Luna. Me gustaría saber justo que parte de esta charla tan iluminadora puedes aplicarte a ti misma, pues ambas sabemos a quién pertenece tu corazón, tus labios.... y sobre todo tú cabeza.
La chica sonrió con ironía ante aquellas palabras de Luna, pues sabía que si aquello era el precio por mantener cuerdo a Daven, estaba dispuesta a pagarlo.
Podía sentir las manos de Daven a su alrededor, como si el dragón viese en la chica el punto clave de agarre. Un anzuelo al que agarrase a pesar de saberlo envenenado.La bocanada de aire ansiada después de haber sido sumergidos durante mucho, mucho tiempo en la tranquilidad del mar en tempestad. Las notaba en su mejilla, empapándose de las lágrimas de rabIa. En sus propios brazos, sintiéndolas una prolongación de los propios suyos. En su muslo expuesto, dibujando todo lo que Gaia más temía querer y deseaba temer al mismo tiempo.
Él había llamado necedades a sus palabras, pero Gaia jamás había escuchado a nadie tan cuerdo, tanto que incluso Luna parecía sorprendida de aquello.Sonrió mientras Daven limpiaba sus lágrimas de temor y enredaba la palabra lógica a excusas que Gaia no entendió al principio, y cuya culpa sintió momentos antes.
El dolor, Luna Oh Luna.. el dolor es lo que nos hizo ser nosotras. El dolor trajo a Luna a Gaia y mantuvo a Gaia cerca de Luna. Daven podría no ser tan plano al fin y al cabo.. quién sabe? quizás Luna pueda enseñarle.. eso es Luna.. vamos a enseñar todo a Daven. La culpa puede controlarlo. No lo ves? Alejándose de ti porque cree que te hará daño? Cuestionándose por primera vez seguramente en su vida la cordura de su mente.
Aquello fue exactamente lo que zarandeó las intenciones de Gaia. Tanto que se dio cuenta de que su miedo a ser herida no podía significar romper la mente de alguien. Mucho menos de Daven. No... con Luna ya había suficiente. Así que se levantó de donde Daven la había dejado, lo siguió mientras se balanceaba sobre su hacha a modo de muleta y tan solo necesitó ver la pesadumbrez de su rostro para encontrar la valentía que necesitaba para protegerlo.
Se posicionó delante de él, con el rostro serio casi enfadado y estricto.
-Escúchame bien. - dijo la chica con severidad, como si estuviese reprimiendo su rabia.. Y no era para menos. Si Luna había arrojado un órdago sobre la mente del chico, Gaia debía protegerlo,Nadie más se merecía sufrir como la chica y aquello la ponía de mal humor.
Se acercó un poco más a él, como formando un muro que imposibilitase que se alejase de ella, cuestionándose e si el alterar su petición de no abrazos sería justo si éste provenía de Gaia.
-Éste- puso su mano sobre el corazón de Daven aún sin dejar de mirarlo- Éste pertenece a quién tú quieras regalarlo. Y por mucho que el resto del mundo intente cohibir las acciones que lo guíen, deberías...- la chica se sonrojó un poco pues ella misma había pedido al dragón que reprimiese sus impulsos y estaba, en teoría contradiciéndose. Sintió una punzada de arrepentimiento, pero suspiró por un momento antes de seguir- Deberías domesticarlo tan sólo lo suficiente como para que aún te siga perteneciendo siempre un poco-
Movió una mano despacio hasta la boca del chico, ralentizando el movimiento en sus labios, presionándolos levemente con la yema de sus dedos, como si su mente divagase a ratos sobre las razones para no dejarlo allí y estuviese luchando una pelea interna
-Éstos...- se ruborizó un poco más y desvió la mirada antes de volver a hablar-ÉSTAS.. - Dijo corrigiéndose y refiriéndose a las palabras del chico-Me pertenecen. Ahora. Quizás luego. Quién sabe si en una hora... pero son mías siempre que te apetezca dirigirmelas y para siempre mientras yo quiera recordarlas
La lucha interna a la que había estado sometida mientras dibujaba los labios de Daven con sus manos pareció extinguirse y un pequeño gesto, casi inapreciable, mostró que había sido una minúscula derrota.
Ésta- dijo la chica poscionándo sus manos a cada lado de su cabeza, obligando al chico a fijar su mirada en la suya propia y refiriéndose a la mente del chico- Ésta es tan solo TUYA- enfatizó- Por mucho que todo lo que pase por aquí pueda molestarme a mi. - dijo simplemente como si nunca antes hubiese tenido más razón sabiendo que en realidad seguramente el chico no sabía a qué demonios se refería.
Luna oh... Luna. Me gustaría saber justo que parte de esta charla tan iluminadora puedes aplicarte a ti misma, pues ambas sabemos a quién pertenece tu corazón, tus labios.... y sobre todo tú cabeza.
La chica sonrió con ironía ante aquellas palabras de Luna, pues sabía que si aquello era el precio por mantener cuerdo a Daven, estaba dispuesta a pagarlo.
Gaia
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Re: La belleza de la luna. [Gaia - Privado] [Cerrado]
El joven sentía cada uno de los movimientos de la joven. ¿Por qué se encontraba así? ¿Qué se pasaba por su cabeza? No entendía la situación y durante un instante centró su mirada en ella. Sólo existía ella y nada más a su alrededor. ¿Qué había hecho con él? ¿La había hechizado? ¿O acaso era real lo que estaba sucediendo en su cabeza?
La chica hablaba pero la mente de Daven tan sólo podía fijarse en el movimiento de sus labios. Notaba como tocaba su pecho, como tocaba sus labios. Durante ese momento imaginó que el tiempo se detenía, pues quería que aquel momento no necesitaba nada más. — Mi corazón no le pertenece a nadie. Mi corazón no existe. —Daven dejó de amar en el momento en el que su padre falleció. Dejó que su razón lógica se ganase sobre sus emociones. Siempre las había ocultado y siempre iba a ser así. O al menos, así lo era con todo el mundo excepto con su Sapphira.
Las palabras no hacían más que hacer pensar al dragón en mil y un razones por las que la chica se encontraba así. Porque gastaba su tiempo en convencerlo o sacarlo de la oscuridad en la que se había sumido. Oscuridad que de vio ligeramente iluminada por las últimas palabras de Gaia. Esbozó la sonrisa agarrándose a ella como a un clavo ardiente. Agachó su mirada y la clavo sobre el pecho de Gaia.
—Sólo pueden pertenecerte si así lo quieres. Y solo pueden molestarte si así lo deseas.— Hizo una breve pausa y de inclinó hacia adelante buscando apoyar su barbilla en la frente de la chica. Cerró sus ojos y de forma inconsciente la besó.—No quiero hacerte daño, Gaia. No quiero llevarte al extremo ilógico y dejar que las malas emociones te gobiernen.— Rodeó la cintura de la joven con ambas manos. Con su mano derecha comenzó a acariciar el cuerpo de la joven. Abrió sus ojos y separó su rostro apenas unos centímetros del suyo.
Posó su mirada en la de ella y continuó descendiendo hasta encontrar sus labios. Ya habría tiempo de arrepentirse o pedir perdón. Ya te dirá tiempo de dar explicaciones o encontrsr una razón lógica para todo lo que pasaba por su cabeza. Cabeza que no era más que un laberinto. Uno caótico y lleno de desconocidos, o más bien de viejos amigos. Cerró sus ojos inspiró con fuerza y la besó. Sí. Besó a Gaia intentando con ello dejarse llevar por lo que en ese momento sus emociones pedían, o más bien por lo que creía necesitar.
Había encontrado en Gaia algo que había perdido hacia décadas. Había encontrado en sus palabras y su rostro algo parecido a un hogar. O al menos un lugar donde poder estar en paz sin conocer la soledad. Daven cierto era que era una persona difícil de tratar y que en muchas ocasiones era el mismo el que se cerraba a cal y canto y no dejaba que nada entrase en su mente. Pero Gaia había aparecido y había derribado sin problema alguno todo y cada uno de sus muros y a él no le había importado, no se sentía descontento con lo sucedido.
Separó sus labios de los de ellas y retiró las manos recordando que hacía un momento le había prohibido abrazarla. Dio varios pasos hacia atrás dejando caer su improvisada muleta al suelo. Sus manos temblaban, no por miedo a la reacción de Gaia. Sino por los nervios y el desconocimiento que recorría cada rincón de su cuerpo. Tragó saliva y antes de que Gaia pudiera reaccionar.
— color=#7f]058a]Entiendo perfectamente que me golpees. Que me odies o que no entiendas nada de lo que acaba de suceder. Yo tampoco lo entiendo.[/color] —Hizo un ademán de gesticular algo con sus brazos pero se quedaron inmóviles. "Vas a meterte en la boca del lobo y te va a tragar de un bocado. ".—Y eres libre de repudiarme. —Tomó aire y suspiró.— Pero ojalá no fuera así. —Esto último lo dijo más para si que para ella.
Se decía a sí mismo que aquello le iba a pasar factura. Que aquello tan solo me traería problemas, pero no a él. Sino a ella.
Buscó por un instante a Sapphira, quien esperaba sentada a cualquier orden de Daven. La expresividad de Sapphira demostraba confusión, incertidumbre. Nunca había presenciado a su dueño en esa tesitura. La can corrió hacía él y se quedó a un metro de él. Ladró una vez. Daven no respondía. Ladró otra vez y parecía que Daven se había perdido en su mente. Miró a Gaia y también le ladró. No para asustarla, ni para nada en sí. Sino para llamar su atención.
Sapphira saltó sobre Daven y lo tumbó. Cayó de culo contra el suelo con una perra de 50 kilos sobre su pecho. La miró a los ojos y posó su mano sobre la cabeza de la can. Esta se quitó de encima y comenzó a mover el rabo.—Será mejor que hagamos eso, sí. —Puso ambas manos sobre la cabeza del can y depositó un sonoro beso en su frente. — Tú nunca me fallarás, ni dejarás de comprenderme. —Se reincorporó lentamente y miró a Gaia.
— Perdoname Gaia. — Daven comenzó a dar pasos hacia atrás dejando allí todas sus pertenencias. No pensaba con claridad, no sabía muy bien lo que hacía. Pero tampoco podía evitar sentirse culpable de creer que se había aprovechado de ella. Era así de necio e inconsciente y estaba claro que no controlaba ese lado humano. Paró en seco. Su rostro se volvió helado y miró hacia la luna. "Mejor pedir perdón que permiso." Salió corriendo hacia Gaia y la agarró por la cintura con unos de sus brazos. Posó la otra mano en su mejilla y volvió a besarla. Aunque esta vez con un deje triste de despedida.— Perdón. —Murmuró y salió corriendo hacia donde previamente sus pasos le habían guiado. Sapphira salió corriendo detrás de él pensando en que estaban jugando. Pobre inocencia y bondad animal. La figura de Daven cada vez se volvía más borrosa hasta desvanecerse en la oscuridad. A Daven le fue imposible mirar atrás. Sentía traición hacia ella. Había traicionado la confianza que le había depositado. No estaba preparado para afrontarlo, aún no.
La chica hablaba pero la mente de Daven tan sólo podía fijarse en el movimiento de sus labios. Notaba como tocaba su pecho, como tocaba sus labios. Durante ese momento imaginó que el tiempo se detenía, pues quería que aquel momento no necesitaba nada más. — Mi corazón no le pertenece a nadie. Mi corazón no existe. —Daven dejó de amar en el momento en el que su padre falleció. Dejó que su razón lógica se ganase sobre sus emociones. Siempre las había ocultado y siempre iba a ser así. O al menos, así lo era con todo el mundo excepto con su Sapphira.
Las palabras no hacían más que hacer pensar al dragón en mil y un razones por las que la chica se encontraba así. Porque gastaba su tiempo en convencerlo o sacarlo de la oscuridad en la que se había sumido. Oscuridad que de vio ligeramente iluminada por las últimas palabras de Gaia. Esbozó la sonrisa agarrándose a ella como a un clavo ardiente. Agachó su mirada y la clavo sobre el pecho de Gaia.
—Sólo pueden pertenecerte si así lo quieres. Y solo pueden molestarte si así lo deseas.— Hizo una breve pausa y de inclinó hacia adelante buscando apoyar su barbilla en la frente de la chica. Cerró sus ojos y de forma inconsciente la besó.—No quiero hacerte daño, Gaia. No quiero llevarte al extremo ilógico y dejar que las malas emociones te gobiernen.— Rodeó la cintura de la joven con ambas manos. Con su mano derecha comenzó a acariciar el cuerpo de la joven. Abrió sus ojos y separó su rostro apenas unos centímetros del suyo.
Posó su mirada en la de ella y continuó descendiendo hasta encontrar sus labios. Ya habría tiempo de arrepentirse o pedir perdón. Ya te dirá tiempo de dar explicaciones o encontrsr una razón lógica para todo lo que pasaba por su cabeza. Cabeza que no era más que un laberinto. Uno caótico y lleno de desconocidos, o más bien de viejos amigos. Cerró sus ojos inspiró con fuerza y la besó. Sí. Besó a Gaia intentando con ello dejarse llevar por lo que en ese momento sus emociones pedían, o más bien por lo que creía necesitar.
Había encontrado en Gaia algo que había perdido hacia décadas. Había encontrado en sus palabras y su rostro algo parecido a un hogar. O al menos un lugar donde poder estar en paz sin conocer la soledad. Daven cierto era que era una persona difícil de tratar y que en muchas ocasiones era el mismo el que se cerraba a cal y canto y no dejaba que nada entrase en su mente. Pero Gaia había aparecido y había derribado sin problema alguno todo y cada uno de sus muros y a él no le había importado, no se sentía descontento con lo sucedido.
Separó sus labios de los de ellas y retiró las manos recordando que hacía un momento le había prohibido abrazarla. Dio varios pasos hacia atrás dejando caer su improvisada muleta al suelo. Sus manos temblaban, no por miedo a la reacción de Gaia. Sino por los nervios y el desconocimiento que recorría cada rincón de su cuerpo. Tragó saliva y antes de que Gaia pudiera reaccionar.
— color=#7f]058a]Entiendo perfectamente que me golpees. Que me odies o que no entiendas nada de lo que acaba de suceder. Yo tampoco lo entiendo.[/color] —Hizo un ademán de gesticular algo con sus brazos pero se quedaron inmóviles. "Vas a meterte en la boca del lobo y te va a tragar de un bocado. ".—Y eres libre de repudiarme. —Tomó aire y suspiró.— Pero ojalá no fuera así. —Esto último lo dijo más para si que para ella.
Se decía a sí mismo que aquello le iba a pasar factura. Que aquello tan solo me traería problemas, pero no a él. Sino a ella.
Buscó por un instante a Sapphira, quien esperaba sentada a cualquier orden de Daven. La expresividad de Sapphira demostraba confusión, incertidumbre. Nunca había presenciado a su dueño en esa tesitura. La can corrió hacía él y se quedó a un metro de él. Ladró una vez. Daven no respondía. Ladró otra vez y parecía que Daven se había perdido en su mente. Miró a Gaia y también le ladró. No para asustarla, ni para nada en sí. Sino para llamar su atención.
Sapphira saltó sobre Daven y lo tumbó. Cayó de culo contra el suelo con una perra de 50 kilos sobre su pecho. La miró a los ojos y posó su mano sobre la cabeza de la can. Esta se quitó de encima y comenzó a mover el rabo.—Será mejor que hagamos eso, sí. —Puso ambas manos sobre la cabeza del can y depositó un sonoro beso en su frente. — Tú nunca me fallarás, ni dejarás de comprenderme. —Se reincorporó lentamente y miró a Gaia.
— Perdoname Gaia. — Daven comenzó a dar pasos hacia atrás dejando allí todas sus pertenencias. No pensaba con claridad, no sabía muy bien lo que hacía. Pero tampoco podía evitar sentirse culpable de creer que se había aprovechado de ella. Era así de necio e inconsciente y estaba claro que no controlaba ese lado humano. Paró en seco. Su rostro se volvió helado y miró hacia la luna. "Mejor pedir perdón que permiso." Salió corriendo hacia Gaia y la agarró por la cintura con unos de sus brazos. Posó la otra mano en su mejilla y volvió a besarla. Aunque esta vez con un deje triste de despedida.— Perdón. —Murmuró y salió corriendo hacia donde previamente sus pasos le habían guiado. Sapphira salió corriendo detrás de él pensando en que estaban jugando. Pobre inocencia y bondad animal. La figura de Daven cada vez se volvía más borrosa hasta desvanecerse en la oscuridad. A Daven le fue imposible mirar atrás. Sentía traición hacia ella. Había traicionado la confianza que le había depositado. No estaba preparado para afrontarlo, aún no.
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Re: La belleza de la luna. [Gaia - Privado] [Cerrado]
Se hizo el silencio total.
Gaia no recordaba la última vez en la que había habido tanto silencio en su cabeza. Tan solo la interumpía el sonido de la respiración del chico sobre su frente. Le pedía perdón, pero por qué? Quizás pensase que fue él quién mató aquel hombre. Quizás temiese que fuese a hacerle lo mismo a ella. Cuán equivocado estaba! Gaia no temía a Daven, sin embargo por algún motivo, quizás el si que debiese temerle a ella.
Escuchaba las ranas cercanas a ellos en el lago.Gaia se las imaginó saltando de planta en planta, libres sin importar donde fuesen y con la inocencia animal de pensar que en algún momento sus saltos alcanzarían la luna, como si...
Daven la había besado? Eran sus labios los que notaba sobre los suyos. La calidez de su aliento inundándola. Paró antes siquiera que pudiese preguntarse por segunda vez qué había pasado. Se vio reflejada en los ojos del chico y obvió todo lo que le estaba diciendo. No estaba segura de si le gustaba aquella visión en sus ojos. Como si la delicadeza de sus huesos frágiles la hiciese alguien por quien mereciese la pena besar. Como si la chica no ocultase oscuridad también en su mente. Como si ella misma no hubiese perdido la batalla de besar a Daven hacía escasos segundos con sus dedos sobre los labios. El chico debió darse cuenta antes que la misma Gaia que la estaba abrazando. Por un momento y en su mente aquello había pasado a un segundo plano.
Hablaba de repudiarlo? Había respirado aire en los minutos en los que la había besado. Nadie nunca la había besado sin tener una oscura razón por ello y sobre todo, nunca jamás antes nadie se había retirado tras el beso. Gaia no contestó a Daven, y tan solo cuando este se separó de ella tomando cierta distancia y jugueteando con Sapphira, la chica se percató de lo efímero de aquel momento.
Te acabas quemando Luna. Siempre que juegues con fuego, sabes qué nos quemamos. No se cuántas veces voy a tener que repetirtelo. Merece la pena este juego? Tanta bondad crees que has visto en él? Y después del incendio no esperes que haga recuento de bienes. No busques que todo se haya salvado. Si ardemos lo hacemos por entero. Luna.. Oh mi dulce.. mi dulce, dulce luna.
Luna estaba enfadada. No había dicho nada hasta ahora, pero Gaia sabía que los silencios de su mente guardaban más significado que las palabras, y podía notar el tono de reprimenda en ella, como si cualquier cosa que hiciese.
Los ladridos de la perra la sacaron de su ensimismamiento, parecían recriminarle la atención de Daven, así que la chica los dejó solos por unos escasos segundos, mientras pensaba que iban a hacer con el cadáver y se preguntaba si había algún tipo de hierba contra infecciones en aquel bosque. Temía que la herida del dragón se infectase. Había visto morir a muchas personas por la fiebre roja y aunque no sabía si afectaba a los dragones, no estaba segura de que quisiese descubrirlo.
Escuchó la voz de Daven aceptando algo en general que Sapphira quería que hiciesen. Se volvió como esperando a que el chico sugiriese algo, pero en vez de aquello, Gaia sintió sus manos alrededor de su cintura, como si estuviesen hechas para rodearla, y de nuevo la calidez del cuerpo del dragón junto a ella, para detenerse de nuevo en sus labios. Se frustró por un momento. No iba a dejar que aquel hombre le robase ni un solo beso más... por ello pensó que lo mejor era corresponderlo, y así lo hizo. De manera tímida como si temiese que el mero hecho de sentir sus labios ya la pusiese en peligro, de nuevo enalteciendo y controlando una parte de ella que luchaba por salir.
El beso sin embargo supo a despedida, y Gaia aún tenía los ojos cerrados, entregada a aquella perdición cuando escuchó de nuevo al chico pedir perdón.
-Daven... - comenzó a decir, a punto de asegurarle que la única que debía perdón era ella por mentirle sobre quién era y qué había hecho.
Pero cuando los abrió el hombre ya no la rodeaba. El frío del bosque solitario la envolvía en su lugar. Lo llamó varias veces mientras veía como su figura se alejaba de ella. Su primer instinto fue intentar seguirlo, pero Luna le recordó que quizás aquello era justo lo que el chico no quería que hiciese.
Desplomó su peso sobre sus rodillas dejándose caer sobre la capa de musgo en la que el dragón había dejado sus pertenencias Las agarró con las manos, como si tuviesen la razón por la cual el chico acababa de abandonarla.
Ingénua lo esperó. Por horas. Por días, buscando una excusa de que lo que había creido ver en sus ojos era bondad. Luchó con Luna una batalla incesante acerca de Daven y su aparición tan repentina como su marcha, Durmió en las brasas del fuego que habían dejado hasta que estas se extinguió, como simbolizando algo que la mirada perdida de la chica no había querido ver hasta entonces.
- Se apagó- Dijo, finalmente, para nadie más que para si misma, cuando el olor del cadáver cercano comenzó a molestarla.Como estableciendo una verdad universal, refiriendose a su llama con Daven y usando el fuego de simil
Como todas Luna.. mi Luna. Tus pedazos están a salvo. Los tengo aquí, como siempre, mi linda Luna.. No estés triste, mi cielo. Ese dragón ya es agua pasada. Nos haremos fuertes.. muy fuertes... tanto que moveremos montañas. Luna oh Luna no llores. No pienses en qué pudo ser. No debemos enaltecer a ese hombre. Ya Fue. Fue. Vino y se fue. Pero nosotras.. Oh Luna.. mi Luna hermosa. Nosotras somos eternas.
Gaia se levantó de donde llevaba varios días tumbada, agarró las cosas de Daven y tras pensarselo unos segundos las metió en su maleta, de la que también sacó las dos botellas de hidromiel. Abrió ambas, con la intención de beberlas antes de llegar a la siguiente posada donde robar alguna más.
Tenía la mirada perdida y el ceño vacío. Ansiaba que el alcohol tomase posesión de ella y hicese que los ojos de Daven se fuesen de su mente.
Estáte tranquila mi Luna. De eso.. ya me encargo yo.
Gaia no recordaba la última vez en la que había habido tanto silencio en su cabeza. Tan solo la interumpía el sonido de la respiración del chico sobre su frente. Le pedía perdón, pero por qué? Quizás pensase que fue él quién mató aquel hombre. Quizás temiese que fuese a hacerle lo mismo a ella. Cuán equivocado estaba! Gaia no temía a Daven, sin embargo por algún motivo, quizás el si que debiese temerle a ella.
Escuchaba las ranas cercanas a ellos en el lago.Gaia se las imaginó saltando de planta en planta, libres sin importar donde fuesen y con la inocencia animal de pensar que en algún momento sus saltos alcanzarían la luna, como si...
Daven la había besado? Eran sus labios los que notaba sobre los suyos. La calidez de su aliento inundándola. Paró antes siquiera que pudiese preguntarse por segunda vez qué había pasado. Se vio reflejada en los ojos del chico y obvió todo lo que le estaba diciendo. No estaba segura de si le gustaba aquella visión en sus ojos. Como si la delicadeza de sus huesos frágiles la hiciese alguien por quien mereciese la pena besar. Como si la chica no ocultase oscuridad también en su mente. Como si ella misma no hubiese perdido la batalla de besar a Daven hacía escasos segundos con sus dedos sobre los labios. El chico debió darse cuenta antes que la misma Gaia que la estaba abrazando. Por un momento y en su mente aquello había pasado a un segundo plano.
Hablaba de repudiarlo? Había respirado aire en los minutos en los que la había besado. Nadie nunca la había besado sin tener una oscura razón por ello y sobre todo, nunca jamás antes nadie se había retirado tras el beso. Gaia no contestó a Daven, y tan solo cuando este se separó de ella tomando cierta distancia y jugueteando con Sapphira, la chica se percató de lo efímero de aquel momento.
Te acabas quemando Luna. Siempre que juegues con fuego, sabes qué nos quemamos. No se cuántas veces voy a tener que repetirtelo. Merece la pena este juego? Tanta bondad crees que has visto en él? Y después del incendio no esperes que haga recuento de bienes. No busques que todo se haya salvado. Si ardemos lo hacemos por entero. Luna.. Oh mi dulce.. mi dulce, dulce luna.
Luna estaba enfadada. No había dicho nada hasta ahora, pero Gaia sabía que los silencios de su mente guardaban más significado que las palabras, y podía notar el tono de reprimenda en ella, como si cualquier cosa que hiciese.
Los ladridos de la perra la sacaron de su ensimismamiento, parecían recriminarle la atención de Daven, así que la chica los dejó solos por unos escasos segundos, mientras pensaba que iban a hacer con el cadáver y se preguntaba si había algún tipo de hierba contra infecciones en aquel bosque. Temía que la herida del dragón se infectase. Había visto morir a muchas personas por la fiebre roja y aunque no sabía si afectaba a los dragones, no estaba segura de que quisiese descubrirlo.
Escuchó la voz de Daven aceptando algo en general que Sapphira quería que hiciesen. Se volvió como esperando a que el chico sugiriese algo, pero en vez de aquello, Gaia sintió sus manos alrededor de su cintura, como si estuviesen hechas para rodearla, y de nuevo la calidez del cuerpo del dragón junto a ella, para detenerse de nuevo en sus labios. Se frustró por un momento. No iba a dejar que aquel hombre le robase ni un solo beso más... por ello pensó que lo mejor era corresponderlo, y así lo hizo. De manera tímida como si temiese que el mero hecho de sentir sus labios ya la pusiese en peligro, de nuevo enalteciendo y controlando una parte de ella que luchaba por salir.
El beso sin embargo supo a despedida, y Gaia aún tenía los ojos cerrados, entregada a aquella perdición cuando escuchó de nuevo al chico pedir perdón.
-Daven... - comenzó a decir, a punto de asegurarle que la única que debía perdón era ella por mentirle sobre quién era y qué había hecho.
Pero cuando los abrió el hombre ya no la rodeaba. El frío del bosque solitario la envolvía en su lugar. Lo llamó varias veces mientras veía como su figura se alejaba de ella. Su primer instinto fue intentar seguirlo, pero Luna le recordó que quizás aquello era justo lo que el chico no quería que hiciese.
Desplomó su peso sobre sus rodillas dejándose caer sobre la capa de musgo en la que el dragón había dejado sus pertenencias Las agarró con las manos, como si tuviesen la razón por la cual el chico acababa de abandonarla.
Ingénua lo esperó. Por horas. Por días, buscando una excusa de que lo que había creido ver en sus ojos era bondad. Luchó con Luna una batalla incesante acerca de Daven y su aparición tan repentina como su marcha, Durmió en las brasas del fuego que habían dejado hasta que estas se extinguió, como simbolizando algo que la mirada perdida de la chica no había querido ver hasta entonces.
- Se apagó- Dijo, finalmente, para nadie más que para si misma, cuando el olor del cadáver cercano comenzó a molestarla.Como estableciendo una verdad universal, refiriendose a su llama con Daven y usando el fuego de simil
Como todas Luna.. mi Luna. Tus pedazos están a salvo. Los tengo aquí, como siempre, mi linda Luna.. No estés triste, mi cielo. Ese dragón ya es agua pasada. Nos haremos fuertes.. muy fuertes... tanto que moveremos montañas. Luna oh Luna no llores. No pienses en qué pudo ser. No debemos enaltecer a ese hombre. Ya Fue. Fue. Vino y se fue. Pero nosotras.. Oh Luna.. mi Luna hermosa. Nosotras somos eternas.
Gaia se levantó de donde llevaba varios días tumbada, agarró las cosas de Daven y tras pensarselo unos segundos las metió en su maleta, de la que también sacó las dos botellas de hidromiel. Abrió ambas, con la intención de beberlas antes de llegar a la siguiente posada donde robar alguna más.
Tenía la mirada perdida y el ceño vacío. Ansiaba que el alcohol tomase posesión de ella y hicese que los ojos de Daven se fuesen de su mente.
Estáte tranquila mi Luna. De eso.. ya me encargo yo.
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