[Privado] Lluvia tras las llamas [Cerrado]
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[Privado] Lluvia tras las llamas [Cerrado]
Una voz vagaba por el bosque. Parecía desesperada, buscando a alguien. Aunque yo ni siquiera era consciente de ello. -Tengo que encontrarla. – Decía la mujer con voz aguda. - ¡Oh! ¡Allí está! – exclamó. Me estaba observando.
Yo a ella no la veía. Iba demasiado ensimismada en mis pensamientos. Habían pasado cinco días desde que incendié el granero de Martina en Sacrestic Ville. Sacrificando la vida de los más de quince refugiados vampiros que había en el interior. Verdaderamente nadie me había pagado. Pero aún así lo había hecho creyendo que era lo correcto. Luego me enfrenté a Lexie Ivannovich, y por último tuve una fuerte discusión con Jules por ello que sirvió para enfriar nuestra relación.
Fue un momento de rabia e impotencia. Y desde entonces, aquellos cinco días había decidido pasarlos al margen. Sola. Como antaño. Me alejé del grupo y desaparecí del campamento del gremio a las afueras hasta ser capaz de recapacitar y ser consciente de qué había hecho. Ellos no sabían nada. Y por lo que sabía, estaban buscándome. Jules sabía que no tenía por qué desaparecer, pero aún así intentaba reencontrarme. Reaparecería cuando menos lo esperase, una vez hubiera recapacitado en mi terquedad. Pero aún así, insistían en dar conmigo, probablemente por seguridad. Que la cazadora de vampiros más famosa y líder de un importante gremio anduviera sola en una ciudad de vampiros no era buena idea. Aunque yo no era consciente de aquello… Por ahora.
Caminaba con los bajos alicaídos, mirando pensativa el suelo del camino de aquel bosque, con una botella de ron en la mano, mientras veía a lo lejos las luces de Sacrestic de noche. Aquella noche iba hacia mi alojamiento, en un hotel a las afueras, con mi armamento y mi equipamiento habitual. Una armadura negra de cuero ceñida a mi cuerpo, especialmente en los pantalones. Y una cazadora del mismo material. A pesar de ello, no tenía intención de matar a nadie. Sólo de pensar. Y en un oscuro pensamiento pateé una piedra al pasar. Masacrar inocentes heridos y desarmados no estaba bien. Aunque fueran vampiros.
-¿Cómo me dirijo a ella…? – se preguntaba la tímida chica, escondida detrás de un árbol mientras me veía pasar. No hizo falta pensarlo mucho pues al poco de aparecer, escuchó el gruñir de un perro a su espalda. No. No lo era. Tenía un lobo a su espalda. - ¡Oh! ¡No! ¡No! Yo… - comenzó a suplicar.
La chica salió forzada del camino, unos diez metros delante de mí, pillándome por sorpresa. Lo que me hizo ponerme en alerta y detenerme. Tras ella, un lobo se le abalanzó, alejando el báculo que utilizaba, derribándola y poniéndola contra un árbol al otro extremo del camino. Insistía en morder su pecho. Ella sólo lloraba sumida en un llanto mientras trataba desesperada de alejar las fauces del animal.
Al verla en peligro, desenfundé tranquila la ballesta de mano zurda y disparé desde la cadera. Prácticamente sin apuntar. Era un tiro sencillo. Un objetivo móvil pero en una posición estática. El virote no tardó en atravesar sus sesos. Cualquier otro tirador que hubiese disparado sin siquiera poner el ojo en la mira no habría tardado en hacer volar los sesos de la chica, que estaba a escasos diez centímetros más abajo.
Pero había disparado yo.
La joven tardó en reponerse del susto y de limpiarse los sesos de lobo que impregnaban su cara. Miró hacia mí sorprendida. Sabía que le había salvado la vida, pero tampoco iba a cobrarle el favor. Cuando recobró el aliento yo estaba guardando con un elegante gesto de manos mi ballesta en su funda mientras proseguía mi camino, sin ayudarla a mover el lobo de su cuerpo. Era algo de lo que fue capaz. Como así demostró, cuando a los cinco segundos la tenía corriendo hacia atrás, con su báculo recogido.
-Señora… - dijo fatigada, quizás por el susto, llegando a mi posición. No me detuve ni la miré. – Muchas gracias. No…– No respondí más que con un simple apretón de labios. - No lo habría contado sin su ayuda. - Pero ella seguía insistiendo. Parecía que quería decirme algo más. – Nunca he visto nadie que disparara desde tal distancia con semejante precisión. – Finalmente se adelantó y se puso delante de mí, cortándome el paso.
Simplemente resoplé y me detuve.
-¿Eres un poco pesada, eh? – pregunté, alzando una ceja. La chica me miró cohibida.
-No, señora, yo… - Parecía tímida. E intimidada por la mirada de una mujer tan y próxima. – Quería darle las gracias. No tenía motivos para ayudarme y lo ha hecho sin pedir nada a cambio. Es… - bajó su mirada al suelo. - ¡Es usted una gran persona! – Abrí los ojos sorprendida. ¡Lo que me faltaba! Aquellas palabras, me habían resultado especialmente llamativas por el momento en el que alguien las pronunciaba. Parecía que el destino se estaba riendo vilmente de mí.
-Pf... – suspiré, la bordeé y seguí mi camino. - ¿Qué sabrás tú de mí?
Retomó el paso y su insistencia hasta llegar de nuevo a mi lado y caminar en paralelo. Mirándome sin devolverle yo la mía. Ella parecía empeñada en entablar conversación conmigo. Y yo, desde luego, no era la mejor compañera para ello.
-Va camino a la posada del Ciprés Podrido. Esa posada que está cerca del Lago de la Luna. – dijo. - Mi casa está en esa dirección. ¿Le importa si voy con usted? Por si me encuentro con algún lobo. – Volví a resoplar. ¡Qué remedio!
Yo a ella no la veía. Iba demasiado ensimismada en mis pensamientos. Habían pasado cinco días desde que incendié el granero de Martina en Sacrestic Ville. Sacrificando la vida de los más de quince refugiados vampiros que había en el interior. Verdaderamente nadie me había pagado. Pero aún así lo había hecho creyendo que era lo correcto. Luego me enfrenté a Lexie Ivannovich, y por último tuve una fuerte discusión con Jules por ello que sirvió para enfriar nuestra relación.
Fue un momento de rabia e impotencia. Y desde entonces, aquellos cinco días había decidido pasarlos al margen. Sola. Como antaño. Me alejé del grupo y desaparecí del campamento del gremio a las afueras hasta ser capaz de recapacitar y ser consciente de qué había hecho. Ellos no sabían nada. Y por lo que sabía, estaban buscándome. Jules sabía que no tenía por qué desaparecer, pero aún así intentaba reencontrarme. Reaparecería cuando menos lo esperase, una vez hubiera recapacitado en mi terquedad. Pero aún así, insistían en dar conmigo, probablemente por seguridad. Que la cazadora de vampiros más famosa y líder de un importante gremio anduviera sola en una ciudad de vampiros no era buena idea. Aunque yo no era consciente de aquello… Por ahora.
Caminaba con los bajos alicaídos, mirando pensativa el suelo del camino de aquel bosque, con una botella de ron en la mano, mientras veía a lo lejos las luces de Sacrestic de noche. Aquella noche iba hacia mi alojamiento, en un hotel a las afueras, con mi armamento y mi equipamiento habitual. Una armadura negra de cuero ceñida a mi cuerpo, especialmente en los pantalones. Y una cazadora del mismo material. A pesar de ello, no tenía intención de matar a nadie. Sólo de pensar. Y en un oscuro pensamiento pateé una piedra al pasar. Masacrar inocentes heridos y desarmados no estaba bien. Aunque fueran vampiros.
-¿Cómo me dirijo a ella…? – se preguntaba la tímida chica, escondida detrás de un árbol mientras me veía pasar. No hizo falta pensarlo mucho pues al poco de aparecer, escuchó el gruñir de un perro a su espalda. No. No lo era. Tenía un lobo a su espalda. - ¡Oh! ¡No! ¡No! Yo… - comenzó a suplicar.
La chica salió forzada del camino, unos diez metros delante de mí, pillándome por sorpresa. Lo que me hizo ponerme en alerta y detenerme. Tras ella, un lobo se le abalanzó, alejando el báculo que utilizaba, derribándola y poniéndola contra un árbol al otro extremo del camino. Insistía en morder su pecho. Ella sólo lloraba sumida en un llanto mientras trataba desesperada de alejar las fauces del animal.
Al verla en peligro, desenfundé tranquila la ballesta de mano zurda y disparé desde la cadera. Prácticamente sin apuntar. Era un tiro sencillo. Un objetivo móvil pero en una posición estática. El virote no tardó en atravesar sus sesos. Cualquier otro tirador que hubiese disparado sin siquiera poner el ojo en la mira no habría tardado en hacer volar los sesos de la chica, que estaba a escasos diez centímetros más abajo.
Pero había disparado yo.
La joven tardó en reponerse del susto y de limpiarse los sesos de lobo que impregnaban su cara. Miró hacia mí sorprendida. Sabía que le había salvado la vida, pero tampoco iba a cobrarle el favor. Cuando recobró el aliento yo estaba guardando con un elegante gesto de manos mi ballesta en su funda mientras proseguía mi camino, sin ayudarla a mover el lobo de su cuerpo. Era algo de lo que fue capaz. Como así demostró, cuando a los cinco segundos la tenía corriendo hacia atrás, con su báculo recogido.
-Señora… - dijo fatigada, quizás por el susto, llegando a mi posición. No me detuve ni la miré. – Muchas gracias. No…– No respondí más que con un simple apretón de labios. - No lo habría contado sin su ayuda. - Pero ella seguía insistiendo. Parecía que quería decirme algo más. – Nunca he visto nadie que disparara desde tal distancia con semejante precisión. – Finalmente se adelantó y se puso delante de mí, cortándome el paso.
Simplemente resoplé y me detuve.
-¿Eres un poco pesada, eh? – pregunté, alzando una ceja. La chica me miró cohibida.
-No, señora, yo… - Parecía tímida. E intimidada por la mirada de una mujer tan y próxima. – Quería darle las gracias. No tenía motivos para ayudarme y lo ha hecho sin pedir nada a cambio. Es… - bajó su mirada al suelo. - ¡Es usted una gran persona! – Abrí los ojos sorprendida. ¡Lo que me faltaba! Aquellas palabras, me habían resultado especialmente llamativas por el momento en el que alguien las pronunciaba. Parecía que el destino se estaba riendo vilmente de mí.
-Pf... – suspiré, la bordeé y seguí mi camino. - ¿Qué sabrás tú de mí?
Retomó el paso y su insistencia hasta llegar de nuevo a mi lado y caminar en paralelo. Mirándome sin devolverle yo la mía. Ella parecía empeñada en entablar conversación conmigo. Y yo, desde luego, no era la mejor compañera para ello.
-Va camino a la posada del Ciprés Podrido. Esa posada que está cerca del Lago de la Luna. – dijo. - Mi casa está en esa dirección. ¿Le importa si voy con usted? Por si me encuentro con algún lobo. – Volví a resoplar. ¡Qué remedio!
- La chica del báculo:
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Última edición por Huracán el Lun Dic 31 2018, 15:47, editado 1 vez
Anastasia Boisson
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Re: [Privado] Lluvia tras las llamas [Cerrado]
¿Dónde había dejado su capa? La persecución a aquellos dos vampiros la había llevado más lejos de lo que había pensado. En teoría debería encontrarse entre alguna de estas ramas. Su espíritu combativo y psicótico adora escaparse cerca de Sacrestic Ville para exterminar algunos chupasangres de vez en cuando. Tan solo hace falta controlar el cuerpo más de unas horas y... Bueno, sí, termina toda cubierta de sangre. Pero eso es lo mejor de todo. Pasearse por el mundo felizmente y oliendo rosas y saludando ardillas es la tarea de la otra parte de su alma. Ella es feliz dando caza a aquellos que siente que le arrebataron su vida.
No es un odio irracional. Es un odio nacido de la más pura de las frustraciones. Un odio nacido de la sed de venganza. Unos vampiros le habían arrebatado aquello que más quería tiempo atrás. Es justo que ella le arrebate algo a ellos... Su existencia en este mundo.
Había dejado su carcaj y su arco por allí cerca también. Le gusta ensartar a sus enemigos desde cerca, sentir el roce de la sangre y los movimientos de los músculos al ser perforados sin vacilación.
Recoge sus cosas, y mete la capa dentro del carcaj, por ahora tiene calor. Sigue excitada tras el reciente combate. Se estira cuan larga es y lame un poco de la sangre de la comisura de sus labios.
Unas voces interrumpen su relajación. Se acercan por uno de los caminos laterales. Nuevas presas, piensa mientras salta a una de las ramas bajas. Corretea entre los árboles. Ha nacido para ello y lo disfruta.
Dos mujeres. Hablan de lobos y posadas. Los lobos le gustan, le recuerdan a una época feliz con Wood. Decide esperar entre las ramas. Aunque... Podrían ser dos vampiras. En ese caso...
"Odio que hagas eso."
- ¿El qué?
"Matar sin ningún motivo."
- Tengo más motivos de los que jamás te imaginarás. Y ahora cállate, debo concentrarme.
La pequeña baja de un salto, interponiéndose en el camino de las dos muchachas. Una de ellas lleva un báculo y una capa, no parece muy amenazante. Y a juzgar por su expresiónparece estar indefensa. No se fía. Muchas veces es todo teatro. Hacer de niña inocente y desvalida y ocultar una daga en la manga. El oponente baja la guardia un segundo y ya es demasiado tarde. La elfa se pregunta si no será eso mismo lo que está tratando de hacer con la otra mujer. Al fin y al cabo es la única con una expresión más dura y amenazante en el rostro. No parece cómoda con esa compañía.
No es de su incumbencia de todas formas. Es posible que al final tenga que acabar con las dos, así que nunca sabrá las intenciones reales de ninguna de ellas.
La otra mujer lleva una armadura negra de cuero y ballestas. Hacía mucho tiempo que no veía armas de ese calibre.
- Voy a ser directa como esas armas que llevas encima. - Señala su ballesta. - Mostradme los colmillos ahora mismo. Si sois vampiras... - Saca una flecha del carcaj -Debo agujerearos y jugar con vuestras entrañas.
Juguetea con el virote entre los dedos mientras espera en tensión por la respuesta de las mujeres.
No es un odio irracional. Es un odio nacido de la más pura de las frustraciones. Un odio nacido de la sed de venganza. Unos vampiros le habían arrebatado aquello que más quería tiempo atrás. Es justo que ella le arrebate algo a ellos... Su existencia en este mundo.
Había dejado su carcaj y su arco por allí cerca también. Le gusta ensartar a sus enemigos desde cerca, sentir el roce de la sangre y los movimientos de los músculos al ser perforados sin vacilación.
Recoge sus cosas, y mete la capa dentro del carcaj, por ahora tiene calor. Sigue excitada tras el reciente combate. Se estira cuan larga es y lame un poco de la sangre de la comisura de sus labios.
Unas voces interrumpen su relajación. Se acercan por uno de los caminos laterales. Nuevas presas, piensa mientras salta a una de las ramas bajas. Corretea entre los árboles. Ha nacido para ello y lo disfruta.
Dos mujeres. Hablan de lobos y posadas. Los lobos le gustan, le recuerdan a una época feliz con Wood. Decide esperar entre las ramas. Aunque... Podrían ser dos vampiras. En ese caso...
"Odio que hagas eso."
- ¿El qué?
"Matar sin ningún motivo."
- Tengo más motivos de los que jamás te imaginarás. Y ahora cállate, debo concentrarme.
La pequeña baja de un salto, interponiéndose en el camino de las dos muchachas. Una de ellas lleva un báculo y una capa, no parece muy amenazante. Y a juzgar por su expresiónparece estar indefensa. No se fía. Muchas veces es todo teatro. Hacer de niña inocente y desvalida y ocultar una daga en la manga. El oponente baja la guardia un segundo y ya es demasiado tarde. La elfa se pregunta si no será eso mismo lo que está tratando de hacer con la otra mujer. Al fin y al cabo es la única con una expresión más dura y amenazante en el rostro. No parece cómoda con esa compañía.
No es de su incumbencia de todas formas. Es posible que al final tenga que acabar con las dos, así que nunca sabrá las intenciones reales de ninguna de ellas.
La otra mujer lleva una armadura negra de cuero y ballestas. Hacía mucho tiempo que no veía armas de ese calibre.
- Voy a ser directa como esas armas que llevas encima. - Señala su ballesta. - Mostradme los colmillos ahora mismo. Si sois vampiras... - Saca una flecha del carcaj -Debo agujerearos y jugar con vuestras entrañas.
Juguetea con el virote entre los dedos mientras espera en tensión por la respuesta de las mujeres.
- OFF:
- Off: Espero que te guste, es la primera vez que comienzo un tema en modo psicópata, pero tras leer el tema que me pasaste de Huri, creo que será más interesante así Jeannie está ensangrentada de arriba a abajo, así que igual da un poco de mal rollo...
Irinnil Fawkes
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Re: [Privado] Lluvia tras las llamas [Cerrado]
La humana dicharachera no cerraba el pico y comenzaba a ponerme de de los nervios. ¿Por qué era tan pesada? – Debería haber dejado que te devorara el lobo. – dije aborrecida sin mirarla y acelerando el paso moviendo atrás y adelante los brazos. En cierto modo era parecida a Rachel, sólo que esta tenía a favor ser la hermana de Jules.
No hizo falta esperar mucho más para que por fin se callara. Una mujer había aparecido justo delante de nosotras. Completamente bañada en sangre. Y mostrando una actitud amenazante.
-¿Q-Quién es? - Había esbozado mi compañera a preguntar. Yo, por mi parte, no dije nada. La puse detrás de mí. O mejor dicho, se puso ella misma, y me mantuve receptiva, en guardia. Esperando la presentación de aquella rebelde.
Me relajé una vez que supe de sus intenciones, así como de que formábamos parte del mismo bando. Y debo reconocer que no pude sino esbozar una sonrisa con su vulgar amenaza. Me había impresionado. En solo dos frases había mostrado más agallas y determinación que muchos de mis cazadores. Pero le faltaba el conocimiento. Quizás con algo más de edad. Parecía demasiado joven. Y encima era una canija de apenas metro y medio. Le sacaría más de treinta centímetros tranquilamente.
Apoyé una mano sobre mi cadera y ladeé la cabeza. - ¡Oh, qué monada! La niña jugando a ser cazadora… - un vacile rápido y sonriente. - Tómatelo con calma, chica. - tranquilicé - Nadie - hice especial énfasis en esta palabra. Con una perfecta vocalización. - Odia a los vampiros más que yo.- concluí en un tono de voz inexpresivo, para romper el hielo. La notaba tensa pese a su seriedad. Jugaba con una flecha en su mano. - ¿Necesitas que te enseñe los colmillos para saber si soy una chupasangres? – Reí. Burlándome de su falta de conocimiento. No iba a hacerlo ni mucho menos. – Una buena percepción visual permite identificar otras características propias de los vampiros. ¿Y si tú lo eres? – alcé una ceja, entrecerré la vista y la miré a los suyos tratando de resultar intimidante. - ¿Cómo son tus ojos? ¿Tonos rojizos? ¿Iris dilatadas por años en las sombras? No. Pupilas verdes y afiladas. – tendí su vista con suficiencia hacia las partes visibles de su cuerpo, siempre sin perder la sonrisa. - Una piel levísimamente bronceada por los rayos de sol. ¿Quizás de Verisar? Sí. Pero del Norte, Vulwufar, tal vez. – Luego observé como jugueteaba con la flecha. – ¿Y las manos? Demasiado estrechas y estilizadas. Más propias de una pianista que de una chupasangres. – Era en lo que había sido capaz de fijarme con la luz de la luna sobre nosotras. En aquel momento aún no había advertido que se trataba en realidad de una elfa.
Tensé mis manos, esperando que se apartara de mi camino. Ella no tenía su arco preparado para disparar, así que yo tampoco preparé ningún armamento. Aún así, me mantendría alerta. Una joven amenazante y ensangrentada por completo de noche en un bosque era de todo menos un buen presagio.
-Tú sabrás lo que te conviene, chica. - amenacé entre sonrisas. Acompañando las palabras de un intencionado golpe en mis muslos y haciendo que todo mi armamento se moviera. Quería que se fijara en él. - Pero antes dime, ¿por qué ese rencor hacia ellos? ¿Han matado a tu novio del colegio, quizás? – pregunté con mi conocida soberbia hacia su ridícula apariencia infantil, para resultar tan agresiva.
-¿No crees que deberías de ser más… receptiva? – advirtió en susurros la miedosa humana, cada vez más a mis espaldas. ¡Qué obsesión! ¿Acaso no había visto cómo había acabado con aquel lobo? Enarqué la cabeza hacia ella, y la miré de reojo.
-No. - negué serena. - Si intenta algo... – Oh. Creo que hasta aquella humana sabía lo que seguía. - La mataré. Antes de que se de cuenta. - sentencié en voz baja. Para que la elfa no me escuchara.
Ahora tenía ella la piedra sobre su tejado. Le tocaba decidir cual sería su actitud a partir de ahora. Juro que le había mostrado mis mejores modales.
No hizo falta esperar mucho más para que por fin se callara. Una mujer había aparecido justo delante de nosotras. Completamente bañada en sangre. Y mostrando una actitud amenazante.
-¿Q-Quién es? - Había esbozado mi compañera a preguntar. Yo, por mi parte, no dije nada. La puse detrás de mí. O mejor dicho, se puso ella misma, y me mantuve receptiva, en guardia. Esperando la presentación de aquella rebelde.
Me relajé una vez que supe de sus intenciones, así como de que formábamos parte del mismo bando. Y debo reconocer que no pude sino esbozar una sonrisa con su vulgar amenaza. Me había impresionado. En solo dos frases había mostrado más agallas y determinación que muchos de mis cazadores. Pero le faltaba el conocimiento. Quizás con algo más de edad. Parecía demasiado joven. Y encima era una canija de apenas metro y medio. Le sacaría más de treinta centímetros tranquilamente.
Apoyé una mano sobre mi cadera y ladeé la cabeza. - ¡Oh, qué monada! La niña jugando a ser cazadora… - un vacile rápido y sonriente. - Tómatelo con calma, chica. - tranquilicé - Nadie - hice especial énfasis en esta palabra. Con una perfecta vocalización. - Odia a los vampiros más que yo.- concluí en un tono de voz inexpresivo, para romper el hielo. La notaba tensa pese a su seriedad. Jugaba con una flecha en su mano. - ¿Necesitas que te enseñe los colmillos para saber si soy una chupasangres? – Reí. Burlándome de su falta de conocimiento. No iba a hacerlo ni mucho menos. – Una buena percepción visual permite identificar otras características propias de los vampiros. ¿Y si tú lo eres? – alcé una ceja, entrecerré la vista y la miré a los suyos tratando de resultar intimidante. - ¿Cómo son tus ojos? ¿Tonos rojizos? ¿Iris dilatadas por años en las sombras? No. Pupilas verdes y afiladas. – tendí su vista con suficiencia hacia las partes visibles de su cuerpo, siempre sin perder la sonrisa. - Una piel levísimamente bronceada por los rayos de sol. ¿Quizás de Verisar? Sí. Pero del Norte, Vulwufar, tal vez. – Luego observé como jugueteaba con la flecha. – ¿Y las manos? Demasiado estrechas y estilizadas. Más propias de una pianista que de una chupasangres. – Era en lo que había sido capaz de fijarme con la luz de la luna sobre nosotras. En aquel momento aún no había advertido que se trataba en realidad de una elfa.
Tensé mis manos, esperando que se apartara de mi camino. Ella no tenía su arco preparado para disparar, así que yo tampoco preparé ningún armamento. Aún así, me mantendría alerta. Una joven amenazante y ensangrentada por completo de noche en un bosque era de todo menos un buen presagio.
-Tú sabrás lo que te conviene, chica. - amenacé entre sonrisas. Acompañando las palabras de un intencionado golpe en mis muslos y haciendo que todo mi armamento se moviera. Quería que se fijara en él. - Pero antes dime, ¿por qué ese rencor hacia ellos? ¿Han matado a tu novio del colegio, quizás? – pregunté con mi conocida soberbia hacia su ridícula apariencia infantil, para resultar tan agresiva.
-¿No crees que deberías de ser más… receptiva? – advirtió en susurros la miedosa humana, cada vez más a mis espaldas. ¡Qué obsesión! ¿Acaso no había visto cómo había acabado con aquel lobo? Enarqué la cabeza hacia ella, y la miré de reojo.
-No. - negué serena. - Si intenta algo... – Oh. Creo que hasta aquella humana sabía lo que seguía. - La mataré. Antes de que se de cuenta. - sentencié en voz baja. Para que la elfa no me escuchara.
Ahora tenía ella la piedra sobre su tejado. Le tocaba decidir cual sería su actitud a partir de ahora. Juro que le había mostrado mis mejores modales.
Anastasia Boisson
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Re: [Privado] Lluvia tras las llamas [Cerrado]
La elfa no es conocida precisamente por su paciencia, pero no está tan descansada como aparenta. Aunque se tratase de pequeñas escaramuzas aún le habían dado algunos problemas. Algunos vampiros se sacan trucos problemáticos de bajo la manga. Está más cansada de lo que ella misma cree, pero se mantiene en posición arrogante y esperando las respuestas que ha demandado. Sigue jugando con el virote como si no fuese nada para ella. Una amenaza silenciosa pero presente. Con su corta estatura no suelen tomarla en serio. "Solo es una pequeña elfa." "¿Estás perdida niña?" Son solo algunos ejemplos que surjen cuando se cruza con desconocidos. Y eso está bien para su otra yo, pero no para ella. No, ella no quiere protegerse, no necesita esa capa de duda. Tiene otras armas con las que luchar.
Ni un solo segundo tarda la mujer de negro en llamarla niña. Y ¿jugando? Vaya tontería, hace que no juega por lo menos unas doce horas. Justo cuando se llevó a cabo el cambio. La elfa parpadea y sigue mirando a la mujer, sin ninguna otra muestra de molestia o sorpresa. Nadie odia a los vampiros más que ella... Bueno, eso no puede saberlo. Se pregunta si a ella también la habrán raptado, exterminado a su familia y torturado y violado durante un año entero. Como mayor respuesta las mujeres solo recibirán dos parpadeos y un descenso en la cadencia de la flecha al girar.
Se burla de su falta de conocimientos. ¿De verdad todavía la gente seguía empleando eso como algún tipo de insulto? No hay nadie en el mundo que tenga toda la información sobre todas las cosas, así que el desconocimiento no es algo extraño, es la norma. Comienza a preguntarse si la persona que tiene delante estará suficientemente cuerda y cuál es su problema con el mundo. La flecha vuelve a girar más rápido. Parpadea tres veces.
Y ahora... Se acerca y le provee de la información que no tenía antes. Definitivamente, algo raro le pasa a esta mujer. Su comportamiento no es normal. No le disgusta, pero le llama mucho la atención. Jamás se había encontrado a una persona igual. Una ligera inclinación de cabeza como respuesta.
Mira a la mujer fijamente a la cara, impasible. Se pasa un mechón de pelo por detrás de la oreja para mostrarla.
La mujer se mueve haciendo sonar todo su equipamiento. Está claro que quiere intimidarla. Mira las armas con una mezcla de envidia y desprecio. Se pregunta si podrá recuperarlas de su cadáver y la flecha vuelve a disminuir la velocidad mientras piensa.
Un movimiento tras las mujeres llama su atención. Apenas hace ningún gesto o expresión para advertirlas. Lo que sea que se ha movido se acerca, según cree, sigilosamente. Una de sus orejas se mueve unos milímetros. Causa de su creciente excitación. No puede aguantar más. Reúne su magia alrededor de su cuerpo. El uso habitual de la habilidad es saltar el doble de alto pero eso no es útil ahora mismo. Se impulsa hacia adelante a una velocidad de vértigo e intercepta al vampiro que se acercaba a la mujer del báculo por la espalda.
La flecha se incrusta en el ojo izquierdo del vampiro, que se retuerce enfurecido. La elfa, con una sonrisa terrible en la cara, se llena de más sangre todavía. Comienza a reírse mientras empuja el virote en dirección al cerebro del chupasangres. El cuerpo comienza a derrumbarse sobre ella. Lo patea con asco y se gira hacia las mujeres.
- Jeannie Fawkes. Sandorai. Mataron a mi familia y me violaron y torturaron todos los días durante un año entero. -Mira hacia la mujer. -Espero que a ti te hayan hecho más que manchar tus carísimas botas.
Se mira sus pies descalzos. Sus ropas hechas jirones. Vuelve la vista a las dos mujeres bien vestidas, con calzado. Algo parecido a la vergüenza comienza a cruzar su mente. Un mero pensamiento fugaz. Dos parpadeos. Se ha quedado sin flecha con la que jugar. Decide que no es buena idea tomar otra. Suspira y comienza a irse por donde ha venido.
Ni un solo segundo tarda la mujer de negro en llamarla niña. Y ¿jugando? Vaya tontería, hace que no juega por lo menos unas doce horas. Justo cuando se llevó a cabo el cambio. La elfa parpadea y sigue mirando a la mujer, sin ninguna otra muestra de molestia o sorpresa. Nadie odia a los vampiros más que ella... Bueno, eso no puede saberlo. Se pregunta si a ella también la habrán raptado, exterminado a su familia y torturado y violado durante un año entero. Como mayor respuesta las mujeres solo recibirán dos parpadeos y un descenso en la cadencia de la flecha al girar.
Se burla de su falta de conocimientos. ¿De verdad todavía la gente seguía empleando eso como algún tipo de insulto? No hay nadie en el mundo que tenga toda la información sobre todas las cosas, así que el desconocimiento no es algo extraño, es la norma. Comienza a preguntarse si la persona que tiene delante estará suficientemente cuerda y cuál es su problema con el mundo. La flecha vuelve a girar más rápido. Parpadea tres veces.
Y ahora... Se acerca y le provee de la información que no tenía antes. Definitivamente, algo raro le pasa a esta mujer. Su comportamiento no es normal. No le disgusta, pero le llama mucho la atención. Jamás se había encontrado a una persona igual. Una ligera inclinación de cabeza como respuesta.
Mira a la mujer fijamente a la cara, impasible. Se pasa un mechón de pelo por detrás de la oreja para mostrarla.
La mujer se mueve haciendo sonar todo su equipamiento. Está claro que quiere intimidarla. Mira las armas con una mezcla de envidia y desprecio. Se pregunta si podrá recuperarlas de su cadáver y la flecha vuelve a disminuir la velocidad mientras piensa.
Un movimiento tras las mujeres llama su atención. Apenas hace ningún gesto o expresión para advertirlas. Lo que sea que se ha movido se acerca, según cree, sigilosamente. Una de sus orejas se mueve unos milímetros. Causa de su creciente excitación. No puede aguantar más. Reúne su magia alrededor de su cuerpo. El uso habitual de la habilidad es saltar el doble de alto pero eso no es útil ahora mismo. Se impulsa hacia adelante a una velocidad de vértigo e intercepta al vampiro que se acercaba a la mujer del báculo por la espalda.
La flecha se incrusta en el ojo izquierdo del vampiro, que se retuerce enfurecido. La elfa, con una sonrisa terrible en la cara, se llena de más sangre todavía. Comienza a reírse mientras empuja el virote en dirección al cerebro del chupasangres. El cuerpo comienza a derrumbarse sobre ella. Lo patea con asco y se gira hacia las mujeres.
- Jeannie Fawkes. Sandorai. Mataron a mi familia y me violaron y torturaron todos los días durante un año entero. -Mira hacia la mujer. -Espero que a ti te hayan hecho más que manchar tus carísimas botas.
Se mira sus pies descalzos. Sus ropas hechas jirones. Vuelve la vista a las dos mujeres bien vestidas, con calzado. Algo parecido a la vergüenza comienza a cruzar su mente. Un mero pensamiento fugaz. Dos parpadeos. Se ha quedado sin flecha con la que jugar. Decide que no es buena idea tomar otra. Suspira y comienza a irse por donde ha venido.
Irinnil Fawkes
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Re: [Privado] Lluvia tras las llamas [Cerrado]
La mujer permaneció atenta, aunque callada a mis palabras. Mostró su oreja al recoger sus cabellos, y pude apreciar que se trataba de una elfa. Al menos confiaba en que no fuera una de esas radicales que odiaban a los elfos, como Helyare.
Durante unos instantes hubo silencio entre ambos bandos y se podía palpar la tensión. Cada vez que jugaba con aquella flechita y daba paseos de un lado a otro me ponía más nerviosa. Ambas nos miramos con seriedad. Acerqué la mano zurda sobre la funda de mi ballesta de mano. La humana cada vez se colocaba más detrás de mí, sin apartar el ojo de Jeannie o de mí. Si hacía algún gesto raro, le dispararía sin pensármelo.
Escuchaba unos pasos ligeros venir por detrás de nosotras. ¿Era una trampa? ¿Estaba la elfa compinchada con alguien? De ser así, tal vez tendría que tirar de la granada de humo.
Un vampiro trató de asaltarnos por el costado derecho. La humana tiró de mí asustada, dificultándome el movimiento. Pero la elfa reaccionó rápido, se lanzó en nuestra dirección y con la flecha atravesó al vampiro antes de que siquiera llegara a nosotras.
Su sonrisa parecía revelar que había disfrutado con haberle sacado el ojo a la criatura. No sé si eso me debía de gustar. Pero lo próximo que dijo fue para revelar su identidad y el por qué de su odio a los chupasangres. Tras presentarse como Jeannie Fawkes de Sandorái, la desaliñada elfa se dio la vuelta y continuó su camino en dirección contraria a la nuestra. Yo me quedé observándola, pensativa.
¡Por todos los dioses! Sabía que los vampiros realizaban crueldades con los esclavos de sangre. ¿Pero violar a una persona durante cada día de un año? Aquella había superado todas mis expectativas y, en cierto modo, necesitaba saber más información acerca de su integrante historia. Sentía que tenía que ayudarla. Era como mi deber. Ya no sólo como cazadora de vampiros, sino como centinela.
-Jeannie Fawkes. – grité, para llamar su atención. – Me alojo en una posada no muy lejos de aquí. – informé, indicando con el pulgar hacia atrás, en la dirección del camino que estábamos siguiendo. – Ven. Allí podrás comer y limpiarte un poco. – Aquel ofrecimiento era algo poco común en mí. Pero además de su historia, sentía que tenía que cumplir buenas acciones para compensar la pérdida de moral personal de hace unos días en lo relativo al granero de Sacrestic Ville. Remordimiento de conciencia, lo llamaban. Supongo que la señorita Fawkes me había pillado en uno de mis días buenos.
La miré a los ojos fíjamente. Y luego, pasé a presentarme yo.
-Soy Lady Anastasia Boisson de Beltrexus. Maestra cazadora de la mayor organización privada cazavampiros de Aerandir. - Había visto que estaba en nuestro bando, así que podía proporcionarle mi nombre de pila. – Estoy en esto debido a un legado familiar que se remonta doscientos años atrás. He tenido que sobreponerme a intrigas familiares. Y, al igual que tú, he contemplado como los chupasangres acabaron con casi todos mi ascendientes. – Dispuse en la mesa los puntos en común. Quizás no era tan fuerte como lo de la violación. Y podría pensar a priori que ellos se defendían en legítima defensa propia. Lo cierto es que la trama entre Boisson, Harrowmont y chupasangres iba mucho más allá de una simple guerra entre cazadores y presas.
Pero a todo ello tendríamos tiempo, si es que deseaba acompañarnos. La posada no estaba demasiado lejos. Cerca de las diez de la noche en pleno invierno, seguramente no habría mucha gente en aquel caserón a orillas del lago de la Luna. Y de hecho, no la había, más que cuatro lugareños ultimando el consumo de bebidas alcohólicas antes de recoger a sus casas.
Durante unos instantes hubo silencio entre ambos bandos y se podía palpar la tensión. Cada vez que jugaba con aquella flechita y daba paseos de un lado a otro me ponía más nerviosa. Ambas nos miramos con seriedad. Acerqué la mano zurda sobre la funda de mi ballesta de mano. La humana cada vez se colocaba más detrás de mí, sin apartar el ojo de Jeannie o de mí. Si hacía algún gesto raro, le dispararía sin pensármelo.
Escuchaba unos pasos ligeros venir por detrás de nosotras. ¿Era una trampa? ¿Estaba la elfa compinchada con alguien? De ser así, tal vez tendría que tirar de la granada de humo.
Un vampiro trató de asaltarnos por el costado derecho. La humana tiró de mí asustada, dificultándome el movimiento. Pero la elfa reaccionó rápido, se lanzó en nuestra dirección y con la flecha atravesó al vampiro antes de que siquiera llegara a nosotras.
Su sonrisa parecía revelar que había disfrutado con haberle sacado el ojo a la criatura. No sé si eso me debía de gustar. Pero lo próximo que dijo fue para revelar su identidad y el por qué de su odio a los chupasangres. Tras presentarse como Jeannie Fawkes de Sandorái, la desaliñada elfa se dio la vuelta y continuó su camino en dirección contraria a la nuestra. Yo me quedé observándola, pensativa.
¡Por todos los dioses! Sabía que los vampiros realizaban crueldades con los esclavos de sangre. ¿Pero violar a una persona durante cada día de un año? Aquella había superado todas mis expectativas y, en cierto modo, necesitaba saber más información acerca de su integrante historia. Sentía que tenía que ayudarla. Era como mi deber. Ya no sólo como cazadora de vampiros, sino como centinela.
-Jeannie Fawkes. – grité, para llamar su atención. – Me alojo en una posada no muy lejos de aquí. – informé, indicando con el pulgar hacia atrás, en la dirección del camino que estábamos siguiendo. – Ven. Allí podrás comer y limpiarte un poco. – Aquel ofrecimiento era algo poco común en mí. Pero además de su historia, sentía que tenía que cumplir buenas acciones para compensar la pérdida de moral personal de hace unos días en lo relativo al granero de Sacrestic Ville. Remordimiento de conciencia, lo llamaban. Supongo que la señorita Fawkes me había pillado en uno de mis días buenos.
La miré a los ojos fíjamente. Y luego, pasé a presentarme yo.
-Soy Lady Anastasia Boisson de Beltrexus. Maestra cazadora de la mayor organización privada cazavampiros de Aerandir. - Había visto que estaba en nuestro bando, así que podía proporcionarle mi nombre de pila. – Estoy en esto debido a un legado familiar que se remonta doscientos años atrás. He tenido que sobreponerme a intrigas familiares. Y, al igual que tú, he contemplado como los chupasangres acabaron con casi todos mi ascendientes. – Dispuse en la mesa los puntos en común. Quizás no era tan fuerte como lo de la violación. Y podría pensar a priori que ellos se defendían en legítima defensa propia. Lo cierto es que la trama entre Boisson, Harrowmont y chupasangres iba mucho más allá de una simple guerra entre cazadores y presas.
Pero a todo ello tendríamos tiempo, si es que deseaba acompañarnos. La posada no estaba demasiado lejos. Cerca de las diez de la noche en pleno invierno, seguramente no habría mucha gente en aquel caserón a orillas del lago de la Luna. Y de hecho, no la había, más que cuatro lugareños ultimando el consumo de bebidas alcohólicas antes de recoger a sus casas.
Anastasia Boisson
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Re: [Privado] Lluvia tras las llamas [Cerrado]
La elfa se detiene, no esperaba escuchar su nombre. Estaba envolviendo sus músculos con la magia para subirse a los árboles de nuevo y desaparecer en la espesura. Pero... ¿Por qué se detiene? ¿Acaso la forma sombría de Jeannie Fawkes ansía también la compañía de vez en cuando? No es descabellado pensar algo así. Siempre es la parte más luminosa de su alma la que interactúa con los demás. Quien se lleva las alabanzas, caricias y recibe las atenciones. Ella no cree necesitar todo eso. Pero... Y si... ¿Y si tan solo por una vez se deja llevar?
Vuelve la vista atrás. La mujer de negro la está mirando. Parece querer realmente hablar con ella, interactuar y, aparentemente, que la acompañe hasta donde se hospeda. Siente una leve presión en el pecho y comienza a respirar un poco más despacio. Se queda quieta mirando fijamente a la persona que tiene a varios metros de distancia. Sigue llena de sangre que comienza a secarse y aunque no lo admitirá, comienza a tener frío. Un paso. Dos. Y cuando se da cuenta ya vuelve a estar al lado de las dos mujeres. Ni siquiera recuerda si ha ido corriendo o caminando.
La contraria se presenta como Lady Anastasia Boisson. Un nombre pomposo, cómo no, viendo como viste no se esperaba nada menos que una noble. Esas ropas no son baratas, y esa ballesta... Mejor ni pensarlo. Además maestra cazadora de vampiros de la mayor organización privada de Aerandir. Eso no le dice nada a la elfa, que se queda impasible. Ni siquiera conocía de la existencia de ese tipo de organizaciones. Aunque eso significa que podría unirse a una para matar vampiros. Seguramente tendrían más recursos de rastreo que seguir doncellas por las calles y patrullar bosques. Se da unos toquecitos con el dedo en el labio inferior, fruto de la costumbre de su contraparte.
El hecho de que también se haya tenido que enfrentar a la pérdida de sus seres queridos hace que Jeannie se sienta un poco más cerca de la cazadora. Ladea un poco la cabeza y observa con una curiosidad renovada a la mujer.
- Si, eh... - Le cuesta encontrar las palabras adecuadas. -Si yo... Osea, me refiero que... Si tú... - Suspira profundamente y desvía la mirada mientras se agarra el brazo izquierdo inconscientemente. -Si tú quieres que te acompañe, tal vez me vendría bien... Un baño. -Tan solo un susurro, apenas audible. Le cuesta levantar la voz.
"Vaya, pero si puedes ser adorable y todo."
- ¿Quieres callarte? ¡No todas somos tan extrovertidas! -Resopla y se gira, dando la espalda a las mujeres. -Además, hace tanto tiempo que no interactúo que... Es difícil.
De repente se da cuenta de lo que ha ocurrido, se queda mirando al suelo. Seguro que tras hablar consigo misma pensarán que está loca. Ha ocurrido otras veces. Miradas llenas de lástima, odio o incluso miedo. No es capaz de darse la vuelta, ahora recuerda por qué siempre es la otra la que lleva esos casos. Ha sido una estúpida por dejarse llevar por sentimentalismos y eso ahora le pasará factura.
Como mínimo la dejarán sola, con un poco de suerte será solo eso. Aunque es posible que llegue a probar la potencia de uno de los virotes de esa ballesta. Al fin y al cabo, lleva consigo a una humana que parece débil, no es probable que quiera ponerla en peligro con su presencia. Suspira profundamente mientras espera el proyectil impactando a su espalda. Con suerte, tendrá buena puntería y terminará rápido.
Vuelve la vista atrás. La mujer de negro la está mirando. Parece querer realmente hablar con ella, interactuar y, aparentemente, que la acompañe hasta donde se hospeda. Siente una leve presión en el pecho y comienza a respirar un poco más despacio. Se queda quieta mirando fijamente a la persona que tiene a varios metros de distancia. Sigue llena de sangre que comienza a secarse y aunque no lo admitirá, comienza a tener frío. Un paso. Dos. Y cuando se da cuenta ya vuelve a estar al lado de las dos mujeres. Ni siquiera recuerda si ha ido corriendo o caminando.
La contraria se presenta como Lady Anastasia Boisson. Un nombre pomposo, cómo no, viendo como viste no se esperaba nada menos que una noble. Esas ropas no son baratas, y esa ballesta... Mejor ni pensarlo. Además maestra cazadora de vampiros de la mayor organización privada de Aerandir. Eso no le dice nada a la elfa, que se queda impasible. Ni siquiera conocía de la existencia de ese tipo de organizaciones. Aunque eso significa que podría unirse a una para matar vampiros. Seguramente tendrían más recursos de rastreo que seguir doncellas por las calles y patrullar bosques. Se da unos toquecitos con el dedo en el labio inferior, fruto de la costumbre de su contraparte.
El hecho de que también se haya tenido que enfrentar a la pérdida de sus seres queridos hace que Jeannie se sienta un poco más cerca de la cazadora. Ladea un poco la cabeza y observa con una curiosidad renovada a la mujer.
- Si, eh... - Le cuesta encontrar las palabras adecuadas. -Si yo... Osea, me refiero que... Si tú... - Suspira profundamente y desvía la mirada mientras se agarra el brazo izquierdo inconscientemente. -Si tú quieres que te acompañe, tal vez me vendría bien... Un baño. -Tan solo un susurro, apenas audible. Le cuesta levantar la voz.
"Vaya, pero si puedes ser adorable y todo."
- ¿Quieres callarte? ¡No todas somos tan extrovertidas! -Resopla y se gira, dando la espalda a las mujeres. -Además, hace tanto tiempo que no interactúo que... Es difícil.
De repente se da cuenta de lo que ha ocurrido, se queda mirando al suelo. Seguro que tras hablar consigo misma pensarán que está loca. Ha ocurrido otras veces. Miradas llenas de lástima, odio o incluso miedo. No es capaz de darse la vuelta, ahora recuerda por qué siempre es la otra la que lleva esos casos. Ha sido una estúpida por dejarse llevar por sentimentalismos y eso ahora le pasará factura.
Como mínimo la dejarán sola, con un poco de suerte será solo eso. Aunque es posible que llegue a probar la potencia de uno de los virotes de esa ballesta. Al fin y al cabo, lleva consigo a una humana que parece débil, no es probable que quiera ponerla en peligro con su presencia. Suspira profundamente mientras espera el proyectil impactando a su espalda. Con suerte, tendrá buena puntería y terminará rápido.
- OFF:
Eres libre de llevarte a Jeannie contigo a la posada o dejarla ahí, como prefieras. Lo que quiero decir es que tienes libre control para moverla de un lado a otro
Irinnil Fawkes
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Re: [Privado] Lluvia tras las llamas [Cerrado]
Me crucé de brazos esperando que la elfa aceptara mi invitación o no. Pero se decidiera de una vez. Lejos de ello, su actitud cambió de pronto. Y pasó de comportarse de manera fría y, en cierto modo, parecida a la mía, a mostrarse más cercana y tímida. Incliné la cabeza algo confusa. Parecía tener claro querer venir conmigo.
Lo siguiente que dijo sí que me pareció aún más extraño. Parecía que tenía una segunda personalidad o alguien encerrado en su cabeza de chorlito. Yo ya estaba familiarizada con aquello de la dualidad. Conocía a la cabeza hueca de Rachel Roche, capaz de asustarse por el revoloteo de una avispa, que de convertirse en una máquina de reventar cráneos cuando se “convertía” en NIA. Y precisamente por ello, lo de compartir mi habitación ya no me parecía tan buena idea. La mujer de mi lado sí que pareció más asustada por la reacción. Pero, ¿qué iba a hacer?
-Vaya, parece que tú también estás mal de la cabeza. – aseveré con una ligera sonrisa, apoyada en un árbol. Para cubrirme un poco del diluvio que caía. La chica de repente se mostró alicaída. Me acerqué y le di una palmada en el hombro. – Deja de intentar chantajearme emocionalmente y vamos. Llueve y estoy cansada. - concluí sin demasiada gracia.
Continuamos hasta la posada. Allí se veía la estructura de madera. Con tanto entretenimiento, era ya casi media noche. Y la luz de la luna iluminaba por completo el lago. Tenía bastante sueño, así que sería mejor acabar cuanto antes. Llegué a la taberna.
-¿Te vas a quedar aquí? – preguntó la joven que había salvado del lobo. Con mi poca palabrería, aseveré con la cabeza. – Bien pues… Está bien saberlo. – sonrió. – Yo… Seguiré un poco más. Mi casa está aquí justo, en el pueblo. – y señaló el camino. Asentí un par de veces me di la vuelta y alcé la mano a modo de despedida, esperando en el interior. Aunque no fui capaz de percibirlo, la mujer se había quedado con ganas de decir algo más. Pero finalmente no pudo. Simplemente se dio la vuelta y se fue.
Entramos a la posada. No había demasiada gente por la pésima noche que hacía. Jeannie atrajo las miradas de los tres pueblerinos de turno, que apuraban a jugar las últimas partidas de cartas del día. A mí ya me conocían de sobra. Aunque seguían haciéndolo con aquella mirada de babosos por mis apretadas ropas y mi atlética figura. -¡Eh! Juega una, guapa. – Dijeron en cuanto me vieron, aunque los ignoré por completo. Rápidamente se olvidaron de mí cuando vieron la sangre de mi compañera. Pasé de largo y me acerqué al tabernero.
-Mi llave. Y déme otra habitación. – pedí, tirando tres aeros encima de la mesa apoyando mi pie en el reposapiés y el codo en la barra.
-Es una lástima, señorita. Nos acaban de coger la última para esta noche. – comentó el tipo sin atenderme, mientras limpiaba un vaso. Tomó la llave y la tiró hasta mi posición por la barra. En este movimiento vio el deplorable estado de la elfa y se sorprendió.
La tomé e hice un gesto a Jeannie para que subiera conmigo. Podía hacerlo sin problema. Por supuesto no iba a guardar nada de valor en una pobre habitación en una taberna en tierra de vampiros. Todas mis pertenencias salían cada día conmigo por la mañana y volvían de noche. El resto era ropa o cosas menores, como alguna crema.
La habitación era, para qué mentir, bastante pobre. Y eso que era la mejor. Lo de los retretes y el sistema de alcantarillado ya había comprobado que era algo típico de Beltrexus. En el resto del mundo acostumbraban más a vivir como incivilizados. Al menos tenía una cama relativamente cómoda y espaciosa. Encendí la antorcha para dar algo de iluminación.
-El baño está ahí. – Señalé la puerta y me dirigí al armario y saqué el único vestido que llevaba. Lo cierto es que siempre solía llevar algo, aunque rara vez los utilizaba, únicamente mientras mi ropa de cuero secaba, después de lavarla por la sangre pegada. Aquella noche no había cazado así que no era necesario lavar nada. Eso sí, como todo lo que llevaba, era de tonos totalmente negros y ostentosamente adornados. Visiblemente lujosos y de seda de lombriz de Roilkat. Si no le gustaba, podía seguir con su ropa ensangrentada. – Es el más corto que tengo. A ti te quedará como una falda larga, supongo. – Le ofrecí, tirando el vestido encima de la cama. – Imagino que te sentirás más cómoda si estoy abajo. Tomando algo. – Comenté, quedándome en la puerta del aseo. – Así que, ¿te veo luego? - Si afirmaba, iría abajo. Probablemente a tomar algo y a jugar a las cartas, aunque no tenía demasiada gana de soportar a los borrachos.
Lo siguiente que dijo sí que me pareció aún más extraño. Parecía que tenía una segunda personalidad o alguien encerrado en su cabeza de chorlito. Yo ya estaba familiarizada con aquello de la dualidad. Conocía a la cabeza hueca de Rachel Roche, capaz de asustarse por el revoloteo de una avispa, que de convertirse en una máquina de reventar cráneos cuando se “convertía” en NIA. Y precisamente por ello, lo de compartir mi habitación ya no me parecía tan buena idea. La mujer de mi lado sí que pareció más asustada por la reacción. Pero, ¿qué iba a hacer?
-Vaya, parece que tú también estás mal de la cabeza. – aseveré con una ligera sonrisa, apoyada en un árbol. Para cubrirme un poco del diluvio que caía. La chica de repente se mostró alicaída. Me acerqué y le di una palmada en el hombro. – Deja de intentar chantajearme emocionalmente y vamos. Llueve y estoy cansada. - concluí sin demasiada gracia.
Continuamos hasta la posada. Allí se veía la estructura de madera. Con tanto entretenimiento, era ya casi media noche. Y la luz de la luna iluminaba por completo el lago. Tenía bastante sueño, así que sería mejor acabar cuanto antes. Llegué a la taberna.
-¿Te vas a quedar aquí? – preguntó la joven que había salvado del lobo. Con mi poca palabrería, aseveré con la cabeza. – Bien pues… Está bien saberlo. – sonrió. – Yo… Seguiré un poco más. Mi casa está aquí justo, en el pueblo. – y señaló el camino. Asentí un par de veces me di la vuelta y alcé la mano a modo de despedida, esperando en el interior. Aunque no fui capaz de percibirlo, la mujer se había quedado con ganas de decir algo más. Pero finalmente no pudo. Simplemente se dio la vuelta y se fue.
Entramos a la posada. No había demasiada gente por la pésima noche que hacía. Jeannie atrajo las miradas de los tres pueblerinos de turno, que apuraban a jugar las últimas partidas de cartas del día. A mí ya me conocían de sobra. Aunque seguían haciéndolo con aquella mirada de babosos por mis apretadas ropas y mi atlética figura. -¡Eh! Juega una, guapa. – Dijeron en cuanto me vieron, aunque los ignoré por completo. Rápidamente se olvidaron de mí cuando vieron la sangre de mi compañera. Pasé de largo y me acerqué al tabernero.
-Mi llave. Y déme otra habitación. – pedí, tirando tres aeros encima de la mesa apoyando mi pie en el reposapiés y el codo en la barra.
-Es una lástima, señorita. Nos acaban de coger la última para esta noche. – comentó el tipo sin atenderme, mientras limpiaba un vaso. Tomó la llave y la tiró hasta mi posición por la barra. En este movimiento vio el deplorable estado de la elfa y se sorprendió.
La tomé e hice un gesto a Jeannie para que subiera conmigo. Podía hacerlo sin problema. Por supuesto no iba a guardar nada de valor en una pobre habitación en una taberna en tierra de vampiros. Todas mis pertenencias salían cada día conmigo por la mañana y volvían de noche. El resto era ropa o cosas menores, como alguna crema.
La habitación era, para qué mentir, bastante pobre. Y eso que era la mejor. Lo de los retretes y el sistema de alcantarillado ya había comprobado que era algo típico de Beltrexus. En el resto del mundo acostumbraban más a vivir como incivilizados. Al menos tenía una cama relativamente cómoda y espaciosa. Encendí la antorcha para dar algo de iluminación.
-El baño está ahí. – Señalé la puerta y me dirigí al armario y saqué el único vestido que llevaba. Lo cierto es que siempre solía llevar algo, aunque rara vez los utilizaba, únicamente mientras mi ropa de cuero secaba, después de lavarla por la sangre pegada. Aquella noche no había cazado así que no era necesario lavar nada. Eso sí, como todo lo que llevaba, era de tonos totalmente negros y ostentosamente adornados. Visiblemente lujosos y de seda de lombriz de Roilkat. Si no le gustaba, podía seguir con su ropa ensangrentada. – Es el más corto que tengo. A ti te quedará como una falda larga, supongo. – Le ofrecí, tirando el vestido encima de la cama. – Imagino que te sentirás más cómoda si estoy abajo. Tomando algo. – Comenté, quedándome en la puerta del aseo. – Así que, ¿te veo luego? - Si afirmaba, iría abajo. Probablemente a tomar algo y a jugar a las cartas, aunque no tenía demasiada gana de soportar a los borrachos.
- Ropa limpia que Huri le cede a Jeannie:
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Anastasia Boisson
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Re: [Privado] Lluvia tras las llamas [Cerrado]
Para sorpresa de la elfa, la cazadora no comienza ninguna ofensiva. En su lugar se ríe de sus dos personalidades, apoyada en un árbol. No parece que deje su actitud arrogante en ningún momento. Es extraño, pero se siente cómoda con la forma de ser de la mujer. Fría, distante, como ella misma. Tal vez se deba solo a la búsqueda de comprensión. Su contraparte sostiene que el asesinato no está justificado en ninguna sitación, pero no comprende, no comprende la frustración de verlos pulular por el mundo como si fuesen inocentes.
Llueve, pero a la elfa eso rara vez le incomoda. Se abraza a sí misma y sigue a la cazadora por el camino hacia la posada. Parece un lugar tranquilo, aunque tampoco es que con este tiempo haya muchos viajeros por los caminos.
Nada más llegar a la puerta las dos compañeras parecen pretender separarse. Parece que la miedosa vive por allí cerca. Mejor, la elfa sigue sin fiarse de ella, no le ha quitado el ojo en todo el camino hacia allí. La sospecha de que tramaba algo nunca se había ido de su mente. Sus músculos se relajan, respira hondo, por alguna razón se permite confiar en Anastasia. La cazadora se desliza hacia el interior, despidiendo a su acompañante con la mano. La chica se gira y se va en dirección a su supuesta casa.
Tras mirar a los alrededores, la elfa se interna en el local. La entrada a la posada viene precedida por la taberna, donde se reúnen los pueblerinos a jugar a las cartas y beber tras la jornada de trabajo. Tres de ellos miran a la muchacha con ojos viciosos pero tras ver la sangre sobre su piel y la flecha danzando en su mano derecha, giran la mirada y se centran en el juego, prestándole más atención a la partida.
La cazadora se acerca al mostrador, pide una habitación extra. Claramente no van a compartir habitación, son dos desconocidas. Una cosa es no desconfiar de alguien y otra muy diferente es dormir en el mismo espacio sin ningún tipo de protección. El posadero informa de que no tienen más habitaciones, por lo que la elfa se da media vuelta para irse de vuelta al bosque y descansar.
Un gesto de Anastasia la detiene en su intento de fuga. Le hace un ademán para que la acompañe y juntas suben las escaleras hacia la habitación. La situación la toma de sorpresa, es muy poco habitual, o es una loca suicida o tiene mucha confianza en sus habilidades para querer pasar la noche a solas y con una desconocida. Presupone lo segundo. Tan solo hay que ver su equipamiento.
La habitación, acostumbrada a dormir todos los días a la intemperie, le parece lujosa y acogedora. Incluso tenía un baño. La elfa da un primer paso hacia el baño para quitarse la sangre de encima, pero la cazadora la interrumpe enseñándole un precioso vestido de repuesto. Se le ilumina la mirada imagiándose con algo así puesto. Tan solo escucha que se lo cede como recambio para sus... harapos.
Sin pensárselo dos veces se quita toda la ropa y, desnuda, se va en dirección al baño para limpiarse la sangre. En ese momento se percata de que la cazadora está totalmente armada y frente a la puerta del baño. En cambio ella está sola, desnuda y... desarmada, por primera vez en mucho tiempo se siente totalmente indefensa.
Se pone una mano en la cadera imitando la posición de su compañera de habitación. Se echa un mechón de pelo hacia atrás y la mira a los ojos.
- Si me esperas un momento, me limpiaré todo este desastre y podemos bajar juntas a vaciar las bolsas de aeros de esos borrachos viciosos. - Se acerca lentamente contoneándose un poco. - A no ser... Que tengas otros planes en mente...-Le guiña un ojo y se escabulle a su espalda, metiéndose en el baño para limpiarse la sangre.
Al cabo de unos instantes sale totalmente limpia con el pelo mojado. Se acerca a la cama y comienza a ponerse el vestido.
- ¿Te importaría ayudarme? No entiendo bien cómo va esto...
Le da la espalda a la cazadora, esperando que la ayude con los cordones para cerrar el vestido.
Llueve, pero a la elfa eso rara vez le incomoda. Se abraza a sí misma y sigue a la cazadora por el camino hacia la posada. Parece un lugar tranquilo, aunque tampoco es que con este tiempo haya muchos viajeros por los caminos.
Nada más llegar a la puerta las dos compañeras parecen pretender separarse. Parece que la miedosa vive por allí cerca. Mejor, la elfa sigue sin fiarse de ella, no le ha quitado el ojo en todo el camino hacia allí. La sospecha de que tramaba algo nunca se había ido de su mente. Sus músculos se relajan, respira hondo, por alguna razón se permite confiar en Anastasia. La cazadora se desliza hacia el interior, despidiendo a su acompañante con la mano. La chica se gira y se va en dirección a su supuesta casa.
Tras mirar a los alrededores, la elfa se interna en el local. La entrada a la posada viene precedida por la taberna, donde se reúnen los pueblerinos a jugar a las cartas y beber tras la jornada de trabajo. Tres de ellos miran a la muchacha con ojos viciosos pero tras ver la sangre sobre su piel y la flecha danzando en su mano derecha, giran la mirada y se centran en el juego, prestándole más atención a la partida.
La cazadora se acerca al mostrador, pide una habitación extra. Claramente no van a compartir habitación, son dos desconocidas. Una cosa es no desconfiar de alguien y otra muy diferente es dormir en el mismo espacio sin ningún tipo de protección. El posadero informa de que no tienen más habitaciones, por lo que la elfa se da media vuelta para irse de vuelta al bosque y descansar.
Un gesto de Anastasia la detiene en su intento de fuga. Le hace un ademán para que la acompañe y juntas suben las escaleras hacia la habitación. La situación la toma de sorpresa, es muy poco habitual, o es una loca suicida o tiene mucha confianza en sus habilidades para querer pasar la noche a solas y con una desconocida. Presupone lo segundo. Tan solo hay que ver su equipamiento.
La habitación, acostumbrada a dormir todos los días a la intemperie, le parece lujosa y acogedora. Incluso tenía un baño. La elfa da un primer paso hacia el baño para quitarse la sangre de encima, pero la cazadora la interrumpe enseñándole un precioso vestido de repuesto. Se le ilumina la mirada imagiándose con algo así puesto. Tan solo escucha que se lo cede como recambio para sus... harapos.
Sin pensárselo dos veces se quita toda la ropa y, desnuda, se va en dirección al baño para limpiarse la sangre. En ese momento se percata de que la cazadora está totalmente armada y frente a la puerta del baño. En cambio ella está sola, desnuda y... desarmada, por primera vez en mucho tiempo se siente totalmente indefensa.
Se pone una mano en la cadera imitando la posición de su compañera de habitación. Se echa un mechón de pelo hacia atrás y la mira a los ojos.
- Si me esperas un momento, me limpiaré todo este desastre y podemos bajar juntas a vaciar las bolsas de aeros de esos borrachos viciosos. - Se acerca lentamente contoneándose un poco. - A no ser... Que tengas otros planes en mente...-Le guiña un ojo y se escabulle a su espalda, metiéndose en el baño para limpiarse la sangre.
Al cabo de unos instantes sale totalmente limpia con el pelo mojado. Se acerca a la cama y comienza a ponerse el vestido.
- ¿Te importaría ayudarme? No entiendo bien cómo va esto...
Le da la espalda a la cazadora, esperando que la ayude con los cordones para cerrar el vestido.
Irinnil Fawkes
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Re: [Privado] Lluvia tras las llamas [Cerrado]
Ya me disponía a salir como había venido por la habitación cuando de repente me giré y vi a la elfa desnuda delante de mí. Aquello me pilló por sorpresa. ¿Cómo podía ser tan insensata de quedarse así delante de una desconocida armada en el mundo tan bravo en el que vivíamos? ¿Acaso consideraba la tal Jeannie que yo era buena gente? Había matado ya a demasiada gente inocente. De hecho, por eso estaba allí, haciendo un ejercicio de autorreclusión severo.
Más que por un ahogado suspiro, no pude evitar mirar de reojo a la chica. Poniendo la mano delante, aunque mirando ligeramente de reojo. Me incomodaba que estuviera tan tranquila hablando y desnuda antes de entrar al baño.
Desde la puerta del aseo, primero me propuso ir a desplumar a los viejos viciosos de abajo. No era un plan que me apasionara para una noche lluviosa de invierno. Pero desde luego, era más apetecible que salir a cazar vampiros.
Lo segundo que dijo sí que me hizo girarme de nuevo para observarla. Se acercaba a mí, despacio, aunque permanecí seria, apoyada contra la pared. El juego de palabras que propuso claramente insinuaba algo más. Y, aunque no iba a admitirlo, noté cómo un escalofrío de rubor recorría todo mi cuerpo. La elfa podría notarlo pues en mi estado actual no es que pudiera disimularlo demasiado. Pero aquello me había hecho enfadar. ¡¿Quién creía que era yo?!
El tiempo que Jeannie empleó en el baño lo pasé pensando en Jules. Siempre había hecho de menos al cazador, con el que había tenido una fuerte discusión en los últimos días a consecuencia del rubí. Ese que colgaba de mi pecho. Me otorgaba un sentimiento de odio que nunca había experimentado. Era increíble, pero odiaba más a los chupasangres ahora que en la época de Mortagglia. Cuando desde la muerte de ésta había disminuido ostensiblemente el número de fallecimientos de estos.
Todo esto me llevaba a pensar que, quizás Jules, tuviera razón. Me arrepentía profundamente de haber exterminado a los vampiros del granero. Y todo cuanto quería era que el brujo estuviera ahí… Pero no lo estaba. En aquella habitación sólo estaba Jeannie Fawkes. Oh, y también estaban mi ego y la ofensa de la elfa.
Ésta, al salir del baño, me pidió que la ayudara a ponerse el vestido. Era una buena oportunidad para demostrar que sabía cómo poner a las felinas como ella en su sitio.
-Claro. – dije con mi grave voz y muy dispuesta, con segundas. La ayudé a introducir las mangas del vestido. – Por cierto, en relación al segundo comentario… – Me agaché a ajar la falda un poco, para que estuviera bien extendida. Tanto por adelante, como por detrás. Luego me levanté, quedándome a escasos centímetros de su rostro, con la excusa de ajustar la ropa a sus hombros. - … Se me ocurre que podríamos hacer algo más... Divertido. Que nos guste a las dos. – Le devolví el guiño de ojo anterior y le di la vuelta. Coloqué mis manos a la altura del corsé que venía incorporado en el vestido y se lo ajusté, recorriendo su espalda a propósito con sus cuerdas. Tenía mucha experiencia vistiendo ese tipo de ropa. – Que nos permita mostrar nuestras habilidades. Algo… - ronroneé ligeramente mientras hacía un nudo a las cuerdas. – Excitante. – Y di un tirón fuerte las cuerdas del corsé, comprimiendo sus pechos. Tenía que estar bien apretado para que no cayera.
Si todo iba como esperaba, la chica ya estaría subiéndose por las paredes. Yo al menos, me mordía los labios pensando. La voz que había puesto hasta el momento casi me salía natural más que actuada. Así que resoplé fuerte antes de darle una lección a la elfilla.
De pronto, cambié el tono de voz, me acerqué a la ventana y tendí la vista en esta.
–Como cazar vampiros, por supuesto. – Dije en un tono de voz normal, con una sonrisa de satisfacción. Visiblemente sudorosa, eso sí, y con las pupilas brillantes. – Aunque está lloviendo, y desplumar viejos no es de mis mayores aficiones.
Con una seriedad insinuante, me senté en la butaca de la habitación, me quité las botas con los propios pies, dejando a la vista los calcetines oscuros que solía llevar, y luego los apoyé sobre la alcoba.
-Escucha, si quieres cortejar una noble de Beltrexus que te saca diez años aparentes en su propia habitación, es necesario que muestres ciertos… modales. Una persona elegante no se desnuda delante de un desconocido. – reproché. - No te equivoques. Ni soy una furcia, ni estás es mi lecho de trabajo. – Dije en alusión a su insinuación. Aunque por otra parte, me encantaba. Pero el orgullo propio estaba por encima de todo.
Hice una breve pausa. Esperando una posible respuesta. Aunque ni siquiera la miré hasta enviarle una de mis miradas soberbias instantes después.
– Dime, Jeannie Fawkes, ¿te gusta el vino Cartenier? – pregunté en alusión al famoso vino. Uno de los más caros del mercado. Me llevé la mano el bolsillo del pantalón. Y saqué una moneda de treinta aeros. La proyecté con el pulgar, haciéndola dar vueltas y cayendo sobre la cama. - Aprovechando que ya estás vestida, ¿por qué no bajas y compras una botella? O dos. - y mostré un rostro a medio camino entre la prepotencia y la picardía. - ¡Oh! Y tranquila, puedes quedarte con el cambio.
Más que por un ahogado suspiro, no pude evitar mirar de reojo a la chica. Poniendo la mano delante, aunque mirando ligeramente de reojo. Me incomodaba que estuviera tan tranquila hablando y desnuda antes de entrar al baño.
Desde la puerta del aseo, primero me propuso ir a desplumar a los viejos viciosos de abajo. No era un plan que me apasionara para una noche lluviosa de invierno. Pero desde luego, era más apetecible que salir a cazar vampiros.
Lo segundo que dijo sí que me hizo girarme de nuevo para observarla. Se acercaba a mí, despacio, aunque permanecí seria, apoyada contra la pared. El juego de palabras que propuso claramente insinuaba algo más. Y, aunque no iba a admitirlo, noté cómo un escalofrío de rubor recorría todo mi cuerpo. La elfa podría notarlo pues en mi estado actual no es que pudiera disimularlo demasiado. Pero aquello me había hecho enfadar. ¡¿Quién creía que era yo?!
El tiempo que Jeannie empleó en el baño lo pasé pensando en Jules. Siempre había hecho de menos al cazador, con el que había tenido una fuerte discusión en los últimos días a consecuencia del rubí. Ese que colgaba de mi pecho. Me otorgaba un sentimiento de odio que nunca había experimentado. Era increíble, pero odiaba más a los chupasangres ahora que en la época de Mortagglia. Cuando desde la muerte de ésta había disminuido ostensiblemente el número de fallecimientos de estos.
Todo esto me llevaba a pensar que, quizás Jules, tuviera razón. Me arrepentía profundamente de haber exterminado a los vampiros del granero. Y todo cuanto quería era que el brujo estuviera ahí… Pero no lo estaba. En aquella habitación sólo estaba Jeannie Fawkes. Oh, y también estaban mi ego y la ofensa de la elfa.
Ésta, al salir del baño, me pidió que la ayudara a ponerse el vestido. Era una buena oportunidad para demostrar que sabía cómo poner a las felinas como ella en su sitio.
-Claro. – dije con mi grave voz y muy dispuesta, con segundas. La ayudé a introducir las mangas del vestido. – Por cierto, en relación al segundo comentario… – Me agaché a ajar la falda un poco, para que estuviera bien extendida. Tanto por adelante, como por detrás. Luego me levanté, quedándome a escasos centímetros de su rostro, con la excusa de ajustar la ropa a sus hombros. - … Se me ocurre que podríamos hacer algo más... Divertido. Que nos guste a las dos. – Le devolví el guiño de ojo anterior y le di la vuelta. Coloqué mis manos a la altura del corsé que venía incorporado en el vestido y se lo ajusté, recorriendo su espalda a propósito con sus cuerdas. Tenía mucha experiencia vistiendo ese tipo de ropa. – Que nos permita mostrar nuestras habilidades. Algo… - ronroneé ligeramente mientras hacía un nudo a las cuerdas. – Excitante. – Y di un tirón fuerte las cuerdas del corsé, comprimiendo sus pechos. Tenía que estar bien apretado para que no cayera.
Si todo iba como esperaba, la chica ya estaría subiéndose por las paredes. Yo al menos, me mordía los labios pensando. La voz que había puesto hasta el momento casi me salía natural más que actuada. Así que resoplé fuerte antes de darle una lección a la elfilla.
De pronto, cambié el tono de voz, me acerqué a la ventana y tendí la vista en esta.
–Como cazar vampiros, por supuesto. – Dije en un tono de voz normal, con una sonrisa de satisfacción. Visiblemente sudorosa, eso sí, y con las pupilas brillantes. – Aunque está lloviendo, y desplumar viejos no es de mis mayores aficiones.
Con una seriedad insinuante, me senté en la butaca de la habitación, me quité las botas con los propios pies, dejando a la vista los calcetines oscuros que solía llevar, y luego los apoyé sobre la alcoba.
-Escucha, si quieres cortejar una noble de Beltrexus que te saca diez años aparentes en su propia habitación, es necesario que muestres ciertos… modales. Una persona elegante no se desnuda delante de un desconocido. – reproché. - No te equivoques. Ni soy una furcia, ni estás es mi lecho de trabajo. – Dije en alusión a su insinuación. Aunque por otra parte, me encantaba. Pero el orgullo propio estaba por encima de todo.
Hice una breve pausa. Esperando una posible respuesta. Aunque ni siquiera la miré hasta enviarle una de mis miradas soberbias instantes después.
– Dime, Jeannie Fawkes, ¿te gusta el vino Cartenier? – pregunté en alusión al famoso vino. Uno de los más caros del mercado. Me llevé la mano el bolsillo del pantalón. Y saqué una moneda de treinta aeros. La proyecté con el pulgar, haciéndola dar vueltas y cayendo sobre la cama. - Aprovechando que ya estás vestida, ¿por qué no bajas y compras una botella? O dos. - y mostré un rostro a medio camino entre la prepotencia y la picardía. - ¡Oh! Y tranquila, puedes quedarte con el cambio.
Anastasia Boisson
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Re: [Privado] Lluvia tras las llamas [Cerrado]
La elfa seguía medio desnuda, aguantando parte del vestido esperando la ayuda de la cazadora. La ayuda a ponerse las mangas, no sin varias insinuaciones mientas. Una pequeña corriente eléctrica de excitación la recorre de repente, ya no recordaba lo que se sentía algo así. Demasiado tiempo pasó sin ningún tipo de contacto físico, salvo el que utilizaba con los vampiros o cuando su otra parte estaba en aprietos. Las muestras de afecto la reconfortan y la hacen sentir querida y a gusto en la habitación, cada vez más acojedora y cálida. La mujer se agacha para arreglar la falda, provocando unos ligeros temblores en la elfa, que nota como el calor llega hasta sus mejillas.
Anastasia se levanta y la toma de los hombros, quedando sus caras casi rozándose, la elfa sufre un pequeño escalofrío. Se muerde el labio inferior, esperando un gesto que nunca llega a completarse. La agarra de las caderas, tomando las cuerdas del corsé del vestido, movimiento que consigue excitar más a la elfa. El juego le gusta, aunque sea al revés, comenzó desnuda y cada vez está más vestida. Pero después... Después llegará el momento de deshacer todos esos nudos.
La cazadora la gira haciéndole cosquillas por la espalda con las cuerdas del corsé. Se le escapa todo el aire al sentir el tirón de los nudos. Las palabras de Anastasia consiguen mantener a la elfa con los ojos brillantes, respirando entrecortadamente. Se gira para encarar a la mujer y terminar con el roce de sus labios aquello comenzado tan solo unos segundos antes.
Sin embargo se vuelve a morder el labio, Anastasia le da la espalda y se va a la ventana. Jeannie no entiende qué sucede ¿acaso estuvo jugando con ella todo el tiempo? En un segundo pasa de la excitación a la indiferencia. Ha hecho mal en bajar las defensas con una desconocida, por muy unida que se sintiese a ella vete a saber por qué. Creía que eran parecidas. Un gran error que no volvería a suceder.
La mujer se sienta sobre la butaca y se quita las botas, dando a entender que ella sí tenía el poder suficiente como para acomodarse y quitarse prendas en presencia de una desconocida.
- Nunca he dicho que fuese una persona elegante. - La elfa enarca una ceja y pone las manos en las caderas, haciendo ondear la falda. - Soy una persona directa. Me gustas, me pareces atractiva y te lo he hecho saber. Eso es todo. -Relaja los hombros y se pasea por la habitación antes de proseguir. -No te considero una furcia, ni mucho menos. Lamento que lo veas de ese modo. -Se pasa un mechón de pelo tras la oreja. - Aunque no sea algo digo de su posición, Alteza, la oferta seguirá en pie de forma indefinida.
Anastasia tira una moneda sobre la cama, instándola a bajar a por botellas de vino. Sin decir una sola palabra más la recoge y sale de la habitación. Cierra la puerta tras de sí, apoyándose en ella y respirando entrecortadamente. Tras unos segundos de vacilación baja las escaleras en dirección a la taberna.
Todo seguía igual, los viejos jugando a las cartas que se voltean al verla. Suelta la moneda en la barra.
- Quiero todas las botellas de Cartenier que tengas, rápido y sin palabrería.
El hombre mira la moneda sobre el tablón e inmediatamente sale en dirección a la despensa, volviendo tras un par de minutos con cinco botellas en la mano. La elfa las agarra y vuelve a la habitación. Suelta las botellas sobre la mesa.
- Espero que vuesa merced tenga sed.
Acto seguido se sienta en la butaca en frente de la cazadora. Con sumo cuidado con los pliegues del vestido. Extrañamente se siente cómoda con él puesto. Descorcha una de las botellas y le da un buen trago.
Anastasia se levanta y la toma de los hombros, quedando sus caras casi rozándose, la elfa sufre un pequeño escalofrío. Se muerde el labio inferior, esperando un gesto que nunca llega a completarse. La agarra de las caderas, tomando las cuerdas del corsé del vestido, movimiento que consigue excitar más a la elfa. El juego le gusta, aunque sea al revés, comenzó desnuda y cada vez está más vestida. Pero después... Después llegará el momento de deshacer todos esos nudos.
La cazadora la gira haciéndole cosquillas por la espalda con las cuerdas del corsé. Se le escapa todo el aire al sentir el tirón de los nudos. Las palabras de Anastasia consiguen mantener a la elfa con los ojos brillantes, respirando entrecortadamente. Se gira para encarar a la mujer y terminar con el roce de sus labios aquello comenzado tan solo unos segundos antes.
Sin embargo se vuelve a morder el labio, Anastasia le da la espalda y se va a la ventana. Jeannie no entiende qué sucede ¿acaso estuvo jugando con ella todo el tiempo? En un segundo pasa de la excitación a la indiferencia. Ha hecho mal en bajar las defensas con una desconocida, por muy unida que se sintiese a ella vete a saber por qué. Creía que eran parecidas. Un gran error que no volvería a suceder.
La mujer se sienta sobre la butaca y se quita las botas, dando a entender que ella sí tenía el poder suficiente como para acomodarse y quitarse prendas en presencia de una desconocida.
- Nunca he dicho que fuese una persona elegante. - La elfa enarca una ceja y pone las manos en las caderas, haciendo ondear la falda. - Soy una persona directa. Me gustas, me pareces atractiva y te lo he hecho saber. Eso es todo. -Relaja los hombros y se pasea por la habitación antes de proseguir. -No te considero una furcia, ni mucho menos. Lamento que lo veas de ese modo. -Se pasa un mechón de pelo tras la oreja. - Aunque no sea algo digo de su posición, Alteza, la oferta seguirá en pie de forma indefinida.
Anastasia tira una moneda sobre la cama, instándola a bajar a por botellas de vino. Sin decir una sola palabra más la recoge y sale de la habitación. Cierra la puerta tras de sí, apoyándose en ella y respirando entrecortadamente. Tras unos segundos de vacilación baja las escaleras en dirección a la taberna.
Todo seguía igual, los viejos jugando a las cartas que se voltean al verla. Suelta la moneda en la barra.
- Quiero todas las botellas de Cartenier que tengas, rápido y sin palabrería.
El hombre mira la moneda sobre el tablón e inmediatamente sale en dirección a la despensa, volviendo tras un par de minutos con cinco botellas en la mano. La elfa las agarra y vuelve a la habitación. Suelta las botellas sobre la mesa.
- Espero que vuesa merced tenga sed.
Acto seguido se sienta en la butaca en frente de la cazadora. Con sumo cuidado con los pliegues del vestido. Extrañamente se siente cómoda con él puesto. Descorcha una de las botellas y le da un buen trago.
Irinnil Fawkes
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Re: [Privado] Lluvia tras las llamas [Cerrado]
La chica era toda una caja de sorpresas. Debo admitir que me sorprendió aquella actitud sumisa para con una desconocida crecida y prepotente como acostumbraba a ser. Creí que con suerte se espantaría, me dejaría en paz y habría concluido mi labor social. Pero no. La chica me llamó… ¿Alteza? No pude sino abrir los ojos. ¿Dispuesta a prolongar la oferta indefinidamente? ¿Tal era su grado de interés?
Vertí la vista hacia un lado sin moverme hasta que se salió obediente por la puerta, con las monedas que le había arrojado. - ¿Qué estoy haciendo? – Echaba de menos a mi madre, a Jules y, en general, al resto de integrantes del gremio. Tan sólo necesitaba desestresar. Y cazar vampiros aunque fuera sola no me ayudaba a salir de la rutina. Era demasiado responsable y comprometida con mi trabajo. Y más desde que obtuve el rubí, habiendo sumado nuevos enemigos a la lista. Sí. No había tenido tiempo para relajarme. Todas mis aventuras se contaban por cacerías. Y siempre me lo decían: Anastasia, deberías tomarte unas vacaciones.
De Cassandra no es que hubiera aprendido mucho en mi vida, pero si algo me enseñó, es que cuando uno está entristecido o amargado. Lo mejor era beber. Al día siguiente, después de una fiesta, ya tendríamos tiempo para hablar. No había mejor confesor, después del cura, que alguien que sufre tus mismas penurias. Como parecía ser la señorita Fawkes.
Era de, por una noche, disfrutar de la relajación. Me fui al aseo y me lavé la cara con agua. Me mojé también un poco el pelo y básicamente me quité mis aparatos de guerra. Siempre decía lo mismo: Que menudo peso me había quitado de encima. Los dejé en el mismo baño. No necesitaba una ducha pues lo hacía siempre por las mañanas. Quedé en ropa interior y me observé en el espejo. Tenía el cuerpo lleno de marcas de la apretada ropa, el peso de las ballestas y el carcaj. Luego me puse por encima el camisón negro que usaba de pijama y que también me había llevado a mi retiro. Lo que siempre permanecería en mi pecho era el rubí.
Justo al salir del baño, Jennie entraba con las botellas.
-Oh, has traído cinco. – exclamé con una sorpresa. Aún así, desquiciada anímica y sentimentalmente por mis recientes acciones, era todo un amasijo de estrés que necesitaba desahogar tensiones. Sí. Sin duda, el alcohol me iría bien. – Bien. Creo que nos irá bien. – comenté sin demasiado convencimiento andando a un ritmo acelerado hacia ella. Tomé una de las botellas, casi quitándosela de las manos. La descorché. Y bebí.
Vaya si lo hice. Tras el primer trago largo ya veía a Jeannie dos veces. Caí sentada sobre la butaca, que se estiró hacia atrás por el golpe. - No lo recordaba tan… Fuerte. – dije mirando la botella, antes de dar un nuevo trago a la misma. – Esto va a ser… divertido.
Y vaya si lo fue. No tardé en dar a la lengua como solía hacer como nunca cuando bebía. – ¿Sabes que la primera vez que probé este vino fue en la mansión de un conde vampiro? Deja que te cuente… – Comencé a contar una estereotipada historia de un vago recuerdo. La conversación desvariaba según se vaciaban las botellas. Lo que empezó siendo una aburrida conversación de una de mis cazas de vampiros, intrascendentes, terminó en risas por todo lo alto. Y hablando, como no podía ser de otra manera, de temas sexuales.
-La última vez que me emborraché le dije a un muy buen amigo mío que no me parecía feo. Elran Bale se llama. – Ya empezaba a trastabillear en los nombres. – La cuestión es que el tío es MUY feo. ¡Un jodido ograrck! – enfaticé haciendo gestos. - Pero cuando una está borracha… ¡Ve a la gente con otra cara! – y reí ya airadamente extendiendo los brazos y encogiendo mis largas piernas sobre la butaca, sobre las que me sentaba. Descorchando ya la segunda botella. – Si se mete en la cama conmigo, te digo yo que le quito esa cara de sieso que tiene el pobre. – volví a beber. – Pero más quisiera él que disfrutar de alguien como yo. – Y me arrodillé sobre la butaca, levanté el camisón y enseñé mis prominentes y atléticos muslos, que golpeé con fuerza.
En el movimiento me desequilibré y terminé en el suelo. La botella cayó sobre mí y se desparramó por encima casi todo el alcohol, marcando aún más mis atributos. Pero me daba igual, yo me reí a carcajada limpia para toda la taberna. Había perdido ya la noción del tiempo. Apestaba a alcohol. Mis ojos brillaban del color del rubí rojo.
Sentí entonces una llamada en la puerta.
-¡Son las dos de la madrugada! ¡Guardad silencio! Por favor. – pidió el hombre. Que probablemente sería el hombre en la puerta. – Si siguen armando este alboroto, tendré que expulsarlas del local.
-¡Pero si no hay nadie en tu taberna! – grité a la puerta, cobrando la consciencia, levantándome y sigilosamente corriendo en cuclillas hacia Jeannie. Le pedí que no hiciera ruido y la empujé a la cama. Tenía un perverso plan en mente. – ¡¿Quién va a venir a este cuchitril?! – bramé, estampando la botella vacía contra la pared, buscando claramente la provocación.
-Ya está bien de juerga, señoritas. – El camarero entró por la puerta. Hecho una furia.
Justo después de eso, me lancé a besar a Jeannie sobre la cama. Empapada en alcohol a cuatro patas sobre la cama, y yo sobre la elfa, le mostraba mis piernas, mis brazos. Él quedó quieto. Sorprendido por la escena. Dejé a Jeannie si quería continuar la charla o permitir al tipo que mirara. Yo seguí a lo mío, besando a Jeannie sensualmente por el cuello, pero añadiéndole un toque mayor, inclinándome en un ángulo perfecto que buscaba mostrar al tipo uno de mis pechos e incluso el pezón por el costado del camisón.
Aunque no era consciente por el alto grado de embriaguez que llevaba. Alguien se insistía en golpear la puerta abajo. Parece que tenía nuevos clientes a aquellas horas de la madrugada.
Vertí la vista hacia un lado sin moverme hasta que se salió obediente por la puerta, con las monedas que le había arrojado. - ¿Qué estoy haciendo? – Echaba de menos a mi madre, a Jules y, en general, al resto de integrantes del gremio. Tan sólo necesitaba desestresar. Y cazar vampiros aunque fuera sola no me ayudaba a salir de la rutina. Era demasiado responsable y comprometida con mi trabajo. Y más desde que obtuve el rubí, habiendo sumado nuevos enemigos a la lista. Sí. No había tenido tiempo para relajarme. Todas mis aventuras se contaban por cacerías. Y siempre me lo decían: Anastasia, deberías tomarte unas vacaciones.
De Cassandra no es que hubiera aprendido mucho en mi vida, pero si algo me enseñó, es que cuando uno está entristecido o amargado. Lo mejor era beber. Al día siguiente, después de una fiesta, ya tendríamos tiempo para hablar. No había mejor confesor, después del cura, que alguien que sufre tus mismas penurias. Como parecía ser la señorita Fawkes.
Era de, por una noche, disfrutar de la relajación. Me fui al aseo y me lavé la cara con agua. Me mojé también un poco el pelo y básicamente me quité mis aparatos de guerra. Siempre decía lo mismo: Que menudo peso me había quitado de encima. Los dejé en el mismo baño. No necesitaba una ducha pues lo hacía siempre por las mañanas. Quedé en ropa interior y me observé en el espejo. Tenía el cuerpo lleno de marcas de la apretada ropa, el peso de las ballestas y el carcaj. Luego me puse por encima el camisón negro que usaba de pijama y que también me había llevado a mi retiro. Lo que siempre permanecería en mi pecho era el rubí.
Justo al salir del baño, Jennie entraba con las botellas.
-Oh, has traído cinco. – exclamé con una sorpresa. Aún así, desquiciada anímica y sentimentalmente por mis recientes acciones, era todo un amasijo de estrés que necesitaba desahogar tensiones. Sí. Sin duda, el alcohol me iría bien. – Bien. Creo que nos irá bien. – comenté sin demasiado convencimiento andando a un ritmo acelerado hacia ella. Tomé una de las botellas, casi quitándosela de las manos. La descorché. Y bebí.
Vaya si lo hice. Tras el primer trago largo ya veía a Jeannie dos veces. Caí sentada sobre la butaca, que se estiró hacia atrás por el golpe. - No lo recordaba tan… Fuerte. – dije mirando la botella, antes de dar un nuevo trago a la misma. – Esto va a ser… divertido.
Y vaya si lo fue. No tardé en dar a la lengua como solía hacer como nunca cuando bebía. – ¿Sabes que la primera vez que probé este vino fue en la mansión de un conde vampiro? Deja que te cuente… – Comencé a contar una estereotipada historia de un vago recuerdo. La conversación desvariaba según se vaciaban las botellas. Lo que empezó siendo una aburrida conversación de una de mis cazas de vampiros, intrascendentes, terminó en risas por todo lo alto. Y hablando, como no podía ser de otra manera, de temas sexuales.
-La última vez que me emborraché le dije a un muy buen amigo mío que no me parecía feo. Elran Bale se llama. – Ya empezaba a trastabillear en los nombres. – La cuestión es que el tío es MUY feo. ¡Un jodido ograrck! – enfaticé haciendo gestos. - Pero cuando una está borracha… ¡Ve a la gente con otra cara! – y reí ya airadamente extendiendo los brazos y encogiendo mis largas piernas sobre la butaca, sobre las que me sentaba. Descorchando ya la segunda botella. – Si se mete en la cama conmigo, te digo yo que le quito esa cara de sieso que tiene el pobre. – volví a beber. – Pero más quisiera él que disfrutar de alguien como yo. – Y me arrodillé sobre la butaca, levanté el camisón y enseñé mis prominentes y atléticos muslos, que golpeé con fuerza.
En el movimiento me desequilibré y terminé en el suelo. La botella cayó sobre mí y se desparramó por encima casi todo el alcohol, marcando aún más mis atributos. Pero me daba igual, yo me reí a carcajada limpia para toda la taberna. Había perdido ya la noción del tiempo. Apestaba a alcohol. Mis ojos brillaban del color del rubí rojo.
Sentí entonces una llamada en la puerta.
-¡Son las dos de la madrugada! ¡Guardad silencio! Por favor. – pidió el hombre. Que probablemente sería el hombre en la puerta. – Si siguen armando este alboroto, tendré que expulsarlas del local.
-¡Pero si no hay nadie en tu taberna! – grité a la puerta, cobrando la consciencia, levantándome y sigilosamente corriendo en cuclillas hacia Jeannie. Le pedí que no hiciera ruido y la empujé a la cama. Tenía un perverso plan en mente. – ¡¿Quién va a venir a este cuchitril?! – bramé, estampando la botella vacía contra la pared, buscando claramente la provocación.
-Ya está bien de juerga, señoritas. – El camarero entró por la puerta. Hecho una furia.
Justo después de eso, me lancé a besar a Jeannie sobre la cama. Empapada en alcohol a cuatro patas sobre la cama, y yo sobre la elfa, le mostraba mis piernas, mis brazos. Él quedó quieto. Sorprendido por la escena. Dejé a Jeannie si quería continuar la charla o permitir al tipo que mirara. Yo seguí a lo mío, besando a Jeannie sensualmente por el cuello, pero añadiéndole un toque mayor, inclinándome en un ángulo perfecto que buscaba mostrar al tipo uno de mis pechos e incluso el pezón por el costado del camisón.
Aunque no era consciente por el alto grado de embriaguez que llevaba. Alguien se insistía en golpear la puerta abajo. Parece que tenía nuevos clientes a aquellas horas de la madrugada.
Anastasia Boisson
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Re: [Privado] Lluvia tras las llamas [Cerrado]
Cuando Jeannie entró de nuevo en la habitación se encontró con que la cazadora se había dado un baño, o al menos limpiado y acicalado un poco. La elfa ignora el comentario sobre el número de botellas que ha traído y sigue bebiendo pequeños tragos del licor. No le interesa emborracharse, en cambio, sí le interesa que su contraria lo haga. Una vez se embriagan, las personas suelen soltar la lengua de una forma exquisita, en la que salen a la luz más secretos de los que sin duda les gustaría revelar. Al parecer Anastasia no recordaba que el vino fuese fuerte, en cambio la elfa, acostumbrada a beber los peores licores de las peores tabernas a las que puede acceder, simplemente disfruta de su sabor. Si bien es cierto que estaba comenzando a sentir los efectos mucho antes de lo que le gustaría. Baja el ritmo de bebida y se dedica a escuchar toda la palabrería de la mujer.
- Estoy segura de que a mucha gente le gustaría disfrutar de alguien como tú. -Dice como respuesta a una de las salidas de tono de la mujer.
Cuantas más oportunidades de seguir hablando le diese, más averiguaría acerca de la forma de ser y motivaciones reales de la cazadora. Aquella que vestía como una noble. Aunque cualquiera puede hacerse pasar por una. La elfa comienza a preguntarse si será verdad la fachada que se le ha mostrado hasta ahora. El cambio es grandioso. Pasando de hablar de estar recatada a recostarse en la butaca en camisón mostrando más de lo que parecía estar dispuesta tan solo unos instantes atrás. El poder del alcohol, sin duda, convierte hasta a la mujer más estricta en una desbocada adolescente.
La elfa deja de beber definitivamente, acercando su botella hacia el otro lado de la mesita para que su compañera siga con su fiesta particular. Se le ha subido un poco, pero sin duda no lo suficiente como para soltar su lengua. La diferencia técnica y de equipamiento es obvia, no necesita añadir embriaguez y resaca a sus desventajas actuales.
Tan pronto como termina de contar la historia, Anastasia se pone de rodillas sobre la butaca y levanta el camisón mostrando sus piernas. La elfa sin duda no se esperaba algo así, y mucho menos que en ese alarde de sexualidad la mujer perdiera el equilibrio y se derramase una botella por encima. Jeannie se sonroja, sin duda la cazadora posee unos atributos... Mueve rápidamente la cabeza de lado a lado para quitarse esos pensamientos. Un gasto inútil de energía, puesto que se verían interrumpidas tan solo unos instantes después por unos golpes en la puerta. Seguramente el tabernero estaría bastante enfadado por todo el ruído que se estaba originando en la habitación.
Anastasia no se queda callada precisamente, respondiendo socarronamente al hombre de la puerta. La elfa suelta un largo suspiro, al fin y al cabo, la situación apenas la concierne, tan solo tendría que salir por la ventana y volver al bosque si la cosa se complicara. El tabernero entra de golpe hecho una furia.
Jeannie es sorprendida por la cazadora robándole un beso. No tiene fuerzas para negarlo, tanto tiempo sin sentir un contacto de ese tipo. El afecto, el calor... La mujer la tira sobre la cama y se pone encima suya besándole el cuello de una forma irresistible. La elfa intenta librarse de ella, jamás seguiría haciendo algo así con una persona en ese estado. La voluntad flaquea y no son ellos mismos. No soporta a ese tipo de personas. Pero paso a paso. Primero le lanza una mirada fulminante al tabernero, que tras recordar a la elfa cubierta de sangre y haberla visto sin un solo rasguño, decide que tiene cosas mejores que hacer y se gira para marcharse. Unos golpes en la puerta principal le obligan a acelerar su marcha de la habitación. Cierra de un portazo y baja las escaleras.
Su siguiente movimiento es para quitarse a la cazadora de encima. Infructuoso por supuesto, la mujer le gana sobradamente en fuerza. Tras intentar resistirse unos segundos, piensa en darle un cabezazo en la nariz la próxima vez que acerque los labios a su piel. Deshecha rápidamente la idea, será mejor no enfadarla, no sin antes saber cuales son sus habilidades reales y sus límites.
- Quítate de encima. Ahora. Yo no follo con nobles borrachas. - La mira a los ojos y frunce el ceño. -No te equivoques. Ni soy una furcia, ni estás es mi lecho de trabajo. - Espera que al devolverle sus propias palabras en una situación similar, la mujer se enfade lo suficiente como para golpearla y quitarse de encima.
El ruído de la discusión en la planta baja, el sonido de muebles al caer al suelo y las pisadas apresuradas escaleras arriba hacen que la elfa desvíe su atención de la cazadora y mire atentamente la puerta de la habitación, sin cerrar con llave desde la salida del tabernero. En esos momentos la falta de conocimiento sobre su compañera la llevan a temer que todo el alboroto se deba a su persona. Huele a problemas, y su acompañante no se encuentra precisamente en un estado propicio para afrontarlos.
- Estoy segura de que a mucha gente le gustaría disfrutar de alguien como tú. -Dice como respuesta a una de las salidas de tono de la mujer.
Cuantas más oportunidades de seguir hablando le diese, más averiguaría acerca de la forma de ser y motivaciones reales de la cazadora. Aquella que vestía como una noble. Aunque cualquiera puede hacerse pasar por una. La elfa comienza a preguntarse si será verdad la fachada que se le ha mostrado hasta ahora. El cambio es grandioso. Pasando de hablar de estar recatada a recostarse en la butaca en camisón mostrando más de lo que parecía estar dispuesta tan solo unos instantes atrás. El poder del alcohol, sin duda, convierte hasta a la mujer más estricta en una desbocada adolescente.
La elfa deja de beber definitivamente, acercando su botella hacia el otro lado de la mesita para que su compañera siga con su fiesta particular. Se le ha subido un poco, pero sin duda no lo suficiente como para soltar su lengua. La diferencia técnica y de equipamiento es obvia, no necesita añadir embriaguez y resaca a sus desventajas actuales.
Tan pronto como termina de contar la historia, Anastasia se pone de rodillas sobre la butaca y levanta el camisón mostrando sus piernas. La elfa sin duda no se esperaba algo así, y mucho menos que en ese alarde de sexualidad la mujer perdiera el equilibrio y se derramase una botella por encima. Jeannie se sonroja, sin duda la cazadora posee unos atributos... Mueve rápidamente la cabeza de lado a lado para quitarse esos pensamientos. Un gasto inútil de energía, puesto que se verían interrumpidas tan solo unos instantes después por unos golpes en la puerta. Seguramente el tabernero estaría bastante enfadado por todo el ruído que se estaba originando en la habitación.
Anastasia no se queda callada precisamente, respondiendo socarronamente al hombre de la puerta. La elfa suelta un largo suspiro, al fin y al cabo, la situación apenas la concierne, tan solo tendría que salir por la ventana y volver al bosque si la cosa se complicara. El tabernero entra de golpe hecho una furia.
Jeannie es sorprendida por la cazadora robándole un beso. No tiene fuerzas para negarlo, tanto tiempo sin sentir un contacto de ese tipo. El afecto, el calor... La mujer la tira sobre la cama y se pone encima suya besándole el cuello de una forma irresistible. La elfa intenta librarse de ella, jamás seguiría haciendo algo así con una persona en ese estado. La voluntad flaquea y no son ellos mismos. No soporta a ese tipo de personas. Pero paso a paso. Primero le lanza una mirada fulminante al tabernero, que tras recordar a la elfa cubierta de sangre y haberla visto sin un solo rasguño, decide que tiene cosas mejores que hacer y se gira para marcharse. Unos golpes en la puerta principal le obligan a acelerar su marcha de la habitación. Cierra de un portazo y baja las escaleras.
Su siguiente movimiento es para quitarse a la cazadora de encima. Infructuoso por supuesto, la mujer le gana sobradamente en fuerza. Tras intentar resistirse unos segundos, piensa en darle un cabezazo en la nariz la próxima vez que acerque los labios a su piel. Deshecha rápidamente la idea, será mejor no enfadarla, no sin antes saber cuales son sus habilidades reales y sus límites.
- Quítate de encima. Ahora. Yo no follo con nobles borrachas. - La mira a los ojos y frunce el ceño. -No te equivoques. Ni soy una furcia, ni estás es mi lecho de trabajo. - Espera que al devolverle sus propias palabras en una situación similar, la mujer se enfade lo suficiente como para golpearla y quitarse de encima.
El ruído de la discusión en la planta baja, el sonido de muebles al caer al suelo y las pisadas apresuradas escaleras arriba hacen que la elfa desvíe su atención de la cazadora y mire atentamente la puerta de la habitación, sin cerrar con llave desde la salida del tabernero. En esos momentos la falta de conocimiento sobre su compañera la llevan a temer que todo el alboroto se deba a su persona. Huele a problemas, y su acompañante no se encuentra precisamente en un estado propicio para afrontarlos.
Irinnil Fawkes
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Re: [Privado] Lluvia tras las llamas [Cerrado]
Me olvidé del posadero que, en cuanto escuchó el alboroto y vio la escena, se retiró del lugar. Tampoco me importaba demasiado. Yo tenía bastante en concentrarme en Jeannie. A la que ahora mismo veía como un Cerbero con tres cabezas. Traté de besarla más por necesidad personal que por gusto, pero siempre terminaba con la cabeza en la almohada. ¿Qué diablos? ¡Me estaba apartando! Repitió mis palabras y me apartó. Perdí el equilibrio y terminé, una vez más, en el suelo de la habitación.
¡Nadie humilla a Anastasia Boisson de Beltrexus de aquella manera! ¿Primero declara que le gusto, luego la intento besar, y me aparta de mala manera? - ¡Estúpida calientabraguetas! – Bramé desde el suelo. Me incorporé. Y le tiré furiosa la botella que aún tenía en mi mano. Aunque con mi pésimo control no sé si acertaría. Ebria como estaba, no tenía control sobre mis actos. Y lamentablemente para lo que vendría después, tenía una pérdida importante de facultades. - ¡¿Me emborrachas para aprovecharte de mí?!
Pronto volví a quedar con los brazos apoyados sobre la cama, haciendo esfuerzos por mantener la mirada fija. Abajo, podía escuchar una vaguísima conversación y un estruendo de objetos rompiendo. También se escuchaban palabras.
-¿Dónde está Huracán? Nos han dicho que entró en esta taberna. – Preguntaba alguien abajo.
-Dínoslo si no quieres que convirtamos este cuchitril a cenizas.. – respondía otro.
-¡No sé quién es Huracán! ¡Pero por favor, hay dos mujeres arriba! ¡No destruyan mi local! – se escuchó decir al posadero.
Si me llamaban por mi sobrenombre y montaban alboroto… Es que no venían con buenas intenciones. Y yo estaba ebria, sin armadura, sin armas y en camisón. Desde luego, no era la mejor manera de combatir vampiros.
-Ogh, ¡Qué mierda! ¡Jeannie, me tienes que ayudar! – Pedí en cuanto escuché eso. En un fuerte movimiento, traté de llegar hasta el baño, donde guardaba todo. Pero debido a los nervios y el rápido movimiento que hice, el estómago me dio un vuelco y terminé vomitando sobre el parqué.
Para entonces los vampiros, ya estaban en la habitación. De rodillas en el suelo y con tremendos retortijones, alcé la cabeza con esfuerzo para verlos. Eran cuatro… Dos parejas de gemelos. Eso sí que era raro. ¿O eran dos? ¿Y dónde estaba Jeannie? Quizás se haya escondido, huido, o simplemente la ignoraran. En cualquier caso, tenía aquellas torres justo encima de mí.
-¡Vaya, mira Max! Tú tanta tontería con que viniéramos armados y preparados para… ¿Esto? – notó uno de ellos. Llegaron con una espada desenvainada. Pero en cuanto me vio en aquel estado, enseguida la guardaron.
-¡Ya veo Pete! ¡Menuda fiesta se estaba montando! ¡Y no nos ha invitado! – repitió el otro mirando a un lado.
-¡Dad un paso más y os mataré! – amenacé de mala manera, poniéndome en pie como buenamente podía.
Ambos rieron a carcajadas. Uno me tomó por el cuello y me alzó con un brazo como si fuera una pluma por su fuerza racial.
-¿Estabas celebrando la veintena de vampiros inocentes que quemaste en el pajar de Sacrestic, hija de puta? – preguntó el tipo acercándose a escasos centímetros. Yo, simplemente le escupí. Lo cual hizo que su compañero me pegara un fuerte puñetazo en el vientre. Me retorcí cuanto pude. Luego me tiró con fuerza contra el suelo, ni siquiera sé por qué no me partí nada. – Si no me pidieran que te llevara viva ya te habría matado. Del mismo modo que tú mataste a mis hermanos.
-Pero no la tires encima del vómito, que luego a ver quién carga con ella. – dijo uno de ellos, con asco.
-No pasa nada le damos un bañito, mira. Si hasta tiene bañera y todo. - replicó el otro mirando al baño.
No llegué a ser consciente de qué estaba ocurriendo. La cabeza me daba vueltas. Sólo sentí ser arrastrada hasta un lugar, sujeta por ambos brazos. Y de pronto, me vi en cuclillas y con mi cabeza sumergida en el agua. Intenté salir, pero tenía los brazos inmovilizados.
De pronto, me sacó y respiré como pude. Casi ahogada. Tiraba de mi larga melena, empapada como el camisón y todo el cuerpo, hacia atrás, en un fuerte dolor.
-¡No te nos ahogues, maestra! – exclamó uno de ellos, riéndose. - ¿Crees que te íbamos a dar una muerte tan placentera?
-¿Ya tienes las ideas más claras? Es que si no te enteras, no tiene gracia. ¡Espera que te refrescamos otra vez! – y volvieron a introducir mi cara en la palangana de agua. Lo hicieron varias veces. Pero cada vez que me mojaban en el agua, el estado de embriaguez iba aminorando. Y cada vez veía mejor mi equipamiento, mis ballestas y mis granadas, a lo lejos.
Si al menos tuviera los brazos libres para tomar el rubí… Aquellos estúpidos no parecían tener ni la más remota idea del poder del mismo. A tan sólo que lo alcanzara con la mano, ya estarían criando malvas por aquel ultraje. Pero para ello, necesitaba ayuda.
¡Nadie humilla a Anastasia Boisson de Beltrexus de aquella manera! ¿Primero declara que le gusto, luego la intento besar, y me aparta de mala manera? - ¡Estúpida calientabraguetas! – Bramé desde el suelo. Me incorporé. Y le tiré furiosa la botella que aún tenía en mi mano. Aunque con mi pésimo control no sé si acertaría. Ebria como estaba, no tenía control sobre mis actos. Y lamentablemente para lo que vendría después, tenía una pérdida importante de facultades. - ¡¿Me emborrachas para aprovecharte de mí?!
Pronto volví a quedar con los brazos apoyados sobre la cama, haciendo esfuerzos por mantener la mirada fija. Abajo, podía escuchar una vaguísima conversación y un estruendo de objetos rompiendo. También se escuchaban palabras.
-¿Dónde está Huracán? Nos han dicho que entró en esta taberna. – Preguntaba alguien abajo.
-Dínoslo si no quieres que convirtamos este cuchitril a cenizas.. – respondía otro.
-¡No sé quién es Huracán! ¡Pero por favor, hay dos mujeres arriba! ¡No destruyan mi local! – se escuchó decir al posadero.
Si me llamaban por mi sobrenombre y montaban alboroto… Es que no venían con buenas intenciones. Y yo estaba ebria, sin armadura, sin armas y en camisón. Desde luego, no era la mejor manera de combatir vampiros.
-Ogh, ¡Qué mierda! ¡Jeannie, me tienes que ayudar! – Pedí en cuanto escuché eso. En un fuerte movimiento, traté de llegar hasta el baño, donde guardaba todo. Pero debido a los nervios y el rápido movimiento que hice, el estómago me dio un vuelco y terminé vomitando sobre el parqué.
Para entonces los vampiros, ya estaban en la habitación. De rodillas en el suelo y con tremendos retortijones, alcé la cabeza con esfuerzo para verlos. Eran cuatro… Dos parejas de gemelos. Eso sí que era raro. ¿O eran dos? ¿Y dónde estaba Jeannie? Quizás se haya escondido, huido, o simplemente la ignoraran. En cualquier caso, tenía aquellas torres justo encima de mí.
-¡Vaya, mira Max! Tú tanta tontería con que viniéramos armados y preparados para… ¿Esto? – notó uno de ellos. Llegaron con una espada desenvainada. Pero en cuanto me vio en aquel estado, enseguida la guardaron.
-¡Ya veo Pete! ¡Menuda fiesta se estaba montando! ¡Y no nos ha invitado! – repitió el otro mirando a un lado.
-¡Dad un paso más y os mataré! – amenacé de mala manera, poniéndome en pie como buenamente podía.
Ambos rieron a carcajadas. Uno me tomó por el cuello y me alzó con un brazo como si fuera una pluma por su fuerza racial.
-¿Estabas celebrando la veintena de vampiros inocentes que quemaste en el pajar de Sacrestic, hija de puta? – preguntó el tipo acercándose a escasos centímetros. Yo, simplemente le escupí. Lo cual hizo que su compañero me pegara un fuerte puñetazo en el vientre. Me retorcí cuanto pude. Luego me tiró con fuerza contra el suelo, ni siquiera sé por qué no me partí nada. – Si no me pidieran que te llevara viva ya te habría matado. Del mismo modo que tú mataste a mis hermanos.
-Pero no la tires encima del vómito, que luego a ver quién carga con ella. – dijo uno de ellos, con asco.
-No pasa nada le damos un bañito, mira. Si hasta tiene bañera y todo. - replicó el otro mirando al baño.
No llegué a ser consciente de qué estaba ocurriendo. La cabeza me daba vueltas. Sólo sentí ser arrastrada hasta un lugar, sujeta por ambos brazos. Y de pronto, me vi en cuclillas y con mi cabeza sumergida en el agua. Intenté salir, pero tenía los brazos inmovilizados.
De pronto, me sacó y respiré como pude. Casi ahogada. Tiraba de mi larga melena, empapada como el camisón y todo el cuerpo, hacia atrás, en un fuerte dolor.
-¡No te nos ahogues, maestra! – exclamó uno de ellos, riéndose. - ¿Crees que te íbamos a dar una muerte tan placentera?
-¿Ya tienes las ideas más claras? Es que si no te enteras, no tiene gracia. ¡Espera que te refrescamos otra vez! – y volvieron a introducir mi cara en la palangana de agua. Lo hicieron varias veces. Pero cada vez que me mojaban en el agua, el estado de embriaguez iba aminorando. Y cada vez veía mejor mi equipamiento, mis ballestas y mis granadas, a lo lejos.
Si al menos tuviera los brazos libres para tomar el rubí… Aquellos estúpidos no parecían tener ni la más remota idea del poder del mismo. A tan sólo que lo alcanzara con la mano, ya estarían criando malvas por aquel ultraje. Pero para ello, necesitaba ayuda.
Anastasia Boisson
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Re: [Privado] Lluvia tras las llamas [Cerrado]
Tras apartarla en el último momento una de las veces que Anastasia intenta besarla, la mujer se precipita de la cama. Jeannie durante un segundo se preocupa por el bienestar de la cazadora, pero justo cuando iba a preguntarle, ella la insulta.
- ¿Como que calientabraguetas? ¡Maldita frígida borrachuza! - Le contesta incorporándose en la cama. Apenas termina de incorporarse para observar la situación cuando una botella vacía de vino le impacta directamente en un lateral de la cara. Los pequeños trocitos de vidrio se desparraman sobre la cama, mientras la elfa todavía en shock se toca el lugar del impacto y va retirando los cristales que se le han quedado incrustados, llenando las sábanas de sangre. -Mira lo que has hecho, y ¿qué dices? ¡te has emborrachado tú sola!
En la parte de abajo del local se escuchaba casi tanto alboroto como dentro de la habitación. La elfa se levanta medio mareada por el golpe y la pérdida de sangre. Se va a la esquina donde se encuentran los butacones y se quita el vestido cortando los cordones con uno de los cristales. Todavía está a medio quitar cuando escucha las voces. Alguien preguntaba por un tal Huracán, fuera quien fuese esa persona no era de su incumbencia.
La cazadora pide ayuda desde el suelo, probablemente tan borracha que ni siquiera sea capaz de levantarse. La elfa suspira y termina de desnudarse. Busca con la mirada sus ropas cuando la puerta se abre de golpe. Dos hombres entran en la estancia, seguramente con unas intenciones horribles. Y una de ellas, borracha, la otra, desnuda. Jeannie suspira y vuelve a ponerse el vestido lo más rápido que puede. Mientras su cabeza sigue chorreando sangre y se le nubla la visión.
- Maldita estúpida... -Uno de los recién llegados enfunda su espada de nuevo al ver el estado lamentable de mi compañera. La cazadora todavía tiene fuerzas para amenazarlos. Estupendo. La elfa sigue peleándose con las cuerdas del vestido. ¿Quien le mandaría quitárselo en aquel momento? Pretendía marcharse de allí y recuperar sus cosas, pero la situación había cambiado bruscamente. A Jeannie le da un mareo por la pérdida de sangre y se deja caer en el butacón. Apenas se entera de lo que sucede a continuación. Golpes. Alguien vomitando. Hablan de darle un bañito. A juzgar por el estado de Anastasia, se refieren a intentar que recupere la consciencia.
Se escucha la puerta del baño y el sonido del agua. La elfa se incorpora con dificultad. Sigue intentando abrochar el corsé a su espalda. Suelta un bufido de frustración. -Qué demonios. Ni que esto fuera el día del nombre del rey de Lunargenta. -Deja caer el vestido por completo, se acerca corriendo al lado de la cama donde dejó el carcaj, agarra una de las flechas. Llega al baño y apuñala a uno de los hombres tras la rodilla, haciéndole caer de espaldas. En el suelo están las ballestas de la cazadora, agarra una antes de que el otro humano se dé cuenta de qué sucede y le dispara en la garganta. -Oye, por suerte te has dejado esto cargado... - Mira hacia la cazadora y le tiende la ballesta.
Sin mirar alrededor, agarra lo primero que tiene a mano para terminar con la vida del otro asaltante. Lleva el colgante de Anastasia en la mano, seguro que no le importa que lo tome prestado. Salta sobre el hombre que queda en el suelo, apretando la cadena contra su garganta para ahogarlo. Entonces decide que no es suficiente y le arranca un pedazo de cuello de un mordisco, dejando que se desangre sobre el suelo. Escupe los restos y se limpia la cara. Se gira para mirar a su compañera. -Bueno, ¿lista para un baño? -Le lanza el colgante con todas sus fuerzas a la cara de Anastasia. Con suerte le impactará en la cara y le quedará llena de cortes, como la suya.
La elfa se tambalea en dirección al baño. Tal vez haya perdido más sangre de la que creía. Cambia de dirección segundos antes de perder la consciencia y se tira sobre la cama, llenando todo de sangre. Al menos no ha manchado el vestido.
- ¿Como que calientabraguetas? ¡Maldita frígida borrachuza! - Le contesta incorporándose en la cama. Apenas termina de incorporarse para observar la situación cuando una botella vacía de vino le impacta directamente en un lateral de la cara. Los pequeños trocitos de vidrio se desparraman sobre la cama, mientras la elfa todavía en shock se toca el lugar del impacto y va retirando los cristales que se le han quedado incrustados, llenando las sábanas de sangre. -Mira lo que has hecho, y ¿qué dices? ¡te has emborrachado tú sola!
En la parte de abajo del local se escuchaba casi tanto alboroto como dentro de la habitación. La elfa se levanta medio mareada por el golpe y la pérdida de sangre. Se va a la esquina donde se encuentran los butacones y se quita el vestido cortando los cordones con uno de los cristales. Todavía está a medio quitar cuando escucha las voces. Alguien preguntaba por un tal Huracán, fuera quien fuese esa persona no era de su incumbencia.
La cazadora pide ayuda desde el suelo, probablemente tan borracha que ni siquiera sea capaz de levantarse. La elfa suspira y termina de desnudarse. Busca con la mirada sus ropas cuando la puerta se abre de golpe. Dos hombres entran en la estancia, seguramente con unas intenciones horribles. Y una de ellas, borracha, la otra, desnuda. Jeannie suspira y vuelve a ponerse el vestido lo más rápido que puede. Mientras su cabeza sigue chorreando sangre y se le nubla la visión.
- Maldita estúpida... -Uno de los recién llegados enfunda su espada de nuevo al ver el estado lamentable de mi compañera. La cazadora todavía tiene fuerzas para amenazarlos. Estupendo. La elfa sigue peleándose con las cuerdas del vestido. ¿Quien le mandaría quitárselo en aquel momento? Pretendía marcharse de allí y recuperar sus cosas, pero la situación había cambiado bruscamente. A Jeannie le da un mareo por la pérdida de sangre y se deja caer en el butacón. Apenas se entera de lo que sucede a continuación. Golpes. Alguien vomitando. Hablan de darle un bañito. A juzgar por el estado de Anastasia, se refieren a intentar que recupere la consciencia.
Se escucha la puerta del baño y el sonido del agua. La elfa se incorpora con dificultad. Sigue intentando abrochar el corsé a su espalda. Suelta un bufido de frustración. -Qué demonios. Ni que esto fuera el día del nombre del rey de Lunargenta. -Deja caer el vestido por completo, se acerca corriendo al lado de la cama donde dejó el carcaj, agarra una de las flechas. Llega al baño y apuñala a uno de los hombres tras la rodilla, haciéndole caer de espaldas. En el suelo están las ballestas de la cazadora, agarra una antes de que el otro humano se dé cuenta de qué sucede y le dispara en la garganta. -Oye, por suerte te has dejado esto cargado... - Mira hacia la cazadora y le tiende la ballesta.
Sin mirar alrededor, agarra lo primero que tiene a mano para terminar con la vida del otro asaltante. Lleva el colgante de Anastasia en la mano, seguro que no le importa que lo tome prestado. Salta sobre el hombre que queda en el suelo, apretando la cadena contra su garganta para ahogarlo. Entonces decide que no es suficiente y le arranca un pedazo de cuello de un mordisco, dejando que se desangre sobre el suelo. Escupe los restos y se limpia la cara. Se gira para mirar a su compañera. -Bueno, ¿lista para un baño? -Le lanza el colgante con todas sus fuerzas a la cara de Anastasia. Con suerte le impactará en la cara y le quedará llena de cortes, como la suya.
La elfa se tambalea en dirección al baño. Tal vez haya perdido más sangre de la que creía. Cambia de dirección segundos antes de perder la consciencia y se tira sobre la cama, llenando todo de sangre. Al menos no ha manchado el vestido.
Última edición por Jeannie Fawkes el Lun Dic 24 2018, 11:02, editado 1 vez
Irinnil Fawkes
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Re: [Privado] Lluvia tras las llamas [Cerrado]
Los chupasangres me introdujeron la cabeza en el agua un par de veces más. Y yo, seguía sin poder movilizarme contra ellos. Pero ya era totalmente consciente de qué pasaba. Y, desde luego, esperaba que la elfa estuviera allí para ayudarme.
No tardó en hacer acto de presencia… ¿Desnuda? Para sorprenderlos por la espalda a ambos. Y en un rápido movimiento acabó con los dos. Una incluso haciendo uso de mi ballesta. ¿De dónde había sacado aquella agilidad la chica? Sin embargo, noté un fuerte sentimiento de debilidad y enfado a la vez, al notar que no llevaba el rubí en mi pecho. - ¡No! ¿Dónde está? – pregunté olvidándome de todo lo demás.
No tardaría en saberlo. Aún atolondrada, no fui capaz de esquivar el fuerte disparo que Jeannie había hecho con el propio rubí. Éste me dio en la cabeza y, por enésima vez, terminé en el suelo. Esta vez en la bañera, con las piernas colgando de esta. - ¡Estúpida! ¡Me has hecho daño! ¿Por qué has hecho eso? - Protesté fastidiada por el dolor, aunque ya sentía que volvía a tener mis acciones. Si no me hubiese ayudado hace apenas unos instantes, ya la habría masacrado con la ballesta. Por ello, simplemente me llevé una de mis manos a la brecha que se me había hecho en la frente. Estaba en un buen sitio para darle remedio. La mojé con ambas manos rápidamente y presioné hasta que la herida había saturado.
Rebusqué en el agua hasta encontrar el rubí. – Aquí estás. – Lo alcé por la cadena obsidiana para observarlo bien. Dejé que girara varias veces sobre mi mano, mientras observaba mi reflejo en este. Me sentí como más relajada. Cada vez que lo miraba, sentía unas voces en el interior de mi cabeza. Como si trataran de transmitir algo. Decirme algo. Pero eran unos susurros que no lograba distinguir. Quizás ni siquiera fuera consciente de lo que decía. Lo volví a colgar a mi cuello. Y todo pareció volver a ser como antes.
Lo que sí escuché, fue una pregunta. La que me hizo la propia Jeannie acerca de un baño entre ambas.
-Veo que te gusta el nudismo. – dije con cierta sorna. ¿Por qué se había vuelto a desvestir? De hecho… ¿Por qué lo había hecho mientras los chupasangres me metían la cabeza bajo el agua? Creía recordar que se había puesto mi vestido. - ¿Otro baño? ¡Vaya! Rápida y directa. – pregunté retórica ante su proposición, aún desde la bañera, alzando una ceja. Parecía que la señorita Fawkes tenía ganas de meterse a remojo. Si creía que podía creerse dominante de la situación, iba a darse de bruces. Yo ya era ya perro viejo, por mucho que ella fuese una elfa eterna.
Fawkes pareció marearse ligeramente, lo que me hizo salir del baño en su ayuda. - ¡Eh, tú, despierta! – grité, yendo hacia ella y, como no, poniendo el suelo perdido. Ella de sangre, y yo de agua. Terminó encima de la cama. - ¡Vamos! ¡No me pongas perdida también la cama! – reproché. Al final iba a acabar teniendo que pedir al posadero una nueva habitación, aunque no tenía ninguna disponible. Era o eso, o terminar durmiendo en el suelo.
Pero ya era tarde. Jeannie estaba desmayada. Ahora sí que iba a tener que refrescarla. Me había ayudado antes, y era justo que yo lo hiciese ahora. Sacarla por la ventana con la lluvia era someterla a coger una pulmonía. Volví a la bañera y renové el agua caliente. La coloqué delicadamente dentro de la misma. Aunque no lo pareciera, tenía mucho pudor. Y aprovechando que estaba desmayada me quité la ropa, tanto el camisón como la ropa interior, que apestaban a alcohol, y me enrollé en una toalla negra. Alguien había picado a la puerta de la habitación.
-¿Ha pasado algo? – preguntó el tabernero. – Sentí golpes y, de pronto, todo ha parado de repente.
-No. No pasa nada. Ve a dormir. – respondí borde, desde el otro lado. Al tipo le habría sorprendido el fin de la violencia y los gritos. Pero habiéndose detenido el silencio, tampoco tuvo ganas de comprobarlo.
Volví al baño, enrollada en la toalla. Y, aún envuelta, comencé a desenredar mi larga melena con un peine. - ¿Mejor? – Pregunté seria cuando creí que estaba despertándose. A continuación desinfecté la brecha que me había abierto Jeannie en la frente con mi propio rubí. – Espero que no vuelvas a tocar el rubí. No me gustaría que te hicieses daño con él. – dije sin demasiado arrepentimiento. Me di la vuelta de la mesita y me dirigí a la bañera, con mi larga melena extendida, – Ah... Trozos de cristal desperdigados. Alcohol pegajoso. Gente muerta en mi habitación, vómito en el suelo, mi cama ensangrentada… – dije, mirando el estropicio que se había formado en tan sólo una hora. Pero luego sonreí pícaramente.
Aunque fuera una elfa, yo tenía más edad y tenía demasiada experiencia como para que una niña asustadiza creyera que podía jugar conmigo. Sin darle tiempo a preguntar, dejé caer la toalla en el suelo. Mostrando por primera vez mi atlética figura desnuda. Después, accedí con cuidado a la bañera. Esperaba que me hiciera sitio. Una vez sentada, me estiré bien, introduciendo bien mi cuerpo dentro del agua. Estiré una de mis piernas, apoyándola fuera del agua al otro extremo de la bañera. Flexioné la rodilla, para sumergirme bien, impidiendo que se vieran bien todas mis partes íntimas. Bordeaba por un lateral a la elfa, con la rodilla a la altura de su cabeza, aunque sin llegar a tocarla.
-¿Ahora vas a volver a salir del agua, cielo? – Dije acariciando suavemente su costado derecho con la pierna que tenía dentro del agua. Mientras introducía mi cuerpo y mi boca ligeramente bajo el agua, mirándola fijamente a los ojos, con sensualidad. - ¡Oh! Si te vas, cierra la puerta al salir. Que entra frío. - Pero bueno, en el fondo era lo que quería ¿no? Pues ya lo tenía. Con aquello demostraba que no me achantaba ante ella.
No tardó en hacer acto de presencia… ¿Desnuda? Para sorprenderlos por la espalda a ambos. Y en un rápido movimiento acabó con los dos. Una incluso haciendo uso de mi ballesta. ¿De dónde había sacado aquella agilidad la chica? Sin embargo, noté un fuerte sentimiento de debilidad y enfado a la vez, al notar que no llevaba el rubí en mi pecho. - ¡No! ¿Dónde está? – pregunté olvidándome de todo lo demás.
No tardaría en saberlo. Aún atolondrada, no fui capaz de esquivar el fuerte disparo que Jeannie había hecho con el propio rubí. Éste me dio en la cabeza y, por enésima vez, terminé en el suelo. Esta vez en la bañera, con las piernas colgando de esta. - ¡Estúpida! ¡Me has hecho daño! ¿Por qué has hecho eso? - Protesté fastidiada por el dolor, aunque ya sentía que volvía a tener mis acciones. Si no me hubiese ayudado hace apenas unos instantes, ya la habría masacrado con la ballesta. Por ello, simplemente me llevé una de mis manos a la brecha que se me había hecho en la frente. Estaba en un buen sitio para darle remedio. La mojé con ambas manos rápidamente y presioné hasta que la herida había saturado.
Rebusqué en el agua hasta encontrar el rubí. – Aquí estás. – Lo alcé por la cadena obsidiana para observarlo bien. Dejé que girara varias veces sobre mi mano, mientras observaba mi reflejo en este. Me sentí como más relajada. Cada vez que lo miraba, sentía unas voces en el interior de mi cabeza. Como si trataran de transmitir algo. Decirme algo. Pero eran unos susurros que no lograba distinguir. Quizás ni siquiera fuera consciente de lo que decía. Lo volví a colgar a mi cuello. Y todo pareció volver a ser como antes.
Lo que sí escuché, fue una pregunta. La que me hizo la propia Jeannie acerca de un baño entre ambas.
-Veo que te gusta el nudismo. – dije con cierta sorna. ¿Por qué se había vuelto a desvestir? De hecho… ¿Por qué lo había hecho mientras los chupasangres me metían la cabeza bajo el agua? Creía recordar que se había puesto mi vestido. - ¿Otro baño? ¡Vaya! Rápida y directa. – pregunté retórica ante su proposición, aún desde la bañera, alzando una ceja. Parecía que la señorita Fawkes tenía ganas de meterse a remojo. Si creía que podía creerse dominante de la situación, iba a darse de bruces. Yo ya era ya perro viejo, por mucho que ella fuese una elfa eterna.
Fawkes pareció marearse ligeramente, lo que me hizo salir del baño en su ayuda. - ¡Eh, tú, despierta! – grité, yendo hacia ella y, como no, poniendo el suelo perdido. Ella de sangre, y yo de agua. Terminó encima de la cama. - ¡Vamos! ¡No me pongas perdida también la cama! – reproché. Al final iba a acabar teniendo que pedir al posadero una nueva habitación, aunque no tenía ninguna disponible. Era o eso, o terminar durmiendo en el suelo.
Pero ya era tarde. Jeannie estaba desmayada. Ahora sí que iba a tener que refrescarla. Me había ayudado antes, y era justo que yo lo hiciese ahora. Sacarla por la ventana con la lluvia era someterla a coger una pulmonía. Volví a la bañera y renové el agua caliente. La coloqué delicadamente dentro de la misma. Aunque no lo pareciera, tenía mucho pudor. Y aprovechando que estaba desmayada me quité la ropa, tanto el camisón como la ropa interior, que apestaban a alcohol, y me enrollé en una toalla negra. Alguien había picado a la puerta de la habitación.
-¿Ha pasado algo? – preguntó el tabernero. – Sentí golpes y, de pronto, todo ha parado de repente.
-No. No pasa nada. Ve a dormir. – respondí borde, desde el otro lado. Al tipo le habría sorprendido el fin de la violencia y los gritos. Pero habiéndose detenido el silencio, tampoco tuvo ganas de comprobarlo.
Volví al baño, enrollada en la toalla. Y, aún envuelta, comencé a desenredar mi larga melena con un peine. - ¿Mejor? – Pregunté seria cuando creí que estaba despertándose. A continuación desinfecté la brecha que me había abierto Jeannie en la frente con mi propio rubí. – Espero que no vuelvas a tocar el rubí. No me gustaría que te hicieses daño con él. – dije sin demasiado arrepentimiento. Me di la vuelta de la mesita y me dirigí a la bañera, con mi larga melena extendida, – Ah... Trozos de cristal desperdigados. Alcohol pegajoso. Gente muerta en mi habitación, vómito en el suelo, mi cama ensangrentada… – dije, mirando el estropicio que se había formado en tan sólo una hora. Pero luego sonreí pícaramente.
Aunque fuera una elfa, yo tenía más edad y tenía demasiada experiencia como para que una niña asustadiza creyera que podía jugar conmigo. Sin darle tiempo a preguntar, dejé caer la toalla en el suelo. Mostrando por primera vez mi atlética figura desnuda. Después, accedí con cuidado a la bañera. Esperaba que me hiciera sitio. Una vez sentada, me estiré bien, introduciendo bien mi cuerpo dentro del agua. Estiré una de mis piernas, apoyándola fuera del agua al otro extremo de la bañera. Flexioné la rodilla, para sumergirme bien, impidiendo que se vieran bien todas mis partes íntimas. Bordeaba por un lateral a la elfa, con la rodilla a la altura de su cabeza, aunque sin llegar a tocarla.
-¿Ahora vas a volver a salir del agua, cielo? – Dije acariciando suavemente su costado derecho con la pierna que tenía dentro del agua. Mientras introducía mi cuerpo y mi boca ligeramente bajo el agua, mirándola fijamente a los ojos, con sensualidad. - ¡Oh! Si te vas, cierra la puerta al salir. Que entra frío. - Pero bueno, en el fondo era lo que quería ¿no? Pues ya lo tenía. Con aquello demostraba que no me achantaba ante ella.
Anastasia Boisson
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Re: [Privado] Lluvia tras las llamas [Cerrado]
La brecha en la cabeza poco a poco iba dejando de sangrar, para el bien de la cama de la cazadora. Era un corte menos aparatoso de lo que aparentaba la cantidad de sangre que emanaba de él. La mujer se acerca a la elfa tras preparar un baño caliente y la toma en brazos para meterla en el agua. Poco a poco va recuperando la consciencia, comenzando por el oído para poco a poco ir recobrando la visión. -S-si... U-un poco mejor... -La elfa es consciente en ese momento de que se encuentra en la bañera, pero era imposible que hubiese llegado por su propio pie. -Creía que estaba en la cama... ¿Cómo...? - Todavía mareada intenta enfocar la vista en Anastasia. -Descuida, solo fue el enfado del momento... No... No volveré a tocar tu rubí. -Hace una pequeña pausa mientras se lava un poco la cara de sangre reseca. -Sé que es importante para ti, lo siento.
La elfa ignora deliberadamente los comentarios sobre el estado de la habitación. Había dormido en lugares peores y rodeada de más cadáveres que aquellos dos infelices. Al final tener un baño y un lugar caliente en el que pasar la noche era todo lo que se podía pedir en aquel mundo. Además... Había matado un par de vampiros más de los que pensaba que mataría aquella noche. Eso siempre era algo por lo que alegrarse. Finalmente se decide a hacer un pequeño comentario, más por meterse con su compañera que porque tenga algo que decir. -No me arrepiento de nada. -Sonríe mientras se hunde un poco más en el agua, dejando solo la nariz fuera. La trenza se le había deshecho y todo su pelo se dedicaba a flotar sin ningún tipo de orden.
Anastasia, que hasta aquel entonces se encontraba cepillándose el pelo, se gira hacia la elfa, dejando caer la toalla en el proceso. Jeannie no puede evitar tragar agua en el proceso por la sorpresa. Los siguientes segundos mientras la cazadora se mete en la bañera se dedica a toser. Sin apenas darse cuenta le hace sitio en la bañera, era bastante grande para estar en una habitación de aquella posada. O eso o la elfa era demasiado pequeña. En realidad no había visto muchas bañeras antes de aquella.
Las caricias de la cazadora en el costado hacen que la elfa suelte un pequeño suspiro. Se levanta y sale de la bañera. Mirando fijamente a los ojos de Anastasia. Tan solo para cerrar la puerta de un empujón y volver a meterse dentro. -Hazme sitio, ¿quieres? - Pero esta vez, tras meterse dentro, se acerca despacio gateando por la bañera hacia la mujer. Teniendo mucho cuidado en ir rozando todo su cuerpo en el proceso. Llega finalmente hasta la zona del cuello, donde le sopla un poquito y queda a la altura de sus ojos. Sin dejar de mirarla tuerce la cabeza y acerca sus labios a los de Anastasia, sin llegar a rozarlos. -Ya no te entrará frío... -Apoya todo su cuerpo sobre el de ella y apoya la cabeza en su hombro.
Jamás habría pensado en sentirse tan a gusto con una desconocida. Pero se estaba tan bien en el agua calentita, con alguien que no quiere matarte o a quien no debes matar, sin temer por tu vida cada segundo... Por primera vez en mucho tiempo piensa que podría acostumbrarse a algo así. Cazar, relajarse, beber, divertirse. Bueno, tal vez con menos botellas y colgantes volando de un lado a otro. Pasa su dedo índice por el pecho de la mujer para terminar acariciando el rubí. -Espero que no le haya pasado nada, no podría perdonármelo... -Acerca la mano a la cara de la mujer para apartarle un mechón de cabello, pero entonces se lo piensa mejor y retira la mano. Se sonroja y comienza a apartarse. -Lo siento yo... No sé qué me ha pasado.
La elfa ignora deliberadamente los comentarios sobre el estado de la habitación. Había dormido en lugares peores y rodeada de más cadáveres que aquellos dos infelices. Al final tener un baño y un lugar caliente en el que pasar la noche era todo lo que se podía pedir en aquel mundo. Además... Había matado un par de vampiros más de los que pensaba que mataría aquella noche. Eso siempre era algo por lo que alegrarse. Finalmente se decide a hacer un pequeño comentario, más por meterse con su compañera que porque tenga algo que decir. -No me arrepiento de nada. -Sonríe mientras se hunde un poco más en el agua, dejando solo la nariz fuera. La trenza se le había deshecho y todo su pelo se dedicaba a flotar sin ningún tipo de orden.
Anastasia, que hasta aquel entonces se encontraba cepillándose el pelo, se gira hacia la elfa, dejando caer la toalla en el proceso. Jeannie no puede evitar tragar agua en el proceso por la sorpresa. Los siguientes segundos mientras la cazadora se mete en la bañera se dedica a toser. Sin apenas darse cuenta le hace sitio en la bañera, era bastante grande para estar en una habitación de aquella posada. O eso o la elfa era demasiado pequeña. En realidad no había visto muchas bañeras antes de aquella.
Las caricias de la cazadora en el costado hacen que la elfa suelte un pequeño suspiro. Se levanta y sale de la bañera. Mirando fijamente a los ojos de Anastasia. Tan solo para cerrar la puerta de un empujón y volver a meterse dentro. -Hazme sitio, ¿quieres? - Pero esta vez, tras meterse dentro, se acerca despacio gateando por la bañera hacia la mujer. Teniendo mucho cuidado en ir rozando todo su cuerpo en el proceso. Llega finalmente hasta la zona del cuello, donde le sopla un poquito y queda a la altura de sus ojos. Sin dejar de mirarla tuerce la cabeza y acerca sus labios a los de Anastasia, sin llegar a rozarlos. -Ya no te entrará frío... -Apoya todo su cuerpo sobre el de ella y apoya la cabeza en su hombro.
Jamás habría pensado en sentirse tan a gusto con una desconocida. Pero se estaba tan bien en el agua calentita, con alguien que no quiere matarte o a quien no debes matar, sin temer por tu vida cada segundo... Por primera vez en mucho tiempo piensa que podría acostumbrarse a algo así. Cazar, relajarse, beber, divertirse. Bueno, tal vez con menos botellas y colgantes volando de un lado a otro. Pasa su dedo índice por el pecho de la mujer para terminar acariciando el rubí. -Espero que no le haya pasado nada, no podría perdonármelo... -Acerca la mano a la cara de la mujer para apartarle un mechón de cabello, pero entonces se lo piensa mejor y retira la mano. Se sonroja y comienza a apartarse. -Lo siento yo... No sé qué me ha pasado.
Irinnil Fawkes
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Re: [Privado] Lluvia tras las llamas [Cerrado]
Iba aprendiendo la joven. La primera lección ya se la sabía. Nunca podía volver a tocar aquel rubí. Mi preciada joya había pasado por manos de la chupasangres, Lexie Ivannovich, y ahora por esta atrevida elfa. Pero por muy llamativo que fuera, la piedra no era ningún juguete. Asentí con la cabeza, mirándola fríamente a los ojos, mientras movía los brazos arriba y abajo en el agua, con una pierna estirada y la otra encogida. Como si tratara de moverme en el agua. Nunca dejaba de gustarme el naufragar en agua caliente. Si bien acostumbraba a hacerlo en solitario en el Palacio de los Vientos.
-Y bien que haces. – Le dije en alusión a su arrepentimiento. Jeannie era distinta a mí. Mi filosofía fetichista rara vez contemplaba la posibilidad de dar unas disculpas. De hecho, por eso mismo estaba en aquella posada y no con Jules y compañía, que es donde debería estar.
Por el contrario, Jeannie tenía unos cambios de actitud considerablemente bruscos. Dejando claro que era una chica bastante inestable. Mostraba arrogancia y descaro, en ocasiones, con timidez y pudor en otras. Curioso, cuanto menos. Salió del agua para cerrar la puerta, volver a entra a la bañera y llegar gateando por la misma hasta mí.
Permanecí inmóvil y sin dejarle espacio más que el justo. Seguramente estaría en una postura incómoda. Tampoco hice amago de acariciarla de nuevo. Las carantoñas anteriores sólo habían ido enfocadas a poner a prueba su temple. Y ya vi que este era bastante variable con el tiempo. Ahora había vuelto a su “otro yo” agradable e infantil. Desde luego, no parecía la misma persona que había acabado con los vampiros que se desangraban a nuestros pies.
Pese a ellos, Jeannie había mostrado ciertas aptitudes. Por lo que en mi bajo estado emocional, con los nervios a flor de piel, si ella gustaba, estaba dispuesta a llegar más allá. Así, permití que apoyara su cabeza en mi hombro, sus labios casi llegaron a rozarse con los míos, y comenzó a recorrer mi cuerpo con sus dedos. Tras pensármelo unos instantes, entrecerré los ojos de gusto por las caricias en sincronía por el propio placer del agua caliente. Finalmente, me dejé llevar. Entré al juego.
Me giré contra ella. Torso con torso. Ascendí uno de mis brazos, sumergidos, por su muslo hasta llegar hasta su cintura. Donde dejé mi mano, reposando. Con los ojos cerrados, dejé que siguiera recorriendo mi cuerpo. Hizo entonces una segunda promesa: No iba a pasar frío. Reí mordiéndome la lengua, tomé su cintura, y la apreté con fuerza para atraerla contra la mía.
Sin embargo, noté como mi tensión aumentaba conforme se acercaba al rubí. Como si una furia en mi interior estuviera despertando. Finalmente, volvió a tocarlo. Sentí voces en mi interior que me exigían hacer frente a lo que Jeannie acababa de hacer. La primera vez se lo había pasado. Pero con aquello había roto su anterior promesa de no tocarlo. Rápidamente lo tomé, y me alejé ligeramente. Rompiendo cualquier atisbo de atmósfera erótica que pudiera quedar.
Mis ojos se abrieron de rojo carmesí. En aquel momento, no era yo misma. La maldición del rubí estaba afectándome en todo su esplendor de nuevo. Simplemente me alejé de ella a gatas hasta el otro extremo de la bañera.
-Lo has vuelto a tocar. ¡Te dije que no lo hicieras! – Grité, frunciendo el ceño, mientras me agarraba ambas manos con la cabeza. Me dolía mucho. Intentaba que aquella “cosa” que había dentro no saliera a por Jeannie del tirón. Lexie ya lo había vivido en sus carnes. Si bien su poder no había salido, su voz oscura y megalómana penetraba en mis oídos.
“Vuelve al campamento. Tus amigos te están esperando. Ellos te ayudarán a cumplir tu misión: Exterminar a los vampiros. Trae la paz al oeste, fashateni.”
Empecé a respirar angustiada, sin soltar las manos. Sentí una fuerte migraña que parecía que iba a hacer explotar mi cabeza. Así hasta que quiso acabar de pronunciar sus palabras, y todo volvió a la normalidad. Hastiada. Decidí salir de la bañera, entre gruñidos de fastidio. Tomé la toalla y comencé a secarme el cuerpo.
-Si-Siento dejarte así, pero tendremos que dejarlo para otro momento. – sollocé con fastidio, ahora tapándome más pudorosa, mientras frotaba mi cuerpo con la toalla. Me fastidiaba el hecho de que, cada vez que intentaba salir del guión, el rubí me lo impedía. – Esta… Cosa. Es inestable. Y no quiere que me despiste hasta que cumpla una misión. Tengo que acabar con todos los vampiros que queden. – Dije con cierta pesadumbre. En realidad, había tergiversado la verdadera idea del rubí: Que era dar caza a los jinetes oscuros y mantener la paz en el Oeste. Estaba claro que algo había cambiado en mí. – En cualquier caso, has cazado bien. Creo que serías una buena cazadora. Si algún día te interesa, estamos a las afueras de Sacrestic Ville. Y también en Beltrexus. – Dije mientras terminaba de subir la cremallera de mi ceñido pantalón de cuero.
Cuando ya volvía a estar totalmente equipada y con mis cosas recogidas. Me despedí de la elfa con una imperturbable mirada y me dispuse a salir por la ventana. Quería estar lejos.
Era hora de volver con Jules y los demás. Al menos, el rubí quería que me reencontrara con los brujos, dedicando sus buenas intenciones…
… O eso creía.
-Y bien que haces. – Le dije en alusión a su arrepentimiento. Jeannie era distinta a mí. Mi filosofía fetichista rara vez contemplaba la posibilidad de dar unas disculpas. De hecho, por eso mismo estaba en aquella posada y no con Jules y compañía, que es donde debería estar.
Por el contrario, Jeannie tenía unos cambios de actitud considerablemente bruscos. Dejando claro que era una chica bastante inestable. Mostraba arrogancia y descaro, en ocasiones, con timidez y pudor en otras. Curioso, cuanto menos. Salió del agua para cerrar la puerta, volver a entra a la bañera y llegar gateando por la misma hasta mí.
Permanecí inmóvil y sin dejarle espacio más que el justo. Seguramente estaría en una postura incómoda. Tampoco hice amago de acariciarla de nuevo. Las carantoñas anteriores sólo habían ido enfocadas a poner a prueba su temple. Y ya vi que este era bastante variable con el tiempo. Ahora había vuelto a su “otro yo” agradable e infantil. Desde luego, no parecía la misma persona que había acabado con los vampiros que se desangraban a nuestros pies.
Pese a ellos, Jeannie había mostrado ciertas aptitudes. Por lo que en mi bajo estado emocional, con los nervios a flor de piel, si ella gustaba, estaba dispuesta a llegar más allá. Así, permití que apoyara su cabeza en mi hombro, sus labios casi llegaron a rozarse con los míos, y comenzó a recorrer mi cuerpo con sus dedos. Tras pensármelo unos instantes, entrecerré los ojos de gusto por las caricias en sincronía por el propio placer del agua caliente. Finalmente, me dejé llevar. Entré al juego.
Me giré contra ella. Torso con torso. Ascendí uno de mis brazos, sumergidos, por su muslo hasta llegar hasta su cintura. Donde dejé mi mano, reposando. Con los ojos cerrados, dejé que siguiera recorriendo mi cuerpo. Hizo entonces una segunda promesa: No iba a pasar frío. Reí mordiéndome la lengua, tomé su cintura, y la apreté con fuerza para atraerla contra la mía.
Sin embargo, noté como mi tensión aumentaba conforme se acercaba al rubí. Como si una furia en mi interior estuviera despertando. Finalmente, volvió a tocarlo. Sentí voces en mi interior que me exigían hacer frente a lo que Jeannie acababa de hacer. La primera vez se lo había pasado. Pero con aquello había roto su anterior promesa de no tocarlo. Rápidamente lo tomé, y me alejé ligeramente. Rompiendo cualquier atisbo de atmósfera erótica que pudiera quedar.
Mis ojos se abrieron de rojo carmesí. En aquel momento, no era yo misma. La maldición del rubí estaba afectándome en todo su esplendor de nuevo. Simplemente me alejé de ella a gatas hasta el otro extremo de la bañera.
-Lo has vuelto a tocar. ¡Te dije que no lo hicieras! – Grité, frunciendo el ceño, mientras me agarraba ambas manos con la cabeza. Me dolía mucho. Intentaba que aquella “cosa” que había dentro no saliera a por Jeannie del tirón. Lexie ya lo había vivido en sus carnes. Si bien su poder no había salido, su voz oscura y megalómana penetraba en mis oídos.
“Vuelve al campamento. Tus amigos te están esperando. Ellos te ayudarán a cumplir tu misión: Exterminar a los vampiros. Trae la paz al oeste, fashateni.”
Empecé a respirar angustiada, sin soltar las manos. Sentí una fuerte migraña que parecía que iba a hacer explotar mi cabeza. Así hasta que quiso acabar de pronunciar sus palabras, y todo volvió a la normalidad. Hastiada. Decidí salir de la bañera, entre gruñidos de fastidio. Tomé la toalla y comencé a secarme el cuerpo.
-Si-Siento dejarte así, pero tendremos que dejarlo para otro momento. – sollocé con fastidio, ahora tapándome más pudorosa, mientras frotaba mi cuerpo con la toalla. Me fastidiaba el hecho de que, cada vez que intentaba salir del guión, el rubí me lo impedía. – Esta… Cosa. Es inestable. Y no quiere que me despiste hasta que cumpla una misión. Tengo que acabar con todos los vampiros que queden. – Dije con cierta pesadumbre. En realidad, había tergiversado la verdadera idea del rubí: Que era dar caza a los jinetes oscuros y mantener la paz en el Oeste. Estaba claro que algo había cambiado en mí. – En cualquier caso, has cazado bien. Creo que serías una buena cazadora. Si algún día te interesa, estamos a las afueras de Sacrestic Ville. Y también en Beltrexus. – Dije mientras terminaba de subir la cremallera de mi ceñido pantalón de cuero.
Cuando ya volvía a estar totalmente equipada y con mis cosas recogidas. Me despedí de la elfa con una imperturbable mirada y me dispuse a salir por la ventana. Quería estar lejos.
Era hora de volver con Jules y los demás. Al menos, el rubí quería que me reencontrara con los brujos, dedicando sus buenas intenciones…
… O eso creía.
Anastasia Boisson
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