[Trama de Sandorái] Veo fuego en Anar
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Re: [Trama de Sandorái] Veo fuego en Anar
Parecía imposible que la situación se descontrolase de aún mayor manera. Eran escenas de libros o leyendas, no algo que hubiese de vivirse en la cruda realidad. Un dragón arrasando el territorio, docenas de guerreros preparados para dar la vida… ¿por qué, exactamente? ¿Podría haber allí quien conociese de antemano que la criatura iba a llegar?
No obstante, tal inmersión en sus propios pensamientos le hizo ralentizarse a la hora de defenderse cuando una infinidad de horrendas bestias surgieron para tomar parte en el pandemónium en el que el bosque se estaba convirtiendo a marchas forzadas. No le disgustaban las ratas, con un tamaño adecuado y vivas, pero aquello era un maldito infierno. Su destreza fue suficiente para asestar algunos tajos bien ubicados a sus numerosos oponentes sí, y pese a ello, la superioridad numérica no tardó en abrumarle, siendo alzado. Cortó una zarpa que en absoluto sirvió para liberarse. La ira y el temor se fusionaron provocándole un sudor frío por la columna y una ligera palidez que apenas se insinuaba. Los chillidos de las ratas, odiosos e incomprensibles, llenaban sus oídos. “¿Voy a terminar así?” pensó, debatiéndose sin que ello lograse llevarle a nada en absoluto. “¿Van a ser unos seres tan repulsivos quienes sieguen mi vida?” El orgullo fue devorando el temor pese a la evidente desesperanza. Un enemigo fue traspasado, mas otro ocupó su lugar sin miramiento alguno. El rostro del Elfo se crispó en una mueca de agónica resolución. No podía morir como un cordero. Al menos se debía eso a sí mismo. Nadie escribiría sobre él. Nadie sabría cómo habría muerto. Pero los dioses siempre estaban observando. Ellos tendrían que ser sus testigos. Y una luz le ayudó, deshaciendo a parte del grupo rival. Su comprensión se anuló unos segundos. ¿Qué había ocurrido?
Fue entonces que otra criatura avanzó hacia él como si las ratas no fueran más que trigo ante la guadaña. En un primer momento, Nousis agarró su espada con mayor firmeza, creyendo que la nueva bestia sería una líder de aquella horda de roedores no muertos. Sólo cuando pudo echar un vistazo, y ante sus ojos caían los ya cadáveres, vislumbró una ayuda que nunca habría esperado. La luz envolvía a la recién llegada, que presentaba unos rasgos evidentemente no humanos. Él se permitió una media sonrisa. Los animales eran razas confiables.
No estaba acostumbrado, y pese a la situación ello le produjo una punzada de irritación, a la desfachatez con la que la gata le había hablado. Deteniendo un ataque de una de las ratas con un corte oblicuo de abajo hacia arriba, tomándose el primer instante de respiro desde que los enemigos habían aparecido, consiguió articular una respuesta lo más suave posible.
-No sé quien eres ni por qué has decidido echarme una mano- habló con rapidez, sin perder detalle del posible contraataque de cualquier de sus enemigas- Pero tienes mi gratitud- finalizó sin mirar a la mujer-bestia.
Reparó entonces en que se había separado de la joven Elfa, y paseó la vista en derredor, aliviado de encontrarla ilesa. Un muro de ratas ahora los separaba, adelgazado por mor de las acciones de ambas féminas. Nousis le dirigió una sonrisa que apenas cuadraba con todo cuanto estaba ocurriendo alrededor de los tres. Giró su espada en su muñeca, gesto característico del miembro del clan Indirel y alzó una plegaria mental sin quitar la vista de la acción que tenía ante sí.
“Ilu Ilúvatar en káre eldain a fírimoin. En kárielto eldain Isil, hildin Úr-anar. i-mar, ar ilqa ímen. Írima ye Sandorai. Man táre antáva nin Ilúvatar, Ilúvatar, enyáre tar i tyel, íre Anarinya qeluva?”
(El padre hizo el mundo para Elfos y mortales. Para los Elfos hicieron la Luna, para los Hombres el rojo Sol. Nuestra la tierra y todo en lo que ella hay, de la bella Sandorai. ¿Qué me dará el Padre en aquel día más allá del fin, cuando mi vida termine? )
Una extraña sonrisa cruzó sus labios, mientras seguía el consejo de la desconocida y luchaba con todo su ser contra la horda que profanaba su sagrado Hogar.
Nousis Indirel
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Re: [Trama de Sandorái] Veo fuego en Anar
Los segundos de anticipación se me hicieron eternos.
Una parte de mí quería arrancarse las expectativas como quien se arranca una flecha del hombro; La otra hizo un rezo mudo para que aquella tormenta nunca terminase de llegar. Como con todas las catástrofes vividas, mi voluntad muda no era sino una hoja en el viento, alzándose inútilmente por el cielo, allá donde estaban las miradas de soldados aguerridos, aventureros bravos, hechiceros poderosísimos...
Podía sentirlo en el aire, sin necesidad de analizarlo en sus ojos, oírlo en sus voces o deducirlo de su comportamiento: Todos habíamos sido atrapados por un pavor como nunca había visto en gente de su talla, en gente mucho más capaz que yo.
La hoja seguía flotando en el cielo, allá donde una sombra calamitosa arribaba. Tras los rugidos atronadores, la tormenta por fin estaba ahí. Tenía alas que le ocultarían el sol a asentamientos completos, y traía muerte en cada una de sus negras escamas. Aquello era una fortaleza con dientes, un dragón como nunca había visto, y como nunca habría de ver otra vez.
Mi profunda confusión se mostró en mi rostro al oír las palabras de Fireheart, que señalaba aquella majestuosa monstruosidad como la salvación que me habían ordenado traer para acá. Por un momento un destello de esperanza me aligeró el pecho.
¿Es un aliado?
Mi mente se había hecho un revoltijo, Querostraza. la había llamado.
¿...Por qué Fireheart no se ve aliviada? ¿Por qué siguen alarmados, si por fin viene un Centinela?
Sir Sammuel aclaró mis dudas con una advertencia funesta. Mis esperanzas fueron disipadas rápidamente. Cada vez más cerca el peligro, algo en mí despertó. Probablemente mi instinto de conservación, una de las pocas cosas de mi cabeza que funcionaban perfectamente. Casi.
Respiré hondo, concentrándome en mi acelerado pulso. Disipé mi vacilación, y por un momento, pude oír las últimas palabras de Aurora, en lo más profundo de mi ser.
Tenía que salir de esa. Por ella... Por mí. [1]
Me alejé rápidamente del infierno que Querostraza había desatado con un único ataque. La nieve se hizo niebla, y empecé a caminar casi a ciegas, atento siempre al alboroto de la batalla, y la esporádica llamarada que me permitía ver, por un instante, las siluetas del caos que me rodeaba.
Otro rugido, y me preparé para la siguiente ola de fuego. No vino.
En su lugar, oí los gritos del rey entre todo el caos, y me hice una idea de dónde estaba la acción.
Quizás...
Oía destrucción, oía gritos, y oía muerte. Había un olor a quemado, y después un olor repugnante. Miré a mi alrededor, escudriñando entre la niebla ciertas siluetas muy extrañas. Oí... ¿chillidos?
Más cerca, y vi que aquellas eran ratas. Ratas gigantes, y muertas, eran enemigos cuya existencia no iba a darme el lujo de cuestionar.
Tenía que ser de ayuda, de la forma que fuese, tenía que hacer algo.
Hice lo que mejor sabía hacer, aumentando la distancia entre los enemigos y yo.
—¡Hay muchas aquí! —grité, anunciando mi posición a ambos aquellas fétidas desgracias y, con suerte, a gente armada— ¡Ratas feas, grandes y bien feas! —intenté mantener al compostura de la única forma que sabía.
Entre la neblina había fuego, había... luces. Como un faro, luz sagrada característica de los míos, si es que tenía el derecho de seguir llamando así a los elfos.
...Quizás...
Me moví en esa dirección, abriéndome paso con patadas, volteretas y demás maniobras que había usado miles de veces en peleas de bares. Esta vez no eran borrachos, sino horribles seres del averno, pero el principio era el mismo: Si te tocan, o mueres o te enfermas, o te ensucias y apestas.
El faro se hizo más cercano. Pasos y latidos, alaridos, y chillidos, fuego, niebla, sangre y peste...
Me tropecé, maldiciendo por lo bajo. Me había herido una pierna, y sentía el calor de la sangre manchar mi pantalón. Alcé la mirada. En medio de esa marejada de caos, frente a mis ojos, había un rayo de esperanza. Un domo, si era más específico.
...Quizás.
—¡Mefisto Irresanger! ¡Vengo a dar apoyo! —grité determinado, dando un par de pasos en dirección a los dragones aliados, y la elfa peliblanca que llegó con Fireheart.
Quizás fuese de ayuda. Quizás, y sólo quizás, todo este desastre podía solucionarse.
*Offrol: [1] Uso la habilidad de nivel 0: Calma.
*Me acerco a Níniel y aquellos que estén con ella.
Me tomó mucho volver a responder, lamento esta tardanza. Pero aquí está, finalmente: ¡Sigo vivo :D!
¡...Por ahora!
Como siempre, dispuesto siempre a editar. Mi ausencia me desconectó un poco de los acontecimientos.
Una parte de mí quería arrancarse las expectativas como quien se arranca una flecha del hombro; La otra hizo un rezo mudo para que aquella tormenta nunca terminase de llegar. Como con todas las catástrofes vividas, mi voluntad muda no era sino una hoja en el viento, alzándose inútilmente por el cielo, allá donde estaban las miradas de soldados aguerridos, aventureros bravos, hechiceros poderosísimos...
Podía sentirlo en el aire, sin necesidad de analizarlo en sus ojos, oírlo en sus voces o deducirlo de su comportamiento: Todos habíamos sido atrapados por un pavor como nunca había visto en gente de su talla, en gente mucho más capaz que yo.
La hoja seguía flotando en el cielo, allá donde una sombra calamitosa arribaba. Tras los rugidos atronadores, la tormenta por fin estaba ahí. Tenía alas que le ocultarían el sol a asentamientos completos, y traía muerte en cada una de sus negras escamas. Aquello era una fortaleza con dientes, un dragón como nunca había visto, y como nunca habría de ver otra vez.
Mi profunda confusión se mostró en mi rostro al oír las palabras de Fireheart, que señalaba aquella majestuosa monstruosidad como la salvación que me habían ordenado traer para acá. Por un momento un destello de esperanza me aligeró el pecho.
¿Es un aliado?
Mi mente se había hecho un revoltijo, Querostraza. la había llamado.
¿...Por qué Fireheart no se ve aliviada? ¿Por qué siguen alarmados, si por fin viene un Centinela?
Sir Sammuel aclaró mis dudas con una advertencia funesta. Mis esperanzas fueron disipadas rápidamente. Cada vez más cerca el peligro, algo en mí despertó. Probablemente mi instinto de conservación, una de las pocas cosas de mi cabeza que funcionaban perfectamente. Casi.
Respiré hondo, concentrándome en mi acelerado pulso. Disipé mi vacilación, y por un momento, pude oír las últimas palabras de Aurora, en lo más profundo de mi ser.
Tenía que salir de esa. Por ella... Por mí. [1]
Me alejé rápidamente del infierno que Querostraza había desatado con un único ataque. La nieve se hizo niebla, y empecé a caminar casi a ciegas, atento siempre al alboroto de la batalla, y la esporádica llamarada que me permitía ver, por un instante, las siluetas del caos que me rodeaba.
Otro rugido, y me preparé para la siguiente ola de fuego. No vino.
En su lugar, oí los gritos del rey entre todo el caos, y me hice una idea de dónde estaba la acción.
Quizás...
Oía destrucción, oía gritos, y oía muerte. Había un olor a quemado, y después un olor repugnante. Miré a mi alrededor, escudriñando entre la niebla ciertas siluetas muy extrañas. Oí... ¿chillidos?
Más cerca, y vi que aquellas eran ratas. Ratas gigantes, y muertas, eran enemigos cuya existencia no iba a darme el lujo de cuestionar.
Tenía que ser de ayuda, de la forma que fuese, tenía que hacer algo.
Hice lo que mejor sabía hacer, aumentando la distancia entre los enemigos y yo.
—¡Hay muchas aquí! —grité, anunciando mi posición a ambos aquellas fétidas desgracias y, con suerte, a gente armada— ¡Ratas feas, grandes y bien feas! —intenté mantener al compostura de la única forma que sabía.
Entre la neblina había fuego, había... luces. Como un faro, luz sagrada característica de los míos, si es que tenía el derecho de seguir llamando así a los elfos.
...Quizás...
Me moví en esa dirección, abriéndome paso con patadas, volteretas y demás maniobras que había usado miles de veces en peleas de bares. Esta vez no eran borrachos, sino horribles seres del averno, pero el principio era el mismo: Si te tocan, o mueres o te enfermas, o te ensucias y apestas.
El faro se hizo más cercano. Pasos y latidos, alaridos, y chillidos, fuego, niebla, sangre y peste...
Me tropecé, maldiciendo por lo bajo. Me había herido una pierna, y sentía el calor de la sangre manchar mi pantalón. Alcé la mirada. En medio de esa marejada de caos, frente a mis ojos, había un rayo de esperanza. Un domo, si era más específico.
...Quizás.
—¡Mefisto Irresanger! ¡Vengo a dar apoyo! —grité determinado, dando un par de pasos en dirección a los dragones aliados, y la elfa peliblanca que llegó con Fireheart.
Quizás fuese de ayuda. Quizás, y sólo quizás, todo este desastre podía solucionarse.
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*Offrol: [1] Uso la habilidad de nivel 0: Calma.
*Me acerco a Níniel y aquellos que estén con ella.
Me tomó mucho volver a responder, lamento esta tardanza. Pero aquí está, finalmente: ¡Sigo vivo :D!
¡...Por ahora!
Como siempre, dispuesto siempre a editar. Mi ausencia me desconectó un poco de los acontecimientos.
Mefisto
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Re: [Trama de Sandorái] Veo fuego en Anar
Grupo Querostraza
No importa el dolor.
Vincent y Dutch habían sido los primeros valientes en atacar para tratar de debilitar la armadura de la dragona. Sus golpes fueron certeros y consiguieron desactivarla. Posteriormente, cuando Querostraza sintió el frío y rastrero ataque de Demian penetrar en su armadura, supo que podía perder aquel combate a pesar de cuanto poder guardaba. Emitió un sonido de garganta que dejó en silencio el campo de batalla.
Querostraza sangraba por la espalda. Pero justo ahí tenía algo que le salvaría, por el momento. La capa blanca, la reliquia de centinela. No únicamente era un arma para matar jinetes, sino también defensiva. Y como tal, se activó en el momento preciso para evitar la muerte de su portadora. La capa emitió un fuerte impulso al contacto del puñal de Demian. Y una fuerte onda expansiva, como si de una explosión se tratase, empujó violentamente a quienes estaban cerca, levantando una ola de nieve y polvo.
Conteniendo el alma de dos jinetes oscuros en su interior: No sólo la de Mithrandil Tarmúnil, sino también la de Verzhela, al haber sido derrotada por Tyrande Nemaniel, la liberación de poder otorgó ciertas aptitudes nuevas a su centinela, que ahora tenía los ojos rojos y, pese a que no estaba demasiado al borde de la muerte.
No importa el tamaño.
Por el nuevo ataque y la imponente figura de la dragona, el pánico había cundido entre los hombres del rey y entre los elfos presentes que habían acompañado a Eleatril. Otros héroes, como Chimar, combatían con efectividad las ratas. Con su confusión había conseguido que se mataran entre ellas. El jefe rata asesino apuñaló brutalmente a la de la peste, pero poco pudo hacer contra la rata guerrera, única superviviente, que le rebanó la cabeza sin piedad. La más fuerte de las tres había ganado la guerra civil de las ratas. Y Nousis pudo escapar de ellas.
La rata guerrera cambió de rival. Ahora, el objetivo era hacer puré de Aradia. Trató de alcanzar con sus dos espadas a la elfa, aunque los primeros golpes no los midió bien. Estaban luchando cara a cara al borde del hundimiento del templo. La elfilla tenía que medir bien sus movimientos para poder conseguir salir viva de aquel altercado.
Pero el premio gordo estaba donde se encontraba Querostraza. Vincent y Demian tardarían un poco en recuperarse del golpe. De hecho, Querostraza los daba por muertos. Sería difícil que nadie llegara hasta ellos, pues en medio estaba la dragona.
Miró desafiante a la esfera donde Níniel tenía los refugiados. El último reducto que quedaba para terminar de ganar la batalla. Si mataba al rey, el Aquelarre habría ganado. Nunca tuvo una oportunidad tan buena para acercarse a él. Y casi lo consiguió por dos veces, pero el buen hacer de Níniel y Catherine lo había librado de ello. Ahora, cobijado en el santuario mágico, observó como Querostraza, caminaba hacia ellos, Lucy llegó hasta allí.
-¿Ha acabado con Vincent y el niño? – Lucy mostró su preocupación por la situación, conforme la dragona se acercaba con su espada de fuego. – Creo que viene a por nosotros.
-Pues tenemos que estar preparados. Dejadme coger mi esp… – Rigobert hizo el esfuerzo de levantarse, pero no pudo. – Uf.
-No podéis luchar en ese estado, majestad. – inquirió, y miró a Sir Sammuel, no estaba mucho mejor. – Tampoco vos, caballero.
Querostraza había dado cierta cortesía al grupo, y simplemente se dedicaba a vacilar haciendo giros con la espada delante de la esfera y enviando fuerte corrientes de fuego que la defensa de Níniel soportaba bien.
-¿Crees que puede aguantar? – preguntó Lucy con preocupación, al ver como la defensa se resentía y perdía su luz con cada golpe de la dragona. Enviaba diez segundos de miradas de desafiantes antes de cada ataque.
– Necesitamos que alguien le pueda aguantar cuerpo a cuerpo mientras otros atacáis a distancia. – opinó Sir Sammuel. –Pero ninguno estamos en disposición de luchar.
-Nadie sabe blandir… - entonces, Lucy tuvo una brillante idea. – Espera. - miró a su lado. Sí. Había alguien que sí podía ayudar a salvar el día. – Al'theas. – contempló al miembro de la logia. –Tú puedes tomar la espada del rey y salir a batirte con ella. Yo y Níniel te cubriremos.
-¿Estás de coña, Fireheart? – preguntó Rigobert desde el suelo. – No le aguantará ni un quiebro. ¡No ha hecho nada útil más que estar aquí mirando para todas partes como una estatua!. – luego señaló al otro elfo, a Mefisto - ¿De verdad crees que uno de estos dos nos va a salvar el día? Se mire por donde se mire estamos nos va a poner el trasero
-Creo que subestimáis a Al'theas, majestad. Pertenece a la Orden de los Caballeros Esmeralda. Es un guerrero experimentado y con grandes conocimientos en el combate a espada. Si alguien puede vencerlo cuerpo a cuerpo, de los que estamos aquí, claro, es él. – comentó. – Valiente Altheas, tomad la espada del rey y adelante.
-Claro... Tómala. Pero cuídala. - dijo Rigobert, cediéndola de mala gana y escupiendo al suelo. Cualquier cosa mejor que enfrentarse él mismo a la dragona, ya había visto cómo acabó la cosa.
Lo cierto es que el bueno de Altheas no tenía pinta de ser más que un simple guerrero. Pero Querostraza golpeaba violentamente las defensas. No tardaría en romperlas y, entonces todo estaría perdido.
Sigue ayudándoles.
* * * * * * * *
Grupo Eleatril
Las cosas iban bastante peor abajo. La mala fortuna se cebó con la centinela, que aunque utilizó su corriente de aire para evitar recibir golpes que le causaran daño, esto no le sirvió para evitar terminar sepultada por los escombros. Impidiendo su movimiento y desplazamiento. Inmovilizada, la maestra cazadora veía con angustia como los ojos de la estatua comenzaban a ponerse rojos conforme ésta giraba hacia ella. Justo cuando iban a dispararle, sin embargo, éstos se apagaron gracias al buen hacer de la elfa Eilydh, una vez más salvadora, que salía tras la estatua de Anar.
Qué útil habría sido el remate de una centinela después de que Rauko acertara de pleno contra Lisandris, a la que logró introducir en la semiesfera del Oblivion. Eleatril hizo un último servicio, consiguiendo retenerla gracias al objeto de Rauko allí, a la espera de que Huracán la rematara. La fortuna del elfo no pudo ser mejor, sin embargo, el golpe no gustó nada a Lisandris.
La elfa tomó su báculo y conjuró una esfera que lanzó contra sus atacantes. Envolvió a Rauko en un aura oscura, y penetró con su magia en el cerebro del elfo.
“Vas a servirnos”. Pudo entender en un perfecto idioma común… ¿O es que era ahora su verdadero idioma? Rauko despertó en un sitio diferente. Con otros tantos jinetes oscuros. De alguna manera, Lisandris había utilizado el cuerpo de Rauko para despertar a Celebrimbor, herido por la espada del rey. El Jinete Oscuro se levantó, y a la vista de los presentes, el cuerpo de Rauko terminó sin vida sobre el pavimento cuando Lisandris deshizo el humo de su cuerpo.
-¡NO! – gritó desesperada Eleatril. Malherida en el suelo, llevándose la mano a la pierna, cada vez más. Eleatril lloraba de impotencia, al sentir haber fracasado en su misión. E incapaz de poder levantarse mientras el veneno la comía vida y sus venas dilatadas de color verde se extendían por todo su cuerpo.
Lisandris también tenía algo para ella. Rápidamente la hizo callar a la mujer con un fuerte báculo que acabó directamente con la agonía de la guardabosques. Para finalmente, encararse hacia Eilydh y Huracán. Las dos últimas supervivientes de la zona. Y una de ellas, sepultada.
Rauko aún no era capaz de controlar a Celebrimbor. Se sentía dentro, lo veía todo, pero como si fuera otra persona sin control sobre su cuerpo. La magia oscura que solía utilizar Xana le sería muy útil en el futuro, pero lo cierto es que ahora mismo no podía y su alma de alguna manera había nutrido al jinete oscuro. Éste, tras unas frases inteligibles para los presentes, pareció acordar algo con su hermana.
-Atraviesa el portal. Yo daré cuentas de la centinela y la que queda. – indicó Lisandris.
Y éste le hizo caso y desapareció.
Ahora, se encaraba con Huracán y Eilydh, las dos últimas supervivientes. Intentó avanzar hacia las dos mujeres. Algo que no pudo hacer al quedarse retenida. Comida por la rabia, tiró un fuerte rayo oscuro desde donde se encontraba contra la maestra cazadora, inmovilizada. El ataque impactó con fuerza en la armadura, pero volvió con todas sus fuerzas contra ella y no pudo esquivarlo. Por primera vez en muchos años, Lisandris sintió dolor. El dolor que se siente al ser atacado por un centinela. Quedó entonces aturdida.
Era ahora o nunca.
Sigue luchando..
* * * * * * * *
- BAGAJE DE BAJAS:
- “Muertos”: Eleatril Nemaniel, Zöe y Rauko.
Heridos (curables): Rigobert (vivo pero herido, después de dos golpes), Sir Sammuel, Virgo, Chimar, Canel, Xana, Vincent, Demian, Mefisto, Huracán
Ilesos (por ahora): Níniel, Catherine, Altheas, Nousis, Aradia, Lucy Fireheart
Terminan ilesos 100%: Eilydh
Este es el último turno para acabar con Querostraza y Lisandris (a Celebrimbor lo habéis perdido, además de varios usuarios y NPCs). Si salen vivas de aquí, se dificultarán las cosas en árbol madre en el último evento. Algunos habéis tenido cierto escepticismo hacia las runas, por tanto, en este turno no será necesario que tiréis runas. Estamos al final.
Último turno hasta el 28 de octubre.
Batalla contra las ratas:
Nousis, Aradia y Chimar. La rata guerrera ahora va a por Aradia. Nousis está relativamente cerca y puede ayudarte, si quieres, pero entonces él será el herido. Uno de los dos va a tener un problema salvo que os las apañéis. Sólo Chimar y Canel pueden acabar con ella. También podéis saltar al templo, con otras consecuencias.
Chimar: has conseguido un gran éxito con esa habilidad y las ratas se han matado entre ellas (ha quedado una viva). Además, Aradia y Catherine han rescatado a Nousis de la rata que lo iba a maldecir. Ahora, puedes terminar el asunto. Acabarás el tema herido pero vivo, es un avance.
Batalla contra Querostraza:
Aquí entramos en el terreno interesante: Querostraza está herida y puede morir este turno.
Vincent, Demian: Habéis dañado a Querostraza. La habéis dejado a un golpe de vida. Pero al atacarla se ha activado la Capa Blanca. Esta habilidad es similar a la del resto de centinelas, y paraliza a sus atacantes durante un turno. Quizás podáis quitaros la parálisis, pero eso consumirá acciones y no podréis recuperaros para atacar a tiempo. A menos que alguien de los que quedan vivos os de auxilio. Mefisto podría ser una buena opción. Pero salir a ayudaros puede traer consecuencias (para él), pues tendrá que pasar delante de la dragona.
Níniel, Altheas, Catherine: Estáis ilesos, pero sois los próximos que vais a recibir los ataques de Querostraza en el próximo turno junto con los integrantes de la esfera. Y van a ser MUY brutos. Así que, paradla.
Al'theas: Recibes la espada de hielo de Rigobert y eres el único que sabe blandirla. Una espada legendaria que puede aguantar los ataques de fuego de Querostraza y hacerle mucho, mucho, daño. Te servirá para atacar o defender los ataques de Querostraza. Puedes narrar con libertad sus habilidades. Tienes manga libre.
No obstante, nadie te obligar a hacer caso a Lucy. Salvarás el pellejo de este modo, pero para todo hay consecuencias. Si decides atacar, con semejante arma Querostraza sólo te centrará en ti. Con la protección de Níniel, la ayuda de Catherine y algo de protección que tengas, puedes sobrevivir (con heridas, sí, eres nivel bajo). Si no te ayudan, no tendrás opciones y terminarás fuera del evento.
Catherine también ataca cuerpo a cuerpo, creo, por lo que podría terminar también como centinela si la ataca por la espalda. Ahora mismo, de acuerdo al discurrir del evento, Al’theas o Catherine deberían terminar como Centinelas del Este. No hubiera apostado a que serían ellos los que acabarían como centinelas, pero Altheas jugando a pasar desapercibido lo ha hecho bien. Ir de héroe no siempre es lo más óptimo. Hay una tercera opción, de que Níniel termine de centinela, si decide atacar en vez de proteger a sus aliados. ¿Hasta dónde alcanza tu ambición? Todo no se puede. Demian o Vincent también pueden curar de centinelas si Mefisto les recupera a tiempo. Pero pasar delante de Querostraza sin ayuda parece misión difícil para él. Quizás incluso sacrificarte a ello.
Esas son las cartas a donde habéis llegado con vuestras acciones.
Batalla contra Lisandris
Eleatril Nemaniel ha muerto. Y al perder uno de vosotros la “vida”, el resultado es que pasa a formar parte de Celebrimbor. Habéis perdido la oportunidad del 2x1. El sacrificio de Rauko no ha sido en vano, ya que Lisandris está inmovilizada en el portal. Os lo ha dejado bastante a huevo para que, al menos, matéis a una.
Rauko: Tu ataque es efectivo, pero nos ha faltado el remate final, que Huracán no puede hacer al encontrarse sepultada. Has “aggreado” a Lisandris, y con un segundo golpe recibido, pierdes. Rauko como personaje termina su participación en este evento. Debes narrar tu transformación, pero sin poder hacer nada más. Tu “alma” está atrapada dentro de uno de los jinetes oscuros y eres consciente de todo lo que sucede. Verás qué divertido será sembrar el caos en el tema definitivo (hasta que recuperes la consciencia). Será divertido ver cómo sobrevives cuando todos vayan a por ti, cuando seas Rauko, pero en el cuerpo de un enemigo. A efectos del resto, estás muerto.
Eilydh: ¡Gran trabajo! Te mereces el MVP del tema. También has desactivado la estatua. ¡Increíble! Después de todos los líos en los que te has metido, de haber sido la primera valiente en bajar aún a nivel 0 contra la jinete oscuro. Has elegido bien y has tenido suerte sin comodines de vida por nivel, y por ello terminarás la misión sin un solo rasguño. Te mereces una gran recompensa por ello. Tu última gran acción debe ser liberar a Huracán de los escombros y curarla si aún conservas la habilidad.
Huracán: Situación parecida a la de Demian y Vincent. Recibes un golpe crítico pero le haces el mismo daño por efecto de tu armadura. Por suerte, está Eilydh para curar y liberar. Con Lisandris inmovilizada y aturdida, es hora de acabar con ella. Despliega tu poder y acaba con ella sin piedad, fashateni. Si lo haces, al morir ella destruirás el templo de Anar. Esto traerá consecuencias personales para ti.
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Re: [Trama de Sandorái] Veo fuego en Anar
La situación se había tornado dramáticamente comprometida en tan solo unos segundos, ahí donde parecía que el experimentado Vincent, compañero de la Logia junto a los demás habían logrado hacer mella en la poderosa dragona, pero había demostrado ser poderosa y aguantar contra todo pronostico, y lo que era aun peor... se dirigía esta vez contra la barrera de luz que Al'theas se encontraba defendiendo y si nadie podía pararla... seria el fin.
Las opciones se esfumaban a cada paso que Querostraza daba, el caballero esmeralda aferraba con fuerza la empuñadura de su hoja por la frustración al no ver como podía aguantar el embate de semejante ser cuando la ultima defensa cediera.
-Al'theas... Tú puedes tomar la espada del rey y salir a batirte con ella. Yo y Níniel te cubriremos.- Dijo su otra compañera de la Logia, Lucy Fireheart, sacando al caballero de sus pensamientos y tomándolo completamente por sorpresa ante tal idea.
El rey Rigobert se mostró contrario al principio, y a punto estuvo Al'theas en darle la razón, hasta que miro a su alrededor, los únicos caballeros estaban heridos o muertos, y el único que parecía que podía cargar con aquella responsabilidad era él, incluso el rey se rindió ante la alternativa. Al'theas sabia que tanto Níniel como Lucy dominaban artes arcanas de gran poder que las hacen mucho mas poderosas de lo que Al'theas podría imaginar, o incluso Catherine gozaba de una agilidad relámpago contra la que el elfo no podría competir... pero entonces comprendió, que no se trataba de un asunto de poder, si no de estrategia, no se trataba de que Al'theas se convirtiera en el héroe que salve el día... si no de ser la oportunidad que los demás necesitan para dar punto y final a aquel conflicto, y en eso era algo en lo que si se sentía identificado.
-Claro... Tómala. Pero cuídala. - dijo Rigobert de mala gana finalmente, justo cuando Querostraza comenzaba a aporrear la barrera con sus ataques amenazando con su ira.
Al'theas tomo la espada delicadamente, se sentía pesada por su tamaño, acostumbrado a usar espadas de una mano, pero podía sentir su gran poder a través de su ser, como si algo le dijera en lo mas profundo que podría romper el mundo en dos si así lo deseaba.
-No soy digno de portar tal arma... pero... intentare daros todo el tiempo que pueda, yo solo no podre derrotarla- Dijo mientras miraba a los demás, sabiendo que podría contar con las bendiciones de Níniel y el apoyo de los demás.
El caballero esmeralda avanzo hacia los limites de la esfera protectora, observando a una distancia prudente a una encolerizada Querostraza, Al'theas agarro con firmeza su espada prestada, y comenzó a canalizar su poder, había visto antes su poder, pero probablemente no sabría ver todo su potencial hasta que la usara, comenzando a sentir las bendiciones de la sacerdotisa que bien seguro usaría sobre él para aumentar su destreza como era de costumbre junto a sus famosos orbes de luz que sin duda necesitaría para vérselas con nada menos que una dragona.
Fue entonces cuando la esfera protectora de Níniel se vino abajo, y Al'theas no perdió el tiempo, dando el primer golpe, creando una onda expansiva que congelaba el aire en forma de estacas de hielo en dirección a la dragona, disipando aquella molesta niebla y empalando a todo enemigo cercano, como aquellas ratas dislocadas, lo cual le daría un respiro a Canel.
Sin embargo, justo detrás de una estacas, la que podría haber sido el fin de Querostraza, fue fácilmente desmantelada por sus poderes piromanticos, siendo la dragona en si misma una linea que atravesaba aquella onda helada.
La dragona miro con indignación al elfo, justo antes de lanzar una d sus potentes llamaradas directas al caballero esmeralda.
Rápidamente, Al'theas clavo la hoja en el suelo, levantando sólidos monolitos de hielo que le salvaron de morir abrasado. Aunque aquellas defensas de hielo poco duraban ante el poder de la dragona... al menos le servirán para escapar ileso, dándole la oportunidad de contraatacar guardando las distancias gracias a las ondas heladas que la espada era capaz de producir.
La dragona bufaba cada vez mas enfadada, pulverizando las constantes arremetidas de Al'theas.
El caballero esmeralda sabia que no tenia nada que hacer si atacaba directamente a la dragona, no iba a cometer el mismo error que el rey, y solo podía confiar en los demás mientras él se ocupada de distraerla a la vez que creaba varios monolitos de hielo por la zona sin que ella se diera cuenta, que podrían servir como cobertura para los demás aliados.
La impaciencia de la dragona se tornaba en una furia cada vez mayor, haciendo que sus llamaradas pudieran derretir cada vez mas rápido las defensas heladas de Al'theas, hasta que finalmente en una de estas... cedió antes de tiempo, no logro impactar directamente a Al'theas, pero si logro derribarlo al suelo, ayudándose de la espada clavadola en el suelo para evitar ser arrastrado, viéndose entonces a merced de Querostraza apenas a un metro, alzando la mirada ante su enemiga.
Querostraza observo con malicia al elfo dibujandosele una sonrisa de satisfacción, mientras alzaba su mano y sus ojos brillaban con fulgor.
-Yo solo... nunca tuve oportunidad contra ti... eso... lo sabia de sobras...- Decía entre jadeos, escupiendo algo de sangre por el golpe, a la vez que aferraba sus manos a la empuñadura de aquella espada que permanecía clavada en el suelo. -¡Pero juntos si podemos!- Respondió desafiante, al mismo tiempo que con el poder de la espada, atrapaba en hielo las piernas de su enemiga, alzando sobre ella un par de monolitos de hielo gigantescos que la acorralaban por encima en caso de que pretendiera convertirse en dragona y escapar de la arremetida que sus compañeros estaban a punto de lanzarle, mientras Al'theas se cubría a tiempo con otra de aquellas defensas heladas guardando la calma sabiendo que hizo lo que debía con la esperanza de que aquello fuese suficiente para aguantar lo que estuviera por venir.
Las opciones se esfumaban a cada paso que Querostraza daba, el caballero esmeralda aferraba con fuerza la empuñadura de su hoja por la frustración al no ver como podía aguantar el embate de semejante ser cuando la ultima defensa cediera.
-Al'theas... Tú puedes tomar la espada del rey y salir a batirte con ella. Yo y Níniel te cubriremos.- Dijo su otra compañera de la Logia, Lucy Fireheart, sacando al caballero de sus pensamientos y tomándolo completamente por sorpresa ante tal idea.
El rey Rigobert se mostró contrario al principio, y a punto estuvo Al'theas en darle la razón, hasta que miro a su alrededor, los únicos caballeros estaban heridos o muertos, y el único que parecía que podía cargar con aquella responsabilidad era él, incluso el rey se rindió ante la alternativa. Al'theas sabia que tanto Níniel como Lucy dominaban artes arcanas de gran poder que las hacen mucho mas poderosas de lo que Al'theas podría imaginar, o incluso Catherine gozaba de una agilidad relámpago contra la que el elfo no podría competir... pero entonces comprendió, que no se trataba de un asunto de poder, si no de estrategia, no se trataba de que Al'theas se convirtiera en el héroe que salve el día... si no de ser la oportunidad que los demás necesitan para dar punto y final a aquel conflicto, y en eso era algo en lo que si se sentía identificado.
-Claro... Tómala. Pero cuídala. - dijo Rigobert de mala gana finalmente, justo cuando Querostraza comenzaba a aporrear la barrera con sus ataques amenazando con su ira.
Al'theas tomo la espada delicadamente, se sentía pesada por su tamaño, acostumbrado a usar espadas de una mano, pero podía sentir su gran poder a través de su ser, como si algo le dijera en lo mas profundo que podría romper el mundo en dos si así lo deseaba.
-No soy digno de portar tal arma... pero... intentare daros todo el tiempo que pueda, yo solo no podre derrotarla- Dijo mientras miraba a los demás, sabiendo que podría contar con las bendiciones de Níniel y el apoyo de los demás.
El caballero esmeralda avanzo hacia los limites de la esfera protectora, observando a una distancia prudente a una encolerizada Querostraza, Al'theas agarro con firmeza su espada prestada, y comenzó a canalizar su poder, había visto antes su poder, pero probablemente no sabría ver todo su potencial hasta que la usara, comenzando a sentir las bendiciones de la sacerdotisa que bien seguro usaría sobre él para aumentar su destreza como era de costumbre junto a sus famosos orbes de luz que sin duda necesitaría para vérselas con nada menos que una dragona.
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Fue entonces cuando la esfera protectora de Níniel se vino abajo, y Al'theas no perdió el tiempo, dando el primer golpe, creando una onda expansiva que congelaba el aire en forma de estacas de hielo en dirección a la dragona, disipando aquella molesta niebla y empalando a todo enemigo cercano, como aquellas ratas dislocadas, lo cual le daría un respiro a Canel.
Sin embargo, justo detrás de una estacas, la que podría haber sido el fin de Querostraza, fue fácilmente desmantelada por sus poderes piromanticos, siendo la dragona en si misma una linea que atravesaba aquella onda helada.
La dragona miro con indignación al elfo, justo antes de lanzar una d sus potentes llamaradas directas al caballero esmeralda.
Rápidamente, Al'theas clavo la hoja en el suelo, levantando sólidos monolitos de hielo que le salvaron de morir abrasado. Aunque aquellas defensas de hielo poco duraban ante el poder de la dragona... al menos le servirán para escapar ileso, dándole la oportunidad de contraatacar guardando las distancias gracias a las ondas heladas que la espada era capaz de producir.
La dragona bufaba cada vez mas enfadada, pulverizando las constantes arremetidas de Al'theas.
El caballero esmeralda sabia que no tenia nada que hacer si atacaba directamente a la dragona, no iba a cometer el mismo error que el rey, y solo podía confiar en los demás mientras él se ocupada de distraerla a la vez que creaba varios monolitos de hielo por la zona sin que ella se diera cuenta, que podrían servir como cobertura para los demás aliados.
La impaciencia de la dragona se tornaba en una furia cada vez mayor, haciendo que sus llamaradas pudieran derretir cada vez mas rápido las defensas heladas de Al'theas, hasta que finalmente en una de estas... cedió antes de tiempo, no logro impactar directamente a Al'theas, pero si logro derribarlo al suelo, ayudándose de la espada clavadola en el suelo para evitar ser arrastrado, viéndose entonces a merced de Querostraza apenas a un metro, alzando la mirada ante su enemiga.
Querostraza observo con malicia al elfo dibujandosele una sonrisa de satisfacción, mientras alzaba su mano y sus ojos brillaban con fulgor.
-Yo solo... nunca tuve oportunidad contra ti... eso... lo sabia de sobras...- Decía entre jadeos, escupiendo algo de sangre por el golpe, a la vez que aferraba sus manos a la empuñadura de aquella espada que permanecía clavada en el suelo. -¡Pero juntos si podemos!- Respondió desafiante, al mismo tiempo que con el poder de la espada, atrapaba en hielo las piernas de su enemiga, alzando sobre ella un par de monolitos de hielo gigantescos que la acorralaban por encima en caso de que pretendiera convertirse en dragona y escapar de la arremetida que sus compañeros estaban a punto de lanzarle, mientras Al'theas se cubría a tiempo con otra de aquellas defensas heladas guardando la calma sabiendo que hizo lo que debía con la esperanza de que aquello fuese suficiente para aguantar lo que estuviera por venir.
- Off-rol:
Al'theas actúa de forma defensiva como buen Tanke que es, queriendo otorgarles a los presentes la oportunidad de finiquitar a Querostraza. Ademas justo al final uso mi habilidad "Calma" que sumado al resto de bufos y bendiciones, espero que sean mas que suficientes para salvar el culo xD
Cara de circunstancia:- D::
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Al'theas Tinarandel
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Re: [Trama de Sandorái] Veo fuego en Anar
-Buena pregunta...- Expresó Catherine ante la aparente sorpresa por parte de aquel elfo por la ayuda recibida. Una sorpresa más que razonable, ya que no mucha gente tomaría tantos riesgos ni tan siquiera por un amigo o conocido, mucho menos por un extraño y además de otra raza. -Puedes agradecérselo a mi hermana cuando esto acabe...- Añadió denotando que aquello no era iniciativa suya si no de otra persona. Alguién que sí se preocupaba sinceramente por los demás. La felina sonrió con ferocidad y terminó con un nuevo enemigo tras golpearlo con una fuerte y precisa patada giratoria. La luz que la rodeaba hacía el resto contra aquellos repugnantes seres.
Rápidamente la situación había mejorado en aquella parte del campo de batalla. Con el elfo liberado, la llegada de una segunda elfa con las armas adecuadas contra aquella plaga y unos buenos golpes por parte de la gata luminosa, parecía que habían logrado inclinar la balanza de su lado. Lo que sumado a que la mayoría del resto de ratas redivivas habían comenzado a matarse entre ellas por alguna razón que la felina no lograba entender, les colocaba a un paso de la victoria.
-Pues al final no eran tan duras...- Se jactó entonces la pelirroja, arrancándole la cabeza a un enemigo de aspecto especialmente demacrado tras unas voltereta hacia atrás con las piernas extendidas. -Deberíais poder acabar con el resto sin ayuda. Será mejor que yo vuelva con los demás.- Comunicó a la pareja de elfos antes de despedirse con un gesto y apresurarse a volver hacia la esfera. Solo para encontrársela asediada por una furibunda Querostraza. Momento en el que decidió dar un rodeo y usar aquella niebla y la fijación de la dragona con el santuario de Níniel a su favor.
Mientras, dentro de la esfera, las cosas no habían salido tan bien. Aquel santuario, erigido por la peliblanca para poder atender a los heridos sin tener que preocuparse de bajar la guardia, ya no era simplemente un hospital de campaña protegido, se había convertido en su último baluarte contra Querostraza, reuniendo en su interior tanto a heridos como a casi todas las fuerzas con poder y ánimo como para oponerse a la feroz dragona.
Chimar, Virgo, Rigobert, Sir Sammuel...Todos ellos eran atendidos como buenamente podía la sacerdotisa elfa, que al menos había logrado que ninguna de sus heridas recibidas hasta aquel momento fuese mortal o a más, pero la situación era complicada. Por suerte Chimar debía tener aquel ungüento curativo suyo, y ella disponía de un kit de primeros auxilios y varias pastas sanadoras que puso a disposición de quien las necesitara o pudiera usarlas, como el elfo Mefisto, algo que aliviaría su carga de trabajo.
Claro que aquello no iba a solucionar su principal problema...Querostraza. La dragona parecía herida tras el costoso ataque de Vincent y de un Demian que había aparecido como un regalo del cielo, y eso que Níniel no era plenamente consciente de la literalidad de aquel sentimiento, pero a pesar del daño recibido, la dragona parecía más molesta que nunca y lejos de caer. Y su poder...Definitivamente era diferente al de su último encontronazo cara a cara.
La peliblanca negó levemente con la cabeza ante la pregunta de una recién llegada Lucy sobre la durabilidad de la barrera. -Pronto quedaremos expuestos, y lo sabe.- Dijo siguiendo a la dragona con su mirada aguamarina a través de su máscara de aeda, como retando a la dragona a un duelo de odio. Duelo que la joven estaba segura de poder ganar tras ver a tantos dragones sufriendo, Abbey, el templo de Anar profanado, el bosque dañado, dragones y amigos heridos y Vincent siendo golpeado y herido, pues confiaba en que no estuviese muerto, sin poder ir a ayudarlo...
Sir Sammuel propuso un plan, aunque ante la falta de fuerzas del rey y las suyas propias dependería de la habilidad y capacidad de Al´theas para blandir aquella arma legendaria. Una apuesta arriesgada sin duda, pero a situaciones desesperadas, medidas desesperadas. Incluso Rigobert entendía que con la inminente desaparición de la esfera debía tragarse su orgullo y colaborar, cediéndole la reliquia a un desconocido incluso a pesar de dudar de sus opciones.
-No es que tengamos muchas opciones...Haré lo que pueda otorgándote las bendiciones de los dioses.- Expresó la peliblanca mientras el caballero esmeralda sopesaba tanto aquella encomienda como la poderosa espada que le había sido confiada. -En cuanto la barrera se desvanezca será el momento de actuar. Si pudieras contenerla solo unos instantes con ayuda de Lucy...- Convino con un plan en mente. Concretamente en hacer que el esfuerzo de Vincent y Demian no hubiese sido en vano.
Entonces la sacerdotisa se preparó y concentró, y se bendijo a sí misma, a Canel y a Lucy con un incremento de sus capacidades mágicas. Y a continuación a Al'theas, a Mefisto y Chimar con un incremento de su destreza para el que bién podría ser el lance en el que se lo jugarían todo. Una vez bendecidos, invocó la furia de Anar, haciendo que todas las personas bajo los efectos de una de sus otras bendiciones se vieran rodeados por dos pequeñas esferas de luz pura, que comenzarían a girar a su alrededor. -Con esto nuestra magia será más fuerte, y también vuestra destreza. Las esferas os permitirán volver a realizar esfuerzos demandantes sin cansaros un par de veces más, usadlas con criterio.- Explicó. Y se preparó para dar la señal en el momento en el que desharía la barrera, con intención de que aprovechar el momento justo les diese algo de ventaja. Cuando ese momento llegó, hizo la señal, y se preparó para flanquear a Querostraza mientras Lucy se centraría en combatir fuego con fuego y Al'theas buscaba retenerla y bloquearla.
-Dioses, os necesito más que nunca.- Suplicó la joven a sus deidades mientras comenzaba a drenar la energía de la dragona. Una vez, dos veces, hasta tres veces si Al'theas lograba aguantar con aquel helado poder de la espada. Entonces la joven usaría el que esperaba que fuese el golpe decisivo. El mayor poder que los dioses le habían concedido.
-¡Omni!- Gritó señalándo a su enemiga con el bastón, deseando que incluso el mismo bosque quisiera castigar a la dragona y les diera fuerza a ella y sus aliados.
De tener éxito verían como sus bendiciones aumentaban y sus heridas sanaban, mientras que Querotraza vería aumentados los efectos del drenaje de energías que sufría...Y como la herida que Demian le había causado en la espalda se tornaba mortal.
Al mismo tiempo que Al´theas buscaba atraparla para ganar tiempo y Níniel derrotarla, a su espalda, los destellos de una armadura de luz pura mucho más intensa que antes gracias a Omni pudo verse cargando contra la dragona. Era Catherine, con sus garras desplegadas y a punto de usar sus poderosos cuartos traseros para lanzarse contra su enemiga con todas sus fuerzas. Sus ojos tan rojos como los de Querostraza estaban fijos en los puntos débiles de sus defensas.
Rápidamente la situación había mejorado en aquella parte del campo de batalla. Con el elfo liberado, la llegada de una segunda elfa con las armas adecuadas contra aquella plaga y unos buenos golpes por parte de la gata luminosa, parecía que habían logrado inclinar la balanza de su lado. Lo que sumado a que la mayoría del resto de ratas redivivas habían comenzado a matarse entre ellas por alguna razón que la felina no lograba entender, les colocaba a un paso de la victoria.
-Pues al final no eran tan duras...- Se jactó entonces la pelirroja, arrancándole la cabeza a un enemigo de aspecto especialmente demacrado tras unas voltereta hacia atrás con las piernas extendidas. -Deberíais poder acabar con el resto sin ayuda. Será mejor que yo vuelva con los demás.- Comunicó a la pareja de elfos antes de despedirse con un gesto y apresurarse a volver hacia la esfera. Solo para encontrársela asediada por una furibunda Querostraza. Momento en el que decidió dar un rodeo y usar aquella niebla y la fijación de la dragona con el santuario de Níniel a su favor.
Mientras, dentro de la esfera, las cosas no habían salido tan bien. Aquel santuario, erigido por la peliblanca para poder atender a los heridos sin tener que preocuparse de bajar la guardia, ya no era simplemente un hospital de campaña protegido, se había convertido en su último baluarte contra Querostraza, reuniendo en su interior tanto a heridos como a casi todas las fuerzas con poder y ánimo como para oponerse a la feroz dragona.
Chimar, Virgo, Rigobert, Sir Sammuel...Todos ellos eran atendidos como buenamente podía la sacerdotisa elfa, que al menos había logrado que ninguna de sus heridas recibidas hasta aquel momento fuese mortal o a más, pero la situación era complicada. Por suerte Chimar debía tener aquel ungüento curativo suyo, y ella disponía de un kit de primeros auxilios y varias pastas sanadoras que puso a disposición de quien las necesitara o pudiera usarlas, como el elfo Mefisto, algo que aliviaría su carga de trabajo.
Claro que aquello no iba a solucionar su principal problema...Querostraza. La dragona parecía herida tras el costoso ataque de Vincent y de un Demian que había aparecido como un regalo del cielo, y eso que Níniel no era plenamente consciente de la literalidad de aquel sentimiento, pero a pesar del daño recibido, la dragona parecía más molesta que nunca y lejos de caer. Y su poder...Definitivamente era diferente al de su último encontronazo cara a cara.
La peliblanca negó levemente con la cabeza ante la pregunta de una recién llegada Lucy sobre la durabilidad de la barrera. -Pronto quedaremos expuestos, y lo sabe.- Dijo siguiendo a la dragona con su mirada aguamarina a través de su máscara de aeda, como retando a la dragona a un duelo de odio. Duelo que la joven estaba segura de poder ganar tras ver a tantos dragones sufriendo, Abbey, el templo de Anar profanado, el bosque dañado, dragones y amigos heridos y Vincent siendo golpeado y herido, pues confiaba en que no estuviese muerto, sin poder ir a ayudarlo...
Sir Sammuel propuso un plan, aunque ante la falta de fuerzas del rey y las suyas propias dependería de la habilidad y capacidad de Al´theas para blandir aquella arma legendaria. Una apuesta arriesgada sin duda, pero a situaciones desesperadas, medidas desesperadas. Incluso Rigobert entendía que con la inminente desaparición de la esfera debía tragarse su orgullo y colaborar, cediéndole la reliquia a un desconocido incluso a pesar de dudar de sus opciones.
-No es que tengamos muchas opciones...Haré lo que pueda otorgándote las bendiciones de los dioses.- Expresó la peliblanca mientras el caballero esmeralda sopesaba tanto aquella encomienda como la poderosa espada que le había sido confiada. -En cuanto la barrera se desvanezca será el momento de actuar. Si pudieras contenerla solo unos instantes con ayuda de Lucy...- Convino con un plan en mente. Concretamente en hacer que el esfuerzo de Vincent y Demian no hubiese sido en vano.
Entonces la sacerdotisa se preparó y concentró, y se bendijo a sí misma, a Canel y a Lucy con un incremento de sus capacidades mágicas. Y a continuación a Al'theas, a Mefisto y Chimar con un incremento de su destreza para el que bién podría ser el lance en el que se lo jugarían todo. Una vez bendecidos, invocó la furia de Anar, haciendo que todas las personas bajo los efectos de una de sus otras bendiciones se vieran rodeados por dos pequeñas esferas de luz pura, que comenzarían a girar a su alrededor. -Con esto nuestra magia será más fuerte, y también vuestra destreza. Las esferas os permitirán volver a realizar esfuerzos demandantes sin cansaros un par de veces más, usadlas con criterio.- Explicó. Y se preparó para dar la señal en el momento en el que desharía la barrera, con intención de que aprovechar el momento justo les diese algo de ventaja. Cuando ese momento llegó, hizo la señal, y se preparó para flanquear a Querostraza mientras Lucy se centraría en combatir fuego con fuego y Al'theas buscaba retenerla y bloquearla.
-Dioses, os necesito más que nunca.- Suplicó la joven a sus deidades mientras comenzaba a drenar la energía de la dragona. Una vez, dos veces, hasta tres veces si Al'theas lograba aguantar con aquel helado poder de la espada. Entonces la joven usaría el que esperaba que fuese el golpe decisivo. El mayor poder que los dioses le habían concedido.
-¡Omni!- Gritó señalándo a su enemiga con el bastón, deseando que incluso el mismo bosque quisiera castigar a la dragona y les diera fuerza a ella y sus aliados.
De tener éxito verían como sus bendiciones aumentaban y sus heridas sanaban, mientras que Querotraza vería aumentados los efectos del drenaje de energías que sufría...Y como la herida que Demian le había causado en la espalda se tornaba mortal.
Al mismo tiempo que Al´theas buscaba atraparla para ganar tiempo y Níniel derrotarla, a su espalda, los destellos de una armadura de luz pura mucho más intensa que antes gracias a Omni pudo verse cargando contra la dragona. Era Catherine, con sus garras desplegadas y a punto de usar sus poderosos cuartos traseros para lanzarse contra su enemiga con todas sus fuerzas. Sus ojos tan rojos como los de Querostraza estaban fijos en los puntos débiles de sus defensas.
OFF: Níniel usa este turno casi todo el arsenal que le queda. Bendice con Intelecto arcano, Estrella fugaz y Furia de Anar. Y a continuación usa Aspir x3 y Omni contra Querostraza. Dejo a master Ger juzgar el éxito de todo ello.
Catherine usa sus habilidades asalto relámpago y desangrar.
Níniel Thenidiel
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Re: [Trama de Sandorái] Veo fuego en Anar
Todo había pasado rápido. O quizás tan solo en la mente acelerada de la elfa. Las runas parecieron encajar de una manera u otra y a medida que las enlazaba sin saber muy bien que hacía pro guiada por la fuerza enorme de los dioses, Eilydh podía sentir la vibración de la estatua, acelerada bajo sus manos, como un rugido sordo que... cesó.
Cesó de manera súbita. Y tan solo aquello fue la señal inequívoca de que había tenido éxito. Murmuró una plegaria y posó la vista sobre Eleatril, siendo rematada por Lisandris. Esquivó retazos de piedra a medida que avanzaba hacia ella, pero vio como a la vez que sus pasos se hacían más rápido, la vida de Eleatril vagaba con ellos y se acercaba a los dioses más de lo que había estado hasta entonces. Llevó su mano de manera distraída a la cicatriz en forma de luna de su muñeca, como si Isil la hubiese escuchado y el cese de la acción de Anar no fuese más que la llegada de sus estrellas. Pero no estaba todo perdido. Aún no... no mientras sus piernas siguiésen obedeciéndole a través de aquel amasijo de ruinas y escombros.
Llegó a donde se encontraba Huracán justo a tiempo para ver como el hechizo de la retenida Lisandris rebotaba en su armadura. La cegó por unos instantes y cayó al suelo, herida como estaba y manchada por el polvo del derrumbe.
-Dos pasos más..- se dijo a tientas, hasta que encontró la mano de Huracán casi sumergida en los escombros, inundada por la adrenalina de encontrarla.
Retiró las piedras más grande primero, casi repitiéndose que la mujer debía estar viva. Necesitaba estarlo, Ya habían perdido a dos personas... ella no podía haberse ido también. Cuando medio cuerpo de la mujer estuvo desvinculado de las piedras que lo sepultaban escuchó a Lisandris maldecir ante su jaula invisible y pudo ver como su propio ataque a huracán la había herido y aturdido.
-Tan solo unas piedras más... vamos- Le dijo a huracán., viendo cómo la sangre de la chica se mezclaba con la suya propia. La mujer estaba pálida.-Son... son solo unos rasguños-- mintió más para convencerse a si misma que a su compañera mientras la liberaba por completo de las piedras que la sepultaban
No tenía mucho tiempo. Le temblaban las manos y casi podía imaginar como Lisandris despertaba de su aturdimiento temporal y embestía contra ellas.
-Aún no...- se dijo a si misma, posicionando sus manos en las numerosas heridas de Huracán para sanarla- Lo siento mucho, Lisandris... pero tengo a Isha en mis manos- susurró mientras veía como las heridas de Huracán se curaban bajo sus manos sanadoras.
Ayudó a levantarse a la centinela con poco más de varios minutos antes de que la jinete pudiese volver a atacarlas. Desenvainó a Karma mientras miraba a Huracán.
-No dejes que te hiera de nuevo...¡Eru está de nuestra parte!- le dijo a Huracán animándola a atacar a Lisandris sin perder tiempo- Pero por si acaso... estoy justo detrás tuya- bromeó de manera nerviosa. Karma relucía en su mano, blanca impoluta entre toda la oscuridad y derrumbes del templo.
Cesó de manera súbita. Y tan solo aquello fue la señal inequívoca de que había tenido éxito. Murmuró una plegaria y posó la vista sobre Eleatril, siendo rematada por Lisandris. Esquivó retazos de piedra a medida que avanzaba hacia ella, pero vio como a la vez que sus pasos se hacían más rápido, la vida de Eleatril vagaba con ellos y se acercaba a los dioses más de lo que había estado hasta entonces. Llevó su mano de manera distraída a la cicatriz en forma de luna de su muñeca, como si Isil la hubiese escuchado y el cese de la acción de Anar no fuese más que la llegada de sus estrellas. Pero no estaba todo perdido. Aún no... no mientras sus piernas siguiésen obedeciéndole a través de aquel amasijo de ruinas y escombros.
Llegó a donde se encontraba Huracán justo a tiempo para ver como el hechizo de la retenida Lisandris rebotaba en su armadura. La cegó por unos instantes y cayó al suelo, herida como estaba y manchada por el polvo del derrumbe.
-Dos pasos más..- se dijo a tientas, hasta que encontró la mano de Huracán casi sumergida en los escombros, inundada por la adrenalina de encontrarla.
Retiró las piedras más grande primero, casi repitiéndose que la mujer debía estar viva. Necesitaba estarlo, Ya habían perdido a dos personas... ella no podía haberse ido también. Cuando medio cuerpo de la mujer estuvo desvinculado de las piedras que lo sepultaban escuchó a Lisandris maldecir ante su jaula invisible y pudo ver como su propio ataque a huracán la había herido y aturdido.
-Tan solo unas piedras más... vamos- Le dijo a huracán., viendo cómo la sangre de la chica se mezclaba con la suya propia. La mujer estaba pálida.-Son... son solo unos rasguños-- mintió más para convencerse a si misma que a su compañera mientras la liberaba por completo de las piedras que la sepultaban
No tenía mucho tiempo. Le temblaban las manos y casi podía imaginar como Lisandris despertaba de su aturdimiento temporal y embestía contra ellas.
-Aún no...- se dijo a si misma, posicionando sus manos en las numerosas heridas de Huracán para sanarla- Lo siento mucho, Lisandris... pero tengo a Isha en mis manos- susurró mientras veía como las heridas de Huracán se curaban bajo sus manos sanadoras.
Ayudó a levantarse a la centinela con poco más de varios minutos antes de que la jinete pudiese volver a atacarlas. Desenvainó a Karma mientras miraba a Huracán.
-No dejes que te hiera de nuevo...¡Eru está de nuestra parte!- le dijo a Huracán animándola a atacar a Lisandris sin perder tiempo- Pero por si acaso... estoy justo detrás tuya- bromeó de manera nerviosa. Karma relucía en su mano, blanca impoluta entre toda la oscuridad y derrumbes del templo.
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Eilydh usa su rasgo de raza elfica, Manos sanadoras para curar las heridas de Huracán en las más leves y acelerar el proceso de curación en las más graves, evitando que sangren y que la mujer muera.
Eilydh
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Re: [Trama de Sandorái] Veo fuego en Anar
Pasan muchas cosas en lo que puede definirse como un turno combativo, los chicos buenos consiguen avances patentes y eso no se puede negar… claro que viene con un incremento masivo del riesgo.
Logran lastimar a la mujer enemiga y de qué forma, de no ser por sus artículos mágicos ahora mismo estaría saludando a los dioses. Desgraciadamente es una manzana muy dura de pelar, no se rendirá sin luchar hasta el último respiro.
Tanto Vincent como Demian quedan paralizados, un sacrificio notable por lograr herirla. Con esa vanguardia inutilizada, la facción decente busca nuevos héroes que puedan resistir el embate de la dragona.
Se ponen todas las esperanzas en Al'theas, quien armado con la espada del rey termina en primera línea. Sus ataques son potenciados tanto por la espada como por su destreza marcial, claro que el enemigo es formidable.
Paralelo a esto, el pequeño Canel se levanta luego de recibir una onda expansiva. Esta lastimado pero sin duda se encuentra en mejor estado que su hermano, aunque evita quejarse y es que… bueno, incluso herido sigue siendo rarito.
Su ataque mágico contra las ratas logro el objetivo, se mataron entre ellas ante la sonrisa maliciosa del personaje. Solo queda la más fuerte activa por derecho de victoria, dicho animal es el futuro objetivo.
Aunque el caballero esmeralda logra retener al desagradable ser, es claro que sigue funcionando. Este último tiene un objetivo fijado, eliminar a una joven elfa que desgraciadamente termina en el lugar y momento equivocado.
Con una concentración fugaz, el brujito enfoca al animal para luego desencadenar su habilidad más potente. Destruye su percepción, confundiendo la realidad del sobrealimentado roedor. En la mente de la criatura, su propia carne se vuelve el enemigo.
Entonces la rata guerrera ataca a la fuente de su odio irracional, lo que por ilusiones se traduce en su propia persona. Con cierto ataque visceral comete lo que cualquier personaje ajeno a la habilidad interpretaría como un suicidio.
Con su acción finalizada, el joven mago cae de rodillas agotado. Por primera vez en mucho tiempo siente sus fuerzas menguar… al menos hasta que Niniel utiliza habilidades potenciadoras y el panorama cambia.
Por otro lado y dentro de la zona segura, Chimar despierta. Si bien no está curado en su totalidad, siente una mejoría bastante grande con respecto a su estado. Es claro que la elfa sanadora no le dejo de lado.
Por desgracia hay demasiados heridos como para endosarse un tratamiento completo, la situación es desesperada y pronto lo comprueba con su veloz mente. Fuera de la esfera, el curioso elfo espadachín repele a duras penas los ataques del enemigo con la espada especial.
Sin perder tiempo, el joven genio termina de curar sus daños con la solución cicatrizante. Acto seguido busca a su hermano mientras siente como las capacidades poseídas aumentan exponencialmente, algo que encuentra respuesta cuando se manifiestan varias volutas.
Nin “sonríe de manera pilla”.
Cuando la barrera cae se lleva un susto de muerte, el último bastión desaparece y entran en el todo o nada. Si bien aún pueden pelear, es claro que sin la ventaja protectora los problemas se multiplican.
Al notar que su pariente por elección está bien, Maquiavelo suspira aliviado. Luego de centra en la dragona que parece tener todas las ventajas del mundo ahora mismo… tiempo de bajarla de la nube.
Cubriéndose tras una barricada menor, el niño genio saca su frasco de ácido concentrado. Aprovechando que la mujer tiene una pelea de varios flancos hace un lanzamiento formidable rumbo a su integridad.
Es un arma bastante desagradable pero a situaciones desesperadas medidas desesperadas, el ataque tecnológico debería dañarle severamente aunque todo depende de la suerte. Cuando el frasco estalla en el objetivo su joven causante se acurruca en la cobertura incapaz de mirar.
Logran lastimar a la mujer enemiga y de qué forma, de no ser por sus artículos mágicos ahora mismo estaría saludando a los dioses. Desgraciadamente es una manzana muy dura de pelar, no se rendirá sin luchar hasta el último respiro.
Tanto Vincent como Demian quedan paralizados, un sacrificio notable por lograr herirla. Con esa vanguardia inutilizada, la facción decente busca nuevos héroes que puedan resistir el embate de la dragona.
Se ponen todas las esperanzas en Al'theas, quien armado con la espada del rey termina en primera línea. Sus ataques son potenciados tanto por la espada como por su destreza marcial, claro que el enemigo es formidable.
Paralelo a esto, el pequeño Canel se levanta luego de recibir una onda expansiva. Esta lastimado pero sin duda se encuentra en mejor estado que su hermano, aunque evita quejarse y es que… bueno, incluso herido sigue siendo rarito.
Su ataque mágico contra las ratas logro el objetivo, se mataron entre ellas ante la sonrisa maliciosa del personaje. Solo queda la más fuerte activa por derecho de victoria, dicho animal es el futuro objetivo.
Aunque el caballero esmeralda logra retener al desagradable ser, es claro que sigue funcionando. Este último tiene un objetivo fijado, eliminar a una joven elfa que desgraciadamente termina en el lugar y momento equivocado.
Con una concentración fugaz, el brujito enfoca al animal para luego desencadenar su habilidad más potente. Destruye su percepción, confundiendo la realidad del sobrealimentado roedor. En la mente de la criatura, su propia carne se vuelve el enemigo.
Entonces la rata guerrera ataca a la fuente de su odio irracional, lo que por ilusiones se traduce en su propia persona. Con cierto ataque visceral comete lo que cualquier personaje ajeno a la habilidad interpretaría como un suicidio.
Con su acción finalizada, el joven mago cae de rodillas agotado. Por primera vez en mucho tiempo siente sus fuerzas menguar… al menos hasta que Niniel utiliza habilidades potenciadoras y el panorama cambia.
Por otro lado y dentro de la zona segura, Chimar despierta. Si bien no está curado en su totalidad, siente una mejoría bastante grande con respecto a su estado. Es claro que la elfa sanadora no le dejo de lado.
Por desgracia hay demasiados heridos como para endosarse un tratamiento completo, la situación es desesperada y pronto lo comprueba con su veloz mente. Fuera de la esfera, el curioso elfo espadachín repele a duras penas los ataques del enemigo con la espada especial.
Sin perder tiempo, el joven genio termina de curar sus daños con la solución cicatrizante. Acto seguido busca a su hermano mientras siente como las capacidades poseídas aumentan exponencialmente, algo que encuentra respuesta cuando se manifiestan varias volutas.
Nin “sonríe de manera pilla”.
Cuando la barrera cae se lleva un susto de muerte, el último bastión desaparece y entran en el todo o nada. Si bien aún pueden pelear, es claro que sin la ventaja protectora los problemas se multiplican.
Al notar que su pariente por elección está bien, Maquiavelo suspira aliviado. Luego de centra en la dragona que parece tener todas las ventajas del mundo ahora mismo… tiempo de bajarla de la nube.
Cubriéndose tras una barricada menor, el niño genio saca su frasco de ácido concentrado. Aprovechando que la mujer tiene una pelea de varios flancos hace un lanzamiento formidable rumbo a su integridad.
Es un arma bastante desagradable pero a situaciones desesperadas medidas desesperadas, el ataque tecnológico debería dañarle severamente aunque todo depende de la suerte. Cuando el frasco estalla en el objetivo su joven causante se acurruca en la cobertura incapaz de mirar.
- Off:
- Canel usa su habilidad de Lvl 10 (Mi peor enemigo) / Chimar usa su habilidad de Lvl 3 (Solución cicatrizante) y su habilidad de Lvl 7 (Sustancia corrosiva)
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Re: [Trama de Sandorái] Veo fuego en Anar
El sonido de la lucha se recrudeció. El cansancio y la sangre constituían los dos pilares del épico enfrentamiento que tenía lugar allí, un fantasma de violencia entre los bosques milenarios.
Las palabras de la criatura que había ayudado a rescatarlo le confundieron un instante, preguntándose quien había instado a la felina a apoyar el combate en ese concreto lugar de la batalla. Mas tales pensamientos presto se desvanecieron. Restaba una sola rata, habiéndose exterminado el resto entre sí, y Nousis no podía componer un gesto de alivio creíble. Detestaba la magia. Era algo demasiado ilógico y peligroso. Tan sólo la de curación mereció levemente sun respeto por sus obvios beneficios y su procedencia divina. El resto componían la denigrante brujería, hechizos del mal de esa raza de demonios que habían tomado las antiguas islas élficas.
La marcha de la criatura así como el final del rataggedón, permitieron al Elfo echar un nuevo vistazo alrededor y tomar aliento. Su espada se encontraba tinta en la pútrida sangre de aquellas alimañas. El templo estaba en ruinas. Los cadáveres alfombraban el suelo que se debatía entre la sagrada tierra cercana al árbol madre y los cascotes de las paredes derruidas por mor del ataque del dragón. Nousis se mantuvo quieto unos segundos, como si se encontrase en medio de una pesadilla de la cual no reconocía el inicio, el momento de haberse quedado tan profundamente dormido. Miró su arma, como su mano no le perteneciese. Su vista contempló el desastre que tenía ante sí.
A cierta distancia, puso constatar que el dragón había desaparecido. Sólo una figura femenina con forma humana constituía el centro de la durísima pugna, arrinconando y peleando contra al menos media docena de enemigos. Un muchacho humano de corta estatura, varios elfos y la felina que le había ayudado, humanos… un variopinto grupo contenía las arremetidas de la rival, que luchaba sin ceder un ápice. El Elfo se mostró impresionado al ver a uno de los suyos emplearse cuerpo a cuerpo, directamente, contra ella. Esperó verle morir de un instante a otro. Aquel joven rey también se hallaba cerca, dentro de una extraña esfera, mágica a todas luces. Nousis se sintió pequeño, débil, y odió su falta de poder en un momento como aquel. Las dudas que en sus viajes le asaltaban, las mismas que le decían que nunca podría proteger a su pueblo o terminar con sus enemigos, le asaltaron más fuertes que nunca, y miró al suelo, apretando el puño y el mango de la espada. Era uno como tantos otros. Y allí se estaba librando una batalla que parecía decidir el futuro de su patria. Allí no sería de ayuda. Alzó una plegaria por ellos antes de mirar a Aradia, que por fortuna, aún se encontraba allí. Una sonrisa que mezclaba disculpa y decisión esbozó antes de hablar.
-No sé qué habrá ocurrido con quienes bajaron al Templo. Pero es posible que sea de más ayuda allí que aquí- señaló al Enemigo-Después de todo, es nuestra historia. Nuestras raíces. Proteger el santuario es asunto élfico.
Y acercándose al borde que separaba el suelo intacto de lo que había sido destruido, observó con cuidado, buscando el mejor lugar por donde descender y tal vez, apoyar a los desconocidos que habían llegado antes. Encontrara lo que encontrase, sería más útil que en lucha del piso superior.
_______
OFF: Dado el post de Chim, doy por hecho que terminó con la rata restante, de ahí el resto de mi post.
Nou no salta a lo loco. No me quedó claro si quedaba la cuerda, o si había forma de bajar sin matarse, que es lo que busca mi pj, dado que desconozco la forma del derrumbe xD
Nousis Indirel
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Re: [Trama de Sandorái] Veo fuego en Anar
Lo bueno, es que después de un muy bizarro conjunto de situaciones quedaba una rata belicosa superdesarrollada y asquerosa que al ser algo totalmente antinatural su presencia revolvía el estómago de la elfa, lo malo es que parecía concentrarse en ella y con sus ataques la hacía ir hacia el borde de un abismo que no se veía tan mal ante el destino que le aguardaba y que de no ser porque estaba usando su cadena a modo de escudo tensándola entre sus manos para detener los estoques seguro otra historia se contaría y posiblemente le harían referencia como la elfa numero x que había caído sin pena ni gloria en ese ataque… Como fuere en un momento se debatía entre su pronta caída o ser alfilereada cuando la rata pareció confusa y se comenzó a atacar, mire a Nousis señalaba al enemigo que se enfrentaban. Se sintió minúscula, ella apenas había podido con una rata y se podría decir que ni eso. Decidió seguir a su congénere mas que nada por el hecho de que la rata no fuera a cambiar de opinión y la tomara a guardia baja y la atacara de nuevo.
-Por favor no te derrumbes aún.- Suplicaba al piso que estaba a sus pies y como pudo se afianzaba de la roca para ir a un abismo donde otros habían entrado y rezaba por que estuvieran bien.
-Por favor no te derrumbes aún.- Suplicaba al piso que estaba a sus pies y como pudo se afianzaba de la roca para ir a un abismo donde otros habían entrado y rezaba por que estuvieran bien.
Aradia Hazelmere
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Re: [Trama de Sandorái] Veo fuego en Anar
Mientras me preparaba, Eleatril había distraído a la perfección a la jinete oscuro. Luego mi ataque también fue perfecto. Y el efecto de la gema aguamarina fue mucho mejor de lo que había esperado. Solo faltaba que Anastasia diera el anhelado golpe de gracia y, finalmente, podría volver a la superficie para ayudar a Xana.
Fue el peor momento para que unos escombros cayeran sobre la centinela.
–N-no… –logré articular, mirando perplejo la terrible escena.
Sin perder tiempo, la jinete me disparó una esfera de energía. Intenté evadirlo, pero mis extremidades no respondieron. De hecho, ni siquiera era capaz de sentir mi brazo derecho. Y sabía muy bien la razón: sobrepasar mis límites en mi último ataque afectó de forma negativa funciones importantes de mi cuerpo, dejándome indefenso en el peor momento.
Al siguiente instante la esfera me envolvió, asegurándome que ya no habría salvación para mí. Y ni siquiera alcancé a gritar antes de que todo se tornara infinitamente negro y silencioso.
Tras atravesar el umbral hacia la oscuridad eterna, me disculpé interiormente con Xana, Virgo, Uri y las chicas en el templo. Queriendo ayudarlos a todos, les fallé a cada uno.
Reconociendo con resignación que ya no podría arreglar mis errores, acepté el desenlace. Después de todo, siempre supe que mi maldita necesidad de salvar a otros me conduciría hacia un final fatídico.
Y en el fondo, aunque evitara pensar en ello, creía que la muerte me ofrecería eternamente algo que deseaba.
Siendo honesto, actuar como un héroe nunca fue algo lo suficientemente satisfactorio. Para mi difunto padre, al ayudar a otros obtenía satisfacción personal, y esa recompensa fue su principal motivación para seguir un camino altruista, a pesar de los problemas con los que tuviera que lidiar.
Pero yo no era así. Yo era incapaz de sentir suficiente placer al salvar a otros. Arriesgué mi vida por desconocidos, experimentando en el proceso angustia, estrés y dolor mientras ganaba enemigos, todo por un motivo diferente al de mi padre: quería evitar, a toda costa, sentir tortuosos sentimientos de culpa e impotencia, evitar sentirme de la misma desagradable manera que cuando no pude salvar a mamá, y me sentiría así siempre que un inocente sufriera por mi negligencia.
Por ello, si eliminar a cuantos males encontrara no hacía avanzar significativamente al mundo hacia uno donde no fueran necesarios los héroes, si la mayor parte de mi vida la usaría solo para evitar ese tonto dolor emocional, la muerte podría ser mi salvación, el escape definitivo del sufrimiento, aunque nunca la buscaría por propia voluntad.
Sin embargo, la muerte que me fue dada no significó el cese del dolor.
Tardé unos instantes en comprender mi extraña situación. Mi consciencia aún existía, atada a un cuerpo ajeno que obedecía la voluntad de su verdadero dueño, negándose a reconocer mi presencia.
Entonces supe lo que me esperaría: estaría condenado a ser un mero espectador, obligado a observar a quien haría sufrir a muchos, mientras que yo, sintiéndome dolorosamente impotente, no sería capaz de salvar a nadie nunca más. Y sin un cuerpo propio, ni siquiera podía gritar o llorar por mi desdicha.
Fue el peor momento para que unos escombros cayeran sobre la centinela.
–N-no… –logré articular, mirando perplejo la terrible escena.
Sin perder tiempo, la jinete me disparó una esfera de energía. Intenté evadirlo, pero mis extremidades no respondieron. De hecho, ni siquiera era capaz de sentir mi brazo derecho. Y sabía muy bien la razón: sobrepasar mis límites en mi último ataque afectó de forma negativa funciones importantes de mi cuerpo, dejándome indefenso en el peor momento.
Al siguiente instante la esfera me envolvió, asegurándome que ya no habría salvación para mí. Y ni siquiera alcancé a gritar antes de que todo se tornara infinitamente negro y silencioso.
Tras atravesar el umbral hacia la oscuridad eterna, me disculpé interiormente con Xana, Virgo, Uri y las chicas en el templo. Queriendo ayudarlos a todos, les fallé a cada uno.
Reconociendo con resignación que ya no podría arreglar mis errores, acepté el desenlace. Después de todo, siempre supe que mi maldita necesidad de salvar a otros me conduciría hacia un final fatídico.
Y en el fondo, aunque evitara pensar en ello, creía que la muerte me ofrecería eternamente algo que deseaba.
Siendo honesto, actuar como un héroe nunca fue algo lo suficientemente satisfactorio. Para mi difunto padre, al ayudar a otros obtenía satisfacción personal, y esa recompensa fue su principal motivación para seguir un camino altruista, a pesar de los problemas con los que tuviera que lidiar.
Pero yo no era así. Yo era incapaz de sentir suficiente placer al salvar a otros. Arriesgué mi vida por desconocidos, experimentando en el proceso angustia, estrés y dolor mientras ganaba enemigos, todo por un motivo diferente al de mi padre: quería evitar, a toda costa, sentir tortuosos sentimientos de culpa e impotencia, evitar sentirme de la misma desagradable manera que cuando no pude salvar a mamá, y me sentiría así siempre que un inocente sufriera por mi negligencia.
Por ello, si eliminar a cuantos males encontrara no hacía avanzar significativamente al mundo hacia uno donde no fueran necesarios los héroes, si la mayor parte de mi vida la usaría solo para evitar ese tonto dolor emocional, la muerte podría ser mi salvación, el escape definitivo del sufrimiento, aunque nunca la buscaría por propia voluntad.
Sin embargo, la muerte que me fue dada no significó el cese del dolor.
Tardé unos instantes en comprender mi extraña situación. Mi consciencia aún existía, atada a un cuerpo ajeno que obedecía la voluntad de su verdadero dueño, negándose a reconocer mi presencia.
Entonces supe lo que me esperaría: estaría condenado a ser un mero espectador, obligado a observar a quien haría sufrir a muchos, mientras que yo, sintiéndome dolorosamente impotente, no sería capaz de salvar a nadie nunca más. Y sin un cuerpo propio, ni siquiera podía gritar o llorar por mi desdicha.
Rauko
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Re: [Trama de Sandorái] Veo fuego en Anar
Demasiados escombros cayeron sobre mi cuerpo. Y por más que lo intenté aquellas corrientes de aire no sirvieron de nada. Terminé aplastada por completo. Pero ninguna roca había golpeado en mi cabeza o en una parte vital, por fortuna. Sangraba por la pierna y también por los labios. Empezaba a marearme. Pero mi corazón estaba con demasiada tensión como para ceder al desmayo. Si no estaba muerta, no estaba demasiado lejos de ello.
Sentí entonces como alguien comenzaba a retirar presión sobre mí. Por momentos pensé que sería Lisandris. Habiéndose deshecho de la elfa que no sería más que una molestia, vendría a acabar la faena. Pero, no. – Eres… Eres tú… - dije con una voz apagada, asustada, pero a la vez, como si tuviese una diosa delante de mí. – Gracias. – le respondí recobrando el aliento. Conforme sentía como sus manos sanaban mi cuerpo y mis heridas cicatrizaban. Cerré los ojos, dejándome curar, poco a poco.
Y cuando sentí de nuevo el éter, dentro de mí, los abrí furiosa. Enérgica.
Tenía una zorra con la que acabar.
Me volví una estela de humo, me alcé y me materialicé justo delante de los escombros. Lisandris estaba paralizada e inmóvil. Justo en el lugar en el que tenía que estarlo. Dentro de la semiesfera del Oblivion.
-No lo hará. – Respondí a Eilydh. - Tú quédate detrás de mí. - Y desenfundé mi ballesta pesada y disparé a Lisandris a la pierna. Quedó anclada al suelo, seguramente atravesándole la tibia. Luego, devolví mi arma a mi espalda. No iba a acabar con ella de una manera tan misericorde.
-Lisandris Tarmúnil. Has hecho daño a mucha gente. A mí. A mis amigos. A mis familiares. - Estiré mi brazo izquierdo. Los restos de escombros a mi izquierda comenzaron a moverse. Algunos incluso a elevarse sobre el suelo. – Desconozco cuantos mundos has arrasado. – Estiré ahora el derecho, haciendo lo propio con los escombros. – Pero te enseñaré… - Entonces, mis ojos se tornaron blancos, me elevé sobre el suelo con todas las rocas de ambos lados sobre mí. Por último, mi voz reverberó en toda la estancia, como pareciendo tener no una, sino varias, a la vez. - ¡…Que te has equivocado de mundo!
Desplacé con toda mis fuerzas y aún levitando los brazos hacia delante, enviando todos los escombros contra la Tarmúnil y aplastándola como la vil cucaracha que era.
Volví al suelo. Aquello aún no había terminado. No mientras aquella sucia rata siguiera contorneando los brazos entre las rocas. Buscando un resquicio de vida donde no lo había. Yo había tenido a Eilydh. Ella estaba sola.
Inicié mi andadura hacia la jinete oscuro. - Desde pequeña, la gente tiende, como tú, a subestimarme. “La magia de viento no es fuerte.” “Mestiza”, “¿Qué poderes tienes, Anastasia?” se burlaban. – anduve moviendo los brazos hacia delante, contorneando la cabeza. Taconeando con soberbia. Me llevé la mano a la cintura y por telequinesia atraje la granada Grey Mortem a mi mano. La obra tecnológica cumbre de Soffleheimer, y quizás la mayor cantidad de “energía” liberada en un espacio tan reducido en Aerandir. Jugué con ella dejándola botar en mi mano. – Y a los muy ignorantes, antes de dejarlos como a ti, siempre les respondía con lo mismo. ¿Que qué poder tengo, querido? – Cabeza a un lado. Una onomatopeya "plof" reveló que la anilla se había soltado. – Soy rica.
Y la arrojé suavemente contra ella.
-Vámonos. Este sitio va a ser historia. – Dije mientras me volvía contra Eilydh y la tomaba del brazo. Quizás no le sentara bien destruir un lugar que para ella tal vez fuera sagrado. Lo cierto es que me daba igual. La necesidad imperaba. Era una centinela, no una arqueóloga. Y además, tampoco seguía a ningún dios. Sólo a mí misma. Por todo ello, no iba a desaprovechar la oportunidad de poder acabar con un jinete oscuro.
Así, tomé a Eilydh del brazo, la envolví en una estela de humo que dirigí también a los cuerpos de Eleatril y Rauko. Elevándonos a los cuatro con la magia de viento. Mientras ascendíamos, una explosión en cadena por la detonación comenzaba a propagarse y ascender persiguiéndonos. Una bola de fuego pronto cubriría por completo el templo. Y con ella, el grito de destrucción de la Tarmúnil, parecía servir de acompañamiento macabro al espectáculo.
Una menos.
*Off: Uso mis habilidades, flotación aeroquinética, tinte de los boisson para escapar, y nuke para destruir por completo el templo de Anar y matar a la Tarmúnil. Quizás sea demasiado, pero dada la situación prefiero tirar a asegurar. Y la verdad que a Anastasia como buena bruja le dan bastante igual los templos élficos y… business is business.
Sentí entonces como alguien comenzaba a retirar presión sobre mí. Por momentos pensé que sería Lisandris. Habiéndose deshecho de la elfa que no sería más que una molestia, vendría a acabar la faena. Pero, no. – Eres… Eres tú… - dije con una voz apagada, asustada, pero a la vez, como si tuviese una diosa delante de mí. – Gracias. – le respondí recobrando el aliento. Conforme sentía como sus manos sanaban mi cuerpo y mis heridas cicatrizaban. Cerré los ojos, dejándome curar, poco a poco.
Y cuando sentí de nuevo el éter, dentro de mí, los abrí furiosa. Enérgica.
Tenía una zorra con la que acabar.
Me volví una estela de humo, me alcé y me materialicé justo delante de los escombros. Lisandris estaba paralizada e inmóvil. Justo en el lugar en el que tenía que estarlo. Dentro de la semiesfera del Oblivion.
-No lo hará. – Respondí a Eilydh. - Tú quédate detrás de mí. - Y desenfundé mi ballesta pesada y disparé a Lisandris a la pierna. Quedó anclada al suelo, seguramente atravesándole la tibia. Luego, devolví mi arma a mi espalda. No iba a acabar con ella de una manera tan misericorde.
-Lisandris Tarmúnil. Has hecho daño a mucha gente. A mí. A mis amigos. A mis familiares. - Estiré mi brazo izquierdo. Los restos de escombros a mi izquierda comenzaron a moverse. Algunos incluso a elevarse sobre el suelo. – Desconozco cuantos mundos has arrasado. – Estiré ahora el derecho, haciendo lo propio con los escombros. – Pero te enseñaré… - Entonces, mis ojos se tornaron blancos, me elevé sobre el suelo con todas las rocas de ambos lados sobre mí. Por último, mi voz reverberó en toda la estancia, como pareciendo tener no una, sino varias, a la vez. - ¡…Que te has equivocado de mundo!
Desplacé con toda mis fuerzas y aún levitando los brazos hacia delante, enviando todos los escombros contra la Tarmúnil y aplastándola como la vil cucaracha que era.
Volví al suelo. Aquello aún no había terminado. No mientras aquella sucia rata siguiera contorneando los brazos entre las rocas. Buscando un resquicio de vida donde no lo había. Yo había tenido a Eilydh. Ella estaba sola.
Inicié mi andadura hacia la jinete oscuro. - Desde pequeña, la gente tiende, como tú, a subestimarme. “La magia de viento no es fuerte.” “Mestiza”, “¿Qué poderes tienes, Anastasia?” se burlaban. – anduve moviendo los brazos hacia delante, contorneando la cabeza. Taconeando con soberbia. Me llevé la mano a la cintura y por telequinesia atraje la granada Grey Mortem a mi mano. La obra tecnológica cumbre de Soffleheimer, y quizás la mayor cantidad de “energía” liberada en un espacio tan reducido en Aerandir. Jugué con ella dejándola botar en mi mano. – Y a los muy ignorantes, antes de dejarlos como a ti, siempre les respondía con lo mismo. ¿Que qué poder tengo, querido? – Cabeza a un lado. Una onomatopeya "plof" reveló que la anilla se había soltado. – Soy rica.
Y la arrojé suavemente contra ella.
-Vámonos. Este sitio va a ser historia. – Dije mientras me volvía contra Eilydh y la tomaba del brazo. Quizás no le sentara bien destruir un lugar que para ella tal vez fuera sagrado. Lo cierto es que me daba igual. La necesidad imperaba. Era una centinela, no una arqueóloga. Y además, tampoco seguía a ningún dios. Sólo a mí misma. Por todo ello, no iba a desaprovechar la oportunidad de poder acabar con un jinete oscuro.
Así, tomé a Eilydh del brazo, la envolví en una estela de humo que dirigí también a los cuerpos de Eleatril y Rauko. Elevándonos a los cuatro con la magia de viento. Mientras ascendíamos, una explosión en cadena por la detonación comenzaba a propagarse y ascender persiguiéndonos. Una bola de fuego pronto cubriría por completo el templo. Y con ella, el grito de destrucción de la Tarmúnil, parecía servir de acompañamiento macabro al espectáculo.
Una menos.
*Off: Uso mis habilidades, flotación aeroquinética, tinte de los boisson para escapar, y nuke para destruir por completo el templo de Anar y matar a la Tarmúnil. Quizás sea demasiado, pero dada la situación prefiero tirar a asegurar. Y la verdad que a Anastasia como buena bruja le dan bastante igual los templos élficos y… business is business.
Anastasia Boisson
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Re: [Trama de Sandorái] Veo fuego en Anar
Por un lado, Querostraza, con la misma capa blanca en sus hombros, y la misma intención genocida en los ojos.
Por el otro, el último bastión aliado, gracia élfica que no terminaba de ceder. Pero por muy, muy poco.
Y en toda esa catástrofe de situación, yo y algún rostro conocido, y muchos otros que no había visto antes. No había diferencia entonces: Moriríamos juntos, o encontraríamos gloria como compañeros. Ya encontraría después, si sobrevivía, nombres que asociar a esos rostros.
Y es que, muy lejos de las preocupaciones conscientes, había encontrado un poco de calma en aquél grupo. Si habría de morir, ya no sería vagando a ciegas, confuso y solo, a manos de algún pestilente bicho peludo. Sería en medio de la batalla real, con suerte, habiendo logrado algún objetivo que nos acercara, si bien sólo un poco más, a la victoria.
El niñato real había cedido su espectacular espada a alguien en capacidades de blandirla. El contador marchaba hacia atrás, cada latido acercándonos al inevitable enfrentamiento definitivo. Los preparativos habían empezado, el inicio del fin.
Repentinamente sentí cómo mi cuerpo se aligeraba, cómo mi cansancio se atenuaba hasta desaparecer, así como el dolor de mi pierna. Miré a los lados, a esos curiosos orbes de luz que habían aparecido junto a mí y junto a los demás. Aquello era producto de la sacerdotisa, que procedió a explicarnos brevemente los efectos de su bendición. Era alguien con tremendo poder, mucho más capaz que mi madre, o que cualquier otro elfo que hubiese visto en el pasado. Ya habríamos muerto mucho antes, si no fuese el caso.
Tengo mucho que recorrer
— Había otros... —recapitulé por encima los rostros que había visto a lo largo del día, en especial antes de buscar las raíces de Atrio— No seré de ninguna utilidad luchando contra ella. Haré lo posible por traer apoyo.
Repasé la situación varias veces, en silencio. Ojeé a mis improvistos compañeros.
—...Espero que Anar de verdad esté con nosotros. —susurré, como consuelo personal.
Tras segundos eternos, llegó el momento. La defensa fue descartada, y acciones fueron tomadas de inmediato. Salí disparado al flanco de la dragona, aprovechando su atención en el portador de la espada. La niebla se había disipado con alguno de los ataques, el campo estaba tan claro como mi mente.
Campo que empezó a llenarse de monolitos de hielo, que si bien me sorprendieron al inicio, no tardé en aprovechar a mi ventaja. Si bien Querostraza y el elfo habían entablado combate, el poder de la dragona era tal que destruía aquello en la cercanía por simple daño colateral. Me lancé a cubierto, y una intensa oleada de calor azotó mi alrededor.
Vi un par de personas, un poco más allá. Reconocí el cabello rubio de uno, y lo ubiqué en el grupo de la sacerdotisa, tiempo atrás, en el campamento dragón. Él debía ser de utilidad. Debía ayudarle.
Respiré hondo, e intenté predecir la siguiente oleada. Me levanté de los restos de mi escudo improvisado, y corrí como el desgraciado que era. Lancé un vistazo rápido a los combatientes, y me percaté de que no lo lograría a tiempo.
Aceleré el paso como no me sería posible normalmente, y me lancé en una voltereta al siguiente monolito. Un latido, y, el intenso calor me rodeó, pero no llegó a mí. Lo había logrado a tiempo. Mi respiración estaba acelerada, como mi corazón. En este estado observé a mi alrededor, y a mi objetivo. Faltaba poco.
También me percaté de que una de las esferas de luz había desaparecido. Internalicé ese hecho.
Tomé rápidas bocanadas de aire, preparándome mentalmente para el siguiente tramo. Me levanté, preparé mis piernas, y me lancé en carrera, nuevamente.
Ya había recorrido buen tramo. El siguiente monolito estaba cerca. Como a... ¿medio metro, quizás? Sólo entonces se me ocurrió echar otro vistazo, y mis ojos se encontraron con los de Querostraza, antes de intentar ocultarme.
—¡...!
No sabría decir mucho de ese momento. Hubo otro destello, y el estallido de hielo... y todo se fue al negro.
...
Creo que como un sueño describiría aquello de mejor manera. No recuerdo ya qué había visto en ese momento. Quizás un par de ojos esmeralda... y flores. Un olor dulce, y la suavidad en mi piel...
...
Parpadeé lentamente, sin aliento, ni idea de dónde estaba. El pitido en mis oídos se desvaneció poco a poco, y alcé el rostro de la tierra. Sólo entonces me percaté del olor a quemado, y del profundo, inclemente y horroroso dolor que se había aferrado a mis piernas y espalda, y que me hizo deformar el rostro.
—¡A-aah...! —gemí, imponente, en el suelo. Apreté la mandíbula, y en mi vista nublada por lágrimas, pude ver al par de personas al que me estaba acercando segundos atrás. Ni siquiera revisé mi cuerpo. Temía que hacerlo me dejara en peor estado.
Me arrastré hacia ellos, mordiéndome los labios al punto en que había empezado a sentir el sabor a sangre. Tenía un propósito, y tenía que cumplirlo. Ya había hecho las pases con la muerte mucho tiempo atrás. Quizás sólo buscaba un buen motivo, algo que no me dejara mal sabor de boca, o que fuese muy aburrido.
Quizás este era mi mejor oportunidad.
Más cerca, pude percatarme de que uno de ellos era el niño que había visto tiempo atrás, en el Ohdá. Ni siquiera cuestioné qué hacía allí. Tampoco me pregunté si la dragona había acabado con el elfo, y se acercaba a mí. Pocas cosas estaban en mi vista en ese momento, y ya estaba cerca de una de ellas.
—Levanta... venga —hablé con voz ronca, débil y temblorosa— ¿E-estás durmiendo en medio de esto? —le di un par de palmadas en el pecho al rubio. Tenía intenciones de reírme tras eso. No pude.
Por suerte, no estaba malherido. Parecía afectado por algún ataque, pero no parecía estar malherido. Cerré los ojos, quizás por cansancio. Quizás para concentrarme. Mi palma empezó a cosquillear como ardía mi cuerpo, y de ella emanó calidez muy distinta al abrasador infierno que sentía a mi alrededor. [1] Quizás eso sería suficiente.
No me percaté entonces, pero la otra esfera de luz había desaparecido.
Sólo un poco más...
Me abrí paso hacia el muchacho. Ni siquiera comenté algo esta vez, la garganta no me daba.
Yo sabía que eras peculiar... Tú...
¿..Cuál era tu nombre?
Cerré los ojos, e intenté hacer lo mismo que con el rubio. [2]
Ve y haz algo. Por mí, anda. Seguro será más importante que yo, niño.
Y la calidez y cosquilleo se hicieron más débiles, así como lo hicieron también el dolor y mi consciencia.
Je... Quizás fui de utilidad al final.
No pude sino perderme en la oscuridad, cierta calma en mi corazón. Deseaba victoria en esta empresa.
...Quizás es hora, ¿Aurora...?
La desesperación se había disipado. Nunca antes me había dado cuenta de lo mucho que anhelaba ese momento.
...Quizás...
También deseaba simplemente quedarme ahí, y no volver. Estaba satisfecho con lo que había logrado aquí. Con lo que había hecho antes, también,
Tras unos momentos, perdí el conocimiento.
*Con el segundo turno de Calma, las bendiciones de Niniel y uno de los monolitos de Al'theas, "sobrevivo" un ataque "directo" de Querostraza.
*[1] Uso Imposición de manos en Vincent, gastando la última de las esferitas de Niniel.
*[2] Intento usar Imposición de manos en Demian.
*Me dejo K.O yo mismo, producto de las heridas sufridas, y el cansancio del numerito montado.
Como siempre, editaré si metí la pata en algún lugar.
Si no, fue un placer, Ger. Todos.
Grandioso evento en el que metí a Mefisto como primer tema máster.
Por el otro, el último bastión aliado, gracia élfica que no terminaba de ceder. Pero por muy, muy poco.
Y en toda esa catástrofe de situación, yo y algún rostro conocido, y muchos otros que no había visto antes. No había diferencia entonces: Moriríamos juntos, o encontraríamos gloria como compañeros. Ya encontraría después, si sobrevivía, nombres que asociar a esos rostros.
Y es que, muy lejos de las preocupaciones conscientes, había encontrado un poco de calma en aquél grupo. Si habría de morir, ya no sería vagando a ciegas, confuso y solo, a manos de algún pestilente bicho peludo. Sería en medio de la batalla real, con suerte, habiendo logrado algún objetivo que nos acercara, si bien sólo un poco más, a la victoria.
El niñato real había cedido su espectacular espada a alguien en capacidades de blandirla. El contador marchaba hacia atrás, cada latido acercándonos al inevitable enfrentamiento definitivo. Los preparativos habían empezado, el inicio del fin.
Repentinamente sentí cómo mi cuerpo se aligeraba, cómo mi cansancio se atenuaba hasta desaparecer, así como el dolor de mi pierna. Miré a los lados, a esos curiosos orbes de luz que habían aparecido junto a mí y junto a los demás. Aquello era producto de la sacerdotisa, que procedió a explicarnos brevemente los efectos de su bendición. Era alguien con tremendo poder, mucho más capaz que mi madre, o que cualquier otro elfo que hubiese visto en el pasado. Ya habríamos muerto mucho antes, si no fuese el caso.
Tengo mucho que recorrer
— Había otros... —recapitulé por encima los rostros que había visto a lo largo del día, en especial antes de buscar las raíces de Atrio— No seré de ninguna utilidad luchando contra ella. Haré lo posible por traer apoyo.
Repasé la situación varias veces, en silencio. Ojeé a mis improvistos compañeros.
—...Espero que Anar de verdad esté con nosotros. —susurré, como consuelo personal.
Tras segundos eternos, llegó el momento. La defensa fue descartada, y acciones fueron tomadas de inmediato. Salí disparado al flanco de la dragona, aprovechando su atención en el portador de la espada. La niebla se había disipado con alguno de los ataques, el campo estaba tan claro como mi mente.
Campo que empezó a llenarse de monolitos de hielo, que si bien me sorprendieron al inicio, no tardé en aprovechar a mi ventaja. Si bien Querostraza y el elfo habían entablado combate, el poder de la dragona era tal que destruía aquello en la cercanía por simple daño colateral. Me lancé a cubierto, y una intensa oleada de calor azotó mi alrededor.
Vi un par de personas, un poco más allá. Reconocí el cabello rubio de uno, y lo ubiqué en el grupo de la sacerdotisa, tiempo atrás, en el campamento dragón. Él debía ser de utilidad. Debía ayudarle.
Respiré hondo, e intenté predecir la siguiente oleada. Me levanté de los restos de mi escudo improvisado, y corrí como el desgraciado que era. Lancé un vistazo rápido a los combatientes, y me percaté de que no lo lograría a tiempo.
Aceleré el paso como no me sería posible normalmente, y me lancé en una voltereta al siguiente monolito. Un latido, y, el intenso calor me rodeó, pero no llegó a mí. Lo había logrado a tiempo. Mi respiración estaba acelerada, como mi corazón. En este estado observé a mi alrededor, y a mi objetivo. Faltaba poco.
También me percaté de que una de las esferas de luz había desaparecido. Internalicé ese hecho.
Tomé rápidas bocanadas de aire, preparándome mentalmente para el siguiente tramo. Me levanté, preparé mis piernas, y me lancé en carrera, nuevamente.
Ya había recorrido buen tramo. El siguiente monolito estaba cerca. Como a... ¿medio metro, quizás? Sólo entonces se me ocurrió echar otro vistazo, y mis ojos se encontraron con los de Querostraza, antes de intentar ocultarme.
—¡...!
No sabría decir mucho de ese momento. Hubo otro destello, y el estallido de hielo... y todo se fue al negro.
...
Creo que como un sueño describiría aquello de mejor manera. No recuerdo ya qué había visto en ese momento. Quizás un par de ojos esmeralda... y flores. Un olor dulce, y la suavidad en mi piel...
...
Parpadeé lentamente, sin aliento, ni idea de dónde estaba. El pitido en mis oídos se desvaneció poco a poco, y alcé el rostro de la tierra. Sólo entonces me percaté del olor a quemado, y del profundo, inclemente y horroroso dolor que se había aferrado a mis piernas y espalda, y que me hizo deformar el rostro.
—¡A-aah...! —gemí, imponente, en el suelo. Apreté la mandíbula, y en mi vista nublada por lágrimas, pude ver al par de personas al que me estaba acercando segundos atrás. Ni siquiera revisé mi cuerpo. Temía que hacerlo me dejara en peor estado.
Me arrastré hacia ellos, mordiéndome los labios al punto en que había empezado a sentir el sabor a sangre. Tenía un propósito, y tenía que cumplirlo. Ya había hecho las pases con la muerte mucho tiempo atrás. Quizás sólo buscaba un buen motivo, algo que no me dejara mal sabor de boca, o que fuese muy aburrido.
Quizás este era mi mejor oportunidad.
Más cerca, pude percatarme de que uno de ellos era el niño que había visto tiempo atrás, en el Ohdá. Ni siquiera cuestioné qué hacía allí. Tampoco me pregunté si la dragona había acabado con el elfo, y se acercaba a mí. Pocas cosas estaban en mi vista en ese momento, y ya estaba cerca de una de ellas.
—Levanta... venga —hablé con voz ronca, débil y temblorosa— ¿E-estás durmiendo en medio de esto? —le di un par de palmadas en el pecho al rubio. Tenía intenciones de reírme tras eso. No pude.
Por suerte, no estaba malherido. Parecía afectado por algún ataque, pero no parecía estar malherido. Cerré los ojos, quizás por cansancio. Quizás para concentrarme. Mi palma empezó a cosquillear como ardía mi cuerpo, y de ella emanó calidez muy distinta al abrasador infierno que sentía a mi alrededor. [1] Quizás eso sería suficiente.
No me percaté entonces, pero la otra esfera de luz había desaparecido.
Sólo un poco más...
Me abrí paso hacia el muchacho. Ni siquiera comenté algo esta vez, la garganta no me daba.
Yo sabía que eras peculiar... Tú...
¿..Cuál era tu nombre?
Cerré los ojos, e intenté hacer lo mismo que con el rubio. [2]
Ve y haz algo. Por mí, anda. Seguro será más importante que yo, niño.
Y la calidez y cosquilleo se hicieron más débiles, así como lo hicieron también el dolor y mi consciencia.
Je... Quizás fui de utilidad al final.
No pude sino perderme en la oscuridad, cierta calma en mi corazón. Deseaba victoria en esta empresa.
...Quizás es hora, ¿Aurora...?
La desesperación se había disipado. Nunca antes me había dado cuenta de lo mucho que anhelaba ese momento.
...Quizás...
También deseaba simplemente quedarme ahí, y no volver. Estaba satisfecho con lo que había logrado aquí. Con lo que había hecho antes, también,
Tras unos momentos, perdí el conocimiento.
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*Con el segundo turno de Calma, las bendiciones de Niniel y uno de los monolitos de Al'theas, "sobrevivo" un ataque "directo" de Querostraza.
*[1] Uso Imposición de manos en Vincent, gastando la última de las esferitas de Niniel.
*[2] Intento usar Imposición de manos en Demian.
*Me dejo K.O yo mismo, producto de las heridas sufridas, y el cansancio del numerito montado.
Como siempre, editaré si metí la pata en algún lugar.
Si no, fue un placer, Ger. Todos.
Grandioso evento en el que metí a Mefisto como primer tema máster.
Mefisto
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Re: [Trama de Sandorái] Veo fuego en Anar
Demian siguió su movimiento tal como estaba calculado... atacar con todo, girar sobre su tobillo y emprender una rápida huída. Era el estilo de un asesino, ir a matar, pero no quedarse quieto a ver el resultado, aparecer de las sombras para terminar con el objetivo, salvar la propia vida y luego comprobar los efectos.
Pero esta vez no pudo terminar el proceso.
La descarga de energía que vino desde la dragona le pilló por sorpresa. No sabía que fuera capaz de eso (aunque no debía de sorprenderle el que tuviera más arsenal que lo que había mostrado). No había hecho esa movida en la primera vez que la había atacado.
Sus pensamientos se detuvieron en una oleada de intenso dolor. Su cuerpo completo dejó de responder, como si éste y su mente fueran dos cosas completamente separadas.
Perdió la noción de lo que ocurría a su alrededor.
Lo siguiente que vio fue el rostro de un elfo, un elfo que le preguntaba su nombre.
–D-Demian –contesta, recuperando poco a poco sus sentidos y movimiento. La magia élfica, debía reconocer, era muy agradable, un verdadero impulso que hacía a uno sentirse nuevo.
–¿Importante? Los elfos han mostrado su valor más que nadie hoy –reconoció el chico.
Desde pequeño, siempre había aprendido que los elfos eran alguna especie de seres ambiciosos, fanáticos al extremo de la estupidez y débiles, o al menos eso era lo que decían los brujos en las Islas. Y ahora Níniel encabezaba una resistencia frontal a los terribles ataques de Querostraza, lanzando en ese preciso instante un poderoso conjuro; un elfo al que no conocía le enfrentaba directamente con una espada, captando su atención, mientras ponía en riesgo su propia vida, y otro elfo al que apenas había visto una vez en su vida le tendía una mano, a pesar del peligro.
Demian miró al otro sujeto que había sido ayudado por el elfo. Le había visto usar magia bruja, por lo que podía asumir que era de su misma raza.
–Es hora de que los brujos también mostremos el nuestro –le dijo poniéndose de pie.
Clava una daga en el suelo. Una daga de apariencia siniestra, que tras hacer contacto libera un aura oscura que va manchando el piso. Se trataba de un recurso que no le gustaba usar, por el claro toque maldito de su poder, pero que sabía podía ser muy útil.(1)
De pie en el interior del círculo formado, extiende una de sus manos.
–¡Querostraza! –grita–, ya mucho sufrimiento has causado. Pero no se puede provocar tanta muerte innecesaria y no pagar por ello.
Unas figuras fantasmales comienzan a asomarse desde el suelo. Primero un brazo, una cabeza, luego emergen, como salidos de sus tumbas. Su aspecto es horrendo, la mayoría quemados, desmembrados, con huesos rotos y partes faltantes. Sus ropas, las que quedan entre tanta brasa que aún no parece extinguirse de sus cuerpos, son humildes, de gente común y corriente... de las personas cuya vida Querostraza extinguió en su paso por Lunargenta. Había hombres, mujeres, incluso niños... el detalle de sus rostros se alimentaba de los terribles recuerdos que aún inundaban las pesadillas de Demian.
–Aquellos que has ignorado, los fantasmas de tus víctimas, cobrarán su venganza –dijo en tono lúgubre.
Los fantasmas se movieron hacia la temible enemiga, maltrechos, pero decididos, rodeándola y estirando sus quemados brazos para agarrarla, para retenerla, arañarla. Acercaron sus cabezas reventadas para morderla con los pocos dientes que les quedaban, atacaron desde todos lados, cada uno empeñado en hacer daño en un simple lugar, pero que en masa debían formar la peor de las torturas.
Costaba comprender que aquella ilusión provenía de la mente de un chico.(2)
Demian sacó sus dagas negras y una sombra recorrió su rostro. Era hora de que su sed de sangre volviera.
Se lanzó, sin comprobar si realmente el hechizo había surtido el efecto deseado sobre su enemiga. Al menos podía tener la confianza de que no era el único, muchos estaban en ese momento usando lo mejor de sí para que ella cayera. Incluso si uno de ellos fallaba, podía confiar en que el resto lo lograra.
Levantó su daga para descargarla sobre Querostraza(3).
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(1) La Daga Maldita de Demian corrompe el suelo y absorbe la vida del entorno cuando es clavada, aumentando el poder de los hechizos de brujos.
(2) Demian usa su habilidad de nivel 4: Valle de los Espíritus. Ésta crea una ilusión de torturas y sufrimiento a manos de fantasmas. En este caso he hecho como variante para efecto dramático el hacer visible la ilusión para todos. Este hechizo permite volver a usar Puñalada del Fantasma en el afectado.
(3) Si el hechizo ha tenido efecto, Demian complementa con Puñalada del Fantasma. Si no, bueno, intenta hacer una puñalada común y corriente. Y si ni eso, pues bueno.
(*) En resúmen, Demian usa un hechizo de tortura potenciado por su daga para intentar retener a Querostraza y se lanza a por la puñalada.
PD: Vincent, ¡atácala con todo!
Demian
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Re: [Trama de Sandorái] Veo fuego en Anar
Aquella batalla contra Querostraza iba más allá de una lucha entre el bien y el mal, entre la supervivencia de las civilizaciones libres frente al yugo de Frendel. Aquel combate era personal.
Y sí, es cierto que mucho dirán que la guerra nunca debía ser un asunto personal, pero la realidad es que en el campo de batalla siempre lo era. Siempre se trataba de tú o él, de tú o ella, de sobrevivir. Sin embargo, en esta ocasión no era sólo supervivencia o una causa justa. Esta vez era mucho más.
El sacrificio de la encantadora Abbey había dado a Vincent una dosis extra de fuerza moral a la hora de enfrentarse a la dragona. Porque, si bien Abbey no se había sacrificado para detener directamente a Querostraza, lo cierto es que la dragona estaba allí para llegar hasta el jinete y ganar fuerza para su amo Frendel. Y por supuesto, no pensaba permitirlo.
El ataque combinado con Dutch tuvo éxito para satisfacción personal del brujo mercenario, más aún, cuando pudo observar como nada más caer la defensa de fuego de Querostraza, un chico que no conocía asestaba una puñalada a la semidragona por la espalda.
Vinc no podía estar más feliz. No sólo habían logrado destruir la defensa de su enemiga, sino que además un aliado había podido alcanzarla y herirla. No podía haber imaginado mejor resultado. ¿O tal vez sí?
El mercenario apenas había dado dos pasos para reunirse con su reciente camarada, cuando una ola mágica lo atravesó y llenó su cuerpo de un dolor sin igual. Cada extremidad, cada centímetro de su piel, cada órgano, todo su cuerpo dolía como si miles de agujas se hubieran clavado en él. Cayó de lado cuán largo al intentar dar su siguiente paso, como una plomada, como si hubiera muerto, pero aún sintiendo todo a su alrededor, todo lo que podía captar su mente entre los resquicios de aquella ola de dolor físico que atormentaba su mente.
No había podido llegar hasta su nuevo aliado para, con rapidez, elaborar una nueva táctica y un nuevo ataque sobre su rival. Ante esta situación, era fácil pensar que mucho menos podía seguir luchando contra Querostraza, y con franqueza, contra nada.
El dolor de la frustración y el fracaso dolía más que toda la agonía física que sentía y no le permitía moverse. Y esta se acrecentó cuando desde su posición, tirado de lado en mitad del campo de batalla, pudo ver la esfera luminosa de Níniel. Aquel faro se podía ver fácilmente entre la niebla, y si él antes y ahora podía verlo con facilidad, significaba que cualquier podía hacerlo, incluida la maldita Querostraza.
El brujo, aún paralizado, se sintió impotente al notar cómo la dragona se movía en aquella dirección, hacia su nuevo objetivo; y se sintió aún peor, cuando con el paso del tiempo se disipó la niebla y pudo contemplar la batalla que se desarrollaba en el lugar dónde se encontraba Níniel, Lucy, Al'theas y los heridos.
No podía quedarse de brazos cruzados. No podía ver luchar a sus amigos en solitario, no dejar a los heridos a merced de esa psicópata. Mucho menos ver peligrar la vida de la mujer que amaba.
Por eso, Vinc intentó moverse, hacer algo, lo que fuera, aunque fuese arrastrarse por el suelo hacia allí. Con la rabia producto de la impotencia pudo dejarse caer y quedar boca abajo, pero con la barbilla apoyada en el firme para seguir mirando su objetivo y darse más fuerzas. El siguiente paso era fácil de pensar, pero complicado de ejecutar, más aún así puso toda su alma y empeño en alargar el brazo derecho hacia adelante para sólo obtener como recompensa una punzada de dolor, más fuerte que toda las que ya sentía, atravesara su mente.
Unas lágrimas, fruto del agónico y tormentoso movimiento, y un grito de dolor fueron lo único que logró. Un grito escueto y corto, ya que ni siquiera pudo gritar el verdadero dolor que sentía, pues hasta mover la boca y generar sonidos le era imposible. Respirar ya dolía, todo lo demás estaba fuera de su alcance.
Vincent miró la escena del combate y observó fijamente a Querostraza mientras aún resbalaban por su mejilla sus lágrimas de dolor, y con su mirada clavada en ella, la maldijo silente por la tortura a la que lo había sometido. Por permitirle contemplar aquel panorama, impotente, en vez de acabar con él y ahorrarle aquella tortuosa visión. Por eso, después de maldecirla, rezó a los dioses para que le dieran la oportunidad de regresar a la batalla. La oportunidad de vengarse de la mujer que intentaba y quería destruir todo, y por el camino, a la mujer que amaba.
Todo parecía fuera de sus manos, más bien pareció que los dioses lo habían escuchado, pues una cara conocía llegó en su auxilio.
- Ah, mierda-, dijo aún medio entumecido por el dolor. - Se ve que no todos los elfos odian a los brujos-, se permitió bromear, recuperándose poco a poco, pero sintiéndose más animado porque al final, sí que iba a tener esa oportunidad de ayudar, y por qué no decirlo, de vengarse. - Qué quieres que te diga, luchar me da sueño-, terminó por decir, haciendo pruebas con su cuerpo, y haciendo movimientos para ver hasta donde era capaz de moverse ahora.
Casi se sentía como nuevo, más por evidentes razones aún no estaba en plena forma y aún le costaba un poco moverse en condiciones.
- Te reconozco del campamento, fuiste uno de los que fueron a buscar plantas medicinales para Sammuel, ¿no? - mencionó, al tiempo que se incorporaba y se estiraba. - Muchas gracias, ahora ayuda a este chico. Lo ha hecho muy bien y no podemos dejar a nadie así. Ha sido una auténtica tortura-, comentó finalmente, señalando al chico que estaba cerca de él.
Vincent estaba deseando retomar la lucha, más aún necesitó unos instantes para encontrarse en condiciones de ser un ayuda en la pelea, y no un estorbo. Un tiempo que sirvió para comprobar cómo el elfo sanaba a la otra persona afectada por la extraña magia de la dragona, así como para comprobar que Dutch y Bárbara estaban ocupados luchando los hombres rata.
- Mierda, por eso Dutch no ha podido socorrernos-, comentó para sí mismo, y luego miró hacia donde estaba Querostraza. - Pero ahora no puedo ayudarles, acabar con esa loca es prioritario-, le dijo al elfo y brujo cercanos a él.
Las ratas habían sido un problema, unos aliados de la dragona que habían complicado la batalla, ya que habían perdido la ventaja de la superioridad numérica aplastante que tenían frente a ella. Más era el momento de terminar con todo aquello, de cortarle la cabeza a la serpiente.
- Y nunca lo dudes, nuestro pequeño amigo tiene toda la razón, ayudar y curar a los combatientes para que estén listos para la lucha, es tan importante como combatir en primera línea-, le comentó como despedida, encaminándose hacia el lugar de la batalla. - Ah, y no olvides volver verme si salgo de esta. Te debo una-, le dijo sin girarse, con su mirada centrada en su enemiga.
Al'theas había luchado bien y había mantenido el tipo contra una poderosa rival, y había dado tiempo para que Níniel usara todo su potencial, y también para que el majo elfo pudiera auxiliarles. Eso proporcionaba dos atacantes más y más opciones de vencerla.
- Joder, chico-, manifestó, acelerando sus pasos que lo acercaban a la batalla. - Recuérdame que nunca te cabree-, comentó, nada más ver su hechizo de espíritus. –Aunque ya tendremos tiempo de socializar-, dijo finalmente, distanciándose del ilusionista para abrirle más frentes de defensa a Querostraza.
Si él no acababa con ella, lo haría Al'theas o Demian, como así dijo llamarse el joven ante el elfo salvador. Y si no, como podía apreciar por el otro flanco, podría hacerlo la propia Catherine.
Querostraza era poderosa, pero no podría defenderse del ataque de cuatro personas en diferentes direcciones. Ese era el plan.
- ¡Eh! ¡No digas que te has olvidado de mí y de esta espada! - gritó, llamando la atención de la dragona y atrayendo su mirada hacia el arma que una vez fuera de su maestro y ella perdiera.
Un mercenario experimentado como él estaba seguro que ese comentario le daría daño y trastocaría mentalmente a una mujer tan orgullosa como era Querostraza, al menos un instante. El tiempo que necesitaba para ganarle ventaja y matarla, o de darle esa ventaja a sus compañeros.
Vincent hizo ademán de atacarla cuerpo a cuerpo, al mismo tiempo que llevaba su mano diestra a la empuñadura de la espada. Sin embargo, en el último instante, en vez de desenvainar sin más y atacarla cuerpo a cuerpo con el filo del arma, dio un pequeño salto hacia atrás y en ese preciso momento desenvainó de verdad la espada a la vez que conjuraba Herida del Viento. El sonido característico del acero saliendo de la vaina resonó para dejar paso a una ráfaga de aire cortante que fue dirigido hacia el cuello de Querostraza.
Por si esto fuera poco, acabado ese ataque y nada más sentir los pies otra vez sobre el firme, Vincent, se apoyó en su magia de aire para impulsarse hacia adelante con la espada en ristre, esta vez la punta del arma en dirección hacia el corazón de la dragona.
- ¡Esquiva esto! - gritó mientras se impulsaba hacia adelante.
Querostraza podría esquivar uno de sus ataques, pero no los dos. Y si conseguía ser tan fuerte y ágil como para hacerlo, no podría hacerlo con los demás ataques combinados de brujo ilusionista, gata felina rápida como el viento y veterano elfo espadachín.
Vale, pues gracias a la ayuda de Mefisto puedo reincorporarme a la lucha y atacar a Querostraza cómo me comentó por privado Ger. (Después de que le llenara la bandeja de preguntas sobre la parálisis, la ronda, etc. Si este master sigue vivo, es más duro que Querostraza(?). Así que... pues eso hago XDD. Muchas gracias al bueno de Mef ^^
Entrando en materia, uso mi habilidad de nivel 4 a escasa distancia de la dragona.
La Herida del Viento – Imbuye el arma del brujo con aire. Al ser encantada el arma, esta tiene mayor filo por las corrientes de aire que acompañaran el ataque. Pudiendo incluso generar ráfagas de aire cortante, que pueden cortar al enemigo a una distancia de 6 metros, siendo este ataque a distancia, igual en daño a un corte normal con el arma. Esta habilidad solamente funcionará con armas cortantes.
Y nada más usarla me apoyo en mi maestría en aire (nivel 0), para impulsarme hacia adelante y realizar un ataque adicional cuerpo a cuerpo. Maestría en Armas Cortantes de una mano (nivel 3)
Y sí, es cierto que mucho dirán que la guerra nunca debía ser un asunto personal, pero la realidad es que en el campo de batalla siempre lo era. Siempre se trataba de tú o él, de tú o ella, de sobrevivir. Sin embargo, en esta ocasión no era sólo supervivencia o una causa justa. Esta vez era mucho más.
El sacrificio de la encantadora Abbey había dado a Vincent una dosis extra de fuerza moral a la hora de enfrentarse a la dragona. Porque, si bien Abbey no se había sacrificado para detener directamente a Querostraza, lo cierto es que la dragona estaba allí para llegar hasta el jinete y ganar fuerza para su amo Frendel. Y por supuesto, no pensaba permitirlo.
El ataque combinado con Dutch tuvo éxito para satisfacción personal del brujo mercenario, más aún, cuando pudo observar como nada más caer la defensa de fuego de Querostraza, un chico que no conocía asestaba una puñalada a la semidragona por la espalda.
Vinc no podía estar más feliz. No sólo habían logrado destruir la defensa de su enemiga, sino que además un aliado había podido alcanzarla y herirla. No podía haber imaginado mejor resultado. ¿O tal vez sí?
El mercenario apenas había dado dos pasos para reunirse con su reciente camarada, cuando una ola mágica lo atravesó y llenó su cuerpo de un dolor sin igual. Cada extremidad, cada centímetro de su piel, cada órgano, todo su cuerpo dolía como si miles de agujas se hubieran clavado en él. Cayó de lado cuán largo al intentar dar su siguiente paso, como una plomada, como si hubiera muerto, pero aún sintiendo todo a su alrededor, todo lo que podía captar su mente entre los resquicios de aquella ola de dolor físico que atormentaba su mente.
No había podido llegar hasta su nuevo aliado para, con rapidez, elaborar una nueva táctica y un nuevo ataque sobre su rival. Ante esta situación, era fácil pensar que mucho menos podía seguir luchando contra Querostraza, y con franqueza, contra nada.
El dolor de la frustración y el fracaso dolía más que toda la agonía física que sentía y no le permitía moverse. Y esta se acrecentó cuando desde su posición, tirado de lado en mitad del campo de batalla, pudo ver la esfera luminosa de Níniel. Aquel faro se podía ver fácilmente entre la niebla, y si él antes y ahora podía verlo con facilidad, significaba que cualquier podía hacerlo, incluida la maldita Querostraza.
El brujo, aún paralizado, se sintió impotente al notar cómo la dragona se movía en aquella dirección, hacia su nuevo objetivo; y se sintió aún peor, cuando con el paso del tiempo se disipó la niebla y pudo contemplar la batalla que se desarrollaba en el lugar dónde se encontraba Níniel, Lucy, Al'theas y los heridos.
No podía quedarse de brazos cruzados. No podía ver luchar a sus amigos en solitario, no dejar a los heridos a merced de esa psicópata. Mucho menos ver peligrar la vida de la mujer que amaba.
Por eso, Vinc intentó moverse, hacer algo, lo que fuera, aunque fuese arrastrarse por el suelo hacia allí. Con la rabia producto de la impotencia pudo dejarse caer y quedar boca abajo, pero con la barbilla apoyada en el firme para seguir mirando su objetivo y darse más fuerzas. El siguiente paso era fácil de pensar, pero complicado de ejecutar, más aún así puso toda su alma y empeño en alargar el brazo derecho hacia adelante para sólo obtener como recompensa una punzada de dolor, más fuerte que toda las que ya sentía, atravesara su mente.
Unas lágrimas, fruto del agónico y tormentoso movimiento, y un grito de dolor fueron lo único que logró. Un grito escueto y corto, ya que ni siquiera pudo gritar el verdadero dolor que sentía, pues hasta mover la boca y generar sonidos le era imposible. Respirar ya dolía, todo lo demás estaba fuera de su alcance.
Vincent miró la escena del combate y observó fijamente a Querostraza mientras aún resbalaban por su mejilla sus lágrimas de dolor, y con su mirada clavada en ella, la maldijo silente por la tortura a la que lo había sometido. Por permitirle contemplar aquel panorama, impotente, en vez de acabar con él y ahorrarle aquella tortuosa visión. Por eso, después de maldecirla, rezó a los dioses para que le dieran la oportunidad de regresar a la batalla. La oportunidad de vengarse de la mujer que intentaba y quería destruir todo, y por el camino, a la mujer que amaba.
Todo parecía fuera de sus manos, más bien pareció que los dioses lo habían escuchado, pues una cara conocía llegó en su auxilio.
- Ah, mierda-, dijo aún medio entumecido por el dolor. - Se ve que no todos los elfos odian a los brujos-, se permitió bromear, recuperándose poco a poco, pero sintiéndose más animado porque al final, sí que iba a tener esa oportunidad de ayudar, y por qué no decirlo, de vengarse. - Qué quieres que te diga, luchar me da sueño-, terminó por decir, haciendo pruebas con su cuerpo, y haciendo movimientos para ver hasta donde era capaz de moverse ahora.
Casi se sentía como nuevo, más por evidentes razones aún no estaba en plena forma y aún le costaba un poco moverse en condiciones.
- Te reconozco del campamento, fuiste uno de los que fueron a buscar plantas medicinales para Sammuel, ¿no? - mencionó, al tiempo que se incorporaba y se estiraba. - Muchas gracias, ahora ayuda a este chico. Lo ha hecho muy bien y no podemos dejar a nadie así. Ha sido una auténtica tortura-, comentó finalmente, señalando al chico que estaba cerca de él.
Vincent estaba deseando retomar la lucha, más aún necesitó unos instantes para encontrarse en condiciones de ser un ayuda en la pelea, y no un estorbo. Un tiempo que sirvió para comprobar cómo el elfo sanaba a la otra persona afectada por la extraña magia de la dragona, así como para comprobar que Dutch y Bárbara estaban ocupados luchando los hombres rata.
- Mierda, por eso Dutch no ha podido socorrernos-, comentó para sí mismo, y luego miró hacia donde estaba Querostraza. - Pero ahora no puedo ayudarles, acabar con esa loca es prioritario-, le dijo al elfo y brujo cercanos a él.
Las ratas habían sido un problema, unos aliados de la dragona que habían complicado la batalla, ya que habían perdido la ventaja de la superioridad numérica aplastante que tenían frente a ella. Más era el momento de terminar con todo aquello, de cortarle la cabeza a la serpiente.
- Y nunca lo dudes, nuestro pequeño amigo tiene toda la razón, ayudar y curar a los combatientes para que estén listos para la lucha, es tan importante como combatir en primera línea-, le comentó como despedida, encaminándose hacia el lugar de la batalla. - Ah, y no olvides volver verme si salgo de esta. Te debo una-, le dijo sin girarse, con su mirada centrada en su enemiga.
Al'theas había luchado bien y había mantenido el tipo contra una poderosa rival, y había dado tiempo para que Níniel usara todo su potencial, y también para que el majo elfo pudiera auxiliarles. Eso proporcionaba dos atacantes más y más opciones de vencerla.
- Joder, chico-, manifestó, acelerando sus pasos que lo acercaban a la batalla. - Recuérdame que nunca te cabree-, comentó, nada más ver su hechizo de espíritus. –Aunque ya tendremos tiempo de socializar-, dijo finalmente, distanciándose del ilusionista para abrirle más frentes de defensa a Querostraza.
Si él no acababa con ella, lo haría Al'theas o Demian, como así dijo llamarse el joven ante el elfo salvador. Y si no, como podía apreciar por el otro flanco, podría hacerlo la propia Catherine.
Querostraza era poderosa, pero no podría defenderse del ataque de cuatro personas en diferentes direcciones. Ese era el plan.
- ¡Eh! ¡No digas que te has olvidado de mí y de esta espada! - gritó, llamando la atención de la dragona y atrayendo su mirada hacia el arma que una vez fuera de su maestro y ella perdiera.
Un mercenario experimentado como él estaba seguro que ese comentario le daría daño y trastocaría mentalmente a una mujer tan orgullosa como era Querostraza, al menos un instante. El tiempo que necesitaba para ganarle ventaja y matarla, o de darle esa ventaja a sus compañeros.
Vincent hizo ademán de atacarla cuerpo a cuerpo, al mismo tiempo que llevaba su mano diestra a la empuñadura de la espada. Sin embargo, en el último instante, en vez de desenvainar sin más y atacarla cuerpo a cuerpo con el filo del arma, dio un pequeño salto hacia atrás y en ese preciso momento desenvainó de verdad la espada a la vez que conjuraba Herida del Viento. El sonido característico del acero saliendo de la vaina resonó para dejar paso a una ráfaga de aire cortante que fue dirigido hacia el cuello de Querostraza.
Por si esto fuera poco, acabado ese ataque y nada más sentir los pies otra vez sobre el firme, Vincent, se apoyó en su magia de aire para impulsarse hacia adelante con la espada en ristre, esta vez la punta del arma en dirección hacia el corazón de la dragona.
- ¡Esquiva esto! - gritó mientras se impulsaba hacia adelante.
Querostraza podría esquivar uno de sus ataques, pero no los dos. Y si conseguía ser tan fuerte y ágil como para hacerlo, no podría hacerlo con los demás ataques combinados de brujo ilusionista, gata felina rápida como el viento y veterano elfo espadachín.
Offrol
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Vale, pues gracias a la ayuda de Mefisto puedo reincorporarme a la lucha y atacar a Querostraza cómo me comentó por privado Ger. (Después de que le llenara la bandeja de preguntas sobre la parálisis, la ronda, etc. Si este master sigue vivo, es más duro que Querostraza(?). Así que... pues eso hago XDD. Muchas gracias al bueno de Mef ^^
Entrando en materia, uso mi habilidad de nivel 4 a escasa distancia de la dragona.
La Herida del Viento – Imbuye el arma del brujo con aire. Al ser encantada el arma, esta tiene mayor filo por las corrientes de aire que acompañaran el ataque. Pudiendo incluso generar ráfagas de aire cortante, que pueden cortar al enemigo a una distancia de 6 metros, siendo este ataque a distancia, igual en daño a un corte normal con el arma. Esta habilidad solamente funcionará con armas cortantes.
Y nada más usarla me apoyo en mi maestría en aire (nivel 0), para impulsarme hacia adelante y realizar un ataque adicional cuerpo a cuerpo. Maestría en Armas Cortantes de una mano (nivel 3)
Vincent Calhoun
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Re: [Trama de Sandorái] Veo fuego en Anar
La espada atravesando el abdomen de la dragona supone el fin para ella. Muere a manos de la misma espada que un día llevó su jefe. Querostraza cae de rodillas. - AH - Fue lo primero, y lo último, que pronunció la muda dragona en cuantas veces se había visto con los héroes. Escupe sangre por la boca y se lleva la mano al abdomen. Sabiendo que moría, termina cerrando los ojos y cayendo al suelo. La magia contenida en su interior, comenzó a desvanecerse. Un aura empezó a colarse en la espada de Vincent Calhoun. A penetrar en sus huesos.
Había un nuevo Calhoun centinela.
Las fuerzas del Aquelarre se retiran tras este duro golpe. Chimar había acabado con los tres caudillos, y con la caída de su líder huyen como lo que son: ratas.
En ese momento, la nube de Huracán aterriza en el escenario. Nadie sabe de donde ha salido la bruja. La explosión confirma el fin del Jinete Oscuro, a costa del templo de Anar. Quizás con algo menos habría sido suficiente. Pero no todo son buenas noticias. De todos cuantos bajaron, sólo Eilydh aparece viva. De Zöe no se sabe nada, y la maestra trae consigo los cuerpos sin vida de Rauko y Eleatril Nemaniel. Esto traerá consecuencias con su madre.
Con la jinete oscuro muerta y Querostraza derrotada, hubo momentos de calma. Pronto, el Rey Rigobert aprovecharía para tomar la espada del malherido Al’theas, atendido por los médicos de campaña y evacuado al campamento del lago y de ahí a la capital de los dragones.
Rigobert se subió a una piedra, como si fuera un héroe. Dispuesto a espolear a la plebe. Mostró la espada con la que Al’theas había combatido y ordenó a Níniel y Lucy subir con él. El rey era enérgico y vivo. Pero a diferencia de su homólogo Siegfried, sabía cómo espolear a la gente. Así, habló a los dragones y a los elfos, aunque a los últimos no le gustaría tanto lo que iba a decir.
-Elfos, dragones. Hombres y mujeres de Sandorái. – comenzó diciendo a viva voz. – Hoy hemos dado una lección a las fuerzas del mal y demostrado que Dundarak no se amedrenta ante nadie. Que somos la fuerza más poderosa de Aerandir. ¡Y lo hemos hecho en palabra de la libertad! – Los dragones gritaron. - ¿Quién mejor que yo, vuestro rey Rigobert, para salvar este bosque? ¡Yo salvé Lunargenta de los vampiros! ¡Y ahora salvaré este bosque! Sí. ¡Vamos a auxiliar Árbol Madre…! – hizo un punto. – … Y cuando todos se rindan a nuestra superioridad. Anexionaremos estas tierras a nuestro… - cerró los ojos, tomó aire - … Nuestro nuevo Imperio.
* * * * * * *
Consecuencias globales
Sobrevive Rigobert. Una nueva victoria del Ejército de Dundarak: Eufórico, el rey Rigobert III se dirige a Árbol Madre, pero las máquinas de guerra tardarán en atravesar el bosque. Por ello, encargan a Eilydh la misión de advertir de lo acontecido, así como de una inminente llegada de los jinetes oscuros. Gracias a la ayuda de la Logia, el ejército de Dundarak ayudará en la batalla de Árbol Madre. Algo clave contra los jinetes oscuros. Pero Lucy Fireheart sabe que el rey Rigobert no lo hará gratis. Busca anexionar Sandorái a su territorio y convertirse en Emperador. Y de ahí a Verisar… Sólo hay un paso. ¿Puede ser peor el remedio que la enfermedad?
Muerte de Querostraza: Vincent ha asestado el golpe definitivo a la Dragona Suprema, por tanto, se convierte en el nuevo centinela del este. La facción del Aquelarre se retira y no ganará la batalla por Sandorái. Quedan cuatro facciones: Jinetes Oscuros (desolación), Elfos, Dragones de Dundarak y la facción del elfo traidor.
Destrucción del templo de Anar: El dios del sol de Sandorái se ha quedado sin templo. En represalia, no protegerá Árbol Madre. Con los últimos rayos de sol. Árbol Madre pierde la protección solar. Cada ataque contra el Árbol, equivaldrá a una mala runa.. Además, cada runa de usuario lanzada en el Altar de Árbol Madre equivaldrá a una runa muy mala.
Muerte de Lisandris:Elen, Asher, Huracán, Vincent: Un nuevo jinete oscuro ha caído. Entonces, un hilo de sangre emana por vuestra nariz. Os limpiáis la sangre y por momentos comenzáis a ver borroso, pero tras unos instantes la vista vuelve a la normalidad. Luego toséis y tembláis ligeramente. Quizás sea por el frío. Tenéis unas décimas de fiebre. Son molestias. Son incómodas. Pero que por ahora no afectan demasiado a vuestro rendimiento. Quizás hayáis cogido una gripe. No os asustéis por ese cuervo que sentías graznar a vuestras espaldas.
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Recompensas:
Vincent, Níniel, Chimar, Huracán, Demian, Rauko, Zöe, Mefisto, Al'theas: 15 ptos de experiencia ya sumados.
Nousis, Aradia y Eilydh: 10 ptos de experiencia ya sumados.
Vincent: Ileso por las curaciones de Mefisto. Has hecho de héroe y asestado el golpe definitivo a Querostraza. Por tanto, como tu hermana Elen, te conviertes en el Centinela del Este. Protector de Ulmer y de las zonas del este. Puedes expulsar jinetes de Aerandir... y acabar con ellos en el Oblivion. Además, debes proteger las zonas de Ulmer de los males que sufra.
- Recompensa Vincent:
- Capa Blanca: [Objeto legendario]. Una vez por rol (Activable) o cuando recibas un ataque por la espalda (Gatilleable), la Capa Blanca inmoviliza por completo hasta a dos enemigos. Te permite además asesinar jinetes oscuros. Al igual que el resto de reliquias, la Capa Blanca corrompe la mente de sus enemigos.
Níniel/Catherine: Ilesas. Habéis hecho un gran rol de support. Sin tu ayuda, Rigobert habría muerto y muchos más habrían terminado heridos. Eres parte activa de esta victoria.
- Recompensa Níniel:
- Recompensa: 3 x Orbe de Isil (Dormidera): [Consumible] Se arroja y libera unos polvos que duerme a los presentes en un radio de dos metros donde lo has lanzado. Dura 2 turnos. Si hay aliados, los duerme también.
Eilydh: Ilesa. Has sido valiente al bajar. Y ayudaste en lo que has podido en la batalla contra la jinete oscuro. También a Eleatril y ella ha depositado su esperanza en ti. Todo lo has hecho bien y la fortuna te ha acompañado siempre. A mi juicio, has sido la MVP del evento.
- Recompensa Eilydh:
Recompensa: Montura rara: Ash’alá. Un enorme tigre blanco de las nieves que te considera tu nueva señora. Será tu fiel amigo a partir de ahora. Ash’alá permitirá desplazarte un 300% más rápido y te servirá en combate. Conseguir a Ash’alá te permitirá llegar rápido a Árbol Madre. Por lo que además, participarás en el próximo tema de la trama. A ver si lo vuelves a hacer tan bien como en este. Al ser una montura especial, Ash’alá tiene además la capacidad de esquivar proyectiles.
Tarea a Eilydh: Tu misión es dar la señal de alerta en Árbol Madre, ya que el ejército de Dundarak se dirige allí, pero tardará en llegar. Además: Tienes una invitación (hueco en la montura) adicional de los vivos para desplazar a un personaje o NPC a Árbol Madre contigo. Así que elige con cabeza. (Ojo, si llevas a un usuario, no podrás llevar también a su acompañante)
Huracán: Terminas ilesa por las curaciones de Eilydh y con un jinete oscuro. Pero te has llevado el templo de Anar por delante. Eres enemiga de los elfos: Ni se te ocurra pisar Sandorái en cuanto salgas de este evento.
- Recompensa Huracán:
- Recompensa: 3 x Orbe de Anar: [Consumible] arroja este orbe. Al chocar revienta e inmediatamente eres transportada al lugar donde se rompió. Ideal para escapar.
Chimar/Canel: Pequeños pero grandes héroes. Os habéis deshecho de las ratas y reparasteis las máquinas de Dundarak.
- Recompensa Chimar:
Plano de construcción de máquinas de asedio: Al aprender a reparar maquinaria de guerra, también aprendes a construirla. Ganas habilidad para construir grandes catapultas o máquinas de guerra en dos turnos. Siempre que haya madera cerca. Un recurso narrativo que en roles pequeños servirá de poco, pero que será ideal para batallas colosales.
Demian: Ileso. Tu marcaje a Querostraza no sólo en este sino en otros eventos ha sido clave para evitar que la dragona ganara la batalla. Un recuerdo de ella te tendrás que llevar. A fin de cuentas, si no es por ti muchos más habrían perecido.
- Recompensa Demian:
- Recompensa: Escama de Querostraza [Consumible 3 cargas]: Cuando la aprietas, te envuelves en llamas y no puedes ser atacado por ataques físicos. Este fuego no te hiere. Combinable u objetos con habilidades de invisibilidad para desaparecer de manera épica.
Nousis/Aradia: Habéis ido a conservar más que a asumir protagonismo y, básicamente, habéis cumplido el que parecía vuestro objetivo: Sobrevivir. La fortuna os ha acompañado y seguís en el evento, ahora os desplazáis con el ejército de Dundarak y los elfos a Árbol Madre. Obtenéis una recompensa menor.
- Recompensa Nousis y Aradia:
- Recompensa: Fertilizante de rata [Consumible 3 cargas]: Uno de los potingues que traía las ratas de la peste. Cuando la tiráis sobre una planta, la hace crecer a un tamaño sobrenatural. Diversas aplicaciones: Subir a sitios, bloquear puertas, etc.
💀 In memoriam 💀
- Taps:
Al’theas: Terminas herido y evacuado al palacio de Dundarak (fin del evento). Pero nada que no cure con el tiempo. No podías esperar luchar contra Querostraza cara a cara y terminar ileso con tu nivel. Pudiste haber sido el centinela tullido, pero preferiste asumir un segundo plano y acabas como un héroe. Además, las protecciones de Níniel han evitado que perecieras en combate, maldito o algo peor. Rigobert se queda con su espada.
- Recompensa Altheas:
- Efecto pasivo: “El admirado”: Eres Al’theas, el Admirado. Héroe que batalló cara a cara contra Querostraza y que salió a hombros del Templo de Anar. Tu palabra ahora tiene influencia sobre personajes de raza dragón y también elfos (NPCs), teniendo más probabilidades de que te escuchen y obedezcan (dependiendo de la personalidad del NPC).
Objeto/Arma Escudo de vidrio [Consumible 5 cargas]: El cristal del hielo de la espada de Rigobert causado por el choque de armas contra Querostraza cae en tu escudo y lo convierte por completo en cristal verdoso. Puedes evitar ataques físicos con él. Además, cuando alguien lo golpee, el escudo emite un impulso que lo hará rebotar, quedando indefenso para un contraataque en el mismo turno. Máximo: 5 usos antes de resquebrajarse el cristal.
Rauko/Xana: “Muerto”. Terminas absorbido por los Jinetes Oscuros. Xana. Herida. Te cree muerto y llevará tu cuerpo a donde pueda llevarte. No a Árbol Madre, pues habrá problemas allí.
- Recompensa Rauko:
Habilidad pasiva: Dominio de las lenguas antiguas, que hablan los jinetes oscuros. Te permitirá leer todo tipo de textos antiguos. En cualquier lengua y en cualquier tema. Es permanente, pero sólo tiene 1 uso por rol.
Mefisto: Fuiste quien avisó al ejército. Y te sacrificaste como un héroe para curar a Vincent y Demian. Te costó un fuerte golpe, reaparecerás también en el palacio de Dundarak cuando todo haya concluido.
- Recompensas Mefisto:
- Efecto pasivo: “El admirado”: Eres Mefisto, el Admirado. Héroe que batalló cara a cara contra Querostraza y que salió a hombros del Templo de Anar. Tu palabra ahora tiene influencia sobre personajes de raza dragón y también elfos (NPCs), teniendo más probabilidades de que te escuchen y obedezcan (dependiendo de la personalidad del NPC).
[Consumible en Ciudad] [5 cargas] Burlete para llamar a la guardia: Si estás solo y tocas el cornete en una de las ciudades (o pueblos), la guardia viene a tu auxilio en el mismo turno. Independientemente de la zona en la que esté.
Mefisto + Al'theas: Despertaréis en Dundarak después de los sucesos del evento en la trama de la logia. En una ciudad optimista o pesimista en función de los resultados.
Zöe: Ya he comentado tu destino.
Ger
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