El pródigo [Privado]
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El pródigo [Privado]
Habían pasado un par de días desde que nos adentramos en los territorios de mi raza. Sin embargo, me había asegurado de no acercarnos demasiado a ningún asentamiento... lo cual tampoco había resultado demasiado dificil. Aquellos bosques no eran tan transitados como los que podía encontrar a las afueras de Lunarenta.
-Hay... muchas cosas que deberíais saber sobre el lugar al que vamos.- expliqué. -En primer lugar, se llama Áruent. No es un lugar que reciba muchas visitas. El idioma es... distinto. Hay gente que habla común, pero no demasiado.- Principalmente, venía de los mercaderes ambulantes. Existía una red de mercaderes de distintos hombres bestia que viajaban entre distintas tribus, vendiendo y comprando materiales, comida... siempre eran una buena fuente de noticias y ofrecían precios razonables. La gente les adoraba.
Pero aquellos eran básicamente los únicos extranjeros que admitía. Llevar a Syl sólo alzaría unas cuantas cejas, pero sería más o menos aceptable. Llevar a Eltrant...
-Violencia, mal vista. Extranjeros armados... impensable. Tendréis que dejar esas cosas fuera. Conozco un escondite...- dije. Esperaba que siguiese en pie. -No me mires así, Syl. No vais a necesitarlas de todas formas. Es un sitio seguro.-
No iba a dejar que saliesen heridos de aquello. Pero si había problemas... no podía correr riesgos. Nadie de mi tribu podía sufrir por mis acciones. No lo permitiría.
-Que más... no le sostengáis la mirada a nadie. Ni toquéis sin que os toquen primero. No os asustéis si se os acercan un poco. Probablemente sea para captar el olor.- añadí, estirándome un poco. Syl tenía buen olfato, no creo que tuviese problemas para entenderlo. Respecto a Eltrant... no podía quitarle el olor a acero en la vida. Probablemente no se le acercarían demasiado.
-De todas formas, te estaremos acompañando, ¿no?- preguntó el gato, algo inseguro.
-La mayor parte del tiempo, sí. Pero hay cosas que tengo que hacer en privado...- suspiré. A decir verdad, me sentía algo nostálgico. Había pasado media vida desde que me fui. Quería volver. Respirar el aire de ese sitio. Hablar con la gente que conocía. Gente como yo.
Miré hacia el horizonte. Y me detuve. Faltaban un par de horas para que atardeciese. Si continuábamos, podríamos llegar, pero...
-Busquemos un sitio para acampar.- dije.
-Hmm. Es un poco pronto, ¿no?-
-Quiero llegar por la mañana, no de noche.- confesé. No solía importarme tanto la impresión que causaba, pero... aquello era distinto. Muy distinto. Mi compañero no insistió más, y, tras unos minutos, alcanzamos uno de los varios claros que dejaba el bosque. -¡Una roca de hogar!- exclamé, acercándome al centro.
Un monolito de alrededor de un metro de altura se alzaba justo en el centro del claro. Era de un color blanco puro, similar al mármol. Me acuclille delante de él y sonreí, tocando la piedra con mis dedos.
-Estas rocas son especiales. Normalmente, un claro es formado por avalanchas, incendios, o la intervención de alguien. Pero estos no.- aseguré. Me quité la mochila y saqué los soportes de madera para montar el campamento. Mientras trabajaba con el resto, continué con mi explicación. -Los árboles no crecen junto a estas rocas, pero la hierba y las flores sí. La mayoría de poblados se forman alrededor de estas piedras, de ahí el nombre.- dije alegremente. Eran lugares atractivos para muchos herbívoros, debido a la abundante flora para pastar... y, por ende, lugares con buena caza.
Esa roca en concreto era algo más pequeña de lo normal. Por eso nadie se había quedado allí. El claro era demasiado estrecho para edificar hogares permanentes, pero para acampar, era perfecto.
También servían como ingredientes para arcanos, pero muy pocos lo usaban como tal. Después de todo, se veían con cierto respeto. Dañar esa roca era como dañar tu hogar. Sin embargo... un fragmento de esta se había desprendido y caído al suelo. Probablemente algún ciervo la había corneado, o algo por el estilo. Sin pensármelo demasiado, la cogí del suelo y me la guardé. De nada servía dejarla allí.
-Hemos tenido suerte, entonces.- dijo Syl. Asentí, alegre. Aquello era como un regalo del propio bosque. Tal vez podía considerarlo un buen augurio, incluso.
-Hay... muchas cosas que deberíais saber sobre el lugar al que vamos.- expliqué. -En primer lugar, se llama Áruent. No es un lugar que reciba muchas visitas. El idioma es... distinto. Hay gente que habla común, pero no demasiado.- Principalmente, venía de los mercaderes ambulantes. Existía una red de mercaderes de distintos hombres bestia que viajaban entre distintas tribus, vendiendo y comprando materiales, comida... siempre eran una buena fuente de noticias y ofrecían precios razonables. La gente les adoraba.
Pero aquellos eran básicamente los únicos extranjeros que admitía. Llevar a Syl sólo alzaría unas cuantas cejas, pero sería más o menos aceptable. Llevar a Eltrant...
-Violencia, mal vista. Extranjeros armados... impensable. Tendréis que dejar esas cosas fuera. Conozco un escondite...- dije. Esperaba que siguiese en pie. -No me mires así, Syl. No vais a necesitarlas de todas formas. Es un sitio seguro.-
No iba a dejar que saliesen heridos de aquello. Pero si había problemas... no podía correr riesgos. Nadie de mi tribu podía sufrir por mis acciones. No lo permitiría.
-Que más... no le sostengáis la mirada a nadie. Ni toquéis sin que os toquen primero. No os asustéis si se os acercan un poco. Probablemente sea para captar el olor.- añadí, estirándome un poco. Syl tenía buen olfato, no creo que tuviese problemas para entenderlo. Respecto a Eltrant... no podía quitarle el olor a acero en la vida. Probablemente no se le acercarían demasiado.
-De todas formas, te estaremos acompañando, ¿no?- preguntó el gato, algo inseguro.
-La mayor parte del tiempo, sí. Pero hay cosas que tengo que hacer en privado...- suspiré. A decir verdad, me sentía algo nostálgico. Había pasado media vida desde que me fui. Quería volver. Respirar el aire de ese sitio. Hablar con la gente que conocía. Gente como yo.
Miré hacia el horizonte. Y me detuve. Faltaban un par de horas para que atardeciese. Si continuábamos, podríamos llegar, pero...
-Busquemos un sitio para acampar.- dije.
-Hmm. Es un poco pronto, ¿no?-
-Quiero llegar por la mañana, no de noche.- confesé. No solía importarme tanto la impresión que causaba, pero... aquello era distinto. Muy distinto. Mi compañero no insistió más, y, tras unos minutos, alcanzamos uno de los varios claros que dejaba el bosque. -¡Una roca de hogar!- exclamé, acercándome al centro.
Un monolito de alrededor de un metro de altura se alzaba justo en el centro del claro. Era de un color blanco puro, similar al mármol. Me acuclille delante de él y sonreí, tocando la piedra con mis dedos.
-Estas rocas son especiales. Normalmente, un claro es formado por avalanchas, incendios, o la intervención de alguien. Pero estos no.- aseguré. Me quité la mochila y saqué los soportes de madera para montar el campamento. Mientras trabajaba con el resto, continué con mi explicación. -Los árboles no crecen junto a estas rocas, pero la hierba y las flores sí. La mayoría de poblados se forman alrededor de estas piedras, de ahí el nombre.- dije alegremente. Eran lugares atractivos para muchos herbívoros, debido a la abundante flora para pastar... y, por ende, lugares con buena caza.
Esa roca en concreto era algo más pequeña de lo normal. Por eso nadie se había quedado allí. El claro era demasiado estrecho para edificar hogares permanentes, pero para acampar, era perfecto.
También servían como ingredientes para arcanos, pero muy pocos lo usaban como tal. Después de todo, se veían con cierto respeto. Dañar esa roca era como dañar tu hogar. Sin embargo... un fragmento de esta se había desprendido y caído al suelo. Probablemente algún ciervo la había corneado, o algo por el estilo. Sin pensármelo demasiado, la cogí del suelo y me la guardé. De nada servía dejarla allí.
-Hemos tenido suerte, entonces.- dijo Syl. Asentí, alegre. Aquello era como un regalo del propio bosque. Tal vez podía considerarlo un buen augurio, incluso.
Asher Daregan
Aerandiano de honor
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Re: El pródigo [Privado]
En un principio había estado tentado de preguntarle al lobo si era totalmente necesario dejar atrás a la vampiresa, pero tras oírle hablar de la comunidad que le había visto crecer se alegraba de no haberlo hecho.
Áruent no era un lugar que apareciese en los mapas, era un lugar apartado en lo más profundo de los bosques del oeste, un lugar con la justa comunicación con el exterior y con recelo hacía los extranjeros. Para poder entrar sin levantar más alboroto del necesario tanto Syl como él iban a tener que desarmarse antes de acercarse siquiera a la linde del poblado.
Lo más prudente, teniendo en cuenta lo que sabía hasta el momento, era que Lyn le esperase.
- Sin problema. – Comentó Eltrant sin detenerse, al mismo tiempo que de forma instintiva ajustaba la correa que mantenía a Recuerdo sujeta a su cintura.
Quizás el lobo afirmase que Áruent era completamente segura, que, aunque estuviesen desarmados, no iba a haber ningún problema. Pero lo cierto es que Eltrant sabía que a una parte de él le iba a costar deshacerse de sus armas bastante más de lo que había hecho ver con aquella última afirmación. A pesar de ello, era consciente de que se había comprometido con Asher, de lo que había prometido, si él decía que lo más sensato era dejar las armas antes de llegar iba a hacerlo.
Llevaban ya aproximadamente una semanas de viaje, y durante todo el camino Asher se había esforzado bastante por enseñarles las distintas cosas con las que podían encontrarse una vez llegasen a la aldea. Parecía especialmente preocupado porque todo fuese bien, cosa que a ojos de Eltrant era completamente lógico; Sobre todo después desagradable reencuentro que había tenido con Sylas.
Continuó caminando, en silencio, escuchando todo lo que el can tenía que decir. Una de aquellas ultimas advertencias se le antojó bastante más interesante que el resto ya que mientras que a mayoría se reducían simplemente a: “Pórtate bien”, aquella era básicamente lo opuesto a lo que solía hacer él usualmente. Daba igual a que clase social pertenecieses, mirar a los ojos a la persona que tenías delante era en la mayor parte de los lugares de Aerandir, justamente, lo que debías hacer.
- ¿Es mirar a los ojos alguna falta de respeto importante? – Preguntó acercándose un poco más hasta su amigo. - ¿Desvío la mirada… o algo así? ¿O es mejor que mire entre las cejas? – Añadió a continuación, le preocupaba faltar más al respeto si seguía al pie de la letra lo que decía Asher que si se limitaba a clavar sus ojos en la nariz de la persona que se interesase por dirigirle la palabra.
Se conocía, era capaz de equivocarse aun cuando intentaba por todos los medios no hacerlo.
Cuando escuchó, momentos después, como Asher aseguraba tener que hacer algunas cosas por sí solo, no pudo evitar preguntarse si de verdad iba a ir todo bien. Tras cerrar los ojos se consoló a sí mismo por centésima vez en lo que llevaba de viaje.
- “Solo tengo que hacer lo que me ha dicho Asher, nada más” – Se dijo a si mismo sin apenas percatarse de que se estaban adentrando en un claro en el que, por lo que parecía, iban a acampar.
Como bien se encargó el felino de mencionar, era pronto para parar, sobre todo para los estándares de los Nómadas. Asher simplemente afirmó querer llegar por la mañana, algo que también comprendía.
¿Cómo iba Asher a explicarle a sus congéneres, si de verdad eran tan desconfiados con los extranjeros, lo que planeaba hacer allí al presentarse con dos completos desconocidos a altas horas de la noche?
Enarcó una ceja al ver al perro llamar a la piedra que estaba centrada en el claro: “Roca de hogar” y, de brazos cruzados, se acercó a examinarla de cerca.
Aunque a primera vista no parecía realmente una piedra especial, una vez te acercabas lo suficiente podías ver que era un monolito de un color blanco impoluto.
Esperó pacientemente, mientras ayudaba a montar el campamento, a que el lobo terminase de explicar lo que representaba la roca. Parecía realmente contento de haberla encontrado, era difícil verle así, sonriendo de una forma tan genuina.
- Me recuerda un poco… - Se atusó la barba y analizó el llano – …al templo del todo. ¿No os parece? Bueno, no he estado realmente allí, pero a lo que me habeis descrito – dijo esbozando una sonrisa, dejando escapar, justo despues, un sonoro bostezo; estaba demasiado acostumbrado a viajar de noche.
Una vez estuvo todo preparado, procedió a deshacerse metódicamente de su armadura y de sus armas. Lo dejó todo todo ordenado en el interior de la tienda que acababa de montar para él. Asher y Syl dormirían juntos en una aparte.
- Entonces… - Salió de la tienda y, estirando ambos brazos, sonrió a su amigo. - ¿Tenemos que esperar una aldea repleta de lobos sarcásticos de más de dos metros? – Preguntó. – Porque que es más de lo que cualquier mortal podría soportar – Bromeó, dándole una palmada en la espalda instantes antes de hacerse con los víveres necesarios para preparar la cena.
Áruent no era un lugar que apareciese en los mapas, era un lugar apartado en lo más profundo de los bosques del oeste, un lugar con la justa comunicación con el exterior y con recelo hacía los extranjeros. Para poder entrar sin levantar más alboroto del necesario tanto Syl como él iban a tener que desarmarse antes de acercarse siquiera a la linde del poblado.
Lo más prudente, teniendo en cuenta lo que sabía hasta el momento, era que Lyn le esperase.
- Sin problema. – Comentó Eltrant sin detenerse, al mismo tiempo que de forma instintiva ajustaba la correa que mantenía a Recuerdo sujeta a su cintura.
Quizás el lobo afirmase que Áruent era completamente segura, que, aunque estuviesen desarmados, no iba a haber ningún problema. Pero lo cierto es que Eltrant sabía que a una parte de él le iba a costar deshacerse de sus armas bastante más de lo que había hecho ver con aquella última afirmación. A pesar de ello, era consciente de que se había comprometido con Asher, de lo que había prometido, si él decía que lo más sensato era dejar las armas antes de llegar iba a hacerlo.
Llevaban ya aproximadamente una semanas de viaje, y durante todo el camino Asher se había esforzado bastante por enseñarles las distintas cosas con las que podían encontrarse una vez llegasen a la aldea. Parecía especialmente preocupado porque todo fuese bien, cosa que a ojos de Eltrant era completamente lógico; Sobre todo después desagradable reencuentro que había tenido con Sylas.
Continuó caminando, en silencio, escuchando todo lo que el can tenía que decir. Una de aquellas ultimas advertencias se le antojó bastante más interesante que el resto ya que mientras que a mayoría se reducían simplemente a: “Pórtate bien”, aquella era básicamente lo opuesto a lo que solía hacer él usualmente. Daba igual a que clase social pertenecieses, mirar a los ojos a la persona que tenías delante era en la mayor parte de los lugares de Aerandir, justamente, lo que debías hacer.
- ¿Es mirar a los ojos alguna falta de respeto importante? – Preguntó acercándose un poco más hasta su amigo. - ¿Desvío la mirada… o algo así? ¿O es mejor que mire entre las cejas? – Añadió a continuación, le preocupaba faltar más al respeto si seguía al pie de la letra lo que decía Asher que si se limitaba a clavar sus ojos en la nariz de la persona que se interesase por dirigirle la palabra.
Se conocía, era capaz de equivocarse aun cuando intentaba por todos los medios no hacerlo.
Cuando escuchó, momentos después, como Asher aseguraba tener que hacer algunas cosas por sí solo, no pudo evitar preguntarse si de verdad iba a ir todo bien. Tras cerrar los ojos se consoló a sí mismo por centésima vez en lo que llevaba de viaje.
- “Solo tengo que hacer lo que me ha dicho Asher, nada más” – Se dijo a si mismo sin apenas percatarse de que se estaban adentrando en un claro en el que, por lo que parecía, iban a acampar.
Como bien se encargó el felino de mencionar, era pronto para parar, sobre todo para los estándares de los Nómadas. Asher simplemente afirmó querer llegar por la mañana, algo que también comprendía.
¿Cómo iba Asher a explicarle a sus congéneres, si de verdad eran tan desconfiados con los extranjeros, lo que planeaba hacer allí al presentarse con dos completos desconocidos a altas horas de la noche?
Enarcó una ceja al ver al perro llamar a la piedra que estaba centrada en el claro: “Roca de hogar” y, de brazos cruzados, se acercó a examinarla de cerca.
Aunque a primera vista no parecía realmente una piedra especial, una vez te acercabas lo suficiente podías ver que era un monolito de un color blanco impoluto.
Esperó pacientemente, mientras ayudaba a montar el campamento, a que el lobo terminase de explicar lo que representaba la roca. Parecía realmente contento de haberla encontrado, era difícil verle así, sonriendo de una forma tan genuina.
- Me recuerda un poco… - Se atusó la barba y analizó el llano – …al templo del todo. ¿No os parece? Bueno, no he estado realmente allí, pero a lo que me habeis descrito – dijo esbozando una sonrisa, dejando escapar, justo despues, un sonoro bostezo; estaba demasiado acostumbrado a viajar de noche.
Una vez estuvo todo preparado, procedió a deshacerse metódicamente de su armadura y de sus armas. Lo dejó todo todo ordenado en el interior de la tienda que acababa de montar para él. Asher y Syl dormirían juntos en una aparte.
- Entonces… - Salió de la tienda y, estirando ambos brazos, sonrió a su amigo. - ¿Tenemos que esperar una aldea repleta de lobos sarcásticos de más de dos metros? – Preguntó. – Porque que es más de lo que cualquier mortal podría soportar – Bromeó, dándole una palmada en la espalda instantes antes de hacerse con los víveres necesarios para preparar la cena.
Última edición por Eltrant Tale el Jue Mayo 31, 2018 6:36 pm, editado 1 vez
Eltrant Tale
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Re: El pródigo [Privado]
-Ah, Tale.- dije, recordando lo que había preguntado el humano. -Lo de los ojos... es algo así como un signo de agresión. Quizás no lo he explicado bien. No hay problema si es contacto visual corto... es decir, reconocer la presencia de alguien que te habla, o algo así. Pero no sostengas la mirada más de dos segundos. Solo... mira a otra parte. A los hombros, por ejemplo. O simplemente, no tengas la vista fija en ninguna parte.- No se me ocurría como explicarlo de forma perfecta. Por acostumbrado que estuviese a la sociedad humana, aquello era casi un instinto en mi cabeza. -Incluso si te miran a ti.-
Respiré hondo. Había aún muchas cosas por decir, al parecer. Culpa mía, en realidad: no había presupuesto que no sabía nada. Es decir... no le explicas a alguien que el mar es azul, porque es evidente. Pero si hablas del mar con alguien que nunca lo ha visto, es injusto el tratarlo así.
-No son... así, en realidad.- confesé. -Hay varias familias. Distintas...- Razas. Quería decir razas. Pero me negaba a compararlo con los perros salvajes. Frente a otro hombre bestia, podía permitirmelo. Frente a un humano... daría el mensaje erróneo. -La mayoría son...- Me detuve, algo frustrado. Repasé las palabras en la cabeza. -Mi familia es de perros-lobo. Orejas en punta, relativamente grandes. Pelaje blanco, gris, negro, marrón... Pero hay otras. Algunos son más similares a otras especies. Perros-chacal, perros-coyote...-
-Espera, espera.- intervino Syl. -Entonces... ¿no son todos de tu tamaño? Creía que era algo que venía de raza...- musitó. Casi parecía encontrarlo divertido.
-...hombres perro. No hombres oso.- dije, arqueando una ceja.
-¿Como has acabado así, entonces?- preguntó. Me encogí de hombros. Mi familia era algo más grande que la mayoría, pero también había tenido suerte. Incluso para la media, debía reconocer que había alcanzado una constitución respetable.
El cambio de tema me devolvió a un estado relajado. Al menos, hasta que me di cuenta de lo que estaba haciendo Eltrant.
-Oh, no. Vamos a morir.- dije en una voz monótona.
-¿Qué...? Oh.- El pardo se acercó a la espalda del humano, con cierta curiosidad. -Por si acaso... no solemos comer cosas de metal o afiladas. Sé que te gustan, pero...-
-No seas cruel. No hay nadie cerca para apuñalarlo, seguro que quiere sentir punzadas desde dentro.- dije, sonriendo.
-Así que así es como acaba todo. No con un est-ruendo, sino con un est-ofado.- continuó. Solté una carcajada. Aquello sería un extraño final para un viaje. ¿Como de irónico sería si, después de una plaga incurable e incontables batallas, lo que me matase fue la cocina de Eltrant?
Cuando el campamento quedó listo, pasamos el tiempo con bromas y comentarios casuales. Al menos, hasta el momento de la cena, después de que anocheciese.
-Y... ¿que vas a hacer allí?- preguntó Syl. Me quedé unos segundos callado, mirando la comida. No era una conversación que ansiase tener, pero no quedaba otra.
-Hablar con mi padre.- musité. -Contarle lo que he estado haciendo. Y lo que voy a hacer. Todo lo que ha pasado en los últimos años, si quiere saberlo. Voy a responder a todo lo que pregunte. Sin mentiras.- dije, algo melancólico. No tenía sentido cubrirme tras engaños después de todo aquello. -Me preguntará sobre vosotros, seguramente. Si hay algo que no quereis que diga... algún secreto que no deba decir... solo teneis que decirlo.-
-Hmm...- el gato se quedó pensativo. -Oh, eso me recuerda que... Tale sabe lo nuestro.-
Miré a Syl unos instantes, ladeando la cabeza como si lo que hubiese dicho no tuviese sentido. ¿Lo nuestro...? ¿Quería decir...?
-Oh, hijo de... ¿Como ha...?-
-Se lo conté yo. Perdón... se me olvido decirlo antes.- admitió, mirando al suelo. Sin embargo, se acercó más a mi.
Cerré los ojos, suspirando pesadamente. ¿Como procesaba aquello? Debía alegrarme, pero en esos momentos solo me sentía pesado. Y probablemente no era por la comida de Tale.
-En fin...- dije. -Suéltalo. Seguro que tienes alguna pregunta.- le dije al humano. Me había seguido hasta allí, se merecía que respondiese con paciencia. Incluso si la idea me mataba por dentro.
Respiré hondo. Había aún muchas cosas por decir, al parecer. Culpa mía, en realidad: no había presupuesto que no sabía nada. Es decir... no le explicas a alguien que el mar es azul, porque es evidente. Pero si hablas del mar con alguien que nunca lo ha visto, es injusto el tratarlo así.
-No son... así, en realidad.- confesé. -Hay varias familias. Distintas...- Razas. Quería decir razas. Pero me negaba a compararlo con los perros salvajes. Frente a otro hombre bestia, podía permitirmelo. Frente a un humano... daría el mensaje erróneo. -La mayoría son...- Me detuve, algo frustrado. Repasé las palabras en la cabeza. -Mi familia es de perros-lobo. Orejas en punta, relativamente grandes. Pelaje blanco, gris, negro, marrón... Pero hay otras. Algunos son más similares a otras especies. Perros-chacal, perros-coyote...-
-Espera, espera.- intervino Syl. -Entonces... ¿no son todos de tu tamaño? Creía que era algo que venía de raza...- musitó. Casi parecía encontrarlo divertido.
-...hombres perro. No hombres oso.- dije, arqueando una ceja.
-¿Como has acabado así, entonces?- preguntó. Me encogí de hombros. Mi familia era algo más grande que la mayoría, pero también había tenido suerte. Incluso para la media, debía reconocer que había alcanzado una constitución respetable.
El cambio de tema me devolvió a un estado relajado. Al menos, hasta que me di cuenta de lo que estaba haciendo Eltrant.
-Oh, no. Vamos a morir.- dije en una voz monótona.
-¿Qué...? Oh.- El pardo se acercó a la espalda del humano, con cierta curiosidad. -Por si acaso... no solemos comer cosas de metal o afiladas. Sé que te gustan, pero...-
-No seas cruel. No hay nadie cerca para apuñalarlo, seguro que quiere sentir punzadas desde dentro.- dije, sonriendo.
-Así que así es como acaba todo. No con un est-ruendo, sino con un est-ofado.- continuó. Solté una carcajada. Aquello sería un extraño final para un viaje. ¿Como de irónico sería si, después de una plaga incurable e incontables batallas, lo que me matase fue la cocina de Eltrant?
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Cuando el campamento quedó listo, pasamos el tiempo con bromas y comentarios casuales. Al menos, hasta el momento de la cena, después de que anocheciese.
-Y... ¿que vas a hacer allí?- preguntó Syl. Me quedé unos segundos callado, mirando la comida. No era una conversación que ansiase tener, pero no quedaba otra.
-Hablar con mi padre.- musité. -Contarle lo que he estado haciendo. Y lo que voy a hacer. Todo lo que ha pasado en los últimos años, si quiere saberlo. Voy a responder a todo lo que pregunte. Sin mentiras.- dije, algo melancólico. No tenía sentido cubrirme tras engaños después de todo aquello. -Me preguntará sobre vosotros, seguramente. Si hay algo que no quereis que diga... algún secreto que no deba decir... solo teneis que decirlo.-
-Hmm...- el gato se quedó pensativo. -Oh, eso me recuerda que... Tale sabe lo nuestro.-
Miré a Syl unos instantes, ladeando la cabeza como si lo que hubiese dicho no tuviese sentido. ¿Lo nuestro...? ¿Quería decir...?
-Oh, hijo de... ¿Como ha...?-
-Se lo conté yo. Perdón... se me olvido decirlo antes.- admitió, mirando al suelo. Sin embargo, se acercó más a mi.
Cerré los ojos, suspirando pesadamente. ¿Como procesaba aquello? Debía alegrarme, pero en esos momentos solo me sentía pesado. Y probablemente no era por la comida de Tale.
-En fin...- dije. -Suéltalo. Seguro que tienes alguna pregunta.- le dije al humano. Me había seguido hasta allí, se merecía que respondiese con paciencia. Incluso si la idea me mataba por dentro.
Asher Daregan
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Re: El pródigo [Privado]
- Menudo par de idiotas estáis hechos. – Dijo Eltrant, riendo, mientras colocaba cuidadosamente la carne que llevaban consigo al fuego. – No cocino tan mal. – Aseveró – Los puñales a la brasa me salen riquísimos. – dijo sentándose cerca de dónde se estaba cocinando lentamente la carne.
- ¿O es que… preferís carne? –
Mientras cocinaba repasó mentalmente la breve explicación que Asher le había dado al contestar a su pregunta. Al parecer lo que el castaño se había imaginado desde un principio era más o menos lo que podía esperar ver al llegar a la aldea, y tenía sentido. ¿Por qué los lugareños no iban a ser diferentes unos de otros? Pensar lo contrario era completamente absurdo. ¿Acaso porque dos personas viviesen en el mismo lugar tenían que ser idénticas?
Volviendo a bostezar y, sacudiendo la cabeza, se centró en la comida. Lo que estaba a punto de preparar era su plato predilecto: carne asada.
Solo tenía dos pasos: “Ten carne” y “Pon la carne en el fuego” y, aunque no le gustaba presumir demasiado de ello, ya dominaba ambos.
Para cuando la cena estuvo lista el ambiente era mucho más ligero. Las bromas y la charla casual habían conseguido que ese extraño nerviosismo que Eltrant llevaba sintiendo desde hacía unas horas se desvaneciese casi por completo, pudo concentrarse en, simplemente, disfrutar de la comida.
Si le hubiesen dicho un par de meses atrás que iba a ver a Syl hacer un chiste delante de él habría creído que ese, de hecho, era el chiste. Nunca habría imaginado que vería al gato comportarse de aquella forma, por lo que, por unos instantes, se aseguró de observar atentamente aquella escena.
Casi parecía irreal.
Dejó de prestar atención y continuó comiendo. Sumido ahora en sus pensamientos, no pudo evitar tratar de imaginar que era eso “tan importante” que Lyn decía que iba a hacer mientras él acompañaba a Asher hasta Áruent.
- Suéltalo. Seguro que tienes alguna pregunta. – Frunció el ceño y, aun con un gigantesco trozo de carne en la boca, levantó la mirada.
- ¿Hm? - Asher se estaba dirigiendo a él.
No había estado completamente ausente de la conversación, había oído hablar a Syl y a Asher de fondo acerca de lo que buscaba el perro en su aldea natal, de lo que iba a hacer, y después de aquello el felino había desvelado que Eltrant sabía de la relación que había entre ellos dos, momento en el que el can había hablado.
Asintiendo al lobo se tragó, por fin, la carne que llevaba un rato masticando. Parecía... ¿Triste?
- En realidad… - Lanzó el hueso, lo único que le quedaba de la cena, al fuego, frente a él. Sonrió a Asher. – No tengo ninguna pregunta. – Se llevó una de las manos hasta el mentón de forma pensativa a la vez que agachaba ligeramente la cabeza. – Quiero decir… es lo que le dije a Syl, más o menos. – Dejó escapar otro bostezo – Os queréis, estáis el uno para el otro cuando os necesitáis y os hacéis felices. – Señaló – No hay mucho que explicar de eso ¿No? …y si hay gente que lo necesita… bueno. – Se encogió de hombros – Ese ya es su problema, no vuestro. – Aseguró, estiró los brazos por encima de su cabeza y se levantó de dónde estaba. – Hacéis una buena pareja. – Bajó las manos hasta su cintura y amplió la sonrisa. - ¿Os… complementáis? – ¿Era esa la palabra correcta? No estaba seguro de si la había usado bien, pero sí que sabía que conocía a Asher desde hacía mucho y no le había visto sonreír de verdad hasta que le vio con Syl.
Eso tenía que significar algo.
Tras unos segundos en silencio, suspiró.
- Pues eso. – Se pasó la mano por el pelo, dando por concluida aquella conversación. – Me voy a dormir, seguro que me va a venir bien para mañana. – Sonrió a la pareja. – ¿…cuál crees que va a ser la reacción que van a tener al verme? – Preguntó a Asher antes de internarse en su carpa.
Se quedó allí, durante unos segundos, esperando a que el lobo respondiese y cuando lo hizo, tras asentirle, se fue a dormir.
Fuego verde, olor a carne quemada, explosiones.
Lo había visto tantas veces que ya sabía exactamente que iba a suceder. Casi una vez por semana tenía esa pesadilla, a veces incluso más. Y seguía despertándose igual de alterado que de costumbre.
Respirando con suavidad parpadeó varias veces, hasta que sus ojos se acostumbraron a la tenue claridad que entraba entre los pliegues de la lona que le separaba del exterior.
- Térpoli… - Masculló, volviendo a cerrar los ojos.
Escuchaba voces fuera. ¿Ya había amanecido? ¿No iba a poder dormir más?
Gruñendo en voz baja ignoró los fragmentos de la pesadilla que aún se deslizaban por sus pensamientos y se incorporó. En apenas una decena de minutos se atavió con su armadura y el resto de su equipo; Sabía que después se tendría que deshacer de todo aquello en el escondite que Asher había mencionado, pero era mejor llevarla así que de otra forma.
Una vez con todo, salió al exterior y respiró profundamente. El sol seguía bajo, apenas se había alzado, y era el último en despertarse. Tenía la sensación de que no había dormido más que un par de horas.
- Buenos días. – dijo acercándose a los demás. - ¿Desmontamos esto? – Preguntó señalando tras de sí con el pulgar.
- ¿O es que… preferís carne? –
Mientras cocinaba repasó mentalmente la breve explicación que Asher le había dado al contestar a su pregunta. Al parecer lo que el castaño se había imaginado desde un principio era más o menos lo que podía esperar ver al llegar a la aldea, y tenía sentido. ¿Por qué los lugareños no iban a ser diferentes unos de otros? Pensar lo contrario era completamente absurdo. ¿Acaso porque dos personas viviesen en el mismo lugar tenían que ser idénticas?
Volviendo a bostezar y, sacudiendo la cabeza, se centró en la comida. Lo que estaba a punto de preparar era su plato predilecto: carne asada.
Solo tenía dos pasos: “Ten carne” y “Pon la carne en el fuego” y, aunque no le gustaba presumir demasiado de ello, ya dominaba ambos.
[…]
Para cuando la cena estuvo lista el ambiente era mucho más ligero. Las bromas y la charla casual habían conseguido que ese extraño nerviosismo que Eltrant llevaba sintiendo desde hacía unas horas se desvaneciese casi por completo, pudo concentrarse en, simplemente, disfrutar de la comida.
Si le hubiesen dicho un par de meses atrás que iba a ver a Syl hacer un chiste delante de él habría creído que ese, de hecho, era el chiste. Nunca habría imaginado que vería al gato comportarse de aquella forma, por lo que, por unos instantes, se aseguró de observar atentamente aquella escena.
Casi parecía irreal.
Dejó de prestar atención y continuó comiendo. Sumido ahora en sus pensamientos, no pudo evitar tratar de imaginar que era eso “tan importante” que Lyn decía que iba a hacer mientras él acompañaba a Asher hasta Áruent.
- Suéltalo. Seguro que tienes alguna pregunta. – Frunció el ceño y, aun con un gigantesco trozo de carne en la boca, levantó la mirada.
- ¿Hm? - Asher se estaba dirigiendo a él.
No había estado completamente ausente de la conversación, había oído hablar a Syl y a Asher de fondo acerca de lo que buscaba el perro en su aldea natal, de lo que iba a hacer, y después de aquello el felino había desvelado que Eltrant sabía de la relación que había entre ellos dos, momento en el que el can había hablado.
Asintiendo al lobo se tragó, por fin, la carne que llevaba un rato masticando. Parecía... ¿Triste?
- En realidad… - Lanzó el hueso, lo único que le quedaba de la cena, al fuego, frente a él. Sonrió a Asher. – No tengo ninguna pregunta. – Se llevó una de las manos hasta el mentón de forma pensativa a la vez que agachaba ligeramente la cabeza. – Quiero decir… es lo que le dije a Syl, más o menos. – Dejó escapar otro bostezo – Os queréis, estáis el uno para el otro cuando os necesitáis y os hacéis felices. – Señaló – No hay mucho que explicar de eso ¿No? …y si hay gente que lo necesita… bueno. – Se encogió de hombros – Ese ya es su problema, no vuestro. – Aseguró, estiró los brazos por encima de su cabeza y se levantó de dónde estaba. – Hacéis una buena pareja. – Bajó las manos hasta su cintura y amplió la sonrisa. - ¿Os… complementáis? – ¿Era esa la palabra correcta? No estaba seguro de si la había usado bien, pero sí que sabía que conocía a Asher desde hacía mucho y no le había visto sonreír de verdad hasta que le vio con Syl.
Eso tenía que significar algo.
Tras unos segundos en silencio, suspiró.
- Pues eso. – Se pasó la mano por el pelo, dando por concluida aquella conversación. – Me voy a dormir, seguro que me va a venir bien para mañana. – Sonrió a la pareja. – ¿…cuál crees que va a ser la reacción que van a tener al verme? – Preguntó a Asher antes de internarse en su carpa.
Se quedó allí, durante unos segundos, esperando a que el lobo respondiese y cuando lo hizo, tras asentirle, se fue a dormir.
[…]
Fuego verde, olor a carne quemada, explosiones.
Lo había visto tantas veces que ya sabía exactamente que iba a suceder. Casi una vez por semana tenía esa pesadilla, a veces incluso más. Y seguía despertándose igual de alterado que de costumbre.
Respirando con suavidad parpadeó varias veces, hasta que sus ojos se acostumbraron a la tenue claridad que entraba entre los pliegues de la lona que le separaba del exterior.
- Térpoli… - Masculló, volviendo a cerrar los ojos.
Escuchaba voces fuera. ¿Ya había amanecido? ¿No iba a poder dormir más?
Gruñendo en voz baja ignoró los fragmentos de la pesadilla que aún se deslizaban por sus pensamientos y se incorporó. En apenas una decena de minutos se atavió con su armadura y el resto de su equipo; Sabía que después se tendría que deshacer de todo aquello en el escondite que Asher había mencionado, pero era mejor llevarla así que de otra forma.
Una vez con todo, salió al exterior y respiró profundamente. El sol seguía bajo, apenas se había alzado, y era el último en despertarse. Tenía la sensación de que no había dormido más que un par de horas.
- Buenos días. – dijo acercándose a los demás. - ¿Desmontamos esto? – Preguntó señalando tras de sí con el pulgar.
Eltrant Tale
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Re: El pródigo [Privado]
-Eres la persona más aburrida que he conocido nunca.- declaré, esbozando media sonrisa. Esperaba al menos una pregunta inocente, pero había insistido en que no era así. Tal vez Syl le hubiese dicho todo lo que quisiese saber, o simplemente prefería no conocer los detalles. -Al menos has cocinado bien.- añadí, dándole otro bocado a mi cena.
-Ha hecho trampa. Es carne.- intervino Syl. -Tu te la comerías incluso si estuviese cruda.-
-¡Ese ciervo estaba echando humo! ¡Como mínimo estaba chamuscado!- me defendí. Lo cierto era que, a diferencia del gato o los humanos, la carne cruda no me produciría nada extraño en el estómago. Aunque no tenía muy buen sabor.
Fue entonces cuando Elt se dirigió a su tienda, pero no sin antes hacer una última pregunta. Me quedé pensativo unos instantes.
-Te van a mirar mucho.- supuse.
Y con eso, nos quedamos solos.
-Ash...- murmuró el felino, acostado a mi lado. Llevaba un rato intentando dormir, pero el sueño no me llegaba. Tal vez fuese lo mismo para él. -¿Crees que... tu familia me aceptará?- preguntó, tragando saliva.
Pasé un brazo por debajo de su cuello, abrazándolo contra mi. El gato inspiró hondo contra el pelaje de mi brazo.
-No sé si me aceptarán a mi.- admití. Me habría gustado decir algo más reconfortante, pero no quería mentir. -Pero si lo hacen... estoy seguro de que a ti también. E incluso si no... no pasa nada.- dije, suspirando. -No he venido para quedarme. Pase lo que pase, saldré de aquí contigo.-
El gato asintió ligeramente. Parecía preocupado.
-Lo estás haciendo muy bien. Eres la mejor persona de la que me podría haber enamorado.- añadí, besandole en la frente. -Sé el esfuerzo que has estado haciendo. Con Elt, con Lyn... con todo en general. Gracias.-
-Es lo mínimo que podría hacer. Es importante para ti.- dijo, sonriendo con ternura. -Y, la verdad... no me está costando tanto como creía.-
Espíritus. No podía imaginarme a nadie mejor.
Tras desmontar el campamento, volvimos a emprender la mancha. Por una parte, estaba aliviado, pero al mismo tiempo sentía un nudo en el estómago. Era dificil de creer que el día hubiese llegado.
Cuanto más nos acercábamos, más nostálgico me volvía. Conocía ese bosque. Todas esas cosas que había recorrido. Cada árbol, cada planta... incluso las marcas en la corteza de algunos árboles. Y, finalmente, llegamos al "escondite". Una pequeña guarida debajo de un montículo escarpado. Si lo rodeásemos y ascendiésemos por una colina, acabaríamos dirigiéndonos hacia el mar.
Pero nuestro objetivo no estaba tan lejos. Varias grandes rocas, apiladas contra el montículo, dejaban un espacio libre oculto y difícil de encontrar. Aunque era imposible esconderse allí con mi tamaño, había hueco suficiente para dejar algunas cosas.
Me arrodillé junto al montón de rocas. Pero entonces, escuché algo entre los árboles. ¿Podía ser...? Sin pensármelo demasiado, me levanté y corrí hacia el origen del ruido.
Un fuerte golpe impactó contra mi pecho, haciéndome retroceder. De entre los árboles salió una figura. Una mujer, de pelaje blanco y pristino acentuado por tonos rojos.
-Stirark. Bogarnat? Veu na...- La mujer se detuvo, abriendo los ojos como platos. -Mut... Asher mut arka?- Me llevé la mano al pecho, donde me había golpeado con su bastón. Pero al oir mi nombre, mi mirada se clavó en ella.
(Alejaos. ¿Qué quereis? ¿Por qué...?) (No... ¿Eres Asher?)
-¿Estás bien?- preguntó Syl, poniendo su mano en mi hombro. -¿La conoces?-
-Dina... Giadum.- titubeé. De repente, noté como se me habían olvidado muchas cosas de mi primera lengua. -No os preocupéis. Esta es mi hermana.- dije, acercándome unos pasos. Sonreí, y extendí los brazos. Dina corrió hacia mi y me abrazó con fuerza. Estaba mucho más alta de lo que recordaba.
(Dina... Cuanto tiempo...)
-¡Stiroke! ¡Eres tú! ¡Estás aquí de verdad!- dijo. No pude evitar sonreir, nostálgico, al oír mi viejo mote. Su Común parecía haber mejorado mucho, aunque si arrastraba cierto acento. -¿Por qué has tardado tanto...? ¡Creía que no te volvería a ver, idiota! ¡Y ahora eres enorme!- El abrazo duró unos segundos más de lo que estaba acostumbrado. Pero era normal. Finalmente, mi hermana se separó de mi y miró a mis compañeros.
-Has traído... gente de fuera.- dijo, adoptando una posición neutral. -¿Por qué? Sabes que...-
-No son... "stifil".- repliqué. -Elt es un buen amigo.- dije, haciendo un gesto hacia el humano. -Syl es mi... girok...ifil...
Dina no fue sutil. Su expresión de sorpresa y emoción aumentó por momentos. Miró al gato, radiante de alegría, y luego me miró a mi con una sonrisa casi diabólica. Pero tras unos segundos, carraspeó, y relajó todas sus expresiones corporales de una en una. Cara, cola, orejas, hombros. El mismo orden que siempre seguía de pequeña.
-Tu también has crecido mucho... Bueno, te has vuelto más alta.- sonreí. -Te recuerdo más bien...- formé una linea con la mano, medio metro por debajo de mis hombros. -Por aquí, más o menos.-
-Eres tan capulio como el día en el que te fuiste.- resopló. ¿De donde había aprendido esa palabra? Con lo educada que solía ser... -¿Como le soportas?- le preguntó a Syl. El felino pareció sorprendido por la repentina pregunta.
-Eh... se vuelve gracioso tras un rato. Te acostumbras.- dijo, encogiendose de hombros.
-Yo no me he acostumbré en los once años que pasamos juntos.- Dina resopló y se apartó algunas de las trenzas, dejándolas tras su hombro. Luego, volvió su atención hacia Eltrant. -¿Y él? ¿Tiene nombre? ¿Habla? No muerde, espero.- dijo, mirándole de arriba a abajo. -Va armado.-
-Es inofensivo.- dije. -Justo veníamos a librarnos de todo esto. No vamos a entrar allí armados.- aseguré. -Bueno, yo sí.- No era por inseguridad, ni mucho menos. Pero el ir con lo que llevaba me parecía más honesto. Más cercano a la verdad. -Y hablando de eso... ¿que estás haciendo tú aquí?-
-Patrullar. Asegurarme de que esa hoguera no era de nadie peligroso.- dijo. Era curioso. Nunca había imaginado que acabaría de guardabosques... ni mucho menos con un arma en las manos. Si es que a ese palo se le podía llamar arma. -Cyr se hace mayor, no puede hacerlo todo él.-
Sonreí ante la mención del perro rojizo. Siempre se había llevado bien con Dena. No era de extrañar. Sus personalidades encajaban muy bien. Era natural que hubiese acabado ayudandole. Tenía ganas de preguntar por los demás, pero era mejor que lo viese yo mismo. Y lo primero era lo primero. Volví al escondite y saqué algunas de las rocas, apartándolas sin demasiado ejemplo. Eran mucho más ligeras de lo que recordaba.
Aún había cosas dentro, enrolladas en una tela. Cosas que había dejado, sin el estómago para llevármelas conmigo. Cerré los ojos. Volvería a por ellas luego.
-Dejad las cosas ahí.- dije. Pronto. Faltaba poco.
-Ha hecho trampa. Es carne.- intervino Syl. -Tu te la comerías incluso si estuviese cruda.-
-¡Ese ciervo estaba echando humo! ¡Como mínimo estaba chamuscado!- me defendí. Lo cierto era que, a diferencia del gato o los humanos, la carne cruda no me produciría nada extraño en el estómago. Aunque no tenía muy buen sabor.
Fue entonces cuando Elt se dirigió a su tienda, pero no sin antes hacer una última pregunta. Me quedé pensativo unos instantes.
-Te van a mirar mucho.- supuse.
Y con eso, nos quedamos solos.
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-Ash...- murmuró el felino, acostado a mi lado. Llevaba un rato intentando dormir, pero el sueño no me llegaba. Tal vez fuese lo mismo para él. -¿Crees que... tu familia me aceptará?- preguntó, tragando saliva.
Pasé un brazo por debajo de su cuello, abrazándolo contra mi. El gato inspiró hondo contra el pelaje de mi brazo.
-No sé si me aceptarán a mi.- admití. Me habría gustado decir algo más reconfortante, pero no quería mentir. -Pero si lo hacen... estoy seguro de que a ti también. E incluso si no... no pasa nada.- dije, suspirando. -No he venido para quedarme. Pase lo que pase, saldré de aquí contigo.-
El gato asintió ligeramente. Parecía preocupado.
-Lo estás haciendo muy bien. Eres la mejor persona de la que me podría haber enamorado.- añadí, besandole en la frente. -Sé el esfuerzo que has estado haciendo. Con Elt, con Lyn... con todo en general. Gracias.-
-Es lo mínimo que podría hacer. Es importante para ti.- dijo, sonriendo con ternura. -Y, la verdad... no me está costando tanto como creía.-
Espíritus. No podía imaginarme a nadie mejor.
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Tras desmontar el campamento, volvimos a emprender la mancha. Por una parte, estaba aliviado, pero al mismo tiempo sentía un nudo en el estómago. Era dificil de creer que el día hubiese llegado.
Cuanto más nos acercábamos, más nostálgico me volvía. Conocía ese bosque. Todas esas cosas que había recorrido. Cada árbol, cada planta... incluso las marcas en la corteza de algunos árboles. Y, finalmente, llegamos al "escondite". Una pequeña guarida debajo de un montículo escarpado. Si lo rodeásemos y ascendiésemos por una colina, acabaríamos dirigiéndonos hacia el mar.
Pero nuestro objetivo no estaba tan lejos. Varias grandes rocas, apiladas contra el montículo, dejaban un espacio libre oculto y difícil de encontrar. Aunque era imposible esconderse allí con mi tamaño, había hueco suficiente para dejar algunas cosas.
Me arrodillé junto al montón de rocas. Pero entonces, escuché algo entre los árboles. ¿Podía ser...? Sin pensármelo demasiado, me levanté y corrí hacia el origen del ruido.
Un fuerte golpe impactó contra mi pecho, haciéndome retroceder. De entre los árboles salió una figura. Una mujer, de pelaje blanco y pristino acentuado por tonos rojos.
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-Stirark. Bogarnat? Veu na...- La mujer se detuvo, abriendo los ojos como platos. -Mut... Asher mut arka?- Me llevé la mano al pecho, donde me había golpeado con su bastón. Pero al oir mi nombre, mi mirada se clavó en ella.
(Alejaos. ¿Qué quereis? ¿Por qué...?) (No... ¿Eres Asher?)
-¿Estás bien?- preguntó Syl, poniendo su mano en mi hombro. -¿La conoces?-
-Dina... Giadum.- titubeé. De repente, noté como se me habían olvidado muchas cosas de mi primera lengua. -No os preocupéis. Esta es mi hermana.- dije, acercándome unos pasos. Sonreí, y extendí los brazos. Dina corrió hacia mi y me abrazó con fuerza. Estaba mucho más alta de lo que recordaba.
(Dina... Cuanto tiempo...)
-¡Stiroke! ¡Eres tú! ¡Estás aquí de verdad!- dijo. No pude evitar sonreir, nostálgico, al oír mi viejo mote. Su Común parecía haber mejorado mucho, aunque si arrastraba cierto acento. -¿Por qué has tardado tanto...? ¡Creía que no te volvería a ver, idiota! ¡Y ahora eres enorme!- El abrazo duró unos segundos más de lo que estaba acostumbrado. Pero era normal. Finalmente, mi hermana se separó de mi y miró a mis compañeros.
-Has traído... gente de fuera.- dijo, adoptando una posición neutral. -¿Por qué? Sabes que...-
-No son... "stifil".- repliqué. -Elt es un buen amigo.- dije, haciendo un gesto hacia el humano. -Syl es mi... girok...ifil...
Dina no fue sutil. Su expresión de sorpresa y emoción aumentó por momentos. Miró al gato, radiante de alegría, y luego me miró a mi con una sonrisa casi diabólica. Pero tras unos segundos, carraspeó, y relajó todas sus expresiones corporales de una en una. Cara, cola, orejas, hombros. El mismo orden que siempre seguía de pequeña.
-Tu también has crecido mucho... Bueno, te has vuelto más alta.- sonreí. -Te recuerdo más bien...- formé una linea con la mano, medio metro por debajo de mis hombros. -Por aquí, más o menos.-
-Eres tan capulio como el día en el que te fuiste.- resopló. ¿De donde había aprendido esa palabra? Con lo educada que solía ser... -¿Como le soportas?- le preguntó a Syl. El felino pareció sorprendido por la repentina pregunta.
-Eh... se vuelve gracioso tras un rato. Te acostumbras.- dijo, encogiendose de hombros.
-Yo no me he acostumbré en los once años que pasamos juntos.- Dina resopló y se apartó algunas de las trenzas, dejándolas tras su hombro. Luego, volvió su atención hacia Eltrant. -¿Y él? ¿Tiene nombre? ¿Habla? No muerde, espero.- dijo, mirándole de arriba a abajo. -Va armado.-
-Es inofensivo.- dije. -Justo veníamos a librarnos de todo esto. No vamos a entrar allí armados.- aseguré. -Bueno, yo sí.- No era por inseguridad, ni mucho menos. Pero el ir con lo que llevaba me parecía más honesto. Más cercano a la verdad. -Y hablando de eso... ¿que estás haciendo tú aquí?-
-Patrullar. Asegurarme de que esa hoguera no era de nadie peligroso.- dijo. Era curioso. Nunca había imaginado que acabaría de guardabosques... ni mucho menos con un arma en las manos. Si es que a ese palo se le podía llamar arma. -Cyr se hace mayor, no puede hacerlo todo él.-
Sonreí ante la mención del perro rojizo. Siempre se había llevado bien con Dena. No era de extrañar. Sus personalidades encajaban muy bien. Era natural que hubiese acabado ayudandole. Tenía ganas de preguntar por los demás, pero era mejor que lo viese yo mismo. Y lo primero era lo primero. Volví al escondite y saqué algunas de las rocas, apartándolas sin demasiado ejemplo. Eran mucho más ligeras de lo que recordaba.
Aún había cosas dentro, enrolladas en una tela. Cosas que había dejado, sin el estómago para llevármelas conmigo. Cerré los ojos. Volvería a por ellas luego.
-Dejad las cosas ahí.- dije. Pronto. Faltaba poco.
Asher Daregan
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Re: El pródigo [Privado]
La figura de la mujer lobo le tomó por sorpresa.
La observó atentamente mientras salía de entre los arboles a los que momentos atrás se había acercado el perro con aparente urgencia. La mujer-bestia no era excesivamente alta, poseía casi el mismo tamaño de Syl y aunque a simple vista no parecía ser más mucho fuerte que Asher, el hecho de que le hubiese hecho retroceder de un fuerte golpe en el pecho le mostró a Eltrant que como de costumbre no podía juzgar a nadie por su aspecto.
Lo primero que la loba blanca dijo fue en un idioma que Eltrant no comprendió. Pero esto no impidió que el castaño pudiese interpretar que quería decir más o menos, después de todo, por su tono de voz, no parecía estar contenta de verles allí.
Afortunadamente para todos los presentes, la loba era hermana de Asher.
Contempló, sin moverse un ápice de dónde estaba, como ambos hermanos se fundían en un largo abrazo. No pudo evitar sonreír tímidamente al verlos hablar entre ellos, a verles bromear como si los años que habían pasado separados no hubiesen sucedido. Fuese cual fuese el resultado de todo aquel viaje, Eltrant sabía que, al menos, Asher estaba disfrutando de aquel breve instante.
Minutos después, por supuesto, la hermana del lobo preguntó a este sobre el nombre del humano, sobre si era peligroso. La jovialidad con la que se mostró la loba ante ellos animó un poco a Eltrant, lo justo como para permitirse a levantar su mano derecha como saludo cuando Asher afirmó que el exmercenario era alguien inofensivo.
- Eltrant. – Respondió el castaño después de que Asher dejase de hablar.
¿Había hecho bien presentándose? ¿Añadía algo más?
No estaba seguro de que hacer en aquella situación, quizás lo estaba pensado todo demasiado, pero estaba bastante seguro de que aun con todas las explicaciones del perro seguía sin saber absolutamente nada de la sociedad en la que se movía su amigo.
De todas formas, por mucho que le preocupase su presencia allí, lo cierto era que en aquel momento no parecía importar demasiado. Los hermanos volvían a intercambiar palabras entre ellos, apenas pasaron unos segundos antes de que Asher les indicase que dejasen de todo su equipo en un escondite que había entre unas piedras.
Eltrant asintió escuetamente y, tras procurar dejar a los hermanos cierta intimidad, se agachó junto a la apertura a la que el lobo había señalado, procediendo entonces a quitarse su equipo de encima.
Aflojó las correas de su armadura en primer lugar, se deshizo de todo y, con cuidado, lo fue depositando todo frente a él, en el escondite. Una vez hubo terminado con la armadura hizo lo mismo con Olvido, con Recuerdo y con el pequeño puñal que mantenía oculto en una de sus botas desde que tenía memoria.
Pero todavía no había acabado.
Por último, alzó su mano izquierda hasta tenerla frente a sus ojos y desabrochó el grueso cordel que mantenía atado el guantelete mágico a su brazo. Suspirando profundamente, lanzó un rápido vistazo al interior del escondite y se pasó el guante una mano a otra sin apartar su mirada de las cosas que había allí ya, enrolladas en una tela.
No podía dejar aquello allí, no si no era un sitio completamente seguro. No podía arriesgarse.
- Asher. – Estiró las piernas según se levantaba, asegurándose de que no se había dejado, sin darse cuenta, alguna pieza de metal pegada a él. Se acercó a su amigo a paso rápido y, cuando estuvo lo suficientemente cerca, se llevó la mano a la cara y sonrió - ¿Puedes cuidarme esto? – Le mostró el guantelete. – Es… - Miró por unos instantes a la hermana del lobo antes de volver al rostro del mismo. ¿Estaba bien decir que era aquello en voz alta? ¿Frente a ella? ¿Complicaría las cosas a Asher? Suspiró, aunque a primera vista no lo pareciese no dejaba de ser un arma, una especialmente peligrosa, le había prometido a Asher que entraría en Áruent desarmado. – Es lo que me ayudo con… Kagzilla. – dijo al final sacudiendo la cabeza – Prefiero que lo tengas tú mientras esté aquí. - Miró tras de sí, al lugar dónde descansaba su armadura. – Es muy peligroso para dejarlo sin nadie que lo vigile. – dijo al final llevandose una de las manos hasta la nuca.
Aunque no quería hacerlo, si no le quedaba más remedio dejaría el guantelete atrás. Pero estaba bastante seguro de que podía confiárselo a Asher, sabía que el lobo no iría dándole puñetazos a todo el que se encontrase.
No en aquel lugar, al menos.
- Esto… - Se giró entonces hacía la mujer. – Me… llamo Eltrant Tale. – dijo presentándose algo más formalmente, ofreciéndole la mano a la loba. – Lo de antes me había parecido… un poco seco. – Añadió en seguida, con una sonrisa.
No podía negar que estaba algo nervioso, Asher le había dicho que todos en aquella aldea eran bastante reticentes a relacionarse con extranjeros y él era la versión más absoluta que conocía de uno. No obstante, la loba parecía bastante agradable, quizás no fuese mal del todo.
En cualquier caso, él ya estaba listo para continuar, solo tenía que oírselo decir a Asher.
La observó atentamente mientras salía de entre los arboles a los que momentos atrás se había acercado el perro con aparente urgencia. La mujer-bestia no era excesivamente alta, poseía casi el mismo tamaño de Syl y aunque a simple vista no parecía ser más mucho fuerte que Asher, el hecho de que le hubiese hecho retroceder de un fuerte golpe en el pecho le mostró a Eltrant que como de costumbre no podía juzgar a nadie por su aspecto.
Lo primero que la loba blanca dijo fue en un idioma que Eltrant no comprendió. Pero esto no impidió que el castaño pudiese interpretar que quería decir más o menos, después de todo, por su tono de voz, no parecía estar contenta de verles allí.
Afortunadamente para todos los presentes, la loba era hermana de Asher.
Contempló, sin moverse un ápice de dónde estaba, como ambos hermanos se fundían en un largo abrazo. No pudo evitar sonreír tímidamente al verlos hablar entre ellos, a verles bromear como si los años que habían pasado separados no hubiesen sucedido. Fuese cual fuese el resultado de todo aquel viaje, Eltrant sabía que, al menos, Asher estaba disfrutando de aquel breve instante.
Minutos después, por supuesto, la hermana del lobo preguntó a este sobre el nombre del humano, sobre si era peligroso. La jovialidad con la que se mostró la loba ante ellos animó un poco a Eltrant, lo justo como para permitirse a levantar su mano derecha como saludo cuando Asher afirmó que el exmercenario era alguien inofensivo.
- Eltrant. – Respondió el castaño después de que Asher dejase de hablar.
¿Había hecho bien presentándose? ¿Añadía algo más?
No estaba seguro de que hacer en aquella situación, quizás lo estaba pensado todo demasiado, pero estaba bastante seguro de que aun con todas las explicaciones del perro seguía sin saber absolutamente nada de la sociedad en la que se movía su amigo.
De todas formas, por mucho que le preocupase su presencia allí, lo cierto era que en aquel momento no parecía importar demasiado. Los hermanos volvían a intercambiar palabras entre ellos, apenas pasaron unos segundos antes de que Asher les indicase que dejasen de todo su equipo en un escondite que había entre unas piedras.
Eltrant asintió escuetamente y, tras procurar dejar a los hermanos cierta intimidad, se agachó junto a la apertura a la que el lobo había señalado, procediendo entonces a quitarse su equipo de encima.
Aflojó las correas de su armadura en primer lugar, se deshizo de todo y, con cuidado, lo fue depositando todo frente a él, en el escondite. Una vez hubo terminado con la armadura hizo lo mismo con Olvido, con Recuerdo y con el pequeño puñal que mantenía oculto en una de sus botas desde que tenía memoria.
Pero todavía no había acabado.
Por último, alzó su mano izquierda hasta tenerla frente a sus ojos y desabrochó el grueso cordel que mantenía atado el guantelete mágico a su brazo. Suspirando profundamente, lanzó un rápido vistazo al interior del escondite y se pasó el guante una mano a otra sin apartar su mirada de las cosas que había allí ya, enrolladas en una tela.
No podía dejar aquello allí, no si no era un sitio completamente seguro. No podía arriesgarse.
- Asher. – Estiró las piernas según se levantaba, asegurándose de que no se había dejado, sin darse cuenta, alguna pieza de metal pegada a él. Se acercó a su amigo a paso rápido y, cuando estuvo lo suficientemente cerca, se llevó la mano a la cara y sonrió - ¿Puedes cuidarme esto? – Le mostró el guantelete. – Es… - Miró por unos instantes a la hermana del lobo antes de volver al rostro del mismo. ¿Estaba bien decir que era aquello en voz alta? ¿Frente a ella? ¿Complicaría las cosas a Asher? Suspiró, aunque a primera vista no lo pareciese no dejaba de ser un arma, una especialmente peligrosa, le había prometido a Asher que entraría en Áruent desarmado. – Es lo que me ayudo con… Kagzilla. – dijo al final sacudiendo la cabeza – Prefiero que lo tengas tú mientras esté aquí. - Miró tras de sí, al lugar dónde descansaba su armadura. – Es muy peligroso para dejarlo sin nadie que lo vigile. – dijo al final llevandose una de las manos hasta la nuca.
Aunque no quería hacerlo, si no le quedaba más remedio dejaría el guantelete atrás. Pero estaba bastante seguro de que podía confiárselo a Asher, sabía que el lobo no iría dándole puñetazos a todo el que se encontrase.
No en aquel lugar, al menos.
- Esto… - Se giró entonces hacía la mujer. – Me… llamo Eltrant Tale. – dijo presentándose algo más formalmente, ofreciéndole la mano a la loba. – Lo de antes me había parecido… un poco seco. – Añadió en seguida, con una sonrisa.
No podía negar que estaba algo nervioso, Asher le había dicho que todos en aquella aldea eran bastante reticentes a relacionarse con extranjeros y él era la versión más absoluta que conocía de uno. No obstante, la loba parecía bastante agradable, quizás no fuese mal del todo.
En cualquier caso, él ya estaba listo para continuar, solo tenía que oírselo decir a Asher.
Eltrant Tale
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Re: El pródigo [Privado]
-Vale, pero, en serio... ¿un palo?- pregunté, burlón. -¿Que proteges exactamente con eso?
-No quieres probar la furia de mi "palo."- amenazó, tocándome en el estómago con la punta de su vara. -Además, también es una lanza.- dijo, sacando una cubierta en uno de los extremos y revelando una afilada punta de lanza. Aquello era... aceptable, supuse. Si servía para cazar, servía para defenderse.
-Y yo que te creía pacífica.- resoplé.
Fue entonces cuando Eltrant me llamó, acercándose a mi. Siempre se me hacía raro el verle sin armadura. El humano me ofreció un guantelete. No uno cualquiera, por supuesto. El mismo guantelete que, en determinados momentos, le había otorgado una fuerza sobrehumana.
-¿...Lo llevas en todo momento? ¿Hasta a dormir? ¿Duermes con un artefacto extremadamente peligroso en la mano?- pregunté, arqueando una ceja. No estaba seguro de si eso era responsable, o todo lo contrario. En cualquier caso, era un gesto de buena fe. El humano sabía que ese guantelete pasaría desapercibido. Solo me lo estaba entregando porque él lo consideraba como un arma. -Gracias, Elt.- dije, guardando cuidadosamente el objeto en una de las bolsas vacías de mi cinto.
Y, sin pensarlo, Eltrant se presentó de nuevo. Mi hermana me dedicó una mirada extrañada y nada contenta. Y entonces, me di cuenta.
-Oh.- dije entre dientes, alzando las orejas. -Es... una casualidad.- aseguré. La joven cogió su arma con más fuerza, aunque había vuelto a colocar la cubierta.
-Mut erapoge arka Sarik-uventa- musitó con tono serio.
(No te tomaba por un maestro de idiomas.)
-No, lo digo en serio. No le he enseñado nada.- dije. Dejé de retroceder y me puse firme. -Su nombre es así de verdad.-
-¿En... en serio? ¿Eltrant Tale? ¿Tu amigo se llama... "Comparto vuestros daños"?- No fui capaz de contener una pequeña risilla. ¿Como no había pensado en ello hasta ese momento? Tenía que contarselo a Lyn.
-Me parece apropiado.- intervino Syl. Intercambié una sonrisa con el felino.
-Diría que es más... "dolores" que daños. Es más bien como decir... "recibo lo que os duele."- dije, pensativo. La traducción resultaba algo dificil, no había equivalentes exactos.
-Más apropiado aún.-
En cualquier caso, era hora de moverse. Por divertida que fuese la situación, estaba impaciente por hacer aquello. Y al mismo tiempo, quería evitarlo a toda costa.
-Dina... ¿crees que podemos... ir despacio? Será... raro si me encuentro con todos a la vez.- dije. El simplemente aparecer con dos desconocidos frente a todo el pueblo era una idea que prefería evitar, si era posible. Mi hermana dudó durante unos instantes, pero finalmente respondió.
-Claro. Podemos... ir a Cyr primero.- sugirió. Asentí. Cyr estaría bien. Era algo mayor, pero siempre había resultado más analítico. Y se llevaba bien con mi hermana, seguro que eso le ablandaba un poco.
Por fortuna, aquella opción también era la más fácil. La cabaña de Cyr era la más alejada del resto del pueblo, casi adentrada en la naturaleza. Siempre había preferido el silencio.
-Cyr es... algo así como un... ¿guardabosques? Mezclado con cazador. Uno de los mejores amigos de mi padre... como si fuese un tío.- expliqué mientras nos acercábamos. No tardamos en dar con la cabaña. Estábamos a tan solo unos metros de mi aldea. Respiré hondo. El olor era tan familiar...
No llegamos a entrar antes de que el viejo sayt abriese la puerta desde dentro, mirándonos con expresión de sorpresa.
-...Evaro-tare.- dije simplemente.
(He vuelto)
Tras una breve introducción en la cual tuve que repetir todo lo que le había dicho a mi hermana minutos atrás, los cinco nos vimos dentro de la cabaña de Cyr. Echaba de menos la cantidad de espacio que proporcionaban. Eran más grandes que las humanas, pero tenían muchos menos muebles.
Lo unico que echaba de menos eran las sillas. En su lugar, había "almohadones" colocados en el suelo y rellenados con hojas de unos árboles de esa zona, dificiles de encontrar por la Peninsula.
Era extraño volver a sentarse en uno. Hice un gesto a mis compañeros, indicándoles que podían imitarme. Dina también se sentó, pero el guardabosques permaneció de pie, mirando brevemente a cada uno de sus "invitados".
-Ha pasado... muchos años.- dijo el can.
-Quince.- asentí. El mayor cerró los ojos, asintiendo brevemente.
-Marak querrá verte. Será... dificil. Han cambiado muchas cosas.- aseguró. -¿Por qué... has vuelto?-
Hice una larga pausa, pensando en la respuesta. No fue sencillo.
-Es... complicado.- admití. Las palabras estaban atascadas en mi garganta. Era una buena pregunta. ¿Por qué estaba allí? Hasta el momento, nadie había cuestionado mi decisión. Sabía que me preguntarían tarde o temprano, por supuesto. No había vuelto para quedarme. ¿Qué es lo que quería? -Creo que he vuelto para pedir perdón.-
Cyr me miró, llevándose la mano a la boca. Sin embargo, no tardó más de unos segundos en hacer otra pregunta.
-¿Te arrepientes de haberte ido?- preguntó. Las palabras fueron pesadas, casi contundentes. De repente, me sentía muy poco preparado para todo aquello. Las preguntas de Cyr eran peligrosas, y él era mucho menos juicioso que mi padre. La respuesta a su pregunta estaba clara, pero temblaba a la hora de pronunciar la respuesta.
-No.- confesé, cubriendo mi rostro con ambas manos. -Me... arrepiento de algunas cosas. Pero si pudiese volver atrás...- Si me hubiese quedado allí... no habría habido Nómadas. No me habría hecho amigo de Elt, ni conocido a la gente que se había convertido en mi familia. No me habría convertido en un mercenario despiadado, no habría perdido mi libertad ni acabado con cientos de vidas.
Pero tampoco habría conocido a Syl.
-Me habría ido. Es... es quien soy. Incluso si me hubiese aguantado durante un tiempo, tarde o temprano... me habría ido.- dije, esta vez mirándole a los ojos. El guardabosques movió ligeramente la cabeza, sopesando lo que acababa de decir. Finalmente, pareció satisfecho. Sonrió.
-Ya veo. Entonces, dejame ser el segundo en decir... bienvenido de vuelta, Asher Dáregan.
-No quieres probar la furia de mi "palo."- amenazó, tocándome en el estómago con la punta de su vara. -Además, también es una lanza.- dijo, sacando una cubierta en uno de los extremos y revelando una afilada punta de lanza. Aquello era... aceptable, supuse. Si servía para cazar, servía para defenderse.
-Y yo que te creía pacífica.- resoplé.
Fue entonces cuando Eltrant me llamó, acercándose a mi. Siempre se me hacía raro el verle sin armadura. El humano me ofreció un guantelete. No uno cualquiera, por supuesto. El mismo guantelete que, en determinados momentos, le había otorgado una fuerza sobrehumana.
-¿...Lo llevas en todo momento? ¿Hasta a dormir? ¿Duermes con un artefacto extremadamente peligroso en la mano?- pregunté, arqueando una ceja. No estaba seguro de si eso era responsable, o todo lo contrario. En cualquier caso, era un gesto de buena fe. El humano sabía que ese guantelete pasaría desapercibido. Solo me lo estaba entregando porque él lo consideraba como un arma. -Gracias, Elt.- dije, guardando cuidadosamente el objeto en una de las bolsas vacías de mi cinto.
Y, sin pensarlo, Eltrant se presentó de nuevo. Mi hermana me dedicó una mirada extrañada y nada contenta. Y entonces, me di cuenta.
-Oh.- dije entre dientes, alzando las orejas. -Es... una casualidad.- aseguré. La joven cogió su arma con más fuerza, aunque había vuelto a colocar la cubierta.
-Mut erapoge arka Sarik-uventa- musitó con tono serio.
(No te tomaba por un maestro de idiomas.)
-No, lo digo en serio. No le he enseñado nada.- dije. Dejé de retroceder y me puse firme. -Su nombre es así de verdad.-
-¿En... en serio? ¿Eltrant Tale? ¿Tu amigo se llama... "Comparto vuestros daños"?- No fui capaz de contener una pequeña risilla. ¿Como no había pensado en ello hasta ese momento? Tenía que contarselo a Lyn.
-Me parece apropiado.- intervino Syl. Intercambié una sonrisa con el felino.
-Diría que es más... "dolores" que daños. Es más bien como decir... "recibo lo que os duele."- dije, pensativo. La traducción resultaba algo dificil, no había equivalentes exactos.
-Más apropiado aún.-
En cualquier caso, era hora de moverse. Por divertida que fuese la situación, estaba impaciente por hacer aquello. Y al mismo tiempo, quería evitarlo a toda costa.
-Dina... ¿crees que podemos... ir despacio? Será... raro si me encuentro con todos a la vez.- dije. El simplemente aparecer con dos desconocidos frente a todo el pueblo era una idea que prefería evitar, si era posible. Mi hermana dudó durante unos instantes, pero finalmente respondió.
-Claro. Podemos... ir a Cyr primero.- sugirió. Asentí. Cyr estaría bien. Era algo mayor, pero siempre había resultado más analítico. Y se llevaba bien con mi hermana, seguro que eso le ablandaba un poco.
Por fortuna, aquella opción también era la más fácil. La cabaña de Cyr era la más alejada del resto del pueblo, casi adentrada en la naturaleza. Siempre había preferido el silencio.
-Cyr es... algo así como un... ¿guardabosques? Mezclado con cazador. Uno de los mejores amigos de mi padre... como si fuese un tío.- expliqué mientras nos acercábamos. No tardamos en dar con la cabaña. Estábamos a tan solo unos metros de mi aldea. Respiré hondo. El olor era tan familiar...
No llegamos a entrar antes de que el viejo sayt abriese la puerta desde dentro, mirándonos con expresión de sorpresa.
-...Evaro-tare.- dije simplemente.
(He vuelto)
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Sayt. Equivalente a husky. En este caso, de pelaje marrón.
Sayt. Equivalente a husky. En este caso, de pelaje marrón.
[. . .]
Tras una breve introducción en la cual tuve que repetir todo lo que le había dicho a mi hermana minutos atrás, los cinco nos vimos dentro de la cabaña de Cyr. Echaba de menos la cantidad de espacio que proporcionaban. Eran más grandes que las humanas, pero tenían muchos menos muebles.
Lo unico que echaba de menos eran las sillas. En su lugar, había "almohadones" colocados en el suelo y rellenados con hojas de unos árboles de esa zona, dificiles de encontrar por la Peninsula.
Era extraño volver a sentarse en uno. Hice un gesto a mis compañeros, indicándoles que podían imitarme. Dina también se sentó, pero el guardabosques permaneció de pie, mirando brevemente a cada uno de sus "invitados".
-Ha pasado... muchos años.- dijo el can.
-Quince.- asentí. El mayor cerró los ojos, asintiendo brevemente.
-Marak querrá verte. Será... dificil. Han cambiado muchas cosas.- aseguró. -¿Por qué... has vuelto?-
Hice una larga pausa, pensando en la respuesta. No fue sencillo.
-Es... complicado.- admití. Las palabras estaban atascadas en mi garganta. Era una buena pregunta. ¿Por qué estaba allí? Hasta el momento, nadie había cuestionado mi decisión. Sabía que me preguntarían tarde o temprano, por supuesto. No había vuelto para quedarme. ¿Qué es lo que quería? -Creo que he vuelto para pedir perdón.-
Cyr me miró, llevándose la mano a la boca. Sin embargo, no tardó más de unos segundos en hacer otra pregunta.
-¿Te arrepientes de haberte ido?- preguntó. Las palabras fueron pesadas, casi contundentes. De repente, me sentía muy poco preparado para todo aquello. Las preguntas de Cyr eran peligrosas, y él era mucho menos juicioso que mi padre. La respuesta a su pregunta estaba clara, pero temblaba a la hora de pronunciar la respuesta.
-No.- confesé, cubriendo mi rostro con ambas manos. -Me... arrepiento de algunas cosas. Pero si pudiese volver atrás...- Si me hubiese quedado allí... no habría habido Nómadas. No me habría hecho amigo de Elt, ni conocido a la gente que se había convertido en mi familia. No me habría convertido en un mercenario despiadado, no habría perdido mi libertad ni acabado con cientos de vidas.
Pero tampoco habría conocido a Syl.
-Me habría ido. Es... es quien soy. Incluso si me hubiese aguantado durante un tiempo, tarde o temprano... me habría ido.- dije, esta vez mirándole a los ojos. El guardabosques movió ligeramente la cabeza, sopesando lo que acababa de decir. Finalmente, pareció satisfecho. Sonrió.
-Ya veo. Entonces, dejame ser el segundo en decir... bienvenido de vuelta, Asher Dáregan.
Asher Daregan
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Re: El pródigo [Privado]
Arqueó ambas cejas, sorprendido, cuando la mujer miró a Asher con cara de pocos amigos cuando este se presentó por segunda vez.
¿Es que había hecho algo mal? Bajó su mirada hasta su mano derecha, la cual permanecía aun levantada, frente a la loba. ¿Estrechar la mano era, quizás, algo que no se debía hacer en aquel lugar?
Pero lo que había sucedido era algo más absurdo.
- ¿Cómo, cómo? – Preguntó acercándose un poco más a la hermana de su amigo, esperando que esta repitiese lo que acaba de decir. – ¿Mi nombre significa eso? – Syl y Asher no tardaron en mencionar lo apropiado que era, él, no obstante, sintió la imperiosa necesidad de volver a casa a preguntarle a sus padres de dónde habían sacado su nombre.
La conversación, de todos modos, no tardó en diluirse cuando el grupo reemprendió la marcha en dirección a la aldea, o más bien a la cabaña que estaba más alejada de la misma. El lobo mencionó que esta pertenecía a Cyr, una especie de guardabosques que, al parecer, era básicamente parte de su familia.
Aun así, Asher no parecía tener precisamente prisa por afrontar todo aquello.
Al cabo de un rato se detuvieron frente a una cabaña de aspecto recio, pero simple. Asher tomo aire profundamente y se quedó parado unos instantes.
- ¿Recuerdos? – Preguntó con sencillez. Incluso a él le invadían la nostalgia cuando reconocía el olor de su hogar; Y él era humano, apenas podía captar una fracción de lo que podía Asher.
Debía de ser bastante más duro de lo que dejaba ver a simple vista.
Los nudillos de Asher no llegaron a tocar la madera de la que estaba hecha la puerta de la cabaña, una persona emergió del interior instantes antes de que lo hiciera.
Lo que había sucedido con Dina momentos atrás volvió a repetirse, aunque aquella presentación fue más rápida, con menos amenazas con un palo.
Segundos después, Eltrant, sin pensárselo demasiado, se dejó caer en uno de los mullidos almohadones al parecer allí usaban a modo de asientos. No pudo evitar comprobar que la vivienda estaba casi vacía, incluso en su minúscula cabaña en los bosques tenía más muebles.
Notó como el guardabosque le analizaba con la mirada, aun de pie. En cierto modo, la forma con la que el lobo se dirigió a ellos le recordó, en cierto modo, a Irirgo.
Cyr tenía una forma de hablar bastante singular, lo hacía de forma casi metódica, como si pensase fríamente cada una de las palabras que salían de su boca. Fue algo que se encargó de demostrar con las distintas preguntas que hizo a Asher, eran preguntas que parecían inocuas en un principio, casi las típicas que podías esperar en una situación como aquella.
Pero el rostro de Asher indicaba que el guardabosque parecía haberlas elegido a propósito, que estaba sondeando a su antiguo conocido, lo que había cambiado en todos aquellos años.
Al final, las respuestas de su amigo parecieron contentar a Cyr lo suficiente como para que este esbozase una sonrisa y le diese la bienvenida de vuelta.
Sí no hubiese estado en un territorio completamente desconocido para él, Eltrant habría dejado escapar un largo y sonoro suspiro de alivio. Pero se controló, en un principio tenía que dar buena impresión y, desgraciadamente, su nombre ya llamaba bastante la atención de por sí.
La tensión disminuyó lo suficiente como para que Eltrant pudiese permitirse hablar, el castaño se giró hacia su compañero y, durante unos segundos, buscó exactamente que decirle. Aunque no lo demostrase a simple vista, era evidente que todo aquello estaba pasándole factura al lobo.
El guardabosque, entre tanto, se había alejado un poco del grupo, no estaba seguro de por qué, no había tanto mobiliario en el lugar, después de todo. Aun así, Eltrant sospechaba que era capaz de oírles perfectamente.
Estaba en una aldea en la que los susurros no servían de nada.
- Eso ha sido… ¿Estás bien? – Preguntó a continuación, esbozando el fantasma de una sonrisa, negó con la cabeza. – Si te sirve de algo… – Le dio un leve codazo amistoso al lobo, de forma disimulada. – Me alegro de que seas como eres. – dijo en voz algo más baja, llevándose la mano hasta la cara. - ¿Está bien dicho eso? – Preguntó para sí, procediendo a atusarse la barba, volvió a sonreír. – ¿No hay muy pocos muebles? - dijo al final, tratando de animar un poco al lobo. La presencia de Cyr allí, principalmente por su forma de hablar, era más intimidante de lo que esperaba, bajó un poco su tono de voz.
Había visto las diferentes expresiones del lobo durante la conversación que había tenido con Cyr, las dudas y la dificultad que había tenido para decir lo que de verdad sentía.
Suspiró, si no quería ser un bocazas más adelante iba a tener que saberlo todo. Tenía que preguntarle.
- No me contestes si no quieres, sé que es muy personal. – dijo cruzándose de brazos un momento. – Pero… ¿Qué es…? – Miró a Cyr, seguía lejos, conversando con Dina - ¿Qué es lo que tienen que perdonarte? – Pronunció al final.
Lo único que había hecho había sido marcharse de allí. ¿Tan grave había sido?
¿Es que había hecho algo mal? Bajó su mirada hasta su mano derecha, la cual permanecía aun levantada, frente a la loba. ¿Estrechar la mano era, quizás, algo que no se debía hacer en aquel lugar?
Pero lo que había sucedido era algo más absurdo.
- ¿Cómo, cómo? – Preguntó acercándose un poco más a la hermana de su amigo, esperando que esta repitiese lo que acaba de decir. – ¿Mi nombre significa eso? – Syl y Asher no tardaron en mencionar lo apropiado que era, él, no obstante, sintió la imperiosa necesidad de volver a casa a preguntarle a sus padres de dónde habían sacado su nombre.
La conversación, de todos modos, no tardó en diluirse cuando el grupo reemprendió la marcha en dirección a la aldea, o más bien a la cabaña que estaba más alejada de la misma. El lobo mencionó que esta pertenecía a Cyr, una especie de guardabosques que, al parecer, era básicamente parte de su familia.
Aun así, Asher no parecía tener precisamente prisa por afrontar todo aquello.
Al cabo de un rato se detuvieron frente a una cabaña de aspecto recio, pero simple. Asher tomo aire profundamente y se quedó parado unos instantes.
- ¿Recuerdos? – Preguntó con sencillez. Incluso a él le invadían la nostalgia cuando reconocía el olor de su hogar; Y él era humano, apenas podía captar una fracción de lo que podía Asher.
Debía de ser bastante más duro de lo que dejaba ver a simple vista.
Los nudillos de Asher no llegaron a tocar la madera de la que estaba hecha la puerta de la cabaña, una persona emergió del interior instantes antes de que lo hiciera.
[…]
Lo que había sucedido con Dina momentos atrás volvió a repetirse, aunque aquella presentación fue más rápida, con menos amenazas con un palo.
Segundos después, Eltrant, sin pensárselo demasiado, se dejó caer en uno de los mullidos almohadones al parecer allí usaban a modo de asientos. No pudo evitar comprobar que la vivienda estaba casi vacía, incluso en su minúscula cabaña en los bosques tenía más muebles.
Notó como el guardabosque le analizaba con la mirada, aun de pie. En cierto modo, la forma con la que el lobo se dirigió a ellos le recordó, en cierto modo, a Irirgo.
Cyr tenía una forma de hablar bastante singular, lo hacía de forma casi metódica, como si pensase fríamente cada una de las palabras que salían de su boca. Fue algo que se encargó de demostrar con las distintas preguntas que hizo a Asher, eran preguntas que parecían inocuas en un principio, casi las típicas que podías esperar en una situación como aquella.
Pero el rostro de Asher indicaba que el guardabosque parecía haberlas elegido a propósito, que estaba sondeando a su antiguo conocido, lo que había cambiado en todos aquellos años.
Al final, las respuestas de su amigo parecieron contentar a Cyr lo suficiente como para que este esbozase una sonrisa y le diese la bienvenida de vuelta.
Sí no hubiese estado en un territorio completamente desconocido para él, Eltrant habría dejado escapar un largo y sonoro suspiro de alivio. Pero se controló, en un principio tenía que dar buena impresión y, desgraciadamente, su nombre ya llamaba bastante la atención de por sí.
La tensión disminuyó lo suficiente como para que Eltrant pudiese permitirse hablar, el castaño se giró hacia su compañero y, durante unos segundos, buscó exactamente que decirle. Aunque no lo demostrase a simple vista, era evidente que todo aquello estaba pasándole factura al lobo.
El guardabosque, entre tanto, se había alejado un poco del grupo, no estaba seguro de por qué, no había tanto mobiliario en el lugar, después de todo. Aun así, Eltrant sospechaba que era capaz de oírles perfectamente.
Estaba en una aldea en la que los susurros no servían de nada.
- Eso ha sido… ¿Estás bien? – Preguntó a continuación, esbozando el fantasma de una sonrisa, negó con la cabeza. – Si te sirve de algo… – Le dio un leve codazo amistoso al lobo, de forma disimulada. – Me alegro de que seas como eres. – dijo en voz algo más baja, llevándose la mano hasta la cara. - ¿Está bien dicho eso? – Preguntó para sí, procediendo a atusarse la barba, volvió a sonreír. – ¿No hay muy pocos muebles? - dijo al final, tratando de animar un poco al lobo. La presencia de Cyr allí, principalmente por su forma de hablar, era más intimidante de lo que esperaba, bajó un poco su tono de voz.
Había visto las diferentes expresiones del lobo durante la conversación que había tenido con Cyr, las dudas y la dificultad que había tenido para decir lo que de verdad sentía.
Suspiró, si no quería ser un bocazas más adelante iba a tener que saberlo todo. Tenía que preguntarle.
- No me contestes si no quieres, sé que es muy personal. – dijo cruzándose de brazos un momento. – Pero… ¿Qué es…? – Miró a Cyr, seguía lejos, conversando con Dina - ¿Qué es lo que tienen que perdonarte? – Pronunció al final.
Lo único que había hecho había sido marcharse de allí. ¿Tan grave había sido?
Eltrant Tale
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Re: El pródigo [Privado]
-Gracias, Elt. Lo de los muebles es normal.- respondí. Eltrant estaba haciendo lo que podía para apoyarme, incluso si era yo el que tenía que sacar fuerzas. La siguiente pregunta me pilló de improvisto.
Me froté la cara, pensando en qué decir. O más bien, cómo decirlo. Mi hermana se levantó y se dirigió hacia Cyr, dándome un momento para hablar de ello. Agradecí el gesto.
-Mi padre es Marak. Es... es el líder de la tribu. La cabeza de todo esto.- suspiré, evitando mirar al humano. -Yo iba a ser el siguiente. Me... educaron para ello.- Tragué saliva. Era difícil de decir, pero se merecía saberlo. -Es irónico. Era lo más parecido a un príncipe.-
La mano de Syl se posó en mi hombro. Tenía que continuar.
-Tuve varios motivos para irme. El primero era... el de todo el mundo, supongo. Curiosidad y emoción. Quería hacerme... fuerte. Aquí no podría.- expliqué. Aquello era lo que me había dicho a mi mismo, al menos. -Pero era egoísta. No quería una responsabilidad que había heredado. No quería tener que proteger a nadie. No había elegido esta aldea. Solo... había nacido en ella.- No podía simplemente bajar la cabeza y aceptar lo que se me imponía. Incluso si tenía consecuencias sobre el resto.
-Nadie ha vuelto a tener noticias de mi desde que me fui. Supongo que... asumieron que había muerto.- continué, cerrando los ojos. -El volver también es un acto de egoísmo. Sería más fácil para todos si hubiese seguido fuera.-
Había más, por supuesto. Si hubiese sido cualquier otra persona, quizás no habría resultado tan difícil. Pero aquello era algo que solo sabían tres personas en toda la tribu. No era algo que pudiese difundir, ni siquiera a Eltrant. Si lo hacía, estaría traicionándolos a todos.
Era hora de que tomase responsabilidad por mis acciones. Me levanté, haciendo un gesto con la cabeza a mis acompañantes.
-¿Puedes acompañarnos, Cyr? Temo que mi padre me degüelle al verme, necesito un escudo.- bromeé, intentando aliviar la amargura que sentía en mi pecho. El guardabosques chasqueó la lengua, divertido.
-¿Aún tienes sentido del humor?- preguntó, acercándose a la puerta. Su voz sonaba neutral, pero dejaba ver que le había hecho gracia.
-Creo que tienen una frase para eso. Algo como... "mala hierba nunca muere."- sonrió mi hermana. Listilla. ¿Se estaban adaptando a mi estilo? No les recordaba tan sarcásticos. Sacudí la cabeza y atravesé la puerta, seguido por el resto. El volver a ver el camino hacia la aldea hacía que se me pusiese el corazón en la garganta.
Dejé que los otros dos canes tomasen la delantera y avanzamos detrás. No tardamos en encontrarnos cerca de las primeras cabañas. Algunas cosas habían cambiado. Los tejados eran más similares a los humanos de lo que esperaba. La estructura de las casas también había adoptado una forma más similar a los diseños a los que estaba acostumbrado. Fruncí el ceño. Era extraño.
No tardamos en ser vistos, o quizás olidos. Algunos empezaron a asomarse, mirando con atención. Reconocía a los más mayores. Ojos y orejas nos siguieron a medida que avanzábamos. No me sorprendía. Ese sitio no recibía visitas. Eltrant y Syl eran los primeros desconocidos que llegaban en mucho tiempo.
Escuché mi nombre entre los murmullos. Y finalmente, nos aproximamos a la plaza. Una gran roca de hogar yacía justo en el centro, alzándose como un monolito blanco. Desde allí, podía verse la humante forja de Denv, la cocina del pueblo, y otros tantos edificios. Un camino se alzaba hacia la cima de la colina sobre la que estaba mi antiguo hogar.
Para cuando llegamos al centro, todo un grupo de hombres perro, coyotes, dingos y demás se había formado detrás. Una sola figura se puso entre nosotros y la colina. Una que me costó unos segundos reconocer. El hombre perro frente a nosotros era más bajo y menos fornido de lo que estaba yo, teniendo una constitución que sería el punto medio entre la de Syl y la de Eltrant.
-Dora-rok nat?- preguntó mi hermano menor. Se dirigía solo hacia mi. Estaba serio. Firme. ¿Cuantos años debía tener cuando me fui? ¿Siete? -Veu nat rok-ora... stifilt?
((¿Que haces aquí? ¿Por qué has traido desconocidos?)
-Yo también me alegro de verte, Lorek.- dije, ladeando la cabeza. Al oírme hablar, frunció el ceño.
-Tara-rok nif stifilt, datarum torsor... uvoga Jarum-venta. Veu nat...?
(Vienes aquí con extranjeros, después de años... y hablando la lengua de los humanos. ¿Por qué...?)
-Me temo que mis acompañantes no te entienden. ¿Podrías repetir eso?- dije, adoptando la misma postura seria que tenía él. Sabía perfectamente que le habían enseñado a hablar Común. También sabía que el decir eso le enfadaría. Pero tras esa bienvenida... no me importaba. Lorek se quedó unos segundos en silencio, atravesando con la mirada a Syl, y sobre todo, a Eltrant.
-Tan arrogante como cuando te fuiste.- dijo con un marcado acento, similar al de Dina. -¿Te has vuelto loco? ¿Como se te ocurre volver?
-No soy una amenaza, Lorek. Soy tu hermano.- suspiré. -No hace falta que pongas toda la faceta de "guardian temible y protector". Ya tendré suficiente de eso cuando hable con nuestro padre.-
-Mí padre. Renunciaste a ser de los nuestros cuando nos abandonaste.- me recriminó. Hice lo posible para no mostrarle los dientes. Empezaba a resultar irritante.
Para la mayoría de testigos, la situación era evidente. Mi hermano menor quería imponer la autoridad que heredaría tarde o temprano. Pero de ninguna manera lo reconocería como tal. Mi cuerpo me pedía desafiarlo, y él quería que lo desafiase. La situación se volvió tensa. Con tanta gente alrededor, ninguno de los dos tendría intención de ceder.
Me froté la cara, pensando en qué decir. O más bien, cómo decirlo. Mi hermana se levantó y se dirigió hacia Cyr, dándome un momento para hablar de ello. Agradecí el gesto.
-Mi padre es Marak. Es... es el líder de la tribu. La cabeza de todo esto.- suspiré, evitando mirar al humano. -Yo iba a ser el siguiente. Me... educaron para ello.- Tragué saliva. Era difícil de decir, pero se merecía saberlo. -Es irónico. Era lo más parecido a un príncipe.-
La mano de Syl se posó en mi hombro. Tenía que continuar.
-Tuve varios motivos para irme. El primero era... el de todo el mundo, supongo. Curiosidad y emoción. Quería hacerme... fuerte. Aquí no podría.- expliqué. Aquello era lo que me había dicho a mi mismo, al menos. -Pero era egoísta. No quería una responsabilidad que había heredado. No quería tener que proteger a nadie. No había elegido esta aldea. Solo... había nacido en ella.- No podía simplemente bajar la cabeza y aceptar lo que se me imponía. Incluso si tenía consecuencias sobre el resto.
-Nadie ha vuelto a tener noticias de mi desde que me fui. Supongo que... asumieron que había muerto.- continué, cerrando los ojos. -El volver también es un acto de egoísmo. Sería más fácil para todos si hubiese seguido fuera.-
Había más, por supuesto. Si hubiese sido cualquier otra persona, quizás no habría resultado tan difícil. Pero aquello era algo que solo sabían tres personas en toda la tribu. No era algo que pudiese difundir, ni siquiera a Eltrant. Si lo hacía, estaría traicionándolos a todos.
Era hora de que tomase responsabilidad por mis acciones. Me levanté, haciendo un gesto con la cabeza a mis acompañantes.
-¿Puedes acompañarnos, Cyr? Temo que mi padre me degüelle al verme, necesito un escudo.- bromeé, intentando aliviar la amargura que sentía en mi pecho. El guardabosques chasqueó la lengua, divertido.
-¿Aún tienes sentido del humor?- preguntó, acercándose a la puerta. Su voz sonaba neutral, pero dejaba ver que le había hecho gracia.
-Creo que tienen una frase para eso. Algo como... "mala hierba nunca muere."- sonrió mi hermana. Listilla. ¿Se estaban adaptando a mi estilo? No les recordaba tan sarcásticos. Sacudí la cabeza y atravesé la puerta, seguido por el resto. El volver a ver el camino hacia la aldea hacía que se me pusiese el corazón en la garganta.
Dejé que los otros dos canes tomasen la delantera y avanzamos detrás. No tardamos en encontrarnos cerca de las primeras cabañas. Algunas cosas habían cambiado. Los tejados eran más similares a los humanos de lo que esperaba. La estructura de las casas también había adoptado una forma más similar a los diseños a los que estaba acostumbrado. Fruncí el ceño. Era extraño.
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No tardamos en ser vistos, o quizás olidos. Algunos empezaron a asomarse, mirando con atención. Reconocía a los más mayores. Ojos y orejas nos siguieron a medida que avanzábamos. No me sorprendía. Ese sitio no recibía visitas. Eltrant y Syl eran los primeros desconocidos que llegaban en mucho tiempo.
Escuché mi nombre entre los murmullos. Y finalmente, nos aproximamos a la plaza. Una gran roca de hogar yacía justo en el centro, alzándose como un monolito blanco. Desde allí, podía verse la humante forja de Denv, la cocina del pueblo, y otros tantos edificios. Un camino se alzaba hacia la cima de la colina sobre la que estaba mi antiguo hogar.
Para cuando llegamos al centro, todo un grupo de hombres perro, coyotes, dingos y demás se había formado detrás. Una sola figura se puso entre nosotros y la colina. Una que me costó unos segundos reconocer. El hombre perro frente a nosotros era más bajo y menos fornido de lo que estaba yo, teniendo una constitución que sería el punto medio entre la de Syl y la de Eltrant.
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-Dora-rok nat?- preguntó mi hermano menor. Se dirigía solo hacia mi. Estaba serio. Firme. ¿Cuantos años debía tener cuando me fui? ¿Siete? -Veu nat rok-ora... stifilt?
((¿Que haces aquí? ¿Por qué has traido desconocidos?)
-Yo también me alegro de verte, Lorek.- dije, ladeando la cabeza. Al oírme hablar, frunció el ceño.
-Tara-rok nif stifilt, datarum torsor... uvoga Jarum-venta. Veu nat...?
(Vienes aquí con extranjeros, después de años... y hablando la lengua de los humanos. ¿Por qué...?)
-Me temo que mis acompañantes no te entienden. ¿Podrías repetir eso?- dije, adoptando la misma postura seria que tenía él. Sabía perfectamente que le habían enseñado a hablar Común. También sabía que el decir eso le enfadaría. Pero tras esa bienvenida... no me importaba. Lorek se quedó unos segundos en silencio, atravesando con la mirada a Syl, y sobre todo, a Eltrant.
-Tan arrogante como cuando te fuiste.- dijo con un marcado acento, similar al de Dina. -¿Te has vuelto loco? ¿Como se te ocurre volver?
-No soy una amenaza, Lorek. Soy tu hermano.- suspiré. -No hace falta que pongas toda la faceta de "guardian temible y protector". Ya tendré suficiente de eso cuando hable con nuestro padre.-
-Mí padre. Renunciaste a ser de los nuestros cuando nos abandonaste.- me recriminó. Hice lo posible para no mostrarle los dientes. Empezaba a resultar irritante.
Para la mayoría de testigos, la situación era evidente. Mi hermano menor quería imponer la autoridad que heredaría tarde o temprano. Pero de ninguna manera lo reconocería como tal. Mi cuerpo me pedía desafiarlo, y él quería que lo desafiase. La situación se volvió tensa. Con tanta gente alrededor, ninguno de los dos tendría intención de ceder.
Asher Daregan
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Re: El pródigo [Privado]
- Entiendo. – fue lo único que dijo ante la respuesta que Asher dio a su pregunta.
Lo entendía muy bien, quizás demasiado, el motivo por el que el lobo se había marchado de aquel lugar era bastante similar al motivo por el cual él dejó la granja hacía ya más de una década: Aventuras, curiosidad, ver mundo… se recordaba tan ingenuo.
Siempre se había culpado por dejarles solos, por escaparse en mitad de la noche.
Pero aquello, en aquel momento, no era importante, era algo que había resuelto hacía mucho tiempo. Sonrió al lobo y lo dejó estar ahí, trató de no presionar en un asunto que, visiblemente, le era complicado comentar.
Eltrant jamás habría imaginado que Asher había sido educado expresamente para liderar la aldea en la que nació.
En cierto modo, era un cargo que le sentaba bien, sobre todo después de ver cómo había liderado a los Nómadas durante todo aquel tiempo. De hecho, aquella información resolvió algunas de las dudas que Eltrant había tenido acerca de su amigo y que nunca había estado seguro de preguntar.
Era irónico, Asher parte de lo más parecido que había a la nobleza en aquel lugar.
Eltrant se levantó del cojín tan pronto Asher lo hizo, explicado todo parecía haber llegado el momento de continuar hasta la aldea en sí. Cyr accedió a acompañar a Asher de vuelta a la aldea, el guardabosque se mostró más relajado que cuando se había reencontrado con su sobrino, incluso se permitió hacer una especie de chiste.
¿Todos los habitantes de la aldea compartían el mismo sentido del humor? Sonrió modestamente y siguió a los presentes hasta el exterior. Sin decir nada, se quedó cerca de Syl y de Asher durante el breve camino que recorrieron hasta el poblado.
Se esperaba algo diferente.
Salvando las evidentes diferencias, como la roca de hogar que había en el centro del poblado, Áruent era más parecida a su aldea natal de lo que había imaginado. Se concentró en el sonido de la brisa meciendo los aires, en la suave calma que parecía reinar en aquel lugar.
No tardó en apreciar como muchos salían de las casas a ver a los recién llegados. Notó muchos de los ojos que se deslizaban sobre los extraños sobre él, analizándole.
¿Les habían olido llegar? Era evidente que no esperaban visitas, las dos únicas personas con las que se habían cruzado hasta llegar allí habían sido la hermana de Asher y Cyr, era imposible que supiesen con antelación la llegada de Asher.
¿Sangre y acero?
No pudo evitar sentirse algo culpable, apartó aquellas dos palabras de su cabeza y continuó de la misma forma que lo había hecho hasta el momento, trató de obviar las distintas miradas con las que se cruzaba, los murmullos en aquella lengua que no conocía.
Un gran grupo de personas se congregó a sus espaldas, siguiéndoles según se adentraban más y más en el lugar. No estaba seguro de hacía dónde se estaba dirigiendo Asher, pero supuso que hacía colina, concretamente hacía la casa que descansaba sobre ella.
Finalmente, una solitaria figura se colocó entre ellos y su objetivo.
Eltrant enarcó una ceja, contemplando como el perro que había salido de entre la multitud se encaraba con Asher en la lengua local.
La conversación, que comenzó tensa, se volvió incluso más incómoda cuando Asher instó al hombre que tenía frente a él a que hablase en común. Momento en el que se encargó de mirar fijamente a Eltrant, quien se limitó a seguir el consejo que le había dado su amigo con anterioridad, no le mantuvo la mirada más de tres segundos.
No quería causar más problemas de los que parecían estar a punto de desatarse.
“Lorek”; Asher no tardó en pronunciar el nombre de aquel perro y, por lo que también pudo oír Eltrant desde dónde estaba, se trataba de otro de sus hermanos. Uno que, a diferencia de Dina, no parecía particularmente feliz con aquel reencuentro.
¿Sería la familia de Asher tan numerosa como la suya propia?
Cada frase que intercambiaban acrecentaban los murmullos del grupo que se había formado a sus espaldas, volvió a escuchar el nombre del lobo en al menos dos ocasiones. Sí tenía que disculparse por haberse marchado montar un espectáculo al llegar no iba a ser de ayuda.
Tragó saliva, ¿Intervenía? No, no podía hacerlo, aquello complicaría aún más las cosas; no había pasado por alto como le miraban allí. Pero, por otro lado, conocía la mirada que Asher le estaba lanzando a su hermano, la había visto en más de una ocasión.
Miró primero a Dina, tratando de captar su atención. Susurrar allí era básicamente gritar, así que se limitó a hacer notar a la hermana de Asher lo que debía de ser evidente para todos con la mirada. Sí acababan peleando Eltrant suponía que Asher no iba a ser visto con muy buenos ojos por los demás, por la persona ante la que se tenía que disculpar.
Aunque, por supuesto, seguía sin gran cosa de la cultura en la que se había criado Asher, podía estar perfectamente equivocado.
Lo entendía muy bien, quizás demasiado, el motivo por el que el lobo se había marchado de aquel lugar era bastante similar al motivo por el cual él dejó la granja hacía ya más de una década: Aventuras, curiosidad, ver mundo… se recordaba tan ingenuo.
Siempre se había culpado por dejarles solos, por escaparse en mitad de la noche.
Pero aquello, en aquel momento, no era importante, era algo que había resuelto hacía mucho tiempo. Sonrió al lobo y lo dejó estar ahí, trató de no presionar en un asunto que, visiblemente, le era complicado comentar.
Eltrant jamás habría imaginado que Asher había sido educado expresamente para liderar la aldea en la que nació.
En cierto modo, era un cargo que le sentaba bien, sobre todo después de ver cómo había liderado a los Nómadas durante todo aquel tiempo. De hecho, aquella información resolvió algunas de las dudas que Eltrant había tenido acerca de su amigo y que nunca había estado seguro de preguntar.
Era irónico, Asher parte de lo más parecido que había a la nobleza en aquel lugar.
Eltrant se levantó del cojín tan pronto Asher lo hizo, explicado todo parecía haber llegado el momento de continuar hasta la aldea en sí. Cyr accedió a acompañar a Asher de vuelta a la aldea, el guardabosque se mostró más relajado que cuando se había reencontrado con su sobrino, incluso se permitió hacer una especie de chiste.
¿Todos los habitantes de la aldea compartían el mismo sentido del humor? Sonrió modestamente y siguió a los presentes hasta el exterior. Sin decir nada, se quedó cerca de Syl y de Asher durante el breve camino que recorrieron hasta el poblado.
Se esperaba algo diferente.
Salvando las evidentes diferencias, como la roca de hogar que había en el centro del poblado, Áruent era más parecida a su aldea natal de lo que había imaginado. Se concentró en el sonido de la brisa meciendo los aires, en la suave calma que parecía reinar en aquel lugar.
No tardó en apreciar como muchos salían de las casas a ver a los recién llegados. Notó muchos de los ojos que se deslizaban sobre los extraños sobre él, analizándole.
¿Les habían olido llegar? Era evidente que no esperaban visitas, las dos únicas personas con las que se habían cruzado hasta llegar allí habían sido la hermana de Asher y Cyr, era imposible que supiesen con antelación la llegada de Asher.
¿Sangre y acero?
No pudo evitar sentirse algo culpable, apartó aquellas dos palabras de su cabeza y continuó de la misma forma que lo había hecho hasta el momento, trató de obviar las distintas miradas con las que se cruzaba, los murmullos en aquella lengua que no conocía.
Un gran grupo de personas se congregó a sus espaldas, siguiéndoles según se adentraban más y más en el lugar. No estaba seguro de hacía dónde se estaba dirigiendo Asher, pero supuso que hacía colina, concretamente hacía la casa que descansaba sobre ella.
Finalmente, una solitaria figura se colocó entre ellos y su objetivo.
Eltrant enarcó una ceja, contemplando como el perro que había salido de entre la multitud se encaraba con Asher en la lengua local.
La conversación, que comenzó tensa, se volvió incluso más incómoda cuando Asher instó al hombre que tenía frente a él a que hablase en común. Momento en el que se encargó de mirar fijamente a Eltrant, quien se limitó a seguir el consejo que le había dado su amigo con anterioridad, no le mantuvo la mirada más de tres segundos.
No quería causar más problemas de los que parecían estar a punto de desatarse.
“Lorek”; Asher no tardó en pronunciar el nombre de aquel perro y, por lo que también pudo oír Eltrant desde dónde estaba, se trataba de otro de sus hermanos. Uno que, a diferencia de Dina, no parecía particularmente feliz con aquel reencuentro.
¿Sería la familia de Asher tan numerosa como la suya propia?
Cada frase que intercambiaban acrecentaban los murmullos del grupo que se había formado a sus espaldas, volvió a escuchar el nombre del lobo en al menos dos ocasiones. Sí tenía que disculparse por haberse marchado montar un espectáculo al llegar no iba a ser de ayuda.
Tragó saliva, ¿Intervenía? No, no podía hacerlo, aquello complicaría aún más las cosas; no había pasado por alto como le miraban allí. Pero, por otro lado, conocía la mirada que Asher le estaba lanzando a su hermano, la había visto en más de una ocasión.
Miró primero a Dina, tratando de captar su atención. Susurrar allí era básicamente gritar, así que se limitó a hacer notar a la hermana de Asher lo que debía de ser evidente para todos con la mirada. Sí acababan peleando Eltrant suponía que Asher no iba a ser visto con muy buenos ojos por los demás, por la persona ante la que se tenía que disculpar.
Aunque, por supuesto, seguía sin gran cosa de la cultura en la que se había criado Asher, podía estar perfectamente equivocado.
Eltrant Tale
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Re: El pródigo [Privado]
-Aún no has respondido, Asher.- dijo, poniendo énfasis en mi nombre. -¿Que haces aquí? ¿Has venido buscando una guerra?- preguntó, mirando hacia la pareja detrás de mi.
-Espera un...-
-Puedo hablar por mi mismo, Dina.- interrumpí, alzando una mano para detener a mi hermana. Respiré hondo y di un paso hacia adelante, mirando a Lorek. Tenía que dejar las cosas claras, y aquel era el mejor momento. -He venido a disculparme. En principio, ante Marak. Pero tu también te lo mereces.- Quizás, más que nadie. Al haber eludido mis responsabilidades, habían caído sobre él. Y, a diferencia de mi, las había asumido. Bajé la cabeza. -Siento haberme ido.-
El de pelaje marrón tardó unos segundos en responder. Cuando lo hizo, parte de su agresividad se había perdido. Parecía haberle aplacado, aunque solo fuese un poco.
-No sabía que necesitases compañía para eso.- dijo, acercándose a examinar a mis acompañantes. -¿Hablan, o te tienen que pedir permiso?- musitó, condescendiente.
-Asher ser buen dueño. Prometer huesos frescos si Syl bueno.- dijo el gato con una expresión totalmente seria. No pude evitarlo. Reí con ganas ante semejante estupidez, pasando un brazo por el hombro del gato y apretándolo cariñosamente ante la sorpresa del otro can. -Es broma. Claro que hablo.- afirmó. Eltrant también había permanecido algo tenso durante la conversación. Era normal, supuse. Se encontraba fuera de su terreno y en una situación algo hostil.
-Son las personas más cercanas que he conocido fuera. Los he traído para demostrar algo.- dije al final, separándome del gato.
-Sea como sea, no puedes esperar que lo deje estar con una disculpa.- replicó mi hermano, recobrando el porte serio. -Después de tantos años...-
-No eres el único al que he abandonado.- interrumpí. -Mi responsabilidad es con todos y cada uno. Así que iré de uno en uno. Si una disculpa no basta, les convenceré de otra forma. Y eso te incluye a ti.- dije con seguridad. -Solo necesito tiempo.-
Hubo unos segundos de pausa. Los murmullos del fondo fueron más callados. Pero, finalmente, el menor de la familia se apartó a un lado, dejándome pasar.
-Dailevre.- dijo simplemente. -Está fuera ahora mismo. Con el chamán.-
(Veremos.)
-¿Duiner?- pregunté. Mi hermano negó con la cabeza.
-Murió.- dijo. Aquello... me sentó mal, por algún motivo. Como una piedra en el estómago. Siempre había considerado a Duiner un viejo cascarrabias, demasiado amargo para su trabajo. Pero no le deseaba la muerte. Esperaba haberle podido demostrarle que siempre se había equivocado respecto a mi. Esbocé una mueca, pero traté de ocultarla mientras avanzaba hacia la colina.
La pequeña muchedumbre que se había formado comenzó a dispersarse, poco a poco. Aun así, algunos aún nos miraban expectantes.
-¿Venís?- pregunté a los que esperaba que me siguiesen. Syl y Dina siguieron, pero Cyr pareció dudar.
-Quizás debería... hablar con Marak. Será peor si se entera por sorpresa. Intentaré... Ip-doreve- dijo. Asentí levemente. Lorek tampoco fue con nosotros. No tenía motivos, después de todo. A donde iba, solo había un edificio y una sola persona.
-Siento... todo eso.- musité mientras avanzábamos. Lo habían hecho bien. Syl había sido bastante atrevido con su broma, pero había ayudado. Y Elt sabía cuando era mejor no intervenir. -La verdad es que no va a ser más fácil.- admití.
-No creo que vaya a ser un problema ahora mismo. Te ha echado mucho de menos.- dijo Dina. Suponía que no podría decir lo mismo de mi padre. Pero al menos me tranquilizaba. No llegamos siquiera a la puerta antes de ver a una mujer en lo alto de la colina, mirándonos.
Las lágrimas resbalaban de sus ojos. Me acerqué, dando unos pasos hacia mi madre antes de que ella cubriese la distancia que nos separaba y me abrazase con todas sus fuerzas, sollozando. El suave olor que tenía no había cambiado en todo ese tiempo.
-Giroken... Sti-giroken...- murmuró, aún sin romper el abrazo. La posición era algo rara por la diferencia de altura, pero no iba a quejarme. Le devolví el abrazo, cerrando los ojos. Era consciente de todo el dolor que debía haberle causado. El pensamiento me provocó una amarga punzada en el pecho.
Pero por el momento, estaba allí.
Tras unos segundos, rompió el abrazo y me sujetó la cara, frotándola con su mano como solía hacer.
-Arka tors... Rok gitorsan. Eboge rok.-
(Te has vuelto muy grande... Como tu abuelo. Te he echado de menos.)
-Risel durae.- dije. Cerró los ojos, aún sin decir mucho más.
(Lo siento.)
-¿Podemos... hablar en común?- pregunté, volviendo la mirada a mis compañeros. -Ellos... me han ayudado a llegar hasta aqui.-
Asintió. Mi madre se acercó a ambos y se enjugó las lágrimas.
-Gracias... por llevar aqui.- dijo. A pesar de su dificultad con el idioma, Syl asintió levemente, incapaz de decir mucho más.
-Entremos.- sugerí, señalando la cabaña con la cabeza. Tenía ganas de ver lo que durante muchos años había sido mi hogar.
-Espera un...-
-Puedo hablar por mi mismo, Dina.- interrumpí, alzando una mano para detener a mi hermana. Respiré hondo y di un paso hacia adelante, mirando a Lorek. Tenía que dejar las cosas claras, y aquel era el mejor momento. -He venido a disculparme. En principio, ante Marak. Pero tu también te lo mereces.- Quizás, más que nadie. Al haber eludido mis responsabilidades, habían caído sobre él. Y, a diferencia de mi, las había asumido. Bajé la cabeza. -Siento haberme ido.-
El de pelaje marrón tardó unos segundos en responder. Cuando lo hizo, parte de su agresividad se había perdido. Parecía haberle aplacado, aunque solo fuese un poco.
-No sabía que necesitases compañía para eso.- dijo, acercándose a examinar a mis acompañantes. -¿Hablan, o te tienen que pedir permiso?- musitó, condescendiente.
-Asher ser buen dueño. Prometer huesos frescos si Syl bueno.- dijo el gato con una expresión totalmente seria. No pude evitarlo. Reí con ganas ante semejante estupidez, pasando un brazo por el hombro del gato y apretándolo cariñosamente ante la sorpresa del otro can. -Es broma. Claro que hablo.- afirmó. Eltrant también había permanecido algo tenso durante la conversación. Era normal, supuse. Se encontraba fuera de su terreno y en una situación algo hostil.
-Son las personas más cercanas que he conocido fuera. Los he traído para demostrar algo.- dije al final, separándome del gato.
-Sea como sea, no puedes esperar que lo deje estar con una disculpa.- replicó mi hermano, recobrando el porte serio. -Después de tantos años...-
-No eres el único al que he abandonado.- interrumpí. -Mi responsabilidad es con todos y cada uno. Así que iré de uno en uno. Si una disculpa no basta, les convenceré de otra forma. Y eso te incluye a ti.- dije con seguridad. -Solo necesito tiempo.-
Hubo unos segundos de pausa. Los murmullos del fondo fueron más callados. Pero, finalmente, el menor de la familia se apartó a un lado, dejándome pasar.
-Dailevre.- dijo simplemente. -Está fuera ahora mismo. Con el chamán.-
(Veremos.)
-¿Duiner?- pregunté. Mi hermano negó con la cabeza.
-Murió.- dijo. Aquello... me sentó mal, por algún motivo. Como una piedra en el estómago. Siempre había considerado a Duiner un viejo cascarrabias, demasiado amargo para su trabajo. Pero no le deseaba la muerte. Esperaba haberle podido demostrarle que siempre se había equivocado respecto a mi. Esbocé una mueca, pero traté de ocultarla mientras avanzaba hacia la colina.
La pequeña muchedumbre que se había formado comenzó a dispersarse, poco a poco. Aun así, algunos aún nos miraban expectantes.
-¿Venís?- pregunté a los que esperaba que me siguiesen. Syl y Dina siguieron, pero Cyr pareció dudar.
-Quizás debería... hablar con Marak. Será peor si se entera por sorpresa. Intentaré... Ip-doreve- dijo. Asentí levemente. Lorek tampoco fue con nosotros. No tenía motivos, después de todo. A donde iba, solo había un edificio y una sola persona.
-Siento... todo eso.- musité mientras avanzábamos. Lo habían hecho bien. Syl había sido bastante atrevido con su broma, pero había ayudado. Y Elt sabía cuando era mejor no intervenir. -La verdad es que no va a ser más fácil.- admití.
-No creo que vaya a ser un problema ahora mismo. Te ha echado mucho de menos.- dijo Dina. Suponía que no podría decir lo mismo de mi padre. Pero al menos me tranquilizaba. No llegamos siquiera a la puerta antes de ver a una mujer en lo alto de la colina, mirándonos.
Las lágrimas resbalaban de sus ojos. Me acerqué, dando unos pasos hacia mi madre antes de que ella cubriese la distancia que nos separaba y me abrazase con todas sus fuerzas, sollozando. El suave olor que tenía no había cambiado en todo ese tiempo.
-Giroken... Sti-giroken...- murmuró, aún sin romper el abrazo. La posición era algo rara por la diferencia de altura, pero no iba a quejarme. Le devolví el abrazo, cerrando los ojos. Era consciente de todo el dolor que debía haberle causado. El pensamiento me provocó una amarga punzada en el pecho.
Pero por el momento, estaba allí.
Tras unos segundos, rompió el abrazo y me sujetó la cara, frotándola con su mano como solía hacer.
-Arka tors... Rok gitorsan. Eboge rok.-
(Te has vuelto muy grande... Como tu abuelo. Te he echado de menos.)
-Risel durae.- dije. Cerró los ojos, aún sin decir mucho más.
(Lo siento.)
-¿Podemos... hablar en común?- pregunté, volviendo la mirada a mis compañeros. -Ellos... me han ayudado a llegar hasta aqui.-
Asintió. Mi madre se acercó a ambos y se enjugó las lágrimas.
-Gracias... por llevar aqui.- dijo. A pesar de su dificultad con el idioma, Syl asintió levemente, incapaz de decir mucho más.
-Entremos.- sugerí, señalando la cabaña con la cabeza. Tenía ganas de ver lo que durante muchos años había sido mi hogar.
Asher Daregan
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Re: El pródigo [Privado]
La tensión pareció desvanecerse cuando Asher se disculpó con su hermano pequeño, Eltrant incluso se permitió sonreír cuando Syl decidió hacer un chiste.
- Sí que hablo. – dijo después de que el gato respondiese.
Optó por no decir nada más, quizás no le gustase demasiado la forma en la que Lorek había formulado su pregunta, pero estaba seguro que hacer un comentario al respecto era tentar a la suerte. Sobretodo después de lo que acababa de presenciar.
No permanecieron mucho más en la plaza, despues de que Asher y Lorek intercambiasen unas últimas palabras el grupo continuó el camino hacia la vivienda que descansaba en lo alto de la colina como si no hubiese pasado nada.
No obstante, lo hicieron sin Cyr.
Probablemente era debido a lo que acababa de suceder con Lorek, el guardabosque afirmó que sería mejor avisar a Marak antes de que Asher se encontrase con él momentos antes de marcharse. Eltrant había captado lo suficiente como para intuir que pertenecía a la persona con la que Asher deseaba disculparse: su padre.
No podía culpar al guardabosque por intentar controlar con antelación una situación que ya, de por sí, iba a ser complicada de vislumbrar. ¿Tendría pensado Cyr en acompañar a Asher durante su disculpa? Quizás no lo aparentase, pero Eltrant sabía que iba a necesitar toda la ayuda posible para encarar aquello.
- No te preocupes, Asher. – dijo Eltrant al mismo tiempo que se giraba sobre sí mismo a ver cómo la gente se dispersaba. Enarcó una ceja, al parecer ya habían visto suficiente, se preguntaba que habrían sacado en claro. – Por eso he venido. – dijo después, cuando el lobo aseguró que la cosa no iba a, precisamente, mejorar.
Cuando llegaron a lo alto de la colina otra figura salió al encuentro del pródigo, pero esta, a diferencia de Lorak, no le encaró nada.
Simplemente le dio un abrazo.
Tragó saliva y contempló el cuarto reencuentro que su amigo había tenido aquel día.
Eltrant había oído afirmar al lobo, varias veces, que había ido allí a disculparse; pero realmente no comprendió la magnitud de lo que este quería decir hasta que la mujer que esperaba frente a la vivienda lo estrechó entre sus brazos, con los ojos bañados en lágrimas.
Asher no solo se había, simplemente, marchado de allí. Parecía mucho más que eso.
Desvió levemente la mirada, en un inútil intento por dejarles algo parecido a intimidad y, cuando Asher se despegó de la mujer, volvió a prestar atención a lo que sucedía.
La mujer era mayor, de mediana edad, probablemente más. No era capaz de decirlo con exactitud, a Eltrant le costaba un poco descifrar la edad en los hombres-bestia, después de todo, estos no solían tener arrugas ni nada por que facilitase aquella tarea.
El aspecto de la loba, por otro lado, invitaba a pensar que era alguien que imponía cierto respeto a pesar de su físico. Y es que quizás no fuese tan grande e imponente como Asher, que en aquel momento estaba justo a su lado, pero sus ojos, aun brillantes debido a las lágrimas, parecían haber visto muchas cosas a lo largo de los años.
Le recordaban un poco a los de Rakfyr.
- No… no hay de qué. – dijo Eltrant rascándose la barba, nervioso, cuando la mujer se acercó hasta dónde estaban él y Syl, cuando les agradeció en un común muy pobre el haber llevado a Asher de vuelta hasta su hogar.
Eltrant supuso que aquella mujer era madre de Asher; o un familiar muy cercano. La reacción que esta había tenido al verle era tan única y, a la vez, tan universal, que no necesitó más para adivinarlo.
Tras aquello, depositó sus ojos en la fachada del edificio al que Asher se había encaminado. No parecía muy distinta al resto de casas de la aldea, quizás era algo más grande. ¿Sería una especie de ayuntamiento? ¿O era simplemente la casa de Asher? Sin pensarlo demasiado, Eltrant se limitó a seguir a los demás cuando el lobo sugirió al grupo entrar.
Eltrant descubrió que el edificio que coronaba Áruent solo podía ser descrito con la palabra “humilde”.
La vivienda en sí se parecía mucho a la cabaña de Cyr, no era realmente especial si se comparaba con esta; También poseía pocos muebles y había mucho espacio entre estos, la diferencia más visible, al menos la que pudo ver Eltrant desde la entrada, es que esta estaba decorada con algunas plantas y unos pocos objetos.
No demasiado, pero lo suficiente como para poder vislumbrarlo.
Continuó caminando hasta el centro de la estancia principal, la cual estaba justo al otro lado de la puerta, apenas fueron más de una decena de pasos. Como en la cabaña del guardabosque, un número indeterminado de cojines descansaban en aquel lugar, en el suelo.
- Es… - Probablemente la mujer no entendería gran cosa de lo que dijese. – Tiene usted una casa muy bonita. – dijo deteniéndose frente a una vistosa planta de color morado, para descubrir entonces que esta no poseía maceta y que, la planta en sí, ascendía desde una hendidura firmemente tallada en el suelo, entre la madera. – ¡Oh! – Entrecerró los ojos, agachándose casi al momento junto a la enredadera de flores, preso por la curiosidad – ¿Las raíces están bajo la casa? ¿Cómo...? - Se detuvo al instante cuando notó algunas miradas sobre su espalda.
Se aclaró la garganta y volvió a levantarse.
– Asher… me ha… ayudado mucho… – dijo enseguida. – Es un buen amigo. – Añadió después, quedándose en silencio.
- Sí que hablo. – dijo después de que el gato respondiese.
Optó por no decir nada más, quizás no le gustase demasiado la forma en la que Lorek había formulado su pregunta, pero estaba seguro que hacer un comentario al respecto era tentar a la suerte. Sobretodo después de lo que acababa de presenciar.
No permanecieron mucho más en la plaza, despues de que Asher y Lorek intercambiasen unas últimas palabras el grupo continuó el camino hacia la vivienda que descansaba en lo alto de la colina como si no hubiese pasado nada.
No obstante, lo hicieron sin Cyr.
Probablemente era debido a lo que acababa de suceder con Lorek, el guardabosque afirmó que sería mejor avisar a Marak antes de que Asher se encontrase con él momentos antes de marcharse. Eltrant había captado lo suficiente como para intuir que pertenecía a la persona con la que Asher deseaba disculparse: su padre.
No podía culpar al guardabosque por intentar controlar con antelación una situación que ya, de por sí, iba a ser complicada de vislumbrar. ¿Tendría pensado Cyr en acompañar a Asher durante su disculpa? Quizás no lo aparentase, pero Eltrant sabía que iba a necesitar toda la ayuda posible para encarar aquello.
- No te preocupes, Asher. – dijo Eltrant al mismo tiempo que se giraba sobre sí mismo a ver cómo la gente se dispersaba. Enarcó una ceja, al parecer ya habían visto suficiente, se preguntaba que habrían sacado en claro. – Por eso he venido. – dijo después, cuando el lobo aseguró que la cosa no iba a, precisamente, mejorar.
Cuando llegaron a lo alto de la colina otra figura salió al encuentro del pródigo, pero esta, a diferencia de Lorak, no le encaró nada.
Simplemente le dio un abrazo.
Tragó saliva y contempló el cuarto reencuentro que su amigo había tenido aquel día.
Eltrant había oído afirmar al lobo, varias veces, que había ido allí a disculparse; pero realmente no comprendió la magnitud de lo que este quería decir hasta que la mujer que esperaba frente a la vivienda lo estrechó entre sus brazos, con los ojos bañados en lágrimas.
Asher no solo se había, simplemente, marchado de allí. Parecía mucho más que eso.
Desvió levemente la mirada, en un inútil intento por dejarles algo parecido a intimidad y, cuando Asher se despegó de la mujer, volvió a prestar atención a lo que sucedía.
La mujer era mayor, de mediana edad, probablemente más. No era capaz de decirlo con exactitud, a Eltrant le costaba un poco descifrar la edad en los hombres-bestia, después de todo, estos no solían tener arrugas ni nada por que facilitase aquella tarea.
El aspecto de la loba, por otro lado, invitaba a pensar que era alguien que imponía cierto respeto a pesar de su físico. Y es que quizás no fuese tan grande e imponente como Asher, que en aquel momento estaba justo a su lado, pero sus ojos, aun brillantes debido a las lágrimas, parecían haber visto muchas cosas a lo largo de los años.
Le recordaban un poco a los de Rakfyr.
- No… no hay de qué. – dijo Eltrant rascándose la barba, nervioso, cuando la mujer se acercó hasta dónde estaban él y Syl, cuando les agradeció en un común muy pobre el haber llevado a Asher de vuelta hasta su hogar.
Eltrant supuso que aquella mujer era madre de Asher; o un familiar muy cercano. La reacción que esta había tenido al verle era tan única y, a la vez, tan universal, que no necesitó más para adivinarlo.
Tras aquello, depositó sus ojos en la fachada del edificio al que Asher se había encaminado. No parecía muy distinta al resto de casas de la aldea, quizás era algo más grande. ¿Sería una especie de ayuntamiento? ¿O era simplemente la casa de Asher? Sin pensarlo demasiado, Eltrant se limitó a seguir a los demás cuando el lobo sugirió al grupo entrar.
Eltrant descubrió que el edificio que coronaba Áruent solo podía ser descrito con la palabra “humilde”.
La vivienda en sí se parecía mucho a la cabaña de Cyr, no era realmente especial si se comparaba con esta; También poseía pocos muebles y había mucho espacio entre estos, la diferencia más visible, al menos la que pudo ver Eltrant desde la entrada, es que esta estaba decorada con algunas plantas y unos pocos objetos.
No demasiado, pero lo suficiente como para poder vislumbrarlo.
Continuó caminando hasta el centro de la estancia principal, la cual estaba justo al otro lado de la puerta, apenas fueron más de una decena de pasos. Como en la cabaña del guardabosque, un número indeterminado de cojines descansaban en aquel lugar, en el suelo.
- Es… - Probablemente la mujer no entendería gran cosa de lo que dijese. – Tiene usted una casa muy bonita. – dijo deteniéndose frente a una vistosa planta de color morado, para descubrir entonces que esta no poseía maceta y que, la planta en sí, ascendía desde una hendidura firmemente tallada en el suelo, entre la madera. – ¡Oh! – Entrecerró los ojos, agachándose casi al momento junto a la enredadera de flores, preso por la curiosidad – ¿Las raíces están bajo la casa? ¿Cómo...? - Se detuvo al instante cuando notó algunas miradas sobre su espalda.
Se aclaró la garganta y volvió a levantarse.
– Asher… me ha… ayudado mucho… – dijo enseguida. – Es un buen amigo. – Añadió después, quedándose en silencio.
Eltrant Tale
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Re: El pródigo [Privado]
Traduje las palabras de Eltrant, aunque parecían... poco sinceras. Bonita no era la palabra que usaría para un hogar. Sin embargo, sonreí al ver la curiosidad que debía sentir por la enredadera del suelo. La parte más gruesa del tallo contaba con multitud de marcas y hendiduras, sufridas a lo largo de los años. Eran los riesgos de criar a tres criaturas en una casa, después de todo.
-Es muy longeva.- explique. -Se supone que las flores purifican el aire, o algo así.- Debía admitir que ni siquiera yo estaba del todo seguro. No era algo que fuese común de encontrar en la mayoría de Aerandir. Nos sentamos sobre los cojines. Arañé el suelo con las uñas de mis patas casi instintivamente, y mi madre chasqueó la lengua. Dina rió.
-No se te ha ido esa mania, ¿eh?- preguntó. Miré la madera. Las marcas de incontables arañazos eran evidentes, justo en frente del colchón. Mi madre siempre lo había detestado.
Era inevitable negar el motivo. Estaba nervioso. No sabía que hacer conmigo mismo. Quizás lo mejor fuese explicarle lo que había estado haciendo, pero de alguna forma... no. Quería contárselo primero a él.
No tardamos demasiado en escuchar los pesados pasos de mi progenitor ascendiendo por la colina. Me levanté al instante, mucho antes de que fuese visible. ¿Que hacía? ¿Que podía hacer en esa situación?
Nada, nada salvo esperar.
Finalmente, apareció. Un hombre perro que casi me igualaba en altura, de hombros anchos y facciones curtidas. Si bien compartía mi pelaje gris, su estructura corporal era muy distinta a la mía. Cuerpo inclinado, colmillos prominentes y pelaje más denso y salvaje.
Cualquier otro asumiría que eramos de dos especies distintas. Sus ojos azules atravesaron la habitación.
-Sti-tarra.- dijo con voz ronca.
-Quiere... que os vayais.- traduje. -Hacedlo.-
No había otras opciones. Hablaríamos a solas, o no lo haríamos en absoluto. Una vez cerraron la puerta, los dos esperamos unos segundos a que se alejasen. Lo que dijésemos tenía que quedar entre esas paredes. Sin excepciones.
Finalmente, mi mirada se cruzó con la suya. Me pregunté que vería. ¿Un hijo rebelde? ¿Una amenaza? ¿Un desconocido? Sus ojos no me dieron ninguna pista. Cualquier plan que hubiese tenido, cualquier seguridad sobre lo que iba a decir, se desvaneció por completo. Me encontré con las palabras atascadas en mi garganta, en un nudo que no era capaz de desatar.
Cerré los ojos, irritado conmigo mismo. ¿Por qué no podía soltarlo? ¿Había llegado tan lejos, solo para quedarme callado? Era doloroso. Si intentaba hablar, sabía que mi voz se rompería. Apreté los puños con fuerza, sintiéndome inútil.
Y entonces, noté algo que no había esperado. Mi padre me abrazó, apretándome con fuerza. Aquella vez, fui yo el que comenzó a llorar, aún devolviendole el gesto. La frustración y el dolor se aliviaron, en parte.
-Sabes que esto...-
-Lo sé.- afirmé. No significaba que no hubiese pasado nada, ni que tuviese su perdón. Solo significaba que era mi padre. Mi familia. Me había echado de menos. Había creído que no volvería a verme, y allí estaba.
Pero el deber era el deber, y cada uno tenía el suyo.
Suspiré mientras nos separábamos. Había ido a resolver todo ese asunto, después de todo.
-¿Sabes en que situación estoy?- preguntó.
-No importa lo que quieras ni los lazos que tengas. Debes ser justo y proteger la aldea, ante todo.- afirmé, recordando las viejas lecciones. -Mientras no demuestre lo contrario, debes considerarme como un posible peligro, y actuar en consecuencia.- recité.
-Eso es sólo como líder de Áruent.- dijo, caminando hacia la ventana. -Como padre...-
-Nunca entendí lo que es ser un padre.- admití.
-Oh. ¿No has...?- dijo. No respondí. Carraspeó. -¿No has conocido a la persona indicada?- inquirió. Su tono era indescifrable, como siempre.
-Syl es la persona indicada. Es el hombre gato que has visto salir.- repliqué, cruzándome de brazos. Dejó escapar un ligero resoplido. ¿Alivio?
-Quizás sea lo mejor.- suspiró. -Con nuestra sangre...-
-Si Dina o Lorek tienen hijos, es posible que sean como nosotros.- repliqué. -Pero confío en que eso no será un problema, mientras se queden.-
Marak asintió, aún mirando al exterior. Aún quedaba mucho que discutir.
-¿Quien más lo sabe?-
-¿Estará bien?- preguntó Syl. La joven se quedó pensativa unos instantes, y finalmente, se encogió de hombros.
-Creo que tu lo conoces más que yo.- dijo simplemente. El grupo bajó por el camino de la colina, volviendo a la plaza. -¿Quereis que os enseñe la aldea?- preguntó.
El felino se encogió de hombros. No era como si tuviesen nada que hacer en esos momentos. El quedarse sentados y esperar no les iba a ayudar.
-Si crees que es seguro.-
Antes de que pudiesen decir nada, la madre de Dina se acercó a su hija, murmurándole unas palabras al oído. La muchacha asintió.
-Dice que tiene que irse por ahora. Quiere hablar con mi hermano... con Lorek.- explicó. Sin decir más, la mujer se alejó, dejando a los tres solos. -En fin. Tenemos una herrería. ¿Sabes algo de forja, Eltrant Tale?- inquirió. Una pregunta justa, pensó Syl. Después de todo, el olor a metal era lo primero que notaría cualquiera que se acercase. -Denv no habla común, pero... es buen tipo. Incluso si parece que te gruñe.- aseguró.
Entraron en la forja, encontrandose en un edificio de piedra sólida y oscura. Syl examinó las paredes. En la parte de arriba, el tono era más gris en zonas irregulares. Era como si hubiesen embadurnado el interior con algún tipo de líquido. Tocó la pared. Tenía una textura extraña... aceitosa, casi. Varias armas estaban expuestas en baules de distintas formas. Solo una pequeña ventana permitia ver el interior: las cerraduras estaban selladas por completo.
-Asher dijo que este era un sitio seguro. Sin visitantes.- musitó Syl. -¿Por qué hay tantas armas?-
-Algunas cosas han cambiado desde que se fue.- contestó Dina. -Han pasado muchos años. Apenas recuerdo como era por entonces...- admitió.
-Es muy longeva.- explique. -Se supone que las flores purifican el aire, o algo así.- Debía admitir que ni siquiera yo estaba del todo seguro. No era algo que fuese común de encontrar en la mayoría de Aerandir. Nos sentamos sobre los cojines. Arañé el suelo con las uñas de mis patas casi instintivamente, y mi madre chasqueó la lengua. Dina rió.
-No se te ha ido esa mania, ¿eh?- preguntó. Miré la madera. Las marcas de incontables arañazos eran evidentes, justo en frente del colchón. Mi madre siempre lo había detestado.
Era inevitable negar el motivo. Estaba nervioso. No sabía que hacer conmigo mismo. Quizás lo mejor fuese explicarle lo que había estado haciendo, pero de alguna forma... no. Quería contárselo primero a él.
No tardamos demasiado en escuchar los pesados pasos de mi progenitor ascendiendo por la colina. Me levanté al instante, mucho antes de que fuese visible. ¿Que hacía? ¿Que podía hacer en esa situación?
Nada, nada salvo esperar.
Finalmente, apareció. Un hombre perro que casi me igualaba en altura, de hombros anchos y facciones curtidas. Si bien compartía mi pelaje gris, su estructura corporal era muy distinta a la mía. Cuerpo inclinado, colmillos prominentes y pelaje más denso y salvaje.
Cualquier otro asumiría que eramos de dos especies distintas. Sus ojos azules atravesaron la habitación.
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-Sti-tarra.- dijo con voz ronca.
-Quiere... que os vayais.- traduje. -Hacedlo.-
No había otras opciones. Hablaríamos a solas, o no lo haríamos en absoluto. Una vez cerraron la puerta, los dos esperamos unos segundos a que se alejasen. Lo que dijésemos tenía que quedar entre esas paredes. Sin excepciones.
- Nota:
- A partir de aquí, conversación traducida directamente.
Finalmente, mi mirada se cruzó con la suya. Me pregunté que vería. ¿Un hijo rebelde? ¿Una amenaza? ¿Un desconocido? Sus ojos no me dieron ninguna pista. Cualquier plan que hubiese tenido, cualquier seguridad sobre lo que iba a decir, se desvaneció por completo. Me encontré con las palabras atascadas en mi garganta, en un nudo que no era capaz de desatar.
Cerré los ojos, irritado conmigo mismo. ¿Por qué no podía soltarlo? ¿Había llegado tan lejos, solo para quedarme callado? Era doloroso. Si intentaba hablar, sabía que mi voz se rompería. Apreté los puños con fuerza, sintiéndome inútil.
Y entonces, noté algo que no había esperado. Mi padre me abrazó, apretándome con fuerza. Aquella vez, fui yo el que comenzó a llorar, aún devolviendole el gesto. La frustración y el dolor se aliviaron, en parte.
-Sabes que esto...-
-Lo sé.- afirmé. No significaba que no hubiese pasado nada, ni que tuviese su perdón. Solo significaba que era mi padre. Mi familia. Me había echado de menos. Había creído que no volvería a verme, y allí estaba.
Pero el deber era el deber, y cada uno tenía el suyo.
Suspiré mientras nos separábamos. Había ido a resolver todo ese asunto, después de todo.
-¿Sabes en que situación estoy?- preguntó.
-No importa lo que quieras ni los lazos que tengas. Debes ser justo y proteger la aldea, ante todo.- afirmé, recordando las viejas lecciones. -Mientras no demuestre lo contrario, debes considerarme como un posible peligro, y actuar en consecuencia.- recité.
-Eso es sólo como líder de Áruent.- dijo, caminando hacia la ventana. -Como padre...-
-Nunca entendí lo que es ser un padre.- admití.
-Oh. ¿No has...?- dijo. No respondí. Carraspeó. -¿No has conocido a la persona indicada?- inquirió. Su tono era indescifrable, como siempre.
-Syl es la persona indicada. Es el hombre gato que has visto salir.- repliqué, cruzándome de brazos. Dejó escapar un ligero resoplido. ¿Alivio?
-Quizás sea lo mejor.- suspiró. -Con nuestra sangre...-
-Si Dina o Lorek tienen hijos, es posible que sean como nosotros.- repliqué. -Pero confío en que eso no será un problema, mientras se queden.-
Marak asintió, aún mirando al exterior. Aún quedaba mucho que discutir.
-¿Quien más lo sabe?-
_________________________________________________
-¿Estará bien?- preguntó Syl. La joven se quedó pensativa unos instantes, y finalmente, se encogió de hombros.
-Creo que tu lo conoces más que yo.- dijo simplemente. El grupo bajó por el camino de la colina, volviendo a la plaza. -¿Quereis que os enseñe la aldea?- preguntó.
El felino se encogió de hombros. No era como si tuviesen nada que hacer en esos momentos. El quedarse sentados y esperar no les iba a ayudar.
-Si crees que es seguro.-
Antes de que pudiesen decir nada, la madre de Dina se acercó a su hija, murmurándole unas palabras al oído. La muchacha asintió.
-Dice que tiene que irse por ahora. Quiere hablar con mi hermano... con Lorek.- explicó. Sin decir más, la mujer se alejó, dejando a los tres solos. -En fin. Tenemos una herrería. ¿Sabes algo de forja, Eltrant Tale?- inquirió. Una pregunta justa, pensó Syl. Después de todo, el olor a metal era lo primero que notaría cualquiera que se acercase. -Denv no habla común, pero... es buen tipo. Incluso si parece que te gruñe.- aseguró.
Entraron en la forja, encontrandose en un edificio de piedra sólida y oscura. Syl examinó las paredes. En la parte de arriba, el tono era más gris en zonas irregulares. Era como si hubiesen embadurnado el interior con algún tipo de líquido. Tocó la pared. Tenía una textura extraña... aceitosa, casi. Varias armas estaban expuestas en baules de distintas formas. Solo una pequeña ventana permitia ver el interior: las cerraduras estaban selladas por completo.
-Asher dijo que este era un sitio seguro. Sin visitantes.- musitó Syl. -¿Por qué hay tantas armas?-
-Algunas cosas han cambiado desde que se fue.- contestó Dina. -Han pasado muchos años. Apenas recuerdo como era por entonces...- admitió.
Asher Daregan
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Re: El pródigo [Privado]
Como todos los demás se sentó en los mullidos cojines que esperaban en el centro de la habitación. La explicación que Asher le ofreció cuando este se percató del interés de Eltrant por las flores que adornaban la habitación había sido escueta, pero lo suficiente descriptiva como para evitar que el exmercenario preguntase algo más.
- “¿Purifican el aire?” – Se atusó la barba y, aun sentado, se giró disimuladamente hacía la planta.
Intentaría imitar aquello si volvía a su cabaña en los bosques del este, quizás preguntase como lo habían hecho antes de partir, la madre de Asher no parecía tan reacia a hablar con él como todos los demás.
No pasaron demasiados minutos hasta que un individuo más hizo presencia en la vivienda. Un Hombre Perro de un tamaño considerable, similar al de Asher; pero aquello era lo único en lo que se parecía a su hijo, si Eltrant no hubiese visto la expresión de su al ver a aquel hombre lo habría confundido con otra raza de hombre-bestia para empezar.
El recién llegado solo dijo una sola palabra a los presentes, una que ordenaba a todos a marcharse del lugar, todos salvo Asher. Eltrant lanzó una larga mirada a su amigo y, al final, sin decir nada, tras esbozar una tímida sonrisa, abandonó la habitación.
Suspiró profundamente cuando se encontraron en el exterior.
Syl hizo la pregunta que también pasaba por su cabeza, la hermana de Asher se encargó de hacer saber a los presentes que, de hecho, ellos sabían más de Asher que ella misma, no podía responder a Syl mejor que él.
Dina no se equivocaba, el felino era, probablemente, la persona que mejor conocía al lobo.
Y parecía bastante sereno, sobre todo si tenían en cuenta las circunstancias en las que se encontraban. Se limitó a comportarse como él, Asher era más duro de lo que parecía a simple vista, había superado muchas cosas sin necesidad de ayuda, podría con aquello.
Tenía que pensar que podía.
La madre de Asher también se excusó enseguida, el felino y él acabaron quedándose a solas con la hermana de Asher, la cual se encargó de conducirles hasta la herrería del pueblo, preguntado en el proceso a Eltrant si sabía algo de herrería.
Sonrió. ¿Tanto se le notaba?
- Sí. – dijo con simpleza, mirando cómo se acercaban a un edificio construido de diferente forma que el resto de la aldea. – Principalmente se reparar cosas, más que forjarlas. – Agregó, pensando principalmente en su armadura. – Pero me defiendo medianamente bien con todo. – dijo como conclusión, siguiendo a Syl y a Dina al interior de la forja.
Cruzado de brazos, miró a su alrededor, analizó el lugar en el que estaba. Era muy distinta a su propia herrería, la que en aquel momento estaría cubierta casi por un dedo de polvo. Aquella estaba bastante mejor ordenada, y también contaba con bastante más recursos para no acabar en llamas.
Enarcó una ceja y, cómo Syl, palpó una de las paredes del lugar, notando enseguida la sustancia aceitosa que habían usado para cubrirla. Olisqueó sus dedos tratando de percibir algo conocido, pero, tras verse incapaz de reconocer de que se trataba aquel aceite, se limpió la mano en el pantalón.
Después desvió su mirada hasta el lugar en el que yacían casi una decena de armas, todas ellas aseguradas en el interior de diferentes baúles cerrados. Lo único que permitía ver el contenido de los diferentes cofres era pequeña sobre estos.
Eltrant se acercó lo suficiente como para ver de qué se trataban: espadas, lanzas, algún puñal que otro… tenía que admitir que el diseño, aunque sencillo, era relativamente vistoso, lo suficiente como para que el castaño adivinase que el herrero que las había forjado se había esforzado por hacer todas y cada una de las armas.
Syl volvió a adelantársele y preguntó a Dina el motivo por el cual una aldea como Áruent podía necesitar las armas. La respuesta fue concisa: “Las cosas han cambiado”, no quiso insistir mucho en el tema, pero no pudo evitar preguntarse el tipo de cambios que llevaba a una aldea a forjarse armas.
¿Bandidos? ¿Problemas internos?
Le costaba imaginar una situación que obligase a los lugareños a armarse en aquel sitio. Estaba demasiado alejado de todas partes como para que nadie quisiese atacarles y, a simple vista, no parecía que necesitasen siquiera algo parecido a una “guardia” para lidiar con los suyos; Cyr, el guardabosques, parecía ser la figura de autoridad más parecida a esto último que había visto.
Un leve traqueteo, sonidos metálicos, comenzaron a alzarse sobre el breve silencio que había seguido a la respuesta de la loba.
Venía de las habitaciones traseras, el herrero no estaba muy lejos de su forja, al parecer.
Probablemente les habría olido llegar, sobre todo a él.
- “¿Purifican el aire?” – Se atusó la barba y, aun sentado, se giró disimuladamente hacía la planta.
Intentaría imitar aquello si volvía a su cabaña en los bosques del este, quizás preguntase como lo habían hecho antes de partir, la madre de Asher no parecía tan reacia a hablar con él como todos los demás.
No pasaron demasiados minutos hasta que un individuo más hizo presencia en la vivienda. Un Hombre Perro de un tamaño considerable, similar al de Asher; pero aquello era lo único en lo que se parecía a su hijo, si Eltrant no hubiese visto la expresión de su al ver a aquel hombre lo habría confundido con otra raza de hombre-bestia para empezar.
El recién llegado solo dijo una sola palabra a los presentes, una que ordenaba a todos a marcharse del lugar, todos salvo Asher. Eltrant lanzó una larga mirada a su amigo y, al final, sin decir nada, tras esbozar una tímida sonrisa, abandonó la habitación.
Suspiró profundamente cuando se encontraron en el exterior.
Syl hizo la pregunta que también pasaba por su cabeza, la hermana de Asher se encargó de hacer saber a los presentes que, de hecho, ellos sabían más de Asher que ella misma, no podía responder a Syl mejor que él.
Dina no se equivocaba, el felino era, probablemente, la persona que mejor conocía al lobo.
Y parecía bastante sereno, sobre todo si tenían en cuenta las circunstancias en las que se encontraban. Se limitó a comportarse como él, Asher era más duro de lo que parecía a simple vista, había superado muchas cosas sin necesidad de ayuda, podría con aquello.
Tenía que pensar que podía.
La madre de Asher también se excusó enseguida, el felino y él acabaron quedándose a solas con la hermana de Asher, la cual se encargó de conducirles hasta la herrería del pueblo, preguntado en el proceso a Eltrant si sabía algo de herrería.
Sonrió. ¿Tanto se le notaba?
- Sí. – dijo con simpleza, mirando cómo se acercaban a un edificio construido de diferente forma que el resto de la aldea. – Principalmente se reparar cosas, más que forjarlas. – Agregó, pensando principalmente en su armadura. – Pero me defiendo medianamente bien con todo. – dijo como conclusión, siguiendo a Syl y a Dina al interior de la forja.
Cruzado de brazos, miró a su alrededor, analizó el lugar en el que estaba. Era muy distinta a su propia herrería, la que en aquel momento estaría cubierta casi por un dedo de polvo. Aquella estaba bastante mejor ordenada, y también contaba con bastante más recursos para no acabar en llamas.
Enarcó una ceja y, cómo Syl, palpó una de las paredes del lugar, notando enseguida la sustancia aceitosa que habían usado para cubrirla. Olisqueó sus dedos tratando de percibir algo conocido, pero, tras verse incapaz de reconocer de que se trataba aquel aceite, se limpió la mano en el pantalón.
Después desvió su mirada hasta el lugar en el que yacían casi una decena de armas, todas ellas aseguradas en el interior de diferentes baúles cerrados. Lo único que permitía ver el contenido de los diferentes cofres era pequeña sobre estos.
Eltrant se acercó lo suficiente como para ver de qué se trataban: espadas, lanzas, algún puñal que otro… tenía que admitir que el diseño, aunque sencillo, era relativamente vistoso, lo suficiente como para que el castaño adivinase que el herrero que las había forjado se había esforzado por hacer todas y cada una de las armas.
Syl volvió a adelantársele y preguntó a Dina el motivo por el cual una aldea como Áruent podía necesitar las armas. La respuesta fue concisa: “Las cosas han cambiado”, no quiso insistir mucho en el tema, pero no pudo evitar preguntarse el tipo de cambios que llevaba a una aldea a forjarse armas.
¿Bandidos? ¿Problemas internos?
Le costaba imaginar una situación que obligase a los lugareños a armarse en aquel sitio. Estaba demasiado alejado de todas partes como para que nadie quisiese atacarles y, a simple vista, no parecía que necesitasen siquiera algo parecido a una “guardia” para lidiar con los suyos; Cyr, el guardabosques, parecía ser la figura de autoridad más parecida a esto último que había visto.
Un leve traqueteo, sonidos metálicos, comenzaron a alzarse sobre el breve silencio que había seguido a la respuesta de la loba.
Venía de las habitaciones traseras, el herrero no estaba muy lejos de su forja, al parecer.
Probablemente les habría olido llegar, sobre todo a él.
Eltrant Tale
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Re: El pródigo [Privado]
No me gustaba guardar secretos. Al menos, frente a gente cercana. En cierta forma, era como mentir. Pero los tenía. No eran realmente míos, por supuesto. Aquel era el mayor motivo por el que no los había compartido.
El dueño de aquel secreto, en concreto, era mi padre. Y al parecer, lo había mantenido muy bien. Solo mi familia inmediata conocía lo que nos protegía. El motivo por el que no había visitantes en Áruent. Fue hace casi un siglo. Cuando el poblado se originó. Cuando Wernack guió a los hombres perro a este sitio, tenía que asegurarse de que estuviese a salvo. Sin embargo, tenía pocas opciones. La guerra aún no había acabado, y el resto de razas los verían como enemigos.
Si descubrían aquel sitio, podían despedirse.
Sin embargo, había un motivo por el que el cánido con sangre de brujo eligió aquel lugar. Las piedras de hogar. Eran un canalizador potente. Y, colocadas correctamente, podían conectarse entre sí. Tuvo que enterrarlas en un largo área en torno al centro, y escribir una compleja serie de runas en la roca central. Ni siquiera yo entendía la secuencia en su totalidad.
El resultado, sin embargo, nos permitió vivir en paz durante mucho, mucho tiempo. La barrera que había erigido era realmente sutil. Nada de escudos impenetrables. Simplemente, cualquiera que intentase cruzarla se perdería. Acabaría desviándose y rodeando la aldea sin siquiera darse cuenta. No mucho tiempo atrás, había presenciado algo similar: una barrera de niebla creada por los brujos del Hekshold. El resultado era doble. No sólo impedía que se colasen intrusos: también prevenía que los habitantes de Áruent escapasen sin consentimiento.
No era infalible, por supuesto. Pero si nadie se daba cuenta de que la barrera estaba allí, era imposible que la rompiesen. Por ello, fue un secreto muy bien guardado. Por supuesto, había algo más. Ciertas personas podían atravesarla sin perderse. Naturalmente, si alguien les acompañaba, podrían cruzarla también.
La excepción se creó porque la protección que rodeaba al pueblo estaba ligada a la sangre del arcanista. Es decir, a la de Wernack. Por ello, todos sus descendientes podían servir de guías, tanto para salir como para entrar.
Sin embargo, había una diferencia entre Wernack y sus congéneres. Esta era mayormente evidente. Su tamaño y proporciones eran muy distintas a las de un hombre perro corriente. Parte de su afinidad a la magia aún permanecía. Incluso podía usar su sangre como un componente arcano. Quizás fuese por ello por lo que no olvidó todo lo de su vida anterior. Esencialmente, era una especie casi distinta a pesar de proceder del mismo animal.
El primogénito de Wernack presentaba aquellos mismos rasgos. Su segundo hijo, sin embargo, se asemejaba más a cualquiera de los otros hombres perro. No tenía aquel aspecto único. Este patrón se repitió dos generaciones más. Mi padre lo tenía. Y yo, también.
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-¿Que hay de las armas? ¿Creías que iba a traer problemas? ¿Un ejercito o algo?- pregunté, mirando por la ventana. No había sido difícil sumar dos y dos. Había olido el hierro. Había visto las armas. No tenía motivo por el que romper el voto de paz si no esperaba un conflicto. Y lo único que podría traerlo era aquello que no podía controlar.
-No tenía elección. No podía arriesgarme.- replicó. Realmente, lo entendía. No podía fiarse de mi, y la culpa era mía. E incluso si lo hiciese, sus sentimientos no podían interponerse con su deber. -Y tenía motivos, por lo que veo.-
-Eltrant no causará problemas. Ni siquiera está armado.- respondí al instante, mirándole a los ojos.
-No pensarás de verdad que puedes confiar en un humano... ¿verdad?- Mi padre me mantuvo la mirada. No me importaba. No tenía pensado ceder en ese aspecto.
-No le habría traído si no estuviese seguro. Le confiaría mi vida.-
-¿Y la de toda la aldea?- preguntó, alzando la voz. Dejé escapar un gruñido sordo.
-Sin dudarlo un instante.- repliqué. Su rostro se mantuvo inexpresivo durante un par de segundos. Resopló. -Dejaría que le apuñalase en la espalda sin hacer preguntas, si se lo pidiese.- aseguré. El otro hombre bestia frunció el ceño.
-Llevas una compañía muy extraña.- musitó. Sin embargo, su rostro se relajó ligeramente.
-Mis amigos más cercanos son...- Dudé, buscando la palabra. No había un concepto del todo adecuado para "criminales" en un sitio como aquel. -Castigados. Exiliados. Gente que no tiene a nadie más.-
-Esperaba que te hubieses vuelto menos violento con el tiempo.- dijo, sin ocultar el juicio de su voz. -Pero no me sorprende. Has tratado con...- Se detuvo a si mismo. Tenía la mirada fija en mi brazo. Lo extendí, pasando mi mano por mi pelaje a contrapelo para dejar ver las marcas. -¿Runas? ¿Lo has hecho tú?-
Asentí y dejé que interpretase los símbolos. No tenía ninguna duda de que podía.
-Vacío y movimiento.- resopló. -Por supuesto que no harías algo normal... ¿funciona?-
-Bastante bien. He llegado a siete metros, pero puedo ir más lejos.- admití, con cierto orgullo. Esperaba que dijese algo como "Has hecho que tu propio cuerpo sea un arma" y me mirase con más desaprobación. Sin embargo, parecía ligeramente impresionado. -Conozco los riesgos. Dejaré que me acostumbre antes de hacer más.-
-¿Que has estado haciendo, todo este tiempo?-
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-Dora-rok nat? Mut ronogra nas.- dijo la voz grave del can. Era alto. No tanto como Asher o su padre, pero tenía una constitución pesada. Le sorprendió ver que carecía de cualquier clase de protección en el torso. Su pelaje era completamente negro y, de alguna forma, parecía aceitoso. ¿Sería por las paredes?
-Dice que no toqueis nada.- tradujo Dina. -Quedaos aquí un segundo.-
La hermana de Asher se acercó al herrero e intercambió algunas palabras con él. Su tono era tranquilizador, o eso parecía. Syl miró al humano, no muy seguro de como actuar.
-¿Crees que el aceite es para evitar incendios?- preguntó. -O evitar el calor, quizás...-
Denv miró a Eltrant, y luego a Dina.
-Dice que podeis pasar. Y quiere... ver como trabajas, Eltrant. ¿Puedes forjar algo?- preguntó. -No tenemos a nadie que sepa como se hace en otros sitios. Te puedo mostrar donde está cada cosa, si lo necesitas...-
-Oh, eso quiero verlo.- dijo Syl. Los tres miraron al humano, expectantes. -Aunque igual necesitas algo de ese aceite...-
Asher Daregan
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Re: El pródigo [Privado]
Pasó de mirar a Syl a la hermana de Asher y, al final, al dueño de la herrería.
¿Estaría bien aquello?
Aunque… se lo estaba pidiendo el mismo lobo que trabajaba allí. Denv era la primera persona que, sin pertenecer a la familia de Asher, parecía haberle tratado como a un igual más que como a un incordio que prefería evitar.
- El aceite arde con el fuego... al menos el que yo conozco – dijo finalmente a Syl, sonriéndole. – Y ese no suelo usarlo en mi forja… - añadió. – Pero aquí hace bastante más calor que en la mía. – Se sacudió un poco la camisa despegándola de su pecho momentáneamente y respiró hondo. - ¿Quizás es para eso? – Miró a Dina unos segundos, tratando de discernir alguna respuesta a su pregunta, tras unos segundos en silencio se giró hacía Denv e hizo un pequeño gesto con la cabeza, inclinándola levemente.
- Gracias por dejarme trabajar aquí. – dijo con simpleza, esperando a que la hermana de Asher le tradujese después.
Dicho esto, se giró a mirar el taller, a localizar desde dónde estaba las distintas herramientas que iba a necesitar.
El agradecimiento había sido algo más que la cordialidad que le había dicho Asher que mostrase a los lugareños, la fragua de un herrero se volvía con el tiempo en algo ridículamente personal para este, un segundo hogar del que conocías hasta el más mínimo detalle.
Era una cuestión de confianza, Denv estaba, básicamente, dejando que un completo desconocido hurgase entre sus pertenencias y amenazase con quemarlo todo por una equivocación.
- ¿Qué debería…? – Se giró hacía los tres hombres-bestia, no pudo evitar sentir una ligera presión apoderarse de su pecho, desvió su mirada hasta el lugar en el que mantenían seguras las espadas. – Ya tienen bastantes armas… - Musitó para sí avanzando un par de pasos.
Se cruzó de brazos y analizó de nuevo el lugar.
- ¿Los materiales están…? – Antes de girarse totalmente Dina ya le había indicado donde podía encontrar los pesados lingotes de metal.
Se agachó junto a estos y tomó solamente uno, se lo pasó de una mano a otra, calculando mentalmente el peso de aquella barra; Tras asentir para sí se levantó, no necesitaría más que aquel trozo y, aunque necesitase más, allí había metal suficiente como para forjar varias armaduras como la suya.
¿Habría una mina cerca?
Dudaba mucho que todo aquello hubiese pertenecido a los mercaderes que, según Asher, pasaban de vez en cuando por allí: Simplemente había demasiado.
Dejó el mineral sobre la mesa que estaba más cerca de la fragua y buscó con la mirada algunas pinzas con las que sujetarlo frente al fuego. Para su sorpresa, no tardó en encontrarlas cuidadosamente colocadas en el lugar en el que era más lógico que una herramienta así descansase: junto a la propia fragua.
Ahí comprendió lo mucho que necesitaba ordenar su propio taller. Se preguntó si seguiría en pie, hacía meses que no se pasaba por ahí.
Introdujo el metal entre las llamas y esperó. El calor de aquel horno era muy superior al fuego con el que acostumbraba a tratar, cosa sorprendente si consideraba que estaba en una herrería cuyas paredes podían prender con bastante facilidad.
Extrajo la barra cuando esta se volvió de un vivo color rojo, similar al de una cereza. De dejarla unos segundos más en el fuego el metal adquiriría un metal blanquecino y se convertiría, fundamentalmente, en una pasta de metal intratable.
Colocó el mineral en el yunque que Denv tenía preparado junto a donde estaba el castaño y martilleo con fuerza hasta tres veces, machacando el ladrillo hasta darle, en un principio, la forma deseada.
Tenía calor, respiró profundamente y, aun sin soltar el metal, lo condujo hasta el cubo de agua fría en el cual no tardó en sumergirlo. Una nube de vapor se elevó hasta el techo del taller, perdiéndose por las ingeniosamente ocultas aperturas que había por las paredes.
Eltrant se pasó la mano por la frente, limpió pobremente el sudor que resbalaba por la misma, y después se quitó la camisa para dejarla dejó caer a un lado.
Se volvió a hacer con el lingote, ahora ligeramente aplastado y frío. Había completado el primer paso, ahora solo tenía que repetir aquel proceso unas cien veces más.
Cualquier otro herrero se habría conformado con unas diez veces. Pero como Lyn le solía recordar unas veinte veces al día: Eltrant era un manazas, un bestia. Todas las espadas que forjaba las rompía tras una estocada, todas las piezas de armadura estallaban en miles de pedazos tan pronto las usaba.
Con algo de ayuda de algunos expertos y algunos consejos varios no tardó mucho en descubrir que, con aquel proceso, el metal se endurecía, mucho, y no perdía apenas nada de la flexibilidad que caracterizaba este material.
Seguía sin ser un experto herrero, poco tenía que enseñarle a Denv, pero, no obstante, sí que tenía sus trucos. ¿Cómo si no se aseguraba de poder reparar a Eir cada vez que acababa destrozada?
Resoplando, volvió a martillear una vez más la hoja de la hoz que estaba fabricando, había perdido la cuenta de cuantas veces lo había hecho, pero aquella fue la última. Un siseo final, cuando sumergió el metal al rojo vivo en el agua, sentenció la fabricación de la hoja.
Respiró profundamente y se pasó la mano por el cuello, analizó cuidadosamente el acabado final de la herramienta junto al fuego. Simple y tosca a simple vista, pero bastante afilada y resistente: perfecto para cualquier granjero con un poco de sentido común.
Asintió conforme y ultimó los detalles de la herramienta. Primero le fabricó un mango rudimentario, uno que podría ser mucho mejor y después la afiló un poco más, limó las impurezas de los últimos martillazos.
- Ya está. – dijo levantando la segadera frente a él, sin poder evitar sentir cierto orgullo al verla.
Fue entonces cuando se percató de que había entrado en una especie de trance mientras trabajaba. Se excusó rápidamente, en unas pocas palabras que poco tenían que ver con la situación y, después de tender la herramienta que acababa de fabricar al maestro de aquella fragua como ejemplo de su trabajo, se agachó a recuperar su camisa.
- Con algo más de tiempo la habría trabajado algo más. – dijo – Pero creo que es suficiente así. – Completó después, sonriendo.
¿Estaría bien aquello?
Aunque… se lo estaba pidiendo el mismo lobo que trabajaba allí. Denv era la primera persona que, sin pertenecer a la familia de Asher, parecía haberle tratado como a un igual más que como a un incordio que prefería evitar.
- El aceite arde con el fuego... al menos el que yo conozco – dijo finalmente a Syl, sonriéndole. – Y ese no suelo usarlo en mi forja… - añadió. – Pero aquí hace bastante más calor que en la mía. – Se sacudió un poco la camisa despegándola de su pecho momentáneamente y respiró hondo. - ¿Quizás es para eso? – Miró a Dina unos segundos, tratando de discernir alguna respuesta a su pregunta, tras unos segundos en silencio se giró hacía Denv e hizo un pequeño gesto con la cabeza, inclinándola levemente.
- Gracias por dejarme trabajar aquí. – dijo con simpleza, esperando a que la hermana de Asher le tradujese después.
Dicho esto, se giró a mirar el taller, a localizar desde dónde estaba las distintas herramientas que iba a necesitar.
El agradecimiento había sido algo más que la cordialidad que le había dicho Asher que mostrase a los lugareños, la fragua de un herrero se volvía con el tiempo en algo ridículamente personal para este, un segundo hogar del que conocías hasta el más mínimo detalle.
Era una cuestión de confianza, Denv estaba, básicamente, dejando que un completo desconocido hurgase entre sus pertenencias y amenazase con quemarlo todo por una equivocación.
- ¿Qué debería…? – Se giró hacía los tres hombres-bestia, no pudo evitar sentir una ligera presión apoderarse de su pecho, desvió su mirada hasta el lugar en el que mantenían seguras las espadas. – Ya tienen bastantes armas… - Musitó para sí avanzando un par de pasos.
Se cruzó de brazos y analizó de nuevo el lugar.
- ¿Los materiales están…? – Antes de girarse totalmente Dina ya le había indicado donde podía encontrar los pesados lingotes de metal.
Se agachó junto a estos y tomó solamente uno, se lo pasó de una mano a otra, calculando mentalmente el peso de aquella barra; Tras asentir para sí se levantó, no necesitaría más que aquel trozo y, aunque necesitase más, allí había metal suficiente como para forjar varias armaduras como la suya.
¿Habría una mina cerca?
Dudaba mucho que todo aquello hubiese pertenecido a los mercaderes que, según Asher, pasaban de vez en cuando por allí: Simplemente había demasiado.
Dejó el mineral sobre la mesa que estaba más cerca de la fragua y buscó con la mirada algunas pinzas con las que sujetarlo frente al fuego. Para su sorpresa, no tardó en encontrarlas cuidadosamente colocadas en el lugar en el que era más lógico que una herramienta así descansase: junto a la propia fragua.
Ahí comprendió lo mucho que necesitaba ordenar su propio taller. Se preguntó si seguiría en pie, hacía meses que no se pasaba por ahí.
Introdujo el metal entre las llamas y esperó. El calor de aquel horno era muy superior al fuego con el que acostumbraba a tratar, cosa sorprendente si consideraba que estaba en una herrería cuyas paredes podían prender con bastante facilidad.
Extrajo la barra cuando esta se volvió de un vivo color rojo, similar al de una cereza. De dejarla unos segundos más en el fuego el metal adquiriría un metal blanquecino y se convertiría, fundamentalmente, en una pasta de metal intratable.
Colocó el mineral en el yunque que Denv tenía preparado junto a donde estaba el castaño y martilleo con fuerza hasta tres veces, machacando el ladrillo hasta darle, en un principio, la forma deseada.
Tenía calor, respiró profundamente y, aun sin soltar el metal, lo condujo hasta el cubo de agua fría en el cual no tardó en sumergirlo. Una nube de vapor se elevó hasta el techo del taller, perdiéndose por las ingeniosamente ocultas aperturas que había por las paredes.
Eltrant se pasó la mano por la frente, limpió pobremente el sudor que resbalaba por la misma, y después se quitó la camisa para dejarla dejó caer a un lado.
Se volvió a hacer con el lingote, ahora ligeramente aplastado y frío. Había completado el primer paso, ahora solo tenía que repetir aquel proceso unas cien veces más.
Cualquier otro herrero se habría conformado con unas diez veces. Pero como Lyn le solía recordar unas veinte veces al día: Eltrant era un manazas, un bestia. Todas las espadas que forjaba las rompía tras una estocada, todas las piezas de armadura estallaban en miles de pedazos tan pronto las usaba.
Con algo de ayuda de algunos expertos y algunos consejos varios no tardó mucho en descubrir que, con aquel proceso, el metal se endurecía, mucho, y no perdía apenas nada de la flexibilidad que caracterizaba este material.
Seguía sin ser un experto herrero, poco tenía que enseñarle a Denv, pero, no obstante, sí que tenía sus trucos. ¿Cómo si no se aseguraba de poder reparar a Eir cada vez que acababa destrozada?
Resoplando, volvió a martillear una vez más la hoja de la hoz que estaba fabricando, había perdido la cuenta de cuantas veces lo había hecho, pero aquella fue la última. Un siseo final, cuando sumergió el metal al rojo vivo en el agua, sentenció la fabricación de la hoja.
Respiró profundamente y se pasó la mano por el cuello, analizó cuidadosamente el acabado final de la herramienta junto al fuego. Simple y tosca a simple vista, pero bastante afilada y resistente: perfecto para cualquier granjero con un poco de sentido común.
Asintió conforme y ultimó los detalles de la herramienta. Primero le fabricó un mango rudimentario, uno que podría ser mucho mejor y después la afiló un poco más, limó las impurezas de los últimos martillazos.
- Ya está. – dijo levantando la segadera frente a él, sin poder evitar sentir cierto orgullo al verla.
Fue entonces cuando se percató de que había entrado en una especie de trance mientras trabajaba. Se excusó rápidamente, en unas pocas palabras que poco tenían que ver con la situación y, después de tender la herramienta que acababa de fabricar al maestro de aquella fragua como ejemplo de su trabajo, se agachó a recuperar su camisa.
- Con algo más de tiempo la habría trabajado algo más. – dijo – Pero creo que es suficiente así. – Completó después, sonriendo.
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
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