La Torre del Susurro [Privado, Beta]
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La Torre del Susurro [Privado, Beta]
El trabajo más fácil de su vida, pensó Valyria, mientras andaba lentamente por el camino, el pueblo va visible. “Oh, perdimos contacto, seguro que un monstruo está comiéndose a los transeúntes, cázalo por favor” Ni un solo bichejo a la vista, ni restos de caravanas, o cadáveres, o huellas, ni siquiera Kirara olía nada raro, nada de nada. Seguro que los encontraría allí, borrachos, o se habrían jugado la caravana a los dados y habían decidido esconderse.
Solo tendría que preguntarle a esa adorable ancianita, meciéndose en una…. Mecedora.
-Date la vuelta, forastera, antes de que acabes como todo el pueblo.- dijo la anciana como saludo. Genial, no era siniestro en absoluto.
-Uh…. ¿Qué le paso al pueblo?- la habían contratado para solucionar el problema al fin y al cabo. ¿Un oso? Seguro que era un oso, uno muy grande y con alas.
-Las voces, las voces se los llevaron, para trabajar en esa horrible torre…- ah, claro, las torres, ese gran enemigo. Miró discretamente el pueblo, esperando ver a la gente mirándola mal por estar charlando con la vieja loca. No había nadie, y era mediodía, debería haber gente. Pero solo veía puertas abiertas, para nada normal desde luego.
-Y…¿Por qué no se te llevaron a ti las voces también?- llegados a ese punto, solo quería explorar el pueblo, ver que realmente estaba vacío, pero…parecía de mala educación irse sin más.
-El don…el don es fuerte en mí, resisto la piedra negra, a ese hombre… es gradual, me di cuenta a tiempo…- unas chispitas recorrieron la mano de la mujer. Bruja…puede. Allí casi todo el mundo era un dragón.
No es que no se fiara de la ancianita siniestra que apuntaba vagamente en la dirección del siguiente pueblo con su siniestra torre que no podía ver en absoluto, no. Pero…tenía que estar segura.
Y efectivamente, el pueblo estaba vacío, con cosas dejadas a medias, comida a medio preparar ahora algo pasada (herejía), ropa a medio tender… y pisadas que se adentraban en la montaña, muchísimas. Así que si, potencialmente, la ancianita tenía razón. Potencialmente.
Y era gradual, decía ella, así que podría…echar un vistazo, desde lejos.
Un par de horas más tarde, algo jadeante, estaba viendo el pueblo desde una posición ventajosa. Efectivamente, allí había mucha gente, moviéndose como hormiguitas. Ninguna parecía haberse dado cuenta de su presencia, a pesar de que Kirara no paraba de soltar maullidos quejándose. Le rascó un poco la cabecita discretamente y siguió mirando. Había una…cosa negra. No era una torre, porque tenía como dos pisos y aún estaba en construcción, pero…si, podía ver como eso acabaría siendo una torre de piedra negra. Y más importante, ahora que su corazón había dejado de latirle en las orejas y estaba tranquila, en silencio, espiando la zona… oía algo.
-Eres un gusano a través del tiempo, a través de un espejo, lo invertido se vuelve correcto. Casi puedes oír nuestras palabras, pero olvidas, repite las palabras, nombra el sonido, el huevo se rompe y la verdad em…-
-Uhhhh.- se tapó las orejas, pero seguía oyéndola, sin cambio de volumen. ¿Mental? Dio un par de pasos hacia atrás, y el ruido bajo, un poco. Unos cuantos más, y casi no lo oía, pero seguía allí. ¿No se había dado cuenta porque era un ruido incremental? Eso le daba muy mal rollo. Por eso su gatita había estado quejándose seguramente. Pobrecita.
Tenía que pensar algún buen plan, se retiraría, al pueblo, a pasar la noche con esa ancianita siniestra… en la casa más alejada de esta en realidad.
Solo tendría que preguntarle a esa adorable ancianita, meciéndose en una…. Mecedora.
-Date la vuelta, forastera, antes de que acabes como todo el pueblo.- dijo la anciana como saludo. Genial, no era siniestro en absoluto.
-Uh…. ¿Qué le paso al pueblo?- la habían contratado para solucionar el problema al fin y al cabo. ¿Un oso? Seguro que era un oso, uno muy grande y con alas.
-Las voces, las voces se los llevaron, para trabajar en esa horrible torre…- ah, claro, las torres, ese gran enemigo. Miró discretamente el pueblo, esperando ver a la gente mirándola mal por estar charlando con la vieja loca. No había nadie, y era mediodía, debería haber gente. Pero solo veía puertas abiertas, para nada normal desde luego.
-Y…¿Por qué no se te llevaron a ti las voces también?- llegados a ese punto, solo quería explorar el pueblo, ver que realmente estaba vacío, pero…parecía de mala educación irse sin más.
-El don…el don es fuerte en mí, resisto la piedra negra, a ese hombre… es gradual, me di cuenta a tiempo…- unas chispitas recorrieron la mano de la mujer. Bruja…puede. Allí casi todo el mundo era un dragón.
No es que no se fiara de la ancianita siniestra que apuntaba vagamente en la dirección del siguiente pueblo con su siniestra torre que no podía ver en absoluto, no. Pero…tenía que estar segura.
Y efectivamente, el pueblo estaba vacío, con cosas dejadas a medias, comida a medio preparar ahora algo pasada (herejía), ropa a medio tender… y pisadas que se adentraban en la montaña, muchísimas. Así que si, potencialmente, la ancianita tenía razón. Potencialmente.
Y era gradual, decía ella, así que podría…echar un vistazo, desde lejos.
Un par de horas más tarde, algo jadeante, estaba viendo el pueblo desde una posición ventajosa. Efectivamente, allí había mucha gente, moviéndose como hormiguitas. Ninguna parecía haberse dado cuenta de su presencia, a pesar de que Kirara no paraba de soltar maullidos quejándose. Le rascó un poco la cabecita discretamente y siguió mirando. Había una…cosa negra. No era una torre, porque tenía como dos pisos y aún estaba en construcción, pero…si, podía ver como eso acabaría siendo una torre de piedra negra. Y más importante, ahora que su corazón había dejado de latirle en las orejas y estaba tranquila, en silencio, espiando la zona… oía algo.
-Eres un gusano a través del tiempo, a través de un espejo, lo invertido se vuelve correcto. Casi puedes oír nuestras palabras, pero olvidas, repite las palabras, nombra el sonido, el huevo se rompe y la verdad em…-
-Uhhhh.- se tapó las orejas, pero seguía oyéndola, sin cambio de volumen. ¿Mental? Dio un par de pasos hacia atrás, y el ruido bajo, un poco. Unos cuantos más, y casi no lo oía, pero seguía allí. ¿No se había dado cuenta porque era un ruido incremental? Eso le daba muy mal rollo. Por eso su gatita había estado quejándose seguramente. Pobrecita.
Tenía que pensar algún buen plan, se retiraría, al pueblo, a pasar la noche con esa ancianita siniestra… en la casa más alejada de esta en realidad.
Valyria
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Re: La Torre del Susurro [Privado, Beta]
Me debatía fuertemente si caminar hacía un pueblo en un lugar como el macizo nevado, con el que tenía mis problemas por una vez pasada, era la peor idea que había tenido esta semana, o no. Las otras ideas habían sido: aceptar un trabajo donde la descripción sólo decía “ayuda”; acariciar a un bebé oso con la mamá viendo; apostar todos mis aeros en un juego de cartas contra un hombre pulpo; tomarme un té de hojas que identifiqué como una de dos variedades, o sería una delicia de jazmín o podía ser veneno – era lo segundo – y pensar que podía usar aquel encantamiento, sí, ese encantamiento, que calienta las cosas muchísimo, ¿300 grados era? Para evitar el frío de este lugar.
Heh. Habría sido una gran idea si hubiese recordado la palabra de desactivación. Tuve que tirarlo.
Al menos podía decir que era el día de Thor (Jueves), así que no había hecho tantas estupideces por día.
Estiré los brazos y bostecé con cierta pereza en cuanto empezó a hacerse visible el pueblo. Claro, eso no era precisamente que estuviese cerca, era una de las cosas "malas" la vista élfica. Veías las cosas antes y mejor. Sólo significaba que estabas consciente de que tales estaban muy lejos todavía. Tras un rato más de andar, llegué.
Que me recibiera el chirrido de una puerta abriéndose sola no era la mejor señal que te podía dar un pueblo, pero ya estaba aquí, y era de noche. Estaba cansado. Exploré el lugar, con una preocupación creciente al verlo más y más vacío… sin señales de pelea, y esto no era un pueblo precisamente costero, así que no había sido un ataque de vikingos; aunque quizá habría sido mejor determinar eso viendo que todo seguía en su lugar. Tampoco rastros de sangre, no habría sido un animal que entró al pueblo. Las huellas en la nieve eran fáciles y difíciles de ocultar.
—Qué mal rollo —musité.
—Las vooooces.
Me di vuelta, con más calma de la que podía considerar apropiada en mis estándares para una voz siniestra susurrándote a nivel del… casi pecho. Una ancianita con menos que más pelo en su cabeza. Le acomodé un mechón.
—Hola, abuela. ¿Podría-
—Las vooooceees —repitió, alzando las manos.
—…Sí. Las voces.
Le miré la cara varios segundos, expresión neutra, esperando que continuase. Sonreí algo nervioso tras suficiente contacto visual y desvié la mirada, había algo moviéndose. No, ¿dos figur- ohh. Gracias al cielo.
—¡Valy! —corrí hacia ella al verla llegando al pueblo. Me detuve cuando había recorrido poco más que la mitad de la distancia entre nosotros, ¿de dónde había sacado eso?—… Err. ¿Muerde? —pregunté, señalando al animal que la acompañaba.
De hecho mejor ni le haría cariño fuese sí o no la respuesta. Había tenido mi lección con el bebé oso. Suficiente por esta semana.
Acompañe a la rubia a una de las casas... y totalmente no cuestioné el por qué hasta que la vi entrar a la que le pareció más cómoda, y comenzó a revisar la comida, y en pocas palabras, acomodarse como si el lugar fuese suyo. Me mantuve en la puerta viéndola moverse de un lado a otro.
—Um. ¿Esto no es… ilegal?
Y luego de una explicación después sobre las voces de las que hablaba la anciana, seguía siendo ilegal; pero no había nadie para probarlo, porque al parecer todos estaban siendo manipulados para construir… una torre. Me daba algo de lástima pensarlo porque la mitad de las veces que me metía en un problema era culpa de vampiros, pobrecitos; pero bueno. ¿Voz mágica comandando gente? Vampiro de voz, vamos. ¿Qué otra cosa iba a pensar? Las piedras no hablaban, yo a veces le hablaba a mi golem, pero no es como si el golem me respondía.
Tenía algo de tiempo sin hacerlo, igual. No parecía llevarlo esta noche conmigo.
Al final, pasé esa noche en la misma casa que Valyria, más que nada porque me había dado todavía más mal rollo y honestamente no quería quedar en un escenario "escuché ruidos en la noche, y al despertarme ahí estaba viéndome la ancianita", aunque eso no iba a impedirme que le llevase al menos un tazón de sopa que hice por comer algo. Los… ingredientes, y la estadía en casa sin permiso, ya los pagaría después. Si lográbamos hacer algo.
El plan era volver la mañana siguiente… si era un vampiro probablemente eso representaría un problema para él o ella. Sino, bueno, estábamos muy jodidos y tendríamos que pensar otra cosa, porque no conocía expertos en rocas, que digamos.
Heh. Habría sido una gran idea si hubiese recordado la palabra de desactivación. Tuve que tirarlo.
Al menos podía decir que era el día de Thor (Jueves), así que no había hecho tantas estupideces por día.
Estiré los brazos y bostecé con cierta pereza en cuanto empezó a hacerse visible el pueblo. Claro, eso no era precisamente que estuviese cerca, era una de las cosas "malas" la vista élfica. Veías las cosas antes y mejor. Sólo significaba que estabas consciente de que tales estaban muy lejos todavía. Tras un rato más de andar, llegué.
Que me recibiera el chirrido de una puerta abriéndose sola no era la mejor señal que te podía dar un pueblo, pero ya estaba aquí, y era de noche. Estaba cansado. Exploré el lugar, con una preocupación creciente al verlo más y más vacío… sin señales de pelea, y esto no era un pueblo precisamente costero, así que no había sido un ataque de vikingos; aunque quizá habría sido mejor determinar eso viendo que todo seguía en su lugar. Tampoco rastros de sangre, no habría sido un animal que entró al pueblo. Las huellas en la nieve eran fáciles y difíciles de ocultar.
—Qué mal rollo —musité.
—Las vooooces.
Me di vuelta, con más calma de la que podía considerar apropiada en mis estándares para una voz siniestra susurrándote a nivel del… casi pecho. Una ancianita con menos que más pelo en su cabeza. Le acomodé un mechón.
—Hola, abuela. ¿Podría-
—Las vooooceees —repitió, alzando las manos.
—…Sí. Las voces.
Le miré la cara varios segundos, expresión neutra, esperando que continuase. Sonreí algo nervioso tras suficiente contacto visual y desvié la mirada, había algo moviéndose. No, ¿dos figur- ohh. Gracias al cielo.
—¡Valy! —corrí hacia ella al verla llegando al pueblo. Me detuve cuando había recorrido poco más que la mitad de la distancia entre nosotros, ¿de dónde había sacado eso?—… Err. ¿Muerde? —pregunté, señalando al animal que la acompañaba.
De hecho mejor ni le haría cariño fuese sí o no la respuesta. Había tenido mi lección con el bebé oso. Suficiente por esta semana.
Acompañe a la rubia a una de las casas... y totalmente no cuestioné el por qué hasta que la vi entrar a la que le pareció más cómoda, y comenzó a revisar la comida, y en pocas palabras, acomodarse como si el lugar fuese suyo. Me mantuve en la puerta viéndola moverse de un lado a otro.
—Um. ¿Esto no es… ilegal?
Y luego de una explicación después sobre las voces de las que hablaba la anciana, seguía siendo ilegal; pero no había nadie para probarlo, porque al parecer todos estaban siendo manipulados para construir… una torre. Me daba algo de lástima pensarlo porque la mitad de las veces que me metía en un problema era culpa de vampiros, pobrecitos; pero bueno. ¿Voz mágica comandando gente? Vampiro de voz, vamos. ¿Qué otra cosa iba a pensar? Las piedras no hablaban, yo a veces le hablaba a mi golem, pero no es como si el golem me respondía.
Tenía algo de tiempo sin hacerlo, igual. No parecía llevarlo esta noche conmigo.
Al final, pasé esa noche en la misma casa que Valyria, más que nada porque me había dado todavía más mal rollo y honestamente no quería quedar en un escenario "escuché ruidos en la noche, y al despertarme ahí estaba viéndome la ancianita", aunque eso no iba a impedirme que le llevase al menos un tazón de sopa que hice por comer algo. Los… ingredientes, y la estadía en casa sin permiso, ya los pagaría después. Si lográbamos hacer algo.
El plan era volver la mañana siguiente… si era un vampiro probablemente eso representaría un problema para él o ella. Sino, bueno, estábamos muy jodidos y tendríamos que pensar otra cosa, porque no conocía expertos en rocas, que digamos.
Anders
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Re: La Torre del Susurro [Privado, Beta]
El aire le arrancaba el calor como los arañazos de un tigre. La nieve vieja bebía su sangre como un vampiro, tiñéndose de rojo a su alrededor. Estaba muriendo. Eso estaba claro. Aún así, era lo último en su mente. No, ni siquiera había espacio para ello.
Todo su ser estaba concentrado en un único pensamiento, las últimas llamas de su consciencia, flaqueando contra el viento: Le había fallado.
Había fracasado en su único cometido. Sus mayores esfuerzos no fueron suficiente. No pudo protegerla.
Aquél pensamiento era un puñal gélido en sus entrañas, opacando con facilidad los vendavales del norte. Juró servicio, juró protección... Al final no fueron ciertas ni su palabra ni su fuerza. Lo veía como una traición: Había traicionado a su señora. Con su incompetencia la había entregado a manos viles, la había condenado a un destino que no tenía el valor de imaginar.
¿Eso era su precio a pagar? ¿Morir desangrado, humillado, tirado como un conejo en medio de la nada? ¿Que su cuerpo fuese comido por alimañas, si no se congelaba antes?
Su vista se hizo aún más borrosa con las lágrimas que empezaron a acumularse en sus ojos. No por miedo, no por tristeza, sino por frustración.
Aquello no era suficiente.
No era una sentencia que cubriera la gravedad de lo ocurrido. La vida de Aldara no podía valer tan poco.
«No hay justicia en este final» pensó. «No habrá quien castigue mi traición. Ni habrá quien castigue a la escoria que la transgredió»
Apenas estaba procesando aquellas amargas revelaciones, perdiéndose poco a poco en el vacío, cuando un movimiento deshizo sus pensamientos como si fuesen humo. Aquello reafirmó su consciencia a la realidad, si bien sólo un poco. Lo suficiente.
Pensó que habrían vuelto, a terminar el trabajo. Luego que se trataba de un animal curioso, cuando no recibió el golpe de gracia. Tardó un poco en comprender que aquello, al menos, no era hostil. Entonces aquella extraña presencia, apenas una silueta por la oscuridad y sus ojos moribundos, fue un soplo de esperanza. Lo suficiente como para avivar su determinación, para que las brasas de su alma dieran un último resplandor antes de perderse para siempre.
—¡P...¡ —su primer intento de hablar, más un estertor que una palabra— ...Por favor...—exclamó como se lo permitía su voz rota, un esfuerzo lastimoso que denotaba que dar el mensaje le era más importante que respirar— ...El carruaje...
El joven levantó a duras penas un brazo tembloroso y ensangrentado. Apuntó en dirección del camino por tan sólo un instante, hasta que sus fuerzas fueron superadas y su mano volvió al suelo. No podía mover la cabeza para ver mejor a aquella persona. No, era muy grande. A aquella cosa. Sólo podía esperar lo mejor. Era todo lo que necesitaba. Él. Ella.
—...Sálvala. —suplicó, vaciando sus pulmones finalmente.
Oyó un resoplido, y luego pasos haciéndose cada vez más débiles. Sintió sus latidos hacer lo mismo.
Helado, desangrado y abandonado en medio de la nada, Ethan dio gracias a los dioses que hubieran escuchado sus últimos deseos. En esa noche, el muchacho falleció con relativa paz.
Un pequeño carruaje, algo demacrado, avanzaba lentamente bajo el amparo de la noche. Los viajeros, ignorando las cada vez más cercanas consecuencias de sus actos, brindaban por el éxito de su más reciente cacería.
—¿Y por qué no rebanarle el cuello ahora mismo? —cuestionó uno de los hombres, rompiendo el silencio en el carruaje. Meneaba algo en su mano. Una daga, Aldara presumía— Me parece una pendejada esperar. ¿Qué somos, villanos de cuento?
Su voz era áspera y Aldara encontraba su comportamiento especialmente desagradable. Aunque todos eran igual de nefastos. Vil escoria, los dos dentro del carruaje, el conductor, y otros dos que vigilaba desde fuera. La prisionera sentía el latido de sus corazones, el flujo de la sangre en sus venas. Eran ruines chuparratas, los mismos malditos que había jurado eliminar. Ni siquiera sabía qué detestar más, si la intranquilidad del hombre de la daga o lo calmados que parecían sus compañeros. Después de lo que habían hecho. Después de que...
Apretó la mandíbula, sintiendo cómo su propio corazón se aceleraba con frustración, cómo la sangre llenaba sus venas con la misma cólera que amenazaba con romperle el alma.
No podía darles el lujo de verla derrotada. Debía mantener la compostura hasta el final. Por su familia. Por Ethan.
—Ha jodido más de lo que crees. Superior la quiere viva. —respondió el otro hombre, de voz más grave— Hasta el amanecer, claro.
—¡...Oooooh! —el primero se rascó la barbilla con la daga— ¡Ja!
Rebuscó algo en una bolsa. Aldara la recordaba con rencor: Allí habían metido la corona de los Slora. El hombre finalmente encontró lo que buscaba, y lo tomó con la mano libre, examinando el objeto.
—¡Estás en la mierda, princesita! —la señaló con el arma— Muuuuy en la mierda.
Aldara sintió el cambio en la circulación de aquél tipo. El hombre se levantó repentinamente de su asiento, acercándole el objeto a la cabeza. Al hacer contacto, supo de inmediato que aquello era la corona. No reaccionó, dejando que el hombre hiciera lo que quisiera. La corona, como siempre, era muy grande para su cabeza. El hombre siguió bajándola, hasta que le cubrió los ojos, Soltó una carcajada.
—¡Totalmente una princesa ciega! ¿Eh? —observó a su compañero, que sólo negó con la cabeza— ¿Y tú, canosa? ¿Qué te parece?
Aldara no respondió. Entonces sintió la repentina aceleración en las venas del hombre, y se preparó. Recibió un fuerte puñetazo en el rostro, que la hizo irse de lado. El segundo reaccionó casi inmediatamente después, reteniendo a su compañero antes de que pudiera atacarla otra vez.
—¡¿Qué mierda te pasa, Gregor?! —gritó, sentándolo de un manotazo y manteniéndolo ahí con cierto esfuerzo.
—¡Que esta perra mató a Eiden! —respondió igual de alterado, dispuesto a levantarse otra vez— ¡Lo mató, y esta puta caníbal está aquí como si esto fuese un maldito paseo!
—¡Hey! te entiendo. Cálmate. —dio otro empujón, con más fuerza— Y realmente lo mató su compañero. —siguió, intentando desescalar la discusión— Y ese ya pagó por eso.
Gregor se detuvo un momento, sopesando aquellas palabras. Pareció calmarse un poco —ayudado por la superior fuerza que lo mantenía sentado—, y finalmente sonrió.
—Sí... Supongo que tienes razón. —volteó a ver a Aldara otra vez, escupiéndole— Aquél marica aprendió a no joder más.
Fue la gota que derramó el vaso. El dolor, la desesperación, la humillación, Aldara sintió en carne propia lo que Ethan había sufrido, hasta que el vínculo se cortó. Con todo eso aún fresco en su mente, su paciencia llegó al límite. Su respiración se agitó, sintió las ganas de gritar taponándole la garganta.
—¡Ah, mira! Si es que la perra tien—
Aldara lo percibió primero, congelándose repentinamente. La sangre de uno de los que vigilaba el carruaje, detrás de ellos, salpicando por el aire. Un instante después algo impactó contra la madera, sorprendiendo a los pasajeros. Un zumbido metálico inundó el ambiente, un objeto manchado de rojo incrustado en la pared del carruaje.
—¡Mierda! —el vigilante restante gritó entre los relinches del nervioso caballo— ¡Alguien nos ataca! ¡Deténgnase! ¡Mató a Ga— El arma desapareció, dejando tras de sí un un hoyo en la madera.
Un chillido espeluznante interrumpió al vigilante. Aldara tardó un momento en entender lo que había pasado, sintiendo cómo el cuerpo del hombre caía de su caballo.
—¡El reporte no mencionaba más aliados! —maldijo Gregor, dirigiéndole una mirada hostil a la muchacha— ¡Les dije que teníamos que ir más rápido! ¡El pueblo no estaba tan lejos!—abrió la puerta, desenfundando su segunda daga a la vez que era rodeado de un espiral de sombras. Saltó.
Su compañero, apretando los dientes, le siguió un momento después, habiéndose detenido el carruaje. Cerró la puerta tras de sí, y repentinamente Aldara quedó sola. Sintió cómo el conductor también se dirigía a responder al repentino ataque.
La verdad, estaba confundida, aliviada y asustada. Algo estaba atacando a sus enemigos, pero —y le molestaba aceptarlo— el Gregor tenía razón. Sólo eran Ethan y ella. ¿Entonces quién...?
Sintió algo acercarse, a mucha velocidad [1]. Apenas le dio tiempo de prepararse para el impacto, cuando el carruaje entero se sacudió ferozmente, haciéndola caer al suelo. Cuando intentó levantarse, se dio cuenta de que el suelo estaba desnivelado. Se había roto una rueda.
Una parte de ella quería aprovechar la situación para huir de allí cuanto antes, pero lo que ocurrió afuera la había paralizado. Un rugido estruendoso sacudió su corazón, y simplemente se quedó allí, quieta. Oyendo los gritos [2]. Observando aquél combate de la única forma que podía ver el mundo; a través de la sangre.
Y así pudo entender, sin necesidad de verlo, aún sin los gritos, que aquello no era un combate. La sangre empapaba el lugar. Mientras más cerca, mejor podía percibir al causante de aquello. Sentía la sangre en el interior de aquello, acelerada, marcando un cuerpo descomunal, una forma que no pertenecía a ningún hombre. Y con cada ataque otro gruñido, otro grito y otra voz que desaparecía [2]. Podía distinguirlo aún más, como un lienzo cuya silueta era revelada de pincelada a pincelada.
Aquello era una masacre. Esa cosa era una bestia.
Sintió cómo alguien se acercaba frenéticamente. El conductor, intentando abrir la puerta.
—¡Allí está! ¡Está ilesa! ¡Llévatela! ¡Por favor! —la puerta se abrió de golpe, y pudo sentir cómo la espalda de aquél hombre subía y bajaba por el terror. Estaba... ¿estaba negociando con...?— ¡Yo estaba en contra de esto, es sólo una niña. ell- ¡Lo lamento! ¡Aléjate! ¡No! ¡No!— sus súplicas se degeneraron en un grito de pavor, que fue violentamente cortado por el descenso de un hacha. [2]
Ambos trozos de aquél hombre cayeron al suelo, permitiéndole a Aldara ver la entrada del carruaje. Aunque no se dio cuenta de aquello. Toda su atención estaba centrada en, lo que ahora podía detallar, el oso.
Estuvo allí parada lo que se le antojaba una eternidad. La frustración de haber perdido, de haber sido humillada, de que todos sus esfuerzos habían sido en vano. El dolor, hondo como un puñal, de haber perdido a quien la había acompañado tanto tiempo. El miedo de morir de forma horrorosa, ardiendo bajo el sol, como si fuese una más de los malditos chuparratas. El pánico instintivo que se había aferrado a sus piernas, que había apretado su estómago y congelado su mirada en aquella bestia.
Finalmente, todo eso se abrió paso hasta sus ojos, humedeciendo sus mejillas. Este era su final. Debía... debía mantenerse digna. Aunque su apellido ya no importaba. Aunque Ethan ya no estaba con ella...
El oso hizo a un lado el cadáver del conductor con un lento movimiento de hacha, y seguidamente la dejó caer al suelo. Se arrodilló, y Aldara sintió cómo el pulso de la bestia se desaceleraba.
—Ya estás a salvo. —dijo el oso, con una voz profunda y suave que hizo que su mente se hundiera en la confusión, en sentimientos encontrados en memorias antiguas. Sonaba...preocupado. Paternal.
Sentía la sangre emanar de las heridas de aquél extraño. Estaba herido, pero no parecía darle importancia por encima del estado de ella. ¿Venía a ayudarla? ¿Por qué?
—Lo lamento, pequeña. —El oso bajó la cabeza, su voz tornándose pesada— Era muy tarde para tu compañero.. —se lamentó.
¿Ethan?
¿Fue gracias a él, después de todo?
Sus piernas fallaron, Aldara cayó al suelo. Se quitó la corona del rostro, y los gimoteos no tardaron en convertirse en sollozos desgarradores. Por primera vez en mucho tiempo se permitió actuar como la niña que nunca pudo ser.
Naharu le dio privacidad a la muchacha por un buen, buen rato.
Abrió una zanja mientras tanto, en la que depositó los cadáveres de aquellos hombres que había ejecutado. Se frotó algo de nieve limpia por el pelo, pero aquello no era suficiente. Había sido un enfrentamiento desastroso. Tendría que esperar a llegar a un asentamiento, o algún río. Y aquél maldito de las dagas había sido peligroso. Sabía que esas heridas serían un fastidio hasta que se recuperara completamente.
«Si tuviese una de esas pociones...» pensó. Su ánimo empeoró aún más.
Quizás hubiese podido salvar al muchacho. No estaba seguro de ello, pero la idea lo molestaba mucho. Le recordaba que no estaba lo preparado que podía estar.
La muchacha finalmente se calmó un poco. Salió del carruaje mientras Naharu limpiaba su hacha. El oso se detuvo y dejó el arma a un lado, dispuesto a ir a ayudarla. Después de todo, sin poder ver, moverse debía ser... «¿Hm...?»
Naharu la observó con cierta curiosidad.
Si bien se notaba que su paso no era totalmente seguro, la muchacha se acercó a él sin necesidad de guía. «¿Cómo...?»
—Le ofrezco mi más sentida gratitud. —dijo solemnemente, haciendo una acentuada reverencia— Soy Aldara, cabeza de la casa Slora, condenada al vampirismo. Estoy en deuda con usted.
Naharu no supo cómo reaccionar. Ni siquiera por dónde empezar. ¿No era una niña en medio de un secuestro? Si bien no pudo ver los cuerpos, estoy seguro de que escuchó la batalla. También había perdido a un conocido. ¿Cómo había recobrado la compostura a este nivel? ¿...Cabeza de una casa?
¡¿...Vampiro?!
—...Soy Naharu, hijo de Nahako y Ombaru. ¿Cóm—
—¡Si permite de mi abuso, Señor Naharu! —le interrumpió. La muchacha se irguió para... "verlo a los ojos"— ¡Imploro de su auxilio una última vez! —volvió a hacer una reverencia, esperando respuesta.
—No necesitas ser tan formal —Naharu agitó las manos, en lo que primero pensó sería un esfuerzo inútil, hasta que la muchacha... reaccionó al movimiento— ¿Qué puedo hacer? —preguntó con voz más suave, ignorando lo raro de aquello.
—Mi... —su voz titubeó, revelando que estaba poniendo todo su esfuerzo en esa fachada noble— Mi amigo. —La venda lo dificultaba, pero Naharu se dio cuenta de que su rostro se había oscurecido bajo el peso de los acontecimientos— ...Fue un valiente guerrero. Fue un hombre sincero y un siervo fiel. —la emoción en su voz fue en aumento, hasta el punto en que Naharu creyó que volvería a llorar— Sobre todo eso, fue un amigo excepcional y... —respiró hondo, forzándose a terminar de hablar— Y necesito realizar los ritos funerarios que deseaba. —Agachó la cabeza— No puedo permitir que su cuerpo quede a merced de los elementos.
Naharu suspiró, pensando en aquél muchacho que encontró al seguir el olor a sangre en el aire. La vida era demasiado injusta.
Por eso estaba allí.
—Planeaba hacerlo de todas formas. —Se levantó, tomando el hacha y enfundándola— Vamos. Hay que encontrar refugio antes de que amanezca.
—¡...Muchas gracias! —exclamó la muchacha al borde del llanto, acompañando sus palabras con otra reverencia.
En el camino compartieron historias esporádicamente, intentando aliviar el peso de lo ocurrido esa noche. No funcionó.
Naharu y Aldara llegaron al pueblo bien avanzada la noche. Para su sorpresa, no parecía haber nadie. No sólo nadie rondando las calles, sino... en general. Había puertas abiertas, casas vacías. Y un olor que se le hacía familiar al oso.
—Esto es peculiar. —comentó la muchacha, andando detrás de Naharu.
—¿Hola? —Naharu alzó la voz, rodeando su hocico con ambas manos para aumentar su volumen.
Sabía que aquello sería molesto si había gente durmiendo, pero prefería tratar con un par de quejas que con la incertidumbre de saber qué ocurría allí. Naharu siguió aquél olor, hasta una casa que parecía ser la única con gente. ¿Acaso sería...? Pero era mucha casualidad, ¿no?
Tocó la puerta con firmeza.
*Offrol: [1] Uso de la habilidad Embestida.
[2] Uso de la habilidad Ejecución.
Todo su ser estaba concentrado en un único pensamiento, las últimas llamas de su consciencia, flaqueando contra el viento: Le había fallado.
Había fracasado en su único cometido. Sus mayores esfuerzos no fueron suficiente. No pudo protegerla.
Aquél pensamiento era un puñal gélido en sus entrañas, opacando con facilidad los vendavales del norte. Juró servicio, juró protección... Al final no fueron ciertas ni su palabra ni su fuerza. Lo veía como una traición: Había traicionado a su señora. Con su incompetencia la había entregado a manos viles, la había condenado a un destino que no tenía el valor de imaginar.
¿Eso era su precio a pagar? ¿Morir desangrado, humillado, tirado como un conejo en medio de la nada? ¿Que su cuerpo fuese comido por alimañas, si no se congelaba antes?
Su vista se hizo aún más borrosa con las lágrimas que empezaron a acumularse en sus ojos. No por miedo, no por tristeza, sino por frustración.
Aquello no era suficiente.
No era una sentencia que cubriera la gravedad de lo ocurrido. La vida de Aldara no podía valer tan poco.
«No hay justicia en este final» pensó. «No habrá quien castigue mi traición. Ni habrá quien castigue a la escoria que la transgredió»
Apenas estaba procesando aquellas amargas revelaciones, perdiéndose poco a poco en el vacío, cuando un movimiento deshizo sus pensamientos como si fuesen humo. Aquello reafirmó su consciencia a la realidad, si bien sólo un poco. Lo suficiente.
Pensó que habrían vuelto, a terminar el trabajo. Luego que se trataba de un animal curioso, cuando no recibió el golpe de gracia. Tardó un poco en comprender que aquello, al menos, no era hostil. Entonces aquella extraña presencia, apenas una silueta por la oscuridad y sus ojos moribundos, fue un soplo de esperanza. Lo suficiente como para avivar su determinación, para que las brasas de su alma dieran un último resplandor antes de perderse para siempre.
—¡P...¡ —su primer intento de hablar, más un estertor que una palabra— ...Por favor...—exclamó como se lo permitía su voz rota, un esfuerzo lastimoso que denotaba que dar el mensaje le era más importante que respirar— ...El carruaje...
El joven levantó a duras penas un brazo tembloroso y ensangrentado. Apuntó en dirección del camino por tan sólo un instante, hasta que sus fuerzas fueron superadas y su mano volvió al suelo. No podía mover la cabeza para ver mejor a aquella persona. No, era muy grande. A aquella cosa. Sólo podía esperar lo mejor. Era todo lo que necesitaba. Él. Ella.
—...Sálvala. —suplicó, vaciando sus pulmones finalmente.
Oyó un resoplido, y luego pasos haciéndose cada vez más débiles. Sintió sus latidos hacer lo mismo.
Helado, desangrado y abandonado en medio de la nada, Ethan dio gracias a los dioses que hubieran escuchado sus últimos deseos. En esa noche, el muchacho falleció con relativa paz.
-----
Un pequeño carruaje, algo demacrado, avanzaba lentamente bajo el amparo de la noche. Los viajeros, ignorando las cada vez más cercanas consecuencias de sus actos, brindaban por el éxito de su más reciente cacería.
—¿Y por qué no rebanarle el cuello ahora mismo? —cuestionó uno de los hombres, rompiendo el silencio en el carruaje. Meneaba algo en su mano. Una daga, Aldara presumía— Me parece una pendejada esperar. ¿Qué somos, villanos de cuento?
Su voz era áspera y Aldara encontraba su comportamiento especialmente desagradable. Aunque todos eran igual de nefastos. Vil escoria, los dos dentro del carruaje, el conductor, y otros dos que vigilaba desde fuera. La prisionera sentía el latido de sus corazones, el flujo de la sangre en sus venas. Eran ruines chuparratas, los mismos malditos que había jurado eliminar. Ni siquiera sabía qué detestar más, si la intranquilidad del hombre de la daga o lo calmados que parecían sus compañeros. Después de lo que habían hecho. Después de que...
Apretó la mandíbula, sintiendo cómo su propio corazón se aceleraba con frustración, cómo la sangre llenaba sus venas con la misma cólera que amenazaba con romperle el alma.
No podía darles el lujo de verla derrotada. Debía mantener la compostura hasta el final. Por su familia. Por Ethan.
—Ha jodido más de lo que crees. Superior la quiere viva. —respondió el otro hombre, de voz más grave— Hasta el amanecer, claro.
—¡...Oooooh! —el primero se rascó la barbilla con la daga— ¡Ja!
Rebuscó algo en una bolsa. Aldara la recordaba con rencor: Allí habían metido la corona de los Slora. El hombre finalmente encontró lo que buscaba, y lo tomó con la mano libre, examinando el objeto.
—¡Estás en la mierda, princesita! —la señaló con el arma— Muuuuy en la mierda.
Aldara sintió el cambio en la circulación de aquél tipo. El hombre se levantó repentinamente de su asiento, acercándole el objeto a la cabeza. Al hacer contacto, supo de inmediato que aquello era la corona. No reaccionó, dejando que el hombre hiciera lo que quisiera. La corona, como siempre, era muy grande para su cabeza. El hombre siguió bajándola, hasta que le cubrió los ojos, Soltó una carcajada.
—¡Totalmente una princesa ciega! ¿Eh? —observó a su compañero, que sólo negó con la cabeza— ¿Y tú, canosa? ¿Qué te parece?
Aldara no respondió. Entonces sintió la repentina aceleración en las venas del hombre, y se preparó. Recibió un fuerte puñetazo en el rostro, que la hizo irse de lado. El segundo reaccionó casi inmediatamente después, reteniendo a su compañero antes de que pudiera atacarla otra vez.
—¡¿Qué mierda te pasa, Gregor?! —gritó, sentándolo de un manotazo y manteniéndolo ahí con cierto esfuerzo.
—¡Que esta perra mató a Eiden! —respondió igual de alterado, dispuesto a levantarse otra vez— ¡Lo mató, y esta puta caníbal está aquí como si esto fuese un maldito paseo!
—¡Hey! te entiendo. Cálmate. —dio otro empujón, con más fuerza— Y realmente lo mató su compañero. —siguió, intentando desescalar la discusión— Y ese ya pagó por eso.
Gregor se detuvo un momento, sopesando aquellas palabras. Pareció calmarse un poco —ayudado por la superior fuerza que lo mantenía sentado—, y finalmente sonrió.
—Sí... Supongo que tienes razón. —volteó a ver a Aldara otra vez, escupiéndole— Aquél marica aprendió a no joder más.
Fue la gota que derramó el vaso. El dolor, la desesperación, la humillación, Aldara sintió en carne propia lo que Ethan había sufrido, hasta que el vínculo se cortó. Con todo eso aún fresco en su mente, su paciencia llegó al límite. Su respiración se agitó, sintió las ganas de gritar taponándole la garganta.
—¡Ah, mira! Si es que la perra tien—
Aldara lo percibió primero, congelándose repentinamente. La sangre de uno de los que vigilaba el carruaje, detrás de ellos, salpicando por el aire. Un instante después algo impactó contra la madera, sorprendiendo a los pasajeros. Un zumbido metálico inundó el ambiente, un objeto manchado de rojo incrustado en la pared del carruaje.
—¡Mierda! —el vigilante restante gritó entre los relinches del nervioso caballo— ¡Alguien nos ataca! ¡Deténgnase! ¡Mató a Ga— El arma desapareció, dejando tras de sí un un hoyo en la madera.
Un chillido espeluznante interrumpió al vigilante. Aldara tardó un momento en entender lo que había pasado, sintiendo cómo el cuerpo del hombre caía de su caballo.
—¡El reporte no mencionaba más aliados! —maldijo Gregor, dirigiéndole una mirada hostil a la muchacha— ¡Les dije que teníamos que ir más rápido! ¡El pueblo no estaba tan lejos!—abrió la puerta, desenfundando su segunda daga a la vez que era rodeado de un espiral de sombras. Saltó.
Su compañero, apretando los dientes, le siguió un momento después, habiéndose detenido el carruaje. Cerró la puerta tras de sí, y repentinamente Aldara quedó sola. Sintió cómo el conductor también se dirigía a responder al repentino ataque.
La verdad, estaba confundida, aliviada y asustada. Algo estaba atacando a sus enemigos, pero —y le molestaba aceptarlo— el Gregor tenía razón. Sólo eran Ethan y ella. ¿Entonces quién...?
Sintió algo acercarse, a mucha velocidad [1]. Apenas le dio tiempo de prepararse para el impacto, cuando el carruaje entero se sacudió ferozmente, haciéndola caer al suelo. Cuando intentó levantarse, se dio cuenta de que el suelo estaba desnivelado. Se había roto una rueda.
Una parte de ella quería aprovechar la situación para huir de allí cuanto antes, pero lo que ocurrió afuera la había paralizado. Un rugido estruendoso sacudió su corazón, y simplemente se quedó allí, quieta. Oyendo los gritos [2]. Observando aquél combate de la única forma que podía ver el mundo; a través de la sangre.
Y así pudo entender, sin necesidad de verlo, aún sin los gritos, que aquello no era un combate. La sangre empapaba el lugar. Mientras más cerca, mejor podía percibir al causante de aquello. Sentía la sangre en el interior de aquello, acelerada, marcando un cuerpo descomunal, una forma que no pertenecía a ningún hombre. Y con cada ataque otro gruñido, otro grito y otra voz que desaparecía [2]. Podía distinguirlo aún más, como un lienzo cuya silueta era revelada de pincelada a pincelada.
Aquello era una masacre. Esa cosa era una bestia.
Sintió cómo alguien se acercaba frenéticamente. El conductor, intentando abrir la puerta.
—¡Allí está! ¡Está ilesa! ¡Llévatela! ¡Por favor! —la puerta se abrió de golpe, y pudo sentir cómo la espalda de aquél hombre subía y bajaba por el terror. Estaba... ¿estaba negociando con...?— ¡Yo estaba en contra de esto, es sólo una niña. ell- ¡Lo lamento! ¡Aléjate! ¡No! ¡No!— sus súplicas se degeneraron en un grito de pavor, que fue violentamente cortado por el descenso de un hacha. [2]
Ambos trozos de aquél hombre cayeron al suelo, permitiéndole a Aldara ver la entrada del carruaje. Aunque no se dio cuenta de aquello. Toda su atención estaba centrada en, lo que ahora podía detallar, el oso.
Estuvo allí parada lo que se le antojaba una eternidad. La frustración de haber perdido, de haber sido humillada, de que todos sus esfuerzos habían sido en vano. El dolor, hondo como un puñal, de haber perdido a quien la había acompañado tanto tiempo. El miedo de morir de forma horrorosa, ardiendo bajo el sol, como si fuese una más de los malditos chuparratas. El pánico instintivo que se había aferrado a sus piernas, que había apretado su estómago y congelado su mirada en aquella bestia.
Finalmente, todo eso se abrió paso hasta sus ojos, humedeciendo sus mejillas. Este era su final. Debía... debía mantenerse digna. Aunque su apellido ya no importaba. Aunque Ethan ya no estaba con ella...
El oso hizo a un lado el cadáver del conductor con un lento movimiento de hacha, y seguidamente la dejó caer al suelo. Se arrodilló, y Aldara sintió cómo el pulso de la bestia se desaceleraba.
—Ya estás a salvo. —dijo el oso, con una voz profunda y suave que hizo que su mente se hundiera en la confusión, en sentimientos encontrados en memorias antiguas. Sonaba...preocupado. Paternal.
Sentía la sangre emanar de las heridas de aquél extraño. Estaba herido, pero no parecía darle importancia por encima del estado de ella. ¿Venía a ayudarla? ¿Por qué?
—Lo lamento, pequeña. —El oso bajó la cabeza, su voz tornándose pesada— Era muy tarde para tu compañero.. —se lamentó.
¿Ethan?
¿Fue gracias a él, después de todo?
Sus piernas fallaron, Aldara cayó al suelo. Se quitó la corona del rostro, y los gimoteos no tardaron en convertirse en sollozos desgarradores. Por primera vez en mucho tiempo se permitió actuar como la niña que nunca pudo ser.
-----
Naharu le dio privacidad a la muchacha por un buen, buen rato.
Abrió una zanja mientras tanto, en la que depositó los cadáveres de aquellos hombres que había ejecutado. Se frotó algo de nieve limpia por el pelo, pero aquello no era suficiente. Había sido un enfrentamiento desastroso. Tendría que esperar a llegar a un asentamiento, o algún río. Y aquél maldito de las dagas había sido peligroso. Sabía que esas heridas serían un fastidio hasta que se recuperara completamente.
«Si tuviese una de esas pociones...» pensó. Su ánimo empeoró aún más.
Quizás hubiese podido salvar al muchacho. No estaba seguro de ello, pero la idea lo molestaba mucho. Le recordaba que no estaba lo preparado que podía estar.
La muchacha finalmente se calmó un poco. Salió del carruaje mientras Naharu limpiaba su hacha. El oso se detuvo y dejó el arma a un lado, dispuesto a ir a ayudarla. Después de todo, sin poder ver, moverse debía ser... «¿Hm...?»
Naharu la observó con cierta curiosidad.
Si bien se notaba que su paso no era totalmente seguro, la muchacha se acercó a él sin necesidad de guía. «¿Cómo...?»
—Le ofrezco mi más sentida gratitud. —dijo solemnemente, haciendo una acentuada reverencia— Soy Aldara, cabeza de la casa Slora, condenada al vampirismo. Estoy en deuda con usted.
Naharu no supo cómo reaccionar. Ni siquiera por dónde empezar. ¿No era una niña en medio de un secuestro? Si bien no pudo ver los cuerpos, estoy seguro de que escuchó la batalla. También había perdido a un conocido. ¿Cómo había recobrado la compostura a este nivel? ¿...Cabeza de una casa?
¡¿...Vampiro?!
—...Soy Naharu, hijo de Nahako y Ombaru. ¿Cóm—
—¡Si permite de mi abuso, Señor Naharu! —le interrumpió. La muchacha se irguió para... "verlo a los ojos"— ¡Imploro de su auxilio una última vez! —volvió a hacer una reverencia, esperando respuesta.
—No necesitas ser tan formal —Naharu agitó las manos, en lo que primero pensó sería un esfuerzo inútil, hasta que la muchacha... reaccionó al movimiento— ¿Qué puedo hacer? —preguntó con voz más suave, ignorando lo raro de aquello.
—Mi... —su voz titubeó, revelando que estaba poniendo todo su esfuerzo en esa fachada noble— Mi amigo. —La venda lo dificultaba, pero Naharu se dio cuenta de que su rostro se había oscurecido bajo el peso de los acontecimientos— ...Fue un valiente guerrero. Fue un hombre sincero y un siervo fiel. —la emoción en su voz fue en aumento, hasta el punto en que Naharu creyó que volvería a llorar— Sobre todo eso, fue un amigo excepcional y... —respiró hondo, forzándose a terminar de hablar— Y necesito realizar los ritos funerarios que deseaba. —Agachó la cabeza— No puedo permitir que su cuerpo quede a merced de los elementos.
Naharu suspiró, pensando en aquél muchacho que encontró al seguir el olor a sangre en el aire. La vida era demasiado injusta.
Por eso estaba allí.
—Planeaba hacerlo de todas formas. —Se levantó, tomando el hacha y enfundándola— Vamos. Hay que encontrar refugio antes de que amanezca.
—¡...Muchas gracias! —exclamó la muchacha al borde del llanto, acompañando sus palabras con otra reverencia.
-----
En el camino compartieron historias esporádicamente, intentando aliviar el peso de lo ocurrido esa noche. No funcionó.
Naharu y Aldara llegaron al pueblo bien avanzada la noche. Para su sorpresa, no parecía haber nadie. No sólo nadie rondando las calles, sino... en general. Había puertas abiertas, casas vacías. Y un olor que se le hacía familiar al oso.
—Esto es peculiar. —comentó la muchacha, andando detrás de Naharu.
—¿Hola? —Naharu alzó la voz, rodeando su hocico con ambas manos para aumentar su volumen.
Sabía que aquello sería molesto si había gente durmiendo, pero prefería tratar con un par de quejas que con la incertidumbre de saber qué ocurría allí. Naharu siguió aquél olor, hasta una casa que parecía ser la única con gente. ¿Acaso sería...? Pero era mucha casualidad, ¿no?
Tocó la puerta con firmeza.
-----
*Offrol: [1] Uso de la habilidad Embestida.
[2] Uso de la habilidad Ejecución.
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Naharu
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Re: La Torre del Susurro [Privado, Beta]
No se esperaba encontrarse a Anders allí, pero desde luego se alegraba de que hubiera alguien más que no fuera la ancianita siniestra. –Desde luego que muerde, por eso la llevo.- dijo, rascándole la cabeza a Kirara. –Es un préstamo, para que uh… me ponga en sintonía con la naturaleza antes de conseguir el de verdad o algo asi. Aunque no esperaba que mi compañera fuera una cosita tan adorable.- había pasado de la cabeza a los mofletes, achuchando la pantera a dos manos, que empezó a ronronear. Dado su tamaño, sonaba como un ligero terremoto. -¿Quién es el mejor gatito de todo Sandorai? Sisi, tuuuu. Espero que el Gladdagr sea la mitad de adorable que tú.- La pantera se había tumbado en el suelo, dejando que le rascara la tripa, aunque no tardó mucho en parar, era hora de dormir al fin y al cabo.
Todas las casas eran más o menos iguales, pero había algunas claramente más cuidadas, con más encanto, y más importante, algunas tenían más comida. Ese era el factor más importante en su complejísimo sistema para escoger casa. Ese y la distancia a la anciana siniestra.
Estaba comprobando como de grande era el alijo de galletas cuando el elfo pareció… preocupado por la legalidad de sus actos. Solo entonces se dio cuenta de que no le había explicado el pequeño problema que tenían entre manos. En plural. Así que se puso a ello. –La deducción lógica es algún tipo de vampiro de la voz, aunque no creo que haga la torre por vanidad, por lo que bien podría ser un brujo y algún ritual cuestionable. O un vampiro hasta arriba de libros de runas.- Tampoco había visto al vampiro en sí, creía, pero si, sería bueno comprobar la mañana siguiente si todo seguía igual de siniestro. Puede que tuvieran suerte y todos estuvieran bien dormiditos sin ninguna voz.
Si claro, como si alguna vez tuviera tanta suerte. Pero ese sería un problema para el día siguiente.
Estaba durmiendo tranquilamente con su capa, usando de fuente de calor una suave y esponjosa pantera cuando se despertó. Principalmente porque Kirara lo había hecho, y en vez de darle un lametón, ronronear y seguir durmiendo, se había despertado suficiente como para levantarse y gruñir hacia la puerta, lo que era alarmante. La elfa estaba preparando el arco, lista para asaetar esa pobre ancianita, cuando tocaron a la puerta.
Eso era… inesperado. Y su mascota parecía igual de confusa. ¿Qué clase de enemigo llamaba a la puerta? Aunque Anders había ido a darle sopa a la anciana, puede que hubiera venido a… ¿darles las gracias? Seguía pareciéndole raro, pero solo uno de los tres tenía un hacha como arma preferida, así que estaba claro quién iba a abrir la puerta. Además, tenía el golem como armadura, por si acaso. –Hey Anders, psss, llaman a la puerta. Ve con cuidado.-
Todas las casas eran más o menos iguales, pero había algunas claramente más cuidadas, con más encanto, y más importante, algunas tenían más comida. Ese era el factor más importante en su complejísimo sistema para escoger casa. Ese y la distancia a la anciana siniestra.
Estaba comprobando como de grande era el alijo de galletas cuando el elfo pareció… preocupado por la legalidad de sus actos. Solo entonces se dio cuenta de que no le había explicado el pequeño problema que tenían entre manos. En plural. Así que se puso a ello. –La deducción lógica es algún tipo de vampiro de la voz, aunque no creo que haga la torre por vanidad, por lo que bien podría ser un brujo y algún ritual cuestionable. O un vampiro hasta arriba de libros de runas.- Tampoco había visto al vampiro en sí, creía, pero si, sería bueno comprobar la mañana siguiente si todo seguía igual de siniestro. Puede que tuvieran suerte y todos estuvieran bien dormiditos sin ninguna voz.
Si claro, como si alguna vez tuviera tanta suerte. Pero ese sería un problema para el día siguiente.
Estaba durmiendo tranquilamente con su capa, usando de fuente de calor una suave y esponjosa pantera cuando se despertó. Principalmente porque Kirara lo había hecho, y en vez de darle un lametón, ronronear y seguir durmiendo, se había despertado suficiente como para levantarse y gruñir hacia la puerta, lo que era alarmante. La elfa estaba preparando el arco, lista para asaetar esa pobre ancianita, cuando tocaron a la puerta.
Eso era… inesperado. Y su mascota parecía igual de confusa. ¿Qué clase de enemigo llamaba a la puerta? Aunque Anders había ido a darle sopa a la anciana, puede que hubiera venido a… ¿darles las gracias? Seguía pareciéndole raro, pero solo uno de los tres tenía un hacha como arma preferida, así que estaba claro quién iba a abrir la puerta. Además, tenía el golem como armadura, por si acaso. –Hey Anders, psss, llaman a la puerta. Ve con cuidado.-
Valyria
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Re: La Torre del Susurro [Privado, Beta]
Levanté la cabeza en un movimiento brusco al escuchar la puerta. Llevaba al menos una hora en silencio, bueno, más bien poco ruido, si tomaba en cuenta la respiración de Valyria y de su gato. No me había terminado de enterar si los ronroneos eran ella roncando o si eran de su mascota, pero los gruñidos eran evidentes de quién eran.
—Sí... —dejé la pluma con la que había estado escribiendo en un lado del escritorio y me puse de pie—. Lo he oído —dije, yendo del cuarto a la puerta. Frente a ella, dibuje un círculo en el aire con un dedo y apunté al "centro", e hice gestos de estar tensando un arco, esperando que Valyria entendiera.
Toqué la puerta y en pocos segundos se abrió un hueco grande en ella, justo donde había dibujado el círculo. No había hecho desaparecer la madera tanto como solo moverla, por lo que el material que componía ese espacio lo acumulé a un lado en forma de espinas.[1] A través del hueco vi a un montón de pelaje blanco, y al poner los ojos poquito más hacia arriba, un hocico, heridas, y un oso.
Lo conocía, pero eso no me detuvo de respingar en el lugar donde estaba parado un segundo, porque uno simplemente no se esperaba osos tocando su puerta a estas horas. Alcé una palma, para que Valyria no le cayese a flechazos a nadie, aunque si había visto toooda esa esponjosidad también, probablemente se había traducido ya a "caerle a abrazos."
Abrí la puerta, aprovechando de mover la madera otra vez a su lugar y cerrar el hueco, dejándola como antes, y abrí los brazos de lado a lado.
—¡Naharu! —dije, sonriendo. Salté sobre el oso y le di un abrazo, era más un abrazo de compañerismo que un abrazo de, en términos Lyn, "palpar la suavidad que le dieron los dioses". Le di un par de palmadas en la espalda y lo invité a entrar, notando entonces a su compañera—. ¿Y... esta niña? —pregunté, viéndola. Llevaba los ojos tapados. ¿Ciega...?
Y por esta leve sensación de éter viniendo de ella, también usuaria de magia. Así que era bruja, dragona o vampira, porque no tenía las orejas de una elfa.[2]
Bueno, no es que me preocupase que fuera, Naharu, especialmente Naharu, era el tipo de sujeto que era cuidadoso con sus juntas, así que ya estaba bien vista en mis ojos.
Con el par entrando a la casa dije una palabra, aparentemente al azar, y la sala se iluminó. Los dueños de la casa eran unos absolutos genios: habían clavado la cabeza de un martillo al techo, y esta tenía los glifos del encantamiento de fuente de luz. No es cómo si Valyria y yo necesitásemos demasiada luz para ver, pero igual me había tomado el tiempo, de unos veinte intentos, en intentar adivinar la palabra al notar la ausencia de antorchas o cualquier otro medio para iluminar dentro de la casa.
—No voy a preguntar qué estabas haciendo por aquí, el macizo es perfecto para ti, después de todo, pero esas heridas... ¿Qué te pasó? ¿Tú estás bien, pequeña? —pregunté, girándome hacia ella, mientras colocaba asientos para ambos—. ¿Tienen hambre? Oh, sí. Valyria, este es Naharu. Un amigo.
Quizá fuese muy incómodo para el contarlo. O para la niña. O puede que se limitase porque Valyria estaba aquí y no la conocía aún como para tenerle confianza. Indistintamente de su decisión, le puse las manos encima y emití luz de ellas , que cubrió al oso, haciendo que sus heridas cerraran.[3]
—De nada. Lo malo es que no vas a tener mucho descanso —comenté al oso.
Y procedí a explicarle el altercado que teníamos encima. Iríamos mañana. La casa no tenía tantas camas como para los... cuatro. Es decir, sí, alcanzaba para tres personas normales, pero Naharu era como tres veces nosotros en puro pelo, y cerca de unas cuatro o cinco en músculo. Imaginé que no molestaría a nadie considerada la jodida situación, así que fui a una casa cercana a arrastrar dos camas más hasta la casa en la que estábamos el resto y las puse juntas para que el oso tuviese donde acostarse.
Al siguiente día me paré temprano para dejar el desayuno, porque no iba a confiar en que lo hiciera nadie que había pensado en cenar sologalletas. Vi a la pequeña, no muy convencido de que... nos acompañase, pero la verdad, no me convencía mucho más dejarla sola en el pueblo. Tampoco le tenía un pánico horrible a la anciana, aún asi, no sonaba a buena idea.
La incursión al lugar de día dio para un campo vacío, una torre medio hecha. Dos pisos como dijo Valyria, casi tres, sin rastro de gente. Lo malo es que, aún sin nadie, igual fuimos víctimas todos de las mismas palabras, repitiendose en ciclo una y otra vez.
Lo bueno es que parecían más débiles que de día. Le vi la cara a Valyria y al oso.
—Creo que... es levemente soportable, así que tenemos dos formas de hacer esto. Nos dividimos para cubrir más terreno, ponemos un límite de tiempo a cuanto podemos soportar esto y volvemos a reunirnos a un punto donde nadie sea afectado por la voz y compartir lo que encontremos. Lo otro es ir todos juntos para mayor seguridad, pero es obvio que daremos con menos. Si nos divdimos, dos es que alguien encuentra algo… Valyria puede disparar flechas al cielo, supongo, son suficientemente evidentes… ¿Naharu? ¿Tirar una enorme roca al cielo? Tienes buen brazo. Un proyectil a la vez es que encontraron algo y solicitamos volver a reunirnos de inmediato. Dos es que necesitan refuerzos y que los otros dos vayamos allí.
Un chirrido sonó desde dentro de la "torre", dejando el sonido colgar en el aire. Luego de unos segundos, la nieve pareció preocupantemente tranquila, y retumbó una voz, con el mismo origen que el chirrido:
"Quedan....
"Quedan....
El sol iba alzándose lentamente, pues habíamos partido muy temprano por la mañana, y no había alcanzado su punto máximo en el cielo. A medida que subía, la sombra de la "torre" se estiraba sobre nosotros. Y, quien pudiese notarlo, también hacia el pueblo.
"Quedan....
—Sí... —dejé la pluma con la que había estado escribiendo en un lado del escritorio y me puse de pie—. Lo he oído —dije, yendo del cuarto a la puerta. Frente a ella, dibuje un círculo en el aire con un dedo y apunté al "centro", e hice gestos de estar tensando un arco, esperando que Valyria entendiera.
Toqué la puerta y en pocos segundos se abrió un hueco grande en ella, justo donde había dibujado el círculo. No había hecho desaparecer la madera tanto como solo moverla, por lo que el material que componía ese espacio lo acumulé a un lado en forma de espinas.[1] A través del hueco vi a un montón de pelaje blanco, y al poner los ojos poquito más hacia arriba, un hocico, heridas, y un oso.
Lo conocía, pero eso no me detuvo de respingar en el lugar donde estaba parado un segundo, porque uno simplemente no se esperaba osos tocando su puerta a estas horas. Alcé una palma, para que Valyria no le cayese a flechazos a nadie, aunque si había visto toooda esa esponjosidad también, probablemente se había traducido ya a "caerle a abrazos."
Abrí la puerta, aprovechando de mover la madera otra vez a su lugar y cerrar el hueco, dejándola como antes, y abrí los brazos de lado a lado.
—¡Naharu! —dije, sonriendo. Salté sobre el oso y le di un abrazo, era más un abrazo de compañerismo que un abrazo de, en términos Lyn, "palpar la suavidad que le dieron los dioses". Le di un par de palmadas en la espalda y lo invité a entrar, notando entonces a su compañera—. ¿Y... esta niña? —pregunté, viéndola. Llevaba los ojos tapados. ¿Ciega...?
Y por esta leve sensación de éter viniendo de ella, también usuaria de magia. Así que era bruja, dragona o vampira, porque no tenía las orejas de una elfa.[2]
Bueno, no es que me preocupase que fuera, Naharu, especialmente Naharu, era el tipo de sujeto que era cuidadoso con sus juntas, así que ya estaba bien vista en mis ojos.
Con el par entrando a la casa dije una palabra, aparentemente al azar, y la sala se iluminó. Los dueños de la casa eran unos absolutos genios: habían clavado la cabeza de un martillo al techo, y esta tenía los glifos del encantamiento de fuente de luz. No es cómo si Valyria y yo necesitásemos demasiada luz para ver, pero igual me había tomado el tiempo, de unos veinte intentos, en intentar adivinar la palabra al notar la ausencia de antorchas o cualquier otro medio para iluminar dentro de la casa.
—No voy a preguntar qué estabas haciendo por aquí, el macizo es perfecto para ti, después de todo, pero esas heridas... ¿Qué te pasó? ¿Tú estás bien, pequeña? —pregunté, girándome hacia ella, mientras colocaba asientos para ambos—. ¿Tienen hambre? Oh, sí. Valyria, este es Naharu. Un amigo.
Quizá fuese muy incómodo para el contarlo. O para la niña. O puede que se limitase porque Valyria estaba aquí y no la conocía aún como para tenerle confianza. Indistintamente de su decisión, le puse las manos encima y emití luz de ellas , que cubrió al oso, haciendo que sus heridas cerraran.[3]
—De nada. Lo malo es que no vas a tener mucho descanso —comenté al oso.
Y procedí a explicarle el altercado que teníamos encima. Iríamos mañana. La casa no tenía tantas camas como para los... cuatro. Es decir, sí, alcanzaba para tres personas normales, pero Naharu era como tres veces nosotros en puro pelo, y cerca de unas cuatro o cinco en músculo. Imaginé que no molestaría a nadie considerada la jodida situación, así que fui a una casa cercana a arrastrar dos camas más hasta la casa en la que estábamos el resto y las puse juntas para que el oso tuviese donde acostarse.
Al siguiente día me paré temprano para dejar el desayuno, porque no iba a confiar en que lo hiciera nadie que había pensado en cenar sologalletas. Vi a la pequeña, no muy convencido de que... nos acompañase, pero la verdad, no me convencía mucho más dejarla sola en el pueblo. Tampoco le tenía un pánico horrible a la anciana, aún asi, no sonaba a buena idea.
La incursión al lugar de día dio para un campo vacío, una torre medio hecha. Dos pisos como dijo Valyria, casi tres, sin rastro de gente. Lo malo es que, aún sin nadie, igual fuimos víctimas todos de las mismas palabras, repitiendose en ciclo una y otra vez.
Lo bueno es que parecían más débiles que de día. Le vi la cara a Valyria y al oso.
—Creo que... es levemente soportable, así que tenemos dos formas de hacer esto. Nos dividimos para cubrir más terreno, ponemos un límite de tiempo a cuanto podemos soportar esto y volvemos a reunirnos a un punto donde nadie sea afectado por la voz y compartir lo que encontremos. Lo otro es ir todos juntos para mayor seguridad, pero es obvio que daremos con menos. Si nos divdimos, dos es que alguien encuentra algo… Valyria puede disparar flechas al cielo, supongo, son suficientemente evidentes… ¿Naharu? ¿Tirar una enorme roca al cielo? Tienes buen brazo. Un proyectil a la vez es que encontraron algo y solicitamos volver a reunirnos de inmediato. Dos es que necesitan refuerzos y que los otros dos vayamos allí.
Un chirrido sonó desde dentro de la "torre", dejando el sonido colgar en el aire. Luego de unos segundos, la nieve pareció preocupantemente tranquila, y retumbó una voz, con el mismo origen que el chirrido:
"Quedan....
...cuatro días....
...y cuatro noches..."
"Quedan....
...cuatro días....
...y cuatro noches..."
El sol iba alzándose lentamente, pues habíamos partido muy temprano por la mañana, y no había alcanzado su punto máximo en el cielo. A medida que subía, la sombra de la "torre" se estiraba sobre nosotros. Y, quien pudiese notarlo, también hacia el pueblo.
"Quedan....
...tres días....
...y cuatro noches..."
___________________________
[1] Habilidad pasiva nivel 0: Ymir.
[2] Habilidad pasiva racial: Don Mágico.
[3] Habilidad activa racial: Imposición de Manos.
***
Y les voy a proponer un pequeño juego. Como Anders
Necesitarán reunir pistas y estudiarlas para ponerlas juntas y comprender qué pasa, cosa que lleve a resolver el asunto. Naturalmente, si no se logra antes de los días y tres noches, el pueblo se va a la mierda, pero no importa porque no hay nadie. El cuántas pistas no se los voy a decir aún porque van a empezar a hacer las cuentas y no.
Cada post a partir de este corresponderá a un día o una noche, y puede que las runas cambien por cada uno. Según su estado (físico o mental), también pueden ver la 'recompensa' de estas reducidas o aumentadas.
Ciclo día: 1
Si van a tomar la ruta de dividirse, tiren una runa cada uno. Si deciden por ir todos juntos, la tira uno solo. Las pistas no se stackean; e.g, si vamos juntos y sacamos una runa que nos de una pista, cuento una, no tres. Las heridas se dividen; e.g, si vamos juntos y la runa corresponde a una herida leve, tendríamos 1/3 de herida leve cada uno.
- Muy mala: Pierdes tu tiempo preciosamente buscando, pero una presencia no pierde el suyo en buscarte. La voz crece en fuerza sólo para ti*, recibes una herida moderada mental. También, obtienes media pista.
- Mala: Das con pequeñas huellas que dan a un lugar con sombra abundante, como una cueva, o una zona relativamente arbórea, o lo que quieran de turno. En ella, enfrentan un monstruo hecho de sombras**, lo que quieran describir. Indistintamente, el monstruo les hará en batalla una herida leve y media de daño fisico***. Obtienes una pista.
- Neutra: Consigues una pista.
- Buena: Consigues pista y media.
- Muy buena: Pista y
tres cuartos de pistaotra pista. Sí, dos.
No porque les salga buena o muy buena no tienen que hacer el paseo tranquilo o algo en su post. Si quieren pelear adelante, es solo que a efectos off-rol, no les voy a tomar en cuenta tal herida.
*Pueden, si lo desean, hacer que esto aplique a Kirara, o Aldara. También pueden acumular heridas. Las mentales son particularmente malas, por algo qué sabrán al siguiente off
**Sombras, eres una elfa hermosa, dah, es débil a ti. Si usas habilidades relativas a tu rama de Invocación puedes ganarle sin que sufras ninguna herida.
***Eres un puto oso, Narú. No solo este daño, cualquier otro daño físico lo contaré como la mitad sobre ti, si quieres, puedes decir que lo recibes todo, para alimentar tu habilidad nivel 1, que expresaré mecánicamente en próximos off.
Como uno es, bueno, un puto oso (sentidos aumentados), y la otra puede tiene para invocar criaturas, les contaré eso como un bono de "rastreo". Ambos tienen tres cargas para todo el tema y no más, que pueden usar para tornar una runa de un tipo a una del escalón superior o inferior. "¿Y por qué cojones haríamos la estúpidez de tomar una menor?", bueno, puede ser conveniente más adelante. Solo pueden usar una carga por tirada de runa, indistintamente de que tengan más de una.
Anders
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