Dos asesinos y tres dementes [Trabajo]
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Dos asesinos y tres dementes [Trabajo]
Hacía ya una buena cantidad de minutos, no pidan mayor precisión que esa, que Matthew había dejado de escuchar a ese desagradable sujeto que tenía en frente. Desde que había regresado al prostíbulo podía notar como su paciencia era mucho más limitada que en otros momentos, y no era el único que se percataba de ello, la mayoría de las personas que trabajaban en el lugar procuraban molestarlo lo menos posible.
Los primeros días habían intentado retomar el ritmo habitual, pero a la tercera o cuarta vez que Owens dijo “Me importa muy poco, déjenme en paz” con esa mirada fría que generaba escalofríos, todas y todos habían comprendido que este Virrey no era el que habían conocido. Tampoco podían decir sí les gustaba más o menos que el anterior Matthew Owens, el actual era mucho más prolijo, trabajaba más y ya no era tan impredecible.
Un Humano centrado, así se lo podría describir. Un Humano aburrido, es como se describiría a sí mismo.
-... la subasta... - “Bla bla bla” - Es importante que... - “Bla bla bla” - Por eso venía a pedirle sí... - “Bla bla bla”
Matt iba rellenando mentalmente las partes del diálogo que no le interesaban, jugaba con los dedos sobre el escritorio. Sólo había aceptado esa reunión porque Brenda había insistido en que era importante, sí de él dependiera hubiese delegado la tarea en algún tercero “Delegar se me está dando muy bien últimamente” pensaba el Virrey mientras asentía, no tenía idea de qué había dicho ese fulano pero se había quedado callado y esa era la señal de que era su turno para hablar.
-No se preocupe, nos encargaremos de la dichosa Subasta - Se apoyó contra el respaldo de su silla, juntando las manos y mirándo sin el menor interés a su visitante no deseado - ¿Y bien? -
-¿Y bien qué señor? - Dijo en tono entre preocupado y asustado el comerciante, mirando por turnos las manos del Virrey y sus ojos.
-¿Por qué sigues aquí? - Dijo Matt arqueando una ceja - Lárgate - No levantó la voz, pero su tono fue lo suficientemente persuasivo como para que el Mercader se levantara de un salto y se retirara por la estrecha escalera.
El Virrey se quedó solo en su nueva oficina, le gustaba pasar tiempo allí, lejos de el bullicio del establecimiento. Miró por la ventana y aún quedaba algo de sol, no podría salir en esas condiciones.
-Einar - Aunque no pudiera verlo estaba casi seguro que el Bio estaba escondido por algún rincón, era muy bueno disimulando su presencia - Ve a buscar a Donovan, no escuché casi nada pero sí Brenda insiste en que me encargue yo del asunto es porque sería peligroso que un cualquiera lo haga -
Hizo que el sillón girara hasta quedar de frente a la ventana, escuchó como la puerta se cerraba y entendió que Einar acababa de salir.
Parecía una buena oportunidad para poner a prueba las capacidades de su recientemente adquirido Asesino. Llevaba un tiempo ya en la ciudad, por lo que sus habilidades de supervivencia al menos estaban al nivel mínimo y necesario para subsistir en Ciudad Lagarto, lo cual no era poco. Era momento de una prueba directo en el terreno.
La escena hubiese sido mucho más seria si no fuera porque Owens se había pasado todo el rato jugando con un atrapadedos.
Los primeros días habían intentado retomar el ritmo habitual, pero a la tercera o cuarta vez que Owens dijo “Me importa muy poco, déjenme en paz” con esa mirada fría que generaba escalofríos, todas y todos habían comprendido que este Virrey no era el que habían conocido. Tampoco podían decir sí les gustaba más o menos que el anterior Matthew Owens, el actual era mucho más prolijo, trabajaba más y ya no era tan impredecible.
Un Humano centrado, así se lo podría describir. Un Humano aburrido, es como se describiría a sí mismo.
-... la subasta... - “Bla bla bla” - Es importante que... - “Bla bla bla” - Por eso venía a pedirle sí... - “Bla bla bla”
Matt iba rellenando mentalmente las partes del diálogo que no le interesaban, jugaba con los dedos sobre el escritorio. Sólo había aceptado esa reunión porque Brenda había insistido en que era importante, sí de él dependiera hubiese delegado la tarea en algún tercero “Delegar se me está dando muy bien últimamente” pensaba el Virrey mientras asentía, no tenía idea de qué había dicho ese fulano pero se había quedado callado y esa era la señal de que era su turno para hablar.
-No se preocupe, nos encargaremos de la dichosa Subasta - Se apoyó contra el respaldo de su silla, juntando las manos y mirándo sin el menor interés a su visitante no deseado - ¿Y bien? -
-¿Y bien qué señor? - Dijo en tono entre preocupado y asustado el comerciante, mirando por turnos las manos del Virrey y sus ojos.
-¿Por qué sigues aquí? - Dijo Matt arqueando una ceja - Lárgate - No levantó la voz, pero su tono fue lo suficientemente persuasivo como para que el Mercader se levantara de un salto y se retirara por la estrecha escalera.
El Virrey se quedó solo en su nueva oficina, le gustaba pasar tiempo allí, lejos de el bullicio del establecimiento. Miró por la ventana y aún quedaba algo de sol, no podría salir en esas condiciones.
-Einar - Aunque no pudiera verlo estaba casi seguro que el Bio estaba escondido por algún rincón, era muy bueno disimulando su presencia - Ve a buscar a Donovan, no escuché casi nada pero sí Brenda insiste en que me encargue yo del asunto es porque sería peligroso que un cualquiera lo haga -
Hizo que el sillón girara hasta quedar de frente a la ventana, escuchó como la puerta se cerraba y entendió que Einar acababa de salir.
Parecía una buena oportunidad para poner a prueba las capacidades de su recientemente adquirido Asesino. Llevaba un tiempo ya en la ciudad, por lo que sus habilidades de supervivencia al menos estaban al nivel mínimo y necesario para subsistir en Ciudad Lagarto, lo cual no era poco. Era momento de una prueba directo en el terreno.
La escena hubiese sido mucho más seria si no fuera porque Owens se había pasado todo el rato jugando con un atrapadedos.
Matthew Owens
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Re: Dos asesinos y tres dementes [Trabajo]
El aire siempre se sentía diferente en los callejones. Más pesado, más audible. Molesto.
Mi estadía en la ciudad se hacía más complicada, pero no tenía problemas con sincerarme y admitir que había encontrado cierto placer en ello. La gente no se alarmaba más de lo que debería por un muerto. Podías resolver las cosas como un caballero y como un bastardo a partes iguales. Había proyectado injustamente mi repentino disgusto por Matthew Owens al resto de la ciudad, solo porque pareciese hipócrita unos momentos. Pero el resto... el resto de la ciudad se bañaba en su asco.
Como cerdos en lodo. Los cerdos tenían propósitos para eso, por cierto, no es simplemente porque fuesen cochinos. No estaba seguro si la gente de este lugar tenía propósitos para ser tan bastardos, más allá de porque fuese la naturaleza del ser pensante.
Abandoné el callejón limpiando el puñal. El hombre vio su grito ahogado en mi paño. No porque me interesase que nadie viniera a ver o sospechase, es solo... era una noche tan pacífica y tranquila. No estaría bien arruinarla con un grito. Caminé calle abajo bostezando.
En lo particular, bostezar me parecía horriblemente molesto. Veía más con la nariz que los ojos mediante mi respiración bastante normal. Apreciaba saber quien estaba a mi alrededor inmediatamente, todo el tiempo. Bostezar... bostezar era como obligar a un hombre que veía con los ojos a que los cerrase unos segundos, sin posibilidad a resistirse a no hacerlo. Me podrían culpar de paranoico, pero unos segundos me habían permitido matar miles. Y unos segundos habían permitido que alguien se me posase atrás.
Me di vuelta rápidamente, sin ánimos a pretender inocencia ni amabilidad. Simplemente apuñalaría a otro insensato y-
—Ah —dije, sin ocultar la mezcla entre decepción y calma que sentí. No necesitaba que me dijese nada. Si su juguete de metal estaba aquí, solo podía significar una cosa.
Owens ya habría mandado a matarme para reírse. No había hablado con el bio-cibernético antes. Esto lo sabía porque olía como no a todo llegaba sangre, no en todo su cuerpo fluía.
Igual me caía mal. La gente que sonreía sin razones aparentes de por sí era desesperante, pero este, este era peor. Había tenido el privilegio de observarlo antes, claro, cuando su jefe estuvo encerrado días, por quién sabe qué- heh. Para qué hacerme el tonto. Me habían llegado las noticias. Me dio lástima. Me dio risa.
Solo podía decir dos cosas: la primera es que en cuanto me enteré que ese hombre, de verdad; de veras, tenía una prometida no-falsa, no resultó ninguna sorpresa que lo dejasen, ¿cómo podría serlo? Era insoportable. Estaba mal de la cabeza, muy, muy mal. La segunda es que solo podía imaginar el ángel que estaba a su lado para aguantarlo tanto tiempo.
Los números variaban, aquí y allá, eran más rumores que verdades, pero los rumores eran como mitos. Si bien no fuesen la verdad, la acariciaban. ¿El más alto? Ocho meses. El más bajo dos.
Ambas cosas eran demasiado tiempo si eran al lado de ese hombre. Acompañé al bio-cibernético de vuelta sin hacer mayor conversación, porque repetiría, no me caía bien. Sin embargo, no resistí comentar:
—Entonces, ¿también tienes metal en la cara...? —dije en silencio, detonando con la pausa que no sabía su nombre. Una forma de pedírselo. Seguiría sin agradarme, pero prefería que ocupase una palabra menos referirme a él mentalmente.
A los minutos de andar me vi frente al prostíbulo junto al bio-cibernético. Arrugué la cara, bajando una ceja y subiendo otra, no iba a ser un imbécil y negar que su nueva presentación fuese digna. Simplemente no era el lugar para hablar de negocios. No de los de mi tipo.
Poniendo pie en la oficina donde estaba el hombre aprecie que al menos no nos alcanzase el escándalo de afuera. Iba a empezar con algún comentario cortante, disfrazado, tal vez hacer como que buscaba una pintura en el lugar y al no hallarla, preguntarle porque no tenía una aquí de su esposa.
Pero lo noté suficientemente pronto. La mirada y la presencia del hombre habían cambiado, de esto escuché un poco también y no terminé de creérmelo. Justo aquí, viéndolo, todavía no lo creía.
Las personas solían ser una máscara sobre sí mismas. Owens era solo un montón de máscaras.
—Debería mostrar más profesionalidad. Saludarte con media reverencia, preguntarte quien está molestando el negocio y recordarte que puedo hacer que eso pare —me acerqué al escritorio, apoyando una mano—, no luces como para pretensas. Dime que quieres.
Atendí al hombre, lo mucho que educada y racionalmente se le podía escuchar. Poniendo de fondo cualquier tontería que pudiese decir, todo lo innecesario de arriba. Ignorando, sin intentarlo, el atrapadedos. Era algo que aprendías a hacer por cierta gente. Con él era necesario.
Me lleve la mano que apoyaba en la mesa a la cara, acariciándome los párpados. No sorprendido, pero incrédulo.
—Por supuesto que no tienes idea. Mis servicios no son de adivinación, a menos de que mintiese sobre eso en nuestra pequeña fiesta de té. Si lo hice, mil perdones. Era mentira, estaba desesperado —dije con una mano sobre el pecho, tomando un asiento, en mayor seriedad para ver que podía sacar sobre lo que se supone quería que hiciera.
Incluso con la nueva máscara que había adoptado, no se me haría sorpresa que parte del trabajo se volviese averiguar cuál es el trabajo. Le encajaba al infeliz, es algo que perfectamente haría por divertirse.
Daba igual. Ya sabía eso cuando ofrecí trabajar para él.
Mi estadía en la ciudad se hacía más complicada, pero no tenía problemas con sincerarme y admitir que había encontrado cierto placer en ello. La gente no se alarmaba más de lo que debería por un muerto. Podías resolver las cosas como un caballero y como un bastardo a partes iguales. Había proyectado injustamente mi repentino disgusto por Matthew Owens al resto de la ciudad, solo porque pareciese hipócrita unos momentos. Pero el resto... el resto de la ciudad se bañaba en su asco.
Como cerdos en lodo. Los cerdos tenían propósitos para eso, por cierto, no es simplemente porque fuesen cochinos. No estaba seguro si la gente de este lugar tenía propósitos para ser tan bastardos, más allá de porque fuese la naturaleza del ser pensante.
Abandoné el callejón limpiando el puñal. El hombre vio su grito ahogado en mi paño. No porque me interesase que nadie viniera a ver o sospechase, es solo... era una noche tan pacífica y tranquila. No estaría bien arruinarla con un grito. Caminé calle abajo bostezando.
En lo particular, bostezar me parecía horriblemente molesto. Veía más con la nariz que los ojos mediante mi respiración bastante normal. Apreciaba saber quien estaba a mi alrededor inmediatamente, todo el tiempo. Bostezar... bostezar era como obligar a un hombre que veía con los ojos a que los cerrase unos segundos, sin posibilidad a resistirse a no hacerlo. Me podrían culpar de paranoico, pero unos segundos me habían permitido matar miles. Y unos segundos habían permitido que alguien se me posase atrás.
Me di vuelta rápidamente, sin ánimos a pretender inocencia ni amabilidad. Simplemente apuñalaría a otro insensato y-
—Ah —dije, sin ocultar la mezcla entre decepción y calma que sentí. No necesitaba que me dijese nada. Si su juguete de metal estaba aquí, solo podía significar una cosa.
Owens ya habría mandado a matarme para reírse. No había hablado con el bio-cibernético antes. Esto lo sabía porque olía como no a todo llegaba sangre, no en todo su cuerpo fluía.
Igual me caía mal. La gente que sonreía sin razones aparentes de por sí era desesperante, pero este, este era peor. Había tenido el privilegio de observarlo antes, claro, cuando su jefe estuvo encerrado días, por quién sabe qué- heh. Para qué hacerme el tonto. Me habían llegado las noticias. Me dio lástima. Me dio risa.
Solo podía decir dos cosas: la primera es que en cuanto me enteré que ese hombre, de verdad; de veras, tenía una prometida no-falsa, no resultó ninguna sorpresa que lo dejasen, ¿cómo podría serlo? Era insoportable. Estaba mal de la cabeza, muy, muy mal. La segunda es que solo podía imaginar el ángel que estaba a su lado para aguantarlo tanto tiempo.
Los números variaban, aquí y allá, eran más rumores que verdades, pero los rumores eran como mitos. Si bien no fuesen la verdad, la acariciaban. ¿El más alto? Ocho meses. El más bajo dos.
Ambas cosas eran demasiado tiempo si eran al lado de ese hombre. Acompañé al bio-cibernético de vuelta sin hacer mayor conversación, porque repetiría, no me caía bien. Sin embargo, no resistí comentar:
—Entonces, ¿también tienes metal en la cara...? —dije en silencio, detonando con la pausa que no sabía su nombre. Una forma de pedírselo. Seguiría sin agradarme, pero prefería que ocupase una palabra menos referirme a él mentalmente.
A los minutos de andar me vi frente al prostíbulo junto al bio-cibernético. Arrugué la cara, bajando una ceja y subiendo otra, no iba a ser un imbécil y negar que su nueva presentación fuese digna. Simplemente no era el lugar para hablar de negocios. No de los de mi tipo.
Poniendo pie en la oficina donde estaba el hombre aprecie que al menos no nos alcanzase el escándalo de afuera. Iba a empezar con algún comentario cortante, disfrazado, tal vez hacer como que buscaba una pintura en el lugar y al no hallarla, preguntarle porque no tenía una aquí de su esposa.
Pero lo noté suficientemente pronto. La mirada y la presencia del hombre habían cambiado, de esto escuché un poco también y no terminé de creérmelo. Justo aquí, viéndolo, todavía no lo creía.
Las personas solían ser una máscara sobre sí mismas. Owens era solo un montón de máscaras.
—Debería mostrar más profesionalidad. Saludarte con media reverencia, preguntarte quien está molestando el negocio y recordarte que puedo hacer que eso pare —me acerqué al escritorio, apoyando una mano—, no luces como para pretensas. Dime que quieres.
Atendí al hombre, lo mucho que educada y racionalmente se le podía escuchar. Poniendo de fondo cualquier tontería que pudiese decir, todo lo innecesario de arriba. Ignorando, sin intentarlo, el atrapadedos. Era algo que aprendías a hacer por cierta gente. Con él era necesario.
Me lleve la mano que apoyaba en la mesa a la cara, acariciándome los párpados. No sorprendido, pero incrédulo.
—Por supuesto que no tienes idea. Mis servicios no son de adivinación, a menos de que mintiese sobre eso en nuestra pequeña fiesta de té. Si lo hice, mil perdones. Era mentira, estaba desesperado —dije con una mano sobre el pecho, tomando un asiento, en mayor seriedad para ver que podía sacar sobre lo que se supone quería que hiciera.
Incluso con la nueva máscara que había adoptado, no se me haría sorpresa que parte del trabajo se volviese averiguar cuál es el trabajo. Le encajaba al infeliz, es algo que perfectamente haría por divertirse.
Daba igual. Ya sabía eso cuando ofrecí trabajar para él.
Ó Catháin
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Re: Dos asesinos y tres dementes [Trabajo]
Cuando Matthew volvió a levantar la vista ya era de noche ¿En qué momento había pasado? “El tiempo volaba cuando uno se divierte” pensó el virrey mientras volvía a bajar la vista para seguir tirando del atrapadedos.
En un callejón.
Einar miraba con mucho interés las actividades de Donovan, era interesante, no excesivamente pero lo suficiente como para no querer interrumpirlo. Cuando notó su presencia y terminó con lo que estaba haciendo, el Bio decidió que era momento de dejar de jugar y cumplir con el deber que le habían encargado. Salió de entre las sombras e hizo una reverencia algo bufonesca, aunque era difícil imaginarlo haciendo algo con seriedad con esa sonrisa constante en su rostro.
-Einar - Se presentó el Asesino - No lo sé, pero podemos averiguarlo - Llevó la mano a su rostro y por un segundo pareció que se lo iba a arrancar sin más, pero se detuvo y lo miró de costado - ¿Y tu? ¿Tu también tienes carne en la cara? Me parece una duda razonable - Se rió con ganas mientras caminaban - Pero sí te la arranco ya no podrás trabajar hoy - Nadie iba a interrumpir el viaje de los dos asesinos hasta el Prostíbulo, nadie estaba tan loco.
Cuando Matthew escuchó que se abría la puerta de nuevo giró la silla para quedar de frente, aunque con la mirada aún fija en el atrapadedos. Había una cuestión no resuelta con Donovan, y de la que no iba a encargarse ese día tampoco, en otra época el Humano hasta podría considerar entretenido el comportamiento de ese arrogante e irritante sujeto, pero como bien se había aclarado con anterioridad, la paciencia de Owens era mucho más limitada ahora.
-No toques mi mesa - Le dijo, mirando fijamente la mano que el Vampiro había apoyado en la madera - Pues, no es necesario una reverencia pero al menos podrías saludarme y preguntarme cómo estoy ¿A ti te preguntó cómo estabas, Einar? -
-Para nada, y hasta me hizo preguntas muy inadecuadas -
-Pensé que los Vampiros eran personas educadas - Negó con la cabeza y bajó la vista, pero cuando volvió a levantar el rostro sonreía con mucha falsedad, lo cual era peor - Solo bromeaba Dony, sí puedes tocar la mesa -
Levantó los brazos hasta que las manos quedaron por arriba del respaldo, Einar pasó por detrás de la silla de Matt y con un rápido movimiento cortó el atrapadedos sin hacerle daño al Virrey. Adoptó un supuesto gesto serio y profesional, entrecruzando los dedos y apoyando los codos en la mesa.
-Tenemos que llevar adelante una subasta con cierto material bastante cotizado que puede ponerme en peligro. Ahí entran ustedes dos y sus maravillosas habilidades para terminar con la vida de las personas, simplemente tienen que acompañarme, cuidar que nadie se acerque y ya. Sencillo ¿No? - Faltaban muchos detalles, como qué era lo que iban a subastar y porqué eso los ponía en peligro, pero conocer esos datos hubiese significado el tener que prestar atención - Me siento estafado, no tienes modales, no lees mentes ¿Alguna otra cosa que no sepas hacer? -
Se puso en pie, agarró su chaqueta y se miro al espejo antes de salir.
-Bien, hagamos una subasta inolvidable ¿Les parece? - Hizo un chasquido con la lengua y se rió - Para empezar, prefiero que sea aquí en el patio del prostíbulo, hagamos que vengan a jugar a nuestro terreno -
En un callejón.
Einar miraba con mucho interés las actividades de Donovan, era interesante, no excesivamente pero lo suficiente como para no querer interrumpirlo. Cuando notó su presencia y terminó con lo que estaba haciendo, el Bio decidió que era momento de dejar de jugar y cumplir con el deber que le habían encargado. Salió de entre las sombras e hizo una reverencia algo bufonesca, aunque era difícil imaginarlo haciendo algo con seriedad con esa sonrisa constante en su rostro.
-Einar - Se presentó el Asesino - No lo sé, pero podemos averiguarlo - Llevó la mano a su rostro y por un segundo pareció que se lo iba a arrancar sin más, pero se detuvo y lo miró de costado - ¿Y tu? ¿Tu también tienes carne en la cara? Me parece una duda razonable - Se rió con ganas mientras caminaban - Pero sí te la arranco ya no podrás trabajar hoy - Nadie iba a interrumpir el viaje de los dos asesinos hasta el Prostíbulo, nadie estaba tan loco.
Cuando Matthew escuchó que se abría la puerta de nuevo giró la silla para quedar de frente, aunque con la mirada aún fija en el atrapadedos. Había una cuestión no resuelta con Donovan, y de la que no iba a encargarse ese día tampoco, en otra época el Humano hasta podría considerar entretenido el comportamiento de ese arrogante e irritante sujeto, pero como bien se había aclarado con anterioridad, la paciencia de Owens era mucho más limitada ahora.
-No toques mi mesa - Le dijo, mirando fijamente la mano que el Vampiro había apoyado en la madera - Pues, no es necesario una reverencia pero al menos podrías saludarme y preguntarme cómo estoy ¿A ti te preguntó cómo estabas, Einar? -
-Para nada, y hasta me hizo preguntas muy inadecuadas -
-Pensé que los Vampiros eran personas educadas - Negó con la cabeza y bajó la vista, pero cuando volvió a levantar el rostro sonreía con mucha falsedad, lo cual era peor - Solo bromeaba Dony, sí puedes tocar la mesa -
Levantó los brazos hasta que las manos quedaron por arriba del respaldo, Einar pasó por detrás de la silla de Matt y con un rápido movimiento cortó el atrapadedos sin hacerle daño al Virrey. Adoptó un supuesto gesto serio y profesional, entrecruzando los dedos y apoyando los codos en la mesa.
-Tenemos que llevar adelante una subasta con cierto material bastante cotizado que puede ponerme en peligro. Ahí entran ustedes dos y sus maravillosas habilidades para terminar con la vida de las personas, simplemente tienen que acompañarme, cuidar que nadie se acerque y ya. Sencillo ¿No? - Faltaban muchos detalles, como qué era lo que iban a subastar y porqué eso los ponía en peligro, pero conocer esos datos hubiese significado el tener que prestar atención - Me siento estafado, no tienes modales, no lees mentes ¿Alguna otra cosa que no sepas hacer? -
Se puso en pie, agarró su chaqueta y se miro al espejo antes de salir.
-Bien, hagamos una subasta inolvidable ¿Les parece? - Hizo un chasquido con la lengua y se rió - Para empezar, prefiero que sea aquí en el patio del prostíbulo, hagamos que vengan a jugar a nuestro terreno -
Matthew Owens
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Re: Dos asesinos y tres dementes [Trabajo]
Einar…
Me presenté de vuelta para él, sin esfuerzo particular pero sin flojera. Tenía cosas más interesantes que hacer y pensar e indagar, como: ¿habían más bio-cibérneticos cómo este? Dementes. ¿Quién querría una persona qué te enseñaba todo el tiempo los dientes? ¿Qué error de…?
¿Cómo les decían los humanos hace tantos años atrás? ¿Fábricas?
Sí. Fábricas. ¿Qué error de fábrica hizo a este bicho? ¿O se le aflojó la tuerca otra vez? ¿Había la expresión “tiene una tuerca floja” terminado incorporada en el lenguaje por cosa de los terrestres y la presencia de bio-cibérneticos en este mundo?
—Sí. Tengo carne en la cara.
Parpadeé viendo a la nada antes de llegar al lugar. Tantas preguntas de un solo ser en solo un mundo y había otro… sería más sencillo matarlo y ya. «O no», pensé al oírlo reír, viéndolo de reojo. «Quizá no».
Detuve mi dedo a escasos milimetros de la mesa, congelado un instante cuál estatua. Alcé la mirada; solo los ojos para encontrar los de Owens. Ah, alguien estaba de mal humor. Acaricié la madera con la yema del índice y me quedé viéndolo. No había señal de polvo.
—Mil perdones. Por la mesa, y por mi falta de modales. Fueron solo un par de malentendidos. La primera proviene de mi inexperiencia con bio-cibérneticos, no tenía idea de que gozan de sentimientos —amagué una corta reverencia a Einar—, lo segundo, es que creí que ya éramos amigos. Esperaba té y galletas de nuevo, incluso, a lo mejor veneno —dije, viendo a los lados—. No volverá a suceder.
—Oh, ¿puedo? Encantado —apoyé la mano sobre la mesa, y la moví de un lado a otro. Casi ausente. Palpé la mesa. ¿Por qué no? Ahora tenía hasta permiso de hacerlo.
No paré de hacerlo mientras el hombre hablaba. No aparté la mirada de él, tampoco, pero una parte de mi cabeza estaba dedicada a como había el bio-cibérnetico cortado el atrapadedos. Por supuesto, no lo había alcanzado a ver. Debía tratarse de unos de esos infelices con implantes.
Los odiaba. Principalmente porque algunos tenían el lujo de esconder cuchillos dentro de su cuerpo sin morir. Lo que lo hacía especial era ese pequeño detalle, por lo demás, todos podíamos esconder cuchillos dentro de nuestros cuerpos… el problema era por cuánto.
Cuando termino de hablar asentí. ¿Hm? ¿Algo más qué no supiera hacer?
—Sí, naturalmente. No sé salir al sol sin explotar en llamas.
Todavía recorría la mesa con la mano mientras el virrey se arreglaba frente al espejo. Juzgando en este momento, no parecía otra de sus máscaras a secas, estaba de verdadero mal humor. Entonces, entonces… ¿este hombre podía querer?
En alguna manera maldita sinsentido, pero lucía como que podía querer, lo cual, a su crédito, era una capacidad más de las que le atribuía. Yendo con mi línea de pensar en él como un niño muy grande y muy peligroso, puede que esto solo fuese una desagradable pataleta.
Y yo estaba aquí para presenciarla en un trabajo. Excelente. Me sonaba a excusas y mierda por fastidiarme, sí, sí, era Ciudad Lagarto, criminales esto, tontos aquello, ¿alguien robaría a Matthew Owens? ¿Por cotizado qué fuese el material? Seguramente no, eran tontos; no estúpidos. No había ninguna razón para que alguien excusablemente viniese por su cabeza en su ciudad.
—…Por supuesto —musité, incrédulo.
No se trataba de que de verdad pretendiese llevar una subasta acostando las cosas sobre una serie de alfombras que no tenía la más mínima idea de dónde sacaba, ni era el hecho de que aunque empezase a estas horas y estuviese atrayendo gente, o lo que parecía más la realidad, las prostitutas lo estuviesen haciendo, pero por alguna magia incomprendida incluso por la oscura maldita y como quisieran llamarle a la nuestra de los vampiros se las estuviese arreglando para hacer dudar a hombres que vinieron por carne a considerar gastar sus dineros en madera.
Se trataba de que junto a la madera, algunas armas y algunas prendas, la tan cotizada mercancía fuesen personas. Que conocía.
Halfdan Crowley. Irónico. Terriblemente irónico. Era uno de los peces gordos de la ciudad, con hábitos parecidos a los de Owens. Sus hombres asaltaban a los mercaderes que se les ocurriese pasar por el bosque vía a las grandes ciudades y volvían con el botín y las mujeres. A los hombres usualmente los mataban. Operaban en otras maneras, también, no había llegado a obtener ningún nombre porque cartas que escribía usaban apodos cambiantes, si bien con observación notabas que iban siempre a una sola persona, y que esta respondía. Tenía algún contacto más al norte, sin llegar a extremos como Dundarak. Específicamente, en alrededores de las minas de sal. La sal, claro, era un bien importante, quizás no era un asunto del otro mundo obtenerla, en especial si tenías con que pagar, pero nadie solía tener demasiada. Al menos nadie común.
El asunto con el hombre es que la falsificaba. En otro pequeño escozor de reconocimiento, era un alquimista. Uno muy evasivo, sabía cosas que yo no—siendo eso lo que me empujo a averiguar sus actividades y conocer más de él en primer lugar—por ejemplo, cómo hacer una tinta no exactamente invisible, pero que servía el mismo propósito. Se trataba, de, hmm…
Un metal. Escribía con la pluma de un ave bañada en metal líquido como tinta sobre pergaminos que no eran de papel, y luego lo enfriaba. Después, lo calentaba, procesaba más el material, y no tenías ningún mensaje, no había nada entendible fuera de garabatos.
Claro, si calentabas el pergamino en temperaturas y formas específicas además de pequeños toques que yo si sabía hacer, el metal recuperaba su ‘forma original’, y con ello el mensaje, ¿pero a quién se le ocurriría prenderle fuego a un pergamino? Aplicaba esto de otras maneras, como para obtener firmas en contratos que luego cambiaban sus condiciones. Porque, sí… el hombre había hecho una tinta metálica que recuperaba su forma con calor, pero al parecer no podía falsificar una firma.
Por supuesto, con tal cosa, no necesitaba hacerlo. Quizás le resultase satisfactorio, incluso. No tenía que preguntarme qué clase de cosas podía hacer con eso: las imaginaba… y aún así, no era nada que explotase tanto como creería. Prefería hacer otras cosas. Trabajar resinas psicoactivas. Había una blancuzca, barata, difícilmente era buena droga. No te hacía muy feliz, solo te volvía imbécil, pero en pocilgas de pocilgas vendía, así que, claro, vendía aquí, pero no la usaba para eso. A través de procesos alquímicos podías cristalizarla, no costaba demasiado, yo podría hacerlo con lo poco que sabía.
Claro, cristalizada lucía como sal. Un árbol que producía esa resina, fácil de cultivar. Fácil de procesar para cristalizarla. Podía hacer pasarla por sal cuando no lo era, y lo gracioso es que seguía sin ser su juego. Lo que le parecía realmente entretenido a él y sus hombres era… seducir. Robar el corazón de las damas, puede porque fuese más complicado que simplemente secuestrarlas de la forma clásica y limpia. Su contacto y algunos de sus otros hombres buscaban algún comerciante con toda su sal falsa, pero solo era para alcanzar a las hijas de quien tuviera. Les vendían varios kilos de sal que no era, y alguna vez lograban quedarse con una de sus hijas, idealmente iniciar negocios muy pequeños chupando dinero de la fortuna de los padres como sanguijuelas chuparían sangre. A veces chupando a sus hijas, quien sabe. Si las cosas iban mal y notaban todos los engaños, antes de que las cosas escalasen hacia guardias, hmm, para algo tenían a alguien aparte, cerca de las hijas. Para estar cerca de los padres.
A la competencia y a los enemigos no se les supera, se les mata, o si tenías un atisbo de clase; asesina.
No reconocí solo su cara, sino la de dos, tres, cuatro, siete y ocho más del nivel de Crowley. Y por alguna razón, no me sorprendía que estuviesen aquí. No en la manera en que ésta Ciudad operaba, todos eran ladrones, y sabemos que los ladrones, si saben robar bien, amasaban dinero rápido. Pero lo único que tomaba para perderlo todo era un error.
Solo no sabía cuál fue el de Crowley. ¿Ocultarle a Owens qué a veces se quedaba esclavos sin qué este lo supiera, cuando él (y todos) debían presentar lo qué robaban para dividir?
Dudaba que no lo supiera. No me extrañaría si simplemente estuviese aquí porque a Owens le dio la gana de traerlo, ¿cómo ponerlo…? La ciudad era un tablero de ajedrez. Muy sucio y cochino, con la mayor parte de las piezas sin lavar. Y el hombre no correspondía al rey, sino al jugador. Probablemente, jugando contra nadie. O contra sí mismo.
Eso significaba que no era por ganar… sino entretenimiento. Sacrificar una pieza u otra por la emoción del sacrificio y lo inesperado que pudiese traer después, aún si lógicamente era un movimiento pésimo. Me llevo días visualizar cual pieza me definiría a mí; aunque debería ser obvio.
El alfil. Nunca los veías venir, pero nunca tenías que preocuparte de hacerlo si te mantenías fueras de las casillas de su color, y las mías claramente eran negras, las blancas; la luz de los días, prohibidas.
Vi al Virrey, y vi un par de caras conocidas en el público. Uno de los hombres de Crowley, cargando bolsas de dinero. Reí un poco en voz baja y negué con la cabeza, estaba a punto de presenciar cómo alguien subastaba por su jefe, y la cereza en el pastel es que subastaba con una desgracia como Owens.
Coloqué las manos detrás de la espalda sintiendo mi arma tras mi ropa, y cerré los ojos. Olvidaría las expresiones para este instante y solo escucharía a un hombre negociar, y a otro hombre fallar en hacerlo. Sabía, sabía, ese se iría insatisfecho a casa, ¿quizá no? Dudaba que no lo hiciera.
Estaría molesto, él y los otros hombres de Crowley, y en cuánto intentasen algo tonto, estarían en casillas negras.
Me presenté de vuelta para él, sin esfuerzo particular pero sin flojera. Tenía cosas más interesantes que hacer y pensar e indagar, como: ¿habían más bio-cibérneticos cómo este? Dementes. ¿Quién querría una persona qué te enseñaba todo el tiempo los dientes? ¿Qué error de…?
¿Cómo les decían los humanos hace tantos años atrás? ¿Fábricas?
Sí. Fábricas. ¿Qué error de fábrica hizo a este bicho? ¿O se le aflojó la tuerca otra vez? ¿Había la expresión “tiene una tuerca floja” terminado incorporada en el lenguaje por cosa de los terrestres y la presencia de bio-cibérneticos en este mundo?
—Sí. Tengo carne en la cara.
Parpadeé viendo a la nada antes de llegar al lugar. Tantas preguntas de un solo ser en solo un mundo y había otro… sería más sencillo matarlo y ya. «O no», pensé al oírlo reír, viéndolo de reojo. «Quizá no».
■
Detuve mi dedo a escasos milimetros de la mesa, congelado un instante cuál estatua. Alcé la mirada; solo los ojos para encontrar los de Owens. Ah, alguien estaba de mal humor. Acaricié la madera con la yema del índice y me quedé viéndolo. No había señal de polvo.
—Mil perdones. Por la mesa, y por mi falta de modales. Fueron solo un par de malentendidos. La primera proviene de mi inexperiencia con bio-cibérneticos, no tenía idea de que gozan de sentimientos —amagué una corta reverencia a Einar—, lo segundo, es que creí que ya éramos amigos. Esperaba té y galletas de nuevo, incluso, a lo mejor veneno —dije, viendo a los lados—. No volverá a suceder.
—Oh, ¿puedo? Encantado —apoyé la mano sobre la mesa, y la moví de un lado a otro. Casi ausente. Palpé la mesa. ¿Por qué no? Ahora tenía hasta permiso de hacerlo.
No paré de hacerlo mientras el hombre hablaba. No aparté la mirada de él, tampoco, pero una parte de mi cabeza estaba dedicada a como había el bio-cibérnetico cortado el atrapadedos. Por supuesto, no lo había alcanzado a ver. Debía tratarse de unos de esos infelices con implantes.
Los odiaba. Principalmente porque algunos tenían el lujo de esconder cuchillos dentro de su cuerpo sin morir. Lo que lo hacía especial era ese pequeño detalle, por lo demás, todos podíamos esconder cuchillos dentro de nuestros cuerpos… el problema era por cuánto.
Cuando termino de hablar asentí. ¿Hm? ¿Algo más qué no supiera hacer?
—Sí, naturalmente. No sé salir al sol sin explotar en llamas.
Todavía recorría la mesa con la mano mientras el virrey se arreglaba frente al espejo. Juzgando en este momento, no parecía otra de sus máscaras a secas, estaba de verdadero mal humor. Entonces, entonces… ¿este hombre podía querer?
En alguna manera maldita sinsentido, pero lucía como que podía querer, lo cual, a su crédito, era una capacidad más de las que le atribuía. Yendo con mi línea de pensar en él como un niño muy grande y muy peligroso, puede que esto solo fuese una desagradable pataleta.
Y yo estaba aquí para presenciarla en un trabajo. Excelente. Me sonaba a excusas y mierda por fastidiarme, sí, sí, era Ciudad Lagarto, criminales esto, tontos aquello, ¿alguien robaría a Matthew Owens? ¿Por cotizado qué fuese el material? Seguramente no, eran tontos; no estúpidos. No había ninguna razón para que alguien excusablemente viniese por su cabeza en su ciudad.
■
—…Por supuesto —musité, incrédulo.
No se trataba de que de verdad pretendiese llevar una subasta acostando las cosas sobre una serie de alfombras que no tenía la más mínima idea de dónde sacaba, ni era el hecho de que aunque empezase a estas horas y estuviese atrayendo gente, o lo que parecía más la realidad, las prostitutas lo estuviesen haciendo, pero por alguna magia incomprendida incluso por la oscura maldita y como quisieran llamarle a la nuestra de los vampiros se las estuviese arreglando para hacer dudar a hombres que vinieron por carne a considerar gastar sus dineros en madera.
Se trataba de que junto a la madera, algunas armas y algunas prendas, la tan cotizada mercancía fuesen personas. Que conocía.
Halfdan Crowley. Irónico. Terriblemente irónico. Era uno de los peces gordos de la ciudad, con hábitos parecidos a los de Owens. Sus hombres asaltaban a los mercaderes que se les ocurriese pasar por el bosque vía a las grandes ciudades y volvían con el botín y las mujeres. A los hombres usualmente los mataban. Operaban en otras maneras, también, no había llegado a obtener ningún nombre porque cartas que escribía usaban apodos cambiantes, si bien con observación notabas que iban siempre a una sola persona, y que esta respondía. Tenía algún contacto más al norte, sin llegar a extremos como Dundarak. Específicamente, en alrededores de las minas de sal. La sal, claro, era un bien importante, quizás no era un asunto del otro mundo obtenerla, en especial si tenías con que pagar, pero nadie solía tener demasiada. Al menos nadie común.
El asunto con el hombre es que la falsificaba. En otro pequeño escozor de reconocimiento, era un alquimista. Uno muy evasivo, sabía cosas que yo no—siendo eso lo que me empujo a averiguar sus actividades y conocer más de él en primer lugar—por ejemplo, cómo hacer una tinta no exactamente invisible, pero que servía el mismo propósito. Se trataba, de, hmm…
Un metal. Escribía con la pluma de un ave bañada en metal líquido como tinta sobre pergaminos que no eran de papel, y luego lo enfriaba. Después, lo calentaba, procesaba más el material, y no tenías ningún mensaje, no había nada entendible fuera de garabatos.
Claro, si calentabas el pergamino en temperaturas y formas específicas además de pequeños toques que yo si sabía hacer, el metal recuperaba su ‘forma original’, y con ello el mensaje, ¿pero a quién se le ocurriría prenderle fuego a un pergamino? Aplicaba esto de otras maneras, como para obtener firmas en contratos que luego cambiaban sus condiciones. Porque, sí… el hombre había hecho una tinta metálica que recuperaba su forma con calor, pero al parecer no podía falsificar una firma.
Por supuesto, con tal cosa, no necesitaba hacerlo. Quizás le resultase satisfactorio, incluso. No tenía que preguntarme qué clase de cosas podía hacer con eso: las imaginaba… y aún así, no era nada que explotase tanto como creería. Prefería hacer otras cosas. Trabajar resinas psicoactivas. Había una blancuzca, barata, difícilmente era buena droga. No te hacía muy feliz, solo te volvía imbécil, pero en pocilgas de pocilgas vendía, así que, claro, vendía aquí, pero no la usaba para eso. A través de procesos alquímicos podías cristalizarla, no costaba demasiado, yo podría hacerlo con lo poco que sabía.
Claro, cristalizada lucía como sal. Un árbol que producía esa resina, fácil de cultivar. Fácil de procesar para cristalizarla. Podía hacer pasarla por sal cuando no lo era, y lo gracioso es que seguía sin ser su juego. Lo que le parecía realmente entretenido a él y sus hombres era… seducir. Robar el corazón de las damas, puede porque fuese más complicado que simplemente secuestrarlas de la forma clásica y limpia. Su contacto y algunos de sus otros hombres buscaban algún comerciante con toda su sal falsa, pero solo era para alcanzar a las hijas de quien tuviera. Les vendían varios kilos de sal que no era, y alguna vez lograban quedarse con una de sus hijas, idealmente iniciar negocios muy pequeños chupando dinero de la fortuna de los padres como sanguijuelas chuparían sangre. A veces chupando a sus hijas, quien sabe. Si las cosas iban mal y notaban todos los engaños, antes de que las cosas escalasen hacia guardias, hmm, para algo tenían a alguien aparte, cerca de las hijas. Para estar cerca de los padres.
A la competencia y a los enemigos no se les supera, se les mata, o si tenías un atisbo de clase; asesina.
No reconocí solo su cara, sino la de dos, tres, cuatro, siete y ocho más del nivel de Crowley. Y por alguna razón, no me sorprendía que estuviesen aquí. No en la manera en que ésta Ciudad operaba, todos eran ladrones, y sabemos que los ladrones, si saben robar bien, amasaban dinero rápido. Pero lo único que tomaba para perderlo todo era un error.
Solo no sabía cuál fue el de Crowley. ¿Ocultarle a Owens qué a veces se quedaba esclavos sin qué este lo supiera, cuando él (y todos) debían presentar lo qué robaban para dividir?
Dudaba que no lo supiera. No me extrañaría si simplemente estuviese aquí porque a Owens le dio la gana de traerlo, ¿cómo ponerlo…? La ciudad era un tablero de ajedrez. Muy sucio y cochino, con la mayor parte de las piezas sin lavar. Y el hombre no correspondía al rey, sino al jugador. Probablemente, jugando contra nadie. O contra sí mismo.
Eso significaba que no era por ganar… sino entretenimiento. Sacrificar una pieza u otra por la emoción del sacrificio y lo inesperado que pudiese traer después, aún si lógicamente era un movimiento pésimo. Me llevo días visualizar cual pieza me definiría a mí; aunque debería ser obvio.
El alfil. Nunca los veías venir, pero nunca tenías que preocuparte de hacerlo si te mantenías fueras de las casillas de su color, y las mías claramente eran negras, las blancas; la luz de los días, prohibidas.
Vi al Virrey, y vi un par de caras conocidas en el público. Uno de los hombres de Crowley, cargando bolsas de dinero. Reí un poco en voz baja y negué con la cabeza, estaba a punto de presenciar cómo alguien subastaba por su jefe, y la cereza en el pastel es que subastaba con una desgracia como Owens.
Coloqué las manos detrás de la espalda sintiendo mi arma tras mi ropa, y cerré los ojos. Olvidaría las expresiones para este instante y solo escucharía a un hombre negociar, y a otro hombre fallar en hacerlo. Sabía, sabía, ese se iría insatisfecho a casa, ¿quizá no? Dudaba que no lo hiciera.
Estaría molesto, él y los otros hombres de Crowley, y en cuánto intentasen algo tonto, estarían en casillas negras.
Ó Catháin
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Re: Dos asesinos y tres dementes [Trabajo]
Mientras hablaban Matt no apartaba la vista de la mano de Donovan, la forma en que acariciaba la mesa era... Peculiar. Como era algo que hacía él, Owens no podía darse el lujo de pensar que era casualidad. Y es más, estaba seguro de que lo estaba haciendo como un insulto silencioso, un gesto que buscaba provocarlo para que saliera de las casillas seguras y lo atacara.
“Sé lo que estás intentando, y no funcionara” pensó el Humano, achicando los ojos durante un segundo para luego volver a su falsa expresión afable.
-Eso es algo que tenemos en común, tampoco puedo salir al sol sin prenderme fuego ¿No es fabuloso? Estamos hechos el uno para el otro - Miró a Einar de reojo - Bueno, donde comen dos, comen tres, no hay necesidad de ponerse celoso - En apariencia el Bio no había hecho nada, pero de alguna manera Matt lo supo.
Con el personal del prostíbulo trabajando, más los que generalmente se encargaban de la subasta, los preparativos no tardaron mucho en estar listos. Durante todo el rato Owens sólo se mantuvo en silencio, mirando como se movían, en el pasado se habría encargado de molestar estando en medio y distrayéndolos con comentarios tontos. Pero ya no tenía ganas de fingir una alegría que no tenía.
Cuando trajeron al material que iban a vender es que el Virrey recordó porque esa subasta era algo más peligrosa que las demás, y porque el sujeto que le había hablado esa tarde estaba tan nervioso “Claro, nadie querría ser identificado como el responsable de vender a todos esos cabecillas de bandas locales” pensó Owens. En cambio a él no le afectaba demasiado, ya de por sí más de la mitad de la ciudad quería matarlo, no cambiaría las cosas el que se encargara de esa venta pública.
¿Cómo habían terminado allí? ¿No sería más sencillo acabar con ellos? ¿Para que dejar vivos a semejantes especímenes, corriendo el riesgo de que regresaran al poder y quisieran vengarse? En su caos, Ciudad Lagarto tenía su propio orden, todos esos Jefes habían hecho las cosas bien y por eso habían llegado tan lejos. Matarlos era quitarle valor a la ciudad misma, y no tenía sentido que hicieran eso, el arrastrarlos hasta el escalafón más bajo era como una especie de castigo, ahora tendrían que volver a subir desde el primer escalón.
Entre los cabecillas caídos en desgracia estaba Tyord, un impresionante vendedor de pieles y cazador, sus habilidades habían sido sumamente valiosas sobre todo en el primer año de la ciudad cuando vivían de lo que podían matar en los bosques cercanos. Ren, un ex soldado que había organizado a un numeroso grupo de antiguos reclutas para ofrecer sus servicios como guardaespaldas, algo sumamente importante para cualquiera que quisiera llevar mercancía por la ciudad sin ser asaltado en cada cuadra. Y finalmente Borne, había creado un nuevo tipo de estofado que generaba mayor sensación de saciedad durante mucho más tiempo. Nadie sabía de qué estaba hecho, y probablemente era mejor no saberlo.
Cuando terminaron de poner la plataforma improvisada, Matt se subió y se aclaró la garganta.
-Atención, atención, la subasta de Ciudad Lagarto comienza su función. Sientensen y presten atención - El Virrey se sonrió, las personas se miraban y susurraban por lo bajo, no se esperaban que fuera él quien se presentara en el escenario. Entre sus dos meses de ausencia, y su casi nula aparición en el prostíbulo en esas semanas, muchos hasta debían pensar que había muerto - Las reglas son claras. No necesitan ser interpretadas. Oferten por el material que más les convenza y luego sólo siéntensen a disfrutar de sus riquezas -
Aplausos algo confusos marcaron el final del discurso de apertura del Estafador, este hizo una pequeña reverencia a modo de agradecimiento. Para cuando se levantó dos esclavos empujaban un atril con un martillo arriba y lo acomodaban en donde estaba parado Matt.
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1ra complicación (Y la que desarrollaremos durante todo el tema): El material de la subasta son criminales sumamente peligrosos
“Sé lo que estás intentando, y no funcionara” pensó el Humano, achicando los ojos durante un segundo para luego volver a su falsa expresión afable.
-Eso es algo que tenemos en común, tampoco puedo salir al sol sin prenderme fuego ¿No es fabuloso? Estamos hechos el uno para el otro - Miró a Einar de reojo - Bueno, donde comen dos, comen tres, no hay necesidad de ponerse celoso - En apariencia el Bio no había hecho nada, pero de alguna manera Matt lo supo.
Con el personal del prostíbulo trabajando, más los que generalmente se encargaban de la subasta, los preparativos no tardaron mucho en estar listos. Durante todo el rato Owens sólo se mantuvo en silencio, mirando como se movían, en el pasado se habría encargado de molestar estando en medio y distrayéndolos con comentarios tontos. Pero ya no tenía ganas de fingir una alegría que no tenía.
Cuando trajeron al material que iban a vender es que el Virrey recordó porque esa subasta era algo más peligrosa que las demás, y porque el sujeto que le había hablado esa tarde estaba tan nervioso “Claro, nadie querría ser identificado como el responsable de vender a todos esos cabecillas de bandas locales” pensó Owens. En cambio a él no le afectaba demasiado, ya de por sí más de la mitad de la ciudad quería matarlo, no cambiaría las cosas el que se encargara de esa venta pública.
¿Cómo habían terminado allí? ¿No sería más sencillo acabar con ellos? ¿Para que dejar vivos a semejantes especímenes, corriendo el riesgo de que regresaran al poder y quisieran vengarse? En su caos, Ciudad Lagarto tenía su propio orden, todos esos Jefes habían hecho las cosas bien y por eso habían llegado tan lejos. Matarlos era quitarle valor a la ciudad misma, y no tenía sentido que hicieran eso, el arrastrarlos hasta el escalafón más bajo era como una especie de castigo, ahora tendrían que volver a subir desde el primer escalón.
Entre los cabecillas caídos en desgracia estaba Tyord, un impresionante vendedor de pieles y cazador, sus habilidades habían sido sumamente valiosas sobre todo en el primer año de la ciudad cuando vivían de lo que podían matar en los bosques cercanos. Ren, un ex soldado que había organizado a un numeroso grupo de antiguos reclutas para ofrecer sus servicios como guardaespaldas, algo sumamente importante para cualquiera que quisiera llevar mercancía por la ciudad sin ser asaltado en cada cuadra. Y finalmente Borne, había creado un nuevo tipo de estofado que generaba mayor sensación de saciedad durante mucho más tiempo. Nadie sabía de qué estaba hecho, y probablemente era mejor no saberlo.
Cuando terminaron de poner la plataforma improvisada, Matt se subió y se aclaró la garganta.
-Atención, atención, la subasta de Ciudad Lagarto comienza su función. Sientensen y presten atención - El Virrey se sonrió, las personas se miraban y susurraban por lo bajo, no se esperaban que fuera él quien se presentara en el escenario. Entre sus dos meses de ausencia, y su casi nula aparición en el prostíbulo en esas semanas, muchos hasta debían pensar que había muerto - Las reglas son claras. No necesitan ser interpretadas. Oferten por el material que más les convenza y luego sólo siéntensen a disfrutar de sus riquezas -
Aplausos algo confusos marcaron el final del discurso de apertura del Estafador, este hizo una pequeña reverencia a modo de agradecimiento. Para cuando se levantó dos esclavos empujaban un atril con un martillo arriba y lo acomodaban en donde estaba parado Matt.
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1ra complicación (Y la que desarrollaremos durante todo el tema): El material de la subasta son criminales sumamente peligrosos
Matthew Owens
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Re: Dos asesinos y tres dementes [Trabajo]
—Maldito negro, sigue vivo —gruñó el cazador.
Aplaudí para el final del discurso de Owens. Había sido horrible.
Pero el mundo aplaudió y aplaudiría igual porque es lo que tenían que hacer, se trataba de un compromiso no hablado. No podía culparlos realmente, la lentitud de los aplausos quizá era miedo en vez de confusión. Había muerto y revivido.
—¿Te estafaron estofado? —dijo un hombre viendo a Borne—. ¡Un aero por él! —lo apuntó.
La molestia de Borne fue palpable en su voz. Creo que asesinaría al que hizo ese… chiste, por atreverse a hacerlo. Pero no por el momento, tenía mis reglas, incluso trabajando bajo Owens.
Un blanco a la vez. Las personas a las que ibas a asesinar eran como las personas a las que ibas a amar: merecedoras de toda tu atención. Me lleve una mano a la boca para cubrir un bostezo, todo estaba resultando una broma pequeña que iba escalando. Un aero y medio… dos, dos aeros y una piedrita. Puede que incluso algunos comentarios fuesen muy en serio, pero esa no era mi parte.
Había ahogado las voces así como había ahogado las caras, esperando. Tenía un par de ideas de cómo asesinar toda la cuadrilla de Crowley. Ren... la de Ren sería complicada. Estaba casi seguro que a algunos había entrenado. Las cabezas usualmente hacían eso.
En este lugar no era más que una pésima idea. Todo era por méritos, ¿cómo te ibas a mantener arriba si compartías lo qué te situó allí en primer lugar? Por eso Tyord cazaba solo. Por eso Crowley no había enseñado demasiada alquimia a nadie. Por eso Borne no compartía su receta.
Por eso y porque seguramente se trataba de carne humana. Me parecía haber detectado un atisbo del olor de la sangre de una en uno de sus estofados, aunque… podría ser que simplemente se lastimase un dedo en plena cocina.
«Ah», abrí los ojos al escuchar que por fin estaban llegando a cifras de tres. «Por fin».
Todos los criminales seguían ahí, pero la cabeza que tenía menos iba por unos 150.
—¿Tyord viene con sus pieles o…?
—...250 por Tyord —entonó un hombre entrando al bullicio.
La gente se silenció un momento viéndole la cara, y hubo susurros. Como iba a ser una noche muy larga, y dudaba que terminásemos esta, me dio por estorbar:
—275.
Chasqueó la lengua.
—Doscientos ochen-
—290 —interrumpí.
—…Doscientos… noventa y cinco.
—…300.
Por un momento lució como que iba a golpear a alguien en ese mismo momento, porque estaba demasiado lejos para golpearme a mí. Intercambio la mirada entre Tyord y yo, varias veces. Algo me olía mal… Tyord no tenía subordinados, mucho menos amigos. No lucía como que lo quería para saldar cuentas...
Alcé las cejas un poco al escucharlo decir “quinientos”. Estaba igual de incrédulo que cualquiera en el público, puede que más. Puede que fuese desinformación, pero Tyord no valía tanto ni era tan importante. Por la falta de erección no debía quererlo para acostarse con él.
No me malinterpreten, no necesitaba mirar allí para estar seguro. Sentía la sangre circular en los cuerpos al milímetro, sabía a dónde estaba yendo todo el tiempo. Pensándolo, Owens era sorpresivamente decente en ese aspecto, nunca había notado nada así en él, hablase con quien hablase, y la mitad del tiempo era con mujeres que estarían más decentes desnudas.
Ese hombre en cambio reaccionaba un poco, visualmente. No necesitaba magia para esta parte, alguna vez sus ojos buscaban los costados para atrapar alguna de las chicas que pasaba o salía a molestar.
Me encogí de hombros para él, haciéndole saber que ganó la puesta. 500 era un caballo. Tyord le fue entregado en grilletes y cadenas, el cazador forcejeó, gritó insultos Owens, probablemente sabiendo que “no” podían matarlo ahora que estaba vendido, igual que al comprador al que escupió, ganándose sus primeros golpes de la noche. Así se lo llevó
Parpadeé y vi hacia Einar por una segunda opinión, pero su talante era el de siempre. Desagradable.
Continué mirando en su dirección, lejos. En ocasiones así, sospechaba que demasiadas personas no sabían que los vampiros podían ver en la oscuridad. No ver en condiciones de baja luz. En la oscuridad – como ya estaban unos pocos hombres, uno mejor arreglado y menos armado que el resto.
El bien vestido se empezó a acercar.
Aplaudí para el final del discurso de Owens. Había sido horrible.
Pero el mundo aplaudió y aplaudiría igual porque es lo que tenían que hacer, se trataba de un compromiso no hablado. No podía culparlos realmente, la lentitud de los aplausos quizá era miedo en vez de confusión. Había muerto y revivido.
—¿Te estafaron estofado? —dijo un hombre viendo a Borne—. ¡Un aero por él! —lo apuntó.
La molestia de Borne fue palpable en su voz. Creo que asesinaría al que hizo ese… chiste, por atreverse a hacerlo. Pero no por el momento, tenía mis reglas, incluso trabajando bajo Owens.
Un blanco a la vez. Las personas a las que ibas a asesinar eran como las personas a las que ibas a amar: merecedoras de toda tu atención. Me lleve una mano a la boca para cubrir un bostezo, todo estaba resultando una broma pequeña que iba escalando. Un aero y medio… dos, dos aeros y una piedrita. Puede que incluso algunos comentarios fuesen muy en serio, pero esa no era mi parte.
Había ahogado las voces así como había ahogado las caras, esperando. Tenía un par de ideas de cómo asesinar toda la cuadrilla de Crowley. Ren... la de Ren sería complicada. Estaba casi seguro que a algunos había entrenado. Las cabezas usualmente hacían eso.
En este lugar no era más que una pésima idea. Todo era por méritos, ¿cómo te ibas a mantener arriba si compartías lo qué te situó allí en primer lugar? Por eso Tyord cazaba solo. Por eso Crowley no había enseñado demasiada alquimia a nadie. Por eso Borne no compartía su receta.
Por eso y porque seguramente se trataba de carne humana. Me parecía haber detectado un atisbo del olor de la sangre de una en uno de sus estofados, aunque… podría ser que simplemente se lastimase un dedo en plena cocina.
«Ah», abrí los ojos al escuchar que por fin estaban llegando a cifras de tres. «Por fin».
Todos los criminales seguían ahí, pero la cabeza que tenía menos iba por unos 150.
—¿Tyord viene con sus pieles o…?
—...250 por Tyord —entonó un hombre entrando al bullicio.
La gente se silenció un momento viéndole la cara, y hubo susurros. Como iba a ser una noche muy larga, y dudaba que terminásemos esta, me dio por estorbar:
—275.
Chasqueó la lengua.
—Doscientos ochen-
—290 —interrumpí.
—…Doscientos… noventa y cinco.
—…300.
Por un momento lució como que iba a golpear a alguien en ese mismo momento, porque estaba demasiado lejos para golpearme a mí. Intercambio la mirada entre Tyord y yo, varias veces. Algo me olía mal… Tyord no tenía subordinados, mucho menos amigos. No lucía como que lo quería para saldar cuentas...
Alcé las cejas un poco al escucharlo decir “quinientos”. Estaba igual de incrédulo que cualquiera en el público, puede que más. Puede que fuese desinformación, pero Tyord no valía tanto ni era tan importante. Por la falta de erección no debía quererlo para acostarse con él.
No me malinterpreten, no necesitaba mirar allí para estar seguro. Sentía la sangre circular en los cuerpos al milímetro, sabía a dónde estaba yendo todo el tiempo. Pensándolo, Owens era sorpresivamente decente en ese aspecto, nunca había notado nada así en él, hablase con quien hablase, y la mitad del tiempo era con mujeres que estarían más decentes desnudas.
Ese hombre en cambio reaccionaba un poco, visualmente. No necesitaba magia para esta parte, alguna vez sus ojos buscaban los costados para atrapar alguna de las chicas que pasaba o salía a molestar.
Me encogí de hombros para él, haciéndole saber que ganó la puesta. 500 era un caballo. Tyord le fue entregado en grilletes y cadenas, el cazador forcejeó, gritó insultos Owens, probablemente sabiendo que “no” podían matarlo ahora que estaba vendido, igual que al comprador al que escupió, ganándose sus primeros golpes de la noche. Así se lo llevó
Parpadeé y vi hacia Einar por una segunda opinión, pero su talante era el de siempre. Desagradable.
Continué mirando en su dirección, lejos. En ocasiones así, sospechaba que demasiadas personas no sabían que los vampiros podían ver en la oscuridad. No ver en condiciones de baja luz. En la oscuridad – como ya estaban unos pocos hombres, uno mejor arreglado y menos armado que el resto.
El bien vestido se empezó a acercar.
Ó Catháin
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Re: Dos asesinos y tres dementes [Trabajo]
El sarcasmo en el aplauso de Donovan era casi palpable, en cambio Einar aplaudía con mucha efusividad, aunque Matthew estaba casi seguro que no había escuchado una sola palabra. No era una cuestión de alimentar el ego del Virrey, por el modo en que funcionaba la mente del Bio un momento así de ridículo ameritaba un aplauso igualmente absurdo. Y mientras, Owens disfrutaba de su primera aparición pública desde que había ocurrido aquello que no deseaba recordar.
“Malditas basuras, ya estaban bailando sobre mi tumba ¿Cierto?” se regodeaba Matt mientras miraba a los ex-Jefes que estaba a punto de vender por un par de míseros aeros, la ironía del momento era deliciosa.
-¡Un Aero! ¿Alguien ofrece más? Veo una mano levantada por allá ¡Dos Aeros! ¿Alguien quiere ofertar más? - Matthew se acercó al primero de los prisioneros, por el que estaban ofreciendo su dinero. Lo agarró de los pelos para hacer que se pare y que se ponga más adelante en el escenario - Es un excelente especimen, en verdad se los digo, sí lo compran no van a arrepentirse - De pronto cerró el puño y le dio un golpe seco en el estómago, lo que hizo que se arrodille de nuevo - Miren esto, tiene todos los dientes, ambos ojos, manos fuertes para trabajar y su cuerpo en casi perfecto estado - Ofertarlo de esa forma tenía como único objetivo humillarlo.
Gran parte del odio del que Owens era blanco estaba bien merecido, no era una persona que en público se presentara como un Virrey amable, en realidad, disfrutaba bastante más de lo moralmente permitido de denigrar a otros. En el idioma de Matt ese era el modo más efectivo de hacerles entender a esa panda de bandidos que era él quien mandaba en ese lugar, consideraba que era mucho más efectivo que matarlos o herirlos.
-¡160 Aeros! La cosa se pone interesante - Exclamó con alegría cuando vio otra mano levantada - ¡¡250 por allá atrás!! Mira que suerte tienes- Le dijo con una amplia sonrisa falsa al bandido que estaba por ser vendido - ¡Vendido por 250 Aeros! Entreguenlo, muchachos - Rápidamente un grupo de sirvientes con poca ropa agarraron al prisionero y lo llevaron con su nuevo dueño.
El siguiente intercambio fue mucho más entretenido. Por motivos desconocidos a Donovan se le había dado por ofertar, claramente no iba a ser Matthew quien lo detuviera, se quedó mirando de un lado a otro mientras ambas partes ofrecían lo que consideraban pertinente. Probablemente el Asesino se estaba aburriendo, al fin y al cabo, no había tenido que hacer nada desde que habían llegado al escenario.
-Bien, traigan al siguiente - Dijo Matt en cuanto la disputa entre el Vampiro y el ofertante terminó - Rápido, rápido, no tenemos toda la noche - Se podría decir que literalmente era así, sí llegaba a salir el sol tanto Donovan como él terminarían hechos dos trozos de carbón - El siguiente espécimen es aún más interesante - Se acercó al prisionero y con un movimiento casi tan veloz como el que había realizado Einar más temprano, le cortó la camisa sin tocar en ningún momento la piel - Miren esos músculos, mmm, tentador ¿Cierto? Piensen la de cosas divertidas que podrán hacer con este delicioso cuerpo - Nuevamente ridiculizaba a los prisioneros, mientras estos lo taladraban con la mirada y rechinaban los dientes - 100, 120 ¡Oh! 150 ¿Alguien más? ¡250! ¡400! Es una locura - Dejó salir una estridente carcajada - Vendido por 400 Aeros -
Se dio cuenta que aún no había usado el martillo, lo levantó con toda la intención de dar por finalizada la compra.*
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*El martillo tiene una runa de explosión grabado que Matthew no vio, si golpea la mesa medio escenario va a quedar destruido.
“Malditas basuras, ya estaban bailando sobre mi tumba ¿Cierto?” se regodeaba Matt mientras miraba a los ex-Jefes que estaba a punto de vender por un par de míseros aeros, la ironía del momento era deliciosa.
-¡Un Aero! ¿Alguien ofrece más? Veo una mano levantada por allá ¡Dos Aeros! ¿Alguien quiere ofertar más? - Matthew se acercó al primero de los prisioneros, por el que estaban ofreciendo su dinero. Lo agarró de los pelos para hacer que se pare y que se ponga más adelante en el escenario - Es un excelente especimen, en verdad se los digo, sí lo compran no van a arrepentirse - De pronto cerró el puño y le dio un golpe seco en el estómago, lo que hizo que se arrodille de nuevo - Miren esto, tiene todos los dientes, ambos ojos, manos fuertes para trabajar y su cuerpo en casi perfecto estado - Ofertarlo de esa forma tenía como único objetivo humillarlo.
Gran parte del odio del que Owens era blanco estaba bien merecido, no era una persona que en público se presentara como un Virrey amable, en realidad, disfrutaba bastante más de lo moralmente permitido de denigrar a otros. En el idioma de Matt ese era el modo más efectivo de hacerles entender a esa panda de bandidos que era él quien mandaba en ese lugar, consideraba que era mucho más efectivo que matarlos o herirlos.
-¡160 Aeros! La cosa se pone interesante - Exclamó con alegría cuando vio otra mano levantada - ¡¡250 por allá atrás!! Mira que suerte tienes- Le dijo con una amplia sonrisa falsa al bandido que estaba por ser vendido - ¡Vendido por 250 Aeros! Entreguenlo, muchachos - Rápidamente un grupo de sirvientes con poca ropa agarraron al prisionero y lo llevaron con su nuevo dueño.
El siguiente intercambio fue mucho más entretenido. Por motivos desconocidos a Donovan se le había dado por ofertar, claramente no iba a ser Matthew quien lo detuviera, se quedó mirando de un lado a otro mientras ambas partes ofrecían lo que consideraban pertinente. Probablemente el Asesino se estaba aburriendo, al fin y al cabo, no había tenido que hacer nada desde que habían llegado al escenario.
-Bien, traigan al siguiente - Dijo Matt en cuanto la disputa entre el Vampiro y el ofertante terminó - Rápido, rápido, no tenemos toda la noche - Se podría decir que literalmente era así, sí llegaba a salir el sol tanto Donovan como él terminarían hechos dos trozos de carbón - El siguiente espécimen es aún más interesante - Se acercó al prisionero y con un movimiento casi tan veloz como el que había realizado Einar más temprano, le cortó la camisa sin tocar en ningún momento la piel - Miren esos músculos, mmm, tentador ¿Cierto? Piensen la de cosas divertidas que podrán hacer con este delicioso cuerpo - Nuevamente ridiculizaba a los prisioneros, mientras estos lo taladraban con la mirada y rechinaban los dientes - 100, 120 ¡Oh! 150 ¿Alguien más? ¡250! ¡400! Es una locura - Dejó salir una estridente carcajada - Vendido por 400 Aeros -
Se dio cuenta que aún no había usado el martillo, lo levantó con toda la intención de dar por finalizada la compra.*
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*El martillo tiene una runa de explosión grabado que Matthew no vio, si golpea la mesa medio escenario va a quedar destruido.
Matthew Owens
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Re: Dos asesinos y tres dementes [Trabajo]
Al escucharlo apresurar a las personas porque la noche se hacía corta, le dediqué una sonrisa al virrey.
Sin ironías, sin hipocresía, nada excepto una sonrisa sincera. Lo más sincera que podría dar alguien como yo. Dedicarlas era un acto que debía realizar con especial voluntad, no sentía demasiada alegría. No suficiente para atravesar por una contracción facial involuntaria, como las personas normales.
Me daba envidia. A veces.
Desaparecí del lugar, perdiéndome dentro del prostíbulo. Por razones que no mencionaría, ya había llegado a conocer en detalle su estructura. Caminé siempre cerca de las paredes que daban hacia la subasta para poder seguir las imágenes que proporcionaba el olor a sangre de las personas. Varios no se habían movido cerca, pero el que se había decidido a acercarse tampoco había parado.
Ya estaría frente al lugar, pero no tenía tiempo para preocuparme de ese en específico.
Abandoné el prostíbulo y seguí mi camino a paso acelerado, dando con lo que sería el primer problema. Había medido pésimamente la distancia. Los hombres que se ocultaban estaban aproximadamente a la mitad la Calle de la fuente mugrosa, dando hacia la plaza. Tendría que ser Calle Sinfuente...
Negué con la cabeza y alcé la mirada. La noche me servía, pero ni apoyándome en mis magias para ocultarme más bajo el manto de las estrellas podía hacer algo como solo caminar en línea recta hasta ellos, me verían venir, no había manera de que estuviesen tan ciegos. O quizá sí. Simplemente no tomaría riesgos, nadie mancillaba mi trabajo, especialmente yo mismo.
Escaneé el lugar con la mirada y di con una pared con una piedra algo brotada. Usándola de base para apoyar el pie me hice un camino a los tejados bastante pronto. Anduve con cuidado, evitando tablas que parecían flojas y midiendo que nada relinchase antes de apoyar mi peso. Cuando estuve a unos metros del grupo me agaché, estando más cerca sus sangres se entremezclaban menos, dejándome saber cuántos eran.
Una docena.
Fruncí el ceño, no pensaba solo saltar y acabar con ellos, mi soberbia no me cegaba... al contrario, era más grande por no hacerlo. Entendía perfectamente que no podía compararme a tantos hombres. Con tres o cuatro ya habría sido un problema.
—¡Quítate! No me d———— ver n————
—No L——, tu ma' no e—— t——
Hubo varias risas y un gruñido de dolor a juzgar por el tono. Tuve que acercarme más para escuchar. No hice ningún ruido, pero igual uno de ellos volteó arriba. No lo vi, por supuesto, no realmente, seguía siendo cuestión de seguir su sangre y olerla. El ángulo de su rostro... me apuntaba.
Me congelé un momento, dividido entre si hacer un movimiento antes de que ellos hicieran uno. No saldría ileso; pero tenía encima una poción curativa, podía tomar un par de golpes y no morir. Era difícil, pero no imposib-
—Creo que ya —dijo uno, momento en que el que miró arriba dejo de hacerlo—. Hizo la señal con la mano, eso es que logró comprar al jefe de vuelta.
—¿Por cuánto?
—¿Me ves cara de hombre bestia, maldito estúpido? El catalejo es para los ojos, no los oídos. Imbécil.
—Quítense entonces, haré el dis-
—Aún no. Sigue sin sacar a Ren, tiene que pretender irse sin prisas. Además pago es explosivo, no inflamable.
—¿Y la diferencia es...?
—¡Uno explota y lo otro no... lo otro no siempre! ¡Maldita sea! ¡No saben nada qué no sea sostener una espada! Solo sigue mis putas órdenes. Vas a disparar cuando determine que la explosión no le haga nada al jefe.
¿Dinero explosivo? Vi a la distancia. Pero eso...
Apreté los labios para no soltar una carcajada sin humor. ¿Qué estaba pensando? ¿Qué no dispararían y harían explotar algo porque destrozarían parte del mejor prostíbulo del lugar? ¿Por qué mataría a otra gente? Tomaban la vida de Owens. Eso era suficiente pro para balancear todo contra.
Sí estos eran los hombres de Ren no fallarían un disparo... y un arco fácilmente llegaba. Una flecha en llamas. ¿Pero dinero explosivo? No es que no fuese posible, solo no era el área de Ren ni de sus hombres. Un soldado y un alquimista son cosas muy diferentes.
Tomé aire y me asomé cuidadosamente. Uno solo de ellos llevaba arco, varios llevaban espadas y hachas. Me hice nota mental de las antorchas del callejón, ellos no llevaban ninguna. Podría ser una estupidez en esta ciudad, pero queriendo pasar desapercibidos lo hacía buena idea.
«Un arco…» me acomodé silenciosamente y puse la mano sobre el puñal, ojeando las cabezas una a una. «Bien».
Retiré la mano del mismo. Al parecer, esta noche tenía prioridades sobre el asesinato.
—Ahora.
Una luz más se encendió en el callejón desde la punta de una flecha. Un instante antes de que tensase la cuerda del arco lancé el puñal a un lado para que cayese atrás del grupo, porque en el silencio de la noche todo hacia ruido. Siempre listos, solo un par se alejó a ver.
Era mejor que tenerlos todos. Salté delante al frente del grupo de una manera que traía mala fama a los vampiros: como si fuese por su cuello. Rodamos fuertemente y el maldito arco no se rompió, alcé la mirada y todo el grupo ya me había visto.
La poca parte humana y menos civilizada dentro de mí solo me murmuró mierda.
Había tomado control del mango de la espada del arquero, intenté removerla de su vaina para usarla en su contra, pero dejo ir el arco y forcejeó conmigo. Era bueno que fuese un callejón, el resto no podía simplemente correr al frente y rodearme, pero el hombre estaba haciendo buen trabajo en intentar aplastarme a un lado para dejarles espacio.
En una falta de estilo que arrastraría semanas conmigo, mordí al maldito infeliz del hombro. Chupé sangre y escuché el desagradable burbujeó. Terminé por arrancarle un pedazo del mordisco e hice valer la poca y momentánea potencia que producía consumir sangre para lograr arrancarle la espada y apuñalarlo.
Su cuerpo hizo de buen muro al resto que intentó cargar adelante, pero eso no impidió que varios cortes me alcanzaran en los brazos, y uno particularmente violento en un costado una vez que “atravesar a mi compañero porque igual y ya está muerto” se hizo válida.
Entonces huí golpeando por el camino cualquier antorcha en cualquier pared para dejar todo en oscuridad y salir vivo de allí. Huí, como una rata, porque once seguían siendo demasiados.
La subasta había acabado por esa noche. Uno diría un fracaso, el dinero que habían pagado por Ren estaba en un maletín fuertemente sellado, uno que habría requerido las manos de Owens para abrir. Me deshice del dinero, no sin probar antes si los comentarios habían sido ciertos.
La nube de humo que dejo atrás el estallido del mismo no dejaba dudas a ello.
Le informé al hombre de lo que había oído, y teniendo que tragarme mi orgullo un instante, aceptar que solo había detenido al arquero, los demás seguían vivos. No podía llamarlo un éxito. No profesionalmente. ¿Debía creer qué había sido una jugada para salvar a su líder y aprovechar, quizá, de matar a Owens? ¿Se satisfacían con solo lo primero? Bueno—era más que solo salvar a su líder. Con el dinero ido, es como si no hubieran pagado por él. ¿Un reto a Owens…?
…
Vi al humo y la tierra escorchada que había dejado el maletín y dinero operado alquímicamente.
Sabría todas esas cosas, supuse, en la segunda noche.
Sin ironías, sin hipocresía, nada excepto una sonrisa sincera. Lo más sincera que podría dar alguien como yo. Dedicarlas era un acto que debía realizar con especial voluntad, no sentía demasiada alegría. No suficiente para atravesar por una contracción facial involuntaria, como las personas normales.
Me daba envidia. A veces.
Desaparecí del lugar, perdiéndome dentro del prostíbulo. Por razones que no mencionaría, ya había llegado a conocer en detalle su estructura. Caminé siempre cerca de las paredes que daban hacia la subasta para poder seguir las imágenes que proporcionaba el olor a sangre de las personas. Varios no se habían movido cerca, pero el que se había decidido a acercarse tampoco había parado.
Ya estaría frente al lugar, pero no tenía tiempo para preocuparme de ese en específico.
Abandoné el prostíbulo y seguí mi camino a paso acelerado, dando con lo que sería el primer problema. Había medido pésimamente la distancia. Los hombres que se ocultaban estaban aproximadamente a la mitad la Calle de la fuente mugrosa, dando hacia la plaza. Tendría que ser Calle Sinfuente...
Negué con la cabeza y alcé la mirada. La noche me servía, pero ni apoyándome en mis magias para ocultarme más bajo el manto de las estrellas podía hacer algo como solo caminar en línea recta hasta ellos, me verían venir, no había manera de que estuviesen tan ciegos. O quizá sí. Simplemente no tomaría riesgos, nadie mancillaba mi trabajo, especialmente yo mismo.
Escaneé el lugar con la mirada y di con una pared con una piedra algo brotada. Usándola de base para apoyar el pie me hice un camino a los tejados bastante pronto. Anduve con cuidado, evitando tablas que parecían flojas y midiendo que nada relinchase antes de apoyar mi peso. Cuando estuve a unos metros del grupo me agaché, estando más cerca sus sangres se entremezclaban menos, dejándome saber cuántos eran.
Una docena.
Fruncí el ceño, no pensaba solo saltar y acabar con ellos, mi soberbia no me cegaba... al contrario, era más grande por no hacerlo. Entendía perfectamente que no podía compararme a tantos hombres. Con tres o cuatro ya habría sido un problema.
—¡Quítate! No me d———— ver n————
—No L——, tu ma' no e—— t——
Hubo varias risas y un gruñido de dolor a juzgar por el tono. Tuve que acercarme más para escuchar. No hice ningún ruido, pero igual uno de ellos volteó arriba. No lo vi, por supuesto, no realmente, seguía siendo cuestión de seguir su sangre y olerla. El ángulo de su rostro... me apuntaba.
Me congelé un momento, dividido entre si hacer un movimiento antes de que ellos hicieran uno. No saldría ileso; pero tenía encima una poción curativa, podía tomar un par de golpes y no morir. Era difícil, pero no imposib-
—Creo que ya —dijo uno, momento en que el que miró arriba dejo de hacerlo—. Hizo la señal con la mano, eso es que logró comprar al jefe de vuelta.
—¿Por cuánto?
—¿Me ves cara de hombre bestia, maldito estúpido? El catalejo es para los ojos, no los oídos. Imbécil.
—Quítense entonces, haré el dis-
—Aún no. Sigue sin sacar a Ren, tiene que pretender irse sin prisas. Además pago es explosivo, no inflamable.
—¿Y la diferencia es...?
—¡Uno explota y lo otro no... lo otro no siempre! ¡Maldita sea! ¡No saben nada qué no sea sostener una espada! Solo sigue mis putas órdenes. Vas a disparar cuando determine que la explosión no le haga nada al jefe.
¿Dinero explosivo? Vi a la distancia. Pero eso...
Apreté los labios para no soltar una carcajada sin humor. ¿Qué estaba pensando? ¿Qué no dispararían y harían explotar algo porque destrozarían parte del mejor prostíbulo del lugar? ¿Por qué mataría a otra gente? Tomaban la vida de Owens. Eso era suficiente pro para balancear todo contra.
Sí estos eran los hombres de Ren no fallarían un disparo... y un arco fácilmente llegaba. Una flecha en llamas. ¿Pero dinero explosivo? No es que no fuese posible, solo no era el área de Ren ni de sus hombres. Un soldado y un alquimista son cosas muy diferentes.
Tomé aire y me asomé cuidadosamente. Uno solo de ellos llevaba arco, varios llevaban espadas y hachas. Me hice nota mental de las antorchas del callejón, ellos no llevaban ninguna. Podría ser una estupidez en esta ciudad, pero queriendo pasar desapercibidos lo hacía buena idea.
«Un arco…» me acomodé silenciosamente y puse la mano sobre el puñal, ojeando las cabezas una a una. «Bien».
Retiré la mano del mismo. Al parecer, esta noche tenía prioridades sobre el asesinato.
—Ahora.
Una luz más se encendió en el callejón desde la punta de una flecha. Un instante antes de que tensase la cuerda del arco lancé el puñal a un lado para que cayese atrás del grupo, porque en el silencio de la noche todo hacia ruido. Siempre listos, solo un par se alejó a ver.
Era mejor que tenerlos todos. Salté delante al frente del grupo de una manera que traía mala fama a los vampiros: como si fuese por su cuello. Rodamos fuertemente y el maldito arco no se rompió, alcé la mirada y todo el grupo ya me había visto.
La poca parte humana y menos civilizada dentro de mí solo me murmuró mierda.
Había tomado control del mango de la espada del arquero, intenté removerla de su vaina para usarla en su contra, pero dejo ir el arco y forcejeó conmigo. Era bueno que fuese un callejón, el resto no podía simplemente correr al frente y rodearme, pero el hombre estaba haciendo buen trabajo en intentar aplastarme a un lado para dejarles espacio.
En una falta de estilo que arrastraría semanas conmigo, mordí al maldito infeliz del hombro. Chupé sangre y escuché el desagradable burbujeó. Terminé por arrancarle un pedazo del mordisco e hice valer la poca y momentánea potencia que producía consumir sangre para lograr arrancarle la espada y apuñalarlo.
Su cuerpo hizo de buen muro al resto que intentó cargar adelante, pero eso no impidió que varios cortes me alcanzaran en los brazos, y uno particularmente violento en un costado una vez que “atravesar a mi compañero porque igual y ya está muerto” se hizo válida.
Entonces huí golpeando por el camino cualquier antorcha en cualquier pared para dejar todo en oscuridad y salir vivo de allí. Huí, como una rata, porque once seguían siendo demasiados.
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La subasta había acabado por esa noche. Uno diría un fracaso, el dinero que habían pagado por Ren estaba en un maletín fuertemente sellado, uno que habría requerido las manos de Owens para abrir. Me deshice del dinero, no sin probar antes si los comentarios habían sido ciertos.
La nube de humo que dejo atrás el estallido del mismo no dejaba dudas a ello.
Le informé al hombre de lo que había oído, y teniendo que tragarme mi orgullo un instante, aceptar que solo había detenido al arquero, los demás seguían vivos. No podía llamarlo un éxito. No profesionalmente. ¿Debía creer qué había sido una jugada para salvar a su líder y aprovechar, quizá, de matar a Owens? ¿Se satisfacían con solo lo primero? Bueno—era más que solo salvar a su líder. Con el dinero ido, es como si no hubieran pagado por él. ¿Un reto a Owens…?
…
Vi al humo y la tierra escorchada que había dejado el maletín y dinero operado alquímicamente.
Sabría todas esas cosas, supuse, en la segunda noche.
Ó Catháin
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Re: Dos asesinos y tres dementes [Trabajo]
La trampa podría haber funcionado, sinceramente Matthew siquiera había advertido que la runa estaba allí, estaba tan distraído haciendo de Vendedor de Subasta que no había reparado en ese detalles. Así que, levantó el martillo de madera totalmente convencido de que quedaría genial dar el golpe de la mesa, cuando de repente percibió algo con el rabillo del ojo.
Un movimiento de Einar llamó su atención, miraba intensamente la mano de Matt y estaba sacando su daga para arrojarla en esa misma dirección. Varias ideas pasaron por su mente en menos de un segundo, desde las más disparatadas hasta las más probables, en cualquier caso, no tenía tiempo de moverse de donde estaba, ni de detener la daga que volaba hacía él, a lo mucho podía correr el objetivo de la misma.
Solo tuvo tiempo de bajar la mano lo suficiente como para que el arma diera contra el martillo, logrando que saliera volando lejos de Owens. El objeto voló, y para sorpresa de casi todos en cuanto tocó el piso hizo una explosión que destruyó la mitad del escenario.
-Woow... Eso estuvo cerca- Dijo Matthew mientras miraba el hueco que había quedado - Hay que admitir que están siendo bastante creativos con esto de querer matarme -
-Por algo llegaron tan lejos en Ciudad Lagarto - Agregó el Bio mientras se acercaba, Matt asintió, ciertamente sí habían logrado llegar a Jefes era porque tenían algún talento y algo de ingenio, como mínimo.
-Creo que con esto podemos dar por finalizada la subasta por hoy, tenemos que guardar las cosas, meter en las jaulas a los que no llegamos a vender y sacar a la gente -
-Los sirvientes tienen mucho trabajo por delante, sin duda -
-Tenemos que ordenar las sillas, arreglar el agujero en el escenario... -
-Los carpinteros estarán trabajando todo el día -
-De sólo pensarlo ya estoy agotado. Me iré a dormir - Comentó el Virrey mientras se estiraba y bostezaba - ¿Donde está Donovan? -
-Jugando en el callejón - Respondió Einar riendo por lo bajo - Creo que el trabajo pesado no se le da muy bien -
Mientras caminaban para volver a entrar al edificio del prostíbulo el Vampiro regresó y dijo algo sobre el maletín con el dinero de la última venta. Matthew levantó la ceja, pero supuso que Donovan no sería tan tonto como para intentar alguna trampa de forma tan evidente.
Aparentemente la noche había sido aún más interesante de lo que el Virrey se había enterado.
-¿Dos trampas en simultáneo? Cuánto esmero - Comentó burlón - Por cierto, Einar ¿No apuntaste demasiado abajo cuando arrojaste la daga? -
-Es que apuntaba a tu mano -
-Me lo parecía, sí - De no haber sido por sus reflejos ahora Matt tendría su mano atravesada por la daga del Bio.
A Einar le daba mucha risa la situación.
Un movimiento de Einar llamó su atención, miraba intensamente la mano de Matt y estaba sacando su daga para arrojarla en esa misma dirección. Varias ideas pasaron por su mente en menos de un segundo, desde las más disparatadas hasta las más probables, en cualquier caso, no tenía tiempo de moverse de donde estaba, ni de detener la daga que volaba hacía él, a lo mucho podía correr el objetivo de la misma.
Solo tuvo tiempo de bajar la mano lo suficiente como para que el arma diera contra el martillo, logrando que saliera volando lejos de Owens. El objeto voló, y para sorpresa de casi todos en cuanto tocó el piso hizo una explosión que destruyó la mitad del escenario.
-Woow... Eso estuvo cerca- Dijo Matthew mientras miraba el hueco que había quedado - Hay que admitir que están siendo bastante creativos con esto de querer matarme -
-Por algo llegaron tan lejos en Ciudad Lagarto - Agregó el Bio mientras se acercaba, Matt asintió, ciertamente sí habían logrado llegar a Jefes era porque tenían algún talento y algo de ingenio, como mínimo.
-Creo que con esto podemos dar por finalizada la subasta por hoy, tenemos que guardar las cosas, meter en las jaulas a los que no llegamos a vender y sacar a la gente -
-Los sirvientes tienen mucho trabajo por delante, sin duda -
-Tenemos que ordenar las sillas, arreglar el agujero en el escenario... -
-Los carpinteros estarán trabajando todo el día -
-De sólo pensarlo ya estoy agotado. Me iré a dormir - Comentó el Virrey mientras se estiraba y bostezaba - ¿Donde está Donovan? -
-Jugando en el callejón - Respondió Einar riendo por lo bajo - Creo que el trabajo pesado no se le da muy bien -
Mientras caminaban para volver a entrar al edificio del prostíbulo el Vampiro regresó y dijo algo sobre el maletín con el dinero de la última venta. Matthew levantó la ceja, pero supuso que Donovan no sería tan tonto como para intentar alguna trampa de forma tan evidente.
Aparentemente la noche había sido aún más interesante de lo que el Virrey se había enterado.
-¿Dos trampas en simultáneo? Cuánto esmero - Comentó burlón - Por cierto, Einar ¿No apuntaste demasiado abajo cuando arrojaste la daga? -
-Es que apuntaba a tu mano -
-Me lo parecía, sí - De no haber sido por sus reflejos ahora Matt tendría su mano atravesada por la daga del Bio.
A Einar le daba mucha risa la situación.
Matthew Owens
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Re: Dos asesinos y tres dementes [Trabajo]
—No sé si tu desconfianza me halaga o me ofende —comenté en alusión a como había alzado la ceja Owens—. ¿Mentir para conseguir dinero? Es tu negocio, no el mío. Encuentro a los muertos con capacidades de negociación muy... reducidas.
Crucé las manos detrás de la espalda y vi de reojo a Einar cuando el hombre mencionó algo que había ocurrido mientras no estaba. ¿Le había tirado a dar?
Oh. Vaya. Al menos no se molestó en negarlo. Vi hacia Owens y lo que estaba entre indiferencia y aceptación de ese acto. Supuse que no podía esperar que eligiese bien a su compañía, excepto si era yo. Por un momento creí que iba a irritarme, pero me agradaba la situación. Me daba una razón profesional para asesinar a Einar.
Pero no era el momento.
Quería salir e investigar... pero el día tenía otros planes, y como cualquier otro vampiro, me tocaba obedecerlos.
—Si sirves de algo, irás a revisar que la basura que estaba debajo de la mercancía pendiente por venderse no estén planeando nada raro para evitarnos nuevas sorpresas. O puedes ir a practicar tu puntería. Recibí la misión de cuidar a Owens, después de todo, no puedo permitir que nadie lo lastime…
Incliné la cabeza como despedida al Virrey y me retiré de la habitación más lento de lo que debería, dejando la oportunidad de que el bio-cibernético dijese algo si tenía que decirlo.
Prefería eso sobre que estuviese callado y sonriendo a mis espaldas.
Me moví por los callejones de la ciudad como una sombra más forzada a danzar por antorchas o lámparas. No podía esperar que Einar hiciese nada útil, por supuesto, así que debía hacerlo yo.
Durante el día estuve inquieto y molesto por un detalle que no había considerado. La molestia aquí es que me lo habían dicho. El martillo tenía una runa… pero ninguno de los criminales que estábamos vendiendo era un arcanista. No tenían arcanistas bajo sus rangos tampoco. Sabía esto porque en mis primeros días exploré e hice detalle de todo lo que podía servirme durante mi instancia y no había nadie que supiera escribir una mísera runa.
Apenas había quien supiera escribir.
Como la runa estaba marcada en un martillo de madera, bueno—visité carpinterías y “carpinterías.” Busqué chismes en el prostíbulo como lo haría un buen caballero. Espíe carpinteros que trabajaban directamente debajo de Owens.
Y no di con nada. La idea obvia había sido que creyéndolo muerto alguien intentaría tomar su lugar. Tenía que ser alguien cercano también, al menos lo suficiente para saber que se llevaría a cabo la subasta y hacer llegar a sus manos el martillo con la runa.
Quiero pensar que habría dado con la persona si el tiempo no estuviese corriendo corto. Sería la segunda noche de subasta, así que debía volver y estar allá. ¿Quién, quién además de Owens y mi persona sabía de la subasta de forma tan temprana para preparar eso?
Puede que fuese mi disgusto personal, pero en el camino de vuelta pensé en Einar.
Crucé las manos detrás de la espalda y vi de reojo a Einar cuando el hombre mencionó algo que había ocurrido mientras no estaba. ¿Le había tirado a dar?
Oh. Vaya. Al menos no se molestó en negarlo. Vi hacia Owens y lo que estaba entre indiferencia y aceptación de ese acto. Supuse que no podía esperar que eligiese bien a su compañía, excepto si era yo. Por un momento creí que iba a irritarme, pero me agradaba la situación. Me daba una razón profesional para asesinar a Einar.
Pero no era el momento.
Quería salir e investigar... pero el día tenía otros planes, y como cualquier otro vampiro, me tocaba obedecerlos.
—Si sirves de algo, irás a revisar que la basura que estaba debajo de la mercancía pendiente por venderse no estén planeando nada raro para evitarnos nuevas sorpresas. O puedes ir a practicar tu puntería. Recibí la misión de cuidar a Owens, después de todo, no puedo permitir que nadie lo lastime…
Incliné la cabeza como despedida al Virrey y me retiré de la habitación más lento de lo que debería, dejando la oportunidad de que el bio-cibernético dijese algo si tenía que decirlo.
Prefería eso sobre que estuviese callado y sonriendo a mis espaldas.
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Me moví por los callejones de la ciudad como una sombra más forzada a danzar por antorchas o lámparas. No podía esperar que Einar hiciese nada útil, por supuesto, así que debía hacerlo yo.
Durante el día estuve inquieto y molesto por un detalle que no había considerado. La molestia aquí es que me lo habían dicho. El martillo tenía una runa… pero ninguno de los criminales que estábamos vendiendo era un arcanista. No tenían arcanistas bajo sus rangos tampoco. Sabía esto porque en mis primeros días exploré e hice detalle de todo lo que podía servirme durante mi instancia y no había nadie que supiera escribir una mísera runa.
Apenas había quien supiera escribir.
Como la runa estaba marcada en un martillo de madera, bueno—visité carpinterías y “carpinterías.” Busqué chismes en el prostíbulo como lo haría un buen caballero. Espíe carpinteros que trabajaban directamente debajo de Owens.
Y no di con nada. La idea obvia había sido que creyéndolo muerto alguien intentaría tomar su lugar. Tenía que ser alguien cercano también, al menos lo suficiente para saber que se llevaría a cabo la subasta y hacer llegar a sus manos el martillo con la runa.
Quiero pensar que habría dado con la persona si el tiempo no estuviese corriendo corto. Sería la segunda noche de subasta, así que debía volver y estar allá. ¿Quién, quién además de Owens y mi persona sabía de la subasta de forma tan temprana para preparar eso?
Puede que fuese mi disgusto personal, pero en el camino de vuelta pensé en Einar.
Ó Catháin
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Re: Dos asesinos y tres dementes [Trabajo]
Se reía con ganas mientras Donovan decía con desprecio que el trabajo de mentir para conseguir dinero era cosa del Virrey. No podía negar semejante verdad, aunque tampoco podría decir que eso era algo específico de Ciudad Lagarto, encontrar nuevas maneras para convencer a la gente de que les dieran dinero parecía ser la labor de la mayoría de los gobernadores de Aerandir.
-Sí Señor, en seguida Señor - Respondió Einar con evidente tono burlón y haciendo un saludo militar mal ejecutado.
-Me encanta ver que se entienden bien - Comentó Matthew mientras notaba la claridad avanzando lentamente en los cielos - Buenos días Dony, que descanses -
Como la oficina era en cierto modo una habitación oculta, además de estar en el centro mismo del prostíbulo, lleno de guardias y gente de servicio, era preferible que Matthew durmiera allí. Y había otros motivos también, tal vez su Licántropo favorito fuera a visitarlo a media tarde, quizás... Sí al menos lo había perdonado lo suficiente como para tolerar su presencia.
Para la noche siguiente Matthew ya estaba descansado y, más importante aún, tenía un plan. Esta vez se dirigió antes que al escenario a ver a donde estaban los prisioneros, allí se encontró con Einar que, tal como Donovan había sugerido, se había pasado el día entero vigilando la mercadería.
-¿Algún dato interesante? - Preguntó el Virrey mientras miraba los calabozos.
-Sí - Dijo el Bio emocionado y agregó - La mantis religiosa tiene oído cíclope - Matthew se lo quedó mirando - Esto quiere decir que es el único animal que tiene un solo oído, ubicado debajo de su tórax - Se señaló el tórax por las dudas de que fuera necesario más explicación.
-Eso es novedoso, e interesante sin duda ¿Y algo en relación a posibles trampas para esta noche de subasta - Einar negó con la cabeza - Buen trabajo entonces, Querido. Ve a ver el escenario, quizás Donovan ya esté allí. Yo subiré en un momento -
Afuera estaba nuevamente la gente reunida, como se había corrido el rumor de que el Virrey había regresado y que habían atentado contra su vida. En lugar de espantar al público eso solo los animo a querer acercarse más, a la espera de que alguna tragedia ocurriera. Unos diez minutos después se presentó Matthew, seguido de los prisioneros que quedaban por vender.
-Buenas noches - Saludó con elegancia y sonriendo encantador - Mientras antes empecemos antes terminaremos ¿Verdad? Manos a la obra entonces, cuento con ustedes - Les decía tanto a sus dos asesinos como a los guardias que se habían apostado alrededor del escenario, medidas de precaución que había tomado Brenda luego de enterarse lo que había ocurrido.
-Sí Señor, en seguida Señor - Respondió Einar con evidente tono burlón y haciendo un saludo militar mal ejecutado.
-Me encanta ver que se entienden bien - Comentó Matthew mientras notaba la claridad avanzando lentamente en los cielos - Buenos días Dony, que descanses -
Como la oficina era en cierto modo una habitación oculta, además de estar en el centro mismo del prostíbulo, lleno de guardias y gente de servicio, era preferible que Matthew durmiera allí. Y había otros motivos también, tal vez su Licántropo favorito fuera a visitarlo a media tarde, quizás... Sí al menos lo había perdonado lo suficiente como para tolerar su presencia.
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Para la noche siguiente Matthew ya estaba descansado y, más importante aún, tenía un plan. Esta vez se dirigió antes que al escenario a ver a donde estaban los prisioneros, allí se encontró con Einar que, tal como Donovan había sugerido, se había pasado el día entero vigilando la mercadería.
-¿Algún dato interesante? - Preguntó el Virrey mientras miraba los calabozos.
-Sí - Dijo el Bio emocionado y agregó - La mantis religiosa tiene oído cíclope - Matthew se lo quedó mirando - Esto quiere decir que es el único animal que tiene un solo oído, ubicado debajo de su tórax - Se señaló el tórax por las dudas de que fuera necesario más explicación.
-Eso es novedoso, e interesante sin duda ¿Y algo en relación a posibles trampas para esta noche de subasta - Einar negó con la cabeza - Buen trabajo entonces, Querido. Ve a ver el escenario, quizás Donovan ya esté allí. Yo subiré en un momento -
Afuera estaba nuevamente la gente reunida, como se había corrido el rumor de que el Virrey había regresado y que habían atentado contra su vida. En lugar de espantar al público eso solo los animo a querer acercarse más, a la espera de que alguna tragedia ocurriera. Unos diez minutos después se presentó Matthew, seguido de los prisioneros que quedaban por vender.
-Buenas noches - Saludó con elegancia y sonriendo encantador - Mientras antes empecemos antes terminaremos ¿Verdad? Manos a la obra entonces, cuento con ustedes - Les decía tanto a sus dos asesinos como a los guardias que se habían apostado alrededor del escenario, medidas de precaución que había tomado Brenda luego de enterarse lo que había ocurrido.
Matthew Owens
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Re: Dos asesinos y tres dementes [Trabajo]
Noté la presencia del bio-cibérnetico por su olor. Por saber si se había dignado a hacer algo, inspiré con fuerza y disimulo, intentando alcanzar un vestigio de sangre ajena.
Mejor dicho, de sangre de la mercancía restante. No conseguí nada. Podía culpar a una primera opción, muy obvia: no tenía encima porque había estado haciendo cualquier menos eso. Habría sido muy poco cauteloso salir con algo así sin hechos.
La segunda opción era la que escogí y me sabía más a verdad. Este tipo de olfato no era tan capaz como el de hombres-bestia o licántropos... tenían todo un arcoíris de olores para detectar cosas. Yo solo tenía rojo.
Me mantuve callado y esperé que subiese Owens, igual que todo el mundo. No detectaba a nadie importante a ojo ni a olor entre el público. Pero…
Ya unos se habían salido con la suya... Sí, ¿para qué volver? Debía ser el equivalente de "le gane uno de esos juegos de mesa raros que tienen los brujos a la muerte. Y no tengo magia para usar."
Pero…
Exhalé. De nada me servía ser paranoico hasta que no viese algo que lo incitase. A parte de Einar, por supuesto.
Esperé y esperé contando los segundos. Owens venía tarde. Seis minutos... ocho… seguro que estaba jugando con otro atrapadedos. O para lo que le importaban las cosas que no fuesen él, se le había olvidado.
Mentiría si dijese que no sentí ganas de apuñalarlo entre las cejas. ¿Antes empecemos antes terminaremos? Llegaste casi once minutos tarde.
—Por supuesto, Querido —respondí al hombre sin verlo, y puse los ojos hacia arriba—. Brenda debió pensar en añadir un techo a la plataforma. Por evitar proyectiles que vengan desde arriba —me quejé—… Supongo que no se le ocurrió porque con su tamaño, solo le preocupan los golpes bajos.
Tras mi no tan disimulado insulto las cosas empezaron muy como ayer. Con más participación y ánimo, ojos danzando de un lado a otro, esperando no la oferta más alta sino el próximo desastre. Había algunas caras lejanas y sospechosas, pero tardó en llegar una señal que requiriese que me moviese de mi puesto.
Cuando lo hizo, no pude moverme. Esto no era cosa de telequinesis encerrándome en un campo perfectamente ajustado al cuerpo, era una… orden. Me sentí tentado a preguntar qué demonios estaba pensando el virrey, tenía pruebas, pedazos del maletín que la explosión no había terminado de consumir pero que igual estallarían si los exponía a lo necesario. Destilaciones. ¡Parte de la receta!
No era tan difícil hacer confesar a la gente en ésta ciudad. Todos sabíamos que todos estábamos metidos en algo. El asunto era en qué, y probarlo.
Si presentabas pruebas convincentes, resistirse era estúpido, así que nadie lo hacía. Podrías decir que era de mala etiqueta incluso, no como en un pueblucho, donde negarían mil veces que robaron algo, mientras tenían el objeto robado en la mano.
Mira que venir a asomar caras cuando no salió nada bien y no mataron a Owens. Sangre en una copa de plata. Tomar uno o dos de esos sería pan comido para mí. Si Einar quería hacer algo, todavía más. Si no nos llevaba a descartar que hubiese tretas entre ellos y más para atender ataques futuros antes de que ocurriesen (era estúpido pensar que solo intentarían matarlo durante la subasta, todos los días alguien quería matar a Owens, y yo era alguien) sería más información de la que teníamos justo ahora. Los hombres de Ran tenían algo que en esta pocilga solo podría lograr el alquimista. Quizá los de él, podían llevarnos al de la runa, entonces. Preguntando se llegaba lejos…
Después los mataríamos, claro, pero era eso: después.
Por mis colmillos, casi podía decir que estaba feliz. Vi los dedos del Virrey en una leve esperanza de haber entendido mal el que me esperase, pero no. Lo había pedido muy a voluntad.
Órdenes eran órdenes. Mantuve mi expresión seca y los hombros donde los tenía y dejé que Owens negociase sin quejas. Fruncí el ceño a medida que escuchaba la negociación, ni siquiera eran números altos.
Cuando entregaron al hombre… oh, bueno. Una parte de mí quería ahorcar públicamente a Owens, por estúpido, porque esto - esto... aunque no tuviese idea de cómo lo había hecho, era culpa suya. Sí o sí.
Otra estaba agradecida. Habían sido años desde la última vez que tuve una razón fuera de fingir para arrugar la cara estupefacto.
Mejor dicho, de sangre de la mercancía restante. No conseguí nada. Podía culpar a una primera opción, muy obvia: no tenía encima porque había estado haciendo cualquier menos eso. Habría sido muy poco cauteloso salir con algo así sin hechos.
La segunda opción era la que escogí y me sabía más a verdad. Este tipo de olfato no era tan capaz como el de hombres-bestia o licántropos... tenían todo un arcoíris de olores para detectar cosas. Yo solo tenía rojo.
Me mantuve callado y esperé que subiese Owens, igual que todo el mundo. No detectaba a nadie importante a ojo ni a olor entre el público. Pero…
Ya unos se habían salido con la suya... Sí, ¿para qué volver? Debía ser el equivalente de "le gane uno de esos juegos de mesa raros que tienen los brujos a la muerte. Y no tengo magia para usar."
Pero…
Exhalé. De nada me servía ser paranoico hasta que no viese algo que lo incitase. A parte de Einar, por supuesto.
Esperé y esperé contando los segundos. Owens venía tarde. Seis minutos... ocho… seguro que estaba jugando con otro atrapadedos. O para lo que le importaban las cosas que no fuesen él, se le había olvidado.
Mentiría si dijese que no sentí ganas de apuñalarlo entre las cejas. ¿Antes empecemos antes terminaremos? Llegaste casi once minutos tarde.
—Por supuesto, Querido —respondí al hombre sin verlo, y puse los ojos hacia arriba—. Brenda debió pensar en añadir un techo a la plataforma. Por evitar proyectiles que vengan desde arriba —me quejé—… Supongo que no se le ocurrió porque con su tamaño, solo le preocupan los golpes bajos.
Tras mi no tan disimulado insulto las cosas empezaron muy como ayer. Con más participación y ánimo, ojos danzando de un lado a otro, esperando no la oferta más alta sino el próximo desastre. Había algunas caras lejanas y sospechosas, pero tardó en llegar una señal que requiriese que me moviese de mi puesto.
Cuando lo hizo, no pude moverme. Esto no era cosa de telequinesis encerrándome en un campo perfectamente ajustado al cuerpo, era una… orden. Me sentí tentado a preguntar qué demonios estaba pensando el virrey, tenía pruebas, pedazos del maletín que la explosión no había terminado de consumir pero que igual estallarían si los exponía a lo necesario. Destilaciones. ¡Parte de la receta!
No era tan difícil hacer confesar a la gente en ésta ciudad. Todos sabíamos que todos estábamos metidos en algo. El asunto era en qué, y probarlo.
Si presentabas pruebas convincentes, resistirse era estúpido, así que nadie lo hacía. Podrías decir que era de mala etiqueta incluso, no como en un pueblucho, donde negarían mil veces que robaron algo, mientras tenían el objeto robado en la mano.
Mira que venir a asomar caras cuando no salió nada bien y no mataron a Owens. Sangre en una copa de plata. Tomar uno o dos de esos sería pan comido para mí. Si Einar quería hacer algo, todavía más. Si no nos llevaba a descartar que hubiese tretas entre ellos y más para atender ataques futuros antes de que ocurriesen (era estúpido pensar que solo intentarían matarlo durante la subasta, todos los días alguien quería matar a Owens, y yo era alguien) sería más información de la que teníamos justo ahora. Los hombres de Ran tenían algo que en esta pocilga solo podría lograr el alquimista. Quizá los de él, podían llevarnos al de la runa, entonces. Preguntando se llegaba lejos…
Después los mataríamos, claro, pero era eso: después.
Por mis colmillos, casi podía decir que estaba feliz. Vi los dedos del Virrey en una leve esperanza de haber entendido mal el que me esperase, pero no. Lo había pedido muy a voluntad.
Órdenes eran órdenes. Mantuve mi expresión seca y los hombros donde los tenía y dejé que Owens negociase sin quejas. Fruncí el ceño a medida que escuchaba la negociación, ni siquiera eran números altos.
Cuando entregaron al hombre… oh, bueno. Una parte de mí quería ahorcar públicamente a Owens, por estúpido, porque esto - esto... aunque no tuviese idea de cómo lo había hecho, era culpa suya. Sí o sí.
Otra estaba agradecida. Habían sido años desde la última vez que tuve una razón fuera de fingir para arrugar la cara estupefacto.
Ó Catháin
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Re: Dos asesinos y tres dementes [Trabajo]
Había un tenso silencio entre los dos asesinos, no tan silencioso porque Einar no paraba de hablarle de cosas sin importancia, pero la inexpresividad de Donovan lo decía todo. El Bio parecía completamente inmune a las miradas de desprecio, cuando Matthew llegó al atril seguía de buen humor, como si se hubiese pasado un excelente momento junto al Vampiro.
-Que feo que te burles así de la estatura de Brenda, Dony - Se cruzó de brazos y negó con la cabeza, como si él jamás hubiese hecho un chiste similar - Seguro le causarías un pequeño disgusto si estuviera aquí para oírte -
Se aguantó la risa, porque sí, era totalmente capaz de reírse de sus propios malos chistes.
-Concentrémonos en esto, la noche anterior casi logran que me preocupe con todo eso del bolso trampa y lo demás, demuestren que valen el dinero que les estoy pagando -
-¿Nos pagan? - Comentó Einar como al pasar mientras tomaba su posición a un costado del atril.
Owens hizo un paneo general por el público, notó que habían más personas que el día anterior, eso no le llamó la atención ya que en Ciudad Lagarto adoraban los espectáculos de asesinatos. Sí habían caras repetidas Matt no lo notó, no estaba tan entrenado en el arte de recordar rostros como sus dos asesinos, de cualquier manera no necesitaba reconocerlos, él sabía que estarían allí. Intentarían comprar a otro de los cabecillas, quizás tuvieran otra trampa lista, tal vez sólo entregarían el dinero y ya.
-Segundo y último día de la subasta - Dijo el sonriente Estafador mientras se acomodaba en el atril - Veo que somos más que ayer, me alegra de todo corazón que estén tan interesados en comprar los excelentes materiales que hoy tenemos para ofrecerles - Gestos de odio, algunos aplausos, otros tenían ese semblante bobo con la boca un poco abierta y la mirada perdida que les daba un gran parecido al ganado - Comencemos con el primer ejemplar entonces -
Owens mismo lo agarró del montón y lo llevó arrastrando hasta el centro del escenario, luego lo arrojó sin delicadeza alguna, como estaba con las manos atadas a la espalda no pudo detener el envión y terminó tirado boca abajo frente a todos. Matt le apoyó un pie en la espalda y clavó el talón con fuerza.
-¿Quién quiere comprar a este cerdo? - Varias miradas de odio se intensificaron, y hasta hubo algunos movimientos sospechosos. De reojo Matthew vio inquieto a Donovan, pero le hizo un gesto para que se quedara donde estaba - ¿Y bien? ¿Nadie ofrece nada? Sí nadie lo quiere no tendremos más remedio que dejar que se lo lleven a la Base de los Bios, estuve allí varias veces y les aseguro que es preferible estar muerto ¿No es cierto Einar? -
-Un sitio sumamente desagradable todos los días del año - Asintió el Bio.
-¿Entonces? ¿Quién da al menos cinco Aeros por esta cosa? - Uno de los que miraban con profundo rencor al Virrey levantó la mano - Tenemos cinco entonces ¿Alguien más? ¿Alguien da diez? - El número subía muy lentamente, al final llegaron a unos veinticinco Aeros, mucho menos que lo que habían juntado el día anterior - ¡Vendido por menos de lo que vale una mula vieja! - Cerró el trato y empujándolo con el mismo talón que lo había pisado durante toda la subasta hizo que cayera del escenario.
Sus siervos lo ayudaron a levantarse mientras Matthew los miraba desde arriba del escenario con sorna. Giraba el mazo en sus manos, un nuevo mazo, fue caminando hacia el atril ya que confiaba en que sus dos asesinos no permitirían que lo ataquen por la espalda. Levantó el martillo de madera.
-Vendido y doy por finalizada esta subasta - Golpeó tres veces con un ritmo poco usual.*
________________________________________________________________________
*Nivel 3: Hipnosis: [1 Uso] Matthew usa una serie de sugestiones para hipnotizar un blanco, que entonces seguirá una orden durante 2 rondas siempre y cuando no vaya en contra de la naturaleza del personaje afectado. Requiere de unos minutos ininterrumpidos de trato para que se de este efecto.
-Que feo que te burles así de la estatura de Brenda, Dony - Se cruzó de brazos y negó con la cabeza, como si él jamás hubiese hecho un chiste similar - Seguro le causarías un pequeño disgusto si estuviera aquí para oírte -
Se aguantó la risa, porque sí, era totalmente capaz de reírse de sus propios malos chistes.
-Concentrémonos en esto, la noche anterior casi logran que me preocupe con todo eso del bolso trampa y lo demás, demuestren que valen el dinero que les estoy pagando -
-¿Nos pagan? - Comentó Einar como al pasar mientras tomaba su posición a un costado del atril.
Owens hizo un paneo general por el público, notó que habían más personas que el día anterior, eso no le llamó la atención ya que en Ciudad Lagarto adoraban los espectáculos de asesinatos. Sí habían caras repetidas Matt no lo notó, no estaba tan entrenado en el arte de recordar rostros como sus dos asesinos, de cualquier manera no necesitaba reconocerlos, él sabía que estarían allí. Intentarían comprar a otro de los cabecillas, quizás tuvieran otra trampa lista, tal vez sólo entregarían el dinero y ya.
-Segundo y último día de la subasta - Dijo el sonriente Estafador mientras se acomodaba en el atril - Veo que somos más que ayer, me alegra de todo corazón que estén tan interesados en comprar los excelentes materiales que hoy tenemos para ofrecerles - Gestos de odio, algunos aplausos, otros tenían ese semblante bobo con la boca un poco abierta y la mirada perdida que les daba un gran parecido al ganado - Comencemos con el primer ejemplar entonces -
Owens mismo lo agarró del montón y lo llevó arrastrando hasta el centro del escenario, luego lo arrojó sin delicadeza alguna, como estaba con las manos atadas a la espalda no pudo detener el envión y terminó tirado boca abajo frente a todos. Matt le apoyó un pie en la espalda y clavó el talón con fuerza.
-¿Quién quiere comprar a este cerdo? - Varias miradas de odio se intensificaron, y hasta hubo algunos movimientos sospechosos. De reojo Matthew vio inquieto a Donovan, pero le hizo un gesto para que se quedara donde estaba - ¿Y bien? ¿Nadie ofrece nada? Sí nadie lo quiere no tendremos más remedio que dejar que se lo lleven a la Base de los Bios, estuve allí varias veces y les aseguro que es preferible estar muerto ¿No es cierto Einar? -
-Un sitio sumamente desagradable todos los días del año - Asintió el Bio.
-¿Entonces? ¿Quién da al menos cinco Aeros por esta cosa? - Uno de los que miraban con profundo rencor al Virrey levantó la mano - Tenemos cinco entonces ¿Alguien más? ¿Alguien da diez? - El número subía muy lentamente, al final llegaron a unos veinticinco Aeros, mucho menos que lo que habían juntado el día anterior - ¡Vendido por menos de lo que vale una mula vieja! - Cerró el trato y empujándolo con el mismo talón que lo había pisado durante toda la subasta hizo que cayera del escenario.
Sus siervos lo ayudaron a levantarse mientras Matthew los miraba desde arriba del escenario con sorna. Giraba el mazo en sus manos, un nuevo mazo, fue caminando hacia el atril ya que confiaba en que sus dos asesinos no permitirían que lo ataquen por la espalda. Levantó el martillo de madera.
-Vendido y doy por finalizada esta subasta - Golpeó tres veces con un ritmo poco usual.*
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*Nivel 3: Hipnosis: [1 Uso] Matthew usa una serie de sugestiones para hipnotizar un blanco, que entonces seguirá una orden durante 2 rondas siempre y cuando no vaya en contra de la naturaleza del personaje afectado. Requiere de unos minutos ininterrumpidos de trato para que se de este efecto.
Matthew Owens
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Re: Dos asesinos y tres dementes [Trabajo]
Sangre salpicó el suelo, y pronto un segundo cuerpo se estaba uniendo al primero que había caído.
La reacción del público, al ver al recién vendido matar a dos subordinados y pelearse con el tercero y cuarto que intentaban comprender la situación, fue mixta. O no. Debería decir, fue más que indiferencia. Eso es lo que te podía ofrecer la persona promedio en esta ciudad al ver un homicidio.
En mi caso cerré la boca tras un par de segundos de notar que la tenía abierta. No lo supe en ese momento, pero tenía los brazos tensados detrás de la espalda. Nunca había apreciado el ruido, y esto no era más que una colección de eso. Gritos, insultos, confusión, sorpresa. Algún imbécil animando la pelea, y risa.
¿Risa?
Mi primer pensamiento fue el bio-cibérnetico, pero desde el rabillo del ojo podía notar que Einar estaba tranquilo, para ser él. La sacudida que provocaba la risa al cuerpo venía de alguien más. Fruncí el ceño y volteé.
—Owens, nefasto hijo de perra —gruñí, enseñándole los colmillos. El hombre estaba burlándose de la situación como un niño viendo a una persona que se acababa de tropezar.
O, peor que eso, riéndose como un niño que acababa de hacer tropezar a una persona.
Me calmé aprovechando que el escándalo debió enmudecer mi insulto hacia el hombre. No me interesaba si él lo había escuchado: sino, podía repetírselo con gusto. El asunto es que nadie más lo oyera. No era bueno ni útil demostrar una pelea interna aquí, en una situación que ya era desastrosa.
Además, tenía una gota de curiosidad. ¿Cómo lo había convencido de esto? Dinero estaba descartado. Su vida era lo más evidente, y aun así, matar a sus subordinados solo significaba que nadie querría estar bajo su pie durante un buen tiempo. Era perder lo que había construido. No es que los jefes en esta ciudad no fuesen unos malditos, pero no puedes ser un maldito con todo el mundo. Saber elegir con quien se es una desgracia es una de las mejores habilidades que aprender en la vida.
—Espero —empecé en un murmuro, acercándome unos pasos al hombre—, que esto tenga un propósito mayor. ¿Comprendes lo qué… hiciste? Como sea que lo hayas hecho —dije. Eso en sí mismo fue un anzuelo a que explicase, le encantaba hablar—. Acabas de lanzar por la borda la posibilidad de ir a la madriguera de ratas. Despejar dudas. Y, no sé —hice gestos dramáticos—, quizá cooperar para mantenerte a salvo y que puedas seguir riéndot-
Aah…
Bajé la cabeza y giré sobre un pie, atrapando la cara al recién vendido. Vi de reojo un instante bajo; todos los que eran sus subordinados muertos. ¿Le había ordenado Owens matarme también? ¿Era ahora cuando uno traicionaba al otro, en una subasta?
Hmm. No estaba mal, de hecho. Venderme en una subasta…
Quizá había sido un error de cálculo. Algo así habría sido mejor hecho con Ran. o Einar. Ellos, consideraba que no podía ganar en una pelea directa y limpia, y tampoco podía ganar en varias sucias. ¿Pero este hombre?
Enterré un dedo en el ojo del hombre, sacando poca sangre e inmediatamente usando esa miseria en potenciarme. En cuanto se separó alteré la percepción de los presentes [1], haciéndome algo más difícil de ver en dos sentidos: uno, simplemente era literal. Me colaba mejor en las sombras del escenario y la noche.
El segundo era metafórico. Se supone que ahora era terrorífico. Siempre me pregunté cómo debía lucir para los demás haciendo esto. Dos siglos y los espejos no eran respuesta.
—Puedes detener esto y vivir para lo que sea que te prometió este hombre —extendí un brazo a un lado, como si presentase al virrey—. O insistir y...
Había pocas cosas que odiaba más que me interrumpiesen hablando. Como un animal cualquiera se lanzó hacía mí, sin pensar o medir ningún movimiento. En el momento supe que tenía que haberle prometido algo más que vivir, porque eso claramente no le importaba.
Atrapé su muñeca y le patee una rodilla, mientras lo empujaba del cuello con la otra mano y lo llevaba un lado, haciéndolo caer del escenario sobre la corta pila de cuerpos que el mismo había dejado. Por la forma en que cayó, debió haberse partido el cuello.
Salté sobre él de todas maneras y lo apuñalé una vez. Era una máxima de estas cosas: la mejor manera de asegurarte que algo estaba muerto era matándolo una segunda vez.
Disgustado me limpié las manos de sangre y la cara y la ropa de unas gotas con un trapo, pero no bastaría para mi calzado. En calma, sabiendo que ni el bio ni el virrey se habían movido durante toda la escena – por facultad de poder detectarlos solo por olor – me di vuelta, viendo al virrey a la cara.
Decirlo ahora que estaba más cerca del "público" era mala idea, demostrar que ni yo estaba seguro de que significaba todo esto, pero mi cara debía ser pregunta suficiente. Esperaba una explicación sobre esto.
La reacción del público, al ver al recién vendido matar a dos subordinados y pelearse con el tercero y cuarto que intentaban comprender la situación, fue mixta. O no. Debería decir, fue más que indiferencia. Eso es lo que te podía ofrecer la persona promedio en esta ciudad al ver un homicidio.
En mi caso cerré la boca tras un par de segundos de notar que la tenía abierta. No lo supe en ese momento, pero tenía los brazos tensados detrás de la espalda. Nunca había apreciado el ruido, y esto no era más que una colección de eso. Gritos, insultos, confusión, sorpresa. Algún imbécil animando la pelea, y risa.
¿Risa?
Mi primer pensamiento fue el bio-cibérnetico, pero desde el rabillo del ojo podía notar que Einar estaba tranquilo, para ser él. La sacudida que provocaba la risa al cuerpo venía de alguien más. Fruncí el ceño y volteé.
—Owens, nefasto hijo de perra —gruñí, enseñándole los colmillos. El hombre estaba burlándose de la situación como un niño viendo a una persona que se acababa de tropezar.
O, peor que eso, riéndose como un niño que acababa de hacer tropezar a una persona.
Me calmé aprovechando que el escándalo debió enmudecer mi insulto hacia el hombre. No me interesaba si él lo había escuchado: sino, podía repetírselo con gusto. El asunto es que nadie más lo oyera. No era bueno ni útil demostrar una pelea interna aquí, en una situación que ya era desastrosa.
Además, tenía una gota de curiosidad. ¿Cómo lo había convencido de esto? Dinero estaba descartado. Su vida era lo más evidente, y aun así, matar a sus subordinados solo significaba que nadie querría estar bajo su pie durante un buen tiempo. Era perder lo que había construido. No es que los jefes en esta ciudad no fuesen unos malditos, pero no puedes ser un maldito con todo el mundo. Saber elegir con quien se es una desgracia es una de las mejores habilidades que aprender en la vida.
—Espero —empecé en un murmuro, acercándome unos pasos al hombre—, que esto tenga un propósito mayor. ¿Comprendes lo qué… hiciste? Como sea que lo hayas hecho —dije. Eso en sí mismo fue un anzuelo a que explicase, le encantaba hablar—. Acabas de lanzar por la borda la posibilidad de ir a la madriguera de ratas. Despejar dudas. Y, no sé —hice gestos dramáticos—, quizá cooperar para mantenerte a salvo y que puedas seguir riéndot-
Aah…
Bajé la cabeza y giré sobre un pie, atrapando la cara al recién vendido. Vi de reojo un instante bajo; todos los que eran sus subordinados muertos. ¿Le había ordenado Owens matarme también? ¿Era ahora cuando uno traicionaba al otro, en una subasta?
Hmm. No estaba mal, de hecho. Venderme en una subasta…
Quizá había sido un error de cálculo. Algo así habría sido mejor hecho con Ran. o Einar. Ellos, consideraba que no podía ganar en una pelea directa y limpia, y tampoco podía ganar en varias sucias. ¿Pero este hombre?
Enterré un dedo en el ojo del hombre, sacando poca sangre e inmediatamente usando esa miseria en potenciarme. En cuanto se separó alteré la percepción de los presentes [1], haciéndome algo más difícil de ver en dos sentidos: uno, simplemente era literal. Me colaba mejor en las sombras del escenario y la noche.
El segundo era metafórico. Se supone que ahora era terrorífico. Siempre me pregunté cómo debía lucir para los demás haciendo esto. Dos siglos y los espejos no eran respuesta.
—Puedes detener esto y vivir para lo que sea que te prometió este hombre —extendí un brazo a un lado, como si presentase al virrey—. O insistir y...
Había pocas cosas que odiaba más que me interrumpiesen hablando. Como un animal cualquiera se lanzó hacía mí, sin pensar o medir ningún movimiento. En el momento supe que tenía que haberle prometido algo más que vivir, porque eso claramente no le importaba.
Atrapé su muñeca y le patee una rodilla, mientras lo empujaba del cuello con la otra mano y lo llevaba un lado, haciéndolo caer del escenario sobre la corta pila de cuerpos que el mismo había dejado. Por la forma en que cayó, debió haberse partido el cuello.
Salté sobre él de todas maneras y lo apuñalé una vez. Era una máxima de estas cosas: la mejor manera de asegurarte que algo estaba muerto era matándolo una segunda vez.
Disgustado me limpié las manos de sangre y la cara y la ropa de unas gotas con un trapo, pero no bastaría para mi calzado. En calma, sabiendo que ni el bio ni el virrey se habían movido durante toda la escena – por facultad de poder detectarlos solo por olor – me di vuelta, viendo al virrey a la cara.
Decirlo ahora que estaba más cerca del "público" era mala idea, demostrar que ni yo estaba seguro de que significaba todo esto, pero mi cara debía ser pregunta suficiente. Esperaba una explicación sobre esto.
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[1] Presencia Vampírica.
Ó Catháin
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Re: Dos asesinos y tres dementes [Trabajo]
En cuanto el repiqueteo del mazo terminó de sonar, el recientemente vendido prisionero le sacó la daga que llevaba a uno de sus sirvientes y sin dudarlo un segundo lo apuñaló en el estómago. El gesto de sorpresa del asesinado fue todo un poema, ni él ni sus compañeros podían explicarse qué acababa de ocurrir. Su Jefe seguía con las manos atadas, pero aún así se las arreglo para apuñalar a otro más antes de que las potenciales víctimas reaccionaran y comenzaran a defenderse.
Pero claro, como ya fue dicho múltiples veces: Uno no llegaba a líder en Ciudad Lagarto sin tener al menos alguna capacidad en la pelea.
El prisionero apoyó la espalda contra las tablas del escenario y desde allí continuó peleando, hiriendo a todos los que alguna vez habían sido sus compañeros. Y mientras tanto Matthew reía, reía a carcajadas porque la situación era tan irónica que no había manera de mantener la compostura. No tenía muy seguido la oportunidad de usar sus habilidades de hipnosis, pero cuando lo hacía lo disfrutaba muchísimo, le fascinaba la manera en que las personas podían abandonarse con tanta facilidad a sus manipulaciones.
Desvió la mirada hacia Donovan, no parecía estarse divirtiendo. Y el público... Eran ciudadanos dignos de tener a un Virrey como Owens.
-¿Cómo lo hice? - Levantó las manos y movió los dedos de forma burlona - Magia - Se siguió riendo - Sí quieres saber la verdad tendrás que dedicarme más tiempo, una chica no puede revelar sus secretos así como así - Le guiñó un ojo de forma coqueta - Tienes un modo de pensar tan eficientemente aburrido... - Comentó ante el planteo de que dejar vivo al prisionero y dejarlo ir a su escondite era mejor.
¿Qué importaba donde tenía su guarida? ¿A quién le importaba si tenía otros planes? Media ciudad tenía planes para matarlo, y la otra media ciudad probablemente aplaudiría si lo hicieran solo porque sería un espectáculo increíble.
-Hacer las cosas de forma metódica no tiene chiste - Agregó Einar para darle la razón a Matt - No eres nada gracioso, Donovan -
-No tiene el menor sentido de la teatralidad - Confirmó Matt, siempre parecía que estaban haciendo un dúo cómico con el Bio.
La charla fue interrumpida por un desaforado prisionero que, habiendo terminado de matar a todos sus compañeros, había decidido que el siguiente sería el Vampiro. Matt se quedó de brazos cruzados mirando con curiosidad la situación.
-¿Cuál había sido la orden? - Se tomó unos largos segundos para pensarlo - Creo que era algo como “Mata a todos tus camaradas” - Se quedó meditando el asunto mientras Donovan terminaba de matar al bandido.
Cuando terminó Matthew le dedicó un aplauso pausado, aunque sonreía.
-Cruel, sanguinario ¡Brutal! Te mueves de una forma deliciosa cuando estás asesinando- Lo lleno de cumplidos sin motivo aparente. Luego miró al público e hizo un gesto de molestia - ¿Qué están mirando? ¿No escucharon? Se terminó la subasta ¡Largo! - Y esa última palabra fue casi como un ladrido.
Las personas comenzaron a marcharse rápidamente, los que estaban más cerca de los cadáveres no perdieron la oportunidad de fijarse si llevaban algo de valor en los bolsillos antes de retirarse. Owens le ofreció una mano a Donovan para que subiera de nuevo al escenario.
-¿Y? ¿No crees que fue divertido? - Esbozó su sonrisa más infantil y adorable - Y ahora cuéntame ¿Qué relación tenías con ese bandido?-
Pero claro, como ya fue dicho múltiples veces: Uno no llegaba a líder en Ciudad Lagarto sin tener al menos alguna capacidad en la pelea.
El prisionero apoyó la espalda contra las tablas del escenario y desde allí continuó peleando, hiriendo a todos los que alguna vez habían sido sus compañeros. Y mientras tanto Matthew reía, reía a carcajadas porque la situación era tan irónica que no había manera de mantener la compostura. No tenía muy seguido la oportunidad de usar sus habilidades de hipnosis, pero cuando lo hacía lo disfrutaba muchísimo, le fascinaba la manera en que las personas podían abandonarse con tanta facilidad a sus manipulaciones.
Desvió la mirada hacia Donovan, no parecía estarse divirtiendo. Y el público... Eran ciudadanos dignos de tener a un Virrey como Owens.
-¿Cómo lo hice? - Levantó las manos y movió los dedos de forma burlona - Magia - Se siguió riendo - Sí quieres saber la verdad tendrás que dedicarme más tiempo, una chica no puede revelar sus secretos así como así - Le guiñó un ojo de forma coqueta - Tienes un modo de pensar tan eficientemente aburrido... - Comentó ante el planteo de que dejar vivo al prisionero y dejarlo ir a su escondite era mejor.
¿Qué importaba donde tenía su guarida? ¿A quién le importaba si tenía otros planes? Media ciudad tenía planes para matarlo, y la otra media ciudad probablemente aplaudiría si lo hicieran solo porque sería un espectáculo increíble.
-Hacer las cosas de forma metódica no tiene chiste - Agregó Einar para darle la razón a Matt - No eres nada gracioso, Donovan -
-No tiene el menor sentido de la teatralidad - Confirmó Matt, siempre parecía que estaban haciendo un dúo cómico con el Bio.
La charla fue interrumpida por un desaforado prisionero que, habiendo terminado de matar a todos sus compañeros, había decidido que el siguiente sería el Vampiro. Matt se quedó de brazos cruzados mirando con curiosidad la situación.
-¿Cuál había sido la orden? - Se tomó unos largos segundos para pensarlo - Creo que era algo como “Mata a todos tus camaradas” - Se quedó meditando el asunto mientras Donovan terminaba de matar al bandido.
Cuando terminó Matthew le dedicó un aplauso pausado, aunque sonreía.
-Cruel, sanguinario ¡Brutal! Te mueves de una forma deliciosa cuando estás asesinando- Lo lleno de cumplidos sin motivo aparente. Luego miró al público e hizo un gesto de molestia - ¿Qué están mirando? ¿No escucharon? Se terminó la subasta ¡Largo! - Y esa última palabra fue casi como un ladrido.
Las personas comenzaron a marcharse rápidamente, los que estaban más cerca de los cadáveres no perdieron la oportunidad de fijarse si llevaban algo de valor en los bolsillos antes de retirarse. Owens le ofreció una mano a Donovan para que subiera de nuevo al escenario.
-¿Y? ¿No crees que fue divertido? - Esbozó su sonrisa más infantil y adorable - Y ahora cuéntame ¿Qué relación tenías con ese bandido?-
Matthew Owens
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Re: Dos asesinos y tres dementes [Trabajo]
Le dediqué una mirada severa al hombre, como un padre a su hijo. Era apropiado, considerando que me sentía el adulto regañando a un niño muy desgraciado en ese momento. Odiaba esta sensación. No fue la primera vez que la sentí. No sería la última.
Pero definitivamente, estaría entre las veces que fue más fuerte; que algo me estorbaba con esta intensidad.
No se trataba del hecho que me fastidiase que esquivase mi pregunta o fuese burlesco, era algo en... él. Owens tenía una manera particular de chocar con la gente, y sabía como ser veneno o miel, verbal y corporalmente. Para alguien "eficientemente aburrido" como yo todos los pequeños detalles saltaban como niños gritando cuando había dulce en casa. El hombre se las arreglaba para hacer cada uno de ellos encantador o molesto. Sabía como ser irritante. Sabía mil pequeñas maneras que hacian que tratar con él fuese más tóxico que comerte el cuerpo sin filtrar de una serpiente.
Podías saber todo esto, y estar completamente seguro, y repetirtelo y repetirtelo y repetirlo... que Owens había entrenado sus manos, y su cuerpo, y su lengua - porque me negaba a creer que alguien naciese con el talento de ser una ladilla humana - ... qué era un mentiroso, un fastidio andante... y te estorbaría igual, como me estorbaba a mí, porque aún a sabiendas de todo eso me hacía dudar.
¿Sabía que me estaba mintiendo? Sí. ¿Evadiendo la pregunta? Sí. ¿Burlándose? Oh, y cuánto.
¿Pero tenía completa y absoluta fe de qué no podía hacer magia?
...
Eran dos siglos de saberlo. Los humanos no podían. Pero Owens podía hacerme dudar dos siglos de conocimiento. Que maldito hombre tan molesto.
—Mi trabajo es asesinar, y soy infinitamente más efectivo que tú. Qué creas que el trabajo se basa en ser gracioso explica bastante, pequeña basura —gruñí hacía Einar, exasperado.
Me pasé las manos por la ropa para quitar arrugas y tomé aire lentamente para relajarme. Lo menos que debía exigirme era no perder el estilo. Por esa razón, y solo esa, acepté la mano del hombre para volver a subir al escenario. Mostraría que estaba más calmado. Que sabía controlarme.
Si la situación se presentase, igual mataría a Einar, por supuesto.
—No sé de qué estás hablando, no conozco a ese hombre. No es por negar que te quiero muerto —le sonreí, cruzando las manos detrás de mi espalda—. Pero no lo intentaría con gente así de patética. Si hubiese querido a cualquier inútil envuelto en esto para ponerte un fin, se lo habría propuesto a Einar.
Volteé al ver al susodicho, aún con la sonrisa en el rostro, solo por ser chocante. A un nivel muy básico, era para comprobar que no estuviese avanzando hacia mí. Eso podía hacerlo con mi nariz, pero es una regla de la alquimia que vale bastante para la vida. Comprueba todo tres veces.
—Soy orgulloso con mi trabajo, Owens... hago para lo que me pagan, y nadie me ha pagado por tu cabeza. Una pena, la verdad sea dicha, pero también eso: la verdad. Todo lo que he hecho estas noches es intentar hacerme sentido de quienes están intentando llegar a ti... tan activamente.
Me di vuelta y di un par de pasos, volteando a verlo e indicándole que me siguiera.
—Te recordaré que mentir para conseguir dinero es tu negocio, no el mío. Vamos... es tu chance de oro, te dedicaré tiempo como la buena señorita que eres. Usa tu supuesta magia en mí, y hazme confesar. No escucharás nada distinto.
Pero definitivamente, estaría entre las veces que fue más fuerte; que algo me estorbaba con esta intensidad.
No se trataba del hecho que me fastidiase que esquivase mi pregunta o fuese burlesco, era algo en... él. Owens tenía una manera particular de chocar con la gente, y sabía como ser veneno o miel, verbal y corporalmente. Para alguien "eficientemente aburrido" como yo todos los pequeños detalles saltaban como niños gritando cuando había dulce en casa. El hombre se las arreglaba para hacer cada uno de ellos encantador o molesto. Sabía como ser irritante. Sabía mil pequeñas maneras que hacian que tratar con él fuese más tóxico que comerte el cuerpo sin filtrar de una serpiente.
Podías saber todo esto, y estar completamente seguro, y repetirtelo y repetirtelo y repetirlo... que Owens había entrenado sus manos, y su cuerpo, y su lengua - porque me negaba a creer que alguien naciese con el talento de ser una ladilla humana - ... qué era un mentiroso, un fastidio andante... y te estorbaría igual, como me estorbaba a mí, porque aún a sabiendas de todo eso me hacía dudar.
¿Sabía que me estaba mintiendo? Sí. ¿Evadiendo la pregunta? Sí. ¿Burlándose? Oh, y cuánto.
¿Pero tenía completa y absoluta fe de qué no podía hacer magia?
...
Eran dos siglos de saberlo. Los humanos no podían. Pero Owens podía hacerme dudar dos siglos de conocimiento. Que maldito hombre tan molesto.
—Mi trabajo es asesinar, y soy infinitamente más efectivo que tú. Qué creas que el trabajo se basa en ser gracioso explica bastante, pequeña basura —gruñí hacía Einar, exasperado.
Me pasé las manos por la ropa para quitar arrugas y tomé aire lentamente para relajarme. Lo menos que debía exigirme era no perder el estilo. Por esa razón, y solo esa, acepté la mano del hombre para volver a subir al escenario. Mostraría que estaba más calmado. Que sabía controlarme.
Si la situación se presentase, igual mataría a Einar, por supuesto.
—No sé de qué estás hablando, no conozco a ese hombre. No es por negar que te quiero muerto —le sonreí, cruzando las manos detrás de mi espalda—. Pero no lo intentaría con gente así de patética. Si hubiese querido a cualquier inútil envuelto en esto para ponerte un fin, se lo habría propuesto a Einar.
Volteé al ver al susodicho, aún con la sonrisa en el rostro, solo por ser chocante. A un nivel muy básico, era para comprobar que no estuviese avanzando hacia mí. Eso podía hacerlo con mi nariz, pero es una regla de la alquimia que vale bastante para la vida. Comprueba todo tres veces.
—Soy orgulloso con mi trabajo, Owens... hago para lo que me pagan, y nadie me ha pagado por tu cabeza. Una pena, la verdad sea dicha, pero también eso: la verdad. Todo lo que he hecho estas noches es intentar hacerme sentido de quienes están intentando llegar a ti... tan activamente.
Me di vuelta y di un par de pasos, volteando a verlo e indicándole que me siguiera.
—Te recordaré que mentir para conseguir dinero es tu negocio, no el mío. Vamos... es tu chance de oro, te dedicaré tiempo como la buena señorita que eres. Usa tu supuesta magia en mí, y hazme confesar. No escucharás nada distinto.
Ó Catháin
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Re: Dos asesinos y tres dementes [Trabajo]
El Virrey se rió con ganas.
-Hubieses tenido muchas más posibilidades si contrataste a Einar. El único problema con eso es que es difícil convencerlo - Miró de reojo al Bio - No es por nada pero... Creo que esta mal de la cabeza -
-Creía que ese era el requisito mínimo para vivir en esta ciudad - Respondió Einar, quien hasta el momento se había hecho el que no escuchaba nada de la conversación.
-No, sólo para trabajar conmigo - Volvió su atención al Vampiro - No puedo entender qué salió mal - Se rascaba la barba haciéndose el distraído - ¿Será que me confundí de orden? - Chasqueo la lengua - Da lo mismo ahora ¿No? Lo importante es que lograste sobrevivir - Y terminó la oración con una amplia sonrisa.
Lo vio pasar, más concretamente, le hizo un escaneo de cuerpo completo ¿Por qué? Porque podía hacerlo y porque suponía que ese tipo de miradas iban a molestar más a Donovan que un comentario ofensivo. Alrededor de ellos los asistentes empezaron a desarmar el escenario, el atril, retirar los cadáveres, guardar las sillas y echar a la chusma que quedaba.
-¡Oh! ¿De verdad? ¿Vas a pasar tiempo de caridad conmigo? Soy un privilegiado - Comentó con sarcasmo.
Pasaron nuevamente por el corredor que llevaba al prostíbulo, luego por la sala central donde las muchachas terminaban una larga jornada de trabajo y se disponían a lavarse e irse a descansar. Luego por las escaleras y hasta la oficina de Matthew, donde hace dos días había empezado todo eso.
Cuando Einar estaba por entrar también, Owens le apoyó una mano en el pecho y lo apartó con amabilidad.
-No, quédate afuera, sabes que cuando hago esto no quiero que estés presente - El Bio se lo quedó mirando durante largos y tensos segundos - Einar... - Dijo en un tono distinto al habitual.
-Estaré abajo si me necesitan - Expresó de pronto el Bio en tono animado - Adiós Donovan, no fue un placer trabajar contigo -
El Virrey cerró la puerta y fue a sentarse a su sillón tras el escritorio. Abrió un cajón, buscando algo, terminó sacando un objeto bastante curioso que se componía de cinco bolas de metal sujetadas con unos hilos. Lo puso sobre la mesa, justo en medio de ambos, y agarró la pelota de uno de los lados, separándola de las otras pero sin soltarla aún.
-¿Habías visto uno de estos? Lo encontré en un mercado de baratijas, creo que nadie allí le encontraba mucho uso, pero para mi fue perfecto - Parecía que nuevamente Matthew estaba hablando de puros temas sin sentido para evitar conversar sobre lo que había prometido, soltó el péndulo y comenzó a hacer un sonido acompasado - No hay nada de magia en lo que hago, así que no desperdicies tu esfuerzo intentando encontrar runas, pergaminos ni nada similar - El sonido continuaba, y Matthew lo miraba a los ojos sin parpadear - Tampoco puedo usar las cosas esas que hacen ustedes los Vampiros ¿Me estás escuchando con atención? Presta atención a mi voz, y al sonido, solo así vas a entender de qué se trata todo esto - La habitación comenzaba a ponerse más borrosa y de pronto el péndulo y Matthew eran lo único que notaría Donovan.
-----------------------------------
*Ya que la Habilidad en realidad es de 1 Uso, esto es simplemente una cuestión Narrativa que acordamos con el User de Donovan, no una utilización real de la Habilidad.
-Hubieses tenido muchas más posibilidades si contrataste a Einar. El único problema con eso es que es difícil convencerlo - Miró de reojo al Bio - No es por nada pero... Creo que esta mal de la cabeza -
-Creía que ese era el requisito mínimo para vivir en esta ciudad - Respondió Einar, quien hasta el momento se había hecho el que no escuchaba nada de la conversación.
-No, sólo para trabajar conmigo - Volvió su atención al Vampiro - No puedo entender qué salió mal - Se rascaba la barba haciéndose el distraído - ¿Será que me confundí de orden? - Chasqueo la lengua - Da lo mismo ahora ¿No? Lo importante es que lograste sobrevivir - Y terminó la oración con una amplia sonrisa.
Lo vio pasar, más concretamente, le hizo un escaneo de cuerpo completo ¿Por qué? Porque podía hacerlo y porque suponía que ese tipo de miradas iban a molestar más a Donovan que un comentario ofensivo. Alrededor de ellos los asistentes empezaron a desarmar el escenario, el atril, retirar los cadáveres, guardar las sillas y echar a la chusma que quedaba.
-¡Oh! ¿De verdad? ¿Vas a pasar tiempo de caridad conmigo? Soy un privilegiado - Comentó con sarcasmo.
Pasaron nuevamente por el corredor que llevaba al prostíbulo, luego por la sala central donde las muchachas terminaban una larga jornada de trabajo y se disponían a lavarse e irse a descansar. Luego por las escaleras y hasta la oficina de Matthew, donde hace dos días había empezado todo eso.
Cuando Einar estaba por entrar también, Owens le apoyó una mano en el pecho y lo apartó con amabilidad.
-No, quédate afuera, sabes que cuando hago esto no quiero que estés presente - El Bio se lo quedó mirando durante largos y tensos segundos - Einar... - Dijo en un tono distinto al habitual.
-Estaré abajo si me necesitan - Expresó de pronto el Bio en tono animado - Adiós Donovan, no fue un placer trabajar contigo -
El Virrey cerró la puerta y fue a sentarse a su sillón tras el escritorio. Abrió un cajón, buscando algo, terminó sacando un objeto bastante curioso que se componía de cinco bolas de metal sujetadas con unos hilos. Lo puso sobre la mesa, justo en medio de ambos, y agarró la pelota de uno de los lados, separándola de las otras pero sin soltarla aún.
- Péndulo:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
-¿Habías visto uno de estos? Lo encontré en un mercado de baratijas, creo que nadie allí le encontraba mucho uso, pero para mi fue perfecto - Parecía que nuevamente Matthew estaba hablando de puros temas sin sentido para evitar conversar sobre lo que había prometido, soltó el péndulo y comenzó a hacer un sonido acompasado - No hay nada de magia en lo que hago, así que no desperdicies tu esfuerzo intentando encontrar runas, pergaminos ni nada similar - El sonido continuaba, y Matthew lo miraba a los ojos sin parpadear - Tampoco puedo usar las cosas esas que hacen ustedes los Vampiros ¿Me estás escuchando con atención? Presta atención a mi voz, y al sonido, solo así vas a entender de qué se trata todo esto - La habitación comenzaba a ponerse más borrosa y de pronto el péndulo y Matthew eran lo único que notaría Donovan.
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*Ya que la Habilidad en realidad es de 1 Uso, esto es simplemente una cuestión Narrativa que acordamos con el User de Donovan, no una utilización real de la Habilidad.
Matthew Owens
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Re: Dos asesinos y tres dementes [Trabajo]
Avanzamos por el corredor. Pocas cosas daban más miedo.
Una gota de sudor corrió por mi rostro e hice el esfuerzo por ignorarla. No estaba en mi rango. No olía a la persona. Ni rastro de ella. ¿Dónde estaba? Podía ver las escaleras desde donde estaba. Tendría que ponerle fin a la vida de algu-
Un hombre chocó conmigo, empujándome ligeramente. No estaba tan ruborizado como para creer que iba borracho. Nos miramos unos segundos y ambos vimos de reojo a Owens. Irónicamente, el prostíbulo tenía reglas. No pelear dentro era una de ellas. Le arranqué un trago que llevaba en la mano y seguí mi camino. Le perdonaría, esta vez.
Pasados los escalones llegamos a la oficina del virrey. Tomé asiento, no perdiendo pista de lo que pasaba afuera: no podía escuchar nada, pero había olido como Owens detuvo a Einar. Estaban suficientemente próximos como para que las fragancias que hacían sus circulaciones me fuesen tan claras como el día. Un plus inesperado, pero bienvenido.
Haría las cosas más sencillas para mí.
Coloqué la copa en el escritorio y puse las manos sobre las piernas, observando a Owens con más atención de lo que solía hacerlo. No era poco.
—No —repliqué honestamente ante la pregunta sobre su juguete. No pude evitar señalar en mi mente que encontrase perfecto una baratija a la que nadie más le encontró uso, casi como si hubiera hecho eso consigo mismo.
Escuchar la verdad del pasado de las personas siempre era interesante, una de las pocas cosas que le daba sentido a estar vivo. Una pena que esta pequeña presentación fuese la historia de un hombre que portaba treinta, cuarenta máscaras más que el promedio. Una pena que mi situación fuese tan precaria. Simplemente no era el momento.
—Hmph —musité como admisión de que estaba buscando alguna señal de magia en el objeto. Dejé de verlo un par de segundos para ver a Owens, y me pregunté si recordaba verlo pestañear desde que entró.
No. Pero de nuevo, no era el momento. O quizás sí. Asentí a las ordenes, por una vez sin ser pedante. y me concentré en él...
...Luego de beberme la copa, claro. [1]
—Sangre, Owens. Todos podemos usar un poco de ella.
Apreté con suficiente fuerza para hacerme cortes leves en la mano, uno de ellos grandes y auto-propinado presionando un trozo contra mi palma, antes de dejarlo caer. Me lamí allí, casualmente, dejándome un mensaje. Manejar sangre que no estaba dentro de cuerpos era infinitamente más simple que la contenida dentro.
¿Se lo había dicho, no es así? No conocía a ese hombre. O lo hacía, pero no más dentro de unos segundos. No sabría nada. Podía preguntar todo lo que quisiera y estaría a salvo, o estaría muerto. Sin todos mis recuerdos sería más fácil para él burlarse de mí, claro, pero Owens acostumbraba a hacer eso diariamente. Había aprendido a burlarse de la gente con la mirada, y puedo asegurar que era una risa molesta.
Mis pensamientos se fueron hundiendo lentamente, como una voz lejana, ajena y débil. El propio aire se hizo mudo. Sentí la sangre en mi mano y la forma general se hizo en mi mente. "Préstale atención. Qnsec."
Que-no-sepa-eres-culpable. ¿Hm? ¿De...? Ah-
Pronto todo lo que escuchaba eran los tac del objeto, y a la voz de Owens. ¿Dónde estaba...? ¿Qué estaba haciendo?
Una gota de sudor corrió por mi rostro e hice el esfuerzo por ignorarla. No estaba en mi rango. No olía a la persona. Ni rastro de ella. ¿Dónde estaba? Podía ver las escaleras desde donde estaba. Tendría que ponerle fin a la vida de algu-
Un hombre chocó conmigo, empujándome ligeramente. No estaba tan ruborizado como para creer que iba borracho. Nos miramos unos segundos y ambos vimos de reojo a Owens. Irónicamente, el prostíbulo tenía reglas. No pelear dentro era una de ellas. Le arranqué un trago que llevaba en la mano y seguí mi camino. Le perdonaría, esta vez.
Pasados los escalones llegamos a la oficina del virrey. Tomé asiento, no perdiendo pista de lo que pasaba afuera: no podía escuchar nada, pero había olido como Owens detuvo a Einar. Estaban suficientemente próximos como para que las fragancias que hacían sus circulaciones me fuesen tan claras como el día. Un plus inesperado, pero bienvenido.
Haría las cosas más sencillas para mí.
Coloqué la copa en el escritorio y puse las manos sobre las piernas, observando a Owens con más atención de lo que solía hacerlo. No era poco.
—No —repliqué honestamente ante la pregunta sobre su juguete. No pude evitar señalar en mi mente que encontrase perfecto una baratija a la que nadie más le encontró uso, casi como si hubiera hecho eso consigo mismo.
Escuchar la verdad del pasado de las personas siempre era interesante, una de las pocas cosas que le daba sentido a estar vivo. Una pena que esta pequeña presentación fuese la historia de un hombre que portaba treinta, cuarenta máscaras más que el promedio. Una pena que mi situación fuese tan precaria. Simplemente no era el momento.
—Hmph —musité como admisión de que estaba buscando alguna señal de magia en el objeto. Dejé de verlo un par de segundos para ver a Owens, y me pregunté si recordaba verlo pestañear desde que entró.
No. Pero de nuevo, no era el momento. O quizás sí. Asentí a las ordenes, por una vez sin ser pedante. y me concentré en él...
...Luego de beberme la copa, claro. [1]
—Sangre, Owens. Todos podemos usar un poco de ella.
Apreté con suficiente fuerza para hacerme cortes leves en la mano, uno de ellos grandes y auto-propinado presionando un trozo contra mi palma, antes de dejarlo caer. Me lamí allí, casualmente, dejándome un mensaje. Manejar sangre que no estaba dentro de cuerpos era infinitamente más simple que la contenida dentro.
¿Se lo había dicho, no es así? No conocía a ese hombre. O lo hacía, pero no más dentro de unos segundos. No sabría nada. Podía preguntar todo lo que quisiera y estaría a salvo, o estaría muerto. Sin todos mis recuerdos sería más fácil para él burlarse de mí, claro, pero Owens acostumbraba a hacer eso diariamente. Había aprendido a burlarse de la gente con la mirada, y puedo asegurar que era una risa molesta.
Mis pensamientos se fueron hundiendo lentamente, como una voz lejana, ajena y débil. El propio aire se hizo mudo. Sentí la sangre en mi mano y la forma general se hizo en mi mente. "Préstale atención. Qnsec."
Que-no-sepa-eres-culpable. ¿Hm? ¿De...? Ah-
Pronto todo lo que escuchaba eran los tac del objeto, y a la voz de Owens. ¿Dónde estaba...? ¿Qué estaba haciendo?
_______________________________
[1] Limitado: Veneno El Blanco.
Donovan se bebe una dosis de veneno el blanco para olvidar los hechos de la última semana durante 1 hora, y ver si sobrevive a la inspección mental de Matthew. El lametón es una manera de tapar su uso de magia para mover la sangre en su palma y el mensaje que se 'dejó', porque es una terrible lástima que no pueda dejárselo usando solo la destreza de su lengua.
Ó Catháin
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Re: Dos asesinos y tres dementes [Trabajo]
La hipnosis era un recurso muy interesante, para explicarlo de modo resumido, era solo el ambiente correcto con la entonación correcta y el sonido correcto, todo abocado a la única función de adormecer la mente del interlocutor. Una vez que las defensas del receptor habían caído, Matthew podía meterse y escudriñar en los pensamientos y recuerdos de la otra persona e incluso manipular hasta cierto punto sus acciones.
Cuando notó que la luz en los ojos de Donovan se apagaban ligeramente se levantó de su asiento y dio la vuelta alrededor de la mesa. Agarró la silla del Vampiro y la hizo hacía atrás, dejando que se apoye sólo en las dos patas traseras, el estado indefenso en el que había quedado resultaba sumamente tentador. Matthew lo observó en detalle, recorriendo cada parte de su rostro, se mordió el labio y sonrió, no era lujuria lo que recorría su mente, el gesto denotaba el esfuerzo que tenía que hacer para no realizar actos violentos de los que luego se arrepentiría.
Acercó la boca al oído de Donovan.
-Ahora solo quiero que te concentres en mis palabras, deja que tu cuerpo flote y se vaya lejos, no lo necesitaras por ahora. Solo tienes que escuchar mi voz y responder a mis preguntas - Se irguió nuevamente y volvió a poner las cuatro patas de la silla en el piso, luego caminó hasta estar frente al Vampiro y se sentó en el escritorio, cruzándose de piernas con delicadeza - ¿De donde conocías al bandido que intentó matarte? Sé que se conocían porque mis órdenes eran que matara a todos sus compañeros, así que ¿Por qué se conocían? ¿Tenían planes juntos? ¿Intentabas hacer que me maten? - Un gesto involuntario en el rostro de Donovan alertó a Owens de que algo pasaba - No te resistas, si te resistes todo será más difícil y no quieres que sea difícil - Lo decía con convicción porque todo lo que dijera el Asesino lo aceptaría como una verdad.
Los minutos pasaron, Matthew intentó sonsacarle la verdad preguntando de diferentes formas, pero no había manera, Donovan no parecía tener recuerdo alguno de nada relacionado con ese asunto. El Estafador sabía que algo estaba pasando, pero no tenía manera de saber qué, y sí extendía demasiado tiempo la hipnosis dejaría de ser tan efectiva, así que no tenía más remedio que dejarlo ir.
-Bien, te saliste con la tuya - Matt se desabrochó los botones del cuello y de las mangas, el cansancio comenzaba a hacer mella en él - Voy a ordenarte una última cosa, Donovan, y escúchame con atención: Cada vez que te acerques a Hadden sentirás ansiedad y náuseas, de pronto tendrás una tremenda urgencia por alejarte, tu cuerpo rechazará el contacto y eso te parecerá muy natural pues eres un Vampiro y él un Licántropo - No había que desaprovechar la oportunidad de eliminar posible competencia - Cuando el sonido del péndulo se detenga, despertaras de este sueño y sólo te quedará la sensación de que estuviste bajo algún tipo de efecto de sugestión, sin demasiados detalles -
Dio vuelta alrededor de la mesa nuevamente, para sentarse en su silla, pasó una mano por su pelo para peinarlo hacia atrás, había sido una noche muy larga. Acercó solo dos dedos hacía una de las esferas de metal y la sujetó en el aire para que dejaran de realizar el hipnótico movimiento.
-Fue un placer trabajar contigo, Dony - Le sonrió con amabilidad - Te agradezco enormemente que me hayas salvado la vida. Baja hasta la sala principal y allí Brenda te pagará tus honorarios - Guardó el péndulo en el cajón mientras hablaba - Adieu - Lo despidió en otro idioma.
Cuando notó que la luz en los ojos de Donovan se apagaban ligeramente se levantó de su asiento y dio la vuelta alrededor de la mesa. Agarró la silla del Vampiro y la hizo hacía atrás, dejando que se apoye sólo en las dos patas traseras, el estado indefenso en el que había quedado resultaba sumamente tentador. Matthew lo observó en detalle, recorriendo cada parte de su rostro, se mordió el labio y sonrió, no era lujuria lo que recorría su mente, el gesto denotaba el esfuerzo que tenía que hacer para no realizar actos violentos de los que luego se arrepentiría.
Acercó la boca al oído de Donovan.
-Ahora solo quiero que te concentres en mis palabras, deja que tu cuerpo flote y se vaya lejos, no lo necesitaras por ahora. Solo tienes que escuchar mi voz y responder a mis preguntas - Se irguió nuevamente y volvió a poner las cuatro patas de la silla en el piso, luego caminó hasta estar frente al Vampiro y se sentó en el escritorio, cruzándose de piernas con delicadeza - ¿De donde conocías al bandido que intentó matarte? Sé que se conocían porque mis órdenes eran que matara a todos sus compañeros, así que ¿Por qué se conocían? ¿Tenían planes juntos? ¿Intentabas hacer que me maten? - Un gesto involuntario en el rostro de Donovan alertó a Owens de que algo pasaba - No te resistas, si te resistes todo será más difícil y no quieres que sea difícil - Lo decía con convicción porque todo lo que dijera el Asesino lo aceptaría como una verdad.
Los minutos pasaron, Matthew intentó sonsacarle la verdad preguntando de diferentes formas, pero no había manera, Donovan no parecía tener recuerdo alguno de nada relacionado con ese asunto. El Estafador sabía que algo estaba pasando, pero no tenía manera de saber qué, y sí extendía demasiado tiempo la hipnosis dejaría de ser tan efectiva, así que no tenía más remedio que dejarlo ir.
-Bien, te saliste con la tuya - Matt se desabrochó los botones del cuello y de las mangas, el cansancio comenzaba a hacer mella en él - Voy a ordenarte una última cosa, Donovan, y escúchame con atención: Cada vez que te acerques a Hadden sentirás ansiedad y náuseas, de pronto tendrás una tremenda urgencia por alejarte, tu cuerpo rechazará el contacto y eso te parecerá muy natural pues eres un Vampiro y él un Licántropo - No había que desaprovechar la oportunidad de eliminar posible competencia - Cuando el sonido del péndulo se detenga, despertaras de este sueño y sólo te quedará la sensación de que estuviste bajo algún tipo de efecto de sugestión, sin demasiados detalles -
Dio vuelta alrededor de la mesa nuevamente, para sentarse en su silla, pasó una mano por su pelo para peinarlo hacia atrás, había sido una noche muy larga. Acercó solo dos dedos hacía una de las esferas de metal y la sujetó en el aire para que dejaran de realizar el hipnótico movimiento.
-Fue un placer trabajar contigo, Dony - Le sonrió con amabilidad - Te agradezco enormemente que me hayas salvado la vida. Baja hasta la sala principal y allí Brenda te pagará tus honorarios - Guardó el péndulo en el cajón mientras hablaba - Adieu - Lo despidió en otro idioma.
Matthew Owens
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Re: Dos asesinos y tres dementes [Trabajo]
—Mmm —murmuré, apenas audible.
Era como ver mi cabeza desde una ventana. Una casa muy negra, con eco para solo la voz de Owens y un sonido que no recordaba, pero tampoco había olvidado. Sabía qué era, como saber que es rojo, pero hasta ahí. No podías definir rojo, como no podía definir este sonido.
La ventana empezó a alejarse cuando el hombre me pidió flotar. Quizás era mi cuerpo el que se alejaba, haciéndolo todo cada vez menos mío. Esto iba mucho más allá de cualquier magia vampírica, esa solo es un montón de mísera niebla en tu cabeza. Esto... lo que el hombre había hecho, fue el delicado robo de una mente.
Vino mucho después de la hipnosis a mí la posibilidad de que esa deformación de mi rostro fuese miedo. Todos estábamos atrapados en nuestras cabezas, pero que alguien pudiese enseñarte la jaula era terrible. ...
...
. . .
Salté muy levemente del asiento al dejar de escuchar los tac. Resistí el impulso de ver a mis alrededores y fijé vista al frente, sobre Owens. Tenía la cabeza ligera, como si acabase de despertar. La experiencia había sido muy similar a eso: estar entre el completo punto de dormido y despier...
No, no no, no no no. Espera. No recordaba nada de... había... fui sugerido, pero no tenía nada. Pensé en protestar, pero el hombre no había dicho nada de explicarme o enseñarme como funcionaba, ni compartir los secretos de su trabajo. Incluso si lo hubiese hecho, enseñármelo y luego hacer que no se quedasen los recuerdos conmigo igual dejaba su palabra como cierta. No debía olvidar que estaba contra alguien que sabía doblar sus palabras más fácilmente que yo.
Me escocía. No recordaba bien si alguna vez compartí ese nivel, antes de ser mordido.
Pero no ganaba negando la realidad. Pensé en satisfacerme con qué, al parecer, no hubiese dado con nada. O quizás sí, y estaba jugando justo ahora. Quizás sí y me dejaba ir, y me atrapaba luego.
...No había pensado esto bien. En ningún momento factoricé en todo el asunto que yo no fuese el único que pudiese jugar con mi memoria. Recapitulé todo lo que recordaba y no parecía faltar nada excepto el vacío que yo mismo me provoqué, y el de la sesión. No recordaba cuando tomé el veneno, pero solo duraba una hora. Si de alguna forma me las arreglé para tomármelo estando sugerido, podía darle unos... 58 minutos, antes de recordar.
Pestañeé y noté que había pasado demasiados segundos callado.
—N...no puedo decir lo mismo —dije, poniéndome de pie, actuando pedante porque era lo más similar a mi actuación natural hacia él. Bajé la mirada al péndulo—. Pero sé apreciar a un hombre que sabe apreciar cosas, más si las vuelve útiles. Y tu truco, es excelente. Una pena que no recuerde nada... —añadí, cruzando las manos tras mi espalda.
Caminé hasta la puerta con toda la serenidad que podía juntar. ¿El agradecimiento era una pregunta trampa? ¿Le había salvado la vida?
Una respuesta evasiva a su pregunta debía bastar. Fue lo mejor que pude dar. Mucho mejor que el silencio.
—Lo que haya hecho lo hice porque es mi trabajo. Eso es todo —abrí la puerta—. Buenas noches.
Mis recuerdos volvieron eventualmente, cerca de tres cuartos de hora después. No ayudó a mi paranoia recordar que podía dejar ordenes que parecían solo activarse bajo estímulos específicos. Tenía que dejar de usar el veneno por mi propia sanidad, también.
Había sido la segunda vez que lo usaba, una cada noche.
Temí que fuese a desatarse otro caos como aquel sujeto que sugestionó antes, pero mi reunión con el mercader transcurrió sin problemas, más allá del hombre o par de hombres que maté de Ran. No importaba mucho, eran peldaños para ir por Owens. Habría valido la pena.
Lo hizo, diría. Estuve con esa sensación esa noche y las noches porvenir. Aunque no se hubiese logrado borrarlo del mapa de verdad, la creí, aunque pequeña, una victoria. No lo fue. No cuando descubrí más adelante que destrozó en instantes aquello en lo que había estado trabajando.
Era como ver mi cabeza desde una ventana. Una casa muy negra, con eco para solo la voz de Owens y un sonido que no recordaba, pero tampoco había olvidado. Sabía qué era, como saber que es rojo, pero hasta ahí. No podías definir rojo, como no podía definir este sonido.
La ventana empezó a alejarse cuando el hombre me pidió flotar. Quizás era mi cuerpo el que se alejaba, haciéndolo todo cada vez menos mío. Esto iba mucho más allá de cualquier magia vampírica, esa solo es un montón de mísera niebla en tu cabeza. Esto... lo que el hombre había hecho, fue el delicado robo de una mente.
Vino mucho después de la hipnosis a mí la posibilidad de que esa deformación de mi rostro fuese miedo. Todos estábamos atrapados en nuestras cabezas, pero que alguien pudiese enseñarte la jaula era terrible. ...
...
. . .
Salté muy levemente del asiento al dejar de escuchar los tac. Resistí el impulso de ver a mis alrededores y fijé vista al frente, sobre Owens. Tenía la cabeza ligera, como si acabase de despertar. La experiencia había sido muy similar a eso: estar entre el completo punto de dormido y despier...
No, no no, no no no. Espera. No recordaba nada de... había... fui sugerido, pero no tenía nada. Pensé en protestar, pero el hombre no había dicho nada de explicarme o enseñarme como funcionaba, ni compartir los secretos de su trabajo. Incluso si lo hubiese hecho, enseñármelo y luego hacer que no se quedasen los recuerdos conmigo igual dejaba su palabra como cierta. No debía olvidar que estaba contra alguien que sabía doblar sus palabras más fácilmente que yo.
Me escocía. No recordaba bien si alguna vez compartí ese nivel, antes de ser mordido.
Pero no ganaba negando la realidad. Pensé en satisfacerme con qué, al parecer, no hubiese dado con nada. O quizás sí, y estaba jugando justo ahora. Quizás sí y me dejaba ir, y me atrapaba luego.
...No había pensado esto bien. En ningún momento factoricé en todo el asunto que yo no fuese el único que pudiese jugar con mi memoria. Recapitulé todo lo que recordaba y no parecía faltar nada excepto el vacío que yo mismo me provoqué, y el de la sesión. No recordaba cuando tomé el veneno, pero solo duraba una hora. Si de alguna forma me las arreglé para tomármelo estando sugerido, podía darle unos... 58 minutos, antes de recordar.
Pestañeé y noté que había pasado demasiados segundos callado.
—N...no puedo decir lo mismo —dije, poniéndome de pie, actuando pedante porque era lo más similar a mi actuación natural hacia él. Bajé la mirada al péndulo—. Pero sé apreciar a un hombre que sabe apreciar cosas, más si las vuelve útiles. Y tu truco, es excelente. Una pena que no recuerde nada... —añadí, cruzando las manos tras mi espalda.
Caminé hasta la puerta con toda la serenidad que podía juntar. ¿El agradecimiento era una pregunta trampa? ¿Le había salvado la vida?
Una respuesta evasiva a su pregunta debía bastar. Fue lo mejor que pude dar. Mucho mejor que el silencio.
—Lo que haya hecho lo hice porque es mi trabajo. Eso es todo —abrí la puerta—. Buenas noches.
Mis recuerdos volvieron eventualmente, cerca de tres cuartos de hora después. No ayudó a mi paranoia recordar que podía dejar ordenes que parecían solo activarse bajo estímulos específicos. Tenía que dejar de usar el veneno por mi propia sanidad, también.
Había sido la segunda vez que lo usaba, una cada noche.
Temí que fuese a desatarse otro caos como aquel sujeto que sugestionó antes, pero mi reunión con el mercader transcurrió sin problemas, más allá del hombre o par de hombres que maté de Ran. No importaba mucho, eran peldaños para ir por Owens. Habría valido la pena.
Lo hizo, diría. Estuve con esa sensación esa noche y las noches porvenir. Aunque no se hubiese logrado borrarlo del mapa de verdad, la creí, aunque pequeña, una victoria. No lo fue. No cuando descubrí más adelante que destrozó en instantes aquello en lo que había estado trabajando.
Ó Catháin
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