El Dragón Errante [Arcanos - Curtiduría]

El pequeñín pareció satisfecho con el encargo previo. La verdad es que verlo me causaba mucha gracia pero me dio más ternura todavía cuando de pronto se interesó en el pequeño Bomull.

En principio me perturbe ante la solicitud ¿Acaso quería que desollara a mi pequeño peludo? No,no, eso no era posible. Me tomo un poco de tiempo tratar de interpretar lo que decía pues era evidente que hablar no era su fuerte.

- Ven en unos tres días y te mostraré algo, si te gusta puedes llevártelo y como me caes bien te haré el descuento especial. Por ahora quédate quieto y te tomaré las medidas. - Sonreí ampliamente. Tenía mucho que pensar y pocos días de entrega. Necesitaba trabajar en ello lo antes posible y ver si mi alocada idea funcionaba.

Dos noches en vela, un Bomull como modelo, varios pinchazos en el dedo y la verdad no sabía si estaba del todo sobria, algo peculiar y tal vez bonito logró salir. Con algo de practica podría mejorar claro está, pero la idea ya estaba surgiendo y eso era un gran paso.

Tal como le había dicho, con el pedido en mano y por haber sido el primero en notar la belleza de Bomull y querer llevarla encima, tendría su descuento especial y yo la idea de que tal vez hacer ropa basada en mi mascota podría traerme ganancias en algún momento.

Sin más ... la ropa de "gomejo" comenzaba su revolución. ¿Funcionaría?  

___________________________________________

　Iba feliz de las biusas, volando sobre mi feo equino volador, con Xana detrás de mí haciendo cosas xanas, cuando de pronto un conejo salvaje apareció en el lugar por donde sobrevolábamos. Entorné mis ojos y los potencié con magia, especialmente interesado en el animal de forma y tamaño inusuales. Luego, asombrándome más, noté que eran varios, por todos lados, opacando a las personas comunes sin sentido del gusto.

　–Espera, eso es… ¿lo que creo que es? –me pregunté. Una sonrisa floreciendo en mis labios delató que yo ya sabía la respuesta: eran personas con maravillosos disfraces de gomejo.

　Xana también echó una mirada, curiosa por mi reacción. No tardó en reír contemplando el inesperado paisaje.

　–Ya veo –dijo, divertida–. Ahora imagino que querrás ir y conseguir tu propio disfraz, ¿no?

　–Me ofende que siquiera haya alguna duda de eso –respondí con una media sonrisa–. ¿Te gustaría uno para ti también?

　Ella fingió sopesarlo por un momento. Se encogió de hombros y esbozó una sonrisa gatuna.

　–Claro, ¿por qué no? –contestó.

　Ensanché mi sonrisa y reí entre dientes.

　–Muy bien, ¡entonces es momento de aterrizar en gomejolandia! –exclamé. Y, sin temor alguno, me dejé caer hacia un lado y dejé que la gravedad me llevara hacia la tierra de los hombres-gomejo.

　Unos segundos de caída después, expulsé éter para desacelerar la caída y también potencié la resistencia de mi cuerpo. Aterricé justo al frente del sitio donde vi a las personas salir disfrazadas.

　–Hola, quiero un disfraz de gomejo, y que la cola chille cuando uno la apriete –dije agitando una mano como saludo–. Ah, pero si eres tú –noté reconociendo a la curtidura que, sin duda alguna, estaba a la altura del negocio–. Qué bueno ver que mis clases de herrería te han servido para ser el éxito. –Asentí con dos movimientos de cabeza.

　Una esfera de luz descendió del cielo hasta mi lado. Entonces desapareció en un destello y, en su lugar, apareció Xana.

　–Buen día, amable curtidora –saludó ella haciendo una breve reverencia–. Quiero un disfraz de gomejo. –Buscó algo entre sus ropas. Al no encontrarlo, frunció el ceño. Alzó la mirada. Abrió ampliamente los ojos y se movió de un lado a otro, con las manos alzadas, hasta que consiguió atrapar a una cría de gomejo que también cayó de cielo–. Ay, perdón, pequeño –se disculpó Xana–. Olvidé que mi magia me transporta a mí sola. –Le dio un besito a la cabeza del animal, lo cual me dio una idea.

　–Bueno, entonces ya sabes qué hacer –le dije a la curtidora–. Queremos tres disfraces de gomejo: uno para mí, otro para mi compañera y un disfraz de gomejo más para mi gomejo.

Era un día común y corriente. Pero algo había causado algo de curiosidad en mi. Mera había estado comprando ropa afelpada para confeccionar diversas prendas con ellos ¿De qué se trataba todo eso? No lo iba a negar, eso causaba mi curiosidad. Por lo que salí de mi habitación en búsqueda de aquella mujer, hasta que fui a su habitación, donde toqué la puerta.

Una vez que ella había abierto la puerta le sonreí. - ¡Hola Mera!... Sé que esto te resultará extraño pero. - Me rascaba la barbilla, después de todo, ¿Cómo debía de abordar esto? Supongo que no debía de pensar demasiado las cosas. - He estado viendo que compras mucha tela afelpada, lo cual llamó mi curiosidad.

Dije con una media sonrisa. - Lo que sea que estés fabricando. Yo quiero uno. - Dije ampliando mi sonrisa. - Ya tienes mis medias, aunque, no sé si quieras corroborar de nueva cuenta.  - Reí por mi propio comentario mirando a mi acompañante.

Avísame cuando lo tengas listo. - Me crucé de brazos para luego esperar su respuesta y luego de eso comentarle. - Bueno, iré a beber un poco a la taberna. Si me quieres alcanzar más al rato, te espero. Lo que bebas irá a mi cuenta. - Le dije sonriendo ampliamente para luego despedirme y tomar rumbo hacia la taberna. Realmente no tenía ni idea de lo que había encargado. Pero bueno, nunca estaba de más tener algo de ropa abrigadora.

[OFF: Esta compra está patrocinada por Bio. Consulte términos y condiciones en Discord (?) -Inserte voz de locutor (??)]

Fue sorprendente que tan peculiar creación, y cabe agregar que un modelo tan adorable como lo fue el pequeñín que lo solicitó, causó tal euforia en aquel lugar que de pronto las ordenes por un traje de Gomejo era la petición más demandada.

De la más peculiares, entre ellas destacaron las de una chica que hablaba de forma interesante, me recordaba a cierto hombre de metal que detestaba pero que en ella se escuchaba mejor. - Por supuesto, querida. Sólo tomaré tus medidas y ven en un par de días, lo tendré listo para ti. - Agregué para sacar cinta métrica y demás cosas y anotar todo.

El segundo, cosa que me causó bastante gracia, era que Nero, mi ebrio amigo también quería uno. La imagen de verlo con ese disfraz era muy divertida por lo que ni siquiera negocié con él mas que le precio por el que ofrecía el producto, cuando pudiera verlo vestido así, la experiencia valdría más que todos los aeros de la zona. - Quédate quieto, toma esta botella de ron y no te muevas hasta que termine de tomar tus medidas. - Fueron las indicaciones que le di con la promesa, y esperando que se acordara que volviera en un par de días a buscar su prenda.

Entre pedidos y cosas adelantaba el trabajo para tener las ordenes al día. Fue cuando de una forma bastante abrupta mi mentor errante apreció pidiendo tres disfraces, y uno de ellos para una cría de Gomejo que era tan bonita como el pequeño Bomull que también era el centro de atención de esos pedidos. - Bueno, en fila, extiendan las manos, las piernas, las colas y patas... les tomaré las medidas.- Ordené tan seriamente para hacer lo que tenía que hacer...

La ordenes claro está siguieron llegando, pero eso era historia para el siguiente capitulo... En el día y hora indicado esa primera tanda de disfraces fueron entregadas.    

Aquel mismo día, tras la llegada de mi mentor errante, en dónde la noche ya comenzaba a tomar protagonismo. Un sujeto al que nunca había visto pero era obvio que mi maestro sí, llegó al lugar.

La verdad fue muy amable, y todo un fanático, o al menos su acompañante que casualmente era la misma especie que yo, amante de los gomejos. Tal vez sí era cosa de dragones, es decir yo amaba y apachurraba al mío cada que tenía la menor oportunidad. Le sonreí ampliamente y asentí. - Solo me la llevaré un momento para tomarle las medidas. Muchas gracias. - Respondí al sujeto y a nueva cuenta sacaba mis materiales. - Tardaré un par de días, puede volver a la misma hora y ya podremos cerrar el negocio. - Agregué pues tomando el cuenta que el ultimo estaría encantando debía dedicarme un poco más este.

Y qué decir de semejante anuncio, o sea, él iba a pagar por todos y no solo eso, yo tendría el mio por cortesía de él, tal vez con algo de suerte podría sobrarme tela para otro.

Tras cerrar los pedidos esa noche, fui a la habitación de mi lugar de hospedaje, no estaba para distracciones, pero aquello no impidió que Gaegel entrara a la mía y ver el caos de tela por todos lados mientras cosía orejas, rabos de diferentes tamaños. El destino parecía estar de tu lado porque justo había pedido, si bien algo de lo que parecía no tener idea, la idea al igual que como ocurrió con Nero, de verlo con orejas de gomejo sería digno de presenciar. - Sí, sí, ahora largo. Tengo cosas que entregar y eres un distractor peligroso.

El disfraz extra estaba entre los gastos calculados. En la fecha de entrega ya tenía todos los trajes listos, entre ellos el que iba con su respectivo encanto. El objetivo se logró.

Quién diría que gracias a un pequeñín había logrado vender trajes tan peculiares, si lo veía de nuevo se lo agradecería.

Nuestros viajes ya me habían hecho acostumbrarme a la presencia de Meleis, y, hasta cierto punto, regresaba ese afecto que tal vez sólo estaba durmiente. El punto de todo esto era quecierto grado de preocupación se había apoderado de mí, pues sabía lo propensos que Gaegel y yo éramos para quedar involucrados en problemas de forma repentina.

Meleis no era un guerrero, si bien su forma draconica era útil e intimidante, como humano era fácilmente un blanco.

Durante los viajes y las paradas me dediqué a conseguir los materiales necesarios para darle un regalo, en parte podría decirse que era mi lenguaje de amor. Darle algo que necesitara y sabía que lo protegería de algún daño. Una armadura ligera que la constante práctica había logrado un resultado bastante impresionante además del encantamiento extra para su comodidad.

Salí de la habitación con la esperanza de encontrarlo esa noche en la zona de la barra. Allí estaba, comiendo un guiso caliente. Respiré profundo y puse cara seria mientras caminaba hacia él y me sentaba a su lado colocando la armadura a un lado pero ala vista. - Es de tu talla, te será útil y ya no tendrás que quitarte la ropa para poder volverte un dragón. - Dije con cierto asomo de vergüenza en mis mejillas evitando mirarlo a los ojos. Estas situaciones la verdad me parecían bastante cursis y hasta cierto punto era el primer gesto amable que tenía hacia mi "pequeño" hermano.

Meleis se quedó con la cuchara en la boca al ver lo que le daba y escuchar lo que le dije, era como si tampoco se creyera lo que pasaba. Le tomó un par de segundos reaccionar con una cautivadora e inocente sonrisa que debía admitir era el tipo de gesto que alegraba el alma, claro, esto no lo iba a admitir. - Muchas gracias, hermana. La cuidaré muy bien, aprecio el gesto. - Agregó, se notaba que para este punto era muy consciente de cómo abordarme. Aunque de pronto, tal vez por la emoción del momento se levantó de su asiento, dándome un abrazo tan cálido y familiar que hacía años no sentía. Me recordó a mamá...

A pesar de lo irritante que había sido tener que ser una especie de nana de un anciano que luego se quedó niño, al menos todo ese lío había dejado algo bueno... Inspiración.

Los primeros días me enfoqué en crear un diseño que se pareciera a aquellas nobles bestias, por suerte tenía el peluche que ese pequeño tacaño me había dado y fue más fácil de lo que pensaba. Lo siguiente fue crear los patrones, en aquel momento alguien vino a mi mente y el solo imaginarlo con lo que tenía pensado me pareció la cosa mas bonita.

No lo iba a negar, me emocioné lo suficiente como para comprar lo necesario y de una calidad mas suave y cómoda que la anterior para agradecerle a mi manera a ese pequeñín lo que había hecho tal vez de manera inconsciente.

Con el paso de las semanas, en una pueblo de parada que conocía muy bien aproveché la ocasión para entregar un mensaje. Estaba emocionada, quería verlo con eso puesto, podía decirse que era una de mis mejores obras hasta ahora.

Al cabo de un par de horas sonreí al verlo. - ¡Hola pequeñín! Que bueno verte. Esperaba no haberme equivocado de dirección. - Dije entusiasta mientras buscaba entre mis cosas y sacaba el peludito y suave traje blanco con manchas, colas y cuernos. - Lo hice especialmente para ti. Espero te guste, es mucho más abrigado y suave. Pensé en que podría hacerte otro de gomejo más abrigado luego pero me hizo mucha ilusión obsequiarte este. - Le expliqué poco a poco.

- Siempre que esté por este sitio te enviaré un recado para que vengas a buscar regalos. ¿Te parece? - Finalicé entregándole su nuevo traje. Esperaba que le gustara, a mi me encantaba.    

Siempre había optado por la manufactura élfica pues las de otras razas me resultaban algo burdas y algunas incluso un triste intento de replicar lo que mi gente creaba con gran destreza y belleza. No obstante esta vez quise probar productos manufacturados por dragones. Mi estadía en Dundarak había sido ciertamente accidentada pero había podido observar las artesanías de sus gentes y me parecieron interesantes cuanto menos.

Si bien sentía cierto recelo en delegar mi propia protección en una armadura que no fuese de origen élfico las pieles que había visto en Dundarak parecían de buena calidad, por lo que decidí probar suerte con una armadura de una artesana que, al parecer ya conocía. La dragona en cuestión no era otra que la "guardiana" que había nombrado Sango meses atrás en aquel pueblo humano.

- Buenos días. Parece que nos encontramos de nuevo. - Tenía buenos recuerdos de Meraxes y la mujer contaba con mi simpatía. Le conté respecto a lo que necesitaba de la armadura y le pedí que me aconsejara al respecto, ello me valdría también para conocer sus propios conocimientos y si lo que fuese capaz de manufacturar cumpliría con mis expectativas.

- Hazme una buena armadura para un guerrero como yo por favor. - Le pedí guiñándole un ojo y una leve sonrisa.

Los caminos del destino habían traído de vuelta a un viejo conocido. No podía evitar sonreír, el sujeto era guapo y además venía con claras intenciones de comprar.

- Es un placer verte de nuevo. ¿Ya estás menos tenso? - Sonreí con picardía.  Acto seguido seguido cambié mi rol y me dispuse a escuchar su pedido, no tenía muchos materiales ahora mismo pero algo podría ingeniármelas.

- Ven en un par de días y tendré tu pedido. - Finalicé para así hacer lo que tenía que hacer. Mi trabajo.

En mi libreta de clientes, allí anotaba toda cuanta especificación me pedían, incluía también las medidas de muchos. En el tiempo prometido tenía lo que necesitaba y, a nueva cuenta, le entregaba al elfo su armadura.

- Sólo no olvides darme el crédito. Si deseas encantarla también me sé un par de trucos. Te haré descuentos especiales. - Le guiñé el ojo con coquetería.   

Tarde o temprano, el deber llama, y quería estar cerca cuando eso sucediera. Desde que salió de su «retiro» en Sandorai se había asegurado de que cada preparativo hecho para dar cara a sus deberes morales fuera un paso más cerca de donde se encontraría de nuevo con la banda de Zelas. No podía decir que los echaba de menos, pero aún tenía la espina de saber lo que podía florecer de aquella junta.

Lo que ahora exigía minutos de su atención, a pesar de todo, eran esos curiosos disfraces de quién sabe qué, que algunas personas llevaban con emoción y sin necesidad de festejo. - ¿Y eso es la nueva moda? - se preguntó más de una vez. Y lo dejó pasar. Muy abrigado para su estilo. Terminó por picar el anzuelo cuando ubicó lugares de interés en el mercado y fue a comprobarlo por él mismo. El origen de aquellos disfraces, para su sorpresa, tenía pie en un pequeño puesto de la calle atestada de clientes y comerciantes. La sorpresa fue aún mayor cuando se acercó. Una sonrisa se le dibujó en los labios con inmediatez, ignoró a las hembras que veían una tentadora oferta y se quitó la parte superior de la túnica antes tirar sobre la barra un saquito de monedas.

- Me llamó la atención el disfraz. Con quién me tengo que desnudar para las medidas  - se recogió el cabello hábilmente, reflejando en la mirada a uno los miembros de la banda. Meraxes. - Y ya que estamos , me puedes enseñar qué tal esas capas de noche. Me apetece llevar una.

Resumen:

Era uno de esos días en los que francamente las sorpresas serían algo crucial. Desde que me había separado de Gaegel trabaja más que nunca para distraer mi mente.

Meleis me ayudaba a entregar encargos a vuelo de dragón, pues la primera sorpresa en aquella parada de la aldea fue ver lo populares que se habían vueltos los disfraces de gomejos. No me quejaba, eso me permitía obtener más experiencia en cada creación.

Estaba concentrada, atendía pedidos y entregaba otros que había hecho con antelación. Lo primero que sentí fue aquella leve vibración en mi pecho, era la medalla. Admito que en principio la primera persona en quien pensé fue e Gaegel ya que en teoría estábamos en la ruta del punto de encuentro. Sin embargo el sonido de la bolsa seguido de la familiar y aterciopelada voz de cierto pelirrojo me hizo levantar la vista de asombro dado a que estaba sentada.

Creo que hasta de la impresión me puse pálida, si quiera era posible levantarme. Tenía mucho que decirle a ese maldito pero la verdad es que incapaz de controlar mis palabras salió lo que tenía que salir. - Te hacíamos muerto... como sea quítate la ropa y entra detrás de la cortina. Te mediré... - Carraspeé un poco pero luego de hacer lo que tenía que hacer no me resistí y tras arrinconarlo en la pared más cercana, bajé la diestra y le di un mendigo puñetazo en la barriga.

- Esto es por dejarnos sin avisar... - Ahora vístete y ven mañana a buscar tus cosas. - Mucho más relajada y tranquila y cumpliendo a mi palabra al día siguiente tenía su pedido. La razón principal de esto es que solo había hecho la capa, una parte de mí, una muy , muy profunda lo daba por vivo e hizo aquel traje dado a que tanto Zelas como Gaegel tenían uno.  Tomarle las medidas había sido una mera excusa para verlo desnudo. Me alegraba ver que no había cambiado.

 

Las cosas en aquella aldea de paso iban bien, a un módico precio de alquiler había logrado tener un punto estratégico en aquel mercado y las cosas parecían ir viento en popa pues la mercancía se vendía de maravilla.

Mi suerte seguía creciendo pues ese día en particular la bella joven que solía acompañar el mendigo y sensual de Zelas estaba allí, en mi tienda, con su escultural figura y quería comprarme unas botas que daba la casualidad divina, eran de su talla.

- Te verás fabulosas en ella, y una chica tan bella como tu merece un descuento cortesía de la casa. - Sonreí levemente. Ella me caía bien, o por lo menos recordarla vagamente en sueños húmedos era todo lo que me bastaba.

Claro que estaba dispuesta a ayudarla, por lo que tomé mi libreta y anoté una gran. - Por el momento llévate las botas y ven mañana al caer el sol, te conseguiré lo que necesitas, sólo necesito hablar con unos conocidos y enviar a mi hermano por suministros. - Dije con animosidad.

Puse manos a la obra y tras conseguir de una forma un poco más exagerada de lo yo solía llevar en mi bolsa. Envié a Meleis por lo que restaba, a vuelo de dragón las cosas eran más sencilla. Trabajé toda la noche sin descanso, y al siguiente día tenía el resto de su pedido.

- Espero sean de tu agrado y tengas razones para volver a visitarme de nuevo. - Guiñé el ojo con picardía. La belleza de Eve era impresionante y en mi particular forma de ser, era imposible no decirselo.