La taberna de los problemas (Libre)

Ingresé con el muchacho de 15 años, mi sobrino Arath, al que traìa empujones por ser bastante lento. Él protestó. Cualquiera pensaría que lo estaba maltratando y no era manera de tratar a un muchacho, pero de hecho, sí. Tenían razón y no me importaba.

— Pues si hubieras prestado atención en vez de estar mirando a las muchachas de las calles, no me habría enfadado. Perdimos una buena oportunidad y es gracias a tí, mocoso — murmuré entre dientes y le di otro empujón cuando él se igualó hasta mi pocisión. Sabía que no podría persuadirme de intentarlo otra vez. Intentaba enseñarle a ganarse la vida para sobrevivir pero el chico era demasiado bueno en sus intensiones y también, tenía miedo— A tu edad era capaz del doble de lo que tu haces y tú, parece que te quedarás hecho un tonto el resto de tu mugrosa puta vida —

El chico, que era delgaducho y daba pena, aún estaba pegando el estirón de crecimiento y pronto sería capaz de acompañarme a misiones más importantes que robar cosas menores. Hasta ahora no le había obligado a matar a nadie, pero lo tenía pensado a la hora de que dejara de ser un niño para ser un hombre de verdad. Sería una prueba pero todavía no tenía un sujeto ideal y no quería que fuese cualquier sujeto. Si formaba parte de mi sangre, tendría que saber cómo manejarse en la vida sin que nadie fuese a pisotearlo, aunque éste fuera yo... enseñándole todo lo que no debería tolerar a futuro.

— ¿Beberé cerveza contigo también?— dijo él, sin haberse inmutado de nada. Lo miré un momento como dudando de ello, mientras lo alcanzaba entre toda esa gente allí hasta llegar a la barra. Le tomé de la nuca agarrándolo con fuerza. Él se estremeció pero se dejó guiar.

— Claro. ¿Porqué te traería sino? ¿A que me veas beber? ¡Siéntate!— le dije y él obedeció, quedándose algo cabizbajo y tímido. Se esforzaba, tenía que reconocerlo. Buscaba adaptarse a mi manera de ser y cuando lo lograba, se lo hacía mucho más difícil. Este saldría bueno, sin ningunas dudas y me sentiría orgulloso de haberle enseñado.

Mientras bebíamos en silencio, llegó a mis oídos el rumor de una pelea y a continución, esas conversaciones se acercaron hasta donde estaba, cuando me preguntaron por quién quería apostar o si teníamos pensado dar pelea. Sacudí la mano.
— No me interesa.... y lo de la apuesta... — miré al chico— ¿A tí, te interesa?— él se encogió de hombros, algo alarmado por la decisión que le daba a tomar. Temía que si elegía algo que no me agradara, entonces quedaría descontento con él. Miré al de la apuesta— No nos interesa ahora pero cualquier cosa... — miré a una camarera que pasó por detrás de él y seguí su cadera hasta que se perdió de vista, distrayéndome un poco— No... cualquier cosa te hablaré más tarde— dije. La cabellera de la mujer y su silueta, me habían enloquecido.

El muchacho se dio cuenta y sonrió por lo bajo. Me conocía bien. Sabía que podía tener los ojos hambrientos de lujuria y tener toda la carne que quisiera, pero mi corazón sólo tenía lugar para una sola mujer y esa era Amice. Sólo que no lo demostraba.

— Otra jarra de cerveza para el chico, pero no una para niños— exigí al camarero— Está creciendo— gruñí y tomé la que le habían entregado a él y no me había dado cuenta ahora, por estar sumido en mi propio mundo. La deslicé con fuerza hacia el otro lado de la barra. La misma cayó al suelo, del lado donde estaba el hombre que me miró indignado— Si no le gusta, haga bien su trabajo— saqué un par de monedas y las puse en la barra para que se contentara el hombre. ¿Modales yo? ¡Jaja!

Volví a ver a la camarera, que ya no llvaba una bandeja consigo sino un instrumento musical, del cual no tenía la menor idea de su nombre pero amaba cómo formaban melodías al compás de la voz.

— ¿Me daría permiso por favor?— dijo ella abriéndose paso entre unos hombres que estaban muy entretenidos haciendo sus apuestas, hablando alto y gritando, pero no había enojo en ellos aún. No miré eso igual, sino a la mujer que una vez que tuvo su permiso pasó por mi lado y mi mano izquierda, hábilmente, dio un cacheteo seguido del agarre de uno de sus glúteos. Ella se giró escandalizada y dediqué una sonrisa y un brindis de mi cerveza con la diestra.

— ¡Oiga! —

— ¿De qué te enfadas linda?— enarqué las cejas y aproveché a mirar su rostro, luego... bajé la mirada y volví a su rostro furioso. Cuando vi que iba a protestar, dije — Enojo te deberían dar los que ignoran tu belleza al no darte paso, como BUENOS CABALLEROS que no son— alcé la voz para que oyeran otros sujetos — porque tu hermosura no es para dejar pasar desaspercibida— bebí un trago y le guiñé el ojo. Ella se sonrojó y siguió su camino, incómoda.

Sonreí, mientras miraba una vez más su cadera y trasero desaparecer entre la gente, camino al escenario.

Me deleité los oídos escuchando la voz de aquella mujer hasta que interurmpieron más personas y cuando quise acordar, ella había dejado de tocar su instrumento y cantar para todos los que estaban allí. Decepcionado, volví a mi bebida.

— ¿Qué suece chico? ¿Acaso no te agrada? — Yo llevaba unas 3 jarras y media. Sí, y era de buen beber, más no de comer, sino sería seguramente un grandulón más, pero solía ser más de los que se dedicaban a su trabajo y olvidarse del hambre. Nunca de la sed, claro que no. El beber, era vital para no morir de sed, como diría mi querida esposa Amice.

"¡Pero agua, no alcohol, idiota!" cuando me respondía así, ignoraba la parte del agua con una enrome sonrisa y la callaba su boca con un beso bien dado.

Enarqué las cejas cuando oí ciertos rumores y vi que señalaban al niño.
— Otra jarra, pues la míia ya se está acabaando— dije con las palabras apenas un tanto arastradas por el efecto de la bebida.

— ¡Yo... sí, me encanta!— dijo el chico, que aún acostumbraba su paladar a la cebada y para demostrarme, llevó la jarra a su boca e hizo el fondo blanco, hasta manchar su pechera. Reí y di un golpe con mi puño en la barra.

— Bien hecho chico... bien hecho— murmuré y fui por un buen sorbo más, intentando ignorar lo de alrededor. No era la primera vez que yo venía acá pero sí el chico. Alguien golpeó mi hombro. La mayoría estaba pasando a otra parte más amplia de la taberna. Al ver eso y como la mujer que me encandilaba la mente con su hermosura iba a guardar su... ¿laúd no? Sí, así se llamaba ese instrumento que mi querida hermana Marcy me había enseñado alguna vez.

Miré a los sujetos con cara de pocos amigos, tratando de seguir ignorando esos comentarios.Otros miraban al muchacho mientras iban a la sala. Yo tenía clara mi respuesta. A aquel grandote, que sugirió de que las peleas no eran para todo el mundo y el último joven había salido huyendo, lo ignoré un momento. Ya me conocía en demasía tal provocación. Entrecerré los ojos y di otro sorbo a la bebida.

— Si sugieres que el chico peleará para diversión de todos y tendré que llevármelo a rastras, te equivocas. El chico no va a pelear ni tampoco a gastar dinero en apuestas, a no ser que sea alguien que yo conozca.... Y no conozco a ninguno de los luchadores aquí... ni me interesa hoy. Otro motivo, es que no me gusta que me digan lo que tengo que hacer y si dicen que mi muchacho deberá pelear, no accederé a ello —  lancé una mirada de advertencia a Arath, que parecía tener intensión de mostrar su valía en agilidad. Negué con la cabeza y él, como era inteligente, sabía que lo que yo decía era una órden, tanto como su Tío como su Capitán.

Volví a mirar a los sujetos. Cerré la mano en la manija del jarro de mi bebida. El que me conocía, sabía que era una de las primeras muestras de irritación que podía presentar aunque no mostrara señal alguna en mi semblante. Sólo tenía una sonrisa media irónica en mi semblante.

— Por favor, siga su camino a esa pelea, CABALLERO— enfaticé y miré a la mujer que había vuelto al escenario para recoger alguna cosa — si hay algún interés en mi en ello, tal  vez haga alguna apuesta. Sólo tal vez— alcé mi bebida como si brindara por ello y bebí otro sorbo más.

El dedo meñique de mi mano hábil hacía movimientos espasmódicos involuntarios ante la irritación y exhasperación que me causaba esta banda de borachos pendencieros sin motivo. Dejé que insultaran y desahogaran en el descontento ante mi negativa de la pelea.

— El muchacho no va a pelear porque YO lo digo y además es lo que ustedes quieren y yo no... pero... ya que insisten en que el asunto funciona así... — detuvieron lo que yo pensaba decir que me retiraría. De hecho, no había cartel ni nada que fuese una norma, pues ya había venido varias veces aquí a apostar por uno u otros y hasta había peleado en algunas ocasiones.

Victorias algunas, fallas en otras, sobre todo cuando estaba muy ebrio.

Sonreí. De verdad me contentaba irritar a estos tipos.

— Ehm...— terminé mi jarra de cerveza, haciendo esperar a propósito mi respuesta y cuando bajé el tarro vacío, dejando ver mi rostro, dirigí la vista al voluntario. Le dediqué una sonrisa y enarqué mis cejas—  ¿Sólo porque ustedes quieren que pelee? Los comentarios baratos para intentar provocarme a que pelee por impulso, y que es lo que ustedes quieren, no va a funcionar conmigo. Pelearé si se me da la gana y porque yo quiere, pero no porqué ustedes quieren... y si no les agrada, pues... me retiraré con el chico. Otro punto más es que si es una taberna es para beber. El que pelea es porque se le da la gana hacerlo y aquí, caben ambas cosas y no crea que una taberna sea sólo para pelea. Sino no debería haber bebidas— me encogí de hombros y señalé hacia la barra y al cantinero— O pueden pelear y dejarme a mí y al chico beber tranquilos y quizá, hasta que lo haga hombre con alguna prostituta — lo miré a los ojos al que había insinuado tal cosa. Arath, que no pronunciaba una palabra, se mantuvo callado y sus mejillas se sonrojaron.

No me faltaban las ganas de agarrar una de las botellas allí y lanzárselas por la cabeza a muchos que tenía en mi entorno en la barra, de la cual no me había movido ni Arath tampoco, desde que llegamos a beber. Pero para ello, necesitaba motivos más sólidos que me fastidiaran de verdad.

Mentira. En realidad cualquier comentario o insulto bastarían que explotara con facilidad para dar una pelea y sin necesidad de ir a un lugar especial para ello. Lo mío era lo espontáneo y nada previamente organizado. ¡Por todos los Dioses en los que no creía! ¡Cuanto ardía de deseos de reventar mandíbulas tenía! Miré hacia la barra donde habían varias botellas de vidrio, y donde estaba sentado, era un bonito banquillo de madera con alguans astillas y clavos, quizá, que podría utilizar a mi favor si todo se descontrolaba.

No cuento con ficha de habilidad aún, por eso no lo meto a pelear a Thomas a no ser que sea con dados de acierto y fallo (?.

— Que fastidio...— gruñí y al final desistieron, para dejarnos berber en paz al chico y a mi. Observaba a la camarera en la barra, limpiando con un trapo algunos vasos cuando de pronto alguien tocó mi hombro. Me giré y oí la advertencia de Arath, pero fue tarde, cuando algún objeto contundente me golpeó llevándome a una oscuridad momentánea.

Cuando recobré la coneciencia, estaba tirado en el suelo, con la linda camarera sosteniendo un trapo ensangrentado. ¿Acaso era mía? Parpadeé y traté de levantarme. Sí, la sangre era mía pero no parecía ser un golpe grave.
— Es mejor que perm...—

— ¡¿Dónde está el chico?! —ella se estremeció ante mi interrumpción, cuando vi que el chico no estaba allí y escuchaba los ruidos provenientes del lugar donde descargaban sus frsutraciones los malnacidos estos.

— Se... se lo llevaron para que pelee— respondió ella. Llevé la mano hacia la herida que me había producido el golpe de una madera, o algo... pero no tenía en claro qué es lo que había sucedido. Pero al menos, sabía donde encontrar a Arath e iba por él, aún si tenía que ir de a uno por uno.

— De verdad... son unas asquerosas ratas inmundas... Me divertía irritarlos mientras bebía y rogaban que peleara, y te aseguro que lo haré otra vez, linda, lo de irritarlos— le dije mientras me levantaba con algo de esfuerzo. Ella retrocedió pero antes de ir para allá, tomé su mejilla y le di un beso— Es para la suerte— dije con una leve sonrisa guiñándole el ojo, pero no me divertía en nada realmente cuando la seguridad de alguno de los míos estaba en peligro. Ella se quedó en el lugar, parmada porque no se había esperado mi gesto En parte, por agradecimiento por su ayuda.

Más le valía no haber ido por cuenta propia al chico o sería yo quien le daría la paliza de su vida por desobedecer, no sólo a su tío, sino a quien era el capitán de Persefoné.  


Entre tantos ruidos y gritos que me hicieron doler la cabeza debido al golpe, me abrí paso a empujones bruscos entre las personas,que protestaron y alguno que otro quiso atacar, pero yo fui más rápido al llegar. Lo que sucedía en el centro, era que habían llevado al chico. Primero, mi expresión era de furia, pero luego, esbocé una sonrisa mirándolos a todos.

— ¿Normas eh? ... La hipocrecía abunda aquí... pero bueno— miré el torso desnudo de aquel grandulón y no pensaba quitarme mi camisa ni nada. Ellos habían obligado al chico a venir y yo, no aceptaba que me obligasen a nada porque eso hacía que despertara mi bestia interna. Arremangué mi camisa. El chico protestó algo pero no me importó. Habían conseguido que viniese.

Tendrían su pelea, pero no iba a ir por las normas, sino a romper varias narices por obligar al chico a pelear.

Los miré a todos con desafío y al grandote también.
— ¿Qué harás eh? ¿Llorar porque no me quito la camisa? Dije que nadie me obligar a nada y si lo hacen, cada uno de los que conspiró para atacarme y traer al muchacho, se arrepentirán de haber nacido— amenacé y sonreí nuevamente, con altivez y la voz ronca por el licor. Aún estaba algo aturdido. No me importaba si perdía o no, mientras diera una buena golpiza a la mayoría de los que estaba allí. Lancé una mirada de advertencia a Arath. El ya sabía que hacer en estos casos.

Los provocaba a propósito para que viniesen por mí.
— ¿Y tú qué? Suelta al chico y métete con alguien de tu tamaño, viejo....— porque el muchacho tenía la nariz sangrante porque seguramente, debió haber forcejeado con alguno cuando vio que me noquearon — ¿No te da verguenza? — rara vez defendía al chico así pero detestaba lo que era injusto. Habiendo sido algo que yo hubiese autorizado de buen grado, lo habría dejado pelear al chico, pero que me lo impusieran de prepo, no era algo que tolerara— Pues a qué esperan ¿eh? ¡Haré que lloren pidiendo por sus mamitas. pedazos de porquería!— oh sí... yo era muy mal hablado si lo quería. Sobre todo cuando estaba ebrio, aturdido y enfadado.

Miré con indignación a aquel hombre. No estaba acotumbrado a que nadie que no conociera me ayudara y no me lo creía. Así es cómo era mi pensamiento de vida... pues uno estaba sólo y ya, a no ser que tuviese algun amigo pero éstos, eran contados con los dedos y en esto, yo no creía. Sólo en la maldad, traición y favores por intereses. Otra cosa no conocía pero no pude decir nada porque respondieron a mi enfado golpeando al chico. Arath, claro que estaba asustado pero ante mi vista, no se iba a echar a llorirquear o pedir ayuda. Su orgullo, al menos, era inrrompible y decidió ir a meter puñetazos al que le había golpeado, pese a que eso, costó a que otro más le redujeran. Me impidieron el paso. Al grandulón lo golpearon pero no comprendía bien porqué quería ayudar ahora.

El tema es que ya me habían metido a contra de mi voluntad en esto y por golpear al chico, iba a devolvérselas a todos esos.

Solté un puñetazo. Por mi contextura física no muy corpulenta, podía parecer que era un sujeto que no se aguantaba ni un sólo golpe en una batalla, pero nadie sabía aquí, a cuantos había matado, traicionado o herido. No sabían tampoco que tenía prisioneros y sabía manejar los negocios. Era un maestro en la manipulación.

Otro más quiso golpearme y la situación empezó a descontrolarse. Terminé en el centro junto y aquel grandulón, que parecía tener un golpe que lo había atontado también. Éramos 2, porque mi visión se duplicó un instante. y tuve que parpadear para aclarar mi vista. Dos arremetieron, decididos a darme una paliza y no supe qué sucedía con el grandote, pero en cuanto a mí, me moví para esquivar a uno y dar una patada a otro. Recibí un par de golpes, pero pude manejarlo.

¿Normas? No esta vez. Me vedarían de aquí seguramente pero no me importaba. Había muchas tabernas a las que podía acudir si lo deseada pero yo no tenía la culpa de que me hubiesen obligado.

Mi patada no fue a los bajos del oponente, sino fue para empujarlo, luego ir y darle un puñetazo en tanto el otro venía por mi espalda. Me giré al tiempo que recibía un golpe en las costillas. Retrocedí y aproveché a dar un golpe de codo al primero. Dejé al que estaba en frente mío, a que viniese por mí  se acercara, pero esquivé su puñetazo con mi brazo y con la mano libre, le di un golpe a su garganta. Mi querida Amice, con habilidades en la medicina, decía que eran golpes muy peligrosos. El sujeto retrocedió y cayó de rodillas con dificultad para respirar. Su compañero fue a cobrar venganza y alguien más, silbó y me hizo ver que el chico estaba siendo amenazado ahora, con que le partirían el cuello si me movía. En esa distracción, recibí un golpe detrás de mi rodilla, y luego en la espalda que me tumbó boca abajo. Otra patada más, fue a mis costillas.

Me volteé de espalda.
— Sucio malnacido — siseé entre dientes y giré de nuevo para esquivarlo, con dificultad. El que había golpeado en la garganta, había tenido que salir de ahí para recibir atención, si es que podía y no le había causado un daño que podría llegar a ser mortal.

El chico, Arath, logró safarse del sujeto y se escabulló rápidamente entre la multitud hasta que se perdió de vista. Cuando fui a ver de nuevo estaban yendo tras él pero rogaba que no lo pillasen. Estaba en sus manos ahora enorguellescerme de que podría salir a salvo al menos. Me levantaron por la fuerza y empujaron hacia atrás. Jadeé, agitado. No me dolía tanto las costillas pero sabía que tendría algún moreton mas tarde.

— ¿Acaso deben ser dos contra mí para reducirme?— solté una risa con ironía mirando a los dos sujetos.

Cuando me quise incorporar uno de esos dos, de mis oponentes mientras que otro parecía querer extrangular al grandote, me propinó otra patada, a las costillas de nuevo pero del otro lado. Éstos se divertían conmigo y alentaban a que me liquidran. Reí para adentros. La vida misma no me había aniquilado para que vinieran éstos a hacerlo ahora. La ardrenalina resurgió cómo el fénix y me levanté lo más deprisa que pude, pese a que me mareó bastante. Sin embargo, la técnica del borracho, tal como lo llamaba yo y mi tripulación, consistía en esquivar, hacer giros y demás, ya que mi fuerza estaría ligeramente reducida, tanto para los golpes como para la precisión en estos oponentes que tenía.

Debía evaluar contextura y fuerza en ellos si quería ganar y cómo eran dos, ahora mi ojetivo era reducir a uno al menos. "Etrategia". Podía no saber leer ni escribir, pero que sabía de cómo pelear, sí tenía mucha experiencia. Fui a por uno y comencé a gopearlo y sin perder noción el otro, en cuanto pude, mandé una patada a las costillas del segundo en tanto el primero venía a arremeter otra vez. Lo desvié a un lado y giré sobre mi costado. Golpe, más golpe. Otros recibí y uno que me aturdió bastante más, sobre la altura de la sien.

Fue por cansancio, ya que ambos, trabajando en consjunto parecían ser más fuerte conmigo. Ninguno respondió de porqué habían atacado dos en vez de uno, pero para mí, eso era indicio de que temían mis habilidades ya que anteriormente, si no tenía mal recuerdo, habría peleado alguna vez y claro, vencido y otras no tanto. Pero bataba para los que frecuentaban la taberna, el que supiesen cómo intentar vencerme, aún si debíán poner a todos contra mí. Claro que no, no podría luchar contra todos, menos en el estado de ebriedad que tenía y los golpes que anteriormente me habían dejado muy atontado.

Tropecé con un sujeto tirado y me di cuenta que era el otro. ¿Habían vencido al grandote? Bueno, alguna vez en mi vida también lo había hehco con una tácnica similar al oponente, pero cuando me di cuenta de esto, vi al tercero arremter en mi contra y los otros dos más, me rodeaban. Sentí una ligera decepción porque interiormente había esperado más del grandote.

Ahora eran tres. El chico, Arath, posiblemente con suerte había logrado escapar de la taberna.


Por los Dioses, me sentía cansado. Venría un cuarto más? Estaban enojados estos porque no quería pelear del principip y había negado que el chico participara. Debían de pensar que y era el padre y eso me hizo gracia.

— ¡Vamos! ¡¿Se quedarán allí plantados o vendrán por mí, pedazos de cobardes llorones?!— extendí mis manos. Volvimos a la lucha, la que tanto me había negado al principio. No tuve tiempo a decirlo de que me habían fastididado mi bebida y mi tranquilidad, algo que no solía buscar a menudo.  


Entre golpes, ebesidas, esquivar, logré dar unos certeros golpes a dos de ellos, pero el tercero, que era el último que se había unido, fue el que me venció a mí, asegurando entre susurros de que pagaría lo que le hice a su amigo, al que había dañado en la garganta.

Había conseguido asestarme, en un arrebato de ira descontrolada, golpe tras golpe y terminando con un codazo en mi cabeza que cuando quise acordar, estaba de bruces en el el suelo con la nariz sangrando a chorros, lo mismo de la boca. Él no se detuvo pero aunque me moví para evitar el golpe, él largó una patada a mi pecho para tumbarme de espalda. Me miró de arriba, mientras y yo jadeaba de cansacio y con las costillas adoloridas.

— Date por ganador, imbécil — le dije y dibujé una sonrisa en mi rostro, con los dientes cubiertos de sangre.

— Te borraré esa sonrisa estúpida— los otros se habían puesto de pie, pero estaban al marguen. El grandote estaba tirado en el suelo. ¿Si iba a ayudarle? No, no sería yo si lo hiciera. Aquel fue a largarme una patada y en un último aliento, la atajé justo cuando estaba por golpear mi cabeza y con mi otro brazo, di un golpe fuerte a la altura de su rodilla y le causé un daño importante, que le hizo caer adolorido. Algo en su rodilla había crujido y eso bastó, para salvarme seguramente. ¿Quién acaso daba por finalizado esto?

Sin embargo, pese a todo, giré boca a bajo e me incorporé de rodillas. Volví a caer de bruces, sumamente mareado y miré a la muchedumbre que abucheaba o alentaba a que me ultimaran.