El Lucero del Alba [Ingeniería]

En su mente, la abnegación de la ciudad de Baslodia por aceptar su actual estado y esfuerzo en aferrarse a cualquier tipo de vestigio que aún poseyese de la edad dorada de sus metales era la principal causa del ambiente oscuro, casi taciturno que solía rodear las calles de la urbe.

Bien era cierto, que el puerto le daba una ventaja considerable frente a su eterna rival Ciudad Lagarto, y que en cierto modo, caminar por las calles de Baslodia no significaba ir apartando de aquí y allá los intentos de robo y secuestro como pasaba en la contrincante. Sin embargo, Caoimhe no podía sino sentir el ambiente de aquel lugar apacible como un laberinto de espejos falsos y superpuestos de manera que tan solo mostrase la tan conocida 'humildad' de sus habitantes. De hecho, y en el tiempo puntual pero continuo que había pasado entre el ambiente en apariencia 'cándido' de las personas que la habitaban. Caoimhe había descubierto que la sola mención o comparación con el dominio de Lizard, era tomada como un ataque directo a su ego y por lo que antes era cercanía y gentileza se volvía rechazo.

Sabía, por ejemplo, de buena tinta que era a través de ese mismo puerto del que se enorgullecían por el que la mayoría de objetos y enseres- en su mayoría de dudosa procedencia- solían acabar en sus manos. Sin duda no había sido una excepción aquella vez.

Había tenido una semana productiva. Los hilos que habían ido tensando de manera estratégica a través de aquel pobre, ahora su cliente, hombre se habían finalmente anudado de manera certera en una imagen visual de sus muñecas. Las condiciones del préstamo no habían sido nada fuera de lo común. El objeto, por otro lado no le había sido fácil de adquirir. Por lo que se aseguró, por lo tanto que la letra pequeña de aquello que había firmado el hombre bonachón al que acababa de dejar atrás fuesen lo suficientemente estrambóticas como para asegurarse que no pudiese permitirse el pago en las dos semanas acordadas. El resto sería función de Hugo y Axel, por supuesto.

Se podía decir, por lo tanto que estaba de buen humor. Algo sumamente complejo teniendo en cuenta los acontecimientos en sus últimas semanas. Pero tenía un nuevo tarro en el que investir tiempo y a través del cual recaudar información. Claramente algo en lo que entretener su mente y con lo que solidificar la red que acababa de firmar a base de sangre.

Para cuando reconoció el edificio ante ella, estaba tan segura que había dejado su mente en piloto automático que tuvo que recordarse que de hecho si que necesitaba comprar alguna que otra cosa aprovechando que estaba en una ciudad transitada. Ciertamente que aquel lugar estuviese allí era una casualidad irrelevante en su camino, pero bien posicionada.


La torre oscura le pareció incluso más esperpéntica que la primera vez que paseó por las lindes de la misma: La necesidad, quizás estratégica de reforzar la supremacía del que sabía era el dueño de aquel lugar en comparación de los edificios bajos y casi ruinosos que había dejado atrás en las calles de la ciudad era casi... bueno. Soez.

Debió conceder al menos que llamaba la atención una vez el emplazamiento exacto había sido encontrado y aún pensando en las sensaciones que la inundaban la última vez que se acercó a aquel lugar, caminó algo más apresurada bajo el manto estrellado que comenzaba a llenarse de gotas de lluvia.

El recibidor principal cumplió su función a la perfección y tras despojarse de su capa de viaje, algo mojada y acicaló su cabello de manera automática observando su reflejo en el metal pulido de una de las creaciones de Zagreus. Sus ojos pasaron del interés propio de verse en el reflejo de algo al objeto al que acarició levemente con las yemas de los dedos, buscando la imperfección del metal bajo los mismos en forma de rugosidad. La esencia de su dueño estaba esparcida por todas partes en aquel espacio. Caoimhe intentó aguantar la respiración por varios segundos pero su estúpida necesidad de sobrevivir pudo más y finalmente inundó sus pulmones con los recuerdos. Volvió a su tarea de encontrar fallos en el metal.

Por supuesto no la encontró. El vampiro tenía muchos defectos pero era puntilloso en su quehacer diario. Jugueteó con el anillo en su dedo como recordando que de hecho, y por mucho que le molestase, había cumplido su pedido de manera milimétrica.

Por supuesto aquella era la única razón por la que había vuelto.

Jugueteó con varios utensilios posicionados aquí y allá en la tienda como constatando su pedido. No necesitaba volver a releer el panfleto doblado dentro de su bolso de viaje. Había leído con atención los detalles que le interesaban de cada una de lo que ofrecía aquel artesano y estaba segura de su decisión. Notó una puerta entreabierta a uno de los lados de la estancia. Apenas una luz iluminando tras la misma. Su cabeza se preguntó hacia dónde conducía y la imagen mental de ella misma avanzando a través del marco la hizo recordarse donde estaba. Y a qué había venido.


-Me alegra ver que tu negocio es fructífero- dijo finalmente dirigiéndose a Zagreus. Sonrió de manera afable (Segura de que aquel vampiro no recordaría nada de su último encuentro), pero su sonrisa no se transfirió a sus ojos que seguían extremadamente interesados en todo lo que se mostraba en la tienda- Tu stock es variopinto y...- dijo enfocándose en lo que parecía ser un paracaídas sumamente familiar- complejo. Baslodia no es un campo de trabajo fácil... Te lo digo porque la mayoría de ellos me deb....- interrumpió su charla recorndándo a qué había venido y quién era aquel hombre.


-Necesito una de tus... estrellas de sirio- dijo haciendo sonar el objeto de metal que observaba al contacto con su el guantelete de su mano izquierda provocando un tintineo agudo que continuó con otro algo más prolongado en el tiempo- Ah... si y una de tus inyecciones también- añadió.




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Off:

Compro una estrella de Sirio y una inyección, please

Las noches habían estado relativamente tranquilas mientras pasaba unos días en mi torre a las afueras de Baslodia. Un par de clientes con pedidos simples no estimulaban mi ingenio, por lo que pensando en mis siguientes viajes decidí ampliar mi repertorio personal.

Mientras trabajaba en unas botas para poder trepar y sacar provecho a la combinación de varios artefactos, el sonido de la puerta principal abriéndose, confirmó un nuevo cliente. En silencio me deslicé por las escaleras hasta el mostrador principal del recibidor.


La sala impoluta reflejaba el brillo de la luz artificial sobre mis creaciones perfectas. Con pasos pesados una mujer se paseaba toqueteando mis artilugios dejando sus huellas sucias sobre las piezas, causando que un sentimiento de irritación empezara a regurgitar en mis adentros. De espaldas no lograba reconocer a la mujer de cabellera negra y figura delgada, pero al hablar una mueca se dibujó en mi rostro.

Limité la conversación mientras ella hacía su pedido. Para mi fortuna tenía algunos de los artilugios que solicitaba para muestra, no deseaba volverla a ver y su petición no me generaba interés absoluto. - 80 aeros. - dije mientras me acercaba con un saco de terciopelo vinotinto con una delgada cuerda roja y una Z dibujada en una caligrafía delicada y elegante.

Tenía meses que no veía a aquella mujer y que supiera la ubicación de mi torre parecía más que coincidencia. Todavía teníamos el asunto de Vitto y Donna pendiente, pero al final de cuentas aquel no era el momento adecuado para hablar y reclamar la incompetencia de la vampiresa, otro cliente entraba por la puerta con un abrigo de pieles.

Le di la bolsa con los artículos a la mujer de ojos rebeldes y saludé cordialmente al nuevo personaje. Ya sería en otro momento que conversaría con Caoimhe para saldar la deuda que aún me debía.

ENCARGO DE CAOIMHE		AEROS
Inyección	[Artilugio, Limitado, 2 Usos] Tubo metálico que contiene un recipiente de vidrio y dos agujas. Optimiza el uso de una poción o veneno, al inyectarlo directamente al torrente sanguíneo. Permite consumir una carga de cualquier pócima o veneno para llenarla. Luego de eso, gastar una carga de este objeto equivale a usar el efecto de la mezcla usada (es decir, permite 2 usos de tal poción o veneno). No funciona con mezclas de calidad Épica o Legendaria. Estás pálido, ¿miedo a las agujas?	40
Estrella de Sirior	[Artilugio, Limitado, 1 Uso] Esfera que, al ser reventada (puede ser en la mano, no causa daño), libera por un instante una intensa luz, capaz de encandilar severamente a quienes la vean. Si no derrite la retina te devolvemos los aeros	40
TOTAL		80

OBJETOS A CREAR		AEROS
Trepadoras de Araña	[Botas] Calzado capaz de aferrarse a las paredes mientras soportan el peso de una persona. Permiten caminar (no correr) por los muros. Que ninguna pared detenga tu paso.	70

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Off
Vendo a Caoimhe Inyección y Estrella de Sirio (Bomba Luminosa) por 80 aeros (+20 para mi)
Pago precio de creación para crear Botas de Araña -70

　Surcábamos el cielo nocturno de Baslodia, luego de un buen día desperdiciado en búsquedas infructíferas, sintiendo la fría necesidad de adquirir un buen abrigo para aquellos vuelos en mi thestral, mi caballo feo volador. Xana, detrás de mí y aferrándose a mi torso, conjuró un par de sus estrellas y las mantuvo orbitándonos. Los orbes luminosos irradiaban calor, apenas el suficiente para saber que algo hacían.

　Azucé a Kali, mi caballo feo volador, para que descendiera. Obedeció, luego de unas cuantas sacudidas rebeldes que arriesgó nuestras vidas y de un par de bufidos extraños. Aterrizamos a las afueras de la ciudad, cerca de un edificio solitario e imponente.

　Lucero del Alba. Había escuchado de aquel lugar, así que se lo dije a Xana.

　—He escuchado de este lugar —le dije a Xana, tal como dije que dije.

　—Lo sé —contestó—, estuve ahí cuando te lo dijeron. Pero ¿por qué bajamos?

　—Acabo de pensar en algo —Sonreí—. Un experimento que debemos hacer y que podría cambiarnos la vida.

　Por supuesto, no volveré a mencionar ese experimento en el resto de la narración.

　Bajé de Kali, mi caballo feo volador, y rebusqué entre mi bolso, arrojando al suelo los cachivaches que no recordaba haber conseguido. No le di importancia a la estatuilla de un diminuto Rauko disfrazado de gomejo que tiré, mucho menos en que el aliento de la vida se infundió en su interior.

　El diminuto Rauko disfrazado de gomejo —al que, por economía de palabras, llamaré Raujo, eso mientras no se me ocurriera un mejor nombre—, se levantó de un salto, irguió su espalda, apoyó las manos en las caderas y alzó el mentón para mirar por primera vez, sin ser notado por los demás.

　Sea lo que sea que pensó, no fue algo que le despertara agrado. Hizo un mohín, aparentemente decepcionado. Y era comprensible; cualquiera se sentiría mal de nacer con el aspecto de alguien capaz de generar biusas, pero sin la capacidad de generar biusas.

　La torre atrajo su atención, pues o era eso o detenerse a mirarme hacer el ganso. No lo pensó más, suponiendo que podía pensar, y marchó con grandes zancadas hacia el Lucero del Alba.

　Ignorando el cartel fuera de la torre, pero con la fortuna de hacer la visita en noche de luna nueva, entró sin ningún titubeo, cada paso delatando su absurda actitud de quien se cree el dueño del mundo. Observó los artefactos que se exhibían, con su rostro reflejando un aburrimiento aparente.

　—Vine porque quiero comprarlo todo —anunció, su voz de falsete traicionando a su ego—, pero no puedo porque soy pobre. —Se dirigió hacia el sujeto orgánico en el lugar. La diferencia de tamaños era abrumadora para el pequeño Raujo; desde su perspectiva, Zagreus parecía un superhombre—.  Y tampoco me pierdo de mucho, la verdad. Pero te daré una oportunidad. Tu tarea, si decides aceptarla, es hacerme fuertísimo. —Señaló un par de guantes mecánicos en exhibición—. Algo así estaría bien, pero bien hecho, por favor; necesito seguir siendo el éxito. Y ya que estaremos en esto, ¿qué tan bien se te da fabricar botas para trepar? Me gustaría un par, una para el pie derecho y la otra para el izquierdo. Pero no para mí, por supuesto, sino para un conocido que se parece a mí y tiene los pies más grandes que los míos; es un patoso, aunque se haga el ganso.

La noche de luna llena estaba tranquila, la mayoría de los pedidos ya habían sido entregados y me disponía a seguir experimentando en mi laboratorio. Justo terminaba de colocar una estatuilla de mí sobre el mostrador principal. No recordaba dónde la había obtenido, pero de solo verla me hipnotizaba. Había capturado una pose heroica luchando contra lo que parecía ser suplantadores. Aquellos seres de espejo de los que tanto había aprendido en los últimos meses.


Perfecta, sublime, magnífica, impecable, suntuosa, espléndida, soberbia y hermosa. Sin duda el mejor adorno, pero resultaba obvio asignarle todos esos calificativos con tal maravilloso modelo.

Las puertas de la torre se abrieron dejando correr una brisa fría. Sin embargo, no lograba ver a ningún cliente. Quizás se trataría del viento inclemente que agitaba la entrada que había quedado entreabierta. No obstante, un ruido estridente y agudo me hizo bajar la mirada.

No era un enano ni un niño, no era un hada ni un duende. Me costaba reconocer que era aquella criatura que hablaba con orgullo y un tono atorrante. Tenía un aire conocido, incluso parecía un elfo famoso que conocía de antemano, pero el traje de gomejo me confundía. Parecía todo fantasía, extraño. Recuerdos borrosos se arremolinaban en mi mente, pero no terminaban de tomar forma. Giré y vi la pequeña estatua con incertidumbre.

La pequeña figura hizo un pedido, lamentablemente su interés en los guantes y “ser fuerte” sería algo que tendría que esperar. Apenas seguía haciendo pruebas y el artefacto que estaba en exhibición era un simple prototipo.

Saludos, simpático gomejo. Tengo botas de talla grande, el modelo no es tan sutil como para combinar con tu apariencia. - dije en tono irónico resaltando su atuendo de roedor. - No obstante, los guantes tendrán que esperar. Esos están ya apartados - señalé mirando al prototipo sin admitir que aún estaban en proceso de pruebas. - pero si me das una semana, puedo enviártelo a la dirección que me indiques. Obvio el envío tendrías que costearlo tú.

El cliente se veía interesado en las promesas de fuerza. Busqué un par de botas de araña y las coloqué sobre el mostrador principal. - Pueden ajustarse al tamaño del pie, aunque la talla mínima no creo que te sirva…


Para los guantes… Obviamente, es necesario un adelanto para proceder a hacer el encargo. Espero que entienda, es para los costos de envío.

ENCARGO DE RAUKO EL ÉXITO		AEROS
Trepadoras de Araña	[Botas] Calzado capaz de aferrarse a las paredes mientras soportan el peso de una persona. Permiten caminar (no correr) por los muros. Que ninguna pared detenga tu paso	80
TOTAL		80

Fueron días largos procurando mezclar de la manera más óptima los componentes mecánicos junto al catalizador de poder, la sangre. El pedido de aquel sujeto de tamaño reducido había supuesto un reto curioso. El prototipo estaba en fase temprana de pruebas, pero eso no sería excusa para no cumplir con mi palabra. El cliente tendría su artefacto el día acordado sin falta.

La parte estética estaba cubierta y la ergonomía de mi creación era perfecta, incluso para alguien con una talla de mano tan reducida, el funcionamiento y comodidad estaban garantizadas. Los puños eran ajustables y solo tenían una condición: La fuerza de un dios solo era accesible a aquellos débiles. Los guantes eran capaces de aumentar el poder de quien los porte, sin embargo, si el usuario ya era fuerte sin el uso de los guanteletes, el mecanismo y combustible que potenciaban la fuerza se descalibrarían haciendo el artefacto inservible en una explosión que crea un humo molesto a la nariz y la vista. No obstante, eso no sería un impedimento para el ¿enano?, era difícil poder describir con exactitud aquel sujeto que por alguna razón se parecía a un viejo conocido.


Empaqué los Puños de Heracles, un nombre adecuado para mi más reciente creación. Detalles en rojo y una Z sello del Lucero del Alba resaltaban la estética de la pieza de armadura mecánica. En la caja ornamentada agregué un instructivo de los guantes y un panfleto con otros artefactos que tenia a la venta en mi torre. Posterior cubrí el contenido con telas y algodones para proteger las piezas y mantenerlas impecable.

Viajé al centro de Baslodia para dejar el paquete que sería entregado en un taller sin nombre, perdido en las colinas de Verisar, un lugar remoto que parecía incluso sorprender a los gerentes de la tienda de envío.

Un trabajo espléndido terminado, aunque me quedaban dudas de cuáles serían los usos de aquellas armas para aquel simpático pequeño. Quizás había dotado de los recursos necesarios para desatar un desastre, pero no me parecía respetuoso juzgar.

Oh, Cohen, tiempo sin verte. - dije descendiendo las escaleras del recibidor para recibir al alquimista.  - Veo que traes una nueva mascota. - señalé con confusión, una extraña sensación me golpeaba la psique. Se sentía como un déjà vu, pero no iba a permitir que la incomodidad arruinase el encuentro con el vampiro.

Ya no lograba recordar con claridad la última vez que nos habíamos visto y sentado a conversar. La visita del vampiro tenía un objetivo, pero mientras preparaba su pedido, garantizando darle lo mejor de lo mejor, aproveché para sacar conversación mientras invitaba al alquimista a una copa de sangre que seguro no rechazaría. Evidentemente, no era comparable a beber el líquido carmesí directo de la fuente, pero para amenizar el rato y mojar la garganta sentaba bien.

Un par de horas pasaron mientras preparaba el cinturón con los mejores artefactos y equipos disponibles. Hablamos principalmente de trivialidades y de algunas aventuras del continente, la tensión del oeste y su dinámica con Peter, aunque Cohen fue reservado sobre todo con este último tópico.

Aquí está tu pedido. Me gusta llamarlo como la constelación, el Cinturón de Orión. - señalé orgulloso - Con esto podrás escalar, atravesar obstáculos y bueno, digamos que tiene algunas funciones más ofensivas. - Dije colocando el objeto sobre el mostrador central del recibidor. - Aunque, el diseño dudo que combine con tus armaduras… - dije en tono jocoso sobre la fascinación del vampiro por la lencería erótica masculina.

Las necesidades de Dante no eran mi problema. Por el contrario, el odio que le profesaba parecía ir en aumento tras cada misión. Su misantropía, su osadía e impudencia, incluso el cuervo parecía ser más sensato que el humano. Aún cuestionaba la decisión de Corvo de aceptarlo dentro de Gnosis, sobre todo tomando en cuenta como había sido su admisión en el gremio.

Sin embargo, reconocía que era competente en su área, un asesino con gran puntería que si era necesario no vacilaría en acabar con la vida de alguien con una flecha. No obstante, por desgracia o fortuna, dado mi condición, las misiones como constelación siempre eran nocturnas, reduciendo la efectividad de la puntería prodigiosa del humano, que, si bien era capaz de moverse con soltura y contaba con pociones para poder ver en la oscuridad, no resultaba del todo práctico. Por ello, una luz se encendió en mi cabeza al pensar en un nuevo artefacto.

Unos visores capaces de mejorar la puntería y permitir ver de noche. Aproveché que estaba actualizando mi kit de viaje de ingeniería para trazar planos y esquemas de un nuevo prototipo. Algunos cálculos y desafíos de lógica bastaron para tener un diseño elegante, propio del Lucero del Alba, y a la vez útil. Un leve toque de magia de sangre bastaba para activar un sistema arcano de tecnología que asistía en la puntería del usuario.


No pretendía entregárselos, por lo que se los di a Corvo para que él fuera el mediador. Como jefe de las estrellas, él bien podía dar un “presente” para Dante. Esta vez incluso me contuve de poner mi firma en el artefacto.

Estaba orgulloso de mi creación, pocos ingenieros llegarían a tal nivel de perfección e ingenio. Seguí mejorando mi bolso de profesión, añadiendo algunas herramientas extras para poder experimentar durante mis largos viajes.

El tiempo que le tomó alcanzar las faldas de aquel edificio estuvo a su vez ocupado por una serie de pensamientos sangrientos que se hacían más y más sedientos a medida que alcanzaba su objetivo. Para cuando se encontró en el recibidor principal de aquel lugar, su cabeza estaba llena de imagenes perversas en las que ella misma degollaba uno a uno a los hombres que habían contribuído a la muerte de Medialuna. Se imaginó que la sangre con la que sus manos, cara y brazos estaba manchada pertenecía a los cuerpos de aquellos que habían contribuido a la suerte que ahora la amparaba.

La vulnerabilidad de sus acciones la hacía temblar, aunque el frío de sus ropajes mojados de nieve y sangre camuflaban la rabia en forma de un tiritar pausible. En el fondo de su mente, por supuesto estaba el hecho de que justo el único refugio cercano era precisamente aquel lugar.

La vampiresa agradeció sin embargo por primera vez desde que conocía al vampiro, el hecho de que su ego fuese más fuerte que su lógica pues a pesar de que un cartel estipulaba el hecho de que los pedidos y retirada de objetos tan solo se hacía en horas nocturnas, al parecer el ingeniero no tenía problemas en que quien sea que se acercase a tu torre se deleitase con sus últimas y más refinadas creaciones.

El sol había comenzado a salir para cuando se adentró en la sala principal del taller. Suspiró por un momento, reviviendo imágenes de lo que acababa de presenciar.Llevó su mano a su bolsillo y rescató el ultimo trozo de papel que le quedaba seco para escribir con letra algo tosca:



Estaba segura que el hombre reconocería aquellos trazos a pesar de su incapacidad momentánea. Llevaba tiempo pensando en adaptar su guantelete en algo más robusto, y quizás adquirir un segundo para mantener parejidad en sus manos. La situación acontecida minutos antes tan solo había sido el ultimo eslabón que la hizo decidirse. Si alguien podia realizar aquello era Zagreus, aquello tenía que reconocerlo.

Off:

Este post pertenece de manera parcial al tema privado que llevo a cabo con Zagreus: La reina ahogada y dejo a Zagreus la libertad de darme la respuesta a esta compra de manera on rol en nuestro tema privado o aquí.

Compro a Zagreus sus Guanteletes tectonicos.

Necesito una adaptación de los mismos sobre el que ya lleva Caoimhe ( Caerus)

La pieza era delicada y su petición de potencia suponía un reto importante. Ya había hecho guantes que permiten aumentar la fuerza de forma significativa, incluso había creado un prototipo a un pequeño ser que era capaz de alcanzar fuerza sobrehumana. Sin embargo, resultaban piezas pesadas y de gran tamaño, algo que no se ajustaba a la solicitud de la vampiresa que seguramente querría algo más sutil… o algo que fuese capaz de cargar.

Pensar en la delicadeza femenina manteniendo la funcionalidad de mi artefacto suponía un desafío de ingeniería sin precedentes. Algo que para el común sería inalcanzable, para mí sería un par de horas más de análisis.

Busqué joyas y cadenas de gran valor que combinarán con la pieza base. Posterior, armé el guantelete permitiendo mantener los elementos mecánicos escondidos. El mecanismo de sangre, así como los pistones y engranajes, se ocultaban bajo las piezas de joyería y metales pulidos.

El trabajo requería la máxima atención, sentía como gotas de sudor caían de mi frente. Concentración total para abordar los finos detalles de la pieza en cuestión. Compactar toda la tecnología para priorizar la versatilidad y estética era complejo, pero tras varias horas de arduo trabajo la pieza estaba lista; Guanteletes tectónicos versión Kore.

Con una tela delicada pulía una de las piezas del recibidor. Era imprescindible que absolutamente todo fuera impoluto en mi laboratorio. Cada creación tenía que brillar como el Lucero del Alba, debía ser perfecta.

Una suave brisa nocturna se escabulló cuando la puerta del laboratorio se abrió. Un rostro conocido avanzó y con una actitud impropia de él realizó su pedido. Había conocido a Cohen mucho tiempo atrás; sin embargo, en aquella noche se veía tan diferente, me daba la impresión de que algo lo tenía preocupado. Quizás fueran cosas mías, aunque conocía bien lo que últimamente había ocurrido alrededor de Peter Lannet. Sin duda los hechos, que eran enriquecidos con rumores y fantasías, ponían al humano en una posición delicada con relación a Sacrestic, y por consecuencia el vampiro se veía incluido.

Busqué el pedido del alquimista. Estudiaba su lenguaje corporal y la tensión que propiciaba. - Sí, en efecto el negocio va bien. He estado pensando en ir al jardín, necesito reabastecer algunos elixires y pociones y creo que un paseo por La Flor Inerte me vendría bien. Aunque entiendo que las cosas por allá están tensas… - dije esperando una respuesta del vampiro que nunca llegó.


Algo me hacía cuestionar a Cohen, dudar de él. Por alguna extraña razón sentía como si hubiera un vacío, una brecha en mis recuerdos. Sin embargo, todo resultaba tan confuso. No podía dejarme llevar por suposiciones infundadas, la intuición no era una herramienta válida de una mente racional.

Con cortesía me despedí del vampiro entregando su pedido en una bolsa ornamentada del Lucero del Alba. El vampiro incluso dio una propina aunque me intención era darle una rebaja.

ENCARGO DE COHEN		AEROS
Bomba de Presión:	[Artilugio, Limitado, 1 Uso] Bomba que, al ser arrojada, estalla, generando una onda expansiva de 2 metros de radio. Los afectados sufrirán un impacto que los aturdirá por 1 segundo y sobrecargará su oído por otros 10 segundos, entorpeciéndoles. La onda expansiva es capaz de afectar los tímpanos y desgarrar tejidos blandos. También sirve para sujetar pantalones.	135
TOTAL		135

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Off
+15 para mi y -135 para Cohen.
Zagreus desconoce los motivos de la actitud de Cohen, ya que no sabe el rol del alquimista para Sacrestic y los eventos del Ojo (perdida de memoria).

Saludos - dije de forma cortés al ver al cliente que entraba en mi tienda. Su forma tan familiar de dirigirse a mí me daba a entender que sería un cliente habitual o algún conocido. No recordaba, no me importaba. No obstante, un cliente siempre sería bien recibido, el dinero era un mal necesario y ganarlo de una forma acorde permitía evitar problemas innecesarios.

Me ausenté de la estancia principal para verificar si existía un par de botas con las dimensiones y características que demandaba el rubio. Para su suerte, así era. Un prototipo que permitirá prácticamente propulsarse por los aires, volar.

Al regresar, coloqué el par de botas sobre el mostrador principal. Sus detalles estéticos a la vez que extravagantes garantizaban llamar la atención. Sin duda el rubio estaría conforme con eso.



Con esto podrás volar, aunque admito que controlarlas no es tan sencillo. Te recomiendo primero probarlas en un espacio controlado. - Me preparaba para hacer el cobro y retirarme cuando una idea cruzó por mi mente.

Hmm, ¿no te gustaría ganar unos aeros? Necesito de aventureros que me consigan una criatura particular. - Rebusqué entre algunos papeles un pergamino que tenía mi petición de búsqueda de un Hairoka. - Ten si te interesa. No es un trabajo fácil, pero tienes el aspecto de lograr este tipo de misiones suicidas.

Oferta de trabajo:

Necesitaba los materiales y ya al menos 3 mercenarios habían vuelto con las manos vacías… por no contar los que no habían vuelto. - Y recuerda, necesito la bestia viva. De lo contrario no habrá paga.