Todos los caminos llevan a Sacrestic Ville [privado] [noche] [Cerrado]
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Todos los caminos llevan a Sacrestic Ville [privado] [noche] [Cerrado]
Había pasado la mayor parte del camino releyendo las anotaciones en el pequeño libro sobre su regazo. El resto del carruaje había permanecido vacío la mayor parte del trayecto y las miradas curiosas de aquellos que habían compartido plaza con Caoimhe se fueron reduciendo a leve interés cada vez que pasaba una página a medida que el trayecto avanzaba.
La lluvia azotaba los cristales y dificultaba las maniobras del cochero cuyas blasfemias interrumpían la lectura de Caoimhe de cuando en cuando. Paso el dedo índice por las líneas de la pagina en la que se centraba su atención. Las letras impronunciables resaltaban en cursiva frente a ella.
‘…mas que un gemido gutural. Algo así como aire suave escapando de las cuerdas vocales estresando de manera parcial esos músculos a su paso’
Caoimhe miro a su alrededor mientras se adecentaba su capa de viaje, intentando que nadie leyese aquello que custodiaba en sus manos. La señora que había montado al carruaje a la vez que ella misma reposaba su cabeza en la ventana opuesta a donde la vampiresa se sentaba.
Frente a ella un hombre bajito y fornido de mediana edad emitía sonoros ronquidos cada vez que el aire inundaba sus pulmones. Al otro lado de su sillón, en la ventana directamente opuesta a ella, el cuarto y ultimo desconocido que habitaba aquel carruaje yacía en la misma posición que lo había hecho desde que se unió al viaje. Su rostro y facciones permanecían ocultos tras una capucha oscura.
Caoimhe no estaba segura de si estaba también dormido, pero asumió que se encontraba lo suficientemente lejos de ella como para escucharla. Se atrevió entonces a actuar.
Trago saliva dos veces y focalizo su mirada de nuevo en las líneas exactas de aquel libro donde se representaba la onomatopeya de lo que se suponía era ‘el lenguaje secreto de los vampiros’. O al menos aquella era la panacea que prometía el libro sobre su regazo.
Dejó salir un poco de aire de su garganta a través de sus labios entrecerrados, controlando la amplitud de la onda de su propio sonido. Poco o nada escapó de su boca. Lo volvió a intentar esta vez moderando algo más su garganta.
Consiguió escuchar un leve gruñido que, según ‘Vampiros y otros seres malditos de Aerandir’ significaba algo así como: Sed.
Bufo de manera incrédula. De pronto entendiendo como de ridícula se veía copiando gestos de un libro. Lo cerro de manera molesta y contemplo la portada durante varios segundos.
Hacía exactamente 3 meses que consumía de manera voraz cualquier tipo de información que pudiese encontrar acerca de su naturaleza. No estaba segura de si aquella actitud repentina ocultaba una necesidad inminente de aceptarse y entenderse.
Si era así o no, lo cierto es que no era una decisión que había tomado de manera deliberada. La vocecita en su cabeza que a menudo acusaba cuando la sed se apoderaba de su cabeza solía ser quien tomaba las decisiones de manera autónoma aquellos días.
Tampoco es que hubiese avanzado demasiado. A menudo se preguntaba cuanto de verdad había en aquellas líneas estúpidas sobre vampiros y sus costumbres. Sintió interés genuino acerca de los distintos aquelarres y sus características y cuando la vocecita tomaba el control solía preguntarse si la ponzoña en sus venas compartía historia en tal o cual clan vampiro.
Se giró hacia su ventana contemplando la pequeña aldea por la que pasaban a través del vaho del cristal. Las luces de las casas proyectando claridad en el camino cegándola por unos instantes a medida que el traqueteo del carromato avanzaba.
Suspiró. ¿Cuánto quedaba para llegar a Sacrestic ville? El cochero la aviso al tomar asiento en Baslodia que al menos tardarían 3 días de viaje. Caoimhe había organizado cada una de las paradas lo suficiente como para repostar durante el día y tomar el coche en la misma dirección durante la noche. Aun así, sus nervios se agudizaban a medida que el destino final se acercaba.
Debería asegurarse que no se bajaba en la ciudad.
No quería ser el bicho raro entre su propia clase.
Un estruendo la sacó de su pensamiento de manera abrupta. Ambos el hombre y la mujer que había hasta ahora permanecido dormidos durante el trayecto, despertaron con mirada asustada y agarrándose fuerte a donde podían.
Hubo un silencio durante unos minutos y Caoimhe noto que habían parado el traqueteo.
-DIABLO DE CAMINO. ¿Acaso no pagamos los suficientes impuestos como para que mantengan la calzada en orden? Es la segunda rueda en una semana…- El cochero gritó mientras se bajaba de su montura, la lluvia salpicando los charcos y su figura.
-Lo siento, señores. - dijo el hombre- Me temo que acabo de romper una rueda. No tengo recambio y no creo que el herrero este abierto a estas horas de la noche. Les pido a todos que bajen del coche y mañana en cuanto haya arreglado este estropicio estaré dispuesto a llevarlos hasta su destino sin recargo alguno. Perdonen las molestias. –
El hombre abrió la puerta del carruaje y el frio de la noche inundo la estancia.
El hombre y la mujer que habían pasado dormidos la mayor parte del trayecto se acercaron al conductor con preguntas sobre cuándo y donde debían reunirse de nuevo mañana.
Caoimhe entendió que tendría que esperar hasta la noche siguiente para retomar su viaje. A menos que encontrase un caballo en aquella pequeña aldea.
Contempló el cielo encapotado. La noche había pasado su cenit oscuro y a partir de aquel momento tan solo quedaba esperar a la claridad.
Suspiró entre molesta y dolida.
El sol.
Camino a través de aquella pequeña aldea con la lluvia empapándola. Paso de largo ante los carteles de ‘se alquilan habitaciones’ en varios rótulos.
No estaba segura de donde se encontraba. Una mujer sola pocas veces acababa bien en un hospedaje privado como habitaciones sueltas.
La única posada en aquella aldea no parecía muy acogedora, pero la lluvia empezaba a helarle los huesos y necesitaba encontrar cobijo donde pasar el día. Así que avanzo hasta la entrada principal y el movimiento de la puerta hizo sonar unas campanitas colgadas en el techo.
-Si... Bienve.. bienvenida- Dijo el posadero recolocando sus gafas, Sin duda dormido sobre la recepción.
[ color=#99ccff -Buenas noches…Busco alojamiento hasta mañana por la noche[/color]- dijo Caoimhe, deshaciéndose de la capucha de su capa.
El hombre la observo durante unos segundos. Caoimhe casi dibujo el patrón de aquellos ojos fijándose en los suyos propios, desiguales y raros. Casi podía leer lo que aquel humano pensaba en su mente.
- Pagaré por adelantado- Saco una pequeña bolsita y la puso sobre el mostrador.
Aquello por lo general disipaba cualquier duda que su aspecto hubiese alzado.
-Por... por supuesto. Sin embargo… Si me permite, debo preparar la habitación. No esperaba... ya sabe no esperaba clientes a estas horas- dijo.
[ color=#99ccff -No hay problema- [/color]dijo la chica. -[ color=#99ccff Tampoco yo esperaba tener que buscar albergue a estas horas [/color] sonrió de manera fría.
El hombre la acompañó hasta la lumbre de una chimenea y le acerco un butacón donde acomodar sus pertenencias: Su capa y un bolso de viaje.
-Puedo despertar a mi mujer y que le prepare un estofado de ciervo… creo que quizás necesite-
-Un poco de vino y pan será suficiente- dijo Caoimhe.
Y una copa bien grande de tu sangre -replico la voz en su cabeza.
El hombre se fue y la dejo sola en lo que parecía la taberna de aquella posada. Se deshizo de su capa dejándola a un lado del fuego. Deshizo su tocado dejando caer sus cabellos ondulados y mojados de manera despreocupada y aprovechando que no veía a nadie mas en la sala, deshizo un poco su corsé lo suficiente como para que su espalda tuviese algo más de movilidad. Emitió suspiro de placer y cansancio al sentirse liberada.
Quizás no había sido tan mala idea al fin y al cabo que la rueda de aquel carruaje se rompiese. No estaba segura de que su cliente, por otro lado, opinase lo mismo sobre el hecho de que su llegada iba a retrasarse un día más, así que rebusco en su bolso y saco un pergamino y tinta.
Se sentó en el butacón aprovechando el fuego para secar su cuerpo frio y mientras jugueteaba con uno de sus rizos, distraída, comenzó a escribir una carta sobre su tardanza.
‘[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
La lluvia azotaba los cristales y dificultaba las maniobras del cochero cuyas blasfemias interrumpían la lectura de Caoimhe de cuando en cuando. Paso el dedo índice por las líneas de la pagina en la que se centraba su atención. Las letras impronunciables resaltaban en cursiva frente a ella.
‘…mas que un gemido gutural. Algo así como aire suave escapando de las cuerdas vocales estresando de manera parcial esos músculos a su paso’
Caoimhe miro a su alrededor mientras se adecentaba su capa de viaje, intentando que nadie leyese aquello que custodiaba en sus manos. La señora que había montado al carruaje a la vez que ella misma reposaba su cabeza en la ventana opuesta a donde la vampiresa se sentaba.
Frente a ella un hombre bajito y fornido de mediana edad emitía sonoros ronquidos cada vez que el aire inundaba sus pulmones. Al otro lado de su sillón, en la ventana directamente opuesta a ella, el cuarto y ultimo desconocido que habitaba aquel carruaje yacía en la misma posición que lo había hecho desde que se unió al viaje. Su rostro y facciones permanecían ocultos tras una capucha oscura.
Caoimhe no estaba segura de si estaba también dormido, pero asumió que se encontraba lo suficientemente lejos de ella como para escucharla. Se atrevió entonces a actuar.
Trago saliva dos veces y focalizo su mirada de nuevo en las líneas exactas de aquel libro donde se representaba la onomatopeya de lo que se suponía era ‘el lenguaje secreto de los vampiros’. O al menos aquella era la panacea que prometía el libro sobre su regazo.
Dejó salir un poco de aire de su garganta a través de sus labios entrecerrados, controlando la amplitud de la onda de su propio sonido. Poco o nada escapó de su boca. Lo volvió a intentar esta vez moderando algo más su garganta.
Consiguió escuchar un leve gruñido que, según ‘Vampiros y otros seres malditos de Aerandir’ significaba algo así como: Sed.
Bufo de manera incrédula. De pronto entendiendo como de ridícula se veía copiando gestos de un libro. Lo cerro de manera molesta y contemplo la portada durante varios segundos.
Hacía exactamente 3 meses que consumía de manera voraz cualquier tipo de información que pudiese encontrar acerca de su naturaleza. No estaba segura de si aquella actitud repentina ocultaba una necesidad inminente de aceptarse y entenderse.
Si era así o no, lo cierto es que no era una decisión que había tomado de manera deliberada. La vocecita en su cabeza que a menudo acusaba cuando la sed se apoderaba de su cabeza solía ser quien tomaba las decisiones de manera autónoma aquellos días.
Tampoco es que hubiese avanzado demasiado. A menudo se preguntaba cuanto de verdad había en aquellas líneas estúpidas sobre vampiros y sus costumbres. Sintió interés genuino acerca de los distintos aquelarres y sus características y cuando la vocecita tomaba el control solía preguntarse si la ponzoña en sus venas compartía historia en tal o cual clan vampiro.
Se giró hacia su ventana contemplando la pequeña aldea por la que pasaban a través del vaho del cristal. Las luces de las casas proyectando claridad en el camino cegándola por unos instantes a medida que el traqueteo del carromato avanzaba.
Suspiró. ¿Cuánto quedaba para llegar a Sacrestic ville? El cochero la aviso al tomar asiento en Baslodia que al menos tardarían 3 días de viaje. Caoimhe había organizado cada una de las paradas lo suficiente como para repostar durante el día y tomar el coche en la misma dirección durante la noche. Aun así, sus nervios se agudizaban a medida que el destino final se acercaba.
Debería asegurarse que no se bajaba en la ciudad.
No quería ser el bicho raro entre su propia clase.
Un estruendo la sacó de su pensamiento de manera abrupta. Ambos el hombre y la mujer que había hasta ahora permanecido dormidos durante el trayecto, despertaron con mirada asustada y agarrándose fuerte a donde podían.
Hubo un silencio durante unos minutos y Caoimhe noto que habían parado el traqueteo.
-DIABLO DE CAMINO. ¿Acaso no pagamos los suficientes impuestos como para que mantengan la calzada en orden? Es la segunda rueda en una semana…- El cochero gritó mientras se bajaba de su montura, la lluvia salpicando los charcos y su figura.
-Lo siento, señores. - dijo el hombre- Me temo que acabo de romper una rueda. No tengo recambio y no creo que el herrero este abierto a estas horas de la noche. Les pido a todos que bajen del coche y mañana en cuanto haya arreglado este estropicio estaré dispuesto a llevarlos hasta su destino sin recargo alguno. Perdonen las molestias. –
El hombre abrió la puerta del carruaje y el frio de la noche inundo la estancia.
El hombre y la mujer que habían pasado dormidos la mayor parte del trayecto se acercaron al conductor con preguntas sobre cuándo y donde debían reunirse de nuevo mañana.
Caoimhe entendió que tendría que esperar hasta la noche siguiente para retomar su viaje. A menos que encontrase un caballo en aquella pequeña aldea.
Contempló el cielo encapotado. La noche había pasado su cenit oscuro y a partir de aquel momento tan solo quedaba esperar a la claridad.
Suspiró entre molesta y dolida.
El sol.
Camino a través de aquella pequeña aldea con la lluvia empapándola. Paso de largo ante los carteles de ‘se alquilan habitaciones’ en varios rótulos.
No estaba segura de donde se encontraba. Una mujer sola pocas veces acababa bien en un hospedaje privado como habitaciones sueltas.
La única posada en aquella aldea no parecía muy acogedora, pero la lluvia empezaba a helarle los huesos y necesitaba encontrar cobijo donde pasar el día. Así que avanzo hasta la entrada principal y el movimiento de la puerta hizo sonar unas campanitas colgadas en el techo.
-Si... Bienve.. bienvenida- Dijo el posadero recolocando sus gafas, Sin duda dormido sobre la recepción.
[ color=#99ccff -Buenas noches…Busco alojamiento hasta mañana por la noche[/color]- dijo Caoimhe, deshaciéndose de la capucha de su capa.
El hombre la observo durante unos segundos. Caoimhe casi dibujo el patrón de aquellos ojos fijándose en los suyos propios, desiguales y raros. Casi podía leer lo que aquel humano pensaba en su mente.
- Pagaré por adelantado- Saco una pequeña bolsita y la puso sobre el mostrador.
Aquello por lo general disipaba cualquier duda que su aspecto hubiese alzado.
-Por... por supuesto. Sin embargo… Si me permite, debo preparar la habitación. No esperaba... ya sabe no esperaba clientes a estas horas- dijo.
[ color=#99ccff -No hay problema- [/color]dijo la chica. -[ color=#99ccff Tampoco yo esperaba tener que buscar albergue a estas horas [/color] sonrió de manera fría.
El hombre la acompañó hasta la lumbre de una chimenea y le acerco un butacón donde acomodar sus pertenencias: Su capa y un bolso de viaje.
-Puedo despertar a mi mujer y que le prepare un estofado de ciervo… creo que quizás necesite-
-Un poco de vino y pan será suficiente- dijo Caoimhe.
Y una copa bien grande de tu sangre -replico la voz en su cabeza.
El hombre se fue y la dejo sola en lo que parecía la taberna de aquella posada. Se deshizo de su capa dejándola a un lado del fuego. Deshizo su tocado dejando caer sus cabellos ondulados y mojados de manera despreocupada y aprovechando que no veía a nadie mas en la sala, deshizo un poco su corsé lo suficiente como para que su espalda tuviese algo más de movilidad. Emitió suspiro de placer y cansancio al sentirse liberada.
Quizás no había sido tan mala idea al fin y al cabo que la rueda de aquel carruaje se rompiese. No estaba segura de que su cliente, por otro lado, opinase lo mismo sobre el hecho de que su llegada iba a retrasarse un día más, así que rebusco en su bolso y saco un pergamino y tinta.
Se sentó en el butacón aprovechando el fuego para secar su cuerpo frio y mientras jugueteaba con uno de sus rizos, distraída, comenzó a escribir una carta sobre su tardanza.
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Última edición por Caoimhe el Dom 27 Ago - 23:53, editado 1 vez
Caoimhe
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Re: Todos los caminos llevan a Sacrestic Ville [privado] [noche] [Cerrado]
Lo que faltaba, esta maldita lluvia no deja de entorpecer todo. - Vociferaba el hombre que luchaba por mantener una antorcha encendida.
Insisto, con este clima y a estas horas es imposible arreglar el carruaje, te recomiendo que esperes hasta mañana y localices a Mudryck, el herrero de la aldea. - Indicó un sujeto regordete que con aires altruistas venía a revisar un pequeño carruaje que había quedado varado en el camino en dirección a la capital del oeste.
Agradezco tus consideraciones, pero no entiendes que un día perdido significa un duro golpe en mi bolsillo. - dijo mientras pateaba el arco de hierro que había quedado doblado tras malograrse con el camino. Esfuerzos inútiles que solo reflejaban su frustración.
Qué terco… - susurró el local que amablemente asistía al conductor. Sus mejillas sonrojadas acompañadas de un denso vaho con cada respiración solo anunciaban el frío de aquella noche, y su invitación a dejar aquellos labores mecánicos para el día siguiente ocultaban otros propósitos. - Señor, entiendo que esté irritado, pero entiéndame, estamos cerca de Sacrestic y si bien los humanos son quienes dirigen estas tierras… - el hombre tragaba de forma gruesa para aliviar el nudo que se generaba en su pecho.- las criaturas de la noche arropan la región…
Los ruidos entre los árboles alrededor del camino avivaban los miedos de aquel tipo regordete que temblaba presa del frío y los nervios. Mientras el tiempo pasaba, su paranoia crecía y ante cualquier movimiento de hoja, sus ojos se fijaban en aquel estímulo como si pudiera disparar una bengala con la mirada.
Ya, ya. Creería que vería ese tipo de postura infantil en los bosques de elfos o incluso en la península… pero aquí me parece descabellado tenerle miedo a quienes abundan en estas tierras. - dijo con una risa incómoda, acentuando su intención de ignorar las advertencias de aquel desconocido amable. - Ahhh - gritaba frustrado mientras peinaba sus cabellos con su mano libre. Sabía que el herrero no sería gratis y las molestias del viaje supondrían que sus pasajeros no dejarían propina. Si es que se presentaban al día siguiente… -Silencio, shh- intentaba callar el hombre ante los ruidos imprudentes de aquel sujeto frustrado.
La neblina se arremolinaba sobre el suelo lodoso, las hojas goteaban pequeños granos de agua por la constante y tenue llovizna que empapaba los ropajes de aquellos incautos. Los insectos ahora guardaban silencio, las luces de las casas en la aldea lucían lejanas, las estrellas parecían más opacas y un silencio mortal cortaba la discusión entre los hombres.
Pasos silentes dejaban una huella de gran tamaño en el fango. La flama de la antorcha luchaba vivazmente contra la brisa y las gotas que golpeaban con fuerza aquel paño enrollado en el palo de madera húmeda.
Deberías hacerle caso al extraño, la noche no te brinda protección en el oeste, no seas orgulloso. No hay peor ofensa que creer que uno está al mismo nivel que los monstruos - sentenció una voz gruesa sin emociones, aunque la última palabra era un eufemismo para decir dioses.
Ojipláticos ambos miraban al sujeto de elegantes y ornamentadas vestiduras negras. Sus ojos amarillos destacaban como dos soles. Un rostro serio, tranquilo y sin emoción. Ante el nulo semblante, la incomodidad no permitía producir queja alguna. Los hombres paralizados, sentían como las palabras que deseaban gritar quemaban en sus gargantas. Ningún sonido era capaz de salir de sus labios.
Oh, ¿donde están mis modales? - Señalé sereno, haciendo que los hombres poco a poco reducirán la ansiedad. - me dirijo a Sacrestic y asumo que una vez usted logre solventar el inconveniente se dirigirá hacia la capital del oeste. Sí es posible me gustaría alquilar sus servicios, el dinero no supondría un inconveniente.
Eh-eh… claro, sí, sí… - dijo tartamudeando. - Mañana durante la tarde deberíamos ir saliendo, el tráfico es menor durante las horas nocturnas y aunque parezca contradictorio, los bandidos también duermen así que no suelen aparecer en las noches en los caminos.
Los bandidos quizás… pero los vampiros.
¿Vampiros?, ja, no creo que supongan un inconveniente para el viaje o la aldea. Haga caso a las palabras del señor, descanse y haga que su corcel pueda recuperarse.
Si… ya que coño…
Aliviado, el hombre de mejillas rosa sacudió su abrigo para ponerse en marcha nuevamente a la aldea. - Vamos, puedo mostrarle una posada a usted que también se ve que no es de por aquí.
Yo ya voy, debo confirmar el punto de encuentro con uno de los pasajeros, seguro debe estar en el bar. Tranquilo, sé donde es. - palabras que solo encubrían su necesidad de tomar en aquella irritante noche.- pero antes debo terminar de arrimar el carruaje a un lado y desacoplar a mi caballo para llevarlo bajo un techo y darle de comer y beber.
Si quieres lo podemos esperar - dije señalando una oferta que ya anticipaba sería rechazada
No, no. Gracias, no demoraré mucho y no quisiera que un cliente tenga que encargarse de cosas del viaje.
Comencé a seguir al señor que con paso rápido sorteaba la neblina, guiado exclusivamente por las luces de la aldea. Mis ojos veían lo que aquel sujeto no, mis oídos eran capaces de oír lo que aquel sujeto no, el olor, incluso el sabor era perceptible para mí. Conocía la noche, así como conocía la sangre y la oportunidad de saciar mi sed.
El tiempo parecía congelarse, el frío del viento golpeaba contra la piel, los vellos del brazo se erizaban acto reflejo de sus instintos. Y con un movimiento rápido los sentidos empezaban a adormecerse para aquel buen samaritano que pronto cerraba los ojos bajo el efecto de mi mordida.
Insisto, con este clima y a estas horas es imposible arreglar el carruaje, te recomiendo que esperes hasta mañana y localices a Mudryck, el herrero de la aldea. - Indicó un sujeto regordete que con aires altruistas venía a revisar un pequeño carruaje que había quedado varado en el camino en dirección a la capital del oeste.
Agradezco tus consideraciones, pero no entiendes que un día perdido significa un duro golpe en mi bolsillo. - dijo mientras pateaba el arco de hierro que había quedado doblado tras malograrse con el camino. Esfuerzos inútiles que solo reflejaban su frustración.
Qué terco… - susurró el local que amablemente asistía al conductor. Sus mejillas sonrojadas acompañadas de un denso vaho con cada respiración solo anunciaban el frío de aquella noche, y su invitación a dejar aquellos labores mecánicos para el día siguiente ocultaban otros propósitos. - Señor, entiendo que esté irritado, pero entiéndame, estamos cerca de Sacrestic y si bien los humanos son quienes dirigen estas tierras… - el hombre tragaba de forma gruesa para aliviar el nudo que se generaba en su pecho.- las criaturas de la noche arropan la región…
Los ruidos entre los árboles alrededor del camino avivaban los miedos de aquel tipo regordete que temblaba presa del frío y los nervios. Mientras el tiempo pasaba, su paranoia crecía y ante cualquier movimiento de hoja, sus ojos se fijaban en aquel estímulo como si pudiera disparar una bengala con la mirada.
Ya, ya. Creería que vería ese tipo de postura infantil en los bosques de elfos o incluso en la península… pero aquí me parece descabellado tenerle miedo a quienes abundan en estas tierras. - dijo con una risa incómoda, acentuando su intención de ignorar las advertencias de aquel desconocido amable. - Ahhh - gritaba frustrado mientras peinaba sus cabellos con su mano libre. Sabía que el herrero no sería gratis y las molestias del viaje supondrían que sus pasajeros no dejarían propina. Si es que se presentaban al día siguiente… -Silencio, shh- intentaba callar el hombre ante los ruidos imprudentes de aquel sujeto frustrado.
La neblina se arremolinaba sobre el suelo lodoso, las hojas goteaban pequeños granos de agua por la constante y tenue llovizna que empapaba los ropajes de aquellos incautos. Los insectos ahora guardaban silencio, las luces de las casas en la aldea lucían lejanas, las estrellas parecían más opacas y un silencio mortal cortaba la discusión entre los hombres.
Pasos silentes dejaban una huella de gran tamaño en el fango. La flama de la antorcha luchaba vivazmente contra la brisa y las gotas que golpeaban con fuerza aquel paño enrollado en el palo de madera húmeda.
Deberías hacerle caso al extraño, la noche no te brinda protección en el oeste, no seas orgulloso. No hay peor ofensa que creer que uno está al mismo nivel que los monstruos - sentenció una voz gruesa sin emociones, aunque la última palabra era un eufemismo para decir dioses.
Ojipláticos ambos miraban al sujeto de elegantes y ornamentadas vestiduras negras. Sus ojos amarillos destacaban como dos soles. Un rostro serio, tranquilo y sin emoción. Ante el nulo semblante, la incomodidad no permitía producir queja alguna. Los hombres paralizados, sentían como las palabras que deseaban gritar quemaban en sus gargantas. Ningún sonido era capaz de salir de sus labios.
Oh, ¿donde están mis modales? - Señalé sereno, haciendo que los hombres poco a poco reducirán la ansiedad. - me dirijo a Sacrestic y asumo que una vez usted logre solventar el inconveniente se dirigirá hacia la capital del oeste. Sí es posible me gustaría alquilar sus servicios, el dinero no supondría un inconveniente.
Eh-eh… claro, sí, sí… - dijo tartamudeando. - Mañana durante la tarde deberíamos ir saliendo, el tráfico es menor durante las horas nocturnas y aunque parezca contradictorio, los bandidos también duermen así que no suelen aparecer en las noches en los caminos.
Los bandidos quizás… pero los vampiros.
¿Vampiros?, ja, no creo que supongan un inconveniente para el viaje o la aldea. Haga caso a las palabras del señor, descanse y haga que su corcel pueda recuperarse.
Si… ya que coño…
Aliviado, el hombre de mejillas rosa sacudió su abrigo para ponerse en marcha nuevamente a la aldea. - Vamos, puedo mostrarle una posada a usted que también se ve que no es de por aquí.
Yo ya voy, debo confirmar el punto de encuentro con uno de los pasajeros, seguro debe estar en el bar. Tranquilo, sé donde es. - palabras que solo encubrían su necesidad de tomar en aquella irritante noche.- pero antes debo terminar de arrimar el carruaje a un lado y desacoplar a mi caballo para llevarlo bajo un techo y darle de comer y beber.
Si quieres lo podemos esperar - dije señalando una oferta que ya anticipaba sería rechazada
No, no. Gracias, no demoraré mucho y no quisiera que un cliente tenga que encargarse de cosas del viaje.
Comencé a seguir al señor que con paso rápido sorteaba la neblina, guiado exclusivamente por las luces de la aldea. Mis ojos veían lo que aquel sujeto no, mis oídos eran capaces de oír lo que aquel sujeto no, el olor, incluso el sabor era perceptible para mí. Conocía la noche, así como conocía la sangre y la oportunidad de saciar mi sed.
El tiempo parecía congelarse, el frío del viento golpeaba contra la piel, los vellos del brazo se erizaban acto reflejo de sus instintos. Y con un movimiento rápido los sentidos empezaban a adormecerse para aquel buen samaritano que pronto cerraba los ojos bajo el efecto de mi mordida.
Zagreus
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Re: Todos los caminos llevan a Sacrestic Ville [privado] [noche] [Cerrado]
El plato frente a ella parecía contener todo lo que el pobre posadero había encontrado por la cocina. Cualquier otra persona distinta a Caoimhe hubiese, sin duda, encontrado en aquel popurrí de enseres algo que finalmente llenase el hambre y apaciguase el estómago antes de ir a dormir.
Pero no eran uvas, o queso, o pan o jamón lo que la chica ansiaba.
Había conseguido mantener la sed en un segundo plano el tiempo suficiente como para que su pulcra caligrafía redactase el motivo por el que iba a retrasar un día más su llegada a Sacrestic. El vino se había vaciado dos veces de su copa, y en esta tercera, la cantidad parecía ser lo suficientemente escasa como para considerar rellenarlo de nuevo.
Desvió su pensamiento hacia cualquier otra cosa.
El posadero parecía tener una noche más ocupada de lo que sin duda había vaticinado, y la chica jugueteó distraída con las páginas del libro que había estado leyendo durante su trayecto hasta aquel lugar mientras otra figura casi igual de empapada que ella había estado hasta hacía unos minutos, conversaba con el hombre. Sin duda en busca de cobijo.
Si los rumores eran ciertos, entonces su visita a Sacrestic Ville no iba a ser del todo una perdida de tiempo: Sus únicos contactos con aquelarres de vampiros habían sido iniciados siempre por alguno de ellos, pero en este caso, era ella quien necesitaba reemplazar las meras supersticiones en las paginas de aquel tomo por algo... más real.
Algo que te haga odiarte un poco menos.- Interrumpió la voz traviesa en su cabeza.
Buscaba una biblioteca en concreto. Dentro de un templo preciso.
Suspiró cuestionando si aquello merecía la pena. Su doble dualidad haciendo que se cuestionara todos y cada uno de los pasos que la había llevado hasta aquel preciso momento.
Tampoco es que supiese demasiado acerca de la religión de los vampiros.
Ni de Religión... ni de nada en particular- de nuevo la vocecilla.
La mayor parte de los clanes solían ser reservados. No esperaba que le diesen la bienvenida con los brazos abiertos y le abriesen las puertas a la biblioteca exacta con una sonrisa en los labios. Sobre todo porque no estaba segura de a qué clan pertenecía la persona que la había convertido. ¿Significaba aquello que ella también pertenecía a alguno?
No.
Definitivamente no era aquel el motivo por el que se estaba dirigiendo al lugar más maldito de Aerandir.
Además le debían varios favores. Entraría y saldría de manera rápida. Sin implicaciones. Sería como despojarse de una tirita en una herida: doloroso de una manera fugaz pero... por algún motivo esclarecedor.
Cerró los ojos por un segundo, sintiendo cómo su cabeza se bamboleaba levemente. La sed en su garganta rugiendo de manera constante,
No. No necesitaba más alcohol en su sangre. Miró de manera distraída su reflejo en la copa: No estaba segura de si era la lumbre del fuego cercano lo que había encendido sus mejillas o el hecho de que había bebido con el estómago vacío.
El posadero interrumpió al fin su pensamiento, avisándola de que de hecho, su habitación estaba preparada. El hombre se apresuró a agarrar su capa de viaje mientras acompañaba a la muchacha a los aposentos.
El efecto del vino se incrementaba en su cabeza a la par que sus movimientos, ahora a pie mientras recorría varios pasos dejándo atrás la mesa donde había estado sentada. Decidió por su propio bien agarrar un trozo de queso que mordió de manera apresurada y dejar la copa sin terminar justo donde estaba posada.
La sed en su garganta hizo difícil tragar, sin embargo, como aquejada por el hecho de que aquello no era lo que la mantenía hambrienta. Se agudizó de manera exponencial de pronto. Caoimhe se inundó de pronto de una fragancia lejanamente familiar: A metal, madera seca y unas notas fugaces de jazmín.
Alzó su mirada mientras cruzaba y sus ojos heterogéneos se encontraron con el portador de aquella esencia.
Caoimhe reconoció de manera inmediata el por qué de su familiaridad.
Su propia imagen endemoniada y sumiéndose en el placer inmenso de al fin probar la sangre humana se posó en su cabeza durante los instantes fugaces en el que se topó con la mirada de aquel hombre.
Su mente navegó casi con ansia a los recuerdos de aquella noche y su sed se reveló agudizando todos sus sentidos. Ronroneando con cada imagen de ella misma alimentándose de la calidez del alma maldita de su víctima.
Su corazón comenzó una carrera con sus propios pasos. Ambos apresurados en el momento exacto en el que la chica apresuró su paso, su cabeza aún embriagada de aquel vino. Su respiración apresurada se inundaba con cada bocanada de aire de aquella esencia que creía haber olvidado.
Cuando llegó a su habitación cerro la puerta tras de si, y apoyó su espalda en la misma. Los ojos muy abiertos. Las manos frías. Casi convertida en una de las presas que seguro habían saciado la sed de aquel vampiro con el que acababa de cruzarse.
El demonio en ella ansiaba el contacto con aquel vampiro, tan solo por el hecho de que tan solo frente a él había tomado el control de la vampiresa.
¿Qué hacía allí?
Suspiró de manera profunda, al fin apartando aquella esencia de su nariz y encontrándose de nuevo con la sed.
La lluvia había amainado un poco y desde su ventana, Caoimhe escuchaba el sonido de algún que otro animal en el establo de aquella posada.
Se dejó guiar por los sonidos de estos y bajando por su balcón acabó en la cuadra de las ovejas. Todas amontonadas en una de las esquinas, ansiando el calor de sus cuerpos para pasar la noche.
Caoimhe no tardó mucho en decidir cual de ellas iba a amainar su sed.
No podía arriesgarse a encontrarse de nuevo con Zagreus y convertirse en el demonio de la última vez.
Pero no eran uvas, o queso, o pan o jamón lo que la chica ansiaba.
Había conseguido mantener la sed en un segundo plano el tiempo suficiente como para que su pulcra caligrafía redactase el motivo por el que iba a retrasar un día más su llegada a Sacrestic. El vino se había vaciado dos veces de su copa, y en esta tercera, la cantidad parecía ser lo suficientemente escasa como para considerar rellenarlo de nuevo.
Desvió su pensamiento hacia cualquier otra cosa.
El posadero parecía tener una noche más ocupada de lo que sin duda había vaticinado, y la chica jugueteó distraída con las páginas del libro que había estado leyendo durante su trayecto hasta aquel lugar mientras otra figura casi igual de empapada que ella había estado hasta hacía unos minutos, conversaba con el hombre. Sin duda en busca de cobijo.
Si los rumores eran ciertos, entonces su visita a Sacrestic Ville no iba a ser del todo una perdida de tiempo: Sus únicos contactos con aquelarres de vampiros habían sido iniciados siempre por alguno de ellos, pero en este caso, era ella quien necesitaba reemplazar las meras supersticiones en las paginas de aquel tomo por algo... más real.
Algo que te haga odiarte un poco menos.- Interrumpió la voz traviesa en su cabeza.
Buscaba una biblioteca en concreto. Dentro de un templo preciso.
Suspiró cuestionando si aquello merecía la pena. Su doble dualidad haciendo que se cuestionara todos y cada uno de los pasos que la había llevado hasta aquel preciso momento.
Tampoco es que supiese demasiado acerca de la religión de los vampiros.
Ni de Religión... ni de nada en particular- de nuevo la vocecilla.
La mayor parte de los clanes solían ser reservados. No esperaba que le diesen la bienvenida con los brazos abiertos y le abriesen las puertas a la biblioteca exacta con una sonrisa en los labios. Sobre todo porque no estaba segura de a qué clan pertenecía la persona que la había convertido. ¿Significaba aquello que ella también pertenecía a alguno?
No.
Definitivamente no era aquel el motivo por el que se estaba dirigiendo al lugar más maldito de Aerandir.
Además le debían varios favores. Entraría y saldría de manera rápida. Sin implicaciones. Sería como despojarse de una tirita en una herida: doloroso de una manera fugaz pero... por algún motivo esclarecedor.
Cerró los ojos por un segundo, sintiendo cómo su cabeza se bamboleaba levemente. La sed en su garganta rugiendo de manera constante,
No. No necesitaba más alcohol en su sangre. Miró de manera distraída su reflejo en la copa: No estaba segura de si era la lumbre del fuego cercano lo que había encendido sus mejillas o el hecho de que había bebido con el estómago vacío.
El posadero interrumpió al fin su pensamiento, avisándola de que de hecho, su habitación estaba preparada. El hombre se apresuró a agarrar su capa de viaje mientras acompañaba a la muchacha a los aposentos.
El efecto del vino se incrementaba en su cabeza a la par que sus movimientos, ahora a pie mientras recorría varios pasos dejándo atrás la mesa donde había estado sentada. Decidió por su propio bien agarrar un trozo de queso que mordió de manera apresurada y dejar la copa sin terminar justo donde estaba posada.
La sed en su garganta hizo difícil tragar, sin embargo, como aquejada por el hecho de que aquello no era lo que la mantenía hambrienta. Se agudizó de manera exponencial de pronto. Caoimhe se inundó de pronto de una fragancia lejanamente familiar: A metal, madera seca y unas notas fugaces de jazmín.
Alzó su mirada mientras cruzaba y sus ojos heterogéneos se encontraron con el portador de aquella esencia.
Caoimhe reconoció de manera inmediata el por qué de su familiaridad.
Su propia imagen endemoniada y sumiéndose en el placer inmenso de al fin probar la sangre humana se posó en su cabeza durante los instantes fugaces en el que se topó con la mirada de aquel hombre.
Su mente navegó casi con ansia a los recuerdos de aquella noche y su sed se reveló agudizando todos sus sentidos. Ronroneando con cada imagen de ella misma alimentándose de la calidez del alma maldita de su víctima.
Su corazón comenzó una carrera con sus propios pasos. Ambos apresurados en el momento exacto en el que la chica apresuró su paso, su cabeza aún embriagada de aquel vino. Su respiración apresurada se inundaba con cada bocanada de aire de aquella esencia que creía haber olvidado.
Cuando llegó a su habitación cerro la puerta tras de si, y apoyó su espalda en la misma. Los ojos muy abiertos. Las manos frías. Casi convertida en una de las presas que seguro habían saciado la sed de aquel vampiro con el que acababa de cruzarse.
El demonio en ella ansiaba el contacto con aquel vampiro, tan solo por el hecho de que tan solo frente a él había tomado el control de la vampiresa.
¿Qué hacía allí?
Suspiró de manera profunda, al fin apartando aquella esencia de su nariz y encontrándose de nuevo con la sed.
La lluvia había amainado un poco y desde su ventana, Caoimhe escuchaba el sonido de algún que otro animal en el establo de aquella posada.
Se dejó guiar por los sonidos de estos y bajando por su balcón acabó en la cuadra de las ovejas. Todas amontonadas en una de las esquinas, ansiando el calor de sus cuerpos para pasar la noche.
Caoimhe no tardó mucho en decidir cual de ellas iba a amainar su sed.
No podía arriesgarse a encontrarse de nuevo con Zagreus y convertirse en el demonio de la última vez.
Caoimhe
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Re: Todos los caminos llevan a Sacrestic Ville [privado] [noche] [Cerrado]
La pesada puerta se abrió dejando que un viento helado agitara las flamas de las velas que alumbraban aquella posada. Mi apetito estaba saciado, solo faltaba aparentar descansar para volver a la marcha en dirección a Sacrestics. Un encuentro esperado me aguardaba en la Posada de la Luna.
Con un paño fino me limpiaba los labios. Asegurándome de no mostrar ningún rastro de sangre de aquel incauto que ahora yacía inconsciente en un granero cercano. Durante el trayecto la necesidad de limpiarme y no levantar sospechas era importante, pero ante cualquier intento de ver mi rostro en el reflejo de un charco se veía obstaculizado por las gotas de la tenue lluvia.
No dejaba que la paranoia se evidenciara, necesitaba verme en un espejo o algún metal pulido. Mientras, insistía en limpiar mi mentón y revisar aquella fina tela blanca que ahora tomaba un tono rojizo.
Miradas curiosas seguían mis pasos mientras me dirigía al inicio de las escaleras donde una ventana de cristal me permitiría asegurar no tener rastros de nada. Mitos ignorantes incluso sugerían que los vampiros no podían ver su apariencia en un espejo. Ideas que me causaban risa por su absurdo, pero que en el fondo me generaba un terrible alivio el que fuesen falsas, ya que la idea de no poder verme supondría un castigo mayor que alimentarse solo de sangre o temerle al sol.
En efecto, mi pulcritud para alimentarme solo era reflejo de mi control y experiencia en el tema. Mi rostro estaba limpio, con algunos mechones de pelo mojado que procuraba peinar hacia atrás. Ahora libre de dudas guardaba aquel pañuelo grabado en los bolsillos de mi capa para solicitar una copa de vino y pedir una habitación.
Es extraño recibir clientes a estas horas de la noche, pero más extraño era tener tantos pedidos de vino. Dijo el dueño del establecimiento. En aquellas tierras no era un licor muy cotizado por su precio y simbolismo casi exclusivo para personas de prosapia.
El hombre se dirigió a su esposa para que pudiera preparar una nueva habitación. La mujer se veía fatigada, era evidente que aquella noche resultaba atípica, pero el trabajo y la necesidad de unos cuantos aeros parecía más importante que su sueño.
Mientras meneaba con delicadeza aquella copa de tinto, haciendo que un pequeño remolino me invitara a reflexionar sobre mis siguientes pasos en la capital. Una presencia moviéndose a la distancia, destacando del fondo, llamó mi atención.
Con suavidad enfoqué mis ojos ambarinos en aquella figura que fugazmente cruzó su mirada conmigo. La heterocromía era una mutación curiosa, atípica y bastante particular. Un rasgo que pocos poseían, un detalle difícil de olvidar.
Caoimhe… - dije afirmando para mis adentros.
¿Casualidad o destino? Aquel encuentro me causaba una risa irónica. Sentía como si aquella mujer se tratase de un experimento para darme la razón. Que sus pasos la acercasen a la ciudad de los vampiros solo alentaba que yo ganaba. Era casi palpable el disfrute por tal coincidencia en aquella aldea remota del oeste.
Tras el efímero momento, la prestamista subió con apuro las escaleras. El simple hecho de suponer la tormenta de pensamientos y emociones que pasarían por su cabeza me generaba placer. Me excitaba la idea de ser la causa de su incomodidad casi que infantil.
No era necesario seguirla, no hacía falta jugar al detective. Quería comprobar mis sospechas y hablar con aquella mujer. Acorralarla. Que me diera la razón dejando su pretencioso orgullo de lado. Solo debía seguir mis pasos, podía anticipar su destino, al final de cuentas para un vampiro todos los caminos llevan a Sacrestic Ville.
Con un paño fino me limpiaba los labios. Asegurándome de no mostrar ningún rastro de sangre de aquel incauto que ahora yacía inconsciente en un granero cercano. Durante el trayecto la necesidad de limpiarme y no levantar sospechas era importante, pero ante cualquier intento de ver mi rostro en el reflejo de un charco se veía obstaculizado por las gotas de la tenue lluvia.
No dejaba que la paranoia se evidenciara, necesitaba verme en un espejo o algún metal pulido. Mientras, insistía en limpiar mi mentón y revisar aquella fina tela blanca que ahora tomaba un tono rojizo.
Miradas curiosas seguían mis pasos mientras me dirigía al inicio de las escaleras donde una ventana de cristal me permitiría asegurar no tener rastros de nada. Mitos ignorantes incluso sugerían que los vampiros no podían ver su apariencia en un espejo. Ideas que me causaban risa por su absurdo, pero que en el fondo me generaba un terrible alivio el que fuesen falsas, ya que la idea de no poder verme supondría un castigo mayor que alimentarse solo de sangre o temerle al sol.
En efecto, mi pulcritud para alimentarme solo era reflejo de mi control y experiencia en el tema. Mi rostro estaba limpio, con algunos mechones de pelo mojado que procuraba peinar hacia atrás. Ahora libre de dudas guardaba aquel pañuelo grabado en los bolsillos de mi capa para solicitar una copa de vino y pedir una habitación.
Es extraño recibir clientes a estas horas de la noche, pero más extraño era tener tantos pedidos de vino. Dijo el dueño del establecimiento. En aquellas tierras no era un licor muy cotizado por su precio y simbolismo casi exclusivo para personas de prosapia.
El hombre se dirigió a su esposa para que pudiera preparar una nueva habitación. La mujer se veía fatigada, era evidente que aquella noche resultaba atípica, pero el trabajo y la necesidad de unos cuantos aeros parecía más importante que su sueño.
Mientras meneaba con delicadeza aquella copa de tinto, haciendo que un pequeño remolino me invitara a reflexionar sobre mis siguientes pasos en la capital. Una presencia moviéndose a la distancia, destacando del fondo, llamó mi atención.
Con suavidad enfoqué mis ojos ambarinos en aquella figura que fugazmente cruzó su mirada conmigo. La heterocromía era una mutación curiosa, atípica y bastante particular. Un rasgo que pocos poseían, un detalle difícil de olvidar.
Caoimhe… - dije afirmando para mis adentros.
¿Casualidad o destino? Aquel encuentro me causaba una risa irónica. Sentía como si aquella mujer se tratase de un experimento para darme la razón. Que sus pasos la acercasen a la ciudad de los vampiros solo alentaba que yo ganaba. Era casi palpable el disfrute por tal coincidencia en aquella aldea remota del oeste.
Tras el efímero momento, la prestamista subió con apuro las escaleras. El simple hecho de suponer la tormenta de pensamientos y emociones que pasarían por su cabeza me generaba placer. Me excitaba la idea de ser la causa de su incomodidad casi que infantil.
No era necesario seguirla, no hacía falta jugar al detective. Quería comprobar mis sospechas y hablar con aquella mujer. Acorralarla. Que me diera la razón dejando su pretencioso orgullo de lado. Solo debía seguir mis pasos, podía anticipar su destino, al final de cuentas para un vampiro todos los caminos llevan a Sacrestic Ville.
Zagreus
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Re: Todos los caminos llevan a Sacrestic Ville [privado] [noche] [Cerrado]
La sangre de aquel animal humedeció sus labios y el demonio dentro de ella pareció calmarse a medida que la calidez la inundaba. Era prácticamente imposible no trasladarse a un momento en particular no hacía mucho y el remolino de emociones se apoderó de su cabeza a la par que se alimentaba.
A la sangre de aquella criatura le siguieron la de otras.
Dos.
Quizás tres.
Nunca lo suficiente como para deshacerse de manera perenne de aquello que ansiaba. Caoimhe se forzó a si misma a alejarse del ganado mientras adecentaba su rostro y su ropa, asegurándose que no quedaba rastro del color rojizo en su vestimenta.
¿Era aquello a todo lo que podía aspirar en los muchos años que le quedaban por delante?
Dejar la paz y el control de Beltrexus había sido el primer paso de un camino al que aun no le conocía el final. Echaba de menos a Hugo… incluso las excentricidades de Axel parecían ahora recuerdos atesorables.
Como si la misma noche que decidió dejar atrás la parte única que la mantenía unida a su humanidad hubiese sido el despertar de un sueño profundo.
Caminó de vuelta a su habitación, asqueada: La idea de cruzarse de nuevo a Zagreus le parecía menos intimidante ahora que había silencio en su mente. El vago recuerdo que tenía de la personalidad del hombre había sido oscurecido por el sentimiento de culpa y vergüenza que enturbiaba los últimos momentos que habían compartido.
Estaba, sin embargo, segura de que el carácter del vampiro no se lo había puesto fácil. Casi visualizaba la media sonrisa al referirse a si mismo como 'Dios'. Los mismos ojos que habían presenciado su mero momento de fragilidad.
Ah pero... todo había merecido la pena.- la voz en su cabeza parecía fantasear con la idea de repetirlo.
Paró su paso un instante como si de pronto se hubiese percatado de algo.
Llevó las manos al pequeño bolsito que contenía sus pertenencias y a tientas encontró el trozo enrollado de pergamino del que acababa de acordarse.
Tanto había pasado desde la última vez que se cruzó con Zagreus que se había olvidado que... sonrió de manera macabra.
Su curiosidad echó a un lado a su frustración, inundada por la euforia de saber que al menos podía apuntarse una pequeña victoria. Bien sabían los dioses paganos lo que la necesitaba en aquellos tiempos, por pequeña que fuese.
No había tenido tiempo hasta aquel momento de adentrarse en sus propios poderes y fundirse con lo poco de la sangre que hubiese de Zagreus en aquella tinta rojiza de su 'contrato'.
Su mente viajó a los pequeños tarritos escondidos de manera inteligente en algún lugar en su tienda de Beltrexus. Y a las horas muertas vinculando una y otra vez su mente a la vida de los demás en su beneficio.
O en un intento de insonorizar la tuya propia- Puso a un lado ese pensamiento por miedo a analizar cuánto de verdad había en el mismo.
Volviendo a su recién re-encontrado tesoro…
El corazón le latió rápido durante un segundo, sumido en la euforia de las ansias de conocimiento: Por supuesto el roce de sus dedos con la sangre del vampiro, estaba segura, apenas aportaría una información entera.
Ni siquiera los frascos de sangre que coleccionaba como aval de sus préstamos solía infundirle la imagen extensa de la realidad que aquella sangre significaba. Pero en Beltrexus su red de telaraña solía entretejer los detalles que faltaban para componer la misma y finalmente hacer posible el uso de dicha información en su beneficio.
Su paso la había llevado hasta el cobijo del marco de su propia ventana, a través de la que había salido hacía no mucho. Su habitación a oscuras salvo por una pequeña vela y el silencio de la noche tras ella.
Una parte de ella deseaba quizás descubrir lo que sea que fuese que componía el sentimiento de ‘Deidad’ de Zagreus por si misma.
Retazos del libro que había estado leyendo en su camino iban y venían perfilando lo que esperaba encontrar de Zagreus en el primer contacto con su sangre.
‘Seres sin alma. Inundados por el sentimiento mismo del infierno en forma de sed. Incapaces de apreciar, admirar o amar a alguien o algo más que a la sangre’
Tragó saliva. ¿Acaso era así? Ella se había escindido tanto de su propio demonio que no podía.. no tenía manera de saber. Y en su trato con los de su especie se había asegurado de que nada más allá que sus negocios hubiese hecho cuestionar su objetivo.
El libro había acertado en lo de la sed. Tampoco estaba segura de si tenía alma. ¿La tenía? Se sonrió a si misma.
Amar… aquello era más complicado. Caoimhe sabía que había querido a su padre. Tampoco había tenido muchas ocasiones más para probar si el resto de aquella palabra se acercaba a la afirmación de aquel libro.
Se sentó en su cama sacando finalmente el pergamino.
Evitó leer el contenido, pues había cobrado un poco su valor y no quería que la imagen de su vulnerabilidad la volviese a quebrantar. Su propia caligrafía se vio interrumpida al final por una que no reconoció como suya, pero que era, de hecho el culmen de aquel juego con el que había fantaseado desde el momento en el que mediante engaños obtuvo la sangre de aquel vampiro.
Se concentró durante un momento y para cuando su dedo rozó el nombre de ‘Zagreus’ el vínculo con su sangre estaba finalmente establecido.
El olor a metal, madera seca y unas notas fugaces de jazmín que había sentido hacía escasamente una hora de nuevo envolviéndola.
Esperó el efecto de su poder, tensando sus brazos y el quemazón se trasladó de su dedo hasta su hombre de manera paulatina, como el mismo vínculo al que se estaba agarrando. El dolor fuel eve debido a la minima cantidad de sangre y en su punto más intenso, inundó su mente de imaganes que no le pertenecían.
Opacas y sumidas en una neblina. Escuchó nombres que no sabía si se relacionaban o no con las imagenes.
Un collar. No el suyo pero con un significado similar. Un… trozo de papel. Varios. ¿6? Nombres. Algunos nombres. [1]
Alejó el dedo del nombre del vampiro interrumpiendo el vínculo finalmente. Por unos segundos creía haber sentido a qué se refería Zagreus cuando decía que era un ‘Dios’.
Pero aquello se esfumó tal y como había aparecido, y la chica se preguntó si quizás algunas de las imagenes que había compartido tendrían algún sentido en su libro.
¿Su… libro?
Mierda.
Estaba segura que lo había dejado justo al lado de la copa de vino que no había acabado. Sus ojos se abrieron de manera desmesurada. Había anotaciones propias en aquel libro. Las suficientes como para hacer sospechar locura o… algo más siniestro en alguien que lo tomase como algo más que un libro fantasioso.
No lo pensó demasiado y bajó las escaleras hasta el lugar justo donde lo había dejado.
Parecía que la hora que le había tomado alimentarse había marcado al fin el término del turno del posadero y su esposa.
El fuego finalmente apagado. La copa que había dejado a medio terminar justo donde la había posado.
La agarró y contempló durante un segundo antes de vaciarla.
-Te tengo…- dijo como si finalmente hubiese alcanzado algo escurridizo. Abrió el tomo de manera apresurada aprovechando el fresco de su ya acabado vínculo, parándose aquí y allá intentando encontrar las palabras exactas que había traído consigo la sangre de Zagreus.
No esperaba encontrar nada en particular, y tomó la pluma al lado de su libro para escribir de manera veloz y casi inteligible las palabras de aquellas imágenes. Culminando su escrito con el último sonido que su vinculo tradujo en su mente 'Itzamarai'
Una media sonrisa se posó en sus labios.
A la sangre de aquella criatura le siguieron la de otras.
Dos.
Quizás tres.
Nunca lo suficiente como para deshacerse de manera perenne de aquello que ansiaba. Caoimhe se forzó a si misma a alejarse del ganado mientras adecentaba su rostro y su ropa, asegurándose que no quedaba rastro del color rojizo en su vestimenta.
¿Era aquello a todo lo que podía aspirar en los muchos años que le quedaban por delante?
Dejar la paz y el control de Beltrexus había sido el primer paso de un camino al que aun no le conocía el final. Echaba de menos a Hugo… incluso las excentricidades de Axel parecían ahora recuerdos atesorables.
Como si la misma noche que decidió dejar atrás la parte única que la mantenía unida a su humanidad hubiese sido el despertar de un sueño profundo.
Caminó de vuelta a su habitación, asqueada: La idea de cruzarse de nuevo a Zagreus le parecía menos intimidante ahora que había silencio en su mente. El vago recuerdo que tenía de la personalidad del hombre había sido oscurecido por el sentimiento de culpa y vergüenza que enturbiaba los últimos momentos que habían compartido.
Estaba, sin embargo, segura de que el carácter del vampiro no se lo había puesto fácil. Casi visualizaba la media sonrisa al referirse a si mismo como 'Dios'. Los mismos ojos que habían presenciado su mero momento de fragilidad.
Ah pero... todo había merecido la pena.- la voz en su cabeza parecía fantasear con la idea de repetirlo.
Paró su paso un instante como si de pronto se hubiese percatado de algo.
Llevó las manos al pequeño bolsito que contenía sus pertenencias y a tientas encontró el trozo enrollado de pergamino del que acababa de acordarse.
Tanto había pasado desde la última vez que se cruzó con Zagreus que se había olvidado que... sonrió de manera macabra.
Su curiosidad echó a un lado a su frustración, inundada por la euforia de saber que al menos podía apuntarse una pequeña victoria. Bien sabían los dioses paganos lo que la necesitaba en aquellos tiempos, por pequeña que fuese.
No había tenido tiempo hasta aquel momento de adentrarse en sus propios poderes y fundirse con lo poco de la sangre que hubiese de Zagreus en aquella tinta rojiza de su 'contrato'.
Su mente viajó a los pequeños tarritos escondidos de manera inteligente en algún lugar en su tienda de Beltrexus. Y a las horas muertas vinculando una y otra vez su mente a la vida de los demás en su beneficio.
O en un intento de insonorizar la tuya propia- Puso a un lado ese pensamiento por miedo a analizar cuánto de verdad había en el mismo.
Volviendo a su recién re-encontrado tesoro…
El corazón le latió rápido durante un segundo, sumido en la euforia de las ansias de conocimiento: Por supuesto el roce de sus dedos con la sangre del vampiro, estaba segura, apenas aportaría una información entera.
Ni siquiera los frascos de sangre que coleccionaba como aval de sus préstamos solía infundirle la imagen extensa de la realidad que aquella sangre significaba. Pero en Beltrexus su red de telaraña solía entretejer los detalles que faltaban para componer la misma y finalmente hacer posible el uso de dicha información en su beneficio.
Su paso la había llevado hasta el cobijo del marco de su propia ventana, a través de la que había salido hacía no mucho. Su habitación a oscuras salvo por una pequeña vela y el silencio de la noche tras ella.
Una parte de ella deseaba quizás descubrir lo que sea que fuese que componía el sentimiento de ‘Deidad’ de Zagreus por si misma.
Retazos del libro que había estado leyendo en su camino iban y venían perfilando lo que esperaba encontrar de Zagreus en el primer contacto con su sangre.
‘Seres sin alma. Inundados por el sentimiento mismo del infierno en forma de sed. Incapaces de apreciar, admirar o amar a alguien o algo más que a la sangre’
Tragó saliva. ¿Acaso era así? Ella se había escindido tanto de su propio demonio que no podía.. no tenía manera de saber. Y en su trato con los de su especie se había asegurado de que nada más allá que sus negocios hubiese hecho cuestionar su objetivo.
El libro había acertado en lo de la sed. Tampoco estaba segura de si tenía alma. ¿La tenía? Se sonrió a si misma.
Amar… aquello era más complicado. Caoimhe sabía que había querido a su padre. Tampoco había tenido muchas ocasiones más para probar si el resto de aquella palabra se acercaba a la afirmación de aquel libro.
Se sentó en su cama sacando finalmente el pergamino.
Evitó leer el contenido, pues había cobrado un poco su valor y no quería que la imagen de su vulnerabilidad la volviese a quebrantar. Su propia caligrafía se vio interrumpida al final por una que no reconoció como suya, pero que era, de hecho el culmen de aquel juego con el que había fantaseado desde el momento en el que mediante engaños obtuvo la sangre de aquel vampiro.
Se concentró durante un momento y para cuando su dedo rozó el nombre de ‘Zagreus’ el vínculo con su sangre estaba finalmente establecido.
El olor a metal, madera seca y unas notas fugaces de jazmín que había sentido hacía escasamente una hora de nuevo envolviéndola.
Esperó el efecto de su poder, tensando sus brazos y el quemazón se trasladó de su dedo hasta su hombre de manera paulatina, como el mismo vínculo al que se estaba agarrando. El dolor fuel eve debido a la minima cantidad de sangre y en su punto más intenso, inundó su mente de imaganes que no le pertenecían.
Opacas y sumidas en una neblina. Escuchó nombres que no sabía si se relacionaban o no con las imagenes.
Un collar. No el suyo pero con un significado similar. Un… trozo de papel. Varios. ¿6? Nombres. Algunos nombres. [1]
Alejó el dedo del nombre del vampiro interrumpiendo el vínculo finalmente. Por unos segundos creía haber sentido a qué se refería Zagreus cuando decía que era un ‘Dios’.
Pero aquello se esfumó tal y como había aparecido, y la chica se preguntó si quizás algunas de las imagenes que había compartido tendrían algún sentido en su libro.
¿Su… libro?
Mierda.
Estaba segura que lo había dejado justo al lado de la copa de vino que no había acabado. Sus ojos se abrieron de manera desmesurada. Había anotaciones propias en aquel libro. Las suficientes como para hacer sospechar locura o… algo más siniestro en alguien que lo tomase como algo más que un libro fantasioso.
No lo pensó demasiado y bajó las escaleras hasta el lugar justo donde lo había dejado.
Parecía que la hora que le había tomado alimentarse había marcado al fin el término del turno del posadero y su esposa.
El fuego finalmente apagado. La copa que había dejado a medio terminar justo donde la había posado.
La agarró y contempló durante un segundo antes de vaciarla.
-Te tengo…- dijo como si finalmente hubiese alcanzado algo escurridizo. Abrió el tomo de manera apresurada aprovechando el fresco de su ya acabado vínculo, parándose aquí y allá intentando encontrar las palabras exactas que había traído consigo la sangre de Zagreus.
No esperaba encontrar nada en particular, y tomó la pluma al lado de su libro para escribir de manera veloz y casi inteligible las palabras de aquellas imágenes. Culminando su escrito con el último sonido que su vinculo tradujo en su mente 'Itzamarai'
Una media sonrisa se posó en sus labios.
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[1]Rastro [Mágica, 2 usos] Al tocar la sangre de un ser vivo, Caoimhe es capaz de ganar cierto entendimiento sobre el mismo, su personalidad o historia. Si se concentra, puede llegar a conocer su estado anímico en el momento de perder la muestra de sangre, pero eso gastará dos usos
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Caoimhe
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Re: Todos los caminos llevan a Sacrestic Ville [privado] [noche] [Cerrado]
La disparidad en su mirada danzaba en mi mente. Una sonrisa perversa se escapaba de las comisuras de mis labios cuando aquella imagen se veía empapada de rojo. Gritos de un hombre asustado, ladridos de perros a la luz de la luna, gemidos fingidos por furcias baratas. Una vorágine de sensaciones que se combinaban en un recuerdo distante, pero vivido en Beltrexus.
Una razón, mi razón, emergía de aquella imagen tintada de carmesí. Un Dios jugando a la empatía, cediendo a los caprichos de una prestamista odiada. Recordaba a la dragona y su amante, al viejo y su ineptitud. Pero sobre todas las cosas, el rostro delicado, contrariado, confuso y desmoralizado de Caoimhe reconociéndome y … reconociéndose a sí misma.
Paseaba por las mesas vacías de aquella habitación. Las sobras sobre los manteles sucios y platos llenos de migas acompañaban los rostros cansados del dueño y su esposa, que con ojos apagados seguían mis pasos, esperando con ansias que me marchara a mi habitación alquilada para poder dar por concluida la noche. Ya tendrían tiempo para limpiar y recoger aquel estropicio con el cantar del gallo.
Mis ojos vieron con cierto desconcierto lo que parecía ser un libro grueso sobre una de las mesas vacías. Con pasos firmes y curiosos me aproximé y tomé aquel tomo que reconocía por su cubierta.
Vampiros y otros seres malditos de Aerandir – Leí en voz baja la tapa dura reafirmando mis suposiciones. Conocía bien ese libro, flashbacks de mi pasado en la biblioteca de Fer’Avlis, recuerdos dulces que me incomodaba retomar.
Acaricié el cuero tintado de rojo que cubría aquel libro, se notaba desgastado y que era el fiel compañero de viaje de alguien. Lo abrí para hojear sus páginas, hojas de bordes suaves y un tono marfil que reafirmaba los años de aquel ejemplar.
Un olor a perfume se deslizó por mi nariz cuando abrí el libro, que en sus bordes era adornado con tachaduras y anotaciones.
Una amargura particular me arrolló, me sentía ofendido por tal sacrilegio. Un libro representaba una extensión del autor, una idea, un relato, un pedazo de información que era invaluable en su concepción. Obvio, no todo libro tenía tal cualidad, pero aquel en especial tenía un significado para Aerandir y sobre todo para mí y mis primeras búsquedas de los seres malditos. Rayar sus páginas era un pecado, era violar el trabajo casto de alguien, era manchar con ignorancias las páginas de algo que sobrepasaba la humanidad…
Sin embargo, una conclusión obvia despertó nuevamente mis ansias de continuar revisando aquel libro, deteniéndome en cada nota, en cada idea subrayada, cada traza y detalle. Caoimhe, era la dueña de aquellas notas, era evidente. La idea de pensar en sus intentos de conocerse como vampiro, de visitar Sacrestic y su gente, de acompañar aquellas páginas con sus pensamientos y miedos me resultaba en exceso sublime.
Cerré el libro y quitando los ojos curiosos de aquellos que ansiaban que me fuese a dormir, me dirigí a mi habitación. Simple, oscura y sin ningún detalle particular a destacar en aquellas frías paredes.
Ya en soledad, acaricié con sutileza nuevamente aquel ejemplar y me dispuse a comprobar sus páginas mientras con pasos silentes caminaba por los pequeños espacios del cuarto.
Las páginas hablaban del Dios vampiro, características propias de la raza, así como teorías del porqué nuestra vulnerabilidad al fuego y aquel tonto capricho de la sangre corrompida de los dragones primordiales que nos prohibía recibir la luz del sol.
Lemas sectarios, particularidades de la dieta y la sangre. Persuasión, manipulación y magia de voz. La ausencia de éter y los años de guerra y resquemores con otras razas del continente. Un libro que reflejaba una visión general del vampirismo. Simple y concreto, sin duda una alternativa válida para conocer el significado de ser vampiro.
Se queda corto… - añadí entre mis pensamientos.
Sin embargo, mi atención no se iba a aquellos temas teóricos que ya conocía, mis uñas rozaban la tinta de aquellas notas a pie de página. Como los temas relacionados a la hematofagia con humanos tenían tachones. La palabra maldición subrayada en varias ocasiones, equis marcadas en los dibujos representativos de Habakhuk, la negación al entender que no había escapatoria de tal don.
Miraba el techo de aquella habitación para contener la sonrisa pensando en los miedos de aquella mujer.
“Sed… Keeva… Sed”
Cada inseguridad de aquella prestamista.
“No hagas trueques que no puedes solventar”
Cada frase que encubría sus anhelos de infancia.
“No tengo alma”
Cada palabra de odio, de rencor y remordimiento.
“No soy capaz de amar”
Sufre pobre alma en pena, sufre que me alimento de tu dolor, me complace pensar que te retuerces para evitar lo que eres, lo que soy. – relataba en un monólogo con versos del que la vampira nunca escucharía, pero sentiría. – Sufre mientras niegas que eres yo, sufre mientras te niegas a aceptar la sangre. – Mis palabras me exaltaban, me remojaba los labios saboreando aquel fino sabor que quedaba de mi cena reciente.
“Sacrestic, Templo… biblioteca”
Continué revisando aquellas notas, aquellos detalles que hablaban por ella. Una vez había terminado e interpretado cada marca, cada letra, cada mensaje. Me dispuse a colocar el libro en la mesa donde lo había conseguido. Todo estaba oscuro, mi cita con aquel libro acompañado de hermenéutica me había dado una visión interesante de aquella mujer, me sentía satisfecho porque podía anticiparme a sus pasos de aquel viaje en el oeste. Deseaba confrontarla y corroborar mis hipótesis previas.
Ya casi estamos todos, en pocos minutos saldremos a la capital Sacrestic Ville, el clima de hoy parece ser más clemente que el de ayer. Disculpen los inconvenientes ocasionados. – Decía el hombre mientras subía algunas bolsas de equipaje a la carreta. - Aún faltan varios, esperaremos un poco más...
El sol se ocultaba y yo dentro de aquel carruaje esperaba. Paciente, deseando ver nuevamente aquellos ojos díscolos.
Una razón, mi razón, emergía de aquella imagen tintada de carmesí. Un Dios jugando a la empatía, cediendo a los caprichos de una prestamista odiada. Recordaba a la dragona y su amante, al viejo y su ineptitud. Pero sobre todas las cosas, el rostro delicado, contrariado, confuso y desmoralizado de Caoimhe reconociéndome y … reconociéndose a sí misma.
Paseaba por las mesas vacías de aquella habitación. Las sobras sobre los manteles sucios y platos llenos de migas acompañaban los rostros cansados del dueño y su esposa, que con ojos apagados seguían mis pasos, esperando con ansias que me marchara a mi habitación alquilada para poder dar por concluida la noche. Ya tendrían tiempo para limpiar y recoger aquel estropicio con el cantar del gallo.
Mis ojos vieron con cierto desconcierto lo que parecía ser un libro grueso sobre una de las mesas vacías. Con pasos firmes y curiosos me aproximé y tomé aquel tomo que reconocía por su cubierta.
Vampiros y otros seres malditos de Aerandir – Leí en voz baja la tapa dura reafirmando mis suposiciones. Conocía bien ese libro, flashbacks de mi pasado en la biblioteca de Fer’Avlis, recuerdos dulces que me incomodaba retomar.
Acaricié el cuero tintado de rojo que cubría aquel libro, se notaba desgastado y que era el fiel compañero de viaje de alguien. Lo abrí para hojear sus páginas, hojas de bordes suaves y un tono marfil que reafirmaba los años de aquel ejemplar.
Un olor a perfume se deslizó por mi nariz cuando abrí el libro, que en sus bordes era adornado con tachaduras y anotaciones.
Una amargura particular me arrolló, me sentía ofendido por tal sacrilegio. Un libro representaba una extensión del autor, una idea, un relato, un pedazo de información que era invaluable en su concepción. Obvio, no todo libro tenía tal cualidad, pero aquel en especial tenía un significado para Aerandir y sobre todo para mí y mis primeras búsquedas de los seres malditos. Rayar sus páginas era un pecado, era violar el trabajo casto de alguien, era manchar con ignorancias las páginas de algo que sobrepasaba la humanidad…
Sin embargo, una conclusión obvia despertó nuevamente mis ansias de continuar revisando aquel libro, deteniéndome en cada nota, en cada idea subrayada, cada traza y detalle. Caoimhe, era la dueña de aquellas notas, era evidente. La idea de pensar en sus intentos de conocerse como vampiro, de visitar Sacrestic y su gente, de acompañar aquellas páginas con sus pensamientos y miedos me resultaba en exceso sublime.
Cerré el libro y quitando los ojos curiosos de aquellos que ansiaban que me fuese a dormir, me dirigí a mi habitación. Simple, oscura y sin ningún detalle particular a destacar en aquellas frías paredes.
Ya en soledad, acaricié con sutileza nuevamente aquel ejemplar y me dispuse a comprobar sus páginas mientras con pasos silentes caminaba por los pequeños espacios del cuarto.
Las páginas hablaban del Dios vampiro, características propias de la raza, así como teorías del porqué nuestra vulnerabilidad al fuego y aquel tonto capricho de la sangre corrompida de los dragones primordiales que nos prohibía recibir la luz del sol.
Lemas sectarios, particularidades de la dieta y la sangre. Persuasión, manipulación y magia de voz. La ausencia de éter y los años de guerra y resquemores con otras razas del continente. Un libro que reflejaba una visión general del vampirismo. Simple y concreto, sin duda una alternativa válida para conocer el significado de ser vampiro.
Se queda corto… - añadí entre mis pensamientos.
Sin embargo, mi atención no se iba a aquellos temas teóricos que ya conocía, mis uñas rozaban la tinta de aquellas notas a pie de página. Como los temas relacionados a la hematofagia con humanos tenían tachones. La palabra maldición subrayada en varias ocasiones, equis marcadas en los dibujos representativos de Habakhuk, la negación al entender que no había escapatoria de tal don.
Miraba el techo de aquella habitación para contener la sonrisa pensando en los miedos de aquella mujer.
“Sed… Keeva… Sed”
Cada inseguridad de aquella prestamista.
“No hagas trueques que no puedes solventar”
Cada frase que encubría sus anhelos de infancia.
“No tengo alma”
Cada palabra de odio, de rencor y remordimiento.
“No soy capaz de amar”
Sufre pobre alma en pena, sufre que me alimento de tu dolor, me complace pensar que te retuerces para evitar lo que eres, lo que soy. – relataba en un monólogo con versos del que la vampira nunca escucharía, pero sentiría. – Sufre mientras niegas que eres yo, sufre mientras te niegas a aceptar la sangre. – Mis palabras me exaltaban, me remojaba los labios saboreando aquel fino sabor que quedaba de mi cena reciente.
“Sacrestic, Templo… biblioteca”
Continué revisando aquellas notas, aquellos detalles que hablaban por ella. Una vez había terminado e interpretado cada marca, cada letra, cada mensaje. Me dispuse a colocar el libro en la mesa donde lo había conseguido. Todo estaba oscuro, mi cita con aquel libro acompañado de hermenéutica me había dado una visión interesante de aquella mujer, me sentía satisfecho porque podía anticiparme a sus pasos de aquel viaje en el oeste. Deseaba confrontarla y corroborar mis hipótesis previas.
[…]
Al atarceder del día siguiente.
Ya casi estamos todos, en pocos minutos saldremos a la capital Sacrestic Ville, el clima de hoy parece ser más clemente que el de ayer. Disculpen los inconvenientes ocasionados. – Decía el hombre mientras subía algunas bolsas de equipaje a la carreta. - Aún faltan varios, esperaremos un poco más...
El sol se ocultaba y yo dentro de aquel carruaje esperaba. Paciente, deseando ver nuevamente aquellos ojos díscolos.
Zagreus
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Re: Todos los caminos llevan a Sacrestic Ville [privado] [noche] [Cerrado]
En teoría no debía tomarle más de dos horas. Tres a lo sumo.
Su respiración había comenzado sosegada a medida que sus pasos avanzaban por los adoquines poco uniformes de aquella callejuela.Ésta, sin embargo, había reflejado la prisa en sus pensamientos planeando cada detalle de su estancia en Sacrestic, por lo que para cuando alcanzó el lugar exacto donde habÍa acordado encontrarse con el cochero, su respiración era más una continuación de inspiraciones encadenadas en la prisa.
Tampoco ayudó el hecho de saberse la última de los clientes en aquella travesía. Odiaba llegar tarde a los sitios. Apreciaba el decoro y la puntualidad como la muestra misma de respeto al tiempo del otro. Pero el respeto a aquel cochero había quedado en un segundo plano sobrepasado por gran distancia la necesidad de no volverse a encontrar con Zagreus de nuevo.
Lo cierto es que no entendía muy bien el motivo por el que aquel vampiro ponía a prueba el control de sus propias emociones: Que lo hubiese perdido por vez primera delante de él no tenía por que significar que su presencia significaba el cese de cualquier retazo de dignidad que le quedase.
No. Pero aquel hombre era la única persona que podía constatar que de alguna manera, su demonio a veces ganaba.
-Tienes suerte de que sea considerado con la palabra de mis clientes... estaba a punto de marcharme sin..
-Sí, sí... lo se- dijo Caoimhe de manera fría y cortante mientras extendía una moneda de plata en uno de los bolsillos de la chaqueta del anciano.- ¿Ninguno de los dos queremos que pase lo mismo que la última vez, verdad Ignatus?- Caoimhe le dedicó una media sonrisa mientras daba un toquecito en el bolsillo que había dejado la moneda.
Ignatus apestaba a colonia barata. Un olor que sin duda no duraría en desintegrarse y dar paso al alcohol en el que se envolvía constantemente. Cierto es que de hecho viajaba gratis como pago por su silencio en cierto acontecimiento sucedido en su último viaje con él, de hecho pensó que aquel hombre en pena debería guardar silencio si valoraba su trabajo y su familia y apreciaba que Caoimhe no hubiese abierto la boca para acabar con todo ello con una sola palabra.
Irritada se acomodó en uno de los asientos de aquel carromato, sumida en la molestia de su interacción con Ignatus. Cruzó sus piernas y resopló de manera leve para apartar un mechón de su pelo. Jugueteó con su mirada durante unos segundos antes de disponerse a analizar aquellos con los que compartirīa viaje.
El traqueteo inminente la zarandeó de manera sutil indicando que acababan de partir y se agarró con fuerza a su asiento para no deslizarse hacia el lado de una de las personas allí presentes.
El movimiento distrajo su mirada de manera repentina y finalmente sus ojos se cruzaron con el amarillo de unos ojos que creía conocer. la chica dió gracias a aquel movimiento que camufló su sorpresa en el momento indicado. Tragó saliva por un segundo. Su sed despertaba de manera grácil y por vez primera dejó que levemente guiase sus actos. Caoimhe mantuvo la mirada de Zagreus durante unos minutos. Los suficientes como para que el vampiro notase que no era simple coincidencia.
Le dedicó una media sonrisa y finalmente apartó la mirada hasta la otra figura en aquel viaje: Un hombre blanquecino, delgado.y con varias capas que ocultaban parcialmente su rostro y que parecía dormitar.
De manera discreta sacó el libro de su pequeño bolso asegurándose de que la portada quedase oculta. No estaba segura de si la mirada retante de Zagreus seguiría en el lugar exacto en la que la dejó, pero por un segundo su interés pareció sumirse de manera total y profunda en lo que aquel libro quería decirle.
Su mente intentó ocuparse en el encuentro que la esperaba en Sacrestic. Memorizó la dirección exacta y la manera en la que iba a llegar hasta aquel lugar. Sabía exactamente a lo que había venido y sin embargo... la presencia de Zagreus la molestaba de manera particular.
Como si el destino estuviese dandole la señal exacta para sumirse en las acciones con las que llevaba fantaseando desde hacía unos meses y que supondrían encontrar y robar cierto libro y explorar algo más de su naturaleza vampira.
Se percató entonces de que aún le quedaba una hora de camino y su interacción con aquel vampiro no podía sustentarse en miradas intensas. No era como si la conociese de nada. Tan solo era otro demonio más entre el resto de los malditos.
-Ah... pero ha visto tu alma corrupta en acción y comparte uno de tus peores mom...-
La voz en su cabeza sonreía maliciosamente.
-¿Vuelves a casa...?- dijo dirigiéndose directamente a Zagreus- O... ¿a tu templo para que te rindan culto?- masculló.
Algo en ella se arrepintió en el momento exacto en el que aquella provocación escapó de sus labios carnosos. La chica recordaba perfectamente la autoproclamación que había hecho Zagreus de si mismo en particular y los vampiros en general como 'Dios' Una imagen mental fugaz le recordó la información que había obtenido a través de la sangre de aquel vampiro. Su curiosidad bordeaba la necesidad de entender el porqué de aquel egocentrismo. Los nombres que la sangre también le había traído danzando en su cabeza. ¿Quienes eran? ¿ quizás su familia? ¿ su mujer e hijos?… podría ser posible que aquel hombre tuviese una historia aparte de ser… No. Calmó sus pensamientos.
No tenía pensamiento de iniciar un conflicto. Pero el demonio dentro de ella disfrutaba provocândolo.
-He oido que Sacrestic suele estar bastante concurrido durante Midsommar... ¡Por Isil...como si necesita...- corrigió sus palabras al recordar que no estaban solos- necesitasen de alguna fiesta para celebrar a la raza- sonrió de manera liviana redirigiendo su atención al libro.
El silencio de los siguientes dos minutos tan solo fue ocupado por el traqueteo de aquel carromato y para su sorpresa fue el desconocido encapuchado quien contestó a su comentario.
-Cualquier día es apropiado para celebrar la grandiosidad de la sangre- dijo y sus palabras fueron interrumpidas por una tos seca que hizo que el chico se acomodase en su sillón.
Sus cobijas se movieron entonces dejando ver su rostro demacrado.
Sus ojos adornados con unas ojeras profundas. Su mandíbula marcada bajo una barba espesa de varios días.Fragilidad era la palabra adecuada para describir la visión de aquel desconocido y sin embargo, su voz aunque cansada parecía contener la ilusión de un niño cuando dijo:
-¿Ustedes sois... vais a...?- dijo algo nervioso- Lo he asumido por tu libro.
Caoimhe cerró su libro de pronto muy consciente de lo que podía parecer y pintando la imagen de aquel tercer hombre.
-Este es mi cuarto año- Dijo el chico con un tono de orgullo en su garganta. Alzó su brazo esquelético y sin apenas músculos a los que se pegase su piel.- Ha sido arduo... pero estoy seguro que este va a ser el último. Mi salvador me lo ha prometido.- El chico sonrió de manera automática y Caoimhe comprobó que le faltaban varios dientes sin duda consecuencia de su desnutrición generalizada.
El estómago de Caoimhe dio un vuelco al avanzar con la mirada recorriendo allí donde el chico tocaba su brazo. varias runas tatuadas en rojo oscuro surcaban su pequeño antebrazo. A lo largo de cada una de ellas, cicatrices ya curadas pero profundas marcaban la infinidad de la piel de aquel chico.
Tragó saliva. Aún sin poder creer lo que estaba contemplando frente a ella.
Había escuchado sobre aquel tipo de personas: Desesperados por convertirse en vampiros. Lo suficiente como para donar su sangre de manera progresiva y continua ante los deseos de vampiros que a menudo los engatusaban para tener sustento de manera fácil y rápida. O como ellos los llamaban 'Sus salvadores'. Por supuesto pocos salvadores cumplian su palabra de convertirlos. Principalmente porque acabar con su fuente de alimento fácil era una idiotez. En segundo porque la mayoría de las personas que ansiaban ser convertidos lo hacían movidos por la fragilidad de los problemas. Nada beneficioso para mantener una raza 'perfecta'
Caoimhe dirigió a Zagreus una mirada fugaz y llena de odio contenido.
tsê ...Dioses...- pensó de manera irónica y cualquiera idea de acercar su postura a conocer algo más de su demonio pareció desvanecerse.
Caoimhe se mantuvo en silencio el resto del viaje evitando mirar a cualquier otro lado que no fuese su propio reflejo en la ventana.
Su cuerpo se sacudió con el freno de los caballos que tiraban aquella carroza y como si sus pies ardiesen no esperó a que el transnporte dejase de moverse para salir de aquel lugar, inundada por la furia de aquel encuentro.
Lo brazos de aquel jóven recordándole todo lo que estaba mal en ella.
La noche parecía más oscura en Sacrestic. Las antorchas encendidas indicaban el camino principal hasta el centro y unas guirnaldas de flores secas adornaban las calles sumidas en el trajín de carrozas parecidas a las que ella misma había usado para viajar allī. Figuras encapuchadas surcaban las calles.
El día parecía tan solo haber comenzado en aquella ciudad.
En cualquier otro momento aquello la habría animado a sentirse algo más normal pues en general las calles siempre estaban solas cuando ella las cruzaba, pero en aquella situación con los ojos amarillos de Zagreus aún perturbando su mente tan solo quería perderse entre el bullicio y acabar cuanto antes sus negocios con los Vrykolakas.
Su respiración había comenzado sosegada a medida que sus pasos avanzaban por los adoquines poco uniformes de aquella callejuela.Ésta, sin embargo, había reflejado la prisa en sus pensamientos planeando cada detalle de su estancia en Sacrestic, por lo que para cuando alcanzó el lugar exacto donde habÍa acordado encontrarse con el cochero, su respiración era más una continuación de inspiraciones encadenadas en la prisa.
Tampoco ayudó el hecho de saberse la última de los clientes en aquella travesía. Odiaba llegar tarde a los sitios. Apreciaba el decoro y la puntualidad como la muestra misma de respeto al tiempo del otro. Pero el respeto a aquel cochero había quedado en un segundo plano sobrepasado por gran distancia la necesidad de no volverse a encontrar con Zagreus de nuevo.
Lo cierto es que no entendía muy bien el motivo por el que aquel vampiro ponía a prueba el control de sus propias emociones: Que lo hubiese perdido por vez primera delante de él no tenía por que significar que su presencia significaba el cese de cualquier retazo de dignidad que le quedase.
No. Pero aquel hombre era la única persona que podía constatar que de alguna manera, su demonio a veces ganaba.
-Tienes suerte de que sea considerado con la palabra de mis clientes... estaba a punto de marcharme sin..
-Sí, sí... lo se- dijo Caoimhe de manera fría y cortante mientras extendía una moneda de plata en uno de los bolsillos de la chaqueta del anciano.- ¿Ninguno de los dos queremos que pase lo mismo que la última vez, verdad Ignatus?- Caoimhe le dedicó una media sonrisa mientras daba un toquecito en el bolsillo que había dejado la moneda.
Ignatus apestaba a colonia barata. Un olor que sin duda no duraría en desintegrarse y dar paso al alcohol en el que se envolvía constantemente. Cierto es que de hecho viajaba gratis como pago por su silencio en cierto acontecimiento sucedido en su último viaje con él, de hecho pensó que aquel hombre en pena debería guardar silencio si valoraba su trabajo y su familia y apreciaba que Caoimhe no hubiese abierto la boca para acabar con todo ello con una sola palabra.
Irritada se acomodó en uno de los asientos de aquel carromato, sumida en la molestia de su interacción con Ignatus. Cruzó sus piernas y resopló de manera leve para apartar un mechón de su pelo. Jugueteó con su mirada durante unos segundos antes de disponerse a analizar aquellos con los que compartirīa viaje.
El traqueteo inminente la zarandeó de manera sutil indicando que acababan de partir y se agarró con fuerza a su asiento para no deslizarse hacia el lado de una de las personas allí presentes.
El movimiento distrajo su mirada de manera repentina y finalmente sus ojos se cruzaron con el amarillo de unos ojos que creía conocer. la chica dió gracias a aquel movimiento que camufló su sorpresa en el momento indicado. Tragó saliva por un segundo. Su sed despertaba de manera grácil y por vez primera dejó que levemente guiase sus actos. Caoimhe mantuvo la mirada de Zagreus durante unos minutos. Los suficientes como para que el vampiro notase que no era simple coincidencia.
Le dedicó una media sonrisa y finalmente apartó la mirada hasta la otra figura en aquel viaje: Un hombre blanquecino, delgado.y con varias capas que ocultaban parcialmente su rostro y que parecía dormitar.
De manera discreta sacó el libro de su pequeño bolso asegurándose de que la portada quedase oculta. No estaba segura de si la mirada retante de Zagreus seguiría en el lugar exacto en la que la dejó, pero por un segundo su interés pareció sumirse de manera total y profunda en lo que aquel libro quería decirle.
Su mente intentó ocuparse en el encuentro que la esperaba en Sacrestic. Memorizó la dirección exacta y la manera en la que iba a llegar hasta aquel lugar. Sabía exactamente a lo que había venido y sin embargo... la presencia de Zagreus la molestaba de manera particular.
Como si el destino estuviese dandole la señal exacta para sumirse en las acciones con las que llevaba fantaseando desde hacía unos meses y que supondrían encontrar y robar cierto libro y explorar algo más de su naturaleza vampira.
Se percató entonces de que aún le quedaba una hora de camino y su interacción con aquel vampiro no podía sustentarse en miradas intensas. No era como si la conociese de nada. Tan solo era otro demonio más entre el resto de los malditos.
-Ah... pero ha visto tu alma corrupta en acción y comparte uno de tus peores mom...-
La voz en su cabeza sonreía maliciosamente.
-¿Vuelves a casa...?- dijo dirigiéndose directamente a Zagreus- O... ¿a tu templo para que te rindan culto?- masculló.
Algo en ella se arrepintió en el momento exacto en el que aquella provocación escapó de sus labios carnosos. La chica recordaba perfectamente la autoproclamación que había hecho Zagreus de si mismo en particular y los vampiros en general como 'Dios' Una imagen mental fugaz le recordó la información que había obtenido a través de la sangre de aquel vampiro. Su curiosidad bordeaba la necesidad de entender el porqué de aquel egocentrismo. Los nombres que la sangre también le había traído danzando en su cabeza. ¿Quienes eran? ¿ quizás su familia? ¿ su mujer e hijos?… podría ser posible que aquel hombre tuviese una historia aparte de ser… No. Calmó sus pensamientos.
No tenía pensamiento de iniciar un conflicto. Pero el demonio dentro de ella disfrutaba provocândolo.
-He oido que Sacrestic suele estar bastante concurrido durante Midsommar... ¡Por Isil...como si necesita...- corrigió sus palabras al recordar que no estaban solos- necesitasen de alguna fiesta para celebrar a la raza- sonrió de manera liviana redirigiendo su atención al libro.
El silencio de los siguientes dos minutos tan solo fue ocupado por el traqueteo de aquel carromato y para su sorpresa fue el desconocido encapuchado quien contestó a su comentario.
-Cualquier día es apropiado para celebrar la grandiosidad de la sangre- dijo y sus palabras fueron interrumpidas por una tos seca que hizo que el chico se acomodase en su sillón.
Sus cobijas se movieron entonces dejando ver su rostro demacrado.
Sus ojos adornados con unas ojeras profundas. Su mandíbula marcada bajo una barba espesa de varios días.Fragilidad era la palabra adecuada para describir la visión de aquel desconocido y sin embargo, su voz aunque cansada parecía contener la ilusión de un niño cuando dijo:
-¿Ustedes sois... vais a...?- dijo algo nervioso- Lo he asumido por tu libro.
Caoimhe cerró su libro de pronto muy consciente de lo que podía parecer y pintando la imagen de aquel tercer hombre.
-Este es mi cuarto año- Dijo el chico con un tono de orgullo en su garganta. Alzó su brazo esquelético y sin apenas músculos a los que se pegase su piel.- Ha sido arduo... pero estoy seguro que este va a ser el último. Mi salvador me lo ha prometido.- El chico sonrió de manera automática y Caoimhe comprobó que le faltaban varios dientes sin duda consecuencia de su desnutrición generalizada.
El estómago de Caoimhe dio un vuelco al avanzar con la mirada recorriendo allí donde el chico tocaba su brazo. varias runas tatuadas en rojo oscuro surcaban su pequeño antebrazo. A lo largo de cada una de ellas, cicatrices ya curadas pero profundas marcaban la infinidad de la piel de aquel chico.
Tragó saliva. Aún sin poder creer lo que estaba contemplando frente a ella.
Había escuchado sobre aquel tipo de personas: Desesperados por convertirse en vampiros. Lo suficiente como para donar su sangre de manera progresiva y continua ante los deseos de vampiros que a menudo los engatusaban para tener sustento de manera fácil y rápida. O como ellos los llamaban 'Sus salvadores'. Por supuesto pocos salvadores cumplian su palabra de convertirlos. Principalmente porque acabar con su fuente de alimento fácil era una idiotez. En segundo porque la mayoría de las personas que ansiaban ser convertidos lo hacían movidos por la fragilidad de los problemas. Nada beneficioso para mantener una raza 'perfecta'
Caoimhe dirigió a Zagreus una mirada fugaz y llena de odio contenido.
tsê ...Dioses...- pensó de manera irónica y cualquiera idea de acercar su postura a conocer algo más de su demonio pareció desvanecerse.
Caoimhe se mantuvo en silencio el resto del viaje evitando mirar a cualquier otro lado que no fuese su propio reflejo en la ventana.
Su cuerpo se sacudió con el freno de los caballos que tiraban aquella carroza y como si sus pies ardiesen no esperó a que el transnporte dejase de moverse para salir de aquel lugar, inundada por la furia de aquel encuentro.
Lo brazos de aquel jóven recordándole todo lo que estaba mal en ella.
La noche parecía más oscura en Sacrestic. Las antorchas encendidas indicaban el camino principal hasta el centro y unas guirnaldas de flores secas adornaban las calles sumidas en el trajín de carrozas parecidas a las que ella misma había usado para viajar allī. Figuras encapuchadas surcaban las calles.
El día parecía tan solo haber comenzado en aquella ciudad.
En cualquier otro momento aquello la habría animado a sentirse algo más normal pues en general las calles siempre estaban solas cuando ella las cruzaba, pero en aquella situación con los ojos amarillos de Zagreus aún perturbando su mente tan solo quería perderse entre el bullicio y acabar cuanto antes sus negocios con los Vrykolakas.
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Re: Todos los caminos llevan a Sacrestic Ville [privado] [noche] [Cerrado]
La espera paciente terminó, cuando sobre la hora pautada la prestamista se incorporó al vehículo. Su respiración era agitada y sus movimientos para tomar asiento solo denotaban su incomodidad por sus intentos de llegar a la hora pautada. Un suspiro permitió volver a la realidad y percatarse de mis ojos que escaneaban a la vampiresa.
Ninguna mueca o gesto evidente era mostrado en mi rostro, solo mi seriedad característica. La observaba con detenimiento: su ropa, su cabello alborotado que escondía aquella mirada particular, sus rasgos y movimientos por más sutiles que resultaran. Era un libro abierto, que por más que se negara y esquivara mi mirada, evidenciaba lo mucho que lograba perturbarle mi presencia.
En sus intentos fútiles de salir mentalmente de aquel carruaje pequeño sacó aquel tomo de Vampiros y otros seres malditos de Aerandir, logrando sacarme una leve morisqueta en mis adentros. Me resultaba hasta enternecedor su afán de oculta aquel libro. Perdiéndose en sus páginas, páginas ya profanadas por mí.
El silencio acompañó el largo camino, pocos fueron los obstáculos de aquella fría noche. Sin embargo, la monotonía del trayecto se rompió cuando, en un intento que rayaba en lo valiente, Caoimhe dirigió sus palabras hacia mí.
Había firmado un contrato y pensaba mantenerlo, no tenía motivos para desenmascarar aquella mujer de rostro delicado. Era fiel a mi palabra, y mi silencio sepulcral era parte de mi discurso, palabras mudas que solo acentuaban mi presencia, la sombra silente que observaba a aquella vampiresa renegada.
¿Casa?... – respondí con mirada confusa. Me resultaba un término ajeno, era un errante y la idea de tener un sitio capaz de llamarlo mío, quitando aquel laboratorio de ingeniería en forma de torre que necesitaba reparaciones urgentes…, no se me pasaba por la mente.
No, no soy de esa sucia ciudad invadida por humanos. – negué sin permitir réplica, ya que no me interesaba en otorgarle información sobre mí a la prestamista. -Mi templo… templo. - repetí en una sutil ecolalia apenas perceptible, absorto en su sarcasmo que reconocía con gracia. – Si fuese ese el caso, asumo que nos dirigimos al mismo lugar… - sentencié con ironía.
Mi viaje anticipaba una cita que había concretado un año atrás, otra apuesta con otra mujer ingenua esperando tener razón. No obstante, aquello en el fondo era una excusa para retomar caprichos pendientes en Sacrestic.
Tenía conversaciones pendientes, pistas que seguir del paradero de los pergaminos que tanto buscaba por el continente y, además, rumores empezaban a aparecer entre un grupo selectivo de vampiros. Los de sangre maldita estaban inconformes de su estatus actual. La idea de tomar el poder cobraba fuerzas, y teniendo que ese pudiera ser el caso, yo debía tomar un rol protagónico en aquel posible desenlace.
Parecía que nuevamente el silencio ganaba espacio. No obstante, con intenciones de sacar información o incluso desviar el tema, continuó hablando. No contesté, su pregunta bien podía ser respondida en su libro y sabía que era un intento desesperado de dirigir aquella “conversación”. Sin embargo, un sujeto encapuchado dentro del carruaje se apresuró a hablar mientras lentamente mostraba de quién se trataba en realidad.
Aquel desconocido de apariencia llamativa hablaba de salvadores, mostrando un rostro demacrado y runas talladas en carne que auspiciaban sus intentos de ser convertido como si la inmortalidad le brindase aquel cambio idílico que le permitiese descansar, sanar y renacer.
La mirada fría de Caoimhe se posó sobre mí, esperando un comentario, una respuesta a la ideología de aquel incrédulo humano de olor desagradable y ropajes rasgados. Procuré no hacer gesto alguno, quería leer las ideas de aquella mujer que ahora podía ver como algunos percibían el vampirismo, al punto de idolatrar falsos mesías como sus propios dioses.
Aunque pareciera contradictorio, aquel sujeto me generaba completa repulsión. Era evidente que había sido utilizado en varias ocasiones, haciéndome que me cuestionara si su ceguera era más fuerte que su fanatismo. Alguien que no era capaz de ver lo inútil que era, que no fuese capaz de valerse por sí mismo y reducirse a una simple herramienta de otro, no tenía razones por la que vivir.
Falsos dioses carentes de verdadero poder. ¿Qué pensaría la prestamista? Mis anhelos de poder eran justificados y no se reducían al ser vampiro. El tener la sangre maldita solo era la posibilidad de adquirir ventajas para lograr mi objetivo, pero en realidad eran pocos los vampiros que gozaban de mi simpatía o estima.
Quizás aquel salvador podría ser uno de aquellos vampiros que podrían ser valiosos dentro de los planes de la raza, alguien a quien no mirar con rechazo, pero las probabilidades se inclinaban a que no fuese así. Por lo que tendía a suponer que seguramente se trataría de algún idiota con aires de profeta prometiendo la salvación a incautos. Desagradable el rebajarse a tales artimañas para saborear sangre.
Una carcasa vacía, harapos andantes, huesos como perchero para un traje de piel blanca, hambre, ilusiones… ignorancia. Aquel hombre me causaba en especial rechazo y con intentos evidentes desvié la mirada, centrándome en la silueta sinuosa de la vampiresa. Quería saber qué diría, que pensaría. Me intrigaba ver la expresión de la mujer adentrándose en las raíces de su verdadera naturaleza. Vil, ruin y oscura.
El viaje llegó a su fin. Habíamos llegado a Sacrestic Ville, una ciudad maldita que en el presente no suponía siquiera un reflejo cercano de lo que fue en antaño. Las calles ya no olían a sangre, las sombras góticas ahora tenían antorchas que alumbraban la oscuridad, humanos custodiaban los pasos con recelo. Lannet había hecho un buen trabajo en controlar la noches en la capital del oeste.
Vampiros caminaban por sus callejuelas de noche, paranoicos por no poder ser libre, presos en una cárcel vigilada por enviados de Lunargenta. Una situación que solo acentuaba lo patético de las decisiones tomadas por gente que representaba al vampirismo, sin estrategia, sin cerebro y solo sed…
Cada visita a aquella ciudad reafirmaba un sentimiento agridulce, me sentía parte de aquella raza marginada por sus malas decisiones. Y que si bien en su momento no fui participe de aquellas guerras, ahora vivía las consecuencias, el desprecio y la obligación de “esconder” mi naturaleza maldita por ser parte de los derrotados. Débiles…
Volviendo a mis pasos, aún faltaban varias noches para mi cita en la Posada de la Luna, así que me propuse como un juego macabro seguir los pasos de aquella extranjera. Esto no era Beltrexus, tenía que tener cuidado en que calles andaba, mi intención era ver como aquella ratoncita caminaba en un laberinto de piedra.
Templo… biblioteca. Recordé las notas de la prestamista.
Ninguna mueca o gesto evidente era mostrado en mi rostro, solo mi seriedad característica. La observaba con detenimiento: su ropa, su cabello alborotado que escondía aquella mirada particular, sus rasgos y movimientos por más sutiles que resultaran. Era un libro abierto, que por más que se negara y esquivara mi mirada, evidenciaba lo mucho que lograba perturbarle mi presencia.
En sus intentos fútiles de salir mentalmente de aquel carruaje pequeño sacó aquel tomo de Vampiros y otros seres malditos de Aerandir, logrando sacarme una leve morisqueta en mis adentros. Me resultaba hasta enternecedor su afán de oculta aquel libro. Perdiéndose en sus páginas, páginas ya profanadas por mí.
El silencio acompañó el largo camino, pocos fueron los obstáculos de aquella fría noche. Sin embargo, la monotonía del trayecto se rompió cuando, en un intento que rayaba en lo valiente, Caoimhe dirigió sus palabras hacia mí.
Había firmado un contrato y pensaba mantenerlo, no tenía motivos para desenmascarar aquella mujer de rostro delicado. Era fiel a mi palabra, y mi silencio sepulcral era parte de mi discurso, palabras mudas que solo acentuaban mi presencia, la sombra silente que observaba a aquella vampiresa renegada.
¿Casa?... – respondí con mirada confusa. Me resultaba un término ajeno, era un errante y la idea de tener un sitio capaz de llamarlo mío, quitando aquel laboratorio de ingeniería en forma de torre que necesitaba reparaciones urgentes…, no se me pasaba por la mente.
No, no soy de esa sucia ciudad invadida por humanos. – negué sin permitir réplica, ya que no me interesaba en otorgarle información sobre mí a la prestamista. -Mi templo… templo. - repetí en una sutil ecolalia apenas perceptible, absorto en su sarcasmo que reconocía con gracia. – Si fuese ese el caso, asumo que nos dirigimos al mismo lugar… - sentencié con ironía.
Mi viaje anticipaba una cita que había concretado un año atrás, otra apuesta con otra mujer ingenua esperando tener razón. No obstante, aquello en el fondo era una excusa para retomar caprichos pendientes en Sacrestic.
Tenía conversaciones pendientes, pistas que seguir del paradero de los pergaminos que tanto buscaba por el continente y, además, rumores empezaban a aparecer entre un grupo selectivo de vampiros. Los de sangre maldita estaban inconformes de su estatus actual. La idea de tomar el poder cobraba fuerzas, y teniendo que ese pudiera ser el caso, yo debía tomar un rol protagónico en aquel posible desenlace.
Parecía que nuevamente el silencio ganaba espacio. No obstante, con intenciones de sacar información o incluso desviar el tema, continuó hablando. No contesté, su pregunta bien podía ser respondida en su libro y sabía que era un intento desesperado de dirigir aquella “conversación”. Sin embargo, un sujeto encapuchado dentro del carruaje se apresuró a hablar mientras lentamente mostraba de quién se trataba en realidad.
Aquel desconocido de apariencia llamativa hablaba de salvadores, mostrando un rostro demacrado y runas talladas en carne que auspiciaban sus intentos de ser convertido como si la inmortalidad le brindase aquel cambio idílico que le permitiese descansar, sanar y renacer.
La mirada fría de Caoimhe se posó sobre mí, esperando un comentario, una respuesta a la ideología de aquel incrédulo humano de olor desagradable y ropajes rasgados. Procuré no hacer gesto alguno, quería leer las ideas de aquella mujer que ahora podía ver como algunos percibían el vampirismo, al punto de idolatrar falsos mesías como sus propios dioses.
Aunque pareciera contradictorio, aquel sujeto me generaba completa repulsión. Era evidente que había sido utilizado en varias ocasiones, haciéndome que me cuestionara si su ceguera era más fuerte que su fanatismo. Alguien que no era capaz de ver lo inútil que era, que no fuese capaz de valerse por sí mismo y reducirse a una simple herramienta de otro, no tenía razones por la que vivir.
Falsos dioses carentes de verdadero poder. ¿Qué pensaría la prestamista? Mis anhelos de poder eran justificados y no se reducían al ser vampiro. El tener la sangre maldita solo era la posibilidad de adquirir ventajas para lograr mi objetivo, pero en realidad eran pocos los vampiros que gozaban de mi simpatía o estima.
Quizás aquel salvador podría ser uno de aquellos vampiros que podrían ser valiosos dentro de los planes de la raza, alguien a quien no mirar con rechazo, pero las probabilidades se inclinaban a que no fuese así. Por lo que tendía a suponer que seguramente se trataría de algún idiota con aires de profeta prometiendo la salvación a incautos. Desagradable el rebajarse a tales artimañas para saborear sangre.
Una carcasa vacía, harapos andantes, huesos como perchero para un traje de piel blanca, hambre, ilusiones… ignorancia. Aquel hombre me causaba en especial rechazo y con intentos evidentes desvié la mirada, centrándome en la silueta sinuosa de la vampiresa. Quería saber qué diría, que pensaría. Me intrigaba ver la expresión de la mujer adentrándose en las raíces de su verdadera naturaleza. Vil, ruin y oscura.
El viaje llegó a su fin. Habíamos llegado a Sacrestic Ville, una ciudad maldita que en el presente no suponía siquiera un reflejo cercano de lo que fue en antaño. Las calles ya no olían a sangre, las sombras góticas ahora tenían antorchas que alumbraban la oscuridad, humanos custodiaban los pasos con recelo. Lannet había hecho un buen trabajo en controlar la noches en la capital del oeste.
Vampiros caminaban por sus callejuelas de noche, paranoicos por no poder ser libre, presos en una cárcel vigilada por enviados de Lunargenta. Una situación que solo acentuaba lo patético de las decisiones tomadas por gente que representaba al vampirismo, sin estrategia, sin cerebro y solo sed…
Cada visita a aquella ciudad reafirmaba un sentimiento agridulce, me sentía parte de aquella raza marginada por sus malas decisiones. Y que si bien en su momento no fui participe de aquellas guerras, ahora vivía las consecuencias, el desprecio y la obligación de “esconder” mi naturaleza maldita por ser parte de los derrotados. Débiles…
Volviendo a mis pasos, aún faltaban varias noches para mi cita en la Posada de la Luna, así que me propuse como un juego macabro seguir los pasos de aquella extranjera. Esto no era Beltrexus, tenía que tener cuidado en que calles andaba, mi intención era ver como aquella ratoncita caminaba en un laberinto de piedra.
Templo… biblioteca. Recordé las notas de la prestamista.
Zagreus
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Re: Todos los caminos llevan a Sacrestic Ville [privado] [noche] [Cerrado]
Sacrestic no era más que un amasijo de calles tortuosas minuciosamente memorizadas en la cabeza de Caoimhe. La ciudad había perdido el esplendor del que alardeaba el libro que cargaba en su bolso. Las visión de las casas ocultas tras cortinas gruesas, soldados humanos aquí y allá recordando la suerte que sufrío aquel lugar desde su última batalla.
Los vampiros con los que se cruzaba parecían tener la prisa de alguien a quien el objetivo de su caminar ha consumido el placer de moverse: Todos y cada uno de ellos compartían una expresión paranóica que Caoimhe conocía lo suficiente como para pararse a observar demasiado.
Muchos otros custodiaban sonrisas ensimismadas y expresión vacante. Caoimhe sabía que tan solo dos situaciones compartían aquel gesto de satisfacción extrema: El culmen de un polvo desenfrenado y el éxtasis de la sed saciada.
Tragó saliva imaginándose a si misma sumida en aquella expresión. Apresuró sus pasos en un intento de dejar atrás cualquier pensamiento que llevase a recordar como y cuando podría haber compartido aquel gesto.
A medida que giraba hacia tal y cual esquina el sentimiento de frustración que el desconocido del carruaje había alzado en su mente desaparecía de manera paulatina, dejando atrás la sensación de vacío que había compartido por un segundo con los ojos de Zagreus. Recordó su voz ronca y profunda mimicando su propio juego de palabras con respecto a su hogar.
Sacudió la cabeza. Había dedicado el suficiente tiempo a pensar en aquel vampiro en las últimas 24 horas. Y ella estaba allí para hacer negocios. O algo parecido.
Quizás si hubiese estado algo más atenta; Si hubiese tan sólo prestado una ínfima atención al hecho de que su sombra parecía entrelazarse con otra en determinados puntos estratégicos en su caminar, quizás se hubiese percatado de que no era la única que parecía conocer cada giro en aquel recorrido.
Pero estaba sumida en su propia oscuridad. Su atención enfocada en sus pasos. Si su estudio minucioso de los mapas de Sacrestic no mentían… debía estar justo a escasos metros de…
La pequeña bocacalle apareció ante ella de manera abrupta. Caoimhe enlenteció sus pasos. Confundida. Mentalmente repasó los tres últimos giros a sabiendas de que estaba justo en el lugar que debía estar. Su perfección minuciosa en cada plan que completaba en contadas ocasiones daba lugar a margen de error. Solía planear sus acciones de manera casi obsesivas.
Aquel muro no debería estar allí.
-4 a la izquierda. Uno a la derecha. 200 yardas y.. No tiene sentido alguno- susurró para si misma.- debería…
Se acercó al muro de piedra que había bloqueado la calle que debía recorrer. Estaba segura que Vrykolakas no había errado en la información de aquel mapa. No había motivo alguno para que la invitase a encontrarlo y… lo impidiese al llegar allí.
No conocía a aquel hombre en persona, pues la mayoría de sus negocios compartidos se habían llevado a cabo sin la necesidad de la presencia física de ninguno de ellos. Siempre algún mandado había asumido el riesgo. Aquel en particular era, sin embargo, diferente.
No tenía motivos para mentirle. Y aún así, aquella fortaleza frente a su cabeza indicaba exactamente lo opuesto.
Acarició aquel muro con una de sus manos. La piedra fría era físicamente tan palpable como su propia presencia. Dudaba mucho que alguien con las habilidades de la magia lo suficientemente desarrolladas como para crear una visión tan perfecta se hubiese confinado en una ciudad tan muerta como aquella. Por un segundo analizó sus posibilidades. Jugueteó con la idea de regresar sobre sus pasos aún sabiendo que no estaba equivocada. Aquello la molestó: Significaba sin duda una derrota.
Escuchó los pasos antes de ver la figura. El hombre parecía llevar tiempo observándola y su expresión entre divertida y orgullosa confirmó que encontraba la frustración de Caoimhe divertida.
-Ya sabía yo que iba buscando plata y he encontrado oro…- dijo el chico demacrado con el que había compartido trayecto.- No sabía que mi amo esperase visita. Normalmente no suele tomar mujeres como siervas- dijo el chico repasándola con la mirada, un gesto entre curiosidad y envidia- pero quizás…
-¿Acaso parece que necesite amo?- dijo Caoimhe. Las palabras salieron de su boca de manera envenenadas y el chico relajó sus hombros entendiendo.
-Oh…- dijo casi en un susurro.- entonces.. ¡Oh por Gregory el bardo!… entonces..-
Caoimhe puso los ojos en blanco al notar como la expresión de aquel desconocido cambiaba a una de adoración inmensa.
-Necesito saber como acceder al castillo de Vrykolakas. Si no vas a decírmelo entonces, me temo que tenemos poco que compartir.
-Espera… espera- dijo el chico evitando que Caoimhe se alejase agarrándola del antebrazo.
La chica apartó su brazo como acto reflejo. ¿Quién carajos era aquel humano para atreverse a traspasar su espacio personal?
Tragó saliva, mientras una sensación de suciedad inundaba allí donde había tocado el chico. Su pensamiento cada vez más tomado por la sed.
-Es muy fácil- dijo el chico ignorando su gesto de asco- Tan solo debes probar que mereces entrar.- volviéndose a acercar a ella.
Caoimhe reculó algunos pasos.
-¿Y… como lo demuestro exactamente?
El chico la miró de manera incrédula.
-Con tu sangre, por supuesto- contestó.
Caoimhe abrió mucho los ojos incrédula. ¿Acaso aquello era una broma? No estaba dispuesta a derramar su sangre para entrar en las fauces de un desconocido. No necesitaba aquel negocio tanto y…
Ah… pero si que necesitas. Quieres. Deseas el libro.
La voz familiar de la sed le recordó el doble motivo de su visita. Suspiró de manera imperceptible. Sopesando sus opciones.
El chico se acercó a ella y volvió a desvelar su brazo. Las marcas de las mordidas hundidas en su piel. Caoimhe tragó saliva.
-También te puedo prestar la mía..- dijo, con un tono terroríficamente seductivo. Como si aquello fuese una bendición para él y la interacción estuviese encaminada a atraerla a su sangre.
Por un segundo, Caoimhe consideró a aquel chico. Su cuerpo destrozado por la enfermedad y seco de sangre y moral. Por un minuto comprendió que no era la primera vez que aquel hombre intentaba seducir a un vampiro con su sangre. Algo en ella entendió lo difícil de la relación de aquel chico con su amo. La necesidad oculta de la vulnerabilidad que otorgaba la sed a un vampiro. La moral ínfima por la que quizás más de uno se había rendido a aquella propuesta. De no ser así, aquel desconocido no se hubiese ofrecido tan fácilmente.
Aquello la asustó más que asquearla. ¿Acaso era eso a lo que se resumían todos los de su especie? Pensó en Zagreus. ¿Quizás hubiese claudicado a aquel ofrecimiento?
Sacudió su cabeza. Intentando no imaginar a Zagreus con la expresión vacante que había visto en los vampiros en Sacrestic hacía no mucho y su orgullo aprovechó aquel momento para recordarle que él había sido testigo de su propia vulnerabilidad. Y que tan solo era justo.
El chico carráspeó, instándola a reconsiderar la situación. Tras varios minutos de un silencio contemplativo por parte de Caoimhe, pareció darse por satisfecho.
-Entiendo- dijo finalmente- Ya tienes siervo- añadió.- Agh.. una pena.-Los labios femeninos son normalmente mucho más cálidos que los masculinos… hace tiempo que no,…-
Mientras hablaba, el chico sacó de su bolsillo una piedra y cortó parte de su carne, haciendo que una gota de sangre resbalase sobre su mano.
Caoimhe evitó inspirar por un segundo. Aunque la idea de siquiera tocar aquella sangre corrompida le produjo nauseas. El chico llevó su antebrazo a un lugar en particular de aquel muro y vertió varias gotas en el enclave.
Durante dos minutos, ambos tan solo pudieron escuchar el sonido de algún que otro grillo, que ajeno a todo cantaba en la noche. Tras aquel espacio de tiempo, el muro ante ellos pareció deshacerse como si de polvo se tratase y la entrada a una pequeña mansión se reveló ante ellos.
El muchacho dio un pequeño saltito de alegría y caminó de manera decidida dejando atrás por un segundo a Caoimhe.
La vampiresa lo siguió de manera pronta. Él se volvió y mientras subían las escaleras dijo:
-Me llamo Jared- Y le tendió la mano para estrecharla.
Caoimhe lo observó por un segundo. Sopesando. Finalmente avanzó ignorando aquel gesto pero contestó de manera despreocupada.
-Lilith- mintió. Recordando el nombre que había dado a Vrykolakas. No acostumbraba a usar su nombre fuera de su círculo cercano o Beltrexus, y aquella no era una excepción.
-----
Tras alcanzar el recibidor, uno de los mayordomos de aquella mansión les aseguró que Vrykolakas tardaría poco en recibirlos.
El hombre parecía doblarle la edad a Jared. Su espalda curvada y cuerpo igualmente esquelético o más que el del muchacho caminaba de manera pausada. Sus ojos se mantenían en la línea media entre cerrados y abiertos de manera lo suficientemente amplia como para poder ver donde apoyaba sus pies. Caoimhe dudó si verdaderamente le hacía falta hacerlo, sin embargo. Aquel hombre caminaba con la docilidad de alguien que conoce cada rincón del suelo que pisa.
-No estoy seguro que el muro nos anunciase la llegada de alguien mas que tú Jared- dijo el mayordomo- no puedo asegurar tampoco que el amo quiera verte en estos momentos.
Caoimhe supo que el hombre se refería a ella porque alzó su nariz puntiaguda en su dirección antes de darse la vuelta.
‘Amo’- pensó Caoimhe. Su hipótesis resuelta a modo de cicatriz en el cuello de aquel anciano.
¿Cuántos siervos resguardaba aquella propiedad? Sabía que Vrykolakas se dedicaba al negocio de la sangre pero… ¿Qué tipo de negocio?
-Lilith- dijo Caoimhe jugueteando con la cera de una de las velas a punto de perecer- Estoy segura que Tú amo me espera-La vampiresa remarcó el pronombre con cierto despotismo.
El anciano arqueó sus cejas y se perdió por la escalera de caracol.
El suelo parecía crujir bajo sus pies. Un mármol frío reflejaba su figura tan pulido que los espejos situados aquí y allá a modo de decoración no tenían mucho que envidiarle
La mansión adornada con velas para mantener algo de iluminación parecía haber visto mejores días. Los tapices en los muros mostraban situaciones cotidianas de caza y celebración. La presas, hombres con expresiones aterradas en sus gestos, indicaba el ambiente que emanaba de aquella casona.
Caoimhe sabía poco de su anfitrión: Vrykolakas había pertenecido a algo parecido a la ‘realeza’ vampirica antes de la caída de Sacrestic. Si lo que establecia en su correspondencia era cierto, el hombre había pasado por varias estadías en su vida: Había vivido la riqueza más amplia pero también sido el más pobre de sacrestic.
Hasta que hizo de la sangre su negocio. Y por algún motivo, la sangre lo había llevado a Caoimhe. El resto de paredes estaban decorados con cuadros de tamaños excesivos. En su mayoría recreando escenas perfectas de cacería vampira y distintos estados de vasallaje tétrico.
Repasó de manera distraída los distintos personajes de aquellos cuadros. En su mayoría hombres. En su mayoría vampiros salvo por una mujer de pelo color rojizo que a Caoimhe le resultó vagamente familiar ¿Quizás la había visto en algún cuadro de su libro? No le extrañaría que fuese una de la deidades demónicas. No estaba segura que aquellos seres tuviesen un mínimo de imaginación para pintar algo más que lo que les mantenía superiores.
El suspiro ahogado de Jared le indicó que Vrykolakas acababa de aparecer en la sala.
El chico se deshizo de su capa dejando ver sus ropajes harapientos y corrió hasta la figura alta y esbelta que acababa de aparecer por el pasillo. Tirándose a sus pies en el momento mismo que lo alcanzó.
Caoimhe podría jurar que Jared gimió de placer al notar la mano de su amo acariciar levemente su cabeza.
El hombre frente a ella tenía el aura antigua de alguien que ha vivido la historia además de contarla. Sus ojos oscuros no diferenciaban pupila de iris y sus labios finos definieron automáticamente una sonrisa alargada al encontrarse con los de Caoimhe. Sus ropajes parecían componer parte de las cortinas gruesas de terciopelo que guardaban la estancia y a medida que se movía ( Jared haciéndolo al unísono arrastrándose junto a él) un aroma espeso a leña quemada acompañaba sus pasos.
Caoimhe no inició la conversación: Por mucho que se hubiesen estado comunicando por carta, aquel hombre no era su amigo. Su guardia siempre alzada. El vampiro sin embargo encontró divertimiento en aquello y tras rodearla caminando a su alrededor en círculos concéntricos se acercó casi flotando y agarró de manera inesperada su barbilla, alzándola y obligando a la chica a mirarlo.
-Lilith.- dijo – Mi querida y… útil, Lilith.-
Caoimhe se apartó de su agarre de nuevo molesta por la falta de respeto al espacio personal. Tragó saliva sin saber muy bien qué decir.
Vrykolakas sonrió ante aquel desplante. Chasqueó un dedo y dos siervos aparecieron como de la nada cargando sendas sillones de terciopelo curtido. Lo hizo de nuevo y otro apareció con una mesa pequeña.
-Espero que tu tardanza no se deba a temas serios… Tengo a alguno de mis hombres pendientes de órdenes. - El hombre la invitó a sentarse.
Caoimhe se relajó un poco finalmente al notar como el vampiro encauzaba la conversación a los negocios
-Siento mi tardanza… Aún me sorprende la catástrofe que un poco de lluvia puede ocasionar en personas inéptas- dijo Caoimhe acomodándose en la silla y cruzando las piernas.
El vampiro la miró de manera cómplice y sonrió.
-Tranquila..- dijo el hombre desquitándose- Llevo años confiándote mi espalda a ciegas. El tenerte al fin enfrente no modifica nada de lo que tenemos entre manos. Es tan solo es… un agrado para mis ojos.
Patético- pensó Caoimhe ante aquel halago.
El hombre chasqueó dos veces de nuevo sus pulgares y dos siervos más alcanzaron dos copas a su amo. Vrykolakas acarició la cabeza de Jared quien alzó la mirada con ojos vidriosos y extendió uno de sus antebrazos.
Caoimhe se removió un poco en su sillón. Notándo la sed agolparse en su garganta.
El hombre tardó tan solo 10 segundos en morder de manera limpia el brazo no herido del chico. Cuando la sangre comenzó a correr de manera abundante alcanzó ambas copas y las llenó de manera casi total. De cuando en cuando presionaba en el brazo de Jared cuyo color parecía acercarse más y más al del mármol del suelo con cada gota.
Cuando acabó Vrykolakas tendió una copa a Caoimhe mientras alzaba la suya propia.
La chica tragó saliva. Aquello no era un brindis inocente: Aquello era una declaración de intenciones.
-Por los reencuentros- dijo el vampiro esperando la misma acción por parte de la chica.
-¿Reencuentros…?- susurró buscando de manera apresurada una manera de escapar de aquel callejón sin salida.
Los vampiros con los que se cruzaba parecían tener la prisa de alguien a quien el objetivo de su caminar ha consumido el placer de moverse: Todos y cada uno de ellos compartían una expresión paranóica que Caoimhe conocía lo suficiente como para pararse a observar demasiado.
Muchos otros custodiaban sonrisas ensimismadas y expresión vacante. Caoimhe sabía que tan solo dos situaciones compartían aquel gesto de satisfacción extrema: El culmen de un polvo desenfrenado y el éxtasis de la sed saciada.
Tragó saliva imaginándose a si misma sumida en aquella expresión. Apresuró sus pasos en un intento de dejar atrás cualquier pensamiento que llevase a recordar como y cuando podría haber compartido aquel gesto.
A medida que giraba hacia tal y cual esquina el sentimiento de frustración que el desconocido del carruaje había alzado en su mente desaparecía de manera paulatina, dejando atrás la sensación de vacío que había compartido por un segundo con los ojos de Zagreus. Recordó su voz ronca y profunda mimicando su propio juego de palabras con respecto a su hogar.
Sacudió la cabeza. Había dedicado el suficiente tiempo a pensar en aquel vampiro en las últimas 24 horas. Y ella estaba allí para hacer negocios. O algo parecido.
Quizás si hubiese estado algo más atenta; Si hubiese tan sólo prestado una ínfima atención al hecho de que su sombra parecía entrelazarse con otra en determinados puntos estratégicos en su caminar, quizás se hubiese percatado de que no era la única que parecía conocer cada giro en aquel recorrido.
Pero estaba sumida en su propia oscuridad. Su atención enfocada en sus pasos. Si su estudio minucioso de los mapas de Sacrestic no mentían… debía estar justo a escasos metros de…
La pequeña bocacalle apareció ante ella de manera abrupta. Caoimhe enlenteció sus pasos. Confundida. Mentalmente repasó los tres últimos giros a sabiendas de que estaba justo en el lugar que debía estar. Su perfección minuciosa en cada plan que completaba en contadas ocasiones daba lugar a margen de error. Solía planear sus acciones de manera casi obsesivas.
Aquel muro no debería estar allí.
-4 a la izquierda. Uno a la derecha. 200 yardas y.. No tiene sentido alguno- susurró para si misma.- debería…
Se acercó al muro de piedra que había bloqueado la calle que debía recorrer. Estaba segura que Vrykolakas no había errado en la información de aquel mapa. No había motivo alguno para que la invitase a encontrarlo y… lo impidiese al llegar allí.
No conocía a aquel hombre en persona, pues la mayoría de sus negocios compartidos se habían llevado a cabo sin la necesidad de la presencia física de ninguno de ellos. Siempre algún mandado había asumido el riesgo. Aquel en particular era, sin embargo, diferente.
No tenía motivos para mentirle. Y aún así, aquella fortaleza frente a su cabeza indicaba exactamente lo opuesto.
Acarició aquel muro con una de sus manos. La piedra fría era físicamente tan palpable como su propia presencia. Dudaba mucho que alguien con las habilidades de la magia lo suficientemente desarrolladas como para crear una visión tan perfecta se hubiese confinado en una ciudad tan muerta como aquella. Por un segundo analizó sus posibilidades. Jugueteó con la idea de regresar sobre sus pasos aún sabiendo que no estaba equivocada. Aquello la molestó: Significaba sin duda una derrota.
Escuchó los pasos antes de ver la figura. El hombre parecía llevar tiempo observándola y su expresión entre divertida y orgullosa confirmó que encontraba la frustración de Caoimhe divertida.
-Ya sabía yo que iba buscando plata y he encontrado oro…- dijo el chico demacrado con el que había compartido trayecto.- No sabía que mi amo esperase visita. Normalmente no suele tomar mujeres como siervas- dijo el chico repasándola con la mirada, un gesto entre curiosidad y envidia- pero quizás…
-¿Acaso parece que necesite amo?- dijo Caoimhe. Las palabras salieron de su boca de manera envenenadas y el chico relajó sus hombros entendiendo.
-Oh…- dijo casi en un susurro.- entonces.. ¡Oh por Gregory el bardo!… entonces..-
Caoimhe puso los ojos en blanco al notar como la expresión de aquel desconocido cambiaba a una de adoración inmensa.
-Necesito saber como acceder al castillo de Vrykolakas. Si no vas a decírmelo entonces, me temo que tenemos poco que compartir.
-Espera… espera- dijo el chico evitando que Caoimhe se alejase agarrándola del antebrazo.
La chica apartó su brazo como acto reflejo. ¿Quién carajos era aquel humano para atreverse a traspasar su espacio personal?
Tragó saliva, mientras una sensación de suciedad inundaba allí donde había tocado el chico. Su pensamiento cada vez más tomado por la sed.
-Es muy fácil- dijo el chico ignorando su gesto de asco- Tan solo debes probar que mereces entrar.- volviéndose a acercar a ella.
Caoimhe reculó algunos pasos.
-¿Y… como lo demuestro exactamente?
El chico la miró de manera incrédula.
-Con tu sangre, por supuesto- contestó.
Caoimhe abrió mucho los ojos incrédula. ¿Acaso aquello era una broma? No estaba dispuesta a derramar su sangre para entrar en las fauces de un desconocido. No necesitaba aquel negocio tanto y…
Ah… pero si que necesitas. Quieres. Deseas el libro.
La voz familiar de la sed le recordó el doble motivo de su visita. Suspiró de manera imperceptible. Sopesando sus opciones.
El chico se acercó a ella y volvió a desvelar su brazo. Las marcas de las mordidas hundidas en su piel. Caoimhe tragó saliva.
-También te puedo prestar la mía..- dijo, con un tono terroríficamente seductivo. Como si aquello fuese una bendición para él y la interacción estuviese encaminada a atraerla a su sangre.
Por un segundo, Caoimhe consideró a aquel chico. Su cuerpo destrozado por la enfermedad y seco de sangre y moral. Por un minuto comprendió que no era la primera vez que aquel hombre intentaba seducir a un vampiro con su sangre. Algo en ella entendió lo difícil de la relación de aquel chico con su amo. La necesidad oculta de la vulnerabilidad que otorgaba la sed a un vampiro. La moral ínfima por la que quizás más de uno se había rendido a aquella propuesta. De no ser así, aquel desconocido no se hubiese ofrecido tan fácilmente.
Aquello la asustó más que asquearla. ¿Acaso era eso a lo que se resumían todos los de su especie? Pensó en Zagreus. ¿Quizás hubiese claudicado a aquel ofrecimiento?
Sacudió su cabeza. Intentando no imaginar a Zagreus con la expresión vacante que había visto en los vampiros en Sacrestic hacía no mucho y su orgullo aprovechó aquel momento para recordarle que él había sido testigo de su propia vulnerabilidad. Y que tan solo era justo.
El chico carráspeó, instándola a reconsiderar la situación. Tras varios minutos de un silencio contemplativo por parte de Caoimhe, pareció darse por satisfecho.
-Entiendo- dijo finalmente- Ya tienes siervo- añadió.- Agh.. una pena.-Los labios femeninos son normalmente mucho más cálidos que los masculinos… hace tiempo que no,…-
Mientras hablaba, el chico sacó de su bolsillo una piedra y cortó parte de su carne, haciendo que una gota de sangre resbalase sobre su mano.
Caoimhe evitó inspirar por un segundo. Aunque la idea de siquiera tocar aquella sangre corrompida le produjo nauseas. El chico llevó su antebrazo a un lugar en particular de aquel muro y vertió varias gotas en el enclave.
Durante dos minutos, ambos tan solo pudieron escuchar el sonido de algún que otro grillo, que ajeno a todo cantaba en la noche. Tras aquel espacio de tiempo, el muro ante ellos pareció deshacerse como si de polvo se tratase y la entrada a una pequeña mansión se reveló ante ellos.
El muchacho dio un pequeño saltito de alegría y caminó de manera decidida dejando atrás por un segundo a Caoimhe.
La vampiresa lo siguió de manera pronta. Él se volvió y mientras subían las escaleras dijo:
-Me llamo Jared- Y le tendió la mano para estrecharla.
Caoimhe lo observó por un segundo. Sopesando. Finalmente avanzó ignorando aquel gesto pero contestó de manera despreocupada.
-Lilith- mintió. Recordando el nombre que había dado a Vrykolakas. No acostumbraba a usar su nombre fuera de su círculo cercano o Beltrexus, y aquella no era una excepción.
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Tras alcanzar el recibidor, uno de los mayordomos de aquella mansión les aseguró que Vrykolakas tardaría poco en recibirlos.
El hombre parecía doblarle la edad a Jared. Su espalda curvada y cuerpo igualmente esquelético o más que el del muchacho caminaba de manera pausada. Sus ojos se mantenían en la línea media entre cerrados y abiertos de manera lo suficientemente amplia como para poder ver donde apoyaba sus pies. Caoimhe dudó si verdaderamente le hacía falta hacerlo, sin embargo. Aquel hombre caminaba con la docilidad de alguien que conoce cada rincón del suelo que pisa.
-No estoy seguro que el muro nos anunciase la llegada de alguien mas que tú Jared- dijo el mayordomo- no puedo asegurar tampoco que el amo quiera verte en estos momentos.
Caoimhe supo que el hombre se refería a ella porque alzó su nariz puntiaguda en su dirección antes de darse la vuelta.
‘Amo’- pensó Caoimhe. Su hipótesis resuelta a modo de cicatriz en el cuello de aquel anciano.
¿Cuántos siervos resguardaba aquella propiedad? Sabía que Vrykolakas se dedicaba al negocio de la sangre pero… ¿Qué tipo de negocio?
-Lilith- dijo Caoimhe jugueteando con la cera de una de las velas a punto de perecer- Estoy segura que Tú amo me espera-La vampiresa remarcó el pronombre con cierto despotismo.
El anciano arqueó sus cejas y se perdió por la escalera de caracol.
El suelo parecía crujir bajo sus pies. Un mármol frío reflejaba su figura tan pulido que los espejos situados aquí y allá a modo de decoración no tenían mucho que envidiarle
La mansión adornada con velas para mantener algo de iluminación parecía haber visto mejores días. Los tapices en los muros mostraban situaciones cotidianas de caza y celebración. La presas, hombres con expresiones aterradas en sus gestos, indicaba el ambiente que emanaba de aquella casona.
Caoimhe sabía poco de su anfitrión: Vrykolakas había pertenecido a algo parecido a la ‘realeza’ vampirica antes de la caída de Sacrestic. Si lo que establecia en su correspondencia era cierto, el hombre había pasado por varias estadías en su vida: Había vivido la riqueza más amplia pero también sido el más pobre de sacrestic.
Hasta que hizo de la sangre su negocio. Y por algún motivo, la sangre lo había llevado a Caoimhe. El resto de paredes estaban decorados con cuadros de tamaños excesivos. En su mayoría recreando escenas perfectas de cacería vampira y distintos estados de vasallaje tétrico.
Repasó de manera distraída los distintos personajes de aquellos cuadros. En su mayoría hombres. En su mayoría vampiros salvo por una mujer de pelo color rojizo que a Caoimhe le resultó vagamente familiar ¿Quizás la había visto en algún cuadro de su libro? No le extrañaría que fuese una de la deidades demónicas. No estaba segura que aquellos seres tuviesen un mínimo de imaginación para pintar algo más que lo que les mantenía superiores.
El suspiro ahogado de Jared le indicó que Vrykolakas acababa de aparecer en la sala.
El chico se deshizo de su capa dejando ver sus ropajes harapientos y corrió hasta la figura alta y esbelta que acababa de aparecer por el pasillo. Tirándose a sus pies en el momento mismo que lo alcanzó.
Caoimhe podría jurar que Jared gimió de placer al notar la mano de su amo acariciar levemente su cabeza.
El hombre frente a ella tenía el aura antigua de alguien que ha vivido la historia además de contarla. Sus ojos oscuros no diferenciaban pupila de iris y sus labios finos definieron automáticamente una sonrisa alargada al encontrarse con los de Caoimhe. Sus ropajes parecían componer parte de las cortinas gruesas de terciopelo que guardaban la estancia y a medida que se movía ( Jared haciéndolo al unísono arrastrándose junto a él) un aroma espeso a leña quemada acompañaba sus pasos.
Caoimhe no inició la conversación: Por mucho que se hubiesen estado comunicando por carta, aquel hombre no era su amigo. Su guardia siempre alzada. El vampiro sin embargo encontró divertimiento en aquello y tras rodearla caminando a su alrededor en círculos concéntricos se acercó casi flotando y agarró de manera inesperada su barbilla, alzándola y obligando a la chica a mirarlo.
-Lilith.- dijo – Mi querida y… útil, Lilith.-
Caoimhe se apartó de su agarre de nuevo molesta por la falta de respeto al espacio personal. Tragó saliva sin saber muy bien qué decir.
Vrykolakas sonrió ante aquel desplante. Chasqueó un dedo y dos siervos aparecieron como de la nada cargando sendas sillones de terciopelo curtido. Lo hizo de nuevo y otro apareció con una mesa pequeña.
-Espero que tu tardanza no se deba a temas serios… Tengo a alguno de mis hombres pendientes de órdenes. - El hombre la invitó a sentarse.
Caoimhe se relajó un poco finalmente al notar como el vampiro encauzaba la conversación a los negocios
-Siento mi tardanza… Aún me sorprende la catástrofe que un poco de lluvia puede ocasionar en personas inéptas- dijo Caoimhe acomodándose en la silla y cruzando las piernas.
El vampiro la miró de manera cómplice y sonrió.
-Tranquila..- dijo el hombre desquitándose- Llevo años confiándote mi espalda a ciegas. El tenerte al fin enfrente no modifica nada de lo que tenemos entre manos. Es tan solo es… un agrado para mis ojos.
Patético- pensó Caoimhe ante aquel halago.
El hombre chasqueó dos veces de nuevo sus pulgares y dos siervos más alcanzaron dos copas a su amo. Vrykolakas acarició la cabeza de Jared quien alzó la mirada con ojos vidriosos y extendió uno de sus antebrazos.
Caoimhe se removió un poco en su sillón. Notándo la sed agolparse en su garganta.
El hombre tardó tan solo 10 segundos en morder de manera limpia el brazo no herido del chico. Cuando la sangre comenzó a correr de manera abundante alcanzó ambas copas y las llenó de manera casi total. De cuando en cuando presionaba en el brazo de Jared cuyo color parecía acercarse más y más al del mármol del suelo con cada gota.
Cuando acabó Vrykolakas tendió una copa a Caoimhe mientras alzaba la suya propia.
La chica tragó saliva. Aquello no era un brindis inocente: Aquello era una declaración de intenciones.
-Por los reencuentros- dijo el vampiro esperando la misma acción por parte de la chica.
-¿Reencuentros…?- susurró buscando de manera apresurada una manera de escapar de aquel callejón sin salida.
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Re: Todos los caminos llevan a Sacrestic Ville [privado] [noche] [Cerrado]
Estaba dispuesto a seguir a la prestamista para continuar con mi “juego”, tenía una curiosidad morbosa con relación al destino de aquella mujer que insistía en llevarme la contraria y rebatir mi filosofía... y superioridad evidente. Sin embargo, no podía arriesgarme a ser descubierto por la vampiresa. Debía buscar alguna manera de seguirla sin llamar la atención o levantar sospechas.
En otro contexto hubiese sido sencillo fundirme con las sombras de las callejuelas de la ciudad, pero esta no era cualquier ciudad. Sacrestic Ville estaba rodeada de ojos nocturnos que no veían inconveniente en ver bajo la negrura de la noche. Además, los humanos hacían énfasis en procurar iluminar las calles de aquella oscura ciudad y así fastidiar a los vampiros que hacían vida acompañados de las estrellas. Debía improvisar algo si quería continuar con mi capricho.
Sin perder de vista a la vampiresa, me aparté en una de las esquinas oscuras que parecía no tener transeúntes. Rebusqué entre los bolsillos internos de mi vestimenta, haciéndome con una pequeña botella con líquido de color amarillento. Destapé el corcho aprovechando mis fuertes y afiladas uñas, dejando así que aquel contenido burbujeante lograra respirar.
Miré un breve momento aquella bebida que poseía una sutil capa de unos dos centímetros de espuma blanca. Tenía todas las características de una cerveza convencional, pero yo sabía que no se trataba de ello. Así que sin dilatar, me llevé el frasco a mis labios y consumí todo el contenido sin dudar (1).
Su sabor no destacaba de una pinta de alguna taberna, un dulce que contrastaba con el amargor del alcohol. Una cerveza suave, no obstante, dejaba una sensación de cosquilleo en la lengua que no era común. Parecía que partículas explotaran en las papilas causando un hormigueo peculiar. No me detuve en analizar aquel detalle, no quería desviar la imagen que en mi cabeza se recreaba…
Un instante bastó para que todo se sintiera distinto. Sin dolor ni parafernalia mi morfología era diferente, ya no traía mis ropajes y armadura ornamentada, me costaba mirar, pero mi oído se sentía más desarrollado. Mis dedos alargados ahora eran acompañados de una fina tela negra que se plegaba a mi costado cual alas, era diminuto, pero capaz. Era un murciélago vampiro, un mamífero capaz de volar y pasar desapercibido en mi intención de seguir a Caoimhe.
Quizás parecía exagerado emplear un objeto tan valioso como aquella cerveza de mantequilla que me permitía tomar la forma de un animal por tiempo limitado. Y ciertamente lo era, contemplando que era la única en mi disposición, sin embargo, era un tipo obstinado. Y si algo se me metía en la cabeza lo conseguiría, una terquedad que me impulsaba a lograr todo lo que me propusiera sin importar los medios ni los costos.
Volar se sentía como caminar, un conocimiento innato que maravillaba la experiencia y facilitaba mantenerme cerca de la vampiresa que se desplazaba con soltura por las calles de la villa. Parecía que conocía cada rincón y recoveco de Sacrestic, haciendo que dudara si ciertamente era su primera visita a la capital del oeste.
La vampiresa se detuvo cuando se topó con lo que parecía ser una calle sin salida. Dando la impresión de estar descontenta con aquella pared. Su impaciencia se notaba, la frustración era evidente.
Me acerqué posando en la saliente de un techo contiguo al callejón, colgándome de cabeza, observando con detenimiento a la prestamista ansiosa. Sin embargo, si bien no lograba ver con los ojos prestados de murciélago, logré sentir que alguien se acercaba a nuestra posición. Como eco percibí los pasos erráticos del siervo que se topaba con la prestamista. Nuevamente, el hombre demacrado que interrumpió la conversación en el carruaje hacía acto de presencia.
El esclavo empezó a hablar con la mujer sobre rituales de sangre y los favores a su amo. No comprendía su conversación, pero entendía que el fanatismo de aquel frágil humano preso de su ignorancia, podría resolver el dilema de la vampiresa con aquel muro.
Lo que aparentaba ser un sacrificio de sangre hizo que los muros se desvanecieran y dieran paso a lo que parecía ser la entrada a una mansión. Ciertamente, las ilusiones eran poco frecuentes en la villa ajena al éter, pero las familias de aristócratas importantes aún mantenían artimañas que engañaban no solo a los humanos invasores, sino también a los vampiros incautos. Un recurso en el urbanismo de Sacrestic que pudiera ser de gran importancia para la reconquista, pero que terminaba siendo inútil por los egos de los clanes antiguos que solo procuraban su existencia y propia supervivencia en las sombras.
En la espera se presentaron. - Lilith - pensé con una sonrisa en mis adentros relacionando algunas anotaciones con ese nombre en su libro. Al pasar un par de minutos, un sujeto refinado se presentó para dar acceso a la mansión a Caoimhe y Jared. Con un batir de alas silentes volé cerca para seguirlos, manteniéndome cerca del techo y bóvedas de los pasillos de la mansión.
Reconocí alguno de los retratos y sagas que adornaban las paredes de aquella casona. Me cuestionaba si en realidad se podría tratar de quien creía que era. Una particularidad de los vampiros, es que las leyendas eran vivas; aquellas esculturas y pinturas no reflejaban el rostro de muertos y figuras de otras épocas. Los años no castigan la sangre maldita, por lo que era común ver “fantasmas” en aquellas mansiones.
Mientras avanzábamos mis dudas fueron disipándose. Era la mansión Vrykolakas, uno de los antiguos clanes que dirigen Sacrestic Ville. Una familia orgullosa de su devoción por la sangre, incluso la de sus propios hermanos. Vampiros presuntuosos que creen en la pureza de la sangre y el rechazo a la plebe y al mortal. Vampiros que si bien gozan de poder en la guerra reciente se mantuvieron escondidos, temerosos de perder su influencia. Haciendo que a partir de la toma de los humanos de la villa, su apellido fuese sinónimo de desprecio para la raza.
Me posé sobre uno de los estandartes con el símbolo de la familia Vrykolakas que adornaban las columnas de la arcada que daba paso a la sala principal. Viendo como la tensión se propagaba con la llegada de él, Lord Vitto Vrykolakas. Lo reconocí de mis investigaciones sobre el vampirismo y los clanes principales. Poderoso, orgulloso y sinónimo de lo impío.
Su porte elegante, su mirada amenazante, era sin duda todo aquello que los libros referían de él. No comprendía como Caoimhe había terminado en la madriguera de aquel demonio, pero la curiosidad solo aumentaba en mí.
_______________________________En otro contexto hubiese sido sencillo fundirme con las sombras de las callejuelas de la ciudad, pero esta no era cualquier ciudad. Sacrestic Ville estaba rodeada de ojos nocturnos que no veían inconveniente en ver bajo la negrura de la noche. Además, los humanos hacían énfasis en procurar iluminar las calles de aquella oscura ciudad y así fastidiar a los vampiros que hacían vida acompañados de las estrellas. Debía improvisar algo si quería continuar con mi capricho.
Sin perder de vista a la vampiresa, me aparté en una de las esquinas oscuras que parecía no tener transeúntes. Rebusqué entre los bolsillos internos de mi vestimenta, haciéndome con una pequeña botella con líquido de color amarillento. Destapé el corcho aprovechando mis fuertes y afiladas uñas, dejando así que aquel contenido burbujeante lograra respirar.
Miré un breve momento aquella bebida que poseía una sutil capa de unos dos centímetros de espuma blanca. Tenía todas las características de una cerveza convencional, pero yo sabía que no se trataba de ello. Así que sin dilatar, me llevé el frasco a mis labios y consumí todo el contenido sin dudar (1).
Su sabor no destacaba de una pinta de alguna taberna, un dulce que contrastaba con el amargor del alcohol. Una cerveza suave, no obstante, dejaba una sensación de cosquilleo en la lengua que no era común. Parecía que partículas explotaran en las papilas causando un hormigueo peculiar. No me detuve en analizar aquel detalle, no quería desviar la imagen que en mi cabeza se recreaba…
Un instante bastó para que todo se sintiera distinto. Sin dolor ni parafernalia mi morfología era diferente, ya no traía mis ropajes y armadura ornamentada, me costaba mirar, pero mi oído se sentía más desarrollado. Mis dedos alargados ahora eran acompañados de una fina tela negra que se plegaba a mi costado cual alas, era diminuto, pero capaz. Era un murciélago vampiro, un mamífero capaz de volar y pasar desapercibido en mi intención de seguir a Caoimhe.
- Zagreus transformado:
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Quizás parecía exagerado emplear un objeto tan valioso como aquella cerveza de mantequilla que me permitía tomar la forma de un animal por tiempo limitado. Y ciertamente lo era, contemplando que era la única en mi disposición, sin embargo, era un tipo obstinado. Y si algo se me metía en la cabeza lo conseguiría, una terquedad que me impulsaba a lograr todo lo que me propusiera sin importar los medios ni los costos.
Volar se sentía como caminar, un conocimiento innato que maravillaba la experiencia y facilitaba mantenerme cerca de la vampiresa que se desplazaba con soltura por las calles de la villa. Parecía que conocía cada rincón y recoveco de Sacrestic, haciendo que dudara si ciertamente era su primera visita a la capital del oeste.
La vampiresa se detuvo cuando se topó con lo que parecía ser una calle sin salida. Dando la impresión de estar descontenta con aquella pared. Su impaciencia se notaba, la frustración era evidente.
Me acerqué posando en la saliente de un techo contiguo al callejón, colgándome de cabeza, observando con detenimiento a la prestamista ansiosa. Sin embargo, si bien no lograba ver con los ojos prestados de murciélago, logré sentir que alguien se acercaba a nuestra posición. Como eco percibí los pasos erráticos del siervo que se topaba con la prestamista. Nuevamente, el hombre demacrado que interrumpió la conversación en el carruaje hacía acto de presencia.
El esclavo empezó a hablar con la mujer sobre rituales de sangre y los favores a su amo. No comprendía su conversación, pero entendía que el fanatismo de aquel frágil humano preso de su ignorancia, podría resolver el dilema de la vampiresa con aquel muro.
Lo que aparentaba ser un sacrificio de sangre hizo que los muros se desvanecieran y dieran paso a lo que parecía ser la entrada a una mansión. Ciertamente, las ilusiones eran poco frecuentes en la villa ajena al éter, pero las familias de aristócratas importantes aún mantenían artimañas que engañaban no solo a los humanos invasores, sino también a los vampiros incautos. Un recurso en el urbanismo de Sacrestic que pudiera ser de gran importancia para la reconquista, pero que terminaba siendo inútil por los egos de los clanes antiguos que solo procuraban su existencia y propia supervivencia en las sombras.
En la espera se presentaron. - Lilith - pensé con una sonrisa en mis adentros relacionando algunas anotaciones con ese nombre en su libro. Al pasar un par de minutos, un sujeto refinado se presentó para dar acceso a la mansión a Caoimhe y Jared. Con un batir de alas silentes volé cerca para seguirlos, manteniéndome cerca del techo y bóvedas de los pasillos de la mansión.
Reconocí alguno de los retratos y sagas que adornaban las paredes de aquella casona. Me cuestionaba si en realidad se podría tratar de quien creía que era. Una particularidad de los vampiros, es que las leyendas eran vivas; aquellas esculturas y pinturas no reflejaban el rostro de muertos y figuras de otras épocas. Los años no castigan la sangre maldita, por lo que era común ver “fantasmas” en aquellas mansiones.
Mientras avanzábamos mis dudas fueron disipándose. Era la mansión Vrykolakas, uno de los antiguos clanes que dirigen Sacrestic Ville. Una familia orgullosa de su devoción por la sangre, incluso la de sus propios hermanos. Vampiros presuntuosos que creen en la pureza de la sangre y el rechazo a la plebe y al mortal. Vampiros que si bien gozan de poder en la guerra reciente se mantuvieron escondidos, temerosos de perder su influencia. Haciendo que a partir de la toma de los humanos de la villa, su apellido fuese sinónimo de desprecio para la raza.
Me posé sobre uno de los estandartes con el símbolo de la familia Vrykolakas que adornaban las columnas de la arcada que daba paso a la sala principal. Viendo como la tensión se propagaba con la llegada de él, Lord Vitto Vrykolakas. Lo reconocí de mis investigaciones sobre el vampirismo y los clanes principales. Poderoso, orgulloso y sinónimo de lo impío.
Su porte elegante, su mirada amenazante, era sin duda todo aquello que los libros referían de él. No comprendía como Caoimhe había terminado en la madriguera de aquel demonio, pero la curiosidad solo aumentaba en mí.
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(1)= Cerveza de mantequilla [Elixir, Consumible] Cuando la bebas, te convertirás en un animal (a elección) durante dos rondas. No podrás usar tus objetos y habilidades mientras dure el efecto.
Zagreus
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Re: Todos los caminos llevan a Sacrestic Ville [privado] [noche] [Cerrado]
La copa de cristal fino parecía quemar en sus manos, al igual que la mirada de su compañero de brindis, clavada en sus ojos. Esperando su siguiente acción. Caoimhe no se andó con rodeos. Se sumió en su máscara ajena y comenzó el baile que suponía aquel encuentro, dejándo atrás cualquier otro pensamiento que hubiese tenido hasta entonces.
Se llevó la copa a los labios y los mojó con la sangre de Jared, aún cálida al contacto con su piel. Aprovechó un leve segundo en el que Vitto cerró los ojos degustándose con el sabor de la mutilación de aquel humano para apartar su copa sin llegar a si quiera introducir sangre en su boca. Agradeciendo el poder controlar sus poderes de manera activa y evitar así las imágenes sobre la vida de aquel humano que su sangre hubiese tenido que mostrarle.
-Ojalá pudiese hacer tu primera visita a Sacrestic algo más placentera. Como debes saber hace tiempo que este lugar no es lo que era. Imagino que has visto las estatuas humanas en cada esquina de la ciudad en tu camino hasta mi palacio. ¡Oh los viejos tiempos! Las noches en vela arremolinados frente a la tumba de nuestro señor Habakuhk donando la sangre de los impíos agradeciendo nuestra vida eterna.- Vitto observó a Caoimhe notando como la mirada de la chica deambulaba a lugares otros que la propia conversación- Pero ¿De qué te hablo? Tu eres una hija del nuevo órden. Naciste y creciste bajo el yugo de los humanos de piedra que merodean por nuestra ciudad macillando todo lo que hemos...
Uno de los vasallos de Vitto carraspeó y Vrykolakas pareció deshacerse de una visión de la que solo él era participe.
-Pero aquí estás... Y aquí estamos- alzó la copa de nuevo esta vez sin esperar nada por parte de Caoimhe. Agarró el brazo de Jared y vertió de nuevo sangre para beber- y estoy seguro que esto tan solo es el comienzo de.. algo grande. Inmenso.- sonrió el hombre.
Caoimhe se limpió los labios de manera sutil intentando no mostrar la necesidad de avanzar en aquella reunión más allá de alardear acerca de la época dorada del vampirismo.
-...y ¿Dónde están?- preguntó abriendo mucho los ojos.- En tu última carta dabas a entender que.. quizás habías avanzado un poco en cierto... método.- miró de reojo a Jared y al resto de siervos sin saber muy bien cuánto conocían de lo que habían estado tramando desde hacía meses.
El vampiro pareció entender la mirada de la chica y tan solo bastó chasquear dos dedos para que los vasallos saliesen de la sala y los dejasen solos.
-Tampoco esperaba que te interesases mucho por mi historia y mi castillo... pero creo que estoy empenzando a entender tu sobre nombre de dama de hielo- el hombre sonrió e indicó a Caoimhe que la siguiese.
La vampiresa compuso un gesto ausente al escuchar aquel apelativo.
Ambos avanzaron a través de la sala principal, dejando atrás los cuadros de figuras altas y esbeltas sobre sillones de terciopelo rojo, todos y cada uno de ellos con la misma expresión desafiante que compartía Vitto. Los suelos de mármol pasaron a ser piedra y al alcanzar una determinada sala, Vitto abrió una pared falsa descubriendo una habitación casi inexistente al ojo inexperto. Abrió sus manos instando a Caoimhe a proceder por el pasillo estrecho antes que él mismo.
La chica dudó por un segundo, analizando la mirada fija en la suya de aquel hombre y finalmente, avanzó primero.
El pasillo de piedra y apenas iluminado por antorchas aquí y allá no debía ser más largo de 5 o 6 metros. La senda, sin embargo estaba surcada de pequeñas puertas que habían sido accionadas por el mecanismo inicial que abrió la primera. Una seguridad quizás excesiva teniendo en cuenta que Vitto se encontraba en su propia casa. Caoimhe se alegró entonces de sentir el peso de su espada de media luna a un lado de sus enaguas, oculta entre la seda de su vestido.
-Como imaginas no ha sido fácil.- comenzó a elaborar Vitto.- Los primeros sujetos apenas servían para entender el éter principal de su sangre. El problema sin duda es que la muestra en pocas ocasiones era muy diversa. Aún así creo haber aislado una parte del problema principal con nuestro éter... sigue avanzando un poco-le indicó
Caoimhe se sintió entonces atacada de manera personal y habló de manera enfurruñada:
-Como comprenderás hago lo que puedo con el género que tengo- dijo- No todos los hombres comparten la misma moral- añadió- Además cuando comenzamos a hablar de este proyecto te dejé claro que la mayoría de los clientes de las mujeres de mi madre eran marineros y que pocas veces se encontraba un marinero que no fuese humano. Aún así te he proporcionado una variedad... considerable teniendo en cuenta las circunstancias-culminó
Ambos llegaron al fin al final de la sala que seguía al pasillo. Vitto rodeó la estancia encendiendo las antorchas posicionadas en lugares estratégicos.
-Y verdaderamente, estoy sumamente agradecido a tus aportes. Sin duda todo esto no hubiese sido posible sin todos y cada uno de ellos.
El hombre se acercó a lo que parecía una incubadora de cristal y metal de la que salían varios tubos con un contenido rojizo y fluido. La sed de Caoimhe le indicó que sin duda aquello era la sangre del bebé indefenso que apenas alcanzaba a respirar de manera pausada de cuando en cuando, indicando que seguía vivo.
El estómago de la vampiresa se encogió de manera repentina. Llevaba meses proporcionándole información sobre niños producto de las malas decisiones de las prostitutas de su madre. Al principio le había parecido un remedio ingenioso a la cantidad de bebés que acababan enterrados mucho antes de cumplir el año de vida.O a todos aquellos que las mujeres consumidas por las drogas ahogaban en los límites de ciudad lagarto.
Vitto le había asegurado que no sufrían. Que la esencia de édano era constante alimento y que para cuando desfallecían, desprovistos de la sangre con la que experimentaban lo hacían sin dolor alguno.
Aquello no había calmado las dudas en su moral. Pero le había dado una pausa prolongada al su consciencia. Aquellos niños estaban muertos desde el momento que se crearon. Ella se había asegurado que Vitto no usase su sangre para nada más que el objetivo de su investigación y a cambio, Caoimhe atraía al burdel una amplia heterogeneidad a la muestra de los hombre que acababan acostándose con las prostitutas. Propiciando así el análisis de distintos tipos de sangre y sus propiedades.
Todo por la ciencia- a menudo se repetía.
Todo por la sangre- A menudo solía responder Vitto en sus cartas sobre el progreso exacto de sus quehaceres.
El único objetivo de Caoimhe era entender algo mejor el porqué de sus urgencias. La necesidad de su sangre de nutrirse de otras y comparar el éter en otras especies con lo que Vitto conocía sobre la sangre vampira. Los bebés eran necesarios para asegurarse que el éter no estaba mancillado con cualquier otro impacto contextual. No había bebés vampiro entre los proporcionados a Vrykolakas.
Tampoco se había preocupado en entender qué hacía cuando el análisis acababa. Aunque estaba segura que no vería a ninguna de aquellas crías corretear felices por las calles de ninguna ciudad.
Caoimhe tenía la esperanza de discernir una leve solución que la hiciese poder volver a ver la luz del sol sin depender de nada más que su propia sangre. Vrykolakas intentaba mejorar la sangre vampira para hacerla superior. Pero aquello no era algo que había discutido de manera honesta con Caoimhe.
Ella no necesitaba saber todos los detalles, al fin y al cabo.
-Encontré una leve alteración en el éter del último hombre lobo que nos proporcionaste- dijo Vitto rompiendo su proceso de pensamiento- ¿Estás segura que no era mestizo?-
-Me aseguré de verlo trasformado dos ciclos antes de atraerlo hasta el prostíbulo. Créeme, no fue fácil convencerlo de yacer con alguien que no fuese la que lo había atraído hasta aquel lugar y cuando lo hizo eligió a Emma. Madre primeriza, humana y ninguna cria anterior a la suya. ¿Ya te dije todo esto en la última carta es que acaso no me lees?
-Lo hago... es que... tan solo... Si tuvieses el tercer tomo del libro en cuestión. Creo que quizás nos daría un poco de información acerca de la parte particular de nuestra maldición y sobre detalles más importante para la mejora de futuras generaciones;. El sol es un elemento muy especifico y me pregunto si... me pregunto.
Caoimhe tragó saliva. El libro.
El motivo real por el que había acudido a aquel palacio y por el que había mentido a Vitto. Como si algo dentro de ella estuviese dispuesto a sabotear su propio objetivo.
Jugueteó con uno de los tubos que partían del brazo del bebé. Moviendo la sagre de un lado a otro. Se mantuvo en silencio unos segundos, aún con el estómago dividido entres la culpa de aquella situación y la necesidad de obtener información acerca de su propia naturaleza.
-Ya te he dicho que no lo tengo. El incendio arrasó con todo. No quedó nada- mintió y alzó la vista para toparse con la mirada de Vitto a través del cristal.
-[color=#0000ffUna pena... sin duda[/color]- dijo el hombre sonriendo de una manera macabra.
Los vellos de la nuca de Caoimhe se erizaron ante aquella sonrisa. El hombre se acercó a ella y sin pedir permiso jugueteó con uno de los tirabuzones de su cabello observándolo con detenimiento.
-Me pregunto... bah... quizás ya lo sepas. Me pregunto.. cuánto de mi sangre recorre la tuya, Keeva-
Caoimhe abrió los ojos sin entender a qué se refería aquel hombre y entendiendo de pronto parte de aquellas palabras. La familiaridad de las caras en los cuadros de la sala principal. La facilidad con la que Vitto había accedido a su plan a pesar de las dificultades. Sus palabras hablando de.. Reencuentros.
Caoimhe se alejó de manera abrupta de aquel hombre con el gesto curioso pero contrariado.
-Lloraste durante horas, ¿sabes?- continuó Vitto, con gesto divertido- Cuando te forcé a alimentarte con mi sangre me escupiste tres veces- el hombre rió mostrando el corte profundo en uno de sus dedos- Te estaba haciendo el favor de tu vida y tu reacción no fue más que defenderte y atacarme.
Caoimhe tragó saliva, sin creerse aún lo que aquel hombre estaba contándole
-Lloraste durante días hasta entender que tu padre no iba a volver. Luchaste contra todos y cada uno de los regalos que te proporcioné y te empeñaste en aprender todo sola. Completamente sola.- el hombre rió- Tampoco es que hayas aprendido demasiado.
En realidad desde entonces lo había desaprendido todo, no había llorado nada desde aquella noche...
Continuó analizando ahora un bote de la sangre del bebé en la incubadora.
-No estoy seguro el motivo por el que mandaron matar a tu padre- continuó- Pero tu conversión fue un regalo y tu te empeñas en seguir ofendiénndome con la mentira incluso entre mis cuatro paredes.
-Basta- dijo la vampiresa- Suficiente.
Caoimhe había escuchado suficiente. La sangre se agolpaba en sus oídos enmudeciendo el resto de lo que aquel hombre comenzó a contarle sobre su padre. Sobre sus viajes y descubrimientos. Los primeros meses de conversión. La sed. La soledad con la que la había aderezado y la maldición que el camuflaba como regalo.
Aquello era demasiado. No estaba preparada para ahondar en todos y cada uno de aquellos detalles. No allí ni ahora Quizás nunca y sabía que atacar a aquel hombre en su propia casa no era más que asegurarse una muerte estúpida. Necesitaba escapar de allí y asegurarse que lo hacía con el tomo que le faltaba.
Pero su sed la instaba a acabar con el hombre que había comenzado el fin de su vida de manera urgente.
Aún así, su autocontrol. Su jodido autocontrol de nuevo tomando las riendas la hicieron intentar escapar por donde habían llegado.
-Buena suerte con eso- dijo el vampiro alzando una pequeña llave que encajaba perfectamente con la cerradura de la última puerta.
¿Cómo había sido tan estúpida? Su sed de conocimiento y de alcanzar su objetivo la había cegado de una manera que la sed física no había hecho hasta ahora.
-Hablemos.- dijo el hombre- Entrégame mi tomo.
Caoimhe dudó durante un segundo ¿Verdaderamente merecía la pena? ¿Qué información contenía aquel tomo como para que Vitto lo desease de manera tan activa?
Rendirse nunca había sido lo mismo que ser derrotado. Y para Caoimhe aquella diferencia lo era todo.
Se llevó la copa a los labios y los mojó con la sangre de Jared, aún cálida al contacto con su piel. Aprovechó un leve segundo en el que Vitto cerró los ojos degustándose con el sabor de la mutilación de aquel humano para apartar su copa sin llegar a si quiera introducir sangre en su boca. Agradeciendo el poder controlar sus poderes de manera activa y evitar así las imágenes sobre la vida de aquel humano que su sangre hubiese tenido que mostrarle.
-Ojalá pudiese hacer tu primera visita a Sacrestic algo más placentera. Como debes saber hace tiempo que este lugar no es lo que era. Imagino que has visto las estatuas humanas en cada esquina de la ciudad en tu camino hasta mi palacio. ¡Oh los viejos tiempos! Las noches en vela arremolinados frente a la tumba de nuestro señor Habakuhk donando la sangre de los impíos agradeciendo nuestra vida eterna.- Vitto observó a Caoimhe notando como la mirada de la chica deambulaba a lugares otros que la propia conversación- Pero ¿De qué te hablo? Tu eres una hija del nuevo órden. Naciste y creciste bajo el yugo de los humanos de piedra que merodean por nuestra ciudad macillando todo lo que hemos...
Uno de los vasallos de Vitto carraspeó y Vrykolakas pareció deshacerse de una visión de la que solo él era participe.
-Pero aquí estás... Y aquí estamos- alzó la copa de nuevo esta vez sin esperar nada por parte de Caoimhe. Agarró el brazo de Jared y vertió de nuevo sangre para beber- y estoy seguro que esto tan solo es el comienzo de.. algo grande. Inmenso.- sonrió el hombre.
Caoimhe se limpió los labios de manera sutil intentando no mostrar la necesidad de avanzar en aquella reunión más allá de alardear acerca de la época dorada del vampirismo.
-...y ¿Dónde están?- preguntó abriendo mucho los ojos.- En tu última carta dabas a entender que.. quizás habías avanzado un poco en cierto... método.- miró de reojo a Jared y al resto de siervos sin saber muy bien cuánto conocían de lo que habían estado tramando desde hacía meses.
El vampiro pareció entender la mirada de la chica y tan solo bastó chasquear dos dedos para que los vasallos saliesen de la sala y los dejasen solos.
-Tampoco esperaba que te interesases mucho por mi historia y mi castillo... pero creo que estoy empenzando a entender tu sobre nombre de dama de hielo- el hombre sonrió e indicó a Caoimhe que la siguiese.
La vampiresa compuso un gesto ausente al escuchar aquel apelativo.
Ambos avanzaron a través de la sala principal, dejando atrás los cuadros de figuras altas y esbeltas sobre sillones de terciopelo rojo, todos y cada uno de ellos con la misma expresión desafiante que compartía Vitto. Los suelos de mármol pasaron a ser piedra y al alcanzar una determinada sala, Vitto abrió una pared falsa descubriendo una habitación casi inexistente al ojo inexperto. Abrió sus manos instando a Caoimhe a proceder por el pasillo estrecho antes que él mismo.
La chica dudó por un segundo, analizando la mirada fija en la suya de aquel hombre y finalmente, avanzó primero.
El pasillo de piedra y apenas iluminado por antorchas aquí y allá no debía ser más largo de 5 o 6 metros. La senda, sin embargo estaba surcada de pequeñas puertas que habían sido accionadas por el mecanismo inicial que abrió la primera. Una seguridad quizás excesiva teniendo en cuenta que Vitto se encontraba en su propia casa. Caoimhe se alegró entonces de sentir el peso de su espada de media luna a un lado de sus enaguas, oculta entre la seda de su vestido.
-Como imaginas no ha sido fácil.- comenzó a elaborar Vitto.- Los primeros sujetos apenas servían para entender el éter principal de su sangre. El problema sin duda es que la muestra en pocas ocasiones era muy diversa. Aún así creo haber aislado una parte del problema principal con nuestro éter... sigue avanzando un poco-le indicó
Caoimhe se sintió entonces atacada de manera personal y habló de manera enfurruñada:
-Como comprenderás hago lo que puedo con el género que tengo- dijo- No todos los hombres comparten la misma moral- añadió- Además cuando comenzamos a hablar de este proyecto te dejé claro que la mayoría de los clientes de las mujeres de mi madre eran marineros y que pocas veces se encontraba un marinero que no fuese humano. Aún así te he proporcionado una variedad... considerable teniendo en cuenta las circunstancias-culminó
Ambos llegaron al fin al final de la sala que seguía al pasillo. Vitto rodeó la estancia encendiendo las antorchas posicionadas en lugares estratégicos.
-Y verdaderamente, estoy sumamente agradecido a tus aportes. Sin duda todo esto no hubiese sido posible sin todos y cada uno de ellos.
El hombre se acercó a lo que parecía una incubadora de cristal y metal de la que salían varios tubos con un contenido rojizo y fluido. La sed de Caoimhe le indicó que sin duda aquello era la sangre del bebé indefenso que apenas alcanzaba a respirar de manera pausada de cuando en cuando, indicando que seguía vivo.
El estómago de la vampiresa se encogió de manera repentina. Llevaba meses proporcionándole información sobre niños producto de las malas decisiones de las prostitutas de su madre. Al principio le había parecido un remedio ingenioso a la cantidad de bebés que acababan enterrados mucho antes de cumplir el año de vida.O a todos aquellos que las mujeres consumidas por las drogas ahogaban en los límites de ciudad lagarto.
Vitto le había asegurado que no sufrían. Que la esencia de édano era constante alimento y que para cuando desfallecían, desprovistos de la sangre con la que experimentaban lo hacían sin dolor alguno.
Aquello no había calmado las dudas en su moral. Pero le había dado una pausa prolongada al su consciencia. Aquellos niños estaban muertos desde el momento que se crearon. Ella se había asegurado que Vitto no usase su sangre para nada más que el objetivo de su investigación y a cambio, Caoimhe atraía al burdel una amplia heterogeneidad a la muestra de los hombre que acababan acostándose con las prostitutas. Propiciando así el análisis de distintos tipos de sangre y sus propiedades.
Todo por la ciencia- a menudo se repetía.
Todo por la sangre- A menudo solía responder Vitto en sus cartas sobre el progreso exacto de sus quehaceres.
El único objetivo de Caoimhe era entender algo mejor el porqué de sus urgencias. La necesidad de su sangre de nutrirse de otras y comparar el éter en otras especies con lo que Vitto conocía sobre la sangre vampira. Los bebés eran necesarios para asegurarse que el éter no estaba mancillado con cualquier otro impacto contextual. No había bebés vampiro entre los proporcionados a Vrykolakas.
Tampoco se había preocupado en entender qué hacía cuando el análisis acababa. Aunque estaba segura que no vería a ninguna de aquellas crías corretear felices por las calles de ninguna ciudad.
Caoimhe tenía la esperanza de discernir una leve solución que la hiciese poder volver a ver la luz del sol sin depender de nada más que su propia sangre. Vrykolakas intentaba mejorar la sangre vampira para hacerla superior. Pero aquello no era algo que había discutido de manera honesta con Caoimhe.
Ella no necesitaba saber todos los detalles, al fin y al cabo.
-Encontré una leve alteración en el éter del último hombre lobo que nos proporcionaste- dijo Vitto rompiendo su proceso de pensamiento- ¿Estás segura que no era mestizo?-
-Me aseguré de verlo trasformado dos ciclos antes de atraerlo hasta el prostíbulo. Créeme, no fue fácil convencerlo de yacer con alguien que no fuese la que lo había atraído hasta aquel lugar y cuando lo hizo eligió a Emma. Madre primeriza, humana y ninguna cria anterior a la suya. ¿Ya te dije todo esto en la última carta es que acaso no me lees?
-Lo hago... es que... tan solo... Si tuvieses el tercer tomo del libro en cuestión. Creo que quizás nos daría un poco de información acerca de la parte particular de nuestra maldición y sobre detalles más importante para la mejora de futuras generaciones;. El sol es un elemento muy especifico y me pregunto si... me pregunto.
Caoimhe tragó saliva. El libro.
El motivo real por el que había acudido a aquel palacio y por el que había mentido a Vitto. Como si algo dentro de ella estuviese dispuesto a sabotear su propio objetivo.
Jugueteó con uno de los tubos que partían del brazo del bebé. Moviendo la sagre de un lado a otro. Se mantuvo en silencio unos segundos, aún con el estómago dividido entres la culpa de aquella situación y la necesidad de obtener información acerca de su propia naturaleza.
-Ya te he dicho que no lo tengo. El incendio arrasó con todo. No quedó nada- mintió y alzó la vista para toparse con la mirada de Vitto a través del cristal.
-[color=#0000ffUna pena... sin duda[/color]- dijo el hombre sonriendo de una manera macabra.
Los vellos de la nuca de Caoimhe se erizaron ante aquella sonrisa. El hombre se acercó a ella y sin pedir permiso jugueteó con uno de los tirabuzones de su cabello observándolo con detenimiento.
-Me pregunto... bah... quizás ya lo sepas. Me pregunto.. cuánto de mi sangre recorre la tuya, Keeva-
Caoimhe abrió los ojos sin entender a qué se refería aquel hombre y entendiendo de pronto parte de aquellas palabras. La familiaridad de las caras en los cuadros de la sala principal. La facilidad con la que Vitto había accedido a su plan a pesar de las dificultades. Sus palabras hablando de.. Reencuentros.
Caoimhe se alejó de manera abrupta de aquel hombre con el gesto curioso pero contrariado.
-Lloraste durante horas, ¿sabes?- continuó Vitto, con gesto divertido- Cuando te forcé a alimentarte con mi sangre me escupiste tres veces- el hombre rió mostrando el corte profundo en uno de sus dedos- Te estaba haciendo el favor de tu vida y tu reacción no fue más que defenderte y atacarme.
Caoimhe tragó saliva, sin creerse aún lo que aquel hombre estaba contándole
-Lloraste durante días hasta entender que tu padre no iba a volver. Luchaste contra todos y cada uno de los regalos que te proporcioné y te empeñaste en aprender todo sola. Completamente sola.- el hombre rió- Tampoco es que hayas aprendido demasiado.
En realidad desde entonces lo había desaprendido todo, no había llorado nada desde aquella noche...
Continuó analizando ahora un bote de la sangre del bebé en la incubadora.
-No estoy seguro el motivo por el que mandaron matar a tu padre- continuó- Pero tu conversión fue un regalo y tu te empeñas en seguir ofendiénndome con la mentira incluso entre mis cuatro paredes.
-Basta- dijo la vampiresa- Suficiente.
Caoimhe había escuchado suficiente. La sangre se agolpaba en sus oídos enmudeciendo el resto de lo que aquel hombre comenzó a contarle sobre su padre. Sobre sus viajes y descubrimientos. Los primeros meses de conversión. La sed. La soledad con la que la había aderezado y la maldición que el camuflaba como regalo.
Aquello era demasiado. No estaba preparada para ahondar en todos y cada uno de aquellos detalles. No allí ni ahora Quizás nunca y sabía que atacar a aquel hombre en su propia casa no era más que asegurarse una muerte estúpida. Necesitaba escapar de allí y asegurarse que lo hacía con el tomo que le faltaba.
Pero su sed la instaba a acabar con el hombre que había comenzado el fin de su vida de manera urgente.
Aún así, su autocontrol. Su jodido autocontrol de nuevo tomando las riendas la hicieron intentar escapar por donde habían llegado.
-Buena suerte con eso- dijo el vampiro alzando una pequeña llave que encajaba perfectamente con la cerradura de la última puerta.
¿Cómo había sido tan estúpida? Su sed de conocimiento y de alcanzar su objetivo la había cegado de una manera que la sed física no había hecho hasta ahora.
-Hablemos.- dijo el hombre- Entrégame mi tomo.
Caoimhe dudó durante un segundo ¿Verdaderamente merecía la pena? ¿Qué información contenía aquel tomo como para que Vitto lo desease de manera tan activa?
Rendirse nunca había sido lo mismo que ser derrotado. Y para Caoimhe aquella diferencia lo era todo.
Caoimhe
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Re: Todos los caminos llevan a Sacrestic Ville [privado] [noche] [Cerrado]
Me costaba seguir el hilo de la conversación entre los dos vampiros. Sus frases, dadas por sobreentendidas para ambos, resultaban en enigmas para mí. Mi curiosidad aumentaba, pero la vaguedad del discurso me angustiaba. No sería capaz de aguantar mucho más tiempo mi forma de murciélago, por lo que me impacientaba no poder quedarme para entender de que hablaban y por qué aquella cordialidad falsa del lord.
Vitto hizo despejar la sala, solo la prestamista y él quedaron para mayor intimidad. El vampiro empezó a caminar ordenando a que lo siguiese la vampiresa, tras un breve recorrido abrió un pasillo oculto entre las piedras, ya no había nadie, pero parecía que a donde fuese que se dirigiese ese túnel era un secreto dado sus intentos por mantenerlo oculto al resto.
Me arrastré por las piedras del techo procurando no ser descubierto. Mi tamaño y fuerte agarre en las ventosas de mis almohadillas me permitían adherirme a las paredes sin esfuerzo.
Entré a la sala y entendí que se trataba de una especie de laboratorio de experimentación. ¿Qué buscaba Vitto?, ¿en qué justificaba las atrocidades que allí se encontraban? Una incubadora con numerosos tubos rojos que se conectaban a un bebé aun con vida.
Caoimhe y Vitto siguieron conversando. Poco a poco entendía su relación y los objetivos de aquel sujeto obsesionado por la sangre y su poder, pero me quedaban muchas dudas. En parte me resultaba fascinante, pero viniendo de Vrykolakas solo podía esperar lo peor para la prestamista.
Como destino poético, el vampiro reveló su papel en la transformación de la mujer con heterocromía. La prestamista estaba acorralada y por lo que sentenciaba el vampiro, ella aún era necesaria para las investigaciones por la información de un libro.
Anticipándome a las maneras de aquel sujeto, eso no sería una excusa para no sacarle a la fuerza lo que buscaba. Caoimhe estaba vulnerable, arrinconada y emocionalmente movilizada, un caldo de cultivo para una muerte miserable.
Ese no era el final que deseaba para aquella mujer, no sin antes darme la razón. Admitir la superioridad de la sangre resultaba irónico contemplando que me encontraba en una habitación con Vrykolakas. Dos formas de ver distintas, pero no del todo diferentes. Y mi ego solo permitía que la vampiresa cediera ante mí y no aquel presuntuoso arrogante.
Volé a las espaldas de ambos y con gracia me transformé nuevamente en vampiro. De forma elegante aterricé en mis dos piernas junto a la incubadora. Mis ropas y extremidades volvían a ser las de siempre, sin dolor ni incomodidad era nuevamente Zagreus.
Dándole la espalda sostuve uno de aquellos tubos que llevaban sangre al infante - ¿Y que pretendes obtener con ese libro? Siempre he estado interesado en el poder de la sangre… y digamos que hay algunos escritos que me interesan sobre el tema.
Vitto se giró y se sobresaltó al verme. - ¿Quién osa interrumpir en mis asuntos? - sus ojos escupían llamas de rabia, mi simple presencia atentaba contra su investigación y su intención de extorsionar a la vampiresa.
¿Acaso importa? - dije mientras a través del tubo jugueteaba con mi sangromancia cambiando el flujo de la sangre. Haciendo que el infante se retorciera por una incomodidad que no comprendía su frágil cuerpo. - Si necesitas un nombre puedes llamarme hmm ¿Samael te agrada? - dije girando mi cuello para verlo sobre mi hombro. - Pero basta de presentaciones, insisto, ilústrame sobre aquel libro. - dije dejando que nuevamente el flujo de sangre recorriera con normalidad la pequeña manguera.
Me mantenía tranquilo, aunque en mi mente barajeaba alternativas para salir de aquella situación donde tenia total desventaja. Ignoraba a la prestamista, no quería que asumiera nada ni él ni ella, pero sabia que Caoimhe también comprendía que teníamos las de perder contra Vrykolakas.
Vitto hizo despejar la sala, solo la prestamista y él quedaron para mayor intimidad. El vampiro empezó a caminar ordenando a que lo siguiese la vampiresa, tras un breve recorrido abrió un pasillo oculto entre las piedras, ya no había nadie, pero parecía que a donde fuese que se dirigiese ese túnel era un secreto dado sus intentos por mantenerlo oculto al resto.
Me arrastré por las piedras del techo procurando no ser descubierto. Mi tamaño y fuerte agarre en las ventosas de mis almohadillas me permitían adherirme a las paredes sin esfuerzo.
Entré a la sala y entendí que se trataba de una especie de laboratorio de experimentación. ¿Qué buscaba Vitto?, ¿en qué justificaba las atrocidades que allí se encontraban? Una incubadora con numerosos tubos rojos que se conectaban a un bebé aun con vida.
Caoimhe y Vitto siguieron conversando. Poco a poco entendía su relación y los objetivos de aquel sujeto obsesionado por la sangre y su poder, pero me quedaban muchas dudas. En parte me resultaba fascinante, pero viniendo de Vrykolakas solo podía esperar lo peor para la prestamista.
Como destino poético, el vampiro reveló su papel en la transformación de la mujer con heterocromía. La prestamista estaba acorralada y por lo que sentenciaba el vampiro, ella aún era necesaria para las investigaciones por la información de un libro.
Anticipándome a las maneras de aquel sujeto, eso no sería una excusa para no sacarle a la fuerza lo que buscaba. Caoimhe estaba vulnerable, arrinconada y emocionalmente movilizada, un caldo de cultivo para una muerte miserable.
Ese no era el final que deseaba para aquella mujer, no sin antes darme la razón. Admitir la superioridad de la sangre resultaba irónico contemplando que me encontraba en una habitación con Vrykolakas. Dos formas de ver distintas, pero no del todo diferentes. Y mi ego solo permitía que la vampiresa cediera ante mí y no aquel presuntuoso arrogante.
Volé a las espaldas de ambos y con gracia me transformé nuevamente en vampiro. De forma elegante aterricé en mis dos piernas junto a la incubadora. Mis ropas y extremidades volvían a ser las de siempre, sin dolor ni incomodidad era nuevamente Zagreus.
Dándole la espalda sostuve uno de aquellos tubos que llevaban sangre al infante - ¿Y que pretendes obtener con ese libro? Siempre he estado interesado en el poder de la sangre… y digamos que hay algunos escritos que me interesan sobre el tema.
Vitto se giró y se sobresaltó al verme. - ¿Quién osa interrumpir en mis asuntos? - sus ojos escupían llamas de rabia, mi simple presencia atentaba contra su investigación y su intención de extorsionar a la vampiresa.
¿Acaso importa? - dije mientras a través del tubo jugueteaba con mi sangromancia cambiando el flujo de la sangre. Haciendo que el infante se retorciera por una incomodidad que no comprendía su frágil cuerpo. - Si necesitas un nombre puedes llamarme hmm ¿Samael te agrada? - dije girando mi cuello para verlo sobre mi hombro. - Pero basta de presentaciones, insisto, ilústrame sobre aquel libro. - dije dejando que nuevamente el flujo de sangre recorriera con normalidad la pequeña manguera.
Me mantenía tranquilo, aunque en mi mente barajeaba alternativas para salir de aquella situación donde tenia total desventaja. Ignoraba a la prestamista, no quería que asumiera nada ni él ni ella, pero sabia que Caoimhe también comprendía que teníamos las de perder contra Vrykolakas.
Zagreus
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Re: Todos los caminos llevan a Sacrestic Ville [privado] [noche] [Cerrado]
La sed se agolpaba en la garganta de Caoimhe. Una cruzada casi perdida se libraba en su mente. La voz de Vitto había retumbado en la sala inundando los pensamientos de la vampira con ella.
Su gesto no dejaba dudas: El hombre se creía ganador de aquella situación y disfrutaba ante la falta de recursos de la chica. Su sonrisa macabra esperando las palabras de Caoimhe desde su pedestal de vencedor.
Pero... ¿Lo era?
Las manos de Caoimhe buscaron de manera disimulada en uno de sus bolsillos hasta encontrar una objeto redondo. Una moneda de un tamaño no más grande que un Aero. El objeto pasaba desapercibido para ojos ajenos por dinero y por lo tanto a Caoimhe no le había sido difícil posar la moneda hermana en el bolsillo de Ignatus horas antes.
No es que hubiese esperado una trampa mortal por parte de Vitto, pero la última vez que había confiado en alguien que no fuese ella misma la había dotado con la cicatriz que ahora lucía en su palma derecha.
No;No había corrido tantos riesgos aquella vez,
No había prestado mucha atención a las explicaciones de Ignatus acerca de qué haría si Caoimhe daba la voz de alarma. El hombre le debía varios favores y había prometido mantenerla a salvo durante su estancia en Sacrestic. Ella sabía que aquel hombre había estado en la cárcel más de tres veces y mantenía su libertad tan solo gracias a ella y su capacidad para guardar secretos.
La prestamista hubiese sin duda preferido no tener que cobrar uno de aquellos favores tan pronto, pero de igual manera no tenía mucha escapatoria, así que frotó con sus dedos la moneda en su mano hasta calentar el metal del que estaba compuesta. Sabía la reacción en cadena que acababa de acarrear y si Ignatus no se había vuelto a emborrachar como lo hizo la última vez, el hombre comenzaría a notar el quemazón del metal incandescente sobre su piel a modo de señal allí donde hubiese guardado la moneda.
Caoimhe tan solo necesitaba tiempo para dejar actuar a Ignatus. Necesitaba que Vitto enfocase su atención en algo más que aquel...
Y entonces apareció de la nada.
Su cuerpo alto y fuerte se hizo presencia como si se tratase de una metamorfosis del mismo aire. Algo en Caoimhe agradeció que le diera su espalda en todo momento. No estaba segura de si podía lidiar con el juicio en la mirada de aquellos jodidos ojos.
Como si de una conversación cordial se tratase Zagreus se había tomado la libertad de formar parte de la decisión acerca de quién necesitaba más el libro. Caoimhe abrió los ojos incrédula ¿Qué hacía allí? ¿Como demonios había entrado? ¿Cuánto llevaba siguiendola? ¿Por qué exactamente lo había hecho? ¿Habría visto a Ignatus en su camino? Y si...
O no. ¡Ignatus!
Los planes de escapatoria de Caoimhe a duras penas eran creados para salvaguardar a más de una persona. ¿Estaba verdaderamente aquí por el libro? Quizás...
Lo que en la posada se había reflejado como vulnerabilidad era ahora furia contenida ¿Es que acaso ella se había convertido en un juego para aquel demonio?
Vrykolakas lo observaba sin aún saber a qué atenerse. Caoimhe se mantuvo silenciosa atenta a las palabras de Zagreus. En cualquier otro contexto su intento para buscar un nombre falso la habría hecho reir, Quizás entendiendo que era una indirecta relevante a lo que ella había estado haciendo toda la noche. En aquellas circusntancias, sin embargo, atesoró aquello como otra manera sutil en el que el vampiro le demostraba que la había estado observando.
Que no tenía el control
-No se... preguntale a tu amiga- dijo Vrykolakas señalandola.
-No soy su...- comenzó a decir Caoimhe,
Pero el vampiro no la dejo terminar:
-Lleva exactamente un mes con el libro en su poder. Estoy seguro que durante ese tiempo no ha hecho más que mentir a todo aquel que quiere usarlo para fines... más lógicos y lejos de su propio egoismo- continuó el vampiro- Por mi parte estoy seguro que el tomo contiene explicación detallada de experimentos sobre el éter vampiro, runas directamente relacionadas con Habakuhk y si las historias son ciertas una introducción a la lengua perdida vampira.
Estúpido- pensó Caoimhe- Es él quien lleva teniendo el codigo exacto para desvelar mi tomo y la propia lengua en sus manos casi un centenio y aún no se ha dignado a abrir sus páginas.
-Ahora, dígame señor Samael, si mantiene una ínfima curiosidad acerca de lo que sea que podamos obtener de ese tomo, le propongo un trato- Vitto miró a Caoimhe de manera particular entendiendo la ironía del asunto- Ambos podemos arrebatar por las buenas o las malas la información que Caoimhe pueda tener acerca del mismo y... a cambio le permitiré ojearlo.. luego de que yo haya satisfecho mi propio interés para con él- dijo alzando una mano a modo de cierre de negocios.
La prestamista no tuvo mucho tiempo para ver si Zagreus se vendía a aquella oferta. Por algún motivo le parecía atractiva la idea de entender hasta que punto la moralidad de aquel vampiro estaba teñida por su demonio, más allá de lo que le dejó ver en Beltrexus, pero Ignatus tenía otros planes:
Dos explosiones, ambas de manera coordinadas hicieron temblar las paredes de aquella estancia. Parte del techo cayó a ambos lados de Vitto y los cuerpos de los tres vampiros se tambalearon. Caoimhe se agarró por un segundo a la pared más cercana.
Vrykolakas miró al techo de manera preocupada.
Un tercer estruendo sacudió de nuevo la estancia.
El gesto de Caoimhe cambió de pronto y una sonrisa misteriosa se apoderó de sus labios carnosos.
-Pero qué.... ¿qué está pasando?- Vrykolakas miró a Zagreus como asignándole a él la culpa de aquel estruendo.
La vampiresa habló por fin.
-Lo que esta pasando es una pequeña advertencia de la suerte que vas a correr tú y tu castillo si no abres la puerta y nos dejas salir de aquí en este preciso instante-
Vitto la observó sin dar crédito a lo que estaba oyendo.
- ¿En serio pensabas que iba a venir sin refuerzos?- comenzó a decir Cao desquitándose trozos de techo que habían caído sobre sus hombros- ¿Que iba a ponerme a llorar justo como la última vez que me viste en Beltrexus? awww la pobre y desamparada niñita necesita un... muro de acero- dijo dirigiendo su mirada por vez primera a Zagreus- para salvarla.
-Si no te has adelantado a mis acciones es porque verdaderamente no queda nada de tu sangre en mi cuerpo. Nada mio te pertenece a pesar de que a veces me hubiese dejado morir para culparte de mi desdicha...Pero no esta noche.- continuó- Y créeme que si no haces justo lo que te estoy pidiendo y abres todas y cada una de las puertas que nos mantienen encerrados tu vas a ser el único consumido por los escombros de este castillo.
Algo en aquellas palabras se sintió... sanador.
Una cuarta sacudida acabó de romper una de las paredes cercanas a ella misma. Caoimhe sintió de pronto el calor del metal en su muslo derecho donde la moneda rozaba con su piel. Vitto no sabía que de no abrir las puertas que los tenían retenidos y si no podía modular el calor emitido por la moneda que le indicase quizás un camino entre los escombros para salir de allí ella misma acabaría enterrada entre rocas y piedras. Y sobre todo, el camino que la llevaba hasta el templo anexo a la mansión donde se encontraba el tomo que le faltaba para interpretar el suyo propio y la razón encubierta por la que había venido a Sacrestic.
Pero por supuesto aquello no era algo que estaba dispuesta a desvelar.
Su gesto no dejaba dudas: El hombre se creía ganador de aquella situación y disfrutaba ante la falta de recursos de la chica. Su sonrisa macabra esperando las palabras de Caoimhe desde su pedestal de vencedor.
Pero... ¿Lo era?
Las manos de Caoimhe buscaron de manera disimulada en uno de sus bolsillos hasta encontrar una objeto redondo. Una moneda de un tamaño no más grande que un Aero. El objeto pasaba desapercibido para ojos ajenos por dinero y por lo tanto a Caoimhe no le había sido difícil posar la moneda hermana en el bolsillo de Ignatus horas antes.
No es que hubiese esperado una trampa mortal por parte de Vitto, pero la última vez que había confiado en alguien que no fuese ella misma la había dotado con la cicatriz que ahora lucía en su palma derecha.
No;No había corrido tantos riesgos aquella vez,
No había prestado mucha atención a las explicaciones de Ignatus acerca de qué haría si Caoimhe daba la voz de alarma. El hombre le debía varios favores y había prometido mantenerla a salvo durante su estancia en Sacrestic. Ella sabía que aquel hombre había estado en la cárcel más de tres veces y mantenía su libertad tan solo gracias a ella y su capacidad para guardar secretos.
La prestamista hubiese sin duda preferido no tener que cobrar uno de aquellos favores tan pronto, pero de igual manera no tenía mucha escapatoria, así que frotó con sus dedos la moneda en su mano hasta calentar el metal del que estaba compuesta. Sabía la reacción en cadena que acababa de acarrear y si Ignatus no se había vuelto a emborrachar como lo hizo la última vez, el hombre comenzaría a notar el quemazón del metal incandescente sobre su piel a modo de señal allí donde hubiese guardado la moneda.
Caoimhe tan solo necesitaba tiempo para dejar actuar a Ignatus. Necesitaba que Vitto enfocase su atención en algo más que aquel...
Y entonces apareció de la nada.
Su cuerpo alto y fuerte se hizo presencia como si se tratase de una metamorfosis del mismo aire. Algo en Caoimhe agradeció que le diera su espalda en todo momento. No estaba segura de si podía lidiar con el juicio en la mirada de aquellos jodidos ojos.
Como si de una conversación cordial se tratase Zagreus se había tomado la libertad de formar parte de la decisión acerca de quién necesitaba más el libro. Caoimhe abrió los ojos incrédula ¿Qué hacía allí? ¿Como demonios había entrado? ¿Cuánto llevaba siguiendola? ¿Por qué exactamente lo había hecho? ¿Habría visto a Ignatus en su camino? Y si...
O no. ¡Ignatus!
Los planes de escapatoria de Caoimhe a duras penas eran creados para salvaguardar a más de una persona. ¿Estaba verdaderamente aquí por el libro? Quizás...
Lo que en la posada se había reflejado como vulnerabilidad era ahora furia contenida ¿Es que acaso ella se había convertido en un juego para aquel demonio?
Vrykolakas lo observaba sin aún saber a qué atenerse. Caoimhe se mantuvo silenciosa atenta a las palabras de Zagreus. En cualquier otro contexto su intento para buscar un nombre falso la habría hecho reir, Quizás entendiendo que era una indirecta relevante a lo que ella había estado haciendo toda la noche. En aquellas circusntancias, sin embargo, atesoró aquello como otra manera sutil en el que el vampiro le demostraba que la había estado observando.
Que no tenía el control
-No se... preguntale a tu amiga- dijo Vrykolakas señalandola.
-No soy su...- comenzó a decir Caoimhe,
Pero el vampiro no la dejo terminar:
-Lleva exactamente un mes con el libro en su poder. Estoy seguro que durante ese tiempo no ha hecho más que mentir a todo aquel que quiere usarlo para fines... más lógicos y lejos de su propio egoismo- continuó el vampiro- Por mi parte estoy seguro que el tomo contiene explicación detallada de experimentos sobre el éter vampiro, runas directamente relacionadas con Habakuhk y si las historias son ciertas una introducción a la lengua perdida vampira.
Estúpido- pensó Caoimhe- Es él quien lleva teniendo el codigo exacto para desvelar mi tomo y la propia lengua en sus manos casi un centenio y aún no se ha dignado a abrir sus páginas.
-Ahora, dígame señor Samael, si mantiene una ínfima curiosidad acerca de lo que sea que podamos obtener de ese tomo, le propongo un trato- Vitto miró a Caoimhe de manera particular entendiendo la ironía del asunto- Ambos podemos arrebatar por las buenas o las malas la información que Caoimhe pueda tener acerca del mismo y... a cambio le permitiré ojearlo.. luego de que yo haya satisfecho mi propio interés para con él- dijo alzando una mano a modo de cierre de negocios.
La prestamista no tuvo mucho tiempo para ver si Zagreus se vendía a aquella oferta. Por algún motivo le parecía atractiva la idea de entender hasta que punto la moralidad de aquel vampiro estaba teñida por su demonio, más allá de lo que le dejó ver en Beltrexus, pero Ignatus tenía otros planes:
Dos explosiones, ambas de manera coordinadas hicieron temblar las paredes de aquella estancia. Parte del techo cayó a ambos lados de Vitto y los cuerpos de los tres vampiros se tambalearon. Caoimhe se agarró por un segundo a la pared más cercana.
Vrykolakas miró al techo de manera preocupada.
Un tercer estruendo sacudió de nuevo la estancia.
El gesto de Caoimhe cambió de pronto y una sonrisa misteriosa se apoderó de sus labios carnosos.
-Pero qué.... ¿qué está pasando?- Vrykolakas miró a Zagreus como asignándole a él la culpa de aquel estruendo.
La vampiresa habló por fin.
-Lo que esta pasando es una pequeña advertencia de la suerte que vas a correr tú y tu castillo si no abres la puerta y nos dejas salir de aquí en este preciso instante-
Vitto la observó sin dar crédito a lo que estaba oyendo.
- ¿En serio pensabas que iba a venir sin refuerzos?- comenzó a decir Cao desquitándose trozos de techo que habían caído sobre sus hombros- ¿Que iba a ponerme a llorar justo como la última vez que me viste en Beltrexus? awww la pobre y desamparada niñita necesita un... muro de acero- dijo dirigiendo su mirada por vez primera a Zagreus- para salvarla.
-Si no te has adelantado a mis acciones es porque verdaderamente no queda nada de tu sangre en mi cuerpo. Nada mio te pertenece a pesar de que a veces me hubiese dejado morir para culparte de mi desdicha...Pero no esta noche.- continuó- Y créeme que si no haces justo lo que te estoy pidiendo y abres todas y cada una de las puertas que nos mantienen encerrados tu vas a ser el único consumido por los escombros de este castillo.
Algo en aquellas palabras se sintió... sanador.
Una cuarta sacudida acabó de romper una de las paredes cercanas a ella misma. Caoimhe sintió de pronto el calor del metal en su muslo derecho donde la moneda rozaba con su piel. Vitto no sabía que de no abrir las puertas que los tenían retenidos y si no podía modular el calor emitido por la moneda que le indicase quizás un camino entre los escombros para salir de allí ella misma acabaría enterrada entre rocas y piedras. Y sobre todo, el camino que la llevaba hasta el templo anexo a la mansión donde se encontraba el tomo que le faltaba para interpretar el suyo propio y la razón encubierta por la que había venido a Sacrestic.
Pero por supuesto aquello no era algo que estaba dispuesta a desvelar.
Caoimhe
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Re: Todos los caminos llevan a Sacrestic Ville [privado] [noche] [Cerrado]
Las palabras de Vitto sobre aquel libro aumentaban mi curiosidad. Su descripción se comparaba al poder que otorgaban los pergaminos que con tanta devoción buscaba. Quizás aquel tomo podría estar relacionado con los manuscritos del Dios vampiro. Las probabilidades podrían ser ínfimas, pero la simple de obtener un nuevo tomo legendario me cautivaba.
El vampiro ofreció un trato, pero conocía a los de su clase. Si bien arremeter contra la prestamista entre los dos sería simple, eso no aseguraría que él cumpliera su palabra. Caoimhe era muestra de ello, sus negociaciones la habían traído a esta trampa.
Mientras reflexionaba una alternativa que me permitiera acceder a aquel libro y librarme de aquella mansión. Un fuerte estruendo sacudió los cimientos del castillo. Alguien atacó la estructura sobre nosotros, con gran certeza hacía que las paredes de aquella habitación se agrietaran.
La prestamista con orgullo se atribuyó aquella situación que causaba que la cólera de Vrykolakas desbordara.
¡Maldita! - sentenció mientras las paredes de aquel laboratorio cedían. Se trataba de una mansión vieja y robusta, pero aquella habitación secreta destinada a la investigación del vampiro no contaba con los pilares adecuados. Y con precisión llamativa las detonaciones apuntaban justo sobre nosotros, haciendo que las bases colapsaran.
Vitto estaba dispuesto a arrancar el cuello de la prestamista con sus garras, pero un pedrusco del techo empezó a caer sobre mi posición junto a la incubadora. Yo estaba fuera del peligro, pero el bebé no. Haciendo que el vampiro con velocidad sobrehumana se abalanzara a proteger su experimento.
Los brazos de Vitto sostenían el pedazo de techo que caía, su gran fuerza apenas era suficiente para sostener aquel pedazo que habría pesado cientos de kilogramos. Su rostro mostraba el gran esfuerzo para cargar aquella estructura para que no aplastara su cuerpo o la incubadora. Aprovechando la oportunidad que se abría en aquel laboratorio, con un veloz movimiento atravesé el delgado cristal que protegía aquel infante, tomándolo por su espalda y alzándolo con una sola mano que abarcaba prácticamente todo su torso.
Vitto vio cómo “salvaba” aquella criatura para posteriormente soltar la piedra que aplastó de forma súbita aquella incubadora vacía. Con mi otra mano arranqué los tubos rojos que estaban conectados al bebé que lloriqueaba ante los ruidos y sacudidas.
Mi creación. No dejes que… casi tengo la fórmula para hacerlo perfecto, solo debo… - divagaba el lord mientras se recomponía con sus brazos lastimados por la sobre exigencia previa. - ¡Tú!, como se te ocurre atacarme en mi propia casa. - Gritó el vampiro volviendo sobre la vampiresa que se situaba junto a los escombros de la pared derruida que abría un nuevo camino a la estancia principal evitando las puertas cerradas por Vrykolakas.
El vampiro dudaba si atender a su experimento en críticas condiciones o si tomar acción sobre la prestamista. El bombardeo había cesado hace varios segundos, pero un grito proveniente de la abertura de la pared hizo que desistiera de sus ideas previas.
¡Vitto! - Un sonido estruendoso de mujer salía como rugido de la estancia principal de la mansión.
Entre los escombros un sonido de tacones seguido de piedras arrastrándose se aproximaba por aquel camino que suponía la única escapatoria del laboratorio.
¿Otra vez con tus juegos de creerte un dios? Mira lo que has ocasionado, quien se atreve a atacarnos en la mansión de la familia… - seguía el regaño contra el vampiro.
Tanto yo como Vitto estábamos expectantes a aquello que se aproximaba, inmóviles de los gritos que atemorizaban incluso a Lord Vrykolakas
Una figura femenina de gran belleza emergió de aquella brecha en la pared, dejó en el suelo lo que parecía ser el cadáver de un hombre, quizás aún estaría con vida, pero aquella mujer era la causante de su estado. Con una espada en mano, sangre en sus labios y una expresión que denotaba su ira. Aquella mujer de tez morena, que en su rostro tenía una cicatriz llamativa, miró a todos los presentes.
Donna, querida hermana, ya me estoy encargando de todo. - dijo Vitto disimulando mantener la cordura y serenidad. - Esta mujer es la que ha causado todo este estropicio, podemos...
Supongo que es momento de renegociar. - Sentencié opacando el discurso del vampiro, llamando la atención de la vampiresa enfadada que me miraba con ojos desafiantes. - Al final de cuentas, tengo algo que te interesa… - remarqué agitando al infante al aire.
Miré a Caoimhe con una sonrisa disimulada, maquiavélica. Sabía que al final de cuentas yo era su única vía de escape, la idea de que aquella vampiresa estuviese en deuda me llamaba la atención. Pero primero debía evidentemente asegurar mi supervivencia, al igual que conocer más sobre aquel libro, así que debía mover bien mis piezas.
Estoy seguro de que no quieres que tus esfuerzos se mueran hoy - dije mirando a Vitto. - Me agradaría marcharme de tu reconfortante hogar, no sin antes conocer más sobre tu experimento y sobre… el libro - dije ahora mirando a la prestamista para que hablara de una vez por todas y me diera lo que necesitaba. - Nadie tiene porque salir herido, bueno, quizás ese sujeto sí… - Miré con desprecio al hombre que no logran reconocer por sus heridas.
Donna Vrykolakas era imponente, pero estaba seguro de que incluso en su rabia complacería los caprichos de su hermano. O eso era lo que pensaba, esa era mi única baza, una apuesta arriesgada.
El vampiro ofreció un trato, pero conocía a los de su clase. Si bien arremeter contra la prestamista entre los dos sería simple, eso no aseguraría que él cumpliera su palabra. Caoimhe era muestra de ello, sus negociaciones la habían traído a esta trampa.
Mientras reflexionaba una alternativa que me permitiera acceder a aquel libro y librarme de aquella mansión. Un fuerte estruendo sacudió los cimientos del castillo. Alguien atacó la estructura sobre nosotros, con gran certeza hacía que las paredes de aquella habitación se agrietaran.
La prestamista con orgullo se atribuyó aquella situación que causaba que la cólera de Vrykolakas desbordara.
¡Maldita! - sentenció mientras las paredes de aquel laboratorio cedían. Se trataba de una mansión vieja y robusta, pero aquella habitación secreta destinada a la investigación del vampiro no contaba con los pilares adecuados. Y con precisión llamativa las detonaciones apuntaban justo sobre nosotros, haciendo que las bases colapsaran.
Vitto estaba dispuesto a arrancar el cuello de la prestamista con sus garras, pero un pedrusco del techo empezó a caer sobre mi posición junto a la incubadora. Yo estaba fuera del peligro, pero el bebé no. Haciendo que el vampiro con velocidad sobrehumana se abalanzara a proteger su experimento.
Los brazos de Vitto sostenían el pedazo de techo que caía, su gran fuerza apenas era suficiente para sostener aquel pedazo que habría pesado cientos de kilogramos. Su rostro mostraba el gran esfuerzo para cargar aquella estructura para que no aplastara su cuerpo o la incubadora. Aprovechando la oportunidad que se abría en aquel laboratorio, con un veloz movimiento atravesé el delgado cristal que protegía aquel infante, tomándolo por su espalda y alzándolo con una sola mano que abarcaba prácticamente todo su torso.
Vitto vio cómo “salvaba” aquella criatura para posteriormente soltar la piedra que aplastó de forma súbita aquella incubadora vacía. Con mi otra mano arranqué los tubos rojos que estaban conectados al bebé que lloriqueaba ante los ruidos y sacudidas.
Mi creación. No dejes que… casi tengo la fórmula para hacerlo perfecto, solo debo… - divagaba el lord mientras se recomponía con sus brazos lastimados por la sobre exigencia previa. - ¡Tú!, como se te ocurre atacarme en mi propia casa. - Gritó el vampiro volviendo sobre la vampiresa que se situaba junto a los escombros de la pared derruida que abría un nuevo camino a la estancia principal evitando las puertas cerradas por Vrykolakas.
El vampiro dudaba si atender a su experimento en críticas condiciones o si tomar acción sobre la prestamista. El bombardeo había cesado hace varios segundos, pero un grito proveniente de la abertura de la pared hizo que desistiera de sus ideas previas.
¡Vitto! - Un sonido estruendoso de mujer salía como rugido de la estancia principal de la mansión.
Entre los escombros un sonido de tacones seguido de piedras arrastrándose se aproximaba por aquel camino que suponía la única escapatoria del laboratorio.
¿Otra vez con tus juegos de creerte un dios? Mira lo que has ocasionado, quien se atreve a atacarnos en la mansión de la familia… - seguía el regaño contra el vampiro.
Tanto yo como Vitto estábamos expectantes a aquello que se aproximaba, inmóviles de los gritos que atemorizaban incluso a Lord Vrykolakas
Una figura femenina de gran belleza emergió de aquella brecha en la pared, dejó en el suelo lo que parecía ser el cadáver de un hombre, quizás aún estaría con vida, pero aquella mujer era la causante de su estado. Con una espada en mano, sangre en sus labios y una expresión que denotaba su ira. Aquella mujer de tez morena, que en su rostro tenía una cicatriz llamativa, miró a todos los presentes.
Donna, querida hermana, ya me estoy encargando de todo. - dijo Vitto disimulando mantener la cordura y serenidad. - Esta mujer es la que ha causado todo este estropicio, podemos...
Supongo que es momento de renegociar. - Sentencié opacando el discurso del vampiro, llamando la atención de la vampiresa enfadada que me miraba con ojos desafiantes. - Al final de cuentas, tengo algo que te interesa… - remarqué agitando al infante al aire.
Miré a Caoimhe con una sonrisa disimulada, maquiavélica. Sabía que al final de cuentas yo era su única vía de escape, la idea de que aquella vampiresa estuviese en deuda me llamaba la atención. Pero primero debía evidentemente asegurar mi supervivencia, al igual que conocer más sobre aquel libro, así que debía mover bien mis piezas.
Estoy seguro de que no quieres que tus esfuerzos se mueran hoy - dije mirando a Vitto. - Me agradaría marcharme de tu reconfortante hogar, no sin antes conocer más sobre tu experimento y sobre… el libro - dije ahora mirando a la prestamista para que hablara de una vez por todas y me diera lo que necesitaba. - Nadie tiene porque salir herido, bueno, quizás ese sujeto sí… - Miré con desprecio al hombre que no logran reconocer por sus heridas.
Donna Vrykolakas era imponente, pero estaba seguro de que incluso en su rabia complacería los caprichos de su hermano. O eso era lo que pensaba, esa era mi única baza, una apuesta arriesgada.
- Donna Vrykolakas:
Zagreus
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Re: Todos los caminos llevan a Sacrestic Ville [privado] [noche] [Cerrado]
No había duda en su mente: La persona magullada, sumida en la frialdad pareja de la muerte que acababa de aterrizar a unos metros de sus propios pies era Ignatus.
Caoimhe apretó el puño de su mano derecha sin mostrar expresión alguna ante aquel descubrimiento. El resto de la sala parecía haberse inundado de otra presencia femenina. Una vampiresa con el olor a putrefacción de aquella mansión camuflado con algún perfume de rosas silvestres.
La prestamista estaba molesta. Odiaba cuando los planes no salían bien. Aquello era tan solo una partida de cartas: Sus años sumida en el juego le habían enseñado a ser lo suficientemente paciente como para esperar su turno pero a la vez precavida en el hecho de que otro jugado puede llevar la mejor mano. Al menos eso parecía en aquel momento.
Había gastado uno de los 'As' bajo su manga. Aquello, sin duda no la enorgullecía
La aparición de aquella nueva presencia incrementaba sus posibilidades a un... 30%? quizás menos...
Vitto parecía compartir su adversión. En su caso, respaldado por su hermana. debía preparar bien sus pasos si quería salir de...
Y entonces el demonio mismo habló. Le habló, a pesar de que había camuflado sus palabras en un discurso dirigido a Vitto. Sus palabras opacaron los comentarios de Vitto y su hermana y Caoimhe decidió dedicarle toda la atención que poseía a la voz grave de Zagreus. ¿Un trato? ¿A ella? Su mente vacía durante unos segundos.
Analizando(lo).
Como si fuese la primera vez que lo veía.
Aquel hombre la había seguido por un motivo aún desconocido. Recordó su cara, casi extasiada de placer al entender que su presencia la había asustado la noche anterior en la posada.
Tragó saliva durante un segundo.
Por supuesto el bebé en sus manos no era uno de los términos de aquel contrato. No. Zagreus le estaba proponiendo algo más. Nada que ver con salir de allí con vida. De hecho dudaba que él supiese si quiera hasta qué punto aquel trato haría tambalear sus cimientos.
La incitaba a... confiar.
Tragó saliva. Su gesto antes de puro enfado ahora se volvió liviano. ¿Qué clase de vampiro era la figura que tenía enfrente?
Por supuesto también podía ignorar su propuesta: Fingir que se rendía ante la situación frente a ella. Lloriquear un poco incluso... pidiendo clemencia. Prometer que daría. Vitto todo lo que necesitase a cambio de salir de allí ilesa y brindar con la sangre de aquel bebé cerrando así dicha promesa resemblando el brindis que habían hecho horas antes en el salón de su mansión.
Solo que claro, esta vez Caoimhe sería quien sirviese las copas. Sus lloriqueos y perdones ocultarían el hecho de que, la última unidad de 'esencia de dulces sueños' que poseía se había esparcido de manera generosa en ambas copas las de Vitto y su hermana. Estaba segura de que tan solo bastarían 5 minutos para que ambos cuerpos se sumirían en un sueño dulce y pacífico el tiempo suficiente como para que ella y posiblemente Zagreus escapasen de allí.
No necesitaba confiar
La sed de poder de Vitto y lo poco que la conocía era una garantía de que aquel plan que aún guardaba bajo la manga funcionaría.
Caoimhe se mordió el labio inferior con la mente alejada de los ojos amarillos de Zagreus, donde estaba posada su mirada.
¿Qué planeaba?
-Estamos cansados de tratos-La voz de Donna protestó rompiendo el silencio- Sabía que la bestia de ojos dispares detrás tuya ha estado tejiendo su telaraña de mentiras alrededor de mi hermano desde el momento mismo que comencé a diferenciar su escritura pulcra en las cartas que compartían. Los Vrykolaka ya perdimos todo una vez tras la guerra no pienso dejar que...
-Hermana...- dijo Vitto sosegado...- queridisima hermana quizás... quizás este hombre no sea amigo de Caoimhe sino... nuestro- el vampiro sonrió recordando la furia con la que Caoimhe había estado mirando a Zagreus hasta hacía poco.
La prestamista había tomado una decisión. Pero no estaba lo suficientemente acostumbrada a no formar parte activa de un trato como para mantenerse al margen. Se ocupó de manera programada y falsa salvo para ojos ajenos en preocuparse por el cuerpo de Ignatus, tumbado frente a ella junto al que se agachó fingiendo pena y remordimiento.
Había decidido confiar, si... pero no estaba segura de hasta cuando.
-El bebé que cargas en tus brazos el bebé de un hombre lobo. Gracias a varios de mis experimentos, he conseguido aislar el gen dormido en la raza de ese bebé que hace que su fenotipo no se presente de manera natural... a no ser que sea mordido. Y como en él también lo he logrado en un bebé vampiro. El éter en el nuestro es sumamente más complejo por lo que lo hace más eficaz ante mis experimentos- el hombre continuó- Mis avances han sido cuantiosos. Emocionantes si me lo permites: En varios sujetos 237 y 321 he conseguido mezclar la sangre vampira con el gen aislado de los hombres lobo para mantener de manera recesiva las habilidades de la raza inferior- Vitto sonrió en un intento de activar las neuronas espejo en Zagreus para que entendiese a qué se refería- mientras el fenotipo de la superior sigue expresándose de manera dominante... La ponzoña en el éter de nuestra raza, por lo tanto actúa de modulador de dicho gen activando aquellas habilidades que sean beneficiosas. Nutriendo a nuestro bebé 321 tan solo de aquello que puede hacerlo mejor.
Agarró un pergamino de uno de los cajones aún sin destruir bajo su mesa.
-En su mayoría y dado que era lo que Caoimhe necesitaba mis experimentos se han enfocado en la capacidad de sobrevivir a la luz solar. La criatura que tienes en tus manos fue transformada hace exactamente 4 días. De esos 4, Jared se ha encargado que este en la luz solar 2. Como ves, cualquiera de nosotros no hubiese sido más que ceniza para entonces. Pero este bebé sigue vivo.
-Imaginate las posibilidades.Tener la fuerza de un hombre bestia... o la agilidad de un elfo.. controlar la magia como un brujo pero sin perder la superioridad de nuestra raza vampira.- el hombre sonrió.- Tampoco puedo atribuirme todo el mérito... sería injusto decir que nuestra querida Caoimhe no ha sido partícipe de esta proeza. Pero de la misma manera ahora se niega a darme lo que necesito para... continuar.
Vitto respiró de manera profunda y alzó los hombros de manera exasperada.
-Mi problema, y por ello es por lo que necesito el bendito tomo- Es que la modulación de la ponzoña sobre el gen recesivo del resto de las razas dura tan solo 5 días. 6 a lo sumo. Tras esto el éter de la raza inicial acba ganando y a mutación del gen que he aislado acaba destruida de manera permanente. La expresión física de esto es la autodestrucción del sujeto
-La fiebre suicida- completó Caoimhe alzándose finalmente de donde estaba para situarse junto a Zagreus.
Por supuesto Vitto olvidó mencionar su propia agenda de propósitos ante tal experimento y el motivo principal por el que Caoimhe se negaba a ser más partícipe de sus planes y por lo tanto no darle el tomo-leyenda: El hombre ansiaba aislar el éter en aquel gen de modo que la mente de aquellos modulados por su ponzoña alterada tan solo siguiese sus órdenes. Creando así un ejercito de super vampiros zombies.
- Cambiemos pues los términos del contrato- Donna a alzó la llave de la puerta que le arrebató a Vitto interrumpiendo la pausa- Teniendo en cuenta que este asunto ajeno a ti y a mi y que solo incumbe a Caoimhe y mi hermano...Yo misma estaré dispuesta a escoltarte y dejarte salir sin rasguño alguno. Estoy segura de que tu poder de persuasión para con Caoimhe es mucho más efectivo que el nuestro... teniendo en cuenta tu tamaño y fuerza- La mujer se paseó alrededor de Zagreus rozando de manera leve su brazo como jugueteando con la escultura de sus músculos-. A cambio de ello, por supuesto, necesito que obtengas nuestro libro. Incluso estamos dispuestos a hacerte una copia real y cotejada del mismo antes de irte....Y todos contentos. - zanjó la chica.
Donna se había acercado al oído del vampiro de manera peligrosa para casi susurrar sus últimas palabras.Una danza seductora estresando lo sencillo de su decisión y como de fácil sería que ella lo guiase hasta su libertad.
Caoimhe comenzó a cuestionarse si aquel había sido el mejor momento y lugar para confiar en aquel desconocido.
Caoimhe apretó el puño de su mano derecha sin mostrar expresión alguna ante aquel descubrimiento. El resto de la sala parecía haberse inundado de otra presencia femenina. Una vampiresa con el olor a putrefacción de aquella mansión camuflado con algún perfume de rosas silvestres.
La prestamista estaba molesta. Odiaba cuando los planes no salían bien. Aquello era tan solo una partida de cartas: Sus años sumida en el juego le habían enseñado a ser lo suficientemente paciente como para esperar su turno pero a la vez precavida en el hecho de que otro jugado puede llevar la mejor mano. Al menos eso parecía en aquel momento.
Había gastado uno de los 'As' bajo su manga. Aquello, sin duda no la enorgullecía
La aparición de aquella nueva presencia incrementaba sus posibilidades a un... 30%? quizás menos...
Vitto parecía compartir su adversión. En su caso, respaldado por su hermana. debía preparar bien sus pasos si quería salir de...
Y entonces el demonio mismo habló. Le habló, a pesar de que había camuflado sus palabras en un discurso dirigido a Vitto. Sus palabras opacaron los comentarios de Vitto y su hermana y Caoimhe decidió dedicarle toda la atención que poseía a la voz grave de Zagreus. ¿Un trato? ¿A ella? Su mente vacía durante unos segundos.
Analizando(lo).
Como si fuese la primera vez que lo veía.
Aquel hombre la había seguido por un motivo aún desconocido. Recordó su cara, casi extasiada de placer al entender que su presencia la había asustado la noche anterior en la posada.
Tragó saliva durante un segundo.
Por supuesto el bebé en sus manos no era uno de los términos de aquel contrato. No. Zagreus le estaba proponiendo algo más. Nada que ver con salir de allí con vida. De hecho dudaba que él supiese si quiera hasta qué punto aquel trato haría tambalear sus cimientos.
La incitaba a... confiar.
Tragó saliva. Su gesto antes de puro enfado ahora se volvió liviano. ¿Qué clase de vampiro era la figura que tenía enfrente?
Por supuesto también podía ignorar su propuesta: Fingir que se rendía ante la situación frente a ella. Lloriquear un poco incluso... pidiendo clemencia. Prometer que daría. Vitto todo lo que necesitase a cambio de salir de allí ilesa y brindar con la sangre de aquel bebé cerrando así dicha promesa resemblando el brindis que habían hecho horas antes en el salón de su mansión.
Solo que claro, esta vez Caoimhe sería quien sirviese las copas. Sus lloriqueos y perdones ocultarían el hecho de que, la última unidad de 'esencia de dulces sueños' que poseía se había esparcido de manera generosa en ambas copas las de Vitto y su hermana. Estaba segura de que tan solo bastarían 5 minutos para que ambos cuerpos se sumirían en un sueño dulce y pacífico el tiempo suficiente como para que ella y posiblemente Zagreus escapasen de allí.
No necesitaba confiar
La sed de poder de Vitto y lo poco que la conocía era una garantía de que aquel plan que aún guardaba bajo la manga funcionaría.
Caoimhe se mordió el labio inferior con la mente alejada de los ojos amarillos de Zagreus, donde estaba posada su mirada.
¿Qué planeaba?
-Estamos cansados de tratos-La voz de Donna protestó rompiendo el silencio- Sabía que la bestia de ojos dispares detrás tuya ha estado tejiendo su telaraña de mentiras alrededor de mi hermano desde el momento mismo que comencé a diferenciar su escritura pulcra en las cartas que compartían. Los Vrykolaka ya perdimos todo una vez tras la guerra no pienso dejar que...
-Hermana...- dijo Vitto sosegado...- queridisima hermana quizás... quizás este hombre no sea amigo de Caoimhe sino... nuestro- el vampiro sonrió recordando la furia con la que Caoimhe había estado mirando a Zagreus hasta hacía poco.
La prestamista había tomado una decisión. Pero no estaba lo suficientemente acostumbrada a no formar parte activa de un trato como para mantenerse al margen. Se ocupó de manera programada y falsa salvo para ojos ajenos en preocuparse por el cuerpo de Ignatus, tumbado frente a ella junto al que se agachó fingiendo pena y remordimiento.
Había decidido confiar, si... pero no estaba segura de hasta cuando.
-El bebé que cargas en tus brazos el bebé de un hombre lobo. Gracias a varios de mis experimentos, he conseguido aislar el gen dormido en la raza de ese bebé que hace que su fenotipo no se presente de manera natural... a no ser que sea mordido. Y como en él también lo he logrado en un bebé vampiro. El éter en el nuestro es sumamente más complejo por lo que lo hace más eficaz ante mis experimentos- el hombre continuó- Mis avances han sido cuantiosos. Emocionantes si me lo permites: En varios sujetos 237 y 321 he conseguido mezclar la sangre vampira con el gen aislado de los hombres lobo para mantener de manera recesiva las habilidades de la raza inferior- Vitto sonrió en un intento de activar las neuronas espejo en Zagreus para que entendiese a qué se refería- mientras el fenotipo de la superior sigue expresándose de manera dominante... La ponzoña en el éter de nuestra raza, por lo tanto actúa de modulador de dicho gen activando aquellas habilidades que sean beneficiosas. Nutriendo a nuestro bebé 321 tan solo de aquello que puede hacerlo mejor.
Agarró un pergamino de uno de los cajones aún sin destruir bajo su mesa.
-En su mayoría y dado que era lo que Caoimhe necesitaba mis experimentos se han enfocado en la capacidad de sobrevivir a la luz solar. La criatura que tienes en tus manos fue transformada hace exactamente 4 días. De esos 4, Jared se ha encargado que este en la luz solar 2. Como ves, cualquiera de nosotros no hubiese sido más que ceniza para entonces. Pero este bebé sigue vivo.
-Imaginate las posibilidades.Tener la fuerza de un hombre bestia... o la agilidad de un elfo.. controlar la magia como un brujo pero sin perder la superioridad de nuestra raza vampira.- el hombre sonrió.- Tampoco puedo atribuirme todo el mérito... sería injusto decir que nuestra querida Caoimhe no ha sido partícipe de esta proeza. Pero de la misma manera ahora se niega a darme lo que necesito para... continuar.
Vitto respiró de manera profunda y alzó los hombros de manera exasperada.
-Mi problema, y por ello es por lo que necesito el bendito tomo- Es que la modulación de la ponzoña sobre el gen recesivo del resto de las razas dura tan solo 5 días. 6 a lo sumo. Tras esto el éter de la raza inicial acba ganando y a mutación del gen que he aislado acaba destruida de manera permanente. La expresión física de esto es la autodestrucción del sujeto
-La fiebre suicida- completó Caoimhe alzándose finalmente de donde estaba para situarse junto a Zagreus.
Por supuesto Vitto olvidó mencionar su propia agenda de propósitos ante tal experimento y el motivo principal por el que Caoimhe se negaba a ser más partícipe de sus planes y por lo tanto no darle el tomo-leyenda: El hombre ansiaba aislar el éter en aquel gen de modo que la mente de aquellos modulados por su ponzoña alterada tan solo siguiese sus órdenes. Creando así un ejercito de super vampiros zombies.
- Cambiemos pues los términos del contrato- Donna a alzó la llave de la puerta que le arrebató a Vitto interrumpiendo la pausa- Teniendo en cuenta que este asunto ajeno a ti y a mi y que solo incumbe a Caoimhe y mi hermano...Yo misma estaré dispuesta a escoltarte y dejarte salir sin rasguño alguno. Estoy segura de que tu poder de persuasión para con Caoimhe es mucho más efectivo que el nuestro... teniendo en cuenta tu tamaño y fuerza- La mujer se paseó alrededor de Zagreus rozando de manera leve su brazo como jugueteando con la escultura de sus músculos-. A cambio de ello, por supuesto, necesito que obtengas nuestro libro. Incluso estamos dispuestos a hacerte una copia real y cotejada del mismo antes de irte....Y todos contentos. - zanjó la chica.
Donna se había acercado al oído del vampiro de manera peligrosa para casi susurrar sus últimas palabras.Una danza seductora estresando lo sencillo de su decisión y como de fácil sería que ella lo guiase hasta su libertad.
Caoimhe comenzó a cuestionarse si aquel había sido el mejor momento y lugar para confiar en aquel desconocido.
Caoimhe
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Re: Todos los caminos llevan a Sacrestic Ville [privado] [noche] [Cerrado]
La dama de piel morena se mostraba esquiva a mis intentos de persuadir a su hermano para negociar una salida a través de la supervivencia de su experimento. Vitto, en cambio, dentro de su frustración, veía claro que no podía perder aquel bebé. Podría comenzar sus experimentos con decenas de recién nacidos, pero aquella criatura había alcanzado un punto en su investigación sin precedentes. Aún no estaba concluido, faltaba mucho, pero su muerte supondría un retraso importante en sus estudios de mejorar la sangre maldita.
Lord Vrykolakas inició un monólogo sobre lo que tenía en mis manos. Sus ojos se iluminaban para hablar de sus experimentos y motivaciones, por su parte, su hermana parecía más centrada en su odio por la prestamista y sus rencores por el estatus actual del linaje Vrykolakas, desterrado a las sombras de la capital del oeste.
El hombre hablaba, declaraba que para atender la complejidad de la sangre vampírica, “complejidad” curioso eufemismo para decir sangre maldita; había buscado combinar el líquido vital de otras razas.
Al menos 321 sujetos experimentales, dando a entender que solo había tenido avances certeros en dos, y uno era el infante en mis garras que apenas se movía. Centenas de muertes a causa de las ambiciones del vampiro. Quizás un sacrificio necesario para sus intenciones. Dándome a entender que la criatura que cargaba tendría un mayor valor en cualquier trato.
La avaricia en las palabras del señor vampiro eran peligrosas. Su vanagloria sobre los avances lo excitaban, se regocijaba en su discurso que dejaba en claro que sus deseos eran sobre poder y control, propio de su linaje.
Sin embargo, su cara cambió significativamente cuando vino el “pero” en su discurso. Un obstáculo que entorpecía sus avances y terminaba en un rotundo fracaso. La muerte de cada sujeto experimental. La fiebre suicida complementaba la prestamista que aprecia estar enterada de ese desenlace.
Miré fugazmente a la vampiresa, una sonrisa torva se dibujaba en mi rostro al saber que la mujer que pretendía tener el control, estaba muy alejada de esa ilusión. Vitto había nombrado su nombre en varias ocasiones, conocía su pasado, era su pasado. “Lilith”, otro intento fútil de tratar de adelantarse a una fuerza mayor que la que ella podía calcular, evidencia de ello era el sujeto sin vida a los pies de Donna. Una oportunidad para continuar con mis métodos. La curiosidad me había traído a esta encrucijada y consideraba que podría sacar provecho de tal casualidad.
Donna estaba cansada de tanta cháchara, aproximándose a mí con pasos elegantes, sugirió una idea tentadora para salir de aquel aprieto. Rozando mi brazo intentando tantear las licencias que le permitía.
Comprendo… - dije reflexionando la situación, las palabras del vampiro y las peticiones de aquella familia. No dejaba de mirar con disimulo a la prestamista que parecía esperar mi sentencia.
Puedo garantizarles que no soy amigo de la mujer - dije mirando a Caoimhe - pero, al igual que usted señor Vrykolakas, soy un entusiasta de la investigación. Incluso me atrevería a decir que la vampiresa es parte de mis estudios y sería una lástima entorpecer mis experimentos. Nadie quiere quedarse sin su objeto de estudio. - Dije volviendo la mirada al vampiro que parecía compartir mi broma oscura.
Verá, creo que la propuesta de la dama me resulta atractiva. Tengo gran curiosidad por sus investigaciones y me gustaría ver sus avances, estoy seguro de que podría cambiar al mundo. - Dije apuntando a la debilidad de los poderosos, sus egos. - Y estoy seguro de que Caoimhe - dije saboreando cada fonema de su nombre. - entiende que no es necesario resistirse.
Créame, por más que la intente romper, ella tratará de salirse con la suya, lamento decirle que si no confía en mi palabra se quedará sin su preciado libro y por ende, estancado en sus fracasos. - indiqué mientras le entregaba el infante a la vampiresa con la cicatriz en su rostro.
Yo creo poder hacer que coopere y estoy seguro de que ella comprende que no tiene muchas opciones… Ella entiende muy bien cómo funcionan las deudas gracias a su trabajo en los bajos mundos. - Vitto me escuchaba atento, pero sus ojos parecían cansados, quizás a causa de su esfuerzo extremo ante el ataque de Ignatus a la mansión.
Hmm… Donna… ¿Puedes encargarte de nuestros huéspedes?, estoy seguro de que sabrás cómo cerrar los acuerdos con el señor Samael. - Dijo con ojos entrecerrados.
¿Vitto estás bien? - dijo la hermana sin recibir respuesta del hombre que lentamente abandonaba la habitación. Ella estaba llena de vida, alimentarse del hombre que yacía en el suelo la hacía sentir gran vigor. Su felicidad solo era opacada por su odio a lo que estaba sucediendo, tenía la energía para despedazarnos a ambos sin siquiera sudar si se lo planteaba.
Irritada, llamó con un grito estruendoso a Jared. - Tomaré tu palabra solo porque el ingenuo de mi hermano vive y muere por esta investigación. Te daré 1 año para que traigas el libro sin importar los medios. El tiempo de los inmortales pasa muy rápido y espero que entiendas que el trabajo de décadas no puede ser obstruido por el silencio malcriado de una vampirucha. - dijo con soberbia, conocía la historia de la prestamista y la relación de su hermano con Caoimhe. - Si no cumples con lo pactado, no solo ella morirá, sino que tú también te harás responsable. Espero que no lamentes al final el entrometerte en todo esto, la curiosidad puede pagarse caro…
Jared llegó, nos escoltaría afuera de la mansión. Me adelanté pasando al costado de la vampira para seguir al siervo. Y entre una sonrisa victoriosa y un tono sombrío y amenazante, comenté en voz baja sobre mi hombro a la prestamista. - Al final podrás vivir - dije con aires de salvador - Pero quiero saber todo sobre ese libro… Considero que estás en deuda conmigo.
Lord Vrykolakas inició un monólogo sobre lo que tenía en mis manos. Sus ojos se iluminaban para hablar de sus experimentos y motivaciones, por su parte, su hermana parecía más centrada en su odio por la prestamista y sus rencores por el estatus actual del linaje Vrykolakas, desterrado a las sombras de la capital del oeste.
El hombre hablaba, declaraba que para atender la complejidad de la sangre vampírica, “complejidad” curioso eufemismo para decir sangre maldita; había buscado combinar el líquido vital de otras razas.
Al menos 321 sujetos experimentales, dando a entender que solo había tenido avances certeros en dos, y uno era el infante en mis garras que apenas se movía. Centenas de muertes a causa de las ambiciones del vampiro. Quizás un sacrificio necesario para sus intenciones. Dándome a entender que la criatura que cargaba tendría un mayor valor en cualquier trato.
La avaricia en las palabras del señor vampiro eran peligrosas. Su vanagloria sobre los avances lo excitaban, se regocijaba en su discurso que dejaba en claro que sus deseos eran sobre poder y control, propio de su linaje.
Sin embargo, su cara cambió significativamente cuando vino el “pero” en su discurso. Un obstáculo que entorpecía sus avances y terminaba en un rotundo fracaso. La muerte de cada sujeto experimental. La fiebre suicida complementaba la prestamista que aprecia estar enterada de ese desenlace.
Miré fugazmente a la vampiresa, una sonrisa torva se dibujaba en mi rostro al saber que la mujer que pretendía tener el control, estaba muy alejada de esa ilusión. Vitto había nombrado su nombre en varias ocasiones, conocía su pasado, era su pasado. “Lilith”, otro intento fútil de tratar de adelantarse a una fuerza mayor que la que ella podía calcular, evidencia de ello era el sujeto sin vida a los pies de Donna. Una oportunidad para continuar con mis métodos. La curiosidad me había traído a esta encrucijada y consideraba que podría sacar provecho de tal casualidad.
Donna estaba cansada de tanta cháchara, aproximándose a mí con pasos elegantes, sugirió una idea tentadora para salir de aquel aprieto. Rozando mi brazo intentando tantear las licencias que le permitía.
Comprendo… - dije reflexionando la situación, las palabras del vampiro y las peticiones de aquella familia. No dejaba de mirar con disimulo a la prestamista que parecía esperar mi sentencia.
Puedo garantizarles que no soy amigo de la mujer - dije mirando a Caoimhe - pero, al igual que usted señor Vrykolakas, soy un entusiasta de la investigación. Incluso me atrevería a decir que la vampiresa es parte de mis estudios y sería una lástima entorpecer mis experimentos. Nadie quiere quedarse sin su objeto de estudio. - Dije volviendo la mirada al vampiro que parecía compartir mi broma oscura.
Verá, creo que la propuesta de la dama me resulta atractiva. Tengo gran curiosidad por sus investigaciones y me gustaría ver sus avances, estoy seguro de que podría cambiar al mundo. - Dije apuntando a la debilidad de los poderosos, sus egos. - Y estoy seguro de que Caoimhe - dije saboreando cada fonema de su nombre. - entiende que no es necesario resistirse.
Créame, por más que la intente romper, ella tratará de salirse con la suya, lamento decirle que si no confía en mi palabra se quedará sin su preciado libro y por ende, estancado en sus fracasos. - indiqué mientras le entregaba el infante a la vampiresa con la cicatriz en su rostro.
Yo creo poder hacer que coopere y estoy seguro de que ella comprende que no tiene muchas opciones… Ella entiende muy bien cómo funcionan las deudas gracias a su trabajo en los bajos mundos. - Vitto me escuchaba atento, pero sus ojos parecían cansados, quizás a causa de su esfuerzo extremo ante el ataque de Ignatus a la mansión.
Hmm… Donna… ¿Puedes encargarte de nuestros huéspedes?, estoy seguro de que sabrás cómo cerrar los acuerdos con el señor Samael. - Dijo con ojos entrecerrados.
¿Vitto estás bien? - dijo la hermana sin recibir respuesta del hombre que lentamente abandonaba la habitación. Ella estaba llena de vida, alimentarse del hombre que yacía en el suelo la hacía sentir gran vigor. Su felicidad solo era opacada por su odio a lo que estaba sucediendo, tenía la energía para despedazarnos a ambos sin siquiera sudar si se lo planteaba.
Irritada, llamó con un grito estruendoso a Jared. - Tomaré tu palabra solo porque el ingenuo de mi hermano vive y muere por esta investigación. Te daré 1 año para que traigas el libro sin importar los medios. El tiempo de los inmortales pasa muy rápido y espero que entiendas que el trabajo de décadas no puede ser obstruido por el silencio malcriado de una vampirucha. - dijo con soberbia, conocía la historia de la prestamista y la relación de su hermano con Caoimhe. - Si no cumples con lo pactado, no solo ella morirá, sino que tú también te harás responsable. Espero que no lamentes al final el entrometerte en todo esto, la curiosidad puede pagarse caro…
Jared llegó, nos escoltaría afuera de la mansión. Me adelanté pasando al costado de la vampira para seguir al siervo. Y entre una sonrisa victoriosa y un tono sombrío y amenazante, comenté en voz baja sobre mi hombro a la prestamista. - Al final podrás vivir - dije con aires de salvador - Pero quiero saber todo sobre ese libro… Considero que estás en deuda conmigo.
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