Réquiem para un sueño [Desafío: Un mundo sin sueños]
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Réquiem para un sueño [Desafío: Un mundo sin sueños]
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Réquiem para un sueño
3 días antes del colapso: Campos de Verisar
Estar en las ciudades ya no parece ser seguro, algunas familias han optado por escapar a los campos de Verisar en busca de paz y tranquilidad. Una caravana con algunos carros ha estado viajando, acompañados por algunos guerreros a los que contrataron para su protección, sin embargo, las cosas parecen que no van según lo esperado.
Sin razón alguna, los caballos dejaron de avanzar, sin importar lo que les hagan, se niegan a seguir caminando en ninguna dirección, su estado es una mezcla entre cansados y asustados, quizá presintiendo algún peligro que no tardará en hacerse presente -Cuánto más vamos a tener que esperar- Dijo un hombrecito de baja estatura que bajó de uno de los carros junto a su esposa más alta que él y a sus 4 pequeños hijos.
Aquello no hizo más que motivar a otros a hacer lo mismo y al cabo de unos instantes, todos los viajeros habían bajado de sus carros para increpar a los conductores por la inesperada parada -Pase lo que pase, no debemos estar aquí cuando caiga la noche- Dijo uno de aquellos padres de familia -Dicen que estos bosques están llenos de criaturas salvajes y peligrosas que salen por las noches a devorar a sus víctimas en apenas unos instantes- Sus palabras no hicieron más que encender el pánico entre los presentes, quienes pedían prisa a los conductores.
Sin embargo, nadie podía estar preparado para lo que venía a continuación, los caballos relinchaban asustados y trataban de correr, pero sus piernas ya no tenían la fuerza para arrastrar aquellos pesados carros, y fue entonces cuando a la distancia pudieron ver algo tan terrible y escalofriante como solo podían haber soñado en sus más espantosas pesadillas.
Como si de una avalancha se tratara, una espesa nube de furiosos y sanguitarios gomejos asesinos se acercaba a toda prisa -¿Pero qué es eso?- Dijo uno de los presentes al tiempo que los otros, sin decir una palabra y sin querer quedarse a averiguar, trataban de subir de nuevo a sus carros tan rápido como podían.
La devastadora horda de gomejos no tardó mucho en alcanzarlos, estrellándose violentamente contra los carros, llegando incluso a volcar algunos de ellos, los gritos de terror no se hicieron esperar, los guardianes contratados para proteger la caravana parecían no ser suficiente para una amenaza tan inesperada, para la cual nadie se podía haber preparado.
∞ Te damos la bienvenida, Rauko el Ganso, a esta ronda de desafíos que pondrá a prueba tus capacidades para resolver el misterio que está causando estragos en Aerandir.
∞ En la primera parte de este desafío tendrás que enfrentar uno de los peores terrores que se hayan visto en los campos de Verisar, una estampida de gomejos furiosos en estado salvaje, son una marea de muerte esponjosa y blanca, al ser muchos, pueden ser bastante difíciles de controlar.
∞ Te recomendamos no subestimar el poder destructivo de los gomejos y desde luego, proteger a los viajeros para que puedan llegar todos a su destino, quizá haya alguien importante viajando entre ellos. No obstante, el final de este desafío podría tener desenlaces diferentes de acuerdo a las acciones y decisiones que tomes. Sé cauteloso.
Sin razón alguna, los caballos dejaron de avanzar, sin importar lo que les hagan, se niegan a seguir caminando en ninguna dirección, su estado es una mezcla entre cansados y asustados, quizá presintiendo algún peligro que no tardará en hacerse presente -Cuánto más vamos a tener que esperar- Dijo un hombrecito de baja estatura que bajó de uno de los carros junto a su esposa más alta que él y a sus 4 pequeños hijos.
Aquello no hizo más que motivar a otros a hacer lo mismo y al cabo de unos instantes, todos los viajeros habían bajado de sus carros para increpar a los conductores por la inesperada parada -Pase lo que pase, no debemos estar aquí cuando caiga la noche- Dijo uno de aquellos padres de familia -Dicen que estos bosques están llenos de criaturas salvajes y peligrosas que salen por las noches a devorar a sus víctimas en apenas unos instantes- Sus palabras no hicieron más que encender el pánico entre los presentes, quienes pedían prisa a los conductores.
Sin embargo, nadie podía estar preparado para lo que venía a continuación, los caballos relinchaban asustados y trataban de correr, pero sus piernas ya no tenían la fuerza para arrastrar aquellos pesados carros, y fue entonces cuando a la distancia pudieron ver algo tan terrible y escalofriante como solo podían haber soñado en sus más espantosas pesadillas.
Como si de una avalancha se tratara, una espesa nube de furiosos y sanguitarios gomejos asesinos se acercaba a toda prisa -¿Pero qué es eso?- Dijo uno de los presentes al tiempo que los otros, sin decir una palabra y sin querer quedarse a averiguar, trataban de subir de nuevo a sus carros tan rápido como podían.
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La devastadora horda de gomejos no tardó mucho en alcanzarlos, estrellándose violentamente contra los carros, llegando incluso a volcar algunos de ellos, los gritos de terror no se hicieron esperar, los guardianes contratados para proteger la caravana parecían no ser suficiente para una amenaza tan inesperada, para la cual nadie se podía haber preparado.
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∞ Te damos la bienvenida, Rauko el Ganso, a esta ronda de desafíos que pondrá a prueba tus capacidades para resolver el misterio que está causando estragos en Aerandir.
∞ En la primera parte de este desafío tendrás que enfrentar uno de los peores terrores que se hayan visto en los campos de Verisar, una estampida de gomejos furiosos en estado salvaje, son una marea de muerte esponjosa y blanca, al ser muchos, pueden ser bastante difíciles de controlar.
∞ Te recomendamos no subestimar el poder destructivo de los gomejos y desde luego, proteger a los viajeros para que puedan llegar todos a su destino, quizá haya alguien importante viajando entre ellos. No obstante, el final de este desafío podría tener desenlaces diferentes de acuerdo a las acciones y decisiones que tomes. Sé cauteloso.
Ansur
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Re: Réquiem para un sueño [Desafío: Un mundo sin sueños]
El tiempo avanzaba. Los últimos días, uno a uno, iban consumiéndose. Su fuego se apagaba y dejaban el humo de la amargura, desilusión y desesperanza. Cada aventura culminaba con un fracaso y el sentido de seguir adelante se había esfumado.
En un último intento por mantener la cordura, Xana me había convencido para proteger una caravana. Eran personas que anhelaban un mejor mañana. Quizás, por eso mismo, Xana quiso ayudarlos a llegar a su destino; si podía proteger sus esperanzas, entonces, tal vez, podría mantener las suyas propias.
Durante el viaje, me mantuve sobre uno de los carruajes, sentado en posición de loto, aunque encorvado, con mis ojos experimentando un ardor al que ya me había acostumbrado. El mundo a mi alrededor apenas estimulaba mis sentidos; los dolores agudos que punzaban en mi interior y la falta de un buen descanso eclipsaban lo demás, sin mencionar el pesimismo en el que me hundía.
Cuando nos detuvimos, apenas le di importancia. Avanzaríamos tarde o temprano, o tal vez no. En cualquier caso, moriríamos en pocos días.
Xana salió del carruaje en el que me encontraba. Ella sí mostró un mayor interés en lo que sucedía; le importaban las personas, aunque, esta vez, su mayor impulso era el deseo de mantener la mente ocupada para no pensar en los problemas mayores.
Entonces apareció un problema que sí la mantendría ocupada, y a todos.
Gomejos. Una estampida de gomejos, gomejos salvajes y furiosos. Uno de los mayores peligros, si no es que el mayor, al que me habría enfrentado en la vida.
Me levanté, erguido, y no aparté la mirada de aquellos seres.
–Sabía que tarde o temprano nos enfrentaríamos –murmuré con solemne seriedad–, lo supe desde que promoví que los usáramos para limpiar el tajo trasero.
«Pues muy bien saberlo, pero ¿y cómo los detendré?», me cuestioné sin cambiar mi expresión facial. Lo que me haría cambiar de expresión sería la potencia de aquellos gomejos juntos, que golpearon como una avalancha a los carros y derribaron uno. Por poco perdí el equilibrio con el golpe al mío, pero sobreviví.
–¡Todos, vuelvan a los carros! –gritó Xana de pronto, dirigiéndose a los otros mercenarios, sabiéndose la única con una pequeña oportunidad de enfrentar la amenaza–. Yo me encargaré –agregó, aunque los demás ya habían buscado refugio.
El éter se condensó en un torbellino a su alrededor que se transformó en una turbulenta barrera de estrellas. Los gomejos se abalanzaron sobre ella y fueron repelidos por una rápida sucesión de pequeños estallidos.[1]
Con espacio para moverse, colocó una carta en el suelo. Una nueva barrera, esta vez de electricidad, se materializó a su alrededor. Al cerrarse por completo, inmediatamente recibió el impacto de otro grupo de gomejos. Todos estos conocieron los relámpagos a través de todo su cuerpo y el estruendo castigó a sus agudos oídos en el momento en que la barrera explotó, disparando lejos a todos los gomejos cercanos.[2]
Pero no serviría. Sabía que volverían a levantarse para continuar la arremetida. Después de todo, eran gomejos, los mortales más cercanos a la inmortalidad.
Mientras Xana luchaba, busqué entre mis bolsillos y al final en mi bolsito. Con premura, saqué las herramientas necesarias para realizar algún encantamiento. No eran lo mejor, pero me servirían para improvisar un hechizo rápido.[3]
Sin detenerme a pensar en las pocas probabilidades de que mi rebuscado plan funcionara, me dediqué a trazar runas sobre mi carro. Aceleré el flujo de mi éter para aumentar mi velocidad. Más rápido que nunca antes, debía ir más rápido que la muerte encarnada en los gomejos.
No obstante, los constantes golpes de los gomejos sacudían mi carro, dificultando la tarea.
–¡Xan…! –alcancé a gritar antes de callar súbitamente.
Ella estaba demasiado ocupada protegiendo varios carruajes al mismo tiempo, en un espectacular cataclismo de estrellas. Debía encargarme yo mismo.
Apreté los dientes. El esfuerzo gatilló un dolor punzante en mis intestinos. Tosí y sangre escapó de entre mis labios. Tardé un par de segundos para salir de la perplejidad y volver a centrarme.
Alcé mi puño derecho enguantado con Retniw. Le di éter al arma. Esta irradió un resplandor celeste y gélido. Un momento después, un dragón hecho de hielo había nacido delante de mí.[4] Extendió sus alas, preparándose para abalanzarse sobre los enemigos. Me apresuré en tocarlo para imbuirlo de éter.[5]
Entonces el dragón descendió sobre las bestias, envuelto en una fría aura de luz. Al caer, adquirió un repentido brillo cegador que precedió a una nueva explosión, una fugaz tormenta de hielo refulgente. Y muchos gomejos surcaron el aire, repelidos por el ataque.
Volví a mi tarea, aprovechando el momento de paz. La ventaja no duró mucho. Apenas unos cuantos segundos bastaron para volver a la situación anterior.
Aun así, terminé el encantamiento.
Contuviendo el absurdo impulso de celebrarlo, salté al siguiente carro para proveerlo del mismo encantamiento, sin saber si el anterior había siquiera funcionado un poco. A pesar de todo, mi corazón aún albergaba una chispa de esperanza para hacerme actuar.
Xana, por su parte, repartía partidas de madre. A pesar de la sobrecogedora cantidad de enemigos invencibles, ella seguía de pie, aún ilesa, desatando casi todo su poder al saber que no necesitaba contenerse, resistiendo al saber que no podía rendirse, por el bien de quienes necesitaban su protección, por el bien de su propia esperanza en un mundo condenado.
Cuando una avalancha de gomejos volvía a arremeter contra un carro, fueron repelidos por dos explosiones escarlatas que no dañaron a terceros.[6]
Luego conjuró una fulminante lluvia de estrellas, cuyas ardientes y explosivas gotas de luz cayeron con precisión sobre los ojos de los gomejos.[7]
Finalmente, se volvió hacia otro lado, encarando a otra avalancha peluda. Creó un pequeño sol blanco, lo comprimió y toda la energía concentrada en él, incapaz de resistir la presión, se disparó al frente, en un torrencial rayo de luz que apartó todo a su paso, creando una gran separación en el mar de gomejos, y dejó su marca luminosa y dolorosa sobre todos los desafortunados en su camino.[8]
Era una batalla desesperada contra las bestias y contra el sin sentido de la vida misma. Xana imprimió en sus ataques toda su voluntad que desafiaba al destino, negándose a aceptar que era absurdo asumir el rol de una heroína.
Aun así, no podría durar mucho más. No podía parar un tsunami ella sola. Seguía siendo una única persona, con limitaciones como el resto.
Sus piernas fallaron y se sostuvo clavando su lanza en el suelo. Tragó saliva, apretó los dientes y buscó fuerzas para continuar. Si seguía, si se veía obligada a usar toda su fuerza, mostraría algo que deseaba mantener encerrado, algo oscuro pero superior a su poder de luces y truenos. Pero, sin que yo lo supiera, pospuse aquel momento.
Una biusa brillante cayó en el mar peludo. Explotó formando una erupción de gomejos y despejando un área, donde un instante después aterricé con una pose heroica únicamente para verme bien.[9]
–¡Ponte a salvo! –le ordené a Xana, sin más explicación.
Saqué mi ocarina de mi bolso y la llevé a mis labios, para un último plan que, probablemente, me conduciría a una muerte ridícula. Sí, quizás eso pasaría, pero ya había asumido desde hacía mucho tiempo que moriría de manera absurda y que era posible que jamás alcanzase mi utópico sueño de lograr un mundo mejor. Si eso sucedía, si fracasaba ahora, entonces… esta última canción que tocaría sería el réquiem para un sueño.
¡Eso, lo dije! Esto es literatura.
En fin, volviendo a lo importante, toqué como si no hubiera un mañana, lo cual era casi cierto. No intenté sonar armonioso ni afinado, pues mi objetivo era torturar a los gomejos en su don que, a su vez, era su maldición: un sentido del oído extraordinario.[10]
«¿Y ahora qué?», me pregunté, algo en lo que debí pensar mucho antes. «¿Esto los espantará y huirán del ruido o los atraerá para destruir la ocarina?», eran mis suposiciones, quizás ambas igual de erradas; durante la última temporada, eventos impredecibles eran la norma.
En cualquier caso, preferí no quedarme quieto. Me potencié con magia para ir saltando de un lado a otro, cayendo en gomejos y saltando en medio de saltos,[11] sin dejar de soplar la ocarina y sin reparar en la sangre que salía de mi boca.
En un último intento por mantener la cordura, Xana me había convencido para proteger una caravana. Eran personas que anhelaban un mejor mañana. Quizás, por eso mismo, Xana quiso ayudarlos a llegar a su destino; si podía proteger sus esperanzas, entonces, tal vez, podría mantener las suyas propias.
Durante el viaje, me mantuve sobre uno de los carruajes, sentado en posición de loto, aunque encorvado, con mis ojos experimentando un ardor al que ya me había acostumbrado. El mundo a mi alrededor apenas estimulaba mis sentidos; los dolores agudos que punzaban en mi interior y la falta de un buen descanso eclipsaban lo demás, sin mencionar el pesimismo en el que me hundía.
Cuando nos detuvimos, apenas le di importancia. Avanzaríamos tarde o temprano, o tal vez no. En cualquier caso, moriríamos en pocos días.
Xana salió del carruaje en el que me encontraba. Ella sí mostró un mayor interés en lo que sucedía; le importaban las personas, aunque, esta vez, su mayor impulso era el deseo de mantener la mente ocupada para no pensar en los problemas mayores.
Entonces apareció un problema que sí la mantendría ocupada, y a todos.
Gomejos. Una estampida de gomejos, gomejos salvajes y furiosos. Uno de los mayores peligros, si no es que el mayor, al que me habría enfrentado en la vida.
Me levanté, erguido, y no aparté la mirada de aquellos seres.
–Sabía que tarde o temprano nos enfrentaríamos –murmuré con solemne seriedad–, lo supe desde que promoví que los usáramos para limpiar el tajo trasero.
«Pues muy bien saberlo, pero ¿y cómo los detendré?», me cuestioné sin cambiar mi expresión facial. Lo que me haría cambiar de expresión sería la potencia de aquellos gomejos juntos, que golpearon como una avalancha a los carros y derribaron uno. Por poco perdí el equilibrio con el golpe al mío, pero sobreviví.
–¡Todos, vuelvan a los carros! –gritó Xana de pronto, dirigiéndose a los otros mercenarios, sabiéndose la única con una pequeña oportunidad de enfrentar la amenaza–. Yo me encargaré –agregó, aunque los demás ya habían buscado refugio.
El éter se condensó en un torbellino a su alrededor que se transformó en una turbulenta barrera de estrellas. Los gomejos se abalanzaron sobre ella y fueron repelidos por una rápida sucesión de pequeños estallidos.[1]
Con espacio para moverse, colocó una carta en el suelo. Una nueva barrera, esta vez de electricidad, se materializó a su alrededor. Al cerrarse por completo, inmediatamente recibió el impacto de otro grupo de gomejos. Todos estos conocieron los relámpagos a través de todo su cuerpo y el estruendo castigó a sus agudos oídos en el momento en que la barrera explotó, disparando lejos a todos los gomejos cercanos.[2]
Pero no serviría. Sabía que volverían a levantarse para continuar la arremetida. Después de todo, eran gomejos, los mortales más cercanos a la inmortalidad.
Mientras Xana luchaba, busqué entre mis bolsillos y al final en mi bolsito. Con premura, saqué las herramientas necesarias para realizar algún encantamiento. No eran lo mejor, pero me servirían para improvisar un hechizo rápido.[3]
Sin detenerme a pensar en las pocas probabilidades de que mi rebuscado plan funcionara, me dediqué a trazar runas sobre mi carro. Aceleré el flujo de mi éter para aumentar mi velocidad. Más rápido que nunca antes, debía ir más rápido que la muerte encarnada en los gomejos.
No obstante, los constantes golpes de los gomejos sacudían mi carro, dificultando la tarea.
–¡Xan…! –alcancé a gritar antes de callar súbitamente.
Ella estaba demasiado ocupada protegiendo varios carruajes al mismo tiempo, en un espectacular cataclismo de estrellas. Debía encargarme yo mismo.
Apreté los dientes. El esfuerzo gatilló un dolor punzante en mis intestinos. Tosí y sangre escapó de entre mis labios. Tardé un par de segundos para salir de la perplejidad y volver a centrarme.
Alcé mi puño derecho enguantado con Retniw. Le di éter al arma. Esta irradió un resplandor celeste y gélido. Un momento después, un dragón hecho de hielo había nacido delante de mí.[4] Extendió sus alas, preparándose para abalanzarse sobre los enemigos. Me apresuré en tocarlo para imbuirlo de éter.[5]
Entonces el dragón descendió sobre las bestias, envuelto en una fría aura de luz. Al caer, adquirió un repentido brillo cegador que precedió a una nueva explosión, una fugaz tormenta de hielo refulgente. Y muchos gomejos surcaron el aire, repelidos por el ataque.
Volví a mi tarea, aprovechando el momento de paz. La ventaja no duró mucho. Apenas unos cuantos segundos bastaron para volver a la situación anterior.
Aun así, terminé el encantamiento.
Contuviendo el absurdo impulso de celebrarlo, salté al siguiente carro para proveerlo del mismo encantamiento, sin saber si el anterior había siquiera funcionado un poco. A pesar de todo, mi corazón aún albergaba una chispa de esperanza para hacerme actuar.
Xana, por su parte, repartía partidas de madre. A pesar de la sobrecogedora cantidad de enemigos invencibles, ella seguía de pie, aún ilesa, desatando casi todo su poder al saber que no necesitaba contenerse, resistiendo al saber que no podía rendirse, por el bien de quienes necesitaban su protección, por el bien de su propia esperanza en un mundo condenado.
Cuando una avalancha de gomejos volvía a arremeter contra un carro, fueron repelidos por dos explosiones escarlatas que no dañaron a terceros.[6]
Luego conjuró una fulminante lluvia de estrellas, cuyas ardientes y explosivas gotas de luz cayeron con precisión sobre los ojos de los gomejos.[7]
Finalmente, se volvió hacia otro lado, encarando a otra avalancha peluda. Creó un pequeño sol blanco, lo comprimió y toda la energía concentrada en él, incapaz de resistir la presión, se disparó al frente, en un torrencial rayo de luz que apartó todo a su paso, creando una gran separación en el mar de gomejos, y dejó su marca luminosa y dolorosa sobre todos los desafortunados en su camino.[8]
Era una batalla desesperada contra las bestias y contra el sin sentido de la vida misma. Xana imprimió en sus ataques toda su voluntad que desafiaba al destino, negándose a aceptar que era absurdo asumir el rol de una heroína.
Aun así, no podría durar mucho más. No podía parar un tsunami ella sola. Seguía siendo una única persona, con limitaciones como el resto.
Sus piernas fallaron y se sostuvo clavando su lanza en el suelo. Tragó saliva, apretó los dientes y buscó fuerzas para continuar. Si seguía, si se veía obligada a usar toda su fuerza, mostraría algo que deseaba mantener encerrado, algo oscuro pero superior a su poder de luces y truenos. Pero, sin que yo lo supiera, pospuse aquel momento.
Una biusa brillante cayó en el mar peludo. Explotó formando una erupción de gomejos y despejando un área, donde un instante después aterricé con una pose heroica únicamente para verme bien.[9]
–¡Ponte a salvo! –le ordené a Xana, sin más explicación.
Saqué mi ocarina de mi bolso y la llevé a mis labios, para un último plan que, probablemente, me conduciría a una muerte ridícula. Sí, quizás eso pasaría, pero ya había asumido desde hacía mucho tiempo que moriría de manera absurda y que era posible que jamás alcanzase mi utópico sueño de lograr un mundo mejor. Si eso sucedía, si fracasaba ahora, entonces… esta última canción que tocaría sería el réquiem para un sueño.
¡Eso, lo dije! Esto es literatura.
En fin, volviendo a lo importante, toqué como si no hubiera un mañana, lo cual era casi cierto. No intenté sonar armonioso ni afinado, pues mi objetivo era torturar a los gomejos en su don que, a su vez, era su maldición: un sentido del oído extraordinario.[10]
«¿Y ahora qué?», me pregunté, algo en lo que debí pensar mucho antes. «¿Esto los espantará y huirán del ruido o los atraerá para destruir la ocarina?», eran mis suposiciones, quizás ambas igual de erradas; durante la última temporada, eventos impredecibles eran la norma.
En cualquier caso, preferí no quedarme quieto. Me potencié con magia para ir saltando de un lado a otro, cayendo en gomejos y saltando en medio de saltos,[11] sin dejar de soplar la ocarina y sin reparar en la sangre que salía de mi boca.
(☞°∀°)☞ OFFROL ☜(°∀°☜)
[1] Habi de Xana: Tertulia de astros, para hacer una barrera de estrellitas explosivas y aturdidoras.
[2] Limitado: Runa de territorio, para hacer una barrera de electricidad explosiva.
[3] Medida desesperada: aprovecho la profesión de arcanos para intentar encantar los carros con Runa de armonía natural, que evita que animales salvajes los ataquen. Si no funciona, pues lo intenté.
[4] Habi épica de Retniw: invoca un dragón de hielo kamikaze.
[5] Habi de Rauko: Toque luminiscente, para convertir algo en explosivo al toque nomás.
[6] Habi de Xana: Idilio de estrellas (x2), para hacer explosiones rojas bonitas que afectan solo a los gomejos.
[7] Habi de Xana: Polvo estelar, para lanzar partículas de luz explosivas.
[8] Habi de Xana: Torrente cósmico, para lanzar un kamehameha.
[9] Habis de Rauko: Protobiusa, para hacer una biusa, y Toque luminiscente, para que la biusa sea explosiva.
[10] Otra medida desesperada: plagio a Zelas, pero con pobreza. Intento aprovechar que los gomejos son animales con muy buen oído para fastidiarlos un poco, a ver qué sucede.
[11] Habi de Rauko: Vuelo fúlgido, para dar saltitos mágicos, incluso en el aire.
[2] Limitado: Runa de territorio, para hacer una barrera de electricidad explosiva.
[3] Medida desesperada: aprovecho la profesión de arcanos para intentar encantar los carros con Runa de armonía natural, que evita que animales salvajes los ataquen. Si no funciona, pues lo intenté.
[4] Habi épica de Retniw: invoca un dragón de hielo kamikaze.
[5] Habi de Rauko: Toque luminiscente, para convertir algo en explosivo al toque nomás.
[6] Habi de Xana: Idilio de estrellas (x2), para hacer explosiones rojas bonitas que afectan solo a los gomejos.
[7] Habi de Xana: Polvo estelar, para lanzar partículas de luz explosivas.
[8] Habi de Xana: Torrente cósmico, para lanzar un kamehameha.
[9] Habis de Rauko: Protobiusa, para hacer una biusa, y Toque luminiscente, para que la biusa sea explosiva.
[10] Otra medida desesperada: plagio a Zelas, pero con pobreza. Intento aprovechar que los gomejos son animales con muy buen oído para fastidiarlos un poco, a ver qué sucede.
[11] Habi de Rauko: Vuelo fúlgido, para dar saltitos mágicos, incluso en el aire.
Rauko
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Re: Réquiem para un sueño [Desafío: Un mundo sin sueños]
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No importa morir...
Si es una muerte gloriosa
Bastaron apenas unos minutos para que todo se saliera de control, lo que parecía ser una tranquila caravana para escapar del caos, se había convertido en el centro del caos, las barreras de Xana habían convertido aquello en una batalla campal, elfos contra gomejos se jugaban el prestigio de sus razas y solo una podía salir bien librada, aquello no era cuestión de sobrevivir, era cuestión de honor.
Y como era de esperarse, su batalla fue legendaria, aquel encuentro se recordaría por generaciones, se escribirían canciones, poemas, leyendas. Tan extraordinaria resultaba aquella fantástica batalla que los presentes no podían evitar asomarse por las ventanas de los carros para contemplar la majestuosidad de la batalla. Y justo eso fue lo que aprovechó el asesino para llevar a cabo su trabajo.
Fue la melodía que Rauko usó contra los gomejos, lo que sirvió para sacar de la batalla a los pasajeros del segundo carro para ver que había un fallecido entre ellos, pero no a causa de los gomejos, mientras el cadáver reposaba en el piso con varias puñaladas en la espalda, el que sostenía el arma asesina a su lado no había más que repetir -Se suicidó, lo juro, yo no he sido- Desde luego, aquello resultaba bastante difícil de creer.
¡¡Asesino, asesino!!- Comenzaron a gritar los pasajeros que no dudaron en salir del carro, restando importancia a la amenaza de los gomejos que seguían ahí, desorientados por la melodía de Rauko, atacando ahora sin diferencia aliados de enemigos, atacaban a los elfos, a los carros o a ellos mismos como si todo lo que les rodeaba fuera su enemigo.
Sin embargo, aquel asesinato no parecía una casualidad, pues la víctima había estado presumiendo ser uno de los que ayudaron a Archibald en la creación de los espejos. Además de todo, entre los presentes, un pequeño niño de aspecto andrajoso, había venido tarareando una misteriosa melodía que se detuvo ante las terribles tonadas de Rauko.
Aunque no demoró mucho en comenzar a tararear la misma melodía que Rauko estaba tocando, ocasionando que los pasajeros de la caravana entraran en una nueva ola de caos, acusándose unos a otros de haber asesinado a la víctima, y aunque sabían que no era cierto, no podían controlar sus propias acciones y pronto todos ellos, salvo por el niño, comenzarían a atacarse entre ellos mismos.
∞ ¿Sigues vivo? Rayos, esto no era parte del plan… Lo resolveremos ahora. Lamentamos interrumpir la épica batalla entre elfos y gomejos, pero un evento inesperado (o no tan inesperado) ha tomado lugar en medio del caos. Alguien se ha suicidado de varias puñaladas en la espalda y el culpable parece estar entre los pasajeros de la caravana.
∞ En este momento tienen tres opciones, aunque solo podrán elegir dos de ellas. En primer lugar, la melodía de Rauko ha convertido a los gomejos en bestias kamikaze que corren sin rumbo estrellándose contra todo, lo bueno es que ya no están tan organizados como antes. En segundo lugar, los viajeros de la caravana han comenzado a atacarse entre ellos, víctimas de una melodía similar a la que alocó a los gomejos, hay que detenerlos para evitar que se lastimen.
∞ Por último, un niño muy sospechoso ha salido corriendo hacia el bosque, pueden atraparlo, pero eso significaría descuidar una de las dos tareas anteriores, algo que podría dejar muchas víctimas, heridos o incluso muertos.
∞ Decisiones, decisiones, ninguna es del todo buena, ninguna es del todo mala, o quizás todas lo sean. Si no sobreviven, nos ahorran el tedioso trabajo de pensar en recompensas y sabremos agradecerles.
Y como era de esperarse, su batalla fue legendaria, aquel encuentro se recordaría por generaciones, se escribirían canciones, poemas, leyendas. Tan extraordinaria resultaba aquella fantástica batalla que los presentes no podían evitar asomarse por las ventanas de los carros para contemplar la majestuosidad de la batalla. Y justo eso fue lo que aprovechó el asesino para llevar a cabo su trabajo.
Fue la melodía que Rauko usó contra los gomejos, lo que sirvió para sacar de la batalla a los pasajeros del segundo carro para ver que había un fallecido entre ellos, pero no a causa de los gomejos, mientras el cadáver reposaba en el piso con varias puñaladas en la espalda, el que sostenía el arma asesina a su lado no había más que repetir -Se suicidó, lo juro, yo no he sido- Desde luego, aquello resultaba bastante difícil de creer.
¡¡Asesino, asesino!!- Comenzaron a gritar los pasajeros que no dudaron en salir del carro, restando importancia a la amenaza de los gomejos que seguían ahí, desorientados por la melodía de Rauko, atacando ahora sin diferencia aliados de enemigos, atacaban a los elfos, a los carros o a ellos mismos como si todo lo que les rodeaba fuera su enemigo.
Sin embargo, aquel asesinato no parecía una casualidad, pues la víctima había estado presumiendo ser uno de los que ayudaron a Archibald en la creación de los espejos. Además de todo, entre los presentes, un pequeño niño de aspecto andrajoso, había venido tarareando una misteriosa melodía que se detuvo ante las terribles tonadas de Rauko.
Aunque no demoró mucho en comenzar a tararear la misma melodía que Rauko estaba tocando, ocasionando que los pasajeros de la caravana entraran en una nueva ola de caos, acusándose unos a otros de haber asesinado a la víctima, y aunque sabían que no era cierto, no podían controlar sus propias acciones y pronto todos ellos, salvo por el niño, comenzarían a atacarse entre ellos mismos.
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∞ ¿Sigues vivo? Rayos, esto no era parte del plan… Lo resolveremos ahora. Lamentamos interrumpir la épica batalla entre elfos y gomejos, pero un evento inesperado (o no tan inesperado) ha tomado lugar en medio del caos. Alguien se ha suicidado de varias puñaladas en la espalda y el culpable parece estar entre los pasajeros de la caravana.
∞ En este momento tienen tres opciones, aunque solo podrán elegir dos de ellas. En primer lugar, la melodía de Rauko ha convertido a los gomejos en bestias kamikaze que corren sin rumbo estrellándose contra todo, lo bueno es que ya no están tan organizados como antes. En segundo lugar, los viajeros de la caravana han comenzado a atacarse entre ellos, víctimas de una melodía similar a la que alocó a los gomejos, hay que detenerlos para evitar que se lastimen.
∞ Por último, un niño muy sospechoso ha salido corriendo hacia el bosque, pueden atraparlo, pero eso significaría descuidar una de las dos tareas anteriores, algo que podría dejar muchas víctimas, heridos o incluso muertos.
∞ Decisiones, decisiones, ninguna es del todo buena, ninguna es del todo mala, o quizás todas lo sean. Si no sobreviven, nos ahorran el tedioso trabajo de pensar en recompensas y sabremos agradecerles.
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Re: Réquiem para un sueño [Desafío: Un mundo sin sueños]
Funcionó, a pesar de todo. Funcionó, aunque el plan sonaba mal, literal y figurativamente. Funcionó, y el incipiente deseo de celebrarlo no pudo florecer gracias al inesperado asesinato de uno de los pasajeros. O quizás fue suicido, lo que ridiculizaba aún más nuestros nobles sacrificios para salvarlos a todos.
Continué saltando de un lado a otro, impulsándome con ráfagas de éter y cayendo pesadamente rodeándome de un aura de energía, mientras mis manos, ocarina y pulmones eran herramientas que propiciaban la sonata del eterno sufrimiento, y mis alrededores eran la cuna de estrellas, engendradas por el deseo de proteger la vida, y morían convirtiéndose en explosiones que se unían a la orquesta de destrucción y sufrimiento para los tímpanos.
Al cabo de unos momentos, la situación empeoró. Me fue imposible entender la causa del repentino surgimiento de la discordia entre los propios pasajeros, quienes se volvieron actores de una obra de violencia sin sentido y absurda, despojándose de la racionalidad humana para descender a la locura inigualable de los gomejos asesinos.
Xana, sin embargo, logró notar al pequeño individuo que no tomó el rol de un actor, sino de un espectador… o ¿quizás del autor?
–¡Tú! –Le señaló Xana, impulsada a detenerlo enseguida y obtener repuestas, y fue detenida por las prioridades abalanzándose sobre ella: gomejos asesinos y pasajeros enloquecidos–. ¡Rauko, el niño! –vociferó mientras creaba otra sucesión de explosión de estrellas.
–Estoy un poco ocupado ahora –farfullé con esfuerzo antes de continuar la melodía antigomejo.
Xana, sumiéndose en la frustración al verse sobrepasada por la cantidad de problemas, se apresuró en resolver un problema a la vez. Empuñó su lanza y se lanzó hacia los pasajeros.
Mientras mi canción, madre de caos gomejil, sonaba sin parar, la elfa se convirtió, en aquel escenario caótico, en la bailarina que, mediante una danza de muertes súbitas, inexorables e ilusorias, escribía el punto final en el guion de los actores de la discordia.
Pasos veloces, saltos y algunos escasos pero oportunos giros componían su frenético baile. Su lanza se movía en armonía con su cuerpo, siendo una extensión siniestra de sí misma. El reluciente filo de su arma trazó precisos arcos y florituras, atravesando miembros, corazones y cráneos. Y las víctimas, ignorantes de su destino fortuito, caían presas del engaño, de una muerte condenada a expirar por el bien de la vida.[1]
Pero aquello no sería suficiente para garantizar la supervivencia. Ante la impredecible tormenta de gomejos, hice estallar el éter que fluía en mi cuerpo. El ardor se convirtió en mi compañera y yo en el avatar del poder. Me convertí en un fulminante golpe de energía, repeliendo a todos los gomejos en mi trayectoria, y concluí liberando una gran carga de éter en forma de una estruendosa y cegadora explosión que envió a volar a otro grupo peludo, despejando momentáneamente una línea imaginaria entre las demás bestias y los pasajeros.[2] Cuando los gomejos volvieron a acercarse, erráticos y desorganizados, volví a convertirme en la fuerza sobrenatural y los repelí con abrupta brutalidad.[2]
–¡Xana, intercambiemos! –exclamé tras volverme hacia ella y reparar en que se estaba encargando de meter a los cuerpos de los pasajeros de nuevo a sus carruajes.
Sin necesidad de más palabras, ella abandonó su labor para volver a convertirse en creadora y destructora de estrellas. Ya no contaba con todo su poder, pero esperamos que pudiera encargarse de los gomejos que se dirigieran en nuestra dirección, que ya no eran tantos desde que su locura desenfrenada dejó de tener un objetivo compartido.
Yo, mientras tanto, me encargué de resguardar los cuerpos de los pasajeros, aprovechando la velocidad y fuerza sobrehumanas de las que carecía Xana, quien desempeñaba un mejor rol lidiando con numerosos enemigos.
–¿Y el niño? –pidió saber ella con urgencia, pero sin poder apartar la mirada de la furiosa estampida gomejil.
–No lo sé –contesté tras una rápida mirada a mi alrededor–. Ya no importa ahora.
No, no importaba.
La habitual dirección de mis acciones, en situaciones similares, apuntaba a la eliminación temprana de un enemigo peligroso, a pesar de los sacrificios inmediatos, porque sabía que dejarlo escapar podría significar un mayor número de pérdidas en un futuro que podría haberse evitado.
Esta vez, sin embargo, había un factor eliminado de la ecuación.
No había ningún futuro para nadie.
Por lo tanto, al menos podría proteger nuestro presente.
Y, más importante, ¿en qué momento dejé de toser sangre?
Continué saltando de un lado a otro, impulsándome con ráfagas de éter y cayendo pesadamente rodeándome de un aura de energía, mientras mis manos, ocarina y pulmones eran herramientas que propiciaban la sonata del eterno sufrimiento, y mis alrededores eran la cuna de estrellas, engendradas por el deseo de proteger la vida, y morían convirtiéndose en explosiones que se unían a la orquesta de destrucción y sufrimiento para los tímpanos.
Al cabo de unos momentos, la situación empeoró. Me fue imposible entender la causa del repentino surgimiento de la discordia entre los propios pasajeros, quienes se volvieron actores de una obra de violencia sin sentido y absurda, despojándose de la racionalidad humana para descender a la locura inigualable de los gomejos asesinos.
Xana, sin embargo, logró notar al pequeño individuo que no tomó el rol de un actor, sino de un espectador… o ¿quizás del autor?
–¡Tú! –Le señaló Xana, impulsada a detenerlo enseguida y obtener repuestas, y fue detenida por las prioridades abalanzándose sobre ella: gomejos asesinos y pasajeros enloquecidos–. ¡Rauko, el niño! –vociferó mientras creaba otra sucesión de explosión de estrellas.
–Estoy un poco ocupado ahora –farfullé con esfuerzo antes de continuar la melodía antigomejo.
Xana, sumiéndose en la frustración al verse sobrepasada por la cantidad de problemas, se apresuró en resolver un problema a la vez. Empuñó su lanza y se lanzó hacia los pasajeros.
Mientras mi canción, madre de caos gomejil, sonaba sin parar, la elfa se convirtió, en aquel escenario caótico, en la bailarina que, mediante una danza de muertes súbitas, inexorables e ilusorias, escribía el punto final en el guion de los actores de la discordia.
Pasos veloces, saltos y algunos escasos pero oportunos giros componían su frenético baile. Su lanza se movía en armonía con su cuerpo, siendo una extensión siniestra de sí misma. El reluciente filo de su arma trazó precisos arcos y florituras, atravesando miembros, corazones y cráneos. Y las víctimas, ignorantes de su destino fortuito, caían presas del engaño, de una muerte condenada a expirar por el bien de la vida.[1]
Pero aquello no sería suficiente para garantizar la supervivencia. Ante la impredecible tormenta de gomejos, hice estallar el éter que fluía en mi cuerpo. El ardor se convirtió en mi compañera y yo en el avatar del poder. Me convertí en un fulminante golpe de energía, repeliendo a todos los gomejos en mi trayectoria, y concluí liberando una gran carga de éter en forma de una estruendosa y cegadora explosión que envió a volar a otro grupo peludo, despejando momentáneamente una línea imaginaria entre las demás bestias y los pasajeros.[2] Cuando los gomejos volvieron a acercarse, erráticos y desorganizados, volví a convertirme en la fuerza sobrenatural y los repelí con abrupta brutalidad.[2]
–¡Xana, intercambiemos! –exclamé tras volverme hacia ella y reparar en que se estaba encargando de meter a los cuerpos de los pasajeros de nuevo a sus carruajes.
Sin necesidad de más palabras, ella abandonó su labor para volver a convertirse en creadora y destructora de estrellas. Ya no contaba con todo su poder, pero esperamos que pudiera encargarse de los gomejos que se dirigieran en nuestra dirección, que ya no eran tantos desde que su locura desenfrenada dejó de tener un objetivo compartido.
Yo, mientras tanto, me encargué de resguardar los cuerpos de los pasajeros, aprovechando la velocidad y fuerza sobrehumanas de las que carecía Xana, quien desempeñaba un mejor rol lidiando con numerosos enemigos.
–¿Y el niño? –pidió saber ella con urgencia, pero sin poder apartar la mirada de la furiosa estampida gomejil.
–No lo sé –contesté tras una rápida mirada a mi alrededor–. Ya no importa ahora.
No, no importaba.
La habitual dirección de mis acciones, en situaciones similares, apuntaba a la eliminación temprana de un enemigo peligroso, a pesar de los sacrificios inmediatos, porque sabía que dejarlo escapar podría significar un mayor número de pérdidas en un futuro que podría haberse evitado.
Esta vez, sin embargo, había un factor eliminado de la ecuación.
No había ningún futuro para nadie.
Por lo tanto, al menos podría proteger nuestro presente.
Y, más importante, ¿en qué momento dejé de toser sangre?
(☞°∀°)☞ OFFROL ☜(°∀°☜)
[1] Encantamiento de Wehmut: Castigo, para matar temporalmente a los pasajeros locos.
[2] Combo, dos veces: Uso habi nvl 5, Impulso destellante, para hacer un dash, junto con habi nvl 1, Choque centelleante, para lanzar una explosión de luz que no gasta su uso por combinarse con la habi nvl 5.
Resumen: Sigo lidiando con los gomejos y mando a mimir a los pasajeros, pero dejo escapar al mocoso =')
[2] Combo, dos veces: Uso habi nvl 5, Impulso destellante, para hacer un dash, junto con habi nvl 1, Choque centelleante, para lanzar una explosión de luz que no gasta su uso por combinarse con la habi nvl 5.
Resumen: Sigo lidiando con los gomejos y mando a mimir a los pasajeros, pero dejo escapar al mocoso =')
Rauko
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Re: Réquiem para un sueño [Desafío: Un mundo sin sueños]
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No te tomes la vida en serio...
Porque no saldrás vivo de ella.
La batalla entre los elfos y los gomejos había sido formidable. Aunque los gomejos parecían indetructibles, los elfos habían conseguido mantenerlos a raya por lo menos la mayor parte del tiempo. Fugazmente algunas de estas pequeñas y esponjosas amenazas habían tropezado a Rauko en lo que parecían fútiles e inofensivos ataques, pero aquello tendría consecuencias peores de las imaginables.
Mientras los elfos se encontraban defendiendo la caravana, a lo lejos se pudo ver una estrepitosa y grotesca explosión de sangre. No pasó mucho tiempo antes que en otro punto de la multitud de gomejos hubiera otra de esas desastrosas explosiones que de momento parecían inexplicables.
En apenas unos instantes, una gran parte de los gomejos se movían más lentos, con sus ojos rojos y miradas perdidas hasta que repentinamente explotaban expulsando sangre y órganos triturados a través de todos los orificios de su piel o incluso, logrando romper aquella dura piel para emular una sangrienta exhibición de fuegos artificiales.
La enorme estampida de gomejos comenzó a reducirse rápidamente, algunos intentaban escapar, haciendo que el grupo de disgregara en múltiples direcciones, mientras que otros se convertían en jugo de gomejo desperdigado por el suelo.
No pasaría mucho tiempo antes que la pareja de jóvenes elfos se encontrara fuera del peligro que aquellos animales representaban, lo que les dio más libertad para terminar de dejar fuera de combate a los viajeros de la caravana evitando así que se terminaran asesinando unos a otros.
Por desgracia, no todo había salido a la perfección, pues el pequeño niño que había causado los asesinatos había escapado, así que de momento no sería posible conocer el motivo de sus nefastas acciones. Tras algunas horas, todos despertaron… menos el muerto, porque no podía, pero todos los demás sí despertaron arrepentidos y apenados por las acciones cometidas en medio del frenesí causado por aquella melodía.
La caravana podría continuar su viaje hasta un lugar seguro, o al menos lo que ellos pensaban que era un lugar seguro, aunque el hombre que los había motivado y guiado a viajar hasta ese lugar, no había logrado llegar a ese destino.
∞ Puede que pocos pensaran que los gomejos fueran capaces de dar una batalla tan formidable, pero nadie, absolutamente nadie con conocimientos de estrategias bélicas habría apostado por la pareja de elfos, felicidades, sobrevivieron al apocalipsis de gomejos locos, pero no al fin del mundo, aunque luego sí pero bueno, spoilers.
∞ Ha sido un tema bastante, cómo decirlo… raro, particular, pero divertido, no esperaba menos de un elfo, suerte que estaba Xana para poner un poco de seriedad, o esto se nos habría ido de las manos.
∞ Por tan buen desempeño quedas liberado de la maldición contagiosa, recibes 50 aeros, 5 puntos de experiencia y un Sombrero de Eostre.
Mientras los elfos se encontraban defendiendo la caravana, a lo lejos se pudo ver una estrepitosa y grotesca explosión de sangre. No pasó mucho tiempo antes que en otro punto de la multitud de gomejos hubiera otra de esas desastrosas explosiones que de momento parecían inexplicables.
En apenas unos instantes, una gran parte de los gomejos se movían más lentos, con sus ojos rojos y miradas perdidas hasta que repentinamente explotaban expulsando sangre y órganos triturados a través de todos los orificios de su piel o incluso, logrando romper aquella dura piel para emular una sangrienta exhibición de fuegos artificiales.
La enorme estampida de gomejos comenzó a reducirse rápidamente, algunos intentaban escapar, haciendo que el grupo de disgregara en múltiples direcciones, mientras que otros se convertían en jugo de gomejo desperdigado por el suelo.
No pasaría mucho tiempo antes que la pareja de jóvenes elfos se encontrara fuera del peligro que aquellos animales representaban, lo que les dio más libertad para terminar de dejar fuera de combate a los viajeros de la caravana evitando así que se terminaran asesinando unos a otros.
Por desgracia, no todo había salido a la perfección, pues el pequeño niño que había causado los asesinatos había escapado, así que de momento no sería posible conocer el motivo de sus nefastas acciones. Tras algunas horas, todos despertaron… menos el muerto, porque no podía, pero todos los demás sí despertaron arrepentidos y apenados por las acciones cometidas en medio del frenesí causado por aquella melodía.
La caravana podría continuar su viaje hasta un lugar seguro, o al menos lo que ellos pensaban que era un lugar seguro, aunque el hombre que los había motivado y guiado a viajar hasta ese lugar, no había logrado llegar a ese destino.
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∞ Puede que pocos pensaran que los gomejos fueran capaces de dar una batalla tan formidable, pero nadie, absolutamente nadie con conocimientos de estrategias bélicas habría apostado por la pareja de elfos, felicidades, sobrevivieron al apocalipsis de gomejos locos, pero no al fin del mundo, aunque luego sí pero bueno, spoilers.
∞ Ha sido un tema bastante, cómo decirlo… raro, particular, pero divertido, no esperaba menos de un elfo, suerte que estaba Xana para poner un poco de seriedad, o esto se nos habría ido de las manos.
∞ Por tan buen desempeño quedas liberado de la maldición contagiosa, recibes 50 aeros, 5 puntos de experiencia y un Sombrero de Eostre.
- Sombrero de Eostre:
- Sombrero de Eostre: [Consumible] Un sombrero mágico que dispara un gomejo desde su interior a gran velocidad contra un objetivo. Su alcance es de 20 metros. Cuenta con una sola munición, pero, si logras atrapar al gomejo nuevamente, puedes volver a dispararlo varias veces en el mismo tema. Desaparecerá al final del tema en que sea usado.
Ansur
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