El Camino del Forastero [Libre] [+18]
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El Camino del Forastero [Libre] [+18]
Tambores de piel de yak y cuernos del mismo animal, llenando el aire con su rítmico y contundente sonido en forma de ofrenda para el Tigre guía y todas las fuerzas que lo conforman... Los Isklør y los Stala se agruparon bajo las rojas nubes del alba en el centro de su asentamiento rodeando a uno de sus dos chamanes, Sein, que se mantenía de pie como todos mientras sujetaba su tótem. Había soltado su abrigo de gruesas pieles y se había desenganchado la armadura, mostrando su torso descubierto y dejando así a la vista sus rasgos felinos para mostrarle a los espíritus guía su disposición, y esperando obtener de vuelta la ayuda del Tigre guía para mantener a salvo a su tribu y a él mismo, ya que el momento de partir había llegado.
Los miembros de la alianza de los dos clanes que no hacían sonar un instrumento, contribuían al ritual de despedida con sus propias voces, formando así entre todos un espectáculo digno de admirar que colmaba el alma de todos ellos de energía en aquel momento de necesidad.
Sein, podía sentir la presencia del Tigre guía observando desde lo alto aquella formación circular de piedras en la nieve sobre la que todos le aclamaban pidiendo su protección. Esto fue suficiente para asegurarse de que el ritual había concluido y todos habían sido bendecidos.
- Tigre ha escuchado, hermanos. Tigre protegerá - exclamó con los brazos abiertos y sosteniendo su tótem para toda su tribu. Ahora, el ritmo de los instrumentos se había esfumado, y todos comenzaron a celebrar formando jaleo alrededor de Sein mientras este se mantenía quieto en su lugar.
Vark, el otro chamán, el líder de los Stala, se acercó a Sein para darle un vigoroso abrazo.
- Amigo, estarás bien. Vark cuidará gente mientras Sein está fuera. ¿De verdad no quieres hermano que acompañe? Varios hombres fuertes querrán acompañar Sein en su viaje - Sein le devolvió el abrazo sonriendo con cierta melancolía en el rostro.
- Estoy seguro, amigo. Sé defender solo - Le golpeó cariñosamente en los hombros con la palma de sus manos mientras reía. - Gente está mejor aquí mientras investigo. Encontraré comida y lugar mejor. Sobre todo mucha comida. Prometo.
Con los ojos llorosos, volvió a vestirse y tras un último abrazo caminó hacia su cabaña para recoger todo su equipo y comida para un par de días, y luego se acercó a su familia y sus seres más allegados para despedirse. Muchos Isklør y Stala le rodeaban dedicándole cánticos, gritos y buenos deseos mientras él se preparaba para abandonar su asentamiento.
Los miembros de la alianza de los dos clanes que no hacían sonar un instrumento, contribuían al ritual de despedida con sus propias voces, formando así entre todos un espectáculo digno de admirar que colmaba el alma de todos ellos de energía en aquel momento de necesidad.
Sein, podía sentir la presencia del Tigre guía observando desde lo alto aquella formación circular de piedras en la nieve sobre la que todos le aclamaban pidiendo su protección. Esto fue suficiente para asegurarse de que el ritual había concluido y todos habían sido bendecidos.
- Tigre ha escuchado, hermanos. Tigre protegerá - exclamó con los brazos abiertos y sosteniendo su tótem para toda su tribu. Ahora, el ritmo de los instrumentos se había esfumado, y todos comenzaron a celebrar formando jaleo alrededor de Sein mientras este se mantenía quieto en su lugar.
Vark, el otro chamán, el líder de los Stala, se acercó a Sein para darle un vigoroso abrazo.
- Amigo, estarás bien. Vark cuidará gente mientras Sein está fuera. ¿De verdad no quieres hermano que acompañe? Varios hombres fuertes querrán acompañar Sein en su viaje - Sein le devolvió el abrazo sonriendo con cierta melancolía en el rostro.
- Estoy seguro, amigo. Sé defender solo - Le golpeó cariñosamente en los hombros con la palma de sus manos mientras reía. - Gente está mejor aquí mientras investigo. Encontraré comida y lugar mejor. Sobre todo mucha comida. Prometo.
Con los ojos llorosos, volvió a vestirse y tras un último abrazo caminó hacia su cabaña para recoger todo su equipo y comida para un par de días, y luego se acercó a su familia y sus seres más allegados para despedirse. Muchos Isklør y Stala le rodeaban dedicándole cánticos, gritos y buenos deseos mientras él se preparaba para abandonar su asentamiento.
Última edición por Sein Isånd el Jue Abr 18 2024, 00:10, editado 1 vez
Sein Isånd
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El Camino del Forastero [Libre]
El miembro 'Sein Isånd' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: El Camino del Forastero [Libre] [+18]
Akanke había tomado rumbo norte, cruzando los bosques del oeste. Amosa la guiaba y ella confiaba en que su pariente le estaba llevando por buen camino hacia su hogar, aunque no entendía por qué el rodeo, alejándola del Tymer cada vez más.
Las temperaturas comenzaron a bajar a medida que la bestial se acercaba a la gran estepa, los árboles cada vez eran menos así que el viento helado corría libremente entre ellos. La piel de Akanke era gruesa y resistente, pero no llevaba mucho abrigo y el frío se hizo sentir. -¿A dónde llevando?- le preguntaba a su ave, que le respondía con alegres trinos y revoloteos al rededor de su cabeza. La mujer equina sonreía y sacudía la preocupación de su cabeza; su pariente la llevaba de paseo y quién era ella para contradecirla.
Hasta que, de repente, Amosa se posó en un árbol y no se movió más. Estaban muy cerca del borde del bosque, donde comenzaba la extensa planicie. Akanke entendió que allí debían descansar y prendió un buen fuego antes de armar su pequeño campamento.
Estaba sentada junto a la fogata, comiendo unas nueces que llevaba para merendar. Pensaba; Akanke pensaba mucho. A menudo su mente solo se esforzaba en entender lo que escuchaba y veía. Desde que llegó al templo estaba en constante aprendizaje de una labor que nunca pidió ni pensó que tendría. Ella tenía una idea de lo que quería hacer cuando recuperó su libertad, pero son los dioses quienes guían los destinos de los seres, y ellos quisieron que ella se encargara de los monos. Aceptó su destino manifiesto, entendió que debía liderarlos, educarlos y organizarlos para que vivieran en paz y prósperos.
El bosque que rodeaba el templo era generoso, jamás faltaba la comida. Mientras lo trataran con respeto y amor, el bosque daba en abundancia. Ni siquiera con la llegada del clan de licántropos, disminuyeron los recursos. Al principio, monos y lycans se trataban con recelo, pero pronto los monos entendieron la bendición que habían recibido, pues los lobos tenían artesanos y sabían leer, escribir y entendían de números. Los lobos compartieron sus conocimientos con los monos y estos, a su vez, enseñaban a los lobos a vivir en el bosque y convivir en armonía con él.
Intercambiaban sus conocimientos y el Templo se llenaba de vida y colores. Akanke no podía sentirse más feliz. Sonrió al recordar a su nueva familia y sintió la calidez del amor en su pecho. Amosa saltó de su rama y se dejó caer para posarse en la cabeza de su ama. Trinaba y piaba con fuerza, haciendo sonidos que Akanke no le había oído antes.
El ave alzó el vuelo y la bestial se levantó para seguirla. Llegó al linde del bosque, justo debajo de donde Amosa volaba en círculos. Miró al suelo, creyendo que su pariente había encontrado algo allí, pero no había más que tierra y piedritas. -¿Qué pasando, Amosa? ¿Qué haciendo?- preguntaba, pero su ave solo trinaba y volaba en círculos. Akanke resopló y alzó la mirada. A lo lejos, una figura se acercaba; un hombre solitario. Puso la mano sobre sus ojos como visera para ver mejor y esperó.
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Tirada del 7 de septiembre
Las temperaturas comenzaron a bajar a medida que la bestial se acercaba a la gran estepa, los árboles cada vez eran menos así que el viento helado corría libremente entre ellos. La piel de Akanke era gruesa y resistente, pero no llevaba mucho abrigo y el frío se hizo sentir. -¿A dónde llevando?- le preguntaba a su ave, que le respondía con alegres trinos y revoloteos al rededor de su cabeza. La mujer equina sonreía y sacudía la preocupación de su cabeza; su pariente la llevaba de paseo y quién era ella para contradecirla.
Hasta que, de repente, Amosa se posó en un árbol y no se movió más. Estaban muy cerca del borde del bosque, donde comenzaba la extensa planicie. Akanke entendió que allí debían descansar y prendió un buen fuego antes de armar su pequeño campamento.
Estaba sentada junto a la fogata, comiendo unas nueces que llevaba para merendar. Pensaba; Akanke pensaba mucho. A menudo su mente solo se esforzaba en entender lo que escuchaba y veía. Desde que llegó al templo estaba en constante aprendizaje de una labor que nunca pidió ni pensó que tendría. Ella tenía una idea de lo que quería hacer cuando recuperó su libertad, pero son los dioses quienes guían los destinos de los seres, y ellos quisieron que ella se encargara de los monos. Aceptó su destino manifiesto, entendió que debía liderarlos, educarlos y organizarlos para que vivieran en paz y prósperos.
El bosque que rodeaba el templo era generoso, jamás faltaba la comida. Mientras lo trataran con respeto y amor, el bosque daba en abundancia. Ni siquiera con la llegada del clan de licántropos, disminuyeron los recursos. Al principio, monos y lycans se trataban con recelo, pero pronto los monos entendieron la bendición que habían recibido, pues los lobos tenían artesanos y sabían leer, escribir y entendían de números. Los lobos compartieron sus conocimientos con los monos y estos, a su vez, enseñaban a los lobos a vivir en el bosque y convivir en armonía con él.
Intercambiaban sus conocimientos y el Templo se llenaba de vida y colores. Akanke no podía sentirse más feliz. Sonrió al recordar a su nueva familia y sintió la calidez del amor en su pecho. Amosa saltó de su rama y se dejó caer para posarse en la cabeza de su ama. Trinaba y piaba con fuerza, haciendo sonidos que Akanke no le había oído antes.
El ave alzó el vuelo y la bestial se levantó para seguirla. Llegó al linde del bosque, justo debajo de donde Amosa volaba en círculos. Miró al suelo, creyendo que su pariente había encontrado algo allí, pero no había más que tierra y piedritas. -¿Qué pasando, Amosa? ¿Qué haciendo?- preguntaba, pero su ave solo trinaba y volaba en círculos. Akanke resopló y alzó la mirada. A lo lejos, una figura se acercaba; un hombre solitario. Puso la mano sobre sus ojos como visera para ver mejor y esperó.
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Tirada del 7 de septiembre
Akanke
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Su objetivo; llegar al sur, su obstáculo no tener el dinero para tal viaje, ¿Como debía conseguir ese dinero? Fácil, trabajando, problema con eso, terminar mas lejos de su objetivo principal.
Odiaba el norte no lo negaría jamas, detestaba la sensación de su plumaje congelado sin importar la cantidad de abrigo que llevara encima, pero era el único lugar donde tenia contactos confiables para trabajos.
- La necesidad tiene cara de perro. - Penso en voz alta mientras caminaba por el camino que siempre tomaba para llegar a la capital del norte.
Observa como el cielo comienza tornarse con colores del día dandole la bienvenida a la noche, a la feria noche. Con resignación decidió retroceder un poco de su camino a una pequeña área boscosa por donde estaba segura que no se congelaría cuando bajara mas.
Lo que no esperaba era encontrar rastros, a simple vista no se identificaban bien si de personas o animales de la zona, fuera como fuera lo mejor sería no bajar la guardia, o ese era el plan hasta que un gruñido se escuchó.
"Mierda..." Exclamó en su mente
La emplumada mientras retrocedía lentamente mientras trataba de alcanzar su arco y una flecha sin movimientos muy bruscos para evitar alterar a la bestia enfrente de ella, pero el entorno no estuvo a su favor en esa ocasión una traicionera piedra cubierta de musgo frío causó la caída de la emplumada alertando al oso.
Estaba claro que en combate estaba perdida, solo quedaba una opción la huida, no la mejor pero debía encontrar un lugar con ventaja, y en ese momento tenía la de perder.
"Patitas para que las tengo."
Sin más como alma llevada por los dioses la corvina emprendió una carrera entre el bosque aprovechando su tamaño pequeño en comparación al del oso para aventajar se un poco en el terreno.
- ¿¡¡POR QUE SIEMPRE ME OCURRE ESTO A MI!!?-
Odiaba el norte no lo negaría jamas, detestaba la sensación de su plumaje congelado sin importar la cantidad de abrigo que llevara encima, pero era el único lugar donde tenia contactos confiables para trabajos.
- La necesidad tiene cara de perro. - Penso en voz alta mientras caminaba por el camino que siempre tomaba para llegar a la capital del norte.
Observa como el cielo comienza tornarse con colores del día dandole la bienvenida a la noche, a la feria noche. Con resignación decidió retroceder un poco de su camino a una pequeña área boscosa por donde estaba segura que no se congelaría cuando bajara mas.
Lo que no esperaba era encontrar rastros, a simple vista no se identificaban bien si de personas o animales de la zona, fuera como fuera lo mejor sería no bajar la guardia, o ese era el plan hasta que un gruñido se escuchó.
"Mierda..." Exclamó en su mente
La emplumada mientras retrocedía lentamente mientras trataba de alcanzar su arco y una flecha sin movimientos muy bruscos para evitar alterar a la bestia enfrente de ella, pero el entorno no estuvo a su favor en esa ocasión una traicionera piedra cubierta de musgo frío causó la caída de la emplumada alertando al oso.
Estaba claro que en combate estaba perdida, solo quedaba una opción la huida, no la mejor pero debía encontrar un lugar con ventaja, y en ese momento tenía la de perder.
"Patitas para que las tengo."
Sin más como alma llevada por los dioses la corvina emprendió una carrera entre el bosque aprovechando su tamaño pequeño en comparación al del oso para aventajar se un poco en el terreno.
- ¿¡¡POR QUE SIEMPRE ME OCURRE ESTO A MI!!?-
Nomelia
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Re: El Camino del Forastero [Libre] [+18]
Paso tras paso, Sein no dejaba de pensar en lo mucho que echaría de menos a su gente. Pero un sonido familiar le sacó de sus pensamientos.
De vez en cuando, parejas de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] sobrevolaban las tierras en las que se asentaba su tribu. Estos, con su enorme tamaño, podían ser escuchados desde lejos, al menos por los de la raza del chamán, pues gozaban de un sentido del oído bastante afilado.
Dirigió su mirada entonces al cielo, que ya comenzaba a tornarse más claro, y vio a un bégimo solitario volando en la misma dirección en la que él caminaba. Tuvo la suerte de que estas admirables criaturas fueran de naturaleza pacífica, pues inesperadamente aterrizó en el sendero nevado que seguía, unos cuantos metros más adelante. - Estás cansado, ¿eh, amigo? - dijo en voz baja, pensando en alto.
Se acercó con tranquilidad al gran mamífero, conocedor de su manso carácter. Este se dejó acariciar, y Sein disfrutaba del tacto de su abundante pelaje mientras el bégimo permanecía tranquilo, con la respiración ligeramente intensa después de tanto vuelo. - ¿Qué tal tu viaje? ¿Demasiado vuelo? Ojalá poder hacer igual, amigo... ¿Cómo es tierra desde arriba? Seguro que es imagen impresionante... - le hablaba tranquilo mientras acariciaba su lomo.
El bégimo y el chamán escucharon un ruido inesperado en medio de aquel claro nevado. Provenía de una arboleda cercana, y parecía ser el grito de una mujer. Rápido se dirigió hacia allí preguntándose qué estaría sucediendo, y pensando que quizá podría ayudar. El bégimo, por otro lado, permaneció tranquilo en su posición, observando cómo Sein corría veloz hacia los árboles.
Allí procuró guiarse por los sonidos, y finalmente alcanzó a ver entre los árboles a un oso salvaje persiguiendo a una joven mujer-bestia. - ¡Sube a árbol! ¡Osos no escalan! - le aconsejó a aquella chica. Luego se aseguró de atraer la atención del oso para dejarle tiempo y que pudiera subir al árbol con facilidad, y cuando consiguió atraerlo a unos diez metros de él saltó hacia el tronco de un grueso árbol para engancharse y acabar sentándose en una rama.
- ¡Ahora tenemos que esperar! ¡Aburrirá en un rato, y podremos ir de aquí! - le dijo desde su posición. Si no era necesario, no mataría a aquel animal. Aunque para asegurarse, decidió preguntarle a la mujer-bestia. - ¿Tienes comida? ¡Podemos matar oso si necesitas!
Al fin y al cabo, era una posibilidad bastante probable la de tener que acabar matando a aquel oso. Si estaba hambriento, seguramente no se iría de ahí sin cazar una presa para alimentarse, y menos si tuviera crías.
De vez en cuando, parejas de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] sobrevolaban las tierras en las que se asentaba su tribu. Estos, con su enorme tamaño, podían ser escuchados desde lejos, al menos por los de la raza del chamán, pues gozaban de un sentido del oído bastante afilado.
Dirigió su mirada entonces al cielo, que ya comenzaba a tornarse más claro, y vio a un bégimo solitario volando en la misma dirección en la que él caminaba. Tuvo la suerte de que estas admirables criaturas fueran de naturaleza pacífica, pues inesperadamente aterrizó en el sendero nevado que seguía, unos cuantos metros más adelante. - Estás cansado, ¿eh, amigo? - dijo en voz baja, pensando en alto.
Se acercó con tranquilidad al gran mamífero, conocedor de su manso carácter. Este se dejó acariciar, y Sein disfrutaba del tacto de su abundante pelaje mientras el bégimo permanecía tranquilo, con la respiración ligeramente intensa después de tanto vuelo. - ¿Qué tal tu viaje? ¿Demasiado vuelo? Ojalá poder hacer igual, amigo... ¿Cómo es tierra desde arriba? Seguro que es imagen impresionante... - le hablaba tranquilo mientras acariciaba su lomo.
El bégimo y el chamán escucharon un ruido inesperado en medio de aquel claro nevado. Provenía de una arboleda cercana, y parecía ser el grito de una mujer. Rápido se dirigió hacia allí preguntándose qué estaría sucediendo, y pensando que quizá podría ayudar. El bégimo, por otro lado, permaneció tranquilo en su posición, observando cómo Sein corría veloz hacia los árboles.
Allí procuró guiarse por los sonidos, y finalmente alcanzó a ver entre los árboles a un oso salvaje persiguiendo a una joven mujer-bestia. - ¡Sube a árbol! ¡Osos no escalan! - le aconsejó a aquella chica. Luego se aseguró de atraer la atención del oso para dejarle tiempo y que pudiera subir al árbol con facilidad, y cuando consiguió atraerlo a unos diez metros de él saltó hacia el tronco de un grueso árbol para engancharse y acabar sentándose en una rama.
- ¡Ahora tenemos que esperar! ¡Aburrirá en un rato, y podremos ir de aquí! - le dijo desde su posición. Si no era necesario, no mataría a aquel animal. Aunque para asegurarse, decidió preguntarle a la mujer-bestia. - ¿Tienes comida? ¡Podemos matar oso si necesitas!
Al fin y al cabo, era una posibilidad bastante probable la de tener que acabar matando a aquel oso. Si estaba hambriento, seguramente no se iría de ahí sin cazar una presa para alimentarse, y menos si tuviera crías.
Sein Isånd
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Re: El Camino del Forastero [Libre] [+18]
Cuando la figura estuvo más cerca, Akanke se dio cuenta que lo que ella creía que era la silueta de un hombre, era un ave de gran tamaño que gritaba, perseguida por un enorme oso. La bestial reculó para esconderse. No alcanzó a hacer más que eso cuando un hombre apareció y distrajo al oso mientras gritaba al ave que subiera a un árbol, para luego subir él de un salto. Al parecer, ambos eran hombres bestia como ella.
Oculta tras un tronco, escuchaba los bufidos y gruñidos del oso que rondaba su presa, frustrado de no poder alcanzarla. Cuando escuchó al hombre proponer matar al oso, Akanke decidió que intervendría, para evitar que aquel magnífico espécimen de animal fuese sacrificado. Con mucho cuidado, para no hacer mucho ruido, salió de su escondite, buscando con la mirada una piedra, cualquier cosa que pudiera lanzar lejos. Pero ni toda su precaución le salvó de pisar una rama que se disimulaba bajo la nieve. Aquel sonido llamó la atención del oso, quien de inmediato se lanzó sobre ella*.
La mujer equina se lanzó a correr para huir del animal, pero la nieve fresca le hacía terriblemente difícil correr con la velocidad de la que ella era capaz. Inevitablemente, el oso la alcanzó y la tiró al piso con un zarpazo. Akanke, mientras caía de bruces, se aferró a su báculo, abrazándolo con brazos y piernas. Sobre el suelo, se giró para quedar de frente al gran oso que se abalanzaba sobre ella con fauces abiertas, dispuesto a morder. Estiró los brazos para trabar su báculo en su hocico, empujando con todas sus fuerzas para que no la mordiera. La mujer gritó de dolor cuando las garras de una de las patas del oso se clavaron en su hombro.
Oculta tras un tronco, escuchaba los bufidos y gruñidos del oso que rondaba su presa, frustrado de no poder alcanzarla. Cuando escuchó al hombre proponer matar al oso, Akanke decidió que intervendría, para evitar que aquel magnífico espécimen de animal fuese sacrificado. Con mucho cuidado, para no hacer mucho ruido, salió de su escondite, buscando con la mirada una piedra, cualquier cosa que pudiera lanzar lejos. Pero ni toda su precaución le salvó de pisar una rama que se disimulaba bajo la nieve. Aquel sonido llamó la atención del oso, quien de inmediato se lanzó sobre ella*.
La mujer equina se lanzó a correr para huir del animal, pero la nieve fresca le hacía terriblemente difícil correr con la velocidad de la que ella era capaz. Inevitablemente, el oso la alcanzó y la tiró al piso con un zarpazo. Akanke, mientras caía de bruces, se aferró a su báculo, abrazándolo con brazos y piernas. Sobre el suelo, se giró para quedar de frente al gran oso que se abalanzaba sobre ella con fauces abiertas, dispuesto a morder. Estiró los brazos para trabar su báculo en su hocico, empujando con todas sus fuerzas para que no la mordiera. La mujer gritó de dolor cuando las garras de una de las patas del oso se clavaron en su hombro.
- Apariencia referencial de Akanke:
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- OFF:
- *La mala suerte acompaña a Akanke en este turno, como consecuencia de la mala tirada anterior.
Akanke
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Re: El Camino del Forastero [Libre] [+18]
El crujido de esa rama llegó a los oídos tanto del oso como del chamán. Ambos giraron su cabeza hacia la procedencia del sonido, y Sein pudo ver entre los árboles con dificultad a una figura femenina. Figura que retrocedía apresurada tras haber atraído la atención de la bestia.
Viendo la fiereza con la que se acercaba el oso a la chica, Sein tuvo que decidir qué hacer en cuestión de un parpadeo. Si no quería que el oso acabase con ella, lo más fácil quizás sería acabar con el oso. Pero, ¿habría una manera de hacerlo sin acabar con una vida menos en el bosque?
Sein se dispuso a intentarlo. Dirigió rápido su mano hacia su espalda para agarrar el tótem, pero antes incluso de tocarlo el oso ya había alcanzado con sus garras a la mujer. El chamán, apenado, vio que no había tiempo para invocar a los espíritus guía y que, por tanto, tendría que enfrentarse a él con métodos más agresivos.
Saltó hacia abajo impulsándose con el tronco del árbol para llegar más rápido y se abalanzó contra el oso mientras este dominaba a aquella mujer bestia. El oso gruñó con intensidad al sentir las garras de los guantes de Sein arañando su rostro y los colmillos penetrando en su nuca mientras tiraba hacia arriba para intentar alejar su cabeza del cuerpo de la chica. Ahora, el objetivo de la bestia no era ella, sino él.
Se levantó y se movió bruscamente para intentar deshacerse de Sein, pero estaba aferrado a él con fuerza y no lo conseguía. El chamán aprovechó para intentar desgarrarle el cuello con las garras mientras le mordía aún la piel de detrás de la cabeza, y consiguió arañarle, pero el mal estado de sus garras no le dejaron herirle con gravedad.
En ese momento quiso soltarse del oso para ver cómo respondía. Con suerte, saldría huyendo y no tendría que matarlo. Y, con mala suerte, el oso seguiría atacando.
La bestia feroz se dio la vuelta para ponerse cara a cara con Sein, y se puso de pie para intimidarle levantando las zarpas y con un rugido atemorizador. Pero Sein, que estaba algo acostumbrado a cazar osos, respondió de la misma manera sin dejarse amedrentar.
Una bestia y un hombre que casi también lo era, enfrentados, sin saber cual sería el próximo movimiento del otro.
______Viendo la fiereza con la que se acercaba el oso a la chica, Sein tuvo que decidir qué hacer en cuestión de un parpadeo. Si no quería que el oso acabase con ella, lo más fácil quizás sería acabar con el oso. Pero, ¿habría una manera de hacerlo sin acabar con una vida menos en el bosque?
Sein se dispuso a intentarlo. Dirigió rápido su mano hacia su espalda para agarrar el tótem, pero antes incluso de tocarlo el oso ya había alcanzado con sus garras a la mujer. El chamán, apenado, vio que no había tiempo para invocar a los espíritus guía y que, por tanto, tendría que enfrentarse a él con métodos más agresivos.
Saltó hacia abajo impulsándose con el tronco del árbol para llegar más rápido y se abalanzó contra el oso mientras este dominaba a aquella mujer bestia. El oso gruñó con intensidad al sentir las garras de los guantes de Sein arañando su rostro y los colmillos penetrando en su nuca mientras tiraba hacia arriba para intentar alejar su cabeza del cuerpo de la chica. Ahora, el objetivo de la bestia no era ella, sino él.
Se levantó y se movió bruscamente para intentar deshacerse de Sein, pero estaba aferrado a él con fuerza y no lo conseguía. El chamán aprovechó para intentar desgarrarle el cuello con las garras mientras le mordía aún la piel de detrás de la cabeza, y consiguió arañarle, pero el mal estado de sus garras no le dejaron herirle con gravedad.
En ese momento quiso soltarse del oso para ver cómo respondía. Con suerte, saldría huyendo y no tendría que matarlo. Y, con mala suerte, el oso seguiría atacando.
La bestia feroz se dio la vuelta para ponerse cara a cara con Sein, y se puso de pie para intimidarle levantando las zarpas y con un rugido atemorizador. Pero Sein, que estaba algo acostumbrado a cazar osos, respondió de la misma manera sin dejarse amedrentar.
Una bestia y un hombre que casi también lo era, enfrentados, sin saber cual sería el próximo movimiento del otro.
OFF: Akankita <3 , te dejo a ti la decisión final. ¿Atacará el oso? ¿Lo detendrá Akanke? ¿Dejará que Sein haga lo que crea conveniente con él? ¿Huirá para no recibir más heridas de las garras de Sein? ¿Está cansada de que las manchas de su baño no se vayan nunca?
Sein Isånd
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Re: El Camino del Forastero [Libre] [+18]
Akanke sabía que no aguantaría mucho aquella lucha cuerpo a cuerpo con la enorme bestia que le atacaba, mucho menos ahora con un brazo herido. Rugió furiosa, empujando con todas las fuerzas de su cuerpo, usando las piernas también. Los colmillos estaban tan cerca de su cara, que se cubría de la maloliente saliva del omnívoro.
Fue en ese momento en que cayó del cielo su salvación. Era el hombre que había llamado antes la atención del oso el que lo atacaba, colgándose de su espalda y mordiéndolo con fiereza. Así logró zafarse la del Templo y lo más rápido que pudo se incorporó para correr hacia el hombre que había caído de la espalda del animal. Se unió a él, abriendo los brazos para hacerse ver más grande, gritando con fuerza, buscando espantarlo. Por último, Amosa llegó graznando amenazadora, atacando la cabeza del oso.
La bestia no tuvo otra salida más que retroceder y alejarse, para el alivio de todos. Akanke resopló y se relajó. Se tambaleó, sintiéndose débil y la tibieza de la sangre que brotaba de su herida, empapando su ropa. Finalmente, se desplomó, cayendo sentada sobre la nieve. Su ave mascota se posó sobre su muslo y hacía sonidos suaves, reconfortantes. -Estando bien, Amosa- le respondió, -Necesitando descanso- dijo en tono tranquilizador, acariciando el colorido plumaje del ave.
Alzó la mirada hacia el hombre para agradecerle, pero con tan solo verlo, sintió un nudo en la garganta. El dolor quedó relegado a un segundo plano. Jamás había visto ella ojos iguales a los de él ni percibido la energía que de él emanaba. Algo en la boca de su estómago se apretó y tuvo que reprimir unas intensas ganas de estirar las manos y tomar su rostro para ver más profundamente en sus ojos. -¿Quién siendo tú?- pronunció casi en un hilo de voz. Sentía su cuerpo magnéticamente atraído al de él.
O más bien ¿qué era él? Su instinto la empujaba a acercarse y descubrirlo con tanta fuerza que le llegaba a asustar.
Fue en ese momento en que cayó del cielo su salvación. Era el hombre que había llamado antes la atención del oso el que lo atacaba, colgándose de su espalda y mordiéndolo con fiereza. Así logró zafarse la del Templo y lo más rápido que pudo se incorporó para correr hacia el hombre que había caído de la espalda del animal. Se unió a él, abriendo los brazos para hacerse ver más grande, gritando con fuerza, buscando espantarlo. Por último, Amosa llegó graznando amenazadora, atacando la cabeza del oso.
La bestia no tuvo otra salida más que retroceder y alejarse, para el alivio de todos. Akanke resopló y se relajó. Se tambaleó, sintiéndose débil y la tibieza de la sangre que brotaba de su herida, empapando su ropa. Finalmente, se desplomó, cayendo sentada sobre la nieve. Su ave mascota se posó sobre su muslo y hacía sonidos suaves, reconfortantes. -Estando bien, Amosa- le respondió, -Necesitando descanso- dijo en tono tranquilizador, acariciando el colorido plumaje del ave.
Alzó la mirada hacia el hombre para agradecerle, pero con tan solo verlo, sintió un nudo en la garganta. El dolor quedó relegado a un segundo plano. Jamás había visto ella ojos iguales a los de él ni percibido la energía que de él emanaba. Algo en la boca de su estómago se apretó y tuvo que reprimir unas intensas ganas de estirar las manos y tomar su rostro para ver más profundamente en sus ojos. -¿Quién siendo tú?- pronunció casi en un hilo de voz. Sentía su cuerpo magnéticamente atraído al de él.
O más bien ¿qué era él? Su instinto la empujaba a acercarse y descubrirlo con tanta fuerza que le llegaba a asustar.
Akanke
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Re: El Camino del Forastero [Libre] [+18]
El chamán pudo darse un respiro de alivio tras observar cómo el imponente oso se había amedrentado ante él, o mejor dicho, ante ellos. La mujer a la que atacaba el oso se había logrado recomponer y se había unido al intento de intimidación del oso, junto con su brava y peculiar ave. - Admirable... - pensó para sí, mirándola de reojo mientras comprobaba que el oso se fuera lejos.
Con la respiración algo acelerada aún, la miró mostrando preocupación y sorpresa a partes iguales. No era una reacción habitual la de reunir el valor para intentar ahuyentar de esa manera a un oso que te había tenido entre las garras y el suelo segundos atrás. - ¿Sueles enfrentar osos? Tienes gran valor - admitió Sein, con media sonrisa en su rostro. - Oh, por mis ancestros... - dijo mientras se agachaba frente a ella, al darse cuenta de su estado. La herida de su brazo no tenía buena pinta, y parecía que su adrenalina ya la había abandonado, haciéndola caer sentada sobre la nieve. Comprensible, pues es lo mínimo que puede provocar el forcejeo contra un oso. - ¿Puedes curar? - preguntó, esperando que ella contara con alguna sustancia curativa.
Y nada más preguntar, apartó su mirada del rostro de ella y comenzó a ojear el suelo, intentando encontrar una zona con la nieve más virgen posible, y por cosas del invierno norteño no fue difícil. Se quitó los guantes con garras y los dejó en el suelo, y solo tuvo que alargar un brazo para agarrar un puñado de nieve y comenzar a frotarla entre sus manos, para así tenerlas más limpias. - Tienes que quitar abrigo de hombro - Luego, agarró otro puñado y lo comprimió para hacer una bola. - Esto aliviará, confía - Con delicadeza para no rozar demasiado la herida, comenzó a pasar la bola de nieve alrededor de esta. Era algo que hacía desde que tenía uso de razón, pues a lo largo de su vida había recibido numerosas heridas en sus nevados territorios.
A la vez que se concentraba en enfriar su herida, en ocasiones desviaba su mirada hacia el rostro de ella, encontrándose con que ella también le miraba. - ¿Tu nombre? - preguntó con una sutil sonrisa, en uno de esos cruces con su mirada ámbar que tanto le llamaba la atención. Ella le causaba curiosidad. Nunca había visto a nadie como ella, y menos con ese color de ojos.
Con la respiración algo acelerada aún, la miró mostrando preocupación y sorpresa a partes iguales. No era una reacción habitual la de reunir el valor para intentar ahuyentar de esa manera a un oso que te había tenido entre las garras y el suelo segundos atrás. - ¿Sueles enfrentar osos? Tienes gran valor - admitió Sein, con media sonrisa en su rostro. - Oh, por mis ancestros... - dijo mientras se agachaba frente a ella, al darse cuenta de su estado. La herida de su brazo no tenía buena pinta, y parecía que su adrenalina ya la había abandonado, haciéndola caer sentada sobre la nieve. Comprensible, pues es lo mínimo que puede provocar el forcejeo contra un oso. - ¿Puedes curar? - preguntó, esperando que ella contara con alguna sustancia curativa.
Y nada más preguntar, apartó su mirada del rostro de ella y comenzó a ojear el suelo, intentando encontrar una zona con la nieve más virgen posible, y por cosas del invierno norteño no fue difícil. Se quitó los guantes con garras y los dejó en el suelo, y solo tuvo que alargar un brazo para agarrar un puñado de nieve y comenzar a frotarla entre sus manos, para así tenerlas más limpias. - Tienes que quitar abrigo de hombro - Luego, agarró otro puñado y lo comprimió para hacer una bola. - Esto aliviará, confía - Con delicadeza para no rozar demasiado la herida, comenzó a pasar la bola de nieve alrededor de esta. Era algo que hacía desde que tenía uso de razón, pues a lo largo de su vida había recibido numerosas heridas en sus nevados territorios.
A la vez que se concentraba en enfriar su herida, en ocasiones desviaba su mirada hacia el rostro de ella, encontrándose con que ella también le miraba. - ¿Tu nombre? - preguntó con una sutil sonrisa, en uno de esos cruces con su mirada ámbar que tanto le llamaba la atención. Ella le causaba curiosidad. Nunca había visto a nadie como ella, y menos con ese color de ojos.
Sein Isånd
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Él no la escuchó lo cuál no sería extraño porque la pregunta que formuló la del Templo apenas y sonó cuando salió de su boca. Ella lo miraba con recelo, sorpresa y curiosidad por partes iguales mientras él se acercaba a ella con evidente preocupación e intenciones de ayudar. Pero Akanke reculaba temerosa a pesar de la fascinación que la embargaba.
Cuando el hombre intentó acercarse a ella para descubrirle la herida, ella hizo el amago de alejarse; le atraía pero no dejaba de ser un extraño al que no conocía y la barrera de la desconfianza era alta y gruesa. El contacto de la nieve con su piel le hizo dar un respingo y emitir un siseo de dolor, obligándola a volver a la realidad. El frío de esta alivió un poco el dolor y la sacó del estado de consternación en el que se encontraba, además de estar deslumbrada por él.
-Báculo- dijo mientras buscaba con la mirada su arma y tótem, el que había soltado cuando cayó al suelo. Estiró el brazo para agarrarlo y arrancar una de las cuentas que colgaban en un collar que lo envolvía. Apretó la cuenta con la mano y, al romperla, brotó un liquido viscoso de color azul el cuál untó sobre su herida mientras recitaba una oración en una lengua extraña.
-Kalfü ngenko, inche nien pütrun kutram. Kalfü ngenko, kütrankülen. Kalfü ngenko, kelluen1-
El líquido brilló unos instantes al sonido de esas palabras y se expandió sobre toda la herida, movido por el rezo. Al cubrirla por completo, este se solidificó en una costra; la sangre dejó de brotar y el dolor se fue adormeciendo hasta desaparecer.
Akanke suspiró aliviada y su postura se relajó un poco. Amosa alzó el vuelo y revoloteó alegremente al rededor del extraño. Su ave guía parecía aceptarlo. Levantó la mirada y volvió sus ojos al rostro del hombre. -Siendo Akanke. ¿Quién siendo tú?- respondió.
_____________________
1Kalfü ngenko, inche nien pütrun kutram. Kalfü ngenko, kütrankülen. Kalfü ngenko, kelluen Alusión al talento Sajuna
Cuando el hombre intentó acercarse a ella para descubrirle la herida, ella hizo el amago de alejarse; le atraía pero no dejaba de ser un extraño al que no conocía y la barrera de la desconfianza era alta y gruesa. El contacto de la nieve con su piel le hizo dar un respingo y emitir un siseo de dolor, obligándola a volver a la realidad. El frío de esta alivió un poco el dolor y la sacó del estado de consternación en el que se encontraba, además de estar deslumbrada por él.
-Báculo- dijo mientras buscaba con la mirada su arma y tótem, el que había soltado cuando cayó al suelo. Estiró el brazo para agarrarlo y arrancar una de las cuentas que colgaban en un collar que lo envolvía. Apretó la cuenta con la mano y, al romperla, brotó un liquido viscoso de color azul el cuál untó sobre su herida mientras recitaba una oración en una lengua extraña.
-Kalfü ngenko, inche nien pütrun kutram. Kalfü ngenko, kütrankülen. Kalfü ngenko, kelluen1-
El líquido brilló unos instantes al sonido de esas palabras y se expandió sobre toda la herida, movido por el rezo. Al cubrirla por completo, este se solidificó en una costra; la sangre dejó de brotar y el dolor se fue adormeciendo hasta desaparecer.
Akanke suspiró aliviada y su postura se relajó un poco. Amosa alzó el vuelo y revoloteó alegremente al rededor del extraño. Su ave guía parecía aceptarlo. Levantó la mirada y volvió sus ojos al rostro del hombre. -Siendo Akanke. ¿Quién siendo tú?- respondió.
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Última edición por Akanke el Miér Mayo 03 2023, 01:19, editado 1 vez
Akanke
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El chamán actuaba según las reacciones que observaba en la mujer de cabello azabachado. Notó que, primero, ella mostraba algo de reticencia hacia el acercamiento físico, y él hizo un amago de retiramiento al observar que ella había hecho lo mismo. No quería importunarla, pero al mismo tiempo quería ayudarla con su dolor, por lo que al final, mirándola a los ojos con compasión y gesticulando una afirmación con la cabeza intentando comunicar que podía confiar en él, fue como comenzó a aliviar su herida.
Él la observaba sin parar, aunque intentando que no se notara, porque su apariencia le había causado fascinación. Notó que, no solo se había erizado la piel de su brazo herido al contacto con la nieve, sino también la de su otro brazo. Eso coincidió con la llegada repentina de un viento frío que no había antes, y mirando al cielo pudo darse cuenta de que pronto llegaría una tormenta.
Cuando ella pronunció la palabra "báculo", él apartó la mirada de su herida para intentar saber qué había dicho. Al ver lo que hacía, quedó maravillado. - Por mis ancestros... ¿Magia de curar? ¿También eres chamán? - preguntó visiblemente encandilado, pero con serenidad. Continuó observando con fascinación tanto a ella como a la magia que empleaba, y cuando volvió a la realidad y se dio cuenta de que, efectivamente, ella también era una chamana, se puso en pie, y agarró también su tótem para dedicarle el gesto de respeto tradicional entre los chamanes del norte. Al menos, entre los chamanes que él había conocido.
En una posición erguida, con movimientos ágiles golpeó una vez el suelo con el extremo de su tótem, primero con una mano y luego con otra, mientras la miraba a los ojos con seriedad. Mientras lo hacía, el tótem comenzaba a emitir tenues brillos púrpura. El gesto continuó con un tercer golpe al suelo, utilizando ambas manos para agarrar el tótem esta vez, y lo finalizó hincando con elegancia una rodilla mientras mantenía el tótem vertical sobre el suelo, deslizando sus manos por él mientras descendía, y dedicándole un beso felino una vez estaba arrodillado: un cierre lento de párpados seguido de su apertura, ofreciendo confianza y respeto.
Esto había sucedido justo después de que ella se presentara y le preguntara por su nombre, por lo que aprovechó para presentarse mientras mantenía esa posición. - Soy Sein Isånd, Mano de Tigre. Chamán de tribu en montañas más norte que aquí. Akanke, admiro conocerte - dijo con la mano sobre su pecho y una expresión menos seria, y algo más sonriente.
Él la observaba sin parar, aunque intentando que no se notara, porque su apariencia le había causado fascinación. Notó que, no solo se había erizado la piel de su brazo herido al contacto con la nieve, sino también la de su otro brazo. Eso coincidió con la llegada repentina de un viento frío que no había antes, y mirando al cielo pudo darse cuenta de que pronto llegaría una tormenta.
Cuando ella pronunció la palabra "báculo", él apartó la mirada de su herida para intentar saber qué había dicho. Al ver lo que hacía, quedó maravillado. - Por mis ancestros... ¿Magia de curar? ¿También eres chamán? - preguntó visiblemente encandilado, pero con serenidad. Continuó observando con fascinación tanto a ella como a la magia que empleaba, y cuando volvió a la realidad y se dio cuenta de que, efectivamente, ella también era una chamana, se puso en pie, y agarró también su tótem para dedicarle el gesto de respeto tradicional entre los chamanes del norte. Al menos, entre los chamanes que él había conocido.
En una posición erguida, con movimientos ágiles golpeó una vez el suelo con el extremo de su tótem, primero con una mano y luego con otra, mientras la miraba a los ojos con seriedad. Mientras lo hacía, el tótem comenzaba a emitir tenues brillos púrpura. El gesto continuó con un tercer golpe al suelo, utilizando ambas manos para agarrar el tótem esta vez, y lo finalizó hincando con elegancia una rodilla mientras mantenía el tótem vertical sobre el suelo, deslizando sus manos por él mientras descendía, y dedicándole un beso felino una vez estaba arrodillado: un cierre lento de párpados seguido de su apertura, ofreciendo confianza y respeto.
Esto había sucedido justo después de que ella se presentara y le preguntara por su nombre, por lo que aprovechó para presentarse mientras mantenía esa posición. - Soy Sein Isånd, Mano de Tigre. Chamán de tribu en montañas más norte que aquí. Akanke, admiro conocerte - dijo con la mano sobre su pecho y una expresión menos seria, y algo más sonriente.
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Ladeó la cabeza confundida -¿Qué siendo chamán?- preguntó con curiosidad al escucharlo, pero antes de responderle, hizo unos movimientos extraños que ella no supo cómo interpretar. Pero el gesto que hizo al final, cerrando y abriendo los ojos despacio, hizo que sintiera cómo se le calentaba el rostro; pudo apreciar sus hermosos ojos felinos de color pardo. Al darse cuenta de que había quedado mirándolo sin disimulo, desvió la mirada al suelo.
-¿Chamán haciendo baile? Yo no sabiendo chamán- respondió algo tosca. Sentía muchas emociones extrañas que no había experimentado antes, todas causadas por la presencia de Sein, por sus preciosos ojos y amplia sonrisa. Aquello le disgustaba y frunció el ceño. -Ancianos monos enseñarme a sanar, diciendo que Sacerdotisa cuida Templo y monos, por eso yo aprendiendo. Ahora también cuidando lobos. Y hombre castor... y hombre ave...- contó y se sorprendió de la cantidad de seres que ella cuidaba. Recordarlos la hizo sonreír -Mucha persona en Templo, pero Templo tan grande, aún no llena- dijo con añoranza.
La noche había llegado despacio y sin hacerse notar, tomándola por sorpresa. Cayó acompañada de un fuerte viento helado, anticipando la tormenta nocturna de la cual los bégimos habían escapado horas antes.
Akanke no tenía mucha idea de cómo lidiar con aquel clima; la ropa abrigada la había conseguido en el camino gracias a la generosidad de las personas que había ido conociendo durante su extraño viaje. Por lo tanto, cuando se dio cuenta de la situación en la que estaba, sintió tanta angustia que no pudo disimular su expresión de miedo. -¿Qué pasando ahora?- preguntó asustada a Sein, aferrándose a su escueto abrigo.
-¿Chamán haciendo baile? Yo no sabiendo chamán- respondió algo tosca. Sentía muchas emociones extrañas que no había experimentado antes, todas causadas por la presencia de Sein, por sus preciosos ojos y amplia sonrisa. Aquello le disgustaba y frunció el ceño. -Ancianos monos enseñarme a sanar, diciendo que Sacerdotisa cuida Templo y monos, por eso yo aprendiendo. Ahora también cuidando lobos. Y hombre castor... y hombre ave...- contó y se sorprendió de la cantidad de seres que ella cuidaba. Recordarlos la hizo sonreír -Mucha persona en Templo, pero Templo tan grande, aún no llena- dijo con añoranza.
La noche había llegado despacio y sin hacerse notar, tomándola por sorpresa. Cayó acompañada de un fuerte viento helado, anticipando la tormenta nocturna de la cual los bégimos habían escapado horas antes.
Akanke no tenía mucha idea de cómo lidiar con aquel clima; la ropa abrigada la había conseguido en el camino gracias a la generosidad de las personas que había ido conociendo durante su extraño viaje. Por lo tanto, cuando se dio cuenta de la situación en la que estaba, sintió tanta angustia que no pudo disimular su expresión de miedo. -¿Qué pasando ahora?- preguntó asustada a Sein, aferrándose a su escueto abrigo.
Akanke
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La pregunta le extrañó. Ella era una chamana, pero a su vez no sabía lo que significaba esa palabra. - Tú eres chamán. Yo soy chamán - explicó con una sonrisa de admiración, ternura e inocencia. - Espíritus guía permiten a nosotros usar su poder si ellos están orgullosos con nosotros. Mira esto.
Sein se puso en pie de nuevo para acercarse más a ella y ponerse en cuclillas, para así poder mostrarle los detalles de su tótem mientras le explicaba su simbología. - Gran Felino protege mi gente, porque somos leopardo de las nieves - dijo mientras señalaba a la cabeza de tigre tallada en su tótem.
Pero, por un momento, se quedó sin palabras. Su mirada se había dirigido a la de ella tras explicarle aquello, y a esa poca distancia que separaba sus rostros, podía apreciar detalles de su físico que le dejaban embelesado. Los matices de sus iris ámbar, sus labios carnosos, labios como los que nunca había podido admirar antes, la suave textura de su oscuro cutis, tan novedoso para el chamán del norte... - Me gusta olor de las flores de tu pelo - Él ya se había percatado de esa esencia, pero no había logrado saber de dónde venía en concreto hasta que se detuvo a mirarla con más detalle. No podía disimular la expresión de admiración que le suscitaba su exótica belleza, y se quedó absorto, observándola con la boca semi abierta durante más de diez segundos, sin mediar palabra.
Momentos después, ella comenzó a contarle sobre su hogar. Había muchas palabras que él no entendía, pero le fascinaba saber que ella estaba a cargo de tantos y tan diversos seres. Y cuando la vio sonreír... sintió un calor en su interior por muchos motivos. Pero, sobre todo, porque conectaba mucho con el sentimiento de alegría de un líder que está orgulloso de su gente. - ¿Qué es templo? - quiso indagar, pues según lo que ella contaba aparentaba tratarse de una clase de hogar que él desconocía, y estaba realmente interesado en conocer más sobre su vida y lo que contaba.
Un frío repentino comenzó a tomar protagonismo, y a ella pareció tomarla más por sorpresa. Sus temerosas palabras y la emoción que le transmitían sus ojos del color del ámbar de las tierras y los árboles ancianos, provocaron un pequeño desconcierto en el hombre felino. Le costó unos segundos llegar a una conclusión, pero finalmente dedujo que quizás ella venía de un lugar en el que el frío no existía, pues alguna vez había escuchado hablar sobre lugares así de increíbles. Además, pensó que quizás su tez oscura era característica de aquellas zonas totalmente desconocidas para él.
Primero, la miró con el ceño ligeramente fruncido, hasta que pudo deducir, no sin cierto grado de duda, que ella no estaba acostumbrada al frío. Entonces, se sintió conmovido por su expresión de miedo e incertidumbre, y sintió a la vez la necesidad de consolarla y de conocer más a fondo por qué se estaba sintiendo así.
- ¿No conoces tormenta? A veces naturaleza es caprichosa, y apetece enfriar más aquello que ya está frío. ¿Necesitas abrigo? - ofreció con una sonrisa compasiva, mientras se ponía en pie y se desataviaba su grueso abrigo de pelajes blancos y grises naturales para ofrecérselo con la mano. Aunque, si era aquello lo que necesitaba, él mismo se lo colocaría sobre los hombros para abrigarla. - Por cierto, ¿vienes de tierras calientes? Conozco leyendas, pero al ver que no gustas el frío pienso que leyendas pueden ser reales... - planteó la duda mirándola con una sutil mirada de asombro, solo por la posibilidad de que ella pudiera enseñarle las verdades sobre las tierras lejanas.
Sein se puso en pie de nuevo para acercarse más a ella y ponerse en cuclillas, para así poder mostrarle los detalles de su tótem mientras le explicaba su simbología. - Gran Felino protege mi gente, porque somos leopardo de las nieves - dijo mientras señalaba a la cabeza de tigre tallada en su tótem.
- tótem de sein:
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Pero, por un momento, se quedó sin palabras. Su mirada se había dirigido a la de ella tras explicarle aquello, y a esa poca distancia que separaba sus rostros, podía apreciar detalles de su físico que le dejaban embelesado. Los matices de sus iris ámbar, sus labios carnosos, labios como los que nunca había podido admirar antes, la suave textura de su oscuro cutis, tan novedoso para el chamán del norte... - Me gusta olor de las flores de tu pelo - Él ya se había percatado de esa esencia, pero no había logrado saber de dónde venía en concreto hasta que se detuvo a mirarla con más detalle. No podía disimular la expresión de admiración que le suscitaba su exótica belleza, y se quedó absorto, observándola con la boca semi abierta durante más de diez segundos, sin mediar palabra.
Momentos después, ella comenzó a contarle sobre su hogar. Había muchas palabras que él no entendía, pero le fascinaba saber que ella estaba a cargo de tantos y tan diversos seres. Y cuando la vio sonreír... sintió un calor en su interior por muchos motivos. Pero, sobre todo, porque conectaba mucho con el sentimiento de alegría de un líder que está orgulloso de su gente. - ¿Qué es templo? - quiso indagar, pues según lo que ella contaba aparentaba tratarse de una clase de hogar que él desconocía, y estaba realmente interesado en conocer más sobre su vida y lo que contaba.
Un frío repentino comenzó a tomar protagonismo, y a ella pareció tomarla más por sorpresa. Sus temerosas palabras y la emoción que le transmitían sus ojos del color del ámbar de las tierras y los árboles ancianos, provocaron un pequeño desconcierto en el hombre felino. Le costó unos segundos llegar a una conclusión, pero finalmente dedujo que quizás ella venía de un lugar en el que el frío no existía, pues alguna vez había escuchado hablar sobre lugares así de increíbles. Además, pensó que quizás su tez oscura era característica de aquellas zonas totalmente desconocidas para él.
Primero, la miró con el ceño ligeramente fruncido, hasta que pudo deducir, no sin cierto grado de duda, que ella no estaba acostumbrada al frío. Entonces, se sintió conmovido por su expresión de miedo e incertidumbre, y sintió a la vez la necesidad de consolarla y de conocer más a fondo por qué se estaba sintiendo así.
- ¿No conoces tormenta? A veces naturaleza es caprichosa, y apetece enfriar más aquello que ya está frío. ¿Necesitas abrigo? - ofreció con una sonrisa compasiva, mientras se ponía en pie y se desataviaba su grueso abrigo de pelajes blancos y grises naturales para ofrecérselo con la mano. Aunque, si era aquello lo que necesitaba, él mismo se lo colocaría sobre los hombros para abrigarla. - Por cierto, ¿vienes de tierras calientes? Conozco leyendas, pero al ver que no gustas el frío pienso que leyendas pueden ser reales... - planteó la duda mirándola con una sutil mirada de asombro, solo por la posibilidad de que ella pudiera enseñarle las verdades sobre las tierras lejanas.
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Akanke apretó su báculo con ambas manos cuando Sein se acercó a ella. Recelosa y manteniendo una distancia segura, observó el bastón que le mostraba. Aquel objeto desprendía una energía que hasta ella, un ser sin magia innata, podía percibir. Algo similar le pasaba con su propio báculo. A pesar de ser parecidos, no eran iguales y ella definitivamente sentía mayor afinidad con el suyo. -Yo teniendo tótem de espíritus del agua- contestó -Ra'lios cuidándonos- dijo. Entendió que él y ella eran algo muy parecido para su gente. -¿Gran Felino también curando con espíritus?- quiso saber sintiendo una gran curiosidad pues no sabía que habían otros como ella.
La desconfianza mitigaba, pero no desaparecía y aún así, la distancia entre ambos se acortaba. Sein se quedó mirándola al rostro y ella no pudo evitar mirarlo de vuelta. El estómago se le revolvía y el deseo de estirar su mano para tocarlo era imperioso. Pero no entendía por qué. Tal vez porque ambos eran esa cosa que él decía, eso de "chamán".
El rostro de Akanke se iluminó cuando él le preguntó por lo que era un templo. Recordar a su enorme familia le llenó de alegría. -Templo muy antiguo, perdido en bosque, mucho bosque sobre Templo. Templo de los monos, de dios Ra'lios y ahora de clan de lobos. De Clan Woodpicker y de clan Okō también, pero Templo siendo mucho grande, tanto grande que no conociendo todo. Habiendo muchos animales y planta, lleno de flores. Templo teniendo río y laguna, habiendo comida de los árboles y de la tierra y del agua. Templo siendo mío... siendo hogar- dijo, esbozando una hermosa sonrisa y suspiró de añoranza.
El frío sacó a Akanke de la ensoñación y Sein lo notó. Extendió su brazo, ofreciéndole su capa, pero ella aún se mostraba desconfiada. Alternaba su mirada entre el rostro del desconocido y su abrigo sin saber realmente qué hacer con eso que le daba.
Además, sintió que la tomó por tonta; por supuesto que ella conocía las tormentas. -En Templo llover, llover fuerte; cielo se cae de agua, rugiendo fuerte. Eso siendo tormenta. Pero tormenta no enfría, tormenta inunda. Tierra no siendo blanco, ni blanco cayendo del cielo, ni viento cortar la piel- respondió, pasando la mirada por la nieve con desagrado. -Viento del Templo refresca cuando sol pega más fuerte y no haciendo cuerpo temblar- añadió aquello con un dejo de nostalgia.
Suspiró y tomó la prenda que Sein le ofrecía para ponérsela sobre los hombros y acurrucarse dentro de ella. -¿Qué siendo frío?- volvió a hablar, mirando de nuevo al precioso rostro de quien tenía en frente.
La desconfianza mitigaba, pero no desaparecía y aún así, la distancia entre ambos se acortaba. Sein se quedó mirándola al rostro y ella no pudo evitar mirarlo de vuelta. El estómago se le revolvía y el deseo de estirar su mano para tocarlo era imperioso. Pero no entendía por qué. Tal vez porque ambos eran esa cosa que él decía, eso de "chamán".
El rostro de Akanke se iluminó cuando él le preguntó por lo que era un templo. Recordar a su enorme familia le llenó de alegría. -Templo muy antiguo, perdido en bosque, mucho bosque sobre Templo. Templo de los monos, de dios Ra'lios y ahora de clan de lobos. De Clan Woodpicker y de clan Okō también, pero Templo siendo mucho grande, tanto grande que no conociendo todo. Habiendo muchos animales y planta, lleno de flores. Templo teniendo río y laguna, habiendo comida de los árboles y de la tierra y del agua. Templo siendo mío... siendo hogar- dijo, esbozando una hermosa sonrisa y suspiró de añoranza.
El frío sacó a Akanke de la ensoñación y Sein lo notó. Extendió su brazo, ofreciéndole su capa, pero ella aún se mostraba desconfiada. Alternaba su mirada entre el rostro del desconocido y su abrigo sin saber realmente qué hacer con eso que le daba.
Además, sintió que la tomó por tonta; por supuesto que ella conocía las tormentas. -En Templo llover, llover fuerte; cielo se cae de agua, rugiendo fuerte. Eso siendo tormenta. Pero tormenta no enfría, tormenta inunda. Tierra no siendo blanco, ni blanco cayendo del cielo, ni viento cortar la piel- respondió, pasando la mirada por la nieve con desagrado. -Viento del Templo refresca cuando sol pega más fuerte y no haciendo cuerpo temblar- añadió aquello con un dejo de nostalgia.
Suspiró y tomó la prenda que Sein le ofrecía para ponérsela sobre los hombros y acurrucarse dentro de ella. -¿Qué siendo frío?- volvió a hablar, mirando de nuevo al precioso rostro de quien tenía en frente.
Akanke
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Sein escuchaba con total atención, mirándola embobado, sin querer dejar un solo detalle de sus palabras sin comprender. Le entusiasmaba conocer que también existían chamanes de otras tierras tan diferentes a las suyas, y con otras formas de entender las influencias de los espíritus. - Sí, Gran Felino también ayuda a Isklør y Stala para curar, aunque espíritus no son de agua. Amigo chamán puede curar gracias a ellos. Pero también ayudan a cazar y a defender. A mí me permiten ayuda para proteger, y a amigo chamán para curar si proteger falla - explicó. No pudo evitar mostrar una sonrisa de ternura, replicando la que ella esbozó en su rostro tras hablarle sobre el templo. Le conmovía el amor que expresaba hacia su hogar y hacia su gente. - Akanke, ¿extrañas hogar? - preguntó, guiado por la conexión y la compasión que sentía por lo que ella le estaba expresando, que él lo interpretó como amor y añoranza, y sintiendo así una calidez interior que le empujaba a querer conectar más con los sentimientos de ella.
La tormenta amenazaba con sus primeras ráfagas de frío cortante. Viendo cómo sufría Akanke, quiso apresurarse en buscar una solución. Echó un breve vistazo al cielo para tratar de estimar cuánto tiempo tenían, y continuó escuchando sus palabras. - ¿Así son tormentas en tu templo? ¿Cae mucha agua que no está dura, y no trae frío? - preguntó, viendo comprometidos sus esquemas mentales, y a la vez intrigado por conocer cómo se comportaba la naturaleza en diferentes lugares. Cuando Akanke preguntó qué era el frío, Sein sonrió, maravillado por las diferencias que estaba descubriendo que existían en el mundo. - Frío es cuando necesitas esto - explicó acariciando brevemente el abrigo que ahora llevaba Akanke puesto sobre sus hombros, tomando contacto indirectamente con el antebrazo de ella.
Y la caricia breve al abrigo que en principio tenía la única intención de explicarle aquello, se vio motivada a alargarse un poco más. El motivo fue que el hombre felino estaba notando el impulso de tener más cercanía con ella. Más conexión. Quería expresarle su cariño y su simpatía, y la manera en la que acostumbraba a hacerlo era mediante el contacto físico. Este fue breve en un principio, y por encima del abrigo, pues había surgido de manera espontánea e impulsiva. Tanto que hasta él mismo quedó sorprendido. Nunca había sentido eso con alguien en tan poco tiempo. Mientras, la miraba a los ojos con una expresión que mezclaba la ternura y la sorpresa.
- Necesitamos buscar refugio. Antes vi rocas grandes que pueden proteger del frío. No preocupes, vamos estar bien. Pero necesitamos ir con prisa - explicó con serenidad, mirándola a los ojos. - Frío no es malo si estás conmigo, ¿vale? - dijo el natural de las montañas nevadas, con intención de tranquilizarla.
Acto seguido, se puso en pie y le tendió la mano para ayudarla a hacer lo mismo. - Tenemos que caminar poquito. ¿Encuentras bien para caminar sola? Puedo ayudar si sientes débil por ataque de oso.
La tormenta amenazaba con sus primeras ráfagas de frío cortante. Viendo cómo sufría Akanke, quiso apresurarse en buscar una solución. Echó un breve vistazo al cielo para tratar de estimar cuánto tiempo tenían, y continuó escuchando sus palabras. - ¿Así son tormentas en tu templo? ¿Cae mucha agua que no está dura, y no trae frío? - preguntó, viendo comprometidos sus esquemas mentales, y a la vez intrigado por conocer cómo se comportaba la naturaleza en diferentes lugares. Cuando Akanke preguntó qué era el frío, Sein sonrió, maravillado por las diferencias que estaba descubriendo que existían en el mundo. - Frío es cuando necesitas esto - explicó acariciando brevemente el abrigo que ahora llevaba Akanke puesto sobre sus hombros, tomando contacto indirectamente con el antebrazo de ella.
Y la caricia breve al abrigo que en principio tenía la única intención de explicarle aquello, se vio motivada a alargarse un poco más. El motivo fue que el hombre felino estaba notando el impulso de tener más cercanía con ella. Más conexión. Quería expresarle su cariño y su simpatía, y la manera en la que acostumbraba a hacerlo era mediante el contacto físico. Este fue breve en un principio, y por encima del abrigo, pues había surgido de manera espontánea e impulsiva. Tanto que hasta él mismo quedó sorprendido. Nunca había sentido eso con alguien en tan poco tiempo. Mientras, la miraba a los ojos con una expresión que mezclaba la ternura y la sorpresa.
- Necesitamos buscar refugio. Antes vi rocas grandes que pueden proteger del frío. No preocupes, vamos estar bien. Pero necesitamos ir con prisa - explicó con serenidad, mirándola a los ojos. - Frío no es malo si estás conmigo, ¿vale? - dijo el natural de las montañas nevadas, con intención de tranquilizarla.
Acto seguido, se puso en pie y le tendió la mano para ayudarla a hacer lo mismo. - Tenemos que caminar poquito. ¿Encuentras bien para caminar sola? Puedo ayudar si sientes débil por ataque de oso.
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Akanke suspiró y asintió pesadamente a la pregunta de Sein; echaba muchísimo de menos su hogar y a su gente, su clima cálido y húmedo en el que podía ir casi sin ropa sobre el cuerpo. Así, cubierta de tantas capas, se sentía apresada y sus movimientos limitados pues las gruesas ropas le impedían doblar bien sus brazos y piernas. Intentó ponerse de pie sola, pero no pudo. Entre el peso de todo lo que llevaba encima y lo débil que se sentía tras el ataque del oso, aceptó la ayuda del felino para levantarse y tomó su mano.
-Tormenta siendo siempre fuerte y viento soplando también que tumba árbol- contó -Pero tormenta siendo un tiempo solo. Después lloviendo y lluvia fresca- dijo -Lluvia bendice Templo, llena cuencos para la sed, sana tierra y todo verde de planta y flores. Lluvia haciendo todo bonito y limpio. Pero frío doliendo mucho. ¿Ti gusta frío? Si viendo Templo y lluvia y selva, no queriendo frío más- Akanke hablaba mientras seguía a Sein hacia unas grandes rocas que formaban una suerte de gruta.
Avanzaron con tanto cuidado como con prisa, Akanke sentía premura de llegar y encender un fuego que le ayudara a calentar el cuerpo. Apretaba la mano de Sein entre las suyas pues, a diferencia de las de ella, él se mantenía tibio y no tiritaba como sí lo hacía ella. Incluso bajo el grueso manto que llevaba sobre los hombros, la piel de la mujer equina se erizaba y no podía controlar los cortos espasmos que sufría su cuerpo.
Tenía tanto frío que la preocupación y desconfianza que sentía hacia el hombre felino pasaron a segundo plano. Al contrario, una inusual certeza de que él la ayudaría comenzaba a enraizarse en ella.
La nieve caía copiosa cuando alcanzaron la gruta, dentro de la cual Akanke se zambulló sin antes revisar que estuviera vacía. -Haciendo fuego, por favor- pidió, haciéndose un ovillo en el rincón más apartado de la entrada que encontró, donde ya no golpeaba el viento ni caía la nieve. Lo miraba suplicante, hundida en el abrigo de Sein, sobando sus manos y soplándolas para calentarlas porque sentía entumidas las puntas de los dedos. Tiritaba y sus muelas castañeaban. No entendía por qué su ave, que había volado lejos antes de la tormenta, la había llevado hasta esos parajes lejanos y helados.
-¿Cómo viviendo aquí?- preguntó a Sein, atormentada por el hecho de que hubiesen seres asentados en esa zona. -Yo no vivendo 'quí. Monos tampoco. Licántropos...- se detuvo a pensar -...sí pudiendo, pero no siendo tonto y Templo más bonito- añadió, mostrando confusión en la expresión. Mientras Sein encendía la hogera, deseó con todas sus fuerzas regresar a su hogar.
Cuando por fin recuperó la sensación en sus dedos, tomó su báculo, cerró los ojos y se concentró en una luz azul. Su tótem comenzó a brillar. Al abrir sus ojos, estos destellaban con un brillo del mismo color, estiró la mano hacia Sein, invitándolo junto a ella. -Laramt'ata1- pronunció. De inmediato, la luz de su báculo cubrió a ambos y la sensación de frío disminuyó hasta ser tolerable para la mujer.
Suspiró aliviada y sonrió tranquila por primera vez en mucho rato -Si quedando junto, no siendo frío, ¿cierto?- preguntó al felino, pudiendo por fin mirarlo con calma y fijarse en aquellos ojos que le hacían sonreír.
__________________
1Laramt'ata [2 usos] Al pronunciar esa palabra, se activa la protección del tótem sobre el cuerpo de Akanke y los aliados que ella unja. Esta suerte de armadura mágica adicional, disminuye el daño por golpes, ayuda a la regulación térmica en caso de luchar en condiciones extremas y, de haberlos, mitiga los efectos de sustancias nocivas en el aire, por dos turnos.
-Tormenta siendo siempre fuerte y viento soplando también que tumba árbol- contó -Pero tormenta siendo un tiempo solo. Después lloviendo y lluvia fresca- dijo -Lluvia bendice Templo, llena cuencos para la sed, sana tierra y todo verde de planta y flores. Lluvia haciendo todo bonito y limpio. Pero frío doliendo mucho. ¿Ti gusta frío? Si viendo Templo y lluvia y selva, no queriendo frío más- Akanke hablaba mientras seguía a Sein hacia unas grandes rocas que formaban una suerte de gruta.
Avanzaron con tanto cuidado como con prisa, Akanke sentía premura de llegar y encender un fuego que le ayudara a calentar el cuerpo. Apretaba la mano de Sein entre las suyas pues, a diferencia de las de ella, él se mantenía tibio y no tiritaba como sí lo hacía ella. Incluso bajo el grueso manto que llevaba sobre los hombros, la piel de la mujer equina se erizaba y no podía controlar los cortos espasmos que sufría su cuerpo.
Tenía tanto frío que la preocupación y desconfianza que sentía hacia el hombre felino pasaron a segundo plano. Al contrario, una inusual certeza de que él la ayudaría comenzaba a enraizarse en ella.
La nieve caía copiosa cuando alcanzaron la gruta, dentro de la cual Akanke se zambulló sin antes revisar que estuviera vacía. -Haciendo fuego, por favor- pidió, haciéndose un ovillo en el rincón más apartado de la entrada que encontró, donde ya no golpeaba el viento ni caía la nieve. Lo miraba suplicante, hundida en el abrigo de Sein, sobando sus manos y soplándolas para calentarlas porque sentía entumidas las puntas de los dedos. Tiritaba y sus muelas castañeaban. No entendía por qué su ave, que había volado lejos antes de la tormenta, la había llevado hasta esos parajes lejanos y helados.
-¿Cómo viviendo aquí?- preguntó a Sein, atormentada por el hecho de que hubiesen seres asentados en esa zona. -Yo no vivendo 'quí. Monos tampoco. Licántropos...- se detuvo a pensar -...sí pudiendo, pero no siendo tonto y Templo más bonito- añadió, mostrando confusión en la expresión. Mientras Sein encendía la hogera, deseó con todas sus fuerzas regresar a su hogar.
Cuando por fin recuperó la sensación en sus dedos, tomó su báculo, cerró los ojos y se concentró en una luz azul. Su tótem comenzó a brillar. Al abrir sus ojos, estos destellaban con un brillo del mismo color, estiró la mano hacia Sein, invitándolo junto a ella. -Laramt'ata1- pronunció. De inmediato, la luz de su báculo cubrió a ambos y la sensación de frío disminuyó hasta ser tolerable para la mujer.
Suspiró aliviada y sonrió tranquila por primera vez en mucho rato -Si quedando junto, no siendo frío, ¿cierto?- preguntó al felino, pudiendo por fin mirarlo con calma y fijarse en aquellos ojos que le hacían sonreír.
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1Laramt'ata [2 usos] Al pronunciar esa palabra, se activa la protección del tótem sobre el cuerpo de Akanke y los aliados que ella unja. Esta suerte de armadura mágica adicional, disminuye el daño por golpes, ayuda a la regulación térmica en caso de luchar en condiciones extremas y, de haberlos, mitiga los efectos de sustancias nocivas en el aire, por dos turnos.
Akanke
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Re: El Camino del Forastero [Libre] [+18]
El felino rió brevemente con ternura. - ¿De verdad? Yo creo que nunca quiero abandonar frío. A mí sí gusta frío. Frío es mi hogar, y solo necesito calor cuando tengo dedos tan fríos como tú... o más-explicó con una sonrisa cómplice, jugueteando cariñosamente un poco con los dedos de ella, mientras la seguía guiando entre los vientos de frío filoso que iban tomando bravura. - Pero sólo poco calor. Si mucho calor necesito quitar toda ropa - explicó de manera inocente.
A pesar de esa contestación, le seguía rondando la idea en la cabeza de conocer mundo y buscar un lugar mejor para su tribu. Ella conseguía que su curiosidad por aquel lugar creciera y creciera, incluso sabiendo que se trataba de un lugar cálido, y quería preguntarle sobre ello más adelante.
Cuando comenzaron a atacarles unos inofensivos copos de nieve a una ofensiva velocidad, Sein abrió la boca para darle un mordisco al aire y hacer que varios de ellos entraran en sus fauces. - Mira. Nieve no es malo. Está rica - bromeó gesticulando como si acabara de descubrir el sabor de una nueva comida de buen gusto, en un intento de despreocupar a Akanke.
Las frías rocas les daban cobijo, y los sonidos del viento y las piedras que Sein hacía chocar para intentar generar una chispa suficiente resonaban en aquella cavidad natural. Entendía que para ella pudiera resultar agresivo ese clima, pero no podía comprender su sufrimiento. - Yo... Nosotros, disfrutamos frío en montaña. Yo creo... - Las diferencias entre razas no eran fáciles de asimilar para él, por no haber salido prácticamente nunca de su gélido territorio. - Yo creo que calor para mí es como frío para ti. Creo que eso... Eso es - respondió con una sonrisa de satisfacción por haber creído entender algo difícil para él mediante su raciocinio. Mientras, continuaba intentando encender el fuego sobre la poca yesca útil que pudo encontrar y rezaba a sus ancestros para que la madera que había cogido sirviera.
- Tenemos fuego - dijo poniéndose en pie mientras abría los brazos y miraba a Akanke sonriente, y fue cuando se dio cuenta de que ella había comenzado a pronunciar unas extrañas palabras con magia en su interior; magia que le hizo sentir extrañamente acogido, con una calidez que no podía venir de la simple hoguera. Las sensaciones no las pudo describir con palabras, pero eran muy agradables. La miraba con sorpresa e incertidumbre, pero con las comisuras de los labios sutilmente elevadas. Y cuando ella le preguntó aquello, que más bien sonó como una sugerencia, sus ojos se entrecerraron un poco mientras que su boca dibujaba una sonrisa más marcada que no pudo contener. - Así dormimos cuando frío es muy duro, sí - dijo acercándose a ella.
El corazón le latía más rápido mientras se agachaba a su lado y fijaba su vista en su sonrisa. Él se acercaba despacio, pues iban a tener un acercamiento bastante próximo sin apenas conocerse, y no sabía por qué, pero se estaba poniendo algo nervioso. Quizás su desconfianza felina le hacía querer ir con un poco de cuidado, porque aquella situación era muy novedosa para él. Nunca había conocido a una mujer de piel oscura, que hablara como hablara ella, que fuera chamana y líder de un lugar que parecía gigantesco, y que además quisiera tener un acercamiento corporal tan temprano con él. Pero, por otro lado, todas esas razones y otras más conseguían despertar en él una curiosidad que parecía insaciable. Deseaba acercarse y observarla de cerca, y al final la curiosidad y la atracción le ganaron la batalla a la cautela.
- Tienes que quitar abrigo - sugirió, estando ya sentado junto a ella. - Así nosotros calentamos y abrigo atrapa calor - explicaba mientras llevaba con tranquilidad sus manos hacia las de ella, para ejemplificar cómo entrarían en calor. Él no sabía contener sus expresiones faciales, y una sonrisa entre tierna y pícara delataba sus pensamientos mientras la miraba a los ojos. - Y... mejor tenemos que tumbar, para nos poder acercar más. Pero necesito quitar esto - Comenzó a desabrocharse las correas de su fría y semi rígida armadura de cuero, que haría de obstáculo en el intercambio de calor entre ambos, y cuando se la acabó de quitar, quedó totalmente revelado su cultivado torso de hombre felino. - ¿Quieres quitar tu ropa?
A pesar de esa contestación, le seguía rondando la idea en la cabeza de conocer mundo y buscar un lugar mejor para su tribu. Ella conseguía que su curiosidad por aquel lugar creciera y creciera, incluso sabiendo que se trataba de un lugar cálido, y quería preguntarle sobre ello más adelante.
Cuando comenzaron a atacarles unos inofensivos copos de nieve a una ofensiva velocidad, Sein abrió la boca para darle un mordisco al aire y hacer que varios de ellos entraran en sus fauces. - Mira. Nieve no es malo. Está rica - bromeó gesticulando como si acabara de descubrir el sabor de una nueva comida de buen gusto, en un intento de despreocupar a Akanke.
Las frías rocas les daban cobijo, y los sonidos del viento y las piedras que Sein hacía chocar para intentar generar una chispa suficiente resonaban en aquella cavidad natural. Entendía que para ella pudiera resultar agresivo ese clima, pero no podía comprender su sufrimiento. - Yo... Nosotros, disfrutamos frío en montaña. Yo creo... - Las diferencias entre razas no eran fáciles de asimilar para él, por no haber salido prácticamente nunca de su gélido territorio. - Yo creo que calor para mí es como frío para ti. Creo que eso... Eso es - respondió con una sonrisa de satisfacción por haber creído entender algo difícil para él mediante su raciocinio. Mientras, continuaba intentando encender el fuego sobre la poca yesca útil que pudo encontrar y rezaba a sus ancestros para que la madera que había cogido sirviera.
- Tenemos fuego - dijo poniéndose en pie mientras abría los brazos y miraba a Akanke sonriente, y fue cuando se dio cuenta de que ella había comenzado a pronunciar unas extrañas palabras con magia en su interior; magia que le hizo sentir extrañamente acogido, con una calidez que no podía venir de la simple hoguera. Las sensaciones no las pudo describir con palabras, pero eran muy agradables. La miraba con sorpresa e incertidumbre, pero con las comisuras de los labios sutilmente elevadas. Y cuando ella le preguntó aquello, que más bien sonó como una sugerencia, sus ojos se entrecerraron un poco mientras que su boca dibujaba una sonrisa más marcada que no pudo contener. - Así dormimos cuando frío es muy duro, sí - dijo acercándose a ella.
El corazón le latía más rápido mientras se agachaba a su lado y fijaba su vista en su sonrisa. Él se acercaba despacio, pues iban a tener un acercamiento bastante próximo sin apenas conocerse, y no sabía por qué, pero se estaba poniendo algo nervioso. Quizás su desconfianza felina le hacía querer ir con un poco de cuidado, porque aquella situación era muy novedosa para él. Nunca había conocido a una mujer de piel oscura, que hablara como hablara ella, que fuera chamana y líder de un lugar que parecía gigantesco, y que además quisiera tener un acercamiento corporal tan temprano con él. Pero, por otro lado, todas esas razones y otras más conseguían despertar en él una curiosidad que parecía insaciable. Deseaba acercarse y observarla de cerca, y al final la curiosidad y la atracción le ganaron la batalla a la cautela.
- Tienes que quitar abrigo - sugirió, estando ya sentado junto a ella. - Así nosotros calentamos y abrigo atrapa calor - explicaba mientras llevaba con tranquilidad sus manos hacia las de ella, para ejemplificar cómo entrarían en calor. Él no sabía contener sus expresiones faciales, y una sonrisa entre tierna y pícara delataba sus pensamientos mientras la miraba a los ojos. - Y... mejor tenemos que tumbar, para nos poder acercar más. Pero necesito quitar esto - Comenzó a desabrocharse las correas de su fría y semi rígida armadura de cuero, que haría de obstáculo en el intercambio de calor entre ambos, y cuando se la acabó de quitar, quedó totalmente revelado su cultivado torso de hombre felino. - ¿Quieres quitar tu ropa?
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Akanke recibió a Sein junto a ella con una extraña tranquilidad. Su naturaleza desconfiada solía imponerse cuando conocía a alguien, pero con él, su instinto no reaccionó. Muy por el contrario, lo percibía como a alguien que había conocido desde siempre. -No entendiendo- dijo, viendo cómo él se deshacía de la parte superior de su vestimenta. -¿Cómo posible que desnudo de calor?- quiso saber, incrédula de que aquello fuese posible. Pero acató y también se sacó casi todo lo que cubría su torso. Abrió el abrigo y dejó que él entrara.
La abrazó y con delicadeza la hizo tumbarse, quedando acostados sobre sus costados, de frente, envueltos en el abrigo. Pronto sintió el calor del cuerpo ajeno, que el abrigo mantenía dentro. Se sintió como dentro de un acogedor capullo donde pudo relajarse y casi olvidar el crudo clima que abatía fuera de allí.
La mujer bestia miraba a los ojos de Sein, escrutándolos, buscando en ellos la razón por la que sentía tanta paz y tranquilidad entre sus brazos. Quería hablar -algo muy inusual en ella- pero no sabía qué decirle, ni qué preguntarle. Sin darse cuenta, su mano fue hacia la frondosa barba del felino y la rascó. -Tú teniendo mucho pelo- dijo y rió -Viendo que motas en hombros. Yo antes teniendo crin- le contó -Y largas patas que correr con fuerza, pero ya no. Ahora pareciendo mujer normal, no patas, ni crin, ni cola...- dijo, con un dejo de nostalgia. -Pero en lomo nadie nunca subió- añadió, ahora con notable orgullo. -En laboratorio me dando este cuerpo, monos creyendo que siendo un regalo para vida más fácil. A mí no gustando regalo, pero ahora no podiendo cambiar. Entonces monos dándome tótem, enseñando poder. Yo aprendiendo lento, no sabiendo todo lo que podiendo hacer-.
Durante todo el tiempo que habló, no dejó de sonreír ni de mirar a los ojos de Sein. Tampoco había bajado su mano y se mantuvo rascando despacio su barba.
La abrazó y con delicadeza la hizo tumbarse, quedando acostados sobre sus costados, de frente, envueltos en el abrigo. Pronto sintió el calor del cuerpo ajeno, que el abrigo mantenía dentro. Se sintió como dentro de un acogedor capullo donde pudo relajarse y casi olvidar el crudo clima que abatía fuera de allí.
La mujer bestia miraba a los ojos de Sein, escrutándolos, buscando en ellos la razón por la que sentía tanta paz y tranquilidad entre sus brazos. Quería hablar -algo muy inusual en ella- pero no sabía qué decirle, ni qué preguntarle. Sin darse cuenta, su mano fue hacia la frondosa barba del felino y la rascó. -Tú teniendo mucho pelo- dijo y rió -Viendo que motas en hombros. Yo antes teniendo crin- le contó -Y largas patas que correr con fuerza, pero ya no. Ahora pareciendo mujer normal, no patas, ni crin, ni cola...- dijo, con un dejo de nostalgia. -Pero en lomo nadie nunca subió- añadió, ahora con notable orgullo. -En laboratorio me dando este cuerpo, monos creyendo que siendo un regalo para vida más fácil. A mí no gustando regalo, pero ahora no podiendo cambiar. Entonces monos dándome tótem, enseñando poder. Yo aprendiendo lento, no sabiendo todo lo que podiendo hacer-.
Durante todo el tiempo que habló, no dejó de sonreír ni de mirar a los ojos de Sein. Tampoco había bajado su mano y se mantuvo rascando despacio su barba.
Akanke
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Re: El Camino del Forastero [Libre] [+18]
Ella accedió. Ahora, bajo los efectos de su bendita magia y del grueso abrigo de piel que les cubría, podían olvidar cualquier inclemencia del tiempo sin excepciones. Ahora sus cuerpos compartían el calor, en vez de malgastarlo. - ¿Cómo es posible que desnudo no de calor? - bromeó él con una picardía atrevida. - Así, dos cuerpos son uno, y calor es dos calores - terminó explicando con intención de hacerle entender sus motivos para desnudarse, desde su extensa experiencia con el frío. - Además, ropa con agua no es buena para calor.
Desde hacía ya un rato, podía notar como su cuerpo, el de la intrigante mujer que abrazaba, ya no estaba tiritando. Se alegraba por ello. Y en cuanto a él, se podría decir que hasta estaba empezando a notar un calor mayor al que esperaba. A esto contribuyó, en gran parte, que Akanke comenzara a acariciar su barba mientras le miraba de aquella manera. Se sentía más relajado que antes, aunque su corazón fuera un poco más rápido. Todo ese contacto físico hacía que le invadiera una sensación exquisitamente reconfortante. Cerró los ojos a causa de ello, sin desdibujar su sonrisa. - ¿Crin? ¿Qué es? ¿Otro tipo de barba? - preguntó intrigado, tras haber reído ligeramente cuando ella le había dicho que tenía mucho pelo. - ¿También cola? No entiendo... ¿antes eras animal salvaje y ahora no eres? - Sein no pudo evitar abrir los ojos. Eran demasiadas curiosidades que saciar, y quería seguir contemplando con detenimiento su rostro para recabar más información. - Eres mujer muy interesante, Akanke. Vas a poder saber poder de tótem. Tus ojos tienen poder y alma de fuego valiente - halagó con sinceridad, perdiéndose entre las suaves grietas del ámbar de sus iris. Sin darse cuenta, había llevado su mano también al cabello de la chamana por detrás de su nuca, y lo acariciaba deleitándose con su tacto inusual e intentando no desprender esas flores y ramas que albergaba, embriagadoras para su olfato.
El felino estaba profundamente calmado, pero no sentía ni el más mínimo ápice de sueño, algo raro en él. Y, de tantas sensaciones agradables, de tan encandilado que estaba, no encontró margen para contener un gesto que significaba mucho para él y los suyos: acercó su nariz a la de Akanke y le dio una suave caricia. No recordaba el momento en el que decidió hacerlo. Simple y puramente, fue después de hacerlo cuando se dio cuenta de que lo había hecho, lo cual le devolvió a la realidad de que ella era un ser que casi no conocía. Esto hizo que, sin ser nada brusco, separara un poco su rostro del de ella y se sorprendiera a sí mismo, estando ahora expectante, esperando una reacción en ella que no sabía si iba a ser agradable o no, o simplemente inexistente.
Desde hacía ya un rato, podía notar como su cuerpo, el de la intrigante mujer que abrazaba, ya no estaba tiritando. Se alegraba por ello. Y en cuanto a él, se podría decir que hasta estaba empezando a notar un calor mayor al que esperaba. A esto contribuyó, en gran parte, que Akanke comenzara a acariciar su barba mientras le miraba de aquella manera. Se sentía más relajado que antes, aunque su corazón fuera un poco más rápido. Todo ese contacto físico hacía que le invadiera una sensación exquisitamente reconfortante. Cerró los ojos a causa de ello, sin desdibujar su sonrisa. - ¿Crin? ¿Qué es? ¿Otro tipo de barba? - preguntó intrigado, tras haber reído ligeramente cuando ella le había dicho que tenía mucho pelo. - ¿También cola? No entiendo... ¿antes eras animal salvaje y ahora no eres? - Sein no pudo evitar abrir los ojos. Eran demasiadas curiosidades que saciar, y quería seguir contemplando con detenimiento su rostro para recabar más información. - Eres mujer muy interesante, Akanke. Vas a poder saber poder de tótem. Tus ojos tienen poder y alma de fuego valiente - halagó con sinceridad, perdiéndose entre las suaves grietas del ámbar de sus iris. Sin darse cuenta, había llevado su mano también al cabello de la chamana por detrás de su nuca, y lo acariciaba deleitándose con su tacto inusual e intentando no desprender esas flores y ramas que albergaba, embriagadoras para su olfato.
El felino estaba profundamente calmado, pero no sentía ni el más mínimo ápice de sueño, algo raro en él. Y, de tantas sensaciones agradables, de tan encandilado que estaba, no encontró margen para contener un gesto que significaba mucho para él y los suyos: acercó su nariz a la de Akanke y le dio una suave caricia. No recordaba el momento en el que decidió hacerlo. Simple y puramente, fue después de hacerlo cuando se dio cuenta de que lo había hecho, lo cual le devolvió a la realidad de que ella era un ser que casi no conocía. Esto hizo que, sin ser nada brusco, separara un poco su rostro del de ella y se sorprendiera a sí mismo, estando ahora expectante, esperando una reacción en ella que no sabía si iba a ser agradable o no, o simplemente inexistente.
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-Así, dos cuerpos son uno, y calor es dos calores- dijo con soltura el hombre y Akanke frunció el ceño porque era un concepto difícil de entender. Mientras su cerebro descifraba aquella imagen, Sein acercó su rostro y rozó su nariz con la de ella. Eso la tomó por sorpresa, pero lejos de sentirse incómoda, aquel gesto le hizo recordar cuando sus padres juntaban sus frentes y la punta de la nariz para demostrar cariño.
Akanke había terminado de crecer en un ambiente muy violento, pero su infancia estuvo lejos de ser así, muy al contrario, su familia y su clan eran muy afectivos entre ellos, de lazos fuertes y constantes demostraciones físicas de afecto. La forma de ser de Sein era muy parecida a la de su gente. La mujer sonrió enternecida y le dedicó una mirada dulce. Cerró los ojos y ahora era ella quien acercaba su rostro al de él, para juntar sus frentes y las puntas de sus narices.
-Crin es cabello que va en lomo- intentó explicar, hablando en voz muy baja, como en un susurro, sin abrir los ojos ni despegarse de Sein -Porque yo teniendo cuatro patas que corrían duro. Yo siendo mujer y caballo- contó. -Eso siendo antes, mucho antes. Habiendo pocos así, solo una vez visto otro como yo siendo. ¿Tú teniendo mucha familia de hombro peludo?- preguntó, curiosa de saber si habían más seres como él, pues tal vez en su hogar, así como en el de ella, no todos eran iguales.
Akanke comenzaba a entender por qué sentía tanta confianza y atracción hacia Sein. Él era algo así como una versión masculina y de hombros peludos de ella.
-Yo hace tiempo que viajando con Amosa, mi pariente con alas. Ella llevándome hasta aquí.- dijo después de un rato. -¿Por qué tú estando aquí y no con tribu?- le preguntó.
Hasta que, por fin, el sueño le ganó a Akanke. Se quedó dormida entre los brazos de Sein, un sueño profundo y reparador. El alegre trino de Amosa la despertó cuando la luz del sol ya alumbraba y la tormenta había pasado. Le costó salir del estado de ensoñación, pero apenas estuvo alerta, abrió los ojos buscando a Sein.
Akanke había terminado de crecer en un ambiente muy violento, pero su infancia estuvo lejos de ser así, muy al contrario, su familia y su clan eran muy afectivos entre ellos, de lazos fuertes y constantes demostraciones físicas de afecto. La forma de ser de Sein era muy parecida a la de su gente. La mujer sonrió enternecida y le dedicó una mirada dulce. Cerró los ojos y ahora era ella quien acercaba su rostro al de él, para juntar sus frentes y las puntas de sus narices.
-Crin es cabello que va en lomo- intentó explicar, hablando en voz muy baja, como en un susurro, sin abrir los ojos ni despegarse de Sein -Porque yo teniendo cuatro patas que corrían duro. Yo siendo mujer y caballo- contó. -Eso siendo antes, mucho antes. Habiendo pocos así, solo una vez visto otro como yo siendo. ¿Tú teniendo mucha familia de hombro peludo?- preguntó, curiosa de saber si habían más seres como él, pues tal vez en su hogar, así como en el de ella, no todos eran iguales.
Akanke comenzaba a entender por qué sentía tanta confianza y atracción hacia Sein. Él era algo así como una versión masculina y de hombros peludos de ella.
-Yo hace tiempo que viajando con Amosa, mi pariente con alas. Ella llevándome hasta aquí.- dijo después de un rato. -¿Por qué tú estando aquí y no con tribu?- le preguntó.
Hasta que, por fin, el sueño le ganó a Akanke. Se quedó dormida entre los brazos de Sein, un sueño profundo y reparador. El alegre trino de Amosa la despertó cuando la luz del sol ya alumbraba y la tormenta había pasado. Le costó salir del estado de ensoñación, pero apenas estuvo alerta, abrió los ojos buscando a Sein.
Akanke
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Re: El Camino del Forastero [Libre] [+18]
Cuando el atractivo rostro de ella le regaló una respuesta tierna, supo que podía relajarse. Había confirmado que entre ambos se estaba formando rápido un vínculo de confianza y agrado, pero eso no era todo. Justo después, ella le devolvió un gesto muy parecido al suyo, pero con más cercanía y menos cautela. A Sein se le aceleró el corazón y sus párpados se separaron, pero no separó su frente de la de ella, ni su nariz de la de ella. Inmediatamente después, volvió a cerrar sus ojos y la abrazó, delicadamente, con un poco más de fuerza. Sus cuerpos gozaban ahora de una cercanía colmada de serenidad.
- ¿Mujer y caballo? No entiendo... - preguntó extrañado, pero susurrando como ella. - No pareces caballo. Tienes dos patas. ¿Cortaron otras dos? - Temiendo que la respuesta fuera afirmativa, su calma comenzó a perturbarse un poco, llevado por la rabia de que alguien le hubiera hecho algo así a ella, y sus ojos se volvieron a abrir. A Sein le parecía buena persona y consideraba aquello injusto.
Después, contestó a sus dudas sobre su gente. - En tribu somos muchos así. Muchas casas con gente de hombro peludo. Pelo protege de frío - explicó con su acento norteño, calmado de nuevo. - Entonces, tú tienes crin en lomo, y yo y tribu tenemos crin en hombros y pecho - continuó, retomando la explicación que Akanke había hecho antes sobre el concepto de "crin" y generando sus propias conclusiones.
Amosa le provocaba curiosidad. ¿Sabría Akanke comunicarse con los pájaros? ¿Cómo habrá conseguido hacer de ese ave su compañera? Sein notaba cómo la chamana iba cayendo en el sueño, por lo que decidió preguntarle sobre su compañera la siguiente mañana. Decidió entonces hablar él, para no tenerla que hacer hablar. - No he abandonado tribu. Nunca abandonaré, pero estamos teniendo poca comida y necesitamos buscar lugar bueno con comida para comer todos. Isklør se ha hecho grande y en montañas no hay mucha comida para todos. Busco un lugar así para todos - explicó con unas inusuales sensaciones en el pecho, pero susurrando, intentando mantener un tono sereno. El chamán, pasional hogareño, estaba descubriendo los sentimientos que le producía el dejar a su tribu atrás, sin saber cómo de bien o de mal les estaba yendo.
Al no recibir respuesta por parte de Akanke, se dio cuenta de que había caído dormida. Comprensivo, separó con cuidado su rostro del de ella y la miró dormir. Sus propios ojos también se cerraban solos, haciendo que esa bella imagen desapareciera poco a poco de su visión hasta la mañana siguiente, cuando unos pájaros le despertaron y se encontró de nuevo con Akanke frente a él.
- Has despertado antes que yo… Creía que ibas a despertar después - saludó de nuevo soltando una risa breve y tierna. Luego, se estiró aún tumbado bajo el abrigo y bostezó. - Tu cuerpo ha dado buen calor. Espero que mi cuerpo haya dado buen calor - explicó con intenciones algo coquetas, sonriendo pero con una mirada pícara. - ¿Has tenido frío?
- ¿Mujer y caballo? No entiendo... - preguntó extrañado, pero susurrando como ella. - No pareces caballo. Tienes dos patas. ¿Cortaron otras dos? - Temiendo que la respuesta fuera afirmativa, su calma comenzó a perturbarse un poco, llevado por la rabia de que alguien le hubiera hecho algo así a ella, y sus ojos se volvieron a abrir. A Sein le parecía buena persona y consideraba aquello injusto.
Después, contestó a sus dudas sobre su gente. - En tribu somos muchos así. Muchas casas con gente de hombro peludo. Pelo protege de frío - explicó con su acento norteño, calmado de nuevo. - Entonces, tú tienes crin en lomo, y yo y tribu tenemos crin en hombros y pecho - continuó, retomando la explicación que Akanke había hecho antes sobre el concepto de "crin" y generando sus propias conclusiones.
Amosa le provocaba curiosidad. ¿Sabría Akanke comunicarse con los pájaros? ¿Cómo habrá conseguido hacer de ese ave su compañera? Sein notaba cómo la chamana iba cayendo en el sueño, por lo que decidió preguntarle sobre su compañera la siguiente mañana. Decidió entonces hablar él, para no tenerla que hacer hablar. - No he abandonado tribu. Nunca abandonaré, pero estamos teniendo poca comida y necesitamos buscar lugar bueno con comida para comer todos. Isklør se ha hecho grande y en montañas no hay mucha comida para todos. Busco un lugar así para todos - explicó con unas inusuales sensaciones en el pecho, pero susurrando, intentando mantener un tono sereno. El chamán, pasional hogareño, estaba descubriendo los sentimientos que le producía el dejar a su tribu atrás, sin saber cómo de bien o de mal les estaba yendo.
Al no recibir respuesta por parte de Akanke, se dio cuenta de que había caído dormida. Comprensivo, separó con cuidado su rostro del de ella y la miró dormir. Sus propios ojos también se cerraban solos, haciendo que esa bella imagen desapareciera poco a poco de su visión hasta la mañana siguiente, cuando unos pájaros le despertaron y se encontró de nuevo con Akanke frente a él.
- Has despertado antes que yo… Creía que ibas a despertar después - saludó de nuevo soltando una risa breve y tierna. Luego, se estiró aún tumbado bajo el abrigo y bostezó. - Tu cuerpo ha dado buen calor. Espero que mi cuerpo haya dado buen calor - explicó con intenciones algo coquetas, sonriendo pero con una mirada pícara. - ¿Has tenido frío?
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Re: El Camino del Forastero [Libre] [+18]
Las palabras pronunciadas por la reconfortante voz de Sein se fundieron con ella en el mundo de los sueños, donde vio imágenes de ventiscas blancas y copos de nieve que se arremolinaban en torno a ella, mientras danzaba sobre bégimos que volaban en el infinito y diáfano cielo del norte. Allí, centenares de hermanos bestia de hombros peludos, colmillos y garras de grandes felinos cantaban canciones que ella jamás había escuchado, haciendo aparecer espíritus de animales extintos hacía siglos ya.
En medio de todo estaba Sein, cubierto con ropas ceremoniales y su bastón que brillaba con una luz púrpura, extendiendo su mano para invitarla junto a él. Pero al tomar su mano, la fuerza la ejercía ella, jalándolo a su lado, pues tras ella, las tribus del Templo también entonaban sus cánticos ceremoniales; los cuernos de la guardia licántropa sonaban, acompañados de los trinos y gorjeos de los Urskeks, las sonoras flautas de la Bird Folk, los tambores de los monos y las armoniosas voces de los Woodpicker, invitaban a Sein a un abundante y lujoso banquete.
Al despertar, la Sacerdotisa del Templo sentía con certeza que en su sueño, los dioses le hablaron, diciéndole que llevara a Sein consigo, a su hogar. Que le mostrara la riqueza de los bosques y le ofreciera un lugar donde él y su gente podían vivir tranquilos y en paz.
Lo miró y le sonrió, feliz de que siguiera a su lado. -¿Tú queriendo conocer Templo? Yo queriendo llevando te al Templo.- fue la respuesta que le dio a su saludo.
Afuera de la gruta, el día comenzaba soleado y con cielo despejado. Amosa ya había salido a explorar y llamaba a su ama con insistencia, apresurándola a salir, pues el camino sería largo y no exento de peligros.
En medio de todo estaba Sein, cubierto con ropas ceremoniales y su bastón que brillaba con una luz púrpura, extendiendo su mano para invitarla junto a él. Pero al tomar su mano, la fuerza la ejercía ella, jalándolo a su lado, pues tras ella, las tribus del Templo también entonaban sus cánticos ceremoniales; los cuernos de la guardia licántropa sonaban, acompañados de los trinos y gorjeos de los Urskeks, las sonoras flautas de la Bird Folk, los tambores de los monos y las armoniosas voces de los Woodpicker, invitaban a Sein a un abundante y lujoso banquete.
Al despertar, la Sacerdotisa del Templo sentía con certeza que en su sueño, los dioses le hablaron, diciéndole que llevara a Sein consigo, a su hogar. Que le mostrara la riqueza de los bosques y le ofreciera un lugar donde él y su gente podían vivir tranquilos y en paz.
Lo miró y le sonrió, feliz de que siguiera a su lado. -¿Tú queriendo conocer Templo? Yo queriendo llevando te al Templo.- fue la respuesta que le dio a su saludo.
Afuera de la gruta, el día comenzaba soleado y con cielo despejado. Amosa ya había salido a explorar y llamaba a su ama con insistencia, apresurándola a salir, pues el camino sería largo y no exento de peligros.
Akanke
Sacerdotisa del Templo de los Monos
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Re: El Camino del Forastero [Libre] [+18]
Ella parecía aún amodorrada a pesar de haber despertado antes. Su mirada entrecerrada delataba eso. Al mismo tiempo, parecía que una idea rondaba su cabeza, y se la expresó a Sein en respuesta a sus palabras. Él, al escucharla, creyó en un primer momento que aún hablaba en sueños, pero ella le miraba a los ojos al igual que hacía él. Entonces, acabó averiguando que sus palabras gozaban de una maravillosa lucidez y de intenciones sinceras.
Sein se quedó callado durante un momento sin dejar de mirar a sus ojos de ámbar. No sabía si le estaba invitando a él solo o a toda su tribu, pero el mero gesto de hacerle esa propuesta hizo que sus ilusiones se dispararan. Seguro que allí había espacio para todos sus hermanos, seguro que ese lugar era maravilloso, protegido y con mucho alimento cerca. Y con total seguridad iba a aceptar esa oferta. - Yo... sí, quiero ir a templo - contestó con la voz sutilmente temblorosa.
Estaba sintiendo que podría expresar mejor su gratitud con palabras, pero en ese momento no encontraba palabras para hacerlo. Crecía en él esa sensación de atracción y cercanía hacia ella que ya tenía antes, y todas esas circunstancias le llevaron a acercarse más. Acercó su brazo al de ella bajo los cálidos abrigos que les arropaban, pero un profundo impulso en él le hacía querer más. Se giró para tumbarse de lado y así poder acercar su rostro al de ella, y la rodeó con su brazo para acercarla a su cuerpo. Quiso hacer que ella se girara también para estar frente a frente y poder hacer lo que quería hacer. Disfrutaba del suave tacto de su espalda, pues la estaba recorriendo con su mano admirando sus relieves y su textura, y no pudo evitar hacerlo. Acercó sus labios a los de ella y la besó.
Akanke pareció alterarse. No continuó el beso y el chamán notó rigidez en su cuerpo. En consecuencia se asustó también, pensando que había cometido un error, pero todas las dudas salieron de esa cueva cuando ella volvió a besarle. Se alegró profundamente de ser correspondido, y ahora se sentía afortunado de poder prestar atención a todas las sensaciones que podía atender, pues desde que la había visto en la nieve había admirado su bella apariencia. Sus labios eran suaves y carnosos y le sabían como un manjar, su cabello olía a las deliciosas flores que lo adornaban, y todos los contornos de su cuerpo le acariciaban y presionaban como un cálido baño en invierno. Quería disfrutar de toda ella, y recorría lentamente con su mano la firmeza de sus hombros y su espalda disfrutando de todo el éxtasis de sensaciones que estaban comenzando a crear juntos. Esperaba que, de esta manera, recibiera su gratitud, pero a medida que la situación avanzaba los motivos que le impulsaban eran menos emocionales y más carnales.
Sein se quedó callado durante un momento sin dejar de mirar a sus ojos de ámbar. No sabía si le estaba invitando a él solo o a toda su tribu, pero el mero gesto de hacerle esa propuesta hizo que sus ilusiones se dispararan. Seguro que allí había espacio para todos sus hermanos, seguro que ese lugar era maravilloso, protegido y con mucho alimento cerca. Y con total seguridad iba a aceptar esa oferta. - Yo... sí, quiero ir a templo - contestó con la voz sutilmente temblorosa.
Estaba sintiendo que podría expresar mejor su gratitud con palabras, pero en ese momento no encontraba palabras para hacerlo. Crecía en él esa sensación de atracción y cercanía hacia ella que ya tenía antes, y todas esas circunstancias le llevaron a acercarse más. Acercó su brazo al de ella bajo los cálidos abrigos que les arropaban, pero un profundo impulso en él le hacía querer más. Se giró para tumbarse de lado y así poder acercar su rostro al de ella, y la rodeó con su brazo para acercarla a su cuerpo. Quiso hacer que ella se girara también para estar frente a frente y poder hacer lo que quería hacer. Disfrutaba del suave tacto de su espalda, pues la estaba recorriendo con su mano admirando sus relieves y su textura, y no pudo evitar hacerlo. Acercó sus labios a los de ella y la besó.
Akanke pareció alterarse. No continuó el beso y el chamán notó rigidez en su cuerpo. En consecuencia se asustó también, pensando que había cometido un error, pero todas las dudas salieron de esa cueva cuando ella volvió a besarle. Se alegró profundamente de ser correspondido, y ahora se sentía afortunado de poder prestar atención a todas las sensaciones que podía atender, pues desde que la había visto en la nieve había admirado su bella apariencia. Sus labios eran suaves y carnosos y le sabían como un manjar, su cabello olía a las deliciosas flores que lo adornaban, y todos los contornos de su cuerpo le acariciaban y presionaban como un cálido baño en invierno. Quería disfrutar de toda ella, y recorría lentamente con su mano la firmeza de sus hombros y su espalda disfrutando de todo el éxtasis de sensaciones que estaban comenzando a crear juntos. Esperaba que, de esta manera, recibiera su gratitud, pero a medida que la situación avanzaba los motivos que le impulsaban eran menos emocionales y más carnales.
Sein Isånd
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Re: El Camino del Forastero [Libre] [+18]
Aquella invitación se manifestó en la boca de Akanke, pero había salido desde lo más profundo de su alma y corazón. Aquel hombre la atraía con una fuerza descomunal y era inexplicable para ella cómo o por qué; no podía parar de escudriñar en sus ojos felinos y su sonrisa causaba en ella una alegría que se sentía cálida y embriagante. Deseaba que conociera su hogar, llevarlo junto a su enorme familia y que viera con sus propios ojos la belleza y abundancia del Templo. Que fuera testigo que allí había de todo para todos y que los suyos serían bienvenidos y acogidos. Lo miraba expectante e ilusionada, esperando su respuesta.
-Yo... sí, quiero ir a templo- respondió y estalló en ella una felicidad tan grande, tan inmensa, que sentía su cuerpo pequeño para tanta emoción. Lo miró emocionada y con una sonrisa amplia. Él la abrazó y ella a él, apretándolo con sus brazos y manos contra ella, fundiéndose, derritiéndose entre las de él y sus caricias.
Pero no esperaba lo que él haría y aquel acto la hizo explotar por dentro, una erupción de emociones, sensaciones y sentimientos que no conoció hasta ese momento.
Sein pegó sus labios a los de ella. ¿Qué era eso? ¿Qué era ese calor? Quedó rígida como una piedra de la sorpresa y confusión pues jamás había recibido un beso. No sabía lo que debía hacer y por un instante, Akanke quedó paralizada. Pero aquella tensión fue momentánea pues pasado el susto, su cuerpo supo instintivamente cómo responder.
Se relajó y recibió al de Sein gustosa, entregándose al beso con deseo. Entreabrió sus labios y cerró sus ojos, correspondiéndolo torpemente; era la primera vez en su vida que Akanke besaba y era besada, y que caía presa de la pasión.
Las caricias también fueron correspondidas y ella se deleitaba con las formas del cuerpo ajeno, la calidez al tacto, la tersidad de su piel, el cautivante olor que emanaba de él. Ella se sentía flotar y no pensaba en lo que estaba haciendo o cómo, simplemente era con él y para él. Sus manos recorrían a Sein, ajenas a cualquier vergüenza y pudor, saciando la imperiosa curiosidad y necesidad que Akanke sentía de sentir cada rincón.
Pero conocerlo al tacto no era suficiente, ella necesitaba hundir todos sus sentidos en él.
Sin dejar de besarlo, con un movimiento rápido se puso encima de él a horcajadas. Una vez encima, dejó de besar sus labios y comenzó a bajar por su cuello, deteniéndose detrás de su oreja e inspiró su aroma profundamente; era un olor entre dulzón y ácido, la mezcla de sudor, piel asoleada y tierra húmeda que ella no podía encontrar más cautivador. Quiso conocer su sabor y lamió su cuello despacio, degustando su sabor salado y ligeramente picante. Adictivo. Al lamerlo, escuchó un pequeño quejido, bajito y apenas perceptible. Un sonido extático para la mujer que deseó escuchar más de esos.
-Yo... sí, quiero ir a templo- respondió y estalló en ella una felicidad tan grande, tan inmensa, que sentía su cuerpo pequeño para tanta emoción. Lo miró emocionada y con una sonrisa amplia. Él la abrazó y ella a él, apretándolo con sus brazos y manos contra ella, fundiéndose, derritiéndose entre las de él y sus caricias.
Pero no esperaba lo que él haría y aquel acto la hizo explotar por dentro, una erupción de emociones, sensaciones y sentimientos que no conoció hasta ese momento.
Sein pegó sus labios a los de ella. ¿Qué era eso? ¿Qué era ese calor? Quedó rígida como una piedra de la sorpresa y confusión pues jamás había recibido un beso. No sabía lo que debía hacer y por un instante, Akanke quedó paralizada. Pero aquella tensión fue momentánea pues pasado el susto, su cuerpo supo instintivamente cómo responder.
Se relajó y recibió al de Sein gustosa, entregándose al beso con deseo. Entreabrió sus labios y cerró sus ojos, correspondiéndolo torpemente; era la primera vez en su vida que Akanke besaba y era besada, y que caía presa de la pasión.
Las caricias también fueron correspondidas y ella se deleitaba con las formas del cuerpo ajeno, la calidez al tacto, la tersidad de su piel, el cautivante olor que emanaba de él. Ella se sentía flotar y no pensaba en lo que estaba haciendo o cómo, simplemente era con él y para él. Sus manos recorrían a Sein, ajenas a cualquier vergüenza y pudor, saciando la imperiosa curiosidad y necesidad que Akanke sentía de sentir cada rincón.
Pero conocerlo al tacto no era suficiente, ella necesitaba hundir todos sus sentidos en él.
Sin dejar de besarlo, con un movimiento rápido se puso encima de él a horcajadas. Una vez encima, dejó de besar sus labios y comenzó a bajar por su cuello, deteniéndose detrás de su oreja e inspiró su aroma profundamente; era un olor entre dulzón y ácido, la mezcla de sudor, piel asoleada y tierra húmeda que ella no podía encontrar más cautivador. Quiso conocer su sabor y lamió su cuello despacio, degustando su sabor salado y ligeramente picante. Adictivo. Al lamerlo, escuchó un pequeño quejido, bajito y apenas perceptible. Un sonido extático para la mujer que deseó escuchar más de esos.
Akanke
Sacerdotisa del Templo de los Monos
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