Biosfera [Trabajo] [Noche]
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Biosfera [Trabajo] [Noche]
En la zurda portaba una antorcha y en la diestra Jani agarraba su mano con firmeza. La niña le había arrastrado hasta aquel punto después de su repentina huida y milagrosa reaparición. La niña le había dado un buen susto.
- Repítemelo otra vez, Jani, ¿qué te dijo la señorita?
- Pues que teníamos que buscar cosas valiosas entre los escombros... Cualquier tecnología que podamos rescatar será bienvenida. Era una chica maja.
Sango volvió a gruñir: Jani repitió palabra por palabra la misma frase por sexta vez. Incluso la entonación parecía igual todas las veces. Sentía pena por la niña pero nada podía hacer él salvo mantenerla a salvo. Su cabeza debía ser un completo caos, con momentos de lucidez, ensombrecidos por las veces que se encerraba sobre sí misma. Ben suspiró.
La niña, de alguna manera, consiguió contactar con alguien y volver sana y salva con él. Ben tenía dos candidatos: biocibernéticos o algún oportunista que se ocultaba en las sombras y pretendía aprovecharse de su fuerza de trabajo. Chantajearlo con Jani, pensó, podía servirles. Aquello hizo que se detuviera durante unos instantes para mirar a la niña. Los Dioses la cruzaron en su camino y su caminos se unieron desde entonces, ¿cuánto duraría? Ben supuso que, en algún momento, la niña tendría su momento y contaría cosas tales como el nombre de sus padres, o la villa en la que vivía, alguna pista que le permitiera empezar a buscar su hogar.
- ¡Mira!- Jani tiró de él y ambos se pusieron en marcha.
Se había convertido en una constante: Janí veía algo, Sango iba tras ella, le preguntaba qué hacían allí... Muchas veces Jani se pasaba un rato mirando sin hacer ruido hasta que se cansaba y volvía con él. Esta vez Ben decidió ser algo más proactivo y fue con ella. Acercó la antorcha para que la niña pudiera mirar más de cerca. ¿Qué demonios estaba haciendo allí? ¿Por qué no se llevaba a la niña a algún sitio seguro para pasar la noche?
- ¡No! ¡No te acerques! ¡La espantas!- la niña le chilló con la cara roja de furia.- La nota dice que tenemos que llevarle las cosas a Alice- se cruzó de brazos y se sentó en el suelo.
- ¿Qué nota?- fue lo único que pudo preguntar aún conmocionado por el brusco cambio de humor.
Como la niña no respondió o no quiso hacerlo, Ben hincó la rodilla junto a ella y le pasó la mano por la cabeza. Alzó la cabeza de la niña para observarla a la luz de la antorcha. Le limpió las lágrimas.
- Jani, vida, no te preocupes, llevaremos la cosas a Alice, ¿sí?- el brillo en la mirada de la niña le llenó el corazón de alegría. Le sonrió.- Vamos, sigamos buscando, sea lo que sea que quiera Alice.
La niña sonrió también y asintió varias veces antes de ponerse en pie. Pero no contó nada más sobre la nota y sobre Alice. Sango esperaría. Había aprendido, por la fuerza, que la niña tenía su ritmo y que no debía acelerar lo que el tiempo le acabaría revelando. Paciencia y buenas palabras parecían funcionar la mayoría de las veces.
- ¿Ben...?
- ¿Sí?
- ¿Me lo das?- preguntó con emoción contenida.
- ¿El qué?- alzó las cejas.
La niña sonrió y estiró la mano hasta su hombro para coger una mariposa que se había posado allí. El insecto parecía agotado porque Jani lo sostenía con las dos manos y lo miraba fascinada y este no se movía salvo un par de aleteos que descolocaron a Sango. Un aleteo no sonaba como una bisagra, ¿verdad? La niña, con la mariposa entre sus manos decidió reemprender la marcha en busca de más "cosas para Alice".
¿En qué se había metido la niña?
Al momento de realizar este trabajo sigo con el hacha destrozada.
En este trabajo estaré acompañado por Jani. Como hice en su momento, dejo por aquí unos comentarios sobre Jani. De hecho hago un copia y pega de lo que puse entonces.
- Repítemelo otra vez, Jani, ¿qué te dijo la señorita?
- Pues que teníamos que buscar cosas valiosas entre los escombros... Cualquier tecnología que podamos rescatar será bienvenida. Era una chica maja.
Sango volvió a gruñir: Jani repitió palabra por palabra la misma frase por sexta vez. Incluso la entonación parecía igual todas las veces. Sentía pena por la niña pero nada podía hacer él salvo mantenerla a salvo. Su cabeza debía ser un completo caos, con momentos de lucidez, ensombrecidos por las veces que se encerraba sobre sí misma. Ben suspiró.
La niña, de alguna manera, consiguió contactar con alguien y volver sana y salva con él. Ben tenía dos candidatos: biocibernéticos o algún oportunista que se ocultaba en las sombras y pretendía aprovecharse de su fuerza de trabajo. Chantajearlo con Jani, pensó, podía servirles. Aquello hizo que se detuviera durante unos instantes para mirar a la niña. Los Dioses la cruzaron en su camino y su caminos se unieron desde entonces, ¿cuánto duraría? Ben supuso que, en algún momento, la niña tendría su momento y contaría cosas tales como el nombre de sus padres, o la villa en la que vivía, alguna pista que le permitiera empezar a buscar su hogar.
- ¡Mira!- Jani tiró de él y ambos se pusieron en marcha.
Se había convertido en una constante: Janí veía algo, Sango iba tras ella, le preguntaba qué hacían allí... Muchas veces Jani se pasaba un rato mirando sin hacer ruido hasta que se cansaba y volvía con él. Esta vez Ben decidió ser algo más proactivo y fue con ella. Acercó la antorcha para que la niña pudiera mirar más de cerca. ¿Qué demonios estaba haciendo allí? ¿Por qué no se llevaba a la niña a algún sitio seguro para pasar la noche?
- ¡No! ¡No te acerques! ¡La espantas!- la niña le chilló con la cara roja de furia.- La nota dice que tenemos que llevarle las cosas a Alice- se cruzó de brazos y se sentó en el suelo.
- ¿Qué nota?- fue lo único que pudo preguntar aún conmocionado por el brusco cambio de humor.
Como la niña no respondió o no quiso hacerlo, Ben hincó la rodilla junto a ella y le pasó la mano por la cabeza. Alzó la cabeza de la niña para observarla a la luz de la antorcha. Le limpió las lágrimas.
- Jani, vida, no te preocupes, llevaremos la cosas a Alice, ¿sí?- el brillo en la mirada de la niña le llenó el corazón de alegría. Le sonrió.- Vamos, sigamos buscando, sea lo que sea que quiera Alice.
La niña sonrió también y asintió varias veces antes de ponerse en pie. Pero no contó nada más sobre la nota y sobre Alice. Sango esperaría. Había aprendido, por la fuerza, que la niña tenía su ritmo y que no debía acelerar lo que el tiempo le acabaría revelando. Paciencia y buenas palabras parecían funcionar la mayoría de las veces.
- ¿Ben...?
- ¿Sí?
- ¿Me lo das?- preguntó con emoción contenida.
- ¿El qué?- alzó las cejas.
La niña sonrió y estiró la mano hasta su hombro para coger una mariposa que se había posado allí. El insecto parecía agotado porque Jani lo sostenía con las dos manos y lo miraba fascinada y este no se movía salvo un par de aleteos que descolocaron a Sango. Un aleteo no sonaba como una bisagra, ¿verdad? La niña, con la mariposa entre sus manos decidió reemprender la marcha en busca de más "cosas para Alice".
¿En qué se había metido la niña?
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[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]Al momento de realizar este trabajo sigo con el hacha destrozada.
En este trabajo estaré acompañado por Jani. Como hice en su momento, dejo por aquí unos comentarios sobre Jani. De hecho hago un copia y pega de lo que puse entonces.
- Sobre Jani:
- Color #66cc00
Como se puede ver en la conclusión del tema [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], Jani queda con esquizofrenia. Al no especificarse síntomas he pensado que era bueno acotarlos de cara a tener un marco común. Me baso en lo que pone la página de la [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] para esta enfermedad. Jani, por tanto, tendrá:
- Visiones/Alucinaciones: en determinados momentos verá y oirá cosas que solo están en su cabeza.
- Razonamiento diluido: al intentar hablar con ella, es posible, que en un determinado momento su discurso no tenga nada que ver con el tema principal que se trata.
- Cambios de humor: desde una tranquilidad absoluta hasta rabietas con gritos y uso de violencia.
Por supuesto, tenéis libertad para usarla como creáis conveniente siempre siguiendo estas directrices y añadiendo elementos que creáis que pueden ser consecuentes con el estado actual de la niña.
Sango
Héroe de Aerandir
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Re: Biosfera [Trabajo] [Noche]
«Nos han llegado informes relativos a una importante alteración del Éter entre los escombros»
Elian no necesitaba ningún informe, fue capaz de percibir la fluctuación incluso antes de que le llegara el olor de los cadáveres que aún estaban retirando del campo de batalla. Aquello era aún peor que en Nytt Hus. Claro, que allí tenían a la Nowo Khan y sus ancianos. ¿Qué tenían en Verisar?
—Un elfo estúpido que cree que va a poder hacer algo útil —murmuró descorazonado.
Trató de rodear los restos del campamento de la Guardia, pero el cerco había sido amplio y, al final, no tuvo más remedio que atravesar el lugar, donde aún no habían terminado los trabajos de retirada de cadáveres. Evitó mirar a los muertos, pues ya no podía ayudar allí. Ahora era el momento del duelo y cada pueblo debía ocuparse de ello a su manera.
Pasó junto a una gran hoguera y se detuvo. Le contaron que el enemigo (otra vez esa palabra, el enemigo) había transformado a hombres en bestias, que habían quedado tan irreconocibles que nadie quedaba para reclamar los cuerpos. Conmovido, ofreció una pequeña oración por sus almas junto al fuego, pero pronto, el olor a carne quemada le recordó el horror vivido con los licántropos en la colina y emprendió el camino de nuevo.
La tierra también lloraba a medida que se acercaba a su destino. Edén, lo habían llamado. Elian había hablado una vez con un sacerdote cristiano que había mencionado algo de un jardín con ese nombre. El lugar al que se estaba acercando no se parecía en nada a un jardín. Tierra hundida, escombros, placas de metal devolviendo los destellos rojizos de las hogueras del campamento.
Y aquel olor que demostraba que los biocibernéticos también eran personas de carne y hueso, después de todo.
—Nadie viene a enterraros a vosotros, ¿eh? —dijo cuando llegó al umbral de lo que había sido refugio para algunos, horror para otros.
Se detuvo solo un momento, como si esperara a recibir permiso antes de entrar. Había oído las historias acerca de lo que allí les hacían a los suyos en Edén, cómo los vaciaban de éter hasta que ya no quedaba nada de ellos y, por extraño que pudiera parecer, esa era una de las razones por las que había aceptado el curioso encargo que se disponía a acometer. Aquella raza no lo tenía fácil en un mundo extraño donde los recursos que necesitaban para subsistir resultaban tan escasos. ¿A qué estarían dispuestos si veían peligrar aún más el acceso a los mismos? ¿A qué estaría él dispuesto por garantizar su supervivencia y la de los suyos?
Avanzó hacia el interior de la ciudad en ruinas. La luz de un antorcha en la distancia le indicó que no estaba solo en el lugar.
Elian no necesitaba ningún informe, fue capaz de percibir la fluctuación incluso antes de que le llegara el olor de los cadáveres que aún estaban retirando del campo de batalla. Aquello era aún peor que en Nytt Hus. Claro, que allí tenían a la Nowo Khan y sus ancianos. ¿Qué tenían en Verisar?
—Un elfo estúpido que cree que va a poder hacer algo útil —murmuró descorazonado.
Trató de rodear los restos del campamento de la Guardia, pero el cerco había sido amplio y, al final, no tuvo más remedio que atravesar el lugar, donde aún no habían terminado los trabajos de retirada de cadáveres. Evitó mirar a los muertos, pues ya no podía ayudar allí. Ahora era el momento del duelo y cada pueblo debía ocuparse de ello a su manera.
Pasó junto a una gran hoguera y se detuvo. Le contaron que el enemigo (otra vez esa palabra, el enemigo) había transformado a hombres en bestias, que habían quedado tan irreconocibles que nadie quedaba para reclamar los cuerpos. Conmovido, ofreció una pequeña oración por sus almas junto al fuego, pero pronto, el olor a carne quemada le recordó el horror vivido con los licántropos en la colina y emprendió el camino de nuevo.
La tierra también lloraba a medida que se acercaba a su destino. Edén, lo habían llamado. Elian había hablado una vez con un sacerdote cristiano que había mencionado algo de un jardín con ese nombre. El lugar al que se estaba acercando no se parecía en nada a un jardín. Tierra hundida, escombros, placas de metal devolviendo los destellos rojizos de las hogueras del campamento.
Y aquel olor que demostraba que los biocibernéticos también eran personas de carne y hueso, después de todo.
—Nadie viene a enterraros a vosotros, ¿eh? —dijo cuando llegó al umbral de lo que había sido refugio para algunos, horror para otros.
Se detuvo solo un momento, como si esperara a recibir permiso antes de entrar. Había oído las historias acerca de lo que allí les hacían a los suyos en Edén, cómo los vaciaban de éter hasta que ya no quedaba nada de ellos y, por extraño que pudiera parecer, esa era una de las razones por las que había aceptado el curioso encargo que se disponía a acometer. Aquella raza no lo tenía fácil en un mundo extraño donde los recursos que necesitaban para subsistir resultaban tan escasos. ¿A qué estarían dispuestos si veían peligrar aún más el acceso a los mismos? ¿A qué estaría él dispuesto por garantizar su supervivencia y la de los suyos?
Avanzó hacia el interior de la ciudad en ruinas. La luz de un antorcha en la distancia le indicó que no estaba solo en el lugar.
Elian
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Re: Biosfera [Trabajo] [Noche]
Me costaba entender que me movía a haber aceptado ese trabajo. Después de los kobolds, el engendro mecánico y la masacre no es que me hubiese nada que me motivara para regresar a Edén. Aunque seguramente era precisamente por ello por lo que estaba de vuelta, remordimientos sobre todo lo ocurrido. No es como si durante la batalla me hubiera planteado en ningún momento si estaba bien matarlos, después de todo, hacerse esas preguntas cuando intentan matarte a ti suele acabar mal. Pero después de un tiempo para pensar y de haber conocido a Kira en el maldito festival, había empezado a pensar si los biocibernéticos realmente luchaban por ellos o si eran esclavos de algo más. Parecía que su propia naturaleza jugaba en su contra, y después de haber podido conocer algo a una, no podía sino compadecerme de ellos. Toda la gente que había muerto por mis malas decisiones al menos habían decidido meterse en esto voluntariamente, pero del otro bando no estaba seguro de poder decir lo mismo.
Así que allí estaba, de vuelta en el infierno porque parecía que ahora sentía la necesidad de ayudar a los biocibernéticos después de haber luchado en su contra. «Por estas cosas no tienes que meterte en guerras Corlys. Son mierdas muy complicadas y todos pierden. Y como eres tonto luego te metes en estos cenagales por sentirte mal.»
El sonido de algo mecánico moviéndose entre los escombros me sacó de mis pensamientos inmediatamente y me recordó que no era el momento ni el lugar. Debía buscar todos los fragmentos útiles que pudiera para devolvérselo a los biocibernéticos y que pudieran seguir con su vida. Pero mejor si me daba prisa, que por lo que se decía, el éter era inestable en esta zona, y aunque dudaba que eso tuviera efecto directo sobre mi, nadie podía saber como podría afectar a cualquier cosa mágica que hubiera quedado tirada tras la batalla. Además, era improbable que el engendro al que espantamos Vincent y yo fuera la única aberración que hubieran creado para esta batalla, y además ni siquiera estaba seguro de que hubiera muerto en la explosión.
Con más cuidado del que había tenido hasta ahora, y tratando de moverme sigiloso y ocultándome entre las sombras de las paredes de la ciudad, seguí desplazándome entre los edificios hacia el centro, donde esperaba que estuvieran los almacenes principales o lo que tuviera esta gente. Pero antes de encontrar nada de eso vi la luz de unas antorchas, y un par de figuras conocidas bajo ellas. Para tratar de no pillarlos por sorpresa y que me acabaran atacando por erros, me fui moviendo con un paso más firme y dejándome ver, antes de saludarles.
- Vaya. No pensaba que hubiera más gente con el poco criterio de meterse en este infierno a buscar chatarra.- Les dije con unos ánimos que dudaba mucho tener realmente. Pero al menos tener buena compañía podía ayudar a dejar de darle vueltas a las cosas, y en este momento sonaba a algo que me vendría bastante bien.
Así que allí estaba, de vuelta en el infierno porque parecía que ahora sentía la necesidad de ayudar a los biocibernéticos después de haber luchado en su contra. «Por estas cosas no tienes que meterte en guerras Corlys. Son mierdas muy complicadas y todos pierden. Y como eres tonto luego te metes en estos cenagales por sentirte mal.»
El sonido de algo mecánico moviéndose entre los escombros me sacó de mis pensamientos inmediatamente y me recordó que no era el momento ni el lugar. Debía buscar todos los fragmentos útiles que pudiera para devolvérselo a los biocibernéticos y que pudieran seguir con su vida. Pero mejor si me daba prisa, que por lo que se decía, el éter era inestable en esta zona, y aunque dudaba que eso tuviera efecto directo sobre mi, nadie podía saber como podría afectar a cualquier cosa mágica que hubiera quedado tirada tras la batalla. Además, era improbable que el engendro al que espantamos Vincent y yo fuera la única aberración que hubieran creado para esta batalla, y además ni siquiera estaba seguro de que hubiera muerto en la explosión.
Con más cuidado del que había tenido hasta ahora, y tratando de moverme sigiloso y ocultándome entre las sombras de las paredes de la ciudad, seguí desplazándome entre los edificios hacia el centro, donde esperaba que estuvieran los almacenes principales o lo que tuviera esta gente. Pero antes de encontrar nada de eso vi la luz de unas antorchas, y un par de figuras conocidas bajo ellas. Para tratar de no pillarlos por sorpresa y que me acabaran atacando por erros, me fui moviendo con un paso más firme y dejándome ver, antes de saludarles.
- Vaya. No pensaba que hubiera más gente con el poco criterio de meterse en este infierno a buscar chatarra.- Les dije con unos ánimos que dudaba mucho tener realmente. Pero al menos tener buena compañía podía ayudar a dejar de darle vueltas a las cosas, y en este momento sonaba a algo que me vendría bastante bien.
Corlys Glokta
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Re: Biosfera [Trabajo] [Noche]
Aquel lugar era imponente. Sein no lo había conocido en condiciones, pero incluso sus ruinas hacían imaginar a quien las miraba un esbozo de lo que había sido un lugar en el que tú mismo te sentirías parte de una gigantesca máquina mecánica. - Por mis ancestros... ¿Qué ocurrido aquí? - Los olores penetraban en su nariz, aportándole demasiada información. Y lo que percibía por los ojos apoyaba a esa información, confirmando que allí habían ardido muchos cuerpos, y que muchos de ellos parecían ser de la misma raza que aquella chica, Kira, que conoció mucho más al norte. - Parece que hermanos de Kira subieron a los cielos... - se dijo en un tono lúgubre.
A Sein le apenaba aquello. Se empezaba a dar cuenta de que, a pesar de las dificultades que le hicieron partir, vivía muy bien en su asentamiento, con su gente. Parecía que en el resto de las tierras abundaba el caos y la desgracia. Movía la antorcha de lado a lado, entre los metálicos escombros de Edén, y alumbrase a donde alumbrase veía restos de la masacre.
Sonidos electrónicos de criaturas cuya parte biocibernética se aferraba a la vida más que la de carne y hueso se oían de vez en cuando entre los montones de escombros. La misión de Sein en aquel lugar, era aportar su grano de arena para mejorar la situación de la raza de todos aquellos caídos.
Día y medio atrás...:
- Buenas, viajero. Pareces cansado. ¿No vendrás tú también de Edén, no?
- ¿Edén? No he oído nunca... ¿Está en norte o en sur?
- Espera... ¡Micah! ¡Trae unas gachas de la casa para el forastero! Vas a probar la buena comida del sur, amigo.
- ¿Cómo sabes que no vengo de sur?
- Joven, todos los que vienen del sur estos días han visto u oído lo que ocurría en Edén... Esta es la taberna más cercana, y los que están yendo ahora a arreglar ese desastre vienen aquí a reponer fuerzas. Además, vuestro acento es muy reconocible. Solo basta una palabra para reconocer a los de las montañas nevadas, muchacho.
Siguiendo las instrucciones de aquel tabernero, allí se encontraba, con el honrado objetivo de aportar su mano de obra para ayudar a aquellos que lo necesitaban. Además, cobraría por ello, y aunque le había costado, se había acostumbrado ya a la vida fuera de la tribu, donde todo lo que uno necesita se gana con dinero. Y este, se gana con trabajo.
Aunque los sonidos electrónicos provenían de varios puntos diferentes en aquel lugar, fue guiado por un sonido que se distinguía de los demás. Bajo una gran cantidad de escombros podía escuchar lo que a su juicio parecía una especie de llanto de una criatura cibernética, aunque para confirmarlo necesitaría la ayuda de otras personas que pudieran levantar con el todo lo que cubría ese sonido. Acelerado por la urgencia de una posible criatura herida, empezó a pedir ayuda por si alguien pudiera escucharle.
- ¡Ayuda! ¡Hay alguien atrapado! ¡¿Alguien escucha?!
Si nadie acudía o le contestaba en los próximos segundos, se pondría a buscar él mismo por la zona a alguien. Pero de momento estaba tratando de quitar todo lo que podía de ese montón de chatarra para ir avanzando.
A Sein le apenaba aquello. Se empezaba a dar cuenta de que, a pesar de las dificultades que le hicieron partir, vivía muy bien en su asentamiento, con su gente. Parecía que en el resto de las tierras abundaba el caos y la desgracia. Movía la antorcha de lado a lado, entre los metálicos escombros de Edén, y alumbrase a donde alumbrase veía restos de la masacre.
Sonidos electrónicos de criaturas cuya parte biocibernética se aferraba a la vida más que la de carne y hueso se oían de vez en cuando entre los montones de escombros. La misión de Sein en aquel lugar, era aportar su grano de arena para mejorar la situación de la raza de todos aquellos caídos.
Día y medio atrás...:
- Buenas, viajero. Pareces cansado. ¿No vendrás tú también de Edén, no?
- ¿Edén? No he oído nunca... ¿Está en norte o en sur?
- Espera... ¡Micah! ¡Trae unas gachas de la casa para el forastero! Vas a probar la buena comida del sur, amigo.
- ¿Cómo sabes que no vengo de sur?
- Joven, todos los que vienen del sur estos días han visto u oído lo que ocurría en Edén... Esta es la taberna más cercana, y los que están yendo ahora a arreglar ese desastre vienen aquí a reponer fuerzas. Además, vuestro acento es muy reconocible. Solo basta una palabra para reconocer a los de las montañas nevadas, muchacho.
Siguiendo las instrucciones de aquel tabernero, allí se encontraba, con el honrado objetivo de aportar su mano de obra para ayudar a aquellos que lo necesitaban. Además, cobraría por ello, y aunque le había costado, se había acostumbrado ya a la vida fuera de la tribu, donde todo lo que uno necesita se gana con dinero. Y este, se gana con trabajo.
Aunque los sonidos electrónicos provenían de varios puntos diferentes en aquel lugar, fue guiado por un sonido que se distinguía de los demás. Bajo una gran cantidad de escombros podía escuchar lo que a su juicio parecía una especie de llanto de una criatura cibernética, aunque para confirmarlo necesitaría la ayuda de otras personas que pudieran levantar con el todo lo que cubría ese sonido. Acelerado por la urgencia de una posible criatura herida, empezó a pedir ayuda por si alguien pudiera escucharle.
- ¡Ayuda! ¡Hay alguien atrapado! ¡¿Alguien escucha?!
Si nadie acudía o le contestaba en los próximos segundos, se pondría a buscar él mismo por la zona a alguien. Pero de momento estaba tratando de quitar todo lo que podía de ese montón de chatarra para ir avanzando.
Sein Isånd
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Re: Biosfera [Trabajo] [Noche]
Cuando uno deambulaba ante las puertas de la casa de la muerte, se dijo, no era difícil encontrar seres luchando contra la feroz atracción que ese Reino ejercía sobre ellos. La reina, conjuraba sus esfuerzos para atraer todas las almas hacia sus dominios pero la voluntad de vivir era, en muchas ocasiones, una fuerza superior contra la que nada podía hacer. Sin embargo, la voluntad terminaba siendo vencida en miles de formas: desde la punta de una espada hasta el incansable avanzar de las horas. Allí, en el interior de lo que un día fue el paraíso, la reina lo reclamó para sí en una espiral de caos y terror que impregnaba el ambiente de un regusto metálico que no parecía marcharse.
Pero sobre la muerte, primero reinaba la vida. Y en eso centró su esfuerzo y en mantener a la niña a salvo, que ahora, por suerte, posaba su atención en la mariposa mecánica, como la había descrito ella. Su atención al cuidado de aquel ser era algo digno de ver, con movimientos precisos y delicados para limpiarlo, acariciarlo y ver de cerca aquello que le llamara la atención.
Ben alzó la vista para ver una cara conocida a escasos pasos de distancia. La confusión dió paso a la curiosidad y esta a la sorpresa para terminar con alegría. Le dedicó una sonrisa y avanzó hacia él. Con una mano sosteniendo una antorcha, le fue imposible darle un abrazo, pero se las ingenió para echarle un brazo por encima y apretarle contra él.
- Me alegro de verte, hermano- le echó un rápido vistazo para comprobar su estado y saber que se encontraba bien. - Espero que no te hayas visto envuelto en todo esto...- añadió en voz baja con los ojos posados en Jani.
Echó otro rápido vistazo a Elian y llamó a Jani a su lado que se levantó del suelo y caminó hacia él sin quitar la vista de la mariposa.
- Ella es Jani, una víctima más del poder de los objetos malditos- dijo posándole una mano en la cabeza a la niña que le dedicó una breve sonrisa.- Jani, mira, este de aquí es Elian- se inclinó hacia la chiquilla pero ella señaló al frente.
Al instante, un segundo hombre apareció con un comentario mordaz. Ben se relajó y pasó a considerararlo un aliado. La luz estaba funcionando, era el faro en medio de la oscuridad qie se cernía sobre Edén. Se enteró por su comentario que tenían que buscar chatarra, las cosas para Alice. Poco a poco.
- No es chatarra, son cosas de valor, me lo dijo, ¡No!- la niña chilló de repente.
La mariposa alzó el vuelo y se alejó rápidamente de ellos, Jani se zafó del tímido e inseguro agarre de Sango y echó a correr tras ella.
Ben confundido, tardó en reaccionar por culpa de querer estudiar al recién llegado. Sacudió la cabeza y salió tras la niña.
- ¡Para, es peligroso!
- ¡Kiel, Kiel!
Sango alcanzó a la niña que llamaba a voces a la mariposa que se dirigía hacia una voz que pedía auxilio y que cogió por sorpresa a Sango.
Apremió a la niña a seguir, diciéndole que la había visto a lo lejos. Una mentira para hacer que continuara. Una mentira que resultó en realidad.
Cuando llegó al origen de la voz, un tercer hombre estaba junto a una pila de escombros, pero lo más interesante era la cantidad de insectos mecánicos que se estaban agolpando allí. De un rápido vistazo pudo contar al menos una docena. Sin dejar de lado su asombro, ofreció su ayuda.
- ¿Qué hay que hacer?
Un rápido vistazo a Jani para ver sus ojos brillantes de emoción le bastaron para saber que estaba bien.
- ¿Hay alguien ahí atrapado?
Clavó la antorcha en el suelo y se dispuso a quitar piedras y escombros.
Pero sobre la muerte, primero reinaba la vida. Y en eso centró su esfuerzo y en mantener a la niña a salvo, que ahora, por suerte, posaba su atención en la mariposa mecánica, como la había descrito ella. Su atención al cuidado de aquel ser era algo digno de ver, con movimientos precisos y delicados para limpiarlo, acariciarlo y ver de cerca aquello que le llamara la atención.
Ben alzó la vista para ver una cara conocida a escasos pasos de distancia. La confusión dió paso a la curiosidad y esta a la sorpresa para terminar con alegría. Le dedicó una sonrisa y avanzó hacia él. Con una mano sosteniendo una antorcha, le fue imposible darle un abrazo, pero se las ingenió para echarle un brazo por encima y apretarle contra él.
- Me alegro de verte, hermano- le echó un rápido vistazo para comprobar su estado y saber que se encontraba bien. - Espero que no te hayas visto envuelto en todo esto...- añadió en voz baja con los ojos posados en Jani.
Echó otro rápido vistazo a Elian y llamó a Jani a su lado que se levantó del suelo y caminó hacia él sin quitar la vista de la mariposa.
- Ella es Jani, una víctima más del poder de los objetos malditos- dijo posándole una mano en la cabeza a la niña que le dedicó una breve sonrisa.- Jani, mira, este de aquí es Elian- se inclinó hacia la chiquilla pero ella señaló al frente.
Al instante, un segundo hombre apareció con un comentario mordaz. Ben se relajó y pasó a considerararlo un aliado. La luz estaba funcionando, era el faro en medio de la oscuridad qie se cernía sobre Edén. Se enteró por su comentario que tenían que buscar chatarra, las cosas para Alice. Poco a poco.
- No es chatarra, son cosas de valor, me lo dijo, ¡No!- la niña chilló de repente.
La mariposa alzó el vuelo y se alejó rápidamente de ellos, Jani se zafó del tímido e inseguro agarre de Sango y echó a correr tras ella.
Ben confundido, tardó en reaccionar por culpa de querer estudiar al recién llegado. Sacudió la cabeza y salió tras la niña.
- ¡Para, es peligroso!
- ¡Kiel, Kiel!
Sango alcanzó a la niña que llamaba a voces a la mariposa que se dirigía hacia una voz que pedía auxilio y que cogió por sorpresa a Sango.
Apremió a la niña a seguir, diciéndole que la había visto a lo lejos. Una mentira para hacer que continuara. Una mentira que resultó en realidad.
Cuando llegó al origen de la voz, un tercer hombre estaba junto a una pila de escombros, pero lo más interesante era la cantidad de insectos mecánicos que se estaban agolpando allí. De un rápido vistazo pudo contar al menos una docena. Sin dejar de lado su asombro, ofreció su ayuda.
- ¿Qué hay que hacer?
Un rápido vistazo a Jani para ver sus ojos brillantes de emoción le bastaron para saber que estaba bien.
- ¿Hay alguien ahí atrapado?
Clavó la antorcha en el suelo y se dispuso a quitar piedras y escombros.
Sango
Héroe de Aerandir
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Re: Biosfera [Trabajo] [Noche]
Un Popi salvaje aparece
Cargado hasta las cejas con un montón de bártulos, sintiéndose caracol al cargar con un petate sobre otro y otro a la espalda, el caminar del fauno bamboleaba de un lado al otro. Canturreaba mientras tanto, aunque la carga no le permitía brincar. Aun así, se encontraba animado, nunca había sabido cómo o por qué sus pasos siempre lo terminaban llevando allá donde tenía puestos los pensamientos, pero era feliz por ello. Sentía que la descontrolada vida sabía guiarlo.
¡Oh! ¡Hola! ¿Nos conocemos? Juraría que sí. ¡Si! Esa cara me es familiar. Tú, sí, sí, probaste mi té. Fue grata compañía, gracias, gracias. Lo que es el destino, los lazos siempre nos acaban uniendo, ¿no crees? Es gracioso, yo pensaba en tí y aquí te encuentro, aunque hay otros quienes os piensan también. ¡Qué mundo más pañuelístico! Curiosamente tengo aquí...
Elian recibes Ungüento Sanguijuela [consumible]: a partir de la baba del Desecador, genera una película anticoagulante y antiséptica sobre heridas graves que protegerá la zona, impidiendo que empeore, hasta el final del tema.
Sigel
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Re: Biosfera [Trabajo] [Noche]
Elan caminó hacia la antorcha. Si había más gente recogiendo material para esa tal Hyre, sería bueno organizarse juntos, para no perder tiempo registrando el terreno que otros habían vaciado. Pero antes de haber avanzado dos pasos, lo interrumpió un tipo muy extraño cargado con un montón de cachivaches que no sonaban muy metálicos.
—¿Nos conocem…? ¿Eh? ¿Té? ¿Pañuel…?
Ese fue todo su intento de mantener una conversación con el extraño que, por otro lado, no parecía necesitar que su interlocutor respondiera a sus divagaciones. Y así, el alegre transeúnte depositó un tarrito en su mano y desapareció tal y como había aparecido.
La luz, por su parte, no había desaparecido, por lo que, tan pronto como Elian se recuperó de la incongruente aparición, continuó su camino hacia la antorcha.
—Bien hallado seas, Sango de Cedralada —saludó con una sonrisa cuando reconoció al hombre que la portaba.
Correspondió con una mezcla de alivio y alegría al efusivo saludo, pues la presencia de un amigo siempre ayuda a atenuar circunstancias tan desoladoras como las que les rodeaban en aquel momento.
—¿Envuelto en esto? —respondió al comentario de Sango—. No. No aquí, pero al oeste de Sandorai también tuvimos un recordatorio de lo destructivo que puede llegar a ser jugar con fuego.
No fue hasta que Sango la llamó que se fijó en la pequeña que lo acompañaba, Jani, pobre muchacha. Se esforzó en devolverle la tímida sonrisa, Isil sabía que falta le hacía un gesto amable si se había visto envuelta en toda aquella locura, pero la niña estaba más pendiente de una nueva presencia en la zona.
—¡Corlys!, ¿tú tamb…?
Pero antes de que pudiera terminar su intento de saludo, la pequeña Jani salió corriendo muy alterada, seguida por Sango. Renunció entonces a las formalidades, sustituyéndolas por un ligero apretón en el brazo del recién llegado.
—Vamos —le rogó más que le pidió—. No podemos dejar a una niña corriendo sola por aquí y tú y yo lo tenemos más fácil para seguirle los pasos en medio de la noche.
Y, rematando el apretón con una palmadita, soltó el brazo de Corlys y echó a trotar detrás de los otros dos.
No entendía por qué Sango había llevado a una criatura tan joven a un lugar tan desolador como ese, pero el momento pedía acción, no explicaciones. Y tampoco es que él tuviera derecho a pedir explicaciones, él que nunca había sido responsable de nadie más que sí mismo. Por alguna razón, aquella idea le recordó a otra carrera nocturna colina arriba tras un joven dragón ebrio que, a pesar de las circunstancias, le arrancó una sonrisa.
—Tenemos que dejar de vernos así —le dijo a Corlys entre resoplidos.
Resultó que Sango se las arreglaba bastante bien en su papel de cuidador y, para llevar tanto metal encima, era rápido. No dudó en desviar el recorrido en dirección a una petición de ayuda, cosa que no sorprendió a Elian. Lo que sí le sorprendió fue que se las arreglara para que la niña lo siguiera. Quizá se había acostumbrado demasiado a los jóvenes adultos.
Sin cuestionarse otra posibilidad, Elian siguió la nueva ruta en pos de la voz y, tras encontrarse con la familiar figura que, agachada, forcejeaba con los escombros, se arrodilló a su lado, dispuesto a echar una mano. ¿Era posible que aún hubiera alguien vivo allí?
No tardó en sentirse redundante, sin embargo, pues su constitución no podía competir con la envergadura de humano y leopardo. Se levantó entonces, buscando en la penumbra algo que le ayudase a hacer palanca.
—¿Nos conocem…? ¿Eh? ¿Té? ¿Pañuel…?
Ese fue todo su intento de mantener una conversación con el extraño que, por otro lado, no parecía necesitar que su interlocutor respondiera a sus divagaciones. Y así, el alegre transeúnte depositó un tarrito en su mano y desapareció tal y como había aparecido.
La luz, por su parte, no había desaparecido, por lo que, tan pronto como Elian se recuperó de la incongruente aparición, continuó su camino hacia la antorcha.
—Bien hallado seas, Sango de Cedralada —saludó con una sonrisa cuando reconoció al hombre que la portaba.
Correspondió con una mezcla de alivio y alegría al efusivo saludo, pues la presencia de un amigo siempre ayuda a atenuar circunstancias tan desoladoras como las que les rodeaban en aquel momento.
—¿Envuelto en esto? —respondió al comentario de Sango—. No. No aquí, pero al oeste de Sandorai también tuvimos un recordatorio de lo destructivo que puede llegar a ser jugar con fuego.
No fue hasta que Sango la llamó que se fijó en la pequeña que lo acompañaba, Jani, pobre muchacha. Se esforzó en devolverle la tímida sonrisa, Isil sabía que falta le hacía un gesto amable si se había visto envuelta en toda aquella locura, pero la niña estaba más pendiente de una nueva presencia en la zona.
—¡Corlys!, ¿tú tamb…?
Pero antes de que pudiera terminar su intento de saludo, la pequeña Jani salió corriendo muy alterada, seguida por Sango. Renunció entonces a las formalidades, sustituyéndolas por un ligero apretón en el brazo del recién llegado.
—Vamos —le rogó más que le pidió—. No podemos dejar a una niña corriendo sola por aquí y tú y yo lo tenemos más fácil para seguirle los pasos en medio de la noche.
Y, rematando el apretón con una palmadita, soltó el brazo de Corlys y echó a trotar detrás de los otros dos.
No entendía por qué Sango había llevado a una criatura tan joven a un lugar tan desolador como ese, pero el momento pedía acción, no explicaciones. Y tampoco es que él tuviera derecho a pedir explicaciones, él que nunca había sido responsable de nadie más que sí mismo. Por alguna razón, aquella idea le recordó a otra carrera nocturna colina arriba tras un joven dragón ebrio que, a pesar de las circunstancias, le arrancó una sonrisa.
—Tenemos que dejar de vernos así —le dijo a Corlys entre resoplidos.
Resultó que Sango se las arreglaba bastante bien en su papel de cuidador y, para llevar tanto metal encima, era rápido. No dudó en desviar el recorrido en dirección a una petición de ayuda, cosa que no sorprendió a Elian. Lo que sí le sorprendió fue que se las arreglara para que la niña lo siguiera. Quizá se había acostumbrado demasiado a los jóvenes adultos.
Sin cuestionarse otra posibilidad, Elian siguió la nueva ruta en pos de la voz y, tras encontrarse con la familiar figura que, agachada, forcejeaba con los escombros, se arrodilló a su lado, dispuesto a echar una mano. ¿Era posible que aún hubiera alguien vivo allí?
No tardó en sentirse redundante, sin embargo, pues su constitución no podía competir con la envergadura de humano y leopardo. Se levantó entonces, buscando en la penumbra algo que le ayudase a hacer palanca.
Elian
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Re: Biosfera [Trabajo] [Noche]
No tuve ni siquiera tiempo de saludar a Sango como se merecía pues la niña que le acompañaba saltó rápidamente diciendo que no era chatarra lo que buscaban, para salir corriendo inmediatamente después seguida por el humano. Elian me saludó brevemente y propuso seguirles, para entonces salir rápidamente tras ellos.
- Si, esto de perseguir críos de noche se nos da bien, pero no es la actividad que escogería si me dieran a elegir.- «E igual debería también de dejar de hablar a niños, solo consigo respuestas insolentes o que salgan corriendo. Todavía van a conseguir que eche de menos a los bordes.»- ¿Aunque igual casi mejor esto a que unas mariposas intenten convertirnos en cenizas, no?
No tuvimos problemas en seguirles el ritmo, pero si que me resultaba sorprendente que un par de humanos que dudaba pudieran distinguir demasiado en la oscuridad se pudieran mover tan ágilmente, especialmente el que iba cargado con tanto metal encima. Pero Sango no sólo logró consiguió alcanzar a la niña, sino que la guio hasta donde había alguien pidiendo ayuda. Ese alguien resultó ser Sein, el hombre leopardo que había conocido antes de que las mariposas nos explotaran en la cara, pero no había tiempo para andar con presentaciones, pues debíamos sacar a alguien. Sango y Sein parecían estar encargándose bien de los escombros de menor tamaño, por lo que ver a Elian buscando algo con lo que ayudarse me hizo inclinarme por buscar algo con lo que poder retirar los mayores. No tardé en encontrar una vara metálica de buen grosor y una altura similar a la mía, así que la cogí y la clavé en un hueco bajo una placa de metal de tamaño importante.
- Elian, ¿buscabas algo como esto? Ven y échame una mano, que esto pesa bastante.
Con esfuerzo conseguimos levantar la placa lo suficiente para que alguien pudiera entrar por el hueco, pero lo que me inquietaba era la cantidad de mariposas mecanizadas que se estaban acumulando en esta zona, y especialmente el extraño chirrido que estaban emitiendo desde que llegásemos. No recordaba haber visto este tipo de seres en el asedio a Edén, aunque era cierto que podía ser por haber pasado la mayor parte del tiempo bajo tierra, pero había tenido suficiente con el engendro mecánico como para confiar en que nada con piezas de metal fuera inofensivo.
- No se si quien esté dentro podrá salir, pero creo que ya podres entrar vosotros. Pero daos prisa. No es que esto pese, que un poco también, pero no me gusta lo que están haciendo esos bichos, me recuerda demasiado a Dundarak.- Al menos parecía que la palanca era suficientemente resistente como para no romperse y dejar a alguien más atrapado, y confiaba en que entre Elian y yo pudiésemos mantener la chapa levantada.- Ah, Sein, me alegro de verte. Pero espero que el volver a encontrarnos entre biocibernéticos y mariposas raras sólo sea una coincidencia y no acabemos igual.- Quizás no fuese el mejor momento para bromas sobre explotar, pero si algo había aprendido de Vincent era que mejor tomarse las cosas con alegría, aunque en mi caso no estuviera sobrado de eso y solo quedase resignación.
- Si, esto de perseguir críos de noche se nos da bien, pero no es la actividad que escogería si me dieran a elegir.- «E igual debería también de dejar de hablar a niños, solo consigo respuestas insolentes o que salgan corriendo. Todavía van a conseguir que eche de menos a los bordes.»- ¿Aunque igual casi mejor esto a que unas mariposas intenten convertirnos en cenizas, no?
No tuvimos problemas en seguirles el ritmo, pero si que me resultaba sorprendente que un par de humanos que dudaba pudieran distinguir demasiado en la oscuridad se pudieran mover tan ágilmente, especialmente el que iba cargado con tanto metal encima. Pero Sango no sólo logró consiguió alcanzar a la niña, sino que la guio hasta donde había alguien pidiendo ayuda. Ese alguien resultó ser Sein, el hombre leopardo que había conocido antes de que las mariposas nos explotaran en la cara, pero no había tiempo para andar con presentaciones, pues debíamos sacar a alguien. Sango y Sein parecían estar encargándose bien de los escombros de menor tamaño, por lo que ver a Elian buscando algo con lo que ayudarse me hizo inclinarme por buscar algo con lo que poder retirar los mayores. No tardé en encontrar una vara metálica de buen grosor y una altura similar a la mía, así que la cogí y la clavé en un hueco bajo una placa de metal de tamaño importante.
- Elian, ¿buscabas algo como esto? Ven y échame una mano, que esto pesa bastante.
Con esfuerzo conseguimos levantar la placa lo suficiente para que alguien pudiera entrar por el hueco, pero lo que me inquietaba era la cantidad de mariposas mecanizadas que se estaban acumulando en esta zona, y especialmente el extraño chirrido que estaban emitiendo desde que llegásemos. No recordaba haber visto este tipo de seres en el asedio a Edén, aunque era cierto que podía ser por haber pasado la mayor parte del tiempo bajo tierra, pero había tenido suficiente con el engendro mecánico como para confiar en que nada con piezas de metal fuera inofensivo.
- No se si quien esté dentro podrá salir, pero creo que ya podres entrar vosotros. Pero daos prisa. No es que esto pese, que un poco también, pero no me gusta lo que están haciendo esos bichos, me recuerda demasiado a Dundarak.- Al menos parecía que la palanca era suficientemente resistente como para no romperse y dejar a alguien más atrapado, y confiaba en que entre Elian y yo pudiésemos mantener la chapa levantada.- Ah, Sein, me alegro de verte. Pero espero que el volver a encontrarnos entre biocibernéticos y mariposas raras sólo sea una coincidencia y no acabemos igual.- Quizás no fuese el mejor momento para bromas sobre explotar, pero si algo había aprendido de Vincent era que mejor tomarse las cosas con alegría, aunque en mi caso no estuviera sobrado de eso y solo quedase resignación.
Corlys Glokta
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Re: Biosfera [Trabajo] [Noche]
Los ancestros le sonrieron, y les devolvió la sonrisa al recibir la ayuda de un hombre que venía acompañado por una niña. Creía que aquel lugar estaba menos lleno de vida. - ¡Gracias! Sí, hay algo debajo de ruinas. Creo que necesita ayuda - informó acelerado, pues había sacado ya de aquella pila de escombros varios pesados fragmentos de roca y metal.
¿Qué habría ahí debajo? El bestial, recién llegado a estas tierras, poco sabía siquiera de la raza de los cibernéticos. Pero sí estaba advirtiendo la presencia, cada vez más numerosa, de unos insectos voladores reuniéndose alrededor de ellos. Echó un vistazo rápido y pudo admirar la belleza de estos, pero con premura continuó con su empeño: tenía que ayudar a esa criatura enterrada bajo los escombros. A eso, entre otras cosas, había venido a Edén.
Poco a poco empezó a llegar más gente. Grata sorpresa para el hombre felino, que bajo una fina pero extensa capa de sudor y con los brazos ocupados con los escombros, se alegró del reencuentro que le había regalado el destino. - ¡No puede ser! Es una alegría encontrar otra vez - se extrañó, pensando en lo raro de lo que acontecía. ¿Había estado viajando en círculos? ¿Tan poco se había alejado del norte que se había encontrado otra vez con dos personas que había visto allí? En todo caso, no pudo detenerse a saludarlos en condiciones por el momento. - Vale. Entro. - Tras escuchar a Corlys, echó un breve vistazo y pudo confirmar lo que había dicho.
Sin dudarlo, se agachó y comenzó a reptar bajo la placa metálica mientras escuchaba al vampiro. Le escuchaba, pero no atendía a sus palabras, pues la urgencia de la situación y la curiosidad por lo que acababa de descubrir le tenían absorto en su misión actual. ¿Qué clase de criatura era esa? Reptó un poco más hasta que pudo alcanzarla cuidadosamente con la mano y, tras palparla un poco para comprobar que no fuera agresiva, la agarró para sacarla de ahí.
Aún de rodillas y con la respiración ligeramente intensa, observaba con total curiosidad. - Mirad... - Aquello que sostenía sobre sus dos manos y que casi las cubría por completo con sus coloridas alas, aún conservaba algún débil movimiento. Inmediatamente, las mariposas se acercaron. Una nube de alas igual de coloridas se reunió sobre las manos del félido, con un vuelo delicado, conmovedor. Y el desesperado aleteo de la gran mariposa, que ya era débil, iba golpeando cada vez más suave las palmas de Sein.
- ¿Kiel...? - Rompiendo la monotonía del suave zumbido de las mariposas, la pequeña comenzaba a sollozar, con un rostro de pena profunda y los ojos brillantes que reflejaban la llama de la antorcha que había apoyado Sein en los escombros.
¿Qué habría ahí debajo? El bestial, recién llegado a estas tierras, poco sabía siquiera de la raza de los cibernéticos. Pero sí estaba advirtiendo la presencia, cada vez más numerosa, de unos insectos voladores reuniéndose alrededor de ellos. Echó un vistazo rápido y pudo admirar la belleza de estos, pero con premura continuó con su empeño: tenía que ayudar a esa criatura enterrada bajo los escombros. A eso, entre otras cosas, había venido a Edén.
Poco a poco empezó a llegar más gente. Grata sorpresa para el hombre felino, que bajo una fina pero extensa capa de sudor y con los brazos ocupados con los escombros, se alegró del reencuentro que le había regalado el destino. - ¡No puede ser! Es una alegría encontrar otra vez - se extrañó, pensando en lo raro de lo que acontecía. ¿Había estado viajando en círculos? ¿Tan poco se había alejado del norte que se había encontrado otra vez con dos personas que había visto allí? En todo caso, no pudo detenerse a saludarlos en condiciones por el momento. - Vale. Entro. - Tras escuchar a Corlys, echó un breve vistazo y pudo confirmar lo que había dicho.
Sin dudarlo, se agachó y comenzó a reptar bajo la placa metálica mientras escuchaba al vampiro. Le escuchaba, pero no atendía a sus palabras, pues la urgencia de la situación y la curiosidad por lo que acababa de descubrir le tenían absorto en su misión actual. ¿Qué clase de criatura era esa? Reptó un poco más hasta que pudo alcanzarla cuidadosamente con la mano y, tras palparla un poco para comprobar que no fuera agresiva, la agarró para sacarla de ahí.
Aún de rodillas y con la respiración ligeramente intensa, observaba con total curiosidad. - Mirad... - Aquello que sostenía sobre sus dos manos y que casi las cubría por completo con sus coloridas alas, aún conservaba algún débil movimiento. Inmediatamente, las mariposas se acercaron. Una nube de alas igual de coloridas se reunió sobre las manos del félido, con un vuelo delicado, conmovedor. Y el desesperado aleteo de la gran mariposa, que ya era débil, iba golpeando cada vez más suave las palmas de Sein.
- ¿Kiel...? - Rompiendo la monotonía del suave zumbido de las mariposas, la pequeña comenzaba a sollozar, con un rostro de pena profunda y los ojos brillantes que reflejaban la llama de la antorcha que había apoyado Sein en los escombros.
Sein Isånd
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Re: Biosfera [Trabajo] [Noche]
Los trabajos de desescombro fueron rápidos una vez los cuatro pares de manos se pusieron a trabajar en el mismo objetivo. Una vez alcanzaron a despejar una suerte de ruta a través de los escombros, el más grande de ellos, el que estaba allí y había pedido ayuda, se internó, pese a su tamaño, con gran agilidad en el interior de la gruta. Sango observó con el ceño fruncido y escuchó con atención los movimientos del hombre bajo una de las muchas pilas de escombros de lo que había sido Edén.
Lo que sacó entre sus manos aprisionó su mirada y lo dejó cautivado era una mariposa, parecida a la que había salido persiguiendo Jani pero de un tamaño mucho más grande. Sin embargo lo más sorprendente de todo fue la gran cantidad de pequeñas mariposas y otros pequeños falsos insectos que revolotearon al rededor, de vivos colores y formas tan distintas que componían una visión hermosa, completamente fuera de lugar.
La voz de Jani, sin embargo, le devolvió a la realidad del lugar, del ambiente, del caos que era Edén. Sus lágrimas le dieron la fuerza suficiente como para moverse hacia ella. Hincó una rodilla y con las manos a ambos lados de la cara, le limpió la cara con una leve presión que ejercía con los pulgares.
- Eh, ¿qué pasa pequeña?- preguntó Sango buscando cruzar la mirada-. ¿Está ahí Kiel?¿Quieres recuperarla?- preguntó con voz baja.
- ¡Está enferma!- le chilló de repente.
Ben, sobresaltado, no perdió el agarre con la pequeña, ahora tenía posadas sus manos en sus pequeños hombros. La miró a los ojos pero ella estaba más preocupada en buscar a la mariposa que aquel hombre había rescatado de entre los escombros. Ben se giró hacia el resto.
- ¿Qué es exactamente lo que buscamos? La pequeña Jani tampoco es que me haya contado mucho- esbozó una sonrisa triste-. No deberíamos estar aquí de noche- añadió.
El sonido de los extraños insectos, las llamas de las antorchas y Jani forcejando para librarse de su agarre siguió a su pregunta.
- Yo solo quería rendir un último homenaje a mis camaradas caídos- murmuró bajando la cabeza.
Soltó a Jani y la observó correr hacia las manos del hombre dejándose llevar por la explosión de colores pero sin perder de vista su objetivo que era la mariposa más grande que reposaba casi moribunda, si es que esa era la palabra correcta, en las manos. Ben se levantó y no pudo apartar la vista de Jani que ahora llevaba sus manos hasta la mariposa, se la quitaba al hombre y la acunaba contra su pecho.
- Tenemos que curarla- dijo con seguridad.
Ben que veía las mariposas revolotear a su alrededor e interrumpir el contacto visual con ella suspiró. Asintió levemente.
- Lo intentaremos, Jani- contestó Sango forzando una sonrisa en el rostro.
Entonces giró la cabeza hacia el hombre que se había internado bajo los escombros y se acercó a él para tenderle una mano y ayudarle a incorporarse.
- ¿Alguno tiene idea de cómo curar- hizo énfasis en esa palabra- uno de estos seres?- preguntó-. Por cierto- dijo mirando al hombre al que le tendía la mano-, soy Sango.
Sango miró al cielo y luego a su alrededor. Aquel no era un lugar seguro incluso después de haber derrotado la amenaza que suponía Edén para el resto de Verisar, los carroñeros que se alimentaban de los restos de las batallas, y Sango pensaba en gente que se dedicaba a despojar de cualquier cosa de valor de los cadáveres, o incluso alguna de las criaturas que se decía que había allí en Edén, aún podían suponer una amenaza para un grupo como aquel.
- Jani habló con alguien. Le dijo que buscaba cosas de valor. Tecnología- Sango se encogió de hombros-. ¿Me equivoco si pienso que habéis venido por lo mismo?- preguntó Sango-. Alguien poco cabal, si me permitís el comentario, si le pide eso a una niña- añadió.
Volvió a mirar a Jani que miraba con curiosidad la gran mariposa entre sus brazos. Paseó sus ojos por sus compañeros. Buscaba, quizá, comprensión en sus ojos, pero sabía que era difícil. ¿Qué hacía paseando a una niña en mitad de la noche por los restos de un campo de batalla? Pero no había culpa para él, al menos no era lo que quería pensar, lo que quería decirse. Su camino y el de Jani se habían cruzado y ahora, por el momento, ambos parecían discurrir por la misma senda. Él veía su estado y era incapaz de negarle nada, ¿por qué hacerlo cuándo alguien ya ha sufrido demasiado? Y sin embargo allí estaba ella, empeñada en seguir sufriendo por aquellos extraños seres. Había demasiada bondad en su corazón, pensaba Sango.
- Me veo en la obligación de poneros sobre aviso: los peligros en este lugar aún no se han terminado. Asaltantes, carroñeros u otros seres pueden estar cerca- dijo con tono severo sacudiéndose sus pensamientos de la cabeza-. Tranquilos, no seré bueno buscando objetos de valor, pero sí protegiendo lo más valioso que nos entregan los Dioses: vidas- añadió con una amplía sonrisa en el rostro.
Sus manos se posaron el en cinto donde descansaban sus armas, a la espera del próximo paso. Por lo pronto, Jani tenía voluntad de curar a aquel ser y a Ben le parecía un buen punto por donde empezar. Pero claro, él no era imparcial en cuanto a ella.
Lo que sacó entre sus manos aprisionó su mirada y lo dejó cautivado era una mariposa, parecida a la que había salido persiguiendo Jani pero de un tamaño mucho más grande. Sin embargo lo más sorprendente de todo fue la gran cantidad de pequeñas mariposas y otros pequeños falsos insectos que revolotearon al rededor, de vivos colores y formas tan distintas que componían una visión hermosa, completamente fuera de lugar.
La voz de Jani, sin embargo, le devolvió a la realidad del lugar, del ambiente, del caos que era Edén. Sus lágrimas le dieron la fuerza suficiente como para moverse hacia ella. Hincó una rodilla y con las manos a ambos lados de la cara, le limpió la cara con una leve presión que ejercía con los pulgares.
- Eh, ¿qué pasa pequeña?- preguntó Sango buscando cruzar la mirada-. ¿Está ahí Kiel?¿Quieres recuperarla?- preguntó con voz baja.
- ¡Está enferma!- le chilló de repente.
Ben, sobresaltado, no perdió el agarre con la pequeña, ahora tenía posadas sus manos en sus pequeños hombros. La miró a los ojos pero ella estaba más preocupada en buscar a la mariposa que aquel hombre había rescatado de entre los escombros. Ben se giró hacia el resto.
- ¿Qué es exactamente lo que buscamos? La pequeña Jani tampoco es que me haya contado mucho- esbozó una sonrisa triste-. No deberíamos estar aquí de noche- añadió.
El sonido de los extraños insectos, las llamas de las antorchas y Jani forcejando para librarse de su agarre siguió a su pregunta.
- Yo solo quería rendir un último homenaje a mis camaradas caídos- murmuró bajando la cabeza.
Soltó a Jani y la observó correr hacia las manos del hombre dejándose llevar por la explosión de colores pero sin perder de vista su objetivo que era la mariposa más grande que reposaba casi moribunda, si es que esa era la palabra correcta, en las manos. Ben se levantó y no pudo apartar la vista de Jani que ahora llevaba sus manos hasta la mariposa, se la quitaba al hombre y la acunaba contra su pecho.
- Tenemos que curarla- dijo con seguridad.
Ben que veía las mariposas revolotear a su alrededor e interrumpir el contacto visual con ella suspiró. Asintió levemente.
- Lo intentaremos, Jani- contestó Sango forzando una sonrisa en el rostro.
Entonces giró la cabeza hacia el hombre que se había internado bajo los escombros y se acercó a él para tenderle una mano y ayudarle a incorporarse.
- ¿Alguno tiene idea de cómo curar- hizo énfasis en esa palabra- uno de estos seres?- preguntó-. Por cierto- dijo mirando al hombre al que le tendía la mano-, soy Sango.
Sango miró al cielo y luego a su alrededor. Aquel no era un lugar seguro incluso después de haber derrotado la amenaza que suponía Edén para el resto de Verisar, los carroñeros que se alimentaban de los restos de las batallas, y Sango pensaba en gente que se dedicaba a despojar de cualquier cosa de valor de los cadáveres, o incluso alguna de las criaturas que se decía que había allí en Edén, aún podían suponer una amenaza para un grupo como aquel.
- Jani habló con alguien. Le dijo que buscaba cosas de valor. Tecnología- Sango se encogió de hombros-. ¿Me equivoco si pienso que habéis venido por lo mismo?- preguntó Sango-. Alguien poco cabal, si me permitís el comentario, si le pide eso a una niña- añadió.
Volvió a mirar a Jani que miraba con curiosidad la gran mariposa entre sus brazos. Paseó sus ojos por sus compañeros. Buscaba, quizá, comprensión en sus ojos, pero sabía que era difícil. ¿Qué hacía paseando a una niña en mitad de la noche por los restos de un campo de batalla? Pero no había culpa para él, al menos no era lo que quería pensar, lo que quería decirse. Su camino y el de Jani se habían cruzado y ahora, por el momento, ambos parecían discurrir por la misma senda. Él veía su estado y era incapaz de negarle nada, ¿por qué hacerlo cuándo alguien ya ha sufrido demasiado? Y sin embargo allí estaba ella, empeñada en seguir sufriendo por aquellos extraños seres. Había demasiada bondad en su corazón, pensaba Sango.
- Me veo en la obligación de poneros sobre aviso: los peligros en este lugar aún no se han terminado. Asaltantes, carroñeros u otros seres pueden estar cerca- dijo con tono severo sacudiéndose sus pensamientos de la cabeza-. Tranquilos, no seré bueno buscando objetos de valor, pero sí protegiendo lo más valioso que nos entregan los Dioses: vidas- añadió con una amplía sonrisa en el rostro.
Sus manos se posaron el en cinto donde descansaban sus armas, a la espera del próximo paso. Por lo pronto, Jani tenía voluntad de curar a aquel ser y a Ben le parecía un buen punto por donde empezar. Pero claro, él no era imparcial en cuanto a ella.
Sango
Héroe de Aerandir
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Re: Biosfera [Trabajo] [Noche]
El comentario de Corlys acerca de las mariposas explosivas hizo que Elian observara las extrañas mariposas que revoloteaban a su alrededor con cierta suspicacia, pero no soltó la improvisada palanca con la que él y el vampiro abrieron hueco a Sein. El hecho de que fuesen tan obviamente artificiales (algunas incluso chirriaban un poco al batir las alas), en lugar de las de Dundarak, que habían imitado a la perfección a los insectos alados (al menos hasta que empezaron a explotar), le llevó a pensar que posiblemente no tuvieran que preocuparse por ellas.
—Quizá solo intentan ayudar —respondió a la más pesimista opinión de Corlys—. De algún modo.
No se le ocurría cuál, en realidad, pero la forma en que revoloteaban en torno a la apertura, y no frente a su cara, resultaba esperanzador. O eso prefería pensar mientras aplicaba buena parte de su peso contra la palanca, tratando de evitar que el precario túnel se desplomase sobre Sein. Fue un alivio cuando el hombre volvió a salir y él y Corlys pudieron soltar la barra metálica, que acabó golpeando el suelo con un sonido un tanto cortante.
Elian se sacudió la tensión de los músculos con algo de movimiento y un par de respiraciones profundas antes de prestar su atención a lo que su compañero había sacado de entre los escombros. Para entonces, la pequeña Jani se había apropiado de ello, pero sus diminutas manos no podían ocultar unas alas metálicas ligeramente torcidas que parecían tener dificultades para alzar el vuelo, como sus hermanas más pequeñas, que revoloteaban alrededor de la pequeña. Elian apartó la mirada, sus habilidades de curación funcionaban en seres vivos, no en creaciones mecánicas.
—No sé si la persona que le habló a Jani será la misma con la que yo hablé. Era una mujer… peculiar —le dijo a Sango. Después rebuscó en su bolsillo la nota que le habían dado y se la ofreció por si quería echarle un vistazo por sí mismo mientras le daba la versión abreviada—. En la Base de los bio-cibernéticos están buscando restos que puedan aprovechar. No disponen de muchos recursos para… No sé, la verdad, pero al parecer su gente tiene que reutilizar ciertos materiales para mantenerse, ya que son un tanto escasos por aquí.
La niña había empezado a sollozar.
—Tenemos que curarla —repitió con voz triste.
Al girarse de nuevo hacia ella, unos destellos que la antorcha de Sango arrancó al suelo llamaron la atención de Elian. Se agachó para ver de qué se trataba y le sorprendió atisbar un grupo de lo que parecían coloridos escarabajos caminando directamente hacia la pequeña. Hasta las mariposas parecían haber variado su recorrido en torno a la pequeña, como si dieran la bienvenida a los recién llegados.
—Tal vez… —carraspeó—. ¿Tal vez ellos sepan qué hacer?
Despacio, tomó las manos de la pequeña, animándola a agacharse y dejar la mariposa en el suelo. Las otras mariposas parecieron dar saltitos en el aire, mientras los escarabajos rodeaban a la mariposa herida. Durante un par de angustiosos latidos, Elian se preguntó qué comerían los escarabajos metálicos. Por suerte, no parecía que fueran otros insectos metálicos.
—Yo tampoco sé muy bien qué pueden considerar valioso en la Base, pero parece que ellas sí —murmuró finalmente, señalando a las mariposas con un gesto de la cabeza.
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OFF: Aprovecho para dejar constancia por aquí de que, como se sugería en la oferta de trabajo [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], hemos estado actualizando algunas entradas del bestiario:
[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], Corlys
[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], Elian
[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], Sango
El [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] ya estaba actualizado, pero también encontramos [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] que actualizó Sein, y Corlys hasta se lanzó con un nuevo aporte del gusanito que los atacó a él y Vincent bajo los túneles de Edén en el evento que dio lugar a esta oferta: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
—Quizá solo intentan ayudar —respondió a la más pesimista opinión de Corlys—. De algún modo.
No se le ocurría cuál, en realidad, pero la forma en que revoloteaban en torno a la apertura, y no frente a su cara, resultaba esperanzador. O eso prefería pensar mientras aplicaba buena parte de su peso contra la palanca, tratando de evitar que el precario túnel se desplomase sobre Sein. Fue un alivio cuando el hombre volvió a salir y él y Corlys pudieron soltar la barra metálica, que acabó golpeando el suelo con un sonido un tanto cortante.
Elian se sacudió la tensión de los músculos con algo de movimiento y un par de respiraciones profundas antes de prestar su atención a lo que su compañero había sacado de entre los escombros. Para entonces, la pequeña Jani se había apropiado de ello, pero sus diminutas manos no podían ocultar unas alas metálicas ligeramente torcidas que parecían tener dificultades para alzar el vuelo, como sus hermanas más pequeñas, que revoloteaban alrededor de la pequeña. Elian apartó la mirada, sus habilidades de curación funcionaban en seres vivos, no en creaciones mecánicas.
—No sé si la persona que le habló a Jani será la misma con la que yo hablé. Era una mujer… peculiar —le dijo a Sango. Después rebuscó en su bolsillo la nota que le habían dado y se la ofreció por si quería echarle un vistazo por sí mismo mientras le daba la versión abreviada—. En la Base de los bio-cibernéticos están buscando restos que puedan aprovechar. No disponen de muchos recursos para… No sé, la verdad, pero al parecer su gente tiene que reutilizar ciertos materiales para mantenerse, ya que son un tanto escasos por aquí.
La niña había empezado a sollozar.
—Tenemos que curarla —repitió con voz triste.
Al girarse de nuevo hacia ella, unos destellos que la antorcha de Sango arrancó al suelo llamaron la atención de Elian. Se agachó para ver de qué se trataba y le sorprendió atisbar un grupo de lo que parecían coloridos escarabajos caminando directamente hacia la pequeña. Hasta las mariposas parecían haber variado su recorrido en torno a la pequeña, como si dieran la bienvenida a los recién llegados.
—Tal vez… —carraspeó—. ¿Tal vez ellos sepan qué hacer?
Despacio, tomó las manos de la pequeña, animándola a agacharse y dejar la mariposa en el suelo. Las otras mariposas parecieron dar saltitos en el aire, mientras los escarabajos rodeaban a la mariposa herida. Durante un par de angustiosos latidos, Elian se preguntó qué comerían los escarabajos metálicos. Por suerte, no parecía que fueran otros insectos metálicos.
—Yo tampoco sé muy bien qué pueden considerar valioso en la Base, pero parece que ellas sí —murmuró finalmente, señalando a las mariposas con un gesto de la cabeza.
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OFF: Aprovecho para dejar constancia por aquí de que, como se sugería en la oferta de trabajo [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], hemos estado actualizando algunas entradas del bestiario:
[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], Corlys
[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], Elian
[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], Sango
El [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] ya estaba actualizado, pero también encontramos [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] que actualizó Sein, y Corlys hasta se lanzó con un nuevo aporte del gusanito que los atacó a él y Vincent bajo los túneles de Edén en el evento que dio lugar a esta oferta: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Elian
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Re: Biosfera [Trabajo] [Noche]
Al menos Sein no tardó mucho en salir del agujero, solo que en esta ocasión lo hizo con una mariposa mecánica sorprendentemente grande sobre sus manos. Entre que Elian y yo soltamos la palanca, dejando que la tapa del túnel cayera enérgicamente, y nos acercamos a ver, la niña ya había cogido al insecto artificial y nos estaba pidiendo que la curásemos. Mientras Jani observaba la mariposa, Sango nos preguntó si sabíamos algo más sobre que estábamos buscando, mientras parecía quejarse por como se le había complicado un simple viaje para recordar a los caídos, que siendo que incluía a una mujer haciendo el lío a una niña para buscar materiales misteriosos, podía comprenderlo. Aunque con las palabras de Elian al respecto empecé a sospechar que esa mujer debía ser la misma que me había pedido a mi que lo hiciera también, eso o había muchas mujeres extrañas solicitando buscar chatarra.
- Yo también me encontré a una mujer curiosa que me encargó buscar repuestos para los bio-cibernéticos, confío en que será la misma. Pero la verdad es que no especificó demasiado lo que eran los repuestos. Yo asumiría que si es metálico y complejo es susceptible de ser uno de esos repuestos.
Cuando la niña insistió aún más en que debíamos curar a la mariposa todos nos fuimos quedando en silencio, sin saber demasiado bien que hacer. Elian vio unos escarabajos metálicos que se acercaban a la mariposa y decidió que la mejor idea debía ser dejar a la mariposa con esos otros falsos insectos. No se como convenció a la niña, pero finalmente dejaron al bicho metálico en el suelo y este fue envuelto por los escarabajos. Mientras que esperaba a ver como resultaba eso sentí la imperiosa necesidad de abrir la boca para romper la tensión.
- Elian, ¿crees que tus cosas de elfo podrían haber funcionado con estos bichos? En nuestro último encuentro pudiste curar a Kira, se que ella es más orgánica que estas cosas, pero igual tienen suficiente de animal vivo como para funcionar, o quizás no... tampoco he tenido oportunidad de ver como son por- Al ver que los escarabajos se apartaban de la mariposa mecánica después de haberla dejado como nueva di una palmada e interrumpí mi propia divagación.- Pero bueno, da igual, ha funcionado tu plan.
La mariposa de Jani alzó de nuevo el vuelo, seguida de todas las demás mariposas, pero mientras el resto parecían formar una nube de insectos cubriendo el cielo sobre nosotros, la otra iba aleteando con mucho brío para lo despacio que se iba desplazando, volando bajo como intentando mantenerse a nuestro alcance.
- Bueno, supongo que es el momento de descubrir si tienes razón y los bichos saben lo que necesitamos. ¿Todos estamos de acuerdo en seguirla? Porque no parece que tengamos muchas más ideas y algunos hemos aceptado el trabajo de llevar de vuelta esas cosas a los bios. Además, no podemos decepcionar a esa niña. Aunque espero que la suerte nos sonría un poco más y todavía no llegue el momento en el que tengas que demostrarnos que tan bien se te da proteger vidas.
Seguidamente me di la vuelta para seguir a nuestra mariposa. Este sitio era peligroso, y aunque tenía la ventaja de ser quien mejor podía ver de los presentes no debía bajar la guardia. Y en ese no bajar la guardia debía incluir el no pensar demasiado en lo ocurrido allí, ya habría tiempo de reflexiones, pero por el momento sería mejor seguir viviendo a base de ironía para mantenerme la moral donde debía estar.
La mariposa siguió volando con calma entre las ruinas mientras la seguíamos, intentando fijarme bien en donde pisaba para no acabar cayendo por alguna grieta oculta, hasta que finalmente llegó a un agujero que se abría en el suelo y empezó a dar vueltas en círculos sobre él. Viendo el boquete se me ocurrían muchas razones para no entrar, y seguramente en otras circunstancias hubiera optado por darme la vuelta y buscar otro sitio donde rapiñar, pero esta no iba a ser esa ocasión, había ido con amigos a los que no podía abandonar y seguía sintiendo una especie de deuda hacia los bio-cibernéticos que debía encontrar la forma de pagar, así que hice lo único que podía hacerse en un momento como ese, suspirar pesadamente, encogerme de hombros y preguntarles con una sonrisa.
- Bueno gente, ¿alguna idea de cómo meternos ahí dentro sin perder la oportunidad de volver?
- Yo también me encontré a una mujer curiosa que me encargó buscar repuestos para los bio-cibernéticos, confío en que será la misma. Pero la verdad es que no especificó demasiado lo que eran los repuestos. Yo asumiría que si es metálico y complejo es susceptible de ser uno de esos repuestos.
Cuando la niña insistió aún más en que debíamos curar a la mariposa todos nos fuimos quedando en silencio, sin saber demasiado bien que hacer. Elian vio unos escarabajos metálicos que se acercaban a la mariposa y decidió que la mejor idea debía ser dejar a la mariposa con esos otros falsos insectos. No se como convenció a la niña, pero finalmente dejaron al bicho metálico en el suelo y este fue envuelto por los escarabajos. Mientras que esperaba a ver como resultaba eso sentí la imperiosa necesidad de abrir la boca para romper la tensión.
- Elian, ¿crees que tus cosas de elfo podrían haber funcionado con estos bichos? En nuestro último encuentro pudiste curar a Kira, se que ella es más orgánica que estas cosas, pero igual tienen suficiente de animal vivo como para funcionar, o quizás no... tampoco he tenido oportunidad de ver como son por- Al ver que los escarabajos se apartaban de la mariposa mecánica después de haberla dejado como nueva di una palmada e interrumpí mi propia divagación.- Pero bueno, da igual, ha funcionado tu plan.
La mariposa de Jani alzó de nuevo el vuelo, seguida de todas las demás mariposas, pero mientras el resto parecían formar una nube de insectos cubriendo el cielo sobre nosotros, la otra iba aleteando con mucho brío para lo despacio que se iba desplazando, volando bajo como intentando mantenerse a nuestro alcance.
- Bueno, supongo que es el momento de descubrir si tienes razón y los bichos saben lo que necesitamos. ¿Todos estamos de acuerdo en seguirla? Porque no parece que tengamos muchas más ideas y algunos hemos aceptado el trabajo de llevar de vuelta esas cosas a los bios. Además, no podemos decepcionar a esa niña. Aunque espero que la suerte nos sonría un poco más y todavía no llegue el momento en el que tengas que demostrarnos que tan bien se te da proteger vidas.
Seguidamente me di la vuelta para seguir a nuestra mariposa. Este sitio era peligroso, y aunque tenía la ventaja de ser quien mejor podía ver de los presentes no debía bajar la guardia. Y en ese no bajar la guardia debía incluir el no pensar demasiado en lo ocurrido allí, ya habría tiempo de reflexiones, pero por el momento sería mejor seguir viviendo a base de ironía para mantenerme la moral donde debía estar.
La mariposa siguió volando con calma entre las ruinas mientras la seguíamos, intentando fijarme bien en donde pisaba para no acabar cayendo por alguna grieta oculta, hasta que finalmente llegó a un agujero que se abría en el suelo y empezó a dar vueltas en círculos sobre él. Viendo el boquete se me ocurrían muchas razones para no entrar, y seguramente en otras circunstancias hubiera optado por darme la vuelta y buscar otro sitio donde rapiñar, pero esta no iba a ser esa ocasión, había ido con amigos a los que no podía abandonar y seguía sintiendo una especie de deuda hacia los bio-cibernéticos que debía encontrar la forma de pagar, así que hice lo único que podía hacerse en un momento como ese, suspirar pesadamente, encogerme de hombros y preguntarles con una sonrisa.
- Bueno gente, ¿alguna idea de cómo meternos ahí dentro sin perder la oportunidad de volver?
Corlys Glokta
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Re: Biosfera [Trabajo] [Noche]
El chamán no podía hacer más evidente su admiración. Su rostro le delataba. Las tierras lejanas albergaban criaturas inimaginables y con unas capacidades asombrosas. Parecía que se comunicaban entre ellas de alguna manera que él no podía reconocer, pero aún así lograron entre todas que la gran mariposa recuperara su vitalidad. - ¡Mira, pequeña! ¡Bestia está bien! - se dirigió a Jani con una gran sonrisa, pues había detectado su tristeza y sus ganas de que la mariposa se recuperara. - Un espíritu menos a cielo...
El hombre desconocido se hizo conocer, y tendió la mano a Sein para que se levantara. - Gracias, Sango. Yo soy Sein Isånd, chamán y Mano de Tigre de los Isklør en montañas del norte - se presentó dándole un buen apretón, aprovechando que sus manos ya estaban juntas.
La intensidad de los olores de aquel lugar masacrado le tenía ligeramente irritado y su felino interior, por tanto, estaba comenzando a necesitar que esa tensión se liberara de alguna manera. Una vez incorporado, comenzó a dar unos pequeños saltos, mostrando inquietud. - Sí, yo también quiero ser ayuda. Y necesito dinero de trabajo - contestó con total inocencia y sinceridad a la pregunta de Sango, hablando un poco más rápido de lo normal.
Cuando Elian habló, aprovechó para saludarle en condiciones, con un gran abrazo. Hacía tiempo que no veía a su curtidor. - ¡Tu piel protege siempre, amigo! Mira. Arañazos no llegan a piel - le mostró orgulloso y agradecido algunas marcas de pelea que mostraba la armadura que le había fabricado tiempo atrás, mientras se daba alguna palmada sobre la pechera. - ¡Corlys! Volvemos a ver. Mucho calor lejos de montañas, ¿sí? - le saludó recordando aquel evento norteño. También le vinieron a la cabeza las enseñanzas que le ofreció sobre los vampiros. - Oh, sol aquí es más fuerte. Tenemos que ser rápidos o Corlys quema rápido cuando sol sale - sugirió el felino tratando de obrar bien por el vampiro.
Mientras tanto, las mariposas estaban comenzando a dirigirse hacia un lugar en concreto. El chamán volvió a coger la antorcha antes de seguirlas y tras dar unos cuantos pasos llegaron a un agujero que penetraba el suelo al cual Sein se acercó con cautela, comenzando a olisquear en busca de información. - ¿Qué hay abajo, amigas? - preguntó con preocupación a las diligentes mariposas, pues su olfato saturado no era tan preciso como en condiciones normales. Soltó un pequeño gruñido de irritación a causa de esto. No esperaba respuesta a su pregunta, pero estas se acercaban cada vez más al agujero como queriendo indicar algo. El chamán lo interpretó como una señal, pues aquellos pequeños seres le habían sorprendido con su capacidad para lograr objetivos y no le extrañó que supiesen comunicarse con otro tipo de seres. En efecto, había podido oler que quizás ese agujero albergaba criaturas similares. - Entro - avisó sin dudar.
Se adentró intentando no tropezar y con la antorcha frente a él, pero no veía nada relevante. - ¡Aquí hay algo! - informó a los que aún estaban fuera. Seguía sin ver nada, pero su nariz nunca le engañaba aunque esta vez le frustrara su menor capacidad de rastrear por tal mezcla de olores intensos. Debía haber algo, más adentro. El cauteloso hombre felino sacó un poco sus garras, por la irritación y la inseguridad de no poder ver más allá de la llama.
Y menos mal que las había sacado.
El hombre desconocido se hizo conocer, y tendió la mano a Sein para que se levantara. - Gracias, Sango. Yo soy Sein Isånd, chamán y Mano de Tigre de los Isklør en montañas del norte - se presentó dándole un buen apretón, aprovechando que sus manos ya estaban juntas.
La intensidad de los olores de aquel lugar masacrado le tenía ligeramente irritado y su felino interior, por tanto, estaba comenzando a necesitar que esa tensión se liberara de alguna manera. Una vez incorporado, comenzó a dar unos pequeños saltos, mostrando inquietud. - Sí, yo también quiero ser ayuda. Y necesito dinero de trabajo - contestó con total inocencia y sinceridad a la pregunta de Sango, hablando un poco más rápido de lo normal.
Cuando Elian habló, aprovechó para saludarle en condiciones, con un gran abrazo. Hacía tiempo que no veía a su curtidor. - ¡Tu piel protege siempre, amigo! Mira. Arañazos no llegan a piel - le mostró orgulloso y agradecido algunas marcas de pelea que mostraba la armadura que le había fabricado tiempo atrás, mientras se daba alguna palmada sobre la pechera. - ¡Corlys! Volvemos a ver. Mucho calor lejos de montañas, ¿sí? - le saludó recordando aquel evento norteño. También le vinieron a la cabeza las enseñanzas que le ofreció sobre los vampiros. - Oh, sol aquí es más fuerte. Tenemos que ser rápidos o Corlys quema rápido cuando sol sale - sugirió el felino tratando de obrar bien por el vampiro.
Mientras tanto, las mariposas estaban comenzando a dirigirse hacia un lugar en concreto. El chamán volvió a coger la antorcha antes de seguirlas y tras dar unos cuantos pasos llegaron a un agujero que penetraba el suelo al cual Sein se acercó con cautela, comenzando a olisquear en busca de información. - ¿Qué hay abajo, amigas? - preguntó con preocupación a las diligentes mariposas, pues su olfato saturado no era tan preciso como en condiciones normales. Soltó un pequeño gruñido de irritación a causa de esto. No esperaba respuesta a su pregunta, pero estas se acercaban cada vez más al agujero como queriendo indicar algo. El chamán lo interpretó como una señal, pues aquellos pequeños seres le habían sorprendido con su capacidad para lograr objetivos y no le extrañó que supiesen comunicarse con otro tipo de seres. En efecto, había podido oler que quizás ese agujero albergaba criaturas similares. - Entro - avisó sin dudar.
Se adentró intentando no tropezar y con la antorcha frente a él, pero no veía nada relevante. - ¡Aquí hay algo! - informó a los que aún estaban fuera. Seguía sin ver nada, pero su nariz nunca le engañaba aunque esta vez le frustrara su menor capacidad de rastrear por tal mezcla de olores intensos. Debía haber algo, más adentro. El cauteloso hombre felino sacó un poco sus garras, por la irritación y la inseguridad de no poder ver más allá de la llama.
Y menos mal que las había sacado.
Sein Isånd
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Re: Biosfera [Trabajo] [Noche]
Valoraba la valentía de Sein, el chamán de las montañas del norte, pero valoraba más la prudencia y la precaución sobre todo en lugar como aquel. Sobre todo de noche. Sango agitó la cabeza en desaprobación antes de posar la mirada en Jani que seguía maravillada con la mariposa y su cabeza describía movimientos circulares siguiendo el vuelo del constructo. Entonces escuchó el grito de Sein.
- Jani, ven aquí- se limitó a decir mientras sus ojos se clavaban en la oscuridad de agujero por el que se había metido Sein.
Un agudo chillido llegó del agujero que erizó la piel de Ben que echó mano rápidamente al hacha que colgaba a su derecha. El chillido volvió a repetirse y a él le pareció que lo que escuchaba era como si el eje de una puerta de madera estuviera mal engrasada. Gruñó y estiró el brazo que sostenía la antorcha hacia delante, hacia el agujero por el que se había metido Sein. En su cabeza se dibujaron un sinfín de escenarios en los que en ninguno de ellos salían bien parados.
Sin embargo, lo que vieron arrastrarse por el suelo no era una criatura de temibles proporciones. No era un ejército de bestias que abalanzaran sobre ellos. No. Lo que vieron fue algo salido de otro mundo. Una carcasa metálica, corroída, oxidada y sin brillo alguno, se ayudaba de una suerte de apéndice metálico, brillante, como recién salido de una fragua, se clavaba en el suelo y avanzaba hacia ellos lentamente. Pudieron ver como sobre esa carcasa descansaba lo que a primera vista parecía un yelmo pero que un estudio más detallado reveló como una forma similar a una cabeza. En su estela arrastraba lo que parecían unos intestinos metálicos.
- Por el amor de Freyja...- murmuró.
Muchos constructos de los que habían visto, se acercaban a él. Escorpiones metálicos, que le pinchaban y salían corriendo hacia otra parte, las mariposas que se posaban en él salían volando, reptando, o corriendo hacia otras partes. Era como si todos se acercaran a preguntar, a interesarse por su estado, a tratar de hacer todo lo posible para salvar aquella criatura que se arrastraba por el suelo de la galería que Sein había tenido a bien meterse por ella.
Ben era incapaz de apartar los ojos de aquel ser. Se había creado una burbuja en la que el mundo a su alrededor no importaba, sólo tenía ojos y capacidad mental para aquella criatura que luchaba por salir de allí. No vio como Jani se adelantaba. No lo vio porque su cabeza era incapaz de comprender como algo así podía estar vivo. ¿Cómo es posible que el metal esté vivo? ¿Cómo es posible que parezca humano y sin embargo...
- ¡Esto se lo podemos llevar a Alice! ¡Esto se lo podemos llevar a Alice!- gritó con entusiasmo la niña-. ¡Ella podrá curarle!- Jani chillaba con voz muy aguda mientras señalaba a la criatura que continuaba su lento avance.
En la siguiente brazada, sin embargo, el apéndice metálico que Ben imaginó como un brazo, golpeó a Jani en una de sus piernas y clavándose a continuación, en uno de sus pies. Primero la sorpresa y luego el grito de dolor, inundó la galería. Sango se lanzó hacia ella y soltando la antorcha echó sus brazos hacia ella antes de golpear con el tacón de la bota la criatura que se desequilibró hacia un lado liberando a Jani y pudiendo Ben alzarla del suelo mientras se alejaba de allí tratando de contener el llanto de la pequeña que gritaba desconsolada.
- Ya pequeña, ya está...- Ben hincó la rodilla izquierda en suelo y la sentó en su pierna derecha para echarle un vistazo a las heridas. Sin embargo Jani se había aferrado a él, abrazándolo con sus brazos y ahogaba su llanto contra su cuello-. Elian, por favor- dijo Sango apretando la cabeza de Jani contra él-, ¿puedes echarle un vistazo a sus heridas?
Ben mientras tarareaba una canción al oído de Jani, que no dejaba de llorar, mientras sus ojos seguían fijos en la criatura que no se había detenido ni un solo instante y seguía su lento avance.
- ¡Vaya, vaya! ¡Están aquí!- gritó una voz que Sango no reconoció y que sonó por encima del llanto ahogado de Jani-. Los últimos Edenienses. ¡Debieréis escapar cuando pudieseis!
Ben giró la cabeza para encontrarse con un grupo de tres personas armadas con ballestas y que apuntaban directamente hacia ellos. Los reconoció al instante. Eran la típica escoria que aparecía tras las grandes batallas, después de los grandes acontecimientos históricos y que buscaban cualquier cosa que brillara para pasarle un trapo, quitarle la sangre, y venderla sin apenas esfuerzo.
- ¡Los gritidos de la niña son muy tiernos, pero, no debieres traerla a un sitio así!- le ladró el que parecía el líder de aquella banda de saqueadores-. Ya nos ocupasemos de ella después, pero antes, saberse que ustedes, Edenienses, tendrán que acompañarse a nosostros para que os ayudaren mis amigos a compartir la carga...- dijo con una sonrisa pícara en el rostro. A Ben no se le había pasado por alto que llevaba equipo robado a cadáveres de la Guardia.
Más voces se escucharon tras él. Ben que seguía meciendo a Jani en su regazo, que parecía algo más calmada, se dio cuenta de que estaban en un aprieto. Sin embargo, los carroñeros se podían comprar. Todo el mundo tenía un precio.
- Mirarse, los Edenienses estos aquí han encotrao un cacharro que moverse solo.
- Magnífico hallazgo, sin duda, alguna- dijo otra voz-. ¿Les habéis explicado que si no se apartan...?
- Sí, así es. Así es, sí. ¿Oirse Edenienses? Salirse de nuestro camino o sufrirse las cosne... conecu... ¡Consicuenzas! Eso, eso. Salirse, o disparemos.
Ben se alzó lentamente, con Jani en sus brazos, y echó un rápido vistazo a sus amigos. Luego miró a la enigmática figura que había aparecido y que vestía con ropas de corte más elegante pero sencillas tanto el corte como en color. Su aspecto cuidado chocaba con el resto de carroñeros. Ben gruñó al cruzar su vista con la de él.
- Vigilad a ese. No todos los días tenemos la suerte de coincidir con un Héroe- dijo con una sonrisa de suficiencia dibujada en el rostro-. Ahora, llamad rápido a la dama Idryn, creo que hemos- dijo la última palabra con superioridad- hecho un hallazgo de gran importancia. Decidle que hemos encontrado la galería a los laboratorios- estaba
Asintió satisfecho y luego miró al grupo de aventureros que se había adentrado en Eden, por la noche, con antorchas, dando voces, sin dejar a nadie vigilando, sin tener el más mínimo cuidado y... El tipo rio ante la visión e hizo un gesto de desprecio con la mano.
- Despojadles de cuanto veáis.
Sango besó la cabecita de la niña y se mantuvo tranquilo en el sitio.
- Tranquilos, compañeros, si os ponen una mano encima, los mataré a todos. Por Tyr que guarda mi camino, lo haré.
Ben le enseñó los dientes a modo de sonrisa. Podía estar condenando a sus compañeros, pero estarían bien. Saldrían de aquella. Él no hablaba en vano. Tyr guiaba su camino y su mano y todos ellos caerían. Lo había dicho convencido. Tanto que el tipo dudó, cambió su sonrisa de superioridad por una expresión reflexiva. Una de precaución. Los carroñeros también tenían el ceño fruncido.
Y el silencio. Ah, el silencio se hizo en mitad de la noche.
- Jani, ven aquí- se limitó a decir mientras sus ojos se clavaban en la oscuridad de agujero por el que se había metido Sein.
Un agudo chillido llegó del agujero que erizó la piel de Ben que echó mano rápidamente al hacha que colgaba a su derecha. El chillido volvió a repetirse y a él le pareció que lo que escuchaba era como si el eje de una puerta de madera estuviera mal engrasada. Gruñó y estiró el brazo que sostenía la antorcha hacia delante, hacia el agujero por el que se había metido Sein. En su cabeza se dibujaron un sinfín de escenarios en los que en ninguno de ellos salían bien parados.
Sin embargo, lo que vieron arrastrarse por el suelo no era una criatura de temibles proporciones. No era un ejército de bestias que abalanzaran sobre ellos. No. Lo que vieron fue algo salido de otro mundo. Una carcasa metálica, corroída, oxidada y sin brillo alguno, se ayudaba de una suerte de apéndice metálico, brillante, como recién salido de una fragua, se clavaba en el suelo y avanzaba hacia ellos lentamente. Pudieron ver como sobre esa carcasa descansaba lo que a primera vista parecía un yelmo pero que un estudio más detallado reveló como una forma similar a una cabeza. En su estela arrastraba lo que parecían unos intestinos metálicos.
- Por el amor de Freyja...- murmuró.
Muchos constructos de los que habían visto, se acercaban a él. Escorpiones metálicos, que le pinchaban y salían corriendo hacia otra parte, las mariposas que se posaban en él salían volando, reptando, o corriendo hacia otras partes. Era como si todos se acercaran a preguntar, a interesarse por su estado, a tratar de hacer todo lo posible para salvar aquella criatura que se arrastraba por el suelo de la galería que Sein había tenido a bien meterse por ella.
Ben era incapaz de apartar los ojos de aquel ser. Se había creado una burbuja en la que el mundo a su alrededor no importaba, sólo tenía ojos y capacidad mental para aquella criatura que luchaba por salir de allí. No vio como Jani se adelantaba. No lo vio porque su cabeza era incapaz de comprender como algo así podía estar vivo. ¿Cómo es posible que el metal esté vivo? ¿Cómo es posible que parezca humano y sin embargo...
- ¡Esto se lo podemos llevar a Alice! ¡Esto se lo podemos llevar a Alice!- gritó con entusiasmo la niña-. ¡Ella podrá curarle!- Jani chillaba con voz muy aguda mientras señalaba a la criatura que continuaba su lento avance.
En la siguiente brazada, sin embargo, el apéndice metálico que Ben imaginó como un brazo, golpeó a Jani en una de sus piernas y clavándose a continuación, en uno de sus pies. Primero la sorpresa y luego el grito de dolor, inundó la galería. Sango se lanzó hacia ella y soltando la antorcha echó sus brazos hacia ella antes de golpear con el tacón de la bota la criatura que se desequilibró hacia un lado liberando a Jani y pudiendo Ben alzarla del suelo mientras se alejaba de allí tratando de contener el llanto de la pequeña que gritaba desconsolada.
- Ya pequeña, ya está...- Ben hincó la rodilla izquierda en suelo y la sentó en su pierna derecha para echarle un vistazo a las heridas. Sin embargo Jani se había aferrado a él, abrazándolo con sus brazos y ahogaba su llanto contra su cuello-. Elian, por favor- dijo Sango apretando la cabeza de Jani contra él-, ¿puedes echarle un vistazo a sus heridas?
Ben mientras tarareaba una canción al oído de Jani, que no dejaba de llorar, mientras sus ojos seguían fijos en la criatura que no se había detenido ni un solo instante y seguía su lento avance.
- ¡Vaya, vaya! ¡Están aquí!- gritó una voz que Sango no reconoció y que sonó por encima del llanto ahogado de Jani-. Los últimos Edenienses. ¡Debieréis escapar cuando pudieseis!
Ben giró la cabeza para encontrarse con un grupo de tres personas armadas con ballestas y que apuntaban directamente hacia ellos. Los reconoció al instante. Eran la típica escoria que aparecía tras las grandes batallas, después de los grandes acontecimientos históricos y que buscaban cualquier cosa que brillara para pasarle un trapo, quitarle la sangre, y venderla sin apenas esfuerzo.
- ¡Los gritidos de la niña son muy tiernos, pero, no debieres traerla a un sitio así!- le ladró el que parecía el líder de aquella banda de saqueadores-. Ya nos ocupasemos de ella después, pero antes, saberse que ustedes, Edenienses, tendrán que acompañarse a nosostros para que os ayudaren mis amigos a compartir la carga...- dijo con una sonrisa pícara en el rostro. A Ben no se le había pasado por alto que llevaba equipo robado a cadáveres de la Guardia.
Más voces se escucharon tras él. Ben que seguía meciendo a Jani en su regazo, que parecía algo más calmada, se dio cuenta de que estaban en un aprieto. Sin embargo, los carroñeros se podían comprar. Todo el mundo tenía un precio.
- Mirarse, los Edenienses estos aquí han encotrao un cacharro que moverse solo.
- Magnífico hallazgo, sin duda, alguna- dijo otra voz-. ¿Les habéis explicado que si no se apartan...?
- Sí, así es. Así es, sí. ¿Oirse Edenienses? Salirse de nuestro camino o sufrirse las cosne... conecu... ¡Consicuenzas! Eso, eso. Salirse, o disparemos.
Ben se alzó lentamente, con Jani en sus brazos, y echó un rápido vistazo a sus amigos. Luego miró a la enigmática figura que había aparecido y que vestía con ropas de corte más elegante pero sencillas tanto el corte como en color. Su aspecto cuidado chocaba con el resto de carroñeros. Ben gruñó al cruzar su vista con la de él.
- Vigilad a ese. No todos los días tenemos la suerte de coincidir con un Héroe- dijo con una sonrisa de suficiencia dibujada en el rostro-. Ahora, llamad rápido a la dama Idryn, creo que hemos- dijo la última palabra con superioridad- hecho un hallazgo de gran importancia. Decidle que hemos encontrado la galería a los laboratorios- estaba
Asintió satisfecho y luego miró al grupo de aventureros que se había adentrado en Eden, por la noche, con antorchas, dando voces, sin dejar a nadie vigilando, sin tener el más mínimo cuidado y... El tipo rio ante la visión e hizo un gesto de desprecio con la mano.
- Despojadles de cuanto veáis.
Sango besó la cabecita de la niña y se mantuvo tranquilo en el sitio.
- Tranquilos, compañeros, si os ponen una mano encima, los mataré a todos. Por Tyr que guarda mi camino, lo haré.
Ben le enseñó los dientes a modo de sonrisa. Podía estar condenando a sus compañeros, pero estarían bien. Saldrían de aquella. Él no hablaba en vano. Tyr guiaba su camino y su mano y todos ellos caerían. Lo había dicho convencido. Tanto que el tipo dudó, cambió su sonrisa de superioridad por una expresión reflexiva. Una de precaución. Los carroñeros también tenían el ceño fruncido.
Y el silencio. Ah, el silencio se hizo en mitad de la noche.
Sango
Héroe de Aerandir
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Re: Biosfera [Trabajo] [Noche]
Elian meditó la pregunta de Corlys durante unos momentos, mientras observaba el trabajo de los escarabajos metálicos y la progresiva recuperación de la mariposa herida.
—No lo creo —dijo finalmente—. No sé cómo explicarlo, pero no se sienten… vivos del mismo modo que Kira o tú mismo. Además, a mí siempre se me han dado mejor las plantas, los animales son más bien cosa de Nimdar. El padre de Aryz —aclaró al darse cuenta de que había seguido reflexionando en voz alta.
Correspondió de buena gana el abrazo del hombre-bestia, manifestando también su agrado ante la satisfacción de un cliente. Lo cierto era que se había sentido orgulloso de su trabajo en la armadura que le encargara Sein tiempo atrás: resistente, pero también ligera y, cómo no, estilosa. Sin embargo, no era momento para regodearse, ya que las mariposas avanzaban en la noche y, como bien indicó el hombretón, Corlys necesitaría ponerse a cubierto antes del alba.
No le sorprendió que, una vez más, fuera el gigante quien primero se adentrara en el hueco señalado por los insectos metálicos, a pesar de que otra persona se lo habría pensado dos veces en su situación. Él, por su parte, se mantuvo en segundo plano, por si alguien necesitara de sus dones de sanación, dado que sus habilidades de rastreo servían de poco ante los abundantes destrozos producidos en la zona. La batalla en Edén debió haber sido cruenta.
Se abalanzó sobre la criatura rescatada por Sein casi al mismo tiempo que una excitada Jani, con las manos extendidas, en busca de un signo de vida que no encontró, a pesar del innegable movimiento del ser, que reptaba como si la determinación lo empujase a alcanzar su objetivo. Resultaba hipnótico a la vez que horripilante.
Fue el grito de la chiquilla lo que lo sacó de su ensimismamiento, aunque Sango reaccionó con mayor rapidez. Elian siguió al guerrero y se agachó junto a la niña, que se encogió aún más junto a su protector ante la mención a revisar sus heridas.
—Está bien, Jani —dijo el elfo con voz suave—. Ni siquiera te dolerá, ya lo verás.
Dicho esto, tomó un puñado de tierra del suelo y murmuró una breve oración(1). El comportamiento inesperado atrajo la atención de la muchacha, que despegó un poco la cara de su protector para mirar lo que hacía el elfo. Elian abrió entonces la palma de su mano, mostrando el brote que cobraba vida en la misma abriéndose en una frágil flor amarillenta y convirtiéndose, finalmente, en una jugosa grosella a la que, por alguna razón, le brotaron alas y quiso escapar volando(2).
—¿Pero qué…? —murmuró el elfo al tiempo que cerraba de nuevo la mano para evitar que el fruto curativo escapara.
La llegada inesperada de gente poco amistosa cortó el hilo de sus pensamientos. El ambiente no tardó en volverse tenso, a pesar de la actitud tranquila de Sango. O, quizá, por el contraste de su actitud tranquila con la patente amenaza de los extraños.
Durante unos instantes, se hizo el silencio y, entonces, Elian sintió una presión en la mano. La abrió para ver de qué se trataba y una grosella cada vez más hinchada escapó volando de entre sus dedos, dio algunas vueltas entre los presentes (sin dejar de aumentar de tamaño) y, por último, reventó espectacularmente en la cara del que parecía el líder de los recién llegados, lanzando semillas en todas direcciones. Semillas que comenzaron a germinar en pleno vuelo, pasando a increíble velocidad por todas las fases de crecimiento del brote inicial.
—¡ACABAD CON ELLOS! —gritó furioso el líder justo antes de que estallara la segunda remesa de explosiones.
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OFF: (1) Habilidad Naturaleza de Vida: Tomo un puñado de tierra y la insuflo de vida para generar un delicado brote que sanará las heridas de la persona que lo consuma (en función del nivel de talento). El brote dura fresco un máximo de dos rondas antes de marchitarse y perder sus propiedades.
(2) El éter de la zona es inestable, por lo que la magia de Elian no funciona como haría normalmente.
Subrayado: Primera complicación, introducida por Sango y apuntalada por la inestable magia de Elian: Llegan competidores poco amistosos y el enfrentamiento parece inevitable tras el infortunado incidente grosellil.
EDICIÓN: Se me olvidó comentar que, según la habilidad de arriba, el brote que genera Elian se mantiene fresco hasta dos rondas, por lo que es de esperar que las grosellas explosivas se sigan reproduciendo durante un par de rondas, sorry.
—No lo creo —dijo finalmente—. No sé cómo explicarlo, pero no se sienten… vivos del mismo modo que Kira o tú mismo. Además, a mí siempre se me han dado mejor las plantas, los animales son más bien cosa de Nimdar. El padre de Aryz —aclaró al darse cuenta de que había seguido reflexionando en voz alta.
Correspondió de buena gana el abrazo del hombre-bestia, manifestando también su agrado ante la satisfacción de un cliente. Lo cierto era que se había sentido orgulloso de su trabajo en la armadura que le encargara Sein tiempo atrás: resistente, pero también ligera y, cómo no, estilosa. Sin embargo, no era momento para regodearse, ya que las mariposas avanzaban en la noche y, como bien indicó el hombretón, Corlys necesitaría ponerse a cubierto antes del alba.
No le sorprendió que, una vez más, fuera el gigante quien primero se adentrara en el hueco señalado por los insectos metálicos, a pesar de que otra persona se lo habría pensado dos veces en su situación. Él, por su parte, se mantuvo en segundo plano, por si alguien necesitara de sus dones de sanación, dado que sus habilidades de rastreo servían de poco ante los abundantes destrozos producidos en la zona. La batalla en Edén debió haber sido cruenta.
Se abalanzó sobre la criatura rescatada por Sein casi al mismo tiempo que una excitada Jani, con las manos extendidas, en busca de un signo de vida que no encontró, a pesar del innegable movimiento del ser, que reptaba como si la determinación lo empujase a alcanzar su objetivo. Resultaba hipnótico a la vez que horripilante.
Fue el grito de la chiquilla lo que lo sacó de su ensimismamiento, aunque Sango reaccionó con mayor rapidez. Elian siguió al guerrero y se agachó junto a la niña, que se encogió aún más junto a su protector ante la mención a revisar sus heridas.
—Está bien, Jani —dijo el elfo con voz suave—. Ni siquiera te dolerá, ya lo verás.
Dicho esto, tomó un puñado de tierra del suelo y murmuró una breve oración(1). El comportamiento inesperado atrajo la atención de la muchacha, que despegó un poco la cara de su protector para mirar lo que hacía el elfo. Elian abrió entonces la palma de su mano, mostrando el brote que cobraba vida en la misma abriéndose en una frágil flor amarillenta y convirtiéndose, finalmente, en una jugosa grosella a la que, por alguna razón, le brotaron alas y quiso escapar volando(2).
—¿Pero qué…? —murmuró el elfo al tiempo que cerraba de nuevo la mano para evitar que el fruto curativo escapara.
La llegada inesperada de gente poco amistosa cortó el hilo de sus pensamientos. El ambiente no tardó en volverse tenso, a pesar de la actitud tranquila de Sango. O, quizá, por el contraste de su actitud tranquila con la patente amenaza de los extraños.
Durante unos instantes, se hizo el silencio y, entonces, Elian sintió una presión en la mano. La abrió para ver de qué se trataba y una grosella cada vez más hinchada escapó volando de entre sus dedos, dio algunas vueltas entre los presentes (sin dejar de aumentar de tamaño) y, por último, reventó espectacularmente en la cara del que parecía el líder de los recién llegados, lanzando semillas en todas direcciones. Semillas que comenzaron a germinar en pleno vuelo, pasando a increíble velocidad por todas las fases de crecimiento del brote inicial.
—¡ACABAD CON ELLOS! —gritó furioso el líder justo antes de que estallara la segunda remesa de explosiones.
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OFF: (1) Habilidad Naturaleza de Vida: Tomo un puñado de tierra y la insuflo de vida para generar un delicado brote que sanará las heridas de la persona que lo consuma (en función del nivel de talento). El brote dura fresco un máximo de dos rondas antes de marchitarse y perder sus propiedades.
(2) El éter de la zona es inestable, por lo que la magia de Elian no funciona como haría normalmente.
Subrayado: Primera complicación, introducida por Sango y apuntalada por la inestable magia de Elian: Llegan competidores poco amistosos y el enfrentamiento parece inevitable tras el infortunado incidente grosellil.
EDICIÓN: Se me olvidó comentar que, según la habilidad de arriba, el brote que genera Elian se mantiene fresco hasta dos rondas, por lo que es de esperar que las grosellas explosivas se sigan reproduciendo durante un par de rondas, sorry.
Elian
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Re: Biosfera [Trabajo] [Noche]
Uno se hubiera quedado tranquilamente debatiendo con Elian sobre la naturaleza viva de esas criaturas medio mecánicas con Elian, pero parecía que había algunos detalles que nos invitaban a ponernos en movimiento, como el sutil detalle de que si salía el Sol antes de que encontrase un refugio iba a acabar convertido en una pila de cenizas, probablemente una pila de cenizas con aspecto resignado.
- Ya, igual tienes razón y son otra cosa. Supongo que todo esto tiene demasiados factores extraños que solo comprenderían los creadores de los bio-cibernéticos y demás criaturas. Al menos vivir mucho te da tiempo para poder indagar sobre esto en otro momento.- Le di una palmada en la espalda a Sein por su consideración.- Si, se nota que estamos más al sur, amigo. Y no te falta razón en que mejor encontrar un refugio mientras aún sea de noche, no está entre mis objetivos acabar tostado.
A pesar de mi reticencia a lanzarme sin mirar hacia el boquete, Sein no mostró las mismas inquietudes y se lanzó a su interior sin darle más vueltas. Tenía mis dudas, pero viendo que mis compañeros entraban les imité. Lo que vi allí fue algo que desafiaba todo lo que había visto hasta el momento. A pesar de las rarezas bio-mecánicas que había podido contemplar en la batalla, no recordaba haberme cruzado con una criatura como la que se arrastraba hacia nosotros. Era como un esqueleto humano, pero metálico y en un estado bastante deplorable. Me limité a observarlo intentando comprender si eso fue alguna vez un bio-cibernético o eran otra rareza de este lugar. Pero no tuve demasiado tiempo para pensar porque la niña se acercó demasiado y lo que fuese esa cosa acabó golpeándola. Jani gritó, Sango fue en su ayuda, y cuando parecía que Elian iba a hacer sus cosas élficas con plantas, se empezaron a escuchar voces poco amistosas desde el exterior. Unos sucios saqueadores habían decidido que estábamos en su camino, y aunque podía ser debatible si nosotros no éramos preocupantemente parecidos a ellos, su actitud eliminaba cualquier duda sobre si sería mejor mandarles con sus dioses y que ellos fueran quienes les juzgaran.
Sango estaba manteniendo una tensa calma con sus palabras, pero la fruta de Elian empezó a hincharse hasta salir volando, ascendiendo hasta que una vez a la altura de nuestros atacantes, explotó en la cara del líder de esos cretinos y de las semillas empezaron a crecer otras plantas antes siquiera de tocar el suelo. Mientras las plantas crecían, germinaban y disparaban aún más semillas, el líder dio la orden de disparar. En vista de que ellos estaban arriba y armados con ballestas, luchar no parecía especialmente viable, por lo que, aprovechando los segundos que se retrasaron en asaetarnos debido al ataque de las plantas, me lancé a por una plancha metálica que había visto tirada, mientras canalizaba mi sangre para darme fuerzas[1], para levantarla sobre nosotros y servirnos de escudo. Noté el impacto de los virotes contra el metal, pero escuchando como volvían a cargar dediqué todos mis esfuerzos en mantener levantada la plancha.
Lamentablemente, parecía que no éramos los únicos que nos habíamos sentido atacados por las grosellas y los disparos. El repiqueteo de los virotes y los frutos explosivos contra el metal debían haber asustado a los insectos mecánicos o algo, porque enjambres de bichos tan diversos como se pudieran imaginar se estaban alzando del suelo y los túneles, lanzándose especialmente sobre nuestros enemigos de allá fuera, pero sin demasiada consideración por esquivarnos a nosotros tampoco.
- ¡Haced algo! ¡O corred, yo que sé! No podré aguantar esto mucho tiempo más. Y no sé cuanto aguantarán tus plantas mutantes ni qué harán los bichos si nuestros invitados se dan a la fuga.- A mi modo de ver las cosas, solo quedaban dos opciones. Huir hacia los túneles sin mirar atrás y confiar en que la distracción nos ganara el tiempo suficiente, o bloquear el túnel para dejarles fuera y confiar en que hubiese otra salida. Ninguna de las dos sonaba especialmente bien, pero tampoco veía una forma elegante de solucionar esto.
En vista de como había escalado la situación, me di cuenta de que habría estado bien haber avisado a Elian de las alteraciones en el éter que se habían comentado durante la batalla de Edén, pero estos pensamientos siempre venían cuando ya era demasiado tarde para solucionar nada, y siendo que mis poderes no se veían afectado por estos detalles, era bastante improbable que se me hubiera ocurrido de no habernos explotado en la cara, de forma bastante literal.
- Ya, igual tienes razón y son otra cosa. Supongo que todo esto tiene demasiados factores extraños que solo comprenderían los creadores de los bio-cibernéticos y demás criaturas. Al menos vivir mucho te da tiempo para poder indagar sobre esto en otro momento.- Le di una palmada en la espalda a Sein por su consideración.- Si, se nota que estamos más al sur, amigo. Y no te falta razón en que mejor encontrar un refugio mientras aún sea de noche, no está entre mis objetivos acabar tostado.
A pesar de mi reticencia a lanzarme sin mirar hacia el boquete, Sein no mostró las mismas inquietudes y se lanzó a su interior sin darle más vueltas. Tenía mis dudas, pero viendo que mis compañeros entraban les imité. Lo que vi allí fue algo que desafiaba todo lo que había visto hasta el momento. A pesar de las rarezas bio-mecánicas que había podido contemplar en la batalla, no recordaba haberme cruzado con una criatura como la que se arrastraba hacia nosotros. Era como un esqueleto humano, pero metálico y en un estado bastante deplorable. Me limité a observarlo intentando comprender si eso fue alguna vez un bio-cibernético o eran otra rareza de este lugar. Pero no tuve demasiado tiempo para pensar porque la niña se acercó demasiado y lo que fuese esa cosa acabó golpeándola. Jani gritó, Sango fue en su ayuda, y cuando parecía que Elian iba a hacer sus cosas élficas con plantas, se empezaron a escuchar voces poco amistosas desde el exterior. Unos sucios saqueadores habían decidido que estábamos en su camino, y aunque podía ser debatible si nosotros no éramos preocupantemente parecidos a ellos, su actitud eliminaba cualquier duda sobre si sería mejor mandarles con sus dioses y que ellos fueran quienes les juzgaran.
Sango estaba manteniendo una tensa calma con sus palabras, pero la fruta de Elian empezó a hincharse hasta salir volando, ascendiendo hasta que una vez a la altura de nuestros atacantes, explotó en la cara del líder de esos cretinos y de las semillas empezaron a crecer otras plantas antes siquiera de tocar el suelo. Mientras las plantas crecían, germinaban y disparaban aún más semillas, el líder dio la orden de disparar. En vista de que ellos estaban arriba y armados con ballestas, luchar no parecía especialmente viable, por lo que, aprovechando los segundos que se retrasaron en asaetarnos debido al ataque de las plantas, me lancé a por una plancha metálica que había visto tirada, mientras canalizaba mi sangre para darme fuerzas[1], para levantarla sobre nosotros y servirnos de escudo. Noté el impacto de los virotes contra el metal, pero escuchando como volvían a cargar dediqué todos mis esfuerzos en mantener levantada la plancha.
Lamentablemente, parecía que no éramos los únicos que nos habíamos sentido atacados por las grosellas y los disparos. El repiqueteo de los virotes y los frutos explosivos contra el metal debían haber asustado a los insectos mecánicos o algo, porque enjambres de bichos tan diversos como se pudieran imaginar se estaban alzando del suelo y los túneles, lanzándose especialmente sobre nuestros enemigos de allá fuera, pero sin demasiada consideración por esquivarnos a nosotros tampoco.
- ¡Haced algo! ¡O corred, yo que sé! No podré aguantar esto mucho tiempo más. Y no sé cuanto aguantarán tus plantas mutantes ni qué harán los bichos si nuestros invitados se dan a la fuga.- A mi modo de ver las cosas, solo quedaban dos opciones. Huir hacia los túneles sin mirar atrás y confiar en que la distracción nos ganara el tiempo suficiente, o bloquear el túnel para dejarles fuera y confiar en que hubiese otra salida. Ninguna de las dos sonaba especialmente bien, pero tampoco veía una forma elegante de solucionar esto.
En vista de como había escalado la situación, me di cuenta de que habría estado bien haber avisado a Elian de las alteraciones en el éter que se habían comentado durante la batalla de Edén, pero estos pensamientos siempre venían cuando ya era demasiado tarde para solucionar nada, y siendo que mis poderes no se veían afectado por estos detalles, era bastante improbable que se me hubiera ocurrido de no habernos explotado en la cara, de forma bastante literal.
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[1] Nivel 0: Potencia de sangre: [Mágica, 2 Usos] Utiliza la sangre ingerida para aumentar su fuerza y agilidad, causando un mayor daño físico durante un turno. Gasto primer uso
Como no había suficiente con unos señores con ballestas, añado a la complicación un enjambre de [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] enloquecidos.
Corlys Glokta
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Re: Biosfera [Trabajo] [Noche]
A Sein se le heló la sangre al ver aquella criatura y se puso rápido en guardia. Era algo realmente extraño, pues tenía el aspecto de una persona de metal destrozada y partida a la mitad y, aunque no se mostrara muy amenazante, su aspecto había perturbado al chamán. Pero había hecho bien en reaccionar, pues de manera inesperada aquella pobre criatura le atacó como si se tratara de uno de sus últimos intentos de defender su vida. Con suerte, los reflejos de hombre felino le hicieron reaccionar rápido y se apartó a tiempo.
Una pequeña chica no correría la misma suerte, por lo que cuando Jani se acercó sí que llegó a recibir el ataque. Como Sein ya la empezaba a sentir parte de su grupo, su reacción instintiva fue golpear a ese ser al igual que Sango, aunque su golpe se quedó a medias, porque el del humano ya había conseguido apartar lo suficiente a esa criatura como para no correr más peligro si nadie se acercaba. - Jani, tenemos que enseñar cuidado. Si no tienes cuidado, puede pasar esto... - explicó preocupado, pero firme y seguro de sí. Bien sabía él, como líder tribal en donde cazaban a carnívoros para alimentarse, que una mínima falta de cautela podría ser letal. - Pero no preocupes. Puedes curar, y no va a doler más. Estás bien, pequeña - continuó en un tono más reconfortante, acariciando su cabeza.
- Pero, pero me ha pedido perdón. Es que está asustado... y por eso me asusta a mi - intentaba explicar entre llantos. Sein se quedó pensativo, pues en ningún momento había escuchado a la criatura pedir perdón ni soltar palabra alguna.
- Tenemos que salir. Es peligroso quedar donde criaturas atacan - dijo el chamán en tono de orden. No se esperaba que, fuera del agujero, hubiera una multitud de personas con intenciones incluso peores.
Su reacción fue, esta vez, agarrar su tótem de los cinturones en los que lo portaba en la espalda. Así, podría atacar a varios a la vez desde la distancia si decidían dispararles con esos artilugios que portaban. Los depredadores solían atacar a las crías, por lo que cuando el que parecía el líder mencionó a Jani, Sein se colocó frente a ella y Sango como para indicarles que antes tendrían que tumbarle a él.
- Sango, gracias. Digo misma cosa - contestó cuando Sango prometió defender a todos. Aumentó su coraje con ello, pues la actitud y las palabras del humano le inspiraban confianza.
Elian, por suerte, se estaba encargando de la herida de la chica, pero mientras Sein mantenía su mirada fija en aquellos maleantes, escudriñando la manera más rápida para abatirlos (1), algo conjuró una extraña magia natural hacia aquellos, que respondieron rápidos disparándoles con sus artilugios. Sein mantuvo la calma, pues podía percibir que el Tigre Guía le estaba haciendo saber poca cosa. Esto podía significar bien que eran unos enemigos muy completos, o bien que era relativamente sencillo abatirlos. Confió en que fuera lo segundo porque ninguno de sus ataques pareció alcanzar a nadie antes de que Corlys les protegiera con una placa metálica.
Mientras todo esto ocurría, Sein estaba comenzando un ritual. Impactaba con el extremo recto de su tótem al suelo en rachas de tres golpes, que poco a poco tomaban una fuerza creciente, pero Sein notaba que el tótem no reaccionaba de manera normal. No pudo pensar mucho en ello, ya que debía protegerse e interrumpir su ritual si quería no ser alcanzado por esas ramas puntiagudas que arrojaban con gran agresividad. Una vez cubierto, quería atender a esa increíble magia de plantas que no sabía quién o qué había generado, pero intentó apartar ese ruido mental para pensar en qué hacer para salir bien parados. Y a ese ruido mental, se añadió el del enjambre biocibernético que se unió a la contienda.
Tantos frentes abiertos y tanto estímulo comenzaban a despertar en Sein su más primitivo y feroz instinto de supervivencia. Se asomó un poco por el borde de la placa que ayudaba a Corlys a sostener, y vio que los carroñeros se estaban dispersando y disparaban menos. Su mayor amenaza ahora parecían los extraños insectos y las enormemente molestas grosellas, que continuaban su acción como si aquello se tratara de una nevada de los colores del bosque. - Están despistando. Voy a atacar con cuidado - avisó, contestando a Corlys y advirtiendo a los demás de sus próximos pasos.
Acto seguido, ojeó el lugar para encontrar alguna ruta por la que pudiera acercarse desde el sigilo, pero no existía esa opción. Le iban a ver acercarse a no ser que fuera reptando. - Valientes, pelead conmigo - dijo con la respiración fuerte y profunda dirigiéndose a sus compañeros, notando que su frenesí le iba a llevar a atacar sin miramientos (2). Sus pensamientos se estaban nublando y entremezclando por su velocidad, y no encontró una manera mejor de enfrentar el problema que ponerse en posición de depredar y preparar su embestida desde la cobertura de la placa metálica esperando un momento en el que los carroñeros tuvieran su vista dirigida a otro lugar. Y ese momento llegó pronto.
Se había vuelto a colocar el tótem en la espalda, y ahora corría sumamente veloz hacia los que les habían amenazado esperando que algún compañero le acompañara, pero sin importarle lo más mínimo pelear solo. A pesar de su rapidez, no hacía demasiado ruido al esprintar y no le detectaron hasta que los chasquidos de sus adornos espirituales revelaron su presencia, a escasos cuatro pasos de distancia del más cercano. Medio segundo después, ese ya recibía el primer zarpazo en el cuello, y fue arrojado al suelo con violencia.
Sein ahora enseñaba sus colmillos a los que quedaban, metidos todos dentro de un ligero huracán de insectos y grosellas guiadas por una magia errática. Ojalá en ese momento el Tigre Guía maldijera la puntería de aquellos ballesteros, y protegiera a su chamán de los voraces ciberinsectos.
_________
OFF:
1. Alusión al talento Instinto Chamánico: El Tigre Guía me ayuda a encontrar los puntos débiles de mis enemigos.
2. Uso de la racial Frenesí: [2 usos] Una vez por combate, puedo entrar en un estado de elevada adrenalina. Aumenta notoriamente mi velocidad y me permite ignorar el dolor y seguir peleando, a pesar del daño, por 2 turnos.
Una pequeña chica no correría la misma suerte, por lo que cuando Jani se acercó sí que llegó a recibir el ataque. Como Sein ya la empezaba a sentir parte de su grupo, su reacción instintiva fue golpear a ese ser al igual que Sango, aunque su golpe se quedó a medias, porque el del humano ya había conseguido apartar lo suficiente a esa criatura como para no correr más peligro si nadie se acercaba. - Jani, tenemos que enseñar cuidado. Si no tienes cuidado, puede pasar esto... - explicó preocupado, pero firme y seguro de sí. Bien sabía él, como líder tribal en donde cazaban a carnívoros para alimentarse, que una mínima falta de cautela podría ser letal. - Pero no preocupes. Puedes curar, y no va a doler más. Estás bien, pequeña - continuó en un tono más reconfortante, acariciando su cabeza.
- Pero, pero me ha pedido perdón. Es que está asustado... y por eso me asusta a mi - intentaba explicar entre llantos. Sein se quedó pensativo, pues en ningún momento había escuchado a la criatura pedir perdón ni soltar palabra alguna.
- Tenemos que salir. Es peligroso quedar donde criaturas atacan - dijo el chamán en tono de orden. No se esperaba que, fuera del agujero, hubiera una multitud de personas con intenciones incluso peores.
Su reacción fue, esta vez, agarrar su tótem de los cinturones en los que lo portaba en la espalda. Así, podría atacar a varios a la vez desde la distancia si decidían dispararles con esos artilugios que portaban. Los depredadores solían atacar a las crías, por lo que cuando el que parecía el líder mencionó a Jani, Sein se colocó frente a ella y Sango como para indicarles que antes tendrían que tumbarle a él.
- Sango, gracias. Digo misma cosa - contestó cuando Sango prometió defender a todos. Aumentó su coraje con ello, pues la actitud y las palabras del humano le inspiraban confianza.
Elian, por suerte, se estaba encargando de la herida de la chica, pero mientras Sein mantenía su mirada fija en aquellos maleantes, escudriñando la manera más rápida para abatirlos (1), algo conjuró una extraña magia natural hacia aquellos, que respondieron rápidos disparándoles con sus artilugios. Sein mantuvo la calma, pues podía percibir que el Tigre Guía le estaba haciendo saber poca cosa. Esto podía significar bien que eran unos enemigos muy completos, o bien que era relativamente sencillo abatirlos. Confió en que fuera lo segundo porque ninguno de sus ataques pareció alcanzar a nadie antes de que Corlys les protegiera con una placa metálica.
Mientras todo esto ocurría, Sein estaba comenzando un ritual. Impactaba con el extremo recto de su tótem al suelo en rachas de tres golpes, que poco a poco tomaban una fuerza creciente, pero Sein notaba que el tótem no reaccionaba de manera normal. No pudo pensar mucho en ello, ya que debía protegerse e interrumpir su ritual si quería no ser alcanzado por esas ramas puntiagudas que arrojaban con gran agresividad. Una vez cubierto, quería atender a esa increíble magia de plantas que no sabía quién o qué había generado, pero intentó apartar ese ruido mental para pensar en qué hacer para salir bien parados. Y a ese ruido mental, se añadió el del enjambre biocibernético que se unió a la contienda.
Tantos frentes abiertos y tanto estímulo comenzaban a despertar en Sein su más primitivo y feroz instinto de supervivencia. Se asomó un poco por el borde de la placa que ayudaba a Corlys a sostener, y vio que los carroñeros se estaban dispersando y disparaban menos. Su mayor amenaza ahora parecían los extraños insectos y las enormemente molestas grosellas, que continuaban su acción como si aquello se tratara de una nevada de los colores del bosque. - Están despistando. Voy a atacar con cuidado - avisó, contestando a Corlys y advirtiendo a los demás de sus próximos pasos.
Acto seguido, ojeó el lugar para encontrar alguna ruta por la que pudiera acercarse desde el sigilo, pero no existía esa opción. Le iban a ver acercarse a no ser que fuera reptando. - Valientes, pelead conmigo - dijo con la respiración fuerte y profunda dirigiéndose a sus compañeros, notando que su frenesí le iba a llevar a atacar sin miramientos (2). Sus pensamientos se estaban nublando y entremezclando por su velocidad, y no encontró una manera mejor de enfrentar el problema que ponerse en posición de depredar y preparar su embestida desde la cobertura de la placa metálica esperando un momento en el que los carroñeros tuvieran su vista dirigida a otro lugar. Y ese momento llegó pronto.
Se había vuelto a colocar el tótem en la espalda, y ahora corría sumamente veloz hacia los que les habían amenazado esperando que algún compañero le acompañara, pero sin importarle lo más mínimo pelear solo. A pesar de su rapidez, no hacía demasiado ruido al esprintar y no le detectaron hasta que los chasquidos de sus adornos espirituales revelaron su presencia, a escasos cuatro pasos de distancia del más cercano. Medio segundo después, ese ya recibía el primer zarpazo en el cuello, y fue arrojado al suelo con violencia.
Sein ahora enseñaba sus colmillos a los que quedaban, metidos todos dentro de un ligero huracán de insectos y grosellas guiadas por una magia errática. Ojalá en ese momento el Tigre Guía maldijera la puntería de aquellos ballesteros, y protegiera a su chamán de los voraces ciberinsectos.
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OFF:
1. Alusión al talento Instinto Chamánico: El Tigre Guía me ayuda a encontrar los puntos débiles de mis enemigos.
2. Uso de la racial Frenesí: [2 usos] Una vez por combate, puedo entrar en un estado de elevada adrenalina. Aumenta notoriamente mi velocidad y me permite ignorar el dolor y seguir peleando, a pesar del daño, por 2 turnos.
Sein Isånd
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Re: Biosfera [Trabajo] [Noche]
Para cuando quiso darse cuenta, el caos se había apoderado de todo lo que sus ojos alcanzaban a ver en mitad de la noche, entre nubes de insectos metálicos, virotes, gritos y antorchas moviéndose, frenéticas, de un lado a otro. Los gritos, las órdenes a destiempo, las plantas salidas de la nada. Ah, pero en todo caos siempre había algo de orden a lo que aferrarse, y en esa situación no iba a ser menos.
Sus manos agarraban con fuerza una espada y un escudo sin recordar cómo y cuándo había sucedido. Era un tacto familiar, el peso de unos objetos tantas veces empuñados. Las palmas de sus manos eran las puertas de acceso a un lugar en el que podía sentirse protegido de la caótica realidad que le rodeaba. Un lugar seguro que se conjuraba en torno a él con el peso de la espada, o el hacha, en su diestra y el pesado escudo en la izquierda.
Ahogó las ganas de salir corriendo tras Sein y abandonar la seguridad de la plancha metálica que sostenía Corlys ante ellos. Miró a una aterrada Jani que miraba con ojos bien abiertos el grotesco espectáculo que estaban ofreciendo los adultos. Suspiró. No podía dejar a Sein solo, pero tampoco quería apartarse de Jani. Pero él, de momento, era un guerrero. Bendecido por los Dioses, mano ejecutora del Dios Tyr y otros títulos que le habían otorgado con el paso del tiempo.
- Joder- suspiró-. Jani, quédate cerca de Elian.
Salió tras Sein atravesando la tormenta de insectos mecánicos y la incansable lluvia de pequeños dardos que lanzaban las plantas. Vio al gigante chamán de las montañas deshacerse con suma facilidad de uno de sus atacantes y girarse para enfrentar al resto. El zarpazo había sido tan brutal que el resto de atacantes se habían quedado paralizados el tiempo suficiente para que Ben pudiera llegar y atravesar de lado a lado al desgraciado que tenía más cerca.
- ¡Matarse a los cabrones!- gritó el tipo que había llevado la voz cantante-. ¡Escoria, os diésemos a elegir!- ladró con esfuerzo por culpa del caótico enjambre.
Los insectos metálicos se dividieron, entonces, en perfectos grupos organizados y se abalanzaron sobre cada uno de los hombres y mujeres armados sobre los restos de aquella parte de Eden. Ben, que acababa de sacar la espada del cuerpo sin vida de su rival, movió el escudo de un lado a otro para barrer el ataque de los insectos.
- ¡Sein! ¡Tenemos que volver al agujero!- gritó Sango para hacerse oír-. ¡Sein!
Ben golpeó un cuerpo con el escudo pero sin saber a quién por culpa de la tupida maraña de ingenios que se abalanzaban sobre él pellizcando sus manos y su cara, entorpeciendo su campo de visión, posándose en sitios que dificultaban sus movimientos. Entonces, un fuerte golpe en el costado le lanzó al suelo provocando que rodara sobre insectos metálicos y recibiendo la lluvia de semillas que impactaban contra él.
Buscó ponerse en pie lo más rápido posible, pero en mitad de la maniobra una espada bajó rápida hacia él. Consiguió alzar su espada. Los aceros chocaron, pero el de Sango iba sin apenas tensión en la mano pero lo justo para desviar el golpe que acabó acertándole en una de las hombreras, arrancándole un grito de dolor que convirtió en rabia. Lanzó una estocada al frente pero solo chocó contra una planta que acababa de brotar y sus frutos parecían a punto de estallar. Se giró y golpeó lateralmente hacia una sombra más oscura que parecía bailar en torno a él. Cuando falló nuevamente, gruñó.
- ¡Sein!- llamó.
Ben lanzó dos increíbles golpes al letal enemigo que acababa de brotar del suelo frente a él. Si la guerra no acababa con él, el paisajismo podía ser una buena jubilación. No pudo evitar sonreír ante su ocurrencia. ¿Quién sonríe en mitad del caos? Solo un maldito loco.
- ¡Sein! ¡Al agujero!- gritó por encima de una alarido de dolor a su espalda.
Un momento de respiro de los insectos le permitió ver que el que le había golpeado cargaba contra él. Llevaba una espada, robada y no tenía ninguna de ello, pues no sabía empuñarla, y se acercaba con pasos cortos pero veloces con ella sobre la cabeza. El enjambre de insectos rodeó a ambos y se abalanzaron sobre ellos.
Ben sacudió la cabeza para quitarse gotas de sangre que caían sobre sus ojos y se preparó para recibir el ataque. En la zurda aún mantenía el escudo sujeto, pero era incapaz de hacer nada más que sujetarlo pues apenas sentía el brazo izquierdo. Apretó los dientes. Alzó el acero y el impacto destacó en la noche de Eden.
La espada de su atacante salió rebotada hacia atrás y Ben tomó la iniciativa dando un paso al frente y golpeando desde arriba en dirección al suelo. La agilidad del carroñero hicieron que Sango solo golpeara insectos metálicos, pero eso no le detuvo. Recuperó la postura con un rápido movimiento de pies y lanzó un golpe ascendente que chocó contra la espada de su rival que gritó de sorpresa y se vio obligado a retroceder con pasos erráticos hacia atrás mientras con el brazo libre apartaba el enjambre que subía por sus ropas, o volaba contra él. No pudo retroceder más ya que se enmarañó los pies contra una planta y cayó al suelo perdiendo la espada. La rabia cegaba a Sango que avanzaba, sin inmutarse y cuando cargaba el brazo hacia atrás para asestar la estocada fatal, un virote de saeta impactó contra su pecho lanzándole hacia atrás.
Al intentar mantenerse en pie trastabilló hacia atrás y se estampó contra alguien más que gritó de pura sorpresa. Ben se abrazó a él y luego cayó al suelo entre zumbidos y chirridos de los insectos y un terrible rugido que parecía provenir de la tierra. Sin tiempo para pensar demasiado Ben sintió como, primero, los pies colgaron, luego las piernas y luego, como una fuerza irresistible, su cuerpo se dejó llevar. Cuando comprendió que estaba cayendo, el suelo le hizo recordar su peso, sus heridas y la inconsciencia de lanzarse a un campo de batalla donde reinaba el caos. Resopló y giró hacia un lado para evitar que tierra y escombros cayeran sobre él. Rodó hasta que chocó contra una superficie solida y aguardó allí a que todo pasara.
- ¿Estamos en los laboratorios?- escuchó una voz femenina al otro lado-. Fascinante.
Ben se incorporó lentamente y gateó hasta recoger la espada que empuñó con fuerza mirando en dirección a la voz.
- Oh, caí gracias a ti, ¿verdad? Una pena lo de nuestros, eh, compañeros, temporales, de viaje- Ben escuchó ruidos y miró al agujero, no había sido una caída muy grande, pero sí lo suficiente como para que los insectos se hubieran olvidado, al menos temporalmente, de ellos-. Tienes un aspecto lamentable- dijo-, pero servirá.
- ¿Quién eres?- preguntó poniéndose en pie y maldiciéndose por haberlo hecho.
- Idryn. No, no hace falta que te presentes. Tu descripción, tus historias... Son conocidas, Héroe- hizo una breve pausa. Ben trató de enfocar en una dirección pero su voz sonó al otro lado-. ¿Sabes qué hacían aquí, Sango? ¿Sabes qué maravillosos avances se estaba desarrollando aquí? No. Por supuesto que no. Aquí se hacía ciencia.
- Aquí se mataban personas y se siguen matando. Este lugar está maldito.
- Claro. Tus Dioses estaban por aquí, seguramente, deleitándose con el espectáculo. Porque eso de intervenir no va con ellos- provocó-. No me interrumpas mientras hablo, es de mala educación. ¿No ves el poder que hay aquí? ¿Cómo es posible que todos estos cimexbörg, como se les conoce, hayan decidido atacarnos? Bueno, quizá fuera un mecanismo de defensa. Y luego, el truco de las planta, ¿acaso no percibís el enrarecido aroma del éter que hay en este lugar? Ah, por supuesto que no. Sois todos unos profanos en tan bellos conocimientos. Sois todos temerosos del progreso que aquí se estaba realizando. Sois todos unos ignorantes, incluido el salvaje grandullón. Incluso tú, Sango. Eres el vivo reflejo de la estupidez humana: dar tu vida por la de otros a los que, quizá, ni importas, ni sepas que existen. Tú, que podrías estar en otro lugar, que podrías estar, no sé, arando un campo, sembrando, recogiendo sus frutos. ¿Alguien te lo agradece? Pues claro que no.
El silencio se apoderó en la estancia y Ben solo podía escuchar el latido de su corazón y su cuerpo gritar de dolor.
- Bien. Tenemos mucho tiempo para investigar estos túneles. No te preocupes, saldremos de aquí, te la debo- dijo casi jocosa-. Al fin y al cabo, llegué aquí gracias a ti- sonó como se sacudía la ropa y Ben, por fin, en medio de la oscuridad intuyó su figura moverse-. En marcha, Sango. Adentrémonos en las misteriosas y fascinantes entrañas de Eden. Descubramos sus maravillas y asombrémonos por sus miles de secretos.
Ben gruñó y caminó hacia Idryn, la misteriosa mujer que, con tono burlesco, o al menos era su percepción, parecía querer reavivar las ascuas aún calientes de lo que había sido Eden, o quizá, simplemente, estuviera buscando lo mismo que ellos, alguna pieza que le sirviera a Alice y lo disfrazara de alguna otra cosa. Sea como fuere, Ben necesitaba tiempo. Tiempo para recuperarse. Tiempo para pensar en Jani y en que con Elian estaría a salvo. Tiempo para creer en ello.
- Vamos- dijo aferrando con fuerza la espada.
La mujer, que seguramente sonreía, guió la marcha.
Sus manos agarraban con fuerza una espada y un escudo sin recordar cómo y cuándo había sucedido. Era un tacto familiar, el peso de unos objetos tantas veces empuñados. Las palmas de sus manos eran las puertas de acceso a un lugar en el que podía sentirse protegido de la caótica realidad que le rodeaba. Un lugar seguro que se conjuraba en torno a él con el peso de la espada, o el hacha, en su diestra y el pesado escudo en la izquierda.
Ahogó las ganas de salir corriendo tras Sein y abandonar la seguridad de la plancha metálica que sostenía Corlys ante ellos. Miró a una aterrada Jani que miraba con ojos bien abiertos el grotesco espectáculo que estaban ofreciendo los adultos. Suspiró. No podía dejar a Sein solo, pero tampoco quería apartarse de Jani. Pero él, de momento, era un guerrero. Bendecido por los Dioses, mano ejecutora del Dios Tyr y otros títulos que le habían otorgado con el paso del tiempo.
- Joder- suspiró-. Jani, quédate cerca de Elian.
Salió tras Sein atravesando la tormenta de insectos mecánicos y la incansable lluvia de pequeños dardos que lanzaban las plantas. Vio al gigante chamán de las montañas deshacerse con suma facilidad de uno de sus atacantes y girarse para enfrentar al resto. El zarpazo había sido tan brutal que el resto de atacantes se habían quedado paralizados el tiempo suficiente para que Ben pudiera llegar y atravesar de lado a lado al desgraciado que tenía más cerca.
- ¡Matarse a los cabrones!- gritó el tipo que había llevado la voz cantante-. ¡Escoria, os diésemos a elegir!- ladró con esfuerzo por culpa del caótico enjambre.
Los insectos metálicos se dividieron, entonces, en perfectos grupos organizados y se abalanzaron sobre cada uno de los hombres y mujeres armados sobre los restos de aquella parte de Eden. Ben, que acababa de sacar la espada del cuerpo sin vida de su rival, movió el escudo de un lado a otro para barrer el ataque de los insectos.
- ¡Sein! ¡Tenemos que volver al agujero!- gritó Sango para hacerse oír-. ¡Sein!
Ben golpeó un cuerpo con el escudo pero sin saber a quién por culpa de la tupida maraña de ingenios que se abalanzaban sobre él pellizcando sus manos y su cara, entorpeciendo su campo de visión, posándose en sitios que dificultaban sus movimientos. Entonces, un fuerte golpe en el costado le lanzó al suelo provocando que rodara sobre insectos metálicos y recibiendo la lluvia de semillas que impactaban contra él.
Buscó ponerse en pie lo más rápido posible, pero en mitad de la maniobra una espada bajó rápida hacia él. Consiguió alzar su espada. Los aceros chocaron, pero el de Sango iba sin apenas tensión en la mano pero lo justo para desviar el golpe que acabó acertándole en una de las hombreras, arrancándole un grito de dolor que convirtió en rabia. Lanzó una estocada al frente pero solo chocó contra una planta que acababa de brotar y sus frutos parecían a punto de estallar. Se giró y golpeó lateralmente hacia una sombra más oscura que parecía bailar en torno a él. Cuando falló nuevamente, gruñó.
- ¡Sein!- llamó.
Ben lanzó dos increíbles golpes al letal enemigo que acababa de brotar del suelo frente a él. Si la guerra no acababa con él, el paisajismo podía ser una buena jubilación. No pudo evitar sonreír ante su ocurrencia. ¿Quién sonríe en mitad del caos? Solo un maldito loco.
- ¡Sein! ¡Al agujero!- gritó por encima de una alarido de dolor a su espalda.
Un momento de respiro de los insectos le permitió ver que el que le había golpeado cargaba contra él. Llevaba una espada, robada y no tenía ninguna de ello, pues no sabía empuñarla, y se acercaba con pasos cortos pero veloces con ella sobre la cabeza. El enjambre de insectos rodeó a ambos y se abalanzaron sobre ellos.
Ben sacudió la cabeza para quitarse gotas de sangre que caían sobre sus ojos y se preparó para recibir el ataque. En la zurda aún mantenía el escudo sujeto, pero era incapaz de hacer nada más que sujetarlo pues apenas sentía el brazo izquierdo. Apretó los dientes. Alzó el acero y el impacto destacó en la noche de Eden.
La espada de su atacante salió rebotada hacia atrás y Ben tomó la iniciativa dando un paso al frente y golpeando desde arriba en dirección al suelo. La agilidad del carroñero hicieron que Sango solo golpeara insectos metálicos, pero eso no le detuvo. Recuperó la postura con un rápido movimiento de pies y lanzó un golpe ascendente que chocó contra la espada de su rival que gritó de sorpresa y se vio obligado a retroceder con pasos erráticos hacia atrás mientras con el brazo libre apartaba el enjambre que subía por sus ropas, o volaba contra él. No pudo retroceder más ya que se enmarañó los pies contra una planta y cayó al suelo perdiendo la espada. La rabia cegaba a Sango que avanzaba, sin inmutarse y cuando cargaba el brazo hacia atrás para asestar la estocada fatal, un virote de saeta impactó contra su pecho lanzándole hacia atrás.
Al intentar mantenerse en pie trastabilló hacia atrás y se estampó contra alguien más que gritó de pura sorpresa. Ben se abrazó a él y luego cayó al suelo entre zumbidos y chirridos de los insectos y un terrible rugido que parecía provenir de la tierra. Sin tiempo para pensar demasiado Ben sintió como, primero, los pies colgaron, luego las piernas y luego, como una fuerza irresistible, su cuerpo se dejó llevar. Cuando comprendió que estaba cayendo, el suelo le hizo recordar su peso, sus heridas y la inconsciencia de lanzarse a un campo de batalla donde reinaba el caos. Resopló y giró hacia un lado para evitar que tierra y escombros cayeran sobre él. Rodó hasta que chocó contra una superficie solida y aguardó allí a que todo pasara.
- ¿Estamos en los laboratorios?- escuchó una voz femenina al otro lado-. Fascinante.
Ben se incorporó lentamente y gateó hasta recoger la espada que empuñó con fuerza mirando en dirección a la voz.
- Oh, caí gracias a ti, ¿verdad? Una pena lo de nuestros, eh, compañeros, temporales, de viaje- Ben escuchó ruidos y miró al agujero, no había sido una caída muy grande, pero sí lo suficiente como para que los insectos se hubieran olvidado, al menos temporalmente, de ellos-. Tienes un aspecto lamentable- dijo-, pero servirá.
- ¿Quién eres?- preguntó poniéndose en pie y maldiciéndose por haberlo hecho.
- Idryn. No, no hace falta que te presentes. Tu descripción, tus historias... Son conocidas, Héroe- hizo una breve pausa. Ben trató de enfocar en una dirección pero su voz sonó al otro lado-. ¿Sabes qué hacían aquí, Sango? ¿Sabes qué maravillosos avances se estaba desarrollando aquí? No. Por supuesto que no. Aquí se hacía ciencia.
- Aquí se mataban personas y se siguen matando. Este lugar está maldito.
- Claro. Tus Dioses estaban por aquí, seguramente, deleitándose con el espectáculo. Porque eso de intervenir no va con ellos- provocó-. No me interrumpas mientras hablo, es de mala educación. ¿No ves el poder que hay aquí? ¿Cómo es posible que todos estos cimexbörg, como se les conoce, hayan decidido atacarnos? Bueno, quizá fuera un mecanismo de defensa. Y luego, el truco de las planta, ¿acaso no percibís el enrarecido aroma del éter que hay en este lugar? Ah, por supuesto que no. Sois todos unos profanos en tan bellos conocimientos. Sois todos temerosos del progreso que aquí se estaba realizando. Sois todos unos ignorantes, incluido el salvaje grandullón. Incluso tú, Sango. Eres el vivo reflejo de la estupidez humana: dar tu vida por la de otros a los que, quizá, ni importas, ni sepas que existen. Tú, que podrías estar en otro lugar, que podrías estar, no sé, arando un campo, sembrando, recogiendo sus frutos. ¿Alguien te lo agradece? Pues claro que no.
El silencio se apoderó en la estancia y Ben solo podía escuchar el latido de su corazón y su cuerpo gritar de dolor.
- Bien. Tenemos mucho tiempo para investigar estos túneles. No te preocupes, saldremos de aquí, te la debo- dijo casi jocosa-. Al fin y al cabo, llegué aquí gracias a ti- sonó como se sacudía la ropa y Ben, por fin, en medio de la oscuridad intuyó su figura moverse-. En marcha, Sango. Adentrémonos en las misteriosas y fascinantes entrañas de Eden. Descubramos sus maravillas y asombrémonos por sus miles de secretos.
Ben gruñó y caminó hacia Idryn, la misteriosa mujer que, con tono burlesco, o al menos era su percepción, parecía querer reavivar las ascuas aún calientes de lo que había sido Eden, o quizá, simplemente, estuviera buscando lo mismo que ellos, alguna pieza que le sirviera a Alice y lo disfrazara de alguna otra cosa. Sea como fuere, Ben necesitaba tiempo. Tiempo para recuperarse. Tiempo para pensar en Jani y en que con Elian estaría a salvo. Tiempo para creer en ello.
- Vamos- dijo aferrando con fuerza la espada.
La mujer, que seguramente sonreía, guió la marcha.
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Sango, después de intentar ayudar a Sein en mitad del caos de los Cimexborg y las plantas de Elian, cae a una sala subterránea con la dama Idryn de la que aún no se tiene descripción.Sango
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Re: Biosfera [Trabajo] [Noche]
Aquello no era natural, las grosellas no volaban, ni explotaban ni… ¡Así no era como se reproducían las grosellas! Todo lo que Elian había hecho era acelerar el proceso de germinación y crecimiento, nada más. Nada de eso tendría que estar pasando.
Lamentablemente, estaba pasando, y de no haber sido por la rápida reacción de Corlys, las consecuencias habrían sido desastrosas. Aún podían ser desastrosas. Había demasiado ruido, demasiado caos. Imposible dialogar, pero ¿qué hacer?
Sein y Sango no necesitaban pensar. Eran protectores, ellos luchaban. ¿Qué era Elian? Un elfo de Sandorai en medio de un túnel de piedra, tierra y metal con una chiquilla herida y asustada a su cargo. Un elfo de Sandorai que no podía fiarse de sus propias capacidades después de lo que acababa de pasar con las grosellas.
No, eso no era cierto. No siempre había sido bendecido por la Luz, había aprendido a sobrevivir mucho antes de eso. Y no solo en el bosque.
—Ven, quitémonos de en medio. —dijo. Se agachó junto a Jani y, con la antorcha de Sango en una mano, la aupó con el otro brazo—. ¡Corlys, me llevo a Jani a cubierto!
—Pero, ¡él está ahí fuera! —protestó la niña.
—Sango es un gran guerrero, Jani —dijo Elian mientras se alejaba de la apertura protegida por la plancha metálica de Corlys y se adentraba un poco más en el túnel—. Esa gente mala no podrá con él, ya verás.
—¡Eso ya lo sé! ¡Me refiero a él!
—¿Él?
—¡Está asustado! —gritó la niña entre lágrimas—. Me pidió perdón…
—¿Te refieres a…?
Elian ni siquiera sabía cómo nombrar lo que habían visto arrastrándose lastimosamente. De lo único que estaba seguro era de que, fuese lo que fuese, aquello no estaba vivo. Agachándose un poco para ponerse a cubierto en un recodo, clavó la antorcha entre un puñado de piedras sueltas y sentó a la pequeña en una elevación del terreno, para que pudieran mirarse a la cara mientras él se arrodillaba en el suelo frente a ella.
—Escucha —le dijo—, los insectos se ocuparán de él, como hicieron con la mariposa. Pero ahora nosotros tenemos que ocuparnos de tu herida, ¿de acuerdo?
Jani no parecía muy convencida por sus palabras, y con razón. Por eso, Elian no le dio mucho tiempo para pensar. Sacó su cantimplora y vertió agua sobre la herida de la chiquilla para limpiarla a la vieja usanza.
—Ya está, ya está —dijo apresuradamente para distraerla mientras tapaba de nuevo la cantimplora y sacaba un trozo de venda—. No es una herida profunda y ya se estaba cerrando sola, solo voy a ponerle una venda para evitar que le entre porquería del suelo, ¿vale?
Trabajó con rapidez, preguntándose cómo se estaría desenvolviendo el combate arriba. Y luego, echándose en cara que él no podía ayudar con eso, tenía que concentrarse en lo que sí podía hacer. Cuando terminó de apretar el último nudo en la venda, Jani preguntó.
—¿Quién es esa?
Elian se quedó petrificado en el sitio.
—¿Esa?
La niña, con los ojos muy abiertos pero totalmente calmada, señaló un punto a la espalda del elfo. Él se volvió a tiempo de ver una figura menuda escabullirse por un agujero excavado en la base de la pared.
¿Qué estaba haciendo allí un kobold?
Lamentablemente, estaba pasando, y de no haber sido por la rápida reacción de Corlys, las consecuencias habrían sido desastrosas. Aún podían ser desastrosas. Había demasiado ruido, demasiado caos. Imposible dialogar, pero ¿qué hacer?
Sein y Sango no necesitaban pensar. Eran protectores, ellos luchaban. ¿Qué era Elian? Un elfo de Sandorai en medio de un túnel de piedra, tierra y metal con una chiquilla herida y asustada a su cargo. Un elfo de Sandorai que no podía fiarse de sus propias capacidades después de lo que acababa de pasar con las grosellas.
No, eso no era cierto. No siempre había sido bendecido por la Luz, había aprendido a sobrevivir mucho antes de eso. Y no solo en el bosque.
—Ven, quitémonos de en medio. —dijo. Se agachó junto a Jani y, con la antorcha de Sango en una mano, la aupó con el otro brazo—. ¡Corlys, me llevo a Jani a cubierto!
—Pero, ¡él está ahí fuera! —protestó la niña.
—Sango es un gran guerrero, Jani —dijo Elian mientras se alejaba de la apertura protegida por la plancha metálica de Corlys y se adentraba un poco más en el túnel—. Esa gente mala no podrá con él, ya verás.
—¡Eso ya lo sé! ¡Me refiero a él!
—¿Él?
—¡Está asustado! —gritó la niña entre lágrimas—. Me pidió perdón…
—¿Te refieres a…?
Elian ni siquiera sabía cómo nombrar lo que habían visto arrastrándose lastimosamente. De lo único que estaba seguro era de que, fuese lo que fuese, aquello no estaba vivo. Agachándose un poco para ponerse a cubierto en un recodo, clavó la antorcha entre un puñado de piedras sueltas y sentó a la pequeña en una elevación del terreno, para que pudieran mirarse a la cara mientras él se arrodillaba en el suelo frente a ella.
—Escucha —le dijo—, los insectos se ocuparán de él, como hicieron con la mariposa. Pero ahora nosotros tenemos que ocuparnos de tu herida, ¿de acuerdo?
Jani no parecía muy convencida por sus palabras, y con razón. Por eso, Elian no le dio mucho tiempo para pensar. Sacó su cantimplora y vertió agua sobre la herida de la chiquilla para limpiarla a la vieja usanza.
—Ya está, ya está —dijo apresuradamente para distraerla mientras tapaba de nuevo la cantimplora y sacaba un trozo de venda—. No es una herida profunda y ya se estaba cerrando sola, solo voy a ponerle una venda para evitar que le entre porquería del suelo, ¿vale?
Trabajó con rapidez, preguntándose cómo se estaría desenvolviendo el combate arriba. Y luego, echándose en cara que él no podía ayudar con eso, tenía que concentrarse en lo que sí podía hacer. Cuando terminó de apretar el último nudo en la venda, Jani preguntó.
—¿Quién es esa?
Elian se quedó petrificado en el sitio.
—¿Esa?
La niña, con los ojos muy abiertos pero totalmente calmada, señaló un punto a la espalda del elfo. Él se volvió a tiempo de ver una figura menuda escabullirse por un agujero excavado en la base de la pared.
¿Qué estaba haciendo allí un kobold?
Elian
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Re: Biosfera [Trabajo] [Noche]
No podía ver demasiado de lo que estaba ocurriendo allí arriba, contaba con que Sein había subido a luchar y Sango le había seguido tras dejar a la niña con Elian. En otras circunstancias seguramente le hubiera preguntado si estaba seguro de que era buena idea después de que en mi primera aventura con el elfo, este acabara catapultado para derribar a un joven dragón borracho, pero la situación estaba muy tensa para bromas, y la plancha de metal pesaba demasiado como para gastar fuerzas hablando sin decir nada relevante.
Me daba la impresión de que la incursión de nuestros guerreros estaba teniendo éxito, porque parecían haberse detenido los virotes, aunque el incesable golpeteo de semillas de grosellas explosivas e insectos mecánicos complicaba el determinar si eso era cierto. Igual que complicaba el enterarse algo de lo que sucedía fuera en base al oído. Aunque lo que si me había quedado claro era que Sango estaba mandando a Sein volver con nosotros.
Mientras tanto, intentaba fijarme en Elian y la niña, porque era lo único que podía medio entender, y porque distraerme empezaba a ser la mejor forma de no pensar en lo que pesaba esa maldita plancha. Simplemente observé en silencio, pero cuando la niña señaló un kobold, se me ocurrió un plan. Lo que era una suerte, porque se me empezaba a pasar el efecto de mi sangre y no me apetecía especialmente acabar aplastado por mi propia estupidez.
- ¡Sein, entra de una vez en el agujero o te quedas atrás!.- Le grité mientras lanzaba la plancha metálica hacia donde creía recordar que estaban nuestros enemigos.- Y coge al coso ese mecánico, Jani ha dicho que no le abandonemos.
No tenía tiempo para fijarme en si el hombre bestia me hacía caso, ya que tenía que dedicar toda mi energía en desplazarme malamente hacia Elian y la niña, pues los efectos de haber tenido que recurrir a potenciarme con la sangre me iban a suponer un rato en el que me costara incluso mantenerme en pie. Avancé hasta ellos con esfuerzo, pero a pesar de ello, la sensación de peligro me ayudó a no derrumbarme por el camino, aunque llegase con un aspecto evidentemente agotado e incluso más pálido que de costumbre.
- No sé... si han conseguido acabar con todos... pero mejor que nos cuenten cuando nos alcancen... De momento... será mejor ponernos en marcha... Sé que supondría desviarnos... pero sugiero que sigamos a ese kobold por el túnel...- Esos bastardos escamosos me debían una por haberles dejado ir después de su ataque en la batalla y haber acabado con la aberración, así que confiaba en que lo recordasen y estuvieran dispuestos a colaborar.- Si nos metemos por ahí... será más complicado que puedan seguirnos... que si seguimos por el camino normal... y si esas lagartijas quieren colaborar... puede que incluso podamos anticiparnos a ellos... También sugeriría tirar las antorchas... yo puedo guiaros en la oscuridad... aunque no sé que opinará la niña...- Fui comentándole el plan al elfo entre pausas para intentar recuperar el aliento y dejé que fuera él quien tomase la decisión, después de todo, Sango le había dejado al cargo de Jani, y yo no iba a desperdiciar la oportunidad de huir de las responsabilidades directas.
También confiaba en que Sein y Sango aparecieran pronto, pero ellos sabían lo que hacían y confiaba en sus capacidades, me preocupaba más que el combate llegase hasta nosotros y acabásemos con la niña metida en la refriega, más aún mientras yo no hubiera tenido tiempo de recuperarme.
Me daba la impresión de que la incursión de nuestros guerreros estaba teniendo éxito, porque parecían haberse detenido los virotes, aunque el incesable golpeteo de semillas de grosellas explosivas e insectos mecánicos complicaba el determinar si eso era cierto. Igual que complicaba el enterarse algo de lo que sucedía fuera en base al oído. Aunque lo que si me había quedado claro era que Sango estaba mandando a Sein volver con nosotros.
Mientras tanto, intentaba fijarme en Elian y la niña, porque era lo único que podía medio entender, y porque distraerme empezaba a ser la mejor forma de no pensar en lo que pesaba esa maldita plancha. Simplemente observé en silencio, pero cuando la niña señaló un kobold, se me ocurrió un plan. Lo que era una suerte, porque se me empezaba a pasar el efecto de mi sangre y no me apetecía especialmente acabar aplastado por mi propia estupidez.
- ¡Sein, entra de una vez en el agujero o te quedas atrás!.- Le grité mientras lanzaba la plancha metálica hacia donde creía recordar que estaban nuestros enemigos.- Y coge al coso ese mecánico, Jani ha dicho que no le abandonemos.
No tenía tiempo para fijarme en si el hombre bestia me hacía caso, ya que tenía que dedicar toda mi energía en desplazarme malamente hacia Elian y la niña, pues los efectos de haber tenido que recurrir a potenciarme con la sangre me iban a suponer un rato en el que me costara incluso mantenerme en pie. Avancé hasta ellos con esfuerzo, pero a pesar de ello, la sensación de peligro me ayudó a no derrumbarme por el camino, aunque llegase con un aspecto evidentemente agotado e incluso más pálido que de costumbre.
- No sé... si han conseguido acabar con todos... pero mejor que nos cuenten cuando nos alcancen... De momento... será mejor ponernos en marcha... Sé que supondría desviarnos... pero sugiero que sigamos a ese kobold por el túnel...- Esos bastardos escamosos me debían una por haberles dejado ir después de su ataque en la batalla y haber acabado con la aberración, así que confiaba en que lo recordasen y estuvieran dispuestos a colaborar.- Si nos metemos por ahí... será más complicado que puedan seguirnos... que si seguimos por el camino normal... y si esas lagartijas quieren colaborar... puede que incluso podamos anticiparnos a ellos... También sugeriría tirar las antorchas... yo puedo guiaros en la oscuridad... aunque no sé que opinará la niña...- Fui comentándole el plan al elfo entre pausas para intentar recuperar el aliento y dejé que fuera él quien tomase la decisión, después de todo, Sango le había dejado al cargo de Jani, y yo no iba a desperdiciar la oportunidad de huir de las responsabilidades directas.
También confiaba en que Sein y Sango aparecieran pronto, pero ellos sabían lo que hacían y confiaba en sus capacidades, me preocupaba más que el combate llegase hasta nosotros y acabásemos con la niña metida en la refriega, más aún mientras yo no hubiera tenido tiempo de recuperarme.
Corlys Glokta
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Re: Biosfera [Trabajo] [Noche]
Con su rostro arrugado por la rabia y los colmillos reluciendo en señal de amenaza, Sein pudo darse cuenta de que, incluso en el interior de aquel caos, se podían hallar signos de equilibrio. Desde que las había conocido, siempre le habían llamado la atención las ballestas. Le resultaba fascinante la precisión con la que algunos podían acabar con la vida de un ser incluso a distancias imposibles de alcanzar en veinte zancadas, por muy largas que fueran. Otros, sin embargo, la usaban con la misma habilidad que exhiben los infantes tratando de controlar sus piernas para andar sin caer al suelo. Lo que veían sus ojos, pues, en aquel momento de caos, era la otra cara de la moneda del uso de las ballestas más potentes y pesadas: el prolongado tiempo de tensado de la cuerda previo al disparo de un nuevo virote. Eso, por suerte o por desgracia, era algo que afectaba tanto a expertos como a torpes. Y, por suerte, no importaba la habilidad del carroñero que le devolvía la mirada, pues el chamán le sonreía, con los colmillos brillantes, sabiéndose vencedor de aquel combate.
Instantes después, el frenesí le había llevado a aparecer tras la espalda de aquel torpe ballestero, y obtuvo la certeza de lo ocurrido al sentir nueva sangre sobre su barba. Echó un breve vistazo hacia atrás mientras se relamía y confirmó la baja. Se agachó ágil aprovechando que los enemigos restantes no le prestaban atención a él y puso una mano sobre el pecho de aquel hombre para guiar a su alma a los cielos. Fue entonces cuando prestó atención a las plantas e insectos que llevaban impactándole durante todo aquel rato. Eran más notables de lo que se había podido imaginar. Eso significaba que su frenesí se estaba calmando, cosa que no le convenía. Volvió a ponerse en pie, se dio dos bofetones brutos en el rostro con ambas manos para espabilarse de nuevo y estudió de un vistazo rápido el terreno para tener a sus enemigos controlados. De pronto vio cómo uno de ellos se despedía de su vida por culpa del acero de su camarada Sango. Se alegró al intuirle entre los múltiples obstáculos voladores. Ahora eran dos.
Y, aunque era entendible, no se esperó la orden de su compañero de entrar al agujero. La adrenalina le nublaba la mente, y el corazón le empujaba hacia la pelea. En aquel momento las ideas de Sango no entraban en sus planes. Se pasó el antebrazo por la boca para limpiar el líquido férreo, dejando sus colmillos algo más limpios para su siguiente presa, y trató de localizarla. Sin embargo, se encontró de repente con varios muros que se lo dificultaban: el olor a metal, plantas y carroña, los ruidos mecánicos de cientos de insectos, y la simple presencia de estos mismos seres que revoloteaban en compactos enjambres con las mismas cualidades transparentes que una pared de ladrillo. Un escalofrío más duradero de lo normal le recorrió de arriba abajo antes de intentar liberar su frustración con numerosos manotazos al aire con los que trataba de despejar el ambiente de criaturas biocibernéticas y plantas.
Aún así, no conseguía intuir ninguna figura. Y, aunque no notaba dolor alguno, sí que había notado que sus brazos se habían zarandeado con cierta lentitud. Supuso entonces que uno de los enjambres le tenía como objetivo y que le estaban golpeando más aún de lo que podía notar, hasta el punto de frenar con sus impactos la inercia de sus extremidades. Temeroso por las imaginadas consecuencias de aquello, esprintó intentando seguir los pasos que había dado, pues era la única ruta que sabía que podía recorrer a esas velocidades sin toparse con ningún obstáculo de metal. Por suerte, pudo dar una profunda bocanada de aire tras unos segundos de carrera al ver que los bichos estaban dejando de atosigarle.
Desde allí podía ver con más claridad la situación que enfrentaba Sango. Rodeado de enjambres de bichos y, sorprendentemente, de plantas, yacía con su espada levantada enfrentando a uno de los oportunistas. Aprovechando los últimos momentos de su frenesí calculó el camino más corto hacia allí y esprintó de nuevo, impulsado también con la rabia de ver a un camarada en apuros.
- ¡Voy, Sango! - rugió al comienzo de la carrera, sintiendo cómo el filo de sus garras salía a relucir. En escasos instantes estaba allí, pero Sango ya se había podido incorporar. Peleaba con una mezcla de ferocidad y elegancia que enorgullecía al chamán por estar de su lado. Pero en momentos como aquel no podía perderse en esos detalles. Bastó con esa breve mirada para recibir un impacto en la espalda que le rajó la armadura sin haber podido reaccionar, dejando ver una gran mancha escarlata que comenzaba a gotear.
Rugió de nuevo, pero esta vez con una rabia diferente. Fue un grito de "no vas a volver a rozarme a mí ni a nadie en los segundos que te quedan de vida". Y ese alarido se convirtió en un grito de guerra que le acompañó en su esprint hacia el perpetrador del virotazo que, como había descubierto antes, se hallaba vulnerable tensando de nuevo la cuerda de su ballesta. El líder de los Isklør se abalanzó sobre él sin casi pensarlo, confiando en aquello, pero de repente escuchó cómo el cuero de su pernera izquierda estallaba en un sonido tajante.
Luego pasaron segundos, minutos u horas. No habría dado una respuesta precisa si le hubieran preguntado en el momento en que despertó enterrado en escombros, y con más escombros bajo su espalda que, sorprendentemente, se habían convertido en las montañas que conducían un ligero río de sangre hasta el suelo. Olisqueó con la cabeza dándole vueltas y pudo detectar dos tipos diferentes de sangre, pero lo atribuyó a su desorientación. - ¿Hola? ¿Tabernero? - preguntó mientras procuraba empujar los metales que oprimían su caja torácica, pensando que, quizás, una buena tormenta había sacudido tanto las paredes de la taberna en la que se había hospedado que las había conseguido derrumbar. Pero no olía a tormenta.
No fue hasta que escuchó dos voces lejanas, una femenina y otra masculina, que comenzó a reconocer sus recuerdos más inmediatos. - ¿Sango? ¿Qué ha pasado, compañero? - se esforzó en gritar justo antes de causar un desprendimiento menor con sus torpes movimientos. Así fue como llegó al suelo y, tratando de contener sus quejidos, pudo abrirse camino entre la piedra y el metal para salir a un hueco oscuro subterráneo. Se palpó el cuerpo y descubrió el origen de uno de los tipos de sangre que había olido. Le asaltó entonces el recuerdo de lo último que había ocurrido antes de perder el conocimiento: aquel ballestero le había conseguido rajar la pierna agarrando el propio virote con sus manos.
- ¡Sango!
______
OFF: Hola de nuevo!! Desafortunadamente, Sein no escucha y por lo tanto no obedece los gritos de Corlys. Aunque bueno, escuchó los de Sango e igualmente los desobedeció jsjsjs, sufriendo un destino esperable y muy parecido, por no decir igual, al de Sango.
Instantes después, el frenesí le había llevado a aparecer tras la espalda de aquel torpe ballestero, y obtuvo la certeza de lo ocurrido al sentir nueva sangre sobre su barba. Echó un breve vistazo hacia atrás mientras se relamía y confirmó la baja. Se agachó ágil aprovechando que los enemigos restantes no le prestaban atención a él y puso una mano sobre el pecho de aquel hombre para guiar a su alma a los cielos. Fue entonces cuando prestó atención a las plantas e insectos que llevaban impactándole durante todo aquel rato. Eran más notables de lo que se había podido imaginar. Eso significaba que su frenesí se estaba calmando, cosa que no le convenía. Volvió a ponerse en pie, se dio dos bofetones brutos en el rostro con ambas manos para espabilarse de nuevo y estudió de un vistazo rápido el terreno para tener a sus enemigos controlados. De pronto vio cómo uno de ellos se despedía de su vida por culpa del acero de su camarada Sango. Se alegró al intuirle entre los múltiples obstáculos voladores. Ahora eran dos.
Y, aunque era entendible, no se esperó la orden de su compañero de entrar al agujero. La adrenalina le nublaba la mente, y el corazón le empujaba hacia la pelea. En aquel momento las ideas de Sango no entraban en sus planes. Se pasó el antebrazo por la boca para limpiar el líquido férreo, dejando sus colmillos algo más limpios para su siguiente presa, y trató de localizarla. Sin embargo, se encontró de repente con varios muros que se lo dificultaban: el olor a metal, plantas y carroña, los ruidos mecánicos de cientos de insectos, y la simple presencia de estos mismos seres que revoloteaban en compactos enjambres con las mismas cualidades transparentes que una pared de ladrillo. Un escalofrío más duradero de lo normal le recorrió de arriba abajo antes de intentar liberar su frustración con numerosos manotazos al aire con los que trataba de despejar el ambiente de criaturas biocibernéticas y plantas.
Aún así, no conseguía intuir ninguna figura. Y, aunque no notaba dolor alguno, sí que había notado que sus brazos se habían zarandeado con cierta lentitud. Supuso entonces que uno de los enjambres le tenía como objetivo y que le estaban golpeando más aún de lo que podía notar, hasta el punto de frenar con sus impactos la inercia de sus extremidades. Temeroso por las imaginadas consecuencias de aquello, esprintó intentando seguir los pasos que había dado, pues era la única ruta que sabía que podía recorrer a esas velocidades sin toparse con ningún obstáculo de metal. Por suerte, pudo dar una profunda bocanada de aire tras unos segundos de carrera al ver que los bichos estaban dejando de atosigarle.
Desde allí podía ver con más claridad la situación que enfrentaba Sango. Rodeado de enjambres de bichos y, sorprendentemente, de plantas, yacía con su espada levantada enfrentando a uno de los oportunistas. Aprovechando los últimos momentos de su frenesí calculó el camino más corto hacia allí y esprintó de nuevo, impulsado también con la rabia de ver a un camarada en apuros.
- ¡Voy, Sango! - rugió al comienzo de la carrera, sintiendo cómo el filo de sus garras salía a relucir. En escasos instantes estaba allí, pero Sango ya se había podido incorporar. Peleaba con una mezcla de ferocidad y elegancia que enorgullecía al chamán por estar de su lado. Pero en momentos como aquel no podía perderse en esos detalles. Bastó con esa breve mirada para recibir un impacto en la espalda que le rajó la armadura sin haber podido reaccionar, dejando ver una gran mancha escarlata que comenzaba a gotear.
Rugió de nuevo, pero esta vez con una rabia diferente. Fue un grito de "no vas a volver a rozarme a mí ni a nadie en los segundos que te quedan de vida". Y ese alarido se convirtió en un grito de guerra que le acompañó en su esprint hacia el perpetrador del virotazo que, como había descubierto antes, se hallaba vulnerable tensando de nuevo la cuerda de su ballesta. El líder de los Isklør se abalanzó sobre él sin casi pensarlo, confiando en aquello, pero de repente escuchó cómo el cuero de su pernera izquierda estallaba en un sonido tajante.
Luego pasaron segundos, minutos u horas. No habría dado una respuesta precisa si le hubieran preguntado en el momento en que despertó enterrado en escombros, y con más escombros bajo su espalda que, sorprendentemente, se habían convertido en las montañas que conducían un ligero río de sangre hasta el suelo. Olisqueó con la cabeza dándole vueltas y pudo detectar dos tipos diferentes de sangre, pero lo atribuyó a su desorientación. - ¿Hola? ¿Tabernero? - preguntó mientras procuraba empujar los metales que oprimían su caja torácica, pensando que, quizás, una buena tormenta había sacudido tanto las paredes de la taberna en la que se había hospedado que las había conseguido derrumbar. Pero no olía a tormenta.
No fue hasta que escuchó dos voces lejanas, una femenina y otra masculina, que comenzó a reconocer sus recuerdos más inmediatos. - ¿Sango? ¿Qué ha pasado, compañero? - se esforzó en gritar justo antes de causar un desprendimiento menor con sus torpes movimientos. Así fue como llegó al suelo y, tratando de contener sus quejidos, pudo abrirse camino entre la piedra y el metal para salir a un hueco oscuro subterráneo. Se palpó el cuerpo y descubrió el origen de uno de los tipos de sangre que había olido. Le asaltó entonces el recuerdo de lo último que había ocurrido antes de perder el conocimiento: aquel ballestero le había conseguido rajar la pierna agarrando el propio virote con sus manos.
- ¡Sango!
______
OFF: Hola de nuevo!! Desafortunadamente, Sein no escucha y por lo tanto no obedece los gritos de Corlys. Aunque bueno, escuchó los de Sango e igualmente los desobedeció jsjsjs, sufriendo un destino esperable y muy parecido, por no decir igual, al de Sango.
Sein Isånd
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Re: Biosfera [Trabajo] [Noche]
El pelirrojo se giró al escuchar su nombre. Sin embargo, la mujer, Idryn, que lideraba la cabeza se volvió hacia él y negó con la cabeza. Se giró hacia él y apoyó la cintura en una mesa mientras se cruzaba de brazos. Ambos se miraron durante unos instantes de aparente silencio pero que en la cabeza de Sango se escuchaba su propia voz sobreponiéndose a sus propios quejidos de dolor.
- Adelante, ve a salvar a todo el que se acuerde de tu nombre- dijo con tono burlón.
Negó con la cabeza y se giró para volver sobre sus pasos, hacia el boquete en el techo de la estancia llena de escombros y ahora, llena por la imponente figura del hombre bestia que era Sein y que gritaba su nombre. Echó un rápido vistazo hacia la abertura y descartó intentar escalar para regresar con Jani y Elian. Gruñó y se arrodilló junto a Sein al que inspeccionó rápidamente con la luz que se filtraba del exterior.
- No tienes mala pinta, salvo por eso- señaló el virote-. Apenas un rasguño para un magnífico guerrero como tú, ¿verdad amigo?- forzó una sonrisa mientras buscaba a su alrededor algo con lo que poder limpiar la herida-. No soy experto en estas cosas, pero apostaría un mes de paga a que estarás mejor sin la saeta en la pierna- se levantó y caminó hacia un estante cubierto por una cortina que arrancó dejando a la vista multitud de frascos que ignoró al darse la vuelta.
De pronto se quedó quieto mirando a Sein y se llevó una mano al costado y luego buscó entre los bolsillos de la capa hasta que dio con el que contenía lo que buscaba. Era un pequeño frasco de metal, pintado de rojo y con un dibujo de un corazón que le confirmó que se trataba de una poción de salud. Volvió a arrodillarse junto a Sein.
- Eh, eh, escúchame- llamó su atención y le enseñó el frasco-. Es una poción de curación, te vendrá genial pero hay que sacarte eso- preparó el trozo de cortina, cortando un trozo y dejando el resto para hacer un nudo alrededor de su pierna-. Te va a doler, no me odies por ello.
A su espalda, Idryn había hecho acto de presencia en la estancia y les observaba con curiosidad. Sango le de dedicó un rápido vistazo, valorando pedir ayuda. Negó con la cabeza y se centró en Sein al que golpeó con el puño izquierdo, el que tenía la poción, en el pecho.
- A la de tres- dijo agarrando el virote con la diestra-. ¿Estás listo?
Sango no esperó respuesta y tiró con fuerza del virote el cual examinó justo después de extraerlo del muslo de Sein. La punta parecía completa y la madera no estaba astillada. Lanzó el virote a un lado y con un hábil movimiento del pulgar destapó el frasco y ayudándose de su fuerza vació contenido en la boca de Sein al que obligó a tragar el contenido cerrándole la boca (1). Cuando se aseguró de que había tragado, soltó el frasco y centró sus movimientos en tapar la herida abierta de Sein. Presionó con fuerza con un trozo de tela y pasó el otro por debajo de la pierna para hacer un nudo que apretó la herida. Se apartó para observar a Sein.
- Los Dioses te sonríen, amigo mio, la poción llevaba tu nombre- Idryn lanzó una risita tras ellos-. Descansa un momento, no quieras correr- dijo apretándole el hombro.
Sango se levantó con ayuda de la espada que había dejado tirada junto a Sein y encaró a la mujer que jugaba con un frasco entre sus manos. Sango lo observó durante unos instantes.
- ¿Qué haces?- preguntó el pelirrojo.
- Necesitamos luz para caminar por aquí dentro- comentó mirando la espada de Sango-. Nos necesitamos aquí dentro- se giró y se puso, a ojos de Sango, a enredar con varios de los frascos que había en el estante que él había destapado hacía unos instantes-. Podría usar un conjuro y ya estaría, pero creo que no es buena idea- comentó-. Verás, he visto lo que habéis hecho ahí arriba y creo que deberías decirle al hechicero de vuestro grupo que afine el olfato- la mujer rio entre dientes-. Yo, sin embargo, soy una mujer de ciencia: observo, evalúo, y actúo en consecuencia.
Sango guardó la espada y observó los movimientos de la mujer que parecía estar construyendo una antorcha con restos que había en la sala mientras hablaba con él.
- ¿Por qué nos habéis atacado?- preguntó Sango.
- ¿Disculpa?- se giró y se llevó una mano al pecho, con evidente gesto ofendido-. ¿Nosotros os atacamos?
- Sí- respondió Sango avanzando hacia ella-. Primero queréis desarmarnos y luego- señaló a Sein-, nos disparáis con ballestas.
- Nosotros no empezamos el ataque. Ya te lo he dicho- se giró de nuevo y vertió el contenido de uno de los frascos sobre un trozo de tela-, habla con vuestro hechicero. Está loco. ¿A quién se le ocurre hacer uso del éter aquí?- sacudió el palo hacia un lado y una llama prendió en la punta de la antorcha. En su rostro se dibujó una sonrisa de suficiencia y superioridad que proyectó hacia Sango sin ningún tipo de miramiento-. Bueno, deberíamos avanzar, tiene que haber otra salida, esto parecen laboratorios, lugares de ensayos, salas para esos "locos" experimentos que realizaban aquí.
- ¿Qué haces aquí?- preguntó Sango estudiando ahora con más detenimiento el rostro de la mujer.
Sus cabellos negros quedaban tapados, parcialmente, por una capucha que, no obstante, hacía resaltar la palidez de su rostro y su expresión dura. Una cicatriz recorría la mitad de rostro, desde el puente nasal hasta la mejilla. Sus ropajes, oscuros le daban un toque de elegancia sin sacrificar, en apariencia, la movilidad. El pelirrojo fue incapaz de ver si la mujer portaba arma de algún tipo.
Idryn, que era consciente de que Sango la estudiaba, se acercó un paso hacia él. Instintivamente el pelirrojo se echó hacia atrás llevándose la mano a la empuñadura de la espada. La mujer le sonrió.
- Creía que habíamos superado nuestros recelos- suspiró y se pasó una mano enguantada por la frente-. No te preocupes, Sango, lo único que quiero es, como tú, salir de aquí.
- Sí, pero sigues sin responder a la pregunta- recuperó el terreno perdido y se quedó clavado junto a Sein sin relajar la postura y dispuesto a desenvainar.
- ¿Y tú? Bueno, vosotros, ¿qué hacéis aquí?- preguntó
- Rescatar supervivientes- contestó al instante Sango.
La mujer entrecerró los ojos y miró largo rato al pelirrojo antes de ladear la cabeza y esbozar una sonrisa en el rostro con una intencionalidad que Sango no supo leer pero que agudizó, más aún, su instinto de guardia. Hizo un gesto y se centró en Sein al que parecía que la poción ya había hecho efecto.
- ¿Puedes caminar amigo?- preguntó tendiéndole una mano-. En cualquier caso, puedas o no, deberíamos ponernos en marcha, tenemos que llegar con el resto si es que no han acabado con ellos.
- Descuida, nunca fue nuestra intención atacar- se apresuró a replicar Idryn que se había girado e inspeccionaba la estancia y el pasillo por el que habían intentado avanzar hacía tan solo unos instantes.
Sango ayudó a Sein a ponerse en pie y le ofreció ayuda para que se apoyara en él mientras lo necesitara. No necesitaron intercambiar palabras para ponerse en marcha entre los túneles y pasillos de las ruinas de Eden.
Atravesaron dos salas muy parecidas, con mesas, banquetas, estanterías llenas de piezas, frascos, cajas y multitud de artilugios que Sango no supo identificar. Idryn les explicó que estaban en una zona de laboratorios y talleres donde APP-Bel y sus subalternos experimentaban con fuerzas que ni ellos mismos llegaban a comprender.
- Jugaron a ser Dioses, pero no comprendieron los riesgos que eso conlleva: su propia arrogancia que les llevó a no reconocer sus errores; la oposición de los ignorantes, movilizando grandes ejércitos para enfrentar los avances científicos y técnicos...- aspiró fuerte y se giró para mirar a Sango y Sein-. ¿Comprendéis?
Sango se limitó a encogerse de hombros para irritación de Idryn que siguió avanzando, antorcha en mano, y farfullando algo que solo ella podía entender. Sango gruñó.
Avanzaron por un pasillo de aspecto aséptico, no recorrieron más de cincuenta pasos cuando llegaron a otra estancia, algo más amplia que las anteriores y mucho menos castigada por el polvo y el escombro de las salas anteriores. Idryn hacía sonidos de fascinación mientras Sango le ofrecía un asiento a Sein para que reposara la pierna. Si bien la poción debía haber hecho efecto, no estaba seguro de que sus dotes curativas a la hora de sacar el virote de la pierna hubieran sido del todo buenas.
Idryn se detuvo frente a una puerta de doble hoja, opaca, y hacía movimientos con los brazos, como si saludara a alguien.
- ¿Qué haces? ¿Te has dado un golpe en la cabeza?- preguntó el pelirrojo.
La mujer le respondió con una risita y Sango se volvió hacia Sein.
- Esta tipa me la encontré aquí abajo, se comporta de forma extraña. Se llama Idryn, es lo único que sé- murmuró junto a él.
- Ah, ¿fin del camino?- preguntó en voz alta Idryn-. Eso parece- acercó la antorcha a la puerta y luego recorrió la pared hasta que bufó divertida-. Sin energía... Bueno, quizá pueda hacer algo- miró a Sango y a Sein y les sonrió.
De repente la mujer entró en un estado de actividad frenética, abriendo cajones, y armarios y llevando cosas de un lado a otro. La llama de la antorcha se movía a su misma velocidad, provocando una coreografía caótica de sombras desplazándose de un lado a otro. Sango dejó de prestar atención y examinó la pierna de Sein.
- ¿Viste si estaban bien cuando caíste por el agujero? ¿Y la niña? ¿La viste a salvo con Elian?- preguntó en voz baja al hombre bestia.
Un tintineo de luces y luego un fogonazo de luz sacó a Sango de su preocupación por Jani y Elian y Corlys y buscó a Idryn con la mirada. De alguna manera, la mujer había conseguido abrir las puertas. Sango se levantó y apremió a Sein para que lo siguiera.
- Estáis equivocados- dijo Idryn-. Buscando supervivientes. En mitad de la noche. En medio de una ciudad arrasada- una risita-. Si os pensáis que los secretos de Eden van a ir a parar a esa Alice Hyre... Bueno, estáis equivocados- lanzó la antorcha sobre una de las mesas cercanas antes de atravesar las puertas-. Tranquilos- un fuego virulento se expandió por toda la mesa-, yo le daré buen uso a lo que hay por aquí.
Un pitido artificial sonó de algún lugar y la puerta se cerró tras ella. A continuación las deslumbrantes luces se apagaron y la sala quedó únicamente iluminada por el fuego que consumía muebles y paredes con violencia. Otro pitido.
- ¡Sein, hay que salir de aquí!
Cuando se disponían a salir de allí, Sango se quedó boquiabierto mirando en dirección al pasillo por que el habían llegado. Resultó estar sellado por unas puertas similares a las que había utilizado Idryn antes de desaparecer. Sango miró a Sein.
- Estamos jodidos.
Resumen: Sango intenta curar la herida de Sein usando una poción de curación y un vendaje rudimentario después de sacarle el virote de la pierna. Avanzan por lo que resulta ser una red de laboratorios y talleres un nivel por debajo del suelo de Eden. Idryn, la mujer que estaba allí abajo cuando Sango cayó, los conduce por las estancias hasta que llegan a un aparente "callejón sin salida". Sango se preocupa por Sein y pierde de vista a Idryn. Esta reactiva la energía de la sala y marcha dejando a Sein y Sango encerrados en la sala con un fuego que ella misma provocó. Los motivos de Idryn aún son algo vagos, pero parece ser que hay algún tipo de rencilla con Alice Hyre o quizá sea pura ambición personal, o puede que su "interés científico" esté por encima de todo y todos.
- Adelante, ve a salvar a todo el que se acuerde de tu nombre- dijo con tono burlón.
Negó con la cabeza y se giró para volver sobre sus pasos, hacia el boquete en el techo de la estancia llena de escombros y ahora, llena por la imponente figura del hombre bestia que era Sein y que gritaba su nombre. Echó un rápido vistazo hacia la abertura y descartó intentar escalar para regresar con Jani y Elian. Gruñó y se arrodilló junto a Sein al que inspeccionó rápidamente con la luz que se filtraba del exterior.
- No tienes mala pinta, salvo por eso- señaló el virote-. Apenas un rasguño para un magnífico guerrero como tú, ¿verdad amigo?- forzó una sonrisa mientras buscaba a su alrededor algo con lo que poder limpiar la herida-. No soy experto en estas cosas, pero apostaría un mes de paga a que estarás mejor sin la saeta en la pierna- se levantó y caminó hacia un estante cubierto por una cortina que arrancó dejando a la vista multitud de frascos que ignoró al darse la vuelta.
De pronto se quedó quieto mirando a Sein y se llevó una mano al costado y luego buscó entre los bolsillos de la capa hasta que dio con el que contenía lo que buscaba. Era un pequeño frasco de metal, pintado de rojo y con un dibujo de un corazón que le confirmó que se trataba de una poción de salud. Volvió a arrodillarse junto a Sein.
- Eh, eh, escúchame- llamó su atención y le enseñó el frasco-. Es una poción de curación, te vendrá genial pero hay que sacarte eso- preparó el trozo de cortina, cortando un trozo y dejando el resto para hacer un nudo alrededor de su pierna-. Te va a doler, no me odies por ello.
A su espalda, Idryn había hecho acto de presencia en la estancia y les observaba con curiosidad. Sango le de dedicó un rápido vistazo, valorando pedir ayuda. Negó con la cabeza y se centró en Sein al que golpeó con el puño izquierdo, el que tenía la poción, en el pecho.
- A la de tres- dijo agarrando el virote con la diestra-. ¿Estás listo?
Sango no esperó respuesta y tiró con fuerza del virote el cual examinó justo después de extraerlo del muslo de Sein. La punta parecía completa y la madera no estaba astillada. Lanzó el virote a un lado y con un hábil movimiento del pulgar destapó el frasco y ayudándose de su fuerza vació contenido en la boca de Sein al que obligó a tragar el contenido cerrándole la boca (1). Cuando se aseguró de que había tragado, soltó el frasco y centró sus movimientos en tapar la herida abierta de Sein. Presionó con fuerza con un trozo de tela y pasó el otro por debajo de la pierna para hacer un nudo que apretó la herida. Se apartó para observar a Sein.
- Los Dioses te sonríen, amigo mio, la poción llevaba tu nombre- Idryn lanzó una risita tras ellos-. Descansa un momento, no quieras correr- dijo apretándole el hombro.
Sango se levantó con ayuda de la espada que había dejado tirada junto a Sein y encaró a la mujer que jugaba con un frasco entre sus manos. Sango lo observó durante unos instantes.
- ¿Qué haces?- preguntó el pelirrojo.
- Necesitamos luz para caminar por aquí dentro- comentó mirando la espada de Sango-. Nos necesitamos aquí dentro- se giró y se puso, a ojos de Sango, a enredar con varios de los frascos que había en el estante que él había destapado hacía unos instantes-. Podría usar un conjuro y ya estaría, pero creo que no es buena idea- comentó-. Verás, he visto lo que habéis hecho ahí arriba y creo que deberías decirle al hechicero de vuestro grupo que afine el olfato- la mujer rio entre dientes-. Yo, sin embargo, soy una mujer de ciencia: observo, evalúo, y actúo en consecuencia.
Sango guardó la espada y observó los movimientos de la mujer que parecía estar construyendo una antorcha con restos que había en la sala mientras hablaba con él.
- ¿Por qué nos habéis atacado?- preguntó Sango.
- ¿Disculpa?- se giró y se llevó una mano al pecho, con evidente gesto ofendido-. ¿Nosotros os atacamos?
- Sí- respondió Sango avanzando hacia ella-. Primero queréis desarmarnos y luego- señaló a Sein-, nos disparáis con ballestas.
- Nosotros no empezamos el ataque. Ya te lo he dicho- se giró de nuevo y vertió el contenido de uno de los frascos sobre un trozo de tela-, habla con vuestro hechicero. Está loco. ¿A quién se le ocurre hacer uso del éter aquí?- sacudió el palo hacia un lado y una llama prendió en la punta de la antorcha. En su rostro se dibujó una sonrisa de suficiencia y superioridad que proyectó hacia Sango sin ningún tipo de miramiento-. Bueno, deberíamos avanzar, tiene que haber otra salida, esto parecen laboratorios, lugares de ensayos, salas para esos "locos" experimentos que realizaban aquí.
- ¿Qué haces aquí?- preguntó Sango estudiando ahora con más detenimiento el rostro de la mujer.
Sus cabellos negros quedaban tapados, parcialmente, por una capucha que, no obstante, hacía resaltar la palidez de su rostro y su expresión dura. Una cicatriz recorría la mitad de rostro, desde el puente nasal hasta la mejilla. Sus ropajes, oscuros le daban un toque de elegancia sin sacrificar, en apariencia, la movilidad. El pelirrojo fue incapaz de ver si la mujer portaba arma de algún tipo.
Idryn, que era consciente de que Sango la estudiaba, se acercó un paso hacia él. Instintivamente el pelirrojo se echó hacia atrás llevándose la mano a la empuñadura de la espada. La mujer le sonrió.
- Creía que habíamos superado nuestros recelos- suspiró y se pasó una mano enguantada por la frente-. No te preocupes, Sango, lo único que quiero es, como tú, salir de aquí.
- Sí, pero sigues sin responder a la pregunta- recuperó el terreno perdido y se quedó clavado junto a Sein sin relajar la postura y dispuesto a desenvainar.
- ¿Y tú? Bueno, vosotros, ¿qué hacéis aquí?- preguntó
- Rescatar supervivientes- contestó al instante Sango.
La mujer entrecerró los ojos y miró largo rato al pelirrojo antes de ladear la cabeza y esbozar una sonrisa en el rostro con una intencionalidad que Sango no supo leer pero que agudizó, más aún, su instinto de guardia. Hizo un gesto y se centró en Sein al que parecía que la poción ya había hecho efecto.
- ¿Puedes caminar amigo?- preguntó tendiéndole una mano-. En cualquier caso, puedas o no, deberíamos ponernos en marcha, tenemos que llegar con el resto si es que no han acabado con ellos.
- Descuida, nunca fue nuestra intención atacar- se apresuró a replicar Idryn que se había girado e inspeccionaba la estancia y el pasillo por el que habían intentado avanzar hacía tan solo unos instantes.
Sango ayudó a Sein a ponerse en pie y le ofreció ayuda para que se apoyara en él mientras lo necesitara. No necesitaron intercambiar palabras para ponerse en marcha entre los túneles y pasillos de las ruinas de Eden.
Atravesaron dos salas muy parecidas, con mesas, banquetas, estanterías llenas de piezas, frascos, cajas y multitud de artilugios que Sango no supo identificar. Idryn les explicó que estaban en una zona de laboratorios y talleres donde APP-Bel y sus subalternos experimentaban con fuerzas que ni ellos mismos llegaban a comprender.
- Jugaron a ser Dioses, pero no comprendieron los riesgos que eso conlleva: su propia arrogancia que les llevó a no reconocer sus errores; la oposición de los ignorantes, movilizando grandes ejércitos para enfrentar los avances científicos y técnicos...- aspiró fuerte y se giró para mirar a Sango y Sein-. ¿Comprendéis?
Sango se limitó a encogerse de hombros para irritación de Idryn que siguió avanzando, antorcha en mano, y farfullando algo que solo ella podía entender. Sango gruñó.
Avanzaron por un pasillo de aspecto aséptico, no recorrieron más de cincuenta pasos cuando llegaron a otra estancia, algo más amplia que las anteriores y mucho menos castigada por el polvo y el escombro de las salas anteriores. Idryn hacía sonidos de fascinación mientras Sango le ofrecía un asiento a Sein para que reposara la pierna. Si bien la poción debía haber hecho efecto, no estaba seguro de que sus dotes curativas a la hora de sacar el virote de la pierna hubieran sido del todo buenas.
Idryn se detuvo frente a una puerta de doble hoja, opaca, y hacía movimientos con los brazos, como si saludara a alguien.
- ¿Qué haces? ¿Te has dado un golpe en la cabeza?- preguntó el pelirrojo.
La mujer le respondió con una risita y Sango se volvió hacia Sein.
- Esta tipa me la encontré aquí abajo, se comporta de forma extraña. Se llama Idryn, es lo único que sé- murmuró junto a él.
- Ah, ¿fin del camino?- preguntó en voz alta Idryn-. Eso parece- acercó la antorcha a la puerta y luego recorrió la pared hasta que bufó divertida-. Sin energía... Bueno, quizá pueda hacer algo- miró a Sango y a Sein y les sonrió.
De repente la mujer entró en un estado de actividad frenética, abriendo cajones, y armarios y llevando cosas de un lado a otro. La llama de la antorcha se movía a su misma velocidad, provocando una coreografía caótica de sombras desplazándose de un lado a otro. Sango dejó de prestar atención y examinó la pierna de Sein.
- ¿Viste si estaban bien cuando caíste por el agujero? ¿Y la niña? ¿La viste a salvo con Elian?- preguntó en voz baja al hombre bestia.
Un tintineo de luces y luego un fogonazo de luz sacó a Sango de su preocupación por Jani y Elian y Corlys y buscó a Idryn con la mirada. De alguna manera, la mujer había conseguido abrir las puertas. Sango se levantó y apremió a Sein para que lo siguiera.
- Estáis equivocados- dijo Idryn-. Buscando supervivientes. En mitad de la noche. En medio de una ciudad arrasada- una risita-. Si os pensáis que los secretos de Eden van a ir a parar a esa Alice Hyre... Bueno, estáis equivocados- lanzó la antorcha sobre una de las mesas cercanas antes de atravesar las puertas-. Tranquilos- un fuego virulento se expandió por toda la mesa-, yo le daré buen uso a lo que hay por aquí.
Un pitido artificial sonó de algún lugar y la puerta se cerró tras ella. A continuación las deslumbrantes luces se apagaron y la sala quedó únicamente iluminada por el fuego que consumía muebles y paredes con violencia. Otro pitido.
- ¡Sein, hay que salir de aquí!
Cuando se disponían a salir de allí, Sango se quedó boquiabierto mirando en dirección al pasillo por que el habían llegado. Resultó estar sellado por unas puertas similares a las que había utilizado Idryn antes de desaparecer. Sango miró a Sein.
- Estamos jodidos.
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(1) Uso de objeto: (x1) Poción de salud. [Elixir, Limitado, 1 Uso] Sana hasta 2 heridas moderadas o leves en pocos segundos.Resumen: Sango intenta curar la herida de Sein usando una poción de curación y un vendaje rudimentario después de sacarle el virote de la pierna. Avanzan por lo que resulta ser una red de laboratorios y talleres un nivel por debajo del suelo de Eden. Idryn, la mujer que estaba allí abajo cuando Sango cayó, los conduce por las estancias hasta que llegan a un aparente "callejón sin salida". Sango se preocupa por Sein y pierde de vista a Idryn. Esta reactiva la energía de la sala y marcha dejando a Sein y Sango encerrados en la sala con un fuego que ella misma provocó. Los motivos de Idryn aún son algo vagos, pero parece ser que hay algún tipo de rencilla con Alice Hyre o quizá sea pura ambición personal, o puede que su "interés científico" esté por encima de todo y todos.
Sango
Héroe de Aerandir
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Re: Biosfera [Trabajo] [Noche]
¿Seguir al kobold?
Elian observó detenidamente a Corlys a la luz cambiante de la antorcha, pero no parecía fuera de sí ni desorientado o herido de gravedad. El hombre hablaba en serio y, a juzgar por su argumentación y la firmeza de sus palabras, con pleno conocimiento de lo que acababa de sugerir.
—Está oscuro —dijo Jani, que se había levantado para acercarse a la boca del túnel—, y huele raro. A muchos, muchos años.
No era una queja, ni siquiera parecía asustada o asombrada, solo expresaba un hecho en voz alta.
—¿Estás seguro? —murmuró Elian para que la niña no lo oyera, pero sin dejar de vigilar que no fuera a colarse por el agujero—. No son seres muy fiables, ¿cómo sabemos que no se ha asomado expresamente para guiarnos a alguna trampa?
Elian no temía por su vida, las historias no describían a los kobold como seres violentos, simplemente, avariciosos. Pero imaginaba que a Sango no le haría mucha gracia tener que pagar un rescate por Jani si acababan los tres secuestrados por un grupo numeroso. Contando con que Sango y Sein hubieran podido con todo un grupo, claro.
—A Doce Horas no le gusta eso —dijo entonces Jani.
A punto de usar la extraña frase como excusa para resistirse al plan de Corlys, Elian se dio cuenta de que la niña ya no miraba al agujero por el que se había colado el kobold, sino a la boca del túnel por el que habían entrado ellos. Sin embargo, allí no había nada que él pudiera percibir.
Abrió la boca para preguntarle a qué se refería, pero se interrumpió al notar una ligera vibración bajo sus pies que, rápidamente, fue aumentando en intensidad hasta que hizo temblar todo el túnel. Del techo, comenzaron a desprenderse tierra y guijarros y un ruido de cascotes en movimiento, acompañado de un oscurecimiento de la gruta, le avisó de que la entrada se había derrumbado. De nuevo. El techo sobre sus cabezas amenazaba con seguir el mismo camino y una única idea ocupó por completo la mente de Elian: los kobold saben cómo hacer túneles.
—Tú delante —le dijo a Corlys, empujándolo sin ceremonias hacia la boca del túnel. Después, se agachó junto a Jani y le dijo apresuradamente—: Vamos a tener que dar un rodeo para encontrarnos con Sango, ¿de acuerdo? Ve detrás de tío Corlys y no te desvíes. Yo os cubro las espaldas.
Y, con esas palabras, la enfiló de nuevo hacia la boca del pequeño túnel y, dejando atrás la antorcha, completó la hilera deslizándose a cuatro patas detrás de ellos. Esperaba que Corlys supiera lo que estaba haciendo.
Elian observó detenidamente a Corlys a la luz cambiante de la antorcha, pero no parecía fuera de sí ni desorientado o herido de gravedad. El hombre hablaba en serio y, a juzgar por su argumentación y la firmeza de sus palabras, con pleno conocimiento de lo que acababa de sugerir.
—Está oscuro —dijo Jani, que se había levantado para acercarse a la boca del túnel—, y huele raro. A muchos, muchos años.
No era una queja, ni siquiera parecía asustada o asombrada, solo expresaba un hecho en voz alta.
—¿Estás seguro? —murmuró Elian para que la niña no lo oyera, pero sin dejar de vigilar que no fuera a colarse por el agujero—. No son seres muy fiables, ¿cómo sabemos que no se ha asomado expresamente para guiarnos a alguna trampa?
Elian no temía por su vida, las historias no describían a los kobold como seres violentos, simplemente, avariciosos. Pero imaginaba que a Sango no le haría mucha gracia tener que pagar un rescate por Jani si acababan los tres secuestrados por un grupo numeroso. Contando con que Sango y Sein hubieran podido con todo un grupo, claro.
—A Doce Horas no le gusta eso —dijo entonces Jani.
A punto de usar la extraña frase como excusa para resistirse al plan de Corlys, Elian se dio cuenta de que la niña ya no miraba al agujero por el que se había colado el kobold, sino a la boca del túnel por el que habían entrado ellos. Sin embargo, allí no había nada que él pudiera percibir.
Abrió la boca para preguntarle a qué se refería, pero se interrumpió al notar una ligera vibración bajo sus pies que, rápidamente, fue aumentando en intensidad hasta que hizo temblar todo el túnel. Del techo, comenzaron a desprenderse tierra y guijarros y un ruido de cascotes en movimiento, acompañado de un oscurecimiento de la gruta, le avisó de que la entrada se había derrumbado. De nuevo. El techo sobre sus cabezas amenazaba con seguir el mismo camino y una única idea ocupó por completo la mente de Elian: los kobold saben cómo hacer túneles.
—Tú delante —le dijo a Corlys, empujándolo sin ceremonias hacia la boca del túnel. Después, se agachó junto a Jani y le dijo apresuradamente—: Vamos a tener que dar un rodeo para encontrarnos con Sango, ¿de acuerdo? Ve detrás de tío Corlys y no te desvíes. Yo os cubro las espaldas.
Y, con esas palabras, la enfiló de nuevo hacia la boca del pequeño túnel y, dejando atrás la antorcha, completó la hilera deslizándose a cuatro patas detrás de ellos. Esperaba que Corlys supiera lo que estaba haciendo.
Elian
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Re: Biosfera [Trabajo] [Noche]
La niña era peculiar, y no poco, pero su comentario sobre que olía a viejo solo me daba confianza en mi convencimiento de seguir avanzando por esa galería. Las dudas de Elian me parecían comprensibles también, pero viendo las opciones que teníamos, prefería arriesgarme con los kobolds y confiar en que tuvieran buena memoria.
- Seguro nunca hay nada. Pero entre meterme por ese agujero o quedarnos a meter a la niña en un combate, prefiero jugármela. Además, estamos haciendo mucho ruido aquí, no quiero quedarme a ver que puede aparecer, no me apetece volver a encontrarme con una aberración monstruosa como la última vez.- Si nos había costado tumbar a aquella cosa a pesar de las habilidades de Vincent y el apoyo de esos soldados, no quería pensar en como podría darse el encuentro cambiándole por un Elian al que parecían no funcionarle bien los poderes élficos y teniendo que cuidar de Jani.- Y confío en que los kobolds me recuerden de ese día, si después de que los derrotásemos, acabáramos con la monstruosidad que rondaba sus túneles y todavía les dejásemos escapar quieren otra ronda, sería bastante desagradable.- Una pena también el no tener a Vincent para eso, seguro que de sus llamaradas si que no se habían olvidado. Al menos, si no se mostraban amistosos igual me daban otra oportunidad de vengar a Vic y todos los demás caídos que confiaron en mi para sacarlos de ese agujero.
No hubo mucho más que discutir porque después de otro críptico comentario de Jani, un temblor sacudió el túnel, y comenzaron a caer escombros. Y ahí fue cuando Elian pareció convencerse del plan y me empujó por el agujero, para después mandar hacia dentro a la niña. Confiaba en que el comentario de la niña sobre lo viejo que olía el túnel fuera señal de su buena construcción y fuese a aguantar bien.
- ¡No podemos dejar a Doce Horas! No puedes abandonarlo.- Escuché a la niña detrás de mi, visiblemente alterada.
Desde mi posición no podía hacer mucho, y tampoco me veía capacitado para lidiar con la niña, así que opté por que Elian lidiara con eso mientras yo iba avanzando. Seguía cansado, pero al menos ya iba recobrando mis fuerzas.
El túnel avanzaba recto, aunque pronto empezó a hacer curvas y perdí toda referencia a donde nos encontrábamos respecto a la superficie. Por delante vi que se bifurcaba, pero al fijarme pude notar la figura del kobold en uno de los lados, que desapareció rápidamente cuando notó que le había visto. Opté por seguir ese camino, bien podría ser una trampa, pero ellos sabían el camino y nosotros no, así que parecía la mejor forma de ir a algún lado.
- Ahora giraremos a la izquierda, parece que hacia allí es donde se dirige el kobold.
No veía nada en el túnel que indicase un cambio respecto al anterior, pero si que parecía que la pendiente iba cambiando, como si estuviéramos bajando más aún. En las siguientes intersecciones volví a notar que el kobold parecía estar esperando nuestra llegada para apartarse. No parecía la mejor forma de comunicar nada, ni la más confiable. Y alguien con más criterio seguramente hubiera desconfiado de todo eso, por suerte para ellos, mi criterio brillaba por su ausencia, y a esas alturas no nos quedaban tampoco demasiadas opciones.
- Esas lagartijas nos están guiando hacia algún sitio. Si notáis que el túnel se agranda deteneos por si es una trampa, mientras no pase eso, supongo que vamos bien.- Mi posición actual no era especialmente adecuada para defendernos, pero al menos tendrían que ir de uno en uno, si acabábamos reptando en medio de su guarida si que estaríamos vendidos como tramasen algo.
Para mi sorpresa, en el siguiente cruce ya no vi ningún reptil. Aunque esa no era la única diferencia, ni la más evidente, pues mientras que uno de los lados continuaba el túnel excavado en la roca, los otros dos eran un conducto algo más amplio de sección cuadrangular y totalmente recubierto de metal, al que los kobolds debían haberle hecho un agujero desde su lado. Me quedé un momento valorando por donde podríamos ir mejor, pero entonces empecé a escuchar ruidos por uno de los lados del conducto metálico.
- Por aquí está pasando algo, vamos a echar un ojo, y no hagáis ruido.- Les susurré, confiando en que el mensaje llegara y esta vez pudiéramos ser nosotros los que llegásemos por sorpresa.
Aunque según me acercaba iba notando una luz oscilante que me hacía sospechar que no iba a ser demasiado necesaria la sorpresa. Al llegar al final del túnel, vi que terminaba en una rejilla metálica, y al asomarme pude confirmar que la luz sospechosa era un fuego, pero lo que me pilló desprevenido fue escuchar la voz de Sango. Parecía que los habíamos encontrado, pero para llegar hasta ellos teníamos que encontrar la forma de abrir una rejilla, y sobre todo, de subirlos hasta donde estábamos antes de acabar todos tostados. Le di un golpe a la rejilla, pero no cedió, así que me retorcí para darme la vuelta y poder patearla, pero parecía seguir aguantando.
- Creo que están ahí abajo, pero parece haber un incendio. Elian, ayúdame a abrir esto, y supongo que si llevas cuerda o algo también podría venirnos bien.- Podía ser cierto que como plan no fuera gran cosa, pero algo teníamos que hacer, y tampoco me quedaban más ideas.
- Seguro nunca hay nada. Pero entre meterme por ese agujero o quedarnos a meter a la niña en un combate, prefiero jugármela. Además, estamos haciendo mucho ruido aquí, no quiero quedarme a ver que puede aparecer, no me apetece volver a encontrarme con una aberración monstruosa como la última vez.- Si nos había costado tumbar a aquella cosa a pesar de las habilidades de Vincent y el apoyo de esos soldados, no quería pensar en como podría darse el encuentro cambiándole por un Elian al que parecían no funcionarle bien los poderes élficos y teniendo que cuidar de Jani.- Y confío en que los kobolds me recuerden de ese día, si después de que los derrotásemos, acabáramos con la monstruosidad que rondaba sus túneles y todavía les dejásemos escapar quieren otra ronda, sería bastante desagradable.- Una pena también el no tener a Vincent para eso, seguro que de sus llamaradas si que no se habían olvidado. Al menos, si no se mostraban amistosos igual me daban otra oportunidad de vengar a Vic y todos los demás caídos que confiaron en mi para sacarlos de ese agujero.
No hubo mucho más que discutir porque después de otro críptico comentario de Jani, un temblor sacudió el túnel, y comenzaron a caer escombros. Y ahí fue cuando Elian pareció convencerse del plan y me empujó por el agujero, para después mandar hacia dentro a la niña. Confiaba en que el comentario de la niña sobre lo viejo que olía el túnel fuera señal de su buena construcción y fuese a aguantar bien.
- ¡No podemos dejar a Doce Horas! No puedes abandonarlo.- Escuché a la niña detrás de mi, visiblemente alterada.
Desde mi posición no podía hacer mucho, y tampoco me veía capacitado para lidiar con la niña, así que opté por que Elian lidiara con eso mientras yo iba avanzando. Seguía cansado, pero al menos ya iba recobrando mis fuerzas.
El túnel avanzaba recto, aunque pronto empezó a hacer curvas y perdí toda referencia a donde nos encontrábamos respecto a la superficie. Por delante vi que se bifurcaba, pero al fijarme pude notar la figura del kobold en uno de los lados, que desapareció rápidamente cuando notó que le había visto. Opté por seguir ese camino, bien podría ser una trampa, pero ellos sabían el camino y nosotros no, así que parecía la mejor forma de ir a algún lado.
- Ahora giraremos a la izquierda, parece que hacia allí es donde se dirige el kobold.
No veía nada en el túnel que indicase un cambio respecto al anterior, pero si que parecía que la pendiente iba cambiando, como si estuviéramos bajando más aún. En las siguientes intersecciones volví a notar que el kobold parecía estar esperando nuestra llegada para apartarse. No parecía la mejor forma de comunicar nada, ni la más confiable. Y alguien con más criterio seguramente hubiera desconfiado de todo eso, por suerte para ellos, mi criterio brillaba por su ausencia, y a esas alturas no nos quedaban tampoco demasiadas opciones.
- Esas lagartijas nos están guiando hacia algún sitio. Si notáis que el túnel se agranda deteneos por si es una trampa, mientras no pase eso, supongo que vamos bien.- Mi posición actual no era especialmente adecuada para defendernos, pero al menos tendrían que ir de uno en uno, si acabábamos reptando en medio de su guarida si que estaríamos vendidos como tramasen algo.
Para mi sorpresa, en el siguiente cruce ya no vi ningún reptil. Aunque esa no era la única diferencia, ni la más evidente, pues mientras que uno de los lados continuaba el túnel excavado en la roca, los otros dos eran un conducto algo más amplio de sección cuadrangular y totalmente recubierto de metal, al que los kobolds debían haberle hecho un agujero desde su lado. Me quedé un momento valorando por donde podríamos ir mejor, pero entonces empecé a escuchar ruidos por uno de los lados del conducto metálico.
- Por aquí está pasando algo, vamos a echar un ojo, y no hagáis ruido.- Les susurré, confiando en que el mensaje llegara y esta vez pudiéramos ser nosotros los que llegásemos por sorpresa.
Aunque según me acercaba iba notando una luz oscilante que me hacía sospechar que no iba a ser demasiado necesaria la sorpresa. Al llegar al final del túnel, vi que terminaba en una rejilla metálica, y al asomarme pude confirmar que la luz sospechosa era un fuego, pero lo que me pilló desprevenido fue escuchar la voz de Sango. Parecía que los habíamos encontrado, pero para llegar hasta ellos teníamos que encontrar la forma de abrir una rejilla, y sobre todo, de subirlos hasta donde estábamos antes de acabar todos tostados. Le di un golpe a la rejilla, pero no cedió, así que me retorcí para darme la vuelta y poder patearla, pero parecía seguir aguantando.
- Creo que están ahí abajo, pero parece haber un incendio. Elian, ayúdame a abrir esto, y supongo que si llevas cuerda o algo también podría venirnos bien.- Podía ser cierto que como plan no fuera gran cosa, pero algo teníamos que hacer, y tampoco me quedaban más ideas.
Corlys Glokta
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Re: Biosfera [Trabajo] [Noche]
Una tos ahogada y una mirada de recelo. Eso fue todo lo que ofreció a Sango cuando este acudió a ayudarle. Aún con la consciencia embotada por el dolor y la conmoción, era consciente de que había alguien extraño en aquel sospechoso escondrijo. Acababa de conocer a Sango y, aunque le parecía de fiar, sospechaba de él ahora que le había descubierto hablando con esa mujer. Cuando pudo hacerse con el valor para aguantar el dolor de su cuello, giró la cabeza y dirigió la misma mirada hacia ella, que le respondió meneando la cabeza con soberbia. Decidió no abrir la boca. Se limitó a recibir las curaciones del que, en teoría, era su compañero, y al acabar agradeció con un breve asentimiento, no sin antes soltar un gruñido contenido y fulminarle con la mirada cuando, según su opinión, y la de su muslo, le había extraído la flecha con el tacto de un oso hambriento. No valía la pena gastar saliva con traidores. O eso pensaba, encerrado en la vulnerabilidad del dolor que tulle y que le obligaba a levantar sus barreras, como un animal herido y confuso.
Con el gusto a hierbas raras que le había dejado la bebida de Sango, se sintió extrañamente vigorizado. Los dolores de su cuerpo se desvanecían como nudos que se desatan, y los cortes de su piel se cerraban no menos rápido, aunque no del todo. Por un momento sintió terror. Luego, era solo sorpresa. Estaba bien. Más adelante, si Sango resultaba ser de fiar, le preguntaría sobre esa clase de remedio. Poco después logró ponerse en pie con la ayuda del brazo de ese humano, pero cuando le ofreció ayuda para caminar negó con un gesto serio y le invitó a caminar delante.
- Esta tipa me la encontré aquí abajo, se comporta de forma extraña. Se llama Idryn, es lo único que sé - le informó un rato más tarde.
- Su sudor me pone nervioso - susurró al oído de Sango. Ahora que ese brebaje le había curado lo suficiente como para disponer de todas sus habilidades, no veía tantos motivos para mantener sus barreras tan rígidas. Se dio cuenta de que confiaba más en Sango de lo que creía, y de que era prudente avisarle de la tensión hostil que rezumaba el sudor de esa mujer que les guiaba por los pasillos. Sein, mientras, aunque no le dirigiera la palabra, no le quitaba el ojo de encima.
Esta comenzó a actuar de manera extraña, como si de pronto tuviera prisas por algo. Por encontrar algo, en esos almacenes de aspecto extraño y demasiado limpio.
- ¿Viste si estaban bien cuando caíste por el agujero? ¿Y la niña? ¿La viste a salvo con Elian?
- No vi nada. Oí gritos de Corlys una vez, pero sonaba bien. Dijo algo de Jani, pero no importante. Creo que están bien - era todo lo que podía contestar, y esperaba que fuera suficiente. - Mira. Sus movimientos parecen sospechosos. Es como si solo estuviera ella. Como si nosotros no existimos, pero sí sabe que estamos - explicó en susurros, intentando darle a entender que estaba detectando algo raro en su lenguaje corporal. Algo así como una mezcla de suficiencia exagerada y falsa apariencia de confianza en ellos dos. Sus intenciones no le parecían sinceras.
Y, de repente, se hizo la luz en aquel subterráneo. Sein entrecerró los ojos irritado y se los cubrió con el antebrazo. No había escuchado ni olido que se acercara una tormenta. Pero, ¿tormenta bajo tierra? ¿Qué clase de magia habitaba ese lugar? ¿O utilizaba esa mujer? No. No habían sido rayos. Era fuego. No. Era otra cosa. El chamán se puso en pie de un salto, y mientras se le acostumbraban los ojos, escuchaba la palabrería arrogante de aquella mujer. Pero estaba aturdido. ¿Qué clase de lugar era ese? No podía estudiarlo, pues su atención ahora estaba completamente volcada en Idryn. Se descubrió acercándose a ella lentamente, empujado por el presentimiento de que estaba ocurriendo algo malo, y cuando esta arrojó la antorcha sobre la mesa Sein no se amedrentó. Siguió avanzando con cautela. Sin embargo, ella logró hacer alarde de una velocidad sorprendente para escapar por la puerta. Aunque, quizá, no era eso, sino que Sein no se esperaba que aquella extraña puerta se cerrara en sus narices de esa manera cuando se propuso perseguirla. La aporreó con furia, intentando atravesarla o, en su defecto, intimidar a la mujer que había al otro lado, deseando que el miedo calara sus huesos. Fue a echar mano a su tótem para atormentarla justo antes de darse cuenta de que se habían quedado encerrados, ellos dos y el fuego. No había tiempo para eso. Tenían que escapar.
- Estamos jodidos.
- No, amigo. Estamos vivos. Hay esperanza - animó con determinación el chamán. - Piensa - continuó sugiriendo aparentemente sereno, tanto para Sango como para sí mismo. Inspiró, y espiró.
Estaban jodidos.
Las puertas, bloqueadas. No parecían tener cerca nada que las abriera y, si lo tenían, Sein no sabía leerlo. Lo único positivo de esa situación era que ahora no dudaba del bando de Sango. - Sango. ¿Sabes leer? - deseaba que sí. Estudiaba atontado un cuadro con con cosas dentro que parecían poder moverse de arriba a abajo. Lo había estado tocando antes aquella víbora. Cada una de esas cosas tenía debajo lo que creía que eran letras. En ese momento juró a los Sagrados que aprendería a leer si salía de esta. El fuego de la mesa se había extendido, y naturalmente no se iba a detener. Ya se entrometía entre él y su camarada humano, y el calor en su brazo le advertía de que pronto engulliría ese artilugio pegado a la pared. Debía intentar algo ya.
Desplazó uno de esos guijarros extraños. Se sorprendió para bien, viendo que las luces del techo volvían a encenderse. De algo servía aquel objeto. Probó suerte con otro, pero más luces se encendieron. Esta vez, sobre las mesas que aún quedaban libres de la presa de las llamas. Se maldijo a sí mismo, y en un arrebato de furia desesperada desplazó todos ellos.
Zumbidos graves extendidos por toda la sala. Temió que se tratara de criaturas hostiles y se puso en guardia. ¿No era suficiente con el fuego que le acorralaba? ¿El fuego que ya le había obligado a apartarse de un salto de ese cuadro extraño? Esa tal Idryn era despiadada. Pero no. No eran criaturas. Era algo peor. Esos sonidos anunciaron una entrada repentina de aire por los agujeros de las paredes que comenzó a alimentar el fuego. Luego, pitidos. Pitidos agudos como los de un pájaro joven e imprudente, o cientos. Luces rojas parpadeantes. Y agua.
Comenzó a llover. Si antes creía que había una tormenta bajo tierra, ahora esta descargaba toda su furia, en todas sus formas. Dio gracias a sus ancestros por otorgarle la confianza para manipular aquellos artilugios, y se regocijó con el agua que le estaba bañando y aliviando ese calor abrasador. Comenzó a reír, sin saber por qué. - ¡Los Sagrados están con nosotros, Sango! ¡Siempre están! - exclamó al techo, escupiendo el agua que se le metía en la boca al hablar.
Poco después, confirmó que su intuición había sido correcta. Había algo, o alguien, metido en las paredes. Y, como otro presagio maldito, esa certeza anunció el final de la tormenta. Las luces se apagaron, los sonidos cesaron y la lluvia amainó hasta detenerse. Todo en un abrir y cerrar de ojos, tras breves parpadeos erráticos. Pero no se quedaron a oscuras. Había llamas rebeldes desperdigadas que aún coleaban burlonas, como una broma pesada. La luz suficiente como para atisbar entre los diminutos agujeros de la pared, pensó Sein. Y eso hizo, aliviado profundamente al saber que esas llamas no crecerían como antes.
Percibió un olor familiar. - ¡Eh! ¿Quién hay dentro? - interrogó tratando de alcanzar las rejillas con las manos. Con tantos olores extraños en aquella especie de ciudad devastada, ya no tenía claro si era un olor amigo o enemigo, por lo que comenzó a envalentonarse, creyendo más probable lo segundo. - ¿Idryn? ¿Eres tú? Maldita cobarde... - profería entre saltos y aporreos a la rejilla, que cada vez cargaban con más furia.
Con el gusto a hierbas raras que le había dejado la bebida de Sango, se sintió extrañamente vigorizado. Los dolores de su cuerpo se desvanecían como nudos que se desatan, y los cortes de su piel se cerraban no menos rápido, aunque no del todo. Por un momento sintió terror. Luego, era solo sorpresa. Estaba bien. Más adelante, si Sango resultaba ser de fiar, le preguntaría sobre esa clase de remedio. Poco después logró ponerse en pie con la ayuda del brazo de ese humano, pero cuando le ofreció ayuda para caminar negó con un gesto serio y le invitó a caminar delante.
- Esta tipa me la encontré aquí abajo, se comporta de forma extraña. Se llama Idryn, es lo único que sé - le informó un rato más tarde.
- Su sudor me pone nervioso - susurró al oído de Sango. Ahora que ese brebaje le había curado lo suficiente como para disponer de todas sus habilidades, no veía tantos motivos para mantener sus barreras tan rígidas. Se dio cuenta de que confiaba más en Sango de lo que creía, y de que era prudente avisarle de la tensión hostil que rezumaba el sudor de esa mujer que les guiaba por los pasillos. Sein, mientras, aunque no le dirigiera la palabra, no le quitaba el ojo de encima.
Esta comenzó a actuar de manera extraña, como si de pronto tuviera prisas por algo. Por encontrar algo, en esos almacenes de aspecto extraño y demasiado limpio.
- ¿Viste si estaban bien cuando caíste por el agujero? ¿Y la niña? ¿La viste a salvo con Elian?
- No vi nada. Oí gritos de Corlys una vez, pero sonaba bien. Dijo algo de Jani, pero no importante. Creo que están bien - era todo lo que podía contestar, y esperaba que fuera suficiente. - Mira. Sus movimientos parecen sospechosos. Es como si solo estuviera ella. Como si nosotros no existimos, pero sí sabe que estamos - explicó en susurros, intentando darle a entender que estaba detectando algo raro en su lenguaje corporal. Algo así como una mezcla de suficiencia exagerada y falsa apariencia de confianza en ellos dos. Sus intenciones no le parecían sinceras.
Y, de repente, se hizo la luz en aquel subterráneo. Sein entrecerró los ojos irritado y se los cubrió con el antebrazo. No había escuchado ni olido que se acercara una tormenta. Pero, ¿tormenta bajo tierra? ¿Qué clase de magia habitaba ese lugar? ¿O utilizaba esa mujer? No. No habían sido rayos. Era fuego. No. Era otra cosa. El chamán se puso en pie de un salto, y mientras se le acostumbraban los ojos, escuchaba la palabrería arrogante de aquella mujer. Pero estaba aturdido. ¿Qué clase de lugar era ese? No podía estudiarlo, pues su atención ahora estaba completamente volcada en Idryn. Se descubrió acercándose a ella lentamente, empujado por el presentimiento de que estaba ocurriendo algo malo, y cuando esta arrojó la antorcha sobre la mesa Sein no se amedrentó. Siguió avanzando con cautela. Sin embargo, ella logró hacer alarde de una velocidad sorprendente para escapar por la puerta. Aunque, quizá, no era eso, sino que Sein no se esperaba que aquella extraña puerta se cerrara en sus narices de esa manera cuando se propuso perseguirla. La aporreó con furia, intentando atravesarla o, en su defecto, intimidar a la mujer que había al otro lado, deseando que el miedo calara sus huesos. Fue a echar mano a su tótem para atormentarla justo antes de darse cuenta de que se habían quedado encerrados, ellos dos y el fuego. No había tiempo para eso. Tenían que escapar.
- Estamos jodidos.
- No, amigo. Estamos vivos. Hay esperanza - animó con determinación el chamán. - Piensa - continuó sugiriendo aparentemente sereno, tanto para Sango como para sí mismo. Inspiró, y espiró.
Estaban jodidos.
Las puertas, bloqueadas. No parecían tener cerca nada que las abriera y, si lo tenían, Sein no sabía leerlo. Lo único positivo de esa situación era que ahora no dudaba del bando de Sango. - Sango. ¿Sabes leer? - deseaba que sí. Estudiaba atontado un cuadro con con cosas dentro que parecían poder moverse de arriba a abajo. Lo había estado tocando antes aquella víbora. Cada una de esas cosas tenía debajo lo que creía que eran letras. En ese momento juró a los Sagrados que aprendería a leer si salía de esta. El fuego de la mesa se había extendido, y naturalmente no se iba a detener. Ya se entrometía entre él y su camarada humano, y el calor en su brazo le advertía de que pronto engulliría ese artilugio pegado a la pared. Debía intentar algo ya.
Desplazó uno de esos guijarros extraños. Se sorprendió para bien, viendo que las luces del techo volvían a encenderse. De algo servía aquel objeto. Probó suerte con otro, pero más luces se encendieron. Esta vez, sobre las mesas que aún quedaban libres de la presa de las llamas. Se maldijo a sí mismo, y en un arrebato de furia desesperada desplazó todos ellos.
Zumbidos graves extendidos por toda la sala. Temió que se tratara de criaturas hostiles y se puso en guardia. ¿No era suficiente con el fuego que le acorralaba? ¿El fuego que ya le había obligado a apartarse de un salto de ese cuadro extraño? Esa tal Idryn era despiadada. Pero no. No eran criaturas. Era algo peor. Esos sonidos anunciaron una entrada repentina de aire por los agujeros de las paredes que comenzó a alimentar el fuego. Luego, pitidos. Pitidos agudos como los de un pájaro joven e imprudente, o cientos. Luces rojas parpadeantes. Y agua.
Comenzó a llover. Si antes creía que había una tormenta bajo tierra, ahora esta descargaba toda su furia, en todas sus formas. Dio gracias a sus ancestros por otorgarle la confianza para manipular aquellos artilugios, y se regocijó con el agua que le estaba bañando y aliviando ese calor abrasador. Comenzó a reír, sin saber por qué. - ¡Los Sagrados están con nosotros, Sango! ¡Siempre están! - exclamó al techo, escupiendo el agua que se le metía en la boca al hablar.
Poco después, confirmó que su intuición había sido correcta. Había algo, o alguien, metido en las paredes. Y, como otro presagio maldito, esa certeza anunció el final de la tormenta. Las luces se apagaron, los sonidos cesaron y la lluvia amainó hasta detenerse. Todo en un abrir y cerrar de ojos, tras breves parpadeos erráticos. Pero no se quedaron a oscuras. Había llamas rebeldes desperdigadas que aún coleaban burlonas, como una broma pesada. La luz suficiente como para atisbar entre los diminutos agujeros de la pared, pensó Sein. Y eso hizo, aliviado profundamente al saber que esas llamas no crecerían como antes.
Percibió un olor familiar. - ¡Eh! ¿Quién hay dentro? - interrogó tratando de alcanzar las rejillas con las manos. Con tantos olores extraños en aquella especie de ciudad devastada, ya no tenía claro si era un olor amigo o enemigo, por lo que comenzó a envalentonarse, creyendo más probable lo segundo. - ¿Idryn? ¿Eres tú? Maldita cobarde... - profería entre saltos y aporreos a la rejilla, que cada vez cargaban con más furia.
Sein Isånd
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