Laberinto de sombras [Desafío de supervivencia]

El aire entra lentamente por mi nariz, pasa por mi garganta con un poco de dificultad para entrar a mi  pecho y luego se deposita en mi estómago. De mi estomago se devuelve todo el camino y sale como un susurro por mis fosas nasales.

Destellos de imágenes borrosas y oscuras empiezan a hacer que mi corazón se acelere y me empiece a atormentar un poco con su bombeo.

Recuerdos turbios de experiencias reciente de animales peludos que pasaron de ser tiernos a ser una pesadilla hacían que la sensación de miedo se intensificara.

-Basta, basta- Me repetía mentalmente para sacarme la imagen de ser enterrada bajo una manada de miles de conejos -Estoy soñando; es una pesadilla-.

La presión en mi pecho aumentaba y sentí la necesidad de destruir mi incertidumbre con algún vicio -Quiero comerme los dulces de un pueblo entero- pensé suplicando.

Con mis dos dedos índices empecé a tocarme las partes punzantes de mi yelmo, para ver si ese estimulo y un dolor controlado podrían aplacar el miedo; o al menos tener que preocuparse más por el dolor que por el miedo.

Después de unos segundos auto lastimando la punta de mis dedos, el dolor empezó a tener más protagonismo y pude percatarme lo que estaba a mi alrededor.

-Un pasillo oscuro- hice una pausa -¡increíble!- pronuncié -¿por qué mis sueños tienen que ser así?- dije haciendo más presión sobre mi yelmo pero esta vez probando con otros dedos para mantener un poco el dolor pero evitándome un daño muy grave.

Aproveché los segundos de calma para observar a mi alrededor y darme cuenta de que no tenía ucha opción, o me quedaba ahí sentada en donde estaba muriendo de incertidumbre y probablemente de un paro cardiaco o trataba de acelerar aquello a lo que tanto temía, fuese lo que fuese.

Me levanté rápido y empecé a trotar por el pasillo. Lo sentí infinito pero definitivamente era mucho mejor que quedarme en la nada.

Seguí trotando persiguiendo mi supuesta futura muerte, hasta que de la nada veo como lo que parecía un pasillo oscuro, se convirtió en un espacio iluminado y sin camino para seguir trotando.

Flexiones mis rodillas, colocando mis manos sobre las mismas y recuperando el aliento.

-¿Es en serio?- suspiré -¿Donde está el payaso o conejo gigante y horroroso que me va a destruir?- dije un poco desilucionada porque la verdad ese entorno me daba mucho miedo y aún no conseguía cómo ponerle fin.

En eso me percato de que no estoy sola y mi reacción instintiva es extender muchísimo mis brazos para intentar abrazar a la primera persona/animal/cosa que vea, mientras suelto un largo suspiro de alivio al pensar en que no seré la única.

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Offrol
Tengo miedo e intento abrazar a alguien.
Pd: tengo el yelmo puesto.

Inventario
Daga pequeña: [Arma] (calidad pobre)
Kit de Ingeniería Inferior: [Limitado, 2 Usos]
Pistola de Cuerda: [Artilugio, Limitado, 1 Uso]
Bomba Luminosa: [Artilugio, Limitado, 1 Uso]
Gorrito de Calabaza [Consumible]
Casco del Genio Paranoico: [Yelmo]
Catalejos del Pirata: [Artilugio]
Maldición de los peluditos.
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No sabía donde estaba ni qué había pasado para acabar allí. Lo último que recordaba era que estaba en las Tierras del Oeste viajando con Teufel, y ahora estaba en un pasillo oscuro y sin ninguna nutria cerca. Me gustaría entender en qué momento había pasado de caminar por un bosque a adentrarme en un edificio, pero parecía que iba a tocar esperar. Por ser positivo, al menos era un vampiro y podía ver bien en la oscuridad^[1], porque si el pasillo ya transmitía inquietud a cada paso de daba y las lagunas en mi memoria no ayudaban en absoluto a tranquilizarme, estar a ciegas en este lugar tendría que ser una sensación horrible.

Seguí avanzando por el pasillo, esperando llegar a algún sitio con respuestas, y con un poco de suerte que no estuviese lleno de cosas que intentasen matarme. Hubiera estado bien que el pasillo mostrara algún indicio de donde estaba, pero lo único que quedaba eran las paredes de piedra y un silencio sepulcral. Para intentar ignorar la creciente sensación de tensión me puse a revisar mi equipaje, que afortunadamente había conseguido llevar conmigo de alguna forma, e incluso llevaba las espectaculares botas en forma de pezuña de yak que me hizo Elian. Confiaba en que nadie fuera tan tonto como para haber hecho prisioneros y dejarlos armados, aunque a veces uno podía permitirse ser imbécil cuando se tenía suficiente poder, pero habría que confiar en que no fuera eso.

Al final del pasillo encontré una sala amplia con varias puertas, pero lo que más me llamó la atención al acercarme fue que allí por fin había gente, aunque solo fuesen dos personas, y que además una de las caras ya era conocida. Viendo la actitud tensa del vampiro me apresuré a dejarme ver, e hice lo único que sabía hacer en estos casos, sonreír y recurrir al humor sin gracia para intentar relajar la situación, y de paso relajarme yo.

- No le hagas un interrogatorio a la pobre muchacha. Probablemente sepa lo mismo que nosotros, es decir, nada.- Miré un momento las puertas que se mostraban al otro lado de la sala y les hice una nueva pregunta, una cuya respuesta ya sospechaba, pero prefería confirmar en cualquier caso.- Por cierto, ¿hemos venido todos del mismo pasillo o alguno ha cruzado una de esas puertas inquietantes?

************************

La piedra estaba fría y húmeda. Podía parecer una observación simplona, quizá obvio para unos ojos bien entrenados o para una mano que aun tuviera sensibilidad. Sin embargo, decía muchas cosas de aquel lugar, quizá tantas que la información que pudiera extraerse fuera casi nula.

Sango sonrió intranquilo ante tal deriva de pensamientos. Por mucho que tratara de recordar cual fue el paso previo a meterse en aquel túnel, su cabeza le transportaba a otro sitio, le removía por dentro y lo agitaba como si fuera una pequeña rama en el transcurso del caudaloso Tymer en la época de deshielo.

Decidió dar un paso hacia delante, sin apartarse de la pared, luego otro. Creyó escuchar a alguien acercarse y se detuvo al instante, como así apreció hacer su perseguidor. Trató de calmarse, decirse que era él mismo, sus propios pasos. Su cabeza, sin embargo, recelaba. Se obligó a avanzar, lo justo, para llegar a una zona en la que la luz de una antorcha dibujaba un lugar seguro a su alrededor. El fuego calentó su corazón y le dio el valor suficiente como para erguirse tan alto era y estudiar el pasillo.

Se veían antorchas cada ciertos pasos, las llamas, tenues, hacían bailar las sombras sobre las piedras que resultaron ser sillares perfectamente cortados y colocados para levantar una pared que llegaba a un oscuro techo que no alcanzaba a ver. Entre las juntas se intuía a la vista una suerte de mortero que él mismo había tocado y como las piedras estaba frío y húmedo. Quizá, se dijo, era prisionero. ¿De quién? ¿Por qué? Tratar de recordar le hacía daño.

No se había dado cuenta pero entre mucho cavilar sus piernas se habían puesto en marcha. Su mano ya no se aferraba a la piedra, ahora sus dedos se reencontraban con el familiar tacto de sus armas, la espada descansando en el lado izquierdo y el hacha en el derecho. No le habían quitado, tampoco, el escudo, ni la armadura, tampoco el resto de su equipo. Y quizás debería haberse sentido más intranquilo, pero lo cierto era que el tener sus armas consigo le generaba una cierta paz que sólo podía alcanzar y superar de otra manera.

Escuchó voces a lo lejos pero no deceleró, avanzó con el mismo paso tranquilo, con el reconfortante sonido del metal de la armadura crujir bajo sus pasos, con el viento que le golpeaba la cara según avanzaba, con la sensación de una tranquilidad momentánea al saber que el pasillo se acababa.

- Si no fuera por las antorchas de ahí atrás diría que acabamos de entrar en el Niflheim- dijo a modo de presentación y estudiando los rostros conocidos de Cohen, con un atuendo demasiado llamativo, Corlys y una figura con un yelmo-. O salir- añadió con una sonrisa sombría mientras sus ojos pasaban de las escaleras de piedra a las puertas que alzaban allí arriba.

Entonces se giró y encaró el pasillo que ahora se tornaba en túnel. La oscuridad del mismo era aterradora y el simple hecho de poner un pie más allá del arco que daba acceso a la sala en la que se encontraba le parecía una tarea descabellada. Por mucho que quisiera, algo se lo impedía. Quizá su propio instinto de preservación, quizá un poder divino que le impedía volver. Apretó los dientes y se giró para encarar a sus compañeros de cautiverio.

- ¿Dónde coño estamos?- preguntó.

INVENTARIO Y TRIVIA:

Primero, todo era negro, luego, me di cuenta que era porque tenía los ojos cerrados y por eso no veía. Aunque el cambio no fue mucho, la verdad que sí que estaba todo bastante oscuro.  No tenía idea de dónde estaba y nuevamente una amnesia inexplicable me invadía. No era la primera vez que no podía recordar cosas, a veces era por esta ebria, otras... no lo sé maldiciones... y otras demasiada acción en mi vida.

- ¿Hola? ¿Hay alguien por aquí? ¿Meleis? ¿Gaegel? ¿Bobu? - Traté de llamar en la medida que me sentaba. Al mismo tiempo extendía mis brazos hacia el frente solo para tantear que tenía al frente, alguna pared o muro que me sirviera de guía para avanzar y ver si esto llegaba algún lado.

No parecía recibir respuesta de quienes llamé, bueno era obvio que Bomull no me contestaría pero de estar cerca ya se hubiera subido rebotando hacia mí. - ¿Qué está pasando? - Pensé en un susurro bastante frustrada. Esa misma frustración me impedía arreglar mis ideas.

Llevé mi mano hacia mi pecho y fue cuando se me prendió la vela. Esperaba la magia en aquel sitio funcionara, con una semi sonrisa que evidentemente solo los dioses verían pronuncié la palabra que para mi era símbolo de esperanza en la penumbra de mis miedos. - Gaisma... - Esperaba que la luz se hiciera presente, al menos así podría ver e intentar avanzar a una salida.

La negrura se hizo total, incluso a mis ojos malditos les costaba adaptarse al nuevo espacio oscuro. Unas voces y una luz lejana orientaban el camino, haciendo que caminara con cautela ¿Dónde estaba y como había llegado allí?, todo era confuso y parecía más un sueño incómodo. Sin embargo, a la vez todo se sentía tan real...

Me mantuve entre las sombras mientras las figuras al fondo se hacían reconocibles. Algunos rostros eran familiares, pero otros no. Haciendo que fuese incluso más complejo sacar conclusiones sobre aquella reunión. El mago de Dundarak, lo que parecía ser Cohen en su armadura de guerra, el navegante... Dudaba si se trataba de una simple ilusión o alguien los había convocado allí. Desde el incidente de los espejos había comprendido que la realidad era algo maleable y  fuerzas superiores jugaban con nosotros a complacencia.

Preferí mantenerme al margen, no estaba seguro si aquello sería una trampa. Incluso si se tratase de una pesadilla, no tenía interés en interactuar con los que allí se reunían. Necesitaba respuestas y lo único que podía analizar era en el fondo tres puertas que parecían conectar a tres caminos diferentes.

Varios socializaban y se ponían al día, pero todos parecían tan confundidos como yo lo estaba. Nadie sería capaz de darme respuestas, así que lo mejor era evitar el contacto y centrarme en aquellas puertas que parecían ser la única salida posible. Algunos ya se animaban a investigarlas, atento observaba en silencio.

　Si tuviera una moneda por cada vez que despertaba en un sitio desconocido, sin tener la más remota idea de cómo terminé en aquel lugar, me faltaría solamente tener buena memoria para saber cuántas monedas tendría, pues solo sé que tendría varias. ¿O no?

　En cualquier caso, hice lo que siempre hacía o creía hacer en tales situaciones: me examiné para comprobar mi equipamiento. Por suerte, Doppelsäbel, mi espadita favorita, no se había perdido; estaba en mi vaina infinita, vaina que realmente sí tenía comienzo y final porque de lo contrario sería imposible de transportar, pues el «infinita» de su nombre es una exageración inspirada en su hechizo. También tenía mis otras armas y objetos, pero no eran tan importantes.

　—Bueno, ¿y ahora qué? —le pregunté al yo en el tétrico espejo delante de mí mientras guardaba mi espada—. Oye, ¿por qué llevas ese traje de gomejo? —Me giré hacia un lado y hacia el otro sin apartar los ojos de mi reflejo, del esponjoso disfraz que cubría mi bello cuerpo—. Hubiera preferido mi vestido —con el que competí en el concurso de belleza femenina «Miss Biusa Puerta»—, pero no me quejo.

::

　Miré en derredor, observando claramente que no veía nada claramente. Suspiré, aceptando con pacífico pesimismo mi oscuro destino.

　Tras caminar un poco terminé encontrando a un grupo de personas, donde la mayoría también destacaba por llevar atuendos peculiares. «Siempre supe que algún día sería raptado por algún rico excéntrico para una fiesta de disfraces en un calabozo», pensé, aunque nunca antes aquella posibilidad cruzó por mi mente, a pesar de que había vivido eventos más absurdos. Destino, también presente, podría confirmar aquello por nuestra experiencia juntos cazando a la vaca sin cabeza que mataba a mordiscos, sin mencionar lo del viaje en cierto barco…

　—Hola a todos a los que conozco —saludé agitando una mano perezosamente—. Y a los que no conozco: hola también. —Eché un rápido vistazo al lugar, advirtiendo las tres puertas confinadas—. Seguramente estén confundidos y quieran respuestas. Bueno, descuiden, ya estoy aquí. —Les obsequié a mis compañeros una sonrisa despreocupada—. Tampoco sé nada, pero traigo biusas y eso siempre es bueno —agregué, e intenté generar una nueva biusa en la palma de mi mano con la intención de ofrecérsela a quien quisiera (la biusa, no mi mano).

Hacía demasiado que había dejado Beltrexus. El camino alto que llevaba a su comercio lucía lejano y solo, ni siquiera amparado por la luz tibia que sabía recorría las calles de su antigua ciudad. Sus pasos eran mudos y a pesar de sentir el movimiento de sus caderas en un avance constante, su posición con relación al lugar donde ansiaba llegar no parecía inmutarse: Una y otra vez intentaba alcanzar aquello que ansiaba con la sensación de haber dejado atrás miles de veces a una Caoimhe que no era ella y a la que veía cono si la observase desde un punto ajeno a la escena.

Supo que estaba soñando en el momento exacto en el que se sorprendió vacía de sed. Su ansia copiosa, por primera vez llena. Como la única vez que había dejado a su demonio escapar de la jaula de cristal donde solía dormir. Abrió los ojos, de pronto, y ante ella la oscuridad que esperaba encontrar en la calidez de su habitación  tan solo truncada por la visión imposible de algo que no parecía estar allí. Y sin embargo lo estaba.

Un espejo. Un simple espejo reflejando nada más que un pasillo ajeno a todo lo que le resultaba familiar. Aún dudando de si había despertado o no de su duermevela, decidió unirse a la dicha de creerse, quizás a salvo en su sueño y siguió la senda de ese pasillo hasta donde le permitió el camino: Sus ojos acostumbrandose cada vez más a la falta de luz, pero no de presencias.

En un lugar particular y a medida que avanzaba, Caoimhe comenzó a notar el frío de la gruta que transitaba en sus brazos. El simple alzar de  los poros de la piel de sus brazos  junto el hecho de entender que no llevaba así su capa de viaje constato que, de hecho, parecía no estar dormida.


Podría divagar durante horas sobre las razones que la habían llevado allí: No era la primera vez que veía a alguien ser arrastrado en un sueño profundo y tampoco era la primera vez que un espejo no mostraba la realidad que se esperaba en el reflejo. En aquel punto, había aprendido a aceptar que la vida a veces tiene recovecos vacíos y oscuros donde la red de su entramado era ajena. Y lo había tomado en parte como una oportunidad única para.. bueno: expandir.


Reconoció la figura de varias de las personas que como ella habían sido acercadas a las tres puertas que hacían de culmen en aquel oscuro pasillo: Saludó a Rauko,  Destino, Meraxes y Corlys  con la familiaridad de una sonrisa discreta, alargándola un poco más en el caso del  primer elfo y recordando su trabajo ahora adornando su mano izquierda.Se acercó a él y tras dudar por un segundo si usar su guante justo contra el artesano que lo había creado... decidió tomar la biusa que ofrecía al aire. Dio un mordisco a la misma y se apoyó en una de las paredes del pasillo, frente a ella. Algo alejada del grupo pero aún capaz de contemplar la dinámica de los mismos.

Tres figuras desconocidas, dos masculinas y una femenina parecían también esperar el desenlace de los acontecimientos. La visión familiar de Cohen hizo que su gesto pasase del reconocimiento a tintarse de un color rojizo al darse cuenta del atuendo en el que su compañero había decidido sorprender a los presentes. Su percepción de aquello pareció solventarse un poco al entender que, como ella, quizás el resto de los presentes también se encontraban soñando cuando se vieron forzados a abandonar su lugar de descanso. Se aseguró que su vestido de seda negro, aunque algo fino, no revelaba la piel bajo el mismo. El frío tampoco era tan importante, al fin y al cabo.


Por último tenía una leve sospecha de la identidad de la última persona. Oculta entre las sombras más oscuras. Decidió no interactuar con él. Si había una mínima posibilidad de que aquello siguiese siendo un sueño, estaba segura que tan solo cruzar ojos con aquel vampiro en particular, lo convertiría en una pesadilla.

Entre mi susto y mi alivio de no ser la única en esa situación tan incierta me había lanzado sobre los brazos de un caballero desnudo. Me percaté de que mis manos estaban tocando más de lo necesario piel ajena cuando el joven soltó una expresión y se rió. Por alguna razón quede aún pegada hasta que se volvió realmente incómodo. Lo solté, tapé mis ojos por unos segundos mientras me ruborizaba.

- Disculpa- dije aún con mis manos sobre mis ojos para evitar que estos se salieran de impresión.

Entre mi vergüenza no le puse atención a su pregunta, pero me percaté de la misma cuando otra persona se unió a la situación.

Solté un largo suspiro porque ninguno parecía tener malas intenciones; no sabíamos qué hacíamos aquí.

Ensimismada en mis pensamientos veía como varias personas se unían.

-¡Meraxes!- pensé con emoción y sacudí mi mano en forma de saludo muy entusiasmada. No sabía si me reconocería o no; pero me parecía menos peligroso este sitio al ver una cara conocida.

Llegaron más personas, al parecer varios se conocían entre ellos… - El nudista se llama Cohen; y el de bigote y barba parece muy popular- pensé mientras almacenaba esa información.

Luego entró una persona con el peor aspecto posible. Sin pensarlo demasiado saqué mi daga y la apunté hacia el joven con disfraz de conejo. -¿A quién diablos se le ocurre ir por la vida vestido de conejo? ¿Qué clase de mal chiste es este?- pensé alejándome lentamente de ese ser desconocido y sin quitarle la vista de encima.

Vigilando al joven disfrazado me sentía en control; sin embargo eso cambió cuando una figura plateada entró en escena de manera distinta a los demás invitados; ahora mi atención oscilaba entre la nueva figura y el conejo.

Abrí los ojos de par en par al escuchar que la figura simulaba mi voz mientras nos explicaba qué sucedía. Confundida aún tomé el espejo que tenía cerca y lo observé detenidamente; luego pasé a mirar a los demás para ver sus reacciones y detectar si yo era la única que estaba medio perdida.

Lo único que sabía era que ese conejo no era de fiar; y a pesar de que me había caído bien el joven de poca ropa también me parecía sospechoso. Creo que el patrón que estaba usando era lo excéntrico, pero de ser así yo también probablemente entraría en esa lista.

Suspiré y volví a recorrer al grupo con la mirada -Bueno, realmente no, aquí hay varios que llegaron ocultándose, o aún no han dicho ni una sola palabra- pensé -Supongo que tocará avanzar en la aventura para obtener más información-.

- Si te acercas mucho te pullo- dije como amenaza al joven vestido de conejo y bajando mi daga para dejarlo como advertencia para poder enfocarme en obtener información.

Después caminé tras un joven para acercarme a la puerta de cuerpo.

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Offrol
Reacciono a la desnudez de Cohen
Saludo a Meraxes
Almaceno el nombre de Cohen y que hay un invitado que es popular
Apunto con mi daga a un hombre vestido de conejo como defensa y le doy una advertencia
Me voy por la puerta de cuerpo

Inventario
Daga pequeña: [Arma] (calidad pobre)
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Pistola de Cuerda: [Artilugio, Limitado, 1 Uso]
Bomba Luminosa: [Artilugio, Limitado, 1 Uso]
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Caraespejo demostró ser lo que era: un ser despreciable y mentiroso que solo buscaba la confrontación entre los que allí estaban. Estaba seguro de que era un hechicero de gran poder y que los mantenía cautivos para hacer algún oscuro y sucio experimento con ellos. Sin embargo jugaría a aquel juego. Llegaría hasta el final y mataría a aquel bastardo sin ningún tipo de compasión.

Sin embargo, no contaba con el objeto que se materializó a sus pies. Algo había sucedido en el desierto. Algo relacionado con el número cuarenta y dos. Algo con unos cristales. Algo. Algo que al verse reflejado en el espejo le recordó todo aquello. Sango sin aguantar mucho más le pegó un taconazo, con la bota, al espejo y sonrió de satisfacción al creerlo roto. Para su sorpresa, al levantar el el pie el espejo seguía intacto. Repitió la operación y no consiguió el resultado esperado. Gruñó. Se negaba a considerar siquiera llevarlo consigo. Pero un rápido vistazo le hizo comprender la necesidad de llevarlo consigo.

Se agachó para coger el espejo con desprecio manifiesto y observó nuevamente su reflejo para, a continuación, lanzarlo contra la pared más cercana. Pero este seguía de una pieza. Su espíritu cayó, como así lo hicieron sus hombros y se alzaron sus cejas al ver que el espejo no sufría daño alguno.

- Llegaré hasta el final- murmuró mientras caminaba hacia el espejo-, le arrancaré esa cabeza de espejo y quebraré todos los espejos con la fuerza que los Dioses me concederán por tal hazaña- continuó antes de agacharse y recoger el espejo-. Avanzaré por esa puerta, y mataré a quién sea que está detrás de esto- dijo en voz alta señalando con el espejo una puerta-. Sigan al Héroe, sigan el camino de la victoria.

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Poco a poco la estancia fue llenándose. Todos con caras perplejas de quién o que nos había reunido en aquel corredor frío, analizaban las puertas al final del pasillo buscando respuestas que no tardarían en llegar.

Una figura enigmática con rostro de espejo hizo acto de presencia. Errático e intrigante, la criatura habló con un discurso que parecía dirigirse a cada uno de manera individual. Como mímico, su voz copiaba la mía; sin embargo, al ver fugazmente el rostro del resto de los presentes, todos parecían experimentar la misma imitación.

Suplantadores - susurré mientras salía poco a poco de las sombras manteniendo aún la distancia del grupo. Últimamente, había tenido contacto frecuente con aquellos seres y había aprendido mucho de su comportamiento, objetivos y artimañas (1). Decidido a sacar provecho de mis conocimientos y experiencias previas, rebusqué entre mis objetos. Poco a poco la desesperanza se hizo presente, no estaba.

Estúpidos dioses y sus caprichos infantiles. Entre mis bolsillos rebuscaba el pequeño Espejo Oráculo que había obtenido tiempo atrás en Roilkat. Los suplantadores sacaban todo su poder de los espejos, pero a su vez su imagen se distorsionaba cuando se reflejaban en uno con un rostro robado. Igualmente, preguntar quién era un suplantador era una forma muy efectiva de dar el primer paso en aquel desafío, pero era muy sencillo y aquellos que nos habían invocado en aquel sitio parecían querer anticiparse para que mi ingenio no sobrepasara sus pruebas sin siquiera enfrentarlas.

Idiotas… - susurré a los dioses y suplantadores con una leve sonrisa mientras peinaba dos delgados mechones rebeldes que habían caído sobre mi rostro. Caminé a la luz con el resto de participantes una vez nuestro anfitrión había desaparecido. El espejo que nos había otorgado evidentemente no reflejaba nada útil, así que lo metí entre mis bolsillos internos y avancé.

La paranoia reinaba en el rostro de todos. La desconfianza y las dudas florecían mientras algunos con mirada acusadora escaneaban incluso a sus amigos cercanos. Varios empezaron a entrar de forma individual a las puertas, no era el plan más acorde, ya que el hombre de cabellera rojiza y aire de guerrero curtido había hecho una propuesta sin querer y que todos deberían tomar en cuenta.

Analizaba todo con calma, quizás había más suplantadores infiltrados de los que podría suponer o incluso cabía la posibilidad de que no existiera ninguno y solo fuera un juego perverso de desconfianza. No obstante, el verdadero enemigo era aquel ser de espejos que nos había colocado en aquella posición y bien podríamos centrarnos en acabar con él en vez de mermar nuestras fuerzas apuntándonos unos a los otros.

Traté de seguirlo con una caminata lenta, bien podría hablar con él para coordinar la meta en conjunto y fungir como líderes para minimizar las pérdidas. Sin embargo, aquel sujeto entró a la puerta de magia y bien poco un vampiro con el éter corrompido podría hacer algo allí. Lo había juzgado mal, pensé que era un bárbaro, pero al parecer se trataba de un mago.

Hmm… - murmuré volteando al frente de las puertas para dirigirme a los presentes. Muchos parecían ser buenos amigos, incluso pensaba en Cohen que era de los pocos sujetos a quienes les guardaba afecto. Eso era un arma de doble filo, los suplantadores (a menos de que hubiesen hecho un extraordinario trabajo de investigación) eran esquivos a las preguntas personales, ya que solo robaban la imagen y no los recuerdos de las personas; por ello, podríamos desenmascarar a los infiltrados si sencillamente interrogábamos a los conocidos. No obstante, las amistades también podrían hacer tendencias en caso de acusar a alguien. Causando así que la sospecha ingenua por la camaradería ganase sobre las pruebas…

Evalué la mirada de aquellos que todavía no habían escogido una puerta y comenté para ayudar a su decisión. - El verdadero enemigo es el ser de espejos, juzguen sabiamente y entiendan que eso es un hecho. Si nos centramos en ello, solo tendremos que detener a aquellos que traten de entorpecer ese objetivo. Suerte.

Con rostro sereno procurando parecer calmado me dispuse a avanzar a la prueba que decía Cuerpo. Mis músculos no eran solo un capricho estético y aunque pudiera resultar odioso, Cohen era uno de los principales sospechosos para el resto de participantes y era más prudente mantener cierto espacio. Conocía bien al alquimista y recordaba nuestros primeros encuentros donde criticaba fehacientemente su sexualidad exacerbada y sus contactos (como el pequeño Billy); sin embargo, con el tiempo entendí que sus fetiches y aproximaciones lujuriosas eran inofensivas. Sin embargo, siendo lógicos, si mostraba cercanía con el vampiro, me relacionarían con él y aquellos que desconocían al pícaro alquimista asumirían que era cómplice de sus perversiones… Aunque poco tendría eso que ver con los suplantadores.

Lo lamento Cohen - pensé mientras atravesaba el marco mágico de la puerta de cuerpo esperando que el vampiro alquimista pudiera ganarse la confianza del resto.

Más caras conocidas entraron por el pasillo, pero ninguna de ellas parecía tener respuestas a lo que estaba sucediendo allí. Pero al menos disponer de gente capaz ayudaba a poder salir de ese lugar. Lo que no ayudaba en absoluto era la criatura con cara de espejo que se nos apareció. Todo esto era claramente un juego, un juego con tres puertas en las que solo una nos llevaría al final, y el resto seguramente llevarían a la muerte. Y además nos daban un espejo mágico que nos ayudaría en este objetivo, tras inspeccionarlo no pude concluir nada sobre él, pero no era como esos elfos o brujos que podían ver el éter y nunca se podía confiar en un espejo. Pero en cualquier caso, estábamos perdidos en un lugar desconocido sin ningún objetivo claro y era mejor tener un espejo sospechoso que nada, así que me lo guardé en mi bolsa.

La criatura espejada desapareció tras unas crípticas pistas, si es que llegaban a poder considerarse como tal, y nos quedamos con la decisión de que puerta tomar. Sango dio un discurso inspirador y entonces se precipitó hacia la puerta de Magia, lo que para un humano común parecía una decisión terrible, pero yo no era quien para juzgarle. La gente fue decidiendo que caminos elegir, centrándose especialmente en el de Cuerpo a excepción del ya mencionado Sango y Cohen. Por mi parte no estaba demasiado convencido de que separarse fuera la mejor estrategia, pero si ya estaba hecho, sospechaba que enviar a gente sola por uno de los caminos no era de ninguna ayuda para encontrar la salida.

- Quizás hubiera estado bien pensar algo antes de meternos, pero supongo que ya tarde. Aunque al menos estaría bien no dejar que nadie se fuese sólo por un camino.- Comenté a los que aún quedaban por escoger su camino mientras me dirigía hacia las posibles salidas.

En vista de que la puerta de Cuerpo estaba ya bien cubierta, y que poco podían hacer los poderes de un vampiro en algo relacionado con magia, opté por seguir al exhibicionista por la puerta de Mente.

************************

El silencio era significativo.

La criatura dantesca que había emergido de la nada entre humos y telas parecía lo suficientemente errática como para crear la quietud que el encuentro casual de 10 desconocidos no había podido retener en el tiempo. Al menos no de manera tan densa. Su andar de aquí allá reflejó su sombra en los lugares altos de aquella estancia iluminando aquí y allá puntos, que parecían estratégicos. A Caoimhe le sorprendió escuchar su propia voz emerger de la nada.

Acabó de hablar como quien termina un susurro escalofriante. Dejándo atrás la sensación de incertidumbre y en los oídos de Caoimhe, tan solo el sonido pausado de su sístole y diástole empujando su ponzoña a través de sus sentidos. Agudizándolos. Su demonio  curioso ante aquel juego.

Frente a ella el pequeño objeto a sus pies parecía conocer su nombre: parecía llamarla.  A su alrededor, sin embargo, el aparentemente inofensivo objeto había causado reacciones distintas en sus compañeros: La mayoría apenas le prestó atención, seguros de entender lo que el hombre de las sombras había explicado. La familiaridad de aquellos que apenas prestaron atención a un objeto tan único puso la sombra de la sospecha en su mente,

Por otro lado, varios de los presentes si que presentaron una reacción algo más... acorde a lo que quizás ella misma había esperado de un grupo variopinto: Curiosidad. Confirmación o quizás recelo.

Uno de los elfos contempló su propio reflejo en el marco idéntico al suyo antes de guardarlo. Quizás deleitándose en demasía en el reflejo del mismo.¿Quizás absorto en algo más allá?  Por otro lado, el bardo el hombre de barba y aires de héroe parecía poseído por la necesidad imperiosa de destruir aquel objeto. Con alevosía y repetición hasta el punto de intentarlo varias veces. ¿Quizás había compartido en su propia existencia el recelo mismo de saberse descubierto?

Aún así...Su conocimiento de los suplantadores era limitado por lo que decidió adherir aquellas reacciones a los extremos mismos de una distribución gaussiana.

Había tomado una decisión. Lo había hecho de manera casi obvia. Su cuerpo menudo y en apariencia frágil no iba a presentar grandes oportunidades ante la puerta de fuerza. Por lo que esa puerta estaba descartada.Pero.. la velada parecía presentarse cada vez más... interesante.

Su compañero de clan Cohen parecía ser el centro de las miradas. Lo habían abrazado y amenazado con un cuchillo. A pesar de aquello último el vínculo que sabía unía al vampiro con... justo figura encapuchada de sus pesadillas parecía ser... sin embargo inexistente en aquella dimensión.
 Caoimhe pensó por unos minutos.Cohen sin duda había llamado la atención desde un principio. Pero sin duda.. no era el único. Y por otro lado, por parte de Zagreus ni una mísera palabra de reconocimiento inmediato. Ni siquiera la camaradería que sabía habían demostrado. La figura encapuchada habló de manera pragmática y se encaminó al extremo opuesto al que lo había hecho Cohen.

Curioso.

Le dedicó a Cohen una mirada significativa antes de verlo desaparecer. No tuvo mucho tiempo de decirle nada más antes de que otra figura masculina se le acercase en su camino invitando a todo el mundo a mantenerse 'unidos'.  Mmmm¿Lo imaginaba o todos y cada uno de los presentes parecían, de pronto sospechosos? Sonrió identificando de nuevo el efecto de la incertidumbre en su propia mente. Ella, por supuesto, no era una excepción.

Con poco que hacer en el camino del cuerpo y la incipiente sospecha sobre Cohen en la puerta de la mente decidió decantarse por la puerta de la magia.

Dejó la biusa que había terminado de comer en un intento poco efectivo de ahogar una sed que no había saciado a un lado. Aprovechó para  alcanzar el espejo a sus pies guardándolo en su bolso de manera apresurada:

-Creo que voy a seguirte en tu cruzada- dijo de manera grácil y animada mientras apresuraba sus pasos hasta alcanzar a los de Sango- No estaría mal participar en una victoria para variar.- añadió alcanzándolo y cruzando la puerta  tan solo unos segundos tras él.

　Entre tantas personas, solo una aceptó mi biusa. Una persona de buen gusto, aunque no supiera tener los ojos del mismo color. No obstante, ella no tenía ningún disfraz, lo que me hacía sospechar que quizás no estábamos en aquel lugar para una fiesta de disfraces.

　Por otro lado, una chica que sí tenía su disfraz de… no sé, algo inquietante, le desagradó mi atuendo de gomejo, o eso supuse cuando la vi apuntarme con una daga. Envidia, tal vez, de no vestir algo tan fabuloso, y lo ocultaba con un supuesto rechazo hacia los gomejos, hacia estos pobres e indefensos animales que… bueno, sí, de vez en cuando podían juntarse enfurecidos y hasta derribar carrozas, como la última vez que tuve un épico encuentro con ellos del que apenas sobreviví.

　«Pero igual su disfraz es más feo», quise reprocharle a la chica, pero antes apareció alguien que parecía un sujeto plateado con cara de espejo. Si aquello era un disfraz, era muy bueno.

　Entonces aquel ser empezó a explicarnos cosas mientras se movía de forma extraña. Lo miré con recelo, desconfiando de su descaro (porque no tenía cara), pero no temiéndole, a pesar de todo, porque más amenazante estaba siendo la chica antigomejo y sus miradas asesinas que me dirigía.

　Luego de tanta cháchara y de guardar mi nuevo y lindo espejo que apareció mágicamente, ya no tuve duda alguna de que no tener alguna duda sería imposible. Habíamos caído en un juego o experimento macabro que pretendía alimentar la discordia entre el grupo presente, aunque, por el momento, no había funcionado para que yo sospechara de un sujeto pelirrojo, un completo desconocido para mí pero del que yo no dudaba de que tuviera un repertorio de chistes extenso y excelente.

　Asentí con la cabeza al escuchar a Zagreus, de acuerdo con sus palabras.

　Y procedí a sospechar de todos, menos del hombre semidesnudo, porque ningún suplantador andaría así por la vida.

　Pero si de alguien debía tener cautela, más que de cualquier otra persona, era de Meraxes. Si era una suplantadora, sería peligrosa, como cualquier suplantador; pero si era la original, entonces todos estábamos condenados por su capacidad de convertir cualquier problema en una calamidad aún peor.

　Aunque quizás tuve algo de culpa en alguna de esas ocasiones en los que empeoró los problemas, pero nunca más culpa que Nousis.

　¿Y… de qué estaba hablando?… Ah, cierto, lo del laberinto, los suplantadores y las tres puertas.

　Bueno, como decía, generé una nueva biusa y la devoré mientras meditaba sobre mis tres opciones.  Corlys, antes de hacer su elección, dio un buen consejo a los demás al respecto, así que procedí a no tomarlo en cuenta.

　Podía ir por el de la mente, pero la mía nunca fue muy aguda; podía elegir el del cuerpo, pero la chica antigomejo elegió ese y no parecía ansiosa de ofrecerme su amistad; y estaba el último, el de la magia, del que esperé que fuese un lugar donde cualquier tontería pudiera explicarse con «lo hizo un mago», algo perfecto para las risas.

　Asentí para mí mismo y caminé hacia aquel lugar, degustando una biusa y acelerando el flujo de éter en mi cuerpo, preparándome para los desafíos mágicos, aunque sin esperar que lo más probable sería que íbamos a experimentar el infierno, pero que eso no sería un lugar de tormento. No. El infierno serían los otros.

　Pero las risas no podrían faltar.

Las paredes frías eran adornadas por sombras trémulas que danzaban por la tenue luz que se escabullía por aquel corredor oscuro. Nadie más entró y aquellos que habían accedido antes no habían oído mis palabras de apoyo anteriormente. El silencio era denso, pero para acallar los pasos y la paranoia lo sensato era cooperar… o al menos sacar información para desenmascarar al impostor.

El elfo pálido me resultaba vagamente familiar, su actitud confiada marcaba el paso, pero dar las espaldas o quedarse atrás en aquel escenario no era recomendable, por lo que avancé para ponerme a la par. Por otra parte, estaba aquella mujer, llevaba consigo piezas metálicas de gran tecnología, un trabajo digno de destacar. Evidentemente, no estaba a la altura de mis creaciones perfectas, pero cabe admitir que tenía el potencial de crecer en el rubro.

Ambos eran sospechosos y a la vez inocentes.

Avanzamos con determinación por aquel estrecho pasillo que poco a poco se iluminaba con antorchas a los costados. Parecía un recorrido infinito, ya que con la vuelta de cualquier esquina la imagen era una réplica del pasillo anterior. Con intención de conocer y amenizar el trayecto hablé.

Mi nombre es Zagreus.- dije mirando de reojo a ambos. - Antes de entrar dije algunas cosas que dudo pudieran escuchar al pasar por la puerta. Creo que el verdadero enemigo es aquel tipejo que nos convocó aquí y esparció su veneno con palabras para crear la duda entre nosotros. - dije con tono gentil y recto.- Si trabajamos en equipo, quizás podamos ver nuevamente aquella criatura y enfrentarla.

El silencio dio espacio para que ellos pudieran presentarse y conversar entre las sombras. Sin embargo, pensaba también en como los otros podrían estar enfrentando retos complejos en las otras habitaciones, o peor aún, confabulando para deshacerse del incauto a sus espaldas. No había tiempo para dejar que la paranoia gobernara por el otro, debía preocuparme por quienes tenía cerca.

Tú…- me dirigí a la biocibernético - ¿Qué tienes en contra de Rauko? He trabajado con él un par de veces y si bien no brilla por su inteligencia, es uno de los guerreros más excepcionales que he visto. Me sorprende que lo amenaces con un simple cuchillo para panes - señalé con una sonrisa burlona sin dejar que se confundiera con insulto. - No sé si tienen algo personal o te molestan sus pintas estrambóticas... - ¿Gomejos? Incluso la posibilidad de tratarse de algún miedo irracional era posible, ¿una fobia quizás? No tenía tiempo para hacer diagnósticos psicológicos a desconocidos en aquellas condiciones, pero era importante conocer las patologías… o "curiosidades" de mis compañeros (o posibles enemigos si se tratasen de impostores). - pero no es aconsejable desafiarlo. Sea o no sea suplantador, no sería inteligente confrontarlo…

Desconocía si ellos conocían al elfo, incluso mis palabras podrían sonar fantasía y un disparate para defender a un sujeto andrógino con ropas de roedor, pero hablaba con la verdad. Si Rauko era un impostor, sería una amenaza difícil de lidiar, e incluso, si no lo fuera, pero la ponzoña de la duda cegaba su visión, podría actuar como juez y verdugo de todos los presentes. - Aunque... resulta sospechoso que Rauko esté solo, siempre anda con la mujer de rostro tatuado. No sería descabellado que la intención de caricaturizar su personajes solo sea una pantomima; gomejo... biusas... un poco exagerado en realidad... - dije casi entre murmullos.

Mi intención era descartar en primera instancia a mis colegas sospechosos, pero pensaba en el resto que eran potenciales amenazas si no eran lo que en verdad mostraban… Magia de voz y manipulación, ilusiones, varios de los rostros que había visto en la sala previa eran conocidos que tenían una ventaja importante en un escenario como aquel. Yo tenía mi intelecto y mi magia de sangre, pero poco peso tendría si las cosas se torcían. Buscar aliados era lo más prudente.

Un sonido pedregoso fue la introducción al rugido de las llamas que se abrían por el pasillo. La negrura empezó a comer nuestros pasos y el fuego abrasador dispuso un camino mortal. El fuego era un enemigo para los de sangre maldita, pero en aquel escenario incluso un mago de fuego hubiese sentido como la temperatura subía radicalmente.

Rebusqué rápidamente entre mis prendas un pequeño gorro tejido de color naranja (1), una anciana en Sacrestic me lo había otorgado y si sus palabras eran ciertas, mi agilidad se vería mejorada significativamente a pesar de la estética lamentable.

Empecé a correr y saltar con gran soltura, cuidando de regular mis nuevas competencias en acrobacias. Me sentía estúpido por usar una prenda tan infantil y poco elegante, pero en aquel escenario de vida o muerte con aquellos saltos y soltura me sentía invencible. Ni fuego ni trampas en las losas de piedra serían suficiente para acabar conmigo. Mis compañeros tendrían que arreglárselas, pero no pretendía dejarlos morir. Con agilidad, mientras me desplazaba por el aire, desenfundé una de mis más novedosas creaciones, la pistola de gancho (2). Siempre con un ojo en mis compañeros preparado para disparar. - ¡Cuidado! Si necesitan ayuda solo griten. - Con mi arma podría brindarles apoyo a mis compañeros con una cuerda que ni siquiera aquellas llamas podrían romper.