Solas, corazón del pueblo [Evento Sacrestic] [Noche] [Libre]
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Solas, corazón del pueblo [Evento Sacrestic] [Noche] [Libre]
Solas Reznov, un aclamado líder religioso para los humanos que rápidamente escalaba posiciones dentro de la jerarquía de la iglesia. Un hombre misterioso que se ha ganado la fama por tener una lengua afilada. Las autoridades lo respetan e incluso las familias reales de Verisar le profesan gran estima.
Sus congregaciones acumulan cientos de personas que siguen ciegamente los discursos del hombre enmascarado. Se dice que solo aquellos dignos pueden ver que oculta bajo su máscara. Muchos rumores hablan de una enfermedad dermatológica, otros de una deformación, incluso existen relatos que hablan de una belleza desbordada. Lo cierto es que alcanzar tal “logro” no es tan complejo, ya que es bien sabido lo fácil que cae el hombre a las tentaciones de la carne y sus adicciones.
Un bufón avaricioso, déspota, un adicto a la droga de evasión y a las biusas de manera desmedida. Un santo de mentira que atrapa incautos con gritos de caudillo religioso. Un ser humano despreciable, pero seguido por miles. Su fama ganó espacio con su agenda anti vampiros. Durante la invasión fallida a la capital, sus discursos alentaron la moral y sembraron la idea de que los vampiros, como raza, eran los enemigos y debían ser eliminados. Solas fue proclamado como un héroe.
A partir de entonces ha ganado fama y riquezas, ahora recorre el continente con un séquito de guardias y esclavos adoradores. Escudándose con su religión promueve el odio desmedido a los malditos.
Solas Reznov.
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Sus congregaciones acumulan cientos de personas que siguen ciegamente los discursos del hombre enmascarado. Se dice que solo aquellos dignos pueden ver que oculta bajo su máscara. Muchos rumores hablan de una enfermedad dermatológica, otros de una deformación, incluso existen relatos que hablan de una belleza desbordada. Lo cierto es que alcanzar tal “logro” no es tan complejo, ya que es bien sabido lo fácil que cae el hombre a las tentaciones de la carne y sus adicciones.
Un bufón avaricioso, déspota, un adicto a la droga de evasión y a las biusas de manera desmedida. Un santo de mentira que atrapa incautos con gritos de caudillo religioso. Un ser humano despreciable, pero seguido por miles. Su fama ganó espacio con su agenda anti vampiros. Durante la invasión fallida a la capital, sus discursos alentaron la moral y sembraron la idea de que los vampiros, como raza, eran los enemigos y debían ser eliminados. Solas fue proclamado como un héroe.
A partir de entonces ha ganado fama y riquezas, ahora recorre el continente con un séquito de guardias y esclavos adoradores. Escudándose con su religión promueve el odio desmedido a los malditos.
Solas Reznov.
En realidad no era una figura intimidante, pero su voz cautivaba a cientos que se reunían para conocer y escuchar las palabras del enviado por dios que erradicaría a los 'demonios' en Aerandir, como solía referirse a los de mi raza.
Apenas mantenía recuerdos desde mi iniciación como ser de la oscuridad hace unas semanas atrás. Sin embargo, una carta a mi nombre sacudió como torbellino mis entrañas. La ira, la ambición, la necesidad de control, la sangre: Oneca.
Su texto encriptado con símbolos y una V que frecuentemente se veía adornando las paredes por el oeste, fue suficiente información para que mi cerebro rápidamente hiciera las sinapsis necesarias para encender las ascuas del recuerdo y recobrar mi cometido.
Ahora estaba siguiendo la gira del falso profeta con la intención de estudiarlo y ver cómo utilizar su influencia para catalizar la rebelión. Lejos del oeste, pocos aliados podrían tener. Todo quedaba en mis manos.
[...]
La noche se asomaba permitiendo salir de mi escondite. Las personas aún gritaban eufóricas, aunque el cansancio se notaba, dando a entender que su encuentro ya pronto se terminaría. Solas era famoso por encadenarse para hablar de su odio a los vampiros e incluso cuentos de su infancia.
Ya lo había seguido por dos noches, la rutina solía ser similar. Era repulsivo verlo hablar y ver a tantos alabarlo como dios. Tenía que idear un plan para acercarme, nadie podría reconocer que era un vampiro si me movía con cuidado. Un poco de maquillaje servía para darle tono a mi piel pálida y así no destacar en la multitud. Ningún objeto mágico, ningún rastro de mi maldición.
¡Váyanse al carajo, vampiros de mierda! Aquí hay un pueblo digno. Váyanse cien veces. - vociferaba con su lenguaje folclórico Solas el populista mientras el público aplaudía y gritaba. - Huele a azufre todavía.
Zagreus
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Re: Solas, corazón del pueblo [Evento Sacrestic] [Noche] [Libre]
Hacía un par de años el buen Sündenbock se había retirado del gremio de informantes para dedicarse a vivir humildemente con una mujer quince años mayor que él; su fascinación por las maduras nunca fue un secreto, pese a sus patéticos intentos por disimularlo.
Habían tenido problemas debido a la incapacidad de Sündenbock de soltar alguna semilla que pudiera germinar, pero fueron más fuertes el miedo de ella de convertirse en una vieja solterona y la libido de aquel hombre. En el último par de meses habían optado por una alternativa꞉ encargarse de la cría abandonada de otros padres que no podían tomar la responsabilidad.
Fue entonces que ambos fueron asaltados. Para Sündenbock no fue difícil reducir a los maleantes. Sin embargo, las frenéticas emociones surgidas por el peligro y la amenaza de muerte fueron demasiado para el corazón de la mujer.
Sündenbock la llevó a la casa de un prestigioso curandero, rogando con desesperación por la vida de su amada.
Pero fue un mal momento꞉ el curandero tenía más hidromiel que sangre en su cuerpo.
Inevitablemente, ella murió por negligencia.
Sündenbock lloró durante toda la noche, destrozado, y cuando amaneció ya no había más que un inconmensurable vacío en su pecho.
Eso era un problema para el curandero, pues Sündenbock seguía en la casa de este. Así que, con sutil y luego agresiva insistencia, quiso echarlo.
Y fue entonces que Sündenbock reveló su naturaleza. Era un vampiro.
Eso solo facilitó las cosas para el curandero.
Un día después corría la noticia꞉ el curandero arriesgó su vida para intentar salvar la vida de una mujer que era atacada por un demonio robasangre, pero fracasó en su cometido y no tuvo más remedio que vengar aquella vida arrebatando la del demonio.
El curandero, héroe justiciero, felicitado por todos aquellos en el pueblo envenenados por ideas racistas.
—Sí, creo que eso es suficiente resumen —me dije, deteniéndome entonces para mirar la carta en la mesa y releer mi escrito—. Sí, bastará para Manuela —asentí—. Y más vale que ella me felicite por no acabar esta misión con algún incendio como las últimas veces.
Sin embargo, que Manuela, líder del gremio de informantes, después de tanto tiempo, me hubiera encomendado otra misión conociendo mi historial, ¿no significaba que quería que yo no solo investigara sobre la muerte de Sündenbock, sino que también quería que dejara mi usual firma de caos y muerte una vez más?
Apoyé mi espalda en el espaldar de la silla de madera y desvié la mirada hacia un lado. El curandero seguía hecho un ovillo en el suelo, repitiendo palabras ininteligibles.
—Oye, ¿aún no te arrepientes de asesinar a un inocente? —pregunté con un tono casual, aunque en mis ojos brillaba el instinto asesino.
Él continuó con su mantra, esta vez con un ligero aumento en el volumen de su voz y en el temblor de su cuerpo ensangrentado.
—¿Eh? No te escucho —dije y me incliné ligeramente hacia él—. Habla un poco más fuerte. No te corté la lengua, ¿sabes?
—Solas, Solas, Solas… —balbuceaba.
—¿Solas? ¿Quiénes están solas?
—Solas Reznov.
—¿Qué? No entiendo. ¿Quiénes están a solas con un reno? ¿O es un reno el que está solo?
—Necesitas… que te salve. El Santo Solas Reznov, él te abrirá los ojos. Él te hará ver que los vampiros son demonios, engendros fascistoides que quieren convertirnos en ganado. Ratas inmundas que…
Y siguió con una retahíla de improperios y ausencia de argumentos coherentes. No tardé en cansarme de él.
—No tienes remedio —suspiré—. Y tampoco suerte꞉ mi compañera no está aquí para protegerte como nunca lo hará tu dios o ese tal Solas… que te dejó a solas conmigo. —Una leve sonrisa se asomó en mis labios, a pesar de que yo no quería reírme en aquel momento.
Me levanté de la silla, desenfundé mi daga Henker y su acero negro destelló antes de cubrirse de sangre y silenciar al criminal que se creía moralmente superior.
Su espíritu, o un vestigio etéreo de su vida, emergió de su cuerpo. Me pregunté si realmente a eso se le podía llamar alma o solo era éter residual, sobre qué implicaba truncar el ascenso de aquella energía que apenas seres como los cait sìth, devoradores de almas según los rumores, podían percibir.
Igual la devoré, saciando así el incipiente vacío espiritual que me había empujado a separarme temporalmente de Xana para llenarlo sin inconvenientes.[1]
—Bueno, mi trabajo aquí está hecho. Ahora yo… —Mientras limpiaba la daga, volví a mirar la carta—. ¡Demonios, se manchó de sangre! ¿Por qué me persigue la desgracia?
Necesitaba estar a solas con Solas, pero el infeliz siempre estaba rodeado por su séquito de fanáticos, de los que yo no podía estar seguro si le seguían por afinidad de ideales o por los lujos que podían disfrutar a su lado.
«¿Cómo un amante de las biusas puede estar tan ido de la cabeza?», me preguntaba; me parecía inconcebible la existencia de alguien así.
—¿Estás bien? —escuché a mi lado.
Me volví, encontrando la mirada preocupada de Xana.
—Él no debería disfrutar del placer de las biusas —me quejé, en voz tan baja que solo Xana debería haberme escuchado, mientras continuábamos caminando, cada uno llevando una gran cesta de biusas al igual que el resto de los acólitos delante de nosotros.
—No sé qué dijiste —me susurró—, pero no creo que sea necesario que repitas —agregó, pues me conocía lo suficiente para saber que dije algo más problemático que relevante.
Asentí y continué en silencio, aunque en mi mente volvían las ruidosas cavilaciones sobre nuestra misión autoimpuesta. Yo también conocía muy bien a Xana, lo suficiente para saber que esta vez sería un obstáculo en mi verdadero objetivo escrito con deseos de justicia.
Ambos estábamos completamente desnudos debajo de toda nuestra vestimenta. Vestíamos las mismas sotanas ridículas y, sobre todo, calurosas de los sacerdotes solistas, que cubrían nuestra ropa habitual. «Quizás debí cambiarme en lugar de colocarme la sotana encima», pensé, pero ya era demasiado tarde para arrepentirse del improvisado plan de infiltración.
Solas seguía con su discurso populista, pero sabía que pronto aquello finalizaría y el aclamado personaje regresaría a alguna lujosa habitación a deleitarse con las ofrendas generosas de la noche, especialmente con las biusas, sin vigilancia de cientos de almas obnubiladas por el fanatismo.
Entonces sería mi oportunidad.
Habían tenido problemas debido a la incapacidad de Sündenbock de soltar alguna semilla que pudiera germinar, pero fueron más fuertes el miedo de ella de convertirse en una vieja solterona y la libido de aquel hombre. En el último par de meses habían optado por una alternativa꞉ encargarse de la cría abandonada de otros padres que no podían tomar la responsabilidad.
Fue entonces que ambos fueron asaltados. Para Sündenbock no fue difícil reducir a los maleantes. Sin embargo, las frenéticas emociones surgidas por el peligro y la amenaza de muerte fueron demasiado para el corazón de la mujer.
Sündenbock la llevó a la casa de un prestigioso curandero, rogando con desesperación por la vida de su amada.
Pero fue un mal momento꞉ el curandero tenía más hidromiel que sangre en su cuerpo.
Inevitablemente, ella murió por negligencia.
Sündenbock lloró durante toda la noche, destrozado, y cuando amaneció ya no había más que un inconmensurable vacío en su pecho.
Eso era un problema para el curandero, pues Sündenbock seguía en la casa de este. Así que, con sutil y luego agresiva insistencia, quiso echarlo.
Y fue entonces que Sündenbock reveló su naturaleza. Era un vampiro.
Eso solo facilitó las cosas para el curandero.
Un día después corría la noticia꞉ el curandero arriesgó su vida para intentar salvar la vida de una mujer que era atacada por un demonio robasangre, pero fracasó en su cometido y no tuvo más remedio que vengar aquella vida arrebatando la del demonio.
El curandero, héroe justiciero, felicitado por todos aquellos en el pueblo envenenados por ideas racistas.
—Sí, creo que eso es suficiente resumen —me dije, deteniéndome entonces para mirar la carta en la mesa y releer mi escrito—. Sí, bastará para Manuela —asentí—. Y más vale que ella me felicite por no acabar esta misión con algún incendio como las últimas veces.
Sin embargo, que Manuela, líder del gremio de informantes, después de tanto tiempo, me hubiera encomendado otra misión conociendo mi historial, ¿no significaba que quería que yo no solo investigara sobre la muerte de Sündenbock, sino que también quería que dejara mi usual firma de caos y muerte una vez más?
Apoyé mi espalda en el espaldar de la silla de madera y desvié la mirada hacia un lado. El curandero seguía hecho un ovillo en el suelo, repitiendo palabras ininteligibles.
—Oye, ¿aún no te arrepientes de asesinar a un inocente? —pregunté con un tono casual, aunque en mis ojos brillaba el instinto asesino.
Él continuó con su mantra, esta vez con un ligero aumento en el volumen de su voz y en el temblor de su cuerpo ensangrentado.
—¿Eh? No te escucho —dije y me incliné ligeramente hacia él—. Habla un poco más fuerte. No te corté la lengua, ¿sabes?
—Solas, Solas, Solas… —balbuceaba.
—¿Solas? ¿Quiénes están solas?
—Solas Reznov.
—¿Qué? No entiendo. ¿Quiénes están a solas con un reno? ¿O es un reno el que está solo?
—Necesitas… que te salve. El Santo Solas Reznov, él te abrirá los ojos. Él te hará ver que los vampiros son demonios, engendros fascistoides que quieren convertirnos en ganado. Ratas inmundas que…
Y siguió con una retahíla de improperios y ausencia de argumentos coherentes. No tardé en cansarme de él.
—No tienes remedio —suspiré—. Y tampoco suerte꞉ mi compañera no está aquí para protegerte como nunca lo hará tu dios o ese tal Solas… que te dejó a solas conmigo. —Una leve sonrisa se asomó en mis labios, a pesar de que yo no quería reírme en aquel momento.
Me levanté de la silla, desenfundé mi daga Henker y su acero negro destelló antes de cubrirse de sangre y silenciar al criminal que se creía moralmente superior.
Su espíritu, o un vestigio etéreo de su vida, emergió de su cuerpo. Me pregunté si realmente a eso se le podía llamar alma o solo era éter residual, sobre qué implicaba truncar el ascenso de aquella energía que apenas seres como los cait sìth, devoradores de almas según los rumores, podían percibir.
Igual la devoré, saciando así el incipiente vacío espiritual que me había empujado a separarme temporalmente de Xana para llenarlo sin inconvenientes.[1]
—Bueno, mi trabajo aquí está hecho. Ahora yo… —Mientras limpiaba la daga, volví a mirar la carta—. ¡Demonios, se manchó de sangre! ¿Por qué me persigue la desgracia?
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Necesitaba estar a solas con Solas, pero el infeliz siempre estaba rodeado por su séquito de fanáticos, de los que yo no podía estar seguro si le seguían por afinidad de ideales o por los lujos que podían disfrutar a su lado.
«¿Cómo un amante de las biusas puede estar tan ido de la cabeza?», me preguntaba; me parecía inconcebible la existencia de alguien así.
—¿Estás bien? —escuché a mi lado.
Me volví, encontrando la mirada preocupada de Xana.
—Él no debería disfrutar del placer de las biusas —me quejé, en voz tan baja que solo Xana debería haberme escuchado, mientras continuábamos caminando, cada uno llevando una gran cesta de biusas al igual que el resto de los acólitos delante de nosotros.
—No sé qué dijiste —me susurró—, pero no creo que sea necesario que repitas —agregó, pues me conocía lo suficiente para saber que dije algo más problemático que relevante.
Asentí y continué en silencio, aunque en mi mente volvían las ruidosas cavilaciones sobre nuestra misión autoimpuesta. Yo también conocía muy bien a Xana, lo suficiente para saber que esta vez sería un obstáculo en mi verdadero objetivo escrito con deseos de justicia.
Ambos estábamos completamente desnudos debajo de toda nuestra vestimenta. Vestíamos las mismas sotanas ridículas y, sobre todo, calurosas de los sacerdotes solistas, que cubrían nuestra ropa habitual. «Quizás debí cambiarme en lugar de colocarme la sotana encima», pensé, pero ya era demasiado tarde para arrepentirse del improvisado plan de infiltración.
Solas seguía con su discurso populista, pero sabía que pronto aquello finalizaría y el aclamado personaje regresaría a alguna lujosa habitación a deleitarse con las ofrendas generosas de la noche, especialmente con las biusas, sin vigilancia de cientos de almas obnubiladas por el fanatismo.
Entonces sería mi oportunidad.
(☞°∀°)☞ OFFROL ☜(°∀°☜)
[1] Maldición꞉ Segador de almas, que obliga a Rauko a chuparle bien sabroso y profundo el éter residual de los recién moridos cada cierto tiempo.
Rauko
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Re: Solas, corazón del pueblo [Evento Sacrestic] [Noche] [Libre]
Solas entre risas y un discurso extenso y tangencial, decidió como parte de su broma colocarse en la cabeza un par de biusas. Con su carcajada característica (y atorrante), todos se reían de sus ocurrencias mientras seguía hablando sosteniendo el equilibrio.
Miraba con desprecio al humano, su circo y como sus giras parecían más un acercamiento al proselitismo político que a una campaña religiosa. La gente histérica lo acompañaba, repetía sus palabras y compartía sus ideas. El odio se camuflaba entre risas y chistes.
¡Uh. Ah, Solas no se va! - gritaban al unísono la marea de gente que aguantaba el cansancio para mantenerse de pie. Poco a poco la fatiga se hacía presente y Solas notaba que ya su garganta necesitaba refrescarse. Parecía que Solas sí se iba… aunque poco sentido tenía el canto de los seguidores fanáticos.
Compartía la vestimenta típica de aquella congregación, incómodo, me sentía idiota aparentando no odiar a cada uno de los que estaban allí reunidos vociferando insultos hacia los vampiros. En mi mano sostenía una cesta con Biusas, ya que como especie de tradición, al finalizar las cadenas y marchas de Solas, la gente del pueblo daba ofrendas al “santo”.
Al frente tenía un par de sectarios con ofrendas esperando el final de la concentración para poder acercarse a Solas Reznov. Sin embargo, el comentario entre dientes de este delgado y llamativo sujeto me generó ruido.
No sabía que el derecho a comer biusas era algo que debías ganar… - comenté interrumpiendo su conversación con la mujer de rostro tatuado. - No creo que sea buena idea “ofender” a Solas con tu impertinencia. - dije con un tono que fuese difícil de interpretar, ¿estaba defendiendo a Solas, o, por el contrario, advertía al elfo viendo la oportunidad de compartir su rechazo al humano de máscara de hierro?
El humano se levantó quitándose la biusa de la cabeza y tomando un tono “más serio”. Apoyando sus manos sobre el mesón exclamó - Hay que hacer algo, hace poco un humano acabó con la vida de un vampiro que asesinó a su mujer. Este tipo de historias pasan a diario, los vampiros se han infiltrado en nuestro continente como un tumor que debe ser extirpado. Tenemos que acabar con el problema de raíz, destruir el oeste.
La gente gritaba y agitaba los brazos. Incluso las personas que ya se alejaban de la concentración por el cansancio se volteaban, admirando las últimas palabras de Solas. - Cada humano muerto por los colmillos de un vampiro será un clavo más en la tumba de su raza maldita. Aniquilaremos a los demonios y cada camarada caído será un mártir. Águila no caza mosca, no desviaremos nuestros esfuerzos en nimiedades, tenemos que cazar murciélagos.
Y con esas palabras Solas abandonó la tarima rodeado de un séquito de guardias. Todos los que llevábamos ofrendas fuimos empujados para seguir al humano entre gritos histéricos de una marea desenfrenada.
__________________Miraba con desprecio al humano, su circo y como sus giras parecían más un acercamiento al proselitismo político que a una campaña religiosa. La gente histérica lo acompañaba, repetía sus palabras y compartía sus ideas. El odio se camuflaba entre risas y chistes.
¡Uh. Ah, Solas no se va! - gritaban al unísono la marea de gente que aguantaba el cansancio para mantenerse de pie. Poco a poco la fatiga se hacía presente y Solas notaba que ya su garganta necesitaba refrescarse. Parecía que Solas sí se iba… aunque poco sentido tenía el canto de los seguidores fanáticos.
Compartía la vestimenta típica de aquella congregación, incómodo, me sentía idiota aparentando no odiar a cada uno de los que estaban allí reunidos vociferando insultos hacia los vampiros. En mi mano sostenía una cesta con Biusas, ya que como especie de tradición, al finalizar las cadenas y marchas de Solas, la gente del pueblo daba ofrendas al “santo”.
Al frente tenía un par de sectarios con ofrendas esperando el final de la concentración para poder acercarse a Solas Reznov. Sin embargo, el comentario entre dientes de este delgado y llamativo sujeto me generó ruido.
No sabía que el derecho a comer biusas era algo que debías ganar… - comenté interrumpiendo su conversación con la mujer de rostro tatuado. - No creo que sea buena idea “ofender” a Solas con tu impertinencia. - dije con un tono que fuese difícil de interpretar, ¿estaba defendiendo a Solas, o, por el contrario, advertía al elfo viendo la oportunidad de compartir su rechazo al humano de máscara de hierro?
El humano se levantó quitándose la biusa de la cabeza y tomando un tono “más serio”. Apoyando sus manos sobre el mesón exclamó - Hay que hacer algo, hace poco un humano acabó con la vida de un vampiro que asesinó a su mujer. Este tipo de historias pasan a diario, los vampiros se han infiltrado en nuestro continente como un tumor que debe ser extirpado. Tenemos que acabar con el problema de raíz, destruir el oeste.
La gente gritaba y agitaba los brazos. Incluso las personas que ya se alejaban de la concentración por el cansancio se volteaban, admirando las últimas palabras de Solas. - Cada humano muerto por los colmillos de un vampiro será un clavo más en la tumba de su raza maldita. Aniquilaremos a los demonios y cada camarada caído será un mártir. Águila no caza mosca, no desviaremos nuestros esfuerzos en nimiedades, tenemos que cazar murciélagos.
Y con esas palabras Solas abandonó la tarima rodeado de un séquito de guardias. Todos los que llevábamos ofrendas fuimos empujados para seguir al humano entre gritos histéricos de una marea desenfrenada.
Off
Aclaratoria: Como actual portador de la oscuridad, todos mis recuerdos fueron eliminados (a excepción de algunos elementos de las tramas masters y mis ambiciones personales). Por ello, no recuerdo nada de Rauko ni Xana.
Zagreus
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Re: Solas, corazón del pueblo [Evento Sacrestic] [Noche] [Libre]
«Que me lleve el Oblivion, me atraparon», lamenté tras escuchar las palabras de un individuo detrás de mí. «¿Qué hago ahora? ¿Paso al plan B de desatar explosiones vistosas por doquier? No, no, no. ¡Detente, impulso de idiotez! Esto no es para tanto, creo».
Xana fue la primera en voltear ligeramente el rostro para mirar de soslayo al hombre. Ella había comprendido mejor que yo lo que yo no comprendí mejor que ella꞉ la ambigüedad en la voz de él y lo que eso podría implicar.
Pero ambos arqueamos una ceja cuando reconocimos el rostro de aquel sujeto y recordamos su naturaleza vampírica.
«¿Y este qué?», me pregunté, sin saber cómo reaccionar ante su inesperada presencia entre una multitud que clamaba muerte para los vampiros. Decenas de hipótesis se barajeaban en la mente de Xana y la mía, descartando la mayoría. Ella, entonces, entornó los ojos.
—Descuida —musitó Xana—, procuraré mantener a mi compañero en el camino de la sensatez que tú y yo caminamos. —Guiñó un ojo y volvió la vista al frente.
No obstante, una posibilidad reverberaba en su mente, negándose a permanecer sepultada por lo demás. Zagreus, como vampiro, podría estar ahí solo para acabar con la vida de Solas, un incidente que, según ella, empeoraría la situación.
Y yo, mientras tanto, solo mostré una sonrisa nerviosa antes de mirar al frente. Los labios de Xana dibujaron una línea tensa. Yo tuve que contener la malicia que pugnaba por corromper mi sonrisa. «O está loquito o es afín a mis planes», pensé.
Solas seguía con sus tonterías indignas de biusas y, justo después, siguió con más tonterías mientras se retiraba.
Se retiraba.
El telón se levantaba para las escenas finales de su vida.
Dejando atrás a la multitud que, de alguna manera, aún tenía el deseo de alabar a Solas, nos dirigimos hacia el interior de una lujosa casa que era usada como un lugar de descanso temporal para el falso dios.
Pero ni eso pudo ser una tarea sencilla; el número de fieles que nos acompañaban para la entrega de ofrendas era mayor al apropiado para los pasillos de la mansión. Y Solas, ignorando eso y el sofocante calor que había, se detenía en cada esquina o frente a cada adorno que captaba su atención, cada vez para brindarnos palabras sobre que ser rico era malo, que podríamos ser más ricos si los vampiros no nos hubieran bloqueado con noches de terror, que ser rico era malo, que había que ir al oeste a eliminar vampiros y a despojarlos de sus riquezas inmerecidas, que el acto vil de los vampiros invadiendo una ciudad de otra raza era algo imperdonable que nadie debía hacer, y que ser rico era malo…
—¿De quién es esta mansión? —preguntó de pronto, como si hubiera soltado una cadena de incoherencias a lo largo de su recorrido.
—Santo Solas, es del Señor Vanish —le respondió un acólito a su lado—. Nos prestó su mansión para expiar su pecado de haber confraternizado con los demonios.
—¿Confraternizó con los demonios?
—Sí, Santo Solas, confraternizó con los demonios.
—Así que confraternizó con los demonios. —Guardó silencio por unos segundos, contemplando el lugar. Entonces alzó una mano—. Exprópiese.
«¿Eh?», casi solté, sorprendido.
—Exprópiese, pues —repitió Solas—. Ser rico es malo, pero el señor Vanish fue mal influenciado por la tiranía de los demonios. Tiene que aprender a abrazar la libertad, la autonomía y grandeza de los humanos y las humanas. En vez de estar acumulando riquezas mientras los pobres se nos mueren de hambre, tiene que compartir en un sentimiento de amor por los demás, que le salga de aquí, del pecho. Así que ahora esta mansión es de la iglesia, pues.
Y satisfecho con la expropiación mientras sus fieles le aplaudían y le ovacionaban, reanudó su caminata con el resto detrás.
«¿Y nadie se percata de las contradicciones entre sus palabras y sus acciones?», me pregunté, extrañado por la incapacidad de los demás en notar algo que hasta yo podía ver. «Bueno, eso no importa», me dije, obligando a mi atención a fijarse en lo relevante. «¿Cuándo se supone que lo dejarán a solas?», me pregunté, hastiándome de la sotana, del calor, de la multitud en un espacio reducido, de no poder comerme ninguna biusa aunque estaba rodeado de ellas…
Finalmente, llegamos a una enorme sala de estar, con lujosos muebles aterciopelados, cortinas con detalles exquisitos y con las paredes y esquinas adornadas con cuadros de pinturas abstractas y esculturas de cosas deformes.
Entonces tuve una maravillosa idea: sí podía comerme una biusa sin que nadie pensara que la había robado; solo debía generar una dentro de mi propia boca.
Así que eso hice.[1] Concentré éter en mi boca, dándole forma y solidez, transformando la energía en materia suculenta en una taumaturgia inimaginable para muchos…
Y abruptamente Xana me dio un codazo en un costado, tomándome desprevenido y cortando mi concentración, pues ella, a diferencia de mí, notó que mis mejillas empezaron a desprender un leve resplandor que iba en aumento, amenazando con delatarme.
La creación incompleta dio lugar a una sustancia viscosa que se expandió en todas las direcciones. Se me escurrió crema de biusa por entre los labios, la nariz y también se deslizó hacia mi garganta, provocándome un inevitable ataque de tos en un instintivo intento de evitar ahogarme.
Cuando Xana me vio expulsar crema por la boca y la nariz en un lamentable espectáculo, comprendió con horror que, a veces, el impulso de idiotez ya no debía detenerse una vez iniciado.
Xana fue la primera en voltear ligeramente el rostro para mirar de soslayo al hombre. Ella había comprendido mejor que yo lo que yo no comprendí mejor que ella꞉ la ambigüedad en la voz de él y lo que eso podría implicar.
Pero ambos arqueamos una ceja cuando reconocimos el rostro de aquel sujeto y recordamos su naturaleza vampírica.
«¿Y este qué?», me pregunté, sin saber cómo reaccionar ante su inesperada presencia entre una multitud que clamaba muerte para los vampiros. Decenas de hipótesis se barajeaban en la mente de Xana y la mía, descartando la mayoría. Ella, entonces, entornó los ojos.
—Descuida —musitó Xana—, procuraré mantener a mi compañero en el camino de la sensatez que tú y yo caminamos. —Guiñó un ojo y volvió la vista al frente.
No obstante, una posibilidad reverberaba en su mente, negándose a permanecer sepultada por lo demás. Zagreus, como vampiro, podría estar ahí solo para acabar con la vida de Solas, un incidente que, según ella, empeoraría la situación.
Y yo, mientras tanto, solo mostré una sonrisa nerviosa antes de mirar al frente. Los labios de Xana dibujaron una línea tensa. Yo tuve que contener la malicia que pugnaba por corromper mi sonrisa. «O está loquito o es afín a mis planes», pensé.
Solas seguía con sus tonterías indignas de biusas y, justo después, siguió con más tonterías mientras se retiraba.
Se retiraba.
El telón se levantaba para las escenas finales de su vida.
Dejando atrás a la multitud que, de alguna manera, aún tenía el deseo de alabar a Solas, nos dirigimos hacia el interior de una lujosa casa que era usada como un lugar de descanso temporal para el falso dios.
Pero ni eso pudo ser una tarea sencilla; el número de fieles que nos acompañaban para la entrega de ofrendas era mayor al apropiado para los pasillos de la mansión. Y Solas, ignorando eso y el sofocante calor que había, se detenía en cada esquina o frente a cada adorno que captaba su atención, cada vez para brindarnos palabras sobre que ser rico era malo, que podríamos ser más ricos si los vampiros no nos hubieran bloqueado con noches de terror, que ser rico era malo, que había que ir al oeste a eliminar vampiros y a despojarlos de sus riquezas inmerecidas, que el acto vil de los vampiros invadiendo una ciudad de otra raza era algo imperdonable que nadie debía hacer, y que ser rico era malo…
—¿De quién es esta mansión? —preguntó de pronto, como si hubiera soltado una cadena de incoherencias a lo largo de su recorrido.
—Santo Solas, es del Señor Vanish —le respondió un acólito a su lado—. Nos prestó su mansión para expiar su pecado de haber confraternizado con los demonios.
—¿Confraternizó con los demonios?
—Sí, Santo Solas, confraternizó con los demonios.
—Así que confraternizó con los demonios. —Guardó silencio por unos segundos, contemplando el lugar. Entonces alzó una mano—. Exprópiese.
«¿Eh?», casi solté, sorprendido.
—Exprópiese, pues —repitió Solas—. Ser rico es malo, pero el señor Vanish fue mal influenciado por la tiranía de los demonios. Tiene que aprender a abrazar la libertad, la autonomía y grandeza de los humanos y las humanas. En vez de estar acumulando riquezas mientras los pobres se nos mueren de hambre, tiene que compartir en un sentimiento de amor por los demás, que le salga de aquí, del pecho. Así que ahora esta mansión es de la iglesia, pues.
Y satisfecho con la expropiación mientras sus fieles le aplaudían y le ovacionaban, reanudó su caminata con el resto detrás.
«¿Y nadie se percata de las contradicciones entre sus palabras y sus acciones?», me pregunté, extrañado por la incapacidad de los demás en notar algo que hasta yo podía ver. «Bueno, eso no importa», me dije, obligando a mi atención a fijarse en lo relevante. «¿Cuándo se supone que lo dejarán a solas?», me pregunté, hastiándome de la sotana, del calor, de la multitud en un espacio reducido, de no poder comerme ninguna biusa aunque estaba rodeado de ellas…
Finalmente, llegamos a una enorme sala de estar, con lujosos muebles aterciopelados, cortinas con detalles exquisitos y con las paredes y esquinas adornadas con cuadros de pinturas abstractas y esculturas de cosas deformes.
Entonces tuve una maravillosa idea: sí podía comerme una biusa sin que nadie pensara que la había robado; solo debía generar una dentro de mi propia boca.
Así que eso hice.[1] Concentré éter en mi boca, dándole forma y solidez, transformando la energía en materia suculenta en una taumaturgia inimaginable para muchos…
Y abruptamente Xana me dio un codazo en un costado, tomándome desprevenido y cortando mi concentración, pues ella, a diferencia de mí, notó que mis mejillas empezaron a desprender un leve resplandor que iba en aumento, amenazando con delatarme.
La creación incompleta dio lugar a una sustancia viscosa que se expandió en todas las direcciones. Se me escurrió crema de biusa por entre los labios, la nariz y también se deslizó hacia mi garganta, provocándome un inevitable ataque de tos en un instintivo intento de evitar ahogarme.
Cuando Xana me vio expulsar crema por la boca y la nariz en un lamentable espectáculo, comprendió con horror que, a veces, el impulso de idiotez ya no debía detenerse una vez iniciado.
(☞°∀°)☞ OFFROL ☜(°∀°☜)
[0] Breve mención a las viusas: son como las biusas, pero el sabor siempre es aquel que más le desagrada al que lo pruebe.
[1] Habi extra꞉ Protobiusas, que permite hacer biusas, pero esta vez salió mal.
[1] Habi extra꞉ Protobiusas, que permite hacer biusas, pero esta vez salió mal.
Rauko
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Re: Solas, corazón del pueblo [Evento Sacrestic] [Noche] [Libre]
La megalomanía de aquel sujeto era asfixiante. Sus delirios de grandeza, sumados al poder ficticio otorgado por las masas, creaba un ser caprichoso y pedante. El religioso necesitaba ser el centro de atención, Solas no era capaz de escuchar al otro. No había silencios ni diálogos, solo un monólogo interminable de propaganda humana.
Con cada minuto que pasaba me sentía más agobiado, pero no quería estropear algo que llevaba calculando por tantos días. La rutina de aquel hombre de fe se repetía noche tras noche, eso me permitía predecir sus pasos y sacar provecho de los mismos, sin embargo, una variable, un aspecto no controlado, detonó el caos.
El elfo empezó a sufrir una especie de reacción, no sabía si era algo de alergia, magia o alguna condición médica bastante repulsiva. La gente rápidamente se dio cuenta por su tos. Interrumpiendo las palabras de Solas. Haciendo que todos se sorprendieran de su imprudencia.
Me acerqué a su compañera de cara tatuada que parecía ser más racional. - ¿Acaso quiere que lo maten, qué ocurre con él? - susurré.
El hombre enmascarado guardó silencio, y se acercó al elfo de pelos níveos, aproximándose a su rostro invadiendo su espacio personal. Debajo del metal de la máscara se lograba escuchar como olfateaba al elfo con un sonido grave que se repitió un par de veces.
Solas tomó su espacio y se irguió nuevamente, todavía en silencio. Con el dedo índice rozó parte del mentón del elfo tomando entre las yemas de sus dedos enguantados de blanco aquel líquido viscoso. El hombre jugueteó con su textura.
¿Qué clase de aberración es esta? Reconozco las biusas, soy el mayor experto y consumidor de biusas del mundo. Ese Brillo, ese olor, esto... - decía dejando todo atisbo de broma atrás, Solas hablaba con seriedad de un tema que parecía importarle más que los vampiros o la riqueza.
¿Este sacrilegio de dónde ha salido? Explícate. ¿Quién eres tú y que se supone que es esta blasfemia?
Miraba con enojo al elfo, había alterado todo y parecía que sería una noche desperdiciada. Solas estaba ofendido y su careta parecía caerse. Ya no le importaban sus seguidores o su discurso religioso-político. Ya no era un tema de vampiros, aquel elfo había insultado a Reznov con aquello que ni siquiera podía explicar, ese rastro de biusa bastarda que contradecía la perfección del fruto real.
_________________
Off
Pido disculpas por el metarol de que Solas alcanza a tocar a Rauko.
Con cada minuto que pasaba me sentía más agobiado, pero no quería estropear algo que llevaba calculando por tantos días. La rutina de aquel hombre de fe se repetía noche tras noche, eso me permitía predecir sus pasos y sacar provecho de los mismos, sin embargo, una variable, un aspecto no controlado, detonó el caos.
El elfo empezó a sufrir una especie de reacción, no sabía si era algo de alergia, magia o alguna condición médica bastante repulsiva. La gente rápidamente se dio cuenta por su tos. Interrumpiendo las palabras de Solas. Haciendo que todos se sorprendieran de su imprudencia.
Me acerqué a su compañera de cara tatuada que parecía ser más racional. - ¿Acaso quiere que lo maten, qué ocurre con él? - susurré.
El hombre enmascarado guardó silencio, y se acercó al elfo de pelos níveos, aproximándose a su rostro invadiendo su espacio personal. Debajo del metal de la máscara se lograba escuchar como olfateaba al elfo con un sonido grave que se repitió un par de veces.
Solas tomó su espacio y se irguió nuevamente, todavía en silencio. Con el dedo índice rozó parte del mentón del elfo tomando entre las yemas de sus dedos enguantados de blanco aquel líquido viscoso. El hombre jugueteó con su textura.
¿Qué clase de aberración es esta? Reconozco las biusas, soy el mayor experto y consumidor de biusas del mundo. Ese Brillo, ese olor, esto... - decía dejando todo atisbo de broma atrás, Solas hablaba con seriedad de un tema que parecía importarle más que los vampiros o la riqueza.
¿Este sacrilegio de dónde ha salido? Explícate. ¿Quién eres tú y que se supone que es esta blasfemia?
Miraba con enojo al elfo, había alterado todo y parecía que sería una noche desperdiciada. Solas estaba ofendido y su careta parecía caerse. Ya no le importaban sus seguidores o su discurso religioso-político. Ya no era un tema de vampiros, aquel elfo había insultado a Reznov con aquello que ni siquiera podía explicar, ese rastro de biusa bastarda que contradecía la perfección del fruto real.
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Pido disculpas por el metarol de que Solas alcanza a tocar a Rauko.
Zagreus
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Re: Solas, corazón del pueblo [Evento Sacrestic] [Noche] [Libre]
El éxito, eso es lo que se alejaba a medida que el Solas se acercaba sin temor alguno.
Sin reparar en mi incomodidad, o tal vez solo ignorándola, él me examinó y hasta me olfateó con intensidad, a pesar de llevar una máscara. «Ya me lo imagino intentando apagar las velas soplando con la máscara puesta», pensé.
Entonces reparé en un detalle importante: yo tenía al objetivo delante de mí, a menos de un metro, al alcance de mi diadema…
«No», me reprendí, conteniendo mi impulso de idiotez. «Será complicado escapar con Xana si me precipito ahora», me dije. «Además…». Lancé una sutil poco sutil mirada alrededor, discretamente observando sin discreción a los humanos que ejercían como guardias del Solas y notando el éter en algunos ellos. ¿Hechiceros? ¿Paladines, quizás? ¿O solo fanáticos con armas mágicas con las que habrían entrenado apenas unos días?
Mientras tanto, Xana se mantuvo quieta, sintiendo el paulatino e inexorable aumento de la tensión en el ambiente y apretando, aunque inconscientemente, su mandíbula. Casi dio un respingo al escuchar las palabras del vampiro, pero procuró aparentar calma.
—Descuida, todo está bajo control —respondió en un susurro que fracasó en ocultar por completo su preocupación, y, además, eso ni respondía la pregunta de Zagreus.
—Abgubaaubga —articulé apenas, aún atragantado por el ataque de biusistis aguda.
«O quizás no…», pensó entonces Xana.
—¡Oh, Gran Solas, mi Sacerdote Eterno! —exclamó ella, sin pensar, e hizo una rápida y profunda reverencia con la que casi le dio un cabezazo a Solas—. El joven que tiene ante usted, ¡oh, este pobre joven!, es un desdichado —agregó, teatral, dramática, quizás hasta exagerada. Irguió su columna y sacó pecho, sin percatarse de que el contorno de sus frontales atributos femeninos se hizo más notable en la túnica… En realidad, no había mucho que notar—. Él, el joven… Ahm… Filomeno Manzano, sí, Filomeno Manzano (no suena elfo porque es adoptado) es un humilde campesino de Verisar, y ha sido… ¡oh, no me lo podrá creer!, ha sido bendecido hace unos años.
Sin saber qué planeaba ella, quizás porque no había ningún plan, creé pequeñas ráfagas de éter desde mi garganta, canalizándolas hacia el exterior, para empujar toda biusa fuera de mi boca. Y lo que salía era una sustancia colorida, viscosa y que se deshacía cada vez más.
—Filomeno Manzano —prosiguió Xana, agregando amplias gesticulaciones a su narración— tuvo revelaciones del mismísimo Espíritu Santo, que se le apareció en forma de paloma blanca. Y le silbó, y entonces el joven le silbó también. «Si tú silbas, yo silbo, porque, como dicen en mi comarca꞉ "si tú quieres, yo quiero"», fue el pensamiento de Filomeno.
» Fue entonces que tuvo una gran revelación y supo que debía prepararse para ayudar al pueblo de Dios a ganar esta guerra santa contra los demonios, y para ello, ¡sí, para ello!, fue bendecido con el don de crear biusas y biusos, pues este maravilloso milagro le llevaría a conocer al gran salvador que nos salvaría con su liderazgo.
Entonces volvió a mirarme, notándome con una imagen más asquerosa que antes. «Quizás eso no parece una bendición», pensó. Así que se colocó el dorso de la mano en la frente y alzó el rostro.
—¡Pero qué desgracia, qué vileza, qué blasfemia! —exclamó, tornando su dramatismo en melodramatismo—. Humanos escuálidos al servicio del vampirismo sabotearon al plan divino y, con ayuda de un vampiro, un malvado… llamado Eilon Moks, maldijeron a Filomeno, alterando su don de crear frutas y frutos perfectos, dejándolo con este maleficio en el que a veces su interior se llena de biusas y debe vomitarlas para no morir, una crueldad solo posible por la maldad del ultravampirismo.
Al escuchar esa última parte, sabia y oportunamente decidí hacer pucheros para complementar su historia.
—¡Pero qué grande es Dios, cuyo tiempo es perfecto! —continuó con una amplia sonrisa de alivio y derramando una lagrimita que parecía reflejar muy bien la luz, pero que era, en realidad, partículas de luz que creó ella directamente con forma de lágrima—. Gracias a esto, hemos buscado y buscado sacerdotes de Dios en busca de curación, de un milagro, y en este camino de vicisitudes hemos llegado a usted, sabio apreciador de las biusas, en este encuentro dictaminado por voluntad divina, porque todo bajo el cielo y sobre la tierra reconoce al verlo que usted es y será el salvador de esta era.
Finalmente, logré deshacerme de la biusitis y, entonces, coloqué una rodilla en el suelo.
—Juro por mi padre… Jacques Manzano, y mi madre… Isabela Piña, que todo lo que dijo es cierto. Y como prueba de su relato, y como mi ofrenda por su santa misión, y como señal del designio divino, hago entrega del fruto de mi fe.
Junté las manos frente a mí, con las palmas hacia arriba, y empecé a generar una biusa sobre estas, la biusa más grande y hermosa que alguna vez hice, materializándola como una gran manzana de simetría perfecta, de color dorado y dotándola de un aura luminosa y cálida, de la misma energía usada en la curación élfica.
«Si tan solo te atragantaras comiéndote esta biusa que no te mereces, o que hagas el ridículo cayéndote de un caballo y haciendo caer a los que cabalguen detrás de ti», pensé, resistiendo el deseo de convertir la biusa en una explosiva que acabara con este acto de sacrilegio contra las frutas perfectas.
Sin reparar en mi incomodidad, o tal vez solo ignorándola, él me examinó y hasta me olfateó con intensidad, a pesar de llevar una máscara. «Ya me lo imagino intentando apagar las velas soplando con la máscara puesta», pensé.
Entonces reparé en un detalle importante: yo tenía al objetivo delante de mí, a menos de un metro, al alcance de mi diadema…
«No», me reprendí, conteniendo mi impulso de idiotez. «Será complicado escapar con Xana si me precipito ahora», me dije. «Además…». Lancé una sutil poco sutil mirada alrededor, discretamente observando sin discreción a los humanos que ejercían como guardias del Solas y notando el éter en algunos ellos. ¿Hechiceros? ¿Paladines, quizás? ¿O solo fanáticos con armas mágicas con las que habrían entrenado apenas unos días?
Mientras tanto, Xana se mantuvo quieta, sintiendo el paulatino e inexorable aumento de la tensión en el ambiente y apretando, aunque inconscientemente, su mandíbula. Casi dio un respingo al escuchar las palabras del vampiro, pero procuró aparentar calma.
—Descuida, todo está bajo control —respondió en un susurro que fracasó en ocultar por completo su preocupación, y, además, eso ni respondía la pregunta de Zagreus.
—Ab
«O quizás no…», pensó entonces Xana.
—¡Oh, Gran Solas, mi Sacerdote Eterno! —exclamó ella, sin pensar, e hizo una rápida y profunda reverencia con la que casi le dio un cabezazo a Solas—. El joven que tiene ante usted, ¡oh, este pobre joven!, es un desdichado —agregó, teatral, dramática, quizás hasta exagerada. Irguió su columna y sacó pecho, sin percatarse de que el contorno de sus frontales atributos femeninos se hizo más notable en la túnica… En realidad, no había mucho que notar—. Él, el joven… Ahm… Filomeno Manzano, sí, Filomeno Manzano (no suena elfo porque es adoptado) es un humilde campesino de Verisar, y ha sido… ¡oh, no me lo podrá creer!, ha sido bendecido hace unos años.
Sin saber qué planeaba ella, quizás porque no había ningún plan, creé pequeñas ráfagas de éter desde mi garganta, canalizándolas hacia el exterior, para empujar toda biusa fuera de mi boca. Y lo que salía era una sustancia colorida, viscosa y que se deshacía cada vez más.
—Filomeno Manzano —prosiguió Xana, agregando amplias gesticulaciones a su narración— tuvo revelaciones del mismísimo Espíritu Santo, que se le apareció en forma de paloma blanca. Y le silbó, y entonces el joven le silbó también. «Si tú silbas, yo silbo, porque, como dicen en mi comarca꞉ "si tú quieres, yo quiero"», fue el pensamiento de Filomeno.
» Fue entonces que tuvo una gran revelación y supo que debía prepararse para ayudar al pueblo de Dios a ganar esta guerra santa contra los demonios, y para ello, ¡sí, para ello!, fue bendecido con el don de crear biusas y biusos, pues este maravilloso milagro le llevaría a conocer al gran salvador que nos salvaría con su liderazgo.
Entonces volvió a mirarme, notándome con una imagen más asquerosa que antes. «Quizás eso no parece una bendición», pensó. Así que se colocó el dorso de la mano en la frente y alzó el rostro.
—¡Pero qué desgracia, qué vileza, qué blasfemia! —exclamó, tornando su dramatismo en melodramatismo—. Humanos escuálidos al servicio del vampirismo sabotearon al plan divino y, con ayuda de un vampiro, un malvado… llamado Eilon Moks, maldijeron a Filomeno, alterando su don de crear frutas y frutos perfectos, dejándolo con este maleficio en el que a veces su interior se llena de biusas y debe vomitarlas para no morir, una crueldad solo posible por la maldad del ultravampirismo.
Al escuchar esa última parte, sabia y oportunamente decidí hacer pucheros para complementar su historia.
—¡Pero qué grande es Dios, cuyo tiempo es perfecto! —continuó con una amplia sonrisa de alivio y derramando una lagrimita que parecía reflejar muy bien la luz, pero que era, en realidad, partículas de luz que creó ella directamente con forma de lágrima—. Gracias a esto, hemos buscado y buscado sacerdotes de Dios en busca de curación, de un milagro, y en este camino de vicisitudes hemos llegado a usted, sabio apreciador de las biusas, en este encuentro dictaminado por voluntad divina, porque todo bajo el cielo y sobre la tierra reconoce al verlo que usted es y será el salvador de esta era.
Finalmente, logré deshacerme de la biusitis y, entonces, coloqué una rodilla en el suelo.
—Juro por mi padre… Jacques Manzano, y mi madre… Isabela Piña, que todo lo que dijo es cierto. Y como prueba de su relato, y como mi ofrenda por su santa misión, y como señal del designio divino, hago entrega del fruto de mi fe.
Junté las manos frente a mí, con las palmas hacia arriba, y empecé a generar una biusa sobre estas, la biusa más grande y hermosa que alguna vez hice, materializándola como una gran manzana de simetría perfecta, de color dorado y dotándola de un aura luminosa y cálida, de la misma energía usada en la curación élfica.
«Si tan solo te atragantaras comiéndote esta biusa que no te mereces, o que hagas el ridículo cayéndote de un caballo y haciendo caer a los que cabalguen detrás de ti», pensé, resistiendo el deseo de convertir la biusa en una explosiva que acabara con este acto de sacrilegio contra las frutas perfectas.
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Jamás pensé que llegaría el día en que haría tantas referencias a maburradas en un tema y las mezclaría con Juana de Arco…
Los caminos de Yisus son inescrutables.
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Rauko
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Re: Solas, corazón del pueblo [Evento Sacrestic] [Noche] [Libre]
Parecía que todo se caía abajo por la ofensa de aquel insensato. Esa noche no habría tributo alguno y toda aquella pantomima para intentar acercarse al “santo” acabaría en un elfo sacrificado por el simple hecho de ser idiota.
Enseguida su compañera de rostro tatuado empezó a responder por el elfo que seguía contrariado con la aberración en sus adentros. Era evidente que todo era improvisado, ninguna historia podía ser tan… fantasiosa. Mi rostro no podía contener el sentimiento de vergüenza ajena por aquella pareja, cada frase era como si estuviera cavando un foso en sus propios pies, enterrándose con la misma tierra que sacaban. Era incluso doloroso de observar y escuchar.
Solas se acercó invadiendo el espacio personal de ambos y era evidente que no compraba nada de lo que escuchaba. ¿Acaso había alguien que si lo hiciera? Todo aquel discurso era un insulto a la inteligencia, hasta el ser más crédulo e ignorante de la vida entendería que todo era una mentira muy mala.
Lo conozco.
Era un despropósito y solo esperaba que el santo dictara sentencia con aquellos dos. Era obvio que la mujer sería su amante, era la única explicación por la que defender y dar su vida por tal idiota. Nadie los podría salvar, su intento era una tontería que seguramente solo enfadaría mas a Solas, era una ofensa pensar que eso era real y que algún adulto lo creería.
Maldito seas Eilon Moks. Maldita sea mil veces. - interrumpió mi pensamiento el enmascarado con sus palabras.
Ya va, ¿qué? - Pensé sorprendido. Mi cara luchaba por sostener mi mandíbula que quería caerse al suelo con tal respuesta de aquel miserable humano.
Sí, he oído ese nombre, ese es el tipo que se dedica a los animales, pero ya le dieron su plática y cree que por ser influencer - Solas amaba inventar neologismos que ni siquiera él entendía - en el Imperio ya es determinante en Lunargenta.
Eilon Moks, te metiste con nosotros y te vas a secar. ¡Te vas a secar! Mira que quien se mete con Solas Reznov se seca.
El resto del público presente empezaron a mascullar frases entre ellos y al cabo de unos segundos coreaban y celebraban las palabras de su líder. La ausencia de neuronas en esa sala era impresionante, cualquier explicación racional era sentenciada a ser acusada de mentira y solo se quedaban con las palabras sin sentido de Solas.
¿Acaso la historia de Filomeno Manzano era real? Yo no podía estar equivocado, tenía certeza de ser un sujeto sumamente inteligente… ¿o no era así? Pensar se volvía un acto de rebeldía y me invitaba a cuestionarme.
Ven compatriota, le mostraremos con un milagro al mundo que no volverán. Esos vampiros no volverán.
El hombre cruzó miradas conmigo detrás de la pareja y con voz autoritaria me señaló diciendo - Tú, demuestra que esos músculos no son solo de adorno. Carga a nuestro hermano indispuesto, malditos vampiros no solo matan y roban, ahora maldicen las biusas. Eso no lo puedo perdonar.
Evidentemente, me negaba a hacer tal estupidez, pero la mirada que brotaba de aquella máscara de metal me invitaba a contemplar que aquello no era una petición amable, era una orden.
El santo guardó la biusa magistral que se le había entregado como ofrenda con recelo entre sus ropajes, no deseaba quitarse la máscara aún con tantos presentes. Aunque en el fondo la tentación lo sobrepasaba.
Ven, hay que ir de vuelta a la iglesia para hacer el vampiroxorcismo. Solo pocos podemos quitar la oscuridad podrida de los seres malditos.
Cargando al elfo con sutileza seguí los pasos de Solas. La mujer de rostro tatuado caminaba a mi lado, evidentemente preocupada por cómo Filomeno nos había metido en tan enrevesado problema. Pronto, la gente que se había marchado a sus casas se reincorporaron atraídos por el espectáculo del “milagro de Solas”. Nuevamente, la multitud salió de sus casas coreando el nombre del santo que nos llevó a un gran santuario situado a un par de calles de donde se ubicaba su ”humilde” hospedaje.
Pueblo, vean la corrupción del mal en nuestro querido compatriota. Así son ellos, solo corrompen lo bello. Quién se atrevería a cometer semejante pecado ante el alimento sagrado que supone las biusas. Fácil, aquellos envidiosos que no pueden saborear tal manjar.
Sacos y sacos de tributos, en su mayoría joyas y biusas, fueron dispuestas junto al altar adornando las espaldas del santo humano. Ahí, con la iglesia repleta de creyentes, todos movidos por la curiosidad y el odio inculcado por Solas, coreaban. - ¡Uh. Ah, Solas no se va!
Allí estábamos nosotros tres, yo cargando al “moribundo” elfo y la mujer de rostro tatuado. Por su parte, siendo el centro del espectáculo, Solas Reznov extendió sus brazos al cielo mientras seguía con su cadena.
El ultravampirismo será eliminado hoy ante sus ojos. Vamos a recuperar el don divino de este humilde y revolucionario compatriota. - era obvio que tal poder de hacer biusas sería el sueño más anhelado de aquel sujeto. Un poder así bajo su manto sería el paraíso en tierra.
El santo miró a su asistente, un tipo bajito y regordete con ojos claros. Sin duda con una cara de ser la personificación de la rabia y la hipocresía. Rápidamente, subió con lo que parecía ser una maza de madera con algunos pinchos en unas placas de metal soldado.
El santo tomó el arma y se giró nuevamente a su público, dándonos la espalda. Con el mazo dando, eh. - dijo con su típica risita burlesca que rápidamente fue acompañada por el jolgorio de la gente . - Elion Musk, podemos apostar un viaje a Marte. Uno contra uno, no te tengo miedo, a ti y a ningún vampiro.
Ahora vamos a comenzar con el milagro. Y si, como podrán imaginar la única manera de lidiar con los actos del demonio es con la fuerza. - El hombre alzó el mazo y lo exhibió al público, y gritando eufórico comentó - Si el diablo se pone cómico, se lo acomodo por las costillas. - Y acto seguido sin bajar el mazo se giró para mirar al elfo que seguía en mis brazos. Agradecía que no era muy pesado, pero era evidente que no quería continuar con aquel exorcismo.
______________________Enseguida su compañera de rostro tatuado empezó a responder por el elfo que seguía contrariado con la aberración en sus adentros. Era evidente que todo era improvisado, ninguna historia podía ser tan… fantasiosa. Mi rostro no podía contener el sentimiento de vergüenza ajena por aquella pareja, cada frase era como si estuviera cavando un foso en sus propios pies, enterrándose con la misma tierra que sacaban. Era incluso doloroso de observar y escuchar.
Solas se acercó invadiendo el espacio personal de ambos y era evidente que no compraba nada de lo que escuchaba. ¿Acaso había alguien que si lo hiciera? Todo aquel discurso era un insulto a la inteligencia, hasta el ser más crédulo e ignorante de la vida entendería que todo era una mentira muy mala.
Lo conozco.
Era un despropósito y solo esperaba que el santo dictara sentencia con aquellos dos. Era obvio que la mujer sería su amante, era la única explicación por la que defender y dar su vida por tal idiota. Nadie los podría salvar, su intento era una tontería que seguramente solo enfadaría mas a Solas, era una ofensa pensar que eso era real y que algún adulto lo creería.
Maldito seas Eilon Moks. Maldita sea mil veces. - interrumpió mi pensamiento el enmascarado con sus palabras.
Ya va, ¿qué? - Pensé sorprendido. Mi cara luchaba por sostener mi mandíbula que quería caerse al suelo con tal respuesta de aquel miserable humano.
Sí, he oído ese nombre, ese es el tipo que se dedica a los animales, pero ya le dieron su plática y cree que por ser influencer - Solas amaba inventar neologismos que ni siquiera él entendía - en el Imperio ya es determinante en Lunargenta.
Eilon Moks, te metiste con nosotros y te vas a secar. ¡Te vas a secar! Mira que quien se mete con Solas Reznov se seca.
El resto del público presente empezaron a mascullar frases entre ellos y al cabo de unos segundos coreaban y celebraban las palabras de su líder. La ausencia de neuronas en esa sala era impresionante, cualquier explicación racional era sentenciada a ser acusada de mentira y solo se quedaban con las palabras sin sentido de Solas.
¿Acaso la historia de Filomeno Manzano era real? Yo no podía estar equivocado, tenía certeza de ser un sujeto sumamente inteligente… ¿o no era así? Pensar se volvía un acto de rebeldía y me invitaba a cuestionarme.
Ven compatriota, le mostraremos con un milagro al mundo que no volverán. Esos vampiros no volverán.
El hombre cruzó miradas conmigo detrás de la pareja y con voz autoritaria me señaló diciendo - Tú, demuestra que esos músculos no son solo de adorno. Carga a nuestro hermano indispuesto, malditos vampiros no solo matan y roban, ahora maldicen las biusas. Eso no lo puedo perdonar.
Evidentemente, me negaba a hacer tal estupidez, pero la mirada que brotaba de aquella máscara de metal me invitaba a contemplar que aquello no era una petición amable, era una orden.
El santo guardó la biusa magistral que se le había entregado como ofrenda con recelo entre sus ropajes, no deseaba quitarse la máscara aún con tantos presentes. Aunque en el fondo la tentación lo sobrepasaba.
Ven, hay que ir de vuelta a la iglesia para hacer el vampiroxorcismo. Solo pocos podemos quitar la oscuridad podrida de los seres malditos.
Cargando al elfo con sutileza seguí los pasos de Solas. La mujer de rostro tatuado caminaba a mi lado, evidentemente preocupada por cómo Filomeno nos había metido en tan enrevesado problema. Pronto, la gente que se había marchado a sus casas se reincorporaron atraídos por el espectáculo del “milagro de Solas”. Nuevamente, la multitud salió de sus casas coreando el nombre del santo que nos llevó a un gran santuario situado a un par de calles de donde se ubicaba su ”humilde” hospedaje.
Pueblo, vean la corrupción del mal en nuestro querido compatriota. Así son ellos, solo corrompen lo bello. Quién se atrevería a cometer semejante pecado ante el alimento sagrado que supone las biusas. Fácil, aquellos envidiosos que no pueden saborear tal manjar.
Sacos y sacos de tributos, en su mayoría joyas y biusas, fueron dispuestas junto al altar adornando las espaldas del santo humano. Ahí, con la iglesia repleta de creyentes, todos movidos por la curiosidad y el odio inculcado por Solas, coreaban. - ¡Uh. Ah, Solas no se va!
Allí estábamos nosotros tres, yo cargando al “moribundo” elfo y la mujer de rostro tatuado. Por su parte, siendo el centro del espectáculo, Solas Reznov extendió sus brazos al cielo mientras seguía con su cadena.
El ultravampirismo será eliminado hoy ante sus ojos. Vamos a recuperar el don divino de este humilde y revolucionario compatriota. - era obvio que tal poder de hacer biusas sería el sueño más anhelado de aquel sujeto. Un poder así bajo su manto sería el paraíso en tierra.
El santo miró a su asistente, un tipo bajito y regordete con ojos claros. Sin duda con una cara de ser la personificación de la rabia y la hipocresía. Rápidamente, subió con lo que parecía ser una maza de madera con algunos pinchos en unas placas de metal soldado.
El santo tomó el arma y se giró nuevamente a su público, dándonos la espalda. Con el mazo dando, eh. - dijo con su típica risita burlesca que rápidamente fue acompañada por el jolgorio de la gente . - Elion Musk, podemos apostar un viaje a Marte. Uno contra uno, no te tengo miedo, a ti y a ningún vampiro.
Ahora vamos a comenzar con el milagro. Y si, como podrán imaginar la única manera de lidiar con los actos del demonio es con la fuerza. - El hombre alzó el mazo y lo exhibió al público, y gritando eufórico comentó - Si el diablo se pone cómico, se lo acomodo por las costillas. - Y acto seguido sin bajar el mazo se giró para mirar al elfo que seguía en mis brazos. Agradecía que no era muy pesado, pero era evidente que no quería continuar con aquel exorcismo.
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Pido disculpas por cargarte, pero era necesario para avanzar en la trama. Espero que no te incomode.
Zagreus
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Re: Solas, corazón del pueblo [Evento Sacrestic] [Noche] [Libre]
«¿Funcionó?», me pregunté, perplejo ante la terrible credulidad de Solas.
«¿Funcionó?», se preguntó Xana, perpleja ante la sospechosa credulidad de Solas.
«Sí, funcionó», reconocimos, a pesar de nuestra perplejidad ante… Sí, mucha repetición de texto, pero para enfatizar nuestra perplejidad ante la favorable (para nosotros) credulidad de Solas.
En cualquier caso, pasé de chico de las biusas a saco de biusas, siendo cargado como tal por el sujeto que tuvo el buen gusto de nacer con el cabello del mismo color que el mío.
«¿Y ahora qué?», cavilé mientras era llevado a un destino desconocido que ya me daba mala espina. «¿Debo seguir actuando como niño sin cerebro?», era mi duda, como si ese no fuera mi comportamiento habitual.
Mientras tanto, Xana no sabía si morir de preocupación, vergüenza (tanto propia como ajena) o de frustración por el desafortunado cambio de planes. Pero su nerviosismo solo aumentó cuando llegamos a nuestro destino, al lugar donde un ritual revolucionario se llevaría a cabo. Ella observó, con una sonrisa tensa y el sudor iniciando un impertinente escape hacia el exterior de su piel.
Yo, sin embargo, ya estaba planeando maneras de simplemente renunciar a toda sutileza y explotarlo todo con luces y acero.
Pero los guaridas… Por sus miradas, podía intuir que no parecían confiar demasiado en que yo aceptaría los mazazos rituales. Y tenían razón. ¡¿En qué estaba pensando Solas?! ¡¿Por qué querría apalear, y quizás matar, al único capaz de hacer biusas?! Mi vida no valía mucho, pero sí mi don. No podía permitir que le quitaran al mundo tal bendición. Era inaceptable. Pero ese Solas, aunque tuviera todos los tesoros del mundo en sus manos, no sabría administrarlos y condenaría al mundo a la pobreza.
Pensar en eso me hizo reconsiderar.
Si lograba hacer que los guardias bajaran, pues, la guardia, entonces…
Pensé, tan rápido y disparatado como me fue posible, y tuve una idea espantosa para lidiar con el mazo, una idea descabellada. «Me canso ganso», me dije al verlo con el mazo dando.
Hice un gesto afirmativo a Xana y ella comprendió, inexplicablemente con algo de temor, que yo había pensado en una solución.
—Excelente, excelente —exclamó Xana con un intento de entusiasmo y reverencia—. Por favor, buen hombre —le dijo a Zagreus—, deje a mi compañero bajo el cuidado del Sacerdote Eterno —añadió.
Y así fue. Terminé delante de Solas, de pie y bonito ante su mazo, listo para hacerme el ganso. Coloqué una rodilla en el suelo y alcé la mirada para ver a sus ojos, o a donde debían estar sus ojos.
Entonces comenzó.
Bajó el mazo, a una velocidad poco apta para exorcizar con intenciones no letales.
Y me atravesó.
El mazo trazó un arco descendiente, y Solas, que no había calculado la poca resistencia que encontraría su golpe, casi cayó hacia adelante. Fue como haber golpeado al aire… No, sí había golpeado algo.
Miró su mazo, el cual ahora estaba cubierto por crema de biusa.
Me esforcé en contener la risa que pugnaba por salir desde el fondo mi pecho. Usando mi amplia experiencia en combate,[1] había calculado la trayectoria y el momento exacto en que su arma me impactaría para hacer, solo por un instante, intangible[2] la zona de mi cuerpo que habría sido destruido en circunstancias no mágicas. Además, en dicha zona materialicé un intento de biusa,[3] aunque apenas logré darle la consistencia de un líquido viscoso.
—¡Está funcionando, está funcionando! —exclamé con fingida sorpresa—. Por favor, mi Sacerdote Eterno, no se detenga —imploré con falsa euforia—. Su reliquia sagrada en forma de mazo está sacando de mi alma la corrupción en mis biusas.
Pareció dudar por un momento, pero pronto el público empezó a alabar su supuesta hazaña, clamando la continuación del milagro.
Así que dio el siguiente golpe, repitiéndose el resultado. Dio otro y otro más, salpicando crema de biusas por doquier.
Hasta que no pude contener el alcance de mi hechizo y la transmutación se extendió hacia el resto de mi cuerpo.
Carne, sangre, huesos y ropa se convirtieron en lo mismo: energía, éter, luz plateada.
La gravedad perdió su poder sobre mí y me elevé del suelo, lo que desencadenó exclamaciones de los espectadores.
—¡Finalmente he sido sanado! —declaré, mi voz proyectándose con fuerza y magia, y extendí mis brazos a los lados, formando una «T» con mi cuerpo etéreo.
Entonces estallaron los aplausos, las ovaciones, los sollozos eufóricos. Incluso Solas cedió y se aplaudió a sí mismo.
—¡Un milagro más hecho por nuestra revolución! —celebró Solas—. ¡Uno más de todos los milagros y milagras hechos por nuestro poder, un poder que se ha alcanzado como un logro histórico de muchos años, muchos años… y esfuerzos de lucha!
Los aplausos aumentaron, imbuidos con más devoción. O eso parecía, pues Solas notó algo discordante. Señaló a un individuo cercano y ordenó:
—¡Aplaude, Diosdado!
Miré en la dirección señalada y noté al sujeto, quien seguía sin aplaudir, ni sonreír, ni aparentar que alguna vez estuvo contento con la vida.
Decidí ignorarlo.
—¡Por favor, gran sacerdote Solas —clamé—, consuma la biusa sagrada que yo, su humilde servidor, le ha entregado como ofrenda! Ahora que he renacido, mi poder ha vuelto por completo y ahora usted, al consumir esa biusa, será bendecido con mi don de multiplicar algo mejor que los panes…
—Y los penes… —se adelantó, emocionado—. Digo, los peces —se corrigió enseguida.
—Sí, algo mejor. Me refiero a multiplicar las biusas.
Xana tuvo un mal presentimiento. Ella dio un pequeño paso hacia mí y aumentó ligeramente el éter a su alrededor, intuyendo mi verdadera intención y preparándose para responder.
Ella no me dejaba otra opción que usar mi último recurso, a pesar del costo.
—Consuma la fruta divina —proseguí—, pero no aquí, en tierra de mortales, sino en una tierra sagrada, a donde lo llevaré por un instante.
Destellé, convirtiéndome en un fogonazo por un momento. Y, entonces, activé el hechizo de una reliquia en mi posesión.
En el siguiente segundo, ambos, solo él y yo, estábamos en un hermoso bosque, con flores adornando el suelo y la luna llena resplandeciendo en un cielo astrífero.[4]
Mientras que Xana, maldiciendo por lo bajo, presenció junto a los demás cómo desaparecimos sin dejar rastro alguno.
Mi cuerpo empezó a perder su estabilidad. Así que, con ceremoniosa parsimonia, descendí y me materialicé, aunque mantuve una ligera aura de luz sobre mi piel.
Con suavidad, coloqué una mano en un árbol cercano. Le inyecté éter, y su corteza también se cubrió de un aura de luz.
Dos serpientes de luz surcaban el aire, juguetonas, conjuradas por mí, y dibujaban distintas figuras con sus estelas.[5]
—Aquí estará a salvo de miradas indiscretas —dije, mi voz como una caricia de seda. Mi mirada era de serenidad, mis ojos semejándose a esmeraldas que contenían galaxias en su interior. Mi corazón, latiendo con velocidad creciente, contenía una oscuridad asesina—. Aquí podrá comer.
«¡Coma ya, que el cerebro se me está haciendo jugo por mantener la concentración en tantos hechizos vistosos!», pensaba, esperando con la poca paciencia que tenía, esperando que llegara el momento adecuado para hacer que la biusa explotara en su estómago.
Porque nada sería mejor que una biusa para finiquitar su aborrecible existencia.
O, de ser tan feo como decían algunos rumores maliciosos, por lo menos podría optar por desactivar el hechizo de transportación y regresar ante todos cuando él no tuviera su máscara y… Bueno, no pensé mucho en esa opción; apenas podía pensar sin dejar de mantener tanta magia.
«¡Apresúrese!», grité internamente.
«¿Funcionó?», se preguntó Xana, perpleja ante la sospechosa credulidad de Solas.
«Sí, funcionó», reconocimos, a pesar de nuestra perplejidad ante… Sí, mucha repetición de texto, pero para enfatizar nuestra perplejidad ante la favorable (para nosotros) credulidad de Solas.
En cualquier caso, pasé de chico de las biusas a saco de biusas, siendo cargado como tal por el sujeto que tuvo el buen gusto de nacer con el cabello del mismo color que el mío.
«¿Y ahora qué?», cavilé mientras era llevado a un destino desconocido que ya me daba mala espina. «¿Debo seguir actuando como niño sin cerebro?», era mi duda, como si ese no fuera mi comportamiento habitual.
Mientras tanto, Xana no sabía si morir de preocupación, vergüenza (tanto propia como ajena) o de frustración por el desafortunado cambio de planes. Pero su nerviosismo solo aumentó cuando llegamos a nuestro destino, al lugar donde un ritual revolucionario se llevaría a cabo. Ella observó, con una sonrisa tensa y el sudor iniciando un impertinente escape hacia el exterior de su piel.
Yo, sin embargo, ya estaba planeando maneras de simplemente renunciar a toda sutileza y explotarlo todo con luces y acero.
Pero los guaridas… Por sus miradas, podía intuir que no parecían confiar demasiado en que yo aceptaría los mazazos rituales. Y tenían razón. ¡¿En qué estaba pensando Solas?! ¡¿Por qué querría apalear, y quizás matar, al único capaz de hacer biusas?! Mi vida no valía mucho, pero sí mi don. No podía permitir que le quitaran al mundo tal bendición. Era inaceptable. Pero ese Solas, aunque tuviera todos los tesoros del mundo en sus manos, no sabría administrarlos y condenaría al mundo a la pobreza.
Pensar en eso me hizo reconsiderar.
Si lograba hacer que los guardias bajaran, pues, la guardia, entonces…
Pensé, tan rápido y disparatado como me fue posible, y tuve una idea espantosa para lidiar con el mazo, una idea descabellada. «Me canso ganso», me dije al verlo con el mazo dando.
Hice un gesto afirmativo a Xana y ella comprendió, inexplicablemente con algo de temor, que yo había pensado en una solución.
—Excelente, excelente —exclamó Xana con un intento de entusiasmo y reverencia—. Por favor, buen hombre —le dijo a Zagreus—, deje a mi compañero bajo el cuidado del Sacerdote Eterno —añadió.
Y así fue. Terminé delante de Solas, de pie y bonito ante su mazo, listo para hacerme el ganso. Coloqué una rodilla en el suelo y alcé la mirada para ver a sus ojos, o a donde debían estar sus ojos.
Entonces comenzó.
Bajó el mazo, a una velocidad poco apta para exorcizar con intenciones no letales.
Y me atravesó.
El mazo trazó un arco descendiente, y Solas, que no había calculado la poca resistencia que encontraría su golpe, casi cayó hacia adelante. Fue como haber golpeado al aire… No, sí había golpeado algo.
Miró su mazo, el cual ahora estaba cubierto por crema de biusa.
Me esforcé en contener la risa que pugnaba por salir desde el fondo mi pecho. Usando mi amplia experiencia en combate,[1] había calculado la trayectoria y el momento exacto en que su arma me impactaría para hacer, solo por un instante, intangible[2] la zona de mi cuerpo que habría sido destruido en circunstancias no mágicas. Además, en dicha zona materialicé un intento de biusa,[3] aunque apenas logré darle la consistencia de un líquido viscoso.
—¡Está funcionando, está funcionando! —exclamé con fingida sorpresa—. Por favor, mi Sacerdote Eterno, no se detenga —imploré con falsa euforia—. Su reliquia sagrada en forma de mazo está sacando de mi alma la corrupción en mis biusas.
Pareció dudar por un momento, pero pronto el público empezó a alabar su supuesta hazaña, clamando la continuación del milagro.
Así que dio el siguiente golpe, repitiéndose el resultado. Dio otro y otro más, salpicando crema de biusas por doquier.
Hasta que no pude contener el alcance de mi hechizo y la transmutación se extendió hacia el resto de mi cuerpo.
Carne, sangre, huesos y ropa se convirtieron en lo mismo: energía, éter, luz plateada.
La gravedad perdió su poder sobre mí y me elevé del suelo, lo que desencadenó exclamaciones de los espectadores.
—¡Finalmente he sido sanado! —declaré, mi voz proyectándose con fuerza y magia, y extendí mis brazos a los lados, formando una «T» con mi cuerpo etéreo.
Entonces estallaron los aplausos, las ovaciones, los sollozos eufóricos. Incluso Solas cedió y se aplaudió a sí mismo.
—¡Un milagro más hecho por nuestra revolución! —celebró Solas—. ¡Uno más de todos los milagros y milagras hechos por nuestro poder, un poder que se ha alcanzado como un logro histórico de muchos años, muchos años… y esfuerzos de lucha!
Los aplausos aumentaron, imbuidos con más devoción. O eso parecía, pues Solas notó algo discordante. Señaló a un individuo cercano y ordenó:
—¡Aplaude, Diosdado!
Miré en la dirección señalada y noté al sujeto, quien seguía sin aplaudir, ni sonreír, ni aparentar que alguna vez estuvo contento con la vida.
Decidí ignorarlo.
—¡Por favor, gran sacerdote Solas —clamé—, consuma la biusa sagrada que yo, su humilde servidor, le ha entregado como ofrenda! Ahora que he renacido, mi poder ha vuelto por completo y ahora usted, al consumir esa biusa, será bendecido con mi don de multiplicar algo mejor que los panes…
—Y los penes… —se adelantó, emocionado—. Digo, los peces —se corrigió enseguida.
—Sí, algo mejor. Me refiero a multiplicar las biusas.
Xana tuvo un mal presentimiento. Ella dio un pequeño paso hacia mí y aumentó ligeramente el éter a su alrededor, intuyendo mi verdadera intención y preparándose para responder.
Ella no me dejaba otra opción que usar mi último recurso, a pesar del costo.
—Consuma la fruta divina —proseguí—, pero no aquí, en tierra de mortales, sino en una tierra sagrada, a donde lo llevaré por un instante.
Destellé, convirtiéndome en un fogonazo por un momento. Y, entonces, activé el hechizo de una reliquia en mi posesión.
En el siguiente segundo, ambos, solo él y yo, estábamos en un hermoso bosque, con flores adornando el suelo y la luna llena resplandeciendo en un cielo astrífero.[4]
Mientras que Xana, maldiciendo por lo bajo, presenció junto a los demás cómo desaparecimos sin dejar rastro alguno.
Mi cuerpo empezó a perder su estabilidad. Así que, con ceremoniosa parsimonia, descendí y me materialicé, aunque mantuve una ligera aura de luz sobre mi piel.
Con suavidad, coloqué una mano en un árbol cercano. Le inyecté éter, y su corteza también se cubrió de un aura de luz.
Dos serpientes de luz surcaban el aire, juguetonas, conjuradas por mí, y dibujaban distintas figuras con sus estelas.[5]
—Aquí estará a salvo de miradas indiscretas —dije, mi voz como una caricia de seda. Mi mirada era de serenidad, mis ojos semejándose a esmeraldas que contenían galaxias en su interior. Mi corazón, latiendo con velocidad creciente, contenía una oscuridad asesina—. Aquí podrá comer.
«¡Coma ya, que el cerebro se me está haciendo jugo por mantener la concentración en tantos hechizos vistosos!», pensaba, esperando con la poca paciencia que tenía, esperando que llegara el momento adecuado para hacer que la biusa explotara en su estómago.
Porque nada sería mejor que una biusa para finiquitar su aborrecible existencia.
O, de ser tan feo como decían algunos rumores maliciosos, por lo menos podría optar por desactivar el hechizo de transportación y regresar ante todos cuando él no tuviera su máscara y… Bueno, no pensé mucho en esa opción; apenas podía pensar sin dejar de mantener tanta magia.
«¡Apresúrese!», grité internamente.
(☞°∀°)☞ OFFROL ☜(°∀°☜)
[1] Habi pasiva nvl 8꞉ Presciencia luciente, para predecir y «evadir» ataques con más facilidad.
[2] Habi nvl 3꞉ Ente esplendente (1/2), para convertirme en un ser de luz intangible.
[3] Habi extra꞉ Protobiusa, para hacer biusas más líquidas que sólidas.
[4] Habi de mi objeto legendario꞉ Diadema del duelista (1/1), para transportarnos a otra realidad por un turno, esta vez eligiendo la opción del bosque.
[5] Habi nvl 0꞉ Saeta fulgurante (2/2), para crear un haz de luz teledirigido, esta vez dos veces y parecidos a serpientes.
[2] Habi nvl 3꞉ Ente esplendente (1/2), para convertirme en un ser de luz intangible.
[3] Habi extra꞉ Protobiusa, para hacer biusas más líquidas que sólidas.
[4] Habi de mi objeto legendario꞉ Diadema del duelista (1/1), para transportarnos a otra realidad por un turno, esta vez eligiendo la opción del bosque.
[5] Habi nvl 0꞉ Saeta fulgurante (2/2), para crear un haz de luz teledirigido, esta vez dos veces y parecidos a serpientes.
Rauko
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Re: Solas, corazón del pueblo [Evento Sacrestic] [Noche] [Libre]
No entendía qué ocurría, pero ahí estaba, viendo a aquel sujeto siendo golpeado por un tipo enmascarado. Ni siquiera tenía forma de verbalizar lo que ocurría en aquel espectáculo que estaba presenciando. ¿Era en realidad un milagro o algún truco de aquel elfo? Me cuestionaba todo, ya que no era capaz de entender lo que pasaba.
Había oído al elfo quejarse del falso santo, por lo que dudaba de que trabajasen juntos y que aquello fuera una pantomima para entretener el pueblo y ganar fama. Si el mito de Solas seguía creciendo, los ignorantes tragarían su discurso y odiarían a los vampiros por la simple sugestión del líder religioso que acentuaba la segregación de razas y el desprecio a los seres de la noche.
El elfo empezó a levitar y cada vez más se me dificultaba encontrar respuestas. Incluso me atrevería a decir que ni siquiera su compañera que seguía a mi lado entendía bien los planes de su pareja.
La gente aplaudía y coreaba el nombre del profeta. El elfo descendió y con su milagroso poder, conjuró una biusa como recompensa de su “exorcismo” exitoso. La mujer con rostro tatuado dio un paso al frente, cuestión que me anticipó que aquello podría acabar mal.
Una luz cegadora iluminó todo el templo e inclusive los rayos que salían de la cristalera encendían el cielo oscuro de aquella noche. Todos los presentes tuvieron que retirar la mirada por el dolor causado por aquella potente luz. Al recobrar la vista, ni el elfo peliblanco ni Solas Reznov estaban.
La gente empezó a murmurar confundida ante el desvanecimiento de ambos. - ¿Que, que acaba de pasar… ? ¿A dónde fue tu amigo?- Pregunté a la mujer tatuada mientras rascaba mis ojos lastimados. Al ser vampiro, ese tipo de muestras de luz quemaban mi retina, produciendo un dolor intenso que incluso podía desencadenar mareos y cefaleas.
La gente se inquietaba y empezaba a gritar preguntando por el santo.
¡¿Dónde está Solas?! - interrogó Diosdado - acaso esto es un intento de matar a nuestro líder. Seguro ese elfo es un mercenario pagado por el imperio vampírico. - rescató sin dejar la posibilidad de que Solas estuviera muerto con un ataque donde el elfo se había inmolado en un rayo de luz.
No, yo no los conozco, él seguro está bien, es parte del milagro… - dije excusándome mientras retrocedía con cautela, esperando que la mujer apoyara mis excusas.
Ustedes son cómplices. ¡Terroristas! - gritó mientras rebuscaba entre sus bolsas y sacó una botella con un color verdoso. - Tomen gas del bueno. - exclamó mientras arrojaba sus botellas de veneno a nuestra dirección.
Con esas palabras, los fanáticos de Solas, comenzaron a motivarse para confrontarnos por el posible exterminio de su líder, el santo Solas. Ahora era juzgado por algo que no hice y si no era capaz de solventar eso terminaría muerto y con Solas convertido en mártir. Todavía no había mostrado mi naturaleza vampira y tenia que procurar que continuara así. De lo contrario, los fanáticos tendrían la excusa perfecta para reafirmar las palabras de odio del líder religioso argumentando que un ser maldito estaba involucrado en el ataque.
Aquel elfo había desatado el caos y ahora, su compañera y yo, éramos acusados de cómplices, terroristas, difamadores, pro-vampiros, imperialistas, de la extremaoeste y muchos otros adjetivos que ni siquiera entendía cómo aplicaban en ese contexto.
Ahora que pretendes hacer, estamos acorralados. - dije esquivando la nube de gas que se liberaba de uno de los lanzamientos de Diosdado que se preparaba para seguir arrojando sus frascos de veneno, aunque por fortuna, su puntería no era la mejor. La turba enfurecida se acercaba dispuesta a matarnos, sin base ni fundamentos, solo por estar con el elfo suicida.
Había oído al elfo quejarse del falso santo, por lo que dudaba de que trabajasen juntos y que aquello fuera una pantomima para entretener el pueblo y ganar fama. Si el mito de Solas seguía creciendo, los ignorantes tragarían su discurso y odiarían a los vampiros por la simple sugestión del líder religioso que acentuaba la segregación de razas y el desprecio a los seres de la noche.
El elfo empezó a levitar y cada vez más se me dificultaba encontrar respuestas. Incluso me atrevería a decir que ni siquiera su compañera que seguía a mi lado entendía bien los planes de su pareja.
La gente aplaudía y coreaba el nombre del profeta. El elfo descendió y con su milagroso poder, conjuró una biusa como recompensa de su “exorcismo” exitoso. La mujer con rostro tatuado dio un paso al frente, cuestión que me anticipó que aquello podría acabar mal.
Una luz cegadora iluminó todo el templo e inclusive los rayos que salían de la cristalera encendían el cielo oscuro de aquella noche. Todos los presentes tuvieron que retirar la mirada por el dolor causado por aquella potente luz. Al recobrar la vista, ni el elfo peliblanco ni Solas Reznov estaban.
La gente empezó a murmurar confundida ante el desvanecimiento de ambos. - ¿Que, que acaba de pasar… ? ¿A dónde fue tu amigo?- Pregunté a la mujer tatuada mientras rascaba mis ojos lastimados. Al ser vampiro, ese tipo de muestras de luz quemaban mi retina, produciendo un dolor intenso que incluso podía desencadenar mareos y cefaleas.
La gente se inquietaba y empezaba a gritar preguntando por el santo.
¡¿Dónde está Solas?! - interrogó Diosdado - acaso esto es un intento de matar a nuestro líder. Seguro ese elfo es un mercenario pagado por el imperio vampírico. - rescató sin dejar la posibilidad de que Solas estuviera muerto con un ataque donde el elfo se había inmolado en un rayo de luz.
No, yo no los conozco, él seguro está bien, es parte del milagro… - dije excusándome mientras retrocedía con cautela, esperando que la mujer apoyara mis excusas.
Ustedes son cómplices. ¡Terroristas! - gritó mientras rebuscaba entre sus bolsas y sacó una botella con un color verdoso. - Tomen gas del bueno. - exclamó mientras arrojaba sus botellas de veneno a nuestra dirección.
Con esas palabras, los fanáticos de Solas, comenzaron a motivarse para confrontarnos por el posible exterminio de su líder, el santo Solas. Ahora era juzgado por algo que no hice y si no era capaz de solventar eso terminaría muerto y con Solas convertido en mártir. Todavía no había mostrado mi naturaleza vampira y tenia que procurar que continuara así. De lo contrario, los fanáticos tendrían la excusa perfecta para reafirmar las palabras de odio del líder religioso argumentando que un ser maldito estaba involucrado en el ataque.
Aquel elfo había desatado el caos y ahora, su compañera y yo, éramos acusados de cómplices, terroristas, difamadores, pro-vampiros, imperialistas, de la extremaoeste y muchos otros adjetivos que ni siquiera entendía cómo aplicaban en ese contexto.
Ahora que pretendes hacer, estamos acorralados. - dije esquivando la nube de gas que se liberaba de uno de los lanzamientos de Diosdado que se preparaba para seguir arrojando sus frascos de veneno, aunque por fortuna, su puntería no era la mejor. La turba enfurecida se acercaba dispuesta a matarnos, sin base ni fundamentos, solo por estar con el elfo suicida.
Zagreus
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