Consecuencias de palabras erradas (Privado) [vigilado] [Ungidos por la luz]
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Consecuencias de palabras erradas (Privado) [vigilado] [Ungidos por la luz]
Malditos humanos, rezongó una y otra vez, mentalmente, antes, durante y después de tomar sus armas y resto de pertenencias en un hato anudadas por su capa. Después de cuanto había ocurrido en la playa, de apostar su vida a sus propias palabras por una acusación errada y malintencionada, toda disculpa del señor de la urbe corrió a gasto de una noche de posada. Y tres guardias nativos armados hasta los dientes.
Asombrado, antes de caer en un profundo rencor que tardaría en desvanecerse, Nou recorrió las calles de la población sin siquiera acercarse a su vestimenta más allá de la longitud de la lanza desmochada que le habían entregado para transportarla. Por supuesto, escogió una de las tabernas más caras que podía ofrecer Wulwulfar. Un baño que alivió escasamente la humillación de haber sido paseado como una bestia enjaulada para disfrute de los curiosos; una opípara cena que fue atravesando su garganta con la misma dificultad con la que había permitido ser capturado.
Rozó la hoja de su espada con la yema de los dedos, antes de tomar la piedra de afilar y sentarse en la cama desecha. Su ropa había sido remendada y lavada a conciencia e incluso el posadero, obsequioso y quizá creyéndole al mando de los tres soldados que lo acompañaban, le ofreció a dos muchachas que “ayudarían a que su baño fuese mucho más relajante”.
La mirada de iracunda arrogancia que le dirigió el espadachín hizo al hombre tragarse un nuevo intento. ¿Yacer con alguien a quien le ha sido ordenado…? No llegaría jamás ese día, se dijo. Él no necesitaba algo así.
Sus vigilantes esperaron abajo. No cruzó una sola palabra con ellos, ninguna, siquiera tras las parcas presentaciones que Iax, en apariencia el de más edad, realizó no sin falta de cortesía. No obstante, el elfo no se encontraba de ánimos para una charla trivial y amistosa. El señor de esos tres había dado pábulo a unas estúpidas acusaciones, y no estaba por la labor de contemporizar con sus perros.
Por la tierra que le vio nacer ¡si había sido declarado inocente y aún así tenía que soportar su condenada presencia!
Buscó calmar su mente, cruzado de brazos aún sentado y con los párpados cerrados. Iban a ser su sombra un tiempo, y el forastero se negaba en rotundo a cruzar la frontera que separaba Verisar de su tierra natal con esos humanos pegados a sus talones, como si fuese un condenado criminal.
¿Qué opciones tenía? Se preguntó. Darles esquinazo no entraba en variable alguna. Eso mancharía su nombre para siempre aunque fuese en esa ciudad con la que nada más le unía. Necesitaba demostrar que no era necesario. Entonces frunció el ceño cuando una idea anidó entre sus pensamientos. ¿Podría ser…?
Nada perdía por intentarlo.
Bajó a paso cadencioso por unas de las escaleras que comunicaban el piso superior con el inferior, antes de avanzar por dos pasillos y llegar al gran salón. Sir Telhu ya se encontraba con su dura mirada clavada en el mismo lugar del cual él ahora aparecía. Aquello molestó al espadachín. Ese idiota, con el paso del tiempo, perdería sus fuerzas antes que él mismo llegase a envejecer. Sin duda, fueron los hijos de Sandorai quienes inventaron “quien ríe el último ríe mejor”.
Sin preocuparse por pedir permiso, tomó la silla libre y colocando el pie derecho sobre su rodilla, y apoyó ambos brazos en los del asiento. Sus ojos grises pasaron por Telhu, Savien e Iax antes de emitir una sola palabra.
-Quiero volver a mi hogar- expresó, con una evidente frialdad en cada sílaba- pero vosotros, como se me ha explicado – el mayor de los caballeros sonrió a pesar del ambiente – tenéis órdenes de estar conmigo hasta estar seguros que no soy un peligro para la ciudad que me juzgó sin sentido – Telhu contuvo la mirada al elfo. Resultaba difícil decidir cual emanaba más ira- Hagámoslo pues de la manera más directa.
Nadie habló durante varias respiraciones, y Nou miró hacia un lado, aparentemente distraído por un instante.
-Todo lugar del continente tiene problemas, lo sé bien, mis pasos lo atestiguan de norte a sur del mismo. He participado en guerras, solventado tramas corruptas, asesinado criaturas cuyas atrocidades hoy son malos recuerdos y luchado con monstruos que distan de los ladrones de una urbe humana- sin mover un dedo, sus palabras no variaban en tono o desafío.
No obstante, la forma de observarle de sus guardias sí había sufrido cambios. Diversión, curiosidad, desdén.
-¿Y qué?- se revolvió Telhu, desabrido. El espadachín no dudaba que era el que peor llevaba la tarea encomendada por su señor.
Sin duda, ese humano gustaba más de la ocasión de ser un ejecutor, y toleraba con dificultad un encargo sin sangre ni castigo.
-Dadme una tarea cada uno. Tres- levantó los dedos pulgar, índice y corazón- y cuando las haya resuelto, volveréis junto a vuestro líder, dejándome en paz, para explicarle que, como yo mismo dije en mi defensa, no soy ningún problema para vuestra ciudad, ni nada tengo que ver con la Oscuridad.
Los caballeros se miraron entre sí, sorprendidos ante la audacia del elfo.
-¿Estás seguro?- inquirió Sir Savien.
-Tres- repitió el Indirel. El aludido asintió, e intercambió una mirada con Iax, quien también aceptó el trato.
-¿Y si no lo consigues?- quiso saber Telhu.
-Si me proponéis algo imposible para mí solo, buscar aliados será cosa mía. Que el fin sea justo, es asunto vuestro. Debo confiar en vuestra palabra, como servidores de lord Wulwulf… ¿no es así? - estiró la sonrisa hasta componer algo rayano en la ironía- ¿Quién será el primero?
Iax bebió un largo trago de su cerveza antes de golpear con fuerza la jarra en la mesa. Su semblante solo mostraba diversión.
-Me gusta tu arrojo- y señalándole con el dedo, prosiguió- ¿Quieres demostrar ser parte de los buenos? De acuerdo- tomó otro trago- Estoy seguro que el noreste, un lord vasallo de Wulwulf, noble menor que posee varias aldeas llamado Tandur, vende armas de contrabando con lo que financia los gastos de un palacio que no se corresponde con sus rentas. Tiene amigos entre los funcionarios de palacio, y mis intentos de registrar sus dominios siempre son desoídos. Si encuentras la manera de hacerte con pruebas de ello, o si averiguas como saca las armas sin que mis espías hayan podido nunca atraparlo, hablaré en tu favor.
-No puedes estar... -intervino Savien, cansado, como si hubiesen tenido muchas veces la misma discusión.
-¡Si que lo sé!- alzó la voz Iax- ¿Acaso Crawlin desapareció sin más justo en ese lugar? Tandur lo capturó, no me cabe duda.
Savien suspiró, y el elfo tomó nota de cuanto fue dicho. No esperaba algo fácil, mas algo así… se pasó una mano por el cabello, dirigiendo su vista al segundo caballero.
-Quiero que rescates a un viejo amigo- indicó el rubio- Podría hacerlo yo mismo, pero por el bien de ambos es mejor que no me vea involucrado. Su familia me detesta por asuntos ya antiguos y no le deseo mal alguno. Su propio padre lo vendió al capataz de una de las minas pertenecientes a Wulwulfar, al norte. Los trabajadores son nominalmente libres, claro que él está allí retenido contra su voluntad. Lo más probable es que ya hayan quebrado su deseo de libertad.
Iax contempló a su compañero con gesto comprensivo, y casi cariñoso. Telhu, en cambio, era la viva imagen del desagrado.
-Ello no sólo te ganará que hable en tu favor, sino un amigo en éste lugar- prometió.
Nousis asintió, cruzándose de brazos. Una mansión aristocrática, y una mina. ¿Qué cerraría el acuerdo?
El último caballero no apartó la mirada de la faz del Indirel, llegando a resultar inequívocamente incómodo. Estoico, éste esperó con paciencia a que se dignase a hablar.
-Ser contendiente de la oscuridad no sólo versa en valor, audacia, comprensión y fortaleza. Es necesario mostrar sabiduría y compasión. Realiza las tareas que te han impuesto, y te indicaré mi petición. Una vez la realices, sabré que el honor y lealtad a la palabra dada no te son ajenos, y yo también apoyaré que termine tu vigilancia.
Los ojos grises del extranjero volvieron a pasear por su pequeño e impuesto grupo. No dudaba que lo que Telhu tuviese en mente, no sería tampoco algo fácil. Levantándose, ofreció su mano al soldado, quien se le estrechó con solemnidad, antes de que Iax y Savien colocasen las suyas encima.
Tenía mucho trabajo por delante.
Nousis Indirel
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Re: Consecuencias de palabras erradas (Privado) [vigilado] [Ungidos por la luz]
El dominio noreste de Vulwulfar colinda con los vastos y ancestrales territorios élficos. Su proximidad a una crucial ruta de comercio, que conecta la bulliciosa ciudad de Lunargenta con Ulmer y, a su vez, con la imponente Dundarak, le otorga una importancia estratégica inestimable. Este lugar, con su mezcla de riquezas naturales y rutas comerciales vitales, es codiciado por los oportunistas, siempre dispuestos a aprovechar cualquier oportunidad para obtener rédito de sus recursos.
Los miembros de la rama de las Sierpes conocidos como las Olas de Jörmundgander, controlan gran parte del comercio en la región. Habían establecido así una pequeña pero eficiente red de contrabando que desviaba recursos de estas vitales rutas comerciales hacia la costa de Vulwulfar. Todo esto se hacía con el consentimiento tácito del conde que gobernaba el corredor norte del territorio, quien veía en esta actividad una forma de aumentar su poder y riqueza.
Daga Nocturna, la justiciera de Lunargenta, en su lucha contra la secta formada por las Sierpes, los Adoradores de la Serpiente, que en su ciudad rinde culto al dios Loki y a su serpiente gigante, descubrió un plan mucho más amplio: la secta pretende extenderse por todos los reinos humanos. A medida que avanzaba en su investigación, Daga Nocturna descubrió que otras ramas de las Sierpes también operan en territorios humanos, y una pista evidente señalaba hacia el corredor norte de Vulwulfar.
Alward, quien se alió con Daga Nocturna debido a su objetivo común de destruir a las Sierpes, decidió investigar el norte de Vulwulfar junto a Katrina. Su llegada a la aldea boscosa de Foresta de Nein, llamada así por la gran cantidad de árboles de dicho nombre que rodean el lugar, fue apacible, aunque no estuvo exenta de miradas indiscretas que claramente lo reconocían como un forastero.
-Este sitio siempre ha sido muy tranquilo.-Dijo un hombre al que Alward le había preguntado sobre la aldea.
Se encontraban en un pequeño aserradero, donde trabajaban la madera arcoiris que las Estrellas de Nein poseían. La maquinaria era sencilla, pero cortaba los troncos con eficacia y eficiencia, emitiendo un sonido rítmico y constante.
-Se respira paz y tranquilidad, desde luego.- Asintió Alward, apoyado en una baranda de madera, con los brazos cruzados mientras observaba cómo el lugareño trabajaba.
Katrina permanecía en la entrada del aserradero, de pie e inmóvil, en las pequeñas escaleras que daban al exterior. Su mirada vigilante barría el entorno, siempre atenta a cualquier señal de peligro.
-¿Qué os ha traído aquí?-Preguntó el hombre, deteniéndose un momento para aprovechar un pequeño descanso. Su mirada se cruzó con la de Alward, evaluándolo con curiosidad.
-Estamos de paso.-Respondió Alward mientras se despegaba de la baranda, viendo que aquel hombre no podría ofrecer mucha más información.-Nos entró curiosidad por la madera que trabajáis aquí.
-Bonita, ¿Verdad?-Sonrió el lugareño con afabilidad.-La madera de la Estrella de Neien que crece aquí es de una calidad excelente, y además estamos rodeados de ella.
-Todo un paraíso en mitad del bosque.-Comentó Alward, sonriendo bajo su máscara, haciendo que sus ojos se achinasen ligeramente.
Tras despedirse del hombre, Alward bajó por las escaleras donde Katrina le esperaba. Una vez en el exterior, el enmascarado dirigió su mirada hacia el cielo. Estaba nublado, y parecía que así iba a seguir todo el día. Era un alivio para Katrina, ya que las nubes le ofrecían un respiro para que pudiera caminar durante el día.
La vampiresa miró al Sevna, esperando que le contara qué le había dicho el trabajador del aserradero.
-Un sitio tranquilo, que no suele recibir visitas a no ser que sea gente que está de paso.-Dijo Alward a su compañera.-Tienen una pequeña posada. Puede que ahí nos enteremos de algo más interesante.
Los miembros de la rama de las Sierpes conocidos como las Olas de Jörmundgander, controlan gran parte del comercio en la región. Habían establecido así una pequeña pero eficiente red de contrabando que desviaba recursos de estas vitales rutas comerciales hacia la costa de Vulwulfar. Todo esto se hacía con el consentimiento tácito del conde que gobernaba el corredor norte del territorio, quien veía en esta actividad una forma de aumentar su poder y riqueza.
Daga Nocturna, la justiciera de Lunargenta, en su lucha contra la secta formada por las Sierpes, los Adoradores de la Serpiente, que en su ciudad rinde culto al dios Loki y a su serpiente gigante, descubrió un plan mucho más amplio: la secta pretende extenderse por todos los reinos humanos. A medida que avanzaba en su investigación, Daga Nocturna descubrió que otras ramas de las Sierpes también operan en territorios humanos, y una pista evidente señalaba hacia el corredor norte de Vulwulfar.
Alward, quien se alió con Daga Nocturna debido a su objetivo común de destruir a las Sierpes, decidió investigar el norte de Vulwulfar junto a Katrina. Su llegada a la aldea boscosa de Foresta de Nein, llamada así por la gran cantidad de árboles de dicho nombre que rodean el lugar, fue apacible, aunque no estuvo exenta de miradas indiscretas que claramente lo reconocían como un forastero.
-Este sitio siempre ha sido muy tranquilo.-Dijo un hombre al que Alward le había preguntado sobre la aldea.
Se encontraban en un pequeño aserradero, donde trabajaban la madera arcoiris que las Estrellas de Nein poseían. La maquinaria era sencilla, pero cortaba los troncos con eficacia y eficiencia, emitiendo un sonido rítmico y constante.
-Se respira paz y tranquilidad, desde luego.- Asintió Alward, apoyado en una baranda de madera, con los brazos cruzados mientras observaba cómo el lugareño trabajaba.
Katrina permanecía en la entrada del aserradero, de pie e inmóvil, en las pequeñas escaleras que daban al exterior. Su mirada vigilante barría el entorno, siempre atenta a cualquier señal de peligro.
-¿Qué os ha traído aquí?-Preguntó el hombre, deteniéndose un momento para aprovechar un pequeño descanso. Su mirada se cruzó con la de Alward, evaluándolo con curiosidad.
-Estamos de paso.-Respondió Alward mientras se despegaba de la baranda, viendo que aquel hombre no podría ofrecer mucha más información.-Nos entró curiosidad por la madera que trabajáis aquí.
-Bonita, ¿Verdad?-Sonrió el lugareño con afabilidad.-La madera de la Estrella de Neien que crece aquí es de una calidad excelente, y además estamos rodeados de ella.
-Todo un paraíso en mitad del bosque.-Comentó Alward, sonriendo bajo su máscara, haciendo que sus ojos se achinasen ligeramente.
Tras despedirse del hombre, Alward bajó por las escaleras donde Katrina le esperaba. Una vez en el exterior, el enmascarado dirigió su mirada hacia el cielo. Estaba nublado, y parecía que así iba a seguir todo el día. Era un alivio para Katrina, ya que las nubes le ofrecían un respiro para que pudiera caminar durante el día.
La vampiresa miró al Sevna, esperando que le contara qué le había dicho el trabajador del aserradero.
-Un sitio tranquilo, que no suele recibir visitas a no ser que sea gente que está de paso.-Dijo Alward a su compañera.-Tienen una pequeña posada. Puede que ahí nos enteremos de algo más interesante.
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Alward Sevna
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Re: Consecuencias de palabras erradas (Privado) [vigilado] [Ungidos por la luz]
El agua corría tranquila, arrastrando hojas, pequeñas ramas, cortezas de árboles y otros restos de vegetación que venían de algún punto aguas arriba. Quizá sirviera como vehículo para que pequeños insectos, como los conocidos como zapateros, se dejaran llevar para encontrar terrenos más aptos para desarrollar una nueva vida, lejos de los páramos desabastecidos del punto de partida de ese viaje. Enfrentarían decenas de amenazas durante el trayecto, una rama que cayera y chapoteara sobre ellos, los rápidos vuelos de los pájaros que acechaban desde los árboles ribereños, una bota que tanteara un piedra a medio palmo bajo la superficie del agua... El camino siempre era un lugar lleno de obstáculos y uno nunca sabía cuál de ellos podía resultar fatal.
Sin embargo, mientras Ben perdía de vista uno de estos pequeño bichejos, sus ojos se fijaron en la silueta que llevaba dibujada un buen rato sobre la superficie del agua. Solo era eso, una figura humana que respondía a los mismos movimientos que él hacía. Un recordatorio, se dijo, del conflicto eterno entre luz y oscuridad. Un conflicto que le había quitado el sueño en los últimos días consumiendo toda su energía durante su regreso a la península, a su hogar. Su hogar. La echaba de menos.
Se pasó la mano por la descuidada barba y suspiró. Hincó una rodilla en el suelo y luego introdujo ambas manos en las frías aguas. Observó las pequeñas estelas que dejaba el agua al pasar entre sus dedos, como el agua se libraba fácilmente del obstáculo que él había colocado en su camino. Alzó las cejas. Un acto tan simple, tan sencillo había obligado a un río a variar su cauce. Se dijo que era una afirmación demasiado exagerada, pero pensó en que hubiera pasado si, por ejemplo, hubiera colocado una piedra en lugar de sus dedos.
Quizá se hubiera creado un salto de agua, generando ruido, un ruido que, posiblemente, los animales encontraría raro, desconfiarían, huirían de la zona. Los cazadores estarían obligados a ir a otras zonas, más lejos, más tiempo, mismo recurso en el doble de tiempo.
Sus dedos le lanzaron un aviso de que se estaban quedando entumecidos.
El río encuentra la forma de salvar el obstáculo, y a su vez el resto de seres asociados harían lo propio: yendo a beber río arriba, los pájaros buscando otros árboles, los cazadores encontrando nuevos territorios. Y con el tiempo, cuando todos hayan superado ese obstáculo, otro surgirá en el camino, otra piedra, o quizás un árbol. O quizás nosotros, que desviamos el cauce para mover la rueda de un molino.
La lucha entre luz y oscuridad, se dijo, se podía resumir en eso: un desequilibrio en el transcurso normal de las cosas y una lucha por recuperar esa calma. Era una ley natural, ninguna de las fuerzas podía prevalecer cuando están condenadas a convivir en eterno equilibrio. En eterno conflicto.
Hizo un cuenco con las manos y las sacó del agua con rapidez para salpicar su cara. Las gotas de agua corrieron por su rostro, bañando sus marcadas ojeras y arrastrando la suciedad y el calor del esfuerzo de días en el camino. Repitió la operación hasta en tres ocasiones antes de ponerse en pie y pasarse las manos entumecidas por sus rojos cabellos.
Echó un rápido vistazo a la figura que se acababa de erguir sobre la superficie del arroyo y negó con la cabeza. Se distraía con demasiada facilidad en cosas en las que ni siquiera tenía seguridad de que fueran ciertas. Alzó los hombros y los dejó caer antes de darse la vuelta y quedarse escuchando una melodía tarareada. Ben se quedó escuchando un rato, maravillado por la magnífica combinación que hacían el agua con el tarareo. En sus labios apareció una sonrisa cansada mientras su cabeza viajaba a otro tiempo y lugar. Un recuerdo con el que poder seguir adelante.
- Que los Dioses os guarden, viajero- saludó un hombre con un sombrero de paja con una pala dientes al hombro. Se le veía tan sorprendido como a Sango después de sacarle de su ensoñación.
- Muy buenas- saludó Sango acompañando sus palabras alzando una mano-. ¿Hay un pueblo cerca?- preguntó tras unos instantes intercambiando miradas. El hombre con la pala miraba con los ojos entrecerrados.
- Sí- contestó al rato-. Foresta de Nein- añadió.
- Ah, estamos cerca de Vulwulfar entonces- reconoció Sango.
- Así es. ¿Qué hacéis ahí a la vera del arroyo? ¿Acaso no sabes que hay una posada en el pueblo?- le miró ahora con expresión divertida.
- Estaba refrescándome, buen hombre- Sango subió de dos zancadas el pequeño repecho que lo separaba del camino principal y luego le tendió la mano al paisano-. Soy Sango.
Un brillo de reconocimiento asomó a los ojos del hombre que le estudió antes de estrechar la mano. Asintió repetidas veces. Sango le interrumpió antes de que pudiera decir nada.
- Es por ahí, ¿verdad?- señaló Sango-. Agradecería algo de compañía hasta el pueblo, llevo días viajando solo y tener alguien con quien compartir el camino.
- Sí, claro, un honor- contestó el hombre-. Me llamo Gustav de la familia Mörner, un placer.
Gustav le puso en antecedentes sobre el pueblo al comprobar que Sango conocía el lugar por su nombre y poco más allá de suposiciones sobre las típicas explotaciones agrarias y ganaderas que suponía debían existir en la mayoría de núcleos rurales para su subsistencia y, por supuesto, mantenimiento de las despensas de la aristocracia de las grandes urbes. El ganadero, tal y como se había definido Gustav, le puso al corriente de la actividad industrial horticultora y maderera en torno a la explotación del árbol arcoíris. Como resultado, la villa de Foresta de Nein tenía una población elevada y se veía actividad tal y como pudo comprobar Sango a medida que se acercaban a la aldea.
Después del intercambio, y tras preguntar dónde se encontraba la posada, Gustav y Sango se despidieron deseándose lo mejor y prometiéndose, si el sueño no lo impedía, brindar esa misma noche por un futuro brillante. Desde luego, dormir bajo techo después de semanas haciéndolo al raso se le antojaba casi como algo imposible y solo pensar en la posibilidad de hacerlo le empujaba a salir corriendo.
Sin embargo, no lo hizo. Disfrutó como espectador de gente que charlaba tranquilamente, contándose los últimos rumores, éxitos y fracasos comerciales, lo bien curiosos que crecían los niños. Ben se había permitido sonreír, olvidarse de las últimas semanas, pensar que todo podría salir bien, que un futuro tranquilo y apacible como el que se respiraba en aquella aldea era posible. Sí, no pierdo la esperanza. Sé que es es posible sé que lo es.
Haría noche allí y al día siguiente iría hasta Vulwulfar y trataría de alcanzar Lunargenta desde el mar. Y una vez allí, podría dar comienzo su búsqueda, una que empezaba con un rostro oculto y que parecía haberse hecho realidad nada más pensar en él.
Sango se había quedado clavado en el sitio, a unos cincuenta pasos de la entrada a la posada, no creyendo su suerte. ¿Qué probabilidades había de acertar en un lugar como aquel? Su corazón se había puesto a golpear su pecho con violencia. La figura enmascarada se metió en la posada y él siguió allí, parado, objeto de miradas curiosas que ignoró en el discurrir, caótico, de sus pensamientos.
Sus piernas echaron a andar hacia la posada. Debía ser fruto de la casualidad, se dijo. Pronto lo descubriría, preguntaría y averiguaría y seguiría con su plan de marchar a Lunargenta. Dormiría esa noche bajo techo, con una comida caliente en el estómago, acompañado de una cerveza y quizá, alguna historia antigua de la zona. Pasó bajo el dintel y entró en la posada.
Sus ojos buscaron. Y encontraron. Y cuando quiso acercarse, una voz, profunda, casi grosera, gritó desde un lateral del local.
- ¡Que me saquen los ojos y se los den a comer a los cerdos si mis ojos no están viendo a quien creo que está ahí!- Sango giró la cabeza y tardó un parpadeo en reconocer la persona que estaba hablando-. ¡Que los Dioses bajen a destriparme si ese de ahí no es un puñetero héroe!- se levantó tirando la banqueta y mostrando una sonrisa de oreja a oreja que se intuía bajo la pobladísima barba-. ¡Sango, el jodido Héroe de Aerandir!
Sturm, conocido como el oso, abrió los brazos y fue a su encuentro riendo a carcajadas y finalmente fundiéndose un fuerte abrazo entre viejos camaradas de armas. Después de separarse, Sango le golpeó en el hombro con fuerza, lo que para Sturm era una simple caricia, y le preguntó por su vida en estos últimos años que llevaban sin verse.
- Que le jodan a las preguntas, Sango, es hora de beber y brindar por el reencuentro- su tono de voz normal parecía ser el grito-. ¡Una ronda de lo mejor que tengas!- ladró en dirección a la persona encargada del local y que Sango no había visto-. Que me corten las pelotas y se las den de comer al jodido señor Vulwulf, si el maldito Sango no está frente a mi- hizo una breve pausa para mirarle bien-. No pareces nada especial y sin embargo... Bah, que le jodan a las apariencias, ¡siéntate aquí conmigo, Sango!
Tomaron asiento en la mesa que Sturm tenia para él solo y Ben se acordó de la figura enmascarada a la que no quitó los ojos de encima mientras tomaba asiento. Sturm el Oso, dio un manotazo encima de la mesa y luego palmeó la espalda de Sango sin cuidado alguno.
- ¿Qué asuntos te traen por los viejos caminos de Vulwulfar?
Sango no respondió de inmediato porque sentía que sus asuntos tenían que ver con la figura enmascarada que sus ojos eran incapaces de dejar de ver.
Sin embargo, mientras Ben perdía de vista uno de estos pequeño bichejos, sus ojos se fijaron en la silueta que llevaba dibujada un buen rato sobre la superficie del agua. Solo era eso, una figura humana que respondía a los mismos movimientos que él hacía. Un recordatorio, se dijo, del conflicto eterno entre luz y oscuridad. Un conflicto que le había quitado el sueño en los últimos días consumiendo toda su energía durante su regreso a la península, a su hogar. Su hogar. La echaba de menos.
Se pasó la mano por la descuidada barba y suspiró. Hincó una rodilla en el suelo y luego introdujo ambas manos en las frías aguas. Observó las pequeñas estelas que dejaba el agua al pasar entre sus dedos, como el agua se libraba fácilmente del obstáculo que él había colocado en su camino. Alzó las cejas. Un acto tan simple, tan sencillo había obligado a un río a variar su cauce. Se dijo que era una afirmación demasiado exagerada, pero pensó en que hubiera pasado si, por ejemplo, hubiera colocado una piedra en lugar de sus dedos.
Quizá se hubiera creado un salto de agua, generando ruido, un ruido que, posiblemente, los animales encontraría raro, desconfiarían, huirían de la zona. Los cazadores estarían obligados a ir a otras zonas, más lejos, más tiempo, mismo recurso en el doble de tiempo.
Sus dedos le lanzaron un aviso de que se estaban quedando entumecidos.
El río encuentra la forma de salvar el obstáculo, y a su vez el resto de seres asociados harían lo propio: yendo a beber río arriba, los pájaros buscando otros árboles, los cazadores encontrando nuevos territorios. Y con el tiempo, cuando todos hayan superado ese obstáculo, otro surgirá en el camino, otra piedra, o quizás un árbol. O quizás nosotros, que desviamos el cauce para mover la rueda de un molino.
La lucha entre luz y oscuridad, se dijo, se podía resumir en eso: un desequilibrio en el transcurso normal de las cosas y una lucha por recuperar esa calma. Era una ley natural, ninguna de las fuerzas podía prevalecer cuando están condenadas a convivir en eterno equilibrio. En eterno conflicto.
Hizo un cuenco con las manos y las sacó del agua con rapidez para salpicar su cara. Las gotas de agua corrieron por su rostro, bañando sus marcadas ojeras y arrastrando la suciedad y el calor del esfuerzo de días en el camino. Repitió la operación hasta en tres ocasiones antes de ponerse en pie y pasarse las manos entumecidas por sus rojos cabellos.
Echó un rápido vistazo a la figura que se acababa de erguir sobre la superficie del arroyo y negó con la cabeza. Se distraía con demasiada facilidad en cosas en las que ni siquiera tenía seguridad de que fueran ciertas. Alzó los hombros y los dejó caer antes de darse la vuelta y quedarse escuchando una melodía tarareada. Ben se quedó escuchando un rato, maravillado por la magnífica combinación que hacían el agua con el tarareo. En sus labios apareció una sonrisa cansada mientras su cabeza viajaba a otro tiempo y lugar. Un recuerdo con el que poder seguir adelante.
- Que los Dioses os guarden, viajero- saludó un hombre con un sombrero de paja con una pala dientes al hombro. Se le veía tan sorprendido como a Sango después de sacarle de su ensoñación.
- Muy buenas- saludó Sango acompañando sus palabras alzando una mano-. ¿Hay un pueblo cerca?- preguntó tras unos instantes intercambiando miradas. El hombre con la pala miraba con los ojos entrecerrados.
- Sí- contestó al rato-. Foresta de Nein- añadió.
- Ah, estamos cerca de Vulwulfar entonces- reconoció Sango.
- Así es. ¿Qué hacéis ahí a la vera del arroyo? ¿Acaso no sabes que hay una posada en el pueblo?- le miró ahora con expresión divertida.
- Estaba refrescándome, buen hombre- Sango subió de dos zancadas el pequeño repecho que lo separaba del camino principal y luego le tendió la mano al paisano-. Soy Sango.
Un brillo de reconocimiento asomó a los ojos del hombre que le estudió antes de estrechar la mano. Asintió repetidas veces. Sango le interrumpió antes de que pudiera decir nada.
- Es por ahí, ¿verdad?- señaló Sango-. Agradecería algo de compañía hasta el pueblo, llevo días viajando solo y tener alguien con quien compartir el camino.
- Sí, claro, un honor- contestó el hombre-. Me llamo Gustav de la familia Mörner, un placer.
Gustav le puso en antecedentes sobre el pueblo al comprobar que Sango conocía el lugar por su nombre y poco más allá de suposiciones sobre las típicas explotaciones agrarias y ganaderas que suponía debían existir en la mayoría de núcleos rurales para su subsistencia y, por supuesto, mantenimiento de las despensas de la aristocracia de las grandes urbes. El ganadero, tal y como se había definido Gustav, le puso al corriente de la actividad industrial horticultora y maderera en torno a la explotación del árbol arcoíris. Como resultado, la villa de Foresta de Nein tenía una población elevada y se veía actividad tal y como pudo comprobar Sango a medida que se acercaban a la aldea.
Después del intercambio, y tras preguntar dónde se encontraba la posada, Gustav y Sango se despidieron deseándose lo mejor y prometiéndose, si el sueño no lo impedía, brindar esa misma noche por un futuro brillante. Desde luego, dormir bajo techo después de semanas haciéndolo al raso se le antojaba casi como algo imposible y solo pensar en la posibilidad de hacerlo le empujaba a salir corriendo.
Sin embargo, no lo hizo. Disfrutó como espectador de gente que charlaba tranquilamente, contándose los últimos rumores, éxitos y fracasos comerciales, lo bien curiosos que crecían los niños. Ben se había permitido sonreír, olvidarse de las últimas semanas, pensar que todo podría salir bien, que un futuro tranquilo y apacible como el que se respiraba en aquella aldea era posible. Sí, no pierdo la esperanza. Sé que es es posible sé que lo es.
Haría noche allí y al día siguiente iría hasta Vulwulfar y trataría de alcanzar Lunargenta desde el mar. Y una vez allí, podría dar comienzo su búsqueda, una que empezaba con un rostro oculto y que parecía haberse hecho realidad nada más pensar en él.
Sango se había quedado clavado en el sitio, a unos cincuenta pasos de la entrada a la posada, no creyendo su suerte. ¿Qué probabilidades había de acertar en un lugar como aquel? Su corazón se había puesto a golpear su pecho con violencia. La figura enmascarada se metió en la posada y él siguió allí, parado, objeto de miradas curiosas que ignoró en el discurrir, caótico, de sus pensamientos.
Sus piernas echaron a andar hacia la posada. Debía ser fruto de la casualidad, se dijo. Pronto lo descubriría, preguntaría y averiguaría y seguiría con su plan de marchar a Lunargenta. Dormiría esa noche bajo techo, con una comida caliente en el estómago, acompañado de una cerveza y quizá, alguna historia antigua de la zona. Pasó bajo el dintel y entró en la posada.
Sus ojos buscaron. Y encontraron. Y cuando quiso acercarse, una voz, profunda, casi grosera, gritó desde un lateral del local.
- ¡Que me saquen los ojos y se los den a comer a los cerdos si mis ojos no están viendo a quien creo que está ahí!- Sango giró la cabeza y tardó un parpadeo en reconocer la persona que estaba hablando-. ¡Que los Dioses bajen a destriparme si ese de ahí no es un puñetero héroe!- se levantó tirando la banqueta y mostrando una sonrisa de oreja a oreja que se intuía bajo la pobladísima barba-. ¡Sango, el jodido Héroe de Aerandir!
Sturm, conocido como el oso, abrió los brazos y fue a su encuentro riendo a carcajadas y finalmente fundiéndose un fuerte abrazo entre viejos camaradas de armas. Después de separarse, Sango le golpeó en el hombro con fuerza, lo que para Sturm era una simple caricia, y le preguntó por su vida en estos últimos años que llevaban sin verse.
- Que le jodan a las preguntas, Sango, es hora de beber y brindar por el reencuentro- su tono de voz normal parecía ser el grito-. ¡Una ronda de lo mejor que tengas!- ladró en dirección a la persona encargada del local y que Sango no había visto-. Que me corten las pelotas y se las den de comer al jodido señor Vulwulf, si el maldito Sango no está frente a mi- hizo una breve pausa para mirarle bien-. No pareces nada especial y sin embargo... Bah, que le jodan a las apariencias, ¡siéntate aquí conmigo, Sango!
Tomaron asiento en la mesa que Sturm tenia para él solo y Ben se acordó de la figura enmascarada a la que no quitó los ojos de encima mientras tomaba asiento. Sturm el Oso, dio un manotazo encima de la mesa y luego palmeó la espalda de Sango sin cuidado alguno.
- ¿Qué asuntos te traen por los viejos caminos de Vulwulfar?
Sango no respondió de inmediato porque sentía que sus asuntos tenían que ver con la figura enmascarada que sus ojos eran incapaces de dejar de ver.
Sango
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Re: Consecuencias de palabras erradas (Privado) [vigilado] [Ungidos por la luz]
Al acabar el juicio había valorado transformarme y alzar el vuelo para desaparecer de esa ciudad de nombre confuso, pero luego lo pensé un poco más y valoré si eso podía resultar sospechoso en exceso. Después de todo, y a pesar de que el juicio había salido bien y se había evitado que condenasen a un inocente, no había visto a esa gente con demasiada confianza en ninguno de nosotros. Y en vista de que tampoco tenía planeado ningún lugar al que ir tras eso, opté por irme a pie y ver si en los pueblos que encontrase de camino se me aparecía alguna oportunidad para seguir ayudando a la gente y convertirme en una dragona digna de mi familia.
Sin embargo, el viaje estuvo resultando bastante tranquilo, las distintas aldeas que cruzaba eran sorprendentemente pacíficas y solamente paré para proveerme alimento para el camino y llevar un par de mensajes entre aldeas aprovechando que podía llegar volando mucho más rápido que ellos por los caminos.
Pero en una encrucijada vi que a uno de los lados se extendía un impresionante bosque de maderas de colores, y recordando que esos árboles eran muy apreciados por los elfos para restaurar zonas arrasadas por desastres y el temporal que había golpeado los bosques del clan Teurell la última vez que había pasado por allí, opté por encaminarme hacia allí para ver si podía conseguir semillas para llevarle a mi madre.
No encontré a nadie más por el camino a través de los bosques multicolores, pero cuando empezaba a darme por vencida pensando que no iba a encontrar a nadie por allí y tendría que probar a buscar alguna semilla por el suelo entre los árboles, se abrió un claro y pude ver una pequeña aldea en él. Por la reducida cantidad de casas que veía por allí no me costó entender que no me hubiera cruzado a nadie al llegar. Había mucho bosque para la gente que debería vivir allí, solo por la densidad de población era complicado cruzarse, parecido a lo que podría ocurrir en mi aldea en el norte. Sonreí para mi misma un momento pensando en Lanvor, aunque no tardó en desvanecerse cuando recordé como había tenido que abandonarlo tras la muerte de mi padre.
Me di una vuelta buscando a alguien a quien preguntarle por semillas, y aunque no fue demasiado productiva, al final acabé divisando a una mujer que llegaba por un camino con un carro cargado de frutas de las estrellas de Nein, así que me acerqué a ella.
- Disculpe. Quería saber si podía conseguir semillas de estrellas de Nein en algún sitio.
- ¿Para qué quieres tu eso, niña?
- Los elfos las plantan porque crecen rápido y así se puede recuperar el bosque cuando es destruido. Una tormenta arrasó el que rodeaba mi aldea y estaba buscando semillas para llevarlo.
- ¿Sabes que puedes conseguirlas de los frutos, no?
- Si, pero necesito más semillas de las fruta que me puedo comer.- Y después de haberme criado en una estepa norteña, no entraba entre mis planes el ir a desperdiciar comida.
- Bueno, si me compras unas frutas puedo intentar conseguirte algunas para mañana.
- Muchas gracias. Dame cinco entonces.- La contesté tras echar un vistazo al precio que tenía apuntado en el carro y sacar los correspondientes aeros.
- Te aconsejo que te quedes en esa posada, es un buen lugar para echar la noche y siempre suele haber sitio.
- Que raro, con unos bosques como estos y una madera tan bien valorada uno esperaría más movimiento.
- Quizás. Pero aunque si que se trabaja mucho la madera, casi todo lo llevamos a vender fuera. El señor de esta zona prefiere que vayamos todos al mercado a pueblos más grandes a que vengan por aquí.
- Bueno, si se hace así será por algo, supongo. Una suerte para mi que vaya a haber habitaciones libres.
- Si, supongo. Y ten cuidado, hay gente por aquí que se ha acostumbrado a esta calma y no gusta de extraños.
- No te preocupes, lo tendré en cuenta.
Quizás había llegado a otro pueblo un poco cerrado, pero sabiendo de donde venía yo no creía que fuese a ser tampoco nada sorprendente. Así que tras despedirme de la señora con una inclinación de cabeza, eché mano de una de las frutas que había comprado y me la fui comiendo mientras caminaba de camino a la posada.
Sin embargo, el viaje estuvo resultando bastante tranquilo, las distintas aldeas que cruzaba eran sorprendentemente pacíficas y solamente paré para proveerme alimento para el camino y llevar un par de mensajes entre aldeas aprovechando que podía llegar volando mucho más rápido que ellos por los caminos.
Pero en una encrucijada vi que a uno de los lados se extendía un impresionante bosque de maderas de colores, y recordando que esos árboles eran muy apreciados por los elfos para restaurar zonas arrasadas por desastres y el temporal que había golpeado los bosques del clan Teurell la última vez que había pasado por allí, opté por encaminarme hacia allí para ver si podía conseguir semillas para llevarle a mi madre.
No encontré a nadie más por el camino a través de los bosques multicolores, pero cuando empezaba a darme por vencida pensando que no iba a encontrar a nadie por allí y tendría que probar a buscar alguna semilla por el suelo entre los árboles, se abrió un claro y pude ver una pequeña aldea en él. Por la reducida cantidad de casas que veía por allí no me costó entender que no me hubiera cruzado a nadie al llegar. Había mucho bosque para la gente que debería vivir allí, solo por la densidad de población era complicado cruzarse, parecido a lo que podría ocurrir en mi aldea en el norte. Sonreí para mi misma un momento pensando en Lanvor, aunque no tardó en desvanecerse cuando recordé como había tenido que abandonarlo tras la muerte de mi padre.
Me di una vuelta buscando a alguien a quien preguntarle por semillas, y aunque no fue demasiado productiva, al final acabé divisando a una mujer que llegaba por un camino con un carro cargado de frutas de las estrellas de Nein, así que me acerqué a ella.
- Disculpe. Quería saber si podía conseguir semillas de estrellas de Nein en algún sitio.
- ¿Para qué quieres tu eso, niña?
- Los elfos las plantan porque crecen rápido y así se puede recuperar el bosque cuando es destruido. Una tormenta arrasó el que rodeaba mi aldea y estaba buscando semillas para llevarlo.
- ¿Sabes que puedes conseguirlas de los frutos, no?
- Si, pero necesito más semillas de las fruta que me puedo comer.- Y después de haberme criado en una estepa norteña, no entraba entre mis planes el ir a desperdiciar comida.
- Bueno, si me compras unas frutas puedo intentar conseguirte algunas para mañana.
- Muchas gracias. Dame cinco entonces.- La contesté tras echar un vistazo al precio que tenía apuntado en el carro y sacar los correspondientes aeros.
- Te aconsejo que te quedes en esa posada, es un buen lugar para echar la noche y siempre suele haber sitio.
- Que raro, con unos bosques como estos y una madera tan bien valorada uno esperaría más movimiento.
- Quizás. Pero aunque si que se trabaja mucho la madera, casi todo lo llevamos a vender fuera. El señor de esta zona prefiere que vayamos todos al mercado a pueblos más grandes a que vengan por aquí.
- Bueno, si se hace así será por algo, supongo. Una suerte para mi que vaya a haber habitaciones libres.
- Si, supongo. Y ten cuidado, hay gente por aquí que se ha acostumbrado a esta calma y no gusta de extraños.
- No te preocupes, lo tendré en cuenta.
Quizás había llegado a otro pueblo un poco cerrado, pero sabiendo de donde venía yo no creía que fuese a ser tampoco nada sorprendente. Así que tras despedirme de la señora con una inclinación de cabeza, eché mano de una de las frutas que había comprado y me la fui comiendo mientras caminaba de camino a la posada.
Monza Sylroc
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Re: Consecuencias de palabras erradas (Privado) [vigilado] [Ungidos por la luz]
La taberna fue abarrotándose con el paso del tiempo. Cómo un goteo incesante, nuevas figuras accedieron al local, ocupando mesas y más mesas pidiendo o exigiendo con voces y aspavientos todo tipo de viandas y bebida que el lugar tenía para ofrecer. Nou, separando la mano de las de sus obligados acompañantes, paseó sus ojos grises por el salón. Nada llamó su atención entre la jábega de aldeanos, guerreros de paso y otras figuras menos comunes en tales ambientes. Nada, hasta que su interés tiró de las riendas de su mente al advertir en detalle a dos personajes por motivos por entero divergentes.
El primer sujeto no perdía detalle de nada de cuánto ocurría en la estancia. Alerta, no apartaba los ojos del ambiente ni siquiera para beber. Bajo la capa, una armadura ligera que permitía una buena no ocultaba una espada corta que la vista del elfo apreciaba en buen acero. Sus pensamientos retornaron a un pasado donde la inmensa mayoría de los presentes, sonrió, aún no habían nacido. Tiempos sosegados, en lo cuales aún primaba en él su afición por la orfebrería. Mas aún recordaba como distinguir un buen acero. Doriev se había encargado de ello… a su pesar.
Sin embargo, lo auténticamente llamativo era su arco recurvo, encima de sus rodillas. Una suma que sólo se resolvía en una palabra: explorador. O furtivo. Y uno habilidoso. Varias preguntas acudieron al espadachín, a ninguna de las cuales aún podía dar respuesta. Si estaba buscando un objetivo, la presencia de los guardias de Wulwulf sería un poderoso disuasorio. Ironías del destino, pensó.
La segunda, más pequeña, había aparecido en su vida pocos días antes. Le había echado una mano en la fatídica playa y había tenido el valor de hablar en su favor en el maldito juicio. Recordaba bien su nombre, y no había tenido ocasión de corresponder a sus actos. Una hija del norte, alas del invierno. Una chiquilla, acentuado al verla morder una fruta, valiente. De modo que se acercó, con una apariencia bien distinta a la única que ella había visto, esbozando una cálida sonrisa.
-No me fue posible agradecerte el haber intervenido- comenzó, refiriéndose al caso- No cabe duda que tus palabras pesaron en la balanza de la sentencia y quiero darte las gracias por ello. Tengo asuntos en esta región y no sé cuanto tiempo me retendrán. Pero si necesitas ayuda, ya conoces mi nombre. Haré lo que pueda por ti, Monza.
Y posándole un instante la mano en el hombro al pasar a su lado, seguido de los caballeros, abandonó la taberna.
O tal era su intención.
Apenas dos pasos más allá de la puerta, con los caballeros de Wulwulf escasamente más alejados, el espadachín observó como a su lado pasó encabezando una pequeña comitiva una mujer de cabello cobrizo ondulado en una larga trenza. Su altanería divirtió al hijo de Sandorai. Mirada, capa y yelmo de la fémina emanaban poder, y su presencia silenció por entero la taberna.
Nou esperó, y el grupo no tardó en salir, portando un cofre de reducido tamaño. Los ojos grises intercambiaron una mirada por Iax, quien se acercó, sin apartar la vista de ella.
-Sí, sus colores son los de Tandur- comentó entre dientes- Pero no podemos permitirnos intervenir. Nuestros blasones deben lealtad a lord Wulwulf. Implicaría que nuestro señor ataca a un vasallo sin motivo. Y tú acabarías preso por violar tu vigilancia al realizar actos punitivos sin motivo- sonrió el caballero algo azorado, admitiendo tácitamente su culpa. A partir de ahora nosotros te seguiremos a cierta distancia. Es preciso evitar complicaciones.
El elfo exhaló irritado. La jerarquía humana estaba sembrada de complicaciones e hipocresía. Cada paso en pugna de nobles debía ser dado con extremo cuidado.
Para su sorpresa, todos aquellos con trazas de labriegos o artesanos de las cercanías fueron abandonando la posada. Únicamente los guerreros forasteros permanecieron en el interior. Un ambiente apagado que tomaba forma en la seriedad del tabernero. Su limpieza de algunos vasos revelaba una furia apenas contenida. Con pasos rápidos, el Indirel se acercó al humano.
-¿Quién era ella?- cuestionó a bocajarro. El aludido frunció el ceño, tras cerrar la boca, cortando una primera inspiración. Su semblante no pudo ser más notorio, y su respuesta indicó la misma ruta.
-Una miembro de la camarilla de mayor confianza de nuestro lord Tandur. Irisbelia.
-Si provoca siempre el mismo efecto, resulta asombroso que aún puedas mantener este lugar abierto- tanteó- He viajado por toda tierra humana. No es tiempo de recaudación.
No podía indagar demasiado. Todos habían visto las capas de los caballeros. Ser relacionado con el señor de la urbe capitalina le cerraría casi todas las puertas en esa región. Si lo que Iax le había contado era cierto.
-Hay quien dice que los elfos vivís en los árboles, que no sabéis lo que son los impuestos, y que ni siquiera usáis el dinero- Nou sonrió, tragándose una respuesta que bailaba en la punta de su lengua- algo que todo el que haya comerciado con Sandorai sabe que no es la realidad. Según parece, nuestra comarca necesita dinero para para a las tropas a causa de los refugiados del oeste, y otros rumores que llegan incluso de las lejanas tierras de la bruma, más allá de los grandes bosques. Por suerte, el señor nos cobra poco, no es mal lugar para prosperar.
-Quizá haya venido entonces al sitio indicado- suspiró, pasándose una mano por el cabello- Tengo algunos ahorros y estoy cansado de vivir de la espada ¿sabes?- mintió, mirando al infinito- Puede ser buen momento para volver a mis tiempos en la fragua. Y vuestros bosques no carecen de belleza.
Tal comentario pareció agradar al posadero.
-Virkar tiene el privilegio de fundición y trabajo del metal en el pueblo y aldeas cercanas. Tendrás que pagar al conde si quieres abrir un negocio como ese.
-¿Y si sólo se trata de orfebrería? Prefiero lo delicado. Que él se encargue de armas y objetos de campo. Lo mío es la belleza.
-Tendrás poca clientela me temo- aconsejó el posadero, observándole con detenimiento. Pero Nou se encogió de hombros.
-Si alguien hace buen trabajo, el dinero termina llegando- enunció, sonriente- Sí… creo que no es mala idea. Creo que es buen momento para separarme de esos caballeros de Wulwulfar, que sigan su camino al norte- enfatizó con un gesto de la mano- Trataré de echar raíces aquí. Nos veremos más a menudo- aseguró, ofreciéndole la mano- Yassdiel, de los Viladi de Sandorai.
-Que los dioses sean contigo. Gage. Gage Haywood.
-Que la fortuna te sonría- terminó Nou, antes de volver a abandonar el local.
Su sonrisa se evaporó nada más cruzó el dintel. Demasiados pensamientos interactuaban entre sí en él. Tratar de atrapar información del círculo personal del conde resultaba complejo, y peligroso. Debía comenzar por abajo.
Seguiría en su papel. Un local, una tapadera. Y un nombre. Virkar.
Nousis Indirel
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Re: Consecuencias de palabras erradas (Privado) [vigilado] [Ungidos por la luz]
Alward tomó asiento en un rincón de la posada, cruzando los brazos mientras observaba el bullicio a su alrededor. El lugar, aunque pequeño, estaba lleno de vida. Los residentes locales y los trabajadores de los alrededores ocupaban la mayoría de las mesas, y pocos parecían ser tan forasteros como él. Sin embargo, la presencia de otros viajeros—un hombre de aspecto rudo, una joven de cabello rojizo, y un elfo acompañado por tres caballeros de Vulwulfar—le recordaban que no era el único extraño en este rincón del mundo. Esta variedad de rostros le ayudaría a mantener sus intenciones y su identidad en secreto.
La taberna era cálida y acogedora, con paredes de madera oscura decoradas con herramientas de caza y trofeos de animales. Un fuego crepitante en la chimenea lanzaba sombras danzantes que jugaban en los rostros de los presentes. El ambiente olía a una mezcla de madera quemada, carne asada y el inconfundible aroma a cerveza.
El propósito de Alward al entrar en lugares como este era siempre doble: recopilar información y permitir que Katrina probase las bebidas locales. Sin embargo, la vampiresa no parecía muy impresionada con la cerveza que tenía delante.
-Muy amarga.-Proyectó su voz mágica directamente hacia Alward, su rostro contrayéndose en una mueca de desagrado.-Sabe a meado... a meado de burra.
Alward alzó una ceja, su tono ligeramente burlón. No se le pudo ver por la máscara, pero la gesticulación de sus ojos se hacía evidente. Y Katrina había aprendido a interpretar muy bien los ojos del Sevna.
-¿Has probado alguna vez el meado de burra?
Katrina negó con la cabeza, llevándose el vaso a los labios una vez más para asegurarse de que su primera impresión no había sido errónea. No lo fue; el sabor seguía siendo repulsivo para sus delicadas papilas gustativas.
-No.-Respondió, apartando el vaso con una expresión de frustración
-Es lo que me decían a mí cada vez que probaba la cerveza. No me gusta de ningún tipo.-Admitió, sonriendo con afabilidad mientras sus ojos brillaban con camaradería.
Mientras hablaban, los murmullos y risas de la posada creaban un telón de fondo animado. Los ojos de Alward recorrían el lugar, buscando cualquier indicio de información útil. Katrina, por su parte, observaba con atención a los otros viajeros, tratando de discernir quiénes podían ser los enemigos en su misión.
No tardó en aparecer una figura femenina en la entrada de la posada, su presencia irradiando una fuerza indiscutible. Con la apariencia de una guerrera, vestía una armadura oscura que reflejaba las llamas de la chimenea, y su mirada era tan afilada como la espada que colgaba a su lado. A su alrededor, un grupo de hombres de armas la custodiaba, sus posturas alertas y sus ojos barrían el lugar con sospecha.
Este espectáculo no pasó desapercibido para Alward y Katrina. La llegada de estos individuos tenía un efecto inmediato en la atmósfera de la posada. Los parroquianos habituales comenzaron a abandonar el sitio, lanzando miradas de temor y desconfianza mientras se apresuraban hacia la salida. El murmullo habitual de la taberna se apagó, sustituido por un silencio tenso y expectante.
Katrina, entonces, volvió a proyectar su voz mágica hacia Alward.
-Si quieres encontrar corrupción, pégate al lado de un cofre lleno de monedas. Y asegúrate de que la gente no quiera preguntar por él.
Alward asintió imperceptiblemente, sus ojos fijos en la guerrera. Esta inesperada visita podía ser la clave para desentrañar los misterios que les habían traído a Foresta de Nein. La reacción de los lugareños indicaba claramente que esta mujer y sus hombres no eran agradables, lo que significaba que su presencia no era casual.
La guerrera avanzó con paso firme hacia una mesa en el centro de la sala, sus guardaespaldas manteniéndose cerca. Su voz, cuando habló, era autoritaria y resonante, diseñada para que todos la escucharan sin lugar a dudas. Alward aguzó el oído, deseoso de captar cualquier detalle que pudiera ser útil.
Katrina, a su lado, continuaba observando con atención, sus sentidos agudizados por la tensión en el ambiente. Sabía que cualquier movimiento en falso podía delatar sus intenciones, pero también que esta era una oportunidad única para obtener información valiosa.
-No nos precipitemos.-La voz de Alward era un susurro.-No vayamos a levantar sospechas sobre nosotros.
Katrina asintió, sus ojos brillando con una mezcla de curiosidad y desconfianza. La guerrera, ajena a la atención de Alward y Katrina, continuó su conversación en un tono bajo y conspirativo. Las palabras eran difíciles de discernir, pero la expresión de los hombres a su alrededor reflejaba la gravedad de la situación.
La guerrera hizo una seña a uno de sus guardaespaldas, quien se apresuró a salir de la posada, dejando a los demás en alerta. Katrina, aprovechando la oportunidad, se inclinó hacia Alward, proyectando su voz con sutileza.
-Esto podría ser nuestra oportunidad. Si podemos seguir al guardaespaldas, podríamos descubrir a dónde se dirigen y qué buscan exactamente.
Alward asintió, preparándose para la próxima jugada. La caza había comenzado, y con cada movimiento calculado, se acercaban más a desentrañar los secretos que Foresta de Nein ocultaba tan celosamente.
-Síguelo.-Dijo Alward en un susurro esta vez casi inaudible para la propia Katrina, pero que la vampiresa interpretó de la forma correcta.
Sin más, Katrina se puso en pie sin llamar la atención y se fundió con las sombras hasta llegar a la entrada, donde con sutileza volvió a aparecer nuevamente y, colocándose su bozal, salió de la posada dispuesta a seguir al guardaespaldas.
La taberna era cálida y acogedora, con paredes de madera oscura decoradas con herramientas de caza y trofeos de animales. Un fuego crepitante en la chimenea lanzaba sombras danzantes que jugaban en los rostros de los presentes. El ambiente olía a una mezcla de madera quemada, carne asada y el inconfundible aroma a cerveza.
El propósito de Alward al entrar en lugares como este era siempre doble: recopilar información y permitir que Katrina probase las bebidas locales. Sin embargo, la vampiresa no parecía muy impresionada con la cerveza que tenía delante.
-Muy amarga.-Proyectó su voz mágica directamente hacia Alward, su rostro contrayéndose en una mueca de desagrado.-Sabe a meado... a meado de burra.
Alward alzó una ceja, su tono ligeramente burlón. No se le pudo ver por la máscara, pero la gesticulación de sus ojos se hacía evidente. Y Katrina había aprendido a interpretar muy bien los ojos del Sevna.
-¿Has probado alguna vez el meado de burra?
Katrina negó con la cabeza, llevándose el vaso a los labios una vez más para asegurarse de que su primera impresión no había sido errónea. No lo fue; el sabor seguía siendo repulsivo para sus delicadas papilas gustativas.
-No.-Respondió, apartando el vaso con una expresión de frustración
-Es lo que me decían a mí cada vez que probaba la cerveza. No me gusta de ningún tipo.-Admitió, sonriendo con afabilidad mientras sus ojos brillaban con camaradería.
Mientras hablaban, los murmullos y risas de la posada creaban un telón de fondo animado. Los ojos de Alward recorrían el lugar, buscando cualquier indicio de información útil. Katrina, por su parte, observaba con atención a los otros viajeros, tratando de discernir quiénes podían ser los enemigos en su misión.
No tardó en aparecer una figura femenina en la entrada de la posada, su presencia irradiando una fuerza indiscutible. Con la apariencia de una guerrera, vestía una armadura oscura que reflejaba las llamas de la chimenea, y su mirada era tan afilada como la espada que colgaba a su lado. A su alrededor, un grupo de hombres de armas la custodiaba, sus posturas alertas y sus ojos barrían el lugar con sospecha.
Este espectáculo no pasó desapercibido para Alward y Katrina. La llegada de estos individuos tenía un efecto inmediato en la atmósfera de la posada. Los parroquianos habituales comenzaron a abandonar el sitio, lanzando miradas de temor y desconfianza mientras se apresuraban hacia la salida. El murmullo habitual de la taberna se apagó, sustituido por un silencio tenso y expectante.
Katrina, entonces, volvió a proyectar su voz mágica hacia Alward.
-Si quieres encontrar corrupción, pégate al lado de un cofre lleno de monedas. Y asegúrate de que la gente no quiera preguntar por él.
Alward asintió imperceptiblemente, sus ojos fijos en la guerrera. Esta inesperada visita podía ser la clave para desentrañar los misterios que les habían traído a Foresta de Nein. La reacción de los lugareños indicaba claramente que esta mujer y sus hombres no eran agradables, lo que significaba que su presencia no era casual.
La guerrera avanzó con paso firme hacia una mesa en el centro de la sala, sus guardaespaldas manteniéndose cerca. Su voz, cuando habló, era autoritaria y resonante, diseñada para que todos la escucharan sin lugar a dudas. Alward aguzó el oído, deseoso de captar cualquier detalle que pudiera ser útil.
Katrina, a su lado, continuaba observando con atención, sus sentidos agudizados por la tensión en el ambiente. Sabía que cualquier movimiento en falso podía delatar sus intenciones, pero también que esta era una oportunidad única para obtener información valiosa.
-No nos precipitemos.-La voz de Alward era un susurro.-No vayamos a levantar sospechas sobre nosotros.
Katrina asintió, sus ojos brillando con una mezcla de curiosidad y desconfianza. La guerrera, ajena a la atención de Alward y Katrina, continuó su conversación en un tono bajo y conspirativo. Las palabras eran difíciles de discernir, pero la expresión de los hombres a su alrededor reflejaba la gravedad de la situación.
La guerrera hizo una seña a uno de sus guardaespaldas, quien se apresuró a salir de la posada, dejando a los demás en alerta. Katrina, aprovechando la oportunidad, se inclinó hacia Alward, proyectando su voz con sutileza.
-Esto podría ser nuestra oportunidad. Si podemos seguir al guardaespaldas, podríamos descubrir a dónde se dirigen y qué buscan exactamente.
Alward asintió, preparándose para la próxima jugada. La caza había comenzado, y con cada movimiento calculado, se acercaban más a desentrañar los secretos que Foresta de Nein ocultaba tan celosamente.
-Síguelo.-Dijo Alward en un susurro esta vez casi inaudible para la propia Katrina, pero que la vampiresa interpretó de la forma correcta.
Sin más, Katrina se puso en pie sin llamar la atención y se fundió con las sombras hasta llegar a la entrada, donde con sutileza volvió a aparecer nuevamente y, colocándose su bozal, salió de la posada dispuesta a seguir al guardaespaldas.
Alward Sevna
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Re: Consecuencias de palabras erradas (Privado) [vigilado] [Ungidos por la luz]
Sturm disfrutaba del trozo de pan duro que tenía frente a él. A Sango no le resultó extraño que le pusieran el pan más atrasado, es más, estaba convencido que él mismo lo había pedido. Lo había visto hacerlo una vez y decía que le ayudaba a mantener la mandíbula fortalecida. "Y los dientes destrozados", recordó haber respondido. Y la sonrisa brutal que apareció tras la pobladísima barba de Sturm se quedó grabada en su mente. Al fin y al cabo, ¿cómo olvidar que un oso te enseña los dientes y vive para contarlo?
Ahora, sin embargo, el pelirrojo, Sango, no miraba a Sturm, solo lo oía masticar y respirar fuertemente por la nariz. Sus ojos, lejos de despegarse de la figura enmascarada cuando la recaudadora había entrado en la posada, habían continuado soldados a él y a su acompañante, reflexionando sobre la idoneidad de acercarse y salir de dudas, de relatarle lo que el Observador les había contado en el bosque.
- No has probado ni un miserable sorbo de cerveza- gruñó el Oso-. Es bueno para el cuerpo, lo mantiene caliente. Y también para el espíritu, mantiene los demonios alejados- su tono de voz se había modulado sobremanera y fue suficiente como para llamar la atención de Sango y apartar los ojos-. Seguro que con un trago lo que sea que esa cabeza pelirroja está rebuyendo se hace más fácil.
Sango vio como Sturm alzaba las cejas y movía la cabeza en dirección a la jarra. En el rostro de Ben apareció una leve sonrisa y volvió la cabeza a la ahora solitaria figura enmascarada. Sorprendido, miró por toda la estancia sin encontrar a la persona que lo acompañaba y fijando su atención, por primera vez en los hombres armados, la mujer que los comandaba y el pequeño cofre que llevaba entre sus manos.
Ben estaba muy distraído. Demasiado, se dijo. Antes, unos meses atrás, cuando había liderado la defensa en Aguasclaras, tenía las cosas claras. En Zelirica parecía que las cosas se habían salido de su cauce normal y desde entonces todo lo que vino después. ¿Y entre medias? Suspiró y sacudió la cabeza. Su expresión se relajó y se echó hacia atrás.
- ¿Qué acaba de pasar?- preguntó mirando a Sturm que le devolvió la mirada con los ojos entrecerrados.
La sonora carcajada resonó en la casi vacía posada, libre de los vecinos y de aquellos hombres y mujer armados. Ben no pudo evitar acompañarlo en la risa más por contagiosa que por motivos para reír. El Oso se pasó la manga de la camisa por la barba después de dar un generoso trago.
- Ah, Sango, eres jodidamente idiota. Deja de mirar al máscaras y presta atención a las cosas importantes- dijo en un tono de voz bastante audible-. Te ahorraré los detalles más escabrosos del asunto, pero sí te diré que esa tipa está involucrada en nuestra pequeña aventura en Vulwulfar hace, ¿qué, un año? Quizás más- Sturm golpeó la mesa con uno de sus enormes puños haciendo saltar todo a su alrededor-. Mi maldita casa destrozada. Mis malditos recuerdos, perdidos. Todo convertido en ceniza- su voz era un rugido contenido, un aullido de dolor, una herida que llevaba demasiado tiempo sangrando, una herida que se había envenenado y había obsesionado la mente de Sturm.
- Me desentendí de todo aquello- reconoció Sango-, y te pido disculpas por eso, amigo- la mirada de Sturm, fría y dura se clavó en sus ojos.
- No quiero tu compasión de mierda. Y si es lo único que me ofreces, entonces vete a tomar por culo- contestó acercándose, amenazador, a él-. Quiero ver al cabronazo que se lanzó a machacar esos cabronazos renegados en el Arenal del jodido Roilkat- se acercó aún más-. Quiero ver al puñetero Sango que lideró una manada de bichos feos como demonios para meterlos en la ciudad sin esperar nada a cambio- el aliento de Sturm estaba fuertemente impregnado de alcohol y se lo hizo notar antes de continuar-. El tipo de los cabellos rojos que se metió en las profundidades de la tierra en Sandorái y mató a un escuadrón de asesinos y una maldita bebesangres- le posó la mano en una de las hombreras de la armadura y sintió como apretaba con fuerza-. El cabronazo que combatió contra los chuchos de la manada y les jodió a base de bien- tiró de él para que centrara su atención en él-. ¿Acaso los héroes no luchan por causas justas? ¿Qué causa más justa que la de ayudar a un amigo?
El corazón de Sango bombeaba sangre a su pecho hinchado de puro orgullo. Una parte de él estaba deseando coger un hacha y salir corriendo tras aquella mujer y destrozarla hasta que no quedara parte reconocible de ella. Sin embargo, otra parte le instaba a ser cauto, a dejar que la sangre dejara de hervir y que la fuerza de las palabras se debilitaran por el implacable paso del tiempo. Calma, Ben, calma, se dijo.
- La venganza te domina por completo, Sturm- dijo irguiéndose en su asiento-. Te ayudaré, por los Dioses, que lo haré- los ojos de Sturm se iluminaron, como si el mismísimo Baldr se reflejara en ellos-, pero no si estás borracho y cegado por la venganza- una ceguera impuesta por Hodr.
En la expresión de Sturm, Sango pudo ver el conflicto interno que vivía el Oso, como valoraba por donde coger a Sango y empezar a romper sus huesos como alguien que quebraba una rama seca con sus propios dedos. Sin embargo, soltó a Sango y se cruzó de brazos a la vez que se echaba hacia atrás para dar con la espalda en la pared. Sango no varió su posición, ni tampoco el desafío de miradas que parecían estar teniendo.
Sturm era uno de los tipos más grandes y fuertes que había visto. Habían compartido campo de batalla con sus victorias y derrotas; cervezas frías y el polvo más miserable del desierto; historias de grandeza e historias que harían compadecerse a los mismos Dioses. Sí, Sango conocía bien a Sturm, lo suficiente como para saber cómo debía tratar con él.
- Hace poco me enteré de por qué estaban metiendo armas en Vulwulfar. Bueno, me enteré de bastantes cosas- hablaba en voz alta y sin preocuparse por si el resto podía escucharle-. Eran armas de elfos. Bueno, no todas, pero mayormente sí. Se habían dedicado a saquear campos de batalla después de todo lo que pasó en Sandorai- hizo un gesto con la mano-, qué te voy a contar de allí que no sepas, ¿verdad?- en verdad Sango desconocía muchas cosas de lo que había ocurrido por aquellos tiempos. Quizá no se acordaba. Sango bebió su primer sorbo-. Resulta que estaban planeando alguna especie de levantamiento en Vulwulfar, nada serio, un par de docenas de guardias lo suficientemente ambiciosos y estúpidos para creerse cuatro gilipolleces de gloria y poder, y los siempre explotados campesinos y artesanos- descruzó por completo los brazos y se rascó la cabeza-. Joder, Sango, en cuanto la revuelta fuera sofocada, verían las armas de los elfos, y empezarían los discursos de odio, que si lo elfos han financiado la revuelta y esas mierdas sin sentido. Y entonces, ¿qué? Pues a matar elfos o alguna estupidez de esas que se les ocurre a los nobles de mierda cuando tienen demasiado tiempo libre- una sombra oscureció sus ojos-. No tendrán tanto tiempo libre cuando los machaque con el martillo- murmuró sin apartar la mirada de la mesa.
- Y esta mujer, ¿cómo está relacionada con lo que pasó en Vulwulfar?- preguntó Sango tratando de recuperar a Sturm-. Había demasiada gente implicada ahí, recuerdo a esos cabrones a las puertas de tu casa.
- ¡¿Y quién no recordaría a esos bastardos?! Sango, espabila, joder. Son los nobles rurales los que quieren ganar influencia con los Vulwulf. Pero como son unos auténticos zoquetes, necesitan otro medio para prosperar y no se les ocurre otro método de mierda que generar desorden y descontrol, cargarse algunas cabezas por el camino y medrar en mitad del caos.
- Parece un movimiento demasiado elaborado para unos zoquetes.
- Me importa una mierda lo que parezca, es lo que es y punto- contestó airado Sturm-. Mira, Sango, estos son los que parece que llevan la voz cantante, estos Tandur, su señor, es un ambicioso hijo de perra que ama el oro por encima de todas las cosas- agarró su jarra, casi rodeando la circunferencia entera con su mano, y apuró el contenido de un trago.
- Sin duda parece un peligro para Vulwulfar- levantó una mano-. Lo es, lo es. Es un peligro para Vulwulfar- se corrigió al ver la expresión de rabia que había dibujado Sturm en su rostro.
El silencio se instaló entre ambos y Ben, después de dar un sorbo, miró al resto de figuras presentes en la posada, de lo cuales, la figura enmascarada volvió a centrar su atención. La mujer con el cabello rojo atrajo su atención por la familiaridad que parecía tener para él. El elfo que salía por la puerta, también despertó en él algo similar, algún encuentro pasado, quizá casual, un cruce de miradas en algún sitio. Sandorai quizás.
Algo se removió en el interior de su cabeza y de su ser. El curso de los acontecimientos se ponía en marcha y que hubiera rostros familiares, y rostros ocultos que cuadraban con la descripción del Observador no podían ser fruto de la casualidad. Todo parecía encajar, como si fuera uno de esos grandes mecanismos que hacía mover grandes ingenios técnicos. Al final, como le habían explicado, todo se reducía a concatenar mecanismos sencillos, para generar máquinas complejas. El mundo, pensó, podía ser algo parecido. Solo se necesitaba a alguien que juntara las piezas.
- Tengo que ir a echar una meada- Sturm rompió el silencio.
- No hagas ninguna estupidez- contestó Sango mirando al frente. Sturm gruñó por toda respuesta y salió al exterior.
Sango vio a Sturm desaparecer y a continuación alternó sus ojos de la mujer al enmascarado. Su corazón latía con fuerza. Todo estaba en marcha. Todo. Absolutamente todo. Era una rueda en movimiento, un tronco girando por la colina, una ola que se acercaba a la costa, la luz del día y la ausencia de ella en la noche.
- ¿Qué sabéis...?- se detuvo a mitad de la pregunta para aclararse la voz, traicionado por unos nervios que no sabía de dónde salían-. ¿Qué sabéis del cuento de los nacidos de las estrellas?
Ahora, sin embargo, el pelirrojo, Sango, no miraba a Sturm, solo lo oía masticar y respirar fuertemente por la nariz. Sus ojos, lejos de despegarse de la figura enmascarada cuando la recaudadora había entrado en la posada, habían continuado soldados a él y a su acompañante, reflexionando sobre la idoneidad de acercarse y salir de dudas, de relatarle lo que el Observador les había contado en el bosque.
- No has probado ni un miserable sorbo de cerveza- gruñó el Oso-. Es bueno para el cuerpo, lo mantiene caliente. Y también para el espíritu, mantiene los demonios alejados- su tono de voz se había modulado sobremanera y fue suficiente como para llamar la atención de Sango y apartar los ojos-. Seguro que con un trago lo que sea que esa cabeza pelirroja está rebuyendo se hace más fácil.
Sango vio como Sturm alzaba las cejas y movía la cabeza en dirección a la jarra. En el rostro de Ben apareció una leve sonrisa y volvió la cabeza a la ahora solitaria figura enmascarada. Sorprendido, miró por toda la estancia sin encontrar a la persona que lo acompañaba y fijando su atención, por primera vez en los hombres armados, la mujer que los comandaba y el pequeño cofre que llevaba entre sus manos.
Ben estaba muy distraído. Demasiado, se dijo. Antes, unos meses atrás, cuando había liderado la defensa en Aguasclaras, tenía las cosas claras. En Zelirica parecía que las cosas se habían salido de su cauce normal y desde entonces todo lo que vino después. ¿Y entre medias? Suspiró y sacudió la cabeza. Su expresión se relajó y se echó hacia atrás.
- ¿Qué acaba de pasar?- preguntó mirando a Sturm que le devolvió la mirada con los ojos entrecerrados.
La sonora carcajada resonó en la casi vacía posada, libre de los vecinos y de aquellos hombres y mujer armados. Ben no pudo evitar acompañarlo en la risa más por contagiosa que por motivos para reír. El Oso se pasó la manga de la camisa por la barba después de dar un generoso trago.
- Ah, Sango, eres jodidamente idiota. Deja de mirar al máscaras y presta atención a las cosas importantes- dijo en un tono de voz bastante audible-. Te ahorraré los detalles más escabrosos del asunto, pero sí te diré que esa tipa está involucrada en nuestra pequeña aventura en Vulwulfar hace, ¿qué, un año? Quizás más- Sturm golpeó la mesa con uno de sus enormes puños haciendo saltar todo a su alrededor-. Mi maldita casa destrozada. Mis malditos recuerdos, perdidos. Todo convertido en ceniza- su voz era un rugido contenido, un aullido de dolor, una herida que llevaba demasiado tiempo sangrando, una herida que se había envenenado y había obsesionado la mente de Sturm.
- Me desentendí de todo aquello- reconoció Sango-, y te pido disculpas por eso, amigo- la mirada de Sturm, fría y dura se clavó en sus ojos.
- No quiero tu compasión de mierda. Y si es lo único que me ofreces, entonces vete a tomar por culo- contestó acercándose, amenazador, a él-. Quiero ver al cabronazo que se lanzó a machacar esos cabronazos renegados en el Arenal del jodido Roilkat- se acercó aún más-. Quiero ver al puñetero Sango que lideró una manada de bichos feos como demonios para meterlos en la ciudad sin esperar nada a cambio- el aliento de Sturm estaba fuertemente impregnado de alcohol y se lo hizo notar antes de continuar-. El tipo de los cabellos rojos que se metió en las profundidades de la tierra en Sandorái y mató a un escuadrón de asesinos y una maldita bebesangres- le posó la mano en una de las hombreras de la armadura y sintió como apretaba con fuerza-. El cabronazo que combatió contra los chuchos de la manada y les jodió a base de bien- tiró de él para que centrara su atención en él-. ¿Acaso los héroes no luchan por causas justas? ¿Qué causa más justa que la de ayudar a un amigo?
El corazón de Sango bombeaba sangre a su pecho hinchado de puro orgullo. Una parte de él estaba deseando coger un hacha y salir corriendo tras aquella mujer y destrozarla hasta que no quedara parte reconocible de ella. Sin embargo, otra parte le instaba a ser cauto, a dejar que la sangre dejara de hervir y que la fuerza de las palabras se debilitaran por el implacable paso del tiempo. Calma, Ben, calma, se dijo.
- La venganza te domina por completo, Sturm- dijo irguiéndose en su asiento-. Te ayudaré, por los Dioses, que lo haré- los ojos de Sturm se iluminaron, como si el mismísimo Baldr se reflejara en ellos-, pero no si estás borracho y cegado por la venganza- una ceguera impuesta por Hodr.
En la expresión de Sturm, Sango pudo ver el conflicto interno que vivía el Oso, como valoraba por donde coger a Sango y empezar a romper sus huesos como alguien que quebraba una rama seca con sus propios dedos. Sin embargo, soltó a Sango y se cruzó de brazos a la vez que se echaba hacia atrás para dar con la espalda en la pared. Sango no varió su posición, ni tampoco el desafío de miradas que parecían estar teniendo.
Sturm era uno de los tipos más grandes y fuertes que había visto. Habían compartido campo de batalla con sus victorias y derrotas; cervezas frías y el polvo más miserable del desierto; historias de grandeza e historias que harían compadecerse a los mismos Dioses. Sí, Sango conocía bien a Sturm, lo suficiente como para saber cómo debía tratar con él.
- Hace poco me enteré de por qué estaban metiendo armas en Vulwulfar. Bueno, me enteré de bastantes cosas- hablaba en voz alta y sin preocuparse por si el resto podía escucharle-. Eran armas de elfos. Bueno, no todas, pero mayormente sí. Se habían dedicado a saquear campos de batalla después de todo lo que pasó en Sandorai- hizo un gesto con la mano-, qué te voy a contar de allí que no sepas, ¿verdad?- en verdad Sango desconocía muchas cosas de lo que había ocurrido por aquellos tiempos. Quizá no se acordaba. Sango bebió su primer sorbo-. Resulta que estaban planeando alguna especie de levantamiento en Vulwulfar, nada serio, un par de docenas de guardias lo suficientemente ambiciosos y estúpidos para creerse cuatro gilipolleces de gloria y poder, y los siempre explotados campesinos y artesanos- descruzó por completo los brazos y se rascó la cabeza-. Joder, Sango, en cuanto la revuelta fuera sofocada, verían las armas de los elfos, y empezarían los discursos de odio, que si lo elfos han financiado la revuelta y esas mierdas sin sentido. Y entonces, ¿qué? Pues a matar elfos o alguna estupidez de esas que se les ocurre a los nobles de mierda cuando tienen demasiado tiempo libre- una sombra oscureció sus ojos-. No tendrán tanto tiempo libre cuando los machaque con el martillo- murmuró sin apartar la mirada de la mesa.
- Y esta mujer, ¿cómo está relacionada con lo que pasó en Vulwulfar?- preguntó Sango tratando de recuperar a Sturm-. Había demasiada gente implicada ahí, recuerdo a esos cabrones a las puertas de tu casa.
- ¡¿Y quién no recordaría a esos bastardos?! Sango, espabila, joder. Son los nobles rurales los que quieren ganar influencia con los Vulwulf. Pero como son unos auténticos zoquetes, necesitan otro medio para prosperar y no se les ocurre otro método de mierda que generar desorden y descontrol, cargarse algunas cabezas por el camino y medrar en mitad del caos.
- Parece un movimiento demasiado elaborado para unos zoquetes.
- Me importa una mierda lo que parezca, es lo que es y punto- contestó airado Sturm-. Mira, Sango, estos son los que parece que llevan la voz cantante, estos Tandur, su señor, es un ambicioso hijo de perra que ama el oro por encima de todas las cosas- agarró su jarra, casi rodeando la circunferencia entera con su mano, y apuró el contenido de un trago.
- Sin duda parece un peligro para Vulwulfar- levantó una mano-. Lo es, lo es. Es un peligro para Vulwulfar- se corrigió al ver la expresión de rabia que había dibujado Sturm en su rostro.
El silencio se instaló entre ambos y Ben, después de dar un sorbo, miró al resto de figuras presentes en la posada, de lo cuales, la figura enmascarada volvió a centrar su atención. La mujer con el cabello rojo atrajo su atención por la familiaridad que parecía tener para él. El elfo que salía por la puerta, también despertó en él algo similar, algún encuentro pasado, quizá casual, un cruce de miradas en algún sitio. Sandorai quizás.
Algo se removió en el interior de su cabeza y de su ser. El curso de los acontecimientos se ponía en marcha y que hubiera rostros familiares, y rostros ocultos que cuadraban con la descripción del Observador no podían ser fruto de la casualidad. Todo parecía encajar, como si fuera uno de esos grandes mecanismos que hacía mover grandes ingenios técnicos. Al final, como le habían explicado, todo se reducía a concatenar mecanismos sencillos, para generar máquinas complejas. El mundo, pensó, podía ser algo parecido. Solo se necesitaba a alguien que juntara las piezas.
- Tengo que ir a echar una meada- Sturm rompió el silencio.
- No hagas ninguna estupidez- contestó Sango mirando al frente. Sturm gruñó por toda respuesta y salió al exterior.
Sango vio a Sturm desaparecer y a continuación alternó sus ojos de la mujer al enmascarado. Su corazón latía con fuerza. Todo estaba en marcha. Todo. Absolutamente todo. Era una rueda en movimiento, un tronco girando por la colina, una ola que se acercaba a la costa, la luz del día y la ausencia de ella en la noche.
- ¿Qué sabéis...?- se detuvo a mitad de la pregunta para aclararse la voz, traicionado por unos nervios que no sabía de dónde salían-. ¿Qué sabéis del cuento de los nacidos de las estrellas?
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(1) Monza: es la persona que ayuda a Sango a hacer una corona de flores en el Midsummarblot.(2) Nousis: estuvo en Zelirica, campamento que Sango "comandaba" y puede que se cruzaran alguna vez por allí.
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Sango
Héroe de Aerandir
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Re: Consecuencias de palabras erradas (Privado) [vigilado] [Ungidos por la luz]
Al entrar a la taberna me pareció un sitio bastante normal, lo que uno podría esperar encontrar en una aldea, gente que ya se conoce echando el día y algunos extranjeros perdidos, como podría ser yo misma. O al menos sería bastante normal si no contábamos que había un hombre enmascarado en la barra, eso resultaba sospechoso cuanto menos. Aunque entre los parroquianos me crucé con una figura que si conocía, el elfo al que había defendido en el juicio resultó estar también en ese mismo pueblo y se acercó para agradecérmelo.
- Gracias Nousis. Pero no fue nada, era lo correcto y alguien tenía que hacerlo. El mal triunfa cuando nadie hace nada por evitarlo, y eso no se puede permitir. De todas formas, tendré en cuenta el ofrecimiento, que no creo que esté mucho por aquí, pero imagino que al menos un par de días.
Y no dio tiempo a que pasara mucho más porque entonces unos soldados liderados por una mujer entraron en la taberna y el ambiente cambió radicalmente. Ni siquiera cuando se fueron llevándose un cofre la situación mejoró, sino que los locales decidieron irse del lugar. Sospechaba que todo eso tenía algo que ver con lo que me dijo la frutera de que había preguntas que era mejor no hacer, pero fuera cual fuera la situación que estaba sucediendo allí, no podía dejarlo así. Para empezar, me terminé la fruta de un par de mordiscos y eché las semillas en mi bolsa. No sabía si podían regresar de nuevo, y prefería estar preparada por si había que pelear y transformarse.
Cuando solo quedábamos extranjeros en el interior, se pusieron a hablar entre ellos o con el tabernero, donde intenté prestar atención a lo que decían para poder enterarme de algo de lo sucedido, aunque la dificultad de prestar atención a tres conversaciones a la vez se mostró superior a mis capacidades, y una vez que entendí la identidad de la mujer que lideraba a los soldados, al menos todo lo que podía entender cuando ninguno de los nombres que comentaban me aportaron nada, escuché como de una de las mesas me llegaba una mención a elfos y decidí prestar más atención. Una decisión en la que también influyó que la mujer que acompañaba al enmascarado hubiera desaparecido totalmente, lo que era extraño porque tampoco me había parecido verla salir y yo me encontraba en el camino hacia la puerta. De todas formas, este lugar ya parecía tener problemas más acuciantes como para preocuparme por la escapista misteriosa.
Esa mesa resultó estar ocupada por Sango el héroe, pero era su interlocutor quien había llamado mi atención en estos momentos. Afirmaba que alguien estaba pasando armas en Vulwulfar, armas élficas para llevar a un conflicto en el que poder trepar, y el nombre del culpable me pareció que era el mismo que había comentado el tabernero cuando hablaban de la mujer. Es decir, que esta aldea debía estar bien hundida en el fango de todo ese asunto. Pero eso no era lo que más me preocupaba. En ese momento alguien estaba pasando armas élficas en la ciudad para encender la chispa del conflicto, pero poco antes, ya había escuchado a un hombre aprovechar un juicio para malmeter contra los elfos e ir preparando el terreno para que esa chispa pudiera prender con más fuerza. No recordaba su nombre, pero sabía que era un hombre poderoso en la ciudad. Puede que el tipo grande tuviera razón y esos nobles rurales fueran unos zoquetes, pero igual tenían más conexiones de lo que pensaba.
Seguía divagando sobre las implicaciones de todo eso y haciendo teorías sobre cual podía ser la mejor forma de cortar con ese problema, cuando el hombre grande se levantó de la mesa hacia la salida. Yo me aparté para evitar que me llevase por delante y me fui acercando a la barra para pedir algo. Que la situación ya parecía bastante tensa y sería mejor hacer algo que no pareciese sospechoso. Pero estaba llamando al tabernero para pedir algo cuando Sango se alzó con una pregunta. Una pregunta de la que no sabía gran cosa, quizás era una leyenda sureña y la conocían mejor allí, o quizás simplemente mi aldea estaba demasiado mal comunicada y no llegaban esas informaciones. De todas formas, mis padres me habían hablado alguna vez sobre ellos, siete héroes elegidos por el Dragón de la Luz para enfrentarse a la oscuridad, uno de cada raza. No recordaba apenas nada del resto, pero Kaida Long había sido mi heroína cuando era una niña, un ejemplo de paladín de la justicia. Y también el elfo, Tyelpe, un hombre marcado que despertaba desconfianza entre los suyos pero siempre cuidaba del resto. Mi madre me contaba historias sobre él cuando otros niños criticaban mi aspecto. Esas historias habían quedado ya en el pasado, pero escuchar de nuevo sobre ellas me alegraba de alguna forma.
- Lo siento, no recuerdo demasiado, ¿pero eran siete héroes que fueron elegidos por la luz para enfrentarse a la oscuridad, no? Uno por cada raza que habitaba Aerandir, unidos a pesar de sus diferencias por la justicia.
- Gracias Nousis. Pero no fue nada, era lo correcto y alguien tenía que hacerlo. El mal triunfa cuando nadie hace nada por evitarlo, y eso no se puede permitir. De todas formas, tendré en cuenta el ofrecimiento, que no creo que esté mucho por aquí, pero imagino que al menos un par de días.
Y no dio tiempo a que pasara mucho más porque entonces unos soldados liderados por una mujer entraron en la taberna y el ambiente cambió radicalmente. Ni siquiera cuando se fueron llevándose un cofre la situación mejoró, sino que los locales decidieron irse del lugar. Sospechaba que todo eso tenía algo que ver con lo que me dijo la frutera de que había preguntas que era mejor no hacer, pero fuera cual fuera la situación que estaba sucediendo allí, no podía dejarlo así. Para empezar, me terminé la fruta de un par de mordiscos y eché las semillas en mi bolsa. No sabía si podían regresar de nuevo, y prefería estar preparada por si había que pelear y transformarse.
Cuando solo quedábamos extranjeros en el interior, se pusieron a hablar entre ellos o con el tabernero, donde intenté prestar atención a lo que decían para poder enterarme de algo de lo sucedido, aunque la dificultad de prestar atención a tres conversaciones a la vez se mostró superior a mis capacidades, y una vez que entendí la identidad de la mujer que lideraba a los soldados, al menos todo lo que podía entender cuando ninguno de los nombres que comentaban me aportaron nada, escuché como de una de las mesas me llegaba una mención a elfos y decidí prestar más atención. Una decisión en la que también influyó que la mujer que acompañaba al enmascarado hubiera desaparecido totalmente, lo que era extraño porque tampoco me había parecido verla salir y yo me encontraba en el camino hacia la puerta. De todas formas, este lugar ya parecía tener problemas más acuciantes como para preocuparme por la escapista misteriosa.
Esa mesa resultó estar ocupada por Sango el héroe, pero era su interlocutor quien había llamado mi atención en estos momentos. Afirmaba que alguien estaba pasando armas en Vulwulfar, armas élficas para llevar a un conflicto en el que poder trepar, y el nombre del culpable me pareció que era el mismo que había comentado el tabernero cuando hablaban de la mujer. Es decir, que esta aldea debía estar bien hundida en el fango de todo ese asunto. Pero eso no era lo que más me preocupaba. En ese momento alguien estaba pasando armas élficas en la ciudad para encender la chispa del conflicto, pero poco antes, ya había escuchado a un hombre aprovechar un juicio para malmeter contra los elfos e ir preparando el terreno para que esa chispa pudiera prender con más fuerza. No recordaba su nombre, pero sabía que era un hombre poderoso en la ciudad. Puede que el tipo grande tuviera razón y esos nobles rurales fueran unos zoquetes, pero igual tenían más conexiones de lo que pensaba.
Seguía divagando sobre las implicaciones de todo eso y haciendo teorías sobre cual podía ser la mejor forma de cortar con ese problema, cuando el hombre grande se levantó de la mesa hacia la salida. Yo me aparté para evitar que me llevase por delante y me fui acercando a la barra para pedir algo. Que la situación ya parecía bastante tensa y sería mejor hacer algo que no pareciese sospechoso. Pero estaba llamando al tabernero para pedir algo cuando Sango se alzó con una pregunta. Una pregunta de la que no sabía gran cosa, quizás era una leyenda sureña y la conocían mejor allí, o quizás simplemente mi aldea estaba demasiado mal comunicada y no llegaban esas informaciones. De todas formas, mis padres me habían hablado alguna vez sobre ellos, siete héroes elegidos por el Dragón de la Luz para enfrentarse a la oscuridad, uno de cada raza. No recordaba apenas nada del resto, pero Kaida Long había sido mi heroína cuando era una niña, un ejemplo de paladín de la justicia. Y también el elfo, Tyelpe, un hombre marcado que despertaba desconfianza entre los suyos pero siempre cuidaba del resto. Mi madre me contaba historias sobre él cuando otros niños criticaban mi aspecto. Esas historias habían quedado ya en el pasado, pero escuchar de nuevo sobre ellas me alegraba de alguna forma.
- Lo siento, no recuerdo demasiado, ¿pero eran siete héroes que fueron elegidos por la luz para enfrentarse a la oscuridad, no? Uno por cada raza que habitaba Aerandir, unidos a pesar de sus diferencias por la justicia.
Monza Sylroc
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Re: Consecuencias de palabras erradas (Privado) [vigilado] [Ungidos por la luz]
Sus ojos viraron tras un solo y lento parpadeo hacia el rincón derecho de las cuencas.
Iax, Savien y Telhu esperaban, pero las palabras enunciadas por el guerrero de cabello rojizo, dirigidas al extraño enmascarado y respondidas por la pequeña Monza cavaron en su memoria mitos que no acertaba a recordar. Sus pasos le habían llevado a toda biblioteca importante del continente, y su voracidad por el saber, a internarse en incontables ruinas y manejar volúmenes casi olvidados. Casi nueve décadas de estudio como aderezo a sus entrenamientos con la espada. Y no acertaba a abrir el baúl correcto donde creía haber ojeado aquello. Nacidos de las estrellas.
Si, siempre había apreciado las leyendas heroicas. Viejos nombres sepultados por la grandeza, en gran parte olvidados. Una vez había querido ser parte de los grandes de Sandorai. De quienes aún se recitaban sus hazañas en las escuelas de primeras letras. ¿Y ahora? ¿Dos grandes batallas después?
Sonrió sin alegría. Aquella no era su conversación. Tenía algo que demostrar, por injusto que fuera, a los humanos de Vulwulfar. Ahora solo deseaba proteger a su especie, algo que al contrario que en la fantasía, no reportaba honores. Sabía que sus esfuerzos solo encontrarían sangre y dificultades. Nadie cantaría sobre él, nadie celebraría sus logros. No, en unos bosques dominados por un Consejo más amplio pero no cabeza de un reino unido.
Emitió un segundo suspiro. Debía continuar con su obligada tarea. Si, le habría gustado contar con compañeros, con amigos a fin de solventar lo que tenía entre manos. Recordó a Aylizz, a Tarek. Y en parte se alegraba de no volver a ponerlos en peligro. Una contradicción comprensible.
De modo que desdeñó Foresta de Nein. Si deseaba avanzar, debía internarse en la mayor población controlada por lord Tandur. Amarantha.
Guiado por Iax, y seguido por Telhu y Savien, atisbó una urbe cuyo tamaño distaba en gran medida de Vulwulfar o por supuesto, Lunargenta. Sus murallas, más útiles como un perímetro visual que como una auténtica defensa capaz de resistir un asedio, se abrían por dos portones fáciles de guarecer. Carros con mineral de hierro del norte, y con la valorada madera de Nein, según sir Savien, de la Foresta, entraban lentamente. Grupos campesinos acudían a vender sus productos desde varios puntos diferentes, lo que deducía diferentes aldeas en derredor.
-Te esperaremos cerca de ambas puertas- anunció Telhu- No acudas a nosotros – señaló con el dedo índice al elfo, en un tono iracundo que el espadachín ya creía intrínseco en el malhumorado caballero- Solo si llegases a cumplir la tarea de Iax, te escoltariamos a la siguiente. Y si eres incapaz- sonrió tétricamente- E intentas huir, te juro por los dioses que te daré caza antes de que cruces el primer árbol de tu tierra.
-Me han amenazado criaturas de otros mundos, dragones, manadas de licántropos, nidos de vampiros…- enumeró, observando al humano- Una cosa es ser inocente de lo ocurrido en tu patria y tener que cargar con vuestra presencia, y otra – se acercó a un palmo del caballero – soportar las continuas injurias de un niño que sabe que no puedo levantar la espada contra el. Solo los cobardes agreden al saberse protegidos.
El rostro de Telhu se encendió de irá, y media hoja asomó rauda ante los ojos grises de Nousis, quien hizo lo propio por inercia de combatiente. Savien, raudo, colocó su mano cubierta de hierro en la de su compañero, esbozando una sonrisa.
-Nadie quiere verter sangre. Cada cual tiene una misión impuesta por el Señor- miró directamente al elfo- Te deseo suerte ahí dentro – terminó señalando Amarantha con el mentón. El Indirel guardó su espada aún sin nombre y dio la espada a ambos.
-Os buscaré pronto- prometió.
La función debía comenzar.
[…]
Desde los campos de cultivo al norte, solo, el hijo de Sandorai escudriñó cuanto el horizonte tuvo a bien ofrecerle. No sólo las suaves colinas que descendían hasta la primera de las puertas de la pequeña urbe, sino una localización no desprovista de hermosura, ganada al bosque a fuerza de generaciones de labradores y constructores. Una población protegida por un río que la memoria de Nou plasmó como el Dornest. Una corriente navegable, se dijo con un punto sombrío, podría llegar a ser una aceptable ruta de escape.
Pues estaba solo.
Envuelto en un conocido fatalismo fruto de la experiencia, escasos segundos bastaron para recordarse que de nada servía retrasar el cometido. Su armadura, capa y espada le daban un sesgo inconfundible de quien se gana la vida con la hoja. Destacaría en un centro urbano humano, sin duda. Y todo dependía de lograr convencer a dos personas que necesitaba un cambio de vida.
Los centinelas de la puerta le dieron el alto nada más acercarse. No existía disputa alguna entre Sandorai y ningún reino de la península de Verisar, por lo que satisfacer una mera curiosidad de los guardias no revestía dificultades. Tenían, imaginaba por la zona, que estar acostumbrados a la presencia de sus congéneres.
Aunque tal vez, no a uno solo, bien armado, sin nada que vender.
-Amarantha no necesita más mercenarios, elfo- advirtió el primer humano, y el aludido se armó de paciencia ante la conversación que estaba por llegar.
-Busco a Virkar, el herrero. No trabajo.
-Tu espada parece estar en perfectas condiciones- alegó el segundo. Nou asintió, llevando a sus labios una, esperaba, sonrisa confiada.
-Sandorai es un sitio peligroso en estos tiempos, y el acero no es fuente de riqueza. Tengo otros planes y por ello necesito hablar con el herrero.
-¿Qué planes son esos?
El forastero sintió vacilar su sonrisa en su fuero interno. ¿Era tanto pedir que las cosas resultasen sencillas por una vez?
-Fui orfebre varias décadas atrás- explicó, mintiendo en cierta manera- Y esta ciudad es un muy buen lugar donde iniciar un nuevo negocio. Fácil para que materiales de este, oeste y norte lleguen sin complicaciones. Mis beneficios redundarán aquí. Todos ganaremos, y quiero que eso sea entendido. Me han dicho que Virkar es con debo hablar en primer lugar. Respeto la jerarquía.
Dicho lo cual, tomó unas monedas y con el pulgar, las lanzó a ambos guardias.
-Un pequeño adelanto por la comprensión.
No erró. Aquellos humanos estaban acostumbrados a ese tipo de prebendas. Sus semblantes, sus miradas aviesas a la plata…
-Yassdiel de los Viladi- se presentó, al tiempo que pasaba entre ambos y se fijaba por vez primera en sus lanzas. Una calidad poco común para gente como ellos.
Irisbelia, la recaudación, centinelas corruptos, ese material… los indicios eran circunstanciales, sí, mas se iban acumulando. Necesitaba conocer qué argamasa estaba uniendo todas aquellas piedras. Ningún lord, implicado en lo que sir Iax aseguraba de él, en su sano juicio sería tan estúpido como para mostrar indicios de sus crímenes con tal impunidad.
El espadachín arrugó el ceño caminando por la vía principal. ¿Acaso Tandur se sentía protegido? ¿Quién, salvo lord Vulwulf podía respaldarle en todo caso para saberse seguro? No había notado nada extraño en sus propios acompañantes. Estaba casi seguro de que no le habían mentido.
"Más mercenarios" había mentado el centinelas. "Más"
Sí. Estaba viendo una obra cuyos primeros actos ya habían concluido, donde otros actores ya habían recitado sus primeros versos. Debían hacer que volvieran a escena.
Nousis Indirel
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Re: Consecuencias de palabras erradas (Privado) [vigilado] [Ungidos por la luz]
Los ojos de Alward se abrieron de par en par cuando aquel pelirrojo se acercó a él mencionando a los Stellazios. Hasta ese momento, el enmascarado había permanecido en su asiento, con los brazos cruzados y observando la taberna desde la privacidad que le brindaba su máscara. Pero ahora, se encontraba en el punto de atención, no solo del extraño pelirrojo, sino también de una joven (también pelirroja) que, casualmente, estaba cerca. Y quién sabe si de alguien más en la taberna.
-¿Quién eres?-Preguntó el Sevna, con una voz que destilaba desconfianza, pero también una curiosidad contenida.
La joven cercana, intrigada por la mención de los Stellazios, se inclinó ligeramente, dando una respuesta a esa pregunta que también fue dirigida a ella.
-Pensaba que era el único que...-Carraspeó, intentando mantener su compostura y evitar llamar demasiado la atención.-Toda leyenda tiene su parte de verdad.-Dijo a ambos pelirrojos.-Y siempre debemos honrar aquellos que dieron su vida por este mundo y lucharon en nombre de la Luz.
-¿Quién eres?-Preguntó el Sevna, con una voz que destilaba desconfianza, pero también una curiosidad contenida.
La joven cercana, intrigada por la mención de los Stellazios, se inclinó ligeramente, dando una respuesta a esa pregunta que también fue dirigida a ella.
-Pensaba que era el único que...-Carraspeó, intentando mantener su compostura y evitar llamar demasiado la atención.-Toda leyenda tiene su parte de verdad.-Dijo a ambos pelirrojos.-Y siempre debemos honrar aquellos que dieron su vida por este mundo y lucharon en nombre de la Luz.
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Katrina salió de la posada con la gracia de una sombra, moviéndose con una agilidad sobrenatural que evitaba cualquier atención no deseada. Iba con su capucha blanca bajada, evitando revelar su rostro. Miró al cielo; seguía encapotado, por lo que podía moverse con libertad. Observó al guardia que había salido momentos antes y comenzó a seguirlo a una distancia prudente, sus pasos eran apenas un susurro sobre la hojarasca del denso bosque que rodeaba la aldea.
El guardia, ajeno a su perseguidora, caminaba con rapidez, adentrándose en la espesura del bosque. Katrina, fundida en las sombras y en total silencio, lo seguía con precisión, utilizando los árboles como cobertura y asegurándose de no perderlo de vista.
Finalmente, el guardia se detuvo en un claro apartado, lejos de cualquier mirada indiscreta. Katrina observó cómo sacaba un mapa y lo desplegaba sobre una roca plana. Era el momento perfecto. Avanzó sin hacer ruido, sus ojos fijos en su objetivo.
El guardia, alertado por un instinto tardío, se volvió bruscamente, sacando su espada. Su rostro mostraba sorpresa y una pizca de miedo al ver a la figura de Katrina emergiendo en mitad de la nada.
-¿Quién eres?-Demandó el guardia, su voz temblando ligeramente, tratando de sonar más valiente de lo que se sentía.
Katrina, sin pronunciar una palabra, proyectó su voz mágica directamente en la mente del guardia, una voz que resonaba con un poder hipnótico y aterrador.
-Detén tu mano.
El guardia, aunque visiblemente hostil, sintió un temor irracional que paralizó su cuerpo. Sus ojos se agrandaron, y su mano tembló al soltar la espada, que cayó al suelo con un ruido sordo.
-¿Qué quieres de mí?-Preguntó, su tono ahora sumiso y lleno de pánico.
Katrina avanzó un paso, sus ojos fríos y calculadores fijos en él.
-Recaudación de impuestos, ¿Verdad?-Preguntó la vampiresa, casi inocente.-¿Por qué tanto secretismo? ¿Por qué os temen los lugareños?
-Temen inmiscuirse en asuntos peligrosos.-Dijo el guardaespaldas con cierta reticencia.
-Háblame de la recaudación de impuestos. ¿Adónde la llevan? ¿Y qué son esos "asuntos peligrosos"?
El guardia tragó saliva, su mente dominada por el influjo de la vampiresa.
-Llevamos la recaudación a Amarantha, la ciudad del señor de la zona, vasallo del señor Vulwulf. Esos cofres están llenos de oro... y algo más.
Katrina alzó una ceja, su curiosidad despertada.
-¿Y...?
-El oro sirve de tapadera. Bajo las monedas, hay compartimentos ocultos donde transportamos armas. Las armas provienen de otras rutas comerciales.
Katrina asimiló la información, comprendiendo ahora la magnitud de la trama.
-¿Quiénes está involucrado en esto?
-El señor de la zona lo permite, a cambio de una parte del botín. Los contrabandistas se aseguran de que las armas lleguen a sus destinatarios sin ser detectados. Nadie sospecha, porque todos creen que son solo impuestos. Esos destinatarios provienen de la costa.
La vampiresa mantuvo su mirada fija en el guardia, inspirándole temor al mismo tiempo que sopesaba cómo proceder.
-¿Sabes quiénes son los destinatarios?
-No. Solo sé que buscan caos con el contrabando, suministrar armas ciertas armas a puntos concretos para que los reinos humanos y los clanes élficos comiencen a sospechar unos de otros.
Katrina asintió, conforme. Ya había un nuevo sitio al que ir que cerraba el cerco de actuación. Si iban a Amarantha encontrarían más pruebas y encontrarían a las Sierpes tal y como había dicho Daga Nocturna.
El guardia, ajeno a su perseguidora, caminaba con rapidez, adentrándose en la espesura del bosque. Katrina, fundida en las sombras y en total silencio, lo seguía con precisión, utilizando los árboles como cobertura y asegurándose de no perderlo de vista.
Finalmente, el guardia se detuvo en un claro apartado, lejos de cualquier mirada indiscreta. Katrina observó cómo sacaba un mapa y lo desplegaba sobre una roca plana. Era el momento perfecto. Avanzó sin hacer ruido, sus ojos fijos en su objetivo.
El guardia, alertado por un instinto tardío, se volvió bruscamente, sacando su espada. Su rostro mostraba sorpresa y una pizca de miedo al ver a la figura de Katrina emergiendo en mitad de la nada.
-¿Quién eres?-Demandó el guardia, su voz temblando ligeramente, tratando de sonar más valiente de lo que se sentía.
Katrina, sin pronunciar una palabra, proyectó su voz mágica directamente en la mente del guardia, una voz que resonaba con un poder hipnótico y aterrador.
-Detén tu mano.
El guardia, aunque visiblemente hostil, sintió un temor irracional que paralizó su cuerpo. Sus ojos se agrandaron, y su mano tembló al soltar la espada, que cayó al suelo con un ruido sordo.
-¿Qué quieres de mí?-Preguntó, su tono ahora sumiso y lleno de pánico.
Katrina avanzó un paso, sus ojos fríos y calculadores fijos en él.
-Recaudación de impuestos, ¿Verdad?-Preguntó la vampiresa, casi inocente.-¿Por qué tanto secretismo? ¿Por qué os temen los lugareños?
-Temen inmiscuirse en asuntos peligrosos.-Dijo el guardaespaldas con cierta reticencia.
-Háblame de la recaudación de impuestos. ¿Adónde la llevan? ¿Y qué son esos "asuntos peligrosos"?
El guardia tragó saliva, su mente dominada por el influjo de la vampiresa.
-Llevamos la recaudación a Amarantha, la ciudad del señor de la zona, vasallo del señor Vulwulf. Esos cofres están llenos de oro... y algo más.
Katrina alzó una ceja, su curiosidad despertada.
-¿Y...?
-El oro sirve de tapadera. Bajo las monedas, hay compartimentos ocultos donde transportamos armas. Las armas provienen de otras rutas comerciales.
Katrina asimiló la información, comprendiendo ahora la magnitud de la trama.
-¿Quiénes está involucrado en esto?
-El señor de la zona lo permite, a cambio de una parte del botín. Los contrabandistas se aseguran de que las armas lleguen a sus destinatarios sin ser detectados. Nadie sospecha, porque todos creen que son solo impuestos. Esos destinatarios provienen de la costa.
La vampiresa mantuvo su mirada fija en el guardia, inspirándole temor al mismo tiempo que sopesaba cómo proceder.
-¿Sabes quiénes son los destinatarios?
-No. Solo sé que buscan caos con el contrabando, suministrar armas ciertas armas a puntos concretos para que los reinos humanos y los clanes élficos comiencen a sospechar unos de otros.
Katrina asintió, conforme. Ya había un nuevo sitio al que ir que cerraba el cerco de actuación. Si iban a Amarantha encontrarían más pruebas y encontrarían a las Sierpes tal y como había dicho Daga Nocturna.
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Alward vio entrar a Katrina en la taberna. Por su mirada, el enmascarado supuso que tendría nueva información. "Amarantha", le había dicho la vampiresa mediante su magia de voz.
-De momento, no podemos seguir hablando aquí.-Les dijo a los dos pelirrojos.-Si queréis dar conmigo, tendréis que buscarme en Amarantha. No conozco muy bien la zona, pero me dejaré ver por las posadas de allí si es necesario.
Tras decir eso, el enmascarado se puso en pie, dispuesto a marcharse junto a Katrina, que lo esperaba en la entrada del lugar, extrañada. No se esperaba que Alward estuviera conversando con desconocidos. Aunque el rostro del Sevna estaba cubierto por su máscara, Katrina sabía interpretar bien su mirada, y esta mostraba una mezcla de curiosidad y preocupación, como si el asunto que los había traído allí no fuese lo único que ahora le preocupara u ocupara su mente.
-De momento, no podemos seguir hablando aquí.-Les dijo a los dos pelirrojos.-Si queréis dar conmigo, tendréis que buscarme en Amarantha. No conozco muy bien la zona, pero me dejaré ver por las posadas de allí si es necesario.
Tras decir eso, el enmascarado se puso en pie, dispuesto a marcharse junto a Katrina, que lo esperaba en la entrada del lugar, extrañada. No se esperaba que Alward estuviera conversando con desconocidos. Aunque el rostro del Sevna estaba cubierto por su máscara, Katrina sabía interpretar bien su mirada, y esta mostraba una mezcla de curiosidad y preocupación, como si el asunto que los había traído allí no fuese lo único que ahora le preocupara u ocupara su mente.
Alward Sevna
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Re: Consecuencias de palabras erradas (Privado) [vigilado] [Ungidos por la luz]
Sango se echó hacia atrás y alternó la mirada entre la mujer pelirroja, aquel rostro conocido, y la máscara de la figura que había afirmado que tras toda leyenda se escondía una parte de verdad. Que ambos conocieran la historia era, en primer término, algo positivo. Que la figura enmascarada, además, carraspeara... Sacudió la cabeza, podía significar tantas cosas, desde una garganta seca por falta de una buena cerveza fría, hasta una enfermedad. Pero también podía significar incomodidad por una situación, también una forma de llamar la atención sobre algo, o a alguien.
Era una historia a la que sus involuntarios compañeros de viaje, en busca de la misteriosa figura que se había presentado, días más tarde, como el Observador, habían hecho mención un par de veces mientras preparaban la cena tras un largo día de buscar y no encontrar absolutamente nada. Desde la explosión en el Monte de la Adoración, la noche del Midsummarblót, las historias sobre enfrentamientos entre fuerzas primitivas, o fuerzas primarias como había escuchado decir, habían formado parte de conversaciones en todo tipo de ámbitos y ambientes, desde simples cotilleos o anécdotas de reinos lejanos que habían llegado a oídos nada interesados, hasta disertaciones formales en ámbitos académicos y que terminaban llegando a las más altas castas de la nobleza de los Reinos que formaban Aerandir.
Decenas de crónicas, cuentos, leyendas y mitos circulaban de boca en boca, espoleando las mentes más imaginativas que eran capaces de alimentar esos mismos relatos con cosas que había visto, o creían haber visto, transformando una simple especulación científica, en una verdad absoluta capaz de condicionar la forma de vivir de comarcas enteras. El miedo y el temor eran armas poderosas que siempre esgrimía la peor calaña contra aquellos que deseaban una vida tranquila y sin sobresaltos.
Sango sacudió la cabeza, sin duda hablar del miedo daba para una buena tarde alrededor de una buena mesa con bebida suave y buena compañía, y cuando no hubiera nada más que hacer. Pero aquel no era el día.
- Soy Sango- se presentó al tiempo que Sturm hacía acto de presencia sacudiéndose las manos la una contra la otra.
- Sí, ya sé que eres Sango- se detuvo en el marco de la puerta, tapando casi por completo el total de la misma y soltó una carcajada-. No he bebido tanto. Aun no- echó un rápido vistazo a los presentes y Sango reconoció el brillo en su mirada-. Planeando un viaje sin tu viejo amigo, ¿verdad, héroe?
Los ojos de Sango repararon, entonces, en la figura femenina que acompañaba al enmascarado y que debía haber entrado tras Sturm. El enmascarado, entonces, se puso en pie y se excusó para continuar con sus asuntos, sin embargo, sus palabras no sonaban a despedida sino a una invitación a seguirle y a seguir hablando.
No sabía cómo continuar con la conversación sobre los nacidos de las estrellas. Pensó en la posibilidad de ser directo, contarle lo que había visto y oído en el bosque, decirle que una persona creía que aquel cuento era real y que la historia estaba en camino de repetirse y que el destino había decidido que una figura enmascarada con una voluntad inquebrantable, tal y como había dicho el Observador. Pero le resultaba tan difícil. Creía que era por el propio conflicto interno que vivía, entre no creer las palabras de un ermitaño, y sentirse parte de los acontecimientos que estaban por venir. Un conflicto entre la más absoluta indiferencia y la fe en un formar parte de algo mayor.
Los Dioses habían puesto en su camino una figura que coincidía, al menos parcialmente, con las palabras del Observador. Conocía la historia de los nacidos de las estrellas y había carraspeado antes de afirmar que, en ese cuento, había parte de verdad. Y, además, sus palabras parecían invitarle a seguir sus paso a continuar con aquella conversación en otro lugar. Y aun así, pese a que todo parecía indicar que era la persona que el Observador buscaba, que él buscaba, le resultaba difícil ser directo. Quizá por temor a fracasar, equivocarse de persona, comprometer los resultados de Níniel y ponerla en peligro.
Sonrió. Ah, el temor, el miedo, que instrumentos tan poderosos, que armas tan eficaces contra la voluntad.
- Si me lo permitís, me gustaría compartir el camino hacia Amarantha con vosotros- dijo Sango poniéndose en pie.
- ¿Amarantha, eh?- Sturm caminaba lentamente hacia él-. Un buen sitio- pasó de largo y fue hasta la pared-. Sobre todo si quieres encontrar a la mayor escoria que alberga este Reino- se inclinó hacia delante para coger el pesado y letal martillo de guerra que Sango había visto en acción. Por suerte, en el bando adecuado-. Conozco la zona, no os preocupéis, yo os guiaré- dijo inclinándose hacia delante.
Sango le miró con severidad. Le resultaba evidente que iba a causar problemas en Amarantha y quería hacerle saber que estaría sobre él, vigilando para que no cometiera ninguna estupidez. Sturm, sin embargo, le ignoraba, paseaba sus ojos por las figuras que quedaban en la taberna. Sturm se encontraba terriblemente relajado, por eso, tras su poblada barba, se podía intuir una sonrisa.
Por un breve instante se sintió profundamente cansado, pensando en su vida, en su eterno deambular por los Reinos de Aerandir, en las veces que le tocaba reprender a sus amigos y en otras tantas en las que se había puesto en peligro por ellos. Y pensó en el futuro, en lo que estaba por venir, un horizonte abierto, cubierto de una espesa bruma de peligros y amenazas que acechaban esperando la mejor oportunidad para atacar y devorar cualquier esperanza de futuro. No, los mejores tiempos, sin duda, estaban por llegar.
- ¡Sango!- le ladró Sturm a su lado sacándole de sus pensamientos.
- ¿Eh?- alzó las cejas. Me distraigo demasiado-. ¿Qué pasa?
- ¡Espabila de una vez! Hay que ponerse en marcha.
Sturm gruñó y le puso una mano en el hombro para hacerle caminar mientras le gritaba al posadero cuánto debía pagar. El pelirrojo, en tono de broma le instó a que intentara susurrar, por el bien de los oídos del resto. Sturm se limitó a reír y golpearle la espalda con la mano abierta para que siguiera caminando.
En el exterior de la posada, Sango echó un rápido vistazo a su alrededor para localizar a sus compañeros de viaje. Sin más demora, alcanzó a la mujer pelirroja que había respondido en primer lugar a su pregunta. Le dedicó un breve instante para fijarse, nuevamente, en su rostro y sacudió la cabeza.
- Creo que nos hemos visto antes- entrecerró los ojos-. Por los Dioses, diría que fue hace poco, pero mi cabeza lleva distraída un tiempo- se llevó la mano, cerrada en un puño, al pecho-. Pido disculpas si alguna vez supe tu nombre.
El camino se ensanchaba en la salida hacia Amarantha. A lo lejos se escuchaba el suave arrullo del agua contra las piedras y el canto de los pájaros, el mugido de las vacas, la suave brisa meciendo las ramas de los árboles y sacudiendo los campos. De fondo, voces, quizá risas y también chillidos de niños jugando. Respiró profundamente, disfrutando del camino.
- Supongo que- sus ojos se habían detenido en unas flores de color naranja al borde del camino y luego, como si fuera una reacción natural, su cabeza giró hacia la pelirroja-. Por el amor de Freyja- dijo dibujando una sonrisa en el rostro mientras el reconocimiento de su rostro ubicaba a aquella mujer en una playa-. Tú me ayudaste a hacer una corona de flores en el Midsummarblót- extendió una mano hacia ella-. Que alegría volver a encontrarnos. Los hilos del destino se tejen de maneras que uno ni se imagina- comentó alternando la vista en el frente, en la figura enmascarada y su acompañante y la pelirroja. Sus palabras no eran una mera cortesía, las creía de verdad-. Dime, ¿qué te trae por aquí? ¿Estás de paso o vives cerca?- preguntó Sango notando la presencia de Sturm cinco o seis pasos por detrás.
Un poco de charla no iba a venir mal, sobre todo si pretendía averiguar si el enmascarado era la persona que buscaba. Echó un rápido vistazo hacia atrás. El Oso tenía la mirada fija en el frente y se dedicaba a escuchar. Sango lo conocía bien, y sabía que si Sturm no hablaba demasiado es que estaba rumiando algo. Y, seguramente, acabarían metidos en problemas. Pero cada cosa, se dijo, a su tiempo.
- Yo he tenido unos días un poco extraños- comentó pasándose una mano por la barba mal cuidada-. Yo formaba parte de un grupo de búsqueda de un sabio- sus ojos se clavaron en la espalda de la figura enmascarada, en sus pasos y forma de caminar-. Mis compañeros terminaron por abandonar la misión, yo seguí adelante y, los Dioses me mostraron el camino- miró a la pelirroja y alzó las cejas-. Eran como luces de candil, como estrellas en el cielo- hizo una breve pausa-, pero estaban alineadas con un camino y... Resultaron ser hongos- expulsó aire como ahogando la risa y sacudió la cabeza sonriendo-. Al final encontramos a aquel hombre y- miró nuevamente a la joven que iba a su lado-. ¿Sabéis cómo se presentó ante mi?- su cabeza giró lentamente hacia la espalda del enmascarado-. Yo entendí que era una especie de intérprete de una entidad a la que nosotros damos varios nombres- guardó silencio mientras el grupo seguía el camino.
De hecho, Sango no continuó relatando su más reciente aventura, dejaría el resto para otra ocasión, otra más tranquila y relajada. De noche, en una mesa, con bebida y comida, resguardados de la noche, y lejos de oídos indiscretos y cerca de los más curiosos y atrevidos.
- Eres un cabronazo- masculló Sturm a su espalda.
A lo lejos, Amarantha se alzaba en la ribera del rio, aguardando la llegada de tan pintoresco grupo.
Era una historia a la que sus involuntarios compañeros de viaje, en busca de la misteriosa figura que se había presentado, días más tarde, como el Observador, habían hecho mención un par de veces mientras preparaban la cena tras un largo día de buscar y no encontrar absolutamente nada. Desde la explosión en el Monte de la Adoración, la noche del Midsummarblót, las historias sobre enfrentamientos entre fuerzas primitivas, o fuerzas primarias como había escuchado decir, habían formado parte de conversaciones en todo tipo de ámbitos y ambientes, desde simples cotilleos o anécdotas de reinos lejanos que habían llegado a oídos nada interesados, hasta disertaciones formales en ámbitos académicos y que terminaban llegando a las más altas castas de la nobleza de los Reinos que formaban Aerandir.
Decenas de crónicas, cuentos, leyendas y mitos circulaban de boca en boca, espoleando las mentes más imaginativas que eran capaces de alimentar esos mismos relatos con cosas que había visto, o creían haber visto, transformando una simple especulación científica, en una verdad absoluta capaz de condicionar la forma de vivir de comarcas enteras. El miedo y el temor eran armas poderosas que siempre esgrimía la peor calaña contra aquellos que deseaban una vida tranquila y sin sobresaltos.
Sango sacudió la cabeza, sin duda hablar del miedo daba para una buena tarde alrededor de una buena mesa con bebida suave y buena compañía, y cuando no hubiera nada más que hacer. Pero aquel no era el día.
- Soy Sango- se presentó al tiempo que Sturm hacía acto de presencia sacudiéndose las manos la una contra la otra.
- Sí, ya sé que eres Sango- se detuvo en el marco de la puerta, tapando casi por completo el total de la misma y soltó una carcajada-. No he bebido tanto. Aun no- echó un rápido vistazo a los presentes y Sango reconoció el brillo en su mirada-. Planeando un viaje sin tu viejo amigo, ¿verdad, héroe?
Los ojos de Sango repararon, entonces, en la figura femenina que acompañaba al enmascarado y que debía haber entrado tras Sturm. El enmascarado, entonces, se puso en pie y se excusó para continuar con sus asuntos, sin embargo, sus palabras no sonaban a despedida sino a una invitación a seguirle y a seguir hablando.
No sabía cómo continuar con la conversación sobre los nacidos de las estrellas. Pensó en la posibilidad de ser directo, contarle lo que había visto y oído en el bosque, decirle que una persona creía que aquel cuento era real y que la historia estaba en camino de repetirse y que el destino había decidido que una figura enmascarada con una voluntad inquebrantable, tal y como había dicho el Observador. Pero le resultaba tan difícil. Creía que era por el propio conflicto interno que vivía, entre no creer las palabras de un ermitaño, y sentirse parte de los acontecimientos que estaban por venir. Un conflicto entre la más absoluta indiferencia y la fe en un formar parte de algo mayor.
Los Dioses habían puesto en su camino una figura que coincidía, al menos parcialmente, con las palabras del Observador. Conocía la historia de los nacidos de las estrellas y había carraspeado antes de afirmar que, en ese cuento, había parte de verdad. Y, además, sus palabras parecían invitarle a seguir sus paso a continuar con aquella conversación en otro lugar. Y aun así, pese a que todo parecía indicar que era la persona que el Observador buscaba, que él buscaba, le resultaba difícil ser directo. Quizá por temor a fracasar, equivocarse de persona, comprometer los resultados de Níniel y ponerla en peligro.
Sonrió. Ah, el temor, el miedo, que instrumentos tan poderosos, que armas tan eficaces contra la voluntad.
- Si me lo permitís, me gustaría compartir el camino hacia Amarantha con vosotros- dijo Sango poniéndose en pie.
- ¿Amarantha, eh?- Sturm caminaba lentamente hacia él-. Un buen sitio- pasó de largo y fue hasta la pared-. Sobre todo si quieres encontrar a la mayor escoria que alberga este Reino- se inclinó hacia delante para coger el pesado y letal martillo de guerra que Sango había visto en acción. Por suerte, en el bando adecuado-. Conozco la zona, no os preocupéis, yo os guiaré- dijo inclinándose hacia delante.
Sango le miró con severidad. Le resultaba evidente que iba a causar problemas en Amarantha y quería hacerle saber que estaría sobre él, vigilando para que no cometiera ninguna estupidez. Sturm, sin embargo, le ignoraba, paseaba sus ojos por las figuras que quedaban en la taberna. Sturm se encontraba terriblemente relajado, por eso, tras su poblada barba, se podía intuir una sonrisa.
Por un breve instante se sintió profundamente cansado, pensando en su vida, en su eterno deambular por los Reinos de Aerandir, en las veces que le tocaba reprender a sus amigos y en otras tantas en las que se había puesto en peligro por ellos. Y pensó en el futuro, en lo que estaba por venir, un horizonte abierto, cubierto de una espesa bruma de peligros y amenazas que acechaban esperando la mejor oportunidad para atacar y devorar cualquier esperanza de futuro. No, los mejores tiempos, sin duda, estaban por llegar.
- ¡Sango!- le ladró Sturm a su lado sacándole de sus pensamientos.
- ¿Eh?- alzó las cejas. Me distraigo demasiado-. ¿Qué pasa?
- ¡Espabila de una vez! Hay que ponerse en marcha.
Sturm gruñó y le puso una mano en el hombro para hacerle caminar mientras le gritaba al posadero cuánto debía pagar. El pelirrojo, en tono de broma le instó a que intentara susurrar, por el bien de los oídos del resto. Sturm se limitó a reír y golpearle la espalda con la mano abierta para que siguiera caminando.
En el exterior de la posada, Sango echó un rápido vistazo a su alrededor para localizar a sus compañeros de viaje. Sin más demora, alcanzó a la mujer pelirroja que había respondido en primer lugar a su pregunta. Le dedicó un breve instante para fijarse, nuevamente, en su rostro y sacudió la cabeza.
- Creo que nos hemos visto antes- entrecerró los ojos-. Por los Dioses, diría que fue hace poco, pero mi cabeza lleva distraída un tiempo- se llevó la mano, cerrada en un puño, al pecho-. Pido disculpas si alguna vez supe tu nombre.
El camino se ensanchaba en la salida hacia Amarantha. A lo lejos se escuchaba el suave arrullo del agua contra las piedras y el canto de los pájaros, el mugido de las vacas, la suave brisa meciendo las ramas de los árboles y sacudiendo los campos. De fondo, voces, quizá risas y también chillidos de niños jugando. Respiró profundamente, disfrutando del camino.
- Supongo que- sus ojos se habían detenido en unas flores de color naranja al borde del camino y luego, como si fuera una reacción natural, su cabeza giró hacia la pelirroja-. Por el amor de Freyja- dijo dibujando una sonrisa en el rostro mientras el reconocimiento de su rostro ubicaba a aquella mujer en una playa-. Tú me ayudaste a hacer una corona de flores en el Midsummarblót- extendió una mano hacia ella-. Que alegría volver a encontrarnos. Los hilos del destino se tejen de maneras que uno ni se imagina- comentó alternando la vista en el frente, en la figura enmascarada y su acompañante y la pelirroja. Sus palabras no eran una mera cortesía, las creía de verdad-. Dime, ¿qué te trae por aquí? ¿Estás de paso o vives cerca?- preguntó Sango notando la presencia de Sturm cinco o seis pasos por detrás.
Un poco de charla no iba a venir mal, sobre todo si pretendía averiguar si el enmascarado era la persona que buscaba. Echó un rápido vistazo hacia atrás. El Oso tenía la mirada fija en el frente y se dedicaba a escuchar. Sango lo conocía bien, y sabía que si Sturm no hablaba demasiado es que estaba rumiando algo. Y, seguramente, acabarían metidos en problemas. Pero cada cosa, se dijo, a su tiempo.
- Yo he tenido unos días un poco extraños- comentó pasándose una mano por la barba mal cuidada-. Yo formaba parte de un grupo de búsqueda de un sabio- sus ojos se clavaron en la espalda de la figura enmascarada, en sus pasos y forma de caminar-. Mis compañeros terminaron por abandonar la misión, yo seguí adelante y, los Dioses me mostraron el camino- miró a la pelirroja y alzó las cejas-. Eran como luces de candil, como estrellas en el cielo- hizo una breve pausa-, pero estaban alineadas con un camino y... Resultaron ser hongos- expulsó aire como ahogando la risa y sacudió la cabeza sonriendo-. Al final encontramos a aquel hombre y- miró nuevamente a la joven que iba a su lado-. ¿Sabéis cómo se presentó ante mi?- su cabeza giró lentamente hacia la espalda del enmascarado-. Yo entendí que era una especie de intérprete de una entidad a la que nosotros damos varios nombres- guardó silencio mientras el grupo seguía el camino.
De hecho, Sango no continuó relatando su más reciente aventura, dejaría el resto para otra ocasión, otra más tranquila y relajada. De noche, en una mesa, con bebida y comida, resguardados de la noche, y lejos de oídos indiscretos y cerca de los más curiosos y atrevidos.
- Eres un cabronazo- masculló Sturm a su espalda.
A lo lejos, Amarantha se alzaba en la ribera del rio, aguardando la llegada de tan pintoresco grupo.
Sango
Héroe de Aerandir
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Re: Consecuencias de palabras erradas (Privado) [vigilado] [Ungidos por la luz]
El hombre enmascarado debía ser más que yo sobre esa leyenda por la enigmática forma en la que habló de que toda leyenda tenía su verdad y que los que lucharon por la luz debían ser recordados. Me hubiera gustado saber más, pues cuando parecía que Sango iba a decir algo más tras presentarse, emergió su amigo voluminoso para interrumpir, interrupción que aprovechó la compañera del enmascarado para decirle algo y que se dispusieran a abandonar el local. Me quedé frustrada tras quedarme sin saber la razón de la misteriosa pregunta del héroe ni de las igualmente intrigantes palabras del enmascarado.
Y una podría haber sido una persona razonable y aceptar que tendría que vivir con la intriga, pero tomar buenas decisiones no era una de mis virtudes, y después de todos los sucesos extraños que habían sucedido últimamente necesitaba conseguir entender lo que estaban hablando. El enmascarado apenas había dicho nada, pero ese par de frases habían sido pronunciadas con la suficiente solemnidad como para saber que no hablaba por hablar. Y después de que supuestamente unos dioses hubieran buscado heraldos en la playa, un hombre que hablaba así de una leyenda de héroes que salvaron Aerandir no podía tomarse a la ligera. Pues era posible que una no se fiara en demasía de nadie que dijese ser un dios, pero era evidente que había magia que escapaba a mi comprensión en juego, y además, ninguno de los ocupantes de la taberna había dicho nada sobre dioses, verdaderos o falsos, lo que reducía mi desconfianza al respecto.
Así que cuando Sango propuso acompañarles a Amarantha, aproveché el momento para ofrecerme yo también, dándome cuenta en ese momento al echar un vistazo alrededor de que durante esas entradas y salidas Nousis había desaparecido de nuevo.
- Yo me apunto también, si os parece bien. Después de todo, si es un sitio de tan dudosa reputación mejor no ir solos.
Mentiría si decía que sabía porque razón estaba yendo a ese lugar o que podría haber allí, pero esos hombres sabían cosas que yo sentía la imperiosa necesidad de comprender. Y sabiendo que había asuntos turbios ocurriendo en esta zona, quizás al llegar se podría descubrir algo sobre eso que parecía estar ocurriendo con armas élficas y un conflicto a punto de estallar. Se suponía que la información se movía mejor en ciudades grandes, y esa era la más importante de la zona.
Mientras caminábamos hacia la salida de la ciudad, Sango pareció empezar a recordarme, y aunque le costó un poco, finalmente me identificó como la chica que le ayudó con la corona de flores de Midsummarblot. Y aunque me sorprendí de que no cayera antes, pues dudaba que existieran muchas chicas con cuerno, pero con toda la gente que debía conocer el héroe de Aerandir bastante era que había recordado haberse cruzado conmigo.
- Si, soy esa misma. No recuerdo si llegué a presentarme entonces, pero sea como fuera, soy Monza.- Ahora que lo pensaba era una lástima que mi corona hubiera salido volando cuando me transformé para ir en ayuda del elfo al que se disponían a linchar en la playa.- Y yo también me alegro de encontrarte de nuevo.- Aunque no compartía su misma confianza en el destino, suponía que a veces si que había suerte.- Y sólo estaba de paso, me dirigía a Sandorai, al pueblo de mi madre, y me distraje viendo si podía ser de ayuda por aquí de alguna forma. ¿Y a vosotros que os ha traído hasta aquí?- Entre tanto saqué unas frutas de Nein que llevaba guardadas y se la ofrecí mientras me quedaba otra para almorzar yo misma.- Por cierto, ¿quieres una?
La historia de Sango parecía seguir la estela de misterio que había empezado a notar en la taberna. Una búsqueda de un hombre escurridizo que parecía servir a un poder superior. Eso podía acabar de muchas formas, y había pocas que pudiesen sonar bien. Aunque había un matiz por el que debía interrumpir, y es que una fuerza misteriosa ya había buscado siervos en la playa, y si Nousis no había mentido, era una fuerza del mal.
- ¿Y esa entidad era de las que buscan la victoria de la luz como los héroes de la leyenda que mencionaste? ¿O un ente oscuro como el que pareció tentar a sus elegidos en la playa?
También quería preguntar al hombre enmascarado o su compañera, pero se les veía menos proclives a compartir nada que a Sango, algo que también podía esperarse de alguien que cubría su rostro. Seguía rumiando las preguntas que quería hacer pero no llegaba a formular cuando alcanzamos la entrada de Amaranta y fuimos interceptados por dos guardias.
- ¿Qué os trae a Amarantha, viajeros?
Viendo el grupo que conformábamos, el aspecto amenazante de buena parte de sus miembros y las nada disimuladas ganas de repartir violencia del amigo de Sango, decidí intervenir yo para ver si podía cruzar la puerta sin escalar más la situación.
- Sólo estamos de paso. Buscamos descansar y reponer suministros, hace falta ir bien preparados para los viajes.
- Estáis un poco lejos de los caminos principales.
- Tuvimos que pasar por Foresta de Nein para recoger unas cosas, y allí nos dijeron que en Amarantha estaba el mayor mercado de la zona y debíamos venir para aprovisionarnos.
- ¿Recoger qué?- Podía notar su nerviosismo y como su compañero no dejaba de observar al resto del grupo con un nivel de tensión similar.
- Unas semillas para poder recuperar un terreno tras un temporal.- Le enseñé el contenido de mi bolsa para intentar llamar su atención y que al menos él no siguiera mirando al resto.- Todavía no las tienen todas preparadas, por lo que era buen momento para ir al mercado a por el resto de cosas.
Notaba que la situación estaba a una chispa de terminar de explotar, esos guardias parecían ya predispuestos al conflicto con cualquier viajero que encontrasen y yo tampoco era la persona con más dotes diplomáticos, así que confiaba en que alguien pudiera echar una mano para evitar que el conflicto acabara escalando.
Y una podría haber sido una persona razonable y aceptar que tendría que vivir con la intriga, pero tomar buenas decisiones no era una de mis virtudes, y después de todos los sucesos extraños que habían sucedido últimamente necesitaba conseguir entender lo que estaban hablando. El enmascarado apenas había dicho nada, pero ese par de frases habían sido pronunciadas con la suficiente solemnidad como para saber que no hablaba por hablar. Y después de que supuestamente unos dioses hubieran buscado heraldos en la playa, un hombre que hablaba así de una leyenda de héroes que salvaron Aerandir no podía tomarse a la ligera. Pues era posible que una no se fiara en demasía de nadie que dijese ser un dios, pero era evidente que había magia que escapaba a mi comprensión en juego, y además, ninguno de los ocupantes de la taberna había dicho nada sobre dioses, verdaderos o falsos, lo que reducía mi desconfianza al respecto.
Así que cuando Sango propuso acompañarles a Amarantha, aproveché el momento para ofrecerme yo también, dándome cuenta en ese momento al echar un vistazo alrededor de que durante esas entradas y salidas Nousis había desaparecido de nuevo.
- Yo me apunto también, si os parece bien. Después de todo, si es un sitio de tan dudosa reputación mejor no ir solos.
Mentiría si decía que sabía porque razón estaba yendo a ese lugar o que podría haber allí, pero esos hombres sabían cosas que yo sentía la imperiosa necesidad de comprender. Y sabiendo que había asuntos turbios ocurriendo en esta zona, quizás al llegar se podría descubrir algo sobre eso que parecía estar ocurriendo con armas élficas y un conflicto a punto de estallar. Se suponía que la información se movía mejor en ciudades grandes, y esa era la más importante de la zona.
Mientras caminábamos hacia la salida de la ciudad, Sango pareció empezar a recordarme, y aunque le costó un poco, finalmente me identificó como la chica que le ayudó con la corona de flores de Midsummarblot. Y aunque me sorprendí de que no cayera antes, pues dudaba que existieran muchas chicas con cuerno, pero con toda la gente que debía conocer el héroe de Aerandir bastante era que había recordado haberse cruzado conmigo.
- Si, soy esa misma. No recuerdo si llegué a presentarme entonces, pero sea como fuera, soy Monza.- Ahora que lo pensaba era una lástima que mi corona hubiera salido volando cuando me transformé para ir en ayuda del elfo al que se disponían a linchar en la playa.- Y yo también me alegro de encontrarte de nuevo.- Aunque no compartía su misma confianza en el destino, suponía que a veces si que había suerte.- Y sólo estaba de paso, me dirigía a Sandorai, al pueblo de mi madre, y me distraje viendo si podía ser de ayuda por aquí de alguna forma. ¿Y a vosotros que os ha traído hasta aquí?- Entre tanto saqué unas frutas de Nein que llevaba guardadas y se la ofrecí mientras me quedaba otra para almorzar yo misma.- Por cierto, ¿quieres una?
La historia de Sango parecía seguir la estela de misterio que había empezado a notar en la taberna. Una búsqueda de un hombre escurridizo que parecía servir a un poder superior. Eso podía acabar de muchas formas, y había pocas que pudiesen sonar bien. Aunque había un matiz por el que debía interrumpir, y es que una fuerza misteriosa ya había buscado siervos en la playa, y si Nousis no había mentido, era una fuerza del mal.
- ¿Y esa entidad era de las que buscan la victoria de la luz como los héroes de la leyenda que mencionaste? ¿O un ente oscuro como el que pareció tentar a sus elegidos en la playa?
También quería preguntar al hombre enmascarado o su compañera, pero se les veía menos proclives a compartir nada que a Sango, algo que también podía esperarse de alguien que cubría su rostro. Seguía rumiando las preguntas que quería hacer pero no llegaba a formular cuando alcanzamos la entrada de Amaranta y fuimos interceptados por dos guardias.
- ¿Qué os trae a Amarantha, viajeros?
Viendo el grupo que conformábamos, el aspecto amenazante de buena parte de sus miembros y las nada disimuladas ganas de repartir violencia del amigo de Sango, decidí intervenir yo para ver si podía cruzar la puerta sin escalar más la situación.
- Sólo estamos de paso. Buscamos descansar y reponer suministros, hace falta ir bien preparados para los viajes.
- Estáis un poco lejos de los caminos principales.
- Tuvimos que pasar por Foresta de Nein para recoger unas cosas, y allí nos dijeron que en Amarantha estaba el mayor mercado de la zona y debíamos venir para aprovisionarnos.
- ¿Recoger qué?- Podía notar su nerviosismo y como su compañero no dejaba de observar al resto del grupo con un nivel de tensión similar.
- Unas semillas para poder recuperar un terreno tras un temporal.- Le enseñé el contenido de mi bolsa para intentar llamar su atención y que al menos él no siguiera mirando al resto.- Todavía no las tienen todas preparadas, por lo que era buen momento para ir al mercado a por el resto de cosas.
Notaba que la situación estaba a una chispa de terminar de explotar, esos guardias parecían ya predispuestos al conflicto con cualquier viajero que encontrasen y yo tampoco era la persona con más dotes diplomáticos, así que confiaba en que alguien pudiera echar una mano para evitar que el conflicto acabara escalando.
Monza Sylroc
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Re: Consecuencias de palabras erradas (Privado) [vigilado] [Ungidos por la luz]
La ciudad de Amarantha superó rápidamente la pobre opinión que el elfo se había formado sobre ella a tenor de cuanto los caballeros de Vulwulfar habían comentado. El sentimiento que, extrañamente, dominaba la urbe, por otra parte tranquila y ordenada, era un paz simbolizada en los árboles que flanqueaban la calle principal. Extramuros, había observado los campos de cultivo que alimentaban a la población. En el interior, la actividad era semejante, pero lánguida, constató el espadachín. Sus gentes caminaban de un lado a otro, y muy pocas eran quienes avanzaban con un mínimo de presteza. Los pocos carros de mercancías que surcaban las calzadas lo hacían a paso cadencioso, y el murmullo de las conversaciones no ascendía lo necesario, nunca, para resultar llamativo. Parecía que toda la urbe buscase pasar desapercibida, pensó el Indirel con cierta sorpresa.
Para haber sido creada fuera de las fronteras de la foresta de su pueblo, poseía una estética agradable, y una organización que parecía haber sido concebida mediante un plan preestablecido. O al menos, sus dirigentes habían tomado parte en evitar aglomeraciones innecesarias y arrabales marginales. Tal vez era la causa de unos rostros cautelosos, ligeramente felices, sumados a unas miradas desconfiadas.
Sin embargo, ante sus ojos grises no apareció guardia o soldado alguno, ningún tipo de defensor del orden, hasta alcanzar el corazón de Amarantha, la segunda de sus plazas, con forma circular, rematada en una estatua ecuestre cuya cabalgadura presentaba las dos patas delanteras levantadas.
“A Ulsius IV, XIII conde de Amarantha” rezaba la placa conmemorativa. Nou divagó acerca de los nombres ilustres. La larga vida de su especie resultaba onerosa en éste único aspecto. Resultaba mucho más sencillo cometer errores que empañasen heroicidades en más de dos siglos que en apenas setenta años. Tal vez por ello, se dijo, los grandes héroes élficos se refugiaban en la distancia de varios siglos, donde ya no les alcanzaban equivocaciones de épocas más cercanas.
Preguntando a lugareños de parcas respuestas y evidente reticencia a conversar con alguien tan manifiestamente extranjero, no tardó demasiado en localizar el lugar de trabajo de Virkar. Y fue allí donde sí se hallaban apostados dos centinelas que a rápido vistazo, mostraban todos los indicios de guerreros curtidos. Ojo avizor, ambas miradas convergieron en el recién llegado, y éste halló clara similitud con el arquero que había visto en la posada de la Foresta de Nein. Lejos de buscar aparentar su pertenencia a los colores ducales, la ausencia de blasón parecía indicar que esos, mercenarios, estaban directamente contratados por el herrero. Nou alzó una ceja, curioso. ¿Un trabajador del metal pudiendo permitirse una protección así, por bien que fuese el negocio…? ¿O alguien deseaba evitarle problemas? Amarantha resultaba una extraña poesía con versos discordantes.
Uno de los vigilantes giró la cabeza, y dando una voz, anunció a Virkar la nueva visita. Nou aceptó la indicación que la mano del segundo le mostró, y se detuvo, paciente. Sacudiendo las manos tras quitarse unos aparatosos guantes, el herrero apuntó la mirada a la faz del hijo de Sandorai, antes de pasar, sin disimulo, a su armadura y empuñadura.
-¿Buscas algo de mayor calidad que lo que usas, elfo?- quiso saber el humano- Tengo cierta fama entre los míos, pero nunca he vendido algo directamente a uno de los tuyos. Llevará tiempo, a no ser que lo que estás buscando pueda ser alguna de mis piezas ya terminadas. Puedes echar un vistazo- invitó. Pero Nou negó con una sonrisa que esperó mostrase cordialidad.
-Gage Haywood, el posadero de Foresta, me indicó que debía tener unas palabras contigo antes siquiera de pensar en abrir un negocio de forja en Amarantha- el semblante del humano se tensó de manera perceptible, y el sosiego desapareció. Si bien no apareció hostilidad alguna, la alerta fue notoria.
-El conde no dará otra licencia, menos aún a un forastero- anunció, cruzado de brazos. Los mercenarios asistían a la conversación con clara aprobación a las palabras de Virkar.
-No pretendo competir contigo- aseguró, continuando la mentira que habían comenzado a tejer desde la posada- Tú fabricas armas y aperos. Yo, joyas. Nada interfiere en tu negocio. Y si intercedes ante lord Tandur por mí, puedo prometerte una parte de mis beneficios. Cada mes- enfatizó.
El aludido calló, y el Indirel aprovechó para continuar.
-He ganado ciertos ahorros con la espada, pero todo se ha vuelto demasiado peligroso. Guerras por doquier, graves problemas… quienes dirigen buscan soldados. Es difícil encontrar un buen señor- expresó, buscando la complicidad de los guardias. Si yo gano dinero, también lo harás tú, así como el señor de Amarantha. Sólo quiero poder traer, en barcas, mi materia prima sin… demasiadas molestias.
Tal suave aseveración fue captada con rapidez por el herrero. Ese elfo… sus peticiones no eran sencillas de solucionar, mas siempre estaría en deuda con él. Y si terminaba por enriquecerse, Virkar podría exigirle un aumento de su porcentaje, sopesó con avaricia.
-Son muchas piezas que encajar- replicó éste sin ánimo de discutir. Nou extendió la mano.
-Disculpa. Soy Yassdiel, del clan Viladi- no tardó en sentir la fuerza del humano- me alojaré en la taberna, si es que hay una. Es mi primera visita. Y esperaré tu decisión. Quizá creas tener ya suficientes ganancias- remachó sonriendo.
Girando para voltearse, la voz del herrero le hizo detenerse.
-Dos calles más allá- señaló- “El Risco Azul”, dile a Brinthir que te prepare una de las habitaciones de los “Ranthes”. Ya me darás las gracias cuando hable con lord Tandur, pero no te hago promesa alguna. Si se niega, no insistiré.
-No pido más- aceptó el riesgo el espadachín, antes de encaminarse a la posada.
[…]
Brinthir era uno de los humanos más grandes que nunca hubo visto. Rubio, con unos brazos extremadamente fornidos y una mirada dura, Nousis calibró que sería un rival formidable en combate. Esa presencia no concordaba con un oficio como aquel.
Al menos hasta que se lo imaginó atravesando una ventana con un parroquiano ebrio. No resultaba difícil.
-Necesito una habitación- explicó, alzando sus ojos grises hacia la tremenda estatura del posadero. Este se limitó a contemplarlo unos instantes- Virkar dijo que me vendría bien una de los “Ranthes”.
Brinthir dejó de secar una de las grandes jarras de madera, y pareció analizar más a fondo la figura del guerrero que tenía ante sí.
-¿Eso ha dicho?- entonó con una voz que casaba a la perfección con su cuerpo. Poderosa y gutural. El espadachín se limitó a asentir, y el posadero dio una seca indicación a una muchacha que salió presurosa a cumplir la orden.
-¿Sabes donde te has metido elfo?- cuestionó bajo la gruesa barba trenzada.
- Sólo pretendo abrir un negocio- se excusó, restándole importancia. Pero Brinthir no sonrió.
-Con los Ranthes nunca es “sólo un negocio”. No tardarás en entenderlo.
La muchacha regresó, anunciando que los aposentos estaban listos, y Nou dio las gracias al tabernero, a pesar de las advertencias.
Parecía que había dado con algo.
Nousis Indirel
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Re: Consecuencias de palabras erradas (Privado) [vigilado] [Ungidos por la luz]
Finalmente, los recién llegados Sango, Monza, y el inesperado Sturm se unieron a Alward y Katrina en su viaje hacia Amarantha.
La idea original era cabalgar a lomos de Epons hasta su destino, pero al notar que ninguno de los tres nuevos compañeros poseía montura, Alward decidió caminar, llevando las riendas de la yegua durante el trayecto. Katrina, por su parte, prefirió mantenerse montada en Epons, su pálida figura destacando entre sus ropajes negros mientras avanzaban por el sendero.
La vampiresa alzó una mirada al cielo, el cual seguía nublado. Eso era bueno para ella.
El camino hacia Amarantha atravesaba pequeños bosques, menos densos que Foresta de Nein, con grandes claros que casi podrían considerarse como praderas, y serpenteantes riachuelos, la humedad era notable, creando una leve sensación de pesadez al respirar, pero eso era preferible a que hiciera un sol perenne. La compañía avanzaba en charlas cómodas, de las cuales Alward y Katrina no participaron.
-Aún no me has dicho a qué viene esta compañía.-Dijo la vampiresa, proyectando su voz mágica únicamente al Sevna, mientras llevaba la mirada hacia abajo, donde el enmascarado guiaba a Epons.
-Conocen el Cuento de los Stellazios-Susurró Alward.-Y... algo me ha dicho que tengo que saber más de ellos, es un presentimiento.
Katrina torció el gesto, algo confuso y desconfiada, pero aun así asintió, confiando en el juicio de su compañero.
Sango comenzó a narrar una anécdota reciente, mencionando a un ser sabio que afirmaba interpretar mensajes de una entidad extraña. Por el porte, el tono y la actitud de Sango, Alward sintió que no llevaba malas intenciones. Era como si cada palabra estuviera cargada de sinceridad y un propósito mayor. La posibilidad de que los Stellazios también se hubiesen manifestado ante él comenzaba a cobrar sentido en la mente del enmascarado.
La jornada del grupo transcurrió entre conversaciones y silencios contemplativos, mientras el paisaje cambiaba gradualmente a su alrededor. Dejaron atrás los bosques, y el terreno comenzó a abrirse en vastos prados. A lo lejos, el río que pasaba por la ciudad serpenteaba con elegancia.
Cuando se acercaron más, la ciudad se alzaba imponente junto a la ribera del río, sus murallas de piedra se destacaban en contraste con el verde de los prados circundantes. La entrada principal, flanqueada por torres de vigilancia, era un bullicio de actividad. Mercaderes y viajeros se movían de un lado a otro, mientras los guardias vigilaban con atención, asegurándose de que el flujo de personas siguiera ordenado.
Alward detuvo a Epons y dejó que Katrina descendiera con gracia antes de tomar la delantera, guiando al grupo hacia la entrada. Sango, Monza y Sturm siguieron de cerca a sus silenciosos guías.
Entonces, se toparon con dos guardias que exigían saber quiénes eran y cuáles eran sus intenciones en la ciudad.
Antes de que Alward pudiera responder, Monza dio un paso al frente, mostrando una sonrisa despreocupada.
El guardia frunció el ceño, visiblemente escéptico ante la explicación de Monza. Fue entonces cuando Katrina aprovechó la situación. Sin que nadie lo notara, sus ojos brillaron ligeramente con un tono carmesí y su voz mágica se deslizó en la mente del guardia.
-Somos viajeros inofensivos, solo buscamos descanso y comercio. No representamos ninguna amenaza.
El guardia parpadeó, su expresión se suavizó de repente. La influencia de la voz de Katrina se extendió por su mente, calmando sus sospechas y haciendo que la historia de Monza le pareciera completamente razonable [1]
-Está bien, pueden pasar.-Dijo el guardia, relajando su postura y asintiendo a su compañero para que hiciera lo mismo.
El grupo cruzó la puerta sin más problemas, entrando en la ciudad de Amarantha. Alward lanzó una mirada a Katrina, reconociendo su intervención con un leve asentimiento. La vampiresa mantuvo su mirada fija al frente, oculta bajo su capa, mientras el grupo avanzaba por las concurridas calles, listos para enfrentarse a los desafíos que la ciudad les presentaría.
Se dirigieron a una posada llamada "El Risco Azul". El edificio que albergaba la posada tenía una estructura robusta y acogedora que parecía prometedora para su discreta reunión.
Alward abrió la puerta y entraron, no sin antes confiar a Epons al mozo de cuadras. El ambiente cálido y bullicioso de la posada los envolvió al instante. La barra estaba abarrotada, y los clientes hablaban y reían con jarras en mano. Sin embargo, Alward buscó con la mirada el rincón más apartado y discreto posible.
-Allí.-Señaló Katrina, proyectando su voz en todos los miembros del grupo, indicando una mesa en un rincón cubierto por paneles de madera con agujeros, diseñada claramente para ofrecer privacidad a sus ocupantes.
El grupo se dirigió hacia la mesa y tomó asiento, acomodándose en los bancos de madera que rodeaban la mesa redonda. Alward, con un gesto casi imperceptible, se aseguró de que nadie los estuviera observando antes de sentarse él mismo e indicarle al tabernero que se sentarían en dicha mesa. Katrina se colocó a su lado, sus ojos atentos a cualquier posible amenaza.
Una vez todos estuvieron acomodados, Alward se inclinó hacia adelante y habló en un tono bajo pero claro.
-Mi nombre es Alward Sevna-Dijo, dejando que el peso de sus palabras calara en sus oyentes.
Katrina lo miró con sorpresa, sus ojos se abrieron ligeramente y una expresión de desaprobación y incredulidad cruzó su rostro. Nunca antes había escuchado a Alward revelar su verdadero nombre a desconocidos.
-Alward...-Murmuró, su voz mágica resonando solo en la mente del enmascarado.
Alward, ignorando la mirada de su compañera, se inclinó y sacó una vaina vieja y antigua de su equipaje. La vaina estaba adornada con antiguos símbolos grabados de estrellas, su superficie desgastada por el tiempo [2].
-Esto.-Dijo, levantando la vaina para que todos la vieran.-Es una reliquia que encontré en el templo de los Stellazios.
Desenvainó la espada un poco, revelando una hoja vieja y oxidada, pero que claramente sería formidable en su tiempo.
-En ese templo, tuve una visión.-Continuó Alward, sus ojos brillando con la intensidad de sus vívida memoria-Vi las apariciones espectrales de algunos Stellazios. En concreto, su líder, Zydan, se me apareció y me otorgó su legado y el de todos los nacidos de las estrellas. Me encargó luchar contra la Oscuridad en nombre de la Luz.
Hizo una pausa, dejando que sus palabras resonaran en el grupo. El ambiente se volvió más denso con el peso de la revelación.
-Esta espada es un símbolo de ese legado, pues perteneció a Zydan. Dice la leyenda que, si encuentra a su gemela, volverán a brillar como antaño y lucharan contra la Oscuridad tan ferozmente como un ejército entero.-Volvió a envainar la espada al completo y la dejó en mitad de la mesa. Acto seguido, el enmascarado suspiró y dejó caer parte de su peso en el respaldar de la silla, visiblemente cansado, sin saber muy bien si era debido a que hacía bastante que no dormía o a la vida que en general ha llevado durante los últimos años.-Y esta misión, esta lucha, es mucho más grande de lo que cualquiera podría haber imaginado.-Dijo tratando que la importancia de sus palabras calara en los demás.-Aún no sé si toda esta historia es cierta.-Confesó.-No sé si de verdad la Luz necesita mi ayuda para luchar contra la Oscuridad, no sé si realmente esa batalla existe, tampoco sé si de verdad todo lo que se cuenta en la historia de los Stellazios de verdad es algo condenado a repetirse.-Se llevó una mano a la máscara, tratando de ajustársela.-Pero lo que sí sé es que puedo contribuir a hacer de este mundo, un lugar mejor. Puedo luchar contra la corrupción y contra aquellos que abusan de los débiles. Puedo luchar contra las injusticias de aquellos que se creen con el poder de decidir por los demás de forma tiránica.-La mirada de determinación tras su máscara brillaba, renovando sus desgastadas fuerzas, haciendo que volviera a despegar su espalda del respaldar de la silla.-Y eso es lo que me ha traído aquí. Existe una organización; una especie de secta, que opera en varios escalones y ámbitos de la sociedad de toda Aerandir. Buscan el poder a través del control, y erradicar la sociedad que conocemos para establecer un orden que ellos creen justo y universal, haciendo sufrir a aquellos que alzan su voz contra ellos o, que simplemente, buscan su propia libertad. Yo busco proteger esa libertad.-Concluyó.
Katrina, aún sorprendida, asintió lentamente, haciendo validar las palabras y la sinceridad de su compañero.
-Ese grupo; llamado "Sierpes", está operando en la ciudad traficando con armas, desviándolas hacia la costa con el beneplácito, dicen los rumores, del señor de Amarantha.-Dijo Katrina en una proyección de su voz dirigida a todo el grupo.
-Pido discreción con mi identidad y mis intenciones.-Dijo Alward ciertamente reservado.-Ellos me dan por muerto, y así tiene que seguir siendo.
Tras esas intensas declaraciones y confesiones, vinieron conversaciones y deliberaciones por parte del resto del grupo. Después, Alward se inclinó hacia adelante y miró al grupo tomando la palabra.
-Es momento de descansar tanto para mí como para Katrina. Estaremos descansando durante unas horas, posiblemente hasta la noche. Ahí es cuando empezaremos a investigar sobre los movimientos de tráfico de armas que se ciernen sobre la ciudad.-Anunció con un tono claro de cansancio físico y agotamiento mental.
Alward recogió sus cosas, en especial la espada oxidada. Se aseguró de que no dejaba nada atrás. Katrina, siempre atenta, lo siguió de cerca, sus ojos oscuros vigilando los alrededores con la cautela habitual.
Juntos, se dirigieron hacia la planta superior de la posada, sus pasos resonando suavemente en la madera. La planta superior era mucho más tranquila, con el bullicio de la planta baja amortiguado hasta convertirse en un murmullo lejano.
Encontraron su habitación, una estancia modesta pero cómoda con dos camas, una pequeña mesa y una ventana que daba al exterior. Alward dejó sus pertenencias junto a una de las camas y se quitó la máscara, revelando un rostro cansado pero resuelto.
-Necesitamos estar en nuestra mejor forma para lo que viene.-Dijo, mirando a Katrina con seriedad.
Katrina asintió, dejando que su mente se conectara brevemente con la de Alward para transmitirle un sentimiento de tranquilidad y apoyo.
-¿Estás seguro de lo que estás haciendo?-Preguntó, con ciertas dudas que le asaltaban la mente aunque mostrase su más acérrimo apoyo al Sevna.
-Sí, creo. Es algo que siento...-Se llevó una mano al pecho, hacia el lado donde habita el corazón.-Y con mucha intensidad.
La idea original era cabalgar a lomos de Epons hasta su destino, pero al notar que ninguno de los tres nuevos compañeros poseía montura, Alward decidió caminar, llevando las riendas de la yegua durante el trayecto. Katrina, por su parte, prefirió mantenerse montada en Epons, su pálida figura destacando entre sus ropajes negros mientras avanzaban por el sendero.
La vampiresa alzó una mirada al cielo, el cual seguía nublado. Eso era bueno para ella.
El camino hacia Amarantha atravesaba pequeños bosques, menos densos que Foresta de Nein, con grandes claros que casi podrían considerarse como praderas, y serpenteantes riachuelos, la humedad era notable, creando una leve sensación de pesadez al respirar, pero eso era preferible a que hiciera un sol perenne. La compañía avanzaba en charlas cómodas, de las cuales Alward y Katrina no participaron.
-Aún no me has dicho a qué viene esta compañía.-Dijo la vampiresa, proyectando su voz mágica únicamente al Sevna, mientras llevaba la mirada hacia abajo, donde el enmascarado guiaba a Epons.
-Conocen el Cuento de los Stellazios-Susurró Alward.-Y... algo me ha dicho que tengo que saber más de ellos, es un presentimiento.
Katrina torció el gesto, algo confuso y desconfiada, pero aun así asintió, confiando en el juicio de su compañero.
Sango comenzó a narrar una anécdota reciente, mencionando a un ser sabio que afirmaba interpretar mensajes de una entidad extraña. Por el porte, el tono y la actitud de Sango, Alward sintió que no llevaba malas intenciones. Era como si cada palabra estuviera cargada de sinceridad y un propósito mayor. La posibilidad de que los Stellazios también se hubiesen manifestado ante él comenzaba a cobrar sentido en la mente del enmascarado.
La jornada del grupo transcurrió entre conversaciones y silencios contemplativos, mientras el paisaje cambiaba gradualmente a su alrededor. Dejaron atrás los bosques, y el terreno comenzó a abrirse en vastos prados. A lo lejos, el río que pasaba por la ciudad serpenteaba con elegancia.
Cuando se acercaron más, la ciudad se alzaba imponente junto a la ribera del río, sus murallas de piedra se destacaban en contraste con el verde de los prados circundantes. La entrada principal, flanqueada por torres de vigilancia, era un bullicio de actividad. Mercaderes y viajeros se movían de un lado a otro, mientras los guardias vigilaban con atención, asegurándose de que el flujo de personas siguiera ordenado.
Alward detuvo a Epons y dejó que Katrina descendiera con gracia antes de tomar la delantera, guiando al grupo hacia la entrada. Sango, Monza y Sturm siguieron de cerca a sus silenciosos guías.
Entonces, se toparon con dos guardias que exigían saber quiénes eran y cuáles eran sus intenciones en la ciudad.
Antes de que Alward pudiera responder, Monza dio un paso al frente, mostrando una sonrisa despreocupada.
El guardia frunció el ceño, visiblemente escéptico ante la explicación de Monza. Fue entonces cuando Katrina aprovechó la situación. Sin que nadie lo notara, sus ojos brillaron ligeramente con un tono carmesí y su voz mágica se deslizó en la mente del guardia.
-Somos viajeros inofensivos, solo buscamos descanso y comercio. No representamos ninguna amenaza.
El guardia parpadeó, su expresión se suavizó de repente. La influencia de la voz de Katrina se extendió por su mente, calmando sus sospechas y haciendo que la historia de Monza le pareciera completamente razonable [1]
-Está bien, pueden pasar.-Dijo el guardia, relajando su postura y asintiendo a su compañero para que hiciera lo mismo.
El grupo cruzó la puerta sin más problemas, entrando en la ciudad de Amarantha. Alward lanzó una mirada a Katrina, reconociendo su intervención con un leve asentimiento. La vampiresa mantuvo su mirada fija al frente, oculta bajo su capa, mientras el grupo avanzaba por las concurridas calles, listos para enfrentarse a los desafíos que la ciudad les presentaría.
Se dirigieron a una posada llamada "El Risco Azul". El edificio que albergaba la posada tenía una estructura robusta y acogedora que parecía prometedora para su discreta reunión.
Alward abrió la puerta y entraron, no sin antes confiar a Epons al mozo de cuadras. El ambiente cálido y bullicioso de la posada los envolvió al instante. La barra estaba abarrotada, y los clientes hablaban y reían con jarras en mano. Sin embargo, Alward buscó con la mirada el rincón más apartado y discreto posible.
-Allí.-Señaló Katrina, proyectando su voz en todos los miembros del grupo, indicando una mesa en un rincón cubierto por paneles de madera con agujeros, diseñada claramente para ofrecer privacidad a sus ocupantes.
El grupo se dirigió hacia la mesa y tomó asiento, acomodándose en los bancos de madera que rodeaban la mesa redonda. Alward, con un gesto casi imperceptible, se aseguró de que nadie los estuviera observando antes de sentarse él mismo e indicarle al tabernero que se sentarían en dicha mesa. Katrina se colocó a su lado, sus ojos atentos a cualquier posible amenaza.
Una vez todos estuvieron acomodados, Alward se inclinó hacia adelante y habló en un tono bajo pero claro.
-Mi nombre es Alward Sevna-Dijo, dejando que el peso de sus palabras calara en sus oyentes.
Katrina lo miró con sorpresa, sus ojos se abrieron ligeramente y una expresión de desaprobación y incredulidad cruzó su rostro. Nunca antes había escuchado a Alward revelar su verdadero nombre a desconocidos.
-Alward...-Murmuró, su voz mágica resonando solo en la mente del enmascarado.
Alward, ignorando la mirada de su compañera, se inclinó y sacó una vaina vieja y antigua de su equipaje. La vaina estaba adornada con antiguos símbolos grabados de estrellas, su superficie desgastada por el tiempo [2].
-Esto.-Dijo, levantando la vaina para que todos la vieran.-Es una reliquia que encontré en el templo de los Stellazios.
Desenvainó la espada un poco, revelando una hoja vieja y oxidada, pero que claramente sería formidable en su tiempo.
-En ese templo, tuve una visión.-Continuó Alward, sus ojos brillando con la intensidad de sus vívida memoria-Vi las apariciones espectrales de algunos Stellazios. En concreto, su líder, Zydan, se me apareció y me otorgó su legado y el de todos los nacidos de las estrellas. Me encargó luchar contra la Oscuridad en nombre de la Luz.
Hizo una pausa, dejando que sus palabras resonaran en el grupo. El ambiente se volvió más denso con el peso de la revelación.
-Esta espada es un símbolo de ese legado, pues perteneció a Zydan. Dice la leyenda que, si encuentra a su gemela, volverán a brillar como antaño y lucharan contra la Oscuridad tan ferozmente como un ejército entero.-Volvió a envainar la espada al completo y la dejó en mitad de la mesa. Acto seguido, el enmascarado suspiró y dejó caer parte de su peso en el respaldar de la silla, visiblemente cansado, sin saber muy bien si era debido a que hacía bastante que no dormía o a la vida que en general ha llevado durante los últimos años.-Y esta misión, esta lucha, es mucho más grande de lo que cualquiera podría haber imaginado.-Dijo tratando que la importancia de sus palabras calara en los demás.-Aún no sé si toda esta historia es cierta.-Confesó.-No sé si de verdad la Luz necesita mi ayuda para luchar contra la Oscuridad, no sé si realmente esa batalla existe, tampoco sé si de verdad todo lo que se cuenta en la historia de los Stellazios de verdad es algo condenado a repetirse.-Se llevó una mano a la máscara, tratando de ajustársela.-Pero lo que sí sé es que puedo contribuir a hacer de este mundo, un lugar mejor. Puedo luchar contra la corrupción y contra aquellos que abusan de los débiles. Puedo luchar contra las injusticias de aquellos que se creen con el poder de decidir por los demás de forma tiránica.-La mirada de determinación tras su máscara brillaba, renovando sus desgastadas fuerzas, haciendo que volviera a despegar su espalda del respaldar de la silla.-Y eso es lo que me ha traído aquí. Existe una organización; una especie de secta, que opera en varios escalones y ámbitos de la sociedad de toda Aerandir. Buscan el poder a través del control, y erradicar la sociedad que conocemos para establecer un orden que ellos creen justo y universal, haciendo sufrir a aquellos que alzan su voz contra ellos o, que simplemente, buscan su propia libertad. Yo busco proteger esa libertad.-Concluyó.
Katrina, aún sorprendida, asintió lentamente, haciendo validar las palabras y la sinceridad de su compañero.
-Ese grupo; llamado "Sierpes", está operando en la ciudad traficando con armas, desviándolas hacia la costa con el beneplácito, dicen los rumores, del señor de Amarantha.-Dijo Katrina en una proyección de su voz dirigida a todo el grupo.
-Pido discreción con mi identidad y mis intenciones.-Dijo Alward ciertamente reservado.-Ellos me dan por muerto, y así tiene que seguir siendo.
Tras esas intensas declaraciones y confesiones, vinieron conversaciones y deliberaciones por parte del resto del grupo. Después, Alward se inclinó hacia adelante y miró al grupo tomando la palabra.
-Es momento de descansar tanto para mí como para Katrina. Estaremos descansando durante unas horas, posiblemente hasta la noche. Ahí es cuando empezaremos a investigar sobre los movimientos de tráfico de armas que se ciernen sobre la ciudad.-Anunció con un tono claro de cansancio físico y agotamiento mental.
Alward recogió sus cosas, en especial la espada oxidada. Se aseguró de que no dejaba nada atrás. Katrina, siempre atenta, lo siguió de cerca, sus ojos oscuros vigilando los alrededores con la cautela habitual.
Juntos, se dirigieron hacia la planta superior de la posada, sus pasos resonando suavemente en la madera. La planta superior era mucho más tranquila, con el bullicio de la planta baja amortiguado hasta convertirse en un murmullo lejano.
Encontraron su habitación, una estancia modesta pero cómoda con dos camas, una pequeña mesa y una ventana que daba al exterior. Alward dejó sus pertenencias junto a una de las camas y se quitó la máscara, revelando un rostro cansado pero resuelto.
-Necesitamos estar en nuestra mejor forma para lo que viene.-Dijo, mirando a Katrina con seriedad.
Katrina asintió, dejando que su mente se conectara brevemente con la de Alward para transmitirle un sentimiento de tranquilidad y apoyo.
-¿Estás seguro de lo que estás haciendo?-Preguntó, con ciertas dudas que le asaltaban la mente aunque mostrase su más acérrimo apoyo al Sevna.
-Sí, creo. Es algo que siento...-Se llevó una mano al pecho, hacia el lado donde habita el corazón.-Y con mucha intensidad.
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Off.
-Tradición Mágica [1] --> Señora de la Voz: Arte mágica que trata de alterar las conciencias, confundiendo a las personas y ocultando sus verdaderas intenciones. Puede debilitar y corromper la mente de las víctimas, haciéndolas más susceptibles al engaño o incluso dañándolas.
-Arma mencionada [2] --> [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Alward Sevna
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Re: Consecuencias de palabras erradas (Privado) [vigilado] [Ungidos por la luz]
Sus ojos se desviaron hacia Sturm después de que la acompañante del enmascarado ayudara a Monza a conseguir un pase, tranquilo, a la ciudad de Amarantha. Los ojos de Sturm, también buscaron los de Sango y ambos, con un mínimo gesto de complicidad comprendieron al instante que ambos estaban en la misma línea de pensamiento. No les resultó muy difícil llegar a la misma conclusión ya que el cambio de actitud fue casi instantáneo.
El enmascarado y su acompañante avanzaron, dejando atrás el control y dejándoles vía libre para entrar en la ciudad. Se cruzaron con toda clase de gente, comerciantes que gritaban órdenes a los porteadores, artesanos con los hombros caídos y rostros cansados tras una larga jornada de trabajo, guardias que giraban la cabeza de un lado a otro mientras se paseaban enfundados en sus armaduras. Sango respiró hondo. Aquella era una imagen común que él acostumbraba a ver en ciudades y pueblos de toda Verisar.
- Es una noble actitud la tuya- dijo de pronto Sango en dirección a Monza-. Ayudar en lo que se pueda, sin importar lo que uno pueda sacar de ello, solo porque el corazón diga que es lo que hay que hacer...- Sango echó un vistazo a su alrededor-. Hace un par de meses, te habría dicho que persiguieras ese camino, que lucharas por aquello que consideres justo sin importar nada más. Sin embargo, ahora, debo matizarlo.
Podría hablar días sobre las motivaciones, las recompensas y lo bien que se sentía al cumplir cada tarea que le encargaban, incluso cuando nada podía hacer pero que con sus palabras era capaz de convertir la angustia del desconocimiento en el doloroso alivio que era la realidad. Le podía narrar las incontables veces que había alzado sus armas en nombre de la justicia, de lo que creía que era lo correcto. Contarle, si aún le quedaban fuerzas en el cuerpo, cómo se sentía al verse reconocido en rostros que nunca había visto, cómo le hacían sentirse casi como un ser intocable.
Y también podía decirle lo que nadie veía y que se guardaba para sí.
Los rostros. La vida escapando después de que su brazo bajara y golpeara en el lugar oportuno. El olor del miedo. Los gritos desesperados pidiendo clemencia. Las lágrimas del arrepentimiento ante el fatal destino que veían delante de ellos. El horror de descubrirse una mañana pensando en eso mismo y no sentir nada en absoluto. La deshumanización a la que uno se veía sometido y a lo que era lo peor de todo: la muerte de uno mismo.
Sí. Podía decirle a Monza que si seguía por aquel camino, su propia esencia se vería diluida en lo que el su entorno, la sociedad o como quisiera llamarlo, esperaba de ella. Se transformaría en un símbolo andante, relegando quién era ella realmente al rincón más oscuro de su ser. Un símbolo que utilizarían para enardecer a las multitudes, para prender sus corazones y obligarles a actuar como el héroe de las historias, que lucharan por el bien común, por la justicia, por lo correcto. Explicarle que lo correcto y la justicia eran subjetivas y que, casi siempre, estaban influenciadas por las mismas voces que enardecían los corazones de las multitudes. Convirtiendo el símbolo, desprovisto de su propia identidad, en marioneta al servicio de aquellos que dictaban qué era lo justo y lo correcto.
Y sólo saldrás de ello si los Dioses así lo quieren. O si, en un momento de lucidez, uno es capaz de darse cuenta de ello. O si en tu camino se cruza la persona adecuada. Sango suspiró.
- Como voy a disfrutar viendo a esos hijos de puta arder- dijo de pronto Sturm.
- ¿Qué?- preguntó el pelirrojo.
- Quemaron mi casa- respondió-. Además, el silencio me estaba incomodando- añadió girando la cabeza hacia él y mirándole con el ceño fruncido.
Sango se obligó a parpadea, como si con aquel gesto apartara su actual hilo de reflexión y enfocara, de nuevo, la realidad que le mostraban sus ojos. Gruñó a Sturm y se disculpó con Monza por haber dejado la conversación a medias.
- Si quieres un consejo, Monza, nunca te olvides de quién eres. No dejes que tu vida sea prisionera de tus actos- esbozó media sonrisa y después de observar su reacción, volvió la vista al frente.
No tardaron mucho en llegar a una posada que presentaba un aspecto mucho más refinado que la taberna de Foresta de Nein en la que habían iniciado su viaje a Amarantha. Pronto, la compañera del enmascarado les indicó un lugar en el que poder descansar, apartados de oídos curiosos pero no de las miradas, era, imposible no captar, al menos, la atención de los regentes del local, un vistazo curioso de un recién llegado, quizá una visión borrosa del tipo que dormía sobre sus brazos posados sobre una mesa. De la misma forma que Sango los miraba de uno en uno, el resto haría lo mismo. No le dio más importancia, al final eran otro grupo más en búsqueda de, quizá, un buen pagador, o, en el mejor de los casos, una parcela de tierra donde poder pasar el resto de sus días.
Se acomodó en el banco y observó el dibujo del vetado de la madera de la mesa. Una de las tablas presentaba un veteado caótico, lleno de nudos, saltos, sin continuidad alguna, un dibujo terriblemente llamativo. Como la vida de un guerrero. De un lado a otro, caminos cortos y acontecimientos brutales que alteran el perfil de la ruta vital de una persona. Siempre que esta no termine Sus ojos, compararon aquel veteado con las tablas contiguas, que presentaba un aspecto más limpio, acabado, con una dirección clara con principio y fin, salpicado, aquí y allá, de pequeños nudos que perfilaban y moldeaban la veta convirtiéndola en algo, quizá no tan llamativo pero sí revelador. Una vida tranquila, alejada del peso de las armas, donde uno era dueño de sí mismo y no un títere de otros intereses.
El enmascarado, entonces, reveló su nombre. Alward Sevna. El pelirrojo suspiró cambiando por completo su divagar por una mente atenta y dispuesta a escuchar todo lo que aquel hombre tenía que decir mientras en su interior una voz volvía a gritarle que se distraía con demasiada facilidad.
Observó con curiosidad la espada oxidada, su descubrimiento en un templo y la mención de los Stellazios. El cuento del que parecía tomar inspiración los últimos acontecimientos. Un cuento del que Sango poco sabía y lamentaba no haber prestado más atención cuando lo escuchó por primera vez. Sin embargo, lo que removió al pelirrojo de su asiento fue la revelación y el encargo que le había hecho el líder de la orden, Zydan, al enmascarado Alward Sevna.
Durante el silencio que siguió a las palabras del enmascarado, Sango solo pudo escuchar al anciano del bosque, el Observador que les había encomendado aquella tarea: "La primera de ellas es un elegido para continuar el legado de los nacidos de las estrellas, un humano con una voluntad inquebrantable que oculta su rostro, caminando en las sombras para servir a la Luz". Parpadeó. "... elegido para continuar el legado de los nacidos de las estrellas...". Se echó levemente hacia delante, sin apartar los ojos de Alward. "... elegido para continuar el legado... oculta su rostro... para servir a la Luz".
Era un desconocido al que su corazón le decía que debía confiarle el mensaje del anciano. Había revelado su nombre y accedió a seguir hablando del tema cuando Sango preguntó por el cuento de los nacidos de las estrellas. Estaba claro que aquel hombre sabía mucho más que él de aquel asunto. Todo encajaba tan bien que le resultaba casi imposible encontrar motivos para desconfiar, o incluso para que el enmascarado le estuviera engañando.
Un suspiro contenido salió de su cuerpo, como si llevara un rato aguantando la respiración.
- Entonces es cierto- murmuró mientras se echaba hacia atrás, recuperando la posición de reposo y llevándose la mano hacia la boca y luego al mentón en gesto reflexivo.
Las espadas brillarán, la oscuridad quedará relegada de nuevo y Alward Sevna, el elegido para continuar el legado, será el que empuñe una de esas espadas. Lo veía claro ahora. La explosión en del Monte de la Adoración en el Midsummarblót; el revuelo de la playa con los siervos de oscuridad deambulando, confundiendo, generando caos; la partida de búsqueda en los bosques del Oeste; las palabras del Observador, su tranquilidad, la seguridad con la que las había transmitido, los Dioses involucrados, Baldr, Anar, el dragón de luz. Y ahora, la fuerza de su voz, la potencia de sus palabras, la forma de transmitir el compromiso con el bien, con la justicia, con hacer de este mundo un lugar mejor, unos valores que él entendía y compartía y por los que se había jugado la vida durante la última década.
Tráfico de armas. Sierpes. Un grupo que decidía actuar para esparcer el mal, el caos, y contaban con el apoyo de los grandes señores, ambiciosos, ávidos de poder, hambrientos de nuevas tierras, adictos al poder que ejercían sobre los que estaban bajo su cuidado. Lo había visto en alguna otra parte, y llegó a la conclusión de que el mal era una rueda que nunca dejaba de girar.
- Descuida- le sorprendió Sturm en mitad de sus pensamientos-, no sé de lo otro- se echó hacia delante y Sturm habló susurrando- pero no cuentan con el beneplácito sino que cuentan con una colaboración estrecha y provechosa. Esos bastardos metieron armas en Vulwulfar, armas de elfos muertos en Sandorai, armas arrebatadas a cadáveres, armas para crear el maldito caos y echarle la maldita culpa de todas las miserias creadas por la maldita casta gobernante a los elfos de Sandorai- se echó hacia atrás y se golpeó la palma de una mano con el puño de la otra-. Quemaron mi casa y pagarán por ello. Y por eso, contad con mi incondicional apoyo
Sango se quedó mirando a Sturm y luego volvió la cabeza al encapuchado y a su compañera. Asintió, asimilando y forzándose, una vez más ese día, a volver a una conversación de la que formaba parte pese a que ellos tenían intención de retirarse.
- El hombre al final del camino, era un anciano, el intérprete de la historia de esta tarde- desvió la mirada a Monza y luego de nuevo a Alward-. Resultó ser un sirviente de Baldr, Anar y el dragón de luz. O de ninguno de ellos y de alguien más pero con motivaciones similares- hizo una breve pausa y sacudió la cabeza-. Pero no quiero entreteneros más con algo que puede esperar y que merece más atención y cuidado y no una mente torpe y cansada como la mía- sonrió cortésmente y miró a la compañera de Alward, la encapuchada y luego a Alward-. Solo espero que podamos tener un momento para conversar. Lo que vi y oí en ese bosque... Os va a resultar de interés.
Su mirada se perdió en sus ropas perdiéndose por la posada, alejándose a descansar. Entre tanto, su mente trataba de asimilar el torrente, caótico, de emociones en el que estaba inmerso. Tan pronto su corazón latía con la esperanza de haber encontrado un hermano de armas, un hermano con el que compartir la misión vital que se había autoimpuesto; y al instante siguiente, el peso del mundo le abrumaba, la armadura agobiaba, las armas colgaban demasiado pesadas a su lado, el miedo a la creciente oscuridad que asomaba en el horizonte que era el futuro.
- ¿De qué va todo esto?- preguntó Sturm a su lado mientras alzaba su gigantesco brazo en dirección al posadero-. Cerveza y comida para tres- no le hizo falta gritar-. Te estás comportando como un auténtico imbécil.
Sango alzó la cabeza y miró a Monza con gesto sorprendido para confirmar si ella había escuchado lo mismo que él. Giró la cabeza y bufó en dirección al gigante. Sturm alzó los hombros y los dejó caer.
- Tan pronto estás hablando, como te quedas un rato en silencio. Tu cara tiene una, hmm, parte de felicidad y al rato está ensombrecida. Permíteme que, como amigo tuyo que soy, te haga dos preguntas.
El posadero, un gigantesco hombre que competía en tamaño con Sturm, posó tres jarras, rebosantes con la amarga bebida, sobre la mesa. En la otra mano posó una bandeja con rebanadas de pan negro, trozos de empanada apilados y un plato con una salchichas asadas que tenían un aspecto magnífico. Después de desearles buen provecho, se alejó con grandes zancadas después de echar un rápido vistazo a Sturm.
- La primera- siguió el Oso echándose hacia delante-, ¿en qué andas metido?- repartió las jarras de cerveza entre los tres y se recostó en la silla-. La segunda, ¿cuándo cojones vas a espabilar? Este no es el Sango que conocí hace años. No me gustaría tener que estar pendiente de ti todo el maldito rato cuando empiece la acción- una sonrisa asomó por entre la barba.
Sango bebió un trago largo. Para su sorpresa la cerveza era buena y estaba fría. Se quedó mirando el contenido de la jarra mientras se pasaba la lengua por los labios. No era fácil responder a Sturm, sobre todo porque banalizaría todo lo que él sabía sobre el inminente choque de fuerzas. Más aún cuando el Oso no tenía espacio en la cabeza para otra cosa que no fuera la venganza.
Sango dio otro trago. Sin embargo, ¿qué perdía al contarlo? Pensó que, quizás, hablar en voz alta, ayudara a poner en orden sus pensamientos y con suerte, tanto Sturm como Monza, podrían aportar una perspectiva distinta, un punto de vista con el que poder ampliar el pasillo en el que parecía haberse metido.
- Es una larga historia y la verdad es que no sé cómo sentirme al respecto. Después de lo que pasó en la playa- miró a Monza buscando complicidad-, seguí los rumores de lo que creí era una aparición del mismísimo Odín. Una persona de la que se decían decenas de cosas y en todas las historias siempre se alababa su sabiduría. ¿Podéis creerlo? Iba en compañía de otros seis buscadores. Los rumores conducían a los bosques del Oeste- hizo una pausa para mirar tanto a Monza como a Sturm-. Ya, ya, lo sé. Es un lugar peligroso, creedme que lo sé- dio un pequeño sorbo a la cerveza-. Durante el viaje me enteré de muchas cosas, conocí gente nueva, compartimos campamento, aprendí nuevas historias... Al final, después de mucho deambular, solo quedaba yo, el resto desesperó. Quizá la fe me mantuvo en el camino, el deseo de encontrar respuestas a tantas preguntas que me asedian en los últimos tiempos- su mirada se perdió en algún punto de la mesa-. Al final, caprichos del destino, encontré el camino y en él una conocida, una persona que me salvó la vida en más de una ocasión- esbozó una sonrisa triste, recordando cuantas veces había estado cerca de morir y cuantas veces había recibido curación-. Allí encontramos al anciano. No resultó ser quien yo creía que era, ¿menuda sorpresa eh?- alzó la cabeza y sonrió a Monza-. Era servidor de Baldr, un servidor de la Luz, un intérprete de su voluntad. Su forma de ser su manera de hablar invitaba a confiar en él, a compartir y a escuchar lo que tenía que decir. Al final, después de hablar con él, nos dio unas descripciones de personas que debíamos encontrar- suspiró-. Los Dioses quisieron que en Foresta de Nein mi camino se cruzara con el del enmascarado, que era una de las descripciones que nos dio. Ya sé que suena a locura, a una casualidad, a que es posible que me estén engañando, pero mi corazón me dice que no es así. Lo que nos ha contado aquí hace unos instantes casa perfectamente con lo que me contó el Observador y... Sé que debería ser más cauto, desconfiar, sobre todo porque es el primer pueblo que me encuentro desde que vengo del Oeste. Por culpa de los Ojosverdes tuve que dar un rodeo y evitar las fronteras de Sandorai, evitar cualquier signo de civilización, cualquier ojo que pueda vender el avistamiento de un humano solitario...- sacudió la cabeza-. Y entonces llego a Foresta de Nein y veo esa figura enmascarada, después de días de repetirme las descripciones- negó con la cabeza y sonrió-. ¿Cómo puedo dudar del destino que bordan las nornas? ¿Acaso no es esta una señal, no, más bien una ayuda que me brindan los Dioses? ¿Será que mi papel en todo esto es reunir a aquellos héroes que serán la vanguardia contra la oscuridad? ¿Por qué, entonces, estando tan seguro de lo que siento, hay, todavía una parte de mi que se resiste a creer que todo esto sea verdad? ¿Es por miedo de lo que está por llegar? ¿Es miedo por mi o quizá por ella?- bajó la cabeza a la jarra y tras unos instantes de silencio, bebió. Esa cerveza pegaba fuerte-. Ah, soy un mar de dudas y llena de conflictos internos, disculpad que haya hablado tanto- sonrió.
Se rio de sí mismo después de notar la lengua y la boca seca. ¿Cuándo fue la última vez que habló tanto? Quizá en Zelirica, dando instrucciones a unos y otros, quizá en el Midsummarblót, quizá fue antes, en Lunargenta, en el palacete. Esbozó una leve sonrisa recordando el muro del palacete.
- ¿Y el resto?- preguntó Sturm que había guardado un prudencial silencio después de que Sango agotara todas las palabras del mundo.
- El resto. Bueno, lo que me dijeron un humano, dos elfos y una dragona. Por suerte nos repartimos, los elfos para mi compañera, humano y dragona para mi- rio-. Ay, si me hubiera dicho una mujer bestia, y me encuentro aquí con Monza, creo que me hubiera caído de lo abrumado que estaría- miró a Monza y alzó la jarra en su dirección antes de guiñarle un ojo-. Pero bueno, supongo que tendré que deambular por el mundo, me dijo que su comunidad no la quiere así que, con suerte, no tengo que ir hasta el norte.
Echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos. Su cabeza voló, de nuevo, al palacete. Recordaba la habitación, la cama, el balcón, las noches de lluvia, estar tirado junto al fuego. Suspiró al tiempo que una sonrisa se formaba en su rostro. Abrió los ojos.
Sturm le tendía una rebana de pan con una salchicha encima. Las tripas de Sango rugieron y aceptó la comida de buen grado.
- Si hay algo mejor que la buena comida y bebida unido a una magnifica compañía, entonces no quiero saberlo- alzó la jarra para brindar con sus amigos y le dio un bocado al pan y a la salchicha.
Ahora tocaba descansar y disfrutar.
El enmascarado y su acompañante avanzaron, dejando atrás el control y dejándoles vía libre para entrar en la ciudad. Se cruzaron con toda clase de gente, comerciantes que gritaban órdenes a los porteadores, artesanos con los hombros caídos y rostros cansados tras una larga jornada de trabajo, guardias que giraban la cabeza de un lado a otro mientras se paseaban enfundados en sus armaduras. Sango respiró hondo. Aquella era una imagen común que él acostumbraba a ver en ciudades y pueblos de toda Verisar.
- Es una noble actitud la tuya- dijo de pronto Sango en dirección a Monza-. Ayudar en lo que se pueda, sin importar lo que uno pueda sacar de ello, solo porque el corazón diga que es lo que hay que hacer...- Sango echó un vistazo a su alrededor-. Hace un par de meses, te habría dicho que persiguieras ese camino, que lucharas por aquello que consideres justo sin importar nada más. Sin embargo, ahora, debo matizarlo.
Podría hablar días sobre las motivaciones, las recompensas y lo bien que se sentía al cumplir cada tarea que le encargaban, incluso cuando nada podía hacer pero que con sus palabras era capaz de convertir la angustia del desconocimiento en el doloroso alivio que era la realidad. Le podía narrar las incontables veces que había alzado sus armas en nombre de la justicia, de lo que creía que era lo correcto. Contarle, si aún le quedaban fuerzas en el cuerpo, cómo se sentía al verse reconocido en rostros que nunca había visto, cómo le hacían sentirse casi como un ser intocable.
Y también podía decirle lo que nadie veía y que se guardaba para sí.
Los rostros. La vida escapando después de que su brazo bajara y golpeara en el lugar oportuno. El olor del miedo. Los gritos desesperados pidiendo clemencia. Las lágrimas del arrepentimiento ante el fatal destino que veían delante de ellos. El horror de descubrirse una mañana pensando en eso mismo y no sentir nada en absoluto. La deshumanización a la que uno se veía sometido y a lo que era lo peor de todo: la muerte de uno mismo.
Sí. Podía decirle a Monza que si seguía por aquel camino, su propia esencia se vería diluida en lo que el su entorno, la sociedad o como quisiera llamarlo, esperaba de ella. Se transformaría en un símbolo andante, relegando quién era ella realmente al rincón más oscuro de su ser. Un símbolo que utilizarían para enardecer a las multitudes, para prender sus corazones y obligarles a actuar como el héroe de las historias, que lucharan por el bien común, por la justicia, por lo correcto. Explicarle que lo correcto y la justicia eran subjetivas y que, casi siempre, estaban influenciadas por las mismas voces que enardecían los corazones de las multitudes. Convirtiendo el símbolo, desprovisto de su propia identidad, en marioneta al servicio de aquellos que dictaban qué era lo justo y lo correcto.
Y sólo saldrás de ello si los Dioses así lo quieren. O si, en un momento de lucidez, uno es capaz de darse cuenta de ello. O si en tu camino se cruza la persona adecuada. Sango suspiró.
- Como voy a disfrutar viendo a esos hijos de puta arder- dijo de pronto Sturm.
- ¿Qué?- preguntó el pelirrojo.
- Quemaron mi casa- respondió-. Además, el silencio me estaba incomodando- añadió girando la cabeza hacia él y mirándole con el ceño fruncido.
Sango se obligó a parpadea, como si con aquel gesto apartara su actual hilo de reflexión y enfocara, de nuevo, la realidad que le mostraban sus ojos. Gruñó a Sturm y se disculpó con Monza por haber dejado la conversación a medias.
- Si quieres un consejo, Monza, nunca te olvides de quién eres. No dejes que tu vida sea prisionera de tus actos- esbozó media sonrisa y después de observar su reacción, volvió la vista al frente.
No tardaron mucho en llegar a una posada que presentaba un aspecto mucho más refinado que la taberna de Foresta de Nein en la que habían iniciado su viaje a Amarantha. Pronto, la compañera del enmascarado les indicó un lugar en el que poder descansar, apartados de oídos curiosos pero no de las miradas, era, imposible no captar, al menos, la atención de los regentes del local, un vistazo curioso de un recién llegado, quizá una visión borrosa del tipo que dormía sobre sus brazos posados sobre una mesa. De la misma forma que Sango los miraba de uno en uno, el resto haría lo mismo. No le dio más importancia, al final eran otro grupo más en búsqueda de, quizá, un buen pagador, o, en el mejor de los casos, una parcela de tierra donde poder pasar el resto de sus días.
Se acomodó en el banco y observó el dibujo del vetado de la madera de la mesa. Una de las tablas presentaba un veteado caótico, lleno de nudos, saltos, sin continuidad alguna, un dibujo terriblemente llamativo. Como la vida de un guerrero. De un lado a otro, caminos cortos y acontecimientos brutales que alteran el perfil de la ruta vital de una persona. Siempre que esta no termine Sus ojos, compararon aquel veteado con las tablas contiguas, que presentaba un aspecto más limpio, acabado, con una dirección clara con principio y fin, salpicado, aquí y allá, de pequeños nudos que perfilaban y moldeaban la veta convirtiéndola en algo, quizá no tan llamativo pero sí revelador. Una vida tranquila, alejada del peso de las armas, donde uno era dueño de sí mismo y no un títere de otros intereses.
El enmascarado, entonces, reveló su nombre. Alward Sevna. El pelirrojo suspiró cambiando por completo su divagar por una mente atenta y dispuesta a escuchar todo lo que aquel hombre tenía que decir mientras en su interior una voz volvía a gritarle que se distraía con demasiada facilidad.
Observó con curiosidad la espada oxidada, su descubrimiento en un templo y la mención de los Stellazios. El cuento del que parecía tomar inspiración los últimos acontecimientos. Un cuento del que Sango poco sabía y lamentaba no haber prestado más atención cuando lo escuchó por primera vez. Sin embargo, lo que removió al pelirrojo de su asiento fue la revelación y el encargo que le había hecho el líder de la orden, Zydan, al enmascarado Alward Sevna.
Durante el silencio que siguió a las palabras del enmascarado, Sango solo pudo escuchar al anciano del bosque, el Observador que les había encomendado aquella tarea: "La primera de ellas es un elegido para continuar el legado de los nacidos de las estrellas, un humano con una voluntad inquebrantable que oculta su rostro, caminando en las sombras para servir a la Luz". Parpadeó. "... elegido para continuar el legado de los nacidos de las estrellas...". Se echó levemente hacia delante, sin apartar los ojos de Alward. "... elegido para continuar el legado... oculta su rostro... para servir a la Luz".
Era un desconocido al que su corazón le decía que debía confiarle el mensaje del anciano. Había revelado su nombre y accedió a seguir hablando del tema cuando Sango preguntó por el cuento de los nacidos de las estrellas. Estaba claro que aquel hombre sabía mucho más que él de aquel asunto. Todo encajaba tan bien que le resultaba casi imposible encontrar motivos para desconfiar, o incluso para que el enmascarado le estuviera engañando.
Un suspiro contenido salió de su cuerpo, como si llevara un rato aguantando la respiración.
- Entonces es cierto- murmuró mientras se echaba hacia atrás, recuperando la posición de reposo y llevándose la mano hacia la boca y luego al mentón en gesto reflexivo.
Las espadas brillarán, la oscuridad quedará relegada de nuevo y Alward Sevna, el elegido para continuar el legado, será el que empuñe una de esas espadas. Lo veía claro ahora. La explosión en del Monte de la Adoración en el Midsummarblót; el revuelo de la playa con los siervos de oscuridad deambulando, confundiendo, generando caos; la partida de búsqueda en los bosques del Oeste; las palabras del Observador, su tranquilidad, la seguridad con la que las había transmitido, los Dioses involucrados, Baldr, Anar, el dragón de luz. Y ahora, la fuerza de su voz, la potencia de sus palabras, la forma de transmitir el compromiso con el bien, con la justicia, con hacer de este mundo un lugar mejor, unos valores que él entendía y compartía y por los que se había jugado la vida durante la última década.
Tráfico de armas. Sierpes. Un grupo que decidía actuar para esparcer el mal, el caos, y contaban con el apoyo de los grandes señores, ambiciosos, ávidos de poder, hambrientos de nuevas tierras, adictos al poder que ejercían sobre los que estaban bajo su cuidado. Lo había visto en alguna otra parte, y llegó a la conclusión de que el mal era una rueda que nunca dejaba de girar.
- Descuida- le sorprendió Sturm en mitad de sus pensamientos-, no sé de lo otro- se echó hacia delante y Sturm habló susurrando- pero no cuentan con el beneplácito sino que cuentan con una colaboración estrecha y provechosa. Esos bastardos metieron armas en Vulwulfar, armas de elfos muertos en Sandorai, armas arrebatadas a cadáveres, armas para crear el maldito caos y echarle la maldita culpa de todas las miserias creadas por la maldita casta gobernante a los elfos de Sandorai- se echó hacia atrás y se golpeó la palma de una mano con el puño de la otra-. Quemaron mi casa y pagarán por ello. Y por eso, contad con mi incondicional apoyo
Sango se quedó mirando a Sturm y luego volvió la cabeza al encapuchado y a su compañera. Asintió, asimilando y forzándose, una vez más ese día, a volver a una conversación de la que formaba parte pese a que ellos tenían intención de retirarse.
- El hombre al final del camino, era un anciano, el intérprete de la historia de esta tarde- desvió la mirada a Monza y luego de nuevo a Alward-. Resultó ser un sirviente de Baldr, Anar y el dragón de luz. O de ninguno de ellos y de alguien más pero con motivaciones similares- hizo una breve pausa y sacudió la cabeza-. Pero no quiero entreteneros más con algo que puede esperar y que merece más atención y cuidado y no una mente torpe y cansada como la mía- sonrió cortésmente y miró a la compañera de Alward, la encapuchada y luego a Alward-. Solo espero que podamos tener un momento para conversar. Lo que vi y oí en ese bosque... Os va a resultar de interés.
Su mirada se perdió en sus ropas perdiéndose por la posada, alejándose a descansar. Entre tanto, su mente trataba de asimilar el torrente, caótico, de emociones en el que estaba inmerso. Tan pronto su corazón latía con la esperanza de haber encontrado un hermano de armas, un hermano con el que compartir la misión vital que se había autoimpuesto; y al instante siguiente, el peso del mundo le abrumaba, la armadura agobiaba, las armas colgaban demasiado pesadas a su lado, el miedo a la creciente oscuridad que asomaba en el horizonte que era el futuro.
- ¿De qué va todo esto?- preguntó Sturm a su lado mientras alzaba su gigantesco brazo en dirección al posadero-. Cerveza y comida para tres- no le hizo falta gritar-. Te estás comportando como un auténtico imbécil.
Sango alzó la cabeza y miró a Monza con gesto sorprendido para confirmar si ella había escuchado lo mismo que él. Giró la cabeza y bufó en dirección al gigante. Sturm alzó los hombros y los dejó caer.
- Tan pronto estás hablando, como te quedas un rato en silencio. Tu cara tiene una, hmm, parte de felicidad y al rato está ensombrecida. Permíteme que, como amigo tuyo que soy, te haga dos preguntas.
El posadero, un gigantesco hombre que competía en tamaño con Sturm, posó tres jarras, rebosantes con la amarga bebida, sobre la mesa. En la otra mano posó una bandeja con rebanadas de pan negro, trozos de empanada apilados y un plato con una salchichas asadas que tenían un aspecto magnífico. Después de desearles buen provecho, se alejó con grandes zancadas después de echar un rápido vistazo a Sturm.
- La primera- siguió el Oso echándose hacia delante-, ¿en qué andas metido?- repartió las jarras de cerveza entre los tres y se recostó en la silla-. La segunda, ¿cuándo cojones vas a espabilar? Este no es el Sango que conocí hace años. No me gustaría tener que estar pendiente de ti todo el maldito rato cuando empiece la acción- una sonrisa asomó por entre la barba.
Sango bebió un trago largo. Para su sorpresa la cerveza era buena y estaba fría. Se quedó mirando el contenido de la jarra mientras se pasaba la lengua por los labios. No era fácil responder a Sturm, sobre todo porque banalizaría todo lo que él sabía sobre el inminente choque de fuerzas. Más aún cuando el Oso no tenía espacio en la cabeza para otra cosa que no fuera la venganza.
Sango dio otro trago. Sin embargo, ¿qué perdía al contarlo? Pensó que, quizás, hablar en voz alta, ayudara a poner en orden sus pensamientos y con suerte, tanto Sturm como Monza, podrían aportar una perspectiva distinta, un punto de vista con el que poder ampliar el pasillo en el que parecía haberse metido.
- Es una larga historia y la verdad es que no sé cómo sentirme al respecto. Después de lo que pasó en la playa- miró a Monza buscando complicidad-, seguí los rumores de lo que creí era una aparición del mismísimo Odín. Una persona de la que se decían decenas de cosas y en todas las historias siempre se alababa su sabiduría. ¿Podéis creerlo? Iba en compañía de otros seis buscadores. Los rumores conducían a los bosques del Oeste- hizo una pausa para mirar tanto a Monza como a Sturm-. Ya, ya, lo sé. Es un lugar peligroso, creedme que lo sé- dio un pequeño sorbo a la cerveza-. Durante el viaje me enteré de muchas cosas, conocí gente nueva, compartimos campamento, aprendí nuevas historias... Al final, después de mucho deambular, solo quedaba yo, el resto desesperó. Quizá la fe me mantuvo en el camino, el deseo de encontrar respuestas a tantas preguntas que me asedian en los últimos tiempos- su mirada se perdió en algún punto de la mesa-. Al final, caprichos del destino, encontré el camino y en él una conocida, una persona que me salvó la vida en más de una ocasión- esbozó una sonrisa triste, recordando cuantas veces había estado cerca de morir y cuantas veces había recibido curación-. Allí encontramos al anciano. No resultó ser quien yo creía que era, ¿menuda sorpresa eh?- alzó la cabeza y sonrió a Monza-. Era servidor de Baldr, un servidor de la Luz, un intérprete de su voluntad. Su forma de ser su manera de hablar invitaba a confiar en él, a compartir y a escuchar lo que tenía que decir. Al final, después de hablar con él, nos dio unas descripciones de personas que debíamos encontrar- suspiró-. Los Dioses quisieron que en Foresta de Nein mi camino se cruzara con el del enmascarado, que era una de las descripciones que nos dio. Ya sé que suena a locura, a una casualidad, a que es posible que me estén engañando, pero mi corazón me dice que no es así. Lo que nos ha contado aquí hace unos instantes casa perfectamente con lo que me contó el Observador y... Sé que debería ser más cauto, desconfiar, sobre todo porque es el primer pueblo que me encuentro desde que vengo del Oeste. Por culpa de los Ojosverdes tuve que dar un rodeo y evitar las fronteras de Sandorai, evitar cualquier signo de civilización, cualquier ojo que pueda vender el avistamiento de un humano solitario...- sacudió la cabeza-. Y entonces llego a Foresta de Nein y veo esa figura enmascarada, después de días de repetirme las descripciones- negó con la cabeza y sonrió-. ¿Cómo puedo dudar del destino que bordan las nornas? ¿Acaso no es esta una señal, no, más bien una ayuda que me brindan los Dioses? ¿Será que mi papel en todo esto es reunir a aquellos héroes que serán la vanguardia contra la oscuridad? ¿Por qué, entonces, estando tan seguro de lo que siento, hay, todavía una parte de mi que se resiste a creer que todo esto sea verdad? ¿Es por miedo de lo que está por llegar? ¿Es miedo por mi o quizá por ella?- bajó la cabeza a la jarra y tras unos instantes de silencio, bebió. Esa cerveza pegaba fuerte-. Ah, soy un mar de dudas y llena de conflictos internos, disculpad que haya hablado tanto- sonrió.
Se rio de sí mismo después de notar la lengua y la boca seca. ¿Cuándo fue la última vez que habló tanto? Quizá en Zelirica, dando instrucciones a unos y otros, quizá en el Midsummarblót, quizá fue antes, en Lunargenta, en el palacete. Esbozó una leve sonrisa recordando el muro del palacete.
- ¿Y el resto?- preguntó Sturm que había guardado un prudencial silencio después de que Sango agotara todas las palabras del mundo.
- El resto. Bueno, lo que me dijeron un humano, dos elfos y una dragona. Por suerte nos repartimos, los elfos para mi compañera, humano y dragona para mi- rio-. Ay, si me hubiera dicho una mujer bestia, y me encuentro aquí con Monza, creo que me hubiera caído de lo abrumado que estaría- miró a Monza y alzó la jarra en su dirección antes de guiñarle un ojo-. Pero bueno, supongo que tendré que deambular por el mundo, me dijo que su comunidad no la quiere así que, con suerte, no tengo que ir hasta el norte.
Echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos. Su cabeza voló, de nuevo, al palacete. Recordaba la habitación, la cama, el balcón, las noches de lluvia, estar tirado junto al fuego. Suspiró al tiempo que una sonrisa se formaba en su rostro. Abrió los ojos.
Sturm le tendía una rebana de pan con una salchicha encima. Las tripas de Sango rugieron y aceptó la comida de buen grado.
- Si hay algo mejor que la buena comida y bebida unido a una magnifica compañía, entonces no quiero saberlo- alzó la jarra para brindar con sus amigos y le dio un bocado al pan y a la salchicha.
Ahora tocaba descansar y disfrutar.
Sango
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Re: Consecuencias de palabras erradas (Privado) [vigilado] [Ungidos por la luz]
Cuando ya pensaba que la situación se me iba a ir totalmente de las manos, al guardia le cambió radicalmente la expresión y de repente se mostró de una amabilidad sorprendente y nos dejó pasar. Y era posible que una no entendiera mucho de magia, pero eso tenía que haberlo sido, y dado que Sango no parecía tener ese tipo de habilidades y Sturm parecía cualquier cosa menos sutil, tenían que haber sido el enmascarado o su compañera. Pero no es como si fuera a quejarme, después de todo, lo que nos ayudase en la misión era bien recibido, fuese yo capaz de entenderlo o no.
De camino, Sango elogió mi actitud, aunque parecía tener opiniones encontradas sobre esa vía de la ayuda desinteresada. Suponía que ese hombre había debido vivir mucho para haber llegado a tener la fama que tenía, y vivir tanto, aunque no fuese en tiempo sino en sucesos, debía traer sus consecuencias. Su consejo final me hizo pensar en eso mismo, no olvidar quien se era parecía el tipo de cosa que le podía ocurrir a alguien que había llegado al punto en el que su nombre opacaba quien era. Por suerte, yo confiaba no llegar a ese punto, sabía por quien estaba haciendo todo esto, tenía una familia a quien honrar, y en su mayor parte seguían con vida.
- Descuida. No tengo intención de dejar que hacer lo que hago. Pero tendré en cuenta el consejo. Parece importante eso de recordar quien se es.- Le respondí mientras asentía a sus palabras.
Al entrar en la posada, escuché como una voz me decía que fuésemos a una mesa apartada, y aunque la hice caso sin pensar, mientras avanzaba me di cuenta de que esa voz solo había sonado en mi cabeza. Dada la escasa sorpresa del resto de mis acompañantes debía ser algo normal para la mujer, pero yo tenía mucho que procesar en esos momentos. Y las misteriosas capacidades de nuestra nueva acompañante no iban a ser más que el principio, porque cuando el enmascarado empezó a hablar. Parecía que la leyenda de los Stelliazos era real y él debía encargarse de luchar esa guerra en la actualidad, pero sin importar si eso era cierto, el enmascarado parecía dispuesto a luchar por la justicia, y eso sin duda podía respetarlo. Además, no quedaba sino guardar su secreto, si se había ganado enemigos por intentar detener a corruptos y maleantes no quedaba sino ayudarle en lo que fuera posible. Aunque el que hablasen de que los ayudaban nobles, hizo que volvieran a tomar fuerzas las ideas que venían rondando mi mente sobre el alcance de la conspiración.
- Si, por supuesto que guardaremos el secreto.- Miré a Sturm sin saber si decir esto en su presencia podía traernos más problemas que soluciones, pero supuse que era mejor expresar mis sospechas no fuera a ser que tuviese razón.- Y es posible que estas Sierpes tengan más contactos en estas zonas que ese señor de Amarantha. En Vulwulfar había un hombre poderoso intentando incitar al odio hacia los elfos durante un juicio. Con todo lo que está sucediendo con estas armas que buscan colar en la ciudad me veo inclinada a pensar que está relacionado. No recuerdo cuál era su posición exactamente, pero sin duda era alguien con poder, y el discurso que hizo para inducir desconfianza hacia los elfos puede ser parte de su plan.
Y me había enredado yo sola intentando dar la explicación. Pero confiaba en que entre mis vueltas en círculos se viera lo que intentaba decir. Porque no se podía permitir que se forzase una guerra entre dos pueblos por las ambiciones de unos pocos, pero cuando uno de esos pueblos era el mío, al menos parcialmente, debía intentarlo todavía más fuerte.
Antes de que se terminasen de ir, Sango dijo que el hombre que había encontrado era un enviado de alguno de los diversos dioses de la luz que se manejaban, y aunque la mención a los dragones ancestrales me puso tensa tras los sucesos recientes con sus impostores, algo me impulsaba a saber más de esa historia. Y no debía ser la única, porque su amigo, además de pedir comida y comportarse de forma bastante cuestionable, le siguió presionando para que hablara, y pareció que al final logró convencerle.
Sango nos explicó como había llegado a encontrar a ese anciano y como había perdido a sus acompañantes por el camino, solo para reencontrarse con una aliada allí. Y aunque yo siguiera desconfiando de las palabras de ese profeta, parecía mucha casualidad haberse cruzado con el enmascarado de esa forma, y sin duda debía ser él, la descripción cuadraba perfectamente.
- No lo sé, sin duda parece él. No soy la persona con más confianza en el destino, pero si esto no es una señal no sé que debe serlo. De todas formas, no te diré a que parte de ti debes creer, pues no dudo que estaría como tú. Pero el enmascarado tiene una misión, y parece una misión noble que ayudará a mucha gente, o al menos les evitará el dolor. No sería propio dejarle tirado en medio de algo tan complicado como lo que parece esto. En ese tiempo puedes ir aclarándote las ideas. Además, si alguien más estuviera detrás de los elegidos, mejor si están contigo que si quedan a su suerte por si otro pudiera estar buscándolos con intenciones menos honestas.- Ese profeta me seguía generando desconfianza, pero un grupo de héroes que ayudasen al pueblo siempre sería bueno, confiaba en que no se convirtieran en los perros de un supuesto dios sino que hiciesen lo que considerasen correcto, pero era complicado. Al igual que complicado era otro detalle que parecía haber mencionado entre sus otras preguntas.- Y si no es entrometerme demasiado. ¿Quién es esa por la que dices temer? Que si no quieres hablar de ello tampoco pasa nada, sólo que era lo único que no he entendido de lo que te planteabas.
Y después me disponía a darle un trago a la cerveza y disponerme a disfrutar la comida, pero su respuesta a qué más estaba buscando consiguió que escupiera le bebida por la nariz de la sorpresa y acabase tosiendo antes de recuperar el aliento. Que buscase una dragona no parecía sorprendente, pero que buscara a una despreciada por su comunidad reducía las opciones, y que se encontrase conmigo era demasiado coincidencia. Pero no era posible. Sango era un héroe reconocido, y Alward parecía que aunque mantuviese un perfil más bajo también andaba metido en grandes cosas. Yo simplemente era una dragona que buscaba ayudar a la gente para poder ser siquiera una sombra de lo que fue mi padre. No estaba a su nivel ni de lejos, no podía ser que nadie me hubiese elegido a mi. Y seguía dando vueltas a esos pensamientos para calmarme, mientras respiraba con calma para recuperarme del ataque de la cerveza metiéndose por donde no debía.
- Perdón, se me ido la bebida por la nariz.- Definitivamente, esa era una de las cosas buenas de la forma de dragón, canales separados para respirar y comer, sin poder atragantarse, eran una gran ventaja que no se apreciaba lo suficiente.- Pero si, celebremos, por una buena comida en buena compañía.
Y alcé mi jarra medio vacía para brindar con estos nuevos compañeros que me había puesto delante la vida.
De camino, Sango elogió mi actitud, aunque parecía tener opiniones encontradas sobre esa vía de la ayuda desinteresada. Suponía que ese hombre había debido vivir mucho para haber llegado a tener la fama que tenía, y vivir tanto, aunque no fuese en tiempo sino en sucesos, debía traer sus consecuencias. Su consejo final me hizo pensar en eso mismo, no olvidar quien se era parecía el tipo de cosa que le podía ocurrir a alguien que había llegado al punto en el que su nombre opacaba quien era. Por suerte, yo confiaba no llegar a ese punto, sabía por quien estaba haciendo todo esto, tenía una familia a quien honrar, y en su mayor parte seguían con vida.
- Descuida. No tengo intención de dejar que hacer lo que hago. Pero tendré en cuenta el consejo. Parece importante eso de recordar quien se es.- Le respondí mientras asentía a sus palabras.
Al entrar en la posada, escuché como una voz me decía que fuésemos a una mesa apartada, y aunque la hice caso sin pensar, mientras avanzaba me di cuenta de que esa voz solo había sonado en mi cabeza. Dada la escasa sorpresa del resto de mis acompañantes debía ser algo normal para la mujer, pero yo tenía mucho que procesar en esos momentos. Y las misteriosas capacidades de nuestra nueva acompañante no iban a ser más que el principio, porque cuando el enmascarado empezó a hablar. Parecía que la leyenda de los Stelliazos era real y él debía encargarse de luchar esa guerra en la actualidad, pero sin importar si eso era cierto, el enmascarado parecía dispuesto a luchar por la justicia, y eso sin duda podía respetarlo. Además, no quedaba sino guardar su secreto, si se había ganado enemigos por intentar detener a corruptos y maleantes no quedaba sino ayudarle en lo que fuera posible. Aunque el que hablasen de que los ayudaban nobles, hizo que volvieran a tomar fuerzas las ideas que venían rondando mi mente sobre el alcance de la conspiración.
- Si, por supuesto que guardaremos el secreto.- Miré a Sturm sin saber si decir esto en su presencia podía traernos más problemas que soluciones, pero supuse que era mejor expresar mis sospechas no fuera a ser que tuviese razón.- Y es posible que estas Sierpes tengan más contactos en estas zonas que ese señor de Amarantha. En Vulwulfar había un hombre poderoso intentando incitar al odio hacia los elfos durante un juicio. Con todo lo que está sucediendo con estas armas que buscan colar en la ciudad me veo inclinada a pensar que está relacionado. No recuerdo cuál era su posición exactamente, pero sin duda era alguien con poder, y el discurso que hizo para inducir desconfianza hacia los elfos puede ser parte de su plan.
Y me había enredado yo sola intentando dar la explicación. Pero confiaba en que entre mis vueltas en círculos se viera lo que intentaba decir. Porque no se podía permitir que se forzase una guerra entre dos pueblos por las ambiciones de unos pocos, pero cuando uno de esos pueblos era el mío, al menos parcialmente, debía intentarlo todavía más fuerte.
Antes de que se terminasen de ir, Sango dijo que el hombre que había encontrado era un enviado de alguno de los diversos dioses de la luz que se manejaban, y aunque la mención a los dragones ancestrales me puso tensa tras los sucesos recientes con sus impostores, algo me impulsaba a saber más de esa historia. Y no debía ser la única, porque su amigo, además de pedir comida y comportarse de forma bastante cuestionable, le siguió presionando para que hablara, y pareció que al final logró convencerle.
Sango nos explicó como había llegado a encontrar a ese anciano y como había perdido a sus acompañantes por el camino, solo para reencontrarse con una aliada allí. Y aunque yo siguiera desconfiando de las palabras de ese profeta, parecía mucha casualidad haberse cruzado con el enmascarado de esa forma, y sin duda debía ser él, la descripción cuadraba perfectamente.
- No lo sé, sin duda parece él. No soy la persona con más confianza en el destino, pero si esto no es una señal no sé que debe serlo. De todas formas, no te diré a que parte de ti debes creer, pues no dudo que estaría como tú. Pero el enmascarado tiene una misión, y parece una misión noble que ayudará a mucha gente, o al menos les evitará el dolor. No sería propio dejarle tirado en medio de algo tan complicado como lo que parece esto. En ese tiempo puedes ir aclarándote las ideas. Además, si alguien más estuviera detrás de los elegidos, mejor si están contigo que si quedan a su suerte por si otro pudiera estar buscándolos con intenciones menos honestas.- Ese profeta me seguía generando desconfianza, pero un grupo de héroes que ayudasen al pueblo siempre sería bueno, confiaba en que no se convirtieran en los perros de un supuesto dios sino que hiciesen lo que considerasen correcto, pero era complicado. Al igual que complicado era otro detalle que parecía haber mencionado entre sus otras preguntas.- Y si no es entrometerme demasiado. ¿Quién es esa por la que dices temer? Que si no quieres hablar de ello tampoco pasa nada, sólo que era lo único que no he entendido de lo que te planteabas.
Y después me disponía a darle un trago a la cerveza y disponerme a disfrutar la comida, pero su respuesta a qué más estaba buscando consiguió que escupiera le bebida por la nariz de la sorpresa y acabase tosiendo antes de recuperar el aliento. Que buscase una dragona no parecía sorprendente, pero que buscara a una despreciada por su comunidad reducía las opciones, y que se encontrase conmigo era demasiado coincidencia. Pero no era posible. Sango era un héroe reconocido, y Alward parecía que aunque mantuviese un perfil más bajo también andaba metido en grandes cosas. Yo simplemente era una dragona que buscaba ayudar a la gente para poder ser siquiera una sombra de lo que fue mi padre. No estaba a su nivel ni de lejos, no podía ser que nadie me hubiese elegido a mi. Y seguía dando vueltas a esos pensamientos para calmarme, mientras respiraba con calma para recuperarme del ataque de la cerveza metiéndose por donde no debía.
- Perdón, se me ido la bebida por la nariz.- Definitivamente, esa era una de las cosas buenas de la forma de dragón, canales separados para respirar y comer, sin poder atragantarse, eran una gran ventaja que no se apreciaba lo suficiente.- Pero si, celebremos, por una buena comida en buena compañía.
Y alcé mi jarra medio vacía para brindar con estos nuevos compañeros que me había puesto delante la vida.
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He olvidado poner esto, pero siendo este el siguiente tema al juicio, como que procede esto:
* Zelas y Monza no serán seguidos directamente por ninguna escolta, pero el reino de Vulwulfar mandará espías para controlar sus movimientos en el próximo tema que abran (sea libre o privado). Cuidado con lo que hagáis, pues cualquier acto sospechoso podría jugar en vuestra contra. Estos espías no participarán directamente en el tema, y no podréis controlarlos. Cuando abráis dicho tema (que lo podréis hacer juntos o por separado), me tendréis que mandar MP para que lo siga, y además también poner la etiqueta de [Vigilado] o [Vigilada] en el caso de nuestra querida dragona.
* Zelas y Monza no serán seguidos directamente por ninguna escolta, pero el reino de Vulwulfar mandará espías para controlar sus movimientos en el próximo tema que abran (sea libre o privado). Cuidado con lo que hagáis, pues cualquier acto sospechoso podría jugar en vuestra contra. Estos espías no participarán directamente en el tema, y no podréis controlarlos. Cuando abráis dicho tema (que lo podréis hacer juntos o por separado), me tendréis que mandar MP para que lo siga, y además también poner la etiqueta de [Vigilado] o [Vigilada] en el caso de nuestra querida dragona.
Monza Sylroc
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Re: Consecuencias de palabras erradas (Privado) [vigilado] [Ungidos por la luz]
-Podría resultar.
Las palabras de Virkar, enfatizadas por los rasgos que mostraba su rostro y unas manos que mostraban las palmas, tendentes a tratar de convencer, estaban aderezadas con un punto urgente, desesperado. Solos en la estancia, la sala privada donde el aristócrata terminaba sus negocios personales presidida por un elaborado mapa del territorio de Vulwulfar y una biblioteca para él ornamental, lord Tandur se acarició el mentón observando por la ventana su urbe de Amarantha. Toda iluminación procedía de las antorchas de las patrullas nocturnas, y de los braseros ubicados encima de las puertas principales.
-¿Qué puede cambiar permitir también el tráfico de joyas?- inquirió el herrero de forma retórica- Si no lo logra, lo echaremos, aún más pobre de lo que ha llegado. Si es capaz, la clientela rica de otras ciudades de Verisar, o elfos adinerados dejarán riqueza que Su Excelencia podrá invertir en los grandiosos planes que ha organizado.
-¿Quieres hacerle uno de los Ranthes? No sabes nada de ese elfo, Virkar.
-Necesitáis gente en puestos cruciales del comercio y la distribución, señor. Ese orfebre tardará semanas en poner en marcha real su negocio. Iré probando su lealtad. Tal vez podría conseguirnos contactos en ese bosque que nos evitasen tener que seguir robando las armas perdidas en el ataque a Árbol Madre. No es buen momento para los elfos- sonrió, siniestro- ¿Cuántos refugiados han cruzado a Verisar, mi señor? Si ese segundo río se termina secando, armar una red desde el recién llegado podría dar incluso más veracidad a nuestros intentos.
-Puede no gustarles- argumentó lord Tandur, pensativo, y la faz del herrero humano mudó en preocupación. Sabía perfectamente a quienes se estaba refiriendo su amo, y aquello lo pilló desprevenido- Y los necesitamos para lo que está por venir. En pocos meses podremos hacerlo. Quizá sea innecesario tratar de sacar una mayor ventaja de otras maneras.
Pero Virkar no estaba dispuesto a rendirse. Avispado para cuanto era referente al oro, sabía que Yassdiel podría reportarle pingües beneficios. Y si no era así, deshacerse de el sería cosa de unos instantes tras una seca orden.
-Son útiles- reconoció, aunque disimuló un incómodo escalofrío al recordar el único momento en el cual vio a dos de los miembros de esa extraña organización. Una audiencia, junto a Tandur y el resto de los seis Ranthes. La misma que llevó a que el incauto caballero de lord Vulwulf no volviese a ser un problema. Aún no era capaz de explicarse como el máximo dirigente de esa región humana no hubiese dado señales por lo ocurrido. Sí, eran peligrosos, y no sería él quien pronunciase una palabra en su contra- Pero una licencia no cambiará nada. Brinthir lo mantendrá vigilado.
El señor de Amarantha asintió por fin, lentamente.
-Si hay problema alguno con él, mátalo Virkar. Estamos demasiado cerca.
-Por supuesto, Su Excelencia.
La habitación que le fue preparada resultó de una comodidad superior a muchas de las que había alquilado a lo largo del continente. Las cálidas alfombras que ocultaban parcialmente el suelo de madera, el mullido y enorme lecho, la vela con sus recambios para leer o trabajar durante la noche, dos grandes ventanas separadas por un parteluz decoradas con nervios coloridos, y una puerta que separaba la estancia de otra menor con dos lámparas de aceite sin encender y una tina de madera perfectamente pulida.
No había transcurrido apenas tiempo desde que había dejado su bolsa de viaje encima del escritorio, sentándose en la cama y descansando por vez primera en horas, cuando una extraña llamada a su puerta -seis toques a intervalos irregulares- captó toda su atención. Había comenzado a quitarse capa y armadura, empeño que desdeñó terminar, y con la mano en la empuñadura de la espada, consintió la entrada a la voz femenina que había pedido su permiso.
La muchacha a las órdenes de Brinthir cruzó el dintel, y cerró la puerta tras de sí. Desarmada, y vestida como solían las posaderas, Nou se relajó, y serio, miró a la humana unos segundos de más, en los cuales la sonrisa de ésta flaqueó un punto.
-¿Encontráis todo a vuestro gusto…?- inquirió con un matiz de preocupación muy bien diluido en una alegría parcialmente impostada- Puedo prepararos el baño ésta noche, o mañana si lo preferís. Y por supuesto, cualquier petición que tengáis me encargaré personalmente de satisfacerla. Si preferís otro tipo de comida, o necesitáis cosas… poco habituales… para conseguir descansar bien aquí en nuestra posada, no dudéis en pedirlo, por favor.
El espadachín frunció el ceño ligeramente. Por su experiencia, los silencios solían transmitir tensión, autoridad y una incomodidad que comerciantes y sirvientes no toleraban demasiado antes de tratar de ponerle remedio para evitar problemas. Trabándose un momento, la joven habló con voz algo menos segura.
-Si preferís no… no dormir solo, tenemos a unas muy bonitas, de vuestra especie y de la mía…
Un hervidero de odio comenzó burbujear en unos de los peores recuerdos del Indirel. Una taberna como esa, una escena que él convirtió en un tornado de vísceras y sangre del cual ninguno escapó con vida. Sus ojos grises se clavaron en la muchacha, quien dio un paso atrás, consciente del sentimiento asesino que transmitían. Cuando se levantó de golpe, ella alcanzó la puerta. Y al abrirla, él pasó a su lado. Necesita salir de allí, o cedería a la petición de su parte más siniestra. Una por la que nunca se dejaba guiar. La misma que sólo gobernaba en las más terribles situaciones, cuando su calculada frialdad era derrotada por los acontecimientos.
Justo cuando trataba de demostrar que él había rechazado a la Oscuridad, con los caballeros esperando, con una misión entre manos.
Sí, necesitaba aire, sosiego.
Abandonó la taberna ante la visión del gigantesco Brinthir y al sentir la temperatura del exterior, la tensión que llegaba hasta la punta de sus dedos fue amainando poco a poco. De modo que decidió recorrer parte de la urbe, tomando las torres de la pequeña fortaleza que presidía Amarantha en el sur como referencia. Sus pasos, rápidos al principio, fueron espaciándose cada vez más, hasta que en un momento dado, a una distancia de la edificación a la cual podía analizar todo detalle de los centinelas de la única puerta del muro que la cercaba, se detuvo, pasando los dedos de una mano por el cabello de la frente a la nuca. Una sonrisa asomó a sus labios, carente de alegría o felicidad.
-Fuera de aquí- exhortaron los guardias. El extranjero posó la vista un instante en el emblema heráldico que lucían en el pecho.
-La gente decente no se dedica a pasear por la noche- espetó la segunda- Nuestra ciudad es tranquila. No queremos problemas.
Respiró. Y concentrado como se hallaba a fin de dominarse, ni siquiera escuchó los pasos de quien le había a todas luces seguido. Una figura que hizo alzar la vista a ambos soldados, y que sumió al elfo en la sombra.
-Ven- vocalizó Brinthir, sin que nada más fuera necesario para que los vigilantes retornasen a su puesto. Sn arma alguna, con la misma vestimenta que lucía poco antes, su tamaño resultaba aún más intimidante en aquella calle nocturna.
El elfo se giró, y alzó la vista al rostro del humano.
-¿Para qué?- preguntó, y algo sorprendido, vio la primera y feroz sonrisa que el posadero compuso en su presencia. Sin responder, Brinthir precedió al forastero hasta su negocio, y tras una mirada de sorpresa del espadachín sobre un grupo que reconoció de Foresta, ambos entraron en la cocina del establecimiento. La única persona que se encontraba allí salió presurosa ante la llegada de su jefe.
-No sé qué te ha traído aquí, o qué te traes entre manos con Virkar. Pero Amarantha es una ciudad que no tolera lo que se sale de lo habitual. Tú lo estás haciendo- informó- Tandur no es estúpido, elfo. Si no sigues la senda que esperan, te quitarán de en medio, sin contemplaciones.
-Sólo pretendo abrir un negocio aquí- se excusó, pero su oyente apenas prestó atención a tal explicación.
-Te avisé antes, y ésta será la última vez. No llames la atención, y vete, o cede. La única otra salida es terminar muerto. No serías el primero- dijo antes de callar unos segundos y añadir algo donde primó un tono cansado, sufrido- ni mucho menos.
-¿Qué relación tienes tú con Tandur y Virkar?- quiso saber Nousis entonces, desconfiado y curioso.
-Sólo soy el posadero del Risco Azul, forastero- y abrió la puerta para que ambos volviesen al salón- solo soy el posadero.
[…]
Dos elfos, hombre y mujer, contemplaban Amarantha con ojos cargados de venganza. Unos que indicaban que de ser capaces, arrasarían la urbe humana hasta sus cimientos.
- Cas, llevamos ocho días siguiéndoles. No podremos entrar durante la noche, y les perdimos la pista en el río. ¿Estás segura que descargarán aquí?
Nande Iriquendi esperó la respuesta de su compañera, con la mirada puesta en la corriente fluvial que abrazaba la población. Sí, pensó. Esos profanadores tenían que morir.
- Ya escuchaste los rumores en Nagnu- replicó- Este lugar hiede al tráfico de esos demonios. Esperaremos al amanecer- sentenció Cas Teh, sombría- Tendrán su merecido.
Las palabras de Virkar, enfatizadas por los rasgos que mostraba su rostro y unas manos que mostraban las palmas, tendentes a tratar de convencer, estaban aderezadas con un punto urgente, desesperado. Solos en la estancia, la sala privada donde el aristócrata terminaba sus negocios personales presidida por un elaborado mapa del territorio de Vulwulfar y una biblioteca para él ornamental, lord Tandur se acarició el mentón observando por la ventana su urbe de Amarantha. Toda iluminación procedía de las antorchas de las patrullas nocturnas, y de los braseros ubicados encima de las puertas principales.
-¿Qué puede cambiar permitir también el tráfico de joyas?- inquirió el herrero de forma retórica- Si no lo logra, lo echaremos, aún más pobre de lo que ha llegado. Si es capaz, la clientela rica de otras ciudades de Verisar, o elfos adinerados dejarán riqueza que Su Excelencia podrá invertir en los grandiosos planes que ha organizado.
-¿Quieres hacerle uno de los Ranthes? No sabes nada de ese elfo, Virkar.
-Necesitáis gente en puestos cruciales del comercio y la distribución, señor. Ese orfebre tardará semanas en poner en marcha real su negocio. Iré probando su lealtad. Tal vez podría conseguirnos contactos en ese bosque que nos evitasen tener que seguir robando las armas perdidas en el ataque a Árbol Madre. No es buen momento para los elfos- sonrió, siniestro- ¿Cuántos refugiados han cruzado a Verisar, mi señor? Si ese segundo río se termina secando, armar una red desde el recién llegado podría dar incluso más veracidad a nuestros intentos.
-Puede no gustarles- argumentó lord Tandur, pensativo, y la faz del herrero humano mudó en preocupación. Sabía perfectamente a quienes se estaba refiriendo su amo, y aquello lo pilló desprevenido- Y los necesitamos para lo que está por venir. En pocos meses podremos hacerlo. Quizá sea innecesario tratar de sacar una mayor ventaja de otras maneras.
Pero Virkar no estaba dispuesto a rendirse. Avispado para cuanto era referente al oro, sabía que Yassdiel podría reportarle pingües beneficios. Y si no era así, deshacerse de el sería cosa de unos instantes tras una seca orden.
-Son útiles- reconoció, aunque disimuló un incómodo escalofrío al recordar el único momento en el cual vio a dos de los miembros de esa extraña organización. Una audiencia, junto a Tandur y el resto de los seis Ranthes. La misma que llevó a que el incauto caballero de lord Vulwulf no volviese a ser un problema. Aún no era capaz de explicarse como el máximo dirigente de esa región humana no hubiese dado señales por lo ocurrido. Sí, eran peligrosos, y no sería él quien pronunciase una palabra en su contra- Pero una licencia no cambiará nada. Brinthir lo mantendrá vigilado.
El señor de Amarantha asintió por fin, lentamente.
-Si hay problema alguno con él, mátalo Virkar. Estamos demasiado cerca.
-Por supuesto, Su Excelencia.
[…]
La habitación que le fue preparada resultó de una comodidad superior a muchas de las que había alquilado a lo largo del continente. Las cálidas alfombras que ocultaban parcialmente el suelo de madera, el mullido y enorme lecho, la vela con sus recambios para leer o trabajar durante la noche, dos grandes ventanas separadas por un parteluz decoradas con nervios coloridos, y una puerta que separaba la estancia de otra menor con dos lámparas de aceite sin encender y una tina de madera perfectamente pulida.
No había transcurrido apenas tiempo desde que había dejado su bolsa de viaje encima del escritorio, sentándose en la cama y descansando por vez primera en horas, cuando una extraña llamada a su puerta -seis toques a intervalos irregulares- captó toda su atención. Había comenzado a quitarse capa y armadura, empeño que desdeñó terminar, y con la mano en la empuñadura de la espada, consintió la entrada a la voz femenina que había pedido su permiso.
La muchacha a las órdenes de Brinthir cruzó el dintel, y cerró la puerta tras de sí. Desarmada, y vestida como solían las posaderas, Nou se relajó, y serio, miró a la humana unos segundos de más, en los cuales la sonrisa de ésta flaqueó un punto.
-¿Encontráis todo a vuestro gusto…?- inquirió con un matiz de preocupación muy bien diluido en una alegría parcialmente impostada- Puedo prepararos el baño ésta noche, o mañana si lo preferís. Y por supuesto, cualquier petición que tengáis me encargaré personalmente de satisfacerla. Si preferís otro tipo de comida, o necesitáis cosas… poco habituales… para conseguir descansar bien aquí en nuestra posada, no dudéis en pedirlo, por favor.
El espadachín frunció el ceño ligeramente. Por su experiencia, los silencios solían transmitir tensión, autoridad y una incomodidad que comerciantes y sirvientes no toleraban demasiado antes de tratar de ponerle remedio para evitar problemas. Trabándose un momento, la joven habló con voz algo menos segura.
-Si preferís no… no dormir solo, tenemos a unas muy bonitas, de vuestra especie y de la mía…
Un hervidero de odio comenzó burbujear en unos de los peores recuerdos del Indirel. Una taberna como esa, una escena que él convirtió en un tornado de vísceras y sangre del cual ninguno escapó con vida. Sus ojos grises se clavaron en la muchacha, quien dio un paso atrás, consciente del sentimiento asesino que transmitían. Cuando se levantó de golpe, ella alcanzó la puerta. Y al abrirla, él pasó a su lado. Necesita salir de allí, o cedería a la petición de su parte más siniestra. Una por la que nunca se dejaba guiar. La misma que sólo gobernaba en las más terribles situaciones, cuando su calculada frialdad era derrotada por los acontecimientos.
Justo cuando trataba de demostrar que él había rechazado a la Oscuridad, con los caballeros esperando, con una misión entre manos.
Sí, necesitaba aire, sosiego.
Abandonó la taberna ante la visión del gigantesco Brinthir y al sentir la temperatura del exterior, la tensión que llegaba hasta la punta de sus dedos fue amainando poco a poco. De modo que decidió recorrer parte de la urbe, tomando las torres de la pequeña fortaleza que presidía Amarantha en el sur como referencia. Sus pasos, rápidos al principio, fueron espaciándose cada vez más, hasta que en un momento dado, a una distancia de la edificación a la cual podía analizar todo detalle de los centinelas de la única puerta del muro que la cercaba, se detuvo, pasando los dedos de una mano por el cabello de la frente a la nuca. Una sonrisa asomó a sus labios, carente de alegría o felicidad.
-Fuera de aquí- exhortaron los guardias. El extranjero posó la vista un instante en el emblema heráldico que lucían en el pecho.
-La gente decente no se dedica a pasear por la noche- espetó la segunda- Nuestra ciudad es tranquila. No queremos problemas.
Respiró. Y concentrado como se hallaba a fin de dominarse, ni siquiera escuchó los pasos de quien le había a todas luces seguido. Una figura que hizo alzar la vista a ambos soldados, y que sumió al elfo en la sombra.
-Ven- vocalizó Brinthir, sin que nada más fuera necesario para que los vigilantes retornasen a su puesto. Sn arma alguna, con la misma vestimenta que lucía poco antes, su tamaño resultaba aún más intimidante en aquella calle nocturna.
El elfo se giró, y alzó la vista al rostro del humano.
-¿Para qué?- preguntó, y algo sorprendido, vio la primera y feroz sonrisa que el posadero compuso en su presencia. Sin responder, Brinthir precedió al forastero hasta su negocio, y tras una mirada de sorpresa del espadachín sobre un grupo que reconoció de Foresta, ambos entraron en la cocina del establecimiento. La única persona que se encontraba allí salió presurosa ante la llegada de su jefe.
-No sé qué te ha traído aquí, o qué te traes entre manos con Virkar. Pero Amarantha es una ciudad que no tolera lo que se sale de lo habitual. Tú lo estás haciendo- informó- Tandur no es estúpido, elfo. Si no sigues la senda que esperan, te quitarán de en medio, sin contemplaciones.
-Sólo pretendo abrir un negocio aquí- se excusó, pero su oyente apenas prestó atención a tal explicación.
-Te avisé antes, y ésta será la última vez. No llames la atención, y vete, o cede. La única otra salida es terminar muerto. No serías el primero- dijo antes de callar unos segundos y añadir algo donde primó un tono cansado, sufrido- ni mucho menos.
-¿Qué relación tienes tú con Tandur y Virkar?- quiso saber Nousis entonces, desconfiado y curioso.
-Sólo soy el posadero del Risco Azul, forastero- y abrió la puerta para que ambos volviesen al salón- solo soy el posadero.
[…]
Dos elfos, hombre y mujer, contemplaban Amarantha con ojos cargados de venganza. Unos que indicaban que de ser capaces, arrasarían la urbe humana hasta sus cimientos.
- Cas, llevamos ocho días siguiéndoles. No podremos entrar durante la noche, y les perdimos la pista en el río. ¿Estás segura que descargarán aquí?
Nande Iriquendi esperó la respuesta de su compañera, con la mirada puesta en la corriente fluvial que abrazaba la población. Sí, pensó. Esos profanadores tenían que morir.
- Ya escuchaste los rumores en Nagnu- replicó- Este lugar hiede al tráfico de esos demonios. Esperaremos al amanecer- sentenció Cas Teh, sombría- Tendrán su merecido.
Nousis Indirel
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Re: Consecuencias de palabras erradas (Privado) [vigilado] [Ungidos por la luz]
- Odio puro:
Una voz proveniente de un plano desconocido se abrió paso entre el confuso tejido que separa las distintas realidades. Esa voz llevaba consigo una presencia llena de un odio visceral, una energía oscura que resonaba a través del espacio y el tiempo.
En las anchas calles de Amarantha, a altas horas de la noche cuando muy pocos deambulan fuera de sus hogares, un rasguño en el tejido de la realidad se materializó, cortando el aire como si fuera mantequilla. De ese rasguño emergió una figura imponente y aterradora: un dragón humanoide. Sus escamas grises reflejaban la luz de las farolas como si fueran de acero bruñido, y sus ojos ardían con una llama azul que se repetía en varias partes de su cuerpo, iluminando su garganta, brazos, piernas y cola con un brillo siniestro.
Su expresión era de pura agresión, y cada uno de sus pasos resonaba con una determinación amenazante. El ser, lleno de odio, avanzó por las calles de Amarantha, murmurando un mantra que parecía alimentar su furia y convicción.
-Alward... Alward... Alward...-Repetía constantemente, con una letanía de venganza.
En las anchas calles de Amarantha, a altas horas de la noche cuando muy pocos deambulan fuera de sus hogares, un rasguño en el tejido de la realidad se materializó, cortando el aire como si fuera mantequilla. De ese rasguño emergió una figura imponente y aterradora: un dragón humanoide. Sus escamas grises reflejaban la luz de las farolas como si fueran de acero bruñido, y sus ojos ardían con una llama azul que se repetía en varias partes de su cuerpo, iluminando su garganta, brazos, piernas y cola con un brillo siniestro.
Su expresión era de pura agresión, y cada uno de sus pasos resonaba con una determinación amenazante. El ser, lleno de odio, avanzó por las calles de Amarantha, murmurando un mantra que parecía alimentar su furia y convicción.
-Alward... Alward... Alward...-Repetía constantemente, con una letanía de venganza.
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Una patrulla de tres guardias de la ciudad se encontraron con el dragón. Al ver la imponente figura del dragón humanoide, sus miradas se endurecieron y se acercaron con precaución.
-¡Alto ahí!-Ordenó el líder de la patrulla, un hombre corpulento con una cicatriz en el rostro.-Identifícate.
El dragón humanoide continuó avanzando, ignorando la orden. Los guardias intercambiaron miradas de preocupación y desenfundaron sus espadas, el sonido del acero cortando el aire.
-Te hemos dado una orden.-Insistió el líder, su voz cargada de amenaza-Identifícate o enfréntate a las consecuencias.
El dragón se detuvo, su mirada ardiente de odio fijándose en los guardias.
-Alward...-Murmuró, su voz reverberando con un eco sobrenatural.
Antes de que los guardias pudieran reaccionar, el dragón humanoide se movió con una velocidad y fuerza sobrehumanas. Su garra derecha se estrelló contra el primer guardia, lanzándolo contra una pared con un crujido de huesos rotos. El segundo guardia apenas tuvo tiempo de levantar su espada antes de que una cola cubierta de escamas que sobresalían de esta lo atravesara, levantándolo del suelo y dejándolo caer inerte.
El líder de la patrulla, aunque aterrado, intentó lanzar un ataque desesperado. El dragón humanoide lo detuvo con una sola mano, sus garras cerrándose alrededor del cuello del hombre con una presión implacable. El guardia soltó su espada y trató de liberar su cuello, pero la fuerza del dragón era abrumadora.
Con un gesto casual, el dragón humanoide lo levantó y lo arrojó a un lado, su cuerpo golpeando el suelo con un ruido sordo. Los otros dos guardias ya yacían inmóviles, y la calle estaba manchada de sangre.
El dragón humanoide continuó su marcha, su mantra resonando más fuerte.
-Alward... Alward... Alward...
Finalmente, el dragón humanoide llegó a la calle donde se encontraba El Risco Azul. Su presencia era imponente, cada paso resonaba con un eco ominoso en la tranquila noche de Amarantha. El éter mismo parecía susurrarle, guiándole infaliblemente hacia su objetivo. La sensación de tener a Alward cercano intensificaba su odio, cada latido de su corazón dracónico retumbaba con ansias de destrucción.
Alzó la cabeza, sus ojos ardiendo con un azul feroz. El dragón humanoide inhaló profundamente, llenando sus pulmones con el aire nocturno. Su pecho se expandió, las llamas azules danzando en sus entrañas. Por un segundo, contuvo el aliento, concentrando todo su odio y energía.
Luego, con un rugido gutural, exhaló una poderosa llamarada azul. El fuego se desató con una furia incontrolable, atravesando la entrada principal de la posada. Las puertas fueron arrancadas de sus bisagras y una oleada de fuego azul se vertió en el interior, calcinando a cualquiera que tuviese la mala fortuna de estar en su camino.
Gritos de dolor, sorpresa y miedo resonaron desde el interior del establecimiento. El dragón humanoide avanzó, cada paso una manifestación de su odio inextinguible. La posada, que momentos antes había sido un refugio tranquilo para viajeros y ciudadanos, se convertía en un caos de llamas y terror.
El aire se llenó del hedor acre de la madera quemada y la carne chamuscada. Las llamas azules iluminaban la noche, proyectando sombras danzantes en las paredes y el suelo. Los supervivientes intentaban huir, sus gritos resonando por las calles.
Una de las ventanas del piso superior de la posada se rompió y de ella salió Alward, saltando al tejadillo de la entrada y, de ahí, al suelo de la calle empedrada. Katrina siguió al enmascarado, aterrizando con algo más de torpeza que su compañero.
Ambos se quedaron mirando al dragón humanoide, quien giró su cabeza para encontrarlos. Sus ojos ardían con una furia intensificada al reconocer a Alward.
-Alward... pagarás por lo que me hiciste.-Gruñó el dragón, su voz resonando con un odio visceral.
Alward no respondió de inmediato. Se limitó a observar al dragón durante unos segundos, hasta que finalmente lo reconoció.
-Tú...-Dijo, llevando con una calma tensa sus manos a las empuñaduras de sus armas en la espalda.-¿Has salido del mundo de los espejos?
-He venido a matarte.-Respondió el dragón, su tono amenazante llenando el aire.
-Ya veo...-Alward desenvainó sus espadas con movimientos fluidos, haciendo un par de florituras antes de activar los encantamientos de estas. Fuego envolvió a Værdi, mientras rayos danzaban en torno a Nattehimlen [1].
-Como si ya no tuviéramos suficientes problemas...-Murmuró Katrina, mordiéndose el labio con frustración. Su mirada se desvió hacia la posada en llamas, la preocupación evidente en su rostro.
El dragón humanoide rugió, avanzando hacia Alward con una determinación implacable. El enmascarado se preparó para el enfrentamiento, sus espadas listas para defenderse del ataque. Katrina, con sus habilidades mágicas y su agilidad, se posicionó estratégicamente, lista para apoyar a Alward en el combate.
-¡Alto ahí!-Ordenó el líder de la patrulla, un hombre corpulento con una cicatriz en el rostro.-Identifícate.
El dragón humanoide continuó avanzando, ignorando la orden. Los guardias intercambiaron miradas de preocupación y desenfundaron sus espadas, el sonido del acero cortando el aire.
-Te hemos dado una orden.-Insistió el líder, su voz cargada de amenaza-Identifícate o enfréntate a las consecuencias.
El dragón se detuvo, su mirada ardiente de odio fijándose en los guardias.
-Alward...-Murmuró, su voz reverberando con un eco sobrenatural.
Antes de que los guardias pudieran reaccionar, el dragón humanoide se movió con una velocidad y fuerza sobrehumanas. Su garra derecha se estrelló contra el primer guardia, lanzándolo contra una pared con un crujido de huesos rotos. El segundo guardia apenas tuvo tiempo de levantar su espada antes de que una cola cubierta de escamas que sobresalían de esta lo atravesara, levantándolo del suelo y dejándolo caer inerte.
El líder de la patrulla, aunque aterrado, intentó lanzar un ataque desesperado. El dragón humanoide lo detuvo con una sola mano, sus garras cerrándose alrededor del cuello del hombre con una presión implacable. El guardia soltó su espada y trató de liberar su cuello, pero la fuerza del dragón era abrumadora.
Con un gesto casual, el dragón humanoide lo levantó y lo arrojó a un lado, su cuerpo golpeando el suelo con un ruido sordo. Los otros dos guardias ya yacían inmóviles, y la calle estaba manchada de sangre.
El dragón humanoide continuó su marcha, su mantra resonando más fuerte.
-Alward... Alward... Alward...
Finalmente, el dragón humanoide llegó a la calle donde se encontraba El Risco Azul. Su presencia era imponente, cada paso resonaba con un eco ominoso en la tranquila noche de Amarantha. El éter mismo parecía susurrarle, guiándole infaliblemente hacia su objetivo. La sensación de tener a Alward cercano intensificaba su odio, cada latido de su corazón dracónico retumbaba con ansias de destrucción.
Alzó la cabeza, sus ojos ardiendo con un azul feroz. El dragón humanoide inhaló profundamente, llenando sus pulmones con el aire nocturno. Su pecho se expandió, las llamas azules danzando en sus entrañas. Por un segundo, contuvo el aliento, concentrando todo su odio y energía.
Luego, con un rugido gutural, exhaló una poderosa llamarada azul. El fuego se desató con una furia incontrolable, atravesando la entrada principal de la posada. Las puertas fueron arrancadas de sus bisagras y una oleada de fuego azul se vertió en el interior, calcinando a cualquiera que tuviese la mala fortuna de estar en su camino.
Gritos de dolor, sorpresa y miedo resonaron desde el interior del establecimiento. El dragón humanoide avanzó, cada paso una manifestación de su odio inextinguible. La posada, que momentos antes había sido un refugio tranquilo para viajeros y ciudadanos, se convertía en un caos de llamas y terror.
El aire se llenó del hedor acre de la madera quemada y la carne chamuscada. Las llamas azules iluminaban la noche, proyectando sombras danzantes en las paredes y el suelo. Los supervivientes intentaban huir, sus gritos resonando por las calles.
Una de las ventanas del piso superior de la posada se rompió y de ella salió Alward, saltando al tejadillo de la entrada y, de ahí, al suelo de la calle empedrada. Katrina siguió al enmascarado, aterrizando con algo más de torpeza que su compañero.
Ambos se quedaron mirando al dragón humanoide, quien giró su cabeza para encontrarlos. Sus ojos ardían con una furia intensificada al reconocer a Alward.
-Alward... pagarás por lo que me hiciste.-Gruñó el dragón, su voz resonando con un odio visceral.
Alward no respondió de inmediato. Se limitó a observar al dragón durante unos segundos, hasta que finalmente lo reconoció.
-Tú...-Dijo, llevando con una calma tensa sus manos a las empuñaduras de sus armas en la espalda.-¿Has salido del mundo de los espejos?
-He venido a matarte.-Respondió el dragón, su tono amenazante llenando el aire.
-Ya veo...-Alward desenvainó sus espadas con movimientos fluidos, haciendo un par de florituras antes de activar los encantamientos de estas. Fuego envolvió a Værdi, mientras rayos danzaban en torno a Nattehimlen [1].
-Como si ya no tuviéramos suficientes problemas...-Murmuró Katrina, mordiéndose el labio con frustración. Su mirada se desvió hacia la posada en llamas, la preocupación evidente en su rostro.
El dragón humanoide rugió, avanzando hacia Alward con una determinación implacable. El enmascarado se preparó para el enfrentamiento, sus espadas listas para defenderse del ataque. Katrina, con sus habilidades mágicas y su agilidad, se posicionó estratégicamente, lista para apoyar a Alward en el combate.
- Luz vs Oscuridad:
El dragón humanoide lanzó un rugido de furia y se abalanzó sobre Alward. Sin embargo, Alward se movió con una agilidad impresionante, fintando y esquivando los ataques con destreza. Sus movimientos eran rápidos y precisos, como un bailarín en medio de una tormenta.
-¡Katrina, busca a nuestros aliados y saca a cuantos puedas de la posada!-Ordenó Alward, su voz firme en medio del caos.
Katrina asintió, sin perder un instante. Se giró y corrió hacia la posada, rodeando el edificio en busca de una entrada alternativa. El fuego azul devoraba la estructura principal, y la entrada estaba completamente bloqueada por las llamas y los escombros. Katrina, sin embargo, no se dejó intimidar. Sus habilidades de vampiro la ayudaban a moverse con una agilidad sobrenatural entre las sombras danzantes, y sus sentidos agudos le permitían encontrar una ventana trasera rota, que daba a una habitación que no estaba completamente envuelta en llamas.
Mientras Katrina entraba en la posada, Alward se enfrentaba al dragón humanoide en la calle. El dragón rugió y lanzó una descarga de fuego azul, pero Alward se deslizó a un lado, esquivando el ataque por un pelo. Con un movimiento rápido, Alward contraatacó, sus espadas encantadas brillando con fuego y rayos. Las hojas chispearon contra las escamas de acero del dragón, arrancando chispas en el aire.
El dragón no se dejó intimidar. Lanzó un golpe con su garra, pero Alward lo bloqueó con sus espadas cruzadas. La fuerza del impacto lo empujó hacia atrás, pero Alward se mantuvo firme. Con un grito de desafío, desató una serie de ataques rápidos y precisos, buscando los puntos débiles en la armadura del dragón.
Dentro de la posada, Katrina se movía entre el humo y las llamas. Encontró a Sango, Monza y Sturm.
-¡Por aquí!-Proyectó su voz mágica con urgencia.-¡Tenemos que salir rápido!
El combate entre Alward y el dragón humanoide se intensificaba. El dragón lanzó una llamarada azul desde su boca, y Alward apenas tuvo tiempo de levantar una barrera mágica con con sus dos espadas, haciéndolas chocar entre sí para proyectar una explosión de energía que contrarrestó al fuego azul. Acto seguido, Alward se lanzó hacia adelante y dio un tajo con su espada llameante; Værdi. La hoja encantada dejó una marca ardiente en las escamas del dragón [2].
El dragón gruñó, pero su orgullo vengativo no iba a mostrar más que eso en cuanto a dolor.
-Solo son rasguños, insecto.
El dragón levantó una garra, y con un movimiento rápido, desató una tormenta de llamas al exhalar fuego desde sus fauces y envolver la llamarada en su propia garra. Alward esquivó el fuego abrasador con una ágil maniobra. Los dos combatientes estaban usando todo su arsenal de habilidades, pero claramente el dragón era mucho más poderoso que el humano, y cualquier movimiento no calculado por Alward podría acabar fatal para él.
Katrina, por su parte, sabía que todavía quedaban más gente dentro. Corrió de vuelta a la posada, con la esperanza de poder ayudar a evacuar a más gente. El calor era casi insoportable, pero su determinación era inquebrantable. Encontró al posadero atrapado bajo un mueble caído, inconsciente pero vivo. Con un esfuerzo sobrehumano, intentó levantar el mueble, pero no era capaz. Desesperada, miró hacia todos lados pero no veía más que humo y fuego azul, y si no salía pronto de allí podría ser su propio final.
-¡Katrina, busca a nuestros aliados y saca a cuantos puedas de la posada!-Ordenó Alward, su voz firme en medio del caos.
Katrina asintió, sin perder un instante. Se giró y corrió hacia la posada, rodeando el edificio en busca de una entrada alternativa. El fuego azul devoraba la estructura principal, y la entrada estaba completamente bloqueada por las llamas y los escombros. Katrina, sin embargo, no se dejó intimidar. Sus habilidades de vampiro la ayudaban a moverse con una agilidad sobrenatural entre las sombras danzantes, y sus sentidos agudos le permitían encontrar una ventana trasera rota, que daba a una habitación que no estaba completamente envuelta en llamas.
Mientras Katrina entraba en la posada, Alward se enfrentaba al dragón humanoide en la calle. El dragón rugió y lanzó una descarga de fuego azul, pero Alward se deslizó a un lado, esquivando el ataque por un pelo. Con un movimiento rápido, Alward contraatacó, sus espadas encantadas brillando con fuego y rayos. Las hojas chispearon contra las escamas de acero del dragón, arrancando chispas en el aire.
El dragón no se dejó intimidar. Lanzó un golpe con su garra, pero Alward lo bloqueó con sus espadas cruzadas. La fuerza del impacto lo empujó hacia atrás, pero Alward se mantuvo firme. Con un grito de desafío, desató una serie de ataques rápidos y precisos, buscando los puntos débiles en la armadura del dragón.
Dentro de la posada, Katrina se movía entre el humo y las llamas. Encontró a Sango, Monza y Sturm.
-¡Por aquí!-Proyectó su voz mágica con urgencia.-¡Tenemos que salir rápido!
El combate entre Alward y el dragón humanoide se intensificaba. El dragón lanzó una llamarada azul desde su boca, y Alward apenas tuvo tiempo de levantar una barrera mágica con con sus dos espadas, haciéndolas chocar entre sí para proyectar una explosión de energía que contrarrestó al fuego azul. Acto seguido, Alward se lanzó hacia adelante y dio un tajo con su espada llameante; Værdi. La hoja encantada dejó una marca ardiente en las escamas del dragón [2].
El dragón gruñó, pero su orgullo vengativo no iba a mostrar más que eso en cuanto a dolor.
-Solo son rasguños, insecto.
El dragón levantó una garra, y con un movimiento rápido, desató una tormenta de llamas al exhalar fuego desde sus fauces y envolver la llamarada en su propia garra. Alward esquivó el fuego abrasador con una ágil maniobra. Los dos combatientes estaban usando todo su arsenal de habilidades, pero claramente el dragón era mucho más poderoso que el humano, y cualquier movimiento no calculado por Alward podría acabar fatal para él.
Katrina, por su parte, sabía que todavía quedaban más gente dentro. Corrió de vuelta a la posada, con la esperanza de poder ayudar a evacuar a más gente. El calor era casi insoportable, pero su determinación era inquebrantable. Encontró al posadero atrapado bajo un mueble caído, inconsciente pero vivo. Con un esfuerzo sobrehumano, intentó levantar el mueble, pero no era capaz. Desesperada, miró hacia todos lados pero no veía más que humo y fuego azul, y si no salía pronto de allí podría ser su propio final.
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OFF:
-Imposición de máster usada durante el post: Odio infinito ---> Deberás realizar un tema libre o privado donde tendrás que lanzar un dado de rol cada dos turnos, hasta haber hecho tres lanzamientos. Por cada uno, se materializará el dragón humanoide rehecho con cristal y odio y cuyo nivel será igual al número del dado correspondiente. Tu objetivo será claro: derrotar a cada dragón.
No te recomendamos luchar solo.
-Encantamientos de arma usados [1]: Fuego y rayo para las respectivas espadas mencionadas.
-Habilidad usada [2]: Energía libre [Mágica] [1 uso]: Un buen guerrero ha de conocer a fondo su equipo y explotarlo al máximo. Alward aprovecha los encantamientos disparejos de sus espadas para provocar una reacción contrapuesta. Al chocar ambas armas entre sí, libera una lluvia de chispas hacia adelante que causarán daño mágico (del tipo asociado a los encantamientos de ambas espadas) a enemigos cercanos.
Alward Sevna
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Re: Consecuencias de palabras erradas (Privado) [vigilado] [Ungidos por la luz]
-Se me olvidó tirar dado-
Alward Sevna
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Re: Consecuencias de palabras erradas (Privado) [vigilado] [Ungidos por la luz]
El miembro 'Alward Sevna' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: Consecuencias de palabras erradas (Privado) [vigilado] [Ungidos por la luz]
La jarra cayó sobre sus piernas y luego al suelo mientras veía el fuego devorar el interior de la taberna. Los gritos de confusión, las voces, los aullidos de dolor, la madera quebrarse, los chasquidos de un edificio cuya integridad estaba comprometida. Sango era espectador de lujo de todo aquello, aún con los labios esperando una jarra de cerveza que no iba a llegar. Parpadeó y se pasó la mano por la cara, sudorosa. Tosió. Miró a un lado y a otro y una voz le hizo enfocar su mirada en la gigantesca figura de Sturm. Estaba en el suelo y estiraba una mano, enguantada, hacia el martillo que descansaba en el suelo a menos de dos palmos de distancia de la punta de sus dedos. Más allá, sus ojos se pararon en una figura heroica que sostenía la pared. Un último esfuerzo por salvar la pared de la taberna. Sin embargo, un parpadeo después, pudo ver otra imagen completamente distinta. Un grito desesperado por escapar de las abrasadoras llamas, una última plegaria para evitar que su carne se consumiera en el castigador fuego que llenó de pleno la miserable vida de aquel desgraciado del que solo quedaban unos huesos carbonizados.
Una voz conocida le devolvió a la abrasadora realidad de la taberna en en llamas. La acompañante de Alward les apremiaba a salir. A su lado Sturm reventó de un empujón la mesa y le gritó para que Sango, aún sentado en el banco, se moviera. Sango sacudió la cabeza y volvió a toser antes de recuperar el escudo y el cinto con las armas y ponerse en pie. Se colocó tras Monza y la obligó a caminar tras Sturm y la mujer.
El fresco exterior le recibió con un abrazo y le obligó a expulsar de su interior todo el humo y la ceniza que había tragado en tan corto período de tiempo. Sango escupió y tosió flemas mientras se colocaba el cinto y lo anudaba como podía sobre la armadura.
- Que me corten los huevos y los tiren al mar...- jadeó Sturm no muy lejos de él y clavando la vista lejos de la taberna.
Sango levantó la cabeza para ver la pelea que se estaba llevando a cabo a escasos treinta pasos de la entrada a la posada. Alward, el elegido por Baldr, peleaba solo contra un imponente dragón humanoide que se movía con una agilidad casi artificial. El poder que emanaba la criatura y los trucos de hechicería elementar que usaba no hacían sino engrandecer su nombre. La gloria que alcanzaría en el combate al derrotar a aquella criatura se cantaría en sagas que resonarían por siglos. Echó mano a la bota que colgaba tras él y apuró el contenido de un trago (1).
Sango empuñó con fuerza el escudo al que se aferró confiando su vida a su integridad y su resistencia. Tenía claro qué era lo que debía hacer. Empuñó el hacha con la diestra y caminó en dirección al dragón. No era solo gloria en el combate lo que buscaba aunque su parte guerrera clamaba por ello. No. Luchaba por Alward. Por lo que que sentía que representaba para el futuro de la humanidad, por el papel que se le había concedido en el teatro de operaciones del inevitable choque entre fuerzas elementales. Lucharía por él y por su causa porque sentía que debía hacerlo.
Sus pasos se había convertido en zancadas y estas en carrera. El escudo ocupaba casi todo su campo visual, solo veía el fuego que emanaba de la garra del imponente dragón y como centraba sus ataques en un escurridizo y habilidoso Alward. Fue cuando estuvo a menos de cinco pasos cuando Sango gritó como un auténtico animal (2), desgarrándose las cuerdas vocales, rugiendo con la voz de los Dioses y atrayendo hacia sí la atención de un casi sorprendido dragón que no esperaba la embestida del pelirrojo.
El dragón salió desequilibrado hacia un lado y Sango terminó el grito desafiante enseñándole los dientes y sonriéndole de manera despiadada. Afianzó su posición en el suelo y recibió los ataques del dragón que se lanzó a por él como un autentico maniaco (3). Sus garras golpearon el escudo e incluso llegaron a su armadura, pero el pelirrojo no perdió la compostura y usó de todo su ingenio y de su habilidad para aguantar el asalto al que le había sometido el dragón que se echó hacia atrás para reevaluar la situación.
Sturm, que se había acercado, alzó el martillo y descargó un contundente golpe con ambos brazos contra la espalda del dragón que rugió de dolor y lanzó dos terribles zarpazos girando sobre sí mismo y que alcanzaron a Sturm lanzándolo a varios pasos de distancia. La imagen del gigante volando como si fuera un muñeco de trapo espoleó a Sango que se lanzó al ataque con pasos cortos y con el escudo por delante.
Golpeó de costado con el hacha y que el dragón esquivó echándose hacia un lado para, a continuación, lanzarse a golpear una de sus piernas (4) a la que acertó hasta en dos ocasiones antes de que las escamas se endurecieran allí donde Sango había golpeado y el tercer golpe se sintiera como un golpe de acero contra acero. Sango se fijó en que el hacha tenía sangre y sonrió confiado.
El dragón, sin tiempo de reacción saltó sobre sus dos patas e impactó en Sango que salió despedido hacia atrás golpeándose la cabeza en el suelo y rodando lejos del dragón que gruñía de rabia y se dirigía hacia él, con las garras imbuidas en fuego. Sango se incorporó con ayuda del escudo y del hacha y escupió en dirección al dragón. El choque era inevitable.
- Aegir, que tu fuerte brazo nos proteja de nuestros más temibles enemigos (5)- murmuró.
El destello de un aegishjalmur brilló en los ojos de Sango que interpuso el escudo en el momento preciso para recibir un puñetazo que lo lanzó contra el edificio al otro lado de la calle contra el que rebotó y cayó al suelo entre escombros que cayeron a su alrededor.
Sango resopló y respiró profundamente un par de veces antes de empezar el movimiento para incorporarse. el dragón gruñó y bufó en su dirección, Sango, después de un rápido vistazo, no pudo evitar sonreír.
- Lamentarás haberte cruzado conmigo este día- ladró Sango terminando de erguirse después de doloroso impacto-. Los Dioses serán testigos de cómo caerás ante mi hacha, escamado.
A la espalda del dragón, Sturm, el oso, se puso en pie y gritó insultando al dragón mientras le señalaba con un martillo y caminaba renqueante hacia él. Sango avanzó hacia él, flanqueándole por dos puntos y con la esperanza de que Alward e incluso Monza, se lanzaran hacia el dragón para matarlo entre todos.
(2) Uso de habilidad: Aquí os espero [1 uso] Un rugido, como el oleaje rompiendo en un acantilado, sale de las entraña de Sango captando la atención de sus adversarios que se lanzan hacia él. Por su parte Sango obtiene una mejora en el aguante, durante un turno, fruto de la adrenalina liberada en el grito.
(3) Uso de habilidad: Baile de uno [Pasiva] El entrenamiento ha dado sus frutos y Sango es capaz de utilizar su escudo, brazos, piernas, en definitiva, todo aquello de lo que disponga en un reducido espacio de terreno que considera suyo, para esquivar los ataques de varios enemigos.
(4) Uso de habilidad: Svakpunkt [2 usos] Sango es capaz de detectar los puntos débiles de su adversario y, siempre que empuñe armas a una mano, encadenar una sucesión de golpes precisos dirigidos a esos puntos para causar el mayor el daño posible o hacer retroceder a su rival.
(5) Uso de habilidad: Aegishjalmur [1 uso] Ben realiza una breve plegaria al gigante Aegir, rey de los océanos, que imbuye de un aura de protección contra ataques de carácter mágico a sí mismo como a tres aliados próximos. El efecto se desvanece después de recibir un ataque mágico.
Una voz conocida le devolvió a la abrasadora realidad de la taberna en en llamas. La acompañante de Alward les apremiaba a salir. A su lado Sturm reventó de un empujón la mesa y le gritó para que Sango, aún sentado en el banco, se moviera. Sango sacudió la cabeza y volvió a toser antes de recuperar el escudo y el cinto con las armas y ponerse en pie. Se colocó tras Monza y la obligó a caminar tras Sturm y la mujer.
El fresco exterior le recibió con un abrazo y le obligó a expulsar de su interior todo el humo y la ceniza que había tragado en tan corto período de tiempo. Sango escupió y tosió flemas mientras se colocaba el cinto y lo anudaba como podía sobre la armadura.
- Que me corten los huevos y los tiren al mar...- jadeó Sturm no muy lejos de él y clavando la vista lejos de la taberna.
Sango levantó la cabeza para ver la pelea que se estaba llevando a cabo a escasos treinta pasos de la entrada a la posada. Alward, el elegido por Baldr, peleaba solo contra un imponente dragón humanoide que se movía con una agilidad casi artificial. El poder que emanaba la criatura y los trucos de hechicería elementar que usaba no hacían sino engrandecer su nombre. La gloria que alcanzaría en el combate al derrotar a aquella criatura se cantaría en sagas que resonarían por siglos. Echó mano a la bota que colgaba tras él y apuró el contenido de un trago (1).
Sango empuñó con fuerza el escudo al que se aferró confiando su vida a su integridad y su resistencia. Tenía claro qué era lo que debía hacer. Empuñó el hacha con la diestra y caminó en dirección al dragón. No era solo gloria en el combate lo que buscaba aunque su parte guerrera clamaba por ello. No. Luchaba por Alward. Por lo que que sentía que representaba para el futuro de la humanidad, por el papel que se le había concedido en el teatro de operaciones del inevitable choque entre fuerzas elementales. Lucharía por él y por su causa porque sentía que debía hacerlo.
Sus pasos se había convertido en zancadas y estas en carrera. El escudo ocupaba casi todo su campo visual, solo veía el fuego que emanaba de la garra del imponente dragón y como centraba sus ataques en un escurridizo y habilidoso Alward. Fue cuando estuvo a menos de cinco pasos cuando Sango gritó como un auténtico animal (2), desgarrándose las cuerdas vocales, rugiendo con la voz de los Dioses y atrayendo hacia sí la atención de un casi sorprendido dragón que no esperaba la embestida del pelirrojo.
El dragón salió desequilibrado hacia un lado y Sango terminó el grito desafiante enseñándole los dientes y sonriéndole de manera despiadada. Afianzó su posición en el suelo y recibió los ataques del dragón que se lanzó a por él como un autentico maniaco (3). Sus garras golpearon el escudo e incluso llegaron a su armadura, pero el pelirrojo no perdió la compostura y usó de todo su ingenio y de su habilidad para aguantar el asalto al que le había sometido el dragón que se echó hacia atrás para reevaluar la situación.
Sturm, que se había acercado, alzó el martillo y descargó un contundente golpe con ambos brazos contra la espalda del dragón que rugió de dolor y lanzó dos terribles zarpazos girando sobre sí mismo y que alcanzaron a Sturm lanzándolo a varios pasos de distancia. La imagen del gigante volando como si fuera un muñeco de trapo espoleó a Sango que se lanzó al ataque con pasos cortos y con el escudo por delante.
Golpeó de costado con el hacha y que el dragón esquivó echándose hacia un lado para, a continuación, lanzarse a golpear una de sus piernas (4) a la que acertó hasta en dos ocasiones antes de que las escamas se endurecieran allí donde Sango había golpeado y el tercer golpe se sintiera como un golpe de acero contra acero. Sango se fijó en que el hacha tenía sangre y sonrió confiado.
El dragón, sin tiempo de reacción saltó sobre sus dos patas e impactó en Sango que salió despedido hacia atrás golpeándose la cabeza en el suelo y rodando lejos del dragón que gruñía de rabia y se dirigía hacia él, con las garras imbuidas en fuego. Sango se incorporó con ayuda del escudo y del hacha y escupió en dirección al dragón. El choque era inevitable.
- Aegir, que tu fuerte brazo nos proteja de nuestros más temibles enemigos (5)- murmuró.
El destello de un aegishjalmur brilló en los ojos de Sango que interpuso el escudo en el momento preciso para recibir un puñetazo que lo lanzó contra el edificio al otro lado de la calle contra el que rebotó y cayó al suelo entre escombros que cayeron a su alrededor.
Sango resopló y respiró profundamente un par de veces antes de empezar el movimiento para incorporarse. el dragón gruñó y bufó en su dirección, Sango, después de un rápido vistazo, no pudo evitar sonreír.
- Lamentarás haberte cruzado conmigo este día- ladró Sango terminando de erguirse después de doloroso impacto-. Los Dioses serán testigos de cómo caerás ante mi hacha, escamado.
A la espalda del dragón, Sturm, el oso, se puso en pie y gritó insultando al dragón mientras le señalaba con un martillo y caminaba renqueante hacia él. Sango avanzó hacia él, flanqueándole por dos puntos y con la esperanza de que Alward e incluso Monza, se lanzaran hacia el dragón para matarlo entre todos.
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(1) Uso de objeto: Poción de estoicismo [Elixir, Limitado, 2 Usos] Otorga inmunidad ante el dolor e ignorar limitaciones derivadas de heridas (mientras sea razonable). Dura 2 rondas.(2) Uso de habilidad: Aquí os espero [1 uso] Un rugido, como el oleaje rompiendo en un acantilado, sale de las entraña de Sango captando la atención de sus adversarios que se lanzan hacia él. Por su parte Sango obtiene una mejora en el aguante, durante un turno, fruto de la adrenalina liberada en el grito.
(3) Uso de habilidad: Baile de uno [Pasiva] El entrenamiento ha dado sus frutos y Sango es capaz de utilizar su escudo, brazos, piernas, en definitiva, todo aquello de lo que disponga en un reducido espacio de terreno que considera suyo, para esquivar los ataques de varios enemigos.
(4) Uso de habilidad: Svakpunkt [2 usos] Sango es capaz de detectar los puntos débiles de su adversario y, siempre que empuñe armas a una mano, encadenar una sucesión de golpes precisos dirigidos a esos puntos para causar el mayor el daño posible o hacer retroceder a su rival.
(5) Uso de habilidad: Aegishjalmur [1 uso] Ben realiza una breve plegaria al gigante Aegir, rey de los océanos, que imbuye de un aura de protección contra ataques de carácter mágico a sí mismo como a tres aliados próximos. El efecto se desvanece después de recibir un ataque mágico.
Sango
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Re: Consecuencias de palabras erradas (Privado) [vigilado] [Ungidos por la luz]
Todo parecía ir bien con Sango y su ruidoso amigo, hasta que se torció de la forma más explosiva posible. La entrada de la taberna fue devastada por una ola de fuego azul que carbonizó todo lo que encontró en su camino. Pensé en transformarme, pero pronto me di cuenta de que empezar a lanzar chorros de aire no iba a ayudar a salir de un incendio, y que ocupar más no parecía ir a servir de demasiado. Me quedé bloqueada ante el nivel de destrucción, viendo como las llamas iban avanzando y la salida había desaparecido, pero entonces escuché la voz de la acompañante de Alward en mi cabeza indicándonos una salida y me vi arrastrada por Sango hasta el exterior.
Allí pude ver a Alward luchando contra un dragón humanoide de abrumador poder, Sango y Sturm no dudaron en lanzarse hacia él, y yo me disponía a seguirles cuando me di cuenta de que la mujer misteriosa había vuelto a entrar en la posada. Y eso debía significar que quedaban todavía más supervivientes, lo que me dio un nuevo objetivo rápidamente. Como solía decirme mi padre, acabar con el mal era importante, pero no debía permitir que eso me cegara tanto como para permitir que los inocentes acabaran heridos por ello. Y aunque hubiera estado a punto de permitir que me ocurriera justo eso, la desaparición de esa mujer me había recordado que no debía olvidar el verdadero objetivo de ser una heroína.
Corrí de vuelta por la ventana para entrar de nuevo en la posada. A pesar del calor, fui corriendo a intentar ayudar a quien todavía siguiera dentro. Vi a gente que todavía seguía aturdida entre los muebles que habían salido volando y les ayudé a levantarse, puede que con menos delicadeza de lo que debería, pero la situación tampoco permitía perder el tiempo. Pronto me encontré con que tenía a un grupo de cuatro personas confusas y que no parecían saber como salir, así que me apresuré a indicarles.
- Salid por esa ventana de atrás. Si os encontráis con alguien más ayudadles también a llegar hasta allí.- Les indiqué señalando la ubicación de la salida que nos quedaba.
Al mirar a mi alrededor, pude ver a la mujer misteriosa tratando de levantar un mueble que aplastaba al posadero, pero sin demasiado éxito. Fui corriendo hacia ella para tratar de ayudarla, pero tampoco parecía que estuviésemos consiguiendo demasiado entre las dos. Sin embargo, el sonido de un derrumbamiento y la visión del techo cayendo y bloqueando nuestra salida, me hizo replantearme los métodos.
- A partir de ahora no voy a poder seguir hablando, pero tenéis que confiar en mi y dejar que os saque. Esto se nos va a caer encima si no desaparecemos rápido.
Solté el mueble y me alejé un par de pasos para dejar que las escamas comenzaran a crecer sobre mi cuerpo y fueran emergiendo las alas y la cola[1]. El cambio de tamaño hizo que ciertas partes de mi cuerpo empezaran a rozar las llamas, con las consiguientes punzadas de dolor, pero sin pensarlo más, volví con mi compañera y metí la cabeza por el pequeño hueco que habíamos conseguido levantar para poder empujar con todo mi cuerpo. Y tras unos tensos e intensos momentos de esfuerzo, conseguimos volcar el armario y liberar al tabernero. Pero ese hombre parecía demasiado herido como para caminar, y además no quedaban más salidas, al menos que pudiese encontrar. Levantar a dos personas, especialmente dado el tamaño de una de ellas era una tarea que me sobrepasaba, pero eso no me iba a impedir intentarlo. Les agarré con las zarpas delanteras, a uno con cada una de ellas y empecé a agitar las alas[2], notaba que el fuego se intensificaba, pero no podía rendirme, así que dirigí mi aliento contra el suelo[3] y noté que con el chorro de aire iba logrando compensar su peso hasta que ganamos suficiente altura, y las abrasadoras corrientes que surgían del fuego terminaron de levantarnos. A pesar del vuelo renqueante y torpe, conseguí sacarnos por el agujero del techo y aterrizar violentamente contra un tejado cercano.
Me agité para recuperarme del golpe y quitarme las brasas que ardían sobre mis alas y me lancé otra vez al interior, vi a una niña que gritaba llamando a su madre y me lancé sobre ella para agarrarla y salir inmediatamente aprovechando el impulso que ya llevaba. La lancé sobre Katrina para que la cogiera y me precipité dentro intentando encontrar a la mujer. A mi alrededor solo veía a cuerpos ardiendo y derritiéndose como si fueran velas, la imagen me daba arcadas, pero no podía detenerme para eso. Entre el humo y el horror pude ver una joven cuya ropa ya estaba prendiéndose fuego, y que por la edad que aparentaba estaba bastante segura de que no era la madre de esa niña, pero los crujidos y los escombros que caían a mi alrededor me dejaban claro que no podía seguir buscando. Cogí a la mujer, que soltó un gemido de dolor con el contacto y volví a lanzar mi aliento[3] contra el suelo para poder levantarnos. El aire avivó las llamas y pude ver como los cuerpos agonizantes que todavía podía vislumbrar eran devorados totalmente por el fuego, pero conseguimos alzarnos en el aire y un dragón negro cargando una joven medio quemada se alzaron entre las ruinas que se hundían a nuestro alrededor, volando hasta alcanzar el otro tejado.
Tosí para intentar exhalar todo el humo que había ido respirando, pero ver que la desolación solo había incendiado mi odio hacia la bestia que había causado todo esto, así que me levanté en el cielo nocturno, y mientras Alward, Strum y Sango parecían lanzarse contra él, caí en picado sobre él. El golpe lo derribó y comencé a morder y arañar, pero sus escamas eran duras y aunque notaba la carne, no lograba el objetivo deseado, mientras que sus golpes no solo cortaban mi piel sino que ardían al contacto. No le costó librarse de mi y lanzarme rodando para enfrentarse al resto. Pero me recuperé y le lancé otro torrente de aire por la boca[3] antes de cargar de nuevo.
Allí pude ver a Alward luchando contra un dragón humanoide de abrumador poder, Sango y Sturm no dudaron en lanzarse hacia él, y yo me disponía a seguirles cuando me di cuenta de que la mujer misteriosa había vuelto a entrar en la posada. Y eso debía significar que quedaban todavía más supervivientes, lo que me dio un nuevo objetivo rápidamente. Como solía decirme mi padre, acabar con el mal era importante, pero no debía permitir que eso me cegara tanto como para permitir que los inocentes acabaran heridos por ello. Y aunque hubiera estado a punto de permitir que me ocurriera justo eso, la desaparición de esa mujer me había recordado que no debía olvidar el verdadero objetivo de ser una heroína.
Corrí de vuelta por la ventana para entrar de nuevo en la posada. A pesar del calor, fui corriendo a intentar ayudar a quien todavía siguiera dentro. Vi a gente que todavía seguía aturdida entre los muebles que habían salido volando y les ayudé a levantarse, puede que con menos delicadeza de lo que debería, pero la situación tampoco permitía perder el tiempo. Pronto me encontré con que tenía a un grupo de cuatro personas confusas y que no parecían saber como salir, así que me apresuré a indicarles.
- Salid por esa ventana de atrás. Si os encontráis con alguien más ayudadles también a llegar hasta allí.- Les indiqué señalando la ubicación de la salida que nos quedaba.
Al mirar a mi alrededor, pude ver a la mujer misteriosa tratando de levantar un mueble que aplastaba al posadero, pero sin demasiado éxito. Fui corriendo hacia ella para tratar de ayudarla, pero tampoco parecía que estuviésemos consiguiendo demasiado entre las dos. Sin embargo, el sonido de un derrumbamiento y la visión del techo cayendo y bloqueando nuestra salida, me hizo replantearme los métodos.
- A partir de ahora no voy a poder seguir hablando, pero tenéis que confiar en mi y dejar que os saque. Esto se nos va a caer encima si no desaparecemos rápido.
Solté el mueble y me alejé un par de pasos para dejar que las escamas comenzaran a crecer sobre mi cuerpo y fueran emergiendo las alas y la cola[1]. El cambio de tamaño hizo que ciertas partes de mi cuerpo empezaran a rozar las llamas, con las consiguientes punzadas de dolor, pero sin pensarlo más, volví con mi compañera y metí la cabeza por el pequeño hueco que habíamos conseguido levantar para poder empujar con todo mi cuerpo. Y tras unos tensos e intensos momentos de esfuerzo, conseguimos volcar el armario y liberar al tabernero. Pero ese hombre parecía demasiado herido como para caminar, y además no quedaban más salidas, al menos que pudiese encontrar. Levantar a dos personas, especialmente dado el tamaño de una de ellas era una tarea que me sobrepasaba, pero eso no me iba a impedir intentarlo. Les agarré con las zarpas delanteras, a uno con cada una de ellas y empecé a agitar las alas[2], notaba que el fuego se intensificaba, pero no podía rendirme, así que dirigí mi aliento contra el suelo[3] y noté que con el chorro de aire iba logrando compensar su peso hasta que ganamos suficiente altura, y las abrasadoras corrientes que surgían del fuego terminaron de levantarnos. A pesar del vuelo renqueante y torpe, conseguí sacarnos por el agujero del techo y aterrizar violentamente contra un tejado cercano.
Me agité para recuperarme del golpe y quitarme las brasas que ardían sobre mis alas y me lancé otra vez al interior, vi a una niña que gritaba llamando a su madre y me lancé sobre ella para agarrarla y salir inmediatamente aprovechando el impulso que ya llevaba. La lancé sobre Katrina para que la cogiera y me precipité dentro intentando encontrar a la mujer. A mi alrededor solo veía a cuerpos ardiendo y derritiéndose como si fueran velas, la imagen me daba arcadas, pero no podía detenerme para eso. Entre el humo y el horror pude ver una joven cuya ropa ya estaba prendiéndose fuego, y que por la edad que aparentaba estaba bastante segura de que no era la madre de esa niña, pero los crujidos y los escombros que caían a mi alrededor me dejaban claro que no podía seguir buscando. Cogí a la mujer, que soltó un gemido de dolor con el contacto y volví a lanzar mi aliento[3] contra el suelo para poder levantarnos. El aire avivó las llamas y pude ver como los cuerpos agonizantes que todavía podía vislumbrar eran devorados totalmente por el fuego, pero conseguimos alzarnos en el aire y un dragón negro cargando una joven medio quemada se alzaron entre las ruinas que se hundían a nuestro alrededor, volando hasta alcanzar el otro tejado.
Tosí para intentar exhalar todo el humo que había ido respirando, pero ver que la desolación solo había incendiado mi odio hacia la bestia que había causado todo esto, así que me levanté en el cielo nocturno, y mientras Alward, Strum y Sango parecían lanzarse contra él, caí en picado sobre él. El golpe lo derribó y comencé a morder y arañar, pero sus escamas eran duras y aunque notaba la carne, no lograba el objetivo deseado, mientras que sus golpes no solo cortaban mi piel sino que ardían al contacto. No le costó librarse de mi y lanzarme rodando para enfrentarse al resto. Pero me recuperé y le lancé otro torrente de aire por la boca[3] antes de cargar de nuevo.
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[1] Don Ancestral: [Mágica, 2 usos] Puedo convertirme en un dragón de hasta 4 metros (nariz a punta de la cola), lo que aumenta considerablemente mi resistencia. Puedo volver a forma humana a voluntad. Gasto primer uso.
[2] Habitante de los Cielos: Puedo volar en forma de dragón.
[3] Aliento Elemental: Puedo lanzar mi elemento afín desde mis entrañas en forma de dragón.
He olvidado poner esto, pero siendo este el siguiente tema al juicio, como que procede esto:
* Zelas y Monza no serán seguidos directamente por ninguna escolta, pero el reino de Vulwulfar mandará espías para controlar sus movimientos en el próximo tema que abran (sea libre o privado). Cuidado con lo que hagáis, pues cualquier acto sospechoso podría jugar en vuestra contra. Estos espías no participarán directamente en el tema, y no podréis controlarlos. Cuando abráis dicho tema (que lo podréis hacer juntos o por separado), me tendréis que mandar MP para que lo siga, y además también poner la etiqueta de [Vigilado] o [Vigilada] en el caso de nuestra querida dragona.
Monza Sylroc
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Re: Consecuencias de palabras erradas (Privado) [vigilado] [Ungidos por la luz]
Todo debía de haberse desarrollado de manera sosegada, sin levantar sospecha alguna. Información, rescate, huida, antes de tomar la segunda tarea que los paladines de Vulwulfar requerían de él a fin de emitir un juicio favorable sobre su comportamiento… uno que le había sido impuesto. Inocente, no podía evitar que el rencor contra los crédulos manipulables de esa condenada ciudad germinase en su interior. A pesar de sus conocimientos, de cuanto había llevado a cabo en los once años recorriendo el continente, únicamente la estela de Nytt Hus reconocía, conmemorativa, una de sus aportaciones a la salvaguarda del Bien. El resto dependía del recuerdo de las gentes o más frecuentemente, de quienes habían sobrevivido a la destrucción de sus siniestras tramas.
Y nada de todo ello sabían criaturas que ni siquiera habían nacido cuando él ya dominaba el arte de su espada. Recordó la sala donde se llevó a cabo el veredicto. Ni el propio dirigente de la urbe, masculló. Había rechazado a la oscuridad, mas si personas como aquellas formaban supuestamente para la luz, la lucha no sería sencilla, supuso sarcástico.
Sin embargo, nada salió según lo esperado.
Procedentes del exterior, alaridos de temor y dolor cercenaron la calma en la que se había enfundado Amarantha esa noche. Sin mediar palabra, tanto él como Brinthir intercambiaron una mirada, y el elfo desenvainó con presteza. Una que de nada sirvió contra la oleada de fuego asoló el interior del Risco Azul. Atónito, el espadachín notó la presión de la enorme mano del tabernero sobre el pecho, antes de chocar contra la ventana que comunicaba la pequeña estancia donde se encontraban con el exterior. Una fuerza inmensa le hizo atravesarla, protegido por su armadura, antes de sentir el impacto del suelo, rodando sin soltar la empuñadura por la inercia de sus frecuentes enfrentamientos.
Su mirada gris, alarmada, se alzó rápidamente, y se dispuso a levantarse para acudir junto a Brinthir, cuando el fuego salió de misma lucerna que él, y el chasquido de armarios y útiles contra el suelo resonaron en funesta sucesión. Preguntas y furia se almacenaron con rapidez en los recodos de su mente, cuando alcanzó a ver el origen de cuanto había ocurrido en los instantes anteriores.
Y la primera duda que nació entre sus pensamientos fue sencilla, y al mismo tiempo, peligrosa. Los rasgos de la monstruosa criatura resultaban excepcionales, e incluso a la distancia que separaba al elfo de ese dragón único, su aura mágica colocó a la defensiva a cada gota de sangre, jirón de músculo y poro dérmico de quien se creía nacido para combatir esa parte de la realidad.
En pie, fue privilegiado testigo de los primeros compases de una batalla feroz, despiadada, sembrada por el poder y la determinación de la bestia y los tres humanos que buscaron contener la destrucción que había comenzado. Dentelladas, fuego y acero calentaron las ansias de venganza del hijo de Sandorai, cuando un segundo reptil surgió de uno de los calcinados agujeros del tejado de la posada, cargando con gran dificultad con un inconsciente Brinthir.
Antes de lanzarse sin vacilación contra su congénere de escamas aceradas.
A la luz del fuego, Nou pudo reconocer fugazmente a los sujetos que estaban jugándose la vida ante tamaña amenaza. Los humanos, como la dragona que había aleteado sobre él, alejando a parte de la muchedumbre en la maldita playa de Vulwulfar, combatían con denuedo y sin vista alguna de rendición. Con ojo experto, el Indirel comprendió que no se trataba de un grupo compenetrado, cuyos miembros, acostumbrados a pelear juntos en muy diversas circunstancias, se apoyaban y dejaban espacio, sabiendo qué esperar del resto. Esos cuatro eran hábiles, pero el dragón representaba una oposición formidable.
Volteó su espada esbelta y levemente curva sobre su propia muñeca, permitiéndose una sonrisa nativa de sangwa, esa parte oscura que a raya contenía tras la jaula de la frialdad y la planificación. Pero no podía engañarse, no en momentos como el que estaba viviendo en esos precisos segundos.
La furia que, incrustada en su corazón, arrastraba desde que había sido tomado preso por los humanos, la humillación de verse obligado a demostrar su palabra, el odio por el pulso mágico que el monstruo emitía sin descanso, el resarcimiento por el cruel ataque a la posada…
Todo convergió en unas facciones donde sus ojos tañeron un gozoso sadismo que repicó en una sonrisa creada por avidez de un dolor pronto infligido. Con el mero sonido de sus botas corriendo cuan veloz fue capaz, apreció el mágico e inexistente sonido de su armadura, quitándose de un movimiento la capa reforzada a unos treinta pasos de su gran enemigo.
-Nixië- pronunció. Pronto sabría de qué estaba hecha esa condenada bestia, se dijo, notando cómo por él fluía su aumentada defensa antimágica, capaz de garantizarle una protección temporal que, en más de una ocasión, ya le había salvado la vida.
Si, tal vez, se señalaba a sí mismo, esquivando una nueva tormenta de fuego que abrasó la madera de una casa cercana. Las armas del enmascarado, el hacha del guerrero y el mazo del gran humano buscaban las extremidades del animal, cuando el elfo llegó, hurtando el cuerpo a un zarpazo bien medido de ese enemigo del que no se explicaba cómo demonios había llegado al centro de la ciudad.
Tampoco importaba. No en ese lapso donde su hermosa y letal espada trataba de armonizar con las hojas acompañantes. El suelo temblaba por los golpes de la cola y las patas del dragón, cuya fuerza no concordaba con un tamaño que no se adecuaba al de las leyendas y mitos oriundos del extremo norte. Grande, mas no gigantesco.
Sus golpes, absorbidos por la recia piel del monstruo, exacerbaron la cruel curiosidad impregnaba en una mente focalizada en el combate. Había utilizado su arma a una mano, algo que por lo común, le era suficiente en duelos pasados, mejorando su capacidad de esquivar fuertes acometidas. Observó como los humanos lograban detener alguno de los ataques del reptil, mas ese no era su estilo.
Él tenía uno más claro. Y esa bestia desprendía aquello que él estaba entrenado para destruir.
Sorteando una vez más las garras de su rival[2], tomó la empuñadura con ambas manos, mordiendo su hoja el canto una de las del animal. El rugido de éste y el orgullo del Indirel confabularon para que no atinase a evitar el siguiente golpe del reptil, girando sobre sí mismo por el suelo, antes de acertar a colocar una rodilla y mano libre en tierra, volviendo la mirada a su enemigo.
Y volvió a la carga, inmerso en la batalla que los demás continuaban sosteniendo, cuando el dragón volvía a iniciar una nueva llamarada.
Hasta que, con la mano libre, el elfo chasqueó los dedos [2], evaporando la magia de la incrédula criatura, al mismo tiempo que casi creyó sentir un estremecimiento fruto del ansia que comenzaba en su acero.
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[1] Nivel 1: Resistencia: (Mágica. Activable) al pronunciar, susurrada o en alta voz, la palabra élfica "Nixie" (escarcha), la defensa a los hechizos mágicos de Nousis mejora significativamente, aumentando al tiempo que el talento "Antimagia". Dos turnos de duración.
[2] Nivel 2:Otra vez no (Mágica. Activable) Nousis interrumpe un hechizo dispuesto a ser lanzado contra él u otra persona hasta de un nivel por encima. Asegurar la interrupción del hechizo en niveles superiores requiere ambos usos. No es preciso que el elfo esté quieto para ello.[1 uso]
[2] Nivel 2:Otra vez no (Mágica. Activable) Nousis interrumpe un hechizo dispuesto a ser lanzado contra él u otra persona hasta de un nivel por encima. Asegurar la interrupción del hechizo en niveles superiores requiere ambos usos. No es preciso que el elfo esté quieto para ello.[1 uso]
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Re: Consecuencias de palabras erradas (Privado) [vigilado] [Ungidos por la luz]
El aliento del dragón chisporroteó contra el suelo, incinerando lo que tocaba. El aire alrededor de Alward vibraba con la presión del combate, cada paso que daba era un eco que se perdía entre tantos sonidos en la caótica noche. A su alrededor, la furia se manifestaba en carne, hueso y acero (¿O quizás cristal?), mientras los aliados surgían uno tras otro para enfrentarse a la amenaza.
El enmascarado había esquivado el primer embate de la criatura con un giro rápido, pero su mente no estaba tan despejada como su cuerpo. El dragón, con su agilidad inhumana, representaba un reto titánico, pero Alward sabía que no podía permitirse dudar.
La furia de Sango, que bien parecía un hombre tranquilo horas atrás, rugió en un grito primigenio que resonó como un trueno, mientras sus compañeros se unían al combate, cada uno trayendo consigo habilidades que sumaban a la marea creciente contra la bestia. La aparición de Monza como dragona no era algo con lo que contaba, si bien es cierto que tenía cuernos que hacía indicar un origen no humano. Aunque tampoco es que la dragona hubiese hecho alarde de sus habilidades.
Alward se desplazó, sus movimientos precisos y rápidos. Giró su espada en un arco, buscando un punto vulnerable entre las escamas del dragón, pero sus golpes fueron desviados por las garras de la criatura. El dragón respondía con una furia que solo un ser milenario podía conjurar, pero el enmascarado no cedió terreno.
Cuando el elfo conjuró el hechizo que hizo desvanecer la llamarada del dragón humanoide, Alward sintió un cambio en el aire, como si el poder del dragón flaqueara brevemente. Era su oportunidad. Con un grito que buscaba igualar el de Sango, Alward se lanzó hacia adelante, su espada brillando con una luz azulada debido a las llamaradas mientras intentaba cortar a través de la defensa del dragón. La hoja impactó, arrancando una lluvia de chispas y escamas, pero el dragón apenas retrocedió, lanzando un contraataque brutal que Alward apenas logró bloquear la pechera de su armadura.
El impacto lo hizo volar, pero Sturm estaba allí, en la trayectoria de su camino. El gigantón usó toda su envergadura y complexión para amortiguar el golpe de Alward. Lo consiguió; minimizó los daños, pero igualmente el Sevna sintió los golpes tanto en su pecho como en su espalda al impactar contra Sturm. Vacilante, Alward se incorporó rápidamente algo mareado, su mirada fija en la criatura que ahora se debatía entre varios enemigos. Sango había logrado atraer su atención nuevamente, y Alward aprovechó el momento para lanzar un tajo horizontal, buscando las articulaciones de la bestia.
Katrina, por su parte, desde el tejado de una casa cercana a la taberna observaba con atención la plaza. Las llamas azules, provocadas por el dragón humanoide, ardían sin control en varios puntos, devorando todo a su paso con una ferocidad sobrenatural. Afortunadamente, el edificio en el que se encontraban ella y los supervivientes aún no había sido alcanzado por el fuego, y desde su posición elevada, tenían una vista clara de la devastación que se extendía.
A su alrededor, la gente que Monza había rescatado respiraba agitadamente, aún en estado de shock. Algunos estaban arrodillados, agradeciendo su suerte de estar vivos, mientras que otros simplemente miraban las llamas con ojos desorbitados, como si no pudieran creer lo que veían. Katrina, con su aguda percepción y sus habilidades innatas, podía sentir el terror y la desesperanza latente en cada uno de ellos, la parálisis que amenazaba con arraigarse en sus corazones. Pero, en lo profundo de sí misma, sabía que no podían quedarse allí, inmóviles, mientras el caos se propagaba.
La vampiresa inspiró hondo, llenando sus pulmones de aire fresco. Necesitaba calmar a estas personas, darles un propósito, una forma de ayudar y, en cierto modo, de luchar. Cerró los ojos brevemente, centrando sus pensamientos y dejando que el poder de su voz fluyera en ella, un poder que podía llevar paz a la mente más perturbada y claridad a la mente más confusa.
Abriendo los ojos, su mirada se enfocó en los rostros desesperados a su alrededor. Alzó la voz, imbuyéndola de la energía que brotaba de su interior, esa fuerza sutil que podía influir en los corazones y mentes de quienes la escuchaban.
-¡Escuchadme todos!-Comenzó, su voz firme y enérgica.-Estamos a salvo aquí, lejos del fuego y del peligro inmediato. Pero no podemos quedarnos quietos mientras nuestra ciudad arde. Necesitamos actuar, necesitamos organizarnos.
Los supervivientes se volvieron hacia ella, el caos de sus pensamientos empezando a disiparse ante la autoridad en la voz de Katrina. El pánico en sus rostros comenzó a transformarse, mostrando signos de concentración, despejando las dudas.
-Hay otros que aún están atrapados, otros que necesitan nuestra ayuda.-Continuó Katrina, su voz clara y envolvente.-Podemos marcar la diferencia. Formemos grupos. Unos de vosotros buscad cualquier cosa que pueda servir para combatir el fuego. Otros, id por la ciudad y pedid ayuda. Avisad a las patrullas de guardias, o a los que puedan ayudarnos. ¡No estamos solos en esto!
El impacto de sus palabras era palpable. Los supervivientes comenzaron a moverse con más seguridad, recuperando la compostura y la voluntad de hacer algo útil. Algunos se dirigieron hacia la parte inferior del edificio, dispuestos a organizarse en busca de herramientas, mientras que otros se preparaban para correr por la ciudad, alertando a quien pudieran encontrar sobre las llamas y el peligro que amenazaba sus hogares.
Katrina se quedó en el tejado por un momento más, observando cómo su influencia había logrado dar dirección y propósito a aquellas personas que, minutos antes, estaban perdidas en la desesperación. Satisfecha con lo que había logrado, se volvió hacia el horizonte donde las llamas azules aún ardían. Sabía que la batalla no se ganaba solo con espadas y magia; a veces, la fuerza de la voluntad y la organización eran armas igual de poderosas.
Con una última mirada al cielo nocturno, Katrina se dispuso a unirse a los esfuerzos, ayudando a coordinar y asegurar que todos trabajaran en conjunto, sabiendo que cada acto, por pequeño que fuera, podría ser la diferencia entre la vida y la muerte para muchos en esa caótica noche.
El rugido del dragón humanoide resonó por la plaza, haciendo vibrar el suelo bajo los pies de Alward. Sus ojos, agudos y entrenados, seguían cada movimiento de la criatura, buscando un patrón en su furia desatada. El combate se había convertido en un baile mortal, una sinfonía de choques de acero y rugidos infernales. Alward sabía que necesitaban más que fuerza bruta para derrotar a la bestia; necesitaban estrategia, coordinación.
El dragón humanoide lanzó una nueva ráfaga de llamas azules, y Alward, con un giro rápido, se apartó justo a tiempo para evitar ser carbonizado. Sin embargo, el calor abrasador aún se sentía, incluso a través de su armadura. Aprovechando el momento en que el dragón terminaba de exhalar fuego, Alward gritó hacia sus aliados, sus palabras cortando el caos del combate.
-¡A los flancos!-Ordenó, su voz firme.-¡Atraed su atención desde los lados, necesito una apertura para atacar su pecho!
Esperaba que sus aliados respondieran sin dudar, y que se movieran con la suficiente precisión y agilidad. El dragón humanoide, furioso por su inferioridad numérica, giró su cabeza hacia un lado, lanzando un zarpazo que envió escombros cercanos volando. Alward aprovechó ese momento, corriendo hacia el costado expuesto del dragón con sus espadas en alto.
Justo cuando estaba a punto de lanzar un golpe directo, el dragón se giró inesperadamente, su cola barriendo el suelo en un amplio arco. Alward apenas tuvo tiempo de saltar, esquivando el golpe por un pelo, pero sintió el viento cortante de la cola al pasar junto a él. Al aterrizar, se giró de inmediato, su mente trabajando rápidamente para adaptar el plan.
-¡Atacad!-Gritó Alward, señalando con su espada.
El enmascarado había esquivado el primer embate de la criatura con un giro rápido, pero su mente no estaba tan despejada como su cuerpo. El dragón, con su agilidad inhumana, representaba un reto titánico, pero Alward sabía que no podía permitirse dudar.
La furia de Sango, que bien parecía un hombre tranquilo horas atrás, rugió en un grito primigenio que resonó como un trueno, mientras sus compañeros se unían al combate, cada uno trayendo consigo habilidades que sumaban a la marea creciente contra la bestia. La aparición de Monza como dragona no era algo con lo que contaba, si bien es cierto que tenía cuernos que hacía indicar un origen no humano. Aunque tampoco es que la dragona hubiese hecho alarde de sus habilidades.
Alward se desplazó, sus movimientos precisos y rápidos. Giró su espada en un arco, buscando un punto vulnerable entre las escamas del dragón, pero sus golpes fueron desviados por las garras de la criatura. El dragón respondía con una furia que solo un ser milenario podía conjurar, pero el enmascarado no cedió terreno.
Cuando el elfo conjuró el hechizo que hizo desvanecer la llamarada del dragón humanoide, Alward sintió un cambio en el aire, como si el poder del dragón flaqueara brevemente. Era su oportunidad. Con un grito que buscaba igualar el de Sango, Alward se lanzó hacia adelante, su espada brillando con una luz azulada debido a las llamaradas mientras intentaba cortar a través de la defensa del dragón. La hoja impactó, arrancando una lluvia de chispas y escamas, pero el dragón apenas retrocedió, lanzando un contraataque brutal que Alward apenas logró bloquear la pechera de su armadura.
El impacto lo hizo volar, pero Sturm estaba allí, en la trayectoria de su camino. El gigantón usó toda su envergadura y complexión para amortiguar el golpe de Alward. Lo consiguió; minimizó los daños, pero igualmente el Sevna sintió los golpes tanto en su pecho como en su espalda al impactar contra Sturm. Vacilante, Alward se incorporó rápidamente algo mareado, su mirada fija en la criatura que ahora se debatía entre varios enemigos. Sango había logrado atraer su atención nuevamente, y Alward aprovechó el momento para lanzar un tajo horizontal, buscando las articulaciones de la bestia.
Katrina, por su parte, desde el tejado de una casa cercana a la taberna observaba con atención la plaza. Las llamas azules, provocadas por el dragón humanoide, ardían sin control en varios puntos, devorando todo a su paso con una ferocidad sobrenatural. Afortunadamente, el edificio en el que se encontraban ella y los supervivientes aún no había sido alcanzado por el fuego, y desde su posición elevada, tenían una vista clara de la devastación que se extendía.
A su alrededor, la gente que Monza había rescatado respiraba agitadamente, aún en estado de shock. Algunos estaban arrodillados, agradeciendo su suerte de estar vivos, mientras que otros simplemente miraban las llamas con ojos desorbitados, como si no pudieran creer lo que veían. Katrina, con su aguda percepción y sus habilidades innatas, podía sentir el terror y la desesperanza latente en cada uno de ellos, la parálisis que amenazaba con arraigarse en sus corazones. Pero, en lo profundo de sí misma, sabía que no podían quedarse allí, inmóviles, mientras el caos se propagaba.
La vampiresa inspiró hondo, llenando sus pulmones de aire fresco. Necesitaba calmar a estas personas, darles un propósito, una forma de ayudar y, en cierto modo, de luchar. Cerró los ojos brevemente, centrando sus pensamientos y dejando que el poder de su voz fluyera en ella, un poder que podía llevar paz a la mente más perturbada y claridad a la mente más confusa.
Abriendo los ojos, su mirada se enfocó en los rostros desesperados a su alrededor. Alzó la voz, imbuyéndola de la energía que brotaba de su interior, esa fuerza sutil que podía influir en los corazones y mentes de quienes la escuchaban.
-¡Escuchadme todos!-Comenzó, su voz firme y enérgica.-Estamos a salvo aquí, lejos del fuego y del peligro inmediato. Pero no podemos quedarnos quietos mientras nuestra ciudad arde. Necesitamos actuar, necesitamos organizarnos.
Los supervivientes se volvieron hacia ella, el caos de sus pensamientos empezando a disiparse ante la autoridad en la voz de Katrina. El pánico en sus rostros comenzó a transformarse, mostrando signos de concentración, despejando las dudas.
-Hay otros que aún están atrapados, otros que necesitan nuestra ayuda.-Continuó Katrina, su voz clara y envolvente.-Podemos marcar la diferencia. Formemos grupos. Unos de vosotros buscad cualquier cosa que pueda servir para combatir el fuego. Otros, id por la ciudad y pedid ayuda. Avisad a las patrullas de guardias, o a los que puedan ayudarnos. ¡No estamos solos en esto!
El impacto de sus palabras era palpable. Los supervivientes comenzaron a moverse con más seguridad, recuperando la compostura y la voluntad de hacer algo útil. Algunos se dirigieron hacia la parte inferior del edificio, dispuestos a organizarse en busca de herramientas, mientras que otros se preparaban para correr por la ciudad, alertando a quien pudieran encontrar sobre las llamas y el peligro que amenazaba sus hogares.
Katrina se quedó en el tejado por un momento más, observando cómo su influencia había logrado dar dirección y propósito a aquellas personas que, minutos antes, estaban perdidas en la desesperación. Satisfecha con lo que había logrado, se volvió hacia el horizonte donde las llamas azules aún ardían. Sabía que la batalla no se ganaba solo con espadas y magia; a veces, la fuerza de la voluntad y la organización eran armas igual de poderosas.
Con una última mirada al cielo nocturno, Katrina se dispuso a unirse a los esfuerzos, ayudando a coordinar y asegurar que todos trabajaran en conjunto, sabiendo que cada acto, por pequeño que fuera, podría ser la diferencia entre la vida y la muerte para muchos en esa caótica noche.
El rugido del dragón humanoide resonó por la plaza, haciendo vibrar el suelo bajo los pies de Alward. Sus ojos, agudos y entrenados, seguían cada movimiento de la criatura, buscando un patrón en su furia desatada. El combate se había convertido en un baile mortal, una sinfonía de choques de acero y rugidos infernales. Alward sabía que necesitaban más que fuerza bruta para derrotar a la bestia; necesitaban estrategia, coordinación.
El dragón humanoide lanzó una nueva ráfaga de llamas azules, y Alward, con un giro rápido, se apartó justo a tiempo para evitar ser carbonizado. Sin embargo, el calor abrasador aún se sentía, incluso a través de su armadura. Aprovechando el momento en que el dragón terminaba de exhalar fuego, Alward gritó hacia sus aliados, sus palabras cortando el caos del combate.
-¡A los flancos!-Ordenó, su voz firme.-¡Atraed su atención desde los lados, necesito una apertura para atacar su pecho!
Esperaba que sus aliados respondieran sin dudar, y que se movieran con la suficiente precisión y agilidad. El dragón humanoide, furioso por su inferioridad numérica, giró su cabeza hacia un lado, lanzando un zarpazo que envió escombros cercanos volando. Alward aprovechó ese momento, corriendo hacia el costado expuesto del dragón con sus espadas en alto.
Justo cuando estaba a punto de lanzar un golpe directo, el dragón se giró inesperadamente, su cola barriendo el suelo en un amplio arco. Alward apenas tuvo tiempo de saltar, esquivando el golpe por un pelo, pero sintió el viento cortante de la cola al pasar junto a él. Al aterrizar, se giró de inmediato, su mente trabajando rápidamente para adaptar el plan.
-¡Atacad!-Gritó Alward, señalando con su espada.
Alward Sevna
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Re: Consecuencias de palabras erradas (Privado) [vigilado] [Ungidos por la luz]
Un segundo dragón entró en escena y atacó de manera despiadada al dragón humanoide que consiguió deshacerse de sus ataques. El humanoide era rápido, fuerte y casi infalible. Casi. El segundo dragón se alejó y arrastró con él los ojos de Sango que se distrajo un instante pensando qué hacían dos dragones en aquella villa. Pero aquello solo era una capa que enmascaraba una idea que tomaba formaba en su cabeza: el Observador, hacía apenas una semana, le había hablado del último integrante de los sirvientes de la luz...
- Un dragón- murmuró antes de que un fuerte impacto le mandara volando por el aire.
Después de caer y rodar por el suelo, se separó levemente del suelo y sacudió la cabeza. Giró en dirección al dragón que estaba obcecado con acabar con él. Sango le enseñó los dientes y maniobró como pudo para levantarse. Sin embargo, cuando estaba de rodillas, una nueva figura se lanzó como un auténtico animal hacia el dragón que desvió la atención para contrarrestar los ataques del espadachín que había entrado en liza.
Sango terminó de ponerse en pie y con un entrenado movimiento de hombros pareció ajustarse para volver al combate. Se acordó de la poción que había bebido hacía tan solo unos instantes y agradecido consigo mismo, cercó la distancia con el dragón que se había quitado de encima al espadachín y justo acababa de mandar volando por los aires al enmascarado que aterrizó junto al Oso.
El dragón giró nuevamente hacia el pelirrojo que alzó el escudo y miró a los ojos de la criatura. Sango se dejó llevar por el intenso brillo y dejó que el miedo tomara el control. Fue apenas un instante, lo suficiente como para perder la postura defensiva y dar un paso atrás. Lo suficiente para que el dragón abriera sus fauces, saboreando su inminente victoria. Pero el enmascarado tenía otros planes y con un tajo desvió su atención.
Sango se lanzó al ataque al mismo tiempo que el espadachín y Sturm, dando tiempo para que Alward recuperara la postura, el aliento y se uniera al aparentemente inútil esfuerzo de los guerreros y el dragón por derribar o conseguir hacer daño al dragón humanoide que terminó por deshacerse de todos ellos exhalando aquel mortal fuego azul que nacía de sus entrañas y que devoraba todo cuanto encontraba a su alcance.
Sus fríos aceros chocaban contra la dura piel escamada del dragón que usaba de brazos, piernas y cola para deshacerse de sus agresores con tanta rapidez y tal facilidad que parecía como si los mismos Dioses les estuvieran castigando o quizá poniéndolos a prueba, una cruel y sin esperanza alguna de victoria. Como si nos quisieran muertos, joder.
La voz de Alward resonó por encima de una de las vaharadas del dragón y les pidió flanquear al dragón, rodearlo, cercarle y distraerle lo necesario para que el enmascarado le clavara una espada en el corazón y mandara a aquella bestia al más oscuro de los abismos. Era un plan, bueno o malo, solo los Dioses lo sabían.
Sango se acercó por un costado y Sturm le imitó desde el lado opuesto. El dragón giró la cabeza en todas direcciones y furioso lanzó un ataque de pura desesperación mientras el cerco se estrechaba sobre él. Alward se lanzó sobre el dragón que sorprendió con un rápido giro y estirando la cola que esquivó Alward con un salto de gran agilidad pero que acabó impactando en el escudo de Sango provocando que rompiera la guardia. Sin embargo, el pelirrojo aprovechó la inercia del momento (1) para echarse hacia atrás, clavar todo su peso en la pierna trasera, flexionar y lanzarse hacia delante para golpear al dragón con un golpe descendente.
El enmascarado gritó y Sturm rugió al otro lado descargando un poderoso mazazo de costado. El dragón giró la cabeza para mirar a Sango y luego a Sturm y detuvo el martillo del gigante pero no el hacha del pelirrojo que penetró, al fin, en la carne del dragón que gritó de pura rabia. Sango gritó de victoria y moviendo el hacha todo lo que pudo para extraerla de su carne, volvió a asestar otro golpe.
- Basura escupefuego, que te jodan mil veces a ti y a tu puñetera estirpe- Sturm volvió a la carga y aporreó la extremidad dañada para desgracia del dragón humanoide.
Sus miradas, la de Sturm y Sango se cruzaron un instante y ambos se gritaron para seguir golpeando al dragón que parecía estar acumulando toda la rabia que era capaz para escupirla en cualquier instantes.
- ¡Muere de una puta vez!- le chilló Sango que cruzó su mirada con la del dragón.
Pero esta vez no hubo paso atrás.
- Un dragón- murmuró antes de que un fuerte impacto le mandara volando por el aire.
Después de caer y rodar por el suelo, se separó levemente del suelo y sacudió la cabeza. Giró en dirección al dragón que estaba obcecado con acabar con él. Sango le enseñó los dientes y maniobró como pudo para levantarse. Sin embargo, cuando estaba de rodillas, una nueva figura se lanzó como un auténtico animal hacia el dragón que desvió la atención para contrarrestar los ataques del espadachín que había entrado en liza.
Sango terminó de ponerse en pie y con un entrenado movimiento de hombros pareció ajustarse para volver al combate. Se acordó de la poción que había bebido hacía tan solo unos instantes y agradecido consigo mismo, cercó la distancia con el dragón que se había quitado de encima al espadachín y justo acababa de mandar volando por los aires al enmascarado que aterrizó junto al Oso.
El dragón giró nuevamente hacia el pelirrojo que alzó el escudo y miró a los ojos de la criatura. Sango se dejó llevar por el intenso brillo y dejó que el miedo tomara el control. Fue apenas un instante, lo suficiente como para perder la postura defensiva y dar un paso atrás. Lo suficiente para que el dragón abriera sus fauces, saboreando su inminente victoria. Pero el enmascarado tenía otros planes y con un tajo desvió su atención.
Sango se lanzó al ataque al mismo tiempo que el espadachín y Sturm, dando tiempo para que Alward recuperara la postura, el aliento y se uniera al aparentemente inútil esfuerzo de los guerreros y el dragón por derribar o conseguir hacer daño al dragón humanoide que terminó por deshacerse de todos ellos exhalando aquel mortal fuego azul que nacía de sus entrañas y que devoraba todo cuanto encontraba a su alcance.
Sus fríos aceros chocaban contra la dura piel escamada del dragón que usaba de brazos, piernas y cola para deshacerse de sus agresores con tanta rapidez y tal facilidad que parecía como si los mismos Dioses les estuvieran castigando o quizá poniéndolos a prueba, una cruel y sin esperanza alguna de victoria. Como si nos quisieran muertos, joder.
La voz de Alward resonó por encima de una de las vaharadas del dragón y les pidió flanquear al dragón, rodearlo, cercarle y distraerle lo necesario para que el enmascarado le clavara una espada en el corazón y mandara a aquella bestia al más oscuro de los abismos. Era un plan, bueno o malo, solo los Dioses lo sabían.
Sango se acercó por un costado y Sturm le imitó desde el lado opuesto. El dragón giró la cabeza en todas direcciones y furioso lanzó un ataque de pura desesperación mientras el cerco se estrechaba sobre él. Alward se lanzó sobre el dragón que sorprendió con un rápido giro y estirando la cola que esquivó Alward con un salto de gran agilidad pero que acabó impactando en el escudo de Sango provocando que rompiera la guardia. Sin embargo, el pelirrojo aprovechó la inercia del momento (1) para echarse hacia atrás, clavar todo su peso en la pierna trasera, flexionar y lanzarse hacia delante para golpear al dragón con un golpe descendente.
El enmascarado gritó y Sturm rugió al otro lado descargando un poderoso mazazo de costado. El dragón giró la cabeza para mirar a Sango y luego a Sturm y detuvo el martillo del gigante pero no el hacha del pelirrojo que penetró, al fin, en la carne del dragón que gritó de pura rabia. Sango gritó de victoria y moviendo el hacha todo lo que pudo para extraerla de su carne, volvió a asestar otro golpe.
- Basura escupefuego, que te jodan mil veces a ti y a tu puñetera estirpe- Sturm volvió a la carga y aporreó la extremidad dañada para desgracia del dragón humanoide.
Sus miradas, la de Sturm y Sango se cruzaron un instante y ambos se gritaron para seguir golpeando al dragón que parecía estar acumulando toda la rabia que era capaz para escupirla en cualquier instantes.
- ¡Muere de una puta vez!- le chilló Sango que cruzó su mirada con la del dragón.
Pero esta vez no hubo paso atrás.
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(1) Uso de habilidad: Nivel 1: Contraataque [1/2 usos] Inmediatamente después de recibir un ataque, Sango, realiza un ataque contra su contrincante, este golpe se considera muy difícil de esquivar y puede llegar a causar heridas graves.Sango
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