[Evento social] Cena con wisterias.
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Re: [Evento social] Cena con wisterias.
Sentada frente a una larguísima mesa, los ojos azules, cansados, observaban con una chispa de esperanza el gentío que se movía delante de ella. No era capaz de recordar el nombre de ninguna de las personas que habían compartido con ella carromato hasta llegar a aquella ciudad.
¿Qué ciudad era? No importaba. Sabía que no era Cedralada.
Tampoco era capaz de reconocer el rostro de los presentes en aquella cena. Caras anodinas que nada le decían. Únicamente buscaba con ansias reconocer sus* rasgos en una de ellas.
El fuego en el cabello.
Ladeó la vista y siguió con expresión cansada una figura de cabello pelirrojo. No era ni de lejos su tono. Aquel hombre que charlaba animadamente unas mesas más allá tenía un matiz anaranjado que le recordó a las zanahorias. Él* en cambio poseía la intensidad de las brasas comiendo por dentro la madera de un buen fuego. Del amanecer cuando está a punto de asomar el sol en el alba.
- Deberías de intentar comer. - animó una voz sobre su cabeza. La mestiza no se molestó en mirar hacia él.
Hacía días que había sido conducida, junto con otros más hasta aquel lugar que para ella no tenía nombre. Ella se había aproximado a aquel grupo de mercaderes pidiéndoles indicaciones para llegar a Cedralada. Ellos le habían asegurado que la conducirían allí.
A los demás les habían asegurado trabajo en una buena casa de un afamado comerciante de vinos que buscaba mano de obra para la época de la vendimia. Pero en aquel lugar no parecía haber muchos viñedos.
- No creo que consigamos mucho dinero por esta. Dudo incluso que con su aspecto enfermizo tengan interés. Parece que podría contagiar de cualquier cosa a quien se le acerque -
- Eso es algo que decidirá el mismo Lord Kevan. Tengo entendido que para sus prácticas personales busca variedad en las personas que adquiere. Puede que encuentre interesante probar en una chica de esta condición sus pociones -
- Bueno, por lo menos ya no huele como los siete infiernos. Deberemos de acordar unos mínimos para la próxima ocasión... - se escuchó decir mientras la conversación se perdía cuando se alejaron.
Hablaron de ella en susurros a su espalda, pero Iori los había podido escuchar. Y no era posible que le diese más igual aquella información. Únicamente oteaba, buscando de nuevo algún rasgo conocido.
Los hombros anchos y firmes.
El mentón bien definido.
Las manos duras y ásperas.
Las de la mestiza permanecían lánguidas apoyadas en su propio regazo. Observó la comida que servían en las grandes mesas, en medio de una cena como pocas veces había presenciado. Nada de la fiesta llegaba a ella. Su debilidad física y mental la privaban de mucha de la información que la rodeaba, mientras su mente, con una fijación que rozaba lo insano seguía atada a él*.
En sus ojos verdes.
Ben*.
- ¿Y a ti qué te pasa? - un leve codazo amistoso hizo que se inclinase hacia atrás de una forma que una persona con un buen estado de salud no haría. - No pareces encontrarte muy bien. Seguro que si comes podrás añadir algo de nutrientes a ese cuerpo tan escuálido. ¡Venga, ánimo! - jaleó la voz. ¿Era mujer u hombre?
No importaba. No tenía tiempo ni para dirigir la vista a esa persona. Sabía que no era Ben*.
Y con eso a Iori le era suficiente.
*Maldición Sin Alma. La Antigua Agonía [Desafío] Al destruir sus recuerdos y su propia alma, Iori es una errante que vaga por el mundo sin emociones, sentimientos o propósito. Tan solo una cosa es la que la mantiene con vida; "Ben". Es lo único que no ha olvidado. Al ser lo único que tiene en su mente, se vuelve una obsesión que la consume por dentro. Casi no come y no bebe, y como siga así no tardará en enfermar, y muy probablemente causarle la muerte. Mientras esta maldición esté activa, Iori no podrá luchar ni hacer ningún tipo de esfuerzo físico. Para romper la maldición deberá de encontrarse con Ben y acudir juntos a buscar una cura.
Iori está afectada por esta maldición, con lo que su mente ausente busca únicamente a Ben en lo que la rodea. El resto de personas o eventos que tengan lugar serán ignorados por su mente dañada.
De la misma manera lo de que apenas come y bebe que aparece en la descripción de la maldición. De todas maneras indico aquí sus opciones de menú, considerando que apenas pique un poco durante la cena.
Menú:
Entrantes:
> Ensalada élfica
> Crema mágica
Principal:
> Pato con mermelada de crema rosada
Postre:
> Takete rojo
Bebida:
> Hidromiel de Lunargenta
¿Qué ciudad era? No importaba. Sabía que no era Cedralada.
Tampoco era capaz de reconocer el rostro de los presentes en aquella cena. Caras anodinas que nada le decían. Únicamente buscaba con ansias reconocer sus* rasgos en una de ellas.
El fuego en el cabello.
Ladeó la vista y siguió con expresión cansada una figura de cabello pelirrojo. No era ni de lejos su tono. Aquel hombre que charlaba animadamente unas mesas más allá tenía un matiz anaranjado que le recordó a las zanahorias. Él* en cambio poseía la intensidad de las brasas comiendo por dentro la madera de un buen fuego. Del amanecer cuando está a punto de asomar el sol en el alba.
- Deberías de intentar comer. - animó una voz sobre su cabeza. La mestiza no se molestó en mirar hacia él.
Hacía días que había sido conducida, junto con otros más hasta aquel lugar que para ella no tenía nombre. Ella se había aproximado a aquel grupo de mercaderes pidiéndoles indicaciones para llegar a Cedralada. Ellos le habían asegurado que la conducirían allí.
A los demás les habían asegurado trabajo en una buena casa de un afamado comerciante de vinos que buscaba mano de obra para la época de la vendimia. Pero en aquel lugar no parecía haber muchos viñedos.
- No creo que consigamos mucho dinero por esta. Dudo incluso que con su aspecto enfermizo tengan interés. Parece que podría contagiar de cualquier cosa a quien se le acerque -
- Eso es algo que decidirá el mismo Lord Kevan. Tengo entendido que para sus prácticas personales busca variedad en las personas que adquiere. Puede que encuentre interesante probar en una chica de esta condición sus pociones -
- Bueno, por lo menos ya no huele como los siete infiernos. Deberemos de acordar unos mínimos para la próxima ocasión... - se escuchó decir mientras la conversación se perdía cuando se alejaron.
Hablaron de ella en susurros a su espalda, pero Iori los había podido escuchar. Y no era posible que le diese más igual aquella información. Únicamente oteaba, buscando de nuevo algún rasgo conocido.
Los hombros anchos y firmes.
El mentón bien definido.
Las manos duras y ásperas.
Las de la mestiza permanecían lánguidas apoyadas en su propio regazo. Observó la comida que servían en las grandes mesas, en medio de una cena como pocas veces había presenciado. Nada de la fiesta llegaba a ella. Su debilidad física y mental la privaban de mucha de la información que la rodeaba, mientras su mente, con una fijación que rozaba lo insano seguía atada a él*.
En sus ojos verdes.
Ben*.
- ¿Y a ti qué te pasa? - un leve codazo amistoso hizo que se inclinase hacia atrás de una forma que una persona con un buen estado de salud no haría. - No pareces encontrarte muy bien. Seguro que si comes podrás añadir algo de nutrientes a ese cuerpo tan escuálido. ¡Venga, ánimo! - jaleó la voz. ¿Era mujer u hombre?
No importaba. No tenía tiempo ni para dirigir la vista a esa persona. Sabía que no era Ben*.
Y con eso a Iori le era suficiente.
*Maldición Sin Alma. La Antigua Agonía [Desafío] Al destruir sus recuerdos y su propia alma, Iori es una errante que vaga por el mundo sin emociones, sentimientos o propósito. Tan solo una cosa es la que la mantiene con vida; "Ben". Es lo único que no ha olvidado. Al ser lo único que tiene en su mente, se vuelve una obsesión que la consume por dentro. Casi no come y no bebe, y como siga así no tardará en enfermar, y muy probablemente causarle la muerte. Mientras esta maldición esté activa, Iori no podrá luchar ni hacer ningún tipo de esfuerzo físico. Para romper la maldición deberá de encontrarse con Ben y acudir juntos a buscar una cura.
Iori está afectada por esta maldición, con lo que su mente ausente busca únicamente a Ben en lo que la rodea. El resto de personas o eventos que tengan lugar serán ignorados por su mente dañada.
De la misma manera lo de que apenas come y bebe que aparece en la descripción de la maldición. De todas maneras indico aquí sus opciones de menú, considerando que apenas pique un poco durante la cena.
Menú:
Entrantes:
> Ensalada élfica
> Crema mágica
Principal:
> Pato con mermelada de crema rosada
Postre:
> Takete rojo
Bebida:
> Hidromiel de Lunargenta
Iori Li
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Re: [Evento social] Cena con wisterias.
Al comienzo de la velada, y mientras la mayoría de comensales aún no habían bebido lo suficiente como para que sus lenguas se aflojaran, aunque había un grupo que parecían haber vaciado ya un par de toneles, a juzgar por el escándalo, Níniel no pudo obtener demasiada información, por mucho que agudizara su oído. Algunos comentaban la buena noche que estaba haciendo, otros alababan las vestimentas de manera más o menos sincera de aquellos que tenían cerca o enfrente, y otros comentaban los platos conforme eran servidos. Nada digno de mención, salvo cierto comentario sobre el cambio de manos de una estatuilla centenaria, valorada por lo visto en más de dos mil aeros,. Conversación que la peliblanca siguió con interés mientras comía de manera recatada su ensalada élfica.
Por supuesto, difícilmente se le podía escapar a una elfa, y maestra alquimista además, el extraño ingrediente que su plato llevaba. Claro que no hacía falta ser ninguna experta para saber que las ensaladas rara vez...brillaban a juego con la decoración del lugar. De hecho rara vez cualquier comida brillaba, salvo los guisos con champiñones de las profundidades. Una exquisitez para muy pocos, y un potente veneno incapacitante para los demás. Y desde luego que los motivos de dicha incapacitación no debían ser mencionados a la mesa.
-Este guiso misterioso está riquísimo. Creo que lleva algo de cocodrilo abismal y quizá algo de cocatriz salvaje...O tal vez sea solo pollo...El nombre le viene que ni pintado.- Dijo la gata apurando su plato y alargando su mano a tientas para tomar su jarra de hidromiel, extrañada de no encontrarla donde la había dejado. Se giró solo para ver a cierto Bio-no-Bio arramplando con su bebida, con sus croquetas y dispuesto a colocar su tenedor sobre el gran chuletón que la felina había pedido y cuya mera visión sin duda había alegrado su día. No llegaría a tocarlo.
Con una rapidez y agilidad sobrehumanas, la gata bloqueó aquel tenedor con una de sus garras parcialmente desplegada y miró al vampiro de un modo que solo podía ser interpretada como "Entonces, has escogido la muerte...".
-Es un pelo oscuro y rizado...Debe de ser de la persona a la que le gorroneaste antes, o a saber qué más has estado comiendo últimamente...-Espetó la felina, desplegando el resto de las garras de su mano derecha en un claro gesto de amenaza.
-Puedes pedir más Cath, no te preocupes. Ya sabes cómo es nuestro viejo amigo. Siempre actúa antes de preguntar...Y suele acabar herido.- La felina le bufó, mostrando los colmillos antes de quitarle el plato y comenzar a devorar ella el chuletón, mirándole aún de soslayo, por si se le ocurría volver a intentar quitárselo.
-Que bueno que viniste, Bio. Perdida no, solo ocupada. Aunque aún sigo parando mucho por Lunargenta. Hacía tiempo que no coincidíamos. Hace poco estuve en la Torre del Siilencio, esperaba verte allí, pero parece que estabas de viaje. Ya que aún no has perdido ninguna extremidad ¿supongo que todo va razonablemente bien?- Inquirió la peliblanca, probando la Manzana Rosada tras partirla, ofreciéndole también al vampiro.
-He visto aquí también a Zelas y a Rauko. El clan casi al completo, como en los viejos tiempos. Zelas estaba acompañado por una mujer de gran belleza. Rauko mencionó algo de ayudar a una mujer con orejas de conejo a encontrar a alguien...Mencionó a un tal...Pig Mentón. Y no es la única mujer con esas orejas que me he cruzado esta noche. En estos eventos siempre pasan cosas raras ¿verdad?- Comentó después la joven.
-Y con este tipo cerca...seguro que en cualquier momento cae otro meteorito...- Se lamentó Cath.
Por supuesto, difícilmente se le podía escapar a una elfa, y maestra alquimista además, el extraño ingrediente que su plato llevaba. Claro que no hacía falta ser ninguna experta para saber que las ensaladas rara vez...brillaban a juego con la decoración del lugar. De hecho rara vez cualquier comida brillaba, salvo los guisos con champiñones de las profundidades. Una exquisitez para muy pocos, y un potente veneno incapacitante para los demás. Y desde luego que los motivos de dicha incapacitación no debían ser mencionados a la mesa.
-Este guiso misterioso está riquísimo. Creo que lleva algo de cocodrilo abismal y quizá algo de cocatriz salvaje...O tal vez sea solo pollo...El nombre le viene que ni pintado.- Dijo la gata apurando su plato y alargando su mano a tientas para tomar su jarra de hidromiel, extrañada de no encontrarla donde la había dejado. Se giró solo para ver a cierto Bio-no-Bio arramplando con su bebida, con sus croquetas y dispuesto a colocar su tenedor sobre el gran chuletón que la felina había pedido y cuya mera visión sin duda había alegrado su día. No llegaría a tocarlo.
Con una rapidez y agilidad sobrehumanas, la gata bloqueó aquel tenedor con una de sus garras parcialmente desplegada y miró al vampiro de un modo que solo podía ser interpretada como "Entonces, has escogido la muerte...".
-Es un pelo oscuro y rizado...Debe de ser de la persona a la que le gorroneaste antes, o a saber qué más has estado comiendo últimamente...-Espetó la felina, desplegando el resto de las garras de su mano derecha en un claro gesto de amenaza.
-Puedes pedir más Cath, no te preocupes. Ya sabes cómo es nuestro viejo amigo. Siempre actúa antes de preguntar...Y suele acabar herido.- La felina le bufó, mostrando los colmillos antes de quitarle el plato y comenzar a devorar ella el chuletón, mirándole aún de soslayo, por si se le ocurría volver a intentar quitárselo.
-Que bueno que viniste, Bio. Perdida no, solo ocupada. Aunque aún sigo parando mucho por Lunargenta. Hacía tiempo que no coincidíamos. Hace poco estuve en la Torre del Siilencio, esperaba verte allí, pero parece que estabas de viaje. Ya que aún no has perdido ninguna extremidad ¿supongo que todo va razonablemente bien?- Inquirió la peliblanca, probando la Manzana Rosada tras partirla, ofreciéndole también al vampiro.
-He visto aquí también a Zelas y a Rauko. El clan casi al completo, como en los viejos tiempos. Zelas estaba acompañado por una mujer de gran belleza. Rauko mencionó algo de ayudar a una mujer con orejas de conejo a encontrar a alguien...Mencionó a un tal...Pig Mentón. Y no es la única mujer con esas orejas que me he cruzado esta noche. En estos eventos siempre pasan cosas raras ¿verdad?- Comentó después la joven.
-Y con este tipo cerca...seguro que en cualquier momento cae otro meteorito...- Se lamentó Cath.
Níniel Thenidiel
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Re: [Evento social] Cena con wisterias.
Ver a Elian juzgándome por esconderme en el matojo me hacía replantearme aún más lo lamentable que debía ser. En cualquier caso tampoco había mentido, la decoración era impresionante, no podía alabar menos algo que había logrado que esta ciudad inmunda pareciese un sitio respetable. Pero no iba a intentar salvar mi honor cuando claramente no quedaba nada que tratar de recuperar.
- Igualmente, si le digo a Corlys que la comida es buena sólo se me queja de que él no puede probarla.- Tras decir eso probó el guiso de pantano y se la iluminaron los ojos.- Y deberías probar el guiso de pantano misterioso. Lo cogí porque el nombre me recordaba a los pantanos donde vivía, pero es espectacular, y además consigue mantener el aroma a las maravillas del pantano sin el desagradable toque a agua estancada.
Mientras dejaba que Teufel disfrutase de su comida, me centré en la conversación de Elian con su amiga, que dejaba bastante clara la preocupación del elfo por la turbulenta situación en las tierras antiguamente controladas por los vampiros, por mucho que pareciera resistirse a expresarla. Lo que no le costó tanto expresar fueron sus dudas sobre si me habían contratado para dar caza a un chaval a la fuga. Aunque antes de que pudiera responder continuaron con la discusión, permitiéndome enterarme de algo más sobre el caso en cuestión.
Al escuchar las palabras "padre", "intenso" y "Lunargenta" algo se conectó en mi cerebro y decidí que tenía que ayudar a ese chaval. Algo sabía de lo que suponía ser una desgracia para la familia, pero a mi al menos me invitaron a irme y no pusieron demasiadas ganas en intentar arreglarme, no quería imaginarme lo que hubiera supuesto tener a mi padre enviando a gente para que no pudiera vivir. Y además, ese chico solamente hacía teatro, como alguien que había acabado metido en trifulcas varias y expulsado de locales diversos por pasarme de listo con quien no debía, me parecía que no había forma de que mereciera nada de lo que le estaba pasando.
- Que directo eres para preguntarme para todos los rodeos que intentas dar en lo referente a que estás aquí porque te preocupas por tu amiga. -- Me incliné hacia atrás en mi asiento colocándome las manos detrás de la cabeza.- Pero ya lo siento, pero no soy yo a quien han contratado.- Inmediatamente me incliné hacia delante, apoyando los codos en la mesa, juntando las puntas de los dedos y con una sonrisa en mi cara, imaginando la victoria moral de impedir a ese padre el poder controlar a su hijo.- Aunque vuestra causa se ha ganado mi simpatía y quiero colaborar a que el chaval escape de sus perseguidores. Ponedme al día con la situación y haré todo lo que esté en mi mano para impedir ese reencuentro.
- ¿De verdad vas a hacer algo gratis por un desconocido?- Masculló Teufel mientras levantaba la cabeza del plato sorprendida.
- Es un chaval inocente con un padre rico de Lunargentea que quiere oprimirle, simpatizo con su historia. A veces se puede algo sin un mayor objetivo. Y si no te fías, considéralo como un favor a mi amigo élfico aquí presente.
La respuesta pareció convencerle porque se encogió de hombros y volvió a centrarse en la comida. Aunque a mi me quedaban varias dudas, y no sólo sobre la búsqueda del chaval, también referentes a nuestra seguridad en una ciudad tan revuelta como lo era esta.
- Aunque también quería preguntarte otra cosa. ¿Estás metida en la política de la ciudad de alguna forma? Es por si es el caso, para saber qué tipo de gente podría querer darnos problemas. Ya sabes, hay muchos bandos tensos con el resto, y demasiada gente que sólo está esperando una chispa para poder llevar a cabo sus peores ideas.
- Igualmente, si le digo a Corlys que la comida es buena sólo se me queja de que él no puede probarla.- Tras decir eso probó el guiso de pantano y se la iluminaron los ojos.- Y deberías probar el guiso de pantano misterioso. Lo cogí porque el nombre me recordaba a los pantanos donde vivía, pero es espectacular, y además consigue mantener el aroma a las maravillas del pantano sin el desagradable toque a agua estancada.
Mientras dejaba que Teufel disfrutase de su comida, me centré en la conversación de Elian con su amiga, que dejaba bastante clara la preocupación del elfo por la turbulenta situación en las tierras antiguamente controladas por los vampiros, por mucho que pareciera resistirse a expresarla. Lo que no le costó tanto expresar fueron sus dudas sobre si me habían contratado para dar caza a un chaval a la fuga. Aunque antes de que pudiera responder continuaron con la discusión, permitiéndome enterarme de algo más sobre el caso en cuestión.
Al escuchar las palabras "padre", "intenso" y "Lunargenta" algo se conectó en mi cerebro y decidí que tenía que ayudar a ese chaval. Algo sabía de lo que suponía ser una desgracia para la familia, pero a mi al menos me invitaron a irme y no pusieron demasiadas ganas en intentar arreglarme, no quería imaginarme lo que hubiera supuesto tener a mi padre enviando a gente para que no pudiera vivir. Y además, ese chico solamente hacía teatro, como alguien que había acabado metido en trifulcas varias y expulsado de locales diversos por pasarme de listo con quien no debía, me parecía que no había forma de que mereciera nada de lo que le estaba pasando.
- Que directo eres para preguntarme para todos los rodeos que intentas dar en lo referente a que estás aquí porque te preocupas por tu amiga. -- Me incliné hacia atrás en mi asiento colocándome las manos detrás de la cabeza.- Pero ya lo siento, pero no soy yo a quien han contratado.- Inmediatamente me incliné hacia delante, apoyando los codos en la mesa, juntando las puntas de los dedos y con una sonrisa en mi cara, imaginando la victoria moral de impedir a ese padre el poder controlar a su hijo.- Aunque vuestra causa se ha ganado mi simpatía y quiero colaborar a que el chaval escape de sus perseguidores. Ponedme al día con la situación y haré todo lo que esté en mi mano para impedir ese reencuentro.
- ¿De verdad vas a hacer algo gratis por un desconocido?- Masculló Teufel mientras levantaba la cabeza del plato sorprendida.
- Es un chaval inocente con un padre rico de Lunargentea que quiere oprimirle, simpatizo con su historia. A veces se puede algo sin un mayor objetivo. Y si no te fías, considéralo como un favor a mi amigo élfico aquí presente.
La respuesta pareció convencerle porque se encogió de hombros y volvió a centrarse en la comida. Aunque a mi me quedaban varias dudas, y no sólo sobre la búsqueda del chaval, también referentes a nuestra seguridad en una ciudad tan revuelta como lo era esta.
- Aunque también quería preguntarte otra cosa. ¿Estás metida en la política de la ciudad de alguna forma? Es por si es el caso, para saber qué tipo de gente podría querer darnos problemas. Ya sabes, hay muchos bandos tensos con el resto, y demasiada gente que sólo está esperando una chispa para poder llevar a cabo sus peores ideas.
Corlys Glokta
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Re: [Evento social] Cena con wisterias.
Cena con WisteriasEvento Social
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Lukas miro a su bella amante cuando le cuestiono por su traje, se quitó el sombrero de copa viéndolo detenidamente sin encontrarle lo malo antes de volver a ponérselo y se acercó con una sonrisa traviesa a la brujita Mina susurrándole en el oído para que no pudiera oír la pequeña Tina.
-Si quieres puedes desnudarme y podemos pasar un buen rato – dijo antes de soltar una carcajada y entrar junto a las chicas a la fiesta.
Felurian por su parte bailaba al ritmo de los bardos cuando vio entrar a un hombre alto, de cabello blanco y cara de pocos amigos. Su corazón dio un vuelco y rápidamente se excusó con la chica con quien bailaba antes de correr donde el bello vampiro de quien se había enamorado perdidamente.
-Zagreus bello hermoso, te extrañaba mucho – dijo sentándose en la mesa de el sin siquiera preguntarle si podía hacerlo. - ¿Me recuerdas? Nos conocimos en Ciudad Lagarto… pésima ciudad para vivir, pero tú me disté el valor para salir de ahí y vivir mi vida cuando me salvaste, y desde entonces decidí que quiero ser tu amada – le dijo traviesamente mientras trataba de acariciar sus manos, sin éxito.
En ese momento un mozo venía con una orden de ensalada elfica y crema mágica, Felurian le quito los platos de las manos y se sentó nuevamente con Zagreus a quien miraba sonriéndole con picardía. –Oye ¿es normal que la ensalada elfica sea morada? Recuerdo que he comido este plato, pero no tenía ese color – dijo comiendo y sintiendo una pequeña molestia en su estómago.
Lukas también miraba con extrañeza su plato de ensalada elfica, lo olio y lo aparto a un lado mientras cogía las croquetas de jamón de Yak. –He vivido mucho como para saber cuándo hacen las cosas mal y estoy seguro que este plato no debería tener wisterias – dijo antes de que un sujeto diera un gritito y se acercara a ellos corriendo con emoción.
-Discúlpeme, pero ¿es usted el Gran Lukas? – pregunto con un brillo en sus ojos. –Estoy seguro de que es usted a pesar de que tenga… ejem, tanta ropa – dijo guiñándole un ojo, Lukas no tenía idea de que estaba hablando el hombre de ojos rojos como la sangre, colmillos puntiagudos y cabello largo, lacio y rubio. –Disculpe, pero ¿lo conozco? – pregunto la tortuga tomando la mano de Mina, sentía un mal presentimiento.
-Oh no me conoce, pero yo a usted si, lo vi en el club de Billy – dijo guiñándole un ojo. Lukas maldijo ese maldito prostíbulo. –Soy el Barón Arkanthius Velmont de la Croix du Soleil Nocturno – dijo con orgullo, Lukas se rasco la cabeza, si era un Barón de la alta alcurnia tenía sentido que fuera un degenerado, además tener tantos nombres era señal de que era algún tipo petulante y de mala calaña. –Soy alguien muy acaudalado y respetado aquí en Sacrestic Ville y me encantaría pagar por tenerlo por siempre en mi salón.
- ¿Perdón? – exclamo la tortuga horrorizada ante tal disparate. - ¿Quiere raptarme y que viva con usted?
-Oh no… a menos que eso sea lo que usted desee, puedo pagar muy bien – dijo, Lukas negó con la cabeza haciendo suspirar al Barón vampiro. – Mi propuesta es que me deje pagarle un retrato, tengo a mis servicios a Dorian Vhaxel Monserrat, el mejor pintor elfico de todo el oeste. El pinto para mi hace unos meses un cuadro desnudo de la aclamada celebridad Leonardo DiCapibara.
- ¿El buscapleitos que siempre anda con jovencitas de muy baja edad? – Lukas había escuchado de ese hombre bestia, le gustaba estar con jovencitas hasta que ellas cumplían 23 años, momento en que las dejaba por una nueva conquista. –Tengoun cuadro del señor DiCapibara desnudo en mi salón, me costó solo 2000 aeros convencerlo de posar para Dorian, ¿Cuántos aeros me costara que usted se desnude y sea retratado en un cuadro para tenerlo por toda la eternidad? Amaría verlo cada día – dijo mirándolo con lujuria en sus ojos mientras la tortuga se horrorizaba ante tal ofrecimiento.
-Si quieres puedes desnudarme y podemos pasar un buen rato – dijo antes de soltar una carcajada y entrar junto a las chicas a la fiesta.
Felurian por su parte bailaba al ritmo de los bardos cuando vio entrar a un hombre alto, de cabello blanco y cara de pocos amigos. Su corazón dio un vuelco y rápidamente se excusó con la chica con quien bailaba antes de correr donde el bello vampiro de quien se había enamorado perdidamente.
-Zagreus bello hermoso, te extrañaba mucho – dijo sentándose en la mesa de el sin siquiera preguntarle si podía hacerlo. - ¿Me recuerdas? Nos conocimos en Ciudad Lagarto… pésima ciudad para vivir, pero tú me disté el valor para salir de ahí y vivir mi vida cuando me salvaste, y desde entonces decidí que quiero ser tu amada – le dijo traviesamente mientras trataba de acariciar sus manos, sin éxito.
En ese momento un mozo venía con una orden de ensalada elfica y crema mágica, Felurian le quito los platos de las manos y se sentó nuevamente con Zagreus a quien miraba sonriéndole con picardía. –Oye ¿es normal que la ensalada elfica sea morada? Recuerdo que he comido este plato, pero no tenía ese color – dijo comiendo y sintiendo una pequeña molestia en su estómago.
Lukas también miraba con extrañeza su plato de ensalada elfica, lo olio y lo aparto a un lado mientras cogía las croquetas de jamón de Yak. –He vivido mucho como para saber cuándo hacen las cosas mal y estoy seguro que este plato no debería tener wisterias – dijo antes de que un sujeto diera un gritito y se acercara a ellos corriendo con emoción.
-Discúlpeme, pero ¿es usted el Gran Lukas? – pregunto con un brillo en sus ojos. –Estoy seguro de que es usted a pesar de que tenga… ejem, tanta ropa – dijo guiñándole un ojo, Lukas no tenía idea de que estaba hablando el hombre de ojos rojos como la sangre, colmillos puntiagudos y cabello largo, lacio y rubio. –Disculpe, pero ¿lo conozco? – pregunto la tortuga tomando la mano de Mina, sentía un mal presentimiento.
-Oh no me conoce, pero yo a usted si, lo vi en el club de Billy – dijo guiñándole un ojo. Lukas maldijo ese maldito prostíbulo. –Soy el Barón Arkanthius Velmont de la Croix du Soleil Nocturno – dijo con orgullo, Lukas se rasco la cabeza, si era un Barón de la alta alcurnia tenía sentido que fuera un degenerado, además tener tantos nombres era señal de que era algún tipo petulante y de mala calaña. –Soy alguien muy acaudalado y respetado aquí en Sacrestic Ville y me encantaría pagar por tenerlo por siempre en mi salón.
- ¿Perdón? – exclamo la tortuga horrorizada ante tal disparate. - ¿Quiere raptarme y que viva con usted?
-Oh no… a menos que eso sea lo que usted desee, puedo pagar muy bien – dijo, Lukas negó con la cabeza haciendo suspirar al Barón vampiro. – Mi propuesta es que me deje pagarle un retrato, tengo a mis servicios a Dorian Vhaxel Monserrat, el mejor pintor elfico de todo el oeste. El pinto para mi hace unos meses un cuadro desnudo de la aclamada celebridad Leonardo DiCapibara.
- ¿El buscapleitos que siempre anda con jovencitas de muy baja edad? – Lukas había escuchado de ese hombre bestia, le gustaba estar con jovencitas hasta que ellas cumplían 23 años, momento en que las dejaba por una nueva conquista. –Tengoun cuadro del señor DiCapibara desnudo en mi salón, me costó solo 2000 aeros convencerlo de posar para Dorian, ¿Cuántos aeros me costara que usted se desnude y sea retratado en un cuadro para tenerlo por toda la eternidad? Amaría verlo cada día – dijo mirándolo con lujuria en sus ojos mientras la tortuga se horrorizaba ante tal ofrecimiento.
OFFROL: minitrama de Lukas, tratar de ser convencido para el onlyfans medieval del Baron vampirezco, por su parte Felurian interactua con Zagreus y come la ensalada elfica que contiene wisterias
Lukas
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Re: [Evento social] Cena con wisterias.
—Supongo que yo también me quejaría si perdiera la capacidad de degustar esta delicia —le comentó Elian a Teufel. Agradecido, probó un poco del guiso que la amable mujer-nutria le ofrecía—. Mmmm, excelente. Ten, tienes que probar esto. El vino de Beltrexus es tan delicado que combina con la ensalada élfica como si los hubieran diseñado para ir siempre juntos. Quién lo hubiera dicho con nuestra historia…
La conversación sobre las virtudes del menú fue quedando relegada a un lado en favor del asunto relativo a los Tong. Resultó que Corlys no era el tipo al que buscaban, pero había sido un disparo a ciegas, después de todo. Sin embargo, la historia había captado su atención y parecía dispuesto a echar una mano. Aunque el detalle no justificaba que lo pusiera en evidencia de aquella manera.
—¡Pero no le digas que me preocupo, hombre! —le dijo fingiendo indignación—, o tendré que volver a oír el discurso de cómo ella ya se cuidaba muy bien sola cuando yo aún me cagaba encima. Perdón —añadió en dirección a Teufel, que seguía degustando su comida.
Daphne volvió a reír, pero adoptó una expresión mucho más seria ante la pregunta de Corlys.
—Lamentablemente, cualquiera que viva en Sacrestic Ville está metido en la política de la ciudad “de alguna forma” —dijo—. A quien intenta permanecer neutral, le acaban asignando “el bando contrario” por eliminación. Si quieres saber a quién apoyo, la respuesta es a cualquiera que respete mi derecho a vivir en paz sin desayunarme a nadie que no quiera. Perdón —añadió algo tardíamente en dirección a Elian, que se había quedado parado con un trozo de cochinillo a dos dedos de la boca abierta.
—Daphne es conocida en la ciudad —aclaró Elian, descartando los restos de cochinillo. Estaba delicioso, pero acababa de perder el apetito—, no hay muchos…
—No somos muchos los vampiros de aspecto infantil, afortunadamente —terminó ella.
Elian hizo un gesto de asentimiento, agradeciendo la intervención antes de continuar:
—Los que la conocen saben que no apoya este movimiento anti razas que parece estar haciéndose popular últimamente.
—Nadie se ha atrevido a atacarme todavía —dijo ella, restando importancia a las palabras de su amigo.
—Todavía —repitió él—. En cualquier caso, vale la pena no descuidarse mientras buscamos, ¿verdad?
Y, aunque no se había sentido capaz de terminarse el cochinillo, siempre había un hueco para un dulce, así que se metió un ladoopito a la boca y, agarrando otra de las deliciosas bolitas para el camino, se levantó de su asiento dispuesto a emprender la búsqueda tan pronto como Teufel diera buena cuenta de su cena.
—¿Qué dices, Corlys? ¿Ves a alguien por aquí que tenga pinta de estar buscando a un chaval en apuros?
La conversación sobre las virtudes del menú fue quedando relegada a un lado en favor del asunto relativo a los Tong. Resultó que Corlys no era el tipo al que buscaban, pero había sido un disparo a ciegas, después de todo. Sin embargo, la historia había captado su atención y parecía dispuesto a echar una mano. Aunque el detalle no justificaba que lo pusiera en evidencia de aquella manera.
—¡Pero no le digas que me preocupo, hombre! —le dijo fingiendo indignación—, o tendré que volver a oír el discurso de cómo ella ya se cuidaba muy bien sola cuando yo aún me cagaba encima. Perdón —añadió en dirección a Teufel, que seguía degustando su comida.
Daphne volvió a reír, pero adoptó una expresión mucho más seria ante la pregunta de Corlys.
—Lamentablemente, cualquiera que viva en Sacrestic Ville está metido en la política de la ciudad “de alguna forma” —dijo—. A quien intenta permanecer neutral, le acaban asignando “el bando contrario” por eliminación. Si quieres saber a quién apoyo, la respuesta es a cualquiera que respete mi derecho a vivir en paz sin desayunarme a nadie que no quiera. Perdón —añadió algo tardíamente en dirección a Elian, que se había quedado parado con un trozo de cochinillo a dos dedos de la boca abierta.
—Daphne es conocida en la ciudad —aclaró Elian, descartando los restos de cochinillo. Estaba delicioso, pero acababa de perder el apetito—, no hay muchos…
—No somos muchos los vampiros de aspecto infantil, afortunadamente —terminó ella.
Elian hizo un gesto de asentimiento, agradeciendo la intervención antes de continuar:
—Los que la conocen saben que no apoya este movimiento anti razas que parece estar haciéndose popular últimamente.
—Nadie se ha atrevido a atacarme todavía —dijo ella, restando importancia a las palabras de su amigo.
—Todavía —repitió él—. En cualquier caso, vale la pena no descuidarse mientras buscamos, ¿verdad?
Y, aunque no se había sentido capaz de terminarse el cochinillo, siempre había un hueco para un dulce, así que se metió un ladoopito a la boca y, agarrando otra de las deliciosas bolitas para el camino, se levantó de su asiento dispuesto a emprender la búsqueda tan pronto como Teufel diera buena cuenta de su cena.
—¿Qué dices, Corlys? ¿Ves a alguien por aquí que tenga pinta de estar buscando a un chaval en apuros?
Elian
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Re: [Evento social] Cena con wisterias.
Detestaba esa condenada región. Y con todo, no podía desaprovechar una oportunidad como aquella. Debía guardar la expresión que golpeaba su mente con furia, pugnando por salir, el filo de su espada, el odio de sus ojos.
Su objetivo no había variado. Continuaba precisando rastro nuevo que seguir. Y allí, observó a la oscura luz de la luna, con los numerosos invitados engalanados expresamente para la velada, confiaba en escuchar más de lo que los asistentes estaban dispuestos a narrar. Mostrarse solícito, amable, cortés, en una estancia plagada de engendros del oeste y demonios del extremo sur, resultaba tan cautivadora como ser devorado por una jauría de fieras salvajes.
Suspiró, acomodándose por última vez las decoradas mangas de una túnica recia que imitaba las formas de una armadura, surcada de aparentes raíces y otras filigranas vegetales en brazos, espalda y torso, tributo a su tierra natal. Una capa, dividida en dos partes sólo unidas en una hebilla bajo el cuello, no llegaba a arrastrar por el suelo, evitando el desagradable inconveniente de mancharse con los posibles desperdicios de la calle y la fiesta.
Podría ser un forastero, precisar un río de sangre enemiga para hallar a Ulna y arrebatarle la última luz de sus crueles ojos. Mas allí, entre enemigos, sin una sola alma cercana a su afecto, el primer sentimiento que tomó el dominio no fue otro que el orgullo. Una mirada en derredor, del mismo modo que el hijo de un dios contemplando con lástima a los simples mortales.
Antes de recordar que, a alguno de éstos, sin duda precisaría.
Con paso seguro, notó al instante que a su llegada, el banquete ya había comenzado. Comer no era en absoluto su prioridad allí, por lo que tan sólo ordenó un segundo, antes de tomar asiento. Sus ojos se posaron en las criaturas que se encontraban ¿bailando? y buscó con la vista al camarero más cercano. No pensaba hincar el diente en modo alguno a lo que fuese que aquellos habían degustado si era posible.
La segunda sorpresa de la noche se la brindaron los participantes de la festiva ocasión. ¡Cuánto echó de menos su hermosa hoja al reparar en la vampiresa de cabello oscuro…! Su colgante granate brillaba intensamente, anunciando la lógica concurrencia de otros de tal ralea. Casi notaba el hedor, enmascarado por las fragancias de flores y seres. Repulsivo.
De un modo distinto, reconoció a la elfa cuyos caminos se habían cruzado de manera enormemente fugaz, tanto en Árbol Madre, como en Nytt Hus. Calibró saludarla, agradecido como estaba aún por sus actos en ambas guerras. Confiaba en que tuviese tiempo más adelante aquella ocasión.
Extrañado, atisbó la presencia de la joven dracónida que había trabajado junto a él un tiempo atrás. No había esperado distinguir rostro conocido alguno, y por el contrario, y eran varias las criaturas junto a las que había compartido puntuales momentos en los dos años anteriores.
Una vez sentado, continuó su exploración silenciosa, sin hambre alguna.
Añoraba tanto su espada en esos momentos…
Su objetivo no había variado. Continuaba precisando rastro nuevo que seguir. Y allí, observó a la oscura luz de la luna, con los numerosos invitados engalanados expresamente para la velada, confiaba en escuchar más de lo que los asistentes estaban dispuestos a narrar. Mostrarse solícito, amable, cortés, en una estancia plagada de engendros del oeste y demonios del extremo sur, resultaba tan cautivadora como ser devorado por una jauría de fieras salvajes.
Suspiró, acomodándose por última vez las decoradas mangas de una túnica recia que imitaba las formas de una armadura, surcada de aparentes raíces y otras filigranas vegetales en brazos, espalda y torso, tributo a su tierra natal. Una capa, dividida en dos partes sólo unidas en una hebilla bajo el cuello, no llegaba a arrastrar por el suelo, evitando el desagradable inconveniente de mancharse con los posibles desperdicios de la calle y la fiesta.
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Podría ser un forastero, precisar un río de sangre enemiga para hallar a Ulna y arrebatarle la última luz de sus crueles ojos. Mas allí, entre enemigos, sin una sola alma cercana a su afecto, el primer sentimiento que tomó el dominio no fue otro que el orgullo. Una mirada en derredor, del mismo modo que el hijo de un dios contemplando con lástima a los simples mortales.
Antes de recordar que, a alguno de éstos, sin duda precisaría.
Con paso seguro, notó al instante que a su llegada, el banquete ya había comenzado. Comer no era en absoluto su prioridad allí, por lo que tan sólo ordenó un segundo, antes de tomar asiento. Sus ojos se posaron en las criaturas que se encontraban ¿bailando? y buscó con la vista al camarero más cercano. No pensaba hincar el diente en modo alguno a lo que fuese que aquellos habían degustado si era posible.
La segunda sorpresa de la noche se la brindaron los participantes de la festiva ocasión. ¡Cuánto echó de menos su hermosa hoja al reparar en la vampiresa de cabello oscuro…! Su colgante granate brillaba intensamente, anunciando la lógica concurrencia de otros de tal ralea. Casi notaba el hedor, enmascarado por las fragancias de flores y seres. Repulsivo.
De un modo distinto, reconoció a la elfa cuyos caminos se habían cruzado de manera enormemente fugaz, tanto en Árbol Madre, como en Nytt Hus. Calibró saludarla, agradecido como estaba aún por sus actos en ambas guerras. Confiaba en que tuviese tiempo más adelante aquella ocasión.
Extrañado, atisbó la presencia de la joven dracónida que había trabajado junto a él un tiempo atrás. No había esperado distinguir rostro conocido alguno, y por el contrario, y eran varias las criaturas junto a las que había compartido puntuales momentos en los dos años anteriores.
Una vez sentado, continuó su exploración silenciosa, sin hambre alguna.
Añoraba tanto su espada en esos momentos…
Nousis Indirel
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Re: [Evento social] Cena con wisterias.
Respuestas, respuestas, respuestas. Necesitaba respuestas. Habían viajado en aquel carruaje tanto tiempo que casi se había olvidado del olor a tierra mojada, de las calles de Ulmer, de la madera de sus casas. A veces se obligaba a recordar la voz de Rose teniendo conversaciones consigo misma para no olvidarla. Ya no aguantaba más a Leo. Habían viajado en una paz contenida a través de minas y túneles subterráneos entre las montañas con la elfa, Aylizz, a la cual llevarían hasta un sitio seguro antes de volver a Ulmer. Y nada, no había tenido ninguna respuesta.
Habían caminado por las calles de Sacrestic para abastecerse de provisiones, allí el papel de marido y mujer ya había dejado de tener sentido, pues la mayoría de la guardia conocía los ojos dorados de la licántropa, incluso algunos, habían peleado contra ella en las peleas clandestinas en Las Ratoneras de Lunargenta. La bestia negra, esbozaban una sonrisa al verla caminar desenfadada con la capucha agachada por las calles de la capital vampira. Miles de recuerdos se arremolinaban en su cabeza, vampiros que incluso habían llegado a ser amigos, que ya no estaban, parecía que sus sombras se deslizasen por cada una de las calles. Elsa, Drake, Dorado... Los renegados. Aquella fiesta sangrienta.
Había discutido con Leo, cómo no, aquella misma mañana el ingeniero le había suplicado a Nana volver a Ulmer, no para rendirse en su causa, sino para trazar un plan. "No todo en el mundo gira alrededor de ti, Nana", le había dicho el lobo momentos antes de que ella cerrase la puerta de su habitación en la posada en sus narices. Se había puesto unos pantalones de cuero negros, las botas del mismo color le calzaban hasta casi las rodillas y una camisa de lino ligeramente decorada con flores bordadas, un chaleco de cuero con botones dorados le ceñía la camisa ajustándola a cada curva de su cuerpo. El pelo, que había mantenido trenzado la mayoría del tiempo durante el viaje, ahora le caía rizado a los lados de los hombros, cubriéndole hasta por debajo de los pechos.
Habían dolido esas palabras, más de lo que nunca admitiría. Porque tenía razón, no todo el mal de Aerandir involucraba a Thorbald y a La Manada, no todo...
Caminó sin rumbo, hasta que el sol se puso y atraída por el olor a tierra mojada y otros manjares la llevó hasta las puertas de un parque. Cena con wisterias, rezaba el cartel de la entrada y el menú hizo que asintiese levemente con la cabeza en un gesto de aprobación. Dílcar Magnis era el cocinero, aquel nombre le sonaba. Se adentró en el parque, la gente bailaba de unas maneras bastante peculiares, pero antes de poder fijarse en nada ni en nadie la loba ya tenía una copa de vino blanco entre los dedos. Cómo le gustaban las fiestas, casi lo había olvidado. Esbozó una media sonrisa cuando pasó por la mesa de la guardia, y levantaron sus copas y jarras cuando la loba pasó por allí, con poco disimulo. La bestia negra, la perra del rey, también había escuchado que la llamaban algunos, lo suficientemente alto para que no lo volvieran a repetir tras ser embestidos por la fuerza sobrehumana de la licántropa. Ya no era un mote gracioso cuando sentían cómo las garras se les enterraban en los costados.
Una vampira se acercó a ella, cabello dorado con unos bucles perfectos e infinitos, supo lo que era por la copa de líquido viscoso que olía a muerte, el asco se asomó por el rostro de la loba que enseñó los colmillos levemente.
-Tú eres una de las que auxilió la carreta, ¿Verdad? -Los ojos zafiro le miraron los colmillos sin inmutarse.
-No sé de qué me hablas. -Dijo Nana llevándose su propia copa a la boca para inhalar el aroma dulce de su vino.
Se puso instintivamente en posición de defensa cuando la muchacha le puso sobre la cabeza una corona de wisterias y sonrió con dulzura enseñando ella misma los colmillos. Se fue por el mismo sitio que apareció.
-Nana Black... -Alcanzó a escuchar con un susurro a sus espaldas.
Fantasmas del pasado, se le erizó cada bello de la piel, pero no giró, aunque conocía esa voz, no fue capaz de girar. Se abrió paso entre la multitud que bailaba, coreaba y bebía, y observó, algún rostro familiar, cualquier cosa, incluso la vampira de las flores le serviría. Allí estaba, ataviado con sus mejores galas, Nousis, el elfo que había conocido en las grandes estepas hacía no demasiado tiempo. Habían llegado mucho antes que ellos hasta Sacrestic, intuía.
-¿Está libre, verdad? -Preguntó, pero no dio pie a que respondiera.
Separó la silla de la mesa con una parsimonia estudiada y se sentó.
-¿Qué tal, Nousis? Volvemos a encontrarnos -Esbozó una media sonrisa dejando a la vista los enormes colmillos que paseaba con descaro por aquella fiesta, rodeada de gente de todas las razas.
Cruzó las piernas y alzó la copa de vino para que se la rellenara el camarero que pasaba junto a su mesa.
Habían caminado por las calles de Sacrestic para abastecerse de provisiones, allí el papel de marido y mujer ya había dejado de tener sentido, pues la mayoría de la guardia conocía los ojos dorados de la licántropa, incluso algunos, habían peleado contra ella en las peleas clandestinas en Las Ratoneras de Lunargenta. La bestia negra, esbozaban una sonrisa al verla caminar desenfadada con la capucha agachada por las calles de la capital vampira. Miles de recuerdos se arremolinaban en su cabeza, vampiros que incluso habían llegado a ser amigos, que ya no estaban, parecía que sus sombras se deslizasen por cada una de las calles. Elsa, Drake, Dorado... Los renegados. Aquella fiesta sangrienta.
Había discutido con Leo, cómo no, aquella misma mañana el ingeniero le había suplicado a Nana volver a Ulmer, no para rendirse en su causa, sino para trazar un plan. "No todo en el mundo gira alrededor de ti, Nana", le había dicho el lobo momentos antes de que ella cerrase la puerta de su habitación en la posada en sus narices. Se había puesto unos pantalones de cuero negros, las botas del mismo color le calzaban hasta casi las rodillas y una camisa de lino ligeramente decorada con flores bordadas, un chaleco de cuero con botones dorados le ceñía la camisa ajustándola a cada curva de su cuerpo. El pelo, que había mantenido trenzado la mayoría del tiempo durante el viaje, ahora le caía rizado a los lados de los hombros, cubriéndole hasta por debajo de los pechos.
Habían dolido esas palabras, más de lo que nunca admitiría. Porque tenía razón, no todo el mal de Aerandir involucraba a Thorbald y a La Manada, no todo...
Caminó sin rumbo, hasta que el sol se puso y atraída por el olor a tierra mojada y otros manjares la llevó hasta las puertas de un parque. Cena con wisterias, rezaba el cartel de la entrada y el menú hizo que asintiese levemente con la cabeza en un gesto de aprobación. Dílcar Magnis era el cocinero, aquel nombre le sonaba. Se adentró en el parque, la gente bailaba de unas maneras bastante peculiares, pero antes de poder fijarse en nada ni en nadie la loba ya tenía una copa de vino blanco entre los dedos. Cómo le gustaban las fiestas, casi lo había olvidado. Esbozó una media sonrisa cuando pasó por la mesa de la guardia, y levantaron sus copas y jarras cuando la loba pasó por allí, con poco disimulo. La bestia negra, la perra del rey, también había escuchado que la llamaban algunos, lo suficientemente alto para que no lo volvieran a repetir tras ser embestidos por la fuerza sobrehumana de la licántropa. Ya no era un mote gracioso cuando sentían cómo las garras se les enterraban en los costados.
Una vampira se acercó a ella, cabello dorado con unos bucles perfectos e infinitos, supo lo que era por la copa de líquido viscoso que olía a muerte, el asco se asomó por el rostro de la loba que enseñó los colmillos levemente.
-Tú eres una de las que auxilió la carreta, ¿Verdad? -Los ojos zafiro le miraron los colmillos sin inmutarse.
-No sé de qué me hablas. -Dijo Nana llevándose su propia copa a la boca para inhalar el aroma dulce de su vino.
Se puso instintivamente en posición de defensa cuando la muchacha le puso sobre la cabeza una corona de wisterias y sonrió con dulzura enseñando ella misma los colmillos. Se fue por el mismo sitio que apareció.
-Nana Black... -Alcanzó a escuchar con un susurro a sus espaldas.
Fantasmas del pasado, se le erizó cada bello de la piel, pero no giró, aunque conocía esa voz, no fue capaz de girar. Se abrió paso entre la multitud que bailaba, coreaba y bebía, y observó, algún rostro familiar, cualquier cosa, incluso la vampira de las flores le serviría. Allí estaba, ataviado con sus mejores galas, Nousis, el elfo que había conocido en las grandes estepas hacía no demasiado tiempo. Habían llegado mucho antes que ellos hasta Sacrestic, intuía.
-¿Está libre, verdad? -Preguntó, pero no dio pie a que respondiera.
Separó la silla de la mesa con una parsimonia estudiada y se sentó.
-¿Qué tal, Nousis? Volvemos a encontrarnos -Esbozó una media sonrisa dejando a la vista los enormes colmillos que paseaba con descaro por aquella fiesta, rodeada de gente de todas las razas.
Cruzó las piernas y alzó la copa de vino para que se la rellenara el camarero que pasaba junto a su mesa.
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Nana
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Re: [Evento social] Cena con wisterias.
El corazón del joven elfo dio un salto cuando la mujer le respondió y seguramente se saltó un latido cuando ella aceptó sentarse en su mesa. Era tan bella. Su evidente timidez le causó ternura al muchacho y no pudo evitar ampliar su sonrisa y revelar su alegría al escucharla decir que lo acompañaría.
Seraphine, ése era el nombre de aquella maravillosa creación de los dioses. Fëanor estaba embelesado con su belleza. Caminaron despacio y el pudo apreciar la elegancia de su porte y la seguridad de su andar. Aquel vestido rojo que brillaba sutilmente con la luz de las lámparas se ceñía a su cuerpo y dejaba ver su hermosa figura.
Por otro lado, cuando Fëanor se levantó de la mesa, Ingela se sintió desconcertada. Sin mediar palabra, solo se levantó. Con el seño fruncido de la extrañeza, ella lo siguió con la mirada, descubriendo así que el muchacho fue directamente donde una bella mujer de cabello muy rubio con quien intercambió un par de palabras y que luego lo acompañó de vuelta a la mesa.
No la reconoció, por lo que se sintió confundida, pensando por qué razón él había ido a buscarla con tanto ímpetu. Cuando llegaron, rápidamente, la dragona tuvo que cambiar su expresión de contrariedad por una amplia y amable sonrisa. -H... ¡hola! Soy Ingela.- atinó a responder la norteña, disimulando lo más posible su incomodidad. Al parecer, él no la conocía, entonces Ingela definitivamente no comprendió por qué la había traído.
Hasta que notó la manera en que él la miraba y el gesto en su rostro mientras la escuchaba hablar. Y ni qué decir de la sonrisa bobalicona que esbozaba. Ingela sonrió e incluso tuvo que llevarse morderse los labios para no reírse burlona. ¡Fëanor estaba flechado! Jamás lo había visto así, aquello era algo nuevo para la muchacha, no le conocía ese lado a su amigo.
Decidió que, a pesar de la extraña sensación que sentía en el estómago y el repentino nudo en la garganta, ayudaría al elfo para conquistarla. -¡He pedido muchas cosas que suenan ricas! Pero sin duda estoy esperando el postre, tengo muchas expectativas con la torta roja de Dundarak- dijo la dragona, sin poder evitar evocar la que prepara su Oma Elle. -Es que es mi postre favorito; sabe a infancia. A decir verdad, no conozco a nadie en Dundarak que no ame esa torta.- comentó, tratando de entablar una conversación.
Seraphine, ése era el nombre de aquella maravillosa creación de los dioses. Fëanor estaba embelesado con su belleza. Caminaron despacio y el pudo apreciar la elegancia de su porte y la seguridad de su andar. Aquel vestido rojo que brillaba sutilmente con la luz de las lámparas se ceñía a su cuerpo y dejaba ver su hermosa figura.
Por otro lado, cuando Fëanor se levantó de la mesa, Ingela se sintió desconcertada. Sin mediar palabra, solo se levantó. Con el seño fruncido de la extrañeza, ella lo siguió con la mirada, descubriendo así que el muchacho fue directamente donde una bella mujer de cabello muy rubio con quien intercambió un par de palabras y que luego lo acompañó de vuelta a la mesa.
No la reconoció, por lo que se sintió confundida, pensando por qué razón él había ido a buscarla con tanto ímpetu. Cuando llegaron, rápidamente, la dragona tuvo que cambiar su expresión de contrariedad por una amplia y amable sonrisa. -H... ¡hola! Soy Ingela.- atinó a responder la norteña, disimulando lo más posible su incomodidad. Al parecer, él no la conocía, entonces Ingela definitivamente no comprendió por qué la había traído.
Hasta que notó la manera en que él la miraba y el gesto en su rostro mientras la escuchaba hablar. Y ni qué decir de la sonrisa bobalicona que esbozaba. Ingela sonrió e incluso tuvo que llevarse morderse los labios para no reírse burlona. ¡Fëanor estaba flechado! Jamás lo había visto así, aquello era algo nuevo para la muchacha, no le conocía ese lado a su amigo.
Decidió que, a pesar de la extraña sensación que sentía en el estómago y el repentino nudo en la garganta, ayudaría al elfo para conquistarla. -¡He pedido muchas cosas que suenan ricas! Pero sin duda estoy esperando el postre, tengo muchas expectativas con la torta roja de Dundarak- dijo la dragona, sin poder evitar evocar la que prepara su Oma Elle. -Es que es mi postre favorito; sabe a infancia. A decir verdad, no conozco a nadie en Dundarak que no ame esa torta.- comentó, tratando de entablar una conversación.
Última edición por Ingela el Lun Sep 30 2024, 20:57, editado 1 vez
Ingela
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Re: [Evento social] Cena con wisterias.
Escuchar a Elian y Teufel hablar de lo mucho que estaban disfrutando de su comida me estaba poniendo un poco tenso, y aunque trataba de disimular, acabé desviando mi mirada hacia el dantesco espectáculo que se vislumbraba al fondo, con gente diversa bailando de una forma que no sabía si era su objetivo moverse así o les estaban dando espasmos. Tal visión fue suficiente para desviar mi atención del asunto que me irritaba y volver a prestar atención cuando escuché de nuevo el nombre del chaval.
- Bueno, puede ser capaz de cuidarse sola y ser una vampira ancestral, pero suele estar bien aceptar la ayuda de amigos. Las cosas se llevan mejor en compañía.
Pensé en el sucio Zelas y en que pocos sillazos se había llevado, pero al final convocar a sus aliados había sido la mejor idea que se le podía haber ocurrido, y si volvía a hacerlo habría que repetirlo, aunque seguramente se llevaría otro sillazo en el proceso.
Aunque lo que también aprendí fue que Daphe no era uno de esos radicales que querían purgar la cuidad. Y no era que yo tuviese demasiado interés por nada de lo que pasara en ese lugar, pero me alegraba de no estar trabajando con alguien que consideraba que los no vampiros solo servían como comida, algo que por otro lado se podía intuir al ser amiga de Elian.
- Ya, dicho así suena como el bando más razonable. Al menos si no tenemos como opción el arrasar esta ciudad hasta los cimientos.- Me paré un momento al darme cuenta de la salvajada que acababa de decir siendo que la vampira vivía en esa ciudad.- Lo siento, me crio una exiliada de esta ciudad y se me pegó el escaso aprecio que tenía por este lugar. Supongo que para los que seguís aquí parece un lugar aceptable para vivir.- Viendo que seguir hablando seguramente me acabase metiendo en un tema problemático, y cambié de tema a lo importante.- Entonces los que podrían atacarnos son vampiros supremacistas o quizás algún humano muy pasado de vueltas. Bien...
Miré a mi alrededor buscando a gente que pudiera parecer buscando a alguien, pero entre el caos no era capaz de distinguir nada. O mejor dicho, veía a tanta gente sospechosa que era imposible que todos ellos tuvieran segundas intenciones relacionadas con nuestro objetivo, ese chaval no tendría donde esconderse en todos los Reinos del Oeste.
- Hay tanta gente rara que se puede ver desde aquí que tardaríamos más en encontrar a quien hayan mandado a encontrarlos que ellos en localizar a su objetivo.- Había gente abordando a desconocidos por todas partes, lo mismo podrían estar preguntándoles por el chico que haciendo proposiciones indecentes o metiéndose en cualquier asunto turbio no relacionado.- ¿Y si en vez de buscar a esa gente vamos a donde ya sabemos que vayan a ir? Quiero decir, intuyo que sabes cosas sobre la persona a quien buscan, sabrás que sitios frecuenta, podríamos quedarnos de camino a uno de esos lugares y esperar allí. Con toda la gente que hay aquí reunida, esas zonas deberían estar más vacías y poder identificar a los buscadores.
- Aunque igual no deberíamos ir al lugar correcto, si alguien nos escucha también podría seguirnos y que le hiciésemos el trabajo.- Comentó Teufel brevemente tras limpiar el hueso del chuletón, mientras se acercaba la tarta de Dundarak.
- Pues eso también es un buen punto. Igual es mejor si vamos a un sitio probable, pero donde no esperes verlo. O incluso si nosotros no sabemos a dónde nos dirigimos exactamente, mientras no nos lo digas, no puede filtrarse información que no se haya comunicado.- Viendo que tanto el elfo como la mujer nutria habían arrasado con la comida, con distinto grado de limpieza del plato, intuí que estábamos listos para comenzar la misión de impedir el control parental.- Asumo que estamos ya listos, podemos proceder como mejor te parezca.
- Bueno, puede ser capaz de cuidarse sola y ser una vampira ancestral, pero suele estar bien aceptar la ayuda de amigos. Las cosas se llevan mejor en compañía.
Pensé en el sucio Zelas y en que pocos sillazos se había llevado, pero al final convocar a sus aliados había sido la mejor idea que se le podía haber ocurrido, y si volvía a hacerlo habría que repetirlo, aunque seguramente se llevaría otro sillazo en el proceso.
Aunque lo que también aprendí fue que Daphe no era uno de esos radicales que querían purgar la cuidad. Y no era que yo tuviese demasiado interés por nada de lo que pasara en ese lugar, pero me alegraba de no estar trabajando con alguien que consideraba que los no vampiros solo servían como comida, algo que por otro lado se podía intuir al ser amiga de Elian.
- Ya, dicho así suena como el bando más razonable. Al menos si no tenemos como opción el arrasar esta ciudad hasta los cimientos.- Me paré un momento al darme cuenta de la salvajada que acababa de decir siendo que la vampira vivía en esa ciudad.- Lo siento, me crio una exiliada de esta ciudad y se me pegó el escaso aprecio que tenía por este lugar. Supongo que para los que seguís aquí parece un lugar aceptable para vivir.- Viendo que seguir hablando seguramente me acabase metiendo en un tema problemático, y cambié de tema a lo importante.- Entonces los que podrían atacarnos son vampiros supremacistas o quizás algún humano muy pasado de vueltas. Bien...
Miré a mi alrededor buscando a gente que pudiera parecer buscando a alguien, pero entre el caos no era capaz de distinguir nada. O mejor dicho, veía a tanta gente sospechosa que era imposible que todos ellos tuvieran segundas intenciones relacionadas con nuestro objetivo, ese chaval no tendría donde esconderse en todos los Reinos del Oeste.
- Hay tanta gente rara que se puede ver desde aquí que tardaríamos más en encontrar a quien hayan mandado a encontrarlos que ellos en localizar a su objetivo.- Había gente abordando a desconocidos por todas partes, lo mismo podrían estar preguntándoles por el chico que haciendo proposiciones indecentes o metiéndose en cualquier asunto turbio no relacionado.- ¿Y si en vez de buscar a esa gente vamos a donde ya sabemos que vayan a ir? Quiero decir, intuyo que sabes cosas sobre la persona a quien buscan, sabrás que sitios frecuenta, podríamos quedarnos de camino a uno de esos lugares y esperar allí. Con toda la gente que hay aquí reunida, esas zonas deberían estar más vacías y poder identificar a los buscadores.
- Aunque igual no deberíamos ir al lugar correcto, si alguien nos escucha también podría seguirnos y que le hiciésemos el trabajo.- Comentó Teufel brevemente tras limpiar el hueso del chuletón, mientras se acercaba la tarta de Dundarak.
- Pues eso también es un buen punto. Igual es mejor si vamos a un sitio probable, pero donde no esperes verlo. O incluso si nosotros no sabemos a dónde nos dirigimos exactamente, mientras no nos lo digas, no puede filtrarse información que no se haya comunicado.- Viendo que tanto el elfo como la mujer nutria habían arrasado con la comida, con distinto grado de limpieza del plato, intuí que estábamos listos para comenzar la misión de impedir el control parental.- Asumo que estamos ya listos, podemos proceder como mejor te parezca.
Corlys Glokta
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Re: [Evento social] Cena con wisterias.
Wolfgang Rammsteiner se levantó, aburrido, de su mesa dejando la comida sin tocar. No era suya, en realidad, pero la persona que la había pedido… digamos que no iba a estar en condiciones de comer nada en las próximas horas. Uno tenía que encontrar la manera de distraerse en medio de tanta decadencia, después de todo.
Caminó por el exterior de las mesas tratando de hacer oídos sordos a las estúpidas risas y conversaciones absurdas de los comensales hasta que localizó por fin lo que buscaba: una de aquellas muchachas con ridículas orejas de animales. Wolfgang no recordaba de quién había sido la idea de que se adornaran así, pero debía admitir que facilitaba la labor de localizarlas entre la multitud.
—¿Han encontrado ya a los que ayudaron con la carreta? —le preguntó cuando pasó a su lado.
La joven vampiro lo miró con gesto confuso. Era natural, no podía reconocerlo porque él le había ordenado que lo olvidara. Pero sus órdenes también incluían responder a la pregunta, como así lo hizo eventualmente:
—Aún no. El pergamino con sus rostros ha desaparecido, pero quizá alguna de las otras haya…
—Será mejor que te des prisa —interrumpió Wolfgang, imprimiendo en su voz toda la fuerza de su poder—. Tu vida depende de que encuentres a quienes auxiliaron a esa maldita carreta.
Los ojos de la muchacha se llenaron de terror y, con voz ansiosa, le preguntó:
—¿Tú eres uno de los que fue a auxiliar la carreta?
—No soy yo. Ni siquiera me has visto. Sigue buscando.
Y así lo hizo, preguntando con urgencia a aquellos que encontraba en su camino. Wolfgang no tardó en apartarla de su mente. No era más que una herramienta, después de todo. Una herramienta para encontrar a Zelas Hazelmere. Sabía que tenía que estar por ahí cerca, en alguna parte. Ansiaba tanto encontrarlo como le aburría esperar por la maldita señal de Oneca. Iba a necesitar algo más con lo que distraerse.
Pasó junto al grupo que se meneaba espasmódicamente de lado a lado y detuvo a uno de ellos, un tipo engalanado con los colores de la guardia humana.
—Ese tipo es un vampiro —le dijo, señalando a uno de los comensales al azar—. Mira bien, ha sacado un arma. Mátalo o nos matará a todos. Nunca me has visto. ¡Ve!
Los ojos del soldado se desenfocaron un poco mientras su mente trabajaba para incorporar la narrativa adecuada que apoyase la verdad de sus palabras. Una vez integrado el mensaje, su rostro se llenó de determinación y, empujando a los bailarines para apartarlos de su camino, se lanzó en busca de su nuevo enemigo.
Sí, un poco de distracción era justo lo que Wolfgang necesitaba aquella noche. Al otro lado del parque convertido en comedor, alejados del sonido de la ridícula música, parecía estar reuniéndose otro grupo. Así que se acercó en busca de nuevas posibilidades.
—...la compañía Elle de artes escénicas, señoras y señores —anunciaba una jovencita con pantalones y barba postiza desde lo alto de un pequeño escenario improvisado—, y hemos preparado para ustedes una de nuestras obras más aclamadas. ¡Con todos ustedes, Amores revueltos!
Mientras las personas más cercanas al escenario aplaudían educadamente, Wolfgang dio un pequeño rodeo para situarse entre bambalinas. Allí, agarró el brazo del primer muchacho con faldas que encontró y le dijo:
—Ese vestido es ridículo. Tu compañero debe darte el suyo. No me conoces, no me has visto. Ve a por ese vestido. Ahora.
No esperó a que el muchacho terminase de integrar sus palabras. Había visto a otra de las jóvenes con orejas animalescas. Debía averiguar si habían encontrado a ese maldito elfo.
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¿Me echaban de menos? No podía resistirme a un evento en Sacrestic Ville.
Cualquiera, hombre o mujer (o tortuga), es libre de considerarse el comensal aleatorio al que señala Wolfgang en el texto (solo uno, obviamente) o de toparse con las consecuencias de alguna otra de sus… distracciones. Dejo [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] enlace a su ficha, si les interesa, aunque nadie lo recordará a menos que tenga habilidades para resistirse a una potente sugestión.
No atacará directamente a nadie y se mantendrá siempre en un segundo o tercer plano, pero tienen permiso para manejarlo un poco si desean que sugestione a alguno de sus personajes.
Más allá de esto, disfruten de la velada. Seguirá abierta hasta el 12 de octubre (incluido).
Por cierto, ¿pediste ladoopitos o takete rojo de postre? Tyr me encarga avisarte de que están aderezados con [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo], también conocido como viagris, así que no te extrañe que tu libido se haga notar esta noche (dale las gracias a Cohen). Si pediste bolitas de amor, ya tenemos claro a lo que viniste, sigue con lo tuyo. Se permiten los +18 siempre que lo indiques al principio de tu post para no tomar a nadie por sorpresa.
Fehu
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Re: [Evento social] Cena con wisterias.
Nickolas Cohen estaba molesto.
No había que ser muy perspicaz para darse cuenta de que la actitud, otrora al menos neutral, denotaba un componente de desinterés mezclado con molestia mientras contestaba las preguntas simples de la vampiresa. Por supuesto. Caoimhe no esperaba una cálida bienvenida por su parte. Si bien era cierto que ambos compartían un secreto, el encuentro de ambos en D'orlind había dejado claro que aparte de la raza. sus convicciones eran algo perpendiculares. Y el inminente ajetreo del pueblo vampiro era una herida demasiada abierta como para dejar de lado diferencias tan claras. O al menos aquello podía pensarse al ver como Cohen de manera decidida evitaba la mirada de Caoimhe y las contadas ocasiones en las que compartieron dirección un atisbo de desconfianza cruzó su gesto, dudoso.
La vampiresa no se incomodó ante aquella reacción. Sin duda no se habría hecho un nombre en su rubro si se dejase incomodar por situaciones consecuentes de sus actos. Aquello era un mero juego. Una transacción de la que esperaba obtener resultados positivos, Cohen podría ser un aliado útil en sus próximos planes de expansión.
Por toda respuesta a sus preguntas, el vampiro se levantó después de que la que parecía ser la cumpleañera lo requiriese. Aquello la dejó a solas con Peter quien, a diferencia de Cohen, parecía más curioso a explicaciones. De hecho, su interés denotaba curiosidad selectiva.
-Digamos que Cohen y yo compartimos un cuarto en el mercado de la sangre- dijo de manera perspicaz. Hugo apareció tras ella y a pesar de las negativas iniciales, la vampiresa se alegró que le pasase una copa de vino rojizo- No te preocupes...- añadió moviendo un poco el contenido del vaso para ver la densidad de de los surcos que el líquido dejaba en la copa.Lo aireó varias veces antes de olerlo. Su cara reflejó algo de decepción. Hugo alzó los hombros, molesto- Me dejó claro que no es susceptible a encantos femeninos- dijo de manera críptica- Pero podríamos decir que es extremadamente bueno en describir con detalles ciertos atributos del género masculino- añadió y un recuerdo de cierta descripción se apoderó de su mente durante un segundo.
Le dirigió una sonrisa amable y su expresión cambió a una más cercana. A veces se le olvidaba que no todo el mundo entendía su humor. Le agarró la mano por un segundo como quitándo densidad al asunto y luego dijo:
-Digamos que me ayudó a cobrar el pago que uno de mis clientes me debía- dijo- Soy prestamista- añadió- No me gusta que las deudas se extiendan más del plazo acordado- continuó- Ya sabes...- dió un sorbo a su copa de vino de manera casual- Tienes que recalcular intereses... analizar las pérdidas... baremar cuantas costillas deben romperle mis secuaces...- dijo aquello bajito. Hugo le dirigió una mirada confundida.- Broma, broma... No hacemos daño a una mosca... pero bueno. Es complicado. Cohen sin duda me ayudó a que el proceso fuese más fácil. Y... como ves somos amigos íntimos desde entonces- alzó la copa señalando como Cohen se alejaba tras la mujer.
-Tú... bueno, cuéntame. Digamos que se me da bien obtener información y por lo que se... bueno creo que... No debe ser fácil vivir en Sacrestic en estos tiempos que corren- dijo.- He visto como te mira Cohen- añadió, algo en ella sentía envidia de la conexión entre ambos- Estoy segura que no es fácil para ninguno de los dos... Si alguna vez necesitáis un respiro de la ciudad bueno... Cohen sabe donde encontrarme- dijo- Y también sabe que soy sumamente discreta-
-....Creo que las croquetas sí. Y el filete de trompa de Craswar... Pero que no sea corte superficial. - dijo Hugo pidiendo su menú a uno de los camareros que se habían acercado. Miró a Peter de manera cómplice- Cuanto más superficial más cerca del hueso y menos consistente la carne de la trompa y bueno.. uno no quiere acabar grasiento, solo eso... Mi postre sin duda las bolitas de amor.. No espera. Esas son las favoritas de Axel mejor la torta.- añadió.
El camarero se giró luego hasta Coimhe quien miró la carta con poco interés y dijo: -Una crema mágica, una manzana rosada y...- sus ojos se apartaron de la carta hasta la nada misma, pensativa. Una figura pasó cerca de ella captando su atención durante algunos segundos y sentándose en una mesa. Tragó saliva, algo molesta. De pronto ninguno de los postres le parecían ya tan apetitosos.- No tomaré postre- dijo finalmente dandole la carta- Pero asegúrese de que mi copa siempre esté llena.- El camarero hizo una leve inclinación y se marchó.
-Podrías haber pedido algo más rico dijo Hugo molesto- Ya sabes como odio que se deje comida en la mesa y bueno... si sabías que voy a acabar comiendo también tu plato como mínimo te hubieses pedido el cochinillo a la Illidiense...-
Una figura conocida se deslizó de pronto de la nada a una de las mesas colindantes a la suya. Se sentó junto a una mujer que había conocido de manera breve y que le había prestado su carromato para cobijarse, junto a Tarek, del sol del día. Caoimhe le dedicó una sonrisa fugaz a modo de reconocimiento antes de que Nousis se sentase. El cabello largo y oscuro de aquel elfo lo delató incluso antes de que su aroma característico a alcornoque inundase sus pulmones. La última vez que había visto al hombre que acababa de sentarse en la mesa de al lado habían acordado ahogar el odio que se tenían por el bien de Aylizz durante un día. Caoimhe aún recordaba la expresión vulnerable y azorada a la par que incómoda de Nousis en la posada de Lunargenta.
Pero hacía semanas que aquel tratado había vencido y cualquier acción era juego limpio. Aunque lo cierto era que la suerte parecía acompañarla y la chica no tuvo que hacer mucho para poner en un aprieto al elfo.
Una hombre apareció de la nada. Su gesto enfocado en Nousis y con cara de pocos amigos, Sus mejillas visiblemente tintadas por el color rosado que dejaba el estupor del alcohol que había estado consumiento y su atuendo, con los colores rojizos y grises típicos de la guardia asentada en Lunargenta estaban teñidos del sudor que había estado acumulando en el baile.
-Tú- le dijo a Nousis de manera autoritaria- Álcese ahora mismo ante el poder de la guardia y revele su esencia Vampira- añadió posicionándose frente a Nousis.
Algunos de los presentes comenzaron a agitarse ante aquella escena y aunque no se produjo mucho alboroto, algunos cesaron su baile y comenzaron a cuchichear. Caoimhe giró su cuerpo y cruzó las piernas poniéndose cómoda en su asiento. Vació el contenido de su copa y lo cambió por otra estratégicamente posicionada.
Hugo hizo el ademán de levantarse de su asiento entendiendo el error que aquel guardia estaba cometiendo.
-Pero esque no ve que tiene orejas de..-
Caoimhe posicionó un dedo en sus fauces, acallándolo.
-¿Cómo osas acudir a esta fiesta donde bueno... donde vampiros de buen hacer y humanos están intentando solventar sus diferencias tan solo para mancillarla con ideas revolucionarias y extremistas como las que tiene usted?- dijo el guardia. Su mueca de disgusto acentuándose.
-Por personas como usted estamos en esta situación tan precaria. Alterar el orden establecido por una derrota justa es simple y llanamente injusto y todos los de su calaña deberían pagar por ello.
Caoimhe sorbió de nuevo de su copa.
- Y eso que no lo han quejarse del olor que las Wisterias están dejándo en su pelo- dijo Caoimhe y se dirigió a Hugo.- ¿Cierto, gatito? No entiendo como alguien puede ser tan desagradecido después del esfuerzo inmenso que han hecho todos para decorar todo este lugar..- añadió.- Imperdonable- dijo
Las habladurías comenzaron por alrededor de los presentes. Algunos comentaban que lo habían visto desprestigiar la comida. Los más borrachos culparon a Nousis de haber bailado la canción de Melenao de arriba a abajo en vez de de lao a lao. En menos de unos minutos aquella escena se extendió como la pólvora y Caoimhe se alzó para separarse del ojo de aquel incidente.
El guardia agarró una de las manos de Nousis con la intención de ponerle unos grilletes.
Caoimhe se levantó de la silla para dejar espacio al revuelto y forcejeo que estaban llevando a cabo.Se giró hacia Peter.
-Un placer conocerte- dijo de manera amigable- Me disculpas ante Cohen... no me gusta mucho el caos- añadió
Salió de entre la muchedumbre y se alejó un poco de aquel lugar tomando distancia. No tenía una percepción muy alta de aquellos que se alistaban a la guardia de Lunargenta, pero sin duda aquel hombre que hostigaba ahora a Nousis debía ser uno de los menos listos que había conocido.La manera de increpar abiertamente a alguien que era evidentemente un elfo era simplemente ridícula una escena casi prepara...
Caoimhe abrió mucho los ojos. Caminó de manera apresurada a la zona alta de balaustras analizando cada movimiento de aquellos invitados que bailaban ajenos a la trifulca. Aquellos que comían y bebían espaciados y tranquilos... los que charlaban animadamente. No pudo evitar mirar de pasada a cierta area en la que...
-¿Estás bien? - dijo Hugo agarrándola por un hombro.-
-Si.. por supuesto. Tan solo... Asegúrate de que no nos perdemos nada, ¿mmm? Creo que... ese guardia no parecía tan borracho como para ignorar unas orejas tan largas -
El hombre bestia miró a su amiga con ojos preocupados. La tensión se había posado en la nariz de la chica, arrugándola como cada vez que el estrés tomaba control de ella. Sus expectativas de poder probar bocado de la trompa que había pedido para cenar estaban desapareciendo.
------No había que ser muy perspicaz para darse cuenta de que la actitud, otrora al menos neutral, denotaba un componente de desinterés mezclado con molestia mientras contestaba las preguntas simples de la vampiresa. Por supuesto. Caoimhe no esperaba una cálida bienvenida por su parte. Si bien era cierto que ambos compartían un secreto, el encuentro de ambos en D'orlind había dejado claro que aparte de la raza. sus convicciones eran algo perpendiculares. Y el inminente ajetreo del pueblo vampiro era una herida demasiada abierta como para dejar de lado diferencias tan claras. O al menos aquello podía pensarse al ver como Cohen de manera decidida evitaba la mirada de Caoimhe y las contadas ocasiones en las que compartieron dirección un atisbo de desconfianza cruzó su gesto, dudoso.
La vampiresa no se incomodó ante aquella reacción. Sin duda no se habría hecho un nombre en su rubro si se dejase incomodar por situaciones consecuentes de sus actos. Aquello era un mero juego. Una transacción de la que esperaba obtener resultados positivos, Cohen podría ser un aliado útil en sus próximos planes de expansión.
Por toda respuesta a sus preguntas, el vampiro se levantó después de que la que parecía ser la cumpleañera lo requiriese. Aquello la dejó a solas con Peter quien, a diferencia de Cohen, parecía más curioso a explicaciones. De hecho, su interés denotaba curiosidad selectiva.
-Digamos que Cohen y yo compartimos un cuarto en el mercado de la sangre- dijo de manera perspicaz. Hugo apareció tras ella y a pesar de las negativas iniciales, la vampiresa se alegró que le pasase una copa de vino rojizo- No te preocupes...- añadió moviendo un poco el contenido del vaso para ver la densidad de de los surcos que el líquido dejaba en la copa.Lo aireó varias veces antes de olerlo. Su cara reflejó algo de decepción. Hugo alzó los hombros, molesto- Me dejó claro que no es susceptible a encantos femeninos- dijo de manera críptica- Pero podríamos decir que es extremadamente bueno en describir con detalles ciertos atributos del género masculino- añadió y un recuerdo de cierta descripción se apoderó de su mente durante un segundo.
Le dirigió una sonrisa amable y su expresión cambió a una más cercana. A veces se le olvidaba que no todo el mundo entendía su humor. Le agarró la mano por un segundo como quitándo densidad al asunto y luego dijo:
-Digamos que me ayudó a cobrar el pago que uno de mis clientes me debía- dijo- Soy prestamista- añadió- No me gusta que las deudas se extiendan más del plazo acordado- continuó- Ya sabes...- dió un sorbo a su copa de vino de manera casual- Tienes que recalcular intereses... analizar las pérdidas... baremar cuantas costillas deben romperle mis secuaces...- dijo aquello bajito. Hugo le dirigió una mirada confundida.- Broma, broma... No hacemos daño a una mosca... pero bueno. Es complicado. Cohen sin duda me ayudó a que el proceso fuese más fácil. Y... como ves somos amigos íntimos desde entonces- alzó la copa señalando como Cohen se alejaba tras la mujer.
-Tú... bueno, cuéntame. Digamos que se me da bien obtener información y por lo que se... bueno creo que... No debe ser fácil vivir en Sacrestic en estos tiempos que corren- dijo.- He visto como te mira Cohen- añadió, algo en ella sentía envidia de la conexión entre ambos- Estoy segura que no es fácil para ninguno de los dos... Si alguna vez necesitáis un respiro de la ciudad bueno... Cohen sabe donde encontrarme- dijo- Y también sabe que soy sumamente discreta-
-....Creo que las croquetas sí. Y el filete de trompa de Craswar... Pero que no sea corte superficial. - dijo Hugo pidiendo su menú a uno de los camareros que se habían acercado. Miró a Peter de manera cómplice- Cuanto más superficial más cerca del hueso y menos consistente la carne de la trompa y bueno.. uno no quiere acabar grasiento, solo eso... Mi postre sin duda las bolitas de amor.. No espera. Esas son las favoritas de Axel mejor la torta.- añadió.
El camarero se giró luego hasta Coimhe quien miró la carta con poco interés y dijo: -Una crema mágica, una manzana rosada y...- sus ojos se apartaron de la carta hasta la nada misma, pensativa. Una figura pasó cerca de ella captando su atención durante algunos segundos y sentándose en una mesa. Tragó saliva, algo molesta. De pronto ninguno de los postres le parecían ya tan apetitosos.- No tomaré postre- dijo finalmente dandole la carta- Pero asegúrese de que mi copa siempre esté llena.- El camarero hizo una leve inclinación y se marchó.
-Podrías haber pedido algo más rico dijo Hugo molesto- Ya sabes como odio que se deje comida en la mesa y bueno... si sabías que voy a acabar comiendo también tu plato como mínimo te hubieses pedido el cochinillo a la Illidiense...-
Una figura conocida se deslizó de pronto de la nada a una de las mesas colindantes a la suya. Se sentó junto a una mujer que había conocido de manera breve y que le había prestado su carromato para cobijarse, junto a Tarek, del sol del día. Caoimhe le dedicó una sonrisa fugaz a modo de reconocimiento antes de que Nousis se sentase. El cabello largo y oscuro de aquel elfo lo delató incluso antes de que su aroma característico a alcornoque inundase sus pulmones. La última vez que había visto al hombre que acababa de sentarse en la mesa de al lado habían acordado ahogar el odio que se tenían por el bien de Aylizz durante un día. Caoimhe aún recordaba la expresión vulnerable y azorada a la par que incómoda de Nousis en la posada de Lunargenta.
Pero hacía semanas que aquel tratado había vencido y cualquier acción era juego limpio. Aunque lo cierto era que la suerte parecía acompañarla y la chica no tuvo que hacer mucho para poner en un aprieto al elfo.
Una hombre apareció de la nada. Su gesto enfocado en Nousis y con cara de pocos amigos, Sus mejillas visiblemente tintadas por el color rosado que dejaba el estupor del alcohol que había estado consumiento y su atuendo, con los colores rojizos y grises típicos de la guardia asentada en Lunargenta estaban teñidos del sudor que había estado acumulando en el baile.
-Tú- le dijo a Nousis de manera autoritaria- Álcese ahora mismo ante el poder de la guardia y revele su esencia Vampira- añadió posicionándose frente a Nousis.
Algunos de los presentes comenzaron a agitarse ante aquella escena y aunque no se produjo mucho alboroto, algunos cesaron su baile y comenzaron a cuchichear. Caoimhe giró su cuerpo y cruzó las piernas poniéndose cómoda en su asiento. Vació el contenido de su copa y lo cambió por otra estratégicamente posicionada.
Hugo hizo el ademán de levantarse de su asiento entendiendo el error que aquel guardia estaba cometiendo.
-Pero esque no ve que tiene orejas de..-
Caoimhe posicionó un dedo en sus fauces, acallándolo.
-¿Cómo osas acudir a esta fiesta donde bueno... donde vampiros de buen hacer y humanos están intentando solventar sus diferencias tan solo para mancillarla con ideas revolucionarias y extremistas como las que tiene usted?- dijo el guardia. Su mueca de disgusto acentuándose.
-Por personas como usted estamos en esta situación tan precaria. Alterar el orden establecido por una derrota justa es simple y llanamente injusto y todos los de su calaña deberían pagar por ello.
Caoimhe sorbió de nuevo de su copa.
- Y eso que no lo han quejarse del olor que las Wisterias están dejándo en su pelo- dijo Caoimhe y se dirigió a Hugo.- ¿Cierto, gatito? No entiendo como alguien puede ser tan desagradecido después del esfuerzo inmenso que han hecho todos para decorar todo este lugar..- añadió.- Imperdonable- dijo
Las habladurías comenzaron por alrededor de los presentes. Algunos comentaban que lo habían visto desprestigiar la comida. Los más borrachos culparon a Nousis de haber bailado la canción de Melenao de arriba a abajo en vez de de lao a lao. En menos de unos minutos aquella escena se extendió como la pólvora y Caoimhe se alzó para separarse del ojo de aquel incidente.
El guardia agarró una de las manos de Nousis con la intención de ponerle unos grilletes.
Caoimhe se levantó de la silla para dejar espacio al revuelto y forcejeo que estaban llevando a cabo.Se giró hacia Peter.
-Un placer conocerte- dijo de manera amigable- Me disculpas ante Cohen... no me gusta mucho el caos- añadió
Salió de entre la muchedumbre y se alejó un poco de aquel lugar tomando distancia. No tenía una percepción muy alta de aquellos que se alistaban a la guardia de Lunargenta, pero sin duda aquel hombre que hostigaba ahora a Nousis debía ser uno de los menos listos que había conocido.La manera de increpar abiertamente a alguien que era evidentemente un elfo era simplemente ridícula una escena casi prepara...
Caoimhe abrió mucho los ojos. Caminó de manera apresurada a la zona alta de balaustras analizando cada movimiento de aquellos invitados que bailaban ajenos a la trifulca. Aquellos que comían y bebían espaciados y tranquilos... los que charlaban animadamente. No pudo evitar mirar de pasada a cierta area en la que...
-¿Estás bien? - dijo Hugo agarrándola por un hombro.-
-Si.. por supuesto. Tan solo... Asegúrate de que no nos perdemos nada, ¿mmm? Creo que... ese guardia no parecía tan borracho como para ignorar unas orejas tan largas -
El hombre bestia miró a su amiga con ojos preocupados. La tensión se había posado en la nariz de la chica, arrugándola como cada vez que el estrés tomaba control de ella. Sus expectativas de poder probar bocado de la trompa que había pedido para cenar estaban desapareciendo.
Off:
Interactúo con Peter.
Culpo a Nousis de ser un vampiro ( Porque todo es culpa de Nousis)
Bebo vino.
Culpo a Nousis de ser un vampiro ( Porque todo es culpa de Nousis)
Bebo vino.
Caoimhe
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Re: [Evento social] Cena con wisterias.
Seraphine dejó que sus palabras flotaran en el aire por un momento, observando la reacción de los otros dos en la mesa. Notaba cómo Fëanor la miraba con esa mezcla de admiración y encanto, sus ojos no se apartaban de ella, y eso solo lograba que el rubor en sus mejillas se intensificara. A pesar de los años que habían pasado desde que abandonó los eventos sociales y el contacto con gente nueva, era imposible no percatarse del impacto que causaba en el joven elfo.
No estoy acostumbrada a esto..., pensó mientras intentaba desviar su atención de él, fingiendo estar más interesada en su plato de ensalada élfica. La ligera incomodidad de ser el centro de atención persistía, y aunque su interior estaba agitado, su exterior mantenía la calma. La disciplina que había cultivado durante años la ayudaba a no dejar entrever cuán vulnerable se sentía en ese instante.
Por otro lado, Ingela, con su sonrisa forzada y su tono distante, continuaba haciendo pequeños intentos de conversación. Sin embargo, Seraphine podía sentir que algo no estaba del todo bien. La sonrisa burlona de la dragona no había pasado desapercibida, y aunque ella deseaba aliviar la tensión, era difícil no percibir que había una historia no contada entre Fëanor e Ingela.
-Es curioso- dijo finalmente Seraphine, después de una pausa más larga de lo habitual. Su voz era suave, pero su tono ahora denotaba un poco más de apertura. -La torta roja de Dundarak siempre ha sido algo muy especial para mí. Cuando era niña, solía esperar con ansias las festividades, porque sabía que mi madre la prepararía. Recuerdo cómo toda la casa se llenaba del aroma dulce de las bayas rojas y la especia que utilizaba para darle ese toque único. -
Al decir esto, una pequeña sonrisa nostálgica se formó en sus labios, pero rápidamente se desvaneció al notar la mirada de Ingela, que permanecía entre la confusión y el desconcierto.
Fëanor está tan embelesado que ni siquiera parece notar la incomodidad de su amiga..., pensó Seraphine mientras sus ojos iban de uno al otro, tratando de descifrar la naturaleza de su relación. Aunque la sonrisa burlona de Ingela había hecho que Seraphine se sintiera algo incómoda, la mención del postre favorito había logrado, de alguna manera, crear un puente entre ellas. Parecía un tema neutro, un terreno seguro en el que ambas podían coincidir.
-La última vez que probé esa torta fue hace mucho, antes de... de marcharme de casa. Quizás es por eso que le tengo tanto cariño. Es como un ancla a mis recuerdos de la infancia. Mi madre solía decir que cada pedazo contenía una historia, como si la magia de Dundarak se hubiera concentrado en ese postre -.
Seraphine, por un instante, permitió que su voz sonara más suave, más vulnerable, compartiendo un fragmento de su pasado sin ahondar en detalles, pero dejando suficiente para que se intuyera la añoranza y la distancia que había tomado de su hogar.
Mientras hablaba, sus dedos continuaban moviendo con delicadeza las hojas de la ensalada en su plato, casi sin darse cuenta. El brillo púrpura seguía captando su atención, un destello de belleza y misterio en medio de una noche de miradas tensas y palabras medidas. Es increíble... cómo algo tan simple puede ser tan hermoso, pensó, tratando de apartar momentáneamente la incomodidad de la situación.
Pero las miradas entre Ingela y Fëanor seguían capturando su atención, y aunque intentaba centrarse en el platillo frente a ella, no podía evitar preguntarse qué rol jugaba cada uno en la vida del otro. Era evidente que Ingela estaba sorprendida por la actitud de Fëanor, y aunque no lo mostraba abiertamente, Seraphine captaba esa pequeña chispa de incomodidad en los ojos de la dragona.
-Es curioso cómo un postre puede conectarnos tanto con el pasado - añadió Seraphine, esta vez dirigiéndose tanto a Ingela como a Fëanor, en un intento de suavizar el ambiente. -Mi familia siempre fue muy tradicional en Dundarak, y las cenas eran un evento importante. Hace tanto tiempo que no participo en algo así... que a veces olvido lo especiales que pueden ser estos momentos -.
Fëanor la miraba con atención, como si cada palabra que pronunciaba fuera una melodía que le cautivaba. Su expresión era de total admiración, pero Seraphine notaba algo más: una ternura que no había visto antes en él. ¿Será que realmente siente algo por mí?, se preguntaba, aunque la respuesta no era tan clara para ella.
-Es interesante que ambos compartan una historia - comentó de manera más casual, intentando desviar la atención hacia algo que no fuera ella misma. -¿Cómo se conocieron?- preguntó, dirigiendo una mirada curiosa hacia ambos.
El murmullo de las conversaciones era constante, pero no del todo invasivo. Sus pensamientos, sin embargo, divagaban de forma incesante, como si la atmósfera de la cena no terminara de encajar con su estado mental. Cada tanto, notaba cómo Fëanor y Ingela intercambiaban alguna palabra o mirada, lo que despertaba en ella una creciente curiosidad.
Con la vista aún centrada en su copa, Seraphine finalmente decidió que, si iba a estar sentada en la mesa, debía intentar ser parte de la conversación, aunque el nerviosismo revoloteaba en su interior.
-Parece que esta noche ha traído muchas sorpresas...- comentó, tratando de abrir un espacio para el diálogo, buscando las palabras adecuadas. Sabía que Fëanor e Ingela no eran extraños, pero tampoco tenía del todo claro qué los conectaba, o cuál era la naturaleza de su relación. Sentía una ligera tensión, y aunque no estaba segura de si era solo una proyección de sus propios pensamientos, no pudo evitar intentar aliviarla.
El silencio que siguió a su comentario le permitió continuar. Inclinó un poco la cabeza hacia Fëanor, sin querer parecer demasiado inquisitiva, pero lo suficientemente interesada como para no parecer distante.
-¿Hace mucho que conocen este lugar?- preguntó, desviando la conversación hacia un tema neutral. Las grandes salas de la cena y los brillantes decorados a su alrededor eran lo suficientemente imponentes como para ser una excusa perfecta para continuar hablando sin la presión de entrar en detalles personales.
Por un momento, pensó que quizá había dicho algo innecesario, o que la pregunta no había sido la más adecuada, pero decidió seguir adelante. Era mejor que quedarse en silencio y perderse entre sus propios pensamientos.
El tiempo pasó lentamente mientras esperaban alguna respuesta, y a medida que lo hacía, Seraphine intentaba descifrar las sutiles dinámicas en juego. A pesar de la ligera tensión que percibía, sentía también una curiosidad genuina por saber más.
-Siempre he encontrado fascinante cómo algunos lugares parecen tener una energía particular. Este, por ejemplo, parece tener una historia que aún no he descubierto - añadió, sus ojos recorriendo nuevamente el lugar con un brillo reflexivo. La habilidad de leer entre líneas era algo que había desarrollado con el tiempo, pero sabía que en ese momento, era más importante centrarse en el presente.
Mientras hablaba, no podía evitar recordar la sensación de estar en Dundarak, rodeada por los ecos de su linaje y la historia de su familia. Aunque ahora intentaba disociarse de ello, las enseñanzas de su juventud siempre estaban presentes, afectando la manera en que percibía su entorno.
Sus palabras no buscaban una respuesta inmediata, sino que se abrían paso en la conversación, permitiendo que las tensiones se disiparan. Sabía que la velada aún tenía mucho por delante, pero al menos, por ahora, se sentía más cómoda al estar hablando y no solo observando en silencio.
-Supongo que hay algo en las historias de los lugares que hace que nos conectemos más con ellos... ¿No creen?- concluyó, permitiendo que el hilo de la conversación fluyera naturalmente, mientras esperaba que tanto Fëanor como Ingela aportaran algo a sus palabras.
Mientras hablaba, un leve destello de inseguridad cruzó por su mente. Sabía que su forma de expresarse era mucho más indirecta que la de otros, y que quizá ese modo de tratar de acercarse podía parecer distante o evasivo. Pero la verdad era que no sabía cómo actuar de otra forma. Había pasado demasiado tiempo evitando ser el centro de atención, y ahora, en medio de este ambiente nuevo, la incertidumbre de sus propias acciones pesaba más de lo habitual.
No obstante, algo en su interior le decía que seguir hablando, aunque fuera con pequeñas frases, era el camino para aliviar la incomodidad que sentía.
No estoy acostumbrada a esto..., pensó mientras intentaba desviar su atención de él, fingiendo estar más interesada en su plato de ensalada élfica. La ligera incomodidad de ser el centro de atención persistía, y aunque su interior estaba agitado, su exterior mantenía la calma. La disciplina que había cultivado durante años la ayudaba a no dejar entrever cuán vulnerable se sentía en ese instante.
Por otro lado, Ingela, con su sonrisa forzada y su tono distante, continuaba haciendo pequeños intentos de conversación. Sin embargo, Seraphine podía sentir que algo no estaba del todo bien. La sonrisa burlona de la dragona no había pasado desapercibida, y aunque ella deseaba aliviar la tensión, era difícil no percibir que había una historia no contada entre Fëanor e Ingela.
-Es curioso- dijo finalmente Seraphine, después de una pausa más larga de lo habitual. Su voz era suave, pero su tono ahora denotaba un poco más de apertura. -La torta roja de Dundarak siempre ha sido algo muy especial para mí. Cuando era niña, solía esperar con ansias las festividades, porque sabía que mi madre la prepararía. Recuerdo cómo toda la casa se llenaba del aroma dulce de las bayas rojas y la especia que utilizaba para darle ese toque único. -
Al decir esto, una pequeña sonrisa nostálgica se formó en sus labios, pero rápidamente se desvaneció al notar la mirada de Ingela, que permanecía entre la confusión y el desconcierto.
Fëanor está tan embelesado que ni siquiera parece notar la incomodidad de su amiga..., pensó Seraphine mientras sus ojos iban de uno al otro, tratando de descifrar la naturaleza de su relación. Aunque la sonrisa burlona de Ingela había hecho que Seraphine se sintiera algo incómoda, la mención del postre favorito había logrado, de alguna manera, crear un puente entre ellas. Parecía un tema neutro, un terreno seguro en el que ambas podían coincidir.
-La última vez que probé esa torta fue hace mucho, antes de... de marcharme de casa. Quizás es por eso que le tengo tanto cariño. Es como un ancla a mis recuerdos de la infancia. Mi madre solía decir que cada pedazo contenía una historia, como si la magia de Dundarak se hubiera concentrado en ese postre -.
Seraphine, por un instante, permitió que su voz sonara más suave, más vulnerable, compartiendo un fragmento de su pasado sin ahondar en detalles, pero dejando suficiente para que se intuyera la añoranza y la distancia que había tomado de su hogar.
Mientras hablaba, sus dedos continuaban moviendo con delicadeza las hojas de la ensalada en su plato, casi sin darse cuenta. El brillo púrpura seguía captando su atención, un destello de belleza y misterio en medio de una noche de miradas tensas y palabras medidas. Es increíble... cómo algo tan simple puede ser tan hermoso, pensó, tratando de apartar momentáneamente la incomodidad de la situación.
Pero las miradas entre Ingela y Fëanor seguían capturando su atención, y aunque intentaba centrarse en el platillo frente a ella, no podía evitar preguntarse qué rol jugaba cada uno en la vida del otro. Era evidente que Ingela estaba sorprendida por la actitud de Fëanor, y aunque no lo mostraba abiertamente, Seraphine captaba esa pequeña chispa de incomodidad en los ojos de la dragona.
-Es curioso cómo un postre puede conectarnos tanto con el pasado - añadió Seraphine, esta vez dirigiéndose tanto a Ingela como a Fëanor, en un intento de suavizar el ambiente. -Mi familia siempre fue muy tradicional en Dundarak, y las cenas eran un evento importante. Hace tanto tiempo que no participo en algo así... que a veces olvido lo especiales que pueden ser estos momentos -.
Fëanor la miraba con atención, como si cada palabra que pronunciaba fuera una melodía que le cautivaba. Su expresión era de total admiración, pero Seraphine notaba algo más: una ternura que no había visto antes en él. ¿Será que realmente siente algo por mí?, se preguntaba, aunque la respuesta no era tan clara para ella.
-Es interesante que ambos compartan una historia - comentó de manera más casual, intentando desviar la atención hacia algo que no fuera ella misma. -¿Cómo se conocieron?- preguntó, dirigiendo una mirada curiosa hacia ambos.
El murmullo de las conversaciones era constante, pero no del todo invasivo. Sus pensamientos, sin embargo, divagaban de forma incesante, como si la atmósfera de la cena no terminara de encajar con su estado mental. Cada tanto, notaba cómo Fëanor y Ingela intercambiaban alguna palabra o mirada, lo que despertaba en ella una creciente curiosidad.
Con la vista aún centrada en su copa, Seraphine finalmente decidió que, si iba a estar sentada en la mesa, debía intentar ser parte de la conversación, aunque el nerviosismo revoloteaba en su interior.
-Parece que esta noche ha traído muchas sorpresas...- comentó, tratando de abrir un espacio para el diálogo, buscando las palabras adecuadas. Sabía que Fëanor e Ingela no eran extraños, pero tampoco tenía del todo claro qué los conectaba, o cuál era la naturaleza de su relación. Sentía una ligera tensión, y aunque no estaba segura de si era solo una proyección de sus propios pensamientos, no pudo evitar intentar aliviarla.
El silencio que siguió a su comentario le permitió continuar. Inclinó un poco la cabeza hacia Fëanor, sin querer parecer demasiado inquisitiva, pero lo suficientemente interesada como para no parecer distante.
-¿Hace mucho que conocen este lugar?- preguntó, desviando la conversación hacia un tema neutral. Las grandes salas de la cena y los brillantes decorados a su alrededor eran lo suficientemente imponentes como para ser una excusa perfecta para continuar hablando sin la presión de entrar en detalles personales.
Por un momento, pensó que quizá había dicho algo innecesario, o que la pregunta no había sido la más adecuada, pero decidió seguir adelante. Era mejor que quedarse en silencio y perderse entre sus propios pensamientos.
El tiempo pasó lentamente mientras esperaban alguna respuesta, y a medida que lo hacía, Seraphine intentaba descifrar las sutiles dinámicas en juego. A pesar de la ligera tensión que percibía, sentía también una curiosidad genuina por saber más.
-Siempre he encontrado fascinante cómo algunos lugares parecen tener una energía particular. Este, por ejemplo, parece tener una historia que aún no he descubierto - añadió, sus ojos recorriendo nuevamente el lugar con un brillo reflexivo. La habilidad de leer entre líneas era algo que había desarrollado con el tiempo, pero sabía que en ese momento, era más importante centrarse en el presente.
Mientras hablaba, no podía evitar recordar la sensación de estar en Dundarak, rodeada por los ecos de su linaje y la historia de su familia. Aunque ahora intentaba disociarse de ello, las enseñanzas de su juventud siempre estaban presentes, afectando la manera en que percibía su entorno.
Sus palabras no buscaban una respuesta inmediata, sino que se abrían paso en la conversación, permitiendo que las tensiones se disiparan. Sabía que la velada aún tenía mucho por delante, pero al menos, por ahora, se sentía más cómoda al estar hablando y no solo observando en silencio.
-Supongo que hay algo en las historias de los lugares que hace que nos conectemos más con ellos... ¿No creen?- concluyó, permitiendo que el hilo de la conversación fluyera naturalmente, mientras esperaba que tanto Fëanor como Ingela aportaran algo a sus palabras.
Mientras hablaba, un leve destello de inseguridad cruzó por su mente. Sabía que su forma de expresarse era mucho más indirecta que la de otros, y que quizá ese modo de tratar de acercarse podía parecer distante o evasivo. Pero la verdad era que no sabía cómo actuar de otra forma. Había pasado demasiado tiempo evitando ser el centro de atención, y ahora, en medio de este ambiente nuevo, la incertidumbre de sus propias acciones pesaba más de lo habitual.
No obstante, algo en su interior le decía que seguir hablando, aunque fuera con pequeñas frases, era el camino para aliviar la incomodidad que sentía.
Seraphine Valaryon
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Re: [Evento social] Cena con wisterias.
Off Rol: Hay una sutil referencia a una erección (gracias, Cohen), pero nada gráfico.
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—Hey, puede que sea un estercolero inmundo, pero es nuestro estercolero inmundo —dijo Daphne, disculpando a Corlys con una sonrisa melancólica.
Mientras los demás se levantaban de la mesa, Elian ya se había comido su segundo bocadito de dulzor y no pudo evitar dejar escapar un pequeño eructo. Por alguna razón, vino acompañado de una pequeña nubecilla de vaho ligeramente púrpura. Quizá tuviera que ver con esas flores brillantes de la ensalada. Había sido un toque decorativo interesante, aunque se saliera un poco de la receta tradicional. En cualquier caso, no sentía la necesidad imperiosa de ir corriendo a agacharse detrás de un arbusto, así que no tenía de qué quejarse.
—Parece que alguien está preparando algún tipo de representación —dijo, señalando desde su aventajada altura un improvisado escenario a un extremo del área reservada para el festejo.
—Sí, bueno —comentó Daphne, mirando significativamente al inquisitivo Corlys—. Ya te había dicho que se pasaría por la fiesta con sus amigos…
—Ya veo —dijo distraídamente Elian al fijarse en una figura curiosamente curvilínea para la generosa barba que la acompañaba—. ¿Es imaginación mía o se está caldeando la noche?
—A mí me parece una temperatura normal para esta época del año —dijo Daphne y, al ver cómo el elfo se peleaba con el botón superior de la camisa mientras se abanicaba con una mano, añadió—: ¿Te encuentras bien?
—Sí, sí. Es solo que la camisa me está dando un poco de calor. Entonces, ¿vamos a ver la representación? —añadió Elian en voz innecesariamente alta, esperando que sus compañeros pillaran la indirecta.
En ese momento, una mujer de mediana edad se dejó caer lánguidamente, apoyando su generoso busto contra el pecho de Corlys.
—Hola, apuesto galán —le dijo, toqueteando al vampiro sin ningún recato—. ¿Te vienes conmigo a dar un paseo entre las wisterias?
—Pues sí que es apuesto —comentó Elian en voz baja.
—¿Qué? —dijo Daphne, a quien el comentario había tomado claramente por sorpresa.
—Bueno, es un tipo apuesto. Ya sabes, con ese aire de estar de vuelta de todo… No deja de tener su atractivo.
La expresión de absoluto desconcierto en el rostro de Daphne desapareció de la línea de visión de Elian cuando una muchacha con orejas postizas de conejo y un pronunciado escote lo agarró por los hombros y le habló con urgencia.
—¿Tú eres el que auxilió a la carreta?
Elian, que empezaba a sentir una incómoda presión en los pantalones, la agarró por las increíblemente suaves muñecas para quitársela lo más delicadamente posible de encima.
—Me temo que se ha equivocado de persona, señorita…
—Vaya, Elian —dijo Daphne, y la manera flagrante con que evitaba mirar a cierta zona dejó claro que lo había visto—, no tenía idea de que este fuera tu tipo…
—¿Eh? No, no es eso…
—Y tú —dijo la muchacha, al borde del llanto y cayendo de rodillas delante de Daphne—. ¿Tú auxiliaste a la carreta? ¡Por favor, tengo que encontrar a quien auxilió a la carreta!
Elian
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Re: [Evento social] Cena con wisterias.
Por lo que se veía al fondo, parecía que no íbamos a tener que buscar a la compañía de teatro porque habían venido ellos a nuestro encuentro. Eso podía ser un problema al dejar al chaval a la vista de todos, lo que iba a complicar poder anticiparnos a sus buscadores, pero al menos ya sabíamos donde había que ir para tratar de evitarlo. El sofoco de Elian también me generaba ciertas inquietudes, especialmente siendo que en nuestro último encuentro había acabado creando fruta explosiva por un éter inestable o algo así.
- Ir a ver esa representación parece una buena idea.- Miré el atuendo de Elian y luego el mío propio, me dio la impresión de que yo llevaba más capas y aún así no tenía calor. No iba a negar que me preocupaba un poco el elfo.- ¿Seguro que estás bien? ¿No hay posibilidades de que volvamos a encontrarnos con granadas asesinas?
Y si ese hubiera sido el único cambio, seguramente podríamos haber improvisado algún plan para gestionar ese asunto y luego lidiar con el chaval fugitivo, pero por desgracia, el resultado fue bastante diferente. Empezando por una mujer cayendo sobre mi, lo que no sería nada reseñable, si no fuera porque además de pegar su cuerpo al mío con demasiada efusividad, su manos estaban haciendo mucho más contacto del estrictamente necesario. Llegado ese punto, la proposición no resultó ni sorprendente, aunque no por ello tenía menos ganas de huir. Era una pena que tuviera asuntos que afrontar y no pudiese simplemente escapar, así que me resigné, suspiré y traté de buscar ayuda con la mirada.
- Lo siento, pero creo que el mejor uso de esos arbustos es en solitario.- La mujer no pareció entenderme y siguió con sus intentos, y pude ver por el rabillo del ojo a Teufel dándose una palmada en la frente. Supuse que no era el momento para bromas de dudosa calidad y que solo entenderían un par de personas, pero las situaciones tensas siempre me llevaban al humor de mierda.- Lo siento, estoy ocupado. Pero seguro que encuentras a alguien más predispuesto por ahí.- Respondí mientras intentaba meter los brazos entre nuestros cuerpos y darme un poco de espacio, algo que conseguí a pesar de que como se resistía acabé tocando bastante más de lo que me hubiera gustado.- En serio, me siento alagado, pero no puedo.
- Déjale, está trabajando.- Se entrometió Teufel gruñendo y con el pelaje erizado, lo que pareció tener un mayor efecto que mis intentos de escape, porque la mujer farfulló algo que no llegué a entender y se alejó de nosotros.
- Ya podrías haber intervenido antes.
- Es que primero me pilló por sorpresa y luego me hacían gracia tus nulas habilidades.
Iba a increparla, pero al girarme me encontré con otro panorama peculiar, pues había una moza con orejas de conejo pegadas a la cabeza y un atuendo bastante revelador empezó a agitar a Elian preguntándole si era quien había ayudado al carro de las flores. Por si no fuera suficientemente extraño, después le preguntó a Daphne totalmente desesperada. Y yo no entendía mucho, salvo porque con el comentario de la vampira infantil creía haber captado que el problema de Elian no es que fuese a volver a perder el control de su magia, pero lo poco que capté fue suficiente para quitarme el broche de wisterias que me había dado Luke Winters y guardármelo en la bolsa. Que alguien buscase llorando a los que ayudaron al carro no podía ser nada bueno, y no me gustaba caer en trampas, por lo que tendría que ver que era capaz de hacer con lo que sabía.
- ¿No crees que si una niña vampira hubiera ayudado a la carreta ya os lo habrían dicho?
- Se perdieron los carteles con las caras de quienes ayudaron. No sabemos nada. ¿Eres tú quien ayudó a la carreta?- Me preguntó a mi ya con lágrimas en los ojos.
- ¿No crees que ir preguntando desquiciada a todo el mundo con quien te cruzas no es la mejor forma de encontrarlo? Igual aunque te los encuentres los asustas y no te dicen nada.- Miré a Daphne y Elian para que me siguieran el juego y no dijeran que yo era a quien buscaban.
- Es necesario que los encontremos rápido, no podemos perder tiempo.
- Y por eso mismo deberías buscarlos con más calma. Estábamos yendo hacia el teatro, te podemos ayudar a encontrarlos por ahí, que hay mucha gente, pero antes tienes que relajarte un poco, o al menos ocultar que no lo estás. Dile a Daphne lo que sepas, ella conoce bien esta ciudad e igual puede decirte algo útil.
Viendo sus ojos lagrimosos y la forma en que temblaba casi me daba pena la chica por la forma en la que la estaba mintiendo, pero esto apestaba a una trampa, y dado que no tenía demasiadas ganas de caer en ella, tenía que intentar anticiparme a lo que fuera que estaban tramando. Tenerla cerca era arriesgado, pero parecía la única forma de poder entender que estaba sucediendo. Aunque quizás también tenía un poco de conciencia y me sentía mal por mandarla a un sitio donde seguramente la harían algo horrible. Así que confiaba en que Daphne supiera lidiar con ella y hacer lo que la pareciese más adecuado, si era tan vieja como parecía por sus palabras y llevaba tanto tiempo viviendo en este agujero inmundo, debía saber moverse entre conspiraciones.
Mi ventaja era que yo si sabía a quien buscaba, tenía que aprovecharla el tiempo que fuera posible, pero debía advertir a Zelas, que lo último que sabía de él es que se había ido con una vampira, aunque me quería sonar que esa no llevaba orejas. Por mi parte, debía evitar encontrarme con Dolofrea, Luke o el guardia con el que hablé en todo ese asunto, y confiar en que nadie de por aquí tuviera una descripción mía. Aunque al menos parte de eso ya tenía intención de solucionarlo, separándome de Teufel para llevar a cabo el plan.
- Teufel, necesito que salgas de aquí sin que se te note mucho y vayas a buscar a Zelas. Avísale de que alguien nos busca y no parecen tener demasiado buenas intenciones.- Le susurré a mi compañera mientras la daba un ligero empujón para alejarnos de la vampira con orejas y que no nos oyera.
- ¿Por qué yo?
- Se supone que la gente bestia tenéis buenos sentidos, úsalos. Ya le conoces, sabrás moderadamente como huele. Se había ido con una vampira, no puedo decirte mucho más.
- ¿Y tu qué vas a hacer mientras tanto?
- Es el momento de descubrir que tal se me da hacer malabares, porque me atrevería a decir que tengo que mantener más pelotas en el aire de las que soy capaz. Así que no tardes mucho. Quedamos en el teatro.
- Suerte, sanguijuela.
La mujer nutria me dio una palmada en el hombro y se movió entre la multitud. Por mi parte asentí para despedirme y volví inmediatamente con Elian y compañía.
- Ir a ver esa representación parece una buena idea.- Miré el atuendo de Elian y luego el mío propio, me dio la impresión de que yo llevaba más capas y aún así no tenía calor. No iba a negar que me preocupaba un poco el elfo.- ¿Seguro que estás bien? ¿No hay posibilidades de que volvamos a encontrarnos con granadas asesinas?
Y si ese hubiera sido el único cambio, seguramente podríamos haber improvisado algún plan para gestionar ese asunto y luego lidiar con el chaval fugitivo, pero por desgracia, el resultado fue bastante diferente. Empezando por una mujer cayendo sobre mi, lo que no sería nada reseñable, si no fuera porque además de pegar su cuerpo al mío con demasiada efusividad, su manos estaban haciendo mucho más contacto del estrictamente necesario. Llegado ese punto, la proposición no resultó ni sorprendente, aunque no por ello tenía menos ganas de huir. Era una pena que tuviera asuntos que afrontar y no pudiese simplemente escapar, así que me resigné, suspiré y traté de buscar ayuda con la mirada.
- Lo siento, pero creo que el mejor uso de esos arbustos es en solitario.- La mujer no pareció entenderme y siguió con sus intentos, y pude ver por el rabillo del ojo a Teufel dándose una palmada en la frente. Supuse que no era el momento para bromas de dudosa calidad y que solo entenderían un par de personas, pero las situaciones tensas siempre me llevaban al humor de mierda.- Lo siento, estoy ocupado. Pero seguro que encuentras a alguien más predispuesto por ahí.- Respondí mientras intentaba meter los brazos entre nuestros cuerpos y darme un poco de espacio, algo que conseguí a pesar de que como se resistía acabé tocando bastante más de lo que me hubiera gustado.- En serio, me siento alagado, pero no puedo.
- Déjale, está trabajando.- Se entrometió Teufel gruñendo y con el pelaje erizado, lo que pareció tener un mayor efecto que mis intentos de escape, porque la mujer farfulló algo que no llegué a entender y se alejó de nosotros.
- Ya podrías haber intervenido antes.
- Es que primero me pilló por sorpresa y luego me hacían gracia tus nulas habilidades.
Iba a increparla, pero al girarme me encontré con otro panorama peculiar, pues había una moza con orejas de conejo pegadas a la cabeza y un atuendo bastante revelador empezó a agitar a Elian preguntándole si era quien había ayudado al carro de las flores. Por si no fuera suficientemente extraño, después le preguntó a Daphne totalmente desesperada. Y yo no entendía mucho, salvo porque con el comentario de la vampira infantil creía haber captado que el problema de Elian no es que fuese a volver a perder el control de su magia, pero lo poco que capté fue suficiente para quitarme el broche de wisterias que me había dado Luke Winters y guardármelo en la bolsa. Que alguien buscase llorando a los que ayudaron al carro no podía ser nada bueno, y no me gustaba caer en trampas, por lo que tendría que ver que era capaz de hacer con lo que sabía.
- ¿No crees que si una niña vampira hubiera ayudado a la carreta ya os lo habrían dicho?
- Se perdieron los carteles con las caras de quienes ayudaron. No sabemos nada. ¿Eres tú quien ayudó a la carreta?- Me preguntó a mi ya con lágrimas en los ojos.
- ¿No crees que ir preguntando desquiciada a todo el mundo con quien te cruzas no es la mejor forma de encontrarlo? Igual aunque te los encuentres los asustas y no te dicen nada.- Miré a Daphne y Elian para que me siguieran el juego y no dijeran que yo era a quien buscaban.
- Es necesario que los encontremos rápido, no podemos perder tiempo.
- Y por eso mismo deberías buscarlos con más calma. Estábamos yendo hacia el teatro, te podemos ayudar a encontrarlos por ahí, que hay mucha gente, pero antes tienes que relajarte un poco, o al menos ocultar que no lo estás. Dile a Daphne lo que sepas, ella conoce bien esta ciudad e igual puede decirte algo útil.
Viendo sus ojos lagrimosos y la forma en que temblaba casi me daba pena la chica por la forma en la que la estaba mintiendo, pero esto apestaba a una trampa, y dado que no tenía demasiadas ganas de caer en ella, tenía que intentar anticiparme a lo que fuera que estaban tramando. Tenerla cerca era arriesgado, pero parecía la única forma de poder entender que estaba sucediendo. Aunque quizás también tenía un poco de conciencia y me sentía mal por mandarla a un sitio donde seguramente la harían algo horrible. Así que confiaba en que Daphne supiera lidiar con ella y hacer lo que la pareciese más adecuado, si era tan vieja como parecía por sus palabras y llevaba tanto tiempo viviendo en este agujero inmundo, debía saber moverse entre conspiraciones.
Mi ventaja era que yo si sabía a quien buscaba, tenía que aprovecharla el tiempo que fuera posible, pero debía advertir a Zelas, que lo último que sabía de él es que se había ido con una vampira, aunque me quería sonar que esa no llevaba orejas. Por mi parte, debía evitar encontrarme con Dolofrea, Luke o el guardia con el que hablé en todo ese asunto, y confiar en que nadie de por aquí tuviera una descripción mía. Aunque al menos parte de eso ya tenía intención de solucionarlo, separándome de Teufel para llevar a cabo el plan.
- Teufel, necesito que salgas de aquí sin que se te note mucho y vayas a buscar a Zelas. Avísale de que alguien nos busca y no parecen tener demasiado buenas intenciones.- Le susurré a mi compañera mientras la daba un ligero empujón para alejarnos de la vampira con orejas y que no nos oyera.
- ¿Por qué yo?
- Se supone que la gente bestia tenéis buenos sentidos, úsalos. Ya le conoces, sabrás moderadamente como huele. Se había ido con una vampira, no puedo decirte mucho más.
- ¿Y tu qué vas a hacer mientras tanto?
- Es el momento de descubrir que tal se me da hacer malabares, porque me atrevería a decir que tengo que mantener más pelotas en el aire de las que soy capaz. Así que no tardes mucho. Quedamos en el teatro.
- Suerte, sanguijuela.
La mujer nutria me dio una palmada en el hombro y se movió entre la multitud. Por mi parte asentí para despedirme y volví inmediatamente con Elian y compañía.
Corlys Glokta
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Re: [Evento social] Cena con wisterias.
Tras un rápido vistazo, pudo comprobar que, efectivamente, llegaba tarde a la cena. Los platos, algunos llenos otros con restos y otros aún con movimiento de cubiertos y manos sobre ellos, llenaban las mesas del lugar. Los invitados a tan distinguida ocasión disfrutaban del festín que se les ofrecía, así como de las variadas músicas, bailes, y otros espectáculos que seguro escapaban a ojos del pelirrojo.
Se sentía abrumado por el contraste que suponía el evento con respecto a la vida de campamento que llevaba en los últimos meses. Un hombre, finamente vestido, le ofreció una selección de bebidas de entre las que Sango eligió el hidromiel de Lunargenta. Se acercó el contenido de la copa a la nariz y el familiar olor hizo que sonriera, allí, en la otra punta del continente, con el recuerdo del hogar. Ah, hogar. Una sonrisa que ahogó con un sorbo antes de deambular por entre los asistentes.
En un primer momento, Sango rechazó la invitación. La muchacha que pregonaba e invitaba a todo aquel que veía le había insistido en que era una ocasión irrepetible en un tiempo único. Y si bien la muchacha tenía razón, dadas las circunstancias que el mundo vivía, el guerrero continuó caminando, con duda en la cabeza. Una duda que se convirtió en curiosidad y esta en casi una necesidad que terminó por vencer a la pereza y a su deseo de querer irse pronto a dormir.
Paladeó el dulce sabor del hidromiel y echó un vistazo a su alrededor. Mujeres y hombres de todas las razas y de todas las partes del continente se daban cita allí. Compartían mesa, charlaban animadamente y disfrutaban de las actividades en completa armonía. Tal y como debía ser. Sin embargo, como había ocurrido en otras ocasiones, tan solo hacía falta un empujón de un lado de la balanza para romper el equilibrio y dejar que el caos, enfundado en sus muchos y muy diversos trajes, tales como intereses políticos, económicos o incluso motivos raciales entre otros sinsentidos, cegara los corazones y aniquilara de golpe lo que, con esfuerzo y trabajo, había costado tanto conseguir.
En esas divagaciones estaba, cuando del otro lado de la columna en la que se había apoyado en algún momento, un hombre, de edad avanzada, con arrugas, barba recogida en una trenza y pelo grisáceo que tapaba parte de su rostro se apoyó del otro lado. Parecía cansado y Sango supuso que había parado para descansar. Al volver la vista al frente y tratar de retomar el hilo de pensamientos, el anciano habló al otro lado.
- ¿Qué tal? ¿Disfrutando de la noche?- preguntó el anciano.
El pelirrojo volvió la cabeza y asintió sonriente.
- Sí, así es- echó un rápido vistazo al hombre y de nuevo miró al frente-. Y eso que acabo de llegar.
- Bueno, veo que anduviste rápido adaptándote al ambiente- dijo entre risas.
Sango miró el vaso con el hidromiel y acompañó al anciano en la risa.
- Tengo que decir que me lo ofrecieron nada más entrar.
El anciano asintió levemente. Un silencio se instaló entre ambos, mientras sus ojos danzaban de un lado a otro. Una voz aquí, una carcajada allá, unos aplausos al otro lado. Sango dio un sorbo y se fijó en la orejas de animales que llevaba un chaval joven que parecía ir a alguna parte.
- ¿Un sitio maravilloso, verdad?- preguntó el anciano rompiendo el silencio entre ambos.
- ¿Cuál? ¿Este? Oh sí, sin duda se esforzaron con la decoración- respondió Sango.
El anciano ladeó la cabeza y dejó que el pelo tapara la mitad del rostro que Sango veía.
- Yo me refería al lugar que nos acoge a todos, que nos da la oportunidad de crear una historia, nuestra historia y que nos permite conocer a gente maravillosa con la que compartir este mundo- el anciano se separó de la columna-. Aerandir- dijo antes de dar un paso al frente y apoyar su peso en una vara que había permanecido oculta hasta el momento-. Un lugar por el que debemos estar agradecidos y que debemos cuidar para nosotros mismos y para los que vengan detrás. Deberíamos brindar por la madre creadora, ¿no te parece? De hecho creo que deberías hacerlo.
Entonces se giró completamente hacia Sango y pudo ver su rostro. Su corazón se aceleró. Se imaginaba que el final de aquel palo tenía una punta de acero que estaba oculta con algún tipo de hechicería, que la carne en torno al ojo que tenía cerrado era porque ese ojo yacía en lo más profundo de uno de los pozos más famosos de todas las sagas.
La mano con la sujetaba el vaso empezó a temblar. Se pasó la mano libre por los ojos y el anciano parecía haberse esfumado delante de él. Miró a un lado y a otro y vio su figura avanzar entre un grupo de gente. Sango se apresuró tras él.
Sin embargo, tras deambular por entre el grupo de gente y después de seguir lo que creía era la sagrada figura del anciano, terminó su persecución en un punto entre mesas. En mitad de alguna parte de aquel salón y en la que sus ojos no podían apartar la mirada de una mujer que dejaba que un joven rellenara una copa de vino.
Desvió su atención para mirar a su alrededor, con la esperanza de encontrar al anciano pero no había rastro de él. Suspirió. Miró el vaso con el hidromiel y sacudió la cabeza. Sus pasos, entonces, le llevaron junto al camarero y le pidió que le rellenaran el vaso. Miró a la mujer de ojos ambarinos y tras un titubeó se giró completamente hacia ella.
- Hola, ¿qué tal?- saludó-. Soy Sango- se presentó-. Me pasó una cosa curiosa- empezó el pelirrojo-, me han pedido que brinde pero perdí la persona con la que iba a hacerlo- observó el cabello negro y los ojos amarillos-. Debía brindar por la madre creadora, pero... Bueno, ya que mis pasos me han llevado hasta aquí...- alzó la copa en dirección a la mujer-. ¿Brindas conmigo? Por la madre creadora.
- Sango interactúa con una figura que en su cabeza parece ser Odín que le lleva directamente a Nana, con la que interactúa al final del post.
- Aprovecho para felicitar por los quince años del foro e invito a que todos alcen sus copas para brindar por la madre creadora de este mundo tan maravilloso. Brindemos porque algún día podamos hacerlo en persona. Muchas felicidades. ¡A por otros quince!
Se sentía abrumado por el contraste que suponía el evento con respecto a la vida de campamento que llevaba en los últimos meses. Un hombre, finamente vestido, le ofreció una selección de bebidas de entre las que Sango eligió el hidromiel de Lunargenta. Se acercó el contenido de la copa a la nariz y el familiar olor hizo que sonriera, allí, en la otra punta del continente, con el recuerdo del hogar. Ah, hogar. Una sonrisa que ahogó con un sorbo antes de deambular por entre los asistentes.
En un primer momento, Sango rechazó la invitación. La muchacha que pregonaba e invitaba a todo aquel que veía le había insistido en que era una ocasión irrepetible en un tiempo único. Y si bien la muchacha tenía razón, dadas las circunstancias que el mundo vivía, el guerrero continuó caminando, con duda en la cabeza. Una duda que se convirtió en curiosidad y esta en casi una necesidad que terminó por vencer a la pereza y a su deseo de querer irse pronto a dormir.
Paladeó el dulce sabor del hidromiel y echó un vistazo a su alrededor. Mujeres y hombres de todas las razas y de todas las partes del continente se daban cita allí. Compartían mesa, charlaban animadamente y disfrutaban de las actividades en completa armonía. Tal y como debía ser. Sin embargo, como había ocurrido en otras ocasiones, tan solo hacía falta un empujón de un lado de la balanza para romper el equilibrio y dejar que el caos, enfundado en sus muchos y muy diversos trajes, tales como intereses políticos, económicos o incluso motivos raciales entre otros sinsentidos, cegara los corazones y aniquilara de golpe lo que, con esfuerzo y trabajo, había costado tanto conseguir.
En esas divagaciones estaba, cuando del otro lado de la columna en la que se había apoyado en algún momento, un hombre, de edad avanzada, con arrugas, barba recogida en una trenza y pelo grisáceo que tapaba parte de su rostro se apoyó del otro lado. Parecía cansado y Sango supuso que había parado para descansar. Al volver la vista al frente y tratar de retomar el hilo de pensamientos, el anciano habló al otro lado.
- ¿Qué tal? ¿Disfrutando de la noche?- preguntó el anciano.
El pelirrojo volvió la cabeza y asintió sonriente.
- Sí, así es- echó un rápido vistazo al hombre y de nuevo miró al frente-. Y eso que acabo de llegar.
- Bueno, veo que anduviste rápido adaptándote al ambiente- dijo entre risas.
Sango miró el vaso con el hidromiel y acompañó al anciano en la risa.
- Tengo que decir que me lo ofrecieron nada más entrar.
El anciano asintió levemente. Un silencio se instaló entre ambos, mientras sus ojos danzaban de un lado a otro. Una voz aquí, una carcajada allá, unos aplausos al otro lado. Sango dio un sorbo y se fijó en la orejas de animales que llevaba un chaval joven que parecía ir a alguna parte.
- ¿Un sitio maravilloso, verdad?- preguntó el anciano rompiendo el silencio entre ambos.
- ¿Cuál? ¿Este? Oh sí, sin duda se esforzaron con la decoración- respondió Sango.
El anciano ladeó la cabeza y dejó que el pelo tapara la mitad del rostro que Sango veía.
- Yo me refería al lugar que nos acoge a todos, que nos da la oportunidad de crear una historia, nuestra historia y que nos permite conocer a gente maravillosa con la que compartir este mundo- el anciano se separó de la columna-. Aerandir- dijo antes de dar un paso al frente y apoyar su peso en una vara que había permanecido oculta hasta el momento-. Un lugar por el que debemos estar agradecidos y que debemos cuidar para nosotros mismos y para los que vengan detrás. Deberíamos brindar por la madre creadora, ¿no te parece? De hecho creo que deberías hacerlo.
Entonces se giró completamente hacia Sango y pudo ver su rostro. Su corazón se aceleró. Se imaginaba que el final de aquel palo tenía una punta de acero que estaba oculta con algún tipo de hechicería, que la carne en torno al ojo que tenía cerrado era porque ese ojo yacía en lo más profundo de uno de los pozos más famosos de todas las sagas.
La mano con la sujetaba el vaso empezó a temblar. Se pasó la mano libre por los ojos y el anciano parecía haberse esfumado delante de él. Miró a un lado y a otro y vio su figura avanzar entre un grupo de gente. Sango se apresuró tras él.
Sin embargo, tras deambular por entre el grupo de gente y después de seguir lo que creía era la sagrada figura del anciano, terminó su persecución en un punto entre mesas. En mitad de alguna parte de aquel salón y en la que sus ojos no podían apartar la mirada de una mujer que dejaba que un joven rellenara una copa de vino.
Desvió su atención para mirar a su alrededor, con la esperanza de encontrar al anciano pero no había rastro de él. Suspirió. Miró el vaso con el hidromiel y sacudió la cabeza. Sus pasos, entonces, le llevaron junto al camarero y le pidió que le rellenaran el vaso. Miró a la mujer de ojos ambarinos y tras un titubeó se giró completamente hacia ella.
- Hola, ¿qué tal?- saludó-. Soy Sango- se presentó-. Me pasó una cosa curiosa- empezó el pelirrojo-, me han pedido que brinde pero perdí la persona con la que iba a hacerlo- observó el cabello negro y los ojos amarillos-. Debía brindar por la madre creadora, pero... Bueno, ya que mis pasos me han llevado hasta aquí...- alzó la copa en dirección a la mujer-. ¿Brindas conmigo? Por la madre creadora.
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- Sango solo bebe Hidromiel de Lunargenta.- Sango interactúa con una figura que en su cabeza parece ser Odín que le lleva directamente a Nana, con la que interactúa al final del post.
- Aprovecho para felicitar por los quince años del foro e invito a que todos alcen sus copas para brindar por la madre creadora de este mundo tan maravilloso. Brindemos porque algún día podamos hacerlo en persona. Muchas felicidades. ¡A por otros quince!
Sango
Héroe de Aerandir
Héroe de Aerandir
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Re: [Evento social] Cena con wisterias.
Eso es Cath, puedes pedir más- Insistí con las palabras de Niniel para que la gana no se alterara -Ya no puedo acabar herido, soy tan agradable que nadie se atreve a hacerme nada- Dije mientras echaba un vistazo al plato más cercano a Cath -Tranquila, no te voy a quitar eso, no sé si hay algo de pelo en tu comida o si hay algo de comida entre el pelo- Tras aquellas palabras tomé mi silla y la arrastré descaradamente para alejarme un poco de la gata y arrastrar hacia mí algunos de sus platos -Hay mucha gente abusadora en estas fiestas, hay que cuidar la comida- Dije con una risa nerviosa.
Pues sí, he estado viajando mucho con Arygos, no he estado en la torre desde la batalla contra las vacas- Aquello último, dicho así sonaba bastante raro, pero a veces no se puede elegir a los oponentes -Ah sí, el Pigmen Tong, yo también vine a buscar a su hijo, es que la recompensa es bastante buena y además debo asesinar a Zelas en cuanto lo vea- Quedé un poco confundido luego de aquella afirmación -Espera ¿por qué dije eso?- Pregunté para mí mismo.
Sacudí mi cabeza un poco confundido por aquello último -Hablando de que ocurran cosas raras- Murmuré y de inmediato solté la comida que sostenía, quedando mi mirada absorta y perdida en el vacío, mirando a la vez a todos lados y a ninguno, algo en mi cabeza, como una punzada constante, un susurro que me taladraba la mente con aquella idea de acabar con Zelas -Creo que había algo en esa comida además de pelos- Dije levantándome de la silla repentinamente.
Cath, rápido, necesito una cachetada- Le dije a la gata, sabiendo que no dudaría un momento ni necesitaría razones, había algo en mi cabeza que me repetía aquella sugestión, aunque al mismo tiempo parecía mi propia voluntad. Apreté los puños mientras recorría todo el lugar con la mirada, y entonces, deambulando entre los presentes estaba aquel sujeto, recordaba su mano en mi hombro y sus palabras acariciando mi oído con la idea de matar a Zelas, pero no recordaba que hubiera ocurrido.
Estaba por comenzar a moverme cuando una poderosa cachetada me hizo dar tres volteretas en el aire antes de aterrizar de cabeza debajo de una mesa. Sacudí la cabeza ligeramente mareado, no sabría decir si por la cachetada o por la voz en mi cabeza, pero definitivamente algo raro estaba pasando ahí, más allá de las orejitas de conejo. Tomé mi cabeza con ambas manos y me concentré para deshacerme de aquella peligrosa sugestión [1] luego me levanté para ir en busca de Zelas, esperando que nadie me preguntara por qué mi mejilla se veía inflamada y roja.
Creo que Zelas está en peligro, hay que encontrarlo antes que se vuelva a morir- Le dije a Niniel y su gata -Lo bueno es que ya encontré al hijo del señor Pigmen Tong, ahí está, igualito al dibujo que me dieron- Señalé a un puerco asado que estaba sobre una de las mesas con una manzana en la boca, manzana que curiosamente también estaba en el dibujo.
[0] Sigo interactuando con Niniel y finalmente encuentro al hijo del señor Pigmen Tong. Pues sí, he estado viajando mucho con Arygos, no he estado en la torre desde la batalla contra las vacas- Aquello último, dicho así sonaba bastante raro, pero a veces no se puede elegir a los oponentes -Ah sí, el Pigmen Tong, yo también vine a buscar a su hijo, es que la recompensa es bastante buena y además debo asesinar a Zelas en cuanto lo vea- Quedé un poco confundido luego de aquella afirmación -Espera ¿por qué dije eso?- Pregunté para mí mismo.
Sacudí mi cabeza un poco confundido por aquello último -Hablando de que ocurran cosas raras- Murmuré y de inmediato solté la comida que sostenía, quedando mi mirada absorta y perdida en el vacío, mirando a la vez a todos lados y a ninguno, algo en mi cabeza, como una punzada constante, un susurro que me taladraba la mente con aquella idea de acabar con Zelas -Creo que había algo en esa comida además de pelos- Dije levantándome de la silla repentinamente.
Cath, rápido, necesito una cachetada- Le dije a la gata, sabiendo que no dudaría un momento ni necesitaría razones, había algo en mi cabeza que me repetía aquella sugestión, aunque al mismo tiempo parecía mi propia voluntad. Apreté los puños mientras recorría todo el lugar con la mirada, y entonces, deambulando entre los presentes estaba aquel sujeto, recordaba su mano en mi hombro y sus palabras acariciando mi oído con la idea de matar a Zelas, pero no recordaba que hubiera ocurrido.
Estaba por comenzar a moverme cuando una poderosa cachetada me hizo dar tres volteretas en el aire antes de aterrizar de cabeza debajo de una mesa. Sacudí la cabeza ligeramente mareado, no sabría decir si por la cachetada o por la voz en mi cabeza, pero definitivamente algo raro estaba pasando ahí, más allá de las orejitas de conejo. Tomé mi cabeza con ambas manos y me concentré para deshacerme de aquella peligrosa sugestión [1] luego me levanté para ir en busca de Zelas, esperando que nadie me preguntara por qué mi mejilla se veía inflamada y roja.
Creo que Zelas está en peligro, hay que encontrarlo antes que se vuelva a morir- Le dije a Niniel y su gata -Lo bueno es que ya encontré al hijo del señor Pigmen Tong, ahí está, igualito al dibujo que me dieron- Señalé a un puerco asado que estaba sobre una de las mesas con una manzana en la boca, manzana que curiosamente también estaba en el dibujo.
[1] Uso una cachetada (aparentemente de Cath) y mi habilidad de Nivel 9: Morador de las tinieblas para liberarme de la sugestión de Wolfgangbang Style con la que pretendía obligarme a querer matar al pobre Zelas.
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Re: [Evento social] Cena con wisterias.
Lady Coneja 2 forzó una sonrisa y continuó acariciando a su gomejo robado, mientras que Lady Coneja 1 le sostenía la mirada y compartía una sonrisa igualmente tensa.
—Sí, bueno —intervine, cansado de esperar que acabaran su eterna batalla de miradas—, sé que somos razas longevas, pero preferiría no estar toda la noche aquí. Me gustaría encontrarme con Zelas.
Lady Coneja 2 tuvo un tic nervioso en un ojo y, de pronto, dio un gran respingo.
—¡Oh!, yo… ¡¿qué?! —Recuperó la compostura al siguiente instante—. ¿Tú eres el que auxilió a la carreta? —preguntó con normalidad, como si no hubiera actuado rara hacía un instante.
—Depende del día —repetí la respuesta, aunque con menos entusiasmo que la vez anterior—. ¿Sabes algo del hijo de Pigmen Tong?
—¿Se encuentra bien? —preguntó Meleis acercándose a Xana.
Me volví hacia ellos, preocupado por el tono que usó el dragón. Algo estaba mal. Y pude verlo en el rostro abrumado de Xana, que había perdido color y ganado perlas de sudor.
—¿Xana…? —Me coloqué a su lado al instante—. ¿Xana? ¿Qué pasa?
—¿Es que no lo recuerdan? —balbuceó ella en un susurro.
—Recordar… ¿qué?
Apretó la mandíbula, se dobló hacia adelante y apoyó las manos en las rodillas.
—No lo sé —masculló con esfuerzo—. Alguien. Alguien que acaba de hablarnos… Alguien que no debemos olvidar.
Se irguió en toda su chaparra altura, y miró en derredor.
—¿Tampoco ayudaste con la carreta? —la interrumpió Lady Coneja 2.
Xana abrió ampliamente los ojos y detuvo la mirada en la coneja. La chica, además, empezó a aplicar más fuerza en sus caricias al gomejo, haciendo que este soltara cada tanto un gracioso chillido.
—Señorita, por favor, está lastimando al gomejo —intervino Meleis, acercándose a ella con precaución y vacilación, con la intención de tomar al gomejo—. Sí, así… Gracias. —Suspiró al recuperar al animal, aunque Lady Coneja 2 no pareció percatarse de ello; sus ojos seguían fijos en Xana.
—No soy a quien buscas —contestó al fin ella, con lentitud, con recelo—. Ninguno de nosotros lo es. Así que… —Se detuvo un momento, como sopesando alguna idea—. Por favor, ayúdanos a encontrar al hijo Pigmen Tong y luego te ayudaremos a encontrar al de la carreta.
Las dos Lady Conejas miraron a Xana, ambas con los ojos brillantes, esperanzadas.
—Bien, la búsqueda será rápida —gorjeó Lady Coneja 2—. La verdad es que jamás tuve el placer de conocer a ese muchacho, más allá de haberlo visto alguna vez de lejos. Y cómo no verlo con esa panza que tiene.
—Pero tú…
—Lo sé —interrumpió a su no-amiga—. ¿Ven a ese grupo ridículo que se prepara para actuar en algo ridículo? Uno de ellos me pidió que esparciera rumores sobre el muchacho rechoncho, rumores para que nadie quisiera buscarlo y que incluso colaboraran con mantenerlo oculto. Y eso hice.
—¿Pero por qué? —inquirí.
Lady Coneja 2 se encogió de hombros.
—¿Y quién es el que te encargó eso?
—Oh, pues ese larguiducho de allá —señaló—. El que tiene el vestido un poco grande para su talla, pues el disfraz debía llevarlo el hijo Tong, que tenía el papel protagónico, pero el larguiducho lo está reemplazando ahora. Quizás deban hablar con él.
—Sí, hagamos eso —accedí con prisa—. Mientras más rápido acabemos con esto, más rápido podremos empezar a buscar a Zelas.
Y nos encaminamos hacia el escenario donde debían actuar los de la compañía Elle de artes obscénicas. Avanzamos con los pasos acelerados y distrayéndonos mirando alrededor en busca de Zelas.
Pero Xana se había quedado atrás.
A diferencia del resto de nosotros, ella no fue alcanzada por completo por la magia de voz. Gracias a su diadema, su mente pudo protegerse de la influencia de Wolfganga.[1]
Aun así, tal fue el poder del vampiro que ella apenas lograba recordar su interferencia, menos su identidad como líder de la Dark Order.
Pero si algo sabía muy bien es que Zelas estaba en un grave peligro.
—Sí, bueno —intervine, cansado de esperar que acabaran su eterna batalla de miradas—, sé que somos razas longevas, pero preferiría no estar toda la noche aquí. Me gustaría encontrarme con Zelas.
Lady Coneja 2 tuvo un tic nervioso en un ojo y, de pronto, dio un gran respingo.
—¡Oh!, yo… ¡¿qué?! —Recuperó la compostura al siguiente instante—. ¿Tú eres el que auxilió a la carreta? —preguntó con normalidad, como si no hubiera actuado rara hacía un instante.
—Depende del día —repetí la respuesta, aunque con menos entusiasmo que la vez anterior—. ¿Sabes algo del hijo de Pigmen Tong?
—¿Se encuentra bien? —preguntó Meleis acercándose a Xana.
Me volví hacia ellos, preocupado por el tono que usó el dragón. Algo estaba mal. Y pude verlo en el rostro abrumado de Xana, que había perdido color y ganado perlas de sudor.
—¿Xana…? —Me coloqué a su lado al instante—. ¿Xana? ¿Qué pasa?
—¿Es que no lo recuerdan? —balbuceó ella en un susurro.
—Recordar… ¿qué?
Apretó la mandíbula, se dobló hacia adelante y apoyó las manos en las rodillas.
—No lo sé —masculló con esfuerzo—. Alguien. Alguien que acaba de hablarnos… Alguien que no debemos olvidar.
Se irguió en toda su chaparra altura, y miró en derredor.
—¿Tampoco ayudaste con la carreta? —la interrumpió Lady Coneja 2.
Xana abrió ampliamente los ojos y detuvo la mirada en la coneja. La chica, además, empezó a aplicar más fuerza en sus caricias al gomejo, haciendo que este soltara cada tanto un gracioso chillido.
—Señorita, por favor, está lastimando al gomejo —intervino Meleis, acercándose a ella con precaución y vacilación, con la intención de tomar al gomejo—. Sí, así… Gracias. —Suspiró al recuperar al animal, aunque Lady Coneja 2 no pareció percatarse de ello; sus ojos seguían fijos en Xana.
—No soy a quien buscas —contestó al fin ella, con lentitud, con recelo—. Ninguno de nosotros lo es. Así que… —Se detuvo un momento, como sopesando alguna idea—. Por favor, ayúdanos a encontrar al hijo Pigmen Tong y luego te ayudaremos a encontrar al de la carreta.
Las dos Lady Conejas miraron a Xana, ambas con los ojos brillantes, esperanzadas.
—Bien, la búsqueda será rápida —gorjeó Lady Coneja 2—. La verdad es que jamás tuve el placer de conocer a ese muchacho, más allá de haberlo visto alguna vez de lejos. Y cómo no verlo con esa panza que tiene.
—Pero tú…
—Lo sé —interrumpió a su no-amiga—. ¿Ven a ese grupo ridículo que se prepara para actuar en algo ridículo? Uno de ellos me pidió que esparciera rumores sobre el muchacho rechoncho, rumores para que nadie quisiera buscarlo y que incluso colaboraran con mantenerlo oculto. Y eso hice.
—¿Pero por qué? —inquirí.
Lady Coneja 2 se encogió de hombros.
—¿Y quién es el que te encargó eso?
—Oh, pues ese larguiducho de allá —señaló—. El que tiene el vestido un poco grande para su talla, pues el disfraz debía llevarlo el hijo Tong, que tenía el papel protagónico, pero el larguiducho lo está reemplazando ahora. Quizás deban hablar con él.
—Sí, hagamos eso —accedí con prisa—. Mientras más rápido acabemos con esto, más rápido podremos empezar a buscar a Zelas.
Y nos encaminamos hacia el escenario donde debían actuar los de la compañía Elle de artes obscénicas. Avanzamos con los pasos acelerados y distrayéndonos mirando alrededor en busca de Zelas.
Pero Xana se había quedado atrás.
A diferencia del resto de nosotros, ella no fue alcanzada por completo por la magia de voz. Gracias a su diadema, su mente pudo protegerse de la influencia de Wolfganga.[1]
Aun así, tal fue el poder del vampiro que ella apenas lograba recordar su interferencia, menos su identidad como líder de la Dark Order.
Pero si algo sabía muy bien es que Zelas estaba en un grave peligro.
(☞°∀°)☞ OFFROL ☜(°∀°☜)
[1] Accesorio de Xana꞉ Diadema del genio paranoico, que le otorga protección frente a efectos de control e influencia mental, disminuyendo notoriamente su potencia.
Rauko
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Re: [Evento social] Cena con wisterias.
Con la comida sobre la mesa, cualquier recelo hacia la ciudad de los vampiros se había esfumado de su cabeza. - Gracias, amiga - agradeció a la camarera sin apartar la mirada de sus platos. No sabía por dónde empezar, preso de su glotonería que le empujaba a probar todos los platos a la vez. Poco después logró decidir que comenzaría por una croqueta de jamón de yak. Cuando esta entró bajo su paladar, sus dientes y su lengua la estrujaron lentamente, sorprendidos por aquella textura crujiente que servía de carcasa a un relleno que estalló en un festín de sabores. Miró a Akanke con los ojos abiertos como los platos mismos, maravillado. - Tengo que preguntar a cocinero cómo cocina esto - confesó antes de seguir engulléndolas. Sin embargo, no sin sentir una punzada de arrepentimiento, quiso regalarle a Akanke eso mismo que estaba sintiendo él. Agarró una de las croquetas y se la colocó frente a los labios, asintiendo mientras se relamía.
- ¿Sabes? Tengo que enseñar todo esto a hermanos de tribu - quiso homenajear a sus hermanos y hermanas disfrutando de aquellas croquetas. Aunque en ese momento su rostro solo proclamara gozo, les echaba de menos. Mucho. Mientras masticaba, le comenzaron a brillar los ojos. Recordando lo que había dejado atrás, surgió una cuestión en su mente. Akanke también tenía que haber dejado atrás muchas cosas, y varias tenían que haber hecho de ella la mujer que era ahora. Recordó cómo, hacía un rato, ella se había juntado a él al acercarse ambos a la ciudad, y resonó en su cabeza otra vez su comentario sobre las gentes malas. Quizá, pensó, su atribulación se debiera a algo importante de su pasado, y quería conocerlo. - Akanke. Vi tus ojos preocupados cuando venimos a Sacrestic Ville. ¿Estás bien?
Las croquetas habían desaparecido de la mesa más pronto de lo que se había esperado, pero sus ojos ya miraban con deseo al filete de trompa de aquel animal. Se intentó imaginar el animal del que provenía y el tiempo que llevaría ya esa carne sin ser fresca. Deseaba que ese filete estuviera tan bueno como las croquetas.
Pero no lo estaba. Cuando lo agarró con ambas manos y dio el primer mordisco notó que esa carne no parecía carne. Miró de reojo al cocinero con el que había hablado, intentando encontrar en su rostro algún ápice de culpabilidad, pero cocinaba tan tranquilo como lo podía estar un cocinero en esas circunstancias. Dejó el filete chicloso en el plato algo asqueado. Iba a tener que comérselo por respeto al animal, pero no al cocinero, desde luego.
- ¿Cómo puede misma persona cocinar croquetas de jamón deliciosas y filete tan malo? Bueno, quizá animal estaba enfermo. Muy enfermo, o cazaron mal - concluyó rompiendo una lanza a favor del artista de las croquetas. Tuvo que apañárselas para hacer bajar ese filete con un sorbo de buena crema mágica entre mordisco y mordisco. - ¿Pedimos postre ya? - sugirió a Akanke, algo nervioso por lo que acababa de ver.
Unas mesas más allá se comenzó a formar un revuelo inesperado cuando un hombre desenvainó su espada y garabateó su rostro con la valerosa rabia de un guerrero. Todos los músculos del cuerpo de Sein se tensaron de inmediato al ver el acero. - Teníamos que habernos conformado con serpiente, tubérculos y bayas - confesó con una mirada severa mientras estudiaba aquella escena, como si el placer de las croquetas fuera ya un instante remoto. Al ver todo lo que habían organizado para engalanar con tanta gracia aquel comedor abierto e inundado de esencias ricas pensó que podrían compartir una cena especial, memorable. Pero no de esta manera.
- Akanke, tengo que hacer algo, pero no vengas - La camarera se interpuso justo en ese momento entre Sein y lo que este miraba, como una apaciguadora señal de advertencia proveniente de sus ancestros. Ella también dedicaba alguna mirada por encima del hombro hacia el conflicto, pero seguía acometiendo diligentemente su trabajo. El chamán supuso que dejaría aquel marrón en manos de los guardias. Pero, un momento. ¿Ese hombre era un guardia? En una mano se llevó platos vacíos y con la otra les sirvió sus respectivos postres. El dulzor de aquellas pequeñas delicias volvió a embelesarle por el olfato, pero seguía mirando de reojo al lugar de la trifulca, hasta que le pareció atisbar un movimiento más brusco de lo normal.
Sus músculos latiguearon de nuevo y esta vez se apartó de la mesa e irguió su espalda sobre su silla. Las patas de esta rechinaron sonoramente contra el suelo al apartarse y alguna mirada pasmada ahora también se dirigía hacia él, a pesar de su rostro sereno y concentrado. No le importaba ir sin armadura si tenía que plantarse allí para defender unas vidas que no tenían por qué ser convertidas en un charco de sangre con alcohol de más. Quién le iba a decir que, fuera de las montañas, ese guardia gozaría de una autoridad mayor que la de un líder tribal extranjero.
__________
OFF: Akanke y Sein siguen con su cena - Sein goza fuertemente con las croquetas (no tanto con el filete de trompa) - cuando, de repente, surge el conflicto entre el guardia y Nousis. Cuando le parece notar un movimiento brusco por allí reacciona sobresaltado pero con intenciones de apaciguar el conflicto, aunque todavía sigue en su silla.
- ¿Sabes? Tengo que enseñar todo esto a hermanos de tribu - quiso homenajear a sus hermanos y hermanas disfrutando de aquellas croquetas. Aunque en ese momento su rostro solo proclamara gozo, les echaba de menos. Mucho. Mientras masticaba, le comenzaron a brillar los ojos. Recordando lo que había dejado atrás, surgió una cuestión en su mente. Akanke también tenía que haber dejado atrás muchas cosas, y varias tenían que haber hecho de ella la mujer que era ahora. Recordó cómo, hacía un rato, ella se había juntado a él al acercarse ambos a la ciudad, y resonó en su cabeza otra vez su comentario sobre las gentes malas. Quizá, pensó, su atribulación se debiera a algo importante de su pasado, y quería conocerlo. - Akanke. Vi tus ojos preocupados cuando venimos a Sacrestic Ville. ¿Estás bien?
Las croquetas habían desaparecido de la mesa más pronto de lo que se había esperado, pero sus ojos ya miraban con deseo al filete de trompa de aquel animal. Se intentó imaginar el animal del que provenía y el tiempo que llevaría ya esa carne sin ser fresca. Deseaba que ese filete estuviera tan bueno como las croquetas.
Pero no lo estaba. Cuando lo agarró con ambas manos y dio el primer mordisco notó que esa carne no parecía carne. Miró de reojo al cocinero con el que había hablado, intentando encontrar en su rostro algún ápice de culpabilidad, pero cocinaba tan tranquilo como lo podía estar un cocinero en esas circunstancias. Dejó el filete chicloso en el plato algo asqueado. Iba a tener que comérselo por respeto al animal, pero no al cocinero, desde luego.
- ¿Cómo puede misma persona cocinar croquetas de jamón deliciosas y filete tan malo? Bueno, quizá animal estaba enfermo. Muy enfermo, o cazaron mal - concluyó rompiendo una lanza a favor del artista de las croquetas. Tuvo que apañárselas para hacer bajar ese filete con un sorbo de buena crema mágica entre mordisco y mordisco. - ¿Pedimos postre ya? - sugirió a Akanke, algo nervioso por lo que acababa de ver.
Unas mesas más allá se comenzó a formar un revuelo inesperado cuando un hombre desenvainó su espada y garabateó su rostro con la valerosa rabia de un guerrero. Todos los músculos del cuerpo de Sein se tensaron de inmediato al ver el acero. - Teníamos que habernos conformado con serpiente, tubérculos y bayas - confesó con una mirada severa mientras estudiaba aquella escena, como si el placer de las croquetas fuera ya un instante remoto. Al ver todo lo que habían organizado para engalanar con tanta gracia aquel comedor abierto e inundado de esencias ricas pensó que podrían compartir una cena especial, memorable. Pero no de esta manera.
- Akanke, tengo que hacer algo, pero no vengas - La camarera se interpuso justo en ese momento entre Sein y lo que este miraba, como una apaciguadora señal de advertencia proveniente de sus ancestros. Ella también dedicaba alguna mirada por encima del hombro hacia el conflicto, pero seguía acometiendo diligentemente su trabajo. El chamán supuso que dejaría aquel marrón en manos de los guardias. Pero, un momento. ¿Ese hombre era un guardia? En una mano se llevó platos vacíos y con la otra les sirvió sus respectivos postres. El dulzor de aquellas pequeñas delicias volvió a embelesarle por el olfato, pero seguía mirando de reojo al lugar de la trifulca, hasta que le pareció atisbar un movimiento más brusco de lo normal.
Sus músculos latiguearon de nuevo y esta vez se apartó de la mesa e irguió su espalda sobre su silla. Las patas de esta rechinaron sonoramente contra el suelo al apartarse y alguna mirada pasmada ahora también se dirigía hacia él, a pesar de su rostro sereno y concentrado. No le importaba ir sin armadura si tenía que plantarse allí para defender unas vidas que no tenían por qué ser convertidas en un charco de sangre con alcohol de más. Quién le iba a decir que, fuera de las montañas, ese guardia gozaría de una autoridad mayor que la de un líder tribal extranjero.
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OFF: Akanke y Sein siguen con su cena - Sein goza fuertemente con las croquetas (no tanto con el filete de trompa) - cuando, de repente, surge el conflicto entre el guardia y Nousis. Cuando le parece notar un movimiento brusco por allí reacciona sobresaltado pero con intenciones de apaciguar el conflicto, aunque todavía sigue en su silla.
Sein Isånd
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Re: [Evento social] Cena con wisterias.
No bastaba con tener que tolerar aquel espectáculo carente de etiqueta debido a sus pintorescos invitados, ahora también tenía que sufrir la compañía indeseada de aquella mujer.
Mi rostro mostraba rechazo evidente a sus intentos de acompañarme, pero ella ingenua negaba cualquier señal de negativa para al final sentarse e inclusive empezar a comer en mi mesa. Su eufórico saludo con halagos y piropos solo contrastaba con el primer encuentro con esa mujer.
No entendía el porqué de su cambio de una persona sosegada y comprometida con sus convicciones a un despropósito de emociones. Ciertamente, solía captar la atención de mujeres y hombres que admiraban mis rasgos atractivos. Además de que mi postura y forma de ser solía ser encantadora para muchos, por más que mi rechazo no fuese una excusa de parecer misterioso o inalcanzable, literal era mi nulo interés por ese tipo de vinculaciones y repudio por el acercamiento del otro.
No sabía con exactitud qué había detonado su tosco intento de acercarse que resultaba evidentemente empalagoso. ¿Por qué resultaba tan difícil conseguir a una persona interesante? Alguien que resultara estimulante intelectualmente. Todos eran tan simples, tan básicos con sus bailes poco coordinados y sus circos. Tenía certeza absoluta de que en mi vida habían sido muy pocos los que se habían ganado mi estima, pero desde que olvidé los rostros me sentía más solo, y por ende más absorto por mí mismo. Compañía que cada vez parecía ser más difícil de superar.
Hmm, sí. Recuerdo tu rostro y nuestro encuentro en Ciudad Lagarto. - evidentemente, mis frases poco elaboradas intentaban silenciar la conversación. Tenía fresco todo el tema de la FMS en aquella maldita ciudad, pero ahora estaba en esa fiesta en Sacrestic por motivos superiores, no solo “socializar” y recordar hazañas.
No obstante, la mujer estaba decidida a mantener el diálogo. Hablando de su plato de ensalada de curiosa apariencia. El mesero trajo mi pedido, rojo como lo había ordenado. No me entusiasmaba en lo más mínimo esa clase de alimentos insulsos, pero cualquier rastro de sangre solía ser un placebo para la sed.
Empecé a juguetear con la comida. El escándalo en otras mesas competía con el espectáculo en la pista de baile. Todo el salón, por más que fuese lo suficientemente grande para recibir a tantos invitados; parecía un mercado popular o el bullicio de un evento deportivo. Intentar mantener una conversación parecía un logro. Aún no había podido contactar con nadie importante a mi causa, irme tan temprano sería un desperdicio de mi valioso tiempo y aunque preferiría evitar cualquier diálogo inútil, hablar con aquella mujer inoportuna parecía un escape del ruido de aquel evento que con cada minuto que pasaba se iba desvirtuando.
Bueno, si no era de color púrpura entonces no era una ensalada élfica. - resalté con un sarcasmo afilado - La ensalada en sí es simple, lechuga, zanahoria y algunas tiras de pollo cocido. No obstante, el truco del plato está en su aderezo. El mismo es una elaboración más compleja, lleva huevo, sal, azúcar, jugo de limón y agua. Aunque los ingredientes estrellas, y mas difíciles de conseguir, son un poco de zumo de ascua de dragón y hojitas de Kyyneleet. Obviamente, las hojas de mil lágrimas son de color violeta. Muy parecido a las wisterias que hoy nos adornan. - mencioné mirando las bellas flores alrededor.
Así que es normal que tenga un tono morado tu ensala…da - mis palabras se desvanecieron cuando miré el plato de la mujer ignorante. Al final si tenía razón en algo, eso no parecía ser una ensalada convencional.
Aunque la ensalada no debería brillar de esa forma. No podría indicar si es alguna propuesta del chef con recursos para mejorar el emplatado o… - lo más sensato sería no comer algo que brille, el sentido común era bastante claro con eso. No pretendía involucrarme en los asuntos de esa mujer o de cualquier otro invitado de la reunión si no se relacionaban a mis objetivos.
Guardé silencio y proseguí a cortar un pequeño trozo de carne y comerlo procurando mantener la elegancia y protocolo. Esperando que algo o alguien atrajera mi interés.
______________________Mi rostro mostraba rechazo evidente a sus intentos de acompañarme, pero ella ingenua negaba cualquier señal de negativa para al final sentarse e inclusive empezar a comer en mi mesa. Su eufórico saludo con halagos y piropos solo contrastaba con el primer encuentro con esa mujer.
No entendía el porqué de su cambio de una persona sosegada y comprometida con sus convicciones a un despropósito de emociones. Ciertamente, solía captar la atención de mujeres y hombres que admiraban mis rasgos atractivos. Además de que mi postura y forma de ser solía ser encantadora para muchos, por más que mi rechazo no fuese una excusa de parecer misterioso o inalcanzable, literal era mi nulo interés por ese tipo de vinculaciones y repudio por el acercamiento del otro.
No sabía con exactitud qué había detonado su tosco intento de acercarse que resultaba evidentemente empalagoso. ¿Por qué resultaba tan difícil conseguir a una persona interesante? Alguien que resultara estimulante intelectualmente. Todos eran tan simples, tan básicos con sus bailes poco coordinados y sus circos. Tenía certeza absoluta de que en mi vida habían sido muy pocos los que se habían ganado mi estima, pero desde que olvidé los rostros me sentía más solo, y por ende más absorto por mí mismo. Compañía que cada vez parecía ser más difícil de superar.
Hmm, sí. Recuerdo tu rostro y nuestro encuentro en Ciudad Lagarto. - evidentemente, mis frases poco elaboradas intentaban silenciar la conversación. Tenía fresco todo el tema de la FMS en aquella maldita ciudad, pero ahora estaba en esa fiesta en Sacrestic por motivos superiores, no solo “socializar” y recordar hazañas.
No obstante, la mujer estaba decidida a mantener el diálogo. Hablando de su plato de ensalada de curiosa apariencia. El mesero trajo mi pedido, rojo como lo había ordenado. No me entusiasmaba en lo más mínimo esa clase de alimentos insulsos, pero cualquier rastro de sangre solía ser un placebo para la sed.
Empecé a juguetear con la comida. El escándalo en otras mesas competía con el espectáculo en la pista de baile. Todo el salón, por más que fuese lo suficientemente grande para recibir a tantos invitados; parecía un mercado popular o el bullicio de un evento deportivo. Intentar mantener una conversación parecía un logro. Aún no había podido contactar con nadie importante a mi causa, irme tan temprano sería un desperdicio de mi valioso tiempo y aunque preferiría evitar cualquier diálogo inútil, hablar con aquella mujer inoportuna parecía un escape del ruido de aquel evento que con cada minuto que pasaba se iba desvirtuando.
Bueno, si no era de color púrpura entonces no era una ensalada élfica. - resalté con un sarcasmo afilado - La ensalada en sí es simple, lechuga, zanahoria y algunas tiras de pollo cocido. No obstante, el truco del plato está en su aderezo. El mismo es una elaboración más compleja, lleva huevo, sal, azúcar, jugo de limón y agua. Aunque los ingredientes estrellas, y mas difíciles de conseguir, son un poco de zumo de ascua de dragón y hojitas de Kyyneleet. Obviamente, las hojas de mil lágrimas son de color violeta. Muy parecido a las wisterias que hoy nos adornan. - mencioné mirando las bellas flores alrededor.
Así que es normal que tenga un tono morado tu ensala…da - mis palabras se desvanecieron cuando miré el plato de la mujer ignorante. Al final si tenía razón en algo, eso no parecía ser una ensalada convencional.
Aunque la ensalada no debería brillar de esa forma. No podría indicar si es alguna propuesta del chef con recursos para mejorar el emplatado o… - lo más sensato sería no comer algo que brille, el sentido común era bastante claro con eso. No pretendía involucrarme en los asuntos de esa mujer o de cualquier otro invitado de la reunión si no se relacionaban a mis objetivos.
Guardé silencio y proseguí a cortar un pequeño trozo de carne y comerlo procurando mantener la elegancia y protocolo. Esperando que algo o alguien atrajera mi interés.
Off
(1): Nivel 2: Omnisciencia (Pasiva)
Gracias a su voracidad intelectual y prodigiosa memoria. Zagreus es capaz de identificar y recordar cualquier entrada teórica de información de la biblioteca de Aerandir (Historia, Herbolario, Bestiario, Rumores, etc).
Este recurso solo es válido para aquella información de dominio público (no metarol) y es exclusivamente de carácter teórico.
Me hubiese agradado ver que planes tiene el bueno de Wolfgang, pero no lo recuerdo y seguro mis compañeros les agrada más la idea de ser sugestionados. Converso con Felurian (Lukas) y continuo con mi cena.
Zagreus
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Re: [Evento social] Cena con wisterias.
De repente, Ingela lo entendió. ¡Seraphine era una norteña como ella!. Era obvio, por la ternura con la que hablaba de la torta y recordaba su infancia. La dragona se emocionó y sonrió, esta vez con genuina alegría. Y aunque ya lo intuía, prefirió confirmarlo. -¿También eres de Dundarak?- preguntó, dejando entrever que ella era oriunda de la capital de los dragones. -La torta roja, a mi parecer, es el pilar de todas las cenas, ¿no lo crees? Sin ella en la mesa, no se puede decir que cenaste en Dundarak- comentó risueña, contenta de encontrar un punto en común con Seraphine.
Luego, las palabras de la mujer dieron en un punto sensible para la muchacha. Echaba de menos a su familia y la tranquila cotidianeidad, aunque realmente, lo que ella extrañaba hacía tiempo no existía. La dinámica de su familia, ella misma inclusive, había cambiado mucho con los años. Habían pasado tantas cosas... Tal vez era momento de volver a casa. -Las cenas en familia, sí que son especiales- se limitó a responder, con una sonrisa nostálgica.
Afortunadamente, la conversación no se estancó en aquel tema. -Nos conocimos hace muchos años- contó Fëanor. -¡Muchos!- añadió Ingela -Éramos apenas unos niños en ese entonces, no conocíamos nada del mundo- comentó riendo el elfo. Ingela dedicó una mirada tierna a su amigo -Hemos vivido muchas aventuras juntos- añadió. -Digamos que Fëanor es como mi hermano menor- explicó, sin ahondar mucho más.
-Nosotros estamos de paso y nos hemos topado de casualidad con este evento. No es una ciudad que visitemos muy a menudo así que no la conocemos realmente- dijo. -Sólo conozco los rumores de esta ciudad y, bueno, las noticias que recorren el continente. Pero, ya sabes, nunca son realmente lo que ocurrió. Eso, además de la reputación de sus habitantes, pero para mí son prejuicios. Como dices, cada lugar tiene una historia que contar y es mejor descubrirla allí, no dejarse llevar por las habladurías- comentó el elfo, continuando la conversación.
Seraphine había causado una gran impresión en Fëanor. Sí, inicialmente por su innegable belleza física, pero ahora sentía curiosidad de conocer y descubrir a la persona que ella era. -Tienes razón... aunque siempre he pensado que son las experiencias que vivimos en esos lugares los que nos conectan con ellos- dijo él. Ingela asintió a sus palabras. -Los lugares que más recuerdo son donde me pasaron cosas- añadió la dragona, en tono jocoso.
Ingela tomó su jarra y bebió la sabrosa cerveza, mientras tanto, Fëanor siguió conversando con Seraphine -Seraphine, ¿vives aquí en Sacrestic o estás de paso?- preguntó Fëanor con sincera curiosidad.
Luego, las palabras de la mujer dieron en un punto sensible para la muchacha. Echaba de menos a su familia y la tranquila cotidianeidad, aunque realmente, lo que ella extrañaba hacía tiempo no existía. La dinámica de su familia, ella misma inclusive, había cambiado mucho con los años. Habían pasado tantas cosas... Tal vez era momento de volver a casa. -Las cenas en familia, sí que son especiales- se limitó a responder, con una sonrisa nostálgica.
Afortunadamente, la conversación no se estancó en aquel tema. -Nos conocimos hace muchos años- contó Fëanor. -¡Muchos!- añadió Ingela -Éramos apenas unos niños en ese entonces, no conocíamos nada del mundo- comentó riendo el elfo. Ingela dedicó una mirada tierna a su amigo -Hemos vivido muchas aventuras juntos- añadió. -Digamos que Fëanor es como mi hermano menor- explicó, sin ahondar mucho más.
-Nosotros estamos de paso y nos hemos topado de casualidad con este evento. No es una ciudad que visitemos muy a menudo así que no la conocemos realmente- dijo. -Sólo conozco los rumores de esta ciudad y, bueno, las noticias que recorren el continente. Pero, ya sabes, nunca son realmente lo que ocurrió. Eso, además de la reputación de sus habitantes, pero para mí son prejuicios. Como dices, cada lugar tiene una historia que contar y es mejor descubrirla allí, no dejarse llevar por las habladurías- comentó el elfo, continuando la conversación.
Seraphine había causado una gran impresión en Fëanor. Sí, inicialmente por su innegable belleza física, pero ahora sentía curiosidad de conocer y descubrir a la persona que ella era. -Tienes razón... aunque siempre he pensado que son las experiencias que vivimos en esos lugares los que nos conectan con ellos- dijo él. Ingela asintió a sus palabras. -Los lugares que más recuerdo son donde me pasaron cosas- añadió la dragona, en tono jocoso.
Ingela tomó su jarra y bebió la sabrosa cerveza, mientras tanto, Fëanor siguió conversando con Seraphine -Seraphine, ¿vives aquí en Sacrestic o estás de paso?- preguntó Fëanor con sincera curiosidad.
Ingela
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-Tengo que... Ayudar con carretas... Mas seguido- diría el rubio con la respiración agitada, con uno que otro mordisco y muchos rasguños en la espalda.
-Y yo jamás pensé... Qué esto iba a resultar tan bien- le respondería Evangeline con un brillo algo siniestro en sus ojos.
La vampiresa había conseguido fluidos importantes que le hacían pensar que el experimento que planeaba llevar a cabo podría llegar a buen puerto, la sangre que había conseguido tenia una rareza que requeriría mas estudios para desentrañar que era lo que hacia a su objetivo de esa noche tan... El. Evangeline habiendo conseguido lo que quería se aseguro de resguardar las muestras en recipientes mas aptos para ello y comenzó a vestirse rápidamente.
-Dime la verdad, no me abordaste porque había ayudado en la carreta- le diría el rubio viéndola recolectar sus cosas y vistiéndose mientras el comenzaba a hacer lo mismo.
-No- respondería con una sonrisa -he visto algunas cosas que has hecho, además he escuchado rumores interesantes- la mujer se acerco y acerco un vial pequeño, se pauso un momento mirando al rubio y luego lo presiono sobre uno de los mordiscos que le había propinado. -Tienes algo que me interesa mucho...- le diría antes de tapar el vial y guardarlo junto a las otras muestras.
-Entonces... ¿Me pagas, te pago?, como va la cosa- preguntaría el rubio bromeando.
-Ja, no voy a responder a eso, pero si te sirve de algo, si habían mujeres con orejas de conejo buscando a los que habían ayudado con la carreta, fue así como saque la idea para abordarte-
-a-
-Bueno Zelas, ha sido divertido, pero tengo que volver a trabajar, gracias por las muestras- Evangeline se arreglo el cabello rápidamente, se aseguro de que los viales estuvieran firmes en su vestido y se acerco al rubio dándole un beso, -ya sabes que vamos a hacer la próxima vez que necesite muestras, trata de seguir vivo... Aunque no importa mucho ¿Verdad?- diría sonriendo y marchándose rápidamente del lugar.
El no-elfo había quedado con una rara sensación, estaba siendo usado como experimento de algo, al mismo tiempo que era usado de forma carnal, ¿Lo estarían estafando de alguna forma?, ¿Debería cobrar la próxima vez?, ¿Las mujeres con orejas de conejo le buscarían para lo mismo?, eran muchas las preguntas que se le venían a la mente mientras se terminaba de vestir, le dio un vistazo a la comida y la sensación que traía encima le quito el apetito. ¿Seria la claridad post-eyaculación la que indicaba que probablemente aquello terminaría mal?, Zelas no lo supo identificar, pero su tren de pensamiento fue interrumpido por la visión de Teufel mirando alrededor, tratando de ser sigilosa pero viéndose mas sospechosa de lo normal.
-¿De quien estamos huyendo?- preguntaría el rubio metiéndose la camisa en el pantalón.
-Oh por los dioses, me había preocupado por el olor a sangre, pero al entrar y sentir el olor a sexo que hay en esta habitación... Y el pobre de Corlys estaba preocupado por ti- diría Teufel quien se había quedado en la entrada de la habitación.
-Todavía me duele la espalda por la rueda que quebró en mi espalda.... Mamase mamasa mamacusa- finalizaría el rubio mientras ponía sus manos en 2 diferentes mordidas que había identificado por la sangre que manchaba su camisa, esperando cerrar las heridas o en su defecto, evitar seguir manchando su camisa(1).
-No es por eso, aun sigue causando gracia quebrarte muebles, pero tu amigo esta preocupado por ti, me pidió que te encontrara y que te avisara sobre las..- -Chicas con orejas de conejo que buscan a las personas que ayudaron con la carreta?- le interrumpió el rubio.
-¿No me digas que te encontraron y follaste tu camino a la libertad?- preguntaría en tono sarcástico.
-Teufel... No hay hombre que sea capaz de algo así- le respondería con preocupación de que alguien fuera a creer algo así.
-Bueno yo solo vengo de parte de un amigo, ya sabes, si preguntan si eres el de la carreta di que no... o que si, suponiendo que creas que te ira bien otra vez... Por cierto tu camisa esta toda manchada de sangre. Adiós- y con un gesto de su pata, se marcho para avisarle a Corlys sobre como lo había encontrado al no-elfo.
Zelas por su parte se debatía entre salir o no de la habitación en la que se encontraba, luego de meditarlo comiendo las croquetas de Jak y bebiendo vino, finalmente se puso la chaqueta para cubrir la mayoría de las manchas de sangre y decidió salir de nuevo a la fiesta... Mas que nada porque se le habían acabado las croquetas y el vino.
OFF: habilidad y cosas
1_ Imposición de Manos: [Mágica, 1 uso] Puedo imponer mis manos sobre mí o alguien más y realizar una breve plegaria. La Luz sanará la herida más grave del beneficiado y le otorgará un escudo que absorbe daño moderado por una ronda.
-Y yo jamás pensé... Qué esto iba a resultar tan bien- le respondería Evangeline con un brillo algo siniestro en sus ojos.
La vampiresa había conseguido fluidos importantes que le hacían pensar que el experimento que planeaba llevar a cabo podría llegar a buen puerto, la sangre que había conseguido tenia una rareza que requeriría mas estudios para desentrañar que era lo que hacia a su objetivo de esa noche tan... El. Evangeline habiendo conseguido lo que quería se aseguro de resguardar las muestras en recipientes mas aptos para ello y comenzó a vestirse rápidamente.
-Dime la verdad, no me abordaste porque había ayudado en la carreta- le diría el rubio viéndola recolectar sus cosas y vistiéndose mientras el comenzaba a hacer lo mismo.
-No- respondería con una sonrisa -he visto algunas cosas que has hecho, además he escuchado rumores interesantes- la mujer se acerco y acerco un vial pequeño, se pauso un momento mirando al rubio y luego lo presiono sobre uno de los mordiscos que le había propinado. -Tienes algo que me interesa mucho...- le diría antes de tapar el vial y guardarlo junto a las otras muestras.
-Entonces... ¿Me pagas, te pago?, como va la cosa- preguntaría el rubio bromeando.
-Ja, no voy a responder a eso, pero si te sirve de algo, si habían mujeres con orejas de conejo buscando a los que habían ayudado con la carreta, fue así como saque la idea para abordarte-
-a-
-Bueno Zelas, ha sido divertido, pero tengo que volver a trabajar, gracias por las muestras- Evangeline se arreglo el cabello rápidamente, se aseguro de que los viales estuvieran firmes en su vestido y se acerco al rubio dándole un beso, -ya sabes que vamos a hacer la próxima vez que necesite muestras, trata de seguir vivo... Aunque no importa mucho ¿Verdad?- diría sonriendo y marchándose rápidamente del lugar.
El no-elfo había quedado con una rara sensación, estaba siendo usado como experimento de algo, al mismo tiempo que era usado de forma carnal, ¿Lo estarían estafando de alguna forma?, ¿Debería cobrar la próxima vez?, ¿Las mujeres con orejas de conejo le buscarían para lo mismo?, eran muchas las preguntas que se le venían a la mente mientras se terminaba de vestir, le dio un vistazo a la comida y la sensación que traía encima le quito el apetito. ¿Seria la claridad post-eyaculación la que indicaba que probablemente aquello terminaría mal?, Zelas no lo supo identificar, pero su tren de pensamiento fue interrumpido por la visión de Teufel mirando alrededor, tratando de ser sigilosa pero viéndose mas sospechosa de lo normal.
-¿De quien estamos huyendo?- preguntaría el rubio metiéndose la camisa en el pantalón.
-Oh por los dioses, me había preocupado por el olor a sangre, pero al entrar y sentir el olor a sexo que hay en esta habitación... Y el pobre de Corlys estaba preocupado por ti- diría Teufel quien se había quedado en la entrada de la habitación.
-Todavía me duele la espalda por la rueda que quebró en mi espalda.... Mamase mamasa mamacusa- finalizaría el rubio mientras ponía sus manos en 2 diferentes mordidas que había identificado por la sangre que manchaba su camisa, esperando cerrar las heridas o en su defecto, evitar seguir manchando su camisa(1).
-No es por eso, aun sigue causando gracia quebrarte muebles, pero tu amigo esta preocupado por ti, me pidió que te encontrara y que te avisara sobre las..- -Chicas con orejas de conejo que buscan a las personas que ayudaron con la carreta?- le interrumpió el rubio.
-¿No me digas que te encontraron y follaste tu camino a la libertad?- preguntaría en tono sarcástico.
-Teufel... No hay hombre que sea capaz de algo así- le respondería con preocupación de que alguien fuera a creer algo así.
-Bueno yo solo vengo de parte de un amigo, ya sabes, si preguntan si eres el de la carreta di que no... o que si, suponiendo que creas que te ira bien otra vez... Por cierto tu camisa esta toda manchada de sangre. Adiós- y con un gesto de su pata, se marcho para avisarle a Corlys sobre como lo había encontrado al no-elfo.
Zelas por su parte se debatía entre salir o no de la habitación en la que se encontraba, luego de meditarlo comiendo las croquetas de Jak y bebiendo vino, finalmente se puso la chaqueta para cubrir la mayoría de las manchas de sangre y decidió salir de nuevo a la fiesta... Mas que nada porque se le habían acabado las croquetas y el vino.
OFF: habilidad y cosas
1_ Imposición de Manos: [Mágica, 1 uso] Puedo imponer mis manos sobre mí o alguien más y realizar una breve plegaria. La Luz sanará la herida más grave del beneficiado y le otorgará un escudo que absorbe daño moderado por una ronda.
Zelas Hazelmere
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Re: [Evento social] Cena con wisterias.
Sacrestic Ville
La fiesta era divertida, magnifica en todo su esplendor, no había dejado de bailar, hacer una fila de bailando y seguir bailando como si el mundo no me importara. Se acercaron mujeres, hombres, orejas de conejo pero nada de eso evito qu siguiera moviéndome al ritmo de los tambores, las cuerdas ni el viento. Infartito, la pasaba tan bien como yo, lo lanzaba y lo atrapaba en un compás que seguía cada melodía.
La cosa se puso mejor cuando un hombre calvo y muy atractivo se subió a una de las mesas y comenzó a moverlo de lao a lao, vergüenza y abstinencia son dos cosas que no tengo, por lo que antes de darme cuenta terminé bailando con las servilletas como testigo con "el musa" de aquella canción que se había vuelto tan pegajosa. O tal vez había inhalado tanto alcohol que ya estaba ebria sin siquiera enterarme.
Con una mano sostenía a Infartito y con la otra, y por razones ajenas a mi conocimiento, un tarro del cual bebía hidromiel que sabía a cerveza pero que se veía como vino, seguramente era todo un coctel para pasar el calor del rato. - ¡Oye! ¡Trae un poco de eso! - señalé las croquetas, un buen bebedor sabía que había que meter algo al estomago antes de seguir alzando el codo.
- ¡Venga! - Exclamó el calvo bailarín de buenas proporciones. Mi objetivo, seguir bailando con semejante obra divina y ver que podía sacar de aquella noche.
Meleis, sí que estaba teniendo toda una aventura. Luego de seguir a la coneja y finalmente encontrarse con Rauko y Xana, las cosas, además de ponerse naturalmente raras en nuestro entorno, se pusieron, para variar, peligrosas. Se sentía extraño, hasta podría decirse que no era él mismo, un particular deseo de encontrar a alguien se apoderó de él. ¿Por qué? No lo sabía, pero antes de darse cuenta seguía al grupo hacia un escenario.
- A ver si entendí. - se sentía un poco confundido. -¿ Entonces el señor Ping no es el señor Tong? Y un larguirucho... Ay... Me duele la cabeza. - La verdad no entendía mucho la cosa y tomando en cuenta que estuvo todo ese rato preocupado por la seguridad de los gomejos y la señorita Xana a la que ahora había perdido de su campo visual, seguía como alma en pena detrás del albino.
La cosa se puso mejor cuando un hombre calvo y muy atractivo se subió a una de las mesas y comenzó a moverlo de lao a lao, vergüenza y abstinencia son dos cosas que no tengo, por lo que antes de darme cuenta terminé bailando con las servilletas como testigo con "el musa" de aquella canción que se había vuelto tan pegajosa. O tal vez había inhalado tanto alcohol que ya estaba ebria sin siquiera enterarme.
Con una mano sostenía a Infartito y con la otra, y por razones ajenas a mi conocimiento, un tarro del cual bebía hidromiel que sabía a cerveza pero que se veía como vino, seguramente era todo un coctel para pasar el calor del rato. - ¡Oye! ¡Trae un poco de eso! - señalé las croquetas, un buen bebedor sabía que había que meter algo al estomago antes de seguir alzando el codo.
- ¡Venga! - Exclamó el calvo bailarín de buenas proporciones. Mi objetivo, seguir bailando con semejante obra divina y ver que podía sacar de aquella noche.
Meleis
Meleis, sí que estaba teniendo toda una aventura. Luego de seguir a la coneja y finalmente encontrarse con Rauko y Xana, las cosas, además de ponerse naturalmente raras en nuestro entorno, se pusieron, para variar, peligrosas. Se sentía extraño, hasta podría decirse que no era él mismo, un particular deseo de encontrar a alguien se apoderó de él. ¿Por qué? No lo sabía, pero antes de darse cuenta seguía al grupo hacia un escenario.
- A ver si entendí. - se sentía un poco confundido. -¿ Entonces el señor Ping no es el señor Tong? Y un larguirucho... Ay... Me duele la cabeza. - La verdad no entendía mucho la cosa y tomando en cuenta que estuvo todo ese rato preocupado por la seguridad de los gomejos y la señorita Xana a la que ahora había perdido de su campo visual, seguía como alma en pena detrás del albino.
- Off:
- No sé si es válido pero pongo a Merax a bailar con menelao sobre la msa y pues eso, aseguir el bonche, ya si no, pues con cualquier otro calvo bailarín, lo dejo acriterio del master.
- Merax bebe las tres bebidas entre baile y baile, y pide algunas croquetas.
- Meleis, sigue con Rauko.
- Inventario:
- s
- Collar de Zafiro [Encantamiento Pudor] - Cuello
- Medalla del exterminador [1 CARGA] - Pecho lado derecho.
- Pieza Metalica - Pecho lado izquierdo.
- Armadura Ligera Normal [Encantamiento Armadura Engañosa]
- Látigo [Arma Flexible Superior - Encantamiento Castigo de Piedra] - Cuelga del lado izquierdo de mi cintura.
- Bomull
- Collar de Moneda Maliciosa de Elian [Cuello- Encantamiento Fuente de Luz]
- Garras Superiores.
- Inventario Meleis:
-- Inyección [L]
- Armadura de Fieras Normal. [A. Ligera / Encantamiento Pudor]
- Poción de Salud Concentrada. [En la Inyección]
- Cría de Palomejo.
Meraxes
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Re: [Evento social] Cena con wisterias.
Seraphine permanecía en silencio, observando a Fëanor e Ingela mientras conversaban entre sí sobre sus aventuras pasadas. Al escuchar el entusiasmo con el que hablaban de sus experiencias compartidas, una mezcla de emociones comenzó a invadirla. Por un lado, el hecho de que Ingela fuera también de Dundarak despertaba en ella una alegría discreta, un sentido de pertenencia que hacía tiempo no experimentaba. Sin embargo, la nostalgia pronto comenzó a envolverla al recordar su propio hogar. Había dejado Dundarak cuando tenía solo 18 años, y aunque su decisión había sido firme en aquel momento, el tiempo y la distancia la habían llenado de una especie de vacío. Quizá sea momento de volver…, pensó fugazmente, aunque sabía que su regreso no sería sencillo.
Cuando Ingela, con una sonrisa genuina, preguntó si ella también era de Dundarak, Seraphine no pudo evitar sonreír en respuesta. La pregunta había tocado una fibra sensible.
-Sí, nací en Dundarak...- contestó con un tono suave y nostálgico, sintiendo cómo las palabras la transportaban a recuerdos lejanos. -Hace tanto que no regreso, pero la torta roja... sí, es un pilar de nuestras cenas. Mi madre la preparaba para las festividades, y cuando era niña, ese postre hacía que todo pareciera perfecto por un rato-.
Ingela parecía compartir ese sentimiento, y la conexión entre ambas mujeres, aunque pequeña, se sentía significativa para Seraphine. Sin embargo, mientras seguían conversando, su mente no podía evitar desviarse hacia su propia vida. Mientras Fëanor hablaba de las aventuras que él e Ingela habían vivido desde pequeños, la curiosidad natural de Seraphine se encendió. Siempre había sentido esa necesidad de descubrir más, de saber qué historias había detrás de cada persona. Quería saber qué había llevado a Fëanor e Ingela a viajar juntos, qué los unía, y cómo habían llegado hasta donde estaban ahora.
Pero al mismo tiempo, esa curiosidad la hacía reflexionar sobre su propia vida. Recordó a su amiga de la infancia, una persona con quien compartía todo antes de que sus caminos tomaran direcciones diferentes. ¿Qué habrá sido de ella?, se preguntó, aunque sabía que lo más probable es que sus vidas ya no coincidieran de la misma manera. Aún así, al ver el afecto y la complicidad entre Fëanor e Ingela, Seraphine no pudo evitar sentirse un poco emotiva. No era solo por la nostalgia de las amistades pasadas, sino también por la sensación de estar frente a algo hermoso y duradero. Ese tipo de relaciones, aunque pocas veces se mantenían intactas a lo largo del tiempo, siempre dejaban una huella profunda.
La conversación pronto giró hacia un tema más ligero, con Fëanor preguntando si Seraphine vivía en Sacrestic o si estaba simplemente de paso. Ella no dudó en responder, aunque la realidad era que no tenía un lugar fijo donde echar raíces.
-Llegué a Sacrestic por casualidad, realmente. No tengo un lugar fijo donde quedarme... me gusta moverme de un lado a otro, explorar nuevos sitios- explicó, notando el interés genuino de Fëanor al escucharla. Sus palabras fluían con mayor naturalidad, pues se sentía cada vez más cómoda. La tensión inicial que había sentido al notar la atención que él le prestaba empezaba a desvanecerse, siendo sustituida por una curiosidad recíproca. Seraphine se preguntaba quién era realmente Fëanor, más allá de sus modales corteses y su sonrisa amable.
Mientras la charla avanzaba, los recuerdos de Dundarak seguían rondando en la mente de Seraphine. La mención de la torta roja y las cenas familiares la transportaba a los días de su infancia, antes de que todo cambiara. En ese momento, decidió compartir una anécdota que la hacía sonreír cuando pensaba en su entrenamiento con Nimue, su estricta pero respetada maestra.
-Recuerdo una vez, durante uno de mis entrenamientos con mi maestra Nimue... Estaba tan concentrada en seguir sus indicaciones que no me di cuenta de que había pasado horas sin comer. Cuando terminé, apenas podía mantenerme en pie, y Nimue, aunque siempre dura, dejó escapar una risa discreta y me dijo: “No puedes luchar con el estómago vacío, niña”. Ese día, al regresar a casa, mi madre me había preparado mi torta favorita. Era como si todo el cansancio desapareciera con cada bocado-, comentó entre risas. Por un instante sacudió mentalmente las historias que se agolpaban en su cabeza. Eran recuerdos que ahora mismo no quería traer al presente.
A medida que avanzaba la cena, Seraphine sentía una mezcla de emociones, pero sobre todo, se notaba más relajada. Fëanor había mencionado anteriormente que las experiencias en los lugares eran las que nos conectaban con ellos, y ella estaba de acuerdo. Mientras pensaba en las ciudades y sitios que había visitado desde que dejó Dundarak, se dio cuenta de que cada lugar guardaba un fragmento de sus propios recuerdos, un hilo que la conectaba no solo con el pasado, sino también con el presente. Quizá no sea solo el lugar lo que importa, sino lo que vives en él, pensó mientras escuchaba a Ingela reír sobre las aventuras que había vivido con Fëanor.
Por primera vez en mucho tiempo, Seraphine se permitió disfrutar plenamente de la compañía. Estaba claro que había más por descubrir sobre Fëanor e Ingela, pero también había algo más que aprender de sí misma en el proceso. La tensión de ser el centro de atención había disminuido, y la velada, que al principio le había parecido intimidante, ahora se sentía como una oportunidad para abrirse, para conectar y para dejarse llevar por el momento.
-Es curioso cómo un simple encuentro puede llevarte a recuerdos que pensabas olvidados- murmuró Seraphine, más para sí misma que para sus compañeros de mesa. A pesar de no tener un hogar fijo, algo en esta cena le hacía sentir que pertenecía, aunque fuera solo por un instante pasajero.
Seraphine, con el transcurso de la conversación, se encontraba cada vez más cómoda. Era como si las barreras que siempre levantaba, esa especie de armadura emocional que la protegía del mundo, comenzaran a desmoronarse poco a poco. Lo notaba en la facilidad con la que las palabras fluían de sus labios, en la ligereza que sentía al hablar con Ingela. La conexión que ambas compartían al ser de Dundarak, aunque en un inicio parecía una coincidencia trivial, ahora la unía más a ella. Esto le daba una seguridad inesperada, una chispa que hacía que Seraphine, por primera vez en mucho tiempo, se sintiera parte de algo. Y en ese ambiente cálido, casi hogareño, decidió compartir una historia de su vida que rara vez había contado.
Seraphine dejó escapar un suspiro leve mientras contemplaba el curso de la conversación. La curiosidad sobre las aventuras de Fëanor e Ingela le hacía pensar en su propio estilo de vida, uno que había elegido conscientemente pero que, en ocasiones, le parecía solitario. Ella no vivía en Sacrestic, ni tampoco en ningún otro lugar en particular. De hecho, al igual que ellos, estaba simplemente de paso, sin un destino fijo ni un hogar que la atara a un sitio. Había sido una mera casualidad que terminara en esta ciudad, como tantos otros lugares por los que había pasado a lo largo de los años. Cada nueva parada en su camino la llevaba a un rincón diferente de Aerandir, y esa sensación de libertad, aunque a veces incómoda, le resultaba reconfortante.
-En realidad, no vivo en Sacrestic- confesó finalmente, su voz tranquila pero cargada de una cierta nostalgia. -Estoy de paso, al igual que ustedes. Terminé aquí por pura casualidad. No tengo un lugar fijo al que llamar hogar desde hace mucho tiempo- añadió con una sonrisa serena, pero no triste.
Seraphine llevaba años llevando una vida nómada, vagando por Aerandir sin un rumbo claro, guiada solo por sus propios instintos y deseos de encontrar algo que, quizás, ni siquiera sabía que estaba buscando. Había aprendido a adaptarse a cualquier lugar en el que se encontrara, a abrazar la libertad de no estar atada a un sitio o a una rutina. Esa libertad le permitía explorar las tierras de Aerandir, desde los parajes nevados hasta los bosques más profundos, y en cada nuevo rincón encontraba una pequeña parte de sí misma que aún no había descubierto. Sin embargo, ese mismo estilo de vida también traía consigo la inevitable soledad, algo con lo que había aprendido a convivir. Cada ciudad, cada bosque o cada llanura que cruzaba era un recordatorio de su independencia, pero también de la distancia que había puesto entre ella y todo lo que una vez conoció.
-Hace mucho que dejé de tener un hogar fijo. Prefiero estar en movimiento, explorar nuevos lugares. Siempre he creído que hay tanto por descubrir en Aerandir que es imposible atarse a un solo lugar...- continuó, dejando que sus palabras flotaran en el aire mientras recordaba los muchos caminos que había recorrido.
Cada vez que llegaba a una nueva ciudad, su llegada siempre parecía obra del destino o, a veces, del simple azar. Sacrestic no había sido diferente. Un lugar donde nunca había pensado quedarse, pero que, por una razón u otra, había llamado su atención. Quizá porque buscaba respuestas que aún no había encontrado, o tal vez porque el movimiento constante era su forma de evitar enfrentarse a las preguntas que llevaba en su corazón. Las preguntas sobre quién era, y qué buscaba realmente.
-Es curioso... en algún momento pensé que encontraría un lugar al que pertenecer, pero he aprendido a disfrutar del vagar sin rumbo, de seguir el viento y dejar que me lleve a donde deba ir- confesó, permitiendo que por un momento, su voz dejara entrever una parte de su verdadero ser, ese que buscaba equilibrio y paz interior en cada rincón que visitaba.
Su vida como nómada le había dado muchas experiencias, le había permitido conocer culturas, aprender habilidades, pero también la había hecho más reservada y cuidadosa a la hora de crear vínculos. La libertad venía con un precio, y ese precio era la desconexión que, aunque era su elección, en momentos como este la hacía sentir un ligero vacío.
Cuando Ingela, con una sonrisa genuina, preguntó si ella también era de Dundarak, Seraphine no pudo evitar sonreír en respuesta. La pregunta había tocado una fibra sensible.
-Sí, nací en Dundarak...- contestó con un tono suave y nostálgico, sintiendo cómo las palabras la transportaban a recuerdos lejanos. -Hace tanto que no regreso, pero la torta roja... sí, es un pilar de nuestras cenas. Mi madre la preparaba para las festividades, y cuando era niña, ese postre hacía que todo pareciera perfecto por un rato-.
Ingela parecía compartir ese sentimiento, y la conexión entre ambas mujeres, aunque pequeña, se sentía significativa para Seraphine. Sin embargo, mientras seguían conversando, su mente no podía evitar desviarse hacia su propia vida. Mientras Fëanor hablaba de las aventuras que él e Ingela habían vivido desde pequeños, la curiosidad natural de Seraphine se encendió. Siempre había sentido esa necesidad de descubrir más, de saber qué historias había detrás de cada persona. Quería saber qué había llevado a Fëanor e Ingela a viajar juntos, qué los unía, y cómo habían llegado hasta donde estaban ahora.
Pero al mismo tiempo, esa curiosidad la hacía reflexionar sobre su propia vida. Recordó a su amiga de la infancia, una persona con quien compartía todo antes de que sus caminos tomaran direcciones diferentes. ¿Qué habrá sido de ella?, se preguntó, aunque sabía que lo más probable es que sus vidas ya no coincidieran de la misma manera. Aún así, al ver el afecto y la complicidad entre Fëanor e Ingela, Seraphine no pudo evitar sentirse un poco emotiva. No era solo por la nostalgia de las amistades pasadas, sino también por la sensación de estar frente a algo hermoso y duradero. Ese tipo de relaciones, aunque pocas veces se mantenían intactas a lo largo del tiempo, siempre dejaban una huella profunda.
La conversación pronto giró hacia un tema más ligero, con Fëanor preguntando si Seraphine vivía en Sacrestic o si estaba simplemente de paso. Ella no dudó en responder, aunque la realidad era que no tenía un lugar fijo donde echar raíces.
-Llegué a Sacrestic por casualidad, realmente. No tengo un lugar fijo donde quedarme... me gusta moverme de un lado a otro, explorar nuevos sitios- explicó, notando el interés genuino de Fëanor al escucharla. Sus palabras fluían con mayor naturalidad, pues se sentía cada vez más cómoda. La tensión inicial que había sentido al notar la atención que él le prestaba empezaba a desvanecerse, siendo sustituida por una curiosidad recíproca. Seraphine se preguntaba quién era realmente Fëanor, más allá de sus modales corteses y su sonrisa amable.
Mientras la charla avanzaba, los recuerdos de Dundarak seguían rondando en la mente de Seraphine. La mención de la torta roja y las cenas familiares la transportaba a los días de su infancia, antes de que todo cambiara. En ese momento, decidió compartir una anécdota que la hacía sonreír cuando pensaba en su entrenamiento con Nimue, su estricta pero respetada maestra.
-Recuerdo una vez, durante uno de mis entrenamientos con mi maestra Nimue... Estaba tan concentrada en seguir sus indicaciones que no me di cuenta de que había pasado horas sin comer. Cuando terminé, apenas podía mantenerme en pie, y Nimue, aunque siempre dura, dejó escapar una risa discreta y me dijo: “No puedes luchar con el estómago vacío, niña”. Ese día, al regresar a casa, mi madre me había preparado mi torta favorita. Era como si todo el cansancio desapareciera con cada bocado-, comentó entre risas. Por un instante sacudió mentalmente las historias que se agolpaban en su cabeza. Eran recuerdos que ahora mismo no quería traer al presente.
A medida que avanzaba la cena, Seraphine sentía una mezcla de emociones, pero sobre todo, se notaba más relajada. Fëanor había mencionado anteriormente que las experiencias en los lugares eran las que nos conectaban con ellos, y ella estaba de acuerdo. Mientras pensaba en las ciudades y sitios que había visitado desde que dejó Dundarak, se dio cuenta de que cada lugar guardaba un fragmento de sus propios recuerdos, un hilo que la conectaba no solo con el pasado, sino también con el presente. Quizá no sea solo el lugar lo que importa, sino lo que vives en él, pensó mientras escuchaba a Ingela reír sobre las aventuras que había vivido con Fëanor.
Por primera vez en mucho tiempo, Seraphine se permitió disfrutar plenamente de la compañía. Estaba claro que había más por descubrir sobre Fëanor e Ingela, pero también había algo más que aprender de sí misma en el proceso. La tensión de ser el centro de atención había disminuido, y la velada, que al principio le había parecido intimidante, ahora se sentía como una oportunidad para abrirse, para conectar y para dejarse llevar por el momento.
-Es curioso cómo un simple encuentro puede llevarte a recuerdos que pensabas olvidados- murmuró Seraphine, más para sí misma que para sus compañeros de mesa. A pesar de no tener un hogar fijo, algo en esta cena le hacía sentir que pertenecía, aunque fuera solo por un instante pasajero.
Seraphine, con el transcurso de la conversación, se encontraba cada vez más cómoda. Era como si las barreras que siempre levantaba, esa especie de armadura emocional que la protegía del mundo, comenzaran a desmoronarse poco a poco. Lo notaba en la facilidad con la que las palabras fluían de sus labios, en la ligereza que sentía al hablar con Ingela. La conexión que ambas compartían al ser de Dundarak, aunque en un inicio parecía una coincidencia trivial, ahora la unía más a ella. Esto le daba una seguridad inesperada, una chispa que hacía que Seraphine, por primera vez en mucho tiempo, se sintiera parte de algo. Y en ese ambiente cálido, casi hogareño, decidió compartir una historia de su vida que rara vez había contado.
Seraphine dejó escapar un suspiro leve mientras contemplaba el curso de la conversación. La curiosidad sobre las aventuras de Fëanor e Ingela le hacía pensar en su propio estilo de vida, uno que había elegido conscientemente pero que, en ocasiones, le parecía solitario. Ella no vivía en Sacrestic, ni tampoco en ningún otro lugar en particular. De hecho, al igual que ellos, estaba simplemente de paso, sin un destino fijo ni un hogar que la atara a un sitio. Había sido una mera casualidad que terminara en esta ciudad, como tantos otros lugares por los que había pasado a lo largo de los años. Cada nueva parada en su camino la llevaba a un rincón diferente de Aerandir, y esa sensación de libertad, aunque a veces incómoda, le resultaba reconfortante.
-En realidad, no vivo en Sacrestic- confesó finalmente, su voz tranquila pero cargada de una cierta nostalgia. -Estoy de paso, al igual que ustedes. Terminé aquí por pura casualidad. No tengo un lugar fijo al que llamar hogar desde hace mucho tiempo- añadió con una sonrisa serena, pero no triste.
Seraphine llevaba años llevando una vida nómada, vagando por Aerandir sin un rumbo claro, guiada solo por sus propios instintos y deseos de encontrar algo que, quizás, ni siquiera sabía que estaba buscando. Había aprendido a adaptarse a cualquier lugar en el que se encontrara, a abrazar la libertad de no estar atada a un sitio o a una rutina. Esa libertad le permitía explorar las tierras de Aerandir, desde los parajes nevados hasta los bosques más profundos, y en cada nuevo rincón encontraba una pequeña parte de sí misma que aún no había descubierto. Sin embargo, ese mismo estilo de vida también traía consigo la inevitable soledad, algo con lo que había aprendido a convivir. Cada ciudad, cada bosque o cada llanura que cruzaba era un recordatorio de su independencia, pero también de la distancia que había puesto entre ella y todo lo que una vez conoció.
-Hace mucho que dejé de tener un hogar fijo. Prefiero estar en movimiento, explorar nuevos lugares. Siempre he creído que hay tanto por descubrir en Aerandir que es imposible atarse a un solo lugar...- continuó, dejando que sus palabras flotaran en el aire mientras recordaba los muchos caminos que había recorrido.
Cada vez que llegaba a una nueva ciudad, su llegada siempre parecía obra del destino o, a veces, del simple azar. Sacrestic no había sido diferente. Un lugar donde nunca había pensado quedarse, pero que, por una razón u otra, había llamado su atención. Quizá porque buscaba respuestas que aún no había encontrado, o tal vez porque el movimiento constante era su forma de evitar enfrentarse a las preguntas que llevaba en su corazón. Las preguntas sobre quién era, y qué buscaba realmente.
-Es curioso... en algún momento pensé que encontraría un lugar al que pertenecer, pero he aprendido a disfrutar del vagar sin rumbo, de seguir el viento y dejar que me lleve a donde deba ir- confesó, permitiendo que por un momento, su voz dejara entrever una parte de su verdadero ser, ese que buscaba equilibrio y paz interior en cada rincón que visitaba.
Su vida como nómada le había dado muchas experiencias, le había permitido conocer culturas, aprender habilidades, pero también la había hecho más reservada y cuidadosa a la hora de crear vínculos. La libertad venía con un precio, y ese precio era la desconexión que, aunque era su elección, en momentos como este la hacía sentir un ligero vacío.
Seraphine Valaryon
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Re: [Evento social] Cena con wisterias.
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Akanke observaba el evento y le evocó a las grandes cenas que hacían en el Templo, las cuales habían ido evolucionando a medida que llegaban más y más habitantes de diferentes zonas de Aerandir, aportando cada uno un poco de su cultura y tradiciones. Pero esta cena era por lejos, mucho más sofisticada y elegante. Llevaría esa idea con ella y organizaría una así para cuando Sein llevara a su gente. Tal vez Sacrestic Ville tenía cosas buenas. Pocas, eso sí.
Probó la comida que Sein le ofrecía -¡Sabroso!- exclamó la Sacerdotisa tras sentir la crocancia y luego el relleno suave, tanto los sabores como las texturas eran equilibradas y entregaban una maravillosa experiencia para ellos. -Estando fritado- aseguró -En manteca caliente echando comida para cocinando, eso se llamando frito. Comida frita siempre sabrosa, por fuera dura y por dentro suave.- dijo -Aunque cuando quemando, todo duro- dijo y sonrió.
El Templo se había convertido en un lugar donde muchos grupos diferentes se reunían y ello creaba un precioso sincretismo. Gracias a ello, Akanke había conocido tradiciones diferentes, lenguajes, la lectura y la escritura. A pesar de no salir mucho de allí, ella conocía bastante del mundo. De recolectar y cazar, habían aprendido a criar animales, cultivar y cosechar. Y por supuesto, la comida no se quedaba atrás con sus diferentes y variadas maneras de cocinarla. -Cuando viniendo a Templo, nosotros haciendo gran cena bonita como esta para tu familia. Haremos fritos- le aseguró.
Las entradas de Akanke eran diferentes a las de Sein. -Mi ensalada brilla- dijo, tomando una hoja y observándola -Amiga no diciendo que ensalada brilla. No sé si comiendo hoja que brillando bueno para el cuerpo- comentó y dejó de lado la ensalada -¿Tú queriendo probar?- preguntó a Sein y le ofreció un poco. Afortunadamente, tenía el guiso y ese estaba magnífico. Claramente, también lo quiso compartir con él.
A diferencia de lo que pidió Sein, el plato fuerte de Akanke estaba bueno. -Puede que animal moriendo triste, por eso dejando su carne mala- dijo ella, sintiendo un poco de tristeza por aquella criatura. -Pero yo te dando de mi comida, estando sabroso también- le dijo al norteño para tratar de alegrarlo.
Mientras ella partía su redondo de gabhar a la mitad y pasaba una parte al plato de Sein, una trifulca interrumpía la armonía de la cena. Sein reaccionó de inmediato, dispuesto a intervenir, pidiéndole que no lo acompañara. Ella también se levantó y avanzó el escaso espacio que había entre ellos, para ponerse a su lado y tomar su mano. Su báculo brilló en un tenue azul, apenas perceptible. -Esperando- le dijo en voz baja -No sabiendo qué pasando allá ni quienes siendo esas gentes. Primero observando porque aquí en Sacrestic Ville, nadie siendo inocente- dijo con seriedad. -Yo te contando después por qué conociendo Sacrestic Ville, estando segura que no te va a gustar más aquí- aseguró, tomando su rostro suavemente y girándolo para que la mirara.
Akanke sonrió -Amiga trayendo dulces- señaló la sacerdotisa al ver que la mesera dejó los platos con los postres. Volvió a su lugar y contempló lo que le habían llevado. Eran cinco bolitas rosadas y blancas, cubiertas por un polvillo blanco. Tomó una cuidadosamente entre los dedos para observarla más de cerca. Era bastante blanda al tacto y ligeramente pegajosa. Olía dulce pero había algo más, un sutil un aroma bastante familiar que Akanke no pudo reconocer al principio1.
Tras unos instantes, recordó a qué pertenecía el olor; era el mismo de los árboles que habían llevado al Templo desde la casa de La Magistrada. Cohen los había llamado Durem Erectus y tenían un efecto... potenciador de las virtudes sexuales.
La mirada de Akanke se iluminó y tuvo que respirar hondo para poder mantenerse en control de si misma. Una sensación que había descubierto después de conocer a Sein se despertó en ella al recordar la intimidad con él, su cuerpo se estremeció con el delicioso hormigueo entre sus piernas al evocar ése día en la caverna, en el norte, y todas las demás noches durante las cuales sus cuerpos fueron uno solo. Observando las bolitas meditó respecto a cómo se potenciarían todas esas sensaciones y su desempeño con la ayuda de los efectos del árbol.
Comió una y tomó otra la cuál ofreció a su compañero -¡Probando! Esto muy sabroso- le dijo, esbozando una sonrisa traviesa que ni siquiera se esforzó por disimular.
___________________
1Sentidos Bestiales [Racial]: Mis rasgos equinos favorecen sus sentidos del olfato y el oído, duplicando su potencia.
Akanke
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Re: [Evento social] Cena con wisterias.
Puede que Corlys tuviera cierto atractivo, pero también era increíblemente rencoroso. Mira que sacar el asunto de las grosellas explosivas cuando aquello ni siquiera había sido culpa de Elian. El éter de aquella zona era muy inestable, ¿cómo iba él a saber que reaccionaría de esa forma ante una simple plegaria de sanación?
—Solo es un poco de calor, no voy a hacer explotar nada —dijo con cierta brusquedad mientras se desabrochaba un par de botones más.
Pero, por supuesto, no era solo el calor. Tenía el pulso y la respiración acelerados y, bueno, el resto. No era ningún muchachito como para no darse cuenta de qué se trataba, pero tampoco había sentido una oleada tan intensa y… aleatoria desde hacía décadas.
«Y tú que creías que ya habías dejado atrás lo peor», se dijo mientras trataba de apartar dla vista de los escotes que parecían haberse congregado a su alrededor. El problema era que la mayoría de las damas asistentes a la cena habían elegido vestidos de lo más reveladores, por no hablar de que muchos de los caballeros presentes eran casi tan atractivos como Corlys.
—Eso es, te vamos a echar una mano, ya verás —dijo Daphne, siguiéndole el juego a Corlys mientras tomaba a la temblorosa muchacha de las manos para ayudarla a levantarse y, por el tono meloso de su voz, Elian intuyó que estaba utilizando parte de su poder para tranquilizar a la chica—. Yo soy Daphne. ¿Cómo te llamas?
—Ma-snif-Marin.
—Encantada de conocerte, Marin. Dinos, ¿por qué es tan importante que encuentres a las personas que auxiliaron a la carreta?
—¡Me-me matarán, me echarán de la familia!
—¿Que te… quiénes, cómo?
—Sela y Tula. Siempre se burlan de mí porque aún no sé… porque no… bueno, solo hace veintitrés años que me transformaron, ¿cómo se supone que voy a aprender tan rápido?
—¿Y te echarán de la familia si no encuentras a los que ayudaron a la carreta?
—¡Claro! Ellas también están buscando, pero tengo que encontrarlos antes o si no… ¡No, no puedo! ¡Me moriré si me expulsan! ¡Tienes que ayudarme, por favor!
—Sí, sí, te ayudaremos. Pero, ¿por qué buscan ellas a los que auxiliaron a la carreta?
Elian escuchaba solo a medias las incoherencias de la pobre chica mientras avanzaba con paso rígido camino del escenario. Trató de concentrarse en las flores que iban dejando atrás, asumiendo que, si ignoraba el problema lo suficiente, éste se cansaría y acabaría solucionándose solito.
Por desgracia, no tardó en recordar que las flores eran los órganos reproductores de las plantas. Tampoco ayudó el hecho de que, en tan poco espacio de tiempo, ya había visto a tres parejas escaquearse en busca de la relativa privacidad de los arbustos. ¿Qué estaba pasando aquella noche?
Los balbuceos de Marin se cortaron en seco cuando llegaron a las cercanías del escenario al mismo tiempo que otro grupo consistente en un muchacho alto y de hermoso rostro y otras tres muchachas con orejas de conejo. Elian trató de centrar la vista en la única que no llevaba escote abierto. Su rostro le resultaba familiar y se agarró a la tarea de tratar de averiguar de qué le sonaba para distraer su mente de… otras cosas.
Para su sorpresa, Marin le echó una mano con eso de las distracciones cuando se lanzó como una gata rabiosa contra el grupo.
—¡Ah, no, no vais a echarme, desgraciadas! —chilló, fuera de sí, mientras se agarraba con fuerza al chico alto—. ¿Tú eres quien ayudó a la carreta? ¡No las escuches, yo te encontré! ¡Te encontré yo! ¡No pueden echarme, NO PUEDEN!
----------
OFF: Pues sigo con Corlys (si no se me quedó atrás mientras yo buscaba otra cosa menos atractiva en la que fijarme) y me encuentro con el grupo de Rauko y Meleis. Iba a poner algo más sobre el chico delgaducho que tomó el papel del tal Fotoma, pero se me alargó mucho la cosa xD
—Solo es un poco de calor, no voy a hacer explotar nada —dijo con cierta brusquedad mientras se desabrochaba un par de botones más.
Pero, por supuesto, no era solo el calor. Tenía el pulso y la respiración acelerados y, bueno, el resto. No era ningún muchachito como para no darse cuenta de qué se trataba, pero tampoco había sentido una oleada tan intensa y… aleatoria desde hacía décadas.
«Y tú que creías que ya habías dejado atrás lo peor», se dijo mientras trataba de apartar dla vista de los escotes que parecían haberse congregado a su alrededor. El problema era que la mayoría de las damas asistentes a la cena habían elegido vestidos de lo más reveladores, por no hablar de que muchos de los caballeros presentes eran casi tan atractivos como Corlys.
—Eso es, te vamos a echar una mano, ya verás —dijo Daphne, siguiéndole el juego a Corlys mientras tomaba a la temblorosa muchacha de las manos para ayudarla a levantarse y, por el tono meloso de su voz, Elian intuyó que estaba utilizando parte de su poder para tranquilizar a la chica—. Yo soy Daphne. ¿Cómo te llamas?
—Ma-snif-Marin.
—Encantada de conocerte, Marin. Dinos, ¿por qué es tan importante que encuentres a las personas que auxiliaron a la carreta?
—¡Me-me matarán, me echarán de la familia!
—¿Que te… quiénes, cómo?
—Sela y Tula. Siempre se burlan de mí porque aún no sé… porque no… bueno, solo hace veintitrés años que me transformaron, ¿cómo se supone que voy a aprender tan rápido?
—¿Y te echarán de la familia si no encuentras a los que ayudaron a la carreta?
—¡Claro! Ellas también están buscando, pero tengo que encontrarlos antes o si no… ¡No, no puedo! ¡Me moriré si me expulsan! ¡Tienes que ayudarme, por favor!
—Sí, sí, te ayudaremos. Pero, ¿por qué buscan ellas a los que auxiliaron a la carreta?
Elian escuchaba solo a medias las incoherencias de la pobre chica mientras avanzaba con paso rígido camino del escenario. Trató de concentrarse en las flores que iban dejando atrás, asumiendo que, si ignoraba el problema lo suficiente, éste se cansaría y acabaría solucionándose solito.
Por desgracia, no tardó en recordar que las flores eran los órganos reproductores de las plantas. Tampoco ayudó el hecho de que, en tan poco espacio de tiempo, ya había visto a tres parejas escaquearse en busca de la relativa privacidad de los arbustos. ¿Qué estaba pasando aquella noche?
Los balbuceos de Marin se cortaron en seco cuando llegaron a las cercanías del escenario al mismo tiempo que otro grupo consistente en un muchacho alto y de hermoso rostro y otras tres muchachas con orejas de conejo. Elian trató de centrar la vista en la única que no llevaba escote abierto. Su rostro le resultaba familiar y se agarró a la tarea de tratar de averiguar de qué le sonaba para distraer su mente de… otras cosas.
Para su sorpresa, Marin le echó una mano con eso de las distracciones cuando se lanzó como una gata rabiosa contra el grupo.
—¡Ah, no, no vais a echarme, desgraciadas! —chilló, fuera de sí, mientras se agarraba con fuerza al chico alto—. ¿Tú eres quien ayudó a la carreta? ¡No las escuches, yo te encontré! ¡Te encontré yo! ¡No pueden echarme, NO PUEDEN!
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OFF: Pues sigo con Corlys (si no se me quedó atrás mientras yo buscaba otra cosa menos atractiva en la que fijarme) y me encuentro con el grupo de Rauko y Meleis. Iba a poner algo más sobre el chico delgaducho que tomó el papel del tal Fotoma, pero se me alargó mucho la cosa xD
Elian
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