Encuentros fortuitos [privado]
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Re: Encuentros fortuitos [privado]
Se embelesó, si bien sabía que en el fondo aquel hombre, que había sido tan frío y tan brusco con ella en el fondo empezaba a hacerse un pequeño hueco en su corazón de piedra, frío como el acero que se templaba al calor de la forja. Enrecerró los ojos soltando lentamente el aire de su boca, el bao se expandía al salir de sus labios, expulsando el poco calor que le quedaba en el cuerpo. Se frotó los brazos con las manos y luego se puso la manta sobre los hombros.
Se sintió en paz por primera vez en mucho tiempo, se vacío su mente por completo, la lluvia, se dejo, pero en el fondo sabía que no era así.
-Thorbald es el primer licántropo, no es él quien me preocupa sino la gente que lo acompaña. -Se giró hacia Brendarid y se puso frente a él, cara a cara, quería resolver una duda que le corroía las entrañas.
Su forma de tratarla, distante pero preocupado, atento, pero por mucho que lo intentaba no podía traspasar su muro de acero. Era evidente que él se preocupaba por ella, hasta incluso había salido a buscarla por la mañana. Le miró seria y se acercó a su rostro casi poniéndose de puntillas hasta que sus ojos quedaron a la altura de su nariz.
-¿Por qué me besaste anoche, si no vas a volver a hacerlo? -Casi como si un susurro del viento se tratase, certera y puntiaguda como una lanza que atraviesa a su presa. Le faltaba hinchar los mofletes para mostrar su desilusión.
No le culpaba, le entendía, tantos años solo allí en el bosque, habían enfriado su manera de tratar con las personas, pero Nana, tan descarada como orgullosa, no tenía reparos en exteriorizar su curiosidad.
Se sintió en paz por primera vez en mucho tiempo, se vacío su mente por completo, la lluvia, se dejo, pero en el fondo sabía que no era así.
-Thorbald es el primer licántropo, no es él quien me preocupa sino la gente que lo acompaña. -Se giró hacia Brendarid y se puso frente a él, cara a cara, quería resolver una duda que le corroía las entrañas.
Su forma de tratarla, distante pero preocupado, atento, pero por mucho que lo intentaba no podía traspasar su muro de acero. Era evidente que él se preocupaba por ella, hasta incluso había salido a buscarla por la mañana. Le miró seria y se acercó a su rostro casi poniéndose de puntillas hasta que sus ojos quedaron a la altura de su nariz.
-¿Por qué me besaste anoche, si no vas a volver a hacerlo? -Casi como si un susurro del viento se tratase, certera y puntiaguda como una lanza que atraviesa a su presa. Le faltaba hinchar los mofletes para mostrar su desilusión.
No le culpaba, le entendía, tantos años solo allí en el bosque, habían enfriado su manera de tratar con las personas, pero Nana, tan descarada como orgullosa, no tenía reparos en exteriorizar su curiosidad.
Nana
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Re: Encuentros fortuitos [privado]
Alzó una ceja ante tal cuestión, no le parecía demasiado importante, ya que el no era capaz de concebir la importancia de lo que para otras personas eso puede tener. Se encogió de hombros, colocó una mano en su mentón y la besó, sin más. Una vez se hubo separado conservaba su rostro casi impasible, como siempre.
-Bueno, te has equivocado.
Se dirigió hacia una pared y apoyó la espalda en ella, el sonido de la lluvia volvía a ocultar casi todos los sonidos del exterior, algo que no podía evitar que le pusiera nervioso; no le gustaba no poder controlar todo lo que estaba pasando en los alrededores de su pequeña cueva a la que llamaba hogar. Meditó un momento sobre lo que iba a decir a continuación:
-Si el problema son los demás, es más sencillo: elimina a Thorbald y los otros serán como un cuerpo sin cabeza.
Puede que sus palabras fuesen en parte fruto de la inocencia y de las ansias de venganza. Sabía perfectamente que no podría nada contra ese tal Tholbard, al menos no en un combate justo. Tanta vida en el bosque le había enseñado que el combate justo no te da de comer, si debía acabar con ese hombre, no sería de otra forma que por la espalda y mientras duerme.
De reojo pudo ver su cuchillo clavado en el suelo; se imagino abriendo en dos la garganta de Thorbald y viendo como trataba de gritar en vano, pues la sangre se acumulaba e impedía que sonido alguno saliese de su boca más que un triste gorgoteo. Finalmente su cuerpo caía, inerte, sobre la tierra húmeda, sus ojos miraban hacia un punto inexistente en el espacio. Su mano estirada como si tratase de alcanzar algo, de aferrarse a una vida que ya se había ido. El estaba allí, frente al cadáver, y no sentía nada; al fin había cumplido su venganza y ya no tenía nada por lo que luchar, por lo que vivir. Durante un momento tuvo envidia del cuerpo inerte de Thorbald, al menos el ya no tenía que buscar ningún sentido a nada.
Empezó a sudar frío, estaba de vuelta en la cueva y el cadáver del supuesto asesino de sus padres era ya un mero producto de su imaginación. Se pasó una mano por el rostro y suspiró, no tenía ni idea de qué debía hacer a continuación.
-Bueno, te has equivocado.
Se dirigió hacia una pared y apoyó la espalda en ella, el sonido de la lluvia volvía a ocultar casi todos los sonidos del exterior, algo que no podía evitar que le pusiera nervioso; no le gustaba no poder controlar todo lo que estaba pasando en los alrededores de su pequeña cueva a la que llamaba hogar. Meditó un momento sobre lo que iba a decir a continuación:
-Si el problema son los demás, es más sencillo: elimina a Thorbald y los otros serán como un cuerpo sin cabeza.
Puede que sus palabras fuesen en parte fruto de la inocencia y de las ansias de venganza. Sabía perfectamente que no podría nada contra ese tal Tholbard, al menos no en un combate justo. Tanta vida en el bosque le había enseñado que el combate justo no te da de comer, si debía acabar con ese hombre, no sería de otra forma que por la espalda y mientras duerme.
De reojo pudo ver su cuchillo clavado en el suelo; se imagino abriendo en dos la garganta de Thorbald y viendo como trataba de gritar en vano, pues la sangre se acumulaba e impedía que sonido alguno saliese de su boca más que un triste gorgoteo. Finalmente su cuerpo caía, inerte, sobre la tierra húmeda, sus ojos miraban hacia un punto inexistente en el espacio. Su mano estirada como si tratase de alcanzar algo, de aferrarse a una vida que ya se había ido. El estaba allí, frente al cadáver, y no sentía nada; al fin había cumplido su venganza y ya no tenía nada por lo que luchar, por lo que vivir. Durante un momento tuvo envidia del cuerpo inerte de Thorbald, al menos el ya no tenía que buscar ningún sentido a nada.
Empezó a sudar frío, estaba de vuelta en la cueva y el cadáver del supuesto asesino de sus padres era ya un mero producto de su imaginación. Se pasó una mano por el rostro y suspiró, no tenía ni idea de qué debía hacer a continuación.
Brendarid
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Re: Encuentros fortuitos [privado]
Qué ingenuo el pequeño cachorro, hablaba de ellos como si nada, como si fuese lo más fácil del mundo acabar con ellos, hablar con él era como hablar con una pared a veces, fría e impasible y Nana solo se daba cabezazos contra ella. Negó con la cabeza a sus palabras, ellos les llevaban, literalmente, años, quizá siglos de experiencia en todos los ámbitos.
Se había quedado allí cara al exterior, cruzada de brazos sin decir nada, en parte la lluvia lo decía todo. Cuando se giró hacia Brendarid este no parecía encontrarse muy bien, suspiraba.
Arqueó una ceja y se puso de cuclillas frente a él, el tema de la manada le había producido una extraña reacción, y no entendía muy bien qué le pasaba por la cabeza. Le puso una mano en la frente, no parecía enfermo.
-¿Qué te pasa?, tienes mala cara. -Frunció el ceño y le acarició la nuca mientras le miraba a los ojos.
El frío le rascaba la garganta, allí dentro parecía que la humedad le apretaba, le subía por los pies y se le metía en los huesos. Era curioso ver las reacciones de Brendarid a todo, tenía ganas de hacerle perrerías y probar hasta donde llegaba su adorable ingenuidad, así podía decirle que los humanos caminaban haciendo el pino que él se lo creería. Era cruel pero Nana se moría de ganas por probarle en cierto modo.
Sin ninguna razón le cogió la mano y se la puso sobre uno de sus pechos apretándola contra ella, así, sin más.
Se había quedado allí cara al exterior, cruzada de brazos sin decir nada, en parte la lluvia lo decía todo. Cuando se giró hacia Brendarid este no parecía encontrarse muy bien, suspiraba.
Arqueó una ceja y se puso de cuclillas frente a él, el tema de la manada le había producido una extraña reacción, y no entendía muy bien qué le pasaba por la cabeza. Le puso una mano en la frente, no parecía enfermo.
-¿Qué te pasa?, tienes mala cara. -Frunció el ceño y le acarició la nuca mientras le miraba a los ojos.
El frío le rascaba la garganta, allí dentro parecía que la humedad le apretaba, le subía por los pies y se le metía en los huesos. Era curioso ver las reacciones de Brendarid a todo, tenía ganas de hacerle perrerías y probar hasta donde llegaba su adorable ingenuidad, así podía decirle que los humanos caminaban haciendo el pino que él se lo creería. Era cruel pero Nana se moría de ganas por probarle en cierto modo.
Sin ninguna razón le cogió la mano y se la puso sobre uno de sus pechos apretándola contra ella, así, sin más.
Nana
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Re: Encuentros fortuitos [privado]
Le sorprendió que Nana se diese cuenta de que algo le pasaba, sus pensamientos debieron de reflejarse en su físico, no era un experto ocultando esas emociones. Más le sorprendió la reacción de ella al colocar su mano sobre uno de sus pechos. Alzó ambas cejas, un gesto que empezaba a hacerse habitual con ella, pero no varió la expresión de su rostro. Observo su mano y luego a Nana.
-¿Qué se supone que estás haciendo?- Preguntó a la vez que retiraba la mano- Si es alguna especie de ritual humano, vas a tener que explicármelo antes de esperar una respuesta.
La apartó sutilmente para ir hacia su cuchillo, lo desenterró y limpió la tierra acumulada en su filo; de cuántas cosas había sido testigo ese instrumento...
[color=#ff9933]Escúchame/color]- dijo mirando hacia ella de nuevo, muy serio- : me da igual cuánto tiempo sea necesario, lo que tenga que hacer o a dónde deba ir, pero quiero encontrar a Tholbard y averiguar si tuvo algo que ver. Si para ello debo mezclarme con los humanos o infiltrarme en la manada, no dudes de que lo haré.
Mientras decía esto, aunque su rostro semejaba estar serio y calmado, su mano apretaba el mango del cuchillo como si quisiese partirlo, como si fuese el cuello de todos y cada uno de los licántropos de la manada, que se iban quedando sin aire poco a poco hasta que la luz de sus ojos se apagase y únicamente sobreviviese el silencio.
-¿Qué se supone que estás haciendo?- Preguntó a la vez que retiraba la mano- Si es alguna especie de ritual humano, vas a tener que explicármelo antes de esperar una respuesta.
La apartó sutilmente para ir hacia su cuchillo, lo desenterró y limpió la tierra acumulada en su filo; de cuántas cosas había sido testigo ese instrumento...
[color=#ff9933]Escúchame/color]- dijo mirando hacia ella de nuevo, muy serio- : me da igual cuánto tiempo sea necesario, lo que tenga que hacer o a dónde deba ir, pero quiero encontrar a Tholbard y averiguar si tuvo algo que ver. Si para ello debo mezclarme con los humanos o infiltrarme en la manada, no dudes de que lo haré.
Mientras decía esto, aunque su rostro semejaba estar serio y calmado, su mano apretaba el mango del cuchillo como si quisiese partirlo, como si fuese el cuello de todos y cada uno de los licántropos de la manada, que se iban quedando sin aire poco a poco hasta que la luz de sus ojos se apagase y únicamente sobreviviese el silencio.
Brendarid
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Re: Encuentros fortuitos [privado]
Ladeó la cabeza asombrada, había herido su orgullo como mujer, no entendía absolutamente nada, y cada vez entendía menos.
Se había obsesionado con Thorbald y con la manada, seguramente pensando en su venganza particular. Negó con la cabeza arqueando la ceja, se levantó y suspiró.
-Únete a nosotros, vente conmigo a Lunargenta, no podemos atacarles así como así, además tú... -Se giró para mirarle, aún así él estaba de espaldas a ella. -Te enseñaré a controlarte, a usar tu fuerza como lobo. -Sonrió y se desperezó, estaban en una aburrida cueva en mitad de la nada.
Se acercó a él por la espalda y le rodeó con los brazos por la cintura apoyando la cabeza en su espalda. En cierto modo le recordaba a Marth, tan serio siempre, sin expresión alguna hiciese lo que hiciese.
Sonrió pícara y se puso de puntillas para apoyar la cabeza sobre su hombro y morderle la oreja juguetona.
-Oye... ¿Por qué no lo retomamos por donde lo dejamos ayer? -Le susurró al oído y le mordió el cuello mientras pasaba sus manos por su abdomen.
Se había obsesionado con Thorbald y con la manada, seguramente pensando en su venganza particular. Negó con la cabeza arqueando la ceja, se levantó y suspiró.
-Únete a nosotros, vente conmigo a Lunargenta, no podemos atacarles así como así, además tú... -Se giró para mirarle, aún así él estaba de espaldas a ella. -Te enseñaré a controlarte, a usar tu fuerza como lobo. -Sonrió y se desperezó, estaban en una aburrida cueva en mitad de la nada.
Se acercó a él por la espalda y le rodeó con los brazos por la cintura apoyando la cabeza en su espalda. En cierto modo le recordaba a Marth, tan serio siempre, sin expresión alguna hiciese lo que hiciese.
Sonrió pícara y se puso de puntillas para apoyar la cabeza sobre su hombro y morderle la oreja juguetona.
-Oye... ¿Por qué no lo retomamos por donde lo dejamos ayer? -Le susurró al oído y le mordió el cuello mientras pasaba sus manos por su abdomen.
Nana
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Re: Encuentros fortuitos [privado]
Notaba sus brazos rodeándole y su boca tan cerca de su cuello. Meditó su propuesta, tampoco es que tuviera muchas más opciones además de quedarse ahí y seguir alimentando su ira con la soledad. No tenía más remedio, si quería enfrentarse a la manda, debía ir con ella. Se giró para quedar frente a frente.
-Está bien, iré contigo a Lunargenta- dijo decidido- .Espero no tener que relacionarme con demasiados humanos.
Se apartó de ella como si nada, ya que consideraba esas muestras de cariño como las mismas que una madre de cualquier especie le da a sus crías, aun sabiendo que Nana no era su madre. Lanzó una mirada al exterior: seguía lloviendo a mares, como si el cielo quisiese hundir la tierra bajo los océanos para siempre.
-¿Cuándo partimos? La lluvia impediría que nos oyesen, o incluso que captasen con facilidad nuestro olor, pero si pisamos en el lugar incorrecto, podrían seguir nuestras huellas una vez la lluvia cediese.-Se volvió para mirarla- Si viajamos por la orilla del lago, hay una larga zona pedregosa donde podríamos ocultar nuestro rastro sin problemas, seremos capaces de recorrer casi dos kilómetros como si fuésemos sombras.
Todos sus años preocupándose por ocultar sus movimientos habían conseguido que supiese de memoria todo el terreno del bosque y donde debía pisar si quería que nadie le encontrase jamás. Por desgracia, eso no le hacía comprender los sentimientos humanos ni lo que Nana estaba tratando de decirle.
-Está bien, iré contigo a Lunargenta- dijo decidido- .Espero no tener que relacionarme con demasiados humanos.
Se apartó de ella como si nada, ya que consideraba esas muestras de cariño como las mismas que una madre de cualquier especie le da a sus crías, aun sabiendo que Nana no era su madre. Lanzó una mirada al exterior: seguía lloviendo a mares, como si el cielo quisiese hundir la tierra bajo los océanos para siempre.
-¿Cuándo partimos? La lluvia impediría que nos oyesen, o incluso que captasen con facilidad nuestro olor, pero si pisamos en el lugar incorrecto, podrían seguir nuestras huellas una vez la lluvia cediese.-Se volvió para mirarla- Si viajamos por la orilla del lago, hay una larga zona pedregosa donde podríamos ocultar nuestro rastro sin problemas, seremos capaces de recorrer casi dos kilómetros como si fuésemos sombras.
Todos sus años preocupándose por ocultar sus movimientos habían conseguido que supiese de memoria todo el terreno del bosque y donde debía pisar si quería que nadie le encontrase jamás. Por desgracia, eso no le hacía comprender los sentimientos humanos ni lo que Nana estaba tratando de decirle.
Brendarid
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Re: Encuentros fortuitos [privado]
Se había dado otra vez otro trompazo contra la pared, arqueó una ceja y se mordió el labio, no entendía cómo había sucedido aquello por la noche y ahora se comportaba como si nada hubiese pasado, como si la cosa no fuese con él. Ahora tan solo hablaba de ir a la ciudad, Thorbald, manada... Nana desconectó de la conversación, estaba demasiado frustrada.
Frunció el ceño, ¿Qué más les daba lo de las pisadas? Todo el mundo sabía que Nana estaba en Lunargenta, que trabajaba allí, pero aún la manada no podía atacarla ni hacerle nada.
-¿Para qué escondernos? No me buscan, todavía, no me pueden tocar siendo quien soy. -Se giró y miró con aburrimiento la lluvia y se puso a su lado cruzada de brazos, allí el viento entraba gélido por la entrada y acariciaba su cabello con una suave brisa helada.
-Tú si que sabes complacer a una mujer... -Susurró irónica sin girar a mirarle. Le aburría estar allí sin hacer nada, se le había antojado una cerveza, aunque sabía perfectamente que la cerveza tan solo era una excusa más. Se sentía bastante rechazada.
Se echó el cabello a un lado dejando su cuello descubierto, se acarició el hombro intentando entrar en calor mientras miraba aburrida cómo caían las gotas sobre el suelo y salpicaban en sus pies.
Frunció el ceño, ¿Qué más les daba lo de las pisadas? Todo el mundo sabía que Nana estaba en Lunargenta, que trabajaba allí, pero aún la manada no podía atacarla ni hacerle nada.
-¿Para qué escondernos? No me buscan, todavía, no me pueden tocar siendo quien soy. -Se giró y miró con aburrimiento la lluvia y se puso a su lado cruzada de brazos, allí el viento entraba gélido por la entrada y acariciaba su cabello con una suave brisa helada.
-Tú si que sabes complacer a una mujer... -Susurró irónica sin girar a mirarle. Le aburría estar allí sin hacer nada, se le había antojado una cerveza, aunque sabía perfectamente que la cerveza tan solo era una excusa más. Se sentía bastante rechazada.
Se echó el cabello a un lado dejando su cuello descubierto, se acarició el hombro intentando entrar en calor mientras miraba aburrida cómo caían las gotas sobre el suelo y salpicaban en sus pies.
Nana
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Re: Encuentros fortuitos [privado]
Vio como ella se apartaba el pelo y dejaba su cuello al descubierto, un soplo de aire frío que hizo que su piel se erizase, entró en la cueva. No podía explicar qué le sucedía, pero, como solía hacer, decidió dejarse llevar por sus instintos, los cuales le decían que tenía que tomar a esa mujer. El lobo en su interior aulló.
Sujetó uno de sus brazos y la atrajo hacia el bruscamente, la besó sin mediar palabra, colocando ambas manos en su cintura y apretándola con fuerza. No solía comportarse de forma tan violenta; realmente no solía mostrar signo de sentimiento alguno, al igual que muchos animales, pero no pudo evitarlo, en ese momento no era el, sino el lobo, quien controlaba su cuerpo.
Caminó con ella agarrada hasta acorrarla contra la pared, allí bajó hasta morder su cuello. Su cuerpo ya apenas respondía a su parte humana, simplemente se movía impulsado por los más primarios instintos que dormían en su interior. Podía sentir su aroma, lo cual hacía que aumentasen la intensidad de sus acciones. Su respiración era ahora fuerte y acelerada, como si quisiese agotar todo el aire del interior de la cueva.
Sujetó uno de sus brazos y la atrajo hacia el bruscamente, la besó sin mediar palabra, colocando ambas manos en su cintura y apretándola con fuerza. No solía comportarse de forma tan violenta; realmente no solía mostrar signo de sentimiento alguno, al igual que muchos animales, pero no pudo evitarlo, en ese momento no era el, sino el lobo, quien controlaba su cuerpo.
Caminó con ella agarrada hasta acorrarla contra la pared, allí bajó hasta morder su cuello. Su cuerpo ya apenas respondía a su parte humana, simplemente se movía impulsado por los más primarios instintos que dormían en su interior. Podía sentir su aroma, lo cual hacía que aumentasen la intensidad de sus acciones. Su respiración era ahora fuerte y acelerada, como si quisiese agotar todo el aire del interior de la cueva.
Brendarid
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Re: Encuentros fortuitos [privado]
Iba a girarse a decir algo, a sugerir jugar a algo mientras pasaba la lluvia pero él la agarró con violencia, por un segundo pensó que iba a gritarle, pero no fue así, la besó, pero de una manera diferente a las demás veces. Sintió por un segundo que el corazón se le salía del pecho.
La puso contra la pared con violencia, sintió el frío de la roca sobre su espalda pero poco se notó pues él empezó a morderle el cuello. Ella lo abrazó por el cuello y le miró a los ojos perpleja, había conseguido ponerle nerviosa. Le respiraba fuerte en la oreja mientras le mordía el cuello.
Acariciaba su espalda con las uñas y subió una de sus piernas a su cadera rozando sus piernas con sus muslos.
Sus ojos amarillos volvieron a clavarse en los suyos esta vez para besarle con pasión. Mientras, fuera, el día se cerraba a las nubes de tormenta, cada vez llovía más fuerte, al igual que sus latidos cada vez iban más rápidos. No dijo nada, esta vez no quería arruinarlo, y las miradas entre ambos lo decían todo.
La puso contra la pared con violencia, sintió el frío de la roca sobre su espalda pero poco se notó pues él empezó a morderle el cuello. Ella lo abrazó por el cuello y le miró a los ojos perpleja, había conseguido ponerle nerviosa. Le respiraba fuerte en la oreja mientras le mordía el cuello.
Acariciaba su espalda con las uñas y subió una de sus piernas a su cadera rozando sus piernas con sus muslos.
Sus ojos amarillos volvieron a clavarse en los suyos esta vez para besarle con pasión. Mientras, fuera, el día se cerraba a las nubes de tormenta, cada vez llovía más fuerte, al igual que sus latidos cada vez iban más rápidos. No dijo nada, esta vez no quería arruinarlo, y las miradas entre ambos lo decían todo.
Nana
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Re: Encuentros fortuitos [privado]
Sujetó con fuerza su pierna por el muslo y siguió besándola descontroladamente. Su respiración se volvía ronca por momentos, casi pareciendo el gruñido gutural de algún animal. La otra mano ascendió hasta colocarla sobre el mismo pecho que ella le había obligado a tocar momentos antes.
No podía ni explicar lo que estaba haciendo, simplemente sabía lo que debía hacer, como si una voz todopoderosa le dijese qué pasos seguir y el obedeciese ciegamente, sin cuestionarse si lo que hacia era correcto o no. Poco se diferenciaba del instinto del resto de los animales.
El frío viento que entraba y les envolvía ya apenas le afectaba, como si el mismo pudiese generar tanto calor o más que la hoguera más grande que iluminase la cueva. Sentía como la temperatura aumentaba rápidamente, estaban tan pegados que daba la sensación de que aunque quisiese sudar, sus poros no tendrían espacio para hacerlo.
Podía sentir lo mismo que la noche anterior, pero de otra manera, mucho más violento. Liberado ya aquel sentimiento que no había tenido nunca hacia ninguna hembra, ni de licántropo ni de ninguna otra raza. Necesitaba hacer lo que estaba haciendo.
No podía ni explicar lo que estaba haciendo, simplemente sabía lo que debía hacer, como si una voz todopoderosa le dijese qué pasos seguir y el obedeciese ciegamente, sin cuestionarse si lo que hacia era correcto o no. Poco se diferenciaba del instinto del resto de los animales.
El frío viento que entraba y les envolvía ya apenas le afectaba, como si el mismo pudiese generar tanto calor o más que la hoguera más grande que iluminase la cueva. Sentía como la temperatura aumentaba rápidamente, estaban tan pegados que daba la sensación de que aunque quisiese sudar, sus poros no tendrían espacio para hacerlo.
Podía sentir lo mismo que la noche anterior, pero de otra manera, mucho más violento. Liberado ya aquel sentimiento que no había tenido nunca hacia ninguna hembra, ni de licántropo ni de ninguna otra raza. Necesitaba hacer lo que estaba haciendo.
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Re: Encuentros fortuitos [privado]
Con un movimiento grácil y sutil se subió a su cadera agarrándose con las piernas al rededor de su cintura, le mordía la oreja, el cuello y le respiraba jadeante al oído.
No entendía muy bien por qué pero aquello era muy diferente a todas aquellas veces que había pasado aquello con desconocidos, sentía que algo le unía a él.
Pasó sus manos por su espalda casi arañándole, podía sentir su aliento sobre su cuello, cuánto tiempo sin sentirlo de verdad, sin desear cada caricia.
Tanto tiempo encerrada en su pequeño caparazón le habían hecho olvidar cómo era hacerlo sin estar borracha.
Le miró a los ojos, una mirada retadora y juguetona, notaba el frío en su espalda y su piel erizada, contrastando con el calor que empezaba a subirle desde los muslos y le quemaba el pecho. Le mordió el labio presa de la lujuria, se apretaba cada vez más contra él, ella ya estaba dispuesta a hacer todo lo que sus instintos le mandase.
No entendía muy bien por qué pero aquello era muy diferente a todas aquellas veces que había pasado aquello con desconocidos, sentía que algo le unía a él.
Pasó sus manos por su espalda casi arañándole, podía sentir su aliento sobre su cuello, cuánto tiempo sin sentirlo de verdad, sin desear cada caricia.
Tanto tiempo encerrada en su pequeño caparazón le habían hecho olvidar cómo era hacerlo sin estar borracha.
Le miró a los ojos, una mirada retadora y juguetona, notaba el frío en su espalda y su piel erizada, contrastando con el calor que empezaba a subirle desde los muslos y le quemaba el pecho. Le mordió el labio presa de la lujuria, se apretaba cada vez más contra él, ella ya estaba dispuesta a hacer todo lo que sus instintos le mandase.
Nana
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Re: Encuentros fortuitos [privado]
La débil luz del sol que lograba atravesar las negras nubes fue disminuyendo a lo largo de las horas. La pasión los condujo durante todo ese tiempo, como si ya nada de lo que poblaba sus mentes tuviese la más mínima importancia. Sus respiraciones se entremezclaron como si fuesen una sola, y los latidos de sus corazones bombeaban al unísono. Durante ese tiempo, fueron uno solo.
Solo las paredes, el viento y la lluvia fueron testigos del fuego sin llama que había ardido allí esa noche, creando una competición entre el aullido del implacable viento y los suyos propios.
La lluvia se cansó de caer mucho antes que ellos; pequeños claros se abrieron paso entre las nubes, como dejando claro que ahora el sol ya podía brillar, pues no había parado de llover desde que ella se había presentado en su cueva. Abrió los ojos de repente, como si un gran cubo de agua fría le cayese sobre la cabeza. Miró a ambos lados y comprobó que Nana estaba dormida sobre su pecho.
Si tratase de hacer memoria, malamente podría decir qué fue lo que ocurrió durante esas horas. Lo recordaba todo, pero como si fuesen las memorias de otro, no las suyas, las que estaban dentro de su mente. No se arrepentía, al contrario, podría llegar a acostumbrarse a ello.
El día se acababa, pero era más luminoso de lo que lo había sido antes, ya que los rayos del sol habían logrado atravesar la coraza de la tormenta. Se apartó a un lado lentamente para no despertarla, sujetó su cabeza con las manos para depositarla suavemente sobre la manta en la que estaban tumbados. Caminó hacia la puerta y se estiró, sintió un deseo irrefrenable, pero no uno de venganza, sino uno que dejó que saliera al exterior.
Se transformó y echó a correr, corrió como si en cualquier momento fuese a salir volando. A los pocos minutos alcanzó un pequeño montículo de roca al que se subió de unos saltos. Observó el bosque, húmedo y lleno de vida, como siempre querría recordarlo. Echó la cabeza hacia atrás. cogió todo el aire que pudo y de su garganta salió un tremendo aullido. Pocas veces se había permitido hacer eso, pero esa era una ocasión especial. No se trataba de un aullido para reunir una manada o marcar territorio, sino de despedida. Sabía que pronto tendría que irse del bosque, y esa era su forma de decirle adiós a ese gigante verde que era su hogar. Adiós por permitirle vivir en el, conservar la vida y guiarla a ella hacia su cueva. Adiós, aullaba; adiós.
Solo las paredes, el viento y la lluvia fueron testigos del fuego sin llama que había ardido allí esa noche, creando una competición entre el aullido del implacable viento y los suyos propios.
La lluvia se cansó de caer mucho antes que ellos; pequeños claros se abrieron paso entre las nubes, como dejando claro que ahora el sol ya podía brillar, pues no había parado de llover desde que ella se había presentado en su cueva. Abrió los ojos de repente, como si un gran cubo de agua fría le cayese sobre la cabeza. Miró a ambos lados y comprobó que Nana estaba dormida sobre su pecho.
Si tratase de hacer memoria, malamente podría decir qué fue lo que ocurrió durante esas horas. Lo recordaba todo, pero como si fuesen las memorias de otro, no las suyas, las que estaban dentro de su mente. No se arrepentía, al contrario, podría llegar a acostumbrarse a ello.
El día se acababa, pero era más luminoso de lo que lo había sido antes, ya que los rayos del sol habían logrado atravesar la coraza de la tormenta. Se apartó a un lado lentamente para no despertarla, sujetó su cabeza con las manos para depositarla suavemente sobre la manta en la que estaban tumbados. Caminó hacia la puerta y se estiró, sintió un deseo irrefrenable, pero no uno de venganza, sino uno que dejó que saliera al exterior.
Se transformó y echó a correr, corrió como si en cualquier momento fuese a salir volando. A los pocos minutos alcanzó un pequeño montículo de roca al que se subió de unos saltos. Observó el bosque, húmedo y lleno de vida, como siempre querría recordarlo. Echó la cabeza hacia atrás. cogió todo el aire que pudo y de su garganta salió un tremendo aullido. Pocas veces se había permitido hacer eso, pero esa era una ocasión especial. No se trataba de un aullido para reunir una manada o marcar territorio, sino de despedida. Sabía que pronto tendría que irse del bosque, y esa era su forma de decirle adiós a ese gigante verde que era su hogar. Adiós por permitirle vivir en el, conservar la vida y guiarla a ella hacia su cueva. Adiós, aullaba; adiós.
Brendarid
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Re: Encuentros fortuitos [privado]
Sin duda había olvidado esa sensación de paz y tranquilidad, como si todo el ruido del mundo se redujera a caricias, respiraciones y latidos agitados. Despertó, pero a diferencia de todas las demás veces que lo hizo los últimos meses ahora recordaba absolutamente todo lo que había hecho la noche anterior y no tenía que salir corriendo antes de que su compañero de cama, borracho, la echase a patadas de su casa.
Había sido todo casi perfecto, casi porque al despertar le faltaba algo allí entre las pieles. Se dio la vuelta esperando que allí se encontrase él, pero no fue así. Se incorporó levemente y palpó el sitio donde había dormido Brendarid, las pieles aún conservaban su calor. Nana sonrió con cariño acurrucándose entre las pieles, siempre le gustaba remolonear en la cama antes de levantarse.
Lo escuchó, escuchó el aullido, al principio se asustó, preocupada se incorporó, pensando que podría estar en peligro, y Brendarid, no estaba allí. Nana miró hacia todas partes buscándole, pero al momento se dio cuenta de que era él, el aullido no sonaba como los normales, no, era un aullido melancólico, de despedida.
Nana se relajó y por un momento se sintió algo mal, sabía lo reacio que era él para marchar de allí, pero ahora no estaba seguro, si ellos se enteraban de que él era como ella no dudarían en sacárselo de encima.
No se movió de allí, quería dejarle intimidad, las despedidas no eran fáciles, ella lo sabía demasiado bien. Volvió a acurrucarse entre las pieles al lado del sitio de Bren, esperando su vuelta.
Había sido todo casi perfecto, casi porque al despertar le faltaba algo allí entre las pieles. Se dio la vuelta esperando que allí se encontrase él, pero no fue así. Se incorporó levemente y palpó el sitio donde había dormido Brendarid, las pieles aún conservaban su calor. Nana sonrió con cariño acurrucándose entre las pieles, siempre le gustaba remolonear en la cama antes de levantarse.
Lo escuchó, escuchó el aullido, al principio se asustó, preocupada se incorporó, pensando que podría estar en peligro, y Brendarid, no estaba allí. Nana miró hacia todas partes buscándole, pero al momento se dio cuenta de que era él, el aullido no sonaba como los normales, no, era un aullido melancólico, de despedida.
Nana se relajó y por un momento se sintió algo mal, sabía lo reacio que era él para marchar de allí, pero ahora no estaba seguro, si ellos se enteraban de que él era como ella no dudarían en sacárselo de encima.
No se movió de allí, quería dejarle intimidad, las despedidas no eran fáciles, ella lo sabía demasiado bien. Volvió a acurrucarse entre las pieles al lado del sitio de Bren, esperando su vuelta.
Nana
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Re: Encuentros fortuitos [privado]
Cada árbol, cada brizna de hierba le habían visto crecer y convertirse en lo que era ahora. Su regreso a la cueva fue lento, sin retornar a su forma humana, sabía que si se iba, no podría usarla demasiado, la usaría lo máximo que pudiese. Caminaba sin prisa, deteniéndose a contemplar la grandeza de todo lo que le rodeaba, hasta de las rocas si era necesario.
Al llegar pudo ver que la postura de Nana había variado y que su rostro no era el de alguien dormido, por lo que caminó hasta sentarse a su lado, le lamió la cara y se quedó mirando hacia el exterior. No podía evitarlo, temía perder de vista aquellos montes, aquel lago y aquellos árboles, y que, al volver a mirar, ya no quedase más que polvo y vacío.
Sabía que debía volver a su forma humana si quería irse, pero no quería, quería correr de nuevo por todos los lugares por los que lo había hecho sin prestar la misma atención que haría ahora. Quería arañar la corteza de los árboles y acechar a conejos entre los helechos como si fuera la primera vez que lo hiciera.
Se tumbó y apoyó la cabeza sobre las patas delanteras, agachó las orejas y emitió leves gemidos agudos, como tratando de decirle al suelo de la cueva que hasta a el lo echaría de menos.
Al llegar pudo ver que la postura de Nana había variado y que su rostro no era el de alguien dormido, por lo que caminó hasta sentarse a su lado, le lamió la cara y se quedó mirando hacia el exterior. No podía evitarlo, temía perder de vista aquellos montes, aquel lago y aquellos árboles, y que, al volver a mirar, ya no quedase más que polvo y vacío.
Sabía que debía volver a su forma humana si quería irse, pero no quería, quería correr de nuevo por todos los lugares por los que lo había hecho sin prestar la misma atención que haría ahora. Quería arañar la corteza de los árboles y acechar a conejos entre los helechos como si fuera la primera vez que lo hiciera.
Se tumbó y apoyó la cabeza sobre las patas delanteras, agachó las orejas y emitió leves gemidos agudos, como tratando de decirle al suelo de la cueva que hasta a el lo echaría de menos.
Brendarid
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Re: Encuentros fortuitos [privado]
Casi se queda de nuevo dormida, pero enseguida escuchó las patas de Bren golpear el fango de fuera de la cueva, abrió los ojos cuando estaba entrando, cuando se sentó a su lado Nana le sonrió, aún seguía acurrucada entre las pieles. Al verle se preguntó si ella sería igual de imponente que él en su forma de lobo. Le puso la mano en el lomo y le acarició el pelo acurrucándose a su lado.
Tres días, tres días habían sido suficientes para ablandar suficiente el corazón de piedra de aquel lobo, pero no había ganado del todo. Quería enseñarle su mundo, su forma de vida, quería que entendiese quién era y qué significaba para ella su clan.
-Cuando te vas, y luego vuelves, te das cuenta de cosas que antes no sabías, descubres lugares que antes no conocías. -Intentó consolarle rascándole detrás de las orejas. -Volveremos, no te preocupes. -Le dio un beso en la cabeza y le sonrió.
Parecía que la lluvia les iba a dar una tregua para poder salir de allí, el viaje lo deberían de hacer sobre cuatro patas, ahorrarían muchísimo tiempo, tardarían poco más de día y medio si caminaban por la noche y por el día.
Nana se levantó del suelo, echando un ojo a la cueva, quedándose con cada uno de sus rincones, habían muchos recuerdos impregnados allí. Miró a Bren y asintió con la cabeza, era la hora. Se transformó y se acercó a Bren apoyando su hocico sobre su cuello cariñosamente, después, volvió a acercarse hacia la entrada de la cueva, esperándole para salir hacia Lunargenta.
Tres días, tres días habían sido suficientes para ablandar suficiente el corazón de piedra de aquel lobo, pero no había ganado del todo. Quería enseñarle su mundo, su forma de vida, quería que entendiese quién era y qué significaba para ella su clan.
-Cuando te vas, y luego vuelves, te das cuenta de cosas que antes no sabías, descubres lugares que antes no conocías. -Intentó consolarle rascándole detrás de las orejas. -Volveremos, no te preocupes. -Le dio un beso en la cabeza y le sonrió.
Parecía que la lluvia les iba a dar una tregua para poder salir de allí, el viaje lo deberían de hacer sobre cuatro patas, ahorrarían muchísimo tiempo, tardarían poco más de día y medio si caminaban por la noche y por el día.
Nana se levantó del suelo, echando un ojo a la cueva, quedándose con cada uno de sus rincones, habían muchos recuerdos impregnados allí. Miró a Bren y asintió con la cabeza, era la hora. Se transformó y se acercó a Bren apoyando su hocico sobre su cuello cariñosamente, después, volvió a acercarse hacia la entrada de la cueva, esperándole para salir hacia Lunargenta.
Nana
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Re: Encuentros fortuitos [privado]
La miró, quería dejar claro que le daban igual los humanos y lo asustadizos que fueran, no iba a permitir que se cuestionase su condición de licántropo. Si algún humano osaba acercarse a el de manera hostil, no dudaría en atacar el primero. Se irguió sobre sus cuatro patas, sabía que su forma humana no les ayudaría en lo que a recorrer grandes distancias se refiere.
Le hizo un gesto con la cabeza junto con un leve gruñido, dándole a entender que si no tenía nada que hacer antes de partir, sería un buen momento para ponerse en marcha, antes de que se arrepintiera. Caminó hasta salir de la cueva, esperándola; los pájaros formaron un pequeño coro de despedida en sus nidos cercanos. Cantarían por última vez al lado de la cueva de Brendarid, y empezarían a cantar al lado de una cueva más en el gigantesco bosque.
Podía ver como la luz del sol se extendía en todas direcciones, pero para el solo había una: el sur. Hacía allí irían sus pasos, guiados por la mujer que acababa de conocer y que pareciese que la conocía más que a sí mismo. Sabía que no debía separarse de ella si quería encontrar algo por lo que seguir viviendo, empezaba a creer que esa maldición tenía un lado que no era tan oscuro.
Se pusieron en marcha, pronto iría más lejos de lo que jamás había ido, vería lugares que no imaginaba que pudieran ser posibles y tal vez averiguase qué le impulsaba a permanecer con ella.
Le hizo un gesto con la cabeza junto con un leve gruñido, dándole a entender que si no tenía nada que hacer antes de partir, sería un buen momento para ponerse en marcha, antes de que se arrepintiera. Caminó hasta salir de la cueva, esperándola; los pájaros formaron un pequeño coro de despedida en sus nidos cercanos. Cantarían por última vez al lado de la cueva de Brendarid, y empezarían a cantar al lado de una cueva más en el gigantesco bosque.
Podía ver como la luz del sol se extendía en todas direcciones, pero para el solo había una: el sur. Hacía allí irían sus pasos, guiados por la mujer que acababa de conocer y que pareciese que la conocía más que a sí mismo. Sabía que no debía separarse de ella si quería encontrar algo por lo que seguir viviendo, empezaba a creer que esa maldición tenía un lado que no era tan oscuro.
Se pusieron en marcha, pronto iría más lejos de lo que jamás había ido, vería lugares que no imaginaba que pudieran ser posibles y tal vez averiguase qué le impulsaba a permanecer con ella.
Brendarid
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