Los gritos del ayer (Privado Eona-Nana-Brendarid)
Página 2 de 3. • Comparte
Página 2 de 3. • 1, 2, 3
Re: Los gritos del ayer (Privado Eona-Nana-Brendarid)
La comida estaba, a mi gusto, un poco seca, pero ya me había acostumbrado a los extraños gustos de mi señor. Lo que si fue divertido, fue contemplar la cara de irritación de Brendarid sentado a mi lado, jugando con lo que había en su plato, más que comérselo. Pero eso no fue lo más interesante, pues cuando todos satisficimos nuestro apetito voraz, Thorbal de dispuso al fin de mostrar su as bajo la manga. Escuché atentamente lo que yacía en el escrito, pero sin mostrar atención realmente. Por poco se me escapa una carcajada, pero conseguí evitarlo.
Mientras que la loba negra y mi señor discutían los "términos" del contrato, el cachorro de Nana, sorprendentemente, pidió que le explicase de qué iba el asunto. Le sonreí de oreja a oreja, después de ver como los guardianes de Thorbald ocupaban sus puestos en la entrada. - ¡No puedes ser tan ingenuo...! - me burlé. - Bien, Te contaré algo de política. - comenté una vez que vi que lo decía plenamente en serio. Poco me importó si Nana escuchaba también o no, y sabía que a Thorbald seguro le daría igual mi explicación. Era su asesina, pero no por eso tenía por qué escucharme hablar. - El poder de la representación de nuestra raza correspondió y debería seguir correspondiendo a Thorbald, por supuesto. Hace un par de años, la loba negra apareció y de algún modo u otro, compinchándose con los humanos, arrebató dicho poder de entre las garras de mi señor. Ahora solo está recuperándolo. Pero es gracioso que no te enteres de que siendo tu un lobo macho, dejes que una hembra haga el trabajo sucio por ti. Bueno, de tal palo tal astilla, supongo. - finalicé mi explicación con alegría.
Mientras que la loba negra y mi señor discutían los "términos" del contrato, el cachorro de Nana, sorprendentemente, pidió que le explicase de qué iba el asunto. Le sonreí de oreja a oreja, después de ver como los guardianes de Thorbald ocupaban sus puestos en la entrada. - ¡No puedes ser tan ingenuo...! - me burlé. - Bien, Te contaré algo de política. - comenté una vez que vi que lo decía plenamente en serio. Poco me importó si Nana escuchaba también o no, y sabía que a Thorbald seguro le daría igual mi explicación. Era su asesina, pero no por eso tenía por qué escucharme hablar. - El poder de la representación de nuestra raza correspondió y debería seguir correspondiendo a Thorbald, por supuesto. Hace un par de años, la loba negra apareció y de algún modo u otro, compinchándose con los humanos, arrebató dicho poder de entre las garras de mi señor. Ahora solo está recuperándolo. Pero es gracioso que no te enteres de que siendo tu un lobo macho, dejes que una hembra haga el trabajo sucio por ti. Bueno, de tal palo tal astilla, supongo. - finalicé mi explicación con alegría.
Eona
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 307
Re: Los gritos del ayer (Privado Eona-Nana-Brendarid)
La comida no estaba mal, pero había probado cosas mejores, además, no habían servido cerveza. ¿Qué es de una reunión sin cerveza? Pese a aquello el paladar de la loba ya se había hecho perfectamente al sabor de la comida cocinada, y realmente no le disgustaba. Nana sonrió ampliamente al escuchar a Thorbald, negó con la cabeza y miró de reojo, los subordinados de la manada se colocaban en la entrada. ¿Qué esperaba, que saliese corriendo? Se mordió los labios para contener su risa.
-No te imaginaba tan... Predecible. -Se apoyó en la mesa, acomodándose el vestido negro ceñido que Eona le había traído. Odiaba los vestidos. Se cruzó de brazos y de piernas y negó de nuevo con la cabeza. Después miró a Eona y a Brendarid. -Será mejor que salgáis a dar una vuelta, tenemos que hablar los mayores. -Le dijo a Eona guiñándole un ojo, al fin y al cabo tanto ella como Thorbald sabían que ellos dos no estaban a su altura, y en una conversación como aquella tan solo estorbarían. Bostezó, aburrida, y se incorporó lanzándole una mirada furtiva a Thorbald, una mirada retadora con una amplia sonrisa.
-Verás, es que, entiendo tu posición, a mi también me fastidiaría que una niñata consiguiese lo mismo que tú en la mitad de tiempo. -Asintió con la cabeza, no lo decía para fastidiarle, sino para remarcar su situación. Se encogió de hombros. -Pero me necesitas. -Soltó repentinamente y sonrió. -Sí, lo sabes. Desde que yo soy quien soy y estoy donde estoy, las cazas de licántropos han disminuido, seguro que hasta tú lo has notado entre tus filas. -Cogió una de las manzanas que reposaban sobre la mesa y le pegó un mordisco. -Además, Thorbal, mis ambiciones van mucho más allá que esto. -Dijo señalando la sala negando con la cabeza. -Es ridículo. -Se acercó a mirar la sala mientras mordisqueaba la manzana. -¿Por qué vivir bajo tierra, ocultándose? Las guerras ya han pasado, somos una raza más, y nos hemos buscado nuestro lugar en Aerandir, no sé por qué no lo aprovechamos. -Se giró hacia Thorbald y se encogió de hombros. Hablar de aquellos temas la emocionaban. Nana contaba con un as, quizá más grande que el de Thorbald, y más poderoso, las alianzas, el poder del pueblo.
-Si me quitas el poder, se te revelarán, ¿Y qué harás? ¿Matarlos a todos?- Nana soltó una carcajada y siguió mordiendo la manzana. -Es estúpido matarnos entre nosotros. -Se acomodó el pelo y se sentó sobre la mesa al lado de la silla de Thorbald. -Hagamos una ciudad, donde jamás tengamos que huir de nadie, ni de los vampiros, ni de los humanos. -Miró a Thorbald seria, sí. Las únicas ambiciones de Nana no estaban tan alejadas de las de Thorbald, lo único que cambiaba era la posición social en la que ambos habían estado toda su vida, y eso les hacía mirar todo desde otra perspectiva. Era su deseo de no tener que esconderse más, de aceptación social por parte de todos los suyos, y además, de la aceptación de su gente, gente que había sido atacada y repudiada por su misma raza. Eso era la diferencia que existía entre ambos.
-No te imaginaba tan... Predecible. -Se apoyó en la mesa, acomodándose el vestido negro ceñido que Eona le había traído. Odiaba los vestidos. Se cruzó de brazos y de piernas y negó de nuevo con la cabeza. Después miró a Eona y a Brendarid. -Será mejor que salgáis a dar una vuelta, tenemos que hablar los mayores. -Le dijo a Eona guiñándole un ojo, al fin y al cabo tanto ella como Thorbald sabían que ellos dos no estaban a su altura, y en una conversación como aquella tan solo estorbarían. Bostezó, aburrida, y se incorporó lanzándole una mirada furtiva a Thorbald, una mirada retadora con una amplia sonrisa.
-Verás, es que, entiendo tu posición, a mi también me fastidiaría que una niñata consiguiese lo mismo que tú en la mitad de tiempo. -Asintió con la cabeza, no lo decía para fastidiarle, sino para remarcar su situación. Se encogió de hombros. -Pero me necesitas. -Soltó repentinamente y sonrió. -Sí, lo sabes. Desde que yo soy quien soy y estoy donde estoy, las cazas de licántropos han disminuido, seguro que hasta tú lo has notado entre tus filas. -Cogió una de las manzanas que reposaban sobre la mesa y le pegó un mordisco. -Además, Thorbal, mis ambiciones van mucho más allá que esto. -Dijo señalando la sala negando con la cabeza. -Es ridículo. -Se acercó a mirar la sala mientras mordisqueaba la manzana. -¿Por qué vivir bajo tierra, ocultándose? Las guerras ya han pasado, somos una raza más, y nos hemos buscado nuestro lugar en Aerandir, no sé por qué no lo aprovechamos. -Se giró hacia Thorbald y se encogió de hombros. Hablar de aquellos temas la emocionaban. Nana contaba con un as, quizá más grande que el de Thorbald, y más poderoso, las alianzas, el poder del pueblo.
-Si me quitas el poder, se te revelarán, ¿Y qué harás? ¿Matarlos a todos?- Nana soltó una carcajada y siguió mordiendo la manzana. -Es estúpido matarnos entre nosotros. -Se acomodó el pelo y se sentó sobre la mesa al lado de la silla de Thorbald. -Hagamos una ciudad, donde jamás tengamos que huir de nadie, ni de los vampiros, ni de los humanos. -Miró a Thorbald seria, sí. Las únicas ambiciones de Nana no estaban tan alejadas de las de Thorbald, lo único que cambiaba era la posición social en la que ambos habían estado toda su vida, y eso les hacía mirar todo desde otra perspectiva. Era su deseo de no tener que esconderse más, de aceptación social por parte de todos los suyos, y además, de la aceptación de su gente, gente que había sido atacada y repudiada por su misma raza. Eso era la diferencia que existía entre ambos.
Nana
Admin
Admin
Cantidad de envíos : : 2312
Nivel de PJ : : 9
Re: Los gritos del ayer (Privado Eona-Nana-Brendarid)
Thorbald se imaginaba que la loba no aceptaría sus condiciones, eso era bastante previsible, y ciertamente no creyó que él fuese a serlo tanto, después de todo sabía por experiencia que la gente ve lo que está más escondido pero no lo que tiene en frente de sus narices. Aquello lo divirtió en cierta manera. ¿Había esa loba venido a la guarida premeditadamente para tener una conversa con él? ciertamente muy arriesgado, demasiado.
Nana ordenó a todo el mundo que saliese de la sala, así que miró a Eona, ella lo comprendió. Así, pues, Brendarid, Skell, Rhent y Eona salieron de la sala para esperar fuera a que acabase la conversación, pero había algo que molestaba mucho a Thorbald, y era que la joven loba había llegado a su guarida y se había puesto a ordenar a sus propios licántropos que saliese, eso no le gustó nada pero se reprimió por una vez, pues parecía interesarle lo que iba a contarle.
Se acercó a Nana y se propuso escuchar lo que tenía que decir. Se mostraba totalmente serio pero por dentro una incredulidad aumentaba, hablaba de construir una ciudad, aquello sí que era inaudito, hacía un momento estaba despreciando la idea de comer carne cocinada con su amigo y ahora hablaba de ciudades. Pero poco le importaba eso, realmente a la mayoría de los licántropos que tenía bajo su mando preferiría la cueva central que una ciudad, y eso era así porque se sentían más cómodos en la naturaleza que en un poblado. Él también miraba por su gente aunque creyese que no, La Manada se podía defender por si misma, y estaba bien como estaba, o así lo creía él. - Black, has venido a mi casa a soltarme sandeces sobre el pueblo y una utopía que tú crees perfecta, pero te contaré algo, los licántropos, a pesar de que yo soy diferente, somos seres de la naturaleza, no viviremos en otra casa que no sea ésta. Y como representante de la raza te lo puedo asegurar.
Thorbald se puso delante de la loba, a muy poca distancia y la miró fríamente a los ojos. - Has tenido el valor de meterte en la boca del lobo, niñata. Demasiado valor, e imprudencia, pues reconozco que eres fuerte, pero no solo tú eres fuerte. - El señor de los licántropos la agarró del cuello y la elevó en el aire. - Si te transformas, mueres. Vas a escucharme, loba estúpida. Realmente me da igual si me firmas ese papel o no, solo quiero que sepas que no habrá más representación para ti, y así es desde que pusiste un pie en esta cueva. Jamás debiste haber venido, y mucho menos con ese mocoso. No me detendré hasta conseguir mis objetivos, y aunque no lo creas, yo tengo mucha más experiencia, y aunque parezca un sueño realizado que los licántropos sean ahora más felices, no es más que un sueño, aquél que precede a la muerte de la raza. Sé de lo que hablo, tengo muchos más años que tú, he visto razas que han desaparecido, más fuertes incluso que los licántropos mismos. Aunque claro, si algo te pasase la gente se rebelaría contra Thorbald, el legítimo señor, una posible rebelión, no la descarto, y es por eso que hace un tiempo que me estoy ocupando de esos temas, desde el momento en que usurpaste el liderazgo al verdadero líder. - A continuación, solo silencio, precedido de un duro golpe en el estómago de la loba que la dejó sin conocimiento.
Fuera de la sala no podían conocer qué ocurría, pues Skell y Rhent los habían alejado un poco de la sala, el bien custodiado Brendarid, así como Eona, no pudieron saber qué ocurría en la conversación entre dos de los licántropos más poderosos conocidos y por conocer.
Nana ordenó a todo el mundo que saliese de la sala, así que miró a Eona, ella lo comprendió. Así, pues, Brendarid, Skell, Rhent y Eona salieron de la sala para esperar fuera a que acabase la conversación, pero había algo que molestaba mucho a Thorbald, y era que la joven loba había llegado a su guarida y se había puesto a ordenar a sus propios licántropos que saliese, eso no le gustó nada pero se reprimió por una vez, pues parecía interesarle lo que iba a contarle.
Se acercó a Nana y se propuso escuchar lo que tenía que decir. Se mostraba totalmente serio pero por dentro una incredulidad aumentaba, hablaba de construir una ciudad, aquello sí que era inaudito, hacía un momento estaba despreciando la idea de comer carne cocinada con su amigo y ahora hablaba de ciudades. Pero poco le importaba eso, realmente a la mayoría de los licántropos que tenía bajo su mando preferiría la cueva central que una ciudad, y eso era así porque se sentían más cómodos en la naturaleza que en un poblado. Él también miraba por su gente aunque creyese que no, La Manada se podía defender por si misma, y estaba bien como estaba, o así lo creía él. - Black, has venido a mi casa a soltarme sandeces sobre el pueblo y una utopía que tú crees perfecta, pero te contaré algo, los licántropos, a pesar de que yo soy diferente, somos seres de la naturaleza, no viviremos en otra casa que no sea ésta. Y como representante de la raza te lo puedo asegurar.
Thorbald se puso delante de la loba, a muy poca distancia y la miró fríamente a los ojos. - Has tenido el valor de meterte en la boca del lobo, niñata. Demasiado valor, e imprudencia, pues reconozco que eres fuerte, pero no solo tú eres fuerte. - El señor de los licántropos la agarró del cuello y la elevó en el aire. - Si te transformas, mueres. Vas a escucharme, loba estúpida. Realmente me da igual si me firmas ese papel o no, solo quiero que sepas que no habrá más representación para ti, y así es desde que pusiste un pie en esta cueva. Jamás debiste haber venido, y mucho menos con ese mocoso. No me detendré hasta conseguir mis objetivos, y aunque no lo creas, yo tengo mucha más experiencia, y aunque parezca un sueño realizado que los licántropos sean ahora más felices, no es más que un sueño, aquél que precede a la muerte de la raza. Sé de lo que hablo, tengo muchos más años que tú, he visto razas que han desaparecido, más fuertes incluso que los licántropos mismos. Aunque claro, si algo te pasase la gente se rebelaría contra Thorbald, el legítimo señor, una posible rebelión, no la descarto, y es por eso que hace un tiempo que me estoy ocupando de esos temas, desde el momento en que usurpaste el liderazgo al verdadero líder. - A continuación, solo silencio, precedido de un duro golpe en el estómago de la loba que la dejó sin conocimiento.
Fuera de la sala no podían conocer qué ocurría, pues Skell y Rhent los habían alejado un poco de la sala, el bien custodiado Brendarid, así como Eona, no pudieron saber qué ocurría en la conversación entre dos de los licántropos más poderosos conocidos y por conocer.
Fehu
Master
Master
Cantidad de envíos : : 1561
Nivel de PJ : : 0
Re: Los gritos del ayer (Privado Eona-Nana-Brendarid)
Seguía sin entender nada de lo que había dicho Eona, pero iba a negarse a volver a preguntar, así como ignoraría el hecho de cuestionase su virilidad. Al escuchar la respuesta de Nana, supuso que esta no era en absoluto positiva, lo que significaba que esa discusión se alargaría bastante.
Más le sorprendió que Thorbald les ordenase a él y a Eona, junto con los dos licántropos que cuestionaban las puertas, que abandonasen la sala. Lanzó una última mirada a Nana, pero supo que no tenía más elección que callar y obedecer, pues no podría aportar nada a un tema que no comprendía, aunque de ello dependiese el obtener sus respuestas o no.
Sin poder evitarlo, abandonó la estancia siguiendo a Eona y siendo escoltado por los otros dos subordinados de La Manada. La ropa que le habían ofrecido quedó ocupando su sitio, pues no tenía la más mínimo intención de volver a cubrir su cuerpo con esas telas, al menos no mientras no fuese extremadamente necesario. Parece que no pretendían dejar de caminar hasta que le fuera imposible escuchar absolutamente nada de lo que sucediese allí dentro, y eso consiguieron.
-No entiendo por qué complicarse tanto para que tu señor me entregue las respuestas. Técnicamente, no soy nadie para él.
Se negaba a caminar más, por lo que se detuvo, ignorando lo que harían aquellos que iban tras él, y se apoyó en una pared. Cerró los ojos y trató de escuchar, pero le era totalmente imposible, la distancia ensordecía todo lo que se estuviese hablando dentro de aquel lugar.
Todo atisbo de violencia hacia Eona había desaparecido para centrarse única y exclusivamente en aquel hombre que, despreciándolo, no sólo retrasaba el otorgarle la información que merece, sino que liga el resultado de esa decisión con la que tome Nana.
Más le sorprendió que Thorbald les ordenase a él y a Eona, junto con los dos licántropos que cuestionaban las puertas, que abandonasen la sala. Lanzó una última mirada a Nana, pero supo que no tenía más elección que callar y obedecer, pues no podría aportar nada a un tema que no comprendía, aunque de ello dependiese el obtener sus respuestas o no.
Sin poder evitarlo, abandonó la estancia siguiendo a Eona y siendo escoltado por los otros dos subordinados de La Manada. La ropa que le habían ofrecido quedó ocupando su sitio, pues no tenía la más mínimo intención de volver a cubrir su cuerpo con esas telas, al menos no mientras no fuese extremadamente necesario. Parece que no pretendían dejar de caminar hasta que le fuera imposible escuchar absolutamente nada de lo que sucediese allí dentro, y eso consiguieron.
-No entiendo por qué complicarse tanto para que tu señor me entregue las respuestas. Técnicamente, no soy nadie para él.
Se negaba a caminar más, por lo que se detuvo, ignorando lo que harían aquellos que iban tras él, y se apoyó en una pared. Cerró los ojos y trató de escuchar, pero le era totalmente imposible, la distancia ensordecía todo lo que se estuviese hablando dentro de aquel lugar.
Todo atisbo de violencia hacia Eona había desaparecido para centrarse única y exclusivamente en aquel hombre que, despreciándolo, no sólo retrasaba el otorgarle la información que merece, sino que liga el resultado de esa decisión con la que tome Nana.
Brendarid
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 176
Re: Los gritos del ayer (Privado Eona-Nana-Brendarid)
(Off Rol: Tengo permiso del master para tolo lo que viene a continuación.)
La chispita en la mirada de Thorbald fue suficiente, y supe perfectamente qué era lo que tenía que hacer. Lo conocía lo suficiente para saber que aquella charla le parecía de lo más graciosa, a la vez que una pérdida de tiempo. Tenía una ligera imagen de lo que iba a pasar a continuación.
Junto a los dos de confianza de Thorbald escolté a Brendarid hacia la salida. Este no mostró ninguna intención de contestar a mi provocación anterior, pero no me importaba realmente. Al contrario, se mostraba bastante confundido por toda la situación, y su comentario no hizo más que corroborarlo. Sonreí satisfecha. Al fin era mi turno de actuar.
Me acerqué al cachorro, apoyado contra la pared, y pasé uno de mi brazos por sus hombros de forma amistosa. - Cierto, no eres nadie para él, pero te diré quién sí es un problema; Nana Black. - Al decir esto, sin darle posibilidad alguna de reaccionar, lo agarré del cuello con un movimiento del cual sabía que no le sería facil librarse y con la otra mano saqué una fina pero afilada daga de entre mis ropas, presionándola contra su garganta. - Si te mueves un solo centímetros... Bueno, ya sabes. - comenté con una sonrisa. Él no sabía de mi rango en la Manada, lo cierto es que ni siquiera Skell y Rhent eran plenamente conscientes de ello, y por eso me miraron levemente sorprendidos, pero esto es lo que soy; lo que más disfruto. - Ordenes de Thorbald. - con eso bastó para que no contradijeran mis acciones, pues aunque no sabían el por qué, sabían que el señor de los licántropos mantenía algunos secretos con mi persona. Por todos los dioses, como disfrutaba todo aquello. Era mi vida y no pensaba cometer error alguno, pues era mi mayor placer. Hice un movimiento de cabeza y uno de los dos le vendó los ojos a mi prisionero.
Poco después, teniendo al cachorro aún bajo control, Thorbald salió de la sala señalando a la loba negra, tendida en el suelo. No hizo falta palabra alguna y ambos guardianes corrieron a recoger lo que quedó de la líder del Colmillo. En ese momento no quité un solo ojo de encima del lobito, pues conociéndolo lo poco que lo conocía, sabía que era capaz de cualquier estupidez, la cual no iba a permitir. En los instantes siguientes mi señor, Skell, Rhent y la inconsciente Nana Black se unieron a nosotros dos e iniciamos la caminata hacia los pasillos más oscuros y ocultos de la cueva central.
Llegamos a un pasillo especialmente estrecho y oscuro y bajamos una pequeña escalinata de piedra. Pasamos una puerta de rejas reforzadas, de las cuales solo Thorbald y pocos más tenían la llave, y llegamos a una especie de sala; a la derecha se encontraba la zona de torturas mientras que a la izquierda una serie de calabozos en un alargado pasillo. Los lobos pura sangre metieron a la mujer aún inconsciente en uno de ellos. "Era verdad..." pensé. Había oído que mi señor estuvo planeándolo y construyéndolo desde que la loba negra apareció, pero no creí que llegaría a verlo tan pronto; una jaula especial y a medida, expresamente levantada para la líder del Colmillo de Hierro. "Se ve imposible de salir de ahí... Y vaya metal..." admiré la jaula en mis pensamientos.
Thorbald se quedó observando, complacido, como metían a Nana en aquel lugar reservado expresamente para ella y después uno de los lobos me abrió la celda paralela para dejar ahí al aliado de la loba.
Eona
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 307
Re: Los gritos del ayer (Privado Eona-Nana-Brendarid)
Thorbald miró como metían a Nana en la jaula que había hecho tiempo atrás especialmente para esa ocasión. Llevaba esperando poder darle hospedaje desde que la nombraron representante, realmente aquello lo había fastidiado pero no podía parecer débil, así que decidió esperar hasta que ella cometiese un fallo para actuar, lo que no esperaba es que fuese a ser tan grande, presentarse ella sola allí sin otra motivación que la historia del chico, sin embargo éste lo había servido bien así que le daría su historia, pues se había pasado a leerla por los archivos antes de ir a la comida, por simple curiosidad, y lo que encontró fue bastante divertido.
Después de que estuviesen los dos encerrados miró a Brendarid, pues la otra loba estaba desmayada y no lo escucharía, de todos modos tenía que decirle algo sobre su pasado antes de que ella despertase o podría intentar contradecirlo. - Te has tomado muchas molestias para venir a verme, incluso has despreciado mi comida, pero has hecho que la líder del colmillo caiga en mis manos y eso lo aprecio, así que te daré la historia que tanto anhelas. Tus padres eran de la Manada, fueron asesinados por hombres del Rey de Lunargenta. La Manada y Lunargenta no tienen buenas relaciones, sobretodo desde que el Colmillo de Hierro se alió con los humanos, o por lo menos desde que sus relaciones son fructíferas, por ello al arrinconarlos acabaron con sus vidas. Es la verdad, puedes creerla o puedes no hacerlo. Thorbald Buckhart no miente. - Su rostro inexpresivo no dejaba lugar a pensar si decía la verdad o no, nadie lo sabía, solo él, pero Brendarid no tenía otra historia y no podría encontrar nada similar en ningún lado, solo en los archivos del señor de los licántropos, así que era decisión suya si creerlo o no. - Corren tiempos difíciles para La Manada, pero si quieres podemos dejarte vivir entre nosotros, claro que primero tendremos que deshacernos del problema del colmillo, aquellos que apoyan a los asesinos de tu familia, pero no te preocupes. - Entonces Thorbald miró a Skelll y Rhent y les ordenó que despertasen a Black, así que le echaron un par de cubos de agua por la cabeza y al final ésta despertó encerrada en su jaula. No podía a duras penas moverse y el duro y frío hierro especial doloría un poco sus músculos. - Bueno, Nana, tendréis mucho de qué hablar, así que os dejaré con Skell y Rhent unos minutos, ahora volveré. Eona, conmigo.
Eona y Thorbald salieron de los calabozos y éste la miró duramente, había algo que lo preocupaba. - Relamente has hecho un buen trabajo, Sombra, te mereces un ascenso por esto, has traído tú misma a la líder del colmillo hasta mí, no he tenido casi que moverme. Buen trabajo, desde éste momento te concedo el favor de dos asesinos, es decir, ahora al subir tu rango puedes llevar contigo dos asesinos de La Manada que seguirán tus órdenes, tú los entrenarás y te ocuparás de ellos. Felicidades. Pero aquí tienes tu primera misión después del ascenso, Capitana, y es que es posible que haya alguna persona que conozca donde está Nana o dónde puede haber ido, pero por lo que sé no debe ser de muy lejos de donde la encontraste, quiero decir, el viaje fue un poco inesperado. No te sorprendas, sé muchas cosas, tengo espías en todos lados. Bien, quiero que vayas a todos los lugares que visitó Nana Black antes de venir aquí, y si existe algún indicio de que alguien supone o sabe dónde está, acaba con él o con ella. Es una misión urgente, corre prisa y debes marchar ya. - Eona se encontraría con ellos dos por el camino, pues ya los había mandado enviar, era una de las tareas de Markus, la esperarían en la entrada.
Por otro lado, después de la partida de Eona, Thorbald entró de nuevo en los calabozos y allí estaban los dos perritos enjaulados. La loba negra ya no parecía tan fiera, pero sabía que de momento no podía acabar con ella, no. Estaría mucho tiempo encerrada, no quería causar una guerra entre licántropos en la que seguramente acabasen entrando los humanos.
El hombre se acarició su barba mientras los miraba desde arriba gélidamente.
- Al final todo vuelve a su sitio, loba, como tenía que ser y estaba escrito que pasaría. Hoy será un día más en mis archivos, pero en el tuyo concretamente, el más extenso de todos, no. Bienvenidos pues, a mis habitaciones de lujo, espero que disfrutéis de la estancia porque va a ser muy larga. - Hizo una pausa para mirar a dos de sus generales. - Skell, Rhent, quiero que siempre haya aquí tres carceleros, durante todo el día, que cambien las guardias, pero que no tarden, y que las guardias se cambien de forma individual. Cualquier error será vuestra responsabilidad. - Los otros asintieron con la cabeza casi al unísono.
Después de que estuviesen los dos encerrados miró a Brendarid, pues la otra loba estaba desmayada y no lo escucharía, de todos modos tenía que decirle algo sobre su pasado antes de que ella despertase o podría intentar contradecirlo. - Te has tomado muchas molestias para venir a verme, incluso has despreciado mi comida, pero has hecho que la líder del colmillo caiga en mis manos y eso lo aprecio, así que te daré la historia que tanto anhelas. Tus padres eran de la Manada, fueron asesinados por hombres del Rey de Lunargenta. La Manada y Lunargenta no tienen buenas relaciones, sobretodo desde que el Colmillo de Hierro se alió con los humanos, o por lo menos desde que sus relaciones son fructíferas, por ello al arrinconarlos acabaron con sus vidas. Es la verdad, puedes creerla o puedes no hacerlo. Thorbald Buckhart no miente. - Su rostro inexpresivo no dejaba lugar a pensar si decía la verdad o no, nadie lo sabía, solo él, pero Brendarid no tenía otra historia y no podría encontrar nada similar en ningún lado, solo en los archivos del señor de los licántropos, así que era decisión suya si creerlo o no. - Corren tiempos difíciles para La Manada, pero si quieres podemos dejarte vivir entre nosotros, claro que primero tendremos que deshacernos del problema del colmillo, aquellos que apoyan a los asesinos de tu familia, pero no te preocupes. - Entonces Thorbald miró a Skelll y Rhent y les ordenó que despertasen a Black, así que le echaron un par de cubos de agua por la cabeza y al final ésta despertó encerrada en su jaula. No podía a duras penas moverse y el duro y frío hierro especial doloría un poco sus músculos. - Bueno, Nana, tendréis mucho de qué hablar, así que os dejaré con Skell y Rhent unos minutos, ahora volveré. Eona, conmigo.
Eona y Thorbald salieron de los calabozos y éste la miró duramente, había algo que lo preocupaba. - Relamente has hecho un buen trabajo, Sombra, te mereces un ascenso por esto, has traído tú misma a la líder del colmillo hasta mí, no he tenido casi que moverme. Buen trabajo, desde éste momento te concedo el favor de dos asesinos, es decir, ahora al subir tu rango puedes llevar contigo dos asesinos de La Manada que seguirán tus órdenes, tú los entrenarás y te ocuparás de ellos. Felicidades. Pero aquí tienes tu primera misión después del ascenso, Capitana, y es que es posible que haya alguna persona que conozca donde está Nana o dónde puede haber ido, pero por lo que sé no debe ser de muy lejos de donde la encontraste, quiero decir, el viaje fue un poco inesperado. No te sorprendas, sé muchas cosas, tengo espías en todos lados. Bien, quiero que vayas a todos los lugares que visitó Nana Black antes de venir aquí, y si existe algún indicio de que alguien supone o sabe dónde está, acaba con él o con ella. Es una misión urgente, corre prisa y debes marchar ya. - Eona se encontraría con ellos dos por el camino, pues ya los había mandado enviar, era una de las tareas de Markus, la esperarían en la entrada.
Por otro lado, después de la partida de Eona, Thorbald entró de nuevo en los calabozos y allí estaban los dos perritos enjaulados. La loba negra ya no parecía tan fiera, pero sabía que de momento no podía acabar con ella, no. Estaría mucho tiempo encerrada, no quería causar una guerra entre licántropos en la que seguramente acabasen entrando los humanos.
El hombre se acarició su barba mientras los miraba desde arriba gélidamente.
- Al final todo vuelve a su sitio, loba, como tenía que ser y estaba escrito que pasaría. Hoy será un día más en mis archivos, pero en el tuyo concretamente, el más extenso de todos, no. Bienvenidos pues, a mis habitaciones de lujo, espero que disfrutéis de la estancia porque va a ser muy larga. - Hizo una pausa para mirar a dos de sus generales. - Skell, Rhent, quiero que siempre haya aquí tres carceleros, durante todo el día, que cambien las guardias, pero que no tarden, y que las guardias se cambien de forma individual. Cualquier error será vuestra responsabilidad. - Los otros asintieron con la cabeza casi al unísono.
Offrol. Como Nana está inconsciente, saltamos su turno.
Offrol2. Nana despierta.
Offrol3. Los turnos siguen como antes, solo que Nana perdió el suyo.
Fehu
Master
Master
Cantidad de envíos : : 1561
Nivel de PJ : : 0
Re: Los gritos del ayer (Privado Eona-Nana-Brendarid)
Sabía que no podía ser todo tan bonito, pero sí que le cogió por sorpresa el hecho de que Eona le obligase a entrar en aquella jaula. La ira volvió a crecer en su interior, pero no tuvo más remedio que obedecer y callar. En cuanto el cuerpo inconsciente de Nana cayó a su lado, Brendarid se acercó a ella rápidamente, comprobando los coloridos hematomas de su cuello. Acto seguido, giró su rostro ante el de Thorbald y, antes de que este comenzase a hablar, se lanzó contra las verjas, como si pudiese partirlas con sus brazos. Aquel temor y respeto que le provocaba la visión del lider de La Manada había desaparecido, dejando paso únicamente al odio.
Su rostro enfurecido, su mandíbula apretada y su fuerte respiración se fueron calmando al escuchar las palabras de Thorbald. Realmente se lo estaba contando; no sabía si era cierto o si se trataba de algún truco, pero en el fondo de su corazón, quiso creer que había hallado la respuesta. Por desgracia, aquello que oía, no le reconfortaba. ¿Realmente tenía Nana parte de culpa de su orfandad? Además, Thorbald le estaba ofreciendo vivir con ellos. Cierto que no apreciaba ese estilo de vida tan poco licántropo para él, pero tampoco tenía un hogar, y no tenía muy claro si debía volver a su soledad, ahora que ya conocía la compañía. Retrocedió unos pasos, aún anonadado por las palabras del señor de La Manada, y se sentó en el suelo, a pocos pasos del cuerpo inconsciente de la loba.
Cuando Nana despertó, el seguía a su lado, mirando al suelo con la mirada perdida. Las palabras de Thorbald resonaban en su mente como golpes del martillo en el yunque. Las palabras le salieron de forma automática, sin pensarlas demasiado:
-Thorbald me lo ha contado. Dice que parte de la culpa de la muerte de mis padres es del Colmillo y, por tanto, tuya-no le gustaba nada aquello, pero no tenía pensado mentirle- .Me ha ofrecido un sitio en La Manada.
No pretendía decirle más, pues ni él mismo sabía qué añadir. Los guardias seguían allí, tiesos, como ausentes, pero escuchando todo lo que ellos se decían. Cierto que no necesitaba palabras para comunicarse con Nana, pero sentía que eso debía decírselo directamente, pues era evidente que necesitaba apoyo y explicaciones; asimilar tanta información tan rápido le estaba dejando agotado.
Su rostro enfurecido, su mandíbula apretada y su fuerte respiración se fueron calmando al escuchar las palabras de Thorbald. Realmente se lo estaba contando; no sabía si era cierto o si se trataba de algún truco, pero en el fondo de su corazón, quiso creer que había hallado la respuesta. Por desgracia, aquello que oía, no le reconfortaba. ¿Realmente tenía Nana parte de culpa de su orfandad? Además, Thorbald le estaba ofreciendo vivir con ellos. Cierto que no apreciaba ese estilo de vida tan poco licántropo para él, pero tampoco tenía un hogar, y no tenía muy claro si debía volver a su soledad, ahora que ya conocía la compañía. Retrocedió unos pasos, aún anonadado por las palabras del señor de La Manada, y se sentó en el suelo, a pocos pasos del cuerpo inconsciente de la loba.
Cuando Nana despertó, el seguía a su lado, mirando al suelo con la mirada perdida. Las palabras de Thorbald resonaban en su mente como golpes del martillo en el yunque. Las palabras le salieron de forma automática, sin pensarlas demasiado:
-Thorbald me lo ha contado. Dice que parte de la culpa de la muerte de mis padres es del Colmillo y, por tanto, tuya-no le gustaba nada aquello, pero no tenía pensado mentirle- .Me ha ofrecido un sitio en La Manada.
No pretendía decirle más, pues ni él mismo sabía qué añadir. Los guardias seguían allí, tiesos, como ausentes, pero escuchando todo lo que ellos se decían. Cierto que no necesitaba palabras para comunicarse con Nana, pero sentía que eso debía decírselo directamente, pues era evidente que necesitaba apoyo y explicaciones; asimilar tanta información tan rápido le estaba dejando agotado.
Brendarid
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 176
Re: Los gritos del ayer (Privado Eona-Nana-Brendarid)
Después de escuchar sobre la graciosa revelación que Thorbald le ofreció al cachorro, además de el ofrecimiento de un hogar, obedecí las órdenes de mi señor y salí tras él, despidiéndome, probablemente, por última vez de la loba negra. Le lancé una sonrisa y un pensamiento pasó por mi cabeza: "Desde este agujero no podrá cantar mi canción al mundo entero..." Si salía de aquí con vida, ya le recordaría sobre nuestro acuerdo. Yo cumplí con mi parte, lo justo era que ella también cumpliese; si sobrevivía.
Asentí hacia las palabras del líder de la Manada. Mi mayor objetivo al serle fiel a la Manada era poder matar a gusto, y ellos me lo permitían, es más, me lo facilitaban en muchos sentidos, pero el ser nombrada "capitana" por primera vez fue algo realmente inesperado, como si algo explotase muy profundo dentro de mí, calentándome desde adentro. ¿Orgullo? Tal vez fuese eso. Esperaba que desapareciese pronto y dejase lo único necesario; las ansias de matar y la felicidad que eso me traía.
En la entrada de la cueva me encontré con dos apuestos hombres esperando; al parecer a mí. Pude reconocer a uno de ellos, se trataba de Ice, con su típica y seria pose, la cual ahuyentaría a cualquiera. Del otro había leído, o eso creí, pero no recordaba nada sobre él... Glaife. Tal vez ese era su nombre. Notaron mi presencia y terminé de acercarme a ellos. Ice me miró con seriedad, como siempre, pero el otro dejó escapar algo de sorpresa.
- E... Eona... - dijo el más torpe de los dos.
- Así me llamo. - Al parecer conocía de mí, lo cual no era nada extraño. Muchos me conocían a mí y a mi, a vista de algunos, extravagante forma de ser. Ice inclinó levemente la cabeza y después de unas milésimas de segundo Glaife lo siguió.
- A sus servicios, señora. Juro que pondré mi vida por la suya si así lo necesita. - Suspire en medio de una sonrisa. Era tan formal como siempre. Pero bueno, qué se le iba a hacer. A continuación miré a su compañero, bastante más inexperto. Claro que ambos eran puras sangres, lo cual podría ser muy útil.
- Glaive a sus servicios, mi señora. - Aha, Glaive era su nombre. Pero de poco iban a servir, pues no podía ir llamándoles por sus nombres reales, al igual que ellos no podían llamarme Sombra, pues ahora lo sabían, sabían quién era realmente y sabían de todo lo que hice por la Manada, pues humanos o licántropos, los rumores se extienden con facilidad, y los de una sombra beneficiando al clan eran más que sabrosos. Por suerte pocos eran los que sabían que esa era yo, y claro, ahora estos dos más.
- Ahora sabéis quién soy. Nunca nombréis mi nombre, el cual nunca debe ser nombrado. Llamadme como siempre habéis echo, Eona. - Nadie más nos escuchaba, por ello cuanto antes dejase claras un par de cosas, mejor. Cavilé un poco... - Hmmm... Vosotros no tenéis nombres que ocultar, por lo que ocultaréis los vuestros propios desde ahora. Seréis Bigotitos - dije señalando al más nervioso de los dos, pues me recordaba un poco a una ardilla - y Risitas. - era evidente el por qué de su apodo. Sonreí satisfecha. - Así será hasta que no se me ocurra algo mejor. Bien, ya podemos irnos. - Teníamos un largo camino por delante. Ya presumiría ante Markus en otro momento.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Asentí hacia las palabras del líder de la Manada. Mi mayor objetivo al serle fiel a la Manada era poder matar a gusto, y ellos me lo permitían, es más, me lo facilitaban en muchos sentidos, pero el ser nombrada "capitana" por primera vez fue algo realmente inesperado, como si algo explotase muy profundo dentro de mí, calentándome desde adentro. ¿Orgullo? Tal vez fuese eso. Esperaba que desapareciese pronto y dejase lo único necesario; las ansias de matar y la felicidad que eso me traía.
En la entrada de la cueva me encontré con dos apuestos hombres esperando; al parecer a mí. Pude reconocer a uno de ellos, se trataba de Ice, con su típica y seria pose, la cual ahuyentaría a cualquiera. Del otro había leído, o eso creí, pero no recordaba nada sobre él... Glaife. Tal vez ese era su nombre. Notaron mi presencia y terminé de acercarme a ellos. Ice me miró con seriedad, como siempre, pero el otro dejó escapar algo de sorpresa.
- E... Eona... - dijo el más torpe de los dos.
- Así me llamo. - Al parecer conocía de mí, lo cual no era nada extraño. Muchos me conocían a mí y a mi, a vista de algunos, extravagante forma de ser. Ice inclinó levemente la cabeza y después de unas milésimas de segundo Glaife lo siguió.
- A sus servicios, señora. Juro que pondré mi vida por la suya si así lo necesita. - Suspire en medio de una sonrisa. Era tan formal como siempre. Pero bueno, qué se le iba a hacer. A continuación miré a su compañero, bastante más inexperto. Claro que ambos eran puras sangres, lo cual podría ser muy útil.
- Glaive a sus servicios, mi señora. - Aha, Glaive era su nombre. Pero de poco iban a servir, pues no podía ir llamándoles por sus nombres reales, al igual que ellos no podían llamarme Sombra, pues ahora lo sabían, sabían quién era realmente y sabían de todo lo que hice por la Manada, pues humanos o licántropos, los rumores se extienden con facilidad, y los de una sombra beneficiando al clan eran más que sabrosos. Por suerte pocos eran los que sabían que esa era yo, y claro, ahora estos dos más.
- Ahora sabéis quién soy. Nunca nombréis mi nombre, el cual nunca debe ser nombrado. Llamadme como siempre habéis echo, Eona. - Nadie más nos escuchaba, por ello cuanto antes dejase claras un par de cosas, mejor. Cavilé un poco... - Hmmm... Vosotros no tenéis nombres que ocultar, por lo que ocultaréis los vuestros propios desde ahora. Seréis Bigotitos - dije señalando al más nervioso de los dos, pues me recordaba un poco a una ardilla - y Risitas. - era evidente el por qué de su apodo. Sonreí satisfecha. - Así será hasta que no se me ocurra algo mejor. Bien, ya podemos irnos. - Teníamos un largo camino por delante. Ya presumiría ante Markus en otro momento.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Eona
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 307
Re: Los gritos del ayer (Privado Eona-Nana-Brendarid)
Era demasiado irreal todo, si bien había ido hasta allí por algo más que la información de Bren, ya había obtenido todo aquello que iba a buscar. Sabía dónde estaba el escondite de la manada, y había conocido en persona al "Señor de los licántropos", título que dejaba demasiado que desear pues tan solo pensaba en sí mismo y en nadie más. Había menospreciado su idea, pero Nana no se rendía tan fácilmente. No pudo evitar esbozar una sonrisa cuando Thorbald la levantó en el aire, pero es lo único que recuerda.
No sabe cuánto tiempo estuvo inconsciente, pero cuando se despertó sintió una punzada en el estómago que le hizo revolverse, abrió los ojos pero estos se tardaron en acostumbrar a la penumbra del lugar, escuchaba a Brendarid, pero le escuchaba tan lejos. Frunció el ceño entrecerrando los ojos y escuchando lo que el lobo tenía que decirle. Nana no podía creer lo que Thorbald le había dicho a Brendarid, y entonces entendió que el juego de Thorbald era todo una trampa, astucias para controlar lo incontrolable. Se incorporó sobre su mano derecha y se frotó la frente con la mano. Le dolían las palabras de Bren, dudaba de ella y ahora era lo que menos necesitaba. Giró la cabeza de mala gana, tenía cosas en las que pensar más imoportantes que esa tontería de que por su culpa habían asesinado a sus padres.
-Bren, ¿Hace diez años que murieron tus padres, verdad? -Le preguntó arqueando una ceja y apoyando la barbilla sobre sus rodillas, intentando mantener el frío que le quedaba después de aquellos cubos de agua. -Yo tenía 13 años. -Le miró a los ojos, pero sabía que aquella explicación a su compañero no servía para nada. -Cree lo que quieras, al fin y al cabo, para eso has venido, ¿No? -Se encogió de hombros, la consciencia de Nana estaba cuanto menos tranquila, ahora tenía que encontrar la manera de sacar a ambos con vida de allí. -¿Sitio en la manada? -Arqueó de nuevo una ceja y rió como pudo, sabía que alguien como Bren no iba a acceder a trabajar para alguien como Thorbald, además, acabaría muerto en menos de lo que canta un gallo. ¿Un lobo negro entre las filas de la manada? Ridículo. No dijo nada más, su risa y su cara de asco y odio hablaban por ella.
Se puso en pie, y en el momento que se puso en pie la punzada volvió a darle en el estómago y se revolvió agarrándose el estómago con fuerza, y como si un instinto se tratase corrió a una de las esquinas de la celda, se sujetó a los barrotes y empezó a vomitar. -Vaya, si que pega fuerte ese Thorbi... -Dijo de broma para no asustar a Bren mientras dándole la espalda escupía los últimos restos de sangre.
Nana
Admin
Admin
Cantidad de envíos : : 2312
Nivel de PJ : : 9
Re: Los gritos del ayer (Privado Eona-Nana-Brendarid)
Offrol. A partir de este momento por la escasez de posible contenido y la necesidad de vuestra conversación dejo de postear durante unos post. Así pues el turno pasa a ser:
- Brendarid.
- Nana.
Seguiré el post e intervendré de ser necesario.
- Brendarid.
- Nana.
Seguiré el post e intervendré de ser necesario.
Fehu
Master
Master
Cantidad de envíos : : 1561
Nivel de PJ : : 0
Re: Los gritos del ayer (Privado Eona-Nana-Brendarid)
Realmente, no le había sorprendido la respuesta de Nana; al fin y al cabo, él también había llegado a aquella conclusión, aunque su mente siguiese embotada tras las palabras de Thorbald. Apretó la mandíbula con rabia, pues comprendió que no era más que un mísero peón.
-Entonces... venir hasta aquí no ha servido para otra cosa que no fuese apresarte... y todo por mi culpa.- sin poder contener su ira, golpeó con el puño cerrado las frías losas del suelo.
En ese preciso instante, se dio cuenta de que la loba acababa de vomitar, y pudo oler la sangre al instante. Se incorporó lentamente y se aproximó a su lado. No tenía buena pinta, fuese por el golpe o por algo peor, el desencadenante había sido él, cosa que no le agradaba en absoluto pensar. Por primera vez en mucho tiempo, las facciones de su rostro abandonaron su típica pasividad para dejar paso a un rostro preocupado.
-Será mejor que te tumbes... te sentirás mejor.- no tenía la más mínima idea de si esas palabras tenían sentido o no, pero cuando alguien enferma, lo lógico es tumbarse.
Colocándose uno de sus brazos sobre los hombros, la ayudó a recostarse en el suelo, mucho menos cómodo que el suelo de su cueva, aunque seguía siendo mejor que esas cosas sobre las que dormían los humanos. Una vez acomodada, se sentó a su lado y la ayudó a usar sus piernas como almohada, mientras él se apoyaba en la pared. Antes de que el silencio se apoderase de la sala, decidió hablar:
-No sé qué te hizo entrar en mi cueva esa noche, pero agradezco profundamente que lo hicieras. Decidiste enseñarme cosas y lugares que jamás soñé que existían. Más agua junta que la que podrían llevar mil ríos, extrañas costumbres humanas y... esa curiosa agua de la felicidad. Movida por un motivo que, si existe, lo desconozco. Como agradecimiento, te he traído hasta las garras de aquel que se hace llamar Señor de los Licántropos, y has sido golpeada y encerrada. Lamento todo esto... Si logramos salir de esta, admitiré que esa maldición de la que me hablaste existe y no volveré a acercarme a ti, pues no mereces este calvario.
No añadió nada más, pues tampoco sabía muy bien qué más decir. No podía sentirse más culpable y avergonzado. Puede que tardase años, o toda una vida, pero si Thorbald cometía el error de dejarlo con vida, se encargaría de que no olvidase su nombre jamás.
-Entonces... venir hasta aquí no ha servido para otra cosa que no fuese apresarte... y todo por mi culpa.- sin poder contener su ira, golpeó con el puño cerrado las frías losas del suelo.
En ese preciso instante, se dio cuenta de que la loba acababa de vomitar, y pudo oler la sangre al instante. Se incorporó lentamente y se aproximó a su lado. No tenía buena pinta, fuese por el golpe o por algo peor, el desencadenante había sido él, cosa que no le agradaba en absoluto pensar. Por primera vez en mucho tiempo, las facciones de su rostro abandonaron su típica pasividad para dejar paso a un rostro preocupado.
-Será mejor que te tumbes... te sentirás mejor.- no tenía la más mínima idea de si esas palabras tenían sentido o no, pero cuando alguien enferma, lo lógico es tumbarse.
Colocándose uno de sus brazos sobre los hombros, la ayudó a recostarse en el suelo, mucho menos cómodo que el suelo de su cueva, aunque seguía siendo mejor que esas cosas sobre las que dormían los humanos. Una vez acomodada, se sentó a su lado y la ayudó a usar sus piernas como almohada, mientras él se apoyaba en la pared. Antes de que el silencio se apoderase de la sala, decidió hablar:
-No sé qué te hizo entrar en mi cueva esa noche, pero agradezco profundamente que lo hicieras. Decidiste enseñarme cosas y lugares que jamás soñé que existían. Más agua junta que la que podrían llevar mil ríos, extrañas costumbres humanas y... esa curiosa agua de la felicidad. Movida por un motivo que, si existe, lo desconozco. Como agradecimiento, te he traído hasta las garras de aquel que se hace llamar Señor de los Licántropos, y has sido golpeada y encerrada. Lamento todo esto... Si logramos salir de esta, admitiré que esa maldición de la que me hablaste existe y no volveré a acercarme a ti, pues no mereces este calvario.
No añadió nada más, pues tampoco sabía muy bien qué más decir. No podía sentirse más culpable y avergonzado. Puede que tardase años, o toda una vida, pero si Thorbald cometía el error de dejarlo con vida, se encargaría de que no olvidase su nombre jamás.
Brendarid
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 176
Re: Los gritos del ayer (Privado Eona-Nana-Brendarid)
Nana se sintió extraña cuando Bren la ayudó a tumbarse en el suelo con aquella cara de preocupación, se le hizo un nudo en el estómago. Se veía en sus ojos que pensaba que la culpa era de él. Se tumbó en el suelo con la cabeza en las piernas de Bren, cerró los ojos, cansada, pero cuando él habló los abrió para mirarle a los ojos. Frunció el ceño y negó con la cabeza, entendía el sentimiento que inundaba al lobo, pero no era del todo cierto. Alzó una de sus manos hasta llegar a su mejilla y la acarició para que le mirase a los ojos.
-No Bren, no es tu culpa. Yo te traje aquí, aún sabiendo el riesgo, además, tenía que hacer algo que no me atrevía a hacer y hacía tiempo que debería de haber hecho. -Le contestó con una sonrisa. -Si esto te ha enseñado, al menos, a restarle importancia al pasado y dársela al presente, me doy por satisfecha. -Le confesó, pues Nana pretendía aquello, sabía que Thorbald iba a mentirles, que no les diría la verdad porque seguramente no la sabía, y como seguramente se inventaba la mitad de las cosas para favorecer al mundo en su favor.
-No moriremos aquí, porque al igual que tú ya no estás solo, yo tampoco lo estoy, y vendrán a por nosotros. -Le susurró para tranquilizarlo. Recordó a Rose, a Leonardo, Hera, Alec, Fleur, Kurono, Nordica... Ellos eran su esperanza, y pondría la mano en el fuego por ellos. -Bren, no voy a irme. -Se tomó el estómago con la otra mano, molesta. -Sabes que ya no puedes vivir sin mi. -Bromeó con una amplia sonrisa.
Maldiciones, a quién le importaban las maldiciones cuando él había sido lo único que la había logrado sacar de la suya propia, la forma de vivir de Brendarid, su sencillez, su forma de ser y de pensar le habían hecho cambiar su perspectiva del mundo, y ahora quería más que nunca unificar la raza para que jamás nadie tuviese que sufrir como lo habían hecho ellos.
Nana
Admin
Admin
Cantidad de envíos : : 2312
Nivel de PJ : : 9
Re: Los gritos del ayer (Privado Eona-Nana-Brendarid)
Las palabras de la loba le reconfortaban, pero seguía sintiéndose como un estúpido al haber caído en la trampa de Thorbald. Si salía de allí con vida, lo primero que haría sería buscar a Eona y explicarle la razón de que no le guste que le amenacen con cuchillos. Ciertamente sí que había aprendido algo: tal vez la muerte de sus padres no tuviese ya una respuesta, y que ahora sólo le quedase el recuerdo de los días felices. Debía preocuparse por vivir el ahora, olvidarse de lo que ya no puede ser solucionado.
El hecho de que Nana estuviese tan segura de que iban a salir de allí con vida le sorprendió; realmente, no guardaba demasiadas esperanzas. Frunció el ceño, sorprendido.
-¿A buscarnos? ¿Quién?
Trató de susurrar todo lo que pudo, pues temía que aquellos que vigilaban sus puertas les escuchasen. Observándoles a ellos, se dio cuenta de lo que significaba vivir en La Manada: obedecían ciegamente a un líder, independientemente de si tenía razón o no. Él, que había pasado toda su vida siendo un ermitaño, no lograba entender esta forma de pensar. Tal vez, en un principio, la idea de unirse a ellos le rondó la cabeza, pero le sería imposible. Puede que aceptase si únicamente le otorgasen un lugar donde dormir, porque era lo único que necesitaba. Se negaba a obedecer a alguien por el mero hecho de ser ese alguien, era totalmente absurdo.
También había entendido que Nana era la líder de una facción semejante a la de Thorbald. Suponía que sería algo totalmente diferente a La Manada, simplemente por ser ella la que se encargase. De todas formas, prefería vivir en una cueva, solo, a tener que rendirle cuentas a alguien, fuese quien fuese.
El hecho de que Nana estuviese tan segura de que iban a salir de allí con vida le sorprendió; realmente, no guardaba demasiadas esperanzas. Frunció el ceño, sorprendido.
-¿A buscarnos? ¿Quién?
Trató de susurrar todo lo que pudo, pues temía que aquellos que vigilaban sus puertas les escuchasen. Observándoles a ellos, se dio cuenta de lo que significaba vivir en La Manada: obedecían ciegamente a un líder, independientemente de si tenía razón o no. Él, que había pasado toda su vida siendo un ermitaño, no lograba entender esta forma de pensar. Tal vez, en un principio, la idea de unirse a ellos le rondó la cabeza, pero le sería imposible. Puede que aceptase si únicamente le otorgasen un lugar donde dormir, porque era lo único que necesitaba. Se negaba a obedecer a alguien por el mero hecho de ser ese alguien, era totalmente absurdo.
También había entendido que Nana era la líder de una facción semejante a la de Thorbald. Suponía que sería algo totalmente diferente a La Manada, simplemente por ser ella la que se encargase. De todas formas, prefería vivir en una cueva, solo, a tener que rendirle cuentas a alguien, fuese quien fuese.
Brendarid
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 176
Re: Los gritos del ayer (Privado Eona-Nana-Brendarid)
OFF: Perdona que tarde en responder, pero hasta que no se termine el rol con Eona y Master2 no va a venir nadie a por nosotros y lo único que haremos será hablar hasta entonces xDD
Nana miró a Brendarid con una sonrisa, al parecer sí que había aprendido a dejar de confundir el pasado con el presente, y había optado por vivir el hoy y dejar el ayer. Nana ladeó la cabeza ante su pregunta, para ella era una respuesta obvia, pero alguien como Brendarid, el cual había pasado la mayoría de su vida solo y que no esperaba más compañía que la de la loba, era una afirmación un tanto extraña.
La loba miró a los guardias, que parecían estar charlando entre ellos mientras Bren y Nana seguían en aquella guardia de acero.
-Los míos Bren, ya lo entenderás. -Le dijo Nana y se incorporó torpemente apoyando la frente en su hombro. -Bren, únete a nosotros, al colmillo de hierro, juntos podremos con la manada, y tendrás tu venganza. -"Y la mía..." Pensó la loba sin terminar la frase y agarrándose el estómago con rabia, si salía con vida de aquello iba a hacer pagar a Thorbald por cada puñetazo, por cada insulto y por cada lobo huérfano que hubiese dejado en vida.
Miró a Bren, dejando todo su peso sobre uno de sus brazos y rodeando con el otro sus hombros, le miró seria, pues era una proposición totalmente cierta, era un lobo negro como ella, tenía su mismo potencial y Nana sabría cómo explotarlo.
Nana
Admin
Admin
Cantidad de envíos : : 2312
Nivel de PJ : : 9
Re: Los gritos del ayer (Privado Eona-Nana-Brendarid)
Unirse a Nana y los suyos puede que fuese una oferta interesante, pero el lobo no podía aceptar. Tenía otra idea en mente. Le devolvió la mirada, y no hubo rudeza en sus palabras, sino ansias de comprensión y cariño, sentimiento con el que se estaba familiarizando.
-Ojalá pudiese... pero no será así. Puede que las ansias de venganza invadan mi corazón, mas no les permitiré dominarme nunca más. En cuanto salga de aquí, puede que viaje hacia el sur...-su mirada comenzó a perderse en un horizonte inexistente-quiero volver a ver eso que los humanos llaman mar. Si logro salir de esta, quizás me monte en uno de esos caparazones de madera y vaya con los humanos-volvió a centrar la mirada en los relucientes ojos de Nana, esbozando una débil sonrisa-. Debo hacerlo, no puedo convivir ni entre los míos, ni con los humanos; tal vez el mar me acoja como compañero. Pero no lamentes mi marcha, porque sabrás cómo encontrarme; volverás a por mí, o yo iré a por ti, pero ni toda la tierra del mundo podría impedir que nos encontrásemos de nuevo.
Pocas veces había tenido algo tan claro en su vida ansiaba irse, pero no para huir de su pasado, sino para hacer lo que siempre debió haber hecho: vivir. Apartó un mechón de pelo del rostro de la loba y depositó un suave beso en su frente. Ni todas las tempestades, ni todos los miembros de La Manada podrían impedir que los caminos de los dos lobos negros se volviesen a cruzar, como si un macabro destino tejiese sus pasos.
-Sé que has hecho todo esto por mí, en parte, y no podría agradecértelo lo suficiente, pero no puedo tratar de ser alguien que no soy. Siempre estaré para ti, sólo has de seguir el mar. Ojalá, cuando nos volvamos a ver, podamos sostener juntos el corazón de Thorbald. Unirme a ti no aportaría nada, pues no quiere nada de mí. Tampoco soy un guerrero, no sería útil en una guerra, por ahora. Pero volveré, o él vendrá a mí, pero seré su verdugo, aunque ello me cueste la vida.
-Ojalá pudiese... pero no será así. Puede que las ansias de venganza invadan mi corazón, mas no les permitiré dominarme nunca más. En cuanto salga de aquí, puede que viaje hacia el sur...-su mirada comenzó a perderse en un horizonte inexistente-quiero volver a ver eso que los humanos llaman mar. Si logro salir de esta, quizás me monte en uno de esos caparazones de madera y vaya con los humanos-volvió a centrar la mirada en los relucientes ojos de Nana, esbozando una débil sonrisa-. Debo hacerlo, no puedo convivir ni entre los míos, ni con los humanos; tal vez el mar me acoja como compañero. Pero no lamentes mi marcha, porque sabrás cómo encontrarme; volverás a por mí, o yo iré a por ti, pero ni toda la tierra del mundo podría impedir que nos encontrásemos de nuevo.
Pocas veces había tenido algo tan claro en su vida ansiaba irse, pero no para huir de su pasado, sino para hacer lo que siempre debió haber hecho: vivir. Apartó un mechón de pelo del rostro de la loba y depositó un suave beso en su frente. Ni todas las tempestades, ni todos los miembros de La Manada podrían impedir que los caminos de los dos lobos negros se volviesen a cruzar, como si un macabro destino tejiese sus pasos.
-Sé que has hecho todo esto por mí, en parte, y no podría agradecértelo lo suficiente, pero no puedo tratar de ser alguien que no soy. Siempre estaré para ti, sólo has de seguir el mar. Ojalá, cuando nos volvamos a ver, podamos sostener juntos el corazón de Thorbald. Unirme a ti no aportaría nada, pues no quiere nada de mí. Tampoco soy un guerrero, no sería útil en una guerra, por ahora. Pero volveré, o él vendrá a mí, pero seré su verdugo, aunque ello me cueste la vida.
Brendarid
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 176
Re: Los gritos del ayer (Privado Eona-Nana-Brendarid)
Nana escuchó a Brendarid, le vio sonreír y se sentía tan contenta por ello, pero al escuchar sus planes una extraña tristeza la inundó, tanto tiempo día y noche juntos y ahora, después de aquello, quién sabe cuándo volverían a verse, siquiera si volverían a hacerlo. La loba asintió con la cabeza, al fin y al cabo entendía a la perfección a Bren, y ella también tenía que seguir su camino, alcanzar sus metas, costase lo que costase, aunque tuviese que pagar su vida por ello, pero jamás un lobo volvería a vivir como lo había hecho él. Le juró en silencio que su historia no volvería a repetirse, mientras le miraba y le quería en silencio, sintiendo que algo mucho más profundo que el destino les había unido.
Abrió la boca para decir algo, pero las palabras no salían, se sentía feliz por un lado, pues había conseguido despertar a aquello que realmente era él, ni una bestia, ni un humano, un licántropo. Frunció el ceño, no sabía si eran los años pero se estaban volviendo demasiado blanda, no era algo que le desagradara, al menos no del todo. Sonrió con los ojos húmedos, pero no dejó que él los viera, pues hundió la cabeza en su hombro abrazándole por el cuello con fuerza, como si fuesen a separarse en ese mismo momento.
Dos desconocidos, más iguales de lo que ellos mismos podían entender, pero con caminos diferentes, cuán cruel podría ser el destino, uniendo y deshaciendo a su antojo, como un niño pequeño jugando con un trozo de cuerda.
-Estúpido y caprichoso destino... -Susurró más para ella que para Bren sin levantar la cabeza, pues una pequeña lágrima brotó de los ojos amarillos de la loba. Sentía haberle conducido a aquel pozo de aquella manera, y ahora casi ni sabía si volverían a salir de allí. Le había dicho las mismas palabras que cuando se conocieron, solo que ahora la situación ahora no era la misma. Se separó del hombro de Bren pero sin soltarle, como si quisiera sentir aquel abrazo en todas aquellas noches en las que estuviese sola.
-Me alegro Bren, me alegro de veras de que hayas encontrado tu razón para seguir adelante. -Le sonrió sincera.
Nana
Admin
Admin
Cantidad de envíos : : 2312
Nivel de PJ : : 9
Re: Los gritos del ayer (Privado Eona-Nana-Brendarid)
Respondió al abrazo de Nana, rodeándola fuertemente, pues no sabría cuando sería la ultima vez. Cuando sus rostros volvieron a cruzarse, le dedicó una torpe sonrisa.
-No sé si esa razón será la correcta, pero me temo que el bosque podrá seguir sin mí un tiempo.
Deslizó su mirada hacia los barrotes que les separaban de la libertad y se maldijo a sí mismo por no tener la fuerza para partirlos o la astucia para haberlo prevenido. Apenas había una leve brisa, lo que le impedía captar ningún olor del exterior. Se sentía sumamente indefenso, pues no podía adelantarse a ningún movimiento de sus captores.
-Espero que tengas razón y alguien venga a sacarnos de aquí, no me interesa pudrirme aquí para satisfacción de Thorbald...
Confiar su destino en otros nunca le había agradado; confiaba más en sí mismo que en nadie más. Depositar su libertad y la de Nana en un tercero le hacía sentirse inquieto, no débil, sino temeroso de las capacidades de ese alguien. Incluso temía que alguien perdiese la vida por intentar sacarles de un problema en el que no deberían estar.
Su oído tampoco le servía de mucho, pero sabía al menos la dirección de la salida, pues escuchaba una leve brisa que silbaba al atravesar alguna rendija de una puerta. Odiaba ese aislamiento, nunca se había sentido tan atrapado. Se concentraba en esa puerta, pues es probable que la única forma de huir entrase por ahí. O su muerte.
-No sé si esa razón será la correcta, pero me temo que el bosque podrá seguir sin mí un tiempo.
Deslizó su mirada hacia los barrotes que les separaban de la libertad y se maldijo a sí mismo por no tener la fuerza para partirlos o la astucia para haberlo prevenido. Apenas había una leve brisa, lo que le impedía captar ningún olor del exterior. Se sentía sumamente indefenso, pues no podía adelantarse a ningún movimiento de sus captores.
-Espero que tengas razón y alguien venga a sacarnos de aquí, no me interesa pudrirme aquí para satisfacción de Thorbald...
Confiar su destino en otros nunca le había agradado; confiaba más en sí mismo que en nadie más. Depositar su libertad y la de Nana en un tercero le hacía sentirse inquieto, no débil, sino temeroso de las capacidades de ese alguien. Incluso temía que alguien perdiese la vida por intentar sacarles de un problema en el que no deberían estar.
Su oído tampoco le servía de mucho, pero sabía al menos la dirección de la salida, pues escuchaba una leve brisa que silbaba al atravesar alguna rendija de una puerta. Odiaba ese aislamiento, nunca se había sentido tan atrapado. Se concentraba en esa puerta, pues es probable que la única forma de huir entrase por ahí. O su muerte.
Brendarid
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 176
Re: Los gritos del ayer (Privado Eona-Nana-Brendarid)
Ya que este tema es importante para la trama del foro y sobre todo para la raza de los licántropos, además de que dos personajes se han quedado estancados en este rol, tomaré el rol de master en este tema.
____________________________________
Todo estaba en orden para la manada, o al menos eso les parecía a a ellos, porque lo que menos se imaginaban esque iban a ser atacados por una horda de lobos del colmillo. Thorbald se había metido en su despacho, rodeado de papeles y libros, iba a dormir muy bien esa noche después de lo sucedido. Markus se mantenía en su cuarto, caminando de un lado a otro como un perro enjaulado. Mientras, el ambiente fuera de la morada de la manada era muy diferente, la nieve caía en plena noche, pero no cuajaba al caer en el suelo, pero aún así las almohadillas no se les resentían. Corriendo se acercaban a la cueva de la manada, el sonido de la lluvia y el olor a tierra mojada les dificultaba demasiado el orientarse, pero nadie era mejor que Alec para aquello, nadie. Eran tres lobos y una bruja que corría detrás de los tres, escoltada por Hera, Leonardo tomaba la cabeza con Alec para sacar a Nana de allí.
Alec se paró de repente, con las orejas tensas y se giró hacia Leo, la habían encontrado. Dos guardianes custodiaban la puerta de entrada a la cueva, ellos estaban arriba de la gran piedra que hacía de techo de la entrada. Los tres lobos se transformaron en humanos, se pusieron la ropa que guardaba la bruja en una gran bolsa de lino y asintieron con la cabeza, era el turno de la bruja. Rose con un movimiento de mano elevó el agua que se había acumulado en el suelo de la roca haciendo dos bolas de agua casi perfectas, las cuales llevó hasta los dos guardianes, que miraban distraídos al infinito, y se las puso a modo de casco, de esta manera por mucho que gritaban nadie les podía escuchar. Fue entonces cuando los cuatro bajaron de un salto a la entrada de la cueva y entraron corriendo como alma que lleva el diablo, debían de darse prisa.
Cuando estuvieron lo suficientemente lejos, Rose soltó ambas bolas de agua que mantenían callados a los guardias, comenzaba la cuenta atrás. Corrieron entre los enrevesados pasillos de la cueva buscando las escaleras para bajar a las mazmorras.
-Leo y Rose a la izquierda, Hera y yo seguiremos recto, tenemos diez minutos. -No había tiempo siquiera para perderlo con palabras, en una de las bifurcaciones Leo y Rose bajaron hacia la izquierda, a unos metros encontraron las escaleras de bajada, pero era demasiado tarde para avisar a los demás compañeros. Pronto se escuchaba el griterío de gente en toda la cueva, perseguían a Hera y a Alec que corrían ahora en su forma de lobo para despistar a la manada.
Thorbald se levantó de la silla maldiciendo a todos los presentes y salió malhumorado del despacho sin perder el tiempo, se le escapaba su gran oportunidad. Mientras, el plan iba tal y como lo habían planeado, Leo y Rose habían conseguido bajar hasta los calabozos, desprotegidos ahora que habían dado orden de buscar a los intrusos.
-¡Nana! -Gritó Leo, pero Rose le pegó un empujón.
-Shhhh... ¿O quieres que nos destrocen el plan? -Dijo Rose en voz baja.
Los dos se pegaron a las verjas de la jaula, allí estaban los dos, Brendarid y Nana, Rose suspiró, estaban a un paso de salir de aquel infierno. Rose le dio la bolsa a Leonardo, él sacó dos botes con sustancias imposibles de clasificar, y las mezcló. Se arremangó las mangas y miró a Nana que lo miraba atónita desde el otro lado de los barrotes, sin mediar palabra. Eran unos barrotes suficientemente fuertes para no poder ser rotos con facilidad.
-Mejor será que os alejéis. -Dijo Leonardo, alejándose también de los barrotes, y una vez estuvieron los cuatro alejados, lo lanzó contra la verja. Pero no pasó nada. Rose se giró hacia Leonardo, que seguía mirando la reja, como esperando algo, y entonces el metal empezó a fundirse lentamente por toda la zona donde se había derramado el ácido.
-Tres minutos. -Afirmó Rose con un pequeño reloj de arena que sostenía en la palma de la mano.
Leonardo se acercó a la jaula y les tendió la mano para que saliesen de la jaula, debían correr o el plan se iría a pique. (Bren y Nana salen de la jaula, acción ya hablada con ambos usuarios) Ambos lobos salieron de la jaula con ayuda de Leo, y los cuatro echaron a correr por donde habían bajado, pero en parte ya era demasiado tarde, la gente empezaba a bajar, seguramente Alec y Hera ya les esperaban fuera, lejos de la entrada de la cueva donde habían quedado en encontrarse. Rose, con las fuerzas que le quedaban de la caminata hasta el lugar y además la magia utilizada, sacó fuerzas para enfrentarse a los lobos que de uno en uno bajaban las escaleras de espiral hacia las mazmorras, haciendo proyectiles de agua que hacía chocar contra el hocico de estos, haciéndolos perder el conocimiento. Aquello fue una carrera de obstáculos hasta que consiguieron salir de la cueva. Tardaron incluso un rato más en perderles del todo el rastro a los lobos de la manada. A lo lejos se veían dos figuras apoyadas en un árbol, Hera y Alec. El plan había sido un éxito.
________________________
El resto del rol se llevará a cabo fuera de los límites de la manada, aún en la arboleda central. Además los PNJs serán controlados por Nana. Turnos:
Nana
Brendarid
Tyr
Master
Master
Cantidad de envíos : : 2234
Nivel de PJ : : 0
Re: Los gritos del ayer (Privado Eona-Nana-Brendarid)
Con las pupilas resentidas de la poca luz que había en los pasillos de la cueva, pero al salir, sus pupilas volvieron a dilatarse, de nuevo oscuridad. Nana había corrido incluso con fuerzas de las que no contaba, detrás de Leonardo, que giraba la cabeza cada poco tiempo para asegurarse de que el grupo le siguiese. Nana no había dicho nada, no sabía cómo presentar a Brendarid a Leonardo, ni al grupo, y menos cómo decirles que le había ayudado y este no era ni parte del grupo. Cuando vio a lo lejos a Alec y a Hera, se sintió aliviada, pero a la vez sintió como todo su cuerpo se derrumbaba de repente. Se paró en seco, suspiró y se dejó caer de espaldas sobre la hierba mojada que parecía como un colchón de nubes después de tumbarse en el suelo de aquella cueva.
-Hola Nana, bienvenida de nuevo. -Dijo Alec en tono irónico y con una sonrisa de oreja a oreja mientras se apoyaba en un árbol cercano con un pie apoyado en el tronco y cruzado de brazos. Miró a Brendarid de arriba abajo y ladeó la cabeza. -¿Y este cachorrillo? ¿Es de lo que nos habías hablado, Rose? -Alec le guiñó un ojo a Rose, y esta asintió con la cabeza.
-¿Hablado, de qué? -Preguntó Leonardo que llegaba el último, asegurándose de que nadie los siguiese. -A mi nadie me ha dicho nada. -Todos se miraron, y Leo se sentó en una roca al lado de Nana, que había cerrado los ojos. -¿Nana? -Preguntó el inventor, agachándose para mirar a la loba, Rose se había colocado entre Hera y Alec, y los tres reían. Una mala situación.
-Este es Brendarid. -Le dijo Rose a Leo, señalando al lobo. -Un... Amigo de Nana. -Dijo la camarera, y Alec y Hera se echaron a reír, risa a la que Rose se unió sin pensarlo.
-¿Me estás diciendo que has arriesgado tu vida por un simple lobo de por ahí? -Dijo Leonardo, enfadado, mirando a Nana que había abierto un ojo para mirar cómo reían los tres "Cabrones..." pensó la loba, y si hubiese estado en su forma de lobo, hubiese gruñido seguro.
-Un simple lobo de por ahí... -Repitió Nana levantándose y sentándose en el suelo, miró a Leonardo y arqueó una ceja. -Él no es un simple lobo de por ahí... -Repitió, haciendo burla de sus palabras. -Él es como yo. -Los cuatro amigos miraron a la loba, que parecía haber perdido la cordura ahí dentro. -Sí, como nosotros, repudiado por los nuestros, destinado a vivir en una cueva sin más compañía que trozos de hueso y pieles mal curtidas. -Miró a Leonardo, y este agachó la cabeza. -Que tú vivieses en la capital no quiere decir que tengas más pedigrí que él, artista. -Le dijo en tono de burla sacudiéndose las manos. -Además, creo que Alec tiene algo que decir. -Añadió para cambiar de tema, porque se estaba haciendo incómodo los celos de Leonardo.
Alec sonrió de oreja a oreja y le dedicó un guiño a Nana, y esta sonrió. Se llevó una mano al bolsillo de su pantalón y sacó un fajo de papeles atados por una cuerda. Todos lo miraron, curiosos.
-Adivinad, qué es esto. -Preguntó Alec meciendo del hilo los papeles, todos se encogieron de hombros. -El diario de Thorbald. -Nana rió y se levantó, sacudiéndose aquel vestido que le habían dado en la manada y tomó los papeles con ambas manos, suspirando.
-Creo que hoy vamos a descubrir muchas verdades, pero antes, montad el campamento aquí, no tengo fuerzas ni para dar un paso más. -Dijo la líder, y todos asintieron, aunque con desgana, pues la curiosidad estaba matándoles por dentro. Guardó los papeles en la bolsa que había traído Rose y se la colgó al hombro, acercándose a Brendarid. -Perdona por la escenita, pero eh... ¿Te dije o no te dije que vendrían a por nosotros? -Sonrió y dio un par de pasos al frente. -Ven, vamos a dar una vuelta. -Le pidió cogiéndole de la mano para que le acompañara.
Nana
Admin
Admin
Cantidad de envíos : : 2312
Nivel de PJ : : 9
Re: Los gritos del ayer (Privado Eona-Nana-Brendarid)
Brendarid se quedó de pie aunque se sentía cansado tras la carrera. Miraba a todos y cada de los presentes sin atreverse a acercarse a ellos o a entablar conversación. Identificó al instante que esa tal Rose era humana; no sabía el qué, pero sus años viviendo escondido le habían enseñado a identificar a las personas inofensivas de las que no lo son, y ella no lo era. No sabía qué clase de poderes tenía, pero no le parecían los típico de un humano.
Dedicó una intensa mirada hostil a aquel que le había llamado "cachorrillo". Por alguna razón, todos estaban empeñados en tratarle de cachorro, cuando era evidente que no lo era. Tal vez fuese una forma cariñosa de referirse a él, pero sospechaba que se trataba de todo lo contrario. No parecía que ninguno de los cuatro estuviese muy interesado en él, lo cual no le molestaba en absoluto, no le apetecía tener que dar explicaciones a unos desconocidos, aunque le hubiesen salvado la vida.
Realmente agradeció que Nana decidiese cogerle para dar un paseo, pues la presencia de esos extraños amigos de la loba no le agradaba. Antes de irse, giró el rostro por encima del hombro para dedicarles una mirada entre curiosa y poco amigable. Obviamente, no intentaba enesmitarse con ellos, pero si se fijaban en su expresión, no se fijarían en que en realidad estaba intentando memorizar sus olores desde la distancia. Tal vez fuese menos efectivo que olerlos directamente, pero no quería levantar sospechas.
La huida había sido bastante caótica, pero bastante bien calculada. El hecho de que un liquido derritiese el metal como si de hielo junto al fuego se tratase le dejó algo confundido. Se estaba acostumbrando a las sorpresas. Caminó junto a Nana un rato en silencio antes de decir una palabra. Se encogió de hombros cuando ella le pidió disculpas, dando a entender que no le había molestado en absoluto, al fin y al cabo, le habían salvado.
-Aprecio que tus amigos nos salvasen, aunque conmigo sólo lo hiciesen indirectamente. Creo haber notado cierto resquemor en las palabras de ese Artista. Parece un nombre de mujer...
Olisqueó algo el lugar, cosa que no podía evitar hacer por costumbre. No detectaba el olor de ningún extraño ni de los amigos de Nana, por lo que se sintió más seguro.
-¿Es seguro pasar aquí la noche? ¿No crees que los licántropos de Thorbald nos rastrearán.
Dedicó una intensa mirada hostil a aquel que le había llamado "cachorrillo". Por alguna razón, todos estaban empeñados en tratarle de cachorro, cuando era evidente que no lo era. Tal vez fuese una forma cariñosa de referirse a él, pero sospechaba que se trataba de todo lo contrario. No parecía que ninguno de los cuatro estuviese muy interesado en él, lo cual no le molestaba en absoluto, no le apetecía tener que dar explicaciones a unos desconocidos, aunque le hubiesen salvado la vida.
Realmente agradeció que Nana decidiese cogerle para dar un paseo, pues la presencia de esos extraños amigos de la loba no le agradaba. Antes de irse, giró el rostro por encima del hombro para dedicarles una mirada entre curiosa y poco amigable. Obviamente, no intentaba enesmitarse con ellos, pero si se fijaban en su expresión, no se fijarían en que en realidad estaba intentando memorizar sus olores desde la distancia. Tal vez fuese menos efectivo que olerlos directamente, pero no quería levantar sospechas.
La huida había sido bastante caótica, pero bastante bien calculada. El hecho de que un liquido derritiese el metal como si de hielo junto al fuego se tratase le dejó algo confundido. Se estaba acostumbrando a las sorpresas. Caminó junto a Nana un rato en silencio antes de decir una palabra. Se encogió de hombros cuando ella le pidió disculpas, dando a entender que no le había molestado en absoluto, al fin y al cabo, le habían salvado.
-Aprecio que tus amigos nos salvasen, aunque conmigo sólo lo hiciesen indirectamente. Creo haber notado cierto resquemor en las palabras de ese Artista. Parece un nombre de mujer...
Olisqueó algo el lugar, cosa que no podía evitar hacer por costumbre. No detectaba el olor de ningún extraño ni de los amigos de Nana, por lo que se sintió más seguro.
-¿Es seguro pasar aquí la noche? ¿No crees que los licántropos de Thorbald nos rastrearán.
Brendarid
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 176
Re: Los gritos del ayer (Privado Eona-Nana-Brendarid)
Brendarid siguió a Nana, no parecía molesto por la reacción de Leonardo, tampoco parecía curioso por cómo había conseguido Alec burlar la seguridad de la manada y conseguir el diario de Thorbald, a Nana le extrañó la reacción de Bren y frunció el ceño, pero intentó no darle más importancia de la que tenía. Negó con la cabeza por las palabras de Brendarid y se paró cuando ya hubieron estado suficientemente lejos de la mirada de Leo y los demás.
-Ya no estamos en su territorio, además no creo que se atrevan a hacernos daño lejos de sus terrenos. -Apuntó Nana. -Lo de Leo, no se lo tengas en cuenta, es algo sobreprotector conmigo... -Se encogió de hombros, era mejor decir eso que afirmar que estaba enamorado de ella.
Se apoyó en uno de los árboles cercanos cruzada de brazos y ladeó la cabeza, pensativa. Ciertamente, aquello tendría que ser una despedida, al alba cada uno partiría hacia un lugar diferente, y quién sabe cuál sería la próxima vez que volverían a verse.
-Al amanecer mis compañeros y yo partiremos hacia el norte. -Se dignó a decir Nana, y le miró a los ojos, seria. -Aún estás a tiempo de unirte a nosotros. -Le dijo y apartó la mirada, negó con la cabeza, como diciéndose a si misma que aquello no iba a poder ser. -Olvidaba que a ti eso de las manadas no te interesa. -Sonrió, intentando quitarle seriedad al tema. Pronto la manada tomaría represalias contra Nana por lo ocurrido, y sería un juego a muerte donde tan solo unos podrían salir vivos, y en ese caso sería mejor que Bren estuviese lo más lejos posible del bosque.
______________
Mientras, Alec, Rose y Hera se reían de Leonardo, que intentaba encender un fuego con un par de piedras. Rose había colocado un par de mantas en el suelo para no dormir sobre la hierba.
-Anda trae, que no sabes ni encender un fuego. -Alec extendió los brazos hacia Leo, que le dejó las piedras en la mano de mala gana.
-Nana tarda mucho. -Observó Leonardo mirando hacia donde se habían ido hacía un par de minutos escasos. -¿Y si la manada los ha cogido? -Leo parecía más molesto que preocupado, por lo cual ninguno de los tres le hizo demasiado caso.
Nana
Admin
Admin
Cantidad de envíos : : 2312
Nivel de PJ : : 9
Re: Los gritos del ayer (Privado Eona-Nana-Brendarid)
Suspiró algo más tranquilo tras la afirmación de que la manada no les perseguiría, pero no dejó de permanecer alerta, era incapaz de dejar de estarlo. El viento mecía las copas de los árboles y llegaba hasta él el fresco aroma del bosque; no sabía cuando volvería a sentir sus caricias de nuevo.
Sintió un duro golpe en el pecho cuando supo que al amanecer tendrían que separarse. De todas formas, no dejó entrever el más mínimo ápice de arrepentimiento. Le encantaría irse con Nana, pero no estaba preparado para compartir su vida con más personas que no fuesen él mismo. Quizás, más adelante, sus vivencias le hiciesen cambiar de opinión.
-Lo siento-miró a la loba a los ojos-, no puedo pretender ser alguien que no soy. Yo partiré hacia el mar en cuanto salga el sol.
Levantó el rostro para mirar la luna y las estrellas. ¿Serían las mismas vistas desde el mar, o habría nuevas estrellas que poder memorizar? ¿Cómo de grandes serían los peces que habitaban en aquella inmensa masa de agua? Seguro que los de río le parecerían simples crías a su lado. No podía ni imaginarse lo profundo que debía ser; ya estaba deseando aprender las técnicas de los humanos para pescar desde sus caparazones de madera.
Toda la felicidad que sentía al pensar en el mar se veía contrarrestada por la sensación de dejar atrás a Nana. No sabía si él la necesitaría, o si ella lo necesitaría a él, pero una cosa era segura, jamás iban a decirlo en alto ni uno, ni otro. Puede que ambos tuviesen demasiado orgullo como para admitir que desearían la compañía del otro para sus largos viajes. Aunque tampoco creía necesario decirlo, las palabras no eran más que eso, palabras, y, a veces, no pueden expresar más de lo que lo hace el silencio.
-Espero escuchar pronto noticias de una próspera aldea de licántropos. Solo espero que no olvidéis qué sois y qué no sois...
Sintió un duro golpe en el pecho cuando supo que al amanecer tendrían que separarse. De todas formas, no dejó entrever el más mínimo ápice de arrepentimiento. Le encantaría irse con Nana, pero no estaba preparado para compartir su vida con más personas que no fuesen él mismo. Quizás, más adelante, sus vivencias le hiciesen cambiar de opinión.
-Lo siento-miró a la loba a los ojos-, no puedo pretender ser alguien que no soy. Yo partiré hacia el mar en cuanto salga el sol.
Levantó el rostro para mirar la luna y las estrellas. ¿Serían las mismas vistas desde el mar, o habría nuevas estrellas que poder memorizar? ¿Cómo de grandes serían los peces que habitaban en aquella inmensa masa de agua? Seguro que los de río le parecerían simples crías a su lado. No podía ni imaginarse lo profundo que debía ser; ya estaba deseando aprender las técnicas de los humanos para pescar desde sus caparazones de madera.
Toda la felicidad que sentía al pensar en el mar se veía contrarrestada por la sensación de dejar atrás a Nana. No sabía si él la necesitaría, o si ella lo necesitaría a él, pero una cosa era segura, jamás iban a decirlo en alto ni uno, ni otro. Puede que ambos tuviesen demasiado orgullo como para admitir que desearían la compañía del otro para sus largos viajes. Aunque tampoco creía necesario decirlo, las palabras no eran más que eso, palabras, y, a veces, no pueden expresar más de lo que lo hace el silencio.
-Espero escuchar pronto noticias de una próspera aldea de licántropos. Solo espero que no olvidéis qué sois y qué no sois...
Brendarid
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 176
Re: Los gritos del ayer (Privado Eona-Nana-Brendarid)
La reacción de Bren fue cuanto menos defraudante para Nana, tampoco esperaba una despedida con fuegos artificiales y música de fondo, pero aquello, aquello le partió el alma en dos. Pero quizá todo fuese mejor así, una despedida rápida y cortante, y si por ella hubiese sido en ese mismo momento si sus fuerzas siguiesen como antes, el momento de marchar, porque ya no había nada más que hacer allí. Se despegó del árbol con una media sonrisa por las amargas palabras del lobo y se acomodó el pelo sobre su hombro, se mordió el labio y asintió con la cabeza.
-Tranquilo, sabes que jamás seré como Thorbald. -Apuntó en tono de broma. -No se me da bien ser tan seria. -Miró a Bren a los ojos y sonrió, aunque algo forzada.
Debía de reprimir todas las palabras que quería decir, todas esas palabras que ninguno de los dos iba a decir, porque cada cual más cabezota que el otro jamás iban a admitir lo mucho que se necesitaban. A lo lejos, el aullido del viento cortante contra los árboles, el murmullo de un hoy que empezaba a convertirse en un ayer. Quizá aquello no era un adiós, pero parecía más una despedida para siempre que un hasta luego. El silencio incómodo se hizo entre los dos.
-Bueno...-Suspiró intentando romper el silencio que se había creado. -Supongo que tendremos que volver, estarán preocupados. -Añadió mirando hacia una pequeña luz, la hoguera que habían conseguido hacer Alec y Leo.
No tenía fuerzas para girarse y mirarle a los ojos, no ahora que aquel adiós definitivo se sentía tan cerca y le apretaba la garganta cortandole la respiración. Había vivido momentos como aquel toda su vida, pero nunca se había habituado a ellos. Nerviosa y algo temblorosa, pero sobre todo orgullosa, se dispuso a caminar hacia el improvisado campamento que habían montado los demás. Ahora tan solo quedaba una palabra por decir.
Nana
Admin
Admin
Cantidad de envíos : : 2312
Nivel de PJ : : 9
Re: Los gritos del ayer (Privado Eona-Nana-Brendarid)
Se estaban acercando a la luz de la hoguera, en silencio; las voces de los otros licántropos empezaban a escucharse entre el susurro del viento. Parecía como si ninguno fuese a decir nada hasta el momento de la despedida, si es que decidían despedirse. Aunque Brendarid estaba acostumbrado a guardarse sus sentimientos para no mostrar el más mínimo ápice de debilidad, se vio obligado a renunciar a ello, pues la sola imagen de la loba alejándose iba a arder en su mente como una ascua durante mucho tiempo.
Aún amparados por la oscuridad de la noche y la sombra de los árboles, agarró a Nana del brazo, la atrajo hacía sí y la besó con la misma pasión con la que llevaba deseando hacerlo mucho tiempo. Despegó al cabo de un rato sus labios de los de ella, pegó su frente a la suya y susurró:
-Necesito que me digas dónde vas a estar-ya no parecía el mismo que antes se había contentado con desearle suerte a su manera, su parte humana volvía a hacer acto de presencia-. Quiero saber a donde ir cuando desee volver a ver tus ojos.
Podía haber un mundo de tierra y mar que los separase, un modo de vida completamente distinto e incluso otros que quisiesen sus vidas, pero no iba a permitir que nadie le impidiese verla de nueva. No solo le debía la vida a esa mujer, le debía muchísimo más. Ya no tendría que vivir en cuevas rodeado de pieles y restos de comida. Le había abierto un mundo completamente distinto que no pensaba dejar pasar.
-No sé cuando, pero volveré. Recorreré la distancia que sea necesaria con tal de volver a verte. Sin importar cuán lejos me lleve el mar y el viento, desandaré el camino para poder volver a oler tu aroma y escuchar tu voz. Ni aunque las estrellas bajasen y me prometiesen lo mejor lo aceptaría, no pueden darme más de lo que tú me has dado.
Dicho eso, se separó un poco con la cabeza gacha. Tal vez estuviese sonrojado, pero esperaba que la oscuridad pudiese ocultarlo. No podría decir adiós sin que ella supiese lo que sentía. Y esperaba poder cumplir su promesa.
Aún amparados por la oscuridad de la noche y la sombra de los árboles, agarró a Nana del brazo, la atrajo hacía sí y la besó con la misma pasión con la que llevaba deseando hacerlo mucho tiempo. Despegó al cabo de un rato sus labios de los de ella, pegó su frente a la suya y susurró:
-Necesito que me digas dónde vas a estar-ya no parecía el mismo que antes se había contentado con desearle suerte a su manera, su parte humana volvía a hacer acto de presencia-. Quiero saber a donde ir cuando desee volver a ver tus ojos.
Podía haber un mundo de tierra y mar que los separase, un modo de vida completamente distinto e incluso otros que quisiesen sus vidas, pero no iba a permitir que nadie le impidiese verla de nueva. No solo le debía la vida a esa mujer, le debía muchísimo más. Ya no tendría que vivir en cuevas rodeado de pieles y restos de comida. Le había abierto un mundo completamente distinto que no pensaba dejar pasar.
-No sé cuando, pero volveré. Recorreré la distancia que sea necesaria con tal de volver a verte. Sin importar cuán lejos me lleve el mar y el viento, desandaré el camino para poder volver a oler tu aroma y escuchar tu voz. Ni aunque las estrellas bajasen y me prometiesen lo mejor lo aceptaría, no pueden darme más de lo que tú me has dado.
Dicho eso, se separó un poco con la cabeza gacha. Tal vez estuviese sonrojado, pero esperaba que la oscuridad pudiese ocultarlo. No podría decir adiós sin que ella supiese lo que sentía. Y esperaba poder cumplir su promesa.
Brendarid
Honorable
Honorable
Cantidad de envíos : : 176
Re: Los gritos del ayer (Privado Eona-Nana-Brendarid)
El corazón le dio un vuelco cuando notó cómo Brendarid la cogía del brazo y la traía hacia si para después besarla. Su primer instinto fue zafarse de él y pegarle una patada, pues sus instintos siempre estaban alerta, pero al sentir el cálido abrazo de Bren sus sentidos se relajaron. Ahora lo sentía más cerca que nunca, estaba ahí, podía escucharlo, podía sentirlo y olerlo, era el amargo aroma de las despedidas. Las palabras de Bren la dejaron muda, no había palabras para responder a los sentimientos. Se acercó de nuevo a él, le abrazó por debajo de los brazos y hundió la cabeza en su hombro.
-Sabes perfectamente dónde estaré. -Le dijo en un susurro, aunque sabía que en parte mentía, no sabía si el destino iba a ser tan caprichoso de cobrarse la vida de la loba antes de su próximo encuentro. -Aunque me pasara la vida escondiéndome, tú me encontrarías. -Apuntó despegándose levemente de su hombro para darle un suave beso en la comisura del labio.
La culpa y la mentira le reconcomían por dentro, Bren había sido una de las personas con las que no había necesitado tener secretos, porque ser quien era no suponía ningún problema para ninguno de los dos. No, no podía mentirle. Sacudió la cabeza y se llevó la mano a la frente, cerrando los ojos y suspirando.
-No te voy a mentir. No otra vez. -Dijo recordando su primer encuentro. -Puede que no nos volvamos a ver. -Alzó la mirada sin soltar sus brazos del cuello del lobo, mirándole a los ojos. -Nuestros planes son demasiado grandes, y sabes que Thorbald no nos dejará que nos salgamos con la nuestra así como así. Pero tranquilo, si eso pasa estoy segura de que encontrarás a alguien. -Los minutos pasaban y se posaban en su garganta como espinas. -Si eso pasa, se feliz. -Antes de que Brendarid le reprochase nada de lo anterior, calló sus labios con un beso.
Nana
Admin
Admin
Cantidad de envíos : : 2312
Nivel de PJ : : 9
Página 2 de 3. • 1, 2, 3
Temas similares
» Excursión de lobos. (Privado - Nana, Brendarid y Eona)
» Encuentros fugaces [Privado][Nana]
» El instinto es tu mejor maestro [Privado, Kaala y Nana/Interpretativo]
» Noche de Kyn [Nana] [+18] [Cerrado]
» Un baño de locos [Nana - ThunderStorm, tarde-noche]
» Encuentros fugaces [Privado][Nana]
» El instinto es tu mejor maestro [Privado, Kaala y Nana/Interpretativo]
» Noche de Kyn [Nana] [+18] [Cerrado]
» Un baño de locos [Nana - ThunderStorm, tarde-noche]
Página 2 de 3.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Ayer a las 23:14 por Iori Li
» Laboratorio Harker [Alquimia+Ingeniería]
Ayer a las 19:13 por Zelas Hazelmere
» Pócimas y Tragos: La Guerra de la Calle Burbuja [Interpretativo] [Libre]
Ayer a las 16:18 por Mina Harker
» El vampiro contraataca [Evento Sacrestic]
Ayer a las 05:53 por Lukas
» El retorno del vampiro [Evento Sacrestic]
Ayer a las 00:33 por Vincent Calhoun
» La Procesión de los Skógargandr [Evento Samhain (Halloween)]
Mar Nov 19 2024, 22:49 por Eltrant Tale
» Entre Sombras y Acero [LIBRE][NOCHE]
Mar Nov 19 2024, 22:42 por Cohen
» [Zona de culto] Altar de las Runas de los Baldíos
Lun Nov 18 2024, 12:29 por Tyr
» Susurros desde el pasado | Amice H.
Lun Nov 18 2024, 04:12 por Amice M. Hidalgo
» [Zona de culto] Iglesia del único Dios
Sáb Nov 16 2024, 21:38 por Tyr
» Enjoy the Silence 4.0 {Élite]
Miér Nov 13 2024, 20:01 por Nana
» Vampiros, Gomejos, piernas para qué las tengo. [Privado]
Mar Nov 12 2024, 04:51 por Tyr
» Derecho Aerandiano [Libre]
Dom Nov 10 2024, 13:36 por Tyr
» Propaganda Peligrosa - Priv. Zagreus - (Trabajo / Noche)
Vie Nov 08 2024, 18:40 por Lukas
» Lamentos de un corazón congelado [Libre 3/3]
Vie Nov 08 2024, 01:19 por Tyr