Aeros en el basural de un callejón [Para dos personas]
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Aeros en el basural de un callejón [Para dos personas]
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Era una noche fresca, sin estrellas ni luna. Algunos perros vagabundeando por la ciudad de Lunargenta, buscando algo que comer entre cajas de basura o persiguiendo gatos.
Había un de estos que serpenteaba un largo trecho, apto para negocios raros. Escalerillas de piedra o madera subian en varias partes de este callejón, y en varias zonas habían cajas con cosas inútiles, ropas y restos de comidas. Apenas habrían dos o tres puertas de las partes traseras de las casas o de almacenes de negocios.
En una de las cajas hay una pequeña bolsita de cuero color bordó, con extrañas runas y dentro una cantidad importante de monedas aeros.
En cuanto la tomes de entre unas cajas, se esparcirá un extraño aroma alucinógeno.
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Requisitos para tener los aeros:*En cuanto encuentres los aeros, verás a tu compañero o al segundo que ingrese como enemigo. Verás que quiere matarte con un hacha. Lo mismo le ocurrirá al segundo que llegue.
*Deberán luchar por la bolsa de aeros, que despertará una codicia inmensa para quien la tome y será capaz de matar por ello.
*El combate terminará cuando uno u otro venza al otro, dejandole inconsciente o hiriéndolo y será cuando termine el efecto de los aeros malditos.
*Entre ambos deciden si se repartirán los aeros.
*En combate podrán ser utilizadas habildiades y objetos de mercados o quest (no intervendré más para finalizar y otrogar los aeros) ¡Suerte!
Ansur
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Re: Aeros en el basural de un callejón [Para dos personas]
[No vi especificación sobre el mínimo de post para los nuevos, así que aquí me tienen. Si hay inconveniente borro sin más.]
Por las noches, y sólo en contadas ocasiones me entregaba a un modo de vida secreto, esa puerta que muchos abren cuando el ocio, y las frustraciones continuas de ciertas metas se aplazan demasiado en el horizonte del tiempo. Estaba fastidiado de mi estadía en la ciudad, aun cuando tenía una cuantiosa paga por mi trabajo como administrador de una de las familias más ricas de Lunargenta, y una que otra encomienda oscura para diversas personas y poderes.
Cada día, la idea de permanecer me aburría más. Hubiera querido rajar los cuellos de los asesinos de mi familia y largarme. Vamos que yo ya no era un chiquillo, había entregado muchos años de mi juventud a la desidia que nace de ciertos placeres, hasta del amor… pero pronto se acaban esas fuentes. Ahora estaba ahí, embriagándome en la posada estrella mientras algunas mujeres de agrio aliento se ofrecían. Nunca fui aficionado a las prostitutas, las cosas me gustan mías.
Como sea, el hastío me llegó pronto. La puerta de entraba estaba abarrotada entre cervezas y risas, y si estaba ahí buscando cierta relajación, había terminado peor que en el principio. Deje caer unas monedas sobre la mesa y opte por tomar la puerta trasera de la posada de vuelta al lugar donde dormía, al cual nunca llamaba hogar, ese ya había sido quemado hacía muchos años.
Tras dar algunos pasos, con la mirada dispersa… algo llamó mi atención entre la podredumbre que enmarcaba aquel callejón húmedo y oscuro. Un morral con inscripciones peculiares estaba al pie de una pila de basura. Comúnmente nada como aquello llamaría a mi mano a tomarlo, pero sin saber a qué atribuirlo, si a la extraña noche, si a las cervezas ingeridas… o a alguna energía rondante, fui a tomarla.
La abrí lentamente, deshaciendo una especie de nudo que guardaba el interior… pero apenas se abrió un hueco, un aroma intensamente dulce se exparcio de modo contrastante en aquel insípido escenario. – Qué diablos…- Fruncí el entrecejo, y abrí aquel morral de cuero hasta que vi claramente la cantidad de Aeros que guardaba.
Por las noches, y sólo en contadas ocasiones me entregaba a un modo de vida secreto, esa puerta que muchos abren cuando el ocio, y las frustraciones continuas de ciertas metas se aplazan demasiado en el horizonte del tiempo. Estaba fastidiado de mi estadía en la ciudad, aun cuando tenía una cuantiosa paga por mi trabajo como administrador de una de las familias más ricas de Lunargenta, y una que otra encomienda oscura para diversas personas y poderes.
Cada día, la idea de permanecer me aburría más. Hubiera querido rajar los cuellos de los asesinos de mi familia y largarme. Vamos que yo ya no era un chiquillo, había entregado muchos años de mi juventud a la desidia que nace de ciertos placeres, hasta del amor… pero pronto se acaban esas fuentes. Ahora estaba ahí, embriagándome en la posada estrella mientras algunas mujeres de agrio aliento se ofrecían. Nunca fui aficionado a las prostitutas, las cosas me gustan mías.
Como sea, el hastío me llegó pronto. La puerta de entraba estaba abarrotada entre cervezas y risas, y si estaba ahí buscando cierta relajación, había terminado peor que en el principio. Deje caer unas monedas sobre la mesa y opte por tomar la puerta trasera de la posada de vuelta al lugar donde dormía, al cual nunca llamaba hogar, ese ya había sido quemado hacía muchos años.
Tras dar algunos pasos, con la mirada dispersa… algo llamó mi atención entre la podredumbre que enmarcaba aquel callejón húmedo y oscuro. Un morral con inscripciones peculiares estaba al pie de una pila de basura. Comúnmente nada como aquello llamaría a mi mano a tomarlo, pero sin saber a qué atribuirlo, si a la extraña noche, si a las cervezas ingeridas… o a alguna energía rondante, fui a tomarla.
La abrí lentamente, deshaciendo una especie de nudo que guardaba el interior… pero apenas se abrió un hueco, un aroma intensamente dulce se exparcio de modo contrastante en aquel insípido escenario. – Qué diablos…- Fruncí el entrecejo, y abrí aquel morral de cuero hasta que vi claramente la cantidad de Aeros que guardaba.
Drustan Barla
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Re: Aeros en el basural de un callejón [Para dos personas]
Para cuando salió de la posada, la noche ya cubría con su manto la ciudad, no había luna ni estrella alguna en el cielo. La única luz cercana provenía de los farolillos, que colgaban fuera de algunas casas y establecimientos. Una fresca brisa hizo ondear los blancos cabellos de la joven, mientras ésta observaba con detenimiento los alrededores. No era la hora más indicada para salir a dar un paseo, pero llevaba todo el día en su pequeño cuarto y necesitaba tomar el aire.
Avanzó con paso lento a través de las calles, sin rumbo fijo. Apenas había gente, la mayoría se había retirado a sus casas tras una larga y agotadora jornada de trabajo. Pasó por delante del establo donde había pasado el día anterior, también tenía las luces apagadas. Inspiró profundamente, para llenar sus pulmones de aquel aire fresco que corría.
La hechicera, que nunca antes había salido de Beltrexus, se sorprendía al ver lo diferente que era Lunargenta. Tan abierta y con tantas oportunidades, un punto de encuentro al que podía acudir gente de toda raza y condición. Aquello había despertado su interés, estaba segura de que su estancia en aquel lugar sería enriquecedora, para ella y para su hermano mayor. Siguió su camino, sumida en sus pensamientos, sin darse cuenta de que se estaba internando en un callejón poco aconsejable.
Tras unos minutos volvió en sí y se preguntó cómo había llegado hasta allí, aunque eso tenía fácil respuesta. No conocía bien la ciudad aún y se había perdido un poco. Prestó atención al atisbar la oscura silueta de un hombre unos metros más adelante. Un extraño aroma la envolvió, haciendo que se mareara, se llevó la mano a la sien al tiempo que torcía el gesto.
Por suerte no duró mucho el efecto, pronto volvió a sentirse bien. Dirigió la mirada nuevamente hacia el extraño, pero ahora lo veía de otro modo. El corpulento hombre se había vuelto hacia ella con expresión amenazadora, llevaba una pequeña bolsa de cuero en una mano y con la otra sostenía una pesada hacha de doble filo. La hoja del arma brilló bajo la tenue luz de un farol cercano, estaba claro que se había metido en un lío, aquel individuo quería matarla.
- No te me acerques...- le advirtió con voz firme, preparada para defenderse si el desconocido se decidía a atacarla.
Avanzó con paso lento a través de las calles, sin rumbo fijo. Apenas había gente, la mayoría se había retirado a sus casas tras una larga y agotadora jornada de trabajo. Pasó por delante del establo donde había pasado el día anterior, también tenía las luces apagadas. Inspiró profundamente, para llenar sus pulmones de aquel aire fresco que corría.
La hechicera, que nunca antes había salido de Beltrexus, se sorprendía al ver lo diferente que era Lunargenta. Tan abierta y con tantas oportunidades, un punto de encuentro al que podía acudir gente de toda raza y condición. Aquello había despertado su interés, estaba segura de que su estancia en aquel lugar sería enriquecedora, para ella y para su hermano mayor. Siguió su camino, sumida en sus pensamientos, sin darse cuenta de que se estaba internando en un callejón poco aconsejable.
Tras unos minutos volvió en sí y se preguntó cómo había llegado hasta allí, aunque eso tenía fácil respuesta. No conocía bien la ciudad aún y se había perdido un poco. Prestó atención al atisbar la oscura silueta de un hombre unos metros más adelante. Un extraño aroma la envolvió, haciendo que se mareara, se llevó la mano a la sien al tiempo que torcía el gesto.
Por suerte no duró mucho el efecto, pronto volvió a sentirse bien. Dirigió la mirada nuevamente hacia el extraño, pero ahora lo veía de otro modo. El corpulento hombre se había vuelto hacia ella con expresión amenazadora, llevaba una pequeña bolsa de cuero en una mano y con la otra sostenía una pesada hacha de doble filo. La hoja del arma brilló bajo la tenue luz de un farol cercano, estaba claro que se había metido en un lío, aquel individuo quería matarla.
- No te me acerques...- le advirtió con voz firme, preparada para defenderse si el desconocido se decidía a atacarla.
Elen Calhoun
Aerandiano de honor
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Re: Aeros en el basural de un callejón [Para dos personas]
A medida que el color dorado de aquellas monedas se filtraba a través de mis ojos aunado al aroma que no cesó su presencia, mis sentidos se envenenaban y una nube de terrible avaricia se apoderó de mi razón. Me sentía el ser más afortunado en aquella ciudad de porquería, como si con el contenido de aquel morral pudiera comprar el mundo entero.
Aquella sensación me vistió por completo, y termine por ser espectador de mis propios actos sin comprenderlos en absoluto.
Algunos pasos a mi espalda me erizaron la piel de la nuca, como una alerta de la cual pendía mi vida. Viré mi cuerpo, cerrando el puño en la boca del morral con mi mano izquierda, tan fuerte como si deseara desaparecerlo. Me encontré con una mujer, que bajo esa nube que distorsionaba mi realidad se manifestaba como una enemiga, con hacha en mano juraba que venía por mi motín. Mi mano diestra fue a desenfundar la espada, así ebrio como estaba, aún era perfectamente capaz de robar una vida.
Al parecer, tanto ella como yo veíamos lo que ese aroma toxico disponía para nuestra imaginación afectada.
- No te me acerques...- Se escuchó en aquel callejón, haciéndose eco entre los recovecos.
- Mi oro...- Escuché yo, de los labios venenosos de la mujer, que en realidad pudieron haber sido las palabras más dulces, pero yo era incapaz de comprender otra cosa. Aquella frase me hizo enfurecer, mientras mi quijada se endurecía. –No me jodas mujer… este oro se queda en mi mano, a menos que la cortes y te largues con ella- murmuré burlón sin dejar de avanzar con espada en mano.
Paulatinamente la velocidad de mis pasos aumentó, y cerré la distancia con un tajo vertical de mi espada… con toda la intención de partir su cuerpo en dos, quería castigarla por su osadía, por su ofensa a mi posesión. Se arrepentiría de haber creído que podía arrebatarme lo que era mío…
Como bien lo decía mi fama en la ciudad, era uno de los mejores espadachines de la zona, más para ventaja de la mujer, aquel aroma alucinógeno mezclado con las bebidas alcohólicas ingeridas, me restaba ciertos puntos de velocidad y destreza. Aunque dicen que en los asomos de locura, el asesino potencia o perfecciona su malévolo instinto.
Aquella sensación me vistió por completo, y termine por ser espectador de mis propios actos sin comprenderlos en absoluto.
Algunos pasos a mi espalda me erizaron la piel de la nuca, como una alerta de la cual pendía mi vida. Viré mi cuerpo, cerrando el puño en la boca del morral con mi mano izquierda, tan fuerte como si deseara desaparecerlo. Me encontré con una mujer, que bajo esa nube que distorsionaba mi realidad se manifestaba como una enemiga, con hacha en mano juraba que venía por mi motín. Mi mano diestra fue a desenfundar la espada, así ebrio como estaba, aún era perfectamente capaz de robar una vida.
Al parecer, tanto ella como yo veíamos lo que ese aroma toxico disponía para nuestra imaginación afectada.
- No te me acerques...- Se escuchó en aquel callejón, haciéndose eco entre los recovecos.
- Mi oro...- Escuché yo, de los labios venenosos de la mujer, que en realidad pudieron haber sido las palabras más dulces, pero yo era incapaz de comprender otra cosa. Aquella frase me hizo enfurecer, mientras mi quijada se endurecía. –No me jodas mujer… este oro se queda en mi mano, a menos que la cortes y te largues con ella- murmuré burlón sin dejar de avanzar con espada en mano.
Paulatinamente la velocidad de mis pasos aumentó, y cerré la distancia con un tajo vertical de mi espada… con toda la intención de partir su cuerpo en dos, quería castigarla por su osadía, por su ofensa a mi posesión. Se arrepentiría de haber creído que podía arrebatarme lo que era mío…
Como bien lo decía mi fama en la ciudad, era uno de los mejores espadachines de la zona, más para ventaja de la mujer, aquel aroma alucinógeno mezclado con las bebidas alcohólicas ingeridas, me restaba ciertos puntos de velocidad y destreza. Aunque dicen que en los asomos de locura, el asesino potencia o perfecciona su malévolo instinto.
Drustan Barla
Aprendiz
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Re: Aeros en el basural de un callejón [Para dos personas]
El desconocido hizo caso omiso a la advertencia de la bruja, estaba furioso y la joven no entendía por qué la tomaba contra ella. - No me jodas mujer… este oro se queda en mi mano, a menos que la cortes y te largues con ella. - dijo en tono burlón, mientras se aproximaba a ella espada en mano. ¿Acaso la había tomado por una vulgar ladrona? Eso tenía algo de sentido, pero aun así su reacción era exagerada.
Maldijo interiormente por no haber traído la espada consigo, aunque estaba claro que no había previsto acabar en un lugar como aquel. Huir no era una opción viable, estaba segura de que terminaría alcanzándola en aquel laberinto de callejones desconocidos, a los cuales no recordaba ni cómo había llegado. Entre recibir un ataque por la espalda o intentar a defenderse, la maga se quedaba con ésta última.
Echó mano a la daga del cinturón mientras retrocedía unos pasos, sólo contaba con eso y sus poderes. Si conseguía encontrar un punto expuesto y tocarlo podría darle una descarga que lo redujese, pero el filo de la imponente hacha se interponía entre ambos, lo tendría difícil. Podía lanzarle un rayo desde la distancia, pero su efecto sería menor y sólo lo aturdiría momentáneamente. Aunque quizá eso fuese suficiente. - Te estás equivocando, no intento robarte.- dijo alzando una mano, intentando apelar a una razón que el hombre tenía nublada en aquel momento.
Se acercó a ella con rapidez y asestó un fuerte tajo vertical, que de haberla alcanzado podría haber acabado con ella. La de cabellos cenicientos no era fuerte, pero su ligero cuerpo la ayudaba a moverse con agilidad. Se echó a un lado justo a tiempo para evitar el fatal corte.
Debía reconocer que su oponente era buen luchador, se movía con destreza y manejaba el hacha con una ligereza que más bien se asemejaba a la de una espada. Todo aquello suponía una clara desventaja para la de ojos verdes en el combate cuerpo a cuerpo, debía mantener la distancia.
Sin embargo el extraño parecía algo afectado, quizá se hubiese pasado bebiendo en la taberna y ahora veía cosas que no eran. Aprovechó el momento para empuñar la daga con determinación e intentar alcanzar el brazo con que el hombre sostenía el arma, si lo conseguía quizá se le cayese. Cerró el otro puño con fuerza, dejando que la electricidad brotase y lo envolviese. No tendría muchas ocasiones así que debía estar preparada por si se le presentaba una.
Maldijo interiormente por no haber traído la espada consigo, aunque estaba claro que no había previsto acabar en un lugar como aquel. Huir no era una opción viable, estaba segura de que terminaría alcanzándola en aquel laberinto de callejones desconocidos, a los cuales no recordaba ni cómo había llegado. Entre recibir un ataque por la espalda o intentar a defenderse, la maga se quedaba con ésta última.
Echó mano a la daga del cinturón mientras retrocedía unos pasos, sólo contaba con eso y sus poderes. Si conseguía encontrar un punto expuesto y tocarlo podría darle una descarga que lo redujese, pero el filo de la imponente hacha se interponía entre ambos, lo tendría difícil. Podía lanzarle un rayo desde la distancia, pero su efecto sería menor y sólo lo aturdiría momentáneamente. Aunque quizá eso fuese suficiente. - Te estás equivocando, no intento robarte.- dijo alzando una mano, intentando apelar a una razón que el hombre tenía nublada en aquel momento.
Se acercó a ella con rapidez y asestó un fuerte tajo vertical, que de haberla alcanzado podría haber acabado con ella. La de cabellos cenicientos no era fuerte, pero su ligero cuerpo la ayudaba a moverse con agilidad. Se echó a un lado justo a tiempo para evitar el fatal corte.
Debía reconocer que su oponente era buen luchador, se movía con destreza y manejaba el hacha con una ligereza que más bien se asemejaba a la de una espada. Todo aquello suponía una clara desventaja para la de ojos verdes en el combate cuerpo a cuerpo, debía mantener la distancia.
Sin embargo el extraño parecía algo afectado, quizá se hubiese pasado bebiendo en la taberna y ahora veía cosas que no eran. Aprovechó el momento para empuñar la daga con determinación e intentar alcanzar el brazo con que el hombre sostenía el arma, si lo conseguía quizá se le cayese. Cerró el otro puño con fuerza, dejando que la electricidad brotase y lo envolviese. No tendría muchas ocasiones así que debía estar preparada por si se le presentaba una.
Elen Calhoun
Aerandiano de honor
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Re: Aeros en el basural de un callejón [Para dos personas]
De sus palabras no entendía nada, mi razón perdida las disfrazaba únicamente como advertencias y amenazas que a cada silaba elevaban mi cólera.
La mujer se desplazó de tal modo que mi corte no alcanzó siquiera a rozarla. Bramé de rabia con los ojos inyectados de violencia, que sabe el diablo de donde venía, estaba seguro que de no asesinarla, se llevaría consigo el contenido del morral que apareciera ante mí por su propia voluntad.
Me incorporé luego de dar una vuelta en la que milagrosamente mantuve el equilibrio, para darme cuenta como la mujer tomaba la daga que descansaba en su cinturón, dispuesta a rasgarme con su filo el brazo de la espada. Apenas pude interceptar su golpe. Sostuve aquel brazo por la delgadísima muñeca (habiendo guardado el morral en la bolsa de cuero que pendía de mi cinturón), lo cual fue el primer destello de consciencia que asaltó mi mente. Como era posible que estuviera atacando a esa clase de enemigo… una sutil mujer que apenas llevaba con que defenderse… más no fue suficiente para detenerme.
En el instante en que aprisionara su muñeca con fuerza, agitándola desconsideradamente para que el dolor la hiciera soltar su daga, me percaté de la energía eléctrica que rodeaba su puño cerrado. –Maldita bruja…- dije con desdén, y le asenté un duro golpe en el vientre con mi rodilla, soltando su muñeca para dejar que su frágil cuerpo se desplomara, si es que lo hacía.
Recuperé la postura de ataque, cuando de pronto el guantelete de mi brazo derecho calló al suelo, el ataque de la mujer no había sido tan vano por lo que veía, pues no solo rajó el cuero y las telas, mi piel estaba sangrando. Le debía a aquel aroma embriagador no ser consciente en absoluto del dolor, pues a pesar de que fuera una herida completamente superficial, la aguda aparición de la sangre siempre alerta los sentidos del luchador, pero yo ya no tenía sentidos atentos a la realidad.
La miré con recelo, la odiaba en ese instante… odiaba ese rostro desconocido enmarcado por cabellos blancos. Ahora que se encontraba desarmada, dirigí la punta de la espada a su pecho, con una media sonrisa que dictaba el placer que me daría quitarle la vida. –Apenas pisaste este lugar, te convertiste en cadáver…- en la ultima palabra, di impulso al filo.
La mujer se desplazó de tal modo que mi corte no alcanzó siquiera a rozarla. Bramé de rabia con los ojos inyectados de violencia, que sabe el diablo de donde venía, estaba seguro que de no asesinarla, se llevaría consigo el contenido del morral que apareciera ante mí por su propia voluntad.
Me incorporé luego de dar una vuelta en la que milagrosamente mantuve el equilibrio, para darme cuenta como la mujer tomaba la daga que descansaba en su cinturón, dispuesta a rasgarme con su filo el brazo de la espada. Apenas pude interceptar su golpe. Sostuve aquel brazo por la delgadísima muñeca (habiendo guardado el morral en la bolsa de cuero que pendía de mi cinturón), lo cual fue el primer destello de consciencia que asaltó mi mente. Como era posible que estuviera atacando a esa clase de enemigo… una sutil mujer que apenas llevaba con que defenderse… más no fue suficiente para detenerme.
En el instante en que aprisionara su muñeca con fuerza, agitándola desconsideradamente para que el dolor la hiciera soltar su daga, me percaté de la energía eléctrica que rodeaba su puño cerrado. –Maldita bruja…- dije con desdén, y le asenté un duro golpe en el vientre con mi rodilla, soltando su muñeca para dejar que su frágil cuerpo se desplomara, si es que lo hacía.
Recuperé la postura de ataque, cuando de pronto el guantelete de mi brazo derecho calló al suelo, el ataque de la mujer no había sido tan vano por lo que veía, pues no solo rajó el cuero y las telas, mi piel estaba sangrando. Le debía a aquel aroma embriagador no ser consciente en absoluto del dolor, pues a pesar de que fuera una herida completamente superficial, la aguda aparición de la sangre siempre alerta los sentidos del luchador, pero yo ya no tenía sentidos atentos a la realidad.
La miré con recelo, la odiaba en ese instante… odiaba ese rostro desconocido enmarcado por cabellos blancos. Ahora que se encontraba desarmada, dirigí la punta de la espada a su pecho, con una media sonrisa que dictaba el placer que me daría quitarle la vida. –Apenas pisaste este lugar, te convertiste en cadáver…- en la ultima palabra, di impulso al filo.
Drustan Barla
Aprendiz
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Re: Aeros en el basural de un callejón [Para dos personas]
El extraño bramó rabioso al ver que su ataque había sido esquivado. En sus ojos había violencia, las palabras de la bruja sólo conseguían enfurecerlo más. La de ojos verdes sabía de sobra que estaría en desventaja si la pelea era cuerpo a cuerpo, pero se arriesgó. Alcanzó con la daga a su objetivo tal como quería, pero éste le apresó la muñeca con fuerza.
La agitó bruscamente hasta que la daga cayó al suelo, acabando a unos metros por el impulso. Se había equivocado y ahora estaba a merced de aquel hombre, la única arma que le quedaba eran sus poderes. Casi de inmediato, el oponente se percató de la electricidad que envolvía su puño…–Maldita bruja…- dijo, y sin perder tiempo le asestó un rodillazo en el vientre al tiempo que liberaba su muñeca.
Elen se dobló de dolor, llevándose la mano a la zona golpeada mientras caía de rodillas sobre el frío suelo. Torció el gesto, su respiración se había vuelto irregular a causa de la agitación. Era la primera vez que se enfrentaba a un ataque en solitario, debía recuperar su daga y pronto, o no tendría oportunidad alguna contra aquel individuo. Alzó la vista y comprobó que su corte había servido para algo, le había rasgado las ropas y causado una herida superficial, que empezaba a sangrar.
Sin embargo, aquello no sería suficiente para detenerlo. Dirigió el hacha hacia ella, aprovechando que ahora estaba desarmada. Apuntó con el filo directamente al pecho de la joven, mientras en sus labios se formaba una media sonrisa. – Apenas pisaste este lugar, te convertiste en cadáver…- al pronunciar la última palabra, dio impulso al arma.
La hechicera abrió desmesuradamente los ojos, podría haberlo esquivado como el ataque anterior, pero el dolor la bloqueó durante unos instantes. Reaccionó y se echó a un lado, pero aquellos segundos le pasaron factura. Sintió el frío filo de acero del hacha, no en el pecho pues se había movido, sino en el hombro. El corte no era profundo pero la sangre comenzó a teñir su blanca camisa.
Alzó la mano con rapidez, ya no se permitiría dudar más. La electricidad brotó de ella y cruzó el espacio que los separaba, alcanzando a su atacante. La descarga lo dejó aturdido, el efecto no duraría mucho pero le daría algo de tiempo para reponerse. Cubrió la herida del hombro con la mano y se dirigió hacia el lugar donde había caído la daga para recuperarla. Tomó el arma y se giró para no perder de vista a su enemigo.
Aprovechó el momento para echar un vistazo al corte que había recibido. No era grave así que sanaría en unos días, pero debía acabar con aquella pelea cuanto antes. Su vida seguía en riesgo.
La agitó bruscamente hasta que la daga cayó al suelo, acabando a unos metros por el impulso. Se había equivocado y ahora estaba a merced de aquel hombre, la única arma que le quedaba eran sus poderes. Casi de inmediato, el oponente se percató de la electricidad que envolvía su puño…–Maldita bruja…- dijo, y sin perder tiempo le asestó un rodillazo en el vientre al tiempo que liberaba su muñeca.
Elen se dobló de dolor, llevándose la mano a la zona golpeada mientras caía de rodillas sobre el frío suelo. Torció el gesto, su respiración se había vuelto irregular a causa de la agitación. Era la primera vez que se enfrentaba a un ataque en solitario, debía recuperar su daga y pronto, o no tendría oportunidad alguna contra aquel individuo. Alzó la vista y comprobó que su corte había servido para algo, le había rasgado las ropas y causado una herida superficial, que empezaba a sangrar.
Sin embargo, aquello no sería suficiente para detenerlo. Dirigió el hacha hacia ella, aprovechando que ahora estaba desarmada. Apuntó con el filo directamente al pecho de la joven, mientras en sus labios se formaba una media sonrisa. – Apenas pisaste este lugar, te convertiste en cadáver…- al pronunciar la última palabra, dio impulso al arma.
La hechicera abrió desmesuradamente los ojos, podría haberlo esquivado como el ataque anterior, pero el dolor la bloqueó durante unos instantes. Reaccionó y se echó a un lado, pero aquellos segundos le pasaron factura. Sintió el frío filo de acero del hacha, no en el pecho pues se había movido, sino en el hombro. El corte no era profundo pero la sangre comenzó a teñir su blanca camisa.
Alzó la mano con rapidez, ya no se permitiría dudar más. La electricidad brotó de ella y cruzó el espacio que los separaba, alcanzando a su atacante. La descarga lo dejó aturdido, el efecto no duraría mucho pero le daría algo de tiempo para reponerse. Cubrió la herida del hombro con la mano y se dirigió hacia el lugar donde había caído la daga para recuperarla. Tomó el arma y se giró para no perder de vista a su enemigo.
Aprovechó el momento para echar un vistazo al corte que había recibido. No era grave así que sanaría en unos días, pero debía acabar con aquella pelea cuanto antes. Su vida seguía en riesgo.
Off: Nos ponemos de acuerdo sobre los golpes por mp conforme avanza el hilo, por ello se que mi descarga le alcanza y no pongo solo el intento de alcanzarle.
Elen Calhoun
Aerandiano de honor
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Re: Aeros en el basural de un callejón [Para dos personas]
La Maldita Bruja había esquivado el golpe con el que juraba le vaciaría toda la sangre , apenas devolví el brazo de la espada a la posición para el segundo golpe cuando una terrible descarga eléctrica se extendió por todo mi cuerpo. Con la cantidad de inhibición que llevaba encima, pude dar un par de pasos aun con el tremendo malestar, dolía como un sinfín de agujas que se enterraban y rasgaban los tejidos.
Terminé soltando la espada de cara al suelo, sintiendo las porosas rocas aplanar mi rostro con un nuevo dolor, y un sabor a sangre dentro de la boca. Me desubiqué por un instante y como si despertara de un mal sueño sacudí mi cabeza mientras intentaba levantarme con esfuerzo. Pero el solo sonido de los Aeros que llevaba encima chocando entre sí pareció revivir el aroma extraño, y con él, mi ansiedad de poseer y asesinar.
Mi rostro era terrible, como el de un desquiciado al que se le esta yendo la vida en un odio inexplicable. Siempre fui un ser violento, desde niño… pero jamás había abrazado lo irracional por ello, pretendía sembrar cada vez reflexiones, si no justas, por lo menos inteligentes en mi actuar. Pero ahí estaba, apenas me puse de pie y recuperé el curso, no me importó volver a tomar mi espada…con las manos desnudas fui sobre la mujer a la velocidad que el creciente impulso me permitió a la corta distancia en la que estaba, la tomé del cuello antes de que pudiera reaccionar a cualquier movimiento que incapaz fue de ver, y sin dejar de avanzar estrellé su espalda contra la pared.
–Tú no vas a llevarte mi oro… - le hablé viéndola a los ojos, con la quijada casi trabada cólera y una cercanía molesta de nuestros rostros, inmovilizando el brazo en el cual llevaba su daga.
La alejé de mí, y con el dorso de la mano le azoté el rostro, ese bello rostro que en otro estado pude haberme dedicado a admirar. Repetí la acción, y en mi brusco movimiento el morral de Aeros cayó al suelo fuera de mis prendas. La mujer se tambaleaba, pero no soltaba la daga…
Cuando la locura se convierte en estupidez, todo está perdido…
Viré, ansioso por recurar el morral en el suelo… debilitando por completo mi defensa le di la espalda.
off: Acordamos un daño considerable en Elen por MP, mas no la inconsciencia.
Terminé soltando la espada de cara al suelo, sintiendo las porosas rocas aplanar mi rostro con un nuevo dolor, y un sabor a sangre dentro de la boca. Me desubiqué por un instante y como si despertara de un mal sueño sacudí mi cabeza mientras intentaba levantarme con esfuerzo. Pero el solo sonido de los Aeros que llevaba encima chocando entre sí pareció revivir el aroma extraño, y con él, mi ansiedad de poseer y asesinar.
Mi rostro era terrible, como el de un desquiciado al que se le esta yendo la vida en un odio inexplicable. Siempre fui un ser violento, desde niño… pero jamás había abrazado lo irracional por ello, pretendía sembrar cada vez reflexiones, si no justas, por lo menos inteligentes en mi actuar. Pero ahí estaba, apenas me puse de pie y recuperé el curso, no me importó volver a tomar mi espada…con las manos desnudas fui sobre la mujer a la velocidad que el creciente impulso me permitió a la corta distancia en la que estaba, la tomé del cuello antes de que pudiera reaccionar a cualquier movimiento que incapaz fue de ver, y sin dejar de avanzar estrellé su espalda contra la pared.
–Tú no vas a llevarte mi oro… - le hablé viéndola a los ojos, con la quijada casi trabada cólera y una cercanía molesta de nuestros rostros, inmovilizando el brazo en el cual llevaba su daga.
La alejé de mí, y con el dorso de la mano le azoté el rostro, ese bello rostro que en otro estado pude haberme dedicado a admirar. Repetí la acción, y en mi brusco movimiento el morral de Aeros cayó al suelo fuera de mis prendas. La mujer se tambaleaba, pero no soltaba la daga…
Cuando la locura se convierte en estupidez, todo está perdido…
Viré, ansioso por recurar el morral en el suelo… debilitando por completo mi defensa le di la espalda.
off: Acordamos un daño considerable en Elen por MP, mas no la inconsciencia.
Drustan Barla
Aprendiz
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Re: Aeros en el basural de un callejón [Para dos personas]
La de cabellos blancos hizo mal en quitarle el ojo de encima al extraño para revisar la gravedad de la herida, cuando volvió la vista hacia él ya casi lo tenía encima. Había dejado el hacha en el suelo y ahora la atacaba con las manos desnudas. No tuvo tiempo de reaccionar, el hombre la tomó por el cuello con fuerza y la hizo chocar contra una de las paredes del callejón. El golpe fue intenso, apretó los dientes para ahogar un quejido de dolor.
– Tú no vas a llevarte mi oro… - estaba demasiado cerca, mirándola a los ojos con una expresión llena de odio y furia. Su semblante se grabaría en la mente de la joven, pues ningún rostro que hubiese visto antes le había resultado tan intimidante como aquel. Debía atacarle rápido o sería su fin, pero el hombre le había inmovilizado el brazo con que sostenía su daga.
La alejó un poco de sí pero sin liberarla, alzó la mano y la golpeó en el rostro con el dorso de la misma. La hechicera sintió que la cabeza empezaba a darle vueltas, otro golpe más la alcanzó en el mismo sitio. Se negaba a soltar la daga a pesar de que se estaba tambaleando, tenía que resistir y salir de allí como fuese. Un tintineo pareció llamar la atención del atacante, la pequeña bolsa de cuero que llevaba había caído al suelo.
Por fin la soltó y se giró para recuperar su dinero. La bruja se mantenía en pie a duras penas, los golpes la habían dejado mareada. Sintió que un cálido líquido le bajaba desde el labio, estaba sangrando. Atisbó que el extraño le había dado la espalda, dejando el corte que le había hecho en brazo a su alcance. Si no aprovechaba esa oportunidad, puede que no tuviese otra.
Se lanzó hacia él y le rodeo el cuello con el brazo en que llevaba el arma para inmovilizarlo, dirigió la otra mano hacia el corte y lo presionó con fuerza, dejando que la descarga lo alcanzase directamente. Su oponente se revolvió durante unos instantes, era fuerte. La de ojos verdes aferró más su brazo herido hasta que dejó de resistirse, luego lo liberó y ambos cayeron al suelo.
Se incorporó ligeramente, respiraba con dificultad y tenía gran parte del cuerpo dolorida. Echó un vistazo a lo que la rodeaba y luego miró al desconocido, que yacía inconsciente a su lado. El efecto del extraño aroma que había notado al llegar desapareció, descubriéndole que no había hacha alguna en los alrededores. ¿Cómo podía ser? Ella estaba segura de haberla visto claramente, pero parecía que no había existido en ningún momento.
- No puede ser… estaba aquí…- musitó confundida, limpió la sangre de su barbilla con el dorso de la mano. ¿Acaso se lo había imaginado todo? ¿Estaría bajo el efecto de algún alucinógeno? Eso explicaría el extraño olor que la embargó nada más llegar, el que le había provocado mareos. Con esfuerzo, giró el cuerpo del hombre hasta dejarlo boca arriba, su ataque podía estar movido por el alucinógeno. Lo tomó por los hombros y lo zarandeó ligeramente, esperando que reaccionase.
– Tú no vas a llevarte mi oro… - estaba demasiado cerca, mirándola a los ojos con una expresión llena de odio y furia. Su semblante se grabaría en la mente de la joven, pues ningún rostro que hubiese visto antes le había resultado tan intimidante como aquel. Debía atacarle rápido o sería su fin, pero el hombre le había inmovilizado el brazo con que sostenía su daga.
La alejó un poco de sí pero sin liberarla, alzó la mano y la golpeó en el rostro con el dorso de la misma. La hechicera sintió que la cabeza empezaba a darle vueltas, otro golpe más la alcanzó en el mismo sitio. Se negaba a soltar la daga a pesar de que se estaba tambaleando, tenía que resistir y salir de allí como fuese. Un tintineo pareció llamar la atención del atacante, la pequeña bolsa de cuero que llevaba había caído al suelo.
Por fin la soltó y se giró para recuperar su dinero. La bruja se mantenía en pie a duras penas, los golpes la habían dejado mareada. Sintió que un cálido líquido le bajaba desde el labio, estaba sangrando. Atisbó que el extraño le había dado la espalda, dejando el corte que le había hecho en brazo a su alcance. Si no aprovechaba esa oportunidad, puede que no tuviese otra.
Se lanzó hacia él y le rodeo el cuello con el brazo en que llevaba el arma para inmovilizarlo, dirigió la otra mano hacia el corte y lo presionó con fuerza, dejando que la descarga lo alcanzase directamente. Su oponente se revolvió durante unos instantes, era fuerte. La de ojos verdes aferró más su brazo herido hasta que dejó de resistirse, luego lo liberó y ambos cayeron al suelo.
Se incorporó ligeramente, respiraba con dificultad y tenía gran parte del cuerpo dolorida. Echó un vistazo a lo que la rodeaba y luego miró al desconocido, que yacía inconsciente a su lado. El efecto del extraño aroma que había notado al llegar desapareció, descubriéndole que no había hacha alguna en los alrededores. ¿Cómo podía ser? Ella estaba segura de haberla visto claramente, pero parecía que no había existido en ningún momento.
- No puede ser… estaba aquí…- musitó confundida, limpió la sangre de su barbilla con el dorso de la mano. ¿Acaso se lo había imaginado todo? ¿Estaría bajo el efecto de algún alucinógeno? Eso explicaría el extraño olor que la embargó nada más llegar, el que le había provocado mareos. Con esfuerzo, giró el cuerpo del hombre hasta dejarlo boca arriba, su ataque podía estar movido por el alucinógeno. Lo tomó por los hombros y lo zarandeó ligeramente, esperando que reaccionase.
Off: Drustan se ha ofrecido caballerosamente a ser el que queda inconsciente por mp.
Elen Calhoun
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Re: Aeros en el basural de un callejón [Para dos personas]
La piel blanca de la Bruja se teñía aquí y allá con sangre y contusiones a causa de mis golpes, la tenía en mis manos para sacarle la vida con un golpe más, pero aquella misma sinrazón que me orillo a convertirme en un monstruo violento, me llevó a cometer la tontería de bajar la guardia, como si aquellas monedas valieran más que mi propia vida.
Apenas toqué con las yemas de los dedos el morral, percatándome que un par de monedas habían huido de él, sentí un agarre que comenzó indefenso, dado que venía de unos delgados brazos de mujer herida, pero luego, pareció que el alma se le iba en ello. Pronto comencé a sentir asfixia, pero mis manos no obedecieron a mi necesidad de vivir, aun deseaban tomar las monedas.
De pronto, mi herida ardió… como una llamarada fría, la mano de la bruja hizo que una nueva descarga me invadiera, pero no fue como la primera, esta pareció desprenderme de mí mismo. Me olvidé de las monedas e intente deshacerme del agarre en vano, pues la electricidad me provocaba convulsiones aleatorias dejando nada de disponibilidad a mis extremidades para obedecerme. Aun así, deje ir toda mi fuerza en los movimientos, sintiendo como la mujer adherida a mi perdía el aliento tratando de mantenerme dispuesto a su magia.
Pronto mi vista y me mente se convirtieron en un manto negro, y dejé de sentir dolor, ansiedad, odio. Perdí el conocimiento al tiempo que mi cuerpo exhausto y herido volvió a caer al suelo, acompañado del de mi “enemiga”. Aquella descarga pudo matarme, pero mi la naturaleza de mi cuerpo y resistencia sirvieron de mucho para evitarlo. Aun así no pude evitar preguntarme si estaría muerto, pues decían por ahí que la mente sigue trabajando al tiempo que el espíritu se dispersa para su próxima encarnación, con el favor de los dioses que lo encaminen. Al demonio con los Dioses…
Mi sistema nervioso estaba colapsado, mi corazón retomaba el pulso lentamente como si por un instante se hubiera detenido. Y de pronto sentí un movimiento que irrumpía en la calma de la nada que observaba, una fuerza ligera me sacudía a partir de los hombros, y a decir verdad, no tenia en absoluto ganas de abrir los ojos, pero lo hice… lentamente tomé el dominio de mis parpados, que como una lenta cortina dejaron entrar la luz escasa de los farolillos lejanos.
Una mujer con el rostro afectado y lleno de sangre me sostenía, fruncí el ceño y sentí de nuevo el sabor de la sangre en mi boca, sin recordar ni comprender. Me dolía el cuerpo por entero, como terminara alguien luego de una jornada incansable de entrenamiento y esfuerzo físico, me costaba incluso virar la cara para observar mi alrededor.
Traté lastimeramente de incorporarme, removiendo el toque de la mujer con mi lánguido brazo… -¿Quién diablos eres?... que mierda ha pas…argh- me tragué un quejido y no pude levantarme, me quedé sentado, encorvado ligeramente hacia adelante mientras observaba la sangre que corría de mi brazo. Miré con recelo a la mujer de cabellos blancos, pues la lógica me hacía culparla… sólo que en este evento, nada había sido realmente cuerdo.
Apenas toqué con las yemas de los dedos el morral, percatándome que un par de monedas habían huido de él, sentí un agarre que comenzó indefenso, dado que venía de unos delgados brazos de mujer herida, pero luego, pareció que el alma se le iba en ello. Pronto comencé a sentir asfixia, pero mis manos no obedecieron a mi necesidad de vivir, aun deseaban tomar las monedas.
De pronto, mi herida ardió… como una llamarada fría, la mano de la bruja hizo que una nueva descarga me invadiera, pero no fue como la primera, esta pareció desprenderme de mí mismo. Me olvidé de las monedas e intente deshacerme del agarre en vano, pues la electricidad me provocaba convulsiones aleatorias dejando nada de disponibilidad a mis extremidades para obedecerme. Aun así, deje ir toda mi fuerza en los movimientos, sintiendo como la mujer adherida a mi perdía el aliento tratando de mantenerme dispuesto a su magia.
Pronto mi vista y me mente se convirtieron en un manto negro, y dejé de sentir dolor, ansiedad, odio. Perdí el conocimiento al tiempo que mi cuerpo exhausto y herido volvió a caer al suelo, acompañado del de mi “enemiga”. Aquella descarga pudo matarme, pero mi la naturaleza de mi cuerpo y resistencia sirvieron de mucho para evitarlo. Aun así no pude evitar preguntarme si estaría muerto, pues decían por ahí que la mente sigue trabajando al tiempo que el espíritu se dispersa para su próxima encarnación, con el favor de los dioses que lo encaminen. Al demonio con los Dioses…
Mi sistema nervioso estaba colapsado, mi corazón retomaba el pulso lentamente como si por un instante se hubiera detenido. Y de pronto sentí un movimiento que irrumpía en la calma de la nada que observaba, una fuerza ligera me sacudía a partir de los hombros, y a decir verdad, no tenia en absoluto ganas de abrir los ojos, pero lo hice… lentamente tomé el dominio de mis parpados, que como una lenta cortina dejaron entrar la luz escasa de los farolillos lejanos.
Una mujer con el rostro afectado y lleno de sangre me sostenía, fruncí el ceño y sentí de nuevo el sabor de la sangre en mi boca, sin recordar ni comprender. Me dolía el cuerpo por entero, como terminara alguien luego de una jornada incansable de entrenamiento y esfuerzo físico, me costaba incluso virar la cara para observar mi alrededor.
Traté lastimeramente de incorporarme, removiendo el toque de la mujer con mi lánguido brazo… -¿Quién diablos eres?... que mierda ha pas…argh- me tragué un quejido y no pude levantarme, me quedé sentado, encorvado ligeramente hacia adelante mientras observaba la sangre que corría de mi brazo. Miré con recelo a la mujer de cabellos blancos, pues la lógica me hacía culparla… sólo que en este evento, nada había sido realmente cuerdo.
Drustan Barla
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Re: Aeros en el basural de un callejón [Para dos personas]
Si aquel hombre la había atacado por culpa de algún tipo de alucinógeno, todo tendría sentido. El aroma pudo engañarlos a ambos, para que viesen algo que no existía. Quizá por eso él la había visto como una amenaza, de la que debía librarse. Echó un vistazo a la bolsa de aeros que se le había caído, puede que fuese el origen del extraño olor. Volvió la vista de nuevo hacia el desconocido, que empezaba a reaccionar lentamente.
Un individuo fuerte como él podía despertarse en poco tiempo, mientras que otro que estuviese en peor forma podría pasar horas inconsciente. Otro tema sería explicarle por qué se encontraba herido, cabía la posibilidad de que no se acordase de lo sucedido. De todos modos, la bruja debía tener cuidado, no podía fiarse de aquel extraño que había estado a punto de arrebatarle la vida.
Vio que el hombre fruncía el ceño, tenía sangre en la boca y debía estar dolorido por el corte que había recibido. Además también quedaría algo del dolor que causaban las descargas. Intentó incorporarse, apartando a la hechicera de sí…- ¿Quién diablos eres?... que mierda ha pas…argh- como esperaba, no recordaba nada. No era capaz de ponerse en pie, quedó sentado sobre el suelo. Elen tampoco sabía si podría moverse, le dolía la cabeza y el corte del hombro no ayudaba.
El hombre la miró con recelo, lo que era de esperar. Cualquiera hubiese actuado del mismo modo al despertar herido en un callejón, con la única compañía de una completa extraña. A pesar de que ella también estuviese herida, comprendía su reacción. Se apartó un poco de él antes de hablar, por si acaso. - Una bruja, hemos estado bajo el efecto de algún tipo de alucinógeno, relacionado con esa bolsa de cuero. – dijo señalándole en dirección a los aeros.
- El aroma nos hizo ver algo que no era real, creíste que yo era tu enemiga. - Hizo una pausa, esperaba que comprendiese lo ocurrido y no la tomase contra ella de nuevo. - Me atacaste y yo me defendí, pero cuando quedaste inconsciente noté que el efecto desaparecía. Por eso te he despertado…- terminó, llevándose la mano al hombro. Tenía que reponerse rápido y acudir a algún médico para que la examinase. Si hubiese tenido una pócima curativa como las de Beltrexus, aquello hubiera sido mucho más sencillo.
El dolor por el rodillazo recibido en el vientre casi había remitido por completo, pero aún no podía moverse con libertad. Se sentía algo débil tras la pelea, que le había supuesto un gran esfuerzo. Tendría que hacer caso a Vince y prepararse más físicamente, pues a pesar de que los brujos se centraban más en el combate a distancia, a veces no quedaba más remedio que luchar cuerpo a cuerpo.
Un individuo fuerte como él podía despertarse en poco tiempo, mientras que otro que estuviese en peor forma podría pasar horas inconsciente. Otro tema sería explicarle por qué se encontraba herido, cabía la posibilidad de que no se acordase de lo sucedido. De todos modos, la bruja debía tener cuidado, no podía fiarse de aquel extraño que había estado a punto de arrebatarle la vida.
Vio que el hombre fruncía el ceño, tenía sangre en la boca y debía estar dolorido por el corte que había recibido. Además también quedaría algo del dolor que causaban las descargas. Intentó incorporarse, apartando a la hechicera de sí…- ¿Quién diablos eres?... que mierda ha pas…argh- como esperaba, no recordaba nada. No era capaz de ponerse en pie, quedó sentado sobre el suelo. Elen tampoco sabía si podría moverse, le dolía la cabeza y el corte del hombro no ayudaba.
El hombre la miró con recelo, lo que era de esperar. Cualquiera hubiese actuado del mismo modo al despertar herido en un callejón, con la única compañía de una completa extraña. A pesar de que ella también estuviese herida, comprendía su reacción. Se apartó un poco de él antes de hablar, por si acaso. - Una bruja, hemos estado bajo el efecto de algún tipo de alucinógeno, relacionado con esa bolsa de cuero. – dijo señalándole en dirección a los aeros.
- El aroma nos hizo ver algo que no era real, creíste que yo era tu enemiga. - Hizo una pausa, esperaba que comprendiese lo ocurrido y no la tomase contra ella de nuevo. - Me atacaste y yo me defendí, pero cuando quedaste inconsciente noté que el efecto desaparecía. Por eso te he despertado…- terminó, llevándose la mano al hombro. Tenía que reponerse rápido y acudir a algún médico para que la examinase. Si hubiese tenido una pócima curativa como las de Beltrexus, aquello hubiera sido mucho más sencillo.
El dolor por el rodillazo recibido en el vientre casi había remitido por completo, pero aún no podía moverse con libertad. Se sentía algo débil tras la pelea, que le había supuesto un gran esfuerzo. Tendría que hacer caso a Vince y prepararse más físicamente, pues a pesar de que los brujos se centraban más en el combate a distancia, a veces no quedaba más remedio que luchar cuerpo a cuerpo.
Elen Calhoun
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Re: Aeros en el basural de un callejón [Para dos personas]
Las runas de la bolsa de cuero dejan de brillar y pueden ver como de ellas se desprende una voluta de humo oscura que se alza como un aura y se divide en dos, para sin darles tiempo a reaccionar, volar hacia el pecho de ambos y vuestras heridas comienzan a arder de forma terrible unos momentos.
Pueden observar luego una runa como una quemadura extraña sobre las heridas, sobre una delgada cicatriz donde antes sangraba. En caso de no haber herida, la runa estará grabada sobre el pecho.
Se sumirán en pesadillas donde jinetes oscuros arrasan con aldean y mutilan cuerpos. Habrán noches en que volarán de fiebre, días en que caerán inconscientes sin motivo alguno y una sombra en sueños, os invitará a resguardarse en los brazos de la muerte.
Off rol:No tenía planeado maldecirlos, pero como veo que rolean muy bien, creo que podran sacar provecho a la maldición. Si hay forma de liberarse, quizás.... ¿En serio? Bueno, en todo caso después de diciembre podré ayudarles ^^.
Si no están de acuerdo, envíen un mp, pero sería una lástima que no lo aprovechen, pueden enriquecer mucho el rol. Saludos!
Reciben cada uno, 12 puntos de exp. Manden por privado cómo se repartirán los aeros si lo desean, o sólo uno se lleva.
En la bolsa de cuero hay 1800 aeros.
Heridas malditas: "Maldición de los aeros de los jinetes oscuros"
Pueden continuar el rol para concluir si lo desean o envíen mp para cerrarlo.
Otra cosa, si les gusta algún post, den positivo o negativo. Cada punto de reputación suma uno a la exp
Pueden observar luego una runa como una quemadura extraña sobre las heridas, sobre una delgada cicatriz donde antes sangraba. En caso de no haber herida, la runa estará grabada sobre el pecho.
Se sumirán en pesadillas donde jinetes oscuros arrasan con aldean y mutilan cuerpos. Habrán noches en que volarán de fiebre, días en que caerán inconscientes sin motivo alguno y una sombra en sueños, os invitará a resguardarse en los brazos de la muerte.
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Off rol:No tenía planeado maldecirlos, pero como veo que rolean muy bien, creo que podran sacar provecho a la maldición. Si hay forma de liberarse, quizás.... ¿En serio? Bueno, en todo caso después de diciembre podré ayudarles ^^.
Si no están de acuerdo, envíen un mp, pero sería una lástima que no lo aprovechen, pueden enriquecer mucho el rol. Saludos!
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Ansur
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Re: Aeros en el basural de un callejón [Para dos personas]
Conforme el aire entraba a mis pulmones mediante una respiración lenta, adoptada para relajar mis malditas ansiedades, pude observar con mayor claridad mi entorno, las condiciones, y a la mujer. Ella no solo tenía el rostro manchado de carmín, sino que también varias partes de su cuerpo sufrían afectaciones… tras escuchar sus palabras todo comenzaba tener algo de sentido, por más absurdo que sonara el motivo del enfrentamiento.
No tenía mucha, o nada de simpatía hacia los brujos… pero no estaba de humor para expresarlo en ese instante. Negué con la cabeza, mientras cerraba pesadamente los ojos… hacia demasiado tiempo que mi cuerpo no sufría daños tan severos, ni siquiera en la más peligrosa de mis misiones nocturnas. Era ridículo y vergonzoso que fuera en contra de una mujer el evento que me los provocara, y aun peor, por una miserable bolsa de Aeros. Logré percatarme de que se trataba de una cantidad considerable de monedas al dirigir mi vista hacia donde la mujer señalaba, había algunas regadas fuera del morral.
-Joder…- mascullé, y con mi agria obstinación me puse de pie, sufriendo un tirón que agudizo el dolor de mis heridas, por puro orgullo me quede de pie, aun cuando apenas podía mantener las piernas firmes, di un par de pasos hacia mi espada que yacía en el suelo, y enfundándola me incline hacia el muro más cercano para sostenerme. –Menuda noche… - tragué saliva, nunca acostumbré disculparme con ningún enemigo, aun cuando el motivo que nos enfrentara fuera menos que una tontería, pero esta ocasión cierto deber me dictaba algo de consideración. –Lamento las heridas que os produje, quedaros con esos aeros como compensación al inconveniente… - pronuncié, levantando la vista al cielo… con una luna que no se dejaba ver por entero.
Justo al terminar de mencionar aquel morral maldito, el brillo sutil de sus inscripciones desapareció, proyectando la luz hacia mis heridas, haciéndolas arder. Apreté la mandíbula, ¿es que me estaba convirtiendo en un estúpido demente? Respiré de manera profunda y me propuse dejar de atender esa serie de detalles anormales, era suficiente. Aunque, por más que deseara ignorar los hechos… la runa que apareció sobre mi pecho me obligaría a recordarlos en algún momento.
Mi mente estaba suspendida aún, en ese instante no pude siquiera reparar en preguntar un nombre o decir el mío, quería largarme a una cama, pasar agua por mis labios secos y sanar mis heridas. Comencé a andar, dándole la espalda a la bruja de cabellos de plata –Aunque el oro… siempre es poca paga por la sangre derramada.- Murmuré gravemente, como si no hubiera visto el fuego sobre mi piel ni la de ella.
Mi silueta formada por un cuerpo débil y herido… aun proyectaba una sombra firme sobre el suelo. Fue así que me alejé a un paso sobrio, con la dignidad que me permitía reservar mi padecer.
No tenía mucha, o nada de simpatía hacia los brujos… pero no estaba de humor para expresarlo en ese instante. Negué con la cabeza, mientras cerraba pesadamente los ojos… hacia demasiado tiempo que mi cuerpo no sufría daños tan severos, ni siquiera en la más peligrosa de mis misiones nocturnas. Era ridículo y vergonzoso que fuera en contra de una mujer el evento que me los provocara, y aun peor, por una miserable bolsa de Aeros. Logré percatarme de que se trataba de una cantidad considerable de monedas al dirigir mi vista hacia donde la mujer señalaba, había algunas regadas fuera del morral.
-Joder…- mascullé, y con mi agria obstinación me puse de pie, sufriendo un tirón que agudizo el dolor de mis heridas, por puro orgullo me quede de pie, aun cuando apenas podía mantener las piernas firmes, di un par de pasos hacia mi espada que yacía en el suelo, y enfundándola me incline hacia el muro más cercano para sostenerme. –Menuda noche… - tragué saliva, nunca acostumbré disculparme con ningún enemigo, aun cuando el motivo que nos enfrentara fuera menos que una tontería, pero esta ocasión cierto deber me dictaba algo de consideración. –Lamento las heridas que os produje, quedaros con esos aeros como compensación al inconveniente… - pronuncié, levantando la vista al cielo… con una luna que no se dejaba ver por entero.
Justo al terminar de mencionar aquel morral maldito, el brillo sutil de sus inscripciones desapareció, proyectando la luz hacia mis heridas, haciéndolas arder. Apreté la mandíbula, ¿es que me estaba convirtiendo en un estúpido demente? Respiré de manera profunda y me propuse dejar de atender esa serie de detalles anormales, era suficiente. Aunque, por más que deseara ignorar los hechos… la runa que apareció sobre mi pecho me obligaría a recordarlos en algún momento.
Mi mente estaba suspendida aún, en ese instante no pude siquiera reparar en preguntar un nombre o decir el mío, quería largarme a una cama, pasar agua por mis labios secos y sanar mis heridas. Comencé a andar, dándole la espalda a la bruja de cabellos de plata –Aunque el oro… siempre es poca paga por la sangre derramada.- Murmuré gravemente, como si no hubiera visto el fuego sobre mi piel ni la de ella.
Mi silueta formada por un cuerpo débil y herido… aun proyectaba una sombra firme sobre el suelo. Fue así que me alejé a un paso sobrio, con la dignidad que me permitía reservar mi padecer.
Drustan Barla
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Re: Aeros en el basural de un callejón [Para dos personas]
Runas que se han grabado en forma de cicatriz:
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Ansur
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Re: Aeros en el basural de un callejón [Para dos personas]
El extraño desvió la mirada hacia la bolsa que había sido objeto de la pelea, debía contener una cantidad importante, varios aeros habían caído fuera y aún parecía llena. La bruja aprovechó para echar un nuevo vistazo a la herida, la presión era efectiva y ahora sangraba menos. Se palpó el labio inferior con cuidado, deslizando las yemas de los dedos sobre él, estaba algo hinchado a causa de los golpes.
Con esfuerzo, el desconocido se puso en pie, mascullando algo que no llegó a escuchar. Se dirigió a su espada, cosa que hizo que el cuerpo de la bruja se tensara de nuevo, lo cual no hacía sino acrecentar el dolor de las heridas. Se tranquilizó al ver que el desconocido envainaba el arma y se apoyaba en un muro cercano.
- Menuda noche… - dijo, haciendo una pequeña pausa antes de continuar. - Lamento las heridas que os produje, quedaros con esos aeros como compensación al inconveniente… - prosiguió levantando la vista al cielo. La de ojos verdes sabía lo poderosa que podía llegar a ser la magia y aquel hombre no tenía culpa de lo que había pasado, de haber estado consciente no lo hubiera hecho. - Siento que el alucinógeno haya jugado con ambos, llevándonos a este extremo… espero no haberos causado demasiado daño…- musitó.
Desvió la vista hacia la bolsa nuevamente, justo a tiempo para ver como las runas de la misma dejaban de brillar. Una extraña voluta de humo oscuro salió de ella y se alzó en el aire, ante la sorprendida mirada de la peliblanca. Sin darles tiempo a reaccionar, el humo se dividió en dos y voló hacia ambos, alcanzándolos en el pecho. La bruja emitió un quejido al notar que las heridas le ardían intensamente, cerró los ojos con fuerza y apretó los dientes.
Se llevó la mano al espacio entre el pecho y la clavícula, allí donde el filo de la espada la había alcanzado. Tras unos instantes el ardor cesó, retiró la mano y pudo ver que la herida había cicatrizado. Pero lo más preocupante no era eso, sino la runa que había quedado grabada a fuego sobre la cicatriz, que se asemejaba a una Z invertida.
En Beltrexus estaba la casa del oráculo, a la que muchos acudían para conocer su suerte. Aquello había despertado la curiosidad de la joven, lo que la llevó a estudiar un tomo sobre el tema. Habían pasado años desde aquello, pero recordaba bien algunas de las runas. Y la que ahora llevaba grabada en la piel era una de las peores, indicaba muy mala suerte.
Alzó la vista para ver al extraño, que tenía tensa la mandíbula y respiraba profundamente. Se giró dándole la espalda y comenzó a andar… - Aunque el oro… siempre es poca paga por la sangre derramada.- dijo con voz grave mientras se iba alejando. La de cabellos cenicientos se incorporó lentamente, envainó la daga en su funda y se acercó a la bolsa. La examinó con detenimiento antes de recoger lo que se había caído por fuera.
Comenzó a andar, diciéndose a sí misma que no volvería a pisar ningún callejón de aquella ciudad. Debía buscar ayuda de un experto en el tema, pues si lo que creía era cierto, aquella bolsa les había transmitido una maldición.
Con esfuerzo, el desconocido se puso en pie, mascullando algo que no llegó a escuchar. Se dirigió a su espada, cosa que hizo que el cuerpo de la bruja se tensara de nuevo, lo cual no hacía sino acrecentar el dolor de las heridas. Se tranquilizó al ver que el desconocido envainaba el arma y se apoyaba en un muro cercano.
- Menuda noche… - dijo, haciendo una pequeña pausa antes de continuar. - Lamento las heridas que os produje, quedaros con esos aeros como compensación al inconveniente… - prosiguió levantando la vista al cielo. La de ojos verdes sabía lo poderosa que podía llegar a ser la magia y aquel hombre no tenía culpa de lo que había pasado, de haber estado consciente no lo hubiera hecho. - Siento que el alucinógeno haya jugado con ambos, llevándonos a este extremo… espero no haberos causado demasiado daño…- musitó.
Desvió la vista hacia la bolsa nuevamente, justo a tiempo para ver como las runas de la misma dejaban de brillar. Una extraña voluta de humo oscuro salió de ella y se alzó en el aire, ante la sorprendida mirada de la peliblanca. Sin darles tiempo a reaccionar, el humo se dividió en dos y voló hacia ambos, alcanzándolos en el pecho. La bruja emitió un quejido al notar que las heridas le ardían intensamente, cerró los ojos con fuerza y apretó los dientes.
Se llevó la mano al espacio entre el pecho y la clavícula, allí donde el filo de la espada la había alcanzado. Tras unos instantes el ardor cesó, retiró la mano y pudo ver que la herida había cicatrizado. Pero lo más preocupante no era eso, sino la runa que había quedado grabada a fuego sobre la cicatriz, que se asemejaba a una Z invertida.
En Beltrexus estaba la casa del oráculo, a la que muchos acudían para conocer su suerte. Aquello había despertado la curiosidad de la joven, lo que la llevó a estudiar un tomo sobre el tema. Habían pasado años desde aquello, pero recordaba bien algunas de las runas. Y la que ahora llevaba grabada en la piel era una de las peores, indicaba muy mala suerte.
Alzó la vista para ver al extraño, que tenía tensa la mandíbula y respiraba profundamente. Se giró dándole la espalda y comenzó a andar… - Aunque el oro… siempre es poca paga por la sangre derramada.- dijo con voz grave mientras se iba alejando. La de cabellos cenicientos se incorporó lentamente, envainó la daga en su funda y se acercó a la bolsa. La examinó con detenimiento antes de recoger lo que se había caído por fuera.
Comenzó a andar, diciéndose a sí misma que no volvería a pisar ningún callejón de aquella ciudad. Debía buscar ayuda de un experto en el tema, pues si lo que creía era cierto, aquella bolsa les había transmitido una maldición.
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