Esculpiendo el destino en madera noble (Abierto)

Níniel caminaba por el bosque, permitiéndose perderse en sus pensamientos mientras la paz y la melodía del lugar la inundaban. Era la primera vez en una larga temporada en la que podía disfrutar de algo de calma y tranquilidad, concrétamente desde su prueba de madurez para convertirse en sacerdotisa, tras la cuál su vida había cambiado en gran medida. Habían pasado tantas cosas en tan poco tiempo, había hecho tanto y conocido a tantas personas...Pero nada se comparaba con su amado bosque de Sindorai, allí podía notar como su cuerpo vibraba con la energía de la naturaleza y como descansaba realmente, con tan solo respirar profundamente, mil veces mejor que en Lunargenta, ciudad que sin embargo había empezado a apreciar.

A pesar de la calma con la que se lo estaba tomando no estaba allí dando un mero paseo, debía encontrar a su prima Giliel, de la que hacía días que no se sabía nada, pues reclamaban su presencia por asuntos del clan. La madre de Níniel había considerado, a pesar de que recién había llegado de uno de sus viajes, que la sacerdotisa era la indicada para aquella búsqueda. Ambas elfas habían compartido décadas de juegos y vivencias y sin duda eso ayudaría a la hora de saber por donde empezar a buscar, también pareció, que la suma sacerdotisa pensaba que a su pequeña le vendría bien el paseo.

La peliblanca comenzó su búsqueda por los lugares por donde de pequeñas habían pasado el tiempo libre cuando no tenían que estudiar o ayudar a los mayores. Sus árboles favoritos, el pequeño manantial de aguas cristalinas algo alejado del poblado donde se bañaban e incluso aquella cueva donde encontraron aquellos antiguos y extraños dibujos pintados en la fría roca de las paredes. Hasta que al final la encontró, sentada y con los ojos cerrados.

Níniel sabía de sobra que, a pesar de que sus pasos sobre la verde hierba y la húmeda tierra eran bastante sigilosos, su prima la habría escuchado acercarse por lo que se apoyó en un árbol y esperó a que abriera los ojos, al menos un tiempo, si no significaría que la druida la estaba ignorando a posta y se ganaría un manzanazo en la cabeza con una de las manzanas que creían en la copa del árbol en el que se apoyaba.

Todo estaba en calma, los pájaros seguían cantando dulces y suaves melodías capaces de infligir los corazones más duros e inexpugnables. Las ramas seguían el curso que trazaba el viento y entre tanta melodía y movimiento una manzana se precipitó… No tardó en llegar un ejército de hormigas que empezaría con su peculiar y bondadoso banquete.

Entonces un olor demasiado familiar entró por sus agudas fosas nasales, al principio no estaba segura de si aquello había sido un espejismo. Pero aquel olor no se desvanecía, permanecía allí arrogante y molestándole, quitándola de aquella tranquilidad.

La muchacha empezó a abrir sus ojos olivos poco a poco y su cabeza empezó a rotar hacia la dirección en la que se hallaban aquel olor familiar.

“Parece que la niña de mama ya ha llegado, veremos que ocurre ahora en los altos cargos de la casa”

A continuación se levantó con un veloz y diestro movimiento, algo típico entre los de su raza. Y empezó a andar en dirección a la que se hallaba su prima.

-¿Que te trae por aquí Niniel?-

Preguntó con una leve sonrisa en sus finos labios claros. Una vez encontró respuesta en aquellas palabras que había mencionado anteriormente prosiguió a formular otra cuestión de interés.

-¿Cómo te ha ido el viaje?-

Níniel esperó unos momentos y al poco su familiar abrió los ojos y la miró. Níniel se limitó a lanzar al aire la manzana madura que había recogido del suelo, solo por si acaso, y al recogerla de nuevo con la mano, le dio un mordisco. A continuación Giliel se levantó y se encaminó con ella con una sonrisa en los labios al formular una pregunta obvia.

-Es evidente que tú. Me envían a buscarte, hace tiempo que no saben de ti en el poblado. No es que estén preocupados pero parece que te necesitan para algo y esperaban que regresarás solo unos días después de tu marcha, no que tardarías tanto. Aunque eso es por que no te conocen como yo, yo sé que es mejor no hacer suposiciones sobre el tiempo que vas a pasar fuera-

Hacia tiempo que no la veía, y sus viajes lo hacían parecer una auténtica eternidad, por ello la abrazó en cuanto la distancia entre ambas se redujo lo suficiente. La verdad es que al verlas allí una al lado de la otra, poca gente podría decir que eran familiares tan cercanos. Ambas compartían finos rasgos y lo que muchos llamarían una gran y noble belleza, pero mientras que Níniel era peliblanca, Geliel tenía el pelo de color verde oscuro e incluso el color de los ojos no podía ser más distinto. Incluso sus caminos en la vida estaban destinados a ser diferentes, la una sacerdotisa como su madre, la otra druida, pero eso no había impedido que se llevaran bien desde niñas.

-La verdad es que en mis viajes ha pasado de todo, cosas buenas, cosas malas, cosas horribles- Sonrió pues, aunque aquellas cosas horribles lo eran de verdad, ahora en su bosque las notaba lejanas y casi irreales.- Pero creo que he crecido gracias a ello, me he hecho más fuerte. He conocido hombres, perro, sirenas, humanos de toda clase...Y hasta brujos- Dejó a los brujos para el final pues al ser los archienemigos de los elfos seguro que impresionaba a Giliel.

En aquel momento, Geralt la ardilla salió de uno de los bolsos de la capa de la peliblanca y se encaramó a su hombro como queriendo ser mencionado entre la lista de gente a la que la elfa había conocido. Níniel sonrió y le acarició la cabecita.
-Y este es Geralt, un fiel, inteligente y glotón compañero de aventuras- La ardilla se puso recta, como sientiéndose orgullosa de aquellos calificativos, incluso el de glotón.

Según contaba su prima había estado en lugares de lo más vario tipo y había conocido gente de todos los rincones, aquello habría fascinado a la mayoría de gente pero Giliel era distinta. Era el lobo solitario, por describirlo de algún modo, y simplemente se juntaban con gente cuando creía que el fin que iban a buscar merecía la pena.

Buena parte de ella se alegraba de que su prima hubiera iniciado tal aventura, pues seguro que le iría bien. A pesar de pertenecer a la misma familia, era bastantes distintas sendas muchachas tanto de carácter como físicamente, en efecto, eran como el día y la noche.

Ahora bien cuando la chica le enseño aquella ardilla blanca, que tenía como nombre Geralt una gran sonrisa se despertó en sus tensos labios y sus delgados y blancos dedos acariciaron el animalito suavemente, pasando las yemas de sus dedos sobre la espalda de aquella ardilla que se estiraba de placer.

-Es precioso tu compañero Niniel.- Dijo la elfa de ojos olivos mientras de sacaba de sus bolsillos una bellota y se la entregaba al rodeador.

Geralt no dudó un instante y empezó a devorar aquel fruto seco cogiéndolo con sus pequeñas y frágiles patitas.

-¿Tienes idea de que asunto se trata? Que es tan urgente que te han enviado a buscarme-

Preguntó a Niniel mientras observaba detalladamente como Geralt devoraba el presente a una velocidad más que notable.

Níniel se encogió de hombros dando a entender que no tenía claro para que necesitaban su presencia en el pueblo aunque por lo que había visto allí al llegar del viaje quizá se hiciera una idea. Aún así quería recalcar que no es que fuera una emergencia, si no que esperaban que hubiese vuelto días atrás.

-Vi que los constructores estaban preparando nuevos árboles para convertirlos en viviendas, quizá necesiten que les eches una mano. O puede ser otra cosa, alguna misión. No voy a ser la única a la que no dejan parar quieta ni un solo día. En cualquier caso deberíamos volver. Claro que ya que no parecía un asunto tan tan urgente, quizá podamos pasar por el manantial de camino a casa. Fue uno de los primeros sitios por los que te busqué y me trajo recuerdos.-

La peliblanca comenzó a andar con esa intención mientras que Geralt, que no tenía ni un pelo de tonto, se giraba en su hombro para mirar a Giliel y le tendía las patitas para que le diera mas comida. A veces Níniel se preguntaba dónde podía meter tanta comida una cosita tan pequeña y cómo lo hacía para no engordar hasta convertirse en una pequeña bolita de pelo.

Caminaba sin pausa pero sin prisa hasta que escuchó el sonido de una voz, una voz que se escuchaba muy bajo pero que cantaba en el idioma común, no en el idioma de los elfos y eso la puso alerta. Sabía que ningún elfo cantaría en común en Sindorai, eso hacía sospechar que se trataba de un extranjero, un extraño. De ser así había cometido un gran error adentrándose tanto en el bosque. La peliblanca se detuvo y miró hacia su prima para, en silencio, solo con la mirada, intercambiar opiniones sobre de qué podría tratarse. ¿Un enemigo?¿Uno de los pocos amigos a los que los elfos permitían acceder a sus dominios?. Desde luego si se trataba de un enemigo debía de tratarse de uno muy tonto como para ponerse a cantar allí. ¿Una trampa?

A unos metros de donde se encontraban, mas allá de una barrera de arbustos espinosos que daban cierta intimidad, un joven humano de apenas veinte años se bañaba desnudo en el manantial. Su ropa, estaba doblada al lado de una roca en la que reposaba un arco y un carcaj de flechas, así como un cinturón con una daga y su funda.

La prima le solicitaba que se dirigieran hacía la fuente, aquel lugar en el que habían pasado largas y extendidas tardes en su niñez. Sin lugar a dudas un mar de recuerdos agitó la cabeza de la joven elfa al escuchar aquellas palabras, recordaba perfectamente aquel olor a azufre que desprendían aquellas calientes y claras aguas que contrarrestaban ferozmente con la arenilla oscura como la mismísima noche y minúscula como pulgas.

Sin decir nada más, Niniel se puso a andar en dirección a las fuentes y la joven Giliel no tardaría en seguirla. No tardaron demasiado en llegar a la ubicación, pero durante el recorrido una voz grave y algo molesta agitaba aquel pacífico ecosistema. Puesto que no muy lejos de su ubicación un polluelo había penetrado en aquellas claras y acuosas aguas, tenía forma de humanoide y no muy lejos de su posición había dejado sus ropajes y sus armas, un arco y una daga… Había claros indicios de que se tratara de un cazador o quizás pudiera ser un amigo de Niniel un sujeto que había conocido en sus viajes.

-¿Es amigo o conocido tuyo ese ser?-

Preguntó la elfa a su prima.

-Por Imbar, escóndete bien. Que no nos tiene que ver.-

Susurró la muchacha mientras seguía escondida detrás de un noble y feroz árbol milenario.

Níniel se asomó un poco y con cuidado entre los matorrales para poder darle a su prima una respuesta exacta a su pregunta sobre si conocía a aquel tipo que tan tranquilamente se bañaba en el manantial que ambas casi podían considerar suyo por todo el tiempo pasado allí en años pasados. Lo cierto es que bien podría ser así, había conocido a muchos humanos en sus viajes pero era harto improbable que uno de ellos hubiese llegado hasta allí, ni siquiera diciendo que la conocían. Además solo había invitado a un humano a visitarla al bosque, se trataba de aquel pequeño inventor humano. Era evidente que aquel hombre era un adulto y no un niño y además al chico le había advertido que debía pedir permiso si alguna vez se animaba a ir a Sandorai.
Tras verlo bien, Níniel volvió hasta su prima con un claro rubor en la cara pues durante su observación había visto mas de lo que pretendía de la anatomía del joven despreocupado.

-No, no lo conozco. Deberíamos detenerlo y preguntarle por sus motivos, incluso quizá asegurarnos de que abandona el bosque-

Níniel no era una guerrera pero teniendo en cuenta que el chico se encontraba desnudo y desarmado, hasta para ella sería fácil someter a aquel tipo. Incluso pensó en coger su arco y usarlo contra él como amenaza disuasoria.

-¿Qué hacemos?- Le pregunto a Giliel por la costumbre de hacerlo siempre ya que era la mayor de las dos. -Si vamos a capturarlo este es el momento antes de que salga del agua.-

En el manantial, el humano había acabado la canción que entonaba hasta el momento e iniciaba una segunda. En este caso era una canción de amor destinada a una mujer separada de su amado por muchas millas de distancia. Aquel tipo debía de ser un poco tonto y un atrevido, o no ser consciente del lugar donde se encontraba, pero había que admitir que cantaba muy bien y que la letra de la canción era muy bonita.

¿Cuáles son las virtudes de un cachorro?: la imprudencia, la inocencia y la pro-acción. Todas ellas pudiera parecer que son debilidades, pero uno debe de saber controlar el punto exacto para que aquello sea sumamente exquisito

Su prima proponía lanzarse a por el muchacho, nudo y al parecer con generosa serpiente entre sus muslos…  A aquellas horas su apetito sexual no estaba en su máximo esplendor, por ello prefería ceder el sujeto a su prima, que sin lugar a dudas la joven muchacha casta y pura se había desmelenado de lo lindo en sus viajes.

-Te cedo toda iniciativa vos sois la aventura. Yo simplemente soy una sirviente de Imdar.-

Dijo la joven elfa, mientras inclinaba la cabeza hacia su cuerpo en señal de sumisión.

Giliel no terminaba de entender muy bien, porque diablos debía de ayudar a un cazador a sobrevivir en aquel lugar… Si al fin y al cabo lo único que haría este sería devorar amigos suyos y plantas.

El humano seguía cantando allí a viva voz, como si aquello no fuera con él. .. La edad le había enseñado a la muchacha que lunáticos como aquel había pocos y los pocos que existían siempre habían escondido un generoso y grotesco poder.

“La paciencia es una gran virtud”

Pensó por sus adentros, mientras seguía observando aquel sujeto y su alrededor en busca de respuestas.

//Off: Debes de tener en cuenta que mi pj es un ser solitario, amante de la naturaleza y algo colgada//.

La peliblanca no entendía a qué venía lo de la inclinación, por mucho que fuera una sacerdotisa, lo cual de cara al estatus entre los suyos la colocaba en un puesto prominente, lo cierto es que apenas era una novicia, Giliel era de su familia mas directa y estaban solas en el bosque, no había por qué tener semejante actitud salvo que quisiera resultar burlona. Bueno siempre fue bastante rara con cosas como esas así que tampoco había que darle importancia, lo importante era que le había cedido la decisión e iniciativa en aquel asunto y Níniel iba a usarla.

-Bien entonces, bordearás el manantial y atraerás su atención desde aquella dirección. Entonces yo saldré y cogeré sus armas, así tendrá que contarnos sus motivos. Si nos convence bien y si no...Lo apresaremos y avisaremos a los forestales.-

Níniel no es violenta, ni mucho menos deseaba la muerte de nadie, ni siquiera cuando ese alguien si desea la suya, pero aquel hombre estaba en un lugar prohibido para los de su especie. Si era un incauto seguramente bastaría con expulsarlo del bosque, si por el contrario era un furtivo o algo peor, seguramente acabaría el día reuniéndose con Imbar. Pagaría su crimen ayudando a la vida con su muerte. Esa es la ley de los elfos, una ley que muchos forasteros tachan rápidamente de severa, incluso cruel, pero los elfos aprendieron por las malas que era algo necesario.

Cuando todo estuvo preparado y llegó su momento de actuar, la peliblanca entró en el manantial por uno de los accesos que tan bien conocía desde niña. Se acercó tratando de no hacer ruido hasta la roca donde descansaban las cosas del extraño, y con cuidado tomó el arcó y el carcaj con flechas, preparando una para ser tensada y disparada de ser necesario. Entonces salió al descubierto y apuntó al desprevenido joven.

-No muevas ni un músculo humano o este lugar será tu tumba. Estás muy lejos tu hogar y en una zona vedada a los de vuestra especie. ¿Qué haces aquí?-

Níniel no era muy buena con el arco, pero si lo suficiente como para poder asegurarse de acertar al chico desde aquella distancia. Tensó la cuerda a modo de advertencia.

El humano se giró sorprendido y levantó las manos temeroso en señal de rendición, aún así sus ojos se desviaron un instante hasta sus cosas, quizá tratando de ver si era posible llegar hasta sus armas, sin darse cuenta de que la peliblanca le apuntaba con una de ellas.

-Ni un músculo...- Repitió la elfa.

-Soy...Soy un viajero, viajo por el mundo recopilando canciones con la que luego me gano unas monedas en las posadas de pueblos y ciudades-

Un viajero cantante...Un trovador pues, o quizá un bardo. Había visto a varios sujetos así en Lunargenta y era cierto que viajaban mucho y contaban historias de lugares lejanos y canciones de otras tierras.

-Estás muy lejos de esos pueblos y ciudades. Si tanto has viajado deberías saber que no puedes estar aquí, que entrar en Sindorai sin permiso puede poner fin a tus viajes y canciones-

El humano alzó incluso mas sus manos intentando hacer incapie en que se encontraba rendido y desarmado, consiguiendo que mas de su anatomía saliera del agua y que Níniel volviera a ruborizarse cohibida y tratara de no mirar a pesar de mantenerlo a tiro.

La chica seguía con la idea de molestar a ese hombre… Esta vez cedería, ya se sabe de los sujetos caprichosos.

Giliel acató las órdenes sin rechistar, dio la vuelta e hizo mover unas ramas para levantar la distracción del soprano. Momento en el que su prima aprovecharía para colarse y arrebatarle el arco y las flechas.

Después de oir las palabras del joven, Giliel empezó a rebuscar entre sus ropajes en buscar de pistas o de información que pudieran facilitar aquel interrogatorio. Después de haber rebuscado entre aquella camisa más oscura que clara y entre unos pantaloncillos de tela simple que escondían una simple pero bella armónica con un grabado que decía.

“El arte es sobretodo un estado del alma”.

Giliel se quedó pensativa unos instantes y entonces se dirigió a su prima.

-Vamos a ver qué nivel tiene el hombre.-

Dijo al mismo tiempo que lanzaba aquella harmónica al sujeto para que compusiera algo para sendas bellezas.

La peliblanca miró a su prima con cierto aire de reproche pues no creía que fuese el momento de pedir al humano que demostrara nada, mucho menos sus habilidades con instrumentos o para cantar ante un publico que le amenazaba con un arma. Quizá si el sujeto estuviera vestido y no mostrando sin pudor alguno sus atributos...-

-¿Ahora?, está desnudo por si no lo has notado prima. Deberías tenderle la ropa no una armónica- Le dijo la sacerdotisa a la druida en el idioma de los elfos para que el forastero no pudiera entenderlas.

El joven había atrapado el instrumento al aire antes de que cayera el agua y parecía que aquello de lanzarselo sin mas no le había gustado mucho. Quizá tuviera un aprecio especial a la armónica y temiera que se oxidara en contacto con las aguas del manantial. Miró a Giliel con el ceño fruncido y parecía que no pensaba complacer su petición pues no dijo ni hizo nada por comenzar a cantar, ni siquiera se llevó el instrumento a la boca.

-Temo que dadas las circunstancias no se me ocurre nada. Sin duda a muchos bardos se les ocurrían muchas canciones sobre dos hermosas elfas que amenazan a un hombre mientras se baña y tratan sus cosas sin ningún respeto, pero me temo que no es mi caso-

Níniel destensó el arco aunque lo siguió manteniendo preparado ante cualquier movimiento brusco o extraño. Continuaba tratando de evitar mirar al hombre salvo lo estrictamente necesario pero aún así se vio obligada a responder a sus insolentes palabras.

-Eres un intruso, estás recibiendo todo el respeto que mereces y más. Estoy segura que de estar las tornas cambiadas y de ser una de nosotras la que estuviera en tu situación y tu tuvieras el arco no nos tratarías de manera tan amable-

El hombre pareció quedarse pensativo, meditando aquellas palabras unos instantes. Al final respondió.

-Es posible que no, si estuvieseis sin ropa en el agua no os pediría ninguna canción...Tampoco si dejaras el arco en el suelo-

¿Eso era lo que Níniel pensaba que era?. ¿Aquel chico había cogido las palabras de la peliblanca, se había fijado en lo que no debía fijarse de ellas y ahora se insinuaba a las dos elfas?. Ya había tenido bastante de la chachara con aquel individuo, era hora de expulsarlo del bosque.

Insinuaciones, descaro… Pero qué diablos se había creído aquel engendro de la naturaleza, estaba en territorio hostil y encima iba imponiendo sus condiciones. Aquello no terminaba de gustar a la joven.

-Creo que hasta el momento hemos sido demasiado bondadoso con tu persona… Más te vale que demuestres que eres un artista, sino nos veremos forzadas a someterte a un duro interrogatorio.-

Concluyó la chica con una voz grave y severa, sin lugar a dudas aquella iba en serio y los jueguecitos y las bromas habían quedado en un segundo plano.

-No te hagas la dura muchacha, que ambos sabemos que eres un trocito de pan.-

Replicó el sujeto con voz burlona y un tanto vacilona, la tensión era clara en el ambiente, podría ser perfectamente cortada por una fina y delgada daga élfica.

-Alguna vez has sentido lo que es que un pequeño mamífero del tamaño de una rata se adentro por tu cuerpo a base de mordiscos y arañazos… Arrancado tu carne viva para salvarse de algo poder, haciéndote un putrefacto y profundo agujero en el cuerpo en el que se refugiará, escapando del castigo de Imbar. Tenemos algo de tiempo, si quieres podemos saciar tu curiosidad, pero ves con cuidado. .. La curiosidad mató al gatito.-

Giliel se puso mucho mas seria, incluso agresiva, pero seguía manteniéndose en sus trece de querer que aquel humano demostrara que era una artista como si aquello importara en lo más mínimo. ¿Por qué tanto interés por escucharle tocar sin tan siquiera tenderle antes su ropa?. Ni que por se realmente un músico fueran a dejarlo campar por su bosque como si tal cosa, ningún forastero podía adentrarse en Sindorai sin permiso, fuera trobador, campesino o rey. En cualquier caso seguir discutiendo con su prima aquel punto solo haría que el humano se creciera ante su diferencia de opiniones y continuara con sus insinuaciones y atrevimientos por lo que la peliblanca se resignó a dejar en manos de la otra elfa ese tema, siempre y cuando después no quisiera invitarle a casa claro.

El humano mantuvo el aire socarrón hasta que las palabras de Geliel llegaron al punto de insinuar una tortura horrible y asquerosa. Entonces el rostro del humano pasó a la incredulidad y luego al miedo.
Níniel jamás permitiría una tortura así y seguramente Giliel iba de farol con aquello, o no, pero desde luego el joven empezó a temer por su integridad y se plegó a los deseos de la peliverde.
Tras unos momentos pensando, comenzó a entonar una canción acompañada por la melodía de la armónica. Se trataba de una canción que comparaba la belleza de una mujer con la belleza de la naturaleza en varias de sus expresiones, pero la verdad es que quizá a causa del miedo, no llegaba a algunas notas. Aún así no estaba mal, para ser un humano.

Cuando la canción terminó, Níniel miró a su prima para ver si ya había tenido suficiente y le entregaba por fin su ropa al músico, o si por el contrario quería continuar pidiendo mas piezas musicales.

-¿Suficiente? ¿No quieres pedirle nada más? ¿Podemos darle su ropa y mandarlo fuera de nuestro bosque?. No quiero que se haga demasiado tarde, deberíamos regresar a casa. El baño tendrá que esperar a otro día en el que el agua esté menos concurrida-

El joven en el agua esperaba espectante la decisión de Giliel, parecía que después de su amenaza, bastaría decirle unas palabras y saldría corriendo de Sindorai incluso sin su ropa. Seguramente no querría volver ni a acercarse al bosque en mucho tiempo.

Ante la falta de reacción de Giliel a la hora de decidir si estaba satisfecha o no con la pieza de música ofrecida por el humano, Níniel tomó las ropas del hombre y las lanzó al suelo a unos metros de donde se encontraba para que fuera hacia allí y comenzara a vestirse sin acercarse demasiado hasta ella. En parte era por seguridad, no tenía destreza suficiente con el arco como para permitirse excesos de confianza o para evitar que el prisionero tratara de revolverse contra ella si se acercaba demasiado, pero en su mayoría era porque no quería que se acercara a ella desnudo.

No hicieron falta explicaciones y el humano salió del agua comenzando a vestirse sin perder ni un instante, chico listo, había decido dejar totalmente de lado las provocaciones y las insinuaciones y obedecía sin rechistar como un buen Shemlen. Una vez vestido quedaba decidir qué hacer con él. Había varias opciones, desde las más cómodas hasta las que requerirían un gran esfuerzo, al final Níniel se decantó por una opción intermedia. Ni lo dejaría allí sin más a su suerte, desarmado, ni iba a acompañarlo hasta los límites de Sindorai, pues le llevaría un tiempo que no tenía y resultaría peligroso, lo conduciría hasta un relativamente cercano puesto de entrenamiento de forestales y ellos se ocuparían de él. Cuando el humano terminó de ponerse las botas, la elfa le indicó que comenzara a caminar hacia el este, mandando a su prima adelantarse para avisar a los guardias y, si era posible, que se encontraran a medio camino ahorrándose un trecho de un viaje en el que en todo momento tendría que mantenerse a una distancia prudencial del joven y con el arco dispuesto para ser rápidamente tensado y disparado a la menor provocación, por si acaso.

Llevaban andando unos minutos cuando el humano comenzó de nuevo a intentar iniciar un diálogo. Usaba palabras dulces y melosas para intentar suavizar la determinación de la elfa peliblanca y mostrar su arrepentimiento por la intrusión sin permiso. Níniel pensaba que si aquello llevaba a una nueva propuesta indecente le iba a costar mucho no dispararle en una pierna a aquel tipo, pero por suerte para él, lo que en esos momentos intentaba, era negociar que, aceptada la expulsión del lugar, una vez fuera del bosque le devolvieran sus cosas.

-Ya veremos trobador, los humanos tenéis unas cosas llamadas peajes, quizá debas pagar uno por bañarte en nuestro manantial-

La voz que se proyectó desde detrás del árbol por delante del cual acababa de pasar el prisionero de la sacerdotisa pilló desprevenida a Níniel que, centrada como estaba en una labor de vigilancia a la que estaba poco o nada a costumbrada, no se había percatado de que allí hubiese nadie. Cuando el dueño de aquellas palabras tan profusamente halagadoras se mostró y la peliblanca vio que se trataba de un elfo no pudo si no sentirse aliviada, aunque no conocía a aquel compatriota. No obstante la joven no pudo si no evitar darse cuenta que no había hablado en la lengua vernácula de los elfos de Sandorai si no en común. Era extraño que dos elfos del bosque se encontraran y no se dedicaran al menos los saludos formales de rigor en su idioma antes de pasar al común si aquello era necesario por educación hacia terceras personas. Por todo ello la peliblanca lo miró de manera interrogativa y curiosa.

-Andaran atish’an, ¿Garas quenathra?-

Le dijo al recién aparecido antes de responder a ninguna de sus questiones o de aceptar la ayuda ofrecida, ayuda que por otra parte llegaba como caída del cielo. El elfo no parecía un forestal ni un guardian, pero a juzgar por su apariencia y su equipo, parecía poder desenvolverse bien en asuntos que requerían que hablasen las armas y no las palabras.
Por otra parte, ser de su misma raza le otorgaba al extraño cierto nivel de confianza base de la joven, el suyo era un pueblo sensible, hermanado y muy poco dado a buscar conflictos o a actuar en contra de los suyos o de los que no se lo merecieran.

-Entrar sin permiso alguno en el bosque es su falta, cierta falta de luces su agravante. Los forestales se ocuparán de él. Tienen un puesto de vigilancia no muy lejos de aquí. En cuanto a esa información, todo depende de lo que quieras saber, claro-

Verlo hablar el idioma del pueblo y responder a las fórmulas reconfortó los nervios de la peliblanca que cedió otro tramo mas de confianza para el extraño, sin embargo cuando el elfo continuó explicando la información que solicitaba a cambio de su ayuda y los motivos para querer una información, de dominio público, mencionando un extraña ausencia no pudo si no evitar pensar que su interlocutor debía de estar afectado por alguna enfermedad que nublaba su buen juicio o quizá deliraba por la falta de agua y alimento, opciones que su apariencia a simple vista descartaban. Sus palabras no tenían sentido y causaron que la extrañeza volviera a aparecer en el rostro de la sacerdotisa.

-¿Una larga ausencia?. Mencionas acontecimientos ocurridos hace generaciones, generaciones de los nuestros, no de humanos. La guerra con los brujos fue incluso anterior a la gran guerra con los "otros humanos". En aquel entonces ni siquiera eramos...Lo que somos ahora, ni nos llamaban elfos, si no druidas.-

Níniel se sabía aquellas historias al dedillo, como todos los niños elfos crecían escuchando la historia de su pueblo y su evolución. Por supuesto los detalles mas escabrosos de las guerras se narraban pasando de puntillas por ellos hasta que los niños crecían, pero incluso los mas pequeños sabían que fueron expulsados de su hogar por los malvados brujos, así se perpetuaba el círculo de rencores y desconfianza.

-¿Destino?. Curioso nombre, casi tanto como hablar de ti mismo en tercera persona. Creo que deberías descansar en cuanto lleguemos al puesto y dejarme que te examine. Tiene que haber una razón para tu confusión o para tus problemas de memoria.-
No obstante y para satisfacer su confusa y extraña curiosidad, o quizá para refrescar una memoria nublada, la elfa se decidió a responder a las preguntas.

-Esa guerra que mencionas existió, ya no quedan de los nuestros en las islas aunque debo añadir que los brujos pagaron un alto precio por su victoria. Hemos hecho de Sandorai nuestro hogar desde entonces, aquí nuestra unión con nuestros dioses es mas fuerte. Mucha sangre derramada por una tierra que nunca fue nuestra...-

El humano cantor prisionero parecía también muy interesado en aquellas palabras y escuchaba con atención sin detenerse mientras la peliblanca respondía las dudas del elfo. De Níniel siempre decían que relataba muy bien las historias con su siempre melodiosa voz, quizá con el tiempo aquel humano compusiera alguna canción con lo que aquel día escuchó.

Pronto, el grupo se encontró con una pareja de forestales que habían ido en su búsqueda para hacerse cargo del prisionero y poco después, llegaron al puesto de vigilancia.