Lunas de sangre [Libre - 4/4] [Cerrado]
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Era hora de salir, por fin tenía un par de días de calma, estaba algo cansada de rondar por la ciudad enfrentando unas cosas y otras, y con lo del chico sin memoria, lo cierto es que le había caido un buen trabajo.... hacer de niñera. Aunque no se quejaba, podría ser peor, solo tenía que ir acompañándolo de un lado a otro, no era para tanto si uno se paraba a pensarlo, además, no tendría memoria, pero si capacidad de raciocinio, así que, hasta el momento, no se había metido en demasidos líos.
Peor había sido el entrenamiento con Elwen, no entendía como era posible acabar siempre metida en tales líos. Aunque algo bueno había salido, al menos ahora su amiga sabía usar la espada, un poco... No era ningú genio, pero para ser solo una clase, no podía pedir más. Pero por fin Alanna estaba de mejor humor, le habían concedido un par de días libres, por fin días libres, tenía que llevar con ella al elfo, pero no le importaba, de todos modos, le caía bien.
Había decidido reunir a Eltrant, Niniel y Elwen, decidir un día y pasar un fin de semana agradable con sus amigos, eran escasas las oportunidades que tenía de verlos, y, últimamente, tampoco es que la matasen las ganas de hablar, pero tantos acontecimientos seguidos la habían hecho recapacitar, empezaba a darse cuenta de que, cuando estaba con ellos, su humor mejoraba, el peso de su pecho disminuía y podía sonreir con sinceridad. Por eso les había pedido un poco de su tiempo, quería pasar un par de días en el campo, lejos de problemas, de gente que discute a gritos, de peleas en callejones, de gritos de "al ladrón" o quejas sin sentido al intentar ayudar, su trabajo era pesado, y, después de todo lo sucedido, necesitaba alejarse aunque fuera por un par de días.
Salió de su casa con la mochila al hombro, en ella llevaba lo necesario para pasar una noche a la intemperie, siendo verano como era, no debía haber problemas para ello, por eso la comida, las mantas y unas pocas cosas necesarias más eran lo único que ocupaba espacio. Por simple costumbre, llevaba su espada en el cinto, y sus dagas en las piernas, así como el colgante de media luna en el cuello.
Miró el sol por la ventana, parecía que empezaba anublarse, pero no iba a dejar que eso la desanimara, "seguró que pronto escampan las nubes", pensó animada mientras salía cerrando la puerta con llave. Había quedado con todos cuando el sol estuviera en su cenit, poco después de la comida, el momento perfecto para salir, incluso el elfo acudiría allí.
Caminó con calma hacia las puertas de Lunargenta, quería llegar, pero no le extrañaría ser la primera, no por nada tenía la impresión de ser la más emocionada, aunque no era raro, ¿cuando fue la última vez que se había reunido con amigos de forma normal? En realidad, si el caso era usar el plural, esa era la primera vez, se sentía como una colegiala el primer día de clase, por fin un día sin uniforme, por fin un tiempo de calma. No podía creerselo. Le parecía todo demasiado bueno para ser verdad.
Llegó a las puertas, se apolló en el enorme arco de piedra y esperó con paciencia, efectivamente, era la primera en llegar. Los guardias de allí la reconocieron, iba y vanía tantas veces que ya la reconocían incluso los que a penas pasaban por la guardia. Saludó con amabilidad alzando la mano y siguió esperando, inventando, para entretenerse, su propio juego "el proximo en llegar será...." pensaba montando sus teorías.
Peor había sido el entrenamiento con Elwen, no entendía como era posible acabar siempre metida en tales líos. Aunque algo bueno había salido, al menos ahora su amiga sabía usar la espada, un poco... No era ningú genio, pero para ser solo una clase, no podía pedir más. Pero por fin Alanna estaba de mejor humor, le habían concedido un par de días libres, por fin días libres, tenía que llevar con ella al elfo, pero no le importaba, de todos modos, le caía bien.
Había decidido reunir a Eltrant, Niniel y Elwen, decidir un día y pasar un fin de semana agradable con sus amigos, eran escasas las oportunidades que tenía de verlos, y, últimamente, tampoco es que la matasen las ganas de hablar, pero tantos acontecimientos seguidos la habían hecho recapacitar, empezaba a darse cuenta de que, cuando estaba con ellos, su humor mejoraba, el peso de su pecho disminuía y podía sonreir con sinceridad. Por eso les había pedido un poco de su tiempo, quería pasar un par de días en el campo, lejos de problemas, de gente que discute a gritos, de peleas en callejones, de gritos de "al ladrón" o quejas sin sentido al intentar ayudar, su trabajo era pesado, y, después de todo lo sucedido, necesitaba alejarse aunque fuera por un par de días.
Salió de su casa con la mochila al hombro, en ella llevaba lo necesario para pasar una noche a la intemperie, siendo verano como era, no debía haber problemas para ello, por eso la comida, las mantas y unas pocas cosas necesarias más eran lo único que ocupaba espacio. Por simple costumbre, llevaba su espada en el cinto, y sus dagas en las piernas, así como el colgante de media luna en el cuello.
Miró el sol por la ventana, parecía que empezaba anublarse, pero no iba a dejar que eso la desanimara, "seguró que pronto escampan las nubes", pensó animada mientras salía cerrando la puerta con llave. Había quedado con todos cuando el sol estuviera en su cenit, poco después de la comida, el momento perfecto para salir, incluso el elfo acudiría allí.
Caminó con calma hacia las puertas de Lunargenta, quería llegar, pero no le extrañaría ser la primera, no por nada tenía la impresión de ser la más emocionada, aunque no era raro, ¿cuando fue la última vez que se había reunido con amigos de forma normal? En realidad, si el caso era usar el plural, esa era la primera vez, se sentía como una colegiala el primer día de clase, por fin un día sin uniforme, por fin un tiempo de calma. No podía creerselo. Le parecía todo demasiado bueno para ser verdad.
Llegó a las puertas, se apolló en el enorme arco de piedra y esperó con paciencia, efectivamente, era la primera en llegar. Los guardias de allí la reconocieron, iba y vanía tantas veces que ya la reconocían incluso los que a penas pasaban por la guardia. Saludó con amabilidad alzando la mano y siguió esperando, inventando, para entretenerse, su propio juego "el proximo en llegar será...." pensaba montando sus teorías.
Última edición por Alanna Delteria el Lun Oct 12 2015, 22:42, editado 1 vez
Alanna Delteria
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Re: Lunas de sangre [Libre - 4/4] [Cerrado]
Con la cerca enarcada y apoyándose contra el grueso tronco de uno de los arboles leyó tranquilamente la carta que un muchacho que no pasaría la quincena de edad le había entregado; hacía poco que había abandonado la ciudad de los humanos por lo que al adolescente no le había tomado mucho esfuerzo alcanzarle, ya que se encontraba realmente cerca de las puertas de Lunargenta, no obstante le entregó un Aero por las molestias, fuese quien fuese aquel chico, estaba claro que por su frente sudorosa y su rostro enrojecido, se había tomado aquel trabajo enserio.
Para sorpresa del mercenario se trataba de una carta de Alanna, quien por algún motivo reclamaba su presencia. Atusándose la barba volvió a releer la sorpresiva invitación, no veía a la guarda desde el incidente alquímico unas semanas atrás, suspiró y se guardó la carta en uno de los bolsillos de la capa.
Después de todo lo que había acontecido en Lunargenta las últimas semanas algo en su interior le decía que era hora de abandonar Verisar por otro largo periodo de tiempo, pero si su amiga se había tomado la molestia de mandarle aquella carta, lo mínimo que podía hacer era ir a ver que quería, al fin y al cabo no tenía muchas oportunidades de verla.
Sin tiempo que perder, Eltrant se subió de nuevo a su montura y acarició al animal, momento en el cual se volvió en dirección a la ciudad de la que hacia escasas horas acababa de partir.
Afortunadamente había decidido emprender su viaje temprano, por lo que aún tenía tiempo de llegar tranquilamente a las puertas de la urbe, dónde la guarda le había citado cuando el sol se encontrase en lo más alto.
El camino de vuelta fue tranquilo y ameno, corría una suave y cálida brisa que si bien arrastraba consigo una ingente cantidad de nubarrones grises a Eltrant se le antojaba bastante agradable.
Era una lástima que un día que bien podía haber sido uno de esos coloridos cuadros que acostumbraba a ver en las mansiones de los nobles empezase a apagarse y a tornarse gris, confiaba sin embargo en que las nubes desapareciesen cuando reemprendiese su viaje hacia el norte, aunque con la suerte que tenía probablemente Eltrant sabía que le caería un aguacero cuando menos lo esperase.
Inmerso en sus pensamientos los torreones de la ciudad volvieron a ser gradualmente altos e imponentes, tratando de tocar las nubes que se arremolinaban sobre la fría piedra de la que estaban compuestos, dando de nuevo la bienvenida al humano a su ciudad.
No tardó mucho más en llegar a la entrada de la metrópolis, lugar en el que como había indicado en su carta, esperaba Alanna. Bajándose de su montura el mercenario agarró la brida de Mohr y, después de atarlo a un poste, se encaminó hacia dónde esperaba la guarda.
-“No es usual verla sin el uniforme soldado Delteria” – Sonrió mientras saludaba a su amiga en un jocoso tono formal – “… Eso y la carta que me ha entregado un chico hace un par de horas me dice que te traes algo entre manos” – El mercenario le mostró la carta a la que acababa de hacer referencia y sin dejar de sonreír se cruzó de brazos.
– “Aunque antes de decir nada, deberías discúlpate con Mohr” – Eltrant señaló ahora a su caballo mientras se apoyaba en la pared junto a la guarda – “Estábamos a punto de emprender un viaje de los que a él le gustan, mira con qué cara de pena se ha quedado” – Eltrant dedicó una mirada de complicidad a la joven y volvió a sonreír –“¡¿Por qué haces daño a mi caballo!? ¡Se preocupa tanto por los demás sin pedir nada a cambio! ¡No se merece eso!” – Se quejó zarandeando a la muchacha con un exagerado tono melodramático que no tardó en atraer las miradas de los más curiosos.
– “Por cierto… ¿Esperamos a alguien más?” – Añadió finalmente.
Para sorpresa del mercenario se trataba de una carta de Alanna, quien por algún motivo reclamaba su presencia. Atusándose la barba volvió a releer la sorpresiva invitación, no veía a la guarda desde el incidente alquímico unas semanas atrás, suspiró y se guardó la carta en uno de los bolsillos de la capa.
Después de todo lo que había acontecido en Lunargenta las últimas semanas algo en su interior le decía que era hora de abandonar Verisar por otro largo periodo de tiempo, pero si su amiga se había tomado la molestia de mandarle aquella carta, lo mínimo que podía hacer era ir a ver que quería, al fin y al cabo no tenía muchas oportunidades de verla.
Sin tiempo que perder, Eltrant se subió de nuevo a su montura y acarició al animal, momento en el cual se volvió en dirección a la ciudad de la que hacia escasas horas acababa de partir.
Afortunadamente había decidido emprender su viaje temprano, por lo que aún tenía tiempo de llegar tranquilamente a las puertas de la urbe, dónde la guarda le había citado cuando el sol se encontrase en lo más alto.
El camino de vuelta fue tranquilo y ameno, corría una suave y cálida brisa que si bien arrastraba consigo una ingente cantidad de nubarrones grises a Eltrant se le antojaba bastante agradable.
Era una lástima que un día que bien podía haber sido uno de esos coloridos cuadros que acostumbraba a ver en las mansiones de los nobles empezase a apagarse y a tornarse gris, confiaba sin embargo en que las nubes desapareciesen cuando reemprendiese su viaje hacia el norte, aunque con la suerte que tenía probablemente Eltrant sabía que le caería un aguacero cuando menos lo esperase.
Inmerso en sus pensamientos los torreones de la ciudad volvieron a ser gradualmente altos e imponentes, tratando de tocar las nubes que se arremolinaban sobre la fría piedra de la que estaban compuestos, dando de nuevo la bienvenida al humano a su ciudad.
No tardó mucho más en llegar a la entrada de la metrópolis, lugar en el que como había indicado en su carta, esperaba Alanna. Bajándose de su montura el mercenario agarró la brida de Mohr y, después de atarlo a un poste, se encaminó hacia dónde esperaba la guarda.
-“No es usual verla sin el uniforme soldado Delteria” – Sonrió mientras saludaba a su amiga en un jocoso tono formal – “… Eso y la carta que me ha entregado un chico hace un par de horas me dice que te traes algo entre manos” – El mercenario le mostró la carta a la que acababa de hacer referencia y sin dejar de sonreír se cruzó de brazos.
– “Aunque antes de decir nada, deberías discúlpate con Mohr” – Eltrant señaló ahora a su caballo mientras se apoyaba en la pared junto a la guarda – “Estábamos a punto de emprender un viaje de los que a él le gustan, mira con qué cara de pena se ha quedado” – Eltrant dedicó una mirada de complicidad a la joven y volvió a sonreír –“¡¿Por qué haces daño a mi caballo!? ¡Se preocupa tanto por los demás sin pedir nada a cambio! ¡No se merece eso!” – Se quejó zarandeando a la muchacha con un exagerado tono melodramático que no tardó en atraer las miradas de los más curiosos.
– “Por cierto… ¿Esperamos a alguien más?” – Añadió finalmente.
Eltrant Tale
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Re: Lunas de sangre [Libre - 4/4] [Cerrado]
Elwen caminó entre los árboles del bosque mientras escuchaba el canto de los pájaros, había elegido una buena mañana para dar un paseo por un bosque cercano. Era una buena manera de alejarse de las multitudes de Lunargenta, pero también de descansar después de ese entrenamiento con Alanna de hace unos días. Pero por muy cómoda que se sintiese allí no iba a estar todo el día, tenía algo que hacer cuando el sol se encontrase en lo alto. Su amiga le había dicho que se reuniera con ella a las puertas de la ciudad, por lo que emprendió el camino de regreso cuando el sol empezaba a estar en lo más alto. Volvió caminando, a pesar de que a ella le hubiese gustado volver volando, pero uno de los inconvenientes de Lunargenta era que Elwen no podía acercarse a la ciudad en su forma de dragón.
- Los humanos de aquí deberían estar más acostumbrados a ver dragones- pensaba Elwen mientras caminaba hacia las puertas.
Durante el viaje de vuelta se dio cuenta de unas nubes oscuras al horizonte. Era muy posible que trajesen lluvia, pero a Elwen le gustaba más cuando venían con rayos. La electricidad era su elemento y le encantaba observar las tormentas. Cuanto mayores eran los truenos y los rayos mucho mejor para Elwen.
No tardó mucho en llegar a la ciudad, tampoco se había alejado demasiado para dar su paseo por el bosque, así que pronto vio a su amiga pero también a alguien más que le resultaba familiar. Pronto lo reconoció, se trataba de Eltrant, alguien a quien había conocido en Lunargenta el primer día que llegó a la ciudad.
Al parecer Elwen llegó justo a tiempo para ver una escena graciosa de Eltrant, el joven se quejaba a Alanna de manera muy exagerada y melodramática, sobre algo referente a su caballo. Era gracioso verle actuar así.
A pesar de que podría estar un buen rato viendo su “actuación” no pensaba hacerlo, no quería hacer esperar a su amiga.
- ¡Alanna! – la llamó al tiempo que la saludaba en la distancia.
Cuando llegó hasta ellos se dio cuenta de que Eltrant también había llamado la atención de algunos curiosos por su actuación melodramática de antes. ¿Se habría dado cuenta de aquello?
- Hola Eltrant. ¿También te avisó Alanna a ti? – le dijo la joven dragona antes de volverse hacia su amiga con una sonrisa- Estoy realmente impaciente con este viaje, espero que sea inolvidable.
- Los humanos de aquí deberían estar más acostumbrados a ver dragones- pensaba Elwen mientras caminaba hacia las puertas.
Durante el viaje de vuelta se dio cuenta de unas nubes oscuras al horizonte. Era muy posible que trajesen lluvia, pero a Elwen le gustaba más cuando venían con rayos. La electricidad era su elemento y le encantaba observar las tormentas. Cuanto mayores eran los truenos y los rayos mucho mejor para Elwen.
No tardó mucho en llegar a la ciudad, tampoco se había alejado demasiado para dar su paseo por el bosque, así que pronto vio a su amiga pero también a alguien más que le resultaba familiar. Pronto lo reconoció, se trataba de Eltrant, alguien a quien había conocido en Lunargenta el primer día que llegó a la ciudad.
Al parecer Elwen llegó justo a tiempo para ver una escena graciosa de Eltrant, el joven se quejaba a Alanna de manera muy exagerada y melodramática, sobre algo referente a su caballo. Era gracioso verle actuar así.
A pesar de que podría estar un buen rato viendo su “actuación” no pensaba hacerlo, no quería hacer esperar a su amiga.
- ¡Alanna! – la llamó al tiempo que la saludaba en la distancia.
Cuando llegó hasta ellos se dio cuenta de que Eltrant también había llamado la atención de algunos curiosos por su actuación melodramática de antes. ¿Se habría dado cuenta de aquello?
- Hola Eltrant. ¿También te avisó Alanna a ti? – le dijo la joven dragona antes de volverse hacia su amiga con una sonrisa- Estoy realmente impaciente con este viaje, espero que sea inolvidable.
Elwen
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Re: Lunas de sangre [Libre - 4/4] [Cerrado]
Tras una larga semana de duro trabajo. sin poder apenas parar entre el hospital, las prácticas de alquimia y con varios asuntos que tratar con relación al acuerdo entre su pueblo y el centro hospitalario, Níniel estaba deseando que llegara aquel día para encontrarse con Alanna y el grupo de amigos del que habían hablado a mediados de semana y que la guardia tenía la intención de reunir para pasar un par de días fuera de la ciudad, apartados de las preocupaciones cotidianas y sin que nadie pudiese aparecer con un trabajo o misión que llevar a cabo a última hora que les estropease el plan. En principio la peliblanca tenía sus dudas sobre si ir o no por motivos tanto laborales como personales. Estaba inmersa en una investigación alquímica relacionada con sus últimos descubrimientos tan absorbente como fascinante y por otro lado por su forma de ser sabía que no podría mostrarse tan relajada y distendida como la humana rodeada de extraños. No obstante algunos de los nombres que la guardia enumeró no resultaron tan extraños para la peliblanca y al final acabó cediendo ante la elocuente Alanna que desde luego sabía como vender sus planes.
Se había levantado temprano para asegurarse de que a la hora acordada, cuando el sol estuviese en lo más alto, tuviera todo preparado y asegurarse de que no le faltara de nada, tanto para su descanso y tranquilidad como por si surgía cualquier problema de esos que solían pasar cuando se juntaba con la humana. Claro que para estar realmente preparada para esos casos más bien tendría que llevar consigo a un pelotón de guardias y no solo unas alforjas llenas, pero menos era nada. Nada más levantarse había bajado a las cocinas de la posada para pedirle a la esposa de Beor que le preparase algo de comida de viaje, el posadero era el rey de las gachas y nadie le superaba escogiendo ingredientes de calidad pero le faltaba bastante para equipararse a su mujer en cuanto a elaborar los platos más exigentes. Su siguiente paso fue ir al mercado para comprar fruta fresca en su puesto de confianza, regentado por un elfo que nunca la había mentido, no eran piezas de fruta como las de Sindorai pero si lo más parecido que podía encontrarse en la ciudad de los hombres, además por afinidad siempre le ponía de más o le cobraba menos que a los orejas redondas por que al fin y al cabo eran hermanos.
Con aquellos preparativos de última hora y tras preparar a conciencia su bolsa de viaje y las alforjas de Nahar, su corcel élfico, solo quedaba esperar pues su exceso de celo la había hecho estar lista mucho antes del mediodía y tampoco era plan quedarse esperando en las puertas de la ciudad durante más de una hora, incluso los guardias comenzarían a pensar que no tramaba nada bueno allí parada, o lo mismo no pero aún así no era plan. Mató el tiempo jugando con Geralt en el comedor de la posada, haciendo las delicias de Lilith, la más pequeña de las hijas de Beor y que de mayor "quería ser elfa", entre otras muchas cosas claro.
Ya en marcha Níniel no tardó en recorrer la distancia de su hogar en la ciudad y el punto de encuentro y descubrió que no era ni mucho menos la primera. Allí estaba ya Alanna junto a Eltrant con la misma barba y pelo desaliñados que cuando recuperó su cuerpo masculino tras un par de días con cuerpo de mujer. Había también otra mujer que Níniel no conocía pero que si que parecía conocer a los otros dos. Despacio se acercó al grupo aún a lomos de su montura y saludó a los allí presentes de forma cordial.
-Buenos días, o tardes ya, espero no ser la última, sería una grosería por mi parte- Dijo con su siempre melodiosa voz. Bajó del caballo de un salto y esbozó una amplia sonrisa. -Ellie...Digo Eltrant, me alegra que hayas podido venir, veo que mi poción funcionó a la perfección, ¿Algún efecto secundario?.- A continuación se presentó ante la desconocida. - Soy Níniel, mucho gusto- Geralt salió en ese momento de uno de los bolsos de su capa trepando raudo hasta el hombro de la peliblanca y emitió un chillido como queriendo hacerse notar. -Y este es Geralt, que no te engañe su aspecto, es una voraz maquina devoradora...De bellotas-
Se había levantado temprano para asegurarse de que a la hora acordada, cuando el sol estuviese en lo más alto, tuviera todo preparado y asegurarse de que no le faltara de nada, tanto para su descanso y tranquilidad como por si surgía cualquier problema de esos que solían pasar cuando se juntaba con la humana. Claro que para estar realmente preparada para esos casos más bien tendría que llevar consigo a un pelotón de guardias y no solo unas alforjas llenas, pero menos era nada. Nada más levantarse había bajado a las cocinas de la posada para pedirle a la esposa de Beor que le preparase algo de comida de viaje, el posadero era el rey de las gachas y nadie le superaba escogiendo ingredientes de calidad pero le faltaba bastante para equipararse a su mujer en cuanto a elaborar los platos más exigentes. Su siguiente paso fue ir al mercado para comprar fruta fresca en su puesto de confianza, regentado por un elfo que nunca la había mentido, no eran piezas de fruta como las de Sindorai pero si lo más parecido que podía encontrarse en la ciudad de los hombres, además por afinidad siempre le ponía de más o le cobraba menos que a los orejas redondas por que al fin y al cabo eran hermanos.
Con aquellos preparativos de última hora y tras preparar a conciencia su bolsa de viaje y las alforjas de Nahar, su corcel élfico, solo quedaba esperar pues su exceso de celo la había hecho estar lista mucho antes del mediodía y tampoco era plan quedarse esperando en las puertas de la ciudad durante más de una hora, incluso los guardias comenzarían a pensar que no tramaba nada bueno allí parada, o lo mismo no pero aún así no era plan. Mató el tiempo jugando con Geralt en el comedor de la posada, haciendo las delicias de Lilith, la más pequeña de las hijas de Beor y que de mayor "quería ser elfa", entre otras muchas cosas claro.
Ya en marcha Níniel no tardó en recorrer la distancia de su hogar en la ciudad y el punto de encuentro y descubrió que no era ni mucho menos la primera. Allí estaba ya Alanna junto a Eltrant con la misma barba y pelo desaliñados que cuando recuperó su cuerpo masculino tras un par de días con cuerpo de mujer. Había también otra mujer que Níniel no conocía pero que si que parecía conocer a los otros dos. Despacio se acercó al grupo aún a lomos de su montura y saludó a los allí presentes de forma cordial.
-Buenos días, o tardes ya, espero no ser la última, sería una grosería por mi parte- Dijo con su siempre melodiosa voz. Bajó del caballo de un salto y esbozó una amplia sonrisa. -Ellie...Digo Eltrant, me alegra que hayas podido venir, veo que mi poción funcionó a la perfección, ¿Algún efecto secundario?.- A continuación se presentó ante la desconocida. - Soy Níniel, mucho gusto- Geralt salió en ese momento de uno de los bolsos de su capa trepando raudo hasta el hombro de la peliblanca y emitió un chillido como queriendo hacerse notar. -Y este es Geralt, que no te engañe su aspecto, es una voraz maquina devoradora...De bellotas-
Níniel Thenidiel
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Re: Lunas de sangre [Libre - 4/4] [Cerrado]
Apenas había dormido un par de horas, pero era suficiente, ya dormí bastante en el hospital el día anterior. La noche había resultado interesante cuanto menos, pero creo que sigo prefiriendo las noches en el bosque. Y por el bullicio que se escuchaba más allá de la ventana, me temía que los días también iban a gustarme más lejos de las ciudades.
Me despertó un estruendo al que no le había dado más importancia hasta que escuché las voces de un hombre, regañando a alguien. Al parecer, un chiquillo pasó corriendo por el pasillo, tirando una bandeja metálica con instrumental vario y un par de pociones curativas, provocando la bronca del anciano sanador. Me alcé de la cama a ver qué pasaba, al ponerme en pié comprobé por mí mismo que estaba mucho mejor, puede que ya no necesitase volver al hospital. Me acerqué al pasillo y allí estaban, el zagal, con la cabeza baja y a punto de llorar, y el médico protestando porque esas pociones eran valiosas para el hospital, eran para los que necesitaban cuidados. Me até los zapatos y caminé hasta ellos, donde pregunté por la situación para que me lo explicase mejor.
-Éste gamberro ha tirado al suelo dos pociones cicatrizantes, se nos están acabando la reserva y no es plan de andar desperdiciándolas así, ¡estos niños no tienen cuidado de nada!- protestaba gritón, no sin razón, pero el chico ya parecía haber aprendido la lección. -Chaval,- me agaché mirando al niño, alzándole el mentón para que dejase de mirar al suelo. -vete a casa, no te metas en más problemas.- El chiquillo nos miró un instante y salió corriendo de allí. -Discúlpele, es solo un crío, ya sabemos de sobra que su cuidado por las cosas es más bien escaso...- le decía mientras me incorporaba. -Si me lo permite, me gustaría ayudar con ese tema de las pociones, soy alquimista.- el hombre me miró extrañado, creo que no se había tragado esa mentira, pero aún así accedió. Me indicó donde estaba su laboratorio de alquimia, aquí, en el hospital, y me dirigí hacia allí para elaborar las pociones.
Aún era temprano, así que fui sin prisa. Cerré la puerta tras de mí cuando entré en la habitación. Aquí el ambiente estaba algo cargado, estaba en un piso inferior, y apenas había luz. Palpé la pared hasta dar con un cerrojo, lo abrí, y tras empujar descubrí una ventana. Ahora ya se veía con claridad. Eché una ojeada rápida al recetario que había sobre el escritorio y busqué la poción cicatrizante. Una vez la hallé me puse enseguida a ello: necesitaba una infusión de inhibis y unas cuantas hojas de Väruk de su variedad naranja. Me puse a buscar por los estantes, rebusqué en una bolsa de boticario que había bajo un armario, y allí encontré un tarro lleno de líquido, tenía una etiqueta que decía "Inhibis", era lo que necesitaba. Las hojas de väruk las encontré en lo alto de la habitación, habían varias bolsas de redes colgadas del techo y una de ellas estaba llena de hojas anaranjadas. Tomé unas pocas y, aunque no había etiqueta alguna, daba por hecho que se trataba de väruk. Éstas tenía que machacarlas, así que las puse en un cuenco de arcilla y empecé a darle al mortero, hasta que quedó una pasta espesa. Seguía leyendo el libro, que indicaba que debía ir aligerando la mezcla con la infusión de inhibis, hasta darle la consistencia adecuada, que debía ser casi líquida. Así, abrí el tarro y eché un poco de la infusión en una jarra precipitadora, con cuidado de no derramarla. Con la jarra resultaba más sencillo ir tirándola con cuidado, así que iba despacio, dejaba derramar un poco de infusión y removía con energía la mezcla para que se formase de forma homogénea. Seguí un rato hasta que la mixtura estaba en su punto óptimo, líquida pero densa. Vertí mi solución en dos pequeños frascos, limpié lo que había utilizado, lo recogí todo, volví a cerrar la ventana y salí de allí con cierta prisa.
Llegué al vestíbulo donde estaba el viejo médico hablando con sus compañeros, cuando me vio se disculpó con los suyos y acudió a mí. -Veamos qué traes...- dijo mientras sacaba una cuchilla de su cinto. Me hizo un pequeño tajo en el brazo, a lo que yo protesté un instante, pero acto seguido derramó una pequeña cantidad de la poción que había fabricado sobre la herida. Enseguida el dolor se adormeció y una fina capa cubrió el corte. -Mis felicitaciones, aunque no tendría por qué felicitarte, era una poción sencilla para cualquier alquimista, ¿no es así?- dijo con un extraño guiño en su rostro. Me dijo que podía quedarme con un frasco, algo que yo agradecí, y volvió a la conversación de donde le saqué. Yo miré al exterior con una tonta sonrisa cuando recordé que había quedado con Alanna, de hecho llegaría tarde si no me daba prisa. Así que corrí a mi habitación, tomé todas mis pertenencias, aunque fueran escasas, y salí disparado hacia la ciudad.
Bajé aprisa la escalinata y reconocí la plaza de la noche anterior, tomé el camino de la izquierda esta vez y pregunté a un tendero por dónde se llegaba a las puertas de la ciudad. Seguí sus indicaciones y cuando estuve a punto de llegar, la vi a lo lejos. Había gente a su alrededor, mucha, supongo que cada uno iba a lo suyo en la gran urbe y siempre había este gentío. Pero tras acercarme mejor pude ver que efectivamente la acompañaban alrededor suyo al menos dos personas. Cuando llegué a ellos, una tercera persona llegaba a caballo, ¡era Nin! Una cara conocida, me alegraba de verla, esperé que terminase de presentarse y entonces di unos pasos más para que me vieran.
-Perdón por el retraso, me perdí en la ciudad.- me excusé, mientras recuperaba el aliento por la carrera que acababa de hacer. -Yo soy Jericó, me alegro de volver a veros.- decía mientras saludaba a Alanna y a Nin con una sonrisa. No podía evitar alegrarme de verlas, aunque apenas hubiera pasado tiempo desde la última vez que las vi, me salvaron la vida. -Encantado.- añadí, volviéndome a las otras dos personas que no conocía, un chico y una chica más.
Off rol: subrayado uso de habilidad pasiva, Alquimia.
Me despertó un estruendo al que no le había dado más importancia hasta que escuché las voces de un hombre, regañando a alguien. Al parecer, un chiquillo pasó corriendo por el pasillo, tirando una bandeja metálica con instrumental vario y un par de pociones curativas, provocando la bronca del anciano sanador. Me alcé de la cama a ver qué pasaba, al ponerme en pié comprobé por mí mismo que estaba mucho mejor, puede que ya no necesitase volver al hospital. Me acerqué al pasillo y allí estaban, el zagal, con la cabeza baja y a punto de llorar, y el médico protestando porque esas pociones eran valiosas para el hospital, eran para los que necesitaban cuidados. Me até los zapatos y caminé hasta ellos, donde pregunté por la situación para que me lo explicase mejor.
-Éste gamberro ha tirado al suelo dos pociones cicatrizantes, se nos están acabando la reserva y no es plan de andar desperdiciándolas así, ¡estos niños no tienen cuidado de nada!- protestaba gritón, no sin razón, pero el chico ya parecía haber aprendido la lección. -Chaval,- me agaché mirando al niño, alzándole el mentón para que dejase de mirar al suelo. -vete a casa, no te metas en más problemas.- El chiquillo nos miró un instante y salió corriendo de allí. -Discúlpele, es solo un crío, ya sabemos de sobra que su cuidado por las cosas es más bien escaso...- le decía mientras me incorporaba. -Si me lo permite, me gustaría ayudar con ese tema de las pociones, soy alquimista.- el hombre me miró extrañado, creo que no se había tragado esa mentira, pero aún así accedió. Me indicó donde estaba su laboratorio de alquimia, aquí, en el hospital, y me dirigí hacia allí para elaborar las pociones.
Aún era temprano, así que fui sin prisa. Cerré la puerta tras de mí cuando entré en la habitación. Aquí el ambiente estaba algo cargado, estaba en un piso inferior, y apenas había luz. Palpé la pared hasta dar con un cerrojo, lo abrí, y tras empujar descubrí una ventana. Ahora ya se veía con claridad. Eché una ojeada rápida al recetario que había sobre el escritorio y busqué la poción cicatrizante. Una vez la hallé me puse enseguida a ello: necesitaba una infusión de inhibis y unas cuantas hojas de Väruk de su variedad naranja. Me puse a buscar por los estantes, rebusqué en una bolsa de boticario que había bajo un armario, y allí encontré un tarro lleno de líquido, tenía una etiqueta que decía "Inhibis", era lo que necesitaba. Las hojas de väruk las encontré en lo alto de la habitación, habían varias bolsas de redes colgadas del techo y una de ellas estaba llena de hojas anaranjadas. Tomé unas pocas y, aunque no había etiqueta alguna, daba por hecho que se trataba de väruk. Éstas tenía que machacarlas, así que las puse en un cuenco de arcilla y empecé a darle al mortero, hasta que quedó una pasta espesa. Seguía leyendo el libro, que indicaba que debía ir aligerando la mezcla con la infusión de inhibis, hasta darle la consistencia adecuada, que debía ser casi líquida. Así, abrí el tarro y eché un poco de la infusión en una jarra precipitadora, con cuidado de no derramarla. Con la jarra resultaba más sencillo ir tirándola con cuidado, así que iba despacio, dejaba derramar un poco de infusión y removía con energía la mezcla para que se formase de forma homogénea. Seguí un rato hasta que la mixtura estaba en su punto óptimo, líquida pero densa. Vertí mi solución en dos pequeños frascos, limpié lo que había utilizado, lo recogí todo, volví a cerrar la ventana y salí de allí con cierta prisa.
Llegué al vestíbulo donde estaba el viejo médico hablando con sus compañeros, cuando me vio se disculpó con los suyos y acudió a mí. -Veamos qué traes...- dijo mientras sacaba una cuchilla de su cinto. Me hizo un pequeño tajo en el brazo, a lo que yo protesté un instante, pero acto seguido derramó una pequeña cantidad de la poción que había fabricado sobre la herida. Enseguida el dolor se adormeció y una fina capa cubrió el corte. -Mis felicitaciones, aunque no tendría por qué felicitarte, era una poción sencilla para cualquier alquimista, ¿no es así?- dijo con un extraño guiño en su rostro. Me dijo que podía quedarme con un frasco, algo que yo agradecí, y volvió a la conversación de donde le saqué. Yo miré al exterior con una tonta sonrisa cuando recordé que había quedado con Alanna, de hecho llegaría tarde si no me daba prisa. Así que corrí a mi habitación, tomé todas mis pertenencias, aunque fueran escasas, y salí disparado hacia la ciudad.
Bajé aprisa la escalinata y reconocí la plaza de la noche anterior, tomé el camino de la izquierda esta vez y pregunté a un tendero por dónde se llegaba a las puertas de la ciudad. Seguí sus indicaciones y cuando estuve a punto de llegar, la vi a lo lejos. Había gente a su alrededor, mucha, supongo que cada uno iba a lo suyo en la gran urbe y siempre había este gentío. Pero tras acercarme mejor pude ver que efectivamente la acompañaban alrededor suyo al menos dos personas. Cuando llegué a ellos, una tercera persona llegaba a caballo, ¡era Nin! Una cara conocida, me alegraba de verla, esperé que terminase de presentarse y entonces di unos pasos más para que me vieran.
-Perdón por el retraso, me perdí en la ciudad.- me excusé, mientras recuperaba el aliento por la carrera que acababa de hacer. -Yo soy Jericó, me alegro de volver a veros.- decía mientras saludaba a Alanna y a Nin con una sonrisa. No podía evitar alegrarme de verlas, aunque apenas hubiera pasado tiempo desde la última vez que las vi, me salvaron la vida. -Encantado.- añadí, volviéndome a las otras dos personas que no conocía, un chico y una chica más.
Off rol: subrayado uso de habilidad pasiva, Alquimia.
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Re: Lunas de sangre [Libre - 4/4] [Cerrado]
Su juego se cortó de improvisto cuando el relinchar d eun caballo sonó, no muy lejos, cuando se giró a mirar, pudo ver a Eltrant acercarse a ella. Sonrió separandose de la pared, hacía al menos tres semanas que no se veían, y parecía que en esa ocasión ambos estaban de buen humor, al menos esa era la impresión que le daba, Eltrant siempre había sido divertido, pero más por su torpeza que por otra razón, no soía bromear, y, en esa ocasión lo hacía.
Alanna respondió a sus bromas con una sonrisa y un ligero balanceo sobre sus pies, soltando una ligera carcajada por el espectaculo que había montado el chico, ni siquiera se fijó en las miradas que estaban clavadas en ellos, sobretodo en él, que era quien hacía una gran actuación, iba a responder, pero no el chico no la dejó siguiendo con la broma, al parecer se iban hacia el norte, vaya, había interrumpido su viaje:
- Lo siento, no quería molestar, es solo que por fin me han dado un par de días libres, y quería irme lejos de la ciudad para asegurarme de que no me mandaban algo a ultima hora, además tenía muchas ganas de ver...- una voz interrumpio su charla, y saludó con la mano a una distante elwen que se acercaba.- vaya, ¿os conocíais?- preguntó sorprendida, bien, se ahorraría un par de presentaciones- bueno, esperaré a que lleguen todos para acabar de explicarte, pero te aseguro que al salir de la ciudad ibas bien encaminado.- dijo sonriente, hacía mucho que no sonreía tanto, sentía que, con ese viaje, le habían quitado un peso de los hombros.
Niniel no tardó en llegar, preparada como solo ella podía estarlo, a su lado, montada en un precioso corcel élfico, y presentandose con la elegancia que la caracterizaba, parecía que estaban todos de un muy buen humor, a pesar de que parecía que las nuves, en lugar de disiparse, se volvían cada vez más densas.
- No, tranquila, aun falta...- nuevamente se vio interrumpida, ese día no le dejarían acabar una sola frase, al parecer- él.- señalo a Jericó cuando este llegó a su lado.- he de llevarlo conmigo por si recupera algo de su memoria, pero como es símpatico, no me importa que me acompañe.- explicó con una sonrisa antes de que el elfo comenzase a hablar. Dejó que se hicieran las presentaciones pertinentes y se dispuso a explicar mientras emprendía la marcha.- Bueno, como decía, me han dado días libres, y para asegurarme de que no me piden algo a última hora, pensé que podríamos ir todos juntos a pasar una noche al campo, la última vez que me perdí encontré un claro apartado y tranquilo donde se podían ver muchisimas estrellas, y dicén que hoy habrá una lluvia de estrellas, así que quería pasar tiempo con vosotros y ver algo bonito.- explicó mientras las puertas de la ciudad desaparecían a sus espaldas.
Era cierto que había encontrado un lugar perfecto y precioso, sin embargo, hacía al menos, un mes que no se perdía por el bosque, perderse, literalmente, su sentido de la horientación en el bosque era lo más triste que había, no sabía si lo encontraría, y estaba segura que tanto las chicas como Eltrant, dudaban tanto como ella de su capacidad para encontrar nada en mitad de un bosque, que, para la chica, era peor que un laberinto.
El tiempo pasaba, el bosque se volvía más espeso, y el cielo más negro, el claro no aparecía por ningún lado, y un trueno sonó en el cielo, iluminandolo por un instante. La guarda se tensó y un escalofrío le recorrió la espalda, ya llevaba un rato más despistada por culpa del cielo negro, pegandose a Elwen, sabiendo que a la chica esas cosas le encantaban y ta vez, eso la calmaría, pero que de repente estallase un trueno era demasiado para ella, y a ese uno, le siguió otro, y otro, y otro más, hasta que, finalmente, las primeras gotas comenzaron a empapar el suelo, y a ellos.
- Agh, no, ¿por qué tenía que llover justo hoy?- protestó en un murmullo. Por suerte, parecían haber encontrado algo, un camino de tierra que se adentraba en lo que parecía ser una aldea, por las numerosas fuentes de humo que se veían alzarse hacia las nuves negras.- ¿Que os parece si vamos allí? tal vez encontremos algun sitio donde estar hasta que pase el chaparron.- sugirió tensandose cuando un nuevo rayo calló desde el cielo, soportanto un grito que había querido salir de su garganta.
Alanna respondió a sus bromas con una sonrisa y un ligero balanceo sobre sus pies, soltando una ligera carcajada por el espectaculo que había montado el chico, ni siquiera se fijó en las miradas que estaban clavadas en ellos, sobretodo en él, que era quien hacía una gran actuación, iba a responder, pero no el chico no la dejó siguiendo con la broma, al parecer se iban hacia el norte, vaya, había interrumpido su viaje:
- Lo siento, no quería molestar, es solo que por fin me han dado un par de días libres, y quería irme lejos de la ciudad para asegurarme de que no me mandaban algo a ultima hora, además tenía muchas ganas de ver...- una voz interrumpio su charla, y saludó con la mano a una distante elwen que se acercaba.- vaya, ¿os conocíais?- preguntó sorprendida, bien, se ahorraría un par de presentaciones- bueno, esperaré a que lleguen todos para acabar de explicarte, pero te aseguro que al salir de la ciudad ibas bien encaminado.- dijo sonriente, hacía mucho que no sonreía tanto, sentía que, con ese viaje, le habían quitado un peso de los hombros.
Niniel no tardó en llegar, preparada como solo ella podía estarlo, a su lado, montada en un precioso corcel élfico, y presentandose con la elegancia que la caracterizaba, parecía que estaban todos de un muy buen humor, a pesar de que parecía que las nuves, en lugar de disiparse, se volvían cada vez más densas.
- No, tranquila, aun falta...- nuevamente se vio interrumpida, ese día no le dejarían acabar una sola frase, al parecer- él.- señalo a Jericó cuando este llegó a su lado.- he de llevarlo conmigo por si recupera algo de su memoria, pero como es símpatico, no me importa que me acompañe.- explicó con una sonrisa antes de que el elfo comenzase a hablar. Dejó que se hicieran las presentaciones pertinentes y se dispuso a explicar mientras emprendía la marcha.- Bueno, como decía, me han dado días libres, y para asegurarme de que no me piden algo a última hora, pensé que podríamos ir todos juntos a pasar una noche al campo, la última vez que me perdí encontré un claro apartado y tranquilo donde se podían ver muchisimas estrellas, y dicén que hoy habrá una lluvia de estrellas, así que quería pasar tiempo con vosotros y ver algo bonito.- explicó mientras las puertas de la ciudad desaparecían a sus espaldas.
Era cierto que había encontrado un lugar perfecto y precioso, sin embargo, hacía al menos, un mes que no se perdía por el bosque, perderse, literalmente, su sentido de la horientación en el bosque era lo más triste que había, no sabía si lo encontraría, y estaba segura que tanto las chicas como Eltrant, dudaban tanto como ella de su capacidad para encontrar nada en mitad de un bosque, que, para la chica, era peor que un laberinto.
El tiempo pasaba, el bosque se volvía más espeso, y el cielo más negro, el claro no aparecía por ningún lado, y un trueno sonó en el cielo, iluminandolo por un instante. La guarda se tensó y un escalofrío le recorrió la espalda, ya llevaba un rato más despistada por culpa del cielo negro, pegandose a Elwen, sabiendo que a la chica esas cosas le encantaban y ta vez, eso la calmaría, pero que de repente estallase un trueno era demasiado para ella, y a ese uno, le siguió otro, y otro, y otro más, hasta que, finalmente, las primeras gotas comenzaron a empapar el suelo, y a ellos.
- Agh, no, ¿por qué tenía que llover justo hoy?- protestó en un murmullo. Por suerte, parecían haber encontrado algo, un camino de tierra que se adentraba en lo que parecía ser una aldea, por las numerosas fuentes de humo que se veían alzarse hacia las nuves negras.- ¿Que os parece si vamos allí? tal vez encontremos algun sitio donde estar hasta que pase el chaparron.- sugirió tensandose cuando un nuevo rayo calló desde el cielo, soportanto un grito que había querido salir de su garganta.
Alanna Delteria
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Re: Lunas de sangre [Libre - 4/4] [Cerrado]
La joven respondió de buen humor a la curiosa actuación que el mercenario había hecho, no tuvo tiempo sin embargo a acabar la frase que la guarda comenzó a articular ya que, antes de que Eltrant se hubiese dado cuenta, una conocida llegó al lugar.
Se trataba de Elwen, la joven que le había ayudado a rescatar al pequeño que estaba a su cuidado días atrás, no podía decir que la conocía bien, pero la chica había tenido la amabilidad de echar un cable a un completo desconocido, por lo que al mercenario no le molestaba su presencia, en sí, lo que más le extrañó de todo aquello es que la guarda y la recién llegada se conociesen.
Asintiendo levemente a la joven como toda presentación, contestó cortésmente la pregunta de Elwen justo cuando una segunda persona se acercó al pequeño grupo que se estaba comenzando a formar en las puertas de la ciudad.
La característica melena blanquecina de la elfa que acababa de unirse a la conversación, la misma mujer que le había preparado la poción con la cual había recuperado la masculinidad, se mecía suavemente con el viento que, sobre sus cabezas, seguía arrastrando nubes grisáceas consigo.
Con una cálida sonrisa Niniel se bajó de su montura y preguntó a Eltrant sobre los posibles efectos secundarios de la poción que se había encargado de fabricar justo para después presentarse; el mercenario negó con la cabeza ante esto y sonrió.
-“Todo bien que yo sepa” – Dijo cruzándose de brazos –“Al menos por ahora” – El mercenario se encogió de hombros y miró disimuladamente a Alanna, estaba bastante seguro de que los recuerdos de la noche que había pasado en la casa de los Vivant seguían enterrados en algún lugar en su cabeza, si la guarda recordase algo de lo sucedido en la cena no estaría tan tranquila frente a ellos, sin poder evitarlo dejó escapar una leve carcajada ante la suposición de que la joven rememorase algo.
Momentos después, Eltrant se atusó la barba y se dejó caer contra la pared que tenía tras él mientras observaba como las chicas conversaban por algún motivo Alanna había decidido reunirles allí, y aunque no sabía exactamente la finalidad de todo aquello, había un extraño sentimiento de complicidad en el ambiente que convenció al muchacho para no partir hacia el norte hasta ver como acababa el curioso plan de su amiga.
Finalmente, al cabo de unos minutos más llegó el que parecía ser el último de los invitados, un joven atractivo de tez clara, cabellos dorados y unos profundos ojos azules. Eltrant respondió educadamente a la presentación del rubio con la suya propia y, sin dejar de sonreír, estrechó la mano de aquel hombre que por su aspecto bien podría ser el hijo y heredero de una de las grandes casa de la ciudad –“Este tío no ha usado una azada en su vida” – Pensó el mercenario al poco de soltar la mano de Jericó.
Realizadas ya todas las presentaciones, el inusual grupo procedió a seguir a Alanna hasta el lugar que había seleccionado para pasar la noche y según decía “Ver la lluvia de estrellas”, no podía negar que era una proposición interesante, acostumbraba a ver las estrellas años atrás cuando aún vivía en la granja, sin embargo el destino parecía ser caprichoso, y las nubes que había arrastrado el viento hasta allí parecían reticentes a marcharse pronto.
Pero Eltrant no dijo nada, se limitó a seguir al grupo de cerca subido sobre su montura, curiosamente Mohr había estado tranquilo durante todo el trayecto hacía el claro que había descrito Alanna, lo cual no dejaba de ser extraño, el enorme caballo de batalla solía tratar de galopar por su cuenta cuando veía la más mínima oportunidad, pero hasta aquel instante se había comportado correctamente.
El firmamento continuaba oscureciendo y la frondosidad del bosque por el cual se movían aumentaba gradualmente hasta el punto que no fueron pocas las ramas contra las que el mercenario se dio en la cara.
Como era de esperar, al menos para un grupo que no hubiese decidido salir de viaje con nubes que vaticinaban tormenta, al poco de estar internados en el bosque un fuerte estruendo seguido de una torrencial cantidad de agua les forzó a desviarse de su destino original y buscar algún refugio alternativo en el que aguardar a que la tormenta amainase.
Afortunadamente no tardaron en localizar lo que resultó ser un camino entre varios árboles, el cual les condujo hasta una pequeña aldea oculta en mitad de la nada.
El lugar no era nada fuera de lo normal, un simple conjunto de casas que, si no hubiese sido por que los aldeanos rehuían de los visitantes que acababan de llegar y desaparecían a toda prisa, el pueblo no sería muy diferente de los muchos que había visitado.
-“Una gente entrañable…” – Comentó Eltrant en voz alta cuando notó como las cortinas y las contraventanas de una de las casas más cercanas a él eran cerradas a toda prisa –“¿Nos habrán confundido con bandidos?” - Aquella era una suposición extraña, pero plausible, aquellos pueblos pequeños prácticamente aislados solían ser muy reticentes a recibir visitas, él sin ir más lejos compartía la misma cara que un conocido bandido y su aspecto no decía que fuese mucho mejor que uno. El comportamiento de aquella gente sin embargo era cuanto menos, raro, por no hablar de la lúgubre sensación que emanaba de aquel lugar.
-“Tiene que haber algún sitio en el que nos dejen resguárdanos, espero” – Dijo desmontando a Mohr y mirando a su alrededor como buenamente podía. El viento y la lluvia no dejaban ver a su entorno con mucha claridad, pero a lo lejos se podía vislumbrar una edificación ligeramente más grande que las demás, al menos eso parecía desde la distancia y tras una cortina de agua.
Se trataba de Elwen, la joven que le había ayudado a rescatar al pequeño que estaba a su cuidado días atrás, no podía decir que la conocía bien, pero la chica había tenido la amabilidad de echar un cable a un completo desconocido, por lo que al mercenario no le molestaba su presencia, en sí, lo que más le extrañó de todo aquello es que la guarda y la recién llegada se conociesen.
Asintiendo levemente a la joven como toda presentación, contestó cortésmente la pregunta de Elwen justo cuando una segunda persona se acercó al pequeño grupo que se estaba comenzando a formar en las puertas de la ciudad.
La característica melena blanquecina de la elfa que acababa de unirse a la conversación, la misma mujer que le había preparado la poción con la cual había recuperado la masculinidad, se mecía suavemente con el viento que, sobre sus cabezas, seguía arrastrando nubes grisáceas consigo.
Con una cálida sonrisa Niniel se bajó de su montura y preguntó a Eltrant sobre los posibles efectos secundarios de la poción que se había encargado de fabricar justo para después presentarse; el mercenario negó con la cabeza ante esto y sonrió.
-“Todo bien que yo sepa” – Dijo cruzándose de brazos –“Al menos por ahora” – El mercenario se encogió de hombros y miró disimuladamente a Alanna, estaba bastante seguro de que los recuerdos de la noche que había pasado en la casa de los Vivant seguían enterrados en algún lugar en su cabeza, si la guarda recordase algo de lo sucedido en la cena no estaría tan tranquila frente a ellos, sin poder evitarlo dejó escapar una leve carcajada ante la suposición de que la joven rememorase algo.
Momentos después, Eltrant se atusó la barba y se dejó caer contra la pared que tenía tras él mientras observaba como las chicas conversaban por algún motivo Alanna había decidido reunirles allí, y aunque no sabía exactamente la finalidad de todo aquello, había un extraño sentimiento de complicidad en el ambiente que convenció al muchacho para no partir hacia el norte hasta ver como acababa el curioso plan de su amiga.
Finalmente, al cabo de unos minutos más llegó el que parecía ser el último de los invitados, un joven atractivo de tez clara, cabellos dorados y unos profundos ojos azules. Eltrant respondió educadamente a la presentación del rubio con la suya propia y, sin dejar de sonreír, estrechó la mano de aquel hombre que por su aspecto bien podría ser el hijo y heredero de una de las grandes casa de la ciudad –“Este tío no ha usado una azada en su vida” – Pensó el mercenario al poco de soltar la mano de Jericó.
Realizadas ya todas las presentaciones, el inusual grupo procedió a seguir a Alanna hasta el lugar que había seleccionado para pasar la noche y según decía “Ver la lluvia de estrellas”, no podía negar que era una proposición interesante, acostumbraba a ver las estrellas años atrás cuando aún vivía en la granja, sin embargo el destino parecía ser caprichoso, y las nubes que había arrastrado el viento hasta allí parecían reticentes a marcharse pronto.
Pero Eltrant no dijo nada, se limitó a seguir al grupo de cerca subido sobre su montura, curiosamente Mohr había estado tranquilo durante todo el trayecto hacía el claro que había descrito Alanna, lo cual no dejaba de ser extraño, el enorme caballo de batalla solía tratar de galopar por su cuenta cuando veía la más mínima oportunidad, pero hasta aquel instante se había comportado correctamente.
El firmamento continuaba oscureciendo y la frondosidad del bosque por el cual se movían aumentaba gradualmente hasta el punto que no fueron pocas las ramas contra las que el mercenario se dio en la cara.
Como era de esperar, al menos para un grupo que no hubiese decidido salir de viaje con nubes que vaticinaban tormenta, al poco de estar internados en el bosque un fuerte estruendo seguido de una torrencial cantidad de agua les forzó a desviarse de su destino original y buscar algún refugio alternativo en el que aguardar a que la tormenta amainase.
Afortunadamente no tardaron en localizar lo que resultó ser un camino entre varios árboles, el cual les condujo hasta una pequeña aldea oculta en mitad de la nada.
El lugar no era nada fuera de lo normal, un simple conjunto de casas que, si no hubiese sido por que los aldeanos rehuían de los visitantes que acababan de llegar y desaparecían a toda prisa, el pueblo no sería muy diferente de los muchos que había visitado.
-“Una gente entrañable…” – Comentó Eltrant en voz alta cuando notó como las cortinas y las contraventanas de una de las casas más cercanas a él eran cerradas a toda prisa –“¿Nos habrán confundido con bandidos?” - Aquella era una suposición extraña, pero plausible, aquellos pueblos pequeños prácticamente aislados solían ser muy reticentes a recibir visitas, él sin ir más lejos compartía la misma cara que un conocido bandido y su aspecto no decía que fuese mucho mejor que uno. El comportamiento de aquella gente sin embargo era cuanto menos, raro, por no hablar de la lúgubre sensación que emanaba de aquel lugar.
-“Tiene que haber algún sitio en el que nos dejen resguárdanos, espero” – Dijo desmontando a Mohr y mirando a su alrededor como buenamente podía. El viento y la lluvia no dejaban ver a su entorno con mucha claridad, pero a lo lejos se podía vislumbrar una edificación ligeramente más grande que las demás, al menos eso parecía desde la distancia y tras una cortina de agua.
Eltrant Tale
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Re: Lunas de sangre [Libre - 4/4] [Cerrado]
No tardó mucho en llegar alguien más, se trataba de una elfa sobre un bello corcel. Al parecer ella también conocía a Alanna y a Eltrant, y también había sido invitada a este viaje. La elfa se presentó, se llamaba Niniel.
- Encantada de conocerte, yo me llamo Elwen- se presentó la joven dragona.
Enseguida Niniel presentó a un pequeño acompañante, una ardilla blanca que trepó hasta el hombro de la elfa y emitió un chillido ¿Sería eso un saludo?
- Es adorable- dijo Elwen sin poderlo evitar.
A Elwen le entraron ganas de acariciar a Geralt, pero consideró que lo mejor sería no hacerlo, por si la ardilla no se lo tomaba bien. Además tampoco pudo preguntarle a Niniel si podía acariciarlo, ya que en ese momento vino alguien más. El recién llegado era otro elfo, que también parecía ser conocido de Alanna. Su amiga mencionó que el elfo, llamado Jericó, debía acompañarlo hasta que recuperase su memoria ¿Tuvo un accidente? Elwen se presentó también al recién llegado.
Luego Alanna pasó a explicar los detalles de aquella reunión, mientras emprendían la marcha. Iban a pasar la noche al campo, concretamente a un claro desde el que se veían muchas estrellas y desde el que podían ser testigos de una lluvia de estrellas. A la dragona le pareció un buen plan pero… ¿Podrían llegar allí sin que Alanna se perdiera? Habría que intentarlo.
A medida que el tiempo pasaba el cielo se volvía cada vez más y más oscuro. Las nubes no dejaban ver ni un solo trozo de cielo, pero no sólo habían llegado nubes. De repente un rayo cruzó el cielo, iluminando las nubes con una resplandeciente luz azulada al tiempo que el cielo parecía rugir con fuerza. A Elwen le encantaba aquel espectáculo de luces y sonido.
- Dan ganas de volar- murmuró Elwen.
Pero por lo visto a Alanna le aterrorizaba la tormenta, y que se pusiese a llover no debió de tranquilizarla mucho, además llovía a cántaros. Tuvieron que desviarse para buscar algún refugio, y una aldea que Alanna localizó parecía ser una buena opción.
Sin embargo cuando entraron se dieron cuenta de que no iba a ser tan sencillo, a cada paso que daban la gentes les cerraban las puertas y ventanas, e incluso bajaban las cortinas. Eltrant esperaba que alguien les pudiera, o mejor dicho, quisiera darles cobijo.
- No se… - dijo Elwen viendo a una señora bajar las cortinas de su ventana- Me parece que tendremos que conformarnos con una cueva.
- Encantada de conocerte, yo me llamo Elwen- se presentó la joven dragona.
Enseguida Niniel presentó a un pequeño acompañante, una ardilla blanca que trepó hasta el hombro de la elfa y emitió un chillido ¿Sería eso un saludo?
- Es adorable- dijo Elwen sin poderlo evitar.
A Elwen le entraron ganas de acariciar a Geralt, pero consideró que lo mejor sería no hacerlo, por si la ardilla no se lo tomaba bien. Además tampoco pudo preguntarle a Niniel si podía acariciarlo, ya que en ese momento vino alguien más. El recién llegado era otro elfo, que también parecía ser conocido de Alanna. Su amiga mencionó que el elfo, llamado Jericó, debía acompañarlo hasta que recuperase su memoria ¿Tuvo un accidente? Elwen se presentó también al recién llegado.
Luego Alanna pasó a explicar los detalles de aquella reunión, mientras emprendían la marcha. Iban a pasar la noche al campo, concretamente a un claro desde el que se veían muchas estrellas y desde el que podían ser testigos de una lluvia de estrellas. A la dragona le pareció un buen plan pero… ¿Podrían llegar allí sin que Alanna se perdiera? Habría que intentarlo.
A medida que el tiempo pasaba el cielo se volvía cada vez más y más oscuro. Las nubes no dejaban ver ni un solo trozo de cielo, pero no sólo habían llegado nubes. De repente un rayo cruzó el cielo, iluminando las nubes con una resplandeciente luz azulada al tiempo que el cielo parecía rugir con fuerza. A Elwen le encantaba aquel espectáculo de luces y sonido.
- Dan ganas de volar- murmuró Elwen.
Pero por lo visto a Alanna le aterrorizaba la tormenta, y que se pusiese a llover no debió de tranquilizarla mucho, además llovía a cántaros. Tuvieron que desviarse para buscar algún refugio, y una aldea que Alanna localizó parecía ser una buena opción.
Sin embargo cuando entraron se dieron cuenta de que no iba a ser tan sencillo, a cada paso que daban la gentes les cerraban las puertas y ventanas, e incluso bajaban las cortinas. Eltrant esperaba que alguien les pudiera, o mejor dicho, quisiera darles cobijo.
- No se… - dijo Elwen viendo a una señora bajar las cortinas de su ventana- Me parece que tendremos que conformarnos con una cueva.
Elwen
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Re: Lunas de sangre [Libre - 4/4] [Cerrado]
No, no era la última en llegar y tras conocer el nombre de la chica que no conocía, Elwen, pronto llegó la persona que faltaba que no era otra más que Jericó, el extraño elfo que no entendía el idioma de los elfos y cuyos recuerdos habían desaparecido tras sufrir un fuerte golpe en la cabeza que podría haber resultado fatal de no haber querido los dioses que su camino se cruzara con el De Alanna y Níniel cuando iban rumbo a cuantificar los daños de un incendió en el bosque. Su encuentro y los sucesos que ocurrieron después eran dignos de una historia. La peliblanca no le había vuelto a ver desde el regreso a Lunargenta y tuvo ganas de preguntarle si había recordado o descubierto algo más durante su estancia en la ciudad de los humanos, pero como bien podría ser que no quisiese compartir esa información delante de todos no dijo nada y se limitó a saludarle con cordialidad, en el idioma común.
-Me alegra verte Jericó, tienes buen aspecto.- Cosa que era cierta en más de un sentido, no solo tenía mejor color y parecía haber repuesto sus fuerzas y energías si no que también había encontrado una buena bañera en la que quitarse el barro que le cubría cuando se conocieron.
Acabadas las presentaciones el grupo se puso en marcha de acuerdo con el plan que tenía Alanna para los días siguientes. Si no acababan perdidos en el bosque, pasarían al menos una noche en un claro para disfrutar de paz, tranquilidad, naturaleza y estrellas...Si es que el cada vez más encapotado cielo así lo permitía claro, aunque tenía toda la pinta de que no iban a tener esa suerte. Aún así nadie parecía desanimarse por lo que Níniel tampoco puso ninguna pega, le encantaba la lluvia y las tormentas tanto como los días soleados, lo que no aguantaba eran los días grises e indecisos en los que parecía que los dioses no sabían si debía llover o hacer sol, esos eran días tristes. Pronto los muros y torres de la ciudad quedaron muy atrás y el entorno fue volviéndose más agreste conforme se alejaban de las zonas más pobladas y abandonaban los caminos más transitados rumbo al bosque. Para la peliblanca siempre era agradable hacer el camino de vuelta a la naturaleza y algo triste hacerlo a la inversa por lo que en esos momentos su humor era cada vez mejor incluso a pesar de los nubarrones.
Cada vez fueron encontrándose con menos caminantes, viajeros, mercaderes y granjeros transportando sus productos por los caminos, hasta el punto de que durante un largo trecho los miembros de aquel grupo parecían las únicas personas en kilómetros a la redonda, sin duda aquella ruta no era de las más utilizadas y la lluvia inminente había hecho el resto. Llegaron hasta un cruce de caminos en los que las opciones parecían bordear el bosque o adentrarse en el, siguiendo a Alanna y bajo un cielo ya totalmente oscuro y con el sonido de los truenos retumbado cada vez más cerca el grupo se adentró en la foresta. Poco después comenzaba a llover, la tormenta les había alcanzado.
Haciendo gala de un poco de sensatez tras desafiar a los cielos al emprender aquel viaje, decidieron desviarse del plan original y buscar refugio en el lugar que se encontrara al otro extremo de un pequeño sendero con la esperanza de que su nuevo destino no estuviera muy lejos. Teniendo en cuenta el lugar, lo despejado de ramas que estaba el camino y que se podía ver humo de chimeneas no muy lejanas debía de haber algún pueblo cerca y hacia allí fueron. El lugar no era muy grande, un puñado de casitas de planta baja desperdigadas a lo largo de un camino de tierra al que en algún momento colocaron pequeños guijarros ya desgastados para facilitar el desplazamiento en días de lluvia como aquel. Un lugar con cierto encanto tan rodeado de naturaleza como estaba, no obstante allí no encontrarían ninguna posada ni nada así, de hecho Níniel dudaba que tuvieran si quiera algún comercio, herrero propio o cualquiera de esas cosas que solían tener los pueblos humanos con cierta afluencia de visitantes.
A pesar de ello el grupo continuó avanzando y aunque a pesar de la lluvia Níniel había alcanzado a ver a algunas personas por el lugar, a su paso solo encontraron puertas que y ventanas que se cerraban de golpe, miradas de desconfianza e incluso desprecio y nada más. Nadie les preguntó el motivo de su visita, si necesitaban algo o a dónde se dirigían con aquella tormenta en ciernes...Nada.
-No sería la primea vez que por mis orejas un humano me tacha de ladrona pero...¿En serio parecemos bandidos?. Bueno tú un poco Eltrant, ¿pero nosotras?. Quizá no les gusten los elfos, o simplemente no les gusten las visitas. nadie construye una casa en mitad del bosque si quiere visitas...Lo digo por experiencia.-
Emitió una leve risa al referirse de ese modo a su propia gente pues era verdad, pocos no-elfos se adentraban en Sindorai y menos aún volvían para contarlo, en sociedades herméticas se podría considerar a la peliblanca una eminencia. Elwen, quizá a modo de broma o no, mencionó algo de acabar en una cueva lo cual tampoco sería tan malo de encontrar una sin inquilinos.
-Un oso no nos brindaría una acogida mucho peor que esta...Eso es cierto-
Níniel alzó la vista protegiéndose los ojos con una mano de la cada vez más intensa y fría lluvia y vio a cierta distancia del pueblo lo que por su forma en la distancia parecía una especie de caserón o mansión de tamaño más que considerable. Enseguida le resultó extraño que en un lugar como aquel se erigiera una propiedad de ese estilo, no parecía la clase de lugar en la que ningún adinerado humano quisiera invertir y menos habitar. ¿Que tenía un sitio así de interés para un humano?. Era la última opción antes de tener que ponerse a buscar en serio un cueva o refugió a la intemperie bajo un árbol y el no ya lo tenían por lo que la peliblanca hizo avanzar a su corcel en aquella dirección haciendo un gesto a los demás para que avanzaran junto a ella.
Conforme se fue acercando el camino de tierra y guijarros fue mejorando hasta convertirse en un tramo de camino mucho más decente pero a medida que el camino mejoraba la impresión sobre aquel lugar empeoraba. Tras unas rejas de metal negro que necesitaban con urgencia una mano de pintura y una puerta chirriante en el mismo estado, aquella edificación contaba con su propio jardín. Grande y con reflejos de vieja gloria pero en aquel momento desatendido, lleno de malas hierbas y árboles muertos o enfermos. A un lado había tumbas, losas de piedra en mal estado, desgastadas y cubiertas por el musgo hasta el punto de hacer ilegibles la mayoría de nombres y fechas grabados en la fría piedra. En cuanto a la propia casa, parecía vieja y desatendida pero aún se alzaba en buen estado, orgullosa. De cerca resultaba mucho más grande de lo que parecía en la distancia y se podía ver luz en una de las ventanas de los pisos superiores.
-No perdemos nada por probar, parece que hay alguien en casa-
Comentó Níniel tras llegar ante los escalones que daban a la entrada del caserón y bajándose de su montura dispuesta a llamar a la puerta aunque prefiriese que lo hiciese Alanna, la gente solía confiar más en las orejas redondas que en las puntiagudas. No había ni colocado su segundo pie en el suelo cuando comenzaron a oírse ruidos de madera vieja y quejumbrosa provenientes del otro lado de la puerta. Níniel se quedó mirando y con un chirrido la puerta se abrió. En ese preciso momento un gran rayo iluminó los cielos con su destello tornando en sombra la figura en la puerta. Seguido del rayo, llegó un potente trueno.
-Me alegra verte Jericó, tienes buen aspecto.- Cosa que era cierta en más de un sentido, no solo tenía mejor color y parecía haber repuesto sus fuerzas y energías si no que también había encontrado una buena bañera en la que quitarse el barro que le cubría cuando se conocieron.
Acabadas las presentaciones el grupo se puso en marcha de acuerdo con el plan que tenía Alanna para los días siguientes. Si no acababan perdidos en el bosque, pasarían al menos una noche en un claro para disfrutar de paz, tranquilidad, naturaleza y estrellas...Si es que el cada vez más encapotado cielo así lo permitía claro, aunque tenía toda la pinta de que no iban a tener esa suerte. Aún así nadie parecía desanimarse por lo que Níniel tampoco puso ninguna pega, le encantaba la lluvia y las tormentas tanto como los días soleados, lo que no aguantaba eran los días grises e indecisos en los que parecía que los dioses no sabían si debía llover o hacer sol, esos eran días tristes. Pronto los muros y torres de la ciudad quedaron muy atrás y el entorno fue volviéndose más agreste conforme se alejaban de las zonas más pobladas y abandonaban los caminos más transitados rumbo al bosque. Para la peliblanca siempre era agradable hacer el camino de vuelta a la naturaleza y algo triste hacerlo a la inversa por lo que en esos momentos su humor era cada vez mejor incluso a pesar de los nubarrones.
Cada vez fueron encontrándose con menos caminantes, viajeros, mercaderes y granjeros transportando sus productos por los caminos, hasta el punto de que durante un largo trecho los miembros de aquel grupo parecían las únicas personas en kilómetros a la redonda, sin duda aquella ruta no era de las más utilizadas y la lluvia inminente había hecho el resto. Llegaron hasta un cruce de caminos en los que las opciones parecían bordear el bosque o adentrarse en el, siguiendo a Alanna y bajo un cielo ya totalmente oscuro y con el sonido de los truenos retumbado cada vez más cerca el grupo se adentró en la foresta. Poco después comenzaba a llover, la tormenta les había alcanzado.
Haciendo gala de un poco de sensatez tras desafiar a los cielos al emprender aquel viaje, decidieron desviarse del plan original y buscar refugio en el lugar que se encontrara al otro extremo de un pequeño sendero con la esperanza de que su nuevo destino no estuviera muy lejos. Teniendo en cuenta el lugar, lo despejado de ramas que estaba el camino y que se podía ver humo de chimeneas no muy lejanas debía de haber algún pueblo cerca y hacia allí fueron. El lugar no era muy grande, un puñado de casitas de planta baja desperdigadas a lo largo de un camino de tierra al que en algún momento colocaron pequeños guijarros ya desgastados para facilitar el desplazamiento en días de lluvia como aquel. Un lugar con cierto encanto tan rodeado de naturaleza como estaba, no obstante allí no encontrarían ninguna posada ni nada así, de hecho Níniel dudaba que tuvieran si quiera algún comercio, herrero propio o cualquiera de esas cosas que solían tener los pueblos humanos con cierta afluencia de visitantes.
A pesar de ello el grupo continuó avanzando y aunque a pesar de la lluvia Níniel había alcanzado a ver a algunas personas por el lugar, a su paso solo encontraron puertas que y ventanas que se cerraban de golpe, miradas de desconfianza e incluso desprecio y nada más. Nadie les preguntó el motivo de su visita, si necesitaban algo o a dónde se dirigían con aquella tormenta en ciernes...Nada.
-No sería la primea vez que por mis orejas un humano me tacha de ladrona pero...¿En serio parecemos bandidos?. Bueno tú un poco Eltrant, ¿pero nosotras?. Quizá no les gusten los elfos, o simplemente no les gusten las visitas. nadie construye una casa en mitad del bosque si quiere visitas...Lo digo por experiencia.-
Emitió una leve risa al referirse de ese modo a su propia gente pues era verdad, pocos no-elfos se adentraban en Sindorai y menos aún volvían para contarlo, en sociedades herméticas se podría considerar a la peliblanca una eminencia. Elwen, quizá a modo de broma o no, mencionó algo de acabar en una cueva lo cual tampoco sería tan malo de encontrar una sin inquilinos.
-Un oso no nos brindaría una acogida mucho peor que esta...Eso es cierto-
Níniel alzó la vista protegiéndose los ojos con una mano de la cada vez más intensa y fría lluvia y vio a cierta distancia del pueblo lo que por su forma en la distancia parecía una especie de caserón o mansión de tamaño más que considerable. Enseguida le resultó extraño que en un lugar como aquel se erigiera una propiedad de ese estilo, no parecía la clase de lugar en la que ningún adinerado humano quisiera invertir y menos habitar. ¿Que tenía un sitio así de interés para un humano?. Era la última opción antes de tener que ponerse a buscar en serio un cueva o refugió a la intemperie bajo un árbol y el no ya lo tenían por lo que la peliblanca hizo avanzar a su corcel en aquella dirección haciendo un gesto a los demás para que avanzaran junto a ella.
Conforme se fue acercando el camino de tierra y guijarros fue mejorando hasta convertirse en un tramo de camino mucho más decente pero a medida que el camino mejoraba la impresión sobre aquel lugar empeoraba. Tras unas rejas de metal negro que necesitaban con urgencia una mano de pintura y una puerta chirriante en el mismo estado, aquella edificación contaba con su propio jardín. Grande y con reflejos de vieja gloria pero en aquel momento desatendido, lleno de malas hierbas y árboles muertos o enfermos. A un lado había tumbas, losas de piedra en mal estado, desgastadas y cubiertas por el musgo hasta el punto de hacer ilegibles la mayoría de nombres y fechas grabados en la fría piedra. En cuanto a la propia casa, parecía vieja y desatendida pero aún se alzaba en buen estado, orgullosa. De cerca resultaba mucho más grande de lo que parecía en la distancia y se podía ver luz en una de las ventanas de los pisos superiores.
-No perdemos nada por probar, parece que hay alguien en casa-
Comentó Níniel tras llegar ante los escalones que daban a la entrada del caserón y bajándose de su montura dispuesta a llamar a la puerta aunque prefiriese que lo hiciese Alanna, la gente solía confiar más en las orejas redondas que en las puntiagudas. No había ni colocado su segundo pie en el suelo cuando comenzaron a oírse ruidos de madera vieja y quejumbrosa provenientes del otro lado de la puerta. Níniel se quedó mirando y con un chirrido la puerta se abrió. En ese preciso momento un gran rayo iluminó los cielos con su destello tornando en sombra la figura en la puerta. Seguido del rayo, llegó un potente trueno.
- La mansión (Cortesía de Alanna):
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Níniel Thenidiel
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Re: Lunas de sangre [Libre - 4/4] [Cerrado]
Alanna nos explicó que el motivo de esa extraña reunión era una escapada para aprovechar sus días libres, ella sabía de un sitio perdido en el bosque desde el que se podría ver la lluvia de estrellas que se avecinaba. Me agradaba la idea, en el bosque me sentía como en casa, no, mejor aún, sentía palpitar mi corazón con mucha más fuerza, me sentía en sintonía con el lugar.
Las dos personas que para mí resultaban desconocidas se presentaron, uno era Eltrant, un mozo de aspecto desaliñado, no tenía pinta de ser guardia como Alanna, más bien de mercenario o algo por el estilo. La chica se llamaba Elwen, una joven de melena castaña larguísima, parecía maja a simple vista, todos debían serlo, al fin y al cabo eran amigos de Alanna.
Hechas las presentaciones nos pusimos en marcha. Eltrant y Nin iban sobre sus monturas, desde luego habría sido inteligente alquilar algunas más para los que ahora íbamos a pie, pero bueno, no estaba mal andar un poco por el bosque. Pronto la ciudad quedaba atrás, justo detrás mío, que estaba a la cola del grupo. No me importaba, de hecho me parecía normal, era el "extraño" en aquél grupo de amigos, pero no me molestaba quedarme algo desplazado, iba a aprovechar este viaje para perderme del atronador ruido de la ciudad y su acelerado ritmo.
El cielo se iba nublando a medida que avanzábamos, y aunque al principio si que veía pasar a varias personas de todo tipo, cada vez eran menos frecuentes, hasta llegar al punto en que no veía a nadie más que a nosotros. El bosque estaba repleto de árboles, lleno de frondosa vegetación, con razón el claro que nombraba Alanna pasaba desapercibido, cualquiera podría perderse en ese bosque.
Una gota me cayó en la punta de la nariz, miré al cielo, ya completamente gris oscuro, y la lluvia acababa de empezar. Alanna se disgustó, a mí en cambio me agradó la frescura del ambiente, aunque tras meditarlo un instante también me molestó que lloviese, nos íbamos a perder las estrellas... La misma Alanna me distrajo de mis pensamientos cuando señaló lo que parecía ser una pequeña aldea, sugiriendo que buscásemos refugio allí hasta que la tormenta amainase. Desde luego era mejor que acabar empapados.
El poblado parecía desierto, y las pocas almas que se veían en él, desaparecían nada más vernos. Eltrant comentó que quizás nos habrían confundido con bandidos, aunque, tal vez me equivocase, no creo yo que tuviéramos aspecto de maleantes. Elwen dijo que no nos quedaría más remedio que buscar alguna cueva, a lo que Nin respondió que un oso no nos daría una bienvenida muy distinta a esta. No pude aguantar del todo la risa y se me escapó un pequeño bufido; recuperé la compostura acto seguido, evitando llamar la atención.
Nin nos señaló un caserón en la distancia, al principio no la vi, pero tras fijarme un poco más pude descubrirla. Era extraño, una casa tan grande y apartada de este pueblo tan... extraño. Todo era extraño, y curioso no es un adjetivo hecho para mí, probablemente si estuviera solo, preferiría la compañía del oso a arriesgarme a lo que pudiera haber en aquella casa. Pero no, debía mantenerme con ellos, así que acompañé al grupo.
Ahora que estábamos más cerca, la mansión era aún más espeluznante. En su jardín, protegido por una valla de metal oxidado, habían varias tumbas de piedra cubiertas de musgo, y veía luz en una ventana. Nin se adelantó para llamar a la puerta cuando ésta se abrió por si sola con un chirrido, seguido de un estruendo con su rayo. -"A saber quién nos recibe aquí..."- pensé mientras palpaba mi bastón, asegurándome de que estaba ahí, conmigo, para defenderme.
Las dos personas que para mí resultaban desconocidas se presentaron, uno era Eltrant, un mozo de aspecto desaliñado, no tenía pinta de ser guardia como Alanna, más bien de mercenario o algo por el estilo. La chica se llamaba Elwen, una joven de melena castaña larguísima, parecía maja a simple vista, todos debían serlo, al fin y al cabo eran amigos de Alanna.
Hechas las presentaciones nos pusimos en marcha. Eltrant y Nin iban sobre sus monturas, desde luego habría sido inteligente alquilar algunas más para los que ahora íbamos a pie, pero bueno, no estaba mal andar un poco por el bosque. Pronto la ciudad quedaba atrás, justo detrás mío, que estaba a la cola del grupo. No me importaba, de hecho me parecía normal, era el "extraño" en aquél grupo de amigos, pero no me molestaba quedarme algo desplazado, iba a aprovechar este viaje para perderme del atronador ruido de la ciudad y su acelerado ritmo.
El cielo se iba nublando a medida que avanzábamos, y aunque al principio si que veía pasar a varias personas de todo tipo, cada vez eran menos frecuentes, hasta llegar al punto en que no veía a nadie más que a nosotros. El bosque estaba repleto de árboles, lleno de frondosa vegetación, con razón el claro que nombraba Alanna pasaba desapercibido, cualquiera podría perderse en ese bosque.
Una gota me cayó en la punta de la nariz, miré al cielo, ya completamente gris oscuro, y la lluvia acababa de empezar. Alanna se disgustó, a mí en cambio me agradó la frescura del ambiente, aunque tras meditarlo un instante también me molestó que lloviese, nos íbamos a perder las estrellas... La misma Alanna me distrajo de mis pensamientos cuando señaló lo que parecía ser una pequeña aldea, sugiriendo que buscásemos refugio allí hasta que la tormenta amainase. Desde luego era mejor que acabar empapados.
El poblado parecía desierto, y las pocas almas que se veían en él, desaparecían nada más vernos. Eltrant comentó que quizás nos habrían confundido con bandidos, aunque, tal vez me equivocase, no creo yo que tuviéramos aspecto de maleantes. Elwen dijo que no nos quedaría más remedio que buscar alguna cueva, a lo que Nin respondió que un oso no nos daría una bienvenida muy distinta a esta. No pude aguantar del todo la risa y se me escapó un pequeño bufido; recuperé la compostura acto seguido, evitando llamar la atención.
Nin nos señaló un caserón en la distancia, al principio no la vi, pero tras fijarme un poco más pude descubrirla. Era extraño, una casa tan grande y apartada de este pueblo tan... extraño. Todo era extraño, y curioso no es un adjetivo hecho para mí, probablemente si estuviera solo, preferiría la compañía del oso a arriesgarme a lo que pudiera haber en aquella casa. Pero no, debía mantenerme con ellos, así que acompañé al grupo.
Ahora que estábamos más cerca, la mansión era aún más espeluznante. En su jardín, protegido por una valla de metal oxidado, habían varias tumbas de piedra cubiertas de musgo, y veía luz en una ventana. Nin se adelantó para llamar a la puerta cuando ésta se abrió por si sola con un chirrido, seguido de un estruendo con su rayo. -"A saber quién nos recibe aquí..."- pensé mientras palpaba mi bastón, asegurándome de que estaba ahí, conmigo, para defenderme.
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Re: Lunas de sangre [Libre - 4/4] [Cerrado]
La aldea era inhóspita, a penas unas cuantas casas esparcidas entorno a una plaza de tierra ahora embarrada. Las personas rehuían su presenci, quienes se cruzaban, apresuraban la marcha para entrar en sus casas, las ventanas se cerraban con un cruce de miradas, se escuchaban chasquidos de puertas cerrándose y la tormentaseguía con fuerza.
Tal vez Eltrant tenía razón, y los habían confundido con Evan y su banda, No lo sabía, y tenía pocas ganas de pensarlo. Estaban de agua hasta el cuello, nunca mejor dicho, y posiblemente, dada la reacción de los aldeanos, la broma de Elwen fuera a acabar siendo cierta. Niniel siguió. On el chascarrillo, pero aunque todos parecían cómodos, ella se sentía incapaz de participar en la broma más que con una sonrisa temblorosa.
Un trueno iluminó el cielo, haciéndola reprimir un escalofrío, miró hacia donde señalaba la elfa, y pudo ver un tejado negruzco que asomaba de entre las copas de los árboles. Emprendieron la marcha con rapidez, mientras la Gata, orgullosa como era se quedaba rezagada para que sus compañeros no viesen que tenia miedo, no podían darle miedo a las tormsntas, al fin y al cabo, ella era la Gata.
Los recibió una verja de metal negro, que crujió a su paso, unas tumbas desechas a un lado, un bosque oscuro al otro y una casa de aspecto maltrecho al frente, donde una única luz, en el piso superior, iluminaba la zona y daba muestras de estar habitada. Subieron al porche, y las visagras de la puerta sonaron al tiempo que estallaba un rayo ensombreciendo una figura tras la puerta.
Alanna reprimió un grito tapandose la boca con la mano, e intento calmarse antes de mirar, la tormenta la tenía tensa, en la puerta un hombre enjuto les dejo el paso, era bajo, encorbado, con joroba y tenia la cara algo deformada. el interior de la casa era amplio, y, al contrario que el exterior, estaba totalmente arreglado, aunque, la verdad sea dicha, era oscuro.
Una mujer de cabellos rojos, algo.crespo, piel blanca, casi tanto como la de Niniel, alta y espigada, atractiva, con los labios rojos, vestida con un vestido negro y una bata roja, de color carmesí.
- Disculpe que irrumpamos de este modo- dijo la chica- nos perdimos en el bosque por mi culpa, y nos cogió la tormenta- explicó a modo de disculpa.
- No os preocupeis- sonrió la mujer- Mi nombre es Marie, ¿y vosotros sois....?- cuando obtuvo sus nombres, volvió a hablar- ¿por qué no pasais aquí la noche? Tenemos habitaciones de sobra y la tormenta no parece que vaya a amainar pronto. Hans, enseñales los cuartos y dales unas toallas- su tono no admitia réplica- prepararé algo de comer- dijo alejandose sonriendo por la izquierda.
Hans, que parecía silencioso, inició su subida lenta por la escaleras con una ligera cojera haciendoles seguirlo con un sonido gutural.
*******************
Dejando atras la puerta de entrada, entrando al comedor, y pasandolo de largo, se i.ternó en la cocina y cerró la puerta. La mujer de pelo rojo se apoyó en la encimera y se vió sacudida por una suave risa fría, sus ojos de color aguamarina se iluminaron de emoción.
- Esta noche será divertida...he encontrado unos buenos... invitados- murmuró silenciando su risa, mientras una sarten flotaba en el aire, dirigiendose hacia los fogones, pronto empezaría el espectáculo.
Tal vez Eltrant tenía razón, y los habían confundido con Evan y su banda, No lo sabía, y tenía pocas ganas de pensarlo. Estaban de agua hasta el cuello, nunca mejor dicho, y posiblemente, dada la reacción de los aldeanos, la broma de Elwen fuera a acabar siendo cierta. Niniel siguió. On el chascarrillo, pero aunque todos parecían cómodos, ella se sentía incapaz de participar en la broma más que con una sonrisa temblorosa.
Un trueno iluminó el cielo, haciéndola reprimir un escalofrío, miró hacia donde señalaba la elfa, y pudo ver un tejado negruzco que asomaba de entre las copas de los árboles. Emprendieron la marcha con rapidez, mientras la Gata, orgullosa como era se quedaba rezagada para que sus compañeros no viesen que tenia miedo, no podían darle miedo a las tormsntas, al fin y al cabo, ella era la Gata.
Los recibió una verja de metal negro, que crujió a su paso, unas tumbas desechas a un lado, un bosque oscuro al otro y una casa de aspecto maltrecho al frente, donde una única luz, en el piso superior, iluminaba la zona y daba muestras de estar habitada. Subieron al porche, y las visagras de la puerta sonaron al tiempo que estallaba un rayo ensombreciendo una figura tras la puerta.
Alanna reprimió un grito tapandose la boca con la mano, e intento calmarse antes de mirar, la tormenta la tenía tensa, en la puerta un hombre enjuto les dejo el paso, era bajo, encorbado, con joroba y tenia la cara algo deformada. el interior de la casa era amplio, y, al contrario que el exterior, estaba totalmente arreglado, aunque, la verdad sea dicha, era oscuro.
Una mujer de cabellos rojos, algo.crespo, piel blanca, casi tanto como la de Niniel, alta y espigada, atractiva, con los labios rojos, vestida con un vestido negro y una bata roja, de color carmesí.
- Disculpe que irrumpamos de este modo- dijo la chica- nos perdimos en el bosque por mi culpa, y nos cogió la tormenta- explicó a modo de disculpa.
- No os preocupeis- sonrió la mujer- Mi nombre es Marie, ¿y vosotros sois....?- cuando obtuvo sus nombres, volvió a hablar- ¿por qué no pasais aquí la noche? Tenemos habitaciones de sobra y la tormenta no parece que vaya a amainar pronto. Hans, enseñales los cuartos y dales unas toallas- su tono no admitia réplica- prepararé algo de comer- dijo alejandose sonriendo por la izquierda.
Hans, que parecía silencioso, inició su subida lenta por la escaleras con una ligera cojera haciendoles seguirlo con un sonido gutural.
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Dejando atras la puerta de entrada, entrando al comedor, y pasandolo de largo, se i.ternó en la cocina y cerró la puerta. La mujer de pelo rojo se apoyó en la encimera y se vió sacudida por una suave risa fría, sus ojos de color aguamarina se iluminaron de emoción.
- Esta noche será divertida...he encontrado unos buenos... invitados- murmuró silenciando su risa, mientras una sarten flotaba en el aire, dirigiendose hacia los fogones, pronto empezaría el espectáculo.
- off rol:
- Marie:
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Hans:
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Primer piso:
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Segundo piso:
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Alanna Delteria
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Re: Lunas de sangre [Libre - 4/4] [Cerrado]
Sin muchos lugares entre los que escoger para resguardase de la tempestad, el grupo decidió buscar auxilio en la gran mansión que se podía vislumbrar entre la penumbra. La vivienda, grande y majestuosa, dejaba entrever que pertenecía a una familia como mínimo adinerada, la cual por lo que parecía, había dejado de gastar su patrimonio en mantener la fachada del edificio intacta.
El mercenario sintió como un sutil escalofrío recorría su espalda cuando cruzaron la enorme verja metálica que daba la bienvenida a los recién llegados al jardín de la mansión, el lugar, que estaba completamente seguro que era lo suficientemente lúgubre, no mejoraba mucho con el resplandor de los incansables relámpagos que iluminaban el poblado cada cierto tiempo.
Mientras, en su incansable intento por guarecerse de la lluvia, se acercaban a la entrada, Eltrant no pudo evitar percatarse en las numerosas gárgolas, lo cual le llevó a preguntarse el motivo por el que toda persona con una cantidad obscena de dinero decidía convertir su hogar en oda al mal gusto.
Antes de que todos estuvieran frente a la enorme puerta principal y pudiesen respirar aliviados abrigados por el porche, la entrada principal se abrió a la par que un fuerte relámpago iluminaba el lugar, desvelando la figura de una enigmática mujer de cabellos rojizos tras ella.
Eltrant frunció el ceño ante aquella oportuna muestra de clarividencia y se llevó disimuladamente la mano derecha a su cadera, cerca de donde descansaba su acero, no podía descartar que aquello hubiese sido una simple casualidad, no obstante el mercenario no tuvo tiempo de decir nada, pues Alanna pidió asilo inmediatamente a la aparente dueña del lugar, quien con una sonrisa, dejó cobijarse a los cansados viajeros en su domicilio después de que estos le dijesen sus nombres.
La mujer de tez clara y pelirroja, que se presentó como Marie, ordenó a un pequeño ser de nombre Hans que guiase a sus intempestivos invitados hasta sus habitaciones, el hombre, si es que podía ser llamado se tal forma, condujo entonces a los presentes escaleras arriba, dónde indicó con escuetas señas dónde debían ir cada uno antes de desaparecer escaleras abajo.
La curiosa anfitriona, por otro lado, desapareció tras una de las numerosas puertas presentes en la planta baja, Eltrant no entendió muy bien como una mujer que, por lo que parecía, vivía sola rodeada de riquezas, dejaba a un grupo de cinco desconocidos pulular por su casa con la única custodia de un pequeño y enjuto criado que no parecía ser capaz de oponer ninguna resistencia.
Después de indicarle al resto del grupo que iba a buscar su habitación para deshacerse de, al menos, la capa mojada que seguía goteando, siguió al pie de la letra las instrucciones que había dado Hans para llegar a su habitación.
Eltrant no pudo evitar entretenerse y parar de vez en cuanto a contemplar algún jarrón extraño o un de los muchos cuadros con imágenes realmente cuestionables que había colgados por todo el lugar.
-“Que... agradable…” – Susurró cruzado de brazos frente a una pintura que mostraba una copa de vino repleta de un líquido rojo junto a la cual yacía una persona sin vida. No es que fuese un crítico de arte, pero aquella no era precisamente el tipo de pintura que a él le gustase contemplar todos los días.
Dejando escapar un leve suspiró continuó su camino en dirección a la habitación que la dueña de la mansión le había otorgado, el dormitorio del mercenario era el más alejado de todos aunque según entendió no se encontraba muy alejada de la de Alanna, lo cual le tranquilizó un poco, algo en aquel lugar no terminaba de encajar, aunque también era cierto que siempre que se había internado en una mansión de aquel estilo había acabado malparado, confiaba en que esta vez fuese diferente.
No pasó mucho tiempo hasta que finalmente situó su dormitorio, una pequeña puerta de color marrón le daba la bienvenida al lugar en el que, desgraciadamente, tendría que pasar la noche, o al menos hasta que el tiempo mejorase.
Sin pensarlo mucho su mano se cerró en torno al picaporte, lamentablemente, la puerta no se movió, se encontraba cerrada a cal y canto.
-“… Qué raro”
El mercenario sintió como un sutil escalofrío recorría su espalda cuando cruzaron la enorme verja metálica que daba la bienvenida a los recién llegados al jardín de la mansión, el lugar, que estaba completamente seguro que era lo suficientemente lúgubre, no mejoraba mucho con el resplandor de los incansables relámpagos que iluminaban el poblado cada cierto tiempo.
Mientras, en su incansable intento por guarecerse de la lluvia, se acercaban a la entrada, Eltrant no pudo evitar percatarse en las numerosas gárgolas, lo cual le llevó a preguntarse el motivo por el que toda persona con una cantidad obscena de dinero decidía convertir su hogar en oda al mal gusto.
Antes de que todos estuvieran frente a la enorme puerta principal y pudiesen respirar aliviados abrigados por el porche, la entrada principal se abrió a la par que un fuerte relámpago iluminaba el lugar, desvelando la figura de una enigmática mujer de cabellos rojizos tras ella.
Eltrant frunció el ceño ante aquella oportuna muestra de clarividencia y se llevó disimuladamente la mano derecha a su cadera, cerca de donde descansaba su acero, no podía descartar que aquello hubiese sido una simple casualidad, no obstante el mercenario no tuvo tiempo de decir nada, pues Alanna pidió asilo inmediatamente a la aparente dueña del lugar, quien con una sonrisa, dejó cobijarse a los cansados viajeros en su domicilio después de que estos le dijesen sus nombres.
La mujer de tez clara y pelirroja, que se presentó como Marie, ordenó a un pequeño ser de nombre Hans que guiase a sus intempestivos invitados hasta sus habitaciones, el hombre, si es que podía ser llamado se tal forma, condujo entonces a los presentes escaleras arriba, dónde indicó con escuetas señas dónde debían ir cada uno antes de desaparecer escaleras abajo.
La curiosa anfitriona, por otro lado, desapareció tras una de las numerosas puertas presentes en la planta baja, Eltrant no entendió muy bien como una mujer que, por lo que parecía, vivía sola rodeada de riquezas, dejaba a un grupo de cinco desconocidos pulular por su casa con la única custodia de un pequeño y enjuto criado que no parecía ser capaz de oponer ninguna resistencia.
Después de indicarle al resto del grupo que iba a buscar su habitación para deshacerse de, al menos, la capa mojada que seguía goteando, siguió al pie de la letra las instrucciones que había dado Hans para llegar a su habitación.
Eltrant no pudo evitar entretenerse y parar de vez en cuanto a contemplar algún jarrón extraño o un de los muchos cuadros con imágenes realmente cuestionables que había colgados por todo el lugar.
-“Que... agradable…” – Susurró cruzado de brazos frente a una pintura que mostraba una copa de vino repleta de un líquido rojo junto a la cual yacía una persona sin vida. No es que fuese un crítico de arte, pero aquella no era precisamente el tipo de pintura que a él le gustase contemplar todos los días.
Dejando escapar un leve suspiró continuó su camino en dirección a la habitación que la dueña de la mansión le había otorgado, el dormitorio del mercenario era el más alejado de todos aunque según entendió no se encontraba muy alejada de la de Alanna, lo cual le tranquilizó un poco, algo en aquel lugar no terminaba de encajar, aunque también era cierto que siempre que se había internado en una mansión de aquel estilo había acabado malparado, confiaba en que esta vez fuese diferente.
No pasó mucho tiempo hasta que finalmente situó su dormitorio, una pequeña puerta de color marrón le daba la bienvenida al lugar en el que, desgraciadamente, tendría que pasar la noche, o al menos hasta que el tiempo mejorase.
Sin pensarlo mucho su mano se cerró en torno al picaporte, lamentablemente, la puerta no se movió, se encontraba cerrada a cal y canto.
-“… Qué raro”
Eltrant Tale
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Re: Lunas de sangre [Libre - 4/4] [Cerrado]
El grupo decidió ir a buscar refugio en una casa grande de las afueras, más bien una mansión. Aunque Elwen no estaba muy convencida viendo el estado de la fachada, ya que le parecía que tendría goteras. Aunque era un poco tarde para comentarlo a nadie, ya que abrieron la puerta y una mujer de cabellos rojizos y un hombre muy bajito les recibió. ¿Sería ese hombre humano?
La mujer les dejó pasar, diciéndoles que podían quedarse aquella noche. Elwen echó un vistazo al recibidor mientras subían las escaleras siguiendo a Hans.
- Parece que no hay goteras- pensó la dragona- Igual no es tan malo quedarse aquí.
Cuando llegaron a la planta superior, Hans le fue diciendo a cada uno donde estaban sus habitaciones. A Elwen le tocó una habitación situada a la izquierda, en un pasillo tras una puerta. Estaba justo en medio de las habitaciones de Niniel y Jericó.
La joven dragona entró a su habitación y cerró la puerta. No era una habitación muy grande, de hecho tenía lo justo, una cama, un armario y un pequeño escritorio. Lo bueno es que tenía baño propio, tal vez se diera un baño después de cenar. Se acercó a la cama y dejó su arco y su carcaj con flechas encima, luego se dirigió a la ventana para ver la tormenta. Realmente era una tormenta muy fuerte, lo sentía por Alanna que había organizado aquella salida con tanta ilusión.
- Cuando pare de llover ya encontraremos ese claro- pensó mientras se apartaba de la ventana- Podría localizarlo desde el aire, lo encontraríamos antes.
Elwen usó unas toallas que había encima de su cama y para secarse el pelo y sacó una muda de ropa que llevaba en una bolsa para cambiarse. Si luego iban a bajar a cenar no quería ir goteando agua por toda la mansión. Cuando estuvo lista pensó en quedarse un rato más viendo la tormenta hasta que fuese la hora de cenar, pero escuchó algo. Un grito.
Elwen salió de la habitación y fue a comprobar que había pasado, le pareció oírlo por el otro lado del piso pero cuando fue a salir del pasillo se dio cuenta de que no había puerta.
- ¿Pero qué…?- murmuró Elwen incapaz de entender lo que ocurría.
Debería de haber una puerta para salir de ese pasillo pero allí no había nada, sólo una pared.
La mujer les dejó pasar, diciéndoles que podían quedarse aquella noche. Elwen echó un vistazo al recibidor mientras subían las escaleras siguiendo a Hans.
- Parece que no hay goteras- pensó la dragona- Igual no es tan malo quedarse aquí.
Cuando llegaron a la planta superior, Hans le fue diciendo a cada uno donde estaban sus habitaciones. A Elwen le tocó una habitación situada a la izquierda, en un pasillo tras una puerta. Estaba justo en medio de las habitaciones de Niniel y Jericó.
La joven dragona entró a su habitación y cerró la puerta. No era una habitación muy grande, de hecho tenía lo justo, una cama, un armario y un pequeño escritorio. Lo bueno es que tenía baño propio, tal vez se diera un baño después de cenar. Se acercó a la cama y dejó su arco y su carcaj con flechas encima, luego se dirigió a la ventana para ver la tormenta. Realmente era una tormenta muy fuerte, lo sentía por Alanna que había organizado aquella salida con tanta ilusión.
- Cuando pare de llover ya encontraremos ese claro- pensó mientras se apartaba de la ventana- Podría localizarlo desde el aire, lo encontraríamos antes.
Elwen usó unas toallas que había encima de su cama y para secarse el pelo y sacó una muda de ropa que llevaba en una bolsa para cambiarse. Si luego iban a bajar a cenar no quería ir goteando agua por toda la mansión. Cuando estuvo lista pensó en quedarse un rato más viendo la tormenta hasta que fuese la hora de cenar, pero escuchó algo. Un grito.
Elwen salió de la habitación y fue a comprobar que había pasado, le pareció oírlo por el otro lado del piso pero cuando fue a salir del pasillo se dio cuenta de que no había puerta.
- ¿Pero qué…?- murmuró Elwen incapaz de entender lo que ocurría.
Debería de haber una puerta para salir de ese pasillo pero allí no había nada, sólo una pared.
Elwen
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Re: Lunas de sangre [Libre - 4/4] [Cerrado]
Cuando el destello cegador de aquel relámpago que parecía haber caído no muy lejos de donde se encontraban se disipó, el grupo pudo ver como, sujetando la puerta con unos fuertes aunque deformes brazos, se hallaba la figura de una criatura que si bien parecía humana no había contado con la bendición de los dioses durante su nacimiento y gestación, o eso intuía la peliblanca gracias a sus conocimientos médicos. Níniel había visto casos similares en el hospital y leído sobre ellos, problemas durante la concepción, durante el embarazo o durante el parto causaban esas deformaciones y aunque algunos lograban sobrevivir la mayoría morían poco después del parto o al poco tiempo de vida. Aquellos que lo conseguían eran tratados por sus congéneres como aberraciones y obligados a realizar duros trabajos en la sombra, como atracciones de circo o como muestra viviente de lo que ocurría si no se veneraba propiamente a los dioses. Aunque saber aquello no evitaba que ver su silueta de forma tan repentina a la par que su cuerpo se estremecía por un trueno resultara impactante.
Aquel pobre hombre miró al grupo de recién llegados con su asimétrico rostro fruta de una malformación osea y sin mostrar ninguna expresión de ningún tipo, se separó un paso de la puerta en un gesto que a todas luces era una invitación a pasar al mismo tiempo que dejaba ver tras él a una nueva figura que por su modo de vestir y porte debía de ser la señora de la casa. Una mujer de rojos cabellos, piel nívea y rasgos y figura agraciados que les recibió de una forma tan amigable que resultaba incluso extraña.
Por el exterior de la casa Níniel se había hecho una imagen de lo que cabría esperar del interior del lugar. Un lugar viejo, sucio y descuidado a lo largo del tiempo pero aún reflejo de que tiempo atrás fue un lugar que nada tenía que envidiar a ninguna propiedad de su categoría. La verdad es que el interior, a pesar de ser un sitio sobrecargado y poco iluminado estaba muy bien conservado, no era un palacio de altaciudad y la decoración no era de su agrado pero no estaba nada mal. Claro que la peliblanca no era la mejor para judgar hogares humanos o de otras razas, piedra, madera tallada de formas absurdas, horrendos cuadros y ese intento por mantener lejos a la naturaleza...Para la elfa todas eran frías en comparación con su árbol familiar en Sindorai y solo podía comparar aquella con otros lugares que conociera como su habitación en Lunargenta o la casa de Alanna.
La mujer pelirroja, que respondía al nombre Marie, ordenó a su poco agraciado sirviente que guiara a los recién llegados a las habitaciones que podrían usar aquella noche mientras ella preparaba algo de comer para sus nuevos invitados y Níniel agradeció su hospitalidad. Una dama cocinando era algo inaudito para la peliblanca que durante sus encuentros con nobles humanos no les había visto hacer ningún trabajo que no fuera engullir canapés, desviar la mirada hacia ciertas partes de la anatomía de cualquier mujer joven y bonita cercana y ladrar órdenes. Bueno y estaban los Vivant, pero esos eran un caso a parte.
Dado que sus habitaciones estarían arriba y parecía que todos estaban de acuerdo en pasar allí la noche, o al menos esperar en a que la tormenta amainase, Níniel se disculpó un instante y volvió a salir fuera para asegurarse de que su corcel estuviera bien y coger algunas cosas de sus alforjas pues entre otros objetos allí tenía ropa limpia y seca y la comida para Geralt, algo vital si no quería que la ardilla se pasara toda la noche de morros. Níniel tomó cuanto necesitaba y tras darle una manzana a Nahar volvió dentro de la casa disculpándose.
Hans les condujo al piso superior por unas escaleras de madera que se quejaban del peso que debían soportar emitiendo crujidos a cada paso que daban y que debían de oírse por toda la casa. Estaban dejando el suelo perdido de agua en su camino pero no parecía importarle lo más mínimo a su silencioso guía. Una vez arriba, donde la madera del suelo no se quejaba tanto pero tampoco resultaba silenciosa y sin decir una palabra, el jorobado comenzó a distribuir a los miembros del grupo por distintas habitaciones dándoles una vela a cada uno con la que iluminar sus pasos. La peliblanca pensó que no era necesario darle una habitación a cada uno si no que bastaría con una habitación para los chicos y otra para las chicas, de echo se hubiese sentido más segura compartiendo habitación con alguien más dado que no conocía el lugar ni a su demasiado amable anfitriona, pero por cortesía no dijo nada y aceptó con agradecimiento lo que se le ofrecía mirando como cada cual iba cruzando las puertas de sus respectivos dormitorios.
No era un lugar muy grande, de hecho era una habitación más pequeña que aquella de la que disponía en Lunargenta pero aún así le pareció a Níniel un lugar más que aceptable. La cama era grande y parecía cómoda y calentita, perfecta para noches como aquella. Había un pequeño escritorio bien conservado y una pequeña librería llena de libros viejos que enseguida llamó la atención de una ávida lectora como era Níniel y tenía su propio cuarto de baño lo cual era todo un lujo. Los cristales de la ventana estaban sucios y apenas se veía algo de fuera pero dejaban pasar la suficiente luz de fuera como para que con cada nuevo rayo la habitación se iluminara unos instantes antes de volver a la penumbra. La elfa tras aquel primer vistazo, dejó sus cosas sobre la cama y comenzó a usar la vela que tenía para encender otras velas del lugar hasta que dejó el lugar algo más iluminado y comenzó a cambiarse de ropa antes de que cogiera una pulmonía dejando la ropa húmeda cerca de la puerta para que fuera secándose a la vez que ella misma se secaba con la toalla que Hans le había dado, realmente estaba calada hasta los huesos a pesar de la capa.
Una vez seca y queriendo volver a encontrarse cuanto antes con los demás volvió hasta la puerta y comprobó con cierta incredulidad que no se abría. En un primer momento lo achacó a que al ser una puerta vieja estaría atascada o el mecanismo del picaporte estaría duro por la falta de uso y mantenimiento pero tras unos intentos y comprobaciones más y tras gritar para que alguien la ayudara sin recibir por respuesta nada más que silencio comenzó a ponerse nerviosa. Elwen estaba en la habitación de al lado, al menos ella debería de haber respondido si la hubiese oído.
Aquel pobre hombre miró al grupo de recién llegados con su asimétrico rostro fruta de una malformación osea y sin mostrar ninguna expresión de ningún tipo, se separó un paso de la puerta en un gesto que a todas luces era una invitación a pasar al mismo tiempo que dejaba ver tras él a una nueva figura que por su modo de vestir y porte debía de ser la señora de la casa. Una mujer de rojos cabellos, piel nívea y rasgos y figura agraciados que les recibió de una forma tan amigable que resultaba incluso extraña.
Por el exterior de la casa Níniel se había hecho una imagen de lo que cabría esperar del interior del lugar. Un lugar viejo, sucio y descuidado a lo largo del tiempo pero aún reflejo de que tiempo atrás fue un lugar que nada tenía que envidiar a ninguna propiedad de su categoría. La verdad es que el interior, a pesar de ser un sitio sobrecargado y poco iluminado estaba muy bien conservado, no era un palacio de altaciudad y la decoración no era de su agrado pero no estaba nada mal. Claro que la peliblanca no era la mejor para judgar hogares humanos o de otras razas, piedra, madera tallada de formas absurdas, horrendos cuadros y ese intento por mantener lejos a la naturaleza...Para la elfa todas eran frías en comparación con su árbol familiar en Sindorai y solo podía comparar aquella con otros lugares que conociera como su habitación en Lunargenta o la casa de Alanna.
La mujer pelirroja, que respondía al nombre Marie, ordenó a su poco agraciado sirviente que guiara a los recién llegados a las habitaciones que podrían usar aquella noche mientras ella preparaba algo de comer para sus nuevos invitados y Níniel agradeció su hospitalidad. Una dama cocinando era algo inaudito para la peliblanca que durante sus encuentros con nobles humanos no les había visto hacer ningún trabajo que no fuera engullir canapés, desviar la mirada hacia ciertas partes de la anatomía de cualquier mujer joven y bonita cercana y ladrar órdenes. Bueno y estaban los Vivant, pero esos eran un caso a parte.
Dado que sus habitaciones estarían arriba y parecía que todos estaban de acuerdo en pasar allí la noche, o al menos esperar en a que la tormenta amainase, Níniel se disculpó un instante y volvió a salir fuera para asegurarse de que su corcel estuviera bien y coger algunas cosas de sus alforjas pues entre otros objetos allí tenía ropa limpia y seca y la comida para Geralt, algo vital si no quería que la ardilla se pasara toda la noche de morros. Níniel tomó cuanto necesitaba y tras darle una manzana a Nahar volvió dentro de la casa disculpándose.
Hans les condujo al piso superior por unas escaleras de madera que se quejaban del peso que debían soportar emitiendo crujidos a cada paso que daban y que debían de oírse por toda la casa. Estaban dejando el suelo perdido de agua en su camino pero no parecía importarle lo más mínimo a su silencioso guía. Una vez arriba, donde la madera del suelo no se quejaba tanto pero tampoco resultaba silenciosa y sin decir una palabra, el jorobado comenzó a distribuir a los miembros del grupo por distintas habitaciones dándoles una vela a cada uno con la que iluminar sus pasos. La peliblanca pensó que no era necesario darle una habitación a cada uno si no que bastaría con una habitación para los chicos y otra para las chicas, de echo se hubiese sentido más segura compartiendo habitación con alguien más dado que no conocía el lugar ni a su demasiado amable anfitriona, pero por cortesía no dijo nada y aceptó con agradecimiento lo que se le ofrecía mirando como cada cual iba cruzando las puertas de sus respectivos dormitorios.
No era un lugar muy grande, de hecho era una habitación más pequeña que aquella de la que disponía en Lunargenta pero aún así le pareció a Níniel un lugar más que aceptable. La cama era grande y parecía cómoda y calentita, perfecta para noches como aquella. Había un pequeño escritorio bien conservado y una pequeña librería llena de libros viejos que enseguida llamó la atención de una ávida lectora como era Níniel y tenía su propio cuarto de baño lo cual era todo un lujo. Los cristales de la ventana estaban sucios y apenas se veía algo de fuera pero dejaban pasar la suficiente luz de fuera como para que con cada nuevo rayo la habitación se iluminara unos instantes antes de volver a la penumbra. La elfa tras aquel primer vistazo, dejó sus cosas sobre la cama y comenzó a usar la vela que tenía para encender otras velas del lugar hasta que dejó el lugar algo más iluminado y comenzó a cambiarse de ropa antes de que cogiera una pulmonía dejando la ropa húmeda cerca de la puerta para que fuera secándose a la vez que ella misma se secaba con la toalla que Hans le había dado, realmente estaba calada hasta los huesos a pesar de la capa.
Una vez seca y queriendo volver a encontrarse cuanto antes con los demás volvió hasta la puerta y comprobó con cierta incredulidad que no se abría. En un primer momento lo achacó a que al ser una puerta vieja estaría atascada o el mecanismo del picaporte estaría duro por la falta de uso y mantenimiento pero tras unos intentos y comprobaciones más y tras gritar para que alguien la ayudara sin recibir por respuesta nada más que silencio comenzó a ponerse nerviosa. Elwen estaba en la habitación de al lado, al menos ella debería de haber respondido si la hubiese oído.
Níniel Thenidiel
Aerandiano de honor
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Re: Lunas de sangre [Libre - 4/4] [Cerrado]
Para mi sorpresa, pues yo esperaba encontrar una bruja pelleja, nos recibió una mujer pelirroja, alta, delgada, su maquillaje era rojo como su cabello, que terminaba de combinarlo con una bata, también roja, por encima de un vestido negro. La mujer nos recibió con una extraña normalidad y calidez, parecía encantada de tenernos de visita, fue ella la que nos ofreció pasar allí la noche y prepararnos algo para cenar. Lo cierto es que tenía hambre, estaba algo asustado, pero llevaba todo el día en ayunas, eso no me lo quitaba nadie. Nombró a un tal Hans, tuve que buscarlo, pues Eltrant estaba en el medio y el hombrecillo, si es que podía llamarse así, estaba completamente encorvado. Era... era extraño, difícil no mirarlo, era tan diferente... viniendo de un amnésico no es de extrañar, pero jamás había visto nada igual.
La mujer, que se hacía llamar Marie, se retiró para prepararnos la susodicha cena, mientras el ser que tenía por mayordomo o algo así nos acompañó a lo que serían nuestras habitaciones. El lugar, para mí al menos, no era lo más acogedor del mundo, pero mientras no nos mojáramos me serviría. Subimos al segundo piso el cual no mejoró para nada, la madera seguía crujiendo con nuestros pasos y temía que se viniese abajo en cualquier momento, aunque supongo que sería imposible. Lo cierto es que no sabía qué pensar, estaba algo nervioso, no quería parecer grosero, pero la verdad es que desconfiaba de tanta hospitalidad. Hans nos dio una vela a cada uno, me costó mirarle a la cara y no quedarme vergonzosamente paralizado.
Mi habitación, junto a las habitaciones de Nin y Elwen, daban a un pasadizo común, separado de las habitaciones de Alanna y Eltrant. La mía era la más alejada de las tres, aunque vi como al fondo del pasillo aún habían dos puertas más, sería cierto que tenían habitaciones de sobras, -"¿para qué tantas? No pone "posada" en ninguna parte de la fachada"-
No podía preguntar, quizás se ofenderían, a lo mejor antaño era una numerosa familia la que habitaba esta casa.
Entré en la estancia mientras se cerraba la puerta tras de mí, con suavidad. La observé un instante: la cama parecía limpia, como si la acabasen de preparar, tenía cuarto de baño propio y vi que tenía toallas también limpias. Tras de mi ahora tenía un escritorio, prendí la vela que estaba ahí y dejé la mía en el cuarto de baño. Sobre el escritorio había un libro con extrañas marcas y símbolos, estaba seguro de que esto le fascinaría a Alanna o a Nin, tal vez debería mostrárselo luego. -"Es más"- pensé, -"debería pedirle a Nin que me enseñe a hablar nuestro idioma."-
Dejé el libro en su sitio y encendí las velas del cuarto de baño, dispuesto a bañarme mientras se secase mi ropa, pues no tenía muda limpia. Iba a prepararme la bañera cuando llamaron a la puerta. Me extrañó, -"¿Ya íbamos a cenar?"- me volví a poner la ropa mientras respondía que ya iba a abrir. Apenas me puse la camiseta cuando volvieron a golpear la puerta, esta vez algo más fuerte, un golpe seco. Me sobresalté un poco, asomándome desde el baño. Terminé de vestirme y empezaron a aporrear la puerta, me asusté, pensé que era una emergencia, que había pasado algo, ya sabía yo que no podíamos fiarnos, pero cuando llegué a la puerta los golpes pararon. Intenté abrir la puerta pero no se abría, entonces grité yo, no entendía qué pasaba. Seguí aporreando la puerta intentando abrirla, pero era inútil.
La mujer, que se hacía llamar Marie, se retiró para prepararnos la susodicha cena, mientras el ser que tenía por mayordomo o algo así nos acompañó a lo que serían nuestras habitaciones. El lugar, para mí al menos, no era lo más acogedor del mundo, pero mientras no nos mojáramos me serviría. Subimos al segundo piso el cual no mejoró para nada, la madera seguía crujiendo con nuestros pasos y temía que se viniese abajo en cualquier momento, aunque supongo que sería imposible. Lo cierto es que no sabía qué pensar, estaba algo nervioso, no quería parecer grosero, pero la verdad es que desconfiaba de tanta hospitalidad. Hans nos dio una vela a cada uno, me costó mirarle a la cara y no quedarme vergonzosamente paralizado.
Mi habitación, junto a las habitaciones de Nin y Elwen, daban a un pasadizo común, separado de las habitaciones de Alanna y Eltrant. La mía era la más alejada de las tres, aunque vi como al fondo del pasillo aún habían dos puertas más, sería cierto que tenían habitaciones de sobras, -"¿para qué tantas? No pone "posada" en ninguna parte de la fachada"-
No podía preguntar, quizás se ofenderían, a lo mejor antaño era una numerosa familia la que habitaba esta casa.
Entré en la estancia mientras se cerraba la puerta tras de mí, con suavidad. La observé un instante: la cama parecía limpia, como si la acabasen de preparar, tenía cuarto de baño propio y vi que tenía toallas también limpias. Tras de mi ahora tenía un escritorio, prendí la vela que estaba ahí y dejé la mía en el cuarto de baño. Sobre el escritorio había un libro con extrañas marcas y símbolos, estaba seguro de que esto le fascinaría a Alanna o a Nin, tal vez debería mostrárselo luego. -"Es más"- pensé, -"debería pedirle a Nin que me enseñe a hablar nuestro idioma."-
Dejé el libro en su sitio y encendí las velas del cuarto de baño, dispuesto a bañarme mientras se secase mi ropa, pues no tenía muda limpia. Iba a prepararme la bañera cuando llamaron a la puerta. Me extrañó, -"¿Ya íbamos a cenar?"- me volví a poner la ropa mientras respondía que ya iba a abrir. Apenas me puse la camiseta cuando volvieron a golpear la puerta, esta vez algo más fuerte, un golpe seco. Me sobresalté un poco, asomándome desde el baño. Terminé de vestirme y empezaron a aporrear la puerta, me asusté, pensé que era una emergencia, que había pasado algo, ya sabía yo que no podíamos fiarnos, pero cuando llegué a la puerta los golpes pararon. Intenté abrir la puerta pero no se abría, entonces grité yo, no entendía qué pasaba. Seguí aporreando la puerta intentando abrirla, pero era inútil.
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Re: Lunas de sangre [Libre - 4/4] [Cerrado]
*Marie*
La mujer de cabellos rojos salió de la cocina con calma, y vio subir a los chicos hacia el piso superior, rió por lo bajo, con la encantadora risa de una niña que volvía a jugar a su juego preferido, sin embargo, su sonrisa era tétrica. En completo silencio, bajó al sótano, y cogió de allí, de una repisa, una jaula de cristal cerrada y una pequeña botellita llena con un liquido alucinógeno, Hans sabría que hacer con lo que había dentro. Cuando la tuvo en las manos, salió de allí con calma y subió los escalones en silencio.
El piso de arriba, la entrada, al menos, ya estaba desierta, abrió la puerta que llevaba al pasillo donde se encontraban la mayoría de habitaciones, y cerró el primer y el segundo de los cuartos, llendo con presteza al cuarto de Hans. Cuando el encorvado hombre le abrió la puerta, le dio la jaula en silencio y le tendió varias piedras que llevaba en el bolsillo, la runas calleron en las torpes manos del hombre y la botella se tambaleó encima de la jaula, el jorobado la miro con un asentimiento, entendiendo lo que su ama quería decir. Se alejó de nuevo, con rapidez. Al salir al pasillo, cerró la puerta y abrió con sus llaves el cuarto cerrado que había justo al lado.
Un despacho viejo, cerrado desde hacía mucho tiempo, con un pequeño laboratorio a un lado, quedaba relegado a un lado para dar permiso a que una enorme maquinaria pudiera caber allí. Esa maquina movía el muro, hacía temblar la casa, pero la puerta del pasillo desaparecería, dejando así a quien pudiera salir del cuarto sin escapatoria alguna. Movió una palanca pesada y sintió el temblor del suelo. Satisfecha, salió y cerró la puerta nuevamente, lanzó dos runas para cubrir las escaleras con una pequeña pantalla de humo para que los que aun tenían modo de salir de allí fueran incapaces de ver las escaleras y, en completo sigilo, entró en el cuarto de al lado, escondiéndose dentro del armario. Lista para crear su primera ilusión.
***********************************************************************
*Alanna*
Siguió al pequeño hombre de rasgos... exóticos, por llamarlo así, al piso de arriba, con ceño fruncido, abrazándose a si misma, algo temerosa por la tormenta, le resultaba extraño que la mujer hubiera mostrado tanta amabilidad, sobretodo si se tenía en cuenta que las únicas personas que parecían habitar en esa casa eran la mujer de aspecto delicado y ese hombre que los guiaba.
La casa estaba decorada de forma extraña pero rica, jarrones, extravagantes, pinturas aterradoras que, para ella al menos, eran de mal gusto, se repartían por las estancias y los pasillos, con un suspiro, observó a todos marcharse del lugar y entró en su cuarto tras quedarse sola. Cerró la puerta a sus espaldas y dejó su bolsa y sus armas sobre la cama, hacía frío.
Investigó un poco el cuarto, parecía tranquilo, algo frío, pero tranquilo, era lógico, vivían lejos de todo rastro humano, lo más cercano era el pequeño pueblo, si es que se le podía llamar de ese modo, que, posiblemente, perteneciera a Marie, la dueña de la vivienda. La cama era grande, un armario, una ventana amplia, un par de mesitas, y una puerta, que, al abrirla, le mostró un baño. Poco le costó decidir a la chica coger la toalla que había sobre la cama, su ropa interior, y meterse dentro, se sentía helada, y, tal vez, en un cuarto pequeño se sintiera más segura que en el dormitorio, donde los trueno parecían retumbar.
Se deshizo de su ropa húmeda y se metió en el agua caliente para, al poco, sentir un temblor, ¿un terremoto? "Calma Alanna, estás paranoica" se dijo a si misma, seguramente habría sido simplemente un trueno, atribuyó el temblor a su imaginación, sin embargó un nuevo sonido la distrajo, ya limpia y algo más tranquila, escuchó abrirse la puerta. Extrañada, salió del agua, se puso la ropa interior y salió enrollada en la toalla, fijando su vista en la salida. Se encontró la puerta entreabierta. Extrañada, se acercó con ceño fruncido, para cerrar la puerta, preguntándose quien la habría abierto. Puso la mano en el pomo y escuchó algo a sus espaldas.
Se giró despació, sin entender nada, y, al ver lo que tenía detrás, se quedó paralizada. Unas patas largas, un cuerpo redondo, peludo, y una cabeza con cuatro enormes ojos negros y una boca con pinzas la miraba pestañeando. Se le cortó la respiración, se paralizó unos segundos y, en cuanto el insecto se agachó un poco, salió corriendo con un tremendo grito agudo que se hizo oír incluso por encima de la tormenta. Salió por la puerta cerrándola a sus espaldas, y escuchó moverse algo dentro, para, al poco, notar un empujón en la puerta.
Gritó nuevamente y buscó las escaleras, que no parecían encontrarse en ningún sitio, por lo que corrió hacia su izquierda, donde había un pasillo abierto. Avanzó con rapidez, intentando no resbalarse por ir descalza, completamente asustada, llevada por el pánico. Cogiendo con fuerza la toalla mirando a sus espaldas, aterrorizada, corrió por el pasillo hasta chocar con alguien a quien tiró al suelo cayendo ella encima.
- ¡No, quita!- gritó asustada con los ojos cerrados y llorosos, mientras golpeaba con una de sus manos, al tiempo que, con la otra, se sostenía la toalla para que no se le cayera.
La tormenta y la araña eran demasiado para sus nervios.Tras un segundo abrió los ojos llorosos y miró, por fin con quien se había chocado y a quien estaba golpeando. Eltrant.
- A... araña...- murmuró con voz aterrorizada sin soltar la toalla. Luego se disculparía con el por los golpes.
*********************************************************************
*Hans*
La mujer le había dejado encargado de hacer el trabajo sucio dentro de la sala del pasillo, las puertas se habían cerrado y el ya llevaba las runas y en las manos, mientras que la jaula acristalada se encontraba sobre uno de sus hombros y la botellita de veneno dentro de un bolsillo. En su torpe avancé, tropezó contra la puerta del chico rubio, y siguió avanzando más rápido, para poder verter el veneno por bajo la primera puerta. El liquido resbaló hacia el interior del cuarto, donde empezaría a soltar un humo que sumiría a la joven en una alucinación donde sus peores pesadillas serían reflejadas, simples sueños, pero los sueños también pueden dar miedo.
Acabado esto, lanzó una runa bajo la puerta del joven, la marca del aire estaba escrita en ella, primero, se desataría un vendaval en el dormitorio, destrozandolo todo, y haciéndolo volar, después, el aire cesaría, y el oxigeno comenzaría a disminuir, el proceso sería lento, pero si su ama se lo había dado, debía ser porque no pensaba que el chic fuera lo bastante listo para librarse de ello, ¿se equivocaría?
Finalmente, retrocedió hasta su cuarto, a tiempo de ver como la joven del cuarto central salía y dejaba que la puerta tras ella se cerrase, sin posibilidad de poder volver a abrirse, no sin llave, al menos, por su mecanismo automático. Agachado, aprovechando su pequeña estatura, abrió la jaula y centenares de cucarachas salieron rodando de ella, en dirección a la chica.
- Corred, mis pequeñas.- musitó con su tono extraño, y abriendo la puerta de su propio cuarto con una risa ronca que llenó el pasillo.
Cerró con llave, era momento de bajar al sótano, seguro que su ama quería que finalizase ciertos preparativos.
La mujer de cabellos rojos salió de la cocina con calma, y vio subir a los chicos hacia el piso superior, rió por lo bajo, con la encantadora risa de una niña que volvía a jugar a su juego preferido, sin embargo, su sonrisa era tétrica. En completo silencio, bajó al sótano, y cogió de allí, de una repisa, una jaula de cristal cerrada y una pequeña botellita llena con un liquido alucinógeno, Hans sabría que hacer con lo que había dentro. Cuando la tuvo en las manos, salió de allí con calma y subió los escalones en silencio.
El piso de arriba, la entrada, al menos, ya estaba desierta, abrió la puerta que llevaba al pasillo donde se encontraban la mayoría de habitaciones, y cerró el primer y el segundo de los cuartos, llendo con presteza al cuarto de Hans. Cuando el encorvado hombre le abrió la puerta, le dio la jaula en silencio y le tendió varias piedras que llevaba en el bolsillo, la runas calleron en las torpes manos del hombre y la botella se tambaleó encima de la jaula, el jorobado la miro con un asentimiento, entendiendo lo que su ama quería decir. Se alejó de nuevo, con rapidez. Al salir al pasillo, cerró la puerta y abrió con sus llaves el cuarto cerrado que había justo al lado.
Un despacho viejo, cerrado desde hacía mucho tiempo, con un pequeño laboratorio a un lado, quedaba relegado a un lado para dar permiso a que una enorme maquinaria pudiera caber allí. Esa maquina movía el muro, hacía temblar la casa, pero la puerta del pasillo desaparecería, dejando así a quien pudiera salir del cuarto sin escapatoria alguna. Movió una palanca pesada y sintió el temblor del suelo. Satisfecha, salió y cerró la puerta nuevamente, lanzó dos runas para cubrir las escaleras con una pequeña pantalla de humo para que los que aun tenían modo de salir de allí fueran incapaces de ver las escaleras y, en completo sigilo, entró en el cuarto de al lado, escondiéndose dentro del armario. Lista para crear su primera ilusión.
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*Alanna*
Siguió al pequeño hombre de rasgos... exóticos, por llamarlo así, al piso de arriba, con ceño fruncido, abrazándose a si misma, algo temerosa por la tormenta, le resultaba extraño que la mujer hubiera mostrado tanta amabilidad, sobretodo si se tenía en cuenta que las únicas personas que parecían habitar en esa casa eran la mujer de aspecto delicado y ese hombre que los guiaba.
La casa estaba decorada de forma extraña pero rica, jarrones, extravagantes, pinturas aterradoras que, para ella al menos, eran de mal gusto, se repartían por las estancias y los pasillos, con un suspiro, observó a todos marcharse del lugar y entró en su cuarto tras quedarse sola. Cerró la puerta a sus espaldas y dejó su bolsa y sus armas sobre la cama, hacía frío.
Investigó un poco el cuarto, parecía tranquilo, algo frío, pero tranquilo, era lógico, vivían lejos de todo rastro humano, lo más cercano era el pequeño pueblo, si es que se le podía llamar de ese modo, que, posiblemente, perteneciera a Marie, la dueña de la vivienda. La cama era grande, un armario, una ventana amplia, un par de mesitas, y una puerta, que, al abrirla, le mostró un baño. Poco le costó decidir a la chica coger la toalla que había sobre la cama, su ropa interior, y meterse dentro, se sentía helada, y, tal vez, en un cuarto pequeño se sintiera más segura que en el dormitorio, donde los trueno parecían retumbar.
Se deshizo de su ropa húmeda y se metió en el agua caliente para, al poco, sentir un temblor, ¿un terremoto? "Calma Alanna, estás paranoica" se dijo a si misma, seguramente habría sido simplemente un trueno, atribuyó el temblor a su imaginación, sin embargó un nuevo sonido la distrajo, ya limpia y algo más tranquila, escuchó abrirse la puerta. Extrañada, salió del agua, se puso la ropa interior y salió enrollada en la toalla, fijando su vista en la salida. Se encontró la puerta entreabierta. Extrañada, se acercó con ceño fruncido, para cerrar la puerta, preguntándose quien la habría abierto. Puso la mano en el pomo y escuchó algo a sus espaldas.
Se giró despació, sin entender nada, y, al ver lo que tenía detrás, se quedó paralizada. Unas patas largas, un cuerpo redondo, peludo, y una cabeza con cuatro enormes ojos negros y una boca con pinzas la miraba pestañeando. Se le cortó la respiración, se paralizó unos segundos y, en cuanto el insecto se agachó un poco, salió corriendo con un tremendo grito agudo que se hizo oír incluso por encima de la tormenta. Salió por la puerta cerrándola a sus espaldas, y escuchó moverse algo dentro, para, al poco, notar un empujón en la puerta.
Gritó nuevamente y buscó las escaleras, que no parecían encontrarse en ningún sitio, por lo que corrió hacia su izquierda, donde había un pasillo abierto. Avanzó con rapidez, intentando no resbalarse por ir descalza, completamente asustada, llevada por el pánico. Cogiendo con fuerza la toalla mirando a sus espaldas, aterrorizada, corrió por el pasillo hasta chocar con alguien a quien tiró al suelo cayendo ella encima.
- ¡No, quita!- gritó asustada con los ojos cerrados y llorosos, mientras golpeaba con una de sus manos, al tiempo que, con la otra, se sostenía la toalla para que no se le cayera.
La tormenta y la araña eran demasiado para sus nervios.Tras un segundo abrió los ojos llorosos y miró, por fin con quien se había chocado y a quien estaba golpeando. Eltrant.
- A... araña...- murmuró con voz aterrorizada sin soltar la toalla. Luego se disculparía con el por los golpes.
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*Hans*
La mujer le había dejado encargado de hacer el trabajo sucio dentro de la sala del pasillo, las puertas se habían cerrado y el ya llevaba las runas y en las manos, mientras que la jaula acristalada se encontraba sobre uno de sus hombros y la botellita de veneno dentro de un bolsillo. En su torpe avancé, tropezó contra la puerta del chico rubio, y siguió avanzando más rápido, para poder verter el veneno por bajo la primera puerta. El liquido resbaló hacia el interior del cuarto, donde empezaría a soltar un humo que sumiría a la joven en una alucinación donde sus peores pesadillas serían reflejadas, simples sueños, pero los sueños también pueden dar miedo.
Acabado esto, lanzó una runa bajo la puerta del joven, la marca del aire estaba escrita en ella, primero, se desataría un vendaval en el dormitorio, destrozandolo todo, y haciéndolo volar, después, el aire cesaría, y el oxigeno comenzaría a disminuir, el proceso sería lento, pero si su ama se lo había dado, debía ser porque no pensaba que el chic fuera lo bastante listo para librarse de ello, ¿se equivocaría?
Finalmente, retrocedió hasta su cuarto, a tiempo de ver como la joven del cuarto central salía y dejaba que la puerta tras ella se cerrase, sin posibilidad de poder volver a abrirse, no sin llave, al menos, por su mecanismo automático. Agachado, aprovechando su pequeña estatura, abrió la jaula y centenares de cucarachas salieron rodando de ella, en dirección a la chica.
- Corred, mis pequeñas.- musitó con su tono extraño, y abriendo la puerta de su propio cuarto con una risa ronca que llenó el pasillo.
Cerró con llave, era momento de bajar al sótano, seguro que su ama quería que finalizase ciertos preparativos.
Alanna Delteria
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Re: Lunas de sangre [Libre - 4/4] [Cerrado]
Inspeccionó de cerca la puerta, que estaba completamente cerrada era un hecho, por más que girase el pomo y que empujase no iba a abrirse.
Dejó escapar un leve suspiro y se atusó la barba, si bien Marie parecía ser una mujer amable y hospitalaria lo cierto era que se habían presentado en aquel lugar sin avisar y les había permitido entrar en el mismo instante en el que estos habían relatado el por qué se encontraban allí. No era muy usual aquello, pero tampoco era sorprendente que tuviese alguna que otra habitación cerrada con llave, en cualquier caso, estaba claro que necesitaba encontrar a Hans, siendo él lo más parecido a un criado que tenía aquella mujer, probablemente poseería las llaves de las habitaciones.
El mercenario sentó entonces un leve temblor bajo sus pies, cosa que le hizo fruncir el ceño casi inmediatamente, o la tormenta estaba alcanzando unos niveles absurdos, o algo estaba pasando en los pisos inferiores. Justo en el mismo instante en el cual el mercenario se giró para emprender su particular periplo por la casa, alguien chocó contra él.
Fue un golpe seco y contundente, que le hizo caer de espaldas, y golpearse la cabeza contra la puerta que tenía justo tras él todo esto mientras el sorpresivo agresor estaba sobre él vestido con lo que, según pudo vislumbrar Eltrant antes de ser golpeado sin piedad, una especie de túnica.
Le hubiese gustado quejarse, o al menos lamentarse por el punzante dolor que sentía en la cabeza, y lo habría hecho si no fuese porque antes de que pudiese abrir siquiera la boca, la persona que tenía encima, que hacía gala de una armoniosa voz que conocía muy bien, comenzó a golpearle en la cara.
Cuando la guarda decidió parar de abofetear repetidamente al mercenario, este se incorporó un poco y llevándose la mano a dónde se había dado el golpe se incorporó y miró de arriba abajo a su amiga –“¿Arañas?” – Preguntó levantándose tratando de, como buenamente podía, obviar que su amiga estaba vestida con una escueta prenda que había resultado ser una simple toalla.
–“Bonito… conjunto… ¿Se puede saber que te ha pasado?” – Dijo al final dejando escapar una leve risa, estaba claro que, por mucho que quisiera, era imposible no hacer referencia al hecho de que la guarda estaba vestida con una toalla, quizás si no hubiese estado a punto de abrirse la cabeza contra la situación habría sido más incómoda, pero en aquel momento le dolía demasiado como pararse a pensar que acababa de tener a una joven con aquel atuendo encima.
Por otro lado, conocía el temor que tenía su amiga por las tormentas, pero aquella situación era tan absurda que no sabía sencillamente que preguntar exactamente al respecto, ¿Desde cuándo le daban a Alanna tanto pánico los insectos?
El día no hacía sino mejorar, su puerta seguía cerrada y ahora aquello. Ayudó a incorporarse a Alanna y le tendió de paso su capa que, aunque seguía a un poco húmeda, seguía siendo mejor que una toalla de color blanco.
-“Bien, vamos a ver la araña” - Dijo sonriendo a la guarda y haciendo caso omiso a sus advertencias, abrió lentamente la puerta de su habitación.
Estaba completamente vacía, lo cual hubiese sido de esperar si no fuese porque Alanna casi le abre la cabeza a golpes.
Después de varios minutos repasando la habitación en busca de malvados insectos no encontró nada, así que, después de encogerse de hombres, entró en el baño, donde encontró la ropa de la guarda en el suelo y una bañera repleta de agua caliente, pero nada más.
-“Bueno… esto explica lo de la toalla” – Dijo agachándose a recoger la ropa –“…habrá sido la tormenta, espero” – Después del pequeño monologo consigo mismo se dirigió hacia la salida, la guarda se volvía bastante paranoica los días de tormenta por mucho que ella quisiese aparentar ser fuerte, habría imaginado aquello.
Y entonces, como había sucedido minutos atrás, cuando cerró su puño en torno al pomo de la puerta de la habitación, se encontró con que estaba cerrada. Frunciendo el ceño aplicó más fuerza, más solo consiguió que los goznes resonaran mientras este empujaba cada vez más y más fuerte.
Sin previo aviso, mientras se encontraba enfrascado en tratar de salir de aquel dormitorio, se encontró rodeado de una suave neblina, una bruma que como pronto comprendería, se trataba de vapor. –“El agua no estaba tan caliente, pero quizás…” – Murmuró para si en un inútil esfuerzo por encontrarle sentido a aquello. –“¡Alanna!” – Gritó mientras golpeaba la puerta, tratando de hacerse oír en el exterior, las puertas no se cerraban solas, aquel lugar tenía algo extraño.
-“¿Me llamabas?” – La voz de la guarda sonó en su espalda y le mercenario respondió a esta girándose al instante, su amiga emergió de entre la bruma ataviada con un sugerente juego de lencería. –“Eh…” – Fue lo único que dijo Eltrant ante esta visión –“¿Cómo has entrado?” – Pregunto aún en su esfuerzo por tratar de arrojar luz sobre el asunto, por algún motivo la habitación parecía ser inusualmente más grande que antes. –“¿Entrado? Elt, siempre he estado aquí, lo sabes” – La Alanna que tenía frente a él sonrió y dio varios pasos en su dirección, lo cual solo consiguió que Eltrant se pusiese aún más tenso, y agarrase inmediatamente el pomo de su espada mientras retrocedía varios pasos.
–“Vamos Elt, no te hagas el duro…” – Dijo su amiga frente a él, aquella mujer hablaba como Alanna, se movía como Alanna, pero su comportamiento, era extraño. -“Tienes razón Eltrant, no deberías ser tan malo con Alanna, suelta la espada” – Otra voz conocida, ahora la de Niniel, emergió de algún punto indeterminado de la niebla, siendo sustituida de pronto por la viva imagen de la elfa, ataviada de la misma forma que su compañera. –“¿Es que tienes miedo de algo?”
Sin previo aviso el mercenario desenvainó la espada, haciendo a ambas mujeres dar un paso hacia atrás, la habitación seguía haciendo gradualmente más grande a su alrededor y el mercenario dio un par de estocadas al aire para alejar a sus supuestas compañeras. –“Esto es muy bueno para ser verdad” – Le dijo lo que resultó ser la voz de la razón en la parte posterior de su cabeza - “Se consecuente, Niniel te mataría antes de dejarse ver así” – Siguió diciéndose a sí mismo.
-“¿Cómo habéis entrado en la habitación? Responded” – Ordenó alzando la espada, el vapor seguía haciéndose más y más denso, dificultando el respirar. –“Ya te lo hemos dicho” – Dijo Niniel sonriendo –“Ya estábamos aquí”
Sin que pudiese percatarse de ello, la puerta que tenía tras él desapareció completamente, momento en el que, ambas jóvenes hicieron aparecer en sus manos armas como por arte de magia, Niniel portaba el báculo que se había encargado de tomar prestado en la casa de los Vivant, Alanna por su parte, llevaba su espada –“Esto tiene que ser una broma” – Masculló cuándo el que parecía ser Jericó emergió en escena portando un báculo, de similar confección al de Niniel.
– “Os dejáis a Elwen, supongo que es lo que tiene ser amnesico” – Dijo Eltrant sonriendo amargamente mientras preparaba su espada, fuesen quienes fuesen, eran capaces de imitar a sus compañeros casi a la perfección, casi –“Oh… ella…” – Jericó esbozó una enigmática sonrisa –“Ella está en la niebla” – Una destello de color azul brotó desde lo más profundo del vapor en dirección al mercenario.
Dejó escapar un leve suspiro y se atusó la barba, si bien Marie parecía ser una mujer amable y hospitalaria lo cierto era que se habían presentado en aquel lugar sin avisar y les había permitido entrar en el mismo instante en el que estos habían relatado el por qué se encontraban allí. No era muy usual aquello, pero tampoco era sorprendente que tuviese alguna que otra habitación cerrada con llave, en cualquier caso, estaba claro que necesitaba encontrar a Hans, siendo él lo más parecido a un criado que tenía aquella mujer, probablemente poseería las llaves de las habitaciones.
El mercenario sentó entonces un leve temblor bajo sus pies, cosa que le hizo fruncir el ceño casi inmediatamente, o la tormenta estaba alcanzando unos niveles absurdos, o algo estaba pasando en los pisos inferiores. Justo en el mismo instante en el cual el mercenario se giró para emprender su particular periplo por la casa, alguien chocó contra él.
Fue un golpe seco y contundente, que le hizo caer de espaldas, y golpearse la cabeza contra la puerta que tenía justo tras él todo esto mientras el sorpresivo agresor estaba sobre él vestido con lo que, según pudo vislumbrar Eltrant antes de ser golpeado sin piedad, una especie de túnica.
Le hubiese gustado quejarse, o al menos lamentarse por el punzante dolor que sentía en la cabeza, y lo habría hecho si no fuese porque antes de que pudiese abrir siquiera la boca, la persona que tenía encima, que hacía gala de una armoniosa voz que conocía muy bien, comenzó a golpearle en la cara.
Cuando la guarda decidió parar de abofetear repetidamente al mercenario, este se incorporó un poco y llevándose la mano a dónde se había dado el golpe se incorporó y miró de arriba abajo a su amiga –“¿Arañas?” – Preguntó levantándose tratando de, como buenamente podía, obviar que su amiga estaba vestida con una escueta prenda que había resultado ser una simple toalla.
–“Bonito… conjunto… ¿Se puede saber que te ha pasado?” – Dijo al final dejando escapar una leve risa, estaba claro que, por mucho que quisiera, era imposible no hacer referencia al hecho de que la guarda estaba vestida con una toalla, quizás si no hubiese estado a punto de abrirse la cabeza contra la situación habría sido más incómoda, pero en aquel momento le dolía demasiado como pararse a pensar que acababa de tener a una joven con aquel atuendo encima.
Por otro lado, conocía el temor que tenía su amiga por las tormentas, pero aquella situación era tan absurda que no sabía sencillamente que preguntar exactamente al respecto, ¿Desde cuándo le daban a Alanna tanto pánico los insectos?
El día no hacía sino mejorar, su puerta seguía cerrada y ahora aquello. Ayudó a incorporarse a Alanna y le tendió de paso su capa que, aunque seguía a un poco húmeda, seguía siendo mejor que una toalla de color blanco.
-“Bien, vamos a ver la araña” - Dijo sonriendo a la guarda y haciendo caso omiso a sus advertencias, abrió lentamente la puerta de su habitación.
Estaba completamente vacía, lo cual hubiese sido de esperar si no fuese porque Alanna casi le abre la cabeza a golpes.
Después de varios minutos repasando la habitación en busca de malvados insectos no encontró nada, así que, después de encogerse de hombres, entró en el baño, donde encontró la ropa de la guarda en el suelo y una bañera repleta de agua caliente, pero nada más.
-“Bueno… esto explica lo de la toalla” – Dijo agachándose a recoger la ropa –“…habrá sido la tormenta, espero” – Después del pequeño monologo consigo mismo se dirigió hacia la salida, la guarda se volvía bastante paranoica los días de tormenta por mucho que ella quisiese aparentar ser fuerte, habría imaginado aquello.
Y entonces, como había sucedido minutos atrás, cuando cerró su puño en torno al pomo de la puerta de la habitación, se encontró con que estaba cerrada. Frunciendo el ceño aplicó más fuerza, más solo consiguió que los goznes resonaran mientras este empujaba cada vez más y más fuerte.
Sin previo aviso, mientras se encontraba enfrascado en tratar de salir de aquel dormitorio, se encontró rodeado de una suave neblina, una bruma que como pronto comprendería, se trataba de vapor. –“El agua no estaba tan caliente, pero quizás…” – Murmuró para si en un inútil esfuerzo por encontrarle sentido a aquello. –“¡Alanna!” – Gritó mientras golpeaba la puerta, tratando de hacerse oír en el exterior, las puertas no se cerraban solas, aquel lugar tenía algo extraño.
-“¿Me llamabas?” – La voz de la guarda sonó en su espalda y le mercenario respondió a esta girándose al instante, su amiga emergió de entre la bruma ataviada con un sugerente juego de lencería. –“Eh…” – Fue lo único que dijo Eltrant ante esta visión –“¿Cómo has entrado?” – Pregunto aún en su esfuerzo por tratar de arrojar luz sobre el asunto, por algún motivo la habitación parecía ser inusualmente más grande que antes. –“¿Entrado? Elt, siempre he estado aquí, lo sabes” – La Alanna que tenía frente a él sonrió y dio varios pasos en su dirección, lo cual solo consiguió que Eltrant se pusiese aún más tenso, y agarrase inmediatamente el pomo de su espada mientras retrocedía varios pasos.
–“Vamos Elt, no te hagas el duro…” – Dijo su amiga frente a él, aquella mujer hablaba como Alanna, se movía como Alanna, pero su comportamiento, era extraño. -“Tienes razón Eltrant, no deberías ser tan malo con Alanna, suelta la espada” – Otra voz conocida, ahora la de Niniel, emergió de algún punto indeterminado de la niebla, siendo sustituida de pronto por la viva imagen de la elfa, ataviada de la misma forma que su compañera. –“¿Es que tienes miedo de algo?”
Sin previo aviso el mercenario desenvainó la espada, haciendo a ambas mujeres dar un paso hacia atrás, la habitación seguía haciendo gradualmente más grande a su alrededor y el mercenario dio un par de estocadas al aire para alejar a sus supuestas compañeras. –“Esto es muy bueno para ser verdad” – Le dijo lo que resultó ser la voz de la razón en la parte posterior de su cabeza - “Se consecuente, Niniel te mataría antes de dejarse ver así” – Siguió diciéndose a sí mismo.
-“¿Cómo habéis entrado en la habitación? Responded” – Ordenó alzando la espada, el vapor seguía haciéndose más y más denso, dificultando el respirar. –“Ya te lo hemos dicho” – Dijo Niniel sonriendo –“Ya estábamos aquí”
Sin que pudiese percatarse de ello, la puerta que tenía tras él desapareció completamente, momento en el que, ambas jóvenes hicieron aparecer en sus manos armas como por arte de magia, Niniel portaba el báculo que se había encargado de tomar prestado en la casa de los Vivant, Alanna por su parte, llevaba su espada –“Esto tiene que ser una broma” – Masculló cuándo el que parecía ser Jericó emergió en escena portando un báculo, de similar confección al de Niniel.
– “Os dejáis a Elwen, supongo que es lo que tiene ser amnesico” – Dijo Eltrant sonriendo amargamente mientras preparaba su espada, fuesen quienes fuesen, eran capaces de imitar a sus compañeros casi a la perfección, casi –“Oh… ella…” – Jericó esbozó una enigmática sonrisa –“Ella está en la niebla” – Una destello de color azul brotó desde lo más profundo del vapor en dirección al mercenario.
Eltrant Tale
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Re: Lunas de sangre [Libre - 4/4] [Cerrado]
Elwen aporreó la pared sin resultado, no terminaba de comprender cómo una puerta podía desaparecer así. ¿Qué estaba ocurriendo? Decidió comentárselo a Niniel, cuya habitación tenía más cerca, así que llamó a su puerta.
- ¿Niniel? Aquí está pasando algo raro. Ya no está la puerta- le dijo desde fuera.
Pero lo único que recibió fue el silencio como respuesta. ¿Se habría dormido? No puede ser. Aún ni habían cenado. Elwen volvió a insistir pero sólo obtuvo silencio. Se cansó de llamarla y decidió abrir su puerta, pero fue imposible. La puerta estaba cerrada.
En ese instante vio por el rabillo del ojo algo acercarse a ella por el suelo, y cuando se giró no pudo evitar pegar un grito. Cientos de cucarachas correteaban por el suelo e iban hacia ella, Elwen retrocedió todo lo que pudo pero pronto se topó con la pared, estaba atrapada.
¿Por qué tenían que aparecer esos bichos? Para colmo no tenía nada que pudiese usar contra ellas, el arco lo tenía en su habitación, y tampoco podía transformarse para salir volando. Y para complicar la situación, era incapaz de usar su elemento, no tenía poder para eso. Elwen hubiese preferido mil veces dormir en una cueva y enfrentarse a un oso, antes que pasar la noche en una casa con plagas como aquella.
La joven dragona tenía la respiración acelerada mientras aquellos insectos se acercaban más y más, ya estaban cerca.
- ¡¡Alejaos de mí!!- gritó con fuerza.
En ese preciso momento, el cielo rugió y un rayo acabó entrando por una pequeña ventana, al fondo del pasillo, impactando contra el grupo de cucarachas. Aquello provocó un fogonazo de luz lo suficientemente intenso, como para obligar a Elwen a cerrar los ojos.
Segundos después, cuando pudo volver a abrirlos, miró a su alrededor. Todas las cucarachas estaban carbonizadas y bien muertas, la estructura del pasillo estaba bien, pero la madera que la rodeaba estaba negra y olía a quemado.
El lugar en el que más daño había hecho el rayo, era la pared extraña de antes. Elwen se fijó que parte de esa pared se había caído y entonces se dio cuenta de algo: no era un muro normal. No era como las otras paredes, parecía estar hecho con materiales más ligeros y gran parte estaba hueco. Al inspeccionar el suelo, sobre el que antes estaba ese trozo de muro, se dio cuenta de que tenía arañazos, como si hubiesen arrastrado el muro por el suelo.
- Aquí pasan cosas muy raras- murmuró Elwen dirigiendo la mirada a las zonas chamuscadas del pasillo.
¿Cómo logró aquello? Estaba segura de que ella no generó ese rayo, pero era mucha casualidad que la tormenta lo hubiese mandado allí, justo cuando más lo necesitaba. De pronto una teoría se pasó por su mente. Ella estaba ligada a la electricidad y en aquél momento estaba aterrada, tal vez fue el propio miedo el que redirigió un rayo de la tormenta pudiendo acabar con esa amenaza.
- Dudo que pueda volver a repetir algo así- pensó Elwen, que no tenía ni idea de cómo lograr eso a voluntad.
Con el agujero en el muro podría salir, pero antes decidió ir a su habitación a por su arco. Algo extraño estaba sucediendo y se sentiría más segura si llevaba algo con lo que defenderse. Sin embargo se encontró con la puerta de su habitación cerrada, por lo que fue incapaz de recoger su arma.
- Yo no cerré la puerta al salir…- pensó Elwen.
Regresó al agujero del muro y salió al exterior, no había nadie. Pensó en ir a por Eltrant y Alanna, pero estaba segura de que Niniel y Jericó aún seguían en sus habitaciones. Fue a llamar a la puerta de Jericó pero obtuvo la misma respuesta que Niniel: silencio. ¿Por qué no respondían?
Regresó a la puerta de Niniel, ella estaba más cerca de dónde impactó el rayo. Debería haberse dado cuenta más fácilmente de que algo pasaba fuera.
- ¡Niniel!- le llamó mientras golpeaba la puerta.
- ¿Niniel? Aquí está pasando algo raro. Ya no está la puerta- le dijo desde fuera.
Pero lo único que recibió fue el silencio como respuesta. ¿Se habría dormido? No puede ser. Aún ni habían cenado. Elwen volvió a insistir pero sólo obtuvo silencio. Se cansó de llamarla y decidió abrir su puerta, pero fue imposible. La puerta estaba cerrada.
En ese instante vio por el rabillo del ojo algo acercarse a ella por el suelo, y cuando se giró no pudo evitar pegar un grito. Cientos de cucarachas correteaban por el suelo e iban hacia ella, Elwen retrocedió todo lo que pudo pero pronto se topó con la pared, estaba atrapada.
¿Por qué tenían que aparecer esos bichos? Para colmo no tenía nada que pudiese usar contra ellas, el arco lo tenía en su habitación, y tampoco podía transformarse para salir volando. Y para complicar la situación, era incapaz de usar su elemento, no tenía poder para eso. Elwen hubiese preferido mil veces dormir en una cueva y enfrentarse a un oso, antes que pasar la noche en una casa con plagas como aquella.
La joven dragona tenía la respiración acelerada mientras aquellos insectos se acercaban más y más, ya estaban cerca.
- ¡¡Alejaos de mí!!- gritó con fuerza.
En ese preciso momento, el cielo rugió y un rayo acabó entrando por una pequeña ventana, al fondo del pasillo, impactando contra el grupo de cucarachas. Aquello provocó un fogonazo de luz lo suficientemente intenso, como para obligar a Elwen a cerrar los ojos.
Segundos después, cuando pudo volver a abrirlos, miró a su alrededor. Todas las cucarachas estaban carbonizadas y bien muertas, la estructura del pasillo estaba bien, pero la madera que la rodeaba estaba negra y olía a quemado.
El lugar en el que más daño había hecho el rayo, era la pared extraña de antes. Elwen se fijó que parte de esa pared se había caído y entonces se dio cuenta de algo: no era un muro normal. No era como las otras paredes, parecía estar hecho con materiales más ligeros y gran parte estaba hueco. Al inspeccionar el suelo, sobre el que antes estaba ese trozo de muro, se dio cuenta de que tenía arañazos, como si hubiesen arrastrado el muro por el suelo.
- Aquí pasan cosas muy raras- murmuró Elwen dirigiendo la mirada a las zonas chamuscadas del pasillo.
¿Cómo logró aquello? Estaba segura de que ella no generó ese rayo, pero era mucha casualidad que la tormenta lo hubiese mandado allí, justo cuando más lo necesitaba. De pronto una teoría se pasó por su mente. Ella estaba ligada a la electricidad y en aquél momento estaba aterrada, tal vez fue el propio miedo el que redirigió un rayo de la tormenta pudiendo acabar con esa amenaza.
- Dudo que pueda volver a repetir algo así- pensó Elwen, que no tenía ni idea de cómo lograr eso a voluntad.
Con el agujero en el muro podría salir, pero antes decidió ir a su habitación a por su arco. Algo extraño estaba sucediendo y se sentiría más segura si llevaba algo con lo que defenderse. Sin embargo se encontró con la puerta de su habitación cerrada, por lo que fue incapaz de recoger su arma.
- Yo no cerré la puerta al salir…- pensó Elwen.
Regresó al agujero del muro y salió al exterior, no había nadie. Pensó en ir a por Eltrant y Alanna, pero estaba segura de que Niniel y Jericó aún seguían en sus habitaciones. Fue a llamar a la puerta de Jericó pero obtuvo la misma respuesta que Niniel: silencio. ¿Por qué no respondían?
Regresó a la puerta de Niniel, ella estaba más cerca de dónde impactó el rayo. Debería haberse dado cuenta más fácilmente de que algo pasaba fuera.
- ¡Niniel!- le llamó mientras golpeaba la puerta.
Elwen
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Re: Lunas de sangre [Libre - 4/4] [Cerrado]
Por mucho que lo intentara no había forma de abrir aquella condenada puerta y nadie respondía a sus voces, como si estuviera sola en aquella planta. ¿Acaso habrían bajado ya todos los demás a cenar y ella se había retrasado demasiado por cambiarse de ropa?. Níniel esperaba que fuera eso aunque dudaba mucho que Alanna no la esperase salvo que hubiese pasado algo o considerara que el lugar era totalmente seguro. Llegó a pensar que quizá sería buena idea aporrear el suelo para llamar la atención pero no quería resultar tan descortés con su anfitriona ni quería causar desperfectos en la casa. Una cosa tenía clara la elfa, no iba a poder salir de allí sin ayuda y seguir golpeando la puerta tampoco iba a servir de nada por lo que dejó de hacerlo y se sentó en una de las esquinas de la cama pensando en opciones que no fueran quedarse allí a esperar.
Su habitación contaba con una ventana, a las malas podría salir por allí y descender de alguna manera ya que la altura hasta el suelo no era insalvable, pero la lluvia y el viento solo lo aconsejaban como última opción ante el riesgo de resbalarse y caer. Mejor seguir pensando. En ese momento hubo un gran temblor por toda la habitación que bien podría haber sido causado por un trueno aunque no había habido un rayo que lo causase, o al menos Níniel no había alcanzado a verlo ni había iluminado la habitación. Como un resorte la peliblanca se puso en pie y miró alrededor alarmada a pesar de que aquello pronto cesó y lo único que causó fue que unos de los libros de la estantería cayese al suelo con un ruido sordo eclipsado por el temblor.
-¿Qué está pasando aquí?. Nadie me oye, la puerta no se abre y la casa tiembla sin motivo...Ojalá supiera de cerraduras como Alanna.-
Se dirigió de nuevo hasta la puerta y con cierta impotencia le dio una patada, lo cual debido a su nula fuerza no fue la gran cosa, así tampoco iba a conseguir nada pero se sintió bastante mejor. Volvió a girarse y para su sorpresa ya no estaba en la habitación si no en mitad de un bosque que conocía muy bien. Era algo tan raro que definirlo como extraño no hacía justicia. Era como si por arte de magia se hubiera visto transportada a su hogar junto con aquella habitación o al menos con parte de ella. Ante la Peliblanca la gran extensión de la foresta, tras ella la pared de la habitación y a su derecha el escritorio de madera, la silla y el estante con libros. Níniel sabía que existía la posibilidad de teleportar a personas de un lugar a otro, incluso objetos pero saber eso no respondía a todas las preguntas que la elfa tenía. Por precaución sacó la daga de su funda y antes dar un paso trató de volver a abrir aquella puerta a su espalda, de nuevo sin éxito. Solo entonces comenzó a dar pequeños y cautos pasos entre los árboles. Estaba tan tensa que si en ese momento alguien la tocaba, aunque fuera ligeramente el hombro, pegaría un chillido que se oiría hasta en Lunargenta.
-No deberías tener miedo en casa hija mía. ¿O acaso tanto tiempo entre los humanos ha hecho que en nuestro hogar te sientas fuera de lugar y sin embargo encuentres alivio entre sus muros de fría piedra?. En el abrazo de los hombres y no en el de tu familia.- Dijo una voz en élfico. Níniel conocía perfectamente aquella voz y su tono aterciopelado hizo que bajara la guardia al mismo tiempo que la cabeza cuando la figura protectora de Ashara Thenidiel apareció entre los árboles con su eterno y apacible semblante de paz y unidad con el mundo. Su mera presencia imponía un respeto reverencial, incluso en su única hija que no dudo en responderla en su idioma.
- Querida madre, nada más lejos de la verdad. Me ha sorprendido aparecer aquí tan de repente, eso es todo. ¿Ocurre algo?. Ignoraba que tuvierais una habilidad como esta.- No había alzado la cabeza pues no había recibido permiso para hacerlo..
-Y no es lo único que ignoras, por eso soy suma sacerdotisa y matrona de nuestro clan. Los años no pasan en balde y enseñan valiosas lecciones hija mía. Te he convocado porque temo que esa humana a la que llamas amiga te vuelva contra nosotros. los humanos no son de fiar. Viles, mentirosos, traicioneros...Solo te utiliza porque su penosa raza apenas si alcanza a curar sus propias heridas con fuego al rojo...Esa es siempre su respuesta para todo, fuego. ¿Y qué me dices de ese tal Eltrant?. Sus ojos no se apartan de tus superiores rasgos, piensa que es tu igual, que te merece...Y te desea. ¿Cómo se atreve?.-
Níniel no entendía nada, nunca había visto a su madre hablar así de los humanos, con tanto desprecio. Si que había prevenido a su hija pues entre ellos había muchas manzanas podridas con las que había que guardar las distancias pero nunca usando ese tono. De hecho era raro pues la propia Ashara había convivido con los humanos largo tiempo en su juventud y hasta había aprendido su idioma, sus costumbres y sus modos.
-Madre, ¿Qué os pasa?. Soy muy consciente de que los humanos deben ser tratados con precaución pero Alanna se ha ganado que la llame amiga, incluso ha ayudado desinteresadamente a los nuestros. No se merece esas duras palabras. Eltrant...Es cierto que le pillé mirándome pero no puedo compartir sus temores. De hecho creo que quién le gusta es Alanna.-
-Te engañan...No debí enviarte fuera de Sindorai tan pronto, aún no estabas preparada y has caído en su trampa. Por suerte es un error que aún estamos a tiempo de subsanar hija mía. Mátalos, mátalos a los dos en nombre de tu pueblo y en el mio, demuéstrame que no te han corrompido y que sigues mereciendo ser llamada sacerdotisa e hija mía.-
Níniel sintió un escalofrió por todo su cuerpo, su madre nunca la mentiría y nunca reclamaría una vida que no fuese extríctamente necesario reclamar. ¿Había sido engañada por los humanos? ¿Cómo?, ¿Desde cuándo?, ¿por qué?. Su cabeza estaba llena de dudas y contradicciones y eso no hacía si no agravar su pesar. ¿Tan tonta era que ni siquiera ante las palabras de su madre veía el engaño y dudaba?. En ese caso era una deshonra para su familia y los suyos, si no podía actuar acorde a los mandatos de su madre era...Peor que una renegada. Sentía que se hundía sin poder evitarlo y su cuerpo no respondía mientras su madre insistía en lo que debía hacer mientras teñía su rostro de desprecio. Entonces encontró la respuesta.
-Casi funciona...Pero no, los dioses velan por mí. Una ilusión...Pero mi subconsciente ha luchado y vencido.-
La imagen de Ashara se mantuvo impasible, igual que haría la real pero Níniel señaló con la mirada al libro que antes había caído al suelo. En el título podía leerse "No es verdad todo lo que tus sentidos recogen: Tratado sobre ilusiones". Un mensaje de su subconsciente alertándola del peligro. Níniel cerró los ojos y se concentró, cuando volvió a abrirlos la habitación había vuelto a la normalidad y el libro tirado en el suelo mostraba su verdadero título "Canciones populares". De vuelta a la realidad Níniel se dio cuenta enseguida de la causa de las ilusiones, se trataba de un gas. Corriendo la peliblanca fue al baño y humedeció la toalla y se tapó el rostro con ella.
-Desconfía de las sonrisas de la gente, esconden puñales tras ellas...Ya decía yo que tanta amabilidad no era normal.- Comentó para si misma en voz alta. En ese momento pudo escuchar la voz de Elwen al otro lado de la puerta. ¿Por qué ahora y no antes? ¿Cuánto hacía que estaba bajo e efecto de aquel gas sin darse cuenta?. De hecho...Ahora se percataba de que un fuerte olor a quemado llegaba desde el pasillo.
-Elwen, estoy aquí, la puerta está cerrada y no puedo abrirla.- Dijo con su voz amortiguada por la toalla. -Me han intentado envenenar con un gas que hace ver ilusiones, creo que estamos en peligro. ¿Puedes sacarme de aquí?-
Su habitación contaba con una ventana, a las malas podría salir por allí y descender de alguna manera ya que la altura hasta el suelo no era insalvable, pero la lluvia y el viento solo lo aconsejaban como última opción ante el riesgo de resbalarse y caer. Mejor seguir pensando. En ese momento hubo un gran temblor por toda la habitación que bien podría haber sido causado por un trueno aunque no había habido un rayo que lo causase, o al menos Níniel no había alcanzado a verlo ni había iluminado la habitación. Como un resorte la peliblanca se puso en pie y miró alrededor alarmada a pesar de que aquello pronto cesó y lo único que causó fue que unos de los libros de la estantería cayese al suelo con un ruido sordo eclipsado por el temblor.
-¿Qué está pasando aquí?. Nadie me oye, la puerta no se abre y la casa tiembla sin motivo...Ojalá supiera de cerraduras como Alanna.-
Se dirigió de nuevo hasta la puerta y con cierta impotencia le dio una patada, lo cual debido a su nula fuerza no fue la gran cosa, así tampoco iba a conseguir nada pero se sintió bastante mejor. Volvió a girarse y para su sorpresa ya no estaba en la habitación si no en mitad de un bosque que conocía muy bien. Era algo tan raro que definirlo como extraño no hacía justicia. Era como si por arte de magia se hubiera visto transportada a su hogar junto con aquella habitación o al menos con parte de ella. Ante la Peliblanca la gran extensión de la foresta, tras ella la pared de la habitación y a su derecha el escritorio de madera, la silla y el estante con libros. Níniel sabía que existía la posibilidad de teleportar a personas de un lugar a otro, incluso objetos pero saber eso no respondía a todas las preguntas que la elfa tenía. Por precaución sacó la daga de su funda y antes dar un paso trató de volver a abrir aquella puerta a su espalda, de nuevo sin éxito. Solo entonces comenzó a dar pequeños y cautos pasos entre los árboles. Estaba tan tensa que si en ese momento alguien la tocaba, aunque fuera ligeramente el hombro, pegaría un chillido que se oiría hasta en Lunargenta.
-No deberías tener miedo en casa hija mía. ¿O acaso tanto tiempo entre los humanos ha hecho que en nuestro hogar te sientas fuera de lugar y sin embargo encuentres alivio entre sus muros de fría piedra?. En el abrazo de los hombres y no en el de tu familia.- Dijo una voz en élfico. Níniel conocía perfectamente aquella voz y su tono aterciopelado hizo que bajara la guardia al mismo tiempo que la cabeza cuando la figura protectora de Ashara Thenidiel apareció entre los árboles con su eterno y apacible semblante de paz y unidad con el mundo. Su mera presencia imponía un respeto reverencial, incluso en su única hija que no dudo en responderla en su idioma.
- Querida madre, nada más lejos de la verdad. Me ha sorprendido aparecer aquí tan de repente, eso es todo. ¿Ocurre algo?. Ignoraba que tuvierais una habilidad como esta.- No había alzado la cabeza pues no había recibido permiso para hacerlo..
-Y no es lo único que ignoras, por eso soy suma sacerdotisa y matrona de nuestro clan. Los años no pasan en balde y enseñan valiosas lecciones hija mía. Te he convocado porque temo que esa humana a la que llamas amiga te vuelva contra nosotros. los humanos no son de fiar. Viles, mentirosos, traicioneros...Solo te utiliza porque su penosa raza apenas si alcanza a curar sus propias heridas con fuego al rojo...Esa es siempre su respuesta para todo, fuego. ¿Y qué me dices de ese tal Eltrant?. Sus ojos no se apartan de tus superiores rasgos, piensa que es tu igual, que te merece...Y te desea. ¿Cómo se atreve?.-
Níniel no entendía nada, nunca había visto a su madre hablar así de los humanos, con tanto desprecio. Si que había prevenido a su hija pues entre ellos había muchas manzanas podridas con las que había que guardar las distancias pero nunca usando ese tono. De hecho era raro pues la propia Ashara había convivido con los humanos largo tiempo en su juventud y hasta había aprendido su idioma, sus costumbres y sus modos.
-Madre, ¿Qué os pasa?. Soy muy consciente de que los humanos deben ser tratados con precaución pero Alanna se ha ganado que la llame amiga, incluso ha ayudado desinteresadamente a los nuestros. No se merece esas duras palabras. Eltrant...Es cierto que le pillé mirándome pero no puedo compartir sus temores. De hecho creo que quién le gusta es Alanna.-
-Te engañan...No debí enviarte fuera de Sindorai tan pronto, aún no estabas preparada y has caído en su trampa. Por suerte es un error que aún estamos a tiempo de subsanar hija mía. Mátalos, mátalos a los dos en nombre de tu pueblo y en el mio, demuéstrame que no te han corrompido y que sigues mereciendo ser llamada sacerdotisa e hija mía.-
Níniel sintió un escalofrió por todo su cuerpo, su madre nunca la mentiría y nunca reclamaría una vida que no fuese extríctamente necesario reclamar. ¿Había sido engañada por los humanos? ¿Cómo?, ¿Desde cuándo?, ¿por qué?. Su cabeza estaba llena de dudas y contradicciones y eso no hacía si no agravar su pesar. ¿Tan tonta era que ni siquiera ante las palabras de su madre veía el engaño y dudaba?. En ese caso era una deshonra para su familia y los suyos, si no podía actuar acorde a los mandatos de su madre era...Peor que una renegada. Sentía que se hundía sin poder evitarlo y su cuerpo no respondía mientras su madre insistía en lo que debía hacer mientras teñía su rostro de desprecio. Entonces encontró la respuesta.
-Casi funciona...Pero no, los dioses velan por mí. Una ilusión...Pero mi subconsciente ha luchado y vencido.-
La imagen de Ashara se mantuvo impasible, igual que haría la real pero Níniel señaló con la mirada al libro que antes había caído al suelo. En el título podía leerse "No es verdad todo lo que tus sentidos recogen: Tratado sobre ilusiones". Un mensaje de su subconsciente alertándola del peligro. Níniel cerró los ojos y se concentró, cuando volvió a abrirlos la habitación había vuelto a la normalidad y el libro tirado en el suelo mostraba su verdadero título "Canciones populares". De vuelta a la realidad Níniel se dio cuenta enseguida de la causa de las ilusiones, se trataba de un gas. Corriendo la peliblanca fue al baño y humedeció la toalla y se tapó el rostro con ella.
-Desconfía de las sonrisas de la gente, esconden puñales tras ellas...Ya decía yo que tanta amabilidad no era normal.- Comentó para si misma en voz alta. En ese momento pudo escuchar la voz de Elwen al otro lado de la puerta. ¿Por qué ahora y no antes? ¿Cuánto hacía que estaba bajo e efecto de aquel gas sin darse cuenta?. De hecho...Ahora se percataba de que un fuerte olor a quemado llegaba desde el pasillo.
-Elwen, estoy aquí, la puerta está cerrada y no puedo abrirla.- Dijo con su voz amortiguada por la toalla. -Me han intentado envenenar con un gas que hace ver ilusiones, creo que estamos en peligro. ¿Puedes sacarme de aquí?-
Níniel Thenidiel
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Re: Lunas de sangre [Libre - 4/4] [Cerrado]
Algo entró por debajo la puerta, una piedra, un tanto extraña, rodó hasta situarse en el centro de la habitación. Se hizo el silencio unos instantes, me quedé inmóvil mirando el pequeño guijarro. Y entonces, se desató un fortísimo vendaval que me lanzó contra la pared bruscamente, golpeando de costado, pero el viento cambió de dirección y ahora me arrastraba por el suelo hacia el otro lado, contra la pared del baño, el golpe fue tan brusco que pude sentir el tabique crujir. Antes de que volviera a ser zarandeado por la ventisca pude agarrarme a la pata de la cama, de hierro y parecía ser lo bastante pesada como para resistir, pero aún así el viento no cesaba ni por un instante, haciendo que me golpeara contra las demás patas y la pared. Me dejé las costillas molidas, pero sabía que si me soltaba sería peor.
Me agarré con todo mi cuerpo esta vez, para evitar esos meneos, y desde el suelo analicé la situación, multitud de objetos volaban en círculos por la sala: libros, velas, pedazos de madera... Además me estaba costando respirar. Pero la piedra seguía en su sitio, en el suelo, con un extraño símbolo que brillaba de forma tenue, que era una runa estaba claro, y este lugar no era seguro tal y como sospechaba desde el principio. Busqué con la mirada la ventana, estaba desorientado por la falta de aire pero pude encontrarla sin problemas, pensé en romperla, así la corriente de aire seguramente buscaría una salida, o eso esperaba al menos. Lo más complicado de mi plan era llegar hasta allí, estaba claro que no podía lanzar nada para romperla. Empecé a soltarme despacio, pero en cuanto separé mi cuerpo de la cama, el viento me movió con brusquedad una vez más, golpeándome contra la pared, y de nuevo contra el suelo, me estaba destrozando la cadera. A estas alturas me dolía todo, ya no podía más, me ardía la mano de la fricción con el metal, me solté y salí volando de nuevo. Vi el mundo del revés un instante y sentí revolverme las entrañas, hasta que golpeé de espaldas contra una pared, abrí los ojos y estaba junto a la puerta, no me lo pensé, me agarré con todas mis fuerzas del pomo de la puerta. El viento tiraba de mí, y el pomo al final cedió, volví a ser lanzado mientras soltaba el pomo en el aire. Terminé en la pared contraria, bajo la ventana, me agarré de la pared que hacía esquina con el cuarto de baño y empecé a subir despacio, poniéndome en pie. El pomo pasó rozándome la cara a una velocidad de vértigo, desde luego no fue mi mejor idea agarrarme a él.
Ahora ya llegaba a la ventana, que temblaba por la presión que debía estar aguantando, y con todas mis fuerzas la golpeé, luchando contra la fuerza del viento que parecía querer impedir eso. El vendaval buscó salir con todas sus fuerzas, renovando el aire del lugar, dejándome respirar por fin. Los objetos eran absorbidos por la ventana hacia el exterior, la runa incluso, y el pomo también, que se estampó por encima de mi cabeza, destrozando un pedazo de pared para salir, tuve mucha suerte de no tener la cabeza un poco más arriba. El viento me aplastaba contra la pared, pero podía aguantar, la cama en cambio empezó a ceder e iba arrastrándose hacia mi lentamente, temblorosa, iba a aplastarme, pero la ventisca amainó justo antes de que eso pasase. Suspiré aliviado, me levanté del suelo y revisé que tuviera todo en mi sitio. Las piernas, la cadera, las costillas, el hombro y el brazo izquierdo me dolían, como si me hubieran dado una paliza. Me palpé la cara y descubrí que también me dolía la mejilla izquierda y tenía algo de sangre en esa ceja, no se cuando me golpeé, pero tampoco me sorprendía, todo sucedió tan rápido que hasta me mareé.
Caminé hasta la puerta, ahora sin pomo pero que seguía cerrada a cal y canto. La aporreé una vez más, y me agaché a mirar a través de la cerradura, ahora visible sin el pomo. Estaba oscuro, no se veía nada.
-¡Nin, Elwen!- grité, acercándome a la cerradura.
Me agarré con todo mi cuerpo esta vez, para evitar esos meneos, y desde el suelo analicé la situación, multitud de objetos volaban en círculos por la sala: libros, velas, pedazos de madera... Además me estaba costando respirar. Pero la piedra seguía en su sitio, en el suelo, con un extraño símbolo que brillaba de forma tenue, que era una runa estaba claro, y este lugar no era seguro tal y como sospechaba desde el principio. Busqué con la mirada la ventana, estaba desorientado por la falta de aire pero pude encontrarla sin problemas, pensé en romperla, así la corriente de aire seguramente buscaría una salida, o eso esperaba al menos. Lo más complicado de mi plan era llegar hasta allí, estaba claro que no podía lanzar nada para romperla. Empecé a soltarme despacio, pero en cuanto separé mi cuerpo de la cama, el viento me movió con brusquedad una vez más, golpeándome contra la pared, y de nuevo contra el suelo, me estaba destrozando la cadera. A estas alturas me dolía todo, ya no podía más, me ardía la mano de la fricción con el metal, me solté y salí volando de nuevo. Vi el mundo del revés un instante y sentí revolverme las entrañas, hasta que golpeé de espaldas contra una pared, abrí los ojos y estaba junto a la puerta, no me lo pensé, me agarré con todas mis fuerzas del pomo de la puerta. El viento tiraba de mí, y el pomo al final cedió, volví a ser lanzado mientras soltaba el pomo en el aire. Terminé en la pared contraria, bajo la ventana, me agarré de la pared que hacía esquina con el cuarto de baño y empecé a subir despacio, poniéndome en pie. El pomo pasó rozándome la cara a una velocidad de vértigo, desde luego no fue mi mejor idea agarrarme a él.
Ahora ya llegaba a la ventana, que temblaba por la presión que debía estar aguantando, y con todas mis fuerzas la golpeé, luchando contra la fuerza del viento que parecía querer impedir eso. El vendaval buscó salir con todas sus fuerzas, renovando el aire del lugar, dejándome respirar por fin. Los objetos eran absorbidos por la ventana hacia el exterior, la runa incluso, y el pomo también, que se estampó por encima de mi cabeza, destrozando un pedazo de pared para salir, tuve mucha suerte de no tener la cabeza un poco más arriba. El viento me aplastaba contra la pared, pero podía aguantar, la cama en cambio empezó a ceder e iba arrastrándose hacia mi lentamente, temblorosa, iba a aplastarme, pero la ventisca amainó justo antes de que eso pasase. Suspiré aliviado, me levanté del suelo y revisé que tuviera todo en mi sitio. Las piernas, la cadera, las costillas, el hombro y el brazo izquierdo me dolían, como si me hubieran dado una paliza. Me palpé la cara y descubrí que también me dolía la mejilla izquierda y tenía algo de sangre en esa ceja, no se cuando me golpeé, pero tampoco me sorprendía, todo sucedió tan rápido que hasta me mareé.
Caminé hasta la puerta, ahora sin pomo pero que seguía cerrada a cal y canto. La aporreé una vez más, y me agaché a mirar a través de la cerradura, ahora visible sin el pomo. Estaba oscuro, no se veía nada.
-¡Nin, Elwen!- grité, acercándome a la cerradura.
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Re: Lunas de sangre [Libre - 4/4] [Cerrado]
*Alanna*
La chica se arrepintió de dejar de pegar al chico en cuanto este mencionó su atuendo, no es que ella quisiera estar así vestida, precisamente, a esas alturas, habría preferido quedarse bajo la tormenta, al menos solo se tendría que haber enfrentado a uno de sus miedos, no a dos a la vez. Sin embargo intentó respirar hondo y calmarse, estaba demasiado tensa y asustada, tenía ganas de correr a la habitación de Niniel y esconderse bajo las sábanas junto a la elfa, y arrastrar a Elwen con ellas, se sentía más calmada cuando ambas estaban a su lado, Elwen era tan tranquila que le deba serenidad y Niniel tan protectora que se sentía protegida.
Sin embargo, ellas debían estar encerradas en el cuarto, porque no habían salido al escuchar su grito, había sido tan alto y agudo que era extraño que no hubieran aparecido, debían estar, como ella momentos antes, tomándose un baño. Al menos parecía que Eltrant si la había oído gritar, porque demostraba una paciencia bastante sorprendente, sobre todo si se tenía en cuenta que acababa de arrearle una bonita somanta de palos... En ocasiones pensaba que Eltrant no tenía sangre si no horchata en las venas, siempre tan tranquilo, bueno, siempre, hasta que dejaba de ser lo.
La chica aceptó la ayuda del chico para levantarse, se enredó en la capa que él le prestó y avanzó despacio un par de pasos por detrás de él. Seguía sin ver la escalera y parecía que sus advertencias de "No creo que sea buena idea entrar" y "En serio, no abras la puerta, por favor" no llegaban siquiera a los oídos del chico. Mientras él entraba en el cuarto, la chica se quedó quieta pegada a la pared, agachada junto a la puerta, tapándose los oídos con ojos cerrados. Espero unos segundos pero no escuchó nada, por lo que asomó la nariz con cuidado, el cuarto estaba vacío, por no haber, no podía encontrar ni a Eltrant.
Un click sonó a su lado, y miró hacia la puerta del baño, que se había cerrado. La guarda se acercó a la puerta e intentó abrirla, sin éxito, frunció el ceño, extrañada y forcejeó con el pomo, extraño, ¿por qué Eltrant no contestaba? Solo podía estar ahí...
- ¡Eltrant!- Gritó golpeando la puerta- ¡Eltrant!- repitió.
¿Qué demonios pasaba en esa casa? Un nuevo grito apareció desde el pasillo, la guarda giró la cabeza, y, tras dudar unos segundos, salió a ver que sucedía, el grito procedía del pasillo donde se encontraban los cuartos de los demás. Se acercó a donde recordaba estaba la puerta, pero la luz de un trueno, que la hizo estremecer, le hizo ver que no había puerta. ¿Cómo era eso posible? Negó con la cabeza y volvió a su cuarto, tal vez el mercenario ya habría logrado salir de allí.
Golpeó nuevamente, pero la falta de respuestas comenzó a preocuparla. Se agacho y miró por el ojo de la cerradura que tenía la puerta, pudo ver al chico con la cabeza sumergida en el agua. Se puso pálida, podría ahogarse. No tenía tiempo de buscar sus horquillas ni sus ganchos, debía sacar su cabeza del agua cuando antes. Tomó aire y retrocedió varios pasos, dispuesta a tomar carrerilla, advirtió, por si el chico era capaz de oírla, que se apartase, y se lanzó contra ella golpeando con su hombro. La puerta tembló con fuerza, pero no cedió. La chica se había hecho daño, además lo llevaba descubierto, pero no tenía otra, no había tiempo para forzar cerraduras. Repitió el proceso, que tuvo el mismo resultado, dos veces más, otra, al final, con el hombro hecho polvo, a la quinta vez, la puerta cedió.
La joven entró corriendo al baño, por el marco de la puerta astillado a causa de los golpes, pisó la puerta que estaba tendido en el suelo y, cogiéndolo por la camisa, sacó la cabeza del joven del agua. A penas respiraba.
- ¡¡Eltrant!! ¡¡Eltrant!!- lo llamó zarandeándole. Ojalá supiera hacer primeros auxilios... primeros...- ¡¡¡Niniel!!! ¡¡Niniel por favor!!- Gritó saliendo al pasillo con paso acelerado, algo torpe, intentando no resvalar por las prisas. Se acercó al muro y comenzó a golpearlo.- ¡¡Niniel!! ¡¡Niniel Eltrant está inconsciente, ha tragado mucha agua, necesita tu ayuda, Niniel!!
**************************************
*Marie*
Las cosas iban a pedir de boca, los gritos de la casa hacían sonreír de forma tétrica a la mujer de cabellos rojos, que, dejando a su secuaz encargado del piso de arriba, había bajado a la cocina a preparar un par de cosas más que necesitaría para su último juego...
Tomando varias botellas de cristal, bajó hacia el sótano al tiempo que la tormenta seguía su curso. El lugar, que en su época había sido una preciosa sala donde guardar arte, era ahora un sitio oscuro, con un circulo rojo pintado en el suelo, las paredes, se manchaban de carmesí, un gran número de "estatuas" de mujeres jóvenes se conservaban intactas dentro de unos tanques de cristal llenos de líquido, que, en un primer momento, había sido azul y, en ese instante, se había vuelto rojo.
La mujer dejó los frascos abiertos en el suelo, situados de forma estratégica, y se acercó a las vitrinas. Apoyó una fina mano sobre uno de los cristales, y contempló con alegría el aspecto de sus queríadas muñecas.
- Pronto tendréis tres nuevas compañeras... y ellos... ellos pagaran lo que no pagó mi esposo, al fin y al cabo... son solo hombres...- susurró con una sonrisa torcida. Pronto su plan estaría acabado.
***********************************************
*Hans*
El pobre hombre observó con tristeza lo sucedido a sus amadas mascotas, furioso, se lanzó contra la dragona, pero tropezó por el camino por su torpeza. No podía hacer nada, ni siquiera vengar a sus animaltos, "Marie tenía razón, no valgo de nada..." pensó con tristeza, rompiendo a llorar. Tal vez, el hombre solo fuera una marioneta, ¿podría alguien convencerle para que los ayudara a huir y salvarlo a él del asco que se tenía a si mismo?
La chica se arrepintió de dejar de pegar al chico en cuanto este mencionó su atuendo, no es que ella quisiera estar así vestida, precisamente, a esas alturas, habría preferido quedarse bajo la tormenta, al menos solo se tendría que haber enfrentado a uno de sus miedos, no a dos a la vez. Sin embargo intentó respirar hondo y calmarse, estaba demasiado tensa y asustada, tenía ganas de correr a la habitación de Niniel y esconderse bajo las sábanas junto a la elfa, y arrastrar a Elwen con ellas, se sentía más calmada cuando ambas estaban a su lado, Elwen era tan tranquila que le deba serenidad y Niniel tan protectora que se sentía protegida.
Sin embargo, ellas debían estar encerradas en el cuarto, porque no habían salido al escuchar su grito, había sido tan alto y agudo que era extraño que no hubieran aparecido, debían estar, como ella momentos antes, tomándose un baño. Al menos parecía que Eltrant si la había oído gritar, porque demostraba una paciencia bastante sorprendente, sobre todo si se tenía en cuenta que acababa de arrearle una bonita somanta de palos... En ocasiones pensaba que Eltrant no tenía sangre si no horchata en las venas, siempre tan tranquilo, bueno, siempre, hasta que dejaba de ser lo.
La chica aceptó la ayuda del chico para levantarse, se enredó en la capa que él le prestó y avanzó despacio un par de pasos por detrás de él. Seguía sin ver la escalera y parecía que sus advertencias de "No creo que sea buena idea entrar" y "En serio, no abras la puerta, por favor" no llegaban siquiera a los oídos del chico. Mientras él entraba en el cuarto, la chica se quedó quieta pegada a la pared, agachada junto a la puerta, tapándose los oídos con ojos cerrados. Espero unos segundos pero no escuchó nada, por lo que asomó la nariz con cuidado, el cuarto estaba vacío, por no haber, no podía encontrar ni a Eltrant.
Un click sonó a su lado, y miró hacia la puerta del baño, que se había cerrado. La guarda se acercó a la puerta e intentó abrirla, sin éxito, frunció el ceño, extrañada y forcejeó con el pomo, extraño, ¿por qué Eltrant no contestaba? Solo podía estar ahí...
- ¡Eltrant!- Gritó golpeando la puerta- ¡Eltrant!- repitió.
¿Qué demonios pasaba en esa casa? Un nuevo grito apareció desde el pasillo, la guarda giró la cabeza, y, tras dudar unos segundos, salió a ver que sucedía, el grito procedía del pasillo donde se encontraban los cuartos de los demás. Se acercó a donde recordaba estaba la puerta, pero la luz de un trueno, que la hizo estremecer, le hizo ver que no había puerta. ¿Cómo era eso posible? Negó con la cabeza y volvió a su cuarto, tal vez el mercenario ya habría logrado salir de allí.
Golpeó nuevamente, pero la falta de respuestas comenzó a preocuparla. Se agacho y miró por el ojo de la cerradura que tenía la puerta, pudo ver al chico con la cabeza sumergida en el agua. Se puso pálida, podría ahogarse. No tenía tiempo de buscar sus horquillas ni sus ganchos, debía sacar su cabeza del agua cuando antes. Tomó aire y retrocedió varios pasos, dispuesta a tomar carrerilla, advirtió, por si el chico era capaz de oírla, que se apartase, y se lanzó contra ella golpeando con su hombro. La puerta tembló con fuerza, pero no cedió. La chica se había hecho daño, además lo llevaba descubierto, pero no tenía otra, no había tiempo para forzar cerraduras. Repitió el proceso, que tuvo el mismo resultado, dos veces más, otra, al final, con el hombro hecho polvo, a la quinta vez, la puerta cedió.
La joven entró corriendo al baño, por el marco de la puerta astillado a causa de los golpes, pisó la puerta que estaba tendido en el suelo y, cogiéndolo por la camisa, sacó la cabeza del joven del agua. A penas respiraba.
- ¡¡Eltrant!! ¡¡Eltrant!!- lo llamó zarandeándole. Ojalá supiera hacer primeros auxilios... primeros...- ¡¡¡Niniel!!! ¡¡Niniel por favor!!- Gritó saliendo al pasillo con paso acelerado, algo torpe, intentando no resvalar por las prisas. Se acercó al muro y comenzó a golpearlo.- ¡¡Niniel!! ¡¡Niniel Eltrant está inconsciente, ha tragado mucha agua, necesita tu ayuda, Niniel!!
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*Marie*
Las cosas iban a pedir de boca, los gritos de la casa hacían sonreír de forma tétrica a la mujer de cabellos rojos, que, dejando a su secuaz encargado del piso de arriba, había bajado a la cocina a preparar un par de cosas más que necesitaría para su último juego...
Tomando varias botellas de cristal, bajó hacia el sótano al tiempo que la tormenta seguía su curso. El lugar, que en su época había sido una preciosa sala donde guardar arte, era ahora un sitio oscuro, con un circulo rojo pintado en el suelo, las paredes, se manchaban de carmesí, un gran número de "estatuas" de mujeres jóvenes se conservaban intactas dentro de unos tanques de cristal llenos de líquido, que, en un primer momento, había sido azul y, en ese instante, se había vuelto rojo.
La mujer dejó los frascos abiertos en el suelo, situados de forma estratégica, y se acercó a las vitrinas. Apoyó una fina mano sobre uno de los cristales, y contempló con alegría el aspecto de sus queríadas muñecas.
- Pronto tendréis tres nuevas compañeras... y ellos... ellos pagaran lo que no pagó mi esposo, al fin y al cabo... son solo hombres...- susurró con una sonrisa torcida. Pronto su plan estaría acabado.
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*Hans*
El pobre hombre observó con tristeza lo sucedido a sus amadas mascotas, furioso, se lanzó contra la dragona, pero tropezó por el camino por su torpeza. No podía hacer nada, ni siquiera vengar a sus animaltos, "Marie tenía razón, no valgo de nada..." pensó con tristeza, rompiendo a llorar. Tal vez, el hombre solo fuera una marioneta, ¿podría alguien convencerle para que los ayudara a huir y salvarlo a él del asco que se tenía a si mismo?
Alanna Delteria
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Re: Lunas de sangre [Libre - 4/4] [Cerrado]
El rayo de color azul se deslizó entre las personas que tenía frente a él y, sin que pudiese hacer nada para remediarlo, impacto en su pecho. Un dolor eléctrico recorrió todas sus articulaciones mientras, el mercenario, salía impulsado hacia atrás y sobrevolaba varios metros de niebla antes de caer al suelo.
Llevándose la mano al lugar dónde había impactado el rayo, Eltrant se incorporó dejando escapar un gemido dolorido, sin saber muy bien que significaba todo aquello, su camisa, un poco ennegrecida a causa del impacto, desprendía una ligera voluta de humo que se perdía en la bruma.
-“Ríndete y será rápido… e indoloro” – Dijo Jericó avanzando un par de pasos hacia el mercenario – “No hace ni un día que nos conocemos ¿Y ya quieres matarme? No es muy amable por tu parte” – La sonrisa de Jericó se ensancho mientras que Eltrant, quien no olvidaba el hecho de que podría surgir otro relámpago como el de antes desde la neblina, retrocedía el mismo número de pasos que había avanzado el semi-elfo.
Miró a su alrededor, aquel lugar era grande, demasiado para ser la misma habitación que la que se encontraba en un principio; ¿Podría ser que Marie, la dueña de la mansión, fuese una bruja? – “¿Por qué todos los ricos con los que me cruzo intentan matarme?” – Dijo para sí mientas retrocedía otro par de pasos.
El mercenario siguió estudiando el entorno, debía de haber algún modo de salir de ahí, por muy escondido que estuviese. Mientras lo hacía, no pudo evitar contemplar, estupefacto, como los vaporosos ropajes de las chicas cambiaban como por arte de magia para volverse sus indumentarias habituales.
-“Y ahora un cambio de vestuario…” – Susurró a la vez que fruncía el ceño –“¿Sabes que es de buena educacion el mascullar en mitad de una conversación?” – Inquirió Niniel con su habitual porte recio. Eltrant no contestó, seguía sin saber quiénes eran aquellas personas y como habían conseguido imitar el aspecto de sus aliados, estaba seguro de que no eran ellos, no obstante, estos seguían actuando como tales.
Sin nada mejor que hacer, tragó saliva y durante cinco largos segundos aguardó a que alguno de los tres individuos que tenía frente a él se decidiese por atacarle, él no estaba dispuesto a hacerlo, estaba en inferioridad numérica en un lugar que no conocía, si querían pelea tendrían que ir ellos a buscarla.
Y tal y como el mercenario anticipó, sus compañeros atacaron primero, Niniel alzó el báculo de forma similar a la que lo había hecho en el callejón semanas atrás, y una onda de energía recorrió el lugar en dirección hacia él, removiendo el vapor. Eltrant apretó los dientes y se deslizó hacia la izquierda, justo donde se encontraba Jericó a quien interpuso el báculo de metal entre su pecho y su espada.
Nunca había visto luchar a Jericó, pero fuese quien fuese aquel tipo no lo hacía nada mal, tenía bastante más fuerza de la que su aspecto indicaba y, aunque pudo desarmarlo justo a tiempo para evitar una estocada de la doble de Alanna por la espalda, recibió varios golpes con el bastón en la cara.
Una vez con Jericó desarmado, se aseguró de que este tardase en recuperar su arma pateando el báculo del rubio y haciendo que este se perdiese entre la niebla, segundos después el elfo había desaparecido de la escena en busca de su preciado bastón.
Momentos después, el sonido del metal resonó en el lugar cuando Alanna acometió contra él de nuevo –“Vamos... date por vencido, es mejor de ese modo” – Susurró aquella imitadora sonriendo, Eltrant se limitó a mirarla a los ojos y a continuar forcejeando, por algún motivo aquella Alanna tenía más fuerza física que la original.
Aunque Jericó seguía perdido en la niebla y no habían aparecido más rayos azules de esta Eltrant era muy consciente de que seguía estando en desventaja, mantener el tipo contra Niniel y Alanna al mismo tiempo no era tarea fácil, sobre todo cuando la elfa se dedicaba a usar el bastón desde una distancia prudente y la guarda se encargaba de que el joven no se moviese mucho del lugar en el que estaba.
No obstante, no tardó ver una abertura en la defensa de Alanna, una abertura que no podía creer que la guarda fuese capaz de dejar ahí, aquello no hacía sino reforzar la idea en su cabeza de aquí aquella mujer no era su amiga.
Frunciendo el ceño y dirigiendo toda la fuerza de los brazos hacia la espada que tenía entre sus manos Eltrant, después de evitar ser alcanzado por otro de los proyectiles mágicos de la doble de Niniel, tomó partido de aquel pequeño resquicio en la impenetrable defensa de la guarda y dirigió su acero hacia el lugar desprotegido.
Como si todo a su alrededor se volviese lento, podía claramente como, sin lugar a duda, su espada atravesaría el costado de aquella impostora, iba a hacerlo, ya no había vuelta atrás, iba a salir con vida y hacerle pagar muy caro al que habia hecho todo aquello. Pero antes de que la espada pudiese alcanzar su objetivo, repentinamente, se quedó inmóvil –“¡Eltrant, no, por favor!” – La voz de la doble, idéntica a la de Alanna, resonó en todo el lugar, sabía que no era ella, pero la forma en la que la chica gritó su nombre le hizo bloquearse.
A aquella mujer, por el contrario, no le importaba matar al mercenario; y no tardó en demostrarlo cuando, en el mismo instante en el que el filo de la espada de Eltrant dejó de moverse, atravesó el estómago de su adversario, quien retrocedió vario pasos tambaleándose.
-“Perfecto...” – Su boca se inundó de golpe con el característico sabor de la sangre, segundos después dejó caer la espada que tenía en la mano al suelo y chasqueando la lengua, trató de obstruir la dolorosa herida que tenía en mitad del vientre.
–“Todo habría sido muy fácil si te hubieses rendido inmediatamente” – Dijo la chica que tenía frente a él limpiando la sangre del pequeño estoque.
Llevándose la mano al lugar dónde había impactado el rayo, Eltrant se incorporó dejando escapar un gemido dolorido, sin saber muy bien que significaba todo aquello, su camisa, un poco ennegrecida a causa del impacto, desprendía una ligera voluta de humo que se perdía en la bruma.
-“Ríndete y será rápido… e indoloro” – Dijo Jericó avanzando un par de pasos hacia el mercenario – “No hace ni un día que nos conocemos ¿Y ya quieres matarme? No es muy amable por tu parte” – La sonrisa de Jericó se ensancho mientras que Eltrant, quien no olvidaba el hecho de que podría surgir otro relámpago como el de antes desde la neblina, retrocedía el mismo número de pasos que había avanzado el semi-elfo.
Miró a su alrededor, aquel lugar era grande, demasiado para ser la misma habitación que la que se encontraba en un principio; ¿Podría ser que Marie, la dueña de la mansión, fuese una bruja? – “¿Por qué todos los ricos con los que me cruzo intentan matarme?” – Dijo para sí mientas retrocedía otro par de pasos.
El mercenario siguió estudiando el entorno, debía de haber algún modo de salir de ahí, por muy escondido que estuviese. Mientras lo hacía, no pudo evitar contemplar, estupefacto, como los vaporosos ropajes de las chicas cambiaban como por arte de magia para volverse sus indumentarias habituales.
-“Y ahora un cambio de vestuario…” – Susurró a la vez que fruncía el ceño –“¿Sabes que es de buena educacion el mascullar en mitad de una conversación?” – Inquirió Niniel con su habitual porte recio. Eltrant no contestó, seguía sin saber quiénes eran aquellas personas y como habían conseguido imitar el aspecto de sus aliados, estaba seguro de que no eran ellos, no obstante, estos seguían actuando como tales.
Sin nada mejor que hacer, tragó saliva y durante cinco largos segundos aguardó a que alguno de los tres individuos que tenía frente a él se decidiese por atacarle, él no estaba dispuesto a hacerlo, estaba en inferioridad numérica en un lugar que no conocía, si querían pelea tendrían que ir ellos a buscarla.
Y tal y como el mercenario anticipó, sus compañeros atacaron primero, Niniel alzó el báculo de forma similar a la que lo había hecho en el callejón semanas atrás, y una onda de energía recorrió el lugar en dirección hacia él, removiendo el vapor. Eltrant apretó los dientes y se deslizó hacia la izquierda, justo donde se encontraba Jericó a quien interpuso el báculo de metal entre su pecho y su espada.
Nunca había visto luchar a Jericó, pero fuese quien fuese aquel tipo no lo hacía nada mal, tenía bastante más fuerza de la que su aspecto indicaba y, aunque pudo desarmarlo justo a tiempo para evitar una estocada de la doble de Alanna por la espalda, recibió varios golpes con el bastón en la cara.
Una vez con Jericó desarmado, se aseguró de que este tardase en recuperar su arma pateando el báculo del rubio y haciendo que este se perdiese entre la niebla, segundos después el elfo había desaparecido de la escena en busca de su preciado bastón.
Momentos después, el sonido del metal resonó en el lugar cuando Alanna acometió contra él de nuevo –“Vamos... date por vencido, es mejor de ese modo” – Susurró aquella imitadora sonriendo, Eltrant se limitó a mirarla a los ojos y a continuar forcejeando, por algún motivo aquella Alanna tenía más fuerza física que la original.
Aunque Jericó seguía perdido en la niebla y no habían aparecido más rayos azules de esta Eltrant era muy consciente de que seguía estando en desventaja, mantener el tipo contra Niniel y Alanna al mismo tiempo no era tarea fácil, sobre todo cuando la elfa se dedicaba a usar el bastón desde una distancia prudente y la guarda se encargaba de que el joven no se moviese mucho del lugar en el que estaba.
No obstante, no tardó ver una abertura en la defensa de Alanna, una abertura que no podía creer que la guarda fuese capaz de dejar ahí, aquello no hacía sino reforzar la idea en su cabeza de aquí aquella mujer no era su amiga.
Frunciendo el ceño y dirigiendo toda la fuerza de los brazos hacia la espada que tenía entre sus manos Eltrant, después de evitar ser alcanzado por otro de los proyectiles mágicos de la doble de Niniel, tomó partido de aquel pequeño resquicio en la impenetrable defensa de la guarda y dirigió su acero hacia el lugar desprotegido.
Como si todo a su alrededor se volviese lento, podía claramente como, sin lugar a duda, su espada atravesaría el costado de aquella impostora, iba a hacerlo, ya no había vuelta atrás, iba a salir con vida y hacerle pagar muy caro al que habia hecho todo aquello. Pero antes de que la espada pudiese alcanzar su objetivo, repentinamente, se quedó inmóvil –“¡Eltrant, no, por favor!” – La voz de la doble, idéntica a la de Alanna, resonó en todo el lugar, sabía que no era ella, pero la forma en la que la chica gritó su nombre le hizo bloquearse.
A aquella mujer, por el contrario, no le importaba matar al mercenario; y no tardó en demostrarlo cuando, en el mismo instante en el que el filo de la espada de Eltrant dejó de moverse, atravesó el estómago de su adversario, quien retrocedió vario pasos tambaleándose.
-“Perfecto...” – Su boca se inundó de golpe con el característico sabor de la sangre, segundos después dejó caer la espada que tenía en la mano al suelo y chasqueando la lengua, trató de obstruir la dolorosa herida que tenía en mitad del vientre.
–“Todo habría sido muy fácil si te hubieses rendido inmediatamente” – Dijo la chica que tenía frente a él limpiando la sangre del pequeño estoque.
Eltrant Tale
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Re: Lunas de sangre [Libre - 4/4] [Cerrado]
Por suerte, Niniel le respondió por lo que Elwen suspiró de alivio. Estaba de acuerdo con la elfa, allí pasaban cosas muy raras y lo mejor sería reunirse todos cuanto antes, no era bueno estar separados. Miró a su alrededor cuando Niniel preguntó que si podía sacarla de ahí. Con el agujero que había creado el rayo tenía un poco de espacio extra, no mucho, pero al menos lo suficiente para transformarse y derribar esa puerta.
- ¡Creo que podré sacarte, pero apártate de la puerta!- le advirtió Elwen.
Elwen se transformó en una dragona azul. Estaba muy incómoda en ese reducido espacio, y ni siquiera podía mover las alas, pero sería suficiente. La joven dragona dio un fuerte golpe a las bisagras de la puerta, atravesando la madera con sus garras. Después sólo hizo falta un golpe para que esta cayera abajo.
- ¿Estás bien?- le preguntó, lo del gas la había preocupado- No he podido hablar con Jericó, y tampoco he visto a Alanna y a Eltrant.
Elwen volvió a su forma humana, incapaz de permanecer de esa forma en ese reducido espacio.
- Si ambas hemos tenido problemas, es posible que los demás también. Para empeorar las cosas, no puedo romper la puerta de Jericó de la misma manera que la tuya porque al fondo del pasillo no tengo espacio, y tampoco puedo entrar a mi habitación a por mi arco.
Luego escuchó un golpe y vio a Hans que había tropezado y se había puesto a llorar. Seguro que había sido él quien soltó a esos bichos asquerosos, pero visto de esa manera daba pena y Elwen no fue capaz de enfadarse como normalmente habría hecho.
- Tal vez pueda ayudarnos a abrir la puerta de Jericó y a salir de aquí- sugirió a Niniel- ¿Qué opinas? Todo esto parece haber sido obra de aquella mujer.
La Joven dragona se acercó a Hans que no paraba de llorar aún en el suelo.
- ¡Soy un inútil, soy un inútil! ¡Ni siquiera puedo vengar a mis mascotas!- se gritaba el pobre.
- ¿Mascotas? – dijo sorprendida.
Elwen miró hacia atrás, al lugar en el que estaban las cucarachas carbonizadas, en medio de la zona quemada del pasillo. ¿Tenía como mascotas a bichos como esos? Realmente no era lo que la dragona consideraba una mascota. Ella prefería cualquier otra criatura a una de esas cosas.
- Si, mis mascotas… ¡Tú las has matado!- le gritó entre llantos mientras la señalaba con el dedo.
- Fue en defensa propia- se excusó la dragona antes de intentar hablar con Hans- Oye, podemos ayudarte. Sólo queremos reunirnos con nuestros amigos y asegurarnos que están bien. Si nos ayudas nos encargaremos de que no tengas que vivir más bajo las órdenes de esa mujer.
Hubo un momento de silencio. Hans dejó de llorar y pareció plantearse aquella oferta detenidamente, tanto que a Elwen le pareció que se había detenido el tiempo. Por fin, Hans sacó unas llaves y abrió tanto la habitación de Jericó como la de Elwen. Aunque para la de Jericó necesitó hacer palanca con un hierro que sacó de su habitación, porque ya no había pomo.
- Gracias- agradeció Elwen antes de ir a ver como estaba Jericó- ¿Estás bien?- le preguntó al ver la herida de su cabeza.
- ¡Creo que podré sacarte, pero apártate de la puerta!- le advirtió Elwen.
Elwen se transformó en una dragona azul. Estaba muy incómoda en ese reducido espacio, y ni siquiera podía mover las alas, pero sería suficiente. La joven dragona dio un fuerte golpe a las bisagras de la puerta, atravesando la madera con sus garras. Después sólo hizo falta un golpe para que esta cayera abajo.
- ¿Estás bien?- le preguntó, lo del gas la había preocupado- No he podido hablar con Jericó, y tampoco he visto a Alanna y a Eltrant.
Elwen volvió a su forma humana, incapaz de permanecer de esa forma en ese reducido espacio.
- Si ambas hemos tenido problemas, es posible que los demás también. Para empeorar las cosas, no puedo romper la puerta de Jericó de la misma manera que la tuya porque al fondo del pasillo no tengo espacio, y tampoco puedo entrar a mi habitación a por mi arco.
Luego escuchó un golpe y vio a Hans que había tropezado y se había puesto a llorar. Seguro que había sido él quien soltó a esos bichos asquerosos, pero visto de esa manera daba pena y Elwen no fue capaz de enfadarse como normalmente habría hecho.
- Tal vez pueda ayudarnos a abrir la puerta de Jericó y a salir de aquí- sugirió a Niniel- ¿Qué opinas? Todo esto parece haber sido obra de aquella mujer.
La Joven dragona se acercó a Hans que no paraba de llorar aún en el suelo.
- ¡Soy un inútil, soy un inútil! ¡Ni siquiera puedo vengar a mis mascotas!- se gritaba el pobre.
- ¿Mascotas? – dijo sorprendida.
Elwen miró hacia atrás, al lugar en el que estaban las cucarachas carbonizadas, en medio de la zona quemada del pasillo. ¿Tenía como mascotas a bichos como esos? Realmente no era lo que la dragona consideraba una mascota. Ella prefería cualquier otra criatura a una de esas cosas.
- Si, mis mascotas… ¡Tú las has matado!- le gritó entre llantos mientras la señalaba con el dedo.
- Fue en defensa propia- se excusó la dragona antes de intentar hablar con Hans- Oye, podemos ayudarte. Sólo queremos reunirnos con nuestros amigos y asegurarnos que están bien. Si nos ayudas nos encargaremos de que no tengas que vivir más bajo las órdenes de esa mujer.
Hubo un momento de silencio. Hans dejó de llorar y pareció plantearse aquella oferta detenidamente, tanto que a Elwen le pareció que se había detenido el tiempo. Por fin, Hans sacó unas llaves y abrió tanto la habitación de Jericó como la de Elwen. Aunque para la de Jericó necesitó hacer palanca con un hierro que sacó de su habitación, porque ya no había pomo.
- Gracias- agradeció Elwen antes de ir a ver como estaba Jericó- ¿Estás bien?- le preguntó al ver la herida de su cabeza.
Elwen
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Re: Lunas de sangre [Libre - 4/4] [Cerrado]
Normalmente cuando alguien en la situación de Níniel escucha al otro lado de la puerta las palabras "Aléjate de la puerta" no necesita mucho más para suponer lo que va a pasar a continuación, pero aquella tormentosa noche la peliblanca obedeció aunque con bastante incertidumbre. ¿Qué planeaba aquella chica para abrir la puerta?. No parecía especialmente fuerte y desde luego para nada corpulenta, ¿escondía algún as bajo la manga?, ¿había encontrado alguna herramienta u objeto contundente que hacer servir?.
La respuesta llegó en forma de extraños ruidos desde el pasillo seguidos de unos fuertes golpes que difícilmente podían asociarse a Elwen, de hecho resultaban tan fuertes y pesados que no parecían obra de hombre o mujer si no de alguna bestia de gran tamaño. Por un momento la peliblanca sospechó que a pesar de las precauciones que había tomado al ponerse una toalla húmeda cubriendo su rostro volvía a ser presa de una ilusión, pero tras haber salido de una estaba claro que aquello no era lo mismo. Retrocedió un par de pasos más con la daga preparada por si acaso y de golpe la puerta cedió y acabó en el suelo bastante astillada. Lo que asomó a través hizo que la elfa se cayera de culo en el suelo y se quedara con los ojos y la boca abiertos por el miedo y sin poder articular ni una palabra...Había un dragón azul entrando por la puerta. Sin muchas opciones de poder hacer nada en contra de algo así, Níniel comenzó a tomar libros de la estantería como movida por un resorte y a lanzárselos a la cabeza a aquella cosa, y no era para menos, sus experiencias con dragones no habían sido muy satisfactorias. Estaba a punto de lanzar el libro más gordo de toda la estantería cuando el dragón comenzó a cambiar y en su forma humana resultó ser Elwen.
-Por todos los dioses...Eres una semi-dragona. Me has dado un susto de muerte.- Dejó caer la copia de historia de Aerandir al suelo dejando salir el aire de sus pulmones en un largo suspiro de alivio. -Te has salvado de una lección de historia por los pelos que conste.- Continuó comenzando a reírse un poco. -¿También has tenido problemas?, si es muy posible, está claro que una broma no es. Debemos ir con los demás ya mismo.-
Por muy agitado que aún tuviera el corazón debían comprobar sin dilación si los demás estaban bien, quizá alguno no había tenido la suerte de que una dragona pasara por el pasillo en el momento justo. En ese momento y antes de poder ponerse en marcha apareció por allí el humano jorobado que respondía al nombre de Hans. Miraba con rencor a Elwen pero al mismo tiempo lloraba y se lamentaba por su inutilidad sin que Níniel supiera qué diantres ocurría. En su estado no parecía ninguna amenaza y Elwen creyó que podría ser de ayuda pero no sin dar las explicaciones pertinentes por el camino. Entre sollozos culpó a la dragona de la matar a sus mascotas, de nuevo sin que Níniel entendiera de qué hablaban. Ambos miraban a una zona de aquella planta carbonizada, la fuente del fuerte olor a quemado que la peliblanca había notado antes. Como fuera aquel sujeto acabó por decidirse a ayudarlas pero la peliblanca no confiaba en él.
-Hans, sin duda sabes qué está pasando en esta casa, empieza a hablar. ¿Qué era ese gas ilusorio? ¿Por qué ha desaparecido la puerta hacia las escaleras?, ¿Que les habéis hecho a los demás y por qué?-
El hombrecillo estaba muy ocupado abriendo las restantes puertas de la zona y no respondió de inmediato pero ni por un momento Níniel iba a permitir que se hiciera el tonto. Insistiría hasta obtener respuestas y la información que necesitaba cuanto fuera necesario y si aquel tipo se negaba a colaborar comprobaría de primera mano que obligar a una elfa a cruzar la línea roja...Era una de las peores ideas que se pueden tener.
La puerta de Elwen se abrió sin problemas pero para la de Jericó necesitó usar la fuerza y una palanca pues no tenía pomo, había sido arrancado de su lugar y era prueba de que el elfo también había tenido su dosis de problemas como las demás aunque parecía estar más o menos bien, al menos lo bastante para hablar y mirar a través de la cerradura de la puerta de su cuarto. Níniel lanzó una dura mirada a Hans y éste debió de entenderla pues asintió bajando la mirada con culpabilidad. Una vez abierta la puerta quedaba bastante claro que Jericó, por el momento, se había llevado la peor parte. Su cuarto parecía haber sido barrido por una tormenta de aire capaz de hacer volar incluso la cama que se encontraba bastante oblicua.
-Yo me ocupo, pero hay que ver como están Alanna y Eltrant. Elwen, no me fío de Hans, no lo pierdas de vista.-
Jericó estaba contusionado, parecía haber participado en una pelea y haber perdido pero nada era demasiado grave. Unas vendas y un par de días de reposo bastarían en una situación normal pero no era ese el caso así. que habría que acelerar un poco el proceso. Dejando al elfo apoyado en la pared la peliblanca regresó a su habitación y cogió de su bolsa de viaje un pequeño frasco con un líquido rojo. Era una poción de polvo de ala de mariposa, esencia de corazón de amanita muscaria y ajo que curaría aquellas heridas leves en un periquete y que por suerte para el chico sabía decéntemente bien. Mientras bebía y esperaba a que surtiera efecto la peliblanca no pudo si no preguntarle por lo sucedido y cómo había acabado pasando un huracán por su cuarto.
-A mi me quisieron tener bajo los efectos de una ilusión mediante un gas...Parece que alguien tenía pensadas unas cuantas...Distracciones para sus invitados. Debemos tener mucho cuidado, a saber qué más nos tienen preparado.-
En el pasillo Hans estaba dándole golpes al lugar donde antes había una puerta, como intentando palpar el lugar exacto donde se encontraba. Tras unas pataditas y golpecitos asintió y comenzó a contar en voz alta los cuadros del pasillo desde un punto específico del mismo hasta que llegó a tres. Movió el cuadro hacia un lado y sonó un claro "click" seguido de un ruido estruendoso que hasta hacía temblar el suelo, una sensación conocida por Níniel, era lo mismo que con el falso trueno. La falsa pared comenzó a deslizarse poco a poco hasta dejar de nuevo a la vista la tan añorada puerta, al otro lado estaban Alanna y Eltrant y la humana llamaba a gritos a la elfa que acudió hasta allí a la carrera encontrándose con ella y su hombro echo polvo y a Eltrant apenas vivo. Un rápido vistazo sirvió para que Níniel viera que el humano tenía síntomas evidentes de ahogamiento y que no respiraba.
-¿Qué le ha pasado? ¿Cómo ha tragado tanta agua?.- Preguntó comenzando la tarea de reanimarlo antes de que fuera demasiado tarde.
Con la daga rasgó sus ropas y colocó su cabeza sobre su pecho para comprobar si su corazón aún latía, también revisó el estado de sus pupilas que no reaccionaban a la luz. Inmediatamente se colocó a un lado y comenzó la reanimación cardio-pulmonar, no había tiempo que perder. Comenzó a realizar secuencias de tres compresiones sobre su pecho seguidas de una insuflación de aire mediante boca a boca tapando su nariz y repitiendo el proceso.
-Esto deberías hacerlo tú Alanna...- Se permitió tras separar su boca de la del humano por segunda vez. Tan pronto como reacionara y volviera a respirar con normalidad lo colocaría de lado para evitar que se ahogara.-
Subrayado el uso de alquimia y primeros auxilios.
La respuesta llegó en forma de extraños ruidos desde el pasillo seguidos de unos fuertes golpes que difícilmente podían asociarse a Elwen, de hecho resultaban tan fuertes y pesados que no parecían obra de hombre o mujer si no de alguna bestia de gran tamaño. Por un momento la peliblanca sospechó que a pesar de las precauciones que había tomado al ponerse una toalla húmeda cubriendo su rostro volvía a ser presa de una ilusión, pero tras haber salido de una estaba claro que aquello no era lo mismo. Retrocedió un par de pasos más con la daga preparada por si acaso y de golpe la puerta cedió y acabó en el suelo bastante astillada. Lo que asomó a través hizo que la elfa se cayera de culo en el suelo y se quedara con los ojos y la boca abiertos por el miedo y sin poder articular ni una palabra...Había un dragón azul entrando por la puerta. Sin muchas opciones de poder hacer nada en contra de algo así, Níniel comenzó a tomar libros de la estantería como movida por un resorte y a lanzárselos a la cabeza a aquella cosa, y no era para menos, sus experiencias con dragones no habían sido muy satisfactorias. Estaba a punto de lanzar el libro más gordo de toda la estantería cuando el dragón comenzó a cambiar y en su forma humana resultó ser Elwen.
-Por todos los dioses...Eres una semi-dragona. Me has dado un susto de muerte.- Dejó caer la copia de historia de Aerandir al suelo dejando salir el aire de sus pulmones en un largo suspiro de alivio. -Te has salvado de una lección de historia por los pelos que conste.- Continuó comenzando a reírse un poco. -¿También has tenido problemas?, si es muy posible, está claro que una broma no es. Debemos ir con los demás ya mismo.-
Por muy agitado que aún tuviera el corazón debían comprobar sin dilación si los demás estaban bien, quizá alguno no había tenido la suerte de que una dragona pasara por el pasillo en el momento justo. En ese momento y antes de poder ponerse en marcha apareció por allí el humano jorobado que respondía al nombre de Hans. Miraba con rencor a Elwen pero al mismo tiempo lloraba y se lamentaba por su inutilidad sin que Níniel supiera qué diantres ocurría. En su estado no parecía ninguna amenaza y Elwen creyó que podría ser de ayuda pero no sin dar las explicaciones pertinentes por el camino. Entre sollozos culpó a la dragona de la matar a sus mascotas, de nuevo sin que Níniel entendiera de qué hablaban. Ambos miraban a una zona de aquella planta carbonizada, la fuente del fuerte olor a quemado que la peliblanca había notado antes. Como fuera aquel sujeto acabó por decidirse a ayudarlas pero la peliblanca no confiaba en él.
-Hans, sin duda sabes qué está pasando en esta casa, empieza a hablar. ¿Qué era ese gas ilusorio? ¿Por qué ha desaparecido la puerta hacia las escaleras?, ¿Que les habéis hecho a los demás y por qué?-
El hombrecillo estaba muy ocupado abriendo las restantes puertas de la zona y no respondió de inmediato pero ni por un momento Níniel iba a permitir que se hiciera el tonto. Insistiría hasta obtener respuestas y la información que necesitaba cuanto fuera necesario y si aquel tipo se negaba a colaborar comprobaría de primera mano que obligar a una elfa a cruzar la línea roja...Era una de las peores ideas que se pueden tener.
La puerta de Elwen se abrió sin problemas pero para la de Jericó necesitó usar la fuerza y una palanca pues no tenía pomo, había sido arrancado de su lugar y era prueba de que el elfo también había tenido su dosis de problemas como las demás aunque parecía estar más o menos bien, al menos lo bastante para hablar y mirar a través de la cerradura de la puerta de su cuarto. Níniel lanzó una dura mirada a Hans y éste debió de entenderla pues asintió bajando la mirada con culpabilidad. Una vez abierta la puerta quedaba bastante claro que Jericó, por el momento, se había llevado la peor parte. Su cuarto parecía haber sido barrido por una tormenta de aire capaz de hacer volar incluso la cama que se encontraba bastante oblicua.
-Yo me ocupo, pero hay que ver como están Alanna y Eltrant. Elwen, no me fío de Hans, no lo pierdas de vista.-
Jericó estaba contusionado, parecía haber participado en una pelea y haber perdido pero nada era demasiado grave. Unas vendas y un par de días de reposo bastarían en una situación normal pero no era ese el caso así. que habría que acelerar un poco el proceso. Dejando al elfo apoyado en la pared la peliblanca regresó a su habitación y cogió de su bolsa de viaje un pequeño frasco con un líquido rojo. Era una poción de polvo de ala de mariposa, esencia de corazón de amanita muscaria y ajo que curaría aquellas heridas leves en un periquete y que por suerte para el chico sabía decéntemente bien. Mientras bebía y esperaba a que surtiera efecto la peliblanca no pudo si no preguntarle por lo sucedido y cómo había acabado pasando un huracán por su cuarto.
-A mi me quisieron tener bajo los efectos de una ilusión mediante un gas...Parece que alguien tenía pensadas unas cuantas...Distracciones para sus invitados. Debemos tener mucho cuidado, a saber qué más nos tienen preparado.-
En el pasillo Hans estaba dándole golpes al lugar donde antes había una puerta, como intentando palpar el lugar exacto donde se encontraba. Tras unas pataditas y golpecitos asintió y comenzó a contar en voz alta los cuadros del pasillo desde un punto específico del mismo hasta que llegó a tres. Movió el cuadro hacia un lado y sonó un claro "click" seguido de un ruido estruendoso que hasta hacía temblar el suelo, una sensación conocida por Níniel, era lo mismo que con el falso trueno. La falsa pared comenzó a deslizarse poco a poco hasta dejar de nuevo a la vista la tan añorada puerta, al otro lado estaban Alanna y Eltrant y la humana llamaba a gritos a la elfa que acudió hasta allí a la carrera encontrándose con ella y su hombro echo polvo y a Eltrant apenas vivo. Un rápido vistazo sirvió para que Níniel viera que el humano tenía síntomas evidentes de ahogamiento y que no respiraba.
-¿Qué le ha pasado? ¿Cómo ha tragado tanta agua?.- Preguntó comenzando la tarea de reanimarlo antes de que fuera demasiado tarde.
Con la daga rasgó sus ropas y colocó su cabeza sobre su pecho para comprobar si su corazón aún latía, también revisó el estado de sus pupilas que no reaccionaban a la luz. Inmediatamente se colocó a un lado y comenzó la reanimación cardio-pulmonar, no había tiempo que perder. Comenzó a realizar secuencias de tres compresiones sobre su pecho seguidas de una insuflación de aire mediante boca a boca tapando su nariz y repitiendo el proceso.
-Esto deberías hacerlo tú Alanna...- Se permitió tras separar su boca de la del humano por segunda vez. Tan pronto como reacionara y volviera a respirar con normalidad lo colocaría de lado para evitar que se ahogara.-
Subrayado el uso de alquimia y primeros auxilios.
Níniel Thenidiel
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Re: Lunas de sangre [Libre - 4/4] [Cerrado]
Escuché un ruido atronador, como algo enorme golpeando las paredes, no podía ser a causa de la tormenta. El golpe cesó con una especie de estallido, algo se rompió aunque no viese el qué. Y luego unas voces se acercaron a la puerta. Me acerqué yo también y averigüé que se trataba de Elwen y aquél tipejo mal formado, lloriqueando. Algo se apoyó en la puerta, y empezó a crujir, me aparté por si las moscas, parecía que estuvieran haciendo uso de alguna palanca o similar.
La puerta se abrió y allí estaban Elwen y ese tal Hans, además podía ver a Nin también, me alivió saber que al menos ellas estaban bien y lo de aquella runa solo lo sufrí yo. Me preguntaron por mi estado a lo que yo respondí encogiéndome de hombros. -Por lo menos estoy vivo.-
Nin se acercó para examinarme y tras dejarme reposando en la pared, fue a su habitación a por algo. Volvió con un brebaje en las manos, dijo que era una poción que debía beber para acelerar la recuperación. Confié en ella y di el primer sorbo, tenía un sabor extraño aunque no estaba mal, dejaba un regusto picante al final. Una sensación de hormigueo invadió mi cuerpo y empecé a sentirme mucho mejor, los golpetazos ya no me dolían porque sí, debía apretar para sentir dolor, pero en la zona de las costillas seguía sintiendo molestias, aunque nada de lo que preocuparse. Agradecí a Nin sus cuidados una vez más, aunque de forma escueta, me habría gustado saber decirle algo más que un simple "gracias", pero no me olvidé de sonreír.
Ella explicó que había sufrido algún tipo de ilusión provocada por un gas, a lo que yo me sorprendí.
-Lo cierto es que yo juraría haberos oído llamar a la puerta unas cuantas veces.- expliqué un tanto escamado. -Pero lo del vendaval en mi habitación fue una ilusión de lo más real.- decía mientras me palpaba la herida, ahora cicatrizando, de la ceja.
Nin interrogó brevemente al encorvado, pero éste hacía caso omiso, evitando dar respuestas. El hombrecillo palpaba la pared en busca de algo, no tenía muy claro el qué. Luego se volteó para contar los cuadros, moviendo el último que contó, y algún tipo de mecanismo accionó que provocó un ruidoso movimiento de la casa, haciendo aparecer de nuevo la puerta que debía estar ahí. Entonces escuchemos los gritos de Alanna, que pedía ayuda a Nin desesperadamente. Corrimos todos a ayudar hasta la habitación de Alanna, y en su baño vimos a Eltrant, aparentemente inconsciente. La elfa se acercó a socorrerlo, y tras una breve exploración, se dispuso a reanimarlo haciendo gala de sus conocimientos en primeros auxilios. Me acerqué un poco para intentar aprender. Ella presionaba el pecho del hombre un cierto número de veces, luego paraba y... ¿le besaba? No, le daba aire, estaba seguro, pero desde luego parecía que le estaba besando, me daba cierto pudor mirar aquello.
Me di la vuelta y busqué con la mirada a Hans, no quería que se escabulliese ahora, así que salí de la habitación para quedarme cerca de él. -Cuéntanos lo que está pasando aquí, ¿quién es esa mujer y dónde está ahora? ¿Por qué nos estáis haciendo esto?- le decía con cierto enfado en mi tono de voz, no iba a hacerle nada a aquél pobre hombre, ya era bastante desgraciado de por si, pero una fingida intimidación podría servir para sonsacarle algo.
La puerta se abrió y allí estaban Elwen y ese tal Hans, además podía ver a Nin también, me alivió saber que al menos ellas estaban bien y lo de aquella runa solo lo sufrí yo. Me preguntaron por mi estado a lo que yo respondí encogiéndome de hombros. -Por lo menos estoy vivo.-
Nin se acercó para examinarme y tras dejarme reposando en la pared, fue a su habitación a por algo. Volvió con un brebaje en las manos, dijo que era una poción que debía beber para acelerar la recuperación. Confié en ella y di el primer sorbo, tenía un sabor extraño aunque no estaba mal, dejaba un regusto picante al final. Una sensación de hormigueo invadió mi cuerpo y empecé a sentirme mucho mejor, los golpetazos ya no me dolían porque sí, debía apretar para sentir dolor, pero en la zona de las costillas seguía sintiendo molestias, aunque nada de lo que preocuparse. Agradecí a Nin sus cuidados una vez más, aunque de forma escueta, me habría gustado saber decirle algo más que un simple "gracias", pero no me olvidé de sonreír.
Ella explicó que había sufrido algún tipo de ilusión provocada por un gas, a lo que yo me sorprendí.
-Lo cierto es que yo juraría haberos oído llamar a la puerta unas cuantas veces.- expliqué un tanto escamado. -Pero lo del vendaval en mi habitación fue una ilusión de lo más real.- decía mientras me palpaba la herida, ahora cicatrizando, de la ceja.
Nin interrogó brevemente al encorvado, pero éste hacía caso omiso, evitando dar respuestas. El hombrecillo palpaba la pared en busca de algo, no tenía muy claro el qué. Luego se volteó para contar los cuadros, moviendo el último que contó, y algún tipo de mecanismo accionó que provocó un ruidoso movimiento de la casa, haciendo aparecer de nuevo la puerta que debía estar ahí. Entonces escuchemos los gritos de Alanna, que pedía ayuda a Nin desesperadamente. Corrimos todos a ayudar hasta la habitación de Alanna, y en su baño vimos a Eltrant, aparentemente inconsciente. La elfa se acercó a socorrerlo, y tras una breve exploración, se dispuso a reanimarlo haciendo gala de sus conocimientos en primeros auxilios. Me acerqué un poco para intentar aprender. Ella presionaba el pecho del hombre un cierto número de veces, luego paraba y... ¿le besaba? No, le daba aire, estaba seguro, pero desde luego parecía que le estaba besando, me daba cierto pudor mirar aquello.
Me di la vuelta y busqué con la mirada a Hans, no quería que se escabulliese ahora, así que salí de la habitación para quedarme cerca de él. -Cuéntanos lo que está pasando aquí, ¿quién es esa mujer y dónde está ahora? ¿Por qué nos estáis haciendo esto?- le decía con cierto enfado en mi tono de voz, no iba a hacerle nada a aquél pobre hombre, ya era bastante desgraciado de por si, pero una fingida intimidación podría servir para sonsacarle algo.
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