Nuestro amor será eterno [Desafío]
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Nuestro amor será eterno [Desafío]
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Campamento en una arboleda a 15 km de Lunargenta.
Hoy es la noche. Al fin. Con ansia ha esperado Bran este momento, contando los días para llevar a cabo su mayor deseo: reunirse con su amada. Esa bella muchacha, parte constante de sus pensamientos y que hacía que sus días fuesen largos esperando impaciente lo que por fin hoy había llegado.
Elisabeth, o más bien Beth. Así se llamaba su musa. Era una joven humana que ese día había cumplido los 12 años. Bran la conoció dos años atrás, cuando se alimentó de un primo de la pequeña y, desde ese día, no había podido separarse de la niña por las noches. Allá donde iba ella, iba él, aunque se ocultaba en las tinieblas y nunca había hablado con la joven. Ella no sabía de su existencia siquiera. Pero eso se arreglaría esa noche, pues iba a regalarle a Beth la eternidad junto a él.
En su mente se imaginaba para siempre junto a ella, ya ninguno de los dos estaría solo y compartirían la eternidad. La maldición se tornaba como algo positivo si iba a estar junto a su musa. Y, aunque Elisabeth no supiera nada, ni siquiera conociera a Bran, él sabía lo que era mejor para ella. Era hija de campesinos, no tendría una vida mejor que la que un vampiro de alta cuna como él podría ofrecer. Una gran vida, para siempre, a cambio de su amor.
Todas las noches la observaba, anhelaba poder llevarla a la vida eterna, pero quería esperar a que cumpliera los doce. Y por fin había llegado el momento. Por fin se conocerían los dos amantes. Esa era la noche.
Tenía que hacerlo ya pues, al despuntar el alba, el campamento donde estaba con su familia, desaparecería de la pequeña arboleda para llegar a la ciudad.
Esperaban cumplir algún tipo de sueño que Bran no conocía, pero no quería que entrasen en un lugar protegido donde ya no pudiera ver a Beth dormir por las noches. Era hipnótico verla descansar en su camastro, pero más hipnótico sería verla convertida en un ser como él.
Y allí estaba, escabulléndose por entre los árboles cerca de las telas que cubrían a la niña, quien dormía plácidamente en el suelo, ajena a lo que sucedía. El encargado de hacer la guardia dormitaba frente a la hoguera y era cuestión de minutos que no se enterase de nada. Detrás del tronco, Bran aprovecharía para llevársela y entregarle su regalo.
-Pronto tu sangre será mía, y la mía, tuya. Morirás al despertar, pero conocerás la vida eterna. -Se mordió el labio inferior con impaciencia, había esperado demasiado y se notaba la falta de control sobre su cuerpo. Si no fuera Beth, se habría abalanzado contra su víctima. Pero no. Esta niña no era su alimento, era su amada, pese a que deseaba sentir la sangre rozar sus labios
_________________________________________
Bienvenido/a caminante nocturno: No sé cómo has llegado hasta esta arboleda, pero me encantaría saberlo. Aunque ese no es tu objetivo en este primer turno. Tu misión será encontrarte con Bran. Tú decides de qué forma. Te aconsejo ser precavido, Bran no deja de ser una criatura maldita aunque su objetivo esa noche sea otro.
Fehu
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Re: Nuestro amor será eterno [Desafío]
La brisa aún fresca, vestigio del pasado invierno, silvaba con esa característica melodía de la calma nocturna. El oscuro bosque se abría en un oasis de luz alimentado por la hoguera que crepitaba en medio del campamento humano. El guardián de la misma cabeceaba, siendo presa dósil de Morfeo sin siquiera percibir los pares de ojos que, desde el abrigo de las sombras, se clavaban en su nuca. Dos individuos que ignoraban mutuamente sus presencias acechaban el emplazamiento, cada uno con fines muy distintos: la criatura de la noche estaba allí por romanticismo; la del bosque, menos altruista, ansiaba echar mano a toda pertenencia valiosa de aquellos desprevenidos viajeros.
Brillantes ojos ámbar analizaban el entorno mientras las grandes y peludas patas, sorteando hábilmente cada rama u hoja seca que pudiese delatar su presencia, se movían alrededor del campamento el busca de lugar idóneo donde pudiese estar esperándole su botín. Juzgando la calidad de las tiendas de acampar, meras telas avejentadas y roídas, y el carruaje destartalado que arreaban los mismos dueños para transportar sus pertenencias, era fácil llegar a la conclusión de que no debían ser gente de gran poder adquisitivo. No obstante, adivinando que la trayectoria los conducía hacia Lunargenta, la principal ciudad humana, seguro tenían en su poder por lo menos un poco de dinero para costearse la vida en tan importante urbe. Y ese dinero pronto, muy pronto, sería suyo.
Supuso que los sacos de aeros reposarían junto a quien administraba los recursos; probablemente se trataría del patriarca. Así pues, optó por escabullirse hacia la retaguardia de la tienda más grande, donde descansaba el matrimonio flanqueado por tiendas más pequeñas en las que dormía la numerosa prole. A medio camino de su objetivo, debiendo pasar primero tras el montón de refugios pequeños, se topó con un imprevisto que le erizó cada vello de la espalda: un hombre acechaba, sin percatarse de la presencia zorruna, a quien soñaba bajo el amparo de las traslúcidas telas gastadas. Zatch entrecerró los ojos, trazando una curva que lo llevaría justo a las espaldas del acosador, y se acercó tanto como pudo hasta que fue capaz de observar, casi ya por sobre el hombro del vampiro, a la muchachita, o lo poco que se veía de ella. Aquel tipo debía estar realmente absorto en sus pensamientos como para no haberse percatado de que tenía compañía justo tras él. El zorro no supo si sentía gracia o aversión por la escena de un tipo acechando a aquella niña que no debía ni ser una adolescente aún. Él era un truhán, una bazofia, una porquería andante, pero tenía una única y simple regla que jamás rompería: “no meterse con los niños”. Dudaba que ese chupasangre compartiese su moral.
-Creo que es muy joven para ti, amigo. -Acotó, apoyando fuertemente una mano (¿o pata?) sobre el hombro ajeno. Aquel hombre que olía a sangre y a vejez probablemente intentaría arrancarle las tripas de cuajo, así que tuvo la precaución de inmediatamente retroceder tras llamarle la atención- Cuántos tienes, ¿unos quinientos años? Mejor búscate a alguien de tu tipo. Y no, por si te lo preguntas, yo no estoy disponible. -Y, para finalizar su condena de muerte, la firmó guiñándole un ojo en gesto coqueto.
Brillantes ojos ámbar analizaban el entorno mientras las grandes y peludas patas, sorteando hábilmente cada rama u hoja seca que pudiese delatar su presencia, se movían alrededor del campamento el busca de lugar idóneo donde pudiese estar esperándole su botín. Juzgando la calidad de las tiendas de acampar, meras telas avejentadas y roídas, y el carruaje destartalado que arreaban los mismos dueños para transportar sus pertenencias, era fácil llegar a la conclusión de que no debían ser gente de gran poder adquisitivo. No obstante, adivinando que la trayectoria los conducía hacia Lunargenta, la principal ciudad humana, seguro tenían en su poder por lo menos un poco de dinero para costearse la vida en tan importante urbe. Y ese dinero pronto, muy pronto, sería suyo.
Supuso que los sacos de aeros reposarían junto a quien administraba los recursos; probablemente se trataría del patriarca. Así pues, optó por escabullirse hacia la retaguardia de la tienda más grande, donde descansaba el matrimonio flanqueado por tiendas más pequeñas en las que dormía la numerosa prole. A medio camino de su objetivo, debiendo pasar primero tras el montón de refugios pequeños, se topó con un imprevisto que le erizó cada vello de la espalda: un hombre acechaba, sin percatarse de la presencia zorruna, a quien soñaba bajo el amparo de las traslúcidas telas gastadas. Zatch entrecerró los ojos, trazando una curva que lo llevaría justo a las espaldas del acosador, y se acercó tanto como pudo hasta que fue capaz de observar, casi ya por sobre el hombro del vampiro, a la muchachita, o lo poco que se veía de ella. Aquel tipo debía estar realmente absorto en sus pensamientos como para no haberse percatado de que tenía compañía justo tras él. El zorro no supo si sentía gracia o aversión por la escena de un tipo acechando a aquella niña que no debía ni ser una adolescente aún. Él era un truhán, una bazofia, una porquería andante, pero tenía una única y simple regla que jamás rompería: “no meterse con los niños”. Dudaba que ese chupasangre compartiese su moral.
-Creo que es muy joven para ti, amigo. -Acotó, apoyando fuertemente una mano (¿o pata?) sobre el hombro ajeno. Aquel hombre que olía a sangre y a vejez probablemente intentaría arrancarle las tripas de cuajo, así que tuvo la precaución de inmediatamente retroceder tras llamarle la atención- Cuántos tienes, ¿unos quinientos años? Mejor búscate a alguien de tu tipo. Y no, por si te lo preguntas, yo no estoy disponible. -Y, para finalizar su condena de muerte, la firmó guiñándole un ojo en gesto coqueto.
Zatch
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Re: Nuestro amor será eterno [Desafío]
Bran se giró de golpe al sentir el toque del hombre bestia. Escudriño con la mirada a ese tipo que osaba interrumpir su ansiado deseo. Esos monstruos le parecían horribles, pero les mostraba indiferencia siempre y cuando no se metieran en sus asuntos. Y ese lo estaba haciendo. ¿Se atrevía a juzgar la edad? ¡Nadie podía juzgar si de verdad amaba!
Si en un momento pasó de estar emocionado a enfadado, ese zorro se atrevió a hacerle una broma. En esos momentos Bran no iba a soportar nada. El tiempo se acababa y no quería perder a su amada Beth.
Pensó en golpear al muchacho peludo y dejarlo desangrándose ahí, pero sería una pérdida de tiempo que no podía permitirse y, también, que le tocaría gastar energías para enfrentarse a él. ¡Su gran amor esperaba! No podía distraerse con tonterías. Además, ¿quién era ese para decirle a Bran qué hacer y qué no? Así que tuvo que pensar en otra artimaña.
-Vete. -Su voz profunda no parecía enfadada como había demostrado su rostro instantes antes. -Te irás y no me molestarás, no pondrás trabas a nuestro amor. -Ahora no buscaba un enfrentamiento, sólo tenía una idea en mente: Beth. Así que usó su influencia sobre el pequeño zorro. -Venga, empieza a andar por donde has venido.
Bran tenía grandes dotes de influencia sobre los demás, de hecho, estaba seguro de poder convencer a Beth de que lo amase pese a que robaría su mísera vida mortal. Tal vez se enfadase o extrañase a sus padres pero sabía que él era capaz de canalizar esa frustración de la niña. Y serían felices. Era lo único que importaba.
Los ojos penetrantes de Bran se mantenían fijos con los del zorro para influir más en su voluntad. Con que se alejase unos metros él podría liberar a la pequeña Beth de su condena mortal. -Vete. -Remarcó para asegurarse de que su idea estaba clara.
Sin más dilación y, en un momento de desesperación, se deslizó por entre las mantas y, con la sutileza que caracterizaba a los vampiros, agarró a la joven muchacha a quien tanto deseaba. Detrás de las telas que la tapaban la sujetó, como acunándola, y comenzó a succionar su sangre después de morder su cuello. ¡Su sangre! ¡Por fin! Era lo más maravilloso que había probado jamás, ese sabor era capaz de volver loco a Bran. La excitación por tenerla, por beber de ella, causaba un frenesí que no podía controlar. La apretaba con más fuerza y, pese a todo, Elisabeth no se movía. Sólo hacía gestos con su cara, como si estuviese teniendo un sueño, pero era ajena a lo que la estaban haciendo.
Incontrolable, Bran se saciaba del cuerpo de su amada y ella, aún dormida, no se enteraba de que después de, si todo seguía así, al amanecer sería una criatura de la noche, con sus eternos doce años. Incapaz de despertar de ese mal sueño que tapaba lo que el vampiro hacía, resguardado por el sigilo de la noche, creyendo que ya su sueño estaba cumplido, lo que tanto añoraba.
Bran se apartó ligeramente de la joven Beth para admirar su belleza. -Te amo, mi preciosa Elisabeth. Pronto serás mi compañera en esta eterna oscuridad. Iluminarás mi camino con tu inocencia y juntos descubriremos los secretos que la noche aguarda. Te apartaré de esta vida mortal que te ajará y te volverá débil.
Acariciaba su enmarañado pelo rubio y pasó sus dedos por las marcas en el cuello. Estaba dispuesto a continuar el proceso, a no cesar en su empeño de que Beth fuera suya para siempre. Ella merecía la eternidad y nada iba a impedir que la conociera.
Zatch: Has intentado interrumpir a Bran en su objetivo, aunque no de la mejor manera, así que ha usado su influencia sobre ti. Te tendrás que alejar un poco del campamento, aunque está tan obsesionado con Elisabeth que no ha dejado ejercer todo su poder, por lo que podrás liberarte del “embrujo” muy rápido.
Tu objetivo en este último turno será decisivo: Tienes que intentar ayudar a Beth. ¿Podrás conseguirlo?
Si en un momento pasó de estar emocionado a enfadado, ese zorro se atrevió a hacerle una broma. En esos momentos Bran no iba a soportar nada. El tiempo se acababa y no quería perder a su amada Beth.
Pensó en golpear al muchacho peludo y dejarlo desangrándose ahí, pero sería una pérdida de tiempo que no podía permitirse y, también, que le tocaría gastar energías para enfrentarse a él. ¡Su gran amor esperaba! No podía distraerse con tonterías. Además, ¿quién era ese para decirle a Bran qué hacer y qué no? Así que tuvo que pensar en otra artimaña.
-Vete. -Su voz profunda no parecía enfadada como había demostrado su rostro instantes antes. -Te irás y no me molestarás, no pondrás trabas a nuestro amor. -Ahora no buscaba un enfrentamiento, sólo tenía una idea en mente: Beth. Así que usó su influencia sobre el pequeño zorro. -Venga, empieza a andar por donde has venido.
Bran tenía grandes dotes de influencia sobre los demás, de hecho, estaba seguro de poder convencer a Beth de que lo amase pese a que robaría su mísera vida mortal. Tal vez se enfadase o extrañase a sus padres pero sabía que él era capaz de canalizar esa frustración de la niña. Y serían felices. Era lo único que importaba.
Los ojos penetrantes de Bran se mantenían fijos con los del zorro para influir más en su voluntad. Con que se alejase unos metros él podría liberar a la pequeña Beth de su condena mortal. -Vete. -Remarcó para asegurarse de que su idea estaba clara.
Sin más dilación y, en un momento de desesperación, se deslizó por entre las mantas y, con la sutileza que caracterizaba a los vampiros, agarró a la joven muchacha a quien tanto deseaba. Detrás de las telas que la tapaban la sujetó, como acunándola, y comenzó a succionar su sangre después de morder su cuello. ¡Su sangre! ¡Por fin! Era lo más maravilloso que había probado jamás, ese sabor era capaz de volver loco a Bran. La excitación por tenerla, por beber de ella, causaba un frenesí que no podía controlar. La apretaba con más fuerza y, pese a todo, Elisabeth no se movía. Sólo hacía gestos con su cara, como si estuviese teniendo un sueño, pero era ajena a lo que la estaban haciendo.
Incontrolable, Bran se saciaba del cuerpo de su amada y ella, aún dormida, no se enteraba de que después de, si todo seguía así, al amanecer sería una criatura de la noche, con sus eternos doce años. Incapaz de despertar de ese mal sueño que tapaba lo que el vampiro hacía, resguardado por el sigilo de la noche, creyendo que ya su sueño estaba cumplido, lo que tanto añoraba.
Bran se apartó ligeramente de la joven Beth para admirar su belleza. -Te amo, mi preciosa Elisabeth. Pronto serás mi compañera en esta eterna oscuridad. Iluminarás mi camino con tu inocencia y juntos descubriremos los secretos que la noche aguarda. Te apartaré de esta vida mortal que te ajará y te volverá débil.
Acariciaba su enmarañado pelo rubio y pasó sus dedos por las marcas en el cuello. Estaba dispuesto a continuar el proceso, a no cesar en su empeño de que Beth fuera suya para siempre. Ella merecía la eternidad y nada iba a impedir que la conociera.
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Zatch: Has intentado interrumpir a Bran en su objetivo, aunque no de la mejor manera, así que ha usado su influencia sobre ti. Te tendrás que alejar un poco del campamento, aunque está tan obsesionado con Elisabeth que no ha dejado ejercer todo su poder, por lo que podrás liberarte del “embrujo” muy rápido.
Tu objetivo en este último turno será decisivo: Tienes que intentar ayudar a Beth. ¿Podrás conseguirlo?
Fehu
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Re: Nuestro amor será eterno [Desafío]
Todos sus músculos permanecían tensos en espera de la reacción del vampiro. Al contrario de lo que esperaba, la criatura de la noche no reaccionó con violencia a su interrupción; aunque la consternación brilló en sus pupilas, apenas se dignó a murmurar unas cuantas palabras que hicieron al zorro arquear una ceja. ¿De verdad esperaba ahuyentarlo pidiéndole amablemente que se fuera? ¡Vaya iluso! Debía de ser un debilucho que ni siquiera sabía pelear; seguramente por eso elegía a una pequeña niña indefensa como su presa. Le miró a los ojos con aires de superioridad, y entonces sintió un extraño cosquilleo en lo más profundo de su consciencia.
Quiso levantar el puño para echarlo de allí a zarpazos, pero sus músculos no reaccionaron. Confundido, intentó dar un paso adelante mas sus piernas trazaron el recorrido contrario: se dio la media vuelta y, sin tener la menor voluntad sobre sus músculos, comenzó a alejarse del campamento. Fue entonces cuando entendió que las palabras del chupasangre no habían sido una cortés petición; acababa de subyugarle tomando el control de sus acciones. Gruñó, maldijo y apretó los dientes hasta rechinar las muelas, pero no logró controlarse. Metro a metro se alejó hasta volver a ser tragado por la oscuridad del bosque. -¿Qué demonios me está pasando?
Mientras más se alejaba, el hormigueo en sus extremidades comenzaba a cesar y sentía cómo la inexplicable influencia del vampiro resultaba cada vez menos efectiva. Estaba ya a unos cincuenta metros del campamento cuando el olor a sangre inundó sus fosas nasales, y fue como si un interruptor se accionase en su cabeza. Apretó los puños, detuvo su andar y, tras corroborar que recuperaba el dominio sobre sí mismo, inhaló profusamente. Allí, parado en medio de la penumbra, se enfrenó a una encrucijada: ¿Regresar o huir?
La vida de aquellos campesinos no tenía por qué importarle en lo más mínimo. Los humanos, de hecho, le causaban más aversión que cualquier otra raza. Sin embargo aquella niña no tenía ni siquiera la oportunidad de defenderse, de elegir su destino sin que nadie le impusiese nada... Al igual que él muchos años atrás. No podía dejarlo así. Además, si se iba, estaría contribuyendo a crear una chupasangre más en el mundo, ¿no?... Tuvo que ponerse unas cuantas excusas de ese estilo para que su orgullo le permitiese volver. -Te estás ablandando, idiota. Vas a hacer que te maten cualquiera de estos días. -Chasqueó la lengua, negó con la cabeza y se volteó para regresar a trote veloz hacia el campamento.
No podía simplemente abalanzarse sobre el tipo a tontas y a locas. ¿Cómo impedir que volviese a subyugarle? Sus ojos recorrieron el entorno a medida que se iba acercando mientras, al mismo tiempo, intentaba recordar todo lo que sabía sobre los vampiros. Cuando llegó al campamento la respuesta a sus necesidades brilló justo frente a su mirada. ¡Fuego!
Con sigilo, pero presuroso, se deslizó hacia la fogata. El incompetente centinela dormía como un tronco. Tomó una rama que sobresalía del fuego, con el extremo encendido, y corrió hacia la pequeña tienda donde el hombre observaba embelesado el cuello sangrante de su víctima.
Todo lo siguiente sucedió demasiado rápido; poco pudo meditar sus acciones. Apartó las telas que ocultaban la escena y se abrió paso blandiendo la antorcha frente al rostro del vampiro, vociferando de manera que nadie en todo ese campamento pudiese ser ajeno a lo que ocurría:
-¡FUEGO, FUEGO! ¡DESPIERTEN TODOS!
Encendió intencionalmente todo cuanto pudo: las improvisadas paredes de tela, la ropa que descansaba amontonada a un costado, incluso se chamuscó la cola en un descuido. Bran, evidenciando la debilidad de los de su clase frente a aquel poderoso elemento, se echó hacia atrás con tanta brusquedad que la niña quedó tendida en el suelo un poco más allá de las llamas, presa de la inconsciencia. Zatch aprovechó el horror y atolondramiento del vampiro para echarle las telas encendidas encima, enredándolo en ellas y empujándolo con la fuerza de una patada para tumbarlo. Los gritos del hombre sobresalían por encima de los de la familia quienes, ya despiertos, comenzaban a aparecer alrededor de la escena.
-¡Elisabeth! -La madre abrazó a su pequeña y con ayuda del centinela, cuya expresión denotaba su espanto, apartaron a Beth tanto como pudieron del montón de telas y carne vampírica que humeaba un olor sumamente pestilente. Zatch tuvo que tirarse a la tierra para apagar el fuego que se había extendido sobre su pelaje al tener contacto con las sábanas, hasta que un chorro de agua fría, lanzado por el patriarca de la familia desde su cantimplora, apagó hasta la última llamita que le chamuscaba los bigotes.
-¿¡Qué ha pasado!? -El padre de Beth le ayudó a levantarse. El zorro, agitado y aún embravecido, hinchó el pecho al responder: -Un chupasangre ha intentado llevarse a su hija. Debería tener más cuidado, ¿sabe? Hay gente terrible por aquí. Oh, no, no, no agradezca, ha sido mi buena acción del día... bueno, de la noche. -El ego de Zatch ya no le cabía dentro del cuerpo. Recibió con gusto los agradecimientos, las felicitaciones, los abrazos por parte de la voluptuosa madre, y echó una última mirada al montón de cenizas antes de marcharse con la nobleza de no aceptar ninguna recompensa, pecho afuera, mentón en alto.
Pues la recompensa, claro está, se la cobró al tomar los saquitos de dinero de la familia mientras estaban todos distraídos. ¡Ja, no podían esperar que trabajase gratis!
Quiso levantar el puño para echarlo de allí a zarpazos, pero sus músculos no reaccionaron. Confundido, intentó dar un paso adelante mas sus piernas trazaron el recorrido contrario: se dio la media vuelta y, sin tener la menor voluntad sobre sus músculos, comenzó a alejarse del campamento. Fue entonces cuando entendió que las palabras del chupasangre no habían sido una cortés petición; acababa de subyugarle tomando el control de sus acciones. Gruñó, maldijo y apretó los dientes hasta rechinar las muelas, pero no logró controlarse. Metro a metro se alejó hasta volver a ser tragado por la oscuridad del bosque. -¿Qué demonios me está pasando?
Mientras más se alejaba, el hormigueo en sus extremidades comenzaba a cesar y sentía cómo la inexplicable influencia del vampiro resultaba cada vez menos efectiva. Estaba ya a unos cincuenta metros del campamento cuando el olor a sangre inundó sus fosas nasales, y fue como si un interruptor se accionase en su cabeza. Apretó los puños, detuvo su andar y, tras corroborar que recuperaba el dominio sobre sí mismo, inhaló profusamente. Allí, parado en medio de la penumbra, se enfrenó a una encrucijada: ¿Regresar o huir?
La vida de aquellos campesinos no tenía por qué importarle en lo más mínimo. Los humanos, de hecho, le causaban más aversión que cualquier otra raza. Sin embargo aquella niña no tenía ni siquiera la oportunidad de defenderse, de elegir su destino sin que nadie le impusiese nada... Al igual que él muchos años atrás. No podía dejarlo así. Además, si se iba, estaría contribuyendo a crear una chupasangre más en el mundo, ¿no?... Tuvo que ponerse unas cuantas excusas de ese estilo para que su orgullo le permitiese volver. -Te estás ablandando, idiota. Vas a hacer que te maten cualquiera de estos días. -Chasqueó la lengua, negó con la cabeza y se volteó para regresar a trote veloz hacia el campamento.
No podía simplemente abalanzarse sobre el tipo a tontas y a locas. ¿Cómo impedir que volviese a subyugarle? Sus ojos recorrieron el entorno a medida que se iba acercando mientras, al mismo tiempo, intentaba recordar todo lo que sabía sobre los vampiros. Cuando llegó al campamento la respuesta a sus necesidades brilló justo frente a su mirada. ¡Fuego!
Con sigilo, pero presuroso, se deslizó hacia la fogata. El incompetente centinela dormía como un tronco. Tomó una rama que sobresalía del fuego, con el extremo encendido, y corrió hacia la pequeña tienda donde el hombre observaba embelesado el cuello sangrante de su víctima.
Todo lo siguiente sucedió demasiado rápido; poco pudo meditar sus acciones. Apartó las telas que ocultaban la escena y se abrió paso blandiendo la antorcha frente al rostro del vampiro, vociferando de manera que nadie en todo ese campamento pudiese ser ajeno a lo que ocurría:
-¡FUEGO, FUEGO! ¡DESPIERTEN TODOS!
Encendió intencionalmente todo cuanto pudo: las improvisadas paredes de tela, la ropa que descansaba amontonada a un costado, incluso se chamuscó la cola en un descuido. Bran, evidenciando la debilidad de los de su clase frente a aquel poderoso elemento, se echó hacia atrás con tanta brusquedad que la niña quedó tendida en el suelo un poco más allá de las llamas, presa de la inconsciencia. Zatch aprovechó el horror y atolondramiento del vampiro para echarle las telas encendidas encima, enredándolo en ellas y empujándolo con la fuerza de una patada para tumbarlo. Los gritos del hombre sobresalían por encima de los de la familia quienes, ya despiertos, comenzaban a aparecer alrededor de la escena.
-¡Elisabeth! -La madre abrazó a su pequeña y con ayuda del centinela, cuya expresión denotaba su espanto, apartaron a Beth tanto como pudieron del montón de telas y carne vampírica que humeaba un olor sumamente pestilente. Zatch tuvo que tirarse a la tierra para apagar el fuego que se había extendido sobre su pelaje al tener contacto con las sábanas, hasta que un chorro de agua fría, lanzado por el patriarca de la familia desde su cantimplora, apagó hasta la última llamita que le chamuscaba los bigotes.
-¿¡Qué ha pasado!? -El padre de Beth le ayudó a levantarse. El zorro, agitado y aún embravecido, hinchó el pecho al responder: -Un chupasangre ha intentado llevarse a su hija. Debería tener más cuidado, ¿sabe? Hay gente terrible por aquí. Oh, no, no, no agradezca, ha sido mi buena acción del día... bueno, de la noche. -El ego de Zatch ya no le cabía dentro del cuerpo. Recibió con gusto los agradecimientos, las felicitaciones, los abrazos por parte de la voluptuosa madre, y echó una última mirada al montón de cenizas antes de marcharse con la nobleza de no aceptar ninguna recompensa, pecho afuera, mentón en alto.
Pues la recompensa, claro está, se la cobró al tomar los saquitos de dinero de la familia mientras estaban todos distraídos. ¡Ja, no podían esperar que trabajase gratis!
Zatch
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Re: Nuestro amor será eterno [Desafío]
Los alaridos de Bran quemándose bajo la tela era lo único que podía escucharse ya. La noche fue testigo de cómo ese vampiro era reducido a cenizas y su mayor deseo frustrado por la muerte. Beth cayó en la hierba, ajena a todo. A pesar de que Bran no había conseguido acabar el proceso, sí había sacado mucha sangre a la pequeña, que se encontraba en un estado de salud muy débil.
El joven hombre zorro había salvado a la niña a costa de prender todo el campamento, mas el patriarca se mostraba agradecido. ¿Qué eran unas telas raídas comparadas con la vida de su princesa?
El centinela se sentía muy culpable, aunque sabía que el embrujo de un ser de la oscuridad podría haberlo dejado fuera de juego, y para sentirse bien, achacó su sueño a un supuesto encontronazo con el vampiro. Pero ahí el importante era Zatch, el héroe que había salvado a la pequeña Beth. Después de su griterío había despertado a todos y se había deshecho del atacante de la niña, así que no paraban de brindarle palabras de agradecimiento, abrazos, incluso comida.
-Quédese con nosotros esta noche y descanse, joven. -Decía la madre de Beth, tomando a su hija entre sus brazos. Ella apenas abrió los ojos, notándose excesivamente cansada. Agotada estaba, sí, pero gracias al zorro estaba viva. Era lo importante. La mujer fue a tratar de buscar un sitio más seguro para recostarse con su hija, pues la notaba fría y exhausta. El patriarca, mientras tanto, buscaba piedras para hacer fuego, junto con dos compañeros, uno de ellos, el vigilante.
Todo había acabado medianamente bien, salvo por la débil salud de Beth, el destrozo del campamento y la sospechosa pérdida de ciertos saquitos con dinero y objetos que habían sufrido los miembros de la familia. ¿Se habrían quemado en el fuego?
Zatch: Enhorabuena, has conseguido salvar a la pequeña Elisabeth de las garras de ese vampiro, incluso poniendo en peligro tu pelaje entre las llamas. ¡Cuidado! No está bien jugar con fuego, igual que tampoco lo está robar a una pobre familia de nómadas. Una de las piezas que hay dentro de las bolsas te traerá un poco de mala suerte.
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Maldición: Dije del desamparo
El joven hombre zorro había salvado a la niña a costa de prender todo el campamento, mas el patriarca se mostraba agradecido. ¿Qué eran unas telas raídas comparadas con la vida de su princesa?
El centinela se sentía muy culpable, aunque sabía que el embrujo de un ser de la oscuridad podría haberlo dejado fuera de juego, y para sentirse bien, achacó su sueño a un supuesto encontronazo con el vampiro. Pero ahí el importante era Zatch, el héroe que había salvado a la pequeña Beth. Después de su griterío había despertado a todos y se había deshecho del atacante de la niña, así que no paraban de brindarle palabras de agradecimiento, abrazos, incluso comida.
-Quédese con nosotros esta noche y descanse, joven. -Decía la madre de Beth, tomando a su hija entre sus brazos. Ella apenas abrió los ojos, notándose excesivamente cansada. Agotada estaba, sí, pero gracias al zorro estaba viva. Era lo importante. La mujer fue a tratar de buscar un sitio más seguro para recostarse con su hija, pues la notaba fría y exhausta. El patriarca, mientras tanto, buscaba piedras para hacer fuego, junto con dos compañeros, uno de ellos, el vigilante.
Todo había acabado medianamente bien, salvo por la débil salud de Beth, el destrozo del campamento y la sospechosa pérdida de ciertos saquitos con dinero y objetos que habían sufrido los miembros de la familia. ¿Se habrían quemado en el fuego?
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Zatch: Enhorabuena, has conseguido salvar a la pequeña Elisabeth de las garras de ese vampiro, incluso poniendo en peligro tu pelaje entre las llamas. ¡Cuidado! No está bien jugar con fuego, igual que tampoco lo está robar a una pobre familia de nómadas. Una de las piezas que hay dentro de las bolsas te traerá un poco de mala suerte.
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Maldición: Dije del desamparo
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La mala suerte acompaña a este dije pues, quien lo posea quedará desamparado por los dioses. Las siguientes dos runas que tires en cualquier tema, instantáneamente serán de muy mala o mala suerte, independientemente del resultado.
Fehu
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