MERCADO de Aerandir
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Re: MERCADO de Aerandir
Para cuando el sol comenzó a ponerse ambos estaban preparados, abandonaron la posada y recorrieron a toda prisa las calles que separaban el local de la zona comercial, donde los mercaderes aún intentaban cerrar alguna que otra venta antes de dar por finalizado su día de trabajo. Con el rostro cubierto a medias gracias a la capucha de su capa, la de ojos verdes consiguió pasar inadvertida, algo sumamente importante ya que estaba segura de que aún quedaban en la ciudad personas que querían colgarla por lo que había hecho para salvar al rey Siegfried.
Alister caminaba a su lado, también él necesitaba un par de cosas de los puestos, o al menos eso le había dicho la vampira, ya que según ella no podía acompañarla a la guerra sin algo más de protección. Así pues se encaminaron en primer lugar al negocio del herrero que solía encargarse de afilar sus espadas y arreglar los destrozos que la armadura de la joven iba sufriendo. - Buenas tardes, ¿aún aceptáis encargos? - preguntó Elen, sin descubrir su rostro. - ¡Por supuesto! ¿Qué necesitáis? - inquirió el caballero, desviando la vista de uno a otro. - Una armadura para él, media, que no limite demasiado sus movimientos… - pidió la benjamina de los Calhoun. - Quédate aquí hasta que vuelva, debo encargar otra cosa. - añadió al momento, para acto seguido darse la vuelta y avanzar hacia otro de los puestos, el de un curtidor.
- Buenas tardes, necesito una armadura ligera de cuero, ¿puede hacerla? - preguntó, y al igual que el herrero aquel comerciante aceptó sin problemas su petición, pasando a tomarle las medidas y mostrarle los materiales para que eligiese el que le gustase más. La de cabellos cenicientos ya tenía una bastante reforzada pero siempre solía vestir igual, así que si quería pasar desapercibida y entrar en Lunargenta sin que Vladimir la reconociese tendría que cambiar un poco… Después de esperar un rato que se le hizo eterno por fin consiguió lo que quería, pagó al curtidor por su trabajó y corrió a reunirse con el dragón, que por suerte para ambos también tenía ya su nueva armadura.
- Aún nos falta algo. - anunció, en cuanto entregaron una bolsita de aeros al herrero por su trabajo. - Démonos prisa o cerrará. - instó, guiando de inmediato a su compañero hasta otro de los negocios. Su apresurada llegada tomó por sorpresa a la mujer, que ya había empezado a recoger sus cosas para marcharse a casa a descansar. - ¿Hemos llegado tarde? - preguntó la vampira, al ver que parte de los objetos estaban ya en cajas para ser transportados. - Eso depende de lo que vengáis buscando, decidme qué queréis y veré si puedo ayudaros. - respondió la hechicera, irguiéndose para mirarlos. - Dos encantamientos para estas armaduras. - indicó Elen, depositando las ropas sobre el mostrador, gesto que su compañero imitó al instante. - Estáis de suerte, aún no había guardado los pergaminos. - soltó, mientras iba a buscarlos.
A su regreso le indicaron qué tipo de encantamiento querían aplicar a las nuevas armaduras, y tras dejarla trabajar le entregaron el pago acordado, abandonando el mercado con todo lo que habían venido a buscar. - Quizá debamos comprarte una espada mejor la próxima vez. - comentó la de ojos verdes, mientras regresaban a la posada para probarse sus adquisiciones.
Alister caminaba a su lado, también él necesitaba un par de cosas de los puestos, o al menos eso le había dicho la vampira, ya que según ella no podía acompañarla a la guerra sin algo más de protección. Así pues se encaminaron en primer lugar al negocio del herrero que solía encargarse de afilar sus espadas y arreglar los destrozos que la armadura de la joven iba sufriendo. - Buenas tardes, ¿aún aceptáis encargos? - preguntó Elen, sin descubrir su rostro. - ¡Por supuesto! ¿Qué necesitáis? - inquirió el caballero, desviando la vista de uno a otro. - Una armadura para él, media, que no limite demasiado sus movimientos… - pidió la benjamina de los Calhoun. - Quédate aquí hasta que vuelva, debo encargar otra cosa. - añadió al momento, para acto seguido darse la vuelta y avanzar hacia otro de los puestos, el de un curtidor.
- Buenas tardes, necesito una armadura ligera de cuero, ¿puede hacerla? - preguntó, y al igual que el herrero aquel comerciante aceptó sin problemas su petición, pasando a tomarle las medidas y mostrarle los materiales para que eligiese el que le gustase más. La de cabellos cenicientos ya tenía una bastante reforzada pero siempre solía vestir igual, así que si quería pasar desapercibida y entrar en Lunargenta sin que Vladimir la reconociese tendría que cambiar un poco… Después de esperar un rato que se le hizo eterno por fin consiguió lo que quería, pagó al curtidor por su trabajó y corrió a reunirse con el dragón, que por suerte para ambos también tenía ya su nueva armadura.
- Aún nos falta algo. - anunció, en cuanto entregaron una bolsita de aeros al herrero por su trabajo. - Démonos prisa o cerrará. - instó, guiando de inmediato a su compañero hasta otro de los negocios. Su apresurada llegada tomó por sorpresa a la mujer, que ya había empezado a recoger sus cosas para marcharse a casa a descansar. - ¿Hemos llegado tarde? - preguntó la vampira, al ver que parte de los objetos estaban ya en cajas para ser transportados. - Eso depende de lo que vengáis buscando, decidme qué queréis y veré si puedo ayudaros. - respondió la hechicera, irguiéndose para mirarlos. - Dos encantamientos para estas armaduras. - indicó Elen, depositando las ropas sobre el mostrador, gesto que su compañero imitó al instante. - Estáis de suerte, aún no había guardado los pergaminos. - soltó, mientras iba a buscarlos.
A su regreso le indicaron qué tipo de encantamiento querían aplicar a las nuevas armaduras, y tras dejarla trabajar le entregaron el pago acordado, abandonando el mercado con todo lo que habían venido a buscar. - Quizá debamos comprarte una espada mejor la próxima vez. - comentó la de ojos verdes, mientras regresaban a la posada para probarse sus adquisiciones.
OBJETO | AEROS |
Armadura media calidad superior (Alister) | 480 |
Armadura ligera calidad superior (Elen) | 360 |
Encantamientos Cascada de fortaleza (x 2) | 480 |
TOTAL | 1320 |
- Armaduras:
La de Elen lleva capucha
Elen Calhoun
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Re: MERCADO de Aerandir
Somos espías, no soldados- Fue la última palabra que dirigí a Manuela antes de salir de la mansión tirando cada puerta que encontré en el camino, e incluso algunas que estaban a los lados, solo por molestar, no obstante, había muchas cosas en mi cabeza rondando, aún recordaba con cierto horror los eventos de Terpoli, y ahora esto parecía ser incluso peor, los vampiros se habían adueñado de todo lo que pertenecía a los humanos y ahora estos regresarían en un ataque desesperado a plantar cara y recuperar sus hogares, parecía una causa justa pero cual fuera el caso, habría muchos muertos en el camino, tenía que haber mejores soluciones que una lucha encarnizada entre cientos de guerreros, cientos de soldados que irían a morir mientras los líderes observaban complacidos la matanza.
Fue entonces cuando vino a mi mente una idea, un plan, una necesidad; se podía evitar muchas muertes si se iba directo a los líderes, como espía no resultaría difícil escabullirme en las filas de los vampiros, más siendo yo uno de ellos, el problema sería saber a quién asesinar e incluso más, el solo hecho de tener que hacerlo de nuevo representaba un fuerte dilema moral que no dejaba de lado el problema de que, sabiendo a quién matar ¿Podría hacerlo?
Plantar cara en una batalla justa a los generales del bando contrario parecía una completa locura, sería mejor usar el sigilo y la sorpresa que caracterizaba a los seres de la noche, y eso implicaba tener mucho cuidado en la elección del arma; para esta ocasión necesitaría algo pequeño y fácil de llevar, y justo eso había encontrado con uno de los mercaderes ambulantes que había conseguido de camino a Lunargenta -¿Qué tan resistente es esa cosa?- Pregunté despectivamente al mercader que de inmediato saltó a responderme delatando que estaba muy necesitado por el dinero -Muy muy resistente, es de los más resistentes metales usados por los dragones en tierras del norte, mi señor, no encontrará otra igual- Su respuesta parecía bastante convincente.
Observé un poco más su mercancía -¿Qué tal esa otra daga?- Señalé otra pequeña daga con forma de media luna -También es muy resistente, es de los más resistentes metales usados por los dragones en tierras del norte, mi señor, no encontrará otra igual- Alcé una ceja, algo no encajaba aquí -¿Qué tal esa espada?- Pregunté de nuevo señalando más arriba -Oh sí, muy resistente, es de los más resistentes metales usados por...- Interrumpí con claro enojo -Sí sí, por los dragones en tierras del norte, y no encontraré otra igual- El hombre se acercó suplicante con las manos juntas -Sí, mi señor, así es ¿Cómo lo supo?- Me di media vuelta pero la voz de un niño me hizo detenerme -Papi ¿qué comeremos? Tengo hambre- Las palabras del niño y el silencio del padre calaron en mi conciencia y no fui capaz de dejarlos, tal vez me estaba timando, pero de cualquier modo seguro me sería útil esa pequeña daga que parecía fácil de esconder -Me convenciste, me llevaré esas dos- Señalé un par de dagas gemelas de pequeño tamaño pero múltiples propósitos y el niño corrió a entregármelas, saqué de mis bolsillos unas monedas y se las entregué al niño agachándome para halarle las mejillas -Ahora váyanse, se acerca una terrible batalla, no es lugar para alguien como él- Señalé al pequeño y continué mi camino hacia las afueras de la ciudad de Lunargenta.
Fue entonces cuando vino a mi mente una idea, un plan, una necesidad; se podía evitar muchas muertes si se iba directo a los líderes, como espía no resultaría difícil escabullirme en las filas de los vampiros, más siendo yo uno de ellos, el problema sería saber a quién asesinar e incluso más, el solo hecho de tener que hacerlo de nuevo representaba un fuerte dilema moral que no dejaba de lado el problema de que, sabiendo a quién matar ¿Podría hacerlo?
Plantar cara en una batalla justa a los generales del bando contrario parecía una completa locura, sería mejor usar el sigilo y la sorpresa que caracterizaba a los seres de la noche, y eso implicaba tener mucho cuidado en la elección del arma; para esta ocasión necesitaría algo pequeño y fácil de llevar, y justo eso había encontrado con uno de los mercaderes ambulantes que había conseguido de camino a Lunargenta -¿Qué tan resistente es esa cosa?- Pregunté despectivamente al mercader que de inmediato saltó a responderme delatando que estaba muy necesitado por el dinero -Muy muy resistente, es de los más resistentes metales usados por los dragones en tierras del norte, mi señor, no encontrará otra igual- Su respuesta parecía bastante convincente.
Observé un poco más su mercancía -¿Qué tal esa otra daga?- Señalé otra pequeña daga con forma de media luna -También es muy resistente, es de los más resistentes metales usados por los dragones en tierras del norte, mi señor, no encontrará otra igual- Alcé una ceja, algo no encajaba aquí -¿Qué tal esa espada?- Pregunté de nuevo señalando más arriba -Oh sí, muy resistente, es de los más resistentes metales usados por...- Interrumpí con claro enojo -Sí sí, por los dragones en tierras del norte, y no encontraré otra igual- El hombre se acercó suplicante con las manos juntas -Sí, mi señor, así es ¿Cómo lo supo?- Me di media vuelta pero la voz de un niño me hizo detenerme -Papi ¿qué comeremos? Tengo hambre- Las palabras del niño y el silencio del padre calaron en mi conciencia y no fui capaz de dejarlos, tal vez me estaba timando, pero de cualquier modo seguro me sería útil esa pequeña daga que parecía fácil de esconder -Me convenciste, me llevaré esas dos- Señalé un par de dagas gemelas de pequeño tamaño pero múltiples propósitos y el niño corrió a entregármelas, saqué de mis bolsillos unas monedas y se las entregué al niño agachándome para halarle las mejillas -Ahora váyanse, se acerca una terrible batalla, no es lugar para alguien como él- Señalé al pequeño y continué mi camino hacia las afueras de la ciudad de Lunargenta.
- Dagas:
OBJETO | AEROS |
Armas Cortas | 180 |
Armas Cortas | 180 |
TOTAL | 360 |
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Ansur
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Re: MERCADO de Aerandir
Ah... El bello y bullicioso mercado. Si había algo que nunca cambiaba en Lunargenta, sin importar cuántas catástrofes la asolaran o si reinaba un humano o un vampiro, era ese fantástico lugar. La gente nunca dejaba de consumir y los vendedores nunca dejaban de especular con sus precios ante las necesidades y carencias del pueblo. A Zatch éste sitio le encantaba; en sus callejuelas la gente caminaba embobada con la mercadería y muchas veces dejaban sus monederos más expuestos de lo prudente. ¡Era el paraíso de los ladrones! Sin embargo, ésta vez el zorro no estaba allí para coquetear con lo ajeno; ese día en particular circulaba por los negocios como un honesto comprador más. Tenía demasiadas cosas que comprar como para intentar adquirirlas... “poco lícitamente” en un solo día y, por increíble que pareciera, había conseguido ahorrar suficiente dinero para la ocasión. Dinero del cual debía deshacerse pronto, pues había sido adquirido en circunstancias no demasiado honorables.
Con apenas el hocico asomando bajo la capucha, dado que allí no sería sensato darse el gusto de mostrar el rostro por doquier, se encaminó primero a la tienda de un curtidor de buen prestigio. Necesitaba una armadura ligera para mantener la libertad de movimiento, pero lo suficientemente resistente como para evitar ser apuñalado por alguna de las tantísimas personas que lo tenían en la mira. Se tomó un buen rato para observarlas hasta que eligió la indicada, una que protegería tanto su torso como la parte baja de su cuerpo. Luego de agarrarla, se percató de que también vendían trampas y no perdió la oportunidad de tomar unas cuantas de ellas; nunca se sabía cuándo le servirían para cazar la cena... o para completar algún trabajo. Tras dejarle las monedas al hombre, no sin cierta reticencia, salió del negocio para encaminarse a la siguiente parada.
El puesto del arcanista estaba un tanto más alejado de los demás y éste, abstraído, se encontraba leyendo cuando Zatch dejó sobre el mostrador aquella daga tan bellamente adornada con filigranas de oro que había obtenido tras su primera misión como asesino. El dueño apenas levantó la mirada y arqueó una ceja, esperando las instrucciones del zorro.
-Necesito dos encantamientos. -Murmuró- Uno para la armadura y otro para esta daga. ¿Qué tiene para mí?
-Déjame ver... -El hombre cerró el libro y se levantó con cierta dificultad. Acariciándose la barba, masculló los posibles efectos que podía imbuir a cada objeto. A Zatch le costó entenderle, dado que al sujeto le faltaban algunos dientes y hablaba con la boca demasiado cerrada, pero finalmente se decantó por los dos que le habían sonado más convenientes:
-Haz la armadura más fuerte, me vendrá bien. -Susurró, más para sí mismo que para el otro- En cuanto a la daga... Un elemento será interesante. -Poco trato había tenido Zatch con la magia hasta aquel momento y, aunque solía inclinarse hacia lo simple, práctico y conocido, parecía ser una buena oportunidad para probar algo nuevo; sería excitante manejar un arma aún más dañina de lo que acostumbraba. Tras pensarlo durante un momento, y ante la atenta mirada del hombre, decidió: -...que sea fuego.
Para su sorpresa, el proceso fue bastante rápido. Minutos después salía de la tienda con la armadura ya puesta, sabiéndose bien protegido gracias a su refuerzo mágico, y con la daga brillando tenuemente dentro de su vaina. Ahora deseaba secretamente que algún pobre diablo se interpusiese en su camino para probar su nuevo “juguete” con él. Quizás luego iría a buscarse algunos problemas pero, por el momento, debía continuar con las compras.
La próxima parada fue un puesto en plena calle, atendido por una mujer cuyas largas y puntiagudas orejas sobresalían por debajo del largo cabello del color de la luna. En apariencia vendía ungüentos, infusiones y pastas para tratar heridas. Sin embargo, al fondo del todo exhibía disimuladamente cierta mercadería que servía para todo lo contrario. El zorro sonrió de lado y compró una pasta sanadora sólo para adquirir disimuladamente, a su vez, un aparentemente inofensivo frasquito que contenía veneno.
Ya equipado se encaminó hacia sus dos últimas paradas, las que más ilusión le hacían. La primera era un vendedor de animales exóticos de todos los colores, formas y tamaños. Tenía desde pequeñas mascotas para niños ricos hasta las más obedientes monturas, y fueron éstas últimas las que Zatch comenzó a examinar. Sin duda debía ser interesante ver a un zorro bípedo interesado en comprar a otro animal, pues algunas personas se lo quedaban mirando y cuchicheaban entre ellas. Él, haciendo caso omiso, se detuvo en un bellísimo caprino que pastaba tranquilamente a un lado de los demás seres.
-¡Tiene buen gusto, sin duda! Ese ejemplar de Gabhar fue extremadamente difícil de conseguir, y aún más de domesticar. -Dijo el vendedor a sus espaldas.
-¿Soporta viajes largos? -Inquirió el zorro, tocando los duros cuernos del cuadrúpedo con admiración. Éste, dócil, se dejaba hacer sin dejar de pastar.
-¡Y que lo diga! Es nuestra montura más resistente. Además, está entrenado para ser fiel a su dueño. Ni siquiera hace falta atarlo para evitar que escape, ¿ve?
Zatch constató con sorpresa que el Gabhar, efectivamente, era libre de irse cuando quisiera, y sin embargo seguía allí. Palmeó su lomo y sonrió, convencido de que era el indicado.
-Me lo llevo.
Y, por fin, la última parada era un vendedor de títulos de propiedad. Su negocio era una pequeña casilla que apenas contaba con un escritorio, un armario y un anciano cuyo rostro parecía un mapa de arrugas y pecas. Con las manos entrelazadas sobre el escritorio, observó a Zatch inquisitivamente. Probablemente era raro ver a una bestia interesándose por comprar una casa. Él mismo, que desde su infancia había habitado los bosques, se sentía extraño haciendo esa compra. Pero había llegado el momento de establecerse en algún sitio, pues estaba cansado de no tener un lugar donde descansar el trasero entre viaje y viaje, o dónde resguardarse durante el invierno sin la preocupación de amanecer hasta el cuello tapado de nieve.
Dado que no tenía mucha idea sobre la compra y venta de inmuebles, simplemente depositó sobre el escritorio el dinero con el que contaba.
-¿Para qué clase de pocilga me alcanza con esto?
El anciano se atusó la barba, negó con la cabeza y esbozó una desdentada sonrisa antes de abrir un cajón a su costado. Rebuscó entre papeles durante un par de minutos hasta que extrajo unos planos amarillentos que extendió entre ambos. Zatch no pudo disimular su emoción; los ojos le brillaron cuando vio que aquello era mucho mejor de lo que esperaba. ¡De pocilga no tenía nada! La vivienda contaba con una cocina-comedor, un dormitorio igual de amplio, un pozo de agua afuera e incluso un pequeño baño con letrina. Le costó mostrarse sereno frente al hombre cuando preguntó:
-¿Dónde se ubica?
-Bueno... está un tanto aislada, a eso se debe su precio. -Respondió, encogiéndose de hombros- Se encuentra en el camino que conecta el Sur con el Noreste, en las inmediaciones del pantano. El poblado más cercano está a un par de horas de distancia. Si quiere, le mostraré otras opciones más accesi-
-No, esta está bien. -Interrumpió con impaciencia y, empujando el dinero hacia adelante, dijo con ímpetu- La quiero.
-Como desee, joven. Firme aquí y es suya.
OBJETO | AEROS |
Armadura Ligera superior | 360 |
Cascada de Fortaleza | 240 |
Cascada Elemental | 400 |
Casa común | 400 |
Montura Superior | 1000 |
Pasta Sanadora | 280 |
Ácido menor | 120 |
Trampa Punzante | 160 |
TOTAL | 2960 |
Zatch
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Re: MERCADO de Aerandir
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Ansur
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Re: MERCADO de Aerandir
Habían pasado... ¿Cuánto? ¿Seis meses? Aquel viaje sin duda causó estragos en él y, aunque salió bien parado, su compañera más fiel; su yegua, Epons, no había salido tan bien de aquel embrollo. Fue una huida algo dramática de unas bestias salvajes, en el viaje de vuelta de una de tantas misiones que se torció más de lo debido. A la yegua le causaron heridas casi mortales.
Por suerte, no estaba solo. Sus amigos le acompañaban y pudieron hacer frente a las bestias, aunque a un coste alto; casi de la vida de más de uno y varias de las monturas de estos heridas o muertas. Afortunadamente, Epons pudo salir del paso y fue llevada al sitio indicado con la persona adecuada; "El Rancho de Cid", el cual pertenecía a un hombre de confianza para Alward que le daba nombre al lugar.
Cid ha cuidado de Epons durante estos seis meses, causa por la cual, el mercenario le estaba profundamente agradecido.
Alward llegó al rancho una mañana fresca y soleada de primavera, en solitario y con ganas de volver a ver otra vez a su querida compañera de fatigas.
El lugar era bastante amplio, rodeado por vallas de madera de una estatura media, más o menos llegaban hasta el pecho del mercenario. Dentro había un extenso prado donde se encontraban pastando un par de pequeños grupos de caballos. La entrada estaba abierta de par en par, por lo que Alward entró en dirección a las cuadras, que se situaban a unos doscientos metros de distancia en dirección a la derecha con respecto a la puerta.
En la entrada a las cuadras, apoyado en uno de los postes de madera que conformaban el enorme pórtico por donde entraban los caballos y yeguas del lugar, se encontraba un hombre rubio, con una barba corta pero descuidada. Bastantes arrugas se conformaban en su frente y el rabillo de sus ojos, lo que le hacía aparentar que ya no era un joven vivaz. Levantó la vista y echó una mirada amable seguida de una sonrisa a Alward. Estaba con una especie de espiga de trigo en la boca, masticando una de sus puntas.
-Alward Sevna-Dijo inclinando su cabeza identificando al mercenario-¿Vienes a ver a la dama?
Alward asintió ante la pregunta-Cid, me alegro de verte-Sonrió, aunque cambió su rostro en un instante a uno más serio-Espero que aún se acuerde de mí-Dijo refiriéndose a la yegua
-Claro que sí-Dijo despegándose del poste-Sígueme
Alward, guiado por Cid, entró en la cuadra donde se alojaban todos los caballos del rancho. Habían espacios vacíos y otros ocupados por estos animales. No solo habían caballos, el lugar contaba con cerdos, gallinas y alguna que otra vaca. El hombre rubio caminaba en el pasillo de tierra que atravesaba dichas cuadras y llegó hasta una específica en la que se detuvo. Puso sus brazos en jarras, masticando su espiga y quitandosela al instante.
-Aquí está
Alward se acercó y entonces vio como por encima de la puerta que separaba el pasillo de la cuadra asomaba una cabeza de un caballo, dejando ver gran parte de su cuello y crin. Inconfundible, esa melena rubia y el pelaje marrón; era Epons.
El mercenario dejó escapar una amplia sonrisa, a la vez que Epons, al ver a Alward, relinchó desenfrenadamente, demostrando una alegría total, agitando su cabeza hacia el castaño.
-¡Epons!-Dijo abalanzándose hacia adelante y agarrando con un brazo con cuidado y como pudo el cuello de la yegua mientras la acariciaba suavemente
-Parece que se alegra de verte, ¿Eh?-Dijo sonriente mientras se llevaba de nuevo la espiga de trigo a la boca
-¡Parece que ya estás mejor!-Dijo dándole unas palmaditas suaves en su rostro delantero-Siento no haber podido visitarte tanto como me hubiese gustado
De pronto, la yegua hizo un movimiento brusco apartando al humano de sí y dando un relincho con desdén.
-¡Ey, ya sabes cómo es mi trabajo!-Dijo recomponiéndose-¡No te me vayas a poner celosa!-Dijo con ironía-Discúlpame...
-¡Es una chica dura!-Dijo soltando una carcajada
Alward acompañó al rubio con su risa, luego se acercó de nuevo con cuidado hacia Epons, tratando de acariciarla de nuevo. Parecía que la yegua había aceptado sus disculpas, después de todo, era su compañera más fiel y tenía que demostrarlo.
-Bien, creo que ya está lista para salir de nuevo a ver mundo-Dijo asintiendo y cambiando de tema de repente, con una sonrisa satisfactoria y quitando de nuevo la espiga de su boca para llevarse ambas manos a la cintura con una pose relajada
-¿¡En serio!?-Desvió su mirada hacia Epons-¿Lo has oído?-Dijo sonriente. Como respuesta, la yegua soltó un relinche feliz-¿Cuánto va a costar todo?-Dijo ya con un tono más serio
-Sabes que, para ti, la estancia es gratis, pero...-Dijo con reparo-Tratarla ha sido más caro de lo que pensaba
-Lo entiendo, y te lo voy a pagar, solo dime cuanto-Dijo asintiendo comprensivo
-Seiscientos aeros
-Ningún problema
-Otra cosa...-Se paró y echó la vista hacia adentró de la cuadra de Epons-La silla de montar que tienes es vieja y está medio rota, ¿Quieres una nueva?
-Me temo que con el coste del tratamiento no me da para ninguna silla nueva-Dijo torciendo el rostro
-Pues, cuando puedas, deberías de comprarte una nueva. La que tienes ahora mismo dudo que te sirva de mucho-Dijo llevándose de nuevo la espiga a la boca
-Entiendo-Asintió-Al menos podremos volver a cabalgar juntos-Dijo dando un par de palmadas suaves a Epons
Por suerte, no estaba solo. Sus amigos le acompañaban y pudieron hacer frente a las bestias, aunque a un coste alto; casi de la vida de más de uno y varias de las monturas de estos heridas o muertas. Afortunadamente, Epons pudo salir del paso y fue llevada al sitio indicado con la persona adecuada; "El Rancho de Cid", el cual pertenecía a un hombre de confianza para Alward que le daba nombre al lugar.
Cid ha cuidado de Epons durante estos seis meses, causa por la cual, el mercenario le estaba profundamente agradecido.
Alward llegó al rancho una mañana fresca y soleada de primavera, en solitario y con ganas de volver a ver otra vez a su querida compañera de fatigas.
El lugar era bastante amplio, rodeado por vallas de madera de una estatura media, más o menos llegaban hasta el pecho del mercenario. Dentro había un extenso prado donde se encontraban pastando un par de pequeños grupos de caballos. La entrada estaba abierta de par en par, por lo que Alward entró en dirección a las cuadras, que se situaban a unos doscientos metros de distancia en dirección a la derecha con respecto a la puerta.
En la entrada a las cuadras, apoyado en uno de los postes de madera que conformaban el enorme pórtico por donde entraban los caballos y yeguas del lugar, se encontraba un hombre rubio, con una barba corta pero descuidada. Bastantes arrugas se conformaban en su frente y el rabillo de sus ojos, lo que le hacía aparentar que ya no era un joven vivaz. Levantó la vista y echó una mirada amable seguida de una sonrisa a Alward. Estaba con una especie de espiga de trigo en la boca, masticando una de sus puntas.
-Alward Sevna-Dijo inclinando su cabeza identificando al mercenario-¿Vienes a ver a la dama?
Alward asintió ante la pregunta-Cid, me alegro de verte-Sonrió, aunque cambió su rostro en un instante a uno más serio-Espero que aún se acuerde de mí-Dijo refiriéndose a la yegua
-Claro que sí-Dijo despegándose del poste-Sígueme
Alward, guiado por Cid, entró en la cuadra donde se alojaban todos los caballos del rancho. Habían espacios vacíos y otros ocupados por estos animales. No solo habían caballos, el lugar contaba con cerdos, gallinas y alguna que otra vaca. El hombre rubio caminaba en el pasillo de tierra que atravesaba dichas cuadras y llegó hasta una específica en la que se detuvo. Puso sus brazos en jarras, masticando su espiga y quitandosela al instante.
-Aquí está
Alward se acercó y entonces vio como por encima de la puerta que separaba el pasillo de la cuadra asomaba una cabeza de un caballo, dejando ver gran parte de su cuello y crin. Inconfundible, esa melena rubia y el pelaje marrón; era Epons.
El mercenario dejó escapar una amplia sonrisa, a la vez que Epons, al ver a Alward, relinchó desenfrenadamente, demostrando una alegría total, agitando su cabeza hacia el castaño.
-¡Epons!-Dijo abalanzándose hacia adelante y agarrando con un brazo con cuidado y como pudo el cuello de la yegua mientras la acariciaba suavemente
-Parece que se alegra de verte, ¿Eh?-Dijo sonriente mientras se llevaba de nuevo la espiga de trigo a la boca
-¡Parece que ya estás mejor!-Dijo dándole unas palmaditas suaves en su rostro delantero-Siento no haber podido visitarte tanto como me hubiese gustado
De pronto, la yegua hizo un movimiento brusco apartando al humano de sí y dando un relincho con desdén.
-¡Ey, ya sabes cómo es mi trabajo!-Dijo recomponiéndose-¡No te me vayas a poner celosa!-Dijo con ironía-Discúlpame...
-¡Es una chica dura!-Dijo soltando una carcajada
Alward acompañó al rubio con su risa, luego se acercó de nuevo con cuidado hacia Epons, tratando de acariciarla de nuevo. Parecía que la yegua había aceptado sus disculpas, después de todo, era su compañera más fiel y tenía que demostrarlo.
-Bien, creo que ya está lista para salir de nuevo a ver mundo-Dijo asintiendo y cambiando de tema de repente, con una sonrisa satisfactoria y quitando de nuevo la espiga de su boca para llevarse ambas manos a la cintura con una pose relajada
-¿¡En serio!?-Desvió su mirada hacia Epons-¿Lo has oído?-Dijo sonriente. Como respuesta, la yegua soltó un relinche feliz-¿Cuánto va a costar todo?-Dijo ya con un tono más serio
-Sabes que, para ti, la estancia es gratis, pero...-Dijo con reparo-Tratarla ha sido más caro de lo que pensaba
-Lo entiendo, y te lo voy a pagar, solo dime cuanto-Dijo asintiendo comprensivo
-Seiscientos aeros
-Ningún problema
-Otra cosa...-Se paró y echó la vista hacia adentró de la cuadra de Epons-La silla de montar que tienes es vieja y está medio rota, ¿Quieres una nueva?
-Me temo que con el coste del tratamiento no me da para ninguna silla nueva-Dijo torciendo el rostro
-Pues, cuando puedas, deberías de comprarte una nueva. La que tienes ahora mismo dudo que te sirva de mucho-Dijo llevándose de nuevo la espiga a la boca
-Entiendo-Asintió-Al menos podremos volver a cabalgar juntos-Dijo dando un par de palmadas suaves a Epons
- Epons:
Epons es una yegua que Alward encontró en una de sus primeras misiones como una pequeña potanca que estaba mal cuidada y casi abandonada en un almacén de contrabandistas de animales. El joven adoptó a la pequeña potranca y ahora es su montura personal. Junto a ella aprendió todo lo que pudo de equitación a la vez que la educaba para que fuese una buena montura. Hoy es toda una yegua que vive en un establo fuera de las murallas de Lunargenta. Cuando Alward necesita de sus servicios siempre la lleva junto a él. Es una yegua bastante rápida y resistente, por lo que es de mucha ayuda en la mayoría de sus misiones.
Epons tiene un pelaje marrón claro y una crin y cola de color blanco. El pelaje de sus tendones también es del mismo color que el de su crin y cola. Tiene una complexión robusta y musculosa debido a que desde que era potranca fue entrenada para ser una montura fiable, leal y fuerte.
OBJETO | AEROS |
Animal Enorme | 600 |
TOTAL | 600 |
Alward Sevna
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Re: MERCADO de Aerandir
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Re: MERCADO de Aerandir
Suspiré. Los ánimos habían estado algo bajos desde la Caza.
Syl me preocupaba. No había sido el mismo. Lo había pasado muy mal, y aunque habíamos hablado al respecto... no sabía como ayudar. Me sentía responsable.
Al menos, no todo era malo. Salvamos a mucha gente ese día. Muchos se quedaron con Bosne, pero otros... bueno. Los Nómadas tenían un par de miembros más. Y uno de ellos era un gran héroe. Esperaba que Hont se sintiese cómodo. Su optimismo me hizo sonreir en su día. Tenía que devolverle la sonrisa a él también
Roilkat había cambiado a mejor en esas semanas. Flint había empezado a mover cosas, después de todo. Caravanas de Nórgedos con suministros llegaban a la ciudad de vez en cuando. Gracias al favor que le hice con Roiland, no fue muy dificil acceder a los intendentes.
-Por mucho que me gustaría... No podemos darte cosas de tal calidad así sin más.- dijo el oficial, mirándome a los ojos. -No nos sobran los suministros.- Se frotó la nuca. Parecía incómodo.
-No esperaba conseguirlo gratis.- repliqué, sosteniendo el pesado monedero que había estado llenando durante semanas. -Tengo dinero suficiente para reponerlo.-
El hombre suspiró, pensándoselo un rato.
-El Qayid al-Rasul te ha dado permiso para esto, ¿verdad?- preguntó. Asentí. Era curioso. Había hecho buenas conexiones en ese tiempo. No esperaba que resultasen tan útiles. -Muy bien... ¿Qué necesitas? Veré que puedo hacer.-
Saqué algunas armas de mi mochila y las coloqué sobre la mesa. Una garra de metal, y un brazal con tres afiladas cuchillas en la parte superior.
-Para empezar, quiero mejorar o reemplazar estas cosas.- dije. -Necesito ajustar ambas. La garra es algo pequeña, y las hojas del brazal están viejas.- expliqué. -También quiero encantar el guantelete. Esto es... algo más complicado.-
-Habrá que reforjar la garra... y hacer cuchillas nuevas. Tenemos un buen arcanista. Habla los detalles con él.- dijo, examinando el resto de objetos. Después, comenzó a escribir en un papel con tinta azul. -¿Algo mas?-
-Una armadura. Cuero y metal. Lo mejor que puedas conseguir... y ajustar otra que tengo.- declaré. El hombre arqueó una ceja, pero siguió escribiendo. La decisión de usar una armadura tan restrictiva me dolía en el alma. Pero estábamos en guerra. Tenía que ponerme serio. Por el bien de todos. No era solo yo. Ni Syl. Ni los Nómadas.
Aquello era por todos.
Unos días después, volví al puesto de intendencia. Syl ya se estaba probando su "nuevo" atuendo, y parecía bastante concentrado en él. El gato había optado por una versión más modesta, complementandola con tela y lino. Para bien o para mal, aquello no dejaba nada al descubierto. Debía haber sobrado cuero al ajustarla. El guantelete tampoco parecía estar nada mal. Las cuchillas tenian un aspecto temible, sobre todo cuando estaban desplegadas.
Por mi parte, no me quedé atrás. Las runas que bordaban la armadura eran algo serio. En la espalda, el emblema de los Nómadas. La verdad es que me gustaba como me quedaba, por aplastante que se me hiciese. Me acostumbraría. Y, lo más importante, no saldría herido tan a menudo.
La última pieza era el guantelete. Había resultado algo pesado, pero el vigor que sentí al tocarlo lo compensaba más que de sobra. Tal y como había pedido, un símbolo especial yacía en la "palma". Apreté los dedos. Tenía más flexibilidad de la que parecía, y no me restringía el agarre. Podría lanzar cosas como había hecho siempre.
Puse el resto del dinero sobre la mesa. Aquello me iba a servir muy bien.
Syl me preocupaba. No había sido el mismo. Lo había pasado muy mal, y aunque habíamos hablado al respecto... no sabía como ayudar. Me sentía responsable.
Al menos, no todo era malo. Salvamos a mucha gente ese día. Muchos se quedaron con Bosne, pero otros... bueno. Los Nómadas tenían un par de miembros más. Y uno de ellos era un gran héroe. Esperaba que Hont se sintiese cómodo. Su optimismo me hizo sonreir en su día. Tenía que devolverle la sonrisa a él también
Roilkat había cambiado a mejor en esas semanas. Flint había empezado a mover cosas, después de todo. Caravanas de Nórgedos con suministros llegaban a la ciudad de vez en cuando. Gracias al favor que le hice con Roiland, no fue muy dificil acceder a los intendentes.
-Por mucho que me gustaría... No podemos darte cosas de tal calidad así sin más.- dijo el oficial, mirándome a los ojos. -No nos sobran los suministros.- Se frotó la nuca. Parecía incómodo.
-No esperaba conseguirlo gratis.- repliqué, sosteniendo el pesado monedero que había estado llenando durante semanas. -Tengo dinero suficiente para reponerlo.-
El hombre suspiró, pensándoselo un rato.
-El Qayid al-Rasul te ha dado permiso para esto, ¿verdad?- preguntó. Asentí. Era curioso. Había hecho buenas conexiones en ese tiempo. No esperaba que resultasen tan útiles. -Muy bien... ¿Qué necesitas? Veré que puedo hacer.-
Saqué algunas armas de mi mochila y las coloqué sobre la mesa. Una garra de metal, y un brazal con tres afiladas cuchillas en la parte superior.
-Para empezar, quiero mejorar o reemplazar estas cosas.- dije. -Necesito ajustar ambas. La garra es algo pequeña, y las hojas del brazal están viejas.- expliqué. -También quiero encantar el guantelete. Esto es... algo más complicado.-
-Habrá que reforjar la garra... y hacer cuchillas nuevas. Tenemos un buen arcanista. Habla los detalles con él.- dijo, examinando el resto de objetos. Después, comenzó a escribir en un papel con tinta azul. -¿Algo mas?-
-Una armadura. Cuero y metal. Lo mejor que puedas conseguir... y ajustar otra que tengo.- declaré. El hombre arqueó una ceja, pero siguió escribiendo. La decisión de usar una armadura tan restrictiva me dolía en el alma. Pero estábamos en guerra. Tenía que ponerme serio. Por el bien de todos. No era solo yo. Ni Syl. Ni los Nómadas.
Aquello era por todos.
[. . .]
Unos días después, volví al puesto de intendencia. Syl ya se estaba probando su "nuevo" atuendo, y parecía bastante concentrado en él. El gato había optado por una versión más modesta, complementandola con tela y lino. Para bien o para mal, aquello no dejaba nada al descubierto. Debía haber sobrado cuero al ajustarla. El guantelete tampoco parecía estar nada mal. Las cuchillas tenian un aspecto temible, sobre todo cuando estaban desplegadas.
Por mi parte, no me quedé atrás. Las runas que bordaban la armadura eran algo serio. En la espalda, el emblema de los Nómadas. La verdad es que me gustaba como me quedaba, por aplastante que se me hiciese. Me acostumbraría. Y, lo más importante, no saldría herido tan a menudo.
La última pieza era el guantelete. Había resultado algo pesado, pero el vigor que sentí al tocarlo lo compensaba más que de sobra. Tal y como había pedido, un símbolo especial yacía en la "palma". Apreté los dedos. Tenía más flexibilidad de la que parecía, y no me restringía el agarre. Podría lanzar cosas como había hecho siempre.
Puse el resto del dinero sobre la mesa. Aquello me iba a servir muy bien.
OBJETO | AEROS |
Arma Corta Superior | 180 |
Arma Corta Superior | 180 |
Armadura Media superior | 480 |
Cascada de Fuerza | 240 |
Cascada de Destreza | 240 |
TOTAL | 1320 |
- Armadura:
- Garra de metal:
- Brazal:
- (Imagen referencial - las cuchillas son más largas y se desplegan)
Asher Daregan
Aerandiano de honor
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Re: MERCADO de Aerandir
El día anterior había hecho un buen trabajo en la fragua. Con Sandal siempre aprendía un poco con cada nuevo encargo, aunque la realidad es que en esta ocasión, dicho trabajo no tenía nada que ver con ningún cliente, y lo había realizado por cuestiones personales.
Y por ese mismo motivo sus pasos se encaminaban hacia un establecimiento que conocía muy bien, uno que lo visitaba con frecuencia, y donde podría encontrar justo lo que necesitaba para completar la labor que iniciara el día anterior. Porque si bien, las armas eran las herramientas más preciadas para un mercenario como él, una buen coraza no lo era menos.
Tener una mínima garantía para salir airoso de algún ataque que no pudiera esquivar, eran tan importante como superar en calidad el acero de su rival. Era una cuestión simple, que hasta el menos avispado sabía reconocer.
Así que por ese motivo se dirigía al comercio donde solía comprar las tiras de cuero y todo lo que necesitara de dicho elemento para sus trabajos en la herrería, así como en su día a día. Y donde mandaba a reparar su vieja coraza de cuero, cada vez que regresaba de una aventura.
Dicho establecimiento estaba regentado por George, un hombre unos años mayor que él, de cara y palabras amables, que no dudaba en atender a sus clientes con premura y esa característica amabilidad que lo acompañaba a todas partes. Solo por eso ya valía la pena ir a ver al bueno de George, pera lo cierto es que también lo consideraba uno de los mejores curtidores de la ciudad, así que siempre que necesitaba alguien que trabajara el cuero o la piel, su figura no tardaba en aparecer bajo el umbral de la entrada de su negocio.
Un acto que en esta ocasión no fue distinto al de cualquier otro día que lo visitara.
- Vaya, uno de mis clientes favoritos-, comentó el curtidor, nada más apreciar la silueta del rubio entrando por la entrada. - ¿Ya has roto otra vez tu vieja coraza? A ver cuando te compras una nueva-, dijo amistoso.
George era un bonachón, pero eso no le restaba virtudes para el comercio. Era un sagaz comerciante que no perdía ocasión para intentar colocar alguno de sus trabajos al cliente de turno.
- Pues la verdad es que esta vez te ahorrarás hacerme un apaño-, bromeó, acercándose al buen hombre. - Hoy es su día de suerte, señor George. Es hora de renovar mi vestuario.
Por unos instantes el hombre pensó que le estaba tomando el pelo, pero al momento se dio cuenta de que el brujo iba en serio.
- ¿En serio? - preguntó con dudas, pensando que le estaban tomando el pelo. Justo antes de que se le iluminara la cara. - Maldito brujo, ya era hora que cambiaras esa desvencijada coraza, que ya no sé cuantas veces te he remendado-, dijo antes de colocar los dedos de su mano diestra en el mentón, y tomando gesto pensativo mientras miraba ligeramente hacia el techo. - Creo que tengo justo lo necesario para ti, sólo tendría que hacerle unos leves retoques. Aunque si quieres puedo hacerte una a medida desde cero-, comenzó a decir, al tiempo que posaba un brazo sobre la espalda del rubio, para animarlo a que lo acompañara.
Vincent lo hizo con gusto, y con solo posar sus ojos sobre la coraza colocada en una de las estanterías del establecimiento, supo que el curtidor no había perdido un ápice de talento. La coraza con esas medidas era perfecta para él, y tanto su calidad como diseño era justo lo que buscaba. Una buena pieza resistente y a la vez cómodo para un brujo que casi siempre estaba en los caminos.
- Sí, esto es justo lo que necesito-, respondió, acariciando el cuero con la punta de sus dedos. - ¿Cuánto pides por ella, y cuánto tardarás en darle esos retoques?
- Ven conmigo, hablemos de negocios-, contestó el hombre, haciendo un ademán con la cabeza para que fueran al mostrador. - En un día la tendré lista, me pondré con ella ahora mismo y podrás recogerla mañana. Y no te preocupes por el precio, eres de mis mejores clientes.
Era cierto. Seguro que tendría que regatear un poco con el bueno de George, pero no demasiado. El curtidor no se arriesgaría a perder un cliente que venía habitualmente a su local, y por otro lado, tampoco importaba demasiado si se pasaba un poco con el precio. Los trabajos de George valían cada moneda que ponía sobre la mesa.
Y por ese mismo motivo sus pasos se encaminaban hacia un establecimiento que conocía muy bien, uno que lo visitaba con frecuencia, y donde podría encontrar justo lo que necesitaba para completar la labor que iniciara el día anterior. Porque si bien, las armas eran las herramientas más preciadas para un mercenario como él, una buen coraza no lo era menos.
Tener una mínima garantía para salir airoso de algún ataque que no pudiera esquivar, eran tan importante como superar en calidad el acero de su rival. Era una cuestión simple, que hasta el menos avispado sabía reconocer.
Así que por ese motivo se dirigía al comercio donde solía comprar las tiras de cuero y todo lo que necesitara de dicho elemento para sus trabajos en la herrería, así como en su día a día. Y donde mandaba a reparar su vieja coraza de cuero, cada vez que regresaba de una aventura.
Dicho establecimiento estaba regentado por George, un hombre unos años mayor que él, de cara y palabras amables, que no dudaba en atender a sus clientes con premura y esa característica amabilidad que lo acompañaba a todas partes. Solo por eso ya valía la pena ir a ver al bueno de George, pera lo cierto es que también lo consideraba uno de los mejores curtidores de la ciudad, así que siempre que necesitaba alguien que trabajara el cuero o la piel, su figura no tardaba en aparecer bajo el umbral de la entrada de su negocio.
Un acto que en esta ocasión no fue distinto al de cualquier otro día que lo visitara.
- Vaya, uno de mis clientes favoritos-, comentó el curtidor, nada más apreciar la silueta del rubio entrando por la entrada. - ¿Ya has roto otra vez tu vieja coraza? A ver cuando te compras una nueva-, dijo amistoso.
George era un bonachón, pero eso no le restaba virtudes para el comercio. Era un sagaz comerciante que no perdía ocasión para intentar colocar alguno de sus trabajos al cliente de turno.
- Pues la verdad es que esta vez te ahorrarás hacerme un apaño-, bromeó, acercándose al buen hombre. - Hoy es su día de suerte, señor George. Es hora de renovar mi vestuario.
Por unos instantes el hombre pensó que le estaba tomando el pelo, pero al momento se dio cuenta de que el brujo iba en serio.
- ¿En serio? - preguntó con dudas, pensando que le estaban tomando el pelo. Justo antes de que se le iluminara la cara. - Maldito brujo, ya era hora que cambiaras esa desvencijada coraza, que ya no sé cuantas veces te he remendado-, dijo antes de colocar los dedos de su mano diestra en el mentón, y tomando gesto pensativo mientras miraba ligeramente hacia el techo. - Creo que tengo justo lo necesario para ti, sólo tendría que hacerle unos leves retoques. Aunque si quieres puedo hacerte una a medida desde cero-, comenzó a decir, al tiempo que posaba un brazo sobre la espalda del rubio, para animarlo a que lo acompañara.
Vincent lo hizo con gusto, y con solo posar sus ojos sobre la coraza colocada en una de las estanterías del establecimiento, supo que el curtidor no había perdido un ápice de talento. La coraza con esas medidas era perfecta para él, y tanto su calidad como diseño era justo lo que buscaba. Una buena pieza resistente y a la vez cómodo para un brujo que casi siempre estaba en los caminos.
- Sí, esto es justo lo que necesito-, respondió, acariciando el cuero con la punta de sus dedos. - ¿Cuánto pides por ella, y cuánto tardarás en darle esos retoques?
- Ven conmigo, hablemos de negocios-, contestó el hombre, haciendo un ademán con la cabeza para que fueran al mostrador. - En un día la tendré lista, me pondré con ella ahora mismo y podrás recogerla mañana. Y no te preocupes por el precio, eres de mis mejores clientes.
Era cierto. Seguro que tendría que regatear un poco con el bueno de George, pero no demasiado. El curtidor no se arriesgaría a perder un cliente que venía habitualmente a su local, y por otro lado, tampoco importaba demasiado si se pasaba un poco con el precio. Los trabajos de George valían cada moneda que ponía sobre la mesa.
OBJETO | AEROS |
Armadura Ligera superior | 360 |
TOTAL | 360 |
Vincent Calhoun
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Re: MERCADO de Aerandir
Los últimos rayos de la tarde iluminaban las calles y trataban en vano de colarse en la habitación a través de las cortinas, mientras la de cabellos cenicientos terminaba de prepararse en el baño y su compañero aguardaba junto a la ventana, observando a través de la tela. Las últimas noches habían sido intensas, el entrenamiento de la vampira, el enfrentamiento con la Hermandad en la villa del viejo Quatermein, su ataque a la vieja armería que se había convertido en un nido de chupasangres… cada vez que salían se veían envueltos en alguna pelea, y teniendo en cuenta la difícil situación que se vivía en las calles de la ciudad no parecía que las cosas fuesen a cambiar pronto.
- ¿Podemos salir ya? - preguntó la joven, nada más terminar de asearse y vestirse. - Todavía no, deberíamos esperar un poco. - respondió Alister, girándose hacia ella. - ¿Cuál es el plan de hoy? - preguntó, imaginando que tras alimentarse la benjamina de los Calhoun querría seguir limpiando las calles de sus congéneres. - Tenemos que pasar por el mercado, luego podríamos dar una vuelta por el puerto, el tabernero me ha contado que algunos grupos de vampiros controlan la zona. - contestó Elen, sentándose en el borde de la cama. - ¿El mercado? Estuvimos allí anoche. - volvió a intervenir, algo extrañado. - Sí, pero se nos olvidó comprar algo para ti. - le explicó la señora de sombras.
El rostro del dragón mostraba confusión, así que sin darle tiempo a hablar, la de ojos verdes tomó la palabra nuevamente. - La mayor parte de tus ropas están encantadas para resistir la transformación pero tu armadura no, y como ya le han puesto un hechizo debemos encontrar otro objeto que puedas llevar encima. - soltó, consiguiendo que su compañero entendiese por dónde iba. Si cambiaba de forma con ella puesta la haría añicos, así que debía tener cuidado o tanto su dinero como la protección que Elen quería darle se irían al traste. - Entonces deberíamos salir ya, los comercios cerrarán pronto. - indicó, al tiempo que tomaba su larga gabardina y se la ponía.
Sin perder tiempo abandonaron su habitación de la posada y bajaron las escaleras, ignorando al animado ambiente de la taberna para dirigirse hacia la salida. Una vez en la calle la benjamina de los Calhoun tiró de su capucha para cubrirse y comenzó a andar hacia el mercado, valiéndose de los altos edificios y sus sombras para no exponerse a los ya débiles rayos del astro rey. El trayecto no les llevó más de diez minutos, con lo que aún encontraron algo de actividad en la zona. Varios artesanos terminaban sus encargos bajo la atenta mirada de sus clientes, mientras otros intentaban captar la atención de los transeúntes hacia sus puestos.
La joven tenía ya una idea de lo que buscaba, así que se encaminó hacia el modesto negocio de un curtidor para echar un vistazo a sus productos. - ¿Qué te parece ésta? - preguntó al dragón, tomando uno de los brazaletes de cuero y mostrándoselo. Antes de partir hacia isla volcánica Alister le había entregado una pulsera, era hora de que ella le devolviese el gesto. - Me gusta. - contestó, examinando los grabados de la pieza. - Nos la llevamos. - dijo la vampira, echando mano a su bolsa de aeros para pagar al artesano. Una vez hecho esto avanzaron hacia el taller de la experta en arcanos que habían visitado la noche anterior, que se sorprendió al verlos de nuevo tan pronto. - ¿Otra vez por aquí? ¿Algún problema con los encantamientos que os hice? - preguntó, pero rápidamente se relajó al ver que la de cabellos cenicientos negaba con la cabeza.
- No, venimos a por otro hechizo, ésta vez uno de pudor. - explicó, entregando el brazalete. - Muy bien, esperad un momento. - pidió la mujer, antes de ponerse manos a la obra. Cuando su trabajo estuvo acabado devolvió el accesorio a la centinela y aceptó el pago que ésta le tendía, despidiéndolos a ambos con un “hasta pronto”. Elen tomó la diestra de su amado y echando ligeramente hacia atrás la manga de la gabardina le puso el brazalete, ahora ya no tendría que preocuparse más, ni siquiera por su abrigo.
- ¿Podemos salir ya? - preguntó la joven, nada más terminar de asearse y vestirse. - Todavía no, deberíamos esperar un poco. - respondió Alister, girándose hacia ella. - ¿Cuál es el plan de hoy? - preguntó, imaginando que tras alimentarse la benjamina de los Calhoun querría seguir limpiando las calles de sus congéneres. - Tenemos que pasar por el mercado, luego podríamos dar una vuelta por el puerto, el tabernero me ha contado que algunos grupos de vampiros controlan la zona. - contestó Elen, sentándose en el borde de la cama. - ¿El mercado? Estuvimos allí anoche. - volvió a intervenir, algo extrañado. - Sí, pero se nos olvidó comprar algo para ti. - le explicó la señora de sombras.
El rostro del dragón mostraba confusión, así que sin darle tiempo a hablar, la de ojos verdes tomó la palabra nuevamente. - La mayor parte de tus ropas están encantadas para resistir la transformación pero tu armadura no, y como ya le han puesto un hechizo debemos encontrar otro objeto que puedas llevar encima. - soltó, consiguiendo que su compañero entendiese por dónde iba. Si cambiaba de forma con ella puesta la haría añicos, así que debía tener cuidado o tanto su dinero como la protección que Elen quería darle se irían al traste. - Entonces deberíamos salir ya, los comercios cerrarán pronto. - indicó, al tiempo que tomaba su larga gabardina y se la ponía.
Sin perder tiempo abandonaron su habitación de la posada y bajaron las escaleras, ignorando al animado ambiente de la taberna para dirigirse hacia la salida. Una vez en la calle la benjamina de los Calhoun tiró de su capucha para cubrirse y comenzó a andar hacia el mercado, valiéndose de los altos edificios y sus sombras para no exponerse a los ya débiles rayos del astro rey. El trayecto no les llevó más de diez minutos, con lo que aún encontraron algo de actividad en la zona. Varios artesanos terminaban sus encargos bajo la atenta mirada de sus clientes, mientras otros intentaban captar la atención de los transeúntes hacia sus puestos.
La joven tenía ya una idea de lo que buscaba, así que se encaminó hacia el modesto negocio de un curtidor para echar un vistazo a sus productos. - ¿Qué te parece ésta? - preguntó al dragón, tomando uno de los brazaletes de cuero y mostrándoselo. Antes de partir hacia isla volcánica Alister le había entregado una pulsera, era hora de que ella le devolviese el gesto. - Me gusta. - contestó, examinando los grabados de la pieza. - Nos la llevamos. - dijo la vampira, echando mano a su bolsa de aeros para pagar al artesano. Una vez hecho esto avanzaron hacia el taller de la experta en arcanos que habían visitado la noche anterior, que se sorprendió al verlos de nuevo tan pronto. - ¿Otra vez por aquí? ¿Algún problema con los encantamientos que os hice? - preguntó, pero rápidamente se relajó al ver que la de cabellos cenicientos negaba con la cabeza.
- No, venimos a por otro hechizo, ésta vez uno de pudor. - explicó, entregando el brazalete. - Muy bien, esperad un momento. - pidió la mujer, antes de ponerse manos a la obra. Cuando su trabajo estuvo acabado devolvió el accesorio a la centinela y aceptó el pago que ésta le tendía, despidiéndolos a ambos con un “hasta pronto”. Elen tomó la diestra de su amado y echando ligeramente hacia atrás la manga de la gabardina le puso el brazalete, ahora ya no tendría que preocuparse más, ni siquiera por su abrigo.
- Brazalete:
OBJETO | AEROS |
Ropa Común | 60 |
Pudor | 80 |
TOTAL | 140 |
Elen Calhoun
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Re: MERCADO de Aerandir
Catherine estaba de un humor especialmente bueno mientras recorría junto a Níniel el barrio de mercaderes. Tarareaba una canción y, por extraño que pareciera, ignoraba incluso los más extraños de los objetos que allí se vendían, cuando lo normal es que se detuviera a curiosear absolutamente todo, y a burlarse de la mayor parte de ello. -Vamos Nín, no quiero llegar tarde y tener que esperar a mañana.- Pidió mostrandos sus colmillos en una amplia sonrisa, girándose para esperar a la elfa, a la que había dejado unos metros atrás.
-Si has podido esperar toda una semana puedes esperar unos minutos más, Cath.- Trató de razonar con ella la peliblanca, aunque sin éxito. Recibiendo como respuesta únicamente que le sacara la lengua de manera juguetona y aumentara de nuevo el ritmo de sus pasos. Sabía perfectamente dónde se dirigía.
Aquella tienda, situada en los bajos de un edificio de piedra en el centro de aquel barrio, no tenía nombre, ni letrero alguno. Podría ser confundida por la vivienda de algún comerciante adinerado si no ibas con cuidado, pero era fácil de encontrar cuando ya sabías que estaba allí. Vendían todo tipo de objetos para el cliente selecto que sabía lo que quería...Si es que lo que quería no podía ser adquirido en...otro tipo de tiendas. Catherine se acercó hasta la puerta y, con cuidado, tocó cuatro veces a la puerta de madera, a la que se asomó a través de un pequeño visor corredero una mujer, aunque no dijo nada.-Sanguine, hermana.- Dijo la pelirroja en susurros a modo de contraseña no solicitada, haciendo que la puerta se abriera y las dejaran pasar.
-Me alegro de verte Catherine, tu pedido está listo. Puedes pasar a probártelo. Debería sentarte como un guante, pero si no te lo ajustaré al momento.- Dijo la mujer tan pronto entraron, ofreciéndole a Catherine pasar a una trastienda y a Níniel un asiento cerca de la entrada. Ambas desaparecieron durante un buen rato, pero una vez transcurrido aquel lapso de tiempo Catherine salió con la nueva armadura que había encargado, así como con los guantes de batalla. Realmente el negro era su color.
-¿Qué te parece, Nín? Ya te dije que aquí sabían lo que se hacían.- Preguntó dando algunas vueltas y realizando algunas piruetas acrobáticas, sonriendo satisfecha. A continuación le mostró sus guantes, con los que podría protegerse y golpear, preparados a su medida y a la de sus felinas garras. -Sí, esto ya es otro nivel.- Profirió entusiasmada mientras que la dueña de la tienda asentía.
-Pruébalo con tus movimientos de combate, e intenta trepar hasta aquel altillo.- Pidió la dueña, dispuesta a demostrar que no les estaba vendiendo ninguna baratija de calidad pobre. Y Catherine, sin dudar en sacar sus garras pronto realizaría una serie de ataques y combinaciones, así como ejercicios de escalada que no hicieron sino aumentar su satisfacción. -Es de gran calidad, lo poco que te restringe merece la pena, esto va a proteger tu vida.-
-Me parece que su sonrisa lo dice todo. Nos los llevamos.- Aceptó la joven sacerdotisa, sacando una bolsa de monedas.
-Si has podido esperar toda una semana puedes esperar unos minutos más, Cath.- Trató de razonar con ella la peliblanca, aunque sin éxito. Recibiendo como respuesta únicamente que le sacara la lengua de manera juguetona y aumentara de nuevo el ritmo de sus pasos. Sabía perfectamente dónde se dirigía.
Aquella tienda, situada en los bajos de un edificio de piedra en el centro de aquel barrio, no tenía nombre, ni letrero alguno. Podría ser confundida por la vivienda de algún comerciante adinerado si no ibas con cuidado, pero era fácil de encontrar cuando ya sabías que estaba allí. Vendían todo tipo de objetos para el cliente selecto que sabía lo que quería...Si es que lo que quería no podía ser adquirido en...otro tipo de tiendas. Catherine se acercó hasta la puerta y, con cuidado, tocó cuatro veces a la puerta de madera, a la que se asomó a través de un pequeño visor corredero una mujer, aunque no dijo nada.-Sanguine, hermana.- Dijo la pelirroja en susurros a modo de contraseña no solicitada, haciendo que la puerta se abriera y las dejaran pasar.
-Me alegro de verte Catherine, tu pedido está listo. Puedes pasar a probártelo. Debería sentarte como un guante, pero si no te lo ajustaré al momento.- Dijo la mujer tan pronto entraron, ofreciéndole a Catherine pasar a una trastienda y a Níniel un asiento cerca de la entrada. Ambas desaparecieron durante un buen rato, pero una vez transcurrido aquel lapso de tiempo Catherine salió con la nueva armadura que había encargado, así como con los guantes de batalla. Realmente el negro era su color.
-¿Qué te parece, Nín? Ya te dije que aquí sabían lo que se hacían.- Preguntó dando algunas vueltas y realizando algunas piruetas acrobáticas, sonriendo satisfecha. A continuación le mostró sus guantes, con los que podría protegerse y golpear, preparados a su medida y a la de sus felinas garras. -Sí, esto ya es otro nivel.- Profirió entusiasmada mientras que la dueña de la tienda asentía.
-Pruébalo con tus movimientos de combate, e intenta trepar hasta aquel altillo.- Pidió la dueña, dispuesta a demostrar que no les estaba vendiendo ninguna baratija de calidad pobre. Y Catherine, sin dudar en sacar sus garras pronto realizaría una serie de ataques y combinaciones, así como ejercicios de escalada que no hicieron sino aumentar su satisfacción. -Es de gran calidad, lo poco que te restringe merece la pena, esto va a proteger tu vida.-
-Me parece que su sonrisa lo dice todo. Nos los llevamos.- Aceptó la joven sacerdotisa, sacando una bolsa de monedas.
- Armadura:
- Guantes de combate.:
OBJETO | AEROS |
Armadura Media superior | 480 |
Arma Corta superior | 180 |
TOTAL | 660 |
Níniel Thenidiel
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Re: MERCADO de Aerandir
ACTUALIZADO
Se han descontado los aeros de sus perfiles. No olviden registrar los objetos en sus listas de tareas.
Además de eso, se ha sumado 1 punto de experiencia por uso del mercado.
Además de eso, se ha sumado 1 punto de experiencia por uso del mercado.
Ansur
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Re: MERCADO de Aerandir
Luego de muchas emociones tanto en la isla misteriosa como en la marcha del norte, Zero hace un alto para meditar el siguiente curso a tomar. Tiene demasiado en que pensar y por primera vez su mente no es tan rápida.
Exos es una amenaza, una que las buenas gentes de Aerandir no podrán combatir. El propósito original de Z9-42 es entender al ser vivo y amoldarse bien entre ellos pero ya no puede limitarse solo a eso, ha sido testigo de un gran peligro y su extraña integridad le impide hacerse a un lado.
Por eso al término de una reunión con su principal aliado y cuando consigue información pertinente por otra fuente toma la iniciativa de fijarse una nueva meta, detener a Exos antes de que cause más daño con sus maquinaciones.
Para lograr tan monumental tarea funda su propia facción y define sus objetivos, un apto meramente simbólico pues de momento la cruzada consta de pocos partidarios... tan numerosos como los dedos de una mano.
Sin vacilar avanza al astillero civilizado menos involucrado en las tramas del momento y encarga una restauración parcial de la nave que consiguió durante su travesía más compleja jamás realizada.
Gasta todos sus ahorros, los de Giroud e incluso pide un préstamo a su aliado más importante por lo que consigue cubrir la cuota contra todo pronóstico. Un esfuerzo destacable para dotar a los mirmidones de su base soñada.
La Olimpus, como le bautiza gracias a conocimientos ajenos para muchas personas, prueba ser un dolor de cabeza desde el principio. Es suficiente con decir que los empleados del astillero apenas entienden como flota.
Interviene cuando se da cuenta que los plazos de entrega se extenderán indefinidamente sin ayuda, pasa toda la restauración indicando a los obreros que hacer y cómo. Básicamente se convierte en su capataz aunque resulta ser un trabajo gustoso pues logra tiempo record.
Cuando culminan las reparaciones alcanza cierta satisfacción, el vehículo se encuentra a un 62% de eficiencia y muchas secciones permanecen inactivas aunque es suficiente para iniciar la misión autoimpuesta.
Queda mucho por hacer pero el joven sintético siente en ese momento que el principio está terminando, un nuevo horizonte se abre. No sabe que cosas traerá su búsqueda o si lograra cumplir la meta, una sensación extrañamente familiar… así era vivir.
Exos es una amenaza, una que las buenas gentes de Aerandir no podrán combatir. El propósito original de Z9-42 es entender al ser vivo y amoldarse bien entre ellos pero ya no puede limitarse solo a eso, ha sido testigo de un gran peligro y su extraña integridad le impide hacerse a un lado.
Por eso al término de una reunión con su principal aliado y cuando consigue información pertinente por otra fuente toma la iniciativa de fijarse una nueva meta, detener a Exos antes de que cause más daño con sus maquinaciones.
Para lograr tan monumental tarea funda su propia facción y define sus objetivos, un apto meramente simbólico pues de momento la cruzada consta de pocos partidarios... tan numerosos como los dedos de una mano.
Sin vacilar avanza al astillero civilizado menos involucrado en las tramas del momento y encarga una restauración parcial de la nave que consiguió durante su travesía más compleja jamás realizada.
Gasta todos sus ahorros, los de Giroud e incluso pide un préstamo a su aliado más importante por lo que consigue cubrir la cuota contra todo pronóstico. Un esfuerzo destacable para dotar a los mirmidones de su base soñada.
La Olimpus, como le bautiza gracias a conocimientos ajenos para muchas personas, prueba ser un dolor de cabeza desde el principio. Es suficiente con decir que los empleados del astillero apenas entienden como flota.
Interviene cuando se da cuenta que los plazos de entrega se extenderán indefinidamente sin ayuda, pasa toda la restauración indicando a los obreros que hacer y cómo. Básicamente se convierte en su capataz aunque resulta ser un trabajo gustoso pues logra tiempo record.
Cuando culminan las reparaciones alcanza cierta satisfacción, el vehículo se encuentra a un 62% de eficiencia y muchas secciones permanecen inactivas aunque es suficiente para iniciar la misión autoimpuesta.
Queda mucho por hacer pero el joven sintético siente en ese momento que el principio está terminando, un nuevo horizonte se abre. No sabe que cosas traerá su búsqueda o si lograra cumplir la meta, una sensación extrañamente familiar… así era vivir.
OBJETO | AEROS |
Base | 5000 |
TOTAL | 5000 |
- Off:
- Luego de muchos debates llega mi segunda compra importante, para ello uso dinero de mis dos cuentas “3500/Zero y 1500/Chimar”. Como justificación puedo decir que ambos chicos son aliados, llevan varios temas de colaboración separada entre ellos y es una trama en desarrollo, básicamente no tienen problemas en compartir dinero jeje.
Z9-42
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Re: MERCADO de Aerandir
“Lo cierto es que nunca pensé que tendría que volver a comprar de estas” pensó el estafador mientras miraba el kit de ganzúas que tenía en las manos. Hace muchos años, un Matthew joven que tenía como mayor sustento el abrir cerraduras de puertas, ventanas y cofres, no habría salido jamás sin su juego de ganzúas, siempre listas para la ocasión. Pero a medida que había crecido sus métodos de trabajo habían cambiado, encontrando mucho más redituable, y menos trabajoso, el realizar estafas.
Pero los tiempos cambiaban y las necesidades también, de pronto se encontraba ante la posibilidad de tener que volver a asociarse con el Gremio de Ladrones, por lo que cualquier tipo de medida de precaución que tomara sería poca. Ya había encargado un nuevo par de dagas, ahora llegaba el momento de abastecerse de objetos más detallados.
-Le aseguro que estas ganzúas son de una excelente calidad, de las mejores que podrá encontrar en el mercado en estos momentos, no hay nada mejor – El anciano comerciante hablaba rápidamente y casi sin respirar, mientras escondía las manos tras la espalda. A simple vista el puesto solo vendía objetos de metal menores, cadenas, candados, herramientas y objetos similares. Con la excusa de los vampiros y el delito creciendo a pasos agigantados la barrera entre la legalidad y la ilegalidad cada vez era más difícil de diferenciar, pero lo que era seguro es que andar vendiendo ganzúas a plena luz del día no sería bien visto – De las mejores, se lo repito.
-Creo que estamos un poco viejos para representar esta escena, ya sabes, tu haces como que esta porquería que me estas vendiendo es un material de calidad, yo te digo que no intentes engañarme, tú me dices que no sabes de qué hablo y luego de algunas amenazas me das las ganzúas que en verdad son buenas – Matt hizo un gesto con la mano como para redondear la idea – Vamos a saltearnos todos esos pasos, muéstrame tu mercancía de verdad ¿Si?
-Que forma de romper con el ambiente – Dijo el vendedor mientras se paraba derecho y dejaba de fingir tener la voz cascada – Creo que la edad está arruinando tu humor.
-Los vendedores que recurren a los estereotipos son los que arruinan mi humor – Respondió Owens mientras le arrojaba el juego de ganzúas “de excelente calidad” que le había dado primero – Aunque no lo parezca soy un hombre ocupado ¿Sabes?
-Pffff, ir tras el trasero de alguna muchacha no cuenta como ocupación, Matthew Owens – No se veía al vendedor ya que estaba buscando la mercancía bajo el puesto.
-Dependiendo de a donde me lleve: Si cuenta como trabajo – El estafador se limpiaba las uñas con su daga mientras charlaban – Tienes poca visión a futuro, por eso morirás vendiendo mercancía en esta pobreza de puesto.
-Siempre es agradable verte, Owens – Le tiro un nuevo kit de ganzúas por la cara, el estafador abrió el paquete y asintió.
-Esto está mucho mejor ¿Ves como cuando quieres puedes trabajar bien? –
-Dame mi dinero y vete –
Matt dejó escapar una carcajada y apoyó una bolsa con dinero en la mesa, guardó las ganzúas en un bolsillo interno de su chaqueta y se retiro perdiéndose entre el gentío.
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Pero los tiempos cambiaban y las necesidades también, de pronto se encontraba ante la posibilidad de tener que volver a asociarse con el Gremio de Ladrones, por lo que cualquier tipo de medida de precaución que tomara sería poca. Ya había encargado un nuevo par de dagas, ahora llegaba el momento de abastecerse de objetos más detallados.
-Le aseguro que estas ganzúas son de una excelente calidad, de las mejores que podrá encontrar en el mercado en estos momentos, no hay nada mejor – El anciano comerciante hablaba rápidamente y casi sin respirar, mientras escondía las manos tras la espalda. A simple vista el puesto solo vendía objetos de metal menores, cadenas, candados, herramientas y objetos similares. Con la excusa de los vampiros y el delito creciendo a pasos agigantados la barrera entre la legalidad y la ilegalidad cada vez era más difícil de diferenciar, pero lo que era seguro es que andar vendiendo ganzúas a plena luz del día no sería bien visto – De las mejores, se lo repito.
-Creo que estamos un poco viejos para representar esta escena, ya sabes, tu haces como que esta porquería que me estas vendiendo es un material de calidad, yo te digo que no intentes engañarme, tú me dices que no sabes de qué hablo y luego de algunas amenazas me das las ganzúas que en verdad son buenas – Matt hizo un gesto con la mano como para redondear la idea – Vamos a saltearnos todos esos pasos, muéstrame tu mercancía de verdad ¿Si?
-Que forma de romper con el ambiente – Dijo el vendedor mientras se paraba derecho y dejaba de fingir tener la voz cascada – Creo que la edad está arruinando tu humor.
-Los vendedores que recurren a los estereotipos son los que arruinan mi humor – Respondió Owens mientras le arrojaba el juego de ganzúas “de excelente calidad” que le había dado primero – Aunque no lo parezca soy un hombre ocupado ¿Sabes?
-Pffff, ir tras el trasero de alguna muchacha no cuenta como ocupación, Matthew Owens – No se veía al vendedor ya que estaba buscando la mercancía bajo el puesto.
-Dependiendo de a donde me lleve: Si cuenta como trabajo – El estafador se limpiaba las uñas con su daga mientras charlaban – Tienes poca visión a futuro, por eso morirás vendiendo mercancía en esta pobreza de puesto.
-Siempre es agradable verte, Owens – Le tiro un nuevo kit de ganzúas por la cara, el estafador abrió el paquete y asintió.
-Esto está mucho mejor ¿Ves como cuando quieres puedes trabajar bien? –
-Dame mi dinero y vete –
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OBJETO | AEROS |
Ganzúas | 80 |
Ganzúas | 80 |
TOTAL | 160 |
Matthew Owens
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Re: MERCADO de Aerandir
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Re: MERCADO de Aerandir
Aún en tiempos de conflicto las personas necesitaban comer. Si bien el mercado se encontraba mucho menos atiborrado de gente que en tiempos de paz, quizás por el miedo a que cayera de pronto un ataque sorpresa o más bien porque hasta los propios vendedores preferían acaparar sus cosas por la incertidumbre, aún era posible encontrar cosas.
Demian caminó entre las calles con más libertad que de costumbre, dándose el tiempo de mirar los anuncios de cada tienda (generalmente sólo letreros simples con los precios, al fin y al cabo no muchas personas sabían leer), pero de todas maneras tenía en mente una en particular.
El Buey, le decían, pero el chico jamás había escuchado el fundamento o la historia de por qué llamaban de esa manera al vendedor de artículos de cuero del callejón del fondo la calle Piedragris. No le parecía precisamente alguien grande, ni de contextura gruesa, ni mucho menos tenía cuernos o manchas en la piel de importancia. La verdad es que el chico ni siquiera se interesaba en averiguarlo, sólo sabía que era bueno en lo que hacía y que no era posible encontrar artículos de cuero de mejor calidad a un menor precio en todo Lunargenta.
–Hola Buey.
El hombre le recibió con su tradicional sonrisa, esa en la que sus ojos parecían tristes y risueños al mismo tiempo, vivaces sobre un rostro lampiño.
–Ah, ya pensaba que no ibas a venir.
Demian caminó hasta el mesón y puso su cinturón encima. Los bolsos allí adheridos se encontraban ya bastante lastimados, algunos incluso con cortes, otros con manchas adheridas de manera indeleble. La propia hebilla parecía a punto de salir desprendida en cualquier momento.
–Sí, vengo a buscar lo que te encargué hace una se-s-semana. Una armadura ligera a mi medida, que pase lo más desapercibida po-posible y que permita movimiento libre. Además quiero un nuevo cinturón que sirva para transportar objetos. Quiero que tenga seis bolsillos, de fácil acceso, fáciles de abrir.
El Buey asintió y luego dio una sonora carcajada.
–Ya, ya, no olvido un trabajo, sea de quien sea, incluso si es un niño.
El sujeto entró a una habitación posterior, haciendo un poco de ruido mientras movía algunas cosas. Demian, en tanto, se entretuvo contemplando las armaduras puestas en exposición de una manera ordenada. Algunas eran pomposas, otras más prácticas. Cada una debía costar una buena cantidad, pero bien valían el precio.
Tras unos instantes que parecían eternos el sujeto emergió portando un paquete convenientemente atado con un cáñamo.
–Si quieres puedes probarte las cosas, para que veamos si necesitamos algún ajuste final.
Demian asintió, recibiendo su encargo.
Off:
Quiero comprar los siguientes objetos:
OBJETO | AEROS |
Bolso del Viajero | 300 |
Armadura Ligera superior | 360 |
TOTAL | 660 |
Demian
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Re: MERCADO de Aerandir
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Re: MERCADO de Aerandir
Se adentró en la tienda, había llegado el momento.
- ¡Venimos de compras! – Exclamó la vampiresa en cuanto estuvieron completamente dentro del local. - ¡Preparad el material! – añadió, atrayendo de esta forma la atención del hombre enjuto que, al otro lado del mostrador, sonrió a la muchacha y al hombre que la acompañaba.
Eltrant le devolvió la sonrisa al anciano y se internó aún más en la tienda.
Había sido bastante complicado encontrar un lugar abierto a aquellas horas de la noche, pero lo habían conseguido. Y, a pesar del singular horario que tenía el regente, parecía ser un buen lugar. Las estanterías estaban repletas de armas y armaduras de lo más variadas, todas a precios asequibles, por no hablar del centenar de cosas que también había por todas partes, desde ostentosos ropajes a lo que Eltrant supuso que era una caña de pescar con gravados rúnicos.
Aquella tienda era rara.
- ¿Ves algo que te guste? – Preguntó Eltrant cruzándose de brazos.
- ¡Acabo de entrar, espérate! – Protestó Lyn a la vez que miraba con interés las distintas prendas que había por el lugar. – No todos nos enamoramos de un trozo de metal a primera vista cómo tú. – dijo sonriendo, tocando un largo vestido de color rosa. – Creo que me voy a llevar esto. – Dijo colocándolo en el mostrador, Eltrant puso los ojos en blanco.
El dependiente sonrió.
- Acuérdate de para que estamos aquí. – dijo. Lyn imitó a su acompañante y, también, puso los ojos en blanco.
- Lo sé, lo sé. – dijo volviéndose hacía las armaduras.
Después de lo del Príncipe de Baslodia, del Monte de San Pedro, no podía permitirse que Lyn le acompañase sin nada con lo que protegerse. Le preocupaba, por eso estaba allí, iba a comprarle una armadura.
Aunque no quisiese.
- ¿Qué te parece esta? – La vampiresa tomó la coraza de cuero de la pared y se la colocó sobre su cuerpo. - ¿Me hace las caderas anchas? – Preguntó a continuación. Eltrant suspiró.
- Lyn… -
- Eres un soso. – Respondió la ojiazul sacándole la lengua, depositando de nuevo la armadura dónde había estado hacía un momento. - ¿Y esta? – Preguntó tomando otra. – Esta me gusta. – dijo girándola en sus manos, observando atentamente todas costuras que tenía el cuero.
- Excelente elección, señorita. – dijo el hombre desde el mostrador. – Yo mismo he fabricado esa pieza. – Aseguró. – Una calidad inigualable, y permite moverse sin restricciones. – Afirmó mirando la pesada armadura que vestía Eltrant, era evidente lo que quería decir. – Además, viene con una capa de regalo. – Lyn asentía conforme con cada cosa que el hombre decía, incluso cuando dijo el precio.
Parecía estar convencida, le bastaba.
- Muy bien. – Eltrant le quitó la coraza a Lyn de entre las manos y la dejó sobre la mesa que estaba frente al dueño de la tienda. – Ahora lo otro. – Lyn, cruzada de brazos, torció el gesto.
- ¿Es necesario? ¿De verdad? – El exmercenario asintió con suavidad, Lyn no dijo nada y tras respirar profundamente, comenzó a curiosear las distintas armas que había por el lugar.
Al cabo de unos minutos volvió con lo que parecía ser una daga entre sus manos.
Eltrant enarcó una ceja y, tras aceptar el arma que llevaba Lyn, la extrajo de su pequeña vaina. Parecía de buena calidad, ligera y fácil de esconder, el diseño de la hoja era evidentemente elfico. Justo lo que tenía en mente para su amiga.
- ¿Te gusta? – Lyn se quedó en silencio unos segundos, al final, se encogió de hombros.
- Es bonita. – dijo sencillamente.
- Perfecto. – se giró hacía el dueño. – Nos lo llevamos todo. -
- ¡Venimos de compras! – Exclamó la vampiresa en cuanto estuvieron completamente dentro del local. - ¡Preparad el material! – añadió, atrayendo de esta forma la atención del hombre enjuto que, al otro lado del mostrador, sonrió a la muchacha y al hombre que la acompañaba.
Eltrant le devolvió la sonrisa al anciano y se internó aún más en la tienda.
Había sido bastante complicado encontrar un lugar abierto a aquellas horas de la noche, pero lo habían conseguido. Y, a pesar del singular horario que tenía el regente, parecía ser un buen lugar. Las estanterías estaban repletas de armas y armaduras de lo más variadas, todas a precios asequibles, por no hablar del centenar de cosas que también había por todas partes, desde ostentosos ropajes a lo que Eltrant supuso que era una caña de pescar con gravados rúnicos.
Aquella tienda era rara.
- ¿Ves algo que te guste? – Preguntó Eltrant cruzándose de brazos.
- ¡Acabo de entrar, espérate! – Protestó Lyn a la vez que miraba con interés las distintas prendas que había por el lugar. – No todos nos enamoramos de un trozo de metal a primera vista cómo tú. – dijo sonriendo, tocando un largo vestido de color rosa. – Creo que me voy a llevar esto. – Dijo colocándolo en el mostrador, Eltrant puso los ojos en blanco.
El dependiente sonrió.
- Acuérdate de para que estamos aquí. – dijo. Lyn imitó a su acompañante y, también, puso los ojos en blanco.
- Lo sé, lo sé. – dijo volviéndose hacía las armaduras.
Después de lo del Príncipe de Baslodia, del Monte de San Pedro, no podía permitirse que Lyn le acompañase sin nada con lo que protegerse. Le preocupaba, por eso estaba allí, iba a comprarle una armadura.
Aunque no quisiese.
- ¿Qué te parece esta? – La vampiresa tomó la coraza de cuero de la pared y se la colocó sobre su cuerpo. - ¿Me hace las caderas anchas? – Preguntó a continuación. Eltrant suspiró.
- Lyn… -
- Eres un soso. – Respondió la ojiazul sacándole la lengua, depositando de nuevo la armadura dónde había estado hacía un momento. - ¿Y esta? – Preguntó tomando otra. – Esta me gusta. – dijo girándola en sus manos, observando atentamente todas costuras que tenía el cuero.
- Excelente elección, señorita. – dijo el hombre desde el mostrador. – Yo mismo he fabricado esa pieza. – Aseguró. – Una calidad inigualable, y permite moverse sin restricciones. – Afirmó mirando la pesada armadura que vestía Eltrant, era evidente lo que quería decir. – Además, viene con una capa de regalo. – Lyn asentía conforme con cada cosa que el hombre decía, incluso cuando dijo el precio.
Parecía estar convencida, le bastaba.
- Muy bien. – Eltrant le quitó la coraza a Lyn de entre las manos y la dejó sobre la mesa que estaba frente al dueño de la tienda. – Ahora lo otro. – Lyn, cruzada de brazos, torció el gesto.
- ¿Es necesario? ¿De verdad? – El exmercenario asintió con suavidad, Lyn no dijo nada y tras respirar profundamente, comenzó a curiosear las distintas armas que había por el lugar.
Al cabo de unos minutos volvió con lo que parecía ser una daga entre sus manos.
Eltrant enarcó una ceja y, tras aceptar el arma que llevaba Lyn, la extrajo de su pequeña vaina. Parecía de buena calidad, ligera y fácil de esconder, el diseño de la hoja era evidentemente elfico. Justo lo que tenía en mente para su amiga.
- ¿Te gusta? – Lyn se quedó en silencio unos segundos, al final, se encogió de hombros.
- Es bonita. – dijo sencillamente.
- Perfecto. – se giró hacía el dueño. – Nos lo llevamos todo. -
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OBJETO | AEROS |
Armadura Ligera superior | 360 |
Ropa Común superior | 100 |
Arma Corta superior | 180 |
TOTAL | 640 |
- Daga:
- Armadura Ligera:
Eltrant Tale
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Re: MERCADO de Aerandir
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Re: MERCADO de Aerandir
Entré a la tienda con cierto escepticismo. Ya hacía bastante tiempo que no utilizaba mis propios aeros, bue… hacía tiempo que había dejado de vivir como una persona que se adhiere a las reglas de la comunidad. Dar el primer paso y escuchar esa campana a la vez conocida, a la vez desconocida fue un momento casi de emoción. Olfatee el ambiente, todo lo más normal de la historia, a la vez, lo más interesante del mundo para mí en esos momentos. Sonreí de lado, di otro paso y cerré la puerta antes de llamar la atención por mi comportamiento extraño. Estaba un poco loquita sí, pero prefería ser catalogada de excéntrica a comenzar la caza temprana del licántropo fuera de temporada.
Me acerqué al mostrador Quiero una armadura, y… mmm me mordí el labio y leí rápidamente la lista de pociones y artilugios. Esa tienda tenía cuches de los que nunca había oído hablar. La dependienta se aclaró la garganta, levanté la vista un segundo para conectar mi mirada ácida con sus ojos aburridos. A juzgar por su respuesta entendió la indirecta de darme un momento más. Entrecerré los ojos mirando fijamente el papel e hice sonar mi legua contra el paladar. Encanteme con Pudor la armadura. También quiero un antídoto acelerador y un toque de Mana especial. . Puse un saco de aeros sobre el mostrador. Hacía años que venía ahorrando para mi taberna. Una taberna que nunca abriría. Era hora de empezar a gastar esas pesadas monedas en cosas productivas.
En el entretiempo del servicio jugué con la idea de que en el futuro probablemente habrán armaduras contra brujos. En ese momento sería la primera en comprar una de esas. Sería capaz de vender la mitad de mi cuerpo con tal de tener un repelente lo suficientemente fuerte como para que esa expresión de satisfacción perpetua de sus rostros se viera irritada aunque sea por un momento. Jejeje.
Me acerqué al mostrador Quiero una armadura, y… mmm me mordí el labio y leí rápidamente la lista de pociones y artilugios. Esa tienda tenía cuches de los que nunca había oído hablar. La dependienta se aclaró la garganta, levanté la vista un segundo para conectar mi mirada ácida con sus ojos aburridos. A juzgar por su respuesta entendió la indirecta de darme un momento más. Entrecerré los ojos mirando fijamente el papel e hice sonar mi legua contra el paladar. Encanteme con Pudor la armadura. También quiero un antídoto acelerador y un toque de Mana especial. . Puse un saco de aeros sobre el mostrador. Hacía años que venía ahorrando para mi taberna. Una taberna que nunca abriría. Era hora de empezar a gastar esas pesadas monedas en cosas productivas.
En el entretiempo del servicio jugué con la idea de que en el futuro probablemente habrán armaduras contra brujos. En ese momento sería la primera en comprar una de esas. Sería capaz de vender la mitad de mi cuerpo con tal de tener un repelente lo suficientemente fuerte como para que esa expresión de satisfacción perpetua de sus rostros se viera irritada aunque sea por un momento. Jejeje.
OBJETO | AEROS |
Armadura Media superior | 480 |
Pudor | 80 |
Antídoto Acelerador | 240 |
Toque de Mana especial | 120 |
TOTAL | 920 |
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Re: MERCADO de Aerandir
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Re: MERCADO de Aerandir
Una figura cubierta de ropajes entro en el mercado. Usualmente asociado con alguien que quería pasar desapercibido, la capa gris de cuerpo entero y el pañuelo de tela cubriendo la boca lo hacían destacar horriblemente en el sol del mediodía. Pero Geralt no estaba intentando pasar desapercibido, sino intentando no desatar una oleada de muerte y plaga sobre la zona, cosa, a su parecer, considerablemente más importante que si lo veían o no, y los esporádicos e involuntarios ataques de tos que iba dejando de manera intermitente aseguraban que nadie se acercara demasiado a él, cosa que ya le iba bien.
Pero notaba sus fuerzas volviendo, como podían atestiguar sus dos lobos, que habían asumido sin que nadie se lo dijera la función de guardianes, y vigilaban con un fervor inusual a todo aquel que se acercara a su amo. En unos días ya habría pateado a esa maldita plaga, lo que implicaba que podría volver a explotar cosas como si nada, cosa que le iba de perlas. Primero paseo por el mercado, echándole una ojeada, comparando precios, hasta decidirse por un fornido pero bajito herrero con bigote. Necesitaba armas y armaduras. Técnicamente ya tenía, pero su espada había visto tiempos mejores, así que necesitaba algo mejor. Se planteó por unos instantes pedirle al tipo que forjara ese mineral raro que había conseguido años antes, pero se lo pensó mejor, esa espada que estaba probando era mejor a la que ya tenía, así que no hacía falta, de momento, esperaría a encontrar alguien que pudiera hacer algo espectacular con ello. También añadió cuchillos a su “cesta de la compra”, y aunque había visitado a un curtidor para su anterior armadura, ese cacho de piel no lo había protegido demasiado ahora que se acordaba, así que ojeo las armaduras de placas fingiendo ojo experto hasta finalmente decidirse por una media.
No tenía ni idea si se suponía que tenía que tomarle las medidas o algo así, pero no iba a arriesgar a ese pobre hombre, así que por algo había traído la vieja. Hizo un cálculo rápido, chasqueando la lengua ante el precio, pero no tardó en darse cuenta de que había pedido lo mejor de la tienda, así que se limitó a suspirar y dejó las monedas ante el hombre, con cuidado de no tocarle la mano a pesar de llevar guantes, nunca se sabía.
Dioses, se moría de ganas de hacer explotar algo.
Pero notaba sus fuerzas volviendo, como podían atestiguar sus dos lobos, que habían asumido sin que nadie se lo dijera la función de guardianes, y vigilaban con un fervor inusual a todo aquel que se acercara a su amo. En unos días ya habría pateado a esa maldita plaga, lo que implicaba que podría volver a explotar cosas como si nada, cosa que le iba de perlas. Primero paseo por el mercado, echándole una ojeada, comparando precios, hasta decidirse por un fornido pero bajito herrero con bigote. Necesitaba armas y armaduras. Técnicamente ya tenía, pero su espada había visto tiempos mejores, así que necesitaba algo mejor. Se planteó por unos instantes pedirle al tipo que forjara ese mineral raro que había conseguido años antes, pero se lo pensó mejor, esa espada que estaba probando era mejor a la que ya tenía, así que no hacía falta, de momento, esperaría a encontrar alguien que pudiera hacer algo espectacular con ello. También añadió cuchillos a su “cesta de la compra”, y aunque había visitado a un curtidor para su anterior armadura, ese cacho de piel no lo había protegido demasiado ahora que se acordaba, así que ojeo las armaduras de placas fingiendo ojo experto hasta finalmente decidirse por una media.
No tenía ni idea si se suponía que tenía que tomarle las medidas o algo así, pero no iba a arriesgar a ese pobre hombre, así que por algo había traído la vieja. Hizo un cálculo rápido, chasqueando la lengua ante el precio, pero no tardó en darse cuenta de que había pedido lo mejor de la tienda, así que se limitó a suspirar y dejó las monedas ante el hombre, con cuidado de no tocarle la mano a pesar de llevar guantes, nunca se sabía.
Dioses, se moría de ganas de hacer explotar algo.
OBJETO | AEROS |
Armas de una mano | 240 |
Armas Cortas | 180 |
Armadura Media | 480 |
TOTAL | 900 |
Geralt
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Re: MERCADO de Aerandir
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Re: MERCADO de Aerandir
-Parece que... la gente está reconstruyendo de verdad.-
Los vampiros habían desaparecido. El año de su dominio en Lunargenta y los meses de guerra habían pasado factura por las calles de la ciudad. Y, si bien la victoria había devuelto los ánimos a mucha gente, no parecía la ciudad en la que había vivido durante tanto tiempo.
-Necesitaremos provisiones. Tenemos que estar preparados.- dije, simplemente. Aquel ya no era mi lugar. Suspiré, algo resentido. Tenía que ir al Norte, después de todo. Esperaba que Dundarak hubiese tenido tiempo suficiente para recuperarse. Si estaba en las mismas condiciones, aquello podía volverse deprimente.
-No hay prisa. Aún tenemos tiempo para hacer lo que haga falta.- me recordó el felino. Me miró fijamente, leyendo mi expresión. Llevé la mano a la corona, quitándomela de la cabeza y sosteniéndola frente a mi pecho. La sensación no desapareció.
Syl posó una mano sobre mi hombro. Le abracé, respirando hondo. La carga se hizo algo más ligera. Tras unos segundos, me separé de él y volví a colocar el artefacto entre mis orejas.
-Provisiones. Vamos.- dije, recuperando mi fuerza. Mi compañero sonrió disimuladamente y me siguió.
-Creo que nos vendría bien ropa nueva. Y bolsas. También herramientas que vayamos a necesitar.- sugirió.
-No creo la ropa de aquí nos sirva tan bien contra el frío. En Dundarak encontraremos algo mejor. La mayoría de herramientas deben estar vendidas o en uso.- repliqué, rascándome el pelaje de mi cuello. -Así que... bolsas.-
Durante aquella infiltración con Demian, le dimos uso a un contenedor bastante único. Quizás sería posible encontrar algo similar. Nadie tenía pensado abandonar la ciudad justo después de la guerra (salvo, claro está, los vampiros,) por lo que quizás podríamos encontrar algo decente a buen precio.
Nos llevó un buen rato encontrar el lugar, pero finalmente llegamos a una curtiduria reputable.
-Oh, hola. ¿En que puedo servirles?- preguntó un hombre de mediana edad tras el mostrador. Espíritus, el olor de aquel lugar... Mejor terminar con aquello cuanto antes.
-Estoy buscando una bolsa. Resistente, que pueda atar al cinturón. Más grande por dentro que por fuera. ¿Tienes cosas encantadas?- pregunté, mirándole a los ojos. El tipo tardó un segundo en procesar lo que estaba pidiendo.
-Ah... si. Suelen ser hechos a encargo, pero... la verdad es que tengo algo similar. Alguien que quería huir de la ciudad hace unos meses... al final tuvo que irse antes de recogerlo. O eso quiero creer.- admitió. -Puedo ir a buscarlo, o podeis hacer un encargo a medida.- Mi respuesta fue casi inmediata.
-Muestramelo.-
Examiné el objeto con cuidado. Buena calidad. Ni con mis garras podía arañarlo facilmente. Metí la mano en el interior. Había espacio suficiente para un buen número de herramientas, y varios bolsillos internos para frascos. Sería útil, sin duda.
No tardé en finalizar la transacción. Había sido caro, pero tenía la sensación de que me serviría durante mucho tiempo.
Los vampiros habían desaparecido. El año de su dominio en Lunargenta y los meses de guerra habían pasado factura por las calles de la ciudad. Y, si bien la victoria había devuelto los ánimos a mucha gente, no parecía la ciudad en la que había vivido durante tanto tiempo.
-Necesitaremos provisiones. Tenemos que estar preparados.- dije, simplemente. Aquel ya no era mi lugar. Suspiré, algo resentido. Tenía que ir al Norte, después de todo. Esperaba que Dundarak hubiese tenido tiempo suficiente para recuperarse. Si estaba en las mismas condiciones, aquello podía volverse deprimente.
-No hay prisa. Aún tenemos tiempo para hacer lo que haga falta.- me recordó el felino. Me miró fijamente, leyendo mi expresión. Llevé la mano a la corona, quitándomela de la cabeza y sosteniéndola frente a mi pecho. La sensación no desapareció.
Syl posó una mano sobre mi hombro. Le abracé, respirando hondo. La carga se hizo algo más ligera. Tras unos segundos, me separé de él y volví a colocar el artefacto entre mis orejas.
-Provisiones. Vamos.- dije, recuperando mi fuerza. Mi compañero sonrió disimuladamente y me siguió.
-Creo que nos vendría bien ropa nueva. Y bolsas. También herramientas que vayamos a necesitar.- sugirió.
-No creo la ropa de aquí nos sirva tan bien contra el frío. En Dundarak encontraremos algo mejor. La mayoría de herramientas deben estar vendidas o en uso.- repliqué, rascándome el pelaje de mi cuello. -Así que... bolsas.-
Durante aquella infiltración con Demian, le dimos uso a un contenedor bastante único. Quizás sería posible encontrar algo similar. Nadie tenía pensado abandonar la ciudad justo después de la guerra (salvo, claro está, los vampiros,) por lo que quizás podríamos encontrar algo decente a buen precio.
Nos llevó un buen rato encontrar el lugar, pero finalmente llegamos a una curtiduria reputable.
-Oh, hola. ¿En que puedo servirles?- preguntó un hombre de mediana edad tras el mostrador. Espíritus, el olor de aquel lugar... Mejor terminar con aquello cuanto antes.
-Estoy buscando una bolsa. Resistente, que pueda atar al cinturón. Más grande por dentro que por fuera. ¿Tienes cosas encantadas?- pregunté, mirándole a los ojos. El tipo tardó un segundo en procesar lo que estaba pidiendo.
-Ah... si. Suelen ser hechos a encargo, pero... la verdad es que tengo algo similar. Alguien que quería huir de la ciudad hace unos meses... al final tuvo que irse antes de recogerlo. O eso quiero creer.- admitió. -Puedo ir a buscarlo, o podeis hacer un encargo a medida.- Mi respuesta fue casi inmediata.
-Muestramelo.-
. . .
Examiné el objeto con cuidado. Buena calidad. Ni con mis garras podía arañarlo facilmente. Metí la mano en el interior. Había espacio suficiente para un buen número de herramientas, y varios bolsillos internos para frascos. Sería útil, sin duda.
No tardé en finalizar la transacción. Había sido caro, pero tenía la sensación de que me serviría durante mucho tiempo.
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OBJETO | AEROS |
Bolso del Viajero | 300 |
TOTAL | 300 |
Asher Daregan
Aerandiano de honor
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Re: MERCADO de Aerandir
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Ansur
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