MERCADO de Aerandir

A unos metros de distancia de las figuras dispares de Caoimhe y Hugo, el mercado parecía encontrarse en el punto álgido de aquella noche en cuestión. La oscuridad del cielo encapotado no era un impedimento para las tareas diarias de los comerciantes que aquí y allá intentaban tentar a los viandantes con sus objetos, nuevas recetas y materiales específicos.


Tras horas entre aquellas callejuelas Hugo había comenzado a diferenciar a aquellos que iban al lugar con un objetivo en concreto y a los que por el contrario tan solo deambulaban en busca de un botín digno a los aeros que cargaban en sus bolsas. Por supuesto el hombre tigre pertenecía a la última clase, y aquí y allá se entretenía con objetos inespecificos esperando un signo de asentimiento de su señora que confirmase que quizás aquello era una buena inversión. No hace falta decir, por supuesto que hubo pocos de aquellos gestos.

Para cuando la noche estuvo lo suficientemente entrada como para que Hugo hubiese perdido la mayor parte de su exaltación inicial, éste comenzó a entender que de hecho, lejos de deambular por placer alrededor de aquel lugar, Caoimhe parecía haber acudido al mercado con un objetivo específico y claro.

Había declinado el ofrecimiento de varios objetos peculiares. Dado la espalda a lo que Hugo consideró una buena oferta por un cambio de look parcial. Obvió la cantidad inmensa de espadas de calidad media con joyas incrustadas... y para cuando pasó la de largo por el stan de aquellos objetos de alquimia que sabía habían interesado en alguna ocasión a su amiga, Hugo comenzó a sospechar que la vampiresa, una vez más había puesto sus estándares muy altos y que iban a salir de aquel lugar con las manos vacías.

-¿No me dijiste que no habías venido a mirar?- dijo el hombre observando como la chica dejaba a un lado varios objetos de metal que él mismo tomó en las suyas con curiosidad.

-Y no he venido a eso...- dijo ella, su tono denotando una cierta molesta que indicaba que de hecho comenzaba también a impacientarse.- Tan solo... ¿Cómo esperan que confie en alguien lo suficiente como para que nos construya una casa si la agudeza en los detalles en objetos pequeños y que repiten hasta la saciedad deja tanto que desear...?- añadió apartando a un lado otro objeto.

-¿No es que habías hablado con alguien en particular que te ofreció una leve idea de...?- comenzó a decir Hugo.

La voz de Caoimhe no denotaba molestia, pero Hugo decidió apartarse un poco porque conocía lo suficientemente a la chica como para entender que necesitaba un respiro.



                                                                     

-¿... y dices que nos la construye en el lugar exacto y que puede comenzar en breve?- preguntó Hugo, su gesto afable y contento portaba un sinfín de objetos pequeños y prácticamente inútiles que había atesorado durante su tiempo caminando por el mercado solo.

-Ajá...- dijo la vampiresa algo más relajada- No estoy muy segura de si ese pobre hombre entiende las implicaciones del trato que acaba de firmar... Tampoco si tiene consciencia del nivel de detalle que requiero en mi hogar. Pero me gustó la robustez de sus creaciones. Me parece que tiene buena tecnica en el tallaje de figuras y sus materiales parecen de una calidad bastante avanzada....


Para aquel momento, ambos habían alcanzado una zona menos populada y más cercana al puerto donde la mayoría de comercios comenzaba a transformarse en tabernas y lugares destinados al ocio.

-Ah pues...¿Estás contenta, entonces?- dijo Hugo caminando frente a ella, sus pasos haciendo que el metal que cargaba traquetease un poco- Digo... lo contenta que puedes estar siendo... tú y dadas las circunstancias- añadió el hombre tigre- Se que no has encontrado exactamente lo que buscabas pero estoy seguro de que con tu guía ese pobre hombre- que por otra parte no sabe donde se ha metido- hará un buen trabajo y...-

Hugo esperó un golpe seco por parte de su amiga que indicase que estaba molesta por insinuar que era difícil de complacer. El acto sin embargo nunca llegó y esto lo hizo girarse componiendo un gesto sorprendido.

Encontró a Caoimhe mirando a la nada que suponía el puerto frente a ellos. En una primer instancia Hugo siguió su mirada sin entender qué era exactamente lo que causaba tal ensoñación en los ojos de la chica. Cuando finalmente entendió aquello en lo que Caoimhe había depositado su interés abrió mucho los ojos incrédulo.

-Creo que acabo de encontrarlo...- dijo la chica dirigiéndose al lugar particular donde se ofertaban los barcos.

Hugo sacudió la cabeza, incrédulo, pero la siguió.

- Y así, niños, fue como el rayo veloz, logró salvar la granja...

Ahí estaba yo, a lo lejos, escuchando el relato de aquel cuenta cuentos dejando que la imaginación volara. Habían sucedido tantas cosas, que difícilmente pude permitirme un tiempo solo para mí, para imaginar, para distraerme.

- El Rayo veloz... - pensé en voz alta, suspirando. - Sería divertido si pudiera correr rápido sin tener que tener agua bajo los pies. -

- Oh pero sí que puedes- Dijo la voz a mi espalda que me hizo gritar del susto.

-¡Galatea! - Apreté todo lo visible y lo que no.

- ¿Qué? Vine a decirte que ya acabo el descanso, querida. - Señaló su tienda.- Además necesito de esos diseños nuevos que me dijiste de monos dorados y cositas brillantes, seguro se venderán como pan caliente.

- ¿Y qué decías de correr más rápido?

- Ah eso, hay materiales de criaturas mágicas que lo permiten, te escribiré los detalles si me ayudas con la tienda un rato. - Sonrió con picardía, aquella elfa tenía sus momentos, o tal vez ya estaba pasando demasiado tiempo conmigo.

- Este trueque no me gusta, me interesa.

- Además, ya que estoy de buenas y me dijiste que vendiste un par de capas voladoras, tengo algo para ti, o bueno para las dulces almas que acuden a ti.

- Tu de verdad que saliste de un bosque encantado lleno de buenos deseos y unicornios.

- Pues para que sepas... jamás he visto uno.

- Andando... te ayudaré en la tienda. - Reí mientras la empujaba por la espalda.

Aquel día fue tranquilo, y la verdad, lo apreciaba, eran los que más agradecía. Para cuando llegó la noche, Meleis estaba afuera con Bomull y Pablo el palomejo.

- Tu ternurita de hermanito está afuera. - Llevaba un par de pergaminos en la mano -

- En seguida salgo, estaba remendando unas cosas que tenías allá.

- Aaaaw eres una cosita tan dulce. Ten. Está todo lo que necesitas, ya sabes que si te marchas estoy a un cuervo de distancia.

- Lo aprecio mucho, Galatea, tal vez salga en estos días hacia el Norte, debo atender unos asuntos.

- Pues no dejes de enviarme cartas.

- Sabes eso no pasará. - Con una sonrisa, en paz con el mundo, y un par de pergaminos a los que podría sacarle provecho luego de practicar mucho, me fui de su tienda.

- ¿Día pesado? - Preguntó mi hermano una vez estaba con él.

- Para nada, además tengo cositas nuevas. Mañana iremos a buscar los materiales y de ahí podemos preparar todo para el norte.

- ¿En serio quieres hacer esto?

- Tenemos que limpiar tu nombre ¿no? Además, creo que es tiempo que ambos tengamos un reencuentro familiar.  

Consideraba que ya estaba al nivel de los más grandes. Podría competir con el mismísimo Corvo, exlíder de la unidad de tecnología del reino de Lunargenta. Incluso también me podría comparar con el Loco Dio, un genio incomprendido. Sin duda estaba en el percentil de habilidad más elevado, pocos estarían a mi nivel, un maestro de ingeniería.

Sin embargo, no estaba conforme con estar entre los mejores. Dentro de mis ambiciones apuntaba aún más alto, tenía que ser el mejor. Aun en sueños veía la imagen difusa de aquel terrestre que había observado durante las visiones en el mundo de espejos. Sus "robots" y todos aquellos artefactos y artilugios mecánicos impulsados por lo que parecían ser complejos sistemas eléctricos y de cosas que ni siquiera yo entendía, pero tenia certeza de que no era simple magia. Sabía con seguridad que esas imágenes eran reales y aquella tecnología era posible. Yo tenía que lograrlo, superar a todos, incluso a aquel invasor futurista.

Debía ir más allá, tenía ideas nuevas, pero incluso así mis expectativas no tenían límites. Tenía que continuar ya sin guías, autodidacta, experimentando para superar todo lo conocido. La estructura de mi mentor Corvo y la creatividad del desquiciado Diógenes. Esas bases, combinado con mi firma de sangre y mi aspiración desmedida solo presagiaba que Aerandir vería un cambio importante en el campo de la ingeniería, un futuro brillante patrocinado por el Lucero del Alba.

Talos y Tesla me daban ideas interesantes, quizás un ayudante para mi taller podría ser una creación curiosa. Llevaría tiempo, pero al final de cuentas no siempre podía atender los pedidos en el Lucero. Tenía que ponerme a trabajar en mis nuevos proyectos.