La Canción del profeta de la diversión [Megaevento: Historial del juglar]
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La Canción del profeta de la diversión [Megaevento: Historial del juglar]
Con una jarra de cerveza sin fondo, un hombrecillo con mal aspecto, clamaba a gritos el derecho a beber y a divertirse por todo lo que veía. Al parecer ese era el credo de los borrachos. Todos ellos eran iguales: unos alborotadores e irrespetuosos que poco o nada apreciaban al prójimo. Hans veía al hombrecillo de mal aspecto con asco a la vez que con pena y vergüenza ajena. El hombrecillo se había subido encima de un cubo de basura y simulaba estar bebiéndoselo como si fuera un enorme barril de cerveza. Imposible no sentir pena por él. Imposible no repugnarse por lo que hacía.
Hans giró la cabeza hacia otro lado. No quería saber nada del hombrecillo de mal aspecto. La mezcla de sensaciones que le causaba verlo era muy desagradable. Contra menos lo viera mejor. Hans comenzó a caminar hacia ningún lado, lejos del hombrecillo, eso sí.
Por desgracia, él le vio. Dejó de simular estar bebiendo del cubo de basura y fue corriendo hacia Hans antes de que le diera esquinazo. Paso su delgado y sucio brazo, a través del hombro de Hans. Le ofreció un trago de su jarra de cerveza sin fondo. Hans, con un gesto muy educado con la mano, lo rechazó inmediatamente. El hombrecillo, con una fuerza impropia de alguien de su tamaño, cogió a Hans del cuello y le hizo tragar del alcohol de la cerveza sin fondo.
Hans bebió. ¡Joder si bebió! Bebió, bebió y volvió a beber. Cuando la jarra de cerveza sin fondo dejó de acariciar sus labios. Fue en busca de más cosas para beber. ¡Quería beber! Entro en tabernas. Las arrasó. Las dejó completamente secas. Bebió cerveza, ron, whisky, ginebra y de los cubos de basura. ¡JODER SI BEBIÓ!
La vida era muy corta para pasarla estando aburrido. Había que divertirse con todo y con todos. Solo así, el letargo de la vida se pasaba mejor. Solo así se conseguía vivir de verdad. Eso era divertido.
Menos mal que estaba él para enseñar a los ciudadanos a vivir. En cuanto tomaban un pequeño sorbo de su jarra de cerveza infinita se divertían. ¡Por fin se divertían! Se quitaban los pantalones, se desgarraban la camisa y corrían en calzones para divertirse como tenía que ser. ¡Muy divertido!
¿Y las damas? Oh, las damas. Ellas eran de sus preferidas. Siempre remilgadas y siempre elegantes, siempre rectas y siempre correctas. Pero, cuando probaban de su cerveza se soltaban la melena y se divertían igual o más de lo que los hombres lo hacían.
Él se definía como un salvador. Como predicador de la vida y la diversión. Un auténtico profeta que tenía la salvación para el aburrimiento de Aerandir.
Gracias a él y a su jarra de cerveza sin fondo, más de la mitad de la ciudad estaba divirtiéndose. ¡Divirtiéndose de verdad!
* Ashryn Elaynor: Lunargenta es un caos, tú estás en medio de ese caos y tienes que detenerlo. Debo señalar que no me importa cómo has llegado a Lunargenta, aunque si deseas explicarlo, estás en tu derecho. Yo, por mi parte, no voy a ser estricto con la cronología de tu personaje. Tu deber, en este evento. Es devolver el al hombrecillo borracho que se hace llamar “profeta” a su canción. Para ello necesitarás tres cosas: la jarra que te ofrecí, cerveza de la que lleva el hombrecillo y un misterio. El misterio se te revelará en el siguiente turno. En éste, deberás coger los dos primeros objetos. Tienes total libertad a la hora de controlar al hombrecillo y a los demás borrachos, además de describir el lugar y la forma en que consigues los dos primeros objetos necesarios para devolver al hombrecillo a su canción. Una última cosa: Los actos de los borrachos malditos por la bebida del hombrecillo son impredecibles; ten cuidado con ellos. Es posible que en el siguiente turno tengan algo que decirte o qué hacerte. Recuerda que tu objetivo es privarles de aquello que desean.
Hans giró la cabeza hacia otro lado. No quería saber nada del hombrecillo de mal aspecto. La mezcla de sensaciones que le causaba verlo era muy desagradable. Contra menos lo viera mejor. Hans comenzó a caminar hacia ningún lado, lejos del hombrecillo, eso sí.
Por desgracia, él le vio. Dejó de simular estar bebiendo del cubo de basura y fue corriendo hacia Hans antes de que le diera esquinazo. Paso su delgado y sucio brazo, a través del hombro de Hans. Le ofreció un trago de su jarra de cerveza sin fondo. Hans, con un gesto muy educado con la mano, lo rechazó inmediatamente. El hombrecillo, con una fuerza impropia de alguien de su tamaño, cogió a Hans del cuello y le hizo tragar del alcohol de la cerveza sin fondo.
Hans bebió. ¡Joder si bebió! Bebió, bebió y volvió a beber. Cuando la jarra de cerveza sin fondo dejó de acariciar sus labios. Fue en busca de más cosas para beber. ¡Quería beber! Entro en tabernas. Las arrasó. Las dejó completamente secas. Bebió cerveza, ron, whisky, ginebra y de los cubos de basura. ¡JODER SI BEBIÓ!
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La vida era muy corta para pasarla estando aburrido. Había que divertirse con todo y con todos. Solo así, el letargo de la vida se pasaba mejor. Solo así se conseguía vivir de verdad. Eso era divertido.
Menos mal que estaba él para enseñar a los ciudadanos a vivir. En cuanto tomaban un pequeño sorbo de su jarra de cerveza infinita se divertían. ¡Por fin se divertían! Se quitaban los pantalones, se desgarraban la camisa y corrían en calzones para divertirse como tenía que ser. ¡Muy divertido!
¿Y las damas? Oh, las damas. Ellas eran de sus preferidas. Siempre remilgadas y siempre elegantes, siempre rectas y siempre correctas. Pero, cuando probaban de su cerveza se soltaban la melena y se divertían igual o más de lo que los hombres lo hacían.
Él se definía como un salvador. Como predicador de la vida y la diversión. Un auténtico profeta que tenía la salvación para el aburrimiento de Aerandir.
Gracias a él y a su jarra de cerveza sin fondo, más de la mitad de la ciudad estaba divirtiéndose. ¡Divirtiéndose de verdad!
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ESTROFA: Canción ven-go
Ven y pega un trago
Todavía no es tarde
En mano del alcohol quedaste
RESPUESTA: Canción ven-ocho
Cerveza, whisky o ron
Bebe, disfruta y divierte
Porque en manos del alcohol quedaste.
Ven y pega un trago
Todavía no es tarde
En mano del alcohol quedaste
RESPUESTA: Canción ven-ocho
Cerveza, whisky o ron
Bebe, disfruta y divierte
Porque en manos del alcohol quedaste.
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* Ashryn Elaynor: Lunargenta es un caos, tú estás en medio de ese caos y tienes que detenerlo. Debo señalar que no me importa cómo has llegado a Lunargenta, aunque si deseas explicarlo, estás en tu derecho. Yo, por mi parte, no voy a ser estricto con la cronología de tu personaje. Tu deber, en este evento. Es devolver el al hombrecillo borracho que se hace llamar “profeta” a su canción. Para ello necesitarás tres cosas: la jarra que te ofrecí, cerveza de la que lleva el hombrecillo y un misterio. El misterio se te revelará en el siguiente turno. En éste, deberás coger los dos primeros objetos. Tienes total libertad a la hora de controlar al hombrecillo y a los demás borrachos, además de describir el lugar y la forma en que consigues los dos primeros objetos necesarios para devolver al hombrecillo a su canción. Una última cosa: Los actos de los borrachos malditos por la bebida del hombrecillo son impredecibles; ten cuidado con ellos. Es posible que en el siguiente turno tengan algo que decirte o qué hacerte. Recuerda que tu objetivo es privarles de aquello que desean.
Sigel
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Re: La Canción del profeta de la diversión [Megaevento: Historial del juglar]
Todo el mundo tiene un sueño ideal, algunos son afables, otros son un tanto descabellados, pero todos tenían algo en común: eran especiales para su propietario, y para la elfa no era la excepción. Claro que en esos momentos su más grande anhelo era dormir, no importaba donde o como, solamente quería dormir hasta el año siguiente. Llevaba 2 semanas con el turno nocturno en el hospital de Lunargenta y como era de esperarse estaba exhausta; tanto que inclusive arrastraba los pies al caminar. Sus rondas habían terminado y por fin caminaba de regreso a su hogar, cuando al pasar por la taberna más popular de la urbe escuchó extraños ruidos que captaron su atención. ‘‘El patito modosito’’ era un bar bastante concurrido, lleno de hombres extraños y curiosamente aterradores, donde siempre sucedían peleas y accidentes, muchos de ellos ya habían terminado en su consultorio con algunas heridas y laceraciones, así que no le sorprendería que ahí dentro se celebrase una masacre.
Hizo un esfuerzo por ignorar a su medica interior y así seguir su camino, pero al final terminó adentrándose al lugar, dispuesta a atender a cualquier idiota que necesitara atención. Ojalá no hubiese entrado a la taberna, pues lo que se encontró bastó para quitarle el sueño por los siguientes cien años. Un extraño hombrecillo vestido solo con un paño cubriendo su hombría y unas curiosas alas en la espalda; además, llevaba en su mano un extraño tarro de cerveza e incitaba a un ambiente de diversión y bebidas desenfrenadas, logrando que todos los presentes se dejaran llevar por sus palabras. Por todas partes volaron distintas prendas de ropa. Ashryn se aferró a su mochila, cuando un percudido, sucio y oloroso calzoncillo cayó en su cabeza. Ese fue el límite de su paciencia. Retiró el asqueroso ajuar que osaba invadir a su pulcra persona y se adentró aún más en el bar. ¡Incluso había un hombre con un garfio! ¿Qué clase de cloaca era ese lugar? La verdad, a esas alturas poco le importaba la respuesta.
— ¡Deténganse! —Gritó con todas sus fuerzas, aunque para ser honestos no logró llamar la atención de nadie—. ¡Este no es precisamente mi sueño ideal! —Esta vez todos centraron su mirada en ella, pero no por sus palabras, sino por el hecho de que en un descuido había tirado una jarra de cerveza al piso, logrando que esta terminara hecha pedazos. Como era de esperarse ese hecho no pareció agradarle a ese grupo de trogloditas, quienes le dedicaron un serio gesto amenazador.
— ¡¿Algún problema, rubita?! —El hombre del garfio se acercó a ella y no aparentaba buenas intenciones. Sin saber cómo salir del problema, Ashy rebuscó en su mochila y sacó la jarra que había robado de la taberna a la que había arrastrado a Elt en su última travesura, levantándola en alto con una risita nerviosa.
—Yo solo decía… —no es como que ella quisiera alentarlos a que siguieran con esa práctica, pero por el momento era eso o morir ahí—. ¡Que siga la fiesta!
Los gritos de apoyo resonaron en la taberna, mientras alguien llenaba su extraña jarra con cerveza. Vale, ahora ella era una miembro más de aquella selecta multitud. Tendría que apresurarse a salir de ese embrollo, cuidando no probar ni una sola gota de ese líquido que parecía volver locas a las personas, además que necesitaba descubrir un modo de evitar que los demás siguieran bebiendo del vino, esa era su prioridad, pues sospechaba que todo se había desencadenado a causa de ello; y por lo que sus perspicaces ojos habían logrado observar, ese caos tenía un solo perpetrador y el principal sospechoso era el hombrecillo del pañal y las alas, a quien tendría que vigilar muy de cerca.
Hizo un esfuerzo por ignorar a su medica interior y así seguir su camino, pero al final terminó adentrándose al lugar, dispuesta a atender a cualquier idiota que necesitara atención. Ojalá no hubiese entrado a la taberna, pues lo que se encontró bastó para quitarle el sueño por los siguientes cien años. Un extraño hombrecillo vestido solo con un paño cubriendo su hombría y unas curiosas alas en la espalda; además, llevaba en su mano un extraño tarro de cerveza e incitaba a un ambiente de diversión y bebidas desenfrenadas, logrando que todos los presentes se dejaran llevar por sus palabras. Por todas partes volaron distintas prendas de ropa. Ashryn se aferró a su mochila, cuando un percudido, sucio y oloroso calzoncillo cayó en su cabeza. Ese fue el límite de su paciencia. Retiró el asqueroso ajuar que osaba invadir a su pulcra persona y se adentró aún más en el bar. ¡Incluso había un hombre con un garfio! ¿Qué clase de cloaca era ese lugar? La verdad, a esas alturas poco le importaba la respuesta.
— ¡Deténganse! —Gritó con todas sus fuerzas, aunque para ser honestos no logró llamar la atención de nadie—. ¡Este no es precisamente mi sueño ideal! —Esta vez todos centraron su mirada en ella, pero no por sus palabras, sino por el hecho de que en un descuido había tirado una jarra de cerveza al piso, logrando que esta terminara hecha pedazos. Como era de esperarse ese hecho no pareció agradarle a ese grupo de trogloditas, quienes le dedicaron un serio gesto amenazador.
— ¡¿Algún problema, rubita?! —El hombre del garfio se acercó a ella y no aparentaba buenas intenciones. Sin saber cómo salir del problema, Ashy rebuscó en su mochila y sacó la jarra que había robado de la taberna a la que había arrastrado a Elt en su última travesura, levantándola en alto con una risita nerviosa.
—Yo solo decía… —no es como que ella quisiera alentarlos a que siguieran con esa práctica, pero por el momento era eso o morir ahí—. ¡Que siga la fiesta!
Los gritos de apoyo resonaron en la taberna, mientras alguien llenaba su extraña jarra con cerveza. Vale, ahora ella era una miembro más de aquella selecta multitud. Tendría que apresurarse a salir de ese embrollo, cuidando no probar ni una sola gota de ese líquido que parecía volver locas a las personas, además que necesitaba descubrir un modo de evitar que los demás siguieran bebiendo del vino, esa era su prioridad, pues sospechaba que todo se había desencadenado a causa de ello; y por lo que sus perspicaces ojos habían logrado observar, ese caos tenía un solo perpetrador y el principal sospechoso era el hombrecillo del pañal y las alas, a quien tendría que vigilar muy de cerca.
Ashryn Elaynor
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Re: La Canción del profeta de la diversión [Megaevento: Historial del juglar]
Que elfa más tonta, mira que decir que aquel no era su sueño ideal. ¡Suerte que el profeta de la vida y de la diversión había llegado a esa aburrida ciudad de gente remilgada! Su viaje no sería en vano. Enseñaría a todos los presentes cuál era el perfecto sueño ideal. Aquel en el que todo el mundo, sin excepción, baila y ríe sin parar.
¡Que la elfa se una a la fiesta! No hizo falta dar tal orden, aunque a punto estuvo de gritarlo a viva voz. En cuanto llenó la jarra de la chica del mágico elixir de la diversión; dos de sus divertidos adeptos se pusieron detrás de la elfa y la levantarlo por los hombros como si la estuvieran vitoreando. Uno era un hombre con una imponente barriga y la otra un fornida mujer con unos brazos tan fuertes que serían capaces de levantar a los cerdos más grandes de la aburrida ciudad.
Comenzaron a cantar, primero el barrigón y la fuerte mujer al mismo tiempo que levantaban a la muchachita elfa. Pronto, más personas se unieron a la canción. Cada cual contaba su sueño. El del garfio quería ser pianista y, gracias al mágico elixir del profeta de la diversión, conseguía serlo. Por lo menos, lo era en la propia ilusión que regalaba la bebida. El hombre de alas dijo que su sueño ideal era ser bailarín y vaya si lo fue. Se puso un mantel en la cintura simulando ser un tutú y se puso a danzar por toda la taberna.
¡Gracias a él, al profeta de la vida y la diversión, todos estaban cumpliendo su sueño ideal!
Todos menos, la elfa. No podía dejar de recordar la primera frase que dijo en la taberna. ¿Cuál sería su sueño? ¿Encontrar el amor cómo la mayoría de las mujeres bellas y jóvenes del lugar? El profeta de la vida y la diversión se acicaló a su manera tirándose el pelo sucio hacia atrás con la mano como si se lo estuviera peinando, pero dudaba que aquel fuera el sueño de la chica. ¿Quizás tener el cabello rubio más largo y sedoso de la aburrida ciudad? Al mismo tiempo que retiraba esa idea de su mente, el profeta de la vida y de la diversión, se olió la mano con la que había simulado peinarse. El tufo fue tal que no quiso pensar en ningún otro posible sueño de la chavala. En nada lo comprobaría.
-¡Que se una a la fiesta!- gritó, ahora sí que gritó con su aguda y viva voz-¡QUE BEBA!-
* Ashryn Elaynor: De haberlo sabido con anterioridad, te hubiera puesto la canción de Enredados desde un principio. No importa pues, tú, ahora, te encuentres en mitad de “un sueño ideal”. Un sueño que apesta tanto como la mano del hombrecillo. En tu mano tienes la jarra y está llena de cerveza. ¿Qué creerás que tienes que hacer? Bingo. Echarla al suelo. Ese es el misterio que no te revelé: cerveza derramada. Cosa que te costará pues, los adeptos (los borrachos) van a obligarte beber. Para devolver al profeta de la vida y del buen beber a su canción, deberás, no solo tirar tu cerveza, sino que hacer que los demás hombres maldecidos la tiren. El siguiente será tu último post, no olvides cumplir tu sueño ideal Rapunzel.
¡Que la elfa se una a la fiesta! No hizo falta dar tal orden, aunque a punto estuvo de gritarlo a viva voz. En cuanto llenó la jarra de la chica del mágico elixir de la diversión; dos de sus divertidos adeptos se pusieron detrás de la elfa y la levantarlo por los hombros como si la estuvieran vitoreando. Uno era un hombre con una imponente barriga y la otra un fornida mujer con unos brazos tan fuertes que serían capaces de levantar a los cerdos más grandes de la aburrida ciudad.
-¡Un sueño ideal,
El sueño ideal.
Tu sueño ideal,
Mi sueño ideal!-
El sueño ideal.
Tu sueño ideal,
Mi sueño ideal!-
Comenzaron a cantar, primero el barrigón y la fuerte mujer al mismo tiempo que levantaban a la muchachita elfa. Pronto, más personas se unieron a la canción. Cada cual contaba su sueño. El del garfio quería ser pianista y, gracias al mágico elixir del profeta de la diversión, conseguía serlo. Por lo menos, lo era en la propia ilusión que regalaba la bebida. El hombre de alas dijo que su sueño ideal era ser bailarín y vaya si lo fue. Se puso un mantel en la cintura simulando ser un tutú y se puso a danzar por toda la taberna.
¡Gracias a él, al profeta de la vida y la diversión, todos estaban cumpliendo su sueño ideal!
Todos menos, la elfa. No podía dejar de recordar la primera frase que dijo en la taberna. ¿Cuál sería su sueño? ¿Encontrar el amor cómo la mayoría de las mujeres bellas y jóvenes del lugar? El profeta de la vida y la diversión se acicaló a su manera tirándose el pelo sucio hacia atrás con la mano como si se lo estuviera peinando, pero dudaba que aquel fuera el sueño de la chica. ¿Quizás tener el cabello rubio más largo y sedoso de la aburrida ciudad? Al mismo tiempo que retiraba esa idea de su mente, el profeta de la vida y de la diversión, se olió la mano con la que había simulado peinarse. El tufo fue tal que no quiso pensar en ningún otro posible sueño de la chavala. En nada lo comprobaría.
-¡Que se una a la fiesta!- gritó, ahora sí que gritó con su aguda y viva voz-¡QUE BEBA!-
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* Ashryn Elaynor: De haberlo sabido con anterioridad, te hubiera puesto la canción de Enredados desde un principio. No importa pues, tú, ahora, te encuentres en mitad de “un sueño ideal”. Un sueño que apesta tanto como la mano del hombrecillo. En tu mano tienes la jarra y está llena de cerveza. ¿Qué creerás que tienes que hacer? Bingo. Echarla al suelo. Ese es el misterio que no te revelé: cerveza derramada. Cosa que te costará pues, los adeptos (los borrachos) van a obligarte beber. Para devolver al profeta de la vida y del buen beber a su canción, deberás, no solo tirar tu cerveza, sino que hacer que los demás hombres maldecidos la tiren. El siguiente será tu último post, no olvides cumplir tu sueño ideal Rapunzel.
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Re: La Canción del profeta de la diversión [Megaevento: Historial del juglar]
¡Bendita suerte, Elaynor! ¿Qué acaso no podías mantenerte lejos de los problemas por una vez en la vida? No, sin duda la rubia hacía honor a su don para meterse en líos. Había expresado a viva voz que ese escenario no era su sueño idea y ahora todo el lugar se llenaba de gritos y vítores, los cuales amenizaban la fiesta ya de por si ruidosa. De un momento a otros dos mastodontes la levantaron del suelo, haciéndola sentir como una pequeña muñeca de trapo, frágil y debilucha. Sin saber cómo demonios fue que ocurrió, toda la congregación comenzó a entonar una extraña canción en la que contaban sus peculiares sueños ideales. Jamás se imaginó que el aterrador hombre del garfio deseaba convertirse en pianista y por extraño que pareciera era bastante bueno en eso. Otro quería ser un bailarín y no dudó en hacer el ridículo con un mantel amarrado en su cintura. Cada persona de la taberna cantaba, expresando sus más ansiosos anhelos.
Por su parte la elfa solo quería salir de ahí, ir a su casa y dormir de una bendita vez. No había mucha ciencia en su deseo, solo algo tan simple como eso, pero cuando miraba a su alrededor se daba cuenta de que de ‘‘simple’’ no tenía nada. Sus pensamientos fueron interrumpidos por los gritos del organizador de todo aquello, quien incitaba a los demás a hacerla participe de aquella holgazana y asquerosa actividad. El color abandonó el rostro de la elfa, mientras el hombre que la sostenía en sus hombros la bajaba a suelo, para así obligarla a beber aquel liquido del que tanto había estado huyendo. Instintivamente retrocedió un par de pasos, sintiéndose asechada por los presentes semi-desnudos, buscando rápidamente una salida a tan deplorable situación. Comenzó a temer por su integridad y en un descuido terminó tirando la jarra con la cerveza, logrando que el líquido se esparciera por el piso de madera de la taberna. Por la expresión del rostro de los presentes, la rubia entendió que estaba en severos problemas y que tenía que salir de ahí si no quería morir a manos de un grupo de borrachos.
— ¡Parece que esta rubita no desea divertirse! —Exclamó de nuevo el hombre del garfio, incitando a todos a mirarla con reprobación, mientras la elfa intentaba encontrar la forma de salir de ahí.
—De acuerdo… —una pequeña idea suicida atravesó su mente—. Todos ustedes se ven bastante haraganes y buenos para nada —escuchó gruñidos y palabras soeces por parte de los presentes—. Imagino que tanto beber los ha vuelto aún más lentos.
— ¿Qué estás diciendo rubita? —El aspirante a pianista se acercó a ella, junto a otros de los ebrios furiosos.
—Digo que estoy segura de que no serán lo bastante hábiles como para tirar sus bebidas y atraparme —los miró con burla—. ¡Bola de borrachos!
El sonido de los tarros estrellándose en el piso resonaron en la taberna, mientras todos los presentes se lanzaban para atrapar a la pequeña elfa insolente, quien saltó por entre las mesas para llegar a la salida. No era una tarea sencilla, pues en más de una ocasión estuvieron a punto de pillarla; no obstante, al ser bastante pequeña y menuda —aunado al hecho de que todos sus persecutores estaban bastante ebrios— era prácticamente imposible cogerla. Con la adrenalina corriendo por sus venas y el corazón galopando a mil por hora en su pecho, la rubia logró llegar a la salida de la taberna, donde, sin pensarlo dos veces salió disparada hacia la libertad. No pensaba mirar atrás, pero esperaba haber logrado algún buen resultado en ese bar de mala muerte.
Por su parte la elfa solo quería salir de ahí, ir a su casa y dormir de una bendita vez. No había mucha ciencia en su deseo, solo algo tan simple como eso, pero cuando miraba a su alrededor se daba cuenta de que de ‘‘simple’’ no tenía nada. Sus pensamientos fueron interrumpidos por los gritos del organizador de todo aquello, quien incitaba a los demás a hacerla participe de aquella holgazana y asquerosa actividad. El color abandonó el rostro de la elfa, mientras el hombre que la sostenía en sus hombros la bajaba a suelo, para así obligarla a beber aquel liquido del que tanto había estado huyendo. Instintivamente retrocedió un par de pasos, sintiéndose asechada por los presentes semi-desnudos, buscando rápidamente una salida a tan deplorable situación. Comenzó a temer por su integridad y en un descuido terminó tirando la jarra con la cerveza, logrando que el líquido se esparciera por el piso de madera de la taberna. Por la expresión del rostro de los presentes, la rubia entendió que estaba en severos problemas y que tenía que salir de ahí si no quería morir a manos de un grupo de borrachos.
— ¡Parece que esta rubita no desea divertirse! —Exclamó de nuevo el hombre del garfio, incitando a todos a mirarla con reprobación, mientras la elfa intentaba encontrar la forma de salir de ahí.
—De acuerdo… —una pequeña idea suicida atravesó su mente—. Todos ustedes se ven bastante haraganes y buenos para nada —escuchó gruñidos y palabras soeces por parte de los presentes—. Imagino que tanto beber los ha vuelto aún más lentos.
— ¿Qué estás diciendo rubita? —El aspirante a pianista se acercó a ella, junto a otros de los ebrios furiosos.
—Digo que estoy segura de que no serán lo bastante hábiles como para tirar sus bebidas y atraparme —los miró con burla—. ¡Bola de borrachos!
El sonido de los tarros estrellándose en el piso resonaron en la taberna, mientras todos los presentes se lanzaban para atrapar a la pequeña elfa insolente, quien saltó por entre las mesas para llegar a la salida. No era una tarea sencilla, pues en más de una ocasión estuvieron a punto de pillarla; no obstante, al ser bastante pequeña y menuda —aunado al hecho de que todos sus persecutores estaban bastante ebrios— era prácticamente imposible cogerla. Con la adrenalina corriendo por sus venas y el corazón galopando a mil por hora en su pecho, la rubia logró llegar a la salida de la taberna, donde, sin pensarlo dos veces salió disparada hacia la libertad. No pensaba mirar atrás, pero esperaba haber logrado algún buen resultado en ese bar de mala muerte.
Ashryn Elaynor
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Re: La Canción del profeta de la diversión [Megaevento: Historial del juglar]
Lo primero que sintió fue vergüenza por estar sin camiseta. ¿Dónde lo había dejado? Era mejor preguntarse por eso que cómo había llegado a una taberna con un montón de hombres medio desnudos cantando qué era lo que soñaba cada uno. Le dolía demasiado la cabeza como para pensar en lo que decían.
Otra pregunta digna de hacerse era por qué sostenía una jarra. Si estuviera llena podría explicar el dolor de cabeza y la pérdida de memoria a corto plazo. Pero no, estaba vacía. ¿Y al bebida? Con una mano en la cabeza para intentar calmar el dolor, se giró de lado a lado buscando la bebida que explicase sus dolores. No había ninguna. Solo polvo. Sus pies estaban llenos de polvo.
Otros hombres de sala comenzaron a sentirse igual de confusos que él. Los pudo reconocer por conforme miraban.
-¿Qué nos ha pasado?- dijo con un hilo de voz.
* Ashryn Elaynor: Tú estrategia de hacer que te persigan para vaciarles las jarras ha funcionado muy bien. Ahora están confusos y no se dan cuenta, quizás y debido a las lagunas en su memoria jamás se den cuenta, pero les ha salvado de una maldición muy peligrosa. Enhorabuena.
Recompensas:
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Objeto: Jarra de cerveza fría
Otra pregunta digna de hacerse era por qué sostenía una jarra. Si estuviera llena podría explicar el dolor de cabeza y la pérdida de memoria a corto plazo. Pero no, estaba vacía. ¿Y al bebida? Con una mano en la cabeza para intentar calmar el dolor, se giró de lado a lado buscando la bebida que explicase sus dolores. No había ninguna. Solo polvo. Sus pies estaban llenos de polvo.
Otros hombres de sala comenzaron a sentirse igual de confusos que él. Los pudo reconocer por conforme miraban.
-¿Qué nos ha pasado?- dijo con un hilo de voz.
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* Ashryn Elaynor: Tú estrategia de hacer que te persigan para vaciarles las jarras ha funcionado muy bien. Ahora están confusos y no se dan cuenta, quizás y debido a las lagunas en su memoria jamás se den cuenta, pero les ha salvado de una maldición muy peligrosa. Enhorabuena.
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Objeto: Jarra de cerveza fría
- Jarra de cerveza fría:
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Es una jarra de cerveza fría que nunca se acaba, su habilidad no es nada del otro mundo. Simple y llanamente, con podrás embriagar a cualquier que bebiese de la esta jarra. Un simple sorbo y ya se volverían “pedos”. Esta habilidad la podrás usar hasta un máximo de tres veces. Después de eso, la jarra de cerveza sin fondo conocerá su fondo.
Sigel
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