Una auténtica obra de arte. [Trabajo Vincent-Níniel][CERRADO]
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Una auténtica obra de arte. [Trabajo Vincent-Níniel][CERRADO]
-No debí dejarme convencer para actuar de este modo Sebastian. Me has servido fielmente durante más de dos décadas, y a mi padre antes que a mi por un tiempo incluso mayor, por eso tengo tú opinión en gran estima, pero...creo que esto es un error.- Farfulló el señor Malade mientras caminaba nervioso de un lado a otro de la habitación, proyectando su sombra contra las paredes al ser su silueta iluminada por el fuerte fuego de una chimenea que ocupaba un lugar privilegiado en la sala y que le daba al lugar una sensación de calor que contrastaba con el frío que hacía en la calle aquel destemplado día de otoño. -La guardia quizá... Tengo amigos, contactos...Mandarían a los mejores...- Continuó diciendo, añadiendo a sus pasos acelerados constantes negaciones con la cabeza y cada vez más continuos aspavientos. Todo ello bajo la mirada de su fiel sirviente que impasible se mantenía casi estático en un rincón de la estancia.
-Es lo mejor mesieur. Esos malditos dejaron claro que nada de guardias. Además la guardia hace informes, informes que pasan por toda clase de manos...Si realmente ese canalla de Tordú tiene algo que ver como sospecháis...También tiene contactos.- Respondió éste con un tono de voz tan relajado que casi parecía estar hablando del tiempo o de si la pesca deportiva estaba siendo buena aquella temporada. No necesitó terminar la frase para que su señor apretara los puños de rabia y, como tantas veces aquella tarde, volviera a darle la razón, aunque los nervios pronto volvieran a hacerle dudar.
-Espero que tengas razón, y que esos mercenarios que has contratado sean tan buenos y de fiar como dices. Desde luego la puntualidad no es su fuerte. Ya deberían estar aquí, ¿no?.- Protestó el hombre desistiendo de su paseo y sentándose en un cómodo sofá orejón frente al fuego, pero solo unos segundos antes de volver a ponerse en movimiento.
-Sus referencias así lo sugieren. Cazadores de vampiros, veteranos de guerra, experiencia en escolta y rescates...Una extraña pareja. Deberían estar a punto de llegar. No os impacientéis. Tan descortés es llegar tarde como demasiado temprano.- Fueron las palabras de Sebastian sin perder un ápice de su sempiterna calma.
-Es mi hija...Si supiera esgrimir una espada ya estaría en la casa de ese hijo de mala madre y le...- Explotó el hombre aunque siendo interrumpido por un golpeteo en la puerta justo antes de comenzar a soltar una larga lista de actos salvajes y crueles relacionados con armas filosas.
-Perdón señor, las visitas que esperaba han llegado. Un brujo y una elfa como dijo. ¿Les hago pasar?.- Preguntó una voz femenina entreabriendo la puerta y esperando allí la respuesta de su señor, la cual no se hizo esperar.
-Sí, sí, rápido que vengan aquí enseguida. Date prisa.- Ordenó el señor de la casa que lejos de tranquilizarse por ello comenzó a sudar hasta el punto de tener que limpiarse la frente con un pañuelo.
Níniel no se sorprendió por lo lujos de aquella casa del barrio de los mercaderes una vez entró en ella. Ni siquiera por las elegantes estatuas que adornaban varias de las esquinas de aquel lugar decorado con el buen gusto de quien puede permitirse lo mejor para su morada. Maderas nobles, tapices de seda, alfombras de intrincados diseños...Todo muy "humano", lujoso pero a una distancia enorme de la suntuosidad que había visto tiempo atrás en la mansión Harrowmont, lo cual unido a que para ella no era más que una ostentación fría, vana y vacía de poder económico la llevó a limitarse meramente a contemplar todo aquello sin alterarse lo más mínimo, aunque por supuesto llegado el momento elogiaría a su propietario como indicaban los buenos modos. Además no es que la casa fuera fea, al contrario, solo que ya no se dejaba sorprender por esas cosas.
-Por aquí por favor. El señor Malade les espera en su despacho.- Indicó la joven sirvienta encabezando la marcha que les llevó desde la entrada hasta un largo pasillo flanqueado por puertas cerradas a cal y canto y desde éste hasta la segunda planta por unas escaleras que terminaban justo en frente de dicha sala, o así debía ser pues la sirvienta llamó a la puerta y tras recibir contestación desde el interior se hizo a un lado mientras la figura de un humano de avanzada edad y pelo largo y cano pero que a pesar de ello mantenía un buen porte les abrió la puerta indicándoles que pasaran, cerrando tras ellos.
-Me alegró saber que aceptaron mi propuesta amigos. Supongo que el estipendio que acompañaba a mi carta les resultó lo suficientemente motivador. Permítanme presentarle a mi señor, Mesieur Malade, reputado escultor, marchante de arte y señor de esta casa.- Dijo señalando a un hombre cuarentón, no demasiado alto, de pelo moreno peinado hacia un lado y un llamativo bigote corto sobre su labio superior. -Mi señor, la señorita Thenidiel y el señor Calhoun...Espero decirlo bien, me temo que desconozco si debo referirme a ustedes como los señores Calhoun.- Les presentó añadiendo aquella última frase que hizo que la peliblanca se ruborizada visiblemente.
-Señorita Thenidiel, o Níniel a secas...No somos...No...- Respondió nerviosa y azorada sin saber muy bien qué decir porque algo sí que eran, de hecho desde su regreso desde Roilkat habían pasado mucho tiempo juntos y habían disfrutado de el sin que ningún ataque de vampiros o los experimentos de un alquimista les interrumpieran.
-Oh, lo lamento. Es solo que al informarme sobre ustedes y al estar juntos en la ciudad pensé...No importa, mis disculpas. Lo importante es que trabajan juntos ¿Cierto?. Como decía en la carta mi señor requiere de sus servicios y discrección. Se trata de...-
-Sebastian, ya basta. !Mi hija!. Unos malditos hijos de perra se atrevieron a secuestrarla mientras paseaba con su dama de compañía por el mercado. Quieren un rescate...Yo los quiero muertos.- Interrumpió el señor Malade que pareció no poder contenerse ni por un instante más, estallando de repente ante lo que debía creer una conversación demasiado lenta. -Ha sido ese bastardo de Tordú, estoy seguro- Aseveró a continuación causando que Níniel mostrara un gesto interrogante y luego mirase a su compañero por si por alguna extraña razón se había perdido algo evidente y éste pudiera iluminarla.
-¿Quién ese tal Tordú?. Quizá sea mejor que nos cuenten la historia completa, la carta no decía mucho.- Sugirió la peliblanca recibiendo un gesto de afirmación del anciano sirviente que en esos momentos trataba de tranquilizar a su señor con bastante éxito.
-Mi señor es un famoso escultor, seguramente uno de los mejores de Aerandir y sus obras son codiciadas por muchos, llegando a pagar sumas muy altas por ellas. Claro que no es el único en el oficio. Tordú es quizá el mayor rival de mi señor.- Comenzó a contarles el hombre con total tranquilidad consiguiendo que Malade soltara un bufido de desprecio, aparentemente por no considerar a aquel tal Tordú como un rival a su altura. -Durante la última exposición la mejor obra de mi señor se coronó por encima de las demás, incluida la de Tordú que quedó en segundo lugar...Se trata de una escultura de su propia hija, la señorita Malade, una joven muy hermosa...- Siguió narrando hasta ser de nuevo interrumpido por el afligido padre.
-Y ahora él la tiene...Tiene a mi hija. Yo le vencí y él me robó mi obra más preciada...- Clamó al borde del llanto.
-Lo cierto es que no lo sabemos, es una sospecha. Recibimos una nota de rescate. La hija de mi señor a cambio de la escultura de la misma...Es una obra muy valiosa, pero nadie compraría algo así a unos ladrones, sencillamente es algo muy identificable...-
-Pero si desaparece la obra de ese hombre pasaría a ser la más valiosa de la exposición...¿Es eso?- Preguntó la peliblanca que creyó haber sabido interpretar hacia dónde conducía aquella conversación.
-Es solo una sospecha. No podemos acudir a la guardia, la nota de rescate dice claramente que la matarán si ven a un soldado y tampoco podemos acusar a ese miserable sin pruebas. Ahí es donde entran ustedes.-
-Es lo mejor mesieur. Esos malditos dejaron claro que nada de guardias. Además la guardia hace informes, informes que pasan por toda clase de manos...Si realmente ese canalla de Tordú tiene algo que ver como sospecháis...También tiene contactos.- Respondió éste con un tono de voz tan relajado que casi parecía estar hablando del tiempo o de si la pesca deportiva estaba siendo buena aquella temporada. No necesitó terminar la frase para que su señor apretara los puños de rabia y, como tantas veces aquella tarde, volviera a darle la razón, aunque los nervios pronto volvieran a hacerle dudar.
-Espero que tengas razón, y que esos mercenarios que has contratado sean tan buenos y de fiar como dices. Desde luego la puntualidad no es su fuerte. Ya deberían estar aquí, ¿no?.- Protestó el hombre desistiendo de su paseo y sentándose en un cómodo sofá orejón frente al fuego, pero solo unos segundos antes de volver a ponerse en movimiento.
-Sus referencias así lo sugieren. Cazadores de vampiros, veteranos de guerra, experiencia en escolta y rescates...Una extraña pareja. Deberían estar a punto de llegar. No os impacientéis. Tan descortés es llegar tarde como demasiado temprano.- Fueron las palabras de Sebastian sin perder un ápice de su sempiterna calma.
-Es mi hija...Si supiera esgrimir una espada ya estaría en la casa de ese hijo de mala madre y le...- Explotó el hombre aunque siendo interrumpido por un golpeteo en la puerta justo antes de comenzar a soltar una larga lista de actos salvajes y crueles relacionados con armas filosas.
-Perdón señor, las visitas que esperaba han llegado. Un brujo y una elfa como dijo. ¿Les hago pasar?.- Preguntó una voz femenina entreabriendo la puerta y esperando allí la respuesta de su señor, la cual no se hizo esperar.
-Sí, sí, rápido que vengan aquí enseguida. Date prisa.- Ordenó el señor de la casa que lejos de tranquilizarse por ello comenzó a sudar hasta el punto de tener que limpiarse la frente con un pañuelo.
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Níniel no se sorprendió por lo lujos de aquella casa del barrio de los mercaderes una vez entró en ella. Ni siquiera por las elegantes estatuas que adornaban varias de las esquinas de aquel lugar decorado con el buen gusto de quien puede permitirse lo mejor para su morada. Maderas nobles, tapices de seda, alfombras de intrincados diseños...Todo muy "humano", lujoso pero a una distancia enorme de la suntuosidad que había visto tiempo atrás en la mansión Harrowmont, lo cual unido a que para ella no era más que una ostentación fría, vana y vacía de poder económico la llevó a limitarse meramente a contemplar todo aquello sin alterarse lo más mínimo, aunque por supuesto llegado el momento elogiaría a su propietario como indicaban los buenos modos. Además no es que la casa fuera fea, al contrario, solo que ya no se dejaba sorprender por esas cosas.
-Por aquí por favor. El señor Malade les espera en su despacho.- Indicó la joven sirvienta encabezando la marcha que les llevó desde la entrada hasta un largo pasillo flanqueado por puertas cerradas a cal y canto y desde éste hasta la segunda planta por unas escaleras que terminaban justo en frente de dicha sala, o así debía ser pues la sirvienta llamó a la puerta y tras recibir contestación desde el interior se hizo a un lado mientras la figura de un humano de avanzada edad y pelo largo y cano pero que a pesar de ello mantenía un buen porte les abrió la puerta indicándoles que pasaran, cerrando tras ellos.
-Me alegró saber que aceptaron mi propuesta amigos. Supongo que el estipendio que acompañaba a mi carta les resultó lo suficientemente motivador. Permítanme presentarle a mi señor, Mesieur Malade, reputado escultor, marchante de arte y señor de esta casa.- Dijo señalando a un hombre cuarentón, no demasiado alto, de pelo moreno peinado hacia un lado y un llamativo bigote corto sobre su labio superior. -Mi señor, la señorita Thenidiel y el señor Calhoun...Espero decirlo bien, me temo que desconozco si debo referirme a ustedes como los señores Calhoun.- Les presentó añadiendo aquella última frase que hizo que la peliblanca se ruborizada visiblemente.
-Señorita Thenidiel, o Níniel a secas...No somos...No...- Respondió nerviosa y azorada sin saber muy bien qué decir porque algo sí que eran, de hecho desde su regreso desde Roilkat habían pasado mucho tiempo juntos y habían disfrutado de el sin que ningún ataque de vampiros o los experimentos de un alquimista les interrumpieran.
-Oh, lo lamento. Es solo que al informarme sobre ustedes y al estar juntos en la ciudad pensé...No importa, mis disculpas. Lo importante es que trabajan juntos ¿Cierto?. Como decía en la carta mi señor requiere de sus servicios y discrección. Se trata de...-
-Sebastian, ya basta. !Mi hija!. Unos malditos hijos de perra se atrevieron a secuestrarla mientras paseaba con su dama de compañía por el mercado. Quieren un rescate...Yo los quiero muertos.- Interrumpió el señor Malade que pareció no poder contenerse ni por un instante más, estallando de repente ante lo que debía creer una conversación demasiado lenta. -Ha sido ese bastardo de Tordú, estoy seguro- Aseveró a continuación causando que Níniel mostrara un gesto interrogante y luego mirase a su compañero por si por alguna extraña razón se había perdido algo evidente y éste pudiera iluminarla.
-¿Quién ese tal Tordú?. Quizá sea mejor que nos cuenten la historia completa, la carta no decía mucho.- Sugirió la peliblanca recibiendo un gesto de afirmación del anciano sirviente que en esos momentos trataba de tranquilizar a su señor con bastante éxito.
-Mi señor es un famoso escultor, seguramente uno de los mejores de Aerandir y sus obras son codiciadas por muchos, llegando a pagar sumas muy altas por ellas. Claro que no es el único en el oficio. Tordú es quizá el mayor rival de mi señor.- Comenzó a contarles el hombre con total tranquilidad consiguiendo que Malade soltara un bufido de desprecio, aparentemente por no considerar a aquel tal Tordú como un rival a su altura. -Durante la última exposición la mejor obra de mi señor se coronó por encima de las demás, incluida la de Tordú que quedó en segundo lugar...Se trata de una escultura de su propia hija, la señorita Malade, una joven muy hermosa...- Siguió narrando hasta ser de nuevo interrumpido por el afligido padre.
-Y ahora él la tiene...Tiene a mi hija. Yo le vencí y él me robó mi obra más preciada...- Clamó al borde del llanto.
-Lo cierto es que no lo sabemos, es una sospecha. Recibimos una nota de rescate. La hija de mi señor a cambio de la escultura de la misma...Es una obra muy valiosa, pero nadie compraría algo así a unos ladrones, sencillamente es algo muy identificable...-
-Pero si desaparece la obra de ese hombre pasaría a ser la más valiosa de la exposición...¿Es eso?- Preguntó la peliblanca que creyó haber sabido interpretar hacia dónde conducía aquella conversación.
-Es solo una sospecha. No podemos acudir a la guardia, la nota de rescate dice claramente que la matarán si ven a un soldado y tampoco podemos acusar a ese miserable sin pruebas. Ahí es donde entran ustedes.-
Última edición por Níniel Thenidiel el Lun Ene 23, 2017 7:56 pm, editado 3 veces
Níniel Thenidiel
Aerandiano de honor
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Re: Una auténtica obra de arte. [Trabajo Vincent-Níniel][CERRADO]
Ya había pasado una temporada de los sucesos de Roilkat. La batalla se había ganado, para alivio de los ciudadanos de la ciudad, que habían salvado sus hogares por los pelos. Nunca mejor dicho. El combate entre las dos fuerzas había estado muy justo, y era por ello que por muy poco no solo se había salvado la ciudad, sino que él también estaba vivo. Él, Elen, que por cierto, era otra de las personas de este mundo que conseguía meterse en todos los problemas imaginables como su hermano mayor; y por supuesto Níniel.
Oh, la dulce Níniel. De perfecto cuerpo curvilíneo de marfil, ojos aguamarina tan insondables como el propio mar, y un corazón tan puro y luminoso como la magia que circulaba por sus venas de sacerdotisa.
Siempre era un placer charlar o pasear con la dama de los bosques. Pasar el tiempo con ella en definitiva. No ocultaba a nadie ese hecho, ni tampoco podría haberlo conseguido de haberlo deseado. Aunque por qué ocultarlo. No hacía nada malo ¿no?
No era un estúpido. Entendía muy bien lo que significaba que una elfa estuviera con un brujo. Más si cabe si esta elfa era nada más y nada menos que una sacerdotisa nacida para guiar a su clan llegado el momento. La quería, eso lo sabía tan bien como que el sol salía por este, pero también sabía que nunca se entrometería en el destino de la mujer. Él era un don nadie. Un guerrero que encontraría su sino en alguna batalla algún día, como todo hombre de armas.
No tenía reparos en decirse que ella merecía alguien mejor. También a cualquiera que quisiera preguntar. Pero de momento no podía alejarse de la mujer. La amaba demasiado para condenarse a la soledad por no poder estar con la elfa. Cuando tuviera que elegir entre él y su posición, pues entonces tomaría la decisión correcta para que Níniel tuviera lo mejor.
Sería poca cosa, pero al menos era un buen hombre. Uno que sabía sacrificarse llegado el momento.
Las nubes amenazaban con lluvias. Con un color grisáceo y metálico como el acero. No obstante, más allá de una temperatura relativamente baja, el ambiente se mantenía estable de momento. Sin que llegaran a caer las gotas del preciado líquido contenido en los nubarrones en las alturas.
- Se avecina una tormenta-, auguró, aunque no estaba del todo seguro. Pero aún así aprovechó para cerrarse mejor el pecho de su chaqueta larga como si sus palabras hubieran traído una bajada de la temperatura. - Apretemos el paso-, dijo a la elfa con una sonrisa.
La casa de Malade no se hallaba muy lejos ya, por lo que pronto alcanzaron la ornamentada fachada de la vivienda del hombre. Las indicaciones eran claras, y una de ellas era precisamente la descripción del edificio al que tenían que acceder. Toda una mansión, de piedra, con un balcón central en la parte más centrada de la cara delantera de la vivienda, y con unas esculturas del mismo material que adornaban el tejado y sobresalían de este hacia afuera. Era lo que más llamaba la atención de toda la fachada, pues esas gárgolas no era algo tan común ni siquiera en un barrio acomodado como ese.
Una mujer no tardó en aparecer bajo el marco de la entrada, unos instantes después de haber tocado sobre la madera de la puerta.
- Buenas. ¿Qué desean? - preguntó la dama.
- Hola, buenos días. Soy Vincent Calhoun, y me acompaña Níniel Thenidiel-, contestó el brujo dando un paso al frente.
- Ah. Son ustedes. Los estábamos esperando-, comentó la mujer dejando el paso franco, y cerrando tras de sí, en cuanto los visitantes entraron a la vivienda. - Un momento. Iré a avisar al señor de vuestra llegada-, dijo amable antes de desaparecer por una de las puertas.
Un amplio recibidor era tanteado por la mirada del rubio, siendo difícil abstraerse de la idea, de que una antesala así sería magnífica para su taller y residencia. Eso si era tener clase, aunque sin duda lo que más le interesaba para su local era su amplitud. Podría recibir como se merecía a sus clientes.
En fin. La sirvienta no se hizo de rogar, y llegó al rato para conducirlos hacia la sala donde se encontraba el dueño de la vivienda. Dejaron el recibidor, perfectamente adornado, para pasar a un salón que quizás estuviera un poco recargado para su gusto. Aunque realmente era bello, y seguramente ningún noble u hombre adinerado lo consideraría recargado. Él era un joven mucho más simple y humilde que esas personas, como para que le gustara el exceso en las demostraciones de riqueza con los objetos materiales. Más allá de lo bonito o funcionales que pudieran ser, no le interesaba lo caras que fueran, o si hubieran muchas más de lo que habría en otra casa de una persona menos rica.
Después de avanzar sobre la alfombra de un largo pasillo, subieron unas escaleras. Nada más llegar a lo más alto de ellas, la joven llamó a la puerta y les dio el paso, una vez escuchada la respuesta afirmativa de que podían pasar. Esta vez se encontraron en una habitación que debía hacer las funciones de despacho, con dos señores en ella. Uno era claro que debía ser el tal señor Malade, pero el otro, ¿quién sería?
- Sí, fue suficientemente motivador-, comentó, dejando bien claro que era un buen dinero para un trabajo, pero como bien había dicho, solo suficiente. - Encantado de conocerles. Vincent Calhoun-, hizo una leve reverencia. - Lo ha dicho bien. La señorita Thenidiel no es mi esposa. Es una mujer muy importante dentro de su clan. Y pronto comprobarán que no han hecho mal negocio contratándola-, comentó esto último dejando una sonrisa en los labios.
Prefería dejarlo así. Era demasiado largo explicarlo todo. Lo que eran. Lo que podían ser o no ser en un futuro. Todo era complicado como para realizar todo un relato a sus contratistas, que bien poco les importaría si eran marido o mujer, o cualquier otra cosa.
- Sí. Estamos trabajando juntos-, respondió al hombre, antes de que lo interrumpiera el señor de la casa, que por otra parte parecía muy afectado y no tardó en decir los motivos por los cuales estaba tan alterado. - Lo siento, señor Malade. Es una desgracia que tenga que pasar por algo así.
El rubio miró a su compañera a los ojos. No solía trabajar con nadie, ni tan siquiera con su hermana o la elfa. Pero había hecho una excepción por esta vez, y solo esperaba no poner en gran peligro a la mujer que quería. Más allá de esa perturbación en su mente, sabía que le vendría bien la magia de la poderosa sacerdotisa para la misión. Sonrió a la dama élfica, y centró su atención nuevamente en los otros hombres.
Simplemente se mantuvo callado escuchando la voz de sus contratistas.
- Así que quieren esa obra a cambio de la joven. Verdaderamente es muy sospechoso. Es extraño que quieran algo tan identificable como esa obra. No podrán venderla. No al menos en esta ciudad-, razonó del mismo modo que lo había hecho el resto. Algo olía a podrido en todo aquello. - Y ese tal Tordú. ¿Saben donde vive? O donde tenga algún taller donde cree sus obras. Almacén donde las guarde o algo por el estilo. Creo que sería sensato investigarlo primero.
- Ese maldito solo vive unas calles por encima de esta calle-, explotó el señor Malade.
Su sirviente lo calmó como de costumbre. Como había estado haciendo desde que llegaran para verle.
- Como dice mi señor, vive dos calles al norte. En el número veinte de la calle Real. Pero no creo que esté allí. Sería demasiado…
- Inapropiado y peligroso-, terminó por decir por el mayordomo.
- Así es. Sin embargo, no muy lejos de su vivienda tiene un almacén. Así como un taller donde trabaja las esculturas. Es una calle segura, céntrica, pero lo suficientemente alejada de su casa para no llamar la atención sobre él-, puntualizó.
- Eso podría ser interesante. ¿Podría anotarme en un papel ambas direcciones? Eso me sería de gran ayuda para el trabajo.
- Claro, como no-, comentó el hombre, sacando papel de un cajón del escritorio cercano, y empezando a escribir con la pluma sobre este.
- Si Tordú tiene algo que ver con el secuestro. Conseguiré averiguar algo sobre su hija, señor Malade.
- Por supuesto que es el culpable. Todo está tan claro-, dijo meneando la cabeza. - Por favor salve a mi hija-, suplicó.
- Así lo haré-, contestó con firmeza. - Tiene mi palabra de que haremos todo lo que está en nuestras manos para salvarla. ¿Cómo se llama, por cierto? Sabiendo su nombre será más fácil convencerla de que nos manda su padre a rescatarla.
- Se llama Aliandra. Mi dulce Aliandra-, comentó con pena, dejándose caer sobre su sillón.
- Bien. Muchas gracias por la información. Nos facilitará el trabajo. Pero por ahora tenemos todo lo que necesitamos. Así que nos iremos para comenzar a buscar las pesquisas-, comentó, alargando el brazo para tomar el papel ya con la tinta seca, que el mayordomo había tenido la bondad de escribirle.
Luego, después de mirarlo, se lo cedió a Nínel, y se encaminó hacia la puerta de salida.
Oh, la dulce Níniel. De perfecto cuerpo curvilíneo de marfil, ojos aguamarina tan insondables como el propio mar, y un corazón tan puro y luminoso como la magia que circulaba por sus venas de sacerdotisa.
Siempre era un placer charlar o pasear con la dama de los bosques. Pasar el tiempo con ella en definitiva. No ocultaba a nadie ese hecho, ni tampoco podría haberlo conseguido de haberlo deseado. Aunque por qué ocultarlo. No hacía nada malo ¿no?
No era un estúpido. Entendía muy bien lo que significaba que una elfa estuviera con un brujo. Más si cabe si esta elfa era nada más y nada menos que una sacerdotisa nacida para guiar a su clan llegado el momento. La quería, eso lo sabía tan bien como que el sol salía por este, pero también sabía que nunca se entrometería en el destino de la mujer. Él era un don nadie. Un guerrero que encontraría su sino en alguna batalla algún día, como todo hombre de armas.
No tenía reparos en decirse que ella merecía alguien mejor. También a cualquiera que quisiera preguntar. Pero de momento no podía alejarse de la mujer. La amaba demasiado para condenarse a la soledad por no poder estar con la elfa. Cuando tuviera que elegir entre él y su posición, pues entonces tomaría la decisión correcta para que Níniel tuviera lo mejor.
Sería poca cosa, pero al menos era un buen hombre. Uno que sabía sacrificarse llegado el momento.
Las nubes amenazaban con lluvias. Con un color grisáceo y metálico como el acero. No obstante, más allá de una temperatura relativamente baja, el ambiente se mantenía estable de momento. Sin que llegaran a caer las gotas del preciado líquido contenido en los nubarrones en las alturas.
- Se avecina una tormenta-, auguró, aunque no estaba del todo seguro. Pero aún así aprovechó para cerrarse mejor el pecho de su chaqueta larga como si sus palabras hubieran traído una bajada de la temperatura. - Apretemos el paso-, dijo a la elfa con una sonrisa.
La casa de Malade no se hallaba muy lejos ya, por lo que pronto alcanzaron la ornamentada fachada de la vivienda del hombre. Las indicaciones eran claras, y una de ellas era precisamente la descripción del edificio al que tenían que acceder. Toda una mansión, de piedra, con un balcón central en la parte más centrada de la cara delantera de la vivienda, y con unas esculturas del mismo material que adornaban el tejado y sobresalían de este hacia afuera. Era lo que más llamaba la atención de toda la fachada, pues esas gárgolas no era algo tan común ni siquiera en un barrio acomodado como ese.
Una mujer no tardó en aparecer bajo el marco de la entrada, unos instantes después de haber tocado sobre la madera de la puerta.
- Buenas. ¿Qué desean? - preguntó la dama.
- Hola, buenos días. Soy Vincent Calhoun, y me acompaña Níniel Thenidiel-, contestó el brujo dando un paso al frente.
- Ah. Son ustedes. Los estábamos esperando-, comentó la mujer dejando el paso franco, y cerrando tras de sí, en cuanto los visitantes entraron a la vivienda. - Un momento. Iré a avisar al señor de vuestra llegada-, dijo amable antes de desaparecer por una de las puertas.
Un amplio recibidor era tanteado por la mirada del rubio, siendo difícil abstraerse de la idea, de que una antesala así sería magnífica para su taller y residencia. Eso si era tener clase, aunque sin duda lo que más le interesaba para su local era su amplitud. Podría recibir como se merecía a sus clientes.
En fin. La sirvienta no se hizo de rogar, y llegó al rato para conducirlos hacia la sala donde se encontraba el dueño de la vivienda. Dejaron el recibidor, perfectamente adornado, para pasar a un salón que quizás estuviera un poco recargado para su gusto. Aunque realmente era bello, y seguramente ningún noble u hombre adinerado lo consideraría recargado. Él era un joven mucho más simple y humilde que esas personas, como para que le gustara el exceso en las demostraciones de riqueza con los objetos materiales. Más allá de lo bonito o funcionales que pudieran ser, no le interesaba lo caras que fueran, o si hubieran muchas más de lo que habría en otra casa de una persona menos rica.
Después de avanzar sobre la alfombra de un largo pasillo, subieron unas escaleras. Nada más llegar a lo más alto de ellas, la joven llamó a la puerta y les dio el paso, una vez escuchada la respuesta afirmativa de que podían pasar. Esta vez se encontraron en una habitación que debía hacer las funciones de despacho, con dos señores en ella. Uno era claro que debía ser el tal señor Malade, pero el otro, ¿quién sería?
- Sí, fue suficientemente motivador-, comentó, dejando bien claro que era un buen dinero para un trabajo, pero como bien había dicho, solo suficiente. - Encantado de conocerles. Vincent Calhoun-, hizo una leve reverencia. - Lo ha dicho bien. La señorita Thenidiel no es mi esposa. Es una mujer muy importante dentro de su clan. Y pronto comprobarán que no han hecho mal negocio contratándola-, comentó esto último dejando una sonrisa en los labios.
Prefería dejarlo así. Era demasiado largo explicarlo todo. Lo que eran. Lo que podían ser o no ser en un futuro. Todo era complicado como para realizar todo un relato a sus contratistas, que bien poco les importaría si eran marido o mujer, o cualquier otra cosa.
- Sí. Estamos trabajando juntos-, respondió al hombre, antes de que lo interrumpiera el señor de la casa, que por otra parte parecía muy afectado y no tardó en decir los motivos por los cuales estaba tan alterado. - Lo siento, señor Malade. Es una desgracia que tenga que pasar por algo así.
El rubio miró a su compañera a los ojos. No solía trabajar con nadie, ni tan siquiera con su hermana o la elfa. Pero había hecho una excepción por esta vez, y solo esperaba no poner en gran peligro a la mujer que quería. Más allá de esa perturbación en su mente, sabía que le vendría bien la magia de la poderosa sacerdotisa para la misión. Sonrió a la dama élfica, y centró su atención nuevamente en los otros hombres.
Simplemente se mantuvo callado escuchando la voz de sus contratistas.
- Así que quieren esa obra a cambio de la joven. Verdaderamente es muy sospechoso. Es extraño que quieran algo tan identificable como esa obra. No podrán venderla. No al menos en esta ciudad-, razonó del mismo modo que lo había hecho el resto. Algo olía a podrido en todo aquello. - Y ese tal Tordú. ¿Saben donde vive? O donde tenga algún taller donde cree sus obras. Almacén donde las guarde o algo por el estilo. Creo que sería sensato investigarlo primero.
- Ese maldito solo vive unas calles por encima de esta calle-, explotó el señor Malade.
Su sirviente lo calmó como de costumbre. Como había estado haciendo desde que llegaran para verle.
- Como dice mi señor, vive dos calles al norte. En el número veinte de la calle Real. Pero no creo que esté allí. Sería demasiado…
- Inapropiado y peligroso-, terminó por decir por el mayordomo.
- Así es. Sin embargo, no muy lejos de su vivienda tiene un almacén. Así como un taller donde trabaja las esculturas. Es una calle segura, céntrica, pero lo suficientemente alejada de su casa para no llamar la atención sobre él-, puntualizó.
- Eso podría ser interesante. ¿Podría anotarme en un papel ambas direcciones? Eso me sería de gran ayuda para el trabajo.
- Claro, como no-, comentó el hombre, sacando papel de un cajón del escritorio cercano, y empezando a escribir con la pluma sobre este.
- Si Tordú tiene algo que ver con el secuestro. Conseguiré averiguar algo sobre su hija, señor Malade.
- Por supuesto que es el culpable. Todo está tan claro-, dijo meneando la cabeza. - Por favor salve a mi hija-, suplicó.
- Así lo haré-, contestó con firmeza. - Tiene mi palabra de que haremos todo lo que está en nuestras manos para salvarla. ¿Cómo se llama, por cierto? Sabiendo su nombre será más fácil convencerla de que nos manda su padre a rescatarla.
- Se llama Aliandra. Mi dulce Aliandra-, comentó con pena, dejándose caer sobre su sillón.
- Bien. Muchas gracias por la información. Nos facilitará el trabajo. Pero por ahora tenemos todo lo que necesitamos. Así que nos iremos para comenzar a buscar las pesquisas-, comentó, alargando el brazo para tomar el papel ya con la tinta seca, que el mayordomo había tenido la bondad de escribirle.
Luego, después de mirarlo, se lo cedió a Nínel, y se encaminó hacia la puerta de salida.
Vincent Calhoun
Honorable
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Re: Una auténtica obra de arte. [Trabajo Vincent-Níniel][CERRADO]
Aquella pequeña confusión con los apellidos llevó el rubor al rostro de la peliblanca aunque solo hubiese sido un simple comentario sin ningún ánimo de ofensa o de avergonzarla...Pero no fue hasta la respuesta de Vincent que su sonrojo no alcanzó el máximo nivel, llegando al punto en que seguramente hasta aquel tranquilo mayordomo debía de estar riéndose interiormente de ella por estar colorada hasta la punta de sus largas orejas. La culpa de aquello la tuvo una sola palabra..."esposa", incluso usada de forma negativa por parte del rubio. Menuda cazadora veterana de guerra estaba hecha si se sonrojaba como una humana por tan poca cosa, deberían estar pensado aquellos dos orejas redondas...Pero ninguno mencionó nada al respecto y Vincent no tardó en elogiar sus virtudes por lo que la sacerdotisa pudo recomponerse y continuar con la conversación con la profesionalidad que ésta requería...gracias a los dioses.
Por sus palabras y su breve conversación con ella y Vincent, el señor Malade y su sirviente parecían tener bastante claro que aquel tal Tordú era quien estaba detrás del secuestro de su hija. Tanto era así que parecían estar contratándoles únicamente para investigarle a él y no investigar el paradero de la chiquilla propiamente. No parecían contemplar una opción distinta a pesar de que estaba en juego el bienestar de la hija del escultor y errar en aquella suposición bien podría significar que las cosas se complicaran para ella. Por otro lado, sin más pistas que seguir, aquella opción ocuparía igualmente el primer lugar de cualquier investigación, por lo que incluso solo conociendo esa patente animadversión entre artistas hubiesen tenido que empezar por allí...De un modo u otro estaba claro que su siguiente paso era acercarse hasta las propiedades de aquel rival en el negocio y...Bueno, ya verían qué hacer a continuación una vez allí.
-Si su intuición es correcta haremos cuanto esté en nuestra mano para liberarla. Si no hallamos nada, no nos quedará otra más que acceder a ese intercambio y jugar nuestras cartas entonces, siguiendo a los implicados o capturándoles y sacándoles la información si no queda otra. A las malas una vez Aliandra esté a salvo tras el cambio podríamos actuar para recuperar la estatua. No les va a resultar nada fácil mover algo así de grande y pesado por la ciudad de forma discreta. - Comentó señalando a una de las estatuas que adornaban la sala, recibiendo el asentimiento del sirviente que de ese modo confirmaba las dimensiones de la obra maestra de su señor. -¿Cuándo dice la nota que debe producirse el intercambio?. ¿Cuánto tiempo tenemos?.- Añadió la peliblanca a las palabras del brujo que sin duda servirían para tranquilizar aunque fuera un poco al afligido progenitor. Puede que no lo supiera pero había contratado a las personas adecuadas para el trabajo. No solo por sus habilidades, si no además porque seguramente muy pocos se preocuparían tanto por que Aliandra acabase sana y salva y no únicamente por el dinero y su propio pellejo.
-Mañana por la noche, en el puerto. Estoy poniendo en sus manos lo más valioso que tengo...Sebastian me dice que sois los adecuados...Por los dioses espero que esté en lo cierto. Traedme de vuelta a mi hija y comprobaréis que soy muy generoso con mis amigos.- Respondió el hombre mirándoles fijamente a los ojos, mirada que Níniel no dudó en sostener demostrando que sus frases anteriores no habían sido una simple formalidad si no una auténtica promesa.
Con aquellas palabras y echando un vistazo para memorizar las direcciones en aquel trozo de pergamino que les había facilitado Sebastian, Níniel siguió a Vincent fuera de aquel despacho y desde allí a la sirvienta hasta la puerta exterior de aquella casa. Lo hizo en silencio, intercambiando con su compañero poco más que una mirada durante el trayecto, concentrada en el trabajo que acababan de aceptar y ordenando y repasando la información de la que disponía mentalmente por si se le ocurría algo más o algún modo de resolver aquello. Ya ante la puerta, y una vez abierta ésta para permitirles salir, Níniel se echó la capucha de su capa hacia delante y se abrigó bien con ella para resistir el frío aire de la ciudad. Hasta ese momento no se había dado cuenta de lo cálida que era la casa del señor Malade...Pero el cambio de temperatura entre el interior y el exterior fue casi como una bofetada.
-Brrrr...Qué frío he sentido de repente...-Comentó mirando al cielo encapotado mientras se alejaban del lugar rumbo al almacén, su primer objetivo. -Por el momento tenemos ventaja. Si ese Tordú está implicado podremos acercarnos hasta el almacén como si fuésemos una pareja más disfrutando del barrio del mercado de la ciudad. Luego habrá que buscar algún indicio.- Continuó diciendo mientras se agarraba de su brazo, actuando como si efectivamente fueran una pareja normal...De hecho, ¿no lo eran realmente?. Vincent tenía razón al corregir a Sebastian, no estaban casados, pero con todo el tiempo que habían pasado juntos...De nuevo un leve rubor tomó posesión de las mejillas de la peliblanca, por suerte uno que podría confundirse por el causado por el frío de la calle. La elfa miró entonces por un instante al brujo a la cara, buscando en ella algún tipo de respuesta, pero inmediatamente volvió a mirar al frente y un poco hacia abajo.
No tardaron en llegar al lugar indicado, pues como les habían dicho no estaba a mucho más de dos calles de la casa de Malade. El lugar era el típico edificio de piedra de aquel barrio pero de mayor tamaño. A diferencia de las casas de los mercaderes, y otros afortunados con el suficiente capital como para permitirse vivir allí, los edificios de aquella calle no gozaban de grandes balconadas, fachadas adornadas y decoradas con flores y plantas. Se podrían definir como grandes estructuras de piedra, simples y funcionales, con enormes portones de madera en vez de puertas, ideales para la carga y descarga de mercancías. También resultaba bastante llamativo que apenas tenían ventanas y estas se encontraban todas en la segunda planta, lo que sin duda los convertiría en lugares pobremente iluminados y bastante fríos, perfectos para almacenar mercancías perecederas aunque no tanto para trabajar la piedra. Tordú debía de usar el lugar solo como almacén...
En cualquier caso la calle estaba vigilada. Una patrulla de dos guardias del gremio de mercaderes, armados con sus largas alabardas paseaban por la calle a paso lento y desganado, más pendientes de la conversación que mantenían entre ellos que en la gente que andaba por el lugar. En el almacén justo frente al de Tordú un grupo de trabajadores se afanaban por descargar unas enormes bolas de queso de unos carros y llevarlas al interior de su local entonando una típica canción de trabajadores que les animaba para continuar con tan pesada labor. A parte de eso, al fondo de la calle un hombre ataviado con ropajes nobles parecía discutir acaloradamente los precios de un envío con un transportista que cada vez se ponía de peor humor conforme la conversación avanzaba.
-El portón está cerrado. No veo a nadie pero sí una luz en aquella ventana de la esquina superior derecha.- Indicó la peliblanca a su compañero usando sus ojos de elfa mientras continuaban con su paseo sin llamar la atención. Tampoco es que esperara encontrarse las puertas abiertas y un letrero que dijera "Si buscas a la hija de Malade pega una voz", pero aún así no pudo evitar un suspiro. -¿Cómo entramos?.-
Por sus palabras y su breve conversación con ella y Vincent, el señor Malade y su sirviente parecían tener bastante claro que aquel tal Tordú era quien estaba detrás del secuestro de su hija. Tanto era así que parecían estar contratándoles únicamente para investigarle a él y no investigar el paradero de la chiquilla propiamente. No parecían contemplar una opción distinta a pesar de que estaba en juego el bienestar de la hija del escultor y errar en aquella suposición bien podría significar que las cosas se complicaran para ella. Por otro lado, sin más pistas que seguir, aquella opción ocuparía igualmente el primer lugar de cualquier investigación, por lo que incluso solo conociendo esa patente animadversión entre artistas hubiesen tenido que empezar por allí...De un modo u otro estaba claro que su siguiente paso era acercarse hasta las propiedades de aquel rival en el negocio y...Bueno, ya verían qué hacer a continuación una vez allí.
-Si su intuición es correcta haremos cuanto esté en nuestra mano para liberarla. Si no hallamos nada, no nos quedará otra más que acceder a ese intercambio y jugar nuestras cartas entonces, siguiendo a los implicados o capturándoles y sacándoles la información si no queda otra. A las malas una vez Aliandra esté a salvo tras el cambio podríamos actuar para recuperar la estatua. No les va a resultar nada fácil mover algo así de grande y pesado por la ciudad de forma discreta. - Comentó señalando a una de las estatuas que adornaban la sala, recibiendo el asentimiento del sirviente que de ese modo confirmaba las dimensiones de la obra maestra de su señor. -¿Cuándo dice la nota que debe producirse el intercambio?. ¿Cuánto tiempo tenemos?.- Añadió la peliblanca a las palabras del brujo que sin duda servirían para tranquilizar aunque fuera un poco al afligido progenitor. Puede que no lo supiera pero había contratado a las personas adecuadas para el trabajo. No solo por sus habilidades, si no además porque seguramente muy pocos se preocuparían tanto por que Aliandra acabase sana y salva y no únicamente por el dinero y su propio pellejo.
-Mañana por la noche, en el puerto. Estoy poniendo en sus manos lo más valioso que tengo...Sebastian me dice que sois los adecuados...Por los dioses espero que esté en lo cierto. Traedme de vuelta a mi hija y comprobaréis que soy muy generoso con mis amigos.- Respondió el hombre mirándoles fijamente a los ojos, mirada que Níniel no dudó en sostener demostrando que sus frases anteriores no habían sido una simple formalidad si no una auténtica promesa.
Con aquellas palabras y echando un vistazo para memorizar las direcciones en aquel trozo de pergamino que les había facilitado Sebastian, Níniel siguió a Vincent fuera de aquel despacho y desde allí a la sirvienta hasta la puerta exterior de aquella casa. Lo hizo en silencio, intercambiando con su compañero poco más que una mirada durante el trayecto, concentrada en el trabajo que acababan de aceptar y ordenando y repasando la información de la que disponía mentalmente por si se le ocurría algo más o algún modo de resolver aquello. Ya ante la puerta, y una vez abierta ésta para permitirles salir, Níniel se echó la capucha de su capa hacia delante y se abrigó bien con ella para resistir el frío aire de la ciudad. Hasta ese momento no se había dado cuenta de lo cálida que era la casa del señor Malade...Pero el cambio de temperatura entre el interior y el exterior fue casi como una bofetada.
-Brrrr...Qué frío he sentido de repente...-Comentó mirando al cielo encapotado mientras se alejaban del lugar rumbo al almacén, su primer objetivo. -Por el momento tenemos ventaja. Si ese Tordú está implicado podremos acercarnos hasta el almacén como si fuésemos una pareja más disfrutando del barrio del mercado de la ciudad. Luego habrá que buscar algún indicio.- Continuó diciendo mientras se agarraba de su brazo, actuando como si efectivamente fueran una pareja normal...De hecho, ¿no lo eran realmente?. Vincent tenía razón al corregir a Sebastian, no estaban casados, pero con todo el tiempo que habían pasado juntos...De nuevo un leve rubor tomó posesión de las mejillas de la peliblanca, por suerte uno que podría confundirse por el causado por el frío de la calle. La elfa miró entonces por un instante al brujo a la cara, buscando en ella algún tipo de respuesta, pero inmediatamente volvió a mirar al frente y un poco hacia abajo.
No tardaron en llegar al lugar indicado, pues como les habían dicho no estaba a mucho más de dos calles de la casa de Malade. El lugar era el típico edificio de piedra de aquel barrio pero de mayor tamaño. A diferencia de las casas de los mercaderes, y otros afortunados con el suficiente capital como para permitirse vivir allí, los edificios de aquella calle no gozaban de grandes balconadas, fachadas adornadas y decoradas con flores y plantas. Se podrían definir como grandes estructuras de piedra, simples y funcionales, con enormes portones de madera en vez de puertas, ideales para la carga y descarga de mercancías. También resultaba bastante llamativo que apenas tenían ventanas y estas se encontraban todas en la segunda planta, lo que sin duda los convertiría en lugares pobremente iluminados y bastante fríos, perfectos para almacenar mercancías perecederas aunque no tanto para trabajar la piedra. Tordú debía de usar el lugar solo como almacén...
En cualquier caso la calle estaba vigilada. Una patrulla de dos guardias del gremio de mercaderes, armados con sus largas alabardas paseaban por la calle a paso lento y desganado, más pendientes de la conversación que mantenían entre ellos que en la gente que andaba por el lugar. En el almacén justo frente al de Tordú un grupo de trabajadores se afanaban por descargar unas enormes bolas de queso de unos carros y llevarlas al interior de su local entonando una típica canción de trabajadores que les animaba para continuar con tan pesada labor. A parte de eso, al fondo de la calle un hombre ataviado con ropajes nobles parecía discutir acaloradamente los precios de un envío con un transportista que cada vez se ponía de peor humor conforme la conversación avanzaba.
-El portón está cerrado. No veo a nadie pero sí una luz en aquella ventana de la esquina superior derecha.- Indicó la peliblanca a su compañero usando sus ojos de elfa mientras continuaban con su paseo sin llamar la atención. Tampoco es que esperara encontrarse las puertas abiertas y un letrero que dijera "Si buscas a la hija de Malade pega una voz", pero aún así no pudo evitar un suspiro. -¿Cómo entramos?.-
Níniel Thenidiel
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Re: Una auténtica obra de arte. [Trabajo Vincent-Níniel][CERRADO]
El brujo esperó a la elfa junto a la puerta, escuchando las últimas indicaciones e información que tenían sus contratistas del trabajo. Cuando el dueño terminó de hablar, dio uno segundos a Níniel para que se acercara hasta él, giró el pomo, y abrió con cuidado la madera de buena calidad que conformaba la puerta. Dejó que la dama pasara delante, y cerró tras de sí.
A partir de ahí, solo tuvo que bajar los peldaños para alcanzar a la mujer que los esperaba pacientemente a los pies de la escalera. La sirvienta que los había guiado hasta el despacho, predispuesta ahora para desandar el camino de la primera vez, y acompañarlos a la salida. No dijo nada durante el trayecto, del mismo modo que su compañera no lo hizo, y supuso que ella estaría pensando en los mismos detalles que él.
Mañana por la noche. No era mucho tiempo. Por no decir que lo más probable es que fuera insuficiente. Resolver un caso así era algo bastante complejo, y que requería un periodo prolongado para recabar pistas. Lo único que le daba esperanzas para conseguir rescatar a la chica en tan corto plazo, era la idea clara, que tenían los hombres que lo habían contratado, de quien era el culpable.
Eso facilitaba la labor. Reducía ampliamente el número de sospechosos, y de los lugares donde pudiera retener a la mujer. Pero la realidad, es que sólo ayudaba si estaban en lo cierto. Si no era así, solamente serviría para hacer imposible conseguir su objetivo en el plazo.
De todos modos, poco podía hacer. El deseo del secuestrador por una obra tan característica era sospechoso, y tampoco podría encontrar a la chica en dos días si comenzaba a investigar a todo el mundo. Tendría que hacer caso al señor Malade. Jugar todo a esa mano, y rezar porque fuera la correcta.
El frío y las palabras lo devolvieron al presente, y lo alejaron de los pensamientos sobre el éxito o fracaso de su nuevo trabajo.
- La bajada de temperatura cada vez se nota más-, contestó, dejando que la elfa se acercara para que lo tomara del brazo. - Sí, es lo mejor. Lo bueno de la zona donde se encuentra el almacén, es que nadie sospechará de una viandantes cualesquiera. Podremos pasar por allí, y echar un vistazo como si sólo fuéramos dos personas paseando-, el brujo miró su rostro, y acarició su mejilla sonrojada levemente con el dorso de su guante. Luego la ayudó a cerrarse bien el cuello del abrigo. - Parece que estás pasando mucho frío. Pégate a mí para calentarte-, comentó, dejándole espacio para que se acercara, pasando el brazo por detrás de su espalda.
Avanzaron juntos, y no tardaron en encontrar el almacén. Estaba cerca, como había dicho Sebastián. Unas calles al este de donde se encontraría la casa de Tordú, según las indicaciones y direcciones escritas en el pergamino que les habían dado.
Y pese a que tampoco estaba demasiado lejos de la casa de Malade. Era como si hubieran entrado en un mundo nuevo. En una ciudad distinta. Pues habían pasado de las fachadas ricas en detalles, flores y ornamentos, a un destino de piedra lisa y corriente. A un lugar donde las cosas estaban creadas para ser funcionales, no bonitas a la vista.
- Usando la puerta-, bromeó en respuesta a la elfa, maquinando un posible plan para entrar.
Con esos guardias no podía forzar el portón. Que igualmente no sería sencillo de romper. Tendría que hacer mucho ruido que alertaría a los hombres que descargaban los quesos, o los posibles secuestradores si estaban dentro.
En una lateral del edificio, había una grúa de madera, con sus cuerdas y poleas, con las que seguramente se subirían los materiales al segundo piso. No sería muy complicado subir por allí, pero igualmente estaban a la vista de los trabajadores del almacén de enfrente. Salvo…
- Ven conmigo-, dijo a la sacerdotisa, colocándose en la esquina del almacén donde quería entrar.
Puso a la mujer delante, y la abrazó momentáneamente buscando hacer tiempo y encontrar el momento adecuado. Cuando al fin vio la oportunidad, el brujo suspiró resignado y movió la tabla por la que bajaba uno de los hombres del carro, de forma que el chico cayera y desestabilizara el carruaje. La calle tenía una ligera cuesta, casi inapreciable, pero suficiente para que el queso comenzara a rodar y adquirir velocidad. Además, el hecho de que la parte trasera del carro se inclinara hacia atrás, y saltaran fuera algunos quesos más, no ayudó a que el resto de los hombres pudiera detenerlo
Pronto el caos reinó por la calle. Los hombres gritaron alertando a la gente, y un hombre con ropas de alta costura, tuvo que apartarse rápidamente para no ser arrollado por el primero de los requesones rodantes. Los gritos de auxilio llamaron la atención de los guardias, y estos salieron corriendo con sus alabardas al hombro tras los quesos, intentando ser útil de alguna forma en el desastre que se acababa de originar.
- Vamos. Rápido. Entremos al almacén aprovechando la confusión-, dijo, moviéndose rápidamente hacia la grúa.
Antes incluso de acercarse, al rubio ya le daba la impresión que de que habían dejado la cuerda allí, entre las poleas, porque habían dejado la grúa abandonada nada más terminar algún trabajo con ella. Algo que pudo comprobar nada más llegar hasta ella. No perdió más tiempo en observaciones, y dio unos tirones a la cuerda, comprobando para su deleite, que esos trabadores no solo habían dejado la cuerda allí, sino que había dejado el freno de las poleas puesto.
- Estamos de suerte-, comentó el brujo. - Subiré y quitaré el freno para auparte con el otro extremo de la cuerda-, dijo justo antes de comenzar a escalar por la cuerda.
Por suerte, no era un brujo que solamente se quedara en una biblioteca leyendo libros. Sino que además era un hombre acostumbrado al ejercicio físico, y a viajar por el mundo. Así que su condición física era buena.
El rubio se dio prisa, y alcanzó el segundo piso lo más rápido que pudo, para aprovechar todo lo que pudiera la distracción. El problema de los quesos no duraría eternamente, y tenía que subir a Níniel antes de que acabaran por solucionarlo, y alguien le diera por mirar hacia allí.
Nada más llegar a lo alto, se columpió para llegar hasta el suelo del segundo piso por el portón casi totalmente cerrado. Apoyó un pie en el suelo y poco a poco fue introduciéndose como pudo, de forma lateral, por la pequeña abertura. Cuando finalmente estuvo dentro, echó una ojeada rápida para comprobar que no había nadie cerca. Abrió el portón lo suficiente para que entrara una persona perfectamente, y lanzó el otro lado de la cuerda que estaba en el interior del edificio. Finalmente, le hizo señales a Níniel para que se agarrara a ella, y con el pie quitó el freno y comenzó a subirla.
Podría haberse fijado en si el problema de los quesos seguía su curso, o si alguien venía a por él dentro del almacén. Pero el busto de la elfa, ahora que tenía la capa retirada hacia atrás mientras se agarraba a la cuerda, era lo que poderosamente llamaba su atención. Tendría que hacer eso más a menudo. Subir a Níniel con sogas y poleas. Ya que era indudable que el esfuerzo merecía la pena.
Cuando la mujer estuvo a su altura, colocó nuevamente el freno con la punta de su bota, y ayudó a la sacerdotisa a entrar dentro. Después, volvió a meter la parte de la cuerda con la que la había subido a Níniel en el almacén, y volvió a cerrar el portón, solo dejando una pequeña apertura por la que entraba el cabo que acababa de usar. Así todo quedaba exactamente igual que antes de acceder al lugar.
- Me vas a odiar. Siempre que estoy contigo, tiro a un pobre trabajador para infiltrarnos en los sitios. Provocando un alboroto de paso-, susurró avergonzado.
Iba a decirle algo más, pero escuchó unas voces provenientes del interior del almacén. Se colocó un dedo en los labios, y se encaminó agachado hacia el lugar donde había sentido el sonido de la conversación.
A partir de ahí, solo tuvo que bajar los peldaños para alcanzar a la mujer que los esperaba pacientemente a los pies de la escalera. La sirvienta que los había guiado hasta el despacho, predispuesta ahora para desandar el camino de la primera vez, y acompañarlos a la salida. No dijo nada durante el trayecto, del mismo modo que su compañera no lo hizo, y supuso que ella estaría pensando en los mismos detalles que él.
Mañana por la noche. No era mucho tiempo. Por no decir que lo más probable es que fuera insuficiente. Resolver un caso así era algo bastante complejo, y que requería un periodo prolongado para recabar pistas. Lo único que le daba esperanzas para conseguir rescatar a la chica en tan corto plazo, era la idea clara, que tenían los hombres que lo habían contratado, de quien era el culpable.
Eso facilitaba la labor. Reducía ampliamente el número de sospechosos, y de los lugares donde pudiera retener a la mujer. Pero la realidad, es que sólo ayudaba si estaban en lo cierto. Si no era así, solamente serviría para hacer imposible conseguir su objetivo en el plazo.
De todos modos, poco podía hacer. El deseo del secuestrador por una obra tan característica era sospechoso, y tampoco podría encontrar a la chica en dos días si comenzaba a investigar a todo el mundo. Tendría que hacer caso al señor Malade. Jugar todo a esa mano, y rezar porque fuera la correcta.
El frío y las palabras lo devolvieron al presente, y lo alejaron de los pensamientos sobre el éxito o fracaso de su nuevo trabajo.
- La bajada de temperatura cada vez se nota más-, contestó, dejando que la elfa se acercara para que lo tomara del brazo. - Sí, es lo mejor. Lo bueno de la zona donde se encuentra el almacén, es que nadie sospechará de una viandantes cualesquiera. Podremos pasar por allí, y echar un vistazo como si sólo fuéramos dos personas paseando-, el brujo miró su rostro, y acarició su mejilla sonrojada levemente con el dorso de su guante. Luego la ayudó a cerrarse bien el cuello del abrigo. - Parece que estás pasando mucho frío. Pégate a mí para calentarte-, comentó, dejándole espacio para que se acercara, pasando el brazo por detrás de su espalda.
Avanzaron juntos, y no tardaron en encontrar el almacén. Estaba cerca, como había dicho Sebastián. Unas calles al este de donde se encontraría la casa de Tordú, según las indicaciones y direcciones escritas en el pergamino que les habían dado.
Y pese a que tampoco estaba demasiado lejos de la casa de Malade. Era como si hubieran entrado en un mundo nuevo. En una ciudad distinta. Pues habían pasado de las fachadas ricas en detalles, flores y ornamentos, a un destino de piedra lisa y corriente. A un lugar donde las cosas estaban creadas para ser funcionales, no bonitas a la vista.
- Usando la puerta-, bromeó en respuesta a la elfa, maquinando un posible plan para entrar.
Con esos guardias no podía forzar el portón. Que igualmente no sería sencillo de romper. Tendría que hacer mucho ruido que alertaría a los hombres que descargaban los quesos, o los posibles secuestradores si estaban dentro.
En una lateral del edificio, había una grúa de madera, con sus cuerdas y poleas, con las que seguramente se subirían los materiales al segundo piso. No sería muy complicado subir por allí, pero igualmente estaban a la vista de los trabajadores del almacén de enfrente. Salvo…
- Ven conmigo-, dijo a la sacerdotisa, colocándose en la esquina del almacén donde quería entrar.
Puso a la mujer delante, y la abrazó momentáneamente buscando hacer tiempo y encontrar el momento adecuado. Cuando al fin vio la oportunidad, el brujo suspiró resignado y movió la tabla por la que bajaba uno de los hombres del carro, de forma que el chico cayera y desestabilizara el carruaje. La calle tenía una ligera cuesta, casi inapreciable, pero suficiente para que el queso comenzara a rodar y adquirir velocidad. Además, el hecho de que la parte trasera del carro se inclinara hacia atrás, y saltaran fuera algunos quesos más, no ayudó a que el resto de los hombres pudiera detenerlo
Pronto el caos reinó por la calle. Los hombres gritaron alertando a la gente, y un hombre con ropas de alta costura, tuvo que apartarse rápidamente para no ser arrollado por el primero de los requesones rodantes. Los gritos de auxilio llamaron la atención de los guardias, y estos salieron corriendo con sus alabardas al hombro tras los quesos, intentando ser útil de alguna forma en el desastre que se acababa de originar.
- Vamos. Rápido. Entremos al almacén aprovechando la confusión-, dijo, moviéndose rápidamente hacia la grúa.
Antes incluso de acercarse, al rubio ya le daba la impresión que de que habían dejado la cuerda allí, entre las poleas, porque habían dejado la grúa abandonada nada más terminar algún trabajo con ella. Algo que pudo comprobar nada más llegar hasta ella. No perdió más tiempo en observaciones, y dio unos tirones a la cuerda, comprobando para su deleite, que esos trabadores no solo habían dejado la cuerda allí, sino que había dejado el freno de las poleas puesto.
- Estamos de suerte-, comentó el brujo. - Subiré y quitaré el freno para auparte con el otro extremo de la cuerda-, dijo justo antes de comenzar a escalar por la cuerda.
Por suerte, no era un brujo que solamente se quedara en una biblioteca leyendo libros. Sino que además era un hombre acostumbrado al ejercicio físico, y a viajar por el mundo. Así que su condición física era buena.
El rubio se dio prisa, y alcanzó el segundo piso lo más rápido que pudo, para aprovechar todo lo que pudiera la distracción. El problema de los quesos no duraría eternamente, y tenía que subir a Níniel antes de que acabaran por solucionarlo, y alguien le diera por mirar hacia allí.
Nada más llegar a lo alto, se columpió para llegar hasta el suelo del segundo piso por el portón casi totalmente cerrado. Apoyó un pie en el suelo y poco a poco fue introduciéndose como pudo, de forma lateral, por la pequeña abertura. Cuando finalmente estuvo dentro, echó una ojeada rápida para comprobar que no había nadie cerca. Abrió el portón lo suficiente para que entrara una persona perfectamente, y lanzó el otro lado de la cuerda que estaba en el interior del edificio. Finalmente, le hizo señales a Níniel para que se agarrara a ella, y con el pie quitó el freno y comenzó a subirla.
Podría haberse fijado en si el problema de los quesos seguía su curso, o si alguien venía a por él dentro del almacén. Pero el busto de la elfa, ahora que tenía la capa retirada hacia atrás mientras se agarraba a la cuerda, era lo que poderosamente llamaba su atención. Tendría que hacer eso más a menudo. Subir a Níniel con sogas y poleas. Ya que era indudable que el esfuerzo merecía la pena.
Cuando la mujer estuvo a su altura, colocó nuevamente el freno con la punta de su bota, y ayudó a la sacerdotisa a entrar dentro. Después, volvió a meter la parte de la cuerda con la que la había subido a Níniel en el almacén, y volvió a cerrar el portón, solo dejando una pequeña apertura por la que entraba el cabo que acababa de usar. Así todo quedaba exactamente igual que antes de acceder al lugar.
- Me vas a odiar. Siempre que estoy contigo, tiro a un pobre trabajador para infiltrarnos en los sitios. Provocando un alboroto de paso-, susurró avergonzado.
Iba a decirle algo más, pero escuchó unas voces provenientes del interior del almacén. Se colocó un dedo en los labios, y se encaminó agachado hacia el lugar donde había sentido el sonido de la conversación.
Vincent Calhoun
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Re: Una auténtica obra de arte. [Trabajo Vincent-Níniel][CERRADO]
Entrar en aquel lugar no iba a ser tan sencillo como hacerlo por la puerta como bromeaba Vincent. Había demasiados ojos curiosos en la zona y no contaban con el amparo de la noche y la complicidad de Isil para colarse simplemente escalando hasta la segunda planta del edificio. A plena luz del sol aquellos trabajadores del almacén cercano o los vigilantes los verían sin lugar a dudas y en instantes tendrían a los guardias del gremio detrás de ellos, mercenarios que a diferencia de la guardia de la ciudad recibían bonificaciones por evitar robos y recompensas por atrapar a los ladrones, lo que implicaba que se mostrarían mucho más implacables a la hora de tratar de capturarlos. Además el oro del los mercaderes les permitía disponer de equipo de buena calidad y les daba acceso a entrenadores cualificados lo que los convertía en toda una molestia para los ladronzuelos, y por desgracia para ellos si les pillaban colándose en propiedad privada, por muy nobles que fueran sus intenciones.
-Desde luego no podemos esperar todo el día a que anochezca...Si tan solo no estuvieran trabajando esos hombre justos ahí tendríamos tiempo para colarnos- Comentó la peliblanca mientras miraba de manera disimulada a las pequeñas ventanas del segundo piso a la vez que trataba de ver si entre queso y queso podrían lograr llegar hasta ellas sin ser vistos. Momento en el que Vincent pareció tener una idea y la llevó hasta la esquina del edificio, donde la abrazó, usándola para cubrir sus propias miradas y acciones.
-¿Qué piensas hacer?- Susurró a su oído pasados unos instantes en los que vio en la mirada del brujo que éste tenía un plan y continuando con la farsa del abrazo para facilitarle la tarea, fuese la que fuese. El rubio no respondió pero a la elfa le bastó escuchar el fuerte ruido de la madera golpear contra el suelo adoquinado y los gritos de los trabajadores para saber qué era lo que había hecho usando su telequinesis. Enseguida toda la calle se llenó de gritos de miedo, de alerta y de maldiciones y Níniel frunció los labios esperando que a pesar del escándalo nadie acabara recibiendo un buen golpe por su culpa.
La elfa siguió al brujo hasta los pies de aquella grúa de poleas y, asintiendo a sus palabras, permaneció a la espera allí abajo mientras él trepaba, esperando su turno, mirando con cierto nerviosismo alrededor por si la mala fortuna quería que alguien se asomara hasta allí y les viera. Pero nadie apareció. La avalancha de quesos debía de tener a todos bastante ocupados, ya fuera evitándola o tratando de detenerla de algún modo, lo cual debido a la pendiente de la calle a Níniel se le antojaba bastante complicado. Aquellos quesos rodarían y rodarían hasta acabar aplastados contra alguna pared...Un desperdicio.
Llegado el momento la peliblanca tomó la cuerda que le arrojó Vincent y la enroscó en su cintura y pierna agarrándose con fuerza a ella con las manos para a continuación dejarse izar hasta el segundo piso. Una vez a la altura liberó su pierna y cintura de la cuerda y tomó la mano del brujo para entrar al interior sin demasiadas complicaciones, comenzando a mirar alrededor mientras el rubio dejaba todo tal y como estaba antes para que nadie notara que dos personas se habían colado por allí usando aquella grúa.
Estaban en una galería superior que dividía aquel gran edificio en dos plantas conectadas por unas escaleras a unos metros frente al lugar por el que habían entrado. Desde allí podía verse toda la segunda planta y, asomándose por la barandilla también la primera, como si de un palco se tratara. Salvo que aquel estaba diseñado para aumentar la capacidad de almacenamiento del lugar aprovechando la altura y no para disponer de una vista privilegiada de ningún escenario. Aquel segundo nivel estaba lleno de cajas de madera apiladas, las había de todos los tamaños y formas, y a juzgar por algunas que estaban abiertas contenían esculturas y otras tallas protegidas por montones de paja. La temática de todas ellas parecía ser siempre la misma...Representaciones de hombres y mujeres desnudos, y algunas incluso representaban el acto sexual de formas bastante explícitas lo que llevó a la peliblanca a tratar de no rozar algunas de la más..."sobresalientes" con el rubor tiñendo sus mejillas.
-Por los dioses...- No pudo contener azorada antes de responder a las palabras del brujo con un asentimiento. -No había opción, teníamos que entrar. Aunque no me esperaba esto...¿Qué clase de "arte" hace ese tal Tordú?- Dijo en voz baja asomándose un poco más para ver el interior del almacén, evitando rozar a toda costa la representación de un hombre con un miembro especialmente exagerado apuntando hacia el techo, deteniéndose en seco tras haber dado solo un par de pasos y haciéndole a Vincent un gesto señalándose una de sus puntiagudas orejas y luego en la dirección en la que se escuchaban una voces masculinas.
Con cuidado se asomó por un lado de un montón de cajas de madera apiladas y muy despacio, cerciorándose que estaba oculta echó un vistazo. No tardó en ver que la luz que había visto desde el exterior correspondía a una lámpara al fondo de aquel mismo nivel, alrededor de la cual había tres hombres jugando a las cartas y rodeados de botellas de bebida vacías. Parecían muy animados y lo mejor de todo era que parecían tan ebrios que ni de casualidad se habían dado cuenta de que ya no estaban solos en aquel lugar.
Níniel continuó mirando y no vio a nadie más allí, ni siquiera en la primera planta donde solo parecía haber bloques y bloques de diferentes tipos de piedra almacenados y en el centro una zona despejada rodeada de mesas de trabajo y con una estatua a medio tallar de mármol...Una figura femenina desnuda, como no. En general a pesar de la hora del día que era el lugar estaba pobremente iluminado tal y como había sospechado la joven antes de entrar, por eso aquellos tres habían encendido una lámpara. Una de las muchas que había por todo el lugar y que se encargarían de convertirlo en un lugar de trabajo adecuado.
-Tienes una suerte del demonio..- Voceó especialmente fuerte en ese momento uno de aquellos tipos arrojando sus cartas sobre la mesa con claro disgusto. -Reparte otra vez, y esta vez barajea bien-
-Ya barajeo bien. ¿Y qué vas a jugarte ahora?. Ya me debes dos sueldos...Nunca había visto a alguien tan malo con las cartas como tú.- Respondió otro hablando con cierta dificultad a causa de los efectos del alcohol en su cuerpo.
-Umm...Ya sé...Sé dónde guarda Tordú la llave de la habitación de esa chica suya, la nueva, la guapa. La hija de ese otro escultor de pacotilla. ¿No os apetece ver algo de carne y hueso y no tantas piedras?. Me juego esa información contra el dinero que he perdido. ¿Qué me dices?.-
-¿Y qué quieres que haga con esa llave?. Desde luego que le haría una visita, está bien buena, pero sí el jefe me pillase...No merece la pena. Apuesta algo de dinero o al menos trae otra botella y haz algo de provecho.- Respondió aquel de los humanos que parecía contar con el favor de los dioses, al menos en cuanto a lo que a cartas se refería. El primero protestó de manera inteligible pero tambaleándose se levantó y comenzó a caminar hacia las escaleras, acercándose a la posición donde Vincent y Níniel estaban escondidos.
-¿Lo has oído?. Malade tenía razón. Tordú tiene a Aliandra.- Dijo la peliblanca girándose un instante para mirar a su compañero con los ojos brillando ante tan buenas noticias y volviendo enseguida su atención a los pasos de aquel borracho que se acercaba hasta ellos aparentemente en busca de bebida. Claro que no parecía saber muy bien hacía donde dirigirse para encontrarla pues cambio de dirección un par de veces y hasta acabó tropezándose y cayendo al suelo entre maldiciones farfulladas.- Necesitamos a ese borracho. Sacarle información de esa llave y qué abre.- Añadió al final aunque seguramente no hacía falta.
En ese momento un gran estruendo se pudo escuchar por todo el lugar y hasta el suelo tembló por un instante seguido de un fogonazo y fuerte olor a madera quemada. Níniel, que no esperaba algo así perdió el equilibro y para no caerse de culo al suelo alargó la mano sujetándose a lo primero que pudo, que no era otra cosa más que el miembro erecto de una de esas condenadas estatuas. Rápidamente se asomó con cuidado de nuevo y lo que vio la dejó estupefacta, tanto que ni cuenta se había dado de a qué se había agarrado y la "extraña" posición en la que había quedado, arrodillada y con su mano sobre...
Entonces vio una figura alta e imponente avanzar con paso firme hasta el centro de la primera planta, saliendo de una nube de humo negruzco y colocando sus brazos en jarras mientras miraba alrededor con altanería y hasta chulería. ¿Quién era ese tipo y qué hacía ahí?. ¿Acababa de volar en pedazos la puerta del almacén?.
-Tordú, malandrín. Soy yo el apuesto Erick Est Vanvouren, el prometido de la bella Aliandra. Devuelvela a mis fornidos brazos de donde nunca debiste alejarla y acepta tu castigo bellaco o probarás mi espada- Proclamó aquel tipo con una poderosa voz que llegaba a cada rincón de aquel edificio como un poderoso trueno. Resultó tan impresionante que incluso Níniel se había quedado ojiplática observando la escena, por no hablar de los tres juerguistas que se habían quedado todos ellos helados mirando a aquella figura sin saber qué diantres estaba pasando.
Al menos hasta que una de las ascuas de la puerta prendió la larga capa de aquel recién llegado comenzando un fuego que se extendió rápidamente por ella sin que éste se diera cuenta. Hasta que el calor del incendio a sus espaldas hizo que se girase y comenzara a gritar y a chillar de forma estridente mientras corría en círculos en un ataque de pánico que no hacía si no avivar aún más las llamas.
-¿Pero que rayos...?-
Subrayado comienzo de dificultad 1.-Desde luego no podemos esperar todo el día a que anochezca...Si tan solo no estuvieran trabajando esos hombre justos ahí tendríamos tiempo para colarnos- Comentó la peliblanca mientras miraba de manera disimulada a las pequeñas ventanas del segundo piso a la vez que trataba de ver si entre queso y queso podrían lograr llegar hasta ellas sin ser vistos. Momento en el que Vincent pareció tener una idea y la llevó hasta la esquina del edificio, donde la abrazó, usándola para cubrir sus propias miradas y acciones.
-¿Qué piensas hacer?- Susurró a su oído pasados unos instantes en los que vio en la mirada del brujo que éste tenía un plan y continuando con la farsa del abrazo para facilitarle la tarea, fuese la que fuese. El rubio no respondió pero a la elfa le bastó escuchar el fuerte ruido de la madera golpear contra el suelo adoquinado y los gritos de los trabajadores para saber qué era lo que había hecho usando su telequinesis. Enseguida toda la calle se llenó de gritos de miedo, de alerta y de maldiciones y Níniel frunció los labios esperando que a pesar del escándalo nadie acabara recibiendo un buen golpe por su culpa.
La elfa siguió al brujo hasta los pies de aquella grúa de poleas y, asintiendo a sus palabras, permaneció a la espera allí abajo mientras él trepaba, esperando su turno, mirando con cierto nerviosismo alrededor por si la mala fortuna quería que alguien se asomara hasta allí y les viera. Pero nadie apareció. La avalancha de quesos debía de tener a todos bastante ocupados, ya fuera evitándola o tratando de detenerla de algún modo, lo cual debido a la pendiente de la calle a Níniel se le antojaba bastante complicado. Aquellos quesos rodarían y rodarían hasta acabar aplastados contra alguna pared...Un desperdicio.
Llegado el momento la peliblanca tomó la cuerda que le arrojó Vincent y la enroscó en su cintura y pierna agarrándose con fuerza a ella con las manos para a continuación dejarse izar hasta el segundo piso. Una vez a la altura liberó su pierna y cintura de la cuerda y tomó la mano del brujo para entrar al interior sin demasiadas complicaciones, comenzando a mirar alrededor mientras el rubio dejaba todo tal y como estaba antes para que nadie notara que dos personas se habían colado por allí usando aquella grúa.
Estaban en una galería superior que dividía aquel gran edificio en dos plantas conectadas por unas escaleras a unos metros frente al lugar por el que habían entrado. Desde allí podía verse toda la segunda planta y, asomándose por la barandilla también la primera, como si de un palco se tratara. Salvo que aquel estaba diseñado para aumentar la capacidad de almacenamiento del lugar aprovechando la altura y no para disponer de una vista privilegiada de ningún escenario. Aquel segundo nivel estaba lleno de cajas de madera apiladas, las había de todos los tamaños y formas, y a juzgar por algunas que estaban abiertas contenían esculturas y otras tallas protegidas por montones de paja. La temática de todas ellas parecía ser siempre la misma...Representaciones de hombres y mujeres desnudos, y algunas incluso representaban el acto sexual de formas bastante explícitas lo que llevó a la peliblanca a tratar de no rozar algunas de la más..."sobresalientes" con el rubor tiñendo sus mejillas.
-Por los dioses...- No pudo contener azorada antes de responder a las palabras del brujo con un asentimiento. -No había opción, teníamos que entrar. Aunque no me esperaba esto...¿Qué clase de "arte" hace ese tal Tordú?- Dijo en voz baja asomándose un poco más para ver el interior del almacén, evitando rozar a toda costa la representación de un hombre con un miembro especialmente exagerado apuntando hacia el techo, deteniéndose en seco tras haber dado solo un par de pasos y haciéndole a Vincent un gesto señalándose una de sus puntiagudas orejas y luego en la dirección en la que se escuchaban una voces masculinas.
Con cuidado se asomó por un lado de un montón de cajas de madera apiladas y muy despacio, cerciorándose que estaba oculta echó un vistazo. No tardó en ver que la luz que había visto desde el exterior correspondía a una lámpara al fondo de aquel mismo nivel, alrededor de la cual había tres hombres jugando a las cartas y rodeados de botellas de bebida vacías. Parecían muy animados y lo mejor de todo era que parecían tan ebrios que ni de casualidad se habían dado cuenta de que ya no estaban solos en aquel lugar.
Níniel continuó mirando y no vio a nadie más allí, ni siquiera en la primera planta donde solo parecía haber bloques y bloques de diferentes tipos de piedra almacenados y en el centro una zona despejada rodeada de mesas de trabajo y con una estatua a medio tallar de mármol...Una figura femenina desnuda, como no. En general a pesar de la hora del día que era el lugar estaba pobremente iluminado tal y como había sospechado la joven antes de entrar, por eso aquellos tres habían encendido una lámpara. Una de las muchas que había por todo el lugar y que se encargarían de convertirlo en un lugar de trabajo adecuado.
-Tienes una suerte del demonio..- Voceó especialmente fuerte en ese momento uno de aquellos tipos arrojando sus cartas sobre la mesa con claro disgusto. -Reparte otra vez, y esta vez barajea bien-
-Ya barajeo bien. ¿Y qué vas a jugarte ahora?. Ya me debes dos sueldos...Nunca había visto a alguien tan malo con las cartas como tú.- Respondió otro hablando con cierta dificultad a causa de los efectos del alcohol en su cuerpo.
-Umm...Ya sé...Sé dónde guarda Tordú la llave de la habitación de esa chica suya, la nueva, la guapa. La hija de ese otro escultor de pacotilla. ¿No os apetece ver algo de carne y hueso y no tantas piedras?. Me juego esa información contra el dinero que he perdido. ¿Qué me dices?.-
-¿Y qué quieres que haga con esa llave?. Desde luego que le haría una visita, está bien buena, pero sí el jefe me pillase...No merece la pena. Apuesta algo de dinero o al menos trae otra botella y haz algo de provecho.- Respondió aquel de los humanos que parecía contar con el favor de los dioses, al menos en cuanto a lo que a cartas se refería. El primero protestó de manera inteligible pero tambaleándose se levantó y comenzó a caminar hacia las escaleras, acercándose a la posición donde Vincent y Níniel estaban escondidos.
-¿Lo has oído?. Malade tenía razón. Tordú tiene a Aliandra.- Dijo la peliblanca girándose un instante para mirar a su compañero con los ojos brillando ante tan buenas noticias y volviendo enseguida su atención a los pasos de aquel borracho que se acercaba hasta ellos aparentemente en busca de bebida. Claro que no parecía saber muy bien hacía donde dirigirse para encontrarla pues cambio de dirección un par de veces y hasta acabó tropezándose y cayendo al suelo entre maldiciones farfulladas.- Necesitamos a ese borracho. Sacarle información de esa llave y qué abre.- Añadió al final aunque seguramente no hacía falta.
En ese momento un gran estruendo se pudo escuchar por todo el lugar y hasta el suelo tembló por un instante seguido de un fogonazo y fuerte olor a madera quemada. Níniel, que no esperaba algo así perdió el equilibro y para no caerse de culo al suelo alargó la mano sujetándose a lo primero que pudo, que no era otra cosa más que el miembro erecto de una de esas condenadas estatuas. Rápidamente se asomó con cuidado de nuevo y lo que vio la dejó estupefacta, tanto que ni cuenta se había dado de a qué se había agarrado y la "extraña" posición en la que había quedado, arrodillada y con su mano sobre...
Entonces vio una figura alta e imponente avanzar con paso firme hasta el centro de la primera planta, saliendo de una nube de humo negruzco y colocando sus brazos en jarras mientras miraba alrededor con altanería y hasta chulería. ¿Quién era ese tipo y qué hacía ahí?. ¿Acababa de volar en pedazos la puerta del almacén?.
-Tordú, malandrín. Soy yo el apuesto Erick Est Vanvouren, el prometido de la bella Aliandra. Devuelvela a mis fornidos brazos de donde nunca debiste alejarla y acepta tu castigo bellaco o probarás mi espada- Proclamó aquel tipo con una poderosa voz que llegaba a cada rincón de aquel edificio como un poderoso trueno. Resultó tan impresionante que incluso Níniel se había quedado ojiplática observando la escena, por no hablar de los tres juerguistas que se habían quedado todos ellos helados mirando a aquella figura sin saber qué diantres estaba pasando.
Al menos hasta que una de las ascuas de la puerta prendió la larga capa de aquel recién llegado comenzando un fuego que se extendió rápidamente por ella sin que éste se diera cuenta. Hasta que el calor del incendio a sus espaldas hizo que se girase y comenzara a gritar y a chillar de forma estridente mientras corría en círculos en un ataque de pánico que no hacía si no avivar aún más las llamas.
-¿Pero que rayos...?-
Níniel Thenidiel
Aerandiano de honor
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Re: Una auténtica obra de arte. [Trabajo Vincent-Níniel][CERRADO]
Vincent comenzó a caminar en la dirección en la que se habían escuchado las voces, y fue entonces cuando se percató del tipo de obras artísticas que estaban almacenadas allí, dando sentido a las palabras que había dicho Níniel instantes antes.
Con la preocupación de ser descubierto, había observado el lugar sin fijarse en nada más que no fuera una persona. Al no ver a ninguna, comenzó la operación de subir a la elfa, para finalmente dejarlo todo como estaba al principio una vez la mujer estuvo dentro.
Pero ahora que había tenido que avanzar, sí que se había fijado en el resto del edificio, y de lo que había guardado en su interior.
No era algo que le diera vergüenza de por sí, aunque tenía que reconocer que era toda una sorpresa el ideal de arte que manejaba el señor Tordú. Sin embargo, al ir con la sacerdotisa, sí que se sentía un poco turbado. Imaginaba que Nín no lo estaba pasando bien, al tener que observar esa exageración sexual en las creaciones del artista.
Incluso, en cierta manera, le hacía recordar al incidente de la sala de espejos en la academia de Beltrexus. O mejor dicho, en la falsa academia de Beltrexus, fruto del sueño del alquimista Otrore.
Cierto que no había punto de comparación, al menos en la situación en sí, y en lo embarazosa que era esta para la elfa y para él. Era imposible, que este almacén lleno de escultura de dudoso gusto, superara a una habitación llena de espejos que representaban la sexualidad en el cuerpo de Níniel, y situaciones… mucho más calenturientas que sólo la belleza de su cuerpo.
No, no era comparable en ese sentido. Pero sí que tenía un palpable parecido por las circunstancias en sí. Verse rodeado por todas partes de connotaciones sexuales, mientras estaba con la peliblanca.
De todos modos, el rubio no creyó oportuno hacer referencia alguna de las estatuas y obras de Tordú. Consideró que era mejor idea obviar el tema, y centrarse en el cumplimiento de su misión. Que en esos instantes era recabar información del paradero de la hija de Malade. Las voces que habían escuchado quizás pudieran ayudar a ello, aunque por otro lado, también era un riesgo de ser descubiertos.
Cómo el acaudalado artista que los contrató, no estuviera en lo cierto, sería muy mal asunto que los pillaran. Tendrían problemas muy serios con la guardia al haber entrado sin permiso en un almacén privado. Con tantos tesoros de los que podrían ser acusado de intento de robo. Eso sí, suponía que pocas personas en el mundo podría considerar esas obras, tesoros de verdad.
La suerte estuvo de su lado una vez más. El grupo de hombres que jugaban a las cartas, estaban tan borrachos que les costaría fijarse en algo más alejado que la mesa. O quizás del fondo de la botella, dado el caso. Así que fue sencillo acercarse lo suficiente, para buscar un lugar seguro desde el que espiarles.
- Sí, la petición de los secuestradores apuntaba a Tordú. Malade estaba en lo cierto-, comentó en un susurro a la elfa, pero pronto clavó la mirada en el sujeto que se acercaba hacia ellos.
Antes tenía una cierta preocupación por estar allí sin permiso. Un pequeño dilema moral al haber entrado en una propiedad privada, y donde además podría acabar teniendo que luchar contra alguien que no tuviera nada que ver con la desaparición de Aliandra. Con esa nueva información todo cambiaba, y podía perfectamente asaltar al tipo que venía hacia ellos, así como reducir al resto de sus compañeros sin problemas. Estaban demasiado borrachos como para tenerse en pie, mucho menos para presentarles batalla.
Una explosión resonó por todo el lugar, y el brujo sintió como sus planes se hacían cenizas, del mismo modo en el que la madera, que instantes antes conformaban la puerta del lugar, se deshacía bajo el poder del fuego.
¿Pero en qué demonios estaba pensando ese tipo? ¿Acaso pensaba que podía volar por los aires un portón de almacén, a plena luz del día como si nada? Pues así lo parecía, no solo porque lo había hecho, sino porque además el muy imbécil había tenido tiempo de jactarse en una presentación más propia del teatro que de una batalla real. Todo antes… Antes de que su capa acabara ardiendo en una lamentable escena.
- Espero que ese idiota usara algún artefacto mágico para explotar la puerta. Porque si es un brujo de fuego que no sabe controlar las llamas… Menudo panorama-, dijo a la elfa, observando la reacción de los trabajadores del almacén.
Los hombres se habían quedado igual que ellos. Atónitos antes la escena, pero cuando el prometido de Aliandra se pegó fuego accidentalmente, estos reaccionaron de inmediato.
- ¿Quién eres tú? Vas a conseguir hacer arder todo el lugar-, comentó con gran preocupación el trabajador más afortunado del trío.
El hombre se había levantado tan rápido, que la silla en la que estaba sentado, cayó hacia atrás con un sonoro golpe que pareció espabilar a sus compañeros. Aunque lo cierto es que a punto estuvo de caer el propio trabajador ante su súbita reacción. Su mente no estaba preparada para movimientos bruscos.
- Echemos a este idiota. Y apaguemos el fuego antes de que todo sea consumido por las llamas-, dijo el otro hombre sentado a la mesa secundando a su homólogo.
- Vamos chicos. Partámosle la cara a este tío-, dijo el que estaba más cerca de ellos.
Pese a ello, sólo dos hombres corrieron de forma penosa y bamboleante hacia el brujo, que aún corría en círculos con su capa ardiendo. El tercero, el que estaba más cerca de Vincent y Níniel, sintió un agarre en su hombro que lo tiró hacia atrás y lo dejó tirado contra el suelo boca arriba. Sin que sus otros dos compañeros se percataran de los sucedido.
El trabajador miró al rubio sin entender muy bien que pasaba, superado por la sorpresa y la bebida.
- Aliandra. ¿Dónde está? - preguntó de forma autoritaria.
- ¿Cómo? - sólo atinó a decir el chico. - Chicos socorr...-, intentó gritar.
Un golpe directo cayó a plomo, contra la cara del incrédulo y despistado mozo de almacén.
- Olvida a tus amigos. Están demasiado distraídos y borrachos para percatarse de tus voces. Así que dime en que lugar se encuentra la mujer. La guapa. La querías ver más allá de lo que sus ropas te permiten ver. ¿Dónde se halla? - zarandeó al muchacho levantándolo del suelo y empujándolo con fuerza contra las madera inmediatamente. - ¿Dónde? - dijo con la voz más dura y acerada, buscando motivarlo a hablar.
- Abajo. Abajo. No me hagas daño. Está abajo, bajando por esas escaleras.
- Buen chico. Eso está mejor-, medio sonrió. - Pero un buen chico, que no quiera ser lastimado, debe decirme también donde está la llave-, enarcó una ceja sin perder la media sonrisa.
- ¿La llave? - comentó sin comprender.
- ¡La llave! La que abre el cuarto donde la habéis encerrado. La que te estabas apostando con tus amigos hace un rato. ¿Recuerdas?
- ¡Ah, sí! Esa llave. También está abajo. Tordú la guardia dentro de una lámpara. Una antigua que no funciona. En el espacio para el aceite-, empezó a decir. - Me extrañó que tuviera esa lámpara ahí bajo, justo en el cuarto de al lado de donde está la mujer. Pero un día lo vi meterla, de casualidad mientras bajaba unas cosas. Esperé unos segundos a que la guardara, y luego bajé, así que nunca sospechó de que lo hubiera visto-, el hombre se alzó un poco y comenzó a hablar más bajo. Conspirando. - He mirado antes y sigue ahí. He sido bueno, te he dicho donde está la chica, y donde encontrar la llave. ¿Puedo irme sin sufrir daño alguno?
El brujo asintió y soltó al hombre. Este pronto se encaminó hacia la salida.
- Seguro que avisa a los otros dos. Pero están tan borrachos que no nos supondrán ningún problemas. Además, siendo tres en vez de dos, seguro que entretienen a nuestro amigo Erick un ratito más-, dijo recalcando la palabra amigo en la frase, y sonrió a la dama élfica. - Vamos, démonos prisa. Encontremos la llave y la chica, y salgamos de aquí antes de que las cosas se pongan más feas.
No tenía que imaginar mucho, para suponer el revuelo que había ocasionado la entrada de Erick al edificio. Esa explosión debía haberse escuchado varias calles a la redonda.
Con la preocupación de ser descubierto, había observado el lugar sin fijarse en nada más que no fuera una persona. Al no ver a ninguna, comenzó la operación de subir a la elfa, para finalmente dejarlo todo como estaba al principio una vez la mujer estuvo dentro.
Pero ahora que había tenido que avanzar, sí que se había fijado en el resto del edificio, y de lo que había guardado en su interior.
No era algo que le diera vergüenza de por sí, aunque tenía que reconocer que era toda una sorpresa el ideal de arte que manejaba el señor Tordú. Sin embargo, al ir con la sacerdotisa, sí que se sentía un poco turbado. Imaginaba que Nín no lo estaba pasando bien, al tener que observar esa exageración sexual en las creaciones del artista.
Incluso, en cierta manera, le hacía recordar al incidente de la sala de espejos en la academia de Beltrexus. O mejor dicho, en la falsa academia de Beltrexus, fruto del sueño del alquimista Otrore.
Cierto que no había punto de comparación, al menos en la situación en sí, y en lo embarazosa que era esta para la elfa y para él. Era imposible, que este almacén lleno de escultura de dudoso gusto, superara a una habitación llena de espejos que representaban la sexualidad en el cuerpo de Níniel, y situaciones… mucho más calenturientas que sólo la belleza de su cuerpo.
No, no era comparable en ese sentido. Pero sí que tenía un palpable parecido por las circunstancias en sí. Verse rodeado por todas partes de connotaciones sexuales, mientras estaba con la peliblanca.
De todos modos, el rubio no creyó oportuno hacer referencia alguna de las estatuas y obras de Tordú. Consideró que era mejor idea obviar el tema, y centrarse en el cumplimiento de su misión. Que en esos instantes era recabar información del paradero de la hija de Malade. Las voces que habían escuchado quizás pudieran ayudar a ello, aunque por otro lado, también era un riesgo de ser descubiertos.
Cómo el acaudalado artista que los contrató, no estuviera en lo cierto, sería muy mal asunto que los pillaran. Tendrían problemas muy serios con la guardia al haber entrado sin permiso en un almacén privado. Con tantos tesoros de los que podrían ser acusado de intento de robo. Eso sí, suponía que pocas personas en el mundo podría considerar esas obras, tesoros de verdad.
La suerte estuvo de su lado una vez más. El grupo de hombres que jugaban a las cartas, estaban tan borrachos que les costaría fijarse en algo más alejado que la mesa. O quizás del fondo de la botella, dado el caso. Así que fue sencillo acercarse lo suficiente, para buscar un lugar seguro desde el que espiarles.
- Sí, la petición de los secuestradores apuntaba a Tordú. Malade estaba en lo cierto-, comentó en un susurro a la elfa, pero pronto clavó la mirada en el sujeto que se acercaba hacia ellos.
Antes tenía una cierta preocupación por estar allí sin permiso. Un pequeño dilema moral al haber entrado en una propiedad privada, y donde además podría acabar teniendo que luchar contra alguien que no tuviera nada que ver con la desaparición de Aliandra. Con esa nueva información todo cambiaba, y podía perfectamente asaltar al tipo que venía hacia ellos, así como reducir al resto de sus compañeros sin problemas. Estaban demasiado borrachos como para tenerse en pie, mucho menos para presentarles batalla.
Una explosión resonó por todo el lugar, y el brujo sintió como sus planes se hacían cenizas, del mismo modo en el que la madera, que instantes antes conformaban la puerta del lugar, se deshacía bajo el poder del fuego.
¿Pero en qué demonios estaba pensando ese tipo? ¿Acaso pensaba que podía volar por los aires un portón de almacén, a plena luz del día como si nada? Pues así lo parecía, no solo porque lo había hecho, sino porque además el muy imbécil había tenido tiempo de jactarse en una presentación más propia del teatro que de una batalla real. Todo antes… Antes de que su capa acabara ardiendo en una lamentable escena.
- Espero que ese idiota usara algún artefacto mágico para explotar la puerta. Porque si es un brujo de fuego que no sabe controlar las llamas… Menudo panorama-, dijo a la elfa, observando la reacción de los trabajadores del almacén.
Los hombres se habían quedado igual que ellos. Atónitos antes la escena, pero cuando el prometido de Aliandra se pegó fuego accidentalmente, estos reaccionaron de inmediato.
- ¿Quién eres tú? Vas a conseguir hacer arder todo el lugar-, comentó con gran preocupación el trabajador más afortunado del trío.
El hombre se había levantado tan rápido, que la silla en la que estaba sentado, cayó hacia atrás con un sonoro golpe que pareció espabilar a sus compañeros. Aunque lo cierto es que a punto estuvo de caer el propio trabajador ante su súbita reacción. Su mente no estaba preparada para movimientos bruscos.
- Echemos a este idiota. Y apaguemos el fuego antes de que todo sea consumido por las llamas-, dijo el otro hombre sentado a la mesa secundando a su homólogo.
- Vamos chicos. Partámosle la cara a este tío-, dijo el que estaba más cerca de ellos.
Pese a ello, sólo dos hombres corrieron de forma penosa y bamboleante hacia el brujo, que aún corría en círculos con su capa ardiendo. El tercero, el que estaba más cerca de Vincent y Níniel, sintió un agarre en su hombro que lo tiró hacia atrás y lo dejó tirado contra el suelo boca arriba. Sin que sus otros dos compañeros se percataran de los sucedido.
El trabajador miró al rubio sin entender muy bien que pasaba, superado por la sorpresa y la bebida.
- Aliandra. ¿Dónde está? - preguntó de forma autoritaria.
- ¿Cómo? - sólo atinó a decir el chico. - Chicos socorr...-, intentó gritar.
Un golpe directo cayó a plomo, contra la cara del incrédulo y despistado mozo de almacén.
- Olvida a tus amigos. Están demasiado distraídos y borrachos para percatarse de tus voces. Así que dime en que lugar se encuentra la mujer. La guapa. La querías ver más allá de lo que sus ropas te permiten ver. ¿Dónde se halla? - zarandeó al muchacho levantándolo del suelo y empujándolo con fuerza contra las madera inmediatamente. - ¿Dónde? - dijo con la voz más dura y acerada, buscando motivarlo a hablar.
- Abajo. Abajo. No me hagas daño. Está abajo, bajando por esas escaleras.
- Buen chico. Eso está mejor-, medio sonrió. - Pero un buen chico, que no quiera ser lastimado, debe decirme también donde está la llave-, enarcó una ceja sin perder la media sonrisa.
- ¿La llave? - comentó sin comprender.
- ¡La llave! La que abre el cuarto donde la habéis encerrado. La que te estabas apostando con tus amigos hace un rato. ¿Recuerdas?
- ¡Ah, sí! Esa llave. También está abajo. Tordú la guardia dentro de una lámpara. Una antigua que no funciona. En el espacio para el aceite-, empezó a decir. - Me extrañó que tuviera esa lámpara ahí bajo, justo en el cuarto de al lado de donde está la mujer. Pero un día lo vi meterla, de casualidad mientras bajaba unas cosas. Esperé unos segundos a que la guardara, y luego bajé, así que nunca sospechó de que lo hubiera visto-, el hombre se alzó un poco y comenzó a hablar más bajo. Conspirando. - He mirado antes y sigue ahí. He sido bueno, te he dicho donde está la chica, y donde encontrar la llave. ¿Puedo irme sin sufrir daño alguno?
El brujo asintió y soltó al hombre. Este pronto se encaminó hacia la salida.
- Seguro que avisa a los otros dos. Pero están tan borrachos que no nos supondrán ningún problemas. Además, siendo tres en vez de dos, seguro que entretienen a nuestro amigo Erick un ratito más-, dijo recalcando la palabra amigo en la frase, y sonrió a la dama élfica. - Vamos, démonos prisa. Encontremos la llave y la chica, y salgamos de aquí antes de que las cosas se pongan más feas.
No tenía que imaginar mucho, para suponer el revuelo que había ocasionado la entrada de Erick al edificio. Esa explosión debía haberse escuchado varias calles a la redonda.
Vincent Calhoun
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Re: Una auténtica obra de arte. [Trabajo Vincent-Níniel][CERRADO]
Aquel lugar, que tan silencioso y tranquilo había estado hasta tan solo unos instantes antes, se había convertido en un caos absoluto con la fulminante entrada en escena de aquel tal Erick, el prometido de Aliandra según él mismo había proclamado voz en grito antes de...Bueno, de salir ardiendo por su propia culpa.
Por un lado estaban los berridos del propio incendiario que poco tenían que ver ya con las poderosas proclamas que había esgrimido nada más llegar, gritos acompañados por el ruido de las herramientas de talla que arrojaba al suelo y las sillas y mesas que volcaba a su paso mientras corría de un lado para otro como pollo sin cabeza. ¿Cómo podía ser tan tonto?. Solo tenía que desabrocharse la capa para evitar quemarse el culo...¿Dónde había quedado ese porte heroico del que había hecho gala?. ¿Qué había sido de su poderosa voz?.
Por el otro lado estaban aquellos empleados de Tordú que, si bien en un primer momento no habían sabido qué hacer, pronto se aprestaron a proteger los bienes de su jefe con energía, o a intentarlo al menos. Siempre que tomemos ese "intentar" como un modo de decir "tambalearse e ir haciendo eses tratando de encontrar las escaleras y de no caer por ellas mientras se profiere todo tipo de insultos dedicados al intruso" claro. Más le valdría no acercarse mucho al fuego en su estado. Iban tan perjudicados que seguramente arderían como una tea con tan solo acercarse a una llama.
-No lo sé, pero una cosa está clara, esto va a estar lleno de guardias en cuestión de minutos. Ya oíste a Malade, nada de guardia o matarán a la chica. Esa explosión puede haberla puesto ya en peligro. Tenemos que darnos prisa en llegar hasta ella y ponerla a salvo.- Respondió la peliblanca percatándose en ese momento de a que parte de la anatomía de aquella estatua se había acabado agarrando para no caer y soltando la mano tan deprisa que casi termina finalmente con su trasero sobre el suelo de madera de forma tonta. -Vamos a por ese borracho antes de que se reúna con los otros. Aprovechemos la confusión del momento.- Susurró a continuación tratando de disimular y siguiendo con la mirada a aquel humano al que tan mal se le daban las cartas pero que tan bueno era descubriendo los secretos de su patrón. Y es que si algo bueno podía tener aquella intromisión era precisamente eso, el jaleo que ahora imperaba en el almacén.
Vincent tomó la delantera y no tardó en alcanzar a aquel hombre comenzando a interrogarlo de manera dura y agresiva, sin darle ni un segundo, ni un centímetro de espacio, impidiendo que pudiera pensar ni siquiera una mentira, sonsacándole la información sin miramientos. Aquella era una faceta del brujo que siempre había estado ahí pero que quizá pocos conocieran. Para muchos Vincent era un trozo de pan, una persona de buen corazón dispuesta a ayudar a los que lo necesitaban sin esperar nada a cambio, llegando incluso a arriesgar su vida con ello...Pero era así con quienes lo merecían no con todos. Con gentuza como aquella ni se molestaba. Podía llegar a dar miedo, pero Níniel lo entendía perfectamente. Ella era igual, y con la vida de Aliandra en juego aquel humano podía darse con un canto en los dientes por que no fuera ella quien le interrogara.
-No sé quién entretendrá a quién pero vamos- Fueron las palabras de la elfa que sin perder un instante comenzó a descender aquellas escaleras a toda prisa sin temor a hacer ruido y a ser descubierta por ello. A aquellas alturas, con toda aquella gente gritando y moviéndose de un lado a otro, hasta un ogrark podría entrar en aquel almacén sin llamar la atención.
Una vez abajo, la sacerdotisa echó un vistazo para asegurarse de que aquellos tipos seguían a lo suyo. Erick ya se había librado por fín de su capa en llamas y ahora peleaba a puñetazos con dos de los otros tipos, no les molestarían por el momento así que la peliblanca buscó la sala de marras. Aquella parte del almacén, justo debajo de la zona cubierta por el piso de la segunda planta estaba prácticamente a oscuras por lo que conjuró un pequeño orbe de luz para ver mejor y lo movió con cuidado por el lugar. Efectivamente allí había varias puertas de metal. Ninguna de ellas tenía distintivo alguno y seguramente no fueran diseñadas para nada más que para almacenar en ellas objetos especialmente delicados, de valor o quizá algunos que no pudieran mezclarse con los demás por la razón que fuera pero...lo cierto es que su semejanza con las celdas de una prisión era más que evidente, incluso disponían de ese visor con pequeños barrotes a la altura de los ojos que permitiría a un carcelero observar el interior desde la seguridad del exterior. -El humano ha dicho que pudo ver cómo Tordú guardaba la llave según bajaba...Así que debe ser esta. Es la única cuyo interior podría haber llegado a ver desde las escaleras.- Comentó señalando con el orbe de luz a una de las puertas y descartando las demás en base a aquella información.
Níniel se acercó con cuidado y echó un ojo a través de aquellos barrotes al interior de la sala. Estaba totalmente a oscuras pero gracias a su orbe de luz, encogido para que pudiera pasar sin problemas a través de la puerta, la joven pudo iluminarla. Estaba vacía a excepción de un caballete de pintura en el centro pero desde allí pudo ver como todas las paredes de aquella habitación estaban totalmente cubiertas de papeles, pergaminos y lienzos de todos los tamaños hasta el punto de llegar incluso a superponerse unos con otros sin dejar ni un solo centímetro de la piedra al descubierto. Todos parecían bocetos y dibujos más o menos detallados de mujeres desnudas en una postura similar a la que representaba la escultura a medio hacer que ocupaba el centro del almacén, aunque con leves variaciones entre ellas.
-Maldita sea, esta también está cerrada con llave- Se quejó amargamente la joven sacerdotisa tras tirar de aquella puerta con todas sus fuerzas sin conseguir abrirla.-No veo a nadie, ni Aliandra ni Tordú...¿Puedes..?-
Comenzó a preguntar la peliblanca, pero ni siquiera había terminado la frase cuando dos guardias del gremio, seguramente los mismos que habían visto antes patrullando la zona, entraron por la destrozada puerta principal del almacén con sus alabardas prestas para el combate y mirando por todas partes sin duda tratando de descubrir qué había pasado allí y si los culpables aún rondaban por la zona. No habían dado ni dos pasos en el interior de aquel lugar cuando vieron a Erick y a los dos trabajadores del lugar enfrascados en una lucha que solo podía ser descrita como lamentable, por lo que se dirigieron hacia allí ignorando en un primer momento a la pareja de infiltrados. No obstante poco después de la llegada de aquellos dos guardias llegaron otros dos, y tras ellos otros dos más y tres miembros de la guardia de la ciudad, y no estaban solos. Aquel desafortunado en las cartas al que habían sonsacado la información estaba con ellos.
-Ese es el loco que prendió fuego al almacén, hip...-Señaló aquel borrachuzo.- Ya le dije que no estoy borracho...Y ahorra, ahora, ¿dónde está esa elfa tan guapa?, hic. -
-Oh, porras. Vincent, date prisa- Le instó la peliblanca.
Por un lado estaban los berridos del propio incendiario que poco tenían que ver ya con las poderosas proclamas que había esgrimido nada más llegar, gritos acompañados por el ruido de las herramientas de talla que arrojaba al suelo y las sillas y mesas que volcaba a su paso mientras corría de un lado para otro como pollo sin cabeza. ¿Cómo podía ser tan tonto?. Solo tenía que desabrocharse la capa para evitar quemarse el culo...¿Dónde había quedado ese porte heroico del que había hecho gala?. ¿Qué había sido de su poderosa voz?.
Por el otro lado estaban aquellos empleados de Tordú que, si bien en un primer momento no habían sabido qué hacer, pronto se aprestaron a proteger los bienes de su jefe con energía, o a intentarlo al menos. Siempre que tomemos ese "intentar" como un modo de decir "tambalearse e ir haciendo eses tratando de encontrar las escaleras y de no caer por ellas mientras se profiere todo tipo de insultos dedicados al intruso" claro. Más le valdría no acercarse mucho al fuego en su estado. Iban tan perjudicados que seguramente arderían como una tea con tan solo acercarse a una llama.
-No lo sé, pero una cosa está clara, esto va a estar lleno de guardias en cuestión de minutos. Ya oíste a Malade, nada de guardia o matarán a la chica. Esa explosión puede haberla puesto ya en peligro. Tenemos que darnos prisa en llegar hasta ella y ponerla a salvo.- Respondió la peliblanca percatándose en ese momento de a que parte de la anatomía de aquella estatua se había acabado agarrando para no caer y soltando la mano tan deprisa que casi termina finalmente con su trasero sobre el suelo de madera de forma tonta. -Vamos a por ese borracho antes de que se reúna con los otros. Aprovechemos la confusión del momento.- Susurró a continuación tratando de disimular y siguiendo con la mirada a aquel humano al que tan mal se le daban las cartas pero que tan bueno era descubriendo los secretos de su patrón. Y es que si algo bueno podía tener aquella intromisión era precisamente eso, el jaleo que ahora imperaba en el almacén.
Vincent tomó la delantera y no tardó en alcanzar a aquel hombre comenzando a interrogarlo de manera dura y agresiva, sin darle ni un segundo, ni un centímetro de espacio, impidiendo que pudiera pensar ni siquiera una mentira, sonsacándole la información sin miramientos. Aquella era una faceta del brujo que siempre había estado ahí pero que quizá pocos conocieran. Para muchos Vincent era un trozo de pan, una persona de buen corazón dispuesta a ayudar a los que lo necesitaban sin esperar nada a cambio, llegando incluso a arriesgar su vida con ello...Pero era así con quienes lo merecían no con todos. Con gentuza como aquella ni se molestaba. Podía llegar a dar miedo, pero Níniel lo entendía perfectamente. Ella era igual, y con la vida de Aliandra en juego aquel humano podía darse con un canto en los dientes por que no fuera ella quien le interrogara.
-No sé quién entretendrá a quién pero vamos- Fueron las palabras de la elfa que sin perder un instante comenzó a descender aquellas escaleras a toda prisa sin temor a hacer ruido y a ser descubierta por ello. A aquellas alturas, con toda aquella gente gritando y moviéndose de un lado a otro, hasta un ogrark podría entrar en aquel almacén sin llamar la atención.
Una vez abajo, la sacerdotisa echó un vistazo para asegurarse de que aquellos tipos seguían a lo suyo. Erick ya se había librado por fín de su capa en llamas y ahora peleaba a puñetazos con dos de los otros tipos, no les molestarían por el momento así que la peliblanca buscó la sala de marras. Aquella parte del almacén, justo debajo de la zona cubierta por el piso de la segunda planta estaba prácticamente a oscuras por lo que conjuró un pequeño orbe de luz para ver mejor y lo movió con cuidado por el lugar. Efectivamente allí había varias puertas de metal. Ninguna de ellas tenía distintivo alguno y seguramente no fueran diseñadas para nada más que para almacenar en ellas objetos especialmente delicados, de valor o quizá algunos que no pudieran mezclarse con los demás por la razón que fuera pero...lo cierto es que su semejanza con las celdas de una prisión era más que evidente, incluso disponían de ese visor con pequeños barrotes a la altura de los ojos que permitiría a un carcelero observar el interior desde la seguridad del exterior. -El humano ha dicho que pudo ver cómo Tordú guardaba la llave según bajaba...Así que debe ser esta. Es la única cuyo interior podría haber llegado a ver desde las escaleras.- Comentó señalando con el orbe de luz a una de las puertas y descartando las demás en base a aquella información.
Níniel se acercó con cuidado y echó un ojo a través de aquellos barrotes al interior de la sala. Estaba totalmente a oscuras pero gracias a su orbe de luz, encogido para que pudiera pasar sin problemas a través de la puerta, la joven pudo iluminarla. Estaba vacía a excepción de un caballete de pintura en el centro pero desde allí pudo ver como todas las paredes de aquella habitación estaban totalmente cubiertas de papeles, pergaminos y lienzos de todos los tamaños hasta el punto de llegar incluso a superponerse unos con otros sin dejar ni un solo centímetro de la piedra al descubierto. Todos parecían bocetos y dibujos más o menos detallados de mujeres desnudas en una postura similar a la que representaba la escultura a medio hacer que ocupaba el centro del almacén, aunque con leves variaciones entre ellas.
-Maldita sea, esta también está cerrada con llave- Se quejó amargamente la joven sacerdotisa tras tirar de aquella puerta con todas sus fuerzas sin conseguir abrirla.-No veo a nadie, ni Aliandra ni Tordú...¿Puedes..?-
Comenzó a preguntar la peliblanca, pero ni siquiera había terminado la frase cuando dos guardias del gremio, seguramente los mismos que habían visto antes patrullando la zona, entraron por la destrozada puerta principal del almacén con sus alabardas prestas para el combate y mirando por todas partes sin duda tratando de descubrir qué había pasado allí y si los culpables aún rondaban por la zona. No habían dado ni dos pasos en el interior de aquel lugar cuando vieron a Erick y a los dos trabajadores del lugar enfrascados en una lucha que solo podía ser descrita como lamentable, por lo que se dirigieron hacia allí ignorando en un primer momento a la pareja de infiltrados. No obstante poco después de la llegada de aquellos dos guardias llegaron otros dos, y tras ellos otros dos más y tres miembros de la guardia de la ciudad, y no estaban solos. Aquel desafortunado en las cartas al que habían sonsacado la información estaba con ellos.
-Ese es el loco que prendió fuego al almacén, hip...-Señaló aquel borrachuzo.- Ya le dije que no estoy borracho...Y ahorra, ahora, ¿dónde está esa elfa tan guapa?, hic. -
-Oh, porras. Vincent, date prisa- Le instó la peliblanca.
Níniel Thenidiel
Aerandiano de honor
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Re: Una auténtica obra de arte. [Trabajo Vincent-Níniel][CERRADO]
El rubio se dio prisa en bajar la escalera, y como ya suponía, lo recibió un espectáculo esperpéntico nada más posar sus pies en el primer piso.
No es que no lo hubiera percibido y visto desde el nivel superior. Pero es que verlo ahora desde esa posición relativamente cercana, hacía que la situación le pareciera más estúpida que antes. Aunque por lo menos el brujo, ya había tenido el tino de desembarazarse de su capa, y dejar de correr como pollo sin cabeza por el lugar. El problema era que esos tres borrachos poco podrían hacer para detener a ese hombre, por poco inteligente que pareciera.
- Sí, debe ser esa-, contestó a la elfa, encaminándose hacia la puerta. - Debe estar más adentro. No se ve toda la habitación desde aquí-, dijo después de que Níniel inspeccionara dentro. - Además, veo la lámpara. La que contiene la famosa llave que dijo aquel tipo. Supongo que debe haber alguna puerta en la zona que no alcanzamos a ver-, razonó con su amada elfa. - Claro. Seguro que puedo hacer algo para abrirla-, comentó seguro de sí mismo. - Creo-, dijo seguido, nada más observarla con mayor detenimiento.
La puerta era rudimentaria, pero sólida. A veces no había por qué partirse el cráneo para detener el avance de una persona. Con una simple buena puerta de metal se podía conseguir. Y no había falta que fuese bonita, ni nada por el estilo, pues en un sitio como ese, poco importaba la belleza del entorno. Por ello, esa simple y fea puerta era todo un reto, mayor del que había imaginado al acercarse hasta ella para observar su interior junto a Níniel.
- ¿Prisa? - preguntó medio ausente, concentrado en una buena forma de abrir la puerta.
Una que no supusiera volar la cerradura con unos de sus ataques mágicos. Prefería no hacer ruido, y dejar a Erick distraído con los trabajadores.
Fue entonces cuando se percató de los motivos para tener prisa. Una pareja de guardias llegaron a la entrada del lugar, y detrás de ellos llegaron dos más, y otros cinco casi inmediatamente después. En total nueve miembros que conformaban un problema verdaderamente serio, no como Erick y los borrachos. Que por cierto, eran dos y no tres como antes, y no tardó en saber por qué. El tercero de los trabajadores, el que le había soltado toda la información de la chica y la llave, fue el primero en tener que lidiar y hablar con los guardias.
- Maldita sea. Debí dejarlo noqueado-, se lamentó. - Será mejor que entremos y encontremos a la chica para no acabar arrestados.
Si rescataba a Aliandra, el problema de ser apresado pasaría a segundo plano, pues un secuestro era algo mucho más grave que colarse en un almacén. Menos aún cuando lo habían hecho precisamente para salvar a esa chica.
Por suerte, los guardias aún no se habían percatado de la zona trasera del almacén, donde estaban ellos, y el brujo pudo ponerse manos a la obra con la puerta.
Creó un poder de fuego constante, sobre la cerradura de la puerta. Con ello buscaba darle todo el calor posible, en el menor tiempo. Siguió aplicando la llama hasta que el metal se puso de un color rojo muy vivo. Sabía por su experiencia como herrero, que en ese momento el metal de la puerta estaría tan maleable como una brizna de hierba.
Siguió insistiendo con su fuego, hasta ver como la cerradura se combaba hacia dentro, hacia si ojal.
El brujo miró por encima de su hombro, para comprobar que todos los que podrían perjudicarle estaban aún metidos a lo suyo, y volvió la mirada de nuevo hacia la puerta. Justo en ese momento, la puerta se abrió sola, cuando el pestillo se separó del resto de la cerradura, y pudo abrirla sin mayores problemas.
Vinc se metió dentro de la habitación con el caballete, en sigilo, y se aproximó con rapidez hacia la lámpara que había mencionado aquel trabajador. Fue un gran alivio encontrar la llave en el depósito del aceite como había dicho el borracho, pues sin duda solo con giro de muñeca tendría a Aliandra. Y sus problemas con la justicia terminarían allí.
Su sorpresa fue mayúscula cuando al abrir el cuarto donde estaba la mujer, no había nada. Solo una cama rudimentaria de paja, algunos muebles y poco más. Pero lo importante, lo que les salvaría de la guardia no lo estaba.
- Qué demonios. Donde está. Ese petimetre nos ha engañado-, se lamentó, aunque sin levantar la voz, por si acaso.
Vincent se sentó al borde de la cama. Estaba desolado. No podría salir de allí sin que lo vieran tantos soldados, y con ello se metería en un gran problema. Aunque más lo lamentaba por Níniel, que por él. No es que un mercenario tenga muy buena fama en el mundo, así que por su parte no se vería demasiado mermado. Pero para la sacerdotisa debía ser como una losa.
Agachó la cabeza, y se acarició el cabello. Observó el suelo, solo por mirar hacia algún lado, mientras pensaba en algo que pudiera sacarlos de allí sin problemas con la justicia.
- Eh, ¿has visto esas marcas? - comentó a Níniel, al ver algo curioso junto a un armario.
Había unas rozaduras en el suelo, que hacían parecer que el mueble se movía constantemente hacia esa zona. Y ese detalle, hizo brotar una chispa en el cerebro.
- Ayúdame a moverlo a un lado-, dijo empujándolo con su hombro hacia el lado de las marcas del suelo, y también ayudándose por su telequinesis para darle mayor fuerza al movimiento.
Costó desplazarlo, y lo peor es que hizo un chirrido terrible al moverse sobre las losas del suelo. Pero no le importó en absoluto, pues pudo ir apreciando un abertura en la pared como había imaginado.
- Un poco más-, comentó con la voz forzada, por el trabajo empujando.
Al cabo de unos segundos había un espacio suficiente para que los dos pasaran, pero un voz tras de sí, mientras miraba el umbral del pasadizo, llamó su atención.
- Eh, ustedes dos. Que se supone que hacen aquí-, dijo un guardia asomándose desde el cuarto del caballete.
- Yo, bueno, pues somos trabajadores del almacén-, comenzó a decir el brujo, acercándose a la puerta del cuarto para parecer inofensivo y que decía la verdad.
- Y qué demonios estaban haciendo ahí-, respondió extrañado el guardia, que no se terminaba de fiar.
- Estábamos sacando ese armario-, señaló hacia atrás, por encima del hombro sin volverse, tapando con su cuerpo el interior de la habitación en la que estaba él. No quería que viera el pasadizo. - Nos ordenaron sacarlo para…
- Esta cerradura está destrozada-, comentó un compañero del guardia,
Uno que Vincent no podía ver antes. Pero que ahora que se había acercado hasta el umbral del cuarto, podía verlo inspeccionar la otra puerta de metal. Y lo que es peor, podía ver el trabajador que estaba a su lado. El hombre estaba muy inquieto, seguramente porque sabía lo que había en el cuarto en el que estaba el brujo, o al menos lo que debería haber habido. Algo que le traería muchos problemas. En cualquier caso, eso no le impidió pegar un grito que no ayudó al brujo en absoluto. Seguramente sintiéndose ya pillado, quería que todos cayeran con él.
- ¡Es él. El que me pegó! -, gritó el borracho señalándolo.
Hubo un momento en el que todos se miraron los unos a los otros como pensativos. Como si la situación fuera surrealista, y después de esos instantes, los guardias corrieron hacia él.
- Oh vamos, si no fue para tanto-, dijo el brujo cerrando la puerta tras de sí, y echando el cerrojo con la llave que aún poseía. La que había cogido de la lámpara.
Se oyeron voces al otro lado, y un golpe contra la madera. Signo inequívoco de que intentaban tirarla abajo. El rubio como acto reflejo se apoyó de espaldas contra ella, como si sirviera de algo.
- Esta puerta no aguantará mucho. Ya encontrarán algo para derribarla-, comentó ciertamente alarmado. - Rápido. Por ese pasadizo. Nuestra única esperanza es encontrar a la hija de Malade.
No es que no lo hubiera percibido y visto desde el nivel superior. Pero es que verlo ahora desde esa posición relativamente cercana, hacía que la situación le pareciera más estúpida que antes. Aunque por lo menos el brujo, ya había tenido el tino de desembarazarse de su capa, y dejar de correr como pollo sin cabeza por el lugar. El problema era que esos tres borrachos poco podrían hacer para detener a ese hombre, por poco inteligente que pareciera.
- Sí, debe ser esa-, contestó a la elfa, encaminándose hacia la puerta. - Debe estar más adentro. No se ve toda la habitación desde aquí-, dijo después de que Níniel inspeccionara dentro. - Además, veo la lámpara. La que contiene la famosa llave que dijo aquel tipo. Supongo que debe haber alguna puerta en la zona que no alcanzamos a ver-, razonó con su amada elfa. - Claro. Seguro que puedo hacer algo para abrirla-, comentó seguro de sí mismo. - Creo-, dijo seguido, nada más observarla con mayor detenimiento.
La puerta era rudimentaria, pero sólida. A veces no había por qué partirse el cráneo para detener el avance de una persona. Con una simple buena puerta de metal se podía conseguir. Y no había falta que fuese bonita, ni nada por el estilo, pues en un sitio como ese, poco importaba la belleza del entorno. Por ello, esa simple y fea puerta era todo un reto, mayor del que había imaginado al acercarse hasta ella para observar su interior junto a Níniel.
- ¿Prisa? - preguntó medio ausente, concentrado en una buena forma de abrir la puerta.
Una que no supusiera volar la cerradura con unos de sus ataques mágicos. Prefería no hacer ruido, y dejar a Erick distraído con los trabajadores.
Fue entonces cuando se percató de los motivos para tener prisa. Una pareja de guardias llegaron a la entrada del lugar, y detrás de ellos llegaron dos más, y otros cinco casi inmediatamente después. En total nueve miembros que conformaban un problema verdaderamente serio, no como Erick y los borrachos. Que por cierto, eran dos y no tres como antes, y no tardó en saber por qué. El tercero de los trabajadores, el que le había soltado toda la información de la chica y la llave, fue el primero en tener que lidiar y hablar con los guardias.
- Maldita sea. Debí dejarlo noqueado-, se lamentó. - Será mejor que entremos y encontremos a la chica para no acabar arrestados.
Si rescataba a Aliandra, el problema de ser apresado pasaría a segundo plano, pues un secuestro era algo mucho más grave que colarse en un almacén. Menos aún cuando lo habían hecho precisamente para salvar a esa chica.
Por suerte, los guardias aún no se habían percatado de la zona trasera del almacén, donde estaban ellos, y el brujo pudo ponerse manos a la obra con la puerta.
Creó un poder de fuego constante, sobre la cerradura de la puerta. Con ello buscaba darle todo el calor posible, en el menor tiempo. Siguió aplicando la llama hasta que el metal se puso de un color rojo muy vivo. Sabía por su experiencia como herrero, que en ese momento el metal de la puerta estaría tan maleable como una brizna de hierba.
Siguió insistiendo con su fuego, hasta ver como la cerradura se combaba hacia dentro, hacia si ojal.
El brujo miró por encima de su hombro, para comprobar que todos los que podrían perjudicarle estaban aún metidos a lo suyo, y volvió la mirada de nuevo hacia la puerta. Justo en ese momento, la puerta se abrió sola, cuando el pestillo se separó del resto de la cerradura, y pudo abrirla sin mayores problemas.
Vinc se metió dentro de la habitación con el caballete, en sigilo, y se aproximó con rapidez hacia la lámpara que había mencionado aquel trabajador. Fue un gran alivio encontrar la llave en el depósito del aceite como había dicho el borracho, pues sin duda solo con giro de muñeca tendría a Aliandra. Y sus problemas con la justicia terminarían allí.
Su sorpresa fue mayúscula cuando al abrir el cuarto donde estaba la mujer, no había nada. Solo una cama rudimentaria de paja, algunos muebles y poco más. Pero lo importante, lo que les salvaría de la guardia no lo estaba.
- Qué demonios. Donde está. Ese petimetre nos ha engañado-, se lamentó, aunque sin levantar la voz, por si acaso.
Vincent se sentó al borde de la cama. Estaba desolado. No podría salir de allí sin que lo vieran tantos soldados, y con ello se metería en un gran problema. Aunque más lo lamentaba por Níniel, que por él. No es que un mercenario tenga muy buena fama en el mundo, así que por su parte no se vería demasiado mermado. Pero para la sacerdotisa debía ser como una losa.
Agachó la cabeza, y se acarició el cabello. Observó el suelo, solo por mirar hacia algún lado, mientras pensaba en algo que pudiera sacarlos de allí sin problemas con la justicia.
- Eh, ¿has visto esas marcas? - comentó a Níniel, al ver algo curioso junto a un armario.
Había unas rozaduras en el suelo, que hacían parecer que el mueble se movía constantemente hacia esa zona. Y ese detalle, hizo brotar una chispa en el cerebro.
- Ayúdame a moverlo a un lado-, dijo empujándolo con su hombro hacia el lado de las marcas del suelo, y también ayudándose por su telequinesis para darle mayor fuerza al movimiento.
Costó desplazarlo, y lo peor es que hizo un chirrido terrible al moverse sobre las losas del suelo. Pero no le importó en absoluto, pues pudo ir apreciando un abertura en la pared como había imaginado.
- Un poco más-, comentó con la voz forzada, por el trabajo empujando.
Al cabo de unos segundos había un espacio suficiente para que los dos pasaran, pero un voz tras de sí, mientras miraba el umbral del pasadizo, llamó su atención.
- Eh, ustedes dos. Que se supone que hacen aquí-, dijo un guardia asomándose desde el cuarto del caballete.
- Yo, bueno, pues somos trabajadores del almacén-, comenzó a decir el brujo, acercándose a la puerta del cuarto para parecer inofensivo y que decía la verdad.
- Y qué demonios estaban haciendo ahí-, respondió extrañado el guardia, que no se terminaba de fiar.
- Estábamos sacando ese armario-, señaló hacia atrás, por encima del hombro sin volverse, tapando con su cuerpo el interior de la habitación en la que estaba él. No quería que viera el pasadizo. - Nos ordenaron sacarlo para…
- Esta cerradura está destrozada-, comentó un compañero del guardia,
Uno que Vincent no podía ver antes. Pero que ahora que se había acercado hasta el umbral del cuarto, podía verlo inspeccionar la otra puerta de metal. Y lo que es peor, podía ver el trabajador que estaba a su lado. El hombre estaba muy inquieto, seguramente porque sabía lo que había en el cuarto en el que estaba el brujo, o al menos lo que debería haber habido. Algo que le traería muchos problemas. En cualquier caso, eso no le impidió pegar un grito que no ayudó al brujo en absoluto. Seguramente sintiéndose ya pillado, quería que todos cayeran con él.
- ¡Es él. El que me pegó! -, gritó el borracho señalándolo.
Hubo un momento en el que todos se miraron los unos a los otros como pensativos. Como si la situación fuera surrealista, y después de esos instantes, los guardias corrieron hacia él.
- Oh vamos, si no fue para tanto-, dijo el brujo cerrando la puerta tras de sí, y echando el cerrojo con la llave que aún poseía. La que había cogido de la lámpara.
Se oyeron voces al otro lado, y un golpe contra la madera. Signo inequívoco de que intentaban tirarla abajo. El rubio como acto reflejo se apoyó de espaldas contra ella, como si sirviera de algo.
- Esta puerta no aguantará mucho. Ya encontrarán algo para derribarla-, comentó ciertamente alarmado. - Rápido. Por ese pasadizo. Nuestra única esperanza es encontrar a la hija de Malade.
Última edición por Vincent Calhoun el Miér Ene 04, 2017 3:30 am, editado 1 vez (Razón : Corrección del nombre de Erick)
Vincent Calhoun
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Re: Una auténtica obra de arte. [Trabajo Vincent-Níniel][CERRADO]
La fortuna había querido que el brujo y la elfa se encontraran en una zona en penumbras de aquel almacén y los guardias, cuya atención se centró en aquel trío de buscabroncas que se peleaban en el centro del lugar, no se percataran de su presencia y pasaran de largo mientras instaban armas en mano al tal Erick y a sus nuevos "amigos" a detener su lamentable enfrentamiento y a explicar qué era lo qué había sucedido. Instrucciones que aquellos hombres no quisieron atender en un primer momento obligando a la pareja de guardias del gremio a tener que separarlos a la fuerza empujándolos con sus largas alabardas.
Aquello era peligroso para ellos, pero obraba en favor de la pareja de rescatadores de momento. Si los dioses seguían siéndoles propicios enseguida habrían puesto a Aliandra a salvo y ya poco importaría que los recién llegados, a los que pronto se sumaron nuevas fuerzas, les pillaran en aquel lugar pues la joven sería su salvoconducto, la prueba de sus nobles y nada delictivas intenciones. Solo tendrían que explicarles que el afamado Malade les había contratado para rescatar a su hija, prisionera de su rival Tordú, y seguramente tras unas rápidas comprobaciones les dejaran marchar y hasta les escoltaran de vuelta a la casa del escultor, donde se produciría el emotivo reencuentro entre padre e hija. No obstante con la llegada del último grupo de guardias, entre los que se contaban guardias reales y no solo los mercenarios del gremio de mercaderes, la situación bién podría dar un nuevo giro muy negativo. ¿El motivo? Habían atrapado a aquel desafortunado borracho y éste sabía que Erick no era el único intruso allí, de hecho por sus palabras mientras los guardias lo instaban a avanzar a empujones se acordaba perfectamente de ella.
-Sí claro, una elfa de buen ver. A mi también me gustaría verla.- Bromeó uno de los guardias dándole un nuevo empujón a aquel hombre sin creerse sus palabras, dedicándole una sonrisa de complicidad a uno de los otros guardias que emitió un sonido de asentimiento. -Déjate de elfas y empieza a explicarnos qué ha pasado aquí antes de que me enfade. ¿Qué le ha pasado a la puerta?.- Entonces se dirigió hacia Erick y de malos modos le preguntó: - Éste hombre te acusa de haber causado destrozos en el almacén. ¿Qué tienes que decir en tu defensa?.-
Erick, inmovilizado y con una alabarda amenazando su pecho, lejos de achantarse miró con sumo desprecio a los guardias y recuperando aquel tono heroico del que había hecho gala durante su explosiva entrada al lugar comenzó a hablar de manera teatral alzando altivo su rostro,hablando hacia la pared en vez de hacia su interlocutor. -Efectivamente, yo volé esa puerta en pedazos con el poder de mi amor por la bella Aliandra. Y volvería a hacerlo si fuera necesario. Ningún obtáculo puede interponerse entre nosotros, entre algo tan puro y poderoso.- Dijo ante unos hombres que comenzaron a mirarse entre ellos con cara de circunstancias, sin saber de qué estaba hablando o en el peor de los casos pensando que debía de ser algún perturbado.
-La bella Aliandra...ya. No será la elfa que éste hombre afirma haber visto por aquí, ¿no?-Preguntó con sorna el que a aquellas alturas parecía estar al mando del resto, o al menos gozar de la autoridad suficiente como para que todos los allí presentes le hicieran caso.
-¿Una elfa?. Ni siquiera esos hermosos seres se acercan a la hermosura de mi amada Aliandra. Ella es tan deslumbrante como el primer amanecer de la primera, tan...- Comenzó a recitar aquel humano tan rarito, aunque pareció no saber cómo continuar. -Bueno ya podéis haceros una idea. Claro que no creo que una chusma como vosotros pueda llegar a entenderlo.-
-Chusma, ya...¿Y con quién tiene esta chusma el honor de hablar si puede saberse?. Es para saber qué nombre debo poner en la puerta de tu celda.- Fue la respuesta del guardia que parecía haberse cansado ya de aquellas tonterías y de las ínfulas de aquella gente con elfas y demás hermosas doncellas. Ajeno a la cara que habían puesto los tres nerviosos borrachos al escuchar a Erick mencionar que estaba allí por una mujer.
-Mi nombre es Erick Est Vanvouren, por supuesto- Proclamó orgulloso para sorpresa de los guardias que en su mayoría reconocieron el nombre asociándolo directamente con la nobleza y haciendo que el desasosiego se apoderara de ellos. Especialmente cuando el hombre aprovechó aquel momento de desconcierto para elevar su mano derecha y mostrar un caro y elaborado sello familiar.
Que aquella conversación iba a continuar parecía más que claro. No obstante en aquel preciso momento, justo cuando aquella revelación creó un instante de tenso silencio, Vincent logró abrir la puerta y Níniel no pudo escuchar lo que decían al seguir al brujo al interior de la sala donde aquel rufián de Tordú tenía prisionera a Aliandra...O al menos donde se suponía que la tenía, pues a pesar de que la llave estaba escondida justo donde aquel hombre les había dicho y que efectivamente abría la puerta señalada...tras ella no había nadie. Solo una habitación pequeña sin muchas comodidades en cuyo centro había una cama deshecha y nada más. Aliandra no estaba allí.
-Pero...el lugar es tal y como dijo ese humano, la llave estaba escondida en la lámpara...-Murmuró la peliblanca aumentando de nuevo la intensidad de la luz que generaba mientras sentía como crecía su miedo y una sensación de vértigo se apoderaba de ella. No era solo que la hija de Malade no estuviera y que eso implicaba que iban a tener problemas con la guardia si no salían enseguida de allí, si es que podían. La nota de rescate decía claramente que nada de guardia y el almacén estaba lleno de soldados en ese momentos. -No puede ser, si no está aquí y Tordú se ha enterado de lo que está pasando podría hacerle daño a Aliandra.- Dijo amargamente tratando de pensar en algo nerviosa y angustiada sin que se le ocurriera nada, rebuscando entre aquellos muebles algo que pudiera serles de ayuda, algo que indicara que un borracho orejas redondas no había logrado engañarles completamente...Pero allí no había nada, al menos nada a simple vista.
-¿Marcas?- Preguntó curiosa cesando su búsqueda desesperada para fijar su mirada aguamarina sobre el lugar que le señalaba Vincent y comenzando a seguirlas lentamente hasta el armario. Aquel mueble se había movido con asiduidad a lo largo de los años, solo así se explicaban todas aquellas marcas en el suelo, y además siempre de la misma forma. -Ví algo muy parecido mientras colaboraba con la guardia y perseguíamos a un culto de lo más siniestro...- Comentó antes de ayudar al brujo a mover el mueble aportando su granito de arena por pequeño que fuese en aquel empeño. Redoblando su esfuerzo al ver que detrás del pesado armario había un hueco rectangular en la pared lo suficientemente grande como para que pasara una persona ligeramente agachada. -Un pasadizo...¿Dónde llevará?.- Preguntó de forma retórica la joven iluminando aquel espacio recién descubierto y viendo que se trataba de un pasillo descendente sin final a la vista. -Puede que aún no hayamos fracasado...- Añadió recuperando cierta esperanza perdida.
Por desgracia el ruido que habían hecho desplazando aquel mueble parecía haber llamado la atención de algunos de los guardias y ni siquiera habían puesto un pié en el pasadizo cuando un par de ellos aparecieron en la sala anterior haciendo preguntas. Vincent intentó engañarles pero aquello era una empresa inútil. Cuando un guardia pregunta "quiénes sois y qué hacéis ahí" lo que realmente quieren decir es "quietos ahí estáis detenidos" y es absurdo tratar de razonar con ellos en la práctica totalidad de los casos, especialmente cuando las pruebas resultaban tan incriminadoras como una puerta forzada y un testigo acusador.
En cualquier caso cualquier ilusión de tener opciones se había desvanecido. Con los guardias aporreando aquella puerta el pasadizo era ya no solo su única opción de encontrar a Aliandra si no también su única vía de escape salvo que quisieran atacar a los guardias, por lo que Níniel no dudó y se adentró en él sin perder ni un instante.
-Normalmente no soy partidaria de la violencia gratuita pero...Sí, debiste noquearlo.- Fue cuanto dijo mientras se adentraban en lo desconocido.
Subrayado inicio de segunda complicación. (Aunque la guardia ya era un grano en el culo desde que llegó)Aquello era peligroso para ellos, pero obraba en favor de la pareja de rescatadores de momento. Si los dioses seguían siéndoles propicios enseguida habrían puesto a Aliandra a salvo y ya poco importaría que los recién llegados, a los que pronto se sumaron nuevas fuerzas, les pillaran en aquel lugar pues la joven sería su salvoconducto, la prueba de sus nobles y nada delictivas intenciones. Solo tendrían que explicarles que el afamado Malade les había contratado para rescatar a su hija, prisionera de su rival Tordú, y seguramente tras unas rápidas comprobaciones les dejaran marchar y hasta les escoltaran de vuelta a la casa del escultor, donde se produciría el emotivo reencuentro entre padre e hija. No obstante con la llegada del último grupo de guardias, entre los que se contaban guardias reales y no solo los mercenarios del gremio de mercaderes, la situación bién podría dar un nuevo giro muy negativo. ¿El motivo? Habían atrapado a aquel desafortunado borracho y éste sabía que Erick no era el único intruso allí, de hecho por sus palabras mientras los guardias lo instaban a avanzar a empujones se acordaba perfectamente de ella.
-Sí claro, una elfa de buen ver. A mi también me gustaría verla.- Bromeó uno de los guardias dándole un nuevo empujón a aquel hombre sin creerse sus palabras, dedicándole una sonrisa de complicidad a uno de los otros guardias que emitió un sonido de asentimiento. -Déjate de elfas y empieza a explicarnos qué ha pasado aquí antes de que me enfade. ¿Qué le ha pasado a la puerta?.- Entonces se dirigió hacia Erick y de malos modos le preguntó: - Éste hombre te acusa de haber causado destrozos en el almacén. ¿Qué tienes que decir en tu defensa?.-
Erick, inmovilizado y con una alabarda amenazando su pecho, lejos de achantarse miró con sumo desprecio a los guardias y recuperando aquel tono heroico del que había hecho gala durante su explosiva entrada al lugar comenzó a hablar de manera teatral alzando altivo su rostro,hablando hacia la pared en vez de hacia su interlocutor. -Efectivamente, yo volé esa puerta en pedazos con el poder de mi amor por la bella Aliandra. Y volvería a hacerlo si fuera necesario. Ningún obtáculo puede interponerse entre nosotros, entre algo tan puro y poderoso.- Dijo ante unos hombres que comenzaron a mirarse entre ellos con cara de circunstancias, sin saber de qué estaba hablando o en el peor de los casos pensando que debía de ser algún perturbado.
-La bella Aliandra...ya. No será la elfa que éste hombre afirma haber visto por aquí, ¿no?-Preguntó con sorna el que a aquellas alturas parecía estar al mando del resto, o al menos gozar de la autoridad suficiente como para que todos los allí presentes le hicieran caso.
-¿Una elfa?. Ni siquiera esos hermosos seres se acercan a la hermosura de mi amada Aliandra. Ella es tan deslumbrante como el primer amanecer de la primera, tan...- Comenzó a recitar aquel humano tan rarito, aunque pareció no saber cómo continuar. -Bueno ya podéis haceros una idea. Claro que no creo que una chusma como vosotros pueda llegar a entenderlo.-
-Chusma, ya...¿Y con quién tiene esta chusma el honor de hablar si puede saberse?. Es para saber qué nombre debo poner en la puerta de tu celda.- Fue la respuesta del guardia que parecía haberse cansado ya de aquellas tonterías y de las ínfulas de aquella gente con elfas y demás hermosas doncellas. Ajeno a la cara que habían puesto los tres nerviosos borrachos al escuchar a Erick mencionar que estaba allí por una mujer.
-Mi nombre es Erick Est Vanvouren, por supuesto- Proclamó orgulloso para sorpresa de los guardias que en su mayoría reconocieron el nombre asociándolo directamente con la nobleza y haciendo que el desasosiego se apoderara de ellos. Especialmente cuando el hombre aprovechó aquel momento de desconcierto para elevar su mano derecha y mostrar un caro y elaborado sello familiar.
Que aquella conversación iba a continuar parecía más que claro. No obstante en aquel preciso momento, justo cuando aquella revelación creó un instante de tenso silencio, Vincent logró abrir la puerta y Níniel no pudo escuchar lo que decían al seguir al brujo al interior de la sala donde aquel rufián de Tordú tenía prisionera a Aliandra...O al menos donde se suponía que la tenía, pues a pesar de que la llave estaba escondida justo donde aquel hombre les había dicho y que efectivamente abría la puerta señalada...tras ella no había nadie. Solo una habitación pequeña sin muchas comodidades en cuyo centro había una cama deshecha y nada más. Aliandra no estaba allí.
-Pero...el lugar es tal y como dijo ese humano, la llave estaba escondida en la lámpara...-Murmuró la peliblanca aumentando de nuevo la intensidad de la luz que generaba mientras sentía como crecía su miedo y una sensación de vértigo se apoderaba de ella. No era solo que la hija de Malade no estuviera y que eso implicaba que iban a tener problemas con la guardia si no salían enseguida de allí, si es que podían. La nota de rescate decía claramente que nada de guardia y el almacén estaba lleno de soldados en ese momentos. -No puede ser, si no está aquí y Tordú se ha enterado de lo que está pasando podría hacerle daño a Aliandra.- Dijo amargamente tratando de pensar en algo nerviosa y angustiada sin que se le ocurriera nada, rebuscando entre aquellos muebles algo que pudiera serles de ayuda, algo que indicara que un borracho orejas redondas no había logrado engañarles completamente...Pero allí no había nada, al menos nada a simple vista.
-¿Marcas?- Preguntó curiosa cesando su búsqueda desesperada para fijar su mirada aguamarina sobre el lugar que le señalaba Vincent y comenzando a seguirlas lentamente hasta el armario. Aquel mueble se había movido con asiduidad a lo largo de los años, solo así se explicaban todas aquellas marcas en el suelo, y además siempre de la misma forma. -Ví algo muy parecido mientras colaboraba con la guardia y perseguíamos a un culto de lo más siniestro...- Comentó antes de ayudar al brujo a mover el mueble aportando su granito de arena por pequeño que fuese en aquel empeño. Redoblando su esfuerzo al ver que detrás del pesado armario había un hueco rectangular en la pared lo suficientemente grande como para que pasara una persona ligeramente agachada. -Un pasadizo...¿Dónde llevará?.- Preguntó de forma retórica la joven iluminando aquel espacio recién descubierto y viendo que se trataba de un pasillo descendente sin final a la vista. -Puede que aún no hayamos fracasado...- Añadió recuperando cierta esperanza perdida.
Por desgracia el ruido que habían hecho desplazando aquel mueble parecía haber llamado la atención de algunos de los guardias y ni siquiera habían puesto un pié en el pasadizo cuando un par de ellos aparecieron en la sala anterior haciendo preguntas. Vincent intentó engañarles pero aquello era una empresa inútil. Cuando un guardia pregunta "quiénes sois y qué hacéis ahí" lo que realmente quieren decir es "quietos ahí estáis detenidos" y es absurdo tratar de razonar con ellos en la práctica totalidad de los casos, especialmente cuando las pruebas resultaban tan incriminadoras como una puerta forzada y un testigo acusador.
En cualquier caso cualquier ilusión de tener opciones se había desvanecido. Con los guardias aporreando aquella puerta el pasadizo era ya no solo su única opción de encontrar a Aliandra si no también su única vía de escape salvo que quisieran atacar a los guardias, por lo que Níniel no dudó y se adentró en él sin perder ni un instante.
-Normalmente no soy partidaria de la violencia gratuita pero...Sí, debiste noquearlo.- Fue cuanto dijo mientras se adentraban en lo desconocido.
Última edición por Níniel Thenidiel el Vie Dic 16, 2016 11:52 pm, editado 1 vez
Níniel Thenidiel
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Re: Una auténtica obra de arte. [Trabajo Vincent-Níniel][CERRADO]
- Cierra el acceso-, comentó a Níniel, señalando una cadena.
Una que seguramente cerraría el paso, y que pudo comprobar que en efecto era del mecanismo del armario, cuando el ruido de las rozaduras de este sobre el suelo se escucharon. Aunque para su sorpresa se movió en la dirección que no quería.
Había otra justo en la pared de enfrente, justo a lado de él, así que el brujo no perdió el tiempo y tiró de ella para comprobar que pasaba. Para su alivio, el armario se movió para cerrar el camino hacia el túnel.
- Esto no los entretendrá demasiado. No tardarán en darse cuenta de por dónde nos hemos ido-, auguró, poniéndose en marcha junto a la elfa por el pasaje.
Era imposible garantizar que encontraran a Aliandra por ese túnel. ¿Pero que más opciones les quedaban?
Simplemente podía limitarse a seguir el curso de los acontecimientos. Avanzar por ese pasadizo con la esperanza de encontrar a la mujer, o al menos de escapar de la guardia sin consecuencias para ellos.
Aunque esta segunda opción no le agradaba. Pues con el escándalo que había sucedido en el almacén, era cuestión de tiempo que Tordú se enterara de lo sucedido. Llegados a ese punto el artista haría desaparecer a la hija de Malade para salir impune de las acusaciones de secuestro. Sin mujer ni cuerpo, no había delito.
La pobre Aliandra acabaría siendo una de esas miles de personas que desaparecían a lo largo y ancho de ese peligroso mundo, en circunstancias extrañas. O en circunstancias poco demostrables en ese caso. La joven acabaría siendo una de esas desparecidas, que todo el mundo sabía que habían muerto.
Un triste final, que intentaría evitar a toda costa.
El tal Erick, había dicho que era el prometido de Aliandra. Pero si de verdad era así, flaco favor le había hecho a la muchacha apareciendo de ese modo. Imaginaba que el tipo ni siquiera sabía el contenido de la carta que había recibido Malade. Y suponía que al no conocer que no se podía involucrar a la guardia, había decidido por su cuenta el rescate de ese modo tan poco ortodoxo.
Y hasta cierto punto, esa forma de actuar no hubiera sido mala si la hija del artista hubiera estado allí, pues con toda la guardia que había aparecido se habría solucionado el problema. Pero no. La chica no estaba allí. Así que Erick se había convertido en una contrariedad, en vez de en el remedio que aquel hombre esperaba ser. Y con él se había traído todo un elenco de actores para esa función. Toda una guardia que suponían más problemas aún.
Maldita sea. Si la chica hubiera estado allí, todo hubiese sido pan comido. Sin embargo, a él nunca le solían salir las cosas de forma sencilla. Si podían complicarse, lo hacían. Era como una especie de maldición que lo acompañaba.
Ahora tendría que encontrar a Aliandra con el tiempo en su contra. El tiempo que tenía hasta que Tordú se enterara de todo lo que había pasado en su almacén, y que se iba perdiendo y deslizando como los granos dentro del cristal, de un reloj de arena.
En su mente, podía evocar ese reloj. Y con cada grano que caía sobre el montón, que se iba acumulando en la parte inferior de ese reloj, escuchaba un gran estruendo. Como si en vez de un grano de arena cayera algo mucho más pesado. Y, hasta cierto punto, llegaba a parecerle el sonido de un martillo chocando contra una madera.
Ese pasadizo era largo, tanto que por ello el brujo había tenido esos pensamientos funestos respecto al tiempo. Le estaba dando la sensación que de que se pasaría la eternidad caminando por él, mientras las noticias del almacén volaban por la superficie. Pero para su alivio, por fin pudo ver el final del túnel. El orbe de Níniel, comenzó, no solo a iluminar las paredes, techo y suelo del pasaje, sino que llegados a ese punto una puerta de madera pudo apreciarse al fondo.
- Vamos-, dijo animado, aumentando el ritmo de su carrera.
El resonar de sus pasos terminó cuando llegó hasta la madera de la puertecita. Y nada más inspeccionarla, pudo apreciar que estaba ligeramente abierta.
- Parece que alguien tenía prisa-, susurró a su compañera.
Después miró hacia ella, y asintió con la cabeza, indicando de ese modo que estaba listo para entrar.
No perdió más tiempo en pensar los motivos para que la puerta estuviera abierta, pero imaginaba que eran las prisas como había comentado. El armario que tapaba el pasadizo se quitaba de en medio con un resorte en el otro lado, por el túnel que había recorrido. Como ellos no estaban de ese lado al principio, habían tenido que moverlo a la fuerza, pero para el que entrara o saliera por este, era sencillo cerrarlo con el mecanismo. Como ellos mismo habían hecho.
En este caso era diferente. Era una puerta, por lo que había que cerrarla y pasarle la llave si querían cortarle el paso a quien viniera por el pasadizo. No requería simplemente tirar de una cadena, sino que había que tener esa llave para cerrarla. Quizás Tordú, pues imaginaba que ese túnel era suyo, no llevaba la llave encima, y la había dejado en algún lugar del sitio al que llegaban. O simplemente había sido descuidado al dejar la puerta abierta, imaginando que nadie encontraría el pasaje subterráneo.
En cualquier caso lo recibió un lugar con algunos muebles, y más obras de Tordú, pero que era bastante más pequeño que el almacén que habían dejado atrás. Era una habitación pequeña, y en un lateral había una puerta que salía de ella. Por lo demás no había nada más relevante.
- Creo que es un sótano-, le dijo a Nín.
Pero un sótano de que, o de donde. No sabía si era una vivienda, otro almacén, y mucho menos donde se encontraban exactamente. Más no tenían más remedio que seguir avanzando.
El brujo se encaminó hacia la nueva puerta, y al abrirla pudo percibir unos pasos por encima de su cabeza. Como si alguien caminara por el piso de arriba.
- Hay alguien-, musitó a la sacerdotisa, justo antes de que se escuchara resonar una lejana explosión por el pasadizo por el que habían venido. - Ese maldito Erick no para de destruir cosas-, comentó, suponiendo que había sido él.
Vinc cerró la puerta que acababa de abrir, y volvió a donde estaba la del túnel para cerrarla. Luego miró a su alrededor, y vio una pequeña mesita decorativa que podrían levantar entre los dos.
- Ven. Ayúdame a colocarla delante de esta puerta-, volvió a hablar en susurros a su compañera, dejando el jarrón que había encima, en el suelo. Y agarrando uno de los lados de la mesa, preparado para moverla. - No servirá de mucho. Pero todo lo que podamos retrasar a ese tipo es oro para nosotros. Tiempo para encontrar a Aliandra.
Ese tiempo que había sonado en su mente como granos de arena. Como martillazos contra madera. Necesitaba todo el que pudiera obtener para salvar a la chica.
Una que seguramente cerraría el paso, y que pudo comprobar que en efecto era del mecanismo del armario, cuando el ruido de las rozaduras de este sobre el suelo se escucharon. Aunque para su sorpresa se movió en la dirección que no quería.
Había otra justo en la pared de enfrente, justo a lado de él, así que el brujo no perdió el tiempo y tiró de ella para comprobar que pasaba. Para su alivio, el armario se movió para cerrar el camino hacia el túnel.
- Esto no los entretendrá demasiado. No tardarán en darse cuenta de por dónde nos hemos ido-, auguró, poniéndose en marcha junto a la elfa por el pasaje.
Era imposible garantizar que encontraran a Aliandra por ese túnel. ¿Pero que más opciones les quedaban?
Simplemente podía limitarse a seguir el curso de los acontecimientos. Avanzar por ese pasadizo con la esperanza de encontrar a la mujer, o al menos de escapar de la guardia sin consecuencias para ellos.
Aunque esta segunda opción no le agradaba. Pues con el escándalo que había sucedido en el almacén, era cuestión de tiempo que Tordú se enterara de lo sucedido. Llegados a ese punto el artista haría desaparecer a la hija de Malade para salir impune de las acusaciones de secuestro. Sin mujer ni cuerpo, no había delito.
La pobre Aliandra acabaría siendo una de esas miles de personas que desaparecían a lo largo y ancho de ese peligroso mundo, en circunstancias extrañas. O en circunstancias poco demostrables en ese caso. La joven acabaría siendo una de esas desparecidas, que todo el mundo sabía que habían muerto.
Un triste final, que intentaría evitar a toda costa.
El tal Erick, había dicho que era el prometido de Aliandra. Pero si de verdad era así, flaco favor le había hecho a la muchacha apareciendo de ese modo. Imaginaba que el tipo ni siquiera sabía el contenido de la carta que había recibido Malade. Y suponía que al no conocer que no se podía involucrar a la guardia, había decidido por su cuenta el rescate de ese modo tan poco ortodoxo.
Y hasta cierto punto, esa forma de actuar no hubiera sido mala si la hija del artista hubiera estado allí, pues con toda la guardia que había aparecido se habría solucionado el problema. Pero no. La chica no estaba allí. Así que Erick se había convertido en una contrariedad, en vez de en el remedio que aquel hombre esperaba ser. Y con él se había traído todo un elenco de actores para esa función. Toda una guardia que suponían más problemas aún.
Maldita sea. Si la chica hubiera estado allí, todo hubiese sido pan comido. Sin embargo, a él nunca le solían salir las cosas de forma sencilla. Si podían complicarse, lo hacían. Era como una especie de maldición que lo acompañaba.
Ahora tendría que encontrar a Aliandra con el tiempo en su contra. El tiempo que tenía hasta que Tordú se enterara de todo lo que había pasado en su almacén, y que se iba perdiendo y deslizando como los granos dentro del cristal, de un reloj de arena.
En su mente, podía evocar ese reloj. Y con cada grano que caía sobre el montón, que se iba acumulando en la parte inferior de ese reloj, escuchaba un gran estruendo. Como si en vez de un grano de arena cayera algo mucho más pesado. Y, hasta cierto punto, llegaba a parecerle el sonido de un martillo chocando contra una madera.
Ese pasadizo era largo, tanto que por ello el brujo había tenido esos pensamientos funestos respecto al tiempo. Le estaba dando la sensación que de que se pasaría la eternidad caminando por él, mientras las noticias del almacén volaban por la superficie. Pero para su alivio, por fin pudo ver el final del túnel. El orbe de Níniel, comenzó, no solo a iluminar las paredes, techo y suelo del pasaje, sino que llegados a ese punto una puerta de madera pudo apreciarse al fondo.
- Vamos-, dijo animado, aumentando el ritmo de su carrera.
El resonar de sus pasos terminó cuando llegó hasta la madera de la puertecita. Y nada más inspeccionarla, pudo apreciar que estaba ligeramente abierta.
- Parece que alguien tenía prisa-, susurró a su compañera.
Después miró hacia ella, y asintió con la cabeza, indicando de ese modo que estaba listo para entrar.
No perdió más tiempo en pensar los motivos para que la puerta estuviera abierta, pero imaginaba que eran las prisas como había comentado. El armario que tapaba el pasadizo se quitaba de en medio con un resorte en el otro lado, por el túnel que había recorrido. Como ellos no estaban de ese lado al principio, habían tenido que moverlo a la fuerza, pero para el que entrara o saliera por este, era sencillo cerrarlo con el mecanismo. Como ellos mismo habían hecho.
En este caso era diferente. Era una puerta, por lo que había que cerrarla y pasarle la llave si querían cortarle el paso a quien viniera por el pasadizo. No requería simplemente tirar de una cadena, sino que había que tener esa llave para cerrarla. Quizás Tordú, pues imaginaba que ese túnel era suyo, no llevaba la llave encima, y la había dejado en algún lugar del sitio al que llegaban. O simplemente había sido descuidado al dejar la puerta abierta, imaginando que nadie encontraría el pasaje subterráneo.
En cualquier caso lo recibió un lugar con algunos muebles, y más obras de Tordú, pero que era bastante más pequeño que el almacén que habían dejado atrás. Era una habitación pequeña, y en un lateral había una puerta que salía de ella. Por lo demás no había nada más relevante.
- Creo que es un sótano-, le dijo a Nín.
Pero un sótano de que, o de donde. No sabía si era una vivienda, otro almacén, y mucho menos donde se encontraban exactamente. Más no tenían más remedio que seguir avanzando.
El brujo se encaminó hacia la nueva puerta, y al abrirla pudo percibir unos pasos por encima de su cabeza. Como si alguien caminara por el piso de arriba.
- Hay alguien-, musitó a la sacerdotisa, justo antes de que se escuchara resonar una lejana explosión por el pasadizo por el que habían venido. - Ese maldito Erick no para de destruir cosas-, comentó, suponiendo que había sido él.
Vinc cerró la puerta que acababa de abrir, y volvió a donde estaba la del túnel para cerrarla. Luego miró a su alrededor, y vio una pequeña mesita decorativa que podrían levantar entre los dos.
- Ven. Ayúdame a colocarla delante de esta puerta-, volvió a hablar en susurros a su compañera, dejando el jarrón que había encima, en el suelo. Y agarrando uno de los lados de la mesa, preparado para moverla. - No servirá de mucho. Pero todo lo que podamos retrasar a ese tipo es oro para nosotros. Tiempo para encontrar a Aliandra.
Ese tiempo que había sonado en su mente como granos de arena. Como martillazos contra madera. Necesitaba todo el que pudiera obtener para salvar a la chica.
Última edición por Vincent Calhoun el Miér Ene 04, 2017 3:29 am, editado 1 vez (Razón : Corrección del nombre de Erick)
Vincent Calhoun
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Re: Una auténtica obra de arte. [Trabajo Vincent-Níniel][CERRADO]
Al encontrar aquel túnel oculto tras un armario en la que en algún momento debió de haber sido la celda ocupada por la hija de Malade, si es que al final no habían sido engañados por aquel humano borrachuzo y su afectada palabrería, Níniel sintió renacer la esperanza de poder encontrar a Aliandra con vida y rescatarla a pesar del desastre que había organizado el tal Erick entrando como un troll en una cacharrería, reventando puertas y prendiendo fuego a...bueno, a sí mismo. No obstante, conforme avanzaba por aquel largo y estrecho pasillo que no parecía tener fin las dudas no tardaron en volver a apoderarse de su ánimo, exteriorizándose en un leve pero perceptible titilar de su orbe de luz cada pocos segundos. ¿Y si aquel túnel no les conducía hasta la chica? ¿Y si simplemente era un túnel sin relación alguna con ella? Quizá aún así al menos les libraría de la guardia de los orejas redondas, pero dada la situación eso era lo de menos y ni siquiera era una certeza. A saber a dónde llevaba aquella oscura senda subterránea.
-No me extrañaría que esto estuviera conectado con la las catacumbas de algún modo. Hay toda una ciudad debajo de la propia ciudad y hasta el alcantarillado de los humanos aprovecha parte de ellas.- Comentó en voz baja a Vincent recordando sus experiencias en aquel peligroso y maloliente submundo, muchas de ellas colaborando con la guardia que ahora les perseguía. No lo dijo por informar, el brujo como mercenario que era seguramente lo sabría de sobra, pero le vino bien hablar un poco para mantenerse las dudas lo más a raya posible.
Siguieron caminando hasta que por fin, tras unos minutos que parecieron horas, una puerta de madera apareció ante ellos poniendo fin a aquel condenado pasillo. Se trataba de una puerta pequeña y sencilla, sin adornos ni refuerzos, y sin ningún tipo de señal que les indicara qué había al otro lado. Estaba ligeramente abierta y un poco de luz se filtraba por la pequeña apertura que dejaba, lo que hizo que la peliblanca procurara no hacer ruido y caminara con cuidado conforme se acercaba hasta ella, caminando justo tras Vincent. ¿Habría alguien al otro lado? ¿Tordú o alguno de sus hombres como los del almacén? ¿Aliandra?
Pronto quedó patente que sus precauciones habían sido innecesarias. La puerta daba a una sala no demasiado grande que a todas luces eran una especie de almacén o sótano perteneciente al archienemigo del señor Malade. Puede que fuera un segundo almacén como el que habían dejado atrás... Aunque entre las obras escultóricas y las herramientas la peliblanca pudo ver objetos mucho más típicos de una casa que de un taller, como muebles viejos, objetos decorativos y hasta el bastidor de una cama, por lo que Níniel enseguida comenzó a tener cierta certeza con respecto a dónde habían ido a parar.
-Yo diría que de una casa. Creo que estamos en el sótano de la casa de Tordú.- Teorizó la elfa comenzando a echar un rápido vistazo entre todos aquellos objetos y agachándose ante uno de los extremos de aquel bastidor de grandes dimensiones pues había visto algo que llamó su atención.
Con cuidado alargó su mano y tomó un trozo de tela de color verde. Era de tacto suave y de excelente calidad, incluso el tinte, uniforme y de un color vivo e intenso era de los caros. Sin duda era un pequeño trozo de un vestido de alta costura, y alguién que había pasado por allí a toda prisa y sin cuidado debía de habérselo desgarrado. Una mujer, seguramente joven ya que solían ser las que vestían con colores tan vivos y además no había pasado mucho tiempo desde que pasara pues estaba limpio. ¿Podría ser de Aliandra?
-No creo que Tordú traiga por aquí a todas sus acompañantes femeninas adineradas...- Comenzó a decirle al brujo levantando el trozo de tela para que lo viera.
Iba a continuar explicándole el por qué de aquella conclusión pero sus palabras fueron interrumpidas por unos sonidos de pasos justo sobre sus cabezas y acto seguido por un ruido proveniente del pasillo que acaban de recorrer y que no parecía que implicara nada bueno para ellos dos.
-Con un poco de suerte habrá vuelto a prenderse fuego y no nos molestará.- Expresó Níniel dando validez a las palabras del brujo pues dudaba mucho que cualquiera de los guardias hubiese podido hacer aquel ruido. Por supuesto era una broma, nunca le desearía mal a nadie de esa forma salvo a una criatura realmente maligna y Erick no parecía serlo. Puede que algo tonto y demasiado teatral, pero parecía decir la verdad sobre querer salvar a Aliandra. En cualquier caso ayudó a Vincent con la mesa, que no sería un gran obstáculo y a continuación terminó de mostrarle la tela rasgada que había encontrado.
-Podría ser de Aliandra. Debe de serlo. Ha pasado por aquí.- Dijo en voz baja dirigiéndose a la segunda puerta de aquel lugar y abriéndola muy despacio para echar un vistazo fuera para ver si era seguro continuar por allí.
Aquella puerta daba a un pasillo iluminado por un par de lámparas de aceite. Frente a ella había una segunda puerta que daba a otro cuarto como aquel al que habían llegado y al final del pasillo unas escaleras ascendentes de madera que iban a dar a otra puerta iluminada por otras dos lámparas y que dejaban a la vista que aquella, a diferencia de las anteriores, sí estaba elaboradamente adornada, lo que denotaba que debía de conducir a la propia casa y estar a la vista en la misma. En todo el lugar no había ni un alma a parte de ellos dos y el silencio era casi absoluto, solo roto por el sonido de los pasos que continuaban escuchando sobre ellos al que se unieron unos gritos de enfado que les llegarían amortiguados a través del techo.
Níniel hizo un gesto a Vincent con la mano y despacio se dirigió hacia aquellas escaleras, comenzando a ascenderlas muy despacio, pisando muy suavemente para que la madera no hiciera ningún tipo de sonido bajo su peso y terminó por colocar una de sus manos sobre el pomo de aquella puerta tan diferente a las otras dos del lugar. Pegó una de sus puntiagudas orejas contra la madera y, tras escuchar unos instantes comenzó a girar el picaporte y a entreabrir muy muy despacio la puerta, tras lanzarle una mirada al brujo con la que buscó confirmar que estaba preparado para lo que fuera por si las cosas se complicaban. Bueno por si se complicaban más.
-!NO! La chica no puede quedarse aquí. Ese botarate de la familia Vanvouren sabe que está en mi poder. Sois unos malditos chapuceros. Casi me atrapa y apenas he tenido tiempo de traerla hasta aquí por el túnel. Si no llego a estar allí...- Llegó en ese momento una voz chillona que hablaba casi a voz en grito.
-Eso es imposible.- Respondió una segunda voz grave y áspera. -La cogimos en el mercado y su dama de compañía no pudo vernos las caras. Además dejamos la nota que nos diste en su casa sin que nadie se diera cuenta.-
-Pues lo sabe, maldito mequetrefe. Tenemos que deshacernos de ella ya...Ni siquiera he tenido tiempo para acabar los bocetos. No valéis ni una sola de las monedas que pedís por vuestros servicios.- Respondió la primera voz chillona, la de Tordú a juzgar por sus palabras.
-Valemos cada moneda y más. Más te vale no estar pensando en no pagarnos o la guardia sabrá lo que has hecho y nosotros cobraremos igual, aunque sea de tu cuerpo inconsciente tras una buena paliza. Aquí donde me ves soy un tipo paciente, pero mi amigo no es tan amable con los que quieren jodernos...Y no lo llaman el cascanueces por nada. ¿Estamos?.- Amenazó el de la voz grave que por su tono parecía decirlo muy en serio.
-!Oh! ¿Cómo os atrevéis a amenazarme en mi propia casa? Que desfachatez. Está bien, coged a la chica, libraros de ella y os pagaré, incluso tendréis una bonificación. Es una lástima, una mujer con una belleza como la suya...Se me parte el alma, pero un artista debe saber hacer sacrificios. Esta vez no la fas...Aseguraros de que nada me relaciona con este asunto- Fueron las últimas palabras que se escucharon antes de que se oyeran nuevos pasos, un portazo y luego unos femeninos gemidos ahogados que no hicieron si no llevar la alarma de la joven peliblanca hasta el límite.
-Tienen a Aliandra y van a deshacerse de ella. Tenemos que actuar ya.- Instó con expresión alarmada la elfa a Vincent. No había tiempo para planes elaborados. Tocaba realizar la maniobra Bio; ataque directo y con todo.
-No me extrañaría que esto estuviera conectado con la las catacumbas de algún modo. Hay toda una ciudad debajo de la propia ciudad y hasta el alcantarillado de los humanos aprovecha parte de ellas.- Comentó en voz baja a Vincent recordando sus experiencias en aquel peligroso y maloliente submundo, muchas de ellas colaborando con la guardia que ahora les perseguía. No lo dijo por informar, el brujo como mercenario que era seguramente lo sabría de sobra, pero le vino bien hablar un poco para mantenerse las dudas lo más a raya posible.
Siguieron caminando hasta que por fin, tras unos minutos que parecieron horas, una puerta de madera apareció ante ellos poniendo fin a aquel condenado pasillo. Se trataba de una puerta pequeña y sencilla, sin adornos ni refuerzos, y sin ningún tipo de señal que les indicara qué había al otro lado. Estaba ligeramente abierta y un poco de luz se filtraba por la pequeña apertura que dejaba, lo que hizo que la peliblanca procurara no hacer ruido y caminara con cuidado conforme se acercaba hasta ella, caminando justo tras Vincent. ¿Habría alguien al otro lado? ¿Tordú o alguno de sus hombres como los del almacén? ¿Aliandra?
Pronto quedó patente que sus precauciones habían sido innecesarias. La puerta daba a una sala no demasiado grande que a todas luces eran una especie de almacén o sótano perteneciente al archienemigo del señor Malade. Puede que fuera un segundo almacén como el que habían dejado atrás... Aunque entre las obras escultóricas y las herramientas la peliblanca pudo ver objetos mucho más típicos de una casa que de un taller, como muebles viejos, objetos decorativos y hasta el bastidor de una cama, por lo que Níniel enseguida comenzó a tener cierta certeza con respecto a dónde habían ido a parar.
-Yo diría que de una casa. Creo que estamos en el sótano de la casa de Tordú.- Teorizó la elfa comenzando a echar un rápido vistazo entre todos aquellos objetos y agachándose ante uno de los extremos de aquel bastidor de grandes dimensiones pues había visto algo que llamó su atención.
Con cuidado alargó su mano y tomó un trozo de tela de color verde. Era de tacto suave y de excelente calidad, incluso el tinte, uniforme y de un color vivo e intenso era de los caros. Sin duda era un pequeño trozo de un vestido de alta costura, y alguién que había pasado por allí a toda prisa y sin cuidado debía de habérselo desgarrado. Una mujer, seguramente joven ya que solían ser las que vestían con colores tan vivos y además no había pasado mucho tiempo desde que pasara pues estaba limpio. ¿Podría ser de Aliandra?
-No creo que Tordú traiga por aquí a todas sus acompañantes femeninas adineradas...- Comenzó a decirle al brujo levantando el trozo de tela para que lo viera.
Iba a continuar explicándole el por qué de aquella conclusión pero sus palabras fueron interrumpidas por unos sonidos de pasos justo sobre sus cabezas y acto seguido por un ruido proveniente del pasillo que acaban de recorrer y que no parecía que implicara nada bueno para ellos dos.
-Con un poco de suerte habrá vuelto a prenderse fuego y no nos molestará.- Expresó Níniel dando validez a las palabras del brujo pues dudaba mucho que cualquiera de los guardias hubiese podido hacer aquel ruido. Por supuesto era una broma, nunca le desearía mal a nadie de esa forma salvo a una criatura realmente maligna y Erick no parecía serlo. Puede que algo tonto y demasiado teatral, pero parecía decir la verdad sobre querer salvar a Aliandra. En cualquier caso ayudó a Vincent con la mesa, que no sería un gran obstáculo y a continuación terminó de mostrarle la tela rasgada que había encontrado.
-Podría ser de Aliandra. Debe de serlo. Ha pasado por aquí.- Dijo en voz baja dirigiéndose a la segunda puerta de aquel lugar y abriéndola muy despacio para echar un vistazo fuera para ver si era seguro continuar por allí.
Aquella puerta daba a un pasillo iluminado por un par de lámparas de aceite. Frente a ella había una segunda puerta que daba a otro cuarto como aquel al que habían llegado y al final del pasillo unas escaleras ascendentes de madera que iban a dar a otra puerta iluminada por otras dos lámparas y que dejaban a la vista que aquella, a diferencia de las anteriores, sí estaba elaboradamente adornada, lo que denotaba que debía de conducir a la propia casa y estar a la vista en la misma. En todo el lugar no había ni un alma a parte de ellos dos y el silencio era casi absoluto, solo roto por el sonido de los pasos que continuaban escuchando sobre ellos al que se unieron unos gritos de enfado que les llegarían amortiguados a través del techo.
Níniel hizo un gesto a Vincent con la mano y despacio se dirigió hacia aquellas escaleras, comenzando a ascenderlas muy despacio, pisando muy suavemente para que la madera no hiciera ningún tipo de sonido bajo su peso y terminó por colocar una de sus manos sobre el pomo de aquella puerta tan diferente a las otras dos del lugar. Pegó una de sus puntiagudas orejas contra la madera y, tras escuchar unos instantes comenzó a girar el picaporte y a entreabrir muy muy despacio la puerta, tras lanzarle una mirada al brujo con la que buscó confirmar que estaba preparado para lo que fuera por si las cosas se complicaban. Bueno por si se complicaban más.
-!NO! La chica no puede quedarse aquí. Ese botarate de la familia Vanvouren sabe que está en mi poder. Sois unos malditos chapuceros. Casi me atrapa y apenas he tenido tiempo de traerla hasta aquí por el túnel. Si no llego a estar allí...- Llegó en ese momento una voz chillona que hablaba casi a voz en grito.
-Eso es imposible.- Respondió una segunda voz grave y áspera. -La cogimos en el mercado y su dama de compañía no pudo vernos las caras. Además dejamos la nota que nos diste en su casa sin que nadie se diera cuenta.-
-Pues lo sabe, maldito mequetrefe. Tenemos que deshacernos de ella ya...Ni siquiera he tenido tiempo para acabar los bocetos. No valéis ni una sola de las monedas que pedís por vuestros servicios.- Respondió la primera voz chillona, la de Tordú a juzgar por sus palabras.
-Valemos cada moneda y más. Más te vale no estar pensando en no pagarnos o la guardia sabrá lo que has hecho y nosotros cobraremos igual, aunque sea de tu cuerpo inconsciente tras una buena paliza. Aquí donde me ves soy un tipo paciente, pero mi amigo no es tan amable con los que quieren jodernos...Y no lo llaman el cascanueces por nada. ¿Estamos?.- Amenazó el de la voz grave que por su tono parecía decirlo muy en serio.
-!Oh! ¿Cómo os atrevéis a amenazarme en mi propia casa? Que desfachatez. Está bien, coged a la chica, libraros de ella y os pagaré, incluso tendréis una bonificación. Es una lástima, una mujer con una belleza como la suya...Se me parte el alma, pero un artista debe saber hacer sacrificios. Esta vez no la fas...Aseguraros de que nada me relaciona con este asunto- Fueron las últimas palabras que se escucharon antes de que se oyeran nuevos pasos, un portazo y luego unos femeninos gemidos ahogados que no hicieron si no llevar la alarma de la joven peliblanca hasta el límite.
-Tienen a Aliandra y van a deshacerse de ella. Tenemos que actuar ya.- Instó con expresión alarmada la elfa a Vincent. No había tiempo para planes elaborados. Tocaba realizar la maniobra Bio; ataque directo y con todo.
- Tordú:
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Última edición por Níniel Thenidiel el Sáb Ene 21, 2017 10:10 pm, editado 1 vez
Níniel Thenidiel
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Re: Una auténtica obra de arte. [Trabajo Vincent-Níniel][CERRADO]
La mesita era liviana y no sería un gran estorbo. Pero era menos que nada, y un buen aviso del momento en el que Erick llegara hasta el sótano.
El prometido de Aliandra tendría que abrir la puerta, que ya se había molestado en cerrar, antes de ponerse manos a la obra con la mesa. Seguiría sin el cerrojo echado pues los dioses sabrían donde estaba la llave de la cerradura, por lo que Erick no tendría más problemas para entrar que girar el pomo y empujar hacia dentro la madera. Lo importante era que, cuando lo hiciera, como mínimo volcaría la mesita haciendo un ruido que serviría para alertarlos de su llegada. Si no estaban demasiado lejos par entonces, claro.
El problema es que alertaría a todo el mundo en la casa, no solo a ellos. O por lo menos a la persona que se escuchaba caminar en el piso de arriba. Pero bueno, quizás sirviera como distracción para los habitantes de la vivienda, mientras ellos andaban en otro cuarto buscando a Aliandra.
- No creo que sea capaz de prenderse fuego dos veces en un mismo día-, contestó con sorna.
Aunque quizás… puede que si fuera capaz. Que un brujo de fuego ya se prendiera una vez, ya era bastante inusual. Sin contar su espectáculo posterior, corriendo como loco mientras daba vueltas. Eso sí que no se enseñaba en la academia de magia. Y había merecido la pena estar en el almacén solo por eso. Cosas así no se veían todos los días.
- Bueno. Esperemos por su bien que no sea capaz de quemarse tantas veces seguidas-, dijo caminando detrás de la elfa. - ¿El qué? ¿El trozo de tela? Es probable-, respondió en susurros, sin dejar de avanzar tras la sacerdotisa. - Nunca descartemos el fetichismo al que son capaces de llegar los humanos adinerados. Pero teniendo en cuenta lo que dijo aquel trabajador, y que el pasadizo daba justo a esa habitación. Seguramente sea parte del vestido de la hija de Malade.
Los detalles del pasillo que daba paso, tras la siguiente puerta que habían atravesado, no eran muy distintos de los del cuarto que acababan de dejar atrás. Eran simples y buscaban la funcionalidad por encima de la estética. Algo que solo podía ser indicativo de que era parte de la zona alejada al público. Teniendo en cuenta que debían de estar en la mansión de un hombre como Tordú. Alguien adinerado, y que podía permitirse unos lujos al alcance de pocos. Si es que de verdad estaban en su casa y no en otro almacén.
Ambos subieron por unas escaleras, hasta una puerta que si parecía ser de mejor factura. De mayor belleza y más acorde con lo que se espera de la vivienda de un hombre rico. Por lo que probablemente, sí que estaban en su casa, después de todo.
Tras la mirada de su querida elfa, el rubio apoyó su mano sobre la empuñadura de su espada, y tanteó su bolsillo para cerciorarse perfectamente de tener al alcance uno de los minerales de pedernal que usaba para iniciar sus poderes de fuego. Una vez terminó, asintió a la joven peliblanca, y se pegó a ella tras la puerta.
- Vanvouren-, comentó por lo bajo, tras la elfa, algo pensativo. - Me resulta familiar ese apellido.
Pero no dijo nada más. En parte para centrarse en la conversación de los hombres que escuchaban. Aunque lo cierto, es que tampoco recordaba exactamente donde había escuchado ese apellido con anterioridad. Así que no podía aportar mucho más de lo que había comentado.
El cariz del diálogo de los hombres no podía ser más negativo. Estaba claro que el tipo del bigote era Tordú, y que al ver todo el espectáculo que se había armado en su almacén, con guardia incluida, había decidido llevarse a Aliandra a su casa.
No podía saber con exactitud cómo había sido. Pero podía imaginar que el artista estaría en el cuarto de atrás, con la secuestrada. Y cuando Erick había destruido la puerta, atrayendo la atención de la guardia, se había visto obligad a forzar a la chica a ir por el pasadizo secreto. El trabajador borracho no había mencionado que Tordú estuviera en el depósito de arte, así que probablemente ni siquiera ellos supieran que estaba allí. Seguramente habría usado el propio pasadizo para ir a verla en esa ocasión, o estaban tan borrachos, que ni se habían dado cuenta que había ido el dueño al almacén.
Y los otros dos eran sus mercenarios. Los hombres que había contratado para el secuestro. Y lo más presumible es que estuvieran allí en la casa como “invitados”, para tenerlos siempre a mano si surgían problemas con Aliandra.
En cualquier caso, sabía desde antes, el problema que significaba que los rumores de la entrada de la guardia al almacén suponían. Ya había imaginado cual podría ser el paso que daría el artista al verse en problemas. Desaparecer a la joven sin dejar rastro de ella.
El problema es que contaba con que no supiera lo sucedido tan pronto. Esperaba tener un tiempo hasta que eso pasara, y en el que podría buscar a la joven en la casa. Para luego liberarla antes de que se enterara.
Al haber visto todo de primera mano, todo se había iniciado más deprisa de lo que nunca hubiera imaginado. Y tendría que actuar ya como había sugerido Níniel.
El brujo deslizó unos centímetros de su espada, esperando el momento para saltar por sorpresa contra sus rivales. Pero mientras esperaba a ello, el ruido sordo de un mueble al caer alertó a los hombres.
- ¡Que ha sido eso! - gritó alarmado el artista. - Ha sonado abajo, en el cuarto donde está… ¡Oh dioses, ya están aquí! -, comentó, señalando hacia la puerta entre abierta donde estaban ellos.
Vinc bufó resignado. Si hubiera sabido que ese Erick llegaría en tan mal momento, no habría puesto una mesa en la puerta, sino una de las trampas mágicas que estaba perfeccionando. Ya empezaba a cansarle lo inoportuno que solía ser ese tipo.
El rubio dejó de pensar en el brujo torpe, y se centró en la batalla que tenía ahora por delante.
Salió con fuerza de detrás de la puerta, y se dispuso a desenvainar su espada, ahora que tenía más espacio para ello. Sin embargo, cuando estaba en ello, sintió que el suelo se movía bajo sus pies, y cayó de espadas con un sonoro golpe de su cabeza contra la madera.
Se tocó la nuca como un acto reflejo por culpa del dolor, pero pronto tuvo que desviar un codazo un puñal que iba hacia su pecho, y este se clavó en la madera profundamente.
- ¡Noooo! Esa madera es noble y de una alto valor económico-, dijo Tordú, más preocupados por sus bienes que por el combate.
El secuestrador intentó sacar la daga en vano, pues el brujo desde el suelo le propinó un rodillazo. Esto pareció enfurecerlo, pues cambió a un plan B que consistía en partirle el cuello como un… cascanueces. A este tipo le venía como anillo al dedo su apodo, fue lo único que pudo pensar mientras sentía la falta de aire en su pecho.
Las manazas del hombre se cernían sobre su cuello con una fuerza endiablada, y casi podía sentir que se le iba a partir la garganta bajo el peso de sus dedos.
Vinc, desesperado, apoyó la planta de su bota en el abdomen del bruto, e hizo un esfuerzo hacia atrás ganando fuerza con la otra pierna contra el suelo. Cuando el secuestrador estuvo en una posición desequilibrada, empujó con todas sus energía con la pierna que tenía sobre el tronco del hombre, haciendo que saliera despedido.
Un gran ruido se escuchó, y el brujo no tuvo que mirar, para saber que el hombretón estaba rebotando escaleras abajo. Por los mismos escalones por los que había subido él, instantes antes.
El brujo se incorporó un poco, agarrándose el cuello dolorido y recuperando el aliento. Y por fin pudo ver el motivo de su caída.
El otro hombre, que parecía el líder de los mercenarios, había tirado de la alfombra que pisaba, y por ello se había caído hacia atrás.
De todos modos, no pudo decirle nada al respecto, ni tan siquiera levantarse del todo, pues pronto se encaminó hacia él espada en mano. Y Vinc solo pudo soltar la vaina de su espada del cinto, y parar las arremetidas del secuestrador con su acero aún a medio desenvainar. En ese punto, ya hacía mucho por mantener su defensa intacta y seguir vivo.
- No te enfades tanto. Te regalaré otro cascanueces en las próximas festividades-, bromeó con tono sufrido, por el esfuerzo de la lucha en tan malas condiciones.
Lo cierto era, que pese a su mofa, no le vendría mal un poco de ayuda.
El prometido de Aliandra tendría que abrir la puerta, que ya se había molestado en cerrar, antes de ponerse manos a la obra con la mesa. Seguiría sin el cerrojo echado pues los dioses sabrían donde estaba la llave de la cerradura, por lo que Erick no tendría más problemas para entrar que girar el pomo y empujar hacia dentro la madera. Lo importante era que, cuando lo hiciera, como mínimo volcaría la mesita haciendo un ruido que serviría para alertarlos de su llegada. Si no estaban demasiado lejos par entonces, claro.
El problema es que alertaría a todo el mundo en la casa, no solo a ellos. O por lo menos a la persona que se escuchaba caminar en el piso de arriba. Pero bueno, quizás sirviera como distracción para los habitantes de la vivienda, mientras ellos andaban en otro cuarto buscando a Aliandra.
- No creo que sea capaz de prenderse fuego dos veces en un mismo día-, contestó con sorna.
Aunque quizás… puede que si fuera capaz. Que un brujo de fuego ya se prendiera una vez, ya era bastante inusual. Sin contar su espectáculo posterior, corriendo como loco mientras daba vueltas. Eso sí que no se enseñaba en la academia de magia. Y había merecido la pena estar en el almacén solo por eso. Cosas así no se veían todos los días.
- Bueno. Esperemos por su bien que no sea capaz de quemarse tantas veces seguidas-, dijo caminando detrás de la elfa. - ¿El qué? ¿El trozo de tela? Es probable-, respondió en susurros, sin dejar de avanzar tras la sacerdotisa. - Nunca descartemos el fetichismo al que son capaces de llegar los humanos adinerados. Pero teniendo en cuenta lo que dijo aquel trabajador, y que el pasadizo daba justo a esa habitación. Seguramente sea parte del vestido de la hija de Malade.
Los detalles del pasillo que daba paso, tras la siguiente puerta que habían atravesado, no eran muy distintos de los del cuarto que acababan de dejar atrás. Eran simples y buscaban la funcionalidad por encima de la estética. Algo que solo podía ser indicativo de que era parte de la zona alejada al público. Teniendo en cuenta que debían de estar en la mansión de un hombre como Tordú. Alguien adinerado, y que podía permitirse unos lujos al alcance de pocos. Si es que de verdad estaban en su casa y no en otro almacén.
Ambos subieron por unas escaleras, hasta una puerta que si parecía ser de mejor factura. De mayor belleza y más acorde con lo que se espera de la vivienda de un hombre rico. Por lo que probablemente, sí que estaban en su casa, después de todo.
Tras la mirada de su querida elfa, el rubio apoyó su mano sobre la empuñadura de su espada, y tanteó su bolsillo para cerciorarse perfectamente de tener al alcance uno de los minerales de pedernal que usaba para iniciar sus poderes de fuego. Una vez terminó, asintió a la joven peliblanca, y se pegó a ella tras la puerta.
- Vanvouren-, comentó por lo bajo, tras la elfa, algo pensativo. - Me resulta familiar ese apellido.
Pero no dijo nada más. En parte para centrarse en la conversación de los hombres que escuchaban. Aunque lo cierto, es que tampoco recordaba exactamente donde había escuchado ese apellido con anterioridad. Así que no podía aportar mucho más de lo que había comentado.
El cariz del diálogo de los hombres no podía ser más negativo. Estaba claro que el tipo del bigote era Tordú, y que al ver todo el espectáculo que se había armado en su almacén, con guardia incluida, había decidido llevarse a Aliandra a su casa.
No podía saber con exactitud cómo había sido. Pero podía imaginar que el artista estaría en el cuarto de atrás, con la secuestrada. Y cuando Erick había destruido la puerta, atrayendo la atención de la guardia, se había visto obligad a forzar a la chica a ir por el pasadizo secreto. El trabajador borracho no había mencionado que Tordú estuviera en el depósito de arte, así que probablemente ni siquiera ellos supieran que estaba allí. Seguramente habría usado el propio pasadizo para ir a verla en esa ocasión, o estaban tan borrachos, que ni se habían dado cuenta que había ido el dueño al almacén.
Y los otros dos eran sus mercenarios. Los hombres que había contratado para el secuestro. Y lo más presumible es que estuvieran allí en la casa como “invitados”, para tenerlos siempre a mano si surgían problemas con Aliandra.
En cualquier caso, sabía desde antes, el problema que significaba que los rumores de la entrada de la guardia al almacén suponían. Ya había imaginado cual podría ser el paso que daría el artista al verse en problemas. Desaparecer a la joven sin dejar rastro de ella.
El problema es que contaba con que no supiera lo sucedido tan pronto. Esperaba tener un tiempo hasta que eso pasara, y en el que podría buscar a la joven en la casa. Para luego liberarla antes de que se enterara.
Al haber visto todo de primera mano, todo se había iniciado más deprisa de lo que nunca hubiera imaginado. Y tendría que actuar ya como había sugerido Níniel.
El brujo deslizó unos centímetros de su espada, esperando el momento para saltar por sorpresa contra sus rivales. Pero mientras esperaba a ello, el ruido sordo de un mueble al caer alertó a los hombres.
- ¡Que ha sido eso! - gritó alarmado el artista. - Ha sonado abajo, en el cuarto donde está… ¡Oh dioses, ya están aquí! -, comentó, señalando hacia la puerta entre abierta donde estaban ellos.
Vinc bufó resignado. Si hubiera sabido que ese Erick llegaría en tan mal momento, no habría puesto una mesa en la puerta, sino una de las trampas mágicas que estaba perfeccionando. Ya empezaba a cansarle lo inoportuno que solía ser ese tipo.
El rubio dejó de pensar en el brujo torpe, y se centró en la batalla que tenía ahora por delante.
Salió con fuerza de detrás de la puerta, y se dispuso a desenvainar su espada, ahora que tenía más espacio para ello. Sin embargo, cuando estaba en ello, sintió que el suelo se movía bajo sus pies, y cayó de espadas con un sonoro golpe de su cabeza contra la madera.
Se tocó la nuca como un acto reflejo por culpa del dolor, pero pronto tuvo que desviar un codazo un puñal que iba hacia su pecho, y este se clavó en la madera profundamente.
- ¡Noooo! Esa madera es noble y de una alto valor económico-, dijo Tordú, más preocupados por sus bienes que por el combate.
El secuestrador intentó sacar la daga en vano, pues el brujo desde el suelo le propinó un rodillazo. Esto pareció enfurecerlo, pues cambió a un plan B que consistía en partirle el cuello como un… cascanueces. A este tipo le venía como anillo al dedo su apodo, fue lo único que pudo pensar mientras sentía la falta de aire en su pecho.
Las manazas del hombre se cernían sobre su cuello con una fuerza endiablada, y casi podía sentir que se le iba a partir la garganta bajo el peso de sus dedos.
Vinc, desesperado, apoyó la planta de su bota en el abdomen del bruto, e hizo un esfuerzo hacia atrás ganando fuerza con la otra pierna contra el suelo. Cuando el secuestrador estuvo en una posición desequilibrada, empujó con todas sus energía con la pierna que tenía sobre el tronco del hombre, haciendo que saliera despedido.
Un gran ruido se escuchó, y el brujo no tuvo que mirar, para saber que el hombretón estaba rebotando escaleras abajo. Por los mismos escalones por los que había subido él, instantes antes.
El brujo se incorporó un poco, agarrándose el cuello dolorido y recuperando el aliento. Y por fin pudo ver el motivo de su caída.
El otro hombre, que parecía el líder de los mercenarios, había tirado de la alfombra que pisaba, y por ello se había caído hacia atrás.
De todos modos, no pudo decirle nada al respecto, ni tan siquiera levantarse del todo, pues pronto se encaminó hacia él espada en mano. Y Vinc solo pudo soltar la vaina de su espada del cinto, y parar las arremetidas del secuestrador con su acero aún a medio desenvainar. En ese punto, ya hacía mucho por mantener su defensa intacta y seguir vivo.
- No te enfades tanto. Te regalaré otro cascanueces en las próximas festividades-, bromeó con tono sufrido, por el esfuerzo de la lucha en tan malas condiciones.
Lo cierto era, que pese a su mofa, no le vendría mal un poco de ayuda.
Última edición por Vincent Calhoun el Miér Ene 04, 2017 3:31 am, editado 1 vez (Razón : Corrección del nombre de Erick)
Vincent Calhoun
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Re: Una auténtica obra de arte. [Trabajo Vincent-Níniel][CERRADO]
El fuerte sonido de la mesa que habían dejado bloqueando la puerta que conectaba el sótano de aquella casa con el almacén de Tordú mediante un largo túnel no solo significaba que sus perseguidores ya estaban allí y que la situación se tornaba más peliaguda que nunca para ellos al quedar atrapados entre dos frentes, si no que además no podría haber llegado en peor momento. Si tan solo hubiese tardado unos segundos más en producirse Vincent y Níniel podrían haber pillado por sorpresa al escultor y a sus matones y aprovechar para neutralizarlos sin darles apenas tiempo a reaccionar, mas alertados como estaban aquella ventaja se había esfumado para cuando la pareja se dejó ver. Los enemigos ya estaban prevenidos y no dudaron en recibirlos por las malas, dispuestos a luchar con la tenacidad de una animal acorralado al que solo le queda matar o morir.
Apenas habían puesto un pie en el suelo de madera noble de la casa cuando una mole, un humano alto y musculoso de cabellos rizados de color azabache cargó hacia ellos daga en mano y, aprovechando una treta del otro mercenario, logró tomar ventaja sobre Vincent. Solo la habilidad del brujo evitó que el combate acabara enseguida y con un funesto resultado aunque ni siquiera sin su arma el enemigo se dio por vencido. Aquel energúmeno, el cascanueces lo habían llamado, comenzó a forcejear con Vincent en el suelo de manera casi rabiosa ignorando por el momento a la peliblanca, gracias a lo cual pudo recuperar la compostura, aprestando su bastón de manera defensiva ante ella y comenzando entonces a rogar a los dioses del bosque para que les concedieran la fuerza necesaria para cambiar las tornas en aquel combate que tan mal había empezado para ellos. No obstante tal ayuda terminó por no hacer falta.
Vincent, sin duda aprovechándose de su veteranía en cuanto a combates se refería, supo contrarrestar la fuerza de su oponente y logró mantener el tipo ante su mortal estrangulamiento, ganándole la posición y enviándolo escaleras abajo, quizá en ese punto con más suerte que habilidad. Era más que probable que a pesar de tan aparatosa caída aquel sujeto hubiese sobrevivido pero incluso en ese caso seguramente no sería un problema a corto plazo...O eso pensaba la peliblanca hasta que pudo escuchar que el último de los secos golpes de aquel grandullón contra el suelo no sonó a madera o piedra si no a metal, y fue seguido de una larga retahíla de maldiciones e improperios, lo cual solo podía significar una cosa.
-Uno menos, aunque no les va a hacer gracia que se lo hayas tirado encima.- Le comentó al rubio en voz baja ayudándole a incorporarse dolorido del suelo y llevando una de sus manos a su cuello con la intención de sanarlo pues se había llevado la peor parte del enfrentamiento. No obstante no hubo tiempo para ello, ni para para lamentos o chascarrillos, aún tenían un adversario delante y éste no perdió ni un instante en atacar espada en mano, manteniendo a Vincent a la defensiva, mientras que Tordú tras él usaba a la hija de Malade como escudo y amenazaba su vida con un pequeño aunque afilado abrecartas dorado.
Níniel entonces cerró la puerta al sótano dando un portazo, la bloqueó y con una leve oración bendijo a su compañero y a sí misma con un notable incremento de su destreza, garantizándoles así tanto una mejor soltura de movimientos como un mejor manejo de sus armas con los que superar a sus enemigos. Tras lo cual la joven comenzó a lanzar una serie de simples aunque rápidos golpes con su bastón dirigidos a las zonas más vulnerables de aquel hombre.
Normalmente aquello resultaba suficiente para superar a la mayoría de matones de medio pelo a los que por desgracia tenía que enfrentarse tan frecuentemente, pero en aquella ocasión el humano se limitó a retroceder un paso tras el cual retomó la iniciativa con nuevo brío, bloqueando con gran habilidad los ataques de la elfa y siendo aún capaz de lanzar más de una precisa estocada contra Vincent al mismo tiempo. Todo ello mientras aprovechaba los objetos, muebles y paredes de la sala de manera realmente profesional para evitar que brujo y elfa tomaran ventaja e incluso permitiéndose una sonrisa de superioridad entre movimiento y movimiento.
-No lo hacéis mal. Solo que yo lo hago mejor.- Se burló saltando sobre una mesa baja de salón y luchando desde allí con una soltura y una gracia envidiables que a duras penas si eran capaces de igualar a pesar de la bendición activa sobre ellos. -Puedes quedarte con el cascanueces, puedo encontrar a otros como él...Pero decidme. Salta a la vista que no sois ese tal Vanvouren o de la guardia. ¿Quiénes sois entonces? ¿Estaríais interesados en un lucrativo puesto de trabajo bajo mis órdenes? Al fin y al cabo no tenemos por qué luchar. Si me sois útiles podría no mataros. ¿Os ha contratado ese niñato? Os ofrezco el doble y vuestras vidas...Todos ganamos- Dijo sin disminuir ni un instante su ritmo, mostrando una arrogancia que bien parecía que podía permitirse...Claro que parecía desconocer que Vincent era un brujo y que tenían a la guardia a un par de metros bajo sus pies.
-¿Incluida Aliandra?- Inquirió Níniel en ese momento aprovechando la nueva posición del hábil espadachín para lanzar un golpe de barrido contra sus rodillas, el cual fue evitado con una voltereta hacia atrás que llevó a su enemigo de vuelta al suelo con la guardia de nuevo levantada y esa molesta sonrisa en su boca.
-Bueno, todos a parte de ella. A mi también me da pena. Odio matar mujeres tan guapas, pero el trabajo es el trabajo. Puedo hacer que no sufra si eso te complace...- Fue la respuesta de aquel sujeto que hablaba de la muerte de una joven con la facilidad con la que un panadero hablaría de meter el pan en el horno.
En ese momento unos fuertes golpes comenzaron a escucharse provenientes de la puerta del sótano y la sonrisa de aquel malnacido se borró de golpe al comprender lo que ello implicaba. -Parece que se acabó el tiempo de jugar, me tomaré vuestra actitud como un no.- Dijo atacando a una velocidad endiablada que obligó a Níniel a retroceder, aprovechando ese momento para lanzarse al ataque directamente a por una maniatada Aliandra, pero fintando en el último momento y clavando su acero en el estómago de un asustado y sorprendido Tordú que ni siquiera tuvo la oportunidad de defenderse.
-Pero..qué...yo...Tú...- Balbuceó mientras resbalaba hasta el suelo y la vida abandonaba su cuerpo.
-Esto se ha ido al garete y eres un cabo suelto. Sabes dónde encontrarme...Además no me gustan tus estatuas de mierda, son demasiado obscenas.- Dijo sacando la espada de las entrañas del artista y colocándola en el cuello de Aliandra que en esos momentos lloraba de puro terror y temblaba como una hoja. Entonces miró hacia la puerta que conducía al sótano y recomponiendo de nuevo su sonrisa sardónica le dió la bienvenida a los recién llegados que acababan de romper la puerta, haciendo que un hilillo de sangre de la joven acompañara a la de Tordú en el filo de arma.
-Parece que ya estamos todos...Ahora si son todos tan amables de bajar las armas Aliandra y yo les estaríamos muy agradecidos.-
-Tú, malandrín, te haré arder con las llamas de mi amor por Aliandra. !Quítale tus sucias manos de encima! Tu y tus compinches antes de esta noche colgaréis de una soga.- Vociferó y amenazó el impetuoso Erick mirando con odio a aquel hombre pero también hacia Vincent y Níniel que si no tenían ya una de aquellas alabardas en el cuello era porque todos allí creían que estaban con aquel maldito asesino.
-¿Mis compinches? Vaya esto se pone interesante...-
Apenas habían puesto un pie en el suelo de madera noble de la casa cuando una mole, un humano alto y musculoso de cabellos rizados de color azabache cargó hacia ellos daga en mano y, aprovechando una treta del otro mercenario, logró tomar ventaja sobre Vincent. Solo la habilidad del brujo evitó que el combate acabara enseguida y con un funesto resultado aunque ni siquiera sin su arma el enemigo se dio por vencido. Aquel energúmeno, el cascanueces lo habían llamado, comenzó a forcejear con Vincent en el suelo de manera casi rabiosa ignorando por el momento a la peliblanca, gracias a lo cual pudo recuperar la compostura, aprestando su bastón de manera defensiva ante ella y comenzando entonces a rogar a los dioses del bosque para que les concedieran la fuerza necesaria para cambiar las tornas en aquel combate que tan mal había empezado para ellos. No obstante tal ayuda terminó por no hacer falta.
Vincent, sin duda aprovechándose de su veteranía en cuanto a combates se refería, supo contrarrestar la fuerza de su oponente y logró mantener el tipo ante su mortal estrangulamiento, ganándole la posición y enviándolo escaleras abajo, quizá en ese punto con más suerte que habilidad. Era más que probable que a pesar de tan aparatosa caída aquel sujeto hubiese sobrevivido pero incluso en ese caso seguramente no sería un problema a corto plazo...O eso pensaba la peliblanca hasta que pudo escuchar que el último de los secos golpes de aquel grandullón contra el suelo no sonó a madera o piedra si no a metal, y fue seguido de una larga retahíla de maldiciones e improperios, lo cual solo podía significar una cosa.
-Uno menos, aunque no les va a hacer gracia que se lo hayas tirado encima.- Le comentó al rubio en voz baja ayudándole a incorporarse dolorido del suelo y llevando una de sus manos a su cuello con la intención de sanarlo pues se había llevado la peor parte del enfrentamiento. No obstante no hubo tiempo para ello, ni para para lamentos o chascarrillos, aún tenían un adversario delante y éste no perdió ni un instante en atacar espada en mano, manteniendo a Vincent a la defensiva, mientras que Tordú tras él usaba a la hija de Malade como escudo y amenazaba su vida con un pequeño aunque afilado abrecartas dorado.
Níniel entonces cerró la puerta al sótano dando un portazo, la bloqueó y con una leve oración bendijo a su compañero y a sí misma con un notable incremento de su destreza, garantizándoles así tanto una mejor soltura de movimientos como un mejor manejo de sus armas con los que superar a sus enemigos. Tras lo cual la joven comenzó a lanzar una serie de simples aunque rápidos golpes con su bastón dirigidos a las zonas más vulnerables de aquel hombre.
Normalmente aquello resultaba suficiente para superar a la mayoría de matones de medio pelo a los que por desgracia tenía que enfrentarse tan frecuentemente, pero en aquella ocasión el humano se limitó a retroceder un paso tras el cual retomó la iniciativa con nuevo brío, bloqueando con gran habilidad los ataques de la elfa y siendo aún capaz de lanzar más de una precisa estocada contra Vincent al mismo tiempo. Todo ello mientras aprovechaba los objetos, muebles y paredes de la sala de manera realmente profesional para evitar que brujo y elfa tomaran ventaja e incluso permitiéndose una sonrisa de superioridad entre movimiento y movimiento.
-No lo hacéis mal. Solo que yo lo hago mejor.- Se burló saltando sobre una mesa baja de salón y luchando desde allí con una soltura y una gracia envidiables que a duras penas si eran capaces de igualar a pesar de la bendición activa sobre ellos. -Puedes quedarte con el cascanueces, puedo encontrar a otros como él...Pero decidme. Salta a la vista que no sois ese tal Vanvouren o de la guardia. ¿Quiénes sois entonces? ¿Estaríais interesados en un lucrativo puesto de trabajo bajo mis órdenes? Al fin y al cabo no tenemos por qué luchar. Si me sois útiles podría no mataros. ¿Os ha contratado ese niñato? Os ofrezco el doble y vuestras vidas...Todos ganamos- Dijo sin disminuir ni un instante su ritmo, mostrando una arrogancia que bien parecía que podía permitirse...Claro que parecía desconocer que Vincent era un brujo y que tenían a la guardia a un par de metros bajo sus pies.
-¿Incluida Aliandra?- Inquirió Níniel en ese momento aprovechando la nueva posición del hábil espadachín para lanzar un golpe de barrido contra sus rodillas, el cual fue evitado con una voltereta hacia atrás que llevó a su enemigo de vuelta al suelo con la guardia de nuevo levantada y esa molesta sonrisa en su boca.
-Bueno, todos a parte de ella. A mi también me da pena. Odio matar mujeres tan guapas, pero el trabajo es el trabajo. Puedo hacer que no sufra si eso te complace...- Fue la respuesta de aquel sujeto que hablaba de la muerte de una joven con la facilidad con la que un panadero hablaría de meter el pan en el horno.
En ese momento unos fuertes golpes comenzaron a escucharse provenientes de la puerta del sótano y la sonrisa de aquel malnacido se borró de golpe al comprender lo que ello implicaba. -Parece que se acabó el tiempo de jugar, me tomaré vuestra actitud como un no.- Dijo atacando a una velocidad endiablada que obligó a Níniel a retroceder, aprovechando ese momento para lanzarse al ataque directamente a por una maniatada Aliandra, pero fintando en el último momento y clavando su acero en el estómago de un asustado y sorprendido Tordú que ni siquiera tuvo la oportunidad de defenderse.
-Pero..qué...yo...Tú...- Balbuceó mientras resbalaba hasta el suelo y la vida abandonaba su cuerpo.
-Esto se ha ido al garete y eres un cabo suelto. Sabes dónde encontrarme...Además no me gustan tus estatuas de mierda, son demasiado obscenas.- Dijo sacando la espada de las entrañas del artista y colocándola en el cuello de Aliandra que en esos momentos lloraba de puro terror y temblaba como una hoja. Entonces miró hacia la puerta que conducía al sótano y recomponiendo de nuevo su sonrisa sardónica le dió la bienvenida a los recién llegados que acababan de romper la puerta, haciendo que un hilillo de sangre de la joven acompañara a la de Tordú en el filo de arma.
-Parece que ya estamos todos...Ahora si son todos tan amables de bajar las armas Aliandra y yo les estaríamos muy agradecidos.-
-Tú, malandrín, te haré arder con las llamas de mi amor por Aliandra. !Quítale tus sucias manos de encima! Tu y tus compinches antes de esta noche colgaréis de una soga.- Vociferó y amenazó el impetuoso Erick mirando con odio a aquel hombre pero también hacia Vincent y Níniel que si no tenían ya una de aquellas alabardas en el cuello era porque todos allí creían que estaban con aquel maldito asesino.
-¿Mis compinches? Vaya esto se pone interesante...-
- El espadichín:
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Dificultad, secuestrador experto añadida.
Níniel Thenidiel
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Re: Una auténtica obra de arte. [Trabajo Vincent-Níniel][CERRADO]
La situación era extremadamente mala, por no decir que recordaba pocas veces en las que había estado peor que en esa ocasión. Defenderse en esa posición y condiciones, no era algo que hubiera deseado, pero que tendría soportar. Por lo menos hasta que llegaran sus “refuerzos”.
Sí. Ese Erick era como un grano en el culo. Siempre aparecía cuando menos convenía, haciendo que su infiltración fracasase. Y no una vez, sino dos veces. Tanto en la casa de Tordú, como en su almacén, el prometido de Aliandra había llegado para complicarles la vida.
Pero esta vez podría ser útil para variar. Si es que se decidía por subir esas malditas escaleras de una vez. ¿Qué estaba esperando?, se preguntaba el rubio mientras resistía a duras penas las estocadas y ataques de su contrincante.
Entonces fue cuando escuchó un portazo. No pudo girar la cabeza a observar que pasaba a su espalda, pues su combate no le permitía centrar su atención en otra cosa que no fuera su rival. Pero era evidente que alguien había cerrado la puerta del sótano, cortando su posible auxilio.
Notó una gota de sudor frío bajar por su frente ante este hecho, a la vez que maquinaba una forma de poder revertir el combate contra el secuestrador. Y de ese modo, poder luchar en mejores condiciones contra él. Más, por fortuna, su situación no siguió tan apurada gracias a la intervención de Níniel. Había viajado lo suficiente con la elfa como para reconocer su magia recorrer su cuerpo, y pronto notó su agilidad mejorada ante los efectos positivos de su bendición.
Además, la peliblanca atacó también al secuestrador, provocando que este tuviera que retroceder. Al fin era libre para luchar de tú a tú contra ese maldito.
Su espada resonó con fuerza al salir del todo por el contorno metálico del cuello de su vaina, y como si esto fuera una señal, el espadachín enemigo saltó hacia atrás para esquivar su ataque. Nada más posarse bien en el firme, el malvado contraatacó, centrando sus estocadas en Níniel. Por lo que tuvo que esmerarse, realizando a su vez varios ataques contra el secuestrador, para que no pudiera acometer contra la sacerdotisa con todo su potencial.
Lo último que quería ver era a la elfa lastimada, y aunque ambos estaban bendecidos por la magia élfica, Nín no podría combatir cara a cara contra ese tipo. No contra alguien tan bueno.
Ese hombre estaba demasiado pagado de sí mismo, pero, pese a su excesiva arrogancia, tenía que reconocerle su maestría con la espada. Ese fanfarrón, seguramente fuera mejor que él en el manejo del acero, y eso no era algo que pudiera decir de cualquiera. Pues a lo largo de su vida, había conocido a personas que lo habían superado en combate en fuerza bruta, pero en el manejo de una espada… muy pocos.
Y ese tipo posiblemente fuera uno de esos pocos. Más motivos para atacar con mayor intensidad al secuestrador, y que este se centrase en él, y no en la elfa. Por bueno que fuera, si quería resistir, debería defenderse de sus ataques, y olvidarse de Níniel.
Vinc bufó con sorna, en un momento dado, entre fintas, estocadas y contraataques.
- ¿Y al cascanueces, le pagaste por adelantado antes de dejarle tirado en el fondo de esa escalera? - se burló de su oponente, justo antes de que escapara del golpe de Nín con una voltereta. - Estás tan pagado de ti mismo, que a duras penas debe sobrarte para los demás-, volvió a mofarse de él, renovando sus ataques contra el bandido.
Sin embargo, antes de que pudiera acorralar a su enemigo, este posó el pie en una mesilla de salón, saltó por encima, y apuñaló a Tordú para sorpresa de todos. Incluido el propio Tordú por la expresión de su cara.
Según había dicho, era un cabo suelto. Y como sabía dónde encontrarlo, era mejor que no siguiera viviendo. ¿Eso significaba que el cascanueces no sabía dónde encontrarle? ¿Ambos hombres vivían en lugares distintos? Estas preguntas fueron las primeras que se agolparon en su mente, pues de otro modo la muerte del artista no servía de gran cosa. O quizás, simplemente daba por hecho que su compinche había muerto, o que no diría nada. Al menos hasta que lo rescatara, matara como acababa de hacer con Tordó, o hasta que pusiera tierra de por medio.
En ese aspecto, imaginaba que el cascanueces sería distinto al artista, pues el segundo, cantaría como un pajarito en cuanto viera a la guardia aparecer en su casa. Y supuso que el bandido que tenía delante había pensado lo mismo.
- Deja a la chica. Es una estupidez que mates a una mujer por nada. Solo conseguirás que una soga te abrase el cuello-, dijo, desenvainando su daga, y sosteniéndola en su mano menos hábil, obviando las palabras de Erick.
A la guardia no tenía mucho que explicarle, pues enfrentar al bandido, era la mejor manera de mostrar que no era uno de ellos.
- Eh, eh, eh. Esas manos donde puedas verlas-, contestó el rufián. - Eso es algo que pasará de todos modos, así que me quedaré con la chica-. Olió su cuello como solo un amante haría con una mujer. - De momento…-, sonrió con malicia. - Además, has sido un mal ayudante. No has frenado a la guardia como te dije-, mintió, con cierto aire burlesco.
- No seas imbécil. Incluso la guardia sabe diferenciar entre un secuestrador que se rinde, y un asesino. Siendo lo segundo, nadie te salvará de la horca-, contestó.
- Dejad de hablar como si no pasara nada, malditos. Soltad a mi prometida, y ya tendréis tiempo de parlotear en prisión-, dijo Erick, que no ayudaba en absoluto con comentarios así.
Ya se arrepentía, de haber pensado que podría haberle ayudado, si hubiera aparecido cuando luchaba contra el secuestrador. Sin duda, ese brujo no hilaba bien los pensamientos. Pero esperaba, y presentía, que los guardias que estaban con él entendían mejor la situación.
De momento, solo se habían limitado a cerrar rutas de escape a los presentes en la sala. Sin intervenir activamente. Aunque también podía ser por miedo a que el villano hiciera algo a la chica.
- Mmm, creo que paso de tu tentadora oferta-, se mofó, dándole un tono sarcástico al adjetivo. - Voy a salir por esa puerta-, señaló con la cabeza, una que se internaba en la casa, y que seguramente llevaba hacia la entrada. - Y si nadie hace una tontería, soltaré a la chica y me iré. Todos contentos y felices-, volvió a sonreír.
Los presentes se miraron los unos a los otros, pero ante las pocas opciones, fueron bajando las armas. Vinc sopesó la situación, y se resistió en primera instancia a descender las armas, pero finalmente no solo las bajó, sino que dejó caer su espada, que resonó contra el suelo como una señal de victoria del villano.
El secuestrador rió, y comenzó a caminar con paso lento hacia la salida, pasando por delante de una ventana de la habitación. Eso provocó, que la luz del exterior, creara una silueta de este en el salón. Justo contra el brujo de dorados cabellos. Parecía una burla ante su fracaso. Una sombra que solo buscaba atormentarlo y humillarlo.
Maldita sonrisa, pensó, mientras se pasaba la daga a su mano diestra. Ese espadachín era bueno, muy bueno. Pero era tan detestable, tan arrogante, como le gustaría borrarle esa sonrisa…
Y vaya si lo hizo, cuando su daga se clavó contra el antebrazo del rufián. Provocando un grito de dolor de este, y haciendo que no pudiera evitar soltar la empuñadura de su espada.
Seguro que ese humano no esperaba que nadie intentara nada contra él. Imposible acercarse para salvar a la chica, y demasiado peligroso atacarlo a distancia. Sí, demasiado peligroso para cualquier menos para un brujo. Él podía asegurarse de que la daga volara directa a su objetivo sin temor a fallar, pues para algo los dioses habían otorgado el don de la telequinesis a los brujos. Una pena para el secuestrador, pensar que estaba ante otro hombre de su raza, y no un nacido en las islas.
No obstante, no había tiempo que perder, regodeándose de su exitosa estratagema.
Vinc se abalanzó hacia adelante, y agarró a la mujer para tirar de ella, aprovechando que el espadachín estaba aún conmocionado, y demasiado distraído en sacar el acero del brujo de su antebrazo. El rubio tiró de la mujer, que cayó hacia adelante por el agarre, de rodillas, justo a tiempo de evitar que un tajo atravesara a la muchacha. Y tomando partido del impulso, que había tomado al arrastrar a Aliandra hacia él, se abalanzó sobre el bandido.
- ¡Maldito hijo de puta! Has jodido todo-, le espetó el secuestrador.
Vincent por su parte no dijo nada. Se concentró en mantener la hoja de su propia daga, alejada de su cuerpo todo lo que pudo, agarrando a su rival por los antebrazos. Forcejeó un poco más con el moreno, y le metió uno de sus dedos metálicos dentro de la herida, haciendo que gritase. Pero más importante, dejándolo a su merced para estrellar el brazo que manejaba la daga contra la pared. El arma escapó de la mano del espadachín, no obstante, este se recompuso, y le encajó un buen directo contra la mandíbula, que le hizo tambalear.
El rubio volvió a contraatacar con su manos, envalentonado por la rabia y el sabor de la sangre en su labio roto. Más, antes de que pudiera partirle la cara al bandido, este salió despedido por la ventana ante un golpe de viento.
No tardó en comprender lo que había pasado, cuando Erick se encaminó hacia él.
- Muchas grac…-, intentó decir.
Pero antes de poder darle las gracias por su ayuda, el otro brujo puso el filo de una espada contra su cuello.
- Quedas arrestado. Por el intento de secuestro de mi prometida, y por ponerla en peligro ante ese ataque absurdo-, comentó con total seriedad.
- ¿Qué? Eso es una tontería-, contestó, pero sintió el filo de la espada más punzante en su cuello. - Por los dioses. Acabo de salvarla, y el verdadero secuestrador va a escaparse si nadie hace algo.
De verdad. Como se lamentaba de haber pensado antes, que ese patán podría haberle ayudado. Había sido útil al golpear a su rival con una ráfaga de aire, y basta. Todo lo demás que había hecho, era una torpeza tras otra.
Por lo menos, esperaba que sus palabras sirvieran para poner sobre aviso al resto de los presentes. El bandido se escaparía si nadie lo evitaba.
Sí. Ese Erick era como un grano en el culo. Siempre aparecía cuando menos convenía, haciendo que su infiltración fracasase. Y no una vez, sino dos veces. Tanto en la casa de Tordú, como en su almacén, el prometido de Aliandra había llegado para complicarles la vida.
Pero esta vez podría ser útil para variar. Si es que se decidía por subir esas malditas escaleras de una vez. ¿Qué estaba esperando?, se preguntaba el rubio mientras resistía a duras penas las estocadas y ataques de su contrincante.
Entonces fue cuando escuchó un portazo. No pudo girar la cabeza a observar que pasaba a su espalda, pues su combate no le permitía centrar su atención en otra cosa que no fuera su rival. Pero era evidente que alguien había cerrado la puerta del sótano, cortando su posible auxilio.
Notó una gota de sudor frío bajar por su frente ante este hecho, a la vez que maquinaba una forma de poder revertir el combate contra el secuestrador. Y de ese modo, poder luchar en mejores condiciones contra él. Más, por fortuna, su situación no siguió tan apurada gracias a la intervención de Níniel. Había viajado lo suficiente con la elfa como para reconocer su magia recorrer su cuerpo, y pronto notó su agilidad mejorada ante los efectos positivos de su bendición.
Además, la peliblanca atacó también al secuestrador, provocando que este tuviera que retroceder. Al fin era libre para luchar de tú a tú contra ese maldito.
Su espada resonó con fuerza al salir del todo por el contorno metálico del cuello de su vaina, y como si esto fuera una señal, el espadachín enemigo saltó hacia atrás para esquivar su ataque. Nada más posarse bien en el firme, el malvado contraatacó, centrando sus estocadas en Níniel. Por lo que tuvo que esmerarse, realizando a su vez varios ataques contra el secuestrador, para que no pudiera acometer contra la sacerdotisa con todo su potencial.
Lo último que quería ver era a la elfa lastimada, y aunque ambos estaban bendecidos por la magia élfica, Nín no podría combatir cara a cara contra ese tipo. No contra alguien tan bueno.
Ese hombre estaba demasiado pagado de sí mismo, pero, pese a su excesiva arrogancia, tenía que reconocerle su maestría con la espada. Ese fanfarrón, seguramente fuera mejor que él en el manejo del acero, y eso no era algo que pudiera decir de cualquiera. Pues a lo largo de su vida, había conocido a personas que lo habían superado en combate en fuerza bruta, pero en el manejo de una espada… muy pocos.
Y ese tipo posiblemente fuera uno de esos pocos. Más motivos para atacar con mayor intensidad al secuestrador, y que este se centrase en él, y no en la elfa. Por bueno que fuera, si quería resistir, debería defenderse de sus ataques, y olvidarse de Níniel.
Vinc bufó con sorna, en un momento dado, entre fintas, estocadas y contraataques.
- ¿Y al cascanueces, le pagaste por adelantado antes de dejarle tirado en el fondo de esa escalera? - se burló de su oponente, justo antes de que escapara del golpe de Nín con una voltereta. - Estás tan pagado de ti mismo, que a duras penas debe sobrarte para los demás-, volvió a mofarse de él, renovando sus ataques contra el bandido.
Sin embargo, antes de que pudiera acorralar a su enemigo, este posó el pie en una mesilla de salón, saltó por encima, y apuñaló a Tordú para sorpresa de todos. Incluido el propio Tordú por la expresión de su cara.
Según había dicho, era un cabo suelto. Y como sabía dónde encontrarlo, era mejor que no siguiera viviendo. ¿Eso significaba que el cascanueces no sabía dónde encontrarle? ¿Ambos hombres vivían en lugares distintos? Estas preguntas fueron las primeras que se agolparon en su mente, pues de otro modo la muerte del artista no servía de gran cosa. O quizás, simplemente daba por hecho que su compinche había muerto, o que no diría nada. Al menos hasta que lo rescatara, matara como acababa de hacer con Tordó, o hasta que pusiera tierra de por medio.
En ese aspecto, imaginaba que el cascanueces sería distinto al artista, pues el segundo, cantaría como un pajarito en cuanto viera a la guardia aparecer en su casa. Y supuso que el bandido que tenía delante había pensado lo mismo.
- Deja a la chica. Es una estupidez que mates a una mujer por nada. Solo conseguirás que una soga te abrase el cuello-, dijo, desenvainando su daga, y sosteniéndola en su mano menos hábil, obviando las palabras de Erick.
A la guardia no tenía mucho que explicarle, pues enfrentar al bandido, era la mejor manera de mostrar que no era uno de ellos.
- Eh, eh, eh. Esas manos donde puedas verlas-, contestó el rufián. - Eso es algo que pasará de todos modos, así que me quedaré con la chica-. Olió su cuello como solo un amante haría con una mujer. - De momento…-, sonrió con malicia. - Además, has sido un mal ayudante. No has frenado a la guardia como te dije-, mintió, con cierto aire burlesco.
- No seas imbécil. Incluso la guardia sabe diferenciar entre un secuestrador que se rinde, y un asesino. Siendo lo segundo, nadie te salvará de la horca-, contestó.
- Dejad de hablar como si no pasara nada, malditos. Soltad a mi prometida, y ya tendréis tiempo de parlotear en prisión-, dijo Erick, que no ayudaba en absoluto con comentarios así.
Ya se arrepentía, de haber pensado que podría haberle ayudado, si hubiera aparecido cuando luchaba contra el secuestrador. Sin duda, ese brujo no hilaba bien los pensamientos. Pero esperaba, y presentía, que los guardias que estaban con él entendían mejor la situación.
De momento, solo se habían limitado a cerrar rutas de escape a los presentes en la sala. Sin intervenir activamente. Aunque también podía ser por miedo a que el villano hiciera algo a la chica.
- Mmm, creo que paso de tu tentadora oferta-, se mofó, dándole un tono sarcástico al adjetivo. - Voy a salir por esa puerta-, señaló con la cabeza, una que se internaba en la casa, y que seguramente llevaba hacia la entrada. - Y si nadie hace una tontería, soltaré a la chica y me iré. Todos contentos y felices-, volvió a sonreír.
Los presentes se miraron los unos a los otros, pero ante las pocas opciones, fueron bajando las armas. Vinc sopesó la situación, y se resistió en primera instancia a descender las armas, pero finalmente no solo las bajó, sino que dejó caer su espada, que resonó contra el suelo como una señal de victoria del villano.
El secuestrador rió, y comenzó a caminar con paso lento hacia la salida, pasando por delante de una ventana de la habitación. Eso provocó, que la luz del exterior, creara una silueta de este en el salón. Justo contra el brujo de dorados cabellos. Parecía una burla ante su fracaso. Una sombra que solo buscaba atormentarlo y humillarlo.
Maldita sonrisa, pensó, mientras se pasaba la daga a su mano diestra. Ese espadachín era bueno, muy bueno. Pero era tan detestable, tan arrogante, como le gustaría borrarle esa sonrisa…
Y vaya si lo hizo, cuando su daga se clavó contra el antebrazo del rufián. Provocando un grito de dolor de este, y haciendo que no pudiera evitar soltar la empuñadura de su espada.
Seguro que ese humano no esperaba que nadie intentara nada contra él. Imposible acercarse para salvar a la chica, y demasiado peligroso atacarlo a distancia. Sí, demasiado peligroso para cualquier menos para un brujo. Él podía asegurarse de que la daga volara directa a su objetivo sin temor a fallar, pues para algo los dioses habían otorgado el don de la telequinesis a los brujos. Una pena para el secuestrador, pensar que estaba ante otro hombre de su raza, y no un nacido en las islas.
No obstante, no había tiempo que perder, regodeándose de su exitosa estratagema.
Vinc se abalanzó hacia adelante, y agarró a la mujer para tirar de ella, aprovechando que el espadachín estaba aún conmocionado, y demasiado distraído en sacar el acero del brujo de su antebrazo. El rubio tiró de la mujer, que cayó hacia adelante por el agarre, de rodillas, justo a tiempo de evitar que un tajo atravesara a la muchacha. Y tomando partido del impulso, que había tomado al arrastrar a Aliandra hacia él, se abalanzó sobre el bandido.
- ¡Maldito hijo de puta! Has jodido todo-, le espetó el secuestrador.
Vincent por su parte no dijo nada. Se concentró en mantener la hoja de su propia daga, alejada de su cuerpo todo lo que pudo, agarrando a su rival por los antebrazos. Forcejeó un poco más con el moreno, y le metió uno de sus dedos metálicos dentro de la herida, haciendo que gritase. Pero más importante, dejándolo a su merced para estrellar el brazo que manejaba la daga contra la pared. El arma escapó de la mano del espadachín, no obstante, este se recompuso, y le encajó un buen directo contra la mandíbula, que le hizo tambalear.
El rubio volvió a contraatacar con su manos, envalentonado por la rabia y el sabor de la sangre en su labio roto. Más, antes de que pudiera partirle la cara al bandido, este salió despedido por la ventana ante un golpe de viento.
No tardó en comprender lo que había pasado, cuando Erick se encaminó hacia él.
- Muchas grac…-, intentó decir.
Pero antes de poder darle las gracias por su ayuda, el otro brujo puso el filo de una espada contra su cuello.
- Quedas arrestado. Por el intento de secuestro de mi prometida, y por ponerla en peligro ante ese ataque absurdo-, comentó con total seriedad.
- ¿Qué? Eso es una tontería-, contestó, pero sintió el filo de la espada más punzante en su cuello. - Por los dioses. Acabo de salvarla, y el verdadero secuestrador va a escaparse si nadie hace algo.
De verdad. Como se lamentaba de haber pensado antes, que ese patán podría haberle ayudado. Había sido útil al golpear a su rival con una ráfaga de aire, y basta. Todo lo demás que había hecho, era una torpeza tras otra.
Por lo menos, esperaba que sus palabras sirvieran para poner sobre aviso al resto de los presentes. El bandido se escaparía si nadie lo evitaba.
Vincent Calhoun
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Re: Una auténtica obra de arte. [Trabajo Vincent-Níniel][CERRADO]
Aquel malnacido les había engañado con sus habilidosos y acrobáticos movimientos. Justo cuando parecía que por fin iban a poder arrinconarlo y someterlo realizó un nuevo y veloz contraataque y, debido la falta de pericia con armas de Níniel, aprovechó la apertura que ésta se vio obligada a dejar para llegar hasta Aliandra y usarla como escudo tras apuñalar a un sorprendido Tordú, que incluso en la muerte conservaba la expresión de sorpresa por la traición de aquel hombre al que había contratado. Casi parecía que aquel había sido su plan desde el principio y no uno pensado en tan solo un instante.
-No te saldrás con la tuya.- Advirtió la joven peliblanca mientras retrocedía un par de pasos para mantener las distancias con él, así como para la recién llegada guardia, encabezada por aquel estúpido incendiario que no dudó en meterles a Vincent y a ella en el mismo saco que al secuestrador. Algo que por desgracia la peliblanca sabía que pasaría pues había tenido ya los suficientes encontronazos con los cabezacubo de los humanos como para saber que solían actuar primero y preguntar después. Por eso había cerrado la puerta al sótano, por puro instinto y con la esperanza de retrasarlos el tiempo necesario para que la situación en la que les pillaran no resultara tan ambigua y sí mucho más creíble y fácil de explicar. Por desgracia había ocurrido todo lo contrario y las palabras de aquel maldito criminal no hacían si no complicarles más aún las cosas, lo cual parecía divertirle en gran medida.
-¿Estás seguro de que saben Vinc? No parecen muy contentos con nosotros.- Replicó la elfa al brujo con un hilillo de voz y el bastón en alto para aparentar ser inofensiva mientras veía cómo los guardias, confusos, no dejaban de dividir su atención entre ellos y aquel que amenazaba con su frío acero el cuello de la prometida del hombre que de algún modo se había hecho con el mando de aquella tropa, lo que les impedía actuar. -No, verá señor Vanvouren, nosotros...- Trató entonces de explicar la sacerdotisa. Pero las nuevas palabras del secuestrador la interrumpieron, centrando la atención de aquel engreído sujeto.
El habilidoso hombre de armas, a diferencia de Erick, no tenía ni un pelo de tonto. Incluso en una situación tan desventajosa para él, ampliamente superado en número y rodeado, mantenía la cabeza fría y era capaz de ejercer el control sin que le temblara el pulso. Tenía la sartén por el mango y se las apañó para que los guardias bajaran las armas, incluido el impetuoso Vanvouren, y aunque aquella sensación de impotencia estaba matando por dentro a la elfa, parecía que se saldría finalmente con la suya y hasta podría hacerle lo que quisiera a Aliandra sin que nadie pudiera hacer nada para remediarlo.
Si tan solo aquel maldito idiota no hubiese aparecido por el almacén, si tan solo hubiera aparecido tardado unos segundos más en alcanzarles...Pero gracias a los dioses no todo estaba perdido. Puede que los humanos se hubiesen rendido y que ella no pudiera hacer nada, pero Vincent, incluso a pesar de haber sido confundido con un vulgar criminal, aún no había arrojado la toalla.
Como decía el arte de la guerra; el enemigo es más vulnerable en el momento de su victoria. Níniel lo sabía, Vincent lo sabía...pero aquel asesino no.
Seguramente ya se veía en el exterior, huyendo con su rehén a su merced como salvoconducto, sintiéndose el mejor del mundo, intocable.. y no pudo ver venir la daga del brujo que, con un vuelo más que improbable para un lanzamiento común, acabó en su brazo. Aquella era la oportunidad que necesitaban y Vincent no dudó en aprovecharse de ella lanzándose a por Aliandra y el enemigo con su destreza aún potenciada. Logrando poner a la chica a salvo del peligro inmediato justo antes de que aquel malnacido fuera lanzado fuera de la casa a través de la ventana por un ataque de viento de Erick cuya naturaleza mágica quedó finalmente demostrada. Una pena que cada vez que parecía alguien medio competente tuviera que arruinarlo abriendo la boca.
-Espere señor, nosotros...- Trató de nuevo de explicar la peliblanca, pero sus palabras solo sirvieron para que aquel brujo la mirara desafiante y la amenazara a ella también con su arma. -Silencio elfa, tú también quedas arrestada. Tu hermosura no te salvará de la prisión por mucho que me duela encerrar en una jaula a tan primorosa criatura. ¿Cómo ha podido alguien como tú cometer un crimen tan espantoso?- Fueron sus teatrales palabras mientras uno de los guardias tomaba a una aún sollozante Aliandra y se afanaba en desatar sus ligaduras.
-Señor Vanvouren, estos dos no me parece que...Diría que están de nuestra...- Comentó uno de los guardias de la ciudad, pero su protesta cayó en saco roto y fue acallada por una fulminante mirada de aquel personaje. -Ya me habéis oído, apresarlos o mañana estaréis destinados al rincón más ardiente y desprovisto de sombra de Roilkat. ¿Estamos?.- Instó el hombre con una potente voz de mando que no dejaba lugar para la desobediencia, aunque enseguida la suavizó hasta alcanzar un tono casi ridículo para dirigirse a su ya liberada prometida. -¿Cómo estás mi dulce flor? Tu fiel caballero está aquí y ha acabado con todos los malhechores.- Añadió entonces de forma dulzona.
-Cierra ya esa bocota Vanvouren.- Fue la nada delicada respuesta de la joven Aliandra que aún se esforzaba por contener el llanto. -Te he dicho mil veces que no me llames linda flor ni nada de eso. Eres un imbécil y no te quiero.- Continuó diciendo para sorpresa de todos, alejándose del guardia que la había desatado y dirigiéndose hacia Vincent, al cual se abrazó cariñosamente enterrando su enrojecido rostro en su pecho, dejando a todos los allí presentes con unas caras que eran todo un poema en ese momento, incluida la de Níniel.
-Ha sido este hombre quién me ha salvado y no tú, grandísimo memo. Apareció en la habitación y luchó con un tipo tan grande como un oso solo con sus manos desnudas. Luego luchó a espada con ese terrible hombre junto con su valiente sirvienta elfa, y al final me arrancó de las garras del villano para salvarme...Es un héroe. Jamás me casaría contigo...Me casaré con él.- Añadió alzando sus ojos para cruzar su mirada con la de Vincent, sonrojándose y dejando a más de uno con la boca abierta y desde luego mucho más confundido de lo que ya estaba antes.
-¿Sirvienta? Es mi...mi...No puedes casarte con él. Él y yo...Ya sabes...somos...- Protestó la joven elfa sonrojándose enormemente incapaz de decir una sola frase completa.
-Pe, pero yo...yo te...Yo...No, no puedo aceptar algo así. Lucharé en duelo contra este hombre por tu amor y...- Fue cuanto pudo decir un compungido Erick cuyos ojos habían comenzado a lagrimear profumante.
- A ver, vamos a calmarnos porque no entiendo nada de lo que está pasando aquí. ¿Dónde estamos?, ¿quién era ese sujeto que ha salido por la ventana?, ¿quién es esa mole que nos ha caído al llegar desde lo alto de las escaleras?, ¿quiénes sois vosotros dos y qué hacíais en el almacén?, ¿quién es el difunto? y por último, ¿quién es el prometido de quién aquí.- Preguntó el líder de los guardias que parecía haberse cansado ya de actuar sin saber apenas nada de lo que estaba pasando. -Nadie va a moverse de aquí hasta que esté todo claro como el agua.- Amenazó imponiéndose y tomando el mando que hasta ese momento había parecido ejercer Erick.
-Vosotros podéis quedaros a hablar todo lo que queráis pero yo tengo una cita. Ya nos veremos bobos, o bueno mejor dicho, no nos veremos.- Interrumpió en ese momento la conocida voz de aquel condenado espadachín justo antes de que una bola de metal redondo entrara por la ventana rota y de ella brotara una ingente cantidad de humo que no tardó en hacer que todos comenzaran a toser. Aquel maldito humano se las había apañado para recomponerse del golpe de Erick y no parecía querer perder la oportunidad que aquel caos le brindaba.
-Es veneno...Maldita sea. Venid todos aquí rápido.- Instó la peliblanca antes de generar su esfera protectora para crear un área segura de la nube tóxica para todos, aunque estarían algo apretados dentro. La elfa mantendría la barrera hasta que el humo se disipase, si había una buena oportunidad para aclarar todo aquel lío y dejarle claro a esa humana que el corazón del brujo ya tenía dueña, era esa.
-No te saldrás con la tuya.- Advirtió la joven peliblanca mientras retrocedía un par de pasos para mantener las distancias con él, así como para la recién llegada guardia, encabezada por aquel estúpido incendiario que no dudó en meterles a Vincent y a ella en el mismo saco que al secuestrador. Algo que por desgracia la peliblanca sabía que pasaría pues había tenido ya los suficientes encontronazos con los cabezacubo de los humanos como para saber que solían actuar primero y preguntar después. Por eso había cerrado la puerta al sótano, por puro instinto y con la esperanza de retrasarlos el tiempo necesario para que la situación en la que les pillaran no resultara tan ambigua y sí mucho más creíble y fácil de explicar. Por desgracia había ocurrido todo lo contrario y las palabras de aquel maldito criminal no hacían si no complicarles más aún las cosas, lo cual parecía divertirle en gran medida.
-¿Estás seguro de que saben Vinc? No parecen muy contentos con nosotros.- Replicó la elfa al brujo con un hilillo de voz y el bastón en alto para aparentar ser inofensiva mientras veía cómo los guardias, confusos, no dejaban de dividir su atención entre ellos y aquel que amenazaba con su frío acero el cuello de la prometida del hombre que de algún modo se había hecho con el mando de aquella tropa, lo que les impedía actuar. -No, verá señor Vanvouren, nosotros...- Trató entonces de explicar la sacerdotisa. Pero las nuevas palabras del secuestrador la interrumpieron, centrando la atención de aquel engreído sujeto.
El habilidoso hombre de armas, a diferencia de Erick, no tenía ni un pelo de tonto. Incluso en una situación tan desventajosa para él, ampliamente superado en número y rodeado, mantenía la cabeza fría y era capaz de ejercer el control sin que le temblara el pulso. Tenía la sartén por el mango y se las apañó para que los guardias bajaran las armas, incluido el impetuoso Vanvouren, y aunque aquella sensación de impotencia estaba matando por dentro a la elfa, parecía que se saldría finalmente con la suya y hasta podría hacerle lo que quisiera a Aliandra sin que nadie pudiera hacer nada para remediarlo.
Si tan solo aquel maldito idiota no hubiese aparecido por el almacén, si tan solo hubiera aparecido tardado unos segundos más en alcanzarles...Pero gracias a los dioses no todo estaba perdido. Puede que los humanos se hubiesen rendido y que ella no pudiera hacer nada, pero Vincent, incluso a pesar de haber sido confundido con un vulgar criminal, aún no había arrojado la toalla.
Como decía el arte de la guerra; el enemigo es más vulnerable en el momento de su victoria. Níniel lo sabía, Vincent lo sabía...pero aquel asesino no.
Seguramente ya se veía en el exterior, huyendo con su rehén a su merced como salvoconducto, sintiéndose el mejor del mundo, intocable.. y no pudo ver venir la daga del brujo que, con un vuelo más que improbable para un lanzamiento común, acabó en su brazo. Aquella era la oportunidad que necesitaban y Vincent no dudó en aprovecharse de ella lanzándose a por Aliandra y el enemigo con su destreza aún potenciada. Logrando poner a la chica a salvo del peligro inmediato justo antes de que aquel malnacido fuera lanzado fuera de la casa a través de la ventana por un ataque de viento de Erick cuya naturaleza mágica quedó finalmente demostrada. Una pena que cada vez que parecía alguien medio competente tuviera que arruinarlo abriendo la boca.
-Espere señor, nosotros...- Trató de nuevo de explicar la peliblanca, pero sus palabras solo sirvieron para que aquel brujo la mirara desafiante y la amenazara a ella también con su arma. -Silencio elfa, tú también quedas arrestada. Tu hermosura no te salvará de la prisión por mucho que me duela encerrar en una jaula a tan primorosa criatura. ¿Cómo ha podido alguien como tú cometer un crimen tan espantoso?- Fueron sus teatrales palabras mientras uno de los guardias tomaba a una aún sollozante Aliandra y se afanaba en desatar sus ligaduras.
-Señor Vanvouren, estos dos no me parece que...Diría que están de nuestra...- Comentó uno de los guardias de la ciudad, pero su protesta cayó en saco roto y fue acallada por una fulminante mirada de aquel personaje. -Ya me habéis oído, apresarlos o mañana estaréis destinados al rincón más ardiente y desprovisto de sombra de Roilkat. ¿Estamos?.- Instó el hombre con una potente voz de mando que no dejaba lugar para la desobediencia, aunque enseguida la suavizó hasta alcanzar un tono casi ridículo para dirigirse a su ya liberada prometida. -¿Cómo estás mi dulce flor? Tu fiel caballero está aquí y ha acabado con todos los malhechores.- Añadió entonces de forma dulzona.
-Cierra ya esa bocota Vanvouren.- Fue la nada delicada respuesta de la joven Aliandra que aún se esforzaba por contener el llanto. -Te he dicho mil veces que no me llames linda flor ni nada de eso. Eres un imbécil y no te quiero.- Continuó diciendo para sorpresa de todos, alejándose del guardia que la había desatado y dirigiéndose hacia Vincent, al cual se abrazó cariñosamente enterrando su enrojecido rostro en su pecho, dejando a todos los allí presentes con unas caras que eran todo un poema en ese momento, incluida la de Níniel.
-Ha sido este hombre quién me ha salvado y no tú, grandísimo memo. Apareció en la habitación y luchó con un tipo tan grande como un oso solo con sus manos desnudas. Luego luchó a espada con ese terrible hombre junto con su valiente sirvienta elfa, y al final me arrancó de las garras del villano para salvarme...Es un héroe. Jamás me casaría contigo...Me casaré con él.- Añadió alzando sus ojos para cruzar su mirada con la de Vincent, sonrojándose y dejando a más de uno con la boca abierta y desde luego mucho más confundido de lo que ya estaba antes.
-¿Sirvienta? Es mi...mi...No puedes casarte con él. Él y yo...Ya sabes...somos...- Protestó la joven elfa sonrojándose enormemente incapaz de decir una sola frase completa.
-Pe, pero yo...yo te...Yo...No, no puedo aceptar algo así. Lucharé en duelo contra este hombre por tu amor y...- Fue cuanto pudo decir un compungido Erick cuyos ojos habían comenzado a lagrimear profumante.
- A ver, vamos a calmarnos porque no entiendo nada de lo que está pasando aquí. ¿Dónde estamos?, ¿quién era ese sujeto que ha salido por la ventana?, ¿quién es esa mole que nos ha caído al llegar desde lo alto de las escaleras?, ¿quiénes sois vosotros dos y qué hacíais en el almacén?, ¿quién es el difunto? y por último, ¿quién es el prometido de quién aquí.- Preguntó el líder de los guardias que parecía haberse cansado ya de actuar sin saber apenas nada de lo que estaba pasando. -Nadie va a moverse de aquí hasta que esté todo claro como el agua.- Amenazó imponiéndose y tomando el mando que hasta ese momento había parecido ejercer Erick.
-Vosotros podéis quedaros a hablar todo lo que queráis pero yo tengo una cita. Ya nos veremos bobos, o bueno mejor dicho, no nos veremos.- Interrumpió en ese momento la conocida voz de aquel condenado espadachín justo antes de que una bola de metal redondo entrara por la ventana rota y de ella brotara una ingente cantidad de humo que no tardó en hacer que todos comenzaran a toser. Aquel maldito humano se las había apañado para recomponerse del golpe de Erick y no parecía querer perder la oportunidad que aquel caos le brindaba.
-Es veneno...Maldita sea. Venid todos aquí rápido.- Instó la peliblanca antes de generar su esfera protectora para crear un área segura de la nube tóxica para todos, aunque estarían algo apretados dentro. La elfa mantendría la barrera hasta que el humo se disipase, si había una buena oportunidad para aclarar todo aquel lío y dejarle claro a esa humana que el corazón del brujo ya tenía dueña, era esa.
- Aliandra:
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- Spoiler:
- Níniel usa su hab de nivel 5 Santuario.
Níniel Thenidiel
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Re: Una auténtica obra de arte. [Trabajo Vincent-Níniel][CERRADO]
Lo peor de la situación en la que se encontraba, era que no podía quitarse a Erick de encima con un golpe de viento, como había hecho el propio Vanvouren con el secuestrador. Si hacía algo así, solo conseguiría confundir aún más a la guardia, y meterse en más problemas Tenía que esperar que los guardias tuvieran una mente más lúcida que el caballero que lo retenía a punta de espada.
Y eso lo llevaba a una cuestión importante. ¿Desde cuándo la guardia y Erick estaban juntos? Recordaba perfectamente la conversación que habían tenido los soldados con el hombre, cuando habían llegado al almacén. Por ello no le costó imaginar, que debían haberse unido entre ese momento y el instante antes de perseguirlos, por el pasadizo secreto por el que habían venido.
Suponía, que los trabajadores borrachos del almacén, habrían desembuchado por miedo al ver a la guardia. Y a partir de ahí, la historia que les habría contado Vanvouren tendría sentido y resultaría ser verdad. Pero aún así, era extraño que aquellos mozos hubieran dicho nada por temor a represalias, pues no había ninguna prueba allí que los incriminara. Aliandra no estaba en el almacén. Y en cualquier caso, la huída que tuvieron que hacer para no perder la oportunidad de salvar a la chica, los hacía parecer a ellos más sospechosos que a cualquier otro. Los trabajadores simplemente tenían que hacerse los locos, y decir que estaban tranquilos, jugando a las cartas, y que aquellos intrusos debían tener la culpa de todo.
Y aún así, era difícil explicar por qué la guardia hacía caso a Erick. Aunque hubiera destruido la puerta del almacén para salvar a su prometida, no dejaba de ser alguien que iba por su cuenta propia. Una persona como Níniel y él, que no tenían nada que ver con la guardia, y por tanto, esta no tenía ningún motivo para obedecerles. En una situación así, podrían trabajar codo con codo para unir fuerza y salvar a la chica, pero solo eso. En ningún caso podrían darles órdenes a los soldados de la guardia, algo que Vanvouren se permitía hacer.
Lo cual le llevaba a una segunda cuestión. ¿Se trataba de alguien importante, o en realidad era un miembro de la citada guardia? Imposible de saber en esos instantes, aunque lo cierto, es que le resultaba familiar el apellido de Elrick. No conseguía recordar de qué le sonaba, pero bien podía ser porque fuera el apellido de una familia con renombre. No era para nada descartable, que ese brujo fuera un noble, o perteneciera a un linaje destacable.
Aunque si ese era el caso, al noble no le salvó su posición de la lengua afilada de Aliandra, cuando la joven fue liberada de sus ataduras y mordaza. Esa chica tenía un rostro angelical, y al mismo tiempo sensual. No obstante, mentiría si dijera que bajo esa apariencia delicada, no escondía un carácter fuerte e impetuoso. Un carácter que había pasado por encima de Erick como una carga de caballería.
Igualmente, la situación fue francamente embarazosa para él, pues la mujer no tardó en referirse a su persona. Y por ello no pudo evitar mirara hacia atrás, cuando Erick dejó de apuntarle con la espada, y volvió a mirar al frente señalándose al pecho. No podía estar más confundido.
- ¿Yo? - comentó, aumentando su desconcierto al ser abrazado por la fémina. Sin saber dónde meterse y sin terminar de rodearla con los brazos como esperaba la dama. - Esto… creo que se trata de un error. Yo no te he salvado solo. Níniel ha sido de gran ayuda, y sin ella no hubiera llegado tan lejos-, comenzó a explicarle, pero la mujer no ayudaba con sus expresiones. - ¿Sirvienta? - preguntó, sintiendo que se le helaba la frente, por la compleja situación que se había formado de buenas a primeras. - No, no…-, dijo nervioso, negando con efusividad. Y luego se dio unos segundos para recobrar la compostura, mientras alejaba de forma delicada a la mujer de su cuerpo. - Níniel no es mi sirvienta. Es una importante sacerdotisa de su pueblo-, contestó más calmado. - Y vos sois una chica bella y encantadora. A la que seguro que le será fácil encontrar un hombre que la ame y quiera pasar el resto de su vida contigo. Pero ese hombre no puedo ser yo. Yo no puedo casarme contigo, pues ya estoy enamorado de otra mujer-, terminó de decir, justo antes de que uno de los guardias se cansara de saber tan poco de lo que pasaba allí.
Lo comprendía perfectamente, pues no le era difícil ponerse en su pellejo, y pensar en la confusión que debía estar rondando su mente ahora mismo. Con ese curioso prometido, esa secuestrada enamoradiza, y un rubio y una elfa, que en principio eran sospechosos, pero ahora no lo parecían tanto.
Pero de momento tendría que esperar. Ahora tenía que decirle algo importante a Aliandra. O más bien, importante para él. Tenía que decir esas palabras, para que al ser escuchadas por la elfa, fueran reales. Aún más ciertas de lo que ya eran de por sí, y ver si la mujer que amaba sentía lo mismo.
- Quiero a Ni…- empezó a decir, pero una cortina de humo comenzó a expandirse por la sala, después de que el maldito secuestrador volviera a aparecer en escena.
Con todo ese rollo de enamoramientos y falsas acusaciones, habían perdido el tiempo. Y con ello habían logrado que ese malvado se recompusiera y los atacara. Incluso viendo el nuevo panorama, casi hubiera sido mejor que solo se les hubiera escapado, por distraerse de esa manera.
Nada más escuchar la palabra veneno, creó un conjuro de viento para lanzar el nocivo humo hacia la ventana por la que habían tirado el artefacto, y corrió hacia la zona donde estaba Níniel como había indicado la sacerdotisa.
Erick, para variar, volvió a ser útil, y lo ayudó a desviar el aire con uno de sus conjuros, mientras todos se refugiaban junto a la elfa. La peliblanca no tardó en crear su protección mágica, para alivio de todos, que los mantendría a salvo hasta que se disipara el peligroso veneno.
- ¿Estáis todos bien? - preguntó, dentro de la esfera donde no cabía un alma más. Eso si era estar apretados. - Si alguien ha respirado el nocivo veneno, Níniel lo podrá sanar, antes de que sea demasiado tarde-, explicó como pudo, metido atorado entre Erick y uno de los guardias. - En cuanto se disipe este maldito humo, debemos perseguir a ese maldito. No podemos dejar que se salga con la suya y escape.
- Estoy de acuerdo-, comentó el guardia de mayor rango. - Esto del veneno ya me ha sacado de mis casillas. Voy a peinar toda la ciudad hasta dar con ese perro, pero dime, ¿Quiénes sois vosotros? Estoy bastante cansado de siempre ir un paso atrás, y no enterarme de la mitad de lo que pasa.
- Vale, responderé como pueda a sus dudas-, comentó, intentando recordar todo lo que había preguntado anteriormente. - Estamos en casa de Tordú, un artista. Es ese hombre con bigote que está ahí muerto. Lo asesinó el hombre que nos ha tirado el artefacto con gas venenoso por la ventana, y es un mercenario contratado por Tordú para secuestrar a Aliandra-, pensó como decir el resto, sin hablar demasiado y hacer un resumen sin dejar nada atrás. - Tordú quiso secuestrar a Aliandra, para que su padre tuviera que retirar la obra con la que le venció en un campeonato de arte. Sí, le parecerá la mayor tontería del mundo, y francamente, lo es. Pero en cualquier caso, Malade, el padre de la joven, nos contrató para encontrarla, pues los secuestradores no querían que se involucrara a la guardia. Así que por miedo a que se enteraran los bandidos, si avisaban a la guardia, Malade nos mandó a encontrar pistas del paradero de su hija. Como la petición de los secuestradores era extraña, la escultura ganadora del torneo de arte, las sospechas eran claras sobre Tordú. Por ello fuimos a investigar a su almacén-, se acomodó mejor en su postura apretada dentro de la burbuja protectora de Níniel. - A partir de ahí, todo se fue complicando, pero conseguimos llegar hasta esta casa por el pasadizo por el que todos hemos venido. Lo importante, es que al subir, vimos a Tordú hablar con sus dos mercenarios contratados, el tipo que nos ha tirado el veneno, y el grandullón que cayó por las escaleras. Dispuesto a matar a Aliandra con tal de que no lo pillara la guardia con este problema entre manos. Pero antes de poder sorprenderlos, se dieron cuenta de nuestra presencia, y después de una pelea con el grandullón que cayó por las escaleras, el otro decidió matar a Tordú para evitar que lo encontraran cuando escapase. El resto, ya lo han visto con sus propios ojos-, dijo finalmente.
- Menuda historia. Es difícil de creer. Pero lo cierto, es que encaja hasta cierto punto-, respondió el guardia, asimilando la información.
- Como que hasta cierto punto. Pues claro que encaja. Yo soy la secuestrada ¿recuerda? - comentó Aliandra, a la que pudo ver en una posición muy pegada a Níniel. Pecho con pecho… que diga cara a cara. ¿En qué estaría pensando? - Esos dos me secuestraron como les ha dicho-, dijo con el rostro ladea como podía para mirar hacia ellos. - Los contrató Tordú, aunque dudo que solo fuera para que ganara su escultura. Ese hombre estaba obsesionado conmigo. Era un depravado y un maldito enfermo-, comentó con cierta repugnancia. - Y aún me apena que no quieras casarte conmigo. Es evidente que eres un hombre fuerte y valeroso… y sumamente atractivo. Yo podría ser una buena mujer para ti, si decidieras ser mi esposo. Sin duda, sería un placer cuidarte-, le sonrió la dama, que no había perdido la oportunidad de recalcar la palabra placer.
Vinc por su parte, sonrió con nerviosismo, sin saber muy bien que decir. Y lo peor, es que tampoco podía huir a ningún lado, con lo que a la incomodidad del comentario de la mujer, se le sumaba la propia incomodidad física del momento.
- Pero Aliandra. Yo te quiero-, dijo de repente Erick, con lo que ayudó a desviar la atención del rubio, para su alivio. - Es mi deseo casarme contigo, ¿por qué me rechazas de esta manera tan dura para mí? He venido a salvarte, pues imaginaba que te había secuestrado este bellaco de Tordú. Siempre obsesionado contigo-. Cerró su puño alzado, aunque estando todos allí apretados, no quedaba del modo imponente que debía haber sido. - Atraparé a ese maldito que te ha puesto la espada al cuello. Lo juro. Si con ello puedo ganarme tu favor, y convencerte de que soy el mejor partido para ti, lo haré.
La mujer se limitó a bufar, aburrida por las palabras del otro brujo. Pero Vincent aprovechó para centrar la atención de todos en el secuestrador fugado, para evitar de este modo que se escapara. Bueno, y por otro lado, para desviar la atención de todos, y que Aliandra se olvidara de él y sus ganas de casarlo con ella.
- Erick ha apuntado algo importante-, comentó, fijándose que de la bola de metal, cada vez salía menos humo, y comenzaba a clarearse el ambiente en el exterior de la burbuja mágica. Pronto, el humo comenzaría a disiparse. - Me gustaría recordar, que debemos perseguir al tipo que nos atacado con esa bola de metal. Además de ser el líder del hombre caído escaleras abajo, es una persona sumamente peligrosa, pues su manejo con la espada es prodigioso. Y no creo que haga falta decir, lo insensato que es dejar alguien así suelto, sobre todo cuando está dispuesto a secuestrar y matar personas para ganar unas monedas-, puntualizó.
Era sumamente importante, que intentaran atrapar a ese hombre. Pues él había luchado contra él, y sabía lo arriesgado que era dejarlo suelto por ahí. Era alguien muy capaz, y con una mente perversa. Una mezcla muy volátil.
Y eso lo llevaba a una cuestión importante. ¿Desde cuándo la guardia y Erick estaban juntos? Recordaba perfectamente la conversación que habían tenido los soldados con el hombre, cuando habían llegado al almacén. Por ello no le costó imaginar, que debían haberse unido entre ese momento y el instante antes de perseguirlos, por el pasadizo secreto por el que habían venido.
Suponía, que los trabajadores borrachos del almacén, habrían desembuchado por miedo al ver a la guardia. Y a partir de ahí, la historia que les habría contado Vanvouren tendría sentido y resultaría ser verdad. Pero aún así, era extraño que aquellos mozos hubieran dicho nada por temor a represalias, pues no había ninguna prueba allí que los incriminara. Aliandra no estaba en el almacén. Y en cualquier caso, la huída que tuvieron que hacer para no perder la oportunidad de salvar a la chica, los hacía parecer a ellos más sospechosos que a cualquier otro. Los trabajadores simplemente tenían que hacerse los locos, y decir que estaban tranquilos, jugando a las cartas, y que aquellos intrusos debían tener la culpa de todo.
Y aún así, era difícil explicar por qué la guardia hacía caso a Erick. Aunque hubiera destruido la puerta del almacén para salvar a su prometida, no dejaba de ser alguien que iba por su cuenta propia. Una persona como Níniel y él, que no tenían nada que ver con la guardia, y por tanto, esta no tenía ningún motivo para obedecerles. En una situación así, podrían trabajar codo con codo para unir fuerza y salvar a la chica, pero solo eso. En ningún caso podrían darles órdenes a los soldados de la guardia, algo que Vanvouren se permitía hacer.
Lo cual le llevaba a una segunda cuestión. ¿Se trataba de alguien importante, o en realidad era un miembro de la citada guardia? Imposible de saber en esos instantes, aunque lo cierto, es que le resultaba familiar el apellido de Elrick. No conseguía recordar de qué le sonaba, pero bien podía ser porque fuera el apellido de una familia con renombre. No era para nada descartable, que ese brujo fuera un noble, o perteneciera a un linaje destacable.
Aunque si ese era el caso, al noble no le salvó su posición de la lengua afilada de Aliandra, cuando la joven fue liberada de sus ataduras y mordaza. Esa chica tenía un rostro angelical, y al mismo tiempo sensual. No obstante, mentiría si dijera que bajo esa apariencia delicada, no escondía un carácter fuerte e impetuoso. Un carácter que había pasado por encima de Erick como una carga de caballería.
Igualmente, la situación fue francamente embarazosa para él, pues la mujer no tardó en referirse a su persona. Y por ello no pudo evitar mirara hacia atrás, cuando Erick dejó de apuntarle con la espada, y volvió a mirar al frente señalándose al pecho. No podía estar más confundido.
- ¿Yo? - comentó, aumentando su desconcierto al ser abrazado por la fémina. Sin saber dónde meterse y sin terminar de rodearla con los brazos como esperaba la dama. - Esto… creo que se trata de un error. Yo no te he salvado solo. Níniel ha sido de gran ayuda, y sin ella no hubiera llegado tan lejos-, comenzó a explicarle, pero la mujer no ayudaba con sus expresiones. - ¿Sirvienta? - preguntó, sintiendo que se le helaba la frente, por la compleja situación que se había formado de buenas a primeras. - No, no…-, dijo nervioso, negando con efusividad. Y luego se dio unos segundos para recobrar la compostura, mientras alejaba de forma delicada a la mujer de su cuerpo. - Níniel no es mi sirvienta. Es una importante sacerdotisa de su pueblo-, contestó más calmado. - Y vos sois una chica bella y encantadora. A la que seguro que le será fácil encontrar un hombre que la ame y quiera pasar el resto de su vida contigo. Pero ese hombre no puedo ser yo. Yo no puedo casarme contigo, pues ya estoy enamorado de otra mujer-, terminó de decir, justo antes de que uno de los guardias se cansara de saber tan poco de lo que pasaba allí.
Lo comprendía perfectamente, pues no le era difícil ponerse en su pellejo, y pensar en la confusión que debía estar rondando su mente ahora mismo. Con ese curioso prometido, esa secuestrada enamoradiza, y un rubio y una elfa, que en principio eran sospechosos, pero ahora no lo parecían tanto.
Pero de momento tendría que esperar. Ahora tenía que decirle algo importante a Aliandra. O más bien, importante para él. Tenía que decir esas palabras, para que al ser escuchadas por la elfa, fueran reales. Aún más ciertas de lo que ya eran de por sí, y ver si la mujer que amaba sentía lo mismo.
- Quiero a Ni…- empezó a decir, pero una cortina de humo comenzó a expandirse por la sala, después de que el maldito secuestrador volviera a aparecer en escena.
Con todo ese rollo de enamoramientos y falsas acusaciones, habían perdido el tiempo. Y con ello habían logrado que ese malvado se recompusiera y los atacara. Incluso viendo el nuevo panorama, casi hubiera sido mejor que solo se les hubiera escapado, por distraerse de esa manera.
Nada más escuchar la palabra veneno, creó un conjuro de viento para lanzar el nocivo humo hacia la ventana por la que habían tirado el artefacto, y corrió hacia la zona donde estaba Níniel como había indicado la sacerdotisa.
Erick, para variar, volvió a ser útil, y lo ayudó a desviar el aire con uno de sus conjuros, mientras todos se refugiaban junto a la elfa. La peliblanca no tardó en crear su protección mágica, para alivio de todos, que los mantendría a salvo hasta que se disipara el peligroso veneno.
- ¿Estáis todos bien? - preguntó, dentro de la esfera donde no cabía un alma más. Eso si era estar apretados. - Si alguien ha respirado el nocivo veneno, Níniel lo podrá sanar, antes de que sea demasiado tarde-, explicó como pudo, metido atorado entre Erick y uno de los guardias. - En cuanto se disipe este maldito humo, debemos perseguir a ese maldito. No podemos dejar que se salga con la suya y escape.
- Estoy de acuerdo-, comentó el guardia de mayor rango. - Esto del veneno ya me ha sacado de mis casillas. Voy a peinar toda la ciudad hasta dar con ese perro, pero dime, ¿Quiénes sois vosotros? Estoy bastante cansado de siempre ir un paso atrás, y no enterarme de la mitad de lo que pasa.
- Vale, responderé como pueda a sus dudas-, comentó, intentando recordar todo lo que había preguntado anteriormente. - Estamos en casa de Tordú, un artista. Es ese hombre con bigote que está ahí muerto. Lo asesinó el hombre que nos ha tirado el artefacto con gas venenoso por la ventana, y es un mercenario contratado por Tordú para secuestrar a Aliandra-, pensó como decir el resto, sin hablar demasiado y hacer un resumen sin dejar nada atrás. - Tordú quiso secuestrar a Aliandra, para que su padre tuviera que retirar la obra con la que le venció en un campeonato de arte. Sí, le parecerá la mayor tontería del mundo, y francamente, lo es. Pero en cualquier caso, Malade, el padre de la joven, nos contrató para encontrarla, pues los secuestradores no querían que se involucrara a la guardia. Así que por miedo a que se enteraran los bandidos, si avisaban a la guardia, Malade nos mandó a encontrar pistas del paradero de su hija. Como la petición de los secuestradores era extraña, la escultura ganadora del torneo de arte, las sospechas eran claras sobre Tordú. Por ello fuimos a investigar a su almacén-, se acomodó mejor en su postura apretada dentro de la burbuja protectora de Níniel. - A partir de ahí, todo se fue complicando, pero conseguimos llegar hasta esta casa por el pasadizo por el que todos hemos venido. Lo importante, es que al subir, vimos a Tordú hablar con sus dos mercenarios contratados, el tipo que nos ha tirado el veneno, y el grandullón que cayó por las escaleras. Dispuesto a matar a Aliandra con tal de que no lo pillara la guardia con este problema entre manos. Pero antes de poder sorprenderlos, se dieron cuenta de nuestra presencia, y después de una pelea con el grandullón que cayó por las escaleras, el otro decidió matar a Tordú para evitar que lo encontraran cuando escapase. El resto, ya lo han visto con sus propios ojos-, dijo finalmente.
- Menuda historia. Es difícil de creer. Pero lo cierto, es que encaja hasta cierto punto-, respondió el guardia, asimilando la información.
- Como que hasta cierto punto. Pues claro que encaja. Yo soy la secuestrada ¿recuerda? - comentó Aliandra, a la que pudo ver en una posición muy pegada a Níniel. Pecho con pecho… que diga cara a cara. ¿En qué estaría pensando? - Esos dos me secuestraron como les ha dicho-, dijo con el rostro ladea como podía para mirar hacia ellos. - Los contrató Tordú, aunque dudo que solo fuera para que ganara su escultura. Ese hombre estaba obsesionado conmigo. Era un depravado y un maldito enfermo-, comentó con cierta repugnancia. - Y aún me apena que no quieras casarte conmigo. Es evidente que eres un hombre fuerte y valeroso… y sumamente atractivo. Yo podría ser una buena mujer para ti, si decidieras ser mi esposo. Sin duda, sería un placer cuidarte-, le sonrió la dama, que no había perdido la oportunidad de recalcar la palabra placer.
Vinc por su parte, sonrió con nerviosismo, sin saber muy bien que decir. Y lo peor, es que tampoco podía huir a ningún lado, con lo que a la incomodidad del comentario de la mujer, se le sumaba la propia incomodidad física del momento.
- Pero Aliandra. Yo te quiero-, dijo de repente Erick, con lo que ayudó a desviar la atención del rubio, para su alivio. - Es mi deseo casarme contigo, ¿por qué me rechazas de esta manera tan dura para mí? He venido a salvarte, pues imaginaba que te había secuestrado este bellaco de Tordú. Siempre obsesionado contigo-. Cerró su puño alzado, aunque estando todos allí apretados, no quedaba del modo imponente que debía haber sido. - Atraparé a ese maldito que te ha puesto la espada al cuello. Lo juro. Si con ello puedo ganarme tu favor, y convencerte de que soy el mejor partido para ti, lo haré.
La mujer se limitó a bufar, aburrida por las palabras del otro brujo. Pero Vincent aprovechó para centrar la atención de todos en el secuestrador fugado, para evitar de este modo que se escapara. Bueno, y por otro lado, para desviar la atención de todos, y que Aliandra se olvidara de él y sus ganas de casarlo con ella.
- Erick ha apuntado algo importante-, comentó, fijándose que de la bola de metal, cada vez salía menos humo, y comenzaba a clarearse el ambiente en el exterior de la burbuja mágica. Pronto, el humo comenzaría a disiparse. - Me gustaría recordar, que debemos perseguir al tipo que nos atacado con esa bola de metal. Además de ser el líder del hombre caído escaleras abajo, es una persona sumamente peligrosa, pues su manejo con la espada es prodigioso. Y no creo que haga falta decir, lo insensato que es dejar alguien así suelto, sobre todo cuando está dispuesto a secuestrar y matar personas para ganar unas monedas-, puntualizó.
Era sumamente importante, que intentaran atrapar a ese hombre. Pues él había luchado contra él, y sabía lo arriesgado que era dejarlo suelto por ahí. Era alguien muy capaz, y con una mente perversa. Una mezcla muy volátil.
Vincent Calhoun
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Re: Una auténtica obra de arte. [Trabajo Vincent-Níniel][CERRADO]
Quién habría podido decir que, al acudir a la casa de un afamado escultor de la ciudad por un trabajo, iba a acabar un par de horas después en la casa de su rival, afinada dentro de su propia barrera defensiva, rodeada de guardias y en mitad de una humareda tóxica que la instaba a permanecer en tan incómoda situación si no quería que los demás acabaran inhalando los vapores tóxicos y seguramente letales con los que su más peligroso enemigo había firmado su huída in extremis aprovechando la confusión entre los diferentes grupos de rescatadores. Confusión que sin duda era en gran parte culpa de aquel idiota de Erick que llevaba todo el día fastidiando con su estupidez y complicando un rescate que podría haberse completado de manera mucho más sencilla si se hubiese quedado en casa y hubiese dejado a los contratados por Malade hacer su trabajo.
Si no hubiese volado aquella puerta Tordú no se hubiese enterado de la presencia de Vincent y Níniel en su almacén y la guardia no se hubiese visto implicada. Si pensara un poco las cosas no hubiese azuzado a la guardia aún más contra ellos y aquel asesino ya podría estar de camino al cadalso y Aliandra de su casa. Si no fuera tan bobo Aliandra no se hubiese lanzado a los brazos de Vincent sollozante y proponiéndole matrimonio aumentando aún más la confusión que había permitido a ese malnacido escapar y por poco matarlos a todos. Desde luego era como una maldición aquel tipo.
-Nadie parece haber respirado demasiado de ese humo, pero si alguno siente debilidad, vista borrosa, nauseas o mareos que lo diga enseguida.- Dijo la joven enfatizando las palabras de Vincent esperando que aquella disposición a ayudarles después de salvarles la vida fuera la prueba definitiva que demostrara que eran de los buenos...Claro que quizá eso importara muy poco a Erick tras ver como su "prometida" se abrazaba a otro brujo y le ponía ojitos mientras que él era totalmente despreciado.
-Somos de los buenos, entramos al almacén solo porque era el lugar más probable donde podrían tener a Aliandra.- Fue la respuesta de la elfa a las preguntas de aquel guardia que por fin parecía dispuestos a creerles, o al menos a dejarles explicarse. -Aliandra, no te muevas tanto, cuando te mueves...- Se interrumpió sonrojada al notar como la inquieta humana, que trataba de cambiar de lugar para acercarse a Vincent, no dejaba de frotarse contra ella de manera indecorosa y por lo que se veía de lo más interesante para los guardias. Por suerte Vincent estaba en una posición algo menos comprometida y pudo explicarse de forma más completa la situación a los que Níniel esperaba fueran sus nuevos aliados.
-¿Solo hasta cierto punto? Es la pura verdad. Además no es la primera vez que hacemos trabajos de este tipo, hasta hemos colaborado con la guardia en más de una ocasión, seguro que puede confirmarlo.- Protestó la sacerdotisa aún sonrojada por el constante contacto con la humana que por primera vez hizo algo útil y no tardó en apoyar la versión de los hechos de Vincent desde su propio punto de vista y añadiendo propuestas indecentes ya que estaba.
-Ya te ha dicho que no...Y deja de moverte de una vez, no estamos en el baño para que te frotes tanto contra mí.- Volvió a pedir la peliblanca sin darse cuenta de que sus palabras quizá le dieran una imagen aún peor a los más malpensados de la que ya estaban viendo ante sus ojos y que mantenían a la mayoría poco atentos a las palabras de Erick.
-Señor Vanvouren, ya ha hecho más que suficiente por hoy.- No pudo evitar espetar la elfa. Aquel sujeto era capaz de volver a liarla si iba con ellos y como pronto recalcaría Vincent aquel enemigo no era ninguna broma. Estaba herido, sí, pero incluso así era evidente que aún resultaba muy peligroso como para contar con el señor "me prendo fuego a mi mismo y soy incapaz de discernir con claridad las situaciones". De hecho incluso ellos deberían dejarle el asunto del espadachín a la guardia. Su trabajo era rescatar a Aliandra y lo habían logrado ya...Pero el rubio tenía razón, podían ser de gran ayuda aún y podrían hacerle un gran bien a la ciudad sacando de la circulación a tan malvado criminal.
-Sugeriría que algunos guardias, los del gremio, acompañen a la señorita Malade y al señor Vanvouren a casa del señor Malade. Nosotros podemos ayudar a la guardia de la ciudad con ese peligroso asesino si lo necesitan.- Dijo la elfa dirigiéndose como buen mente pudo hacia el guardia de rango más alto que no tardó en mostrar su aprobación.
-De eso nada, no quiero volver a casa si mi futuro esposo está por ahí corriendo riesgos. Si él va yo también voy.- Exigió Aliandra consiguiendo con ello que un brillo de esperanza iluminara por un instante los ojos de Erick. Aunque solo el tiempo en el que su cerebro de guisante procesó que a él lo habían dejado fuera y se refería a Vincent, al que lanzó una mirada de odio que acabó interceptada por culpa del escaso espacio dentro de la esfera por el yelmo de uno de los mercenarios del gremio de mercaderes.
En ese momento, y ya con el humo desaparecido, Níniel dejó de canalizar su magia y aprovechó el momento para beber un largo trago de su cantimplora de agua la cual le paso acto seguido al brujo con complicidad, y asegurándose de que Aliandra lo viera. La humana la miró furibunda y trató de volver a lanzarse a los brazos del brujo como la primera vez, pero por suerte su invasiva acción fue interrumpida por uno de los guardias que la instó a acompañarle, lo cual no le gustó ni un pelo aunque acabó cediendo.
-Me aseguraré de que tengas un extra en tu paga por tu heroísmo...- Le dijo a Vincent con un tono que sonó ciertamente lascivo mientras se alejaba escoltada por dos de los guardias de vuelta a su casa. -No tardes en venir a cobrarlo...-
-Será posible...- Suspiró la joven mirando de reojo la expresión del brujo ante semejantes proposiciones.
-Bien, señor Vanvouren, estos hombres le escoltarán junto con la señorita Malade. Nosotros nos ocuparemos de ese criminal y le aseguro que estará colgado de una soga antes de la noche.- Indicó el soldado de la ciudad casi pidiéndole amablemente a aquel botarate que dejara aquello en manos de profesionales y se fuera a casa.
-De eso nada. Este advenedizo no me arrebatará a mi amada. Yo capturaré personalmente a ese malnacido y demostraré ser el auténtico valedor de su corazón...Y de esta bella elfa también aunque deba condenarla a un amor no correspondido.- Fue la respuesta teatral de aquel idiota, que sin esperar una sola réplica salió corriendo de allí tan rápido como pudo, dejando a los allí presentes una vez más con cara de circunstancias mientras lo veían alejarse a través de la ventana rota de la casa de Tordú.
-Por Odín...No escucha a nadie...- Se quejó el guardia amargamente. -En fin, alguién tendrá que evitar que se meta en líos. Es el maldito heredero de la familia Est Vanvouren, ya saben, los propietarios del vino Est-Est de las islas. Nadan en oro. Yo me conformaría con nadar en su vino. Tú guardia, quédate aquí para proteger la escena del crimen. El resto, conmigo.- Ordenó con una cara de resignación tal que Níniel casi sintió ganas de darle unas amables palmaditas en la espalda.
Si no hubiese volado aquella puerta Tordú no se hubiese enterado de la presencia de Vincent y Níniel en su almacén y la guardia no se hubiese visto implicada. Si pensara un poco las cosas no hubiese azuzado a la guardia aún más contra ellos y aquel asesino ya podría estar de camino al cadalso y Aliandra de su casa. Si no fuera tan bobo Aliandra no se hubiese lanzado a los brazos de Vincent sollozante y proponiéndole matrimonio aumentando aún más la confusión que había permitido a ese malnacido escapar y por poco matarlos a todos. Desde luego era como una maldición aquel tipo.
-Nadie parece haber respirado demasiado de ese humo, pero si alguno siente debilidad, vista borrosa, nauseas o mareos que lo diga enseguida.- Dijo la joven enfatizando las palabras de Vincent esperando que aquella disposición a ayudarles después de salvarles la vida fuera la prueba definitiva que demostrara que eran de los buenos...Claro que quizá eso importara muy poco a Erick tras ver como su "prometida" se abrazaba a otro brujo y le ponía ojitos mientras que él era totalmente despreciado.
-Somos de los buenos, entramos al almacén solo porque era el lugar más probable donde podrían tener a Aliandra.- Fue la respuesta de la elfa a las preguntas de aquel guardia que por fin parecía dispuestos a creerles, o al menos a dejarles explicarse. -Aliandra, no te muevas tanto, cuando te mueves...- Se interrumpió sonrojada al notar como la inquieta humana, que trataba de cambiar de lugar para acercarse a Vincent, no dejaba de frotarse contra ella de manera indecorosa y por lo que se veía de lo más interesante para los guardias. Por suerte Vincent estaba en una posición algo menos comprometida y pudo explicarse de forma más completa la situación a los que Níniel esperaba fueran sus nuevos aliados.
-¿Solo hasta cierto punto? Es la pura verdad. Además no es la primera vez que hacemos trabajos de este tipo, hasta hemos colaborado con la guardia en más de una ocasión, seguro que puede confirmarlo.- Protestó la sacerdotisa aún sonrojada por el constante contacto con la humana que por primera vez hizo algo útil y no tardó en apoyar la versión de los hechos de Vincent desde su propio punto de vista y añadiendo propuestas indecentes ya que estaba.
-Ya te ha dicho que no...Y deja de moverte de una vez, no estamos en el baño para que te frotes tanto contra mí.- Volvió a pedir la peliblanca sin darse cuenta de que sus palabras quizá le dieran una imagen aún peor a los más malpensados de la que ya estaban viendo ante sus ojos y que mantenían a la mayoría poco atentos a las palabras de Erick.
-Señor Vanvouren, ya ha hecho más que suficiente por hoy.- No pudo evitar espetar la elfa. Aquel sujeto era capaz de volver a liarla si iba con ellos y como pronto recalcaría Vincent aquel enemigo no era ninguna broma. Estaba herido, sí, pero incluso así era evidente que aún resultaba muy peligroso como para contar con el señor "me prendo fuego a mi mismo y soy incapaz de discernir con claridad las situaciones". De hecho incluso ellos deberían dejarle el asunto del espadachín a la guardia. Su trabajo era rescatar a Aliandra y lo habían logrado ya...Pero el rubio tenía razón, podían ser de gran ayuda aún y podrían hacerle un gran bien a la ciudad sacando de la circulación a tan malvado criminal.
-Sugeriría que algunos guardias, los del gremio, acompañen a la señorita Malade y al señor Vanvouren a casa del señor Malade. Nosotros podemos ayudar a la guardia de la ciudad con ese peligroso asesino si lo necesitan.- Dijo la elfa dirigiéndose como buen mente pudo hacia el guardia de rango más alto que no tardó en mostrar su aprobación.
-De eso nada, no quiero volver a casa si mi futuro esposo está por ahí corriendo riesgos. Si él va yo también voy.- Exigió Aliandra consiguiendo con ello que un brillo de esperanza iluminara por un instante los ojos de Erick. Aunque solo el tiempo en el que su cerebro de guisante procesó que a él lo habían dejado fuera y se refería a Vincent, al que lanzó una mirada de odio que acabó interceptada por culpa del escaso espacio dentro de la esfera por el yelmo de uno de los mercenarios del gremio de mercaderes.
En ese momento, y ya con el humo desaparecido, Níniel dejó de canalizar su magia y aprovechó el momento para beber un largo trago de su cantimplora de agua la cual le paso acto seguido al brujo con complicidad, y asegurándose de que Aliandra lo viera. La humana la miró furibunda y trató de volver a lanzarse a los brazos del brujo como la primera vez, pero por suerte su invasiva acción fue interrumpida por uno de los guardias que la instó a acompañarle, lo cual no le gustó ni un pelo aunque acabó cediendo.
-Me aseguraré de que tengas un extra en tu paga por tu heroísmo...- Le dijo a Vincent con un tono que sonó ciertamente lascivo mientras se alejaba escoltada por dos de los guardias de vuelta a su casa. -No tardes en venir a cobrarlo...-
-Será posible...- Suspiró la joven mirando de reojo la expresión del brujo ante semejantes proposiciones.
-Bien, señor Vanvouren, estos hombres le escoltarán junto con la señorita Malade. Nosotros nos ocuparemos de ese criminal y le aseguro que estará colgado de una soga antes de la noche.- Indicó el soldado de la ciudad casi pidiéndole amablemente a aquel botarate que dejara aquello en manos de profesionales y se fuera a casa.
-De eso nada. Este advenedizo no me arrebatará a mi amada. Yo capturaré personalmente a ese malnacido y demostraré ser el auténtico valedor de su corazón...Y de esta bella elfa también aunque deba condenarla a un amor no correspondido.- Fue la respuesta teatral de aquel idiota, que sin esperar una sola réplica salió corriendo de allí tan rápido como pudo, dejando a los allí presentes una vez más con cara de circunstancias mientras lo veían alejarse a través de la ventana rota de la casa de Tordú.
-Por Odín...No escucha a nadie...- Se quejó el guardia amargamente. -En fin, alguién tendrá que evitar que se meta en líos. Es el maldito heredero de la familia Est Vanvouren, ya saben, los propietarios del vino Est-Est de las islas. Nadan en oro. Yo me conformaría con nadar en su vino. Tú guardia, quédate aquí para proteger la escena del crimen. El resto, conmigo.- Ordenó con una cara de resignación tal que Níniel casi sintió ganas de darle unas amables palmaditas en la espalda.
Níniel Thenidiel
Aerandiano de honor
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Re: Una auténtica obra de arte. [Trabajo Vincent-Níniel][CERRADO]
El brujo respiró aliviado. Todo lo aliviado que podía estar un hombre atorado entre personas, en el escaso espacio que había dentro de la burbuja mágica de Níniel. Pero al menos ahora parecía que pensaban en el secuestrador, en vez de en una posible boda a la que él no pensaba acudir.
Esa chica era bella, y parecía simpática. Pero la acababa de conocer, y no entraba en sus planes casarse con la primera mujer que se cruzara en su camino ese día. ¿O tal vez si? La primera dama que se había cruzado ese día era Níniel…
Si se casaba, tenía bien claro con quien sería, tanto si era la primera mujer que viera esa mañana o no. Pero eso sería en un futuro lejano, y seguramente improbable, pues una sacerdotisa como ella merecería de esposo a alguien mejor que él. Como mínimo, un hombre menos brujo, eso seguro.
Aunque la quería, no deseaba dañar la reputación de la elfa. O precisamente porque la quería. Lo último que haría en esta vida era dañar a un ser querido.
Vinc meneó la cabeza levemente, para concentrarse nuevamente en el presente. Algo a lo que Aliandra no tardó en ayudarlo, con sus nuevos comentarios.
¿Pretendía ir con él? La joven no comprendía, que así solamente le crearía problemas, al tener que estar pendiente de que no la lastimaran. No podría perseguir al secuestrador con todo su potencial. Aunque realmente, lo que más le perturbaba, era el hecho de que aún quería casarse con él. No podía negar que no fuera una chica poco insistente, pero su matrimonio era algo imposible. Ya se lo había comentado, pese a que había hecho oídos sordos a todo lo que le había comentado. ¿O es que le importaba tan poco que amase a otra mujer?
Al menos, el artefacto de metal dejó de emitir humo, y al rato la habitación estuvo despejada del nocivo gas. Con lo que Níniel pudo finalizar su conjuro protector. Para su alivio, pues al fin podía escapar de su atoramiento tan poco deseable.
El rubio volvió a conjurar sus poderes de aire, nada más alejarse unos pasos del resto, para remover el aire hacia fuera de la ventana. Por si acaso. Era mejor prevenir que curar, aunque en esa habitación hubiera una experta sanadora élfica.
Una vez hecho esto, recogió sus armas del suelo, que habían quedado tiradas después del combate, y se encaminó hacia donde estaba Nín. Ella estaba bebiendo agua, y le pasó la cantimplora de piel en cuanto estuvo a su lado.
- Voy a tener que llevarte siempre conmigo. Los trabajos son menos peligrosos si a uno le acompaña una poderosa sacerdotisa. Bueno, y no solo por eso-, medio sonrió, y le guiñó un ojo.
Cuando se disponía a beber de la cantimplora, dio un paso atrás asustado. Un reflejo involuntario al notar que alguien se le venía encima, y que pudo ver que se trataba de Aliandra de nuevo. Sin embargo, para su fortuna, esta vez uno de los guardias se lo impidió al ponerse en medio. Y para más alivio aún, la mujer decidió hacer caso a ese soldado, e irse con él escoltada hasta su casa.
Por fin podía tomar un trago tranquilo, o eso pensaba. Pues no pudo evitar atragantarse con el agua y toser, cuando la joven le habló de su paga extra. El brujo meneó la mano libre, señalando que no hacía falta, sin parar de toser por el agua que había bajado por donde no debía. Al cabo de unos segundos ya se encontraba algo mejor, y ya podía hablar, aunque a duras penas.
- No hace falta. La paga de su padre es suficiente. Es una buena suma de dinero-, dijo, mas con la distancia que ya llevaba Aliandra, y su hilillo de voz, no creía que lo hubiera escuchado.
Tosió un par de veces más, algo inclinado para recomponerse mejor, y meneó la cabeza negando su mala fortuna.
- Maldita sea. No hace caso a nada-, comentó mucho mejor.
Por fin pudo tomar un trago sin... Era mucho pedir que sin mayores problemas, pero al menos en esta ocasión pudo terminar de beber.
- Rectifico. Nadie hace caso-, dijo entregando la cantimplora nuevamente a su dueña. - Era demasiado esperar que se estuviera quieto-, comentó, negando con la cabeza, esta vez por la actitud de Erick. - ¿De verdad piensa que la enamorará por darle muerte al secuestrador?
Menuda estupidez. Sobre todo porque además, solo conseguirían que lo mataran a él. Ese brujo no dejaba de darles problemas. Aunque al menos ya recordaba de que le sonaba el apellido Vanvouren. Como bien dijo el guardia, nadaban en oro, y poseían una de las mayores bodegas de las islas. Y por qué no decirlo, posiblemente del mundo. Su vino blanco era muy preciado y conocido.
- Tenemos que ir tras él. El secuestrador es un gran espadachín y Erick estará en peligro si lo encuentra-, comentó, tocándose las armas para asegurarse de que tenía todo lo necesario, para luego salir por la ventana.
Con su nivel en la espada, cualquiera a solas con él lo estaría, aunque al menos ahora había perdido su arma y tenía el brazo diestro herido. Algo de lo que se acordó, nada más ver la sangre sobre el suelo a unos pasos de la ventana.
- Seguro que es de él. Esperemos que Erick no se haya dado cuenta y vaya en una dirección incorrecta-, dijo, avanzando en la dirección que apuntaba la sangre y otras gotas más que habían delante a unos dos metros.
Era complicado seguir el rastro, ya que no solían haber más que algunas gotas cada cierta distancia. La herida que le había hecho era profunda, pero no era tan grande como para desangrarlo de una forma muy rápida y abundante. Así que tenían que ir conformándose con unas pistas muy pequeñas. Y además, la calle era ancha como para poder seguir un rastro tan pequeño con facilidad.
- Sigamos esa dirección. Pero que cada uno coja una distancia con un compañero, a lo ancho, para abarcar más en menos tiempo-, comentó, llegado un momento.
Si hacían una línea a lo ancho de la calle, cada uno podría ver los rastros de sangre que se encontraran. Sin tener que ir palmo a palmo, y de lado a lado por toda la calle. Así solo tenían que seguir adelante, y que cada uno fuese avisando si encontraba algo. Si nadie encontraba nada… algo iba mal. Habría ido en otra dirección, o habría conseguido cortar la hemorragia, con lo que ya podían darse con un canto en los dientes. Pues si eso ocurría, jamás lo encontrarían.
Pero los dioses, además de darles un estorbo como Erick durante ese día, ahora habían querido ser buenos, y no tardó en ir hasta uno de los guardias que parecía querer indicarle algo.
- Ves esta sangre. Parece que va hacia el patio trasero de esa posada-, comentó el hombre.
El brujo observó la sangre, y asintió, ya que tenía razón. No había más rastro por la calle, y seguramente dentro de ese patio habría más pistas de él.
- Bien visto-, sonrió al chico, y luego miró hacia el resto que no tardaron en congregarse junto a ellos, al verlos allí parados. - Creemos que ha entrado en esa posada. Mejor dicho en la parte trasera. Lo mejor será que entremos por delante y por detrás, para cubrir todas las salidas. Como ustedes son de la guardia, será más fácil convencer al dueño de que tiene un intruso en su propiedad.
- Me parece bien. Nosotros entraremos por delante, y vosotros por detrás, apoyados por uno de mis hombres. Con un poco de suerte aún seguirá ahí dentro y lo atraparemos-, dio instrucciones el sargento.
Dicho esto, el líder de la guardia se encaminó hacia la entrada principal de la posada, junto a uno de sus hombres y los dos guardias del gremio de mercaderes.
- Bien. Como dice el sargento. Esperemos que todo vaya bien-, comentó a su querida elfa, y a su nuevo compañero improvisado.
El rubio desenvainó su espada, y avanzó con cautela hacia la parte trasera.
Esa chica era bella, y parecía simpática. Pero la acababa de conocer, y no entraba en sus planes casarse con la primera mujer que se cruzara en su camino ese día. ¿O tal vez si? La primera dama que se había cruzado ese día era Níniel…
Si se casaba, tenía bien claro con quien sería, tanto si era la primera mujer que viera esa mañana o no. Pero eso sería en un futuro lejano, y seguramente improbable, pues una sacerdotisa como ella merecería de esposo a alguien mejor que él. Como mínimo, un hombre menos brujo, eso seguro.
Aunque la quería, no deseaba dañar la reputación de la elfa. O precisamente porque la quería. Lo último que haría en esta vida era dañar a un ser querido.
Vinc meneó la cabeza levemente, para concentrarse nuevamente en el presente. Algo a lo que Aliandra no tardó en ayudarlo, con sus nuevos comentarios.
¿Pretendía ir con él? La joven no comprendía, que así solamente le crearía problemas, al tener que estar pendiente de que no la lastimaran. No podría perseguir al secuestrador con todo su potencial. Aunque realmente, lo que más le perturbaba, era el hecho de que aún quería casarse con él. No podía negar que no fuera una chica poco insistente, pero su matrimonio era algo imposible. Ya se lo había comentado, pese a que había hecho oídos sordos a todo lo que le había comentado. ¿O es que le importaba tan poco que amase a otra mujer?
Al menos, el artefacto de metal dejó de emitir humo, y al rato la habitación estuvo despejada del nocivo gas. Con lo que Níniel pudo finalizar su conjuro protector. Para su alivio, pues al fin podía escapar de su atoramiento tan poco deseable.
El rubio volvió a conjurar sus poderes de aire, nada más alejarse unos pasos del resto, para remover el aire hacia fuera de la ventana. Por si acaso. Era mejor prevenir que curar, aunque en esa habitación hubiera una experta sanadora élfica.
Una vez hecho esto, recogió sus armas del suelo, que habían quedado tiradas después del combate, y se encaminó hacia donde estaba Nín. Ella estaba bebiendo agua, y le pasó la cantimplora de piel en cuanto estuvo a su lado.
- Voy a tener que llevarte siempre conmigo. Los trabajos son menos peligrosos si a uno le acompaña una poderosa sacerdotisa. Bueno, y no solo por eso-, medio sonrió, y le guiñó un ojo.
Cuando se disponía a beber de la cantimplora, dio un paso atrás asustado. Un reflejo involuntario al notar que alguien se le venía encima, y que pudo ver que se trataba de Aliandra de nuevo. Sin embargo, para su fortuna, esta vez uno de los guardias se lo impidió al ponerse en medio. Y para más alivio aún, la mujer decidió hacer caso a ese soldado, e irse con él escoltada hasta su casa.
Por fin podía tomar un trago tranquilo, o eso pensaba. Pues no pudo evitar atragantarse con el agua y toser, cuando la joven le habló de su paga extra. El brujo meneó la mano libre, señalando que no hacía falta, sin parar de toser por el agua que había bajado por donde no debía. Al cabo de unos segundos ya se encontraba algo mejor, y ya podía hablar, aunque a duras penas.
- No hace falta. La paga de su padre es suficiente. Es una buena suma de dinero-, dijo, mas con la distancia que ya llevaba Aliandra, y su hilillo de voz, no creía que lo hubiera escuchado.
Tosió un par de veces más, algo inclinado para recomponerse mejor, y meneó la cabeza negando su mala fortuna.
- Maldita sea. No hace caso a nada-, comentó mucho mejor.
Por fin pudo tomar un trago sin... Era mucho pedir que sin mayores problemas, pero al menos en esta ocasión pudo terminar de beber.
- Rectifico. Nadie hace caso-, dijo entregando la cantimplora nuevamente a su dueña. - Era demasiado esperar que se estuviera quieto-, comentó, negando con la cabeza, esta vez por la actitud de Erick. - ¿De verdad piensa que la enamorará por darle muerte al secuestrador?
Menuda estupidez. Sobre todo porque además, solo conseguirían que lo mataran a él. Ese brujo no dejaba de darles problemas. Aunque al menos ya recordaba de que le sonaba el apellido Vanvouren. Como bien dijo el guardia, nadaban en oro, y poseían una de las mayores bodegas de las islas. Y por qué no decirlo, posiblemente del mundo. Su vino blanco era muy preciado y conocido.
- Tenemos que ir tras él. El secuestrador es un gran espadachín y Erick estará en peligro si lo encuentra-, comentó, tocándose las armas para asegurarse de que tenía todo lo necesario, para luego salir por la ventana.
Con su nivel en la espada, cualquiera a solas con él lo estaría, aunque al menos ahora había perdido su arma y tenía el brazo diestro herido. Algo de lo que se acordó, nada más ver la sangre sobre el suelo a unos pasos de la ventana.
- Seguro que es de él. Esperemos que Erick no se haya dado cuenta y vaya en una dirección incorrecta-, dijo, avanzando en la dirección que apuntaba la sangre y otras gotas más que habían delante a unos dos metros.
Era complicado seguir el rastro, ya que no solían haber más que algunas gotas cada cierta distancia. La herida que le había hecho era profunda, pero no era tan grande como para desangrarlo de una forma muy rápida y abundante. Así que tenían que ir conformándose con unas pistas muy pequeñas. Y además, la calle era ancha como para poder seguir un rastro tan pequeño con facilidad.
- Sigamos esa dirección. Pero que cada uno coja una distancia con un compañero, a lo ancho, para abarcar más en menos tiempo-, comentó, llegado un momento.
Si hacían una línea a lo ancho de la calle, cada uno podría ver los rastros de sangre que se encontraran. Sin tener que ir palmo a palmo, y de lado a lado por toda la calle. Así solo tenían que seguir adelante, y que cada uno fuese avisando si encontraba algo. Si nadie encontraba nada… algo iba mal. Habría ido en otra dirección, o habría conseguido cortar la hemorragia, con lo que ya podían darse con un canto en los dientes. Pues si eso ocurría, jamás lo encontrarían.
Pero los dioses, además de darles un estorbo como Erick durante ese día, ahora habían querido ser buenos, y no tardó en ir hasta uno de los guardias que parecía querer indicarle algo.
- Ves esta sangre. Parece que va hacia el patio trasero de esa posada-, comentó el hombre.
El brujo observó la sangre, y asintió, ya que tenía razón. No había más rastro por la calle, y seguramente dentro de ese patio habría más pistas de él.
- Bien visto-, sonrió al chico, y luego miró hacia el resto que no tardaron en congregarse junto a ellos, al verlos allí parados. - Creemos que ha entrado en esa posada. Mejor dicho en la parte trasera. Lo mejor será que entremos por delante y por detrás, para cubrir todas las salidas. Como ustedes son de la guardia, será más fácil convencer al dueño de que tiene un intruso en su propiedad.
- Me parece bien. Nosotros entraremos por delante, y vosotros por detrás, apoyados por uno de mis hombres. Con un poco de suerte aún seguirá ahí dentro y lo atraparemos-, dio instrucciones el sargento.
Dicho esto, el líder de la guardia se encaminó hacia la entrada principal de la posada, junto a uno de sus hombres y los dos guardias del gremio de mercaderes.
- Bien. Como dice el sargento. Esperemos que todo vaya bien-, comentó a su querida elfa, y a su nuevo compañero improvisado.
El rubio desenvainó su espada, y avanzó con cautela hacia la parte trasera.
Vincent Calhoun
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Re: Una auténtica obra de arte. [Trabajo Vincent-Níniel][CERRADO]
-Desde cierta perspectiva parecen el uno para el otro ciertamente. No escuchan y por alguna razón que desconozco actúan como si se creyeran los personajes de una novela y no con sentido común.- Respondió la peliblanca a los comentarios sobre el atípico modo de comportarse de aquella extraña pareja, justo antes de seguir a los demás a través de aquella ventana rota que se había convertido en el punto de entrada y salida más cómodo de aquella casa.
Allí afuera, apenas a unos pasos de la casa, junto con buena parte de los restos de madera y cristales de la ventana que habían quedado dispersos por el suelo, el grupo no tardó en encontrar un rastro que seguir, formado por pequeñas manchas de sangre en el suelo a intervalos mas o menos regulares. Seguirlas como si de las miguitas de pan de aquel famoso cuento se trataran les llevarían directamente hasta aquel asesino siempre que éste siguiera sangrando, por lo que, a pesar de que a diferencia de unas migas de pan aquel rastro no se lo comerían los pájaros, más les valdría darse prisa antes de que su presa se percatara de las pistas que dejaba y se las apañara para evitarlo.
-Aquí hay otra, y ahí otra más.- Señaló la joven peliblanca obedeciendo a Vincent y ocupando su lugar en el cordón de búsqueda entre el guardia al mando y el brujo. Y es que gracias a su vista de elfa lo tenía más fácil que los demás para localizar las pequeñas y cada vez más erráticas salpicaduras de sangre fresca. -Definitivamente siguió por aquí..Parece que avanzaba de un lado a otro de la calle como si fuera dando tumbos. O está gravemente malherido o no sabe hacia dónde avanzar.- Opinó interpretando la posición de cada mancha carmesí con respecto a la anterior y la siguiente. La herida de arma blanca que le había causado Vincent era profunda, aunque no tan grave, quizá el golpe de viento le hubiese causado alguna lesión interna o efectivamente habían logrado ponerlo en una situación desesperada. En cualquier caso seguro que habían logrado borrarle esa sonrisa maliciosa de la cara, para siempre con un poco de suerte.
-El rastro ya no sigue por esta calle adelante.- Informó unas decenas de metros después la elfa, entrecerrando los ojos y adelantándose un poco a los demás por si acaso encontraba alguna mancha a una distancia mayor de la que separaba a las anteriores, aunque sin suerte. ¿Había dejado de sangrar y con ello escapar? ¿Acaso los dioses habían decidido ponerse del lado de tan repugnante criminal? Parecía que así había sido cuando uno de los guardias encontró unas manchas de sangre reciente en el pomo de una puerta de valla de madera que daba a la parte trasera de una posada; "Las joyas de la corona", rezaba el llamativo cartel que colgaba de una de las paredes de piedra, representando una gran corona sobre una pequeña montaña de monedas de oro.
-Una posada de uno de los barrios más ricos de la ciudad. Si toma de rehenes a los dueños o a los clientes la cosa se puede poner muy fea.- Dijo la joven asintiendo conforme a las palabras del brujo sobre dividirse. Si a parte de cubrir las salidas conseguían poner a salvo al mayor número de personas del local mejor todavía. - Estoy lista, cuando quieras.- Confirmó a continuación entrando tras los dos hombres, brujo y guardia, al patio tras el edificio.
Se trataba de un lugar amplio, ajardinado y con un pozo de piedra en muy buen estado ocupando el centro del mismo. Un estrecho sendero adoquinado unía la valla por la que habían entrado con el pozo y el pozo con la puerta trasera de la posada, a cuyo lado derecho había un par de ventanas con sendos maceteros llenos de vistosas y coloridas flores. Al fondo del patio había un cobertizo de madera que a todas luces parecía un almacén y en cuya puerta podía verse de forma bastante clara la forma de una mano roja.
-Mirad, sangre reciente en la puerta del cobertizo.- Indicó a sus compañeros la joven, con su atención dividida entre la estructura de madera y los sonidos que habían empezando a escucharse a través de las ventanas de la posada. Quejas y protestas airadas en su mayoría, interrumpidas de vez en cuando por la potente voz del líder de los guardias que pedía a todo el mundo que se mostrara y luego salieran de allí. Parecía que al dueño del establecimiento no le había hecho mucha gracia la irrupción de la soldadesca de la ciudad...y menos a la hora de la comida.
-No os confiéis porque esté herido. Os cubriré a ambos con armaduras mágicas para protegeros, si creéis que pueda lanzar algún artefacto como la esfera de antes no dudéis en impedirlo, aunque tengáis que matarlo para ello. Vuestras vidas valen más que un par de botas para el verdugo.- Instruyó a sus compañeros recitando una leve plegaria a sus dioses y dotándolos a ambos de la mencionada defensa adicional para mantenerse luego unos pasos tras ellos desde donde podría seguir apoyándolos de ser necesario y no les estorbaría en combate.
El guardia asintió, observando maravillado la película de luz que rodeaba su propia armadura y acercándose a la puerta de aquel cobertizo dispuesto a abrirla cuando Vincent le indicara que estaba preparado para actuar. Le miró de manera cómplice y apretando los dientes llevó su mano al pomo de aquella puerta, girándolo lentamente para no hacer ruido y comprobando que estaba cerrado. Ante aquello se giró y se dispuso a derribarla a la fuerza mientras Níniel apretaba con fuerza el bastón entre sus manos...Momento en el que cayó en lo raro que resultaba que estuviera cerrado.
¿Cómo había entrado el asesino entonces? ¿No podía tener la llave no? Tampoco estaba forzada ni reventada. ¿Entonces la marca de su mano ensangrentada? Habían sido apenas gotas sueltas hasta ese momento y aquello era una mano totalmente definida...
En ese momento un ruido de agua goteando tras ella la hizo abrir los ojos al entender que el cobertizo era un engaño. El asesino nunca había entrado en el, se había ocultado en el pozo. No necesitó girarse para saber que había caído en su trampa. Casi inmediatamente, sin darle tiempo a gritar siquiera, una mano teñida de rojo tapó su boca y la arrastró hacia atrás con fuerza mientras que otra llevaba una mano a su cinto y tomaba su daga para seguramente lanzársela a Vincent, el más peligroso de los dos enemigos restantes que le quedaban a aquel malnacido. A Níniel solo le quedaba rezar porque la armadura mágica protegiera al brujo y que le pasara lo que le pasara a ella lograran poner fin a sus fechorías...Pero los dioses a veces hacen gala de un gran sentido del humor.
Una bola de fuego del tamaño de la cabeza de una vaca surcó el cielo desde un punto incierto, trazando una parábola ante la mirada estupefacta de cuantos se encontraran en posición de observarla y terminó impactando sobre el tejado del cobertizo que, tras un breve segundo de incertidumbre, estalló en una fuerte explosión de llamas que enviaría a los allí presentes al suelo por su fuerza.
Níniel sintió como la presa que el asesino ejercía sobre ella desaparecía y notó que era enviada al suelo con el cual se golpeó con cierta fuerza, mientras que por encima de ella restos de tablones de madera en llamas y lo que parecía un trozo de carne de vaca ardiendo salían volando por los aires. Incluso los cristales de las ventanas de la posada se haceron añicos. La joven se pegó con fuerza al suelo, se cubrió la cabeza lo mejor que pudo y trató de localizar con la mirada el paradero de aquel malnacido y de los demás, aunque todo era bastante caótico como para tener una idea clara de cómo o dónde estaban.
Pronto los cascotes y demás dejaron de caer y desde el interior del edificio principal el resto de los guardias salieron para ver qué había ocurrido sin dar crédito a lo que veían. Y mucho menos al ver a la figura que acababa de aparecer por allí asomándose por encima de la valla con cara de circunstancias. -Ehhh, esto...Lo lamento mucho, juro que solo quería hacer un disparo de advertencia y salvar a la chica...Estáis todos...¿bien?-
Allí afuera, apenas a unos pasos de la casa, junto con buena parte de los restos de madera y cristales de la ventana que habían quedado dispersos por el suelo, el grupo no tardó en encontrar un rastro que seguir, formado por pequeñas manchas de sangre en el suelo a intervalos mas o menos regulares. Seguirlas como si de las miguitas de pan de aquel famoso cuento se trataran les llevarían directamente hasta aquel asesino siempre que éste siguiera sangrando, por lo que, a pesar de que a diferencia de unas migas de pan aquel rastro no se lo comerían los pájaros, más les valdría darse prisa antes de que su presa se percatara de las pistas que dejaba y se las apañara para evitarlo.
-Aquí hay otra, y ahí otra más.- Señaló la joven peliblanca obedeciendo a Vincent y ocupando su lugar en el cordón de búsqueda entre el guardia al mando y el brujo. Y es que gracias a su vista de elfa lo tenía más fácil que los demás para localizar las pequeñas y cada vez más erráticas salpicaduras de sangre fresca. -Definitivamente siguió por aquí..Parece que avanzaba de un lado a otro de la calle como si fuera dando tumbos. O está gravemente malherido o no sabe hacia dónde avanzar.- Opinó interpretando la posición de cada mancha carmesí con respecto a la anterior y la siguiente. La herida de arma blanca que le había causado Vincent era profunda, aunque no tan grave, quizá el golpe de viento le hubiese causado alguna lesión interna o efectivamente habían logrado ponerlo en una situación desesperada. En cualquier caso seguro que habían logrado borrarle esa sonrisa maliciosa de la cara, para siempre con un poco de suerte.
-El rastro ya no sigue por esta calle adelante.- Informó unas decenas de metros después la elfa, entrecerrando los ojos y adelantándose un poco a los demás por si acaso encontraba alguna mancha a una distancia mayor de la que separaba a las anteriores, aunque sin suerte. ¿Había dejado de sangrar y con ello escapar? ¿Acaso los dioses habían decidido ponerse del lado de tan repugnante criminal? Parecía que así había sido cuando uno de los guardias encontró unas manchas de sangre reciente en el pomo de una puerta de valla de madera que daba a la parte trasera de una posada; "Las joyas de la corona", rezaba el llamativo cartel que colgaba de una de las paredes de piedra, representando una gran corona sobre una pequeña montaña de monedas de oro.
-Una posada de uno de los barrios más ricos de la ciudad. Si toma de rehenes a los dueños o a los clientes la cosa se puede poner muy fea.- Dijo la joven asintiendo conforme a las palabras del brujo sobre dividirse. Si a parte de cubrir las salidas conseguían poner a salvo al mayor número de personas del local mejor todavía. - Estoy lista, cuando quieras.- Confirmó a continuación entrando tras los dos hombres, brujo y guardia, al patio tras el edificio.
Se trataba de un lugar amplio, ajardinado y con un pozo de piedra en muy buen estado ocupando el centro del mismo. Un estrecho sendero adoquinado unía la valla por la que habían entrado con el pozo y el pozo con la puerta trasera de la posada, a cuyo lado derecho había un par de ventanas con sendos maceteros llenos de vistosas y coloridas flores. Al fondo del patio había un cobertizo de madera que a todas luces parecía un almacén y en cuya puerta podía verse de forma bastante clara la forma de una mano roja.
-Mirad, sangre reciente en la puerta del cobertizo.- Indicó a sus compañeros la joven, con su atención dividida entre la estructura de madera y los sonidos que habían empezando a escucharse a través de las ventanas de la posada. Quejas y protestas airadas en su mayoría, interrumpidas de vez en cuando por la potente voz del líder de los guardias que pedía a todo el mundo que se mostrara y luego salieran de allí. Parecía que al dueño del establecimiento no le había hecho mucha gracia la irrupción de la soldadesca de la ciudad...y menos a la hora de la comida.
-No os confiéis porque esté herido. Os cubriré a ambos con armaduras mágicas para protegeros, si creéis que pueda lanzar algún artefacto como la esfera de antes no dudéis en impedirlo, aunque tengáis que matarlo para ello. Vuestras vidas valen más que un par de botas para el verdugo.- Instruyó a sus compañeros recitando una leve plegaria a sus dioses y dotándolos a ambos de la mencionada defensa adicional para mantenerse luego unos pasos tras ellos desde donde podría seguir apoyándolos de ser necesario y no les estorbaría en combate.
El guardia asintió, observando maravillado la película de luz que rodeaba su propia armadura y acercándose a la puerta de aquel cobertizo dispuesto a abrirla cuando Vincent le indicara que estaba preparado para actuar. Le miró de manera cómplice y apretando los dientes llevó su mano al pomo de aquella puerta, girándolo lentamente para no hacer ruido y comprobando que estaba cerrado. Ante aquello se giró y se dispuso a derribarla a la fuerza mientras Níniel apretaba con fuerza el bastón entre sus manos...Momento en el que cayó en lo raro que resultaba que estuviera cerrado.
¿Cómo había entrado el asesino entonces? ¿No podía tener la llave no? Tampoco estaba forzada ni reventada. ¿Entonces la marca de su mano ensangrentada? Habían sido apenas gotas sueltas hasta ese momento y aquello era una mano totalmente definida...
En ese momento un ruido de agua goteando tras ella la hizo abrir los ojos al entender que el cobertizo era un engaño. El asesino nunca había entrado en el, se había ocultado en el pozo. No necesitó girarse para saber que había caído en su trampa. Casi inmediatamente, sin darle tiempo a gritar siquiera, una mano teñida de rojo tapó su boca y la arrastró hacia atrás con fuerza mientras que otra llevaba una mano a su cinto y tomaba su daga para seguramente lanzársela a Vincent, el más peligroso de los dos enemigos restantes que le quedaban a aquel malnacido. A Níniel solo le quedaba rezar porque la armadura mágica protegiera al brujo y que le pasara lo que le pasara a ella lograran poner fin a sus fechorías...Pero los dioses a veces hacen gala de un gran sentido del humor.
Una bola de fuego del tamaño de la cabeza de una vaca surcó el cielo desde un punto incierto, trazando una parábola ante la mirada estupefacta de cuantos se encontraran en posición de observarla y terminó impactando sobre el tejado del cobertizo que, tras un breve segundo de incertidumbre, estalló en una fuerte explosión de llamas que enviaría a los allí presentes al suelo por su fuerza.
Níniel sintió como la presa que el asesino ejercía sobre ella desaparecía y notó que era enviada al suelo con el cual se golpeó con cierta fuerza, mientras que por encima de ella restos de tablones de madera en llamas y lo que parecía un trozo de carne de vaca ardiendo salían volando por los aires. Incluso los cristales de las ventanas de la posada se haceron añicos. La joven se pegó con fuerza al suelo, se cubrió la cabeza lo mejor que pudo y trató de localizar con la mirada el paradero de aquel malnacido y de los demás, aunque todo era bastante caótico como para tener una idea clara de cómo o dónde estaban.
Pronto los cascotes y demás dejaron de caer y desde el interior del edificio principal el resto de los guardias salieron para ver qué había ocurrido sin dar crédito a lo que veían. Y mucho menos al ver a la figura que acababa de aparecer por allí asomándose por encima de la valla con cara de circunstancias. -Ehhh, esto...Lo lamento mucho, juro que solo quería hacer un disparo de advertencia y salvar a la chica...Estáis todos...¿bien?-
Última edición por Níniel Thenidiel el Sáb Ene 21, 2017 9:12 pm, editado 1 vez
Níniel Thenidiel
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Re: Una auténtica obra de arte. [Trabajo Vincent-Níniel][CERRADO]
El brujo se internó con el mayor sigilo posible, intentando de ese modo pillar por sorpresa al espadachín, si es que aún seguía en ese patio. Quizás había ido a buscar algo en concreto, y ya hacía tiempo que se había marchado,
No sería extraño que hubiera ido hasta las cuadras para robar un caballo. Como bien había dicho Níniel, era una posada de los barrios más ricos de la ciudad. Por ello, en los establos habría algunos de los mejores ejemplares de toda Lunargenta. Perfectos pura sangre, y lo mejor que podía conseguir un hombre para poner tierra de por medio.
Nadie lo alcanzaría con un caballo así. Y para cuando el rico de turno pusiera el grito en el cielo para que recuperaran su animal tan cara, el ladrón ya haría mucho tiempo que habría borrado su rastro.
Esa era su primera idea, cruzar el patio y pasar la zona de caballerías. O lo era antes de que Nín llamara su atención sobre una puerta de una especie de alacena.
Eso lo llevó a replantearse su idea inicial, llegando a la conclusión, que un establecimiento así no solo tendrían un simple mozo en las cuadras, sino que tendría su propia protección. Habían animales muy caros allí, como para dejarlos solos para que cualquiera se los llevara. No era un buen negocio, que robasen el caballo de un importante cliente. Eso era muy mala publicidad.
Por esto, imaginó que el secuestrador había entrado al patio buscando llegar hasta los establos. Pero al ver lo imposible que era mangar uno de los equinos, habría desistido. Luego, al llegar ellos se habría metido en el cobertizo con prisas. Y esas mismas prisas eran las que lo había llevado a dejar esa marca roja tan clara. Eso o….
- Es una trampa-, comenzó a decir, virándose para encarar el posible peligro.
Pero al girarse, en vez un posible ataque del malvado espadachín, lo que observó fue una bola de fuego dirigirse hacia ellos.
- ¡Cuidado! - gritó, lanzándose a un lado y llevándose consigo al guardia con el salto.
Una gran explosión hizo añicos el cobertizo, y tanto el guardia como él fueron despedidos aún más lejos de lo que habrían llegado con su salto evasivo, impulsados por la fuerza del estallido.
Trozos de madera surcaron por encima de sus cabezas, mientras rebotaban y rodaban por el suelo. Y no le cabía duda, de que si Níniel no los hubiera cubierto con sus protecciones mágicas, ahora mismo estaría muerto o muy mal herido.
Todo fue en un lapsus de tiempo. Un momento. Unos granos de arena cayendo dentro de un reloj. Aunque en realidad, le había parecido justo lo contrario. Como si el tiempo se hubiera detenido. O por lo menos ralentizado. Como si pudiera pensar mil cosas antes de que siquiera los tablones rotos de la alacena tocaran el suelo.
Y el pensamiento más recurrente había sido, ¿qué demonios había pasado? Estaban junto a la puerta, a punto de caer en una emboscada, y de repente una bola de fuego se acercó hasta ellos. Lo primero que imaginó, es que el secuestrador le había lanzado otro artefacto, como el que había tirado en la habitación. Aunque esta vez se trataba de un trasto explosivo, y no un recipiente de gas venenoso. Algún nuevo ingenio para intentar compararse con un brujo sin tener las habilidades de un brujo.
Muy ingenioso, y que despertaba su curiosidad, pese a que era una manera de hacer su magia algo más mundano y al alcance de cualquiera.
Sin embargo, esa bola en llamas era muy característica de los brujos bi-elementales. Él mismo hacía unas parecidas, más pequeñas y bonitas, tenía que decir, pero del mismo estilo explosivo. Y ese secuestrador no podía hacer algo así, salvo que… ¡en realidad fuera un brujo!
Una voz se internó en su mente, haciendo que descartara esta última idea, y que le dieran unas nuevas energías fruto de la rabia.
Vinc se levantó como una exhalación, con la idea clara de encararse con ese maldito brujo que todo lo complicaba. Estaba harto de él, de que casi lo pillara la guardia por su culpa, de que casi lo mataron los matones de Tordú por su igual culpa, y que estuviera a punto de morir, por enésima vez, por su otra vez culpa.
Pero entonces recordó lo que estaba a punto de pasar antes de que el estúpido de Erick volara todo por los aires. La trampa ideada por el secuestrador. Por ello buscó con la mirada a la única persona que no había podido ver mientras todo explotaba. ¿Y si Nin estaba herida por el ataque de Erick? Ella estaba más alejada, pero no llevaba protección como el guardia y él.
El rubio miró con nerviosismo buscando a la elfa, y pudo comprobar que estaba sana y salva. Simplemente estaba por los suelos como habían acabado ellos y… ¡no podía ser! El secuestrador estaba allí.
No perdió un segundo, y alargó la mano para recoger su espada tirada y acercarse corriendo hacia el tipejo. Le apuntó con la punta de su espada y no pronto apareció la punta de otra arma a su lado, la del guardia que los había acompañado.
- Desiste de tus intentos de escapar. Estás rodeado-, le dijo al espadachín.
Este se rió, para después levantarse con parsimonia.
- Por favor, solo sois dos. Que podéis hacer contra mí-, se burló con autosuficiencia.
- Le corrijo, en realidad somos tres-, comentó Erick, acercándose hasta ellos, y siendo útil por segunda vez en toda aquella epopeya.
Le había provocado tres marrones importantes, pero también le había ayudado contra el secuestrador en el combate junto a la ventana, y ahora una vez más. Quizás si durarse más tiempo junto a él, a lo mejor conseguía equilibrar la balanza. O tal vez seguir desequilibrándola al lado de situaciones nefastas. No, era mejor no arriesgarse. Tenía que atrapar a ese matón ahora mismo, y evitar que Erick lo acabase matando de verdad con sus torpezas.
- En verdad somos cuatro-, respondió, ya que parecía que esos dos tocapelotas se habían olvidado de Niniel.
O la había obviado, craso error, la elfa era muy poderosa son su magia, y seguramente fuera la persona más peligrosa de todos ellos.
- ¡Nooooooooooooooooo! Por los dioses. Que ha pasado aquí-, gritó un hombre saliendo de la parte interior de la posada, y dirigiéndose al cobertizo destruido. - Mi almacén, hecho trozos. Todo lo que había dentro, destrozado. Exijo que alguien me de una explicación-, terminó por gritar, cada vez más cabreado.
Un gran gentío había salido junto al dueño, así como los guardias que había entrado dentro para revisar el interior y evacuar a las personas.
- Dama y caballeros. Aquí no hay nada que ver, es peligroso por el momento-, se obstinaba el sargento por convencer a las personas de que se fueran de allí. - Por favor, vuelvan al interior. ¡Maldición! - musitó esto último, viendo que no conseguía que le hicieran mucho caso. - Arrestad a ese tipo. Quiero terminar con esto lo antes posible. Menudo día me están dando-, se dirigió a su subordinado y los dos guardias del gremio de mercaderes.
Estos no tardaron en acercarse a donde se encontraba el villano.
- Siete. Me parece. Que no eres tan bueno-, enarcó una ceja, sabiendo que el secuestrador ya estaba perdido.
Este le lanzó la daga en respuesta, pero fue sencillo desviarla con un golpe de viento. Nada más hacerlo, adelantó un paso para contraatacar, pero el bandido estaba como las manos en alto, con una sonrisa en el rostro.
Vinc se frenó, para no incrustar la hoja de su espada, y borrar esa sonrisa del rostro del villano. Ya se había rendido, por lo cual ya no había necesidad de matarlo, pero que repulsivo podía llegar a ser este tipo.
- Eh, eh. Que alguien me haga caso-, llamó la atención, el enervado dueño.
- Lo siento, caballero. He sido yo, Erick Vanvouren…
- Erick Est Vanvouren-, le cortó, aunque intentando no ser irrespetuoso. - Heredero de la familia Est Vanvouren, propietarios de los vinos Est Est-, hizo una señal al dueño levantando las cejas. Para que asimilara más rápidamente los datos que había puesto sobre la mesa. - Muchas gracias, señor Vanvouren, sin usted no podríamos haber atrapado a este villano. Su intervención ha sido un poco dura, pero realmente necesaria.
- Oh, muchas gracias-, sonrió Erick, que parecía gratamente sorprendido por las palabras. - No sabía que mi intervención, había sido tan destacada.
- Por supuesto que sí, desbarató los planes de ese bellaco, y llamó la atención de toda la guardia hacia este patio. Claro que ha sido muy importante su labor. Ha sido muy inteligente-, le dijo. - Y lo que hubiera en ese cobertizo, seguro que no es problema llegar a un acuerdo con el dueño, para terminar todo este asunto de manera satisfactoria-, terminó por decir.
- Por supuesto. Por supuesto. Nada me complace más, que poder llegar a un acuerdo y ayudar a resolver este asunto lo antes posible. ¿Qué importa un pequeño almacén, después de todo? - dijo el dueño, antes de reís. - Acompáñeme, señor Vanvouren. Seguro que dentro estará más cómodo.
Vinc observó los andares de ambos hacia el interior, pensando lo rápido que se le había pasado el enfado al propietario de la posada. Seguro que en su mente ya nadaba en monedas de oro.
Y lo más importante de todo, puede que Erick dejara de intentar hacerse el héroe. Ahora que le había dejado ser uno de esos campeones. Deseaba que con eso tuviera suficiente, y con ello enamorara a Aliandra. O si la joven aún así lo rechazaba, por lo menos que la olvidara, al ser imposible cortejarla ni con heroicidades. En definitiva, esperaba que el heredero de los vinos Est Est viviera muchos años, alejado del combate que tan mal se le daba. Por su seguridad y por la de todos.
- Menuda mañanita hemos tenido-, comentó acercándose hasta la elfa. - Juro que no todos mis trabajos son tan emocionantes-, sonrió a la joven sacerdotisa. - Supongo que ya podemos ir a recibir nuestra remuneración, aunque…-, pensó en Aliandra. - Quizás debas entrar sola a cobrar por los dos.
El recuerdo de esa chica, le daba una sensación más peligrosa que toda una banda de asesinos y matones.
No sería extraño que hubiera ido hasta las cuadras para robar un caballo. Como bien había dicho Níniel, era una posada de los barrios más ricos de la ciudad. Por ello, en los establos habría algunos de los mejores ejemplares de toda Lunargenta. Perfectos pura sangre, y lo mejor que podía conseguir un hombre para poner tierra de por medio.
Nadie lo alcanzaría con un caballo así. Y para cuando el rico de turno pusiera el grito en el cielo para que recuperaran su animal tan cara, el ladrón ya haría mucho tiempo que habría borrado su rastro.
Esa era su primera idea, cruzar el patio y pasar la zona de caballerías. O lo era antes de que Nín llamara su atención sobre una puerta de una especie de alacena.
Eso lo llevó a replantearse su idea inicial, llegando a la conclusión, que un establecimiento así no solo tendrían un simple mozo en las cuadras, sino que tendría su propia protección. Habían animales muy caros allí, como para dejarlos solos para que cualquiera se los llevara. No era un buen negocio, que robasen el caballo de un importante cliente. Eso era muy mala publicidad.
Por esto, imaginó que el secuestrador había entrado al patio buscando llegar hasta los establos. Pero al ver lo imposible que era mangar uno de los equinos, habría desistido. Luego, al llegar ellos se habría metido en el cobertizo con prisas. Y esas mismas prisas eran las que lo había llevado a dejar esa marca roja tan clara. Eso o….
- Es una trampa-, comenzó a decir, virándose para encarar el posible peligro.
Pero al girarse, en vez un posible ataque del malvado espadachín, lo que observó fue una bola de fuego dirigirse hacia ellos.
- ¡Cuidado! - gritó, lanzándose a un lado y llevándose consigo al guardia con el salto.
Una gran explosión hizo añicos el cobertizo, y tanto el guardia como él fueron despedidos aún más lejos de lo que habrían llegado con su salto evasivo, impulsados por la fuerza del estallido.
Trozos de madera surcaron por encima de sus cabezas, mientras rebotaban y rodaban por el suelo. Y no le cabía duda, de que si Níniel no los hubiera cubierto con sus protecciones mágicas, ahora mismo estaría muerto o muy mal herido.
Todo fue en un lapsus de tiempo. Un momento. Unos granos de arena cayendo dentro de un reloj. Aunque en realidad, le había parecido justo lo contrario. Como si el tiempo se hubiera detenido. O por lo menos ralentizado. Como si pudiera pensar mil cosas antes de que siquiera los tablones rotos de la alacena tocaran el suelo.
Y el pensamiento más recurrente había sido, ¿qué demonios había pasado? Estaban junto a la puerta, a punto de caer en una emboscada, y de repente una bola de fuego se acercó hasta ellos. Lo primero que imaginó, es que el secuestrador le había lanzado otro artefacto, como el que había tirado en la habitación. Aunque esta vez se trataba de un trasto explosivo, y no un recipiente de gas venenoso. Algún nuevo ingenio para intentar compararse con un brujo sin tener las habilidades de un brujo.
Muy ingenioso, y que despertaba su curiosidad, pese a que era una manera de hacer su magia algo más mundano y al alcance de cualquiera.
Sin embargo, esa bola en llamas era muy característica de los brujos bi-elementales. Él mismo hacía unas parecidas, más pequeñas y bonitas, tenía que decir, pero del mismo estilo explosivo. Y ese secuestrador no podía hacer algo así, salvo que… ¡en realidad fuera un brujo!
Una voz se internó en su mente, haciendo que descartara esta última idea, y que le dieran unas nuevas energías fruto de la rabia.
Vinc se levantó como una exhalación, con la idea clara de encararse con ese maldito brujo que todo lo complicaba. Estaba harto de él, de que casi lo pillara la guardia por su culpa, de que casi lo mataron los matones de Tordú por su igual culpa, y que estuviera a punto de morir, por enésima vez, por su otra vez culpa.
Pero entonces recordó lo que estaba a punto de pasar antes de que el estúpido de Erick volara todo por los aires. La trampa ideada por el secuestrador. Por ello buscó con la mirada a la única persona que no había podido ver mientras todo explotaba. ¿Y si Nin estaba herida por el ataque de Erick? Ella estaba más alejada, pero no llevaba protección como el guardia y él.
El rubio miró con nerviosismo buscando a la elfa, y pudo comprobar que estaba sana y salva. Simplemente estaba por los suelos como habían acabado ellos y… ¡no podía ser! El secuestrador estaba allí.
No perdió un segundo, y alargó la mano para recoger su espada tirada y acercarse corriendo hacia el tipejo. Le apuntó con la punta de su espada y no pronto apareció la punta de otra arma a su lado, la del guardia que los había acompañado.
- Desiste de tus intentos de escapar. Estás rodeado-, le dijo al espadachín.
Este se rió, para después levantarse con parsimonia.
- Por favor, solo sois dos. Que podéis hacer contra mí-, se burló con autosuficiencia.
- Le corrijo, en realidad somos tres-, comentó Erick, acercándose hasta ellos, y siendo útil por segunda vez en toda aquella epopeya.
Le había provocado tres marrones importantes, pero también le había ayudado contra el secuestrador en el combate junto a la ventana, y ahora una vez más. Quizás si durarse más tiempo junto a él, a lo mejor conseguía equilibrar la balanza. O tal vez seguir desequilibrándola al lado de situaciones nefastas. No, era mejor no arriesgarse. Tenía que atrapar a ese matón ahora mismo, y evitar que Erick lo acabase matando de verdad con sus torpezas.
- En verdad somos cuatro-, respondió, ya que parecía que esos dos tocapelotas se habían olvidado de Niniel.
O la había obviado, craso error, la elfa era muy poderosa son su magia, y seguramente fuera la persona más peligrosa de todos ellos.
- ¡Nooooooooooooooooo! Por los dioses. Que ha pasado aquí-, gritó un hombre saliendo de la parte interior de la posada, y dirigiéndose al cobertizo destruido. - Mi almacén, hecho trozos. Todo lo que había dentro, destrozado. Exijo que alguien me de una explicación-, terminó por gritar, cada vez más cabreado.
Un gran gentío había salido junto al dueño, así como los guardias que había entrado dentro para revisar el interior y evacuar a las personas.
- Dama y caballeros. Aquí no hay nada que ver, es peligroso por el momento-, se obstinaba el sargento por convencer a las personas de que se fueran de allí. - Por favor, vuelvan al interior. ¡Maldición! - musitó esto último, viendo que no conseguía que le hicieran mucho caso. - Arrestad a ese tipo. Quiero terminar con esto lo antes posible. Menudo día me están dando-, se dirigió a su subordinado y los dos guardias del gremio de mercaderes.
Estos no tardaron en acercarse a donde se encontraba el villano.
- Siete. Me parece. Que no eres tan bueno-, enarcó una ceja, sabiendo que el secuestrador ya estaba perdido.
Este le lanzó la daga en respuesta, pero fue sencillo desviarla con un golpe de viento. Nada más hacerlo, adelantó un paso para contraatacar, pero el bandido estaba como las manos en alto, con una sonrisa en el rostro.
Vinc se frenó, para no incrustar la hoja de su espada, y borrar esa sonrisa del rostro del villano. Ya se había rendido, por lo cual ya no había necesidad de matarlo, pero que repulsivo podía llegar a ser este tipo.
- Eh, eh. Que alguien me haga caso-, llamó la atención, el enervado dueño.
- Lo siento, caballero. He sido yo, Erick Vanvouren…
- Erick Est Vanvouren-, le cortó, aunque intentando no ser irrespetuoso. - Heredero de la familia Est Vanvouren, propietarios de los vinos Est Est-, hizo una señal al dueño levantando las cejas. Para que asimilara más rápidamente los datos que había puesto sobre la mesa. - Muchas gracias, señor Vanvouren, sin usted no podríamos haber atrapado a este villano. Su intervención ha sido un poco dura, pero realmente necesaria.
- Oh, muchas gracias-, sonrió Erick, que parecía gratamente sorprendido por las palabras. - No sabía que mi intervención, había sido tan destacada.
- Por supuesto que sí, desbarató los planes de ese bellaco, y llamó la atención de toda la guardia hacia este patio. Claro que ha sido muy importante su labor. Ha sido muy inteligente-, le dijo. - Y lo que hubiera en ese cobertizo, seguro que no es problema llegar a un acuerdo con el dueño, para terminar todo este asunto de manera satisfactoria-, terminó por decir.
- Por supuesto. Por supuesto. Nada me complace más, que poder llegar a un acuerdo y ayudar a resolver este asunto lo antes posible. ¿Qué importa un pequeño almacén, después de todo? - dijo el dueño, antes de reís. - Acompáñeme, señor Vanvouren. Seguro que dentro estará más cómodo.
Vinc observó los andares de ambos hacia el interior, pensando lo rápido que se le había pasado el enfado al propietario de la posada. Seguro que en su mente ya nadaba en monedas de oro.
Y lo más importante de todo, puede que Erick dejara de intentar hacerse el héroe. Ahora que le había dejado ser uno de esos campeones. Deseaba que con eso tuviera suficiente, y con ello enamorara a Aliandra. O si la joven aún así lo rechazaba, por lo menos que la olvidara, al ser imposible cortejarla ni con heroicidades. En definitiva, esperaba que el heredero de los vinos Est Est viviera muchos años, alejado del combate que tan mal se le daba. Por su seguridad y por la de todos.
- Menuda mañanita hemos tenido-, comentó acercándose hasta la elfa. - Juro que no todos mis trabajos son tan emocionantes-, sonrió a la joven sacerdotisa. - Supongo que ya podemos ir a recibir nuestra remuneración, aunque…-, pensó en Aliandra. - Quizás debas entrar sola a cobrar por los dos.
El recuerdo de esa chica, le daba una sensación más peligrosa que toda una banda de asesinos y matones.
Vincent Calhoun
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Re: Una auténtica obra de arte. [Trabajo Vincent-Níniel][CERRADO]
Cuando el sonido de los restos de madera y otros materiales y objetos cayendo y golpeando contra el suelo terminaron de apagarse del todo, Níniel volvió a alzar la vista del suelo y se permitió girarse de medio cuerpo para poder ver mejor el resultado de aquella explosión, casi sin poder creerse que realmente aquel condenado idiota de Erick se las hubiese ingeniado una vez más para hacer de las suyas. ¿A eso llamaba un disparo de emergencia? ¿Entonces cuando realmente tenía la intención de destruir algo qué diantres pasaba? ¿Cómo podía tanto poder estar en manos de semejante sujeto? Claro que seguramente más que poder lo que debía de haber sucedido era que aquel tipo no había sido capaz de controlar y usar decentemente el suyo y no que fuera una especie de super brujo atrapado en la mente de un memo. Era un milagro que todos siguieran de una pieza.
¿La había liado y casi les mata él antes que aquel asesino espadachín?, sí. ¿Que tenía menos luces que la guarida de un vampiro?, sí. ¿Que a pesar de ello su peligrosa y descontrolada bola de fuego la había salvado a ella y muy posiblemente a los demás?, pues había que admitir que también, una vez lograbas ver las cosas de la manera más positiva posible y dejabas de lado las ganas de soltarle un guantazo.
-Estoy bien, aunque me duele todo.- Expresó la joven dolorida en el suelo cuando aliviada pudo ver a Vincent y al joven guardia de la ciudad en pie y mirándola con preocupación. -Ocuparos de ese malnacido, enseguida me...levanto.- Pidió entonces tratando de incorporarse y notando que quizá había pecado de optimista al transmitirles su estado.
No tenía nada roto pero estaba segura de que de no tratarlas algunas de las contusiones no iban si no a empeorar, por no hablar de lo que iban a dolerle al día siguiente. Especialmente dolorosa era una en su espalda, donde debió de haberla golpeado algo al caer al suelo y que era la principal causante de su dificultad para incorporarse. A parte de aquello sentía dolor en otras partes y se había hecho algunos raspones en las manos y la cara con la caída, pero la distancia de la explosión y su armadura élfica la habían protegido de lo peor. ¿Lo mejor de todo?, que su enemigo tampoco había salido indemne.
-Auuch- Se lamentó al hacer un nuevo esfuerzo para incorporarse mientras observaba como sus compañeros dominaban a su enemigo, que a pesar de su estado aún tenía ánimos como para fanfarronear con sus posibilidades. Estaba loco. Con todo el daño acumulado que había recibido y armado solo con una daga no tenía opción...O eso esperaba la peliblanca que apoyándose en su bastón conseguía ya mantenerse de pie conforme su magia sanadora recorría todo su cuerpo gracias a una silenciosa plegaria.
"Tres y medio, o tres contando con Erick", pensó al ser contada por el rubio como una aliada en plenas facultades a la hora de enfrentar a aquel asesino que seguía sin querer rendirse. Claro que no lo expresó en voz alta para no animar a aquel humano a tratar de continuar la lucha. Al fin y al cabo las mayores victorias eran aquellas en las que el enemigo se rinde sin luchar. Y cuando del interior de la posada se sumaron también el resto de guardias, acompañados por no pocos curiosos que de tener una idea lo peligroso que era estar allí hacía tiempo que habrían salido corriendo en dirección contraria, la derrota del espadachín estuvo sellada. Por mucho que lanzara la daga en un último y banal gesto de rebeldía que no logró si no enfadar más aún al líder de los guardias que le propinó un fuerte golpe con su arma y luego otro más hasta dejarlo inconsciente. Momento en el que la palabra tomó el protagonismo de la escena, señal de que por fín todo había acabado.
-Sí, menuda mañanita.- Respondió la joven a Vincent una vez que éste hubo apaciguado la ira del dueño del cobertizo volado por los aires y de paso la que Erick sentía hacia él por culpa de Aliandra. -Bien jugado con Erick. Espero que no se crea todo lo que le has dicho. Aerandir no está preparada para un "héroe de su talla" si le da por ahí.- Bromeó a continuación apoyándose en su pecho unos instantes, relajándose solo unos segundos antes de volver a su posición inicial. -No me siento con fuerzas para ir ahora y enfrentarme a más dramas. -Continuó la joven con la chanza del brujo esbozando una sonrisa cómplice. -¿Y sí antes de ir a Casa de Malade descansamos un poco? Esta no debe ser la única posada de la zona...- Sugirió la sacerdotisa, y aquello aunque continuaba la broma tampoco es que fuera una mala idea.
-De eso nada parejita. Nada de carantoñas tras la lucha hasta que tenga una declaración completa y jurada vuestra y haya comprobado vuestra historia y antecedentes. Se ha liado una buena y ya bastantes quebraderos de cabeza voy a tener con esto como para añadirle más.- Interrumpió aquel guardia que parecía que a pesar de su ayuda no iba a dejarles irse de allí hasta haber dejado todo aclarado y su tediosa burocracia humana en orden.
-Bueno, sigue siendo mejor que ir ahora a casa de Malade antes de habernos...preparado, ¿No?-Sentenció con una sonrisa en los labios. La joven estaba satisfecha, Aliandra estaba a salvo, aunque quisiera seducir a Vincent la muy descarada, y sus secuestradores muertos o detenidos a pesar de los contratiempos, osea a pesar de Erick. Y todo había pasado en tan solo unas pocas horas. Nadie podría negar que Vincent y ella formaban una pareja de los más eficaz.
¿La había liado y casi les mata él antes que aquel asesino espadachín?, sí. ¿Que tenía menos luces que la guarida de un vampiro?, sí. ¿Que a pesar de ello su peligrosa y descontrolada bola de fuego la había salvado a ella y muy posiblemente a los demás?, pues había que admitir que también, una vez lograbas ver las cosas de la manera más positiva posible y dejabas de lado las ganas de soltarle un guantazo.
-Estoy bien, aunque me duele todo.- Expresó la joven dolorida en el suelo cuando aliviada pudo ver a Vincent y al joven guardia de la ciudad en pie y mirándola con preocupación. -Ocuparos de ese malnacido, enseguida me...levanto.- Pidió entonces tratando de incorporarse y notando que quizá había pecado de optimista al transmitirles su estado.
No tenía nada roto pero estaba segura de que de no tratarlas algunas de las contusiones no iban si no a empeorar, por no hablar de lo que iban a dolerle al día siguiente. Especialmente dolorosa era una en su espalda, donde debió de haberla golpeado algo al caer al suelo y que era la principal causante de su dificultad para incorporarse. A parte de aquello sentía dolor en otras partes y se había hecho algunos raspones en las manos y la cara con la caída, pero la distancia de la explosión y su armadura élfica la habían protegido de lo peor. ¿Lo mejor de todo?, que su enemigo tampoco había salido indemne.
-Auuch- Se lamentó al hacer un nuevo esfuerzo para incorporarse mientras observaba como sus compañeros dominaban a su enemigo, que a pesar de su estado aún tenía ánimos como para fanfarronear con sus posibilidades. Estaba loco. Con todo el daño acumulado que había recibido y armado solo con una daga no tenía opción...O eso esperaba la peliblanca que apoyándose en su bastón conseguía ya mantenerse de pie conforme su magia sanadora recorría todo su cuerpo gracias a una silenciosa plegaria.
"Tres y medio, o tres contando con Erick", pensó al ser contada por el rubio como una aliada en plenas facultades a la hora de enfrentar a aquel asesino que seguía sin querer rendirse. Claro que no lo expresó en voz alta para no animar a aquel humano a tratar de continuar la lucha. Al fin y al cabo las mayores victorias eran aquellas en las que el enemigo se rinde sin luchar. Y cuando del interior de la posada se sumaron también el resto de guardias, acompañados por no pocos curiosos que de tener una idea lo peligroso que era estar allí hacía tiempo que habrían salido corriendo en dirección contraria, la derrota del espadachín estuvo sellada. Por mucho que lanzara la daga en un último y banal gesto de rebeldía que no logró si no enfadar más aún al líder de los guardias que le propinó un fuerte golpe con su arma y luego otro más hasta dejarlo inconsciente. Momento en el que la palabra tomó el protagonismo de la escena, señal de que por fín todo había acabado.
-Sí, menuda mañanita.- Respondió la joven a Vincent una vez que éste hubo apaciguado la ira del dueño del cobertizo volado por los aires y de paso la que Erick sentía hacia él por culpa de Aliandra. -Bien jugado con Erick. Espero que no se crea todo lo que le has dicho. Aerandir no está preparada para un "héroe de su talla" si le da por ahí.- Bromeó a continuación apoyándose en su pecho unos instantes, relajándose solo unos segundos antes de volver a su posición inicial. -No me siento con fuerzas para ir ahora y enfrentarme a más dramas. -Continuó la joven con la chanza del brujo esbozando una sonrisa cómplice. -¿Y sí antes de ir a Casa de Malade descansamos un poco? Esta no debe ser la única posada de la zona...- Sugirió la sacerdotisa, y aquello aunque continuaba la broma tampoco es que fuera una mala idea.
-De eso nada parejita. Nada de carantoñas tras la lucha hasta que tenga una declaración completa y jurada vuestra y haya comprobado vuestra historia y antecedentes. Se ha liado una buena y ya bastantes quebraderos de cabeza voy a tener con esto como para añadirle más.- Interrumpió aquel guardia que parecía que a pesar de su ayuda no iba a dejarles irse de allí hasta haber dejado todo aclarado y su tediosa burocracia humana en orden.
-Bueno, sigue siendo mejor que ir ahora a casa de Malade antes de habernos...preparado, ¿No?-Sentenció con una sonrisa en los labios. La joven estaba satisfecha, Aliandra estaba a salvo, aunque quisiera seducir a Vincent la muy descarada, y sus secuestradores muertos o detenidos a pesar de los contratiempos, osea a pesar de Erick. Y todo había pasado en tan solo unas pocas horas. Nadie podría negar que Vincent y ella formaban una pareja de los más eficaz.
Níniel Thenidiel
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Re: Una auténtica obra de arte. [Trabajo Vincent-Níniel][CERRADO]
RECOMPENSAS
Una historia muy original que rompe de maneras creativas el guión, haciéndolo ver muy diferente a otros del mismo trabajo, es interesante cómo a ratos se ven algunos destellos del humor al estilo de Vincent en Niniel y viceversa, dejan ver la compenetración que existe entre ambos personajes; han construido una buena historia que por esta vez les permite hacerse con la puntuación completa.
Ambos reciben 20 puntos de experiencia y 400 aeros que ya han sido sumados a sus respectivos perfiles.
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Ansur
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