Contratiempos (Interpretativo) [2/3]
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Contratiempos (Interpretativo) [2/3]
La tarde era fría y gris. No tardaría demasiado en oscurecer. Como mucho una hora o dos horas ya sería noche cerrada, así que tenía que darme prisa si quería sacar algo en claro, aunque no tenía demasiadas esperanzas a esas alturas. Ya me había recorrido la ciudad entera, excepto el castillo. Tampoco veía probable encontrar allí a mi hermana. Comenzaba a pensar que la pista que me había llevado a Lunargenta no era más que otro callejón sin salida, que tendría que volver a empezar, lo cual me desanimaba considerablemente. Demasiados años de viaje. Me sentía como un completo inútil a esas alturas.
Después de preguntar por el mercado por tercera vez en cuatro cinco días, me rendí. Me alejé de la muchedumbre. Algunos puestos y algunas tiendas comenzaban a cerrar. Otra jornada acababa, y yo no había conseguido nada. Nada. Entonces, de pura casualidad escuché algo que captó mi interés. Tal vez no fuese más que por pura desesperación. Un tipo que hablaba con otros dos en susurros miraba a un lado y a otro. Lo había oído claramente mientras pasaba por detrás de ellos. Había dicho “dragona del demonio”, y una alerta se encendió dentro de mí. Me escondí en un portal, a la espera de cualquier movimiento por su parte, observándolos, analizándolos. El que había oído hablar era alto, más que yo, de rostro enjuto, delgado como un látigo, con una barba de chivo de cuatro pelos que le restaba bastante masculinidad. Otro era bajito, rechoncho, y una maza le colgaba del cinto. El tercero era un grandullón cabezón con aspecto de tener la sesera muy pequeña, y llevaba un espadón de considerable tamaño. Formaban un grupo variopinto y, a juzgar por la postura del grandote de brazos cruzados, ése debía ser el guardaespaldas del tipo larguirucho.
Fui paciente y esperé hasta que se movieron. El rechoncho se separó de los otros dos, y yo decidí seguir al que había captado mi interés. Tuve que esconderme en un par de ocasiones para que no me descubrieran, pero en la última esquina que torcí me di de bruces con un callejón sin salida, y no había rastro de los dos hombres. Apreté y fruncí los labios y el ceño, confuso y cabreado. Era una trampa.
Al darme la vuelta había tres tipos, arma en mano. Uno de ellos era el grandullón que seguía al larguirucho. Los otros dos presentaban un aspecto poco saludable, como los de las ratas de biblioteca que no pasan demasiado tiempo bajo el sol. Brujos. Me llevé la mano a la espalda y desenvainé sin dudarlo, poniéndome en guardia. No me apetecía morir en un callejón y acabar tirado en un rincón de mala muerte. Necesitaba encontrar alguna ventaja.
Los dos brujos levantaron sus manos y lanzaron sendos rayos que no me alcanzaron de milagro. Los esquivé por puro reflejo, rodando por el suelo y llegando hasta el grandullón. No pensaba dejar que me atacara él primero. Lancé un tajo ascendente en diagonal aprovechando la inercia mientras me levantaba. Él tenía pinta de ser fuerte, pero yo era más rápido. El tipo consiguió parar el golpe a duras penas, desviando mi espada y haciéndome retroceder. Si ese espadón me alcanzaba estaba jodido. Apenas tuve tiempo de evadir otros dos rayos. Entonces cambié de objetivo. Los ataques a distancia podían fastidiarme a base de bien en un cuerpo a cuerpo, además de que los magos eran los objetivos más débiles y susceptibles de morir primero ante una espada. Corrí hacia uno de ellos, asestando una estocada. Lo que ocurrió a continuación me dejó confuso. El hombre se desvaneció, sin más, y de repente acababa de hendir la espada en el aire. Una ilusión. Una maldita ilusión. Fue entonces cuando un rayo me alcanzó las costillas. Siseé de dolor, retrocediendo y llevándome una mano al costado. Pero no me dieron un respiro, tuve que volver a asir la espada con ambas manos y desviar el espadón del grandullón. En vez de alejarme, enganché la hoja del espadón con la guarda de mi espada, acercándome a ese cabrón a una velocidad que no sospechó, bloqueando sus movimientos durante el tiempo suficiente. Un chirrido metálico se escuchó hasta que las guardas de ambas espadas chocaron, y entonces le di un cabezazo, partiéndole una ceja y haciéndole perder la compostura. Era un truco sucio, pero no estaba como para andarme con sutilezas.
Tuve la suerte de que el grandullón perdió la espada mientras retrocedía tambaleante, llevándose una mano a la ceja partida y gruñendo. De una patada alejé el espadón, que se arrastró por los adoquines en un eco chirriante. Me giré a tiempo para ver que el brujo se acercaba, y no fui lo suficientemente rápido. Sentí la hoja de un puñal clavárseme en un hombro. Fui capaz de levantar la espada para darle un golpe de empuñadura que lo dejó aturdido, y entonces vi mi única oportunidad de huida.
Corrí, y no sé cómo no perdí la espada mientras lo hacía. Les había subestimado, y ese rayo me había hecho pedazos. Comenzaba a marearme cuando llegué a un edificio que parecía haber vivido tiempos mejores y decidí esconderme. Llamé a la puerta a base de puñetazos sin soltar la espada. Me dolía la cabeza bajo aquel atardecer gris, el costado me ardía, y estaba sangrando.
-¡Por favor, abrid!- grité con voz áspera.
La puerta se abrió. Y caí dentro. La espada se deslizó por el suelo un instante, y de pronto me vi rodeado de niños.
Después de preguntar por el mercado por tercera vez en cuatro cinco días, me rendí. Me alejé de la muchedumbre. Algunos puestos y algunas tiendas comenzaban a cerrar. Otra jornada acababa, y yo no había conseguido nada. Nada. Entonces, de pura casualidad escuché algo que captó mi interés. Tal vez no fuese más que por pura desesperación. Un tipo que hablaba con otros dos en susurros miraba a un lado y a otro. Lo había oído claramente mientras pasaba por detrás de ellos. Había dicho “dragona del demonio”, y una alerta se encendió dentro de mí. Me escondí en un portal, a la espera de cualquier movimiento por su parte, observándolos, analizándolos. El que había oído hablar era alto, más que yo, de rostro enjuto, delgado como un látigo, con una barba de chivo de cuatro pelos que le restaba bastante masculinidad. Otro era bajito, rechoncho, y una maza le colgaba del cinto. El tercero era un grandullón cabezón con aspecto de tener la sesera muy pequeña, y llevaba un espadón de considerable tamaño. Formaban un grupo variopinto y, a juzgar por la postura del grandote de brazos cruzados, ése debía ser el guardaespaldas del tipo larguirucho.
Fui paciente y esperé hasta que se movieron. El rechoncho se separó de los otros dos, y yo decidí seguir al que había captado mi interés. Tuve que esconderme en un par de ocasiones para que no me descubrieran, pero en la última esquina que torcí me di de bruces con un callejón sin salida, y no había rastro de los dos hombres. Apreté y fruncí los labios y el ceño, confuso y cabreado. Era una trampa.
Al darme la vuelta había tres tipos, arma en mano. Uno de ellos era el grandullón que seguía al larguirucho. Los otros dos presentaban un aspecto poco saludable, como los de las ratas de biblioteca que no pasan demasiado tiempo bajo el sol. Brujos. Me llevé la mano a la espalda y desenvainé sin dudarlo, poniéndome en guardia. No me apetecía morir en un callejón y acabar tirado en un rincón de mala muerte. Necesitaba encontrar alguna ventaja.
Los dos brujos levantaron sus manos y lanzaron sendos rayos que no me alcanzaron de milagro. Los esquivé por puro reflejo, rodando por el suelo y llegando hasta el grandullón. No pensaba dejar que me atacara él primero. Lancé un tajo ascendente en diagonal aprovechando la inercia mientras me levantaba. Él tenía pinta de ser fuerte, pero yo era más rápido. El tipo consiguió parar el golpe a duras penas, desviando mi espada y haciéndome retroceder. Si ese espadón me alcanzaba estaba jodido. Apenas tuve tiempo de evadir otros dos rayos. Entonces cambié de objetivo. Los ataques a distancia podían fastidiarme a base de bien en un cuerpo a cuerpo, además de que los magos eran los objetivos más débiles y susceptibles de morir primero ante una espada. Corrí hacia uno de ellos, asestando una estocada. Lo que ocurrió a continuación me dejó confuso. El hombre se desvaneció, sin más, y de repente acababa de hendir la espada en el aire. Una ilusión. Una maldita ilusión. Fue entonces cuando un rayo me alcanzó las costillas. Siseé de dolor, retrocediendo y llevándome una mano al costado. Pero no me dieron un respiro, tuve que volver a asir la espada con ambas manos y desviar el espadón del grandullón. En vez de alejarme, enganché la hoja del espadón con la guarda de mi espada, acercándome a ese cabrón a una velocidad que no sospechó, bloqueando sus movimientos durante el tiempo suficiente. Un chirrido metálico se escuchó hasta que las guardas de ambas espadas chocaron, y entonces le di un cabezazo, partiéndole una ceja y haciéndole perder la compostura. Era un truco sucio, pero no estaba como para andarme con sutilezas.
Tuve la suerte de que el grandullón perdió la espada mientras retrocedía tambaleante, llevándose una mano a la ceja partida y gruñendo. De una patada alejé el espadón, que se arrastró por los adoquines en un eco chirriante. Me giré a tiempo para ver que el brujo se acercaba, y no fui lo suficientemente rápido. Sentí la hoja de un puñal clavárseme en un hombro. Fui capaz de levantar la espada para darle un golpe de empuñadura que lo dejó aturdido, y entonces vi mi única oportunidad de huida.
Corrí, y no sé cómo no perdí la espada mientras lo hacía. Les había subestimado, y ese rayo me había hecho pedazos. Comenzaba a marearme cuando llegué a un edificio que parecía haber vivido tiempos mejores y decidí esconderme. Llamé a la puerta a base de puñetazos sin soltar la espada. Me dolía la cabeza bajo aquel atardecer gris, el costado me ardía, y estaba sangrando.
-¡Por favor, abrid!- grité con voz áspera.
La puerta se abrió. Y caí dentro. La espada se deslizó por el suelo un instante, y de pronto me vi rodeado de niños.
Última edición por Firnen Barlan el Miér 18 Ene - 14:04, editado 1 vez
Firnen Barlan
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Re: Contratiempos (Interpretativo) [2/3]
Se había despertado temprano, dejando dormir a Eoghan en el cuarto contiguo, él aun estaba agotado después de todo ese tiempo perdido. Aun no sabía que era lo que le había sucedido y no quería preguntar ni presionar, ya bastante con que el chico había aceptado cortarse el pelo. Igual no tendría que habérselo pedido, pero habría añorado demasiado ver su cara. Había pasado 6 meses sin él, sin verle, sin poder darle un abrazo o sonreírle, ahora que lo tenía a su lado lo último que quería era que se sintiera mal, presionado o solo.
Se colgó una bolsa al hombro, hacía días había descubierto que los niños del orfanato no solían tener visitas médicas. Habían arreglado el orfanato hacía poco, al parecer habían pasado dos años sin uno decente en el centro de la ciudad, un incendio lo había hecho cenizas y los pequeños se habían trasladado a una residencia en las afueras de Lunargenta. En ese momento, había ya una nueva estructura: moderna, cómoda y cálida, para que los niños no pasaran frío los días de invierno. Una vez a la semana habían comenzado a hacer visitas de personas dispuestas a adoptar y la guardia se pasaba por allí de vez en cuando a controlar, parecía ser que anteriormente había habido problemas con quienes habían llevado el orfanato.
Sin embargo, actualmente, parecía ser que un maestro había tomado bajo su mano el orfanato, los niños estaban cuidados, algunos habían comenzado a leer, los más pequeños solían conseguir familias pronto, pero los mayores al menos tenían la oportunidad de, si no eran adoptados, tener algo con lo que poder buscarse empleo en el futuro.
Salió del dormitorio cuando rondaban las dos de la tarde, pasaría un buen rato para poder revisar a todos los niños. Días atrás el maestro la había visto en el hospital, no es que pasara allí demasiado tiempo, pero iba de vez en cuando a ayudar y a crear alguna medicina. Ese día había metido en su bolsa, además de los hilos, las agujas, y los desinfectantes, llevaba algunas medicinas por si había resfriados y unos cuantos dulces para los niños.
Salió en silencio y pidió al posadero que no molestasen a su amigo, si se despertaba, tendría una nota suya informándole de que había ido al orfanato a visitar a los chiquillos. Ya le había dicho en una ocasión que tuviera cuidado al salir, y no le faltaba razón, desde que había salido de Sandorai había tenido demasiadas malas experiencias, y se había vuelto algo más paranoico desde que se perdieron la pista. Lógico, no sabía que podía haberle pasado, en su ausencia, pero no debía haber sido agradable, al final, para dejarlo tranquilo, había tomado la decisión de decirle siempre donde estaría para su tranquilidad, de todos modos, a ella no le costaba escribir una nota, ni, mucho menos, su compañía.
Llegó al edificio, aun faltaba una zona por reconstruir, pero al menos una gran parte estaba ya arreglada, era una suerte. Entró llamando a la puerta y pasó la tarde atendiendo a los niños, que parecían estar bastante bien a excepción de algunas heridas usuales al jugar, no había nada grave o remarcable, por lo que parecía que el día sería tranquilo.
Cuando comenzaba a atardecer, dispuesta a salir ya, se dirigió a la puerta. Escuchó unos fuertes golpes en la puerta que suplicaban que le dejasen entrar. A penas se lo pensó. No había niños cerca, y la persona parecía necesitar ayuda. Abrió la puerta con rapidez y vio caer frente a ella a un hombre de pelo corto y espada en mano. Los niños acudieron al sonido del golpe.
- Niños, llamad al maestro, rápido.- pidió quitándose la bolsa del hombro y arrastrando al hombre dentro.
Cerró la puerta a tiempo de escuchar pasar pasos acelerados y rabiosos, parecía que alguien estaba en búsqueda de ese hombre. Pidió ayuda a uno de los niños más mayores para que la ayudasen a llevarlo a alguna cama. Los niños la ayudaron a preparar con velocidad uno de los cuartos destinados a algún monitor en esa primera planta. Lo tumbaron en la cama y salieron del cuarto por petición de Ely, que comenzó a revisar las heridas mientras aplicaba magia sobre él.
Esperaba que no necesitase cuidados más profundos, a penas tenía algunos materiales estériles, pero si tenía que coser una herida grande le faltaría material e improvisar con materiales de diario no era una buena idea, no quería que se le infectasen las heridas.
Se colgó una bolsa al hombro, hacía días había descubierto que los niños del orfanato no solían tener visitas médicas. Habían arreglado el orfanato hacía poco, al parecer habían pasado dos años sin uno decente en el centro de la ciudad, un incendio lo había hecho cenizas y los pequeños se habían trasladado a una residencia en las afueras de Lunargenta. En ese momento, había ya una nueva estructura: moderna, cómoda y cálida, para que los niños no pasaran frío los días de invierno. Una vez a la semana habían comenzado a hacer visitas de personas dispuestas a adoptar y la guardia se pasaba por allí de vez en cuando a controlar, parecía ser que anteriormente había habido problemas con quienes habían llevado el orfanato.
Sin embargo, actualmente, parecía ser que un maestro había tomado bajo su mano el orfanato, los niños estaban cuidados, algunos habían comenzado a leer, los más pequeños solían conseguir familias pronto, pero los mayores al menos tenían la oportunidad de, si no eran adoptados, tener algo con lo que poder buscarse empleo en el futuro.
Salió del dormitorio cuando rondaban las dos de la tarde, pasaría un buen rato para poder revisar a todos los niños. Días atrás el maestro la había visto en el hospital, no es que pasara allí demasiado tiempo, pero iba de vez en cuando a ayudar y a crear alguna medicina. Ese día había metido en su bolsa, además de los hilos, las agujas, y los desinfectantes, llevaba algunas medicinas por si había resfriados y unos cuantos dulces para los niños.
Salió en silencio y pidió al posadero que no molestasen a su amigo, si se despertaba, tendría una nota suya informándole de que había ido al orfanato a visitar a los chiquillos. Ya le había dicho en una ocasión que tuviera cuidado al salir, y no le faltaba razón, desde que había salido de Sandorai había tenido demasiadas malas experiencias, y se había vuelto algo más paranoico desde que se perdieron la pista. Lógico, no sabía que podía haberle pasado, en su ausencia, pero no debía haber sido agradable, al final, para dejarlo tranquilo, había tomado la decisión de decirle siempre donde estaría para su tranquilidad, de todos modos, a ella no le costaba escribir una nota, ni, mucho menos, su compañía.
Llegó al edificio, aun faltaba una zona por reconstruir, pero al menos una gran parte estaba ya arreglada, era una suerte. Entró llamando a la puerta y pasó la tarde atendiendo a los niños, que parecían estar bastante bien a excepción de algunas heridas usuales al jugar, no había nada grave o remarcable, por lo que parecía que el día sería tranquilo.
Cuando comenzaba a atardecer, dispuesta a salir ya, se dirigió a la puerta. Escuchó unos fuertes golpes en la puerta que suplicaban que le dejasen entrar. A penas se lo pensó. No había niños cerca, y la persona parecía necesitar ayuda. Abrió la puerta con rapidez y vio caer frente a ella a un hombre de pelo corto y espada en mano. Los niños acudieron al sonido del golpe.
- Niños, llamad al maestro, rápido.- pidió quitándose la bolsa del hombro y arrastrando al hombre dentro.
Cerró la puerta a tiempo de escuchar pasar pasos acelerados y rabiosos, parecía que alguien estaba en búsqueda de ese hombre. Pidió ayuda a uno de los niños más mayores para que la ayudasen a llevarlo a alguna cama. Los niños la ayudaron a preparar con velocidad uno de los cuartos destinados a algún monitor en esa primera planta. Lo tumbaron en la cama y salieron del cuarto por petición de Ely, que comenzó a revisar las heridas mientras aplicaba magia sobre él.
Esperaba que no necesitase cuidados más profundos, a penas tenía algunos materiales estériles, pero si tenía que coser una herida grande le faltaría material e improvisar con materiales de diario no era una buena idea, no quería que se le infectasen las heridas.
Eléanör Gàlathiël
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Re: Contratiempos (Interpretativo) [2/3]
Me ayudaron a levantarme y llegué renqueando a una habitación, ayudándome de los enclenques hombros de dos chavales, que me hicieron tumbarme en un lecho. El dolor y la pérdida de sangre me habían dejado aturdido, con un molesto hormigueo en las manos. Cerré el puño de la diestra, sintiendo la ausencia de la empuñadura de la espada, y me erguí en la cama bruscamente antes de soltar un quejido de dolor y volver a tumbarme. Unas manos hábiles se dispusieron a desabrochar cinchas y a deshacerse de mi armadura. Apenas podía ver una imagen distorsionada de un rostro dulce y una melena de fuego.
-Vervada...- balbucí entre sudores y escalofríos.
Sentí un incómodo frío cuando me quitó el peto de cuero. La camisa se pegaba a mi piel, empapada en sangre y sudor. Mi hermana. Tenía que ser ella. ¿Quién si no iba a aparecer para salvarme? Las velas que había en la mesita junto a la cama iluminaba pobremente la habitación. Entorné los ojos, tardé en enfocar la vista, pero no tardé en ver que realmente no se trataba de Vervada, sino de un rostro completamente distinto, y bastante más juvenil. No pude evitar esbozar una mueca de decepción. Habría sido demasiado fácil. Me quedé mirándola entonces, mientras comenzaba a tratarme las heridas, a limpiarlas y a usar... magia. Una hechicera, o tal vez una elfa. Con el cabello suelto no podía verle las orejas.
- ¿Dónde estoy?- pregunté, algo confuso todavía- ¿Mi espada?- esperaba no haberla perdido.
-Vervada...- balbucí entre sudores y escalofríos.
Sentí un incómodo frío cuando me quitó el peto de cuero. La camisa se pegaba a mi piel, empapada en sangre y sudor. Mi hermana. Tenía que ser ella. ¿Quién si no iba a aparecer para salvarme? Las velas que había en la mesita junto a la cama iluminaba pobremente la habitación. Entorné los ojos, tardé en enfocar la vista, pero no tardé en ver que realmente no se trataba de Vervada, sino de un rostro completamente distinto, y bastante más juvenil. No pude evitar esbozar una mueca de decepción. Habría sido demasiado fácil. Me quedé mirándola entonces, mientras comenzaba a tratarme las heridas, a limpiarlas y a usar... magia. Una hechicera, o tal vez una elfa. Con el cabello suelto no podía verle las orejas.
- ¿Dónde estoy?- pregunté, algo confuso todavía- ¿Mi espada?- esperaba no haberla perdido.
Firnen Barlan
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Re: Contratiempos (Interpretativo) [2/3]
Un murmullo salió de los labios del hombre que, confuso, parecía haber creído que era alguien a quien conocía. Frunció el ceño, preocupada, mientras seguía aplicando magia a sus heridas, probablemente sintiera un calor reconfortante a medida que la luz de sus manos entraba en su cuerpo.
Suspiró cuando las heridas comenzaron a cerrarse mientras tomaba una esponja para lavar las heridas que quedaban. Los niños le habían dejado allí un cubo con agua caliente y toallas para que pudiera desinfectar las heridas. Concentrada como estaba, no notó que su paciente estaba despierto hasta que escuchó su voz en los oídos. Dio un ligero saltó, sorprendida, y soltó la esponja en el cubo mientras su mano se movía a su corazón y un tenue brillo blanquecino comenzaba a salir de su piel.
Respiró hondo, y calmó su respiración, era tonta, no había nada de que asustarse, se suponía que debería estar acostumbrada ya tras seis meses en busca de Eoghan, pero en el fondo seguía siendo la niña asustada que salió de Sandorai. Calmándose y perdiendo ese brillo blanquecino de su piel, volvió a tomar la esponja para terminar de limpiar las heridas del hombre.
Retiró el pelo de su frente, poniendo un mechón tras su oreja, dejando ver las pequeñas puntas que sobresalían de estas, y, mientras daba pequeños golpes con la esponja, lo miró y se dispuso a contestar. Después de todo, no era agradable despertar en un lugar desconocido, junto a una extraña y sin tu arma.
- Está en el orfanato de Lunargenta, ha entrado malherido y le estoy tratando las heridas, pronto se encontrará bien.- le prometió con una pequeña sonrisa.-Su espada está junto al armario, apoyada en la pared.- le respondió intentando calmarlo.- Yo soy Eléanör, ¿le duele especialmente en algún lado?- le preguntó interesada en sus heridas, esperando su respuesta para tener claro donde aplicar primero tratamiento.
Suspiró cuando las heridas comenzaron a cerrarse mientras tomaba una esponja para lavar las heridas que quedaban. Los niños le habían dejado allí un cubo con agua caliente y toallas para que pudiera desinfectar las heridas. Concentrada como estaba, no notó que su paciente estaba despierto hasta que escuchó su voz en los oídos. Dio un ligero saltó, sorprendida, y soltó la esponja en el cubo mientras su mano se movía a su corazón y un tenue brillo blanquecino comenzaba a salir de su piel.
Respiró hondo, y calmó su respiración, era tonta, no había nada de que asustarse, se suponía que debería estar acostumbrada ya tras seis meses en busca de Eoghan, pero en el fondo seguía siendo la niña asustada que salió de Sandorai. Calmándose y perdiendo ese brillo blanquecino de su piel, volvió a tomar la esponja para terminar de limpiar las heridas del hombre.
Retiró el pelo de su frente, poniendo un mechón tras su oreja, dejando ver las pequeñas puntas que sobresalían de estas, y, mientras daba pequeños golpes con la esponja, lo miró y se dispuso a contestar. Después de todo, no era agradable despertar en un lugar desconocido, junto a una extraña y sin tu arma.
- Está en el orfanato de Lunargenta, ha entrado malherido y le estoy tratando las heridas, pronto se encontrará bien.- le prometió con una pequeña sonrisa.-Su espada está junto al armario, apoyada en la pared.- le respondió intentando calmarlo.- Yo soy Eléanör, ¿le duele especialmente en algún lado?- le preguntó interesada en sus heridas, esperando su respuesta para tener claro donde aplicar primero tratamiento.
Eléanör Gàlathiël
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Re: Contratiempos (Interpretativo) [2/3]
Hice una mueca de dolor cuando despegó la camisa de la herida del hombro, que se había convertido en una masa sanguinolenta. Abrió la tela con cuidado, y comenzó a limpiar la piel de sangre en proceso de coagulación.
Elfa, concluí después de que se apartara el cabello para llevarlo detrás de una oreja acabada en punta. No tenía nada contra elfos ni contra ninguna otra raza. Me había cruzado con tanta gente de todo tipo, buena, mala, de dudosa moral, de cualquiera de las razas, que estaba curado de espantos. Pero, igualmente, elfa o no, acababa de salvarme la vida, y por ello se había ganado mi entera gratitud, y mi confianza.
La escuché hablar con atención, contestar a mis preguntas mientras limpiaba con la esponja la herida del hombro y la imbuía en su magia, haciéndome sentir una reconfortante calidez que me calmaba y me atenuaba el dolor. Me fié de su palabra cuando dijo dónde estaba mi espada, y solté un gruñido mientras intentaba erguirme un poco en la cama.
-La quemadura…- musité- Agh…- no fui capaz de levantarme, así que desistí-. Me atacaron con magia- le expliqué con voz áspera, y volví a mirarla-. Eléanör…- murmuré en voz más baja, tratando de pronunciarlo como ella-. Yo me llamo Firnen. Gracias por… abrir la puerta…
Elfa, concluí después de que se apartara el cabello para llevarlo detrás de una oreja acabada en punta. No tenía nada contra elfos ni contra ninguna otra raza. Me había cruzado con tanta gente de todo tipo, buena, mala, de dudosa moral, de cualquiera de las razas, que estaba curado de espantos. Pero, igualmente, elfa o no, acababa de salvarme la vida, y por ello se había ganado mi entera gratitud, y mi confianza.
La escuché hablar con atención, contestar a mis preguntas mientras limpiaba con la esponja la herida del hombro y la imbuía en su magia, haciéndome sentir una reconfortante calidez que me calmaba y me atenuaba el dolor. Me fié de su palabra cuando dijo dónde estaba mi espada, y solté un gruñido mientras intentaba erguirme un poco en la cama.
-La quemadura…- musité- Agh…- no fui capaz de levantarme, así que desistí-. Me atacaron con magia- le expliqué con voz áspera, y volví a mirarla-. Eléanör…- murmuré en voz más baja, tratando de pronunciarlo como ella-. Yo me llamo Firnen. Gracias por… abrir la puerta…
Firnen Barlan
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Re: Contratiempos (Interpretativo) [2/3]
Miró la quemadura con gesto de concentración, lógico que le doliera, no tenía buen aspecto, comenzaba a supurar y la piel tardaría en regenerarse. Dejó de limpiar la herida del hombro y situó una mano sobre esta y otra en la quemadura. Una luz blanca comenzó a salir de sus manos e iluminó las zonas heridas. Usar magia era más difícil de lo que pensaban, no sabía otros, pero, para ella, era como coser, debía buscar la zona herida, localizarla palpando, como si la energía que transmitía fueran sus propias manos, y debía decir que no era algo precisamente agradable, cuando localizaba la zona dañada, esa energía se volvía una especie de hilo que traspasaba todo tipo de material y unía con dulzura las heridas hasta sanarlas.
Con las quemaduras era similar, pero a nivel, incluso, más preciso, hacía que los filamentos de piel se tejieran, protegiendo la carne al tiempo que dejaban una sensación de alivio como si pusieran algo fresco encima, reduciendo la quemazón de la zona. Miró la cara del hombre para asegurarse de que el dolor disminuía, era lento, pero poco a poco parecía ir mejorando. Sonrió para si, al menos estaba siendo de ayuda y se dispuso a contestarle con calma.
- Un placer.- le saludó.- y no me lo agradezcas, estabas en problemas, cualquiera habría ayudado.- afirmó con una ligera sonrisa.
Al menos, ella si, en otros tiempos habría salido huyendo, y, en realidad, si le hubiera sucedido en la calle se habría puesto a llorar, pero estaba delante de los niños, no podía hacer eso, y Eoghan le había demostrado que era importante tender una mano, incluso a los extraños, aunque te dieran miedo, porque podías encontrar a personas estupendas, no siempre era el caso, pero si quería crecer, debía dejar de ser tan miedosa, no lo lograba demasiado, pero poquito a poquito iba a mejor.
- ¿Te sientes mejor?- le preguntó cuando vio cerrarse la piel del hombro y de la quemadura.- ¿quieres algo de agua?- debía estar cansado, sus celulas habían empezado a trabajar con mayor rapidez debido a la magia, que, en realidad, no era tan mágica, solo era, como toda la medicina, ciencia.
Con las quemaduras era similar, pero a nivel, incluso, más preciso, hacía que los filamentos de piel se tejieran, protegiendo la carne al tiempo que dejaban una sensación de alivio como si pusieran algo fresco encima, reduciendo la quemazón de la zona. Miró la cara del hombre para asegurarse de que el dolor disminuía, era lento, pero poco a poco parecía ir mejorando. Sonrió para si, al menos estaba siendo de ayuda y se dispuso a contestarle con calma.
- Un placer.- le saludó.- y no me lo agradezcas, estabas en problemas, cualquiera habría ayudado.- afirmó con una ligera sonrisa.
Al menos, ella si, en otros tiempos habría salido huyendo, y, en realidad, si le hubiera sucedido en la calle se habría puesto a llorar, pero estaba delante de los niños, no podía hacer eso, y Eoghan le había demostrado que era importante tender una mano, incluso a los extraños, aunque te dieran miedo, porque podías encontrar a personas estupendas, no siempre era el caso, pero si quería crecer, debía dejar de ser tan miedosa, no lo lograba demasiado, pero poquito a poquito iba a mejor.
- ¿Te sientes mejor?- le preguntó cuando vio cerrarse la piel del hombro y de la quemadura.- ¿quieres algo de agua?- debía estar cansado, sus celulas habían empezado a trabajar con mayor rapidez debido a la magia, que, en realidad, no era tan mágica, solo era, como toda la medicina, ciencia.
Eléanör Gàlathiël
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Re: Contratiempos (Interpretativo) [2/3]
Dejé escapar el aire de los pulmones con un entrecortado suspiro cuando el torrente de luz blanca salió de sus palmas. Cerré los ojos un momento, notando el calor, sintiendo cómo el tiritar violento de mis extremidades remitía. Los abrí de nuevo, y en ellos se podía ver el alivio, el dolor desvanecerse. No importa las veces que te hayan herido. No importa cuántas veces hayas recibido una estocada, cuántas te ha mordido el acero de un cuchillo. Siempre duele como la primera vez. Siempre.
Me humedecí los labios resecos cuando la chica respondió a mi agradecimiento. Apreté los labios esbozando una sonrisa cansada, ladeada, contagiándome por la suya propia. Parecía frágil, pero uno no puede ser frágil si hace gala de semejante poder, y es que sabía que la curación mágica no era cuestión de broma. Estaba haciendo un gasto de su energía para sanarme. De algún modo, me estaba dando parte de su vitalidad. O eso era lo que me habían contado.
-Te sorprendería- murmuré.
Cuando la luz en sus palmas se apagó, me llevé una mano a la quemadura, que ya no estaba, ni tampoco la herida abierta del hombro. Moví la articulación haciendo un par de rotaciones, comprobando que estuviera todo en orden, y deseé haber tenido una magia semejante a mi disposición cada vez que me habían herido.
-Como nuevo- respondí, palpándome el costado. La piel no estaba rugosa, ni tirante. No había ni rastro-. Un poco de agua sí, por favor- pedí finalmente. Con la pérdida de sangre, estaba seco.
Me humedecí los labios resecos cuando la chica respondió a mi agradecimiento. Apreté los labios esbozando una sonrisa cansada, ladeada, contagiándome por la suya propia. Parecía frágil, pero uno no puede ser frágil si hace gala de semejante poder, y es que sabía que la curación mágica no era cuestión de broma. Estaba haciendo un gasto de su energía para sanarme. De algún modo, me estaba dando parte de su vitalidad. O eso era lo que me habían contado.
-Te sorprendería- murmuré.
Cuando la luz en sus palmas se apagó, me llevé una mano a la quemadura, que ya no estaba, ni tampoco la herida abierta del hombro. Moví la articulación haciendo un par de rotaciones, comprobando que estuviera todo en orden, y deseé haber tenido una magia semejante a mi disposición cada vez que me habían herido.
-Como nuevo- respondí, palpándome el costado. La piel no estaba rugosa, ni tirante. No había ni rastro-. Un poco de agua sí, por favor- pedí finalmente. Con la pérdida de sangre, estaba seco.
Firnen Barlan
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Re: Contratiempos (Interpretativo) [2/3]
Sonrió y se levantó de la silla en la que se había instalado para curarlo. Abrió la puerta del cuarto para llamar a algún niño y encontró un montón de ojitos mirándola desde bajo. Se quedó parada un instante y los miró con un suspiro. Esos niños eran unos curiosos, no tenían remedio, solo esperaba que, un día, la curiosidad no les costara caro.
- Podéis...- dudó tímida, siempre lo era, incluso con niños, por eso llevaba los dulces en la bolsa, solía ayudarla a que los niños se acercasen y a perder la vergüenza en el primer momento.- ¿podéis traer algo de agua y de comer?- pidió.
Los niños asintieron y unos cuantos comenzaron a correr hacia la cocina. Ely los miró con una risa y se dispuso a volver dentro cuando sintió un tirón de su camisa. Miró hacia bajo, una niña había agarrado su bota, no debía tener más de tres años y era tan miedosa como la misma Ely, pero la pequeña, con motivo.
El maestro le había contado la historia de la pequeña, los padres de la niña no eran precisamente amables. Había llegado hacía algunas semanas, con marcas de golpes en varias partes del cuerpo que Ely había logrado hacer desaparecer, aun no confiaba en los adultos, solo se acercaba a ella, tal vez porque fue quien borro las marcas de su pasado, tal vez porque era tan menuda y delgada que dudaba que pudiera hacerle daño.
- ¿Pupa?- Preguntó la niña con cara asustada. Ely sabía que no se refería a si ese hombre estaba herido, si no que se refería a si la heriría a ella.
- No- se agachó la elfa para tomar a la niña en brazos.- no pupa.- contestó con una sonrisa calmada.
- Pe...pero... es grande.- señaló la chiquilla a la altura del hombre.
- ¿Sabes qué? Normalmente, la gente grande está para cuidar de quienes somos pequeños.- explicó Ely, pensando en Eoghan y lo protector que era con ella.- ¿Vamos?- Le preguntó, pero cuando la niña negó con la cabeza la dejó en el suelo y le permitió alejarse, con la cabecita llena de dudas. Suspiró y entró al cuarto volviendo a tomar asiento para comenzar a recoger las cosas.- Ahora traerán algo de comer.- comentó, Ely siempre era asustadiza y vergonzosa, pero con sus pacientes, parecía perder el tartamudeo y los nervios.- ¿qué... qué ha pasado?- le preguntó dudosa.- ¿Por qué lo han atacado?- frunció levemente el ceño.
- Podéis...- dudó tímida, siempre lo era, incluso con niños, por eso llevaba los dulces en la bolsa, solía ayudarla a que los niños se acercasen y a perder la vergüenza en el primer momento.- ¿podéis traer algo de agua y de comer?- pidió.
Los niños asintieron y unos cuantos comenzaron a correr hacia la cocina. Ely los miró con una risa y se dispuso a volver dentro cuando sintió un tirón de su camisa. Miró hacia bajo, una niña había agarrado su bota, no debía tener más de tres años y era tan miedosa como la misma Ely, pero la pequeña, con motivo.
El maestro le había contado la historia de la pequeña, los padres de la niña no eran precisamente amables. Había llegado hacía algunas semanas, con marcas de golpes en varias partes del cuerpo que Ely había logrado hacer desaparecer, aun no confiaba en los adultos, solo se acercaba a ella, tal vez porque fue quien borro las marcas de su pasado, tal vez porque era tan menuda y delgada que dudaba que pudiera hacerle daño.
- ¿Pupa?- Preguntó la niña con cara asustada. Ely sabía que no se refería a si ese hombre estaba herido, si no que se refería a si la heriría a ella.
- No- se agachó la elfa para tomar a la niña en brazos.- no pupa.- contestó con una sonrisa calmada.
- Pe...pero... es grande.- señaló la chiquilla a la altura del hombre.
- ¿Sabes qué? Normalmente, la gente grande está para cuidar de quienes somos pequeños.- explicó Ely, pensando en Eoghan y lo protector que era con ella.- ¿Vamos?- Le preguntó, pero cuando la niña negó con la cabeza la dejó en el suelo y le permitió alejarse, con la cabecita llena de dudas. Suspiró y entró al cuarto volviendo a tomar asiento para comenzar a recoger las cosas.- Ahora traerán algo de comer.- comentó, Ely siempre era asustadiza y vergonzosa, pero con sus pacientes, parecía perder el tartamudeo y los nervios.- ¿qué... qué ha pasado?- le preguntó dudosa.- ¿Por qué lo han atacado?- frunció levemente el ceño.
Eléanör Gàlathiël
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Re: Contratiempos (Interpretativo) [2/3]
Me lamí los labios para tratar de humedecerlos, pero tenía la lengua tan seca como el esparto. De repente me daba cuenta de lo sediento que estaba, y el cansancio me sobrevino de golpe. Levanté la vista hacia el umbral de la puerta, por donde asomaban un montón de rostros infantiles que nos observaban con expectación. La mayoría salieron disparados por el pasillo ante la petición de la doncella elfa. Se escuchaban los fuertes pisotones en el suelo, además de una patente competitividad entre ellos por llegar primero a por la comida y el agua.
- ¡Yo primero!- gritaba uno.
- ¡Ely me lo ha pedido a mí!
- ¡Eso es mentira!
Solté una breve carcajada, negando con la cabeza hasta percatarme de la cosa diminuta que reclamaba la atención de la elfa. Ladeé la cabeza mirando a la criatura, y levanté las cejas cuando la elfa le respondió. Sonreí de lado. No solía rodearme de niños demasiado a menudo, por no decir que nunca. No sabía cómo tratar con ellos. Miré a la sanadora nuevamente, que se dirigía a mí esta vezm. Me quedé mirándola algo más de tiempo de lo que debería, fijamente. Tal vez fuera por la pérdida de sangre, pero lo cierto es que era bonita y, por su forma de moverse, de hablar y de conportarse, parecía frágil. Torcí el gesto ante su pregunta.
-Lo cierto es... que no lo sé muy bien- respondí con sinceridad-. Estoy buscando a mi hermana, y me pareció oír algo que me dio a pensar que hablaban de ella. Seguí a un par de tipos por las calles, y de repente era yo la presa- le expliqué, encogiéndome de hombros-. Me atacaron con magia, y uno de ellos parecía ser el lacayo del otro. Había un tercero, pero no me di cuenta de que era una ilusión hasta que fue tarde- me pasé una mano por la frente y el pelo.
- ¡Yo primero!- gritaba uno.
- ¡Ely me lo ha pedido a mí!
- ¡Eso es mentira!
Solté una breve carcajada, negando con la cabeza hasta percatarme de la cosa diminuta que reclamaba la atención de la elfa. Ladeé la cabeza mirando a la criatura, y levanté las cejas cuando la elfa le respondió. Sonreí de lado. No solía rodearme de niños demasiado a menudo, por no decir que nunca. No sabía cómo tratar con ellos. Miré a la sanadora nuevamente, que se dirigía a mí esta vezm. Me quedé mirándola algo más de tiempo de lo que debería, fijamente. Tal vez fuera por la pérdida de sangre, pero lo cierto es que era bonita y, por su forma de moverse, de hablar y de conportarse, parecía frágil. Torcí el gesto ante su pregunta.
-Lo cierto es... que no lo sé muy bien- respondí con sinceridad-. Estoy buscando a mi hermana, y me pareció oír algo que me dio a pensar que hablaban de ella. Seguí a un par de tipos por las calles, y de repente era yo la presa- le expliqué, encogiéndome de hombros-. Me atacaron con magia, y uno de ellos parecía ser el lacayo del otro. Había un tercero, pero no me di cuenta de que era una ilusión hasta que fue tarde- me pasé una mano por la frente y el pelo.
Firnen Barlan
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Re: Contratiempos (Interpretativo) [2/3]
Asintió entendiendo, ella había sido capaz de abandonar su hogar, todo lo que conocía, a pesar de su temor, con tal de encontrar a su hermano, si habían sido brujos entendía porqué había tneido quemaduras tan graves. Tragó saliva, le ponían nerviosa los brujos, les tenía pavor, desde la guerra, elfos y brujos nunca se habían llevado bien, y a ella la habían educado para tener claro que sus disputas no habían pasado, y que cualquier brujo sería capaz de dañarla si la veía.
- No te preocupes, esto es casi sagrado, nadie entra al orfanato para hacer daño, ya no.- explicó calmandolo e intentando no pensar en que pudieran atacarla a ella.
La puerta se abrió y entraron tres niños a tropel con una bandeja de comida, pan, queso, algo de estofado de carne y una jarra grande de agua junto a un vaso. Ely les lanzó una mirada de que tuvieran cuidado, ya que estaban yendo a tropiezos y podrían perfectamente tirar la comida o hacerse daño. Pararon su avance a trompicones y entraron más tranquilos, mirando de reojo al hombre que se encontraba acostado en la cama, con la curiosidad brillando en sus ojos inocentes.
Dejaron la bandeja sobre la mesilla y salieron corriendo, con timidez, cerrando la puerta a sus espaldas. Ely sonrió a la puerta cerrada y se giró a mirar al hombre sirviéndole un vaso de agua antes de cederselo para que bebiera, él mismo le había dicho que tenía la boca seca. Lógico, lo que le extrañaba es que no se hubiera dormido directamente tras recibir el tratamiento.
- Lo siento, son tímidos- comentó.
- No te preocupes, esto es casi sagrado, nadie entra al orfanato para hacer daño, ya no.- explicó calmandolo e intentando no pensar en que pudieran atacarla a ella.
La puerta se abrió y entraron tres niños a tropel con una bandeja de comida, pan, queso, algo de estofado de carne y una jarra grande de agua junto a un vaso. Ely les lanzó una mirada de que tuvieran cuidado, ya que estaban yendo a tropiezos y podrían perfectamente tirar la comida o hacerse daño. Pararon su avance a trompicones y entraron más tranquilos, mirando de reojo al hombre que se encontraba acostado en la cama, con la curiosidad brillando en sus ojos inocentes.
Dejaron la bandeja sobre la mesilla y salieron corriendo, con timidez, cerrando la puerta a sus espaldas. Ely sonrió a la puerta cerrada y se giró a mirar al hombre sirviéndole un vaso de agua antes de cederselo para que bebiera, él mismo le había dicho que tenía la boca seca. Lógico, lo que le extrañaba es que no se hubiera dormido directamente tras recibir el tratamiento.
- Lo siento, son tímidos- comentó.
Eléanör Gàlathiël
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Re: Contratiempos (Interpretativo) [2/3]
—¿Ya no? — pregunté con cierta curiosidad, aunque sin malicia. Por lo que había dicho, y a juzgar por las partes del edificio a medio construir, el orfanato había conocido tiempos mejores, y también peores.
Justo en ese momento entraron tres críos con una bandeja y agua, trastabillando y haciendo peligrar el equilibrio de los platos que llevaban encima. Torcí una sonrisa al ver su timidez cuando me miraron. La curiosidad les podía, pero después les daba vergüenza. Cuando se fueron, me incliné sobre el lecho hasta quedarme sentado y tomar el vaso de agua que la elfa me tendía tan amablemente. Y entonces beber agua me supo a gloria, y a vida. Me la bebí del tirón, y solté un suspiro de puro alivio al acabármela. Tal vez debiera ir más despacio, pero en cuanto había probado el agua en los labios no había podido evitar beber de forma ansiosa.
-Gracias- suspiré, y entonces miré la comida sobre la mesilla, y me supo muy mal-. Escucha… Os agradezco todo esto, a todos. Pero esa comida les hará más falta a los huérfanos que a mí. No puedo aceptarla- negué, levantando la vista para mirar a la elfa a los ojos-. Ya has hecho mucho por mí, Eléanor- dije, bajando el tono de voz para hacerlo más suave y menos áspero mientras cogía una de sus manos, pequeña, suave y frágil, entre las mías, duras y callosas.
Justo en ese momento entraron tres críos con una bandeja y agua, trastabillando y haciendo peligrar el equilibrio de los platos que llevaban encima. Torcí una sonrisa al ver su timidez cuando me miraron. La curiosidad les podía, pero después les daba vergüenza. Cuando se fueron, me incliné sobre el lecho hasta quedarme sentado y tomar el vaso de agua que la elfa me tendía tan amablemente. Y entonces beber agua me supo a gloria, y a vida. Me la bebí del tirón, y solté un suspiro de puro alivio al acabármela. Tal vez debiera ir más despacio, pero en cuanto había probado el agua en los labios no había podido evitar beber de forma ansiosa.
-Gracias- suspiré, y entonces miré la comida sobre la mesilla, y me supo muy mal-. Escucha… Os agradezco todo esto, a todos. Pero esa comida les hará más falta a los huérfanos que a mí. No puedo aceptarla- negué, levantando la vista para mirar a la elfa a los ojos-. Ya has hecho mucho por mí, Eléanor- dije, bajando el tono de voz para hacerlo más suave y menos áspero mientras cogía una de sus manos, pequeña, suave y frágil, entre las mías, duras y callosas.
Firnen Barlan
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Re: Contratiempos (Interpretativo) [2/3]
Asintió, no todos conocían lo sucedido con el orfanato, pero a ella el profesor se lo había pasado a narrar con bastantes detalles, para desgracia de su pequeña e inocente cabecita. Tomó aire y comezó a explicar, con las palabras más suaves que pudo, la misma historia que había oido ella tiempo atrás.
Sabía que durante bastante tiempo ese lugar había sido un sitio sucio, roto y lleno de niños hambrientos. Una mujer, Madame, como le habían dicho que se llemaba, era una auténtica ogro. Había obligado a los niños a trabajar por unos aeros que después le entregaban a ella, aeros que se gastaba en lujos. Las subvenciones, en sus manos, jamás habían pasado por manos de los niños de modo alguno. Le habían contado que una joven que con el tiempo se había vuelto guardia de la ciudad, era la que había detenido a esa mujer muchos inviernos atrás, pero que, al parecer, la mala suerte del lugar había seguido.
Un caballero había pasado a llevar el orfanato tras esta mujer, un hombre que, se suponía, gozaba de buena fama entre los nobles, ciertamente, las condiciones de los niños habían mejorado en esa época, pero pronto habían visto que algo no marchaba bien cuando los pequeños comenzaron a desaparecer sin razón aparente. La guardia descubrió que algo extraó pasaba y acabaron con la vampiresa que se alimentaba con los niños a cambio de proporcionar clientes para la venta de niños, al final, esa vampiresa había muerto en un incendio. Aunque de algún modo los niños habían salido todos sanos y salvos.
Al final, habían reconstruido el orfanato, estaban ya casi terminándolo, se había vuelto un sitio amplio, cálido, limpio, con todas sus alas en buen estado a excepción de una, que era la que seguía en reconstrucción. Cuando terminó de explicarse, negó con la cabeza, no había problemas con la comida, ya no. Sonrió y volvió a pasarle la bandeja de comida con calma.
- No te preocupes, ya no hay problemas.- afirmó tranquila.- Ahora hay subvenciones, llegan a los niños y todo va bien, es algo caotico, como todo cuando hay niños, pero va todo bien.- aseguró.
Porque así era, desde que el profesor había tomado las riendas, todo era mejor, una joven de pelo corto de la guardia solía ir a revisar que todo funcionara bien, aunque Ely había notado que la joven tenía ausencias largas, probablemente por trabajo, y ella había tomado el ir a comprobar que todo fuera bien como una obligación silenciosa.
Sabía que durante bastante tiempo ese lugar había sido un sitio sucio, roto y lleno de niños hambrientos. Una mujer, Madame, como le habían dicho que se llemaba, era una auténtica ogro. Había obligado a los niños a trabajar por unos aeros que después le entregaban a ella, aeros que se gastaba en lujos. Las subvenciones, en sus manos, jamás habían pasado por manos de los niños de modo alguno. Le habían contado que una joven que con el tiempo se había vuelto guardia de la ciudad, era la que había detenido a esa mujer muchos inviernos atrás, pero que, al parecer, la mala suerte del lugar había seguido.
Un caballero había pasado a llevar el orfanato tras esta mujer, un hombre que, se suponía, gozaba de buena fama entre los nobles, ciertamente, las condiciones de los niños habían mejorado en esa época, pero pronto habían visto que algo no marchaba bien cuando los pequeños comenzaron a desaparecer sin razón aparente. La guardia descubrió que algo extraó pasaba y acabaron con la vampiresa que se alimentaba con los niños a cambio de proporcionar clientes para la venta de niños, al final, esa vampiresa había muerto en un incendio. Aunque de algún modo los niños habían salido todos sanos y salvos.
Al final, habían reconstruido el orfanato, estaban ya casi terminándolo, se había vuelto un sitio amplio, cálido, limpio, con todas sus alas en buen estado a excepción de una, que era la que seguía en reconstrucción. Cuando terminó de explicarse, negó con la cabeza, no había problemas con la comida, ya no. Sonrió y volvió a pasarle la bandeja de comida con calma.
- No te preocupes, ya no hay problemas.- afirmó tranquila.- Ahora hay subvenciones, llegan a los niños y todo va bien, es algo caotico, como todo cuando hay niños, pero va todo bien.- aseguró.
Porque así era, desde que el profesor había tomado las riendas, todo era mejor, una joven de pelo corto de la guardia solía ir a revisar que todo funcionara bien, aunque Ely había notado que la joven tenía ausencias largas, probablemente por trabajo, y ella había tomado el ir a comprobar que todo fuera bien como una obligación silenciosa.
Eléanör Gàlathiël
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Re: Contratiempos (Interpretativo) [2/3]
Escuché con atención toda aquella historia. Era un auténtico milagro que ningún crío hubiese resultado al menos herido en el incendio. Si bien habían tenido mala suerte con los regentes del orfanato, realmente tenían una estrella a su lado que velaba por ellos. Tal vez los dioses sí intervengan en el libre albedrío de la humanidad al fin y al cabo. Y no sabía qué había sido peor, si esa Madame de mano dura y avaricia descomunal, o el caballero compinchado con los vampiros. Hay atrocidades que me siguen sorprendiendo pese a los años que ya cargo a la espalda.
-Bueno, si insistes…- murmuré. Lo cierto es que las tripas acababan de rugirme nada más oler la comida caliente.
Me senté bien sobre la cama, cogí la bandeja y la coloqué sobre mis muslos. Cogí el plato y la cuchara para empezar a comer cada vez con más ansias, dándome cuenta del hambre que tenía. Entonces caí en algo. Jarek.
-Oye…- murmuré, dejando de engullir, y dando un trago de agua para bajar la comida que se había quedado atascada en mi garganta-. Tengo un amigo esperándome en una posada. Lo más probable es que acabe tan borracho que ni se dé cuenta de que no estoy, pero… Tal vez debería dejar de abusar de tu hospitalidad y marcharme.
-Bueno, si insistes…- murmuré. Lo cierto es que las tripas acababan de rugirme nada más oler la comida caliente.
Me senté bien sobre la cama, cogí la bandeja y la coloqué sobre mis muslos. Cogí el plato y la cuchara para empezar a comer cada vez con más ansias, dándome cuenta del hambre que tenía. Entonces caí en algo. Jarek.
-Oye…- murmuré, dejando de engullir, y dando un trago de agua para bajar la comida que se había quedado atascada en mi garganta-. Tengo un amigo esperándome en una posada. Lo más probable es que acabe tan borracho que ni se dé cuenta de que no estoy, pero… Tal vez debería dejar de abusar de tu hospitalidad y marcharme.
Firnen Barlan
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Re: Contratiempos (Interpretativo) [2/3]
Sonrió cuando él comenzó a comer, estaba claro que la historia del orfanato había dejado huella en la historia de la ciudad. Pero por fin parecía ir todo mejor para los niños. El reloj resonó haciendo temblar las paredes, era tarde, debería volver ya a la posada, Eoghan estaría esperándola y no quería preocuparlo, pero tampoco quería dejar a un herido solo entre los niños, que eran muy dulces, pero la curiosidad les podía y no le dejarían reposar, sin embargo, fue él quien le dio la solución al conflicto.
- ¿Qué posada? ¿la del rey y la reina? En esa es en la que me hospedo yo. - explicó.- ¿Qué te parece si vamos hacia allí?, si tienes alguna herida más puedo seguir allí el tratamiento y supongo que los que te atacaron ya habrán desistido.- Propuso con tranquilidad.
Parecía ser una buena persona, como ella, se preocupaba por su familia, aunque, probablemente, él si habría conocido a su hermana, ella no tenía idea alguna de donde estaría su hermano ni pistas de como sería más allá de la marca de nacimiento y el nombre. Suponía que no sería fácil encontrar a un elfo desterrado. Y menos si esa persona no querían que la encontrasen, y, menos aun, si había estado preocupada buscando al guerrero.
Aun sentía la presión en el pecho de los meses que había estado sin Eoghan, la preocupación, y, en ocasiones, incluso le temblaban las manos, el miedo, la imagen del chico desaliñado, hambriento y sediento, herido, sentado en mitad de la calle seguía dándole pesadillas, no tenía idea alguna de que habría pasado el chico durante los meses separados, y seguía temiendo preguntar, no era capaz de hacer gran cosa por él, no era fuerte, no podía salir a buscar a quienes le habían herido de ese modo por ganas que tuviera, tampoco era vengativa, y su preocupación no iba a quien había sido, si no a que no volviera a pasar, su carácter era blando, y lo único que podía hacer era dar un apoyo silencioso y esperar a que él fuera quien, en algún momento, se decidiera a hablar.
Se pasaba las noches en el sillón, pegando el oído a la pared, intentando oír la respiración pausada del chico, esperando no escuchar gritos entre pesadillas o, si lo hacía, salir corriendo para calmar sus pesadillas sin que este llegara a despertar. Miró, nuevamente, a Firnen, volviendo al presente y se levantó de la silla para despedirse de los niños que seguían en la puerta, coger la capa, y salir de camino a la posada. Se detuvo en la entrada, mirando de un lado a otro, el cielo comenzaba a oscurecer y la calle estaba tranquila, solo algunas madres corrían con sus hijos y otras personas volvían del trabajo, apresurándose para llegar a casa antes de que cayese la noche, aun más fría que el día.
- Me voy marchando.- informó a los niños.
- ¿Qué posada? ¿la del rey y la reina? En esa es en la que me hospedo yo. - explicó.- ¿Qué te parece si vamos hacia allí?, si tienes alguna herida más puedo seguir allí el tratamiento y supongo que los que te atacaron ya habrán desistido.- Propuso con tranquilidad.
Parecía ser una buena persona, como ella, se preocupaba por su familia, aunque, probablemente, él si habría conocido a su hermana, ella no tenía idea alguna de donde estaría su hermano ni pistas de como sería más allá de la marca de nacimiento y el nombre. Suponía que no sería fácil encontrar a un elfo desterrado. Y menos si esa persona no querían que la encontrasen, y, menos aun, si había estado preocupada buscando al guerrero.
Aun sentía la presión en el pecho de los meses que había estado sin Eoghan, la preocupación, y, en ocasiones, incluso le temblaban las manos, el miedo, la imagen del chico desaliñado, hambriento y sediento, herido, sentado en mitad de la calle seguía dándole pesadillas, no tenía idea alguna de que habría pasado el chico durante los meses separados, y seguía temiendo preguntar, no era capaz de hacer gran cosa por él, no era fuerte, no podía salir a buscar a quienes le habían herido de ese modo por ganas que tuviera, tampoco era vengativa, y su preocupación no iba a quien había sido, si no a que no volviera a pasar, su carácter era blando, y lo único que podía hacer era dar un apoyo silencioso y esperar a que él fuera quien, en algún momento, se decidiera a hablar.
Se pasaba las noches en el sillón, pegando el oído a la pared, intentando oír la respiración pausada del chico, esperando no escuchar gritos entre pesadillas o, si lo hacía, salir corriendo para calmar sus pesadillas sin que este llegara a despertar. Miró, nuevamente, a Firnen, volviendo al presente y se levantó de la silla para despedirse de los niños que seguían en la puerta, coger la capa, y salir de camino a la posada. Se detuvo en la entrada, mirando de un lado a otro, el cielo comenzaba a oscurecer y la calle estaba tranquila, solo algunas madres corrían con sus hijos y otras personas volvían del trabajo, apresurándose para llegar a casa antes de que cayese la noche, aun más fría que el día.
- Me voy marchando.- informó a los niños.
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