El primer paso no es el más fácil +18 [Interpretativo] [Libre]
Aerandir :: Reinos del este. :: Ulmer
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El primer paso no es el más fácil +18 [Interpretativo] [Libre]
El día llegaba a su final, el cielo no podía presumir de su característico azul celeste, si no de una capa algodonada color gris, sólido, aparentaba ser un infinito techo de fino material carente de cualquier perturbación o textura que pudiese arruinar su perfección, completamente alisada. Al viento le gustaba mucho este tipo de clima por eso parecía llegar de todas partes, los distintos puntos cardinales se turnaban uno a uno, para enviar oleadas de refrescantes brisas que paseaban, recorrían y danzaban por todos los campos desde Ulmer, hasta los campos a sus afueras, en cualquier dirección, aquellos invisibles visitantes avanzaban sin que nada les interrumpiera, algunos bajaban desde las montañas hasta ocultarse en las faldas del bosque, otros provenían del mar, realmente no importaba, porque hoy parecía ser el día en el que transitaban con mayor frecuencia por la región.
Había salido de casa al medio-día, tomando las precauciones necesarias, cargaba lo necesario dentro de un morral de cuero. Mi vestimenta no destacaba ni por su color, menos por su calidad. Ropa cómoda, a la medida, de los distintos materiales que podías encontrar en Ulmer como materia prima. Cuero, algodón, seda, lo que fuera. Llevaba una camisa ligera, de tela suave que se abría desde la escotadura yugular, hasta la mitad de mi pecho, esta apertura era claramente disminuida por un cordel a medio anudar, que unía ambos extremos de la camisa que dejaban algo de piel expuesta. Un cinturón de largo cuero, del cual pendía la funda de cuero que sostenía mi Xifos, que marcaba la diferencia clara entre el torso y las extremidades inferiores, un extremo de este, colgaba lateralmente, de forma paralela a mi pierna derecha, llevaba pantalones a juego y botas cómodas para el viaje. El morral colgaba de mi torso, cruzando desde mi hombro derecho hacia la izquierda de mi cadera, de donde colgaba la bolsa cuidadosamente unida por distintos tejidos. El collar que se sostenía de mi cuello, apenas presumía una parte de su correa a quienes se acercaran lo suficiente, sin exponer el dije arraigado a la correa. Por último, pero no menos importante, llevaba un discreto bordado del logotipo que abanderaba a mi raza en la camisa.
Tenía ya varias horas de camino, inconstante, desde mi partida. El paisaje había cambiado de ser una aldea, llena de vida y hogares, con el olor característico a leña, carne al fuego, hierbas y césped húmedo, algo de humo en determinadas zonas, el sonido de varias voces presentes en los alrededores, distintos materiales de trabajo chocando unos con otros, por algo completamente opuesto, el olor a alimento se había extinto, fue sustituido por tierra húmeda, césped. A la vista, pocas señales de vida cada tantos metros, las casas se habían limitado a una o dos alejadas entre sí y al mismo tiempo de otras más. La compañía que antes eran un montón de pequeños curiosos, que se acercaban a preguntar a dónde me dirigía, quién era, qué haría y si sentía miedo, desapareció, quien acompañaba mis pasos en este momento no era nada más que el viento y un sol que no pensaba asomarse para dar dirección a mi rumbo. Sin embargo, ignorando los sentimientos de desconfianza ante lo que no conocía, la soledad y pensamientos que te recordaban cuán idiota serías si llegabas a desorientarte, el viaje no parecía ser tan malo. Podía comenzar a sumergirme en una profunda introspección mientras recorría los incontables kilómetros que tenía que cubrir durante un tiempo indefinido, tal vez eso aligeraría la carga física que representaba un viaje así.
Aunque esperaba poder nadar en un mar de pensamientos, no pasaron ni cinco minutos cuando un estruendo, semejante a un golpe seco ocasionado por lo que probablemente sería un objeto grande y pesado, me hizo reaccionar, mi cabeza giró en aquella dirección de donde provenía el ruido, sin embargo, mi cuerpo no reaccionó hasta que una voz que solo podía comparar como un débil sonido que apenas podía arrastrar sus cuerdas vocales para poder ser emitido, llegó a mi agudo sentido del oído, inmediatamente un impulso me obligó, sin titubear, a correr en aquella dirección, en donde me encontraría con un anciano de rodillas a un lado de una carreta de madera, cubierta por encima con una manta atada a los bordes. El individuo se quejaba y lamentaba a un lado de su transporte. Me acerqué lo suficiente como para poder observarlo y a su transporte. Mi carrera aligeró el paso hasta convertirse en suaves pasos que avanzaban hacia el anciano.
- Disculpe... - emití discretamente, mientras la distancia entre ambos. - Mi nombre es Jon, Jon Sköll. No sé que ha sucedido, pero permítame ayudarle... - me presenté amablemente y conservé una voz tan cálida y servicial como la incertidumbre que sentía me lo permitía. La solución era sencilla, pero no la más adecuada para aquellos con prejuicios. Aun así la pondría en práctica.
- S-sí, verá... - contestó respetuosamente el anciano, narrando cada detalle de lo que había pasado. Aunque sinceramente no presté mucha atención a los detalles, pues me había enfocado en la forma en la que le ayudaría
Pasé delante del carro, que tenía, colgando de el y tiradas en el suelo, un par de gruesas correas para lo que arrastrara su transporte, le pedí al anciano que me esperara en un punto en el que yo no era visible, en mi totalidad, para el. Me despojé apresurado de las prendas, que llevaba puestas, y las metí en el morral de cuero, que posteriormente subí al lugar de carga. Respiré profundamente y en cuestión de segundos, cedí al cambio. Una abrupta transformación, alteró hasta el último centímetro de mi cuerpo, morfológicamente hablando, había "despertado" como un ser físicamente distinto al que se había presentado. Carecía de formas de comunicarme con individuos humanos, como creía del anciano, así que, una vez que mis ojos, ahora llenos en su iris por una tonalidad amarilla-dorada, ubicaron el rumbo dentro del sendero, mi cuerpo echó a andar, utilizando cada músculo que lo componía para arrastrar el carro de gran volumen, que, afortunadamente, no llevaba una carga más pesada de lo que aparentaba ser. El anciano, al percatarse del movimiento, se acercó para poder abordar su carroza y, aunque su sorpresa no fue grata, al ver que el cándido joven era un licántropo, no terminó por hacer otra cosa mas que sonreir un poco, en principio temeroso y subió. Desconocía su postura con respecto a los de mi raza, aunque yo conocía la nuestra acerca de ellos, aunque no podía culparlos a todos por ello, me limitaría a comprenderlos, tanto como mi tolerancia me lo permitiera.
La noche había llegado, una pequeña granja, fue el lugar en el que el anciano me pidió dejar de tirar del carro, con sumo cuidado, comenzó a retirarme las correas de encima, mientras que yo enfocaba mi mente, en todo lo posible, por no voltear, mostrarle los colmillos y hacerme con un festín de carne humana. Temía por la vida del indefenso anciano, quien me agradecía mientras echaba el morral con mis pertenencias encima de mi lomo. Tan pronto como sentí el peso de lomo, como sus agradecimientos, creí haber asentido con la cabeza, antes de echar a andar sin rumbo, siguiendo el sendero a toda velocidad, temeroso por poder lastimarle si me quedaba más tiempo. No había convivido con humanos por mucho tiempo anteriormente, no de esa forma, no conocía la forma en la que mi instinto me pediría reaccionar, pero el riesgo no era una opción con una persona inocente. Al cabo de unos minutos, había llegado al verdadero punto de inicio de mi aventura, las afueras de Ulmer.
Mi cuerpo volvió a su estado humano, en donde me sentía menos libre, fuerte, más expuesto. Toda la piel que podía ver en mi, estaba cubierta por una capa opaca de polvo y tierra, miré mis manos, mis brazos y piernas, mi torso... Completamente cubierto por el camino, aunque afortunadamente, había un pozo cerca de aquí, del cual, extraje un poco de agua para limpiarme. El líquido transparente corrió, ramificándose desde arriba hacia abajo, en cientos de hilos de agua, que arrastraban todo lo ajeno a mi piel. Con las manos, apoyé todo ese líquido transparente, despojándome de la tierra, hasta que pude reconocer mi tonalidad nuevamente. Saqué la ropa de mi morral y empecé a vestirme, empezando por los pantalones. Con el torso expuesto y sin tiempo de haberme colocado la camisa, un sonido en el entorno me alarmó, llevé mi vista a los alrededores, mis ojos se entrecerraban, intentaba enfocar cada detalle del lugar, buscando el sitio del que provenía. << ¿Será mi imaginación? >>
Había salido de casa al medio-día, tomando las precauciones necesarias, cargaba lo necesario dentro de un morral de cuero. Mi vestimenta no destacaba ni por su color, menos por su calidad. Ropa cómoda, a la medida, de los distintos materiales que podías encontrar en Ulmer como materia prima. Cuero, algodón, seda, lo que fuera. Llevaba una camisa ligera, de tela suave que se abría desde la escotadura yugular, hasta la mitad de mi pecho, esta apertura era claramente disminuida por un cordel a medio anudar, que unía ambos extremos de la camisa que dejaban algo de piel expuesta. Un cinturón de largo cuero, del cual pendía la funda de cuero que sostenía mi Xifos, que marcaba la diferencia clara entre el torso y las extremidades inferiores, un extremo de este, colgaba lateralmente, de forma paralela a mi pierna derecha, llevaba pantalones a juego y botas cómodas para el viaje. El morral colgaba de mi torso, cruzando desde mi hombro derecho hacia la izquierda de mi cadera, de donde colgaba la bolsa cuidadosamente unida por distintos tejidos. El collar que se sostenía de mi cuello, apenas presumía una parte de su correa a quienes se acercaran lo suficiente, sin exponer el dije arraigado a la correa. Por último, pero no menos importante, llevaba un discreto bordado del logotipo que abanderaba a mi raza en la camisa.
Tenía ya varias horas de camino, inconstante, desde mi partida. El paisaje había cambiado de ser una aldea, llena de vida y hogares, con el olor característico a leña, carne al fuego, hierbas y césped húmedo, algo de humo en determinadas zonas, el sonido de varias voces presentes en los alrededores, distintos materiales de trabajo chocando unos con otros, por algo completamente opuesto, el olor a alimento se había extinto, fue sustituido por tierra húmeda, césped. A la vista, pocas señales de vida cada tantos metros, las casas se habían limitado a una o dos alejadas entre sí y al mismo tiempo de otras más. La compañía que antes eran un montón de pequeños curiosos, que se acercaban a preguntar a dónde me dirigía, quién era, qué haría y si sentía miedo, desapareció, quien acompañaba mis pasos en este momento no era nada más que el viento y un sol que no pensaba asomarse para dar dirección a mi rumbo. Sin embargo, ignorando los sentimientos de desconfianza ante lo que no conocía, la soledad y pensamientos que te recordaban cuán idiota serías si llegabas a desorientarte, el viaje no parecía ser tan malo. Podía comenzar a sumergirme en una profunda introspección mientras recorría los incontables kilómetros que tenía que cubrir durante un tiempo indefinido, tal vez eso aligeraría la carga física que representaba un viaje así.
Aunque esperaba poder nadar en un mar de pensamientos, no pasaron ni cinco minutos cuando un estruendo, semejante a un golpe seco ocasionado por lo que probablemente sería un objeto grande y pesado, me hizo reaccionar, mi cabeza giró en aquella dirección de donde provenía el ruido, sin embargo, mi cuerpo no reaccionó hasta que una voz que solo podía comparar como un débil sonido que apenas podía arrastrar sus cuerdas vocales para poder ser emitido, llegó a mi agudo sentido del oído, inmediatamente un impulso me obligó, sin titubear, a correr en aquella dirección, en donde me encontraría con un anciano de rodillas a un lado de una carreta de madera, cubierta por encima con una manta atada a los bordes. El individuo se quejaba y lamentaba a un lado de su transporte. Me acerqué lo suficiente como para poder observarlo y a su transporte. Mi carrera aligeró el paso hasta convertirse en suaves pasos que avanzaban hacia el anciano.
- Disculpe... - emití discretamente, mientras la distancia entre ambos. - Mi nombre es Jon, Jon Sköll. No sé que ha sucedido, pero permítame ayudarle... - me presenté amablemente y conservé una voz tan cálida y servicial como la incertidumbre que sentía me lo permitía. La solución era sencilla, pero no la más adecuada para aquellos con prejuicios. Aun así la pondría en práctica.
- S-sí, verá... - contestó respetuosamente el anciano, narrando cada detalle de lo que había pasado. Aunque sinceramente no presté mucha atención a los detalles, pues me había enfocado en la forma en la que le ayudaría
Pasé delante del carro, que tenía, colgando de el y tiradas en el suelo, un par de gruesas correas para lo que arrastrara su transporte, le pedí al anciano que me esperara en un punto en el que yo no era visible, en mi totalidad, para el. Me despojé apresurado de las prendas, que llevaba puestas, y las metí en el morral de cuero, que posteriormente subí al lugar de carga. Respiré profundamente y en cuestión de segundos, cedí al cambio. Una abrupta transformación, alteró hasta el último centímetro de mi cuerpo, morfológicamente hablando, había "despertado" como un ser físicamente distinto al que se había presentado. Carecía de formas de comunicarme con individuos humanos, como creía del anciano, así que, una vez que mis ojos, ahora llenos en su iris por una tonalidad amarilla-dorada, ubicaron el rumbo dentro del sendero, mi cuerpo echó a andar, utilizando cada músculo que lo componía para arrastrar el carro de gran volumen, que, afortunadamente, no llevaba una carga más pesada de lo que aparentaba ser. El anciano, al percatarse del movimiento, se acercó para poder abordar su carroza y, aunque su sorpresa no fue grata, al ver que el cándido joven era un licántropo, no terminó por hacer otra cosa mas que sonreir un poco, en principio temeroso y subió. Desconocía su postura con respecto a los de mi raza, aunque yo conocía la nuestra acerca de ellos, aunque no podía culparlos a todos por ello, me limitaría a comprenderlos, tanto como mi tolerancia me lo permitiera.
La noche había llegado, una pequeña granja, fue el lugar en el que el anciano me pidió dejar de tirar del carro, con sumo cuidado, comenzó a retirarme las correas de encima, mientras que yo enfocaba mi mente, en todo lo posible, por no voltear, mostrarle los colmillos y hacerme con un festín de carne humana. Temía por la vida del indefenso anciano, quien me agradecía mientras echaba el morral con mis pertenencias encima de mi lomo. Tan pronto como sentí el peso de lomo, como sus agradecimientos, creí haber asentido con la cabeza, antes de echar a andar sin rumbo, siguiendo el sendero a toda velocidad, temeroso por poder lastimarle si me quedaba más tiempo. No había convivido con humanos por mucho tiempo anteriormente, no de esa forma, no conocía la forma en la que mi instinto me pediría reaccionar, pero el riesgo no era una opción con una persona inocente. Al cabo de unos minutos, había llegado al verdadero punto de inicio de mi aventura, las afueras de Ulmer.
Mi cuerpo volvió a su estado humano, en donde me sentía menos libre, fuerte, más expuesto. Toda la piel que podía ver en mi, estaba cubierta por una capa opaca de polvo y tierra, miré mis manos, mis brazos y piernas, mi torso... Completamente cubierto por el camino, aunque afortunadamente, había un pozo cerca de aquí, del cual, extraje un poco de agua para limpiarme. El líquido transparente corrió, ramificándose desde arriba hacia abajo, en cientos de hilos de agua, que arrastraban todo lo ajeno a mi piel. Con las manos, apoyé todo ese líquido transparente, despojándome de la tierra, hasta que pude reconocer mi tonalidad nuevamente. Saqué la ropa de mi morral y empecé a vestirme, empezando por los pantalones. Con el torso expuesto y sin tiempo de haberme colocado la camisa, un sonido en el entorno me alarmó, llevé mi vista a los alrededores, mis ojos se entrecerraban, intentaba enfocar cada detalle del lugar, buscando el sitio del que provenía. << ¿Será mi imaginación? >>
- Resumen para la pobre alma que tenga que leerlo:
- Sköll emprendió un viaje desde Ulmer hasta las afueras, cruzando por los campos, ayudó a un anciano. Al anochecer, volvió a su forma humana a limpiarse cerca de un pozo, y ahora está desconcertado porque escuchó un ruido cerca de ahí (?)
Jon Sköll
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Re: El primer paso no es el más fácil +18 [Interpretativo] [Libre]
Solo podía haber un motivo que me llevase al norte de Lunargenta, a las tierras de los lobos: el trabajo. Pero a veces las opciones eran escasas, y casi parecía que tenía que dar las gracias por haber encontrado algo que hacer que no fuese indigno. En aquel caso, un grupo de mercaderes había requerido de mi presencia para acompañarlos un trecho del camino. Pagaban lo suficientemente bien como para que me hubiese planteado acercarme a Ulmer. Los mercaderes solían ofrecer un buen pellizco cuando lo que llevaban era valioso, pero a mí no me interesaban los robos, aunque hubiese tenido alguna pequeña experiencia con ellos por si llegaba a tener la necesidad.
Además de a mí, los mercaderes habían contratado a otro mercenario, un humano llamado Lundin. Era un hombre de mediana edad y bastante callado. Aquello me gustaba. No quería tener que conversar a cada momento con algún mercenario pesado y presuntuoso.
El viaje fue ágil, ya que los mercaderes nos ofrecieron caballos para viajar más deprisa. Además, la suerte estuvo de nuestra parte, y hubo pocos contratiempos: apenas encontramos alguna bestia agresiva en busca de comida que se acercó a curiosear. Dimos muerte a un oso, con lo que, además de ganarme mi sueldo como protectora, obtuve una piel que vendí a los propios mercaderes por unas monedas más.
No me gustaba acercarme a la tierra de los lobos. No había tenido necesidad de transformarme en ningún momento, así que para cualquiera yo era una humana más, como todos aquellos a los que acompañaba. Pero seguía sin agradarme la idea de rodearme de bestias. Yo era superior al instinto de un animal, pero los humanos veían bestias en los lobos. Y en cierto modo estaban en lo cierto. La mayoría de licántropos se volvían animales de verdad al transformarme.
Yo no. Yo no me transformaba salvo que lo necesitase, y era capaz de regir mis instintos. Yo era mejor que aquel puñado de bestias.
Dejamos a los mercaderes en Ulmer, junto al puerto, y recibimos nuestro pago. Luego Lundin y yo nos separamos. Los mercaderes tomarían un barco a Dundarak, yo regresaría a Lunargenta y lo que él hiciese me era indiferente. Me había quedado sin caballo, pero las monedas que había conseguido me darían un tiempo de tranquilidad, y el viaje había sido tan llevadero que de algún modo hubiese podido tacharlo de dinero gratis. Quizás no había podido lucir mis increíbles habilidades, pero el dinero era otra forma de alcanzar la grandeza, y aquel había sido un buen paso para hallarla.
Puse rumbo a Lunargenta enseguida. No quería quedarme allí más tiempo. Podía haberme quedado allí a pasar la noche, pero prefería alejarme en la medida posible de los olores de aquel lugar. Olía a salvaje, olía a lobos, y aquello me perturbaba. Me sentía sumamente tensa. Por suerte, a medida que dejaba atrás Ulmer, me sentía algo más liberada.
Las nubes llenaban el cielo, más grises a medida que el día se acercaba a su muerte. El viento, fresco, me revolvía el cabello a medida que avanzaba por el camino. Llevaba ropa oscura, cómoda para el viaje, de colores tierra, ceñida a mi cuerpo de forma que no me molestase si debía enfrentarme a algún peligro. Sobre la capa inicial de prendas, lucía una capa envejecida de un gris oscuro, deshilachada en algunas partes, que cubría mi figura y me protegía del frío. Nunca me libraba de aquella capa, pues al transformarme, las escasas veces que lo hacía, sería para que me protegiese de las miradas indiscretas.
Cuando el hambre me acució, decidí buscar un lugar en el que descansar las piernas, fuera del camino. No quería encontrarme con viajeros, que se verían atraídos, sin la menor duda, por mi elegancia y mi hermosura. O tal vez por mis monedas. Podía defenderme de un grupo de bandidos, sin duda, pero no quería tener que hacerlo.
Recordaba que en el camino de ida nos habíamos detenido por allí cerca para tomar agua de un pozo. Me pareció buena idea parar de nuevo, tanto para conseguir agua fresca como para asearme un poco. Pero cuando aparté las ramas de un arbusto y llegué al lugar en el que se encontraba el pozo me percaté de que no había sido la primera en tener una idea como aquella.
Un hombre joven se encontraba junto al pozo, sin camisa, con la piel todavía húmeda debido a que, suponía, había estado utilizando el agua para lavarse. Lo miré un momento más de lo deseado, analizando su fisionomía, antes de percatarme de que lo estaba haciendo.
¿Era un hombre? ¿Humano? Estábamos cerca de Ulmer, tanto como para que pudiera no serlo, pero no le di vueltas a aquello. Él no tenía por qué considerar que era una licántropa solo por mirarme. Llevaba semanas sin cambiar de forma. Y, aunque se percatase, ¿qué más daba? No era más que un desconocido.
-Buenas –saludé, con tono algo seco, aunque acercándome a donde él estaba con cautela. Realmente me aproximaba al pozo, como era evidente. ¿Y si él era peligroso? Tenía la daga a mano, oculta bajo la capa. Podía sacarla en un instante.
Me notaba en guardia. Más en guardia de lo habitual. Me detuve a algunos pasos de él y del pozo, mirándolo, como pidiendo permiso para acercarme. Aquel hecho me molestaba, porque yo no pedía permiso. Yo era mejor que el resto del mundo, incluyendo a aquel hombre.
-Solo quiero algo de agua –murmuré, con los ojos clavados en él.
Además de a mí, los mercaderes habían contratado a otro mercenario, un humano llamado Lundin. Era un hombre de mediana edad y bastante callado. Aquello me gustaba. No quería tener que conversar a cada momento con algún mercenario pesado y presuntuoso.
El viaje fue ágil, ya que los mercaderes nos ofrecieron caballos para viajar más deprisa. Además, la suerte estuvo de nuestra parte, y hubo pocos contratiempos: apenas encontramos alguna bestia agresiva en busca de comida que se acercó a curiosear. Dimos muerte a un oso, con lo que, además de ganarme mi sueldo como protectora, obtuve una piel que vendí a los propios mercaderes por unas monedas más.
No me gustaba acercarme a la tierra de los lobos. No había tenido necesidad de transformarme en ningún momento, así que para cualquiera yo era una humana más, como todos aquellos a los que acompañaba. Pero seguía sin agradarme la idea de rodearme de bestias. Yo era superior al instinto de un animal, pero los humanos veían bestias en los lobos. Y en cierto modo estaban en lo cierto. La mayoría de licántropos se volvían animales de verdad al transformarme.
Yo no. Yo no me transformaba salvo que lo necesitase, y era capaz de regir mis instintos. Yo era mejor que aquel puñado de bestias.
Dejamos a los mercaderes en Ulmer, junto al puerto, y recibimos nuestro pago. Luego Lundin y yo nos separamos. Los mercaderes tomarían un barco a Dundarak, yo regresaría a Lunargenta y lo que él hiciese me era indiferente. Me había quedado sin caballo, pero las monedas que había conseguido me darían un tiempo de tranquilidad, y el viaje había sido tan llevadero que de algún modo hubiese podido tacharlo de dinero gratis. Quizás no había podido lucir mis increíbles habilidades, pero el dinero era otra forma de alcanzar la grandeza, y aquel había sido un buen paso para hallarla.
Puse rumbo a Lunargenta enseguida. No quería quedarme allí más tiempo. Podía haberme quedado allí a pasar la noche, pero prefería alejarme en la medida posible de los olores de aquel lugar. Olía a salvaje, olía a lobos, y aquello me perturbaba. Me sentía sumamente tensa. Por suerte, a medida que dejaba atrás Ulmer, me sentía algo más liberada.
Las nubes llenaban el cielo, más grises a medida que el día se acercaba a su muerte. El viento, fresco, me revolvía el cabello a medida que avanzaba por el camino. Llevaba ropa oscura, cómoda para el viaje, de colores tierra, ceñida a mi cuerpo de forma que no me molestase si debía enfrentarme a algún peligro. Sobre la capa inicial de prendas, lucía una capa envejecida de un gris oscuro, deshilachada en algunas partes, que cubría mi figura y me protegía del frío. Nunca me libraba de aquella capa, pues al transformarme, las escasas veces que lo hacía, sería para que me protegiese de las miradas indiscretas.
Cuando el hambre me acució, decidí buscar un lugar en el que descansar las piernas, fuera del camino. No quería encontrarme con viajeros, que se verían atraídos, sin la menor duda, por mi elegancia y mi hermosura. O tal vez por mis monedas. Podía defenderme de un grupo de bandidos, sin duda, pero no quería tener que hacerlo.
Recordaba que en el camino de ida nos habíamos detenido por allí cerca para tomar agua de un pozo. Me pareció buena idea parar de nuevo, tanto para conseguir agua fresca como para asearme un poco. Pero cuando aparté las ramas de un arbusto y llegué al lugar en el que se encontraba el pozo me percaté de que no había sido la primera en tener una idea como aquella.
Un hombre joven se encontraba junto al pozo, sin camisa, con la piel todavía húmeda debido a que, suponía, había estado utilizando el agua para lavarse. Lo miré un momento más de lo deseado, analizando su fisionomía, antes de percatarme de que lo estaba haciendo.
¿Era un hombre? ¿Humano? Estábamos cerca de Ulmer, tanto como para que pudiera no serlo, pero no le di vueltas a aquello. Él no tenía por qué considerar que era una licántropa solo por mirarme. Llevaba semanas sin cambiar de forma. Y, aunque se percatase, ¿qué más daba? No era más que un desconocido.
-Buenas –saludé, con tono algo seco, aunque acercándome a donde él estaba con cautela. Realmente me aproximaba al pozo, como era evidente. ¿Y si él era peligroso? Tenía la daga a mano, oculta bajo la capa. Podía sacarla en un instante.
Me notaba en guardia. Más en guardia de lo habitual. Me detuve a algunos pasos de él y del pozo, mirándolo, como pidiendo permiso para acercarme. Aquel hecho me molestaba, porque yo no pedía permiso. Yo era mejor que el resto del mundo, incluyendo a aquel hombre.
-Solo quiero algo de agua –murmuré, con los ojos clavados en él.
Gerda Jorgën
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Re: El primer paso no es el más fácil +18 [Interpretativo] [Libre]
Al poco tiempo, salió de entre la cobija de la noche, una figura delicada debajo de una capa que cubría su silueta, mis ojos avanzaron lentamente hacia ella, guiados por el sonido que emitió aquella rama al quebrarse tras haber sido pisada. Una discreta mirada recorrió desde los pies a la cabeza de aquel desconocido individuo, buscando por alguna señal de amenaza. Vulgarmente, de no conocer lo que había vivido durante todo este tiempo, me atrevería a decir que al ser una mujer, no debía preocuparme, puesto que no representaba un gran peligro... Pero las cosas no eran así. Durante el trayecto de mi vida, en la práctica con mis distintos instructores, había visto a la más talentosas figuras para el combate reflejadas en mujeres, cuyo aspecto delicado no daba a conocer su ferocidad en combate a la vista, entonces, ella no podía ser la excepción.
Deslicé delicadamente mi mano hacia mi cinturón, mis dedos índice y medio se apoyaron delicadamente sobre el mango de mi Xifos, a modo de preparación, solo en caso de tener que extraerla de su reposo dentro de la funda de cuero. Afortunadamente, no tuve que recurrir a nada de eso, pues sus palabras, que aunque a mi parecer, tenían un tono relativamente cortante, había suavizado en gran medida la situación entre ambos, al menos para el. Como mínimo ahora sabía que no se trataba de una asesina a sangre fría o bandido de caminos, aunque bien, todavía estaba por confirmarse, uno nunca sabe.
- Buenas - contesté con tono amable, sin apartar mis ojos de aquella silueta delgada que tenía una capa por encima. No pude apartar mi mirada de las finas facciones que conformaban su rostro, cada delicada curva que dibujaba un rasgo también ocultaba un misterio detrás de la bella máscara que exponía a quien le juzgara solo con la mirada. Sin embargo, haberme fijado tanto en aquella desconocida en estos segundos, mi alejó la sensación de ansiedad que recorría mi cuerpo. Recientemente había vuelto a mi forma humana, después de haber realizado, lo que podía llamar "una jornada laboral", después de toda la tarde de actividad física constante, mi cuerpo ya reclamaba un pago digno que cubriera sus necesidades energéticas. Tuve que ignorar la sensación de apetito que constantemente se metía en mi cabeza para enfocarme una vez más en la figura desconocida, lo que me llevó a recordar, que no me había vestido por completo y llevaba en la espalda una marca característica de los míos, al no reconocer a la figura presente cerca del pozo, así como ignorar por completo su postura para con las distintas facciones de este mundo, traté de no darle la espalda, dejando fuera de la vista la marca plasmada detrás de mi hombro derecho y con ello, parte de mi identidad.
Me eché encima la camisa, no solo para cubrir mi tatuaje si no por una seña de educación, no parecía realmente cortés al estar sin camisa frente a un desconocido, sobre esta, crucé la cinta del morral de cuero con el resto de mis pertenencias, que ahora colgaba de mi hombro, como al inicio del día. En cuanto la escuché nuevamente, hice un gesto con la cabeza, similar a asentir, en seña de aprobación y, sin esperar un momento más, dejé la cubeta , ahora vacía, hasta escuchar que golpeaba el agua, noté por cómo aumentaba la tensión en la cuerda que el cilindro comenzaba a llenarse de líquido, aumentando su peso y tiré lentamente de la soga, haciendo que la cubeta ascendiera poco a poco hasta quedar expuesta, la tomé con las manos y apoyé en el borde del pozo, ahora llena de agua para ella, me aparté un poco, dejándole suficiente espacio para no incomodarle con la cercanía y me senté sobre el césped, con las piernas ligeramente flexionadas y los brazos sobre las rodillas mientras la observaba. No demoré mucho en darme cuenta de que mi vista seguía fija en ella e inmediatamente tuve que apartar el rostro, mirando algún punto perdido en el entorno, aunque de vez en cuando, mi mirada pasaba de reojo a contemplarle, solo en caso de que algo no estuviera bien.
- Es... una noche tranquila - murmuré, tratando de apartar el silencio, sin forzar una indeseable oleada de preguntas o comentarios agobiantes. Consideraba que, antes de hablar o cometer cualquier cosa de forma imprudente, lo mejor era tantear el terreno.
Deslicé delicadamente mi mano hacia mi cinturón, mis dedos índice y medio se apoyaron delicadamente sobre el mango de mi Xifos, a modo de preparación, solo en caso de tener que extraerla de su reposo dentro de la funda de cuero. Afortunadamente, no tuve que recurrir a nada de eso, pues sus palabras, que aunque a mi parecer, tenían un tono relativamente cortante, había suavizado en gran medida la situación entre ambos, al menos para el. Como mínimo ahora sabía que no se trataba de una asesina a sangre fría o bandido de caminos, aunque bien, todavía estaba por confirmarse, uno nunca sabe.
- Buenas - contesté con tono amable, sin apartar mis ojos de aquella silueta delgada que tenía una capa por encima. No pude apartar mi mirada de las finas facciones que conformaban su rostro, cada delicada curva que dibujaba un rasgo también ocultaba un misterio detrás de la bella máscara que exponía a quien le juzgara solo con la mirada. Sin embargo, haberme fijado tanto en aquella desconocida en estos segundos, mi alejó la sensación de ansiedad que recorría mi cuerpo. Recientemente había vuelto a mi forma humana, después de haber realizado, lo que podía llamar "una jornada laboral", después de toda la tarde de actividad física constante, mi cuerpo ya reclamaba un pago digno que cubriera sus necesidades energéticas. Tuve que ignorar la sensación de apetito que constantemente se metía en mi cabeza para enfocarme una vez más en la figura desconocida, lo que me llevó a recordar, que no me había vestido por completo y llevaba en la espalda una marca característica de los míos, al no reconocer a la figura presente cerca del pozo, así como ignorar por completo su postura para con las distintas facciones de este mundo, traté de no darle la espalda, dejando fuera de la vista la marca plasmada detrás de mi hombro derecho y con ello, parte de mi identidad.
Me eché encima la camisa, no solo para cubrir mi tatuaje si no por una seña de educación, no parecía realmente cortés al estar sin camisa frente a un desconocido, sobre esta, crucé la cinta del morral de cuero con el resto de mis pertenencias, que ahora colgaba de mi hombro, como al inicio del día. En cuanto la escuché nuevamente, hice un gesto con la cabeza, similar a asentir, en seña de aprobación y, sin esperar un momento más, dejé la cubeta , ahora vacía, hasta escuchar que golpeaba el agua, noté por cómo aumentaba la tensión en la cuerda que el cilindro comenzaba a llenarse de líquido, aumentando su peso y tiré lentamente de la soga, haciendo que la cubeta ascendiera poco a poco hasta quedar expuesta, la tomé con las manos y apoyé en el borde del pozo, ahora llena de agua para ella, me aparté un poco, dejándole suficiente espacio para no incomodarle con la cercanía y me senté sobre el césped, con las piernas ligeramente flexionadas y los brazos sobre las rodillas mientras la observaba. No demoré mucho en darme cuenta de que mi vista seguía fija en ella e inmediatamente tuve que apartar el rostro, mirando algún punto perdido en el entorno, aunque de vez en cuando, mi mirada pasaba de reojo a contemplarle, solo en caso de que algo no estuviera bien.
- Es... una noche tranquila - murmuré, tratando de apartar el silencio, sin forzar una indeseable oleada de preguntas o comentarios agobiantes. Consideraba que, antes de hablar o cometer cualquier cosa de forma imprudente, lo mejor era tantear el terreno.
Jon Sköll
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Re: El primer paso no es el más fácil +18 [Interpretativo] [Libre]
No me pasó desapercibido su primer gesto, un gesto defensivo, y en cierto modo fue un halago para mí, ¿Acaso me consideraba peligrosa, amenazante? No era una niña indefensa, a fin de cuentas. La precaución decía de él que era listo, o más listo que la mayoría. No se dejaba engañar por mi apariencia benevolente y notaba la fiereza que se escondía tras mis ojos.
Era callado, otro punto a su favor. No llenaba el silencio con palabras vacías que no decían nada, como si se tratase de un bobalicón. En lugar de aquello guardaba silencio, tras el escueto saludo de dos desconocidos, y observaba. Me observaba.
Aquel era otro detalle más en el que no podía evitar fijarme. Me miraba, como todos lo hacían, todas las personas del mundo, pero tenía una mirada queda y tranquila que me evaluaba, y era muy consciente de ello. No podía evitar preguntarme si sentía el deseo de lo inalcanzable, o quizás una admiración incontrolable. Tal vez, se me ocurrió, había visto en mí a una especie de diosa. No hubiese sido una sorpresa que alguien me tomase por una dama noble, aún sin serlo, o por algún tipo de ser superior. Yo misma pensaba que aquellos nombres me representaban mejor. Mi nombre resonaría con los más grandes alguna vez, me aseguraba constantemente, y aquel fue un buen momento para recordármelo.
Me acercaba con cautela, en cierto modo. Aquel silencio y su mirada hacían que me sintiese como si nos estuviésemos acechando mutuamente. No podía evitar moverme con el cuidado del que esperaba ser atacado de un momento a otro. Aunque no percibía ningún peligro de aquel hombre.
Sería el silencio, me dije. El silencio y aquella mirada. Llegaba a perturbarme, de alguna forma.
Cuando empezó a vestirse aparté la vista hacia los árboles, consciente de que yo misma lo miraba también. Había algo en él que me llamaba la atención, pero no alcanzaba a encontrar qué era. Llegué a plantearme si lo había visto antes, si lo conocía y había olvidado su nombre y rostro como me sucedía con tantas tras personas que no importaban, pero si aquel hubiese sido el caso él sí debía recordarme a mí. Yo no era fácil de olvidar; quedaba grabada a fuego en las retinas de todos aquellos que se cruzaban conmigo, aunque fuese medio segundo, y nunca me olvidaban. Era una maldición, en cierto modo. El precio a pagar por mi perfección.
El se encargó de servirme sin que yo lo pidiera, demostrándome que había ganado un vasallo. Me acerqué al pozo, aunque dejando cierta distancia entre ambos, para ver cómo hacía subir el agua para mí. Era tan callado y discreto que me generaba cierta tensión. Creaba una especie de atmósfera en torno a él que hacía que me sintiese como si estuviésemos en un lugar cerrado, y no al aire libre. Llegué a pensar que quizás me desnudaba con la mirada, en su pensamiento, como tantas otras personas habrían hecho en su situación pero su gesto, tan serio, se me hacía indescifrable incluso a mí.
Aguardé a que se apartase un poco del pozo para acercarme a la cubeta de agua que había dejado en el pequeño muro. Le dediqué una breve mirada seria e hice una leve inclinación con la cabeza, a modo de agradecimiento. Mis labios también dibujaron la palabra "gracias", y quizás llegué a dejar ir el suficiente aire entre ellos como para que se percibiese un siseo, pero no llegué a pronunciarla.
Me centré en el agua, entonces, dándole la espalda. Primero bebí un gran sorbo que me refrescó la garganta. Después, juntando las manos a modo de cuenco, me lavé la cara. Iba con una idea de asearme más profunda que aquella, pero con aquel hombre detrás de mí no me parecía lo más adecuado. Incluso creía sentir su mirada puesta en mí, pese a no verlo, pero cuando volví el rostro un momento, buscándolo, me encontré con que miraba a otra parte.
Dejé ir un suspiro y me volví de nuevo hacia el agua. Tomé una poca más con las manos y me las pasé por la nuca, acariciando la piel hacia adelante, llegando a la parte anterior del cuello. De haber hecho calor hubiese sido más agradable, pero la sensación de frescor y limpieza fue grata de todas formas.
La voz del extraño me hizo volverme con las cejas sutilmente alzadas, curiosa. Su comentario me resultó trivial, muy trivial. Una frase sin motivo alguno, muy simple, pero que logró calmar aquel nerviosismo incipiente que sentía. Asentí con suavidad, examinándolo antes de decir nada. ¿No cabía la posibilidad, acaso, de que solo fuese tímido? Mucha gente se avergonzaba al interactuar conmigo porque enseguida veían mi supremacía. No tenía que buscar más sentido que aquel a sus miradas. Me admiraba, sencillamente. Como todas las personas, quería alcanzarme.
Por primera vez, sonreí. Me volví hacia él por completo, sin alejarme del pozo, sintiendo una nueva sensación de curiosidad hacia aquel extraño que, en cierto modo, me era familiar.
-Pues sí -dije, finalmente-. Hubiese sido una pena que lloviese. Me queda un largo viaje por delante. Pero el clima ha querido hacerme el trayecto llevadero-. Hice una pausa, contemplándolo, dubitativa. Al final pregunté-. ¿Nos hemos visto antes?-. Pensaba que no, y sin embargo lo dudaba. ¿Qué era aquello que se me hacía tan familiar?
Era callado, otro punto a su favor. No llenaba el silencio con palabras vacías que no decían nada, como si se tratase de un bobalicón. En lugar de aquello guardaba silencio, tras el escueto saludo de dos desconocidos, y observaba. Me observaba.
Aquel era otro detalle más en el que no podía evitar fijarme. Me miraba, como todos lo hacían, todas las personas del mundo, pero tenía una mirada queda y tranquila que me evaluaba, y era muy consciente de ello. No podía evitar preguntarme si sentía el deseo de lo inalcanzable, o quizás una admiración incontrolable. Tal vez, se me ocurrió, había visto en mí a una especie de diosa. No hubiese sido una sorpresa que alguien me tomase por una dama noble, aún sin serlo, o por algún tipo de ser superior. Yo misma pensaba que aquellos nombres me representaban mejor. Mi nombre resonaría con los más grandes alguna vez, me aseguraba constantemente, y aquel fue un buen momento para recordármelo.
Me acercaba con cautela, en cierto modo. Aquel silencio y su mirada hacían que me sintiese como si nos estuviésemos acechando mutuamente. No podía evitar moverme con el cuidado del que esperaba ser atacado de un momento a otro. Aunque no percibía ningún peligro de aquel hombre.
Sería el silencio, me dije. El silencio y aquella mirada. Llegaba a perturbarme, de alguna forma.
Cuando empezó a vestirse aparté la vista hacia los árboles, consciente de que yo misma lo miraba también. Había algo en él que me llamaba la atención, pero no alcanzaba a encontrar qué era. Llegué a plantearme si lo había visto antes, si lo conocía y había olvidado su nombre y rostro como me sucedía con tantas tras personas que no importaban, pero si aquel hubiese sido el caso él sí debía recordarme a mí. Yo no era fácil de olvidar; quedaba grabada a fuego en las retinas de todos aquellos que se cruzaban conmigo, aunque fuese medio segundo, y nunca me olvidaban. Era una maldición, en cierto modo. El precio a pagar por mi perfección.
El se encargó de servirme sin que yo lo pidiera, demostrándome que había ganado un vasallo. Me acerqué al pozo, aunque dejando cierta distancia entre ambos, para ver cómo hacía subir el agua para mí. Era tan callado y discreto que me generaba cierta tensión. Creaba una especie de atmósfera en torno a él que hacía que me sintiese como si estuviésemos en un lugar cerrado, y no al aire libre. Llegué a pensar que quizás me desnudaba con la mirada, en su pensamiento, como tantas otras personas habrían hecho en su situación pero su gesto, tan serio, se me hacía indescifrable incluso a mí.
Aguardé a que se apartase un poco del pozo para acercarme a la cubeta de agua que había dejado en el pequeño muro. Le dediqué una breve mirada seria e hice una leve inclinación con la cabeza, a modo de agradecimiento. Mis labios también dibujaron la palabra "gracias", y quizás llegué a dejar ir el suficiente aire entre ellos como para que se percibiese un siseo, pero no llegué a pronunciarla.
Me centré en el agua, entonces, dándole la espalda. Primero bebí un gran sorbo que me refrescó la garganta. Después, juntando las manos a modo de cuenco, me lavé la cara. Iba con una idea de asearme más profunda que aquella, pero con aquel hombre detrás de mí no me parecía lo más adecuado. Incluso creía sentir su mirada puesta en mí, pese a no verlo, pero cuando volví el rostro un momento, buscándolo, me encontré con que miraba a otra parte.
Dejé ir un suspiro y me volví de nuevo hacia el agua. Tomé una poca más con las manos y me las pasé por la nuca, acariciando la piel hacia adelante, llegando a la parte anterior del cuello. De haber hecho calor hubiese sido más agradable, pero la sensación de frescor y limpieza fue grata de todas formas.
La voz del extraño me hizo volverme con las cejas sutilmente alzadas, curiosa. Su comentario me resultó trivial, muy trivial. Una frase sin motivo alguno, muy simple, pero que logró calmar aquel nerviosismo incipiente que sentía. Asentí con suavidad, examinándolo antes de decir nada. ¿No cabía la posibilidad, acaso, de que solo fuese tímido? Mucha gente se avergonzaba al interactuar conmigo porque enseguida veían mi supremacía. No tenía que buscar más sentido que aquel a sus miradas. Me admiraba, sencillamente. Como todas las personas, quería alcanzarme.
Por primera vez, sonreí. Me volví hacia él por completo, sin alejarme del pozo, sintiendo una nueva sensación de curiosidad hacia aquel extraño que, en cierto modo, me era familiar.
-Pues sí -dije, finalmente-. Hubiese sido una pena que lloviese. Me queda un largo viaje por delante. Pero el clima ha querido hacerme el trayecto llevadero-. Hice una pausa, contemplándolo, dubitativa. Al final pregunté-. ¿Nos hemos visto antes?-. Pensaba que no, y sin embargo lo dudaba. ¿Qué era aquello que se me hacía tan familiar?
Gerda Jorgën
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Re: El primer paso no es el más fácil +18 [Interpretativo] [Libre]
La tensión había disminuido un poco, tal como la carga que llevaba de tener que enfrentar a un desconocido en mi primer día fuera de Ulmer, solo. Sentía como el apetito comenzaba a ocultarse debajo de una cadena de sensaciones que aquella joven ocasionaba, no era algo poético ni sentimental, de hecho, era un tema relacionado a lo biológico, como si un montón de enzimas en mi cuerpo comenzaran a reaccionar ante la presencia de este nuevo individuo, era una extraña sensación, que no lograba describir con otra palabra que no fuera: "Natural".
Conforme el interés en saber de quién se trataba aquella extraña crecía, también llegaban a mi mente varias preguntas que, a pesar de quererlo, no podía hacerlas, al menos no con tan poco tiempo de habernos encontrado. Aunque ahora conocía que teníamos varias cosas en común, quizá triviales, tal vez no tanto... Estábamos ambos de viaje, era un hecho y buscábamos agua, por más absurdo que pareciera, pero ninguno de los dos había tomado el atrevimiento de presentarse, tal vez porque, al menos para algunos, llegar y presentarse ante un extraño que encuentras a la mitad de la nada, sin antes haber descartado la posibilidad de que se trate de una distracción que conllevara a una emboscada, realmente era un gesto carente de tacto. Desde muy pequeño se me había criado bajo la idea de que básicamente todo lo que uno hace, es como una cacería: no puedes lanzarte sin haber identificado el lugar, no ser ambicioso, con riesgo a perder todo por una estupidez, y, lo más importante tratándose de desconocidos, tal como lo harías para buscar alimento, una vez localizado algo o alguien, no quedaba mas que acechar con un bajo perfil, hasta que la situación no fuera suficientemente segura, después de eso, lo que quiera. Pero claramente tenía que adaptar varias normas de "la manada" a lo que era socialmente aceptado, observar a alguien todo el día y observar todo lo que hace antes de decidir si hablarle o no, no resultaba ser precisamente "educado".
- Efectivamente. Todavía hay mucho camino por delante... - murmuré, manteniendo un cálido tono de voz, sin buscar aparentar nada más. ¿Era ella una humana que viajaba sola a pie o tal vez sería algo más? Tomar la iniciativa de preguntar algo tan delicado, sobretodo conociendo las posturas actuales entre cada facción, no me traería mas que problemas. Quizá tonto, aunque útil, sería usar un juego de palabras más común para averiguarlo, tal vez una frase que incite a la conversación a tomar un determinado rumbo y creía tener una frase adecuada, que no pusiera demasiado en riesgo.
Aparté de mi cinturón, la funda de cuero que contenía mi arma y la dejé reposar sobre el césped, gesto con el que intentaba demostrar que no estaba buscando una oportunidad para hacerle daño, también representaba un riesgo, puesto que, al ojo humano, en estos momentos no me encontraba en condiciones óptimas para defenderme de alguna emboscada o tal vez un asalto certero, solo yo sabía lo que tenía contenido dentro de una "prisión" hecha de un cuerpo humano.
- Corremos con suerte, incluso los lobos prefieren el cielo despejado para aullarle a la luna. Supongo. - Añadí de forma aparentemente inocente, buscando un rumbo distinto a las palabras que intercambiábamos sin, relativamente, valor alguno.
Volví mi mirada hacia ella, esta vez, fijando mis ojos en los suyos por un par de segundos, manteniendo una expresión neutral, entrecerré ligeramente los ojos, buscando algun rasgo que me hiciera recordarle pues, exactamente como ella decía, algo en el otro resultaba familiar ¿o no? Tal vez esa era la razón de tan extraño sentimiento que generaba en mi interior, pero nunca había olvidado un rostro, quizá en alguna ocasión por unos segundos, pero volvía a recordarlo una vez que hablaba con esa persona. - Me temo que no... - me atreví a contestar de forma insegura, dudando de mi memoria y la forma en la que mis recuerdos se impregnaban de rostros de forma perpetua.
Ahora bien, encontrar a una mujer viajando sola por la noche, por poco indefensa que fuera, no era algo común, incluso levantaba sospechas, cosa que me hizo, por un momento, mirar a mi alrededor de forma discreta. Pero era desconcertante, pues planear una emboscada tan cerca de Ulmer, sabiendo que sus habitantes no son precisamente individuos "desarmados" además, en un campo abierto, no era una de las mejores estrategias.
Opté por ser quien tomara el atrevimiento y, deshaciéndome de mis pensamiento que discutían si hacerlo o no, me presenté. - Jon Sköll. O solamente Jon, en caso de habernos visto antes y no presentarme. - suspiré ligeramente y estiré lentamente mi mano hacia ella, ladeando ligeramente el rostro, mientras fijaba mis ojos en ella nuevamente.
Conforme el interés en saber de quién se trataba aquella extraña crecía, también llegaban a mi mente varias preguntas que, a pesar de quererlo, no podía hacerlas, al menos no con tan poco tiempo de habernos encontrado. Aunque ahora conocía que teníamos varias cosas en común, quizá triviales, tal vez no tanto... Estábamos ambos de viaje, era un hecho y buscábamos agua, por más absurdo que pareciera, pero ninguno de los dos había tomado el atrevimiento de presentarse, tal vez porque, al menos para algunos, llegar y presentarse ante un extraño que encuentras a la mitad de la nada, sin antes haber descartado la posibilidad de que se trate de una distracción que conllevara a una emboscada, realmente era un gesto carente de tacto. Desde muy pequeño se me había criado bajo la idea de que básicamente todo lo que uno hace, es como una cacería: no puedes lanzarte sin haber identificado el lugar, no ser ambicioso, con riesgo a perder todo por una estupidez, y, lo más importante tratándose de desconocidos, tal como lo harías para buscar alimento, una vez localizado algo o alguien, no quedaba mas que acechar con un bajo perfil, hasta que la situación no fuera suficientemente segura, después de eso, lo que quiera. Pero claramente tenía que adaptar varias normas de "la manada" a lo que era socialmente aceptado, observar a alguien todo el día y observar todo lo que hace antes de decidir si hablarle o no, no resultaba ser precisamente "educado".
- Efectivamente. Todavía hay mucho camino por delante... - murmuré, manteniendo un cálido tono de voz, sin buscar aparentar nada más. ¿Era ella una humana que viajaba sola a pie o tal vez sería algo más? Tomar la iniciativa de preguntar algo tan delicado, sobretodo conociendo las posturas actuales entre cada facción, no me traería mas que problemas. Quizá tonto, aunque útil, sería usar un juego de palabras más común para averiguarlo, tal vez una frase que incite a la conversación a tomar un determinado rumbo y creía tener una frase adecuada, que no pusiera demasiado en riesgo.
Aparté de mi cinturón, la funda de cuero que contenía mi arma y la dejé reposar sobre el césped, gesto con el que intentaba demostrar que no estaba buscando una oportunidad para hacerle daño, también representaba un riesgo, puesto que, al ojo humano, en estos momentos no me encontraba en condiciones óptimas para defenderme de alguna emboscada o tal vez un asalto certero, solo yo sabía lo que tenía contenido dentro de una "prisión" hecha de un cuerpo humano.
- Corremos con suerte, incluso los lobos prefieren el cielo despejado para aullarle a la luna. Supongo. - Añadí de forma aparentemente inocente, buscando un rumbo distinto a las palabras que intercambiábamos sin, relativamente, valor alguno.
Volví mi mirada hacia ella, esta vez, fijando mis ojos en los suyos por un par de segundos, manteniendo una expresión neutral, entrecerré ligeramente los ojos, buscando algun rasgo que me hiciera recordarle pues, exactamente como ella decía, algo en el otro resultaba familiar ¿o no? Tal vez esa era la razón de tan extraño sentimiento que generaba en mi interior, pero nunca había olvidado un rostro, quizá en alguna ocasión por unos segundos, pero volvía a recordarlo una vez que hablaba con esa persona. - Me temo que no... - me atreví a contestar de forma insegura, dudando de mi memoria y la forma en la que mis recuerdos se impregnaban de rostros de forma perpetua.
Ahora bien, encontrar a una mujer viajando sola por la noche, por poco indefensa que fuera, no era algo común, incluso levantaba sospechas, cosa que me hizo, por un momento, mirar a mi alrededor de forma discreta. Pero era desconcertante, pues planear una emboscada tan cerca de Ulmer, sabiendo que sus habitantes no son precisamente individuos "desarmados" además, en un campo abierto, no era una de las mejores estrategias.
Opté por ser quien tomara el atrevimiento y, deshaciéndome de mis pensamiento que discutían si hacerlo o no, me presenté. - Jon Sköll. O solamente Jon, en caso de habernos visto antes y no presentarme. - suspiré ligeramente y estiré lentamente mi mano hacia ella, ladeando ligeramente el rostro, mientras fijaba mis ojos en ella nuevamente.
Jon Sköll
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Re: El primer paso no es el más fácil +18 [Interpretativo] [Libre]
Me incomodaba un poco la forma en la que me sentía. La curiosidad que me despertaba era anormal. Yo no sentía curiosidad en el resto, porque solo yo importaba. Las personas eran inferiores y estúpidas, poco más que marionetas en mi vida, creadas para ambientar mi historia. Los mercaderes habían servido para darme trabajo, con el que ganar algunas monedas. Por tanto aquel hombre, me decía, solo estaba allí para conversar un rato, o tal vez para indicarme algún atajo que acelerase mi vuelta a Lunargenta. Pero no lograba sentir indiferencia, porque la curiosidad era mayor. Una curiosidad diferente, muy arraigada dentro de mí. Sentía curiosidad al verlo moverse, o callar, o cuando contemplaba sus ojos durante un momento. Y me inquietaba.
Que quedaba mucho camino por delante, dijo él también, dándome un rastro de información al que aferrarme. ¿También era un viajante, entonces? Quizás iba a Lunargenta, como yo. Quizás el destino me había llevado junto a un compañero de viaje que me ayudaría alcanzar la gloria que me esperaba.
-¿También estás viajando? -fue lo primero que pregunté, con más docilidad de la que era habitual en mí-. ¿También vas a Lunargenta? -concreté después, como esperando que confirmase, como por predestinación, aquella conclusión a la que mi cabeza había llegado por sí sola.
Se desarmó, y aquello me hizo percatarme de que estaba en tensión, alerta, sin darme cuenta. Más de lo normal. Pero ni siquiera aquel gesto me calmó. O quizás no era el peligro lo que me hacía sentirme de aquella forma. Todos mis sentidos estaban puestos en aquel lugar, en aquel momento, como si esperase que fuese a pasar algo. Quizás el hombre explotase de golpe, ardiendo en llamas.
"Los lobos". Alcé la vista al cielo, buscando la luna un instante en un reflejo, pero lo que hacía realmente era ocultar la leve expresión de sorpresa que se me había dibujado en el rostro. ¿Un lobo? ¿Podía ser que fuese un licántropo?
Toda mi vida había sido aquello, pero había renegado de serlo. Simplemente porque el mundo veía a los licántropos como a bestias, y yo era demasiado buena como para que el mundo me viese de aquella forma. No podía ser elfa, pero podía ser humana. Debía ser humana para todos, a ojos de todos. Yo podía reprimir cualquier instinto de lobo, hasta que no quedase ninguno, ni rastro de ellos, y el lobo muriese. Entonces sería humana.
Bajé la vista hacia él, de nuevo, apenas un segundo después de haberla alzado. Mis ojos lo examinaron con avidez, como esperando encontrar un rasgo que lo delatase, que me dijese qué era. En cierto modo creía que lo era. Porque aquella sensación familiar, aquella curiosidad, bien podía ser aquello. Odiaba la posibilidad de que una parte de mí, una parte encerrada e inferior de mí, surgiese sin mi permiso, llamada por un semejante.
Quería negar para mí. No tenía por qué ser cierto. Era un humano, un viajero humano, y la curiosidad era mero azar. Torcí una sonrisa, inquieta.
-Quizás deba subirme a un árbol para dormir si las nubes se van, no vaya a ser que los lobos vengan a buscarme durante la noche. Hay quien opina que soy más bella que la luna-. Empezando por mí misma. No era una opinión, sino una realidad. Busqué en su gesto algún gesto delator, procurando mantenerme serena.
Su rostro no me era conocido, y él concluyó que el mío tampoco lo era para él. Aunque lo hubiese deseado, evidentemente. Seguramente quería haber sabido antes de mí. Todo aquel que me conocía ansiaba de repente el tiempo que había perdido, por no haberme visto antes.
Cuando se presentó, extendiendo su mano hacia mí, mi primera reacción fue cambiar el peso de pierna, levemente turbada, pero terminé por avanzar hacia él, forzándome a mostrar decisión. Todavía tenía la mano fría, ya que la había metido en agua poco atrás, aunque ya estaba seca. Acepté la suya, clavando los ojos en los del hombre. Me costaba mantenerle la mirada con entereza. ¡A mí! Era frustrante. No lo entendía.
-Yo soy Gerda Jorgën-. Jon Sköll. Desde luego, no me sonaba. Aunque mi habilidad con los nombres no era demasiado grande-. Encantada-. Tenía la mano suave, incluso algo más que la mía. La caza, la venta de pieles o la protección a los viajeros no eran trabajos que me permitiesen tener las manos más suaves, pero no me avergonzaba de aquello. El contacto se prolongó lo justo, y luego recuperé mi brazo, ocultándolo bajo la capa-. ¿Has cenado ya? -pregunté, todavía conservando aquel deje inquieto-. Tengo algo de pan y carne seca. No es un manjar, pero puedo compartirlo.
Una muestra de buena fe era poco habitual en mí, pero me pareció apropiada en aquel momento. Después buscaría algún refugio para pasar la noche.
Que quedaba mucho camino por delante, dijo él también, dándome un rastro de información al que aferrarme. ¿También era un viajante, entonces? Quizás iba a Lunargenta, como yo. Quizás el destino me había llevado junto a un compañero de viaje que me ayudaría alcanzar la gloria que me esperaba.
-¿También estás viajando? -fue lo primero que pregunté, con más docilidad de la que era habitual en mí-. ¿También vas a Lunargenta? -concreté después, como esperando que confirmase, como por predestinación, aquella conclusión a la que mi cabeza había llegado por sí sola.
Se desarmó, y aquello me hizo percatarme de que estaba en tensión, alerta, sin darme cuenta. Más de lo normal. Pero ni siquiera aquel gesto me calmó. O quizás no era el peligro lo que me hacía sentirme de aquella forma. Todos mis sentidos estaban puestos en aquel lugar, en aquel momento, como si esperase que fuese a pasar algo. Quizás el hombre explotase de golpe, ardiendo en llamas.
"Los lobos". Alcé la vista al cielo, buscando la luna un instante en un reflejo, pero lo que hacía realmente era ocultar la leve expresión de sorpresa que se me había dibujado en el rostro. ¿Un lobo? ¿Podía ser que fuese un licántropo?
Toda mi vida había sido aquello, pero había renegado de serlo. Simplemente porque el mundo veía a los licántropos como a bestias, y yo era demasiado buena como para que el mundo me viese de aquella forma. No podía ser elfa, pero podía ser humana. Debía ser humana para todos, a ojos de todos. Yo podía reprimir cualquier instinto de lobo, hasta que no quedase ninguno, ni rastro de ellos, y el lobo muriese. Entonces sería humana.
Bajé la vista hacia él, de nuevo, apenas un segundo después de haberla alzado. Mis ojos lo examinaron con avidez, como esperando encontrar un rasgo que lo delatase, que me dijese qué era. En cierto modo creía que lo era. Porque aquella sensación familiar, aquella curiosidad, bien podía ser aquello. Odiaba la posibilidad de que una parte de mí, una parte encerrada e inferior de mí, surgiese sin mi permiso, llamada por un semejante.
Quería negar para mí. No tenía por qué ser cierto. Era un humano, un viajero humano, y la curiosidad era mero azar. Torcí una sonrisa, inquieta.
-Quizás deba subirme a un árbol para dormir si las nubes se van, no vaya a ser que los lobos vengan a buscarme durante la noche. Hay quien opina que soy más bella que la luna-. Empezando por mí misma. No era una opinión, sino una realidad. Busqué en su gesto algún gesto delator, procurando mantenerme serena.
Su rostro no me era conocido, y él concluyó que el mío tampoco lo era para él. Aunque lo hubiese deseado, evidentemente. Seguramente quería haber sabido antes de mí. Todo aquel que me conocía ansiaba de repente el tiempo que había perdido, por no haberme visto antes.
Cuando se presentó, extendiendo su mano hacia mí, mi primera reacción fue cambiar el peso de pierna, levemente turbada, pero terminé por avanzar hacia él, forzándome a mostrar decisión. Todavía tenía la mano fría, ya que la había metido en agua poco atrás, aunque ya estaba seca. Acepté la suya, clavando los ojos en los del hombre. Me costaba mantenerle la mirada con entereza. ¡A mí! Era frustrante. No lo entendía.
-Yo soy Gerda Jorgën-. Jon Sköll. Desde luego, no me sonaba. Aunque mi habilidad con los nombres no era demasiado grande-. Encantada-. Tenía la mano suave, incluso algo más que la mía. La caza, la venta de pieles o la protección a los viajeros no eran trabajos que me permitiesen tener las manos más suaves, pero no me avergonzaba de aquello. El contacto se prolongó lo justo, y luego recuperé mi brazo, ocultándolo bajo la capa-. ¿Has cenado ya? -pregunté, todavía conservando aquel deje inquieto-. Tengo algo de pan y carne seca. No es un manjar, pero puedo compartirlo.
Una muestra de buena fe era poco habitual en mí, pero me pareció apropiada en aquel momento. Después buscaría algún refugio para pasar la noche.
Gerda Jorgën
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Re: El primer paso no es el más fácil +18 [Interpretativo] [Libre]
Una suave curva se trazó en mis labios a medida que ella hablaba, una mínima sonrisa que me hacía ver un tanto conmovido se hizo presente en mi rostro, alcé un poco la cabeza, sin despegar mis ojos de los de ella y no pude evitar que aquel gesto se volviera un poco más notorio. << Entonces... más bella que la luna... >> pensaba, mientras un montón de ideas comenzaban a llover al interior de mi cabeza, llenándome de recuerdos de mi tiempo en Ulmer. La mirada que había estado fija en ella durante este tiempo, por fin se había perdido en el cielo nocturno, contemplando cada uno de los distintos astros que brillaban como pequeñas esferitas en aquel lienzo de color negro, aquella vista no se detuvo, pues avanzó lentamente, devorando cada centímetro del bello escenario celeste mientras buscaba por una sola cosa, la protagonista de aquella frase, con la que básicamente arriesgaba a que me descubriera, parte de lo que era, sin duda me enorgullecía, pero estaba consciente de una cosa, y esa era que la gente del exterior, aquellos que no eran parte de mi especie, no entendían lo que nuestra capacidad de alternar entre una forma y otra significaba. Había un fuerte símbolo detrás de aquella morfología que ellos describían como "bestia". Yo lo entendía, gracias a que me instruyeron desde pequeño para ello, para nunca olvidar quien era en realidad.
Reí levemente, un tono que apenas era audible para el oído de cualquier humano y bajé la cabeza, con una sonrisa más notoria y los ojos entrecerrados. - Así es, dama más bella que la luna. Estoy viajando tal como usted.. - expresé sin borrar aquellos rasgos de mi rostro. - Aunque no sé precisamente a dónde voy. No conozco mi rumbo, solo estoy consciente de que debo viajar. - me pasé la mano por el cabello, aún un poco húmedo por el agua con la que me había aseado. - Lunargenta no parece una mala opción - seguía hablando, dejando salir un poco más de información de lo que una actitud con precaución hubiera hecho, pero, por algún motivo, mi guardia había bajado, supe que por alguna extraña razón, tenía algo de mi confianza en aquella desconocida.
- Lady Jorgën. - completé, tras su presentación, con una pizca de un tono similar a juego en mis palabras. - El placer es todo mío - contesté con educación, siguiendo los pasos que toda interacción social "formal" debía tener. Su invitación a la cena fue lo que hizo que el sentimiento de apetito, que había desaparecido por unos momentos mientras nuestra conversación fluía, volviera a surgir, una sensación similar a un calambre a la altura del estómago, que venía desde adentro, me recordó el tiempo que llevaba sin alimentarme, que había sido básicamente, desde que salí de mi hogar. - Ahora que lo menciona, no... Pero me apenaría mucho quitarle sus alimentos. De verdad, me sentiría ofendido solo sabiendo que le despojé de provisiones valiosas. - insistí, manteniendo el tono educado de mis frases, e incluso apenandome de saber que le estaría quitando sus pertenencias a una viajera que apenas había conocido. Tampoco contaba con el conocimiento para determinar qué tan peligroso o qué tan necesarias serían estas provisiones para los caminos que le quedaban por recorrer hasta su destino.
Estaba más enfocado en mantener en orden mi forma de socializar con Gerda, que no me percaté del tacto con sus manos, tal vez, en mucho tiempo, había sido la primera vez que buscaba hacer algo bien, por lo menos para mi, buscando no arruinar este primer contacto con el exterior de Ulmer, a través de una voz desconocida. Representaba mucho para mi, lo que lograra aprender de una voz que provenía de un rostro que me causaba gran curiosidad, seguramente tenía historias qué contar. Después de todo, esa era la verdadera razón detrás de este viaje que ingenuamente decidí emprender solo, conocer y aprender todo lo que pudiera del exterior, porque tal vez, ese era el primer paso para saber más sobre nosotros, unos lobos que habían aparecido hasta hace poco en estas tierras, con un objetivo que no iba más allá de lo que nos revelaban. Quería saber si todavía poseíamos aquel motivo de seguir en esta tierra, pero más importante aún, estaba consciente, al menos para mis adentros, que durante este viaje cambiaría, formaría la personalidad que regiría mis conductas y decisiones a partir de este momento hasta que mi aullido se extinga.
Era el primer paso necesario para que mi nombre, en algún momento, se plasmara en tinta. Quería que las huellas que dejara el lobo, no se borraran con el paso tiempo.
Reí levemente, un tono que apenas era audible para el oído de cualquier humano y bajé la cabeza, con una sonrisa más notoria y los ojos entrecerrados. - Así es, dama más bella que la luna. Estoy viajando tal como usted.. - expresé sin borrar aquellos rasgos de mi rostro. - Aunque no sé precisamente a dónde voy. No conozco mi rumbo, solo estoy consciente de que debo viajar. - me pasé la mano por el cabello, aún un poco húmedo por el agua con la que me había aseado. - Lunargenta no parece una mala opción - seguía hablando, dejando salir un poco más de información de lo que una actitud con precaución hubiera hecho, pero, por algún motivo, mi guardia había bajado, supe que por alguna extraña razón, tenía algo de mi confianza en aquella desconocida.
- Lady Jorgën. - completé, tras su presentación, con una pizca de un tono similar a juego en mis palabras. - El placer es todo mío - contesté con educación, siguiendo los pasos que toda interacción social "formal" debía tener. Su invitación a la cena fue lo que hizo que el sentimiento de apetito, que había desaparecido por unos momentos mientras nuestra conversación fluía, volviera a surgir, una sensación similar a un calambre a la altura del estómago, que venía desde adentro, me recordó el tiempo que llevaba sin alimentarme, que había sido básicamente, desde que salí de mi hogar. - Ahora que lo menciona, no... Pero me apenaría mucho quitarle sus alimentos. De verdad, me sentiría ofendido solo sabiendo que le despojé de provisiones valiosas. - insistí, manteniendo el tono educado de mis frases, e incluso apenandome de saber que le estaría quitando sus pertenencias a una viajera que apenas había conocido. Tampoco contaba con el conocimiento para determinar qué tan peligroso o qué tan necesarias serían estas provisiones para los caminos que le quedaban por recorrer hasta su destino.
Estaba más enfocado en mantener en orden mi forma de socializar con Gerda, que no me percaté del tacto con sus manos, tal vez, en mucho tiempo, había sido la primera vez que buscaba hacer algo bien, por lo menos para mi, buscando no arruinar este primer contacto con el exterior de Ulmer, a través de una voz desconocida. Representaba mucho para mi, lo que lograra aprender de una voz que provenía de un rostro que me causaba gran curiosidad, seguramente tenía historias qué contar. Después de todo, esa era la verdadera razón detrás de este viaje que ingenuamente decidí emprender solo, conocer y aprender todo lo que pudiera del exterior, porque tal vez, ese era el primer paso para saber más sobre nosotros, unos lobos que habían aparecido hasta hace poco en estas tierras, con un objetivo que no iba más allá de lo que nos revelaban. Quería saber si todavía poseíamos aquel motivo de seguir en esta tierra, pero más importante aún, estaba consciente, al menos para mis adentros, que durante este viaje cambiaría, formaría la personalidad que regiría mis conductas y decisiones a partir de este momento hasta que mi aullido se extinga.
Era el primer paso necesario para que mi nombre, en algún momento, se plasmara en tinta. Quería que las huellas que dejara el lobo, no se borraran con el paso tiempo.
Jon Sköll
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Re: El primer paso no es el más fácil +18 [Interpretativo] [Libre]
Me encontré observándolo con más atención de la esperada antes de darme cuenta, mientras él miraba el cielo. Analicé sus rasgos, armónicos. No llegaba a mi belleza, evidentemente, pero pocos lo hacían. Sin embargo, aquella calma con la que contemplaba el cielo, aquella serenidad en su rostro, Parecía tan concentrado en el cielo que sentí cierta envidia: yo anhelaba aquello. Deseaba las miradas extasiadas de la gente, del mundo, reconociéndome. Los ojos debían beber de mí con avidez, y no del cielo.
Sentí el impulso de sacar mi espejo de bolsillo, el que Chimar había conseguido en el mercado, para contemplarme yo misma. Pero la devoción de mis ojos no servía.
Cuando bajó la vista del cielo me percaté de que yo no había apartado la mía de él, esperando quizás percibir algún gesto hacía mí. La aparté suavemente en aquel momento, seria, procurando no pensar en ello, algo contrariada. Deseaba que todos me apreciasen y me admirasen, pero su mirada debía serme indiferente.
Era aquel halo extraño que lo envolvía. Me incomodaba aquello. Al principio lo había tomado por una impresión, por mera familiaridad, pero tras aquella especie de hormigueo que inundaba mi cabeza, aunque en segundo plano, había más que la posibilidad de un rostro conocido. Si me concentraba, incluso percibía una especie de fragancia familiar. Mi olfato era muy bueno, incluso en forma humana. Siempre notaba los olores que me rodeaban: las hierba fresca, el agua, el barro o la peste de los borrachos en las calles. Y si me concentraba en él, era capaz de percibir aquel rastro, aquel aroma latente que me distraía. Era, sin duda...
Su voz me hizo volver en mí. Me alejé de aquellas sensaciones, de aquel sentido que correspondía a mi parte loba, no a mí, y recuperé el aroma de la hierba. Analicé su miranda, buscando la burla en ella, pero no la encontré. Simplemente parecía sereno, tranquilo.
Aquello me enervaba ligeramente. ¡Tranquilo en mi presencia! Y yo turbada. El viaje me había dejado agotada, El cansancio turbaba la mente de alguien, aunque fuese tan capaz como yo lo era.
-¿Viajas sin rumbo?- pregunté, extrañada. Quizás sí estaba destinado a acompañarme en mi viaje a Lunargenta, aunque fuese un trecho-. Podemos compartir camino un tiempo, mientras vayamos en la misma dirección.
Lo dije sin pensar, de nuevo, sin que mis labios pidiesen permiso para hablar. Mordí el inferior al callar, en un breve gesto reflejo, arrepintiéndome de mis palabras, pero sin retirarlas. Desdecirme hubiese sido como admitir una equivocación, y lo cierto era que no me molestaba el compartir trayecto con él. Parecía un hombre tranquilo, y era más fácil plantar cara a un oso yendo en grupo.
"Lady Jorgën". Aquella forma de referirse a mí hizo que un leve escalofrío de satisfacción me recorriese la espina dorsal, aunque no me moví. "Lady", como a las nobles, a las grandes señoras. Lady sería algún día, estaba segura, aunque no lo fuese en aquel momento.
¿Y por qué no iba a serlo? Lo era a sus ojos. A los ojos de muchos. Yo era suprema.
-¡No te preocupes!-. Hablé demasiado deprisa aquella vez, como si por rechazar mi comida fuese a marcharse también. Me esforcé por mostrarme calma. Era plenamente capaz de mostrar calma-. Tengo suficiente para ambos. Además, puedo cazar algo si se me termina, no hay problema alguno-. De nuevo, hablaba sin pensar, ofreciendo mis cosas, mostrándome amable en exceso. Aunque no dejaba de ser algo de carne. No era algo a lo que dar tanta importancia-. De verdad...
Era un lobo. Tenía que serlo, pero no estaba segura. No tenia mucho contacto con licántropos, ni tampoco con mi parte correspondiente, Pero necesitaba creer que lo era, y que aquella sensación de llamada que notaba era debido a alguna clase de instinto. Yo era más fuerte que el instinto, no era una bestia descontrolada, pero no dejaba de notar ciertos avisos de mi parte loba: el miedo, la ira, el hambre cuando era mucha, o...
Inquietud, como en aquel momento. Suma turbación.
Me senté en el suelo y aparté la capa para acceder al pequeño morral de cuero en el que llevaba los alimentos. Algo de carne seca y pan, como había prometido. No era mucho, pero al menos el pan era de aquel mismo día. Se lo tendí para que tomase lo que quisiese.
-Viajas sin rumbo, pero ¿de dónde vienes? -le pregunté. De nuevo, interesándome por él en vez de hablar de mí. Me avergonzaba de mi propia actitud, en cierto modo-. ¿Hace mucho que caminas?
Sentí el impulso de sacar mi espejo de bolsillo, el que Chimar había conseguido en el mercado, para contemplarme yo misma. Pero la devoción de mis ojos no servía.
Cuando bajó la vista del cielo me percaté de que yo no había apartado la mía de él, esperando quizás percibir algún gesto hacía mí. La aparté suavemente en aquel momento, seria, procurando no pensar en ello, algo contrariada. Deseaba que todos me apreciasen y me admirasen, pero su mirada debía serme indiferente.
Era aquel halo extraño que lo envolvía. Me incomodaba aquello. Al principio lo había tomado por una impresión, por mera familiaridad, pero tras aquella especie de hormigueo que inundaba mi cabeza, aunque en segundo plano, había más que la posibilidad de un rostro conocido. Si me concentraba, incluso percibía una especie de fragancia familiar. Mi olfato era muy bueno, incluso en forma humana. Siempre notaba los olores que me rodeaban: las hierba fresca, el agua, el barro o la peste de los borrachos en las calles. Y si me concentraba en él, era capaz de percibir aquel rastro, aquel aroma latente que me distraía. Era, sin duda...
Su voz me hizo volver en mí. Me alejé de aquellas sensaciones, de aquel sentido que correspondía a mi parte loba, no a mí, y recuperé el aroma de la hierba. Analicé su miranda, buscando la burla en ella, pero no la encontré. Simplemente parecía sereno, tranquilo.
Aquello me enervaba ligeramente. ¡Tranquilo en mi presencia! Y yo turbada. El viaje me había dejado agotada, El cansancio turbaba la mente de alguien, aunque fuese tan capaz como yo lo era.
-¿Viajas sin rumbo?- pregunté, extrañada. Quizás sí estaba destinado a acompañarme en mi viaje a Lunargenta, aunque fuese un trecho-. Podemos compartir camino un tiempo, mientras vayamos en la misma dirección.
Lo dije sin pensar, de nuevo, sin que mis labios pidiesen permiso para hablar. Mordí el inferior al callar, en un breve gesto reflejo, arrepintiéndome de mis palabras, pero sin retirarlas. Desdecirme hubiese sido como admitir una equivocación, y lo cierto era que no me molestaba el compartir trayecto con él. Parecía un hombre tranquilo, y era más fácil plantar cara a un oso yendo en grupo.
"Lady Jorgën". Aquella forma de referirse a mí hizo que un leve escalofrío de satisfacción me recorriese la espina dorsal, aunque no me moví. "Lady", como a las nobles, a las grandes señoras. Lady sería algún día, estaba segura, aunque no lo fuese en aquel momento.
¿Y por qué no iba a serlo? Lo era a sus ojos. A los ojos de muchos. Yo era suprema.
-¡No te preocupes!-. Hablé demasiado deprisa aquella vez, como si por rechazar mi comida fuese a marcharse también. Me esforcé por mostrarme calma. Era plenamente capaz de mostrar calma-. Tengo suficiente para ambos. Además, puedo cazar algo si se me termina, no hay problema alguno-. De nuevo, hablaba sin pensar, ofreciendo mis cosas, mostrándome amable en exceso. Aunque no dejaba de ser algo de carne. No era algo a lo que dar tanta importancia-. De verdad...
Era un lobo. Tenía que serlo, pero no estaba segura. No tenia mucho contacto con licántropos, ni tampoco con mi parte correspondiente, Pero necesitaba creer que lo era, y que aquella sensación de llamada que notaba era debido a alguna clase de instinto. Yo era más fuerte que el instinto, no era una bestia descontrolada, pero no dejaba de notar ciertos avisos de mi parte loba: el miedo, la ira, el hambre cuando era mucha, o...
Inquietud, como en aquel momento. Suma turbación.
Me senté en el suelo y aparté la capa para acceder al pequeño morral de cuero en el que llevaba los alimentos. Algo de carne seca y pan, como había prometido. No era mucho, pero al menos el pan era de aquel mismo día. Se lo tendí para que tomase lo que quisiese.
-Viajas sin rumbo, pero ¿de dónde vienes? -le pregunté. De nuevo, interesándome por él en vez de hablar de mí. Me avergonzaba de mi propia actitud, en cierto modo-. ¿Hace mucho que caminas?
Gerda Jorgën
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Re: El primer paso no es el más fácil +18 [Interpretativo] [Libre]
Viajar acompañado, es algo de costumbre ¿no? Además, como bien me decían los mayores, "Un lobo solitario es capaz de sobrevivir, es fuerte, enfrentará desafíos y lo será aún más, pero tendrá un límite. Una manada, en cambio, no conoce las limitaciones." Lo pensé varias veces, al menos lo que me permitió meditar por unos segundos y suspiré aliviado, tras haber encontrado la respuesta, pero antes de expresarla, mis ojos se movieron a un punto distante, tras ella, a lo lejos era posible divisar una gran arboleda, el inicio del bosque, cuya entrada parecía estar llamándome, por alguna razón estaba consciente de que para continuar mi viaje tenía que ir primero ahí, atender un asunto personal que me inquietaba. Algo en mi interior me impulsaba a aceptar la oferta, no podía negar eso, pero al mismo tiempo, me llamaba el bosque, tal vez para una despedida, o un deber pendiente... Realmente no lo sabía, pero estaba claro que esa era mi primera parada.
Después de un par de segundos en silencio, finalmente le di una respuesta. - Representaría un honor para mi, ser compañeros de viaje hasta entonces. - mencioné, con el mismo tono de formalidad que había estado utilizando hasta ahora. - Aunque antes, debo cumplir con un pendiente, hasta entonces, no puedo seguir avanzando, aunque bien podría alcanzarla más adelante, podríamos coincidir en algún punto. - agregué.
Mientras fluía la conversación, una de sus frases me desconcertó. <<¿Cazar?>> pensé, cómo podría cazar sin el equipo adecuado. La miré con atención, examinándola una vez más. Aunque no dudaba de su talento como estratega para atrapar presas, me resultaba confuso que lo propusiera sin contar con los materiales. Un arco, flechas, quizá lanzas para presas más grandes... Mínimo una caña de pescar o incluso una pequeña jaula de madera. Cualquier cosa serviría, pero... Realmente no estaba a mi vista nada de eso, a menos claro, que tuviera algún otro método que no conociera o del que no me había enterado hasta el momento. - Entonces... ¿cazar? - dejé escapar una ligera risa, casi como un murmullo sin apartarle la vista de encima. - Está bien. El pan me va excelente. - contesté, buscando no detener el hilo de la conversación, que parecía fluir como agua, después de unos instantes tan tensos de previo acecho.
- Oh, no es muy lejos de aquí, creo yo. - mencioné, recordando el hecho de que haber caminado como lobo durante todo el día, me hizo perder la noción del terreno que ya había recorrido, quién sabe cuántos kilómetros habían pasado desde que me encontré con el anciano y su carreta de madera. - Tal vez un día... - murmuré, levantando la vista al cielo, como si las respuestas que buscara darle se encontraran ahí, ocultas entre las nubes oscuras y el cielo estrellado. - Y usted Lady Jorgën ¿lleva mucho tiempo viajando? - devolví su pregunta, intentando averiguar un poco más sobre la misteriosa figura de una mujer que caminaba sola en el campo nocturno. Realmente desconcertaba el origen de su confianza para poder viajar sola, sin aparente protección, tal como yo, quizá tenía un secreto debajo de la manga, tal vez un talento oculto, o el conocimiento de los senderos hasta su destino. Lo que sabía o podía hacer, sin duda me interesaba, tenía que, de alguna manera, averiguar un poco más sobre ella.
- ¿No ha tenido problema viajando sola? - comencé un discreto interrogatorio, con aparente interés por su seguridad.
Después de un par de segundos en silencio, finalmente le di una respuesta. - Representaría un honor para mi, ser compañeros de viaje hasta entonces. - mencioné, con el mismo tono de formalidad que había estado utilizando hasta ahora. - Aunque antes, debo cumplir con un pendiente, hasta entonces, no puedo seguir avanzando, aunque bien podría alcanzarla más adelante, podríamos coincidir en algún punto. - agregué.
Mientras fluía la conversación, una de sus frases me desconcertó. <<¿Cazar?>> pensé, cómo podría cazar sin el equipo adecuado. La miré con atención, examinándola una vez más. Aunque no dudaba de su talento como estratega para atrapar presas, me resultaba confuso que lo propusiera sin contar con los materiales. Un arco, flechas, quizá lanzas para presas más grandes... Mínimo una caña de pescar o incluso una pequeña jaula de madera. Cualquier cosa serviría, pero... Realmente no estaba a mi vista nada de eso, a menos claro, que tuviera algún otro método que no conociera o del que no me había enterado hasta el momento. - Entonces... ¿cazar? - dejé escapar una ligera risa, casi como un murmullo sin apartarle la vista de encima. - Está bien. El pan me va excelente. - contesté, buscando no detener el hilo de la conversación, que parecía fluir como agua, después de unos instantes tan tensos de previo acecho.
- Oh, no es muy lejos de aquí, creo yo. - mencioné, recordando el hecho de que haber caminado como lobo durante todo el día, me hizo perder la noción del terreno que ya había recorrido, quién sabe cuántos kilómetros habían pasado desde que me encontré con el anciano y su carreta de madera. - Tal vez un día... - murmuré, levantando la vista al cielo, como si las respuestas que buscara darle se encontraran ahí, ocultas entre las nubes oscuras y el cielo estrellado. - Y usted Lady Jorgën ¿lleva mucho tiempo viajando? - devolví su pregunta, intentando averiguar un poco más sobre la misteriosa figura de una mujer que caminaba sola en el campo nocturno. Realmente desconcertaba el origen de su confianza para poder viajar sola, sin aparente protección, tal como yo, quizá tenía un secreto debajo de la manga, tal vez un talento oculto, o el conocimiento de los senderos hasta su destino. Lo que sabía o podía hacer, sin duda me interesaba, tenía que, de alguna manera, averiguar un poco más sobre ella.
- ¿No ha tenido problema viajando sola? - comencé un discreto interrogatorio, con aparente interés por su seguridad.
Jon Sköll
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Re: El primer paso no es el más fácil +18 [Interpretativo] [Libre]
Quizás era la charla, que iba normalizándose, pero terminé por sentirme más cómoda. Seguía teniendo aquella sensación extraña, familiar. Me seguía agobiando, porque yo no confiaba ni sentía curiosidad por otras personas, pero, de todos modos, me sentía lo suficientemente a gusto como para retrasar mi camino el tiempo que durase la charla. Me encontraba pensando que no importaba tanto el llegar un poco antes o después a Lunargenta.
De alguna forma, cuando rechazó mi ofecimiento me encontré experimentando cierta amargura, desagrado. No era un sentimiento demasiado fuerte, solo como un mal sabor. Una parte de mí gritaba que qué podía ser más importante que aceptar la invitación de Gerda Jorgën, que era una de las personas más magníficas de la tierra. Otra parte, menos cabal, decía que simplemente me fastidiaba el no contar con su compañía porque me había agradado. Pero no era más que un desconocido con su vida y su historia.
Tras la tensión inicial en el gesto, una expresión breve, concedí recuperando una sonrisa suave y asintiendo de la misma forma.
-Si aquello que debes hacer no te toma mucho tiempo estoy segura de que podremos encontrarnos por el camino –respondí, convencida de ello. La distancia hacia Lunargenta todavía era generosa, y no tenía montura con la que agilizar mi marcha. Como loba llegaría antes, estaba segura, pero no tenía prisa-. Si se trata de algo complicado, sin embargo, quizás podamos vernos más adelante, en la ciudad –añadí-. Lunargenta no es mi hogar, pero no tengo pensado abandonarla de momento, así que si llegas allí estoy segura de que podremos toparnos de algún modo.
“¿Y qué más da?”, repetía una voz en mi cabeza. Pero a aquellas alturas ya me había convencido de que aquel hombre tenía algo que ver con mi ascenso a la gloria.
Al hablar me distraía. Hacía mucho que no encontraba alguien con quien conversar sintiendo verdadero interés. Quizás había sido así con Chimar, el huérfano de Lunargenta, pero mi interés había surgido de lo que podía ganar con él: un espejo, unas monedas, información sobre la ciudad o aquella arma que me había mostrado y que todavía deseaba. ¿Y qué podía darme Jon? Ni siquiera compañía en mi viaje, o al menos no en aquel momento. Tampoco me ofrecía dinero, o comida; era yo la que se la daba a él, en todo caso. Pero no me importaba.
-Puedo cazar con facilidad –dije, llegando a jactarme un poco-. Es sencillo sorprender a las presas cuando sabes cómo hacerlo-. Aparté un poco la capa para que viese la daga que llevaba prendida a la cadera-. Sé tratar la piel, de modo que aprovecho todo del animal, y no solo la carne. No es la mejor forma de ganarse la vida, pero sirve cuando no hay otras opciones-. Omití los datos relacionados sobre cómo cazaba. Que pensase que me lanzaba con la daga sobre los animales, o con mis manos desnudas; como prefiriese. Aquello era mejor que me imaginase pasando de bella mujer a bestia, aunque incluso como loba, y aquello debía admitirlo, era hermosa-. Toma algo de carne, también –ofrecí, con convencimiento.
Yo misma me llevé un pequeño trozo de pan a la boca. No sentía un hambre atroz, pero tampoco una ausencia total de ella. Desde que nos habíamos detenido a comer, antes de llegar a Ulmer, no había vuelto a llevarme a los labios más que agua.
Jon dijo que no venía de muy lejos. Aquello hizo que subiese la guardia de nuevo, solo un momento. Estábamos rodeados de lobos, por todas partes. Incluso yo, si me remontaba en el tiempo, había vivido relativamente cerca de aquel lugar en algún momento.
Inspiré profundamente por la nariz, casi sin percibirlo, buscando su olor en el aire. Era un olor agradable, pero difuso. Se estaba aseando cuando nos encontramos, pero estaba casi segura, de todos modos, de que había estado cerca de lobos. Aquello no lo convertía en uno, necesariamente. Pero si vivía cerca de aquel lugar, si me provocaba aquella sensación inusual…
Lo que más reforzaba aquella sensación de que él era un licántropo era el deseo inconsciente que tenía de convertirme. Había tenido muy poco contacto con lobos desde la muerte de Ganurf, y cada vez me transformaba menos, por lo que era normal que, de ser él un licántropo, llamase a aquella parte reprimida de mí.
¿Qué pensaría él si lo hacía? ¿Me consideraría una bestia? ¿Me reconocería como a un igual? ¿Me temería? ¿Me despreciaría? En ningún momento, me convencí, le sería indiferente. A nadie en el mundo le era indiferente.
Lo miré a los ojos, fijamente. “¿Eres un licántropo?”, quería pregunta, pero no me atrevía. Porque aquello implicaba que me importaba, y a mí no debía importarme. Noté al lobo revolverse inquieto dentro de mí. Era una sensación física, una especie de tensión que se movía, oprimiendo a la altura del pecho y la garganta.
En lugar de preguntar aquello, di información sobre mí.
-Ya unos dos años, desde que mi mentor murió. No pertenezco a ninguna parte, o al menos lo siento así. Podría decirse que pertenezco al mundo…-. Aquella vez fui yo la que alzó la vista a las nubes oscuras que plagaban el cielo. Me gustaba pensar, más bien, que era el mundo el que me pertenecía a mí, completo. Podía ir a donde desease y hacer como quisiese. Y, sabía, estaba destinada a triunfar. Haría algo grande. Lo único que no estaba a mi alcance era el cielo-. Dices que no sabes a dónde vas, que no tienes un objetivo-. Lo miré de nuevo, más seria-. Podría decirse lo mismo de mí. Voy a Lunargenta porque es donde estoy ahora, pero no tengo claro “a dónde voy”-. Ladeé la cabeza-. No sé si me explico…
¿Problemas viajando sola? Aquella pregunta me hizo reír. Negué con calma, esbozando una sonrisa orgullosa. La soledad en los caminos nunca había sido un problema.
-Vine acompañando a un grupo de mercaderes para protegerlos de los peligros que acechan en los caminos. Puede que no te lo parezca, pero soy fuerte-. Muchas veces, la apariencia frágil no era más que otra arma-. He viajado sola muchas veces, y mentiría si dijese que nunca me he visto en problemas, pero esos problemas nunca me han superado. ¿Y tú?-. Lo miré con interés-. ¿No te preocupa viajar sin compañía?
De alguna forma, cuando rechazó mi ofecimiento me encontré experimentando cierta amargura, desagrado. No era un sentimiento demasiado fuerte, solo como un mal sabor. Una parte de mí gritaba que qué podía ser más importante que aceptar la invitación de Gerda Jorgën, que era una de las personas más magníficas de la tierra. Otra parte, menos cabal, decía que simplemente me fastidiaba el no contar con su compañía porque me había agradado. Pero no era más que un desconocido con su vida y su historia.
Tras la tensión inicial en el gesto, una expresión breve, concedí recuperando una sonrisa suave y asintiendo de la misma forma.
-Si aquello que debes hacer no te toma mucho tiempo estoy segura de que podremos encontrarnos por el camino –respondí, convencida de ello. La distancia hacia Lunargenta todavía era generosa, y no tenía montura con la que agilizar mi marcha. Como loba llegaría antes, estaba segura, pero no tenía prisa-. Si se trata de algo complicado, sin embargo, quizás podamos vernos más adelante, en la ciudad –añadí-. Lunargenta no es mi hogar, pero no tengo pensado abandonarla de momento, así que si llegas allí estoy segura de que podremos toparnos de algún modo.
“¿Y qué más da?”, repetía una voz en mi cabeza. Pero a aquellas alturas ya me había convencido de que aquel hombre tenía algo que ver con mi ascenso a la gloria.
Al hablar me distraía. Hacía mucho que no encontraba alguien con quien conversar sintiendo verdadero interés. Quizás había sido así con Chimar, el huérfano de Lunargenta, pero mi interés había surgido de lo que podía ganar con él: un espejo, unas monedas, información sobre la ciudad o aquella arma que me había mostrado y que todavía deseaba. ¿Y qué podía darme Jon? Ni siquiera compañía en mi viaje, o al menos no en aquel momento. Tampoco me ofrecía dinero, o comida; era yo la que se la daba a él, en todo caso. Pero no me importaba.
-Puedo cazar con facilidad –dije, llegando a jactarme un poco-. Es sencillo sorprender a las presas cuando sabes cómo hacerlo-. Aparté un poco la capa para que viese la daga que llevaba prendida a la cadera-. Sé tratar la piel, de modo que aprovecho todo del animal, y no solo la carne. No es la mejor forma de ganarse la vida, pero sirve cuando no hay otras opciones-. Omití los datos relacionados sobre cómo cazaba. Que pensase que me lanzaba con la daga sobre los animales, o con mis manos desnudas; como prefiriese. Aquello era mejor que me imaginase pasando de bella mujer a bestia, aunque incluso como loba, y aquello debía admitirlo, era hermosa-. Toma algo de carne, también –ofrecí, con convencimiento.
Yo misma me llevé un pequeño trozo de pan a la boca. No sentía un hambre atroz, pero tampoco una ausencia total de ella. Desde que nos habíamos detenido a comer, antes de llegar a Ulmer, no había vuelto a llevarme a los labios más que agua.
Jon dijo que no venía de muy lejos. Aquello hizo que subiese la guardia de nuevo, solo un momento. Estábamos rodeados de lobos, por todas partes. Incluso yo, si me remontaba en el tiempo, había vivido relativamente cerca de aquel lugar en algún momento.
Inspiré profundamente por la nariz, casi sin percibirlo, buscando su olor en el aire. Era un olor agradable, pero difuso. Se estaba aseando cuando nos encontramos, pero estaba casi segura, de todos modos, de que había estado cerca de lobos. Aquello no lo convertía en uno, necesariamente. Pero si vivía cerca de aquel lugar, si me provocaba aquella sensación inusual…
Lo que más reforzaba aquella sensación de que él era un licántropo era el deseo inconsciente que tenía de convertirme. Había tenido muy poco contacto con lobos desde la muerte de Ganurf, y cada vez me transformaba menos, por lo que era normal que, de ser él un licántropo, llamase a aquella parte reprimida de mí.
¿Qué pensaría él si lo hacía? ¿Me consideraría una bestia? ¿Me reconocería como a un igual? ¿Me temería? ¿Me despreciaría? En ningún momento, me convencí, le sería indiferente. A nadie en el mundo le era indiferente.
Lo miré a los ojos, fijamente. “¿Eres un licántropo?”, quería pregunta, pero no me atrevía. Porque aquello implicaba que me importaba, y a mí no debía importarme. Noté al lobo revolverse inquieto dentro de mí. Era una sensación física, una especie de tensión que se movía, oprimiendo a la altura del pecho y la garganta.
En lugar de preguntar aquello, di información sobre mí.
-Ya unos dos años, desde que mi mentor murió. No pertenezco a ninguna parte, o al menos lo siento así. Podría decirse que pertenezco al mundo…-. Aquella vez fui yo la que alzó la vista a las nubes oscuras que plagaban el cielo. Me gustaba pensar, más bien, que era el mundo el que me pertenecía a mí, completo. Podía ir a donde desease y hacer como quisiese. Y, sabía, estaba destinada a triunfar. Haría algo grande. Lo único que no estaba a mi alcance era el cielo-. Dices que no sabes a dónde vas, que no tienes un objetivo-. Lo miré de nuevo, más seria-. Podría decirse lo mismo de mí. Voy a Lunargenta porque es donde estoy ahora, pero no tengo claro “a dónde voy”-. Ladeé la cabeza-. No sé si me explico…
¿Problemas viajando sola? Aquella pregunta me hizo reír. Negué con calma, esbozando una sonrisa orgullosa. La soledad en los caminos nunca había sido un problema.
-Vine acompañando a un grupo de mercaderes para protegerlos de los peligros que acechan en los caminos. Puede que no te lo parezca, pero soy fuerte-. Muchas veces, la apariencia frágil no era más que otra arma-. He viajado sola muchas veces, y mentiría si dijese que nunca me he visto en problemas, pero esos problemas nunca me han superado. ¿Y tú?-. Lo miré con interés-. ¿No te preocupa viajar sin compañía?
Gerda Jorgën
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Re: El primer paso no es el más fácil +18 [Interpretativo] [Libre]
Tal vez no había sentido tanto interés por una sencilla charla desde hacía ya mucho tiempo. En estos momentos, apreciaba con mayor interés hasta el mínimo de los detalles, aunque ella en particular me llamaba la atención, tenía cierto sentimiento por averiguar más, conocer lo que ella quisiera ofrecer en una charla, aprender de lo que ella sabía... Realmente era mucho y su oferta de viajar juntos sonaba como algo prometedor para poder cumplir con lo que deseaba, realmente tentador. Me puse de pie y caminé hacia ella, ofreciéndole la mano una vez más.
- Está decidido, Lady Jorgën. Prometo alcanzarla en el camino tan pronto como me sea posible, de hecho, apresuraré mis deberes para poder re-encontrarnos cuanto antes. - le dije, con claro interés en mis palabras sin apartar la mirada de ella, para demostrar mi honestidad. - Nunca he ido a Lunargenta, pero suena como un sitio bastante grande. Tal vez eventualmente nos encontremos si coincidimos ahí... Aunque no estoy tan seguro. - comenté, algo preocupado por el hecho de que, si no la alcanzaba en su camino hacia Lunargenta, jamás la encontraría de nuevo. - Me aseguraré de llegar antes de que usted alcance su destino. - exclamé con una sonrisa.
Esta vez me apoyé en el poso, más cerca de ella, tras haber tomado un trozo de pan y comenzarlo a comer. Miré hacia otro sitio mientras ambos ingeríamos los alimentos, intentando no parecer maleducado por fijar mi vista en ella mientras comíamos en un silencio que duró apenas unos segundos. Afortunadamente ya no sentía tensión entre ambos y creía tener la libertad de hablar casi de cualquier tema con ella... Excepto, revelar lo que era en mi totalidad, sin antes conocer la postura que ella tenía al respecto.
Una mujer que sabía cazar, viajaba sola y hacía trabajos con mercenarios, de escolta. Me sonaba bastante raro tratándose de un humano que no cargaba con gran armamento, además, si lo que decía era cierto, la distancia que podía recorrer sin hacer uso de un caballo, daba a entender que tenía una condición bastante preparada, poco natural para algunos, me atrevía a pensar. Se ganaba la vida como era posible, eso era parte de los viajes y de lo que yo tendría que hacer más adelante, a menos de contar con demasiada suerte y dar con una fortuna por casualidad. Ciertamente no estaba preocupado por el tema de los alimentos, sabía cazar, podía subsistir en mi forma de lobo por mucho tiempo e incluso viajar como tal en donde no corriera riesgo, grandes distancias en poco tiempo, escasos obstáculos como el frío o limitaciones humanas, era parte del orgullo que representaba ser un lobo. Pero bien, si ella lo hizo ¿con quién estaba tratando? Quizás había un par de cabos sueltos sin atar.
Deseaba ver su fortaleza probada en un viaje, tal vez de esa manera sus secretos serían descubiertos uno a uno y con el paso del tiempo. Me interesaba conocerla y averiguar el por qué de aquella sensación tan extraña que no me permitía pasar de largo e ignorar por completo el hecho de habernos encontrado aquí y ahora, en la primera noche de mi viaje. Pensaba dentro de mi, que Gerda era tal vez el inicio de la manada con la que muchos aventureros, licántropos, sueñan viajar para cumplir sus metas... O quizá era el principio de aquel compañero con quien viviría la mayor parte de mi estancia por este mundo, mientras mi destino era decidido por mis actos y decisiones. La curiosidad me llamaba, tenía el profundo deseo de saber en qué dirección avanzaríamos.
-Uhmm... Pues... - murmuré, mientras recordaba un par de frases que me hacían repetir durante mis tutorías, aquel mentor que optó por forjarme de forma que nunca olvidara. - Si voy a morir, será de pie, si vivo, con la cabeza en alto, cuidar de los míos y quien realmente lo requiere, viajar siempre rumbo a... - me interrumpí a mi mismo, cuando me di cuenta de que recitaba en voz alta y no pude evitar reir ligeramente, algo avergonzado. - Lo lamento, costumbres. - afirmé con una sincera sonrisa mientras mis ojos volvían al sitio en donde parecían pertenecer, fijos sobre los suyos. - Pero bien, no recuerdo la parte en donde viajar solo deba hacerme sentir algún miedo... - concluí.
La soledad no me molestaba, solía sumergirme en un mar de pensamientos cuando no estaba acompañado, incluso tenía la mala costumbre de hacerlo en compañía y aunque estar solo, me resultaba mas cómodo en ocasiones, seguía la intrigante razón del por qué sentir la necesidad, o bien, las ansias por viajar en compañía de ella. - Pero creo que no estaré viajando solo por mucho tiempo. - afirmé, aun con la vista en sus ojos. - ¿Podría comenzar a llamarla de otra manera? Sin el toque de formalidad. Siento que no le ofrezco la confianza suficiente cuando le hablo de usted, Lady. - comenté, con cierto tono juguetón en las últimas palabras.
- Está decidido, Lady Jorgën. Prometo alcanzarla en el camino tan pronto como me sea posible, de hecho, apresuraré mis deberes para poder re-encontrarnos cuanto antes. - le dije, con claro interés en mis palabras sin apartar la mirada de ella, para demostrar mi honestidad. - Nunca he ido a Lunargenta, pero suena como un sitio bastante grande. Tal vez eventualmente nos encontremos si coincidimos ahí... Aunque no estoy tan seguro. - comenté, algo preocupado por el hecho de que, si no la alcanzaba en su camino hacia Lunargenta, jamás la encontraría de nuevo. - Me aseguraré de llegar antes de que usted alcance su destino. - exclamé con una sonrisa.
Esta vez me apoyé en el poso, más cerca de ella, tras haber tomado un trozo de pan y comenzarlo a comer. Miré hacia otro sitio mientras ambos ingeríamos los alimentos, intentando no parecer maleducado por fijar mi vista en ella mientras comíamos en un silencio que duró apenas unos segundos. Afortunadamente ya no sentía tensión entre ambos y creía tener la libertad de hablar casi de cualquier tema con ella... Excepto, revelar lo que era en mi totalidad, sin antes conocer la postura que ella tenía al respecto.
Una mujer que sabía cazar, viajaba sola y hacía trabajos con mercenarios, de escolta. Me sonaba bastante raro tratándose de un humano que no cargaba con gran armamento, además, si lo que decía era cierto, la distancia que podía recorrer sin hacer uso de un caballo, daba a entender que tenía una condición bastante preparada, poco natural para algunos, me atrevía a pensar. Se ganaba la vida como era posible, eso era parte de los viajes y de lo que yo tendría que hacer más adelante, a menos de contar con demasiada suerte y dar con una fortuna por casualidad. Ciertamente no estaba preocupado por el tema de los alimentos, sabía cazar, podía subsistir en mi forma de lobo por mucho tiempo e incluso viajar como tal en donde no corriera riesgo, grandes distancias en poco tiempo, escasos obstáculos como el frío o limitaciones humanas, era parte del orgullo que representaba ser un lobo. Pero bien, si ella lo hizo ¿con quién estaba tratando? Quizás había un par de cabos sueltos sin atar.
Deseaba ver su fortaleza probada en un viaje, tal vez de esa manera sus secretos serían descubiertos uno a uno y con el paso del tiempo. Me interesaba conocerla y averiguar el por qué de aquella sensación tan extraña que no me permitía pasar de largo e ignorar por completo el hecho de habernos encontrado aquí y ahora, en la primera noche de mi viaje. Pensaba dentro de mi, que Gerda era tal vez el inicio de la manada con la que muchos aventureros, licántropos, sueñan viajar para cumplir sus metas... O quizá era el principio de aquel compañero con quien viviría la mayor parte de mi estancia por este mundo, mientras mi destino era decidido por mis actos y decisiones. La curiosidad me llamaba, tenía el profundo deseo de saber en qué dirección avanzaríamos.
-Uhmm... Pues... - murmuré, mientras recordaba un par de frases que me hacían repetir durante mis tutorías, aquel mentor que optó por forjarme de forma que nunca olvidara. - Si voy a morir, será de pie, si vivo, con la cabeza en alto, cuidar de los míos y quien realmente lo requiere, viajar siempre rumbo a... - me interrumpí a mi mismo, cuando me di cuenta de que recitaba en voz alta y no pude evitar reir ligeramente, algo avergonzado. - Lo lamento, costumbres. - afirmé con una sincera sonrisa mientras mis ojos volvían al sitio en donde parecían pertenecer, fijos sobre los suyos. - Pero bien, no recuerdo la parte en donde viajar solo deba hacerme sentir algún miedo... - concluí.
La soledad no me molestaba, solía sumergirme en un mar de pensamientos cuando no estaba acompañado, incluso tenía la mala costumbre de hacerlo en compañía y aunque estar solo, me resultaba mas cómodo en ocasiones, seguía la intrigante razón del por qué sentir la necesidad, o bien, las ansias por viajar en compañía de ella. - Pero creo que no estaré viajando solo por mucho tiempo. - afirmé, aun con la vista en sus ojos. - ¿Podría comenzar a llamarla de otra manera? Sin el toque de formalidad. Siento que no le ofrezco la confianza suficiente cuando le hablo de usted, Lady. - comenté, con cierto tono juguetón en las últimas palabras.
Jon Sköll
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Re: El primer paso no es el más fácil +18 [Interpretativo] [Libre]
Su interés en acompañarme en mi camino, en no desprenderse de mí por completo, me resultó muy inspirador. Parecía apreciar mi perfección, mi luz. Todo el mundo lo hacía, evidentemente… Pero él me lo demostraba con una fuerza inusual; con tanto ímpetu que me sentí halagada. Un poco azorada, incluso. Pero era una experta en disimular aquellas cosas.
-De acuerdo, cuento con ello- le respondí, con una sonrisa, asintiendo con énfasis-. Estoy segura de que esta no será la última vez que nos veamos. Estaré atenta.
Me mostraba demasiado receptiva, demasiado dispuesta a buscarlo también, y me incomodaba. Tampoco era algo tan importante, un compañero de camino agradable no era negativo, pero me sentía como si un ofrecimiento como aquel no debiese ser propio de mí. En cierto modo, la satisfacción y tranquilidad que sentía me era ajena. Era como contemplarme en la superficie de un lago, pero sin que me contemplase de verdad.
Hacía tiempo que nadie llamaba mi atención.
Cuando se sentó en el muro, más cerda de mí, volví el cuerpo ligeramente hacia él. Lo observé comer un momento, como esperando que alabase mis grandes cualidades culinarias, aunque la carne y el pan eran comprados y no de la mejor calidad. En un futuro, me dije, cuando alcanzase la fama, obtendría los más grandes manjares y lo invitaría de nuevo.
Inconscientemente me incliné un poco más hacia él, acortando las distancias, e inspiré con suavidad, aprovechando la cercanía para captar su olor de forma más precisa. Me aparté en el momento en el que me di cuenta de lo que estaba haciendo, y me centré en mi comida.
Aquella vez creía haberlo notado: un olor oculto tras el pan, la hierba y el polvo de los caminos; un olor conocido, pero lejano al mismo tiempo. Pero era un olor agradable.
La conversación se sucedió, pero no me distrajo de aquel pensamiento. Cuando comenzó a recitar una especie de dogma personal alcé las cejas, y cuando rio, reí con él.
-“Cuidar de los míos”. Son unas costumbres bastante familiares- admití. Yo no tenía “míos” que cuidar, más allá de mí misma, pero estaba bien de aquella forma. Me gustaba vivir para mí. La soledad no era un problema, sino otra ventaja-. ¿“Viajar siempre rumbo a…”?-. Ladeé suavemente la cabeza, mirándolo con curiosidad divertida-. Yo no tengo esas “costumbres”, pero yo tampoco recuerdo en qué momento me pudo parecer que viajar sola podría darme miedo –declaro, erguida, con orgullo.
El peligro no me asustaba. Quizás lo hacía más en ciudades grandes, donde las malas gentes se reunían en barrios bajos, pero en los caminos podía ocultarme entre los árboles, enfrentarme a los peligros o alejarme antes de que me alcanzasen. Huir no era más vergonzoso que morir por no hacerlo.
Mantuve aquella sonrisa orgullosa hasta que dijo aquello de que no estaría viajando solo mucho tiempo, mirándome fijamente. Yo era orgullosa, era digna, era fuerte e independiente, pero por un momento me sentí como una chiquilla que había perdido la ropa. Desvié la vista tras un instante, levemente avergonzada, seria.
-Llámame como prefieras- concedí. Había sido de los que me había honrado llamándome “Lady”, por lo que en cierta forma merecía más que todos los demás el llamarme como gustase. Su respeto estaba demostrado; su admiración-. Gerda está bien-. Volví a mirarlo, de reojo, suavizando un poco el gesto con una sonrisa-. No hay problema con ello.
Gerda Jorgën. Lady Jorgën. La mujer que poosería el mundo, o una parte del mundo o que, al menos, sería algo grande del mismo. Aquella historia estaba por escribir.
La serenidad pareció apoderarse de mí de pronto. Mi mirada cambió a una más intensa, más inquisitiva, más seria. Clavé los ojos oscuros en los suyos, algo más claros. Quería leer a través de aquella mirada, adentrarme en su cabeza y que aquello respondiese a las preguntas, pero la capacidad de leer mentes no se encontraba entre mis habilidades en aquel momento.
-¿Eres un lobo? –pregunté.
Un licántropo allí, tan cerca de Ulmer, no sería algo extraño. Viajando solo, sin miedo, como yo. Y aquella sensación que me causaba…
Podía ser solo un humano que hubiese viajado con lobos, me repetía. Podía ser aquello.
-De acuerdo, cuento con ello- le respondí, con una sonrisa, asintiendo con énfasis-. Estoy segura de que esta no será la última vez que nos veamos. Estaré atenta.
Me mostraba demasiado receptiva, demasiado dispuesta a buscarlo también, y me incomodaba. Tampoco era algo tan importante, un compañero de camino agradable no era negativo, pero me sentía como si un ofrecimiento como aquel no debiese ser propio de mí. En cierto modo, la satisfacción y tranquilidad que sentía me era ajena. Era como contemplarme en la superficie de un lago, pero sin que me contemplase de verdad.
Hacía tiempo que nadie llamaba mi atención.
Cuando se sentó en el muro, más cerda de mí, volví el cuerpo ligeramente hacia él. Lo observé comer un momento, como esperando que alabase mis grandes cualidades culinarias, aunque la carne y el pan eran comprados y no de la mejor calidad. En un futuro, me dije, cuando alcanzase la fama, obtendría los más grandes manjares y lo invitaría de nuevo.
Inconscientemente me incliné un poco más hacia él, acortando las distancias, e inspiré con suavidad, aprovechando la cercanía para captar su olor de forma más precisa. Me aparté en el momento en el que me di cuenta de lo que estaba haciendo, y me centré en mi comida.
Aquella vez creía haberlo notado: un olor oculto tras el pan, la hierba y el polvo de los caminos; un olor conocido, pero lejano al mismo tiempo. Pero era un olor agradable.
La conversación se sucedió, pero no me distrajo de aquel pensamiento. Cuando comenzó a recitar una especie de dogma personal alcé las cejas, y cuando rio, reí con él.
-“Cuidar de los míos”. Son unas costumbres bastante familiares- admití. Yo no tenía “míos” que cuidar, más allá de mí misma, pero estaba bien de aquella forma. Me gustaba vivir para mí. La soledad no era un problema, sino otra ventaja-. ¿“Viajar siempre rumbo a…”?-. Ladeé suavemente la cabeza, mirándolo con curiosidad divertida-. Yo no tengo esas “costumbres”, pero yo tampoco recuerdo en qué momento me pudo parecer que viajar sola podría darme miedo –declaro, erguida, con orgullo.
El peligro no me asustaba. Quizás lo hacía más en ciudades grandes, donde las malas gentes se reunían en barrios bajos, pero en los caminos podía ocultarme entre los árboles, enfrentarme a los peligros o alejarme antes de que me alcanzasen. Huir no era más vergonzoso que morir por no hacerlo.
Mantuve aquella sonrisa orgullosa hasta que dijo aquello de que no estaría viajando solo mucho tiempo, mirándome fijamente. Yo era orgullosa, era digna, era fuerte e independiente, pero por un momento me sentí como una chiquilla que había perdido la ropa. Desvié la vista tras un instante, levemente avergonzada, seria.
-Llámame como prefieras- concedí. Había sido de los que me había honrado llamándome “Lady”, por lo que en cierta forma merecía más que todos los demás el llamarme como gustase. Su respeto estaba demostrado; su admiración-. Gerda está bien-. Volví a mirarlo, de reojo, suavizando un poco el gesto con una sonrisa-. No hay problema con ello.
Gerda Jorgën. Lady Jorgën. La mujer que poosería el mundo, o una parte del mundo o que, al menos, sería algo grande del mismo. Aquella historia estaba por escribir.
La serenidad pareció apoderarse de mí de pronto. Mi mirada cambió a una más intensa, más inquisitiva, más seria. Clavé los ojos oscuros en los suyos, algo más claros. Quería leer a través de aquella mirada, adentrarme en su cabeza y que aquello respondiese a las preguntas, pero la capacidad de leer mentes no se encontraba entre mis habilidades en aquel momento.
-¿Eres un lobo? –pregunté.
Un licántropo allí, tan cerca de Ulmer, no sería algo extraño. Viajando solo, sin miedo, como yo. Y aquella sensación que me causaba…
Podía ser solo un humano que hubiese viajado con lobos, me repetía. Podía ser aquello.
Gerda Jorgën
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Re: El primer paso no es el más fácil +18 [Interpretativo] [Libre]
- Ger - dije con un tono tranquilo, corrigiéndola con una sonrisa en el rostro. - Será Ger. - repetí, volviendo mi mirada hacia el resto del paisaje. Los amplios e interminables campos a las afueras de Ulmer parecían más tranquilos de lo que solían narrar las personas. Tierra que trabajar, pastizales en abundancia, recuadros de tierra con vida creciendo en su interior, un sendero bien marcado para aquellos quienes solían recorrer estos caminos. Ahora era como ese tipo de gente, errante. Mi destino se vería marcado según la necesidad que el camino me indicara. Una mirada perdida en los campos hacían evidente la forma en la que viajaba en mis propios pensamientos, una mala costumbre, sin embargo no tenía la intención de corregirla.
No fue hasta aquella osada pregunta, una interrogante con gran atrevimiento. Nunca había vivido fuera de Ulmer, de hecho, mi único contacto con el exterior era la experiencia de mis mentores. No conocía nada del mundo, al menos no en persona, pero aquella pregunta, según me habían enseñado, era algo que debía evitar hasta no estar seguro de qué lado se encontraba la persona a quien se la haría. Desconocía sus intenciones, también el contexto de su pregunta ¿estaría siendo acusado indirectamente de ser un licántropo, sospechaba de mi? Quizá era más que obvio, tan cerca de Ulmer, un viajero solitario sin un transporte o un medio para trasladarme, estaba más que claro.
- ¿Un lobo? - enfaticé la pregunta y alcé un poco más la vista mientras hallaba la respuesta adecuada. Consideraba mentirle, pero no era digno, tampoco tenía una razón de ocultar lo que era, estaba orgulloso de mi origen y de cada faceta que representaba serlo. Había sido llamado "lobo" en incontables ocasiones en boca de muchos, todos con un significado, entonación y distintas intenciones. Sabía que era uno, en varios aspectos de mi forma de comportarme, o al menos en las distintas situaciones que ameritaban ser llamado como tal. - Sí, supongo que soy un lobo. - contesté. Mis ojos se desplazaron lentamente, hacia ella, serené mi mirada y pensé en cómo continuar la conversación. - Pero no te asustan los lobos. - afirmé con seguridad. << ¿Por qué? ¿A qué viene la pregunta >> incontables posibilidades, pero solo una escapó de entre mis labios. - ¿Has conocido a más? - con clara curiosidad marcada en mis palabras, la pregunta invadió nuestra conversación ¿había más de nosotros allá, fuera de Ulmer?
Repentinamente mi cuerpo se separó de la minúscula pared improvisada que marcaba los límites del pozo y caminé, como si conociera el terreno, en rumbo fijo. - Sería bueno encontrar un lugar menos expuesto para pasar la noche. - murmuré, deteniéndome y llevando mi vista hacia ella, esta vez no había una sonrisa, solo una extraña curiosidad en mi rostro, como si buscara preguntarle si pasaríamos la noche en compañía del otro.
No fue hasta aquella osada pregunta, una interrogante con gran atrevimiento. Nunca había vivido fuera de Ulmer, de hecho, mi único contacto con el exterior era la experiencia de mis mentores. No conocía nada del mundo, al menos no en persona, pero aquella pregunta, según me habían enseñado, era algo que debía evitar hasta no estar seguro de qué lado se encontraba la persona a quien se la haría. Desconocía sus intenciones, también el contexto de su pregunta ¿estaría siendo acusado indirectamente de ser un licántropo, sospechaba de mi? Quizá era más que obvio, tan cerca de Ulmer, un viajero solitario sin un transporte o un medio para trasladarme, estaba más que claro.
- ¿Un lobo? - enfaticé la pregunta y alcé un poco más la vista mientras hallaba la respuesta adecuada. Consideraba mentirle, pero no era digno, tampoco tenía una razón de ocultar lo que era, estaba orgulloso de mi origen y de cada faceta que representaba serlo. Había sido llamado "lobo" en incontables ocasiones en boca de muchos, todos con un significado, entonación y distintas intenciones. Sabía que era uno, en varios aspectos de mi forma de comportarme, o al menos en las distintas situaciones que ameritaban ser llamado como tal. - Sí, supongo que soy un lobo. - contesté. Mis ojos se desplazaron lentamente, hacia ella, serené mi mirada y pensé en cómo continuar la conversación. - Pero no te asustan los lobos. - afirmé con seguridad. << ¿Por qué? ¿A qué viene la pregunta >> incontables posibilidades, pero solo una escapó de entre mis labios. - ¿Has conocido a más? - con clara curiosidad marcada en mis palabras, la pregunta invadió nuestra conversación ¿había más de nosotros allá, fuera de Ulmer?
Repentinamente mi cuerpo se separó de la minúscula pared improvisada que marcaba los límites del pozo y caminé, como si conociera el terreno, en rumbo fijo. - Sería bueno encontrar un lugar menos expuesto para pasar la noche. - murmuré, deteniéndome y llevando mi vista hacia ella, esta vez no había una sonrisa, solo una extraña curiosidad en mi rostro, como si buscara preguntarle si pasaríamos la noche en compañía del otro.
- P.S:
- ¡Hola! Lamento mucho la demora y lo corto de la respuesta, la temporada de finales está fatal
Jon Sköll
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Re: El primer paso no es el más fácil +18 [Interpretativo] [Libre]
"Ger", me dijo con suma naturalidad. Le di vueltas uns instante a quién me había llamado antes de aquella forma, pero solo encontraba rostros sin nombre y en ocasiones escasas. Aquella confianza no abundaba en mis recuerdos, ya que mis contactos cercanos no habían sido muchos: pocas personas había habido dignas de contar con mi confianza y mi amistad.
-Ger está bien -acepté, apartando la mirada levemente azorada. Era capaz de mostrarme orgullosa ante los más desvergonzados, pero aquel sosiego y falta de pudor, pese a que acabásemos de encontrarnos, junto con la extraña atmósfera que se creaba me hacía difícil el sentirme tan osada como de costumbre. Podía decir que me mostraba más "mansa", pero no me gustaba aquella alusión, ya que parecía que me consideraba una "bestia salvaje" de forma habitual.
Lo observé mientras él contemplaba el entorno como si lo viese por primera vez. Mi pregunta no tardó en llegar, y entonces me pareció ver cambiar su rostro. Los segundos se me hicieron eternos. Mis ojos se clavaban en su perfil, y podía sentir cómo la tensión crecía para mí a medida que el tiempo pasaba, como si la respuesta que diese fuese a desencadenar algo irreversible. Y, sin embargo, cuando confirmó mis sospechas no sucedió nada: no sentí aversión hacia él, no cayo una lluvia de flechas sobre nosotros, el mundo no terminó. En cierto modo la tensión seguía allí, en cada músculo, como si fuese a empezar una especie de combate en cualquier momento y mi cuerpo siguiese preparado.
Era un lobo. Aquello no era malo ni bueno, por como me sentía, aunque algo me gritaba que era malo y que debía alejarme de él, rechazarlo enseguida, porque era una bestia inferior. No como yo.
-No me asustan los lobos -coincidí, hablando con cautela. Él no lo había preguntado, de todas formas-. Y he conocido a otros, sí-. Asentí con suavidad, seria. No podía dejar de pensar, de darle vueltas a la idea de decir algo más, de añadir más información. Aunque lo odiase, aunque no soportase la ponzoña animal que un día había infectado mi sangre, por un momento no me pareció tan mala. Acababa de conocerlo, pero era un lobo y me daba una sensación agradable, más que la que me causaba la mayoría de la gente. Separé los labios y hablé, con voz baja, comedida, dirigiendo la vista al suelo-. Yo también lo soy...
En el instante en el que comenzaba a hablar, Jon se levantaba. Detuve mis palabras y volví a mirarlo. No estaba segura de si me había escuchado, y una parte de mí deseaba que no lo hubiese hecho. Porque yo no era una loba, era humana. O aquello me repetía constantemente, desde hacía años. Era una humana perfecta, excelente, inmejorable, aunque algunas veces me convirtiese en otra cosa por un tiempo.
Me levanté por inercia, como él, siguiendo su avance con la mirada, aunque yo me quedé inmóvil junto al pozo, dejando entre ambos el espacio que él había creado. Con la distancia noté que la atmósfera se volvía más ligera, pero en parte me desagradó. Era, por decirlo de alguna forma, como cuando a uno le retiraban una manta y entonces se perdía aquella calidez cercana al cuerpo y la echaba en falta, aunque no hiciese frío.
-Sería más apropiado que pasásemos la noche juntos -murmuré, antes de pensarlo-. Es más... seguro, salvo que no te fíes de mí -añadí, dibujando una sutil sonrisa, entretenida, desafiante.
No era yo misma. Yo era independiente, solitaria, distante y desconfiada. El concepto de grupo, de "manada", no era para mí. Pero me incomodaba pensar que tras aquel encuentro Jon pudiese desaparecer y no volviese a verlo, aunque hubiese prometido alcanzarme. Sentía suma curiosidad por él. Quería prolongar aquel encuentro un poco más.
En cierto modo quería tocarlo y captar su olor de cerca. Aquella sensación era la que más me perturbaba de todas, ya que no dejaba de ser un instinto, "un instinto de mi parte loba", me decía. Y yo no dejaba que mis instintos me tomasen.
Dirigí una breve mirada a la espesura, hacia donde los árboles se hacían más tupidos. No sabía si él buscaba una posada o granero en el que quedarse. Yo muchas veces evitaba aquellos lugares y terminaba por dormir en alguna parte del bosque cuando viajaba, en un lugar recogido al que no llegase el viento, para ahorrar monedas, que no solían abundar en mis bolsillos.
-Ger está bien -acepté, apartando la mirada levemente azorada. Era capaz de mostrarme orgullosa ante los más desvergonzados, pero aquel sosiego y falta de pudor, pese a que acabásemos de encontrarnos, junto con la extraña atmósfera que se creaba me hacía difícil el sentirme tan osada como de costumbre. Podía decir que me mostraba más "mansa", pero no me gustaba aquella alusión, ya que parecía que me consideraba una "bestia salvaje" de forma habitual.
Lo observé mientras él contemplaba el entorno como si lo viese por primera vez. Mi pregunta no tardó en llegar, y entonces me pareció ver cambiar su rostro. Los segundos se me hicieron eternos. Mis ojos se clavaban en su perfil, y podía sentir cómo la tensión crecía para mí a medida que el tiempo pasaba, como si la respuesta que diese fuese a desencadenar algo irreversible. Y, sin embargo, cuando confirmó mis sospechas no sucedió nada: no sentí aversión hacia él, no cayo una lluvia de flechas sobre nosotros, el mundo no terminó. En cierto modo la tensión seguía allí, en cada músculo, como si fuese a empezar una especie de combate en cualquier momento y mi cuerpo siguiese preparado.
Era un lobo. Aquello no era malo ni bueno, por como me sentía, aunque algo me gritaba que era malo y que debía alejarme de él, rechazarlo enseguida, porque era una bestia inferior. No como yo.
-No me asustan los lobos -coincidí, hablando con cautela. Él no lo había preguntado, de todas formas-. Y he conocido a otros, sí-. Asentí con suavidad, seria. No podía dejar de pensar, de darle vueltas a la idea de decir algo más, de añadir más información. Aunque lo odiase, aunque no soportase la ponzoña animal que un día había infectado mi sangre, por un momento no me pareció tan mala. Acababa de conocerlo, pero era un lobo y me daba una sensación agradable, más que la que me causaba la mayoría de la gente. Separé los labios y hablé, con voz baja, comedida, dirigiendo la vista al suelo-. Yo también lo soy...
En el instante en el que comenzaba a hablar, Jon se levantaba. Detuve mis palabras y volví a mirarlo. No estaba segura de si me había escuchado, y una parte de mí deseaba que no lo hubiese hecho. Porque yo no era una loba, era humana. O aquello me repetía constantemente, desde hacía años. Era una humana perfecta, excelente, inmejorable, aunque algunas veces me convirtiese en otra cosa por un tiempo.
Me levanté por inercia, como él, siguiendo su avance con la mirada, aunque yo me quedé inmóvil junto al pozo, dejando entre ambos el espacio que él había creado. Con la distancia noté que la atmósfera se volvía más ligera, pero en parte me desagradó. Era, por decirlo de alguna forma, como cuando a uno le retiraban una manta y entonces se perdía aquella calidez cercana al cuerpo y la echaba en falta, aunque no hiciese frío.
-Sería más apropiado que pasásemos la noche juntos -murmuré, antes de pensarlo-. Es más... seguro, salvo que no te fíes de mí -añadí, dibujando una sutil sonrisa, entretenida, desafiante.
No era yo misma. Yo era independiente, solitaria, distante y desconfiada. El concepto de grupo, de "manada", no era para mí. Pero me incomodaba pensar que tras aquel encuentro Jon pudiese desaparecer y no volviese a verlo, aunque hubiese prometido alcanzarme. Sentía suma curiosidad por él. Quería prolongar aquel encuentro un poco más.
En cierto modo quería tocarlo y captar su olor de cerca. Aquella sensación era la que más me perturbaba de todas, ya que no dejaba de ser un instinto, "un instinto de mi parte loba", me decía. Y yo no dejaba que mis instintos me tomasen.
Dirigí una breve mirada a la espesura, hacia donde los árboles se hacían más tupidos. No sabía si él buscaba una posada o granero en el que quedarse. Yo muchas veces evitaba aquellos lugares y terminaba por dormir en alguna parte del bosque cuando viajaba, en un lugar recogido al que no llegase el viento, para ahorrar monedas, que no solían abundar en mis bolsillos.
Gerda Jorgën
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Re: El primer paso no es el más fácil +18 [Interpretativo] [Libre]
Había comenzado a andar en busca de un sitio más seguro donde tocar esta clase de temas y donde descansar sin tener que hacer guardias o preocuparnos por el exterior, fuera posible. Tenía en mente muchas posibilidades, pero en particular, había un lugar que buscaba, según escuchaba en las historias del pueblo, había muchos de esos sitios dispersos en las afueras, dar con uno de ellos sería una fortuna, aunque para los tantos viajeros que recorrían estas planicies, sería algo totalmente común. Generalmente eran lugares a los que la gente común no se acercaba, desconocía si la razón era miedo o desconfianza, a mi no me importaba mucho, pues los consideraba incluso más seguros que estar pasando la noche en un campo abierto, carente de cobertura, árboles o algo con lo que fuera capaz de ocultar mi silueta en pleno descanso.
Los pasos no duraron mucho, como un muro invisible, se presentó frente a mi, la barrera que me impidió avanzar un poco más. Una sólida pared que no podía atravesar sin antes terminar de analizar aquella afirmación tan directa. << "Yo también lo soy" >> fue clara, no se trataba de una confusión ni nada por el estilo, tajante y directa. Ladee mi rostro ligeramente, con clara impresión marcada en el. << ¿Ella, un lobo? >> pensé, por muy descabellada que sonara aquella idea, no se alejaba demasiado de la realidad, pues era la respuesta a muchas de las incógnitas que surgieron a lo largo de estos momentos de charla; el interés que no podía ignorar, la curiosidad, seguridad, confianza, incluso la atracción que sentía por conocer más de ella... Era una explicación clave, a fin de cuentas, un lobo estaba llamando a otro ¿o no se supone que las cosas eran así? Como un aullido interno, uno escuchó al otro e inmediatamente acudió.
En aquel momento, fui incapaz de formular una frase completa, de hecho, ahora me encontraba sin palabras, ni siquiera era capaz de pensar en una respuesta coherente ante aquella declaración. Reí ligeramente, y volví mi mirada al frente, para seguir caminando, dos, tres, cuatro pasos le devolvieron a mi boca la capacidad de transmitir ideas y entonces escapó de mi, casi sin pensarlo, una oración que pudo haberme condenado. - Eso explica lo bella. Por supuesto que confío en ti. - dije, sin ironía en las palabras, solo un inocente tono de juego y seguí caminando, sin mirar hacia atrás, no tenía idea si me seguiría o había terminado por cortar cualquier lazo con un lobo del exterior, porque había más, me lo confirmó, me sentía feliz, pues de aquí en adelante tendría en la mente el hecho de que no me encontraría solo fuera de Ulmer... Pero desconocía su paradero, tampoco sabía que sería de nosotros ¿seguiríamos viajando juntos después de haber revelado el secreto del otro?
Las ideas no dejaban de bombardearme y repetir continuamente el hecho de lo que ocasionaría si nos separábamos ahora y no volvía a verla, tal vez, con el paso de los años y de los rostros, olvidaría nuestro encuentro y solo quedaría en su lugar, un sentimiento de culpa y arrepentimiento, incluso lo mantendría como la memoria que dio inicio a mi viaje. Tal vez la olvide, aunque eso no parecía ser algo que yo hiciera, probablemente la culpa me haría darle un sentido a mi viaje y hasta el final de mis días, la buscaría, solo para perecer con su rostro en mi cabeza como una meta que no logré alcanzar. Había miles de posibilidades y unas daban origen a otras tantas ¿qué iba a pasar si de ahora en más, no volvíamos a vernos? La cascada de ideas acabó por consumir mi percepción del entorno y no me di cuenta en dónde estaba al caminar, hasta que algo claro invadió mi vista; las altas paredes de madera de un antiguo granero que, incluso al haber sido abandonado, probablemente por una mudanza o que estas tierras no dieran mayor producto, se veía en muy buen estado, de hecho, óptimo para pasar la noche en terreno parcialmente desconocido. Era seguro, mucho más que estar expuestos y aseguraba un refugio que respaldaba un buen descanso. Mi oído y olfato no lograron confirmar la presencia de algo o alguien dentro de la gran estructura de madera y tomé el atrevimiento de abrir el portón, que se desplazó sin oponer esfuerzo alguno. Me interné con cautela, notando como un abundante olor a madera penetraba dentro de mis fosas nasales y la oscuridad abundaba en sus rincones, aunque al centro, podía verse un fragmento iluminado más iluminado que el resto de los interiores, el techo tenía un agujero, creado con el paso del tiempo y desgaste, que apuntaba a un montón de madera agrupada, que posiblemente solía ser ese pedazo de techo que ahora no estaba en su lugar.
- Pero qué coincidencia... - murmuré, en un principio asustado por creer estar hablándole a la nada, razón por la que, tras haber entrado a ese sitio, di media vuelta para saber qué rumbo había tomado mi camino tras el último intercambio de frases con Ger.
Los pasos no duraron mucho, como un muro invisible, se presentó frente a mi, la barrera que me impidió avanzar un poco más. Una sólida pared que no podía atravesar sin antes terminar de analizar aquella afirmación tan directa. << "Yo también lo soy" >> fue clara, no se trataba de una confusión ni nada por el estilo, tajante y directa. Ladee mi rostro ligeramente, con clara impresión marcada en el. << ¿Ella, un lobo? >> pensé, por muy descabellada que sonara aquella idea, no se alejaba demasiado de la realidad, pues era la respuesta a muchas de las incógnitas que surgieron a lo largo de estos momentos de charla; el interés que no podía ignorar, la curiosidad, seguridad, confianza, incluso la atracción que sentía por conocer más de ella... Era una explicación clave, a fin de cuentas, un lobo estaba llamando a otro ¿o no se supone que las cosas eran así? Como un aullido interno, uno escuchó al otro e inmediatamente acudió.
En aquel momento, fui incapaz de formular una frase completa, de hecho, ahora me encontraba sin palabras, ni siquiera era capaz de pensar en una respuesta coherente ante aquella declaración. Reí ligeramente, y volví mi mirada al frente, para seguir caminando, dos, tres, cuatro pasos le devolvieron a mi boca la capacidad de transmitir ideas y entonces escapó de mi, casi sin pensarlo, una oración que pudo haberme condenado. - Eso explica lo bella. Por supuesto que confío en ti. - dije, sin ironía en las palabras, solo un inocente tono de juego y seguí caminando, sin mirar hacia atrás, no tenía idea si me seguiría o había terminado por cortar cualquier lazo con un lobo del exterior, porque había más, me lo confirmó, me sentía feliz, pues de aquí en adelante tendría en la mente el hecho de que no me encontraría solo fuera de Ulmer... Pero desconocía su paradero, tampoco sabía que sería de nosotros ¿seguiríamos viajando juntos después de haber revelado el secreto del otro?
Las ideas no dejaban de bombardearme y repetir continuamente el hecho de lo que ocasionaría si nos separábamos ahora y no volvía a verla, tal vez, con el paso de los años y de los rostros, olvidaría nuestro encuentro y solo quedaría en su lugar, un sentimiento de culpa y arrepentimiento, incluso lo mantendría como la memoria que dio inicio a mi viaje. Tal vez la olvide, aunque eso no parecía ser algo que yo hiciera, probablemente la culpa me haría darle un sentido a mi viaje y hasta el final de mis días, la buscaría, solo para perecer con su rostro en mi cabeza como una meta que no logré alcanzar. Había miles de posibilidades y unas daban origen a otras tantas ¿qué iba a pasar si de ahora en más, no volvíamos a vernos? La cascada de ideas acabó por consumir mi percepción del entorno y no me di cuenta en dónde estaba al caminar, hasta que algo claro invadió mi vista; las altas paredes de madera de un antiguo granero que, incluso al haber sido abandonado, probablemente por una mudanza o que estas tierras no dieran mayor producto, se veía en muy buen estado, de hecho, óptimo para pasar la noche en terreno parcialmente desconocido. Era seguro, mucho más que estar expuestos y aseguraba un refugio que respaldaba un buen descanso. Mi oído y olfato no lograron confirmar la presencia de algo o alguien dentro de la gran estructura de madera y tomé el atrevimiento de abrir el portón, que se desplazó sin oponer esfuerzo alguno. Me interné con cautela, notando como un abundante olor a madera penetraba dentro de mis fosas nasales y la oscuridad abundaba en sus rincones, aunque al centro, podía verse un fragmento iluminado más iluminado que el resto de los interiores, el techo tenía un agujero, creado con el paso del tiempo y desgaste, que apuntaba a un montón de madera agrupada, que posiblemente solía ser ese pedazo de techo que ahora no estaba en su lugar.
- Pero qué coincidencia... - murmuré, en un principio asustado por creer estar hablándole a la nada, razón por la que, tras haber entrado a ese sitio, di media vuelta para saber qué rumbo había tomado mi camino tras el último intercambio de frases con Ger.
Jon Sköll
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Re: El primer paso no es el más fácil +18 [Interpretativo] [Libre]
Me arrepentí de haberlo dicho cuando se detuvo. Había revelado un secreto, no, una mentira, ya que yo no era un lobo. Nunca había sido un lobo, aunque en algún momento de mi vida, cuando era muy joven y jugaba a perseguir ardillas, sí pensaba que lo era a menudo. Pero los niños no sabían nada. Ni siquiera yo sabía lo suficiente cuando era niña, por perfecta que fuese.
No lo despreciaba a él por ser lobo, era diferente. Era más complicado que ser o no un lobo. Era cuestión de una vida, mi vida, arruinada por aquello. Aunque no por completo. Renacería a lo grande. Todavía era joven.
Lo cierto era que Jon hablaba poco, pero escogía bien las palabras que utilizaba. Si bien la mayoría del mundo pensaba que era hermosa, él lo dijo en alto. No fui capaz de responder con soltura, como hubiese hecho habitualmente, y en vez de declarar un “por supuesto” terminé por murmurar un gracias para mí, que difícilmente habría llegado a sus oídos. Sonreí, sin embargo, un instante después, y eché a andar tras él.
-Podría cortarte el cuello mientras duermes -bromeé, con un tono lo suficientemente suave como para que no lo tomase en serio.
"O mordérselo", pensé. La idea se me vino a la mente tan deprisa que estuve a punto de pronunciarlo. Me veía transformada, cerrando las fauces en torno a su garganta lobuna. Aquella idea no solo se me hacía sumamente básica y bestial, inapropiada para alguien tan elevado como yo, sino que, en cierto modo, me resultaba morbosa. Quizás estaba pensando demasiado en lobos, y aquello provocaba que mi cabeza se liberase y pensase en lo que no debía.
Caminando tras él, me sentía como si lo acechase. Se movía en silencio, y yo hacía lo mismo, calculando dónde pisaba, evitando las ramas, e incluso calculando la respiración. Los ojos examinaban el entorno en penumbra, desconocido para mí, y evaluaban también sus gestos. ¿Estaba tranquilo? ¿Tenso? ¿Cómo se movía? Cada detalle era importante, y lo grababa en mis retinas. También los olores de aquel lugar, a tierra húmeda y plantas me resultaban más estimulantes que los de las tabernas de mala muerte y los de los callejones sucios de las zonas pobres de las ciudades. Odiaba el olor del cuero al curtirse, que era el olor de mi infancia, y también odiaba la sangre lupina que cruzaba mis venas, pero el olor a campo me reconfortaba. Era el olor de la libertad, aunque cuando deseaba la grandeza el olor en el que pensaba era en el de manjares especiados y baños con perfumes costosos. Realmente jamás había entrado en una gran bañera llena de aceites perfumados y esencias de flores exóticas, pero imaginaba que olían como si una se bañase en el aroma de un campo lleno de flores frescas.
La gloria que me esperaba sabía a especias y olía a flores; la gloria que me esperaba era cálida como una buena cama junto al fuego en una noche de invierno. Aquella noche, sin embargo, la habitación sería un granero, la cama la paja y las brasas...
Alcé las cejas al ver alzarse la construcción. Parecía un edificio viejo, pero lo suficientemente sólido como para soportar las inclemencias mejor que una simple manta. Al viajar, cuando no se tenía mejor refugio, los lugares como aquel eran idóneos para descansar. Penetré en el sitio tras Jon, que se encargó de abrir la puerta. Caminaba con cautela, atenta a las sombras, aunque todo apuntaba a que el granero estaba abandonado: el estado, la ausencia de habitantes cerca o de herramientas en su interior...
Pasé junto al hombro de Jon cuando este habló, adelantándolo, y le dediqué una sonrisa y un asentimiento.
-Una coincidencia que se agradece-. Miré alrededor, observándolo todo lo mejor que podía con la escasa luz, avanzando con curiosidad por el sitio. El gran agujero del techo me hizo agradecer que las nubes no fueran de lluvia, pues el suelo se encharcaría enseguida-. Los astros no quieren que pase frío esta noche-. El mundo me brindaba un refugio barato y un compañero interesante para pasar la noche. Me acerqué a uno de los rincones en penumbra, y allí me topé con un montículo de paja. No era excesivamente grande, pero sí lo justo para que pudiésemos hacernos un hueco sin estorbarnos. También era posible distribuirla extendida en el suelo-. Esto daría para una buena cama, o algo así -dije, alzando la voz para que Jon me escuchase.
Me senté sobre la paja, probándola. No era el mejor de los lechos, pero sí mejor que el suelo. Estaba seca, pero olía un poco a polvo, seguramente debido al tiempo que había estado allí almacenada. No me hubiese parecido extraño encontrar un nido de ratones en su interior, aunque no parecía ser el caso.
Busqué a Jon con la mirada, y me encontré esperando a que se acercase a comprobar mi descubrimiento y a resaltarlo, como si hubiese sido algo inusual, cuando era evidente que hubiese acabado por encontrarlo sin mi ayuda. Yo notaba satisfacción, sin embargo, por aquel logro fútil.
-He dormido en jergones peores, he de admitir. Y en medio del bosque, donde abundan los peligros-. Peligros a los que no temía-. Aquí, como mucho, se nos vendrá el techo encima -dije, con una sonrisa burlona-. Espero que no temas a la madera, ya que no temes a los caminos ni a Gerda Jorgën, una peligrosa mujer.
Quizás él enloqueciese y se convirtiese allí mismo, azuzado por el instinto animal. Entonces se abalanzaría sobre mi cuerpo, con el rugido en la garganta, como una bestia peligrosa. Pero yo temía menos a aquello que al techo del granero.
En cierto modo, no veía peligro en aquellos pensamientos, sino una especie de deseo básico de mi parte exiliada, loba, como cuando al ver la luna completa deseaba aullar. Mas no lo hacía.
No lo despreciaba a él por ser lobo, era diferente. Era más complicado que ser o no un lobo. Era cuestión de una vida, mi vida, arruinada por aquello. Aunque no por completo. Renacería a lo grande. Todavía era joven.
Lo cierto era que Jon hablaba poco, pero escogía bien las palabras que utilizaba. Si bien la mayoría del mundo pensaba que era hermosa, él lo dijo en alto. No fui capaz de responder con soltura, como hubiese hecho habitualmente, y en vez de declarar un “por supuesto” terminé por murmurar un gracias para mí, que difícilmente habría llegado a sus oídos. Sonreí, sin embargo, un instante después, y eché a andar tras él.
-Podría cortarte el cuello mientras duermes -bromeé, con un tono lo suficientemente suave como para que no lo tomase en serio.
"O mordérselo", pensé. La idea se me vino a la mente tan deprisa que estuve a punto de pronunciarlo. Me veía transformada, cerrando las fauces en torno a su garganta lobuna. Aquella idea no solo se me hacía sumamente básica y bestial, inapropiada para alguien tan elevado como yo, sino que, en cierto modo, me resultaba morbosa. Quizás estaba pensando demasiado en lobos, y aquello provocaba que mi cabeza se liberase y pensase en lo que no debía.
Caminando tras él, me sentía como si lo acechase. Se movía en silencio, y yo hacía lo mismo, calculando dónde pisaba, evitando las ramas, e incluso calculando la respiración. Los ojos examinaban el entorno en penumbra, desconocido para mí, y evaluaban también sus gestos. ¿Estaba tranquilo? ¿Tenso? ¿Cómo se movía? Cada detalle era importante, y lo grababa en mis retinas. También los olores de aquel lugar, a tierra húmeda y plantas me resultaban más estimulantes que los de las tabernas de mala muerte y los de los callejones sucios de las zonas pobres de las ciudades. Odiaba el olor del cuero al curtirse, que era el olor de mi infancia, y también odiaba la sangre lupina que cruzaba mis venas, pero el olor a campo me reconfortaba. Era el olor de la libertad, aunque cuando deseaba la grandeza el olor en el que pensaba era en el de manjares especiados y baños con perfumes costosos. Realmente jamás había entrado en una gran bañera llena de aceites perfumados y esencias de flores exóticas, pero imaginaba que olían como si una se bañase en el aroma de un campo lleno de flores frescas.
La gloria que me esperaba sabía a especias y olía a flores; la gloria que me esperaba era cálida como una buena cama junto al fuego en una noche de invierno. Aquella noche, sin embargo, la habitación sería un granero, la cama la paja y las brasas...
Alcé las cejas al ver alzarse la construcción. Parecía un edificio viejo, pero lo suficientemente sólido como para soportar las inclemencias mejor que una simple manta. Al viajar, cuando no se tenía mejor refugio, los lugares como aquel eran idóneos para descansar. Penetré en el sitio tras Jon, que se encargó de abrir la puerta. Caminaba con cautela, atenta a las sombras, aunque todo apuntaba a que el granero estaba abandonado: el estado, la ausencia de habitantes cerca o de herramientas en su interior...
Pasé junto al hombro de Jon cuando este habló, adelantándolo, y le dediqué una sonrisa y un asentimiento.
-Una coincidencia que se agradece-. Miré alrededor, observándolo todo lo mejor que podía con la escasa luz, avanzando con curiosidad por el sitio. El gran agujero del techo me hizo agradecer que las nubes no fueran de lluvia, pues el suelo se encharcaría enseguida-. Los astros no quieren que pase frío esta noche-. El mundo me brindaba un refugio barato y un compañero interesante para pasar la noche. Me acerqué a uno de los rincones en penumbra, y allí me topé con un montículo de paja. No era excesivamente grande, pero sí lo justo para que pudiésemos hacernos un hueco sin estorbarnos. También era posible distribuirla extendida en el suelo-. Esto daría para una buena cama, o algo así -dije, alzando la voz para que Jon me escuchase.
Me senté sobre la paja, probándola. No era el mejor de los lechos, pero sí mejor que el suelo. Estaba seca, pero olía un poco a polvo, seguramente debido al tiempo que había estado allí almacenada. No me hubiese parecido extraño encontrar un nido de ratones en su interior, aunque no parecía ser el caso.
Busqué a Jon con la mirada, y me encontré esperando a que se acercase a comprobar mi descubrimiento y a resaltarlo, como si hubiese sido algo inusual, cuando era evidente que hubiese acabado por encontrarlo sin mi ayuda. Yo notaba satisfacción, sin embargo, por aquel logro fútil.
-He dormido en jergones peores, he de admitir. Y en medio del bosque, donde abundan los peligros-. Peligros a los que no temía-. Aquí, como mucho, se nos vendrá el techo encima -dije, con una sonrisa burlona-. Espero que no temas a la madera, ya que no temes a los caminos ni a Gerda Jorgën, una peligrosa mujer.
Quizás él enloqueciese y se convirtiese allí mismo, azuzado por el instinto animal. Entonces se abalanzaría sobre mi cuerpo, con el rugido en la garganta, como una bestia peligrosa. Pero yo temía menos a aquello que al techo del granero.
En cierto modo, no veía peligro en aquellos pensamientos, sino una especie de deseo básico de mi parte exiliada, loba, como cuando al ver la luna completa deseaba aullar. Mas no lo hacía.
Gerda Jorgën
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Re: El primer paso no es el más fácil +18 [Interpretativo] [Libre]
Su presencia y sus palabras respondieron de inmediato a la incógnita que rondaba mi cabeza, a pesar de haberle revelado uno de los mayores secretos que podía tener uno al otro, optó por continuar este pequeño episodio de viaje conmigo. Mi silueta se internó en las sombras del granero, tras cerrar el portón que carecía de seguro alguno tras ser abandonado y, guiado por la curiosidad, comencé a caminar por el lugar, primero siguiendo el muro que tenía a mi lado derecho, siendo totalmente cubierto por la serena oscuridad que albergaba el granero. Mientras avanzaba, solo podía diferenciar la silueta de un par de cosas en el lugar, tales como paja, montículos de tierra, algunas divisiones hechas con madera que sobresalían perpendicularmente de los resistentes muros de la estructura, si levantaba la vista, alcanzaba a denotar las líneas que trazaban las gruesas vigas que sostenían el resto del techo, podía alcanzar a notar los pilares, desperdigados por el amplio interior, pero no encontraba nada de interés.
- Supongo que sí, podrías asesinarme mientras duermo... - murmuré con tono calmado, mientras entretenía mi mente en una búsqueda interminable por "algo" dentro del lugar, tal vez una herramienta, el resto de alguna vela, aceite o rocas, tal vez algo que pudiera iniciar un fuego, tal vez un trozo de madera, yesca, algo metálico... Pero la fortuna solo me ofreció un poco de madera agrupada desordenadamente en un montículo con un montón de ramas, comprobé por el tacto su condición, ya que la vista no era la forma mas óptima, teniendo en cuenta la escasa iluminación y, para mi sorpresa, estaban secas, o aparentaban estarlo. Tomé un grupo de estas y me acerqué al punto en el que Ger descubrió un montón de pajo que convertiría nuestra estadía en algo más cómodo. - Esto es algo mejor de lo que esperaba, de hecho... - murmuré, riendo para mis adentros y dejé la madera a un espacio considerable frente a Ger, sacudiéndome las manos del polvo que las impregnaba. Me acerqué a ella un poco, solo para responderle. - Resulta muy reconfortante para ser un sitio abandonado... Si me permite, bella asesina... - agregué con el mismo tono juguetón, con una pizca de atrevimiento, mientras me inclinaba hacia ella a propósito, reduciendo la distancia a prácticamente un par de centímetros y tomé algo de paja entre mis manos, antes de apartarme sonriente y regresar al montículo de madera que había reunido previamente y acomodé la paja en una pequeña porción por encima de la madera, separé una rama medianamente lisa en su superficie y la apoye de forma vertical sobre el colchón de paja por encima de la madera, y utilicé las palmas de mi mano para generar fricción entre la madera, la rama y la paja para ver si era posible iniciar alguna brasa como mínimo. Afortunadamente, la porción carente de techo, serviría de escape para el humo que la fogata estaba por generar.
Fingí clavar mi atención en el intento de avivar una llama, pero discretamente, por el cabo del ojo, la miraba sobre la paja e internamente pensaba en la situación que ahora estábamos viviendo, solos en un granero en medio de la nada ¿qué podrían estar haciendo dos lobos? A pesar de ser sentido común, lo ignoré y fijé mis pensamientos en la curiosidad que ella me generaba, todavía permanecía incrédulo ante el hecho de haber encontrado a una licántropa en este inicio de mi viaje. - Tal vez esos astros podrían echarnos una mano encendiendo una fogata por nosotros - comenté irónicamente mientras pretendía estar atento a la madera.
- Supongo que sí, podrías asesinarme mientras duermo... - murmuré con tono calmado, mientras entretenía mi mente en una búsqueda interminable por "algo" dentro del lugar, tal vez una herramienta, el resto de alguna vela, aceite o rocas, tal vez algo que pudiera iniciar un fuego, tal vez un trozo de madera, yesca, algo metálico... Pero la fortuna solo me ofreció un poco de madera agrupada desordenadamente en un montículo con un montón de ramas, comprobé por el tacto su condición, ya que la vista no era la forma mas óptima, teniendo en cuenta la escasa iluminación y, para mi sorpresa, estaban secas, o aparentaban estarlo. Tomé un grupo de estas y me acerqué al punto en el que Ger descubrió un montón de pajo que convertiría nuestra estadía en algo más cómodo. - Esto es algo mejor de lo que esperaba, de hecho... - murmuré, riendo para mis adentros y dejé la madera a un espacio considerable frente a Ger, sacudiéndome las manos del polvo que las impregnaba. Me acerqué a ella un poco, solo para responderle. - Resulta muy reconfortante para ser un sitio abandonado... Si me permite, bella asesina... - agregué con el mismo tono juguetón, con una pizca de atrevimiento, mientras me inclinaba hacia ella a propósito, reduciendo la distancia a prácticamente un par de centímetros y tomé algo de paja entre mis manos, antes de apartarme sonriente y regresar al montículo de madera que había reunido previamente y acomodé la paja en una pequeña porción por encima de la madera, separé una rama medianamente lisa en su superficie y la apoye de forma vertical sobre el colchón de paja por encima de la madera, y utilicé las palmas de mi mano para generar fricción entre la madera, la rama y la paja para ver si era posible iniciar alguna brasa como mínimo. Afortunadamente, la porción carente de techo, serviría de escape para el humo que la fogata estaba por generar.
Fingí clavar mi atención en el intento de avivar una llama, pero discretamente, por el cabo del ojo, la miraba sobre la paja e internamente pensaba en la situación que ahora estábamos viviendo, solos en un granero en medio de la nada ¿qué podrían estar haciendo dos lobos? A pesar de ser sentido común, lo ignoré y fijé mis pensamientos en la curiosidad que ella me generaba, todavía permanecía incrédulo ante el hecho de haber encontrado a una licántropa en este inicio de mi viaje. - Tal vez esos astros podrían echarnos una mano encendiendo una fogata por nosotros - comenté irónicamente mientras pretendía estar atento a la madera.
Jon Sköll
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Re: El primer paso no es el más fácil +18 [Interpretativo] [Libre]
Me dediqué a seguirlo con la mirada mientras recorría el interior del edificio, aunque en algunas ocasiones se perdía en algún rincón demasiado oscuro y quedaba fuera de mi campo de visión. Yo había decidido no explorar más, porque no esperaba encontrar oro o gloria en las esquinas; como mucho habría suciedad, polvo, y quizás algún resto dejado por los anteriores dueños de aquello, que ni ellos quisieron llevarse.
La calma con la que se tomaba mis amenazas, que no eran más que bromas, me hacía gracia. Si lo pensaba fríamente, él era peligroso: era un lobo, por lo que tenía la fuerza física para plantarme cara, aunque yo creía hacer lo propio. La cuestión era que no estaba pensando fríamente en absoluto, y no veía en él un peligro de aquel tipo, del mismo modo que él no veía un peligro en mí.
Cuando Jon vino hacia donde yo estaba lo hizo con madera en las manos, que dejó en el suelo. Me incliné un poco hacia adelante, mirando curiosa lo que hacía. No estaba segura de si un fuego haría que el granero entero prendiese, pero sonaba bien como idea para apartar el frío. Mientras se mantuviese lejos de más madera o de otros elementos flamables, como era el caso, no tenía por qué haber ningún inconveniente.
-¿Y cómo vas a encenderlo? –pregunté, entretenida, acomodándome sentada, como si estuviera acomodada sobre un trono y no sobre un montículo de paja vieja. La forma relajada que tenía de sentarme contrastaba un poco con cómo había tomado asiento en el muro del pozo, pero ya me sentía lo suficientemente cómoda como para hacer justicia a mi grandeza.
Su respuesta no tardó mucho en llegar, y lo hizo en forma de acercamiento. No me lo esperaba. Noté cómo ensanchaba los ojos sin quererlo e, inconscientemente, contuve la respiración, expectante. Fue momentáneo, después se alejó. Pellizqué mi labio inferior con un colmillo, en una sonrisa divertida, y me erguí un poco.
-¿Sabes hacer fuego así? –pregunté, atenta a sus gestos. Tras haber conseguido unos ahorros me vendría bien hacerme con un pedernal u otro artilugio que facilitase el nacimiento de una llama sin esfuerzo. Aunque mi objetivo no era pasar las noches al aire libre, terminaba por ser inevitable alguna vez-. ¿Los astros? –repetí. Sonreí y me puse en pie, caminando hacia él con pasos quedos, atenta a sus manos-. Quizás el fuego, si cuentas con algún trozo de cristal, pero pedirle fuego a la luna es como pedírselo a las nubes-. No podía evitar destilar el tono seguro que me caracterizaba, jocosa-. ¿Tienes una piedra? Podemos hacer una chispa utilizando mi daga-. Me acuclillé frente a él, dejando la madera para el fuego entre ambos, como si por mi presencia allí fuese a serle más fácil hacer arder la leña-. Aunque confío en que podrás encenderlo, Jon.
Me sentí animada, como con una especie de euforia bullendo dentro y escapándose poco a poco. Aguardaba expectante por el fuego, con el cuerpo levemente en tensión.
-¿A qué te dedicabas antes de viajar? -pregunté, volviendo a mirar al lobo. Mientras se encargaba del fuego podría saciar mi curiosidad con la charla.
La calma con la que se tomaba mis amenazas, que no eran más que bromas, me hacía gracia. Si lo pensaba fríamente, él era peligroso: era un lobo, por lo que tenía la fuerza física para plantarme cara, aunque yo creía hacer lo propio. La cuestión era que no estaba pensando fríamente en absoluto, y no veía en él un peligro de aquel tipo, del mismo modo que él no veía un peligro en mí.
Cuando Jon vino hacia donde yo estaba lo hizo con madera en las manos, que dejó en el suelo. Me incliné un poco hacia adelante, mirando curiosa lo que hacía. No estaba segura de si un fuego haría que el granero entero prendiese, pero sonaba bien como idea para apartar el frío. Mientras se mantuviese lejos de más madera o de otros elementos flamables, como era el caso, no tenía por qué haber ningún inconveniente.
-¿Y cómo vas a encenderlo? –pregunté, entretenida, acomodándome sentada, como si estuviera acomodada sobre un trono y no sobre un montículo de paja vieja. La forma relajada que tenía de sentarme contrastaba un poco con cómo había tomado asiento en el muro del pozo, pero ya me sentía lo suficientemente cómoda como para hacer justicia a mi grandeza.
Su respuesta no tardó mucho en llegar, y lo hizo en forma de acercamiento. No me lo esperaba. Noté cómo ensanchaba los ojos sin quererlo e, inconscientemente, contuve la respiración, expectante. Fue momentáneo, después se alejó. Pellizqué mi labio inferior con un colmillo, en una sonrisa divertida, y me erguí un poco.
-¿Sabes hacer fuego así? –pregunté, atenta a sus gestos. Tras haber conseguido unos ahorros me vendría bien hacerme con un pedernal u otro artilugio que facilitase el nacimiento de una llama sin esfuerzo. Aunque mi objetivo no era pasar las noches al aire libre, terminaba por ser inevitable alguna vez-. ¿Los astros? –repetí. Sonreí y me puse en pie, caminando hacia él con pasos quedos, atenta a sus manos-. Quizás el fuego, si cuentas con algún trozo de cristal, pero pedirle fuego a la luna es como pedírselo a las nubes-. No podía evitar destilar el tono seguro que me caracterizaba, jocosa-. ¿Tienes una piedra? Podemos hacer una chispa utilizando mi daga-. Me acuclillé frente a él, dejando la madera para el fuego entre ambos, como si por mi presencia allí fuese a serle más fácil hacer arder la leña-. Aunque confío en que podrás encenderlo, Jon.
Me sentí animada, como con una especie de euforia bullendo dentro y escapándose poco a poco. Aguardaba expectante por el fuego, con el cuerpo levemente en tensión.
-¿A qué te dedicabas antes de viajar? -pregunté, volviendo a mirar al lobo. Mientras se encargaba del fuego podría saciar mi curiosidad con la charla.
- Spoiler:
- Lo siento, he estado trabajando jornadas de 12 horas este fin de semana y apenas he dormido >_< Al final me ha quedado corto y tarde...
Gerda Jorgën
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Re: El primer paso no es el más fácil +18 [Interpretativo] [Libre]
Un par de miradas con inocente interés, se paseaban de la madera, que estaba constantemente sometida a fricción, a Ger, como si en uno de esos paseos, mis ojos fueran a descubrir algo en ella que no había notado previamente. Tal vez ocultaba algo más y en el fondo quería descubrir qué era, la curiosidad comenzaba a impulsarme, haciéndome perder cualquier precaución que conservara hasta el momento. En estos instantes, cualquiera ajeno a Ger, no existía, era blanco perfecto para una emboscada, aunque no creía en ese dichoso ataque del que tanto me cuidaba, había revisado el lugar en busca de material y en el trayecto no había encontrado a nadie, ni siquiera un rastro de algo que pudiera hacerme sospechar. Con el paso del tiempo, una burbuja comenzó a expandirse en este sitio, encerrándome con Ger dentro de ella, pues nada más en el exterior tenía una pizca de interés que me hiciera salir de este estado.
- No encontré piedras, desafortunadamente, solo lo que ves aquí. Aunque sería útil, gran idea. - afirmé, dejando salir una inocente sonrisa apenas perceptible. Por un momento, me encontré siendo invadido por una densa lluvia de ideas sobre lo que haría de ahora en adelante, aquello que pasaría en mi viaje con Ger, qué nos diríamos, cuánto aprenderíamos el uno del otro ¿sería una relación que implicara amistad, compañerismo, rivalidad a la larga, tal vez enemistad si se presenta la situación o si se trataba de algo más profundo? En esos instantes, mientras me ausentaba en mis ideas, mi cuerpo mantenía su actividad para aparentar, aunque no lo notara, incluso reduje el grado de cautela, acabando por intensificar la fricción entre la madera y la paja y comenzó a generar estelas de humo, que se ocultaban, danzaban y ascendían, para escapar, dispersándose en la oscuridad del granero.
Un momento de duda, me sacó del lago que había iniciado como una llovizna de posibilidades, era más como un tirón, sacudida de la realidad, aun existía aquel otro remoto camino, en el que, ya sea durante el camino, o al llegar a su destino, nos separaríamos para no vernos jamás, en ese caso la idea de encariñarse, no era una opción rentable, comenzaría a llenar mi viaje y mi cabeza de nostalgia y vacíos que probablemente llenaría con algún hábito, sublimando cualquier emoción o carencia de algo... ¿O no? Me había dado cuenta de lo anterior y de lo tonto que me veía temiendo al futuro, cuando todavía no había llegado ni el amanecer. Lo que sucediera a partir de ahora, sería todo parte del viaje, después de todo, lo que quería era, después de haber concluido con mi destino errante... Plasmar mis palabras con añoro en hojas y tinta, volver a mi hogar, organizar alguna celebración, más que nada, una reunión alrededor de una gran fogata y hablarles sobre todo lo que vi a quienes se presentaran. Ansiaba secretamente el día en el que los jóvenes, hambrientos por descubrir el panorama que para entonces ya habría vivido, adultos y pequeños, rodearan el gran fuego, mientras yo me acercaba a pronunciar: "Todo comenzó con mi salida de Ulmer..." Tal vez tendría mis propios pupilos, algún espíritu joven, un lobo que quisiera salir y vivir, hasta descubrirse antes de volver a casa, o lamentablemente, no volver jamás. Aunque para ello, necesitaba sabiduría, experiencia, haber vivido, aullado en libertad.
Una pequeña chispa, escapó, marchitando las tiras de paja, oscureciendo y retorciéndolas mientras de ellas brotaba humo y emanaban una pequeña luz, una segunda, tercera... más chispas comenzaron a darle color al montículo que tenía debajo, volví. Me incliné ligeramente hacia los vestigios del fuego y justo a tiempo, pues una nueva pregunta, iluminó, tal como esas chispas a la paja, nuestra convivencia. - Me dedicaba a aprender... No creo tener otra manera de describirlo... - murmuré con cierto orgullo sano en las palabras. Una ligera brisa escapó de entre mis labios, una y otra vez, las chispas despertaban, ganaban color, aumentaban su brillo y comenzaban a expandirse hasta que, finalmente, la paja se convirtió en un montón de brasas, de las que escapaban las primeras llamas.
Me dejé caer hacia atrás, apoyando ambas manos, sobre mi cabeza, entrelazando los dedos entre mi cabello. - Finalmente. - dije con alivio, tras suspirar profundamente y, en menos de un par de segundos, me eché hacia adelante, para quedar sentado, de frente a Ger, con la calidez del nuevo fuego entre ambos. - Creo que va a sonar muy raro, Ger... - comenté, pensando una y otra vez antes de continuar mi frase, pero finalmente concluí que tomaría el riesgo y asumiría las consecuencias por mi atrevimiento. - Quiero saber de ti. - concluí, llevando una mirada, apartada de la joven curiosidad que aparentaba antes, por un claro interés hacia ella, fijando mis ojos en los de ella.
- No encontré piedras, desafortunadamente, solo lo que ves aquí. Aunque sería útil, gran idea. - afirmé, dejando salir una inocente sonrisa apenas perceptible. Por un momento, me encontré siendo invadido por una densa lluvia de ideas sobre lo que haría de ahora en adelante, aquello que pasaría en mi viaje con Ger, qué nos diríamos, cuánto aprenderíamos el uno del otro ¿sería una relación que implicara amistad, compañerismo, rivalidad a la larga, tal vez enemistad si se presenta la situación o si se trataba de algo más profundo? En esos instantes, mientras me ausentaba en mis ideas, mi cuerpo mantenía su actividad para aparentar, aunque no lo notara, incluso reduje el grado de cautela, acabando por intensificar la fricción entre la madera y la paja y comenzó a generar estelas de humo, que se ocultaban, danzaban y ascendían, para escapar, dispersándose en la oscuridad del granero.
Un momento de duda, me sacó del lago que había iniciado como una llovizna de posibilidades, era más como un tirón, sacudida de la realidad, aun existía aquel otro remoto camino, en el que, ya sea durante el camino, o al llegar a su destino, nos separaríamos para no vernos jamás, en ese caso la idea de encariñarse, no era una opción rentable, comenzaría a llenar mi viaje y mi cabeza de nostalgia y vacíos que probablemente llenaría con algún hábito, sublimando cualquier emoción o carencia de algo... ¿O no? Me había dado cuenta de lo anterior y de lo tonto que me veía temiendo al futuro, cuando todavía no había llegado ni el amanecer. Lo que sucediera a partir de ahora, sería todo parte del viaje, después de todo, lo que quería era, después de haber concluido con mi destino errante... Plasmar mis palabras con añoro en hojas y tinta, volver a mi hogar, organizar alguna celebración, más que nada, una reunión alrededor de una gran fogata y hablarles sobre todo lo que vi a quienes se presentaran. Ansiaba secretamente el día en el que los jóvenes, hambrientos por descubrir el panorama que para entonces ya habría vivido, adultos y pequeños, rodearan el gran fuego, mientras yo me acercaba a pronunciar: "Todo comenzó con mi salida de Ulmer..." Tal vez tendría mis propios pupilos, algún espíritu joven, un lobo que quisiera salir y vivir, hasta descubrirse antes de volver a casa, o lamentablemente, no volver jamás. Aunque para ello, necesitaba sabiduría, experiencia, haber vivido, aullado en libertad.
Una pequeña chispa, escapó, marchitando las tiras de paja, oscureciendo y retorciéndolas mientras de ellas brotaba humo y emanaban una pequeña luz, una segunda, tercera... más chispas comenzaron a darle color al montículo que tenía debajo, volví. Me incliné ligeramente hacia los vestigios del fuego y justo a tiempo, pues una nueva pregunta, iluminó, tal como esas chispas a la paja, nuestra convivencia. - Me dedicaba a aprender... No creo tener otra manera de describirlo... - murmuré con cierto orgullo sano en las palabras. Una ligera brisa escapó de entre mis labios, una y otra vez, las chispas despertaban, ganaban color, aumentaban su brillo y comenzaban a expandirse hasta que, finalmente, la paja se convirtió en un montón de brasas, de las que escapaban las primeras llamas.
Me dejé caer hacia atrás, apoyando ambas manos, sobre mi cabeza, entrelazando los dedos entre mi cabello. - Finalmente. - dije con alivio, tras suspirar profundamente y, en menos de un par de segundos, me eché hacia adelante, para quedar sentado, de frente a Ger, con la calidez del nuevo fuego entre ambos. - Creo que va a sonar muy raro, Ger... - comenté, pensando una y otra vez antes de continuar mi frase, pero finalmente concluí que tomaría el riesgo y asumiría las consecuencias por mi atrevimiento. - Quiero saber de ti. - concluí, llevando una mirada, apartada de la joven curiosidad que aparentaba antes, por un claro interés hacia ella, fijando mis ojos en los de ella.
Jon Sköll
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Re: El primer paso no es el más fácil +18 [Interpretativo] [Libre]
Cuando dijo que no había encontrado piedras estuve a punto de ofrecerme a ir a buscar alguna fuera, pero descarté la idea nada más pensarla: me interesaba ver cómo conseguía encender la hoguera de aquella forma y, como añadido, aquel tipo de acciones requerían de un esfuerzo extra que en aquel momento no buscaba realizar. Prefería centrarme en otros factores.
Estaba segura de que Jon podría encender algo utilizando solo aquellas herramientas, aunque no se tratase del fuego.
Cuando vi el primer rastro de humo mi cuerpo se tensó. Sus manos se movían deprisa, sin detenerse, buscando producir aquel calor con la fricción. Parecía difícil pensar que se podía hacer fuego de aquella forma, con solo frotar dos cuerpos.
Tragué saliva inconscientemente. La situación no era más especial de lo que lo hubiese sido cualquier otra. Pero sí había sido diferente desde el principio. Era algo hormonal, me repetía, algo que pertenecía a la bestia inferior que habitaba dentro de mí; era algo que debía negar. Pero no podía negar sus gestos, su olor, ni tampoco su presencia, que parecía envolverme, tocarme, como si se tratase de una extensión de su cuerpo.
El primer intento del fuego por brotar me hizo estremecerme. Estaba atenta a sus manos, embelesada solo con aquello, como significase algo mucho más profundo de lo que realmente era. El fuego era brillante, hermoso y cálido, como yo, llegué a pensar. La respuesta que me dio me hizo alzar los ojos hacia los suyos, que se acercaban al fuego, como el resto de su rostro.
-A aprender… -repetí con tono algo ausente, como por inercia, más centrada en el aire con el que avivaba las primeras llamas que en el significado de aquellas palabras-. Supongo que es lo que se hace siempre, "aprender".
Yo había aprendido también, de niña: había aprendido a cazar, a escribir, a curtir el cuero y a obtener lo que quería.
Una vez la paja prendió, las llamas crecieron deprisa, pasando de puntos rojizos a lenguas ondulantes, aún pequeñas, que lamían la madera para consumirla. El fuego era egoísta, y tomaba todo aquello que se encontraba.
-Lo has hecho bien –reconocí cuando Jon se distanció de las llamas. Después se acercó a mí. Lo había conocido hacía poco tiempo, pero mi interés en él había crecido de forma exponencial, y en aquel momento la tensión que notaba me parecía agradable, por mucho que no estuviese habituada a aquella sensación-. ¿Me va a sonar raro? –repetí, curiosa por el comentario-. ¿El qué?
Mi mente trabajaba deprisa, demasiado deprisa. No había motivo alguno para no dejarse llevar por aquel caos de mi cabeza y mi cuerpo. Yo estaba destinada a alcanzar la gloria, a ser grande, a tenerlo todo. Yo podría alcanzar la luna con los dedos y hacerla mía, podía tener riquezas y fama. Yo podría volverme fuerte, conseguiría reconocimiento. Todo aquello que desease podría ser mío, estaba convencida; el mundo entero sería mío.
Y él, como parte que era del mundo, era algo que yo podía alcanzar.
Nunca había sentido aquel tipo de interés por una persona que no fuese yo misma. Aquella chispa inicial, si llegaba a haberla, se apagaba en cuanto abrían la boca y decían algo inapropiado, o en cuanto sus acciones me incordiaban. Pero Jon callaba, era misterioso, y cuando hablaba parecía dar con las palabras precisas, y cuando me miraba de aquella forma tan penetrante me sentía como si brillase de verdad.
Yo brillaba de verdad. Y él podía verlo.
Me erguí y rodeé la hoguera. Fuera la luz había caído, pero el fuego dibujaba sombras alargadas en las paredes y el suelo, convirtiendo nuestras figuras en una suerte de fantasmas serpenteantes rodeados de luz rojiza.
En apenas dos pasos rodeé las llamas, que no dejaban de ser pequeñas, y entonces me senté a su derecha, justo su lado, y no frente a él, como unos segundos atrás. Al tomar asiento me aseguré de que mi costado estuviese junto al suyo. Aparté suavemente el pelo con las manos, pasándolo por encima del hombro derecho en un gesto cuidado, revelando la zona izquierda de mi cuello, esbelto, y lo miré de reojo.
-¿Qué deseas saber? –pregunté con tono relajado, quitando importancia a mis palabras.
Me daba igual si era instinto o si el motivo era diferente. Yo era Gerda Jorgën y obtenía lo que quería. Y si aquella vez, por extraño que me pareciese, quería obtener a una persona, podía hacerlo.
A aquella distancia su aroma resultaba más evidente. No tenía motivos para estar nerviosa, pero no podía evitarlo. Olía a algo que deseaba. Cada vez crecía más, sin motivo, aquel deseo de convertirme, pese a que yo nunca quería hacerlo. Volvió a mi mente la primera imagen que tuve de él: un hombre desconocido alerta, tenso, con el torso desnudo. Había sido una imagen casi tan interesante como lo era mi propio reflejo.
Apreté momentáneamente los muslos, y entonces inicié un nuevo acercamiento, más directo, alzándome un poco hacia Jon para buscar con los labios aquel punto en el que la mandíbula y el cuello se unían con la intención, el capricho, de morder con suavidad.
Mis deseos debían ser cumplidos.
Estaba segura de que Jon podría encender algo utilizando solo aquellas herramientas, aunque no se tratase del fuego.
Cuando vi el primer rastro de humo mi cuerpo se tensó. Sus manos se movían deprisa, sin detenerse, buscando producir aquel calor con la fricción. Parecía difícil pensar que se podía hacer fuego de aquella forma, con solo frotar dos cuerpos.
Tragué saliva inconscientemente. La situación no era más especial de lo que lo hubiese sido cualquier otra. Pero sí había sido diferente desde el principio. Era algo hormonal, me repetía, algo que pertenecía a la bestia inferior que habitaba dentro de mí; era algo que debía negar. Pero no podía negar sus gestos, su olor, ni tampoco su presencia, que parecía envolverme, tocarme, como si se tratase de una extensión de su cuerpo.
El primer intento del fuego por brotar me hizo estremecerme. Estaba atenta a sus manos, embelesada solo con aquello, como significase algo mucho más profundo de lo que realmente era. El fuego era brillante, hermoso y cálido, como yo, llegué a pensar. La respuesta que me dio me hizo alzar los ojos hacia los suyos, que se acercaban al fuego, como el resto de su rostro.
-A aprender… -repetí con tono algo ausente, como por inercia, más centrada en el aire con el que avivaba las primeras llamas que en el significado de aquellas palabras-. Supongo que es lo que se hace siempre, "aprender".
Yo había aprendido también, de niña: había aprendido a cazar, a escribir, a curtir el cuero y a obtener lo que quería.
Una vez la paja prendió, las llamas crecieron deprisa, pasando de puntos rojizos a lenguas ondulantes, aún pequeñas, que lamían la madera para consumirla. El fuego era egoísta, y tomaba todo aquello que se encontraba.
-Lo has hecho bien –reconocí cuando Jon se distanció de las llamas. Después se acercó a mí. Lo había conocido hacía poco tiempo, pero mi interés en él había crecido de forma exponencial, y en aquel momento la tensión que notaba me parecía agradable, por mucho que no estuviese habituada a aquella sensación-. ¿Me va a sonar raro? –repetí, curiosa por el comentario-. ¿El qué?
Mi mente trabajaba deprisa, demasiado deprisa. No había motivo alguno para no dejarse llevar por aquel caos de mi cabeza y mi cuerpo. Yo estaba destinada a alcanzar la gloria, a ser grande, a tenerlo todo. Yo podría alcanzar la luna con los dedos y hacerla mía, podía tener riquezas y fama. Yo podría volverme fuerte, conseguiría reconocimiento. Todo aquello que desease podría ser mío, estaba convencida; el mundo entero sería mío.
Y él, como parte que era del mundo, era algo que yo podía alcanzar.
Nunca había sentido aquel tipo de interés por una persona que no fuese yo misma. Aquella chispa inicial, si llegaba a haberla, se apagaba en cuanto abrían la boca y decían algo inapropiado, o en cuanto sus acciones me incordiaban. Pero Jon callaba, era misterioso, y cuando hablaba parecía dar con las palabras precisas, y cuando me miraba de aquella forma tan penetrante me sentía como si brillase de verdad.
Yo brillaba de verdad. Y él podía verlo.
Me erguí y rodeé la hoguera. Fuera la luz había caído, pero el fuego dibujaba sombras alargadas en las paredes y el suelo, convirtiendo nuestras figuras en una suerte de fantasmas serpenteantes rodeados de luz rojiza.
En apenas dos pasos rodeé las llamas, que no dejaban de ser pequeñas, y entonces me senté a su derecha, justo su lado, y no frente a él, como unos segundos atrás. Al tomar asiento me aseguré de que mi costado estuviese junto al suyo. Aparté suavemente el pelo con las manos, pasándolo por encima del hombro derecho en un gesto cuidado, revelando la zona izquierda de mi cuello, esbelto, y lo miré de reojo.
-¿Qué deseas saber? –pregunté con tono relajado, quitando importancia a mis palabras.
Me daba igual si era instinto o si el motivo era diferente. Yo era Gerda Jorgën y obtenía lo que quería. Y si aquella vez, por extraño que me pareciese, quería obtener a una persona, podía hacerlo.
A aquella distancia su aroma resultaba más evidente. No tenía motivos para estar nerviosa, pero no podía evitarlo. Olía a algo que deseaba. Cada vez crecía más, sin motivo, aquel deseo de convertirme, pese a que yo nunca quería hacerlo. Volvió a mi mente la primera imagen que tuve de él: un hombre desconocido alerta, tenso, con el torso desnudo. Había sido una imagen casi tan interesante como lo era mi propio reflejo.
Apreté momentáneamente los muslos, y entonces inicié un nuevo acercamiento, más directo, alzándome un poco hacia Jon para buscar con los labios aquel punto en el que la mandíbula y el cuello se unían con la intención, el capricho, de morder con suavidad.
Mis deseos debían ser cumplidos.
Gerda Jorgën
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Re: El primer paso no es el más fácil +18 [Interpretativo] [Libre]
Sentir como sus colmillos se deslizaban suavemente por cada centímetro de mi piel, en aquella zona tan vulnerable, expuesta, delicada, tan sensible... Ocasionó que mi piel se erizara ligeramente, así como se hacía evidente un cambio en mi ritmo respiratorio, era más pesado, cualquier tensión presente en mi cuerpo comenzaba a apartarse, una cínica sonrisa placentera se trazó en mi rostro mientras inclinaba la cabeza hacia el lado opuesto, dejando paso libre ante lo que para mi, era un evidente acercamiento con la intención de algo más. No sentía nada fuera de lugar, ni me parecía indebido, por el contrario, tanto mi cuerpo como mi rebuscada mentalidad que tantas precauciones tomaba para actuar, cedieron de inmediato y prácticamente hicieron que mi físico, respondiera de forma positiva. Estábamos tan cerca, solos y sin quien pudiera molestarnos, dos licántropos cuyos viajes se entrelazaban ¿por qué no? Además Ger era una mujer hermosa físicamente y tan intrigante, realzaba mi interés hacia ella, de conocerla... Su comportamiento era completamente distinto a cualquier estándar que había conocido.
Guiado por el impulso y la propia ansiedad que provocaba en mi cuerpo, llevé una mano hacia su cintura y la acaricié suavemente, ascendiendo lentamente hasta llegar a su cuello, un poco más arriba, mis dedos sintieron la suave piel de su rostro, aparté un poco el cabello que apenas se asomaba por delante de su oreja y cuando los impulsos se volvieron más intensos, me separé un poco de su mordida, mantuve aquella sonrisa en mis labios y la miré, por apenas un par de segundos antes de impulsarme hacia ella, buscando entrelazar atrevidamente nuestros labios sin previa aprobación, mientras que ahora, de forma simultánea, mis manos se acomodaban a los lados de su cadera y la acerqué hacia mi de inmediato. No quería dejar aquel juego que tenía con sus labios, manteniendo los ojos entrecerrados, disfrutando de la cercanía entre ambos, casi satisfaciendo una necesidad reprimida desde el momento en que la vi de cerca en aquel pozo, pero aun así me aparté un poco, solo para responderle. - Quiero... todo lo que desees hacerme saber. - agregué, antes de que mis labios avanzaran, esta vez, hasta la delicada unión entre su hombro y su cuello, y mis manos hacia su cintura.
Tal vez un par de segundos, jugando con los labios y dejando suaves mordiscos en aquella región de su cuerpo bastaron para que me apartara de ella, riendo ligeramente y devolviendo mi vista al sitio en donde originalmente se había interesado, sus ojos. Una mirada pícara y una sonrisa era lo único que podía dejarle ver además de un oculto deseo, que poco a poco, era descubierto frente al fuego que había encendido en la madera. - Aunque hay otras cosas que deseo, además de saber. - comenté sin premura ni previa meditación, simplemente con la intención de hacer evidente la razón de responder a ella de esta forma.
Al salir de Ulmer por la mañana, no tenía ni la menor idea de que me encontraría con una extraña, Ger, y tendríamos una charla que llevaría a dar a conocer las intenciones del uno con el otro. Las reacciones físicas que estaba teniendo parecían tan naturales que me sorprendían, quizá era el hecho de pertenecer a una misma raza, llamar al uno, con el otro. Pero mi cuerpo parecía estar reclamando otro, de formas que antes no lo había hecho, incluso viviendo entre licántropos, teniendo amistades femeninas desde pequeños, nunca había sentido aquel deseo tan peculiar que ella despertó de inmediato en mi. Tal vez era precavido y un tanto analítico, tanteaba el terreno, avanzaba con cuidado, evaluaba... Pero al diablo aquello, por primera vez era regido por mi propia libertad, seguía mis reglas, con las guías y enseñanzas de mis tutores, pero era mi libertad, finalmente podía escuchar al lobo, haría caso a mis deseos si quería seguir avanzando y no podía ocultarla, en este momento e incluso con tan poco tiempo de conocernos, ansiaba a Ger.
Aparentemente la madera no era la única que había iniciado un fuego.
Guiado por el impulso y la propia ansiedad que provocaba en mi cuerpo, llevé una mano hacia su cintura y la acaricié suavemente, ascendiendo lentamente hasta llegar a su cuello, un poco más arriba, mis dedos sintieron la suave piel de su rostro, aparté un poco el cabello que apenas se asomaba por delante de su oreja y cuando los impulsos se volvieron más intensos, me separé un poco de su mordida, mantuve aquella sonrisa en mis labios y la miré, por apenas un par de segundos antes de impulsarme hacia ella, buscando entrelazar atrevidamente nuestros labios sin previa aprobación, mientras que ahora, de forma simultánea, mis manos se acomodaban a los lados de su cadera y la acerqué hacia mi de inmediato. No quería dejar aquel juego que tenía con sus labios, manteniendo los ojos entrecerrados, disfrutando de la cercanía entre ambos, casi satisfaciendo una necesidad reprimida desde el momento en que la vi de cerca en aquel pozo, pero aun así me aparté un poco, solo para responderle. - Quiero... todo lo que desees hacerme saber. - agregué, antes de que mis labios avanzaran, esta vez, hasta la delicada unión entre su hombro y su cuello, y mis manos hacia su cintura.
Tal vez un par de segundos, jugando con los labios y dejando suaves mordiscos en aquella región de su cuerpo bastaron para que me apartara de ella, riendo ligeramente y devolviendo mi vista al sitio en donde originalmente se había interesado, sus ojos. Una mirada pícara y una sonrisa era lo único que podía dejarle ver además de un oculto deseo, que poco a poco, era descubierto frente al fuego que había encendido en la madera. - Aunque hay otras cosas que deseo, además de saber. - comenté sin premura ni previa meditación, simplemente con la intención de hacer evidente la razón de responder a ella de esta forma.
Al salir de Ulmer por la mañana, no tenía ni la menor idea de que me encontraría con una extraña, Ger, y tendríamos una charla que llevaría a dar a conocer las intenciones del uno con el otro. Las reacciones físicas que estaba teniendo parecían tan naturales que me sorprendían, quizá era el hecho de pertenecer a una misma raza, llamar al uno, con el otro. Pero mi cuerpo parecía estar reclamando otro, de formas que antes no lo había hecho, incluso viviendo entre licántropos, teniendo amistades femeninas desde pequeños, nunca había sentido aquel deseo tan peculiar que ella despertó de inmediato en mi. Tal vez era precavido y un tanto analítico, tanteaba el terreno, avanzaba con cuidado, evaluaba... Pero al diablo aquello, por primera vez era regido por mi propia libertad, seguía mis reglas, con las guías y enseñanzas de mis tutores, pero era mi libertad, finalmente podía escuchar al lobo, haría caso a mis deseos si quería seguir avanzando y no podía ocultarla, en este momento e incluso con tan poco tiempo de conocernos, ansiaba a Ger.
Aparentemente la madera no era la única que había iniciado un fuego.
Jon Sköll
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Re: El primer paso no es el más fácil +18 [Interpretativo] [Libre]
Su reacción era inevitable. El cambio de su forma de respirar, provocado con un gesto tan nimio, hizo que se me erizase la piel. Me sentía satisfecha, poderosa, capaz de hacer lo que se me antojase. Y aunque objetivamente no tenía claro qué me llevaba a actuar de aquel modo, simplemente ejecutaba las acciones que la situación demandaba, sin poner quejas a mi comportamiento. Seguir mis impulsos era algo que hacía siempre que podía permitirme, y aquel impulso, aunque inusual, no iba a ser menos.
Me eché un poco sobre él, aprovechando el espacio que me brindaba para terminar de recorrer su cuello, y terminé por atrapar un poco de su piel entre los dientes, con cierta contención, notando la tensión que me causaba el deseo de morder con más fuerza. Pero me negaba a abandonarme a aquellos instintos salvajes que no me correspondían.
La mano que llevó a mi cintura me distrajo levemente, y presté atención a su ascenso por mi cuerpo, sobre la ropa, sobre la piel, junto a mi oreja… De alguna forma me acomodaba a ella, aceptando, propiciando la caricia. Y cuando se apartó un poco y me miró, le devolví la mirada seria, analizando por un instante sus ojos, siendo consciente por primera vez de que también mi respiración era más superficial de lo habitual. Y aunque aquello no era algo en lo que yo pensase en hacer, ya que mi superioridad no permitía que los demás me alcanzasen, cuando él me buscó lo recibí con un jadeo, y enseguida respondía, como si en vez de aceptarlo me enfrentase a él en una batalla poco habitual. También me dejé atraer por sus brazos, facilitando el contacto, pegando el pecho al suyo y notando cómo ambos se movían con cada respiración de forma irregular.
Por algún motivo, aquella situación me hacía sentir plena, poderosa. Era un final inesperado para un viaje hasta entonces anodino.
Jon dijo que deseaba todo lo que yo le hiciese saber, y al oírlo no pude evitar un resoplido entretenido, un amago de risa.
-Creo que sobra lo de “saber” –me burlé, aprovechando la separación para recuperar brevemente el aliento.
Después acepté su boca en mi cuello, y llevé una mano al suyo para ascender por su piel hasta la nuca y enterrar los dedos entre sus mechones. Tiré de él hacia mí, cerré los ojos y pensé: ¿qué placer podía haber en aquello, en que alguien recorriese mi piel? Yo no necesitaba a nadie, nunca lo había hecho. No necesitaba a nadie más que a mí misma. Pero allí no había espejos que me devolviesen mi imagen, y por algún motivo el contacto de su cuerpo resultaba suficientemente estimulante por sí mismo.
“¿Qué más cosas deseas?”, pensé en preguntarle cuando volví a encontrarme sus ojos, por el mero placer de oír su respuesta. Ansiaba que me adorasen como merecía, y en aquella situación la idea se me hacía especialmente excitante. El inicio de mi gloria estaba allí, en aquel granero, porque Jon me había visto.
Llevé mis manos a sus brazos y descendí por ellos hasta sus manos, que me tomaban por la cintura, y empecé a guiarlas hacia abajo. Al mismo tiempo me alzaba sobre las rodillas y pasaba una sobre sus piernas, dejándolas entre las mías, manteniéndome alzada de forma que su rostro quedase a la altura de mi pecho y de que el mío resultase inalcanzable para él. Mirándolo de aquella forma, desde arriba, podía sentir que estaba por encima de todo; era poderosa.
Esbocé una sonrisa, ansiosa. Me notaba inquieta, quería moverme. Estaba llena de energía de pronto, pese al largo viaje o a que estuviese anocheciendo. Descendí un poco sobre él, sin llegar a apoyarme, quedando todavía por encima, y busqué yo sus labios aquella vez, procurando mostrar cierta calma pero sin poder evitar acelerarme al primer roce y buscarlo con más ahínco.
Olía a lobo, pensé en algún momento. No comprendía cómo podía no haberlo notado en un principio. Olía a adrenalina, a excitación, a cazador, a peligro. No me gustaban los lobos, pero en aquel instante no era capaz de pensar en aquello.
Tiré de su morral y de su camisa con impaciencia, con intención de quitárselos y echarlos a un lado.
-Me gusta que me digas lo que deseas -dije junto a los labios de Jon, notando su respiración chocar contra la mía.
Me eché un poco sobre él, aprovechando el espacio que me brindaba para terminar de recorrer su cuello, y terminé por atrapar un poco de su piel entre los dientes, con cierta contención, notando la tensión que me causaba el deseo de morder con más fuerza. Pero me negaba a abandonarme a aquellos instintos salvajes que no me correspondían.
La mano que llevó a mi cintura me distrajo levemente, y presté atención a su ascenso por mi cuerpo, sobre la ropa, sobre la piel, junto a mi oreja… De alguna forma me acomodaba a ella, aceptando, propiciando la caricia. Y cuando se apartó un poco y me miró, le devolví la mirada seria, analizando por un instante sus ojos, siendo consciente por primera vez de que también mi respiración era más superficial de lo habitual. Y aunque aquello no era algo en lo que yo pensase en hacer, ya que mi superioridad no permitía que los demás me alcanzasen, cuando él me buscó lo recibí con un jadeo, y enseguida respondía, como si en vez de aceptarlo me enfrentase a él en una batalla poco habitual. También me dejé atraer por sus brazos, facilitando el contacto, pegando el pecho al suyo y notando cómo ambos se movían con cada respiración de forma irregular.
Por algún motivo, aquella situación me hacía sentir plena, poderosa. Era un final inesperado para un viaje hasta entonces anodino.
Jon dijo que deseaba todo lo que yo le hiciese saber, y al oírlo no pude evitar un resoplido entretenido, un amago de risa.
-Creo que sobra lo de “saber” –me burlé, aprovechando la separación para recuperar brevemente el aliento.
Después acepté su boca en mi cuello, y llevé una mano al suyo para ascender por su piel hasta la nuca y enterrar los dedos entre sus mechones. Tiré de él hacia mí, cerré los ojos y pensé: ¿qué placer podía haber en aquello, en que alguien recorriese mi piel? Yo no necesitaba a nadie, nunca lo había hecho. No necesitaba a nadie más que a mí misma. Pero allí no había espejos que me devolviesen mi imagen, y por algún motivo el contacto de su cuerpo resultaba suficientemente estimulante por sí mismo.
“¿Qué más cosas deseas?”, pensé en preguntarle cuando volví a encontrarme sus ojos, por el mero placer de oír su respuesta. Ansiaba que me adorasen como merecía, y en aquella situación la idea se me hacía especialmente excitante. El inicio de mi gloria estaba allí, en aquel granero, porque Jon me había visto.
Llevé mis manos a sus brazos y descendí por ellos hasta sus manos, que me tomaban por la cintura, y empecé a guiarlas hacia abajo. Al mismo tiempo me alzaba sobre las rodillas y pasaba una sobre sus piernas, dejándolas entre las mías, manteniéndome alzada de forma que su rostro quedase a la altura de mi pecho y de que el mío resultase inalcanzable para él. Mirándolo de aquella forma, desde arriba, podía sentir que estaba por encima de todo; era poderosa.
Esbocé una sonrisa, ansiosa. Me notaba inquieta, quería moverme. Estaba llena de energía de pronto, pese al largo viaje o a que estuviese anocheciendo. Descendí un poco sobre él, sin llegar a apoyarme, quedando todavía por encima, y busqué yo sus labios aquella vez, procurando mostrar cierta calma pero sin poder evitar acelerarme al primer roce y buscarlo con más ahínco.
Olía a lobo, pensé en algún momento. No comprendía cómo podía no haberlo notado en un principio. Olía a adrenalina, a excitación, a cazador, a peligro. No me gustaban los lobos, pero en aquel instante no era capaz de pensar en aquello.
Tiré de su morral y de su camisa con impaciencia, con intención de quitárselos y echarlos a un lado.
-Me gusta que me digas lo que deseas -dije junto a los labios de Jon, notando su respiración chocar contra la mía.
Gerda Jorgën
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Re: El primer paso no es el más fácil +18 [Interpretativo] [Libre]
No pude mantenerme quieto por un segundo al estar a la altura de su pecho, tras dedicarle una cínica sonrisa, me incliné hacia ella y dejé suaves mordiscos entre besos en su pecho, buscando la piel oculta bajo la tela con las manos que ella voluntariamente hizo descender por su cuerpo. Inquietas, descubrieron la suave y lisa capa de su tez, las yemas de mis dedos dibujaron líneas en ella mientras la recorría con delicadeza, sin perder aquel toque atrevido por hacer lo que ningún desconocido debería siquiera imaginar tras haber encontrado a alguien en el camino de forma tan repentina. Me separé un poco de ella, solo para notar la diferencia de altura entre su rostro y el mío, incluso parecía un gesto autoritario, me causó gracia y reí un poco para mi, me resultaba incluso más excitante.
Mis manos avanzaron hasta sus muslos, quietas por unos segundos antes de aprovechar su posición para aferrarla a mi, convirtiendo la distancia entre nuestros cuerpos en algo inexistente. Mi camisa ya no estaba, mis labios jugaban entrelazados a los suyos y no pude resistirme por un segundo más a la atracción que su cuerpo y actitudes provocaban en mi. Pensamientos que hacían que mi cuerpo actuara de inmediato y sin previo juicio, realmente quería satisfacer aquel deseo indigno de extraños. A estas alturas, solo podía pensar en Ger y la forma en la que era cautivado. Sin previa aprobación, separé suavemente sus muslos un poco más mientras le hacía sentarse sobre mi, haciéndole notar mi deseo por ella de forma más evidente que antes.
- Me gustas... - murmuré y enseguida la despojé de las prendas que cubrían su cuerpo, ansiando aquello que ocultaban. La examiné con la vista, de abajo hacia arriba hasta dar con sus ojos, mis manos exploraron con ansias su cuerpo, en el mismo sentido hasta detenerse en sus pechos. - Te deseo, Ger. - la misma pícara sonrisa fue dibujada en mis labios, mientras le preguntaba con atrevimiento. - ¿Puedo tener lo que deseo? - pregunté de forma burlona y la presioné suavemente entre mis manos.
Aquella noche de desconocidos, se había convertido en un encuentro pasional en el granero, en donde dos lobos expresaban físicamente sus íntimos deseos. Algo me decía que mis expectativas de viaje cambiarían drásticamente después de este encuentro.
Tras haberla conocido esa misma noche, me costaba creerlo solo habíamos charlado por un rato antes de venir hacia el granero, el encuentro había iniciado de forma tan espontánea, pero se sentía tan bien que me costaba creer que llevaba poco de conocerla, me había revelado que también era como yo, quizá eso había tenido un efecto y había desencadenado un montón de reacciones que habían impulsado a ambos a estos límites. Hipotéticamente hablando, estaba destinado, por principios biológicos a desearla desde el momento en que la vi, era bastante extraño, tenía que admitirlo, pero así era y no me molestaba en lo absoluto, por el contrario, me gustaba la idea...
Mis manos avanzaron hasta sus muslos, quietas por unos segundos antes de aprovechar su posición para aferrarla a mi, convirtiendo la distancia entre nuestros cuerpos en algo inexistente. Mi camisa ya no estaba, mis labios jugaban entrelazados a los suyos y no pude resistirme por un segundo más a la atracción que su cuerpo y actitudes provocaban en mi. Pensamientos que hacían que mi cuerpo actuara de inmediato y sin previo juicio, realmente quería satisfacer aquel deseo indigno de extraños. A estas alturas, solo podía pensar en Ger y la forma en la que era cautivado. Sin previa aprobación, separé suavemente sus muslos un poco más mientras le hacía sentarse sobre mi, haciéndole notar mi deseo por ella de forma más evidente que antes.
- Me gustas... - murmuré y enseguida la despojé de las prendas que cubrían su cuerpo, ansiando aquello que ocultaban. La examiné con la vista, de abajo hacia arriba hasta dar con sus ojos, mis manos exploraron con ansias su cuerpo, en el mismo sentido hasta detenerse en sus pechos. - Te deseo, Ger. - la misma pícara sonrisa fue dibujada en mis labios, mientras le preguntaba con atrevimiento. - ¿Puedo tener lo que deseo? - pregunté de forma burlona y la presioné suavemente entre mis manos.
Aquella noche de desconocidos, se había convertido en un encuentro pasional en el granero, en donde dos lobos expresaban físicamente sus íntimos deseos. Algo me decía que mis expectativas de viaje cambiarían drásticamente después de este encuentro.
Tras haberla conocido esa misma noche, me costaba creerlo solo habíamos charlado por un rato antes de venir hacia el granero, el encuentro había iniciado de forma tan espontánea, pero se sentía tan bien que me costaba creer que llevaba poco de conocerla, me había revelado que también era como yo, quizá eso había tenido un efecto y había desencadenado un montón de reacciones que habían impulsado a ambos a estos límites. Hipotéticamente hablando, estaba destinado, por principios biológicos a desearla desde el momento en que la vi, era bastante extraño, tenía que admitirlo, pero así era y no me molestaba en lo absoluto, por el contrario, me gustaba la idea...
Jon Sköll
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Re: El primer paso no es el más fácil +18 [Interpretativo] [Libre]
La situación me encendía. Me parecía absurdo que algo tan básico, tan animal, me produjese aquella sensación de necesidad. Era como si me azuzasen el hambre o la sed, pero se trataba de algo diferente. Allí donde la piel de Jon me tocaba, o donde yo hacía lo propio con la suya, sentía un calor más notorio que en el resto del cuerpo.
Atraje su cabeza a mi pecho con las manos, prolongando un instante el contacto, buscando hacerlo más intenso. Luego descendí por su cuello y sus hombros, sintiendo la piel caliente contra las yemas de los dedos. Nunca había estado tan cerca de nadie, no sintiéndome de aquella forma.
Cuando Jon me hizo de descender sobre él y lo noté contra mí, incluso a través de la ropa, y dejé ir un jadeo algo más grave, mientras todo mi cuerpo se tensaba y mi cadera se movía un poco, iniciando un movimiento instintivo que todavía no tenía sentido alguno.
Pronto me vi despojada de la ropa, y colaboré en aquello, tratando mi ropa sin cuidado, apurada, apurando a Jon con besos fieros o pequeños mordiscos. Mi cuerpo era hermoso, no me causaba pudor mostrarlo a la luz del fuego crepitante. La única parte de él que detestaba era la cicatriz de mi costado, en la que se habían clavado unos colmillos hacía tanto que no lo recordaba. Pero Jon incluso sabía lo que yo era, por lo que no tenía que esconder de él aquella marca, que podía fácilmente revelar mi condición.
Con la respiración superficial, pero una sonrisa depredadora en los labios, esperé que respondiese a mi pregunta. Lo observé mientras me contemplaba. Me entregué a sus manos también cuando cuando comenzó a recorrer mi cuerpo.
Me deseaba, por supuesto. Todo el mundo me deseaba, pero él, en aquel lugar, en aquella situación, lo hacía más que nadie. Y no era solo el olor de Jon o su atractivo lo que llamaban a mi cuerpo; el hecho de saber que él deseaba a quien tenía ante sí, a mi, volvía la atracción todavía más fuerte.
"¿Puedo tener lo que deseo?"
Me estremecí y llevé una mano a su pecho. Primero dejé una sutil caricia sobre su piel, luego la apoyé con firmeza. Entonces negué con suavidad, casi maligna.
-No puedes -le dije, en una especie de susurro que se escuchó de todos modos. Allí no había más ruido que el nuestro y el del crepitar del fuego-. Pero yo puedo tenerlo-. Utilizando la mano que tenía sobre su pecho y el propio peso de mi cuerpo, que incliné algo hacia él, empujé a Jon, con el fin de que se tumbase sobre el suelo del granero. Yo misma me eché algo sobre él, aunque sin llegar a apoyarme, sintiendo la satisfacción de poder cernirme sobre el hombre como si fuese una presa desprotegida-. ¿Verdad?
Por supuesto. Yo podía tener lo que deseaba. Pero si en aquel caso deseaba a Jon y él hacía lo propio conmigo, ambos podíamos ganar. Me alcé un poco de nuevo, aún a horcajadas sobre él, y lo contemplé durante un momento, sintiéndome poderosa, como si me hallase sobre la cima de todo, y no solo sobre un hombre. Después me eché algo hacia atrás, me separé un poco, para deshacerme de su pantalón, para deshacerme de lo que quedaba de su ropa y dejarnos en igualdad de condiciones.
Yo también quería revelar su cuerpo. Aunque en el momento que lo tuve a la vista me detuve por un momento, y en medio del ansia y la excitación sentí un deje de curiosidad. Sabía que miles de hombres en Aerandir, quizás incluso todos ellos, me deseaban. Pero jamás había contemplado cómo uno de ellos se alzaba para mí.
Me gustó la sensación. Apoyando una mano en su vientre y otra en el suelo, descendí sobre él con un destino claro, pero al encontrarme lo suficientemente cerca de su miembro como para proceder no tuve muy claro cómo hacerlo. Aunque si algo me caracterizaba aquello no era el miedo a hacer las cosas, ni tampoco la vergüenza. Y, por algún motivo, encontrarme tan cerca de él me provocaba una tensión tremendamente excitante.
Lo acaricié con los labios primero, como en un tanteo, dejando ir la respiración contra él al sentir que me aceleraba. Descendí de aquel modo hasta prácticamente su base. Una vez allí volví a recorrerlo de abajo arriba, pero utilizando la lengua. El hacer aquello, o el poder hacerlo, me provocaba un placer inesperado, y me daba ganas de moverme.
En aquel momento mi cabeza era una mezcla de deseos desordenados que nunca había tenido en mente. Mi cuerpo, por su parte, ansiaba mas que caricias y besos. Ni siquiera las veces que me complacía me sentía de aquel modo. Era más explosivo, más descontrolado, más salvaje. No obstante, cuando lo introduje en mi boca y comencé a moverme lo hice con más cuidado del que podía esperar, aunque el ritmo no era lento.
Era una sensación que apremiaba, estimulante, pero había una parte de mí que deseaba abarcarlo más que aquella.
Atraje su cabeza a mi pecho con las manos, prolongando un instante el contacto, buscando hacerlo más intenso. Luego descendí por su cuello y sus hombros, sintiendo la piel caliente contra las yemas de los dedos. Nunca había estado tan cerca de nadie, no sintiéndome de aquella forma.
Cuando Jon me hizo de descender sobre él y lo noté contra mí, incluso a través de la ropa, y dejé ir un jadeo algo más grave, mientras todo mi cuerpo se tensaba y mi cadera se movía un poco, iniciando un movimiento instintivo que todavía no tenía sentido alguno.
Pronto me vi despojada de la ropa, y colaboré en aquello, tratando mi ropa sin cuidado, apurada, apurando a Jon con besos fieros o pequeños mordiscos. Mi cuerpo era hermoso, no me causaba pudor mostrarlo a la luz del fuego crepitante. La única parte de él que detestaba era la cicatriz de mi costado, en la que se habían clavado unos colmillos hacía tanto que no lo recordaba. Pero Jon incluso sabía lo que yo era, por lo que no tenía que esconder de él aquella marca, que podía fácilmente revelar mi condición.
Con la respiración superficial, pero una sonrisa depredadora en los labios, esperé que respondiese a mi pregunta. Lo observé mientras me contemplaba. Me entregué a sus manos también cuando cuando comenzó a recorrer mi cuerpo.
Me deseaba, por supuesto. Todo el mundo me deseaba, pero él, en aquel lugar, en aquella situación, lo hacía más que nadie. Y no era solo el olor de Jon o su atractivo lo que llamaban a mi cuerpo; el hecho de saber que él deseaba a quien tenía ante sí, a mi, volvía la atracción todavía más fuerte.
"¿Puedo tener lo que deseo?"
Me estremecí y llevé una mano a su pecho. Primero dejé una sutil caricia sobre su piel, luego la apoyé con firmeza. Entonces negué con suavidad, casi maligna.
-No puedes -le dije, en una especie de susurro que se escuchó de todos modos. Allí no había más ruido que el nuestro y el del crepitar del fuego-. Pero yo puedo tenerlo-. Utilizando la mano que tenía sobre su pecho y el propio peso de mi cuerpo, que incliné algo hacia él, empujé a Jon, con el fin de que se tumbase sobre el suelo del granero. Yo misma me eché algo sobre él, aunque sin llegar a apoyarme, sintiendo la satisfacción de poder cernirme sobre el hombre como si fuese una presa desprotegida-. ¿Verdad?
Por supuesto. Yo podía tener lo que deseaba. Pero si en aquel caso deseaba a Jon y él hacía lo propio conmigo, ambos podíamos ganar. Me alcé un poco de nuevo, aún a horcajadas sobre él, y lo contemplé durante un momento, sintiéndome poderosa, como si me hallase sobre la cima de todo, y no solo sobre un hombre. Después me eché algo hacia atrás, me separé un poco, para deshacerme de su pantalón, para deshacerme de lo que quedaba de su ropa y dejarnos en igualdad de condiciones.
Yo también quería revelar su cuerpo. Aunque en el momento que lo tuve a la vista me detuve por un momento, y en medio del ansia y la excitación sentí un deje de curiosidad. Sabía que miles de hombres en Aerandir, quizás incluso todos ellos, me deseaban. Pero jamás había contemplado cómo uno de ellos se alzaba para mí.
Me gustó la sensación. Apoyando una mano en su vientre y otra en el suelo, descendí sobre él con un destino claro, pero al encontrarme lo suficientemente cerca de su miembro como para proceder no tuve muy claro cómo hacerlo. Aunque si algo me caracterizaba aquello no era el miedo a hacer las cosas, ni tampoco la vergüenza. Y, por algún motivo, encontrarme tan cerca de él me provocaba una tensión tremendamente excitante.
Lo acaricié con los labios primero, como en un tanteo, dejando ir la respiración contra él al sentir que me aceleraba. Descendí de aquel modo hasta prácticamente su base. Una vez allí volví a recorrerlo de abajo arriba, pero utilizando la lengua. El hacer aquello, o el poder hacerlo, me provocaba un placer inesperado, y me daba ganas de moverme.
En aquel momento mi cabeza era una mezcla de deseos desordenados que nunca había tenido en mente. Mi cuerpo, por su parte, ansiaba mas que caricias y besos. Ni siquiera las veces que me complacía me sentía de aquel modo. Era más explosivo, más descontrolado, más salvaje. No obstante, cuando lo introduje en mi boca y comencé a moverme lo hice con más cuidado del que podía esperar, aunque el ritmo no era lento.
Era una sensación que apremiaba, estimulante, pero había una parte de mí que deseaba abarcarlo más que aquella.
Gerda Jorgën
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Re: El primer paso no es el más fácil +18 [Interpretativo] [Libre]
No era capaz de apartar la vista de su cuerpo, cada centímetro de su piel desnuda, expuesta, me parecía tan vulnerable e indefensa, aunque en el fondo, después de apenas unos momentos de conocernos, estaba seguro de que ella no lo era. Podía defenderse, sabía como sobrevivir, era una mujer excepcionalmente cautivadora, tal vez me había cautivado desde los primeros momentos de conocernos y lo sabía en mi interior, pero mi mente se había negado a considerar aquella alternativa. Cada caricia, cada segundo que permanecía tan próximo de ella de esta manera, la hacía más irresistible. El placer de los besos, mordiscos y roces era adictivo y tan tentador a seguir, que no era capaz de pensar en lo que haría, simplemente lo ejecutaba, siguiendo el claro sendero del instinto. Más que una mujer era una licántropa e incluso sentía que había algo más allá de solo ser un individuo femenino de mi especie. Ger poseía algo en particular que, ahora comprendía, me hacía desearla de formas en las que no había ansiado a nadie más. ¿Cuánto tiempo iba a poder mantener el ritmo de estos juegos, pretendiendo ser un cachorro siguiendo instrucciones, un can siento tentado por un hueso, antes de que el lobo, a quien buscaba despertar con este viaje, emergiera desde lo más profundo de mi razón, que limitaba los instintos que solía reprimir con un montón de pensamientos?
Había cruzado el límite que los extraños eran incapaces de atravesar. Rozaba la intimidad que en el interior ansiaba por instinto con ella. Mis manos recorrían su cuerpo incontables veces mientras ella me contemplaba, despojado de mi ropa. No estaba avergonzado, solo podía pensar en lo hermosa que lucía sin tela alguna que ocultara su cuerpo sobre mi. Una discreta marca en su piel atrajo mi vista y sonreí, no le presté importancia, pues tenía una prioridad en este momento, satisfacer ese intenso apetito egoísta por complacerme. - Tal vez... - Noté su mano apoyarse sobre mi vientre, tan cerca de esa zona tan sensible en mi cuerpo y un cálido hormigueo recorrió mi cuerpo, ahora más que nunca quería sentirla como ningún otro. Parecía un sueño, la forma en la que una hermosa mujer, que apenas había conocido, y yo cedíamos ante el más primitivo de los deseos, eramos guiados por la pasión y la ansiedad del uno con el otro. Cada segundo que avanzaba, me alejaba más de la posibilidad de resistirme y detener esto. Mi mano avanzó hasta un lado de su rostro y aparté un poco su cabello mientras sus labios y su lengua me empujaban poco a poco a aquel placer que tanto estaba buscando.
- Ger... - murmuré, conteniendo aquellas oleadas de placer que me empujaban poco a poco a aquel tan deseado límite en el que el cuerpo vive un éxtasis al que no podía hacer otra cosa más que ceder. Podía sentir el interior de su boca complaciéndome, avivando aún más aquel fuego tan peligroso que no imaginaba que encendería tan rápido, no pude contenerlo más, noté como la prisión que creaba la razón, perdía los barrotes que contenía el egoísta lobo hedonista, o al menos una parte de el, mi respiración, ahora pesada, dejó salir una suave exhalación, que marcó el final de un Jon un tanto más racional y reveló lo que sus pensamientos tan constantes trataban de ocultar. Aquella parte pasional, a la que no le interesaba conservar ningún estándar ni respetar los que le habían enseñado, finalmente podía regir su cuerpo. La separé de mi después de unos segundos, evitando alcanzar aquel punto en el que no iba a ser capaz de detenerla y la hice subir, quedando a la misma altura, pero aún sobre mi. Nuevamente mis manos tomaron su lugar en sus muslos y la aferraron a mi, notando mi sexo presionar contra el suyo y la miré, con una ligera sonrisa. - Pensándolo bien, creo que tomaré lo que deseo. - dije, antes de continuar. Mantuve mis ojos fijos en los de ella y empujé suavemente mi cadera hacia ella, presionándola un poco más, en espera de una aprobación que, en caso de no presentarse, igual tomaría aquello que deseaba.
Había cruzado el límite que los extraños eran incapaces de atravesar. Rozaba la intimidad que en el interior ansiaba por instinto con ella. Mis manos recorrían su cuerpo incontables veces mientras ella me contemplaba, despojado de mi ropa. No estaba avergonzado, solo podía pensar en lo hermosa que lucía sin tela alguna que ocultara su cuerpo sobre mi. Una discreta marca en su piel atrajo mi vista y sonreí, no le presté importancia, pues tenía una prioridad en este momento, satisfacer ese intenso apetito egoísta por complacerme. - Tal vez... - Noté su mano apoyarse sobre mi vientre, tan cerca de esa zona tan sensible en mi cuerpo y un cálido hormigueo recorrió mi cuerpo, ahora más que nunca quería sentirla como ningún otro. Parecía un sueño, la forma en la que una hermosa mujer, que apenas había conocido, y yo cedíamos ante el más primitivo de los deseos, eramos guiados por la pasión y la ansiedad del uno con el otro. Cada segundo que avanzaba, me alejaba más de la posibilidad de resistirme y detener esto. Mi mano avanzó hasta un lado de su rostro y aparté un poco su cabello mientras sus labios y su lengua me empujaban poco a poco a aquel placer que tanto estaba buscando.
- Ger... - murmuré, conteniendo aquellas oleadas de placer que me empujaban poco a poco a aquel tan deseado límite en el que el cuerpo vive un éxtasis al que no podía hacer otra cosa más que ceder. Podía sentir el interior de su boca complaciéndome, avivando aún más aquel fuego tan peligroso que no imaginaba que encendería tan rápido, no pude contenerlo más, noté como la prisión que creaba la razón, perdía los barrotes que contenía el egoísta lobo hedonista, o al menos una parte de el, mi respiración, ahora pesada, dejó salir una suave exhalación, que marcó el final de un Jon un tanto más racional y reveló lo que sus pensamientos tan constantes trataban de ocultar. Aquella parte pasional, a la que no le interesaba conservar ningún estándar ni respetar los que le habían enseñado, finalmente podía regir su cuerpo. La separé de mi después de unos segundos, evitando alcanzar aquel punto en el que no iba a ser capaz de detenerla y la hice subir, quedando a la misma altura, pero aún sobre mi. Nuevamente mis manos tomaron su lugar en sus muslos y la aferraron a mi, notando mi sexo presionar contra el suyo y la miré, con una ligera sonrisa. - Pensándolo bien, creo que tomaré lo que deseo. - dije, antes de continuar. Mantuve mis ojos fijos en los de ella y empujé suavemente mi cadera hacia ella, presionándola un poco más, en espera de una aprobación que, en caso de no presentarse, igual tomaría aquello que deseaba.
Jon Sköll
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