[CERRADO] Todavía puedo ver Sandorai [Inge/Hely/libre]
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Re: [CERRADO] Todavía puedo ver Sandorai [Inge/Hely/libre]
Para Ingela la pequeña elfa era una liviana pluma que llevaba entre sus patas, no le costaba mayor esfuerzo volar cargándola. Pero la pluma era una pluma inqueta y gritona que le hacía difícil mantener el equilibrio en el aire. Y además la insultaba.
Miró de reojo a la chica que se retorcía por soltarse -¿Con que quieres bajar? Perfecto, bajarás- pensó Ingela y voló más alto. Estando muy arriba, casi rozando las nubes soltó a la elfa, dejándola caer. Contó unos segundos y se lanzó en picada para atraparla en el aire. Volvió a volar muy alto con ella entre sus patas y la volvió a dejar caer para luego tomarla pero cada vez más peligrosamente cerca del suelo.
Cuando sintió que ya estaba cansada la elfa, decidió tocar tierra.
No tenía idea de dónde estaban, solo divisó un risco donde dejó caer a la elfa y aterrizó frente a ella cortándole el paso, dejándola con el borde del risco a su espalda y con un feroz dragón en frente de ella que no la dejaría pasar hasta que se tranquilizara. Y créeme, créeme que no sabes lo feroz que era ese dragón y que haría de todo, de TODO para evitar que la chica saliera corriendo o se matara tirándose por el risco.
Miró de reojo a la chica que se retorcía por soltarse -¿Con que quieres bajar? Perfecto, bajarás- pensó Ingela y voló más alto. Estando muy arriba, casi rozando las nubes soltó a la elfa, dejándola caer. Contó unos segundos y se lanzó en picada para atraparla en el aire. Volvió a volar muy alto con ella entre sus patas y la volvió a dejar caer para luego tomarla pero cada vez más peligrosamente cerca del suelo.
Cuando sintió que ya estaba cansada la elfa, decidió tocar tierra.
No tenía idea de dónde estaban, solo divisó un risco donde dejó caer a la elfa y aterrizó frente a ella cortándole el paso, dejándola con el borde del risco a su espalda y con un feroz dragón en frente de ella que no la dejaría pasar hasta que se tranquilizara. Y créeme, créeme que no sabes lo feroz que era ese dragón y que haría de todo, de TODO para evitar que la chica saliera corriendo o se matara tirándose por el risco.
Ingela
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Re: [CERRADO] Todavía puedo ver Sandorai [Inge/Hely/libre]
Helyare no podía parar de moverse, sabía que era peligroso pero su amigo estaba metido en un lío por su culpa, porque había intentado ayudarla. Y ella no había sido capaz de decirle que no quería verlo. Hubiese sido lo más inteligente, pero no lo que ella quería. Volver a ver a Aranarth después de tanto tiempo había sido como un haz de luz en el oscuro pozo donde estaba metida. No quería dejar ir a esa luz, necesitaba ver algo.
Pero no, estaba alejándose a gran velocidad, por el aire. Y la dragona no parecía querer entender sus órdenes. De pronto se alzó más y la dejó caer. La presión que notó al descender tan rápido la dejó sin aire siquiera para reaccionar. Cerró los ojos con fuerza, sin soltar lo que llevaba en las manos, cayendo cada vez más rápido. En ese momento no podía hacer nada, no reaccionaba siquiera. La dragona la cogió en el aire y volvió a subir más. Helyare estaba ligeramente mareada en ese momento, no era capaz de moverse siquiera. Simplemente pudo fijar la vista en Ingela antes de volver a descender en picado. La caída libre la aproximaba ferozmente contra el suelo y las copas de los árboles empezaban a estar peligrosamente cerca. Pero, de nuevo, la dragona la cazó en el aire.
La elfa estaba más mareada aún de las caídas y esperaba que no lo repitiera una tercera vez, parecía un muñeco, no era capaz de moverse por la presión de bajar tan rápido. Notaba sus músculos entumecidos, pero aun así se aferraba como podía a sus pertenencias.
Al poco tiempo cayó sobre una roca, dejando caer el arco y el carcaj. Con lentitud se incorporó y notó el aire soplar sobre su nuca. Frente a ella, la dragona estaba cubriendo el risco. Miró por todos lados, nerviosa, buscando la forma de escapar, queriendo coger el arco y una flecha y propinarle un disparo al ser que cortaba su paso. Al otro lado, la pendiente. Se giró impetuosa y pensó en la posibilidad de salir por ahí, pero imposible sin despeñarse. Estaba encerrada. No podía ir a buscar a Aranarth y el bosque de Sandorai ahora se veía lejano. Los altos árboles parecían miniaturas.
Apretó contra su pecho, con más fuerza, la capa verde esmeralda de su amigo. Volvió a girarse hacia la dragona tratando de buscar una salida que no hubiese visto antes. No paraba de moverse de un lado para el otro del risco, intentando buscar cómo escapar. –¡¡Déjame, malnacida!! –Volvió a increpar a Ingela. –¿¡Por qué no me dejas?! ¡¡Lárgate!! –Gritó moviendo los brazos exaltada.
De nada sirvió que se moviera, que anduviera para todos lados, no podía salir de allí y cualquier intento era arriesgarse. Al cabo de un buen rato de tratar de buscar una salida, de ejercer su cabezonería a niveles estratosféricos, decidió sentarse al borde del risco, agotada. Apenas había dormido ese día, estas emociones estaban siendo demasiado para ellas, las de dos días atrás también… Y los sustos que le había dado Ingela estaban haciendo mella en la elfa.
Apesadumbrada, continuó abrazando la capa del guerrero. Ya no le importaba ocultar su rostro como había hecho antes. Ya sólo quería que sus dioses escucharan sus plegarias y su amigo pudiera estar bien. No saber nada de él la destrozaba por dentro. –Istanyë dhaerow Nányë. Nan, mernyë Aranarth haryaro almarë. Alassenyan. Es’caerta.
Imploró a sus dioses a pesar de que no estaba segura que la fueran a escuchar. Pero esta vez no era una oración para ella, sino para alguien que lo daba todo por el clan a quien pertenecía. Ya parecía más tranquila, no gritaba a la dragona, sólo miraba en dirección a Sandorai, apretando con fuerza la prenda esmeralda.
Pero no, estaba alejándose a gran velocidad, por el aire. Y la dragona no parecía querer entender sus órdenes. De pronto se alzó más y la dejó caer. La presión que notó al descender tan rápido la dejó sin aire siquiera para reaccionar. Cerró los ojos con fuerza, sin soltar lo que llevaba en las manos, cayendo cada vez más rápido. En ese momento no podía hacer nada, no reaccionaba siquiera. La dragona la cogió en el aire y volvió a subir más. Helyare estaba ligeramente mareada en ese momento, no era capaz de moverse siquiera. Simplemente pudo fijar la vista en Ingela antes de volver a descender en picado. La caída libre la aproximaba ferozmente contra el suelo y las copas de los árboles empezaban a estar peligrosamente cerca. Pero, de nuevo, la dragona la cazó en el aire.
La elfa estaba más mareada aún de las caídas y esperaba que no lo repitiera una tercera vez, parecía un muñeco, no era capaz de moverse por la presión de bajar tan rápido. Notaba sus músculos entumecidos, pero aun así se aferraba como podía a sus pertenencias.
Al poco tiempo cayó sobre una roca, dejando caer el arco y el carcaj. Con lentitud se incorporó y notó el aire soplar sobre su nuca. Frente a ella, la dragona estaba cubriendo el risco. Miró por todos lados, nerviosa, buscando la forma de escapar, queriendo coger el arco y una flecha y propinarle un disparo al ser que cortaba su paso. Al otro lado, la pendiente. Se giró impetuosa y pensó en la posibilidad de salir por ahí, pero imposible sin despeñarse. Estaba encerrada. No podía ir a buscar a Aranarth y el bosque de Sandorai ahora se veía lejano. Los altos árboles parecían miniaturas.
Apretó contra su pecho, con más fuerza, la capa verde esmeralda de su amigo. Volvió a girarse hacia la dragona tratando de buscar una salida que no hubiese visto antes. No paraba de moverse de un lado para el otro del risco, intentando buscar cómo escapar. –¡¡Déjame, malnacida!! –Volvió a increpar a Ingela. –¿¡Por qué no me dejas?! ¡¡Lárgate!! –Gritó moviendo los brazos exaltada.
De nada sirvió que se moviera, que anduviera para todos lados, no podía salir de allí y cualquier intento era arriesgarse. Al cabo de un buen rato de tratar de buscar una salida, de ejercer su cabezonería a niveles estratosféricos, decidió sentarse al borde del risco, agotada. Apenas había dormido ese día, estas emociones estaban siendo demasiado para ellas, las de dos días atrás también… Y los sustos que le había dado Ingela estaban haciendo mella en la elfa.
Apesadumbrada, continuó abrazando la capa del guerrero. Ya no le importaba ocultar su rostro como había hecho antes. Ya sólo quería que sus dioses escucharan sus plegarias y su amigo pudiera estar bien. No saber nada de él la destrozaba por dentro. –Istanyë dhaerow Nányë. Nan, mernyë Aranarth haryaro almarë. Alassenyan. Es’caerta.
Imploró a sus dioses a pesar de que no estaba segura que la fueran a escuchar. Pero esta vez no era una oración para ella, sino para alguien que lo daba todo por el clan a quien pertenecía. Ya parecía más tranquila, no gritaba a la dragona, sólo miraba en dirección a Sandorai, apretando con fuerza la prenda esmeralda.
- Traducción:
- Istanyë dhaerow Nányë. Nan, mernyë Aranarth haryaro almarë. Alassenyan. Es’caerta.: Sé que soy una traidora, pero pido por favor que Aranarth esté a salvo. Es'caerta
Helyare
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Re: [CERRADO] Todavía puedo ver Sandorai [Inge/Hely/libre]
Ingela observaba con soberbia a la elfa. Era tan pequeña, tan diminuta al lado de la poderosa dragona, pero la chica parecía no darse cuenta de su pequeñez y hasta osaba a insultarla. Ingela ahogó una llamarada que se le formaba en el centro del pecho, no iba a gastar sus energías en aleccionar a la chiquilla, no en ese momento. Además, ¿era incapaz de agradecer el que la hubiese salvado? Ella solo podía correr y la dragona la había hecho volar lejos de aquellos de quienes huían.
Aunque ella no entendía de quiénes huyó ni por qué, ayudó a la elfa a escapar. Bueno, también estaba el hecho de que no tenía ni idea de dónde estaban ni cómo regresar a buscar sus cosas en Claro, seguía desnuda y el elfo quedó lejos, allá en el bosque, solo, a merced de los extraños que las perseguían. ¿Valía la pena continuar junto a la elfa? Ya la dragona se sentía bien y con energías para retomar su camino y dejar sola a esta chica que tanto quería su soledad y la instaba a marcharse.
Ingela, quien se había mantenido en guardia con las alas extendidas, las recogió y cambió su postura cuando vio a la chica sentarse en el borde del risco. ¿Acaso se lanzaría? De repente no sintió rechazo hacia ella sino compasión. En todo el tiempo que había estado con ella se dio cuenta de la rabia que emanaba de la chica, también sintió su tristeza, angustia y miedo. Algo le pasaba a la muchacha y probablemente quedarse sola sería más dañino que positivo. A fin de cuentas, ambas estaban juntas en ese embrollo.
La dragona resopló antes de avanzar hacia la elfa. Se colocó junto a ella, recostándose a su lado y arropándola con su ala a la par que la cubría con su cola, pegándola a su tibio cuerpo para reconfortarla y hacerle sentir que no estaba sola.
Aunque ella no entendía de quiénes huyó ni por qué, ayudó a la elfa a escapar. Bueno, también estaba el hecho de que no tenía ni idea de dónde estaban ni cómo regresar a buscar sus cosas en Claro, seguía desnuda y el elfo quedó lejos, allá en el bosque, solo, a merced de los extraños que las perseguían. ¿Valía la pena continuar junto a la elfa? Ya la dragona se sentía bien y con energías para retomar su camino y dejar sola a esta chica que tanto quería su soledad y la instaba a marcharse.
Ingela, quien se había mantenido en guardia con las alas extendidas, las recogió y cambió su postura cuando vio a la chica sentarse en el borde del risco. ¿Acaso se lanzaría? De repente no sintió rechazo hacia ella sino compasión. En todo el tiempo que había estado con ella se dio cuenta de la rabia que emanaba de la chica, también sintió su tristeza, angustia y miedo. Algo le pasaba a la muchacha y probablemente quedarse sola sería más dañino que positivo. A fin de cuentas, ambas estaban juntas en ese embrollo.
La dragona resopló antes de avanzar hacia la elfa. Se colocó junto a ella, recostándose a su lado y arropándola con su ala a la par que la cubría con su cola, pegándola a su tibio cuerpo para reconfortarla y hacerle sentir que no estaba sola.
Ingela
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Re: [CERRADO] Todavía puedo ver Sandorai [Inge/Hely/libre]
La elfa seguía con sus rezos a los dioses. Sabía que no la escucharían, había traicionado a su pueblo, ya no tenía cabida para que sus deidades la amparasen, pero insistía. Quería que el futuro del guerrero no fuera como el de ella ni por asomo, que no tuviese que aguantar ninguna descalificación por haberla ayudado. Deseaba con todas sus fuerzas que sólo hubiesen ido a buscarlo para pedirle que volviera a casa y ya. Pero… La justicia Eytherzair no funcionaba así. Y la preocupación que tenía Helyare era demasiado fuerte.
Estaba al borde del risco. Con las piernas encogidas y la cabeza apoyada en ellas, abrazando la capa como si fuera el mayor tesoro que tenía, permaneció estática mientras el tiempo pasaba. No hacía nada, no se movía, su rostro era inexpresivo y lo único que indicaba que no estaba petrificada es que seguía susurrando rezos en su idioma natal. Lejos de lo que se podía esperar, o que incluso ella misma esperaba, la dragona se acurrucó a su lado, cubriéndola con su cuerpo. Helyare ni reaccionó a eso aún, seguía ensimismada mirando hacia Sandorai.
Pasado un buen rato giró la cabeza para ver el hocico de Ingela a su lado. No se había fijado hasta ese momento de cómo era la muchacha convertida en uno de esos seres. Y a pesar de que pudo haberla dejado caer, no lo hizo, ni la abandonó en el risco. Lo inteligente hubiese sido largarse cuanto antes y desentenderse de lo que les sucedía a los elfos, pero no. Ahí estaba, acurrucada. –A ti no te harán nada. –Comenzó con un tono de voz muy bajo, casi roto y ronco por los gritos que le había dado antes. –Los que nos perseguían son miembros de la Guardia de mi antiguo clan. –Volvió la vista al frente, hacia Sandorai. –He fallado a mi arael’sha. –Se mordió el labio y apretó con más fuerza la capa. Esa palabra no era capaz de traducirla al común, pocas razas conocían el vínculo tan fuerte que podían tener los elfos, por tanto, no había palabra para definirlo. ¿Amigo? Aranarth era para ella muchísimo más que un simple amigo. Y tenían palabra para definir ese vínculo. ¿Pareja? No eran pareja, refiriéndose a relación amorosa. Y también contaban con una palabra en élfico para ello. Pero, ¿y lo que estaba entre esas dos? Y el vínculo de ser uno, de la confianza a niveles desorbitados... ¿Cómo lo definían en el idioma común? No se sabía, no acostumbraban a sentir algo así. –Si no hubiese ido a Claro, no hubiese pasado nada, pero…
Ahí dejó de hablar, no podía continuar, y el poco orgullo que le quedaba impedía que se derrumbase delante de nadie. Tragó saliva y volvió a tomar aire. –Tú no tienes culpa, no te harán nada. –Reafirmó para que pudiese estar tranquila. La dragona, a pesar de que no iba a ser muy apreciada por los elfos de su clan, no iba a resultar herida si no les increpaba. De hecho, habían visto que ella les había ayudado en Claro, aunque que Helyare estuviese por ahí merodeando empeoraba las cosas para los Eytherzair.
Se mantuvo en silencio un momento, sin apartar la vista del frente. –Aranarth golpeó a uno de los guardias por defenderme. No tenía que haberlo hecho pero… –Mordió su labio de nuevo mientras explicaba a la dragona lo que había pasado y el porqué debían huir. Helyare sabía que podía haberse defendido si hubiese querido, pero las consecuencias de esos actos serían mucho peores. –Me increparon y él no aceptó eso. Se puso de parte de alguien como yo antes que de sus hermanos. Y… Toda acción tiene su consecuencia. –Lamentó con cierto desprecio al dirigirse a ella misma y con pena al pensar en la multitud de castigos que tenían en el clan para ajusticiar. Y era legítimo: Si hacías algo mal, debías ser castigado. Incluso los que habían errado buscaban esa consecuencia para redimirse.
Estaba al borde del risco. Con las piernas encogidas y la cabeza apoyada en ellas, abrazando la capa como si fuera el mayor tesoro que tenía, permaneció estática mientras el tiempo pasaba. No hacía nada, no se movía, su rostro era inexpresivo y lo único que indicaba que no estaba petrificada es que seguía susurrando rezos en su idioma natal. Lejos de lo que se podía esperar, o que incluso ella misma esperaba, la dragona se acurrucó a su lado, cubriéndola con su cuerpo. Helyare ni reaccionó a eso aún, seguía ensimismada mirando hacia Sandorai.
Pasado un buen rato giró la cabeza para ver el hocico de Ingela a su lado. No se había fijado hasta ese momento de cómo era la muchacha convertida en uno de esos seres. Y a pesar de que pudo haberla dejado caer, no lo hizo, ni la abandonó en el risco. Lo inteligente hubiese sido largarse cuanto antes y desentenderse de lo que les sucedía a los elfos, pero no. Ahí estaba, acurrucada. –A ti no te harán nada. –Comenzó con un tono de voz muy bajo, casi roto y ronco por los gritos que le había dado antes. –Los que nos perseguían son miembros de la Guardia de mi antiguo clan. –Volvió la vista al frente, hacia Sandorai. –He fallado a mi arael’sha. –Se mordió el labio y apretó con más fuerza la capa. Esa palabra no era capaz de traducirla al común, pocas razas conocían el vínculo tan fuerte que podían tener los elfos, por tanto, no había palabra para definirlo. ¿Amigo? Aranarth era para ella muchísimo más que un simple amigo. Y tenían palabra para definir ese vínculo. ¿Pareja? No eran pareja, refiriéndose a relación amorosa. Y también contaban con una palabra en élfico para ello. Pero, ¿y lo que estaba entre esas dos? Y el vínculo de ser uno, de la confianza a niveles desorbitados... ¿Cómo lo definían en el idioma común? No se sabía, no acostumbraban a sentir algo así. –Si no hubiese ido a Claro, no hubiese pasado nada, pero…
Ahí dejó de hablar, no podía continuar, y el poco orgullo que le quedaba impedía que se derrumbase delante de nadie. Tragó saliva y volvió a tomar aire. –Tú no tienes culpa, no te harán nada. –Reafirmó para que pudiese estar tranquila. La dragona, a pesar de que no iba a ser muy apreciada por los elfos de su clan, no iba a resultar herida si no les increpaba. De hecho, habían visto que ella les había ayudado en Claro, aunque que Helyare estuviese por ahí merodeando empeoraba las cosas para los Eytherzair.
Se mantuvo en silencio un momento, sin apartar la vista del frente. –Aranarth golpeó a uno de los guardias por defenderme. No tenía que haberlo hecho pero… –Mordió su labio de nuevo mientras explicaba a la dragona lo que había pasado y el porqué debían huir. Helyare sabía que podía haberse defendido si hubiese querido, pero las consecuencias de esos actos serían mucho peores. –Me increparon y él no aceptó eso. Se puso de parte de alguien como yo antes que de sus hermanos. Y… Toda acción tiene su consecuencia. –Lamentó con cierto desprecio al dirigirse a ella misma y con pena al pensar en la multitud de castigos que tenían en el clan para ajusticiar. Y era legítimo: Si hacías algo mal, debías ser castigado. Incluso los que habían errado buscaban esa consecuencia para redimirse.
- Traducción:
- Arael'sha: Es una forma de llamar a un compañero con el que se tiene un vínculo extremadamente fuerte.
Helyare
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Re: [CERRADO] Todavía puedo ver Sandorai [Inge/Hely/libre]
Ingela escuchaba atenta a la elfa, bueno, no era que pudiese responderle aunque quisiera. En esa forma solo podía emitir algún que otro sonido, pero eran rugidos en su mayoría, ninguna palabra. Resopló cuando ella dejó de hablar. Esta chica odiosa no era tan mala como le había parecido antes, si hasta parecía que tenía buen corazón. La apretó suavemente contra su cuerpo, era su forma de abrazarla. La sentía helada y tan débil que le daba miedo que se le muriera allí congelada.
Suavemente frotó su hocico contra la elfa, quería reconfortarla, recordarle que en aquel momento no estaba sola; en aquel momento ambas necesitaban ayuda, así que se necesitaban la una a la otra. Y una hoguera, porque la noche se acercaba y necesitaban fuego.
La dragona se incorporó con lentitud. Una vez apoyada sobre sus patas, miró a la chica e hizo un sonido agudo, como un maullido. Esperaba que la elfa la acompañara a buscar leña, no era que ella pudiera acarrear ramas con sus patas así que la chica tenía que mosquearse. También necesitaban comida, mucha comida. ¿Habrían upeleros salvajes por allí? Con suerte Ingela podría cazar algo con lo que llenarse la tripa o la elfa terminaría siendo el menú de la noche.
Suavemente frotó su hocico contra la elfa, quería reconfortarla, recordarle que en aquel momento no estaba sola; en aquel momento ambas necesitaban ayuda, así que se necesitaban la una a la otra. Y una hoguera, porque la noche se acercaba y necesitaban fuego.
La dragona se incorporó con lentitud. Una vez apoyada sobre sus patas, miró a la chica e hizo un sonido agudo, como un maullido. Esperaba que la elfa la acompañara a buscar leña, no era que ella pudiera acarrear ramas con sus patas así que la chica tenía que mosquearse. También necesitaban comida, mucha comida. ¿Habrían upeleros salvajes por allí? Con suerte Ingela podría cazar algo con lo que llenarse la tripa o la elfa terminaría siendo el menú de la noche.
Ingela
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Re: [CERRADO] Todavía puedo ver Sandorai [Inge/Hely/libre]
La elfa parecía no enterarse de que estaba siendo arropada por Ingela. Sí le prestaba atención, pero a cada instante miraba hacia Sandorai con nerviosismo. No quería dejar a Aran allí, quería volver, era su único empeño. Había estado esos dos días planeando qué decirles si descubrían al elfo con ella. Eso sonaría extraño para otras razas, incluso podrían llegar a pensar en alguna falta de índole sexual, lo que los aetheni siempre pensaban cuando los veían juntos. Pero nada más lejos de la realidad. El simple hecho de que Aran hablase con ella era motivo suficiente para ser castigado. Era una dhaerow, no contaba ya con el derecho a que la tratasen como cuando mantenía su perfecto status en Eytherzair. Y esa acción tendría consecuencias para el elfo. Eso es lo que temía, lo que la hacía querer lanzarse del risco y correr desesperadamente hacia Sandorai, a sabiendas de que cruzar un solo árbol del bosque le sería imposible. El castigo que podría sufrir su amigo era lo que la había impulsado a gritar e insultar a la dragona, incluso cuando estaba en una situación de desventaja.
A pesar de eso, ahí estaba, arropándola y reconfortándola en la medida de lo posible. Y ella abrazada a la capa verde esmeralda como si fuera su mayor tesoro. La suya había quedado por ahí, junto al arco, la había cogido al irse. Pero ahora sólo prestaba atención a la prenda de Aran, casi como si fuera un talismán, como si en su mente pensara que él iba a regresar a por ella en cualquier momento. Pero no. El tiempo pasaba y el elfo no regresaba.
Helyare estaba como una estatua, no se movía más que si la dragona la empujaba un poco con sus movimientos y ya. A veces estaba seria, mirando a Sandorai, otras veces se podía ver cómo las lágrimas caían por sus mejillas, en silencio, en otras ocasiones colocaba la cabeza en las rodillas y se tapaba el rostro… Pero su mirada siempre era vacía.
Ingela se levantó y trató de llamar la atención de la elfa, quien se giró un poco para ver qué quería. Ahora no podía entenderla y sólo escuchaba sus gruñidos. La miró sin comprender. –¿Quieres que te siga? –Preguntó con ese tono de voz ronco, bajo y desganado, muy contrario al imponente que había tenido cuando la muchacha había despertado en el bosque. Y otra cosa que había cambiado en cuestión de un instante era que ahora no llevaba su capa cubriéndose. Le había pedido a Ingela que no la mirase mientras curaba sus heridas, se había ocultado de ella totalmente, y ahora estaba al descubierto, su capa estaba en otro lado del risco, junto con su arma. Mas ella no se fijaba ahora en eso. Su única atención era la capa de su amigo, no la suya.
Aunque por un momento, cuando miró a la dragona, se sintió desnuda. Pero no ese desnudo mundano que no entendían las otras razas, sino como si su alma quedase al descubierto, como si su pasado fuese desvelado para otra persona ajena a su clan. Estaba mostrando lo que con tanto empeño trataba de ocultar: su pelo, tan extremadamente corto que apenas el viento lo movía, y con un toque blanquecino a un lado, y ese corte en la oreja izquierda que la dejaba sin la identidad de su raza y, también, de su clan. Sin decir nada y, aun sujetando la tela, pasó al lado de la criatura a recoger sus pertenencias. De espaldas a ella se colocó su propia capa y tomó su arma antes de asomarse por el desfiladero a ver si podía bajar sin ayuda de Ingela. –¿A dónde quieres ir? ¿Vamos a buscar un sitio donde guarecernos? Aquí es peligroso. Lo ideal es que busquemos un poblado donde pasar la noche. –Comentó mientras paseaba por el borde del precipicio, buscando una salida.
Si encontraban un pueblo podrían descansar mejor, pero tampoco quería alejarse del bosque. –Ingela... –Era una de las pocas veces que se había dirigido a ella por si nombre, si no era la primera. –¿Tú puedes sobrevolar Sandorai? Cuando hayas descansado, por supuesto. ¿Podrías llevar un mensaje mañana?
Había detenido sus pasos, esta vez estaba de espaldas al bosque y miraba la altura que había donde se encontraba hasta el suelo. –Supongo que sabes lo que quiero… Aunque está anocheciendo y lo ideal es que consigamos comida.
Tomó su arco con algo de firmeza para indicarle que la ayudaría a cazar, aunque no quería matar animales, pero si iban a servir de alimento, los dioses entenderían el porqué del sacrificio.
A pesar de eso, ahí estaba, arropándola y reconfortándola en la medida de lo posible. Y ella abrazada a la capa verde esmeralda como si fuera su mayor tesoro. La suya había quedado por ahí, junto al arco, la había cogido al irse. Pero ahora sólo prestaba atención a la prenda de Aran, casi como si fuera un talismán, como si en su mente pensara que él iba a regresar a por ella en cualquier momento. Pero no. El tiempo pasaba y el elfo no regresaba.
Helyare estaba como una estatua, no se movía más que si la dragona la empujaba un poco con sus movimientos y ya. A veces estaba seria, mirando a Sandorai, otras veces se podía ver cómo las lágrimas caían por sus mejillas, en silencio, en otras ocasiones colocaba la cabeza en las rodillas y se tapaba el rostro… Pero su mirada siempre era vacía.
Ingela se levantó y trató de llamar la atención de la elfa, quien se giró un poco para ver qué quería. Ahora no podía entenderla y sólo escuchaba sus gruñidos. La miró sin comprender. –¿Quieres que te siga? –Preguntó con ese tono de voz ronco, bajo y desganado, muy contrario al imponente que había tenido cuando la muchacha había despertado en el bosque. Y otra cosa que había cambiado en cuestión de un instante era que ahora no llevaba su capa cubriéndose. Le había pedido a Ingela que no la mirase mientras curaba sus heridas, se había ocultado de ella totalmente, y ahora estaba al descubierto, su capa estaba en otro lado del risco, junto con su arma. Mas ella no se fijaba ahora en eso. Su única atención era la capa de su amigo, no la suya.
Aunque por un momento, cuando miró a la dragona, se sintió desnuda. Pero no ese desnudo mundano que no entendían las otras razas, sino como si su alma quedase al descubierto, como si su pasado fuese desvelado para otra persona ajena a su clan. Estaba mostrando lo que con tanto empeño trataba de ocultar: su pelo, tan extremadamente corto que apenas el viento lo movía, y con un toque blanquecino a un lado, y ese corte en la oreja izquierda que la dejaba sin la identidad de su raza y, también, de su clan. Sin decir nada y, aun sujetando la tela, pasó al lado de la criatura a recoger sus pertenencias. De espaldas a ella se colocó su propia capa y tomó su arma antes de asomarse por el desfiladero a ver si podía bajar sin ayuda de Ingela. –¿A dónde quieres ir? ¿Vamos a buscar un sitio donde guarecernos? Aquí es peligroso. Lo ideal es que busquemos un poblado donde pasar la noche. –Comentó mientras paseaba por el borde del precipicio, buscando una salida.
Si encontraban un pueblo podrían descansar mejor, pero tampoco quería alejarse del bosque. –Ingela... –Era una de las pocas veces que se había dirigido a ella por si nombre, si no era la primera. –¿Tú puedes sobrevolar Sandorai? Cuando hayas descansado, por supuesto. ¿Podrías llevar un mensaje mañana?
Había detenido sus pasos, esta vez estaba de espaldas al bosque y miraba la altura que había donde se encontraba hasta el suelo. –Supongo que sabes lo que quiero… Aunque está anocheciendo y lo ideal es que consigamos comida.
Tomó su arco con algo de firmeza para indicarle que la ayudaría a cazar, aunque no quería matar animales, pero si iban a servir de alimento, los dioses entenderían el porqué del sacrificio.
- Anotaciones:
- Aetheni: "otros" (todos los que no son elfos)
dhaerow: Traidor/a
Última edición por Helyare el Sáb 28 Ene - 15:44, editado 1 vez
Helyare
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Re: [CERRADO] Todavía puedo ver Sandorai [Inge/Hely/libre]
-"Un poblado sería genial"- pensó la dragona alzando la cabeza para olfatear el aire. Buscaba un rastro que las llevara hasta algún asentamiento. Buscaba particularmente dos aromas: el olor de la leña quemada y el de la orina siempre eran buen indicio de la presencia de personas. Dependiendo de la intensidad del olor era la cantidad de personas, así que esperaba sentir un fuerte aroma a orín, pero nada, si acaso, era un tenue olor a humo que le hacía pensar en una fogata solitaria entremedio del bosque.
El dragón resopló, sabía que lo más inteligente era quedarse en esa forma, pero estaba cansándose mucho y muy rápido, llevaba casi un día sin comer algo contundente que le entregara energía suficiente para mantener su transformación. Su forma humana seguía sin tener ropa que la protegiera, pero por lo menos así podría guardar más energía. Tampoco podría sobrevolar el lugar, ni olfatear el aire, y para cazar sería prácticamente inútil. Estaba en un verdadero predicamento. ¿Y si mejor se echaban a dormir? -"Venga, no, no es hora de dormir"- pensó, reprendiéndose por aquel pensamiento facilista.
A pesar de las claras desventajas de su forma humana, la dragona respiró hondo, se concentró y rápidamente se transformó de nuevo al cuerpo frágil de la muchacha rubia que cayó de rodillas al suelo, desnuda y fatigada. -No sentí ningún pueblo cerca- dijo una vez recuperó el aliento, aún en el suelo. Miró desde su posición a la elfa. Por primera vez pudo ver bien su rostro. Era muy bonita, aunque las ojeras la hacían ver cansada y hasta enferma. Tenía un tajo en una oreja; el rasgo tan característico de su raza había sido mutilado de esa parte del cuerpo y su cabello cobrizo estaba muy corto, como si algún desalmado se hubiese ensañado con ella y le hubiese rapado a machetazos. Se impresionó mucho, era obvio que la chica la había pasado mal.
-Por supuesto que te ayudaré con el mensaje. Volveremos a... allá de donde venimos, solo tenemos que buscar el camino de regreso- dijo poniéndose de pie. -Sigo desnuda, como ves, necesito volver a Claro- continuó mientras extendía su brazo para tomar la capa que sostenía la elfa, comenzaba a refrescar más de lo que ella estaba dispuesta a aguantar sin cubrirse el cuerpo, y como Aranarth le había pasado su capa para cubrirse, pensó que podría continuar usándola hasta poder devolvérsela. -Ojalá pudiéramos dormir en una cama esta noche, pero no lo veo posible. Yo necesito comer si queremos mañana poder volar de regreso. He perdido mucha energía y tengo que recuperarla. Vamos, pásame la capa y busquemos refugio y algo qué comer- finalizó, apremiándola para que soltara la prenda verde.
El dragón resopló, sabía que lo más inteligente era quedarse en esa forma, pero estaba cansándose mucho y muy rápido, llevaba casi un día sin comer algo contundente que le entregara energía suficiente para mantener su transformación. Su forma humana seguía sin tener ropa que la protegiera, pero por lo menos así podría guardar más energía. Tampoco podría sobrevolar el lugar, ni olfatear el aire, y para cazar sería prácticamente inútil. Estaba en un verdadero predicamento. ¿Y si mejor se echaban a dormir? -"Venga, no, no es hora de dormir"- pensó, reprendiéndose por aquel pensamiento facilista.
A pesar de las claras desventajas de su forma humana, la dragona respiró hondo, se concentró y rápidamente se transformó de nuevo al cuerpo frágil de la muchacha rubia que cayó de rodillas al suelo, desnuda y fatigada. -No sentí ningún pueblo cerca- dijo una vez recuperó el aliento, aún en el suelo. Miró desde su posición a la elfa. Por primera vez pudo ver bien su rostro. Era muy bonita, aunque las ojeras la hacían ver cansada y hasta enferma. Tenía un tajo en una oreja; el rasgo tan característico de su raza había sido mutilado de esa parte del cuerpo y su cabello cobrizo estaba muy corto, como si algún desalmado se hubiese ensañado con ella y le hubiese rapado a machetazos. Se impresionó mucho, era obvio que la chica la había pasado mal.
-Por supuesto que te ayudaré con el mensaje. Volveremos a... allá de donde venimos, solo tenemos que buscar el camino de regreso- dijo poniéndose de pie. -Sigo desnuda, como ves, necesito volver a Claro- continuó mientras extendía su brazo para tomar la capa que sostenía la elfa, comenzaba a refrescar más de lo que ella estaba dispuesta a aguantar sin cubrirse el cuerpo, y como Aranarth le había pasado su capa para cubrirse, pensó que podría continuar usándola hasta poder devolvérsela. -Ojalá pudiéramos dormir en una cama esta noche, pero no lo veo posible. Yo necesito comer si queremos mañana poder volar de regreso. He perdido mucha energía y tengo que recuperarla. Vamos, pásame la capa y busquemos refugio y algo qué comer- finalizó, apremiándola para que soltara la prenda verde.
Ingela
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Re: [CERRADO] Todavía puedo ver Sandorai [Inge/Hely/libre]
El cuerpo de la dragona volvió a ser el de la muchacha rubia que esa mañana habían encontrado flotando por el río. ¿Tanto había pasado desde entonces? Se le hacía tan largo, desde que habían salido el día anterior de Claro hasta ahora, que se oscurecía el cielo, había pasado más de un día. Pero habían tenido tantas emociones que a la elfa se le hacía que habían pasado más días. No podían haberle sucedido tantas cosas en tan poco tiempo. Sentía como si hubiera estado meses con Aranarth, pero sólo habían estado juntos día y medio, y ya notaba una fuerte sensación de vacío. La elfa suponía que después de tanto tiempo sola, era normal que se apegase a alguien de su antiguo clan.
Miró a la dragona, ahora con cuerpo de joven humana, y no podía evitar pensar también en su hermana. A ella llevaba sin verla, también, poco tiempo, pero ni siquiera había podido acercarse. En Claro le había comprado una tiara, quería hacérsela llegar pero… Sabía con certeza que su hermana nunca recibiría ese regalo. Y si llegase a recibirlo, posiblemente ni lo querría.
Reaccionó cuando vio a Ingela extender la mano hacia la capa verde que la elfa sostenía. Inconscientemente dio un paso hacia atrás para evitar el alcance de la muchacha, retirando la capa de ella. –No. –Simplemente dijo eso, mirando la tela, y luego la mano de la dragona. No quería dársela, no podía soltarla, sentía que era la única forma de tener contacto con su amigo y que si se la daba, lo perdería todo. Era una sensación muy extraña.
Mas tuvo que entender que Ingela estaba desnuda. Pensó en ponerse ella misma la capa de Aran y dejar que la muchacha llevase la suya, pero no podía, la del elfo no tenía capucha y ella no iba a salir de allí sin cubrir su rostro. Así que no le quedó más remedio que darle la capa. Muy a su pesar, y despacio, deshizo su movimiento y le tendió la prenda. –Cuídala, por favor. –Dijo con un tono leve, intentando no resistirse a dársela.
Luego se quedó pensando en lo de dormir en una cama, obviamente era lo que deseaba aunque, como buena elfa, no le importaba en absoluto dormir en un bosque, se adaptaba bastante bien a la naturaleza. –Si encontramos musgo podemos hacer algo para pasar la noche. Es muy bueno para el calor. –Comentó como quien no quiere la cosa, acordándose de que ella había dicho que no había poblados cerca. –Y, tranquila, si no encontramos un poblado, podremos volver mañana, pero… A Claro deberás regresar tú sola y si sobrevuelas Sandorai, igual. Yo no iré. –Sentenció de forma tajante. –Pero te acompañaré hasta un kilómetro antes. A partir de ahí, sigues sola.
Sonaba muy borde, como distante, de nuevo. Le resultaba algo triste hablar así a Ingela después de que ella la había ayudado, pero era lo mejor para mantener la distancia. No quería coger cariño a la dragona, primero porque no era ético, ella no podía tener amigos de otras razas, era una locura. Y segundo, porque esta compañía era provisional. No podían seguir su camino juntas. Así que trataba de seguir en su línea, borde, para que nadie se acercase mucho a ella.
–Ah... –Añadió. –Y si alguien te pregunta por la capa, cuéntales que Aranarth te la dejó, ya que ayudaste al pueblo de Claro en el ataque y perdiste tus ropas. Esa es toda la verdad que tiene que quedarse en ti, a mí no me menciones.
Habló sin mirarla, mientras buscaba el lugar menos escarpado para regresar a tierra firme.
Pronto empezó a bajar, con cuidado, por el risco. –Vamos. La noche caerá en breves y quedarnos aquí es peligroso. Vigila por dónde pisas, no cuentas con calzado y puedes herirte.
La elfa bajaba tratando de esperar a Ingela y ayudarla si tenía algún tipo de problema. Cuando llegaron al suelo, ella se colocó la capucha y tomó su arco con una flecha para encargarse de la caza. Los elfos, por supuesto que comían carne, pero sólo lo que necesitaban, no abusaban de arrebatarles la vida a los animales sólo por disfrute o para acabar desperdiciando su carne.
–¿Qué comen los dragones?
Miró a la dragona, ahora con cuerpo de joven humana, y no podía evitar pensar también en su hermana. A ella llevaba sin verla, también, poco tiempo, pero ni siquiera había podido acercarse. En Claro le había comprado una tiara, quería hacérsela llegar pero… Sabía con certeza que su hermana nunca recibiría ese regalo. Y si llegase a recibirlo, posiblemente ni lo querría.
Reaccionó cuando vio a Ingela extender la mano hacia la capa verde que la elfa sostenía. Inconscientemente dio un paso hacia atrás para evitar el alcance de la muchacha, retirando la capa de ella. –No. –Simplemente dijo eso, mirando la tela, y luego la mano de la dragona. No quería dársela, no podía soltarla, sentía que era la única forma de tener contacto con su amigo y que si se la daba, lo perdería todo. Era una sensación muy extraña.
Mas tuvo que entender que Ingela estaba desnuda. Pensó en ponerse ella misma la capa de Aran y dejar que la muchacha llevase la suya, pero no podía, la del elfo no tenía capucha y ella no iba a salir de allí sin cubrir su rostro. Así que no le quedó más remedio que darle la capa. Muy a su pesar, y despacio, deshizo su movimiento y le tendió la prenda. –Cuídala, por favor. –Dijo con un tono leve, intentando no resistirse a dársela.
Luego se quedó pensando en lo de dormir en una cama, obviamente era lo que deseaba aunque, como buena elfa, no le importaba en absoluto dormir en un bosque, se adaptaba bastante bien a la naturaleza. –Si encontramos musgo podemos hacer algo para pasar la noche. Es muy bueno para el calor. –Comentó como quien no quiere la cosa, acordándose de que ella había dicho que no había poblados cerca. –Y, tranquila, si no encontramos un poblado, podremos volver mañana, pero… A Claro deberás regresar tú sola y si sobrevuelas Sandorai, igual. Yo no iré. –Sentenció de forma tajante. –Pero te acompañaré hasta un kilómetro antes. A partir de ahí, sigues sola.
Sonaba muy borde, como distante, de nuevo. Le resultaba algo triste hablar así a Ingela después de que ella la había ayudado, pero era lo mejor para mantener la distancia. No quería coger cariño a la dragona, primero porque no era ético, ella no podía tener amigos de otras razas, era una locura. Y segundo, porque esta compañía era provisional. No podían seguir su camino juntas. Así que trataba de seguir en su línea, borde, para que nadie se acercase mucho a ella.
–Ah... –Añadió. –Y si alguien te pregunta por la capa, cuéntales que Aranarth te la dejó, ya que ayudaste al pueblo de Claro en el ataque y perdiste tus ropas. Esa es toda la verdad que tiene que quedarse en ti, a mí no me menciones.
Habló sin mirarla, mientras buscaba el lugar menos escarpado para regresar a tierra firme.
Pronto empezó a bajar, con cuidado, por el risco. –Vamos. La noche caerá en breves y quedarnos aquí es peligroso. Vigila por dónde pisas, no cuentas con calzado y puedes herirte.
La elfa bajaba tratando de esperar a Ingela y ayudarla si tenía algún tipo de problema. Cuando llegaron al suelo, ella se colocó la capucha y tomó su arco con una flecha para encargarse de la caza. Los elfos, por supuesto que comían carne, pero sólo lo que necesitaban, no abusaban de arrebatarles la vida a los animales sólo por disfrute o para acabar desperdiciando su carne.
–¿Qué comen los dragones?
Helyare
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Re: [CERRADO] Todavía puedo ver Sandorai [Inge/Hely/libre]
Aquella chica le confundía. Un minuto atrás era una chica vulnerable, triste, asustada y temblorosa, ahora era de nuevo aquella odiosa elfa que había visto en la mañana. Por lo menos, algo de decencia tenía como para cederle la capa de su amigo -Él es muy importante para ti, ¿verdad?- dijo una vez pudo cubrirse con la capa, anudándola en carias esquinas para que no se le soltara. -Se nota que se quieren mucho y hasta hacen linda pareja- comentó después, ignorando la actitud áspera de la elfa.
Poco hablaba la elfa y la información la soltaba a cuentagotas. Hasta ese momento, solo sabía que era del mismo clan que Aranarth, que él la había defendido a golpes de unos guardias de su clan y, lo más obvio, que ella no podía volver a su hogar. Eso último le pareció lo más triste de todo. ¿Quién eres cuando no tienes una familia? ¿Cómo te defines si no perteneces a ningún lugar? Eres nadie, eres un ser que existe y punto, nada más. Esta chica necesitaba encontrar su camino y su misión en la vida, su destino manifiesto. Pero estaba tan perdida, desorientada y sin pista alguna de qué hacer o para dónde ir.
Bajaron por la cuesta con cuidado. -Los dragones comemos de todo- dijo -Carne, verduras, vegetales, raíces, venga, de todo. Hay quienes cazan en forma humana, con trampas, flechas, lanzas, redes, y otros que prefieren sus formas de dragón, así es mucho más fácil cazar. Te lanzas en picada sobre tu objetivo, lo atrapas fuerte con tus garras, le muerdes el cuello hasta asfixiarlo y listo, carne para la parrilla. Hay que comer mucho, eso sí, porque transformarse en dragón es muy agotador. Si no tienes energía, no te transformas, o si lo haces, quedas muy débil.- decía mientras caminaban. -Ahora podría comer un conejo o dos... bueno, sinceramente, unos tres o cuatro. Con eso podría aguantar para mañana volver volando al bosque- dijo mirando al rededor, buscando señales de que había algo por allí, algún rastro, ramitas quebradas, cualquier cosa que indicase la presencia de animales. -Pero me gustaría que me esperaras cuando busque mis cosas- dijo como quien dice que el clima está bueno.
-Ya sabes, yo voy por mi mochila, tú me esperas en el bosque, y nos vamos a otro lado. No me gustaría dejarte sola por ahora- dijo, y esta vez sonó más seria. Ella caminaba detrás de la elfa, por lo que solo veía a una figura encapuchada caminar con cuidado al pisar.
Poco hablaba la elfa y la información la soltaba a cuentagotas. Hasta ese momento, solo sabía que era del mismo clan que Aranarth, que él la había defendido a golpes de unos guardias de su clan y, lo más obvio, que ella no podía volver a su hogar. Eso último le pareció lo más triste de todo. ¿Quién eres cuando no tienes una familia? ¿Cómo te defines si no perteneces a ningún lugar? Eres nadie, eres un ser que existe y punto, nada más. Esta chica necesitaba encontrar su camino y su misión en la vida, su destino manifiesto. Pero estaba tan perdida, desorientada y sin pista alguna de qué hacer o para dónde ir.
Bajaron por la cuesta con cuidado. -Los dragones comemos de todo- dijo -Carne, verduras, vegetales, raíces, venga, de todo. Hay quienes cazan en forma humana, con trampas, flechas, lanzas, redes, y otros que prefieren sus formas de dragón, así es mucho más fácil cazar. Te lanzas en picada sobre tu objetivo, lo atrapas fuerte con tus garras, le muerdes el cuello hasta asfixiarlo y listo, carne para la parrilla. Hay que comer mucho, eso sí, porque transformarse en dragón es muy agotador. Si no tienes energía, no te transformas, o si lo haces, quedas muy débil.- decía mientras caminaban. -Ahora podría comer un conejo o dos... bueno, sinceramente, unos tres o cuatro. Con eso podría aguantar para mañana volver volando al bosque- dijo mirando al rededor, buscando señales de que había algo por allí, algún rastro, ramitas quebradas, cualquier cosa que indicase la presencia de animales. -Pero me gustaría que me esperaras cuando busque mis cosas- dijo como quien dice que el clima está bueno.
-Ya sabes, yo voy por mi mochila, tú me esperas en el bosque, y nos vamos a otro lado. No me gustaría dejarte sola por ahora- dijo, y esta vez sonó más seria. Ella caminaba detrás de la elfa, por lo que solo veía a una figura encapuchada caminar con cuidado al pisar.
Ingela
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Re: [CERRADO] Todavía puedo ver Sandorai [Inge/Hely/libre]
Asintió levemente ante las palabras de la dragona, mirando aún la tela verde esmeralda. No quería admitir cuánta importancia tenía para ella Aranarth, pero era obvio que se veía. –No es mi pareja. Era mi cuñado. –Quiso aclarar usando un tono muy seco y remarcando cada una de sus palabras y como si la muchacha hubiese hecho la mayor de las ofensas al relacionarlos como pareja. –No nos relaciones.
Si a Ingela se le iba la lengua en Claro y llegaba a espetar algo en relación a los dos elfos o que siquiera estuvieran hablando juntos, sentados junto al fuego como ella los vio, las represalias hacia el guerrero serían inmediatas por haber estado con una dhaerow. Eso si no estaba siendo ajusticiado por haber golpeado a un guardia. Eliminó lo más rápido posible ese pensamiento de su cabeza porque estaba empezando a sentirse como hacía un rato, con ese nudo en la garganta y ese dolor en el pecho que impulsaba a que quisiera tirarse del risco e ir a Sandorai corriendo si era necesario.
Por fin bajaron del canchal y Helyare cargó su arco dispuesta a cazar algo para la dragona. Mientras esta le contaba lo que podía comer y la forma de cazar, la elfa hizo una mueca con algo de repugnancia cuando hablaba de cómo obtenían la comida cuando se transformaban en dragones. Sin duda le dio cierta grima imaginar a un animal agonizando entre las fauces de un dragón. –No nos quedaremos en el camino. –La pelirroja se metió en una cuesta llena de hierbas bastante altas. Aparte había unas formaciones rocosas repletas de plantas y podían tumbarse ahí y protegerse de las ventiscas. –Debajo de esas piedras podemos pasar la noche, servirán de resguardo.
Se detuvo en un instante y lanzó una flecha. Sonó cómo impactó con algo, un pequeño animal que estaba subiéndose a una de las rocas cayó a plomo contra el suelo con la flecha clavada en uno de sus ojos. La elfa fue y, con delicadeza, tomó al animal y le sacó el virote. –Es mejor que no sufran. –Quiso contrarrestar lo que había escuchado del modo de caza de los dragones con el impecable modo de caza élfico. Tomó la pequeña presa y la dejó sobre una de las rocas.
Siguió caminando buscando más alimento para la muchacha. –Yo te acompañaré, te esperaré si lo necesitas. Pero no entraré ni a Claro ni a Sandorai. –Sentenció, sin dar opciones a algún tipo de opinión diferente a la suya. Ya no dijo nada más.
Continuó caminando, buscaba tiras de musgo, las cuales arrancaba de las rocas y las iba dejando en una que había seleccionado, más alargada y hueca por uno de los lados. Ahí podía tumbarse la dragona, cabría entera y la resguardaría del frío de la noche. Según iba caminando, iba arrancando hierba y volvía cada pocos minutos a dejarla bajo esa roca, formando una cama verde, junto con los trozos de musgo que arrancaba, también, y los colocaba sobre las hierbas. –Aquí podrás dormir. El musgo retiene calor. No te preocupes, yo haré la guardia, los elfos no necesitamos dormir tanto.
De nuevo, desde su posición, abatió a otro pequeño animal y fue a buscar a las dos presas: la más reciente y la que había matado antes. A pesar de que estaba preparando el refugio para Ingela, parecía ignorarla, iba a lo suyo, como si estuviera sola. De nuevo parecía querer no mantener contacto con nadie. Sólo hablaba con ella para cosas puntuales, pero si no, estaba callada.
Siguió buscando y cazó un tercer animal. No había apenas frutas y también serían necesarias. Dejó las tres presas en otra roca, pero cerca de donde iban a refugiarse, y salió, de nuevo, al camino, a buscar algunas frutas y llevarlas sobre unas hojas. –Sólo falta el fuego. Vamos a hacerlo. La noche está cayendo y movernos puede ser peligroso. –Dejó la improvisada bandeja de hojas con frutas en el suelo, al lado del musgo y se sentó a excavar un pequeño agujero en la tierra para hacer fuego, agujero que llevó de hierbas y ramitas muy finas. Estaba bastante callada a pesar de que tenía compañía, pero parecía no darse cuenta. Y, sin embargo, le estaba preparando a la muchacha un refugio como mejor podía con los medios de fortuna que le brindaba la naturaleza, para que pasase la mejor noche posible aunque fuese a la intemperie. –Come fruta. Son ascuas de dragón y estrellas de Nein, te darán energía.
Ella, mientras tanto, se había llevado una estrella a la boca y continuaba tratando de encender el fuego, sentada de espaldas a la roca.
Carraspeó un momento y, sin dejar de frotar las rocas, que ya generaban chispas y humo, se dirigió a Ingela. –Antes has dicho que no ibas a dejarme sola. ¿Por qué quieres estar conmigo? Este no es tu sitio, no sé qué buscas, ni qué hacías en Claro. ¿Por qué conmigo?
Las presas que estaban sobre una de las rocas las cocinaría luego cuando el fuego se hubiese encendido, pero tampoco quería tenerlas en el sitio del refugio para no atraer a animales carnívoros que pudieran ponerlas en peligro.
Si a Ingela se le iba la lengua en Claro y llegaba a espetar algo en relación a los dos elfos o que siquiera estuvieran hablando juntos, sentados junto al fuego como ella los vio, las represalias hacia el guerrero serían inmediatas por haber estado con una dhaerow. Eso si no estaba siendo ajusticiado por haber golpeado a un guardia. Eliminó lo más rápido posible ese pensamiento de su cabeza porque estaba empezando a sentirse como hacía un rato, con ese nudo en la garganta y ese dolor en el pecho que impulsaba a que quisiera tirarse del risco e ir a Sandorai corriendo si era necesario.
Por fin bajaron del canchal y Helyare cargó su arco dispuesta a cazar algo para la dragona. Mientras esta le contaba lo que podía comer y la forma de cazar, la elfa hizo una mueca con algo de repugnancia cuando hablaba de cómo obtenían la comida cuando se transformaban en dragones. Sin duda le dio cierta grima imaginar a un animal agonizando entre las fauces de un dragón. –No nos quedaremos en el camino. –La pelirroja se metió en una cuesta llena de hierbas bastante altas. Aparte había unas formaciones rocosas repletas de plantas y podían tumbarse ahí y protegerse de las ventiscas. –Debajo de esas piedras podemos pasar la noche, servirán de resguardo.
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Se detuvo en un instante y lanzó una flecha. Sonó cómo impactó con algo, un pequeño animal que estaba subiéndose a una de las rocas cayó a plomo contra el suelo con la flecha clavada en uno de sus ojos. La elfa fue y, con delicadeza, tomó al animal y le sacó el virote. –Es mejor que no sufran. –Quiso contrarrestar lo que había escuchado del modo de caza de los dragones con el impecable modo de caza élfico. Tomó la pequeña presa y la dejó sobre una de las rocas.
Siguió caminando buscando más alimento para la muchacha. –Yo te acompañaré, te esperaré si lo necesitas. Pero no entraré ni a Claro ni a Sandorai. –Sentenció, sin dar opciones a algún tipo de opinión diferente a la suya. Ya no dijo nada más.
Continuó caminando, buscaba tiras de musgo, las cuales arrancaba de las rocas y las iba dejando en una que había seleccionado, más alargada y hueca por uno de los lados. Ahí podía tumbarse la dragona, cabría entera y la resguardaría del frío de la noche. Según iba caminando, iba arrancando hierba y volvía cada pocos minutos a dejarla bajo esa roca, formando una cama verde, junto con los trozos de musgo que arrancaba, también, y los colocaba sobre las hierbas. –Aquí podrás dormir. El musgo retiene calor. No te preocupes, yo haré la guardia, los elfos no necesitamos dormir tanto.
De nuevo, desde su posición, abatió a otro pequeño animal y fue a buscar a las dos presas: la más reciente y la que había matado antes. A pesar de que estaba preparando el refugio para Ingela, parecía ignorarla, iba a lo suyo, como si estuviera sola. De nuevo parecía querer no mantener contacto con nadie. Sólo hablaba con ella para cosas puntuales, pero si no, estaba callada.
Siguió buscando y cazó un tercer animal. No había apenas frutas y también serían necesarias. Dejó las tres presas en otra roca, pero cerca de donde iban a refugiarse, y salió, de nuevo, al camino, a buscar algunas frutas y llevarlas sobre unas hojas. –Sólo falta el fuego. Vamos a hacerlo. La noche está cayendo y movernos puede ser peligroso. –Dejó la improvisada bandeja de hojas con frutas en el suelo, al lado del musgo y se sentó a excavar un pequeño agujero en la tierra para hacer fuego, agujero que llevó de hierbas y ramitas muy finas. Estaba bastante callada a pesar de que tenía compañía, pero parecía no darse cuenta. Y, sin embargo, le estaba preparando a la muchacha un refugio como mejor podía con los medios de fortuna que le brindaba la naturaleza, para que pasase la mejor noche posible aunque fuese a la intemperie. –Come fruta. Son ascuas de dragón y estrellas de Nein, te darán energía.
Ella, mientras tanto, se había llevado una estrella a la boca y continuaba tratando de encender el fuego, sentada de espaldas a la roca.
Carraspeó un momento y, sin dejar de frotar las rocas, que ya generaban chispas y humo, se dirigió a Ingela. –Antes has dicho que no ibas a dejarme sola. ¿Por qué quieres estar conmigo? Este no es tu sitio, no sé qué buscas, ni qué hacías en Claro. ¿Por qué conmigo?
Las presas que estaban sobre una de las rocas las cocinaría luego cuando el fuego se hubiese encendido, pero tampoco quería tenerlas en el sitio del refugio para no atraer a animales carnívoros que pudieran ponerlas en peligro.
Última edición por Helyare el Vie 27 Ene - 1:48, editado 1 vez
Helyare
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Re: [CERRADO] Todavía puedo ver Sandorai [Inge/Hely/libre]
La chica intentaba encender un fuego, pero no tenía la habilidad para hacerlo rápido. Ingela sentía la necesidad de tomar las piedras, al fin y al cabo, eso de hacer fuego se le daba particularmente bien. Tanto le picaban las manos, que mascullando un "permiso", tomó las piedras de las manos de la elfa y empujando con su cadera, tomó su lugar para hacer chasquear las piedras con fuerza. Inmediatamente saltó una chispa al musgo seco que había puesto antes Helyare en el agujero. Ingela sopló suavemente pero con fuerza hasta que se vio una pequeña flama. -¡Epa!- exclamó contenta. Rápidamente llevaron la flama a unos troncos con más musgo seco para encender la fogata. Aquellas presas que había cazado la elfa lucían apetitosas.
Una vez con fuego, se pudo relajar. Tomó unas ascuas de dragón y comenzó a comerlas -Bastante buenas- dijo mirando la fruta -Tenían que ser sabrosas, si son de dragón- dijo sonriendo. Comió en silencio, había notado que su parloteo incomodaba a la elfa, pero no podía evitarlo, tenía que hablarle -A pesar de todo, me ayudaste. No sé qué te ha pasado y no pretendo que ahora me cuentes. No soy tu amiga como para que me confíes tus cosas. Solamente...- dijo e hizo una pausa, mirando la estrella de nein que ahora comía -...pienso y siento que a ambas nos convendría estar cerca la una de la otra, por ahora. ¿No crees?- dijo y la miró.
-Piénsalo. Eres una hábil elfa y conoces tus bosques, pero tener la compañía de un dragón no es malo. Recuerda lo que pasó en Claro. No es seguro estar solos por aquí- dijo -Yo no querría estar sola. Pero bueno, es tu decisión, yo solo te ofrezco mi compañía. Al fin y al cabo, yo saco las alas y me voy se aquí- dijo encogiéndose de hombros y dándole un mordisco a la fruta.
Una vez con fuego, se pudo relajar. Tomó unas ascuas de dragón y comenzó a comerlas -Bastante buenas- dijo mirando la fruta -Tenían que ser sabrosas, si son de dragón- dijo sonriendo. Comió en silencio, había notado que su parloteo incomodaba a la elfa, pero no podía evitarlo, tenía que hablarle -A pesar de todo, me ayudaste. No sé qué te ha pasado y no pretendo que ahora me cuentes. No soy tu amiga como para que me confíes tus cosas. Solamente...- dijo e hizo una pausa, mirando la estrella de nein que ahora comía -...pienso y siento que a ambas nos convendría estar cerca la una de la otra, por ahora. ¿No crees?- dijo y la miró.
-Piénsalo. Eres una hábil elfa y conoces tus bosques, pero tener la compañía de un dragón no es malo. Recuerda lo que pasó en Claro. No es seguro estar solos por aquí- dijo -Yo no querría estar sola. Pero bueno, es tu decisión, yo solo te ofrezco mi compañía. Al fin y al cabo, yo saco las alas y me voy se aquí- dijo encogiéndose de hombros y dándole un mordisco a la fruta.
Ingela
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Re: [CERRADO] Todavía puedo ver Sandorai [Inge/Hely/libre]
Se veía que la dragona era una experta con el fuego porque en un instante tenía hecha una buena fogata, y sin necesidad de tener que transformarse. Se notaba que por las tierras del norte necesitaban hacer fuego enseguida para calentarse. No pudo evitar sonreír levemente al ver las llamas y el chisporroteo del fuego. Extendió las manos para calentárselas y luego se las colocó en la cara, transmitiendo el calor. Se cubrió entera y cerró los ojos sintiéndolo. Le gustaba esa sensación, pero no podía perder el tiempo y rápido fue a preparar las presas para la cena. Se encargó de dejarlas perfectas para que pudieran ponerlas en la hoguera y cocinarlas. Pero había que tener paciencia; mientras comían estrellas de Nein, justo lo que la noche anterior le había ofrecido al elfo después de que hubieran tenido que salir corriendo de Claro.
Esas frutas eran muy abundantes en Aerandir, pero las de ayer sabían tan bien… Sabían divinas por la compañía que tenía, porque habían conseguido salvar al pueblo, porque se habían reencontrado, porque habían salido ilesos de dos encuentros con los guardias. Pero estas eran distintas. A pesar de eso, aún contaba con compañía.
Masticó una estrellita mientras miraba los palos donde estaban ensartadas las presas, pero como si estuviese ida en lugar de vigilar la comida. La dragona se escuchaba de fondo hablando y pronto recuperó la atención de la elfa, que pestañeó regresando al mundo real. –Disculpa.
Había vuelto en sí justo a tiempo para que la dragona le explicase por qué quería estar con ella. Mientras atendía giró las presas.
Sí, se necesitaban la una a la otra. Helyare no quería admitirlo, pero necesitaba a la dragona. Sin ella hubiese sido capaz de enfrentar a la guardia de su clan a coste de su muerte. No había sido capaz de razonar hasta que no pasaron horas en el risco. Sin Ingela, la elfa ahora mismo estaría con la cabeza separada de su cuerpo. Le debía mucho. Pero no era capaz de decírselo. Y si ahora mismo se fuera, ella sola en esa estepa no sabría qué hacer. Podía sobrevivir perfectamente, por eso no habría problema, pero…
Dejó de pensar en quien había dejado atrás, al menos, trató de hacerlo, porque conseguirlo eran palabras mayores, así que se distrajo con la comida. –Estos dos son para ti, y el tercero si lo quieres, también. No tengo hambre. –Arrancó una parte de la presa que más cerca tenía y la colocó en una hoja, para comérsela ella. No es que estuviese hambrienta, pero necesitaba energía, así que, poco a poco, fue comiendo.
–Sí, por unos días podemos estar juntas, hasta que te acompañe a por tus cosas. –Quiso hacerse la dura y no admitir que necesitaba de su compañía, así que le puso fecha límite para cortar el roce.
Pasó un rato, lento, muy lento, al menos para la elfa. Estaba siendo presa del cansancio, demasiadas emociones en esos últimos dos días, apenas había dormido con todo lo que había pasado. Sí, ayer pudo conciliar el sueño, pero la vista de Sarniâr, el reguero de sangre, las palabras del cáno suplente de Arzhak y las que le había espetado Rhiak, invadían su mente, causaban fuertes pesadillas que no dejaban que pudiese dormir profundamente. Pero, al menos, había dormido un poco. Cuando se despertaba agitada pensaba en pedir a Aran que se quedase junto a ella, pero no se atrevía.
Sin duda, necesitaba compañía, aunque fuese de la dragona.
–Espero que te guste la cena. –Movió la hoja donde quedaban las frutas para que siguiera comiendo. Helyare necesitaba quedarse despierta, ella era quien iba a hacer la guardia. Sin moverse del suelo se echó para atrás para quedar apoyada en la roca y se entretuvo mirando el broche de su clan, ese que tantos quebraderos de cabeza le dio en Claro, pero al instante levantó la vista. –Ah, no sé dónde dormirán los dragones, pero el musgo es lo más cómodo que puedo ofrecerte. –Señaló con la cabeza el camastro que tenía a la izquierda, tapado por la roca y con varias hojas y más musgo para que pudiera cubrirse.
Tarde o temprano tenía que acabar diciéndolo, aunque prefería no hacerlo, pero la muchacha había sido tan amable con ella que se lo debía. –Esto… Gracias.
Su voz sonaba muy ronca todavía por la histeria que había sufrido al ver que la separaban de su amigo, pero sí había podido conseguir que esa palabra se escuchase entera. Quería agradecerle a la dragona su compañía, que a pesar de cómo la trataba, ella estuviera allí. Y, sin duda, también agradecerle su esfuerzo en Claro.
Esas frutas eran muy abundantes en Aerandir, pero las de ayer sabían tan bien… Sabían divinas por la compañía que tenía, porque habían conseguido salvar al pueblo, porque se habían reencontrado, porque habían salido ilesos de dos encuentros con los guardias. Pero estas eran distintas. A pesar de eso, aún contaba con compañía.
Masticó una estrellita mientras miraba los palos donde estaban ensartadas las presas, pero como si estuviese ida en lugar de vigilar la comida. La dragona se escuchaba de fondo hablando y pronto recuperó la atención de la elfa, que pestañeó regresando al mundo real. –Disculpa.
Había vuelto en sí justo a tiempo para que la dragona le explicase por qué quería estar con ella. Mientras atendía giró las presas.
Sí, se necesitaban la una a la otra. Helyare no quería admitirlo, pero necesitaba a la dragona. Sin ella hubiese sido capaz de enfrentar a la guardia de su clan a coste de su muerte. No había sido capaz de razonar hasta que no pasaron horas en el risco. Sin Ingela, la elfa ahora mismo estaría con la cabeza separada de su cuerpo. Le debía mucho. Pero no era capaz de decírselo. Y si ahora mismo se fuera, ella sola en esa estepa no sabría qué hacer. Podía sobrevivir perfectamente, por eso no habría problema, pero…
Dejó de pensar en quien había dejado atrás, al menos, trató de hacerlo, porque conseguirlo eran palabras mayores, así que se distrajo con la comida. –Estos dos son para ti, y el tercero si lo quieres, también. No tengo hambre. –Arrancó una parte de la presa que más cerca tenía y la colocó en una hoja, para comérsela ella. No es que estuviese hambrienta, pero necesitaba energía, así que, poco a poco, fue comiendo.
–Sí, por unos días podemos estar juntas, hasta que te acompañe a por tus cosas. –Quiso hacerse la dura y no admitir que necesitaba de su compañía, así que le puso fecha límite para cortar el roce.
Pasó un rato, lento, muy lento, al menos para la elfa. Estaba siendo presa del cansancio, demasiadas emociones en esos últimos dos días, apenas había dormido con todo lo que había pasado. Sí, ayer pudo conciliar el sueño, pero la vista de Sarniâr, el reguero de sangre, las palabras del cáno suplente de Arzhak y las que le había espetado Rhiak, invadían su mente, causaban fuertes pesadillas que no dejaban que pudiese dormir profundamente. Pero, al menos, había dormido un poco. Cuando se despertaba agitada pensaba en pedir a Aran que se quedase junto a ella, pero no se atrevía.
Sin duda, necesitaba compañía, aunque fuese de la dragona.
–Espero que te guste la cena. –Movió la hoja donde quedaban las frutas para que siguiera comiendo. Helyare necesitaba quedarse despierta, ella era quien iba a hacer la guardia. Sin moverse del suelo se echó para atrás para quedar apoyada en la roca y se entretuvo mirando el broche de su clan, ese que tantos quebraderos de cabeza le dio en Claro, pero al instante levantó la vista. –Ah, no sé dónde dormirán los dragones, pero el musgo es lo más cómodo que puedo ofrecerte. –Señaló con la cabeza el camastro que tenía a la izquierda, tapado por la roca y con varias hojas y más musgo para que pudiera cubrirse.
Tarde o temprano tenía que acabar diciéndolo, aunque prefería no hacerlo, pero la muchacha había sido tan amable con ella que se lo debía. –Esto… Gracias.
Su voz sonaba muy ronca todavía por la histeria que había sufrido al ver que la separaban de su amigo, pero sí había podido conseguir que esa palabra se escuchase entera. Quería agradecerle a la dragona su compañía, que a pesar de cómo la trataba, ella estuviera allí. Y, sin duda, también agradecerle su esfuerzo en Claro.
- Anotaciones:
- Sarniâr: Lugar donde se ajusticia a los miembros del clan que han cometido alguna falta muy grave.
cáno: Un puesto parecido a comandante; es quien se encarga de ajusticiar en el clan.
Helyare
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Re: [CERRADO] Todavía puedo ver Sandorai [Inge/Hely/libre]
De alguna forma extraña y muy incómoda, Ingela sentía y compartía la soledad de la elfa. Ambas estaban solas y por lo poco que sabía y veía, así como ella, la elfa estaba bastante desvalida en aquel momento. Sí, estar juntas era una muy buena idea hasta recobrar fuerza y poder avanzar firmemente en sus caminos, ya fuese juntas o, preferiblemente, separadas.
Ingela terminaba de comer, la elfa se había esmerado en conseguir alimentos para ambas, Ingela no había hecho nada más que quedarse quieta y verla actuar. Era hábil, rápida y astuta. Se notaba en sus movimientos que sabía perfectamente lo que hacía, no dejaba espacio a la suerte. Improvisaba con lo que encontraba, pero era metódica en su actuar.
-Gracias a ti por esto- le dijo luego de escuchar las palabras de la elfa, señalando con un gesto la cama de musgo que le hizo -en realidad lo agradezco, no tenías por qué hacerlo y aún así has preparado la cena y todo. Espero poder compensarte- le dijo con seriedad. Para Ingela era muy importante retribuir a aquel que ha obrado bien con ella, así le enseñaron sus padres.
Pasó un rato en silencio, Ingela se había acomodado en la camita, cubierto su cuerpo lo mejor que pudo con la capa de Aranarth, pero no podía dormir. Su mirada se perdía en el crepitar de la fogata que poco a poco se consumía. Su mente estaba en Dundarak, junto a su madre. Escuchaba en su mente su voz que rezaba por ella. Así fue como su mente divagó hasta comenzar a recitar en antiguo lenguaje dragón las oraciones a los dioses y lentamente, se quedó dormida, soñando con dragones que vuelan libres sobre el Gran Pico.
Ingela terminaba de comer, la elfa se había esmerado en conseguir alimentos para ambas, Ingela no había hecho nada más que quedarse quieta y verla actuar. Era hábil, rápida y astuta. Se notaba en sus movimientos que sabía perfectamente lo que hacía, no dejaba espacio a la suerte. Improvisaba con lo que encontraba, pero era metódica en su actuar.
-Gracias a ti por esto- le dijo luego de escuchar las palabras de la elfa, señalando con un gesto la cama de musgo que le hizo -en realidad lo agradezco, no tenías por qué hacerlo y aún así has preparado la cena y todo. Espero poder compensarte- le dijo con seriedad. Para Ingela era muy importante retribuir a aquel que ha obrado bien con ella, así le enseñaron sus padres.
Pasó un rato en silencio, Ingela se había acomodado en la camita, cubierto su cuerpo lo mejor que pudo con la capa de Aranarth, pero no podía dormir. Su mirada se perdía en el crepitar de la fogata que poco a poco se consumía. Su mente estaba en Dundarak, junto a su madre. Escuchaba en su mente su voz que rezaba por ella. Así fue como su mente divagó hasta comenzar a recitar en antiguo lenguaje dragón las oraciones a los dioses y lentamente, se quedó dormida, soñando con dragones que vuelan libres sobre el Gran Pico.
Ingela
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Re: [CERRADO] Todavía puedo ver Sandorai [Inge/Hely/libre]
La joven dragona se fue a echar en la camita improvisada que Helyare había hecho con musgo y no parecía estar mal del todo. El musgo era una solución rápida al frío de la noche ya que retenía el calor y actuaba como una manta, también hacía que el suelo fuese más mullido. Dentro de lo malo, esos medios de fortuna resultaban más cómodos si la noche se pasaba a la intemperie.
La elfa no dijo nada cuando la muchacha se tumbó a pesar de que estaba hablando. Pronto entendería que no había más que decir y Hely no era dada a hablar más de la cuenta, y menos con una desconocida. Si esa niña estaba con ella es porque Aran había querido ayudarla y en un principio ella se había negado. Pero dada la cabezonería de su amigo había tenido que aguantar a la dragona.
Aunque ahora mismo se alegraba, en parte, de tener a una compañera. ¿Otra noche sola? No quería volver a estar sola, a pesar de que parecía ser su destino inminente. ¿Qué podía hacer cuando Ingela se fuera? No sabía dónde ir, ni si continuar o no con su búsqueda. La idea de ir a Dundarak, donde la muchacha había dicho que había elfos escondidos no era tan mala pero tenía un largo viaje hasta el norte.
Se quedó sentada apoyada en la roca mirando el broche de su clan y dándole vueltas en su mano. Sólo dos días habían sido necesarios para que entendiera que de verdad no la querían de vuelta. Rhiak había tratado de provocar un enfrentamiento para poder ajusticiarla de otro modo. Cuando la vieron, los mismos que lucían el broche que ella tenía en la mano, sentían vergüenza, odio y repulsa. Aquellos que habían sido sus compañeros, amigos, familia. Cómo un error pudo haber cambiado todo, de estar en la cima a caer montaña abajo y quedarse en un foso. Ese broche había sido un intercambio entre Aran y Hely, ella llevaba el del elfo y viceversa.
Suspiró mientras seguía dando vuelta a las hojas metálicas entre sus dedos. Pensó en lanzarlo al fuego y desvincularse de un grupo que no la quería cerca pero… Se veía muy atada a ellos. Eran su familia. ¿Y si cambiaban las cosas? Todavía guardada la efímera esperanza de que la dejarían regresar a casa. Pero, ¿serviría de algo? Seguiría bajo el yugo del juicio público. Por su culpa habían destruido parte del poblado… ¿Y todavía quería mantener la esperanza? Sabía que no regresaría pero, era esa pequeña esperanza la que motivaba sus pasos, a pesar de su desasosiego diario. Era demasiado duro pensar que no había vuelta atrás. Y no solo ese pensamiento la machacaba. ¿Qué había pasado con su arael’sha? Si es que aún podía llamarlo así… Sentía angustia en su pecho al pensar que estaba en peligro por defenderla. No necesitaba ayuda, pero él se había tomado la justicia por su cuenta para tratar de que Rhiak no la llevase a su terreno.
Le iba a explotar la cabeza de tantos pensamientos que se agolpaban en su mente. Se restregó los ojos con una de sus manos, tratando de mitigar el dolor que se le acumulaba en la sien. También tenía mucho sueño, eso ayudaba al dolor de cabeza. Había pasado unos días demasiado intensos desde que había llegado a Claro. Hizo una mueca pensando en las otras celebraciones del Día del Bosque. Para nada habían sido tan accidentadas. Pero, claro, ella ocupaba anteriormente su puesto privilegiado. Más y más pensamientos la taladraban el cerebro e impedían que pudiera descansar. Mas no debía dormir, ella estaba de guardia.
La dragona se había quedado totalmente dormida, también estaba cansada por estos días tan intensos. Había ayudado en Claro, había tenido que aguantar a los dos elfos y huir de a saber qué peligro, pues no sabía qué pasaba. Al menos, no del todo. En unas horas emprenderían el camino de regreso al pueblo fronterizo para que la muchacha recuperase sus pertenencias. A partir de ahí, posiblemente Helyare siguiese su camino en solitario, buscando algún destino.
Quedaban dos horas o así para emprender la marcha. La elfa pelirroja colocó la cabeza en las rodillas, pensando todavía en tantas cosas que perturbaban su paz mental. Desde que había tenido que dejar el bosque ya no tenía esa paz. Con todos esos pensamientos atormentándola fue quedándose dormida por más que trataba de evitarlo, pero el cansancio hizo mella en su cuerpo y no pudo evitarlo. El broche que llevaba cayó al suelo en cuanto las fuerzas empezaron a abandonarla. Después de unos días muy intensos, ya no podía tenerse más en pie.
La elfa no dijo nada cuando la muchacha se tumbó a pesar de que estaba hablando. Pronto entendería que no había más que decir y Hely no era dada a hablar más de la cuenta, y menos con una desconocida. Si esa niña estaba con ella es porque Aran había querido ayudarla y en un principio ella se había negado. Pero dada la cabezonería de su amigo había tenido que aguantar a la dragona.
Aunque ahora mismo se alegraba, en parte, de tener a una compañera. ¿Otra noche sola? No quería volver a estar sola, a pesar de que parecía ser su destino inminente. ¿Qué podía hacer cuando Ingela se fuera? No sabía dónde ir, ni si continuar o no con su búsqueda. La idea de ir a Dundarak, donde la muchacha había dicho que había elfos escondidos no era tan mala pero tenía un largo viaje hasta el norte.
Se quedó sentada apoyada en la roca mirando el broche de su clan y dándole vueltas en su mano. Sólo dos días habían sido necesarios para que entendiera que de verdad no la querían de vuelta. Rhiak había tratado de provocar un enfrentamiento para poder ajusticiarla de otro modo. Cuando la vieron, los mismos que lucían el broche que ella tenía en la mano, sentían vergüenza, odio y repulsa. Aquellos que habían sido sus compañeros, amigos, familia. Cómo un error pudo haber cambiado todo, de estar en la cima a caer montaña abajo y quedarse en un foso. Ese broche había sido un intercambio entre Aran y Hely, ella llevaba el del elfo y viceversa.
Suspiró mientras seguía dando vuelta a las hojas metálicas entre sus dedos. Pensó en lanzarlo al fuego y desvincularse de un grupo que no la quería cerca pero… Se veía muy atada a ellos. Eran su familia. ¿Y si cambiaban las cosas? Todavía guardada la efímera esperanza de que la dejarían regresar a casa. Pero, ¿serviría de algo? Seguiría bajo el yugo del juicio público. Por su culpa habían destruido parte del poblado… ¿Y todavía quería mantener la esperanza? Sabía que no regresaría pero, era esa pequeña esperanza la que motivaba sus pasos, a pesar de su desasosiego diario. Era demasiado duro pensar que no había vuelta atrás. Y no solo ese pensamiento la machacaba. ¿Qué había pasado con su arael’sha? Si es que aún podía llamarlo así… Sentía angustia en su pecho al pensar que estaba en peligro por defenderla. No necesitaba ayuda, pero él se había tomado la justicia por su cuenta para tratar de que Rhiak no la llevase a su terreno.
Le iba a explotar la cabeza de tantos pensamientos que se agolpaban en su mente. Se restregó los ojos con una de sus manos, tratando de mitigar el dolor que se le acumulaba en la sien. También tenía mucho sueño, eso ayudaba al dolor de cabeza. Había pasado unos días demasiado intensos desde que había llegado a Claro. Hizo una mueca pensando en las otras celebraciones del Día del Bosque. Para nada habían sido tan accidentadas. Pero, claro, ella ocupaba anteriormente su puesto privilegiado. Más y más pensamientos la taladraban el cerebro e impedían que pudiera descansar. Mas no debía dormir, ella estaba de guardia.
La dragona se había quedado totalmente dormida, también estaba cansada por estos días tan intensos. Había ayudado en Claro, había tenido que aguantar a los dos elfos y huir de a saber qué peligro, pues no sabía qué pasaba. Al menos, no del todo. En unas horas emprenderían el camino de regreso al pueblo fronterizo para que la muchacha recuperase sus pertenencias. A partir de ahí, posiblemente Helyare siguiese su camino en solitario, buscando algún destino.
Quedaban dos horas o así para emprender la marcha. La elfa pelirroja colocó la cabeza en las rodillas, pensando todavía en tantas cosas que perturbaban su paz mental. Desde que había tenido que dejar el bosque ya no tenía esa paz. Con todos esos pensamientos atormentándola fue quedándose dormida por más que trataba de evitarlo, pero el cansancio hizo mella en su cuerpo y no pudo evitarlo. El broche que llevaba cayó al suelo en cuanto las fuerzas empezaron a abandonarla. Después de unos días muy intensos, ya no podía tenerse más en pie.
Helyare
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Re: [CERRADO] Todavía puedo ver Sandorai [Inge/Hely/libre]
El imparable impulso de orinar despertó a la joven dragona de su plácido sueño. No sabía cuánto había dormido, solo que ya avanzaba la mañana y que tenía que encontrar un arbusto, rápido. Así que se levantó de un salto y corrió detrás de un árbol para poder aliviar la presión. Todo era más fácil y bonito después.
Volvió a su improvisado campamento. Del fuego solo quedaban cenizas y alguna brasa prendida. La elfa estaba acurrucada, hecha un ovillo a un costado. Verla así, tan desamparada, despertó en Ingela un sentimiento de... ¿cariño? Sí, se podría decir que sí. Intentó despertarla suavemente, pero no lo conseguía, la elfa estaba sumida en un profundo sueño. Pero tenían que volver a Claro, de lo contrario, no podrían continuar el viaje. Resolvió entonces que se la llevaría dormida.
Se hizo a un lado y se transformó en su forma alada. Se recostó unos instantes sobre la capa de Aranarth para calentarla y hacerla acogedora para la elfa, a quien tomó con cuidado y enrolló en ella. Abrazó con delicadeza a la durmiente y emprendió el vuelo, sosteniendo contra su pecho a Helyare, quien a pesar del ajetreo, no despertaba.
Luego de volar una media hora, divisó el bosque y el pueblo. Habían pasado un par de días desde lo ocurrido con los licántropos, pero la fiesta había continuado como si nada. Tras dejar a la elfa escondida en el bosque, pues recordaba que le había dicho que no podía ser vista en el pueblo, se cubrió con la capa verde de Aranarth su figura humana y se apresuró a la posada, logrando recuperar su bolso y posesiones. Tenía prisa, pues no quería que la elfa se despertara sola, desorientada y se perdiera, una angustia así era lo último que le gustaría pasar a Ingela, así que corrió, sin vestirse siquiera, solo tomó sus cosas, pagó lo que debía y tras agradecerle de corazón al posadero y su esposa, corrió de vuelta al bosque, junto a su elfa, quién seguía durmiendo.
_______________________
Salir del territorio de su clan no era algo que los Eytherzair disfrutaran, sobre todo si era por tener que hacer negocios con elfos que traicionaban su raza y se casaban con seres inferiores. Pero a Thallan y Travaran les encargaron ir a Claro para intercambiar pieles. Era un mero trámite de ir, entregar las pieles curtidas y recibir el pago. No se quedarían al último día de la fiesta local ni interactuarían con nadie. Cuando por fin se marchaban, aliviados de volver con su gente. Vieron a una muchacha de cabello rubio, quien obviamente no era una elfa, correr a toda velocidad hacia el bosque y perderse entre los árboles. Aquello carecía de importancia, si no fuese porque usaba una capa con los colores de su Clan.
Volvió a su improvisado campamento. Del fuego solo quedaban cenizas y alguna brasa prendida. La elfa estaba acurrucada, hecha un ovillo a un costado. Verla así, tan desamparada, despertó en Ingela un sentimiento de... ¿cariño? Sí, se podría decir que sí. Intentó despertarla suavemente, pero no lo conseguía, la elfa estaba sumida en un profundo sueño. Pero tenían que volver a Claro, de lo contrario, no podrían continuar el viaje. Resolvió entonces que se la llevaría dormida.
Se hizo a un lado y se transformó en su forma alada. Se recostó unos instantes sobre la capa de Aranarth para calentarla y hacerla acogedora para la elfa, a quien tomó con cuidado y enrolló en ella. Abrazó con delicadeza a la durmiente y emprendió el vuelo, sosteniendo contra su pecho a Helyare, quien a pesar del ajetreo, no despertaba.
Luego de volar una media hora, divisó el bosque y el pueblo. Habían pasado un par de días desde lo ocurrido con los licántropos, pero la fiesta había continuado como si nada. Tras dejar a la elfa escondida en el bosque, pues recordaba que le había dicho que no podía ser vista en el pueblo, se cubrió con la capa verde de Aranarth su figura humana y se apresuró a la posada, logrando recuperar su bolso y posesiones. Tenía prisa, pues no quería que la elfa se despertara sola, desorientada y se perdiera, una angustia así era lo último que le gustaría pasar a Ingela, así que corrió, sin vestirse siquiera, solo tomó sus cosas, pagó lo que debía y tras agradecerle de corazón al posadero y su esposa, corrió de vuelta al bosque, junto a su elfa, quién seguía durmiendo.
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Salir del territorio de su clan no era algo que los Eytherzair disfrutaran, sobre todo si era por tener que hacer negocios con elfos que traicionaban su raza y se casaban con seres inferiores. Pero a Thallan y Travaran les encargaron ir a Claro para intercambiar pieles. Era un mero trámite de ir, entregar las pieles curtidas y recibir el pago. No se quedarían al último día de la fiesta local ni interactuarían con nadie. Cuando por fin se marchaban, aliviados de volver con su gente. Vieron a una muchacha de cabello rubio, quien obviamente no era una elfa, correr a toda velocidad hacia el bosque y perderse entre los árboles. Aquello carecía de importancia, si no fuese porque usaba una capa con los colores de su Clan.
Ingela
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