Vientos de Vulwulfar [Libre] [3/3] [Cerrado]
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Vientos de Vulwulfar [Libre] [3/3] [Cerrado]
- ¡Tramposa! – El hombre entrado en años que la muchacha tenía frente a ella se levantó y señaló acusadoramente a la ojiazul tras arrojar al suelo la mayor parte de las cartas que, con cara de pocos amigos, llevaba mirando fijamente durante el último cuarto de hora.
- ¿Tramposa? ¿Yo? – Contestó esta con una sonrisa inocente, clavando los enormes ojos azules que poseía en el rostro del orondo lugareño. – Pero… si apenas se jugar… - Levantó sus cartas, estaban ordenadas por diferentes colores y numeradas de mayor a menor. - ¡Esta tiene un perrito! ¿Significa que tengo más puntos? – Dijo levantándola para que todos la viesen, las dos personas con las que además compartía mesa se rieron por lo bajo y le quitaron importancia al asunto negando con la cabeza.
- Relájate, Marcus. – dijo el más joven de los que había en la mesa: un muchacho de ojos azules y larga melena rubia que, además, contaba con una expresión afable en su rostro que no parecía borrarse nunca. – Vivirás más – agregó mientras se agachaba a recuperar un par de fichas que habían caído justo a sus pies. – Aunque con tu mujer… comprendo que quieras marcharte pronto. – Dijo a la vez que la sombra de una sonrisa se aparecía en su cara, el hombre de facciones duras y de barba poblada que estaba junto al rubio comenzó a reír de inmediato, a carcajadas.
Esto, en un principio, no hizo sino enfurecer más al sujeto que había acusado a la joven de hacer trampas, el cual golpeó la madera de la que estaba compuesta la mesa con todas sus fuerzas, volcando algunos vasos y tirando al suelo las pocas cartas que todavía descansaban sobre el tablero.
- ¡No te hagas la niña bonita conmigo, monstruo! – Gritó, algunas cabezas más se giraron hacia el lugar en el que se encontraban, curiosamente era justo en el centro de la angosta taberna, tenían incluso la iluminación perfecta para pasar por una obra de teatro ambulante.
La joven se mordió el labio inferior y miró inmediatamente a la salida de la taberna, la cual estaba aún adornada con algunos elementos de las últimas fiestas regionales, la versión local del “Samhain” había oído decir.
El rubio frunció el ceño y negó con la cabeza, suspiró.
- Marcus… - dijo – Relájate, no quiero que nos echen de aquí también – Se levantó de su asiento y depositó una de sus manos en el brazo del hombre tratando de tranquilizarlo, mientras tanto, la chica bajó la cabeza unos instantes y jugueteó con su flequillo, pensativa.
- ¡He visto los colmillos! – dijo Marcus, la expresión de la joven cambió de inmediato, las sombras de la silla en la que estaba sentada comenzaron a ascender levemente, a agarrarse a las patas del mueble como si de una enredadera se tratase, nadie pareció darse cuenta de esto. - ¡Seguro que está jugando con nuestras cabezas! – Exclamó sacudiendo los brazos de forma excesiva, gesticulando a la par, obligando a que su amigo volviese a que se volviese a sentar.
Llegados a aquel punto todo el local les estaba mirando, el hombre de avanzada edad que limpiaba un mugriento vaso de cristal tras la barra había mantenido su ceja derecha levantada casi todo el tiempo que había durado la pelea, desde el mismo momento en el que Marcus se levantó de su asiento.
- ¡Seguro que nos obliga a…! – La puerta principal del establecimiento se abrió de par en par, provocando un silencio casi generalizado, todos se giraron a mirar como la figura enfundada en una pesada armadura de metal se abría paso a través de las distintas mesas y clientes hasta llegar a dónde estaba la muchacha y sus compañeros de juego.
- En la puerta hay una chica vendiendo flores… ¿Quieres una? – Dijo el hombre a la muchacha pasándose la mano por la cara casualmente. – La verdad es que parecía que le hacía falta el dinero. Algo de una manta que le hacía falta para pasar el invierno y unos siete hermanos... – Añadió a continuación, la ojiazul sonrió al verle. - ¿…Por qué te ríes? Es muy triste, creo que voy a salir a comprarle una. ¿Cuánto cuestan las mantas por aquí? – El hombre miró como la ojiazul se encogía de hombros y se cruzó de brazos, para después clavar su mirada en Marcus y el resto de los jugadores.
- Has tardado mucho, Mortal. – dijo la vampiresa reclinándose sobre la silla y llevándose ambas manos hasta la nuca, Marcus se había quedado sospechosamente callado y no paraba de mirar las dos espadas que portaba el hombre que, a simple vista, parecía uno de los tantos mercenarios que pasaban por la ciudad – Me aburría, más te vale que las habitaciones sean buenas – agregó, el recién llegado suspiró y estiró su brazo hasta alcanzar una de las sillas desocupadas más cercanas, dónde se dejó caer ante la atenta mirada de los demás sujetos que acompañaban a su compañera, dos de ellos levantaron sus respectivas copas como saludo.
- ¿Amigos tuyos? - Preguntó una vez se hubo acomodado, la vampiresa asintió.
- No soy amigo de los monstruos. – Cortó Marcus acercándose dando varias largas zancadas hasta dónde estaba el sujeto de la armadura, la ojiazul miró directamente al suelo. – Parece que tu si lo eres. – dijo – Así que también tengo problemas contigo, amigo de los monstruos. – Marcus prácticamente escupió aquellas palabras, no sabía si era el alcohol o que estaba furioso, pero no se sentía intimidado por un mocoso con dos espadas.
Daba igual que una de ellas midiese casi tanto como él.
- Que… gratuito… - dijo el recién llegado según sus ojos vagaban desde las cartas desperdigadas por el suelo a los vasos vacíos y la mesa empapada en licor. Suspiró. – Lyn… ¿Has vuelto a hacer trampas? – La mencionada desvió la mirada y rio levemente. - ¿…Cuánto te ha hecho perder? – preguntó entonces echando mano de la bolsa de Aeros que guardaba en uno de los bolsillos traseros de la armadura. - ¿Veinte? ¿Quince Aeros? – continuó, Marcus se pasó la mano por su alopécica cabeza y asintió tras unos segundos de reflexión. – No… me has dicho una cantidad. - Parecía más relajado tras aquellas palabras, aunque evidentemente no estaba convencido del todo, la mirada de desprecio que Marcus le lanzó a Lyn era genuina, pocas veces había visto una mirada así.
- ¿Ves? ¡Todos somos amigos al final! – dijo el rubio levantando su copa, interviniendo por fín en la conversación. – Mi nombre es Klaus, mi buen amigo. – Dijo ampliando su sonrisa. – Estos son mis queridos compañeros: Marcus y el bueno de Grognar. – Marcus gruñó un saludo y se dejó caer, por fin, sobre su silla. Pudo ver como las patas de la misma se resentían con el peso.
- Bueno… - Se rascó la barba. – ...Eltrant Tale – dijo como respuesta a las presentaciones, señalandose con el pulgar. - …Ya conocéis a Lyn – Dirigió cierta mirada acusadora a su compañera, que le dedicó una amplísima sonrisa, despues miró a Marcus. - De todos modos, si la vuelves a llamar monstruo... - El hombre le mantuvo la mirada, aparentaba una seguridad que, desde luego, no parecia ser capaz de mantener - Entonces... bueno... entonces volveremos a tener problemas. Lo entiendes... ¿Verdad? - preguntó, Marcus asintió lentamente, pero no dijo nada. Eltrant tomó aire y zarandeó la bolsa de Aeros frente la cara de los tres nuevos amigos que acababa de hacer - ¿…cuanto te tengo que dar para no acabar peleando? – volvió a preguntar suspirando.
- Unos ciento cincuen… - Otra silueta más se apareció en la puerta, abrió de una fuerte patada y, una vez más, atrajo la atención de todo el local. El tabernero negó con la cabeza desde el otro lado de la barra y dejó escapar un suspiro que se pudo escuchar incluso desde dónde estaban.
- ¡Eltrant Tale! – Gritó la joven de cabellos cobrizos dejando caer ambos brazos hasta la cintura, para después de varios segundos en silencio señalarle dramáticamente desde la entrada con el dedo índice. Lyn se volvió hacia su compañero y entorno los ojos, este puso cara de circunstancia.
- ¡Te reto a un duelo!
- ¿Tramposa? ¿Yo? – Contestó esta con una sonrisa inocente, clavando los enormes ojos azules que poseía en el rostro del orondo lugareño. – Pero… si apenas se jugar… - Levantó sus cartas, estaban ordenadas por diferentes colores y numeradas de mayor a menor. - ¡Esta tiene un perrito! ¿Significa que tengo más puntos? – Dijo levantándola para que todos la viesen, las dos personas con las que además compartía mesa se rieron por lo bajo y le quitaron importancia al asunto negando con la cabeza.
- Relájate, Marcus. – dijo el más joven de los que había en la mesa: un muchacho de ojos azules y larga melena rubia que, además, contaba con una expresión afable en su rostro que no parecía borrarse nunca. – Vivirás más – agregó mientras se agachaba a recuperar un par de fichas que habían caído justo a sus pies. – Aunque con tu mujer… comprendo que quieras marcharte pronto. – Dijo a la vez que la sombra de una sonrisa se aparecía en su cara, el hombre de facciones duras y de barba poblada que estaba junto al rubio comenzó a reír de inmediato, a carcajadas.
Esto, en un principio, no hizo sino enfurecer más al sujeto que había acusado a la joven de hacer trampas, el cual golpeó la madera de la que estaba compuesta la mesa con todas sus fuerzas, volcando algunos vasos y tirando al suelo las pocas cartas que todavía descansaban sobre el tablero.
- ¡No te hagas la niña bonita conmigo, monstruo! – Gritó, algunas cabezas más se giraron hacia el lugar en el que se encontraban, curiosamente era justo en el centro de la angosta taberna, tenían incluso la iluminación perfecta para pasar por una obra de teatro ambulante.
La joven se mordió el labio inferior y miró inmediatamente a la salida de la taberna, la cual estaba aún adornada con algunos elementos de las últimas fiestas regionales, la versión local del “Samhain” había oído decir.
El rubio frunció el ceño y negó con la cabeza, suspiró.
- Marcus… - dijo – Relájate, no quiero que nos echen de aquí también – Se levantó de su asiento y depositó una de sus manos en el brazo del hombre tratando de tranquilizarlo, mientras tanto, la chica bajó la cabeza unos instantes y jugueteó con su flequillo, pensativa.
- ¡He visto los colmillos! – dijo Marcus, la expresión de la joven cambió de inmediato, las sombras de la silla en la que estaba sentada comenzaron a ascender levemente, a agarrarse a las patas del mueble como si de una enredadera se tratase, nadie pareció darse cuenta de esto. - ¡Seguro que está jugando con nuestras cabezas! – Exclamó sacudiendo los brazos de forma excesiva, gesticulando a la par, obligando a que su amigo volviese a que se volviese a sentar.
Llegados a aquel punto todo el local les estaba mirando, el hombre de avanzada edad que limpiaba un mugriento vaso de cristal tras la barra había mantenido su ceja derecha levantada casi todo el tiempo que había durado la pelea, desde el mismo momento en el que Marcus se levantó de su asiento.
- ¡Seguro que nos obliga a…! – La puerta principal del establecimiento se abrió de par en par, provocando un silencio casi generalizado, todos se giraron a mirar como la figura enfundada en una pesada armadura de metal se abría paso a través de las distintas mesas y clientes hasta llegar a dónde estaba la muchacha y sus compañeros de juego.
- En la puerta hay una chica vendiendo flores… ¿Quieres una? – Dijo el hombre a la muchacha pasándose la mano por la cara casualmente. – La verdad es que parecía que le hacía falta el dinero. Algo de una manta que le hacía falta para pasar el invierno y unos siete hermanos... – Añadió a continuación, la ojiazul sonrió al verle. - ¿…Por qué te ríes? Es muy triste, creo que voy a salir a comprarle una. ¿Cuánto cuestan las mantas por aquí? – El hombre miró como la ojiazul se encogía de hombros y se cruzó de brazos, para después clavar su mirada en Marcus y el resto de los jugadores.
- Has tardado mucho, Mortal. – dijo la vampiresa reclinándose sobre la silla y llevándose ambas manos hasta la nuca, Marcus se había quedado sospechosamente callado y no paraba de mirar las dos espadas que portaba el hombre que, a simple vista, parecía uno de los tantos mercenarios que pasaban por la ciudad – Me aburría, más te vale que las habitaciones sean buenas – agregó, el recién llegado suspiró y estiró su brazo hasta alcanzar una de las sillas desocupadas más cercanas, dónde se dejó caer ante la atenta mirada de los demás sujetos que acompañaban a su compañera, dos de ellos levantaron sus respectivas copas como saludo.
- ¿Amigos tuyos? - Preguntó una vez se hubo acomodado, la vampiresa asintió.
- No soy amigo de los monstruos. – Cortó Marcus acercándose dando varias largas zancadas hasta dónde estaba el sujeto de la armadura, la ojiazul miró directamente al suelo. – Parece que tu si lo eres. – dijo – Así que también tengo problemas contigo, amigo de los monstruos. – Marcus prácticamente escupió aquellas palabras, no sabía si era el alcohol o que estaba furioso, pero no se sentía intimidado por un mocoso con dos espadas.
Daba igual que una de ellas midiese casi tanto como él.
- Que… gratuito… - dijo el recién llegado según sus ojos vagaban desde las cartas desperdigadas por el suelo a los vasos vacíos y la mesa empapada en licor. Suspiró. – Lyn… ¿Has vuelto a hacer trampas? – La mencionada desvió la mirada y rio levemente. - ¿…Cuánto te ha hecho perder? – preguntó entonces echando mano de la bolsa de Aeros que guardaba en uno de los bolsillos traseros de la armadura. - ¿Veinte? ¿Quince Aeros? – continuó, Marcus se pasó la mano por su alopécica cabeza y asintió tras unos segundos de reflexión. – No… me has dicho una cantidad. - Parecía más relajado tras aquellas palabras, aunque evidentemente no estaba convencido del todo, la mirada de desprecio que Marcus le lanzó a Lyn era genuina, pocas veces había visto una mirada así.
- ¿Ves? ¡Todos somos amigos al final! – dijo el rubio levantando su copa, interviniendo por fín en la conversación. – Mi nombre es Klaus, mi buen amigo. – Dijo ampliando su sonrisa. – Estos son mis queridos compañeros: Marcus y el bueno de Grognar. – Marcus gruñó un saludo y se dejó caer, por fin, sobre su silla. Pudo ver como las patas de la misma se resentían con el peso.
- Bueno… - Se rascó la barba. – ...Eltrant Tale – dijo como respuesta a las presentaciones, señalandose con el pulgar. - …Ya conocéis a Lyn – Dirigió cierta mirada acusadora a su compañera, que le dedicó una amplísima sonrisa, despues miró a Marcus. - De todos modos, si la vuelves a llamar monstruo... - El hombre le mantuvo la mirada, aparentaba una seguridad que, desde luego, no parecia ser capaz de mantener - Entonces... bueno... entonces volveremos a tener problemas. Lo entiendes... ¿Verdad? - preguntó, Marcus asintió lentamente, pero no dijo nada. Eltrant tomó aire y zarandeó la bolsa de Aeros frente la cara de los tres nuevos amigos que acababa de hacer - ¿…cuanto te tengo que dar para no acabar peleando? – volvió a preguntar suspirando.
- Unos ciento cincuen… - Otra silueta más se apareció en la puerta, abrió de una fuerte patada y, una vez más, atrajo la atención de todo el local. El tabernero negó con la cabeza desde el otro lado de la barra y dejó escapar un suspiro que se pudo escuchar incluso desde dónde estaban.
- ¡Eltrant Tale! – Gritó la joven de cabellos cobrizos dejando caer ambos brazos hasta la cintura, para después de varios segundos en silencio señalarle dramáticamente desde la entrada con el dedo índice. Lyn se volvió hacia su compañero y entorno los ojos, este puso cara de circunstancia.
- ¡Te reto a un duelo!
Última edición por Eltrant Tale el Mar Ago 28 2018, 16:12, editado 2 veces
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
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Re: Vientos de Vulwulfar [Libre] [3/3] [Cerrado]
Frith no había pasado mas que en una sola ocasión por la ciudad. Mientras que en un principio había ido con la intención de probar la cerveza de otra ciudad, su compañero Ingvar había ido junto a el para buscar un par de armas nuevas en la afamada ciudad comercial. En Lunargenta conocían a Ingvar, sabían que era un peligroso mercenario que aceptaba cualquier trabajo que le diera una buena suma de dinero. Aquello podía convertirlo tanto en un aliado, como en un vándalo mas.
Cabalgaban juntos, uno mas rápido que el otro. Ingvar tenia un pura sangre, mientras que Frith había pedido prestado el caballo a uno de los mercenarios amigos de Ingvar. El caballo estaba destrozado, cansado y sediento, y el sabia que no podría continuar el trayecto durante mucho mas tiempo. Por fortuna, pudieron avistar la silueta de la ciudad en el horizonte. Estaban cerca, tan solo tendría que hacer sufrir al caballo un poco mas para poder llegar hasta allí.
— Ese Mustango esta hecho polvo. ¿No te da lastima? —le pregunto Ingvar.
— Sí que me da lastima —admitió él—. En cuanto lleguemos lo dejare en un buen establo, que descanse y coma cuanto quiera. Se lo merece.
— Eso si llega hasta allí con vida —Ingvar soltó una carcajada.
Era cruel, despiadado, y no solía sentir aprecio por casi nada, pero era de las pocas personas a quienes Frith podía considerar su amigo. La mayoría de los cambios de su vida habían comenzado estando el dentro de esta. Ingvar lo había guiado como mercenario, y había hecho que pudiera ganar sus primeros Aeros. De hecho, había evitado que Frith hubiera acabado como leñador tal vez por el resto de su vida. Ingvar solía ir bien armado, pero cuando se disponía a comprar, solía tratar de vestir sus mejores prendas. Ahora, mientras que Frith llevaba sus harapientas vestiduras, sucias por los últimos viajes y con la cota de malla resquebrajada, parecía que Ingvar pudiera ser fácil de confundir entre la nobleza. Una tela negra que a la luz del sol dejaba escapar un tono rojizo, y bajo esta una armadura oscura de cuero, elegante y sin el mas mínimo desperfecto. Tan solo lo delataba la rudeza de sus facciones, incluso aunque sus ojos azules casi níveos pudieran desviar un poco la atención a quien lo miraba, de su barba desaliñada, su gran nariz y su piel curtida.
Continuaron cabalgando. El caballo que montaba Frith parecía ya destrozado, a punto de desplomarse en el suelo en cualquier momento. El le hablaba con suavidad, mientras acariciaba un lateral de su cabeza. Ingvar los miraba y reía con sorna. Pero tal vez aquel trato por parte de Frith fue lo que ayudo a que el caballo pudiera dar su ultimo aliento, y continuar cabalgando hasta llegar a la ciudad.
Vulwulfar, la ciudad comercial. Frith ya podía saborear la cerveza en su mente, e Ingvar podía blandir sus afiladas adquisiciones.
— ¿Qué hacemos primero? —preguntó Ingvar, mientras se aproximaban pausadamente hasta los establos exteriores de la ciudad.
— ¡Cerveza! —gritó afirmativamente Frith—. Luego ya iremos a comprar tus cuchillos de untar.
— ¿Habiendo bebido? No es muy inteligente —esbozó una media sonrisa—. Pero no acostumbro a tomar decisiones inteligentes así que, vamos a buscar alguna taberna.
Dejaron los caballos en el establo, donde el dueño se acerco rápidamente al caballo que Frith había estado montando, ofreciéndole una atención especial. Por la lastima que vio Frith en sus ojos, imagino que aquel hombre no debía ver aquello como únicamente un negocio, sino que era realmente un amante de los equinos. Se marcharon antes de que aquel hombre se les acercara, en apariencia dispuesto a soltar un sermón sobre el trato a los caballos. No tenían tiempo para eso; en realidad si lo tenían, pero no querían echarlo a perder para eso.
Cuando llegaron a la taberna, se dispusieron a entrar pero una joven les interrumpió, acercándose a ellos.
— Mira, esta tan hecha polvo como el Mustango —comentó Ingvar, mientras se alejaba un poco de la chica—. ¿Que quieres?
Ella no dijo nada. Tan solo les ofreció una flor. Tenia un pequeño saco colgado de su cinto, que tenia mas aire que oro. Frith se fijo en que el estado de al chica era lamentable. Él rebuscó entre sus cosas dispuesto a comprarle una de esas flores, cuando Ingvar abrió los ojos incrédulo.
— ¿De verdad? —preguntó él, mientras veía como Frith sacaba bolsa de dinero.
— Cállate Ingvar. Que tu no creas en que estas cosas cuentan no significa que yo no lo haga.
Le compró una flor, y Frith pudo ver como el rostro de la chica pareció iluminarse. Ingvar se quedo mirando a la muchacha dudoso. Dejó escapar un gruñido, y se quito su capa sedosa, y se la entrego. No llegó a ver la sonrisa de la chica, dado que se dirigió bruscamente hacia la puerta de la taberna, y entró. Frith guiño amistosamente a la joven, y siguió a Ingvar. Una vez dentro, vieron que el ambiente no era muy distinto al que habían visto en otras tabernas. Varias mesas con gente centrada en sus asuntos, bebiendo tranquilamente. Tan solo les llamo la atención un grupo de gente, mas amplio que los demás. Hablaban en voz alta. Frith pensó que tal vez estaban discutiendo, o que unos alzaban la voz para reafirmar la razón de sus palabras. Ambos se acercaron a la barra, e Ingvar pidió dos jarras de la mejor cerveza del local.
Cabalgaban juntos, uno mas rápido que el otro. Ingvar tenia un pura sangre, mientras que Frith había pedido prestado el caballo a uno de los mercenarios amigos de Ingvar. El caballo estaba destrozado, cansado y sediento, y el sabia que no podría continuar el trayecto durante mucho mas tiempo. Por fortuna, pudieron avistar la silueta de la ciudad en el horizonte. Estaban cerca, tan solo tendría que hacer sufrir al caballo un poco mas para poder llegar hasta allí.
— Ese Mustango esta hecho polvo. ¿No te da lastima? —le pregunto Ingvar.
— Sí que me da lastima —admitió él—. En cuanto lleguemos lo dejare en un buen establo, que descanse y coma cuanto quiera. Se lo merece.
— Eso si llega hasta allí con vida —Ingvar soltó una carcajada.
Era cruel, despiadado, y no solía sentir aprecio por casi nada, pero era de las pocas personas a quienes Frith podía considerar su amigo. La mayoría de los cambios de su vida habían comenzado estando el dentro de esta. Ingvar lo había guiado como mercenario, y había hecho que pudiera ganar sus primeros Aeros. De hecho, había evitado que Frith hubiera acabado como leñador tal vez por el resto de su vida. Ingvar solía ir bien armado, pero cuando se disponía a comprar, solía tratar de vestir sus mejores prendas. Ahora, mientras que Frith llevaba sus harapientas vestiduras, sucias por los últimos viajes y con la cota de malla resquebrajada, parecía que Ingvar pudiera ser fácil de confundir entre la nobleza. Una tela negra que a la luz del sol dejaba escapar un tono rojizo, y bajo esta una armadura oscura de cuero, elegante y sin el mas mínimo desperfecto. Tan solo lo delataba la rudeza de sus facciones, incluso aunque sus ojos azules casi níveos pudieran desviar un poco la atención a quien lo miraba, de su barba desaliñada, su gran nariz y su piel curtida.
Continuaron cabalgando. El caballo que montaba Frith parecía ya destrozado, a punto de desplomarse en el suelo en cualquier momento. El le hablaba con suavidad, mientras acariciaba un lateral de su cabeza. Ingvar los miraba y reía con sorna. Pero tal vez aquel trato por parte de Frith fue lo que ayudo a que el caballo pudiera dar su ultimo aliento, y continuar cabalgando hasta llegar a la ciudad.
Vulwulfar, la ciudad comercial. Frith ya podía saborear la cerveza en su mente, e Ingvar podía blandir sus afiladas adquisiciones.
— ¿Qué hacemos primero? —preguntó Ingvar, mientras se aproximaban pausadamente hasta los establos exteriores de la ciudad.
— ¡Cerveza! —gritó afirmativamente Frith—. Luego ya iremos a comprar tus cuchillos de untar.
— ¿Habiendo bebido? No es muy inteligente —esbozó una media sonrisa—. Pero no acostumbro a tomar decisiones inteligentes así que, vamos a buscar alguna taberna.
Dejaron los caballos en el establo, donde el dueño se acerco rápidamente al caballo que Frith había estado montando, ofreciéndole una atención especial. Por la lastima que vio Frith en sus ojos, imagino que aquel hombre no debía ver aquello como únicamente un negocio, sino que era realmente un amante de los equinos. Se marcharon antes de que aquel hombre se les acercara, en apariencia dispuesto a soltar un sermón sobre el trato a los caballos. No tenían tiempo para eso; en realidad si lo tenían, pero no querían echarlo a perder para eso.
Cuando llegaron a la taberna, se dispusieron a entrar pero una joven les interrumpió, acercándose a ellos.
— Mira, esta tan hecha polvo como el Mustango —comentó Ingvar, mientras se alejaba un poco de la chica—. ¿Que quieres?
Ella no dijo nada. Tan solo les ofreció una flor. Tenia un pequeño saco colgado de su cinto, que tenia mas aire que oro. Frith se fijo en que el estado de al chica era lamentable. Él rebuscó entre sus cosas dispuesto a comprarle una de esas flores, cuando Ingvar abrió los ojos incrédulo.
— ¿De verdad? —preguntó él, mientras veía como Frith sacaba bolsa de dinero.
— Cállate Ingvar. Que tu no creas en que estas cosas cuentan no significa que yo no lo haga.
Le compró una flor, y Frith pudo ver como el rostro de la chica pareció iluminarse. Ingvar se quedo mirando a la muchacha dudoso. Dejó escapar un gruñido, y se quito su capa sedosa, y se la entrego. No llegó a ver la sonrisa de la chica, dado que se dirigió bruscamente hacia la puerta de la taberna, y entró. Frith guiño amistosamente a la joven, y siguió a Ingvar. Una vez dentro, vieron que el ambiente no era muy distinto al que habían visto en otras tabernas. Varias mesas con gente centrada en sus asuntos, bebiendo tranquilamente. Tan solo les llamo la atención un grupo de gente, mas amplio que los demás. Hablaban en voz alta. Frith pensó que tal vez estaban discutiendo, o que unos alzaban la voz para reafirmar la razón de sus palabras. Ambos se acercaron a la barra, e Ingvar pidió dos jarras de la mejor cerveza del local.
Friðþjófur Rögnvaldsson
Honorable
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Re: Vientos de Vulwulfar [Libre] [3/3] [Cerrado]
Antes de terminar como una loca más del Ala D, Mina decidió que era hora de una cerveza. De hecho, se contentaría con cualquier alcohol, por muy rancio que ese fuera. Entró en la primera taberna que se le apareció en el camino, sin fijarse qué tan limpia estaba o si la clientela lucía ligeramente decente. La necesidad era grande.
Había una chica en el umbral de la puerta, con las manos en la cintura. Mina la apartó, tomándola del hombro -Permiso. Sí. No estorbes. Gracias.- le dijo al quitarla del pazo, con una voz grave y plana, en un tono que solo la chica pudiese escuchar. Avanzó derechito a la barra. Era alta para ella, con suerte se le veía la cabeza. A los otros dos tipos que estaban allí le llegaba debajo del pecho. Se empinó, apoyándose en ella con una mano, mientras la otra la alzaba -¡Cerveza!- exclamó, más bien, rogó, y bajó el brazo para tamborilear impaciente con los dedos.
¿Qué importa si la jarra está sucia? ¿Qué importa si el último que la usó era un enfermo de la peste mortal? La ilusionista gimoteó de desesperación al ver la parsimonia del tabernero -Pero para ahora... la quiero ya... ¡Ya!- rezongaba, taconeando el piso. Estaba haciendo berrinche, una pataleta de niña mimada que era. Se le veía en la ropa su adinerado origen, en su cabello lustroso y su piel tersa. Pero sobre todo, en el tono desesperante de su voz exigente.
El hombre a su lado, alto, rubio, de un azul helado en los ojos, nariz grande y mentón cuadrado, la miraba con desagrado -¿Y tú qué miras? ¿Eh? ¿O esa es tu cara todo el tiempo?- le dijo, sin mirarlo directamente -No estoy para lidiar con atorrantes esta noche- espetó, levantando la mano y mostrándole la palma de esta.
Había una chica en el umbral de la puerta, con las manos en la cintura. Mina la apartó, tomándola del hombro -Permiso. Sí. No estorbes. Gracias.- le dijo al quitarla del pazo, con una voz grave y plana, en un tono que solo la chica pudiese escuchar. Avanzó derechito a la barra. Era alta para ella, con suerte se le veía la cabeza. A los otros dos tipos que estaban allí le llegaba debajo del pecho. Se empinó, apoyándose en ella con una mano, mientras la otra la alzaba -¡Cerveza!- exclamó, más bien, rogó, y bajó el brazo para tamborilear impaciente con los dedos.
¿Qué importa si la jarra está sucia? ¿Qué importa si el último que la usó era un enfermo de la peste mortal? La ilusionista gimoteó de desesperación al ver la parsimonia del tabernero -Pero para ahora... la quiero ya... ¡Ya!- rezongaba, taconeando el piso. Estaba haciendo berrinche, una pataleta de niña mimada que era. Se le veía en la ropa su adinerado origen, en su cabello lustroso y su piel tersa. Pero sobre todo, en el tono desesperante de su voz exigente.
El hombre a su lado, alto, rubio, de un azul helado en los ojos, nariz grande y mentón cuadrado, la miraba con desagrado -¿Y tú qué miras? ¿Eh? ¿O esa es tu cara todo el tiempo?- le dijo, sin mirarlo directamente -No estoy para lidiar con atorrantes esta noche- espetó, levantando la mano y mostrándole la palma de esta.
- Off Rol:
- Me dirijo a tu PJ, Frithjofur, ¡espero que no te moleste!
Mina Harker
Moderador/a
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Re: Vientos de Vulwulfar [Libre] [3/3] [Cerrado]
Frunció el ceño y miró como, rápidamente, la muchacha avanzaba en un par de zancadas hasta donde estaba y, sin dejar de señalarle en ningún solo momento, se sentaba a solo una mesa de distancia.
- ¡Duelo! – vociferó, Eltrant torció el gesto. - ¡¿No te atreves, Tale?! ¡Un duelo! – añadió a continuación. - ¡Exijo un duelo! – Arrastró la silla sobre la que se había sentado hasta estar aún más cerca de dónde estaba el castaño.
- Creo que quiere un duelo. – dijo Lyn dándole un par de codazos a Eltrant, sonriendo. - ¿Te has enterado? Un duelo. – Continuó con los codazos, Eltrant se reclinó sobre su silla y torció el gesto.
- Ya me he enterado la primera vez que lo ha dicho. – Se llevó las manos hasta las sienes y suspiró, ahora que la veía más de cerca la recién llegada no era precisamente menuda. Los torneados brazos de la mujer indicaban que, como mínimo, era alguien que se ejercitaba diariamente, algo que añadido a la espada que colgaba de su cinturón, no hacía muy difícil el adivinar que la mujer se ganaba la vida de una forma similar a la de todos los presentes en la taberna.
¿Mercenaria? ¿Cazarrecompensas? Su cabeza vagó por todas las posibilidades que, en un principio, sonaban coherentes. Pero daba igual a que se dedicase, el resultado era el mismo, la mujer, por alguna razón, le conocía.
Negó con la cabeza, vio como una pareja de hombres entraba en la taberna, seguidos poco después por una joven de aspecto jovial que comenzó a exigir una jarra de cerveza en la barra. La cara del tabernero gritaba “¿¡Por qué yo?!” O eso le parecía, desde lejos el hombre aparentaba una pasividad y armonía que haría palidecer de envidia a los monjes que, según se decía, meditaban en lo alto de las montañas de Dundarak.
Probablemente, en sus pensamientos, el tabernero estuviese muy lejos, tratando de comprender por qué, de entre todos los trabajos posibles, él había escogido aquel. No le culpaba, él también se lo figuraba a veces.
- ¿Nos… conocemos? – Preguntó al final a la recién llegada, levantando la mano para que Marcus, que empezaba a protestar tras él por su dinero, se callase. La mujer esbozó una sonrisa.
- No. – Dijo con naturalidad, Eltrant suspiró de forma exagerada y se levantó de la silla.
- No hay duelo. – sentenció casi al instante. - …Necesito un trago. – Se pasó la mano por el pelo e ignoró la cara de hastío de la duelista. Marcus, Klein y los suyos se quedaron sentados sin mediar palabras con los presentes y, finalmente, Lyn comenzó a reírse.
- ¡Así me gusta, Mortal! – Exclamó levantándose, siguiendo al exmercenario hasta la barra - ¡Una copa para los dos! ¡El vino más caro que tengas! – Exclamó a la vez que usaba el taburete que estaba vacío justo al lado de uno de los recién llegados. Eltrant puso los ojos en blanco, y le indicó al camarero que hiciese caso omiso a lo que la joven vampiresa con un rápido gesto de muñeca.
- La cerveza más barata que tengas. – dijo al tabernero colocándose, de pie, entre Lyn y desconocido. Lyn infló los mofletes y se cruzó de brazos. – … el vino de la misma calidad para ella. – Señaló a la vampiresa con el pulgar y se inclinó hacia delante en el mostrador, dejando descansar su cuerpo sobre la madera.
- Eres un tacaño, Mortal. Me ofendes, avivas mi ira, la ira de tu señora. – dijo señalándole de igual forma que había hecho la duelista, quien, ahora, le estudiaba desde una mesa en la que estaba totalmente sola.
- Me has hecho perder ciento cincuenta… - Se calló cuando comprendió que no le había pagado a Marcus, en si no había llegado a oír la cantidad que este exigía para restaurar su, como le había oído decir varias veces desde que llegó la duelista, dignidad. Tomó aire y sacó la bolsa de Aeros, para tendérsela despues al hombre que, con cara de pocos amigos, se había acercado hasta la barra en busca de su dinero.
– Ahí tienes – sentenció – Ahora, por favor. Déjame beber tranquilo. – Marcus no respondió nada, volvió a mirar con despreció a Lyn, quien se limitó a guiñarle el ojo al hombre con una sonrisa, y se volvió para sentarse con su grupo de amigos, que ahora murmuraban entre sí en voz baja. - ¿No me vas a permitir entrar en una ciudad sin perder la mitad de nuestro dinero? – Le preguntó a Lyn, que, ahora con una elegante copa de vino entre sus manos, ensanchó su sonrisa.
- ¡Venga ya! ¡Lo estaba pidiendo a gritos! – dijo excusándose, sacudiendo la copa de vino como si esta tuviese algún valor real y no fuese básicamente agua con un zumo de uva. - ¡Me dijo que iba a quitarme todo mi dinero! – añadió. - ¡Y eso es una afrenta a mi honor, Mortal! – Eltrant enarcó una ceja. – Deberías estar de mi parte. – Le señaló – Abofetéales por mí. – Se carcajeó de buen humor y volvió a beber de su copa.
Se giró a mirar una vez más a los jugadores a los que se había enfrentado Lyn. No estaba seguro de por qué, pero había algo raro con ellos. Enarcó una ceja, seguramente fuesen imaginaciones suyas, trató de apartar aquellos pensamientos de su cabeza, al menos por el momento.
Era la primera vez en mucho tiempo que al entrar en una ciudad no se metía en ninguna pelea por defender a alguien que, después, ni siquiera se había dignado a darle las gracias; no les culpaba, la mayoría de las gentes que necesitan algún tipo de ayuda desconfían del tipo de la armadura, es por eso por lo que siguen vivos después de tanto tiempo en primer lugar.
Le dio un largo trago a la cerveza aguada que tenía delante de él y sonrió.
- No esta mal. – Susurró para sí, salvo por el tema de la duelista que no dejaba de mirarle desde la otra punta de la habitación todo iba bien, era hasta raro.
- Oye, Mortal. – Lyn sacudió la copa vacía frente al tabernero para que la llenase de nuevo, el hombre, haciendo gala de una paciencia infinita, deposito la botella junto a la muchacha. – Gracias por… bueno… - Jugueteo con su flequillo unos instantes, bajó la mirada e hizo algo similar con las correas que mantenían sujetas sus botas. – …Ya sabes. – Dijo al final, bajando un poco al cabeza. – Gracias. – Dijo al final.
Eltrant sonrió y negó con la cabeza, no era nada usual aquello, era hasta raro en cierto sentido, casi sentía que no estaba hablando con la Lyn de siempre. La agarró del hombro y la zarandeó amistosamente.
- No te preocupes – sacudió la cabeza – Además, no eres tan buena a las cartas como te piensas – contestó Eltrant sonriendo mordazmente. – Es normal que te haga falta hacer trampas. - Lyn torció el gesto durante unos instantes, pero acabó respondiendo a aquella sonrisa con una propia.
- Eres un idiota. – Respondió la joven riendo - …Estamos bajo techo. ¿Por qué llevas la armadura puesta? – Preguntó alzando la voz para que le escuchase el hombre corpulento y bien vestido que tenía Eltrant a la derecha. – Sé que le pones nombre a tu armadura. – Dijo alzando aún más la voz. - ¿Cómo decías que la llamabas…? – Eltrant entornó los ojos.
- No te atrevas, Lyanna. – dijo muy lentamente. – No te atrevas. – A la vampiresa se le escapó una risita, lo cierto era que el buen humor de la muchacha era contagioso, no pudo evitarlo, se comenzó a reír también.
- Vaaale, no lo digo. – dijo al final, encogiéndose de hombros. - Eir - Murmuró en voz baja lo suficientemente alto para que Eltrant se enterase, el cual le dio un largo trago a su jarra como toda respuesta, acabandosela.
Dando por terminada la conversación con su acompañante se giró a mirar a las personas que tenía al lado, al parecer la pequeña que exigía su bebida, la muchacha que había entrado justo tras la pareja de, evidentemente, mercenarios o aventureros, estaba discutiendo con ellos de alguna forma u otra.
Sonrió al hombre que tenía junto a él y le dio una palmada en el hombro, probablemente había oído su discusión con Lyn, enarcó una ceja al ver que era el que mejor iba vestido de los dos y, por lo que parecía, por mucho. ¿Tendrían alguna relación más allá de compañeros? No eran pocos los nobles que iban por ahí con su propio escudero al que, lamentablemente, apenas pagaban lo suficiente como para permitirse un buen atuendo.
Pero, aun así, aquellos dos parecían llevarse bien, cosa por la que descarto aquella suposición, parecían más bien compañeros.
- ¿Amiga vuestra? – preguntó al hombre levantando su jarra vacía, sonriendo.
Lyn, mientras tanto, jugueteaba con un papel amarillento en el que comenzaba a escribir notas. ¿Más ideas para su libro? Obvió lo que la ojiazul que estaba haciendo y siguió estudiando a la curiosa pareja y a la muchacha que, evidentemente, debía de haberse fugado de casa de una familia adinerada. Su comportamiento y apariencia gritaban eso al menos.
Seguía sin estar seguro si, al final, esta se había hecho con la bebida que exigía con tanto ahínco o no.
- ¡Taaale! – Agachó la cabeza y se golpeó levemente contra la barra repetidamente al oír aquella voz, la duelista continuaba gritandole desde su asiento. Al menos era lo suficientemente considerada como para no acercarse hasta dónde estaba – ¡No tengo todo el día!
- ¡Duelo! – vociferó, Eltrant torció el gesto. - ¡¿No te atreves, Tale?! ¡Un duelo! – añadió a continuación. - ¡Exijo un duelo! – Arrastró la silla sobre la que se había sentado hasta estar aún más cerca de dónde estaba el castaño.
- Creo que quiere un duelo. – dijo Lyn dándole un par de codazos a Eltrant, sonriendo. - ¿Te has enterado? Un duelo. – Continuó con los codazos, Eltrant se reclinó sobre su silla y torció el gesto.
- Ya me he enterado la primera vez que lo ha dicho. – Se llevó las manos hasta las sienes y suspiró, ahora que la veía más de cerca la recién llegada no era precisamente menuda. Los torneados brazos de la mujer indicaban que, como mínimo, era alguien que se ejercitaba diariamente, algo que añadido a la espada que colgaba de su cinturón, no hacía muy difícil el adivinar que la mujer se ganaba la vida de una forma similar a la de todos los presentes en la taberna.
¿Mercenaria? ¿Cazarrecompensas? Su cabeza vagó por todas las posibilidades que, en un principio, sonaban coherentes. Pero daba igual a que se dedicase, el resultado era el mismo, la mujer, por alguna razón, le conocía.
Negó con la cabeza, vio como una pareja de hombres entraba en la taberna, seguidos poco después por una joven de aspecto jovial que comenzó a exigir una jarra de cerveza en la barra. La cara del tabernero gritaba “¿¡Por qué yo?!” O eso le parecía, desde lejos el hombre aparentaba una pasividad y armonía que haría palidecer de envidia a los monjes que, según se decía, meditaban en lo alto de las montañas de Dundarak.
Probablemente, en sus pensamientos, el tabernero estuviese muy lejos, tratando de comprender por qué, de entre todos los trabajos posibles, él había escogido aquel. No le culpaba, él también se lo figuraba a veces.
- ¿Nos… conocemos? – Preguntó al final a la recién llegada, levantando la mano para que Marcus, que empezaba a protestar tras él por su dinero, se callase. La mujer esbozó una sonrisa.
- No. – Dijo con naturalidad, Eltrant suspiró de forma exagerada y se levantó de la silla.
- No hay duelo. – sentenció casi al instante. - …Necesito un trago. – Se pasó la mano por el pelo e ignoró la cara de hastío de la duelista. Marcus, Klein y los suyos se quedaron sentados sin mediar palabras con los presentes y, finalmente, Lyn comenzó a reírse.
- ¡Así me gusta, Mortal! – Exclamó levantándose, siguiendo al exmercenario hasta la barra - ¡Una copa para los dos! ¡El vino más caro que tengas! – Exclamó a la vez que usaba el taburete que estaba vacío justo al lado de uno de los recién llegados. Eltrant puso los ojos en blanco, y le indicó al camarero que hiciese caso omiso a lo que la joven vampiresa con un rápido gesto de muñeca.
- La cerveza más barata que tengas. – dijo al tabernero colocándose, de pie, entre Lyn y desconocido. Lyn infló los mofletes y se cruzó de brazos. – … el vino de la misma calidad para ella. – Señaló a la vampiresa con el pulgar y se inclinó hacia delante en el mostrador, dejando descansar su cuerpo sobre la madera.
- Eres un tacaño, Mortal. Me ofendes, avivas mi ira, la ira de tu señora. – dijo señalándole de igual forma que había hecho la duelista, quien, ahora, le estudiaba desde una mesa en la que estaba totalmente sola.
- Me has hecho perder ciento cincuenta… - Se calló cuando comprendió que no le había pagado a Marcus, en si no había llegado a oír la cantidad que este exigía para restaurar su, como le había oído decir varias veces desde que llegó la duelista, dignidad. Tomó aire y sacó la bolsa de Aeros, para tendérsela despues al hombre que, con cara de pocos amigos, se había acercado hasta la barra en busca de su dinero.
– Ahí tienes – sentenció – Ahora, por favor. Déjame beber tranquilo. – Marcus no respondió nada, volvió a mirar con despreció a Lyn, quien se limitó a guiñarle el ojo al hombre con una sonrisa, y se volvió para sentarse con su grupo de amigos, que ahora murmuraban entre sí en voz baja. - ¿No me vas a permitir entrar en una ciudad sin perder la mitad de nuestro dinero? – Le preguntó a Lyn, que, ahora con una elegante copa de vino entre sus manos, ensanchó su sonrisa.
- ¡Venga ya! ¡Lo estaba pidiendo a gritos! – dijo excusándose, sacudiendo la copa de vino como si esta tuviese algún valor real y no fuese básicamente agua con un zumo de uva. - ¡Me dijo que iba a quitarme todo mi dinero! – añadió. - ¡Y eso es una afrenta a mi honor, Mortal! – Eltrant enarcó una ceja. – Deberías estar de mi parte. – Le señaló – Abofetéales por mí. – Se carcajeó de buen humor y volvió a beber de su copa.
Se giró a mirar una vez más a los jugadores a los que se había enfrentado Lyn. No estaba seguro de por qué, pero había algo raro con ellos. Enarcó una ceja, seguramente fuesen imaginaciones suyas, trató de apartar aquellos pensamientos de su cabeza, al menos por el momento.
Era la primera vez en mucho tiempo que al entrar en una ciudad no se metía en ninguna pelea por defender a alguien que, después, ni siquiera se había dignado a darle las gracias; no les culpaba, la mayoría de las gentes que necesitan algún tipo de ayuda desconfían del tipo de la armadura, es por eso por lo que siguen vivos después de tanto tiempo en primer lugar.
Le dio un largo trago a la cerveza aguada que tenía delante de él y sonrió.
- No esta mal. – Susurró para sí, salvo por el tema de la duelista que no dejaba de mirarle desde la otra punta de la habitación todo iba bien, era hasta raro.
- Oye, Mortal. – Lyn sacudió la copa vacía frente al tabernero para que la llenase de nuevo, el hombre, haciendo gala de una paciencia infinita, deposito la botella junto a la muchacha. – Gracias por… bueno… - Jugueteo con su flequillo unos instantes, bajó la mirada e hizo algo similar con las correas que mantenían sujetas sus botas. – …Ya sabes. – Dijo al final, bajando un poco al cabeza. – Gracias. – Dijo al final.
Eltrant sonrió y negó con la cabeza, no era nada usual aquello, era hasta raro en cierto sentido, casi sentía que no estaba hablando con la Lyn de siempre. La agarró del hombro y la zarandeó amistosamente.
- No te preocupes – sacudió la cabeza – Además, no eres tan buena a las cartas como te piensas – contestó Eltrant sonriendo mordazmente. – Es normal que te haga falta hacer trampas. - Lyn torció el gesto durante unos instantes, pero acabó respondiendo a aquella sonrisa con una propia.
- Eres un idiota. – Respondió la joven riendo - …Estamos bajo techo. ¿Por qué llevas la armadura puesta? – Preguntó alzando la voz para que le escuchase el hombre corpulento y bien vestido que tenía Eltrant a la derecha. – Sé que le pones nombre a tu armadura. – Dijo alzando aún más la voz. - ¿Cómo decías que la llamabas…? – Eltrant entornó los ojos.
- No te atrevas, Lyanna. – dijo muy lentamente. – No te atrevas. – A la vampiresa se le escapó una risita, lo cierto era que el buen humor de la muchacha era contagioso, no pudo evitarlo, se comenzó a reír también.
- Vaaale, no lo digo. – dijo al final, encogiéndose de hombros. - Eir - Murmuró en voz baja lo suficientemente alto para que Eltrant se enterase, el cual le dio un largo trago a su jarra como toda respuesta, acabandosela.
Dando por terminada la conversación con su acompañante se giró a mirar a las personas que tenía al lado, al parecer la pequeña que exigía su bebida, la muchacha que había entrado justo tras la pareja de, evidentemente, mercenarios o aventureros, estaba discutiendo con ellos de alguna forma u otra.
Sonrió al hombre que tenía junto a él y le dio una palmada en el hombro, probablemente había oído su discusión con Lyn, enarcó una ceja al ver que era el que mejor iba vestido de los dos y, por lo que parecía, por mucho. ¿Tendrían alguna relación más allá de compañeros? No eran pocos los nobles que iban por ahí con su propio escudero al que, lamentablemente, apenas pagaban lo suficiente como para permitirse un buen atuendo.
Pero, aun así, aquellos dos parecían llevarse bien, cosa por la que descarto aquella suposición, parecían más bien compañeros.
- ¿Amiga vuestra? – preguntó al hombre levantando su jarra vacía, sonriendo.
Lyn, mientras tanto, jugueteaba con un papel amarillento en el que comenzaba a escribir notas. ¿Más ideas para su libro? Obvió lo que la ojiazul que estaba haciendo y siguió estudiando a la curiosa pareja y a la muchacha que, evidentemente, debía de haberse fugado de casa de una familia adinerada. Su comportamiento y apariencia gritaban eso al menos.
Seguía sin estar seguro si, al final, esta se había hecho con la bebida que exigía con tanto ahínco o no.
- ¡Taaale! – Agachó la cabeza y se golpeó levemente contra la barra repetidamente al oír aquella voz, la duelista continuaba gritandole desde su asiento. Al menos era lo suficientemente considerada como para no acercarse hasta dónde estaba – ¡No tengo todo el día!
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
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Re: Vientos de Vulwulfar [Libre] [3/3] [Cerrado]
Ingvar fue el primero que se sobresaltó ante la presencia de la recién llegada. Frith lo hizo después, cuando escuchó la inesperada rudeza de sus palabras. Estaba a punto de dar un trago a su jarra, cuando acabó dejándola reposar sobre la mesa y mirar por el rabillo del ojo a quien fuera que lo había interrumpido.
— Te ha llamado atorrante —dijo Ingvar, en tono jocoso.
— Ya, ya —Frith giró del todo su cabeza, viendo ahora bien a quien lo había llamado de aquel modo.
Enarcó una ceja al ver que se trataba de una chica menuda. Tal vez demasiado “dulce”, con una tez suave e impoluta. No era la clase de persona que solía encontrar en lugares como aquel. Seguramente unos meses atrás, Frith podría haberse sentido atraído por ella, y habría buscado ser amable; pero la imagen de la misma mujer de ojos dorados regresaba a su mente. Quería estar con ella, y nadie más.
— ¿Dónde están tus papis? Seguro que están preocupados por ti —dijo Frith con sorna.
— Ha pedido una cerveza —afirmó Ingvar, quien veía cómo el tabernero se aproximaba con una jarra semejante a las que ellos ya tenían.
— Qué mal, el tabernero no la habrá entendido cuando le ha pedido un vasito de agua.
Por lo general, el pelirrojo no solía comportarse de aquel modo. Pero si había algo que detestaba, era la arrogancia, y la gente de alta alcurnia. Por el contrario, a Ingvar le encantaba la realeza, y siempre habría deseado nacer entre ellos. De hecho, entre la gente del campamento de los mercenarios que conocía más profundamente a Ingvar, muchos decían que tenía cierto parentesco con una familia importante, pero que por su poco gusto por el estudio y los protocolos, había sido desheredado y había perdido todo derecho a conservar el prestigio de aquella familia. Cierto o no, sí que era cierto que a Ingvar, como en aquella ocasión, le encantaba vestir con prendas extremadamente caras. Que había robado, por supuesto, pero nadie sabía eso dado que sabía vestirlas como si fueran suyas.
— ¿Estás sóla? —preguntó entonces Ingvar, mirando directamente a la joven.
Frith se giró hacia un grupo de gente, al escuchar la palabra “Duelo”. Una mujer estaba repitiéndolo constantemente, con la mirada furibunda clavada en un joven. Frith giro el taburete, en dirección al espectáculo y tomo un trago largo de cerveza mientras esperaba ansioso para poder ver alguna clase de pelea de tabernas. Solía disfrutar mucho de ellas, y era una de las razones que habían convertido a las tabernas en una especie de hogar para el. No necesitaba ir a una arena para poder ver pelear a la gente, tan solo necesitaba entrar en alguna taberna a la hora adecuada, cuando todos hubieran bebido lo suficiente, y por lo general siempre se generaba alguna disputa, por mínima que fuera, que terminaba en puños. Frith se pregunto como el tabernero podía aguantar con aquello, día tras día.
El pelirrojo continuo esperando durante un rato mas, pero parecía que no iba a suceder nada mas de relevancia, así que se volvió hacia la mesa.
— Nada, ¿eh? —dijo Ingvar—. No pasa nada. Todos los antros como este merecen un día de tranquilidad.
— Ya, ya —bebió otro trago Frith. Se giro hacia la chica que acababa de llegar. Decidió que era mejor ser amable, pasando por alto su llegada—. ¿Solo te trae por aquí la cerveza?
El mismo chico que Frith había estado viendo momentos antes, esperando una pequeña pelea, se había acercado a ellos antes de que se hubiera dado cuenta. Frith se giro hacia el, algo sobresaltado, pero sonrió al comprobar que se trataba de esa persona. Escucho entonces de fondo a quien le había propuesto un duelo al muchacho.
— ¿No vas a darle el gusto? Qué cruel —dijo el.
— Te ha llamado atorrante —dijo Ingvar, en tono jocoso.
— Ya, ya —Frith giró del todo su cabeza, viendo ahora bien a quien lo había llamado de aquel modo.
Enarcó una ceja al ver que se trataba de una chica menuda. Tal vez demasiado “dulce”, con una tez suave e impoluta. No era la clase de persona que solía encontrar en lugares como aquel. Seguramente unos meses atrás, Frith podría haberse sentido atraído por ella, y habría buscado ser amable; pero la imagen de la misma mujer de ojos dorados regresaba a su mente. Quería estar con ella, y nadie más.
— ¿Dónde están tus papis? Seguro que están preocupados por ti —dijo Frith con sorna.
— Ha pedido una cerveza —afirmó Ingvar, quien veía cómo el tabernero se aproximaba con una jarra semejante a las que ellos ya tenían.
— Qué mal, el tabernero no la habrá entendido cuando le ha pedido un vasito de agua.
Por lo general, el pelirrojo no solía comportarse de aquel modo. Pero si había algo que detestaba, era la arrogancia, y la gente de alta alcurnia. Por el contrario, a Ingvar le encantaba la realeza, y siempre habría deseado nacer entre ellos. De hecho, entre la gente del campamento de los mercenarios que conocía más profundamente a Ingvar, muchos decían que tenía cierto parentesco con una familia importante, pero que por su poco gusto por el estudio y los protocolos, había sido desheredado y había perdido todo derecho a conservar el prestigio de aquella familia. Cierto o no, sí que era cierto que a Ingvar, como en aquella ocasión, le encantaba vestir con prendas extremadamente caras. Que había robado, por supuesto, pero nadie sabía eso dado que sabía vestirlas como si fueran suyas.
— ¿Estás sóla? —preguntó entonces Ingvar, mirando directamente a la joven.
Frith se giró hacia un grupo de gente, al escuchar la palabra “Duelo”. Una mujer estaba repitiéndolo constantemente, con la mirada furibunda clavada en un joven. Frith giro el taburete, en dirección al espectáculo y tomo un trago largo de cerveza mientras esperaba ansioso para poder ver alguna clase de pelea de tabernas. Solía disfrutar mucho de ellas, y era una de las razones que habían convertido a las tabernas en una especie de hogar para el. No necesitaba ir a una arena para poder ver pelear a la gente, tan solo necesitaba entrar en alguna taberna a la hora adecuada, cuando todos hubieran bebido lo suficiente, y por lo general siempre se generaba alguna disputa, por mínima que fuera, que terminaba en puños. Frith se pregunto como el tabernero podía aguantar con aquello, día tras día.
El pelirrojo continuo esperando durante un rato mas, pero parecía que no iba a suceder nada mas de relevancia, así que se volvió hacia la mesa.
— Nada, ¿eh? —dijo Ingvar—. No pasa nada. Todos los antros como este merecen un día de tranquilidad.
— Ya, ya —bebió otro trago Frith. Se giro hacia la chica que acababa de llegar. Decidió que era mejor ser amable, pasando por alto su llegada—. ¿Solo te trae por aquí la cerveza?
El mismo chico que Frith había estado viendo momentos antes, esperando una pequeña pelea, se había acercado a ellos antes de que se hubiera dado cuenta. Frith se giro hacia el, algo sobresaltado, pero sonrió al comprobar que se trataba de esa persona. Escucho entonces de fondo a quien le había propuesto un duelo al muchacho.
— ¿No vas a darle el gusto? Qué cruel —dijo el.
Friðþjófur Rögnvaldsson
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Re: Vientos de Vulwulfar [Libre] [3/3] [Cerrado]
Cuando el tabernero puso la jarra frente a Mina -una jarra tan grande que podía ser del tamaño de su antebrazo- los ojitos rasgados brillaron de emoción que le hizo olvidar a los paletos que la tenían rodeada en aquel antro de mala muerte. Llevó las manos a las mejillas y las apretó de felicidad. Luego la tomó y llevó a su boca con dificultad. Le dio un largo trago que le supo a gloria divina. Al tener su sed saciada, suspiró de alivio y sonrió. La expresión dura le cambió radicalmente.
Volteó a mirar al hombre alto que le hablaba -Mami y papi deben estar amasando más fortuna, gracias por preguntar- le respondió al pelirrojo guiñándole un ojo. -y no, no estoy sola, tengo a mi cerveza, ella me acompaña- dijo jocosa. Mordió la punta de su lengua al sonreír y los miró de pies a cabeza. Eran hombres que seguramente desconocían lo que era el jabón, aunque uno de ellos vestía y olía mejor que el otro. Grandes y musculados, sin duda alguna fuertes. Ambos armados, quizás soldados de alguna orden, entregados a algún señor... como fuere, era mejor idea ser amigable con ellos.
-Disculpa mis modales de antes... soy Mina. ¿Y ustedes?- dijo y alzó la jarra en forma de saludo. -Pues, sí, la cerveza.- dijo, mirando la jarra de greda oscura -No sé si es que está sabrosa, o es que yo tengo mucha sed. Ustedes se ven que saben más que yo de estos menesteres, díganme, ¿qué tal está?- les preguntó, haciendo su mejor pose de tonta. Le salía muy bien.
Justo otro hombre se había acercado a la barra. No le había prestado atención hasta que se dirigió a ellos y preguntó si la conocían -Oh, no, han tenido el placer de conocerme ahora, igual que tú- dijo sonriendo. Lo miró y luego a la mujer que le exigía un duelo -Oye, pero... ¿seguro que es un duelo de espadas? No será... ¿otra cosa?- dijo, levantando una ceja, marcando una mirada de picardía, y se echó a reír.
Volteó a mirar al hombre alto que le hablaba -Mami y papi deben estar amasando más fortuna, gracias por preguntar- le respondió al pelirrojo guiñándole un ojo. -y no, no estoy sola, tengo a mi cerveza, ella me acompaña- dijo jocosa. Mordió la punta de su lengua al sonreír y los miró de pies a cabeza. Eran hombres que seguramente desconocían lo que era el jabón, aunque uno de ellos vestía y olía mejor que el otro. Grandes y musculados, sin duda alguna fuertes. Ambos armados, quizás soldados de alguna orden, entregados a algún señor... como fuere, era mejor idea ser amigable con ellos.
-Disculpa mis modales de antes... soy Mina. ¿Y ustedes?- dijo y alzó la jarra en forma de saludo. -Pues, sí, la cerveza.- dijo, mirando la jarra de greda oscura -No sé si es que está sabrosa, o es que yo tengo mucha sed. Ustedes se ven que saben más que yo de estos menesteres, díganme, ¿qué tal está?- les preguntó, haciendo su mejor pose de tonta. Le salía muy bien.
Justo otro hombre se había acercado a la barra. No le había prestado atención hasta que se dirigió a ellos y preguntó si la conocían -Oh, no, han tenido el placer de conocerme ahora, igual que tú- dijo sonriendo. Lo miró y luego a la mujer que le exigía un duelo -Oye, pero... ¿seguro que es un duelo de espadas? No será... ¿otra cosa?- dijo, levantando una ceja, marcando una mirada de picardía, y se echó a reír.
Mina Harker
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Re: Vientos de Vulwulfar [Libre] [3/3] [Cerrado]
Tanto la pareja de aventureros como la muchacha con aspecto de noble mencionaron a la mujer que, desde su mesa, seguía exigiéndole el duelo.
- No es cruel – sonrió, le dio un leve trago a su bebida – Es… - Miró a la duelista, la joven que acompañaba a los aventureros no tardó en hacer un chiste a su costa, forzó una sonrisa y negó con la cabeza, definitivamente aquella joven se había criado en un hogar adinerado.
¿Por qué siempre se cruzaba con ese tipo de personas? Suspiró levemente y golpeó el mostrador con el puño con suavidad, el tabernero vio esto y le sirvió una jarra de alcohol aguado más; no era tan bueno como el que estaban bebiendo las personas con las que había entablado conversación, pero servía.
- No voy a pelearme por que sí. – dijo al final sonriendo, Lyn levantó la cabeza de su libro y miró a los presentes.
- Qué curioso que, precisamente tú, digas eso. – comentó la vampiresa con una sonrisa, arrastrando el taburete hasta dónde estaban los demás, Eltrant puso los ojos en blanco y tomó la jarra que le acababan de servir, momento en el que le dio un largo trago. - ¡Yo soy Lyn! – dijo agitando la mano, de buen humor. Era raro que no hubiese intervenido antes, cuando se trataba de conocer a desconocidos, Lyn no solía tener filtro; Sobre todo si era Eltrant el que iniciaba la conversación – Y este con quien habláis es el Mort… - Eltrant levantó la jarra de cerveza lo suficiente como para hacerse notar y callar a su compañera, que se encogió de hombros y bebió de su copa de vino.
- Eltrant – dijo rápidamente con una sonrisa, antes de que Lyn pudiese presentarle a todos los presentes como “Mortal” – Eltrant Tale – agregó. – Estudió a los hombres con más cuidado ahora que estaba más cerca y esperó a que todos los presentes se presentasen si lo preferían.
- ¡¿Sabéis jugar a las cartas?! – preguntó Lyn arrastrando aún más el taburete, hasta estar prácticamente a un palmo de los presentes, sonrió a la chica. - ¿¡Queréis jugar?! – Se tapó cuidadosamente la boca con una de las manos y miró de reojo a su acompañante. - …Jugar con este es ganarle siempre. Es como hacer trampa. – Eltrant ignoró aquel comentario que siempre hacía cuando quería jugar con alguien nuevo y, de un fuerte tiron, alejó a Lyn de las personas a las que acacaba de conocer, devolviéndoles, en parte, su espacio vital.
- Distancias, Lyn. – Dijo volviendo a su bebida. – Ya lo hemos hablado. – Lyn frunció el ceño.
- Eres un soso, Mortal. – Jugueteó con su flequillo – No me extraña que no tengas amigos. – agregó, Eltrant sonrió y se encogió de hombros.
- Hace trampas. – mencionó señalándola - Os lo advierto. – aseguró ampliando aún más la sonrisa que dibujó según miraba a la vampiresa.
- ¡Se llaman estrategias! – exclamó levantándose de su taburete y señalando al castaño con pose dramática. – Si no tuvieses serrín por cerebro lo sabrías. – Dejó caer ambos brazos hasta su cintura. - ¡Te desafío a un duelo! ¡Espadas al amanecer! ¡En la Arena de duelos de Lunargenta! – Gritó, a Eltrant se le escapó una carcajada al oír esto. - ¡El combate del siglo! ¡La belleza contra... eso! - añadió al final señalando la cara del castaño.
- ¡Eh! ¡Yo voy antes! – La mujer de pelo similar al aventurero de aspecto desgreñado se acercó de varias largas zancadas. – Estoy siendo muy paciente contigo, Tale. – Eltrant cerró los ojos y gruñendo por lo bajo, caer su cabeza sobre el mostrador, momento en el que, metódicamente procedió a darse cabezazos contra el mismo, haciendo saltar las botellas y los diferentes vasos que había por el lugar.
- Vaya, lo has roto. – dijo la vampiresa sentándose de nuevo, girándose hacía la muchacha noble y dedicándole una sonrisa. – Me gusta tu vestido. – mencionó obviando los golpes que se estaba dando, en aquel mismo momento, su compañero. - ¿Lo tienes en negro? – preguntó a continuación, a la vez que le daba leves palmadas a Eltrant en la espalda, que, una vez había dejado de autolesionarse, yacía sobre la barra de madera con los ojos cerrados.
- Mira – Eltrant señaló al hombre de cabellos cobrizos, el que tenía justo al lado – Él seguro que acepta un duelo. – dijo, después de todo acababa de decir que estaba siendo “cruel” por negárselo - ¡Mira que músculos! ¡Va a ser el combate de tu vida! – Se levantó y se giró hacía la duelista, que, ahora, con el ceño fruncido, estudiaba a la pareja de aventureros con el ceño fruncido.
- Ya… Ellos no me sirven. - aseguró sacudiendo la cabeza – Tengo que enfrentarme a Eltrant Tale. – expuso – Esas eran las condiciones. – Entornó los ojos ¿Condiciones? ¿A qué se refería? – Vamos… - continuó hablando, esta vez en voz más baja. – No… no tengo toda la noche. – la miró directamente a los ojos durante unos segundos, no iba a irse, conocía aquel tipo de miradas.
- …Muy bien – dijo levantándose del asiento, se pasó la mano por el pelo y sonrió agotado, al parecer para la mujer, pelearse con él, fuese por lo que fuese, era muy importante para ella. - ¿Cómo te llamas? – inquirió rascandose la barba.
- Alissa – dijo echando mano de su espada. – No perdamos más tiempo - Señaló a la calle, Eltrant enarcó una ceja, la mujer tenía especial interés por acabar con aquel asunto lo más rápido posible – Sin armadura – dijo ahora avanzando hacía la salida – Solo espadas – mencionó antes de salir, totalmente, al exterior.
Se pasó la mano por la cara y se giró hacia sus nuevos conocidos.
- ¿Seguro que ninguno de los dos queréis sustituirme? – Miró a los aventureros, después a Lyn; la vampiresa ahora estaba cerca de la otra joven, analizando su vestido aún más de cerca.
- ¿Y dices que es muy caro? – La oyó preguntar, Eltrant sonrió y se levantó de su asiento.
Iba a ser un enfrentamiento amistoso. ¿Qué podía salir mal?
- Al parecer acaba de acceder a hacerlo, no creo que la chica dure mucho. – dijo el joven de cabellos dorados, internándose en el callejón, junto a sus dos compañeros.
- Muy bien, Klein – respondió la figura que, encapuchada, aguardaba al fondo del lugar. – Si le vence, que se enfrente a los demás que estaban con… con… ¿Cómo decías que se llamaba? – La silueta se sentó en una de las tantas cajas que había repartidas por el lugar y extrajo una pequeña libretita en la que empezó a garabatear palabras con un pequeño carboncillo que llevaba atada a la misma.
- Eltrant Tale. – respondió el rubio. – Ha sido una suerte que entrase, pensaba que no íbamos a encontrar a nadie. La… vampiresa no parecía muy convencida de pelear, incluso con Marcus gritándole. La única pega es que no va a aceptar trabajar para nosotros… ya has visto con que clase chusma va… – dijo apoyándose en la pared que tenía más cercana a él, Marcus y Grognar se alejaron y se posicionaron en la salida del callejón, vigilando que nadie viese u oyese la conversación que estaban teniendo en su interior.
- Siempre hay imbéciles arrogantes por todas partes, dispuestos a demostrar su valía con la espada. – dijo el encapuchado. – Aventureros como ese… Tale… o el monstruo que le acompaña, no necesitamos pagarles para que bailen a nuestro son. – Respiró hondo y se aclaró la garganta - Cualquiera de esos títeres me es perfectamente válido para este trabajo. Solo hay que guiarlos correctamente – Hizo un gesto con la mano, una especie de señal, Klein sonrió.
- Hablando de eso… ¿Has visto a los otros dos que han entrado en la taberna? – preguntó entonces el rubio. - ¿Crees que pueden sernos útiles? - agregó
- Sí… tantéales… mira a ver por cuanto están dispuestos a… - rio por lo bajo - ...venderse - lanzó una bolsa a los pies del rubio. Teniendo en cuenta el sonido que esta produjo, el contenido de la misma no era muy difícil de adivinar. - ...también he visto entrar a la chiquilla, el monstruo de mirada gélida no, la otra… - La figura se llevó la mano hasta la cara, se quedó callado unos instantes.
- ¿Quieres que averigüemos cuánto vale en el mercado? – El encapuchado no respondió, al menos no hasta que las distantes voces que se podían oír en la calle principal desaparecieron.
- Su precio no es un problema. – podía verse que sonreía incluso cuando tenía la cara prácticamente oculta - …Una chica mona, hija de nobles… puedo sacar fácilmente unos dos mil Aeros por ella... quizás tres mil – explicó. – Lo que quiero… Klein, es que… bueno, ya sabes. – se calló y, poco a poco, desapareció entre las sombras.
- Entiendo, Maestro.
- No es cruel – sonrió, le dio un leve trago a su bebida – Es… - Miró a la duelista, la joven que acompañaba a los aventureros no tardó en hacer un chiste a su costa, forzó una sonrisa y negó con la cabeza, definitivamente aquella joven se había criado en un hogar adinerado.
¿Por qué siempre se cruzaba con ese tipo de personas? Suspiró levemente y golpeó el mostrador con el puño con suavidad, el tabernero vio esto y le sirvió una jarra de alcohol aguado más; no era tan bueno como el que estaban bebiendo las personas con las que había entablado conversación, pero servía.
- No voy a pelearme por que sí. – dijo al final sonriendo, Lyn levantó la cabeza de su libro y miró a los presentes.
- Qué curioso que, precisamente tú, digas eso. – comentó la vampiresa con una sonrisa, arrastrando el taburete hasta dónde estaban los demás, Eltrant puso los ojos en blanco y tomó la jarra que le acababan de servir, momento en el que le dio un largo trago. - ¡Yo soy Lyn! – dijo agitando la mano, de buen humor. Era raro que no hubiese intervenido antes, cuando se trataba de conocer a desconocidos, Lyn no solía tener filtro; Sobre todo si era Eltrant el que iniciaba la conversación – Y este con quien habláis es el Mort… - Eltrant levantó la jarra de cerveza lo suficiente como para hacerse notar y callar a su compañera, que se encogió de hombros y bebió de su copa de vino.
- Eltrant – dijo rápidamente con una sonrisa, antes de que Lyn pudiese presentarle a todos los presentes como “Mortal” – Eltrant Tale – agregó. – Estudió a los hombres con más cuidado ahora que estaba más cerca y esperó a que todos los presentes se presentasen si lo preferían.
- ¡¿Sabéis jugar a las cartas?! – preguntó Lyn arrastrando aún más el taburete, hasta estar prácticamente a un palmo de los presentes, sonrió a la chica. - ¿¡Queréis jugar?! – Se tapó cuidadosamente la boca con una de las manos y miró de reojo a su acompañante. - …Jugar con este es ganarle siempre. Es como hacer trampa. – Eltrant ignoró aquel comentario que siempre hacía cuando quería jugar con alguien nuevo y, de un fuerte tiron, alejó a Lyn de las personas a las que acacaba de conocer, devolviéndoles, en parte, su espacio vital.
- Distancias, Lyn. – Dijo volviendo a su bebida. – Ya lo hemos hablado. – Lyn frunció el ceño.
- Eres un soso, Mortal. – Jugueteó con su flequillo – No me extraña que no tengas amigos. – agregó, Eltrant sonrió y se encogió de hombros.
- Hace trampas. – mencionó señalándola - Os lo advierto. – aseguró ampliando aún más la sonrisa que dibujó según miraba a la vampiresa.
- ¡Se llaman estrategias! – exclamó levantándose de su taburete y señalando al castaño con pose dramática. – Si no tuvieses serrín por cerebro lo sabrías. – Dejó caer ambos brazos hasta su cintura. - ¡Te desafío a un duelo! ¡Espadas al amanecer! ¡En la Arena de duelos de Lunargenta! – Gritó, a Eltrant se le escapó una carcajada al oír esto. - ¡El combate del siglo! ¡La belleza contra... eso! - añadió al final señalando la cara del castaño.
- ¡Eh! ¡Yo voy antes! – La mujer de pelo similar al aventurero de aspecto desgreñado se acercó de varias largas zancadas. – Estoy siendo muy paciente contigo, Tale. – Eltrant cerró los ojos y gruñendo por lo bajo, caer su cabeza sobre el mostrador, momento en el que, metódicamente procedió a darse cabezazos contra el mismo, haciendo saltar las botellas y los diferentes vasos que había por el lugar.
- Vaya, lo has roto. – dijo la vampiresa sentándose de nuevo, girándose hacía la muchacha noble y dedicándole una sonrisa. – Me gusta tu vestido. – mencionó obviando los golpes que se estaba dando, en aquel mismo momento, su compañero. - ¿Lo tienes en negro? – preguntó a continuación, a la vez que le daba leves palmadas a Eltrant en la espalda, que, una vez había dejado de autolesionarse, yacía sobre la barra de madera con los ojos cerrados.
- Mira – Eltrant señaló al hombre de cabellos cobrizos, el que tenía justo al lado – Él seguro que acepta un duelo. – dijo, después de todo acababa de decir que estaba siendo “cruel” por negárselo - ¡Mira que músculos! ¡Va a ser el combate de tu vida! – Se levantó y se giró hacía la duelista, que, ahora, con el ceño fruncido, estudiaba a la pareja de aventureros con el ceño fruncido.
- Ya… Ellos no me sirven. - aseguró sacudiendo la cabeza – Tengo que enfrentarme a Eltrant Tale. – expuso – Esas eran las condiciones. – Entornó los ojos ¿Condiciones? ¿A qué se refería? – Vamos… - continuó hablando, esta vez en voz más baja. – No… no tengo toda la noche. – la miró directamente a los ojos durante unos segundos, no iba a irse, conocía aquel tipo de miradas.
- …Muy bien – dijo levantándose del asiento, se pasó la mano por el pelo y sonrió agotado, al parecer para la mujer, pelearse con él, fuese por lo que fuese, era muy importante para ella. - ¿Cómo te llamas? – inquirió rascandose la barba.
- Alissa – dijo echando mano de su espada. – No perdamos más tiempo - Señaló a la calle, Eltrant enarcó una ceja, la mujer tenía especial interés por acabar con aquel asunto lo más rápido posible – Sin armadura – dijo ahora avanzando hacía la salida – Solo espadas – mencionó antes de salir, totalmente, al exterior.
Se pasó la mano por la cara y se giró hacia sus nuevos conocidos.
- ¿Seguro que ninguno de los dos queréis sustituirme? – Miró a los aventureros, después a Lyn; la vampiresa ahora estaba cerca de la otra joven, analizando su vestido aún más de cerca.
- ¿Y dices que es muy caro? – La oyó preguntar, Eltrant sonrió y se levantó de su asiento.
Iba a ser un enfrentamiento amistoso. ¿Qué podía salir mal?
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- Al parecer acaba de acceder a hacerlo, no creo que la chica dure mucho. – dijo el joven de cabellos dorados, internándose en el callejón, junto a sus dos compañeros.
- Muy bien, Klein – respondió la figura que, encapuchada, aguardaba al fondo del lugar. – Si le vence, que se enfrente a los demás que estaban con… con… ¿Cómo decías que se llamaba? – La silueta se sentó en una de las tantas cajas que había repartidas por el lugar y extrajo una pequeña libretita en la que empezó a garabatear palabras con un pequeño carboncillo que llevaba atada a la misma.
- Eltrant Tale. – respondió el rubio. – Ha sido una suerte que entrase, pensaba que no íbamos a encontrar a nadie. La… vampiresa no parecía muy convencida de pelear, incluso con Marcus gritándole. La única pega es que no va a aceptar trabajar para nosotros… ya has visto con que clase chusma va… – dijo apoyándose en la pared que tenía más cercana a él, Marcus y Grognar se alejaron y se posicionaron en la salida del callejón, vigilando que nadie viese u oyese la conversación que estaban teniendo en su interior.
- Siempre hay imbéciles arrogantes por todas partes, dispuestos a demostrar su valía con la espada. – dijo el encapuchado. – Aventureros como ese… Tale… o el monstruo que le acompaña, no necesitamos pagarles para que bailen a nuestro son. – Respiró hondo y se aclaró la garganta - Cualquiera de esos títeres me es perfectamente válido para este trabajo. Solo hay que guiarlos correctamente – Hizo un gesto con la mano, una especie de señal, Klein sonrió.
- Hablando de eso… ¿Has visto a los otros dos que han entrado en la taberna? – preguntó entonces el rubio. - ¿Crees que pueden sernos útiles? - agregó
- Sí… tantéales… mira a ver por cuanto están dispuestos a… - rio por lo bajo - ...venderse - lanzó una bolsa a los pies del rubio. Teniendo en cuenta el sonido que esta produjo, el contenido de la misma no era muy difícil de adivinar. - ...también he visto entrar a la chiquilla, el monstruo de mirada gélida no, la otra… - La figura se llevó la mano hasta la cara, se quedó callado unos instantes.
- ¿Quieres que averigüemos cuánto vale en el mercado? – El encapuchado no respondió, al menos no hasta que las distantes voces que se podían oír en la calle principal desaparecieron.
- Su precio no es un problema. – podía verse que sonreía incluso cuando tenía la cara prácticamente oculta - …Una chica mona, hija de nobles… puedo sacar fácilmente unos dos mil Aeros por ella... quizás tres mil – explicó. – Lo que quiero… Klein, es que… bueno, ya sabes. – se calló y, poco a poco, desapareció entre las sombras.
- Entiendo, Maestro.
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
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Re: Vientos de Vulwulfar [Libre] [3/3] [Cerrado]
Offrol: Lamento muchísimo mi imperdonable ausencia.
— Yo diría que está bien —respondió rápidamente Frith, mientras desviaba la mirada hacia la jarra y le daba un nuevo trago.
— Está bien —se encogió de hombros Ingvar, mientras no apartaba la mirada de los ojos de la dama.
Frith se dio cuenta de que Ingvar se había quedado prendado de la mujer, como le pasaba a menudo cuando encontraba a una mujer que le inspirara elegancia y delicadeza. Tal vez Ingvar estaba muy equivocado en aquella ocasión, pero como fuera no habría sido capaz de imaginar que estuviera equivocado.
— Me llaman Frith —dijo él, presentándose ante ella por la forma corta de su nombre.
— Ingvar —respondió con una suavidad, muy impropia de él.
— Oye, estás poniendo todo a la cuenta del señor Strauss, ¿cierto? —preguntó Ingvar, mirando a Ingvar con preocupación.
Él asintió. El señor Strauss había sido un mercader para el que habían trabajado tiempo atrás. Durante el trabajo, los había invitado a cualquier cosa que quisieran durante las paradas en mercados y tabernas, y por lo general siempre les decía que tan sólo debían hacerle saber al tabernero que aquello que deseaban, debía ser cobrado por el Señor Strauss. Frith sabía que tan sólo necesitabas tener el aspecto rudo y desaliñado de un mercenario para que el tabernero supiera que estabas entre sus negocios. A cuenta de Strauss, ambos habían bebido y comido con alegría durante muchos meses, sin preocuparse por si tal vez en el futuro volverían a encontrárselo en algún momento.
Durante las presentaciones, Ingvar y Frith escucharon con atención para no perderse nada. En cuanto se distraían un poco, influídos por aquella cerveza amarga y de mediana calidad, fácilmente se les olvidaba lo que acababa de suceder cinco segundos atrás.
— Eltrant, me suena el nombre —dijo Frith, mientras se giraba a Ingvar.
— El Mortal suena mucho más trascendental —comentó Ingvar, ignorando completamente el comentario de su compañero.
— ¿Trascendental?
— Sí, quiero decir. Suena mejor decir “Por ahí viene El Mortal”. Sabes que puede morir, pero está ahí, así que muy fácil de matar no debe ser.
— ¿Qué demonios lleva esta cerveza? —preguntó Frith mirando a su jarra y apartándola unos centímetros de sí mismo, como un gesto jocoso.
Se fijaron entonces en la entusiasta compañera de Eltrant. Frith se preguntó qué clase de relación debía tener con el joven, dado que parecía tomarse mucha confianza a la hora de mencionarlo a él.
— Yo sé jugar a las cartas —dijo Ingvar con una amplísima sonrisa—. De hecho, soy genial. Pero ahora no tengo un solo aero que pueda gastar en algo así. Como sea, coincido con la joven. Trampas, estrategias… Depende de cómo lo mires son la misma cosa.
Frith negó con la cabeza, esperando a que Ingvar dejara aquello como una broma, y no se arriesgara apostando cualquier pertenencia de un valor significativo, como ya había hecho en anteriores ocasiones. Para eso estaba él a veces, para frenar a su amigo mercenario de sus estupideces, tal y como este mismo amigo también había hecho con él.
— ¿Por qué te exigen una pelea, Eltrant? —se dirigió Frith directamente hacia él. Tenía curiosidad, pero además pensaba que sabiendo aquello, tal vez podría darse cuenta de qué le sonaba tanto aquel nombre.
— Está bien —se encogió de hombros Ingvar, mientras no apartaba la mirada de los ojos de la dama.
Frith se dio cuenta de que Ingvar se había quedado prendado de la mujer, como le pasaba a menudo cuando encontraba a una mujer que le inspirara elegancia y delicadeza. Tal vez Ingvar estaba muy equivocado en aquella ocasión, pero como fuera no habría sido capaz de imaginar que estuviera equivocado.
— Me llaman Frith —dijo él, presentándose ante ella por la forma corta de su nombre.
— Ingvar —respondió con una suavidad, muy impropia de él.
— Oye, estás poniendo todo a la cuenta del señor Strauss, ¿cierto? —preguntó Ingvar, mirando a Ingvar con preocupación.
Él asintió. El señor Strauss había sido un mercader para el que habían trabajado tiempo atrás. Durante el trabajo, los había invitado a cualquier cosa que quisieran durante las paradas en mercados y tabernas, y por lo general siempre les decía que tan sólo debían hacerle saber al tabernero que aquello que deseaban, debía ser cobrado por el Señor Strauss. Frith sabía que tan sólo necesitabas tener el aspecto rudo y desaliñado de un mercenario para que el tabernero supiera que estabas entre sus negocios. A cuenta de Strauss, ambos habían bebido y comido con alegría durante muchos meses, sin preocuparse por si tal vez en el futuro volverían a encontrárselo en algún momento.
Durante las presentaciones, Ingvar y Frith escucharon con atención para no perderse nada. En cuanto se distraían un poco, influídos por aquella cerveza amarga y de mediana calidad, fácilmente se les olvidaba lo que acababa de suceder cinco segundos atrás.
— Eltrant, me suena el nombre —dijo Frith, mientras se giraba a Ingvar.
— El Mortal suena mucho más trascendental —comentó Ingvar, ignorando completamente el comentario de su compañero.
— ¿Trascendental?
— Sí, quiero decir. Suena mejor decir “Por ahí viene El Mortal”. Sabes que puede morir, pero está ahí, así que muy fácil de matar no debe ser.
— ¿Qué demonios lleva esta cerveza? —preguntó Frith mirando a su jarra y apartándola unos centímetros de sí mismo, como un gesto jocoso.
Se fijaron entonces en la entusiasta compañera de Eltrant. Frith se preguntó qué clase de relación debía tener con el joven, dado que parecía tomarse mucha confianza a la hora de mencionarlo a él.
— Yo sé jugar a las cartas —dijo Ingvar con una amplísima sonrisa—. De hecho, soy genial. Pero ahora no tengo un solo aero que pueda gastar en algo así. Como sea, coincido con la joven. Trampas, estrategias… Depende de cómo lo mires son la misma cosa.
Frith negó con la cabeza, esperando a que Ingvar dejara aquello como una broma, y no se arriesgara apostando cualquier pertenencia de un valor significativo, como ya había hecho en anteriores ocasiones. Para eso estaba él a veces, para frenar a su amigo mercenario de sus estupideces, tal y como este mismo amigo también había hecho con él.
— ¿Por qué te exigen una pelea, Eltrant? —se dirigió Frith directamente hacia él. Tenía curiosidad, pero además pensaba que sabiendo aquello, tal vez podría darse cuenta de qué le sonaba tanto aquel nombre.
Friðþjófur Rögnvaldsson
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Re: Vientos de Vulwulfar [Libre] [3/3] [Cerrado]
Mina sostenía la jarra de cerveza con ambas manos y miraba dentro de ella. La jarra se veía más grande de lo que era entre sus manos pequeñas y delgadas. Observaba con curiosidad su color y aroma. En realidad, era como un agua amarillenta, turbia y amarga. Torció la boca al escuchar la opinión de los hombres acerca de la bebida. Si ellos que lucían lejos más conocedores acerca de la bebida solo le daban un "está bien" bastante dudoso, entonces definitivamente no estaba nada de bien -Y bueno, yo no tengo idea de esto, en Beltrexus tomo del vino, no cerveza. Mi madre vigila personalmente la producción anual, y hasta las cepas de los años malos son ex-qui-sitas- recalcó sin modestia alguna. -No como esa chicha horrorosa de los LeFay que parece que cultivaran las vides en caca de oveja- dijo más para si misma que para que los hombres escucharan, pero en un tono lo suficientemente alto como para que lo hicieran.
Hizo un gesto de desagrado al recordar el vino de otra de las familias poderosas de Beltrexus y dejó la jarra en la mesa. Al girar, notó que había acaparado la atención del hombre que se hacía llamar Ingvar, así que le sonrió con coquetería. -Y, dígame... ¿reside usted en Vulwulfar o está de paso?- preguntó para entablar una conversación con el hombre.
Pero aquella no podría ser una calmada conversación con el hombre. Una muchacha que Mina se había empeñado en ignorar no había entendido el mensaje y se le había puesto a un palmo de distancia. Tanta cercanía era imposible de pasar por alto. La ilusionista mantuvo una perfecta sonrisa en la que no mostraba sus dientes, serena. La chica y su amigo le habían resultado particularmente ruidosos. No le gustaba la gente ruidosa que llamaba la atención de esa manera; el griterío y la romería no eran necesarias. Ella, por ejemplo, no hacía ruido alguno y todas las miradas se centraban en su persona cada vez que entraba en una habitación. Para la bruja, la algarabía era característica de gente ordinaria, poco elegante y de inteligencia limitada.
-¡Oh! ¿Estos trapitos? Pues no, no los tengo en negro- dijo estirando su falda con el dorso de las manos, mirando con ternura la ropa -Es un Jane Curie de hace dos temporadas- le contó en ese tono íntimo que adoptan las mujeres cuando hablan de esas cosas triviales como la ropa. Miró de arriba a abajo a la muchacha, enfocándose en percibir su magia. Vampiro. Torció la boca con desagrado. Se acomodó en la silla, alejándose un poquito de la muchacha y ocultando un poco su cuello con el hombro. Los vampiros no le gustaban mucho, más bien le daban desconfianza. Y mucho menos gustaba de tenerlos tan cerca.
-¿Y dices que es muy caro?- le preguntó la vampiresa con una inocencia que revelaba su absoluta ignorancia de lo que era un Jace Curie. Mina la miró desconcertada, con los ojos abiertos de par en par -¡Pero claro que sí! ¡Par favaaaar! ¡Es un Jane Curie!- exclamó, casi insultada, como si aquella información fuese fundamental para todo el mundo. -¿Tú es que debajo de qué piedra vives?- le preguntó. En Beltrexus hasta la mujer más paupérrima sabía quién era Jane Curie y su obra, porque es que ella no era una costurera, era una artista de la moda. Ni siquiera las hermanas Begonia y Milenrama de Lunargenta eran rivales para La Curie, y eso que eran dos.
La ilusionista respiró hondo y centró su atención en la vampiresa -Querida, dudo que hayas estado caminando en esta tierra hace poco tiempo como para no saber quién es Jane Curie... ¿cuántos años tienes realmente?- preguntó a la chica.
Hizo un gesto de desagrado al recordar el vino de otra de las familias poderosas de Beltrexus y dejó la jarra en la mesa. Al girar, notó que había acaparado la atención del hombre que se hacía llamar Ingvar, así que le sonrió con coquetería. -Y, dígame... ¿reside usted en Vulwulfar o está de paso?- preguntó para entablar una conversación con el hombre.
Pero aquella no podría ser una calmada conversación con el hombre. Una muchacha que Mina se había empeñado en ignorar no había entendido el mensaje y se le había puesto a un palmo de distancia. Tanta cercanía era imposible de pasar por alto. La ilusionista mantuvo una perfecta sonrisa en la que no mostraba sus dientes, serena. La chica y su amigo le habían resultado particularmente ruidosos. No le gustaba la gente ruidosa que llamaba la atención de esa manera; el griterío y la romería no eran necesarias. Ella, por ejemplo, no hacía ruido alguno y todas las miradas se centraban en su persona cada vez que entraba en una habitación. Para la bruja, la algarabía era característica de gente ordinaria, poco elegante y de inteligencia limitada.
-¡Oh! ¿Estos trapitos? Pues no, no los tengo en negro- dijo estirando su falda con el dorso de las manos, mirando con ternura la ropa -Es un Jane Curie de hace dos temporadas- le contó en ese tono íntimo que adoptan las mujeres cuando hablan de esas cosas triviales como la ropa. Miró de arriba a abajo a la muchacha, enfocándose en percibir su magia. Vampiro. Torció la boca con desagrado. Se acomodó en la silla, alejándose un poquito de la muchacha y ocultando un poco su cuello con el hombro. Los vampiros no le gustaban mucho, más bien le daban desconfianza. Y mucho menos gustaba de tenerlos tan cerca.
-¿Y dices que es muy caro?- le preguntó la vampiresa con una inocencia que revelaba su absoluta ignorancia de lo que era un Jace Curie. Mina la miró desconcertada, con los ojos abiertos de par en par -¡Pero claro que sí! ¡Par favaaaar! ¡Es un Jane Curie!- exclamó, casi insultada, como si aquella información fuese fundamental para todo el mundo. -¿Tú es que debajo de qué piedra vives?- le preguntó. En Beltrexus hasta la mujer más paupérrima sabía quién era Jane Curie y su obra, porque es que ella no era una costurera, era una artista de la moda. Ni siquiera las hermanas Begonia y Milenrama de Lunargenta eran rivales para La Curie, y eso que eran dos.
La ilusionista respiró hondo y centró su atención en la vampiresa -Querida, dudo que hayas estado caminando en esta tierra hace poco tiempo como para no saber quién es Jane Curie... ¿cuántos años tienes realmente?- preguntó a la chica.
Mina Harker
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Re: Vientos de Vulwulfar [Libre] [3/3] [Cerrado]
Andes de marcharse tras la duelista miró a la pareja de aventureros unos segundos, estaba seguro de que le sonaba Frith de algo. ¿Se habían visto alguna vez? Negó con la cabeza tras unos segundos cavilando.
- Lo cierto es que no tengo ni idea de que quiere de mí – dijo girándose a mirar como la joven desaparecía tras la puerta principal del local. – Pero… - Se atusó la barba unos segundos y sonrió al hombre. - ¿Qué puede salir mal? – Era consciente de que aquella pregunta tenía más de un centenar de respuestas diferentes, pero la duelista estaba siendo su suficiente insistente como para que dejase aquello de lado.
Lanzó un último vistazo a Lyn, que seguía conversando con la chica de aspecto altivo y dejó escapar un leve suspiro para, segundos después, depositar un par de aeros frente a los hombres.
- A la siguiente invito yo. – aseguró marchándose hacía la salida, estaba seguro de que le conocía de algo, tenía que preguntarle después de aquella pelea “amistosa” si se habían cruzado antes, o si, al menos, aquellos hombres frecuentaban Lunargenta o los bosques del este.
No pudo evitar ver, según se encaminaba hacía la salida, como los tres individuos que hacía minutos habían estado jugando a las cartas con Lyn volvían al interior de la taberna. ¿Cuándo se habían marchado? Apenas había notado su ausencia, tampoco es que importase mucho, no es como si le agradase ver al individuo al que había tenido que dar Saludó de una cabezada a los hombres, los cuales se dirigían a la barra justo dónde estaban Frith e Ingvar, y salió al exterior.
Lyn se mordió el labio inferior al ver la expresión que ponía la joven al mirarla, conocía aquella expresión, demasiado bien. No pensaba que tendría que lidiar aquella noche dos veces con la misma situación.
¿La había reconocido? ¿Había sonreído demasiado y había dejado entrever los colmillos? Aunque le gustaba pensar que no era así, no era algo que no hubiese pasado antes.
Se alejó un par de pasos de la muchacha y desvió levemente la mirada. Si no toleraba su presencia no iba a forzarla a soportarla; esa era su forma de ser, así era como solía guerrear con aquellos contratiempos.
No tenía más que marcharse tras el Mortal y salir de allí, pero, por alguna razón, cuando aquella niña le preguntó cuál era su verdadera edad se quedó dónde estaba; frunció levemente el ceño y volvió a mirar a la chica.
La realidad era que le gustaba la indumentaria que la muchacha llevaba y sentía curiosidad por saber de dónde la había sacado, aun cuando esta se estaba comportando de aquella forma. ¿Un Jane Curie había dicho? Si era sincera consigo misma, no reconocía aquel nombre.
- Los suficientes. – dijo con educación, sin apartar sus ojos de los de la muchacha.
Justo en ese momento los tres tipos con los que habían estado jugando a las cartas se acercaron en tropel hasta dónde Ignvar y Frith bebían, por supuesto, Marcus, el tipo corpulento al que el Mortal se había visto obligado a pagar, le volvió a dedicar una mirada de profundo desprecio.
Sorpresivamente el joven Klein no se detuvo junto a Frith, este dejó a sus dos enormes compañeros con los aventureros y se acercó a las chicas haciendo gala de una sonrisa que, a ojos de la gran mayoría de las féminas de Aerandir, solo podía ser encantadora.
- Señoritas… - Aunque usó el plural, el rubio miró solamente a la princesita, Lyn enarcó una ceja y se cruzó de brazos. – Me sabe mal que estés… que estéis – se corrigió rápido al percatarse de nuevo de la presencia de la vampiresa - Aquí… aquí solas. – amplió la sonrisa. - ¿Puedo invitaros a unas copas? – Golpeó la barra para llamar la atención del camarero. – Por supuesto, no de este mejunje… que estas bebiendo… - volvió a centrarse en la joven noble – Lo más caro del local, solo para tí. – depositó una bolsita de Aeros sobre la mesa. – Para vosotras… - Volvió a corregirse.Lyn puso los ojos en blanco y negó con la cabeza.
- Sí que estas desesperado. – dijo la vampiresa suspirando, Klein frunció el ceño, pero no contestó, volvió a recuperar su rostro afable y miró de forma inquisitiva a Mina.
Mientras tanto, a pocos metros de dónde estaban, Grognar y Marcus alardeaban junto a Frith de un último trabajo que habían realizado, uno que les había proporcionado bastantes Aeros, los suficientes como para vivir tranquilos una temporada.
No tardaron en proponer una extensión de dicho trabajo a los dos hombres.
Bloqueó con Recuerdo tan pronto salió del local, apretó los dientes cuando su espada de hielo frenó el acero de la chica, la cual le había atacado sin previo aviso.
- ¿¡Pero no habías dicho que sin armadura?! – protestó Eltrant forcejando con la mujer, apenas había cerrado la puerta de la taberna tras de sí, embistió hacia adelante y se zafó de ella unos segundos.
No respondió, al menos inmediatamente, parecía nerviosa, aún más que cuando le pedía combatir con insistencia. ¿Había sucedido algo en el breve periodo de tiempo que esta había pasado en el exterior por si sola?
Apretó los dientes y tomó la inciativa, comenzó a ganar terreno en apenas unos segundos de combate. Sorpresivamente no le costó demasiado esfuerzo hacerla retroceder, por algún motivo parecía ausente, casi como si hubiese algo que le preocupase.
Pero por más que trataba de conversar con la duelista, esta estaba decidida a desarmarle.
- ¡Vale! Se acabó – levantó su espada, dejó que la mujer le apuntase con la suya, era evidente que aquella pelea tenía algún significado importante detrás; Pero seguía sin ver el cual, después de todo, no conocía de nada a Alissa – Tú ganas. – dijo bajando su arma.
Alissa frunció el ceño y contrajo su expresión en una de urgencia y molestia.
- ¡No! – gritó está de vuelta. - ¡Así no vale! – afirmó - ¡Tengo que derrotarte! – agregó. – O si no… - Pudo ver como la guerrera sujetaba con firmeza el pomo de su espada, temblando durante unos instantes, volvió a levantar el arma. - ¡Enfréntate a mí, Eltrant Tale! – gritó levantando la espada. Eltrant enarcó una ceja y, bajo la atenta mirada de la mujer, envainó la espada.
- ¿O si no, qué? – preguntó – Termina la frase. – ordenó seriamente.
- Lo cierto es que no tengo ni idea de que quiere de mí – dijo girándose a mirar como la joven desaparecía tras la puerta principal del local. – Pero… - Se atusó la barba unos segundos y sonrió al hombre. - ¿Qué puede salir mal? – Era consciente de que aquella pregunta tenía más de un centenar de respuestas diferentes, pero la duelista estaba siendo su suficiente insistente como para que dejase aquello de lado.
Lanzó un último vistazo a Lyn, que seguía conversando con la chica de aspecto altivo y dejó escapar un leve suspiro para, segundos después, depositar un par de aeros frente a los hombres.
- A la siguiente invito yo. – aseguró marchándose hacía la salida, estaba seguro de que le conocía de algo, tenía que preguntarle después de aquella pelea “amistosa” si se habían cruzado antes, o si, al menos, aquellos hombres frecuentaban Lunargenta o los bosques del este.
No pudo evitar ver, según se encaminaba hacía la salida, como los tres individuos que hacía minutos habían estado jugando a las cartas con Lyn volvían al interior de la taberna. ¿Cuándo se habían marchado? Apenas había notado su ausencia, tampoco es que importase mucho, no es como si le agradase ver al individuo al que había tenido que dar Saludó de una cabezada a los hombres, los cuales se dirigían a la barra justo dónde estaban Frith e Ingvar, y salió al exterior.
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Lyn se mordió el labio inferior al ver la expresión que ponía la joven al mirarla, conocía aquella expresión, demasiado bien. No pensaba que tendría que lidiar aquella noche dos veces con la misma situación.
¿La había reconocido? ¿Había sonreído demasiado y había dejado entrever los colmillos? Aunque le gustaba pensar que no era así, no era algo que no hubiese pasado antes.
Se alejó un par de pasos de la muchacha y desvió levemente la mirada. Si no toleraba su presencia no iba a forzarla a soportarla; esa era su forma de ser, así era como solía guerrear con aquellos contratiempos.
No tenía más que marcharse tras el Mortal y salir de allí, pero, por alguna razón, cuando aquella niña le preguntó cuál era su verdadera edad se quedó dónde estaba; frunció levemente el ceño y volvió a mirar a la chica.
La realidad era que le gustaba la indumentaria que la muchacha llevaba y sentía curiosidad por saber de dónde la había sacado, aun cuando esta se estaba comportando de aquella forma. ¿Un Jane Curie había dicho? Si era sincera consigo misma, no reconocía aquel nombre.
- Los suficientes. – dijo con educación, sin apartar sus ojos de los de la muchacha.
Justo en ese momento los tres tipos con los que habían estado jugando a las cartas se acercaron en tropel hasta dónde Ignvar y Frith bebían, por supuesto, Marcus, el tipo corpulento al que el Mortal se había visto obligado a pagar, le volvió a dedicar una mirada de profundo desprecio.
Sorpresivamente el joven Klein no se detuvo junto a Frith, este dejó a sus dos enormes compañeros con los aventureros y se acercó a las chicas haciendo gala de una sonrisa que, a ojos de la gran mayoría de las féminas de Aerandir, solo podía ser encantadora.
- Señoritas… - Aunque usó el plural, el rubio miró solamente a la princesita, Lyn enarcó una ceja y se cruzó de brazos. – Me sabe mal que estés… que estéis – se corrigió rápido al percatarse de nuevo de la presencia de la vampiresa - Aquí… aquí solas. – amplió la sonrisa. - ¿Puedo invitaros a unas copas? – Golpeó la barra para llamar la atención del camarero. – Por supuesto, no de este mejunje… que estas bebiendo… - volvió a centrarse en la joven noble – Lo más caro del local, solo para tí. – depositó una bolsita de Aeros sobre la mesa. – Para vosotras… - Volvió a corregirse.Lyn puso los ojos en blanco y negó con la cabeza.
- Sí que estas desesperado. – dijo la vampiresa suspirando, Klein frunció el ceño, pero no contestó, volvió a recuperar su rostro afable y miró de forma inquisitiva a Mina.
Mientras tanto, a pocos metros de dónde estaban, Grognar y Marcus alardeaban junto a Frith de un último trabajo que habían realizado, uno que les había proporcionado bastantes Aeros, los suficientes como para vivir tranquilos una temporada.
No tardaron en proponer una extensión de dicho trabajo a los dos hombres.
_____________________________________________________
Bloqueó con Recuerdo tan pronto salió del local, apretó los dientes cuando su espada de hielo frenó el acero de la chica, la cual le había atacado sin previo aviso.
- ¿¡Pero no habías dicho que sin armadura?! – protestó Eltrant forcejando con la mujer, apenas había cerrado la puerta de la taberna tras de sí, embistió hacia adelante y se zafó de ella unos segundos.
No respondió, al menos inmediatamente, parecía nerviosa, aún más que cuando le pedía combatir con insistencia. ¿Había sucedido algo en el breve periodo de tiempo que esta había pasado en el exterior por si sola?
Apretó los dientes y tomó la inciativa, comenzó a ganar terreno en apenas unos segundos de combate. Sorpresivamente no le costó demasiado esfuerzo hacerla retroceder, por algún motivo parecía ausente, casi como si hubiese algo que le preocupase.
Pero por más que trataba de conversar con la duelista, esta estaba decidida a desarmarle.
- ¡Vale! Se acabó – levantó su espada, dejó que la mujer le apuntase con la suya, era evidente que aquella pelea tenía algún significado importante detrás; Pero seguía sin ver el cual, después de todo, no conocía de nada a Alissa – Tú ganas. – dijo bajando su arma.
Alissa frunció el ceño y contrajo su expresión en una de urgencia y molestia.
- ¡No! – gritó está de vuelta. - ¡Así no vale! – afirmó - ¡Tengo que derrotarte! – agregó. – O si no… - Pudo ver como la guerrera sujetaba con firmeza el pomo de su espada, temblando durante unos instantes, volvió a levantar el arma. - ¡Enfréntate a mí, Eltrant Tale! – gritó levantando la espada. Eltrant enarcó una ceja y, bajo la atenta mirada de la mujer, envainó la espada.
- ¿O si no, qué? – preguntó – Termina la frase. – ordenó seriamente.
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- Grognar:
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Eltrant Tale
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Aunque no parecía que hubiera motivos fundamentados por los que continuar con aquella pelea, el chico se dispuso a continuarla sin problemas, sin preocupación. Pensé que estaría seguro de que iba a ganar, y aquello podía entenderlo. Tal vez es que estaba en aquellos momentos completamente borracho, y poco le importaba lo que pudiera suceder a su alrededor. Eso siempre era genial, la sensación de ser un héroe, de que nadie podría contra ti. Especialmente útil cuando realmente tenias todas las de ganar. Sino, podías acabar en algún establo sin recordar en nada, acostado encima de un montón de estiércol de caballo.
Ingvar se giro hacia la mujer, pues en aquella ocasión, ella se había dirigido a el. El rápidamente esbozo una sonrisa, aquella clase de sonrisa que solía gustarle colocar cuando estaba ante una mujer bella. El estaba seguro de que de aquel modo podía hacerse ver mucho mas atractivo, mas cercano, pero en realidad se notaba desde la otra ciudad que tan solo quería mostrar “su mejor perfil”.
— Oh, no, no vivo aquí. He vivido aquí en alguna ocasión, pero nunca durante demasiado tiempo —respondió Ingvar—. Cosas importantes me mueven de aquí a allá. “Negocios”.
Pero la mujer se distrajo rápidamente, por lo que Ingvar perdió la atención de ella mas rápido de lo que había esperado. Me quede mirándolo, con su mueca de frustración, de desesperación, se le había escapado una mujer hermosa, una que había tomado algunos segundos en responderle, en comenzar una conversación con el. Todas las posibilidades parecían haberse esfumado para el. No pude evitar reírme, mientras negaba con la cabeza y me llevaba la jarra nuevamente a los labios para seguir bebiendo. No paso mucho tiempo hasta que aquellos con los que había estado jugando la acompañante del joven que se había marchado para pelear, se acercaron hasta nosotros. Dos de ellos se quedaron con nosotros. No parecían interesados en pelear ni mucho menos. El tercero se acerco a las mujeres.
Escuche con curiosidad y atención lo que les decía. No pude evitar reírme ante el comentario de la vampira.
— Coincido plenamente con ella.
Ingvar dejo escapar un largo suspiro y tomo otro trago a su jarra. Entonces fue cuando aquellos dos individuos se dispusieron a hablarnos. Pensábamos que nos producirían algún inconveniente, que podrían ser belicosos, como parecía ser la mayoría de la gente en aquella taberna. Pero contrariamente a lo que imaginamos, comenzó a hablar al que mas tarde conocería como Marcus. Un hombre de gran panza, pero evidente fortaleza. Nos hizo saber sobre sus próximas adquisiciones, y sobre lo poco que echaba de menos trabajar, y lo poco que lo echaría de menos durante los próximos meses. La razón? Un trabajo que salio bien, y les había colmado de Aeros. Ahora no necesitaban hacer nada mas durante una temporada, mas que disfrutar del oro.
— Pero creo que podría pasarme incluso unos meses mas bebiendo hidromiel fresca, si termináramos aquello, recuerdas? —Pregunto entonces dirigiendo su mirada a Grognar. Este asintió.
— Aunque eso nos puede dar problemas con ese grupo de mercenarios. Y quiero poder seguir bebiendo sabiendo que después cuando me quede dormido, no vendrá nadie a clavarme una guadaña en la espalda. -respondió Grognar.
— De que se trata? —Respondió rápidamente Ingvar. El estaba siempre interesado, al fin y al cabo era quien se movía entre los mercenarios para conseguir nuevos trabajos, o empleados mercenarios que formaran parte de aquellos trabajos—. Podría hacer el trabajo mas fácil. Estoy acostumbrado.
— Aun así no has conseguido hasta ahora un trabajo que nos permita estar una temporada sin hacer nada —respondí yo entonces.
Entonces Ingvar se giro hacia mi y poso sus manos sobre sus prendas, alzándolas levemente para hacer denotar la calidad de estas. Como dije anteriormente, podía haberse hecho pasar por un noble fácilmente.
— De verdad crees que me duran las ganancias? —Me dijo entonces con una sonrisa. Luego se giro hacia Marcus—. Bueno, de que se trata? El dinero es bello, lo da todo, así que hay que perseguirlo sin dudarlo.
Ingvar se giro hacia la mujer, pues en aquella ocasión, ella se había dirigido a el. El rápidamente esbozo una sonrisa, aquella clase de sonrisa que solía gustarle colocar cuando estaba ante una mujer bella. El estaba seguro de que de aquel modo podía hacerse ver mucho mas atractivo, mas cercano, pero en realidad se notaba desde la otra ciudad que tan solo quería mostrar “su mejor perfil”.
— Oh, no, no vivo aquí. He vivido aquí en alguna ocasión, pero nunca durante demasiado tiempo —respondió Ingvar—. Cosas importantes me mueven de aquí a allá. “Negocios”.
Pero la mujer se distrajo rápidamente, por lo que Ingvar perdió la atención de ella mas rápido de lo que había esperado. Me quede mirándolo, con su mueca de frustración, de desesperación, se le había escapado una mujer hermosa, una que había tomado algunos segundos en responderle, en comenzar una conversación con el. Todas las posibilidades parecían haberse esfumado para el. No pude evitar reírme, mientras negaba con la cabeza y me llevaba la jarra nuevamente a los labios para seguir bebiendo. No paso mucho tiempo hasta que aquellos con los que había estado jugando la acompañante del joven que se había marchado para pelear, se acercaron hasta nosotros. Dos de ellos se quedaron con nosotros. No parecían interesados en pelear ni mucho menos. El tercero se acerco a las mujeres.
Escuche con curiosidad y atención lo que les decía. No pude evitar reírme ante el comentario de la vampira.
— Coincido plenamente con ella.
Ingvar dejo escapar un largo suspiro y tomo otro trago a su jarra. Entonces fue cuando aquellos dos individuos se dispusieron a hablarnos. Pensábamos que nos producirían algún inconveniente, que podrían ser belicosos, como parecía ser la mayoría de la gente en aquella taberna. Pero contrariamente a lo que imaginamos, comenzó a hablar al que mas tarde conocería como Marcus. Un hombre de gran panza, pero evidente fortaleza. Nos hizo saber sobre sus próximas adquisiciones, y sobre lo poco que echaba de menos trabajar, y lo poco que lo echaría de menos durante los próximos meses. La razón? Un trabajo que salio bien, y les había colmado de Aeros. Ahora no necesitaban hacer nada mas durante una temporada, mas que disfrutar del oro.
— Pero creo que podría pasarme incluso unos meses mas bebiendo hidromiel fresca, si termináramos aquello, recuerdas? —Pregunto entonces dirigiendo su mirada a Grognar. Este asintió.
— Aunque eso nos puede dar problemas con ese grupo de mercenarios. Y quiero poder seguir bebiendo sabiendo que después cuando me quede dormido, no vendrá nadie a clavarme una guadaña en la espalda. -respondió Grognar.
— De que se trata? —Respondió rápidamente Ingvar. El estaba siempre interesado, al fin y al cabo era quien se movía entre los mercenarios para conseguir nuevos trabajos, o empleados mercenarios que formaran parte de aquellos trabajos—. Podría hacer el trabajo mas fácil. Estoy acostumbrado.
— Aun así no has conseguido hasta ahora un trabajo que nos permita estar una temporada sin hacer nada —respondí yo entonces.
Entonces Ingvar se giro hacia mi y poso sus manos sobre sus prendas, alzándolas levemente para hacer denotar la calidad de estas. Como dije anteriormente, podía haberse hecho pasar por un noble fácilmente.
— De verdad crees que me duran las ganancias? —Me dijo entonces con una sonrisa. Luego se giro hacia Marcus—. Bueno, de que se trata? El dinero es bello, lo da todo, así que hay que perseguirlo sin dudarlo.
Friðþjófur Rögnvaldsson
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¿Le había ofendido?
¡Le había ofendido! ¡A la vampiresa! Pero, ofendida no debería estar. ¡Avergonzada sí! ¡Y mucho! -Creo que "los suficientes" años han sido bastante pocos o perdida en el bosque, bella mía, para no conocer a La Curie... pero no te preocupes, eso lo podemos arreglar fácilmente- le aseguró. Ropa y moda, algo que trasciende razas y diferencias, y une a las mujeres en sororidad. ¿Qué importa que sea vampiresa? Hasta siendo una maldita y condenada hay que lucir bien. Y este pobre ángel caído necesitaba una mano amiga que le ayudara a transitar el maravilloso camino de la renovación de clóset y cambio de imágen. -Pero habrá que variar un poco, salir de solo negro. Tu piel blanca luce bien con otros colores fuertes, ya vas a ver. Tengo algunas prendas, poco porque estoy viajando, pero puedo prescindir de un vestido si este te queda bien. Detestaría despedirme de ti sin haberte ayudado- expresó, olvidando por completo al hombre de la nariz torcida y haciendo el gesto de levantarse de la silla.
Pero no alcanzó a ponerse de pie cuando un encantador muchacho se les acercó. Aquella sonrisa perfecta era adorable, iluminaba su rostro. ¿Cuantas horas la practicará frente al espejo? Les ofreció más bebidas, pero Mina no estaba interesada en alcohol u hombres, aquella noche tenía una muñeca que vestir, peinar y maquillar. -¡Oh! Eres muy amable, querido, pero será en otra ocasión...- dijo melosa, deslizándose de la silla -Mi amiga y yo tenemos qué hacer- comentó, tomando la mano de Lyn. -Ya sabes, cosas de chicas- finalizó coqueta, guiñándole el ojo.
Apretó la mano de la vampiresa y la llevó consigo. Acercándose a su oído le susurró -Vamos con cuidado, que este no va a aceptar un no tan fácilmente...- dijo, mirando a los ojos de la chica.
¡Le había ofendido! ¡A la vampiresa! Pero, ofendida no debería estar. ¡Avergonzada sí! ¡Y mucho! -Creo que "los suficientes" años han sido bastante pocos o perdida en el bosque, bella mía, para no conocer a La Curie... pero no te preocupes, eso lo podemos arreglar fácilmente- le aseguró. Ropa y moda, algo que trasciende razas y diferencias, y une a las mujeres en sororidad. ¿Qué importa que sea vampiresa? Hasta siendo una maldita y condenada hay que lucir bien. Y este pobre ángel caído necesitaba una mano amiga que le ayudara a transitar el maravilloso camino de la renovación de clóset y cambio de imágen. -Pero habrá que variar un poco, salir de solo negro. Tu piel blanca luce bien con otros colores fuertes, ya vas a ver. Tengo algunas prendas, poco porque estoy viajando, pero puedo prescindir de un vestido si este te queda bien. Detestaría despedirme de ti sin haberte ayudado- expresó, olvidando por completo al hombre de la nariz torcida y haciendo el gesto de levantarse de la silla.
Pero no alcanzó a ponerse de pie cuando un encantador muchacho se les acercó. Aquella sonrisa perfecta era adorable, iluminaba su rostro. ¿Cuantas horas la practicará frente al espejo? Les ofreció más bebidas, pero Mina no estaba interesada en alcohol u hombres, aquella noche tenía una muñeca que vestir, peinar y maquillar. -¡Oh! Eres muy amable, querido, pero será en otra ocasión...- dijo melosa, deslizándose de la silla -Mi amiga y yo tenemos qué hacer- comentó, tomando la mano de Lyn. -Ya sabes, cosas de chicas- finalizó coqueta, guiñándole el ojo.
Apretó la mano de la vampiresa y la llevó consigo. Acercándose a su oído le susurró -Vamos con cuidado, que este no va a aceptar un no tan fácilmente...- dijo, mirando a los ojos de la chica.
Mina Harker
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Re: Vientos de Vulwulfar [Libre] [3/3] [Cerrado]
¿Por qué se dejaba arrastrar a su juego? Parte de lo que decía la joven era cierto, había vivido mucho, lo suficiente como para aprender a no verse involucrada en rencillas como aquellas, pero había algo enigmático en la chica, algo que, aunque no sabía ponerle nombre, le urgía a quedarse allí con ella, aun soportando al baboso rubio que seguía mirando a Mina fijamente.
¿Dónde estaba el Mortal? ¿Habría acabado su “duelo” con la chica que le había seguido hasta la taberna?
La atmosfera en aquel lugar era extraña, aun cuando la música y el sonido de los alegres bebedores seguía siendo una constante, había algo que no terminaba de encajar en todo aquello. Los dos sujetos que habían jugado con ella a las cartas conversando con la pareja de aventureros de la barra o el rubio que prácticamente imploraba a Mina a que le siguiese.
Aunque, fuese cual fuese el caso, Lyn no pudo evitar desechar todas sus sospechas. La vampiresa dejó que se le iluminase la cara durante unos instantes, cuando Mina mencionó que, aun cuando la vampiresa solía vestir siempre de negro y no iba “arreglada”, ella podía ayudarla con eso.
- ¡¿So… somos amigas?! – preguntó agarrando una de las manos de la joven, con una amplia sonrisa cruzando su rostro. - ¿¡De verdad?! - Aquello la había sorprendido más de lo que le gustaría admitir si le preguntasen; Usualmente, en cuanto se descubría su verdadera naturaleza, las personas huían de ella o, como mínimo, se mostraban distantes y frías. Podía contar con los dedos de una mano las personas que no lo habían hecho. Y al parecer, Mina estaba entre ellas.
- ¡Enséñame! – Dijo de buen humor zarandeando levemente a la joven que la sujetaba ahora de la mano, ignorando por completo al rubio quien, murmurando algo en voz baja, se giró sobre sí mismo al ser rechazado por Mina y, sin dejar la barra, dejó que las dos muchachas se fuesen.
Parecía molesto, hablando consigo mismo de cosas que Lyn, desde dónde estaba, no llegó a captar. Principalmente debido al ruido que reinaba en el local.
- ¡No te preocupes! – dijo Lyn dándose un leve golpe en el pecho. - ¡Si no quiere decir no, le obligamos! – ensanchó su sonrisa, estaba contenta, ni siquiera se preocupó en ocultar sus incisivos.
El Mortal no se iba a creer aquello, era cierto que a primera vista Mina podía parecer una de las tantas niñas ricas que pululaban Aerandir, Lyn se había encontrado a más de un centenar de ellas. Pero no era mala, no lo parecía de todos modos.
Además, iba a tener un vestido nuevo. ¿Sería rosa? Esperaba que fuese rosa, o amarillo, amarillo estaría bien. Daba igual el color, Mina parecía conocer todo lo necesario de aquellas cosas, solo tenía que mirarla para saberlo.
Seguro que estaba bien.
Grognar y Marcus asintieron conformes cuando la pareja accedió a trabajar con ellos.
No les extrañaba, parecían hombres fuertes, recios; En definitiva: personas competentes. Seguro que encajaban bien en el grupo.
Informaron a la pareja, sin mucha dilación tras el rápido intercambio de palabras, de que les siguiesen para conocer los detalles del nuevo oficio que acaban de aceptar. Una vez en el “refugio” pondría al día a los dos nuevos reclutas y les pagarían el anticipo. Con ellos dos ya rondaban los diez miembros y, aunque a Marcus no le terminaba de gustar el tener que dividir las ganancias, al jefe le parecía que la base de todo grupo eran unos cimientos fuertes.
Aquellos dos hombres que acababan de ganarse para la causa parecían buenos pilares: fuertes, tan fuertes como ellos mismos. Probablemente no necesitarían más novatos en una temporada con ellos dos.
- ¡Os vais a hacer de oro! – Bramó Grognar antes de dejar la posada, dándole una fuerte palmada en la espalda al más bajo de la pareja.
Iban a abandonar el local dejando a Klein detrás, el brujo había tenido, supuestamente, un problema con la nueva adquisición.
Era una lástima, parecía que iba a ser fácil, la chica había demostrado ser más inteligente de lo que parecía, avisaría al jefe de que mandase ayuda cuando llegasen al refugio. Antes de marcharse, Marcus miró fijamente al rubio, que seguía sin moverse del lugar en el que habían estado las dos chicas y asintió levemente, Klein le respondió de la misma forma y, pausadamente, siguió bebiendo como si no pasase nada.
- Muy bien, muchachos. – dijo a los dos hombres antes de abandonar la taberna. – Seguidnos... si seguis con la misma idea en vuestra cabeza. – aseveró abriendo la puerta frente a ellos.
Sujetó la espada de la duelista con la mano, inmovilizando el arma.
El guantelete de metal bloqueó el acero, Eltrant hizo fuerza para que la joven no huyese, la cual daba tirones de forma insistente, esperando escapar del agarre del exmercenario. La joven era insistente, tenía que admitirlo.
- ¡¿Por qué no te dejas ganar y ya!? – Preguntó Alissa sin dejar de forcejear con Eltrant. - ¡Vamos! ¡Hazlo! – Frunció el ceño, la muchacha era buena con la espada, mejor que él incluso, pero por alguna razón estaba nerviosa, muy nerviosa.
Lo suficiente como para que Eltrant pudiese ver con total claridad cada estocada, cada finta, que la muchacha realizaba. Aquello cada vez era más y más raro.
- Ríndete… - dijo Eltrant por décima vez, liberando la espada de la joven y suspirando agotado. Seguía sin convencer a Alissa de que le dijese el verdadero motivo por el cual quería pelear con él.
Solo sabía que alguien estaba, de alguna forma, obligándola a hacerlo por algún motivo.
Fue cuando la puerta de la taberna se abrió a su espalda de forma repentina y Alissa, apresuradamente, se ocultó en un callejón al ver al primero de los sujetos que abandonaba el local cuando comprendió, al menos, que los mercenarios que habían jugado a las cartas con Lyn tenían algo que ver con su actitud.
Sin perder un instante, siguió a la muchacha y se ocultó tras unos barriles húmedos, un lugar desde el cual pudo ver a los que salían de la taberna; faltaba el rubio, pero por la oscuridad no pudo ver cuantos había en realidad. Cómo minimo eran dos.
¿Qué se suponía que iban a hacer?
- Tenía que haberte ganado ya… - dijo Alissa a su espalda. – Ahora… van a matarla – Susurró, Eltrant no llegó a oir esa frase. La duelista se mordió el labio inferior y lanzó una mirada cargada de odio a Eltrant. – Solo… tenías que soltar tu espada. – aseguró, dejando que cada palabra que brotaba de sus labios liberase parte de la ansiedad que, era evidente, sentía en aquel momento.
- ¿Me vas a decir que pasa ya? – preguntó Eltrant sin perder de vista a las siluetas que se perdían en las calles de la ciudad.
- ¿De qué serviri…? – Antes de que pudiese terminar de hablar, Eltrant abandonó el escondite.
- Da igual, voy a seguirles. Tienes problemas con ellos. ¿Verdad? – Lyn estaba bebiendo en la taberna y sabía cuidarse de sí misma, estaría bien durante unas horas, podía permitirse ir tras aquellos hombres.
- Espera – Alissa salió del callejón en una rápida carrera y se colocó tras Eltrant. – Lo… entenderás todo cuando lo veas. – El exguarda enarcó una ceja y, tras unos segundos, asintió.
Las siluetas se dirigían a los muelles, sin perder más tiempo, se encaminó tras ellas.
Off: Basicamente estoy improvisandolo todo, no tengo nada pensado, así que si quereis podeis añadir a la historia cualquier cosa que encontreis interesante :'D
¿Dónde estaba el Mortal? ¿Habría acabado su “duelo” con la chica que le había seguido hasta la taberna?
La atmosfera en aquel lugar era extraña, aun cuando la música y el sonido de los alegres bebedores seguía siendo una constante, había algo que no terminaba de encajar en todo aquello. Los dos sujetos que habían jugado con ella a las cartas conversando con la pareja de aventureros de la barra o el rubio que prácticamente imploraba a Mina a que le siguiese.
Aunque, fuese cual fuese el caso, Lyn no pudo evitar desechar todas sus sospechas. La vampiresa dejó que se le iluminase la cara durante unos instantes, cuando Mina mencionó que, aun cuando la vampiresa solía vestir siempre de negro y no iba “arreglada”, ella podía ayudarla con eso.
- ¡¿So… somos amigas?! – preguntó agarrando una de las manos de la joven, con una amplia sonrisa cruzando su rostro. - ¿¡De verdad?! - Aquello la había sorprendido más de lo que le gustaría admitir si le preguntasen; Usualmente, en cuanto se descubría su verdadera naturaleza, las personas huían de ella o, como mínimo, se mostraban distantes y frías. Podía contar con los dedos de una mano las personas que no lo habían hecho. Y al parecer, Mina estaba entre ellas.
- ¡Enséñame! – Dijo de buen humor zarandeando levemente a la joven que la sujetaba ahora de la mano, ignorando por completo al rubio quien, murmurando algo en voz baja, se giró sobre sí mismo al ser rechazado por Mina y, sin dejar la barra, dejó que las dos muchachas se fuesen.
Parecía molesto, hablando consigo mismo de cosas que Lyn, desde dónde estaba, no llegó a captar. Principalmente debido al ruido que reinaba en el local.
- ¡No te preocupes! – dijo Lyn dándose un leve golpe en el pecho. - ¡Si no quiere decir no, le obligamos! – ensanchó su sonrisa, estaba contenta, ni siquiera se preocupó en ocultar sus incisivos.
El Mortal no se iba a creer aquello, era cierto que a primera vista Mina podía parecer una de las tantas niñas ricas que pululaban Aerandir, Lyn se había encontrado a más de un centenar de ellas. Pero no era mala, no lo parecía de todos modos.
Además, iba a tener un vestido nuevo. ¿Sería rosa? Esperaba que fuese rosa, o amarillo, amarillo estaría bien. Daba igual el color, Mina parecía conocer todo lo necesario de aquellas cosas, solo tenía que mirarla para saberlo.
Seguro que estaba bien.
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Grognar y Marcus asintieron conformes cuando la pareja accedió a trabajar con ellos.
No les extrañaba, parecían hombres fuertes, recios; En definitiva: personas competentes. Seguro que encajaban bien en el grupo.
Informaron a la pareja, sin mucha dilación tras el rápido intercambio de palabras, de que les siguiesen para conocer los detalles del nuevo oficio que acaban de aceptar. Una vez en el “refugio” pondría al día a los dos nuevos reclutas y les pagarían el anticipo. Con ellos dos ya rondaban los diez miembros y, aunque a Marcus no le terminaba de gustar el tener que dividir las ganancias, al jefe le parecía que la base de todo grupo eran unos cimientos fuertes.
Aquellos dos hombres que acababan de ganarse para la causa parecían buenos pilares: fuertes, tan fuertes como ellos mismos. Probablemente no necesitarían más novatos en una temporada con ellos dos.
- ¡Os vais a hacer de oro! – Bramó Grognar antes de dejar la posada, dándole una fuerte palmada en la espalda al más bajo de la pareja.
Iban a abandonar el local dejando a Klein detrás, el brujo había tenido, supuestamente, un problema con la nueva adquisición.
Era una lástima, parecía que iba a ser fácil, la chica había demostrado ser más inteligente de lo que parecía, avisaría al jefe de que mandase ayuda cuando llegasen al refugio. Antes de marcharse, Marcus miró fijamente al rubio, que seguía sin moverse del lugar en el que habían estado las dos chicas y asintió levemente, Klein le respondió de la misma forma y, pausadamente, siguió bebiendo como si no pasase nada.
- Muy bien, muchachos. – dijo a los dos hombres antes de abandonar la taberna. – Seguidnos... si seguis con la misma idea en vuestra cabeza. – aseveró abriendo la puerta frente a ellos.
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Sujetó la espada de la duelista con la mano, inmovilizando el arma.
El guantelete de metal bloqueó el acero, Eltrant hizo fuerza para que la joven no huyese, la cual daba tirones de forma insistente, esperando escapar del agarre del exmercenario. La joven era insistente, tenía que admitirlo.
- ¡¿Por qué no te dejas ganar y ya!? – Preguntó Alissa sin dejar de forcejear con Eltrant. - ¡Vamos! ¡Hazlo! – Frunció el ceño, la muchacha era buena con la espada, mejor que él incluso, pero por alguna razón estaba nerviosa, muy nerviosa.
Lo suficiente como para que Eltrant pudiese ver con total claridad cada estocada, cada finta, que la muchacha realizaba. Aquello cada vez era más y más raro.
- Ríndete… - dijo Eltrant por décima vez, liberando la espada de la joven y suspirando agotado. Seguía sin convencer a Alissa de que le dijese el verdadero motivo por el cual quería pelear con él.
Solo sabía que alguien estaba, de alguna forma, obligándola a hacerlo por algún motivo.
Fue cuando la puerta de la taberna se abrió a su espalda de forma repentina y Alissa, apresuradamente, se ocultó en un callejón al ver al primero de los sujetos que abandonaba el local cuando comprendió, al menos, que los mercenarios que habían jugado a las cartas con Lyn tenían algo que ver con su actitud.
Sin perder un instante, siguió a la muchacha y se ocultó tras unos barriles húmedos, un lugar desde el cual pudo ver a los que salían de la taberna; faltaba el rubio, pero por la oscuridad no pudo ver cuantos había en realidad. Cómo minimo eran dos.
¿Qué se suponía que iban a hacer?
- Tenía que haberte ganado ya… - dijo Alissa a su espalda. – Ahora… van a matarla – Susurró, Eltrant no llegó a oir esa frase. La duelista se mordió el labio inferior y lanzó una mirada cargada de odio a Eltrant. – Solo… tenías que soltar tu espada. – aseguró, dejando que cada palabra que brotaba de sus labios liberase parte de la ansiedad que, era evidente, sentía en aquel momento.
- ¿Me vas a decir que pasa ya? – preguntó Eltrant sin perder de vista a las siluetas que se perdían en las calles de la ciudad.
- ¿De qué serviri…? – Antes de que pudiese terminar de hablar, Eltrant abandonó el escondite.
- Da igual, voy a seguirles. Tienes problemas con ellos. ¿Verdad? – Lyn estaba bebiendo en la taberna y sabía cuidarse de sí misma, estaría bien durante unas horas, podía permitirse ir tras aquellos hombres.
- Espera – Alissa salió del callejón en una rápida carrera y se colocó tras Eltrant. – Lo… entenderás todo cuando lo veas. – El exguarda enarcó una ceja y, tras unos segundos, asintió.
Las siluetas se dirigían a los muelles, sin perder más tiempo, se encaminó tras ellas.
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Off: Basicamente estoy improvisandolo todo, no tengo nada pensado, así que si quereis podeis añadir a la historia cualquier cosa que encontreis interesante :'D
Eltrant Tale
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Re: Vientos de Vulwulfar [Libre] [3/3] [Cerrado]
— No te quepa duda —dijo rápidamente Ingvar—. No sabes como me entusiasma la idea de “ser de oro”.
Por mi parte, por un momento una pequeña duda paso por mi mente. No era una duda en concreto, tan solo se trataba de un aire de desconfianza breve y repentino. Si bien siempre había confiado en los trabajos que Ingvar había conseguido, esto se debía a que era el mismo quien los encontraba y quien los distribuía en el campamento de los mercenarios. Sin embargo, en aquel caso, no teníamos la menor idea de lo que sucedería. No sabíamos de que se trataba el trabajo, ni tampoco sabíamos quienes mas serian participes, si es que había mas individuos en aquel plan. Tal vez aquello era lo único que me echaba para atrás. Por lo demás, el hecho de conseguir algún dinero me entusiasmaba tanto como a Ingvar, aunque por distintas finalidades.
Salimos de la taberna, acompañando a los individuos. Uno de ellos dirigió su mirada a su alrededor, como buscando algo o alguien con la mirada. Tal vez quería asegurarse de que no nos siguieran a donde fuera aoque íbamos. En cuanto pareció mas tranquilo, habiéndose confirmado a si mismo que no había nadie mas ahí fuera mirándonos, emprendimos nuestra marcha por las callejuelas. Una marcha que duro algunos minutos, hasta que finalmente llegamos a un pequeño establecimiento. Una taberna?= no, pero era algo parecido. No muy grande, era lo que parecía una mezcla de herbolario, taberna, y enfermería en un mismo local. Ni borracho me habría dejado tratar en aquel lugar en el caso de encontrarme herido. De todas formas, era evidente que aquel lugar n orea mas que una tapadera que servía de punto de encuentro para tipos como nosotros.
Marcus fue quien golpeo repetidas veces a la puerta, muy despacio, pero lo suficientemente fuerte como para que el golpe fuera sonoro. E enseguida alguien golpeo nuevamente a la puerta, siguiendo un patrón rítmico en sus golpes. Marcus volvió a golpear durante un numero de veces que no llegue a contar, también con un ritmo muy concreto. En seguida alguien abrió, haciendo un ademán para que entráramos. Estaba oscuro, también dentro de aquel local, por lo que no llegue a verle el rostro en un primer instante. Entramos en el interior de aquel establecimiento, y siguiendo a los dos mercenarios continuamos caminando hasta unas escaleras, descendiendo al sótano de aquel local. Allí, por fin se hizo la luz. Tuve entrecerrados mis ojos por unos instantes, debido al contraste lumínico, pero por fin pude ver el rostro del desconocido. Era un hombre pelirrojo, de un tono tan rojizo como la sangre. Tenia un tajo en la cara, un ojo completamente blanco y la barba desaliñada. No esperaba menos!
— Quienes son ellos? —Pregunto aquel individuo, dirigiendo ahora su mirada hacia nosotros. No parecía muy contento con nuestra llegada—. Creía que había quedado claro que no quería a nadie mas para hacer esto.
— Pero ellos están en el negocio desde hace mucho tiempo. Tan solo míralos —dijo Grognar, mientras se me acercaba a mi. Me palmeo el brazo repetidas veces, como para mostrar mi musculatura—. Con estos dos podremos hacerlo mucho mas rápido, sera menos arriesgado, y hasta podríamos conseguir mas dinero con el encargo.
— Que dices? —Pregunto entonces Marcus, sin comprender aquello ultimo.
— Esa familia esta forrada, podemos llevarnos un par de cosas por el camino —se explico Grognar.
— Que familia? Pensaba que primero íbamos a cortarle el cuello a la tramposa.
Ingvar abrió los ojos sorprendido y miro directamente a Marcus.
— Hacerle eso a una bella mujer es algo terrible —dijo entonces Ingvar, el mercenario fino—. Mas todavía si ni siquiera te pagan por ello.
Al desconocido pareció causarle gracia el comentario de Ingvar, dado que esbozo una media sonrisa y emitió algo breve que podría haberse llamado risa.
— Ya os hable de la familia del mercader Aettio —dijo entonces—. Una familia amplia, con muchos individuos fácilmente secuestrables. Por otro lado, han estado burlando a las autoridades con sus sucios negocios durante demasiado tiempo, tanto que sabemos bien de primera mano, que nadie los ayudaría en el caso de que lo necesitaran. El único inconveniente que tenemos en nuestro objetivo, es que obviamente, dado que no tienen esa clase de apoyo, contrataron desde hace cinco años a una guardia especializada que no quita un ojo de encima de ninguno de sus parientes. Sin embargo, por supuesto, con la llegada de estos dos tipos —nos señalo a mi y a Ingvar—, tal vez las cosas sean mucha mas fáciles para nosotros. Tan solo necesito un familiar, después, yo me ocupare de lo demás. Se como hacerlo, no es la primera vez que hago esto ni mucho menos. Pero esta vez, podre conseguir mas dinero del que jamas he conseguido antes con un trabajo de esta clase.
— Nos vendría bien el brujo para esto —comento Grognar, mirando a su compañero regordete de reojo. Este ultimo, se encogió de hombros.
Por mi parte, por un momento una pequeña duda paso por mi mente. No era una duda en concreto, tan solo se trataba de un aire de desconfianza breve y repentino. Si bien siempre había confiado en los trabajos que Ingvar había conseguido, esto se debía a que era el mismo quien los encontraba y quien los distribuía en el campamento de los mercenarios. Sin embargo, en aquel caso, no teníamos la menor idea de lo que sucedería. No sabíamos de que se trataba el trabajo, ni tampoco sabíamos quienes mas serian participes, si es que había mas individuos en aquel plan. Tal vez aquello era lo único que me echaba para atrás. Por lo demás, el hecho de conseguir algún dinero me entusiasmaba tanto como a Ingvar, aunque por distintas finalidades.
Salimos de la taberna, acompañando a los individuos. Uno de ellos dirigió su mirada a su alrededor, como buscando algo o alguien con la mirada. Tal vez quería asegurarse de que no nos siguieran a donde fuera aoque íbamos. En cuanto pareció mas tranquilo, habiéndose confirmado a si mismo que no había nadie mas ahí fuera mirándonos, emprendimos nuestra marcha por las callejuelas. Una marcha que duro algunos minutos, hasta que finalmente llegamos a un pequeño establecimiento. Una taberna?= no, pero era algo parecido. No muy grande, era lo que parecía una mezcla de herbolario, taberna, y enfermería en un mismo local. Ni borracho me habría dejado tratar en aquel lugar en el caso de encontrarme herido. De todas formas, era evidente que aquel lugar n orea mas que una tapadera que servía de punto de encuentro para tipos como nosotros.
Marcus fue quien golpeo repetidas veces a la puerta, muy despacio, pero lo suficientemente fuerte como para que el golpe fuera sonoro. E enseguida alguien golpeo nuevamente a la puerta, siguiendo un patrón rítmico en sus golpes. Marcus volvió a golpear durante un numero de veces que no llegue a contar, también con un ritmo muy concreto. En seguida alguien abrió, haciendo un ademán para que entráramos. Estaba oscuro, también dentro de aquel local, por lo que no llegue a verle el rostro en un primer instante. Entramos en el interior de aquel establecimiento, y siguiendo a los dos mercenarios continuamos caminando hasta unas escaleras, descendiendo al sótano de aquel local. Allí, por fin se hizo la luz. Tuve entrecerrados mis ojos por unos instantes, debido al contraste lumínico, pero por fin pude ver el rostro del desconocido. Era un hombre pelirrojo, de un tono tan rojizo como la sangre. Tenia un tajo en la cara, un ojo completamente blanco y la barba desaliñada. No esperaba menos!
— Quienes son ellos? —Pregunto aquel individuo, dirigiendo ahora su mirada hacia nosotros. No parecía muy contento con nuestra llegada—. Creía que había quedado claro que no quería a nadie mas para hacer esto.
— Pero ellos están en el negocio desde hace mucho tiempo. Tan solo míralos —dijo Grognar, mientras se me acercaba a mi. Me palmeo el brazo repetidas veces, como para mostrar mi musculatura—. Con estos dos podremos hacerlo mucho mas rápido, sera menos arriesgado, y hasta podríamos conseguir mas dinero con el encargo.
— Que dices? —Pregunto entonces Marcus, sin comprender aquello ultimo.
— Esa familia esta forrada, podemos llevarnos un par de cosas por el camino —se explico Grognar.
— Que familia? Pensaba que primero íbamos a cortarle el cuello a la tramposa.
Ingvar abrió los ojos sorprendido y miro directamente a Marcus.
— Hacerle eso a una bella mujer es algo terrible —dijo entonces Ingvar, el mercenario fino—. Mas todavía si ni siquiera te pagan por ello.
Al desconocido pareció causarle gracia el comentario de Ingvar, dado que esbozo una media sonrisa y emitió algo breve que podría haberse llamado risa.
— Ya os hable de la familia del mercader Aettio —dijo entonces—. Una familia amplia, con muchos individuos fácilmente secuestrables. Por otro lado, han estado burlando a las autoridades con sus sucios negocios durante demasiado tiempo, tanto que sabemos bien de primera mano, que nadie los ayudaría en el caso de que lo necesitaran. El único inconveniente que tenemos en nuestro objetivo, es que obviamente, dado que no tienen esa clase de apoyo, contrataron desde hace cinco años a una guardia especializada que no quita un ojo de encima de ninguno de sus parientes. Sin embargo, por supuesto, con la llegada de estos dos tipos —nos señalo a mi y a Ingvar—, tal vez las cosas sean mucha mas fáciles para nosotros. Tan solo necesito un familiar, después, yo me ocupare de lo demás. Se como hacerlo, no es la primera vez que hago esto ni mucho menos. Pero esta vez, podre conseguir mas dinero del que jamas he conseguido antes con un trabajo de esta clase.
— Nos vendría bien el brujo para esto —comento Grognar, mirando a su compañero regordete de reojo. Este ultimo, se encogió de hombros.
Friðþjófur Rögnvaldsson
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Una vez en su habitación de la posada, Mina hurgaba entre sus pertenencias por algún vestido que le pudiera quedar a Lyn. Había llevado pocos, todos de temporadas pasadas, sacrificables para un viaje que no sabía cuánto duraría. Regalar uno no dolería, era por una buena causa. La chica tomaba las prendas que Mina dejaba a un lado y las alzaba, estirándolas en el aire para verlas completas, llena de admiración.
Mientras ellas se probaban vestidos y conjuntos, hablando de las telas y la diferencia entre el negro betún y el negro azabache, tres hombres avanzaban por el pasillo, uno de ellos, el hombre que les había hablado en el bar. Se detuvieron frente a la habitación de Mina, ya sabían cuál era, pero las carcajadas de Lyn las hubiesen delatado de todas formas. Los otros dos hombres se apostaron uno a cada lado de la puerta, de espaldas. Klein, en frente de la puerta, miró a un lado y luego al otro, haciendo un gesto con la cabeza, los tres se taparon la cara con pañuelos que llevaban amarrados al cuello.
El rubio metió la mano en el bolsillo y sacó un frasco redondo, con un contenido gaseoso color verde que se movía, girando dentro. Hizo una media sonrisa de satisfacción, aquellas tontas se habían burlado de él, pero no se escaparían. El jefe tendría lo que quería. Se agachó y tomó una bocanada de aire, los otros dos hicieron lo mismo. Abrió la botella. El gas verde salió de la botella y se deslizó debajo de la puerta. Las risas se detuvieron.
Klein tocó la puerta suavemente. Mina se levantó y abrió, tras ella iba Lyn. El rubio se quitó la pañoleta y sonrió al verlas. La pócima había hecho efecto inmediatamente. -Vale, de acuerdo... ahora aceptaréis venir conmigo sin chistar, vamos, iremos por unos tragos- dijo Klein sonriente.
-Vale, iremos por unos tragos-
-Vale, iremos por unos tragos- respondieron Mina y Lyn al unísono.
Salieron de la habitación siguiendo a Klein. Los otros dos hombres iban detrás de ellas, escoltándolos. Ellas caminaban mirando al piso, con el rostro inexpresivo y los ojos apagados. Lo único que brillaba, era el hermoso vestido de terciopelo rosa que Lyn se había probado.
Mientras ellas se probaban vestidos y conjuntos, hablando de las telas y la diferencia entre el negro betún y el negro azabache, tres hombres avanzaban por el pasillo, uno de ellos, el hombre que les había hablado en el bar. Se detuvieron frente a la habitación de Mina, ya sabían cuál era, pero las carcajadas de Lyn las hubiesen delatado de todas formas. Los otros dos hombres se apostaron uno a cada lado de la puerta, de espaldas. Klein, en frente de la puerta, miró a un lado y luego al otro, haciendo un gesto con la cabeza, los tres se taparon la cara con pañuelos que llevaban amarrados al cuello.
El rubio metió la mano en el bolsillo y sacó un frasco redondo, con un contenido gaseoso color verde que se movía, girando dentro. Hizo una media sonrisa de satisfacción, aquellas tontas se habían burlado de él, pero no se escaparían. El jefe tendría lo que quería. Se agachó y tomó una bocanada de aire, los otros dos hicieron lo mismo. Abrió la botella. El gas verde salió de la botella y se deslizó debajo de la puerta. Las risas se detuvieron.
Klein tocó la puerta suavemente. Mina se levantó y abrió, tras ella iba Lyn. El rubio se quitó la pañoleta y sonrió al verlas. La pócima había hecho efecto inmediatamente. -Vale, de acuerdo... ahora aceptaréis venir conmigo sin chistar, vamos, iremos por unos tragos- dijo Klein sonriente.
-Vale, iremos por unos tragos-
-Vale, iremos por unos tragos- respondieron Mina y Lyn al unísono.
Salieron de la habitación siguiendo a Klein. Los otros dos hombres iban detrás de ellas, escoltándolos. Ellas caminaban mirando al piso, con el rostro inexpresivo y los ojos apagados. Lo único que brillaba, era el hermoso vestido de terciopelo rosa que Lyn se había probado.
Mina Harker
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Se detuvo, parcialmente oculto entre un par de cajas, mirando fijamente la puerta por la que habían desaparecido los cuatro individuos a los que él y Alissa habían seguido durante, aproximadamente, unos diez minutos.
Casi le sorprendía que no se hubiesen percatado de su presencia. Un tipo enfundado en una pesada armadura de metal no era sigiloso, sobre todo una vez la tranquilidad de la noche se había apoderado de la ciudad.
Eltrant estudió el edificio en el que se habían internado aquellas personas. Tenía una pequeña señal desvencijada en la puerta, en realidad, no parecía destacar por nada, a ojos de cualquier persona aquel lugar no era más que otro local más que, en la zona más humilde de la ciudad, trataba de salir adelante.
- ¿Ahí es? – preguntó Eltrant en apenas un susurro a su acompañante.
- Ahí es. – Sentenció Alissa, asintiendo, algo parecido a odio se apoderó de la expresión de la duelista durante unos segundos. Pero, instantes después, la preocupación volvió a apoderarse del rostro de la mujer.
Se atusó la barba. Eran cuatro los que había visto entrar allí y, ellos, solo dos. Aquella casa no parecía especialmente grande, pero no podía descartar que, en el interior del edificio, esperase más gente en el interior con la que inevitablemente iban a tener que lidiar.
- Esta bien… - Suspiró, pasándose la mano por el pelo y levantándose pesadamente, encaminándose hacía la puerta.
- ¿Qué… vas a hacer? – Alissa salió de detrás de las cajas y se colocó junto a Eltrant, este, llevándose las manos hasta el cinturón, lanzó un último vistazo a la puerta de aquella especie de herbolario. ¿O era una taberna? El cartel indicaba que en aquel sitio se vendían medicinas, pero, a su vez, una jarra espumosa yacía grabada en el trozo de madera.
- Dices que van a matar a alguien aquí. ¿Verdad? – Comenzó a unir las piezas del puzle, lo poco que había captado con lo que había visto y oído hasta el momento. Habían obligado a aquella mujer a que se enfrentase a él y, si se negaba, iban a matar a alguien que era importante para ella. Era suficiente para que actuase.
- Sí… - susurró, bajando la mirada unos instantes. – Puede que ya este… - se detuvo a mitad de frase y tomó aire, parecía no atreverse a terminar de hablar.
- Prepara tu espada. – dijo Eltrant desenvainando a Olvido, tras parpadear repetidas veces, Alissa asintió y, con el ceño fruncido, desenvainó el estoque que llevaba atado al cinto.
Respiró hondo, lo que tenía frente a él era una puerta de madera, una, aparentemente, normal. No sería muy complicado.
- Aléjate un poco. – Estiró ambos brazos durante unos segundos y sonrió a la duelista. Por lo menos contaban con la sorpresa de su parte.
Sin decir nada más a Alissa, haciendo uso de todo su cuerpo; de su peso unido al de la armadura que vestía, placó la entrada de aquel herbolario después de tomar un mínimo de inercia con una rápida carrera, usó su hombro a modo de ariete. Los goznes no aguantaron. [1]
La puerta cayó fácilmente bajo su peso, partiéndose en un sinfín de fragmentos de forma bastante ruidosa. Prácticamente todos los que esperaban en el interior del local se giraron inmediatamente hacía él echando mano de sus armas evidentemente sorprendidos.
Eltrant se limitó a avanzar lentamente sobre la, ahora, simple tabla de madera que era la puerta. Dejó descansar a Olvido sobre su hombro y estudió el local, todos le miraban con cara de pocos amigos; una noche típica en la vida de Eltrant Tale.
Le sorprendió encontrarse con algunas caras conocidas. Intuía que los jugadores a los que se había enfrentado Lyn estarían allí, pero no la pareja de aventureros que había conocido en la taberna.
¿Trabajaban todos juntos?
- ¡Devolvedme a Lady Aettio! – Gritó Alissa entrando por el agujero que había sido la entrada principal apenas segundos atrás. - ¡Se acabó! ¡No os vais a llevar a nadie más! – Añadió enseguida, avanzando un par de pasos, colocándose frente a Eltrant.
- Lo que ha dicho aquí mi amiga. – sentenció Eltrant moviendo escuetamente la muñeca.
- Señor… - Klein se arrodilló frente a la figura encapuchada. – Le traigo lo que me encomendó. – dijo con simpleza. – Incluso algo más. – Añadió mirando con una sonrisa a la joven del vestido fucsia. - ¿Prefiere probarlas antes de…? - Justo cuando su líder se disponía a felicitarle por su trabajo, un estruendo llegó hasta los oídos de todos los que estaban presentes en aquella habitación.
Alguien había destrozado la puerta del herbolario, el edificio que estaba al otro lado de la calle y el lugar dónde, por motivos de seguridad, reclutaban a los nuevos miembros de su organización.
- Iré a ver qué está pasando. – El líder simplemente asintió, estaba demasiado ocupado mirando de arriba abajo a la que, evidentemente, era la joven de familia noble que le acababan de entregarle.
[1] Habilidad Nivel 5 Eltrant: Embestir.
Casi le sorprendía que no se hubiesen percatado de su presencia. Un tipo enfundado en una pesada armadura de metal no era sigiloso, sobre todo una vez la tranquilidad de la noche se había apoderado de la ciudad.
Eltrant estudió el edificio en el que se habían internado aquellas personas. Tenía una pequeña señal desvencijada en la puerta, en realidad, no parecía destacar por nada, a ojos de cualquier persona aquel lugar no era más que otro local más que, en la zona más humilde de la ciudad, trataba de salir adelante.
- ¿Ahí es? – preguntó Eltrant en apenas un susurro a su acompañante.
- Ahí es. – Sentenció Alissa, asintiendo, algo parecido a odio se apoderó de la expresión de la duelista durante unos segundos. Pero, instantes después, la preocupación volvió a apoderarse del rostro de la mujer.
Se atusó la barba. Eran cuatro los que había visto entrar allí y, ellos, solo dos. Aquella casa no parecía especialmente grande, pero no podía descartar que, en el interior del edificio, esperase más gente en el interior con la que inevitablemente iban a tener que lidiar.
- Esta bien… - Suspiró, pasándose la mano por el pelo y levantándose pesadamente, encaminándose hacía la puerta.
- ¿Qué… vas a hacer? – Alissa salió de detrás de las cajas y se colocó junto a Eltrant, este, llevándose las manos hasta el cinturón, lanzó un último vistazo a la puerta de aquella especie de herbolario. ¿O era una taberna? El cartel indicaba que en aquel sitio se vendían medicinas, pero, a su vez, una jarra espumosa yacía grabada en el trozo de madera.
- Dices que van a matar a alguien aquí. ¿Verdad? – Comenzó a unir las piezas del puzle, lo poco que había captado con lo que había visto y oído hasta el momento. Habían obligado a aquella mujer a que se enfrentase a él y, si se negaba, iban a matar a alguien que era importante para ella. Era suficiente para que actuase.
- Sí… - susurró, bajando la mirada unos instantes. – Puede que ya este… - se detuvo a mitad de frase y tomó aire, parecía no atreverse a terminar de hablar.
- Prepara tu espada. – dijo Eltrant desenvainando a Olvido, tras parpadear repetidas veces, Alissa asintió y, con el ceño fruncido, desenvainó el estoque que llevaba atado al cinto.
Respiró hondo, lo que tenía frente a él era una puerta de madera, una, aparentemente, normal. No sería muy complicado.
- Aléjate un poco. – Estiró ambos brazos durante unos segundos y sonrió a la duelista. Por lo menos contaban con la sorpresa de su parte.
Sin decir nada más a Alissa, haciendo uso de todo su cuerpo; de su peso unido al de la armadura que vestía, placó la entrada de aquel herbolario después de tomar un mínimo de inercia con una rápida carrera, usó su hombro a modo de ariete. Los goznes no aguantaron. [1]
La puerta cayó fácilmente bajo su peso, partiéndose en un sinfín de fragmentos de forma bastante ruidosa. Prácticamente todos los que esperaban en el interior del local se giraron inmediatamente hacía él echando mano de sus armas evidentemente sorprendidos.
Eltrant se limitó a avanzar lentamente sobre la, ahora, simple tabla de madera que era la puerta. Dejó descansar a Olvido sobre su hombro y estudió el local, todos le miraban con cara de pocos amigos; una noche típica en la vida de Eltrant Tale.
Le sorprendió encontrarse con algunas caras conocidas. Intuía que los jugadores a los que se había enfrentado Lyn estarían allí, pero no la pareja de aventureros que había conocido en la taberna.
¿Trabajaban todos juntos?
- ¡Devolvedme a Lady Aettio! – Gritó Alissa entrando por el agujero que había sido la entrada principal apenas segundos atrás. - ¡Se acabó! ¡No os vais a llevar a nadie más! – Añadió enseguida, avanzando un par de pasos, colocándose frente a Eltrant.
- Lo que ha dicho aquí mi amiga. – sentenció Eltrant moviendo escuetamente la muñeca.
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- Señor… - Klein se arrodilló frente a la figura encapuchada. – Le traigo lo que me encomendó. – dijo con simpleza. – Incluso algo más. – Añadió mirando con una sonrisa a la joven del vestido fucsia. - ¿Prefiere probarlas antes de…? - Justo cuando su líder se disponía a felicitarle por su trabajo, un estruendo llegó hasta los oídos de todos los que estaban presentes en aquella habitación.
Alguien había destrozado la puerta del herbolario, el edificio que estaba al otro lado de la calle y el lugar dónde, por motivos de seguridad, reclutaban a los nuevos miembros de su organización.
- Iré a ver qué está pasando. – El líder simplemente asintió, estaba demasiado ocupado mirando de arriba abajo a la que, evidentemente, era la joven de familia noble que le acababan de entregarle.
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[1] Habilidad Nivel 5 Eltrant: Embestir.
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Re: Vientos de Vulwulfar [Libre] [3/3] [Cerrado]
Tanto Frith como Ingvar se giraron sorprendidos hacia Eltrant, cuando lo vieron entrar acompañado de una joven a la cual desconocían, pero que había hecho resonar su voz lo suficientemente como para que atrajera completamente la atención de los dos mercenarios.
- ¿Qué es esto? ¿Tan rápido te han descubierto? Menuda chapuza de trabajo.
- Espera -dijo en seguida Frith mirando a Ingvar de reojo, y hablando en voz suficientemente baja con para que no pudiera oírle nadie mas que el-. Mejor mide tus palabras y evitemos que vaya por un camino peor.
Ingvar se giro hacia su compañero, y le dirigió una mirada furibunda. Con el ceño fruncido, habría golpeado una mesa de tenerla frente a él.
- Estoy harto de trabajos así. Vamos a llevar a Aettio a donde haga falta, y no hay mas que hablar. Quiero todo ese dinero -luego se giró hacia Frith, y este casi pudo ver la sed de oro en sus ojos-. No podemos dejar las cosas así, después de lo que nos dijeron. ¿Te imaginas estar una larga temporada sin tener que estar buscando trabajos de pagos regulares? Poder largarnos, podríamos irnos a aquella cabañita de la que me hablaste, una temporada, lejos de todo.
- Ingvar, no sigas, eso parece algo romántico y me estas avergonzando -Frith no sabia si reír o si ponerse colorado con las palabras de su compañero.
- Bueno, pero ya me entiendes, simplemente mandar todo al -y pronuncio aquella palabra tan característica de la jerga mercenaria del grupo al que pertenecía.
Frith condujo su mano a la empuñadura de su espada. No tenía la intención de pelear, y mucho menos de frenar las intenciones de aquella muchacha que acababa de entrar, que seguramente estaba en todo su derecho de hacer un reclamo por lo que estaba sucediendo. Pero se sentía de repente inseguro. En cuanto los planes se torcían, al menos en los otros grupos de mercenarios con los que había estado, estos enloquecían y para poder cubrir la verdad de la situación parecía que perdían el juicio, tratando de matar a todo aquel que se antepusiera en el encubrimiento de los acontecimientos.
- A ti no te interesa el dinero, ¿no? -pregunto entonces Frith a Eltrant, casi mirándolo como si estuviera contándole un chiste-. Siempre se puede cambiar de opinión en el ultimo momento.
- ¡Para nada! -dijo Ingvar-. Ese chico solo esta interesado en desposarse con cualquier mujer que le agradezca de buena gana sus buenas intenciones -inesperadamente, Ingvar desenvaino su espada y la blandió con ambas manos, mirando con furia a todos a su alrededor.
- ¿Qué haces? -le pregunto Frith, mirándolo con sorpresa.
- No creares que me voy a quedar aquí observando como mi tiempo se esfuma inútilmente. De todas formas, si me matan vendrá “el grupo” a acabar con todos estos malnacidos.
- ¿Qué es esto? ¿Tan rápido te han descubierto? Menuda chapuza de trabajo.
- Espera -dijo en seguida Frith mirando a Ingvar de reojo, y hablando en voz suficientemente baja con para que no pudiera oírle nadie mas que el-. Mejor mide tus palabras y evitemos que vaya por un camino peor.
Ingvar se giro hacia su compañero, y le dirigió una mirada furibunda. Con el ceño fruncido, habría golpeado una mesa de tenerla frente a él.
- Estoy harto de trabajos así. Vamos a llevar a Aettio a donde haga falta, y no hay mas que hablar. Quiero todo ese dinero -luego se giró hacia Frith, y este casi pudo ver la sed de oro en sus ojos-. No podemos dejar las cosas así, después de lo que nos dijeron. ¿Te imaginas estar una larga temporada sin tener que estar buscando trabajos de pagos regulares? Poder largarnos, podríamos irnos a aquella cabañita de la que me hablaste, una temporada, lejos de todo.
- Ingvar, no sigas, eso parece algo romántico y me estas avergonzando -Frith no sabia si reír o si ponerse colorado con las palabras de su compañero.
- Bueno, pero ya me entiendes, simplemente mandar todo al -y pronuncio aquella palabra tan característica de la jerga mercenaria del grupo al que pertenecía.
Frith condujo su mano a la empuñadura de su espada. No tenía la intención de pelear, y mucho menos de frenar las intenciones de aquella muchacha que acababa de entrar, que seguramente estaba en todo su derecho de hacer un reclamo por lo que estaba sucediendo. Pero se sentía de repente inseguro. En cuanto los planes se torcían, al menos en los otros grupos de mercenarios con los que había estado, estos enloquecían y para poder cubrir la verdad de la situación parecía que perdían el juicio, tratando de matar a todo aquel que se antepusiera en el encubrimiento de los acontecimientos.
- A ti no te interesa el dinero, ¿no? -pregunto entonces Frith a Eltrant, casi mirándolo como si estuviera contándole un chiste-. Siempre se puede cambiar de opinión en el ultimo momento.
- ¡Para nada! -dijo Ingvar-. Ese chico solo esta interesado en desposarse con cualquier mujer que le agradezca de buena gana sus buenas intenciones -inesperadamente, Ingvar desenvaino su espada y la blandió con ambas manos, mirando con furia a todos a su alrededor.
- ¿Qué haces? -le pregunto Frith, mirándolo con sorpresa.
- No creares que me voy a quedar aquí observando como mi tiempo se esfuma inútilmente. De todas formas, si me matan vendrá “el grupo” a acabar con todos estos malnacidos.
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Re: Vientos de Vulwulfar [Libre] [3/3] [Cerrado]
Durante todo el camino, las dos mujeres mantuvieron la mirada fija en el suelo, avanzando detrás del rubio. En su rostro, una mueca de autosuficiencia parecía fija, con la sonrisa de medio lado y el pecho hinchado de orgullo. Ese par había osado a despreciarlo, pero eran solamente frágiles y débiles mujeres que no podían luchar contra él, mucho menos contra sus pócimas. Estúpidas, malditas, lástima tener que entregarlas intactas al Líder, pues le hubiese gustado demostrarles quién mandaba, que ellas no podían simplemente decirle que no, rechazarlo; ninguna mujer podía hacer eso. Echó un vistazo hacia atrás, verlas así, sometidas, sumisas, le produjo un placer indescriptible, se sintió más hombre, más macho, su excitación fue tal, que un bulto comenzó a crecer en su pantalón. Si tan solo pudiera... pero no, el Líder las tendría primero.
Mina estaba consciente, en su mente, ella estaba despierta. Pero no lograba hacer funcionar su cuerpo, era como si su voluntad estuviera desconectada. Su cuerpo se movía por inercia. ¿Lyn estaría así? No podía siquiera girar la cabeza para verla, solo miraba el piso, los talones del hombre rubio del bar. Ese desgraciado, hijo de las mil putas, ella debió haberlo adivinado. Toda la situación con él y sus amigos era muy extraña, pero no hizo caso, se distrajo. Y ahora, ¿qué? ¿Cómo libraría de aquel entuerto? Quería gritar de angustia. Y partirle la cara de una patada. Sí. Volarle los dientes a puñetazos. Maldito, maldito bastardo.
Salieron de la posada y cruzaron la calle, caminaron hasta la esquina, giraron y entraron a un edificio que estaba a mitad de cuadra. Era la única referencia que tenía. Estaban aún en el centro, muy cerca de donde se habían conocido. El piso del edificio era de madera muy bien pulida y encerada que además estaba limpio. Tampoco había mal olor en el ambiente, de hecho, se atrevía a decir que algún incienso había sido encendido. Subieron por las escaleras, hasta el segundo piso y al fondo del pasillo, a una habitación iluminada por una gran cantidad de velas. Se detuvieron, el rubio se agachó frente a una persona sentada en una enorme poltrona, casi un trono. Klein habló, de rodillas como estaba, evidentemente aquella persona era su superior.
-Le traigo lo que me encomendó- ¿ellas eran un encargo? -Incluso algo más- ¿algo más? -¿Prefiere probarlas antes de…?- ¿probarlas? ¿De qué manera? ¿Comerlas? ¿Chupar su sangre? ¿Poseerlas? Mina sentía su corazón latir fuerte y rápido, como un caballo a todo galope, pero su cuerpo estaba quieto, inmóvil.
Un fuerte ruido sonó, estrepitoso. Algo se había roto muy violentamente, pero no en aquel edificio, por como sonó, debió ser afuera, en la calle. Ese ruido hizo que Klein se pusiera de pie -Iré a ver qué está pasando.- dijo y se marchó, dejando a Mina y a Lyn en aquella habitación. El hombre frente al cual el rubio se había arrodillado, se acercó despacio hasta ellas, caminó lentamente al rededor de la bruja, observándola. Se detuvo junto a ella. Una mano huesuda tomó sus cabellos entre los dedos y lo acarició con el pulgar. Llevándolo hasta su rostro, oculto con una capucha, olió el perfume de la ilusionista, impregnado en su pelo azabache.
El miedo comenzó a invadir a la bruja ilusionista de una manera que ella no había sentido antes. El estar allí así, incapaz de moverse por su propia voluntad, era algo que nunca había experimentado. Pero, si no se podía mover, ¿significaba que no podía usar sus poderes? Para usar la magia no tenía que transformarse en nada, ni siquiera mover un dedo. Así que se calmó, de la mejor manera que pudo, sacando los necios pensamientos de su cabeza, y concentró toda su fuerza mágica en mover la silla de aquel hombre. Al principio no pasaba nada pero luego, un leve destello dorado iluminó los ojos de Mina y la silla... la silla se corrió un poco.
Mina estaba consciente, en su mente, ella estaba despierta. Pero no lograba hacer funcionar su cuerpo, era como si su voluntad estuviera desconectada. Su cuerpo se movía por inercia. ¿Lyn estaría así? No podía siquiera girar la cabeza para verla, solo miraba el piso, los talones del hombre rubio del bar. Ese desgraciado, hijo de las mil putas, ella debió haberlo adivinado. Toda la situación con él y sus amigos era muy extraña, pero no hizo caso, se distrajo. Y ahora, ¿qué? ¿Cómo libraría de aquel entuerto? Quería gritar de angustia. Y partirle la cara de una patada. Sí. Volarle los dientes a puñetazos. Maldito, maldito bastardo.
Salieron de la posada y cruzaron la calle, caminaron hasta la esquina, giraron y entraron a un edificio que estaba a mitad de cuadra. Era la única referencia que tenía. Estaban aún en el centro, muy cerca de donde se habían conocido. El piso del edificio era de madera muy bien pulida y encerada que además estaba limpio. Tampoco había mal olor en el ambiente, de hecho, se atrevía a decir que algún incienso había sido encendido. Subieron por las escaleras, hasta el segundo piso y al fondo del pasillo, a una habitación iluminada por una gran cantidad de velas. Se detuvieron, el rubio se agachó frente a una persona sentada en una enorme poltrona, casi un trono. Klein habló, de rodillas como estaba, evidentemente aquella persona era su superior.
-Le traigo lo que me encomendó- ¿ellas eran un encargo? -Incluso algo más- ¿algo más? -¿Prefiere probarlas antes de…?- ¿probarlas? ¿De qué manera? ¿Comerlas? ¿Chupar su sangre? ¿Poseerlas? Mina sentía su corazón latir fuerte y rápido, como un caballo a todo galope, pero su cuerpo estaba quieto, inmóvil.
Un fuerte ruido sonó, estrepitoso. Algo se había roto muy violentamente, pero no en aquel edificio, por como sonó, debió ser afuera, en la calle. Ese ruido hizo que Klein se pusiera de pie -Iré a ver qué está pasando.- dijo y se marchó, dejando a Mina y a Lyn en aquella habitación. El hombre frente al cual el rubio se había arrodillado, se acercó despacio hasta ellas, caminó lentamente al rededor de la bruja, observándola. Se detuvo junto a ella. Una mano huesuda tomó sus cabellos entre los dedos y lo acarició con el pulgar. Llevándolo hasta su rostro, oculto con una capucha, olió el perfume de la ilusionista, impregnado en su pelo azabache.
El miedo comenzó a invadir a la bruja ilusionista de una manera que ella no había sentido antes. El estar allí así, incapaz de moverse por su propia voluntad, era algo que nunca había experimentado. Pero, si no se podía mover, ¿significaba que no podía usar sus poderes? Para usar la magia no tenía que transformarse en nada, ni siquiera mover un dedo. Así que se calmó, de la mejor manera que pudo, sacando los necios pensamientos de su cabeza, y concentró toda su fuerza mágica en mover la silla de aquel hombre. Al principio no pasaba nada pero luego, un leve destello dorado iluminó los ojos de Mina y la silla... la silla se corrió un poco.
Mina Harker
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Re: Vientos de Vulwulfar [Libre] [3/3] [Cerrado]
Los distintos mercenarios que tenía delante se giraron hacia él y Alissa, todos espadas en mano. Ingvar y Frith estaban entre ellos.
Frunció el ceño y sonrió escuetamente cuando Frith le preguntó si quería cambiar de opinión por una buena suma de dinero. Negó con la cabeza y colocó a Olvido frente a él.
- Soy de gustos sencillos. – Afirmó sin levantar demasiado la voz, estudiando a cada uno de los mercenarios con la mirada: Todos parecían bastante capaces, lo suficiente como para darle problemas, tenía que tener cuidado.
Tomó aire profundamente al escuchar hablar a la duelista. ¿Quién era la tal Lady Aettio de la que había hablado Alissa? Por el título tenía pinta de noble. Avanzó un par de pasos, adentrándose aún más en el lugar, posicionándose delante de todo el mundo.
- ¿Seguro que no queréis cambiar vosotros de opinión? – dijo concentrándose con mostrar un tono mínimamente conciliador, se pasó la mano por la barba. – Sería todo bastante más sencillo - El suave susurro de las diferentes hojas escapando de sus respectivas vainas indicó al exmercenario que, al menos, la mayor parte de los hombres que había en aquel lugar no compartía su opinión.
Enarbolando una enrome hacha de guerra, sin apenas decir palabra alguna, Marcus se lanzó contra Eltrant dejando escapar un grito aterrador. El exguarda apretó los dientes anticipando el impacto del arma y colocó a Olvido frente a él lo más rápido que pudo.
El característico sonido del metal al entrechocar entre sí se alzó sobre el incómodo silencio que se había apoderado de la habitación.
Se vio obligado a retroceder un par de metros debido al impacto, aquel hombre era fuerte, mucho, aun cuando su aspecto indicaba que apenas podría moverse de forma coherente; quizás no era un hombre fornido ni fácil de ver, pero toda aquella corpulencia, desde luego, le servía para el trabajo que ocupaba.
- ¡Muy bien! ¡Tú lo has querido! – Eltrant mantuvo equilibrio como buenamente pudo y, tras dejar que la hoja del hacha se deslizase poco a poco por el acero que esgrimía, comenzó a avanzar en cuanto tuvo la oportunidad, enarbolando a Olvido de forma contundente, tratando de segar al hombre que tenía delante de un solo tajo de ser posible.
Grognar, mientras tanto, estudiaba la situación desde no muy lejos, miraba cómo el extraño que había entrado con la nueva guarda de los Aettio peleaba contra Marcus.
¿Cómo era posible? ¿Había alguien en aquella ciudad dispuestos a ayudar a esa pandilla de mercaderes corruptos?
Los Aettio se merecían todo lo que le cayese encima, Grognar lo sabía, el líder también lo sabía, y en realidad, todo aquel con un mínimo de dinero en la ciudad lo sabía. Los Aettio siempre miraban a los demás desde su balcón de superioridad moral, siempre pensándose mejor que los demás nobles por “desviar” de forma magistral los distintos impuestos que exigía la ciudad y comprando con ellos a delincuentes para que trabajasen en su mansión de alguna forma u otra.
Llamaban aquello “Una segunda oportunidad para todos” pero Grognar sabía lo que era, era esclavitud con otro nombre. Alissa Aettio, la mujer que se había adentrado en aquel sitio armada, la última apadrinada de aquella familia, era una prueba de ello.
Tras unos segundos más analizando la forma de moverse que tenía el tipo de la armadura, desvió su mirada hasta Ingvar y Frith, momento en el que asintió levemente con la cabeza, parecían preparados para pelear. Sonrió, ellos sí que sabían a quién rendir lealtad.
Eso estaba bien.
- Alissa… - Tomando el pesado martillo que llevaba consigo a todas partes se acercó a Alissa ignorando el hecho de que el hombre de la armadura y Marcus seguía peleando y, por lo que podía ver, Marcus tenía la perder pues este seguía retrocediendo.
Pero no pasaba nada, en cuando lidiara con la mujer ayudaría a su amigo.
– Solo tenías que matar al hombre que te está ayudando y recuperarías a Agatha – Levantó el martillo - ¿Tan difícil era… Aettio? – Grognar pronunció aquel apellido con repugnancia, casi como si fuese una palabra malsonante, Alissa frunció el ceño y preparó el estoque como toda respuesta – No me sorprende, viniendo de una traidora a su clase como tú. ¿Eres demasiado buena ahora para matar? No lo eras antes. – Masculló Grognar. - ¡Asume tú lugar! – Exclamó apuntándola con el martillo - ¡Cómo hemos hecho el resto de nosotros! – Bramó a continuación, atacando a la joven de frente, a su vieja amiga. - ¡No eres más que una ladrona, Alissa Hunter! – Añadió, al final, girándose a mirar a la mujer que acababa de evitar, grácilmente, que la pesada cabeza de su martillo de guerra le hundiese el cráneo.
El lugar se sumió en el más absoluto de los caos.
Al menos lo hizo hasta el momento en el que el brujo se internó en la habitación y el sonido de una botella de cristal al romperse precedió al de una sonora explosión.
Se sentía rara.
Era casi como si estuviese en un sueño muy profundo y ella, lo único que pudiese hacer, era flotar sobre su propia cabeza, observar cómo se sucedían los distintos acontecimientos, incapaz de hacer nada.
Cómo ver una obra de teatro desde las alturas.
Atravesaron un par de calles, no pudo reconocer a donde iban, solo sabía que no era dueña de su cuerpo. Que solo podía obedecer lo que aquel hombre rubio le decía. Se centró en sus pensamientos, eso era lo único que podía hacer, era lo único que controlaba en aquel momento.
Acabó en el piso superior de una de las tantas casas de la ciudad, una que estaba mejor condicionada que la media. ¿Un noble vivía allí? Era alguien con dinero como mínimo.
El encapuchado ante el cual el rubio se arrodillaba debía ser el dueño de la casa, no le distinguía bien el rostro, en sí apenas podía levantar la mirada; Pero sí que podía oír, sí podía percibir las palabras de lo que estaba sucediendo a su alrededor.
Notó como el hombre comenzaba a manosear a Mina.
- “¡Lyanna, vamos!” – Instó a su cuerpo a que se moviese, pero este no respondía. – “¡Eres una señora de la noche!” – Se gritó a sí misma, con todas sus fuerzas, una parte de ella estaba aterrada, se sentía impotente al ver como el hombre olisqueaba el pelo de Mina. ¿Qué podía hacer? – “¡No eres tú quien debe tener miedo!” – Vislumbró con la silla que estaba detrás del hombre se movía con suavidad, por si sola, emitiendo un sonoro sonido al hacerlo.
Aquel tipo se giró, de inmediato, a ver que sucedía tras él.
- “¡Es él quien debería tenerlo!” –
Tensó la mandíbula, consiguió hacerlo, dominó su cuerpo en parte. Seguía sin poder moverse, pero no era ella la que necesitaba hacerlo, no. Llevaba cien años viva, sabía perfectamente que defenderse con su apariencia, a pesar de ser una vampira, era difícil.
No obstante, le habían enseñado a hacerlo.
Las sombras que la tenue luz del candil proyectaba alrededor de la habitación comenzaron a moverse, a sucederse por el lugar, como si tuviesen vida propia. El hombre, aquel líder que se había girado a mirar que sucedía con su trono, no tardó en ver como un manto de sombras, un centenar de pequeñas cuchillas de oscuridad, rodeaba su brazo y se hundía firmemente en su carne. [1]
Un grito desgarrador emanó de sus labios. Seguro que se había oído en toda la calle. Si hubiese podido sonreír en aquel momento, Lyn lo habría hecho. Pero seguia sin poder moverse, prisionera en su propio cuerpo, se limitó a ver como las sombras se hundian cada vez más en el brazo de aquel sujeto.
- “Da miedo. ¿Verdad?” -
[1] Habilidad Lyn Nivel 5: Plaga de Sombras.
Frunció el ceño y sonrió escuetamente cuando Frith le preguntó si quería cambiar de opinión por una buena suma de dinero. Negó con la cabeza y colocó a Olvido frente a él.
- Soy de gustos sencillos. – Afirmó sin levantar demasiado la voz, estudiando a cada uno de los mercenarios con la mirada: Todos parecían bastante capaces, lo suficiente como para darle problemas, tenía que tener cuidado.
Tomó aire profundamente al escuchar hablar a la duelista. ¿Quién era la tal Lady Aettio de la que había hablado Alissa? Por el título tenía pinta de noble. Avanzó un par de pasos, adentrándose aún más en el lugar, posicionándose delante de todo el mundo.
- ¿Seguro que no queréis cambiar vosotros de opinión? – dijo concentrándose con mostrar un tono mínimamente conciliador, se pasó la mano por la barba. – Sería todo bastante más sencillo - El suave susurro de las diferentes hojas escapando de sus respectivas vainas indicó al exmercenario que, al menos, la mayor parte de los hombres que había en aquel lugar no compartía su opinión.
Enarbolando una enrome hacha de guerra, sin apenas decir palabra alguna, Marcus se lanzó contra Eltrant dejando escapar un grito aterrador. El exguarda apretó los dientes anticipando el impacto del arma y colocó a Olvido frente a él lo más rápido que pudo.
El característico sonido del metal al entrechocar entre sí se alzó sobre el incómodo silencio que se había apoderado de la habitación.
Se vio obligado a retroceder un par de metros debido al impacto, aquel hombre era fuerte, mucho, aun cuando su aspecto indicaba que apenas podría moverse de forma coherente; quizás no era un hombre fornido ni fácil de ver, pero toda aquella corpulencia, desde luego, le servía para el trabajo que ocupaba.
- ¡Muy bien! ¡Tú lo has querido! – Eltrant mantuvo equilibrio como buenamente pudo y, tras dejar que la hoja del hacha se deslizase poco a poco por el acero que esgrimía, comenzó a avanzar en cuanto tuvo la oportunidad, enarbolando a Olvido de forma contundente, tratando de segar al hombre que tenía delante de un solo tajo de ser posible.
Grognar, mientras tanto, estudiaba la situación desde no muy lejos, miraba cómo el extraño que había entrado con la nueva guarda de los Aettio peleaba contra Marcus.
¿Cómo era posible? ¿Había alguien en aquella ciudad dispuestos a ayudar a esa pandilla de mercaderes corruptos?
Los Aettio se merecían todo lo que le cayese encima, Grognar lo sabía, el líder también lo sabía, y en realidad, todo aquel con un mínimo de dinero en la ciudad lo sabía. Los Aettio siempre miraban a los demás desde su balcón de superioridad moral, siempre pensándose mejor que los demás nobles por “desviar” de forma magistral los distintos impuestos que exigía la ciudad y comprando con ellos a delincuentes para que trabajasen en su mansión de alguna forma u otra.
Llamaban aquello “Una segunda oportunidad para todos” pero Grognar sabía lo que era, era esclavitud con otro nombre. Alissa Aettio, la mujer que se había adentrado en aquel sitio armada, la última apadrinada de aquella familia, era una prueba de ello.
Tras unos segundos más analizando la forma de moverse que tenía el tipo de la armadura, desvió su mirada hasta Ingvar y Frith, momento en el que asintió levemente con la cabeza, parecían preparados para pelear. Sonrió, ellos sí que sabían a quién rendir lealtad.
Eso estaba bien.
- Alissa… - Tomando el pesado martillo que llevaba consigo a todas partes se acercó a Alissa ignorando el hecho de que el hombre de la armadura y Marcus seguía peleando y, por lo que podía ver, Marcus tenía la perder pues este seguía retrocediendo.
Pero no pasaba nada, en cuando lidiara con la mujer ayudaría a su amigo.
– Solo tenías que matar al hombre que te está ayudando y recuperarías a Agatha – Levantó el martillo - ¿Tan difícil era… Aettio? – Grognar pronunció aquel apellido con repugnancia, casi como si fuese una palabra malsonante, Alissa frunció el ceño y preparó el estoque como toda respuesta – No me sorprende, viniendo de una traidora a su clase como tú. ¿Eres demasiado buena ahora para matar? No lo eras antes. – Masculló Grognar. - ¡Asume tú lugar! – Exclamó apuntándola con el martillo - ¡Cómo hemos hecho el resto de nosotros! – Bramó a continuación, atacando a la joven de frente, a su vieja amiga. - ¡No eres más que una ladrona, Alissa Hunter! – Añadió, al final, girándose a mirar a la mujer que acababa de evitar, grácilmente, que la pesada cabeza de su martillo de guerra le hundiese el cráneo.
El lugar se sumió en el más absoluto de los caos.
Al menos lo hizo hasta el momento en el que el brujo se internó en la habitación y el sonido de una botella de cristal al romperse precedió al de una sonora explosión.
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Se sentía rara.
Era casi como si estuviese en un sueño muy profundo y ella, lo único que pudiese hacer, era flotar sobre su propia cabeza, observar cómo se sucedían los distintos acontecimientos, incapaz de hacer nada.
Cómo ver una obra de teatro desde las alturas.
Atravesaron un par de calles, no pudo reconocer a donde iban, solo sabía que no era dueña de su cuerpo. Que solo podía obedecer lo que aquel hombre rubio le decía. Se centró en sus pensamientos, eso era lo único que podía hacer, era lo único que controlaba en aquel momento.
Acabó en el piso superior de una de las tantas casas de la ciudad, una que estaba mejor condicionada que la media. ¿Un noble vivía allí? Era alguien con dinero como mínimo.
El encapuchado ante el cual el rubio se arrodillaba debía ser el dueño de la casa, no le distinguía bien el rostro, en sí apenas podía levantar la mirada; Pero sí que podía oír, sí podía percibir las palabras de lo que estaba sucediendo a su alrededor.
Notó como el hombre comenzaba a manosear a Mina.
- “¡Lyanna, vamos!” – Instó a su cuerpo a que se moviese, pero este no respondía. – “¡Eres una señora de la noche!” – Se gritó a sí misma, con todas sus fuerzas, una parte de ella estaba aterrada, se sentía impotente al ver como el hombre olisqueaba el pelo de Mina. ¿Qué podía hacer? – “¡No eres tú quien debe tener miedo!” – Vislumbró con la silla que estaba detrás del hombre se movía con suavidad, por si sola, emitiendo un sonoro sonido al hacerlo.
Aquel tipo se giró, de inmediato, a ver que sucedía tras él.
- “¡Es él quien debería tenerlo!” –
Tensó la mandíbula, consiguió hacerlo, dominó su cuerpo en parte. Seguía sin poder moverse, pero no era ella la que necesitaba hacerlo, no. Llevaba cien años viva, sabía perfectamente que defenderse con su apariencia, a pesar de ser una vampira, era difícil.
No obstante, le habían enseñado a hacerlo.
Las sombras que la tenue luz del candil proyectaba alrededor de la habitación comenzaron a moverse, a sucederse por el lugar, como si tuviesen vida propia. El hombre, aquel líder que se había girado a mirar que sucedía con su trono, no tardó en ver como un manto de sombras, un centenar de pequeñas cuchillas de oscuridad, rodeaba su brazo y se hundía firmemente en su carne. [1]
Un grito desgarrador emanó de sus labios. Seguro que se había oído en toda la calle. Si hubiese podido sonreír en aquel momento, Lyn lo habría hecho. Pero seguia sin poder moverse, prisionera en su propio cuerpo, se limitó a ver como las sombras se hundian cada vez más en el brazo de aquel sujeto.
- “Da miedo. ¿Verdad?” -
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[1] Habilidad Lyn Nivel 5: Plaga de Sombras.
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
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Re: Vientos de Vulwulfar [Libre] [3/3] [Cerrado]
— Cálmate —gritó entonces Frith a su compañero. Ingvar se giró precipitadamente hacia él, todavía blandiendo la espada con fuerza.
— Cállate, Frith. Estoy harto, los últimos encargos han sido una ruina, me he cansado de esto —protestó él. Por fuera parecía un hombre rudo, iracundo, lleno de frustración e ira. Pero por cuanto lo conocía Frith, podía ver dentro de él un niño caprichoso, molesto porque no podía obtener lo que quería.
— De verdad, cálmate. Trabajos habrán un montón. Lo más importante es mantenernos vivos y con todos nuestros miembros, para poder hacerlos, ¿no crees? —trató de tranquilizarlo, tratando de ignorar en parte, el alboroto que ya de por sí se había formado.
Ingvar envainó su espada y se pegó de espaldas a la pared, alejándose del conflicto. Miró durante algunos segundos a Frith con cierta lástima, y dejó escapar un largo suspiro.
— Francamente —dijo, esta vez mirando a Lady Aettio, aun sin dirigirse a ella directamente—, me importan un pimiento Lady Aettio, y Alessandra, o cualquiera de estos. Sólo me importaba el dinero que podía ganar haciendo esto. Y tan solo veo que, al igual que los otros trabajos —volteaba la vista, y su voz mostraba una clara impaciencia—, no ha hecho más que torcerse antes de siquiera haberlo comenzado.
Frith prestó atención, al contrario que Ingvar, que continuó sumido en su frustración y sus pensamientos. No conocía tan a fondo la procedencia de los Aettio, la importancia de estos, o por qué siquiera querrían secuestrar a alguien de aquella familia; Obviamente, debían tener dinero, pensó, aquello había movido trabajos semejantes con anterioridad. Pero las palabras de Grognar hicieron entender a Frith que todo aquello tenía un trasfondo mucho más complejo que el de un simple secuestro a una familia adinerada. El desprecio, el odio se movían entre las palabras de Grognar, y también pudo verlo en los ojos de los presentes, momentos antes de que se hubiera formado el caos.
Ingvar también llegó a escuchar a Grognar, y sus palabras, desvelaron a Ingvar que aquello tenía un origen mucho más personal que monetário. Desistió, Ingvar no iba a ayudar a Grognar con aquella locura, puesto que ahora estaba completamente seguro que no obtendría esa inmensa riqueza de la que le habían hablado.
Frith en cambio, se mantuvo armado. La situación se había vuelto tan caótica que prefería mantenerse lo suficientemente preparado para lo que pudiera acontecer a continuación. Y bien que hizo, dado que una explosión hizo que todo aquel barullo no prometiera más que empeorar.
— Cállate, Frith. Estoy harto, los últimos encargos han sido una ruina, me he cansado de esto —protestó él. Por fuera parecía un hombre rudo, iracundo, lleno de frustración e ira. Pero por cuanto lo conocía Frith, podía ver dentro de él un niño caprichoso, molesto porque no podía obtener lo que quería.
— De verdad, cálmate. Trabajos habrán un montón. Lo más importante es mantenernos vivos y con todos nuestros miembros, para poder hacerlos, ¿no crees? —trató de tranquilizarlo, tratando de ignorar en parte, el alboroto que ya de por sí se había formado.
Ingvar envainó su espada y se pegó de espaldas a la pared, alejándose del conflicto. Miró durante algunos segundos a Frith con cierta lástima, y dejó escapar un largo suspiro.
— Francamente —dijo, esta vez mirando a Lady Aettio, aun sin dirigirse a ella directamente—, me importan un pimiento Lady Aettio, y Alessandra, o cualquiera de estos. Sólo me importaba el dinero que podía ganar haciendo esto. Y tan solo veo que, al igual que los otros trabajos —volteaba la vista, y su voz mostraba una clara impaciencia—, no ha hecho más que torcerse antes de siquiera haberlo comenzado.
Frith prestó atención, al contrario que Ingvar, que continuó sumido en su frustración y sus pensamientos. No conocía tan a fondo la procedencia de los Aettio, la importancia de estos, o por qué siquiera querrían secuestrar a alguien de aquella familia; Obviamente, debían tener dinero, pensó, aquello había movido trabajos semejantes con anterioridad. Pero las palabras de Grognar hicieron entender a Frith que todo aquello tenía un trasfondo mucho más complejo que el de un simple secuestro a una familia adinerada. El desprecio, el odio se movían entre las palabras de Grognar, y también pudo verlo en los ojos de los presentes, momentos antes de que se hubiera formado el caos.
Ingvar también llegó a escuchar a Grognar, y sus palabras, desvelaron a Ingvar que aquello tenía un origen mucho más personal que monetário. Desistió, Ingvar no iba a ayudar a Grognar con aquella locura, puesto que ahora estaba completamente seguro que no obtendría esa inmensa riqueza de la que le habían hablado.
Frith en cambio, se mantuvo armado. La situación se había vuelto tan caótica que prefería mantenerse lo suficientemente preparado para lo que pudiera acontecer a continuación. Y bien que hizo, dado que una explosión hizo que todo aquel barullo no prometiera más que empeorar.
Friðþjófur Rögnvaldsson
Honorable
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Re: Vientos de Vulwulfar [Libre] [3/3] [Cerrado]
¡Había logrado que la silla se moviera! Si podía hacer eso, significaba que podía controlar sus poderes.... entonces, ¿por qué temer? Si para crear ilusiones no necesitaba mover sus manos, ni sus ojos, vamos, ¡que ni siquiera tenía que parpadear! Solo tenía que desearlo, imaginar y proyectar. Luego, las pantallas aparecían y se movían según la voluntad que ella les hubiera impreso. Aquel era su don de nacimiento, uno bastante subestimado por los demás.
Ella no podía manipular los elementos, tampoco lograba conjurar a la perfección, si bien lograba mover cosas con la telekinesis, no era muy fuerte. Ella hacía aparecer imágenes que lograban burlar los sentidos. Otros brujos la consideraban débil para la lucha mágica y por eso se enfocó en fortalecer su cuerpo. Entrenó hasta hacer de su cuerpo un arma y muchas veces se fiaba más de él que de su don de nacimiento. Por eso, en aquel momento, cuando no pudo moverse, sintió pánico y olvidó que su magia no necesitaba de gestos para activarse. La magia solo necesitaba la fuerza de la voluntad. Y de eso Mina Harker tenía mucha.
Aunque no era una bruja telekinética, usó toda fuerza mágica para elevar la pesada silla en el aire y tirarla con violencia en el piso de madera, partiéndolo y enterrándola en él. Los guardias, sobresaltados, corrieron a proteger al hombre encapuchado, pero de la oscuridad brotaron enormes gorgonas les cortaron el paso. Ellos comenzaron a pelear contra las míticas bestias, horrorizados. Justo en ese momento el hombre encapuchado lanzó un grito desgarrador, una oscura sombra lo había rodeado y se le metía en el cuerpo, como si esta tuviera vida propia.
Mina sonrió, bueno en su mente. Seguramente era Lyn. Por como el tipo se retorcía, el dolor que causaba era muy grande y ella tendría que ser muy poderosa para infringir tanto daño. De repente se sintió muy orgullosa de la chica. Las sombras se clavaban más en el cuerpo del hombre, del viejo, pues cayó al piso y la capucha se corrió y ambas pudieron ver el rostro arrugado y la nariz ganchuda del hombre, sus labios finos y piel transparente. Y pasó. Un leve movimiento de la ceja izquierda. Un parpadeo voluntario. Y giró la cabeza para ver a Lyn -Sigue, no pares, y ¡vámonos!- le dijo ofreciéndole la mano para huir del lugar.
Mina corrió escaleras abajo, buscando la salida. El rubio que las había llevado no se veía por ninguna parte, pero en el primer piso habían más guardias, cuatro para ser más exactos. Mina hizo aparecer más gorgonas detrás de ella que se abalanzaron sobre ellos, haciéndolos cubrirse, pero en lugar ellas, lo que recibieron fue las patadas y puñetazos1 que con tanta agilidad la menuda bruja lanzaba u objetos que con su telekinesis azotaba contra ellos. -Malditos- bufaba entre golpes -Bastardos- golpeaba con toda la furia que sentía. Tan cegada estaba, que sin dudarlo, se subió a los hombros de uno y, agarrando su cabeza, la giró con tal violencia que le quebró el cuello matándolo en el acto.
Cuando lograron deshacerse de los guardias, salieron a la calle. Mina se sentía desorientada. Cruzando la calle había una taberna con una pelea masiva, sillas y hombres salían por las ventanas -¿Recuerdas cómo regresar al hostal?- preguntó a Lyn, pero cayó en cuenta que no podrían regresar allí, el hombre rubio las buscaría de nuevo -No, no volvamos allí, tenemos que ir a otro lugar, vámonos Lyn, huyamos de aquí- dijo agarrando la mano de la vampiresa y tirando de ella.
1
Ella no podía manipular los elementos, tampoco lograba conjurar a la perfección, si bien lograba mover cosas con la telekinesis, no era muy fuerte. Ella hacía aparecer imágenes que lograban burlar los sentidos. Otros brujos la consideraban débil para la lucha mágica y por eso se enfocó en fortalecer su cuerpo. Entrenó hasta hacer de su cuerpo un arma y muchas veces se fiaba más de él que de su don de nacimiento. Por eso, en aquel momento, cuando no pudo moverse, sintió pánico y olvidó que su magia no necesitaba de gestos para activarse. La magia solo necesitaba la fuerza de la voluntad. Y de eso Mina Harker tenía mucha.
Aunque no era una bruja telekinética, usó toda fuerza mágica para elevar la pesada silla en el aire y tirarla con violencia en el piso de madera, partiéndolo y enterrándola en él. Los guardias, sobresaltados, corrieron a proteger al hombre encapuchado, pero de la oscuridad brotaron enormes gorgonas les cortaron el paso. Ellos comenzaron a pelear contra las míticas bestias, horrorizados. Justo en ese momento el hombre encapuchado lanzó un grito desgarrador, una oscura sombra lo había rodeado y se le metía en el cuerpo, como si esta tuviera vida propia.
Mina sonrió, bueno en su mente. Seguramente era Lyn. Por como el tipo se retorcía, el dolor que causaba era muy grande y ella tendría que ser muy poderosa para infringir tanto daño. De repente se sintió muy orgullosa de la chica. Las sombras se clavaban más en el cuerpo del hombre, del viejo, pues cayó al piso y la capucha se corrió y ambas pudieron ver el rostro arrugado y la nariz ganchuda del hombre, sus labios finos y piel transparente. Y pasó. Un leve movimiento de la ceja izquierda. Un parpadeo voluntario. Y giró la cabeza para ver a Lyn -Sigue, no pares, y ¡vámonos!- le dijo ofreciéndole la mano para huir del lugar.
Mina corrió escaleras abajo, buscando la salida. El rubio que las había llevado no se veía por ninguna parte, pero en el primer piso habían más guardias, cuatro para ser más exactos. Mina hizo aparecer más gorgonas detrás de ella que se abalanzaron sobre ellos, haciéndolos cubrirse, pero en lugar ellas, lo que recibieron fue las patadas y puñetazos1 que con tanta agilidad la menuda bruja lanzaba u objetos que con su telekinesis azotaba contra ellos. -Malditos- bufaba entre golpes -Bastardos- golpeaba con toda la furia que sentía. Tan cegada estaba, que sin dudarlo, se subió a los hombros de uno y, agarrando su cabeza, la giró con tal violencia que le quebró el cuello matándolo en el acto.
Cuando lograron deshacerse de los guardias, salieron a la calle. Mina se sentía desorientada. Cruzando la calle había una taberna con una pelea masiva, sillas y hombres salían por las ventanas -¿Recuerdas cómo regresar al hostal?- preguntó a Lyn, pero cayó en cuenta que no podrían regresar allí, el hombre rubio las buscaría de nuevo -No, no volvamos allí, tenemos que ir a otro lugar, vámonos Lyn, huyamos de aquí- dijo agarrando la mano de la vampiresa y tirando de ella.
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- USO DE HABILIDAD:
- Nivel 0: Combate Desarmado
Permite la utilización del propio cuerpo como si de un arma se tratara, en especial piernas y puños, ya sea los mismos desnudos o con implementos tales como manoplas, guantes especiales, etc. La efectividad en el combate aumenta según el nivel del personaje.
Mina Harker
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Re: Vientos de Vulwulfar [Libre] [3/3] [Cerrado]
No le dieron pena ninguno de los hombres que aguardaban en la planta baja del edificio.
Quizás fue porque acababa de salir de un extraño estado de trance y estaba aún aturdida, asustada, temiendo por lo que aquellos hombres habían estado a punto de hacerles, pero, por unos instantes, sintió la necesidad de alimentarse de la sangre de los tipos a los que estaba enfrentando junto a Mina.
Pero se contuvo, abatió a dos de ellos con sus sombras, ayudó a la bruja a defenderse, se aseguró de que aquellos malnacidos no volviesen a levantarse. Pero no les mató por su sangre.
Ella no era así, su sed no la controlaba.
Salieron a la calle, una vez estuvo rodeada da la oscuridad de aquel minúsculo callejón respiró profundamente, trató de tranquilizarse un poco y le dedicó una sonrisa a Mina, la cual no tardó en preguntar a la vampiresa si recordaba el camino de vuelta al hostal en el que se estaban hospedando.
Miró a su alrededor y no contestó, no inmediatamente, ignorando momentáneamente el edificio que tenían justo enfrente y dónde parecía estar produciéndose algo parecido a una pelea se interior, se esforzó por buscar alguna referencia al lugar de la ciudad en el que se encontraban, pero no encontró nada útil.
Salvo una voz conocida.
- E…espera un momento, Mina. – dijo a la bruja que ya tiraba de ella con apremio. Lyn clavó los ojos en el pequeño herbolario que tenían frente a ellos. – Creo que… - Estaba segura de que había oído al Mortal en aquel sitio, o eso le había parecido.
¿Qué iba a hacer él allí? ¿No estaba batiéndose en duelo con aquella mujer?
Justo cuando estaba a punto de rendirse y dejar que la bruja tirase de ella y la llevase hasta algún lugar seguro, una figura conocida atravesó una de las ventanas del lugar y cayó frente a ellas con la cara cubierta de sangre, balbuceando algo incomprensible en voz baja.
Lyn no pudo evitar sonreír al ver al rubio en aquel estado.
Le pitaban los oídos, con fuerza. Gruñó en voz baja y abrió, muy lentamente, los ojos.
Se sentía pesado, le dolía el cuerpo. Aunque aquello era bueno, aquello significaba que seguía con vida, que era más de lo que podía decir el tipo corpulento al que había estado enfrentándose hacía apenas unos instantes.
¿Qué había pasado? Solo recordaba una luz cegadora seguida de un estallido, tras eso mucho ruido y algún grito que otro, al final, de algún modo, había acabado boca abajo, con lo que quedaba de una de las mesas sobre su espalda.
Tras varios segundos más gruñendo en voz baja forzó a su cuerpo a responderle y, empujando el suelo, se volvió a levantar. Parpadeó repetidamente y, una vez estuvo completamente de pie, miró a su alrededor.
No quedaba gran cosa de la habitación, escombros y muebles destrozados acompañando a los cadáveres de muchos de los que habían estado allí. El cuerpo de Alissa no se movía, tampoco el del tipo musculoso con el que peleaba. Desvió la mirada unos instantes y recogió su espada del suelo, la envaino.
No parecía haber muchos supervivientes. ¿Cómo había acabado todo aquello así? Buscó con la mirada a los dos otros dos mercenarios, Frith y su amigo, los que había conocido en la taberna. No los vio a simple vista, esperaba que no hubiesen compartido el mismo destino que los demás.
- ¿Queda… alguien? - Parte de la coraza que protegía su pecho había desaparecido en la explosión, también todo el guantelete de metal que protegía su brazo derecho.
Tanto su torso semidesnudo como el brazo con el que se había protegido la cara estaban cubiertos de pequeños cortes sangrantes, así como de un sinfín de quemaduras. El dolor no tardó en aparecerse, le extrañaba que hubiese tardado tanto.
Mascullando un par de insultos en voz baja se giró, tambaleándose, en dirección a la salida de lo que quedaba del edificio.
- ¿Cómo…? – No lo había oído hasta aquel momento, estaba al lado de la puerta, sentado contra el marco de la misma, mirándole fijamente. - ¿Cómo sigues vivo? - Un hombre rubio, uno de los tres tipos contra los que había jugado Lyn a las cartas; El que parecía más hablador. – Te he lanzado… - Cerró los ojos, como si estuviese pensando seriamente que decir. – Te lo he lanzado a los pies – Frunció el ceño y lo miró fijamente.
¿Había sido él? ¿El de la explosión? ¿Él había matado a Alissa? ¿A sus propios aliados?
Iba a lanzar a ese idiota por una de las ventanas.
Atravesó la puerta de madera, o lo que quedaba de ella y, a paso firme, se dirigió al rubio, el cual ahora se arrastraba frente a dos personas. ¿Tendría la desfachatez de pedirles ayuda? ¿él? Estaba seguro de que estaba siendo incluso muy blando con aquel tipo.
Sin mirar siquiera a las dos personas que estaban frente al herido, el exmercenario le propinó varias patadas al hombre, impidiendo que se moviese.
- ¿Tú no estabas batiéndote en duelo, Mortal? – Eltrant alzó la mirada buscando, extrañado, la voz de su amiga. ¿Qué hacía allí? Se encontró con los expresivos ojos de su amiga ligeramente enrojecidos, no estaba sola, la muchacha que había visto en la taberna tenía una expresión similar.
- Sí… - Se llevó el brazo derecho hasta la nuca, esforzándose por disimular que cada movimiento que hacía se traducía inmediatamente a una dolorosa palpitación en dicho brazo. - ¿Es… estáis bien? – Preguntó a continuación, alternando entre una chica y la otra. - ¿…ese vestido es tuyo? – Agregó prácticamente enseguida arqueando ambas cejas, mirando la prenda que vestía su compañera con curiosidad.
Lyn se cruzó de brazos y frunció levemente el ceño.
- ¡¿Cómo me haces tú esa pregunta!? – Le señaló - ¡Claro que estoy bien! ¡Es a ti a quien tiene que verte un médico, pedazo de animal! – Aseguró. - ¡Me despisto un momento! ¡Me voy aquí con mi amiga un rato…! – Señaló a Mina, que seguía a su lado - ¡…y mira como acabas! - Eltrant se encogió de hombros y sonrió cansado.
- Sí… se me ha ido un poco de las manos. – En ese mismo instante el rubio comenzó a reírse a carcajadas, a balbucear cosas incomprensibles entre dientes, algo de un “líder” que no tardaría en darle a todos los presentes lo que se merecían realmente.
- Lo dudo. – dijo Lyn. Eltrant no hizo ningún comentario, agarró al brujo del cuello de la camisa y lo arrastró un par de metros, alejándolo de la pareja. Lo apoyó contra la pared del edificio que se había encargado de hacer estallar.
Incluso en aquella situación Eltrant podía ver en la mirada del rubio que este no creía haber perdido, la arrogancia, el sentimiento de superioridad que parecía tener sobre todos los presentes. Llevó su mano hasta el pomo de Recuerdo.
- ¡Oh! ¡¿Vas a ejecutarme?! – Se carcajeó con fuerza. Definitivamente, había perdido el sentido o seguía pensándose que tenía el control de la situación. - ¿Qué le vas a decir a la guardia? – Sonrió – Dime ¿Qué? ¿Que uno de los Lores de la ciudad ha hecho esto? ¡Nadie te va a creer! ¡El líder es…! – Antes de que pudiese seguir hablando Eltrant le propinó un puñetazo en la cara con el brazo izquierdo, el que aun vestía el guantelete.
Aquello pareció recordarle quien estaba contra la pared y quién no.
- Vale, vale. – dijo - ¿Quieres dinero? Claro que sí, todos queréis dinero. Déjame ir, te diré donde están las chicas. Todas. – Eltrant cerró el puño - ¡Son muy sumisas! ¡Todas señoritas de la nobleza! Unos mil Aeros por cabe… - Le propinó otro puñetazo en plena cara, y varios más hasta que dejó de reírse. - … en los muelles. – dijo al final. – El almacén que esta frente a la taberna “El Pez feliz”. No… no tiene ni guardias – Dicho esto Eltrant dejó caer al hombre y respiró profundamente.
Tenían que llamar a la guardia, o a alguien que pudiese hacerse cargo de lo que acababa de decir aquel tipo.
- Lyn y... te llamabas Mina ¿Verdad? - dijo dejándose caer junto a la puerta del edificio. – Creo que hay más gente con vida ahí dentro. – dijo cerrando levemente los ojos. - ¿Podéis entrar a echar un vistazo? – No podía evitar pensar que Frith seguía con vida. Y sí, era consciente de que había pertenecido al bando contrario en todo aquello, pero no parecían ser malos tipos. Técnicamente ni siquiera se habían enfrentado a él.
- Yo creo que voy a… descansar un poco… -
Quizás fue porque acababa de salir de un extraño estado de trance y estaba aún aturdida, asustada, temiendo por lo que aquellos hombres habían estado a punto de hacerles, pero, por unos instantes, sintió la necesidad de alimentarse de la sangre de los tipos a los que estaba enfrentando junto a Mina.
Pero se contuvo, abatió a dos de ellos con sus sombras, ayudó a la bruja a defenderse, se aseguró de que aquellos malnacidos no volviesen a levantarse. Pero no les mató por su sangre.
Ella no era así, su sed no la controlaba.
Salieron a la calle, una vez estuvo rodeada da la oscuridad de aquel minúsculo callejón respiró profundamente, trató de tranquilizarse un poco y le dedicó una sonrisa a Mina, la cual no tardó en preguntar a la vampiresa si recordaba el camino de vuelta al hostal en el que se estaban hospedando.
Miró a su alrededor y no contestó, no inmediatamente, ignorando momentáneamente el edificio que tenían justo enfrente y dónde parecía estar produciéndose algo parecido a una pelea se interior, se esforzó por buscar alguna referencia al lugar de la ciudad en el que se encontraban, pero no encontró nada útil.
Salvo una voz conocida.
- E…espera un momento, Mina. – dijo a la bruja que ya tiraba de ella con apremio. Lyn clavó los ojos en el pequeño herbolario que tenían frente a ellos. – Creo que… - Estaba segura de que había oído al Mortal en aquel sitio, o eso le había parecido.
¿Qué iba a hacer él allí? ¿No estaba batiéndose en duelo con aquella mujer?
Justo cuando estaba a punto de rendirse y dejar que la bruja tirase de ella y la llevase hasta algún lugar seguro, una figura conocida atravesó una de las ventanas del lugar y cayó frente a ellas con la cara cubierta de sangre, balbuceando algo incomprensible en voz baja.
Lyn no pudo evitar sonreír al ver al rubio en aquel estado.
__________________________________________________________
Le pitaban los oídos, con fuerza. Gruñó en voz baja y abrió, muy lentamente, los ojos.
Se sentía pesado, le dolía el cuerpo. Aunque aquello era bueno, aquello significaba que seguía con vida, que era más de lo que podía decir el tipo corpulento al que había estado enfrentándose hacía apenas unos instantes.
¿Qué había pasado? Solo recordaba una luz cegadora seguida de un estallido, tras eso mucho ruido y algún grito que otro, al final, de algún modo, había acabado boca abajo, con lo que quedaba de una de las mesas sobre su espalda.
Tras varios segundos más gruñendo en voz baja forzó a su cuerpo a responderle y, empujando el suelo, se volvió a levantar. Parpadeó repetidamente y, una vez estuvo completamente de pie, miró a su alrededor.
No quedaba gran cosa de la habitación, escombros y muebles destrozados acompañando a los cadáveres de muchos de los que habían estado allí. El cuerpo de Alissa no se movía, tampoco el del tipo musculoso con el que peleaba. Desvió la mirada unos instantes y recogió su espada del suelo, la envaino.
No parecía haber muchos supervivientes. ¿Cómo había acabado todo aquello así? Buscó con la mirada a los dos otros dos mercenarios, Frith y su amigo, los que había conocido en la taberna. No los vio a simple vista, esperaba que no hubiesen compartido el mismo destino que los demás.
- ¿Queda… alguien? - Parte de la coraza que protegía su pecho había desaparecido en la explosión, también todo el guantelete de metal que protegía su brazo derecho.
Tanto su torso semidesnudo como el brazo con el que se había protegido la cara estaban cubiertos de pequeños cortes sangrantes, así como de un sinfín de quemaduras. El dolor no tardó en aparecerse, le extrañaba que hubiese tardado tanto.
Mascullando un par de insultos en voz baja se giró, tambaleándose, en dirección a la salida de lo que quedaba del edificio.
- ¿Cómo…? – No lo había oído hasta aquel momento, estaba al lado de la puerta, sentado contra el marco de la misma, mirándole fijamente. - ¿Cómo sigues vivo? - Un hombre rubio, uno de los tres tipos contra los que había jugado Lyn a las cartas; El que parecía más hablador. – Te he lanzado… - Cerró los ojos, como si estuviese pensando seriamente que decir. – Te lo he lanzado a los pies – Frunció el ceño y lo miró fijamente.
¿Había sido él? ¿El de la explosión? ¿Él había matado a Alissa? ¿A sus propios aliados?
Iba a lanzar a ese idiota por una de las ventanas.
[…]
Atravesó la puerta de madera, o lo que quedaba de ella y, a paso firme, se dirigió al rubio, el cual ahora se arrastraba frente a dos personas. ¿Tendría la desfachatez de pedirles ayuda? ¿él? Estaba seguro de que estaba siendo incluso muy blando con aquel tipo.
Sin mirar siquiera a las dos personas que estaban frente al herido, el exmercenario le propinó varias patadas al hombre, impidiendo que se moviese.
- ¿Tú no estabas batiéndote en duelo, Mortal? – Eltrant alzó la mirada buscando, extrañado, la voz de su amiga. ¿Qué hacía allí? Se encontró con los expresivos ojos de su amiga ligeramente enrojecidos, no estaba sola, la muchacha que había visto en la taberna tenía una expresión similar.
- Sí… - Se llevó el brazo derecho hasta la nuca, esforzándose por disimular que cada movimiento que hacía se traducía inmediatamente a una dolorosa palpitación en dicho brazo. - ¿Es… estáis bien? – Preguntó a continuación, alternando entre una chica y la otra. - ¿…ese vestido es tuyo? – Agregó prácticamente enseguida arqueando ambas cejas, mirando la prenda que vestía su compañera con curiosidad.
Lyn se cruzó de brazos y frunció levemente el ceño.
- ¡¿Cómo me haces tú esa pregunta!? – Le señaló - ¡Claro que estoy bien! ¡Es a ti a quien tiene que verte un médico, pedazo de animal! – Aseguró. - ¡Me despisto un momento! ¡Me voy aquí con mi amiga un rato…! – Señaló a Mina, que seguía a su lado - ¡…y mira como acabas! - Eltrant se encogió de hombros y sonrió cansado.
- Sí… se me ha ido un poco de las manos. – En ese mismo instante el rubio comenzó a reírse a carcajadas, a balbucear cosas incomprensibles entre dientes, algo de un “líder” que no tardaría en darle a todos los presentes lo que se merecían realmente.
- Lo dudo. – dijo Lyn. Eltrant no hizo ningún comentario, agarró al brujo del cuello de la camisa y lo arrastró un par de metros, alejándolo de la pareja. Lo apoyó contra la pared del edificio que se había encargado de hacer estallar.
Incluso en aquella situación Eltrant podía ver en la mirada del rubio que este no creía haber perdido, la arrogancia, el sentimiento de superioridad que parecía tener sobre todos los presentes. Llevó su mano hasta el pomo de Recuerdo.
- ¡Oh! ¡¿Vas a ejecutarme?! – Se carcajeó con fuerza. Definitivamente, había perdido el sentido o seguía pensándose que tenía el control de la situación. - ¿Qué le vas a decir a la guardia? – Sonrió – Dime ¿Qué? ¿Que uno de los Lores de la ciudad ha hecho esto? ¡Nadie te va a creer! ¡El líder es…! – Antes de que pudiese seguir hablando Eltrant le propinó un puñetazo en la cara con el brazo izquierdo, el que aun vestía el guantelete.
Aquello pareció recordarle quien estaba contra la pared y quién no.
- Vale, vale. – dijo - ¿Quieres dinero? Claro que sí, todos queréis dinero. Déjame ir, te diré donde están las chicas. Todas. – Eltrant cerró el puño - ¡Son muy sumisas! ¡Todas señoritas de la nobleza! Unos mil Aeros por cabe… - Le propinó otro puñetazo en plena cara, y varios más hasta que dejó de reírse. - … en los muelles. – dijo al final. – El almacén que esta frente a la taberna “El Pez feliz”. No… no tiene ni guardias – Dicho esto Eltrant dejó caer al hombre y respiró profundamente.
Tenían que llamar a la guardia, o a alguien que pudiese hacerse cargo de lo que acababa de decir aquel tipo.
- Lyn y... te llamabas Mina ¿Verdad? - dijo dejándose caer junto a la puerta del edificio. – Creo que hay más gente con vida ahí dentro. – dijo cerrando levemente los ojos. - ¿Podéis entrar a echar un vistazo? – No podía evitar pensar que Frith seguía con vida. Y sí, era consciente de que había pertenecido al bando contrario en todo aquello, pero no parecían ser malos tipos. Técnicamente ni siquiera se habían enfrentado a él.
- Yo creo que voy a… descansar un poco… -
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
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Re: Vientos de Vulwulfar [Libre] [3/3] [Cerrado]
Busque con la mirada a Ingvar. Tenía los ojos molestamente llenos de polvo. Me los trate de limpiar con las manos, aunque aquello no hizo más que irritarme todavía más la vista. Me trate Ed incorporar, y busque nuevamente con la mirada a Ingvar. Conseguí vislumbrarlo en un rincón, pegado a una pared. Se estaba poniendo en pie, con el ceño muy fruncido. Estaba claramente enfadado; mientras que en un principio se había esperado recibir cuantiosas abundancias monetarias, ahora parecía que todo era un caos sin sentido.
– ¿En qué maldito momento comenzamos a actuar en nombre de la ética? –mascullaba Ingvar, mientras poco a poco se incorporaba–. Esto pasa cuando las cosas dejan de guiarse por el dinero. –Empezó a toser violentamente y dejo escapar un enorme escupitajo contra el suelo, lleno de polvo y mugre.
Me ardían los ojos, pero poco a poco el polvo fue cayendo de mis parpados, y me fue costando menos mantener los ojos abiertos. Dirigí la vista hacia Eltrant de repente, a quien vi buscando con la misma mirada confusa que teníamos Ingvar y yo, a los demás. ¿Habíamos sido los únicos supervivientes? El polvo de la explosión fue cayendo a la superficie, haciendo que el ambiente se aclarara poco a poco. La joven estaba tendida en el suelo. De repente sentí un terrible dolor en las costillas. Me percate de que mi pechera estaba dañada, algunos fragmentos de piedra y vidrio lo atravesaban, llegando a clavarse en la carne. No era algo grave, pero era doloroso. Me lleve la mano a las costillas, y me quite la pechera desajustándola por el cinto lateral. La dejé caer al suelo, y varios de los fragmentos cayeron con esta, la mayoría de los que estaban calvados en mi carne.
Tanto Ingvar como yo nos giramos hacia el rubio, en cuanto este se hizo presente frente a Eltrant. Parecía sorprendido de que este continuara vivo. Por lo que dijo, había lanzado aquella bomba a los pies del joven, y aun así Eltrant se veía en mejor estado del que habría imaginado, siendo ese el caso. Volví a mirar a la joven Alissa, en el suelo muerta. Ese era el “trabajo” del que formábamos parte. Un trabajo despreciable, que me estaba comenzando a hacer plantearme si quería continuar aquella vida como mercenario.
– ¿Tú has tirado la bomba? –pregunte entonces, mirando al individuo. Este parecía demasiado centrado en Eltrant, como para fijarse en mi o mi compañero mercenario.
En aquel momento mi moralidad era completamente incierta. Todo había comenzado como un simple trabajo, como muchos otros que había aceptado en algún momento de mi vida. Pero todo parecía haberse desviado, abismalmente. La bomba me había despertado, aquello era una locura que iba mas allá de cuestiones personales. Ni siquiera estaba seguro de si lo correcto sería acabar con aquel que había acabado formando aquel caos, acabando con tantas vidas, aliadas y enemigas de un momento a otro. ¿Era lo correcto? ¿Por qué? No importaba, ya estaba Eltrant dirigiéndose hacia él, acorralándolo y haciéndolo retirarse poco a poco. Al cabo de un rato también apareció su compañera, aquella que había formado inicialmente el conflicto con todos aquellos individuos. Eltrant le propino repetidas patadas, dejándolo completamente destrozado, y fue entonces cuando se dirigió hacia su compañera. Me volví hacia Ingvar que se había acercado hasta mí, colocándome una mano en el hombro. Cojeaba, le sangraba una pierna; algo se le había caído encima tras la explosión.
– Creo que me tomare unas vacaciones por unas semanas –dijo–. Esto ha sido demasiado, y sin ninguna finalidad. estoy más jodi… –soltó un gruñido de dolor en cuanto noto como su pierna le ardía de repente–. No estoy bien, tengo que retirarme un tiempo al campamento, y ya bucare trabajos decentes mas adelante. No voy a volver a aceptar tratos con desconocidos. ¿Estás bien, chico?
– Si –asentí. Tenia la mano por encima de mis costillas. Quitándome la pechera había quitado los fragmentos que se habían calvado por debajo de mi piel, por lo que tenia poco mas que algunas heridas de fácil curación–. Todo bien.
Ingvar se quedo mirando largamente a Lyn durante, mientras esta hablaba con el joven gravemente herido.
– Me acabo de fijar en lo mona que es esta muchacha – menciono repentinamente el mercenario. Me quede mirándolo perplejo.
– Tu también necesitas descansar, desde luego. –le respondí entonces.
El rubio continuaba hablando, se había conseguido incorporar aun estando todavía en el suelo. Hablaba a Eltrant, buscando excusas varias para poder permanecer con vida, o para salirse con la suya aun estando en aquella pésima situación. Ya iría la guardia para ocuparse de aquello; Eltrant debía saberlo dado que no perdió mucho más tiempo tomando atención al individuo. Me acerque despacio hasta el joven.
– No sé por qué, pero creo que la próxima vez que te encuentre procurare mantenerme de tu lado –le dije–. Creo que hay un par de tipos todavía con vida, los oigo gimotear.
Ingvar se había acercado a Mina nuevamente. Aunque el mercenario teniaun aspecto espantoso, continuaba sintiendo gran interés por la moza, y le dedico una enorme sonrisa.
– Siento que mi aspecto sea lamentable –dijo, dirigiéndose hacia ella directamente–, pero podríamos continuar con nuestra conversación. Creo que todavía hay algo de tiempo para resolver este catastrófico día.
– ¿En qué maldito momento comenzamos a actuar en nombre de la ética? –mascullaba Ingvar, mientras poco a poco se incorporaba–. Esto pasa cuando las cosas dejan de guiarse por el dinero. –Empezó a toser violentamente y dejo escapar un enorme escupitajo contra el suelo, lleno de polvo y mugre.
Me ardían los ojos, pero poco a poco el polvo fue cayendo de mis parpados, y me fue costando menos mantener los ojos abiertos. Dirigí la vista hacia Eltrant de repente, a quien vi buscando con la misma mirada confusa que teníamos Ingvar y yo, a los demás. ¿Habíamos sido los únicos supervivientes? El polvo de la explosión fue cayendo a la superficie, haciendo que el ambiente se aclarara poco a poco. La joven estaba tendida en el suelo. De repente sentí un terrible dolor en las costillas. Me percate de que mi pechera estaba dañada, algunos fragmentos de piedra y vidrio lo atravesaban, llegando a clavarse en la carne. No era algo grave, pero era doloroso. Me lleve la mano a las costillas, y me quite la pechera desajustándola por el cinto lateral. La dejé caer al suelo, y varios de los fragmentos cayeron con esta, la mayoría de los que estaban calvados en mi carne.
Tanto Ingvar como yo nos giramos hacia el rubio, en cuanto este se hizo presente frente a Eltrant. Parecía sorprendido de que este continuara vivo. Por lo que dijo, había lanzado aquella bomba a los pies del joven, y aun así Eltrant se veía en mejor estado del que habría imaginado, siendo ese el caso. Volví a mirar a la joven Alissa, en el suelo muerta. Ese era el “trabajo” del que formábamos parte. Un trabajo despreciable, que me estaba comenzando a hacer plantearme si quería continuar aquella vida como mercenario.
– ¿Tú has tirado la bomba? –pregunte entonces, mirando al individuo. Este parecía demasiado centrado en Eltrant, como para fijarse en mi o mi compañero mercenario.
En aquel momento mi moralidad era completamente incierta. Todo había comenzado como un simple trabajo, como muchos otros que había aceptado en algún momento de mi vida. Pero todo parecía haberse desviado, abismalmente. La bomba me había despertado, aquello era una locura que iba mas allá de cuestiones personales. Ni siquiera estaba seguro de si lo correcto sería acabar con aquel que había acabado formando aquel caos, acabando con tantas vidas, aliadas y enemigas de un momento a otro. ¿Era lo correcto? ¿Por qué? No importaba, ya estaba Eltrant dirigiéndose hacia él, acorralándolo y haciéndolo retirarse poco a poco. Al cabo de un rato también apareció su compañera, aquella que había formado inicialmente el conflicto con todos aquellos individuos. Eltrant le propino repetidas patadas, dejándolo completamente destrozado, y fue entonces cuando se dirigió hacia su compañera. Me volví hacia Ingvar que se había acercado hasta mí, colocándome una mano en el hombro. Cojeaba, le sangraba una pierna; algo se le había caído encima tras la explosión.
– Creo que me tomare unas vacaciones por unas semanas –dijo–. Esto ha sido demasiado, y sin ninguna finalidad. estoy más jodi… –soltó un gruñido de dolor en cuanto noto como su pierna le ardía de repente–. No estoy bien, tengo que retirarme un tiempo al campamento, y ya bucare trabajos decentes mas adelante. No voy a volver a aceptar tratos con desconocidos. ¿Estás bien, chico?
– Si –asentí. Tenia la mano por encima de mis costillas. Quitándome la pechera había quitado los fragmentos que se habían calvado por debajo de mi piel, por lo que tenia poco mas que algunas heridas de fácil curación–. Todo bien.
Ingvar se quedo mirando largamente a Lyn durante, mientras esta hablaba con el joven gravemente herido.
– Me acabo de fijar en lo mona que es esta muchacha – menciono repentinamente el mercenario. Me quede mirándolo perplejo.
– Tu también necesitas descansar, desde luego. –le respondí entonces.
El rubio continuaba hablando, se había conseguido incorporar aun estando todavía en el suelo. Hablaba a Eltrant, buscando excusas varias para poder permanecer con vida, o para salirse con la suya aun estando en aquella pésima situación. Ya iría la guardia para ocuparse de aquello; Eltrant debía saberlo dado que no perdió mucho más tiempo tomando atención al individuo. Me acerque despacio hasta el joven.
– No sé por qué, pero creo que la próxima vez que te encuentre procurare mantenerme de tu lado –le dije–. Creo que hay un par de tipos todavía con vida, los oigo gimotear.
Ingvar se había acercado a Mina nuevamente. Aunque el mercenario teniaun aspecto espantoso, continuaba sintiendo gran interés por la moza, y le dedico una enorme sonrisa.
– Siento que mi aspecto sea lamentable –dijo, dirigiéndose hacia ella directamente–, pero podríamos continuar con nuestra conversación. Creo que todavía hay algo de tiempo para resolver este catastrófico día.
Friðþjófur Rögnvaldsson
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Re: Vientos de Vulwulfar [Libre] [3/3] [Cerrado]
Mina había decidido que quedarse junto a la vampiresa sería la mejor de las ideas de la noche. Era ruda. Y su amigo, el tal Mortal, también lo parecía. Aquel lugar había quedado destruido por completo, había gente muerta inclusive, pero él había resultado con pocas heridas y con bríos suficientes como para hacerle puré su cara de muñeco al maldito rubio que las había llevado frente al asqueroso anciano. Escuchó atenta sus palabras, sintiendo una rabia que le revolvía el estómago. Una vez Mortal hubo acabado con él, fue el turno de la ilusionista.
Se agachó y tomó el sanguinolento rostro del tipejo, mirándolo con desprecio -Tu Líder murió- le dijo en voz baja -Pero no te preocupes, ahora mismo te reunirás con él en el infierno- susurró mientras sus ojos brillaron dorados, tomó la cabeza del rubio con ambas manos y con un movimiento fuerte, quebró su cuello. No podía tapar el ruido sordo de las vértebras dislocarse, pero sí su acción; a simple vista solo se veía a la muchacha mirar con rabia a un tipo, extrañamente quieta. Se levantó, dejando al tipo ahí tirado, con la mirada perdida, justo cuando el otro mercenario se acercaba a ella.
Estaba desastroso, cubierto en polvo y heridas, tenía una grande en la pierna y ella no tenía ganas de lidiar su actitud de macho avasallador. Lo miró y levantó una ceja. Volteó hacia a Lyn y fue junto a ella, dejándolo hablando solo.
-Dijo algo de unas mujeres- comentó a la vampiresa -Tienen que ser otras chicas a quienes secuestraron... como a nosotras- dijo aquello en voz baja, solo para que ella la escuchara. Miró al amigo de Lyn, todo maltrecho, y a los otros dos hombres, heridos también. Gente se había asomado y seguramente la Guardia llegaría en cualquier momento -Escuchaste que dijo ser un Lord, no creo que nos vayan a creer si les decimos lo que nos pasó o lo que éste confesó- dijo, señalando al rubio con un gesto de la cabeza.
Resopló, aquello que iba a decir le costaba, pues Wilhelmina Harker no era una persona que se caracterizaba por ayudar a los demás, ni se preocupaba mucho del prójimo a menos que eso le beneficiara en algo o le produjera alguna satisfacción que alimentara su ego. Pero esto iba más allá de altruismos, bondades, beneficencias o narcisismo, esto era venganza. -Tenemos que ir por ellas y acabar con todos estos malditos- dijo finalmente a la vampiresa, mirándola a los ojos.
Se agachó y tomó el sanguinolento rostro del tipejo, mirándolo con desprecio -Tu Líder murió- le dijo en voz baja -Pero no te preocupes, ahora mismo te reunirás con él en el infierno- susurró mientras sus ojos brillaron dorados, tomó la cabeza del rubio con ambas manos y con un movimiento fuerte, quebró su cuello. No podía tapar el ruido sordo de las vértebras dislocarse, pero sí su acción; a simple vista solo se veía a la muchacha mirar con rabia a un tipo, extrañamente quieta. Se levantó, dejando al tipo ahí tirado, con la mirada perdida, justo cuando el otro mercenario se acercaba a ella.
Estaba desastroso, cubierto en polvo y heridas, tenía una grande en la pierna y ella no tenía ganas de lidiar su actitud de macho avasallador. Lo miró y levantó una ceja. Volteó hacia a Lyn y fue junto a ella, dejándolo hablando solo.
-Dijo algo de unas mujeres- comentó a la vampiresa -Tienen que ser otras chicas a quienes secuestraron... como a nosotras- dijo aquello en voz baja, solo para que ella la escuchara. Miró al amigo de Lyn, todo maltrecho, y a los otros dos hombres, heridos también. Gente se había asomado y seguramente la Guardia llegaría en cualquier momento -Escuchaste que dijo ser un Lord, no creo que nos vayan a creer si les decimos lo que nos pasó o lo que éste confesó- dijo, señalando al rubio con un gesto de la cabeza.
Resopló, aquello que iba a decir le costaba, pues Wilhelmina Harker no era una persona que se caracterizaba por ayudar a los demás, ni se preocupaba mucho del prójimo a menos que eso le beneficiara en algo o le produjera alguna satisfacción que alimentara su ego. Pero esto iba más allá de altruismos, bondades, beneficencias o narcisismo, esto era venganza. -Tenemos que ir por ellas y acabar con todos estos malditos- dijo finalmente a la vampiresa, mirándola a los ojos.
Última edición por Mina Harker el Lun Ago 27 2018, 15:59, editado 1 vez
Mina Harker
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Re: Vientos de Vulwulfar [Libre] [3/3] [Cerrado]
Cerró los ojos, sin levantarse de dónde estaba, concentrándose únicamente en las voces que tenía a su alrededor, en el susurro de la brisa nocturna que arrastraba consigo un fuerte olor a quemado.
- Yo podría decir lo mismo. – Eltrant esbozó una sonrisa, sin aun abrir los ojos, cuando el mercenario que había estado en el bando opuesto alegó que, la próxima vez que se cruzasen, agradecería que las tornas cambiasen y fuesen aliados. - ¿Y si nos tomamos algo para asegurarnos de que sea así? – Preguntó a continuación, acomodándose pobremente sobre la pared en la que estaba apoyado.
Todo había pasado… tan rápido. La explosión, la mujer duelista, las palabras del engreído que alegaba tener un montón de mujeres prisioneras en los muelles de la ciudad.
Y, sin embargo, sentía que había vivido al menos tres noches.
Volvió a abrir los ojos, inspiró con fuerza, gruñó dolorido al notar como todo su cuerpo se resentía.
La nueva amiga de Lyn se acercó a esta, no pudo escuchar exactamente de que hablaban, pero por las palabras que consiguió captar desde donde estaban, la muchacha planeaba ir a rescatar a las jóvenes que el rubio había dicho que su señor mantenía encerradas no muy lejos de allí.
Suspiró profundamente, pudo ver como la vampiresa se giraba hacía él, sin responder directamente a la petición que había hecho la chica.
Eltrant desvió su mirada hasta el rubio: había dejado de moverse, enarcó una ceja. ¿Había muerto por las heridas? Estaba seguro de que no le había dado tan fuerte, volvió a mirar a Lyn durante unos segundos.
- ¿Estás bien, Mortal? – Preguntó esta entonces, agachándose junto a él. – Tiene razón, deberíamos ir a… - Daba igual que estuviese cansado o herido, lo cierto era que la joven tenía razón, no podían dejar a las jóvenes allí encerradas. No cuando eran ellos los que sabían dónde estaban.
- Sí, sí. – Respondió incorporándose levemente, interrumpiendo a su acompañante y volviendo a gemir dolorido en el proceso. – Solo necesitaba respirar un poco, eso es todo. – Afirmó sonriendo, aunque lo que le salió fue, más bien, una extraña mueca de dolor.
Lyn, cruzada de brazos, no quitó los ojos de encima a Eltrant mientras este se alejaba de la pared. Los primeros guardas que acudían a ver el origen de la explosión comenzaban a aproximarse.
- Bien. – Dijo rebuscando entre sus bolsillos. – …hace años que tengo esto. – Miró a la joven que acompañaba a Lyn, la que, por lo que había creído oír el castaño, estaba preocupada por el destino de las chicas y la credibilidad que iban a tener frente a los guardias. – Creo que va siendo hora de usarlo. – Finalmente encontró lo que estaba buscando: una pequeña medalla completamente dorada, arañada y ligeramente doblada por uno de sus extremos, por lo que sabía cada vez había menos de aquellas por el mundo. – Dejadme hablar a mí. – Limpiándose pobremente la mezcla entre sudor y sangre que resbalaba por su frente, pasó junto al gigantón que continuaba tratando de llamar la atención de Mina y encaró a los guardias que venía.
Entretanto, Lyn se encaminó hacía su nueva amiga y le pasó una mano por encima del hombro, apoyando momentáneamente su cabeza en su hombro.
- No te preocupes. – Le dijo, dejando escapar un pequeño suspiro. – Puede parecer un inútil a simple vista. – Sonrió. – Pero suele tener… - Negó con la cabeza. – Bueno, vale, no suele tener nunca un plan. – Liberó a la joven de su agarre y jugueteó por unos instantes con su flequillo. – Pero va a salvar a esas chicas. – Entrelazó ambas manos a su espalda y sonrió a Mina.
Aun así, de forma imperceptible, las sombras de Lyn comenzaron a acumularse bajo sus pies y los de Mina. Si algo iba mal, la sacaría de allí, era lo mínimo que podía hacer por su amiga.
Los guardias echaron mano de sus armas tan pronto vieron el lamentable estado del lugar, Eltrant levantó las manos de forma conciliadora y aguardó a que los soldados le rodeasen, no veía exactamente que estaban haciendo Frith y su acompañante, pero habían tenido, como mínimo, tiempo para alejarse de todo aquello.
- ¿Y bien? – dijo una mujer alta y robusta, una que cubría su ojo izquierdo con un parche. - ¿Alguna explicación de lo que ha pasado aquí? – La que evidentemente era la capitana de aquellos hombres miró por encima del hombro a Eltrant, donde estaba Mina, Lyn y, no muy lejos de allí, el cadáver del rubio.
- Soy Eltrant Tale. – Dijo Eltrant entregándole la medalla de sus tiempos de Térpoli. [1] – Primer Regimiento de Asalto a Térpoli, Teniente de División. - La mujer entrecerró los ojos y analizó la pieza detenidamente, como si no se terminase de creer que alguien con el aspecto de Eltrant contase con algo como aquello. – …retirado. – dijo al final, esbozando una sonrisa cansada.
Sus días en la guardia, al menos, estaban siendo útiles en aquel momento.
- ¿Y qué trae a un héroe de guerra hasta…? – La mujer desvió la mirada hacía lo que quedaba del edificio, después le devolvió la medalla a Eltrant. - ¿Hasta… esto? – Preguntó a continuación, su expresión cambió casi por completo ahora parecía cansada, la mirada de una veterana que había visto demasiadas cosas.
- Me gano la vida como… - Se detuvo un instante, no podía decir “sigo rumores y espero que al otro lado de estos no haya una espada” – Soy un mercenario, ahora. – Señaló tras de si con el pulgar. – Ellas dos son mis compañeras. – Afirmó, la mujer volvió a mirar a las chicas, Lyn saludó con su elegante vestido rosa.
- No parecen… -
- A eso quiero llegar, Capitana. – Comentó Eltrant bajando ambas manos hasta el cinturón. – Es capitana ¿Verdad? – La mujer asintió y, con una cabezada, indicó a sus hombres a que entrasen en el edificio medio derruido. – En resumen: hemos seguido a un grupo de esclavistas hasta este lugar y al final hemos sonsacado a uno de ellos que tienen a un montón de chicas apresadas en los muelles. – Aseveró, la mujer entrecerró los ojos y se llevó la mano hasta el mentón, pensativa. – Gente importante, al parecer. – dijo – Nobles – Añadió casi enseguida, haciendo especial énfasis en esta palabra.
- ¿Estás seguro de esto, Tale? – Preguntó a continuación, bajando su espada hasta el pomo de su espada. - ¿Tienes pruebas? ¿Testigos? ¿Son peligrosos? –
- Puedes preguntar a todos los que están aquí, también están las chicas de… -
- Sí… sí… estoy segura de que lo has descubierto todo… – La mujer se peinó pobremente la larga melena rojiza de la que era dueña y gruñó un par de insultos en voz baja. – Justo lo que me hacía falta esta maldita noche. – Susurró. - ¡Svenson! – Un hombre algo más bajito que ella acudió a la llamada. – Levanta a los que estén de guardia esta noche. – Ordenó, el hombre asintió. – Y que vengan bien armados. – Se giró hacia el edificio. – Nos va a hacer falta. – Murmuró, hecho esto, se aclaró la garganta y volvió a mirar a Eltrant. – Muy bien, nosotros nos encargamos. – dijo finalmente, Eltrant se giró hacía las chicas y levantó el pulgar con una sonrisa.
- ¿Y tú? ¿Necesitas algo? – Preguntó analizando al exmercenario de arriba abajo. - ¿Tus amigas? ¿Un médico? Te vendría bien un médico. – Se cruzó de brazos sin apartar sus ojos del castaño. - ¿O una copa? – Agregó después. – Los dioses saben que a mí me va a hacer falta una. – Afirmó después, entre dientes.
- No, gracias Capitana. – Eltrant negó con la cabeza y comenzó a caminar hacia dónde estaban Lyn y Mina.
- ¡Capitana Coal! – Escuchó decir a la mujer desde la distancia. - ¡Y no te alejes mucho! ¡Tienes que decirnos exactamente dónde de los muelles están! - Eltrant levantó una mano, sin girarse, para hacer ver a la pelirroja que la había oído.
Quizás no todo lo que hubiese dicho era exactamente verdad, pero bastaba, si era completamente honesto consigo mismo, si los muelles estaban fuertemente custodiados no iba a ser capaz de hacer gran cosa en su estado y, por otro lado, un montón de matones a sueldo no eran nada en comparación a un montón de soldados entrenados y con equipamiento a juego, iban a estar bien.
- ¿Que os parece…? - Se apoyó en la pared, junto a las chicas. – ¿Si nos vamos a tomar algo y dejamos esto a los profesionales? – dijo – Yo invito. – Aseveró. – Creo que nos lo hemos ganado ¿No? – Esbozó una sonrisa y tendió su mano a la joven. – Por cierto, soy Eltrant. – dijo como toda presentación. – Gracias por cuidar de este caso perdido. –
- ¡Tú eres el caso perdido! –
[1] Uso Objeto Master: Medalla al Heroismo.
Off: Mi infinita sabiduria ha hecho que no me diese cuenta de que Mina había actualizado. ¡Lo siento mucho! ; - ;
- Yo podría decir lo mismo. – Eltrant esbozó una sonrisa, sin aun abrir los ojos, cuando el mercenario que había estado en el bando opuesto alegó que, la próxima vez que se cruzasen, agradecería que las tornas cambiasen y fuesen aliados. - ¿Y si nos tomamos algo para asegurarnos de que sea así? – Preguntó a continuación, acomodándose pobremente sobre la pared en la que estaba apoyado.
Todo había pasado… tan rápido. La explosión, la mujer duelista, las palabras del engreído que alegaba tener un montón de mujeres prisioneras en los muelles de la ciudad.
Y, sin embargo, sentía que había vivido al menos tres noches.
Volvió a abrir los ojos, inspiró con fuerza, gruñó dolorido al notar como todo su cuerpo se resentía.
La nueva amiga de Lyn se acercó a esta, no pudo escuchar exactamente de que hablaban, pero por las palabras que consiguió captar desde donde estaban, la muchacha planeaba ir a rescatar a las jóvenes que el rubio había dicho que su señor mantenía encerradas no muy lejos de allí.
Suspiró profundamente, pudo ver como la vampiresa se giraba hacía él, sin responder directamente a la petición que había hecho la chica.
Eltrant desvió su mirada hasta el rubio: había dejado de moverse, enarcó una ceja. ¿Había muerto por las heridas? Estaba seguro de que no le había dado tan fuerte, volvió a mirar a Lyn durante unos segundos.
- ¿Estás bien, Mortal? – Preguntó esta entonces, agachándose junto a él. – Tiene razón, deberíamos ir a… - Daba igual que estuviese cansado o herido, lo cierto era que la joven tenía razón, no podían dejar a las jóvenes allí encerradas. No cuando eran ellos los que sabían dónde estaban.
- Sí, sí. – Respondió incorporándose levemente, interrumpiendo a su acompañante y volviendo a gemir dolorido en el proceso. – Solo necesitaba respirar un poco, eso es todo. – Afirmó sonriendo, aunque lo que le salió fue, más bien, una extraña mueca de dolor.
Lyn, cruzada de brazos, no quitó los ojos de encima a Eltrant mientras este se alejaba de la pared. Los primeros guardas que acudían a ver el origen de la explosión comenzaban a aproximarse.
- Bien. – Dijo rebuscando entre sus bolsillos. – …hace años que tengo esto. – Miró a la joven que acompañaba a Lyn, la que, por lo que había creído oír el castaño, estaba preocupada por el destino de las chicas y la credibilidad que iban a tener frente a los guardias. – Creo que va siendo hora de usarlo. – Finalmente encontró lo que estaba buscando: una pequeña medalla completamente dorada, arañada y ligeramente doblada por uno de sus extremos, por lo que sabía cada vez había menos de aquellas por el mundo. – Dejadme hablar a mí. – Limpiándose pobremente la mezcla entre sudor y sangre que resbalaba por su frente, pasó junto al gigantón que continuaba tratando de llamar la atención de Mina y encaró a los guardias que venía.
Entretanto, Lyn se encaminó hacía su nueva amiga y le pasó una mano por encima del hombro, apoyando momentáneamente su cabeza en su hombro.
- No te preocupes. – Le dijo, dejando escapar un pequeño suspiro. – Puede parecer un inútil a simple vista. – Sonrió. – Pero suele tener… - Negó con la cabeza. – Bueno, vale, no suele tener nunca un plan. – Liberó a la joven de su agarre y jugueteó por unos instantes con su flequillo. – Pero va a salvar a esas chicas. – Entrelazó ambas manos a su espalda y sonrió a Mina.
Aun así, de forma imperceptible, las sombras de Lyn comenzaron a acumularse bajo sus pies y los de Mina. Si algo iba mal, la sacaría de allí, era lo mínimo que podía hacer por su amiga.
Los guardias echaron mano de sus armas tan pronto vieron el lamentable estado del lugar, Eltrant levantó las manos de forma conciliadora y aguardó a que los soldados le rodeasen, no veía exactamente que estaban haciendo Frith y su acompañante, pero habían tenido, como mínimo, tiempo para alejarse de todo aquello.
- ¿Y bien? – dijo una mujer alta y robusta, una que cubría su ojo izquierdo con un parche. - ¿Alguna explicación de lo que ha pasado aquí? – La que evidentemente era la capitana de aquellos hombres miró por encima del hombro a Eltrant, donde estaba Mina, Lyn y, no muy lejos de allí, el cadáver del rubio.
- Soy Eltrant Tale. – Dijo Eltrant entregándole la medalla de sus tiempos de Térpoli. [1] – Primer Regimiento de Asalto a Térpoli, Teniente de División. - La mujer entrecerró los ojos y analizó la pieza detenidamente, como si no se terminase de creer que alguien con el aspecto de Eltrant contase con algo como aquello. – …retirado. – dijo al final, esbozando una sonrisa cansada.
Sus días en la guardia, al menos, estaban siendo útiles en aquel momento.
- ¿Y qué trae a un héroe de guerra hasta…? – La mujer desvió la mirada hacía lo que quedaba del edificio, después le devolvió la medalla a Eltrant. - ¿Hasta… esto? – Preguntó a continuación, su expresión cambió casi por completo ahora parecía cansada, la mirada de una veterana que había visto demasiadas cosas.
- Me gano la vida como… - Se detuvo un instante, no podía decir “sigo rumores y espero que al otro lado de estos no haya una espada” – Soy un mercenario, ahora. – Señaló tras de si con el pulgar. – Ellas dos son mis compañeras. – Afirmó, la mujer volvió a mirar a las chicas, Lyn saludó con su elegante vestido rosa.
- No parecen… -
- A eso quiero llegar, Capitana. – Comentó Eltrant bajando ambas manos hasta el cinturón. – Es capitana ¿Verdad? – La mujer asintió y, con una cabezada, indicó a sus hombres a que entrasen en el edificio medio derruido. – En resumen: hemos seguido a un grupo de esclavistas hasta este lugar y al final hemos sonsacado a uno de ellos que tienen a un montón de chicas apresadas en los muelles. – Aseveró, la mujer entrecerró los ojos y se llevó la mano hasta el mentón, pensativa. – Gente importante, al parecer. – dijo – Nobles – Añadió casi enseguida, haciendo especial énfasis en esta palabra.
- ¿Estás seguro de esto, Tale? – Preguntó a continuación, bajando su espada hasta el pomo de su espada. - ¿Tienes pruebas? ¿Testigos? ¿Son peligrosos? –
- Puedes preguntar a todos los que están aquí, también están las chicas de… -
- Sí… sí… estoy segura de que lo has descubierto todo… – La mujer se peinó pobremente la larga melena rojiza de la que era dueña y gruñó un par de insultos en voz baja. – Justo lo que me hacía falta esta maldita noche. – Susurró. - ¡Svenson! – Un hombre algo más bajito que ella acudió a la llamada. – Levanta a los que estén de guardia esta noche. – Ordenó, el hombre asintió. – Y que vengan bien armados. – Se giró hacia el edificio. – Nos va a hacer falta. – Murmuró, hecho esto, se aclaró la garganta y volvió a mirar a Eltrant. – Muy bien, nosotros nos encargamos. – dijo finalmente, Eltrant se giró hacía las chicas y levantó el pulgar con una sonrisa.
- ¿Y tú? ¿Necesitas algo? – Preguntó analizando al exmercenario de arriba abajo. - ¿Tus amigas? ¿Un médico? Te vendría bien un médico. – Se cruzó de brazos sin apartar sus ojos del castaño. - ¿O una copa? – Agregó después. – Los dioses saben que a mí me va a hacer falta una. – Afirmó después, entre dientes.
- No, gracias Capitana. – Eltrant negó con la cabeza y comenzó a caminar hacia dónde estaban Lyn y Mina.
- ¡Capitana Coal! – Escuchó decir a la mujer desde la distancia. - ¡Y no te alejes mucho! ¡Tienes que decirnos exactamente dónde de los muelles están! - Eltrant levantó una mano, sin girarse, para hacer ver a la pelirroja que la había oído.
Quizás no todo lo que hubiese dicho era exactamente verdad, pero bastaba, si era completamente honesto consigo mismo, si los muelles estaban fuertemente custodiados no iba a ser capaz de hacer gran cosa en su estado y, por otro lado, un montón de matones a sueldo no eran nada en comparación a un montón de soldados entrenados y con equipamiento a juego, iban a estar bien.
- ¿Que os parece…? - Se apoyó en la pared, junto a las chicas. – ¿Si nos vamos a tomar algo y dejamos esto a los profesionales? – dijo – Yo invito. – Aseveró. – Creo que nos lo hemos ganado ¿No? – Esbozó una sonrisa y tendió su mano a la joven. – Por cierto, soy Eltrant. – dijo como toda presentación. – Gracias por cuidar de este caso perdido. –
- ¡Tú eres el caso perdido! –
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[1] Uso Objeto Master: Medalla al Heroismo.
Off: Mi infinita sabiduria ha hecho que no me diese cuenta de que Mina había actualizado. ¡Lo siento mucho! ; - ;
Eltrant Tale
Aerandiano de honor
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