[Misión] Las piras de Vulwulfar [Fredericksen & Helyare]
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Re: [Misión] Las piras de Vulwulfar [Fredericksen & Helyare]
La noche ya había caído sobre Vulwulfar y ni el camarlengo ni ninguno de sus guardias advirtieron en ese momento la presencia de Helyare, escondida. Atacar en aquel momento era un auténtico suicidio para la elfa. Ella les seguía tras las sombras, iban rumbo a la plaza donde se celebraban las piras. Llevaban ya diez minutos de retraso y no podían impacientarse. Almereth fue colocado en uno de los postes de la pira ante la mirada de la gente, que aplaudía a pesar de que el ejecutado no iba a ser quiénes ellos querían.
El camarlengo aún estaba en la parte inferior de la plaza, pronto darían comienzo las piras y, únicamente, con el elfo Almereth como único objetivo que iba a entrar en combustión. El clérigo comenzó a preguntar furioso si había al menos dos personas más que ocupasen los dos postes que estaban clavados.
-¿Habéis encontrado a sus dos amigas? ¿Y a los Lombardi? – preguntó el camarlengo, Helyare escuchaba la conversación por completo.
-No, señor. Ni rastro de ninguno. – respondió el guardia.
-¡Inútiles! Si fueseis brujos o elfos dos de vosotros ocuparían los huecos que faltan. – gritó furioso, fuera de sí. - ¡La Iglesia debe castigar a aquellos herejes que utilizan la magia en la ciudad! ¡Traed algún otro elfo! ¡O un brujo! ¡Me da igual! Ya nos inventaremos un crimen de éstos. – comentó. – Vulwulfar debe ser para los humanos. – sentenció en una frase cargada de xenofobia.
Aquellos dos tarugos corrieron a hacer caso a las órdenes del camarlengo, quien enviado por el Lord de la ciudad, tal y como había revelado antes, estaba al mando de una serie de ejecuciones que pretendían acabar con los pocos brujos y elfos de la ciudad. Y, particularmente, con los Lombardi, ricos y altamente influyentes para las pretensiones del Lord. Un nuevo guardia llegó fatigado a atender al camarlengo.
-¡Señor camarlengo! – comentó un elfo fatigado. – Me acaban de informar que han visto morir a la hija Lombardi. Ha muerto a manos de una de las elfas amigas del tuerto. – el camarlengo miró impasible, pero satisfecho de saber que, al menos, una de los Lombardi había fallecido.
-¡Farnasse ha cumplido la misión! ¡Hemos cumplido nuestra parte del trato! ¡Libéreme! – suplicaba Almereth.
-¡Cállate, sucio elfo! ¡Tú no has hecho nada! – bramó furioso el camarlengo. Ascendiendo hacia la plataforma, sujetándose los faldones de su sotana y propinándole una. - ¡Traed una antorcha! – pidió y comenzó a estirar sus brazos hacia el público. – ¡Malditos los elfos! ¡Que con su magia oscura prolongan su vida durante cientos de años! No son dioses. Observad como la llama sagrada purifica su alma como algún día purificará la de Árbol Madre. – predicó para toda la plaza, justo en el momento en que un guardia le acercaba una antorcha.
Helyare escuchó toda la conversación desde cualquiera que fuese su posición. Y no sólo eso sino que, además, podría ver a Farnasse en lo alto de un tejado, como antes hizo Candau, perseguida por el joven arquero.
La bruja se cansó de correr y saltar de tejado en tejado y se decidió a hacer frente a la elfa, sólo estaba ella y sabía perfectamente que no era rival para ella. Y menos si no tenía ningún tipo de escrúpulo en utilizar sus poderes.
Farnasse apretó su arco con fuerza para evitar que ésta se lo despojara una segunda vez y le disparó una flecha, que rápidamente repelió con sus habilidades de viento, para lanzar una fuerte corriente de aire en dirección a la elfa con la que trataría de hacerla caer a la calle.
-¿Qué pasa, mudita? ¿No puedes hablar? – decía burlona la bruja, a la que había despojado de su lengua en un combate meses atrás. – Ahora sí que te mataré sin piedad. A ti y a todos los de tu especie. – si Farnasse pudiese hablar, probablemente le diría a ella algo parecido. Ninguna era mejor que la otra, cada una guardaba sus razones de odio. Si Francesca le había cortado la lengua meses atrás era, precisamente, por hablar más de la cuenta, pero Farnasse le tenía especialmente ganas.
Mientras tanto, Farnasse rodaba por los suelos del tejado y se sujetaba para no caerse, cuando la bruja se iba a acercar a ella para arrojarla al precipicio, sintió una nueva flecha clavándose en la chimenea junto a la que se encontraba la Lombardi, que sintió un grito llamándola. Una voz reconocible y muy querida para ella. Giró la cabeza.
-¡Candau! ¡Padre! – gritó Francesca, loca de alegría. Distrayéndose por completo del combate, mirando hacia la calle y observando como Candau había logrado cumplir con éxito su encargo. Ahora podrían escapar juntos de la ciudad…
… o No. Craso error el de la elfa mirar hacia otro lado. Aquella distracción sería su sentencia de muerte. Pues una flecha se clavaba en la parte izquierda de su pecho, atravesando su corazón. Al otro lado, Farnasse había cargado su arco con una rapidez y precisión pasmosa, el instante. La bruja envió una mirada cercana a su contrincante, cayó de rodillas en el tejado. Sin mostrar ningún tipo de piedad alguna, la elfa se acercó a ella, que la miraba sorprendida e incomprendida, con una mirada que, poco a poco, se apagaba. Apoyó su bota en uno de los hombros y, con fuerza, la tiró del edificio. Tres pisos. No hubo reacción alguna por parte de la joven. Desde la cornisa, Farnasse disfrutaba de la caída de la bruja con una sonrisa de satisfacción, observando como su ansiada venganza tomaba por fin forma. La tetracampeona del concurso de caza de elfos había perecido, irónicamente, a manos de uno.
-¡NO! ¡No por favor! ¡No! – clamaba el padre, corriendo hacia el cuerpo de la joven en el suelo, llorando a lágrima viva. – Hija mía… Ay, por los dioses, mi pequeña… Di algo, por favor. - gritaba una y otra vez desconsolado. - ¿Por qué? ¿Por qué tenían que hacerte esto a ti? – sollozaba deseando que todo fuera una pesadilla, sumido en un llanto. Lo único positivo, si es que podía sacarse algo de la escena, es que al menos la guardia ya no rondaba aquellos lugares.
La pelirroja intercambió miradas con Candau y con el padre de su víctima, enviándoles una sonrisa de gozo. Había cumplido su venganza. Farnasse estaba muy agradecida a Helyare, ella le había indicado dónde estaba la bruja y la había animado a ir tras ella con decisión. Era una buena compañera. Ahora debía de encontrarla, a ella y a Almereth, y, por ello desapareció en los tejados.
-Pagará por esto. Ella. Y todos los que la ayudaron. – juró.
¡Enhorabuena, Helyare! Gracias a tu insistencia (y la fortuna de los dioses, [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]) has conseguido que una de las brujas más ricas y famosas de Vulwulfar haya muerto. ¡Te felicito por ello!
Pero toda familia poderosa tiene sus influencias. Y ya advertí cuando os apuntasteis que la misión sería peligrosa. Espero que seas consciente de que toda acción tiene una reacción. Tranquila, saldrás de la misión ilesa, pero en tres temas libres, tendrás que introducir tres asesinos enviados por los Lombardi a por ti, (cuando consideres, aunque recomiendo el final del hilo), lanza una runa y avísame (En tu lista de tareas “Gallina asada”, “Las sombras del pasado” y “Sangre y Prejuicio”, así que lo haremos en estos tres). Si tu runa es mejor, acabarás con el cazarrecompensas, pero si es peor te capturarán, y entonces volveremos a vernos.
Como soy un máster benévolo y como tienes tan buen don de gentes, dejaré que los usuarios te ayuden (si quieren, con una runa mejor podrás contrarrestar la mía aunque la tuya sea peor, como si fueseis X contra 1), pero también les daré la opción de ayudar a los cazarrecompensas y hacer el efecto contrario (X runas contra la tuya). Si libras todos los enfrentamientos, estarás libre de cazarrecompensas y mi alargada sombra no te perseguirá por las noches.
Dicho esto, sigamos con lo que acontece:
Helyare: Los guardias no te han visto. Tendrás que matar al camarlengo Pavel si no quieres que en el próximo turno incinere a Almereth. Hazlo como quieras, pero sin ser vista, cuanto más macabro lo hagas, más terror habrá en la ciudad. No tendrás que lanzar runa y tendrás éxito hagas lo que hagas.
Fredericksen: Helyare se ha salido con la suya y no has podido salvar a tu aliada. Aunque su familia saldrá con vida de la ciudad. Consolar a un padre que acaba de perder a su hija no te servirá de nada. Debes perseguir a Farnasse antes de que escape. ¿Por qué? Simplemente por justicia. Terminaréis llegando a uno de los tejados en la plaza de la pira, que están a punto de dar comienzo. Ahora te toca a ti lanzar la runa. Necesitarás al menos una runa media para salir victorioso (aunque Farnasse no morirá, sólo la inmovilizarás).
El camarlengo aún estaba en la parte inferior de la plaza, pronto darían comienzo las piras y, únicamente, con el elfo Almereth como único objetivo que iba a entrar en combustión. El clérigo comenzó a preguntar furioso si había al menos dos personas más que ocupasen los dos postes que estaban clavados.
-¿Habéis encontrado a sus dos amigas? ¿Y a los Lombardi? – preguntó el camarlengo, Helyare escuchaba la conversación por completo.
-No, señor. Ni rastro de ninguno. – respondió el guardia.
-¡Inútiles! Si fueseis brujos o elfos dos de vosotros ocuparían los huecos que faltan. – gritó furioso, fuera de sí. - ¡La Iglesia debe castigar a aquellos herejes que utilizan la magia en la ciudad! ¡Traed algún otro elfo! ¡O un brujo! ¡Me da igual! Ya nos inventaremos un crimen de éstos. – comentó. – Vulwulfar debe ser para los humanos. – sentenció en una frase cargada de xenofobia.
Aquellos dos tarugos corrieron a hacer caso a las órdenes del camarlengo, quien enviado por el Lord de la ciudad, tal y como había revelado antes, estaba al mando de una serie de ejecuciones que pretendían acabar con los pocos brujos y elfos de la ciudad. Y, particularmente, con los Lombardi, ricos y altamente influyentes para las pretensiones del Lord. Un nuevo guardia llegó fatigado a atender al camarlengo.
-¡Señor camarlengo! – comentó un elfo fatigado. – Me acaban de informar que han visto morir a la hija Lombardi. Ha muerto a manos de una de las elfas amigas del tuerto. – el camarlengo miró impasible, pero satisfecho de saber que, al menos, una de los Lombardi había fallecido.
-¡Farnasse ha cumplido la misión! ¡Hemos cumplido nuestra parte del trato! ¡Libéreme! – suplicaba Almereth.
-¡Cállate, sucio elfo! ¡Tú no has hecho nada! – bramó furioso el camarlengo. Ascendiendo hacia la plataforma, sujetándose los faldones de su sotana y propinándole una. - ¡Traed una antorcha! – pidió y comenzó a estirar sus brazos hacia el público. – ¡Malditos los elfos! ¡Que con su magia oscura prolongan su vida durante cientos de años! No son dioses. Observad como la llama sagrada purifica su alma como algún día purificará la de Árbol Madre. – predicó para toda la plaza, justo en el momento en que un guardia le acercaba una antorcha.
Helyare escuchó toda la conversación desde cualquiera que fuese su posición. Y no sólo eso sino que, además, podría ver a Farnasse en lo alto de un tejado, como antes hizo Candau, perseguida por el joven arquero.
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La bruja se cansó de correr y saltar de tejado en tejado y se decidió a hacer frente a la elfa, sólo estaba ella y sabía perfectamente que no era rival para ella. Y menos si no tenía ningún tipo de escrúpulo en utilizar sus poderes.
Farnasse apretó su arco con fuerza para evitar que ésta se lo despojara una segunda vez y le disparó una flecha, que rápidamente repelió con sus habilidades de viento, para lanzar una fuerte corriente de aire en dirección a la elfa con la que trataría de hacerla caer a la calle.
-¿Qué pasa, mudita? ¿No puedes hablar? – decía burlona la bruja, a la que había despojado de su lengua en un combate meses atrás. – Ahora sí que te mataré sin piedad. A ti y a todos los de tu especie. – si Farnasse pudiese hablar, probablemente le diría a ella algo parecido. Ninguna era mejor que la otra, cada una guardaba sus razones de odio. Si Francesca le había cortado la lengua meses atrás era, precisamente, por hablar más de la cuenta, pero Farnasse le tenía especialmente ganas.
Mientras tanto, Farnasse rodaba por los suelos del tejado y se sujetaba para no caerse, cuando la bruja se iba a acercar a ella para arrojarla al precipicio, sintió una nueva flecha clavándose en la chimenea junto a la que se encontraba la Lombardi, que sintió un grito llamándola. Una voz reconocible y muy querida para ella. Giró la cabeza.
-¡Candau! ¡Padre! – gritó Francesca, loca de alegría. Distrayéndose por completo del combate, mirando hacia la calle y observando como Candau había logrado cumplir con éxito su encargo. Ahora podrían escapar juntos de la ciudad…
… o No. Craso error el de la elfa mirar hacia otro lado. Aquella distracción sería su sentencia de muerte. Pues una flecha se clavaba en la parte izquierda de su pecho, atravesando su corazón. Al otro lado, Farnasse había cargado su arco con una rapidez y precisión pasmosa, el instante. La bruja envió una mirada cercana a su contrincante, cayó de rodillas en el tejado. Sin mostrar ningún tipo de piedad alguna, la elfa se acercó a ella, que la miraba sorprendida e incomprendida, con una mirada que, poco a poco, se apagaba. Apoyó su bota en uno de los hombros y, con fuerza, la tiró del edificio. Tres pisos. No hubo reacción alguna por parte de la joven. Desde la cornisa, Farnasse disfrutaba de la caída de la bruja con una sonrisa de satisfacción, observando como su ansiada venganza tomaba por fin forma. La tetracampeona del concurso de caza de elfos había perecido, irónicamente, a manos de uno.
-¡NO! ¡No por favor! ¡No! – clamaba el padre, corriendo hacia el cuerpo de la joven en el suelo, llorando a lágrima viva. – Hija mía… Ay, por los dioses, mi pequeña… Di algo, por favor. - gritaba una y otra vez desconsolado. - ¿Por qué? ¿Por qué tenían que hacerte esto a ti? – sollozaba deseando que todo fuera una pesadilla, sumido en un llanto. Lo único positivo, si es que podía sacarse algo de la escena, es que al menos la guardia ya no rondaba aquellos lugares.
La pelirroja intercambió miradas con Candau y con el padre de su víctima, enviándoles una sonrisa de gozo. Había cumplido su venganza. Farnasse estaba muy agradecida a Helyare, ella le había indicado dónde estaba la bruja y la había animado a ir tras ella con decisión. Era una buena compañera. Ahora debía de encontrarla, a ella y a Almereth, y, por ello desapareció en los tejados.
-Pagará por esto. Ella. Y todos los que la ayudaron. – juró.
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¡Enhorabuena, Helyare! Gracias a tu insistencia (y la fortuna de los dioses, [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]) has conseguido que una de las brujas más ricas y famosas de Vulwulfar haya muerto. ¡Te felicito por ello!
Pero toda familia poderosa tiene sus influencias. Y ya advertí cuando os apuntasteis que la misión sería peligrosa. Espero que seas consciente de que toda acción tiene una reacción. Tranquila, saldrás de la misión ilesa, pero en tres temas libres, tendrás que introducir tres asesinos enviados por los Lombardi a por ti, (cuando consideres, aunque recomiendo el final del hilo), lanza una runa y avísame (En tu lista de tareas “Gallina asada”, “Las sombras del pasado” y “Sangre y Prejuicio”, así que lo haremos en estos tres). Si tu runa es mejor, acabarás con el cazarrecompensas, pero si es peor te capturarán, y entonces volveremos a vernos.
Como soy un máster benévolo y como tienes tan buen don de gentes, dejaré que los usuarios te ayuden (si quieren, con una runa mejor podrás contrarrestar la mía aunque la tuya sea peor, como si fueseis X contra 1), pero también les daré la opción de ayudar a los cazarrecompensas y hacer el efecto contrario (X runas contra la tuya). Si libras todos los enfrentamientos, estarás libre de cazarrecompensas y mi alargada sombra no te perseguirá por las noches.
Dicho esto, sigamos con lo que acontece:
Helyare: Los guardias no te han visto. Tendrás que matar al camarlengo Pavel si no quieres que en el próximo turno incinere a Almereth. Hazlo como quieras, pero sin ser vista, cuanto más macabro lo hagas, más terror habrá en la ciudad. No tendrás que lanzar runa y tendrás éxito hagas lo que hagas.
Fredericksen: Helyare se ha salido con la suya y no has podido salvar a tu aliada. Aunque su familia saldrá con vida de la ciudad. Consolar a un padre que acaba de perder a su hija no te servirá de nada. Debes perseguir a Farnasse antes de que escape. ¿Por qué? Simplemente por justicia. Terminaréis llegando a uno de los tejados en la plaza de la pira, que están a punto de dar comienzo. Ahora te toca a ti lanzar la runa. Necesitarás al menos una runa media para salir victorioso (aunque Farnasse no morirá, sólo la inmovilizarás).
Ger
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Re: [Misión] Las piras de Vulwulfar [Fredericksen & Helyare]
La construcción del barandal de la cornisa la permitía ver un poco algunas partes de la plaza. Tenía unas decoraciones que dejaban agujeros con diferentes formas y los aprovechaba para estar atenta a lo que ocurría en el centro de Vulwulfar. Veía sin problema el cadalso y la estructura de las piras. Por suerte, también podía oír lo que decía ese traidor miserable. Había usado a Almereth para dar caza a los brujos y ahora lo iba a matar a él. Pero ya no sólo eso, lo que sacó a Helyare de sus casillas fue que el camarlengo les dijo a los guardias que encontrasen a otros elfos y los acusarían de algo, fuese verdad o no. En esos momentos le dieron ganas de saltar de la cornisa y meter al religioso en la pira del centro y prenderla. ¡¿Acusar a los elfos?! Ese maldito desgraciado no tenía ningún derecho a llevar a ningún elfo a la pira sin tener conocimiento de que había delinquido. Y él no era quien debía juzgar los delitos, sino su propia raza. ¿¡Quién se creía?! No entendía bien el funcionamiento de la ciudad pero, aunque no había visto mucho de Vulwulfar porque llevaba muy poco ahí, le estaba dando mucho asco. La forma que tenían de acusar a la gente, de juzgar a los otros, era horrible. ¡No se puede castigar a quien no ha cometido ningún delito!
¿Y qué era esa mierda de que Vulwulfar debía ser para los humanos? Y todos los elfos que vivían ahí, ¿qué? Ellos tenían sus hogares en esa ciudad. Extraño, sí, pero muchos no vivían en Sandorai. Personalmente, a ella no le gustaba eso de que los elfos y los humanos se juntasen a vivir, pero Claro era el mejor ejemplo de que estaban felices con esa raza involucionada. Muy incomprensible, aunque… En algún momento de su viaje a ella también se le había pasado por la mente quedarse un tiempo en esa ciudad. No tenía a dónde ir y estaba, relativamente, cerca del bosque. Había barajado la posibilidad de que esto podía ser su nuevo hogar, al menos, hasta que buscase otro lugar donde instalarse. Había más elfos y, aunque al principio había sido reticente a conocerlos, Almereth y Farnasse habían sido amables con ella. De hecho, Helyare no esperaba ese buen trato, que contasen con ella. Más bien al contrario. Esa pareja de elfos había contado con ella sin necesidad de conocerla más a fondo. Obviamente, ese modo de actuar ella no lo tenía, pero aun así se sentía agradecida y no quería que los molestara un humano miserable que promulgaba una religión sin sentido.
Las noticias de que Farnasse había conseguido abatir a la bruja la hicieron suspirar aliviada. ¡Por fin todo había acabado! O eso creía…
El camarlengo hizo caso omiso a las súplicas de Almereth y subió al cadalso mientras otra persona traía una antorcha prendida. Helyare apretó con más fuerza su arco sin creerse todavía lo que estaba viendo. ¡Ya había muerto Francesca! ¿¡Qué más quería!? No iba a perdonar la vida al elfo por el simple hecho de que él si había fallado. ¡No podía juzgarlo de ese modo! Había estado ayudándolas a matar a la bruja, había luchado duramente contra ella, era quien había encabezado la misión en todo momento, no podían hacerle eso.
Por primera vez sintió una fuerte discrepancia entre si estaba bien que juzgasen al elfo por haber errado o si no se merecía esa pena. ¡Ella le había dicho que avisase a ese que ahora llevaba la antorcha! ¿Y Farnasse? ¿Qué pasaría con la muchacha cuando le dijeran que su compañero había muerto? Se le hizo un nudo en la garganta al pensar en eso. No, no iba a permitir que ese maldito acabase con Almereth.
Colocó su arco con una de sus flechas en uno de los agujeros, aún agazapada tras la cornisa. Con cuidado apuntó hacia el camarlengo que ahora se ponía a dar un sermón sobre los elfos. ¿Magia oscura? ¿Qué se había tomado ese tipo en la taberna que le estaba sentando tan mal? Los brujos sí que usaban magia oscura, ellos eran los que merecían estar en la plaza de Vulwulfar, no los elfos.
Entre los huecos de la cornisa colocó la flecha, le estaba costando un poco más apuntar así, pero tenía que atinar a la primera. Era la primera vez que realmente sí quería matar a alguien que no fuese un brujo. Pero es que ese maldito lo parecía.
Se concentró en apuntar para evitar que la flecha hiciese daño al elfo, que tenía una cara de agonía muy marcada al ver al camarlengo acercarse con la antorcha. Ese tipo iba a morir, no le daría tiempo a dar un paso más.
Y, efectivamente, soltó la cuerda y una flecha impactó contra la cara de religioso, quedando paralizado durante unos segundos antes de caer a plomo, hacia atrás, contra las maderas de la plataforma. Todo quedó en silencio por un instante. A su lado, la antorcha empezó a quemar su ropa, ya que se había caído sobre él mientras la alzaba. La sangre se derramaba por los dos orificios que había hecho la saeta: uno cerca de su sien, entrando por encima de su ojo, y el otro en la parte de atrás de su cuello, casi en la nuca. La flecha no había salido, la tenía incrustada todavía y las plumas verdes que adornaban el otro extremo, estaban también teñidas de rojo. Su rostro ya era inexpresivo y estaba marcado por el líquido que corría bañando su ojo y que goteaba contra la madera, haciendo un charco alrededor de su cabeza. –Que tu Dios también purifique tu alma.
Mucha gente empezó a gritar, a correr por la plaza sin un lugar fijo a donde ir, sólo querían salir de allí lo antes posible, pero eran incapaces de coordinarse, se tropezaban, se empujaban...
Algunos religiosos que estaban abajo del cadalso salieron corriendo a socorrer al camarlengo, pero sus intentos fueron en vano. Helyare alzó la vista por uno de los agujeros y justo pudo ver a Farnasse correr por los tejados perseguida por el humano de la capa. Rápidamente se fue de la cornisa en la que estaba, sin llegar a ser vista. Pensó en ir a ayudar a Farnasse, pero si ahora montaban otro escándalo se centrarían en ellas y bastante bien estaban saliendo las cosas como para hacer que los guardias fuesen contra los tres elfos.
Estos salieron corriendo a buscar a quien había sido el asesino, por eso Helyare trató de escapar lo más rápido posible de ese edificio. En la plaza nada parecía mejorar, los ciudadanos ignoraban a los soldados y sólo buscaban ponerse a salvo llevándose a quien fuera por delante.
A pesar de que la elfa no era muy fan de matar a nadie, esta vez se había alegrado de haber sesgado una vida. Ese tipejo no merecía vivir más, los había traicionado y se creía juez y verdugo de la ciudad. Los elfos no merecían que los trataran así, y menos ser juzgados por un humano. Y encima, Farnasse y Almereth, ellos eran honorables, habían presentado fuerza contra la deleznable bruja, en lugar de optar por la amistad fantasiosa entre las razas. Aparte, había algo en ellos dos que a la elfa le daba cierto sentimiento de ternura. No sabía qué era, pero le caían bien, a pesar de no haber tratado mucho con ellos. Como siempre, quería mantener la distancia con todo el mundo.
Helyare corría entre los tejados tratando de no ser vista, ocultándose en cuanto tenía la oportunidad, mientras rodeaba la plaza para buscar un mejor ángulo de visión de todo lo que sucedía.
¿Y qué era esa mierda de que Vulwulfar debía ser para los humanos? Y todos los elfos que vivían ahí, ¿qué? Ellos tenían sus hogares en esa ciudad. Extraño, sí, pero muchos no vivían en Sandorai. Personalmente, a ella no le gustaba eso de que los elfos y los humanos se juntasen a vivir, pero Claro era el mejor ejemplo de que estaban felices con esa raza involucionada. Muy incomprensible, aunque… En algún momento de su viaje a ella también se le había pasado por la mente quedarse un tiempo en esa ciudad. No tenía a dónde ir y estaba, relativamente, cerca del bosque. Había barajado la posibilidad de que esto podía ser su nuevo hogar, al menos, hasta que buscase otro lugar donde instalarse. Había más elfos y, aunque al principio había sido reticente a conocerlos, Almereth y Farnasse habían sido amables con ella. De hecho, Helyare no esperaba ese buen trato, que contasen con ella. Más bien al contrario. Esa pareja de elfos había contado con ella sin necesidad de conocerla más a fondo. Obviamente, ese modo de actuar ella no lo tenía, pero aun así se sentía agradecida y no quería que los molestara un humano miserable que promulgaba una religión sin sentido.
Las noticias de que Farnasse había conseguido abatir a la bruja la hicieron suspirar aliviada. ¡Por fin todo había acabado! O eso creía…
El camarlengo hizo caso omiso a las súplicas de Almereth y subió al cadalso mientras otra persona traía una antorcha prendida. Helyare apretó con más fuerza su arco sin creerse todavía lo que estaba viendo. ¡Ya había muerto Francesca! ¿¡Qué más quería!? No iba a perdonar la vida al elfo por el simple hecho de que él si había fallado. ¡No podía juzgarlo de ese modo! Había estado ayudándolas a matar a la bruja, había luchado duramente contra ella, era quien había encabezado la misión en todo momento, no podían hacerle eso.
Por primera vez sintió una fuerte discrepancia entre si estaba bien que juzgasen al elfo por haber errado o si no se merecía esa pena. ¡Ella le había dicho que avisase a ese que ahora llevaba la antorcha! ¿Y Farnasse? ¿Qué pasaría con la muchacha cuando le dijeran que su compañero había muerto? Se le hizo un nudo en la garganta al pensar en eso. No, no iba a permitir que ese maldito acabase con Almereth.
Colocó su arco con una de sus flechas en uno de los agujeros, aún agazapada tras la cornisa. Con cuidado apuntó hacia el camarlengo que ahora se ponía a dar un sermón sobre los elfos. ¿Magia oscura? ¿Qué se había tomado ese tipo en la taberna que le estaba sentando tan mal? Los brujos sí que usaban magia oscura, ellos eran los que merecían estar en la plaza de Vulwulfar, no los elfos.
Entre los huecos de la cornisa colocó la flecha, le estaba costando un poco más apuntar así, pero tenía que atinar a la primera. Era la primera vez que realmente sí quería matar a alguien que no fuese un brujo. Pero es que ese maldito lo parecía.
Se concentró en apuntar para evitar que la flecha hiciese daño al elfo, que tenía una cara de agonía muy marcada al ver al camarlengo acercarse con la antorcha. Ese tipo iba a morir, no le daría tiempo a dar un paso más.
Y, efectivamente, soltó la cuerda y una flecha impactó contra la cara de religioso, quedando paralizado durante unos segundos antes de caer a plomo, hacia atrás, contra las maderas de la plataforma. Todo quedó en silencio por un instante. A su lado, la antorcha empezó a quemar su ropa, ya que se había caído sobre él mientras la alzaba. La sangre se derramaba por los dos orificios que había hecho la saeta: uno cerca de su sien, entrando por encima de su ojo, y el otro en la parte de atrás de su cuello, casi en la nuca. La flecha no había salido, la tenía incrustada todavía y las plumas verdes que adornaban el otro extremo, estaban también teñidas de rojo. Su rostro ya era inexpresivo y estaba marcado por el líquido que corría bañando su ojo y que goteaba contra la madera, haciendo un charco alrededor de su cabeza. –Que tu Dios también purifique tu alma.
Mucha gente empezó a gritar, a correr por la plaza sin un lugar fijo a donde ir, sólo querían salir de allí lo antes posible, pero eran incapaces de coordinarse, se tropezaban, se empujaban...
Algunos religiosos que estaban abajo del cadalso salieron corriendo a socorrer al camarlengo, pero sus intentos fueron en vano. Helyare alzó la vista por uno de los agujeros y justo pudo ver a Farnasse correr por los tejados perseguida por el humano de la capa. Rápidamente se fue de la cornisa en la que estaba, sin llegar a ser vista. Pensó en ir a ayudar a Farnasse, pero si ahora montaban otro escándalo se centrarían en ellas y bastante bien estaban saliendo las cosas como para hacer que los guardias fuesen contra los tres elfos.
Estos salieron corriendo a buscar a quien había sido el asesino, por eso Helyare trató de escapar lo más rápido posible de ese edificio. En la plaza nada parecía mejorar, los ciudadanos ignoraban a los soldados y sólo buscaban ponerse a salvo llevándose a quien fuera por delante.
A pesar de que la elfa no era muy fan de matar a nadie, esta vez se había alegrado de haber sesgado una vida. Ese tipejo no merecía vivir más, los había traicionado y se creía juez y verdugo de la ciudad. Los elfos no merecían que los trataran así, y menos ser juzgados por un humano. Y encima, Farnasse y Almereth, ellos eran honorables, habían presentado fuerza contra la deleznable bruja, en lugar de optar por la amistad fantasiosa entre las razas. Aparte, había algo en ellos dos que a la elfa le daba cierto sentimiento de ternura. No sabía qué era, pero le caían bien, a pesar de no haber tratado mucho con ellos. Como siempre, quería mantener la distancia con todo el mundo.
Helyare corría entre los tejados tratando de no ser vista, ocultándose en cuanto tenía la oportunidad, mientras rodeaba la plaza para buscar un mejor ángulo de visión de todo lo que sucedía.
- Off:
- Me sigue dando penica la bruja T.T
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Re: [Misión] Las piras de Vulwulfar [Fredericksen & Helyare]
Mi tiro había resultado y había captado la atención de Francesca, siempre podía confiar en mi puntería para los casos de emergencia… ¿Ahora que debía hacer? La bruja estaba ciertamente feliz, quizá el hecho de ver a su padre vivo le daba la idea de que su familia ya no corría peligro, si, seguramente a eso se daba su felicidad.
Lamentablemente la felicidad fue muy corta, una flecha atravesó a la bruja en el pecho, por experiencia sabía que a simple vista aquel tiro había sido fatal. Quedé inmóvil ante aquel suceso, no sabía cómo reaccionar, aquello había sido totalmente inesperado y no sabía cómo reaccionar. La elfa se acercó a la pobre Francesca dispuesta a rematarla, sacudí mi cabeza tratando de alejar los pensamientos y centrarme solo en el ahora, escalé lo más rápido que pude el corto trecho que quedaba hasta el techo pero lastimosamente no tuve la suficiente velocidad.
Una vez en el techo miré como la bruja caía al vació sin poder hacer nada, era una imagen que no hubiese querido ver, aquella muerte había sido injusta, la habían tomado con la guardia en bajo… “Todo fue mi culpa.” Estaba claro, si no hubiese tratado de llamar su atención Francesca no se hubiese desprevenido, ahora estaba muerta por mi descuido ¿Por qué no pensé en que aquello podía suceder? Levanté la vista hasta la elfa que parecía disfrutar de la muerte de la joven, en aquel momento no pude evitar molestarme, estaba molesto tanto con la elfa como conmigo mismo.
No podía bajar la vista hacía el señor Lombardi, me sentía apenado por los hechos pero sus gritos de dolor no me daban la confianza suficiente como para observarlo. Por un momento mi mirada se cruzó con la de la elfa, su sonrisa no ayudaba en nada a calmarme, si quería sentirme mejor debía encargarme de ella... aun no sabía si sería necesario matarla, aunque lo mejor podía ser tomarla y llevarla con los Lombardi para que ellos eligieran su destino.
Apreté los nudillos y en un acto ciego de enojo y a la vez de “venganza” corrí hacía la elfa, por lo visto esta capto lo que iba a suceder y elimino la sonrisa de su rostro volviendo a su expresión seria. La asesina corría por los tejados con más soltura de la que esperaba, claro, era una elfa y seguro también se la pasaba entre los árboles, eso explicaba su agilidad.
Estaba calculando las posibilidades para dejar a la elfa fuera de combate, quizá si le clavaba una flecha en la pierna o la hacía caer a algún sitio tuviese una oportunidad, claro, el asunto sería acercarme lo suficiente. Observé al frente y noté como el camino finalmente terminaba, era mi oportunidad para tomar medidas en el asunto antes de que la asesina buscara un nuevo método de escape.
Mientras tensaba una flecha en el arco noté cierto alboroto en la plaza… un momento ¿Qué había sucedido con la pira? Si los Lombardi no habían sido quemados no debería haber tanta gente reunida aun… ¿El alboroto sería a causa de eso? ¿La gente se había alterado al saber que había brujos sueltos en la ciudad? El pánico podía ser lo más lógico en aquel asunto, hasta yo me alteraría si no formara parte del asunto.
- Supongo que hasta aquí llegó tu escape. – Observé a la elfa esperando que no quisiera saltar del edificio, aunque aquella no podría ser una grácil caída.- Pero no te preocupes, yo no planeo asesinarte por la espalda con un ataque tan sucio… ni planeo asesinarte, creo.
Apunté a las piernas de la elfa, lo mejor sería simplemente evitar que corriera o caminara, luego buscaría la forma de llevarla con los Lombardi, ellos la juzgarían y se aplicaría finalmente justicia como es debido, sin piras y tampoco con ataques rastreros… o eso esperaba.
- Ojo por ojo. – Luego solté la flecha y observé y rogué porque no fuese uno de esos casos donde la puntería me fallaba.
Lamentablemente la felicidad fue muy corta, una flecha atravesó a la bruja en el pecho, por experiencia sabía que a simple vista aquel tiro había sido fatal. Quedé inmóvil ante aquel suceso, no sabía cómo reaccionar, aquello había sido totalmente inesperado y no sabía cómo reaccionar. La elfa se acercó a la pobre Francesca dispuesta a rematarla, sacudí mi cabeza tratando de alejar los pensamientos y centrarme solo en el ahora, escalé lo más rápido que pude el corto trecho que quedaba hasta el techo pero lastimosamente no tuve la suficiente velocidad.
Una vez en el techo miré como la bruja caía al vació sin poder hacer nada, era una imagen que no hubiese querido ver, aquella muerte había sido injusta, la habían tomado con la guardia en bajo… “Todo fue mi culpa.” Estaba claro, si no hubiese tratado de llamar su atención Francesca no se hubiese desprevenido, ahora estaba muerta por mi descuido ¿Por qué no pensé en que aquello podía suceder? Levanté la vista hasta la elfa que parecía disfrutar de la muerte de la joven, en aquel momento no pude evitar molestarme, estaba molesto tanto con la elfa como conmigo mismo.
No podía bajar la vista hacía el señor Lombardi, me sentía apenado por los hechos pero sus gritos de dolor no me daban la confianza suficiente como para observarlo. Por un momento mi mirada se cruzó con la de la elfa, su sonrisa no ayudaba en nada a calmarme, si quería sentirme mejor debía encargarme de ella... aun no sabía si sería necesario matarla, aunque lo mejor podía ser tomarla y llevarla con los Lombardi para que ellos eligieran su destino.
Apreté los nudillos y en un acto ciego de enojo y a la vez de “venganza” corrí hacía la elfa, por lo visto esta capto lo que iba a suceder y elimino la sonrisa de su rostro volviendo a su expresión seria. La asesina corría por los tejados con más soltura de la que esperaba, claro, era una elfa y seguro también se la pasaba entre los árboles, eso explicaba su agilidad.
Estaba calculando las posibilidades para dejar a la elfa fuera de combate, quizá si le clavaba una flecha en la pierna o la hacía caer a algún sitio tuviese una oportunidad, claro, el asunto sería acercarme lo suficiente. Observé al frente y noté como el camino finalmente terminaba, era mi oportunidad para tomar medidas en el asunto antes de que la asesina buscara un nuevo método de escape.
Mientras tensaba una flecha en el arco noté cierto alboroto en la plaza… un momento ¿Qué había sucedido con la pira? Si los Lombardi no habían sido quemados no debería haber tanta gente reunida aun… ¿El alboroto sería a causa de eso? ¿La gente se había alterado al saber que había brujos sueltos en la ciudad? El pánico podía ser lo más lógico en aquel asunto, hasta yo me alteraría si no formara parte del asunto.
- Supongo que hasta aquí llegó tu escape. – Observé a la elfa esperando que no quisiera saltar del edificio, aunque aquella no podría ser una grácil caída.- Pero no te preocupes, yo no planeo asesinarte por la espalda con un ataque tan sucio… ni planeo asesinarte, creo.
Apunté a las piernas de la elfa, lo mejor sería simplemente evitar que corriera o caminara, luego buscaría la forma de llevarla con los Lombardi, ellos la juzgarían y se aplicaría finalmente justicia como es debido, sin piras y tampoco con ataques rastreros… o eso esperaba.
- Ojo por ojo. – Luego solté la flecha y observé y rogué porque no fuese uno de esos casos donde la puntería me fallaba.
Fredericksen
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Re: [Misión] Las piras de Vulwulfar [Fredericksen & Helyare]
El miembro 'Fredericksen' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: [Misión] Las piras de Vulwulfar [Fredericksen & Helyare]
Impotente. Traicionada. Así se sentía la elfa Helyare cuando vio a aquel que había confiado en ella a punto de ser quemado en una pira por un hombre que profesaba odio no sólo hacia los brujos, sino también hacia los elfos. El sacerdote era un predicador de la raza humana, lo llevaba siendo desde que se posicionó como camarlengo de la iglesia cristiana en Aerandir, una moderna corriente religiosa que venía ganando adeptos en los últimos tiempos a grandes pasos.
Por fin, la flecha de Helyare atravesó el cráneo del camarlengo Pavel, terminando así con los años de racismo y ostracismo no sólo hacia la raza élfica, sino también hacia la bruja, que propagaba el sacerdote y su iglesia. Aquella saeta simbolizaba el grito de libertad del los pueblos élfico y brujo ante las injusticias cometidas por los humanos durante años en la ciudad fronteriza de Verisar. Nadie vio quién la disparó. Por lo tanto, nunca se sabría quién fue el héroe anónimo que acabó por fin con el odiado por todos, camarlengo Pavel.
El caos se desató en la plaza cuando el hombre cayó, y Almereth, dotado de gran agilidad, comenzó a deshacer el nudo que le ataba al poste de la pira. Nadie le observaría intentarlo pues la guardia que lo vigilaba se encontraba comprobando el cadáver desesperada, y estudiando por la posición de la flecha de dónde podía haber venido. Mientras que el resto de la guarnición trataba de poner un poco de orden y concierto en una plaza sumida en el miedo y el caos. Poco importaba ahora que ardiera el elfo que se acababa de liberar de la pila. Almereth imaginó que o bien Helyare o bien Farnasse habían sido los autores de desatar el caos pero entonces, tal vez por instinto o por casualidad, encontró en su vista a la elfa, quien huía por los tejados perseguido por el joven que acompañó a Francesca en la posada.
Candau también disparó una flecha, perfectamente dirigida, a la pierna de la asesina muda. Él, a diferencia de ella, no había ido a matar. Había sido más condescendiente, y su flecha, aunque algo desviada, rozó el gemelo de la joven, soltando ésta un grito gutural y llevándose la mano al gemelo. Cayó al suelo sin poder hacer nada.
La elfa, por no poder hacer fuerza, comenzó a rodar. La intención de Fredericksen no había sido matarla, sino detenerla. Pero estaba demasiado lejos de ella y la inclinación de los tejados haría que cayera por estos.
-¡Farnasse! – gritó el tuerto. Que vio la acción desde el suelo. Saltando rápidamente del estrado y comenzando a correr. Desde su posición, Helyare también fue capaz de ver el ataque de Fredericksen a su aliada y veía ahora la situación comprometida de ésta.
Farnasse terminó agarrándose al canal de agua del edificio. Iba a caer, si Candau no llegaba a tiempo, la elfa estaba muerta. Pero debía darse prisa.
* * * * * * * * * * * *
Ya van dos muertes. Nos ha salido un rol bastante dramático por nuestra mala suerte y vuestras acciones. Es la primera vez que se acumula tanta desidia. No sé a vosotros, pero a mí me encanta que se salga de lo común. ¿Tendrá un final "algo" más feliz? De momento, al menos Helyare ha conseguido salvar a Almereth (
- Runa muy mala/mala/media: Farnasse cae al vacío y muere. Ahora os tocaría a vosotros describir su triste pérdida y caída al vacío, y el llanto de su amigo, Almereth.
- Runa buena/muy buena: Candau, que no mostró intención de matarla, llegará a tiempo para tomarla del brazo y ponerla a salvo.
Helyare: Dependiendo de la runa que me salga puedes actuar en consecuencia. Almereth no tiene vuestra agilidad y no será capaz de subir. ¿Subirás al tejado a ayudar (si vive)/vengar (si muere) a la elfa? ¿O quedarás abajo consolando o tratando de convencer al elfo de que se salve y la abandone en la vida o en la muerte? Piénsalo. Tienes libertad para dialogar o mostrar agresividad con Fredericksen si decides subir.
Fredericksen: Sea cual sea el resultado, si Helyare sube, tendrás que corresponderla como desees. Y si no, entonces podrás volver con la familia de brujos con o sin Farnasse (dependiendo de si vive o muere).
- Edit:
Las runas nunca me acompañarán.
Game over Farnasse: In memoriam.
Última edición por Ger el Lun Feb 20 2017, 22:57, editado 1 vez
Ger
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Re: [Misión] Las piras de Vulwulfar [Fredericksen & Helyare]
El miembro 'Ger' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Re: [Misión] Las piras de Vulwulfar [Fredericksen & Helyare]
Por fin, después de esa larga tarde todo parecía ir bien. La noche podría ser tranquila. El camarlengo Pavel había muerto y con él se había llevado a la tumba su mandato forjado en el miedo y en el odio hacia los elfos y brujos, aunque esos últimos a Helyare le eran más indiferentes pues, en esa parte, coincidía con ese vil ser al que acababa de matar. Pero ella sí tenía motivos para odiar a los brujos pues eran quienes habían desterrado a su raza de las Islas, quienes casi destruyen Sandorai y quienes les habían diezmado los territorios que tenían por todo Aerandir, sin olvidar la cantidad de cadáveres y sangre derramada que habían dejado a su paso. Eran seres que no merecían la vida, no la apreciaban y, gracias a obtener una magia que no merecían, habían cometido auténticas atrocidades por su corrupción. ¿Pero los elfos? ¿Había algún motivo por el que el camarlengo los tratase así de mal? Realmente no entendía la arenga que había soltado ese hombre con respecto a los de su raza y su “eternidad”. Era algo natural en ellos, no era motivo de ajusticiamiento desmedido.
Pero por fin. Por fin todo había acabado. Helyare se sentó en uno de los tejados con cierto alivio. Almereth se había liberado solo y Farnasse estaba huyendo del arquero, acercándose a donde estaba sentada Helyare. En cuanto tuviese a ese hombre a tiro lo trataría de ahuyentar. Pero no podía ir porque aún la plaza estaba revolucionada y una pelea en los tejados también avivaría la llama del odio y el miedo que ya se respiraba ahí. Sobretodo por el hecho de que las flechas de su arco eran únicas y si volvieran a ver otra saeta así sabrían quién había sido la artífice de la muerte del religioso.
Pero en ese momento todo cambió de golpe.
Tanto Helyare como Almereth vieron cómo la elfa se precipitaba al vacío después de que el humano encapuchado lanzase una flecha contra ella. No había acertado pero fue suficiente para golpear su gemelo y hacer que perdiera el equilibrio. Por más que ella intentó agarrarse al caño del tejado, no pudo aguantar mucho tiempo y se defenestró.
Los dos corrieron tratando de ayudarla pero fue demasiado tarde. El sonido seco que hizo al chocar contra el suelo se escuchó bastante más fuerte de lo que se esperaría y algunos de los presentes se apartaron de golpe, gritando más aún. Muchos relacionaban ambas muertes con alguien que estaba matando a gente por lo que salieron corriendo y la guardia trató de desalojar la plaza en la medida de lo posible, pues la estampida de gente corriendo sin sentido fue mayor. Helyare bajó corriendo junto a Almereth. El elfo estaba ahora mismo de rodillas, abrazando en su regazo la cabeza de su compañera. El reguero de sangre que había en torno a ella era muy vistoso, imposible sobrevivir a eso y Helyare lo sabía. Posiblemente, Almereth también, pero se negaba a reconocer la pérdida de la elfa.
–¡Farnasse! ¡No te vayas! ¡No te vayas! –Los gritos del elfo llenaban la plaza, arrullando entre sus brazos a Farnasse. –¡No me dejes solo! ¡Despierta! ¡Vamos, despierta!
Ambos sabían que era imposible que eso pasase. Apenas se podía reconocer ya el rostro de la pelirroja entre tanta sangre que lo tintaba. Varios huesos estaban rotos y deformaban su cuerpo de forma escabrosa, algo nada bonito para alguien de su raza. Helyare permanecía de pie a unos pasos de Almereth, quien seguía rogando porque volviera junto a él e incluso le pedía ayuda a sus propios dioses.
La arquera estaba paralizada mirando la escena. Su corazón latía a mil por hora pero ella estaba estática y estupefacta. Presenciar la caída de la elfa no era lo único que se había quedado en sus retinas, sino había algo más que se había instaurado en su mente: Ella sentada respirando aliviada mientras su compañera aún estaba siendo perseguida. Había pensado que no era necesario que la ayudase, que era más importante no armar mucho jaleo después de haber matado a una persona. ¿Había matado a otra más? Un escalofrío recorrió todo su cuerpo y empezó a sentirse ligeramente mareada. Más bien era la plaza lo que se movía. ¿De verdad había dejado a su compañera correr sola por los tejados por no revelarse como la asesina del camarlengo? Por un instante sintió verdaderas ganas de vomitar, y no por lo escatológico de la escena, sino por ella misma. Lo siguiente que tenía que haber hecho después de haber dado fin a ese hombre era haber ido a ayudar a su compañera.
No la conocía bien pero tanto ella como Almereth habían sido los únicos que habían tratado bien a Helyare, sin importar siquiera de dónde venía. Las punzadas que estaba sintiendo en su estómago y la presión en su pecho apenas la dejaban respirar bien y empezó a sentirse sofocada y agobiada. Pero permanecía ahí estática.
–Por favor, no me dejes solo. –Sollozaba el elfo abrazando más el cuerpo sin vida de su compañera. Los gritos se habían vuelto susurros, como si de verdad estuviera hablando con Farnasse. –Vas a despertar, vamos…
Poco más de una semana… Sólo varios días habían pasado desde que ella fuese desterrada y en ese momento entendió verdaderamente porqué. También estaba haciendo otra cosa cuando su poblado fue atacado. Pudo haber sido perdonada por no estar presente en el cambio de guardia, pero después falló la misión que le encomendaron y no consiguió arreglarlo ante los líderes, más bien al contrario. Y de nuevo, un fallo suyo había acabado en trágico final. ¿En qué momento había pensado que su compañera podía apañárselas sola? Ella estaba libre, pudo haberla ayudado.
Las lágrimas que derramaba el elfo la destrozaban por dentro. Jamás querría verse en una situación parecida a la que estaba viviendo Almereth. Tener que despedir de forma tan brusca a un ser querido… ¿Por qué los dioses a veces ponían tantas trabas? Creía en ellos y en su gran voluntad pero el sufrimiento de ese elfo era innecesario. Era alguien bueno y honorable. ¿Por qué merecía sufrir una pérdida tan traumática? Y lo peor… Delante de sus ojos.
El destino caprichoso a veces jugaba malas pasadas y, por desgracia, esta había sido una. La elfa ni se atrevía siquiera a decirle nada a Almereth. Ambos habían seguido sus indicaciones, incluso. ¿Por qué esa confianza? Habían cumplido con sus “órdenes”, el elfo, incluso, la había felicitado por haber ayudado a luchar contra Francesca. ¡Habían conseguido su misión!
Para Helyare todo lo que conocía se le estaba quebrando de forma muy rápida. De creer que todo era como ella lo había visto desde que nació, donde morir en la batalla era algo idílico que suponía un gran honor, donde la confianza en los compañeros era tal que el lazo que los unía era muy fuerte, en que si te esforzabas y conseguías salir victorioso de los desafíos, la vida jamás te golpearía. Pero en apenas más de una semana había visto cómo esos por quienes daría la vida, casi se la arrebataban a ella, cómo la dejaron en completa deshonra y la echaron del lugar donde había nacido. Cómo incluso, fuera de Sandorai, quienes la aceptaban eran castigados por los dioses con la muerte y la condena. Como había llegado, incluso, a acabar con la vida de dos seres…
¿Y qué le podía decir al elfo? Si él todavía seguía clamando a los dioses que se la devolvieran. ¿Qué palabras repararían su dolor? Ella misma lo estaba sintiendo en su propia piel. No estaba preparada para pasar por nada parecido. Seguía mareada, con un nudo en la garganta, las lágrimas corrían por sus mejillas en silencio y seguía con estupor ante la escena, ignorando lo que ocurría en la plaza central. Pero, ¿y si no le decía nada? ¿Qué querría ella si fuera al revés? Si fuera a ella a quien le arrebataban a quien más quería. Sólo de pensarlo el nudo de su garganta le hacía hasta daño y un sollozo se escapó de entre sus labios. Tuvo que taparse la boca con una de las manos para evitar eso. No podía pensarlo sin partirse a pedazos.
–Vuelve conmigo, por favor, te necesito a mi lado. No me dejes. Vas a salir de esta…
Las palabras de Almereth sólo hacían que entristecer más a Helyare y agravar aún más el sentimiento de culpa por no haber hecho nada. Ese elfo tenía que pasar ahora el resto de su larga vida sin Farnasse, ¿por qué? ¿Acaso lo merecía? Eso era lo que Helyare rumiaba en su mente. Habían hecho una buena labor con la bruja entonces, ¿por qué? ¿No podían perdonarlos por sus buenas acciones a pesar de que tuvieran la compañía de la elfa?
Con rabia y tristeza, Helyare se giró dispuesta a irse y dejar que Almereth tuviera su duelo. Pero tampoco era capaz de abandonarlo así. La culpa que la asolaba era motivación tanto para irse corriendo y desaparecer como para quedarse y tratar de ayudar al elfo. Almereth temblaba mientras todavía lloraba la pérdida de su acompañante, la mecía en su regazo pidiendo que volviese. Todavía tenía la esperanza de que abriera los ojos. Con sus manos trataba de usar su habilidad para curar sus heridas y conseguir que despertara. Pero no iba a ser así, las manos sanadoras no resucitaban a los muertos. No, al menos, los elfos normales. Había formas de volver a la vida a los que habían muerto pero no era lícito y no era propio de la magia élfica hacer eso. Los dioses se la habían llevado y por más que Almereth lo intentara, no la podría traer.
–Lo siento. –Un susurro ahogado salió de los labios de Helyare. Bien podía haber sido una forma de dar el pésame al elfo, pero era algo más profundo y denotaba la culpa por no haber intervenido antes de que el humano lanzase la flecha.
No sabía cuánto tiempo había pasado ahí estática mirando la escena. Tal vez sólo un par de minutos, pero a ella le parecían horas. Un par de habitantes se acercaron con cautela al lugar del accidente pero no llegó a entender qué decían. Sólo podía escuchar los sollozos desconsolados de Almereth. Inspiró y movió la cabeza hacia arriba tratando de contener las lágrimas. No podían verla así. De pronto divisó al humano que perseguía a Farnasse. Ese maldito había sido quien había lanzado la flecha, quien estaba siguiéndola por los tejados. La rabia que sintió al verlo hizo que apretara los puños hasta hacerse daño. Quería acabar con él, volcar toda la ira e impotencia contra el maldito ser que había acabado con la vida de la elfa. Salió corriendo y con rapidez subió a los tejados. No era consciente aún de todo lo que la rodeaba, sólo tenía la idea fija de querer acabar con ese tipo.
Lanzó una flecha contra él y sin mirar si le había dado o no, se abalanzó contra el humano, haciendo que cayera sobre el tejado y ella encima de él.
–Tú… ¡MALDITO! –Agarró su cuello con una mano y empezó a golpearle en la cara dándole puñetazos. Rara vez la elfa trataba de luchar cuerpo a cuerpo, prefería la distancia. Pero esta vez estaba demasiado fuera de sí misma y tenía verdaderas ganas de matarlo con sus propias manos. No era típico de ella, pero la rabia cegaba su ser. –¿¡POR QUÉ LO HAS HECHO?! ¿¡POR QUÉ LO HAS HECHO!? –Gritó con furia mientras su puño impactaba contra la cara del hombre. –¡¡VOY A MATARTE!!
Con sus piernas trataba de bloquear las manos de él, pero estaba muy centrada en golpear su rostro. Toda la rabia empezaba a salir en esa forma de violencia que no acostumbraba a ejercer. Se sentía muy culpable y la única forma que tenía de protegerse a sí misma y no destruirse tanto era echar toda la culpa con ese encapuchado. Su frustración era reflejada en sus golpes.
Obviamente él había sido culpable por atacar a Farnasse, no se podía hacer borrón y cuenta nueva. “Si él no la hubiera seguido…”, eso era lo que repetía Helyare mientras golpeaba con fuerza a al humano. –¿¡A ELLA POR QUÉ!?
La imagen tan reciente de Farnasse cayendo al vacío y la de Almereth tratando de despertarla estaban quebrando su alma y, aunque sabía que golpear a ese tipo no iba a devolver a la vida a la elfa, sentía que necesitaba vengarse, acabar con su ira de algún modo. Había ayudado a la maldita bruja y ahora era el artífice de la muerte de una elfa. Merecía morir.
Posiblemente eso que estaba haciendo llamaría la atención de los guardias, pero le daba igual. Sólo quería vengarse de ese tipejo.
Pero por fin. Por fin todo había acabado. Helyare se sentó en uno de los tejados con cierto alivio. Almereth se había liberado solo y Farnasse estaba huyendo del arquero, acercándose a donde estaba sentada Helyare. En cuanto tuviese a ese hombre a tiro lo trataría de ahuyentar. Pero no podía ir porque aún la plaza estaba revolucionada y una pelea en los tejados también avivaría la llama del odio y el miedo que ya se respiraba ahí. Sobretodo por el hecho de que las flechas de su arco eran únicas y si volvieran a ver otra saeta así sabrían quién había sido la artífice de la muerte del religioso.
Pero en ese momento todo cambió de golpe.
Tanto Helyare como Almereth vieron cómo la elfa se precipitaba al vacío después de que el humano encapuchado lanzase una flecha contra ella. No había acertado pero fue suficiente para golpear su gemelo y hacer que perdiera el equilibrio. Por más que ella intentó agarrarse al caño del tejado, no pudo aguantar mucho tiempo y se defenestró.
Los dos corrieron tratando de ayudarla pero fue demasiado tarde. El sonido seco que hizo al chocar contra el suelo se escuchó bastante más fuerte de lo que se esperaría y algunos de los presentes se apartaron de golpe, gritando más aún. Muchos relacionaban ambas muertes con alguien que estaba matando a gente por lo que salieron corriendo y la guardia trató de desalojar la plaza en la medida de lo posible, pues la estampida de gente corriendo sin sentido fue mayor. Helyare bajó corriendo junto a Almereth. El elfo estaba ahora mismo de rodillas, abrazando en su regazo la cabeza de su compañera. El reguero de sangre que había en torno a ella era muy vistoso, imposible sobrevivir a eso y Helyare lo sabía. Posiblemente, Almereth también, pero se negaba a reconocer la pérdida de la elfa.
–¡Farnasse! ¡No te vayas! ¡No te vayas! –Los gritos del elfo llenaban la plaza, arrullando entre sus brazos a Farnasse. –¡No me dejes solo! ¡Despierta! ¡Vamos, despierta!
Ambos sabían que era imposible que eso pasase. Apenas se podía reconocer ya el rostro de la pelirroja entre tanta sangre que lo tintaba. Varios huesos estaban rotos y deformaban su cuerpo de forma escabrosa, algo nada bonito para alguien de su raza. Helyare permanecía de pie a unos pasos de Almereth, quien seguía rogando porque volviera junto a él e incluso le pedía ayuda a sus propios dioses.
La arquera estaba paralizada mirando la escena. Su corazón latía a mil por hora pero ella estaba estática y estupefacta. Presenciar la caída de la elfa no era lo único que se había quedado en sus retinas, sino había algo más que se había instaurado en su mente: Ella sentada respirando aliviada mientras su compañera aún estaba siendo perseguida. Había pensado que no era necesario que la ayudase, que era más importante no armar mucho jaleo después de haber matado a una persona. ¿Había matado a otra más? Un escalofrío recorrió todo su cuerpo y empezó a sentirse ligeramente mareada. Más bien era la plaza lo que se movía. ¿De verdad había dejado a su compañera correr sola por los tejados por no revelarse como la asesina del camarlengo? Por un instante sintió verdaderas ganas de vomitar, y no por lo escatológico de la escena, sino por ella misma. Lo siguiente que tenía que haber hecho después de haber dado fin a ese hombre era haber ido a ayudar a su compañera.
No la conocía bien pero tanto ella como Almereth habían sido los únicos que habían tratado bien a Helyare, sin importar siquiera de dónde venía. Las punzadas que estaba sintiendo en su estómago y la presión en su pecho apenas la dejaban respirar bien y empezó a sentirse sofocada y agobiada. Pero permanecía ahí estática.
–Por favor, no me dejes solo. –Sollozaba el elfo abrazando más el cuerpo sin vida de su compañera. Los gritos se habían vuelto susurros, como si de verdad estuviera hablando con Farnasse. –Vas a despertar, vamos…
Poco más de una semana… Sólo varios días habían pasado desde que ella fuese desterrada y en ese momento entendió verdaderamente porqué. También estaba haciendo otra cosa cuando su poblado fue atacado. Pudo haber sido perdonada por no estar presente en el cambio de guardia, pero después falló la misión que le encomendaron y no consiguió arreglarlo ante los líderes, más bien al contrario. Y de nuevo, un fallo suyo había acabado en trágico final. ¿En qué momento había pensado que su compañera podía apañárselas sola? Ella estaba libre, pudo haberla ayudado.
Las lágrimas que derramaba el elfo la destrozaban por dentro. Jamás querría verse en una situación parecida a la que estaba viviendo Almereth. Tener que despedir de forma tan brusca a un ser querido… ¿Por qué los dioses a veces ponían tantas trabas? Creía en ellos y en su gran voluntad pero el sufrimiento de ese elfo era innecesario. Era alguien bueno y honorable. ¿Por qué merecía sufrir una pérdida tan traumática? Y lo peor… Delante de sus ojos.
El destino caprichoso a veces jugaba malas pasadas y, por desgracia, esta había sido una. La elfa ni se atrevía siquiera a decirle nada a Almereth. Ambos habían seguido sus indicaciones, incluso. ¿Por qué esa confianza? Habían cumplido con sus “órdenes”, el elfo, incluso, la había felicitado por haber ayudado a luchar contra Francesca. ¡Habían conseguido su misión!
Para Helyare todo lo que conocía se le estaba quebrando de forma muy rápida. De creer que todo era como ella lo había visto desde que nació, donde morir en la batalla era algo idílico que suponía un gran honor, donde la confianza en los compañeros era tal que el lazo que los unía era muy fuerte, en que si te esforzabas y conseguías salir victorioso de los desafíos, la vida jamás te golpearía. Pero en apenas más de una semana había visto cómo esos por quienes daría la vida, casi se la arrebataban a ella, cómo la dejaron en completa deshonra y la echaron del lugar donde había nacido. Cómo incluso, fuera de Sandorai, quienes la aceptaban eran castigados por los dioses con la muerte y la condena. Como había llegado, incluso, a acabar con la vida de dos seres…
¿Y qué le podía decir al elfo? Si él todavía seguía clamando a los dioses que se la devolvieran. ¿Qué palabras repararían su dolor? Ella misma lo estaba sintiendo en su propia piel. No estaba preparada para pasar por nada parecido. Seguía mareada, con un nudo en la garganta, las lágrimas corrían por sus mejillas en silencio y seguía con estupor ante la escena, ignorando lo que ocurría en la plaza central. Pero, ¿y si no le decía nada? ¿Qué querría ella si fuera al revés? Si fuera a ella a quien le arrebataban a quien más quería. Sólo de pensarlo el nudo de su garganta le hacía hasta daño y un sollozo se escapó de entre sus labios. Tuvo que taparse la boca con una de las manos para evitar eso. No podía pensarlo sin partirse a pedazos.
–Vuelve conmigo, por favor, te necesito a mi lado. No me dejes. Vas a salir de esta…
Las palabras de Almereth sólo hacían que entristecer más a Helyare y agravar aún más el sentimiento de culpa por no haber hecho nada. Ese elfo tenía que pasar ahora el resto de su larga vida sin Farnasse, ¿por qué? ¿Acaso lo merecía? Eso era lo que Helyare rumiaba en su mente. Habían hecho una buena labor con la bruja entonces, ¿por qué? ¿No podían perdonarlos por sus buenas acciones a pesar de que tuvieran la compañía de la elfa?
Con rabia y tristeza, Helyare se giró dispuesta a irse y dejar que Almereth tuviera su duelo. Pero tampoco era capaz de abandonarlo así. La culpa que la asolaba era motivación tanto para irse corriendo y desaparecer como para quedarse y tratar de ayudar al elfo. Almereth temblaba mientras todavía lloraba la pérdida de su acompañante, la mecía en su regazo pidiendo que volviese. Todavía tenía la esperanza de que abriera los ojos. Con sus manos trataba de usar su habilidad para curar sus heridas y conseguir que despertara. Pero no iba a ser así, las manos sanadoras no resucitaban a los muertos. No, al menos, los elfos normales. Había formas de volver a la vida a los que habían muerto pero no era lícito y no era propio de la magia élfica hacer eso. Los dioses se la habían llevado y por más que Almereth lo intentara, no la podría traer.
–Lo siento. –Un susurro ahogado salió de los labios de Helyare. Bien podía haber sido una forma de dar el pésame al elfo, pero era algo más profundo y denotaba la culpa por no haber intervenido antes de que el humano lanzase la flecha.
No sabía cuánto tiempo había pasado ahí estática mirando la escena. Tal vez sólo un par de minutos, pero a ella le parecían horas. Un par de habitantes se acercaron con cautela al lugar del accidente pero no llegó a entender qué decían. Sólo podía escuchar los sollozos desconsolados de Almereth. Inspiró y movió la cabeza hacia arriba tratando de contener las lágrimas. No podían verla así. De pronto divisó al humano que perseguía a Farnasse. Ese maldito había sido quien había lanzado la flecha, quien estaba siguiéndola por los tejados. La rabia que sintió al verlo hizo que apretara los puños hasta hacerse daño. Quería acabar con él, volcar toda la ira e impotencia contra el maldito ser que había acabado con la vida de la elfa. Salió corriendo y con rapidez subió a los tejados. No era consciente aún de todo lo que la rodeaba, sólo tenía la idea fija de querer acabar con ese tipo.
Lanzó una flecha contra él y sin mirar si le había dado o no, se abalanzó contra el humano, haciendo que cayera sobre el tejado y ella encima de él.
–Tú… ¡MALDITO! –Agarró su cuello con una mano y empezó a golpearle en la cara dándole puñetazos. Rara vez la elfa trataba de luchar cuerpo a cuerpo, prefería la distancia. Pero esta vez estaba demasiado fuera de sí misma y tenía verdaderas ganas de matarlo con sus propias manos. No era típico de ella, pero la rabia cegaba su ser. –¿¡POR QUÉ LO HAS HECHO?! ¿¡POR QUÉ LO HAS HECHO!? –Gritó con furia mientras su puño impactaba contra la cara del hombre. –¡¡VOY A MATARTE!!
Con sus piernas trataba de bloquear las manos de él, pero estaba muy centrada en golpear su rostro. Toda la rabia empezaba a salir en esa forma de violencia que no acostumbraba a ejercer. Se sentía muy culpable y la única forma que tenía de protegerse a sí misma y no destruirse tanto era echar toda la culpa con ese encapuchado. Su frustración era reflejada en sus golpes.
Obviamente él había sido culpable por atacar a Farnasse, no se podía hacer borrón y cuenta nueva. “Si él no la hubiera seguido…”, eso era lo que repetía Helyare mientras golpeaba con fuerza a al humano. –¿¡A ELLA POR QUÉ!?
La imagen tan reciente de Farnasse cayendo al vacío y la de Almereth tratando de despertarla estaban quebrando su alma y, aunque sabía que golpear a ese tipo no iba a devolver a la vida a la elfa, sentía que necesitaba vengarse, acabar con su ira de algún modo. Había ayudado a la maldita bruja y ahora era el artífice de la muerte de una elfa. Merecía morir.
Posiblemente eso que estaba haciendo llamaría la atención de los guardias, pero le daba igual. Sólo quería vengarse de ese tipejo.
- Off:
- No me recupero de la muerte de la bruja y se muere Farnasse. Yo me deprimo T.T
Helyare
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Re: [Misión] Las piras de Vulwulfar [Fredericksen & Helyare]
Mi tiro no fue el más preciso ni perfecto pero al menos había dado en la elfa, el plan iba a la perfección, la elfa quedaría incapacitada y solo debería llevarla con los Lombardi ¿Qué podía salir mal de todo aquel asunto? La asesina cayó al suelo, solo me quedaba arrastrarla, me comencé a acercar para acabar con aquello pero por lo visto la cosa no acabaría allí, la elfa comenzó a rodar hasta el borde del tejado.
Me acerqué tratando de ayudar a la elfa pero había tardado mucho, la asesina había caído y nuevamente se hizo presente el sonido de un cuerpo muriendo de aquella forma tan repugnante… y nuevamente había sido mi culpa. Bajé la mirada para ver como uno de los compañeros de la elfa trataba de alentarla para regresarla a la vida, estaba claro que eso no serviría de nada, los gritos del elfo me helaban la piel y me hacían sentir cada vez más culpable “Yo solo quería detenerla, no fue mi culpa que cayese ¿Cierto?” Ni mis propios pensamientos podían traerme la calma actualmente, levanté un poco las manos y les dirigí la mirada ahora a estas ¿Acaso ahora era un asesino? Dos personas habían muerto hoy por mis descuidos e imprudencias, yo había sido el verdadero culpable de aquello… puede que antes hubiese matado a alguien pero más que nada por defensa propia, hoy… hoy no fue defensa propia.
Ahora me cuestionaba si debía bajar y tratar de arreglar aquel asunto “No seas idiota, si bajas ellos mismos se encargarán de colgarte.” ¿Acaso debía escapar? Aquello era mucho peor, era huir de los problemas, bueno, siempre solía huir de los problemas pero esto era ya algo muy grave, quizá había hecho justicia a Francesca pero lo había hecho de la manera equivocada.
Quizá lo mejor era simplemente retirarme y dejarle de dar vueltas al asunto, decirle al señor Lombardi lo que había sucedido y luego quedarme en el bosque un buen rato, cada vez que iba a las ciudades pasaban malas cosas, por eso me agradaba estar rodeado de árboles, eran menos complicados y el único daño que podían hacer era si se te caían encima.
En un momento la compañera de la elfa levantó la vista y pareció notar mi presencia, aquello era lo último que necesitaba, me di unas leves bofetadas tratando de mantener la poca cordura que me quedaba en el momento y retrocedí con la idea de escapar. Ya estaba por retirarme cuando la elfa que tenía unas claras ganas de vengarse subió a los tejados “Cielos, eso fue más rápido de lo que esperaba.” Quizá mi único escape era saltar del techo también, acabar cono Francesca y la elfa “No, esa idea es muy torpe hasta para mí.” ¿Si hablaba quizá? Eso podía funcionar.
Estaba pro soltar la primer palabra cuando una flecha pasó volando lo suficientemente cerca como para realizarme un corte en la mejilla “Muy bien, esto va en serio por lo visto.” El lado bueno de aquello es que el tiro había errado y no me había quitado un ojo… o la vida, estaba preparado para evitar todo lo que viniese, aunque no esperaba que me tiraban al suelo y me incapacitaran.
La agresividad era palpable en el aire, y los golpes solo venían de la elfa que había incapacitado uno de mis brazos, con el otro hacía todo lo posible para cubrirme pero era algo en vano. El rostro ya comenzaba a dolerme y si la cosa seguía así no tardaría en desvanecerme, lo molesto de aquella situación no eran los golpes, realmente eran las preguntas que hacía la elfa rencorosa.
- Y…yo no quería matarla, solo detenerla. – Resultaba complicado hablar mientras la elfa me tenía agarrado del cuello pero si quería respuestas no dudaría en dárselas. – ¡Ni siquiera debería estar aquí! – con la mano que tenía libre me concentré en apartar a la elfa, parar los golpes no funcionaba así que solo debía ganar espacio para huir. – Aunque aun así se hizo justicia… ¡Y no recibió una muerte sucia y por la espalda como la de Francesca! – Levanté el índice señalando al rostro de la elfa, primero que nada era un método de distracción para luego usar la técnica suprema del escape. – Ya que por lo visto ustedes no tienen honor al momento de la batalla. – Impulsé el dedo con fuerza a uno de los ojos de la elfa esperando causarle el dolor y cegara suficiente para alejarme.
Ya tenía todo planeado, si me liberaba debería sacar una flecha y usarla como arma cuerpo a cuerpo, en momentos así odiaba no tener una daga encima, debía comprar una… ¿Por qué pienso en comprar cosas cuando ando en peligro? Debía centrar mi atención solo en aquel momento. El problema sería si después de estar libre la elfa volvía a embestirme aunque ya estaría preparado para evitar aquello. Por otro lado si no lograba zafarme solo me quedaba retorcerme y empujar la cara de la elfa hasta que se apartara… un momento, podía hacer eso desde ya para aprovechar.
Coloqué la mano en el rostro de la elfa empujando su cabeza hacía un lado mientras movía mi cuerpo esperando que con aquello bastara para apartar a la atacante. Odiaba quedar tan inutilizado, necesitaba espacio y libertad para poder luchar, usar solo mis manos en aquel tipo de situaciones nunca me ayudaba para nada.
- Cada vez entiendo más porque mi maestro prefirió dejar su tierra natal.
Me acerqué tratando de ayudar a la elfa pero había tardado mucho, la asesina había caído y nuevamente se hizo presente el sonido de un cuerpo muriendo de aquella forma tan repugnante… y nuevamente había sido mi culpa. Bajé la mirada para ver como uno de los compañeros de la elfa trataba de alentarla para regresarla a la vida, estaba claro que eso no serviría de nada, los gritos del elfo me helaban la piel y me hacían sentir cada vez más culpable “Yo solo quería detenerla, no fue mi culpa que cayese ¿Cierto?” Ni mis propios pensamientos podían traerme la calma actualmente, levanté un poco las manos y les dirigí la mirada ahora a estas ¿Acaso ahora era un asesino? Dos personas habían muerto hoy por mis descuidos e imprudencias, yo había sido el verdadero culpable de aquello… puede que antes hubiese matado a alguien pero más que nada por defensa propia, hoy… hoy no fue defensa propia.
Ahora me cuestionaba si debía bajar y tratar de arreglar aquel asunto “No seas idiota, si bajas ellos mismos se encargarán de colgarte.” ¿Acaso debía escapar? Aquello era mucho peor, era huir de los problemas, bueno, siempre solía huir de los problemas pero esto era ya algo muy grave, quizá había hecho justicia a Francesca pero lo había hecho de la manera equivocada.
Quizá lo mejor era simplemente retirarme y dejarle de dar vueltas al asunto, decirle al señor Lombardi lo que había sucedido y luego quedarme en el bosque un buen rato, cada vez que iba a las ciudades pasaban malas cosas, por eso me agradaba estar rodeado de árboles, eran menos complicados y el único daño que podían hacer era si se te caían encima.
En un momento la compañera de la elfa levantó la vista y pareció notar mi presencia, aquello era lo último que necesitaba, me di unas leves bofetadas tratando de mantener la poca cordura que me quedaba en el momento y retrocedí con la idea de escapar. Ya estaba por retirarme cuando la elfa que tenía unas claras ganas de vengarse subió a los tejados “Cielos, eso fue más rápido de lo que esperaba.” Quizá mi único escape era saltar del techo también, acabar cono Francesca y la elfa “No, esa idea es muy torpe hasta para mí.” ¿Si hablaba quizá? Eso podía funcionar.
Estaba pro soltar la primer palabra cuando una flecha pasó volando lo suficientemente cerca como para realizarme un corte en la mejilla “Muy bien, esto va en serio por lo visto.” El lado bueno de aquello es que el tiro había errado y no me había quitado un ojo… o la vida, estaba preparado para evitar todo lo que viniese, aunque no esperaba que me tiraban al suelo y me incapacitaran.
La agresividad era palpable en el aire, y los golpes solo venían de la elfa que había incapacitado uno de mis brazos, con el otro hacía todo lo posible para cubrirme pero era algo en vano. El rostro ya comenzaba a dolerme y si la cosa seguía así no tardaría en desvanecerme, lo molesto de aquella situación no eran los golpes, realmente eran las preguntas que hacía la elfa rencorosa.
- Y…yo no quería matarla, solo detenerla. – Resultaba complicado hablar mientras la elfa me tenía agarrado del cuello pero si quería respuestas no dudaría en dárselas. – ¡Ni siquiera debería estar aquí! – con la mano que tenía libre me concentré en apartar a la elfa, parar los golpes no funcionaba así que solo debía ganar espacio para huir. – Aunque aun así se hizo justicia… ¡Y no recibió una muerte sucia y por la espalda como la de Francesca! – Levanté el índice señalando al rostro de la elfa, primero que nada era un método de distracción para luego usar la técnica suprema del escape. – Ya que por lo visto ustedes no tienen honor al momento de la batalla. – Impulsé el dedo con fuerza a uno de los ojos de la elfa esperando causarle el dolor y cegara suficiente para alejarme.
Ya tenía todo planeado, si me liberaba debería sacar una flecha y usarla como arma cuerpo a cuerpo, en momentos así odiaba no tener una daga encima, debía comprar una… ¿Por qué pienso en comprar cosas cuando ando en peligro? Debía centrar mi atención solo en aquel momento. El problema sería si después de estar libre la elfa volvía a embestirme aunque ya estaría preparado para evitar aquello. Por otro lado si no lograba zafarme solo me quedaba retorcerme y empujar la cara de la elfa hasta que se apartara… un momento, podía hacer eso desde ya para aprovechar.
Coloqué la mano en el rostro de la elfa empujando su cabeza hacía un lado mientras movía mi cuerpo esperando que con aquello bastara para apartar a la atacante. Odiaba quedar tan inutilizado, necesitaba espacio y libertad para poder luchar, usar solo mis manos en aquel tipo de situaciones nunca me ayudaba para nada.
- Cada vez entiendo más porque mi maestro prefirió dejar su tierra natal.
Fredericksen
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Re: [Misión] Las piras de Vulwulfar [Fredericksen & Helyare]
El miembro 'Fredericksen' ha efectuado la acción siguiente: La voluntad de los dioses
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Tyr
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Re: [Misión] Las piras de Vulwulfar [Fredericksen & Helyare]
Almereth estaba hundido. Si se hubiese podido ver a cámara lenta la caída del cuerpo de Farnasse se podrían escuchar los angustiosos gritos del elfo, su cara de circunstancias, la figura de la elfa, tratando de agarrarse sin éxito a cualquier cosa que le permitiera dejar de ser desplazada por el suelo. El rastro de sangre que dejaba su gemelo atravesado. Pero no encontraría jamás nada a lo que ocultarse. Su espalda impactaría recta contra el duro y empedrado suelo de Dundarak. Murió en el acto.
El tuerto corrió a tratar de reanimarla, pero no consiguió nada. El cuerpo de Farnasse permanecía con los ojos abiertos y su corazón ya no latía. Almereth había perdido así a su amiga, amante o hermana. ¡Qué importaba! Era una persona importante para él, como lo era Francesca para los Lombardi. Si algo habían compartido brujos y elfos aquel aciago día era el sentimiento de haber perdido a sus seres queridos. Las rencillas absurdas, el odio, no llevaba a ningún sitio, pero nadie era capaz de darse cuenta de aquel pequeño detalle hasta que alguien moría. Efectivamente, nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde. Y cuando lo pierde por rencillas o tonterías menores es cuando uno debía plantearse hasta qué punto tiene sentido fomentar el odio. Helyare, que tantos errores había cometido no solo aquel día sino en toda su vida, podría reflexionar más adelante sobre el trasfondo de sus acciones. Al menos, había ajusticiado al único que verdaderamente sí merecía la muerte, por fomentar el odio y el racismo: El camarlengo Pavel.
La elfa volvió a dejarse llevar por sus sensibles emociones, y dejó que éstas fuesen envueltas por una tórrida sed de venganza. Subió directamente a los tejados a por Candau. El humano que había sido protagonista indirecto de ambos asesinatos, o eso creía él, ya que su pensamiento no era del todo cierto. En realidad, todos lo eran. Unos por intención, como Helyare, Francesca o la propia Farnasse, y otros simplemente por mala suerte, como era el caso del cazador.
Tenía mucha agilidad y no tardó en derribar a Fredericksen y a golpearle la cara constantemente, mientras éste sólo trataba de defenderse. Inútilmente, porque en uno de sus golpes sonó un “crack”. La elfa le había partido la nariz y seguía pegándole desmesuradamente. Asegurando que iba a matarle. Desde luego terminaría haciéndolo, le tenía bien cogido y estaba dándole una auténtica paliza, estaba cerca de perder el conocimiento.
Por fortuna para él, Helyare pronto comenzó a sentir un profundo calor a su espalda. Su capa o ropajes comenzaron a arder y aunque podría apagar la pequeña llama contra las tejas del edificio, perdió el control sobre Candau, al que le había caído una auténtica paliza y apenas tenía fuerzas para mantener el conocimiento. El rescatador del hombre había sido el patriarca de la familia Lombardi. Había acudido a tratar de vengarse de la muerte de su hija, aún exponiéndose a una posible captura por parte de la guardia.
-¿Por qué? ¿Por qué has contribuido en la muerte de mi hija? – espetó a la encapuchada, no con odio, tampoco con resentimiento, sino con tristeza. Miró entonces a Candau. - Estás a salvo.
Tras esperar la respuesta o acción de la elfa, pronto podrían ver nuevamente en la parte inferior los gritos de Almereth. Estaba siendo aprisionado por la guardia, a quien consideraban principal responsable de la muerte del Camarlengo. A fin de cuentas, alguien lo había asesinado para liberarlo a él.
-¡Ahí está otra de sus compinches! ¡Detenedla! – un guardia hizo señas al resto de la ubicación de Helyare en los tejados. La elfa, ahora, no sólo había perdido a Farnasse, sino que su compañero había sido capturado por las guarniciones locales, que trataban de poner algo de orden en medio del caos de la plaza, cuya pira todavía seguía ardiendo, aunque sin nadie en su interior.
-¡No te preocupes por mí! ¡Huye! – le pidió Almereth mientras era esposado violentamente.
¡Ya queda muy poco!
Helyare: Le has partido la cara a Fredericksen. Y veo que te gusta dar guerra. Puedes hacerlo y tratar de liberar a Almereth, que está siendo brutalmente agredido por la guardia. No te mandaré lanzar runa esta vez: si vas a por ellos, terminarás siendo encarcelada tú también, ya que te superan en número y van a por ti. Tendríamos que hacer algún tipo de evento para liberarte. Tu alternativa es describir tu huida de la ciudad. En este caso, aunque te sigan, escaparás ilesa, pero dejarás a un amigo atrás. Otro más.
Frecericksen: Has tenido mala suerte con las runas. Helyare te ha partido la nariz y te ha dejado la cara hecha un poema. Necesitarás abrir un hilo con un sanador para poder recuperarte por completo. Hasta entonces tendrás el tabique nasal torcido y el ojo morado. La parte positiva es que la guardia se ha centrado más en Helyare, por lo que el señor Lombardi te ayudará a salir de la ciudad al lugar en el que ha escondido a su familia (donde desees). Ahora ellos son fugitivos, pero, al menos, han tenido gratitud ayudándote. Si lo deseas, tienes libertad para manejarlos y describir sus impresiones o sus deseos de venganza.
El tuerto corrió a tratar de reanimarla, pero no consiguió nada. El cuerpo de Farnasse permanecía con los ojos abiertos y su corazón ya no latía. Almereth había perdido así a su amiga, amante o hermana. ¡Qué importaba! Era una persona importante para él, como lo era Francesca para los Lombardi. Si algo habían compartido brujos y elfos aquel aciago día era el sentimiento de haber perdido a sus seres queridos. Las rencillas absurdas, el odio, no llevaba a ningún sitio, pero nadie era capaz de darse cuenta de aquel pequeño detalle hasta que alguien moría. Efectivamente, nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde. Y cuando lo pierde por rencillas o tonterías menores es cuando uno debía plantearse hasta qué punto tiene sentido fomentar el odio. Helyare, que tantos errores había cometido no solo aquel día sino en toda su vida, podría reflexionar más adelante sobre el trasfondo de sus acciones. Al menos, había ajusticiado al único que verdaderamente sí merecía la muerte, por fomentar el odio y el racismo: El camarlengo Pavel.
La elfa volvió a dejarse llevar por sus sensibles emociones, y dejó que éstas fuesen envueltas por una tórrida sed de venganza. Subió directamente a los tejados a por Candau. El humano que había sido protagonista indirecto de ambos asesinatos, o eso creía él, ya que su pensamiento no era del todo cierto. En realidad, todos lo eran. Unos por intención, como Helyare, Francesca o la propia Farnasse, y otros simplemente por mala suerte, como era el caso del cazador.
Tenía mucha agilidad y no tardó en derribar a Fredericksen y a golpearle la cara constantemente, mientras éste sólo trataba de defenderse. Inútilmente, porque en uno de sus golpes sonó un “crack”. La elfa le había partido la nariz y seguía pegándole desmesuradamente. Asegurando que iba a matarle. Desde luego terminaría haciéndolo, le tenía bien cogido y estaba dándole una auténtica paliza, estaba cerca de perder el conocimiento.
Por fortuna para él, Helyare pronto comenzó a sentir un profundo calor a su espalda. Su capa o ropajes comenzaron a arder y aunque podría apagar la pequeña llama contra las tejas del edificio, perdió el control sobre Candau, al que le había caído una auténtica paliza y apenas tenía fuerzas para mantener el conocimiento. El rescatador del hombre había sido el patriarca de la familia Lombardi. Había acudido a tratar de vengarse de la muerte de su hija, aún exponiéndose a una posible captura por parte de la guardia.
-¿Por qué? ¿Por qué has contribuido en la muerte de mi hija? – espetó a la encapuchada, no con odio, tampoco con resentimiento, sino con tristeza. Miró entonces a Candau. - Estás a salvo.
Tras esperar la respuesta o acción de la elfa, pronto podrían ver nuevamente en la parte inferior los gritos de Almereth. Estaba siendo aprisionado por la guardia, a quien consideraban principal responsable de la muerte del Camarlengo. A fin de cuentas, alguien lo había asesinado para liberarlo a él.
-¡Ahí está otra de sus compinches! ¡Detenedla! – un guardia hizo señas al resto de la ubicación de Helyare en los tejados. La elfa, ahora, no sólo había perdido a Farnasse, sino que su compañero había sido capturado por las guarniciones locales, que trataban de poner algo de orden en medio del caos de la plaza, cuya pira todavía seguía ardiendo, aunque sin nadie en su interior.
-¡No te preocupes por mí! ¡Huye! – le pidió Almereth mientras era esposado violentamente.
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¡Ya queda muy poco!
Helyare: Le has partido la cara a Fredericksen. Y veo que te gusta dar guerra. Puedes hacerlo y tratar de liberar a Almereth, que está siendo brutalmente agredido por la guardia. No te mandaré lanzar runa esta vez: si vas a por ellos, terminarás siendo encarcelada tú también, ya que te superan en número y van a por ti. Tendríamos que hacer algún tipo de evento para liberarte. Tu alternativa es describir tu huida de la ciudad. En este caso, aunque te sigan, escaparás ilesa, pero dejarás a un amigo atrás. Otro más.
Frecericksen: Has tenido mala suerte con las runas. Helyare te ha partido la nariz y te ha dejado la cara hecha un poema. Necesitarás abrir un hilo con un sanador para poder recuperarte por completo. Hasta entonces tendrás el tabique nasal torcido y el ojo morado. La parte positiva es que la guardia se ha centrado más en Helyare, por lo que el señor Lombardi te ayudará a salir de la ciudad al lugar en el que ha escondido a su familia (donde desees). Ahora ellos son fugitivos, pero, al menos, han tenido gratitud ayudándote. Si lo deseas, tienes libertad para manejarlos y describir sus impresiones o sus deseos de venganza.
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Re: [Misión] Las piras de Vulwulfar [Fredericksen & Helyare]
La elfa siguió golpeando con fuerza a ese arquero. Este trató de hacerla daño pero lo único que hizo fue cabrearla más y que los golpes se los diera más fuertes, presa de la rabia que la envolvía. –¡¡HAS MATADO A FARNASSE!! –Gritó desesperada, como si golpear a ese tipejo fuese a devolver a la vida a la elfa.
Sus gritos tapaban los lamentos de Almereth, quien todavía seguía agarrando con fuerza el cuerpo de la arquera, llorando su pérdida. Helyare no quería escucharlo, no quería que esos llantos se quedasen en su cabeza. Continuó dándole fuertes golpes a Fredericksen, incluso le partió la nariz, pero no se detuvo. No hasta que notó un fuerte calor en su espalda y olor a quemado. Se giró de golpe y se tiró de espaldas contra el tejado para apagar las llamas que emergían de su capa y amenazaban con reducir la tela a cenizas.
Por suerte, era un conato y lo pudo apagar en cuestión de segundos, ella no se quemó. El único daño lo tenía su capa que había adquirido una tonalidad marrón justo por donde había estado el fuego. Ahí desde su posición vio a un hombre. Estaba a varios metros de ellos, de pie en el tejado.
Helyare lo miró con cierto odio por haber interrumpido lo que estaba haciendo. Era un sucio brujo, había usado su poder contra ella, aunque no hubiese sido una llama grande. Era el padre de la bruja a la que Farnasse había dado caza. Escuchó su voz, su tono era amargo. No parecía recriminar nada a la elfa, simplemente estaba triste por la pérdida.
Si no hubiese sido brujo, posiblemente a Helyare le hubiese partido el corazón haber escuchado ese tono tan abatido. Era como el Almereth. Como el de cualquiera que hubiese perdido a un ser querido, el tono de alguien que perdía las esperanzas de volver a ver el rostro sonriente de esa persona que iba con los dioses. Pero era brujo y Helyare tenía marcado a fuego que el mejor brujo era el que estaba muerto. Eran seres diabólicos que habían manchado sus territorios con la sangre de los elfos. Solo por eso no le dio pena, no empatizó con su dolor.
Parecía que sólo quería ayudar al humano. Claro… Había estado con la bruja. Helyare hizo una mueca de desaprobación y por un momento le dieron ganas de darle una patada a Fred para hacerlo caer por los tejados, como había hecho él con Farnasse. Pero no lo hizo. Ya había sesgado muchas vidas, ¿otra más? ¿Le devolvería a la elfa la muerte de este miserable? Por un momento sí lo contempló. Era venganza. Ojo por ojo…
Pero se le quitó la idea cuando escuchó los gritos de Almereth y de otros más. Se asomó y pudo ver a la guardia apresar al elfo. Rápidamente se levantó, ignorando a los dos hombres, dispuesta a luchar contra los que dañaban a Almereth. Mas tuvo que descartar esa idea pues cada vez había más soldados.
Vio una marabunta de guardias lanzarse contra el elfo y separarlo del cadáver de Farnasse. Este miró hacia arriba y le gritó que huyera. Helyare quedó petrificada ante eso, pero los guardias ya la habían visto y se dirigían a capturarla. El brujo estaba quieto, no tenía intenciones de hacerle nada o contribuir a atraparla. Posiblemente porque él también era un prófugo.
La elfa se quedó en el tejado sin saber qué hacer. Sacó su arco, que colgaba de su espalda, pero no se atrevió a disparar. El elfo se retorcía mucho mientras era apresado y un fallo en el tiro podía hacer que él también resultase herido.
Otro más no.
Mientras tanto, un par de soldados se las apañaban para tratar de subir a los tejados y dar caza a esa elfa miserable que se había cargado al camarlengo. Helyare seguía quieta mirando la escena de la plaza.
Tenía dos opciones: Irse y dejar allí a Almereth a su suerte. O quedarse y luchar.
¿Irse? ¿Y si le hacían algo al elfo? Ya había perdido a Farnasse por su culpa y, ¿ahora le dejaba solo? Le iban a apresar, a juzgar o… Miró la pira que aún llameaba en el cadalso y se le encogió el estómago. Después de todo lo que habían luchado para evitar ese destino, ¿iba a acabar en la pira? No lo sabía con certeza, tal vez sólo lo apresaran, pero… ¿Y por qué? ¿Cuál había sido su delito? No quería abandonarlo ahí, no quería pensar en un destino tan malo para alguien tan honorable como Almereth.
Pero… ¿Y si luchaba? Era lo que debía hacer para intentar reparar su honra.
Nunca dejarás a un compañero atrás.
Pero la guardia era numerosa. Atacar significaría ponerse ella en peligro también y… Los dos en peligro… Era imposible encontrar solución a eso. Tal vez ese era el destino que merecía por haber permitido tantas muertes y haber fallado a Farnasse. Pero, ¿por qué siendo ajusticiada por esta gente? Ellos no deberían siquiera pensar en darle un juicio a una elfa como ella. No quería ser capturada por miserables humanos, como si ellos fuesen los que dictasen las leyes para los elfos. No compartía ese punto.
Pero quería salvar a Almereth.
Escuchó a los soldados subir al tejado donde se encontraba, con dificultad se movían por las tejas. –¡Quedas detenida! –Gritó uno a una gran distancia, pensando que no tenía escapatoria. Helyare miró a los dos soldados que habían conseguido subir, sus piernas estaban muy tensas tratando de no perder el equilibro y acabar defenestrados. La elfa achicó los ojos, mirándolos con odio y luego se dirigió hacia la plaza, sacó una de sus flechas y la lanzó hacia donde estaba el tumulto. No disparó a los soldados que apresaban a Almereth, ni a nadie en particular. Tiró contra el suelo, a los pies de uno de los guardias que se acercaba a por el cadáver de Farnasse. En ningún momento quiso atinarle.
Lanzó la flecha contra ningún sitio en particular, quería que chocase contra el suelo, y así fue. Al instante, en cuanto la cabeza de la saeta tocó la piedra se partió y quedó hecha un par de trozos a los pies de ese guardia, entre él y la elfa muerta.
No dijo nada, sólo miraba de reojo a los guardias que trataban de acercarse por el tejado. Esa flecha que había caído era igual que la que había matado al camarlengo y esperaba que supieran qué significaba eso para que dejasen en paz a Almereth. De pronto, la elfa echó a correr por el lado contrario, saltando a otra casa que estaba un poco más baja.
Había dejado al elfo atrás.
No quería ni girarse, ni saber si la perseguían o no. Estaba alterada, quería salir de allí cuanto antes, tratar de olvidarse de lo que había sucedido, de las muertes, de la familia de brujos, de esa maldita ciudad. Quería que Almereth estuviera a salvo, que lo dejasen tranquilo, pues bastante mal debía pasarlo ahora y… Posiblemente durante el resto de su larga vida. Si es que esos malditos dejaban que pudiese “disfrutar” de eso. Siguió corriendo, saltando por los tejados de Vulwulfar, alejándose de todo lo que había sucedido en esa dichosa plaza.
Sabía que esos soldados no serían capaces de darle caza a la elfa si seguía moviéndose con tanta rapidez por los tejados así que aprovechó su ventaja hasta que trató de despistarlos colándose en unos callejones de difícil acceso. Se cercionó de que tuviera rápida escapatoria si la encontraban, aunque tardarían en hacerlo porque estaba a bastante distancia de la plaza. ¿Qué estaría sucediendo en esos momentos allí? La idea de haber abandonado al elfo la traía de cabeza.
Sus gritos tapaban los lamentos de Almereth, quien todavía seguía agarrando con fuerza el cuerpo de la arquera, llorando su pérdida. Helyare no quería escucharlo, no quería que esos llantos se quedasen en su cabeza. Continuó dándole fuertes golpes a Fredericksen, incluso le partió la nariz, pero no se detuvo. No hasta que notó un fuerte calor en su espalda y olor a quemado. Se giró de golpe y se tiró de espaldas contra el tejado para apagar las llamas que emergían de su capa y amenazaban con reducir la tela a cenizas.
Por suerte, era un conato y lo pudo apagar en cuestión de segundos, ella no se quemó. El único daño lo tenía su capa que había adquirido una tonalidad marrón justo por donde había estado el fuego. Ahí desde su posición vio a un hombre. Estaba a varios metros de ellos, de pie en el tejado.
Helyare lo miró con cierto odio por haber interrumpido lo que estaba haciendo. Era un sucio brujo, había usado su poder contra ella, aunque no hubiese sido una llama grande. Era el padre de la bruja a la que Farnasse había dado caza. Escuchó su voz, su tono era amargo. No parecía recriminar nada a la elfa, simplemente estaba triste por la pérdida.
Si no hubiese sido brujo, posiblemente a Helyare le hubiese partido el corazón haber escuchado ese tono tan abatido. Era como el Almereth. Como el de cualquiera que hubiese perdido a un ser querido, el tono de alguien que perdía las esperanzas de volver a ver el rostro sonriente de esa persona que iba con los dioses. Pero era brujo y Helyare tenía marcado a fuego que el mejor brujo era el que estaba muerto. Eran seres diabólicos que habían manchado sus territorios con la sangre de los elfos. Solo por eso no le dio pena, no empatizó con su dolor.
Parecía que sólo quería ayudar al humano. Claro… Había estado con la bruja. Helyare hizo una mueca de desaprobación y por un momento le dieron ganas de darle una patada a Fred para hacerlo caer por los tejados, como había hecho él con Farnasse. Pero no lo hizo. Ya había sesgado muchas vidas, ¿otra más? ¿Le devolvería a la elfa la muerte de este miserable? Por un momento sí lo contempló. Era venganza. Ojo por ojo…
Pero se le quitó la idea cuando escuchó los gritos de Almereth y de otros más. Se asomó y pudo ver a la guardia apresar al elfo. Rápidamente se levantó, ignorando a los dos hombres, dispuesta a luchar contra los que dañaban a Almereth. Mas tuvo que descartar esa idea pues cada vez había más soldados.
Vio una marabunta de guardias lanzarse contra el elfo y separarlo del cadáver de Farnasse. Este miró hacia arriba y le gritó que huyera. Helyare quedó petrificada ante eso, pero los guardias ya la habían visto y se dirigían a capturarla. El brujo estaba quieto, no tenía intenciones de hacerle nada o contribuir a atraparla. Posiblemente porque él también era un prófugo.
La elfa se quedó en el tejado sin saber qué hacer. Sacó su arco, que colgaba de su espalda, pero no se atrevió a disparar. El elfo se retorcía mucho mientras era apresado y un fallo en el tiro podía hacer que él también resultase herido.
Otro más no.
Mientras tanto, un par de soldados se las apañaban para tratar de subir a los tejados y dar caza a esa elfa miserable que se había cargado al camarlengo. Helyare seguía quieta mirando la escena de la plaza.
Tenía dos opciones: Irse y dejar allí a Almereth a su suerte. O quedarse y luchar.
¿Irse? ¿Y si le hacían algo al elfo? Ya había perdido a Farnasse por su culpa y, ¿ahora le dejaba solo? Le iban a apresar, a juzgar o… Miró la pira que aún llameaba en el cadalso y se le encogió el estómago. Después de todo lo que habían luchado para evitar ese destino, ¿iba a acabar en la pira? No lo sabía con certeza, tal vez sólo lo apresaran, pero… ¿Y por qué? ¿Cuál había sido su delito? No quería abandonarlo ahí, no quería pensar en un destino tan malo para alguien tan honorable como Almereth.
Pero… ¿Y si luchaba? Era lo que debía hacer para intentar reparar su honra.
Nunca dejarás a un compañero atrás.
Pero la guardia era numerosa. Atacar significaría ponerse ella en peligro también y… Los dos en peligro… Era imposible encontrar solución a eso. Tal vez ese era el destino que merecía por haber permitido tantas muertes y haber fallado a Farnasse. Pero, ¿por qué siendo ajusticiada por esta gente? Ellos no deberían siquiera pensar en darle un juicio a una elfa como ella. No quería ser capturada por miserables humanos, como si ellos fuesen los que dictasen las leyes para los elfos. No compartía ese punto.
Pero quería salvar a Almereth.
Escuchó a los soldados subir al tejado donde se encontraba, con dificultad se movían por las tejas. –¡Quedas detenida! –Gritó uno a una gran distancia, pensando que no tenía escapatoria. Helyare miró a los dos soldados que habían conseguido subir, sus piernas estaban muy tensas tratando de no perder el equilibro y acabar defenestrados. La elfa achicó los ojos, mirándolos con odio y luego se dirigió hacia la plaza, sacó una de sus flechas y la lanzó hacia donde estaba el tumulto. No disparó a los soldados que apresaban a Almereth, ni a nadie en particular. Tiró contra el suelo, a los pies de uno de los guardias que se acercaba a por el cadáver de Farnasse. En ningún momento quiso atinarle.
Lanzó la flecha contra ningún sitio en particular, quería que chocase contra el suelo, y así fue. Al instante, en cuanto la cabeza de la saeta tocó la piedra se partió y quedó hecha un par de trozos a los pies de ese guardia, entre él y la elfa muerta.
No dijo nada, sólo miraba de reojo a los guardias que trataban de acercarse por el tejado. Esa flecha que había caído era igual que la que había matado al camarlengo y esperaba que supieran qué significaba eso para que dejasen en paz a Almereth. De pronto, la elfa echó a correr por el lado contrario, saltando a otra casa que estaba un poco más baja.
Había dejado al elfo atrás.
No quería ni girarse, ni saber si la perseguían o no. Estaba alterada, quería salir de allí cuanto antes, tratar de olvidarse de lo que había sucedido, de las muertes, de la familia de brujos, de esa maldita ciudad. Quería que Almereth estuviera a salvo, que lo dejasen tranquilo, pues bastante mal debía pasarlo ahora y… Posiblemente durante el resto de su larga vida. Si es que esos malditos dejaban que pudiese “disfrutar” de eso. Siguió corriendo, saltando por los tejados de Vulwulfar, alejándose de todo lo que había sucedido en esa dichosa plaza.
Sabía que esos soldados no serían capaces de darle caza a la elfa si seguía moviéndose con tanta rapidez por los tejados así que aprovechó su ventaja hasta que trató de despistarlos colándose en unos callejones de difícil acceso. Se cercionó de que tuviera rápida escapatoria si la encontraban, aunque tardarían en hacerlo porque estaba a bastante distancia de la plaza. ¿Qué estaría sucediendo en esos momentos allí? La idea de haber abandonado al elfo la traía de cabeza.
Helyare
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Re: [Misión] Las piras de Vulwulfar [Fredericksen & Helyare]
Mi táctica de escape había sido un total fiasco y solo había logrado que la rabia de la elfa se incrementase, a este paso realmente moriría a manos de aquella mujer, lo peor es que no dejaba repetir el hecho de yo hubiese matado a la otra elfa, por lo visto me llevaría al más allá el nombre de mis dos víctimas… Francesca y Farnasse.
Lo mejor que podía hacer era dejar de poner resistencia en el asunto, dejé de protegerme el rostro resignado a mi trágico final “Quien lo iba a decir, crecí junto a un elfo y ahora moriré a manos de una elfa… que irónica resulta ser la vida.” Uno de los golpes impactó directamente en mi nariz con tal fuerza que acabó partiéndola, no pude evitar soltar un grito de dolor, aquello había sonado fatal y sentía como la sangre comenzaba a emanar de esta y a deslizarse por mi rostro, aquella sería una manera muy dolorosa de morir ¿Por qué no solo me partía el cuello? “Maldita elfa sádica.”
Por lo visto ya estaba dejando la resignación atrás para darle paso a la ira, aunque no me serviría de nada realmente, dudaba que pudiese contra-atacar una vez más, sentía como mis fuerzas se estaban desvaneciendo y todo me daba vueltas, no tardaría en caer inconsciente, lo bueno es que quizá estando inconsciente no me pudiese doler aun más mi muerte.
Estaba tan perdido en mis pensamientos y en mis intentos por mantener la conciencia que no noté cuando la elfa dejo de golpearme para alejarse, cuando la voz del señor Lombardi se hizo presente fue en el momento donde me fije que ya era libre. Con esfuerzo me coloqué de pie y limpié con el dorso de mi mano la sangre que caía de mi nariz, debía de tener una apariencia desagradable y lastimosa “¿Qué hace el señor Lombardi aquí? Aun es buscado por la guardia.” Por lo visto él solo quería respuestas, respuestas de porque habían matado a Francesca, al escuchar aquello no pude evitar bajar la vista al suelo con cierta vergüenza y remordimiento.
- Yo se… lo agradezco señor Lombardi. – Contesté al brujo cuando dijo que ya estaba a salvo, por mi culpa la hija del hombre estaba muerta y aun así el me había ayudado… eso no estaba bien, ahora tenía una deuda con él.
Los gritos desde la plaza se hicieron presentes, por lo visto la guardia había tomado cartas en el asunto de la muerte de la elfa… aunque estaban inculpando al compañero y a la elfa que me había dado una paliza. El señor Lombardi por lo visto no tomaría cartas en el asunto y yo no tenía mucho que hacer en mi pésima condición, caminé lentamente tambaleándome hasta el señor Lombardi mientras me tapaba las fosas nasales con una mano, necesitaba detener el sangrado con algo y lo único que tenía a la mano… bueno, era mi mano.
- Lamento mucho todo lo sucedido. – Dije por lo bajo cuando estuve al señor Lomarbi, este solo se limitó a darme una pequeña palmada en el hombro.
- No tienes nada de que lamentarte, pero debemos irnos antes de que la guardia deje de seguir a esos elfos y nos busquen. – En el tono del señor Lombardi se podía notar claramente el dolor y la tristeza que tenía por la pérdida de su hija. Me limité a asentir para luego seguirlo.
Bajar del techo no fue tan difícil, el problema estaba en pasar desapercibido todas aquellas calles teniendo la nariz rota… bueno, el alboroto de los guardias y la gente ayudaba un poco, de vez en cuando tuvimos que ocultarnos detrás de unas cajas o tomar callejones para no ser notados. Aun con todo el dolor físico que tenía encima y los remordimientos de las muertes me alegraba que la familia hubiese salido a salvo, era lo único en lo que no había fallado… “Por lo menos pude cumplir la promesa que le hice a Francesca.”
La familia Lombardi se había escondido en las afueras de Vulwulfar, la señora Lombardi y el hermano de Francesca aun llevaban consigo los uniformes de la guardia que habían obtenido de aquellos dos estafadores. Esperaban sentados bajo un árbol y detrás de unos arbustos, apenas divisaron la silueta del señor Lombardi ambos se pusieron de pie y observaron a sus espaldas a ver quien más venía.
- Oh, me alegra que estés bien, nos tenías preocupados ¿Y dónde está Francesca? – Preguntó la señora Lombardi mientras se acercaba al padre de la familia, parecía ansiosa por saber dónde estaba su hija. - ¿Se ha quedado atrás?
Observé como el señor Lombardi bajaba el rostro sin saber que responder ante aquello, supuse que aun no les había comentado la muerte de Francesca a su familia, no era algo fácil de hacer y por el silencio en el ambiente parecía entenderse bien que había sucedido.
- F…Francesca murió… fue mi culpa… lo lamento. – Sentí como la mirada de los integrantes de la familia se centraba en mí, yo me limite a suspiras levemente mientras bajaba las manos y miraba los rostro de la familia. – Si no la hubiese distraído… ella estaría viva, Farnasse no la hubiese atacado por la espalda. – La señora Lombardi no demoró en romper en llanto y cayó de rodillas mientras cubría su rostro en llanto, el menor de la familia estaba atónito y solo pudo consolar a su madre mientras trataba de contener las lagrimas.
- No digas eso hijo, no fue tu culpa. – Comentó el señor Lombardi mientras me dirigía una mirada de comprensión, seguro trataba de animarme pero aquello no sería suficiente. – Tu no disparaste para desconcentrar Francesca, solo tratabas de ayudarla.
- Aun así… además le debo la vida, si no fuese por usted no estaría contando esto. – Agaché la mirada mientras veía la mano que había usado para parar el sangrado, aquella no era la única sangre que corría en mis manos.
- Tu también me salvaste, a mí y a mi Familia, mi deuda es mucho mayor joven… disculpa pero ¿Me podrías decir tu nombre? Nunca te presentaste.
- Candau, mi nombre es Fredericksen Candau.
- Vaya nombre más curioso, como te decía Frederericksen, mi deuda es mucho mayor. – El padre de la familia coloco una mano sobre mi hombro y me sacudió un poco, aquello a causa del maltrato físico que había sufrido dolía más de lo esperado. – Y te encargaste de la asesina de mi hija, te agradezco de todo corazón eso. Los otros elfos que participaron en el vil asesinato de Francesca no saldrán impunes, te lo prometo.
- ¡Esos malditos elfos no deben vivir! – Rugió el hijo de los Lombardi mientras alzaba la mirada roja de ira y con lágrimas cayendo por esta. - ¡Pagarán por sus actos y mi hermana podrá descansar en paz!
Todas aquellas palabras deberían resultar confortantes pero no me ayudaban, no era grato ver como esa familia de brujos afrontaba la muerte de la hija mayor, la muerte era la peor cosa que podía suceder tanto para uno como para los seres que una vez te conocieron. Tampoco es que hubiese conocido mucho a Francesca, no podía considerarla una amiga por el poco tiempo de conocidos pero su muerte era algo que dudaba poder olvidar, su muerte y la de Farnasse.
Lo mejor que podía hacer era dejar de poner resistencia en el asunto, dejé de protegerme el rostro resignado a mi trágico final “Quien lo iba a decir, crecí junto a un elfo y ahora moriré a manos de una elfa… que irónica resulta ser la vida.” Uno de los golpes impactó directamente en mi nariz con tal fuerza que acabó partiéndola, no pude evitar soltar un grito de dolor, aquello había sonado fatal y sentía como la sangre comenzaba a emanar de esta y a deslizarse por mi rostro, aquella sería una manera muy dolorosa de morir ¿Por qué no solo me partía el cuello? “Maldita elfa sádica.”
Por lo visto ya estaba dejando la resignación atrás para darle paso a la ira, aunque no me serviría de nada realmente, dudaba que pudiese contra-atacar una vez más, sentía como mis fuerzas se estaban desvaneciendo y todo me daba vueltas, no tardaría en caer inconsciente, lo bueno es que quizá estando inconsciente no me pudiese doler aun más mi muerte.
Estaba tan perdido en mis pensamientos y en mis intentos por mantener la conciencia que no noté cuando la elfa dejo de golpearme para alejarse, cuando la voz del señor Lombardi se hizo presente fue en el momento donde me fije que ya era libre. Con esfuerzo me coloqué de pie y limpié con el dorso de mi mano la sangre que caía de mi nariz, debía de tener una apariencia desagradable y lastimosa “¿Qué hace el señor Lombardi aquí? Aun es buscado por la guardia.” Por lo visto él solo quería respuestas, respuestas de porque habían matado a Francesca, al escuchar aquello no pude evitar bajar la vista al suelo con cierta vergüenza y remordimiento.
- Yo se… lo agradezco señor Lombardi. – Contesté al brujo cuando dijo que ya estaba a salvo, por mi culpa la hija del hombre estaba muerta y aun así el me había ayudado… eso no estaba bien, ahora tenía una deuda con él.
Los gritos desde la plaza se hicieron presentes, por lo visto la guardia había tomado cartas en el asunto de la muerte de la elfa… aunque estaban inculpando al compañero y a la elfa que me había dado una paliza. El señor Lombardi por lo visto no tomaría cartas en el asunto y yo no tenía mucho que hacer en mi pésima condición, caminé lentamente tambaleándome hasta el señor Lombardi mientras me tapaba las fosas nasales con una mano, necesitaba detener el sangrado con algo y lo único que tenía a la mano… bueno, era mi mano.
- Lamento mucho todo lo sucedido. – Dije por lo bajo cuando estuve al señor Lomarbi, este solo se limitó a darme una pequeña palmada en el hombro.
- No tienes nada de que lamentarte, pero debemos irnos antes de que la guardia deje de seguir a esos elfos y nos busquen. – En el tono del señor Lombardi se podía notar claramente el dolor y la tristeza que tenía por la pérdida de su hija. Me limité a asentir para luego seguirlo.
Bajar del techo no fue tan difícil, el problema estaba en pasar desapercibido todas aquellas calles teniendo la nariz rota… bueno, el alboroto de los guardias y la gente ayudaba un poco, de vez en cuando tuvimos que ocultarnos detrás de unas cajas o tomar callejones para no ser notados. Aun con todo el dolor físico que tenía encima y los remordimientos de las muertes me alegraba que la familia hubiese salido a salvo, era lo único en lo que no había fallado… “Por lo menos pude cumplir la promesa que le hice a Francesca.”
La familia Lombardi se había escondido en las afueras de Vulwulfar, la señora Lombardi y el hermano de Francesca aun llevaban consigo los uniformes de la guardia que habían obtenido de aquellos dos estafadores. Esperaban sentados bajo un árbol y detrás de unos arbustos, apenas divisaron la silueta del señor Lombardi ambos se pusieron de pie y observaron a sus espaldas a ver quien más venía.
- Oh, me alegra que estés bien, nos tenías preocupados ¿Y dónde está Francesca? – Preguntó la señora Lombardi mientras se acercaba al padre de la familia, parecía ansiosa por saber dónde estaba su hija. - ¿Se ha quedado atrás?
Observé como el señor Lombardi bajaba el rostro sin saber que responder ante aquello, supuse que aun no les había comentado la muerte de Francesca a su familia, no era algo fácil de hacer y por el silencio en el ambiente parecía entenderse bien que había sucedido.
- F…Francesca murió… fue mi culpa… lo lamento. – Sentí como la mirada de los integrantes de la familia se centraba en mí, yo me limite a suspiras levemente mientras bajaba las manos y miraba los rostro de la familia. – Si no la hubiese distraído… ella estaría viva, Farnasse no la hubiese atacado por la espalda. – La señora Lombardi no demoró en romper en llanto y cayó de rodillas mientras cubría su rostro en llanto, el menor de la familia estaba atónito y solo pudo consolar a su madre mientras trataba de contener las lagrimas.
- No digas eso hijo, no fue tu culpa. – Comentó el señor Lombardi mientras me dirigía una mirada de comprensión, seguro trataba de animarme pero aquello no sería suficiente. – Tu no disparaste para desconcentrar Francesca, solo tratabas de ayudarla.
- Aun así… además le debo la vida, si no fuese por usted no estaría contando esto. – Agaché la mirada mientras veía la mano que había usado para parar el sangrado, aquella no era la única sangre que corría en mis manos.
- Tu también me salvaste, a mí y a mi Familia, mi deuda es mucho mayor joven… disculpa pero ¿Me podrías decir tu nombre? Nunca te presentaste.
- Candau, mi nombre es Fredericksen Candau.
- Vaya nombre más curioso, como te decía Frederericksen, mi deuda es mucho mayor. – El padre de la familia coloco una mano sobre mi hombro y me sacudió un poco, aquello a causa del maltrato físico que había sufrido dolía más de lo esperado. – Y te encargaste de la asesina de mi hija, te agradezco de todo corazón eso. Los otros elfos que participaron en el vil asesinato de Francesca no saldrán impunes, te lo prometo.
- ¡Esos malditos elfos no deben vivir! – Rugió el hijo de los Lombardi mientras alzaba la mirada roja de ira y con lágrimas cayendo por esta. - ¡Pagarán por sus actos y mi hermana podrá descansar en paz!
Todas aquellas palabras deberían resultar confortantes pero no me ayudaban, no era grato ver como esa familia de brujos afrontaba la muerte de la hija mayor, la muerte era la peor cosa que podía suceder tanto para uno como para los seres que una vez te conocieron. Tampoco es que hubiese conocido mucho a Francesca, no podía considerarla una amiga por el poco tiempo de conocidos pero su muerte era algo que dudaba poder olvidar, su muerte y la de Farnasse.
Fredericksen
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Re: [Misión] Las piras de Vulwulfar [Fredericksen & Helyare]
Almereth era retenido por la guardia sin mostrar ningún tipo de oposición. Su mente no estaba ahí. Estaba sumida en la pérdida de Farnasse, en la traición del camarlengo Pavel. Se arrepintió de haber confiado en un humano. Si no se hubiese dejado chantajear, ahora mismo la elfa muda, a la que una vez Francesca arrancó la lengua, seguiría viva. La bruja tampoco estaba ya entre los vivos, pero no le importaba, ni siquiera le deseó la muerte ni lo peor.
-¡Criminal! ¡Asesino! ¡Estás detenido! – le gritaron, mientras era esposado. Helyare llegaría a escuchar estas palabras mientras huía por los tejados. Si la atrapaban, probablemente terminaría corriendo la misma suerte que su compañero. A pesar de su intento de distracción para que éste escapara, le había dejado atrás. Lo había abandonado a su suerte. Sólo los dioses sabían qué tendría preparado. Almereth, si finalmente moría, desde luego no lo haría aquella noche.
Poco a poco la guardia fue tranquilizando a los habitantes de la ciudad y la normalidad volvía a la plaza. El equipo antifuegos había conseguido extinguir el incendio incontrolado de la pira y la situación volvía poco a poco a la normalidad.
Aquellos que fueron tras la elfa no conseguirían atraparla. Los tejados eran un hábitat común para los orejas puntiagudas, dotados de una mayor agilidad que el resto de razas. Centrarse en ella hizo que se despistasen de Fredericksen y del señor Lombardi, que también huyeron aunque más tranquilamente, con disimulo.
Ambos habían conseguido escapar, pero la conciencia era una losa en sus cabezas. Ninguno de los dos olvidaría aquel día con facilidad. Helyare había asesinado al camarlengo y había sido responsable directa de la muerte de Francesca, además de haber dejado atrás a Almereth, ¿pero qué podía hacer? Por su parte, Fredericksen, que terminó con la nariz rota, había hecho lo propio con Farnasse, aunque sin pleno convencimiento, y aún más torturador era el pensamiento de saber qué hubiera pasado si no hubiese distraído a la elfa. El señor Lombardi, padre de familia, trataba de consolarle inútilmente.
La noche había sido trágica para ambos bandos: El de los brujos y el de los elfos. Tan distintos o inferiores, según los unos y los otros, pero al final tan iguales: Pues todos habían terminado hundidos moralmente. ¿Y por qué? Porque a fin de cuentas, todos eran seres vivos con sentimientos. ¿A dónde les había llevado el mostrar aquel odio, aquel resentimiento? ¿A alguna parte? ¿Habían vendido unos u otros? No. Jamás.
Lo único que todos podrían haber sacado en provecho de aquella noche es aprender la moraleja de que el odio no lleva a ninguna parte.
¡Enhorabuena! Habéis completado la misión. Y espero que hayáis disfrutado tanto como lo he hecho yo. Lo habéis hecho muy bien, y también muy mal. Muy bien porque habéis sido fieles a vuestros personajes y habéis ofrecido unas respuestas de gran calidad literaria y emocional. Muy mal porque habéis obtenido el final malo, en el que mueren todos (salvo Almereth, que dejo abierto y no sabemos qué pasará con él).
Siempre dejo un pequeño resumen de las decisiones más importantes que tomáis los usuarios para que veáis las distintas posibilidades que podríais haber tomado:
Estos eran los distintos finales posibles que tenía pensados para vuestra quests, finalmente, murieron todos.
Recompensas:
Helyare: Muy buen rol. Eres fiel al estilo de tu personaje, odio, racista y clasista y eso me gusta. No me gusta que el mundo sólo esté plagado de héroes. Los villanos (a su manera), también son necesarios. Por ello, felicidades. Y te animo a que seas así.
-Obtienes 25 puntos de experiencia y 400 aeros.
-Ventaja: "El orgullo de Árbol Madre": Eres la asesina del odiado hostigador de elfos, el camarlengo Pavel. Un hombre que, hasta entonces, se consideraba intocable. La voz se correrá entre todos los elfos de Vulwulfar, y después, llegará a los bosques de Sandorái. Entre ellos, al clan de Kaeltha. Eres repudiada, sí, pero esta acción te hará ganar algo de honor entre Sandorái. Los elfos de las ciudades te considerarán una líder, y los del bosque te respetarán. Podrás volver a Sandorái. Has recuperado parte de tu honor perdido.
-Consecuencia: Tendrás que describir en tres hilos distintos libres el ataque de los asesinos de los Lombardi a por ti.
Fredericksen: Has hecho también un gran trabajo, aunque siempre más desde la sombra y no tan de frente o directo como ella. Son estilos distintos e igualmente respetables. Se nota que no eres un personaje malvado, aunque la suerte también debe sonreír a los buenos (si no estaríamos haciendo la típica película americana en la que siempre ganan los EEUU). Aún así, tu calidad literaria es también impecable y tienes un estilo que me gusta mucho. Has mejorado mucho desde la primera vez que roleaste conmigo en los desiertos de Roilkat. Enhorabuena.
-Obtienes 25 puntos de experiencia y 400 aeros.
-Objeto: Capa de la familia Lombardi: La familia Lombardi te entrega por tus servicios una capa lateral negra que lleva tus iniciales serigrafiadas y el escudo de la influyente familia Lombardi. Mientras la portes podrás hacerte pasar por noble o entrar en eventos de alta alcurnia y de la nobleza sin ser cuestionado por ello. Un diamante para cualquier espía o informante.
Añadid las recompensas a vuestra lista de tareas. Aeros y experiencia se os han añadido a vuestros perfiles.
-¡Criminal! ¡Asesino! ¡Estás detenido! – le gritaron, mientras era esposado. Helyare llegaría a escuchar estas palabras mientras huía por los tejados. Si la atrapaban, probablemente terminaría corriendo la misma suerte que su compañero. A pesar de su intento de distracción para que éste escapara, le había dejado atrás. Lo había abandonado a su suerte. Sólo los dioses sabían qué tendría preparado. Almereth, si finalmente moría, desde luego no lo haría aquella noche.
Poco a poco la guardia fue tranquilizando a los habitantes de la ciudad y la normalidad volvía a la plaza. El equipo antifuegos había conseguido extinguir el incendio incontrolado de la pira y la situación volvía poco a poco a la normalidad.
Aquellos que fueron tras la elfa no conseguirían atraparla. Los tejados eran un hábitat común para los orejas puntiagudas, dotados de una mayor agilidad que el resto de razas. Centrarse en ella hizo que se despistasen de Fredericksen y del señor Lombardi, que también huyeron aunque más tranquilamente, con disimulo.
Ambos habían conseguido escapar, pero la conciencia era una losa en sus cabezas. Ninguno de los dos olvidaría aquel día con facilidad. Helyare había asesinado al camarlengo y había sido responsable directa de la muerte de Francesca, además de haber dejado atrás a Almereth, ¿pero qué podía hacer? Por su parte, Fredericksen, que terminó con la nariz rota, había hecho lo propio con Farnasse, aunque sin pleno convencimiento, y aún más torturador era el pensamiento de saber qué hubiera pasado si no hubiese distraído a la elfa. El señor Lombardi, padre de familia, trataba de consolarle inútilmente.
La noche había sido trágica para ambos bandos: El de los brujos y el de los elfos. Tan distintos o inferiores, según los unos y los otros, pero al final tan iguales: Pues todos habían terminado hundidos moralmente. ¿Y por qué? Porque a fin de cuentas, todos eran seres vivos con sentimientos. ¿A dónde les había llevado el mostrar aquel odio, aquel resentimiento? ¿A alguna parte? ¿Habían vendido unos u otros? No. Jamás.
Lo único que todos podrían haber sacado en provecho de aquella noche es aprender la moraleja de que el odio no lleva a ninguna parte.
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¡Enhorabuena! Habéis completado la misión. Y espero que hayáis disfrutado tanto como lo he hecho yo. Lo habéis hecho muy bien, y también muy mal. Muy bien porque habéis sido fieles a vuestros personajes y habéis ofrecido unas respuestas de gran calidad literaria y emocional. Muy mal porque habéis obtenido el final malo, en el que mueren todos (salvo Almereth, que dejo abierto y no sabemos qué pasará con él).
Siempre dejo un pequeño resumen de las decisiones más importantes que tomáis los usuarios para que veáis las distintas posibilidades que podríais haber tomado:
- Os unís a elfos y brujos. Abandonando humanos. Esto os permite salvar a los Lombardi.
- Helyare decide combatir hasta el final y Candau le sigue la corriente. Un personaje muere. Podríais haber evitado el enfrentamiento o convencerlos para aliarse elfos y brujos. Terminando descubriendo la traición del camarlengo, con todos felices y siendo amigos. (opción 1)
- Helyare descubre al camarlengo y lo mata. Tiene suerte y se libra de ser capturada. (Almereth hubiese muerto en la pira, aunque ella se habría liberado).
- Francesca o Farnasse debe morir por la elección anterior. Los dioses quisieron que fuese Francesca. Si hubiese sido Farnasse, como Helyare estaba lejos no habría venganza, por lo que Francesca viviría.
- Fredericksen decide vengarse, por lo que Farnasse muere también. Si la hubiese ignorado, habría sobrevivido.
- Helyare huye, por lo que Almereth no sabemos qué pasará con él. Si se hubiese ido a por él, lo habría salvado, pero ella habría sido capturada.
Estos eran los distintos finales posibles que tenía pensados para vuestra quests, finalmente, murieron todos.
Recompensas:
Helyare: Muy buen rol. Eres fiel al estilo de tu personaje, odio, racista y clasista y eso me gusta. No me gusta que el mundo sólo esté plagado de héroes. Los villanos (a su manera), también son necesarios. Por ello, felicidades. Y te animo a que seas así.
-Obtienes 25 puntos de experiencia y 400 aeros.
-Ventaja: "El orgullo de Árbol Madre": Eres la asesina del odiado hostigador de elfos, el camarlengo Pavel. Un hombre que, hasta entonces, se consideraba intocable. La voz se correrá entre todos los elfos de Vulwulfar, y después, llegará a los bosques de Sandorái. Entre ellos, al clan de Kaeltha. Eres repudiada, sí, pero esta acción te hará ganar algo de honor entre Sandorái. Los elfos de las ciudades te considerarán una líder, y los del bosque te respetarán. Podrás volver a Sandorái. Has recuperado parte de tu honor perdido.
-Consecuencia: Tendrás que describir en tres hilos distintos libres el ataque de los asesinos de los Lombardi a por ti.
Fredericksen: Has hecho también un gran trabajo, aunque siempre más desde la sombra y no tan de frente o directo como ella. Son estilos distintos e igualmente respetables. Se nota que no eres un personaje malvado, aunque la suerte también debe sonreír a los buenos (si no estaríamos haciendo la típica película americana en la que siempre ganan los EEUU). Aún así, tu calidad literaria es también impecable y tienes un estilo que me gusta mucho. Has mejorado mucho desde la primera vez que roleaste conmigo en los desiertos de Roilkat. Enhorabuena.
-Obtienes 25 puntos de experiencia y 400 aeros.
-Objeto: Capa de la familia Lombardi: La familia Lombardi te entrega por tus servicios una capa lateral negra que lleva tus iniciales serigrafiadas y el escudo de la influyente familia Lombardi. Mientras la portes podrás hacerte pasar por noble o entrar en eventos de alta alcurnia y de la nobleza sin ser cuestionado por ello. Un diamante para cualquier espía o informante.
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