La vida pirata, la mejor vida que hay [Libre]

    El cazador me comentaba que el cabello era lo que menos debía preocuparme en aquel momento, pero… ¿si no era en el cabello, entonces en qué? ¿en los guardías? Esos siempre caían con una linda sonrisa y unos cuantos ojitos llorosos mientras les invento una historia dolorosa y creible de mi tortuosa infancia; siempre funcionaba que mis hermanitos dependían de mí, y que tenía un padre alcoholico que jamás se preocupó por nosotros, aunque a veces usaba la versión de que mi mamá se tuvo que suicidar para dejar de tener hambre y que lo poco que tenía me quedara sólo a mí.

    Lo de la guardia me preocupaba era estar en la escena del crimen propiamente, además no habían pruebas suficientes como para vincularme con aquella revuelta de los piratas, a demás no poseía armas visibles en ese momento ni alguna señal de combate. Lo único que me tenía nerviosa era no estar totalmente sola y con la situación controlada, odiaba sentir que no tenía el poder sobre todas las piezas, y definitivamente aquel cazador era un caja de sorpresas, pero en algo estabamos de acuerdo, no queríamos pasar el resto de nuestros días en una jaula.

    Lo que pasó a continuación me dejó super desconcertada… El mugriento cazador me colocó el lobo encima y eso no fue lo peor… No conforme con ponerme un peso mugriento y maloliente hizo un comentario cruel al respecto: “tienes al señor lobo para que te proteja”. ¿Estaba loco?

    Miré como el chico se alejaba mientras yo me quitaba aquel horroroso lobo de encima y lo dejé en el suelo, ¿de verdad el jura que se va a ir así tan tranquilo después de haber ensuciado a una princesa? -Que ilusa la gente de hoy en día- dije mirando a un lado y posando mi vista en Pelusa, -¡Uy! Ahí estás- pensé con alivio, para luego con telekinesis lanzarle el lobo al cazador y pegarselo por la cabeza, no muy duro, pero sí lo suficiente como para vengarme por menospreciar mi cabello.

    El lobo realmente estaba un poco pesado, pero como había enfocado mi condición de bruja para mejorar mis habilidades en la telekinesis, hacer ese tipo de cosas se me hacía mucho más facil que a muchos brujos. Por suerte ya me había deshecho de aquella criatura mugrienta (aún no sé si me refiero al lobo o al cazador con esto), pero debía admitir que su ayuda en los cielos era muy valorada, y por más desagradable que me parecía que me ensuciara, fue una buena idea.

    Me sacudí como pude las ropas, pero era imposible, no se me quitaban aquellas manchas negras, y mi olor tampoco era de lo más agradable. Suspiré resignada a que si encontraba a un principe en aquel momento seria la vergüenza en vida, y por eso necesitaba volver lo más rápido que podía a un lugar en donde poder cambiarme.

    Es extraño porque antes yo solía ensuciarme sin ningún problema, pero llevaba unos cuantos días muy pero muy preocupada por mi aspecto y por estar siempre linda, de hecho, ahora que lo pensaba mejor… haberme quejado así por mi cabello había sido realmente tonto, pero siento que no podía haber hecho otra cosa.

    Las voces de los guardias estaban realmente cerca, y se desplazaban por todos lados, así que miré a todos lados en busca de los otros compañeros con los que según una banda de piratas había robado parte de su barco. Ojalá lo hubiesemos hecho, porque así todo ese desastre habría tenido sentido. Me encongi de hombros al pensar en el botín que nos hubiesemos llevado y me acerqué a pasos lentos a dónde estaba Pelusa.

-Es hora de irnos Pelusa- le dije y empezamos así el viaje de vuelta a las catacumbas.

    En el camino me encontré con uno de los piratas que nos inculpaban y me acerqué a él con aire tranquilo.

-No robamos nada… pero si en algún momento necesitas que roben algo por ti, búscame en las catacumbas- le dije al señor y le hice un guiño con mi ojo para luego alejarme de ahí.

SALGO DEL ROL