[CERRADO] Las sombras del pasado [Vincent/Libre]
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[CERRADO] Las sombras del pasado [Vincent/Libre]
Por fin había cruzado el río Tymer. El “viaje” de vuelta había sido más tranquilo que cuando había decidido cruzar al otro lado, pero por fin volvía a estar relativamente cerca del bosque. Todavía sentía el escozor en su piel. Ese maldito brujo había jugado con ella como había querido y le había costado mucho poder atacarlo pero, al menos, había salido relativamente victoriosa. Salvo por la herida de su pierna.
En cuanto llegó a la orilla sentó y comenzó a mojarse esa parte, aún quemada. Con el agua fría escocía mucho más. ¿Desde cuándo tenía que estar haciendo esas cosas? De haber podido usar su don eso ya estaría curado al poner los pies en el otro lado del río. Pero no, aún se notaba la piel hinchada, roja y, en algunas partes, con sangre. Mascullaba improperios hacia quien la había dañado mientras trataba de lavarse la herida.
Su vida había cambiado mucho en esto meses, había pasado de una posición social excelente, sin problemas, con todo solucionado, con un status impoluto a estar en un río tratando de calmar el dolor de una herida que no podía curar, sin poder volver a casa y acompañada de gente que nunca había pensado que estaría junto a ella. Todavía no se hacía a la idea de eso de juntarse con dragones y otras especies. Otra cosa que había cambiado en su vida.
Bueno, ahora estaba sola, se había agobiado al ir en ese grupo tan dispar y en el que ella no podía aportar nada y eso la volvía loca. Había actuado siempre de forma independiente, ayudando, siendo alguien importante y eso de ser la última del grupo no lo llevaba nada bien. En absoluto. La elfa veía que había perdido importancia y, en parte era así. Estaba acostumbrada a alabanzas de todo tipo y ahora no era más que “otra más”. Y encima no podía hacer mucho. Aparte de las múltiples discusiones que “amenizaban” cada día a los miembros del grupo. Eran tan diferentes que era casi imposible llevarse bien. Así que decidió irse. Pero tampoco había sido la mejor de sus ideas.
Así que había reculado en su decisión y lo mejor era volver. El mundo estaba siendo demasiado hostil para lo que ella estaba acostumbrada y eso que había tenido que adaptarse a vivir fuera de la protección de un ejército.
De pronto, empezó a escuchar el sonido de los aceros chocar, gritos de batalla y otros desesperados de agonía. Helyare miró hacia todos lados, sacando el pie del agua e incorporándose con su arco preparado, por si acaso esos que gritaban estaban demasiado cerca. Pero no vio nada. A pesar de todo, las voces se seguían oyendo. Se calzó y salió corriendo en dirección a donde más fuerte se escuchaban.
Muchos hablaban en élfico y eso fue un empujón par que ella dejase de estar en la orilla y fuera a ayudar a quien lo necesitaba, siendo sus hermanos no podía dejarlos en medio de una batalla y ella solo contemplar. No sabía exactamente dónde estaba teniendo lugar la trifulca, pero escuchaba todo de forma muy clara y cercana. Estaba en una llanura y no veía nada. ¿Qué pasaba? Siguió corriendo siguiendo la orilla del Tymer, mirando a todos lados a ver si veía atisbo de una pelea. El choque de los aceros retumbaba en sus tímpanos pero sus ojos no eran capaces de ver qué sucedía.
Empezó a alejarse de la orilla y a aproximarse al bosque de Sandorai, cerca de las Runas de los Baldíos. ¡Ahí fue donde lo vio! Entre los árboles podía observar a algunos guerreros ataviados con cascos y armaduras élficas. Llevaban espadas y arcos, y luchaban contra unos enemigos que parecía que se habían colado en el bosque. Uno de los contrincantes lanzó una llamarada después de pronunciar unas palabras inentendibles, y golpeó a uno de los elfos en la cara. Algunos de los árboles también estaban siendo consumidos por las llamas.
Anonadada por lo que estaba viendo lanzó una de sus flechas al brujo que había creado la llama, pero no le dio. Estaba aún bastante lejos de Sandorai, así que intuyó que había fallado. ¡Pero ella no fallaba! Eso le dio rabia y avanzó un poco más para intentar ayudar a los guerreros. –¡Deteneos, malditos brujos! ¡O vuestras vidas acabarán en este bosque!
Parecieron ignorarla y otro de ellos golpeó con una espada a uno de los elfos que tenía más cerca. Pero, por suerte, recibió un flechazo, aunque no sabía de dónde había venido. Helyare observaba la pelea mientras se iba acercando al lugar. Unos cuantos metros la separaban del bosque de Sandorai, donde se libraba la supuesta batalla.
En cuanto llegó a la orilla sentó y comenzó a mojarse esa parte, aún quemada. Con el agua fría escocía mucho más. ¿Desde cuándo tenía que estar haciendo esas cosas? De haber podido usar su don eso ya estaría curado al poner los pies en el otro lado del río. Pero no, aún se notaba la piel hinchada, roja y, en algunas partes, con sangre. Mascullaba improperios hacia quien la había dañado mientras trataba de lavarse la herida.
Su vida había cambiado mucho en esto meses, había pasado de una posición social excelente, sin problemas, con todo solucionado, con un status impoluto a estar en un río tratando de calmar el dolor de una herida que no podía curar, sin poder volver a casa y acompañada de gente que nunca había pensado que estaría junto a ella. Todavía no se hacía a la idea de eso de juntarse con dragones y otras especies. Otra cosa que había cambiado en su vida.
Bueno, ahora estaba sola, se había agobiado al ir en ese grupo tan dispar y en el que ella no podía aportar nada y eso la volvía loca. Había actuado siempre de forma independiente, ayudando, siendo alguien importante y eso de ser la última del grupo no lo llevaba nada bien. En absoluto. La elfa veía que había perdido importancia y, en parte era así. Estaba acostumbrada a alabanzas de todo tipo y ahora no era más que “otra más”. Y encima no podía hacer mucho. Aparte de las múltiples discusiones que “amenizaban” cada día a los miembros del grupo. Eran tan diferentes que era casi imposible llevarse bien. Así que decidió irse. Pero tampoco había sido la mejor de sus ideas.
Así que había reculado en su decisión y lo mejor era volver. El mundo estaba siendo demasiado hostil para lo que ella estaba acostumbrada y eso que había tenido que adaptarse a vivir fuera de la protección de un ejército.
De pronto, empezó a escuchar el sonido de los aceros chocar, gritos de batalla y otros desesperados de agonía. Helyare miró hacia todos lados, sacando el pie del agua e incorporándose con su arco preparado, por si acaso esos que gritaban estaban demasiado cerca. Pero no vio nada. A pesar de todo, las voces se seguían oyendo. Se calzó y salió corriendo en dirección a donde más fuerte se escuchaban.
Muchos hablaban en élfico y eso fue un empujón par que ella dejase de estar en la orilla y fuera a ayudar a quien lo necesitaba, siendo sus hermanos no podía dejarlos en medio de una batalla y ella solo contemplar. No sabía exactamente dónde estaba teniendo lugar la trifulca, pero escuchaba todo de forma muy clara y cercana. Estaba en una llanura y no veía nada. ¿Qué pasaba? Siguió corriendo siguiendo la orilla del Tymer, mirando a todos lados a ver si veía atisbo de una pelea. El choque de los aceros retumbaba en sus tímpanos pero sus ojos no eran capaces de ver qué sucedía.
Empezó a alejarse de la orilla y a aproximarse al bosque de Sandorai, cerca de las Runas de los Baldíos. ¡Ahí fue donde lo vio! Entre los árboles podía observar a algunos guerreros ataviados con cascos y armaduras élficas. Llevaban espadas y arcos, y luchaban contra unos enemigos que parecía que se habían colado en el bosque. Uno de los contrincantes lanzó una llamarada después de pronunciar unas palabras inentendibles, y golpeó a uno de los elfos en la cara. Algunos de los árboles también estaban siendo consumidos por las llamas.
Anonadada por lo que estaba viendo lanzó una de sus flechas al brujo que había creado la llama, pero no le dio. Estaba aún bastante lejos de Sandorai, así que intuyó que había fallado. ¡Pero ella no fallaba! Eso le dio rabia y avanzó un poco más para intentar ayudar a los guerreros. –¡Deteneos, malditos brujos! ¡O vuestras vidas acabarán en este bosque!
Parecieron ignorarla y otro de ellos golpeó con una espada a uno de los elfos que tenía más cerca. Pero, por suerte, recibió un flechazo, aunque no sabía de dónde había venido. Helyare observaba la pelea mientras se iba acercando al lugar. Unos cuantos metros la separaban del bosque de Sandorai, donde se libraba la supuesta batalla.
- Anotación:
Parezco el Quijote xD... La lucha y los sonidos que oigo no son reales, son causados por una maldición en la que veo mágenes de la guerra entre brujos y elfos.
Última edición por Helyare el Sáb Abr 01 2017, 11:14, editado 1 vez
Helyare
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Re: [CERRADO] Las sombras del pasado [Vincent/Libre]
Últimamente le pasaban cosas de lo más extrañas. Aunque la verdad, el adverbio últimamente sobraba en esa frase. ¿Acaso había algún momento en su vida donde no le pasaran cosas raras? Seguramente la respuesta era no.
Durante toda su vida había tenido un encanto natural para los problemas, pero no podía quejarse demasiado. Muchas veces habían sido problemas imprevistos. Como el heredero de la familia Vanvouren, que no dejaba de incordiar con sus torpezas, casi dando por el traste su misión de rescate con Níniel.
Seguro que su querida elfa, se había llevado una mala impresión del trabajo que desempeñaba un mercenario como él. Y como podría llevarle la contraria, después del espectáculo que habían proporcionado Erick y Aliandra. De buena se había librado, una boda nada menos.
En fin, eso era parte del pasado, por suerte, y en el fondo solamente era una de las innumerables veces en las que se había visto envuelto en líos sin saber cómo. Aunque para ser del todo sincero, la mitad de las veces se había metido en problemas por su culpa, y no por algo ajeno a él.
Tenía la curiosidad de un gato, como siempre le decía su madre, y eso provocaba en ocasiones… que se metiera donde no era debido. O para ser más exactos, donde podría encontrar poco más que una pelea, o unos buenos golpes contra su hermosa cara. Puede que fuera un poco pillo, sobre todo en su adolescencia y juventud, que por aquel entonces tuviera que huir alguna vez de la ventana de una amante porque sus padres llegaran antes de lo debido. De más de una ventana… Bueno, locuras de críos, no hace falta entrar en detalles. Pero lo cierto, es que la mayoría de las veces se había metido en problemas por ayudar a una persona, o por mantener una posición delicada contra alguien, que consideraba que no estaba haciendo lo correcto.
Esta ocasión no podía ser menos. Claro que no. Unas historias de desapariciones cerca del Tymer. Una recompensa puesta en el tablón de un pueblo. ¿Y quien aparece en escena? Vincent Calhoun, por supuesto. Campeón entre los brujos. Adalid de la libertad y las causas justas. Y apodado el lobo por su tenacidad, y por las demás características de ese animal. Siempre listo para proteger a la manada y a las buenas gentes que lo necesitaran.
Bah. En realidad le apodaban el lobo, porque así le decían a su padre. Y en esta vida, se podía heredar todo de unos padres, sin uno darse cuenta. Pero no tenía queja, le gustaba ese animal, por las ya citadas actitudes que tenían, y que era el motivo por lo que se lo habían puesto a su progenitor.
El rubio se acarició el colgante en forma de cabeza lobo, herencia de su padre, en un acto reflejo. Y siguió avanzando entre la maleza, sin alejarse demasiado del río para tenerlo como referencia.
Avanzó a buen ritmo. Tranquilo, pero con la acostumbrada alerta que solía tener cuando iba por zonas poco seguras. Que básicamente era el noventa y nueve por ciento del planeta. Sí, los dioses habían creado un impresionante mundo, pero habían escatimado en gastos en cuanto a seguridad. Que se le iba a hacer, no debía ser una prioridad para ellos.
Unos gritos captaron su atención, y teniendo en cuenta que estaba allí por las recientes desapariciones de personas por aquella zona, apretó el paso hacia donde se escuchaba el ruido. Puede que alguien estuviera en peligro.
El brujo tanteó la empuñadura de su espada con la mano diestra, y con la otra, introdujo el colgante de lobo bajo la camisa.
El lobo lo apodaban. Pero más valdría que lo llamaran el perro. Pues como un perro apaleado iba acabar muerto, un día de estos.
Suspiró resignado. Así era él, un tipo que no podía dejar de meterse en líos, aunque quizás para ese viaje hubiera sido buena idea ir con alguien más. Pues estaba sumamente expuesto al ir en soledad a cazar a una supuesta banda de secuestradores. Tenía que haber ido con Níniel, o con Elen, pero ahora era demasiado tarde para arrepentirse.
Vinc se agazapó junto a un árbol, para inspeccionar lo que estaba ocurriendo más adelante. ¡Y por todos los dioses!, el mundo era un pañuelo, pues conocía a la chica que estaba gritando en el bosque. Era la elfa que lo había ayudado contra Maron, y por cómo estaba actuando solo podía concluir que estaba más loca de lo que había pensado la primera vez.
De todos modos, algo le impulsó a ayudarla. Quizás que la conociera, aunque fuera un poco. Quizás que acabaría muerta si seguía actuando como una pirada. No en vano, estaba allí por unas desapariciones, y aunque sabía el nivel que tenía la elfa para defenderse por sí sola, ahora no parecía en su mejor momento.
- Hel…-. ¿Cómo era el resto de su nombre? Bueno, Hel bastaría por ahora. - Que casualidad verte por aquí. Estaba pensando en lo pequeño que es el mundo, y como se puede encontrar una persona conocida en mitad de una zona tan alejada de todo pueblo-, comentó amable, dejándose ver un poco más. Pero mantenido su postura baja, apoyándose junto al árbol del que estaba espiando anteriormente. - Seguro que te acuerdas de mí.
Tal vez no fuera la mejor idea salir. No solo por lo loca que estaba pareciendo soltando flechazos y gritos a la nada, sino porque la última vez, no es que le gustara mucho a la elfa su presencia. A lo mejor cambiaba de opinión y decidía hacer diana con él, Mal asunto.
Durante toda su vida había tenido un encanto natural para los problemas, pero no podía quejarse demasiado. Muchas veces habían sido problemas imprevistos. Como el heredero de la familia Vanvouren, que no dejaba de incordiar con sus torpezas, casi dando por el traste su misión de rescate con Níniel.
Seguro que su querida elfa, se había llevado una mala impresión del trabajo que desempeñaba un mercenario como él. Y como podría llevarle la contraria, después del espectáculo que habían proporcionado Erick y Aliandra. De buena se había librado, una boda nada menos.
En fin, eso era parte del pasado, por suerte, y en el fondo solamente era una de las innumerables veces en las que se había visto envuelto en líos sin saber cómo. Aunque para ser del todo sincero, la mitad de las veces se había metido en problemas por su culpa, y no por algo ajeno a él.
Tenía la curiosidad de un gato, como siempre le decía su madre, y eso provocaba en ocasiones… que se metiera donde no era debido. O para ser más exactos, donde podría encontrar poco más que una pelea, o unos buenos golpes contra su hermosa cara. Puede que fuera un poco pillo, sobre todo en su adolescencia y juventud, que por aquel entonces tuviera que huir alguna vez de la ventana de una amante porque sus padres llegaran antes de lo debido. De más de una ventana… Bueno, locuras de críos, no hace falta entrar en detalles. Pero lo cierto, es que la mayoría de las veces se había metido en problemas por ayudar a una persona, o por mantener una posición delicada contra alguien, que consideraba que no estaba haciendo lo correcto.
Esta ocasión no podía ser menos. Claro que no. Unas historias de desapariciones cerca del Tymer. Una recompensa puesta en el tablón de un pueblo. ¿Y quien aparece en escena? Vincent Calhoun, por supuesto. Campeón entre los brujos. Adalid de la libertad y las causas justas. Y apodado el lobo por su tenacidad, y por las demás características de ese animal. Siempre listo para proteger a la manada y a las buenas gentes que lo necesitaran.
Bah. En realidad le apodaban el lobo, porque así le decían a su padre. Y en esta vida, se podía heredar todo de unos padres, sin uno darse cuenta. Pero no tenía queja, le gustaba ese animal, por las ya citadas actitudes que tenían, y que era el motivo por lo que se lo habían puesto a su progenitor.
El rubio se acarició el colgante en forma de cabeza lobo, herencia de su padre, en un acto reflejo. Y siguió avanzando entre la maleza, sin alejarse demasiado del río para tenerlo como referencia.
Avanzó a buen ritmo. Tranquilo, pero con la acostumbrada alerta que solía tener cuando iba por zonas poco seguras. Que básicamente era el noventa y nueve por ciento del planeta. Sí, los dioses habían creado un impresionante mundo, pero habían escatimado en gastos en cuanto a seguridad. Que se le iba a hacer, no debía ser una prioridad para ellos.
Unos gritos captaron su atención, y teniendo en cuenta que estaba allí por las recientes desapariciones de personas por aquella zona, apretó el paso hacia donde se escuchaba el ruido. Puede que alguien estuviera en peligro.
El brujo tanteó la empuñadura de su espada con la mano diestra, y con la otra, introdujo el colgante de lobo bajo la camisa.
El lobo lo apodaban. Pero más valdría que lo llamaran el perro. Pues como un perro apaleado iba acabar muerto, un día de estos.
Suspiró resignado. Así era él, un tipo que no podía dejar de meterse en líos, aunque quizás para ese viaje hubiera sido buena idea ir con alguien más. Pues estaba sumamente expuesto al ir en soledad a cazar a una supuesta banda de secuestradores. Tenía que haber ido con Níniel, o con Elen, pero ahora era demasiado tarde para arrepentirse.
Vinc se agazapó junto a un árbol, para inspeccionar lo que estaba ocurriendo más adelante. ¡Y por todos los dioses!, el mundo era un pañuelo, pues conocía a la chica que estaba gritando en el bosque. Era la elfa que lo había ayudado contra Maron, y por cómo estaba actuando solo podía concluir que estaba más loca de lo que había pensado la primera vez.
De todos modos, algo le impulsó a ayudarla. Quizás que la conociera, aunque fuera un poco. Quizás que acabaría muerta si seguía actuando como una pirada. No en vano, estaba allí por unas desapariciones, y aunque sabía el nivel que tenía la elfa para defenderse por sí sola, ahora no parecía en su mejor momento.
- Hel…-. ¿Cómo era el resto de su nombre? Bueno, Hel bastaría por ahora. - Que casualidad verte por aquí. Estaba pensando en lo pequeño que es el mundo, y como se puede encontrar una persona conocida en mitad de una zona tan alejada de todo pueblo-, comentó amable, dejándose ver un poco más. Pero mantenido su postura baja, apoyándose junto al árbol del que estaba espiando anteriormente. - Seguro que te acuerdas de mí.
Tal vez no fuera la mejor idea salir. No solo por lo loca que estaba pareciendo soltando flechazos y gritos a la nada, sino porque la última vez, no es que le gustara mucho a la elfa su presencia. A lo mejor cambiaba de opinión y decidía hacer diana con él, Mal asunto.
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Re: [CERRADO] Las sombras del pasado [Vincent/Libre]
La elfa volvió a lanzar otra de sus flechas, tratando de apuntar lo mejor posible. Pero, de nuevo, se perdió en la inmensidad del bosque, sin acertar al brujo. De haber atinado le habría salido la flecha por el otro lado del cráneo, pero ahí seguía el maldito hechicero, prendiendo el bosque a llamaradas mientras el otro cargaba contra uno de los elfos.
–¡Parad! –Volvió a gritar, acercándose más a los primeros árboles de Sandorai. Cuanto más se acercaba, más sentía que algo quemaba su piel, pero ignoró eso. La imagen de uno de los brujos lanzando llamaradas contra los árboles, que empezaban a prender al instante, era mucho peor que cualquier dolor. El otro hechicero seguía cargando contra los elfos. Era una estampa muy desoladora para Helyare, que avanzaba entre enrabietada y muy triste al tener que ver esa batalla.
Pero algo la distrajo y la hizo girarse de golpe, sobresaltada. Era una voz reconocida, pero no alguien a quien quisiera ver ahora… Bueno, ni nunca. Vincent, el brujo con el que se había encontrado a las afueras de Lunargenta, salió de detrás de un árbol y Helyare alzó el arco hacia él, repitiendo el “saludo” con el que lo había recibido al caer de la loma. –Tú… –Musitó con una voz de rabia, sin apenas darle la oportunidad a ser escuchado. Avanzó hacia el brujo con una expresión de auténtico odio en la cara, muy tensa y muy enfadada. –¿¡Qué haces aquí!? ¿¡Vienes a ayudar a tus amiguitos!? –Preguntó alzando la voz mientras se aproximaba al rubio con el arco levantado y punto para ser disparado. –¡No voy a dejarte!
Un segundo después de gritarle lanzó una de sus flechas contra él, pero no con intención de atinarle, sino de que la flecha chocase contra el árbol y él se asustase. Lo que la elfa quería es que bajase la guardia un momento al mirar la flecha volar tan cerca de él. De hecho, se clavó a un lado de su cabeza, en la madera del árbol de donde había salido. Al momento ella estaba frente a él, sin el arco; con toda la rapidez que pudo agarró el mango de la espada, la desenvainó y se la puso a Vincent en el cuello. Ella quedó a escasos centímetros del hombre, sólo separados por la anchura de la hoja, la cual ella tapaba, para protegerse a sí misma, con las protecciones de su antebrazo. Si daba un solo empujón, acabaría rajándole el cuello al brujo. –Diles que paren. –Ordenó con impaciencia. –Has venido con ellos, ¿verdad? ¡Pues no tenéis nada que hacer aquí! ¡Dejad de atacar a mis hermanos! –Apretó un poco la espada contra su piel, pero sin dañarle todavía.
Su actitud y comportamientos estaban siendo muy, muy extraños. Desde fuera parecía que le hubiese dado un ataque de locura, pero ella veía a esos elfos caer ante los estoques de los brujos, escuchaba las voces, los gritos, todo. Era capaz de oler el humo de los árboles que se quemaban, el crepitar del fuego todavía seguía sonando. ¡Si no hacían nada el bosque iba a arder! Los gritos la atormentaban, eran tan desgarradores…
Por un momento se culpó por haber ayudado a Vincent en su misión. Ahora estaba ahí, seguramente ayudando a los que estaban en el boque a tender una trampa a los elfos. Y ella, tonta, había pensado en algún momento que ese hombre podía ser la excepción de su raza. ¡Ni hablar! Todos eran así, como esos que peleaban entre los árboles: salvajes, trapaceros, y unos sádicos que disfrutaban atormentando a los de su raza. ¡Debían morir!
–¡¡Que paren!! –Volvió a gritarle a Vincent a escasos centímetros de la cara. –¡¡Sois todos unos asesinos!! ¡¡Vais a arder, malditos brujos!! ¡¡Merecéis morir por lo que estáis haciendo!!
Empujó levemente más la hoja de la espada, notaba cómo se hundía en la piel del brujo, pero no buscaba dañarlo, no en ese momento. Sólo quería que los que estaban destrozando el bosque y atacando a sus hermanos, parasen.
Esto la venía grande, mucho, no era capaz de gestionar lo que estaba sucediendo como la habían enseñado durante tanto tiempo en su clan.
Le temblaba todo el cuerpo, tal vez de rabia, de miedo o de impotencia. La tensión que tenía encima era demasiada para ella y sentir cómo el humo llenaba el lugar, no ayudaba. Sentía más presión, como en una carrera a contrarreloj donde ella no podía hacer nada. –¡Que acaben con esto! ¡Los árboles están ardiendo! ¡¡Han matado a los elfos!! –Volvió a apresurar a Vincent para que actuase. Le daba tanta rabia que él no quisiera hacer nada, después de que le había parecido buen hombre, a pesar de lo que era, en Lunargenta.
Helyare no podía distinguir, en esos momentos, entre la realidad y sus alucinaciones. Y gritaba mucho, no sólo por lo alterada que estaba, sino porque era la forma que tenía de no escuchar cómo las espadas se ensartaban en los cuerpos de los elfos. Ese sonido que se repetía tanto, seguido de gritos, la estaba torturando por dentro. A pesar de que, desde pequeños, los habían preparado para un momento parecido. Salvo por la diferencia que los que debían morir eran los brujos, no sus hermanos. Eso era lo que la destrozaba, que la mayoría de los gritos que se oían eran en su lengua.
–¡Parad! –Volvió a gritar, acercándose más a los primeros árboles de Sandorai. Cuanto más se acercaba, más sentía que algo quemaba su piel, pero ignoró eso. La imagen de uno de los brujos lanzando llamaradas contra los árboles, que empezaban a prender al instante, era mucho peor que cualquier dolor. El otro hechicero seguía cargando contra los elfos. Era una estampa muy desoladora para Helyare, que avanzaba entre enrabietada y muy triste al tener que ver esa batalla.
Pero algo la distrajo y la hizo girarse de golpe, sobresaltada. Era una voz reconocida, pero no alguien a quien quisiera ver ahora… Bueno, ni nunca. Vincent, el brujo con el que se había encontrado a las afueras de Lunargenta, salió de detrás de un árbol y Helyare alzó el arco hacia él, repitiendo el “saludo” con el que lo había recibido al caer de la loma. –Tú… –Musitó con una voz de rabia, sin apenas darle la oportunidad a ser escuchado. Avanzó hacia el brujo con una expresión de auténtico odio en la cara, muy tensa y muy enfadada. –¿¡Qué haces aquí!? ¿¡Vienes a ayudar a tus amiguitos!? –Preguntó alzando la voz mientras se aproximaba al rubio con el arco levantado y punto para ser disparado. –¡No voy a dejarte!
Un segundo después de gritarle lanzó una de sus flechas contra él, pero no con intención de atinarle, sino de que la flecha chocase contra el árbol y él se asustase. Lo que la elfa quería es que bajase la guardia un momento al mirar la flecha volar tan cerca de él. De hecho, se clavó a un lado de su cabeza, en la madera del árbol de donde había salido. Al momento ella estaba frente a él, sin el arco; con toda la rapidez que pudo agarró el mango de la espada, la desenvainó y se la puso a Vincent en el cuello. Ella quedó a escasos centímetros del hombre, sólo separados por la anchura de la hoja, la cual ella tapaba, para protegerse a sí misma, con las protecciones de su antebrazo. Si daba un solo empujón, acabaría rajándole el cuello al brujo. –Diles que paren. –Ordenó con impaciencia. –Has venido con ellos, ¿verdad? ¡Pues no tenéis nada que hacer aquí! ¡Dejad de atacar a mis hermanos! –Apretó un poco la espada contra su piel, pero sin dañarle todavía.
Su actitud y comportamientos estaban siendo muy, muy extraños. Desde fuera parecía que le hubiese dado un ataque de locura, pero ella veía a esos elfos caer ante los estoques de los brujos, escuchaba las voces, los gritos, todo. Era capaz de oler el humo de los árboles que se quemaban, el crepitar del fuego todavía seguía sonando. ¡Si no hacían nada el bosque iba a arder! Los gritos la atormentaban, eran tan desgarradores…
Por un momento se culpó por haber ayudado a Vincent en su misión. Ahora estaba ahí, seguramente ayudando a los que estaban en el boque a tender una trampa a los elfos. Y ella, tonta, había pensado en algún momento que ese hombre podía ser la excepción de su raza. ¡Ni hablar! Todos eran así, como esos que peleaban entre los árboles: salvajes, trapaceros, y unos sádicos que disfrutaban atormentando a los de su raza. ¡Debían morir!
–¡¡Que paren!! –Volvió a gritarle a Vincent a escasos centímetros de la cara. –¡¡Sois todos unos asesinos!! ¡¡Vais a arder, malditos brujos!! ¡¡Merecéis morir por lo que estáis haciendo!!
Empujó levemente más la hoja de la espada, notaba cómo se hundía en la piel del brujo, pero no buscaba dañarlo, no en ese momento. Sólo quería que los que estaban destrozando el bosque y atacando a sus hermanos, parasen.
Esto la venía grande, mucho, no era capaz de gestionar lo que estaba sucediendo como la habían enseñado durante tanto tiempo en su clan.
Le temblaba todo el cuerpo, tal vez de rabia, de miedo o de impotencia. La tensión que tenía encima era demasiada para ella y sentir cómo el humo llenaba el lugar, no ayudaba. Sentía más presión, como en una carrera a contrarreloj donde ella no podía hacer nada. –¡Que acaben con esto! ¡Los árboles están ardiendo! ¡¡Han matado a los elfos!! –Volvió a apresurar a Vincent para que actuase. Le daba tanta rabia que él no quisiera hacer nada, después de que le había parecido buen hombre, a pesar de lo que era, en Lunargenta.
Helyare no podía distinguir, en esos momentos, entre la realidad y sus alucinaciones. Y gritaba mucho, no sólo por lo alterada que estaba, sino porque era la forma que tenía de no escuchar cómo las espadas se ensartaban en los cuerpos de los elfos. Ese sonido que se repetía tanto, seguido de gritos, la estaba torturando por dentro. A pesar de que, desde pequeños, los habían preparado para un momento parecido. Salvo por la diferencia que los que debían morir eran los brujos, no sus hermanos. Eso era lo que la destrozaba, que la mayoría de los gritos que se oían eran en su lengua.
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Re: [CERRADO] Las sombras del pasado [Vincent/Libre]
La primera vez que la elfa se había cruzado en su camino, no es que todo fuera un camino de rosas. En realidad había sido todo lo contrario, pues a la chica se le había ido la cabeza en la cueva, y no solo puso en peligro su trabajo, sino también su vida. Había sido una situación complicada y de lo más tensa, donde al final la mujer había recapacitado, para no acabar el asunto de la peor manera.
Aún con ello, como todo había terminado bien, después del problema en la cueva, no tenía nada en contra de la elfa. Así que sintió que lo más correcto era ayudar a la mujer con su problema, que, pese a sus discrepancias, le había echado una mano para atrapar a Maron.
Además, estaba en una zona poco poblaba. Un lugar intermedio entre los hombres bestia y el bosque de los elfos. Hasta tan al sur había llegado, caminando por la ribera del rio, mientras buscaba alguna pista de algún campamento de asaltantes. Algo que pudiera explicar la desaparición de tantas personas por aquella zona.
Había llegado a los poblados más cercanos al bosque de Sandorai, tras escuchar la historia de varios desaparecidos. La historia en sí, ya llamaba su atención, pero el hecho de una recompensa aumentaba aún más su interés. No solo sería un viaje altruista, sino que además podría ganar algo de dinero investigando los sucesos, lo que cual le vendría bien.
Los humanos de los pueblos del luchar se sintieron alegres nada más conocer el motivo por el que había ido hasta allí. Porque alguien se preocupara por ellos. Algo que solo podía significar que realmente estaban desesperados. Esas historias debían ser algo más que rumores, o desapariciones más comunes. El mundo era un lugar peligroso, y era normal, de vez en cuando escuchar el relato de como alguien nunca volvía. Bandidos, animales salvajes, cualquier razón era buena para que alguien desapareciera.
Pero cuando esto se convertía en una constante, durante un largo periodo… Era evidente que alguien estaba secuestrando o matando a gente por ese territorio. Situación que no pasaba por alto nadie, incluidos los habitantes del lugar, que en su desesperación ya habían llegado a pensar que era cosa de los elfos.
Francamente, dudaba que los elfos estuvieran atacando a los humanos. No era su estilo, y lo único posible para que algo así pasara, era que alguna tribu o clan de los elfos hubiera perdido la cabeza. No era descartable, pero era muy improbable.
No. Eso eran supersticiones. Como cuando los humanos pensaban que los brujos podrían traerles la desgracia solo por verlos. Ignorancia y miedo a lo desconocido, y para los humanos de los pueblos, era muy común encontrar ese tipo de miedo a la magia. No tanto así en las ciudades y pueblos de transito, pero si muy normal en lugares más alejados, como aquel.
Seguramente, más de uno le hubiera mirado mal y hubiera descartado informarle de nada, si hubieran sabido que era un brujo. Es más, seguramente ni le hubiesen hablado. Ironías de la vida, un brujo había sido el único que había ido a ayudarles.
En fin, eso no era algo que no supiera de antes de ir. Motivo por el que solía ocultar su condición de brujo en sitios como es. Así que no era nada que le afectase. Y la información que había obtenido era lo suficientemente repetitiva, como para comprender que al menos, tenían razón con que algo malo estaba sucediendo.
Descartados los elfos por su idiosincrasia, optó por buscar y rastrear la zona al norte de Sandorai. Donde, además, estaban las poblaciones más afectadas. Parecía que esos bandidos, atacaban las zonas más aisladas de los humanos, y poco a poco, pudo darse cuenta de que debía estar al oeste.
En ese momento imaginó que podrían ser vampiros. Pero no encontró rastro de ellos, y tras varios meses, pudo concretar que debían estar cerca del Tymer, y hacia el sur de este. Estaba seguro de que debía ser así. Las desapariciones eran menos comunes cuanto más al norte iba, cuanto más se alejaba de la frontera entre humanos y elfos, descartando los territorios de los vampiros y los lobos. E incluso llegó a pensar por un momento, que aquellos humanos puede que no fueran tan supersticiosos, y que tuvieran razón.
Pero no, no podía ser, así que decidió ir hacia el río, y desde ahí bajar siguiendo su curso. Ya que era evidente, que esos misteriosos asaltantes estaban cerca de Sandorai. Lo humanos colindaban directamente con los elfos, así que debían estar en el patio trasero de los habitantes del bosque. No quedaba otra, y aquí empezó a pensar, que quizás las desapariciones no fueran tan fortuitas. La tensión entre elfos y humanos, aumentaba con cada desaparecido, así que era un método fantástico para crear problemas entre ambas razas.
Si ese era el caso, se estaba metiendo en un buen berenjenal. Motivo por el cual, pensaba que se había precipitado al no llevar compañía. Podrían ser más numerosos de lo que había imaginado al comenzar la investigación, dos meses atrás.
Además, tener un compañero le hubiese venido de perlas ahora, que tenía a esa loca con su espada tan cerca de su bonita piel. No le hubiera venido nada mal, alguien que en esos instantes le diera un palo en la cabeza a la elfa
¿Cómo había conseguido la mujer arrebatarle su arma? Era sencilla la respuesta, tenía que dejar de confiar en mujeres que le apuntaban con flechas. No era bueno para el negocio. Para el negocio de vivir, claro está.
- ¿Qué? - contestó, absolutamente asombrado y extrañado. ¿De qué cojones le estaba hablando? Si hubiera venido con alguien, ella ya lo habría notado en forma de chichón en la cabeza. - No sé de qué me hablas. Aquí solo estamos tú y yo.
Había colocado el metal de su guante contra la hoja, nada más le había atacado, como acto reflejo. Pero lo cierto, es que lo había hecho porque pensaba que iba a cortarle directamente, algo no muy sano para él. De todos modos, pese a lo increíblemente asombroso que era el momento, se permitió mirar por encima del hombro de la elfa, para ver si de verdad había alguien más. Alguien, que evidentemente no había venido con él.
- ¿Qué hermanos? Aquí no hay nadie-, ¿Además habían elfos? Pues tenía que reconocer que se camuflaban muy bien. - No te miento, estamos solos.
Pero en ese momento sintió la sangre correr, y ya era más de lo que podía aguantar en esa posición. Esa mujer había perdido el juicio, hablaba de árboles ardiendo, y de elfos muertos, y el linde del bosque no podía estar más apacible.
Aprovechó el impulso que había realizado la mujer para cortarle, y dio un paso atrás para que no encontrara resistencia, y por tanto se desequilibrara. Nada más hacerlo, se apartó y tiró del brazo de la mujer, mucho más ligera que él. E hizo que siguiera su curso, no sin antes doblarle la mano por la muñeca, justo por donde tiraba de ella, para que soltara la espada.
No obstante, no hizo nada más a parte de desarmarla y lanzarla hacia adelante, siguiendo el impulso que había realizado la propia joven.
Solamente se paró delante de la espada tirada en el suelo a sus pies. Miró en todas direcciones, buscando alguna reacción de sus hermanos elfos, pero nada pasó. Nada ardía, nadie moría, y nadie la auxiliaba. No era ninguna mentira lo que había dicho después de todos. Estaban solos, tanto por su parte como por la de ella.
El rubio se agachó y agarró la empuñadura de su espada para recogerla del suelo, y miró la sangre en la hoja. Solo un hilillo de sangre, pero sirvió para recordarle que era su propia sangre. Con la mano libre tomó un pañuelo de uno de sus bolsillos, y se limpió con él la herida, que por fortuna, no era nada grave.
- ¡Elfos, matadme! ¡Soy un brujo peligroso! - gritó, pero nada pasó.
Vinc miró a la elfa, y levantó las manos hacia el cielo.
- Y no pasa nada. Tus hermanos elfos no me atacan, ¿por qué? - comentó a la mujer, antes de encogerse de hombros. - Será porque no hay nadie. Ya te dije que estamos solos. No hay absolutamente nadie-, dijo dando una vuelta sobre sí mismo, con los brazos extendidos. - No hay brujos, no hay elfos, ni tampoco el bosque arde. Solamente estamos tú y yo-, dijo finalmente, enfundando su espada en su vaina, y volviéndose a limpiar la herida con el pañuelo, dejando esta vez la tela contra la herida.
Era pequeña. Pero aún tardaría un poco en cerrarse y dejar de sangrar, pese a que no fuera grave.
Pero eso no era importante. Lo verdaderamente importante era la elfa que tenía delante. Ya lo había atacado una vez, pero habían resuelto sus diferencias, lo justo al menos para que tuviera la seguridad de que nunca volviera a pasar. Y sin embargo, allí estaba, después de que lo atacara una vez más.
No tenía sentido. Sin contar, que parecía verdaderamente afectada por una lucha inexistente. ¿Habría perdido la cabeza de verdad? Eso sería un problema, pues no podía defenderse eternamente de ella sin lastimarla, o contraatacar. Y sinceramente, no quería matar a la mujer. Porque lo había ayudado en el pasado, y porque si tenía la mente tan mal, necesitaba más ayuda de lo que había pensado al verla actuar y gritar sola en el bosque.
Y él que había sentido que había encontrado alguien para poder terminar su misión, como la otra vez. Una persona para ir más seguro por la zona, y que además, le podría contar si sabían algo los elfos de las desapariciones. Que mala pata.
- Quizás sea mejor que te vea un sanador-, inmediatamente había pensado en Níniel, pero ella estaba lejos, así que tendría que ser otro sanador.
Estaban al lado del linde de Sandorai, no sería difícil encontrarlo. El problema es que la chica así como estaba, no parecía en condiciones de ir a ningún lado. Y él no era el más indicado para entrar en tierra de elfos. Menudo dilema. Iba a tener que llevarla al interior del bosque, no le quedaba otra que arriesgarse.
Aún con ello, como todo había terminado bien, después del problema en la cueva, no tenía nada en contra de la elfa. Así que sintió que lo más correcto era ayudar a la mujer con su problema, que, pese a sus discrepancias, le había echado una mano para atrapar a Maron.
Además, estaba en una zona poco poblaba. Un lugar intermedio entre los hombres bestia y el bosque de los elfos. Hasta tan al sur había llegado, caminando por la ribera del rio, mientras buscaba alguna pista de algún campamento de asaltantes. Algo que pudiera explicar la desaparición de tantas personas por aquella zona.
Había llegado a los poblados más cercanos al bosque de Sandorai, tras escuchar la historia de varios desaparecidos. La historia en sí, ya llamaba su atención, pero el hecho de una recompensa aumentaba aún más su interés. No solo sería un viaje altruista, sino que además podría ganar algo de dinero investigando los sucesos, lo que cual le vendría bien.
Los humanos de los pueblos del luchar se sintieron alegres nada más conocer el motivo por el que había ido hasta allí. Porque alguien se preocupara por ellos. Algo que solo podía significar que realmente estaban desesperados. Esas historias debían ser algo más que rumores, o desapariciones más comunes. El mundo era un lugar peligroso, y era normal, de vez en cuando escuchar el relato de como alguien nunca volvía. Bandidos, animales salvajes, cualquier razón era buena para que alguien desapareciera.
Pero cuando esto se convertía en una constante, durante un largo periodo… Era evidente que alguien estaba secuestrando o matando a gente por ese territorio. Situación que no pasaba por alto nadie, incluidos los habitantes del lugar, que en su desesperación ya habían llegado a pensar que era cosa de los elfos.
Francamente, dudaba que los elfos estuvieran atacando a los humanos. No era su estilo, y lo único posible para que algo así pasara, era que alguna tribu o clan de los elfos hubiera perdido la cabeza. No era descartable, pero era muy improbable.
No. Eso eran supersticiones. Como cuando los humanos pensaban que los brujos podrían traerles la desgracia solo por verlos. Ignorancia y miedo a lo desconocido, y para los humanos de los pueblos, era muy común encontrar ese tipo de miedo a la magia. No tanto así en las ciudades y pueblos de transito, pero si muy normal en lugares más alejados, como aquel.
Seguramente, más de uno le hubiera mirado mal y hubiera descartado informarle de nada, si hubieran sabido que era un brujo. Es más, seguramente ni le hubiesen hablado. Ironías de la vida, un brujo había sido el único que había ido a ayudarles.
En fin, eso no era algo que no supiera de antes de ir. Motivo por el que solía ocultar su condición de brujo en sitios como es. Así que no era nada que le afectase. Y la información que había obtenido era lo suficientemente repetitiva, como para comprender que al menos, tenían razón con que algo malo estaba sucediendo.
Descartados los elfos por su idiosincrasia, optó por buscar y rastrear la zona al norte de Sandorai. Donde, además, estaban las poblaciones más afectadas. Parecía que esos bandidos, atacaban las zonas más aisladas de los humanos, y poco a poco, pudo darse cuenta de que debía estar al oeste.
En ese momento imaginó que podrían ser vampiros. Pero no encontró rastro de ellos, y tras varios meses, pudo concretar que debían estar cerca del Tymer, y hacia el sur de este. Estaba seguro de que debía ser así. Las desapariciones eran menos comunes cuanto más al norte iba, cuanto más se alejaba de la frontera entre humanos y elfos, descartando los territorios de los vampiros y los lobos. E incluso llegó a pensar por un momento, que aquellos humanos puede que no fueran tan supersticiosos, y que tuvieran razón.
Pero no, no podía ser, así que decidió ir hacia el río, y desde ahí bajar siguiendo su curso. Ya que era evidente, que esos misteriosos asaltantes estaban cerca de Sandorai. Lo humanos colindaban directamente con los elfos, así que debían estar en el patio trasero de los habitantes del bosque. No quedaba otra, y aquí empezó a pensar, que quizás las desapariciones no fueran tan fortuitas. La tensión entre elfos y humanos, aumentaba con cada desaparecido, así que era un método fantástico para crear problemas entre ambas razas.
Si ese era el caso, se estaba metiendo en un buen berenjenal. Motivo por el cual, pensaba que se había precipitado al no llevar compañía. Podrían ser más numerosos de lo que había imaginado al comenzar la investigación, dos meses atrás.
Además, tener un compañero le hubiese venido de perlas ahora, que tenía a esa loca con su espada tan cerca de su bonita piel. No le hubiera venido nada mal, alguien que en esos instantes le diera un palo en la cabeza a la elfa
¿Cómo había conseguido la mujer arrebatarle su arma? Era sencilla la respuesta, tenía que dejar de confiar en mujeres que le apuntaban con flechas. No era bueno para el negocio. Para el negocio de vivir, claro está.
- ¿Qué? - contestó, absolutamente asombrado y extrañado. ¿De qué cojones le estaba hablando? Si hubiera venido con alguien, ella ya lo habría notado en forma de chichón en la cabeza. - No sé de qué me hablas. Aquí solo estamos tú y yo.
Había colocado el metal de su guante contra la hoja, nada más le había atacado, como acto reflejo. Pero lo cierto, es que lo había hecho porque pensaba que iba a cortarle directamente, algo no muy sano para él. De todos modos, pese a lo increíblemente asombroso que era el momento, se permitió mirar por encima del hombro de la elfa, para ver si de verdad había alguien más. Alguien, que evidentemente no había venido con él.
- ¿Qué hermanos? Aquí no hay nadie-, ¿Además habían elfos? Pues tenía que reconocer que se camuflaban muy bien. - No te miento, estamos solos.
Pero en ese momento sintió la sangre correr, y ya era más de lo que podía aguantar en esa posición. Esa mujer había perdido el juicio, hablaba de árboles ardiendo, y de elfos muertos, y el linde del bosque no podía estar más apacible.
Aprovechó el impulso que había realizado la mujer para cortarle, y dio un paso atrás para que no encontrara resistencia, y por tanto se desequilibrara. Nada más hacerlo, se apartó y tiró del brazo de la mujer, mucho más ligera que él. E hizo que siguiera su curso, no sin antes doblarle la mano por la muñeca, justo por donde tiraba de ella, para que soltara la espada.
No obstante, no hizo nada más a parte de desarmarla y lanzarla hacia adelante, siguiendo el impulso que había realizado la propia joven.
Solamente se paró delante de la espada tirada en el suelo a sus pies. Miró en todas direcciones, buscando alguna reacción de sus hermanos elfos, pero nada pasó. Nada ardía, nadie moría, y nadie la auxiliaba. No era ninguna mentira lo que había dicho después de todos. Estaban solos, tanto por su parte como por la de ella.
El rubio se agachó y agarró la empuñadura de su espada para recogerla del suelo, y miró la sangre en la hoja. Solo un hilillo de sangre, pero sirvió para recordarle que era su propia sangre. Con la mano libre tomó un pañuelo de uno de sus bolsillos, y se limpió con él la herida, que por fortuna, no era nada grave.
- ¡Elfos, matadme! ¡Soy un brujo peligroso! - gritó, pero nada pasó.
Vinc miró a la elfa, y levantó las manos hacia el cielo.
- Y no pasa nada. Tus hermanos elfos no me atacan, ¿por qué? - comentó a la mujer, antes de encogerse de hombros. - Será porque no hay nadie. Ya te dije que estamos solos. No hay absolutamente nadie-, dijo dando una vuelta sobre sí mismo, con los brazos extendidos. - No hay brujos, no hay elfos, ni tampoco el bosque arde. Solamente estamos tú y yo-, dijo finalmente, enfundando su espada en su vaina, y volviéndose a limpiar la herida con el pañuelo, dejando esta vez la tela contra la herida.
Era pequeña. Pero aún tardaría un poco en cerrarse y dejar de sangrar, pese a que no fuera grave.
Pero eso no era importante. Lo verdaderamente importante era la elfa que tenía delante. Ya lo había atacado una vez, pero habían resuelto sus diferencias, lo justo al menos para que tuviera la seguridad de que nunca volviera a pasar. Y sin embargo, allí estaba, después de que lo atacara una vez más.
No tenía sentido. Sin contar, que parecía verdaderamente afectada por una lucha inexistente. ¿Habría perdido la cabeza de verdad? Eso sería un problema, pues no podía defenderse eternamente de ella sin lastimarla, o contraatacar. Y sinceramente, no quería matar a la mujer. Porque lo había ayudado en el pasado, y porque si tenía la mente tan mal, necesitaba más ayuda de lo que había pensado al verla actuar y gritar sola en el bosque.
Y él que había sentido que había encontrado alguien para poder terminar su misión, como la otra vez. Una persona para ir más seguro por la zona, y que además, le podría contar si sabían algo los elfos de las desapariciones. Que mala pata.
- Quizás sea mejor que te vea un sanador-, inmediatamente había pensado en Níniel, pero ella estaba lejos, así que tendría que ser otro sanador.
Estaban al lado del linde de Sandorai, no sería difícil encontrarlo. El problema es que la chica así como estaba, no parecía en condiciones de ir a ningún lado. Y él no era el más indicado para entrar en tierra de elfos. Menudo dilema. Iba a tener que llevarla al interior del bosque, no le quedaba otra que arriesgarse.
Vincent Calhoun
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Re: [CERRADO] Las sombras del pasado [Vincent/Libre]
A pesar de que el brujo insistía en que sólo estaban los dos, Helyare no podía creerlo. Ella escuchaba los desgarradores gritos de los elfos cuando eran atacados por los hechiceros, el crepitar de los árboles mientras se quemaban y las voces de los guerreros hablando en distintas lenguas. ¿¡Cómo podía ese maldito decir que sólo estaban ellos dos!?
La elfa no paraba de pasar la vista de forma muy rápida entre el brujo y los que luchaban. No podía creerse que Vincent evidenciase lo que estaba ocurriendo. ¿No olía el humo? Sólo trataba de confundirla, él estaba viendo lo mismo que ella pero, obviamente, estaba apoyando a los brujos en su masacre. ─¡¡QUE PAREN!! ─Sus gritos eran tan fuertes que resonaban por entre los árboles formando eco. Lo único que quería era dejar de escuchar esos alaridos de dolor por parte de ambos bandos y el sonido del metal atravesando las armaduras y desgarrando la carne. Y mientras, los árboles se iban prendiendo, dejando un paisaje desolador. El sitio en el que vivían... Y Vincent diciendo que no pasaba nada. ¡No era su maldita casa la que ardía!
Empujó la hoja de la espada contra el cuello del hombre y un hilillo de sangre empezó a salir. Apenas se fijó porque antes de hacer cualquier otro movimiento, Vincent la desarmó y la apartó de él sin apenas hacerle nada de daño. Se giró mirándolo con una expresión extraña. Ahora es cuando usaría sus poderes contra ella y estaba desarmada, no podía defenderse de ninguna forma y el arco estaba a varios metros. Tenía que pensar algo rápido para librarse del ataque.
Sin embargo, nada de eso pasó. No sólo no la atacó, sino que guardó la espada y se puso a vocear. Helyare miró hacia el bosque, a la espera de que le dieran algún flechazo. Pero tampoco. Los brujos desaparecían entre los árboles, ni siquiera se habían girado para ver a su compañero gritar o darle alguna indicación. Nada. Simplemente se estaban yendo bosque adentro. ─Los elfos no están... Han... Muerto... ─Masculló apesadumbrada avanzando de forma lenta hacia el bosque. ─No están...
Todo el ímpetu con el que había gritado a Vincent había desaparecido y su voz ahora estaba entrecortada por la pena de ver al último de los guerreros élficos caer. El fuego seguía destrozando varios árboles, y los malditos brujos parecían desaparecer entre los troncos y entre el humo. ¡Valientes miserables!
Volvió a dirigir, por un segundo, la vista al hombre. No se movía, ni un atisbo de ataque, no sonreía, nada. Parecía ser ajeno a todo lo que estaba ocurriendo. Helyare seguía sin comprender por qué no era capaz de prestar atención a esa situación. Ni siquiera se inmutaba con el humo, le parecía tan impasible...
─¿Qué está pasando? ¿Ahora por qué luchan? ─Murmuraba mientras caminaba hacia Sandorai. Una parte de ella quería correr, ver lo que había sucedido; pero la otra sabía que lo que iba a encontrar no iba a ser agradable. Tenía que mentalizarse de que sus hermanos habían muerto y no de buena manera. Esos desgraciados tenían que pagar por lo que habían hecho. ─Y sin nosotros... ¡Ellos no están preparados para combatir contra brujos!
Helyare había visto que los uniformes de esos elfos no eran de su clan. Suponía que había sido otro grupo que había decidido, por su riesgo y cuenta, enfrentarse contra esos malditos hechiceros. ─¡Y están en Sandorai! ¡Van a atacar a los elfos!
Sin duda, las intenciones de esos brujos no eran buenas, sólo había que ver cómo habían masacrado a los guerreros y estaban dejando el bosque. Empezó a ponerse muchísimo más nerviosa, no sabía qué hacer realmente, si tratar de ayudar a los elfos caídos o ir a por los hechiceros. Pero avanzaba cada vez más rápido con intención de lo primero. Tenía que ver si alguno estaba con vida, necesitarían ayuda. Ignoró completamente al brujo que, sorprendentemente, no hacía nada. Sí que le dijo algo pero ella no escuchó. Sólo oía el crepitar de los árboles entre las llamas, cada vez más fuerte, tan fuerte que se le estaba haciendo tan infernal como los gritos de antes.
De repente, nada más cruzar la primera hilera de árboles, que delimitaban Sandorai con el resto, un pequeño fogonazo plateado impactó contra uno de los costados de Helyare, haciendo que cayera hacia un lado, a plomo. Fue menos de un segundo lo que apareció esa luz, pero lo suficiente como para hacer que la elfa quedase inconsciente, tirada sobre la hierba que marcaba el principio del bosque.
La premisa de ser desterrada era, precisamente, que no podía pisar Sandorai. Más de una vez lo había intentado y había fracasado, pero esta vez estaba tan centrada en ir a buscar a los guerreros que no había caído en la cuenta de que ella no podía poner un pie en terreno élfico.
La elfa no paraba de pasar la vista de forma muy rápida entre el brujo y los que luchaban. No podía creerse que Vincent evidenciase lo que estaba ocurriendo. ¿No olía el humo? Sólo trataba de confundirla, él estaba viendo lo mismo que ella pero, obviamente, estaba apoyando a los brujos en su masacre. ─¡¡QUE PAREN!! ─Sus gritos eran tan fuertes que resonaban por entre los árboles formando eco. Lo único que quería era dejar de escuchar esos alaridos de dolor por parte de ambos bandos y el sonido del metal atravesando las armaduras y desgarrando la carne. Y mientras, los árboles se iban prendiendo, dejando un paisaje desolador. El sitio en el que vivían... Y Vincent diciendo que no pasaba nada. ¡No era su maldita casa la que ardía!
Empujó la hoja de la espada contra el cuello del hombre y un hilillo de sangre empezó a salir. Apenas se fijó porque antes de hacer cualquier otro movimiento, Vincent la desarmó y la apartó de él sin apenas hacerle nada de daño. Se giró mirándolo con una expresión extraña. Ahora es cuando usaría sus poderes contra ella y estaba desarmada, no podía defenderse de ninguna forma y el arco estaba a varios metros. Tenía que pensar algo rápido para librarse del ataque.
Sin embargo, nada de eso pasó. No sólo no la atacó, sino que guardó la espada y se puso a vocear. Helyare miró hacia el bosque, a la espera de que le dieran algún flechazo. Pero tampoco. Los brujos desaparecían entre los árboles, ni siquiera se habían girado para ver a su compañero gritar o darle alguna indicación. Nada. Simplemente se estaban yendo bosque adentro. ─Los elfos no están... Han... Muerto... ─Masculló apesadumbrada avanzando de forma lenta hacia el bosque. ─No están...
Todo el ímpetu con el que había gritado a Vincent había desaparecido y su voz ahora estaba entrecortada por la pena de ver al último de los guerreros élficos caer. El fuego seguía destrozando varios árboles, y los malditos brujos parecían desaparecer entre los troncos y entre el humo. ¡Valientes miserables!
Volvió a dirigir, por un segundo, la vista al hombre. No se movía, ni un atisbo de ataque, no sonreía, nada. Parecía ser ajeno a todo lo que estaba ocurriendo. Helyare seguía sin comprender por qué no era capaz de prestar atención a esa situación. Ni siquiera se inmutaba con el humo, le parecía tan impasible...
─¿Qué está pasando? ¿Ahora por qué luchan? ─Murmuraba mientras caminaba hacia Sandorai. Una parte de ella quería correr, ver lo que había sucedido; pero la otra sabía que lo que iba a encontrar no iba a ser agradable. Tenía que mentalizarse de que sus hermanos habían muerto y no de buena manera. Esos desgraciados tenían que pagar por lo que habían hecho. ─Y sin nosotros... ¡Ellos no están preparados para combatir contra brujos!
Helyare había visto que los uniformes de esos elfos no eran de su clan. Suponía que había sido otro grupo que había decidido, por su riesgo y cuenta, enfrentarse contra esos malditos hechiceros. ─¡Y están en Sandorai! ¡Van a atacar a los elfos!
Sin duda, las intenciones de esos brujos no eran buenas, sólo había que ver cómo habían masacrado a los guerreros y estaban dejando el bosque. Empezó a ponerse muchísimo más nerviosa, no sabía qué hacer realmente, si tratar de ayudar a los elfos caídos o ir a por los hechiceros. Pero avanzaba cada vez más rápido con intención de lo primero. Tenía que ver si alguno estaba con vida, necesitarían ayuda. Ignoró completamente al brujo que, sorprendentemente, no hacía nada. Sí que le dijo algo pero ella no escuchó. Sólo oía el crepitar de los árboles entre las llamas, cada vez más fuerte, tan fuerte que se le estaba haciendo tan infernal como los gritos de antes.
De repente, nada más cruzar la primera hilera de árboles, que delimitaban Sandorai con el resto, un pequeño fogonazo plateado impactó contra uno de los costados de Helyare, haciendo que cayera hacia un lado, a plomo. Fue menos de un segundo lo que apareció esa luz, pero lo suficiente como para hacer que la elfa quedase inconsciente, tirada sobre la hierba que marcaba el principio del bosque.
La premisa de ser desterrada era, precisamente, que no podía pisar Sandorai. Más de una vez lo había intentado y había fracasado, pero esta vez estaba tan centrada en ir a buscar a los guerreros que no había caído en la cuenta de que ella no podía poner un pie en terreno élfico.
Helyare
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Re: [CERRADO] Las sombras del pasado [Vincent/Libre]
Había intentando hacer entrar en razón a la elfa, que evidentemente estaba teniendo algún tipo de alucinación. Había dicho cosas demasiado concretas para pasarlas por alto, como para ser una confusión. Arboles ardiendo, elfos muriendo, brujos rondando la zona.
Todo lo que decía era un sin sentido, pero era demasiado específico para ser falso. Al menos en la mente de la chica. Así que una de dos, o la elfa se había vuelto loca, o era él a quien se le había ido la cabeza, y veía todo normal donde debería haber una auténtica guerra campal.
No recordaba haber comido setas alucinógenas en su viaje bordeando el río. Su visión parecía clara, y solamente podía decir que tenía una herida. Pero no era obra de ningún brujo o elfo. Bueno de un elfo sí, elfa concretamente, pero la tenía delante de los ojos, y no era obra de uno de los supuestos forestales que habría a su alrededor.
La cosa estaba compleja, pero algo le decía que la que estaba loca era Helyare. No sabría decir que era exactamente lo que le daba ese indicio. Salvo quizás, que él estaba perfectamente, y esa batidora veía fantasmas en la niebla. En un día sin niebla para colmo. Esa mujer iba a necesitar una sanación de primera categoría.
- ¿Cómo? ¿Quiénes no están preparados para luchar? - le preguntó. - ¿En Sandorai? ¿Quién va a atacar a los elfos en su propio bosque? Eso es de necio-, le comentó, pero ya era como si le hablara a una pared.
Helyare se echó a corre hacia el interior del bosque, seguramente siguiendo la estela de lo que veía en su imaginación. O directamente le habría hecho caso e iría a buscar la ayuda de un sanador. No creí que fuera el caso, pues no le había contestado y se había echado a correr de forma repentina, olvidando hasta su arco tirado en el suelo.
Era de lo más extraño, por lo que decidió seguirla unos pasos, para ver si no hacía una locura más. Por lo menos, un corto trecho, pues no le hacía gracia tener que meterse en el bosque élfico. Si ella seguía diciendo locuras de brujos quemando el bosque, era imposible saber que haría al respecto la guardia forestal que se encontraran. Podrían notar que estaba loca, pero igual se daban cuenta después de meterle un flechazo. Algo que prefería evitar en todo lugar y momento. Las puntas de flecha le sentaban francamente mal a su organismo. Prefería comer cosas con menos acero.
En cualquier caso, tampoco es que tuviera que seguirla muy lejos. Pues halló a la joven tirada unos metros más adelante. La había perdido unos instantes de vista, el tiempo justo en que se había repuesto de la sorpresa de ver a la elfa correr, y de decidirse por ir tras ella. Le había ganado una corta distancia por ello, y al meterse tras los árboles cercanos a los que estaba él, había pasado un momento en el que no había tenido contacto visual con Hel.
Eso le hizo ponerse en alerta. Ya que verla tirada, le hizo automáticamente pensar en un ataque. Fue lo primero que le vino a la mente, y por ello se escondió cerca. Agazapado junto a un árbol, como la primera vez que había escuchado gritos, sin saber de quién se trataba. No pasó nada, y por ello se relajó un poco. Además, por qué los elfos iban a atacar a alguien de su propia especie. No tenía sentido, y la historia aquella de los brujos que había comentado la arquera, hacía tiempo que la tenía por una ilusión. Si los brujos fueran reales, debería haber un incendio y cadáveres de ambos contendientes. Y por supuesto, no había nada de eso.
Vincent esperó un rato más, para estar seguro de que nada pasaba. Para asegurarse de si alguien iba a por su presa. Pero nada de ello ocurrió, así que finalmente se atrevió a ir hasta la joven.
La examinó, y comprobó que estaba viva. Solamente se había desmayado, aunque no podía estar seguro de los motivos. Lo más razonable, es que fuera por lo mismo que le causaba las ilusiones. Inmediatamente pensó en algún tipo de droga.
- Alquimia-, susurró, mirando a su alrededor, otra vez en alerta.
¿Quién querría drogarla? No la conocía lo suficiente para saberlo, pero le parecía sumamente extraño. Por allí solamente había elfos. No creía que ellos le causaran daño. Así que le quedaba la opción de una toma accidental de alguna planta narcótica. Sin embargo también dudaba de ello, pues era una nativa de la zona, y ella mejor que nadie sabría diferenciar las plantas y frutos nocivos del resto.
Por todo ello, en principio también tenía que descartar esos motivos. Solamente quedaba…
- Los secuestros-, volvió a susurrar para sí mismo, quitando el carcaj a la elfa y poniéndoselo él.
Después recogió a la elfa, para echársela al hombro libre, y avanzó desandando el camino que había realizado hasta llegar hasta allí.
Podía ser cualquier cosa en realidad. Un error de cálculo con un fruto, los secuestradores que andaba buscando, o incluso podría ser un clan elfo, que estuviera enemistado con el de Hel. Le costaba creerlo, pues los elfos no peleaban entre ellos, que supiera. Siempre habían vivido en clanes, y aunque fueran de distinta opinión y estilo según la familia a la que pertenecieran, entre ellos no llegaban a luchar. Eso era lo que se sabía fuera de Sandorai. Y por Níniel estaba más seguro, ella le había enseñado costumbres élficas.
No obstante, no podía arriesgarse a entrar en Sandorai, y encontrarse con el posible clan que hubiera drogado a Hel. Sin contar, que un brujo pisara suelo élfico no era una buena idea, menos aún llevando una elfa inconsciente. Y si se despertaba y seguía con sus locuras, podría meterlo en serios problemas. No. No podía llevarla al bosque.
Retrocedió cargando a la mujer, y la posó en el suelo un momento. Lo justo para recoger el arco que la fémina había dejado tirado, y colocárselo en el mismo hombro donde ahora llevaba el carcaj. Luego volvió a tomar a la elfa, para cargarla de nuevo.
El rubio caminó en dirección a la misma zona por la que había venido. Era la más segura, pues ya había comprobado que no había un alma cuando había ido hasta allí. No le llevó mucho tiempo llegar hasta el río. Pero no quiso acampar tan cerca, así que subió varios metros al norte, bordeando el Tymer una vez más. No quería llamar la atención de nadie. Si de verdad la elfa había sido atacado por los misteriosos bandidos, sería mejor que pusiera algo de tierra de por medio,
Le llevó un tiempo, remontar un kilómetro en dirección norte, con la mujer cargada a su hombro. Sin embargo, mereció la pena, cuando divisó unas grandes rocas que había visto anteriormente, al bajar al sur. Tendió a la chica junto a ellas, y se dispuso a preparar una fogata entre las rocas, para ser precavido. Así al menos, nadie vería la luz del fuego, otra cosa sería el humo, pero no podía hacer mucho al respecto de eso. Solamente tener cuidado, de no meter nada dentro, que hiciera más humo de la cuenta.
Dejó el arco y el carcaj apoyado contra una roca, y recogió algo de leña del bosque cercano. Creó la hoguera con sus poderes, y sacó unos soportes de hierro de su morral, para ponerlos encima de la fogata. También recogió un pequeño caldero de dentro de su bolso, y fue hasta el rio para llenarlo de agua, para después volver y colocarlo sobre el fuego. Finalmente sacó algunas verduras de su avituallamiento, y las metió dentro del agua, que comenzaba a calentarse. En cuestión de tiempo sería un rica sopa de verduras.
El brujo miró el arco de la mujer, y lo recogió. Era tan ligero y bonito, como solamente los elfos sabían crearlos así. Tensó la cuerda varias veces, apuntando a un enemigo imaginario, comprobando lo bien hecho que estaba. No era arquero, pero sabía diferenciar lo bueno que era un arco nada más verlo. Sonrió, imaginando lo que le haría esa loca si lo viera con su arma predilecta, y la dejó a su lado, en el lugar donde la había dejado para que reposara.
Se quitó un guante, y comprobó la temperatura de su frente. Nada. Nada anormal para ser exactos. La joven estaba bien. Respiraba perfectamente y no tenía fiebre. Si la había drogados, sus efectos habían pasado, o era un veneno tan bueno, que no dejaba rastro de él. En ese caso, no estaba seguro de poder ayudarla.
Vinc suspiró resignado, antes de volver a ponerse el guante. No sabía de medicina como para poder curar algo así. En momentos así, echaba de menos a Níniel, aún más de lo que ya la echaba de menos. Ella era una experta, y podría hacer mucho más que él para curarla. Sentía que debía haberla buscado, para iniciar esa misión tan peligrosa. Quizás esa elfa corriera peligro, por su descuido.
En fin, no podía hacer nada. Solamente esperar que se pusiera bien. Por ello sacó su manta para dormir por las noches a la intemperie, y se la colocó por encima a la mujer, dejando solo su cabeza al descubierto. Luego volvió junto al fuego, tomó su morral, y lo puso al lado de una roca pequeña, que le serviría de asiento provisional mientras hacía su cena. Del bolso sacó una cuchara, y comenzó a darle vueltas al guiso de verduras, echando un último ojo a la elfa dormida.
- No queda mucho tiempo para que la noche sea cerrada-, se dijo, mirando el cielo, cada vez más apagado y con los colores bellos de un atardecer a orillas del Tymer.
Todo lo que decía era un sin sentido, pero era demasiado específico para ser falso. Al menos en la mente de la chica. Así que una de dos, o la elfa se había vuelto loca, o era él a quien se le había ido la cabeza, y veía todo normal donde debería haber una auténtica guerra campal.
No recordaba haber comido setas alucinógenas en su viaje bordeando el río. Su visión parecía clara, y solamente podía decir que tenía una herida. Pero no era obra de ningún brujo o elfo. Bueno de un elfo sí, elfa concretamente, pero la tenía delante de los ojos, y no era obra de uno de los supuestos forestales que habría a su alrededor.
La cosa estaba compleja, pero algo le decía que la que estaba loca era Helyare. No sabría decir que era exactamente lo que le daba ese indicio. Salvo quizás, que él estaba perfectamente, y esa batidora veía fantasmas en la niebla. En un día sin niebla para colmo. Esa mujer iba a necesitar una sanación de primera categoría.
- ¿Cómo? ¿Quiénes no están preparados para luchar? - le preguntó. - ¿En Sandorai? ¿Quién va a atacar a los elfos en su propio bosque? Eso es de necio-, le comentó, pero ya era como si le hablara a una pared.
Helyare se echó a corre hacia el interior del bosque, seguramente siguiendo la estela de lo que veía en su imaginación. O directamente le habría hecho caso e iría a buscar la ayuda de un sanador. No creí que fuera el caso, pues no le había contestado y se había echado a correr de forma repentina, olvidando hasta su arco tirado en el suelo.
Era de lo más extraño, por lo que decidió seguirla unos pasos, para ver si no hacía una locura más. Por lo menos, un corto trecho, pues no le hacía gracia tener que meterse en el bosque élfico. Si ella seguía diciendo locuras de brujos quemando el bosque, era imposible saber que haría al respecto la guardia forestal que se encontraran. Podrían notar que estaba loca, pero igual se daban cuenta después de meterle un flechazo. Algo que prefería evitar en todo lugar y momento. Las puntas de flecha le sentaban francamente mal a su organismo. Prefería comer cosas con menos acero.
En cualquier caso, tampoco es que tuviera que seguirla muy lejos. Pues halló a la joven tirada unos metros más adelante. La había perdido unos instantes de vista, el tiempo justo en que se había repuesto de la sorpresa de ver a la elfa correr, y de decidirse por ir tras ella. Le había ganado una corta distancia por ello, y al meterse tras los árboles cercanos a los que estaba él, había pasado un momento en el que no había tenido contacto visual con Hel.
Eso le hizo ponerse en alerta. Ya que verla tirada, le hizo automáticamente pensar en un ataque. Fue lo primero que le vino a la mente, y por ello se escondió cerca. Agazapado junto a un árbol, como la primera vez que había escuchado gritos, sin saber de quién se trataba. No pasó nada, y por ello se relajó un poco. Además, por qué los elfos iban a atacar a alguien de su propia especie. No tenía sentido, y la historia aquella de los brujos que había comentado la arquera, hacía tiempo que la tenía por una ilusión. Si los brujos fueran reales, debería haber un incendio y cadáveres de ambos contendientes. Y por supuesto, no había nada de eso.
Vincent esperó un rato más, para estar seguro de que nada pasaba. Para asegurarse de si alguien iba a por su presa. Pero nada de ello ocurrió, así que finalmente se atrevió a ir hasta la joven.
La examinó, y comprobó que estaba viva. Solamente se había desmayado, aunque no podía estar seguro de los motivos. Lo más razonable, es que fuera por lo mismo que le causaba las ilusiones. Inmediatamente pensó en algún tipo de droga.
- Alquimia-, susurró, mirando a su alrededor, otra vez en alerta.
¿Quién querría drogarla? No la conocía lo suficiente para saberlo, pero le parecía sumamente extraño. Por allí solamente había elfos. No creía que ellos le causaran daño. Así que le quedaba la opción de una toma accidental de alguna planta narcótica. Sin embargo también dudaba de ello, pues era una nativa de la zona, y ella mejor que nadie sabría diferenciar las plantas y frutos nocivos del resto.
Por todo ello, en principio también tenía que descartar esos motivos. Solamente quedaba…
- Los secuestros-, volvió a susurrar para sí mismo, quitando el carcaj a la elfa y poniéndoselo él.
Después recogió a la elfa, para echársela al hombro libre, y avanzó desandando el camino que había realizado hasta llegar hasta allí.
Podía ser cualquier cosa en realidad. Un error de cálculo con un fruto, los secuestradores que andaba buscando, o incluso podría ser un clan elfo, que estuviera enemistado con el de Hel. Le costaba creerlo, pues los elfos no peleaban entre ellos, que supiera. Siempre habían vivido en clanes, y aunque fueran de distinta opinión y estilo según la familia a la que pertenecieran, entre ellos no llegaban a luchar. Eso era lo que se sabía fuera de Sandorai. Y por Níniel estaba más seguro, ella le había enseñado costumbres élficas.
No obstante, no podía arriesgarse a entrar en Sandorai, y encontrarse con el posible clan que hubiera drogado a Hel. Sin contar, que un brujo pisara suelo élfico no era una buena idea, menos aún llevando una elfa inconsciente. Y si se despertaba y seguía con sus locuras, podría meterlo en serios problemas. No. No podía llevarla al bosque.
Retrocedió cargando a la mujer, y la posó en el suelo un momento. Lo justo para recoger el arco que la fémina había dejado tirado, y colocárselo en el mismo hombro donde ahora llevaba el carcaj. Luego volvió a tomar a la elfa, para cargarla de nuevo.
El rubio caminó en dirección a la misma zona por la que había venido. Era la más segura, pues ya había comprobado que no había un alma cuando había ido hasta allí. No le llevó mucho tiempo llegar hasta el río. Pero no quiso acampar tan cerca, así que subió varios metros al norte, bordeando el Tymer una vez más. No quería llamar la atención de nadie. Si de verdad la elfa había sido atacado por los misteriosos bandidos, sería mejor que pusiera algo de tierra de por medio,
Le llevó un tiempo, remontar un kilómetro en dirección norte, con la mujer cargada a su hombro. Sin embargo, mereció la pena, cuando divisó unas grandes rocas que había visto anteriormente, al bajar al sur. Tendió a la chica junto a ellas, y se dispuso a preparar una fogata entre las rocas, para ser precavido. Así al menos, nadie vería la luz del fuego, otra cosa sería el humo, pero no podía hacer mucho al respecto de eso. Solamente tener cuidado, de no meter nada dentro, que hiciera más humo de la cuenta.
Dejó el arco y el carcaj apoyado contra una roca, y recogió algo de leña del bosque cercano. Creó la hoguera con sus poderes, y sacó unos soportes de hierro de su morral, para ponerlos encima de la fogata. También recogió un pequeño caldero de dentro de su bolso, y fue hasta el rio para llenarlo de agua, para después volver y colocarlo sobre el fuego. Finalmente sacó algunas verduras de su avituallamiento, y las metió dentro del agua, que comenzaba a calentarse. En cuestión de tiempo sería un rica sopa de verduras.
El brujo miró el arco de la mujer, y lo recogió. Era tan ligero y bonito, como solamente los elfos sabían crearlos así. Tensó la cuerda varias veces, apuntando a un enemigo imaginario, comprobando lo bien hecho que estaba. No era arquero, pero sabía diferenciar lo bueno que era un arco nada más verlo. Sonrió, imaginando lo que le haría esa loca si lo viera con su arma predilecta, y la dejó a su lado, en el lugar donde la había dejado para que reposara.
Se quitó un guante, y comprobó la temperatura de su frente. Nada. Nada anormal para ser exactos. La joven estaba bien. Respiraba perfectamente y no tenía fiebre. Si la había drogados, sus efectos habían pasado, o era un veneno tan bueno, que no dejaba rastro de él. En ese caso, no estaba seguro de poder ayudarla.
Vinc suspiró resignado, antes de volver a ponerse el guante. No sabía de medicina como para poder curar algo así. En momentos así, echaba de menos a Níniel, aún más de lo que ya la echaba de menos. Ella era una experta, y podría hacer mucho más que él para curarla. Sentía que debía haberla buscado, para iniciar esa misión tan peligrosa. Quizás esa elfa corriera peligro, por su descuido.
En fin, no podía hacer nada. Solamente esperar que se pusiera bien. Por ello sacó su manta para dormir por las noches a la intemperie, y se la colocó por encima a la mujer, dejando solo su cabeza al descubierto. Luego volvió junto al fuego, tomó su morral, y lo puso al lado de una roca pequeña, que le serviría de asiento provisional mientras hacía su cena. Del bolso sacó una cuchara, y comenzó a darle vueltas al guiso de verduras, echando un último ojo a la elfa dormida.
- No queda mucho tiempo para que la noche sea cerrada-, se dijo, mirando el cielo, cada vez más apagado y con los colores bellos de un atardecer a orillas del Tymer.
Vincent Calhoun
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Re: [CERRADO] Las sombras del pasado [Vincent/Libre]
Helyare ya había tratado de entrar alguna vez más al bosque buscando algún lugar donde esconderse y estar cerca de su familia. Pero había sido completamente imposible. Más de una vez había visto esa luz plateada antes de perder la consciencia. En un principio pensó que la Playa de los Ancestros estaba demasiado cerca y las runas protectoras llegarían hasta allí, pero a medida que se iba alejando del territorio de su antiguo clan tampoco conseguía resultados mejores. Por muy lejos que estuviese de su poblado le era imposible traspasar la primera hilera de árboles de Sandorai. Había veces, durante su viaje, en que rehusaba a rendirse y darse cuenta de que no podría regresar nunca más y volvía a intentarlo. El resultado era siempre el mismo. El impacto de esa magia era bastante doloroso pero lo que peor llevaba era que por mucho que lo intentaba no podía cruzar esa barrera invisible que la separaba de Sandorai. Verse incapaz de regresar a su hogar estaba desesperándola.
Le costó entender que, por muchos intentos que hiciera, no entraría en el bosque, pero poco a poco fue asumiéndolo y alejándose del lugar. Salvo en esa ocasión. ¡Lo había intentado por una buena causa! Esos brujos estaban dentro del bosque destruyéndolo e iban a atacar a más elfos. Y ni aun así pudo avanzar más que las otras veces. Quedó inconsciente, tendida sobre la hierba, ajena a todo lo que ocurría a su alrededor durante horas.
A lo lejos podía escuchar el crepitar de las llamas. ¿Aún seguía prendiéndose el bosque? Entreabrió un poco los ojos pero no conseguía verlo todo nítido así que pestañeó un par de veces buscando poder ver bien. El cielo estaba oscureciéndose. ¿Cuánto tiempo había pasado? Si ella recordaba que era más temprano cuando había ido a ayudar a los elfos del bosque. Tampoco veía árboles cercanos, pero sí olía el humo, aunque no parecía quemar nada, más bien a lo que olía era a comida. Se encontraba muy despistada en ese momento. Trató de mover los dedos y notó algo suave encima así que movió lentamente la cabeza para ver qué estaba pasando, pues estaba muy desconcertada. Estaba cubierta por una manta. Ahora sí que la elfa no entendía nada. Movió de nuevo la cabeza, pero esta vez para tratar de ver quién estaba controlando el fuego y preparando la comida.
Sobresaltada se incorporó de golpe al ver a Vincent sentado removiendo con una cuchara el contenido de la olla.–¿¡Qué ha pasado!? –Al instante se llevo la mano al costado izquierdo, justo donde había impactado el fogonazo. Notaba que le quemaba la piel, pero no dijo nada al respecto, simplemente levantó un poco la vista para mirar a Vincent, sentada todavía. –¿Dónde están los brujos? ¿Y qué hacemos aquí? –No entendía nada de lo que estaba ocurriendo.
Rápidamente llevó la mano hacia su capucha para asegurarse de que estaba bien colocada, y durante un microsegundo se asustó de no tener cerca su arma, pero al instante vio el arco y el carcaj colocado a su lado. No le faltaba ninguna flecha… Bueno, salvo la que estaría todavía clavada en uno de los árboles cuando se la lanzó al brujo. Tampoco le faltaba nada de lo que llevaba, ni siquiera la pequeña bolsita en la que guardaba sus monedas. Estaba todo colocado a su lado o todavía lo llevaba ella encima. Ahora sí que no entendía nada. Instintivamente se pasó la mano por la cara, como si buscase alguna marca, en las manos tampoco tenía nada. Estaba aparentemente intacta y sabía que el único dolor que sentía, en las costillas, no era obra de ese hombre.
Resopló durante un par de segundos e hizo una mueca extraña, más bien de incredulidad, enarcando las cejas y cerrando los ojos. –Eres el brujo más estúpido que he conocido. ¿En serio? ¿Me has ayudado? –Era increíble que alguien como él ayudase a una elfa. Definitivamente, sería hasta gracioso. Ella no lo haría, probablemente. Y sin embargo, ese hombre se había molestado en ayudarla y ni siquiera le había quitado una mísera moneda. Sin lugar a dudas: era idiota.
Encogió una de sus piernas para apoyar el codo en la rodilla. Aún se sentía cansada, notaba el cuerpo entumecido, por lo que se puso a mirar sus dedos a la vez que los movía. –¿Cuánto tiempo ha pasado?
Todo eso le resultaba tan extraño… Volvió a moverse haciendo que la manta le tapase ya sólo una de sus piernas, estaba completamente arrugada. –Y, ¿por qué me has ayudado? –El tono que había usado no se sabía bien si era una acusación o una pregunta sin maldad, pero ella no entendía el motivo por el que la había recogido y estaba tratándola tan bien, era un brujo, eso que estaba haciendo era antinatural. La elfa no era capaz de concebir que ese hombre había cargado con ella se había molestado en dejarla en una posición cómoda, en un lugar protegido y con la manta para que no pasase frío. Tantos cuidados de la mano de un brujo le eran incomprensibles. –¿Qué es lo que quieres? –Helyare no tenía ninguna intención de darle algo a cambio por haberla ayudado. Sentía una fuerte desconfianza.
Pero una parte de ella recapacitaba sobre la vez anterior en la que había coincidido, en Lunargenta. Ese tipo no la había tratado mal en absoluto. E incluso cuando le había atacado con su propia espada, no se había defendido, sólo la había desarmado. Definitivamente estaba ante el brujo más extraño que había visto jamás. ¡El corte! En ese momento se acordó y dirigió la vista hacia Vincent, después de tratar de evitar cruzar la mirada con él durante un rato. –Tu cuello… ¿Estás bien?
El destello de las llamas permitió que ella pudiera ver con total claridad la herida que le había dejado al hombre en el cuello. Veía que no sangraba, así que estaba aliviada. Otra cosa que no entendía. ¿Aliviada de no haberle hecho daño? Tenía que estarlo si hubiese separado al cabeza de su cuerpo. Pero es que ese maldito brujo no era normal.
Buscó en su bolsito un pequeño botecito con una sustancia líquida y se la tendió. –Ayuda a la cicatrización. –No era una poción que regenerase todas las células y la herida se curaba al instante, pero ayudaba a que no se infectase, sobretodo, haciendo que la cicatrización fuese mejor. Desde que había perdido su don trataba de hacer muchos mejunjes de esos aunque, aparte del bote que le daba al brujo, sólo le quedaba uno más. Este era una especie de obsequio en agradecimiento por la ayuda, pero no quería admitirlo, no quería pensar que le estaba dando algo a Vincent después de haber remarcado que no lo haría. Había estado inconsciente, podía haber hecho cualquier cosa y ahora estaría muerta, hubiese sido lo más probable si hubiese dado con otra persona. Pero, ¿qué le pasaba a este hombre?
Parecía inquieta aún ante la presencia del brujo, todavía seguía intentando procesar todo. No podía seguir ahí y menos ahora que estaba oscureciendo. No iba a pasar la noche con ese brujo. Pasarla sola tampoco era la mejor idea pero confiaba en sus habilidades para ello, pese a que el lugar no era lo mejor para ella. Preferiría que hubiese más árboles pero… No podía pedir más. Se incorporó con cierta dificultad, llevando una de sus manos, de nuevo, a su costado izquierdo tratando de mitigar el dolor. –Será mejor que me vaya. Gracias por todo. –Dijo apresurada a la vez que recogía el carcaj y se lo colgaba.
Por un instante se puso nerviosa, no podía estar así, tan tranquila, con un brujo. Sabía que él no era mala persona pero estaban cerca del bosque, ¿y si la veían con alguien como él? De nuevo volvió a pensar en la cantidad de veces que se habían referido a ella como ‹‹traidora›› y hasta ella misma se lo creía en estos momentos. –No puedes estar aquí, es peligroso. Sé que en poco tiempo caerá la noche pero debes moverte. –Lo miró con apuro y repitió. –Es peligroso para ti.
Le costó entender que, por muchos intentos que hiciera, no entraría en el bosque, pero poco a poco fue asumiéndolo y alejándose del lugar. Salvo en esa ocasión. ¡Lo había intentado por una buena causa! Esos brujos estaban dentro del bosque destruyéndolo e iban a atacar a más elfos. Y ni aun así pudo avanzar más que las otras veces. Quedó inconsciente, tendida sobre la hierba, ajena a todo lo que ocurría a su alrededor durante horas.
A lo lejos podía escuchar el crepitar de las llamas. ¿Aún seguía prendiéndose el bosque? Entreabrió un poco los ojos pero no conseguía verlo todo nítido así que pestañeó un par de veces buscando poder ver bien. El cielo estaba oscureciéndose. ¿Cuánto tiempo había pasado? Si ella recordaba que era más temprano cuando había ido a ayudar a los elfos del bosque. Tampoco veía árboles cercanos, pero sí olía el humo, aunque no parecía quemar nada, más bien a lo que olía era a comida. Se encontraba muy despistada en ese momento. Trató de mover los dedos y notó algo suave encima así que movió lentamente la cabeza para ver qué estaba pasando, pues estaba muy desconcertada. Estaba cubierta por una manta. Ahora sí que la elfa no entendía nada. Movió de nuevo la cabeza, pero esta vez para tratar de ver quién estaba controlando el fuego y preparando la comida.
Sobresaltada se incorporó de golpe al ver a Vincent sentado removiendo con una cuchara el contenido de la olla.–¿¡Qué ha pasado!? –Al instante se llevo la mano al costado izquierdo, justo donde había impactado el fogonazo. Notaba que le quemaba la piel, pero no dijo nada al respecto, simplemente levantó un poco la vista para mirar a Vincent, sentada todavía. –¿Dónde están los brujos? ¿Y qué hacemos aquí? –No entendía nada de lo que estaba ocurriendo.
Rápidamente llevó la mano hacia su capucha para asegurarse de que estaba bien colocada, y durante un microsegundo se asustó de no tener cerca su arma, pero al instante vio el arco y el carcaj colocado a su lado. No le faltaba ninguna flecha… Bueno, salvo la que estaría todavía clavada en uno de los árboles cuando se la lanzó al brujo. Tampoco le faltaba nada de lo que llevaba, ni siquiera la pequeña bolsita en la que guardaba sus monedas. Estaba todo colocado a su lado o todavía lo llevaba ella encima. Ahora sí que no entendía nada. Instintivamente se pasó la mano por la cara, como si buscase alguna marca, en las manos tampoco tenía nada. Estaba aparentemente intacta y sabía que el único dolor que sentía, en las costillas, no era obra de ese hombre.
Resopló durante un par de segundos e hizo una mueca extraña, más bien de incredulidad, enarcando las cejas y cerrando los ojos. –Eres el brujo más estúpido que he conocido. ¿En serio? ¿Me has ayudado? –Era increíble que alguien como él ayudase a una elfa. Definitivamente, sería hasta gracioso. Ella no lo haría, probablemente. Y sin embargo, ese hombre se había molestado en ayudarla y ni siquiera le había quitado una mísera moneda. Sin lugar a dudas: era idiota.
Encogió una de sus piernas para apoyar el codo en la rodilla. Aún se sentía cansada, notaba el cuerpo entumecido, por lo que se puso a mirar sus dedos a la vez que los movía. –¿Cuánto tiempo ha pasado?
Todo eso le resultaba tan extraño… Volvió a moverse haciendo que la manta le tapase ya sólo una de sus piernas, estaba completamente arrugada. –Y, ¿por qué me has ayudado? –El tono que había usado no se sabía bien si era una acusación o una pregunta sin maldad, pero ella no entendía el motivo por el que la había recogido y estaba tratándola tan bien, era un brujo, eso que estaba haciendo era antinatural. La elfa no era capaz de concebir que ese hombre había cargado con ella se había molestado en dejarla en una posición cómoda, en un lugar protegido y con la manta para que no pasase frío. Tantos cuidados de la mano de un brujo le eran incomprensibles. –¿Qué es lo que quieres? –Helyare no tenía ninguna intención de darle algo a cambio por haberla ayudado. Sentía una fuerte desconfianza.
Pero una parte de ella recapacitaba sobre la vez anterior en la que había coincidido, en Lunargenta. Ese tipo no la había tratado mal en absoluto. E incluso cuando le había atacado con su propia espada, no se había defendido, sólo la había desarmado. Definitivamente estaba ante el brujo más extraño que había visto jamás. ¡El corte! En ese momento se acordó y dirigió la vista hacia Vincent, después de tratar de evitar cruzar la mirada con él durante un rato. –Tu cuello… ¿Estás bien?
El destello de las llamas permitió que ella pudiera ver con total claridad la herida que le había dejado al hombre en el cuello. Veía que no sangraba, así que estaba aliviada. Otra cosa que no entendía. ¿Aliviada de no haberle hecho daño? Tenía que estarlo si hubiese separado al cabeza de su cuerpo. Pero es que ese maldito brujo no era normal.
Buscó en su bolsito un pequeño botecito con una sustancia líquida y se la tendió. –Ayuda a la cicatrización. –No era una poción que regenerase todas las células y la herida se curaba al instante, pero ayudaba a que no se infectase, sobretodo, haciendo que la cicatrización fuese mejor. Desde que había perdido su don trataba de hacer muchos mejunjes de esos aunque, aparte del bote que le daba al brujo, sólo le quedaba uno más. Este era una especie de obsequio en agradecimiento por la ayuda, pero no quería admitirlo, no quería pensar que le estaba dando algo a Vincent después de haber remarcado que no lo haría. Había estado inconsciente, podía haber hecho cualquier cosa y ahora estaría muerta, hubiese sido lo más probable si hubiese dado con otra persona. Pero, ¿qué le pasaba a este hombre?
Parecía inquieta aún ante la presencia del brujo, todavía seguía intentando procesar todo. No podía seguir ahí y menos ahora que estaba oscureciendo. No iba a pasar la noche con ese brujo. Pasarla sola tampoco era la mejor idea pero confiaba en sus habilidades para ello, pese a que el lugar no era lo mejor para ella. Preferiría que hubiese más árboles pero… No podía pedir más. Se incorporó con cierta dificultad, llevando una de sus manos, de nuevo, a su costado izquierdo tratando de mitigar el dolor. –Será mejor que me vaya. Gracias por todo. –Dijo apresurada a la vez que recogía el carcaj y se lo colgaba.
Por un instante se puso nerviosa, no podía estar así, tan tranquila, con un brujo. Sabía que él no era mala persona pero estaban cerca del bosque, ¿y si la veían con alguien como él? De nuevo volvió a pensar en la cantidad de veces que se habían referido a ella como ‹‹traidora›› y hasta ella misma se lo creía en estos momentos. –No puedes estar aquí, es peligroso. Sé que en poco tiempo caerá la noche pero debes moverte. –Lo miró con apuro y repitió. –Es peligroso para ti.
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Re: [CERRADO] Las sombras del pasado [Vincent/Libre]
El brujo centró su mirada en las verduras que se guisaban dentro del agua, girando la cuchara de vez en cuando. El tiempo pasaba, y el líquido dentro del pequeño caldero se iba espesando cada vez más, gracias al jugo de las verduras que iba adsorbiendo. Pronto el agua sería un jugoso caldo, con el que calentar su estómago para soportar esa noche a la intemperie.
No sabía que le pasaba exactamente a la elfa, pero una buena sopita a lo mejor le serviría como remedio casero. Por lo menos le calentaría el cuerpo, y eso no le hacía daño a nadie.
El rubio le dio otra vuelta a la cuchara dentro del caldero, justo antes de escuchar la voz de la elfa, que no solo se había despertado, sino que además se había incorporado un poco en su improvisada cama. Eso era una buena noticia, pues significaba que se había recuperado sin necesidad de ayuda, aunque parecía tener alguna molestia en el costado de su cuerpo. El gesto que había hecho, nada más hablarle, era suficiente para darse cuenta de ello.
No obstante, lo que más le preocupaba era su estado mental. Había pensado que se había envenenado con algún tipo de droga que le hacía ver visiones. De forma accidental o voluntaria, eso es algo que ya averiguaría, pero de momento había recuperado la cordura. O cuanto menos, ya no veía a sus imaginarios camaradas brujos.
Vincent la miró, dejando que sacara sus propias conclusiones primero. Creía que era mejor no decirle nada y confundirla aún más. A fin de cuentas, la elfa no era alguien que se fiara de él. Explicarse en esos instantes, solamente serviría para que no le creyera, y por ende, para complicarlo todo. Era mejor dejar que todo siguiera su curso por ahora. La elfa podía ser muchas cosas, pero no era tonta, y también sabía lo que verdaderamente era correcto. Eso se lo había demostrado el día que habían trabajado juntos.
Por ello, tomó un sorbo de la sopa, dejando a la mujer a su aire. Como si no le estuviera hablando nadie. Notó que el caldo estaba casi perfecto, y que solo necesitaría un rato más para estar listo. Aunque no pudo evitar reír ante las siguientes palabras que le había dedicado la elfa.
- Muchas gracias por lo que me toca. Aunque no eres la primera mujer que me ha llamado estúpido. Tendré que acostumbrarme-, bromeó, negando con la cabeza sonriente, antes de dar otro sorbo al caldo, y dejar seguidamente la cuchara dentro. - Claro que te he ayudado. Y no, no hay más brujos. Estamos solos. Ya te lo dije en el bosque-, comentó, cruzando una pierna por encima de su otra rodilla.
Miró al cielo, cada vez más oscuro sobre sus cabezas, con los últimos rayos del sol, brillando en tono anaranjado en el firmamento. Luego siguió con la mirada los tonos azafranados que se reflejaban sobre el agua del río, hasta llegar hasta donde ellos acampaban.
- Pues han pasado varias horas. Temía por tu vida. Esas visiones que tenías… Bueno, me dio la sensación de que te habían drogado-, comentó más serio. - Pero supongo que los efectos se te han pasado. Si donde ves un brujo, solamente hay un brujo, estas sana-, bromeó, bajando su pierna al suelo, e inclinándose hacia adelante, apoyando sus codos en sus muslos.
Para la chica, era tremendamente asombroso que la hubiera ayudado, pues era lo que captaba por su comportamiento y por sus palabras. Sin embargo, no entendía por qué le sorprendía tanto. Sí, no le gustaban los brujos. Eso era algo que había comprobado el día que la había conocido. Pero ese mismo día, le había podido mostrar a la elfa que no era el ser despiadado, que ella pensaba que eran todos los brujos. Así que, en cierta manera, le extrañaba que no considerara en absoluto que la ayudaría si la viera en peligro.
- ¿Y por qué no iba a ayudarte? No estabas bien, y dejarte inconsciente y tirada en el bosque no era una buena idea. Estabas cerca de la tierra de elfos, pero igualmente, te podría haber atacado un animal salvaje mientras estabas desmayada-, respondió. - Me ayudaste contra Maron, y aunque no te gusten los brujos, creo que has tratado lo justo conmigo para saber superficialmente como soy.
Fue en ese momento cuando se interesó por su cuello, y ello supuso un cambio repentino en la actitud de la dama de los bosques. No había que ser muy listo, para notar que a la elfa le preocupaba su estado.
- ¿Esto? - señaló su cuello. - No es nada. Era un corte superficial, y se ha cerrado en el tiempo que te trasladaba hasta aquí-, dijo, levantándose y alejándose unos pasos del fuego en dirección a la mujer. - Aunque si no hubiera sido tan rápido recuperando mi espada. Imagino que si habría sido peor-, bromeó, para luego reír ligeramente.
La joven sacó un bote de su bolso, y se lo obsequió, sin tardar en explicar cuál era su utilidad.
- Una poción curativa-, avanzó y recogió el bote. Después lo miró con detenimiento, antes de dirigir la mirada nuevamente a la elfa, con una sonrisa dibujada en los labios. - Un bonito detalle. Aunque creo que es mejor que la guardes. Puede que te haga falta en el futuro. Como digo, mi corte era poca cosa, un poco de sangre. Gajes del oficio-, rió, estirando el brazo para intentar devolverle el frasco. - He comprobado que estaba bien, en el tiempo que descansabas.
La chica, por su parte, decidió que era hora de partir, pese a que estaba oscureciendo. No era una buena idea que deambulase sola por ahí, en el estado en el que se encontraba.
- ¿Te vas? Pronto será de noche, y no me parece conveniente que estes sola. Después de lo que te ha pasado-, intentó razonar con la arquera. - Si te quedas, podrás tomarte un rico plato de sopa-, sonrió. - El caldero es pequeño, no puedo llevar uno grande en mi morral, pero es suficiente para los dos. He puesto agua como para hacer caldo para dos personas-, le comentó, justo antes de que se girase de repente hacia él, con una gran apuro en sus palabras.
Se podía palpar el nerviosismo que la envolvía. Una ansiedad muy superior a la que ya tenía desde que despertara, y bastante diferente. Era imposible preguntarse, qué era lo que la había puesto así súbitamente. Y sobre todo, qué era lo que debía temer. Qué era peligroso para él.
- ¿Qué ocurre? ¿Hay enemigos cerca? - preguntó, sin poder evitar ponerse alerta y mirar en derredor.
En ese momento se volvió más apremiante, preguntarle algo que tenía intención de preguntar desde hacía rato. Había decidido dejar que la mujer sacara sus propias conclusiones ante la situación en la que se encontraba, pero luego estaba decidido a saber que le había ocurrido en el bosque. Era algo que tenía intención de preguntar antes de que partiera, pero que con la nueva actitud de la elfa, cobraba más importancia.
- Dime, ¿por qué veías el bosque arder, y una batalla inexistente entre elfos y brujos? Como te dije antes, parecías drogada y estabas alucinando-, la miró directamente al rostro, antes de volver a inspeccionar las cercanías. - Aunque te conozco poco, ya pude ver la experiencia con la que te desenvuelves. Por ello imaginé que no había sido un accidente, sino que habría sido algo intencionado-, comentó sin dejar de mirar a su alrededor, buscando una posible amenaza. - Eso me dio más motivos para sacarte del bosque, pensaba que estabas en peligro.
Suspiró, mientras calibraba bien que decir. La chica ya lo había ayudado la otra vez, y no quería meterla en más problemas. Pero dadas las circunstancias, era mejor que hablara claro y le contara por qué estaba allí. Podía ser la causa de su problema.
- Verás, he viajado hasta aquí siguiendo la dirección del río, porque han desparecido varias personas a lo largo de estos meses. En los pueblos humanos al norte de Sandorai. He estado investigando un tiempo, y después de descartar varias zonas, he llegado a la conclusión de que los secuestradores deben estar acampados por esta zona-, le explicó. - Supongo que los bandidos, deben rondar alguna de las dos orillas del Tymer, y desde allí suben hacia el norte para secuestrar a la gente. No sé que los mueve, pero ya son muchos los desaparecidos-, comentó, relajándose porque no había nadie en los alrededores. - Sinceramente, he pensado que te han atacado a ti, y que las alucinaciones fueran obra de ellos. En seguida relacioné ambos asuntos, y he pensado que sería su modo de actuar. Drogar a las personas para secuestrarlas. Así que me gustaría que me contaras todo lo que sabes y lo que te pasó realmente-, recogió la manta del suelo y la dobló. - Vamos, tengo sopa caliente, y te vendrá bien para calentar el estómago-, dijo finalmente, dibujando una sonrisa en los labios justo después.
Seguro que esa sonrisa, le debía dar una apariencia menos amenazante. O eso creía. Era difícil saber que le rondaba por la cabeza a la elfa, cuando tantas veces había desconfiado de él. Qué diablos, que los dioses no dijeran que había perdido su característica simpatía.
No sabía que le pasaba exactamente a la elfa, pero una buena sopita a lo mejor le serviría como remedio casero. Por lo menos le calentaría el cuerpo, y eso no le hacía daño a nadie.
El rubio le dio otra vuelta a la cuchara dentro del caldero, justo antes de escuchar la voz de la elfa, que no solo se había despertado, sino que además se había incorporado un poco en su improvisada cama. Eso era una buena noticia, pues significaba que se había recuperado sin necesidad de ayuda, aunque parecía tener alguna molestia en el costado de su cuerpo. El gesto que había hecho, nada más hablarle, era suficiente para darse cuenta de ello.
No obstante, lo que más le preocupaba era su estado mental. Había pensado que se había envenenado con algún tipo de droga que le hacía ver visiones. De forma accidental o voluntaria, eso es algo que ya averiguaría, pero de momento había recuperado la cordura. O cuanto menos, ya no veía a sus imaginarios camaradas brujos.
Vincent la miró, dejando que sacara sus propias conclusiones primero. Creía que era mejor no decirle nada y confundirla aún más. A fin de cuentas, la elfa no era alguien que se fiara de él. Explicarse en esos instantes, solamente serviría para que no le creyera, y por ende, para complicarlo todo. Era mejor dejar que todo siguiera su curso por ahora. La elfa podía ser muchas cosas, pero no era tonta, y también sabía lo que verdaderamente era correcto. Eso se lo había demostrado el día que habían trabajado juntos.
Por ello, tomó un sorbo de la sopa, dejando a la mujer a su aire. Como si no le estuviera hablando nadie. Notó que el caldo estaba casi perfecto, y que solo necesitaría un rato más para estar listo. Aunque no pudo evitar reír ante las siguientes palabras que le había dedicado la elfa.
- Muchas gracias por lo que me toca. Aunque no eres la primera mujer que me ha llamado estúpido. Tendré que acostumbrarme-, bromeó, negando con la cabeza sonriente, antes de dar otro sorbo al caldo, y dejar seguidamente la cuchara dentro. - Claro que te he ayudado. Y no, no hay más brujos. Estamos solos. Ya te lo dije en el bosque-, comentó, cruzando una pierna por encima de su otra rodilla.
Miró al cielo, cada vez más oscuro sobre sus cabezas, con los últimos rayos del sol, brillando en tono anaranjado en el firmamento. Luego siguió con la mirada los tonos azafranados que se reflejaban sobre el agua del río, hasta llegar hasta donde ellos acampaban.
- Pues han pasado varias horas. Temía por tu vida. Esas visiones que tenías… Bueno, me dio la sensación de que te habían drogado-, comentó más serio. - Pero supongo que los efectos se te han pasado. Si donde ves un brujo, solamente hay un brujo, estas sana-, bromeó, bajando su pierna al suelo, e inclinándose hacia adelante, apoyando sus codos en sus muslos.
Para la chica, era tremendamente asombroso que la hubiera ayudado, pues era lo que captaba por su comportamiento y por sus palabras. Sin embargo, no entendía por qué le sorprendía tanto. Sí, no le gustaban los brujos. Eso era algo que había comprobado el día que la había conocido. Pero ese mismo día, le había podido mostrar a la elfa que no era el ser despiadado, que ella pensaba que eran todos los brujos. Así que, en cierta manera, le extrañaba que no considerara en absoluto que la ayudaría si la viera en peligro.
- ¿Y por qué no iba a ayudarte? No estabas bien, y dejarte inconsciente y tirada en el bosque no era una buena idea. Estabas cerca de la tierra de elfos, pero igualmente, te podría haber atacado un animal salvaje mientras estabas desmayada-, respondió. - Me ayudaste contra Maron, y aunque no te gusten los brujos, creo que has tratado lo justo conmigo para saber superficialmente como soy.
Fue en ese momento cuando se interesó por su cuello, y ello supuso un cambio repentino en la actitud de la dama de los bosques. No había que ser muy listo, para notar que a la elfa le preocupaba su estado.
- ¿Esto? - señaló su cuello. - No es nada. Era un corte superficial, y se ha cerrado en el tiempo que te trasladaba hasta aquí-, dijo, levantándose y alejándose unos pasos del fuego en dirección a la mujer. - Aunque si no hubiera sido tan rápido recuperando mi espada. Imagino que si habría sido peor-, bromeó, para luego reír ligeramente.
La joven sacó un bote de su bolso, y se lo obsequió, sin tardar en explicar cuál era su utilidad.
- Una poción curativa-, avanzó y recogió el bote. Después lo miró con detenimiento, antes de dirigir la mirada nuevamente a la elfa, con una sonrisa dibujada en los labios. - Un bonito detalle. Aunque creo que es mejor que la guardes. Puede que te haga falta en el futuro. Como digo, mi corte era poca cosa, un poco de sangre. Gajes del oficio-, rió, estirando el brazo para intentar devolverle el frasco. - He comprobado que estaba bien, en el tiempo que descansabas.
La chica, por su parte, decidió que era hora de partir, pese a que estaba oscureciendo. No era una buena idea que deambulase sola por ahí, en el estado en el que se encontraba.
- ¿Te vas? Pronto será de noche, y no me parece conveniente que estes sola. Después de lo que te ha pasado-, intentó razonar con la arquera. - Si te quedas, podrás tomarte un rico plato de sopa-, sonrió. - El caldero es pequeño, no puedo llevar uno grande en mi morral, pero es suficiente para los dos. He puesto agua como para hacer caldo para dos personas-, le comentó, justo antes de que se girase de repente hacia él, con una gran apuro en sus palabras.
Se podía palpar el nerviosismo que la envolvía. Una ansiedad muy superior a la que ya tenía desde que despertara, y bastante diferente. Era imposible preguntarse, qué era lo que la había puesto así súbitamente. Y sobre todo, qué era lo que debía temer. Qué era peligroso para él.
- ¿Qué ocurre? ¿Hay enemigos cerca? - preguntó, sin poder evitar ponerse alerta y mirar en derredor.
En ese momento se volvió más apremiante, preguntarle algo que tenía intención de preguntar desde hacía rato. Había decidido dejar que la mujer sacara sus propias conclusiones ante la situación en la que se encontraba, pero luego estaba decidido a saber que le había ocurrido en el bosque. Era algo que tenía intención de preguntar antes de que partiera, pero que con la nueva actitud de la elfa, cobraba más importancia.
- Dime, ¿por qué veías el bosque arder, y una batalla inexistente entre elfos y brujos? Como te dije antes, parecías drogada y estabas alucinando-, la miró directamente al rostro, antes de volver a inspeccionar las cercanías. - Aunque te conozco poco, ya pude ver la experiencia con la que te desenvuelves. Por ello imaginé que no había sido un accidente, sino que habría sido algo intencionado-, comentó sin dejar de mirar a su alrededor, buscando una posible amenaza. - Eso me dio más motivos para sacarte del bosque, pensaba que estabas en peligro.
Suspiró, mientras calibraba bien que decir. La chica ya lo había ayudado la otra vez, y no quería meterla en más problemas. Pero dadas las circunstancias, era mejor que hablara claro y le contara por qué estaba allí. Podía ser la causa de su problema.
- Verás, he viajado hasta aquí siguiendo la dirección del río, porque han desparecido varias personas a lo largo de estos meses. En los pueblos humanos al norte de Sandorai. He estado investigando un tiempo, y después de descartar varias zonas, he llegado a la conclusión de que los secuestradores deben estar acampados por esta zona-, le explicó. - Supongo que los bandidos, deben rondar alguna de las dos orillas del Tymer, y desde allí suben hacia el norte para secuestrar a la gente. No sé que los mueve, pero ya son muchos los desaparecidos-, comentó, relajándose porque no había nadie en los alrededores. - Sinceramente, he pensado que te han atacado a ti, y que las alucinaciones fueran obra de ellos. En seguida relacioné ambos asuntos, y he pensado que sería su modo de actuar. Drogar a las personas para secuestrarlas. Así que me gustaría que me contaras todo lo que sabes y lo que te pasó realmente-, recogió la manta del suelo y la dobló. - Vamos, tengo sopa caliente, y te vendrá bien para calentar el estómago-, dijo finalmente, dibujando una sonrisa en los labios justo después.
Seguro que esa sonrisa, le debía dar una apariencia menos amenazante. O eso creía. Era difícil saber que le rondaba por la cabeza a la elfa, cuando tantas veces había desconfiado de él. Qué diablos, que los dioses no dijeran que había perdido su característica simpatía.
Vincent Calhoun
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Re: [CERRADO] Las sombras del pasado [Vincent/Libre]
Lo último que esperaba encontrarse al despertar era a ese brujo atendiéndola y velando por su salud. Bueno, de hecho no esperaba despertar. Ni siquiera le había dado tiempo a saber qué había pasado, pese a que conocía las consecuencias que tenía para ella acercarse al bosque de Sandorai. Pero en esa ocasión no las había tenido en cuenta. A pesar de que despertó, el brujo siguió a lo suyo con la sopa que estaba haciendo, parecía muy tranquilo en su presencia y eso también la perturbaba. Conoció a Vincent en otra ocasión y también le había parecido un tipo extraño. No se correspondía a la idea que le habían inculcado sobre lo que era un brujo. Más bien todo lo contrario, parecía una persona normal. ¿Dónde estaba la soberbia de los hechiceros? No parecía haber rastro de ella. El hombre estaba tranquilo y despreocupado. Incluso se había tomado bien que la elfa le hubiese llamado estúpido.
Pero seguía empeñado en que no había más brujos, cosa que hizo que Helyare torciese el gesto con desaprobación. Claro que había visto más y todavía pretendía engañarla. Pero ese tipo siguió hablando sobre que estaban solos, visiones y cosas así e hizo que la elfa cambiase el gesto a una mezcla de incredulidad y curiosidad. –¿Temer por mi vida? No te creo. Si muero seguramente te alegres, los de tu raza sois así. –Comentó con desdén. Los brujos no entendían la importancia de una vida. –Y no, nadie me ha drogado. –Apuntó con un tono seco, como si hubiese sido un insulto que dudase de sus capacidades para no evitar las sustancias alterantes.
A pesar de que trataba de mantener la distancia con Vincent, algo en su cabeza le decía que él no era como se imaginaba a los brujos. Le había demostrado a la elfa que era un hombre honorable, algo raro en su raza. Y que en ningún momento iba a atacarla. No había usado su arma contra ella, ni sus poderes, la había ayudado sin tocar absolutamente nada de sus pertenencias… Pero a pesar de eso trataba de obligarse a pensar que los brujos eran deleznables. Se veía incrédula ante la actuación del hombre. No actuaba como un brujo de verdad y eso le causaba angustia, pues no sabía cómo reaccionaría ni en qué momento. El hombre siguió hablando, esta vez era ella la que observaba en silencio.
Mas por mucho odio que tuviera hacia su raza, él era distinto. Mientras escuchaba cómo relataba que no iba a dejarla desmayada en el bosque, Helyare agachó ligeramente la cabeza, entristecida. El agradecimiento hacia él era mayor que cualquier odio y se culpaba por sentirlo. Pero era increíble que desde que salió de Sandorai hacía unos meses ya, nadie la había tratado tan bien. Al contrario, solían tratarla mal, incluso los que habían sido su familia. Y si alguno intentaba acercarse ella misma se encargaba de alejarlo. Y con este brujo no funcionaba. Se había preocupado a pesar de todo. No sabía qué sentir en ese momento pues su odio no se veía fundamentado por el comportamiento de Vincent. ¡Encima lo decía como si ayudarla fuera lo más normal! ¡No, maldito brujo! ¡Lo normal sería que hubiese muerto! Pero este hombre trastocaba los esquemas de Helyare y sabía que si se lo agradecía estaba incurriendo en faltas muy graves y haciendo trastabillar unos valores impuestos desde que tenía uso de razón. Aún así se preocupó por su cuello, pese a que éste no le dio importancia, ella sacó una de sus pociones. No eran grandes, ni mucho menos. Pero se mostró agradecido por el detalle.
Cuando se acercó a recoger el botecito, ella no pudo evitar apartarse un poco para mantener cierta distancia, aunque sin mirarlo. Sabía que estaba haciendo mal y no sabía cómo enmendar el error. Bueno, sí sabía cómo resolverlo, pero no quería. Vincent se estaba portando demasiado bien como para tratar de tomar la opción correcta contra un brujo. La otra opción era la irse, la que tomó como correcta.
¡Y de nuevo el brujo parecía preocuparse! ¿Qué no le parecía conveniente? También le ofrecía un plato de sopa y esa maldita sonrisa tan tranquila, como si estuviera hablando con otra persona que no fuera un elfo. –¡Basta! ¡Deja de hacer esto! –No sabía exactamente a qué referirse, si a la actitud tan distendida del brujo, a que la tratase bien o a todo en general. –¡Deja de tratarme así! ¡Eres un maldito brujo! ¡No puedes ser así! –Gritó con resignación y fastidio, gesticulando con las manos. Pero su enfado se aplacó con otro pinchazo de dolor en el costado por haberse movido tan repentinamente. Desde su posición miró a Vincent con fastidio, llevándose una de sus manos de nuevo a su costado y respirando entrecortadamente y cerrando los ojos en una mueca. –Lo siento pero… Los brujos no son como tú. No entiendo por qué me tratas bien y por qué te preocupas. –Suspiró apoyada en la roca, a punto de irse.
El hombre empezó a mirar para todos lados cuando ella le avisó de un posible peligro, mas no era inminente. La voz de Vincent era apremiante mientras buscaba algo entre las sombras de las orillas del Tymer, pero ella quedó en silencio escuchándolo. Estaba dispuesta a partir y dejar ahí al brujo pero él continuaba hablando.
De nuevo recurrió a que estaba drogada y a las visiones pero ella seguía negándolo en su mente. Sabía lo que había visto, sentido y oído. Y nadie la había drogado. –De verdad, te aconsejo que te… –Iba a apremiarle para que se fuera de ahí, tan cerca del bosque de Sandorai no estaba bien que estuviera pero una cosa que dijo la hizo voltearse a mirarlo. Estaba investigando sobre unas desapariciones y al instante en su mente salió la imagen de su prometido. Es a quien estaba buscando desde hacía meses. Se quedó mirando a Vincent durante unos segundos, escuchando con atención lo que estaba diciendo y poco a poco se volvió a donde estaba antes, dejando el carcaj en el suelo, junto a su arco. –¿Desapariciones? –Preguntó mientras buscaba en su bolso de cuero uno de los retratos que tenía del elfo y se lo tendía al brujo. –Bien. Te ayudaré. Porque yo también busco a alguien que desapareció y si estuvieran vinculados los casos… –Sonrió sin terminar la frase al pensar que con la información que tenía Vincent podría encontrar a Arzhak.
Con esfuerzo y volviendo a apretar su costado, se sentó donde estaba antes y miró al brujo, recapitulando en lo que había dicho antes, justo cuando iba a emprender el camino. –Vi el bosque arder porque de verdad estaba ardiendo. ¿Por qué insistes en que no? –Ella de verdad creía en sus visiones y le resultaba fastidioso que el brujo no la hiciera caso cuando de verdad había visto consumirse varios árboles y la cruenta lucha entre ambas razas. –Había elfos y brujos luchando. Aunque… No reconozco el uniforme que llevaban. No pertenece a ninguno de los clanes que conozco en Sandorai. Y muchos son pacifistas, no quieren luchas contra los brujos, excepto dos, que yo sepa. Y ninguno de los miembros viste así. –Se desvinculó en todo momento de su propio clan, hablando como si fueran algo ajeno a ella. –¿Habrá otro clan que apoye la lucha? –Preguntó más para sí misma que para su compañero. –Y ellos, los brujos, llevaban armadura. Iban preparados. Estaban atacando a los elfos y ellos querían defender Sandorai del ataque. –Contó mirando al fuego, tratando de recordar bien los detalles. –¿Por qué no lo viste? ¿Qué pretendes? ¿Confundirme? –Levantó la vista de forma acusatoria hacia Vincent pues era algo tan evidente que era imposible no verlo. –No son alucinaciones, no me han drogado. Desde que atravesé el Tymer no he tomado nada. ¡Sé distinguir cualquier planta de estas zonas! –Se quejó, bastante molesta por la actitud del hombre de atribuir la lucha que había visto a meras alteraciones.
–Y sobre lo otro. No sé a qué te refieres con lo que me pasó. –Encogió las piernas para apoyar los brazos en sus rodillas. Estaba claro que parecía referirse al desmayo pero no quería contárselo. –Pero nadie me drogó. –Insistió. –Hace unas horas crucé la orilla del Tymer y me encontré con un ser… ¿Un brujo, tal vez? –Se quedó pensando en qué era lo que había sucedido. –Y dijo algo así de que las luchas entre nuestras razas no eran buenas para este mundo y me atacó. Pero conseguí ahuyentarlo. –Obviaba muchas partes de la historia como que ese ser había creado una imagen muy real de su mejor amigo convertido en un asqueroso brujo, y había sido esa imagen la que había atacado a Helyare con fuego. –Después de eso regresé a este lado. Estaba lavándome cuando escuché la lucha entre los elfos y los brujos. Esa es la información que tengo.
Acabó de contarle la parte de la historia que necesitaba saber, mientras pasaba sus dedos por la hierba, como si la acariciara. Ella no encontraba relación alguna entre las “visiones” y su desmayo, pues no creía que lo primero fuese falso y lo segundo sabía porqué había sido. El dolor de su costado la ayudaba a recordar que no podía pisar Sandorai.
–Nadie me atacó, que yo sepa. A lo mejor alguno de esos brujos que luchaban lo hizo cuando vio que iba a por los elfos. –Trató de convencerlo. Ella sabía que no era verdad pero podía usar a los brujos que había visto para ocultar la verdadera razón, por mucho que él negaba que los veía. –Yo busco encontrar a ese elfo. ¿Sabes algo? –Inquirió cambiando de tema y levantando un poco la mirada, señalando el papel que le había dado anteriormente.
Todavía seguía pensando que era un peligro pasar la noche tan cerca del bosque con un brujo, y más si se estaba librando una lucha en Sandorai. Pero ahora había algo más que había captado su completa atención: la información sobre las desapariciones.
Pero seguía empeñado en que no había más brujos, cosa que hizo que Helyare torciese el gesto con desaprobación. Claro que había visto más y todavía pretendía engañarla. Pero ese tipo siguió hablando sobre que estaban solos, visiones y cosas así e hizo que la elfa cambiase el gesto a una mezcla de incredulidad y curiosidad. –¿Temer por mi vida? No te creo. Si muero seguramente te alegres, los de tu raza sois así. –Comentó con desdén. Los brujos no entendían la importancia de una vida. –Y no, nadie me ha drogado. –Apuntó con un tono seco, como si hubiese sido un insulto que dudase de sus capacidades para no evitar las sustancias alterantes.
A pesar de que trataba de mantener la distancia con Vincent, algo en su cabeza le decía que él no era como se imaginaba a los brujos. Le había demostrado a la elfa que era un hombre honorable, algo raro en su raza. Y que en ningún momento iba a atacarla. No había usado su arma contra ella, ni sus poderes, la había ayudado sin tocar absolutamente nada de sus pertenencias… Pero a pesar de eso trataba de obligarse a pensar que los brujos eran deleznables. Se veía incrédula ante la actuación del hombre. No actuaba como un brujo de verdad y eso le causaba angustia, pues no sabía cómo reaccionaría ni en qué momento. El hombre siguió hablando, esta vez era ella la que observaba en silencio.
Mas por mucho odio que tuviera hacia su raza, él era distinto. Mientras escuchaba cómo relataba que no iba a dejarla desmayada en el bosque, Helyare agachó ligeramente la cabeza, entristecida. El agradecimiento hacia él era mayor que cualquier odio y se culpaba por sentirlo. Pero era increíble que desde que salió de Sandorai hacía unos meses ya, nadie la había tratado tan bien. Al contrario, solían tratarla mal, incluso los que habían sido su familia. Y si alguno intentaba acercarse ella misma se encargaba de alejarlo. Y con este brujo no funcionaba. Se había preocupado a pesar de todo. No sabía qué sentir en ese momento pues su odio no se veía fundamentado por el comportamiento de Vincent. ¡Encima lo decía como si ayudarla fuera lo más normal! ¡No, maldito brujo! ¡Lo normal sería que hubiese muerto! Pero este hombre trastocaba los esquemas de Helyare y sabía que si se lo agradecía estaba incurriendo en faltas muy graves y haciendo trastabillar unos valores impuestos desde que tenía uso de razón. Aún así se preocupó por su cuello, pese a que éste no le dio importancia, ella sacó una de sus pociones. No eran grandes, ni mucho menos. Pero se mostró agradecido por el detalle.
Cuando se acercó a recoger el botecito, ella no pudo evitar apartarse un poco para mantener cierta distancia, aunque sin mirarlo. Sabía que estaba haciendo mal y no sabía cómo enmendar el error. Bueno, sí sabía cómo resolverlo, pero no quería. Vincent se estaba portando demasiado bien como para tratar de tomar la opción correcta contra un brujo. La otra opción era la irse, la que tomó como correcta.
¡Y de nuevo el brujo parecía preocuparse! ¿Qué no le parecía conveniente? También le ofrecía un plato de sopa y esa maldita sonrisa tan tranquila, como si estuviera hablando con otra persona que no fuera un elfo. –¡Basta! ¡Deja de hacer esto! –No sabía exactamente a qué referirse, si a la actitud tan distendida del brujo, a que la tratase bien o a todo en general. –¡Deja de tratarme así! ¡Eres un maldito brujo! ¡No puedes ser así! –Gritó con resignación y fastidio, gesticulando con las manos. Pero su enfado se aplacó con otro pinchazo de dolor en el costado por haberse movido tan repentinamente. Desde su posición miró a Vincent con fastidio, llevándose una de sus manos de nuevo a su costado y respirando entrecortadamente y cerrando los ojos en una mueca. –Lo siento pero… Los brujos no son como tú. No entiendo por qué me tratas bien y por qué te preocupas. –Suspiró apoyada en la roca, a punto de irse.
El hombre empezó a mirar para todos lados cuando ella le avisó de un posible peligro, mas no era inminente. La voz de Vincent era apremiante mientras buscaba algo entre las sombras de las orillas del Tymer, pero ella quedó en silencio escuchándolo. Estaba dispuesta a partir y dejar ahí al brujo pero él continuaba hablando.
De nuevo recurrió a que estaba drogada y a las visiones pero ella seguía negándolo en su mente. Sabía lo que había visto, sentido y oído. Y nadie la había drogado. –De verdad, te aconsejo que te… –Iba a apremiarle para que se fuera de ahí, tan cerca del bosque de Sandorai no estaba bien que estuviera pero una cosa que dijo la hizo voltearse a mirarlo. Estaba investigando sobre unas desapariciones y al instante en su mente salió la imagen de su prometido. Es a quien estaba buscando desde hacía meses. Se quedó mirando a Vincent durante unos segundos, escuchando con atención lo que estaba diciendo y poco a poco se volvió a donde estaba antes, dejando el carcaj en el suelo, junto a su arco. –¿Desapariciones? –Preguntó mientras buscaba en su bolso de cuero uno de los retratos que tenía del elfo y se lo tendía al brujo. –Bien. Te ayudaré. Porque yo también busco a alguien que desapareció y si estuvieran vinculados los casos… –Sonrió sin terminar la frase al pensar que con la información que tenía Vincent podría encontrar a Arzhak.
Con esfuerzo y volviendo a apretar su costado, se sentó donde estaba antes y miró al brujo, recapitulando en lo que había dicho antes, justo cuando iba a emprender el camino. –Vi el bosque arder porque de verdad estaba ardiendo. ¿Por qué insistes en que no? –Ella de verdad creía en sus visiones y le resultaba fastidioso que el brujo no la hiciera caso cuando de verdad había visto consumirse varios árboles y la cruenta lucha entre ambas razas. –Había elfos y brujos luchando. Aunque… No reconozco el uniforme que llevaban. No pertenece a ninguno de los clanes que conozco en Sandorai. Y muchos son pacifistas, no quieren luchas contra los brujos, excepto dos, que yo sepa. Y ninguno de los miembros viste así. –Se desvinculó en todo momento de su propio clan, hablando como si fueran algo ajeno a ella. –¿Habrá otro clan que apoye la lucha? –Preguntó más para sí misma que para su compañero. –Y ellos, los brujos, llevaban armadura. Iban preparados. Estaban atacando a los elfos y ellos querían defender Sandorai del ataque. –Contó mirando al fuego, tratando de recordar bien los detalles. –¿Por qué no lo viste? ¿Qué pretendes? ¿Confundirme? –Levantó la vista de forma acusatoria hacia Vincent pues era algo tan evidente que era imposible no verlo. –No son alucinaciones, no me han drogado. Desde que atravesé el Tymer no he tomado nada. ¡Sé distinguir cualquier planta de estas zonas! –Se quejó, bastante molesta por la actitud del hombre de atribuir la lucha que había visto a meras alteraciones.
–Y sobre lo otro. No sé a qué te refieres con lo que me pasó. –Encogió las piernas para apoyar los brazos en sus rodillas. Estaba claro que parecía referirse al desmayo pero no quería contárselo. –Pero nadie me drogó. –Insistió. –Hace unas horas crucé la orilla del Tymer y me encontré con un ser… ¿Un brujo, tal vez? –Se quedó pensando en qué era lo que había sucedido. –Y dijo algo así de que las luchas entre nuestras razas no eran buenas para este mundo y me atacó. Pero conseguí ahuyentarlo. –Obviaba muchas partes de la historia como que ese ser había creado una imagen muy real de su mejor amigo convertido en un asqueroso brujo, y había sido esa imagen la que había atacado a Helyare con fuego. –Después de eso regresé a este lado. Estaba lavándome cuando escuché la lucha entre los elfos y los brujos. Esa es la información que tengo.
Acabó de contarle la parte de la historia que necesitaba saber, mientras pasaba sus dedos por la hierba, como si la acariciara. Ella no encontraba relación alguna entre las “visiones” y su desmayo, pues no creía que lo primero fuese falso y lo segundo sabía porqué había sido. El dolor de su costado la ayudaba a recordar que no podía pisar Sandorai.
–Nadie me atacó, que yo sepa. A lo mejor alguno de esos brujos que luchaban lo hizo cuando vio que iba a por los elfos. –Trató de convencerlo. Ella sabía que no era verdad pero podía usar a los brujos que había visto para ocultar la verdadera razón, por mucho que él negaba que los veía. –Yo busco encontrar a ese elfo. ¿Sabes algo? –Inquirió cambiando de tema y levantando un poco la mirada, señalando el papel que le había dado anteriormente.
Todavía seguía pensando que era un peligro pasar la noche tan cerca del bosque con un brujo, y más si se estaba librando una lucha en Sandorai. Pero ahora había algo más que había captado su completa atención: la información sobre las desapariciones.
Helyare
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Re: [CERRADO] Las sombras del pasado [Vincent/Libre]
El concepto que tenía la elfa de los brujos, no era muy bueno que digamos. No era ninguna novedad, pues era algo que ya había aprendido de ella el día que se habían conocido. Sin embargo, sí que le causaba impresión, lo obtusa que llegaba a ser con ese asunto.
¿Tanto odio sentía por los habitantes de las islas? Era evidente que sí. Pero aún con ello, le parecía asombroso que no viera que él no se parecía a la imagen predefinida que tenía de los brujos. Era fácil hilar mentalmente lo que había hecho por ella, recogerla del bosque y entenderla, como para darse cuenta de que lo que decía no tenía sentido.
Vinc no pudo evitar reír cortamente, ante la enésima vez que escuchaba como debía actuar según el manual del buen brujo. Entre el día que se conocieron, y ese rato, podría escribir un libro entero de cosas malas que debía hacer un brujo para ser un brujo como los dioses mandaban.
- Claro, me alegraría tanto tu muerte, que en vez de asesinarte cuando estabas desmayada, o dejarte allí tirada para que te comieran los animales salvajes, he decidido cargarte hasta aquí y velar tu descanso-, dijo irónico, antes de reír una vez más levemente, y dejar una sonrisa dibujada en los labios. - Vamos, no es algo tan difícil de entender. Sabes bien que no soy como esos brujos que mencionas. Así que no, no me alegraría tu muerte. Si lo hiciera no me hubiera tomado tantas molestias-, razonó.
Le había explicado antes todo lo que había hecho, pero la chica había dicho que se alegraría por su muerte, justo antes de que se acercara hasta ella. Y bueno, no podía perder la ocasión de recordarle lo equivocada que estaba ante ese pensamiento.
No esperaba que confiara en él. Llegados a ese punto, ni tan siquiera que se lo agradeciera, pero siempre había considerado adecuado dar luz a todo asunto. Si amaba leer y aprender historia, era porque era una forma excelente de saber más del mundo que lo rodeaba. Así que si tenía que ser un poco pesado, para que Helyare entendiera que había brujos con todos los tipos de personalidad imaginables, como ocurría en todas las razas, lo sería.
Sí, los hechiceros solían ser muy competitivos, y a veces hasta altivos y orgullosos. Muchos llegando a ser prepotentes. Pero lo cierto, es que solían serlo más entre ellos que contra otras razas. Al fin y al cabo, cuando un brujo quería ser el mejor en su maestría, tenía que compararse con el resto de brujos de su disciplina.
Luego evidentemente estaban los que gustaban del poder, y que amaban dominar. Pero esos existían en todas la razas, más en algunas que en otras, más él no consideraba que pudiera ser algo racial. Simplemente, un brujo podía albergar mucho poder en una sola persona, así que era más fácil acabar corrompido por ese poder. Había que tener un gran disciplina para no acabar así, o un carácter muy especial.
De todos modos, eso dejó de ser importante cuando mencionó las desapariciones. La elfa se mostró especialmente interesada por los motivos que lo habían llevado hasta allí. Así que se podía decir que había hecho bien contándoselo. A lo mejor tenía información relevante que le pudiera servir para localizar a los maleantes.
- Pues porque no estaba ardiendo. ¿Por qué crees que estaba tan tranquilo allí? Si había una guerra como tú dices, no podría haber estado tan calmado. Los elfos me habrían atacado, el fuego me hubiera quemado, incluso de ser cierto, al menos me habría molestado el humo. Allí no había nada-, le explicó. - Ya imaginaba que podrías distinguir cualquier planta de por aquí, es tu tierra. Pero siempre cabía la posibilidad de que no fuera algo accidental-, matizó. - Y lo siento, no sé qué simbología llevaban los elfos o los brujos. Como te intento explicar, no hay ninguna guerra en Sandorai ahora mismo. Ni antes ni ahora. Veías algo totalmente irreal.
Le parecía curioso, que no hubiera considerado ser drogada como una opción. O más bien, que la hubiera descartado tan repentinamente. En ese instante, imaginó que no habría tenido contacto con nadie, pero luego le habló de un brujo, Aunque eso de ser le sonaba mal… Ni siquiera estaba segura de lo que era.
Debía ser ese el motivo de sus alucinaciones. El problema, es que ahora no estaba seguro de sí tendría relación con las desapariciones, como había pensado antes. No sabía si se acercaba a la resolución del enigma que lo había llevado hasta allí, o si se trataba de otra cosa totalmente ajena.
- ¿La lucha entre elfos y brujos? - dijo confundido. - Bueno, en eso estoy de acuerdo. La guerra no es algo bonito ni deseable. Pero parece que fue un encuentro algo extraño. Ya que no pareces saber ni que era en realidad-, se acercó hasta su bolso, y metió la manta dentro. Necesitaba un momento para pensar. - Puede que él te drogara. Quizás te pinchara con algún punzón sin que te dieras cuenta o algo así-, entonces se le ocurrió una idea repentina y un tanto alocada, pues no conocía persona que albergara tal poder. - Dices que podría ser un brujo. A lo mejor era el maestro ilusionista más grande que haya escuchado. No podría ser de otro modo, para que duraran tanto tiempo las ilusiones. Que usara algún conjuro que las metiera en tu mente, y te las hiciera ver allá a donde fueras. Aunque no me parece muy probable.
Más bien le parecía del todo improbable, pues no conocía nadie que pudiera hacer un hechizo tan potente. Sabía que se podían crear cosas imaginarias, o afectar toda una zona con ilusiones. ¿Pero dejarlas cinceladas en la mente durante tanto tiempo? Si de verdad había sido ese el caso, menudo brujo debía ser.
- Bueno, es imposible de saber ya. Lo único que te puedo decir, es que estábamos solos en el bosque, y que veías cosas que no estaban allí-, comentó, sentándose en la roca y girando la cuchara en el caldero. - Me has dicho, que buscas a alguien-, dijo, centrándose en su objetivo.
La elfa podría tener información valiosa. Y no quería perder la oportunidad de escuchar que sabía. No podía negar, que le había sorprendido que el desaparecido fuera un elfo, pero lo cierto es que tenía sentido. Ella era elfa, y por tanto era normal que buscara un compatriota. Además, si los pueblos cercanos a Sandorai habían sido afectados, era lógico, que los propios clanes élficos se vieran en la misma situación. Era un buen dato, descartaba por completo a los elfos como secuestrados, si es que no lo estaban ya de por sí.
Vinc sacó un plato de su morral, y echó varias cucharadas del caldo en su interior. Se veía humeante y con una pinta deliciosa. Sería agradable comer algo caliente antes de que la noche fuera más oscura y fría.
- Solamente tengo un plato, así que te lo cedo-, comentó, dejando el plato de cerámica sobre una roca cercana a donde él estaba sentado. Después sacó una cuchara y la puso dentro del plato de sopa. - Yo comeré del propio caldero-, dijo, tomando un sorbo del interior del perol.
Estaba exquisito. Todo lo rico que podía estar una cena echa en mitad de ninguna parte, pero estaba bastante bueno.
- No sé mucho. Ha habido algunas desapariciones, en los pueblos humanos al norte de Sandorai. Se corrió el rumor y fui hasta la zona. Me pagaron para investigar, y después de una buena temporada, descarté varios territorios. Norte, este y oeste, básicamente. Solamente me quedaba por explorar el sur, pero como los elfos y los hombres bestias suelen ser bastante pacíficos, decidí indagar por la frontera de sus territorios-, le explicó, antes de tomar otro poco de sopa. - Por eso estoy por aquí, intentando hallar el rastro de algunos bandidos o algo parecido cerca del Tymer. No consigo imaginar otra explicación.
Suspiró. No era mucho lo que tenía. Y eso le hastiaba un poco.
- Qué me dices de tu amigo. ¿Hace mucho que desapareció? Teniendo en cuanta que los poblados humanos no están muy lejos de aquí, puede que tengan relación. Toda información me vendría bien, la verdad-, se sinceró, pues no sacaba nada mintiendo y diciendo que tenía todo el asunto bien atado y controlado.
Necesitaba ayuda con su investigación. Y una buena pista podía ser un buen comienzo.
¿Tanto odio sentía por los habitantes de las islas? Era evidente que sí. Pero aún con ello, le parecía asombroso que no viera que él no se parecía a la imagen predefinida que tenía de los brujos. Era fácil hilar mentalmente lo que había hecho por ella, recogerla del bosque y entenderla, como para darse cuenta de que lo que decía no tenía sentido.
Vinc no pudo evitar reír cortamente, ante la enésima vez que escuchaba como debía actuar según el manual del buen brujo. Entre el día que se conocieron, y ese rato, podría escribir un libro entero de cosas malas que debía hacer un brujo para ser un brujo como los dioses mandaban.
- Claro, me alegraría tanto tu muerte, que en vez de asesinarte cuando estabas desmayada, o dejarte allí tirada para que te comieran los animales salvajes, he decidido cargarte hasta aquí y velar tu descanso-, dijo irónico, antes de reír una vez más levemente, y dejar una sonrisa dibujada en los labios. - Vamos, no es algo tan difícil de entender. Sabes bien que no soy como esos brujos que mencionas. Así que no, no me alegraría tu muerte. Si lo hiciera no me hubiera tomado tantas molestias-, razonó.
Le había explicado antes todo lo que había hecho, pero la chica había dicho que se alegraría por su muerte, justo antes de que se acercara hasta ella. Y bueno, no podía perder la ocasión de recordarle lo equivocada que estaba ante ese pensamiento.
No esperaba que confiara en él. Llegados a ese punto, ni tan siquiera que se lo agradeciera, pero siempre había considerado adecuado dar luz a todo asunto. Si amaba leer y aprender historia, era porque era una forma excelente de saber más del mundo que lo rodeaba. Así que si tenía que ser un poco pesado, para que Helyare entendiera que había brujos con todos los tipos de personalidad imaginables, como ocurría en todas las razas, lo sería.
Sí, los hechiceros solían ser muy competitivos, y a veces hasta altivos y orgullosos. Muchos llegando a ser prepotentes. Pero lo cierto, es que solían serlo más entre ellos que contra otras razas. Al fin y al cabo, cuando un brujo quería ser el mejor en su maestría, tenía que compararse con el resto de brujos de su disciplina.
Luego evidentemente estaban los que gustaban del poder, y que amaban dominar. Pero esos existían en todas la razas, más en algunas que en otras, más él no consideraba que pudiera ser algo racial. Simplemente, un brujo podía albergar mucho poder en una sola persona, así que era más fácil acabar corrompido por ese poder. Había que tener un gran disciplina para no acabar así, o un carácter muy especial.
De todos modos, eso dejó de ser importante cuando mencionó las desapariciones. La elfa se mostró especialmente interesada por los motivos que lo habían llevado hasta allí. Así que se podía decir que había hecho bien contándoselo. A lo mejor tenía información relevante que le pudiera servir para localizar a los maleantes.
- Pues porque no estaba ardiendo. ¿Por qué crees que estaba tan tranquilo allí? Si había una guerra como tú dices, no podría haber estado tan calmado. Los elfos me habrían atacado, el fuego me hubiera quemado, incluso de ser cierto, al menos me habría molestado el humo. Allí no había nada-, le explicó. - Ya imaginaba que podrías distinguir cualquier planta de por aquí, es tu tierra. Pero siempre cabía la posibilidad de que no fuera algo accidental-, matizó. - Y lo siento, no sé qué simbología llevaban los elfos o los brujos. Como te intento explicar, no hay ninguna guerra en Sandorai ahora mismo. Ni antes ni ahora. Veías algo totalmente irreal.
Le parecía curioso, que no hubiera considerado ser drogada como una opción. O más bien, que la hubiera descartado tan repentinamente. En ese instante, imaginó que no habría tenido contacto con nadie, pero luego le habló de un brujo, Aunque eso de ser le sonaba mal… Ni siquiera estaba segura de lo que era.
Debía ser ese el motivo de sus alucinaciones. El problema, es que ahora no estaba seguro de sí tendría relación con las desapariciones, como había pensado antes. No sabía si se acercaba a la resolución del enigma que lo había llevado hasta allí, o si se trataba de otra cosa totalmente ajena.
- ¿La lucha entre elfos y brujos? - dijo confundido. - Bueno, en eso estoy de acuerdo. La guerra no es algo bonito ni deseable. Pero parece que fue un encuentro algo extraño. Ya que no pareces saber ni que era en realidad-, se acercó hasta su bolso, y metió la manta dentro. Necesitaba un momento para pensar. - Puede que él te drogara. Quizás te pinchara con algún punzón sin que te dieras cuenta o algo así-, entonces se le ocurrió una idea repentina y un tanto alocada, pues no conocía persona que albergara tal poder. - Dices que podría ser un brujo. A lo mejor era el maestro ilusionista más grande que haya escuchado. No podría ser de otro modo, para que duraran tanto tiempo las ilusiones. Que usara algún conjuro que las metiera en tu mente, y te las hiciera ver allá a donde fueras. Aunque no me parece muy probable.
Más bien le parecía del todo improbable, pues no conocía nadie que pudiera hacer un hechizo tan potente. Sabía que se podían crear cosas imaginarias, o afectar toda una zona con ilusiones. ¿Pero dejarlas cinceladas en la mente durante tanto tiempo? Si de verdad había sido ese el caso, menudo brujo debía ser.
- Bueno, es imposible de saber ya. Lo único que te puedo decir, es que estábamos solos en el bosque, y que veías cosas que no estaban allí-, comentó, sentándose en la roca y girando la cuchara en el caldero. - Me has dicho, que buscas a alguien-, dijo, centrándose en su objetivo.
La elfa podría tener información valiosa. Y no quería perder la oportunidad de escuchar que sabía. No podía negar, que le había sorprendido que el desaparecido fuera un elfo, pero lo cierto es que tenía sentido. Ella era elfa, y por tanto era normal que buscara un compatriota. Además, si los pueblos cercanos a Sandorai habían sido afectados, era lógico, que los propios clanes élficos se vieran en la misma situación. Era un buen dato, descartaba por completo a los elfos como secuestrados, si es que no lo estaban ya de por sí.
Vinc sacó un plato de su morral, y echó varias cucharadas del caldo en su interior. Se veía humeante y con una pinta deliciosa. Sería agradable comer algo caliente antes de que la noche fuera más oscura y fría.
- Solamente tengo un plato, así que te lo cedo-, comentó, dejando el plato de cerámica sobre una roca cercana a donde él estaba sentado. Después sacó una cuchara y la puso dentro del plato de sopa. - Yo comeré del propio caldero-, dijo, tomando un sorbo del interior del perol.
Estaba exquisito. Todo lo rico que podía estar una cena echa en mitad de ninguna parte, pero estaba bastante bueno.
- No sé mucho. Ha habido algunas desapariciones, en los pueblos humanos al norte de Sandorai. Se corrió el rumor y fui hasta la zona. Me pagaron para investigar, y después de una buena temporada, descarté varios territorios. Norte, este y oeste, básicamente. Solamente me quedaba por explorar el sur, pero como los elfos y los hombres bestias suelen ser bastante pacíficos, decidí indagar por la frontera de sus territorios-, le explicó, antes de tomar otro poco de sopa. - Por eso estoy por aquí, intentando hallar el rastro de algunos bandidos o algo parecido cerca del Tymer. No consigo imaginar otra explicación.
Suspiró. No era mucho lo que tenía. Y eso le hastiaba un poco.
- Qué me dices de tu amigo. ¿Hace mucho que desapareció? Teniendo en cuanta que los poblados humanos no están muy lejos de aquí, puede que tengan relación. Toda información me vendría bien, la verdad-, se sinceró, pues no sacaba nada mintiendo y diciendo que tenía todo el asunto bien atado y controlado.
Necesitaba ayuda con su investigación. Y una buena pista podía ser un buen comienzo.
Vincent Calhoun
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Re: [CERRADO] Las sombras del pasado [Vincent/Libre]
La elfa giró la cabeza hacia un lado mordiéndose el interior de la mejilla mientras escuchaba a Vincent relatar que él no se habría tomado tantas molestias en salvar su vida si la quisiera ver muerta. Era muy lógico, sí, pero a Helyare le producía una dicotomía bastante importante, pues en su vida solo había conocido que todos los brujos eran seres sedientos de poder, corrompidos por la magia y sádicos que buscaban ganar territorios a costa de la vida de los demás. Que ese brujo la estuviera ayudando era rarísimo y no le cabía en la mente. Por cada buen gesto del hombre en su mente se creaba algo malo que podría pasar. Pero no, Vincent rompía todos sus esquemas. No la había atacado, ni robado. Simplemente había salvado su vida y ¿ya? Sin pedir nada a cambio a parte de información, y eso era mutuo.
Cuando por fin se sentó a hablar con él su mueca se volvió ofendida ante las insistentes dudas de él sobre lo que había visto en Sandorai. ¡La estaba enfadando! Ella sabía perfectamente lo que había visto y sentido como para que viniera ese hombre a decirle que no. Resopló con fastidio, volteando los ojos. ─¡Claro que estaba ardiendo! ¡Claro que se notaba el fuego! ¡Maldita sea, Vincent! ¡Creéme! ─Le gritó en voz baja para no alzar demasiado la voz y llamar la atención. Estaba muy frustrada ante las negativas del brujo para admitir que Sandorai estaba siendo atacado. ─¡Había brujos lanzando fuego! Varios árboles prendieron y ¡claro que salía humo! Las cenizas caían sobre nosotros... ¡Hazme caso!
Estaba bastante alterada al ver que por mucho que le explicara lo que había visto y sentido, él parecía no darse cuenta y seguir como si no pasase nada. ─¡Deja ya este juego! ¿¡Por qué actúas como si no lo vieras!? ─Si las miradas matasen ahora Vincent estaría muerto. Helyare no sabía si es que estaba jugando con ella, si de verdad no lo había visto, si era un hechizo de él mismo...
─¿Has sido tú? ¿Me has hecho algo? ─Empezó a levantar la voz un poco más al darse cuenta de que todo eso que había visto podría ser cosa de Vincent. No tenía mucho fundamento, pues él la había ayudado. Pero, ¿y si todo eso había sido un juego para conseguir algo de ella? Él solía mostrarse amable... Demasiado amable para un ser de su calaña. ¿Por qué ayudaría a una elfa? ¿Qué hacía cerca de Sandorai? Y, ¿por qué justo había aparecido cuando empezó a ver el bosque arder? ─¡Dime qué me has hecho! ¿Ardía el bosque de verdad? ─La rabia la invadía al pensar que ese tipo estaba jugando con su mente y manipulándola a su antojo. Todo coincidía. Se intentó abalanzar sobre él pero con el primer movimiento brusco que hizo con la intención de levantarse, volvió a caer sobre el suelo, sentada. Había notado ese dolor de nuevo más fuerte, como si su piel se abriese y la dejó unos instantes sin aire. Se encogió, apoyando la frente en sus rodillas mientras apretaba con sus manos toda la parte que podía abarcar de su tronco.
Así como estaba empezó a escuchar durante apenas unos segundos varias voces que gritaban por la guerra. Querían recuperar sus territorios, eso clamaban. ─Están luchando de nuevo. Puedo oírlos. ¡Basta de juegos, brujo! ─Estaba muy agotada, desde que había dejado a su grupo nada parecía ir bien y su mente estaba cerca del colapso. Pero eso sólo duro unos segundos. De nuevo, el silencio interrumpido por el crepitar de las llamas era lo único que se podía oír.
Le había mencionado lo del ser a quien había visto al otro lado del Tymer, y su mayor ocurrencia era un punzón, o algo así. Pero lo que ella había pensado de él, lo extrapolaba a que el otro brujo podía habérselo hecho. Helyare estaba muy confundida ya, no sabía qué pensar, pero todavía no conseguía fiarse de ese brujo que tenía delante, tanta amabilidad no le gustaba. Y a pesar de todo seguía insistiendo en que no había nada. Si era una visión que él había creado en su mente, ¿por qué la negaba tanto? ¿Para confundirla? Pero si lo que ella vio era cierto, igual lo negaba. ¿Por qué? ¿De verdad no lo había visto? ¿Por qué ella sí podía verlo y él no? No entendía nada y estaba agobiándose por esa incertidumbre.
Se echó un poco hacia atrás para apoyar la espalda en la roca y se quedó mirando al hombre mientras este preguntaba sobre el elfo a quien Helyare buscaba. Asintió dejándole la hoja arrugada. Ahí había unos trazos que formaban la cara de un elfo de pelo largo y el rostro serio. ─¿Lo has visto?
Y, después de todo, colaboraba a la hora de dar información. La muchacha no sabía qué hacer, qué pensar de él... Se sentía muy confundida, pero quería aprovechar a usar lo que sabía ese brujo para ver si por fin pudiera encontrar a Arzhak.
¡Incluso le ofreció un plato para ella! Lo miró con cierta reticencia, no acostumbrada a ese buen trato desde que había dejado Sandorai. No podía tener nada raro porque el hombre estaba comiendo del mismo lugar de donde había servido su plato. Aun así no lo cogió de la roca. Se sentía muy rara tomando un plato ajeno aunque se lo hubieran ofrecido y no quería pecar de demasiado confiada, aunque realmente tuviera granas de echarse algo a la boca.
─No te entiendo. ¿A dónde quieres llegar? -No sabía si confiar en él, si no... Todo le resultaba tan raro.
Recordando lo que había dicho antes ese brujo dirigió la mirada hacia él, aunque seguía confundida. ─Sí me atacó, pero no me drogó ni nada de eso. ─Insistió. ─Sólo me quemó la pierna. Pero nada importante. ─No le dio importancia a la quemadura, no tenía nada que ver con el tema de drogas en el que tanto incidía ese brujo. Obviamente no estaba drogada, notaba sus capacidades bien.
Se calló durante un momento para atender a lo que decía. Hablaba de desapariciones en esos territorios y que casi todos eran humanos. Todavía no sabía a dónde quería llegar pero no le quedaba otra que aprovechar la información que le daba, hasta que preguntó por el elfo. Hizo un movimiento con la cabeza y se ajustó mejor la capucha antes de comenzar a hablar.
─Sí... Hace ya unos meses... ─Miró al fuego como distraída, estaba contando cuánto hacía que Arzhak se fue. ─Unos cuatro meses... Algo más. ─Cuatro meses hacía desde que ella pisó por última vez el bosque. ─Salió de Sandorai y no volvimos a saber de él. Ninguna pista. Sólo sé que iba al norte, pero también lo vieron en Lunargenta, así que ya no sé por dónde buscar. En la ciudad nos dijeron que se dirigía hacia la otra orilla del Tymer. ─Se encogió de hombros con un gesto suave. Si se quedaba quieta apenas le dolía la zona costal. ─¿Sólo han desaparecido humanos?
No sabía a qué atenerse, si confiar en ese brujo, si largarse cuanto antes, si contarle todo o mantenerse en silencio. Una parte de ella quería fiarse de que Vincent era bueno, la había ayudado mucho e incluso había compartido su dinero ganado con ella, pese a que Helyare no quiso todo. Pero también sentía la extraña sensación de que podía estar jugando con ella. Pero, ¿y el brujo de la otra orilla del Tymer? No, a ese lo descartaba porque ya se había ido. Y Vincent había aparecido justo en el momento en que había visto el bosque arder.
Le dolía la cabeza de pensar en todo lo que le estaba sucediendo. Y todavía estaban demasiado cerca de Sandorai como para estar tranquila. Sabía que la presencia del brujo no era bien recibida aún en el bosque, por suerte, pero si esos hechiceros habían entrado al territorio de los elfos con malas intenciones, posiblemente reprendieran a todos los de su raza que estuvieran cerca. Y ella estaba con uno. No sabía qué hacer, ninguna opción era del todo correcta. ¿Qué podía hacer? ¿Qué era lo correcto?
Por un momento se quedó mirando al brujo, sin decir nada, haciendo girar el anillo de lopsidiana que llevaba desde antes de partir y que era imposible quitárselo.
Todo era muy surrealista. Estaba acampando con un hechicero cerca de lo que debía ser su territorio. Sin posibilidad de volver, de encontrar a quien fue su pareja.
─Unos bandidos dudo que sean. En el caso de Arzhak, claro. No podrían contra él. Es el mejor guerrero del clan. ─Comentó en voz baja aunque con mucho orgullo. ─Puede que ni estén relacionados. A los humanos es más fácil dañarlos. Son débiles. Pero sé que a él no podrían hacerle nada. Es invencible. ─Hablaba en presente, como si a pesar de su desaparición estuviera por el poblado aún.
Pero aparte de orgullo, en su voz también se apreciaba la pena. Apoyada en la roca encogió las piernas y se quedó mirando el fuego, en la misma postura que antes, con la cabeza apoyada en las rodillas. Se sentía abatida por todo lo que le había sucedido ese día, seguía sin entender qué estaba pasando, qué era ese fuego, por qué Vincent no lo veía o decía no hacerlo, y porque a pesar de ayudar al brujo pensaba que la desaparición de Arzhak ya no tendría que ver. ¿Bandidos? Imposible que pudieran atacar a ese elfo y salir ilesos. Veluuthra, como se conocía a su espada, era llamada así porque no conocía la derrota. Nadie saldría por su propio pie después de un enfrentamiento contra su prometido.
Con lástima lo recordaba, extrañando cada minuto que habían pasado juntos. Y con impotencia y frustración veía que su camino seguía cubierto de niebla que no la dejaba avanzar. ─Sólo sé que él no está en Sandorai. Y que ningún bandido me ha atacado a mí. ─Salvo ese Guardián del Tiempo que ella suponía que era otro brujo deleznable.
Cuando por fin se sentó a hablar con él su mueca se volvió ofendida ante las insistentes dudas de él sobre lo que había visto en Sandorai. ¡La estaba enfadando! Ella sabía perfectamente lo que había visto y sentido como para que viniera ese hombre a decirle que no. Resopló con fastidio, volteando los ojos. ─¡Claro que estaba ardiendo! ¡Claro que se notaba el fuego! ¡Maldita sea, Vincent! ¡Creéme! ─Le gritó en voz baja para no alzar demasiado la voz y llamar la atención. Estaba muy frustrada ante las negativas del brujo para admitir que Sandorai estaba siendo atacado. ─¡Había brujos lanzando fuego! Varios árboles prendieron y ¡claro que salía humo! Las cenizas caían sobre nosotros... ¡Hazme caso!
Estaba bastante alterada al ver que por mucho que le explicara lo que había visto y sentido, él parecía no darse cuenta y seguir como si no pasase nada. ─¡Deja ya este juego! ¿¡Por qué actúas como si no lo vieras!? ─Si las miradas matasen ahora Vincent estaría muerto. Helyare no sabía si es que estaba jugando con ella, si de verdad no lo había visto, si era un hechizo de él mismo...
─¿Has sido tú? ¿Me has hecho algo? ─Empezó a levantar la voz un poco más al darse cuenta de que todo eso que había visto podría ser cosa de Vincent. No tenía mucho fundamento, pues él la había ayudado. Pero, ¿y si todo eso había sido un juego para conseguir algo de ella? Él solía mostrarse amable... Demasiado amable para un ser de su calaña. ¿Por qué ayudaría a una elfa? ¿Qué hacía cerca de Sandorai? Y, ¿por qué justo había aparecido cuando empezó a ver el bosque arder? ─¡Dime qué me has hecho! ¿Ardía el bosque de verdad? ─La rabia la invadía al pensar que ese tipo estaba jugando con su mente y manipulándola a su antojo. Todo coincidía. Se intentó abalanzar sobre él pero con el primer movimiento brusco que hizo con la intención de levantarse, volvió a caer sobre el suelo, sentada. Había notado ese dolor de nuevo más fuerte, como si su piel se abriese y la dejó unos instantes sin aire. Se encogió, apoyando la frente en sus rodillas mientras apretaba con sus manos toda la parte que podía abarcar de su tronco.
Así como estaba empezó a escuchar durante apenas unos segundos varias voces que gritaban por la guerra. Querían recuperar sus territorios, eso clamaban. ─Están luchando de nuevo. Puedo oírlos. ¡Basta de juegos, brujo! ─Estaba muy agotada, desde que había dejado a su grupo nada parecía ir bien y su mente estaba cerca del colapso. Pero eso sólo duro unos segundos. De nuevo, el silencio interrumpido por el crepitar de las llamas era lo único que se podía oír.
Le había mencionado lo del ser a quien había visto al otro lado del Tymer, y su mayor ocurrencia era un punzón, o algo así. Pero lo que ella había pensado de él, lo extrapolaba a que el otro brujo podía habérselo hecho. Helyare estaba muy confundida ya, no sabía qué pensar, pero todavía no conseguía fiarse de ese brujo que tenía delante, tanta amabilidad no le gustaba. Y a pesar de todo seguía insistiendo en que no había nada. Si era una visión que él había creado en su mente, ¿por qué la negaba tanto? ¿Para confundirla? Pero si lo que ella vio era cierto, igual lo negaba. ¿Por qué? ¿De verdad no lo había visto? ¿Por qué ella sí podía verlo y él no? No entendía nada y estaba agobiándose por esa incertidumbre.
Se echó un poco hacia atrás para apoyar la espalda en la roca y se quedó mirando al hombre mientras este preguntaba sobre el elfo a quien Helyare buscaba. Asintió dejándole la hoja arrugada. Ahí había unos trazos que formaban la cara de un elfo de pelo largo y el rostro serio. ─¿Lo has visto?
Y, después de todo, colaboraba a la hora de dar información. La muchacha no sabía qué hacer, qué pensar de él... Se sentía muy confundida, pero quería aprovechar a usar lo que sabía ese brujo para ver si por fin pudiera encontrar a Arzhak.
¡Incluso le ofreció un plato para ella! Lo miró con cierta reticencia, no acostumbrada a ese buen trato desde que había dejado Sandorai. No podía tener nada raro porque el hombre estaba comiendo del mismo lugar de donde había servido su plato. Aun así no lo cogió de la roca. Se sentía muy rara tomando un plato ajeno aunque se lo hubieran ofrecido y no quería pecar de demasiado confiada, aunque realmente tuviera granas de echarse algo a la boca.
─No te entiendo. ¿A dónde quieres llegar? -No sabía si confiar en él, si no... Todo le resultaba tan raro.
Recordando lo que había dicho antes ese brujo dirigió la mirada hacia él, aunque seguía confundida. ─Sí me atacó, pero no me drogó ni nada de eso. ─Insistió. ─Sólo me quemó la pierna. Pero nada importante. ─No le dio importancia a la quemadura, no tenía nada que ver con el tema de drogas en el que tanto incidía ese brujo. Obviamente no estaba drogada, notaba sus capacidades bien.
Se calló durante un momento para atender a lo que decía. Hablaba de desapariciones en esos territorios y que casi todos eran humanos. Todavía no sabía a dónde quería llegar pero no le quedaba otra que aprovechar la información que le daba, hasta que preguntó por el elfo. Hizo un movimiento con la cabeza y se ajustó mejor la capucha antes de comenzar a hablar.
─Sí... Hace ya unos meses... ─Miró al fuego como distraída, estaba contando cuánto hacía que Arzhak se fue. ─Unos cuatro meses... Algo más. ─Cuatro meses hacía desde que ella pisó por última vez el bosque. ─Salió de Sandorai y no volvimos a saber de él. Ninguna pista. Sólo sé que iba al norte, pero también lo vieron en Lunargenta, así que ya no sé por dónde buscar. En la ciudad nos dijeron que se dirigía hacia la otra orilla del Tymer. ─Se encogió de hombros con un gesto suave. Si se quedaba quieta apenas le dolía la zona costal. ─¿Sólo han desaparecido humanos?
No sabía a qué atenerse, si confiar en ese brujo, si largarse cuanto antes, si contarle todo o mantenerse en silencio. Una parte de ella quería fiarse de que Vincent era bueno, la había ayudado mucho e incluso había compartido su dinero ganado con ella, pese a que Helyare no quiso todo. Pero también sentía la extraña sensación de que podía estar jugando con ella. Pero, ¿y el brujo de la otra orilla del Tymer? No, a ese lo descartaba porque ya se había ido. Y Vincent había aparecido justo en el momento en que había visto el bosque arder.
Le dolía la cabeza de pensar en todo lo que le estaba sucediendo. Y todavía estaban demasiado cerca de Sandorai como para estar tranquila. Sabía que la presencia del brujo no era bien recibida aún en el bosque, por suerte, pero si esos hechiceros habían entrado al territorio de los elfos con malas intenciones, posiblemente reprendieran a todos los de su raza que estuvieran cerca. Y ella estaba con uno. No sabía qué hacer, ninguna opción era del todo correcta. ¿Qué podía hacer? ¿Qué era lo correcto?
Por un momento se quedó mirando al brujo, sin decir nada, haciendo girar el anillo de lopsidiana que llevaba desde antes de partir y que era imposible quitárselo.
Todo era muy surrealista. Estaba acampando con un hechicero cerca de lo que debía ser su territorio. Sin posibilidad de volver, de encontrar a quien fue su pareja.
─Unos bandidos dudo que sean. En el caso de Arzhak, claro. No podrían contra él. Es el mejor guerrero del clan. ─Comentó en voz baja aunque con mucho orgullo. ─Puede que ni estén relacionados. A los humanos es más fácil dañarlos. Son débiles. Pero sé que a él no podrían hacerle nada. Es invencible. ─Hablaba en presente, como si a pesar de su desaparición estuviera por el poblado aún.
Pero aparte de orgullo, en su voz también se apreciaba la pena. Apoyada en la roca encogió las piernas y se quedó mirando el fuego, en la misma postura que antes, con la cabeza apoyada en las rodillas. Se sentía abatida por todo lo que le había sucedido ese día, seguía sin entender qué estaba pasando, qué era ese fuego, por qué Vincent no lo veía o decía no hacerlo, y porque a pesar de ayudar al brujo pensaba que la desaparición de Arzhak ya no tendría que ver. ¿Bandidos? Imposible que pudieran atacar a ese elfo y salir ilesos. Veluuthra, como se conocía a su espada, era llamada así porque no conocía la derrota. Nadie saldría por su propio pie después de un enfrentamiento contra su prometido.
Con lástima lo recordaba, extrañando cada minuto que habían pasado juntos. Y con impotencia y frustración veía que su camino seguía cubierto de niebla que no la dejaba avanzar. ─Sólo sé que él no está en Sandorai. Y que ningún bandido me ha atacado a mí. ─Salvo ese Guardián del Tiempo que ella suponía que era otro brujo deleznable.
Helyare
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Re: [CERRADO] Las sombras del pasado [Vincent/Libre]
Vincent miró, durante unos instantes, el plato que descansaba sobre la roca cercana, abandonado y sin ser utilizado como sería lo más lógico. Tomó una nueva cucharada del caldero que usaba él para comer, y se preguntó internamente, que motivos tendría la mujer para no cenar.
¿Sería por ese odio que sentía por los brujos? O tal vez…
- ¿No te gusta la sopa? - preguntó, mirando fijamente a la elfa, y metiendo una nueva cucharada de caldo en su boca.
Se permitió degustar el rico sabor de la sopa en su boca. Dejándose llevar por el placer de cenar algo caliente, y dejando a un lado los problemas o cuestiones que correteaban ahora mismo por su mente de manera alocada.
Seguramente Helyare no quisiera la sopa que había preparado, precisamente porque la había hecho él. Un brujo. No es que conociera de toda la vida a la elfa, pero era fácil entender sus motivaciones hacia la persona de uno, cuando se era de esa raza que tanto odiaba.
- No tiene nada. Mira-. Sacó una tela de su mochila de viaje, y limpió la cuchara que usaba para comer, para después meterla en el plato de la elfa, y sacar una cucharada del caldo, que no tardó en probar. - Mmm, rico. No es que sea un manjar. Pero viene bien para calentar el estómago-, dijo, tirando la tela que había usado para limpiar su cuchara, dentro de su bolso, y volviéndose a concentrar en la sopa dentro del caldero.
El rubio siguió cenando, concentrado en el caldo, pero sin dejar de prestar atención a lo que le decía la tiradora. No sabía si volver a contarle lo que había visto, o si lanzarse al río abrazado a una roca. Sin duda, habían muertes más satisfactorias que intentar parlamentar con la elfa. Y hasta ahogarse se podía considerar una de ellas.
En fin. Tampoco podía reprochárselo. Enfrentarse a las ilusiones ya era una experiencia en su vida. Ya se había enfrentado a ilusionistas en el pasado, y siempre era complejo diferenciar lo falso de lo real. Demasiado complejo, para ser exactos. Pero aún con su dificultad, se volvía algo primordial y necesario. Era obligatorio hacerlo, si uno quería sobrevivir ante los conjuros de tales brujos.
- No juego a nada. No vi nada, y esa es la verdad, aunque te cueste creerla-, volvió a centrar su mirada en Helyare. - Es comprensible que te cueste creerme, pues precisamente, el poder de los conjuros de ilusión se basan en hacer creíble lo que no existe. Todo lo que viste te pareció real, y seguro que lo viste, pero yo soy la prueba de que no era verdad todo lo que veías. Sé que no confías en mí. Sin embargo, debes entender que es bastante rara mi actitud, si fuera un malvado brujo que quisiera hacerte daño. A ti o a Sandorai. He tenido multitud de opciones antes de que despertaras para atacarte. No sé en qué manual de tácticas militares, está la parte de tomar sopita junto a la ribera de un río-, raspó el fondo del caldero, buscando recoger la mayor cantidad de caldo, y evitar así dejarse nada atrás. - Me parece que estoy perdiendo el factor sorpresa-, bromeó.
El brujo se concentró en terminar de sacar todo el jugo posible del fondo del caldero. Y dejó a un lado el recipiente metálico, con la cuchara en su interior, cuando ya no quedaba rastro de sopa en su interior.
- Wow, wow. Pare el carro señorita. No sé de qué modo me sería útil crearle una ilusión, para luego no aprovecharme de ella-, dijo tranquilo, cruzando las piernas, mientras permanecía sentado sobre la roca.
Vinc había vuelto a mirar hacia la mujer antes de hablar. Pero cuando le comentó lo de la guerra que aun continuaba, desvió la vista y la atención hacia el interior del bosque, para encontrar lo que ya esperaba descubrir. Que no pasaba absolutamente nada.
Volvió a observar a la mujer, y simplemente le contestó con una negación de la cabeza, y un encogimiento de hombros, a la vez que colocaba las palmas de sus manos hacia arriba. Un claro gesto de que no escuchaba nada. Una muestra más de tranquilidad, que no hacía sino probar que le estaba diciendo la verdad.
Se notaba que la elfa estaba confusa, y que le costaba aceptar su palabra y los hechos en Sandorai. Más, poco podía hacer al respecto. Ella podía creerle o no, por lo demás, solamente podía decirle la verdad y esperar que se diera cuenta, de todas las pruebas que indicaban que estaba siendo sincero con ella.
De todos modos, pese a su confusión, la joven sacó un trozo de papel, bastante arrugado, y estiró el brazo para cedérselo. Pero inevitablemente, tuvo que negar una vez más con la cabeza, aunque en esta ocasión le hubiera gustado darle una repuesta afirmativa.
- No, nunca he visto a esta persona-, comentó, echando un último ojo al dibujo, por si por casualidad hubiera pasado algo por alto. No, definitivamente no conocía a ese elfo. - Lo siento-, dijo, devolviéndole el papel.
No obstante, aunque a Helyare le costase reconocer que a ese muchacho lo hubieran podido atrapar. El tiempo de su desaparición encajaba con las historias que les habían contado en los pueblos que había visitado antes de ir allí. Los poblados donde le habían dado una suma de dinero para que investigara. Esas personas debían estar muy desesperadas, si habían llegado al punto de darle unas monedas solamente por iniciar la búsqueda.
- Que yo sepa sí. Solamente humanos. Pero no he podido saber si ha habido casos entre los clanes elfos, o entre los hombres bestia. A lo mejor al oeste, hay más desapariciones de este tipo.
Helyare no consideraba posible que su amigo cayera en una emboscada, porque por lo visto era un guerrero muy hábil. No dudaba de que eso fuera cierto, seguramente era un gran guerrero como le decía, no obstante, no se le pasaba por alto, el enorme aprecio que la mujer sentía por su amigo. Una estima tan grande que le hacía perder la perspectiva. No importaba lo fuerte que fuera, cualquiera podía ser vencido si el número de enemigos era lo suficientemente algo.
De todas formas, su hipótesis de los bandidos no dejaba de ser eso, una hipótesis. Seguía siendo extraño, que los maleantes no mataran a sus victimas en el mismo sitio donde les robaban, y dejaran los cuerpos allí tirados, para que se los comieran las bestias. ¿Por qué cargar con los cuerpo inertes, o molestarse en secuestrarlos vivos?
Solamente merecía la pena secuestrar a alguien si se iba a pedir un rescate por él. Pero no había llegado ninguna nota por ninguno de los desaparecidos. Esa había sido una constante en todas las desapariciones, sin excepción.
- El tiempo que lleva tu amigo desaparecido, encaja con el del resto de desapariciones. No sé que ha podido ser, quien haya podido perpetrar estos secuestros, pero tiene que haber algún tipo de conexión-, comentó, acariciándose la barba, intentando encontrar la respuesta al enigma, que durante esos últimos meses aún se le resistía. - Déjame adivinar. No ha habido ninguna nota de rescate, ni nada parecido. Ninguna carta donde avisara a donde iba. Y nada que pudiera arrojar luz a la desaparición-, preguntó.
Realmente no necesitaba la contestación a tal cuestión, porque imaginaba cual sería. Sin embargo, debía cerciorarse de que así fuera. No podía dejar cabos sueltos.
- Ese brujo misterioso. El que te atacó. ¿Lo hizo más allá del Tymer, hacia donde te comentaron en la ciudad que iría tu amigo? -, preguntó en esta ocasión,
No estaba seguro de si ese brujo tendría algo que ver. Pero había atacado a Helyare, y la mujer tenía visiones extrañas. En todo aquello, nada parecía tener sentido.
El amigo de tiradora, había ido a Lunargenta, para luego ir totalmente en la dirección opuesta. Si iba al Norte, y fue a la capital de los humanos, lo más normal es que tomara el pasaje a uno de los barcos que fuera al territorio de los dragones. ¿Por qué había decidido dar media vuelta?
En este caso, lo más probable, es que hubiera decidido remontar el río en barco. Como hiciera él mismo, la primera vez que viajar al norte con su hermana. Varios años atrás en el tiempo. Pero ellos seguían la ruta de sus padres, al pie de la letra de las cartas que les habían enviado, para encontrar pistas por el camino, de donde pudieran estar. El elfo había ido al este para luego volver al oeste. Si quería subir río arriba, no tenía por qué haber ido a Lunargenta.
Ese era una pieza más, dentro del rompecabezas. Sin embargo, sí que había algo que podía hacer para desvelar el misterio. Algo que suponía cuando inició su viaje a orillas del Tymer buscando indicios de los desaparecidos. Había bajado a esa zona, porque después de investigar durante unos meses, había llegado a la conclusión de que la amenaza que hacía desaparecer gente, estaba entre los territorios de los elfos y los hombres bestia. Podía ser en esa orilla, o…
- Creo que mi siguiente paso será cruzar el río. Lo que quiera que haga desaparecer a esa gente debe estar allí-, comentó, seguro de que debía ser así.
¿Qué más opciones le quedaban? Seguir hacia el sur no serviría de nada. Era una zona muy alejada de donde las personas se habían volatilizado. Y la información de Helyare le ayudaba a concretar. Su amigo iba hacia el oeste. Hacia la otra orilla del Tymer. Tendría que ser allí donde encontrara más respuestas.
¿Sería por ese odio que sentía por los brujos? O tal vez…
- ¿No te gusta la sopa? - preguntó, mirando fijamente a la elfa, y metiendo una nueva cucharada de caldo en su boca.
Se permitió degustar el rico sabor de la sopa en su boca. Dejándose llevar por el placer de cenar algo caliente, y dejando a un lado los problemas o cuestiones que correteaban ahora mismo por su mente de manera alocada.
Seguramente Helyare no quisiera la sopa que había preparado, precisamente porque la había hecho él. Un brujo. No es que conociera de toda la vida a la elfa, pero era fácil entender sus motivaciones hacia la persona de uno, cuando se era de esa raza que tanto odiaba.
- No tiene nada. Mira-. Sacó una tela de su mochila de viaje, y limpió la cuchara que usaba para comer, para después meterla en el plato de la elfa, y sacar una cucharada del caldo, que no tardó en probar. - Mmm, rico. No es que sea un manjar. Pero viene bien para calentar el estómago-, dijo, tirando la tela que había usado para limpiar su cuchara, dentro de su bolso, y volviéndose a concentrar en la sopa dentro del caldero.
El rubio siguió cenando, concentrado en el caldo, pero sin dejar de prestar atención a lo que le decía la tiradora. No sabía si volver a contarle lo que había visto, o si lanzarse al río abrazado a una roca. Sin duda, habían muertes más satisfactorias que intentar parlamentar con la elfa. Y hasta ahogarse se podía considerar una de ellas.
En fin. Tampoco podía reprochárselo. Enfrentarse a las ilusiones ya era una experiencia en su vida. Ya se había enfrentado a ilusionistas en el pasado, y siempre era complejo diferenciar lo falso de lo real. Demasiado complejo, para ser exactos. Pero aún con su dificultad, se volvía algo primordial y necesario. Era obligatorio hacerlo, si uno quería sobrevivir ante los conjuros de tales brujos.
- No juego a nada. No vi nada, y esa es la verdad, aunque te cueste creerla-, volvió a centrar su mirada en Helyare. - Es comprensible que te cueste creerme, pues precisamente, el poder de los conjuros de ilusión se basan en hacer creíble lo que no existe. Todo lo que viste te pareció real, y seguro que lo viste, pero yo soy la prueba de que no era verdad todo lo que veías. Sé que no confías en mí. Sin embargo, debes entender que es bastante rara mi actitud, si fuera un malvado brujo que quisiera hacerte daño. A ti o a Sandorai. He tenido multitud de opciones antes de que despertaras para atacarte. No sé en qué manual de tácticas militares, está la parte de tomar sopita junto a la ribera de un río-, raspó el fondo del caldero, buscando recoger la mayor cantidad de caldo, y evitar así dejarse nada atrás. - Me parece que estoy perdiendo el factor sorpresa-, bromeó.
El brujo se concentró en terminar de sacar todo el jugo posible del fondo del caldero. Y dejó a un lado el recipiente metálico, con la cuchara en su interior, cuando ya no quedaba rastro de sopa en su interior.
- Wow, wow. Pare el carro señorita. No sé de qué modo me sería útil crearle una ilusión, para luego no aprovecharme de ella-, dijo tranquilo, cruzando las piernas, mientras permanecía sentado sobre la roca.
Vinc había vuelto a mirar hacia la mujer antes de hablar. Pero cuando le comentó lo de la guerra que aun continuaba, desvió la vista y la atención hacia el interior del bosque, para encontrar lo que ya esperaba descubrir. Que no pasaba absolutamente nada.
Volvió a observar a la mujer, y simplemente le contestó con una negación de la cabeza, y un encogimiento de hombros, a la vez que colocaba las palmas de sus manos hacia arriba. Un claro gesto de que no escuchaba nada. Una muestra más de tranquilidad, que no hacía sino probar que le estaba diciendo la verdad.
Se notaba que la elfa estaba confusa, y que le costaba aceptar su palabra y los hechos en Sandorai. Más, poco podía hacer al respecto. Ella podía creerle o no, por lo demás, solamente podía decirle la verdad y esperar que se diera cuenta, de todas las pruebas que indicaban que estaba siendo sincero con ella.
De todos modos, pese a su confusión, la joven sacó un trozo de papel, bastante arrugado, y estiró el brazo para cedérselo. Pero inevitablemente, tuvo que negar una vez más con la cabeza, aunque en esta ocasión le hubiera gustado darle una repuesta afirmativa.
- No, nunca he visto a esta persona-, comentó, echando un último ojo al dibujo, por si por casualidad hubiera pasado algo por alto. No, definitivamente no conocía a ese elfo. - Lo siento-, dijo, devolviéndole el papel.
No obstante, aunque a Helyare le costase reconocer que a ese muchacho lo hubieran podido atrapar. El tiempo de su desaparición encajaba con las historias que les habían contado en los pueblos que había visitado antes de ir allí. Los poblados donde le habían dado una suma de dinero para que investigara. Esas personas debían estar muy desesperadas, si habían llegado al punto de darle unas monedas solamente por iniciar la búsqueda.
- Que yo sepa sí. Solamente humanos. Pero no he podido saber si ha habido casos entre los clanes elfos, o entre los hombres bestia. A lo mejor al oeste, hay más desapariciones de este tipo.
Helyare no consideraba posible que su amigo cayera en una emboscada, porque por lo visto era un guerrero muy hábil. No dudaba de que eso fuera cierto, seguramente era un gran guerrero como le decía, no obstante, no se le pasaba por alto, el enorme aprecio que la mujer sentía por su amigo. Una estima tan grande que le hacía perder la perspectiva. No importaba lo fuerte que fuera, cualquiera podía ser vencido si el número de enemigos era lo suficientemente algo.
De todas formas, su hipótesis de los bandidos no dejaba de ser eso, una hipótesis. Seguía siendo extraño, que los maleantes no mataran a sus victimas en el mismo sitio donde les robaban, y dejaran los cuerpos allí tirados, para que se los comieran las bestias. ¿Por qué cargar con los cuerpo inertes, o molestarse en secuestrarlos vivos?
Solamente merecía la pena secuestrar a alguien si se iba a pedir un rescate por él. Pero no había llegado ninguna nota por ninguno de los desaparecidos. Esa había sido una constante en todas las desapariciones, sin excepción.
- El tiempo que lleva tu amigo desaparecido, encaja con el del resto de desapariciones. No sé que ha podido ser, quien haya podido perpetrar estos secuestros, pero tiene que haber algún tipo de conexión-, comentó, acariciándose la barba, intentando encontrar la respuesta al enigma, que durante esos últimos meses aún se le resistía. - Déjame adivinar. No ha habido ninguna nota de rescate, ni nada parecido. Ninguna carta donde avisara a donde iba. Y nada que pudiera arrojar luz a la desaparición-, preguntó.
Realmente no necesitaba la contestación a tal cuestión, porque imaginaba cual sería. Sin embargo, debía cerciorarse de que así fuera. No podía dejar cabos sueltos.
- Ese brujo misterioso. El que te atacó. ¿Lo hizo más allá del Tymer, hacia donde te comentaron en la ciudad que iría tu amigo? -, preguntó en esta ocasión,
No estaba seguro de si ese brujo tendría algo que ver. Pero había atacado a Helyare, y la mujer tenía visiones extrañas. En todo aquello, nada parecía tener sentido.
El amigo de tiradora, había ido a Lunargenta, para luego ir totalmente en la dirección opuesta. Si iba al Norte, y fue a la capital de los humanos, lo más normal es que tomara el pasaje a uno de los barcos que fuera al territorio de los dragones. ¿Por qué había decidido dar media vuelta?
En este caso, lo más probable, es que hubiera decidido remontar el río en barco. Como hiciera él mismo, la primera vez que viajar al norte con su hermana. Varios años atrás en el tiempo. Pero ellos seguían la ruta de sus padres, al pie de la letra de las cartas que les habían enviado, para encontrar pistas por el camino, de donde pudieran estar. El elfo había ido al este para luego volver al oeste. Si quería subir río arriba, no tenía por qué haber ido a Lunargenta.
Ese era una pieza más, dentro del rompecabezas. Sin embargo, sí que había algo que podía hacer para desvelar el misterio. Algo que suponía cuando inició su viaje a orillas del Tymer buscando indicios de los desaparecidos. Había bajado a esa zona, porque después de investigar durante unos meses, había llegado a la conclusión de que la amenaza que hacía desaparecer gente, estaba entre los territorios de los elfos y los hombres bestia. Podía ser en esa orilla, o…
- Creo que mi siguiente paso será cruzar el río. Lo que quiera que haga desaparecer a esa gente debe estar allí-, comentó, seguro de que debía ser así.
¿Qué más opciones le quedaban? Seguir hacia el sur no serviría de nada. Era una zona muy alejada de donde las personas se habían volatilizado. Y la información de Helyare le ayudaba a concretar. Su amigo iba hacia el oeste. Hacia la otra orilla del Tymer. Tendría que ser allí donde encontrara más respuestas.
Vincent Calhoun
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Re: [CERRADO] Las sombras del pasado [Vincent/Libre]
Helyare seguía sentada mirando cómo el brujo se tomaba la sopa como si fuese el mejor de los manjares. Él insistía en que no tenía nada y, de hecho, lo probó. A pesar de que había limpiado su cuchara, la elfa hizo una mueca de asco pero aun así dejó de resistirse y tomó el plato, moviéndose con toda la rapidez que le permitían sus heridas. Volvió a apoyarse en la roca en la que estaba y comenzó a comer con lentitud.
Sí, estaba muy buena. Aunque no fuese lo mejor que hubiese probado en la vida, aunque la hubiera hecho un brujo, estaba muy rica. No podía compararse a los manjares de Sandorai pero como esos no los iba a comer en tantas ocasiones como le gustaría debía acostumbrarse a este tipo de platos. Y Vincent había hecho bien el caldo a pesar de los pocos recursos que tenían.
La elfa se negaba a creer que no tuviera nada que ver con las ilusiones, igual que también se negaba a pensar que eso que había visto no fuera real. No quería pensarlo. Pero Vincent se había molestado en explicarle con toda la calma y, aparente, sinceridad lo que había ocurrido. A pesar de que Helyare siguiera insistiendo en que no tenía visiones, él no daba su brazo a torcer sobre lo contrario: que sí lo eran. Le explicaba a la elfa que si fueran obra suya, al menos, trataría de aprovecharse, o que hubiese sido fácil atacarla mientras estaba inconsciente. Eso era verdad. A pesar de que Helyare se negase a pensar que podía haber resquicios de bondad en los brujo, él lo demostraba. Rompía sus esquemas y la percepción que ella tenía de su raza.
Suspiró dejando el plato de sopa a un lado. Aún quedaba un poco pero se le había encogido el estómago al pensar que la estaban usando de algún modo, que su cuerpo estaba alterado y veía esas atrocidades. Volvió a escuchar esas voces pero Vincent negó que estuvieran. La elfa colocó las manos a ambos lados de su cabeza, sobre la capucha y cerró los ojos, pensando que así se libraría de escuchar los gritos. Pero no fue así. Siguió escuchándolos durante unos segundos. Luego desaparecieron.
Se sentía cansada y abatida. Y, aunque no quería reconocerlo, también asustada. No sabía de dónde habían venido esas visiones, quién las había creado, por qué a ella, qué podía hacer para aplacarlas.
Estuvo un rato tratando de evitar la confusión que sentía, y encima quien estaba con ella no era de su total agrado, a pesar de que, indudablemente, se estaba comportando muy bien con ella. La había salvado, velado durante su inconsciencia y todo esto sin dañarla.
Pero tenía cosas más importantes e información que obtener. Le dio el papel con el dibujo de Arzhak pero, lamentablemente, no lo conocía. ¿Decía la verdad? A pesar de que empezaba a aflorar en ella una pequeña confianza, también otra parte pensaba que tal vez pudiera estar engañándola.
“No, se está portando demasiado bien conmigo. ¿Por qué?”, no llegaba a concebir que pudiera ser bueno “porque sí”, pero no le quedaba otra que confiar. Dejando a un lado el tema de su miserable raza, no había dado motivos a la elfa para no creer su palabra.
–Por ahora en el clan de este hombre sólo ha desaparecido él. –Siempre quitándose de en medio al nombrar a su antigua familia. –Pero después de su desaparición el pueblo fue atacado. Pero no sé si en otros clanes ocurrió igual, si ha habido más desapariciones… Y, tampoco sé nada de hombres bestia. Sólo le busco a él. –Sentenció recogiendo el papel y mirando la imagen del elfo, con suma tristeza.
Cuando escuchó algo sobre notas de rescate se encogió de hombros, pues realmente no sabía si había llegado algo o no a la familia de Arzhak pidiendo un rescate. Habían pasado varios meses y, hasta donde la elfa sabía, no habían recibido nada. –Bueno… Es que no lo sé. Sólo sé que desapareció. Pero desconozco si hay notas o no. Creo que no, su hermano también lo busca y si hubiese alguna nota… Supongo que lo sabría. –Se estresaba de no conocer más sobre el paradero de su prometido y no saber si realmente iban a dar o no con él.
Su prometido. ¿A estas alturas seguirían siendo algo? La difícil situación por la que pasaba la elfa impedía que volviese a relacionarse de algún modo con los miembros de su clan, salvo que tuviera información y la requiriesen para algo. En ese caso tendría que colaborar quisiera o no.
Se mordió el labio para intentar aplacar la tristeza y la nostalgia que sentía al ver esa imagen, así que rápido la guardó en su bolsa, tratando de doblarla bien. Tomó bastante tiempo en hacerlo, así podía calmarse y también evitar mirar al brujo para que no viese su tristeza. La impotencia que sentía al no haber podido despedirse y al saber que aunque en ese momento apareciese por el bosque, no podría volver a dirigirse a ella, la partían a pedazos.
Suspiró de nuevo y volvió a mirar a Vincent. La verdad es que la información que tenía era escasa. –No sé mucho. Simplemente sé que salió un día, después de decir que era una de sus misiones rutinarias. Y no regresó al cabo de semanas. Fui a buscarlo a Lunargenta y sí, lo reconocieron, pero dijeron que se dirigía hacia el oeste. Y ya. Es que, de verdad, no sé nada. –La impotencia y la frustración llenaron la voz de la elfa al no poder dar más información que esa. –Después el poblado fue atacado. No sé qué ha pasado. Si están relacionados los hechos o no. –Repitió con algo de rabia al no poder dar con algo en claro. Sólo meras suposiciones. Se estaba empezando a alterar.
Escuchó las palabras de Vincent y se acordó de la gran quemadura que tenía en su pierna. Ese desgraciado…
–Sí, estaba al otro lado del Tymer. Pero se esfumó.
Fue escueta en ese punto, no quería recordar más acerca de ese tipejo. La había atacado y encima tenía la osadía de decir que las guerras eran una enfermedad. Hizo una mueca acordándose de ese maldito.
De pronto, vio algo oscuro, casi transparente, varios metros por detrás del brujo y se le heló la sangre. Su mirada cambió a una expresión de auténtica sorpresa. –Vincent… ¡Hay algo detrás de ti!
Pero en ese instante desapareció. Aun así ella trataba de buscar por todos lados qué era lo que estaba viendo. No podían ser otra vez visiones. ¿O sí? Dirigió la mirada hacia el brujo buscando que la escuchara y comprendiera. –Había algo… Se ha ido, pero estaba ahí. –Volvía a sentirse alterada y a la vez aterrorizada porque no sabía de dónde había salido eso… Lo que fuera que era. No sabía si el brujo la iba a creer o se quedaría en una negativa como cuando había escuchado las voces. –Estaba detrás de ti. –Repitió tratando de creerse ella misma y no pensar que había sido engañada por sus sentidos. Sólo miraba a Vincent, con cara de circunstancia, sin saber qué hacer, sentada detrás de la roca con las piernas encogidas.
Sí, estaba muy buena. Aunque no fuese lo mejor que hubiese probado en la vida, aunque la hubiera hecho un brujo, estaba muy rica. No podía compararse a los manjares de Sandorai pero como esos no los iba a comer en tantas ocasiones como le gustaría debía acostumbrarse a este tipo de platos. Y Vincent había hecho bien el caldo a pesar de los pocos recursos que tenían.
La elfa se negaba a creer que no tuviera nada que ver con las ilusiones, igual que también se negaba a pensar que eso que había visto no fuera real. No quería pensarlo. Pero Vincent se había molestado en explicarle con toda la calma y, aparente, sinceridad lo que había ocurrido. A pesar de que Helyare siguiera insistiendo en que no tenía visiones, él no daba su brazo a torcer sobre lo contrario: que sí lo eran. Le explicaba a la elfa que si fueran obra suya, al menos, trataría de aprovecharse, o que hubiese sido fácil atacarla mientras estaba inconsciente. Eso era verdad. A pesar de que Helyare se negase a pensar que podía haber resquicios de bondad en los brujo, él lo demostraba. Rompía sus esquemas y la percepción que ella tenía de su raza.
Suspiró dejando el plato de sopa a un lado. Aún quedaba un poco pero se le había encogido el estómago al pensar que la estaban usando de algún modo, que su cuerpo estaba alterado y veía esas atrocidades. Volvió a escuchar esas voces pero Vincent negó que estuvieran. La elfa colocó las manos a ambos lados de su cabeza, sobre la capucha y cerró los ojos, pensando que así se libraría de escuchar los gritos. Pero no fue así. Siguió escuchándolos durante unos segundos. Luego desaparecieron.
Se sentía cansada y abatida. Y, aunque no quería reconocerlo, también asustada. No sabía de dónde habían venido esas visiones, quién las había creado, por qué a ella, qué podía hacer para aplacarlas.
Estuvo un rato tratando de evitar la confusión que sentía, y encima quien estaba con ella no era de su total agrado, a pesar de que, indudablemente, se estaba comportando muy bien con ella. La había salvado, velado durante su inconsciencia y todo esto sin dañarla.
Pero tenía cosas más importantes e información que obtener. Le dio el papel con el dibujo de Arzhak pero, lamentablemente, no lo conocía. ¿Decía la verdad? A pesar de que empezaba a aflorar en ella una pequeña confianza, también otra parte pensaba que tal vez pudiera estar engañándola.
“No, se está portando demasiado bien conmigo. ¿Por qué?”, no llegaba a concebir que pudiera ser bueno “porque sí”, pero no le quedaba otra que confiar. Dejando a un lado el tema de su miserable raza, no había dado motivos a la elfa para no creer su palabra.
–Por ahora en el clan de este hombre sólo ha desaparecido él. –Siempre quitándose de en medio al nombrar a su antigua familia. –Pero después de su desaparición el pueblo fue atacado. Pero no sé si en otros clanes ocurrió igual, si ha habido más desapariciones… Y, tampoco sé nada de hombres bestia. Sólo le busco a él. –Sentenció recogiendo el papel y mirando la imagen del elfo, con suma tristeza.
Cuando escuchó algo sobre notas de rescate se encogió de hombros, pues realmente no sabía si había llegado algo o no a la familia de Arzhak pidiendo un rescate. Habían pasado varios meses y, hasta donde la elfa sabía, no habían recibido nada. –Bueno… Es que no lo sé. Sólo sé que desapareció. Pero desconozco si hay notas o no. Creo que no, su hermano también lo busca y si hubiese alguna nota… Supongo que lo sabría. –Se estresaba de no conocer más sobre el paradero de su prometido y no saber si realmente iban a dar o no con él.
Su prometido. ¿A estas alturas seguirían siendo algo? La difícil situación por la que pasaba la elfa impedía que volviese a relacionarse de algún modo con los miembros de su clan, salvo que tuviera información y la requiriesen para algo. En ese caso tendría que colaborar quisiera o no.
Se mordió el labio para intentar aplacar la tristeza y la nostalgia que sentía al ver esa imagen, así que rápido la guardó en su bolsa, tratando de doblarla bien. Tomó bastante tiempo en hacerlo, así podía calmarse y también evitar mirar al brujo para que no viese su tristeza. La impotencia que sentía al no haber podido despedirse y al saber que aunque en ese momento apareciese por el bosque, no podría volver a dirigirse a ella, la partían a pedazos.
Suspiró de nuevo y volvió a mirar a Vincent. La verdad es que la información que tenía era escasa. –No sé mucho. Simplemente sé que salió un día, después de decir que era una de sus misiones rutinarias. Y no regresó al cabo de semanas. Fui a buscarlo a Lunargenta y sí, lo reconocieron, pero dijeron que se dirigía hacia el oeste. Y ya. Es que, de verdad, no sé nada. –La impotencia y la frustración llenaron la voz de la elfa al no poder dar más información que esa. –Después el poblado fue atacado. No sé qué ha pasado. Si están relacionados los hechos o no. –Repitió con algo de rabia al no poder dar con algo en claro. Sólo meras suposiciones. Se estaba empezando a alterar.
Escuchó las palabras de Vincent y se acordó de la gran quemadura que tenía en su pierna. Ese desgraciado…
–Sí, estaba al otro lado del Tymer. Pero se esfumó.
Fue escueta en ese punto, no quería recordar más acerca de ese tipejo. La había atacado y encima tenía la osadía de decir que las guerras eran una enfermedad. Hizo una mueca acordándose de ese maldito.
De pronto, vio algo oscuro, casi transparente, varios metros por detrás del brujo y se le heló la sangre. Su mirada cambió a una expresión de auténtica sorpresa. –Vincent… ¡Hay algo detrás de ti!
Pero en ese instante desapareció. Aun así ella trataba de buscar por todos lados qué era lo que estaba viendo. No podían ser otra vez visiones. ¿O sí? Dirigió la mirada hacia el brujo buscando que la escuchara y comprendiera. –Había algo… Se ha ido, pero estaba ahí. –Volvía a sentirse alterada y a la vez aterrorizada porque no sabía de dónde había salido eso… Lo que fuera que era. No sabía si el brujo la iba a creer o se quedaría en una negativa como cuando había escuchado las voces. –Estaba detrás de ti. –Repitió tratando de creerse ella misma y no pensar que había sido engañada por sus sentidos. Sólo miraba a Vincent, con cara de circunstancia, sin saber qué hacer, sentada detrás de la roca con las piernas encogidas.
Helyare
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Re: [CERRADO] Las sombras del pasado [Vincent/Libre]
Recoger a Helyare, le había servido para algo más, que para evitar dejarla en peligro. La historia de su amigo desaparecido, era una prueba más de que iba por el buen camino. De que no se había equivocado al decidir bajar cerca de la orilla del Tymer.
Cuando se había decidido por esta nueva dirección, después de haber descartado otras tantas, gracias al tiempo investigando y explorando, no podía estar del todo seguro de que allí encontrara algo positivo. Sí, no quedaban muchas opciones, pero eso era muy distinto a descubrir el origen de las desapariciones. Un rastro o pista que seguir. Bien podría estar siguiendo un nuevo camino sin salida. Algo que se había convertido habitual en los dos meses anteriores, cada vez que elegía una nueva zona que explorar.
En cada uno de sus viajes, solamente había encontrado la más absoluta nada, salvo una pizca de desilusión y fracaso. Aunque, al menos todos esos viajes, le habían valido para descartar lugares y direcciones, quedando prácticamente solo el sur como posibilidad. El sur y el suroeste, que era hacia donde el amigo de la elfa, Arzhak, se había dirigido.
Bueno, supuestamente, pero eso era mejor que nada. Y en cierta manera encajaba con las pocas posibilidades que le quedaban.
- Vaya, el pueblo atacado. Eso es nuevo-, comentó, sopesando si de verdad habría conexión entre la desaparición del elfo, y las de los humanos.
Los pueblos humanos no habían sido atacados directamente, al menos antes de comenzar a investigar. Quizás en los últimos tiempos, quien estuviera detrás de todo aquello, se había envalentonado más, al conseguir un éxito tras otro, sin apenas resistencia.
O puede que fuera justo lo contrario. El amigo de Helyare era una gran guerrero. Tal vez había asesinado a varios de sus rivales, antes de caer en combate o ser apresado. Eso podría ser un motivo para enfurecer el líder de esos asesinos, bandidos, o lo que demonios fueran.
- Es imposible estar seguro de si la desaparición de tu amigo, tiene algo que ver con las de los humanos-, dijo sincero, pues era imposible saberlo con certeza, con tan pocas pistas. - Pero después de tiempo investigando. Esta zona y el otro lado del río, son los lugares más probables donde debe estar el culpable de las desapariciones humanas-, comenzó a explicar. - Y tu amigo, fue en esa dirección antes de desaparecer, y en los meses en los que comenzaron tales desapariciones. Supongo que tiene algo que ver. Igualmente mi futuro destino ya es claro-, confirmó.
¿Qué podía hacer? ¿Quedarse toda la vida debatiendo las posibilidades, de unas pistas tan exiguas? Tenía que moverse, e ir hacia el oeste, era hacia donde hubiera tenido que ir de todos modos, si no encontraba en esta orilla del río. El último lugar probable donde encontrar a los secuestradores o asesinos. Si eran lo primero o lo segundo, sería algo que sabría cuando los encontrara.
- ¿Conoces algún vado cercano? Por donde pueda cruzar el río, sin tener que desviarme demasiado-, comentó.
Su decisión de ir hacia el oeste era firme, y la elfa conocía el territorio mejor que él. Ella sabría algún lugar cercano por donde cruzar el Tymer, y ello le ahorraría muchas horas de viaje. Puede que incluso días. Y ahora mismo toda ayuda era bien recibida.
Llevaba mucho tiempo tras los malhechores que habían hecho desaparecer a esa gente, y el tiempo jugaba en su contra. Ya que era probable, que algún día esos bandidos decidieran moverse. Cambiar de posición su campamento. Quizás ir al norte, y comenzar a hacer sus pillajes en tierra de lobos o vampiros. Ir más al oeste, o por qué no, ir al este, e instalarse en los bosques humanos. En cualquier caso, en cuanto se trasladaran, todo su trabajo durante estos últimos meses, se iría al carajo.
Sobre el brujo que había atacado a la elfa, prefirió no insistir. No sabía si tendría relación o no con los sucesos que allí pasaban. Pero como el amigo de Hel, estaba en el lugar equivocado, en el momento equivocado. Tenía pinta de estar metido en todo aquello, pero la chica no parecía muy dispuesta a hablar de él. Así que era mejor dejarlo correr, ya tendría tiempo de averiguarlo, si encontraba a los malhechores al otro lado del río.
En ese momento, el rubio se levantó con gran velocidad, y con aún más rapidez, desenvainó la espada al tiempo que se giraba. Se había movido con esas prisas, por la voz de alarma de Helyare, así como por su expresión de terror. Sin embargo, al voltearse para encarar el peligro, no pudo ver absolutamente nada. No había amenaza alguna, y no pudo evitar pensar, que la elfa aún debía tener la mente afectada, y que no había sido otra cosa que una nueva visión irreal.
Eso era lo más fácil de pensar. Pero la chica había actuado de un modo totalmente distinto a la situación del bosque. No había mencionado brujo alguno, y su expresión había sido de autentico pavor.
- No veo nada-, comentó, algo que la joven tampoco tardó en decir. Fuera lo que fuera, lo había dejado de ver, así que podía considerar que las alucinaciones de la chica habían terminado. - ¿Qué era? ¿Qué había detrás de mí? - preguntó, volviendo a envainar la espada, pero sin dejar de mirar la zona donde se suponía que debía haber algo. - No te preocupes, sea lo que sea, ya ha pasado. Todo está en calma-, dijo, escuchando los sonidos tranquilos de la zona.
Pensaba que la elfa ya estaba bien, después de su descanso junto al fuego, pero era evidente de que aún estaba afectada. Y lo que era peor, parecía que esas visiones la estaban trastornando. Totalmente comprensible. Había pocas cosas peores que no poder discernir entre lo real y lo falso.
- Lo mejor será que me mueva pronto hacia el otro lado del Tymer. Así que recogeré mi campamento y me iré-, comentó, cogiendo el plato que no se había terminado Helyare, para luego dejar caer la sopa que quedaba sobre la tierra. - Si sabes el camino más corto para cruzar, me vendría bien-, dijo tranquilo, con una sonrisa. A lo mejor que pensara en otras cosas, le vendría bien a la elfa. Para despejarse. - Iré a lavar mis utensilios. Y en cuanto termine me marcharé. Alegra esa cara, pronto te librarás de mí-, bromeó,
Después se acercó al caldero, que llevaba tiempo fuera del fuego, desde el momento que lo usara para cenar, y lo recogió. Cuando limpiara los recipientes y las cucharas, solamente tendría que apagar el fuego, recoger el resto de sus cosas, y partir.
Al oeste estaba la clave de todo, y estaba dispuesto a encontrarla.
Cuando se había decidido por esta nueva dirección, después de haber descartado otras tantas, gracias al tiempo investigando y explorando, no podía estar del todo seguro de que allí encontrara algo positivo. Sí, no quedaban muchas opciones, pero eso era muy distinto a descubrir el origen de las desapariciones. Un rastro o pista que seguir. Bien podría estar siguiendo un nuevo camino sin salida. Algo que se había convertido habitual en los dos meses anteriores, cada vez que elegía una nueva zona que explorar.
En cada uno de sus viajes, solamente había encontrado la más absoluta nada, salvo una pizca de desilusión y fracaso. Aunque, al menos todos esos viajes, le habían valido para descartar lugares y direcciones, quedando prácticamente solo el sur como posibilidad. El sur y el suroeste, que era hacia donde el amigo de la elfa, Arzhak, se había dirigido.
Bueno, supuestamente, pero eso era mejor que nada. Y en cierta manera encajaba con las pocas posibilidades que le quedaban.
- Vaya, el pueblo atacado. Eso es nuevo-, comentó, sopesando si de verdad habría conexión entre la desaparición del elfo, y las de los humanos.
Los pueblos humanos no habían sido atacados directamente, al menos antes de comenzar a investigar. Quizás en los últimos tiempos, quien estuviera detrás de todo aquello, se había envalentonado más, al conseguir un éxito tras otro, sin apenas resistencia.
O puede que fuera justo lo contrario. El amigo de Helyare era una gran guerrero. Tal vez había asesinado a varios de sus rivales, antes de caer en combate o ser apresado. Eso podría ser un motivo para enfurecer el líder de esos asesinos, bandidos, o lo que demonios fueran.
- Es imposible estar seguro de si la desaparición de tu amigo, tiene algo que ver con las de los humanos-, dijo sincero, pues era imposible saberlo con certeza, con tan pocas pistas. - Pero después de tiempo investigando. Esta zona y el otro lado del río, son los lugares más probables donde debe estar el culpable de las desapariciones humanas-, comenzó a explicar. - Y tu amigo, fue en esa dirección antes de desaparecer, y en los meses en los que comenzaron tales desapariciones. Supongo que tiene algo que ver. Igualmente mi futuro destino ya es claro-, confirmó.
¿Qué podía hacer? ¿Quedarse toda la vida debatiendo las posibilidades, de unas pistas tan exiguas? Tenía que moverse, e ir hacia el oeste, era hacia donde hubiera tenido que ir de todos modos, si no encontraba en esta orilla del río. El último lugar probable donde encontrar a los secuestradores o asesinos. Si eran lo primero o lo segundo, sería algo que sabría cuando los encontrara.
- ¿Conoces algún vado cercano? Por donde pueda cruzar el río, sin tener que desviarme demasiado-, comentó.
Su decisión de ir hacia el oeste era firme, y la elfa conocía el territorio mejor que él. Ella sabría algún lugar cercano por donde cruzar el Tymer, y ello le ahorraría muchas horas de viaje. Puede que incluso días. Y ahora mismo toda ayuda era bien recibida.
Llevaba mucho tiempo tras los malhechores que habían hecho desaparecer a esa gente, y el tiempo jugaba en su contra. Ya que era probable, que algún día esos bandidos decidieran moverse. Cambiar de posición su campamento. Quizás ir al norte, y comenzar a hacer sus pillajes en tierra de lobos o vampiros. Ir más al oeste, o por qué no, ir al este, e instalarse en los bosques humanos. En cualquier caso, en cuanto se trasladaran, todo su trabajo durante estos últimos meses, se iría al carajo.
Sobre el brujo que había atacado a la elfa, prefirió no insistir. No sabía si tendría relación o no con los sucesos que allí pasaban. Pero como el amigo de Hel, estaba en el lugar equivocado, en el momento equivocado. Tenía pinta de estar metido en todo aquello, pero la chica no parecía muy dispuesta a hablar de él. Así que era mejor dejarlo correr, ya tendría tiempo de averiguarlo, si encontraba a los malhechores al otro lado del río.
En ese momento, el rubio se levantó con gran velocidad, y con aún más rapidez, desenvainó la espada al tiempo que se giraba. Se había movido con esas prisas, por la voz de alarma de Helyare, así como por su expresión de terror. Sin embargo, al voltearse para encarar el peligro, no pudo ver absolutamente nada. No había amenaza alguna, y no pudo evitar pensar, que la elfa aún debía tener la mente afectada, y que no había sido otra cosa que una nueva visión irreal.
Eso era lo más fácil de pensar. Pero la chica había actuado de un modo totalmente distinto a la situación del bosque. No había mencionado brujo alguno, y su expresión había sido de autentico pavor.
- No veo nada-, comentó, algo que la joven tampoco tardó en decir. Fuera lo que fuera, lo había dejado de ver, así que podía considerar que las alucinaciones de la chica habían terminado. - ¿Qué era? ¿Qué había detrás de mí? - preguntó, volviendo a envainar la espada, pero sin dejar de mirar la zona donde se suponía que debía haber algo. - No te preocupes, sea lo que sea, ya ha pasado. Todo está en calma-, dijo, escuchando los sonidos tranquilos de la zona.
Pensaba que la elfa ya estaba bien, después de su descanso junto al fuego, pero era evidente de que aún estaba afectada. Y lo que era peor, parecía que esas visiones la estaban trastornando. Totalmente comprensible. Había pocas cosas peores que no poder discernir entre lo real y lo falso.
- Lo mejor será que me mueva pronto hacia el otro lado del Tymer. Así que recogeré mi campamento y me iré-, comentó, cogiendo el plato que no se había terminado Helyare, para luego dejar caer la sopa que quedaba sobre la tierra. - Si sabes el camino más corto para cruzar, me vendría bien-, dijo tranquilo, con una sonrisa. A lo mejor que pensara en otras cosas, le vendría bien a la elfa. Para despejarse. - Iré a lavar mis utensilios. Y en cuanto termine me marcharé. Alegra esa cara, pronto te librarás de mí-, bromeó,
Después se acercó al caldero, que llevaba tiempo fuera del fuego, desde el momento que lo usara para cenar, y lo recogió. Cuando limpiara los recipientes y las cucharas, solamente tendría que apagar el fuego, recoger el resto de sus cosas, y partir.
Al oeste estaba la clave de todo, y estaba dispuesto a encontrarla.
Vincent Calhoun
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Re: [CERRADO] Las sombras del pasado [Vincent/Libre]
Hablar de Arzhak hacía que trajera a su memoria recuerdos que no regresarían jamás y ya sólo quedarían en su mente. No iba a revivirlos en su vida y a veces creía que era machacarse por algo imposible. Aunque también pensaba que era una forma de tener presente su pasado, cuando todavía tenía motivos para sonreír. Rara vez se había visto a Helyare esbozar una sonrisa sincera desde que dejó Sandorai. Pero incluso para rememorar lo que había sucedido para dar información al brujo, hacía que su corazón se encogiera y apareciese un nudo en su garganta.
Hablar de que el poblado había sido atacado era un golpe para ella, como si se pegara en la cabeza contra un edificio. Ese hecho supuso el comienzo de todo lo malo. El ataque que no pudo evitar era uno de los eslabones que amarraban su pierna con la pesada cadena que tenía que cargar.
Pero por suerte, el brujo no la presionaba, sólo se quedaba con lo que ella decía y no trataba de indagar más. Se sentía muy incómoda contándole estas cosas a alguien como él.
El hombre estaba empeñado en cruzar el río. ¿De noche? Lo miró extrañada por tan arriesgada hazaña… O más bien, locura. –Conozco. Pero es peligroso.
No sabía si había servido de algo su advertencia o no ya que Vincent no comentó nada más. El silencio sólo fue roto cuando Helyare vio la sombra detrás del brujo y este desenvainó su espada. No vio nada y se volteó a ver a la elfa. Ella trataba de que la creyera y no hiciera como cuando había visto el bosque arder.
Sorprendentemente, el hombre parecía creer en ella… O al menos lo fingía bien. No había soltado el discurso de que era mentira y eran visiones. Eso la tranquilizó un poco, a pesar de que seguía asustada por lo que había visto. –Era una sombra. Pero se veía tenue. –Buscó la mirada del brujo. –De verdad, había algo. –Se cercioró.
De nuevo volvía a sentirse impotente porque no había podido demostrar con hechos al hombre lo que había visto. Pero también estaba asustada porque no entendía qué pasaba, porqué ella era capaz de ver cosas que Vincent no. Estaba muy confusa.
Pero lo peor, sin duda, era esa sensación de sentirse vigilada. Miraba para todos lados, tratando de buscar las sombras que había visto. Se estaba poniendo nerviosa, posiblemente porque el brujo estaba en la orilla del río fregando los utensilios y ella allí, en el campamento, “sola”.
De nuevo, una sombra tenue pasó por encima del fuego, haciendo que se moviese con más violencia durante dos escasos segundos. Un escalofrío recorrió el cuerpo de la elfa, pero no hizo nada, no emitió ningún sonido, no avisó a Vincent. Sentía que si volvía a llamarlo no la creería. Había desaparecido al instante pero, ¿qué eran?
Con mucha dificultad se incorporó, ahora era lenta. Se agarraba la parte izquierda de las costillas, como hacía un rato, tratando de mitigar el dolor y respirando con suavidad para no sentir los fuertes pinchazos en esa zona. Ni siquiera había hecho caso a la broma del hombre de que no volvería a verlo, ahora mismo no pensaba en eso, sino en que quería descubrir qué pasaba por su mente. Cogió sus cosas como pudo y comenzó a andar hacia donde había visto que se dirigía la sombra.
De repente, otra más apareció, pero sólo se dejaban ver uno o dos segundos, nada más. Al instante siguiente vio dos sombras más, cada una se dirigía hacia un lado. –Vincent. –Lo llamó sin moverse, tenía miedo, muchísimo, pero no quería que el brujo lo supiese, antes iba su orgullo. Y tenía que hacer que él también viera esas sombras que más bien parecían una ilusión de tan tenues que eran. –Van hacia Sandorai. ¿Las ves?
Sus costillas volvieron a resentirse al acordarse de que esas sombras entraban en su territorio prohibido. Miró al brujo durante unos segundos para que confirmase si él podía verlas o sólo eran producto de la imaginación de la elfa. Pero apenas podían verse, de noche, además. Sólo se veían como una tenue, muy tenue, ráfaga. ¿Sería Vincent capaz de captarlas?
Helyare comenzó a avanzar con cierta dificultad hacia el bosque, aunque muy despacio, dudosa, con pasos muy pequeños y pausados. No quería acercarse a Sandorai pero esas sombras… ¿Por qué se dirigían hacia ahí?
A escasos diez metros del primer árbol se detuvo. Ya no sólo veía a las sombras cuando aparecían, cada cierto tiempo. Ahora también veía a un elfo de reluciente armadura negra y verde que luchaba contra un brujo. Helyare estaba petrificada. Volvía a escuchar gritos, esta vez por parte de esos dos y se referían al dominio del territorio. La elfa no podía quitarles la vista de encima, horrorizada. El choque de las espadas retumbaba por entre los árboles formando eco. Era una batalla cruenta y no parecían detenerse. La pelirroja seguía en silencio, con la mirada vacía, observando cómo esos dos, a los cuales Vincent no podía ver, trataban de matarse.
Y uno de ellos lo consiguió.
El brujo asestó un fuerte golpe al guerrero élfico y, una vez que estuvo en el suelo, lo decapitó. No había tantos arbustos como para tapar lo que había ocurrido. La sangre del elfo transformaba la verde hierba en escarlata. La cabeza del guerrero se separó del cuerpo y rodó unos pocos centímetros hasta quedar a los pies de un árbol. Helyare estaba horrorizada ante esa imagen e inconscientemente se llevó la mano a la boca, aguantando la respiración. Quería ir… Pero sería repetir lo mismo de antes y el dolor de su costado recordaba a la joven que no podía aproximarse demasiado a Sandorai. –¿Lo ves? –Empezó a decir a Vincent con un hilo de voz. –Dime que lo ves, por favor. Han matado a un elfo. Ve… Ve a ver qué ha… Pasado. –Su voz se quebraba viendo la cabeza del elfo separada de su cuerpo. Ella quería ir, pero no podía.
Pero esto era otra de las visiones que sufría la elfa si se aproximaba demasiado al bosque que un día fue su hogar. Mas no lo eran las sombras, esas sí parecían “reales”. Una de ellas merodeaba durante un par de segundos cerca de la elfa y desaparecía por minutos. Después, regresaba.
Parecía como si tratase de rodearla, pero nunca llegaba a tocarla, aunque ella no se daba cuenta pues estaba centrada en lo que ocurría en el bosque.
Otra sombra apareció en otro lado, ya no dirección al territorio de los elfos, sino en dirección al norte. ¿Qué estaba pasando? Helyare seguía ensimismada en su mundo, observando inexpresiva lo que había ocurrido y ajena a las sombras que los rodeaban, pese a que sólo podían verse durante segundos.
Ella no sabía si ese brujo los había visto o no, aunque de ser afirmativo estaba ignorándolos, pues parecía ser ajeno a lo que estaba ocurriendo fuera del bosque. Pero, por precaución, empuñó su pequeña daga entre sus dedos ahora temblorosos.
Sólo una sombra rodeaba a la elfa, otras tres aparecían y desaparecían en dirección al norte, entre el río y el bosque.
Hablar de que el poblado había sido atacado era un golpe para ella, como si se pegara en la cabeza contra un edificio. Ese hecho supuso el comienzo de todo lo malo. El ataque que no pudo evitar era uno de los eslabones que amarraban su pierna con la pesada cadena que tenía que cargar.
Pero por suerte, el brujo no la presionaba, sólo se quedaba con lo que ella decía y no trataba de indagar más. Se sentía muy incómoda contándole estas cosas a alguien como él.
El hombre estaba empeñado en cruzar el río. ¿De noche? Lo miró extrañada por tan arriesgada hazaña… O más bien, locura. –Conozco. Pero es peligroso.
No sabía si había servido de algo su advertencia o no ya que Vincent no comentó nada más. El silencio sólo fue roto cuando Helyare vio la sombra detrás del brujo y este desenvainó su espada. No vio nada y se volteó a ver a la elfa. Ella trataba de que la creyera y no hiciera como cuando había visto el bosque arder.
Sorprendentemente, el hombre parecía creer en ella… O al menos lo fingía bien. No había soltado el discurso de que era mentira y eran visiones. Eso la tranquilizó un poco, a pesar de que seguía asustada por lo que había visto. –Era una sombra. Pero se veía tenue. –Buscó la mirada del brujo. –De verdad, había algo. –Se cercioró.
De nuevo volvía a sentirse impotente porque no había podido demostrar con hechos al hombre lo que había visto. Pero también estaba asustada porque no entendía qué pasaba, porqué ella era capaz de ver cosas que Vincent no. Estaba muy confusa.
Pero lo peor, sin duda, era esa sensación de sentirse vigilada. Miraba para todos lados, tratando de buscar las sombras que había visto. Se estaba poniendo nerviosa, posiblemente porque el brujo estaba en la orilla del río fregando los utensilios y ella allí, en el campamento, “sola”.
De nuevo, una sombra tenue pasó por encima del fuego, haciendo que se moviese con más violencia durante dos escasos segundos. Un escalofrío recorrió el cuerpo de la elfa, pero no hizo nada, no emitió ningún sonido, no avisó a Vincent. Sentía que si volvía a llamarlo no la creería. Había desaparecido al instante pero, ¿qué eran?
Con mucha dificultad se incorporó, ahora era lenta. Se agarraba la parte izquierda de las costillas, como hacía un rato, tratando de mitigar el dolor y respirando con suavidad para no sentir los fuertes pinchazos en esa zona. Ni siquiera había hecho caso a la broma del hombre de que no volvería a verlo, ahora mismo no pensaba en eso, sino en que quería descubrir qué pasaba por su mente. Cogió sus cosas como pudo y comenzó a andar hacia donde había visto que se dirigía la sombra.
De repente, otra más apareció, pero sólo se dejaban ver uno o dos segundos, nada más. Al instante siguiente vio dos sombras más, cada una se dirigía hacia un lado. –Vincent. –Lo llamó sin moverse, tenía miedo, muchísimo, pero no quería que el brujo lo supiese, antes iba su orgullo. Y tenía que hacer que él también viera esas sombras que más bien parecían una ilusión de tan tenues que eran. –Van hacia Sandorai. ¿Las ves?
Sus costillas volvieron a resentirse al acordarse de que esas sombras entraban en su territorio prohibido. Miró al brujo durante unos segundos para que confirmase si él podía verlas o sólo eran producto de la imaginación de la elfa. Pero apenas podían verse, de noche, además. Sólo se veían como una tenue, muy tenue, ráfaga. ¿Sería Vincent capaz de captarlas?
Helyare comenzó a avanzar con cierta dificultad hacia el bosque, aunque muy despacio, dudosa, con pasos muy pequeños y pausados. No quería acercarse a Sandorai pero esas sombras… ¿Por qué se dirigían hacia ahí?
A escasos diez metros del primer árbol se detuvo. Ya no sólo veía a las sombras cuando aparecían, cada cierto tiempo. Ahora también veía a un elfo de reluciente armadura negra y verde que luchaba contra un brujo. Helyare estaba petrificada. Volvía a escuchar gritos, esta vez por parte de esos dos y se referían al dominio del territorio. La elfa no podía quitarles la vista de encima, horrorizada. El choque de las espadas retumbaba por entre los árboles formando eco. Era una batalla cruenta y no parecían detenerse. La pelirroja seguía en silencio, con la mirada vacía, observando cómo esos dos, a los cuales Vincent no podía ver, trataban de matarse.
Y uno de ellos lo consiguió.
El brujo asestó un fuerte golpe al guerrero élfico y, una vez que estuvo en el suelo, lo decapitó. No había tantos arbustos como para tapar lo que había ocurrido. La sangre del elfo transformaba la verde hierba en escarlata. La cabeza del guerrero se separó del cuerpo y rodó unos pocos centímetros hasta quedar a los pies de un árbol. Helyare estaba horrorizada ante esa imagen e inconscientemente se llevó la mano a la boca, aguantando la respiración. Quería ir… Pero sería repetir lo mismo de antes y el dolor de su costado recordaba a la joven que no podía aproximarse demasiado a Sandorai. –¿Lo ves? –Empezó a decir a Vincent con un hilo de voz. –Dime que lo ves, por favor. Han matado a un elfo. Ve… Ve a ver qué ha… Pasado. –Su voz se quebraba viendo la cabeza del elfo separada de su cuerpo. Ella quería ir, pero no podía.
Pero esto era otra de las visiones que sufría la elfa si se aproximaba demasiado al bosque que un día fue su hogar. Mas no lo eran las sombras, esas sí parecían “reales”. Una de ellas merodeaba durante un par de segundos cerca de la elfa y desaparecía por minutos. Después, regresaba.
Parecía como si tratase de rodearla, pero nunca llegaba a tocarla, aunque ella no se daba cuenta pues estaba centrada en lo que ocurría en el bosque.
Otra sombra apareció en otro lado, ya no dirección al territorio de los elfos, sino en dirección al norte. ¿Qué estaba pasando? Helyare seguía ensimismada en su mundo, observando inexpresiva lo que había ocurrido y ajena a las sombras que los rodeaban, pese a que sólo podían verse durante segundos.
Ella no sabía si ese brujo los había visto o no, aunque de ser afirmativo estaba ignorándolos, pues parecía ser ajeno a lo que estaba ocurriendo fuera del bosque. Pero, por precaución, empuñó su pequeña daga entre sus dedos ahora temblorosos.
Sólo una sombra rodeaba a la elfa, otras tres aparecían y desaparecían en dirección al norte, entre el río y el bosque.
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Re: [CERRADO] Las sombras del pasado [Vincent/Libre]
El brujo se acercó hasta el rio, donde enjuagó el pequeño caldero, el plato, y los cubiertos. Antes tuviera todo listo para partir, antes podría marchar y seguir su camino hacia el oeste. No sabía cuán lejos pudiera estar el lugar más cercano para cruzar el Tymer, así que no quería perder tiempo, por si había mucha distancia hasta él.
El rubio volvió hacia donde estaba su campamento, y se sentó cerca de su morral. Sacó una tela de su interior con la que secó los utensilios de cocina. Después metió la cuchara más pequeña dentro del caldero, y también puso algunas de las cosas que llevaba dentro de su bolso, en el interior del recipiente. Era una forma de ahorrar espacio y poder llevar más objetos en menos espacio. Luego puso encima el plato como si de una tapa del caldero se tratara, y colocó el perol lleno de cosas sobre la tela que había usado antes para secar sus cosas. Finalmente, puso la cuchara para remover la sopa y los guisos, justo al lado del caldero, sobre la tela también, y envolvió todo, haciendo un nudo por encima con la tela, para dejarlo bien atado.
Era algo a lo que estaba más que acostumbrado. Unos movimientos más que aprendidos que hacía sin tener que pensar. Por ello, durante todo ese tiempo había estado pensando en las palabras que le había dicho la elfa.
- Es peligroso. Qué pena. Esperaba que fuera más sencillo cruzar al otro lado-, comentó, metiendo la tela llena de cosas dentro del bolso. - ¿A cuántos días está? O acaso no hace falta tanto tiempo para llegar al vado. Ojalá sea así. Me gustaría llegar lo antes posible hasta él, y así seguir con mi investigación-, dijo, regulando el fuego de la hoguera con sus poderes hasta apagar las llamas.
En un corto plazo, los soportes para preparar la cocina de campamento se enfriarían. Y en ese momento ya estaría listo para seguir el camino.
De la sombra que se suponía que había estado detrás de él, no dijo nada. No hacía falta darle más vueltas a eso, pues no iba a sacar nada concreto de ello. La chica estaba afectada por las visiones que había tenido que soportar antes, solo eso. Seguramente aún estaba estresada por ello, y con la mente confundida por lo que podía ser real o no. Sin duda, era una sensación desagradable no poder discernir entre lo real y lo falso.
De todos modos, la elfa se había distanciado unos pasos del campamente mientras limpiaba sus utensilios de cocina, y lo llamó para que viera algo. ¿Una nueva visión o algo existente de verdad? Solamente había una forma de comprobarlo.
El rubio avanzó hasta donde se encontraba la elfa, y al llegar no pudo apreciar nada en lontananza. En el horizonte solamente había oscuridad y árboles. Podría ser que lo que quiera que hubiera visto la mujer, se había movido, pero dadas las circunstancias… parecía improbable.
- No. No puedo apreciar nada. ¿Qué era? Elfos, brujos, o más sombras-, comentó curioso. Intentando saber si habían vuelto las visiones anteriores, o realmente estaba teniendo unas nuevas con sombras. - Será mejor que nos movamos. Es mejor alejarse-, conjeturó.
Caminar y alejarse del bosque donde había tenido las visiones, le ayudarían a pensar en otras cosas distintas. O eso esperaba.
En cualquier caso, lo mejor era prepararse para el viaje. Así que retornó hacia donde estaba la hoguera, y notó que el aro que servía como soporte del caldero, ya estaba lo suficientemente frío como para manipularlo. Se quitó los guantes, y retiró el aro y lo sopló para retirarle parte del hollín. Después lo puso sobre otra tela que había sacado de su morral. Una que a diferencia de la del perol, estaba negruzca en muchas zonas por culpa del carboncillo de la leña de otras ocasiones. Luego recogió las tres patas que conformaban el resto del soporte, y las puso junto al aro, para finalmente enrollarlas en la tela junto al aro, y meterlas en el bolso.
Por fin volvía a estar listo para viajar. Y sería mejor que lo hiciera lo antes posible, o a la chica le iba a dar algo a este paso.
Vincent se echó la correa de su morral por encima del hombre, y volvió a donde estaba la elfa, mientras se volvía a poner sus guantes.
- ¿Qué ocurre? - preguntó, al escuchar las voces de alarma de la tiradora. - ¿Han matado a un elfo? ¿Quién ha sido? - comentó, mirando al horizonte de árboles, sin ver nada.
Lo más probable es que fuera otra visión, pero la mejor manera de hacerle ver que no era real, era ir hasta allí. Cuando viera con sus propios ojos, como elfos y brujos no interactuaban con él, le haría caso. Cuando notara como ni elfos le atacaban, ni brujos le hablaban, ni su lucha le afectaba, la elfa entendería que no le mentía.
- Iré a ver. No tardaré-, dijo, avanzando hacia donde la mujer miraba.
El rubio caminó con paso ligero, pero con cautela de todas formas. No quería verse sorprendido por alguien ajeno. Que la chica viera cosas irreales, no significaba que en esta ocasión no hubiera visto algo auténtico. Seguro que no era un brujo de esa guerra ficticia que tenía en su cabeza, pero a lo mejor un hombre había matado a un elfo en las inmediaciones. Quién sabe. El caso es que tomar precauciones no le hacía daño a nadie.
- ¿Fue aquí? - preguntó, alzando la voz para hacerse escuchar en la lejanía. - Aquí no hay nada-, comentó en el mismo tono, después de revisar a su alrededor.
Si alguien hubiera matado alguien allí, debía haber signos de ellos. La hierba debía estar aplastada y rota por el peso del cuerpo caído, manchada de sangre, y debería haber un rastro por donde se hubieran llevado el cuerpo. Pero no había nada. Es más, esa zona estaba virgen, y ni tan siquiera había pisadas, salvo las suyas.
- No, no hay nada…-, comenzó a decirle nuevamente, preparado para volver junto a ella,
Pero antes de terminar la frase se giró a toda velocidad, desenvainando su espada y haciendo un tajo con su acero hacia la zona a la que se volteaba.
¿Qué coño había sido eso? Había escuchado un susurro amenazante justo detrás de él. Más bien un siseo de lo más escalofriante. No podría explicar ahora mismo lo que había dicho, pero había notado que era algo perjudicial para él, y por eso había contraatacado. Se había sentido en peligro.
Sin embargo, allí no había nada. Todo seguía tal cual.
- ¿Habrá sido el viento? - musitó. - Me estoy volviendo loco con tanto hablar de visiones-, comentó para sí mismo en el mismo tono.
No podía concretar qué era lo que le habían dicho, pero realmente, ¿le habían dicho algo? Más bien parecía que él también estaba teniendo visiones. Parecía que era algo contagioso.
- Nada. No hay nada-, gritó a la mujer, y se encaminó hacia ella.
Aunque esta vez no estaba tan convencido de lo que decía. Era mejor irse de allí. Ya no solo por el bien de la elfa, sino también por el suyo. Demonios, si no estuviera en el linde de Sandorai, juraría que ese lugar estaba maldito.
El rubio volvió hacia donde estaba su campamento, y se sentó cerca de su morral. Sacó una tela de su interior con la que secó los utensilios de cocina. Después metió la cuchara más pequeña dentro del caldero, y también puso algunas de las cosas que llevaba dentro de su bolso, en el interior del recipiente. Era una forma de ahorrar espacio y poder llevar más objetos en menos espacio. Luego puso encima el plato como si de una tapa del caldero se tratara, y colocó el perol lleno de cosas sobre la tela que había usado antes para secar sus cosas. Finalmente, puso la cuchara para remover la sopa y los guisos, justo al lado del caldero, sobre la tela también, y envolvió todo, haciendo un nudo por encima con la tela, para dejarlo bien atado.
Era algo a lo que estaba más que acostumbrado. Unos movimientos más que aprendidos que hacía sin tener que pensar. Por ello, durante todo ese tiempo había estado pensando en las palabras que le había dicho la elfa.
- Es peligroso. Qué pena. Esperaba que fuera más sencillo cruzar al otro lado-, comentó, metiendo la tela llena de cosas dentro del bolso. - ¿A cuántos días está? O acaso no hace falta tanto tiempo para llegar al vado. Ojalá sea así. Me gustaría llegar lo antes posible hasta él, y así seguir con mi investigación-, dijo, regulando el fuego de la hoguera con sus poderes hasta apagar las llamas.
En un corto plazo, los soportes para preparar la cocina de campamento se enfriarían. Y en ese momento ya estaría listo para seguir el camino.
De la sombra que se suponía que había estado detrás de él, no dijo nada. No hacía falta darle más vueltas a eso, pues no iba a sacar nada concreto de ello. La chica estaba afectada por las visiones que había tenido que soportar antes, solo eso. Seguramente aún estaba estresada por ello, y con la mente confundida por lo que podía ser real o no. Sin duda, era una sensación desagradable no poder discernir entre lo real y lo falso.
De todos modos, la elfa se había distanciado unos pasos del campamente mientras limpiaba sus utensilios de cocina, y lo llamó para que viera algo. ¿Una nueva visión o algo existente de verdad? Solamente había una forma de comprobarlo.
El rubio avanzó hasta donde se encontraba la elfa, y al llegar no pudo apreciar nada en lontananza. En el horizonte solamente había oscuridad y árboles. Podría ser que lo que quiera que hubiera visto la mujer, se había movido, pero dadas las circunstancias… parecía improbable.
- No. No puedo apreciar nada. ¿Qué era? Elfos, brujos, o más sombras-, comentó curioso. Intentando saber si habían vuelto las visiones anteriores, o realmente estaba teniendo unas nuevas con sombras. - Será mejor que nos movamos. Es mejor alejarse-, conjeturó.
Caminar y alejarse del bosque donde había tenido las visiones, le ayudarían a pensar en otras cosas distintas. O eso esperaba.
En cualquier caso, lo mejor era prepararse para el viaje. Así que retornó hacia donde estaba la hoguera, y notó que el aro que servía como soporte del caldero, ya estaba lo suficientemente frío como para manipularlo. Se quitó los guantes, y retiró el aro y lo sopló para retirarle parte del hollín. Después lo puso sobre otra tela que había sacado de su morral. Una que a diferencia de la del perol, estaba negruzca en muchas zonas por culpa del carboncillo de la leña de otras ocasiones. Luego recogió las tres patas que conformaban el resto del soporte, y las puso junto al aro, para finalmente enrollarlas en la tela junto al aro, y meterlas en el bolso.
Por fin volvía a estar listo para viajar. Y sería mejor que lo hiciera lo antes posible, o a la chica le iba a dar algo a este paso.
Vincent se echó la correa de su morral por encima del hombre, y volvió a donde estaba la elfa, mientras se volvía a poner sus guantes.
- ¿Qué ocurre? - preguntó, al escuchar las voces de alarma de la tiradora. - ¿Han matado a un elfo? ¿Quién ha sido? - comentó, mirando al horizonte de árboles, sin ver nada.
Lo más probable es que fuera otra visión, pero la mejor manera de hacerle ver que no era real, era ir hasta allí. Cuando viera con sus propios ojos, como elfos y brujos no interactuaban con él, le haría caso. Cuando notara como ni elfos le atacaban, ni brujos le hablaban, ni su lucha le afectaba, la elfa entendería que no le mentía.
- Iré a ver. No tardaré-, dijo, avanzando hacia donde la mujer miraba.
El rubio caminó con paso ligero, pero con cautela de todas formas. No quería verse sorprendido por alguien ajeno. Que la chica viera cosas irreales, no significaba que en esta ocasión no hubiera visto algo auténtico. Seguro que no era un brujo de esa guerra ficticia que tenía en su cabeza, pero a lo mejor un hombre había matado a un elfo en las inmediaciones. Quién sabe. El caso es que tomar precauciones no le hacía daño a nadie.
- ¿Fue aquí? - preguntó, alzando la voz para hacerse escuchar en la lejanía. - Aquí no hay nada-, comentó en el mismo tono, después de revisar a su alrededor.
Si alguien hubiera matado alguien allí, debía haber signos de ellos. La hierba debía estar aplastada y rota por el peso del cuerpo caído, manchada de sangre, y debería haber un rastro por donde se hubieran llevado el cuerpo. Pero no había nada. Es más, esa zona estaba virgen, y ni tan siquiera había pisadas, salvo las suyas.
- No, no hay nada…-, comenzó a decirle nuevamente, preparado para volver junto a ella,
Pero antes de terminar la frase se giró a toda velocidad, desenvainando su espada y haciendo un tajo con su acero hacia la zona a la que se volteaba.
¿Qué coño había sido eso? Había escuchado un susurro amenazante justo detrás de él. Más bien un siseo de lo más escalofriante. No podría explicar ahora mismo lo que había dicho, pero había notado que era algo perjudicial para él, y por eso había contraatacado. Se había sentido en peligro.
Sin embargo, allí no había nada. Todo seguía tal cual.
- ¿Habrá sido el viento? - musitó. - Me estoy volviendo loco con tanto hablar de visiones-, comentó para sí mismo en el mismo tono.
No podía concretar qué era lo que le habían dicho, pero realmente, ¿le habían dicho algo? Más bien parecía que él también estaba teniendo visiones. Parecía que era algo contagioso.
- Nada. No hay nada-, gritó a la mujer, y se encaminó hacia ella.
Aunque esta vez no estaba tan convencido de lo que decía. Era mejor irse de allí. Ya no solo por el bien de la elfa, sino también por el suyo. Demonios, si no estuviera en el linde de Sandorai, juraría que ese lugar estaba maldito.
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Re: [CERRADO] Las sombras del pasado [Vincent/Libre]
La elfa estaba horriblemente confundida. Tanto, que su cabeza estaba a punto de estallar. Ignoró lo que había dicho Vincent sobre cruzar el río, pues su mente estaba concentrada en las sombras que había visto antes y también en lo que el brujo decía que eran visiones. Ya no sabía qué era real y qué no. Nunca había experimentado esa disociación de la realidad tan grande y no podía explicar el porqué. Había pasado de pensar que el brujo la estaba engañando a no saber qué era verdad y qué no de lo que estaba viendo. ¿Estaba cerca de Sandorai? Eso sí, su costado izquierdo aún dolía y lo sentía arder. ¿Y Vincent? También era real que estaba con él, había podido interactuar. Pero también había olido el peculiar humo de los árboles quemándose, había visto las cenizas volar por el aire, había sentido el calor. Y aún así el hombre negaba la existencia de un incendio.
Estaba siguiendo a las sombras y se había encontrado a un elfo siendo decapitado por un brujo. Su cabeza latía tan fuerte que parecía que iba a reventar en cualquier momento. Por suerte para ella, Vincent acudió a su llamada y se quedó a su lado, tratando de entender qué pasaba. Ni ella lo sabía, sólo podía describir lo que estaba viendo. Se sentía ridícula, pero a la vez muy asustada. Ya no sabía si lo que le estaba contando al brujo era real o no y, aunque en esos momentos no se daba cuenta, sí que había pensado en la paciencia que estaba teniendo, alguien que se suponía que era deplorable, con ella.
Con toda su buena intención y, a pesar de que insistía en que lo que veía Helyare era falso, Vincent fue a la linde del bosque. La elfa se sintió más confusa todavía. Podía ver la cabeza del elfo aún a los pies de un árbol, pero el brujo no parecía inmutarse, como si no lo viera. Y el otro hechicero, quien había cometido semejante atrocidad, tampoco estaba al tanto de que Vincent se aproximaba. Era como si no se viesen. ¿Eso era falso? ¿Y las sombras que seguían rodeándola? Ella no se estaba dando cuenta de eso, pero sí que veía tenues apariciones y desapariciones de las mismas. ¿Seguía avisando a su acompañante sobre las “cosas esas”? Pensó que ya había tenido suficiente con haber hecho ir a Vincent al bosque para nada, pues parecía no darse cuenta de que a escasos centímetros de él estaba la ensangrentada cabeza del elfo.
Quería irse corriendo de allí, no entendía qué estaba pasando con ella, pero sentía una impotencia brutal al no poder controlar lo que su mente procesaba, ni lo que sus sentidos atisbaban. ¿Por qué estaba ocurriendo algo así? No entendía nada. Y mucho menos supo qué pasaba cuando vio al brujo girarse y desenvainar la espada de golpe. ¿Había visto algo? No, el asesino del elfo ya no estaba, se había metido entre los árboles, entonces, ¿a qué se debía ese movimiento tan brusco? En ese momento se asustó más. Si Vincent, que había insistido en que todo eran visiones, ahora había sentido algo, ¿lo que ella veía no era falso?
Miró para todos lados con excesiva alarma. Notaba algo cerca de ella, aparte de frío, bastante frío. Y no era por la caída de la noche, sino por algo más que ella tampoco podía describir. Tal vez se estaba emparanoiando después de todo lo que había sucedido. El encontronazo con el brujo al otro lado del Tymer, las supuestas alucinaciones donde veía el bosque arder y a los elfos morir, esta decapitación y las sombras. Todo eso estaba mellando la capacidad de distinguir realidad y fantasía para Helyare.
Vincent se acercó y, a pesar de que era un mísero brujo, la elfa nunca se había alegrado tanto de que estuviera a su lado. Estaba muy tensa, tenía la empuñadura de la daga apretada entre sus dedos, pero sin desenvainarla y miraba a todos lados. –¿Qué ha pasado? ¿Has visto algo? –Ella sabía que el hombre había sacado la espada por algo, pero no había visto contra qué quería dar el golpe. ¿Otra sombra? ¿Un elfo? –Vámonos de aquí.
Helyare mordió su labio inferior echando un último vistazo al bosque. Todavía escuchaba gritos en su mente. Se callaban durante un rato y volvían a aparecer repentinamente durante segundos. Hablaban en su lengua y otros en común. Se amenazaban, se juraban la muerte, escuchaba los aceros chocar… Pero en el bosque no había nada, sólo la cabeza del rubio elfo bajo un árbol.
De reojo vio otra sombra moverse y desaparecer. Al instante señaló con la mano la dirección que había tomado, hacia el norte, igual que las otras que había visto. Volvió la vista hacia Vincent esperando que la hubiese visto, pero con cierta lástima e impotencia al no saber ya qué decir para no parecer una enferma. –¿Qué me está pasando? Dime que la has visto…
Estaba desesperada por demostrar que estaba bien, que sus sentidos funcionaban correctamente, pero a cada cosa que decía más trastornada parecía estar. Quería que la creyera a pesar de que había advertido de demasiadas presencias esa noche y el hombre no había podido encontrarse con ninguna. La idea de que podía estar bajo un hechizo de Vincent aún rondaba su cabeza pero es que parecía imposible, ni él se enteraba de lo que estaba sucediendo. La había salvado cuando más fácil podía haber sido para él atacarla. ¿Qué buscaba volviéndola loca? Estaba casi segura que ese brujo no tenía nada que ver, pero ¿por qué él no era capaz de ver lo que ella sí? Aparte de porque sus sentidos estaban subdesarrollados comparados con los de una elfa, pero no eran tan tenues como para no verlas. Y ese elfo era nítido, se había escuchado el acero partir la carne de su cuello y chocar contra las vértebras que unían su cabeza al tronco.
¿Las sombras también eran falsas? ¿Por qué aún las veía bailotear? Y ese espadazo que había dado el brujo al aire…
A caballo, alguien se aproximaba hacia ellos. ¿Otra visión? Parecía muy real, se escuchaban las pisadas del animal contra el suelo. Helyare miró a Vincent tratando de averiguar si lo que veía era real u otra alucinación.
Esta vez era real.
Un hombre se acercaba peligrosamente hacia ellos y se detuvo a tan solo unos metros de los dos.
–¡Si que cuesta atraparte, elfa!
Helyare miró extrañada al tipo ese. Estaba bastante tapado y no se podía ver a la persona que había debajo de tantas capas de ropa. ¿Qué quería? ¿Tendría algo que ver con lo que estaba ocurriendo? Volvió a pasar la mirada por el brujo, primero, y luego de nuevo al jinete.
–La familia Lombardi todavía quiere su venganza por lo que le hiciste a Francesca. Así que tú y yo nos vamos a Vulwulfar. –De un salto se bajó del caballo y se abalanzó contra Helyare, que se movió rápidamente y sacó su arco junto a una flecha. Un par de segundos después estaba apuntando al hombre ante la mirada de Vincent que, probablemente, no entendería nada.
–¡Vete por donde has venido! ¡Fuera! –Tensó la cuerda del arco a modo de advertencia. Si se acercaba más, dispararía contra ese tipejo. Ya estaba demasiado alterada por todos los acontecimientos de esa noche, como para que ese hombre fuera a increpar. ¡Había pasado tiempo desde que había muerto Francesca! ¡Que lo olvidasen ya! Después de todo, ella se había metido también en líos con los elfos.
Estaba siguiendo a las sombras y se había encontrado a un elfo siendo decapitado por un brujo. Su cabeza latía tan fuerte que parecía que iba a reventar en cualquier momento. Por suerte para ella, Vincent acudió a su llamada y se quedó a su lado, tratando de entender qué pasaba. Ni ella lo sabía, sólo podía describir lo que estaba viendo. Se sentía ridícula, pero a la vez muy asustada. Ya no sabía si lo que le estaba contando al brujo era real o no y, aunque en esos momentos no se daba cuenta, sí que había pensado en la paciencia que estaba teniendo, alguien que se suponía que era deplorable, con ella.
Con toda su buena intención y, a pesar de que insistía en que lo que veía Helyare era falso, Vincent fue a la linde del bosque. La elfa se sintió más confusa todavía. Podía ver la cabeza del elfo aún a los pies de un árbol, pero el brujo no parecía inmutarse, como si no lo viera. Y el otro hechicero, quien había cometido semejante atrocidad, tampoco estaba al tanto de que Vincent se aproximaba. Era como si no se viesen. ¿Eso era falso? ¿Y las sombras que seguían rodeándola? Ella no se estaba dando cuenta de eso, pero sí que veía tenues apariciones y desapariciones de las mismas. ¿Seguía avisando a su acompañante sobre las “cosas esas”? Pensó que ya había tenido suficiente con haber hecho ir a Vincent al bosque para nada, pues parecía no darse cuenta de que a escasos centímetros de él estaba la ensangrentada cabeza del elfo.
Quería irse corriendo de allí, no entendía qué estaba pasando con ella, pero sentía una impotencia brutal al no poder controlar lo que su mente procesaba, ni lo que sus sentidos atisbaban. ¿Por qué estaba ocurriendo algo así? No entendía nada. Y mucho menos supo qué pasaba cuando vio al brujo girarse y desenvainar la espada de golpe. ¿Había visto algo? No, el asesino del elfo ya no estaba, se había metido entre los árboles, entonces, ¿a qué se debía ese movimiento tan brusco? En ese momento se asustó más. Si Vincent, que había insistido en que todo eran visiones, ahora había sentido algo, ¿lo que ella veía no era falso?
Miró para todos lados con excesiva alarma. Notaba algo cerca de ella, aparte de frío, bastante frío. Y no era por la caída de la noche, sino por algo más que ella tampoco podía describir. Tal vez se estaba emparanoiando después de todo lo que había sucedido. El encontronazo con el brujo al otro lado del Tymer, las supuestas alucinaciones donde veía el bosque arder y a los elfos morir, esta decapitación y las sombras. Todo eso estaba mellando la capacidad de distinguir realidad y fantasía para Helyare.
Vincent se acercó y, a pesar de que era un mísero brujo, la elfa nunca se había alegrado tanto de que estuviera a su lado. Estaba muy tensa, tenía la empuñadura de la daga apretada entre sus dedos, pero sin desenvainarla y miraba a todos lados. –¿Qué ha pasado? ¿Has visto algo? –Ella sabía que el hombre había sacado la espada por algo, pero no había visto contra qué quería dar el golpe. ¿Otra sombra? ¿Un elfo? –Vámonos de aquí.
Helyare mordió su labio inferior echando un último vistazo al bosque. Todavía escuchaba gritos en su mente. Se callaban durante un rato y volvían a aparecer repentinamente durante segundos. Hablaban en su lengua y otros en común. Se amenazaban, se juraban la muerte, escuchaba los aceros chocar… Pero en el bosque no había nada, sólo la cabeza del rubio elfo bajo un árbol.
De reojo vio otra sombra moverse y desaparecer. Al instante señaló con la mano la dirección que había tomado, hacia el norte, igual que las otras que había visto. Volvió la vista hacia Vincent esperando que la hubiese visto, pero con cierta lástima e impotencia al no saber ya qué decir para no parecer una enferma. –¿Qué me está pasando? Dime que la has visto…
Estaba desesperada por demostrar que estaba bien, que sus sentidos funcionaban correctamente, pero a cada cosa que decía más trastornada parecía estar. Quería que la creyera a pesar de que había advertido de demasiadas presencias esa noche y el hombre no había podido encontrarse con ninguna. La idea de que podía estar bajo un hechizo de Vincent aún rondaba su cabeza pero es que parecía imposible, ni él se enteraba de lo que estaba sucediendo. La había salvado cuando más fácil podía haber sido para él atacarla. ¿Qué buscaba volviéndola loca? Estaba casi segura que ese brujo no tenía nada que ver, pero ¿por qué él no era capaz de ver lo que ella sí? Aparte de porque sus sentidos estaban subdesarrollados comparados con los de una elfa, pero no eran tan tenues como para no verlas. Y ese elfo era nítido, se había escuchado el acero partir la carne de su cuello y chocar contra las vértebras que unían su cabeza al tronco.
¿Las sombras también eran falsas? ¿Por qué aún las veía bailotear? Y ese espadazo que había dado el brujo al aire…
A caballo, alguien se aproximaba hacia ellos. ¿Otra visión? Parecía muy real, se escuchaban las pisadas del animal contra el suelo. Helyare miró a Vincent tratando de averiguar si lo que veía era real u otra alucinación.
Esta vez era real.
Un hombre se acercaba peligrosamente hacia ellos y se detuvo a tan solo unos metros de los dos.
–¡Si que cuesta atraparte, elfa!
Helyare miró extrañada al tipo ese. Estaba bastante tapado y no se podía ver a la persona que había debajo de tantas capas de ropa. ¿Qué quería? ¿Tendría algo que ver con lo que estaba ocurriendo? Volvió a pasar la mirada por el brujo, primero, y luego de nuevo al jinete.
–La familia Lombardi todavía quiere su venganza por lo que le hiciste a Francesca. Así que tú y yo nos vamos a Vulwulfar. –De un salto se bajó del caballo y se abalanzó contra Helyare, que se movió rápidamente y sacó su arco junto a una flecha. Un par de segundos después estaba apuntando al hombre ante la mirada de Vincent que, probablemente, no entendería nada.
–¡Vete por donde has venido! ¡Fuera! –Tensó la cuerda del arco a modo de advertencia. Si se acercaba más, dispararía contra ese tipejo. Ya estaba demasiado alterada por todos los acontecimientos de esa noche, como para que ese hombre fuera a increpar. ¡Había pasado tiempo desde que había muerto Francesca! ¡Que lo olvidasen ya! Después de todo, ella se había metido también en líos con los elfos.
- Off:
- Tiro runa para ver si este cazarrecompensas me atrapa. ¡Vincent, ayúdame si me salen malas! T.T
Edito: ¡¡QUIERO LLORAR!! Vincent, ayúdame y no volveré a meterme contigo durante un mes (?)
Última edición por Helyare el Vie Mar 17 2017, 16:38, editado 1 vez
Helyare
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Re: [CERRADO] Las sombras del pasado [Vincent/Libre]
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Re: [CERRADO] Las sombras del pasado [Vincent/Libre]
La familia Lombardi de Vulwulfar había enviado un nuevo asesino al encuentro de la elfa. Era el segundo enviado por los Lombardi ya. Si bien del primero la elfa consiguió huir gracias a su astucia y facilidad cuando se encontraba en una situación aún más comprometida que la de ahora, en esta ocasión parecía que lo tenía más complicado, pues este nuevo asesino parecía más habilidoso que el anterior y contaba además con montura, por lo que le sería más difícil escapar por velocidad.
El nuevo cazarrecompensas, que contaba con una espada corta como la que llevaba Francesca el día que fue asesinada por Farnasse y Helyare, se postró frente a ambos y apuntó con su espada a la arquera.
-¡Asesina! – le espetó a Helyare, que le apuntaba con el arco, pero el brujo, en esta ocasión tensái de electricidad, generó una pequeña corriente imperceptible en la punta metálica de su flecha que sería suficiente para desviar el tiro si ésta trataba de disparar. El hombre sentía el éter correr por la sangre de Vincent. Sabía que era de los de su raza. – No la ayudes, brujo. Esta elfa ha despreciado a todos los de nuestra raza y ha asesinado sin motivo a una joven inocente. Merece ser juzgada. – le espetó a Vincent para tratar de ponerlo de su lado o al menos que no interviniera en su defensa.
-Te vas a venir conmigo. – le dijo finalmente, acercándose y desviando el tiro sin que ésta supiera ni cómo lo había hecho. Y entonces se lanzó corriendo hacia ella, y antes de que cargara una nueva flecha la agarró por el brazo para tratar de evitar que escapase, con la que forcejeó durante un intervalo de tiempo, tratando de esposarla y llevársela.
A petición de Helyare, me paso por el hilo. El primero de los tres intentos de Lombardi por capturarla por sus acciones en la misión “Las piras de Vulwulfar”.
Vincent: Puedes decidir lanzar una runa para ayudar al cazarrecompensas a capturar a Helyare o bien para defenderla del mismo. También podéis ignorar el ataque y no lanzar nada. Hagas lo que hagas, no habrá consecuencias para ti.
Helyare: Si alguna runa contra ti es mejor que la tuya, entonces serás capturada. Si no, podrás huir… por ahora.
No intervendré más en el post. La interpretación restante quedará a vuestro criterio. Estáis haciendo un hilo muy interesante, veo que a Vincent incluso para alguien tan racista como Helyare es difícil cogerle manía. No me extraña. Es el chico más kawai del foro.
El nuevo cazarrecompensas, que contaba con una espada corta como la que llevaba Francesca el día que fue asesinada por Farnasse y Helyare, se postró frente a ambos y apuntó con su espada a la arquera.
-¡Asesina! – le espetó a Helyare, que le apuntaba con el arco, pero el brujo, en esta ocasión tensái de electricidad, generó una pequeña corriente imperceptible en la punta metálica de su flecha que sería suficiente para desviar el tiro si ésta trataba de disparar. El hombre sentía el éter correr por la sangre de Vincent. Sabía que era de los de su raza. – No la ayudes, brujo. Esta elfa ha despreciado a todos los de nuestra raza y ha asesinado sin motivo a una joven inocente. Merece ser juzgada. – le espetó a Vincent para tratar de ponerlo de su lado o al menos que no interviniera en su defensa.
-Te vas a venir conmigo. – le dijo finalmente, acercándose y desviando el tiro sin que ésta supiera ni cómo lo había hecho. Y entonces se lanzó corriendo hacia ella, y antes de que cargara una nueva flecha la agarró por el brazo para tratar de evitar que escapase, con la que forcejeó durante un intervalo de tiempo, tratando de esposarla y llevársela.
* * * * * *
A petición de Helyare, me paso por el hilo. El primero de los tres intentos de Lombardi por capturarla por sus acciones en la misión “Las piras de Vulwulfar”.
Vincent: Puedes decidir lanzar una runa para ayudar al cazarrecompensas a capturar a Helyare o bien para defenderla del mismo. También podéis ignorar el ataque y no lanzar nada. Hagas lo que hagas, no habrá consecuencias para ti.
Helyare: Si alguna runa contra ti es mejor que la tuya, entonces serás capturada. Si no, podrás huir… por ahora.
No intervendré más en el post. La interpretación restante quedará a vuestro criterio. Estáis haciendo un hilo muy interesante, veo que a Vincent incluso para alguien tan racista como Helyare es difícil cogerle manía. No me extraña. Es el chico más kawai del foro.
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Re: [CERRADO] Las sombras del pasado [Vincent/Libre]
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Re: [CERRADO] Las sombras del pasado [Vincent/Libre]
Tenía que ser solamente algo fruto de su imaginación. Un maldito ruido creado por su mente, ya saturada de historias de visiones por los problemas que afectan a la elfa. O quizás verdaderamente había pasado un brujo por allí. Pero no el que había dicho Helyare, o quizás puede que sí. En todo caso había sido uno que se había aproximado mucho al límite del bosque, y había usado sus poderes por algún motivo. Un ilusionista que se había defendido o atacado a alguien en las inmediaciones, dejando la zona llena de una falsa realidad para todo aquel que llegara allí.
Pero no. Eso no podía ser. No existía nadie tan poderoso para crear una ilusión tan duradera. No había visto a nadie más que a la elfa desde que llegara a la zona, y ya había pasado bastante tiempo de entonces. Además, salvo ese susurro, nunca había visto o escuchado nada de lo que decía Hel que pasaba. Es más, se había aproximado a la zona porque la chica había visto un elfo morir, pero no había rastro de algo parecido.
Si esos poderes ilusorios estaban allí, debían haberle afectado nada más llegar a la zona, y no solamente a la elfa. Es más, entonces había más probabilidades de que ese supuesto conjuro lo confundiera. Hubiera sido más reciente y poderoso.
No. No había nada de eso. Simplemente la mente le había jugado una mala pasada.
- No, no he visto nada-, contestó, cuando ya estaba a unos escasos pasos de la elfa. - Me pareció escuchar algo, pero no era nada. Supongo que algún animal-, dijo, apoyándose la hoja de la espada sobre el hombro, pero sin fuerza para cortarse. - Tampoco había un muerto, o signos de lucha, así que básicamente, no era nada. La zona estaba virgen e impoluta hasta que llegué yo-, le explicó.
La contestación a la siguiente pregunta de la elfa era difícil de responder. Lo más probable es que fuera algún tipo de droga en su sangre. Algún tipo de sustancia que le estaba creando esas visiones, pero era imposible de saber. Un sanador o alquimista podría haberle respondido mejor a esa pregunta.
- No sé qué te pasa. No sabría decirte con exactitud. Pero concuerdo contigo, será mejor irnos-, dijo, avanzando junto a la tiradora. - Seguro que caminar y alejarnos te ayuda. Te servirá para despejar la mente, y no pensar más en las visiones-, auguró.
Realmente era imposible saberlo, pero no podía hacer mucho más por ella. No tenía ni idea de que le pasaba, pero seguramente alejarse del lugar le servía para centrarse en otras cosas, y en el objetivo de cruzar el río. Pensar en el vado, y tener menos presente el bosque podría servir para ello.
- Y dime, ¿está lejos el paso por el río? - preguntó, curioso, pues antes no había recibido respuesta sobre ello.
De todos modos, tenía la impresión de que esta vez tampoco sería el caso. Cuando no eran brujos y elfos, o sombras, se trataba de caballos. Aunque en esta ocasión… no era una ilusión, para variar.
- Coño, que tipo tan simpático-, bromeó. - Uno no espera encontrarse gente cuando está tan alejado de los pueblos. Pero oye, si es majo, siempre es positivo-, se chanceó del jinete.
La situación se había tensado por momentos, así que tirar de un poco de humor, quizás ayudara a resolver la situación sin ninguna pelea. Craso error, pues ese hombre estaba allí precisamente para captura a Helyare.
- Hey, te falto el maldito. Si dices maldito brujo, ya hubiera pensado que eras Helyare en cuerpo de brujo-, bromeó una vez, para luego ponerse más serio. Aunque tenía que reconocer que esa broma era buena. - A ver muchacho. Llegas aquí, y me sueltas todo eso sin enseñarme documento alguno que acredite tu trabajo. Dices que mató a un inocente, e igual puede que no hiciera nada y que solamente seas un bandido. Qué motivos tengo para creerte.
Sí, la elfa estaba un poco loca, y era sumamente racista con los brujos. Pero aún así, cuando estuvo en la cueva con ella, no lo había matado. Realmente había tenido su oportunidad. Había tenido a un brujo inocente delante de su arco cargado, y no le disparó la flecha. Algo que siempre era agradable cuando ese brujo eras tú. Por ello, pese a que la joven solía tener siempre una palabra malsonante para los brujos, sabía que la elfa no atacaría a nadie si no lo merecía. Él era la prueba viviente de ello.
- Así que entiende mi posición. Conozco suficiente a esta elfa, como para hacerme una idea de ella. No creo que haya hecho algo así-, siguió hablando. - Será mejor que me enseñes algo que pueda demostrar lo que dices, o me temo que no puedo creerte-, le aseguró.
Había trabajado tantas veces como cazarrecompensas, que sabía perfectamente que debía tener algún papel para demostrar lo que decía. Era de primero de cátedra de cazarrecompensas, llevar algo así, para probar que era verdad. El cártel del tablón de búsquedas como mínimo. Si era un documento sellado aún mejor.
- Si de verdad está buscada por la justicia. Yo mismo me encargaré de llevarla ante ella, para solucionar el malentendido. Porque debe ser algún error. Curiosamente, yo también trabajo de esto, y ella me ayudó en un caso en particular-, explicó.
El brujo que acababa de llegar, no era un hombre ducho en palabras, por definirlo de algún modo. Pasó bastante de él, y se centró solamente en su objetivo particular. La elfa.
Para alguien ajeno a la magia, sería difícil saber que había hecho el brujo recién llegado para acercarse sin ser interceptado por la flecha. Sin embargo, para él era sumamente fácil de adivinar. Tener una madre y hermana tensai de aire tenía sus ventajas. Tenía tantos entrenamientos con ellas que le era imposible calcular el número. Maldita sea, si hasta su hija adoptiva era tensai de aire.
- Oye amigo-, comentó más serio que antes. - Suéltala, o de verdad te vas a meter en problemas-, dijo, al ver como la agarraba.
Vincent preparó una descarga de aire mentalmente. Si ese estúpido no le hacía caso, le enseñaría que lo bien que manejaba el aire, pese a no ser un tensai como él.
Pongo este offrol solamente para avisar de que ayudo a Helyare. Aunque sea más que evidente en el post XD
Pero no. Eso no podía ser. No existía nadie tan poderoso para crear una ilusión tan duradera. No había visto a nadie más que a la elfa desde que llegara a la zona, y ya había pasado bastante tiempo de entonces. Además, salvo ese susurro, nunca había visto o escuchado nada de lo que decía Hel que pasaba. Es más, se había aproximado a la zona porque la chica había visto un elfo morir, pero no había rastro de algo parecido.
Si esos poderes ilusorios estaban allí, debían haberle afectado nada más llegar a la zona, y no solamente a la elfa. Es más, entonces había más probabilidades de que ese supuesto conjuro lo confundiera. Hubiera sido más reciente y poderoso.
No. No había nada de eso. Simplemente la mente le había jugado una mala pasada.
- No, no he visto nada-, contestó, cuando ya estaba a unos escasos pasos de la elfa. - Me pareció escuchar algo, pero no era nada. Supongo que algún animal-, dijo, apoyándose la hoja de la espada sobre el hombro, pero sin fuerza para cortarse. - Tampoco había un muerto, o signos de lucha, así que básicamente, no era nada. La zona estaba virgen e impoluta hasta que llegué yo-, le explicó.
La contestación a la siguiente pregunta de la elfa era difícil de responder. Lo más probable es que fuera algún tipo de droga en su sangre. Algún tipo de sustancia que le estaba creando esas visiones, pero era imposible de saber. Un sanador o alquimista podría haberle respondido mejor a esa pregunta.
- No sé qué te pasa. No sabría decirte con exactitud. Pero concuerdo contigo, será mejor irnos-, dijo, avanzando junto a la tiradora. - Seguro que caminar y alejarnos te ayuda. Te servirá para despejar la mente, y no pensar más en las visiones-, auguró.
Realmente era imposible saberlo, pero no podía hacer mucho más por ella. No tenía ni idea de que le pasaba, pero seguramente alejarse del lugar le servía para centrarse en otras cosas, y en el objetivo de cruzar el río. Pensar en el vado, y tener menos presente el bosque podría servir para ello.
- Y dime, ¿está lejos el paso por el río? - preguntó, curioso, pues antes no había recibido respuesta sobre ello.
De todos modos, tenía la impresión de que esta vez tampoco sería el caso. Cuando no eran brujos y elfos, o sombras, se trataba de caballos. Aunque en esta ocasión… no era una ilusión, para variar.
- Coño, que tipo tan simpático-, bromeó. - Uno no espera encontrarse gente cuando está tan alejado de los pueblos. Pero oye, si es majo, siempre es positivo-, se chanceó del jinete.
La situación se había tensado por momentos, así que tirar de un poco de humor, quizás ayudara a resolver la situación sin ninguna pelea. Craso error, pues ese hombre estaba allí precisamente para captura a Helyare.
- Hey, te falto el maldito. Si dices maldito brujo, ya hubiera pensado que eras Helyare en cuerpo de brujo-, bromeó una vez, para luego ponerse más serio. Aunque tenía que reconocer que esa broma era buena. - A ver muchacho. Llegas aquí, y me sueltas todo eso sin enseñarme documento alguno que acredite tu trabajo. Dices que mató a un inocente, e igual puede que no hiciera nada y que solamente seas un bandido. Qué motivos tengo para creerte.
Sí, la elfa estaba un poco loca, y era sumamente racista con los brujos. Pero aún así, cuando estuvo en la cueva con ella, no lo había matado. Realmente había tenido su oportunidad. Había tenido a un brujo inocente delante de su arco cargado, y no le disparó la flecha. Algo que siempre era agradable cuando ese brujo eras tú. Por ello, pese a que la joven solía tener siempre una palabra malsonante para los brujos, sabía que la elfa no atacaría a nadie si no lo merecía. Él era la prueba viviente de ello.
- Así que entiende mi posición. Conozco suficiente a esta elfa, como para hacerme una idea de ella. No creo que haya hecho algo así-, siguió hablando. - Será mejor que me enseñes algo que pueda demostrar lo que dices, o me temo que no puedo creerte-, le aseguró.
Había trabajado tantas veces como cazarrecompensas, que sabía perfectamente que debía tener algún papel para demostrar lo que decía. Era de primero de cátedra de cazarrecompensas, llevar algo así, para probar que era verdad. El cártel del tablón de búsquedas como mínimo. Si era un documento sellado aún mejor.
- Si de verdad está buscada por la justicia. Yo mismo me encargaré de llevarla ante ella, para solucionar el malentendido. Porque debe ser algún error. Curiosamente, yo también trabajo de esto, y ella me ayudó en un caso en particular-, explicó.
El brujo que acababa de llegar, no era un hombre ducho en palabras, por definirlo de algún modo. Pasó bastante de él, y se centró solamente en su objetivo particular. La elfa.
Para alguien ajeno a la magia, sería difícil saber que había hecho el brujo recién llegado para acercarse sin ser interceptado por la flecha. Sin embargo, para él era sumamente fácil de adivinar. Tener una madre y hermana tensai de aire tenía sus ventajas. Tenía tantos entrenamientos con ellas que le era imposible calcular el número. Maldita sea, si hasta su hija adoptiva era tensai de aire.
- Oye amigo-, comentó más serio que antes. - Suéltala, o de verdad te vas a meter en problemas-, dijo, al ver como la agarraba.
Vincent preparó una descarga de aire mentalmente. Si ese estúpido no le hacía caso, le enseñaría que lo bien que manejaba el aire, pese a no ser un tensai como él.
Offrol
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Pongo este offrol solamente para avisar de que ayudo a Helyare. Aunque sea más que evidente en el post XD
Vincent Calhoun
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Re: [CERRADO] Las sombras del pasado [Vincent/Libre]
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Re: [CERRADO] Las sombras del pasado [Vincent/Libre]
Ese día estaba siendo todo una confusión para la elfa. Después de cruzar el Tymer todo habían sido piedras en el camino. Lo primero era esa maldita quemadura que ocupaba todo su gemelo, en forma de reloj, pero que no cicatrizaba bien. Luego su extrema disociación de la realidad… O no. Bueno, no lo sabía. Le costaba mucho diferenciar lo que era producto de su imaginación y lo que no. Su encontronazo con Vincent, de nuevo, y lo peor: ese maldito cazarrecompensas que quería su cabeza.
Si no fuera porque el brujo también lo había visto e, incluso, hablaba con él, ella hubiese pensado que de nuevo era su mente jugándole una mala pasada. Estaba agotada, había visto la muerte de varios elfos, el ataque de varios brujos, el incendio de Sandorai y unas sombras que merodeaban cerca de ambos. Y todo eso era mentira. ¿Cómo iba a aparecer alguien de la nada montado a caballo y ser real? Esto era de locos. Los secuaces de la familia Lombardi todavía la perseguían. ¡Había pasado mucho tiempo! Pero no parecían haberse olvidado, al igual que ella tampoco era capaz de olvidar a los dos elfos que la ayudaron. ¿Tantas ganas tenían de vengarse esos malditos brujos? No parecían cesar en su intento por capturarla. Ya lo habían intentado en Vulwulfar hacía bastante tiempo, pero había conseguido escapar. Y esta vez también iba a hacer lo mismo.
–No tengo por qué enseñar la documentación a un desconocido. –Espetó de malas maneras. Fue lo único que le dijo al brujo después de decirle que no la ayudara. Y aun así el otro seguía con comentarios jocosos.
Helyare miró a Vincent con mala cara. Ese hombre era capaz de bromear hasta en los momentos más delicados, era muy despreocupado y la ponía nerviosa. Contra Maron también hacía lo mismo a pesar de que su vida pusiese estar en peligro. Pero entre tanto chistecito, el brujo la defendió… Más o menos. Confió en que, de primeras, ella no había hecho nada. Usó la presunción de inocencia a favor de la elfa, a pesar de que sabía el odio que ella sentía hacia los brujos. Pero también explicó que él mismo la entregaría si había cometido un delito. En ese momento la mirada de la guerrera fue más fría y amenazante. No la tocaría.
Se apartó unos pasos para alejarse de Vincent también. En ese momento se sintió amenazada por ambos, pero su prioridad era el jinete, a quien disparó sin mediar palabra, con intención de irse cuanto antes de ahí.
Mas, a pesar de que estaba cerca del hombre y que era improbable fallar, la flecha no alcanzó su objetivo, sino que se desvió. Sorprendida, Helyare trataba de explicarse qué había pasado. Instante en la que el cazarrecompensas aprovechó para lanzarse contra ella. Hubo forcejeo, la arquera no iba a dejarse atrapar con tanta facilidad, pero le estaba costando más de lo que creía, pues en las distancias cortas era difícil actuar para ella. Trató de golpear su estómago con una de sus rodillas, pero de pronto sintió una corriente como las que notaba antes de caer desplomada al suelo, cuando se acercaba a Sandorai. Algo así, más leve, que paralizó su cuerpo y que el secuaz de los Lombardi aprovechó para atar sus manos. ¿Tan fácil? No podía moverse, pero sentía sus músculos contraerse espasmódicamente cada ciertos segundos. No era de seguido, pero era muy molesto esa falta de control que estaba experimentando sobre su propio cuerpo. Quería saltar sobre él y darle esa patada, pero en la boca en lugar de en el estómago, y no podía. Era rabia e indefensión lo que sentía.
Y ese maldito la estaba atando con relativa facilidad, hasta que la tuvo en el suelo a su disposición. El cazarrecompensas volvió a ponerse en pie, esta vez mirando a Vincent y dándole su respuesta.
–Si haces algo estarías obstruyendo a la justicia. En Vulwulfar la juzgarán. –Tenía muchos aires de grandeza al haber capturado a la elfa, enemiga número uno de los Lombardi. Pagarían muy bien por entregarla y estaba impaciente por recibir las monedas. Ya escuchaba el metálico sonido en la bolsa. Deseaba ser tan rápido como su habilidad eléctrica para cobrar al instante, aunque sabía que tardaría días en llegar a la ciudad.
Por otro lado, la elfa empezaba a recuperar el control de su cuerpo y trató de levantarse, aunque el brujo la volvió a tirar, aprovechando que estaba atada, y la cargó para subirla a su montura. –¡Qué alegría se llevarán los Lombardi cuando te vean! –Dijo satíricamente.
Helyare empezó a retorcerse con fuerza. Por suerte, solía ser tan alta como un hombre de altura media, así que sería más complicado para el brujo sujetarla. Sin pensarlo golpeó al hombre de un cabezazo en la cara y cuando la soltó, quejándose de dolor, ella salió corriendo, a pesar de llevar las manos atadas. Seguía escuchando los gritos en el bosque, pero no se paró a prestar atención a lo que decían, simplemente quería encontrar un sitio donde esconderse para soltarse las manos. Sólo así podría regresar y pelear contra el brujo. Además, tenía que recuperar su arco y el carcaj, que estaban en el suelo a causa del forcejeo.
No parecía que Vincent fuera a quedarse tan tranquilo ante la escena, así que para encargarse más tarde de Helyare, el tensai de electricidad hizo honor a su habilidad y lanzó un rayo hacia la elfa, que intentaba escapar. De nuevo notó la fuerte corriente, como si hubiese entrado en Sandorai. Y después nada. Quedó tirada en el suelo, con las manos atadas, temblando ligeramente. Unos minutos después, frente al cuerpo de Helyare, había un hombre. Otro diferente al brujo de los Lombardi, que ahora estaba ocupado con Vincent, pues sabía que su presa no iba a escapar hasta pasado un rato.
–Problemas tendrá ella por lo que me ha hecho. –Dijo encarándose con soberbia al brujo que acompañaba a Helyare.
–¿Ya estás armando problemas? Todavía no controlas tu lengua y un día te la arrancarán. –Una voz interrumpió la verborrea del jinete. Sonaba justo por donde había caído la elfa después de la descarga. –Te tocará defenderte a ti mismo, pues has empezado esto solo. Y como no podemos perder el tiempo, nos vemos en Vulwulfar. –Dicho eso, el hombre cogió a la elfa y se fue. Esperaba que se despertara pronto, no iba a cargarla todo el viaje, pero por ahora sólo quería alejarla de ahí y que el otro cazarrecompensas aprendiera a hacer bien su trabajo y a no meterse en problemas con todo el mundo. No estaban juntos en ese trabajo, pero el último hombre se había aprovechado del fallo de su compañero, el jinete. También era enviado por los Lombardi, conocía al torpe del caballo que había increpado al brujo, pero no trabajaba con él.
Simplemente, se fue con Helyare, dejando allí a esos dos para que resolvieran sus diferencias.
–¡¡Ehh!! ¡¡Tú!! ¡La cabeza de esa elfa es mía! ¡Yo cobraré la recompensa! –Gritaba el tensai, con furia. –¡Vuelve aquí!
Pero el otro desapareció entre las sombras, ignorándolo.
Si no fuera porque el brujo también lo había visto e, incluso, hablaba con él, ella hubiese pensado que de nuevo era su mente jugándole una mala pasada. Estaba agotada, había visto la muerte de varios elfos, el ataque de varios brujos, el incendio de Sandorai y unas sombras que merodeaban cerca de ambos. Y todo eso era mentira. ¿Cómo iba a aparecer alguien de la nada montado a caballo y ser real? Esto era de locos. Los secuaces de la familia Lombardi todavía la perseguían. ¡Había pasado mucho tiempo! Pero no parecían haberse olvidado, al igual que ella tampoco era capaz de olvidar a los dos elfos que la ayudaron. ¿Tantas ganas tenían de vengarse esos malditos brujos? No parecían cesar en su intento por capturarla. Ya lo habían intentado en Vulwulfar hacía bastante tiempo, pero había conseguido escapar. Y esta vez también iba a hacer lo mismo.
–No tengo por qué enseñar la documentación a un desconocido. –Espetó de malas maneras. Fue lo único que le dijo al brujo después de decirle que no la ayudara. Y aun así el otro seguía con comentarios jocosos.
Helyare miró a Vincent con mala cara. Ese hombre era capaz de bromear hasta en los momentos más delicados, era muy despreocupado y la ponía nerviosa. Contra Maron también hacía lo mismo a pesar de que su vida pusiese estar en peligro. Pero entre tanto chistecito, el brujo la defendió… Más o menos. Confió en que, de primeras, ella no había hecho nada. Usó la presunción de inocencia a favor de la elfa, a pesar de que sabía el odio que ella sentía hacia los brujos. Pero también explicó que él mismo la entregaría si había cometido un delito. En ese momento la mirada de la guerrera fue más fría y amenazante. No la tocaría.
Se apartó unos pasos para alejarse de Vincent también. En ese momento se sintió amenazada por ambos, pero su prioridad era el jinete, a quien disparó sin mediar palabra, con intención de irse cuanto antes de ahí.
Mas, a pesar de que estaba cerca del hombre y que era improbable fallar, la flecha no alcanzó su objetivo, sino que se desvió. Sorprendida, Helyare trataba de explicarse qué había pasado. Instante en la que el cazarrecompensas aprovechó para lanzarse contra ella. Hubo forcejeo, la arquera no iba a dejarse atrapar con tanta facilidad, pero le estaba costando más de lo que creía, pues en las distancias cortas era difícil actuar para ella. Trató de golpear su estómago con una de sus rodillas, pero de pronto sintió una corriente como las que notaba antes de caer desplomada al suelo, cuando se acercaba a Sandorai. Algo así, más leve, que paralizó su cuerpo y que el secuaz de los Lombardi aprovechó para atar sus manos. ¿Tan fácil? No podía moverse, pero sentía sus músculos contraerse espasmódicamente cada ciertos segundos. No era de seguido, pero era muy molesto esa falta de control que estaba experimentando sobre su propio cuerpo. Quería saltar sobre él y darle esa patada, pero en la boca en lugar de en el estómago, y no podía. Era rabia e indefensión lo que sentía.
Y ese maldito la estaba atando con relativa facilidad, hasta que la tuvo en el suelo a su disposición. El cazarrecompensas volvió a ponerse en pie, esta vez mirando a Vincent y dándole su respuesta.
–Si haces algo estarías obstruyendo a la justicia. En Vulwulfar la juzgarán. –Tenía muchos aires de grandeza al haber capturado a la elfa, enemiga número uno de los Lombardi. Pagarían muy bien por entregarla y estaba impaciente por recibir las monedas. Ya escuchaba el metálico sonido en la bolsa. Deseaba ser tan rápido como su habilidad eléctrica para cobrar al instante, aunque sabía que tardaría días en llegar a la ciudad.
Por otro lado, la elfa empezaba a recuperar el control de su cuerpo y trató de levantarse, aunque el brujo la volvió a tirar, aprovechando que estaba atada, y la cargó para subirla a su montura. –¡Qué alegría se llevarán los Lombardi cuando te vean! –Dijo satíricamente.
Helyare empezó a retorcerse con fuerza. Por suerte, solía ser tan alta como un hombre de altura media, así que sería más complicado para el brujo sujetarla. Sin pensarlo golpeó al hombre de un cabezazo en la cara y cuando la soltó, quejándose de dolor, ella salió corriendo, a pesar de llevar las manos atadas. Seguía escuchando los gritos en el bosque, pero no se paró a prestar atención a lo que decían, simplemente quería encontrar un sitio donde esconderse para soltarse las manos. Sólo así podría regresar y pelear contra el brujo. Además, tenía que recuperar su arco y el carcaj, que estaban en el suelo a causa del forcejeo.
No parecía que Vincent fuera a quedarse tan tranquilo ante la escena, así que para encargarse más tarde de Helyare, el tensai de electricidad hizo honor a su habilidad y lanzó un rayo hacia la elfa, que intentaba escapar. De nuevo notó la fuerte corriente, como si hubiese entrado en Sandorai. Y después nada. Quedó tirada en el suelo, con las manos atadas, temblando ligeramente. Unos minutos después, frente al cuerpo de Helyare, había un hombre. Otro diferente al brujo de los Lombardi, que ahora estaba ocupado con Vincent, pues sabía que su presa no iba a escapar hasta pasado un rato.
–Problemas tendrá ella por lo que me ha hecho. –Dijo encarándose con soberbia al brujo que acompañaba a Helyare.
–¿Ya estás armando problemas? Todavía no controlas tu lengua y un día te la arrancarán. –Una voz interrumpió la verborrea del jinete. Sonaba justo por donde había caído la elfa después de la descarga. –Te tocará defenderte a ti mismo, pues has empezado esto solo. Y como no podemos perder el tiempo, nos vemos en Vulwulfar. –Dicho eso, el hombre cogió a la elfa y se fue. Esperaba que se despertara pronto, no iba a cargarla todo el viaje, pero por ahora sólo quería alejarla de ahí y que el otro cazarrecompensas aprendiera a hacer bien su trabajo y a no meterse en problemas con todo el mundo. No estaban juntos en ese trabajo, pero el último hombre se había aprovechado del fallo de su compañero, el jinete. También era enviado por los Lombardi, conocía al torpe del caballo que había increpado al brujo, pero no trabajaba con él.
Simplemente, se fue con Helyare, dejando allí a esos dos para que resolvieran sus diferencias.
–¡¡Ehh!! ¡¡Tú!! ¡La cabeza de esa elfa es mía! ¡Yo cobraré la recompensa! –Gritaba el tensai, con furia. –¡Vuelve aquí!
Pero el otro desapareció entre las sombras, ignorándolo.
Helyare
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Re: [CERRADO] Las sombras del pasado [Vincent/Libre]
La respuesta del cazarrecompensas era muy mala. Prácticamente la peor imaginable. No quería enseñar ninguna documentación, y eso solo podía significar dos cosas.
Uno. Que no tenía nada para demostrar lo que era, es decir, que no era ningún cazarrecompensas venido por justicia. Sino un mercenario o soldado cualquiera, contratado para y por vaya a saber usted. Nada bueno, eso seguro. Nunca lo era cuando había algo que ocultar ¿no?
O dos. Que en el mejor de los casos, era un hombre demasiado idiota para darse cuenta, de que enseñando algún papel de busca y captura de Helyare, todo sería más sencillo.
Aunque claro, también cabía la posibilidad, de que fuera alguien demasiado maleducado como para tener un mínimo cortesía. Algo que en realidad, ya había demostrado con su tono al hablarle.
En fin, para que partirse el cabeza. El tipo era un claro ejemplo del caso dos mezclado con el tercero, al menos en lo que se refería a idiotez y mala educación. Eso era innegable. Pero eso no quitaba que también podía ser también un mentiroso, y que podía ser simplemente un matón en busca de venganza pagada. No justicia.
- ¿Cómo que no tienes que enseñar documentación a un desconocido? ¿Tienes algún problema que impide que la sangre te llegue a la cabeza? - se mofó del estúpido. Eso le pasaba por hablarle en ese tono tan chulesco y pedante. - Precisamente porque soy un desconocido, tienes que enseñarme algo que te acredite como abanderado de la justicia. No te conozco. Como voy a saber que vienes en nombre de la guardia de cualquier parte, si no me enseñas nada que lo demuestre.
Increíble. Totalmente increíble. Que tuviera que decirle algo así a alguien adulto, le parecía asombroso. Si no lo viera allí delante, plantado junto a la elfa, diría que estaba hablando con su hija pequeña. Es más, dudaba que tuviera que decirle algo tan obvio a Allyson.
En fin. Normalmente era un hombre educado y amable, pero tampoco era imbécil. Había ciertos tipos de comentarios y tonos que no toleraba, y ese brujo se había pasado de la raya. Se notaba a la legua, cuando un hombre quería pelea, y ese tipo llevaba un cártel del tamaño de la fachada de una casa en su frente, que ponía: “péguenme”.
- Oye, ya te he dicho que la sueltes. No te lo volveré a repetir-, le comentó, al ver como reducía a la elfa en un visto y no visto. - Hablas de la justicia de Vulwulfar, sin prueba alguna que justifique que digas la verdad.
Era bueno, eso no lo dudaba. Pero eso no cambiaba nada. La situación seguía siendo la misma, y no iba a permitir que se llevara a Hel sin mostrarle algo sólido. Algo que demostrara que era cierto todo lo que decía.
Solamente le haría tener que esforzarse más contra él durante el combate que provocaría si seguía con esa actitud. Quizás el supuesto cazarrecompensas fuera tan bueno como para vencerle, no sabría decir, pero ese brujo era más tonto de lo que parecía, si pensaba que se iba a hacer a un lado por miedo solo palabras.
- No, los problemas los tendrás tú, como no me enseñes pronto, algo que demuestre lo que dices. No lo volveré a repetir-, comentó, acercándose al mercenario que se atrevía a encararse con él. - No voy a dejar que te la lleves, y no permitiré que sueltes más descargas o ataques contra ella, hasta que justifiques tus acciones. Con pruebas, no con palabras. Con las segundas ya has demostrados que te desenvuelves francamente mal-, dijo, con la mirada fija en las pupilas de su rival, dispuesto a hacer lo que fuera necesario para detenerlo.
Todo parecía decidido. Un combate singular. El vencedor se quedaba a la elfa. Capturada o liberada. Solo era cuestión de dos hombres… o eso parecía. Un tipo apareció de la nada y se echó a Hel sobre el hombro, aún conmocionada por la descarga eléctric. Luego partió tan raudo como apareció.
- ¡Eh, tú! ¡Alto! -, gritó, inmediatamente después de que lo hiciera el tensai de aire. - ¿Pero es que todos los malditos idiotas del mundo están en este lugar? - maldijo.
El tensai de aire que se había encarado con él, le llevaba la delantera en la persecución, pero nada más dar unos pasos, silbó fuertemente. Eso hizo que el caballo, que había quedado atrás, corriera hacia su amo, ante la llamada de este.
Vinc tuvo que tirarse a un lado para que el equino no le pasara por encima, y provocando que maldijera nuevamente. Aunque esta vez entre diente, y era una maldición totalmente dedicada a la montura y su dueño. Maldito tensai.
La situación no podía ser más rocambolesca. Un hombre, que había perdido de vista al internarse en el bosque, se llevaba a Helyare. El otro se montaba sobre su caballo unos metros delante de él, también deseando capturar y poder llevarse a la elfa. Y él estaba en medio de todo eso. Eran unas circunstancias de lo más inverosímiles.
Más aún, cuando el hombre que había aprovechado para tomar a arquera, salió nuevamente del bosque. Para su sorpresa, montado en un caballo como el tensai de aire. No le cabía ninguna duda. Ese tipo se había ocultado en el bosque, y había observado la situación entre el otro cazarrecompensas y él. Había esperado su oportunidad, y había vuelto a donde estaba su caballo, en cuanto tuvo en sus manos a la elfa. No podía negarlo, había sido el más listo de todos.
- ¿Los malditos idiotas? -, comentó en un susurro para sí mismo, viendo como ambos hombres salían del lugar cabalgando. Uno con Helyare, y el otro en su persecución. - El único idiota aquí soy yo. Que soy el único que no ha traído su caballo-, dijo, antes de patear una piedra pequeña del lugar. - ¡Ahhhh! Joder-, gritó al cielo, fruto de la exasperación.
Nunca los alcanzaría a pie. No podía mantener el ritmo de aquellos dos. Así que no podía hacer gran cosa en esos instantes. No obstante, tampoco podía quedarse de brazos cruzados. ¿Qué podía hacer?
El brujo caminó unos pasos, pensando que hacer, y vio algo en la distancia, cuando envainaba su espada. Ya no le servía de gran utilidad fuera del cuero de su cinto, y ahora tenía cosas mejores de las que preocuparse, que un combate contra un tensai de lengua afilada.
Vinc se arrodilló ante el arco de Helyare, y acarició su madera élfica, característicamente tan delicada.
- Ah. Maldita sea-, maldijo por enésima vez. - Parece que ha habido un cambio de planes-, se dijo a sí mismo. Para después recoger el carcaj para echárselo al hombro, así como el arco de la elfa.
No podía alcanzar a los jinetes. Pero si que podía seguir su rastro. Algún día los encontraría, o por lo menos, lo intentaría.
Vincent miró la otra orilla del río, mentalizándose con un único pensamiento, antes de ponerse en camino. Iría tas la estela de los jinetes. Siguiendo las huellas de los cascos de los caballos. Pues no era justo que dejara a la elfa desampara en esa situación. Irías tras Hel.
La orilla oeste del Tymer, tendría que esperar. Pero volvería en cuanto resolviera el asunto de la elfa, pues ese era el pensamiento que se había grabado a fuego en su mente. Volvería.
Uno. Que no tenía nada para demostrar lo que era, es decir, que no era ningún cazarrecompensas venido por justicia. Sino un mercenario o soldado cualquiera, contratado para y por vaya a saber usted. Nada bueno, eso seguro. Nunca lo era cuando había algo que ocultar ¿no?
O dos. Que en el mejor de los casos, era un hombre demasiado idiota para darse cuenta, de que enseñando algún papel de busca y captura de Helyare, todo sería más sencillo.
Aunque claro, también cabía la posibilidad, de que fuera alguien demasiado maleducado como para tener un mínimo cortesía. Algo que en realidad, ya había demostrado con su tono al hablarle.
En fin, para que partirse el cabeza. El tipo era un claro ejemplo del caso dos mezclado con el tercero, al menos en lo que se refería a idiotez y mala educación. Eso era innegable. Pero eso no quitaba que también podía ser también un mentiroso, y que podía ser simplemente un matón en busca de venganza pagada. No justicia.
- ¿Cómo que no tienes que enseñar documentación a un desconocido? ¿Tienes algún problema que impide que la sangre te llegue a la cabeza? - se mofó del estúpido. Eso le pasaba por hablarle en ese tono tan chulesco y pedante. - Precisamente porque soy un desconocido, tienes que enseñarme algo que te acredite como abanderado de la justicia. No te conozco. Como voy a saber que vienes en nombre de la guardia de cualquier parte, si no me enseñas nada que lo demuestre.
Increíble. Totalmente increíble. Que tuviera que decirle algo así a alguien adulto, le parecía asombroso. Si no lo viera allí delante, plantado junto a la elfa, diría que estaba hablando con su hija pequeña. Es más, dudaba que tuviera que decirle algo tan obvio a Allyson.
En fin. Normalmente era un hombre educado y amable, pero tampoco era imbécil. Había ciertos tipos de comentarios y tonos que no toleraba, y ese brujo se había pasado de la raya. Se notaba a la legua, cuando un hombre quería pelea, y ese tipo llevaba un cártel del tamaño de la fachada de una casa en su frente, que ponía: “péguenme”.
- Oye, ya te he dicho que la sueltes. No te lo volveré a repetir-, le comentó, al ver como reducía a la elfa en un visto y no visto. - Hablas de la justicia de Vulwulfar, sin prueba alguna que justifique que digas la verdad.
Era bueno, eso no lo dudaba. Pero eso no cambiaba nada. La situación seguía siendo la misma, y no iba a permitir que se llevara a Hel sin mostrarle algo sólido. Algo que demostrara que era cierto todo lo que decía.
Solamente le haría tener que esforzarse más contra él durante el combate que provocaría si seguía con esa actitud. Quizás el supuesto cazarrecompensas fuera tan bueno como para vencerle, no sabría decir, pero ese brujo era más tonto de lo que parecía, si pensaba que se iba a hacer a un lado por miedo solo palabras.
- No, los problemas los tendrás tú, como no me enseñes pronto, algo que demuestre lo que dices. No lo volveré a repetir-, comentó, acercándose al mercenario que se atrevía a encararse con él. - No voy a dejar que te la lleves, y no permitiré que sueltes más descargas o ataques contra ella, hasta que justifiques tus acciones. Con pruebas, no con palabras. Con las segundas ya has demostrados que te desenvuelves francamente mal-, dijo, con la mirada fija en las pupilas de su rival, dispuesto a hacer lo que fuera necesario para detenerlo.
Todo parecía decidido. Un combate singular. El vencedor se quedaba a la elfa. Capturada o liberada. Solo era cuestión de dos hombres… o eso parecía. Un tipo apareció de la nada y se echó a Hel sobre el hombro, aún conmocionada por la descarga eléctric. Luego partió tan raudo como apareció.
- ¡Eh, tú! ¡Alto! -, gritó, inmediatamente después de que lo hiciera el tensai de aire. - ¿Pero es que todos los malditos idiotas del mundo están en este lugar? - maldijo.
El tensai de aire que se había encarado con él, le llevaba la delantera en la persecución, pero nada más dar unos pasos, silbó fuertemente. Eso hizo que el caballo, que había quedado atrás, corriera hacia su amo, ante la llamada de este.
Vinc tuvo que tirarse a un lado para que el equino no le pasara por encima, y provocando que maldijera nuevamente. Aunque esta vez entre diente, y era una maldición totalmente dedicada a la montura y su dueño. Maldito tensai.
La situación no podía ser más rocambolesca. Un hombre, que había perdido de vista al internarse en el bosque, se llevaba a Helyare. El otro se montaba sobre su caballo unos metros delante de él, también deseando capturar y poder llevarse a la elfa. Y él estaba en medio de todo eso. Eran unas circunstancias de lo más inverosímiles.
Más aún, cuando el hombre que había aprovechado para tomar a arquera, salió nuevamente del bosque. Para su sorpresa, montado en un caballo como el tensai de aire. No le cabía ninguna duda. Ese tipo se había ocultado en el bosque, y había observado la situación entre el otro cazarrecompensas y él. Había esperado su oportunidad, y había vuelto a donde estaba su caballo, en cuanto tuvo en sus manos a la elfa. No podía negarlo, había sido el más listo de todos.
- ¿Los malditos idiotas? -, comentó en un susurro para sí mismo, viendo como ambos hombres salían del lugar cabalgando. Uno con Helyare, y el otro en su persecución. - El único idiota aquí soy yo. Que soy el único que no ha traído su caballo-, dijo, antes de patear una piedra pequeña del lugar. - ¡Ahhhh! Joder-, gritó al cielo, fruto de la exasperación.
Nunca los alcanzaría a pie. No podía mantener el ritmo de aquellos dos. Así que no podía hacer gran cosa en esos instantes. No obstante, tampoco podía quedarse de brazos cruzados. ¿Qué podía hacer?
El brujo caminó unos pasos, pensando que hacer, y vio algo en la distancia, cuando envainaba su espada. Ya no le servía de gran utilidad fuera del cuero de su cinto, y ahora tenía cosas mejores de las que preocuparse, que un combate contra un tensai de lengua afilada.
Vinc se arrodilló ante el arco de Helyare, y acarició su madera élfica, característicamente tan delicada.
- Ah. Maldita sea-, maldijo por enésima vez. - Parece que ha habido un cambio de planes-, se dijo a sí mismo. Para después recoger el carcaj para echárselo al hombro, así como el arco de la elfa.
No podía alcanzar a los jinetes. Pero si que podía seguir su rastro. Algún día los encontraría, o por lo menos, lo intentaría.
Vincent miró la otra orilla del río, mentalizándose con un único pensamiento, antes de ponerse en camino. Iría tas la estela de los jinetes. Siguiendo las huellas de los cascos de los caballos. Pues no era justo que dejara a la elfa desampara en esa situación. Irías tras Hel.
La orilla oeste del Tymer, tendría que esperar. Pero volvería en cuanto resolviera el asunto de la elfa, pues ese era el pensamiento que se había grabado a fuego en su mente. Volvería.
Vincent Calhoun
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