Una versión onírica de mí +18 [Privado con Korax-chan]
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Una versión onírica de mí +18 [Privado con Korax-chan]
Era consciente de que estaba viviendo una pesadilla. Podía notar cómo mi cuerpo se agitaba en la cama y el sudor frío recorriendo mi frente. De nada sirvió para despertarme. En cierto sentido, no quería hacerlo. El sueño revivía escenas del pasado. Estaba de pie en mitad de una carretera que no conducía a ningún lado. A un lado de ésta, había un elfo crucificado boca abajo. Una versión más joven de mí le había colgado allí arriba y ahora estaba sentado con la espada apoyada en la cruz esperando a que los amigos del muerto le encontrasen para seguir divirtiéndose con nuevas víctimas. Unos metros más adelante, una nueva escenas a otro lado diferente del camino del sueño, mostraba a esa misma versión joven de mí riendo encima de un montón de cadáveres con la cara y brazos manchados de sangre de elfo. ¿Cuántos años tenía? Calculaba que unos dieciséis o diecisiete años. Muy pocos. Sentía vergüenza y, a la vez, lo echaba de menos. Esa misma noche que crucifiqué a ese elfo, recuerdo que tuve sexo con Nancy, la hermana pequeña de Samhain. Otra escena en el camino me recordaba sus pequeños pechos y sus finos labios. ¿Qué había sido de ella? Ni lo sabía ni me importaba. Durante la noche me acostaba con una, o varías, chicas diferentes y, por el día, me divertía con los elfos de la única manera que un brujo se podía divertir con alguien de una raza inferior. Las demás escenas de mi pasado mostraban lo mucho que echaba de menos esa vida y lo mucho que me odiaba por hacerlo.
Desperté empapado de sudor y con un terrible dolor por todo el cuerpo. Notaba como si los cuervos de Duna me estuvieran picando por cada rincón de piel y, en especial, por la marca en forma de cuervo que me había dejado la chiquilla. Debí de haberla matado cuando tuve ocasión. Me rasqué repetidas veces la cicatriz. Quería quitarme la marca. Si conseguía borrarla, el dolor desapareciera. Cogí mi daga y rasqué la marca en forma de cuervo con tanta fuerza que me rasgué la piel. El dolor que yo mismo me causaba no era mayor que el que me causaba los picotazos invisibles.
-¡Odio los cuervos!- lancé la daga contra la pared de la habitación. Los picotazos se intensificaron en el momento de haberla lanzado y luego se calmaron por completo.
Me quedé unos largos minutos, quizás una hora entera, sentado en la orilla de la cama. No me preocupaba por vestirme ni porque mi brazo no dejase de sangrar. Necesitaba relajarme, huir de los pensamientos y recuerdos que no dejaban de atormentarme. Pensé en Nancy. Cuando nos acostamos la primera vez ella tenía catorce años. Si seguía con vida, estaría hecha una bella mujer. ¿Reviviría los viejos tiempos después de que hubiera matado a su hermano mayor? Seguramente, de niña llegó a ser más sádica que Duna. Pero, la pregunta que me hacía no era sino: ¿Era consciente que estaba deseando a otra mujer teniendo a Keira? Cierto, de vez en cuando me gustaba pasar tiempo con otras mujeres. A ella parecía no importarle y, si lo hacía, callaba dándome la espalda. Pero, desear a alguien, solo quería desear a Keira Bravery. Ella despertó el fuego de mi ser que durante tantos años había quedado dormido y, ahora, ese mismo fuego ha despertado los recuerdos del pasado y me hacía sentir como un jodido psicópata.
Otra vez el dolor y otra vez los picotazos. Esta vez, vinieron con una leve intensidad y se fueron al cabo de unos minutos.
Me di una ducha fría que hizo que me quitase toda la sangre de la herida que yo mismo me había hecho en el brazo. La marca con forma de cuervo negro seguía en el mismo lugar. Me puse unas vendas blancas por todo el antebrazo para ocultar tanto la herida como la marca con forma de cuervo.
Había venido a Sacrestic Ville con la intención de encontrar a algún alquimista experto en magia oscura que pudiera quitarme la maldición que Duna me puso. Si había alguien que podría ayudarme, debía de estar aquí. Después de los incidentes recientes que ha tenido Verisar con los nigromantes, cualquier brujo de Belltrexus que estudiase magia prohibida era detenido y matado en prisión. Si alguien me podía ayudar con los cuervos debía de estar en Sacrestic Ville. Los guardias del Rey de los humanos tenían tanto miedo de los vampiros que pocos eran los que se atrevían a viajar a aquí. No era para menos. La niebla era tan densa que no se podía ver ningún rastro de sol. Las calles de la ciudad eran terriblemente estrechas, con suerte pasaba un carro de caballos. Pero, sin duda, lo más aterrador de la ciudad eran esas enormes mansiones coronadas por gárgolas que parecían moverse cada vez que alguien apartaba la mirada de ellas. ¿Qué se podría esperar de los humanos? Eran tan débiles de corazón que no se atreverían ni siquiera a salir de sus casas. Esto se podía ver muy bien en la Sacrestic Ville. Aunque fuera una ciudad de vampiros, también vivían un gran número de humanos. Eran fáciles de distinguir con los vampiros pues, mientras que los humanos caminaban con un farol en sus manos y con los ojos siempre fijos en las gárgolas y ventanas de las mansiones, los vampiros reían como la versión onírica de mí se reía en la pila de cadáveres de elfos.
Cogí del hombro a uno de estos humanos (otra vez los picotazos) y le pregunté todo lo amable que sabía ser si conocía algún alquimista reputado por la zona. El chico negó con la cabeza balbuceando coas que no entendí. Traducción: “Claro que conocía a la persona que necesitaba, pero le tenía tanto pavor que no me lo iba a decir.” Suerte la próxima vez.
Offrol: Simplemente, he puesto una excusa para ir a la ciudad y he relatado como mi pj convive la maldición que Master Fehu me puso [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Desperté empapado de sudor y con un terrible dolor por todo el cuerpo. Notaba como si los cuervos de Duna me estuvieran picando por cada rincón de piel y, en especial, por la marca en forma de cuervo que me había dejado la chiquilla. Debí de haberla matado cuando tuve ocasión. Me rasqué repetidas veces la cicatriz. Quería quitarme la marca. Si conseguía borrarla, el dolor desapareciera. Cogí mi daga y rasqué la marca en forma de cuervo con tanta fuerza que me rasgué la piel. El dolor que yo mismo me causaba no era mayor que el que me causaba los picotazos invisibles.
-¡Odio los cuervos!- lancé la daga contra la pared de la habitación. Los picotazos se intensificaron en el momento de haberla lanzado y luego se calmaron por completo.
Me quedé unos largos minutos, quizás una hora entera, sentado en la orilla de la cama. No me preocupaba por vestirme ni porque mi brazo no dejase de sangrar. Necesitaba relajarme, huir de los pensamientos y recuerdos que no dejaban de atormentarme. Pensé en Nancy. Cuando nos acostamos la primera vez ella tenía catorce años. Si seguía con vida, estaría hecha una bella mujer. ¿Reviviría los viejos tiempos después de que hubiera matado a su hermano mayor? Seguramente, de niña llegó a ser más sádica que Duna. Pero, la pregunta que me hacía no era sino: ¿Era consciente que estaba deseando a otra mujer teniendo a Keira? Cierto, de vez en cuando me gustaba pasar tiempo con otras mujeres. A ella parecía no importarle y, si lo hacía, callaba dándome la espalda. Pero, desear a alguien, solo quería desear a Keira Bravery. Ella despertó el fuego de mi ser que durante tantos años había quedado dormido y, ahora, ese mismo fuego ha despertado los recuerdos del pasado y me hacía sentir como un jodido psicópata.
Otra vez el dolor y otra vez los picotazos. Esta vez, vinieron con una leve intensidad y se fueron al cabo de unos minutos.
Me di una ducha fría que hizo que me quitase toda la sangre de la herida que yo mismo me había hecho en el brazo. La marca con forma de cuervo negro seguía en el mismo lugar. Me puse unas vendas blancas por todo el antebrazo para ocultar tanto la herida como la marca con forma de cuervo.
Había venido a Sacrestic Ville con la intención de encontrar a algún alquimista experto en magia oscura que pudiera quitarme la maldición que Duna me puso. Si había alguien que podría ayudarme, debía de estar aquí. Después de los incidentes recientes que ha tenido Verisar con los nigromantes, cualquier brujo de Belltrexus que estudiase magia prohibida era detenido y matado en prisión. Si alguien me podía ayudar con los cuervos debía de estar en Sacrestic Ville. Los guardias del Rey de los humanos tenían tanto miedo de los vampiros que pocos eran los que se atrevían a viajar a aquí. No era para menos. La niebla era tan densa que no se podía ver ningún rastro de sol. Las calles de la ciudad eran terriblemente estrechas, con suerte pasaba un carro de caballos. Pero, sin duda, lo más aterrador de la ciudad eran esas enormes mansiones coronadas por gárgolas que parecían moverse cada vez que alguien apartaba la mirada de ellas. ¿Qué se podría esperar de los humanos? Eran tan débiles de corazón que no se atreverían ni siquiera a salir de sus casas. Esto se podía ver muy bien en la Sacrestic Ville. Aunque fuera una ciudad de vampiros, también vivían un gran número de humanos. Eran fáciles de distinguir con los vampiros pues, mientras que los humanos caminaban con un farol en sus manos y con los ojos siempre fijos en las gárgolas y ventanas de las mansiones, los vampiros reían como la versión onírica de mí se reía en la pila de cadáveres de elfos.
Cogí del hombro a uno de estos humanos (otra vez los picotazos) y le pregunté todo lo amable que sabía ser si conocía algún alquimista reputado por la zona. El chico negó con la cabeza balbuceando coas que no entendí. Traducción: “Claro que conocía a la persona que necesitaba, pero le tenía tanto pavor que no me lo iba a decir.” Suerte la próxima vez.
Offrol: Simplemente, he puesto una excusa para ir a la ciudad y he relatado como mi pj convive la maldición que Master Fehu me puso [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Gerrit Nephgerd
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Re: Una versión onírica de mí +18 [Privado con Korax-chan]
Ya había pasado mucho desde su última aventura en la que había protegido un barquito pesquero de la oscura influencia de un navío roba-quelea. Luego después de eso se había quedado encerrada en su habitación en Beltrexus estudiando su elemento y perfeccionando el uso de la magia, no solo sus conocimientos. Estaba muy orgullosa de sus progresos pero Cuervo era de distinta opinión. En su mente este la instigaba a salir, conocer mas lugares, comunicar con otras razas y comprender el porqué había tantas diferencias entre unas y otras. Había conocido elfos y vampiros y ningún percance le había dado pie a pensar mal de ninguno de ellos.
"Es muy diferente si te adentras en sus territorios." amenazaba el pájaro irreal a la vez que la obligaba con sus incesantes comentarios a salir de su burbuja protectora y experimentar lo que era el mundo en realidad. "Te quedas aquí y nunca te fortalecerás, nunca sabrás lo mala que es la gente."
"¿Tampoco es tan malo no hacerlo, verdad?"
"Tienes que ir, tienes que ver, no puedes seguir siendo una niña toda tu vida."
Algo de razón tenia, y es que en los últimos años había comprobado que la sociedad de los brujos era una muy elitista y que era fácil quedarse marginado. O cambiaba y se hacia mas fuerte, mas hábil, o iba a quedar en el anonimato y aunque su mayor sueño no era de gloria y fama, era algo que su ego en secreto añoraba también.
"¿Qué dices si viajamos a la tierra de los vampiros?"
"Ja, como si yo fuera a hacer algo así." se repetía a sí misma pero la verdad, se estaba aburriendo. No soportaba la monotonía continua y habría hecho cualquier cosa por romper con ese esquema.
Al final, ni ella se dio cuenta como, estaba empaquetando sus cosas para hacer una pequeña excursión a Sacrestic Ville que tenia mala fama por ser un sitio peligroso en el que se derramaba mucha sangre. En realidad también era un reto personal de ver si siendo buena, o al menos intentándolo, podía combatir la maldad del mundo. Ni ella creía que eso funcionara y era poner su vida en riesgo estúpidamente, pero incluso las mentes mas brillantes hacen eso de vez en cuando sin razón aparente. El viaje fue largo e ir en barco no era una de sus aficiones, aunque con su pequeña aventura ya se había acostumbrado al tambaleo de una embarcación, le dolía no poder ver paisajes increíbles e ir directamente a su objetivo.
Decidió programar su viaje para llegar de día, no iba a saltar al abismo desde el primer instante. Tal y como se había imaginado las calles estaban vacías y olían a sangre, aunque no podía ir a tanto como para describir si era reciente o no. Los edificios tenían un aire oscuro y se podía sentir la maldad del lugar. Aunque había conocido a tan solo un vampiro, el cual no había sido un incordio totalmente, estaba segura de que habría otros que la verían como un trozo de carne, y no en el estilo convencional.
Estaba vestida con ropa cómoda, unos pantalones de cuero y botas y una blusa bermellón. Toda su figura estaba envuelta en una capa del color del ala de un cuervo que se había comprado para la ocasión.
"Cuidado con los gastos, que tu padre aún tiene deudas Korax." le recordó Cuervo pero ella era de opinión que había que vivir el momento y ya se preocuparía luego de esas menudeces.
Había escuchado que el mejor lugar para trasnochar era la Posada de la Luna, y allí había planeado ir como primer objetivo. No podía preguntar a nadie por direcciones, y eso que había algún humano yendo de un lugar a otro, pero iban cabizbajos y malhumorados y no le entraba en la cabeza la idea de entablar conversación con alguno de ellos. Decidió ignorarlo y pasear por las infinitas calles hasta que por estadística se tenía que encontrar con la tal posada. Al final tuvo razón y un signo de madera colgando al lado de la puerta, con una luna dibujada en él, le dio a entender que era el fin de su caminata, y es que ir con todo su equipaje la había cansado bastante y aunque no era ni de cerca tarde, deseaba entrar y tumbarse en la cama para descansar.
Era una posada grande, que había entendido ella que tenia servicio de comida y taberna también. Ahora mismo eso no era relevante, llevaba aun víveres consigo y lo único que le importaba era dormir. Habló directamente con la anfitriona, intentando obviar las miradas penetrantes de los que había allí. La miraban con disgusto o con deseo, ni ella lo podía comprender del todo, cierto era que se sentía observada.
-Me llamo Escarlata, bienvenida a mi humilde posada-la recibió con una sonrisa la anfitriona aunque noto cierta ironía en sus palabras-.
-Bien, me gustaría alquilar una habitación para una semana-hablaba Korax muy bajo, intentando no llamar la atención, y tenia claro que no iba a pasar mas que eso en ese tétrico lugar, ahora que veía el aire que se respiraba y que la gente no era muy hospitalaria-.
La mujer le dijo el precio y ella lo pagó todo por adelantado, era mejor eso que llevar tantos aeros encima ya que desconocía si era tradición por esos lares robar a los que allí pasaban.
Acto seguido subió las escaleras y buscó con paciencia el número de su habitación, que era el trece. Había escuchado de lenguas supersticiosas que era mal augurio ese numero, pero tenia la suerte de no creer tal habladurías. Dio dos vueltas a la llave en la cerradura y cerro rápidamente la puerta tras ella. Por fin se sentía segura, apartada del mundo, y podía desempaquetar sus cosas, aunque viendo lo limpio que estaba su aposento decidió posponer esa acción e ir directamente a cambiar el envoltorio del catre por sus propias sabanas y mantas. Después se echó en la cama y un inevitable sueño se apoderó de su cuerpo.
Durmió hasta ya pasada la mañana siguiente y una vez acabo de remolonear, cambió sus ropas por unas nuevas aún conservando la capa oscura y salió a investigar la ciudad de Sacrestic Ville. Quizás hasta encontraría algo interesante que hacer.
"Es muy diferente si te adentras en sus territorios." amenazaba el pájaro irreal a la vez que la obligaba con sus incesantes comentarios a salir de su burbuja protectora y experimentar lo que era el mundo en realidad. "Te quedas aquí y nunca te fortalecerás, nunca sabrás lo mala que es la gente."
"¿Tampoco es tan malo no hacerlo, verdad?"
"Tienes que ir, tienes que ver, no puedes seguir siendo una niña toda tu vida."
Algo de razón tenia, y es que en los últimos años había comprobado que la sociedad de los brujos era una muy elitista y que era fácil quedarse marginado. O cambiaba y se hacia mas fuerte, mas hábil, o iba a quedar en el anonimato y aunque su mayor sueño no era de gloria y fama, era algo que su ego en secreto añoraba también.
"¿Qué dices si viajamos a la tierra de los vampiros?"
"Ja, como si yo fuera a hacer algo así." se repetía a sí misma pero la verdad, se estaba aburriendo. No soportaba la monotonía continua y habría hecho cualquier cosa por romper con ese esquema.
Al final, ni ella se dio cuenta como, estaba empaquetando sus cosas para hacer una pequeña excursión a Sacrestic Ville que tenia mala fama por ser un sitio peligroso en el que se derramaba mucha sangre. En realidad también era un reto personal de ver si siendo buena, o al menos intentándolo, podía combatir la maldad del mundo. Ni ella creía que eso funcionara y era poner su vida en riesgo estúpidamente, pero incluso las mentes mas brillantes hacen eso de vez en cuando sin razón aparente. El viaje fue largo e ir en barco no era una de sus aficiones, aunque con su pequeña aventura ya se había acostumbrado al tambaleo de una embarcación, le dolía no poder ver paisajes increíbles e ir directamente a su objetivo.
Decidió programar su viaje para llegar de día, no iba a saltar al abismo desde el primer instante. Tal y como se había imaginado las calles estaban vacías y olían a sangre, aunque no podía ir a tanto como para describir si era reciente o no. Los edificios tenían un aire oscuro y se podía sentir la maldad del lugar. Aunque había conocido a tan solo un vampiro, el cual no había sido un incordio totalmente, estaba segura de que habría otros que la verían como un trozo de carne, y no en el estilo convencional.
Estaba vestida con ropa cómoda, unos pantalones de cuero y botas y una blusa bermellón. Toda su figura estaba envuelta en una capa del color del ala de un cuervo que se había comprado para la ocasión.
"Cuidado con los gastos, que tu padre aún tiene deudas Korax." le recordó Cuervo pero ella era de opinión que había que vivir el momento y ya se preocuparía luego de esas menudeces.
Había escuchado que el mejor lugar para trasnochar era la Posada de la Luna, y allí había planeado ir como primer objetivo. No podía preguntar a nadie por direcciones, y eso que había algún humano yendo de un lugar a otro, pero iban cabizbajos y malhumorados y no le entraba en la cabeza la idea de entablar conversación con alguno de ellos. Decidió ignorarlo y pasear por las infinitas calles hasta que por estadística se tenía que encontrar con la tal posada. Al final tuvo razón y un signo de madera colgando al lado de la puerta, con una luna dibujada en él, le dio a entender que era el fin de su caminata, y es que ir con todo su equipaje la había cansado bastante y aunque no era ni de cerca tarde, deseaba entrar y tumbarse en la cama para descansar.
Era una posada grande, que había entendido ella que tenia servicio de comida y taberna también. Ahora mismo eso no era relevante, llevaba aun víveres consigo y lo único que le importaba era dormir. Habló directamente con la anfitriona, intentando obviar las miradas penetrantes de los que había allí. La miraban con disgusto o con deseo, ni ella lo podía comprender del todo, cierto era que se sentía observada.
-Me llamo Escarlata, bienvenida a mi humilde posada-la recibió con una sonrisa la anfitriona aunque noto cierta ironía en sus palabras-.
-Bien, me gustaría alquilar una habitación para una semana-hablaba Korax muy bajo, intentando no llamar la atención, y tenia claro que no iba a pasar mas que eso en ese tétrico lugar, ahora que veía el aire que se respiraba y que la gente no era muy hospitalaria-.
La mujer le dijo el precio y ella lo pagó todo por adelantado, era mejor eso que llevar tantos aeros encima ya que desconocía si era tradición por esos lares robar a los que allí pasaban.
Acto seguido subió las escaleras y buscó con paciencia el número de su habitación, que era el trece. Había escuchado de lenguas supersticiosas que era mal augurio ese numero, pero tenia la suerte de no creer tal habladurías. Dio dos vueltas a la llave en la cerradura y cerro rápidamente la puerta tras ella. Por fin se sentía segura, apartada del mundo, y podía desempaquetar sus cosas, aunque viendo lo limpio que estaba su aposento decidió posponer esa acción e ir directamente a cambiar el envoltorio del catre por sus propias sabanas y mantas. Después se echó en la cama y un inevitable sueño se apoderó de su cuerpo.
Durmió hasta ya pasada la mañana siguiente y una vez acabo de remolonear, cambió sus ropas por unas nuevas aún conservando la capa oscura y salió a investigar la ciudad de Sacrestic Ville. Quizás hasta encontraría algo interesante que hacer.
Korax Crow
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Re: Una versión onírica de mí +18 [Privado con Korax-chan]
Pronto, los humanos con los que me encontraba por las calles comenzaron a huir de mí de la misma forma que huían de las gárgolas de las mansiones. Hacían bien. Al último que le pregunté si conocía algún alquimista que me pudiera ayudar con la marca en forma de cuervo negro, le cogí del cuello de la camisa y lo lancé contra unos cubos de basura. Él mismo se lo había buscado. En lugar de contestarme con educación con palabras de verdad, empezó a tartamudear sin decir absolutamente nada. Estaba cansado que me hablasen de aquella forma, me hacía sentir como un idiota al que había tratar de una manera especial para no enfadarle. Pues, sorpresa, no era ningún idiota. El hombre, al comprobar por la fuerza que no estaba de buen humor, se tapó la cara con las dos manos y se fue corriendo.
Cuando por fin se alejó lo suficiente, me rasqué el brazo por encima de la venda. Habían vuelto los picotazos. Nunca se habían marchado. Contuve un grito de dolor apretando los labios y los dientes y seguí caminando por el mismo camino por el cual se había marchado mi última “víctima”. Tal vez, inconscientemente, me lleve a algún lugar interesante. Al menos, era lo que esperaba que hiciera. No tenía ninguna otra pista que seguir, caminaba a ciegas por una vieja ciudad en la cual nunca había visitado. Necesitaba aferrarme a cualquier cosa que me pudiera guiar a cualquier lugar, fuera cual fuera éste; no me importaba a dónde ir siempre y cuando me pudiera quitar el dolor que me causaban los cuervos invisibles.
Solté, ahogando un grito, todo el aire que había aspirado al apretar mis labios. Solo cuando conseguía calmarme los picotazos se hacían más leves. Si bien, no desaparecían del todo, esos pequeños momentos en los que bajaba su intensidad me parecían pequeños oasis de tranquilidad.
Aproveché este momento para ajustarme la venda del brazo y observar, más detenidamente, por dónde me llevaba el camino que había decidido tomar. Era más ancho que el anterior y las casas más simples, similares a las que había en los barrios más humildes Belltrexus. Casi todas las puertas y ventanas estaban cerradas. ¿Me sorprendía? Por supuesto que no. Sacrestic Ville era una ciudad nocturna. Las tiendas de comida, ropas y suministros varios abrían durante la noche, en las horas en los que sus clientes, los vampiros, despiertan. Y ahí estaba yo, el idiota que había que hablarle de una manera especial para no hacerle enfadar, buscando durante el día una tienda de alquimistas que me pudiera dar una solución a la maldición de los cuervos.
El único lugar que estaba abierto era una posada que, como no, se llamaba “La Posada de la Luna” y tenía una luna dibujada en su letrero. ¿Qué harían los humanos de aquí para divertirse si todo estaba cerrado durante el día? Tal vez, al otro lado de la ciudad hubiera un barrio especial para humanos en la cual todos los establecimientos estaban abiertos excepto una posada llamada: “La Posada del Sol”. Aquello era mucho suponer. Preferí quedarme en este barrio y visitar La Posada de la Luna antes que seguir vagabundeando las calles de los vampiros.
Lo primero que noté al pasar por la puerta de madera de la posada fue un tenue aroma a alcohol que hizo que los picotazos volvieran a picar fuere y que a mí no me importase que lo hicieran.
-Sea bienvenido a La Posada de la Luna, mi querido amigo- aquello lo dijo una mujer de cabello rojizo al otro lado de la barra.
Asentí con la cabeza sin decir nada y me senté en uno de los taburetes de la barra. Las pocas personas (si eran vampiros o humanos lo ignoraba) que había en las mesas aledañas no me quitaron los ojos de encima.
-Dígame, buen hombre- me pareció notar una pizca de sarcasmo en la voz de la mesera-¿En qué le puedo servir?-
¿-Qué es lo más fuerte que tenéis a la venta?-
La chica sonrió, pareció hacerle gracia la pregunta. Se giró dándome la espalda y se puso a buscar entre las botellas de la estantería. La que buscaba estaba detrás de todo.
-Nos la trajeron hace tres semanas de Roilkat- puso la botella encima de la barra- ¿Ve eso? Es lo que cree que es: Un escorpión negro. Lo introducen vivo en el licor y dejan que se ahogue en él. Según dicen, parte del veneno se destila con el alcohol y la otra parte se queda inmerso. A algunos le resultante excitante y a otros alocado.- sacó dos pequeños vasos de chupito- yo no lo he probado- me guiñó un ojo. Con esa naturalidad a la hora de seducción, era muy posible que la chica fuera una vampiresa.
-¿Debo aceptar eso como una oferta?-
-Solo si así lo deseas, mi querido amigo-.
Cogí el cuello de la botella y lo arrastré por la barra para acercármelo a mí.
-Otro día, no creo que te guste ver cómo tus amigos se ponen celosos.- sonreí de la misma manera sarcástica que ella lo hacía y señalé con la cabeza a los hombres de la mesa.
La chica se tapó la risa con la mano derecha y se fue a servir a las mesas contoneando la cintura. Sin duda alguna, ella era vampiresa. Ellas son las únicas que sabían morder tanto con los dientes que con la cintura (otra vez los picotazos).
Llené uno de los vasos del licor de escorpión y me lo bebí de un solo trago. Estaba caliente. Me ardía la boca. Los picotazos se volvieron más intensos que nunca, pero ya fuera por el alcohol o por el veneno, no me importó que me picasen. En cierto modo, ebrio disfrutaba del dolor igual como la versión más joven de mí que vi en mis pesadillas disfrutaba del dolor de los elfos.
Offrol: Estoy en la barra de tu posada con dos vasos y una botella. ¿Te unes?
Cuando por fin se alejó lo suficiente, me rasqué el brazo por encima de la venda. Habían vuelto los picotazos. Nunca se habían marchado. Contuve un grito de dolor apretando los labios y los dientes y seguí caminando por el mismo camino por el cual se había marchado mi última “víctima”. Tal vez, inconscientemente, me lleve a algún lugar interesante. Al menos, era lo que esperaba que hiciera. No tenía ninguna otra pista que seguir, caminaba a ciegas por una vieja ciudad en la cual nunca había visitado. Necesitaba aferrarme a cualquier cosa que me pudiera guiar a cualquier lugar, fuera cual fuera éste; no me importaba a dónde ir siempre y cuando me pudiera quitar el dolor que me causaban los cuervos invisibles.
Solté, ahogando un grito, todo el aire que había aspirado al apretar mis labios. Solo cuando conseguía calmarme los picotazos se hacían más leves. Si bien, no desaparecían del todo, esos pequeños momentos en los que bajaba su intensidad me parecían pequeños oasis de tranquilidad.
Aproveché este momento para ajustarme la venda del brazo y observar, más detenidamente, por dónde me llevaba el camino que había decidido tomar. Era más ancho que el anterior y las casas más simples, similares a las que había en los barrios más humildes Belltrexus. Casi todas las puertas y ventanas estaban cerradas. ¿Me sorprendía? Por supuesto que no. Sacrestic Ville era una ciudad nocturna. Las tiendas de comida, ropas y suministros varios abrían durante la noche, en las horas en los que sus clientes, los vampiros, despiertan. Y ahí estaba yo, el idiota que había que hablarle de una manera especial para no hacerle enfadar, buscando durante el día una tienda de alquimistas que me pudiera dar una solución a la maldición de los cuervos.
El único lugar que estaba abierto era una posada que, como no, se llamaba “La Posada de la Luna” y tenía una luna dibujada en su letrero. ¿Qué harían los humanos de aquí para divertirse si todo estaba cerrado durante el día? Tal vez, al otro lado de la ciudad hubiera un barrio especial para humanos en la cual todos los establecimientos estaban abiertos excepto una posada llamada: “La Posada del Sol”. Aquello era mucho suponer. Preferí quedarme en este barrio y visitar La Posada de la Luna antes que seguir vagabundeando las calles de los vampiros.
Lo primero que noté al pasar por la puerta de madera de la posada fue un tenue aroma a alcohol que hizo que los picotazos volvieran a picar fuere y que a mí no me importase que lo hicieran.
-Sea bienvenido a La Posada de la Luna, mi querido amigo- aquello lo dijo una mujer de cabello rojizo al otro lado de la barra.
Asentí con la cabeza sin decir nada y me senté en uno de los taburetes de la barra. Las pocas personas (si eran vampiros o humanos lo ignoraba) que había en las mesas aledañas no me quitaron los ojos de encima.
-Dígame, buen hombre- me pareció notar una pizca de sarcasmo en la voz de la mesera-¿En qué le puedo servir?-
¿-Qué es lo más fuerte que tenéis a la venta?-
La chica sonrió, pareció hacerle gracia la pregunta. Se giró dándome la espalda y se puso a buscar entre las botellas de la estantería. La que buscaba estaba detrás de todo.
-Nos la trajeron hace tres semanas de Roilkat- puso la botella encima de la barra- ¿Ve eso? Es lo que cree que es: Un escorpión negro. Lo introducen vivo en el licor y dejan que se ahogue en él. Según dicen, parte del veneno se destila con el alcohol y la otra parte se queda inmerso. A algunos le resultante excitante y a otros alocado.- sacó dos pequeños vasos de chupito- yo no lo he probado- me guiñó un ojo. Con esa naturalidad a la hora de seducción, era muy posible que la chica fuera una vampiresa.
-¿Debo aceptar eso como una oferta?-
-Solo si así lo deseas, mi querido amigo-.
Cogí el cuello de la botella y lo arrastré por la barra para acercármelo a mí.
-Otro día, no creo que te guste ver cómo tus amigos se ponen celosos.- sonreí de la misma manera sarcástica que ella lo hacía y señalé con la cabeza a los hombres de la mesa.
La chica se tapó la risa con la mano derecha y se fue a servir a las mesas contoneando la cintura. Sin duda alguna, ella era vampiresa. Ellas son las únicas que sabían morder tanto con los dientes que con la cintura (otra vez los picotazos).
Llené uno de los vasos del licor de escorpión y me lo bebí de un solo trago. Estaba caliente. Me ardía la boca. Los picotazos se volvieron más intensos que nunca, pero ya fuera por el alcohol o por el veneno, no me importó que me picasen. En cierto modo, ebrio disfrutaba del dolor igual como la versión más joven de mí que vi en mis pesadillas disfrutaba del dolor de los elfos.
Offrol: Estoy en la barra de tu posada con dos vasos y una botella. ¿Te unes?
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Re: Una versión onírica de mí +18 [Privado con Korax-chan]
Había estado paseando ya por mas de media hora y lo único que veía era personas grises caminando cabizbajas por una ciudad sin color.
"Que deprimente, esto parece un funeral." comentó Cuervo hastiado también de lo que veía.
Y es que quizás estuviese en la conciencia colectiva pero había cierta amargura en esas calles, como si una gacela conviviese bajo el mismo techo con un león, algo no funcionaba en ese entorno. Decidió Korax volver a la posada y quizás almorzar algo, aunque la ciudad vampírica no le abría especialmente el apetito.
Nada mas empujar la puerta pudo sentir el olor cargado del local, lleno de gente que bebía o fumaba a saber que, hablando en susurros. Bueno, casi todos parecían sacados de una tragedia, todos excepto una figura sentada a la barra, justo en frente de una atenta mirada de la dueña, Escarlata.
Con algo de recelo se acerco a investigar a esa persona que parecía tener algo de color en todo ese ambiente vetusto. Quizás era su pelo dorado o quizás el aura que emanaba, pero Korax se sentía extrañamente atraída hacia ese hombre, ¿o era Cuervo? Porque el pájaro ilusorio siempre quería meterla en problemas, y lo mismo ese aura y esas dudas eran provocadas por un instintivo temor hacia alguien muy poderoso.
Decidió no mostrar sus emociones al exterior y sentarse a un taburete distancia del misterioso joven, evitando mirar en su dirección.
"Es como un juego de ajedrez, cuando conoces a alguien." se decía ella, pensativa.
"Claro, a veces tiene mas ventaja el que juega con las piezas negras, que aunque no tenga el primer turno tiene algo mejor, ver como comienza su adversario."
¿Era ese el término que describiría la futura relación con ese hombre?
Levantó la mirada solo para pedir un vaso de leche, era claro que no iba a probar ninguno de los licores que estaban expuestos detrás de las curvas exuberantes de la posadera. No era ni el momento ni el lugar de perder su sobriedad. No confiaba en nadie allí ni sabía en que peligros indeseados podía ponerla eso.
De reojo observó el perfil del hombre de cabello dorado. Parecía estar bebiendo algo muy fuerte porque en la etiqueta de la botella había un dibujo de un escorpión. También pudo captar con su vista panorámica que había dos vasos, uno que estaba rodeado por la mano derecha de él y el otro vacío, a su lado.
"¿Estará esperando a alguien? Quien tendría amigos en un lugar como este?"
Entonces recordó a Bio, que también era Vampiro y no era mala persona, aunque lógicamente, en la posada había humanos ya que la otra raza prefería salir de noche.
"Céntrate, Korax." la apremió Cuervo que deseaba tanto como ella saber mas sobre esa persona.
La joven aclaró su garganta mientras se relamía el labio superior después de haber tomado un trago del vaso de leche y procedió a comentar:
-Aquí nadie sabe sonreír ¿o qué?-quizás era algo estúpido que decir, pero no tenía ni idea de como empezar una conversación con ese sujeto-.
Acto seguido decidió seguir la estrategia del ajedrez y observar atentamente la reacción y respuesta del joven, dándose la vuelta grácilmente en el taburete, mirando en su dirección con una amplia sonrisa en los labios. No sabía que esperaba, quizás que este le devolviese el gesto amable que ella ofrecía o puede que ver que no era tan diferente de los otros que frecuentaban esos lares y que la trataría con indiferencia o desprecio. De igual manera estaba Korax preparada a levantarse y refugiarse en su habitación o intentar conocer a ese extraño. Ahora todo dependía de lo que captase en su tono de voz y mirada, y claro, en las palabras que este dijese.
"Que deprimente, esto parece un funeral." comentó Cuervo hastiado también de lo que veía.
Y es que quizás estuviese en la conciencia colectiva pero había cierta amargura en esas calles, como si una gacela conviviese bajo el mismo techo con un león, algo no funcionaba en ese entorno. Decidió Korax volver a la posada y quizás almorzar algo, aunque la ciudad vampírica no le abría especialmente el apetito.
Nada mas empujar la puerta pudo sentir el olor cargado del local, lleno de gente que bebía o fumaba a saber que, hablando en susurros. Bueno, casi todos parecían sacados de una tragedia, todos excepto una figura sentada a la barra, justo en frente de una atenta mirada de la dueña, Escarlata.
Con algo de recelo se acerco a investigar a esa persona que parecía tener algo de color en todo ese ambiente vetusto. Quizás era su pelo dorado o quizás el aura que emanaba, pero Korax se sentía extrañamente atraída hacia ese hombre, ¿o era Cuervo? Porque el pájaro ilusorio siempre quería meterla en problemas, y lo mismo ese aura y esas dudas eran provocadas por un instintivo temor hacia alguien muy poderoso.
Decidió no mostrar sus emociones al exterior y sentarse a un taburete distancia del misterioso joven, evitando mirar en su dirección.
"Es como un juego de ajedrez, cuando conoces a alguien." se decía ella, pensativa.
"Claro, a veces tiene mas ventaja el que juega con las piezas negras, que aunque no tenga el primer turno tiene algo mejor, ver como comienza su adversario."
¿Era ese el término que describiría la futura relación con ese hombre?
Levantó la mirada solo para pedir un vaso de leche, era claro que no iba a probar ninguno de los licores que estaban expuestos detrás de las curvas exuberantes de la posadera. No era ni el momento ni el lugar de perder su sobriedad. No confiaba en nadie allí ni sabía en que peligros indeseados podía ponerla eso.
De reojo observó el perfil del hombre de cabello dorado. Parecía estar bebiendo algo muy fuerte porque en la etiqueta de la botella había un dibujo de un escorpión. También pudo captar con su vista panorámica que había dos vasos, uno que estaba rodeado por la mano derecha de él y el otro vacío, a su lado.
"¿Estará esperando a alguien? Quien tendría amigos en un lugar como este?"
Entonces recordó a Bio, que también era Vampiro y no era mala persona, aunque lógicamente, en la posada había humanos ya que la otra raza prefería salir de noche.
"Céntrate, Korax." la apremió Cuervo que deseaba tanto como ella saber mas sobre esa persona.
La joven aclaró su garganta mientras se relamía el labio superior después de haber tomado un trago del vaso de leche y procedió a comentar:
-Aquí nadie sabe sonreír ¿o qué?-quizás era algo estúpido que decir, pero no tenía ni idea de como empezar una conversación con ese sujeto-.
Acto seguido decidió seguir la estrategia del ajedrez y observar atentamente la reacción y respuesta del joven, dándose la vuelta grácilmente en el taburete, mirando en su dirección con una amplia sonrisa en los labios. No sabía que esperaba, quizás que este le devolviese el gesto amable que ella ofrecía o puede que ver que no era tan diferente de los otros que frecuentaban esos lares y que la trataría con indiferencia o desprecio. De igual manera estaba Korax preparada a levantarse y refugiarse en su habitación o intentar conocer a ese extraño. Ahora todo dependía de lo que captase en su tono de voz y mirada, y claro, en las palabras que este dijese.
Korax Crow
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Re: Una versión onírica de mí +18 [Privado con Korax-chan]
Una chica, joven y aparentemente delicada, se sentó a mi lado. En aquel momento, no tenía la menor intención de hablar con nadie. Me giré levemente dándole la espalda y me serví otro trago del licor de escorpión. Aquella era mi manera de decirle a la chica que se alejase de mí. No era lo que la gente llamaba: una persona buena. Mi mente estaba dominaba por los recuerdos y sensaciones de una vida que quise olvidar y que, sin embargo, volvía a adueñarse de mi cabeza. Cada noche soñaba con esa vida. ¿A cuántos elfos había matado con los besos de martillo? ¿Cuántas vidas habían sido destruidas por mi culpa? ¿Cuántas veces me había jactado de haber matado a más personas de las que sabía contar con los brujos que creía que eran mis amigos? En aquellos días bebía cerveza y hacía chocar mi jarra con las de los otros brujos para felicitarnos los unos a los otros por otro buen día de diversión. ¿Diversión? Sí, me divertía. Cada salpicadura de sangre enemiga que caía sobre mí eran como pequeñas medallas de honor. ¡Qué joven era! Tanto como la chica que se sentó a mi lado en la Posada de la Luna, quizás un poco más. Los chicos jóvenes se divertían con violencia y vanidad. Era irónico que a mis 34 años, un adulto a la vista de todos, soñase y desease recuperar esa diversión.
Bebí el trago del licor de escorpión que me había servido con la excusa de dar la espalda a la chica antes de que los cuervos invisibles me picoteasen de nuevo. No los conseguí callar, pero el licor hizo que me olvidase del dolor. ¡Bendito escorpión de Roilkat!
Dos fuertes chupitos no fueron suficientes para hacerme perder el conocimiento. Todavía podía razonar y me daba cuenta de todo lo que sucedía a mí alrededor. Si estuviera borracho, tanto como lo estaban aquellos que se les caían la baba cada vez que la posadera pasaba por su lado haciendo ondear los pliegues de su falda, no me hubiera percatado de que la chica me estaba observando desde su asiento. ¿Qué quería? Era posible que estuviera impresionada por ver a un brujo más grande y fuere que la media en un lugar donde la mayoría de personas caminaban con la cabeza baja con temor a que detrás de las gárgolas de las mansiones más altas saliesen los vampiros de sus pesadillas.
Por fin, la chica habló. De todas las cosas que podría haber dicho, esa era la que menos me hubiera esperado que dijera. No pude evitar sonreír con una media sonrisa. Había que reconocerlo: la chica tenía el propio humor que venía de la juventud (banal y violenta).
-Sí que saben, pero solo lo hacen para que luego les dejes hincarte el diente- moví la cabeza para señalar a la mesonera de La Posada de la Luna; ella el claro ejemplo de vampiresa que solo sonreía a sus víctimas. -¿Y qué hay de ti?- me giré poniéndome, finalmente, de cara a la chica. - ¿Sabes sonreír o lo haces para luego morderme?-
No creía que fuera lo segundo, pero, tan solo de pensar que la joven chica podría ser una vampira que conocía mejores métodos de seducción que la mesonera, los picotazos de los cuervos invisibles volvían a hacer meya en mi cuerpo. Necesitaba un trago y no quería beberlo. SI lo hacía, no estaría del todo consciente para tratar con la chica. Para hablar con ella, necesitaba de toda mi atención. Si no fuera por los cuervos invisibles, cambiaría el licor de escorpión por un vaso de leche caliente como el que tenía la chica.
Me di cuenta que tenía la mano derecha sobre la venda del antebrazo izquierdo, lugar donde estaba la marca tapada del cuervo negro. Al regresar el dolor, en seguida, me había cogido el antebrazo y estaba apretándome como si así podría hacer desaparecer a los cuervos. ¡Imbécil! Nunca se irían.
-Me llamo Neph- le ofrecí estrechar la mano derecha. Ella era la excusa perfecta para no apretarme más la herida.
Bebí el trago del licor de escorpión que me había servido con la excusa de dar la espalda a la chica antes de que los cuervos invisibles me picoteasen de nuevo. No los conseguí callar, pero el licor hizo que me olvidase del dolor. ¡Bendito escorpión de Roilkat!
Dos fuertes chupitos no fueron suficientes para hacerme perder el conocimiento. Todavía podía razonar y me daba cuenta de todo lo que sucedía a mí alrededor. Si estuviera borracho, tanto como lo estaban aquellos que se les caían la baba cada vez que la posadera pasaba por su lado haciendo ondear los pliegues de su falda, no me hubiera percatado de que la chica me estaba observando desde su asiento. ¿Qué quería? Era posible que estuviera impresionada por ver a un brujo más grande y fuere que la media en un lugar donde la mayoría de personas caminaban con la cabeza baja con temor a que detrás de las gárgolas de las mansiones más altas saliesen los vampiros de sus pesadillas.
Por fin, la chica habló. De todas las cosas que podría haber dicho, esa era la que menos me hubiera esperado que dijera. No pude evitar sonreír con una media sonrisa. Había que reconocerlo: la chica tenía el propio humor que venía de la juventud (banal y violenta).
-Sí que saben, pero solo lo hacen para que luego les dejes hincarte el diente- moví la cabeza para señalar a la mesonera de La Posada de la Luna; ella el claro ejemplo de vampiresa que solo sonreía a sus víctimas. -¿Y qué hay de ti?- me giré poniéndome, finalmente, de cara a la chica. - ¿Sabes sonreír o lo haces para luego morderme?-
No creía que fuera lo segundo, pero, tan solo de pensar que la joven chica podría ser una vampira que conocía mejores métodos de seducción que la mesonera, los picotazos de los cuervos invisibles volvían a hacer meya en mi cuerpo. Necesitaba un trago y no quería beberlo. SI lo hacía, no estaría del todo consciente para tratar con la chica. Para hablar con ella, necesitaba de toda mi atención. Si no fuera por los cuervos invisibles, cambiaría el licor de escorpión por un vaso de leche caliente como el que tenía la chica.
Me di cuenta que tenía la mano derecha sobre la venda del antebrazo izquierdo, lugar donde estaba la marca tapada del cuervo negro. Al regresar el dolor, en seguida, me había cogido el antebrazo y estaba apretándome como si así podría hacer desaparecer a los cuervos. ¡Imbécil! Nunca se irían.
-Me llamo Neph- le ofrecí estrechar la mano derecha. Ella era la excusa perfecta para no apretarme más la herida.
Gerrit Nephgerd
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Re: Una versión onírica de mí +18 [Privado con Korax-chan]
Al menos había podido captar la atención del joven que incluso esbozó una media sonrisa que avivó la propia de Korax. Lo que él sugirió a continuación hizo que un escalofrío recorriese su espalda.
En verdad, casi había olvidado donde estaba y que algunos debían ser vampiros que la verían solamente como un delicioso plato que devorar. El miró en dirección a Escarlata y entonces se culpó internamente de no haberse dado cuenta antes y es que, físicamente no eran muy diferentes de los humanos.
"Claro, la posadera debe ser una de ellos."
-¿Sabes sonreír o lo haces para luego morderme?-aunque lo decía en un tono de broma ella intuía que en verdad también quería comprobar las intenciones de ella-.
No había nada de malo en ello, era su deber asegurarle algo de confianza al recién conocido si quería entablar conversación y eso no era difícil, solamente debía sonreír de corazón y así hizo mientras estrechaba la mano del apuesto hombre.
-Yo soy Korax, encantada.
Algo de preocupación había en su voz, no había podido ignorar que el antebrazo izquierdo de éste estaba vendado. Era quizás un aventurero que había salido herido de su ultima escapada o quizás le daba demasiada importancia y había sido algún tipo de accidente. No se lo iba a preguntar, al menos de momento porque no quería parecer una entrometida.
-¿Me permites preguntar qué te trae a esta ciudad?-empezó ella intentando sacar algo mas que su nombre de él- Es un lugar un poco... triste, así que supongo que no estarás aquí por placer.
Dio otro trago del vaso de leche que ya se estaba enfriando pero seguía siendo delicioso ya que estaba endulzado con miel y era casi como un postre mas que una bebida.
Reposicionó su cuerpo en el taburete para poder mirarlo mejor y esperó paciente a la respuesta de Neph.
En verdad, casi había olvidado donde estaba y que algunos debían ser vampiros que la verían solamente como un delicioso plato que devorar. El miró en dirección a Escarlata y entonces se culpó internamente de no haberse dado cuenta antes y es que, físicamente no eran muy diferentes de los humanos.
"Claro, la posadera debe ser una de ellos."
-¿Sabes sonreír o lo haces para luego morderme?-aunque lo decía en un tono de broma ella intuía que en verdad también quería comprobar las intenciones de ella-.
No había nada de malo en ello, era su deber asegurarle algo de confianza al recién conocido si quería entablar conversación y eso no era difícil, solamente debía sonreír de corazón y así hizo mientras estrechaba la mano del apuesto hombre.
-Yo soy Korax, encantada.
Algo de preocupación había en su voz, no había podido ignorar que el antebrazo izquierdo de éste estaba vendado. Era quizás un aventurero que había salido herido de su ultima escapada o quizás le daba demasiada importancia y había sido algún tipo de accidente. No se lo iba a preguntar, al menos de momento porque no quería parecer una entrometida.
-¿Me permites preguntar qué te trae a esta ciudad?-empezó ella intentando sacar algo mas que su nombre de él- Es un lugar un poco... triste, así que supongo que no estarás aquí por placer.
Dio otro trago del vaso de leche que ya se estaba enfriando pero seguía siendo delicioso ya que estaba endulzado con miel y era casi como un postre mas que una bebida.
Reposicionó su cuerpo en el taburete para poder mirarlo mejor y esperó paciente a la respuesta de Neph.
Korax Crow
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Re: Una versión onírica de mí +18 [Privado con Korax-chan]
Korax. Me quedé pensando en ese nombre. Nunca lo había oído antes. ¿Acaso lo tendría que haber escuchado? No conocía de nada a aquella chica, no tenía por qué haber escuchado su nombre. Sin embargo, una parte de mí deseaba haberlo hecho. Sabía la razón: Necesitaba a alguien con hablar, alguien con quien no acabase follando en la cama después de hablar como me ocurría con Keira. Con ella no se podía hablar. Dudaba mucho que, ni siquiera, se hubiera dado cuenta de que tenía un cuervo dibujado en el antebrazo y que me auto-mutilaba con un cuchillo por intentar borrarlo. Ella era de otra clase de personas, de la misma clase que odiaba y amaba por partes iguales. Con Keira solo me podía entender si estábamos los dos callados, uno sentado enfrente del otro, o bien si estábamos gimiendo en la cama. Quería hablar con otras chicas que fueran lo suficientemente inteligentes como para saber que un par de tetas no eran suficientes (saludé con la copa del chupito a la camarera). Korax parecía de esa clase de chicas inteligentes; chicas que merece la pena conocer.
¿Cómo se tomaría Keira que hablase con otras chicas como no le hablaba a ella? Lo más seguro es que se pusiera celosa. Eso me gustaba. Por alguna extraña razón que no comprendía, disfrutaba con la idea de poner celosa a Keira. Era un pensamiento maravilloso que hizo que esbozase una media sonrisa a pesar que me doliesen los picotazos de los cuervos invisibles.
-Es un nombre precioso-. Mentí, no era su nombre lo que me gustaba sino la imagen de una Keira enfadada por los celos.
Otra diferencia abismal entre la camarera y Korax era que una me propuso con sutiliza hablar de placer y la segunda me preguntaba por los tristes asuntos que me llevaron hasta la ciudad de los vampiros. Tristes asuntos que me llevaron a un lugar triste; yo no lo hubiera descrito mejor de cómo lo describió Korax.
-Si hubiera venido por placer- levanté un dedo de la copa para señalar a la camarera- no la hubiera rechazado-.
No creí necesario decir nada más. Estaba seguro que Korax era lo suficientemente inteligente y taimada como para comprender lo que me refería.
-He venido porque tengo un molesto bicho pegado y quiero deshacerme de él.- me rasqué con fuerza la marca del cuervo por encima del vendaje. - Ya sabes lo que dicen: La mancha de vino, con vino tino, con vino blanco se quita. Las maldiciones idiotas, los idiotas con colmillos las quitan.-
La última frase la dije en voz alta para que me pudieran escuchar todos los presentes. Estaba cansado de esta ciudad de sombras y mentiras. Quien no quería matarte y luego comerte, quería comerte mientras te mataba. ¡Qué se enterasen todos los vampiros que estaba enfadado con ellos! No era de los que se podían estar callados. Igual que no me importaría decir que Korax podía ser una agradable compañía, no iba a callar estar molesto con la Sacrestic Ville y todos sus habitantes. ¡Que se jodan!
-¿Y qué hay de ti? No creo que hayas venido solo a hacer amigos, y si es así, no has elegido bien al venir aquí-.
Llené los dos vasos de chupito con el licor de escorpión, el vaso con el que estaba bebiendo y el otro con el que la camarera se presentó acompañarme. Una vez los dos llenos, puso el segundo vaso en las manos de Korax.
-Deja que te invite-. Y si todo iba bien; también me dejaría que la usase para poner celosa a Keira.
¿Cómo se tomaría Keira que hablase con otras chicas como no le hablaba a ella? Lo más seguro es que se pusiera celosa. Eso me gustaba. Por alguna extraña razón que no comprendía, disfrutaba con la idea de poner celosa a Keira. Era un pensamiento maravilloso que hizo que esbozase una media sonrisa a pesar que me doliesen los picotazos de los cuervos invisibles.
-Es un nombre precioso-. Mentí, no era su nombre lo que me gustaba sino la imagen de una Keira enfadada por los celos.
Otra diferencia abismal entre la camarera y Korax era que una me propuso con sutiliza hablar de placer y la segunda me preguntaba por los tristes asuntos que me llevaron hasta la ciudad de los vampiros. Tristes asuntos que me llevaron a un lugar triste; yo no lo hubiera descrito mejor de cómo lo describió Korax.
-Si hubiera venido por placer- levanté un dedo de la copa para señalar a la camarera- no la hubiera rechazado-.
No creí necesario decir nada más. Estaba seguro que Korax era lo suficientemente inteligente y taimada como para comprender lo que me refería.
-He venido porque tengo un molesto bicho pegado y quiero deshacerme de él.- me rasqué con fuerza la marca del cuervo por encima del vendaje. - Ya sabes lo que dicen: La mancha de vino, con vino tino, con vino blanco se quita. Las maldiciones idiotas, los idiotas con colmillos las quitan.-
La última frase la dije en voz alta para que me pudieran escuchar todos los presentes. Estaba cansado de esta ciudad de sombras y mentiras. Quien no quería matarte y luego comerte, quería comerte mientras te mataba. ¡Qué se enterasen todos los vampiros que estaba enfadado con ellos! No era de los que se podían estar callados. Igual que no me importaría decir que Korax podía ser una agradable compañía, no iba a callar estar molesto con la Sacrestic Ville y todos sus habitantes. ¡Que se jodan!
-¿Y qué hay de ti? No creo que hayas venido solo a hacer amigos, y si es así, no has elegido bien al venir aquí-.
Llené los dos vasos de chupito con el licor de escorpión, el vaso con el que estaba bebiendo y el otro con el que la camarera se presentó acompañarme. Una vez los dos llenos, puso el segundo vaso en las manos de Korax.
-Deja que te invite-. Y si todo iba bien; también me dejaría que la usase para poner celosa a Keira.
Gerrit Nephgerd
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