El Reino del Terror - Parte 1 [Libre] [3/4] [+18] [Cerrado]
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El Reino del Terror - Parte 1 [Libre] [3/4] [+18] [Cerrado]
- Off Rol:
- *Off: Este es el primer hilo de la trama final de la campaña de Huracán y el clan de cazadores de vampiros contra la Hermandad, y está dividida en varios capítulos. En lo particular, este tema es libre, pero si alguien quisiera unirse que lo comunique por privado. Participantes: Rachel Roche- Lexie Ivannovic - Elen Calhoun
Sacrestic Ville, faltan días para la gran batalla.
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Reconozco que sentí una gran pesadumbre cuando volví a pisar Sacrestic Ville. Aquel lugar me traía muy malos y oscuros recuerdos de mis comienzos. Y ahora que me encontraba liberada de la influencia de la malvada, NIA, gracias a la labor de Jules y Eltrant, me sentía todavía más insegura. NIA podía ser una máquina programada para servir a la Hermandad, pero a la vez era mi guía y podía actuar para salvarme en caso de que yo no reaccionara. Al menos, me había librado de su influencia, no más, nunca más, volvería a influirme en nada. A partir de aquel momento, mi vida dependería de mí, y cada decisión que tomara, con sus consecuencias derivadas, sería mía. Únicamente mía.
Aquel sentimiento me apesadumbraba. Jules había recibido la nota de Isabella Boisson para reunirnos en máxime secreto con ella y el resto del gremio en la quinta luna del tercer mes del año, aunque yo al menos, no sabía en qué lugar debíamos reunirnos, por fortuna, Jules sí que parecía saberlo. El brujo me repetía constantemente que no me preocupara por ello. Faltaban aún tres días para el momento y nosotros, avanzando a buen ritmo, habíamos conseguido llegar antes desde las frías tierras de Dundarak, gracias a un amable carretero que aceptó transportarnos hasta la capital de los vampiros.
Al llegar allí, vimos como el pueblo, o casi ciudad, no había cambiado en nada. La oscuridad y maldad gobernaban un aire cargado de muerte y sangre. La ciudad de los vampiros, la que siempre tenía sus calles vacías, en la que durante el día, cualquier bandido podía asaltarte y en la que durante la noche eras presa de cualquier señor o señora de la noche. No había amigos ni lugar para la tranquilidad, el reino de los vampiros era, también, el reino del terror.
-Este sitio ya era tétrico antes. Pero ahora lo es aún más. – comentó mi hermano, Jules. – Es como si… un aura mágica, oscura, envolviera a la ciudad. – continuó serio, algo poco habitual en él. – No me da buena espina, Rachel. Será mejor que encontremos un lugar seguro hasta que vengan los demás.
Por “los demás” se refería a Isabella Boisson, Huracán y el resto del gremio de cazadores, cuya estructura se estaba movilizando en secreto hasta la zona para realizar un último enfrentamiento contra la Hermandad, la peligrosa secta de vampiros liderada por Lady Mortagglia, o la Dama, como se hacía llamar a sí misma, y en menor medida por Belladonna Boisson.
Nos acercamos a una posada con un aspecto no demasiado halagüeño, carteles de “tenemos chupitos de sangre” ya indicaban un poco qué clase de gente se movía por aquel lugar, pero aún así era el más decente de los locales que nos habíamos encontrado. Aún así “El colmillo hendido” era, desde mi punto de vista, el más seguro de los lugares, y conocía bastante bien aquella ciudad, por desgracia.
La taberna estaba vacía, había pocos clientes en la misma. No más que un par de tipos solitarios y alguna persona encapuchada. No tardamos en acercarnos al camarero, de raza humana. Yo estaba nerviosa y muy callada, triste. Mi hermano, que me sacaba una cabeza, pidió algo de alcohol, y no dejó de mirarme constantemente, lo cual me incomodaba. Aquel día no sonreía. Simplemente no podía hacerlo. Y yo sabía por qué no lo hacía.
-Y bien, ¿qué se cuece por estos lares? – preguntó Jules al barman mientras éste le servía. – Noto este sitio más oscuro desde la última vez que vine. – el tipo miró asustado de reojo a Jules. - ¿Por qué no te enrollas? No soy Mortagglia, mira. – y le enseñó los dientes para demostrarle que no era un vampiro y rió. ¿Cómo podía estar tan tranquilo?
-¡Como osas pronunciar ese nombre, insensato! ¡No querrás traer la muerte a mi negocio! – le gritó el hombre, tomando a mi hermano por los cuellos de la camisa y apechugándole por encima de la barra. Aunque rápidamente se dio cuenta del error y le soltó. – Ese aura, esa oscuridad. Es fruto de esa dichosa Dama y su Hermandad. Llevan semanas realizando misteriosa magia y realizando asaltos a la ciudad bajo la patrulla del caudillo Gregory Skeller. ¡Capturando humanos, sin distinguir entre hombres, mujeres o niños, para torturarlos por diversión y entregárselos de alimento a esos chupasangres! – se acercó a nosotros. – Las malas lenguas dicen que está preparando un ejército de vampiros para tomar la ciudad. – informó el tipo. Si lo que decía era cierto,
Ante ese panorama, Jules resopló y no respondió. Iba a ser muy complicado terminar con la Hermandad si lo que decía ese tipo era cierto. Pagamos nuestras bebidas y nos sentamos en la mesa más lejana a la puerta, uno al lado del otro, siempre con la espalda bien protegida. Me senté en la mesa y agarré la taza de leche que había pedido con ambas manos. Mi cara estaba muy desgastada por los diversos golpes recibidos durante las misiones de la Logia, tanto que tenía toda la frente y parte de las manos despellejadas, incluido una horrible marca metálica que me cubría casi parte de la cara. Bajo éstas se veían mis partes metálicas, que esperaba reparar cuando todo terminara.
-Te noto extraña, Rachel. ¿Te ocurre algo? – me preguntó mi hermano.
-E-Estoy bien. – dije, sin mirarle en ningún momento. - Es solo que… - tal vez debería decírselo, o puede que no. – Me duele la cabeza. – dije llevándome las manos a ésta.
-Tranquila, pequeña. Esa cosa ya no puede controlarte. – comentó tomándome por los hombros. – A ver si con un poco de suerte se adelanta alguien más y no estamos solos.
-Sí, ojalá… - siseé.
Última edición por Rachel Roche el Dom 26 Mar 2017, 11:13, editado 2 veces
Rachel Roche
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Re: El Reino del Terror - Parte 1 [Libre] [3/4] [+18] [Cerrado]
Miré mis uñas mientras fingía poner atención a lo que Isobel me estaba diciendo, aunque la verdad es que me encontraba completamente ajena a la importantísima explicación. Rara vez mi hermana mayor —a quien yo consideraba más bien mi madre— se veía tan preocupada como en esos momentos, pues nuestras vidas no podrían catalogarse como difíciles, por lo que no era normal que tuviésemos este tipo de conversaciones y ciertamente no estaba acostumbrada a ellas. La historia de un deber para con algunas personas me causó bastante intriga y no dudé en mirar a la rubia, preguntándome cómo es que ella pudiese deberle algo a alguien. Isobel era la persona más dulce y madura que hubiese sobre la faz de la tierra, de hecho, Dominika, Laika y yo tendríamos más razones para estar en deuda con medio mundo, pero de ella sí que era toda una sorpresa. Crucé mis brazos, tratando de captar el resto de conversación para así darme una idea de toda la información que había ignorado descaradamente, mirándola con fingida confianza.
—Bien. Eso es lo que tienes que hacer. ¿Tienes alguna pregunta? —Arqueó una ceja dubitativa, esperando mi respuesta con nerviosismo.
—Pues… —me lo pensé bastante antes de responder, recibiendo un suspiro por parte de mi madre y un terrible regaño por mi aparente falta de interés—. Vale, lo he entendido —dije después de que tuve que volver a escuchar todos los detalles de mi fastidiosa tarea—. Ahora si tengo una pregunta.
— ¿Cuál es? —Me miró como si se esperara lo peor.
— ¿Qué obtendré yo a cambio? —Fruncí el ceño—. Digo, yo no veo porque tenga que hacer algo tan aburrido solo para no obtener nada placentero como recompensa —Isobel bufó con desanimo.
—Escúchame, Lexie —endureció su mirada—. Esa mujer es muy peligrosa y es mucho mejor estar de su lado que en su camino —puso su mano en mi hombro—. Así que te pido que cumplas con lo que te he ordenado sin dar más problemas.
Chasqueé la lengua hastiada y asentí con desgano, puesto que lo mío no era seguir ordenes de nadie y mucho menos de una persona a la que no conocía. Aun así, me sorprendía el miedo que era capaz de infundir en la líder de mi familia, y claramente no estaba muy contenta con eso, por lo que tomé la decisión de averiguar un poco más acerca de la tal ‘‘Madame Mortagglia’’ y de su relación con mi madre. No tenía mucha información acerca de lo que tendría que hacer, lo único que sabía era que debía vagar por la ciudad y vigilar a un grupo que me pareciera sospechoso. Una vez ahí el resto de mi misión se desarrollaría de acuerdo a las indicaciones expuestas anteriormente por Isobel, así que por el momento me apegaría a lo que más me chocaba hacer: esperar.
Las calles de Sacrestic Ville emanaban un suave aire invernal y el tétrico ambiente de muerte era perfecto para mejorar mi pésimo humor. El hecho de tener que estar dando vueltas por toda la aldea como si fuese una especie de idiota era bastante chocante y lo peor era tener que aguantar las ganas de ir a buscar algún bocadillo que pudiese llevar a mi cama…y a mi estómago, lo cual solo volvía mi situación todavía más chocante. Estaba a punto de volverme loca del aburrimiento, cuando una extraña pareja llamó mi atención a unos pocos metros de mi posición. Me acerqué con mucha discreción, siguiendo sus pasos hasta esa desagradable y poco femenina taberna. ‘‘El colmillo hendido’’ no tenía la misma fama ni el encanto que la de mi familia, pero tampoco es como que fuese a perder toda mi dignidad al entrar con la deplorable competencia.
Le di varias vueltas al plan, tratando de decidir cuál sería la mejor forma de evitar verme sospechosa y asumí que actuar como una cliente más sería lo mejor; después de todo, nadie en su sano juicio iría por esta aldea sonriendo y bromeando como si nada. Me adentré al lugar poco tiempo después de la pareja y me acerqué a la barra, recibiendo una mirada desconfiada por parte del barman, quien parecía sostener una intensa conversación con el joven a quien yo estaba siguiendo. Retiro lo que dije, si existía alguien en esta aldea lo bastante idiota como para soltar tales preguntas en un ambiente donde todo parecía sacrilegio. Apoyé mis codos en la barra, esperando ser atendida y fingiendo no darle importancia al caluroso enfrentamiento entre los caballeros. Alguien debería enseñarle a ese chico a no abrir la boca de más, aunque, debía agradecerle por la valiosa información que había sacado del mozo.
—Dame lo mejor que tengas —ordené al barman con firmeza y tomé asiento en una de las sillas de la barra, afilando mis oídos para captar retazos de la conversación entre los dos forasteros.
Chupa sangres, ¿eh? Así que ya sabía quién sería mi merienda cuando mi trabajo estuviese hecho, aunque dudaba que hubiese algo realmente placentero que ese hombre pudiese ofrecerme. Por otro lado, aquel joven impertinente reunía todos los requisitos de mis más altos estándares de calidad y ante esta idea esbocé una sonrisa ladina, pues nadie dijo que no podía tomar algún bocadillo en horas de trabajo, ¿o sí? Además, que si lograba seducirle mataría dos pájaros de un tiro. Ahora solo me restaba planificar mi maniobra con mucho cuidado, manteniendo mi actuación indiferente para así no ser descubierta.
—Bien. Eso es lo que tienes que hacer. ¿Tienes alguna pregunta? —Arqueó una ceja dubitativa, esperando mi respuesta con nerviosismo.
—Pues… —me lo pensé bastante antes de responder, recibiendo un suspiro por parte de mi madre y un terrible regaño por mi aparente falta de interés—. Vale, lo he entendido —dije después de que tuve que volver a escuchar todos los detalles de mi fastidiosa tarea—. Ahora si tengo una pregunta.
— ¿Cuál es? —Me miró como si se esperara lo peor.
— ¿Qué obtendré yo a cambio? —Fruncí el ceño—. Digo, yo no veo porque tenga que hacer algo tan aburrido solo para no obtener nada placentero como recompensa —Isobel bufó con desanimo.
—Escúchame, Lexie —endureció su mirada—. Esa mujer es muy peligrosa y es mucho mejor estar de su lado que en su camino —puso su mano en mi hombro—. Así que te pido que cumplas con lo que te he ordenado sin dar más problemas.
Chasqueé la lengua hastiada y asentí con desgano, puesto que lo mío no era seguir ordenes de nadie y mucho menos de una persona a la que no conocía. Aun así, me sorprendía el miedo que era capaz de infundir en la líder de mi familia, y claramente no estaba muy contenta con eso, por lo que tomé la decisión de averiguar un poco más acerca de la tal ‘‘Madame Mortagglia’’ y de su relación con mi madre. No tenía mucha información acerca de lo que tendría que hacer, lo único que sabía era que debía vagar por la ciudad y vigilar a un grupo que me pareciera sospechoso. Una vez ahí el resto de mi misión se desarrollaría de acuerdo a las indicaciones expuestas anteriormente por Isobel, así que por el momento me apegaría a lo que más me chocaba hacer: esperar.
Las calles de Sacrestic Ville emanaban un suave aire invernal y el tétrico ambiente de muerte era perfecto para mejorar mi pésimo humor. El hecho de tener que estar dando vueltas por toda la aldea como si fuese una especie de idiota era bastante chocante y lo peor era tener que aguantar las ganas de ir a buscar algún bocadillo que pudiese llevar a mi cama…y a mi estómago, lo cual solo volvía mi situación todavía más chocante. Estaba a punto de volverme loca del aburrimiento, cuando una extraña pareja llamó mi atención a unos pocos metros de mi posición. Me acerqué con mucha discreción, siguiendo sus pasos hasta esa desagradable y poco femenina taberna. ‘‘El colmillo hendido’’ no tenía la misma fama ni el encanto que la de mi familia, pero tampoco es como que fuese a perder toda mi dignidad al entrar con la deplorable competencia.
Le di varias vueltas al plan, tratando de decidir cuál sería la mejor forma de evitar verme sospechosa y asumí que actuar como una cliente más sería lo mejor; después de todo, nadie en su sano juicio iría por esta aldea sonriendo y bromeando como si nada. Me adentré al lugar poco tiempo después de la pareja y me acerqué a la barra, recibiendo una mirada desconfiada por parte del barman, quien parecía sostener una intensa conversación con el joven a quien yo estaba siguiendo. Retiro lo que dije, si existía alguien en esta aldea lo bastante idiota como para soltar tales preguntas en un ambiente donde todo parecía sacrilegio. Apoyé mis codos en la barra, esperando ser atendida y fingiendo no darle importancia al caluroso enfrentamiento entre los caballeros. Alguien debería enseñarle a ese chico a no abrir la boca de más, aunque, debía agradecerle por la valiosa información que había sacado del mozo.
—Dame lo mejor que tengas —ordené al barman con firmeza y tomé asiento en una de las sillas de la barra, afilando mis oídos para captar retazos de la conversación entre los dos forasteros.
Chupa sangres, ¿eh? Así que ya sabía quién sería mi merienda cuando mi trabajo estuviese hecho, aunque dudaba que hubiese algo realmente placentero que ese hombre pudiese ofrecerme. Por otro lado, aquel joven impertinente reunía todos los requisitos de mis más altos estándares de calidad y ante esta idea esbocé una sonrisa ladina, pues nadie dijo que no podía tomar algún bocadillo en horas de trabajo, ¿o sí? Además, que si lograba seducirle mataría dos pájaros de un tiro. Ahora solo me restaba planificar mi maniobra con mucho cuidado, manteniendo mi actuación indiferente para así no ser descubierta.
Lexie Ivannovich
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Re: El Reino del Terror - Parte 1 [Libre] [3/4] [+18] [Cerrado]
La hora había llegado, por fin Isabella se había puesto en contacto con la hechicera para instarla a que se dirigiese a Sacrestic Ville, ciudad en que se reuniría con el resto de cazadores para asaltar la guarida de la Hermandad. Aprovechando que para cuando recibieron la carta de la líder del gremio se encontraban siguiendo el curso del Tymer tras una breve visita a los reinos del Este, Elen y su compañero cruzaron el río para llegar lo antes posible al territorio de los vampiros, con vistas a hacer un reconocimiento de la zona y de lo que Mortagglia hubiese podido preparar desde que la mansión del inmortal recibió la inesperada visita de la centinela y los demás.
Cuatro días fueron suficientes para que el par de viajeros llegasen a su destino, y nada más hacerlo pudieron percibir un drástico cambio en la ciudad, que se había vuelto mucho más tétrica y oscura, como si una maligna fuerza hubiese caído sobre ella. - Casi puedo sentir la influencia de esa maldita mujer. - masculló la joven, con el ceño fruncido y sin dejar de escrutar con la mirada cuanto la rodeaba. El lugar estaba aparentemente desierto, cosa normal teniendo en cuenta que buena parte de la población no podía salir a la luz del sol y la otra temía hacerlo, optando por refugiarse en el interior de sus viviendas o locales y salir solo para realizar las tareas imprescindibles.
- Busquemos un lugar donde esperar al resto. - propuso Alister, justo antes de que una fina llovizna comenzase a caer sobre las calles de Sacrestic, borrando poco a poco las oscuras manchas de sangre pertenecientes a la cacería que había tenido lugar la noche anterior. - Sí, será lo mejor. - dijo ella, al tiempo que espoleaba su montura y la dirigía hacia la taberna en que solía hospedarse cuando pasaba por allí. Por el camino espantaron a una pequeña bandada de cuervos que aprovechaba los despojos de un animal muerto, o al menos eso fue lo que la bruja prefirió creer que era, aunque estando donde se encontraban no sería raro que los vampiros, tras darse el festín de sangre, dejasen a sus víctimas tiradas en mitad de la nada, convirtiéndolas en pasto de los carroñeros.
El colmillo hendido también mostraba un aspecto mucho más sombrío que de costumbre, quizá porque no le quedaba más remedio que adaptarse a los seres que mandaban en aquellas tierras o porque hubiese cambiado de dueño desde la última vez que la tensai estuvo allí. Sin perder tiempo, ya que la intensidad de la lluvia aumentaba por momentos, ambos avanzaron hacia el establo y dejaron allí sus caballos, tras lo cual el dragón cruzó unas palabras con el mozo que se encargaba de cuidar de los animales, asegurándose de ese modo de que recibiesen las atenciones necesarias para que se mantuviesen en el mejor estado posible.
Una vez hecho esto siguió a la benjamina de los Calhoun hasta el interior, agradeciendo nada más entrar el tener un techo sobre la cabeza y que sus ropas no hubiesen llegado a empaparse. Elen barrió la estancia con la mirada hasta dar con un par de rostros conocidos, los de Jules y Rachel, que al igual que ellos habían llegado antes de la fecha prevista y ahora descansaban en una de las mesas del local. Al parecer los hermanos habían tenido ocasión de reencontrarse, pero no había rastro de Huracán con ellos, ¿acaso no los acompañaba?
La centinela recordaba perfectamente como Isabella había encargado la misión de encontrar a la bio y conseguir que cambiase de bando a su amiga durante su breve visita al palacio de los vientos, pero entonces ¿por qué no estaba allí con ellos? Haciendo un gesto a su alado acompañante, la de ojos verdes hizo que éste se fijase también en los Roche, y enseguida se acercaron a la mesa en que se encontraban los hermanos. - Parece que no somos los únicos que nos hemos adelantado. - dijo Alister a modo de saludo, antes de ocupar una de las sillas vacías. Elen hizo lo propio y se acomodó en otra, dirigiendo una mirada hacia el brujo y pasando a centrarse luego en Rachel, de la cual no guardaba un buen recuerdo.
Sin embargo, el hecho de que estuviese allí quería decir que los planes de los cazadores estaban saliendo como se esperaba, y considerando la cantidad de información que la bio podía aportar para darles ventaja, la tensai decidió dejar en el pasado lo sucedido en Lunargenta, cuando por culpa de la intervención de la joven Roche Mortagglia consiguió escapar de lo que hubiera sido una muerte segura. - Me alegro de veros, ¿solo habéis llegado vosotros dos? - preguntó en un susurro, utilizando el plural para no hacer un feo a la morena, aunque en cierto modo sí que se alegraba de verla realmente, su presencia les evitaría bajas innecesarias, siempre y cuando estuviese dispuesta a colaborar con ellos y no dejarse manipular de nuevo por los poderes de la Dama.
Al percatarse de la llegada de sus nuevos clientes, y a pesar de que éstos tuviesen que ver con el impertinente individuo que se había atrevido a mentar a Mortagglia en su negocio, el tabernero abandonó su puesto tras la barra para acercarse a la mesa y preguntar a los recién llegados si deseaban tomar algo, ofrecimiento que la hechicera declinó amablemente, a diferencia de su compañero. El hombre en cuestión ya conocía a la benjamina de los Calhoun y sabía que era mejor no molestarla, así que tras escuchar la petición del dragón regresó a su lugar y llenó una jarra de cerveza, que llevó de inmediato ante su cliente, aceptando los aeros que éste sostenía como pago de la misma.
Cuatro días fueron suficientes para que el par de viajeros llegasen a su destino, y nada más hacerlo pudieron percibir un drástico cambio en la ciudad, que se había vuelto mucho más tétrica y oscura, como si una maligna fuerza hubiese caído sobre ella. - Casi puedo sentir la influencia de esa maldita mujer. - masculló la joven, con el ceño fruncido y sin dejar de escrutar con la mirada cuanto la rodeaba. El lugar estaba aparentemente desierto, cosa normal teniendo en cuenta que buena parte de la población no podía salir a la luz del sol y la otra temía hacerlo, optando por refugiarse en el interior de sus viviendas o locales y salir solo para realizar las tareas imprescindibles.
- Busquemos un lugar donde esperar al resto. - propuso Alister, justo antes de que una fina llovizna comenzase a caer sobre las calles de Sacrestic, borrando poco a poco las oscuras manchas de sangre pertenecientes a la cacería que había tenido lugar la noche anterior. - Sí, será lo mejor. - dijo ella, al tiempo que espoleaba su montura y la dirigía hacia la taberna en que solía hospedarse cuando pasaba por allí. Por el camino espantaron a una pequeña bandada de cuervos que aprovechaba los despojos de un animal muerto, o al menos eso fue lo que la bruja prefirió creer que era, aunque estando donde se encontraban no sería raro que los vampiros, tras darse el festín de sangre, dejasen a sus víctimas tiradas en mitad de la nada, convirtiéndolas en pasto de los carroñeros.
El colmillo hendido también mostraba un aspecto mucho más sombrío que de costumbre, quizá porque no le quedaba más remedio que adaptarse a los seres que mandaban en aquellas tierras o porque hubiese cambiado de dueño desde la última vez que la tensai estuvo allí. Sin perder tiempo, ya que la intensidad de la lluvia aumentaba por momentos, ambos avanzaron hacia el establo y dejaron allí sus caballos, tras lo cual el dragón cruzó unas palabras con el mozo que se encargaba de cuidar de los animales, asegurándose de ese modo de que recibiesen las atenciones necesarias para que se mantuviesen en el mejor estado posible.
Una vez hecho esto siguió a la benjamina de los Calhoun hasta el interior, agradeciendo nada más entrar el tener un techo sobre la cabeza y que sus ropas no hubiesen llegado a empaparse. Elen barrió la estancia con la mirada hasta dar con un par de rostros conocidos, los de Jules y Rachel, que al igual que ellos habían llegado antes de la fecha prevista y ahora descansaban en una de las mesas del local. Al parecer los hermanos habían tenido ocasión de reencontrarse, pero no había rastro de Huracán con ellos, ¿acaso no los acompañaba?
La centinela recordaba perfectamente como Isabella había encargado la misión de encontrar a la bio y conseguir que cambiase de bando a su amiga durante su breve visita al palacio de los vientos, pero entonces ¿por qué no estaba allí con ellos? Haciendo un gesto a su alado acompañante, la de ojos verdes hizo que éste se fijase también en los Roche, y enseguida se acercaron a la mesa en que se encontraban los hermanos. - Parece que no somos los únicos que nos hemos adelantado. - dijo Alister a modo de saludo, antes de ocupar una de las sillas vacías. Elen hizo lo propio y se acomodó en otra, dirigiendo una mirada hacia el brujo y pasando a centrarse luego en Rachel, de la cual no guardaba un buen recuerdo.
Sin embargo, el hecho de que estuviese allí quería decir que los planes de los cazadores estaban saliendo como se esperaba, y considerando la cantidad de información que la bio podía aportar para darles ventaja, la tensai decidió dejar en el pasado lo sucedido en Lunargenta, cuando por culpa de la intervención de la joven Roche Mortagglia consiguió escapar de lo que hubiera sido una muerte segura. - Me alegro de veros, ¿solo habéis llegado vosotros dos? - preguntó en un susurro, utilizando el plural para no hacer un feo a la morena, aunque en cierto modo sí que se alegraba de verla realmente, su presencia les evitaría bajas innecesarias, siempre y cuando estuviese dispuesta a colaborar con ellos y no dejarse manipular de nuevo por los poderes de la Dama.
Al percatarse de la llegada de sus nuevos clientes, y a pesar de que éstos tuviesen que ver con el impertinente individuo que se había atrevido a mentar a Mortagglia en su negocio, el tabernero abandonó su puesto tras la barra para acercarse a la mesa y preguntar a los recién llegados si deseaban tomar algo, ofrecimiento que la hechicera declinó amablemente, a diferencia de su compañero. El hombre en cuestión ya conocía a la benjamina de los Calhoun y sabía que era mejor no molestarla, así que tras escuchar la petición del dragón regresó a su lugar y llenó una jarra de cerveza, que llevó de inmediato ante su cliente, aceptando los aeros que éste sostenía como pago de la misma.
Elen Calhoun
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Re: El Reino del Terror - Parte 1 [Libre] [3/4] [+18] [Cerrado]
No estaba muy segura de qué hacer. ¿Debía…? No, ni por asomo. A pesar de haber inutilizado a NIA, o eso creía Jules, todavía sentía muchas dudas en mi cabeza. Ni siquiera había tenido el placer de conocer a la tal Isabella Boisson, aquella que parecía ser mi nueva jefa. La hermana y rival de Belladonna y también primogénita de la Dama Mortagglia. NIA repetía en mi cabeza desde que llegué a Sacrestic que Isabella era la mayor enemiga. Siempre lo había sido de hecho. ¿Y si me habían engañado Huracán y Jules? ¿Era correcto el haberme cambiado de bando? Nuevas dudas volvieron a invadir mi cabeza, tanto que ni siquiera distinguí las nuevas gentes recién llegadas a la taberna.
Una de ellas era una joven pelirroja a la que Jules no quitó un ojo de encima desde que se sentó en la barra. Altanera y soberbia. De chica inocente como yo no tenía nada, la miré con cierto miedo durante unos instantes. “Objetivo amistoso”, la identificaba NIA. ¿Acaso era ella la que…? Tuve que quitarle la vista cuando un joven con barba que no conocía habló y tomó toda mi atención. A su lado lucía la bruja peliblanca que a punto estuvo de acabar con la Dama tiempo atrás de no ser por mi intervención.
-Siempre llego a tiempo, Alister. – dijo Jules, brindando la jarra con aquel desconocido para mí, pero que parecía ser alguien para el brujo. Miré a Elen y no dije nada. – Habéis recibido la carta de Isabella, imagino. – supuso el brujo.
Elen me miraba con cierta desconfianza, y yo, tímida, ni siquiera me atrevía a mantenerle la vista más de dos segundos. No sabía dónde meterme, agarrándome a mi jarra viendo en ella la única esperanza de evitar pasar aquel incómodo momento para mí.
-¿Echas en falta a Huracán, verdad? – respondió mi hermano a la de cabellos cenicientos. – Nos separamos cuando encontramos a Rachel. Ella tenía enemigos pendientes, y yo debía evitar que NIA siguiese atormentando a mi hermanita. – me tomó por el hombro, cariñosamente, y me dio un beso en la cabeza. – Imagino que no tardarán en llegar. Pero no deberíamos formar grupos muy grandes o empezarán a sospechar. El camarero me ha dicho que Mortagglia tiene ojos en toda la ciudad. – comentó el brujo.
No hice caso a la amistosa conversación que mantenía mi hermano con Alister y volví a ensimismarme en mis profundos pensamientos, alternando mi mirada entre Elen, la joven que estaba junto a nuestra mesa y el tabernero, que nos miraba con cara de preocupación, pasando una bayeta por la mesa pero con la cabeza ligeramente inclinada hacia nosotros, lo que aclaraba que estaba poniendo el oído.
El entrañable hombre del bigote ceniciento terminó por abandonar la barra y se acercó, con cierta timidez a nuestra mesa, cuando Jules y Alister aún reían.
-Disculpad, jóvenes. – se entrometió aquel hombre, que quedó a espaldas de la vampiresa de la barra, quien perfectamente podría escuchar todo lo que allí se hablara. - ¿Sois… cazadores? Cazadores de vampiros, ¿verdad? – preguntó en un susurro a los cuatro. Miré a todos los presentes sin saber muy bien qué decir. Aunque no era algo especialmente difícil de deducir por los comentarios de mi hermano, que precisamente sería el primero en responder.
-Esos no son sus asuntos, caballero. – continuó sin dejar de beber la jarra. Torciendo el labio con cierto deje chulesco. El hombre lejos de poner mala cara, se acercó aún más.
-Sólo quiero pedirles una cosa. Escúchenme por favor. – dijo en voz baja, y se sentó en un quinto taburete junto a Elen y a mí, en uno de los laterales de la mesa, se frotó la calva. – Mi mujer… Mi querida Sabrina. Ese… ese malvado hombre… - comenzó, mientras se le empapaban los ojos. – Roger Skeller… - mis ojos saltaron cuando pronunció ese nombre. Skeller era el jefe de guerra de la Hermandad. – Ha… asesinado a mi bella Sabrina y se ha llevado a mi hijo. Al mío y a todos los demás hijos de mis familiares. – el tipo se derrumbó y comenzó a llorar desconsoladamente, algo que pareció conmovernos a todos. – Si no reúno cien mil aeros antes de la media noche, la Dama los convertirá en uno de los suyos. – comenzó a llorar, poniéndose rojo. – No sé qué hacer. Estoy desesperado. – el hombre verdaderamente parecía estar sufriendo.
Se guardaron varios instantes de silencio mientras el hombre se quitaba las lágrimas de los ojos. Su historia era conmovedora, ¿pero estábamos nosotros cuatro en posición de ayudar a aquel hombre? ¿Siendo cuatro contra Skeller y su más que probable ejército de vampiros, entre los que podía encontrarse la Dama?
-Debo reconocer que tienes una historia fascinante detrás. – ironizó mi hermano. - ¿Pero de verdad crees que nosotros cuatro podemos hacer algo contra un ejército de sanguijuelas? ¡Sólo estamos de paso! – mintió, para tratar de no levantar sospechas.
“Sabes lo que tienes que hacer.” Me dijo ahora una amenazante NIA en mi cabeza. Y violentamente mi cabeza de giró contra la joven de la barra. No lo hice yo. Aquello lo había hecho la inteligencia. “Ella es tu amiga. Ellos tus enemigos. ”, me decía la voz robótica de NIA, que me hablaba esporádicamente desde que llegamos a los alrededores de Sacrestic dos noches atrás, y pese a ello no había advertido al brujo. El remedio de Catherine y Eltrant con el que habíamos conseguido desestabilizarla parece que sólo duró una breve cantidad de tiempo, y para colmo NIA ahora era mucho más violenta que antes. Más directa. “No temas, Rachel. Es tu deber. Y serás recompensada.”. Entonces con decisión, tras unos instantes dubitativos, volví a hablar.
-Jules, sé cómo encontrar a Skeller. – comenté a los presentes. – Ella… Ella no pertenece a la Hermandad. No la tengo en mi base de datos. Podría ayudarnos. Si accede, claro. – por alguna circunstancia, NIA sabía que la pelirroja tenía idea de dónde encontrar a Skeller.
-¿Fiarnos de una mujer cualquiera en una ciudad tomada por la Hermandad? – preguntó - ¿Y cómo lo sabes? ¿Estás segura, Rachel? – mi hermano me nivadió a preguntas, mirándome fijamente a los ojos. NIA volvió a hablarme. “Ahora”.
-Sí. De hecho, ahora que lo recuerdo, ella es... enemiga de la Hermandad. Uno de los pocos vampiros que oponían resistencia a la tiranía de la Dama.– respondí con seguridad, aunque inventándome la historia, por supuesto. Ahora quedaba en manos de la pelirroja el saber venderse para convencer al dubitativo trío.
Una de ellas era una joven pelirroja a la que Jules no quitó un ojo de encima desde que se sentó en la barra. Altanera y soberbia. De chica inocente como yo no tenía nada, la miré con cierto miedo durante unos instantes. “Objetivo amistoso”, la identificaba NIA. ¿Acaso era ella la que…? Tuve que quitarle la vista cuando un joven con barba que no conocía habló y tomó toda mi atención. A su lado lucía la bruja peliblanca que a punto estuvo de acabar con la Dama tiempo atrás de no ser por mi intervención.
-Siempre llego a tiempo, Alister. – dijo Jules, brindando la jarra con aquel desconocido para mí, pero que parecía ser alguien para el brujo. Miré a Elen y no dije nada. – Habéis recibido la carta de Isabella, imagino. – supuso el brujo.
Elen me miraba con cierta desconfianza, y yo, tímida, ni siquiera me atrevía a mantenerle la vista más de dos segundos. No sabía dónde meterme, agarrándome a mi jarra viendo en ella la única esperanza de evitar pasar aquel incómodo momento para mí.
-¿Echas en falta a Huracán, verdad? – respondió mi hermano a la de cabellos cenicientos. – Nos separamos cuando encontramos a Rachel. Ella tenía enemigos pendientes, y yo debía evitar que NIA siguiese atormentando a mi hermanita. – me tomó por el hombro, cariñosamente, y me dio un beso en la cabeza. – Imagino que no tardarán en llegar. Pero no deberíamos formar grupos muy grandes o empezarán a sospechar. El camarero me ha dicho que Mortagglia tiene ojos en toda la ciudad. – comentó el brujo.
No hice caso a la amistosa conversación que mantenía mi hermano con Alister y volví a ensimismarme en mis profundos pensamientos, alternando mi mirada entre Elen, la joven que estaba junto a nuestra mesa y el tabernero, que nos miraba con cara de preocupación, pasando una bayeta por la mesa pero con la cabeza ligeramente inclinada hacia nosotros, lo que aclaraba que estaba poniendo el oído.
El entrañable hombre del bigote ceniciento terminó por abandonar la barra y se acercó, con cierta timidez a nuestra mesa, cuando Jules y Alister aún reían.
-Disculpad, jóvenes. – se entrometió aquel hombre, que quedó a espaldas de la vampiresa de la barra, quien perfectamente podría escuchar todo lo que allí se hablara. - ¿Sois… cazadores? Cazadores de vampiros, ¿verdad? – preguntó en un susurro a los cuatro. Miré a todos los presentes sin saber muy bien qué decir. Aunque no era algo especialmente difícil de deducir por los comentarios de mi hermano, que precisamente sería el primero en responder.
-Esos no son sus asuntos, caballero. – continuó sin dejar de beber la jarra. Torciendo el labio con cierto deje chulesco. El hombre lejos de poner mala cara, se acercó aún más.
-Sólo quiero pedirles una cosa. Escúchenme por favor. – dijo en voz baja, y se sentó en un quinto taburete junto a Elen y a mí, en uno de los laterales de la mesa, se frotó la calva. – Mi mujer… Mi querida Sabrina. Ese… ese malvado hombre… - comenzó, mientras se le empapaban los ojos. – Roger Skeller… - mis ojos saltaron cuando pronunció ese nombre. Skeller era el jefe de guerra de la Hermandad. – Ha… asesinado a mi bella Sabrina y se ha llevado a mi hijo. Al mío y a todos los demás hijos de mis familiares. – el tipo se derrumbó y comenzó a llorar desconsoladamente, algo que pareció conmovernos a todos. – Si no reúno cien mil aeros antes de la media noche, la Dama los convertirá en uno de los suyos. – comenzó a llorar, poniéndose rojo. – No sé qué hacer. Estoy desesperado. – el hombre verdaderamente parecía estar sufriendo.
Se guardaron varios instantes de silencio mientras el hombre se quitaba las lágrimas de los ojos. Su historia era conmovedora, ¿pero estábamos nosotros cuatro en posición de ayudar a aquel hombre? ¿Siendo cuatro contra Skeller y su más que probable ejército de vampiros, entre los que podía encontrarse la Dama?
-Debo reconocer que tienes una historia fascinante detrás. – ironizó mi hermano. - ¿Pero de verdad crees que nosotros cuatro podemos hacer algo contra un ejército de sanguijuelas? ¡Sólo estamos de paso! – mintió, para tratar de no levantar sospechas.
“Sabes lo que tienes que hacer.” Me dijo ahora una amenazante NIA en mi cabeza. Y violentamente mi cabeza de giró contra la joven de la barra. No lo hice yo. Aquello lo había hecho la inteligencia. “Ella es tu amiga. Ellos tus enemigos. ”, me decía la voz robótica de NIA, que me hablaba esporádicamente desde que llegamos a los alrededores de Sacrestic dos noches atrás, y pese a ello no había advertido al brujo. El remedio de Catherine y Eltrant con el que habíamos conseguido desestabilizarla parece que sólo duró una breve cantidad de tiempo, y para colmo NIA ahora era mucho más violenta que antes. Más directa. “No temas, Rachel. Es tu deber. Y serás recompensada.”. Entonces con decisión, tras unos instantes dubitativos, volví a hablar.
-Jules, sé cómo encontrar a Skeller. – comenté a los presentes. – Ella… Ella no pertenece a la Hermandad. No la tengo en mi base de datos. Podría ayudarnos. Si accede, claro. – por alguna circunstancia, NIA sabía que la pelirroja tenía idea de dónde encontrar a Skeller.
-¿Fiarnos de una mujer cualquiera en una ciudad tomada por la Hermandad? – preguntó - ¿Y cómo lo sabes? ¿Estás segura, Rachel? – mi hermano me nivadió a preguntas, mirándome fijamente a los ojos. NIA volvió a hablarme. “Ahora”.
-Sí. De hecho, ahora que lo recuerdo, ella es... enemiga de la Hermandad. Uno de los pocos vampiros que oponían resistencia a la tiranía de la Dama.– respondí con seguridad, aunque inventándome la historia, por supuesto. Ahora quedaba en manos de la pelirroja el saber venderse para convencer al dubitativo trío.
Rachel Roche
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Re: El Reino del Terror - Parte 1 [Libre] [3/4] [+18] [Cerrado]
Poco a poco la taberna comenzaba a llenarse de gente, mientras trataba de captar la mayor información posible de aquel par, dándole vueltas de vez en cuando a las instrucciones que Isobel me había dado anteriormente. Entre las pocas cosas que lograba recordar estaba el detalle de que tendría a alguien que posiblemente sería mi aliada, aunque aún no estaba segura de quien se trataba. Tanta palabrería efímera comenzaba a fastidiarme y traté de enfocar parte de mi atención en la asquerosa bebida que me habían servido. Si esto era lo mejor que tenían no podía imaginarme como sería lo peor. Chasqueé la lengua, intentando que mi fastidio no se notara aún más y comencé a darle vueltas al asunto de mi madre y de la famosa ‘‘Dama’’.
Lo poco que sabía era que Isobel había servido a Madame Mortagglia hacía tiempo, y que, de alguna manera, había quedado en deuda con ella, al punto de no poder rechazar cualquier petición de ella, menos si precisaba de su ayuda. Debía ser un favor muy grande como para que la rubia decidiera mandarme a mí en su lugar. Bueno, no podía culparla, cuando se necesitaba podía ser bastante útil, además sé muy bien cómo salirme con la mía para evitar morir estúpidamente, y a eso había que sumarle mi obsesión por los peligros; definitivamente tantas cualidades solo me volvían la mejor opción. Di un nuevo sorbo a mi bebida, echando leves vistazos a mi alrededor, esperando no haberme perdido de algo importante por andar alabando mis asombrosas cualidades, y, afortunadamente no había sido así.
Una joven de cabello cenizo acompañada por otro sujeto, hicieron su aparición en la taberna, acercándose a la sospechosa pareja y alertando todos mis sentidos. Al parecer todo comenzaba a cobrar sentido, tal y como mi madre lo había dicho. Demasiada palabrería sin sentido, nombre desconocidos, actitudes alertas; aquella escena parecía una reunión forzada y poco realista, a comparación de lo que se suponía que debían hacer ahí. ¿Qué no tenían nada mejor que hacer que quedarse hablando como idiotas? Vaya manera de relacionarse. Di otro sorbo a mi repugnante bebida, pensando seriamente en largarme de ahí y buscar algo productivo que hacer, cuando el barman interrumpió mis pensamientos al acercarse a mis objetivos con cierta dubitación.
¿Cazadores de vampiros? ¡Rayos! Ahí quedaban todas mis esperanzas por llevar a aquel delicioso aperitivo a mi cama, aunque la idea de arriesgarme parecía totalmente excitante. Solté un pequeño suspiro, maldiciendo mi suerte y pensé en levantarme con discreción. No pensaba morir estúpidamente en manos de cazadores y no me importaba la deuda con la tal Dama, mi existencia era mucho más valiosa que cualquier favor de antaño. Ciertamente los asuntos de un esposo desesperado no me importaban en lo más mínimo, solo esperaba que tan empalagosa historia funcionara como distracción para que pudiese abandonar el lugar sin ser vista. ¡Vaya descortesía! Yo no era una sanguijuela, solo era una mujer a la que le gustaba la sangre casi tanto como el placer y si no fuera porque apreciaba mi vida me habría lanzado de lleno a morderlo sin importarme cuanto me hubiese atraído antes.
En medio de toda mi hegemonía mental la voz de la chica a la que había seguido resonó en mis oídos, paralizándome un instante, pues aquello sí que no me lo esperaba. ¡Madre de todas las cortesanas! ¡¿En qué clase de lío me han metido?! Aunque… ¿Acaso ella era la joven que me ayudaría? ¡Menuda aliada! Acababa de entregarme en bandeja de plata; aquellos cazadores me matarían o algo peor: desfigurarían mi precioso rostro. No, definitivamente no podía permitirme semejante agravio contra mi persona, por lo que decidí mantenerme quieta y en silencio, hasta que se me revelara un poco más de información que salvara mi pellejo. Técnicamente yo no pertenecía a la hermandad, mi madre sí, ergo, aquella historia era medio cierta, pero ir en contra de la Dama era algo que tenía estrictamente prohibido y siendo honesta, no veía motivo para hacerlo. Noté como toda la atención de los presentes se centraba en mí, así que me preparé mentalmente para poner mi mejor actuación. ¡Venga es mi momento de brillar!
—Efectivamente —me puse de pie, acercándome a ellos con un gesto serio—. Tengo algunos asuntos pendientes con esa maldita hermandad —chasqueé la lengua y desvié la mirada como si realmente me hubiesen hecho algo en el pasado—, pero si ustedes me dicen que pueden deshacerse de ellos les brindaré mi ayuda —miré al joven cazador que había llamado la atención—. Como has dicho, esta ciudad está tomada por esos idiotas fieles a la Dama, aunque tengo algunos contactos de confianza dentro de la hermandad y he podido estar al tanto de su proceder en este tiempo. Aun así espero que comprendan porque confiar en extraños no es una de mis cualidades; pero puedo ofrecerles la información que tengo y guiarlos hasta Skeller, a cambio de que ustedes hagan ese pequeño favor para mí —esta vez desvié mi mirada a la joven de cabellos cenizos—. ¿Es un trato?
Esperé pacientemente la respuesta de aquel grupo, rogándole a mi suerte que se hubiesen tragado aquel cuento, pues, la actuación no era un fino arte que yo dominara como la seducción, pero había hecho un trabajo impecable y no había motivos para que todo se echara a perder. Al menos el hecho de que mi madre me repitiera dos veces todo lo que tenía que hacer había dado sus frutos, o de lo contrario jamás habría sido capaz de recordar los nombres y asociarlos con sus papeles en todo aquello. Ahora solo me restaba esperar y estar preparada para lo que fuese a suceder.
Lo poco que sabía era que Isobel había servido a Madame Mortagglia hacía tiempo, y que, de alguna manera, había quedado en deuda con ella, al punto de no poder rechazar cualquier petición de ella, menos si precisaba de su ayuda. Debía ser un favor muy grande como para que la rubia decidiera mandarme a mí en su lugar. Bueno, no podía culparla, cuando se necesitaba podía ser bastante útil, además sé muy bien cómo salirme con la mía para evitar morir estúpidamente, y a eso había que sumarle mi obsesión por los peligros; definitivamente tantas cualidades solo me volvían la mejor opción. Di un nuevo sorbo a mi bebida, echando leves vistazos a mi alrededor, esperando no haberme perdido de algo importante por andar alabando mis asombrosas cualidades, y, afortunadamente no había sido así.
Una joven de cabello cenizo acompañada por otro sujeto, hicieron su aparición en la taberna, acercándose a la sospechosa pareja y alertando todos mis sentidos. Al parecer todo comenzaba a cobrar sentido, tal y como mi madre lo había dicho. Demasiada palabrería sin sentido, nombre desconocidos, actitudes alertas; aquella escena parecía una reunión forzada y poco realista, a comparación de lo que se suponía que debían hacer ahí. ¿Qué no tenían nada mejor que hacer que quedarse hablando como idiotas? Vaya manera de relacionarse. Di otro sorbo a mi repugnante bebida, pensando seriamente en largarme de ahí y buscar algo productivo que hacer, cuando el barman interrumpió mis pensamientos al acercarse a mis objetivos con cierta dubitación.
¿Cazadores de vampiros? ¡Rayos! Ahí quedaban todas mis esperanzas por llevar a aquel delicioso aperitivo a mi cama, aunque la idea de arriesgarme parecía totalmente excitante. Solté un pequeño suspiro, maldiciendo mi suerte y pensé en levantarme con discreción. No pensaba morir estúpidamente en manos de cazadores y no me importaba la deuda con la tal Dama, mi existencia era mucho más valiosa que cualquier favor de antaño. Ciertamente los asuntos de un esposo desesperado no me importaban en lo más mínimo, solo esperaba que tan empalagosa historia funcionara como distracción para que pudiese abandonar el lugar sin ser vista. ¡Vaya descortesía! Yo no era una sanguijuela, solo era una mujer a la que le gustaba la sangre casi tanto como el placer y si no fuera porque apreciaba mi vida me habría lanzado de lleno a morderlo sin importarme cuanto me hubiese atraído antes.
En medio de toda mi hegemonía mental la voz de la chica a la que había seguido resonó en mis oídos, paralizándome un instante, pues aquello sí que no me lo esperaba. ¡Madre de todas las cortesanas! ¡¿En qué clase de lío me han metido?! Aunque… ¿Acaso ella era la joven que me ayudaría? ¡Menuda aliada! Acababa de entregarme en bandeja de plata; aquellos cazadores me matarían o algo peor: desfigurarían mi precioso rostro. No, definitivamente no podía permitirme semejante agravio contra mi persona, por lo que decidí mantenerme quieta y en silencio, hasta que se me revelara un poco más de información que salvara mi pellejo. Técnicamente yo no pertenecía a la hermandad, mi madre sí, ergo, aquella historia era medio cierta, pero ir en contra de la Dama era algo que tenía estrictamente prohibido y siendo honesta, no veía motivo para hacerlo. Noté como toda la atención de los presentes se centraba en mí, así que me preparé mentalmente para poner mi mejor actuación. ¡Venga es mi momento de brillar!
—Efectivamente —me puse de pie, acercándome a ellos con un gesto serio—. Tengo algunos asuntos pendientes con esa maldita hermandad —chasqueé la lengua y desvié la mirada como si realmente me hubiesen hecho algo en el pasado—, pero si ustedes me dicen que pueden deshacerse de ellos les brindaré mi ayuda —miré al joven cazador que había llamado la atención—. Como has dicho, esta ciudad está tomada por esos idiotas fieles a la Dama, aunque tengo algunos contactos de confianza dentro de la hermandad y he podido estar al tanto de su proceder en este tiempo. Aun así espero que comprendan porque confiar en extraños no es una de mis cualidades; pero puedo ofrecerles la información que tengo y guiarlos hasta Skeller, a cambio de que ustedes hagan ese pequeño favor para mí —esta vez desvié mi mirada a la joven de cabellos cenizos—. ¿Es un trato?
Esperé pacientemente la respuesta de aquel grupo, rogándole a mi suerte que se hubiesen tragado aquel cuento, pues, la actuación no era un fino arte que yo dominara como la seducción, pero había hecho un trabajo impecable y no había motivos para que todo se echara a perder. Al menos el hecho de que mi madre me repitiera dos veces todo lo que tenía que hacer había dado sus frutos, o de lo contrario jamás habría sido capaz de recordar los nombres y asociarlos con sus papeles en todo aquello. Ahora solo me restaba esperar y estar preparada para lo que fuese a suceder.
Lexie Ivannovich
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Re: El Reino del Terror - Parte 1 [Libre] [3/4] [+18] [Cerrado]
Rachel no era capaz de sostenerle la mirada, pero pronto la atención de la tensai se centró por completo sobre su acompañante, en cuanto éste mencionó el nombre de su amiga. Al parecer Anastasia se había separado de ellos para hacerse cargo de otros enemigos mientras el brujo protegía a su recién recuperada hermana, evitando que una tal NIA siguiese atormentándola. ¿Quién era NIA? Se preguntó la de cabellos cenicientos, pero no era momento de ponerse a indagar sobre la bio cibernética, debían pasar desapercibidos hasta que el resto de cazadores se les uniese, cosa que pasaría en los días siguientes. - Si tiene ojos repartidos por toda la ciudad una cosa está clara, no se alegrará de verme. - comentó, aunque la idea de mortificar a la Dama con su presencia se le antojaba de lo más divertida.
Después de haber frustrado sus planes en más de una ocasión, Elen se había ganado a pulso un puesto en la lista negra de la vampira, pero pronto tendrían ocasión de ajustar cuentas y esta vez nadie podría salvar a Mortagglia de la muerte que se merecía. El tabernero volvió a acercarse a la mesa con cierta timidez, pero no para preguntarles si deseaban algo más sino para averiguar si tal como imaginaba, estaba ante un grupo de cazadores de vampiros. Jules de inmediato respondió al caballero, pero su contestación solo consiguió que el anciano se sentase junto a ellos en la mesa, quedando entre la de ojos verdes y Rachel.
Cualquiera que la conociese un poco podría percatarse de su ensimismamiento, no es que no estuviese prestando atención a la dramática historia del propietario, pero en algún punto de su relato la benjamina de los Calhoun se había perdido en sus propias cavilaciones, unas tan oscuras que de mencionarlas en alto resultarían preocupantes. Inconscientemente, Elen deslizó una mano hacia la correa que ahora le rodeaba el muslo derecho y extrajo uno de los pequeños y ligeros cuchillos arrojadizos que su hermano Vincent había forjado para ella, para acto seguido juguetear con él entre los dedos, sin apartar de su mente la imagen de la odiosa Dama, a la que con suerte pronto vería expirar su último aliento.
La hechicera era consciente de que no era la más indicada para arrebatarle la vida, ese honor correspondía a Isabella o quizá a Huracán, pero si ninguna de las dos podía conseguirlo tomaría la iniciativa, aunque quizá debiese centrarse más en Belladonna, la mujer que había osado atentar contra su familia. Imperdonable, así calificaba la tensai el ataque de la seguidora de Mortagglia contra los Calhoun, y se lo haría pagar muy caro… con sangre. Los intensos ojos de la joven se ensombrecieron un tanto, mientras seguía jugueteando con el cuchillo sobre la mesa y atenta aunque solo en parte a las palabras del tabernero, que terminó desmoronándose y rompió a llorar.
Al parecer la Dama no había perdido el tiempo, su jefe de guerra estaba reclutando un nuevo ejército a la fuerza, y aunque aquel pobre hombre creyese en la promesa de que entregando el dinero le devolverían a su hijo, la hechicera estaba casi segura de que hiciese lo que hiciese no cambiaría nada. ¿Perder un potencial soldado al que manipular a su antojo por dinero? No, ella no era esa clase de persona, antes de entregar al muchacho sería capaz de abrirlo en canal para que los suyos se alimentasen de él. Mortagglia era así, cruel hasta el extremo, pero quizá estuviese a punto de encontrarse con alguien que podía llegar a su mismo nivel de impiedad.
Sí, la oscuridad volvía a apoderarse de la centinela, pero ésta vez apenas hubo resistencia por su parte, ¿por qué hacerlo si el enemigo se había ganado con sus actos el peor de los finales? Mientras pudiese canalizar su sed de venganza y sangre contra la Hermandad no habría problema, así que dejó de luchar interiormente, permitiendo que las malignas almas del medallón solar sacasen a relucir lo peor de ella. Jules trató de disimular, pero su hermana lo instó a depositar su confianza en otra mujer de la estancia, una en la que ni el dragón ni la tensai se habían fijado hasta el momento.
Rachel aseguró que se trataba de una enemiga de la Dama y su secta, pero ¿hasta qué punto podían fiarse de su palabra? Después de lo ocurrido en Lunargenta, Elen no tenía la mejor opinión acerca de la bio cibernética, y el hecho de que la extraña a la que proponía fuese una vampira tampoco ayudaba a darle credibilidad. Los únicos a los que podía considerar como aliados en aquel momento eran Alister y Jules, pues solo en ellos podía confiar plenamente, Rachel tendría que ganársela con sus actos, y aquella pelirroja que tras escuchar de lo que hablaban optó por acercarse, también. La joven aseguraba que tenía asuntos pendientes con la Hermandad y que a pesar de que la ciudad estaba tomada por perros de Mortagglia, estaba dispuesta a guiarlos hasta Skeller si eran capaces de deshacerse de él y los suyos.
- Ese tal Skeller acaba de ganarse mi antipatía, podéis darlo por muerto a él y a cuantos se atrevan a ayudarlo. - sentenció la hechicera, acompañando sus palabras con un súbito gesto que haría saltar al tabernero del asiento. La de cabellos cenicientos dejó de jugar con el cuchillo, y de forma repentina y contundente lo clavó en la mesa, para luego cruzarse de brazos y dejar el arma allí en medio, a modo de silenciosa advertencia. - La Hermandad pide a gritos otra purga ¿no crees Alister? - preguntó, con una sombría mirada que recorrería a la pelirroja, al anciano y a Rachel, mientras en su rostro se esbozaba una maligna sonrisa.
La oscuridad se había hecho con el control y no lo abandonaría fácilmente, no ahora que podía valerse de la bruja para conseguir algo de diversión. - Parece que no captaron el mensaje de la última vez. - respondió el dragón, refiriéndose a la visita que habían hecho a la mansión del inmortal, y en la que varios seguidores de la Dama habían sido eliminados. - Bien, en ese caso… - intervino nuevamente la tensai, alargando la mano para recuperar su cuchillo y devolverlo a la correa. - Te seguimos. - añadió, volviendo a girarse hacia la pelirroja.
Off: Dark Elen mode on.
Después de haber frustrado sus planes en más de una ocasión, Elen se había ganado a pulso un puesto en la lista negra de la vampira, pero pronto tendrían ocasión de ajustar cuentas y esta vez nadie podría salvar a Mortagglia de la muerte que se merecía. El tabernero volvió a acercarse a la mesa con cierta timidez, pero no para preguntarles si deseaban algo más sino para averiguar si tal como imaginaba, estaba ante un grupo de cazadores de vampiros. Jules de inmediato respondió al caballero, pero su contestación solo consiguió que el anciano se sentase junto a ellos en la mesa, quedando entre la de ojos verdes y Rachel.
Cualquiera que la conociese un poco podría percatarse de su ensimismamiento, no es que no estuviese prestando atención a la dramática historia del propietario, pero en algún punto de su relato la benjamina de los Calhoun se había perdido en sus propias cavilaciones, unas tan oscuras que de mencionarlas en alto resultarían preocupantes. Inconscientemente, Elen deslizó una mano hacia la correa que ahora le rodeaba el muslo derecho y extrajo uno de los pequeños y ligeros cuchillos arrojadizos que su hermano Vincent había forjado para ella, para acto seguido juguetear con él entre los dedos, sin apartar de su mente la imagen de la odiosa Dama, a la que con suerte pronto vería expirar su último aliento.
La hechicera era consciente de que no era la más indicada para arrebatarle la vida, ese honor correspondía a Isabella o quizá a Huracán, pero si ninguna de las dos podía conseguirlo tomaría la iniciativa, aunque quizá debiese centrarse más en Belladonna, la mujer que había osado atentar contra su familia. Imperdonable, así calificaba la tensai el ataque de la seguidora de Mortagglia contra los Calhoun, y se lo haría pagar muy caro… con sangre. Los intensos ojos de la joven se ensombrecieron un tanto, mientras seguía jugueteando con el cuchillo sobre la mesa y atenta aunque solo en parte a las palabras del tabernero, que terminó desmoronándose y rompió a llorar.
Al parecer la Dama no había perdido el tiempo, su jefe de guerra estaba reclutando un nuevo ejército a la fuerza, y aunque aquel pobre hombre creyese en la promesa de que entregando el dinero le devolverían a su hijo, la hechicera estaba casi segura de que hiciese lo que hiciese no cambiaría nada. ¿Perder un potencial soldado al que manipular a su antojo por dinero? No, ella no era esa clase de persona, antes de entregar al muchacho sería capaz de abrirlo en canal para que los suyos se alimentasen de él. Mortagglia era así, cruel hasta el extremo, pero quizá estuviese a punto de encontrarse con alguien que podía llegar a su mismo nivel de impiedad.
Sí, la oscuridad volvía a apoderarse de la centinela, pero ésta vez apenas hubo resistencia por su parte, ¿por qué hacerlo si el enemigo se había ganado con sus actos el peor de los finales? Mientras pudiese canalizar su sed de venganza y sangre contra la Hermandad no habría problema, así que dejó de luchar interiormente, permitiendo que las malignas almas del medallón solar sacasen a relucir lo peor de ella. Jules trató de disimular, pero su hermana lo instó a depositar su confianza en otra mujer de la estancia, una en la que ni el dragón ni la tensai se habían fijado hasta el momento.
Rachel aseguró que se trataba de una enemiga de la Dama y su secta, pero ¿hasta qué punto podían fiarse de su palabra? Después de lo ocurrido en Lunargenta, Elen no tenía la mejor opinión acerca de la bio cibernética, y el hecho de que la extraña a la que proponía fuese una vampira tampoco ayudaba a darle credibilidad. Los únicos a los que podía considerar como aliados en aquel momento eran Alister y Jules, pues solo en ellos podía confiar plenamente, Rachel tendría que ganársela con sus actos, y aquella pelirroja que tras escuchar de lo que hablaban optó por acercarse, también. La joven aseguraba que tenía asuntos pendientes con la Hermandad y que a pesar de que la ciudad estaba tomada por perros de Mortagglia, estaba dispuesta a guiarlos hasta Skeller si eran capaces de deshacerse de él y los suyos.
- Ese tal Skeller acaba de ganarse mi antipatía, podéis darlo por muerto a él y a cuantos se atrevan a ayudarlo. - sentenció la hechicera, acompañando sus palabras con un súbito gesto que haría saltar al tabernero del asiento. La de cabellos cenicientos dejó de jugar con el cuchillo, y de forma repentina y contundente lo clavó en la mesa, para luego cruzarse de brazos y dejar el arma allí en medio, a modo de silenciosa advertencia. - La Hermandad pide a gritos otra purga ¿no crees Alister? - preguntó, con una sombría mirada que recorrería a la pelirroja, al anciano y a Rachel, mientras en su rostro se esbozaba una maligna sonrisa.
La oscuridad se había hecho con el control y no lo abandonaría fácilmente, no ahora que podía valerse de la bruja para conseguir algo de diversión. - Parece que no captaron el mensaje de la última vez. - respondió el dragón, refiriéndose a la visita que habían hecho a la mansión del inmortal, y en la que varios seguidores de la Dama habían sido eliminados. - Bien, en ese caso… - intervino nuevamente la tensai, alargando la mano para recuperar su cuchillo y devolverlo a la correa. - Te seguimos. - añadió, volviendo a girarse hacia la pelirroja.
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Elen Calhoun
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Re: El Reino del Terror - Parte 1 [Libre] [3/4] [+18] [Cerrado]
Pasé unos momentos de angustia durante aquellos instantes. Corría el riesgo de que la vampiresa no me conociese de nada y me dejara mal, la miré fijamente a los ojos, y ella, además de asegurar que también tenía cuentas pendientes con la Hermandad. Si aquello era cierto, ¿por qué NIA me había “recomendado” hablar con ella? ¿En qué nos iba a ayudar la pelirroja? Puse cara de desconcierto, estaba hecha un lío. En cualquier caso, sabía donde se encontraba Skeller y accedería a conducirnos hasta él.
Miré a Elen, que estaba totalmente abstraída de la conversación, como si no escuchara. Mostrando una mirada de odio con sus ojos teñidos de una oscura aura sombría. Por momentos más aterradores que la de la propia Dama. Mi hermano me había contado cómo ella y su acompañante mantuvieron una fuerte discusión que terminó con Huracán gravemente herida, aunque por lo visto ya parecían haberlo solucionado. Y la bruja no era precisamente una inútil a la hora de combatir. La bruja jugaba con un cuchillo, pareciendo estar pensando en perversos pensamientos. ¿Y si NIA tenía razón y aquella joven era de naturaleza malvada? Mi hermano parecía ser el único que parecía conservar la cordura en aquella ciudad de locos.
-¡¿Qué?! – se escandalizó Jules ante las palabras de Elen y Alister. Que expresaban un odio impropio de alguien que se considera un héroe. - ¡Estáis como cabras! ¿Atacar a la Hermandad en su propia casa? ¿Nosotros cuatro solos y una chupasangres que perfectamente podría ser una aliada de la Dama? No me cabe duda de que sois formidables en combate, tenemos órdenes de esperar a que lleguen Isabella y el resto del gremio. – insistió mi hermano, pero la decisión ya parecía estar tomada. El brujo también se percató de la mirada de odio, sombría, en los ojos de la benjamina de los Calhoun, y ante una cara de incredulidad, se dirigió a ella en busca de cordura. – Elen, no puedes ir así por la vida. Terminarás encontrándote con la horma de tu zapato. – le aconsejó, levantándose. Pero la decisión ya parecía estar tomada. Parecía decidida a acabar ella sola con la Hermandad allí mismo y ahorrarle el trabajo a Huracán. – En fin, luego no digáis que no os lo he advertido. – dijo.
La vampiresa entonces nos guió fuera del local. Por lo visto la posición de Skeller no estaba en la propia villa de Sacrestic, sino en un pequeño pueblo apartado, aunque relativamente cerca. NIA me decía constantemente que íbamos por el buen camino. Pero no sabía hasta qué punto hacía bien en no advertir a mi hermano del peligro inminente en el que se iba a meter. Elen y Alister me daba la sensación de estar decididos a ir a por Skeller sí o sí, pero en cambio Jules se mostró reticente todo el camino.
No nos cruzamos ni un alma durante todo el camino. Nada más que cuervos y ratas por las calles de Sacrestic, y menos aún cuando salimos de la villa. El breve trayecto incluyó el paso por un bosque que tendía a cerrarse sobre el camino. La oscuridad era, si cabía, todavía más presente allí. En el camino había multitud de pájaros muertos, siendo devorados por murciélagos. Árboles podridos sin ningún tipo de vida, y sentía la presencia de estar siendo observada constantemente. Tenía miedo, mucho miedo, y esta mirada envié a todos los presentes, buscando algún sentimiento parecido en alguno de los rostros. No conocía al resto como para saber lo que sentían. Tan sólo pude sentir la inseguridad en los ojos de mi hermano, que desde el principio se había negado a ir allí. Me acerqué en aquel momento a la vampiresa, de la que esperaba conocer más.
-Soy Rachel. ¿Cómo te llamas? – me presenté con timidez e inocencia. - Me resulta extraño que odies a la Hermandad. ¿qué te han hecho? - le pregunté con toda mi inocencia de camino, necesitaba saber qué llevaba a aquella vampiresa a posicionarse en contra de la Dama. Necesitaba aclarar mis dudas sobre la Hermandad. Ahora mismo no sabía a quién estaba ayudando pues tenía testimonios radicalmente diferentes y necesitaba una opinión neutral.
Terminamos llegando a una aldea de no más de diez casas. Era tan tétrica y podrida como la propia Sacrestic. Los aldeanos estaban totalmente desaliñados y las velas de las cabañas comenzaron a encenderse conforme avanzamos. Como si hubiesen advertido nuestra llegada. Al fondo, se veía una enorme mansión medio destruida. Parecía una antigua villa feudal en la que el pueblo servía por completo a los habitantes de aquel palacio.
Varios lugareños abandonaron sus hogares y salieron, con antorchas, rastrillos, guadañas, y otros aparatos de labranza hacia nosotros. Parecían enfermos por algún tipo de mal. Los murciélagos sobrevolaban la luna llena que lucía aquella noche y, pronto, comenzó a lloviznar. Parecían envalentonados, pero asustadizos a la vez. Estaban débiles por la enfermedad que asolaba al pueblo. Ninguno era rival para ninguno de nosotros.
-¡Vosotros! ¡Sois vosotros los responsables! ¡Malditos seáis! – gritó un tipo con un rastrillo en la mano. – Skeller se ha llevado a todos nuestros hijos a la mansión hace dos semanas. No sabían cuándo, pero dijeron que vendríais, pero no sólo cinco, sino muchos más. Cada noche, asesinan a uno y una vez a la semana, tiran uno al pozo, contaminando con nuestros propios niños el agua que bebemos. Todo hasta que os presentéis. ¡Sólo los dioses saben para qué utilizan al resto de nuestros hijos! ¿Por qué nos habéis condenado? ¿Qué os hemos hecho? – dijo un hombre que trataría de pinchar ligeramente, sin generar daño, a Elen. Madre mía. Había ido a elegir a la que mejor humor parecía mostrar. - ¡Maldita seas tú! ¡Demonio de cabellos cenizos! – Jules, tratando de mostrar algo de cordura, trató de hablar con el campesino.
-Es muy peligroso. No podemos ir. No hoy. – pidió nervioso a Elen, que parecía ser quien más autoridad tenía. – Lo… Lo siento por sus hijos, de veras, pe-pero tienen que esperar un poco más.
Un imponente rayo iluminó por completo la mansión. Me hizo pegar un chillido y pegarme a la espalda de Jules. ¿Una señal? Parecía serlo, por las señales que NIA me hacía en mi cabeza. “Debéis rescatar a los niños. Ahora sois héroes.”. Se me hizo un nudo en la garganta en aquel momento.
-¿Q-Qué hacemos? – pregunté temblorosa, esperando que la vampiresa, Alister o Elen decidieran. ¿Volver y esperar al gremio aunque tuviesen que seguir muriendo niños, o tratar de rescatar a los mismos por nuestra cuenta? Estábamos de lleno en la boca del lobo. Al menos la Hermandad no parecía saber que estábamos allí.
Off: Me ha encantado lo de Dark Elen y los tintes de mal rollo que le estamos dando al hilo en general OwO.Miré a Elen, que estaba totalmente abstraída de la conversación, como si no escuchara. Mostrando una mirada de odio con sus ojos teñidos de una oscura aura sombría. Por momentos más aterradores que la de la propia Dama. Mi hermano me había contado cómo ella y su acompañante mantuvieron una fuerte discusión que terminó con Huracán gravemente herida, aunque por lo visto ya parecían haberlo solucionado. Y la bruja no era precisamente una inútil a la hora de combatir. La bruja jugaba con un cuchillo, pareciendo estar pensando en perversos pensamientos. ¿Y si NIA tenía razón y aquella joven era de naturaleza malvada? Mi hermano parecía ser el único que parecía conservar la cordura en aquella ciudad de locos.
-¡¿Qué?! – se escandalizó Jules ante las palabras de Elen y Alister. Que expresaban un odio impropio de alguien que se considera un héroe. - ¡Estáis como cabras! ¿Atacar a la Hermandad en su propia casa? ¿Nosotros cuatro solos y una chupasangres que perfectamente podría ser una aliada de la Dama? No me cabe duda de que sois formidables en combate, tenemos órdenes de esperar a que lleguen Isabella y el resto del gremio. – insistió mi hermano, pero la decisión ya parecía estar tomada. El brujo también se percató de la mirada de odio, sombría, en los ojos de la benjamina de los Calhoun, y ante una cara de incredulidad, se dirigió a ella en busca de cordura. – Elen, no puedes ir así por la vida. Terminarás encontrándote con la horma de tu zapato. – le aconsejó, levantándose. Pero la decisión ya parecía estar tomada. Parecía decidida a acabar ella sola con la Hermandad allí mismo y ahorrarle el trabajo a Huracán. – En fin, luego no digáis que no os lo he advertido. – dijo.
La vampiresa entonces nos guió fuera del local. Por lo visto la posición de Skeller no estaba en la propia villa de Sacrestic, sino en un pequeño pueblo apartado, aunque relativamente cerca. NIA me decía constantemente que íbamos por el buen camino. Pero no sabía hasta qué punto hacía bien en no advertir a mi hermano del peligro inminente en el que se iba a meter. Elen y Alister me daba la sensación de estar decididos a ir a por Skeller sí o sí, pero en cambio Jules se mostró reticente todo el camino.
No nos cruzamos ni un alma durante todo el camino. Nada más que cuervos y ratas por las calles de Sacrestic, y menos aún cuando salimos de la villa. El breve trayecto incluyó el paso por un bosque que tendía a cerrarse sobre el camino. La oscuridad era, si cabía, todavía más presente allí. En el camino había multitud de pájaros muertos, siendo devorados por murciélagos. Árboles podridos sin ningún tipo de vida, y sentía la presencia de estar siendo observada constantemente. Tenía miedo, mucho miedo, y esta mirada envié a todos los presentes, buscando algún sentimiento parecido en alguno de los rostros. No conocía al resto como para saber lo que sentían. Tan sólo pude sentir la inseguridad en los ojos de mi hermano, que desde el principio se había negado a ir allí. Me acerqué en aquel momento a la vampiresa, de la que esperaba conocer más.
-Soy Rachel. ¿Cómo te llamas? – me presenté con timidez e inocencia. - Me resulta extraño que odies a la Hermandad. ¿qué te han hecho? - le pregunté con toda mi inocencia de camino, necesitaba saber qué llevaba a aquella vampiresa a posicionarse en contra de la Dama. Necesitaba aclarar mis dudas sobre la Hermandad. Ahora mismo no sabía a quién estaba ayudando pues tenía testimonios radicalmente diferentes y necesitaba una opinión neutral.
Terminamos llegando a una aldea de no más de diez casas. Era tan tétrica y podrida como la propia Sacrestic. Los aldeanos estaban totalmente desaliñados y las velas de las cabañas comenzaron a encenderse conforme avanzamos. Como si hubiesen advertido nuestra llegada. Al fondo, se veía una enorme mansión medio destruida. Parecía una antigua villa feudal en la que el pueblo servía por completo a los habitantes de aquel palacio.
Varios lugareños abandonaron sus hogares y salieron, con antorchas, rastrillos, guadañas, y otros aparatos de labranza hacia nosotros. Parecían enfermos por algún tipo de mal. Los murciélagos sobrevolaban la luna llena que lucía aquella noche y, pronto, comenzó a lloviznar. Parecían envalentonados, pero asustadizos a la vez. Estaban débiles por la enfermedad que asolaba al pueblo. Ninguno era rival para ninguno de nosotros.
-¡Vosotros! ¡Sois vosotros los responsables! ¡Malditos seáis! – gritó un tipo con un rastrillo en la mano. – Skeller se ha llevado a todos nuestros hijos a la mansión hace dos semanas. No sabían cuándo, pero dijeron que vendríais, pero no sólo cinco, sino muchos más. Cada noche, asesinan a uno y una vez a la semana, tiran uno al pozo, contaminando con nuestros propios niños el agua que bebemos. Todo hasta que os presentéis. ¡Sólo los dioses saben para qué utilizan al resto de nuestros hijos! ¿Por qué nos habéis condenado? ¿Qué os hemos hecho? – dijo un hombre que trataría de pinchar ligeramente, sin generar daño, a Elen. Madre mía. Había ido a elegir a la que mejor humor parecía mostrar. - ¡Maldita seas tú! ¡Demonio de cabellos cenizos! – Jules, tratando de mostrar algo de cordura, trató de hablar con el campesino.
-Es muy peligroso. No podemos ir. No hoy. – pidió nervioso a Elen, que parecía ser quien más autoridad tenía. – Lo… Lo siento por sus hijos, de veras, pe-pero tienen que esperar un poco más.
Un imponente rayo iluminó por completo la mansión. Me hizo pegar un chillido y pegarme a la espalda de Jules. ¿Una señal? Parecía serlo, por las señales que NIA me hacía en mi cabeza. “Debéis rescatar a los niños. Ahora sois héroes.”. Se me hizo un nudo en la garganta en aquel momento.
-¿Q-Qué hacemos? – pregunté temblorosa, esperando que la vampiresa, Alister o Elen decidieran. ¿Volver y esperar al gremio aunque tuviesen que seguir muriendo niños, o tratar de rescatar a los mismos por nuestra cuenta? Estábamos de lleno en la boca del lobo. Al menos la Hermandad no parecía saber que estábamos allí.
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Rachel Roche
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Re: El Reino del Terror - Parte 1 [Libre] [3/4] [+18] [Cerrado]
Cada maldito segundo de espera me pareció eterno y casi podía jurar que comenzaba a escuchar a mis propias células dividirse, pues el silencio que se formó en todos los presentes fue sepulcral. Ciertamente había apelado a mi suerte sin tener certeza alguna de que mi treta fuese a funcionar, por lo que mi sorpresa fue enorme cuando la joven de cabellos cenizos aceptó seguirme sin poner ninguna resistencia. Ese sí que debía ser mi día de suerte, considerando el hecho de que ellos eran cazadores y yo una vampira con intenciones dudosas. Esbocé una sonrisa ante la conversación que se había suscitado entre la joven y su acompañante, mandándole, a su vez, una mirada muerte al delicioso cazador que había osado intervenir, llamándome chupasangres y ganándose mi odio ante tales palabras despreciativas.
Me encogí de hombros, sintiendo que realmente no tenía ningún motivo para intervenir en aquella acalorada charla, pues, de hacerlo, solo levantaría más sospechas y eso no lo podía permitir. Ningún intento por parte del cazador pareció rendir frutos y finalmente pude saborear una pequeña victoria mental, mientras me disponía a guiarlos fuera de aquella asquerosa taberna. Siguiendo al pie de la letra las instrucciones de mi madre, los llevé a las afueras de la villa hasta un poblado cercano. Durante el camino la joven, de quien ahora dudaba que fuera mi aliada, se acercó a mí, preguntando mi nombre y brindándome el suyo, aunque la verdad yo no tuviese mucho interés por saberlo. En esos momentos solo podía confiar en mí misma; esa chica bien podría venderme a los cazadores en un parpadeo y, por si fuera poco, el que su rostro mostrase aquellas curiosas marcas la hacía menos viable.
—Lexie —respondí después de un rato de desconfiado silencio—. Supongo que lo mismo que a ti —de verdad no comprendía aquel efímero intercambio de palabras. Si ella estaba actuando para que no levantar sospechas, creo que ya era muy tarde para eso—. Después de todo somos aliadas…ahora —traté de no hacer mucho énfasis en ésta última palabra, lo único que quería era dejar en claro que no había motivos para dudar de mi ‘‘buena fe’’—. Andando.
El camino era de esos paisajes que podían animarme en todo momento: solitarios, lúgubres, carentes de vida y una peculiar aura de peligro y muerte alrededor. Definitivamente me sentía renovada. Durante el recorrido tuve la oportunidad de percatarme de que algo nos asechaba en la oscuridad, como si varios ojos estuviesen al tanto de todos nuestros movimientos a través de las sombras del bosque y no pude evitar pensar en que quizá todo sería más fácil de lo que parecía. Las tenues luces de la pequeña aldea mostraban un escenario, que, si bien era de mis favoritos, mis acompañantes posiblemente no lo encontrarían muy apremiante. Los pueblerinos no tardaron en salir ‘‘a la batalla’’ con sus picos y antorchas, como si realmente fueran una peligrosa turba enardecida en lugar de unas viles lombrices desnutridas. ¡Diez de ellos ni siquiera servirían para marearme el hambre! Aun así, debo reconocer que el hecho de estar dispuestos a morir estúpidamente por sus hijos era un mérito que debía elogiarse.
Una pequeña llovizna hizo su aparición, presagiando una noche que prometía ser bastante movida. Me mantuve en silencio escuchando las aburridas quejas de los aldeanos, quienes demandaban que intervinieran para rescatar a los niños de las manos del famoso Skeller. Todo hubiese sido muy fácil, sino fuera por el hecho de que el cazador decidió abrir su boca, echando a perder todo mi esfuerzo al pedir que esperáramos más tiempo. Lo que menos quería era arriesgar más mi pellejo con aquellos cazadores y cada segundo que pasaba solo empeoraba mi situación. Crucé mis brazos manteniéndome en silencio, mientras trataba de trazar un plan de emergencia a la situación que se nos acababa de presentar. Si insistía demasiado podrían descubrirme y eso estaba completamente prohibido, aunque, por otro lado, tampoco era buena idea que nos retirásemos sin más. Como odiaba tener que decidir.
—No creo que nos permitan marcharnos —hablé con seriedad, respondiéndole a Rachel, quien se encontraba detrás del cazador con semblante temeroso. ¡Argh! Las mujeres débiles me infundían profundo asco—. Mira detrás de ti —señalé con mi mirada, mostrando que los aldeanos se encontraban rodeándonos en un patético intento por evitar nuestra marcha y digo patético, porque no eran muy numerosos y tardaría menos de veinte segundos en desangrarlos a todos; aunque esa no era mi prioridad y debía mantenerme apegada a mi trabajo—. Skeller se encuentra en ese lugar —señalé la mansión, dirigiendo mi mirada a la joven de cabellos cenizos, buscando apelar a su palpable deseo de luchar.
Entre las sombras pude vislumbrar una figura que se acercaba a nosotros con lentitud, quedando a una buena distancia, mientras nos miraba con cierto ápice de burla y hostilidad, como si nos desafiara, riéndose de nuestra propia debilidad. Ese rostro me era familiar y por ningún motivo me atrevería a desafiarlo. Lo había visto en varias ocasiones y no se trataba de alguien insignificante, pues ese vampiro era conocido por ser fuerte, despiadado, invencible y salvaje. ¿Cuánto duraría esa faceta de calma que mostraba al retarnos desde lejos? No lo sabía, pero si estaba segura de al menos lograría causar efecto en alguien y no sería precisamente en alguien cuerdo, y esto quedó demostrado cuando de la nada comenzó a alejarse de regreso a la mansión, restándonos importancia cual si fuéramos viles ratas insignificantes. Solo me restaba contar mentalmente y esperar que la función comenzara.
Me encogí de hombros, sintiendo que realmente no tenía ningún motivo para intervenir en aquella acalorada charla, pues, de hacerlo, solo levantaría más sospechas y eso no lo podía permitir. Ningún intento por parte del cazador pareció rendir frutos y finalmente pude saborear una pequeña victoria mental, mientras me disponía a guiarlos fuera de aquella asquerosa taberna. Siguiendo al pie de la letra las instrucciones de mi madre, los llevé a las afueras de la villa hasta un poblado cercano. Durante el camino la joven, de quien ahora dudaba que fuera mi aliada, se acercó a mí, preguntando mi nombre y brindándome el suyo, aunque la verdad yo no tuviese mucho interés por saberlo. En esos momentos solo podía confiar en mí misma; esa chica bien podría venderme a los cazadores en un parpadeo y, por si fuera poco, el que su rostro mostrase aquellas curiosas marcas la hacía menos viable.
—Lexie —respondí después de un rato de desconfiado silencio—. Supongo que lo mismo que a ti —de verdad no comprendía aquel efímero intercambio de palabras. Si ella estaba actuando para que no levantar sospechas, creo que ya era muy tarde para eso—. Después de todo somos aliadas…ahora —traté de no hacer mucho énfasis en ésta última palabra, lo único que quería era dejar en claro que no había motivos para dudar de mi ‘‘buena fe’’—. Andando.
El camino era de esos paisajes que podían animarme en todo momento: solitarios, lúgubres, carentes de vida y una peculiar aura de peligro y muerte alrededor. Definitivamente me sentía renovada. Durante el recorrido tuve la oportunidad de percatarme de que algo nos asechaba en la oscuridad, como si varios ojos estuviesen al tanto de todos nuestros movimientos a través de las sombras del bosque y no pude evitar pensar en que quizá todo sería más fácil de lo que parecía. Las tenues luces de la pequeña aldea mostraban un escenario, que, si bien era de mis favoritos, mis acompañantes posiblemente no lo encontrarían muy apremiante. Los pueblerinos no tardaron en salir ‘‘a la batalla’’ con sus picos y antorchas, como si realmente fueran una peligrosa turba enardecida en lugar de unas viles lombrices desnutridas. ¡Diez de ellos ni siquiera servirían para marearme el hambre! Aun así, debo reconocer que el hecho de estar dispuestos a morir estúpidamente por sus hijos era un mérito que debía elogiarse.
Una pequeña llovizna hizo su aparición, presagiando una noche que prometía ser bastante movida. Me mantuve en silencio escuchando las aburridas quejas de los aldeanos, quienes demandaban que intervinieran para rescatar a los niños de las manos del famoso Skeller. Todo hubiese sido muy fácil, sino fuera por el hecho de que el cazador decidió abrir su boca, echando a perder todo mi esfuerzo al pedir que esperáramos más tiempo. Lo que menos quería era arriesgar más mi pellejo con aquellos cazadores y cada segundo que pasaba solo empeoraba mi situación. Crucé mis brazos manteniéndome en silencio, mientras trataba de trazar un plan de emergencia a la situación que se nos acababa de presentar. Si insistía demasiado podrían descubrirme y eso estaba completamente prohibido, aunque, por otro lado, tampoco era buena idea que nos retirásemos sin más. Como odiaba tener que decidir.
—No creo que nos permitan marcharnos —hablé con seriedad, respondiéndole a Rachel, quien se encontraba detrás del cazador con semblante temeroso. ¡Argh! Las mujeres débiles me infundían profundo asco—. Mira detrás de ti —señalé con mi mirada, mostrando que los aldeanos se encontraban rodeándonos en un patético intento por evitar nuestra marcha y digo patético, porque no eran muy numerosos y tardaría menos de veinte segundos en desangrarlos a todos; aunque esa no era mi prioridad y debía mantenerme apegada a mi trabajo—. Skeller se encuentra en ese lugar —señalé la mansión, dirigiendo mi mirada a la joven de cabellos cenizos, buscando apelar a su palpable deseo de luchar.
Entre las sombras pude vislumbrar una figura que se acercaba a nosotros con lentitud, quedando a una buena distancia, mientras nos miraba con cierto ápice de burla y hostilidad, como si nos desafiara, riéndose de nuestra propia debilidad. Ese rostro me era familiar y por ningún motivo me atrevería a desafiarlo. Lo había visto en varias ocasiones y no se trataba de alguien insignificante, pues ese vampiro era conocido por ser fuerte, despiadado, invencible y salvaje. ¿Cuánto duraría esa faceta de calma que mostraba al retarnos desde lejos? No lo sabía, pero si estaba segura de al menos lograría causar efecto en alguien y no sería precisamente en alguien cuerdo, y esto quedó demostrado cuando de la nada comenzó a alejarse de regreso a la mansión, restándonos importancia cual si fuéramos viles ratas insignificantes. Solo me restaba contar mentalmente y esperar que la función comenzara.
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Lexie Ivannovich
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Re: El Reino del Terror - Parte 1 [Libre] [3/4] [+18] [Cerrado]
Jules se mostró en desacuerdo con la decisión de la hechicera, pero no había nada que pudiese hacer para conseguir que ésta cambiase de opinión, pues la tensai ya no pensaba con claridad, su mente estaba nublada por el insano deseo de matar. - Si tienes razón y es una aliada de Mortagglia correrá la misma suerte que el resto. - amenazó tras escuchar las palabras del cazador, centrando su mirada en la pelirroja por unos segundos. Tras estas palabras el joven Roche intentó en vano apelar a su juicio, asegurándole que no podía seguir así o encontraría a la horma de su zapato. ¿De verdad creía que no era consciente de ello? La de ojos verdes tenía muy claro quién podía ser, o mejor dicho quienes, porque no era solo un individuo sino quince. Los Tarmúnil por supuesto, ellos serían su verdadero desafío, pero ahora se habían convertido en una fuente de inspiración, no en vano se habían pasado años mostrándole las peores formas de tortura y asesinato a través de sus pesadillas.
La maligna sonrisa no abandonó su rostro en ningún momento del camino, mientras la vampira los guiaba hacia una aldea situada en las afueras de Sacrestic, donde supuestamente encontrarían al tal Skeller. Su cabeza era un hervidero de macabras ideas, con las que esperaba mandar un mensaje claro a Mortagglia, que se había acabado el juego. Alister caminaba a su lado y la observaba con detenimiento, llevaba viajando con ella lo suficiente para saber que algo no iba bien y sabía perfectamente lo que podía ser. La oscuridad del medallón, unida al tétrico ambiente y a la negra aura que cubrían la ciudad, eso estaba influyendo en la centinela hasta el punto de cambiar por completo su personalidad. No es que la de cabellos cenicientos soliese evitar los problemas, más bien era un imán para ellos, pero aquella vez era diferente, no parecía que quisiese hacerlo porque era lo correcto sino porque disfrutaba con la idea de iniciar una pelea antes del gran día.
El trayecto hacia la aldea pasaba por un oscuro bosque que se cerraba sobre ellos, plagado de pequeños cadáveres de aves que servían de alimentos a los murciélagos del lugar, árboles podridos y la sensación de no estar solos. De haber estado en mejores condiciones la benjamina de los Calhoun habría prestado atención a esto último, poniéndose en guardia de forma instintiva ante la posibilidad de que algo o alguien quisiese atacarlos, pero las almas que la dominaban en aquel momento la hacían sentir por encima de cualquier cosa o enemigo, como si nadie pudiese rivalizar con ella mientras se mantuviese en aquel estado, movida por la sed de sangre.
Ya casi podía escuchar los gritos de cuantos se atreviesen a cruzarse en su camino, como música para sus oídos, sería tan divertido. El brillante rojo teñiría la guarida del subordinado de la Hermandad, y para él en particular ya tenía algo especial reservado, que hacía que su preocupante sonrisa se ensanchase un tanto. Casi no podía esperar para comenzar con su obra, pero por suerte el bosque terminó, dando paso a una modesta aldea cuyo ambiente era aún mejor que el del camino que habían dejado atrás. Mirase donde mirase solo había oscuridad y podredumbre, un regalo para sus ávidos ojos, que se percataron de las velas que comenzaban a encenderse en el interior de las lamentables viviendas.
Los habitantes del lugar salieron a recibirlos, armados con antorchas, guadañas, horcas y cuanto tenían a mano, pero la verdad era que apenas se tenían en pie, sus demacrados rostros no dejaban lugar a duda, estaban enfermos. Una simple onda de viento bastaría para lanzarlos por los aires si llegaban a molestarla, así que sin mostrar preocupación alguna, Elen se cruzó de brazos y observó el patético intento de los lugareños por rodear al grupo mientras unas finas gotas de lluvia comenzaban a caer sobre su cabeza. Ni siquiera se giró a mirar al hombre que les increpaba, acusándolos de ser los culpables de que Skeller se hubiese llevado a sus hijos a la mansión que se podía atisbar a lo lejos.
Al parecer aquel perro de Mortagglia había estado ocupado, matando a los jóvenes que raptaba y tirando de vez en cuando el cadáver de alguno de ellos para contaminar la fuente de agua de la aldea, razón por la cual habían enfermado. Y todo aquello por ellos, los estaban esperando desde hacía semanas. - Cuantas molestias se ha tomado. - pensó Elen, sin borrar la maliciosa sonrisa de su rostro. Sería una falta de respeto no acudir a su encuentro después de aquello, algo que ella no pensaba hacer. Fue entonces cuando el campesino cometió un tremendo error, se atrevió a pincharla con el rastrillo que sostenía, consiguiendo que su expresión cambiase por primera vez desde que salieron de la taberna.
Un brillo asesino en la mirada de la joven hizo que el hombre retrocediese ligeramente, pero no sería suficiente para salir del alcance de la bruja. - Tú… campesino… - comenzó a decir con voz fría, justo antes de arrebatarle el rastrillo con un rápido movimiento y valerse del largo mango de madera para golpear al atrevido en el pecho, enviándolo al suelo. - Si en algo valoras tu vida no se te ocurra volver a apuntarme con un arma. - advirtió, antes de arrojar la herramienta de labranza junto al lugar en que había caído su dueño. - ¿Pero qué haces? - preguntó el dragón, sujetándola por un brazo y con la preocupación grabada en el rostro, estaba yendo demasiado lejos.
La hechicera se liberó de su agarre con un brusco movimiento, mientras Jules intentaba explicar al resto de aldeanos que no podían hacer nada por sus hijos, no hasta que llegasen los refuerzos del gremio de cazadores. A ella poco le importaba la suerte que corriesen los rehenes, solo deseaba enfrentarse a Skeller y regar el suelo con su sangre y la del resto de miembros de la Hermandad que se encontrasen en la ruinosa mansión, así que dio un paso adelante. - Quedaos aquí si queréis, yo iré. - anunció, consiguiendo que al escucharla, algunos de los lugareños bajasen sus armas. - Ya los has oído, esperan a un grupo más numeroso que el nuestro, no es buena idea Elen. - comentó el alado, intentando hacer entrar en razón a su compañera y que viese el inminente peligro al que pretendía enfrentarse.
- No me importa. - respondió ella, antes de comenzar a caminar en dirección a la guarida de Skeller con paso decidido. Nada la haría cambiar de opinión, y cegada como estaba por el deseo de matar, Alister no tuvo otra opción, se deshizo de la gabardina y se transformó allí mismo, para acompañarla y velar porque su insensatez no le costase la vida. La de ojos verdes no echó la vista atrás para ver si alguien más se unía a ellos, las almas del medallón le decían que cuantos menos fuesen más habría para ella, idea que le encantaba.
La maligna sonrisa no abandonó su rostro en ningún momento del camino, mientras la vampira los guiaba hacia una aldea situada en las afueras de Sacrestic, donde supuestamente encontrarían al tal Skeller. Su cabeza era un hervidero de macabras ideas, con las que esperaba mandar un mensaje claro a Mortagglia, que se había acabado el juego. Alister caminaba a su lado y la observaba con detenimiento, llevaba viajando con ella lo suficiente para saber que algo no iba bien y sabía perfectamente lo que podía ser. La oscuridad del medallón, unida al tétrico ambiente y a la negra aura que cubrían la ciudad, eso estaba influyendo en la centinela hasta el punto de cambiar por completo su personalidad. No es que la de cabellos cenicientos soliese evitar los problemas, más bien era un imán para ellos, pero aquella vez era diferente, no parecía que quisiese hacerlo porque era lo correcto sino porque disfrutaba con la idea de iniciar una pelea antes del gran día.
El trayecto hacia la aldea pasaba por un oscuro bosque que se cerraba sobre ellos, plagado de pequeños cadáveres de aves que servían de alimentos a los murciélagos del lugar, árboles podridos y la sensación de no estar solos. De haber estado en mejores condiciones la benjamina de los Calhoun habría prestado atención a esto último, poniéndose en guardia de forma instintiva ante la posibilidad de que algo o alguien quisiese atacarlos, pero las almas que la dominaban en aquel momento la hacían sentir por encima de cualquier cosa o enemigo, como si nadie pudiese rivalizar con ella mientras se mantuviese en aquel estado, movida por la sed de sangre.
Ya casi podía escuchar los gritos de cuantos se atreviesen a cruzarse en su camino, como música para sus oídos, sería tan divertido. El brillante rojo teñiría la guarida del subordinado de la Hermandad, y para él en particular ya tenía algo especial reservado, que hacía que su preocupante sonrisa se ensanchase un tanto. Casi no podía esperar para comenzar con su obra, pero por suerte el bosque terminó, dando paso a una modesta aldea cuyo ambiente era aún mejor que el del camino que habían dejado atrás. Mirase donde mirase solo había oscuridad y podredumbre, un regalo para sus ávidos ojos, que se percataron de las velas que comenzaban a encenderse en el interior de las lamentables viviendas.
Los habitantes del lugar salieron a recibirlos, armados con antorchas, guadañas, horcas y cuanto tenían a mano, pero la verdad era que apenas se tenían en pie, sus demacrados rostros no dejaban lugar a duda, estaban enfermos. Una simple onda de viento bastaría para lanzarlos por los aires si llegaban a molestarla, así que sin mostrar preocupación alguna, Elen se cruzó de brazos y observó el patético intento de los lugareños por rodear al grupo mientras unas finas gotas de lluvia comenzaban a caer sobre su cabeza. Ni siquiera se giró a mirar al hombre que les increpaba, acusándolos de ser los culpables de que Skeller se hubiese llevado a sus hijos a la mansión que se podía atisbar a lo lejos.
Al parecer aquel perro de Mortagglia había estado ocupado, matando a los jóvenes que raptaba y tirando de vez en cuando el cadáver de alguno de ellos para contaminar la fuente de agua de la aldea, razón por la cual habían enfermado. Y todo aquello por ellos, los estaban esperando desde hacía semanas. - Cuantas molestias se ha tomado. - pensó Elen, sin borrar la maliciosa sonrisa de su rostro. Sería una falta de respeto no acudir a su encuentro después de aquello, algo que ella no pensaba hacer. Fue entonces cuando el campesino cometió un tremendo error, se atrevió a pincharla con el rastrillo que sostenía, consiguiendo que su expresión cambiase por primera vez desde que salieron de la taberna.
Un brillo asesino en la mirada de la joven hizo que el hombre retrocediese ligeramente, pero no sería suficiente para salir del alcance de la bruja. - Tú… campesino… - comenzó a decir con voz fría, justo antes de arrebatarle el rastrillo con un rápido movimiento y valerse del largo mango de madera para golpear al atrevido en el pecho, enviándolo al suelo. - Si en algo valoras tu vida no se te ocurra volver a apuntarme con un arma. - advirtió, antes de arrojar la herramienta de labranza junto al lugar en que había caído su dueño. - ¿Pero qué haces? - preguntó el dragón, sujetándola por un brazo y con la preocupación grabada en el rostro, estaba yendo demasiado lejos.
La hechicera se liberó de su agarre con un brusco movimiento, mientras Jules intentaba explicar al resto de aldeanos que no podían hacer nada por sus hijos, no hasta que llegasen los refuerzos del gremio de cazadores. A ella poco le importaba la suerte que corriesen los rehenes, solo deseaba enfrentarse a Skeller y regar el suelo con su sangre y la del resto de miembros de la Hermandad que se encontrasen en la ruinosa mansión, así que dio un paso adelante. - Quedaos aquí si queréis, yo iré. - anunció, consiguiendo que al escucharla, algunos de los lugareños bajasen sus armas. - Ya los has oído, esperan a un grupo más numeroso que el nuestro, no es buena idea Elen. - comentó el alado, intentando hacer entrar en razón a su compañera y que viese el inminente peligro al que pretendía enfrentarse.
- No me importa. - respondió ella, antes de comenzar a caminar en dirección a la guarida de Skeller con paso decidido. Nada la haría cambiar de opinión, y cegada como estaba por el deseo de matar, Alister no tuvo otra opción, se deshizo de la gabardina y se transformó allí mismo, para acompañarla y velar porque su insensatez no le costase la vida. La de ojos verdes no echó la vista atrás para ver si alguien más se unía a ellos, las almas del medallón le decían que cuantos menos fuesen más habría para ella, idea que le encantaba.
- Ambientación para el trayecto hasta la mansión:
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Re: El Reino del Terror - Parte 1 [Libre] [3/4] [+18] [Cerrado]
Elen reaccionó de una manera impropia de ella ante el campesino preocupado por el secuestro de sus hijos. Jules abrió los ojos con sorpresa y su amigo Alister incluso le llamó la atención. ¿Por qué meterse con aquellos inocentes aldeanos que de nada tenían culpa? ¿Encima de que les habían secuestrado a los hijos “por nuestra culpa”? Aquello no ayudaría a mejorar la pésima imagen que ya tendrían de nosotros y a dar la razón a la Hermandad.
La actual Elen estaba lejos de ser la altruista y atenta bruja que había conocido en Lunargenta. En aquella situación, estaba defendiendo la ciudad del ataque de la Hermandad, y en aquel momento actuó con cordura, como si fuese una protectora del pueblo. Esta vez, parecía ser ella la que se quería buscar directamente los problemas con la Hermandad. La miré con miedo y mi hermano, incluso, con más experiencia, me puso detrás de él.
Lexie comentó que los aldeanos no nos dejarían marchar con tanta facilidad, pero tras el oscuro y frío rostro de Elen estos decidieron no intervenir y hacerse a un lado. A fin de cuentas, se dirigía a la mansión, dónde la pelirroja había dicho que se encontraba Skeller. La de cabellos cenicientos ni se lo pensó y fue directa. La sangre parecía correr por sus venas.
-Estás mal de la cabeza. Lo único que vas a conseguir es que nos maten a todos. – le dijo Jules para secundar el comentario de Alister. Pero poco parecía importarle a ella y se dispuso a caminar hacia la guarida de Skeller y el dragón adoptó su forma bestial para ayudarla. Estaba fuera de sí, pero no quedaba más remedio que tratar de apoyarla. – Detrás de mí, Rachel. Siempre detrás de mí. – comentó el brujo, serio, desenfundando su ballesta pesada de su espalda.
La centinela lideró el camino hasta la mansión. En estos momentos sentí una imperiosa necesidad de contar todo lo que sabía. Los habíamos conducido hasta allí y no podía permitirme el lujo de traicionar a mi propio hermano. No. Él me había ayudado siempre. Y no quería engañarle, no podía hacerlo. Aquella mansión me daba miedo, me daba repelús. Incluso odiaba desobedecer las órdenes de NIA. Tomé a mi hermano del brazo sin dejar de caminar y, a su espalda, comencé a hablarle. – Jules… - sólo Lexie por proximidad podría oírme. – Esa mansión no es el cuartel de Skeller… - entrecerré los ojos, con temor a las represalias que éste pudiera decirme. – Es… - dudé durante unos instantes, pero finalmente lo dije. - … Es la base principal de la Hermandad.
Mi hermano quedó a cuadros - ¿Cómo? – preguntó incrédulo. - ¡Maldita sea, Rachel! ¿Por qué no nos lo has dicho antes? – replicó claramente enfadado. Miró a Lexie. - ¡Sabía que eras una chupasangres al servicio de Mortagglia! – y, entonces, apuntó a la vampiresa a la cabeza. Estaba dispuesto a dispararle. Tomé su ballesta y la bajé.
-No malgastes tu flecha, Jules. Ella no pertenece a la Hermandad. Te lo juro. – le prometí y, entonces, bajó el arma.
Para entonces Elen ya había llegado a las puertas de la mansión, que se abrieron violentamente justo antes de que ella pudiese entrar. De allí salió un hombre musculado, rubio y de pelo corto, a quien nada más ver reconocí. - Oleander Prime… - musité.
El vampiro no era ni mucho menos un general de guerra de la Hermandad como Skeller, pero sí una especie de caudillo de rango bastante bajo. Por mucho que viniera acompañado de un séquito de vampiros y vampiresas no le veía ninguna opción de vencer a Elen. Para colmo, parecía que se había presentado allí con la única intención de provocarla, dirigiéndose directamente a ella. ¿Estaba premeditado aquello? Nos manteníamos siempre a espaldas de ésta, que parecía querer liderar la cacería.
-¡Roche! ¡Lexie! Buen trabajo. Habéis servido con fidelidad a la Dama. – nos felicitó Oleander en cuanto se posicionó frente a la joven con sed de sangre, mirándonos a nosotras, que estábamos detrás, y comenzando a aplaudir. Me quedé a cuadros. ¿En serio nos había vendido delante de Elen? - Estará orgullosa de vosotras. Gracias por servirnos a la amiga de Anastasia en bandeja.
-¿Q-Qué? – musité. – Yo… Yo no quería volver a hacerlo... E-Elen... – traté de suplicar rápidamente, nerviosa, antes de que la loca de la tensái las tomara con nosotras.
¿Por qué vendernos de aquella manera? En su estado actual, traicionar a Elen Calhoun era una temeridad. No sé qué pensó ella en ese momento, pero su fría mirada sobre nosotras no parecía augurar nada bueno. Si ya tenía una mala opinión de mí por lo ocurrido en Lunargenta, ahora todavía la tendría peor. No… No sabía qué hacer, ni qué decir. Íbamos a ser pasto de su cólera y sus primeras víctimas, y creo que ni siquiera mi hermano iba a poder tranquilizarla. Jules la miró a ella, nos miró a nosotras. Ya se temía su reacción. – Corred. Vamos. Fuera de aquí. – apremió. Jules me entendía mejor, sabía que yo no era malvada, sino una chica con muchas dudas en su cabeza. Por ello hacía todo por protegerme, salir de allí. NIA, por su parte, volvió a hablarme para ser más explícita. “Entrad a la mansión. Estaréis protegidas. Volved a casa.”
Muy asustada y ante la posibilidad de que Elen volviese a descargar su furia contra mí comencé a correr. Me volví a dejar guiar por NIA. Ella era mi luz en los momentos de oscuridad. Agarré a Lexie del brazo, ella era una aliada, o eso me había dicho a NIA y tiré lo más fuerte que pude de ella para que no estuviese expuesta a la furia de la bruja. Luego la solté, dejando a su decisión quedarse a hacer frente a Elen o huir. Ni siquiera me dio tiempo a ver si me había disparado alguno de sus rayos. Ahora mismo, sinceramente, no veía a nadie de la Hermandad capaz de derrotarla.
-¡No! ¡Rachel! ¡A la mansión no! – se desgañitó inútilmente mi hermano, pues no le escucharía. Pasé a través de Oleander y su séquito que no se opusieron a mi avance y, tras mi pase, volvieron a mirar desafiante a la bruja.
-Vas a sufrir, Calhoun. Vas a sufrir mucho.– desafió Oleander, sacando un cuchillo y alargando sus colmillos, buscando la provocación, antes de lanzarse con todo su séquito contra ella y Alister. Madre mía. Pobre Oleander. Los iba a hacer trizas en nada, y lo peor es que luego viniera a por nosotras. Definitivamente, dentro estábamos mejor que fuera ahora mismo.
Off: Ay mi má... la que nos va a caer Lex xD. Elen ya le he cambiado la etiqueta al hilo, así que... todo tuyo xD.
La actual Elen estaba lejos de ser la altruista y atenta bruja que había conocido en Lunargenta. En aquella situación, estaba defendiendo la ciudad del ataque de la Hermandad, y en aquel momento actuó con cordura, como si fuese una protectora del pueblo. Esta vez, parecía ser ella la que se quería buscar directamente los problemas con la Hermandad. La miré con miedo y mi hermano, incluso, con más experiencia, me puso detrás de él.
Lexie comentó que los aldeanos no nos dejarían marchar con tanta facilidad, pero tras el oscuro y frío rostro de Elen estos decidieron no intervenir y hacerse a un lado. A fin de cuentas, se dirigía a la mansión, dónde la pelirroja había dicho que se encontraba Skeller. La de cabellos cenicientos ni se lo pensó y fue directa. La sangre parecía correr por sus venas.
-Estás mal de la cabeza. Lo único que vas a conseguir es que nos maten a todos. – le dijo Jules para secundar el comentario de Alister. Pero poco parecía importarle a ella y se dispuso a caminar hacia la guarida de Skeller y el dragón adoptó su forma bestial para ayudarla. Estaba fuera de sí, pero no quedaba más remedio que tratar de apoyarla. – Detrás de mí, Rachel. Siempre detrás de mí. – comentó el brujo, serio, desenfundando su ballesta pesada de su espalda.
La centinela lideró el camino hasta la mansión. En estos momentos sentí una imperiosa necesidad de contar todo lo que sabía. Los habíamos conducido hasta allí y no podía permitirme el lujo de traicionar a mi propio hermano. No. Él me había ayudado siempre. Y no quería engañarle, no podía hacerlo. Aquella mansión me daba miedo, me daba repelús. Incluso odiaba desobedecer las órdenes de NIA. Tomé a mi hermano del brazo sin dejar de caminar y, a su espalda, comencé a hablarle. – Jules… - sólo Lexie por proximidad podría oírme. – Esa mansión no es el cuartel de Skeller… - entrecerré los ojos, con temor a las represalias que éste pudiera decirme. – Es… - dudé durante unos instantes, pero finalmente lo dije. - … Es la base principal de la Hermandad.
Mi hermano quedó a cuadros - ¿Cómo? – preguntó incrédulo. - ¡Maldita sea, Rachel! ¿Por qué no nos lo has dicho antes? – replicó claramente enfadado. Miró a Lexie. - ¡Sabía que eras una chupasangres al servicio de Mortagglia! – y, entonces, apuntó a la vampiresa a la cabeza. Estaba dispuesto a dispararle. Tomé su ballesta y la bajé.
-No malgastes tu flecha, Jules. Ella no pertenece a la Hermandad. Te lo juro. – le prometí y, entonces, bajó el arma.
Para entonces Elen ya había llegado a las puertas de la mansión, que se abrieron violentamente justo antes de que ella pudiese entrar. De allí salió un hombre musculado, rubio y de pelo corto, a quien nada más ver reconocí. - Oleander Prime… - musité.
El vampiro no era ni mucho menos un general de guerra de la Hermandad como Skeller, pero sí una especie de caudillo de rango bastante bajo. Por mucho que viniera acompañado de un séquito de vampiros y vampiresas no le veía ninguna opción de vencer a Elen. Para colmo, parecía que se había presentado allí con la única intención de provocarla, dirigiéndose directamente a ella. ¿Estaba premeditado aquello? Nos manteníamos siempre a espaldas de ésta, que parecía querer liderar la cacería.
-¡Roche! ¡Lexie! Buen trabajo. Habéis servido con fidelidad a la Dama. – nos felicitó Oleander en cuanto se posicionó frente a la joven con sed de sangre, mirándonos a nosotras, que estábamos detrás, y comenzando a aplaudir. Me quedé a cuadros. ¿En serio nos había vendido delante de Elen? - Estará orgullosa de vosotras. Gracias por servirnos a la amiga de Anastasia en bandeja.
-¿Q-Qué? – musité. – Yo… Yo no quería volver a hacerlo... E-Elen... – traté de suplicar rápidamente, nerviosa, antes de que la loca de la tensái las tomara con nosotras.
¿Por qué vendernos de aquella manera? En su estado actual, traicionar a Elen Calhoun era una temeridad. No sé qué pensó ella en ese momento, pero su fría mirada sobre nosotras no parecía augurar nada bueno. Si ya tenía una mala opinión de mí por lo ocurrido en Lunargenta, ahora todavía la tendría peor. No… No sabía qué hacer, ni qué decir. Íbamos a ser pasto de su cólera y sus primeras víctimas, y creo que ni siquiera mi hermano iba a poder tranquilizarla. Jules la miró a ella, nos miró a nosotras. Ya se temía su reacción. – Corred. Vamos. Fuera de aquí. – apremió. Jules me entendía mejor, sabía que yo no era malvada, sino una chica con muchas dudas en su cabeza. Por ello hacía todo por protegerme, salir de allí. NIA, por su parte, volvió a hablarme para ser más explícita. “Entrad a la mansión. Estaréis protegidas. Volved a casa.”
Muy asustada y ante la posibilidad de que Elen volviese a descargar su furia contra mí comencé a correr. Me volví a dejar guiar por NIA. Ella era mi luz en los momentos de oscuridad. Agarré a Lexie del brazo, ella era una aliada, o eso me había dicho a NIA y tiré lo más fuerte que pude de ella para que no estuviese expuesta a la furia de la bruja. Luego la solté, dejando a su decisión quedarse a hacer frente a Elen o huir. Ni siquiera me dio tiempo a ver si me había disparado alguno de sus rayos. Ahora mismo, sinceramente, no veía a nadie de la Hermandad capaz de derrotarla.
-¡No! ¡Rachel! ¡A la mansión no! – se desgañitó inútilmente mi hermano, pues no le escucharía. Pasé a través de Oleander y su séquito que no se opusieron a mi avance y, tras mi pase, volvieron a mirar desafiante a la bruja.
-Vas a sufrir, Calhoun. Vas a sufrir mucho.– desafió Oleander, sacando un cuchillo y alargando sus colmillos, buscando la provocación, antes de lanzarse con todo su séquito contra ella y Alister. Madre mía. Pobre Oleander. Los iba a hacer trizas en nada, y lo peor es que luego viniera a por nosotras. Definitivamente, dentro estábamos mejor que fuera ahora mismo.
Off: Ay mi má... la que nos va a caer Lex xD. Elen ya le he cambiado la etiqueta al hilo, así que... todo tuyo xD.
Rachel Roche
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Re: El Reino del Terror - Parte 1 [Libre] [3/4] [+18] [Cerrado]
La verdad es que la situación me estaba resultando bastante interesante. De haber sabido que tendría tales resultados habría refunfuñado menos y actuado más. La reacción de la joven de cabellos cenizos fue interesante, pues en lugar de comportarse como heroína, optó por mostrarse hostil para con los aldeanos. En esos momentos realmente no tenía intenciones de ponerme en el camino de la chica ni de su perro guardián, aunque me preocupaba más desobedecer a Mortagglia. Vaya dilema. Tenía que decidir entre salvar mi trasero o…salvar mi trasero; aunque viéndolo por ese lado solo debía hacer una cosa, así que solo me restaba decidir que sería lo más adecuado. El cazador intentó razonar una última vez con la joven, resignándose finalmente a que nada la haría entrar en razón. Debía darle ciertos puntos por tanta insistencia y por la forma en que cuidaba de mi pseudo-aliada.
Avanzamos hasta la funesta mansión, tras los pasos de la muchacha a la que comenzaba a tachar de demente. Bueno, no era de mi incumbencia si ella quería morir por dejarse llevar estúpidamente; yo solo estaba cumpliendo con lo que se me ordenó, pese a que no podía confiar del todo en mi ‘‘queridísima’’ socia, ni en sus intenciones dudosas, y esto quedó demostrado cuando de pronto comenzó a hablar, alertando al cazador sobre lo que aguardaba tras las puertas de la mansión. ¡Maldición! ¡La muy desgraciada nos había entregado! Eso me pasaba por darle el beneficio de la duda. Mantuve un gesto impasible mientras el hombre me apuntaba con su ballesta y arqueé una ceja, dejándole en claro que, efectivamente, yo no pertenecía a la hermandad, pese a que trabajaba para ellos como agente externo. No fue necesario que pronunciara palabra alguna, ya que Rachel —milagrosamente— intervino a mi favor, logrando que su hermano bajara su asquerosa arma.
La silueta de Oleander Prime llamó mi atención al aparecerse frente a Elen. Ciertamente yo no quería tratar con ese hombre más de lo necesario, lo poco que le había tratado fue suficiente como para pensar en mantenerme lejos, si no quería sufrir el infortunio de sumar mi vida a la de sus incontables víctimas. Nuevamente me quedé pasmada cuando el vampiro descubrió nuestras verdaderas intenciones frente a los presentes, dejando en claro que tanto Rachel como yo habíamos estado trabajando juntas desde un inicio. ¿Cuántas veces me iban a vender en este día? Ya estaba cansándome de este juego de tretas, especialmente cuando la de cabellos cenicientos emanaba tal aura de muerte. Me encogí de hombros, sintiendo que ya no valía la pena mentir más y estaba a punto de prepararme para hacerle frente a lo que tuviese que venir, pero de pronto sentí que alguien me jalaba del brazo, guiándome hacia la mansión. Bonito momento para que se le ocurriese usar la cabeza.
—Andando o nos matará —la apresuré.
Corrimos con todas nuestras fuerzas sin ser retenidas por nadie, ni siquiera por el sequito de vampiros que acompañaban a Oleander, quienes nos dejaron pasar como si fuésemos parte de ellos. La verdad es que los motivos me eran totalmente efímeros, si dentro de la mansión estábamos a salvo de la mujer, por mí mejor. Aun así, había algo que me estaba matando y era la necesidad de saber qué diantres estaba pasando, puesto que no entendía cómo es que mi madre se lio con tanta gente, ni el motivo que tuvo Rachel para traicionar a su propio hermano. Si iba a estar en medio de esto lo primordial sería saciar todas mis dudas.
—Dime una cosa, Rachel —la miré con gesto inquisitivo—. ¿Qué rayos está ocurriendo? ¿Qué motivos te llevaron a traicionar a tu propio hermano?
Vale, quizá me había faltado tacto, pero necesitaba respuestas y no veía a nadie más que me las pudiese brindar. Tenía la sospecha de que no tardaría en desatarse una tremenda masacre, y, la verdad, es que mis apuestas no iban encaminadas a los de mi raza, por lo que necesitaba estar segura de sí sería necesario salir del lugar para salvar mi trasero o quedarme a defender lo que sea que mi madre le debiese a la famosa Dama.
Avanzamos hasta la funesta mansión, tras los pasos de la muchacha a la que comenzaba a tachar de demente. Bueno, no era de mi incumbencia si ella quería morir por dejarse llevar estúpidamente; yo solo estaba cumpliendo con lo que se me ordenó, pese a que no podía confiar del todo en mi ‘‘queridísima’’ socia, ni en sus intenciones dudosas, y esto quedó demostrado cuando de pronto comenzó a hablar, alertando al cazador sobre lo que aguardaba tras las puertas de la mansión. ¡Maldición! ¡La muy desgraciada nos había entregado! Eso me pasaba por darle el beneficio de la duda. Mantuve un gesto impasible mientras el hombre me apuntaba con su ballesta y arqueé una ceja, dejándole en claro que, efectivamente, yo no pertenecía a la hermandad, pese a que trabajaba para ellos como agente externo. No fue necesario que pronunciara palabra alguna, ya que Rachel —milagrosamente— intervino a mi favor, logrando que su hermano bajara su asquerosa arma.
La silueta de Oleander Prime llamó mi atención al aparecerse frente a Elen. Ciertamente yo no quería tratar con ese hombre más de lo necesario, lo poco que le había tratado fue suficiente como para pensar en mantenerme lejos, si no quería sufrir el infortunio de sumar mi vida a la de sus incontables víctimas. Nuevamente me quedé pasmada cuando el vampiro descubrió nuestras verdaderas intenciones frente a los presentes, dejando en claro que tanto Rachel como yo habíamos estado trabajando juntas desde un inicio. ¿Cuántas veces me iban a vender en este día? Ya estaba cansándome de este juego de tretas, especialmente cuando la de cabellos cenicientos emanaba tal aura de muerte. Me encogí de hombros, sintiendo que ya no valía la pena mentir más y estaba a punto de prepararme para hacerle frente a lo que tuviese que venir, pero de pronto sentí que alguien me jalaba del brazo, guiándome hacia la mansión. Bonito momento para que se le ocurriese usar la cabeza.
—Andando o nos matará —la apresuré.
Corrimos con todas nuestras fuerzas sin ser retenidas por nadie, ni siquiera por el sequito de vampiros que acompañaban a Oleander, quienes nos dejaron pasar como si fuésemos parte de ellos. La verdad es que los motivos me eran totalmente efímeros, si dentro de la mansión estábamos a salvo de la mujer, por mí mejor. Aun así, había algo que me estaba matando y era la necesidad de saber qué diantres estaba pasando, puesto que no entendía cómo es que mi madre se lio con tanta gente, ni el motivo que tuvo Rachel para traicionar a su propio hermano. Si iba a estar en medio de esto lo primordial sería saciar todas mis dudas.
—Dime una cosa, Rachel —la miré con gesto inquisitivo—. ¿Qué rayos está ocurriendo? ¿Qué motivos te llevaron a traicionar a tu propio hermano?
Vale, quizá me había faltado tacto, pero necesitaba respuestas y no veía a nadie más que me las pudiese brindar. Tenía la sospecha de que no tardaría en desatarse una tremenda masacre, y, la verdad, es que mis apuestas no iban encaminadas a los de mi raza, por lo que necesitaba estar segura de sí sería necesario salir del lugar para salvar mi trasero o quedarme a defender lo que sea que mi madre le debiese a la famosa Dama.
Lexie Ivannovich
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Re: El Reino del Terror - Parte 1 [Libre] [3/4] [+18] [Cerrado]
La hechicera no perdió de vista su objetivo en ningún momento, recorría con avidez cada detalle de la ruinosa mansión en busca de algún signo de vida, mientras en el interior de las vainas de la correa que llevaba al muslo, los cuchillos vibraban con intensidad, deseando salir. Era su propia ansia la que los movía, pero pronto sus deseos se verían cumplidos, en cuanto alcanzase las puertas de la guarida de la Hermandad. Sin embargo, antes de eso tuvo que detenerse y girarse hacia el resto del grupo, pues Jules parecía alterado y apuntaba con su ballesta a la pelirroja, acusándola de ser otra seguidora de la Dama. Rachel salió en su defensa y aseguró que se equivocaba, palabras que bastaron para que el brujo bajase su arma nuevamente y permitieron a la de ojos verdes continuar su camino.
Las puertas se abrieron bruscamente antes de que ella pudiese hacer nada, al parecer se habían tomado la molestia de salir a recibirla. El individuo en cuestión era un vampiro de cabellos rubios y complexión atlética, al que acompañaban otros cuatro chupasangres, dos hombres y dos mujeres que se mantenían en una posición ligeramente atrasada con respecto a él, lo que indicaba que estaba al mando del grupo. La bruja escuchó como su compañero golpeaba el suelo con la cola en señal de advertencia, pero con un gesto de la mano instó al dragón a mantenerse al margen, no quería que los quemase y le quitase la diversión.
Una vez situado frente a la tensai, el recién llegado felicitó a Rachel y a la vampira por su trabajo, aplaudiéndolas y añadiendo que Mortagglia estaría muy orgullosa de ellas por haberles entregado a la benjamina de los Calhoun. ¿Entregado? ¿Acaso no se daba cuenta de que era él quien corría peligro con aquel encuentro? Ignorando al rubio, ya que con su séquito no tenía ni para empezar, la hechicera se giró hacia las supuestas traidoras y les dedicó una mirada sombría, recibirían su castigo en cuanto hubiese acabado con el resto. Jules debió hacerse una idea de lo que pasaba por la mente de la joven, y sin perder tiempo apremió a ambas a correr y alejarse tanto como pudiesen de allí, pero por mucho que huyesen tarde o temprano daría con ellas, y entonces nada ni nadie las salvaría.
La bio cibernética tomó la peor decisión posible, tirar de su compinche para refugiarse en el interior de la mansión, acto que daba credibilidad a las palabras del vampiro y que reducía sus posibilidades de escapar, pues el bosque era extenso y ofrecía muchos escondites, cosa que aquel edificio no les proporcionaría, no al menos cuando la centinela hubiese entrado en él. Los miembros de la Hermandad las dejaron pasar sin problemas, para luego volver a centrarse sobre la bruja y que su líder se atreviese a amenazarla, cuan estúpido era.
Elen barrió a su comité de bienvenida con una poderosa onda de viento, haciendo que sus cuerpos chocasen violentamente contra el suelo y las columnas de piedra de la entrada, luego liberó a sus pequeños, que surcaron el aire a toda velocidad y atravesaron las gargantas de los cuatro vampiros que acompañaban al rubio, provocando que se ahogasen con su propia sangre en cuestión de segundos. Oleander sería el único que conseguiría levantarse, o al menos intentarlo, antes de que el quinto cuchillo se hundiese en su muñeca, destrozándole los tendones y arrancando de su garganta un grito de dolor que en aquel momento, era música para la de cabellos cenicientos. Ya no podía seguir sosteniendo su arma así que observó impotente como ésta se le escapaba de las manos, pero lo peor estaba por venir.
Una descarga le arrebató la capacidad de moverse, con lo que quedó tendido en mitad de las escaleras que llevaban a la entrada mientras su atacante avanzaba tranquilamente hacia él. Elen apartó de un puntapié el brazo con el que su adversario trataba de extraerse la pequeña y afilada hoja, para luego manipular los cinco cuchillos con su telequinesis y guiar tres de ellos hacia las vainas, dejando en el aire solo el que acababa de abandonar la muñeca de Oleander y otro más. Estos dos levitaron hasta colocarse a escasos centímetros del rostro del herido, apuntándole directamente a los ojos y limitando aún más su capacidad de movimiento, al menos si quería conservar la vista. - ¿Y tú pretendías hacerme sufrir a mí? - preguntó con malicia, al tiempo que se valía del tacón de su bota para pisar la ya destrozada articulación del chupasangres.
El dolor se dibujó en el rostro de su víctima, y entonces la benjamina de los Calhoun se agachó a su lado, de modo que pudiese verla bien y escuchar con atención lo que tenía que decirle. - No es culpa tuya, esa puta de Mortagglia te hizo creer que tendrías alguna oportunidad, pero ya ves que para mí no eres más que un juguete… del que me pienso aprovechar. - le dijo, ofreciéndole una macabra sonrisa que se fue ensanchando poco a poco. - Ahora sé bueno y anuncia mi llegada como es debido, quiero que todos sepan quién está aquí. - añadió, justo antes de que el par de afiladas armas cayesen sobre él.
Lo último que alcanzó a ver Oleander fue la diabólica sonrisa de la hechicera, antes de que sus globos oculares fuesen brutalmente atravesados por los cuchillos, sumiéndolo en una negra oscuridad. - ¡Mis ojos! ¡Mis ojos! - gritó entre alaridos, que resonarían por toda la mansión y a más de uno le pondrían los pelos de punta. Elen retiró sus armas, causando aún más dolor a aquel pobre desgraciado, luego tiró de él para obligarlo a levantarse y lo empujó hacia el interior del edificio, bajo la atónita mirada del dragón, que no la reconocía en absoluto. Alister nunca la había visto actuar con tanta crueldad, puede que aquel hombre se lo mereciese pero ella no era así, al menos no la Elen que él conocía.
- Corre. - ordenó la tensai. Oleander apenas podía andar en línea recta, estaba desorientado y probablemente no duraría mucho más con aquel terrible dolor, pero consiguió recorrer el pasillo y llegar hasta una especie de salón, con Elen pisándole los talones y oculta tras su cuerpo, de modo que al mirarlo de frente nadie pudiese percatarse de que estaba ahí, así su entrada sería incluso mejor. - ¡Ayudadme! ¡Que alguien me ayude! - exclamó el rubio en busca de apoyo por parte de la Hermandad. La visión de lo que le habían hecho revolvería estómagos, la sangre brotaba de las cuencas y aún se podían ver algunos trozos de lo que anteriormente había sido un ojo, el resto estaba vacío. Los cuchillos al salir se habían llevado buena parte de ello, restos que ahora decoraban la entrada para cuando la Dama se acercase por allí.
Antes de que nadie pudiese acercarse al vampiro lo suficiente como para prestarle ayuda, los brazos de Elen emergieron desde detrás de él. Su mano izquierda se enredó en el pelo de Oleander y tiró de su cabeza hacia atrás, mientras con la diestra, deslizaba su daga por el cuello del enemigo, rajándolo de un lado a otro y consiguiendo que el rojizo líquido salpicase el suelo. ¿Por qué alargar su sufrimiento si ya le había servido? Solo con ver la obra de la centinela bastaría para que el resto la temiesen, así que darle una muerte medianamente rápida era lo mejor. Agonizando, el rubio se desplomó boca abajo, donde no tardó en correr la misma suerte que sus compañeros, ahogándose con su propia sangre.
Ahora todos los presentes podrían verla y percatarse de las pequeñas gotas carmesíes que manchaban parte de su rostro y cabellos, confiriéndole un aspecto mucho más sombrío. La daga seguiría en su mano, mientras la electricidad le envolvía el brazo izquierdo de forma visible, a lo que tendrían que sumar otra amenaza, los ligeros cuchillos que volvían a vibrar dentro de las vainas.
Las puertas se abrieron bruscamente antes de que ella pudiese hacer nada, al parecer se habían tomado la molestia de salir a recibirla. El individuo en cuestión era un vampiro de cabellos rubios y complexión atlética, al que acompañaban otros cuatro chupasangres, dos hombres y dos mujeres que se mantenían en una posición ligeramente atrasada con respecto a él, lo que indicaba que estaba al mando del grupo. La bruja escuchó como su compañero golpeaba el suelo con la cola en señal de advertencia, pero con un gesto de la mano instó al dragón a mantenerse al margen, no quería que los quemase y le quitase la diversión.
Una vez situado frente a la tensai, el recién llegado felicitó a Rachel y a la vampira por su trabajo, aplaudiéndolas y añadiendo que Mortagglia estaría muy orgullosa de ellas por haberles entregado a la benjamina de los Calhoun. ¿Entregado? ¿Acaso no se daba cuenta de que era él quien corría peligro con aquel encuentro? Ignorando al rubio, ya que con su séquito no tenía ni para empezar, la hechicera se giró hacia las supuestas traidoras y les dedicó una mirada sombría, recibirían su castigo en cuanto hubiese acabado con el resto. Jules debió hacerse una idea de lo que pasaba por la mente de la joven, y sin perder tiempo apremió a ambas a correr y alejarse tanto como pudiesen de allí, pero por mucho que huyesen tarde o temprano daría con ellas, y entonces nada ni nadie las salvaría.
La bio cibernética tomó la peor decisión posible, tirar de su compinche para refugiarse en el interior de la mansión, acto que daba credibilidad a las palabras del vampiro y que reducía sus posibilidades de escapar, pues el bosque era extenso y ofrecía muchos escondites, cosa que aquel edificio no les proporcionaría, no al menos cuando la centinela hubiese entrado en él. Los miembros de la Hermandad las dejaron pasar sin problemas, para luego volver a centrarse sobre la bruja y que su líder se atreviese a amenazarla, cuan estúpido era.
Elen barrió a su comité de bienvenida con una poderosa onda de viento, haciendo que sus cuerpos chocasen violentamente contra el suelo y las columnas de piedra de la entrada, luego liberó a sus pequeños, que surcaron el aire a toda velocidad y atravesaron las gargantas de los cuatro vampiros que acompañaban al rubio, provocando que se ahogasen con su propia sangre en cuestión de segundos. Oleander sería el único que conseguiría levantarse, o al menos intentarlo, antes de que el quinto cuchillo se hundiese en su muñeca, destrozándole los tendones y arrancando de su garganta un grito de dolor que en aquel momento, era música para la de cabellos cenicientos. Ya no podía seguir sosteniendo su arma así que observó impotente como ésta se le escapaba de las manos, pero lo peor estaba por venir.
Una descarga le arrebató la capacidad de moverse, con lo que quedó tendido en mitad de las escaleras que llevaban a la entrada mientras su atacante avanzaba tranquilamente hacia él. Elen apartó de un puntapié el brazo con el que su adversario trataba de extraerse la pequeña y afilada hoja, para luego manipular los cinco cuchillos con su telequinesis y guiar tres de ellos hacia las vainas, dejando en el aire solo el que acababa de abandonar la muñeca de Oleander y otro más. Estos dos levitaron hasta colocarse a escasos centímetros del rostro del herido, apuntándole directamente a los ojos y limitando aún más su capacidad de movimiento, al menos si quería conservar la vista. - ¿Y tú pretendías hacerme sufrir a mí? - preguntó con malicia, al tiempo que se valía del tacón de su bota para pisar la ya destrozada articulación del chupasangres.
El dolor se dibujó en el rostro de su víctima, y entonces la benjamina de los Calhoun se agachó a su lado, de modo que pudiese verla bien y escuchar con atención lo que tenía que decirle. - No es culpa tuya, esa puta de Mortagglia te hizo creer que tendrías alguna oportunidad, pero ya ves que para mí no eres más que un juguete… del que me pienso aprovechar. - le dijo, ofreciéndole una macabra sonrisa que se fue ensanchando poco a poco. - Ahora sé bueno y anuncia mi llegada como es debido, quiero que todos sepan quién está aquí. - añadió, justo antes de que el par de afiladas armas cayesen sobre él.
Lo último que alcanzó a ver Oleander fue la diabólica sonrisa de la hechicera, antes de que sus globos oculares fuesen brutalmente atravesados por los cuchillos, sumiéndolo en una negra oscuridad. - ¡Mis ojos! ¡Mis ojos! - gritó entre alaridos, que resonarían por toda la mansión y a más de uno le pondrían los pelos de punta. Elen retiró sus armas, causando aún más dolor a aquel pobre desgraciado, luego tiró de él para obligarlo a levantarse y lo empujó hacia el interior del edificio, bajo la atónita mirada del dragón, que no la reconocía en absoluto. Alister nunca la había visto actuar con tanta crueldad, puede que aquel hombre se lo mereciese pero ella no era así, al menos no la Elen que él conocía.
- Corre. - ordenó la tensai. Oleander apenas podía andar en línea recta, estaba desorientado y probablemente no duraría mucho más con aquel terrible dolor, pero consiguió recorrer el pasillo y llegar hasta una especie de salón, con Elen pisándole los talones y oculta tras su cuerpo, de modo que al mirarlo de frente nadie pudiese percatarse de que estaba ahí, así su entrada sería incluso mejor. - ¡Ayudadme! ¡Que alguien me ayude! - exclamó el rubio en busca de apoyo por parte de la Hermandad. La visión de lo que le habían hecho revolvería estómagos, la sangre brotaba de las cuencas y aún se podían ver algunos trozos de lo que anteriormente había sido un ojo, el resto estaba vacío. Los cuchillos al salir se habían llevado buena parte de ello, restos que ahora decoraban la entrada para cuando la Dama se acercase por allí.
Antes de que nadie pudiese acercarse al vampiro lo suficiente como para prestarle ayuda, los brazos de Elen emergieron desde detrás de él. Su mano izquierda se enredó en el pelo de Oleander y tiró de su cabeza hacia atrás, mientras con la diestra, deslizaba su daga por el cuello del enemigo, rajándolo de un lado a otro y consiguiendo que el rojizo líquido salpicase el suelo. ¿Por qué alargar su sufrimiento si ya le había servido? Solo con ver la obra de la centinela bastaría para que el resto la temiesen, así que darle una muerte medianamente rápida era lo mejor. Agonizando, el rubio se desplomó boca abajo, donde no tardó en correr la misma suerte que sus compañeros, ahogándose con su propia sangre.
Ahora todos los presentes podrían verla y percatarse de las pequeñas gotas carmesíes que manchaban parte de su rostro y cabellos, confiriéndole un aspecto mucho más sombrío. La daga seguiría en su mano, mientras la electricidad le envolvía el brazo izquierdo de forma visible, a lo que tendrían que sumar otra amenaza, los ligeros cuchillos que volvían a vibrar dentro de las vainas.
Elen Calhoun
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Re: El Reino del Terror - Parte 1 [Libre] [3/4] [+18] [Cerrado]
Corrí presa del terror como nunca lo había hecho, y Lexie fue tras de mí. Tal vez hacerlo hacia el interior de la mansión haría que Elen nos terminase de convertir en enemigas de completo, pero NIA creía que allí estaríamos protegidas, al menos hasta que Elen llegase. ¿Podría la peliblanca con toda la Hermandad? Viendo por la ventana la brutalidad con la que se desquitó con la patrulla de Oleander era algo que no veía muy descabellado. – Nos va a destrozar en cuanto nos coja. – le dije a Lexie observando la masacre que estaba realizando la tensái.
Oleander no era precisamente alguien poco hábil en combate. Y le había bastado de un suspiro para terminar con él de una manera sangrienta y poco humana. Una macabridad a la altura de las de la hija de la Dama. Mientras todavía miraba por la ventana, Lexie comenzó a preguntarme qué me había llevado a traicionar a mi hermano. Entonces, aparté la vista del cristal sobre el que llovía, agaché la cabeza y me quedé pensativa. ¿Por qué lo había hecho? Lo cierto es que no lo sabía. – No sé lo que hago… No soy malvada. ¿No lo he traicionado, verdad? – le pregunté. Queriendo escuchar una negativa por respuesta que ayudase a mi conciencia a permanecer tranquila aún sabiendo el daño que podía haberle causado a Jules por culpa de aquella psicópata de Elen. - Te… Tengo muchas dudas en mi cabeza. No sé donde estoy. – le comenté. Volví a dirigir mi mirada al cristal al escuchar los gritos de dolor de Oleander. Que se arrastraba sin orientación con Elen caminando tras de él. Aproximándose a la mansión peligrosamente – Vámonos. – y volví a tomarla del brazo.
Pero cuando tratamos de evacuar la estancia, la puerta de la recepción se abrió y allí apareció lo que quedaba de Oleander, que suplicaba ayuda mientras poco después Elen reaparecía para rajarle el cuello de una manera sanguinaria y terminar así con su vida. Ahora la teníamos justo delante, por fortuna, también estaban Jules y Alister. Ante las miradas de la bruja hacia nosotros, mi hermano terminó por interponerse entre mí y la bruja y mostró sus manos buscando conciliación.
-Elen, por favor. Deja en paz a mi hermana. No sabe lo que hace. – le pidió, antes de que ésta nos lanzase una de sus famosas descargas sin previo aviso. Y entonces comenzamos a escuchar chillidos de vampiros acercándose. Llegaban por distintos accesos. No sé cuántos eran, pero eran muchos, muchísimos y se acercaban peligrosamente a Jules, Alister y la bruja. Emitiendo sonidos guturales. El brujo rápidamente volvió a su posición junto a Elen.
Pero entonces unos tacones comenzaron a repiquetear en el piso superior. Acompasados. Retumbaban en la madera seca. Los vampiros que abarrotaban este piso comenzaron a hacerse a un lado para dar paso a un hombre y una mujer de apariencia importante. ¡Vaya si lo eran!
Roger Skeller era el hombre, el vampiro, vestido con su habitual gabardina negra, reía con aire tranquilo. Tras perder la hermandad a Vladimir, él probablemente sería el número tres. Y como combatiente era un enemigo feroz, cruel y despiadado. Sus largas garras eran un indicio de su peligrosidad.
Pero la figura de la mujer imponía aún más. Madame Boisson era la menor de las hijas de la Dama, aunque no sabríamos hasta más adelante que, además, era la madre de Huracán. Rara vez se dejaba ver por ninguna parte y prefería actuar en soledad. – Belladonna. – informó Jules. Sí, ese era el nombre de la más brutal, sanguinaria y despiadada bruja oscura que había visto nunca. Acariciaba con delicadeza y sin sonreír la varita con la que acostumbraba a lanzar sus devastadores hechizos y maldiciones.
-Saludos, invitados. – comentó Skeller, quien se apoyó sobre el pasamanos del piso superior. - ¿En qué podemos ayudaros? – miró el cuerpo degollado de Oleander y suspiró. – Una presentación un poco desproporcionada, ¿no creen?
Madame Boisson no dijo nada y se dedicó a caminar de un lado a otro, sin quitar la vista de Elen. Yo no sabía qué posición adoptar en aquella batalla. Aquella mujer era imprevisible y jamás sabías por dónde podía salir. En determinado momento, interrumpió la conversación y alzó la varita hacia la de cabellos cenizos.
-¡ELEN! – bramó. – JI JI JI JI – rió ahora en un tono bajo, psicótico. Y anduvo durante unos instantes. Situándose junto a Lexie y a mí – Los mismos pelos que la rata sarnosa de tu padre. – al igual que toda la Hermandad, parecía estar buscando la provocación, pero, ¿con qué fin? - ¡Oh! ¿y qué tal Yenni? Corría como una corderita la última vez que la vi. ¡Me divertí! – abrió los ojos y mostró todos sus dientes. Así llamó a la supuesta madre de Elen. Jules me había contado la historia de cómo Belladonna atacó desde un retrato a todo un grupo de poderosos brujos y hechiceros, y también que la madre de Elen le había asegurado conocer a Bella y su hermana desde pequeñas. Entonces la hija de la Dama nos cogió por los hombros a Lexie y a mí y sentí un escalofrío por todo el cuerpo.
-¡No la toques! – gritó Jules apuntándole con la ballesta.
-¡DOLORIBUS! – alzó su varita en una rápida reacción y emitió un potente rayo negro, como la muerte, contra Jules, lanzándolo por los aires y estampándolo contra una pared. – NA NA NA NA NA – comenzó a canturrear, con alegría.
-¡Jules! – corrí hacia mi hermano, estrellado contra una pared y traté de hacer que despertara, pero no conseguí nada. Estaba vivo. Pero gravemente herido. La piel comenzaba a teñírsele de negra. – ¡Se muere! Ayudadme… Ayudadme por favor. – pedí a alguien de los presentes, de la Hermandad o no.
-¡Ay, ayudadme por favor que se muere! – me imitó madame Boisson poniendo voz chillona y moviendo la cabeza de un lado a otro, desmelenándose por completo.
-¿Él no quería esta aquí, verdad? ¡Los has traído a su muerte, Elen! - comentó serio Skeller, que siempre demostró estar más cuerdo que Bella. - Recuerda estas palabras bruja: Eres fuerte, eres poderosa, pero no invencible. - se mojó los labios. - Y ahora lo comprobarás.
La bruja mantuvo entonces la mirada fija en Elen. Pero una mirada cargada de odio. Le tenía muchas ganas. Skeller y Madame Boisson adoptaron entonces forma de dos oscuras sombras que comenzaron a recorrer la sala, destrozando todo cuanto pillaban entrando y saliendo por los cristales. Atravesando a los vampiros y recargando sus energías. Los señores de la noche de la Hermandad que poblaban la estancia comenzaron entonces a abalanzarse contra sus tres enemigos. Y, tras llenarlos de vigor, abandonaron la estancia en la misma forma. Dirigiéndose a otra y dejando un oscuro rastro a su paso. ¿Qué podía hacer?
Oleander no era precisamente alguien poco hábil en combate. Y le había bastado de un suspiro para terminar con él de una manera sangrienta y poco humana. Una macabridad a la altura de las de la hija de la Dama. Mientras todavía miraba por la ventana, Lexie comenzó a preguntarme qué me había llevado a traicionar a mi hermano. Entonces, aparté la vista del cristal sobre el que llovía, agaché la cabeza y me quedé pensativa. ¿Por qué lo había hecho? Lo cierto es que no lo sabía. – No sé lo que hago… No soy malvada. ¿No lo he traicionado, verdad? – le pregunté. Queriendo escuchar una negativa por respuesta que ayudase a mi conciencia a permanecer tranquila aún sabiendo el daño que podía haberle causado a Jules por culpa de aquella psicópata de Elen. - Te… Tengo muchas dudas en mi cabeza. No sé donde estoy. – le comenté. Volví a dirigir mi mirada al cristal al escuchar los gritos de dolor de Oleander. Que se arrastraba sin orientación con Elen caminando tras de él. Aproximándose a la mansión peligrosamente – Vámonos. – y volví a tomarla del brazo.
Pero cuando tratamos de evacuar la estancia, la puerta de la recepción se abrió y allí apareció lo que quedaba de Oleander, que suplicaba ayuda mientras poco después Elen reaparecía para rajarle el cuello de una manera sanguinaria y terminar así con su vida. Ahora la teníamos justo delante, por fortuna, también estaban Jules y Alister. Ante las miradas de la bruja hacia nosotros, mi hermano terminó por interponerse entre mí y la bruja y mostró sus manos buscando conciliación.
-Elen, por favor. Deja en paz a mi hermana. No sabe lo que hace. – le pidió, antes de que ésta nos lanzase una de sus famosas descargas sin previo aviso. Y entonces comenzamos a escuchar chillidos de vampiros acercándose. Llegaban por distintos accesos. No sé cuántos eran, pero eran muchos, muchísimos y se acercaban peligrosamente a Jules, Alister y la bruja. Emitiendo sonidos guturales. El brujo rápidamente volvió a su posición junto a Elen.
Pero entonces unos tacones comenzaron a repiquetear en el piso superior. Acompasados. Retumbaban en la madera seca. Los vampiros que abarrotaban este piso comenzaron a hacerse a un lado para dar paso a un hombre y una mujer de apariencia importante. ¡Vaya si lo eran!
Roger Skeller era el hombre, el vampiro, vestido con su habitual gabardina negra, reía con aire tranquilo. Tras perder la hermandad a Vladimir, él probablemente sería el número tres. Y como combatiente era un enemigo feroz, cruel y despiadado. Sus largas garras eran un indicio de su peligrosidad.
Pero la figura de la mujer imponía aún más. Madame Boisson era la menor de las hijas de la Dama, aunque no sabríamos hasta más adelante que, además, era la madre de Huracán. Rara vez se dejaba ver por ninguna parte y prefería actuar en soledad. – Belladonna. – informó Jules. Sí, ese era el nombre de la más brutal, sanguinaria y despiadada bruja oscura que había visto nunca. Acariciaba con delicadeza y sin sonreír la varita con la que acostumbraba a lanzar sus devastadores hechizos y maldiciones.
- Roger Skeller:
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- Belladonna Boisson:
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-Saludos, invitados. – comentó Skeller, quien se apoyó sobre el pasamanos del piso superior. - ¿En qué podemos ayudaros? – miró el cuerpo degollado de Oleander y suspiró. – Una presentación un poco desproporcionada, ¿no creen?
Madame Boisson no dijo nada y se dedicó a caminar de un lado a otro, sin quitar la vista de Elen. Yo no sabía qué posición adoptar en aquella batalla. Aquella mujer era imprevisible y jamás sabías por dónde podía salir. En determinado momento, interrumpió la conversación y alzó la varita hacia la de cabellos cenizos.
-¡ELEN! – bramó. – JI JI JI JI – rió ahora en un tono bajo, psicótico. Y anduvo durante unos instantes. Situándose junto a Lexie y a mí – Los mismos pelos que la rata sarnosa de tu padre. – al igual que toda la Hermandad, parecía estar buscando la provocación, pero, ¿con qué fin? - ¡Oh! ¿y qué tal Yenni? Corría como una corderita la última vez que la vi. ¡Me divertí! – abrió los ojos y mostró todos sus dientes. Así llamó a la supuesta madre de Elen. Jules me había contado la historia de cómo Belladonna atacó desde un retrato a todo un grupo de poderosos brujos y hechiceros, y también que la madre de Elen le había asegurado conocer a Bella y su hermana desde pequeñas. Entonces la hija de la Dama nos cogió por los hombros a Lexie y a mí y sentí un escalofrío por todo el cuerpo.
-¡No la toques! – gritó Jules apuntándole con la ballesta.
-¡DOLORIBUS! – alzó su varita en una rápida reacción y emitió un potente rayo negro, como la muerte, contra Jules, lanzándolo por los aires y estampándolo contra una pared. – NA NA NA NA NA – comenzó a canturrear, con alegría.
-¡Jules! – corrí hacia mi hermano, estrellado contra una pared y traté de hacer que despertara, pero no conseguí nada. Estaba vivo. Pero gravemente herido. La piel comenzaba a teñírsele de negra. – ¡Se muere! Ayudadme… Ayudadme por favor. – pedí a alguien de los presentes, de la Hermandad o no.
-¡Ay, ayudadme por favor que se muere! – me imitó madame Boisson poniendo voz chillona y moviendo la cabeza de un lado a otro, desmelenándose por completo.
-¿Él no quería esta aquí, verdad? ¡Los has traído a su muerte, Elen! - comentó serio Skeller, que siempre demostró estar más cuerdo que Bella. - Recuerda estas palabras bruja: Eres fuerte, eres poderosa, pero no invencible. - se mojó los labios. - Y ahora lo comprobarás.
La bruja mantuvo entonces la mirada fija en Elen. Pero una mirada cargada de odio. Le tenía muchas ganas. Skeller y Madame Boisson adoptaron entonces forma de dos oscuras sombras que comenzaron a recorrer la sala, destrozando todo cuanto pillaban entrando y saliendo por los cristales. Atravesando a los vampiros y recargando sus energías. Los señores de la noche de la Hermandad que poblaban la estancia comenzaron entonces a abalanzarse contra sus tres enemigos. Y, tras llenarlos de vigor, abandonaron la estancia en la misma forma. Dirigiéndose a otra y dejando un oscuro rastro a su paso. ¿Qué podía hacer?
Rachel Roche
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Re: El Reino del Terror - Parte 1 [Libre] [3/4] [+18] [Cerrado]
Debo admitir que le había dado a Oleander y a su sequito más crédito del necesario, pues sin mucho esfuerzo la bruja acabó con tan patético escuadrón inicial, siendo el rubio el último en sufrir a manos de Elen. Bueno, ciertamente estar en contra de tan aterradora mujer no presagiaba algo bueno, por lo que no podía evitar preguntarme qué clase de juego estaría siguiendo Madame Mortagglia y si acaso era seguro que yo continuase ayudando. Tal muestra de debilidad por parte del vampiro me hizo chasquear la lengua con asco, mientras mentalmente le deseaba una muerte mucho más dolorosa y funesta que la de su pelotón. No tuve mucho tiempo para ver si la de cabellos cenicientos había cumplido con mi petición, ya que la voz de Rachel capturó toda mi atención durante unos instantes, haciéndome arquear una ceja dubitativa.
Ya no sabía si la extraña joven me generaba desconfianza o lastima, siendo que ni ella misma estaba segura de donde estaba metiendo su trasero y la clase de atrocidades que le ocasionaría a su propia sangre por tan curiosas decisiones. Estaba a punto de hablar, cuando la voz de Rachel volvió a traerme de vuelta de mis pensamientos, tomando mi brazo una vez más para que nos alejáramos de nuestro sitio. Mis ojos se abrieron de sorpresa al escudriñar la silueta de aquel ‘‘temible’’ vampiro, arrastrándose cual si fuera una alimaña moribunda, suplicando que alguien le ayudase, para después morir desangrado frente a nuestros rostros estupefactos. Bien, ese era el momento justo en que mi sentido de supervivencia me gritaba que corriese; lamentablemente mi supuesta aliada me tenía tomada del brazo, imposibilitando mi huida.
El cazador intentó intervenir a favor de su preciada hermanita, pero todo esfuerzo fue completamente inútil, siendo interrumpido por el sonido de unos tacones resonando en las maderas del piso superior. Muchas miradas, demasiadas, diría yo, aparecieron de la nada y todas estaban enfocadas en el peculiar trío de intrusos, como si aguardasen el momento indicado para atacar. Giré mi rostro cuando noté que varios de ellos se hacían a un lado, dejando pasar a un hombre y a una mujer, cuyas apariencias bastarían para que cualquiera se diese cuenta de que no eran personas con las que uno quisiese toparse. Belladona era el nombre de la mujer y no lo hubiese sabido de no ser porque el hermano de Rachel lo mencionó. Así que esa era la hija de Madame Mortagglia, ¿quién diría que mi madre tenía vínculos con tan peligrosas personas?
Un pequeño escalofrío recorrió mi espina dorsal, ante el contacto que la mujer hizo conmigo y con Rachel, mientras ella y Skeller se dirigían a los presentes. Tenía la impresión de que una nueva masacre se desataría en unos instantes y lo único en lo que pensaba era en salir de ahí, antes de que a la bruja se le ocurriera despedazar mi valiosa existencia. No voy a negar que ver al cazador siendo lanzado por los aires con tan asombrosa facilidad, había sido bastante delicioso, pero no significaba que yo quisiese sufrir el mismo destino, por lo que aguardé el momento adecuado para huir con toda la dignidad que me fuese posible. Miré a Rachel acudir a ayudar a su hermano, volviendo a experimentar ese nauseabundo sentimiento de lastima y recordándome que él había intentado matarme, para así evitar ir a auxiliarle. Hacía mucho que yo me había desecho de todos mis patéticos sentimientos y solo actuaba a mi mera conveniencia, ergo, no tenía motivo alguno para siquiera pensar en ayudar a una desconocida que me había entregado y a su hermano cazador.
El escenario pronto se llenó de oscuridad y mis compatriotas no tardaron en lanzarse al ataque de la bruja y su perro. La estancia ahora se encontraba destrozada, teñida por un peculiar tono oscuro, todo por causa del vampiro y la bruja, quienes adoptaron la forma de sombras, para terminar, entrando y saliendo por las ventanas. De un momento a otro mis Skeller y Belladona abandonaron la estancia, mientras yo miraba para todos lados tratando de decidir cuál sería la forma más adecuada para salvar mi trasero. Tenía la certeza de que la de cabellos cenicientos no tendría muchos problemas para quitarse de encima a tantos… ¿cómo es que nos llamaban? Ah, sí, chupasangres; por lo que sería mejor no estar en su camino cuando comenzara el vampirocidio.
Corrí sin detenerme, aprovechando la confusión de la huida de los supuestos líderes, y me escondí en un pequeño hueco entre las tablas de una pared cercana a donde Rachel y su hermano se encontraban, mirando todo desde donde estaba. Si alguien osaba acercarse podría escabullirme por debajo de los maderos del piso. Esa era la ventaja de estas malditas construcciones, siempre tenían escondites por doquier. Mientras me encontraba observando la escena desde mi ‘‘aparentemente’’ seguro lugar, hubo una mirada que llamó mi atención. La dueña de aquellos ojos se mantenía al margen, pero lo suficientemente cerca de Elen, moviendo sus labios y escudándose detrás de sus compañeros, mientras los colmilludos se abalanzaban contra la bruja y el dragón. Aquella particular actuación me pareció sospechosa, pero lo que más captó mi atención era la forma en como lograba esquivar todo el peligro al que se enfrentaba, a pesar de que sus compañeros se habían lanzado de lleno a atacar. No le daba más de diez segundos de vida, aunque para ser alguien que estuviese luchando por mantenerse cerca de la bruja, estaba tomando demasiados riesgos.
— ¡¿Pero qué rayos?! —Exclamé al observar el extraño circulo que se había formado en la estancia.
Todo había sucedido de manera tan rápida que por un instante pensé que había sido obra de mi imaginación, más no fue así. Valiéndose de la distracción de Belladona y Skeller, seguido por el ataque de los demás vampiros, esa curiosa muchacha había conjurado una especie de círculo mágico alrededor de la estancia. ¿Qué cosa había hecho? La verdad es que no tenía ni la más remota idea, pero lo que más me sorprendía es como no había sido capaz de darme cuenta antes de lo que estaba haciendo. Ciertamente el show mostrado cuando Belladona provocó a Elen había servido, para que nadie le pusiera atención a una de los muchos presentes que rodeaban al lugar y así logró conjurar aquello cuando ya era muy tarde para notarlo. Debía ser algo muy bueno para la hermandad, de lo contrario no estaría sonriendo como lo hacía.
—Veamos si sigues siendo tan fiera sin tu magia —exclamó la joven, antes de lanzarse junto a sus compañeros para unirse al ataque—. Mi trabajo está hecho.
Buscando retazos de información en los recovecos de mi cerebro, llegué a un posible descubrimiento, que quizá me serviría para entender un poco lo que había sucedido. ¿Un circulo arcano antimagia? ¿Tanto miedo le tenían? Bueno, sí, la mujer estaba loca y además era una sádica suicida, ¿pero esa clase de hechizos no tendrían un tiempo limitado? Además, que afectaba a todo aquel que hubiese estado dentro del círculo. ¿Qué pasaría cuando el efecto terminase? ¡Oh, genial! Ahora tenía curiosidad y eso nunca me llevaba a nada bueno. Mi sentido común me decía que ese era el momento adecuado para salir de ahí, pero una parte de mi mente insistía en que si esperaba un poco, tal vez pudiese presenciar una buena batalla y esa idea era demasiado tentadora, ahora que la tensai parecía estar en desventaja.
Ya no sabía si la extraña joven me generaba desconfianza o lastima, siendo que ni ella misma estaba segura de donde estaba metiendo su trasero y la clase de atrocidades que le ocasionaría a su propia sangre por tan curiosas decisiones. Estaba a punto de hablar, cuando la voz de Rachel volvió a traerme de vuelta de mis pensamientos, tomando mi brazo una vez más para que nos alejáramos de nuestro sitio. Mis ojos se abrieron de sorpresa al escudriñar la silueta de aquel ‘‘temible’’ vampiro, arrastrándose cual si fuera una alimaña moribunda, suplicando que alguien le ayudase, para después morir desangrado frente a nuestros rostros estupefactos. Bien, ese era el momento justo en que mi sentido de supervivencia me gritaba que corriese; lamentablemente mi supuesta aliada me tenía tomada del brazo, imposibilitando mi huida.
El cazador intentó intervenir a favor de su preciada hermanita, pero todo esfuerzo fue completamente inútil, siendo interrumpido por el sonido de unos tacones resonando en las maderas del piso superior. Muchas miradas, demasiadas, diría yo, aparecieron de la nada y todas estaban enfocadas en el peculiar trío de intrusos, como si aguardasen el momento indicado para atacar. Giré mi rostro cuando noté que varios de ellos se hacían a un lado, dejando pasar a un hombre y a una mujer, cuyas apariencias bastarían para que cualquiera se diese cuenta de que no eran personas con las que uno quisiese toparse. Belladona era el nombre de la mujer y no lo hubiese sabido de no ser porque el hermano de Rachel lo mencionó. Así que esa era la hija de Madame Mortagglia, ¿quién diría que mi madre tenía vínculos con tan peligrosas personas?
Un pequeño escalofrío recorrió mi espina dorsal, ante el contacto que la mujer hizo conmigo y con Rachel, mientras ella y Skeller se dirigían a los presentes. Tenía la impresión de que una nueva masacre se desataría en unos instantes y lo único en lo que pensaba era en salir de ahí, antes de que a la bruja se le ocurriera despedazar mi valiosa existencia. No voy a negar que ver al cazador siendo lanzado por los aires con tan asombrosa facilidad, había sido bastante delicioso, pero no significaba que yo quisiese sufrir el mismo destino, por lo que aguardé el momento adecuado para huir con toda la dignidad que me fuese posible. Miré a Rachel acudir a ayudar a su hermano, volviendo a experimentar ese nauseabundo sentimiento de lastima y recordándome que él había intentado matarme, para así evitar ir a auxiliarle. Hacía mucho que yo me había desecho de todos mis patéticos sentimientos y solo actuaba a mi mera conveniencia, ergo, no tenía motivo alguno para siquiera pensar en ayudar a una desconocida que me había entregado y a su hermano cazador.
El escenario pronto se llenó de oscuridad y mis compatriotas no tardaron en lanzarse al ataque de la bruja y su perro. La estancia ahora se encontraba destrozada, teñida por un peculiar tono oscuro, todo por causa del vampiro y la bruja, quienes adoptaron la forma de sombras, para terminar, entrando y saliendo por las ventanas. De un momento a otro mis Skeller y Belladona abandonaron la estancia, mientras yo miraba para todos lados tratando de decidir cuál sería la forma más adecuada para salvar mi trasero. Tenía la certeza de que la de cabellos cenicientos no tendría muchos problemas para quitarse de encima a tantos… ¿cómo es que nos llamaban? Ah, sí, chupasangres; por lo que sería mejor no estar en su camino cuando comenzara el vampirocidio.
Corrí sin detenerme, aprovechando la confusión de la huida de los supuestos líderes, y me escondí en un pequeño hueco entre las tablas de una pared cercana a donde Rachel y su hermano se encontraban, mirando todo desde donde estaba. Si alguien osaba acercarse podría escabullirme por debajo de los maderos del piso. Esa era la ventaja de estas malditas construcciones, siempre tenían escondites por doquier. Mientras me encontraba observando la escena desde mi ‘‘aparentemente’’ seguro lugar, hubo una mirada que llamó mi atención. La dueña de aquellos ojos se mantenía al margen, pero lo suficientemente cerca de Elen, moviendo sus labios y escudándose detrás de sus compañeros, mientras los colmilludos se abalanzaban contra la bruja y el dragón. Aquella particular actuación me pareció sospechosa, pero lo que más captó mi atención era la forma en como lograba esquivar todo el peligro al que se enfrentaba, a pesar de que sus compañeros se habían lanzado de lleno a atacar. No le daba más de diez segundos de vida, aunque para ser alguien que estuviese luchando por mantenerse cerca de la bruja, estaba tomando demasiados riesgos.
— ¡¿Pero qué rayos?! —Exclamé al observar el extraño circulo que se había formado en la estancia.
Todo había sucedido de manera tan rápida que por un instante pensé que había sido obra de mi imaginación, más no fue así. Valiéndose de la distracción de Belladona y Skeller, seguido por el ataque de los demás vampiros, esa curiosa muchacha había conjurado una especie de círculo mágico alrededor de la estancia. ¿Qué cosa había hecho? La verdad es que no tenía ni la más remota idea, pero lo que más me sorprendía es como no había sido capaz de darme cuenta antes de lo que estaba haciendo. Ciertamente el show mostrado cuando Belladona provocó a Elen había servido, para que nadie le pusiera atención a una de los muchos presentes que rodeaban al lugar y así logró conjurar aquello cuando ya era muy tarde para notarlo. Debía ser algo muy bueno para la hermandad, de lo contrario no estaría sonriendo como lo hacía.
—Veamos si sigues siendo tan fiera sin tu magia —exclamó la joven, antes de lanzarse junto a sus compañeros para unirse al ataque—. Mi trabajo está hecho.
Buscando retazos de información en los recovecos de mi cerebro, llegué a un posible descubrimiento, que quizá me serviría para entender un poco lo que había sucedido. ¿Un circulo arcano antimagia? ¿Tanto miedo le tenían? Bueno, sí, la mujer estaba loca y además era una sádica suicida, ¿pero esa clase de hechizos no tendrían un tiempo limitado? Además, que afectaba a todo aquel que hubiese estado dentro del círculo. ¿Qué pasaría cuando el efecto terminase? ¡Oh, genial! Ahora tenía curiosidad y eso nunca me llevaba a nada bueno. Mi sentido común me decía que ese era el momento adecuado para salir de ahí, pero una parte de mi mente insistía en que si esperaba un poco, tal vez pudiese presenciar una buena batalla y esa idea era demasiado tentadora, ahora que la tensai parecía estar en desventaja.
Lexie Ivannovich
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Re: El Reino del Terror - Parte 1 [Libre] [3/4] [+18] [Cerrado]
Antes de que la hechicera pudiese centrar su atención sobre el par de traidoras, que sin duda merecían un castigo por lo que habían hecho, Jules intervino en favor de su hermana, pidiéndole que la dejase en paz y excusando su comportamiento. De seguir así el cazador acabaría muy mal, ¿acaso no comprendía que su propia sangre lo había guiado hasta aquella trampa? Rachel debía recibir un correctivo por ello, correctivo que para la de ojos verdes pasaba por ser dolorosamente eliminada del mapa. Esa idea no abandonaría su cabeza fácilmente, de hecho era lo que consideraba más práctico de cara a la supuesta batalla final contra Mortagglia, enfrentamiento en que no podían permitirse tener a un traidor entre sus filas, y mucho menos a la bio cibernética, que podía hacerlos caer en las garras de la hermandad gracias a sus conocimientos de la guarida.
Sin embargo, Elen no tuvo tiempo de responder a sus palabras, los vampiros comenzaban a salir de sus agujeros y se acercaban a ellos en gran número, así que tendría que esperar para llevar a cabo su particular purga del grupo. La maligna sonrisa volvió a su rostro al ver a tantos enemigos juntos, quedaba claro que la Hermandad no había escatimado en hombres para recibirla, y con ello acababa de proveerle un montón de víctimas con las que divertirse. El sonido de unos tacones repiqueteando en el piso superior atrajo la atención de todos, ¿venía Mortagglia también a unirse a la fiesta? Eso hubiese sido de lo más interesante, puede que la gran batalla final ni siquiera hiciese falta después de aquel encuentro, pero no fue la Dama quien apareció, sino otra mujer a la que Elen hasta el momento no había visto antes.
Los vampiros se apartaron para dejar paso a dos figuras, la de un hombre y la de la recién llegada, a la que Jules identificó como Belladonna. - Perfecto. - pensó la tensai, al tiempo que clavaba sus verdes ojos sobre ella, había llegado la hora de hacerla pagar por haber atacado a su familia. Su rostro no se borraría de la mente de la bruja hasta que la hubiese matado con sus propias manos, y por supuesto, causándole tanto dolor como le fuese posible. Belladonna caminó de un lado a otro mientras su acompañante los saludaba, en silencio y sin quitar ojo a la centinela, a la que se atrevió a apuntar con su varita instantes después.
A juzgar por sus palabras aquella maga la conocía tanto a ella como a su familia, pero no solo eso, se atrevió a insultar a su difunto padre y a burlarse de su madre, cosa por la que su muerte sería todavía más dolorosa si cabe. Rachel y Lexie pasaron inmediatamente a un tercer plano casi inexistente para ella, ni siquiera Skeller, que debía ser el caballero que acompañaba a la hija de Mortagglia, conseguiría que apartase sus ojos del nuevo objetivo que acababa de ponerse. Belladonna, sí, ella acababa de ganarse con sus palabras el completo interés de la de cabellos cenicientos, que no descansaría hasta darle el peor final posible.
Jules, al ver cómo aquella individua colocaba uno de sus brazos por encima de los hombros de su hermana, cometió el error de apuntar a la hechicera con su ballesta y no disparar de inmediato, acto por el cual recibió un oscuro rayo que lo estampó contra una de las paredes, quedando inconsciente a causa del fuerte impacto. Eso sirvió para que la centinela se hiciese una idea de los poderes de su adversaria, y para que comprendiese que probablemente, sin su varita no sería nada. Bien, podía cortarle la mano y ocuparse del resto después, solo necesitaba estar algo más cerca, aunque de momento eso no iba a ser posible.
Rachel corrió junto a su hermano y pidió ayuda, quizá aquello le sirviese de lección para elegir de una buena vez el bando al que quería pertenecer, aunque en cuanto la lucha terminase, Elen no pensaba darle ocasión de hacerlo. Bella imitó la desesperada petición de la bio cibernética con su desagradable voz, y entonces intervino Skeller para tratar de hacer sentir culpable a la benjamina de los Calhoun, cosa que no iba a conseguir ni por asomo. Ella lo había dejado bien claro en la aldea, no obligaría a nadie a seguirla, así que aunque lamentaba haber perdido momentáneamente a uno de sus aliados, las palabras del vampiro cayeron en saco roto. Su advertencia también lo hizo, pues la oscuridad del medallón le decía lo contrario, que podía arrasar a aquella panda de chupasangres y que de hecho debía hacerlo, una pena que el sol no estuviese de su parte.
Imaginar a Belladona atada a un poste en el centro de Sacrestic, desnuda y quemándose viva a causa del fuego, mientras Mortagglia le hacía compañía y corría la misma suerte por culpa del astro rey le resultó de lo más tentador, ver sus cuerpos llenos de dolorosas ampollas y que sus gritos se oyesen por toda la ciudad sería de lo más placentero para la tensai, pero ya que no podía contar con ello tendría que buscar otra muerte para aquella mujer que de buenas a primeras, se convirtió en una oscura sombra. Tanto ella como Skeller recorrieron la estancia convertidos en negras estelas, consiguiendo poner nervioso a Alister, ya que esperaba algún ataque sorpresa por parte de alguno de los dos.
En vez de eso, las oscuras sombras rompieron los cristales y atravesaron a los de su bando, dándoles fuerzas para que se abalanzasen sobre Elen y su compañero, que ahora eran los únicos capaces de combatir. El dragón no se hizo esperar, lanzó una potente llamarada y quemó con ella a los enemigos más cercanos, arrancando horribles alaridos de sus gargantas, no cabía duda de que en aquella situación, y teniendo en cuenta la debilidad natural de los vampiros al ígneo elemento, Alister era su mejor aliado. Pero Elen no iba a quedarse atrás, dejó salir nuevamente sus cuchillos y estos cortaron el aire hasta alcanzar a tres chupasangres, justo en la garganta, como había hecho en la entrada con los acompañantes de Oleander. La pena de tener tantos objetivos era que no podía centrarse en uno en particular para divertirse, pero la visión del par de oscuras sombras abandonando la estancia la apremiaban a terminar con los presentes y perseguir a Belladonna antes de que decidiese escapar.
Otra tanda de cuchillos salió disparada, mientras valiéndose de la electricidad que envolvía su brazo, la joven aturdía a los oponentes más cercanos a su posición para acto seguido darles muerte con su daga. La afilada hoja se hundió en el vientre del primero, y tras tirar de ella horizontalmente para agrandar el corte lo suficiente, el vampiro tuvo que dejar el combate para sujetarse las tripas que comenzaban a salírsele del cuerpo, cayendo de rodillas en cuestión de segundos y sin posibilidad de salvarse. El siguiente tuvo un final algo más digno, la joven decidió rajarle el cuello porque otro individuo se estaba acercando peligrosamente, ese era el único problema que veía al número, no tenía tiempo para ocuparse debidamente de ellos.
El cazador por su parte seguía manteniendo a raya a cuantos se le acercaban con ayuda del fuego, y poco a poco consiguió que se lo pensasen antes de lanzarse en su dirección, nadie deseaba morir quemado y mucho menos un miembro de aquella raza, para la cual las llamas resultaban especialmente dolorosas. La benjamina de los Calhoun continuó avanzando hacia el lugar por el que habían desaparecido Skeller y Belladona, pero de repente notó algo raro, la electricidad ya no le respondía. - ¿Qué demonios? - preguntó en un susurro apenas audible, antes de ver que estaba dentro de un extraño círculo que de buenas a primeras había aparecido en el suelo. La exclamación de una mujer atrajo su mirada, y tras confesar que aquello era obra suya, la extraña se lanzó junto con los demás hacia ella.
Fue entonces cuanto Elen desenvainó una de sus espadas, y blandiéndola con fiereza, comenzó a luchar sin sus poderes, aunque eso no la echaría para atrás sino todo lo contrario. Belladonna debía tenerle miedo si se había valido de una treta como aquella para ponerla en desventaja, estúpida bruja, pronto le llegaría su hora. La de ojos verdes se dejó guiar por la oscuridad del medallón, y en su camino fue rajando y cercenando las extremidades superiores de aquellos que se atrevían a atacarla, hasta llegar a la culpable de aquel círculo, a la cual esperaba con impaciencia. El choque entre ambas fue brusco, pero los entrenamientos que había recibido la hechicera en Lunargenta no fueron en vano, consiguió herirla en el pecho, y a modo de venganza lo siguiente que hizo la bruja fue sujetar la empuñadura con ambas manos para dar la fuerza suficiente al siguiente tajo, aquel con que casi consiguió decapitarla.
La sangre brotó a borbotones por la herida del cuello y consiguió que la mujer se desplomase, con una expresión de miedo y dolor que quedaría grabada en su níveo rostro.
Off: ¿El círculo de poder afecta a Alister también?
Sin embargo, Elen no tuvo tiempo de responder a sus palabras, los vampiros comenzaban a salir de sus agujeros y se acercaban a ellos en gran número, así que tendría que esperar para llevar a cabo su particular purga del grupo. La maligna sonrisa volvió a su rostro al ver a tantos enemigos juntos, quedaba claro que la Hermandad no había escatimado en hombres para recibirla, y con ello acababa de proveerle un montón de víctimas con las que divertirse. El sonido de unos tacones repiqueteando en el piso superior atrajo la atención de todos, ¿venía Mortagglia también a unirse a la fiesta? Eso hubiese sido de lo más interesante, puede que la gran batalla final ni siquiera hiciese falta después de aquel encuentro, pero no fue la Dama quien apareció, sino otra mujer a la que Elen hasta el momento no había visto antes.
Los vampiros se apartaron para dejar paso a dos figuras, la de un hombre y la de la recién llegada, a la que Jules identificó como Belladonna. - Perfecto. - pensó la tensai, al tiempo que clavaba sus verdes ojos sobre ella, había llegado la hora de hacerla pagar por haber atacado a su familia. Su rostro no se borraría de la mente de la bruja hasta que la hubiese matado con sus propias manos, y por supuesto, causándole tanto dolor como le fuese posible. Belladonna caminó de un lado a otro mientras su acompañante los saludaba, en silencio y sin quitar ojo a la centinela, a la que se atrevió a apuntar con su varita instantes después.
A juzgar por sus palabras aquella maga la conocía tanto a ella como a su familia, pero no solo eso, se atrevió a insultar a su difunto padre y a burlarse de su madre, cosa por la que su muerte sería todavía más dolorosa si cabe. Rachel y Lexie pasaron inmediatamente a un tercer plano casi inexistente para ella, ni siquiera Skeller, que debía ser el caballero que acompañaba a la hija de Mortagglia, conseguiría que apartase sus ojos del nuevo objetivo que acababa de ponerse. Belladonna, sí, ella acababa de ganarse con sus palabras el completo interés de la de cabellos cenicientos, que no descansaría hasta darle el peor final posible.
Jules, al ver cómo aquella individua colocaba uno de sus brazos por encima de los hombros de su hermana, cometió el error de apuntar a la hechicera con su ballesta y no disparar de inmediato, acto por el cual recibió un oscuro rayo que lo estampó contra una de las paredes, quedando inconsciente a causa del fuerte impacto. Eso sirvió para que la centinela se hiciese una idea de los poderes de su adversaria, y para que comprendiese que probablemente, sin su varita no sería nada. Bien, podía cortarle la mano y ocuparse del resto después, solo necesitaba estar algo más cerca, aunque de momento eso no iba a ser posible.
Rachel corrió junto a su hermano y pidió ayuda, quizá aquello le sirviese de lección para elegir de una buena vez el bando al que quería pertenecer, aunque en cuanto la lucha terminase, Elen no pensaba darle ocasión de hacerlo. Bella imitó la desesperada petición de la bio cibernética con su desagradable voz, y entonces intervino Skeller para tratar de hacer sentir culpable a la benjamina de los Calhoun, cosa que no iba a conseguir ni por asomo. Ella lo había dejado bien claro en la aldea, no obligaría a nadie a seguirla, así que aunque lamentaba haber perdido momentáneamente a uno de sus aliados, las palabras del vampiro cayeron en saco roto. Su advertencia también lo hizo, pues la oscuridad del medallón le decía lo contrario, que podía arrasar a aquella panda de chupasangres y que de hecho debía hacerlo, una pena que el sol no estuviese de su parte.
Imaginar a Belladona atada a un poste en el centro de Sacrestic, desnuda y quemándose viva a causa del fuego, mientras Mortagglia le hacía compañía y corría la misma suerte por culpa del astro rey le resultó de lo más tentador, ver sus cuerpos llenos de dolorosas ampollas y que sus gritos se oyesen por toda la ciudad sería de lo más placentero para la tensai, pero ya que no podía contar con ello tendría que buscar otra muerte para aquella mujer que de buenas a primeras, se convirtió en una oscura sombra. Tanto ella como Skeller recorrieron la estancia convertidos en negras estelas, consiguiendo poner nervioso a Alister, ya que esperaba algún ataque sorpresa por parte de alguno de los dos.
En vez de eso, las oscuras sombras rompieron los cristales y atravesaron a los de su bando, dándoles fuerzas para que se abalanzasen sobre Elen y su compañero, que ahora eran los únicos capaces de combatir. El dragón no se hizo esperar, lanzó una potente llamarada y quemó con ella a los enemigos más cercanos, arrancando horribles alaridos de sus gargantas, no cabía duda de que en aquella situación, y teniendo en cuenta la debilidad natural de los vampiros al ígneo elemento, Alister era su mejor aliado. Pero Elen no iba a quedarse atrás, dejó salir nuevamente sus cuchillos y estos cortaron el aire hasta alcanzar a tres chupasangres, justo en la garganta, como había hecho en la entrada con los acompañantes de Oleander. La pena de tener tantos objetivos era que no podía centrarse en uno en particular para divertirse, pero la visión del par de oscuras sombras abandonando la estancia la apremiaban a terminar con los presentes y perseguir a Belladonna antes de que decidiese escapar.
Otra tanda de cuchillos salió disparada, mientras valiéndose de la electricidad que envolvía su brazo, la joven aturdía a los oponentes más cercanos a su posición para acto seguido darles muerte con su daga. La afilada hoja se hundió en el vientre del primero, y tras tirar de ella horizontalmente para agrandar el corte lo suficiente, el vampiro tuvo que dejar el combate para sujetarse las tripas que comenzaban a salírsele del cuerpo, cayendo de rodillas en cuestión de segundos y sin posibilidad de salvarse. El siguiente tuvo un final algo más digno, la joven decidió rajarle el cuello porque otro individuo se estaba acercando peligrosamente, ese era el único problema que veía al número, no tenía tiempo para ocuparse debidamente de ellos.
El cazador por su parte seguía manteniendo a raya a cuantos se le acercaban con ayuda del fuego, y poco a poco consiguió que se lo pensasen antes de lanzarse en su dirección, nadie deseaba morir quemado y mucho menos un miembro de aquella raza, para la cual las llamas resultaban especialmente dolorosas. La benjamina de los Calhoun continuó avanzando hacia el lugar por el que habían desaparecido Skeller y Belladona, pero de repente notó algo raro, la electricidad ya no le respondía. - ¿Qué demonios? - preguntó en un susurro apenas audible, antes de ver que estaba dentro de un extraño círculo que de buenas a primeras había aparecido en el suelo. La exclamación de una mujer atrajo su mirada, y tras confesar que aquello era obra suya, la extraña se lanzó junto con los demás hacia ella.
Fue entonces cuanto Elen desenvainó una de sus espadas, y blandiéndola con fiereza, comenzó a luchar sin sus poderes, aunque eso no la echaría para atrás sino todo lo contrario. Belladonna debía tenerle miedo si se había valido de una treta como aquella para ponerla en desventaja, estúpida bruja, pronto le llegaría su hora. La de ojos verdes se dejó guiar por la oscuridad del medallón, y en su camino fue rajando y cercenando las extremidades superiores de aquellos que se atrevían a atacarla, hasta llegar a la culpable de aquel círculo, a la cual esperaba con impaciencia. El choque entre ambas fue brusco, pero los entrenamientos que había recibido la hechicera en Lunargenta no fueron en vano, consiguió herirla en el pecho, y a modo de venganza lo siguiente que hizo la bruja fue sujetar la empuñadura con ambas manos para dar la fuerza suficiente al siguiente tajo, aquel con que casi consiguió decapitarla.
La sangre brotó a borbotones por la herida del cuello y consiguió que la mujer se desplomase, con una expresión de miedo y dolor que quedaría grabada en su níveo rostro.
Off: ¿El círculo de poder afecta a Alister también?
Elen Calhoun
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Re: El Reino del Terror - Parte 1 [Libre] [3/4] [+18] [Cerrado]
No creía en los dioses pero recé con todas mis fuerzas por una temprana recuperación de Jules. Por fortuna, el golpe de Madame Boisson no había sido letal, la bruja estaba loca y tenía un inmenso poder, pero conocía sus límites, y gastar su maná para producir hechizos altamente destructivos sobre Jules era estúpido. Se reservaba lo mejor para Elen, a quien consideraba su verdadera rival en aquella batalla.
-Ra-Rachel. – susurró el brujo, intentando abrir los ojos.
-Sshh. Descansa. Te sacaré de aquí. – le prometí con confianza. Había cometido un grave error no advirtiéndolos de que estábamos dirigiéndonos a la guarida de la Hermandad. Definitivamente, no debería haberme fiado de NIA. ¿Por qué me seguía dando instrucciones? Se supone que ya no podía.
Las dos estelas de humo comenzaron a salir por la sala y entrar, embriagando de poder a los vampiros que se lanzaron a sus dos enemigos principales, Alister y Elen. El dragón se defendía a base de llamaradas, mientras que la bruja optaba por ataques físicos con sus cuchillos, demostrando que además de ser muy poderosa, era muy ágil.
Sentí a mi lado algo removerse y pude ver como Lexie corría a esconderse a un pequeño cajón subterráneo nuestro lado en medio de la batalla. No se había lanzado sin sentido a por uno de los dos, corriendo probablemente el destino de los muchos miembros de la Hermandad que se lanzaban contra dragón y bruja. La acción de la vampiresa me dio una idea genial para sacar a mi hermano de aquel embrollo, y es que yo tenía los planos de la fortaleza en mi mente, por lo que sabía perfectamente por donde podía escapar. Como sabía que había un pasadizo secreto sin vampiros justo detrás de la tercera estatua.
Rápidamente, levanté a Jules con gran facilidad gracias a mi fuerza robótica y me dirigí a dicha estatua, empujé con todas mis fuerzas y conseguí desplazarla lo suficiente como para abrir un pequeño hueco por el que podía entrar Jules. – Entra ahí. Escapa. La Hermandad irá a por ti si te ven. – le dije a mi hermano, él no podía luchar, estaba muy mareado.
-No pienso abandonarte, Rachel. – dijo él, tratando de salir del agujero.
-No pedí tu opinión. Estaré bien. Son mis aliados. – comenté, cerrando la entrada del pasadizo devolviendo la estatua a su lugar, para que el brujo no pudiese escapar.
-¡Rachel! ¡Rachel! – gritó al otro lado de la roca. - ¡Mierda!
Cuando me di la vuelta noté como un círculo de luz cubría la sala, y una vampiresa declaraba que aquello anulaba el uso de la magia en su interior. Aquel había sido un gran movimiento por parte de aquella sierva de la Dama, pero sin embargo, aquello dejaría también sin recursos a Madame Boisson, quien se encontraba aún danzando por los aires en forma de humo negro junto a Skeller, saliendo y entrando de la sala continuamente. Ambos terminaron saliendo del lugar.
Elen Calhoun, sin poderes eléctricos, se resolvió para encontrar la manera de acabar con aquella mujer de una manera salvaje. Rajándole literalmente el cuello por la mitad, quedando su cabeza colgando por el otro de los extremos. Una muerte cruel y sanguinaria que hizo que me llevase las manos a la cabeza horrorizada. Al morir la creadora, la esfera de luz comenzó a difuminarse y, cuando ésta terminase de ser destruida, la bruja recuperaría sus poderes de energía. Pero entonces, llegaría el momento que desequilibraría la balanza, o eso parecía.
Una de las sombras oscuras resurgió de una de las estancias para ir directamente a por Alister. Se acercó al mismo y volvió a su forma natural. Era la de Skeller, que se materializó sobre su lomo, fuera del ángulo de su cabeza para que éste no le quemara también, y con sus afiladas garras trató de desgarrar al alado con todas sus fuerzas, tratando además de morderle con sus fuertes colmillos. Momento que aprovecharon más chupasangres para abalanzarse sobre él y hacer el mismo movimiento. ¿Saldría el dragón de aquel entuerto?
La segunda de las sombras apareció mientras la esfera de magia se encontraba difuminándose por completo, de manera que no pudo recibir ningún golpe, se dirigó hacia Elen, el humo la elevó por los aires, atravesó una de las ventanas y la tiró al enorme patio central frente a la mansión. Salí corriendo de la estancia mientras los chupasangres de Skeller trataban de reducir y masacrar al dragón, que comenzaba a verse afectado por la superioridad numérica.
-Parece que los vampiros comienzan a tener ventaja.– hice notar a Lexie con cara de circunstancias, no sabía si esto era bueno o malo. Y me dispuse a salir fuera, a donde Madame Boisson se había llevado a Elen. Allí tenía pinta de encontrarse la parte decisiva de la batalla. ¿Serían capaz Elen y Alister solos de derrotar a la Hermandad en su propia casa? Era muy poco probable. Se habían venido demasiado arriba.
Mientras Elen se levantaba, Belladonna giró en círculos, incendiándolo todo a su paso, generando un enorme anillo de fuego, entonces la enorme sombra de humo se materializó frente a ella. El círculo se cerró tan rápido que ni siquiera me dio tiempo acceder a él para ayudar a cualquiera de las dos brujas. Únicamente ellas dos quedaron en el interior del mismo.
-JA JA JA JA JA – Madame Boisson reía a carcajada limpia. – Bruja canosa. ¿Te crees poderosa? ¿Invencible? JA JA JA JA. ¡LUCHA! ¡ESTÚPIDA! – gritó, y la señaló con la varita, comenzaba a concentrar oscuridad en torno a esta. - ¿Rayitos? ¿Eso es lo que te enseñaron en el cole, eh? ¡El Hekshold! ¡Qué miedo! – puso una irónica cara de miedo. - JA JA JA JA JA ¡Eres basura! ¡Te haré tragar el medallón ese que te da poder y tendrás que revolver entre tus tripas para recuperarlo! – le dijo en una clara referencia a algo que yo desconocía, pero que Madame tal vez supiese por su relación con Vladimir el Centinela.
En el piso superior de la mansión se abrieron la puerta y la esbelta figura de una mujer salió al balcón para observar el combate desde las alturas. – Madame Mortagglia. – musité sorprendida. ¿Ella también estaba allí? No era de sorprender. Aquella era la base principal del grupo.
-¡Mamá! ¡Hooooolaaaaa! – Belladonna comenzó a saltar y a gesticular con los brazos en dirección a la Dama. - ¡Hoy voy a matar a torturar una bruja! – juntó sus manos alrededor de su boca para que se oyera más.
La Dama no contestó, simplemente se apoyó sobre la barandilla dispuesta a ver el macabro espectáculo que se avenía entre aquellas dos sádicas sin ningún tipo de remordimiento.
-Elen. – comentó la Dama. – Esos jinetes oscuros son poderosos. Veamos cómo te desenvuelves contra alguien de entidad y si estás preparada para enfrentarte a ellos. – hizo una pausa, y movió con tranquilidad su cabeza hacia su hija. – Bella, recuerda lo que te dije; no la mates. – le recordó hacia ella. ¿Lo que le dijo? Aquello me extrañó demasiado. ¿Acaso la Dama buscaba algo de Elen?
-Jo… - rechistó de mala gana Bella, mientras preparaba su varita para la batalla.
¿Quién de las dos ganaría aquel duelo de sádicas, viscerales y ególatras? Yo no podía ser más que una mera espectadora.
Off: Elen puedes servirte de Bella como quieras para el combate a tu gusto, como si quieres inventarte poderes suyos o decir lo que te dice ^^. Es tan brutal y sádica como tú ahora mismo.
Sobre lo de Alister, ni idea, lo hizo Lexie, imagino que no le afectaría ya que un dragón no es magia como la de un brujo
-Ra-Rachel. – susurró el brujo, intentando abrir los ojos.
-Sshh. Descansa. Te sacaré de aquí. – le prometí con confianza. Había cometido un grave error no advirtiéndolos de que estábamos dirigiéndonos a la guarida de la Hermandad. Definitivamente, no debería haberme fiado de NIA. ¿Por qué me seguía dando instrucciones? Se supone que ya no podía.
Las dos estelas de humo comenzaron a salir por la sala y entrar, embriagando de poder a los vampiros que se lanzaron a sus dos enemigos principales, Alister y Elen. El dragón se defendía a base de llamaradas, mientras que la bruja optaba por ataques físicos con sus cuchillos, demostrando que además de ser muy poderosa, era muy ágil.
Sentí a mi lado algo removerse y pude ver como Lexie corría a esconderse a un pequeño cajón subterráneo nuestro lado en medio de la batalla. No se había lanzado sin sentido a por uno de los dos, corriendo probablemente el destino de los muchos miembros de la Hermandad que se lanzaban contra dragón y bruja. La acción de la vampiresa me dio una idea genial para sacar a mi hermano de aquel embrollo, y es que yo tenía los planos de la fortaleza en mi mente, por lo que sabía perfectamente por donde podía escapar. Como sabía que había un pasadizo secreto sin vampiros justo detrás de la tercera estatua.
Rápidamente, levanté a Jules con gran facilidad gracias a mi fuerza robótica y me dirigí a dicha estatua, empujé con todas mis fuerzas y conseguí desplazarla lo suficiente como para abrir un pequeño hueco por el que podía entrar Jules. – Entra ahí. Escapa. La Hermandad irá a por ti si te ven. – le dije a mi hermano, él no podía luchar, estaba muy mareado.
-No pienso abandonarte, Rachel. – dijo él, tratando de salir del agujero.
-No pedí tu opinión. Estaré bien. Son mis aliados. – comenté, cerrando la entrada del pasadizo devolviendo la estatua a su lugar, para que el brujo no pudiese escapar.
-¡Rachel! ¡Rachel! – gritó al otro lado de la roca. - ¡Mierda!
Cuando me di la vuelta noté como un círculo de luz cubría la sala, y una vampiresa declaraba que aquello anulaba el uso de la magia en su interior. Aquel había sido un gran movimiento por parte de aquella sierva de la Dama, pero sin embargo, aquello dejaría también sin recursos a Madame Boisson, quien se encontraba aún danzando por los aires en forma de humo negro junto a Skeller, saliendo y entrando de la sala continuamente. Ambos terminaron saliendo del lugar.
Elen Calhoun, sin poderes eléctricos, se resolvió para encontrar la manera de acabar con aquella mujer de una manera salvaje. Rajándole literalmente el cuello por la mitad, quedando su cabeza colgando por el otro de los extremos. Una muerte cruel y sanguinaria que hizo que me llevase las manos a la cabeza horrorizada. Al morir la creadora, la esfera de luz comenzó a difuminarse y, cuando ésta terminase de ser destruida, la bruja recuperaría sus poderes de energía. Pero entonces, llegaría el momento que desequilibraría la balanza, o eso parecía.
Una de las sombras oscuras resurgió de una de las estancias para ir directamente a por Alister. Se acercó al mismo y volvió a su forma natural. Era la de Skeller, que se materializó sobre su lomo, fuera del ángulo de su cabeza para que éste no le quemara también, y con sus afiladas garras trató de desgarrar al alado con todas sus fuerzas, tratando además de morderle con sus fuertes colmillos. Momento que aprovecharon más chupasangres para abalanzarse sobre él y hacer el mismo movimiento. ¿Saldría el dragón de aquel entuerto?
La segunda de las sombras apareció mientras la esfera de magia se encontraba difuminándose por completo, de manera que no pudo recibir ningún golpe, se dirigó hacia Elen, el humo la elevó por los aires, atravesó una de las ventanas y la tiró al enorme patio central frente a la mansión. Salí corriendo de la estancia mientras los chupasangres de Skeller trataban de reducir y masacrar al dragón, que comenzaba a verse afectado por la superioridad numérica.
-Parece que los vampiros comienzan a tener ventaja.– hice notar a Lexie con cara de circunstancias, no sabía si esto era bueno o malo. Y me dispuse a salir fuera, a donde Madame Boisson se había llevado a Elen. Allí tenía pinta de encontrarse la parte decisiva de la batalla. ¿Serían capaz Elen y Alister solos de derrotar a la Hermandad en su propia casa? Era muy poco probable. Se habían venido demasiado arriba.
Mientras Elen se levantaba, Belladonna giró en círculos, incendiándolo todo a su paso, generando un enorme anillo de fuego, entonces la enorme sombra de humo se materializó frente a ella. El círculo se cerró tan rápido que ni siquiera me dio tiempo acceder a él para ayudar a cualquiera de las dos brujas. Únicamente ellas dos quedaron en el interior del mismo.
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-JA JA JA JA JA – Madame Boisson reía a carcajada limpia. – Bruja canosa. ¿Te crees poderosa? ¿Invencible? JA JA JA JA. ¡LUCHA! ¡ESTÚPIDA! – gritó, y la señaló con la varita, comenzaba a concentrar oscuridad en torno a esta. - ¿Rayitos? ¿Eso es lo que te enseñaron en el cole, eh? ¡El Hekshold! ¡Qué miedo! – puso una irónica cara de miedo. - JA JA JA JA JA ¡Eres basura! ¡Te haré tragar el medallón ese que te da poder y tendrás que revolver entre tus tripas para recuperarlo! – le dijo en una clara referencia a algo que yo desconocía, pero que Madame tal vez supiese por su relación con Vladimir el Centinela.
En el piso superior de la mansión se abrieron la puerta y la esbelta figura de una mujer salió al balcón para observar el combate desde las alturas. – Madame Mortagglia. – musité sorprendida. ¿Ella también estaba allí? No era de sorprender. Aquella era la base principal del grupo.
- Mortagglia:
-¡Mamá! ¡Hooooolaaaaa! – Belladonna comenzó a saltar y a gesticular con los brazos en dirección a la Dama. - ¡Hoy voy a matar a torturar una bruja! – juntó sus manos alrededor de su boca para que se oyera más.
La Dama no contestó, simplemente se apoyó sobre la barandilla dispuesta a ver el macabro espectáculo que se avenía entre aquellas dos sádicas sin ningún tipo de remordimiento.
-Elen. – comentó la Dama. – Esos jinetes oscuros son poderosos. Veamos cómo te desenvuelves contra alguien de entidad y si estás preparada para enfrentarte a ellos. – hizo una pausa, y movió con tranquilidad su cabeza hacia su hija. – Bella, recuerda lo que te dije; no la mates. – le recordó hacia ella. ¿Lo que le dijo? Aquello me extrañó demasiado. ¿Acaso la Dama buscaba algo de Elen?
-Jo… - rechistó de mala gana Bella, mientras preparaba su varita para la batalla.
¿Quién de las dos ganaría aquel duelo de sádicas, viscerales y ególatras? Yo no podía ser más que una mera espectadora.
Off: Elen puedes servirte de Bella como quieras para el combate a tu gusto, como si quieres inventarte poderes suyos o decir lo que te dice ^^. Es tan brutal y sádica como tú ahora mismo.
Sobre lo de Alister, ni idea, lo hizo Lexie, imagino que no le afectaría ya que un dragón no es magia como la de un brujo
Rachel Roche
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Re: El Reino del Terror - Parte 1 [Libre] [3/4] [+18] [Cerrado]
Ahora si se nos había armado en grande y eso estaba claro. Aparentemente los miembros de la hermandad tenían una extraña política suicida, puesto que la joven que había conjurado aquel extraño círculo mágico no dudó en lanzarse contra la bruja, recibiendo su patética muerte instantes después. Bueno, debía darle crédito a la bruja por seguir luchando con tanta ferocidad, pese a que por el momento no podía usar su magia. No iba a negarlo, era mucho más aterradora así, que en su estado normal. Debía mantenerme lejos de ella si es que quería salvar mi trasero, aunque sospechaba que pronto me vería en la penosa necesidad de buscar otro escondite. Observé a Rachel arrastrar a su hermano hasta una extraña estatua, moviéndola con una fuerza sorprendente, para finalmente dejarle dentro de un extraño agujero antes de volver a poner la estatua donde estaba.
Bien, anotado, no debía meterme mucho con nadie de ese lugar, todos eran un maldito peligro para mi estabilidad física. En medio de tanta masacre pude captar una de las sombras que danzaban en el aire y ésta se dirigía al dragón, buscando la manera de dañarlo a punta de arañazos y mordidas, secundado por otro montón de vampiros, quienes intentaban generarle un daño similar. Nuevamente comencé las apuestas en mi mente, decidiendo quien de ellos se llevaría mi voto de confianza, considerando el hecho de que nunca esperaba nada de mi raza y aun así lograban decepcionarme. La segunda sombra no tardó en aparecer, arremetiendo contra Elen y elevándola por los aires, para después llevarla a través de una ventana y perderse de mi vista. Mascullé una maldición, pensando en sí debería husmear para ver en que acababa todo, cuando una voz me sobresaltó causándome un susto de muerte.
Le lancé mi mejor mirada de muerte a Rachel, tratando de tranquilizar mi ritmo cardiaco que casi se perdía a causa de aquella inesperada intervención. Debía admitir que las cosas comenzaban a ponerse interesantes y la afirmación de la joven solo servía para aumentar mi curiosidad en cuanto a lo que sucedería afuera. El revuelo de afuera volvió a capturar mi atención, al divisar un extraño circulo de fuego formarse, haciéndome salir por fin de mi condenado escondite. Venga que no todos los días uno podía presenciar tan interesante espectáculo, sería una estupidez de mi parte perdérmelo. Me coloqué junto a Rachel, preguntándome cómo haría Elen para librarse de todo aquello; después de todo se encontraba en desventaja con su perro separado de ella.
Todo se resumía a la batalla entre las dos brujas. ¿Quién ganaría? Esa era una buena pregunta. Madame Belladona parecía ser bastante poderosa, pero la bruja de cabellos cenizos había dejado muy en claro que de dócil tenía lo mismo que yo de virgen, o séase: nada. Froté un poco mis oídos tratando de amortiguar los horrendos gritos que eran proferidos por boca de la bruja mayor. No importaba cuan poderosa fuese, esos espantosos berridos eran insoportables. Afortunadamente no tardó mucho en callarse a causa de una extraña figura que observaba todo desde el piso superior. Estaba a punto de preguntarme de quién se trataba, cuando la oportuna voz de Rache volvió a hacerse presente, diciendo que se trataba de nada más y nada menos que Madame Mortagglia.
—Parece que la diversión apenas comienza —dije sorprendida, mirando a Elen desde mi lugar.
La mujer se dirigió a la de cabellos cenizos, para finalmente dedicarle unas palabras a la otra bruja, pidiéndole que no matara a la joven. ¿Creen que la iban a derrotar tan fácil? Esta gente de la hermandad debía ser muy confiada o muy imbécil, pero por el momento me quedaría a observar y ver como se desarrollaba todo antes de decidir que bando sería el mejor para mantener mi trasero intacto.
OFF: Lamento si en este post no hubo mucha participación de mi parte, realmente no me sabía bien interferir y preferí dejar que se dieran en la mom ustedes solas xDDD (?)Bien, anotado, no debía meterme mucho con nadie de ese lugar, todos eran un maldito peligro para mi estabilidad física. En medio de tanta masacre pude captar una de las sombras que danzaban en el aire y ésta se dirigía al dragón, buscando la manera de dañarlo a punta de arañazos y mordidas, secundado por otro montón de vampiros, quienes intentaban generarle un daño similar. Nuevamente comencé las apuestas en mi mente, decidiendo quien de ellos se llevaría mi voto de confianza, considerando el hecho de que nunca esperaba nada de mi raza y aun así lograban decepcionarme. La segunda sombra no tardó en aparecer, arremetiendo contra Elen y elevándola por los aires, para después llevarla a través de una ventana y perderse de mi vista. Mascullé una maldición, pensando en sí debería husmear para ver en que acababa todo, cuando una voz me sobresaltó causándome un susto de muerte.
Le lancé mi mejor mirada de muerte a Rachel, tratando de tranquilizar mi ritmo cardiaco que casi se perdía a causa de aquella inesperada intervención. Debía admitir que las cosas comenzaban a ponerse interesantes y la afirmación de la joven solo servía para aumentar mi curiosidad en cuanto a lo que sucedería afuera. El revuelo de afuera volvió a capturar mi atención, al divisar un extraño circulo de fuego formarse, haciéndome salir por fin de mi condenado escondite. Venga que no todos los días uno podía presenciar tan interesante espectáculo, sería una estupidez de mi parte perdérmelo. Me coloqué junto a Rachel, preguntándome cómo haría Elen para librarse de todo aquello; después de todo se encontraba en desventaja con su perro separado de ella.
Todo se resumía a la batalla entre las dos brujas. ¿Quién ganaría? Esa era una buena pregunta. Madame Belladona parecía ser bastante poderosa, pero la bruja de cabellos cenizos había dejado muy en claro que de dócil tenía lo mismo que yo de virgen, o séase: nada. Froté un poco mis oídos tratando de amortiguar los horrendos gritos que eran proferidos por boca de la bruja mayor. No importaba cuan poderosa fuese, esos espantosos berridos eran insoportables. Afortunadamente no tardó mucho en callarse a causa de una extraña figura que observaba todo desde el piso superior. Estaba a punto de preguntarme de quién se trataba, cuando la oportuna voz de Rache volvió a hacerse presente, diciendo que se trataba de nada más y nada menos que Madame Mortagglia.
—Parece que la diversión apenas comienza —dije sorprendida, mirando a Elen desde mi lugar.
La mujer se dirigió a la de cabellos cenizos, para finalmente dedicarle unas palabras a la otra bruja, pidiéndole que no matara a la joven. ¿Creen que la iban a derrotar tan fácil? Esta gente de la hermandad debía ser muy confiada o muy imbécil, pero por el momento me quedaría a observar y ver como se desarrollaba todo antes de decidir que bando sería el mejor para mantener mi trasero intacto.
P.D: Lo del el efecto del circulo lo expliqué a Elen por mp ^^
Lexie Ivannovich
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Re: El Reino del Terror - Parte 1 [Libre] [3/4] [+18] [Cerrado]
Con la muerte de la creadora del círculo antimagia, éste comenzó a debilitarse, clara señal de que pronto la hechicera volvería a tener sus poderes, pero debía seguir luchando hasta que eso ocurriese. Elen le estaba pillando el gusto a pelear con armas en vez de con su elemento, ver el suelo de la sala casi completamente teñido con el color de la sangre le resultaba una agradable visión, pero su objetivo aún seguía fuera de su alcance, cosa que debía cambiar. Casi como si los dioses hubiesen escuchado su deseo, una de las oscuras sombras regresó a la sala, pero no se trataba de Belladonna sino de Skeller, que se dirigió hacia el dragón y volvió a su forma humana una vez situado fuera de la línea de fuego, sobre el lomo de Alister.
Valiéndose de sus garras y colmillos, el vampiro trató de herir a su oponente tanto como le fuese posible mientras buena parte de los chupasangres que aún seguían con vida en la estancia corrieron para darle apoyo. Elen, que vio la escena por el rabillo del ojo, se dispuso a ayudarlo, pero antes de que pudiese hacer nada Belladonna volvió a la sala, y utilizando su oscura forma la levantó del suelo, para posteriormente hacerla salir a través de una de las ventanas y tirarla al exterior.
Lo último que escuchó la tensai de su compañero fue un gutural rugido, seguido de un fuerte golpe que hizo temblar una de las paredes. Alister no iba a darse por vencido fácilmente, y en un intento por librarse de Skeller, había chocado de espaldas contra una de las estatuas que decoraban el salón, consiguiendo que su atacante se llevase todo el impacto. Con esto el alado pretendía debilitarlo lo suficiente para quitárselo de encima, así que repitió la acción un par de veces más, sin dejar de lanzar llamaradas a cuantos se le acercaban por delante o los flancos. El fuego por suerte seguía siendo su mejor aliado, con que uno de sus proyectiles tocase el cuerpo de los enemigos que se abalanzaban sobre él bastaría para hacerlos arder, pero ahora que estaba separado de la hechicera no tenía idea de qué podía estar pasando fuera, ni de si Elen sería capaz de enfrentarse a la mujer que la había sacado del lugar.
¿Por qué entrar allí cuando había tanto en juego? Si la benjamina de los Calhoun moría él perdería cualquier opción de vengar a su hermana, Vladimir no era un tipo con el que quisiese trabar amistad y mucho menos compartir camino, pero había algo más, si la bruja perdía la vida en aquella mansión los centinelas volverían a ser tres y no cuatro, insuficientes para eliminar la amenaza que los jinetes representaban. Un nuevo y contundente golpe terminó de aturdir a Skeller, quien cayó al suelo tras una violenta sacudida del dragón, Alister debía darse prisa y acabar con los enemigos restantes para poder ayudar a la tensai así que no reparó en llamas, si tenía que quemar el lugar hasta los cimientos lo haría.
En el exterior, la centinela se levantaba tras el duro aterrizaje, mientras Belladonna aprovechaba para crear un círculo de fuego alrededor de ambas, de modo que nadie interviniese en su duelo. Elen recogió su espada y comenzó a notar la electricidad de nuevo en su cuerpo, ya no había círculo que la incordiase así que sería un enfrentamiento justo, sin superioridad numérica por parte de ninguno de los bandos ni trucos para ganar ventaja, solo estaban el par de hechiceras y lo que pudiesen hacer con sus habilidades. Belladonna volvió a su forma humana y comenzó a soltar una innecesaria verborrea por la boca, con aquel tono insufrible de voz que tenía.
La hechicera no perdió el tiempo en responderle, ni siquiera cuando hizo mención al medallón solar que colgaba de su cuello, no, estaba más concentrada en vigilar el extremo de la varita que apuntaba en su dirección, punto en que se estaba concentrando la oscuridad. La idea era simple, despojar a su adversaria de aquel objeto para ver cómo se las ingeniaba sin él, pero como todo, era más fácil decirlo que hacerlo, así que primero tendría que debilitarla lo suficiente para acercarse sin peligro, y tenía claro cómo quería hacerlo. Sin perder tiempo, la tensai comenzó a concentrar también su eléctrico elemento en un orbe entre sus manos, haciéndolo tan grande como le resultaba posible, pero antes de que pudiese utilizarlo, una figura llamó su atención.
Mortagglia había salido de su agujero para presenciar el espectáculo desde un balcón del piso superior, y tras ignorar las tonterías de su hija, dedicó unas palabras a la de ojos verdes, convirtiendo aquel combate en una prueba para ver si estaba capacitada para hacer frente a los jinetes. Ciertamente, aquella sería la primera vez que Elen se enfrentase a alguien con el mismo elemento que los Tarmúnil, podía servirle de entrenamiento y para conocer mejor lo que sus enemigos podrían hacer cuando llegase el momento de la batalla final. Lo extraño fue lo que la Dama dijo a continuación, recordando a su descendiente que no la matase, ¿a qué venía eso? ¿acaso quería ser ella quien diese el golpe de gracia por todo lo que la bruja había hecho para frustrar sus planes? Era una opción bastante creíble, pero de momento no debía preocuparse por eso sino por encargarse de eliminar a Belladonna.
Lograrlo ante los ojos de su madre sería un incentivo para que se esforzase, quería ver la cara de Mortagglia cuando su hija muriese en sus manos, sin duda no tendría precio. Bella tomó la iniciativa, lanzando un rayo negro como el que había usado para herir a Jules, pero su objetivo ya se lo esperaba y consiguió esquivarlo echándose a un lado, momento en que el orbe de energía salió disparado hacia el cielo. - ¡Vamos! ¡Muéstrame lo que sabes hacer! - la retó a voz en grito, mientras preparaba otro rayo para volver a atacar. El cielo sobre sus cabezas se ennegreció aún más y solo unos instantes después llegaron los fugaces destellos, seguidos de sonoros truenos que no auguraban nada bueno.
Un nuevo rayo negro cruzó el aire y pasó rozando uno de los brazos de la joven, que gracias a sus reflejos había vuelto a esquivar con éxito, aunque eso no duraría para siempre. - ¿Vas a huir igual que lo hizo Yenni? - trató de provocar, ignorando lo que se le venía encima. - No, prefiero ver cómo te fríes. - espetó Elen, justo antes de que la tormenta comenzase a descargar con fiereza sus rayos dentro del círculo, mientras el viento sacudía violentamente y amenazaba con dejar sin aliento o llevarse a alguien por los aires. La de ojos verdes podía controlar el elemento a su alrededor para no salir perjudicada, pero Belladonna tendría que ingeniárselas de otro modo, así que era hora de aprovechar el momento.
Sin miedo, la benjamina de los Calhoun corrió por entre los rayos hasta su enemiga, pero justo cuando iba a tajar con la espada para cortarle la mano en que sostenía su varita, Bella se volvió nuevamente humo y escapó, poniendo distancia entre ambas y disparando otro de sus rayos negros, que ésta vez sí alcanzó a Elen en el hombro. Parte del impacto lo absorbió la armadura, pero a pesar de ello la joven pudo notar un pinchazo de dolor, y aunque no lo viese, sabía que su piel también comenzaría a ponerse negra, igual que la de Jules.
Off: Habilidad de nivel 7: Tormenta. Rachel, dejo a tu criterio si alguno de los rayos alcanza a Bella o no, seguirán cayendo durante el próximo turno y luego se disiparán, también tienes libertad para herir un poco a Elen.
Valiéndose de sus garras y colmillos, el vampiro trató de herir a su oponente tanto como le fuese posible mientras buena parte de los chupasangres que aún seguían con vida en la estancia corrieron para darle apoyo. Elen, que vio la escena por el rabillo del ojo, se dispuso a ayudarlo, pero antes de que pudiese hacer nada Belladonna volvió a la sala, y utilizando su oscura forma la levantó del suelo, para posteriormente hacerla salir a través de una de las ventanas y tirarla al exterior.
Lo último que escuchó la tensai de su compañero fue un gutural rugido, seguido de un fuerte golpe que hizo temblar una de las paredes. Alister no iba a darse por vencido fácilmente, y en un intento por librarse de Skeller, había chocado de espaldas contra una de las estatuas que decoraban el salón, consiguiendo que su atacante se llevase todo el impacto. Con esto el alado pretendía debilitarlo lo suficiente para quitárselo de encima, así que repitió la acción un par de veces más, sin dejar de lanzar llamaradas a cuantos se le acercaban por delante o los flancos. El fuego por suerte seguía siendo su mejor aliado, con que uno de sus proyectiles tocase el cuerpo de los enemigos que se abalanzaban sobre él bastaría para hacerlos arder, pero ahora que estaba separado de la hechicera no tenía idea de qué podía estar pasando fuera, ni de si Elen sería capaz de enfrentarse a la mujer que la había sacado del lugar.
¿Por qué entrar allí cuando había tanto en juego? Si la benjamina de los Calhoun moría él perdería cualquier opción de vengar a su hermana, Vladimir no era un tipo con el que quisiese trabar amistad y mucho menos compartir camino, pero había algo más, si la bruja perdía la vida en aquella mansión los centinelas volverían a ser tres y no cuatro, insuficientes para eliminar la amenaza que los jinetes representaban. Un nuevo y contundente golpe terminó de aturdir a Skeller, quien cayó al suelo tras una violenta sacudida del dragón, Alister debía darse prisa y acabar con los enemigos restantes para poder ayudar a la tensai así que no reparó en llamas, si tenía que quemar el lugar hasta los cimientos lo haría.
En el exterior, la centinela se levantaba tras el duro aterrizaje, mientras Belladonna aprovechaba para crear un círculo de fuego alrededor de ambas, de modo que nadie interviniese en su duelo. Elen recogió su espada y comenzó a notar la electricidad de nuevo en su cuerpo, ya no había círculo que la incordiase así que sería un enfrentamiento justo, sin superioridad numérica por parte de ninguno de los bandos ni trucos para ganar ventaja, solo estaban el par de hechiceras y lo que pudiesen hacer con sus habilidades. Belladonna volvió a su forma humana y comenzó a soltar una innecesaria verborrea por la boca, con aquel tono insufrible de voz que tenía.
La hechicera no perdió el tiempo en responderle, ni siquiera cuando hizo mención al medallón solar que colgaba de su cuello, no, estaba más concentrada en vigilar el extremo de la varita que apuntaba en su dirección, punto en que se estaba concentrando la oscuridad. La idea era simple, despojar a su adversaria de aquel objeto para ver cómo se las ingeniaba sin él, pero como todo, era más fácil decirlo que hacerlo, así que primero tendría que debilitarla lo suficiente para acercarse sin peligro, y tenía claro cómo quería hacerlo. Sin perder tiempo, la tensai comenzó a concentrar también su eléctrico elemento en un orbe entre sus manos, haciéndolo tan grande como le resultaba posible, pero antes de que pudiese utilizarlo, una figura llamó su atención.
Mortagglia había salido de su agujero para presenciar el espectáculo desde un balcón del piso superior, y tras ignorar las tonterías de su hija, dedicó unas palabras a la de ojos verdes, convirtiendo aquel combate en una prueba para ver si estaba capacitada para hacer frente a los jinetes. Ciertamente, aquella sería la primera vez que Elen se enfrentase a alguien con el mismo elemento que los Tarmúnil, podía servirle de entrenamiento y para conocer mejor lo que sus enemigos podrían hacer cuando llegase el momento de la batalla final. Lo extraño fue lo que la Dama dijo a continuación, recordando a su descendiente que no la matase, ¿a qué venía eso? ¿acaso quería ser ella quien diese el golpe de gracia por todo lo que la bruja había hecho para frustrar sus planes? Era una opción bastante creíble, pero de momento no debía preocuparse por eso sino por encargarse de eliminar a Belladonna.
Lograrlo ante los ojos de su madre sería un incentivo para que se esforzase, quería ver la cara de Mortagglia cuando su hija muriese en sus manos, sin duda no tendría precio. Bella tomó la iniciativa, lanzando un rayo negro como el que había usado para herir a Jules, pero su objetivo ya se lo esperaba y consiguió esquivarlo echándose a un lado, momento en que el orbe de energía salió disparado hacia el cielo. - ¡Vamos! ¡Muéstrame lo que sabes hacer! - la retó a voz en grito, mientras preparaba otro rayo para volver a atacar. El cielo sobre sus cabezas se ennegreció aún más y solo unos instantes después llegaron los fugaces destellos, seguidos de sonoros truenos que no auguraban nada bueno.
Un nuevo rayo negro cruzó el aire y pasó rozando uno de los brazos de la joven, que gracias a sus reflejos había vuelto a esquivar con éxito, aunque eso no duraría para siempre. - ¿Vas a huir igual que lo hizo Yenni? - trató de provocar, ignorando lo que se le venía encima. - No, prefiero ver cómo te fríes. - espetó Elen, justo antes de que la tormenta comenzase a descargar con fiereza sus rayos dentro del círculo, mientras el viento sacudía violentamente y amenazaba con dejar sin aliento o llevarse a alguien por los aires. La de ojos verdes podía controlar el elemento a su alrededor para no salir perjudicada, pero Belladonna tendría que ingeniárselas de otro modo, así que era hora de aprovechar el momento.
Sin miedo, la benjamina de los Calhoun corrió por entre los rayos hasta su enemiga, pero justo cuando iba a tajar con la espada para cortarle la mano en que sostenía su varita, Bella se volvió nuevamente humo y escapó, poniendo distancia entre ambas y disparando otro de sus rayos negros, que ésta vez sí alcanzó a Elen en el hombro. Parte del impacto lo absorbió la armadura, pero a pesar de ello la joven pudo notar un pinchazo de dolor, y aunque no lo viese, sabía que su piel también comenzaría a ponerse negra, igual que la de Jules.
- Tormenta:
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Off: Habilidad de nivel 7: Tormenta. Rachel, dejo a tu criterio si alguno de los rayos alcanza a Bella o no, seguirán cayendo durante el próximo turno y luego se disiparán, también tienes libertad para herir un poco a Elen.
Elen Calhoun
Aerandiano de honor
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Re: El Reino del Terror - Parte 1 [Libre] [3/4] [+18] [Cerrado]
La furia entre hechiceras estaba a punto de desatarse. Unos inmensos nubarrones comenzaron a cubrir el cielo y pronto comenzaron a producirse brillos azules fugaces que venían a indicar el inicio de una tormenta. Pero una tormenta literal. Elen Calhoun estaba desatada. Miré a Lexie y a los demás vampiros que acudieron a ver tal brutal espectáculo. ¿Habían conseguido reducir a Alister? No lo sabía, pero había varios fuera de la mansión.
Madame Boisson reía desatada mientras alrededor de su varita se formaba un humo negro. No era precisamente una mala luchadora. Miré hacia la Dama Mortagglia. Observaba reposando con tranquilidad sobre el balcón, ¿de verdad iba a dejar a su hija enfrentarse a Elen tal y como estaba? Era una temeridad, aunque no dudaba que la segunda de la Hermandad era muy poderosa.
Confiada, Belladonna comenzó a retarla y a desvanecerse y materializarse con pequeños ataques oscuros, siempre con un ojo en el cielo, esperando a que la tormenta terminase de cuajarse y los rayos comenzaran a descender sobre el círculo. Cuando un haz de luz caía del cielo, se convertía en humo y se desplazaba, aunque éstos parecían perseguirla. Uno de los rayos la alcanzó e hizo que volviese a su forma humana, cayendo al suelo. La magia evitaba que la hiriera por completo y amortiguaba gran parte del daño, aunque a Madame Boisson le había dolido aquello, era la primera vez que alguien hacía que terminase en el suelo. Aquello demostraba el inmenso poder que guardaba la benjamina de los Calhoun.
Bella, no dijo nada, con sus dos manos simplemente rió y a continuación le envió una mirada de odio y miró al cielo. ¿Por qué paraba? ¿No se daba cuenta de que iba a caerle un nuevo rayo? Parecía tenerlo en cuenta, y en cuanto una nuevo haz de luz descendió desde el cielo, se giró y apuntó con su varita a este. - ¡REFLECTUM! – gritó justo cuando otro rayo se dirigía hacia ella. La luz dio un giro inesperado y fue ahora en busca de Elen como una exhalación. Iba a recibir su propio ataque si no lo esquivaba.
Pero para que no tuviese tiempo de reaccionar, Bella volvió a materializarse en humo. La columna se elevó en el cielo, se materializó en forma humana de nuevo en el aire y apuntó con su varita a Elen. - ¡MORBUS! – un rayo azul salió en dirección a la bruja, para dañarla. Volvió a volverse humo y cambió su posición de nuevo en el cielo para volver a materializarse en el aire y volver a emitir de su varita. - ¡PATIS! – uno amarillo fue ahora hacia ella. De nuevo en forma de humo volvió a trasladarse a una nueva localización, esta vez en el suelo. - ¡DOMINUS OMNES! – pronunció el mayor grito que pudo, y uno rojo, tan grande como brillante fue directo a su pecho, esta vez en dirección a su medallón. Igual que Elen buscaba desposeerla de la varita, su rival trataba de destruirle el medallón, y empleaba sus más poderosos hechizos en dicha empresa.
La bruja terminó exhausata y jadeante. Había gastado mucha energía en las transformaciones y en las cuatro habilidades empleadas. Bella era potencia sin control. – JA JA JA JA JA. – rió fatigada. – Ay… - se recostó sobre sus rodillas. – Eres buena, Elena. – así la llamó. - Mejor que los inútiles de tu madre y tu hermano. ¡LO ADMITO! – gritó y echó su melena hacia atrás volviendo a levantarse. – Pero haces trampa. No eres tú la poderosa. - Tomó su varita y la agitó levemente, haciendo que el medallón solar saliese del pecho de la joven, quedando éste visible, sujeto por la cadena. Entrecerró los ojos. - ¿Lo he agrietado? JI JI JI – rió. – ¿Cuatro de mis mejores hechizos y sólo le he hecho una raja? – eso pareció sentir Bella, aunque Elen lo tenía más cerca, yo no era capaz de saber si ahora tenía una raja como aclaraba la hija de la Dama. - ¡Increíble! – aplaudió - ¿Cuánto más podrá aguantar el disco y, por extensión, tú? ¡Probaré a destruirlo! ¿Qué pasará si lo hago? JI JI JI.– se llevó el dedo al labio. - ¡O mejor aún! ¿Y si te lo quito y me quedo yo con él? ¡Sería la nueva centinela! ¡Bella Centinela! ¿Qué te parece, Elena? ¿Cerramos el trato? – preguntó nerviosa afirmando con la cabeza.
La tormenta continuaba, pero ahora tronaba aún con mayor intensidad. El duelo parecía lejos de terminar, pero la voz de NIA. “Lexie, Rachel. Venid.” Me dijo NIA con su voz, e instintivamente miré hacia el balcón donde se encontraba la Dama. No estaba allí. Giré mi cabeza hacia Lexie. ¿NIA también le hablaba a ella? No. NIA no me había hablado durante toda la jornada. Ella estaba desactivada de opinión, como bien sabía desde que junto a Catherine, Jules y Eltrant conseguí desactivarla.
Era la Dama Mortagglia quien con su telepatía vampírica me había engañado a ayudarla. Envié una mirada cómplice y no sin dudas de estar haciendo lo correcto, decidí hacerle caso. ¿Qué otra opción tenía? ¿Y si la traicionaba y finalmente la Hermandad terminaba ganando la batalla?
Cuando me dirigía a la mansión, sentí al dragón partir la puerta de entrada a la misma. En un agonizante grito, muchos vampiros se abalanzaban sobre él, entre ellos Skeller, que había recibido un golpe pero seguía dando guerra, tratando de reducirlo.
Una bandada de murciélagos descendió hacia nosotras, asustándome a mí al menos. Cuando tomó, al igual que su hija, forma humana, ver a la Dama Mortagglia tan cerca me erizó la piel. Nos miró fríamente y, sin sonreír, nos dio una orden, clara y sencilla. – Id. Matadle. Hacedle sufrir como nunca lo ha hecho. - ¿Qué hacer? ¿Cómo decirle que no a la mismísima Dama? Por ahora, tendría que mantenerme fiel. Tal vez, y sólo tal vez, pudiese beneficiarme de ello en el futuro. Pasara lo que pasara, tenía mucho miedo, y quería sobrevivir. Al menos, mi conciencia ya descansaba más tranquila tras haber sacado de allí a Jules. Había remediado solo parte del daño realizado, pero con Alister no tenía nada.
-S-Sí, mi… señora. – respondí temblorosa. Y tras escuchar esto la Dama se convirtió en vampiros y se lanzó ella misma hacia la criatura. El dragón era muy fuerte, y había dejado un gran número de víctimas a sus espaldas, pero ahora que un gran número de vampiros ya lo había asaltado y se distribuían hiriéndole por diversas partes del cuerpo, era el momento de atacar. – Voy a ir por el dragón. – le dije a Lexie. No sabía qué haría la vampiresa, pero yo sabía qué haría yo, y sería ayudar a la Hermandad a reducir al dragón. Si la Dama lo consideraba un objetivo clave era por algo. ¿Alguna vinculación con la bruja, tal vez? Giré la vista hacia ellas, no era capaz de distinguir qué hablaban, pero vi a Madame Boisson riéndose y señalarle a Elen al ser alado siendo cubierto por los vampiros. Me lancé contra él. Caían rayos en el suelo por la tormenta de Elen, que estaba en su punto álgido. Cuando llegué a él me dispuse a golpearle fuertemente en las extremidades con las únicas habilidades que un ser semi-robótico como yo podía tener: Fuerza y resistencia.
*Off: No me gusta metarolear heridas y golpes, así que lo de herir lo dejo a tu criterio Elen, es decir el daño que hacen las habs de Bella y sus efectos ^^. Puedes seguir usándola. Lo de la grieta en el medallón lo dejo a tu gusto, que es tu objeto. Es sólo una impresión mía y de Bella. Pero tu estás más cerca y lo ves mejor.
PD: Epiquísimo lo de la tormenta OwO.
Madame Boisson reía desatada mientras alrededor de su varita se formaba un humo negro. No era precisamente una mala luchadora. Miré hacia la Dama Mortagglia. Observaba reposando con tranquilidad sobre el balcón, ¿de verdad iba a dejar a su hija enfrentarse a Elen tal y como estaba? Era una temeridad, aunque no dudaba que la segunda de la Hermandad era muy poderosa.
Confiada, Belladonna comenzó a retarla y a desvanecerse y materializarse con pequeños ataques oscuros, siempre con un ojo en el cielo, esperando a que la tormenta terminase de cuajarse y los rayos comenzaran a descender sobre el círculo. Cuando un haz de luz caía del cielo, se convertía en humo y se desplazaba, aunque éstos parecían perseguirla. Uno de los rayos la alcanzó e hizo que volviese a su forma humana, cayendo al suelo. La magia evitaba que la hiriera por completo y amortiguaba gran parte del daño, aunque a Madame Boisson le había dolido aquello, era la primera vez que alguien hacía que terminase en el suelo. Aquello demostraba el inmenso poder que guardaba la benjamina de los Calhoun.
Bella, no dijo nada, con sus dos manos simplemente rió y a continuación le envió una mirada de odio y miró al cielo. ¿Por qué paraba? ¿No se daba cuenta de que iba a caerle un nuevo rayo? Parecía tenerlo en cuenta, y en cuanto una nuevo haz de luz descendió desde el cielo, se giró y apuntó con su varita a este. - ¡REFLECTUM! – gritó justo cuando otro rayo se dirigía hacia ella. La luz dio un giro inesperado y fue ahora en busca de Elen como una exhalación. Iba a recibir su propio ataque si no lo esquivaba.
Pero para que no tuviese tiempo de reaccionar, Bella volvió a materializarse en humo. La columna se elevó en el cielo, se materializó en forma humana de nuevo en el aire y apuntó con su varita a Elen. - ¡MORBUS! – un rayo azul salió en dirección a la bruja, para dañarla. Volvió a volverse humo y cambió su posición de nuevo en el cielo para volver a materializarse en el aire y volver a emitir de su varita. - ¡PATIS! – uno amarillo fue ahora hacia ella. De nuevo en forma de humo volvió a trasladarse a una nueva localización, esta vez en el suelo. - ¡DOMINUS OMNES! – pronunció el mayor grito que pudo, y uno rojo, tan grande como brillante fue directo a su pecho, esta vez en dirección a su medallón. Igual que Elen buscaba desposeerla de la varita, su rival trataba de destruirle el medallón, y empleaba sus más poderosos hechizos en dicha empresa.
La bruja terminó exhausata y jadeante. Había gastado mucha energía en las transformaciones y en las cuatro habilidades empleadas. Bella era potencia sin control. – JA JA JA JA JA. – rió fatigada. – Ay… - se recostó sobre sus rodillas. – Eres buena, Elena. – así la llamó. - Mejor que los inútiles de tu madre y tu hermano. ¡LO ADMITO! – gritó y echó su melena hacia atrás volviendo a levantarse. – Pero haces trampa. No eres tú la poderosa. - Tomó su varita y la agitó levemente, haciendo que el medallón solar saliese del pecho de la joven, quedando éste visible, sujeto por la cadena. Entrecerró los ojos. - ¿Lo he agrietado? JI JI JI – rió. – ¿Cuatro de mis mejores hechizos y sólo le he hecho una raja? – eso pareció sentir Bella, aunque Elen lo tenía más cerca, yo no era capaz de saber si ahora tenía una raja como aclaraba la hija de la Dama. - ¡Increíble! – aplaudió - ¿Cuánto más podrá aguantar el disco y, por extensión, tú? ¡Probaré a destruirlo! ¿Qué pasará si lo hago? JI JI JI.– se llevó el dedo al labio. - ¡O mejor aún! ¿Y si te lo quito y me quedo yo con él? ¡Sería la nueva centinela! ¡Bella Centinela! ¿Qué te parece, Elena? ¿Cerramos el trato? – preguntó nerviosa afirmando con la cabeza.
La tormenta continuaba, pero ahora tronaba aún con mayor intensidad. El duelo parecía lejos de terminar, pero la voz de NIA. “Lexie, Rachel. Venid.” Me dijo NIA con su voz, e instintivamente miré hacia el balcón donde se encontraba la Dama. No estaba allí. Giré mi cabeza hacia Lexie. ¿NIA también le hablaba a ella? No. NIA no me había hablado durante toda la jornada. Ella estaba desactivada de opinión, como bien sabía desde que junto a Catherine, Jules y Eltrant conseguí desactivarla.
Era la Dama Mortagglia quien con su telepatía vampírica me había engañado a ayudarla. Envié una mirada cómplice y no sin dudas de estar haciendo lo correcto, decidí hacerle caso. ¿Qué otra opción tenía? ¿Y si la traicionaba y finalmente la Hermandad terminaba ganando la batalla?
Cuando me dirigía a la mansión, sentí al dragón partir la puerta de entrada a la misma. En un agonizante grito, muchos vampiros se abalanzaban sobre él, entre ellos Skeller, que había recibido un golpe pero seguía dando guerra, tratando de reducirlo.
Una bandada de murciélagos descendió hacia nosotras, asustándome a mí al menos. Cuando tomó, al igual que su hija, forma humana, ver a la Dama Mortagglia tan cerca me erizó la piel. Nos miró fríamente y, sin sonreír, nos dio una orden, clara y sencilla. – Id. Matadle. Hacedle sufrir como nunca lo ha hecho. - ¿Qué hacer? ¿Cómo decirle que no a la mismísima Dama? Por ahora, tendría que mantenerme fiel. Tal vez, y sólo tal vez, pudiese beneficiarme de ello en el futuro. Pasara lo que pasara, tenía mucho miedo, y quería sobrevivir. Al menos, mi conciencia ya descansaba más tranquila tras haber sacado de allí a Jules. Había remediado solo parte del daño realizado, pero con Alister no tenía nada.
-S-Sí, mi… señora. – respondí temblorosa. Y tras escuchar esto la Dama se convirtió en vampiros y se lanzó ella misma hacia la criatura. El dragón era muy fuerte, y había dejado un gran número de víctimas a sus espaldas, pero ahora que un gran número de vampiros ya lo había asaltado y se distribuían hiriéndole por diversas partes del cuerpo, era el momento de atacar. – Voy a ir por el dragón. – le dije a Lexie. No sabía qué haría la vampiresa, pero yo sabía qué haría yo, y sería ayudar a la Hermandad a reducir al dragón. Si la Dama lo consideraba un objetivo clave era por algo. ¿Alguna vinculación con la bruja, tal vez? Giré la vista hacia ellas, no era capaz de distinguir qué hablaban, pero vi a Madame Boisson riéndose y señalarle a Elen al ser alado siendo cubierto por los vampiros. Me lancé contra él. Caían rayos en el suelo por la tormenta de Elen, que estaba en su punto álgido. Cuando llegué a él me dispuse a golpearle fuertemente en las extremidades con las únicas habilidades que un ser semi-robótico como yo podía tener: Fuerza y resistencia.
*Off: No me gusta metarolear heridas y golpes, así que lo de herir lo dejo a tu criterio Elen, es decir el daño que hacen las habs de Bella y sus efectos ^^. Puedes seguir usándola. Lo de la grieta en el medallón lo dejo a tu gusto, que es tu objeto. Es sólo una impresión mía y de Bella. Pero tu estás más cerca y lo ves mejor.
PD: Epiquísimo lo de la tormenta OwO.
Rachel Roche
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Re: El Reino del Terror - Parte 1 [Libre] [3/4] [+18] [Cerrado]
Instintivamente mis labios se abrieron de la impresión, pues aquella batalla entre las dos brujas era simplemente impresionante. Ninguna parecía querer dejarse vencer y todo se reducía a quién de ellas sería la primera en asestar el golpe fatal. Mi mirada se dirigía de un lado a otro, presagiando lo que sucedería, pero nadie más se veía tan preocupado como yo; salvo mi compañera de aventuras…tal vez, quien por cierto no se despegaba de mí. Debo admitir que la habilidad de Elen para darle batalla a alguien como Belladona era digna de admirarse, aunque en ese punto ya no estaba segura cuál de las dos estaba más loca. Instintivamente dirigí mis ojos al círculo, cuya luz poco a poco se iba debilitando.
Chasqueé mi lengua con preocupación, presagiando lo que había de suceder a continuación, pues estaba convencida de que las brujas no tenían ni una idea de lo que su pelea estaba ocasionando. Las enfurecidas nubes oscuras que comenzaban a formarse en el cielo se arremolinaban entre ellas, mientras ambas hechiceras buscaban hacerle daño a la otra, sin importar el costo. Una voz resonó en mi cabeza, hablándonos a Rachel y a mí para que acudiésemos a su llamado. Estaba por dirigirme de regreso a la mansión cuando la mirada de Rachel me sorprendió. ¡Menuda chica! En estos momentos no había tiempo para empezar con convencionalismos morales. La tomé del brazo, tal y como ella lo había hecho antes conmigo y la lleve de vuelta al edificio en donde fuimos sorprendidas por el perro de Elen, quien había roto la puerta principal en un intento por deshacerse del grupo de colmilludos que lo atacaban.
Bueno, debía darle crédito por mantenerse de pie después con tal fervor, pero no estaba segura de cuanto duraría así. Mis pensamientos se vieron interrumpidos por la aparición de un grupo de murciélagos, los cuales al materializarse dejaron ver la figura de Madame Mortagglia. Por fin estaba cara a cara con la mujer a quien Isobel debía tanto. Ciertamente yo no querría estar en su camino, pero, vamos, ¿matar a ese dragón? ¿Qué podíamos hacer nosotras que distase de lo que ya habían intentado los demás? Estas decisiones eran claramente frustrantes. Después de unos segundos de analizar mis escasas opciones y de recordar que no debía decir que no, asentí con fastidio, mirando a mi compañera. Dudaba que ella estuviese consciente de lo que tendría que hacer. Era poco lo que habíamos convivido, pero tanta torpeza comenzaba a enternecerme, me recordaba a mí hace algunas décadas, así que cuando vi su determinación me prometí que, aunque fuese bastante boba la protegería. ¿Por qué? No sé, tal vez no me caía del todo mal.
Estaba a punto de comentarle una estrategia a mi compañera, cuando la muy…ingenua se lanzó de lleno contra el dragón. Golpeé mi frente con la palma de mi mano y puse a trabajar a los engranes de mi cerebro, buscando una salida en la que la joven no se viese lastimada. Vale, admito que Rachel es más fuere y resistente de lo que hubiese podido imaginar, pero lanzarte contra un enemigo de ese tamaño debía pensarse con cuidado y está niña tenía todo menos eso. Un estruendo captó mi atención y es que mientras nos encontrábamos en la mansión, por fuera todo comenzaba a empeorar. El circulo de magia emitió un último brillo, que al esfumarse dio la sensación de una gran cantidad de poder liberarse, logrando que la tormenta se tornase completamente devastadora, los rayos eran cada vez más intensos e incesantes, cayendo y rugiendo con una fuerza aterradora, despedazando a su paso todo aquello que tenía el infortunio de sufrir el impacto.
Instintivamente miré hacia el techo por donde no tardaron en filtrarse algunos relámpagos, asestando contra el piso, las paredes y algún que otro incauto vampiro, mientras los fragmentos de polvo y otros materiales se desprendían de todos lados. Por la cantidad de agujeros que se habían formado en el tejado no dudé en acercarme a Rachel y tomarla del brazo, mientras lanzaba varias de mis dagas a las extremidades del dragón, buscando herirlo lo suficiente como para que nos dejase escapar a tiempo. Apenas si tuve oportunidad de sacar a la joven y cubrirle el extraño rostro, antes de que el techo de la construcción se viniese abajo a causa del inmenso poder destructivo de la tormenta, la cual levantó una enorme nube de polvo que no dudó en cubrir el escenario, ya de por sí peligroso.
—No abras los ojos, Rachel —ordené, tratando de evitar que ella pasara por lo mismo que yo pasé al andar de cotilla.
Lo poco que había alcanzado a ver había después del derrumbe fue la extensa nube, extendiéndose en todas direcciones. No sabía si los vampiros y el dragón habían logrado escapar o si habían terminado enterrados bajo los escombros de la mansión, pues lo verdaderamente interesante era el giro que había dado aquella monstruosa tormenta. Cualquiera querría aprovechar la oportunidad que brindaba la poca visibilidad para acercarse a la de cabellos canos, aunque pocos tendrían la osadía de fiarse de sus globos oculares en medio de una nube de polvo, que bien podría hacer que acabasen como presas. Talle mis ojos esperando recuperar el sentido de la vista, mientras hacía un mapa mental del lugar donde nos encontrábamos, por si acaso necesitábamos buscar un nuevo escondite. Menuda suerte la nuestra. He aquí por qué consideraba a los brujos como los seres más peligrosos. ¿Quién lo diría, Elen? Que tu propia magia se te saldría de control.
Chasqueé mi lengua con preocupación, presagiando lo que había de suceder a continuación, pues estaba convencida de que las brujas no tenían ni una idea de lo que su pelea estaba ocasionando. Las enfurecidas nubes oscuras que comenzaban a formarse en el cielo se arremolinaban entre ellas, mientras ambas hechiceras buscaban hacerle daño a la otra, sin importar el costo. Una voz resonó en mi cabeza, hablándonos a Rachel y a mí para que acudiésemos a su llamado. Estaba por dirigirme de regreso a la mansión cuando la mirada de Rachel me sorprendió. ¡Menuda chica! En estos momentos no había tiempo para empezar con convencionalismos morales. La tomé del brazo, tal y como ella lo había hecho antes conmigo y la lleve de vuelta al edificio en donde fuimos sorprendidas por el perro de Elen, quien había roto la puerta principal en un intento por deshacerse del grupo de colmilludos que lo atacaban.
Bueno, debía darle crédito por mantenerse de pie después con tal fervor, pero no estaba segura de cuanto duraría así. Mis pensamientos se vieron interrumpidos por la aparición de un grupo de murciélagos, los cuales al materializarse dejaron ver la figura de Madame Mortagglia. Por fin estaba cara a cara con la mujer a quien Isobel debía tanto. Ciertamente yo no querría estar en su camino, pero, vamos, ¿matar a ese dragón? ¿Qué podíamos hacer nosotras que distase de lo que ya habían intentado los demás? Estas decisiones eran claramente frustrantes. Después de unos segundos de analizar mis escasas opciones y de recordar que no debía decir que no, asentí con fastidio, mirando a mi compañera. Dudaba que ella estuviese consciente de lo que tendría que hacer. Era poco lo que habíamos convivido, pero tanta torpeza comenzaba a enternecerme, me recordaba a mí hace algunas décadas, así que cuando vi su determinación me prometí que, aunque fuese bastante boba la protegería. ¿Por qué? No sé, tal vez no me caía del todo mal.
Estaba a punto de comentarle una estrategia a mi compañera, cuando la muy…ingenua se lanzó de lleno contra el dragón. Golpeé mi frente con la palma de mi mano y puse a trabajar a los engranes de mi cerebro, buscando una salida en la que la joven no se viese lastimada. Vale, admito que Rachel es más fuere y resistente de lo que hubiese podido imaginar, pero lanzarte contra un enemigo de ese tamaño debía pensarse con cuidado y está niña tenía todo menos eso. Un estruendo captó mi atención y es que mientras nos encontrábamos en la mansión, por fuera todo comenzaba a empeorar. El circulo de magia emitió un último brillo, que al esfumarse dio la sensación de una gran cantidad de poder liberarse, logrando que la tormenta se tornase completamente devastadora, los rayos eran cada vez más intensos e incesantes, cayendo y rugiendo con una fuerza aterradora, despedazando a su paso todo aquello que tenía el infortunio de sufrir el impacto.
Instintivamente miré hacia el techo por donde no tardaron en filtrarse algunos relámpagos, asestando contra el piso, las paredes y algún que otro incauto vampiro, mientras los fragmentos de polvo y otros materiales se desprendían de todos lados. Por la cantidad de agujeros que se habían formado en el tejado no dudé en acercarme a Rachel y tomarla del brazo, mientras lanzaba varias de mis dagas a las extremidades del dragón, buscando herirlo lo suficiente como para que nos dejase escapar a tiempo. Apenas si tuve oportunidad de sacar a la joven y cubrirle el extraño rostro, antes de que el techo de la construcción se viniese abajo a causa del inmenso poder destructivo de la tormenta, la cual levantó una enorme nube de polvo que no dudó en cubrir el escenario, ya de por sí peligroso.
—No abras los ojos, Rachel —ordené, tratando de evitar que ella pasara por lo mismo que yo pasé al andar de cotilla.
Lo poco que había alcanzado a ver había después del derrumbe fue la extensa nube, extendiéndose en todas direcciones. No sabía si los vampiros y el dragón habían logrado escapar o si habían terminado enterrados bajo los escombros de la mansión, pues lo verdaderamente interesante era el giro que había dado aquella monstruosa tormenta. Cualquiera querría aprovechar la oportunidad que brindaba la poca visibilidad para acercarse a la de cabellos canos, aunque pocos tendrían la osadía de fiarse de sus globos oculares en medio de una nube de polvo, que bien podría hacer que acabasen como presas. Talle mis ojos esperando recuperar el sentido de la vista, mientras hacía un mapa mental del lugar donde nos encontrábamos, por si acaso necesitábamos buscar un nuevo escondite. Menuda suerte la nuestra. He aquí por qué consideraba a los brujos como los seres más peligrosos. ¿Quién lo diría, Elen? Que tu propia magia se te saldría de control.
OFF: Ofrezco una ENORME disculpa por mi tardanza u.u empecé exámenes y apenas si había tenido tiempo de responder unos cuantos post. No quise asegurar que lográbamos hacerle algún daño a Alister, pero cualquier cosa con el post con gusto editaré ;O; Una vez más espero me disculpen, el martes es mi ultimo examen así que ya no habrá necesidad de que las haga esperar demasiado.
Lexie Ivannovich
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Re: El Reino del Terror - Parte 1 [Libre] [3/4] [+18] [Cerrado]
La ventaja de Belladonna dificultaba considerablemente el combate entre ambas, pero su capacidad para convertirse en una negra estela de humo no pudo salvarla de todos los rayos, uno de ellos la alcanzó, obligándola a volver a su forma humana y consiguiendo que cayese al suelo. Una leve sonrisa asomó en los labios de la centinela al verla caer, pero su enemiga no tardó en volver a ponerse en pie, riendo y dedicando una mirada cargada de odio a su contendiente, antes de dirigirla hacia el cielo. ¿Qué estaba tramando? Si permanecía en el mismo lugar la tormenta terminaría hiriéndola de nuevo, eso hizo que el semblante de la tensai se tornase serio nuevamente, debía estar alerta.
Instantes después, un nuevo rayo cayó directamente hacia el lugar que ocupaba la hija de la Dama, pero ésta lo estaba esperando, y con un movimiento de su varita, acompañado de un hechizo, desvió relámpago, enviándolo hacia la de cabellos cenicientos. Elen apenas tuvo tiempo de reaccionar, sabía que contaba con algo de resistencia frente a su propio elemento pero no podía permitirse quedar vulnerable ante Belladonna, así que en vez de intentar manipularlo, cosa que consumiría parte de su energía, se lanzó al suelo y rodó para esquivarlo. El rayo impactó a escasos centímetros de su cabeza, recordándole que no podía descuidarse ni infravalorar a su adversaria, quien no había perdido el tiempo y tras alzarse en una columna de humo, volvió a atacarla con otro de sus conjuros.
La benjamina de los Calhoun no consiguió levantarse a tiempo, el hechizo de su enemiga la alcanzó en el pecho y chocó contra el medallón solar, que amortiguó en parte el daño, pero no evitó que cayese bruscamente contra el suelo. Sin apenas tiempo para dolerse por aquello, ni echar un vistazo al artefacto para comprobar que siguiese intacto, Elen se levantó justo antes de que la bruja atacase de nuevo, y de forma instintiva lanzó una descarga contra el rayo amarillo que cruzaba el aire en su dirección, provocando que ambos chocasen y se anulasen con un sonoro estruendo. Por desgracia no tuvo tanta suerte con el siguiente, que la alcanzó en uno de los costados y la lanzó por los aires, haciéndola aterrizar violentamente a medio metro del círculo de fuego que las rodeaba.
La tensai sintió el intenso calor en su rostro, se apartó de las llamas e ignoró el dolor que recorría su cuerpo, debía hallar el modo de hacerse con la varita de Belladonna o destruirla, eso era lo único que le importaba en aquel momento. Aquella mujer se había ganado a pulso que la detestase, y sumando eso a la oscuridad del medallón, que la impulsaba a matarla cuanto antes había poco que hacer, Elen no volvería a la normalidad fácilmente, solo algo realmente drástico la traería de vuelta. Centrada como estaba en su batalla personal contra la irritante hija de Mortagglia, Elen se había olvidado momentáneamente de sus compañeros, aunque no creía que fuese necesario preocuparse por Jules ya que su hermana, la traidora, había acudido a su lado al verlo herido.
Rachel sería la responsable de velar por el bienestar del brujo, pero el dragón era otro asunto. Alister no tenía a nadie allí, la había seguido a la boca del lobo porque la necesitaba viva para cobrar venganza contra los jinetes oscuros, pero puede que después de verla perder el control de aquella manera se replantease si le convenía seguir acompañándola. Al menos eso habría hecho una persona normal y corriente, pero el cazador distaba mucho de ser una.
Aún bajo la fiera tormenta de rayos, Elen se puso en pie y clavó los ojos en su enemiga, que tras lanzar cuatro conjuros seguidos parecía exhausta y jadeaba. Sin duda era una adversaria digna de tener en cuenta, pero si no sabía dosificar su poder de poco le valdría tener tanto, acabaría agotando sus energías y entonces quedaría a merced de la centinela. Quizá debía dejar que siguiese tomando la iniciativa hasta debilitarse, pensó la benjamina de los Calhoun, pero las almas de su artefacto no querían esperar, deseaban que la sangre volviese a correr y manchar el filo de sus hojas. La joven sintió como los cuchillos vibraban en el interior de sus vainas, pero se contuvo al escuchar otra vez la molesta risa de su contrincante, quien parecía tener dificultades para mantener la boca cerrada.
Belladonna admitió que la centinela le estaba dando un enfrentamiento más interesante del que había tenido contra Yennefer y Vincent, tema espinoso cuanto menos y que sería mejor para ella no mencionar si no quería acabar chamuscada por un rayo, pero antes de que Elen pudiese callarla a su manera, el interés de la hechicera se centró en el medallón solar. ¿Cómo sabía que lo llevaba? Esa era una buena pregunta, pero lo realmente preocupante fue que al quedar a la vista, la tensai pudo comprobar que tal como decía su contendiente, el artefacto tenía un pequeño rasguño, nada importante, pero no podía descuidarlo de nuevo. Las almas en su interior estaban inquietas, no querían verse destruidas y separadas de nuevo, su portadora debía tomar cartas en el asunto y acabar de una buena vez con aquella pelea.
La intención de la mujer era destruirlo para eliminar con ello el poder de la de ojos verdes, pero otra idea llegó a su cabeza instantes después, ¿por qué destruirlo cuando podía adueñarse de él? Belladonna como centinela del sur, como si no tuviesen bastante ya con aguantar que Amaterasu hiciese lo que le daba la gana y desatase el caos cada vez que se le antojaba, no, aquello no podía ocurrir. - ¿Lo quieres? Ven a por él. - provocó Elen, mientras la tormenta alcanzaba su máximo esplendor. Mortagglia abandonó el balcón en algún momento de la breve conversación, y esto no pasó desapercibido, ni tampoco los sonoros golpes y rugidos que provenían del interior de la ruinosa mansión, Alister se estaba viendo claramente superado en número y luchaba desesperadamente por liberarse de los vampiros que se abalanzaban sin descanso sobre él.
- Ja Ja Ja Ja, claro que me haré con el medallón, y cuando lo tenga en mi poder te postrarás ante mí. - dijo Belladonna, riendo de forma desagradable y preparando su varita para lanzar un nuevo conjuro. La tormenta comenzó a desatarse sin control alguno, y varios de los rayos cayeron fuera del círculo, atravesando el techo de la guarida de la Hermandad y debilitando la ya de por sí maltrecha construcción, que terminó por venirse abajo creando una enorme nube de polvo. Esto hizo que la de cabellos cenicientos ignorase por un momento a su contrincante para girarse en dirección a la mansión, y que un deje de preocupación cruzase sus pensamientos. - Parece que a tu amiguito no durará mucho más Ji Ji Ji. - comentó divertida, sin dar importancia a que allí dentro también estaban sus aliados.
Algo comenzó a moverse por entre los escombros, y sin dudarlo ni un instante, la benjamina de los Calhoun concentró todo el viento que rodeaba la tormenta y lo envió hacia la vivienda, disipando la molesta nube de polvo al momento, haciendo volar gran parte de los cascotes e incluso a algún que otro vampiro y dejando a la vista la silueta del dragón. Alister estaba visiblemente herido en una de sus alas y en el lomo pero sorprendentemente aún se tenía en pie, y fue capaz de salir al exterior por su propio pie, aunque no aguantaría mucho más luchando en el estado en que se encontraba. - ¡Márchate mientras puedas! - ordenó con tono serio la bruja, aunque seguía vigilando por el rabillo del ojo a su adversaria.
- No… no lo haré. - respondió el alado, de forma entrecortada. Si algo tenía aquel hombre era su terquedad, bien lo sabía la joven, y consciente de que no habría forma de convencerlo decidió no perder el tiempo intentándolo. En vez de eso volvió a concentrarse y creó un muro de energía a su alrededor en forma de cúpula, lo suficientemente resistente como para que ningún vampiro pudiese acercarse a su compañero mientras estuviese la barrera en pie. El problema de aquello era que consumiría parte de sus energías, pronto sus ojos comenzarían a quedarse blancos y si para entonces no había terminado con Belladonna, las cosas se pondrían feas.
De forma preventiva, Elen echó mano de sus sentidos para tratar de diferenciar las auras de sus enemigos, comprobando que no había problema alguno para distinguir a Mortagglia, Bella o Skeller, los tres tenían mucha más oscuridad que el resto de vampiros. Una presencia era ligeramente distinta a las del resto de seguidores, esa debía pertenecer a Lexie, y luego quedaba Rachel, quien quedaba fuera de su alcance por ser bio cibernética.
Una vez hecho esto volvió a girarse hacia su actual adversaria y se concentró para poder dirigir los rayos que caían hacia ella, esperando que desde el interior de la cúpula, y aprovechando que ésta le hacía de escudo, Alister se ocupase de controlar con sus llamaradas la salida del resto de miembros de la Hermandad.
Instantes después, un nuevo rayo cayó directamente hacia el lugar que ocupaba la hija de la Dama, pero ésta lo estaba esperando, y con un movimiento de su varita, acompañado de un hechizo, desvió relámpago, enviándolo hacia la de cabellos cenicientos. Elen apenas tuvo tiempo de reaccionar, sabía que contaba con algo de resistencia frente a su propio elemento pero no podía permitirse quedar vulnerable ante Belladonna, así que en vez de intentar manipularlo, cosa que consumiría parte de su energía, se lanzó al suelo y rodó para esquivarlo. El rayo impactó a escasos centímetros de su cabeza, recordándole que no podía descuidarse ni infravalorar a su adversaria, quien no había perdido el tiempo y tras alzarse en una columna de humo, volvió a atacarla con otro de sus conjuros.
La benjamina de los Calhoun no consiguió levantarse a tiempo, el hechizo de su enemiga la alcanzó en el pecho y chocó contra el medallón solar, que amortiguó en parte el daño, pero no evitó que cayese bruscamente contra el suelo. Sin apenas tiempo para dolerse por aquello, ni echar un vistazo al artefacto para comprobar que siguiese intacto, Elen se levantó justo antes de que la bruja atacase de nuevo, y de forma instintiva lanzó una descarga contra el rayo amarillo que cruzaba el aire en su dirección, provocando que ambos chocasen y se anulasen con un sonoro estruendo. Por desgracia no tuvo tanta suerte con el siguiente, que la alcanzó en uno de los costados y la lanzó por los aires, haciéndola aterrizar violentamente a medio metro del círculo de fuego que las rodeaba.
La tensai sintió el intenso calor en su rostro, se apartó de las llamas e ignoró el dolor que recorría su cuerpo, debía hallar el modo de hacerse con la varita de Belladonna o destruirla, eso era lo único que le importaba en aquel momento. Aquella mujer se había ganado a pulso que la detestase, y sumando eso a la oscuridad del medallón, que la impulsaba a matarla cuanto antes había poco que hacer, Elen no volvería a la normalidad fácilmente, solo algo realmente drástico la traería de vuelta. Centrada como estaba en su batalla personal contra la irritante hija de Mortagglia, Elen se había olvidado momentáneamente de sus compañeros, aunque no creía que fuese necesario preocuparse por Jules ya que su hermana, la traidora, había acudido a su lado al verlo herido.
Rachel sería la responsable de velar por el bienestar del brujo, pero el dragón era otro asunto. Alister no tenía a nadie allí, la había seguido a la boca del lobo porque la necesitaba viva para cobrar venganza contra los jinetes oscuros, pero puede que después de verla perder el control de aquella manera se replantease si le convenía seguir acompañándola. Al menos eso habría hecho una persona normal y corriente, pero el cazador distaba mucho de ser una.
Aún bajo la fiera tormenta de rayos, Elen se puso en pie y clavó los ojos en su enemiga, que tras lanzar cuatro conjuros seguidos parecía exhausta y jadeaba. Sin duda era una adversaria digna de tener en cuenta, pero si no sabía dosificar su poder de poco le valdría tener tanto, acabaría agotando sus energías y entonces quedaría a merced de la centinela. Quizá debía dejar que siguiese tomando la iniciativa hasta debilitarse, pensó la benjamina de los Calhoun, pero las almas de su artefacto no querían esperar, deseaban que la sangre volviese a correr y manchar el filo de sus hojas. La joven sintió como los cuchillos vibraban en el interior de sus vainas, pero se contuvo al escuchar otra vez la molesta risa de su contrincante, quien parecía tener dificultades para mantener la boca cerrada.
Belladonna admitió que la centinela le estaba dando un enfrentamiento más interesante del que había tenido contra Yennefer y Vincent, tema espinoso cuanto menos y que sería mejor para ella no mencionar si no quería acabar chamuscada por un rayo, pero antes de que Elen pudiese callarla a su manera, el interés de la hechicera se centró en el medallón solar. ¿Cómo sabía que lo llevaba? Esa era una buena pregunta, pero lo realmente preocupante fue que al quedar a la vista, la tensai pudo comprobar que tal como decía su contendiente, el artefacto tenía un pequeño rasguño, nada importante, pero no podía descuidarlo de nuevo. Las almas en su interior estaban inquietas, no querían verse destruidas y separadas de nuevo, su portadora debía tomar cartas en el asunto y acabar de una buena vez con aquella pelea.
La intención de la mujer era destruirlo para eliminar con ello el poder de la de ojos verdes, pero otra idea llegó a su cabeza instantes después, ¿por qué destruirlo cuando podía adueñarse de él? Belladonna como centinela del sur, como si no tuviesen bastante ya con aguantar que Amaterasu hiciese lo que le daba la gana y desatase el caos cada vez que se le antojaba, no, aquello no podía ocurrir. - ¿Lo quieres? Ven a por él. - provocó Elen, mientras la tormenta alcanzaba su máximo esplendor. Mortagglia abandonó el balcón en algún momento de la breve conversación, y esto no pasó desapercibido, ni tampoco los sonoros golpes y rugidos que provenían del interior de la ruinosa mansión, Alister se estaba viendo claramente superado en número y luchaba desesperadamente por liberarse de los vampiros que se abalanzaban sin descanso sobre él.
- Ja Ja Ja Ja, claro que me haré con el medallón, y cuando lo tenga en mi poder te postrarás ante mí. - dijo Belladonna, riendo de forma desagradable y preparando su varita para lanzar un nuevo conjuro. La tormenta comenzó a desatarse sin control alguno, y varios de los rayos cayeron fuera del círculo, atravesando el techo de la guarida de la Hermandad y debilitando la ya de por sí maltrecha construcción, que terminó por venirse abajo creando una enorme nube de polvo. Esto hizo que la de cabellos cenicientos ignorase por un momento a su contrincante para girarse en dirección a la mansión, y que un deje de preocupación cruzase sus pensamientos. - Parece que a tu amiguito no durará mucho más Ji Ji Ji. - comentó divertida, sin dar importancia a que allí dentro también estaban sus aliados.
Algo comenzó a moverse por entre los escombros, y sin dudarlo ni un instante, la benjamina de los Calhoun concentró todo el viento que rodeaba la tormenta y lo envió hacia la vivienda, disipando la molesta nube de polvo al momento, haciendo volar gran parte de los cascotes e incluso a algún que otro vampiro y dejando a la vista la silueta del dragón. Alister estaba visiblemente herido en una de sus alas y en el lomo pero sorprendentemente aún se tenía en pie, y fue capaz de salir al exterior por su propio pie, aunque no aguantaría mucho más luchando en el estado en que se encontraba. - ¡Márchate mientras puedas! - ordenó con tono serio la bruja, aunque seguía vigilando por el rabillo del ojo a su adversaria.
- No… no lo haré. - respondió el alado, de forma entrecortada. Si algo tenía aquel hombre era su terquedad, bien lo sabía la joven, y consciente de que no habría forma de convencerlo decidió no perder el tiempo intentándolo. En vez de eso volvió a concentrarse y creó un muro de energía a su alrededor en forma de cúpula, lo suficientemente resistente como para que ningún vampiro pudiese acercarse a su compañero mientras estuviese la barrera en pie. El problema de aquello era que consumiría parte de sus energías, pronto sus ojos comenzarían a quedarse blancos y si para entonces no había terminado con Belladonna, las cosas se pondrían feas.
De forma preventiva, Elen echó mano de sus sentidos para tratar de diferenciar las auras de sus enemigos, comprobando que no había problema alguno para distinguir a Mortagglia, Bella o Skeller, los tres tenían mucha más oscuridad que el resto de vampiros. Una presencia era ligeramente distinta a las del resto de seguidores, esa debía pertenecer a Lexie, y luego quedaba Rachel, quien quedaba fuera de su alcance por ser bio cibernética.
Una vez hecho esto volvió a girarse hacia su actual adversaria y se concentró para poder dirigir los rayos que caían hacia ella, esperando que desde el interior de la cúpula, y aprovechando que ésta le hacía de escudo, Alister se ocupase de controlar con sus llamaradas la salida del resto de miembros de la Hermandad.
Elen Calhoun
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Re: El Reino del Terror - Parte 1 [Libre] [3/4] [+18] [Cerrado]
- Destroyer Rachel:
Por si fuera poco, Lexie también vino hasta mí, parecía que la vampiresa estaba dispuesta a ayudarme. ¿Por qué lo hacía? ¿Qué veía en mí? Había quedado como una traidora a los ojos de aquellos que confiaban en mí. Comenzó a lanzar cuchillos al dragón, al que los vampiros ya habían dominado prácticamente por completo y reducían. No iba a salir vivo de aquella. Era imposible.
Elen, que se encontraba en su intenso duelo con Madame Boisson, también estaba seriamente comprometida, y desde su posición, completamente rodeada de llamas, por mucho que lo intentara era difícil que se concentrara en ayudar a su alado amigo. Tal vez su furia o su impotencia, causó que un enorme rayo cayera de pleno en la fachada central de la mansión e hiciera que ésta se derrumbara por completo. El corazón se me encogió en un puño, por un momento pensé en Jules. ¿Habría conseguido mi hermano escapar de la mansión por los túneles? Esperaba que sí. No podría permitirme perder a mi propio hermano y, encima, por culpa de mi indecisión. De mi débil capacidad de decisión.
-¿Qué he hecho, Lexie? ¿Qué he hecho? – le pregunté desesperada a la vampiresa. Llevándome las manos a la cara. Ya era tarde. Había vuelto a fallar a quienes me querían. Y lo sentía en profundidad. Los vampiros de la Hermandad eran malvados. Lo habían demostrado con sus acciones a lo largo de los últimos meses, ¿por qué les había ayudado? Si tan sólo pudiese volver a la taberna…
En un último intento por ayudar a su amigo, Elen creó desde su posición una barrera de energía en torno a la figura del dragón e instó a éste a huir y abandonarla. Pero Alister tenía demasiado aprecio por la bruja como para abandonarla y dejarla a su suerte, aún en estado débil como se encontraba, le resultaba imposible dejar en soledad a una persona a la que quería. Todo un gesto de nobleza y franqueza por su parte.
Los vampiros se lanzaron contra la bola de energía, pero resultaba infranqueable para cualquier criatura sensible a la magia y, en el peor de los casos, a aquellos sensibles a la electricidad. Por ello los vampiros que se lanzaron contra el moribundo dragón sufrían calambres que los hacían retroceder. La Dama era consciente de esto, como también lo era de que el único efectivo disponible para atravesar la esfera era yo.
-¡Roche! Entra ahí y mátalo. – la Dama se giró hacia mí con furia, gritando ante la mirada de todos. Señalándome la esfera de energía. La miré a ella y luego a Lexie, que estaba a su lado. Me señalé en el pecho. ¿Yo? ¿Matarlo? En aquel momento fui el centro de atención de la escena, únicamente tenía dos opciones: Negar una instrucción a la Dama era la muerte inmediata para mí, y probablemente también para Elen y Alister. Aceptar la orden, al menos, me supondría una opción. – Mátalo. Y me habrás demostrado tu fidelidad. – la Dama sabía lo fácilmente influenciable que era, y por ello me apremiaba.
Hiciera lo que hiciera, por una vez en mi vida. Lo haría con decisión. Cerré los ojos. Era el momento de elegir un bando. Y tras valorar muy rápidamente lo que había pasado en los últimos meses, tenía muy claro cual iba a elegir. Respiré profundo y abrí los ojos con maldad, como si estuviese bajo el control de la propia NIA. - Sí, mi señora. – grité fijando mi mirada en el dragón. La dama inclinó el labio con satisfacción y el resto de los vampiros jalearon mi decisión.
Crucé la esfera de energía rápido, y las chispas que rodearon mi cuerpo el breve instante no me produjeron más que un pequeño cosquilleo. Allí estaba frente a Alister, que ya no pudo aguantar más en forma humana y estaba arrodillado, exhausto, a mi completa merced. Le miré con cierta lástima.
-Con tu muerte me ganaré la confianza de la Dama. – le dije en voz alta con decisión, consciente de que todas las miradas del ruedo se concentraban sobre mí.
-Has traicionado a tus amigos y a tu familia. Estarás orgullosa. – criticó el dragón. Pero era ahora o nunca para mi plan, no podía volverme atrás.
-Calla. Simulemos un combate. Finge tu muerte. – propuse en voz baja. El dragón pareció mostrarse sorprendido.
-¡Espera! ¿Estás de mi lado? ¿Y qué pasará con Elen? – miró en una mezcla de cara de sorpresa que pudo parecer un susto.
-La Dama no la matará si yo te mato a ti. Es tu única opción. – le expliqué. Conocía bien el funcionamiento de la Hermandad, una de las ventajas de pertenecer al grupo. Y es que Bella y Mortagglia querían hacer sufrir a sus enemigos. Dar una muerte rápida a Elen, para ellas, era demasiada benevolencia. Preferirían hacerla ver el asesinato de todos sus seres queridos y, entonces, la matarían.
El dragón aún en forma humana rugió y forcejeó conmigo. Con odio. Y me lanzó hacia atrás con fuerza. Esquivé su golpe con facilidad y combatí durante unos segundos, siendo el centro de atención total. Incluso Belladonna había detenido sus ataques a Elen para presenciar el combate, tal y como había previsto.
Mi elección estaba clara: Me ganaría la confianza de la Hermandad aunque me costase la de Elen, Jules y los demás cazadores. Cuando llegase el momento de la verdad, entenderían por qué lo había hecho. Esta era la única salida que encontré para poder ayudarles.
-¡Uh! ¡La robot lo va a matar! Ja ja ja ja ja – bramaba Belladonna ante Elen. Desternillándose. - ¡Córtale las extremidades una a una! – me incitaba.
Alister terminó haciendo un movimiento previsible y falso poniéndose a mi completa disposición para “rematarle”, por lo que no dudé en golpearle en la cabeza con mi brazo metálico y, una vez en el suelo, aproveché para pegarle un puñetazo en el hombro, aunque desde lejos pareciera que le daba en la testa con todas mis fuerzas. Entonces me hizo caso y se hizo el moribundo. Todos los vampiros corearon mi nombre y yo me sentí terriblemente mal. A pesar de no haber hecho nada malo, temí por la imagen que Elen tendría ahora de mí. Pero debía ser consecuente, y si quería ayudar a los cazadores, tenía que ganarme todo el odio de la de cabellos blanquecinos. Estaba jugando con fuego, a fin de cuentas se trataba de una mujer que podía hacer que me cayera un rayo en la cabeza.
Me acerqué entonces al cuerpo de Alister, y lo cogí, y mirando a Lexie para que me echara una mano. Me dirigí a la Dama Mortagglia.
-Voy a tirarlo al río. – pedí permiso a la Dama para la acción, que orgullosa me miró y me hizo un gesto de afirmación a la cabeza.
-Sabes como funciona esto, Roche. Lexie, ayúdala. – me felicitó. Se giró entonces hacia Bella. – Skeller, Bella. Traédmela viva. – ordenó. La victoria "parcial" haría que Mortagglia, a pesar de haber perdido su mansión, se relajara con ella. Con un poco de suerte habría herido lo suficiente el orgullo de Elen y ésta podría escapar. Tenía demasiados enemigos a los que derrotar.
-Ji ji ji ji ji. - La rizosa rió apuntó con la varita a Elen. Y puso cara de pena. – Ois… Mírala… Pobrecita… ¿han matado a tu novio? Snif… – gimoteaba burlonamente. Entonces, una nueva mancha negra apareció al lado de Madame Boisson. Skeller también hizo presencia en el círculo para asistir a la bruja en combate.
Rachel Roche
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Re: El Reino del Terror - Parte 1 [Libre] [3/4] [+18] [Cerrado]
Esperaba el momento preciso en que la molestia en mis ojos se disipara para poder sacar a la chica de ahí y huir de una posible muerte, cuando ésta volvió a captar mi atención, preguntándose lo que había hecho. Por extraño que pareciese no pude evitar sentirme mal por ella, pues estaba claro que se aprovechaban de su inestabilidad y falta de carácter, cosa que logró irritarme demasiado. En lo personal no me inclinaba para ningún lado; yo solo quería evitar que Madame Mortagglia le cobrase a mi madre lo que le debía, pero manipular a una persona como Rachel de esa manera me parecía de lo más ruin, y mira que yo no era precisamente el ejemplo puro de la bondad. Abrí mis ojos para percatarme de que la bruja de cabellos canos intentaba auxiliar a su perro fiel, mientras le pedía que se salvase, cosa que él no estaba dispuesto a hacer.
Pude ver a mis compatriotas como caían en su intento fallido de penetrar el campo de energía, retorciéndose al final por los calambres que les suponían al acercarse al dragón. Miré a la Dama cuando ésta ordenó que Rachel fuese quien se encargara de despachar al susodicho y no pude evitar fruncir el ceño de forma molesta, dispuesta a mandar de paseo a toda esa bola de locos. ¿Fidelidad? ¿Acaso había escuchado bien? Ellos se habían aprovechado de la confusión que la pobre chica tenía en su boba cabeza, para obligarla a hacer el ‘‘trabajo sucio’’ para ellos y eso era lo que más me hastiaba. Bien, yo no tenía nada personal contra ninguna, ni siquiera contra las dos locas que estaban a punto de reventarse a base de hechizos, pero no estaba dispuesta a seguir permitiendo que abusaran de Rachel. Genial, unas horas con ella y ya me estaba contagiando de ‘‘amabilidad’’.
—No, yo lo ha… —no pude continuar, pues de la nada mi compañera aceptó la solicitud de la dama—. Rachel no tienes que hacerlo —intenté razonar con ella, golpeándome mentalmente por no haber anticipado esa reacción de su parte.
Definitivamente había mucho que enseñarle, aunque ese no era el momento ni el lugar. Vi como la inocente atravesó la esfera de energía sin sufrir un solo rasguño, rasgo que instintivamente elogié, pues al parecer era mucho más capaz de lo que denotaba su actitud ingenua. Busqué como acercarme a ella, esperando el momento oportuno de sacarla de ahí, aunque lo suficientemente lejos como para no morir achicharrada. Bien hecho, Alexandra, te habías encariñado demasiado con una extraña, luego no podrás quejarte de las consecuencias. Desde mi posición fui capaz de escuchar parte de la conversación suscitada entre el dragón, quien ya se encontraba en su forma humana, y la chica. Menuda sorpresa, parece que la chica actuaría nuevamente de manera imprevista. Bueno, no importaba, ella era la única que me caía bien, así que me apegaría al plan de salvarle el trasero…otra vez.
Crucé mis brazos observando la escena junto con todos los demás. No estaba segura de lo que Rachel tenía planeado, pero quedaba claro que Elen no se lo perdonaría y eso la ponía en un riesgo mayor. Con mucho esfuerzo pude seguir el hilo de la pelea, vi al dragón defenderse y a la joven rematarlo con decisión, ante los gritos y vítores de todos los pertenecientes a la Hermandad. Lo que sea que Rachel se trajera entre manos, sin duda sería de lo más arriesgado. Asentí cuando ella me dirigió una mirada y me acerqué a ella, ahora secundada por las ordenes de la Dama. Observé al dragón con sumo cuidado, tratando de que mi rostro no denotara la incredulidad que tenía en esos momentos. Había tenido a muchos hombres en mi cama, la gran mayoría acababan muertos luego de una placentera noche de diversión y podía asegurar que éste en particular estaba todo, menos muerto.
— ¿Estás segura de esto? —Pregunté a mi compañera en voz baja, antes de tomar el brazo del dragón—. Saquémoslo de aquí —comencé a ayudarle a transportarlo—. No es que tenga algo en contra de este repentino cambio de bando, pero a partir de aquí necesitaremos movernos con más cautela.
Lo último que pude escuchar fue a Madame Mortagglia y a Skeller, quien milagrosamente seguía de pie, ordenarles que atraparan a Elen con vida. Excelente, como si el hecho de morir a manos de la de cabellos canos no fuese suficiente, ahora también correríamos el riesgo de morir a manos de todos los locos de la Hermandad, si descubrían que ahora ayudábamos a los otros. Es aquí donde me preguntaba, ¿qué rayos estaba haciendo yo en esta situación? Al parecer mi nueva ‘‘amiga’’ me supondría más problemas que beneficios, solo que ya era un poco tarde para arrepentirme.
Pude ver a mis compatriotas como caían en su intento fallido de penetrar el campo de energía, retorciéndose al final por los calambres que les suponían al acercarse al dragón. Miré a la Dama cuando ésta ordenó que Rachel fuese quien se encargara de despachar al susodicho y no pude evitar fruncir el ceño de forma molesta, dispuesta a mandar de paseo a toda esa bola de locos. ¿Fidelidad? ¿Acaso había escuchado bien? Ellos se habían aprovechado de la confusión que la pobre chica tenía en su boba cabeza, para obligarla a hacer el ‘‘trabajo sucio’’ para ellos y eso era lo que más me hastiaba. Bien, yo no tenía nada personal contra ninguna, ni siquiera contra las dos locas que estaban a punto de reventarse a base de hechizos, pero no estaba dispuesta a seguir permitiendo que abusaran de Rachel. Genial, unas horas con ella y ya me estaba contagiando de ‘‘amabilidad’’.
—No, yo lo ha… —no pude continuar, pues de la nada mi compañera aceptó la solicitud de la dama—. Rachel no tienes que hacerlo —intenté razonar con ella, golpeándome mentalmente por no haber anticipado esa reacción de su parte.
Definitivamente había mucho que enseñarle, aunque ese no era el momento ni el lugar. Vi como la inocente atravesó la esfera de energía sin sufrir un solo rasguño, rasgo que instintivamente elogié, pues al parecer era mucho más capaz de lo que denotaba su actitud ingenua. Busqué como acercarme a ella, esperando el momento oportuno de sacarla de ahí, aunque lo suficientemente lejos como para no morir achicharrada. Bien hecho, Alexandra, te habías encariñado demasiado con una extraña, luego no podrás quejarte de las consecuencias. Desde mi posición fui capaz de escuchar parte de la conversación suscitada entre el dragón, quien ya se encontraba en su forma humana, y la chica. Menuda sorpresa, parece que la chica actuaría nuevamente de manera imprevista. Bueno, no importaba, ella era la única que me caía bien, así que me apegaría al plan de salvarle el trasero…otra vez.
Crucé mis brazos observando la escena junto con todos los demás. No estaba segura de lo que Rachel tenía planeado, pero quedaba claro que Elen no se lo perdonaría y eso la ponía en un riesgo mayor. Con mucho esfuerzo pude seguir el hilo de la pelea, vi al dragón defenderse y a la joven rematarlo con decisión, ante los gritos y vítores de todos los pertenecientes a la Hermandad. Lo que sea que Rachel se trajera entre manos, sin duda sería de lo más arriesgado. Asentí cuando ella me dirigió una mirada y me acerqué a ella, ahora secundada por las ordenes de la Dama. Observé al dragón con sumo cuidado, tratando de que mi rostro no denotara la incredulidad que tenía en esos momentos. Había tenido a muchos hombres en mi cama, la gran mayoría acababan muertos luego de una placentera noche de diversión y podía asegurar que éste en particular estaba todo, menos muerto.
— ¿Estás segura de esto? —Pregunté a mi compañera en voz baja, antes de tomar el brazo del dragón—. Saquémoslo de aquí —comencé a ayudarle a transportarlo—. No es que tenga algo en contra de este repentino cambio de bando, pero a partir de aquí necesitaremos movernos con más cautela.
Lo último que pude escuchar fue a Madame Mortagglia y a Skeller, quien milagrosamente seguía de pie, ordenarles que atraparan a Elen con vida. Excelente, como si el hecho de morir a manos de la de cabellos canos no fuese suficiente, ahora también correríamos el riesgo de morir a manos de todos los locos de la Hermandad, si descubrían que ahora ayudábamos a los otros. Es aquí donde me preguntaba, ¿qué rayos estaba haciendo yo en esta situación? Al parecer mi nueva ‘‘amiga’’ me supondría más problemas que beneficios, solo que ya era un poco tarde para arrepentirme.
Lexie Ivannovich
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Re: El Reino del Terror - Parte 1 [Libre] [3/4] [+18] [Cerrado]
Belladonna no tuvo problemas para esquivar los rayos que se dirigían hacia su persona, y pronto su presencia quedó en un segundo plano, en cuanto los restantes miembros de la Hermandad abandonaron el ruinoso edificio para seguir atacando al dragón, a pesar de que éste se encontrase dentro de la cúpula de energía. Los vampiros saltaron hacia la barrera sin pensárselo dos veces, llevándose con ello unos dolorosos calambres y dejando claro que ningún chupasangres conseguiría atravesar el muro, no mientras la bruja pudiese mantenerlo con aquel nivel de intensidad. La Dama también se dio cuenta de ello, y sin querer esperar a que las energías de la centinela se agotasen y la cúpula cayese sola, decidió enviar a Rachel para terminar el trabajo, aprovechando que su condición de bio cibernética le daba ventaja por una vez sobre el resto.
La mirada de Elen quedó clavada entonces sobre la joven Roche, aquella traidora haría cualquier cosa por contentar a Mortagglia, no podía permitirlo. Mientras el dragón, exhausto, volvía a su forma humana, la de cabellos cenicientos intensificó aún más la barrera que lo rodeaba, pero esto no detuvo a la bio cibernética, que entró a toda prisa y se situó frente a su víctima. - ¡No des ni un paso más! - exclamó la bruja, con ambos brazos envueltos en su elemento. Desde el interior del círculo de fuego poco podía hacer ella por ayudar a su compañero, así que observó impotente como forcejeaban, ignorando los molestos comentarios de Belladonna, a la cual se aseguraría de dejar sin voz antes de matarla, solo por lo irritante que podía llegar a ser escucharla.
Alister terminó cometiendo un error y fue golpeado duramente por Rachel, cayendo al suelo, donde recibió un segundo y contundente puñetazo por parte de la bio cibernética, que lo dejó al borde de la muerte. La oscuridad del medallón se volvió más intensa, aprovechando la situación para seguir manipulando a su portadora y guiándola por la senda del odio y la venganza, las almas deseaban sangre y Elen estaba más que dispuesta a proporcionársela. - ¡Puta traidora! ¡Te mataré con mis propias manos! - gritó la hechicera, al ver que la desgraciada de Roche tomaba el cuerpo del cazador para lanzarlo al río. Mortagglia estaba de acuerdo con aquella acción y no dudó en felicitar a su seguidora, que con aquel acto había demostrado su fidelidad a la Hermandad.
Lexie acudió a ayudarla casi al momento, y viendo que se había quedado sola, ya que tampoco conocía el paradero de Jules, Elen desvaneció el muro para concentrar las energías que le quedaban contra la insoportable Belladonna y Skeller, que se había unido a ellas en el círculo. Puede que su situación se hubiese complicado con la muerte del dragón, pero no se marcharía de allí sin darse el gusto de devolver el gesto a Mortagglia, arrebatándole la vida a su hija. Ignorando las burlas de su enemiga, la de ojos verdes concentró su elemento a toda prisa en un brillante orbe que comenzó a crecer entre sus manos, y antes de que ninguno de los dos pudiese atacarla, hizo explotar la esfera en un intenso destello de luz que cegaría a los vampiros si no se cubrían los ojos a tiempo.
Su efecto sobre Bella sería algo menor ya que no compartía raza con el resto pero bastaría para que no pudiese apuntar, eso tendría que ser suficiente. Sin perder ni un instante, la benjamina de los Calhoun usó una corriente de aire para impulsarse en dirección al enemigo y abalanzarse sobre la maga, pero ésta consiguió echarse a un lado antes de que la alcanzase, suerte que no compartió Skeller. Una descarga directa en el cuello impidió que el vampiro pudiese transformarse en nube de humo, y mientras él sentía como todo su cuerpo de entumecía y dejaba de responderle, la centinela le hundió su daga por entre las costillas, directamente hacia el corazón. Skeller profirió un quejido de dolor, mientras la corriente pasaba de manos de su asesina al metal, para recorrerlo por entero, de pies a cabeza, quemándolo por dentro.
Pronto comenzó a echar humo, y fue entonces cuando la tensai extrajo su hoja para deslizarla por su cuello con brusquedad, quería que aquel desgraciado no solo sufriese por la electricidad o la puñalada, sino que se ahogase en su propia sangre. Belladonna se le había escapado esta vez, pero cuando volviesen a encontrarse no tendría la misma suerte, de momento debía ser inteligente y retirarse, llevando la contraria a lo que las almas del medallón le pedían ya que hacerles caso la conduciría a la muerte.
Justo después de que Skeller se desplomase sobre el suelo, prácticamente muerto y sin que nadie pudiese hacer nada por ayudarlo, Elen volvió a utilizar el mismo truco de destello para inutilizar a los vampiros restantes y huir, abriéndose paso con una corriente de viento para cruzar las llamas. Volvería, eso estaba claro, pero lo haría mejor preparada y con el resto de cazadores. Valiéndose de la corriente para darse velocidad, pronto la joven dejó atrás la mansión y cruzó a toda prisa la pequeña aldea, sin detenerse ni prestar atención a sus habitantes, que desde allí habían sido testigos de lo ocurrido en la guarida de la Hermandad.
El cansancio comenzó a hacer mella en ella cuando llegó a la taberna en que todo había empezado, pero no podía quedarse allí, debía hallar un lugar en que esconderse hasta que Huracán y los demás llegasen. Sin miramientos, irrumpió en el local y fue directamente hacia el tabernero, al cual sujetó por la camisa y condujo hasta el pequeño cuarto que tenía por despensa. - Skeller está muerto. - le reveló, sin apenas elevar la voz. - ¿De verdad? - preguntó incrédulo el hombre. - Yo misma le atravesé el corazón y luego lo degollé para que se ahogara con su propia sangre durante sus últimos segundos de vida. - respondió ella, impasible. - Es una gran noticia, muchas gracias… - dijo él, pero la tensai lo cortó con un gesto. - No me des las gracias, necesito un sitio para esconderme durante los próximos días. - explicó la joven.
El propietario se dio cuenta de que a pesar de haber matado a Skeller las cosas no habían ido bien del todo, pues del grupo que había abandonado su taberna solo había regresado aquella mujer, tenía que ayudarla. - Mi familia tiene una modesta cabaña en el bosque, apenas la usamos así que está algo abandonada pero servirá, nadie suele acercarse por allí. - comenzó a decir, antes de librarse del agarre de la tensai para rebuscar en uno de los baúles que tenía en la despensa. - Aquí está la llave del candado y un mapa del lugar, con esto no creo que tenga problemas para encontrarla. - prosiguió, tendiéndole ambas cosas. - Por tu bien espero que esto no salga de aquí. - advirtió Elen, antes de despedirse y abandonar a toda prisa el local.
Tomó su caballo del establo y sin detenerse a pensar en que el que quedaba allí era el de Alister, su compañero ahora muerto, espoleó al corcel y se echó al galope, cuanto antes llegase a la cabaña antes podría relajarse y pensar en un nuevo plan de ataque.
La mirada de Elen quedó clavada entonces sobre la joven Roche, aquella traidora haría cualquier cosa por contentar a Mortagglia, no podía permitirlo. Mientras el dragón, exhausto, volvía a su forma humana, la de cabellos cenicientos intensificó aún más la barrera que lo rodeaba, pero esto no detuvo a la bio cibernética, que entró a toda prisa y se situó frente a su víctima. - ¡No des ni un paso más! - exclamó la bruja, con ambos brazos envueltos en su elemento. Desde el interior del círculo de fuego poco podía hacer ella por ayudar a su compañero, así que observó impotente como forcejeaban, ignorando los molestos comentarios de Belladonna, a la cual se aseguraría de dejar sin voz antes de matarla, solo por lo irritante que podía llegar a ser escucharla.
Alister terminó cometiendo un error y fue golpeado duramente por Rachel, cayendo al suelo, donde recibió un segundo y contundente puñetazo por parte de la bio cibernética, que lo dejó al borde de la muerte. La oscuridad del medallón se volvió más intensa, aprovechando la situación para seguir manipulando a su portadora y guiándola por la senda del odio y la venganza, las almas deseaban sangre y Elen estaba más que dispuesta a proporcionársela. - ¡Puta traidora! ¡Te mataré con mis propias manos! - gritó la hechicera, al ver que la desgraciada de Roche tomaba el cuerpo del cazador para lanzarlo al río. Mortagglia estaba de acuerdo con aquella acción y no dudó en felicitar a su seguidora, que con aquel acto había demostrado su fidelidad a la Hermandad.
Lexie acudió a ayudarla casi al momento, y viendo que se había quedado sola, ya que tampoco conocía el paradero de Jules, Elen desvaneció el muro para concentrar las energías que le quedaban contra la insoportable Belladonna y Skeller, que se había unido a ellas en el círculo. Puede que su situación se hubiese complicado con la muerte del dragón, pero no se marcharía de allí sin darse el gusto de devolver el gesto a Mortagglia, arrebatándole la vida a su hija. Ignorando las burlas de su enemiga, la de ojos verdes concentró su elemento a toda prisa en un brillante orbe que comenzó a crecer entre sus manos, y antes de que ninguno de los dos pudiese atacarla, hizo explotar la esfera en un intenso destello de luz que cegaría a los vampiros si no se cubrían los ojos a tiempo.
Su efecto sobre Bella sería algo menor ya que no compartía raza con el resto pero bastaría para que no pudiese apuntar, eso tendría que ser suficiente. Sin perder ni un instante, la benjamina de los Calhoun usó una corriente de aire para impulsarse en dirección al enemigo y abalanzarse sobre la maga, pero ésta consiguió echarse a un lado antes de que la alcanzase, suerte que no compartió Skeller. Una descarga directa en el cuello impidió que el vampiro pudiese transformarse en nube de humo, y mientras él sentía como todo su cuerpo de entumecía y dejaba de responderle, la centinela le hundió su daga por entre las costillas, directamente hacia el corazón. Skeller profirió un quejido de dolor, mientras la corriente pasaba de manos de su asesina al metal, para recorrerlo por entero, de pies a cabeza, quemándolo por dentro.
Pronto comenzó a echar humo, y fue entonces cuando la tensai extrajo su hoja para deslizarla por su cuello con brusquedad, quería que aquel desgraciado no solo sufriese por la electricidad o la puñalada, sino que se ahogase en su propia sangre. Belladonna se le había escapado esta vez, pero cuando volviesen a encontrarse no tendría la misma suerte, de momento debía ser inteligente y retirarse, llevando la contraria a lo que las almas del medallón le pedían ya que hacerles caso la conduciría a la muerte.
Justo después de que Skeller se desplomase sobre el suelo, prácticamente muerto y sin que nadie pudiese hacer nada por ayudarlo, Elen volvió a utilizar el mismo truco de destello para inutilizar a los vampiros restantes y huir, abriéndose paso con una corriente de viento para cruzar las llamas. Volvería, eso estaba claro, pero lo haría mejor preparada y con el resto de cazadores. Valiéndose de la corriente para darse velocidad, pronto la joven dejó atrás la mansión y cruzó a toda prisa la pequeña aldea, sin detenerse ni prestar atención a sus habitantes, que desde allí habían sido testigos de lo ocurrido en la guarida de la Hermandad.
El cansancio comenzó a hacer mella en ella cuando llegó a la taberna en que todo había empezado, pero no podía quedarse allí, debía hallar un lugar en que esconderse hasta que Huracán y los demás llegasen. Sin miramientos, irrumpió en el local y fue directamente hacia el tabernero, al cual sujetó por la camisa y condujo hasta el pequeño cuarto que tenía por despensa. - Skeller está muerto. - le reveló, sin apenas elevar la voz. - ¿De verdad? - preguntó incrédulo el hombre. - Yo misma le atravesé el corazón y luego lo degollé para que se ahogara con su propia sangre durante sus últimos segundos de vida. - respondió ella, impasible. - Es una gran noticia, muchas gracias… - dijo él, pero la tensai lo cortó con un gesto. - No me des las gracias, necesito un sitio para esconderme durante los próximos días. - explicó la joven.
El propietario se dio cuenta de que a pesar de haber matado a Skeller las cosas no habían ido bien del todo, pues del grupo que había abandonado su taberna solo había regresado aquella mujer, tenía que ayudarla. - Mi familia tiene una modesta cabaña en el bosque, apenas la usamos así que está algo abandonada pero servirá, nadie suele acercarse por allí. - comenzó a decir, antes de librarse del agarre de la tensai para rebuscar en uno de los baúles que tenía en la despensa. - Aquí está la llave del candado y un mapa del lugar, con esto no creo que tenga problemas para encontrarla. - prosiguió, tendiéndole ambas cosas. - Por tu bien espero que esto no salga de aquí. - advirtió Elen, antes de despedirse y abandonar a toda prisa el local.
Tomó su caballo del establo y sin detenerse a pensar en que el que quedaba allí era el de Alister, su compañero ahora muerto, espoleó al corcel y se echó al galope, cuanto antes llegase a la cabaña antes podría relajarse y pensar en un nuevo plan de ataque.
Elen Calhoun
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