EVENTO: Bragiväl (El Carnval Aerandiano)
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Re: EVENTO: Bragiväl (El Carnval Aerandiano)
Ayer no fue uno de los mejores días. Me quedé sentado, a un lado de la multitud, viendo tocar a Merrigan. Las otras personas, reían y bailaban entorno al gran fuego. Todos, con alguna excepción, estaban disfrazados de lo que no eran. Vi a un hombre perro vestido con una larga túnica de colores y falsos remaches de oro, una corona de flores, una máscara a juego con la túnica y dos prótesis de cera que cubrían sus orejas para que pareciesen picudas como la de los elfos. No muy lejos había un elfo que utilizaba grandes abrigos con abundante pelo para parecerse a un can. El elfo también tenía puestas unas falsas orejas marrones. Sin darme cuenta, mientras les observaba y me preguntaba por qué se disfrazaban de lo que no eran, me estaba acariciando la cicatriz de mi derecha. De lo que queda de mi oreja derecha. Han pasado mucho tiempo desde entonces y lo recordé la escena con tanta nitidez como recuerdo el rostro de Idril Elensar. Si me tenía que volver a disfraz, y por Merrigan volvería a hacerlo, no a tapar mi oreja deshecha con falsas prótesis. No quiero tapar ninguna de mis marcas. No me importa ir vestido de duende o payaso de colores. No mientras lleve mis cicatrices conmigo.
Hoy también vamos al Bragiväl. Merrigan dice que han puesto una estatua nueva y que otra persona diferente a la mujer de ayer la tiene que quemar. Mira por la ventana y busca con la mirada el pico de la nueva estatua. Está emocionada. Es fácil darse cuenta. Cuando tenemos que ir a un lugar especial, es su mochila la primera en prepararse y es ella quien se pone las botas de viaje mucho antes de que yo me haya puesto los pantalones. Le gusta viajar, pero más le gusta tocar el arpa y hacer que las personas bailen con su música.
Me coloco detrás de ella. Levanta la cabeza y me mira a los ojos. Coge mi mano derecha y la lleva a su cabeza. Quiere que la acaricie. No hace falta que me diga nada para que entienda lo que me pide. Sin dejar de mirar la ciudad que se ve por la ventana, acaricio el sedoso cabello rojo de Merrigan con lentos movimientos. Tampoco me hace falta mirarle a la cara para saber que sonríe.
-¿Puedes ver algo?-
-No.-
Merrigan agacha la cabeza. Parece desilusionada.
-Supongo que lo veremos luego.-
Da la espalda a la ventana y busca, entre sus maletas, las telas de colores para terminar de hacer el disfraz que me toca lleva hoy. Insisto que no me importa vestir otra vez de duende. No me hace falta un nuevo disfraz. No quiero que siga trabajando más por mí. Pero, Merrigan es firme cuando toma una decisión. Dice que si ella va a ir con un nuevo vestido, yo también.
Su vestido está a un lado de la cama. Es amplio y ligero, de color marrón y blanco. Fue el mismo vestido que llevó en el funeral de la humana en playa.
-Eso no es un disfraz.- Señaló el vestido de Merrigan. - Te he visto con él otras veces. No es un disfraz.-
-Depende de la situación, papá.- Sonríe mirando al suelo. Levanta, lentamente, la cabeza y me mira a los ojos. - A la gente le gusta verme bien vestida en mis actuaciones. Si tengo que cantar la leyenda de la Diosa Freya, debo de ir disfrazada como lo haría Freya para que se sientan más cómodos. – Curva ligeramente sus labios en una mueca de vacilación. -¿Lo entiendes?-
-Creo que sí.-
Ríe sin abrir la boca y vuelve a sus quehaceres de costura. Tiene que terminar mi disfraz. No tardará tanto como ayer. Ya lo tiene casi terminado. Solo tiene que terminar de dar los últimos retoques a mi arco.
-Me dijiste que no se podía llevar arcos al carnaval.-
-Hoy sí que podrás porque será parte de tu disfraz. - No levanta la vista de la tele que adhiere al Vientoatroz.
-Me gusta el color rojo.-
Merrigan sonríe pero no me contesta. Está muy ocupada. No puede hablar ahora.
Me doy la vuelta y me asomo por la ventana. Veo estacas de madera tan grandes como edificios balanceándose en el aire. No debe de ser otra cosa más que la estatua que Merrigan quería ver. Pienso en llamarla para que viniera a ver cómo montan la figura. Creo que disfrutará viendo cómo trabajan los hombres. Giro la cabeza hacia el lugar donde está la muchacha sentada en la cama terminando de coser los pantalones blancos que llevaré como disfraz junto con el arco. Sonríe. Odio molestarla si está sonriendo.
El disfraz ya está terminado. Junto a los pantalones blancos, me enseña unas alas blancas que las sujetas por medio de uno de mis arneses donde llevo mis armas.
-¿De qué iré hoy?-
-Adivínalo.- Su voz suena melosa y juguetona. Es la misma voz que su madre.
-Hombre palomo.-
Se tapa la boca con las dos manos para ocultar su risa.
-Parecen alas paloma.- Levanto el arnés con las falsas alas.
-No son de paloma, son de querubín.-
-¿Qué es un querubín?-
-Como un ángel, pero en pequeñito.-
-¿Qué es un ángel?-
-Tú eres un ángel, papá.-
Merrigan corre hacia mí y me abraza con fuerza. Su cabeza me llega al mentón. Me es imposible no disfrutar el perfume de su cabello. Le beso la cabeza y le devuelvo el abrazo. No porque yo quiera, sino porque ella quiere. Aunque llore en mis brazos, sé que le gusta tenerme cerca. Llorar, a veces, es bueno. Fue una de las cosas que aprendí con Idril.
Llegamos a la misma plaza que ayer. Merrigan dedica una mirada de admiración a la cabeza de la estatua y dice algo que yo no alcanzo a oír por el ajetreo de las personas. Creo que no le ha importado que no haya dicho nada pues de sus labios no desaparece esa dulce media sonrisa.
Hoy es un hombre con la cabeza cubierta y algo parecido a estacas de carne en la espalda quien lanza una antorcha a la gran figura de madera para encenderla. La música empieza en el mismo momento en que las llamas cumplen su función. Merrigan está en el escenario vestida de la Diosa Freya tocando el arpa. Yo me siento en el mismo lugar que me senté ayer. No deseo hablar con nadie. El único motivo por el que estoy aquí es para ver a Merrigan tocar.
Hoy también vamos al Bragiväl. Merrigan dice que han puesto una estatua nueva y que otra persona diferente a la mujer de ayer la tiene que quemar. Mira por la ventana y busca con la mirada el pico de la nueva estatua. Está emocionada. Es fácil darse cuenta. Cuando tenemos que ir a un lugar especial, es su mochila la primera en prepararse y es ella quien se pone las botas de viaje mucho antes de que yo me haya puesto los pantalones. Le gusta viajar, pero más le gusta tocar el arpa y hacer que las personas bailen con su música.
Me coloco detrás de ella. Levanta la cabeza y me mira a los ojos. Coge mi mano derecha y la lleva a su cabeza. Quiere que la acaricie. No hace falta que me diga nada para que entienda lo que me pide. Sin dejar de mirar la ciudad que se ve por la ventana, acaricio el sedoso cabello rojo de Merrigan con lentos movimientos. Tampoco me hace falta mirarle a la cara para saber que sonríe.
-¿Puedes ver algo?-
-No.-
Merrigan agacha la cabeza. Parece desilusionada.
-Supongo que lo veremos luego.-
Da la espalda a la ventana y busca, entre sus maletas, las telas de colores para terminar de hacer el disfraz que me toca lleva hoy. Insisto que no me importa vestir otra vez de duende. No me hace falta un nuevo disfraz. No quiero que siga trabajando más por mí. Pero, Merrigan es firme cuando toma una decisión. Dice que si ella va a ir con un nuevo vestido, yo también.
Su vestido está a un lado de la cama. Es amplio y ligero, de color marrón y blanco. Fue el mismo vestido que llevó en el funeral de la humana en playa.
-Eso no es un disfraz.- Señaló el vestido de Merrigan. - Te he visto con él otras veces. No es un disfraz.-
-Depende de la situación, papá.- Sonríe mirando al suelo. Levanta, lentamente, la cabeza y me mira a los ojos. - A la gente le gusta verme bien vestida en mis actuaciones. Si tengo que cantar la leyenda de la Diosa Freya, debo de ir disfrazada como lo haría Freya para que se sientan más cómodos. – Curva ligeramente sus labios en una mueca de vacilación. -¿Lo entiendes?-
-Creo que sí.-
Ríe sin abrir la boca y vuelve a sus quehaceres de costura. Tiene que terminar mi disfraz. No tardará tanto como ayer. Ya lo tiene casi terminado. Solo tiene que terminar de dar los últimos retoques a mi arco.
-Me dijiste que no se podía llevar arcos al carnaval.-
-Hoy sí que podrás porque será parte de tu disfraz. - No levanta la vista de la tele que adhiere al Vientoatroz.
-Me gusta el color rojo.-
Merrigan sonríe pero no me contesta. Está muy ocupada. No puede hablar ahora.
Me doy la vuelta y me asomo por la ventana. Veo estacas de madera tan grandes como edificios balanceándose en el aire. No debe de ser otra cosa más que la estatua que Merrigan quería ver. Pienso en llamarla para que viniera a ver cómo montan la figura. Creo que disfrutará viendo cómo trabajan los hombres. Giro la cabeza hacia el lugar donde está la muchacha sentada en la cama terminando de coser los pantalones blancos que llevaré como disfraz junto con el arco. Sonríe. Odio molestarla si está sonriendo.
El disfraz ya está terminado. Junto a los pantalones blancos, me enseña unas alas blancas que las sujetas por medio de uno de mis arneses donde llevo mis armas.
-¿De qué iré hoy?-
-Adivínalo.- Su voz suena melosa y juguetona. Es la misma voz que su madre.
-Hombre palomo.-
Se tapa la boca con las dos manos para ocultar su risa.
-Parecen alas paloma.- Levanto el arnés con las falsas alas.
-No son de paloma, son de querubín.-
-¿Qué es un querubín?-
-Como un ángel, pero en pequeñito.-
-¿Qué es un ángel?-
-Tú eres un ángel, papá.-
Merrigan corre hacia mí y me abraza con fuerza. Su cabeza me llega al mentón. Me es imposible no disfrutar el perfume de su cabello. Le beso la cabeza y le devuelvo el abrazo. No porque yo quiera, sino porque ella quiere. Aunque llore en mis brazos, sé que le gusta tenerme cerca. Llorar, a veces, es bueno. Fue una de las cosas que aprendí con Idril.
Llegamos a la misma plaza que ayer. Merrigan dedica una mirada de admiración a la cabeza de la estatua y dice algo que yo no alcanzo a oír por el ajetreo de las personas. Creo que no le ha importado que no haya dicho nada pues de sus labios no desaparece esa dulce media sonrisa.
Hoy es un hombre con la cabeza cubierta y algo parecido a estacas de carne en la espalda quien lanza una antorcha a la gran figura de madera para encenderla. La música empieza en el mismo momento en que las llamas cumplen su función. Merrigan está en el escenario vestida de la Diosa Freya tocando el arpa. Yo me siento en el mismo lugar que me senté ayer. No deseo hablar con nadie. El único motivo por el que estoy aquí es para ver a Merrigan tocar.
- Disfraz de Sarez:
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- Disfraz de Merrigan:
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Sarez
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Re: EVENTO: Bragiväl (El Carnval Aerandiano)
Apoyada en la pared de un edificio que daba a la plaza, contemplaba desde su posición cómo continuaban las celebraciones del segundo día de Bragiväl. ¿Por qué si tanto detestaba esa fiesta estaba ahí? Básicamente porque sentía miedo. La dragona, que la noche anterior había sido quien lanzaba la antorcha y la estrella de la noche, estaba disfrutando de la festividad y Helyare no quería arruinarle la celebración así que, cuando vio que empezó el baile, ella se fue. Antes le gustaba bailar, ahora sentía horror al ver esos movimientos y, sobretodo a esa gente que aparentaba ser lo que no eran. ¿Por qué? ¿Por qué eran capaces de querer convertirse en lo que no eran? Se pintaban de animales, se llenaban de telas sin sentido y se maquillaban para darse toques mágicos quienes no poseían la magia. ¡Era incomprensible! ¿Qué dioses permitían que sus creaciones se convirtieran en lo que no eran? En la mente de Helyare no entraba ese concepto. Por eso no quería seguir más ahí. La mitad de la primera noche de Bragiväl la pasó en la posada tratando de conciliar el sueño. Y durante la mañana y la tarde del día siguiente. Pero sólo fueron intentos que daban como resultado que pudiera dormir una hora… O poquito más.
La gente ociosa corría por los pasillos de la posada o cantaban cosas sin sentido por las calles. La música estaba durante todo el día y por la noche era más constante. Pero eso no era lo que perturbaba el sueño de la elfa.
Cuando la luna se asomó por el cielo oscuro, Helyare seguía sola en la habitación de la posada, negándose en rotundo a formar parte de esa estupidez de fiesta. Pero al poco rato ya estaba tomando el camino en dirección al centro de Lunargenta, donde se quemaba una estatua. Otra más. Los humanos sentían verdadera devoción por el fuego, en todas las fiestas acababan prendiendo algo.
Y había sucumbido a abandonar su soledad precisamente por eso, porque se había agobiado al verse en ese lugar extraño, sin ningún sitio a donde ir, sin nadie a su lado. Tal vez era porque la dragona estaba con ella día y noche. Quiso ir a buscar a Aran, pero lo mismo que la noche anterior, una parte de ella no quería encontrarse con el elfo. Así que se decantó por apoyarse en la esquina de un edificio y observar lo ridículos que parecían los habitantes con sus disfraces horribles.
Las rumiaciones que tenía en su mente se habían apagado un poco con el ruido de los gritos y la música. Alguien tocaba en el centro, pero no se fijó mucho. Permanecía ahí, sin moverse, contemplando la daga que le había quitado a unos maleantes días atrás. De pronto empezó a iluminarse y rápidamente se la apartó, sujetándola por el extremo del mango, sin entender qué pasaba con el arma.
Sonagashira, la joven mariposa atravesó la calle corriendo entusiasmada, dispuesta a unirse al gentío para seguir con lo que había empezado la noche anterior. Pero frenó en seco al percatarse de que aquella forma que ocultaba su rostro y estaba pegada a una pared de piedra era su amiga Riny. –¡Riny! ¡Estás aquí! –Dio un saltito de alegría juntando sus manos en una palmada. Estaba muy emocionada. –Ayer te fuiste. –Eso último lo dijo en un tono de fastidio, pues quería enseñar a bailar a su amiga. ¡Pero hoy era la noche para ello!
La joven llevaba el mismo maquillaje que la noche anterior, pero es que había triunfado tanto que no quería quitárselo, quería que la admirasen y la agasajasen como habían hecho el primer día de Bragiväl. ¡Había hecho muchos amigos! Y quería presentárselos a Riny. –¡Ven conmigo! –Agarró el brazo de la elfa con intención de llevársela a buscar a sus nuevos amigos. –Tú también tienes que hacer amigos, Riny, como yo. –La miró y en ese momento se le pasó algo por la cabeza. –Pero, tranquila, tú eres mi mejor amiga.
La mariposa abrazó a la Helyare con fuerza, pensando que no era sociable porque no quería alejarse de ella, y no quería preocuparla. Aunque tuviera nuevos amigos, no iba a cambiar a Riny por nada del mundo.
–No, no. –Comentó Hely tratando de zafarse mientras seguía mirando la daga que brillaba con algo de incredulidad. –Yo me quedo aquí, hay demasiada gente. Ve tú, hay una chica tocando allí, y lo hace muy bien. Enséñales tu gran baile. –Sabía que ese tipo de elogios conseguirían que la mariposa se fuera y la dejara en paz.
Irónico, había tratado de huir de la soledad de su cuarto y ahora echaba a la única persona que hablaba con ella porque quería estar sola.
Sonagashira pensó durante un momento lo que había dicho Riny y, aunque la quería mucho y era su mejor amiga, tenía que reconocer que era un tanto extraña. Asintió y, después de decir que volvería para estar con ella, el tema de la música y volver a los halagos de la noche anterior, llamaron más a Sona que estar apoyada en una pared sin hacer nada. Salió corriendo en dirección a donde escuchaba la música y feliz, comenzó a bailar e inventarse una canción, igual que anoche.
Helyare suspiró ligeramente aliviada, pero también se sentía un poco mal por haber echado así a Sona. Bueno, entendía que a ella no le gustaba la fiesta y que el resto tenían derecho a disfrutar, al igual que la dragona, de quien no sabía nada desde que la había visto prender la estatua de la mujer del primer día.
Ella siguió observando la daga, que ahora brillaba con menor intensidad, sin comprender qué había pasado. Hizo una mueca de disconformidad al ver la hoja con ese brillo nada natural. ¡Se supone que es un metal! ¿Por qué había empezado a brillar así? La contempló por todos lados pero no notó nada extraño. No le gustaba nada que luciese, y mucho menos, sin saber el porqué.
Incluso pensó en tirarla y deshacerse de ella, pero le vendría muy bien para muchas cosas, no podía hacer lo mismo que con la suya. Esta tenía que mantenerla aunque fuese un despojo brillante. El mango parecía hecho por algún cazador.
“Pues menudo inútil…”, pensó la elfa al contemplarla. Si lo había hecho un cazador y brillaba… Debía ser patético, pues las presas lo verían acercarse.
Sin darle más vueltas al asunto, guardó la daga en la pernera y se quedó contemplando el fuego. Las llamas volvían a envolver la estructura y la iban convirtiendo en cenizas.
Cruzó los brazos y, como si fuera una estatua, se quedó allí. Aunque su paz no duró mucho cuando un par de niños pintados, supuestamente, como Ihana Maras, con la cara blanca y el contorno de los ojos, marrones, se acercaron a ella.
–¿De qué va disfrazado? –Preguntó uno de los pequeños. La elfa los miró con fastidio y se incorporó.
–Soy una bruja que colecciono ojos de infantes. –Dijo con un tono serio. –Y no voy disfrazada.
Al instante, los niños salieron corriendo y gritando. Uno de ellos se cayó, incluso, al tratar de huir de la supuesta bruja. Comenzó a llorar pero se levantó y salió corriendo junto a su hermano, quien no paraba de chocarse con la gente, aterrado.
Y al poco rato otra persona trataba de convencerla para que cambiase su disfraz por otro más “animado”. ¿Es que nadie la iba a dejar tranquila? Fastidiada, decidió alejarse un poco más de la plaza y del tumulto de los que celebraban Bragiväl. Todavía veía al gentío, pero no desde tan cerca. Los que bailaban no la empujaban, no trataban de pasar pegados a ella y no había gente molesta que tuviese la osadía de hablarle. ¡Quería que la dejaran en paz!
Pero no parecía conseguirlo. Sona salía del gentío para buscarla.
La gente ociosa corría por los pasillos de la posada o cantaban cosas sin sentido por las calles. La música estaba durante todo el día y por la noche era más constante. Pero eso no era lo que perturbaba el sueño de la elfa.
Cuando la luna se asomó por el cielo oscuro, Helyare seguía sola en la habitación de la posada, negándose en rotundo a formar parte de esa estupidez de fiesta. Pero al poco rato ya estaba tomando el camino en dirección al centro de Lunargenta, donde se quemaba una estatua. Otra más. Los humanos sentían verdadera devoción por el fuego, en todas las fiestas acababan prendiendo algo.
Y había sucumbido a abandonar su soledad precisamente por eso, porque se había agobiado al verse en ese lugar extraño, sin ningún sitio a donde ir, sin nadie a su lado. Tal vez era porque la dragona estaba con ella día y noche. Quiso ir a buscar a Aran, pero lo mismo que la noche anterior, una parte de ella no quería encontrarse con el elfo. Así que se decantó por apoyarse en la esquina de un edificio y observar lo ridículos que parecían los habitantes con sus disfraces horribles.
Las rumiaciones que tenía en su mente se habían apagado un poco con el ruido de los gritos y la música. Alguien tocaba en el centro, pero no se fijó mucho. Permanecía ahí, sin moverse, contemplando la daga que le había quitado a unos maleantes días atrás. De pronto empezó a iluminarse y rápidamente se la apartó, sujetándola por el extremo del mango, sin entender qué pasaba con el arma.
Sonagashira, la joven mariposa atravesó la calle corriendo entusiasmada, dispuesta a unirse al gentío para seguir con lo que había empezado la noche anterior. Pero frenó en seco al percatarse de que aquella forma que ocultaba su rostro y estaba pegada a una pared de piedra era su amiga Riny. –¡Riny! ¡Estás aquí! –Dio un saltito de alegría juntando sus manos en una palmada. Estaba muy emocionada. –Ayer te fuiste. –Eso último lo dijo en un tono de fastidio, pues quería enseñar a bailar a su amiga. ¡Pero hoy era la noche para ello!
La joven llevaba el mismo maquillaje que la noche anterior, pero es que había triunfado tanto que no quería quitárselo, quería que la admirasen y la agasajasen como habían hecho el primer día de Bragiväl. ¡Había hecho muchos amigos! Y quería presentárselos a Riny. –¡Ven conmigo! –Agarró el brazo de la elfa con intención de llevársela a buscar a sus nuevos amigos. –Tú también tienes que hacer amigos, Riny, como yo. –La miró y en ese momento se le pasó algo por la cabeza. –Pero, tranquila, tú eres mi mejor amiga.
La mariposa abrazó a la Helyare con fuerza, pensando que no era sociable porque no quería alejarse de ella, y no quería preocuparla. Aunque tuviera nuevos amigos, no iba a cambiar a Riny por nada del mundo.
–No, no. –Comentó Hely tratando de zafarse mientras seguía mirando la daga que brillaba con algo de incredulidad. –Yo me quedo aquí, hay demasiada gente. Ve tú, hay una chica tocando allí, y lo hace muy bien. Enséñales tu gran baile. –Sabía que ese tipo de elogios conseguirían que la mariposa se fuera y la dejara en paz.
Irónico, había tratado de huir de la soledad de su cuarto y ahora echaba a la única persona que hablaba con ella porque quería estar sola.
Sonagashira pensó durante un momento lo que había dicho Riny y, aunque la quería mucho y era su mejor amiga, tenía que reconocer que era un tanto extraña. Asintió y, después de decir que volvería para estar con ella, el tema de la música y volver a los halagos de la noche anterior, llamaron más a Sona que estar apoyada en una pared sin hacer nada. Salió corriendo en dirección a donde escuchaba la música y feliz, comenzó a bailar e inventarse una canción, igual que anoche.
Helyare suspiró ligeramente aliviada, pero también se sentía un poco mal por haber echado así a Sona. Bueno, entendía que a ella no le gustaba la fiesta y que el resto tenían derecho a disfrutar, al igual que la dragona, de quien no sabía nada desde que la había visto prender la estatua de la mujer del primer día.
Ella siguió observando la daga, que ahora brillaba con menor intensidad, sin comprender qué había pasado. Hizo una mueca de disconformidad al ver la hoja con ese brillo nada natural. ¡Se supone que es un metal! ¿Por qué había empezado a brillar así? La contempló por todos lados pero no notó nada extraño. No le gustaba nada que luciese, y mucho menos, sin saber el porqué.
Incluso pensó en tirarla y deshacerse de ella, pero le vendría muy bien para muchas cosas, no podía hacer lo mismo que con la suya. Esta tenía que mantenerla aunque fuese un despojo brillante. El mango parecía hecho por algún cazador.
“Pues menudo inútil…”, pensó la elfa al contemplarla. Si lo había hecho un cazador y brillaba… Debía ser patético, pues las presas lo verían acercarse.
Sin darle más vueltas al asunto, guardó la daga en la pernera y se quedó contemplando el fuego. Las llamas volvían a envolver la estructura y la iban convirtiendo en cenizas.
Cruzó los brazos y, como si fuera una estatua, se quedó allí. Aunque su paz no duró mucho cuando un par de niños pintados, supuestamente, como Ihana Maras, con la cara blanca y el contorno de los ojos, marrones, se acercaron a ella.
–¿De qué va disfrazado? –Preguntó uno de los pequeños. La elfa los miró con fastidio y se incorporó.
–Soy una bruja que colecciono ojos de infantes. –Dijo con un tono serio. –Y no voy disfrazada.
Al instante, los niños salieron corriendo y gritando. Uno de ellos se cayó, incluso, al tratar de huir de la supuesta bruja. Comenzó a llorar pero se levantó y salió corriendo junto a su hermano, quien no paraba de chocarse con la gente, aterrado.
Y al poco rato otra persona trataba de convencerla para que cambiase su disfraz por otro más “animado”. ¿Es que nadie la iba a dejar tranquila? Fastidiada, decidió alejarse un poco más de la plaza y del tumulto de los que celebraban Bragiväl. Todavía veía al gentío, pero no desde tan cerca. Los que bailaban no la empujaban, no trataban de pasar pegados a ella y no había gente molesta que tuviese la osadía de hablarle. ¡Quería que la dejaran en paz!
Pero no parecía conseguirlo. Sona salía del gentío para buscarla.
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Re: EVENTO: Bragiväl (El Carnval Aerandiano)
— Hermano —sentí la voz de Lilja. Estaba muy cerca de mí, y me empujó levemente con el hombro—. Alguien nos está mirando. De hecho creo que me está mirando únicamente a mí.
No estábamos mirándolo directamente, pero después de decirme aquello, con un par de vistazos rápidos me di cuenta de quién me estaba hablando. Aquel chico de pelo largo y un ápice de barba. Aspecto bastante desaliñado, pero por alguna razón «familiar». En aquel momento no lo sabía, pero si sentía alguna clase de familiaridad por él, era debido a que era uno de los nuestros, un licántropo. No llegué a mirarlo directamente. Tan sólo miré a los ojos de mi hermana.
— ¿Sabes si nos ha seguido? ¿O tan sólo nos acaba de mirar?
— Lleva un rato mirándome —comentó, con un tono impasible. Aunque en el fondo noté un manojo de nervios en ella.
No acostumbraba a ser observada. Había vivido durante su exilio personal alejada de todo, y aquel exilio había durado más de un lustro. Ella dirigió una nueva mirada nerviosa, pero de pronto me percaté que su ceño se estaba frunciendo. Aquello ya no eran nervios, se convertía en algo más fuerte. Era ira, molestia; no quería que aquel individuo continuara observándola. Rápidamente aquel odio se transfirió a mí, y casi de forma instintiva me moví bruscamente en dirección al desconocido.
— ¿Qué estás mirando? —me dirigí directamente a él, alzando la voz y el ceño fruncido.
Mi hermana, sintió más coraje en ese mismo instante y en seguida se unió, acercándose rápidamente situándose a mi lado. Mientras que yo era consciente de que aquel individuo probablemente la estaría mirando más por su belleza, que por cualquier otra cosa, ella pensaba que nos había perseguido. Que era alguien de Lunargenta que la habría reconocido, alguien del pasado. Ella se mantuvo firme a mi lado, esperando una respuesta de nuestro próximo interlocutor.
De pronto me quedé mirándolo fijamente. Pero ya no con odio. De hecho, sin darme cuenta, dejé de fruncir el ceño. Ahora mostraba curiosidad. Volvía a sentir esa extraña sensación de «familiaridad». ¿Quién era aquel desconocido, y por qué sentía que ya lo conocía de antes? O por lo menos, que conocía una parte de él. Mi hermana también pareció notar algo así, pues quedó más calmada después de algunos segundos. Era una sensación extraña. Para ella más que para mí, desde luego, dado que ella no se había encontrado frente a más licántropos salvo yo, en mucho tiempo.
— ¡Bebamos! —gritó un gordo desde el otro rincón de la taberna. Un grupo de individuos comenzó a golpear una mesa redonda con varias jarras de cerveza.
Golpeaban de forma rítmica. Estaban jugando a una especie de juego. Un golpe por cada segundo, y una moneda en medio. En cuanto aquella moneda cayera por las vibraciones de los golpes, que la movían por toda la mesa, el perdedor sería aquel en cuya dirección habría caído la moneda. Y el perdedor, debía beber todas aquellas garrafas juntas. Había visto aquel juego antes, y había visto a algún que otro imbécil morir por aquel juego estúpido. Aun así sonreí, y aquel inesperado chiste circunstancial fue lo que terminó de calmar nuestro fuego. Ahora la pregunta que le habíamos hecho al desconocido, no era con odio ni ira, sino con simple y llana curiosidad.
— ¿Te he visto antes? —le preguntó Lilja finalmente.
Me robó las mismas palabras que estaba a punto de pronunciar. Alguien más se acercó momentos después. Fue un hombre bastante borracho, pero de aspecto muy formal. Con una túnica oscura perfectamente cuidada, limpia y perfumada, y un sombrero largo de tonalidad amorronada, con una pluma como ornamento. Tenía un largo bigote y unos ojos grises cansados, como los de alguien que habla con un fingido desinterés.
— Te vi en la taberna de los caminos. Con aquel hombre mecánico —me dijo seriamente, aunque de pronto dejó escapar una afable sonrisa—. Muy buena pelea, sí señor.
Le devolví la sonrisa. Qué menos ante tal amabilidad. No es que hubiera realizado un espectáculo intencionado, pero me halagaba que se acordara de aquello. Además lo había pasado bastante bien. Supuse que por hombre mecánico se referiría a Alois.
— Honrando aquella buena pelea, quedáis invitados tú y tus compañeros a 3 rondas. A mi cuenta —me guiñó un ojo y se marchó a una mesa cualquiera.
— Mira que bien. —Dije únicamente. Luego dirigí la mirada nuevamente hacia Rodxar, esperando una respuesta.
No estábamos mirándolo directamente, pero después de decirme aquello, con un par de vistazos rápidos me di cuenta de quién me estaba hablando. Aquel chico de pelo largo y un ápice de barba. Aspecto bastante desaliñado, pero por alguna razón «familiar». En aquel momento no lo sabía, pero si sentía alguna clase de familiaridad por él, era debido a que era uno de los nuestros, un licántropo. No llegué a mirarlo directamente. Tan sólo miré a los ojos de mi hermana.
— ¿Sabes si nos ha seguido? ¿O tan sólo nos acaba de mirar?
— Lleva un rato mirándome —comentó, con un tono impasible. Aunque en el fondo noté un manojo de nervios en ella.
No acostumbraba a ser observada. Había vivido durante su exilio personal alejada de todo, y aquel exilio había durado más de un lustro. Ella dirigió una nueva mirada nerviosa, pero de pronto me percaté que su ceño se estaba frunciendo. Aquello ya no eran nervios, se convertía en algo más fuerte. Era ira, molestia; no quería que aquel individuo continuara observándola. Rápidamente aquel odio se transfirió a mí, y casi de forma instintiva me moví bruscamente en dirección al desconocido.
— ¿Qué estás mirando? —me dirigí directamente a él, alzando la voz y el ceño fruncido.
Mi hermana, sintió más coraje en ese mismo instante y en seguida se unió, acercándose rápidamente situándose a mi lado. Mientras que yo era consciente de que aquel individuo probablemente la estaría mirando más por su belleza, que por cualquier otra cosa, ella pensaba que nos había perseguido. Que era alguien de Lunargenta que la habría reconocido, alguien del pasado. Ella se mantuvo firme a mi lado, esperando una respuesta de nuestro próximo interlocutor.
De pronto me quedé mirándolo fijamente. Pero ya no con odio. De hecho, sin darme cuenta, dejé de fruncir el ceño. Ahora mostraba curiosidad. Volvía a sentir esa extraña sensación de «familiaridad». ¿Quién era aquel desconocido, y por qué sentía que ya lo conocía de antes? O por lo menos, que conocía una parte de él. Mi hermana también pareció notar algo así, pues quedó más calmada después de algunos segundos. Era una sensación extraña. Para ella más que para mí, desde luego, dado que ella no se había encontrado frente a más licántropos salvo yo, en mucho tiempo.
— ¡Bebamos! —gritó un gordo desde el otro rincón de la taberna. Un grupo de individuos comenzó a golpear una mesa redonda con varias jarras de cerveza.
Golpeaban de forma rítmica. Estaban jugando a una especie de juego. Un golpe por cada segundo, y una moneda en medio. En cuanto aquella moneda cayera por las vibraciones de los golpes, que la movían por toda la mesa, el perdedor sería aquel en cuya dirección habría caído la moneda. Y el perdedor, debía beber todas aquellas garrafas juntas. Había visto aquel juego antes, y había visto a algún que otro imbécil morir por aquel juego estúpido. Aun así sonreí, y aquel inesperado chiste circunstancial fue lo que terminó de calmar nuestro fuego. Ahora la pregunta que le habíamos hecho al desconocido, no era con odio ni ira, sino con simple y llana curiosidad.
— ¿Te he visto antes? —le preguntó Lilja finalmente.
Me robó las mismas palabras que estaba a punto de pronunciar. Alguien más se acercó momentos después. Fue un hombre bastante borracho, pero de aspecto muy formal. Con una túnica oscura perfectamente cuidada, limpia y perfumada, y un sombrero largo de tonalidad amorronada, con una pluma como ornamento. Tenía un largo bigote y unos ojos grises cansados, como los de alguien que habla con un fingido desinterés.
— Te vi en la taberna de los caminos. Con aquel hombre mecánico —me dijo seriamente, aunque de pronto dejó escapar una afable sonrisa—. Muy buena pelea, sí señor.
Le devolví la sonrisa. Qué menos ante tal amabilidad. No es que hubiera realizado un espectáculo intencionado, pero me halagaba que se acordara de aquello. Además lo había pasado bastante bien. Supuse que por hombre mecánico se referiría a Alois.
— Honrando aquella buena pelea, quedáis invitados tú y tus compañeros a 3 rondas. A mi cuenta —me guiñó un ojo y se marchó a una mesa cualquiera.
— Mira que bien. —Dije únicamente. Luego dirigí la mirada nuevamente hacia Rodxar, esperando una respuesta.
Friðþjófur Rögnvaldsson
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Re: EVENTO: Bragiväl (El Carnval Aerandiano)
El primer día del Bragiväl había sido maravilloso. Luego de encender la figura, Ingela había bailado toda la noche con todo aquel que lo pedía. Bailó con osos, lobos, brujos, hombres de latón, unas mujeres con orejas y colas, pequeños monstruos y hasta con ella misma. Bebió todo el aguamiel que quiso y comió todos los pinchos, hasta el de colitas de lagartija pudo saborear.
Fue una noche mágica y feliz.
El segundo día del carnaval llegaba, así que cuando aún no salía el sol y los rezagados del primer día todavía avanzaban bamboleantes por las calles, Ingela ya estaba en el taller de Begonia y Milenrama, las costureras que le recomendó Ernest. -Son las mejores de Lunargenta, yo diría que de Aerandir- le dijo con total seguridad. Ellas le habían convertido en una sensual felina el día anterior, con sus pinturas mágicas, ya que siendo un par de brujas, era obvio que algo habían hecho con los tintes para que la joven Ingela, tan pudorosa y recatada que era, saliera a la calle con la fiereza de una leona, desinhibida como estaba.
-¡Joven Ingela!- exclamó Begonia al abrir la puerta -Has llegado justo a tiempo, Mile está terminando los últimos detalles de tu vestido, te va a encantar- le dijo tomándola de las manos, llevándola atrás, al taller. Entró por la pequeña puerta que daba hacia el inmenso taller, donde las telas volaban de aquí para allá, llevadas por las pixies que hacían de ayudantes. Así como las plumas, las cintas, las telas afelpadas, los terciopelos y paños. El bullicio era ensordecedor, pero era un espectáculo mágico con el cual la joven dragona llegaba a alucinar. -¡Niña!- gritó Milenrama desde el fondo, agitando los brazos en forma de saludo y llamándola para acercarse.
Y fue allí cuando Ingela lo vio. Era maravilloso. Impresionante. Aquel vestido sería lo más hermoso que Ingela había visto. La maravillosa cola de pavo real se erguía gigantesca al rededor de un pequeño vestido bordado con piedritas brillantes. Los colores vivos, relucían; azul, verde esmeralda y dorado, resplandecían con los brillos de las piedras y el satín de las plumas. El tocado, los brazaletes, los zapatos, todo impactaba a la vista. La chica quedó anonadada, impactada con tal belleza.
-Oh vamos... ni que fuera para tanto...- dijo Milenrama acercándose a la joven dragona. -Ven, te lo tienes que poner. ¿Quieres un tecito?- le dijo al tomarla del brazo. La chica asintió, muda aún. Milenrama hizo un gesto a una de sus ayudantes, quien se apuró a traer una taza con el brebaje que la chica bebió sin chistar y casi de un trago. Era una bebida dulzona y tibia, saboreaba las flores y la miel. Antes de terminar, se habría bebido unas cuantas tazas más.
Además, después de beberlo, ella se sentía tan... tan bien...
Las dos modistas ayudaron a la chica a vestirse. Ingela se sentía realizada, hermosa, una semi diosa que había bajado a la tierra para bailar junto a los mortales en el Bragiväl. Y así se movía, como si flotara. Agradeció a las mujeres y salió en dirección a la plaza, robando las miradas de todos. Apenas escuchó la música comenzó a bailar. Se sentía liviana, etérea. No sabía de los hechizos que las brujas ponían en sus vestidos ni en los brebajes que preparaban. Ingela bailaba y era feliz, eso era todo lo que importaba.
Llegó a la plaza, la figura se encendió, la gente gritó de júbilo, ella inclusive. La música retumbó y ella, el Pavo Real, abrió su cola para bailar con un ángel que cayó del cielo frente a ella. -Esta noche volaremos- le dijo al elfo disfrazado de querubín que la miraba sorprendido y un poco asustado, a quien tomó de las manos y llevó a bailar, sin pedir permiso ni preguntar. Ella era la reina de las aves, él tenía que aceptar.
Fue una noche mágica y feliz.
El segundo día del carnaval llegaba, así que cuando aún no salía el sol y los rezagados del primer día todavía avanzaban bamboleantes por las calles, Ingela ya estaba en el taller de Begonia y Milenrama, las costureras que le recomendó Ernest. -Son las mejores de Lunargenta, yo diría que de Aerandir- le dijo con total seguridad. Ellas le habían convertido en una sensual felina el día anterior, con sus pinturas mágicas, ya que siendo un par de brujas, era obvio que algo habían hecho con los tintes para que la joven Ingela, tan pudorosa y recatada que era, saliera a la calle con la fiereza de una leona, desinhibida como estaba.
-¡Joven Ingela!- exclamó Begonia al abrir la puerta -Has llegado justo a tiempo, Mile está terminando los últimos detalles de tu vestido, te va a encantar- le dijo tomándola de las manos, llevándola atrás, al taller. Entró por la pequeña puerta que daba hacia el inmenso taller, donde las telas volaban de aquí para allá, llevadas por las pixies que hacían de ayudantes. Así como las plumas, las cintas, las telas afelpadas, los terciopelos y paños. El bullicio era ensordecedor, pero era un espectáculo mágico con el cual la joven dragona llegaba a alucinar. -¡Niña!- gritó Milenrama desde el fondo, agitando los brazos en forma de saludo y llamándola para acercarse.
Y fue allí cuando Ingela lo vio. Era maravilloso. Impresionante. Aquel vestido sería lo más hermoso que Ingela había visto. La maravillosa cola de pavo real se erguía gigantesca al rededor de un pequeño vestido bordado con piedritas brillantes. Los colores vivos, relucían; azul, verde esmeralda y dorado, resplandecían con los brillos de las piedras y el satín de las plumas. El tocado, los brazaletes, los zapatos, todo impactaba a la vista. La chica quedó anonadada, impactada con tal belleza.
- El vuelo del Pavo Real:
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-Oh vamos... ni que fuera para tanto...- dijo Milenrama acercándose a la joven dragona. -Ven, te lo tienes que poner. ¿Quieres un tecito?- le dijo al tomarla del brazo. La chica asintió, muda aún. Milenrama hizo un gesto a una de sus ayudantes, quien se apuró a traer una taza con el brebaje que la chica bebió sin chistar y casi de un trago. Era una bebida dulzona y tibia, saboreaba las flores y la miel. Antes de terminar, se habría bebido unas cuantas tazas más.
Además, después de beberlo, ella se sentía tan... tan bien...
Las dos modistas ayudaron a la chica a vestirse. Ingela se sentía realizada, hermosa, una semi diosa que había bajado a la tierra para bailar junto a los mortales en el Bragiväl. Y así se movía, como si flotara. Agradeció a las mujeres y salió en dirección a la plaza, robando las miradas de todos. Apenas escuchó la música comenzó a bailar. Se sentía liviana, etérea. No sabía de los hechizos que las brujas ponían en sus vestidos ni en los brebajes que preparaban. Ingela bailaba y era feliz, eso era todo lo que importaba.
Llegó a la plaza, la figura se encendió, la gente gritó de júbilo, ella inclusive. La música retumbó y ella, el Pavo Real, abrió su cola para bailar con un ángel que cayó del cielo frente a ella. -Esta noche volaremos- le dijo al elfo disfrazado de querubín que la miraba sorprendido y un poco asustado, a quien tomó de las manos y llevó a bailar, sin pedir permiso ni preguntar. Ella era la reina de las aves, él tenía que aceptar.
- El Pavo Real Baila:
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Ingela
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Re: EVENTO: Bragiväl (El Carnval Aerandiano)
A mi espalda, las personas se cogen de las manos y bailan siguiendo a la música. Giro la cabeza para echarles un ojo. No disfrutan. Ríen, gritan y parlotean, pero no disfrutan de la música. A veces pienso en la razón que le lleva a Merrigan a tocar el arpa. ¿Por qué lo hace cuando las personas no disfrutan de su música? Dudo que, ni siquiera, la escuchen. El alboroto de sus voces es tan fuerte que no es imposible escuchar nada más que no sea los gritos de júbilo. En el corto rato que llevo sentado escuchando a los músicos tocar sus instrumentos (solo me interesa el arpa de Merrigan) he escuchado a nueves mujeres gritar porque alguien les ha chafada su vestido, cinco peleas de las cuales dos terminaron muy mal, siete tropezones en los pasos de baile y dos personas que se quemaron con llamas de la gran hoguera. Los escucho tan nítidamente y con tanta claridad que aprendo a diferenciar un tipo de grito que otro. No es algo que me interese aprender. Lo contrario, desearía poder olvidarlo. Hacer como si no existiera ningún otro sonido que sea el que produce Merrigan al tocar el arpa.
Muestro una mirada de rechazo hacia las personas que no deja de bailar y gritar. Arrugo el ceño y acaricio mi arco. Merrigan me dijo que no lo usase. Que es parte de mi disfraz de querubín (un querubín es un ángel y un ángel eres tú, papá) y que no debo usarlo como arma. Aunque, desee hacerlo. Ese hombre que ha bebido más de lo que su barriga pueda soportar grita tan alta que es capaz de enmudecer el arpa. Hacerlo callar es muy sencillo. Una flecha y no sufrirá más. Se acabarían sus gritos, sus vómitos y su mala educación. Una flecha y la música de Merrigan se oirá con claridad.
Respiro hondo y suspiro sonoramente; no lo suficiente sonoro para que alguien, a menos de un centímetro de distancia, lo pueda escuchar con tanto alboroto.
Debo ser consciente que nada es como antes. Esto no es el bosque. Aquí hay unas reglas que cumplir. No puedo usar mi arco para resolver los conflictos. A Merrigan no le gusta que lo haga.
Retiro mi mano del arco. Hoy no. Si las personas quieren gritar y bailar, que lo hagan. Yo me quedo con la música del arpa. Es lo único que quiero.
No, miento. Lo único que quiero es a Merrigan. Su música tampoco es algo que me llame la atención. Me gusta porque es ella quien la hace. Si no fuera por ella, no estaría hoy aquí. Sentado en una de las sillas más alejadas del baile viéndola tocar el arpa. Es preciosa.
Estoy tan ensimismado con la música de Merrigan que no me doy cuenta que una mujer vestida con plumas me coge de la mano y dice algo que yo no quiero oír (solo quiero escuchar a Merrigan). Mueve sus manos, sus falsas alas y su falsa cola como si fuera, realmente, un pavo. Vergonzoso. Pero, ¿de qué me quejo? El disfraz que me ha hecho Merrigan lleva alas. No son tan despampanantes como las de mujer vestida de pájaro, pero, igualmente, son alas y a Merrigan se reiría si supiera hacerlas mover.
-Son falsas. No se puede volar-.
Intento explicarme, pero los gritos son muy fuertes para poder hablar. Mi voz se escucha entrecortada. No puedo hacer nada para remediarlo. No sirve señalar las falsas alas blancas que llevo enganchadas al arnés como tampoco sirve señalar las alas de la chica. Ella continúa moviendo los brazos. No puede ser tan ilusa como para pensar que, de verdad, va a poder volar. ¿Es que no entiende que si las alas fueran reales yo sería el primero en salir del Bragiväl volando? Cogería a Merrigan y me iría lejos. No me importa dónde. Lejos. A un lugar donde su música sea escuchada, sus labios luzcan una sonrisa y las personas disfruten del arpa en lugar de callarla a base de gritos molestos.
-No se mueven.- agito las alas que llevo colgadas- No sirven. No se puede volar-.
Lo vuelvo a intentar. No me rindo. La chica tiene que entender que no puede volar. Es inútil cuánto mueva sus brazos. No es un pájaro. Es una humana (parece una humana). Las humanas no pueden volar. Solos los pájaros pueden volar (también los querubines que son como ángeles y un ángel eres tú, papá) y ella no es un pájaro.
Antes de que me dé cuenta, mueve mis brazos como si estuviera enseñándome a volar. Eso supongo por lo que ha dicho antes. Si miro al resto de personas, parece que la chica esté bailando. De una forma extraña, con todo su cuerpo, el falso del disfraz y el verdadero de su ser. El resto no se mueve de una manera menos extraña. Una elfa disfrazada de licántropa, coge su falsa cola con la mano y la mueve en círculos. Es parte de su baile, como también lo es que la chica mueva sus caderas para mover su cola de pavo real.
Me quedo inmóvil durante unos segundos. Luego, me doy la vuelta y me separo de la chica pájaro. No le digo nada. No quiero hablar, no quiero bailar y no quiero volar. Quiero sentarme y escuchar a Merrigan tocar su arpa.
No me he ni siquiera un metro de distancia cuando, el mismo hombre borracho que apunté con minutes antes con la mirada, me da un empujón que me hace caer sobre la chica pájaro. Grita algo que, por desgracia, puedo escuchar mejor que el sonido del arpa.
-¡NO ME SEAS MARICÓN!- se da un golpe en la panza. - ¡A UNA MUJER NO SE LE ABANDONA DE ESA FORMA TAN ASQUEROSA!-
Una flecha y se acabó. Dejaría gritar. Solo una, y ya está. Merrigan no me debería haber prohibido disparar con mi arco. Solo necesito un disparo.
El hombre escupe al suelo y se ríe en una amplia carcajada mientras no deja de señalarme. Se está burlando por lo que ha hecho. Ha conseguido que me caiga que sobre el pecho de la chica pájaro y que me quede inmóvil mirándoles, a la chica pájaro y a él mismo. Si pudiera volar me iría lejos, de nuevo al bosque. Si pudiera disparar con mi arco solo necesitaría una flecha para hacer callar a esa horrible sonrisa. Y si pudiera, le haría entender a la chica pájaro que no se puede volar con unas alas falsas.
Offrol: ¡LO SIENTO ÍNGUELITA :’( ! Sarez es así, trata mal a todos.
Muestro una mirada de rechazo hacia las personas que no deja de bailar y gritar. Arrugo el ceño y acaricio mi arco. Merrigan me dijo que no lo usase. Que es parte de mi disfraz de querubín (un querubín es un ángel y un ángel eres tú, papá) y que no debo usarlo como arma. Aunque, desee hacerlo. Ese hombre que ha bebido más de lo que su barriga pueda soportar grita tan alta que es capaz de enmudecer el arpa. Hacerlo callar es muy sencillo. Una flecha y no sufrirá más. Se acabarían sus gritos, sus vómitos y su mala educación. Una flecha y la música de Merrigan se oirá con claridad.
Respiro hondo y suspiro sonoramente; no lo suficiente sonoro para que alguien, a menos de un centímetro de distancia, lo pueda escuchar con tanto alboroto.
Debo ser consciente que nada es como antes. Esto no es el bosque. Aquí hay unas reglas que cumplir. No puedo usar mi arco para resolver los conflictos. A Merrigan no le gusta que lo haga.
Retiro mi mano del arco. Hoy no. Si las personas quieren gritar y bailar, que lo hagan. Yo me quedo con la música del arpa. Es lo único que quiero.
No, miento. Lo único que quiero es a Merrigan. Su música tampoco es algo que me llame la atención. Me gusta porque es ella quien la hace. Si no fuera por ella, no estaría hoy aquí. Sentado en una de las sillas más alejadas del baile viéndola tocar el arpa. Es preciosa.
Estoy tan ensimismado con la música de Merrigan que no me doy cuenta que una mujer vestida con plumas me coge de la mano y dice algo que yo no quiero oír (solo quiero escuchar a Merrigan). Mueve sus manos, sus falsas alas y su falsa cola como si fuera, realmente, un pavo. Vergonzoso. Pero, ¿de qué me quejo? El disfraz que me ha hecho Merrigan lleva alas. No son tan despampanantes como las de mujer vestida de pájaro, pero, igualmente, son alas y a Merrigan se reiría si supiera hacerlas mover.
-Son falsas. No se puede volar-.
Intento explicarme, pero los gritos son muy fuertes para poder hablar. Mi voz se escucha entrecortada. No puedo hacer nada para remediarlo. No sirve señalar las falsas alas blancas que llevo enganchadas al arnés como tampoco sirve señalar las alas de la chica. Ella continúa moviendo los brazos. No puede ser tan ilusa como para pensar que, de verdad, va a poder volar. ¿Es que no entiende que si las alas fueran reales yo sería el primero en salir del Bragiväl volando? Cogería a Merrigan y me iría lejos. No me importa dónde. Lejos. A un lugar donde su música sea escuchada, sus labios luzcan una sonrisa y las personas disfruten del arpa en lugar de callarla a base de gritos molestos.
-No se mueven.- agito las alas que llevo colgadas- No sirven. No se puede volar-.
Lo vuelvo a intentar. No me rindo. La chica tiene que entender que no puede volar. Es inútil cuánto mueva sus brazos. No es un pájaro. Es una humana (parece una humana). Las humanas no pueden volar. Solos los pájaros pueden volar (también los querubines que son como ángeles y un ángel eres tú, papá) y ella no es un pájaro.
Antes de que me dé cuenta, mueve mis brazos como si estuviera enseñándome a volar. Eso supongo por lo que ha dicho antes. Si miro al resto de personas, parece que la chica esté bailando. De una forma extraña, con todo su cuerpo, el falso del disfraz y el verdadero de su ser. El resto no se mueve de una manera menos extraña. Una elfa disfrazada de licántropa, coge su falsa cola con la mano y la mueve en círculos. Es parte de su baile, como también lo es que la chica mueva sus caderas para mover su cola de pavo real.
Me quedo inmóvil durante unos segundos. Luego, me doy la vuelta y me separo de la chica pájaro. No le digo nada. No quiero hablar, no quiero bailar y no quiero volar. Quiero sentarme y escuchar a Merrigan tocar su arpa.
No me he ni siquiera un metro de distancia cuando, el mismo hombre borracho que apunté con minutes antes con la mirada, me da un empujón que me hace caer sobre la chica pájaro. Grita algo que, por desgracia, puedo escuchar mejor que el sonido del arpa.
-¡NO ME SEAS MARICÓN!- se da un golpe en la panza. - ¡A UNA MUJER NO SE LE ABANDONA DE ESA FORMA TAN ASQUEROSA!-
Una flecha y se acabó. Dejaría gritar. Solo una, y ya está. Merrigan no me debería haber prohibido disparar con mi arco. Solo necesito un disparo.
El hombre escupe al suelo y se ríe en una amplia carcajada mientras no deja de señalarme. Se está burlando por lo que ha hecho. Ha conseguido que me caiga que sobre el pecho de la chica pájaro y que me quede inmóvil mirándoles, a la chica pájaro y a él mismo. Si pudiera volar me iría lejos, de nuevo al bosque. Si pudiera disparar con mi arco solo necesitaría una flecha para hacer callar a esa horrible sonrisa. Y si pudiera, le haría entender a la chica pájaro que no se puede volar con unas alas falsas.
Offrol: ¡LO SIENTO ÍNGUELITA :’( ! Sarez es así, trata mal a todos.
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Re: EVENTO: Bragiväl (El Carnval Aerandiano)
Era indudable que Bragiväl no estaba hecho para alguien como Helyare, al menos, no ahora. Le parecía ridícula la costumbre de disfrazarse de algo que no eres durante unas noches al año. ¿Y después? Eras quien eras, de eso no se podía escapar. ¿Qué sentido tenía vestirse y aparentar ser otra cosa? Había gente vestida como si fueran animales, ¿pretendían ser bestias? Pues no podrían serlo. Era una estupidez de fiesta, sin sentido alguno. ¿Dónde quedaba la racionalidad y las consecuencias de lo que eras en realidad? Era completamente estúpido celebrar algo así. Mas la gente lo disfrutaba. Bailaban como si no pudieran detenerse, gritaban jubilosos y se dejaban vencer por las tentaciones cohibidas durante el resto del año. ¡Ridículo! Pero, claro, era una fiesta humana…
Ella todavía trataba de esconderse de Sonagashira, quien estaba empeñada en sacarla a bailar. ¿Helyare? ¿Bailar? Hacía mucho tiempo que había dejado de hacerlo, y menos lo haría en ese lugar. Pero la chica mariposa insistía. Quería que su nueva amiga, Riny, disfrutase de la fiesta. ¿Por qué no estaba feliz como ella? Seguro que también admirarían su precioso disfraz… Si es que llevase uno. Pero no, su amiga Riny era extraña y parecía ocultarse de todo el mundo. ¡Esa gente era amable! Todavía agasajaban y alababan la muchacha por su “hermoso disfraz”, Riny tenía que ir con ella y divertirse con esas personas tan buenas. No las harían daño.
Sin embargo, Riny no estaba donde la había dejado y eso desilusionó muchísimo a Sona. Quería compartir ese gran momento con su amiga y no podía. La cara de desilusión de la mariposa fue un dardo en el corazón de Helyare. Sí, a pesar de que parecía tenerlo más congelado que los lagos de los que Ingela le había hablado, sintió una punzada al ver la mirada triste de esa chica desde la distancia. ¿Tantas ganas tenía Sona de estar con ella? No entendía realmente por qué tan repentino cariño. Pero a veces crispaba sus nervios. Esa exacerbada felicidad que mostraba la mariposa acababa con la escasa paciencia de la elfa, y era mejor que no hiciera por ganarse, más aún, el cariño de Sonagashira. Su idea próxima era irse al norte cuando acabase su misión. Cuanta menos gente estuviera enlazada a ella, mejor. Y tampoco merecía ningún trato amistoso si quería estar sola. Aunque se hubiese sentido mal, tenía que seguir adelante y parar cualquier atisbo de relación. Incluso el que tenía con Ingela, llegado el momento.
Esa dragona… A pesar de que todavía no la consideraba su amiga, ella sí se había referido a la elfa como tal. El concepto de amistad para el resto de razas era más banal que el que tenían en su raza. Simplemente había que ver el lazo de unión que tenían ella y Aran hace tiempo. Eso era amistad. Ingela y Helyare sólo eran compañeras de viaje, al menos, para la elfa. Y aun así no podía negar que sentía aprecio por la muchacha.
Y era en quien fijó su vista entre el gentío de Bragiväl. La joven del norte sí disfrutaba de todas esas fiestas estúpidas, se divertía muchísimo. ¿Cómo lo hacía? Si era imposible sentirse a gusto entre empujones, alcohol y personas fingiendo ser otros seres. Pero ese sentimiento de vergüenza ajena iba dirigido a los demás, no a su dragona. Ella también se había disfrazado y Helyare la veía hermosa, espectacular. Aunque esa noche no tirase ella la antorcha, era la estrella más brillante de esa noche, sin duda. Su disfraz de pájaro era tan bello que sintió envidia. No por llevarlo, ella no quería disfrazarse. Sino porque Ingela podía mostrar su precioso cuerpo sin tapujos. Helyare no, tenía demasiadas cicatrices que recorrían su piel y eso era motivo más que de sobra para ocultar su cuerpo a ojos de todo el mundo, incluida ella misma. Uno de sus peores momentos era cuando se desnudaba y veía algunas de ellas. Y pensar que le había dicho a la dragona que el cuerpo no debía ser nunca motivo de pudor.
¡Como para sentir vergüenza alguna! Si es que Ingela estaba hermosa, realmente su vestido parecía mágico. Sonrió levemente al verla, al menos ella disfrutaba del momento aunque fuese una fiesta sin sentido. La muchacha se emocionaba con cosas tan habituales como las olas del mar, así que no la sorprendía que también se divirtiera con esa festividad. Seguramente si llevase ese traje en su tierra natal se helaría al instante. Eso le causó cierta risa interna.
Pero la diversión de la dragona pareció acabar cuando su compañero de baile, un elfo vestido de algo raro, acabó chocándose con ella. Entre toda la gente que se movía no pudo ver bien qué había sido lo que había hecho que ese tipejo quedase pegado a Ingela, pero como había sido un golpe brusco y no propio la danza, inmediatamente fue. Helyare cruzó la improvisada pista de baile entre empujones y pisotones que estaban mellando su cortísima paciencia, hasta que llegó al lugar donde estaba Ingela con ese tipo, que parecía ensimismado con algo.
La elfa agarró con fuerza al chico del hombro y lo empujó hacia atrás de forma muy brusca, colocándose un paso por delante de la dragona, aunque sin llegar a taparla entera. –Aléjate.
Fue concisa. No quería que nadie interrumpiese la diversión a su compañera. Si querían bailar, perfecto, pero no quería ver que alguien la molestaba o no la dejaba disfrutar. Y lo que había visto era a él empujando a Ingela.
Mas su enfado quedó en un segundo plano cuando vio de frente al elfo. Le pareció la cosa más horrible del mundo en ese momento. Sintió animadversión hacia él. ¿Qué había hecho? Lo vio como a un maldito criminal. Tenía una cicatriz que atravesaba parte de su rostro y la mutilación que ella misma había vivido, salvo porque la parte sesgada era distinta. Esa cicatriz tan asquerosa en la cara era la forma antigua que tenían de marcar los destierros en su clan. Le dio repulsión, tanto por lo que podía haber hecho el elfo para ganarse el destierro, por tener eso en la cara y por lucirla sin tapujos. ¿Así se atrevía a salir? Exponiéndose al juicio de todo el mundo, incluso de los seres inferiores. ¡Estaba permitiendo que le dijeran algo! Le dio asco, sintió odio, ganas de golpearlo. Pero también sintió algo distinto, que chocaba con todas esas sensaciones negativas: se vio reflejada en él. ¿Así la verían a ella? Tal y como la elfa lo veía a él, con ese odio sin que ni siquiera hubiese abierto la boca. Notó tal peso encima que parecía que le hubiese caído sobre la cabeza una gran losa de un castillo.
Estaba petrificada. No había baile, ni música, ni ruido, ni siquiera estaba Ingela en ese momento. Sólo ese elfo y ella. Lo miró fijamente, como si hubiese visto un fantasma.
Un hombre gordo, intoxicado ya con el alcohol, se reía a carcajadas detrás del elfo de las alas. Era molesto, pero Helyare no se fijó en él, aun. Le parecía divertida la escena y tenía especial interés en meterse con el muchacho.
–¡Hasta esta chica te quiere apartar de la rubia! –Empezó a reírse más, de forma exagerada. –¡¡SI ES QUE NO SABES COMO SE HACEN LAS COSAS!!
Helyare clavó la vista en el hombre alcoholizado, quien volvió a empujar al elfo para echarlo hacia un lado y se plantó delante de ella. No era mucho más alto que la elfa así que pudo fijar su mirada en los ojos desorientados del tipejo humano. Apestaba a alcohol a distancia, algo que no le hacía nada de gracia a Helyare.
–Déjame a mí bailar con tu amiga. –Seguía riendo sonoramente. –Yo la cuidaré mejor que este elfo maricón.
Sin mediar palabra, Helyare golpeó con fuerza la rodilla del tipo, haciendo que perdiese el equilibrio después de un sonoro chasquido. Lo siguiente fueron gritos e improperios, pero a la elfa le daba igual. Nadie iba a molestar a Ingela y las intenciones de ese borracho iban por ese camino de acabar con la diversión de la joven dragona.
A su alrededor también hubo gente gritando horrorizada, se acercaban a ver al que estaba en el suelo y parecían muy alterados. Helyare no podía permitirse más altercados en las ciudades y menos enfrentarse a la Guardia de Lunargenta. Susurró a Ingela que luego la vería, miró durante un par de segundo al elfo, y se fue entre la gente. Cuanto más se alejaba de allí, menos estaban pendientes los habitantes de lo que había pasado. Estaban de fiesta, les daba igual si había peleas. Y, sinceramente, a Helyare también. Lo que no quería era ver más al chico ese de las alas falsas. Se vio reflejada en él y eso había causado más repulsión en ella, si cabe.
Quería ocultarse, las ganas de ir al norte se acrecentaron tanto que pensó en irse esa misma noche. Si ese tipo sólo tenía un par de marcas y le había parecido odioso, ¿qué pasaba con ella? Sentía una gran rabia al haber visto a otro “como ella” y un fuerte choque al ver cómo podían verla.
Ella todavía trataba de esconderse de Sonagashira, quien estaba empeñada en sacarla a bailar. ¿Helyare? ¿Bailar? Hacía mucho tiempo que había dejado de hacerlo, y menos lo haría en ese lugar. Pero la chica mariposa insistía. Quería que su nueva amiga, Riny, disfrutase de la fiesta. ¿Por qué no estaba feliz como ella? Seguro que también admirarían su precioso disfraz… Si es que llevase uno. Pero no, su amiga Riny era extraña y parecía ocultarse de todo el mundo. ¡Esa gente era amable! Todavía agasajaban y alababan la muchacha por su “hermoso disfraz”, Riny tenía que ir con ella y divertirse con esas personas tan buenas. No las harían daño.
Sin embargo, Riny no estaba donde la había dejado y eso desilusionó muchísimo a Sona. Quería compartir ese gran momento con su amiga y no podía. La cara de desilusión de la mariposa fue un dardo en el corazón de Helyare. Sí, a pesar de que parecía tenerlo más congelado que los lagos de los que Ingela le había hablado, sintió una punzada al ver la mirada triste de esa chica desde la distancia. ¿Tantas ganas tenía Sona de estar con ella? No entendía realmente por qué tan repentino cariño. Pero a veces crispaba sus nervios. Esa exacerbada felicidad que mostraba la mariposa acababa con la escasa paciencia de la elfa, y era mejor que no hiciera por ganarse, más aún, el cariño de Sonagashira. Su idea próxima era irse al norte cuando acabase su misión. Cuanta menos gente estuviera enlazada a ella, mejor. Y tampoco merecía ningún trato amistoso si quería estar sola. Aunque se hubiese sentido mal, tenía que seguir adelante y parar cualquier atisbo de relación. Incluso el que tenía con Ingela, llegado el momento.
Esa dragona… A pesar de que todavía no la consideraba su amiga, ella sí se había referido a la elfa como tal. El concepto de amistad para el resto de razas era más banal que el que tenían en su raza. Simplemente había que ver el lazo de unión que tenían ella y Aran hace tiempo. Eso era amistad. Ingela y Helyare sólo eran compañeras de viaje, al menos, para la elfa. Y aun así no podía negar que sentía aprecio por la muchacha.
Y era en quien fijó su vista entre el gentío de Bragiväl. La joven del norte sí disfrutaba de todas esas fiestas estúpidas, se divertía muchísimo. ¿Cómo lo hacía? Si era imposible sentirse a gusto entre empujones, alcohol y personas fingiendo ser otros seres. Pero ese sentimiento de vergüenza ajena iba dirigido a los demás, no a su dragona. Ella también se había disfrazado y Helyare la veía hermosa, espectacular. Aunque esa noche no tirase ella la antorcha, era la estrella más brillante de esa noche, sin duda. Su disfraz de pájaro era tan bello que sintió envidia. No por llevarlo, ella no quería disfrazarse. Sino porque Ingela podía mostrar su precioso cuerpo sin tapujos. Helyare no, tenía demasiadas cicatrices que recorrían su piel y eso era motivo más que de sobra para ocultar su cuerpo a ojos de todo el mundo, incluida ella misma. Uno de sus peores momentos era cuando se desnudaba y veía algunas de ellas. Y pensar que le había dicho a la dragona que el cuerpo no debía ser nunca motivo de pudor.
¡Como para sentir vergüenza alguna! Si es que Ingela estaba hermosa, realmente su vestido parecía mágico. Sonrió levemente al verla, al menos ella disfrutaba del momento aunque fuese una fiesta sin sentido. La muchacha se emocionaba con cosas tan habituales como las olas del mar, así que no la sorprendía que también se divirtiera con esa festividad. Seguramente si llevase ese traje en su tierra natal se helaría al instante. Eso le causó cierta risa interna.
Pero la diversión de la dragona pareció acabar cuando su compañero de baile, un elfo vestido de algo raro, acabó chocándose con ella. Entre toda la gente que se movía no pudo ver bien qué había sido lo que había hecho que ese tipejo quedase pegado a Ingela, pero como había sido un golpe brusco y no propio la danza, inmediatamente fue. Helyare cruzó la improvisada pista de baile entre empujones y pisotones que estaban mellando su cortísima paciencia, hasta que llegó al lugar donde estaba Ingela con ese tipo, que parecía ensimismado con algo.
La elfa agarró con fuerza al chico del hombro y lo empujó hacia atrás de forma muy brusca, colocándose un paso por delante de la dragona, aunque sin llegar a taparla entera. –Aléjate.
Fue concisa. No quería que nadie interrumpiese la diversión a su compañera. Si querían bailar, perfecto, pero no quería ver que alguien la molestaba o no la dejaba disfrutar. Y lo que había visto era a él empujando a Ingela.
Mas su enfado quedó en un segundo plano cuando vio de frente al elfo. Le pareció la cosa más horrible del mundo en ese momento. Sintió animadversión hacia él. ¿Qué había hecho? Lo vio como a un maldito criminal. Tenía una cicatriz que atravesaba parte de su rostro y la mutilación que ella misma había vivido, salvo porque la parte sesgada era distinta. Esa cicatriz tan asquerosa en la cara era la forma antigua que tenían de marcar los destierros en su clan. Le dio repulsión, tanto por lo que podía haber hecho el elfo para ganarse el destierro, por tener eso en la cara y por lucirla sin tapujos. ¿Así se atrevía a salir? Exponiéndose al juicio de todo el mundo, incluso de los seres inferiores. ¡Estaba permitiendo que le dijeran algo! Le dio asco, sintió odio, ganas de golpearlo. Pero también sintió algo distinto, que chocaba con todas esas sensaciones negativas: se vio reflejada en él. ¿Así la verían a ella? Tal y como la elfa lo veía a él, con ese odio sin que ni siquiera hubiese abierto la boca. Notó tal peso encima que parecía que le hubiese caído sobre la cabeza una gran losa de un castillo.
Estaba petrificada. No había baile, ni música, ni ruido, ni siquiera estaba Ingela en ese momento. Sólo ese elfo y ella. Lo miró fijamente, como si hubiese visto un fantasma.
Un hombre gordo, intoxicado ya con el alcohol, se reía a carcajadas detrás del elfo de las alas. Era molesto, pero Helyare no se fijó en él, aun. Le parecía divertida la escena y tenía especial interés en meterse con el muchacho.
–¡Hasta esta chica te quiere apartar de la rubia! –Empezó a reírse más, de forma exagerada. –¡¡SI ES QUE NO SABES COMO SE HACEN LAS COSAS!!
Helyare clavó la vista en el hombre alcoholizado, quien volvió a empujar al elfo para echarlo hacia un lado y se plantó delante de ella. No era mucho más alto que la elfa así que pudo fijar su mirada en los ojos desorientados del tipejo humano. Apestaba a alcohol a distancia, algo que no le hacía nada de gracia a Helyare.
–Déjame a mí bailar con tu amiga. –Seguía riendo sonoramente. –Yo la cuidaré mejor que este elfo maricón.
Sin mediar palabra, Helyare golpeó con fuerza la rodilla del tipo, haciendo que perdiese el equilibrio después de un sonoro chasquido. Lo siguiente fueron gritos e improperios, pero a la elfa le daba igual. Nadie iba a molestar a Ingela y las intenciones de ese borracho iban por ese camino de acabar con la diversión de la joven dragona.
A su alrededor también hubo gente gritando horrorizada, se acercaban a ver al que estaba en el suelo y parecían muy alterados. Helyare no podía permitirse más altercados en las ciudades y menos enfrentarse a la Guardia de Lunargenta. Susurró a Ingela que luego la vería, miró durante un par de segundo al elfo, y se fue entre la gente. Cuanto más se alejaba de allí, menos estaban pendientes los habitantes de lo que había pasado. Estaban de fiesta, les daba igual si había peleas. Y, sinceramente, a Helyare también. Lo que no quería era ver más al chico ese de las alas falsas. Se vio reflejada en él y eso había causado más repulsión en ella, si cabe.
Quería ocultarse, las ganas de ir al norte se acrecentaron tanto que pensó en irse esa misma noche. Si ese tipo sólo tenía un par de marcas y le había parecido odioso, ¿qué pasaba con ella? Sentía una gran rabia al haber visto a otro “como ella” y un fuerte choque al ver cómo podían verla.
Helyare
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Re: EVENTO: Bragiväl (El Carnval Aerandiano)
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En una sola ocasión había asistido al carnaval Aerandiano, en esos tiempos tendría sólo 15 años, a mis padres no les gustaba la idea de dejar el bosque para sumergirse en un mar de personas y sonidos, sobretodo a mi madre, la cuál parecía tener algún tipo de miedo a estar rodeada de un montón de gente reunida y vestida, solía decir que siempre habría que desconfiar de un sitio en donde no se pudiese ver la cara de las persona ya que así no se podría saber quienes podrían ser peligrosos.
En los últimos meses había conocido a toda clase de personas e incluso llegado a disfrutar sinceramente de la compañía, por lo que en mi se despertó un interés que creía desparecido.
Unas semanas antes del evento de 3 días comencé a planificar un motón de disfraces que podría usar, cosa no muy típica de mi pero que sin duda podría ser divertido, sobretodo teniendo en mente que nadie podría reconocerme, más aún si utilizaba los recursos a mi alrededor para teñir mi piel y cabello de otro color, lo cuál seria fácil para un lienzo tan blanco como yo. Me prepare para los 3 días de festival y el día que me tomaría de viaje desde mi localización, así que cuando estuvo todo preparado decidí partir.
Aún con mi previa preparación no pude llegar al primer día del Bragiväl, pero por suerte si para el segundo, por lo que en cuanto tuve la más mínima oportunidad decidí portar uno de los 3 trajes que tenia preparados.
-Debo lucir ridícula- Me repetí una y otra vez la misma frase en la cabeza, nunca antes había realizado trajes con mis propias manos, menos uno tan llamativo y con pintura incluida. Andar me costaba mucho menos de lo esperado y mi super-decorado arco tampoco suponía una gran carga, pero moverme entre tantas personas hacia que caminar fuese una tarea más trabajosa que escalar un árbol con una sola mano, más aún si tantas personas volteaban su cabeza hacia mi o me paraban para elogiar mi vestimenta.
Lunargenta nunca había sido uno de mis lugares favoritos pero en esa ocasión el lugar rebosaba de un color que el resto del tiempo ni siquiera hubiese podido imaginar, tantas personas cada cual más llamativa que la anterior resultaban un espectáculo casi mágico, como si se tratase de un hermoso campo con flores de todos los colores dispuestas al azar. Por otro lado para quien fuese tan introvertido como yo podía ser también una pesadilla, ya que tantas personas hablando alrededor resultaban desconcertantes y me provocaban salir corriendo.
Hasta el momento solo en exiguas ocasiones solía desear estar con personas que no fuesen parte de mi familia, pero en un lugar tan lleno de gente no podía más que esperar toparme con alguien familiar, aunque tomando en cuanta que la mayoría habían estado más por los rumbos de Sandorai quizás estaba pidiendo demasiado, aunque después de todo también podría llegar a conocer a alguien nuevo, cosa que esperaba fuese mucho más simple que las ocasiones anteriores, quizás algo más similar que mi noche con Edrielle, en que solo eramos 2 y por tanto era difícil liarnos demasiado.
Entre la sensación de soledad y el aburrimiento comencé a replantearme la idea de haber asistido, quizás en compañía hubiese sido otra cosa, pero para una persona sin compañía un par de minutos y observaciones bastaban, sin embargo en una situación tan llena de energía algo se me debía contagiar, así que cuando un desconocido paso cerca mio y casi me empujo hacia una zona llena de personas bailando, no me lo pensé 2 veces y decidí unirme a la diversión, primero tarareando la música que sonaba y posteriormente moviendo mi cuerpo al ritmo de la misma. Cuando menos lo esperaba me encontraba rodeada de personas riendo, cantando y bailando, me sentí parte de todo y no podía evitar reír también, como si fuese otra persona y la tímida elfa blanca como la nieve se hubiese quedado en casa y la atrevida mujer de piel violeta fuese mi yo de toda la vida -Podría vivir con esto- Me dije con una enorme sonrisa en el rostro.
La canción que había bailado finalmente finalizo y le prosiguieron unos segundos de silencio, por lo que me sentí casi deprimida de que mi momento especial durase tan poco tiempo. Un chico saco de pronto su guitarra y empezó a tocar una vieja canción que yo había escuchado unos años atrás en el bosque mientras paseaba, era una melodía muy dulce, recordaba la letra casi a la perfección así que cuando el chico empezó a cantar yo seguí su ritmo y lo acompañe en la melodía. Poco a poco la multitud empezó a cantar también y el baile volvió a empezar, por lo que ni lenta ni perezosa mis animar volvieron a estar a tope y mis piernas empezaron a moverse al compás de la música de manera automática permitiendo que la diversión durará al menos por unos minutos más.
Lullaby
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Re: EVENTO: Bragiväl (El Carnval Aerandiano)
Rodxar seguía sumergido en sus pensamientos, ignorando lo que aquella chica y su acompañante hacían, bebió algo de su jarra y tras esto volvió la mirada a ellos por un segundo, en el cuál vio que se acercaba el hombre, el cual a el no le trasmitía mucha confianza y menos seguridad, le imponía su mera presencia, parecía como si fuese a el enfadado y lo primero que se le vino a la cabeza fue “Otro puñetazo en la nariz, si seguimos con estas me quedo con la cara plana”, pero por suerte al llegar el hombre no le golpeó la cara de primeras. Algo que agradeció desde lo mas profundo de su alma, bebió lo poco que le quedaba y se levantó para responder.
Lo miró a los ojos directamente intentando aparentar que no le daba miedo, aunque miedo no era, era solo respeto -Yo no miraba nada, yo miraba a la nada, quiero decir…- Aunque ya había tenido mas encuentros con charla, con un elfo, magas y humanos, seguía costándole expresarse, y podría ser mal entendido -Yo estaba pensando, y al pensar, no se que miraba- quiso intentar explicarse bien, pero no sabía si se hacía entender -Yo pido perdón por lo sucedido- Aun se mantenía firme mirándolo a los ojos, sin que nada le perturbase -Aunque si hubiera mirado a la joven, sería mas por su belleza, y espero que no sea nada malo- Ya se vio con una nariz metida para dentro, como si fuese una serpiente.
Debía de decirlo, se sentía cómodo con la presencia de ellos, era algo que llevaba sin sentir mucho tiempo, casi podría decir que se sentía como si estuviera con la manada, aunque ellos no parecían lobos, pero aun sin parecerlos, trasmitía algo, miraba los ojo de ellos fijamente intentando buscarle un porqué a la sensación esa.
De pronto un grito le hizo mirar a un lado en donde estaban un grupo con jarras de cerveza jugando a un juego que desconocía, solo pudo ver el brillo de la moneda en la mesa, no sabría el juego, pero no le importaría jugar si era de beber cerveza, y no parecía que fuese poca cerveza la que se fuese a beber allí, aunque la pregunta de la muchacha le hizo dejar de mirar al grupo de bebedores y mirarla a ella, fijamente a los ojos -Pues... suelo dejar cosas olvidadas, pero de tu cara me acordaría, no miento- No sabía si decir eso sonaría como quería que sonase, se le empezó a notar algo nervioso, no solía hablar con personas, como era ella -He de decir, que... bueno… creo que aun sin veros, sois diferentes…- Eran conclusiones muy precipitadas, así que negó -Nada… tonterías mías, perdona- acabó diciendo esperando que ni ella ni su acompañante que pensaba por un momento que o era su amado o su hermano, o simplemente un amigo, no podría decir nada ¿Qué podría saber un licántropo que siempre había pasado su vida entre lobos?.
Sin previo aviso, un hombre apareció de pronto hablando de una pelea en la que participó al parecer el acompañante de ella, se dio cuenta de que no había dicho su nombre y aprovecharía una vez terminase de hablar con aquel hombre, para decir su nombre y así quizás poder conocer a gente en ese festival. El hombre se fue tras decir que los invitaba a tres rondas, tres rondas de cerveza, no sabía si el estaba invitado con ellos, aunque ya se enteraría -He de decir, ya que hemos hablado, mi nombre es Rodxar Valle Negro- acabó diciendo y miró al acompañante de ella, para así no incómoda a la chica -¿Y vosotros os llamáis?- preguntó con mucha curiosidad.
Quizás con la tontería había encontrado a unos nuevos amigos, quizás con estos podría evitar el hablar de dioses o de plantas, aunque con ella no le importaría hablar de plantas y los usos de estas –Por cierto, esté o no invitado a esas rondas ¿A tu importa si bebo con vosotros?- Cuanto mas los conociera mejor para él, así evitaba estar como el día anterior, solo y acabando en la cama con una hija de un señor no muy amable, aun se le notaba algo de resto de sangre en lo que iba siendo las fosas nasales de la nariz, era un caso perdido ese licantropo, ya no podía dejar de pensar en camas y mujeres desde que lo probó, una drogo sin curación, bueno, siempre estaba la muerte.
Lo miró a los ojos directamente intentando aparentar que no le daba miedo, aunque miedo no era, era solo respeto -Yo no miraba nada, yo miraba a la nada, quiero decir…- Aunque ya había tenido mas encuentros con charla, con un elfo, magas y humanos, seguía costándole expresarse, y podría ser mal entendido -Yo estaba pensando, y al pensar, no se que miraba- quiso intentar explicarse bien, pero no sabía si se hacía entender -Yo pido perdón por lo sucedido- Aun se mantenía firme mirándolo a los ojos, sin que nada le perturbase -Aunque si hubiera mirado a la joven, sería mas por su belleza, y espero que no sea nada malo- Ya se vio con una nariz metida para dentro, como si fuese una serpiente.
Debía de decirlo, se sentía cómodo con la presencia de ellos, era algo que llevaba sin sentir mucho tiempo, casi podría decir que se sentía como si estuviera con la manada, aunque ellos no parecían lobos, pero aun sin parecerlos, trasmitía algo, miraba los ojo de ellos fijamente intentando buscarle un porqué a la sensación esa.
De pronto un grito le hizo mirar a un lado en donde estaban un grupo con jarras de cerveza jugando a un juego que desconocía, solo pudo ver el brillo de la moneda en la mesa, no sabría el juego, pero no le importaría jugar si era de beber cerveza, y no parecía que fuese poca cerveza la que se fuese a beber allí, aunque la pregunta de la muchacha le hizo dejar de mirar al grupo de bebedores y mirarla a ella, fijamente a los ojos -Pues... suelo dejar cosas olvidadas, pero de tu cara me acordaría, no miento- No sabía si decir eso sonaría como quería que sonase, se le empezó a notar algo nervioso, no solía hablar con personas, como era ella -He de decir, que... bueno… creo que aun sin veros, sois diferentes…- Eran conclusiones muy precipitadas, así que negó -Nada… tonterías mías, perdona- acabó diciendo esperando que ni ella ni su acompañante que pensaba por un momento que o era su amado o su hermano, o simplemente un amigo, no podría decir nada ¿Qué podría saber un licántropo que siempre había pasado su vida entre lobos?.
Sin previo aviso, un hombre apareció de pronto hablando de una pelea en la que participó al parecer el acompañante de ella, se dio cuenta de que no había dicho su nombre y aprovecharía una vez terminase de hablar con aquel hombre, para decir su nombre y así quizás poder conocer a gente en ese festival. El hombre se fue tras decir que los invitaba a tres rondas, tres rondas de cerveza, no sabía si el estaba invitado con ellos, aunque ya se enteraría -He de decir, ya que hemos hablado, mi nombre es Rodxar Valle Negro- acabó diciendo y miró al acompañante de ella, para así no incómoda a la chica -¿Y vosotros os llamáis?- preguntó con mucha curiosidad.
Quizás con la tontería había encontrado a unos nuevos amigos, quizás con estos podría evitar el hablar de dioses o de plantas, aunque con ella no le importaría hablar de plantas y los usos de estas –Por cierto, esté o no invitado a esas rondas ¿A tu importa si bebo con vosotros?- Cuanto mas los conociera mejor para él, así evitaba estar como el día anterior, solo y acabando en la cama con una hija de un señor no muy amable, aun se le notaba algo de resto de sangre en lo que iba siendo las fosas nasales de la nariz, era un caso perdido ese licantropo, ya no podía dejar de pensar en camas y mujeres desde que lo probó, una drogo sin curación, bueno, siempre estaba la muerte.
Rodxar
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Re: EVENTO: Bragiväl (El Carnval Aerandiano)
— No —respondí, aun con seriedad—. Mi hermana es hermosa —la mire ahora a ella con una sonrisa—. Y eso es algo innegable. Pero es mejor acercarse y hacerlo saber, a mirar desde un rincón con aspecto sospechoso.
— Aun así aceptamos tus disculpas —fue mi hermana quien hablo esta vez—. Estamos un poco nerviosos. Hace mucho tiempo que no vengo a Lunargenta, y mi hermano sabe que no termino de sentirme segura aquí.
Aunque estaba a punto de decirle «no cuentes mas de lo necesario», preferí callarme. En realidad ella era igual que yo; eramos honestos, y preferíamos decir las cosas tal y como eran desde un principio, antes de entrar en confusiones o generar falsas impresiones. Todo lo que ella había dicho, era exactamente la verdad de la situación. De repente, el muchacho volvió a dirigirse directamente a mi hermana, tras escucharla. Le hizo un cumplido, un poco extraño y mas propio de un borracho que de un caballero, pero el chico lo había intentado.
— Los halagos en exceso si que acaban siendo un poco molestos —dijo mi hermana, con una forzada sonrisa. Se encogió de hombros e hizo un ademán con la mano, para quitarle importancia—. Gracias.
«Aun sin veros, sois diferentes». Enarque una ceja. Sabia que eramos? Como ya dije en otras ocasiones, yo todavía no había conocido a muchos licántropos, por lo que realmente, al mismo tiempo tampoco conocía muchos aspectos sobre nuestra condición. No sabia hasta que punto aparentábamos ser humanos, y donde terminaban los limites en donde otros seres podían conocer si eramos o no eramos lo que eramos. Aquel individuo parecía haberlo captado, y se había quedado mirándonos fijamente momentos antes de decirlo. Como si lo sintiera, como si lo viera de algún modo. Me pregunte si tal vez seria la misma sensación que había tenido por mi hermana en mas de una ocasión: la sensación de sentir a alguien familiar cerca. No familiar en el sentido de compartir lazos de sangre. Sino la sensación de «ella es como yo, y esta cerca». Me pregunte si alguien como nosotros podría sentir nuestra presencia de aquel modo.
— Diferentes —repetí yo—. Si, es posible.
— Es porque somos pelirrojos? —Interrumpió mi hermana de repente. Esta vez se mostraba muy furiosa. Creo que ella no había entendido demasiado bien la situación. Se giro hacia mi y me miro enfadada—. Te acuerdas de Randy? El orejudo ese tan feo, cuando eramos niños siempre estaba diciendo tonterías sobre nosotros porque eramos pelirrojos. Este no es mas que otro estupi…!!!!
Hice un ademán con la mano para que calmara sus palabras.
— No nos dejes con la duda —me dirigí ahora hacia el muchacho—. Por que lo dices?
Repentinamente apareció aquel hombre, que nos invito, y acto seguido el joven pregunto por nuestros nombres. Fue Lilja quien hablo esta vez. Supuse que trataba de volver a hablar dirigiéndose a el, para mostrar que la molestia y la ira habían sido un exceso de su temperamento. Pensaba que de algún modo, volviendo a formar parte de una conversación razonable, podría hacerle ver a aquel muchacho que no era tan iracunda como había demostrado ser hasta el momento.
— Yo soy Lilja. El es Friðþjófur. Aunque puedes llamarlo Frith, es un nombre poco común.
— Un nombre bastante antiguo —dije yo ante su comentario.
— Aun así aceptamos tus disculpas —fue mi hermana quien hablo esta vez—. Estamos un poco nerviosos. Hace mucho tiempo que no vengo a Lunargenta, y mi hermano sabe que no termino de sentirme segura aquí.
Aunque estaba a punto de decirle «no cuentes mas de lo necesario», preferí callarme. En realidad ella era igual que yo; eramos honestos, y preferíamos decir las cosas tal y como eran desde un principio, antes de entrar en confusiones o generar falsas impresiones. Todo lo que ella había dicho, era exactamente la verdad de la situación. De repente, el muchacho volvió a dirigirse directamente a mi hermana, tras escucharla. Le hizo un cumplido, un poco extraño y mas propio de un borracho que de un caballero, pero el chico lo había intentado.
— Los halagos en exceso si que acaban siendo un poco molestos —dijo mi hermana, con una forzada sonrisa. Se encogió de hombros e hizo un ademán con la mano, para quitarle importancia—. Gracias.
«Aun sin veros, sois diferentes». Enarque una ceja. Sabia que eramos? Como ya dije en otras ocasiones, yo todavía no había conocido a muchos licántropos, por lo que realmente, al mismo tiempo tampoco conocía muchos aspectos sobre nuestra condición. No sabia hasta que punto aparentábamos ser humanos, y donde terminaban los limites en donde otros seres podían conocer si eramos o no eramos lo que eramos. Aquel individuo parecía haberlo captado, y se había quedado mirándonos fijamente momentos antes de decirlo. Como si lo sintiera, como si lo viera de algún modo. Me pregunte si tal vez seria la misma sensación que había tenido por mi hermana en mas de una ocasión: la sensación de sentir a alguien familiar cerca. No familiar en el sentido de compartir lazos de sangre. Sino la sensación de «ella es como yo, y esta cerca». Me pregunte si alguien como nosotros podría sentir nuestra presencia de aquel modo.
— Diferentes —repetí yo—. Si, es posible.
— Es porque somos pelirrojos? —Interrumpió mi hermana de repente. Esta vez se mostraba muy furiosa. Creo que ella no había entendido demasiado bien la situación. Se giro hacia mi y me miro enfadada—. Te acuerdas de Randy? El orejudo ese tan feo, cuando eramos niños siempre estaba diciendo tonterías sobre nosotros porque eramos pelirrojos. Este no es mas que otro estupi…!!!!
Hice un ademán con la mano para que calmara sus palabras.
— No nos dejes con la duda —me dirigí ahora hacia el muchacho—. Por que lo dices?
Repentinamente apareció aquel hombre, que nos invito, y acto seguido el joven pregunto por nuestros nombres. Fue Lilja quien hablo esta vez. Supuse que trataba de volver a hablar dirigiéndose a el, para mostrar que la molestia y la ira habían sido un exceso de su temperamento. Pensaba que de algún modo, volviendo a formar parte de una conversación razonable, podría hacerle ver a aquel muchacho que no era tan iracunda como había demostrado ser hasta el momento.
— Yo soy Lilja. El es Friðþjófur. Aunque puedes llamarlo Frith, es un nombre poco común.
— Un nombre bastante antiguo —dije yo ante su comentario.
OffRoL: disculpa Rodxar que no te respondiera cuando te dije xD. Justo me tuve que ir. Ahora estoy un segundo con el PC y tenia el post guardado en el programa así que te lo posteo. Hasta luego!
Friðþjófur Rögnvaldsson
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Re: EVENTO: Bragiväl (El Carnval Aerandiano)
El primer día del bragiväl no había sido tan malo. Al final había conseguido que Frederick asistiera y aunque tuvo que invitarle la comida, no pudo haber pedido una velada mejor. Nuevamente esperaba con ansias el momento en que su turno llegase a su fin y así pudiese ir a casa con el cazador y la elfita, esperando que el segundo día del carnaval fuese tan bueno como el primero. Toda la jornada se la pasó cantando canciones alegres, logrando que sus compañeros se preguntaban si acaso le había sucedido algo inusual, pues era raro ver a la ojiazul sin su usual timidez. Finalmente llegó el tan esperado momento en que volvería a su hogar y Ashy no tardó en tomar sus cosas y salir corriendo. Apenas si tendría tiempo de darle los últimos toques a su segundo disfraz, puesto que en está ocasión no había tenido oportunidad para esmerarse como lo había hecho con su primer atuendo.
Cuando llegó a casa no vio rastro alguno del arquero ni de su hija, por lo que rápidamente sus ánimos comenzaron a decaer al pensar que seguramente el joven no tendría intención alguna de compartir su tiempo con ella. Aun así, la rubia se dispuso a terminar con su indumentaria, agregándole los adornos restantes. Aprovechó el color aguamarina que su cabello había adoptado con las pócimas del día anterior para realzar su disfraz y se aseguró de que su maquillaje fuese vistoso y colorido. La idea de ser un espíritu de agua la había emocionado demasiado y ciertamente esta vez tenía ganas de resaltar entre la multitud. Una vez que estuvo lista caminó de regreso a la ciudad de Lunargenta, donde esperaría la diversión que se presagiaba para esa noche. En esta ocasión la figura no era tan llamativa, pero aun así parecía perfecta para la ocasión y estaba segura de que todos se emocionarían cuando ésta se encendiese para da inicio a la celebración.
Después de un rato de vagar por todos los locales y de comer diferentes tipos de aperitivos, los orbes azulados por fin divisaron el momento en que la figura ardió en llamas, ante los emocionados gritos de la multitud. ¿Y por qué es que una joven como ella se emocionaba tanto? Pues desde que tenía uso de razón su familia se había esforzado por mantenerla dentro de Sandorai, para que así evitase los peligros del exterior. ¡Ojalá su abuelo la viese en esos momentos! Ya había sobrevivido a un montón de intentos de asesinato, inclusive ella había acabado con la vida de algunas personas malas y podía decirse que cada vez se habría paso como médico y como espía. Eso sin contar el hecho de que a sus diecisiete primaveras ya tenía una hija y lo que se podía considerar como un esposo, aunque esto último no fuese del todo convencional.
—Tal vez debería comprarles un recuerdo —se dijo a si misma al ver un puesto de escaparates y artesanías festivas—. ¿Frederick? —Parpadeó confundida al ver a un extraño, cuyo disfraz tapaba su rostro y que además cargaba una singular linterna.
Decidió no darle muchas vueltas al asunto y divertirse por su cuenta, pues seguramente su compañero ya estaría harto de que ella le atosigase constantemente. Compró dos pequeñas figuras de madera, que eran replicas pequeñas de las enormes figuras que habían amenizado los dos días del bragiväl, y buscó un lugar donde conseguir una bebida. La música volvía a resonar en sus oídos y esta vez se decidió a bailar, aunque fuese por su cuenta. ¿Qué chiste tenía asistir a un festival si no se disfrutaba por completo de él? Era lo mismo que la ojiazul se preguntaba, mientras trataba de quitarse de la cabeza la idea de que el cazador no se encontraba muy lejos, prometiendo que el ultimo día llevaría a su pequeña Iliaki costase lo que costase.
Cuando llegó a casa no vio rastro alguno del arquero ni de su hija, por lo que rápidamente sus ánimos comenzaron a decaer al pensar que seguramente el joven no tendría intención alguna de compartir su tiempo con ella. Aun así, la rubia se dispuso a terminar con su indumentaria, agregándole los adornos restantes. Aprovechó el color aguamarina que su cabello había adoptado con las pócimas del día anterior para realzar su disfraz y se aseguró de que su maquillaje fuese vistoso y colorido. La idea de ser un espíritu de agua la había emocionado demasiado y ciertamente esta vez tenía ganas de resaltar entre la multitud. Una vez que estuvo lista caminó de regreso a la ciudad de Lunargenta, donde esperaría la diversión que se presagiaba para esa noche. En esta ocasión la figura no era tan llamativa, pero aun así parecía perfecta para la ocasión y estaba segura de que todos se emocionarían cuando ésta se encendiese para da inicio a la celebración.
Después de un rato de vagar por todos los locales y de comer diferentes tipos de aperitivos, los orbes azulados por fin divisaron el momento en que la figura ardió en llamas, ante los emocionados gritos de la multitud. ¿Y por qué es que una joven como ella se emocionaba tanto? Pues desde que tenía uso de razón su familia se había esforzado por mantenerla dentro de Sandorai, para que así evitase los peligros del exterior. ¡Ojalá su abuelo la viese en esos momentos! Ya había sobrevivido a un montón de intentos de asesinato, inclusive ella había acabado con la vida de algunas personas malas y podía decirse que cada vez se habría paso como médico y como espía. Eso sin contar el hecho de que a sus diecisiete primaveras ya tenía una hija y lo que se podía considerar como un esposo, aunque esto último no fuese del todo convencional.
—Tal vez debería comprarles un recuerdo —se dijo a si misma al ver un puesto de escaparates y artesanías festivas—. ¿Frederick? —Parpadeó confundida al ver a un extraño, cuyo disfraz tapaba su rostro y que además cargaba una singular linterna.
Decidió no darle muchas vueltas al asunto y divertirse por su cuenta, pues seguramente su compañero ya estaría harto de que ella le atosigase constantemente. Compró dos pequeñas figuras de madera, que eran replicas pequeñas de las enormes figuras que habían amenizado los dos días del bragiväl, y buscó un lugar donde conseguir una bebida. La música volvía a resonar en sus oídos y esta vez se decidió a bailar, aunque fuese por su cuenta. ¿Qué chiste tenía asistir a un festival si no se disfrutaba por completo de él? Era lo mismo que la ojiazul se preguntaba, mientras trataba de quitarse de la cabeza la idea de que el cazador no se encontraba muy lejos, prometiendo que el ultimo día llevaría a su pequeña Iliaki costase lo que costase.
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Ashryn Elaynor
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Re: EVENTO: Bragiväl (El Carnval Aerandiano)
Fin del día 2 y comienzo del día 3 del Bragiväl.
Disfrutad de la fiesta que, pronto, el elegido de este día dará comienzo.
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Sigel
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Re: EVENTO: Bragiväl (El Carnval Aerandiano)
Ante todo pronostico volví a soñar, quizá se debiese a lo agotada que llegué del segundo día del Bragiväl, al jaleo que le monté al elfo castaño y en como las mareas nos encauzaron a un final que no tenía previsto en absoluto. En un lecho con fragancia a esmalte, a un barniz o quizá al mismo aroma que expiden las pinturas voy abriendo los párpados, que molesto, Sindar está ahí con una sonrisa socarrona, y esa sonrisa nos convierte en cómplices de este juego pasajero que nos traíamos a expensas de que la luna nos vigilaba. ─ Que asco me das. ─ Que lo primero que tenga que ver sea a un soplagaitas que de un momento a otro extingue el espacio entre nuestros cuerpos y se me abalanza encima es un maldito grano en el trasero.
Con el ceño fruncido y un apuro cegador agarro sus muñecas para apartarlas cuando me coge de la cintura y me coloca en uno de sus hombros cual saco de harina con tan sólo una sábana a modo de cubierta. ─ Nos vamos. ─ Puntuó el varón tan sosegado que los pelos se me ponen de punta. ─ ¿De vacaciones a la playa? ─ La pulla elocuente le saca una buena carcajada fuera del cuarto, en el camino hacia el comercio que está en la primera planta. ─ Vamos al Bragiväl, y esta vez irás tan sexy que ni tú misma te lo creerás. ─ Aborten, esa es la señal para salir pitando, este malnacido acabará ridiculizándome. Con esmero me retuerzo e inclusive lo hago encorvarse ante un rodillazo en el centro de su torso, aprovecho el dolor del elfo para salir corriendo escaleras abajo mientras el pecho se me desinfla a falta del aire mañanero, el cuarto donde siguen mis pertenencias continúa bajo llave así que ladeo el rostro para visualizarlo.
─ Venga, que el disfraz no te morderá, he escogido un color que irá a juego con tu exquisita piel canela. ─ Afilo la mirada de águila y lo embisto arrolladora, letal e inquieta con cada término que presenta, y como no, van dirigidos hacia mi persona. ─ Ni soy tu muñeca, ni iré otra vez al Bragiväl, así que hazme el favor de abrir la puerta antes de que la derrumbe y sabes que soy capaz. ─ No es una advertencia, es una amenaza que Sindar siquiera toma con precaución, poco a poco va acercándose y yo voy rodeando el mostrador que servirá como escape, nos observamos con afán y sin segundos que desaprovechar comienzo una carrerilla por toda la estancia con el lobo feroz bañándome con un aliento que logra consternar tanto a Anfaüglir como a Eretria. ─ ¡¡Voy a matarte como te acerques un milímetro más!! ─ Grité a pleno pulmón con un humor taciturno, el utensilio de limpieza como sería el buen trapeador, que gran colega, ese que te ayuda en los peores momentos me sirvió para estampárselo en la cara del castaño e ir restregando para que éste a fin de cuentas cediese, no fue así.
─ Vas a meterte en este vestido como Sindar que me llamo, elfa. ─ Oh, que profundo ha sonado. ─ Como si te llamas Pascasio, no me jodas, ¿además cómo es el traje que tan eufórico te tiene? ─ Lo sacó de su espalda y chillé aterrorizada con las cuencas bien abiertas, ese vestido ha sido obrado por el peor de todos los ancestros, sádico y vengativo ha engendrado una vestimenta que me producirá pesadillas. ─ Vete olvidándote, como si tengo que salir en bolas o con la sáb... ─ ¿Eh? Fue tal el tirón que ni me di cuenta, mis piernas desistieron y sin remordimientos el tío me sacó el lienzo tibio para originar una buena batalla, Sindar me adentraba el vestido por las manos y yo me agachaba, tirando hacia atrás y retrocediendo como una chiquilla pequeña, intolerable y arrebatada por las acciones del hombre.
─ ¡¡Que no, joder!! ─ La voz la alcé tanto que los de afuera comienzan a preguntarse que diantres andará pasando en la tienda. ─ ¡Estate quieta mujer, un poco más! ─ Lo notaba apretujarme de la cintura y ese color que me produce arcadas logra marearme cuando entra a la perfección en mis curvas pronunciadas. La fuerza se me va del cuerpo y cuando cabizbaja me observo sólo deseo romperle el tabique nasal, con los puños cerrados le propino todo tipo de tortazos bien merecidos mientras el desgraciado ríe abiertamente. ─ Mi doncella, tan preciosa, te faltan dos lazos en esos bucles pardos y serás la envidia de todas las elfas allá fuera. ─ La rabia me carcome y entre sus piernas aprovecho para atizarle en las pelotas con un auge tremendo, el castaño gruñe más agarra mis muñecas y no me deja ir. ─ ¿Vas a seguir? Tengo que quitarme esta mierda para irme. ─ Estoy cabreada y si sigo así, al final lo que era un juego se tornará en algo más serio.
─ No te irás no. ─ Plañido de dolor Sindar me contempla tras recomponerse. ─ ¿Qué no me iré? ─ Y grité como las "damiselas" con la esperanza de que un héroe entrase en acción, de pronto una cola familiar pasa veloz y se aferra al vestido rosa pastel, escalando hasta llegar a mi hombro, afianzarse a mis cabellos y apuntar al malhechor con su espada de madera. ─ ¡Anfa, he venido a rescatarte! ─ Que alguien me brinde paciencia porque a este paso me volveré loca, se trata de Hont, mi héroe de capa escarlata, valiente ante cualquier situación y de buen corazón. ─ Hont, ¿cómo me has encontrado? ─ Le pregunté, la zarigüeya maltrata la nariz de Sindar con la espalda hasta que el elfo me deja ir, dándome espacio para tratar con la criatura menuda.
─ Estabas gritando, ¿quién es? ¡Un villano! ¡Yo lo venceré y te pondré a salvo! ¿Recuerdas lo que te dije días atrás? ¡Vengo a por ti! ─ Rayos, negué con el gesto y me llevé una de las palmas a la frente, no pienso ser la estúpida que inicie el tercer día, que lo haga otra. ─ Hont, te dije que no lo haría, no estoy de humor para esas cos... ─ Me acalló con una sonrisa de oreja a oreja y una risita cómplice como la que está usando el castaño. ─ ¡Estás muy guapa! ¿Saldrás así? La última vez que nos vimos llevabas una capa negra y fea, este color te resalta las mejillas, ¡vamos, ellos también te llamarán guapa! ─ Inspiré con profundidad, cerré los ojos y conté hasta veinte sin saber cómo tomarme ese cumplido ridículo, todo esto es ridículo.
─ ¡No iré he dicho! ─ Exclamé. ─ ¡Si que irás, me lo prometiste! ─ Saltó Hont. ─ Claro que irás, el mundo tiene que ver mi nueva creación. ─ Puntuó Sindar. La madre que los trajo a los dos, intenté huir pero el castaño me aferró de la muñeca y Hont abrazó mis cabeza con afán, si es que al final por muy mala que sea, hay peores donde menos lo esperas. ─ Porfii Anfa, ¡me lo prometiste! ─ Observé como pude al animal emplastado en mi torcido semblante, cuanto antes lo haga, antes acabaré. ─ Está bien, pero no iré con esto, es horripilante. ─ Espeté reacia, parezco un maldito pastel de chocolate y fresas, "bella" me llamaría mi hermana si estuviese aquí, bella como las camellas, sí.
─ ¿De verdad? ¡Irás, síi! ¡Vamos, vamos! Recuerdo el camino, llegaremos rápido, pero... ¿Qué hacemos con el villano? ─ Hont ojeó al elfo, descendió por mi brazo, se balanceó en el bajo del vestido y llegó al suelo. ─ ¿Porque trataste así a Anfa? Ella es muy buena, ¡es mi amiga! ─ Regañó al varón con sumo énfasis, cada palabra iba acompañada del índice recriminatorio y sus facciones eran graciosas con unas cejas fruncidas y los morritos echados hacia afuera. ─ Soy su amigo, sólo estábamos jugando a ver cuan rápido se puede cambiar Anfaüglir de disfraz para un concurso. ─ ¡Será mentiroso el cabrón! Hont abrió la boca e inició un "ooooh" para después sonreír. ─ ¡Después de encender la estatua vayamos a ese concurso, yo también quiero participar! ─ Resoplé, estos dos me han ganado, al menos hoy.
Con un disfraz a juego a mi personalidad nos acercamos a la estatua sin encender, Hont apretuja el bajo de mis atavíos mientras da saltitos, una buena samaritana le ha regalado un dulce y anda feliz. Al lado contrario se encuentra Sindar con los brazos cruzados y una mirada avispada en todo lo que pasa. ─ ¡Es aquí, ve! Pero que sepas que así no me gustas, con el otro vestido estabas más bonita. ─ Gruñí selvática y Hont me sacó la lengua, al lado de la estatua hay varios guardias que aguardan a la anfitriona, pues ya está aquí.
Es sumamente enorme, se supone que debo coger una de las antorchas y hacerlo prender, pero me conozco y soy de las que hacen las cosas a lo grande. ─ Oye tú, el de la cara rechoncha, déjame el arco y las fechas y tío, no te vendrá mal rebajar un poco. ─ El guardia incrédulo se sonrojó ante las acusaciones, en frente del monumento preparo tres flechas, las puntas las enrollo en un trapo embadurnado en el aceitón de uno de los barriles próximos. La Antorcha se la paso al regordete que me analiza con total curiosidad, esto será bestial. Primera flecha, apunto con el arco en alto y con un porte ejemplar para los de mi raza, la susodicha sale disparada y arriba a los bajos de la estatua, no pasa nada, la gente comienza a bramar intrigados de qué pasará.
Segunda, levanto los brazos y dejo que la flecha surque el aire para dirigirse a los picos contrarios de donde cayó la primera, arde por un lado y por el otro, a una primicia veloz se encuentran en el centro de la estatua que centellea hasta que el fuego revienta, se yergue y hasta parece peligroso, pero no es así. ─ ¡Muchacha! ─ Gritó el guardia. ─ Cállese hombre, esto es una fiesta, no un funeral, ¡pues que arda, puñetas! ─ Le reproché, Sindar está carcajeándose y Hont está con sus palmas pequeñas enterradas en la cabeza, desesperado por lo desquiciada que puedo llegar a estar en momentos como este donde debería ser responsable. La tercera flecha no tardó en ser guiada con sus hermanas, fue directa a la cabeza del monumento, el fuego desciende por el cuerpo y se encuentra con el propagado en los picos bajos, el estallido de la lumbre sumado a las llamas que no hacen más que crecer tiñen el cielo de un mosaico anaranjado que aviva la belleza de un firmamento escaso.
Trabajo realizado con una pizca de toque mágico, me volteo y con el rostro oculto les sonrío, alzo el arco y en sí, no hizo falta más para que los paisanos gritasen al son de una estatua que ha ardido de una manera más imprudente, no tan clásica y con un redoble de tensión que finalizó cautivándolos.
Con el ceño fruncido y un apuro cegador agarro sus muñecas para apartarlas cuando me coge de la cintura y me coloca en uno de sus hombros cual saco de harina con tan sólo una sábana a modo de cubierta. ─ Nos vamos. ─ Puntuó el varón tan sosegado que los pelos se me ponen de punta. ─ ¿De vacaciones a la playa? ─ La pulla elocuente le saca una buena carcajada fuera del cuarto, en el camino hacia el comercio que está en la primera planta. ─ Vamos al Bragiväl, y esta vez irás tan sexy que ni tú misma te lo creerás. ─ Aborten, esa es la señal para salir pitando, este malnacido acabará ridiculizándome. Con esmero me retuerzo e inclusive lo hago encorvarse ante un rodillazo en el centro de su torso, aprovecho el dolor del elfo para salir corriendo escaleras abajo mientras el pecho se me desinfla a falta del aire mañanero, el cuarto donde siguen mis pertenencias continúa bajo llave así que ladeo el rostro para visualizarlo.
─ Venga, que el disfraz no te morderá, he escogido un color que irá a juego con tu exquisita piel canela. ─ Afilo la mirada de águila y lo embisto arrolladora, letal e inquieta con cada término que presenta, y como no, van dirigidos hacia mi persona. ─ Ni soy tu muñeca, ni iré otra vez al Bragiväl, así que hazme el favor de abrir la puerta antes de que la derrumbe y sabes que soy capaz. ─ No es una advertencia, es una amenaza que Sindar siquiera toma con precaución, poco a poco va acercándose y yo voy rodeando el mostrador que servirá como escape, nos observamos con afán y sin segundos que desaprovechar comienzo una carrerilla por toda la estancia con el lobo feroz bañándome con un aliento que logra consternar tanto a Anfaüglir como a Eretria. ─ ¡¡Voy a matarte como te acerques un milímetro más!! ─ Grité a pleno pulmón con un humor taciturno, el utensilio de limpieza como sería el buen trapeador, que gran colega, ese que te ayuda en los peores momentos me sirvió para estampárselo en la cara del castaño e ir restregando para que éste a fin de cuentas cediese, no fue así.
─ Vas a meterte en este vestido como Sindar que me llamo, elfa. ─ Oh, que profundo ha sonado. ─ Como si te llamas Pascasio, no me jodas, ¿además cómo es el traje que tan eufórico te tiene? ─ Lo sacó de su espalda y chillé aterrorizada con las cuencas bien abiertas, ese vestido ha sido obrado por el peor de todos los ancestros, sádico y vengativo ha engendrado una vestimenta que me producirá pesadillas. ─ Vete olvidándote, como si tengo que salir en bolas o con la sáb... ─ ¿Eh? Fue tal el tirón que ni me di cuenta, mis piernas desistieron y sin remordimientos el tío me sacó el lienzo tibio para originar una buena batalla, Sindar me adentraba el vestido por las manos y yo me agachaba, tirando hacia atrás y retrocediendo como una chiquilla pequeña, intolerable y arrebatada por las acciones del hombre.
- Vestido diabólico más que el propio Chimar:
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─ ¡¡Que no, joder!! ─ La voz la alcé tanto que los de afuera comienzan a preguntarse que diantres andará pasando en la tienda. ─ ¡Estate quieta mujer, un poco más! ─ Lo notaba apretujarme de la cintura y ese color que me produce arcadas logra marearme cuando entra a la perfección en mis curvas pronunciadas. La fuerza se me va del cuerpo y cuando cabizbaja me observo sólo deseo romperle el tabique nasal, con los puños cerrados le propino todo tipo de tortazos bien merecidos mientras el desgraciado ríe abiertamente. ─ Mi doncella, tan preciosa, te faltan dos lazos en esos bucles pardos y serás la envidia de todas las elfas allá fuera. ─ La rabia me carcome y entre sus piernas aprovecho para atizarle en las pelotas con un auge tremendo, el castaño gruñe más agarra mis muñecas y no me deja ir. ─ ¿Vas a seguir? Tengo que quitarme esta mierda para irme. ─ Estoy cabreada y si sigo así, al final lo que era un juego se tornará en algo más serio.
─ No te irás no. ─ Plañido de dolor Sindar me contempla tras recomponerse. ─ ¿Qué no me iré? ─ Y grité como las "damiselas" con la esperanza de que un héroe entrase en acción, de pronto una cola familiar pasa veloz y se aferra al vestido rosa pastel, escalando hasta llegar a mi hombro, afianzarse a mis cabellos y apuntar al malhechor con su espada de madera. ─ ¡Anfa, he venido a rescatarte! ─ Que alguien me brinde paciencia porque a este paso me volveré loca, se trata de Hont, mi héroe de capa escarlata, valiente ante cualquier situación y de buen corazón. ─ Hont, ¿cómo me has encontrado? ─ Le pregunté, la zarigüeya maltrata la nariz de Sindar con la espalda hasta que el elfo me deja ir, dándome espacio para tratar con la criatura menuda.
─ Estabas gritando, ¿quién es? ¡Un villano! ¡Yo lo venceré y te pondré a salvo! ¿Recuerdas lo que te dije días atrás? ¡Vengo a por ti! ─ Rayos, negué con el gesto y me llevé una de las palmas a la frente, no pienso ser la estúpida que inicie el tercer día, que lo haga otra. ─ Hont, te dije que no lo haría, no estoy de humor para esas cos... ─ Me acalló con una sonrisa de oreja a oreja y una risita cómplice como la que está usando el castaño. ─ ¡Estás muy guapa! ¿Saldrás así? La última vez que nos vimos llevabas una capa negra y fea, este color te resalta las mejillas, ¡vamos, ellos también te llamarán guapa! ─ Inspiré con profundidad, cerré los ojos y conté hasta veinte sin saber cómo tomarme ese cumplido ridículo, todo esto es ridículo.
─ ¡No iré he dicho! ─ Exclamé. ─ ¡Si que irás, me lo prometiste! ─ Saltó Hont. ─ Claro que irás, el mundo tiene que ver mi nueva creación. ─ Puntuó Sindar. La madre que los trajo a los dos, intenté huir pero el castaño me aferró de la muñeca y Hont abrazó mis cabeza con afán, si es que al final por muy mala que sea, hay peores donde menos lo esperas. ─ Porfii Anfa, ¡me lo prometiste! ─ Observé como pude al animal emplastado en mi torcido semblante, cuanto antes lo haga, antes acabaré. ─ Está bien, pero no iré con esto, es horripilante. ─ Espeté reacia, parezco un maldito pastel de chocolate y fresas, "bella" me llamaría mi hermana si estuviese aquí, bella como las camellas, sí.
─ ¿De verdad? ¡Irás, síi! ¡Vamos, vamos! Recuerdo el camino, llegaremos rápido, pero... ¿Qué hacemos con el villano? ─ Hont ojeó al elfo, descendió por mi brazo, se balanceó en el bajo del vestido y llegó al suelo. ─ ¿Porque trataste así a Anfa? Ella es muy buena, ¡es mi amiga! ─ Regañó al varón con sumo énfasis, cada palabra iba acompañada del índice recriminatorio y sus facciones eran graciosas con unas cejas fruncidas y los morritos echados hacia afuera. ─ Soy su amigo, sólo estábamos jugando a ver cuan rápido se puede cambiar Anfaüglir de disfraz para un concurso. ─ ¡Será mentiroso el cabrón! Hont abrió la boca e inició un "ooooh" para después sonreír. ─ ¡Después de encender la estatua vayamos a ese concurso, yo también quiero participar! ─ Resoplé, estos dos me han ganado, al menos hoy.
Con un disfraz a juego a mi personalidad nos acercamos a la estatua sin encender, Hont apretuja el bajo de mis atavíos mientras da saltitos, una buena samaritana le ha regalado un dulce y anda feliz. Al lado contrario se encuentra Sindar con los brazos cruzados y una mirada avispada en todo lo que pasa. ─ ¡Es aquí, ve! Pero que sepas que así no me gustas, con el otro vestido estabas más bonita. ─ Gruñí selvática y Hont me sacó la lengua, al lado de la estatua hay varios guardias que aguardan a la anfitriona, pues ya está aquí.
- disfraz actual:
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- Estatua sin arder:
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Es sumamente enorme, se supone que debo coger una de las antorchas y hacerlo prender, pero me conozco y soy de las que hacen las cosas a lo grande. ─ Oye tú, el de la cara rechoncha, déjame el arco y las fechas y tío, no te vendrá mal rebajar un poco. ─ El guardia incrédulo se sonrojó ante las acusaciones, en frente del monumento preparo tres flechas, las puntas las enrollo en un trapo embadurnado en el aceitón de uno de los barriles próximos. La Antorcha se la paso al regordete que me analiza con total curiosidad, esto será bestial. Primera flecha, apunto con el arco en alto y con un porte ejemplar para los de mi raza, la susodicha sale disparada y arriba a los bajos de la estatua, no pasa nada, la gente comienza a bramar intrigados de qué pasará.
Segunda, levanto los brazos y dejo que la flecha surque el aire para dirigirse a los picos contrarios de donde cayó la primera, arde por un lado y por el otro, a una primicia veloz se encuentran en el centro de la estatua que centellea hasta que el fuego revienta, se yergue y hasta parece peligroso, pero no es así. ─ ¡Muchacha! ─ Gritó el guardia. ─ Cállese hombre, esto es una fiesta, no un funeral, ¡pues que arda, puñetas! ─ Le reproché, Sindar está carcajeándose y Hont está con sus palmas pequeñas enterradas en la cabeza, desesperado por lo desquiciada que puedo llegar a estar en momentos como este donde debería ser responsable. La tercera flecha no tardó en ser guiada con sus hermanas, fue directa a la cabeza del monumento, el fuego desciende por el cuerpo y se encuentra con el propagado en los picos bajos, el estallido de la lumbre sumado a las llamas que no hacen más que crecer tiñen el cielo de un mosaico anaranjado que aviva la belleza de un firmamento escaso.
Trabajo realizado con una pizca de toque mágico, me volteo y con el rostro oculto les sonrío, alzo el arco y en sí, no hizo falta más para que los paisanos gritasen al son de una estatua que ha ardido de una manera más imprudente, no tan clásica y con un redoble de tensión que finalizó cautivándolos.
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Eretria Noorgard
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Re: EVENTO: Bragiväl (El Carnval Aerandiano)
Había amanecido nuevamente con el cielo claro, los sonidos de los puesto ya abiertos sonaban a través de la ventana,Freya se asomó esperando a Lycon, que parecía empeñado en llegar tarde, a pesar de que era él quien había decidido quedar con un amigo suyo para la segunda noche del carnaval. Lo cierto era que, tras los sucesos de la noche anterior, cualquier ayuda sería bien recibida. Necesitaban tantos ojos y tantas patas como fuera posible para encontrar la figura robada.
Llegado el momento salió al mercado, paseando entre los puestos, llenos de gente, en su mayorían ancianos, padres y niños, los únicos que, con seguridad, no se habrían quedado despiertos hasta las tantas la noche anterior, la mayoría de gente debía seguir durmiendo tras haber bebido más cerveza de la que era recomendable y haber tomado más de una cosa a la que no acostumbraban.
Las celebraciones eran un caos y si implicaban disfraces, más. Eran el momento de la gente de ser otra persona, de desinhibirse, de cambiar, de ser, por un momento, lo que desearan ser, por eso, esa noche, ella iría de agua, quería, por un rato, ser capaz de fluir, de dejarse llevar, y no combatir contra nada, ni siquiera el destino, como había hecho meses atrás. Aun sentía en su piel la sensación de miedo, la huida, los nervios, las marcas de golpes aun estaban presentes, y no se borrarían, aunque desaparecieran del cuerpo, no lo harían de su memoria.
Llegaron a la taberna bien entrado el medio día, y Freya siguió a Lycon esquivando a unos y a otros mientras la multitud se había congregado en busca de una comida copiosa para que, esa noche, no les subiera tanto el alcohol. Llegaron frente a un par de jóvenes y una chica que no debía ser mucho más joven que ella. Parecía algo retraído, Freya no pudo evitar sonreír, no era la única que se sentía cohibida, al menos, era un pequeño alivio, y que hubiera una joven en el grupo ayudaba a calmar sus usuales miedos y nervios.
- Perdón por llegar tarde.- miró la situación, algo extrañada, y dio un par de pasos hacia atrás.- Lo siento, ¿interrumpimos algo?- se disculpó con voz baja.- Freya, un placer,- tendió la mano a la chica, al notar que el ambiente, con su llegada, parecía haber bajado de intensidad, esperando que eso sirviera de presentación para todo el grupo, sin intención alguna de acercarse a ninguno de los dos nuevos hombres presentes, seguía sin sentirse cómoda, Lycon estaba bien, ya sabia que no le haría daño, pero nunca podía estar segura de los demás.
No se tardó en comentar lo que los acontecía, esa noche deberían comenzar a buscar la figura, teóricamente estaba en uno de los muchos barriles de cerveza, pero eso solo hacía que volverlo todo más complicado, después de todo, tal vez alguien ajeno pudiera dar con ella y lanzarla al fuego, o llevársela a su casa, era primordial que fueran ellos y no otros, quien encontrasen el ídolo. Por ello, en cuanto calló la tarde, marcharon a por sus disfraces, y cuando el sol comenzaba a esconderse y dar paso a la luna, llegaron al carnaval, donde incluso antes de que se iniciara la segunda fogata, comenzaron a buscar.
Se enterraron en alcohol, pasearon descalzos, miraron de hito en hito a todos los que se movían por allí y revisaron hogueras, barriles y cofres, todo lo que encontraron para poder dar con lo que buscaban, sin llegar a encontrar nada. Ni siquiera el olfato fue útil, tal vez los ladrones hubieran dado ya con el objeto, aunque no parecía probable, porque uno de los miembros del grupo escuchó, por suerte, que seguían buscando. La noche llegó a su fin, y volvieron a descansar, con la promesa de que, la noche siguiente, fuera más fructífera, era su última oportunidad, no podían perderla por nada del mundo.
La noche llegó pronto, con los nervios a flor de piel, no tenían demasiado tiempo más para encontrar la estatua, de poco o nada servía vigilar a los dos hombres que pretendían venderla, porque tampoco sabían dónde estaba el objeto robado. Era de idiotas, y Freya lo sabía, perder algo que tanto valor parecía tener para ellos, si querían venderlo, debían estar desesperados, y poco o nada le importaría ya disimular, por lo que sería mucho más sencillo conseguir seguir sus movimientos.
Su fino olfato ya había conseguido recordar el desagradable aroma a miedo, alcohol, desesperación y orín que desprendían esos dos hombre. Ya disfrazados, se reunieron frente a la hoguera, una joven disfrazada fue quien dio paso al incendio, contrario a la noche anterior, que el chico que la prendió parecía un ser salido del inframundo. Tiró de sus alas de pega, dispuesta a, si era necesario, lanzarlas para poder correr con más velocidad, temía que su disfraz le fuera a detener, absorbiendo el viento en una carrera, si le era necesario echar a correr. El de la noche anterior había sido más cómodo, pero también había pasado muchísima más vergüenza, dudaba de volver a ir así nunca más, pero al menos lo había intentado.
- Bien, si alguien ve algo, que grite.- comentó mordiéndose en labio, nerviosa, comenzando a andar en busca, nuevamente, de la estatuilla de oro.
Llegado el momento salió al mercado, paseando entre los puestos, llenos de gente, en su mayorían ancianos, padres y niños, los únicos que, con seguridad, no se habrían quedado despiertos hasta las tantas la noche anterior, la mayoría de gente debía seguir durmiendo tras haber bebido más cerveza de la que era recomendable y haber tomado más de una cosa a la que no acostumbraban.
Las celebraciones eran un caos y si implicaban disfraces, más. Eran el momento de la gente de ser otra persona, de desinhibirse, de cambiar, de ser, por un momento, lo que desearan ser, por eso, esa noche, ella iría de agua, quería, por un rato, ser capaz de fluir, de dejarse llevar, y no combatir contra nada, ni siquiera el destino, como había hecho meses atrás. Aun sentía en su piel la sensación de miedo, la huida, los nervios, las marcas de golpes aun estaban presentes, y no se borrarían, aunque desaparecieran del cuerpo, no lo harían de su memoria.
Llegaron a la taberna bien entrado el medio día, y Freya siguió a Lycon esquivando a unos y a otros mientras la multitud se había congregado en busca de una comida copiosa para que, esa noche, no les subiera tanto el alcohol. Llegaron frente a un par de jóvenes y una chica que no debía ser mucho más joven que ella. Parecía algo retraído, Freya no pudo evitar sonreír, no era la única que se sentía cohibida, al menos, era un pequeño alivio, y que hubiera una joven en el grupo ayudaba a calmar sus usuales miedos y nervios.
- Perdón por llegar tarde.- miró la situación, algo extrañada, y dio un par de pasos hacia atrás.- Lo siento, ¿interrumpimos algo?- se disculpó con voz baja.- Freya, un placer,- tendió la mano a la chica, al notar que el ambiente, con su llegada, parecía haber bajado de intensidad, esperando que eso sirviera de presentación para todo el grupo, sin intención alguna de acercarse a ninguno de los dos nuevos hombres presentes, seguía sin sentirse cómoda, Lycon estaba bien, ya sabia que no le haría daño, pero nunca podía estar segura de los demás.
No se tardó en comentar lo que los acontecía, esa noche deberían comenzar a buscar la figura, teóricamente estaba en uno de los muchos barriles de cerveza, pero eso solo hacía que volverlo todo más complicado, después de todo, tal vez alguien ajeno pudiera dar con ella y lanzarla al fuego, o llevársela a su casa, era primordial que fueran ellos y no otros, quien encontrasen el ídolo. Por ello, en cuanto calló la tarde, marcharon a por sus disfraces, y cuando el sol comenzaba a esconderse y dar paso a la luna, llegaron al carnaval, donde incluso antes de que se iniciara la segunda fogata, comenzaron a buscar.
Se enterraron en alcohol, pasearon descalzos, miraron de hito en hito a todos los que se movían por allí y revisaron hogueras, barriles y cofres, todo lo que encontraron para poder dar con lo que buscaban, sin llegar a encontrar nada. Ni siquiera el olfato fue útil, tal vez los ladrones hubieran dado ya con el objeto, aunque no parecía probable, porque uno de los miembros del grupo escuchó, por suerte, que seguían buscando. La noche llegó a su fin, y volvieron a descansar, con la promesa de que, la noche siguiente, fuera más fructífera, era su última oportunidad, no podían perderla por nada del mundo.
- Disfraz de Freya:
- CARA
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CUERPO
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La noche llegó pronto, con los nervios a flor de piel, no tenían demasiado tiempo más para encontrar la estatua, de poco o nada servía vigilar a los dos hombres que pretendían venderla, porque tampoco sabían dónde estaba el objeto robado. Era de idiotas, y Freya lo sabía, perder algo que tanto valor parecía tener para ellos, si querían venderlo, debían estar desesperados, y poco o nada le importaría ya disimular, por lo que sería mucho más sencillo conseguir seguir sus movimientos.
Su fino olfato ya había conseguido recordar el desagradable aroma a miedo, alcohol, desesperación y orín que desprendían esos dos hombre. Ya disfrazados, se reunieron frente a la hoguera, una joven disfrazada fue quien dio paso al incendio, contrario a la noche anterior, que el chico que la prendió parecía un ser salido del inframundo. Tiró de sus alas de pega, dispuesta a, si era necesario, lanzarlas para poder correr con más velocidad, temía que su disfraz le fuera a detener, absorbiendo el viento en una carrera, si le era necesario echar a correr. El de la noche anterior había sido más cómodo, pero también había pasado muchísima más vergüenza, dudaba de volver a ir así nunca más, pero al menos lo había intentado.
- Bien, si alguien ve algo, que grite.- comentó mordiéndose en labio, nerviosa, comenzando a andar en busca, nuevamente, de la estatuilla de oro.
- Disfraz de mujer pájaro:
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Freya Lathman
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Re: EVENTO: Bragiväl (El Carnval Aerandiano)
¡Que canten las aves, los mirlos! ¡Que arrojen los papeles de colores al compás de la música! ¡Que dejen libertos todos su identidad bajo la capa del disfraz! Nada como un buen día de fiesta en la ciudad.
Ah, el Brägival... Siempre la he presenciado, pero jamás la he sentido desde dentro. Es de esas pocas fiestas en el año (junto con los festivales de invierno) en los que una recuerda "¡Oh, qué magnífico, iré a participar! Pero espera ¡Lo había olvidado, no tengo dinero!". Cruel es la vida para aquel que no tiene techo, así que sólo se me daba el papel de espectadora en los tejados llegado ese día.
Pero, por más cruento que fuese el recordatorio, jamás era tan doloroso como perdérselo, y esta vez, casi lo hago. Fueron varios los días en los que me mantuvieron encerrada en las catacumbas con otras varias decenas de personas. Es lo más cercano que he sentido de estar dentro de un calabozo.
Sin embargo, el Sol ha querido que lo viera un día más, y a pesar de haberme perdido el primer día, el segundo tuve la oportunidad de observar los colores y los ritmos danzantes. Y lo mejor ¡Prepárense, toquen tambores! ¡Ratatatatatataaa! Pues que me he encontrado a Fredericksen, y según sus palabras, Ashryn también tendría que estar en la ciudad. Es extraño cuando él habla de ella, de verdad parece que le ha absorbido el alma. Ja, ja, yo lo sé, algún día...
Entre tambores y pitidos, una hermosa chica se movía siguiendo la línea melódica, luciendo sus enormes alas de mariposa con la luz. Pero no solo ella ¡Decenas, incluso cientos si me atrevo a decir, vestidos de aves, de insectos, de peces! Llenos de plumas y escamas, volando cada uno en su elemento. Y haciendo recuento de mi vida, pienso que jamás he visto a ningún hombre bestia volar. Oh, qué envidia los disfraces, pensé en ese momento, pues si tan sólo tuviera la oportunidad...
Y la tenía ¡La tenía! Miré a Fred, primero de reojo, luego con lo que deduzco lo que pensó que eran ojos de loca (¿Cuándo no?) y me arrojé a su cabeza, casi tirándolo al suelo. Oh, creo que en aquella ocasión nunca me sentí tan sabia ni tan astuta en la negociación.
- ¡Quiero un disfraz de ave! ¡Lo quiero, lo quiero, o juro que te pegaré mocos, a ti y a tus ardillas de almuerzo! - reclamaba yo mientras varios extraños se nos quedaban mirando. Es un truco que aprendí de los hijos malcriados de los nobles, la clave simplemente era el ridículo público.
Acto seguido, me bajó de sus hombros y, entre dientes, prometió que vería lo posible por hacer, incluso pedir ayuda a Ashryn si era posible. "¡Pero qué bien!" pensé yo extasiada en ese momento. ¿Se lo imaginan? ¡A mí, envuelta en un par de suaves alas rojas, como los cardenales! ¡O blancas, como las garzas! Se verían bien hasta las soberbias plumas de un cuervo o de un pavorreal, ¡Qué alegría, qué alegría! ¡Qué...!
De acuerdo, ya no pienso seguir mintiendo. Me gustaría relatar la historia de cómo una novata, pero perfecta familia feliz iba en conjunto en la calle presumiendo a su guapa y excelente elfilla con su nuevo disfraz. ¿De verdad, era necesario? Al llegar al sitio de reposo de Ash, un enorme traje de paloma regordeta colgaba de la pared, al igual que mis anhelos. Pero los ojos cansados (que aún así seguían grandes y brillantes) ojos de Ashryn, delataban que había puesto un gran esfuerzo en ese traje. De alguna manera, el encierro en las catacumbas de la ciudad de pronto no me pareció tan malo.
Con los ojos como platos y quitándose la camisa para ponerse aquel atuendo, la ladronzuela simplemente no podía procesar la figura del ave en su memoria. No le parecía grotesco, pero tampoco le parecía llamativo, al menos no era lo que en sus ilusiones había armado.
Luego de forcejear con sus brazos dentro de las alas, salió del vestidor de paredes de papel y se presentó frente a la ojiazul, cuyo rostro se iluminó con una carcajada reprimida.
- Si no me querías, me hubieras dejado morir en el bosque - concluyó refunfuñando la elfilla.
Ah, el Brägival... Siempre la he presenciado, pero jamás la he sentido desde dentro. Es de esas pocas fiestas en el año (junto con los festivales de invierno) en los que una recuerda "¡Oh, qué magnífico, iré a participar! Pero espera ¡Lo había olvidado, no tengo dinero!". Cruel es la vida para aquel que no tiene techo, así que sólo se me daba el papel de espectadora en los tejados llegado ese día.
Pero, por más cruento que fuese el recordatorio, jamás era tan doloroso como perdérselo, y esta vez, casi lo hago. Fueron varios los días en los que me mantuvieron encerrada en las catacumbas con otras varias decenas de personas. Es lo más cercano que he sentido de estar dentro de un calabozo.
Sin embargo, el Sol ha querido que lo viera un día más, y a pesar de haberme perdido el primer día, el segundo tuve la oportunidad de observar los colores y los ritmos danzantes. Y lo mejor ¡Prepárense, toquen tambores! ¡Ratatatatatataaa! Pues que me he encontrado a Fredericksen, y según sus palabras, Ashryn también tendría que estar en la ciudad. Es extraño cuando él habla de ella, de verdad parece que le ha absorbido el alma. Ja, ja, yo lo sé, algún día...
Entre tambores y pitidos, una hermosa chica se movía siguiendo la línea melódica, luciendo sus enormes alas de mariposa con la luz. Pero no solo ella ¡Decenas, incluso cientos si me atrevo a decir, vestidos de aves, de insectos, de peces! Llenos de plumas y escamas, volando cada uno en su elemento. Y haciendo recuento de mi vida, pienso que jamás he visto a ningún hombre bestia volar. Oh, qué envidia los disfraces, pensé en ese momento, pues si tan sólo tuviera la oportunidad...
Y la tenía ¡La tenía! Miré a Fred, primero de reojo, luego con lo que deduzco lo que pensó que eran ojos de loca (¿Cuándo no?) y me arrojé a su cabeza, casi tirándolo al suelo. Oh, creo que en aquella ocasión nunca me sentí tan sabia ni tan astuta en la negociación.
- ¡Quiero un disfraz de ave! ¡Lo quiero, lo quiero, o juro que te pegaré mocos, a ti y a tus ardillas de almuerzo! - reclamaba yo mientras varios extraños se nos quedaban mirando. Es un truco que aprendí de los hijos malcriados de los nobles, la clave simplemente era el ridículo público.
Acto seguido, me bajó de sus hombros y, entre dientes, prometió que vería lo posible por hacer, incluso pedir ayuda a Ashryn si era posible. "¡Pero qué bien!" pensé yo extasiada en ese momento. ¿Se lo imaginan? ¡A mí, envuelta en un par de suaves alas rojas, como los cardenales! ¡O blancas, como las garzas! Se verían bien hasta las soberbias plumas de un cuervo o de un pavorreal, ¡Qué alegría, qué alegría! ¡Qué...!
De acuerdo, ya no pienso seguir mintiendo. Me gustaría relatar la historia de cómo una novata, pero perfecta familia feliz iba en conjunto en la calle presumiendo a su guapa y excelente elfilla con su nuevo disfraz. ¿De verdad, era necesario? Al llegar al sitio de reposo de Ash, un enorme traje de paloma regordeta colgaba de la pared, al igual que mis anhelos. Pero los ojos cansados (que aún así seguían grandes y brillantes) ojos de Ashryn, delataban que había puesto un gran esfuerzo en ese traje. De alguna manera, el encierro en las catacumbas de la ciudad de pronto no me pareció tan malo.
Con los ojos como platos y quitándose la camisa para ponerse aquel atuendo, la ladronzuela simplemente no podía procesar la figura del ave en su memoria. No le parecía grotesco, pero tampoco le parecía llamativo, al menos no era lo que en sus ilusiones había armado.
Luego de forcejear con sus brazos dentro de las alas, salió del vestidor de paredes de papel y se presentó frente a la ojiazul, cuyo rostro se iluminó con una carcajada reprimida.
- Si no me querías, me hubieras dejado morir en el bosque - concluyó refunfuñando la elfilla.
- El que ríe al último es que apenas le entendió al chiste:
- How do I feel v':
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Iliaki
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Re: EVENTO: Bragiväl (El Carnval Aerandiano)
El tercer día del Bragiväl había llegado y la de orbes azulados no podía espera para llegar a casa y vestir a su querida Iliaki con el hermoso disfraz que le había confeccionado. La idea le había venido al leer un extraño libro sobre una niña curiosa, quien, de alguna extraña manera terminó en un mundo peculiar al que denominó ‘‘El país de las maravillas’’. Sobra decir que no tardó en enamorarse de la idea y ponerse manos a la obra, elaborando un hermoso atuendo que seguramente se vería divino en la elfita. Por su parte ella se propuso usar un disfraz de uno de los personajes secundarios de la historia, aunque en una versión femenina, pues muy en el fondo la idea de ser una sombrerera un tanto loca, le parecía fascinante. Claro que todo eso hubiese sido hermoso si el cazador no le hubiese arruinado sus planes, diciéndole que la niña quería llevar un atuendo de ave al carnaval.
Frunció el ceño, pensando que se trataba de un invento del cazador y se negó rotundamente a elaborar otra indumentaria de último minuto. Con la advertencia de que no cambiaría de opinión la ojiazul tomó su disfraz y se dirigió a su habitación para probárselo, a fin de afinar los últimos detalles para la noche siguiente. Quince minutos fueron los que dejó a Frederick a solas con el disfraz de la pequeña. Quince míseros minutos de los cuales se arrepentiría toda su vida. El sonido de frascos cayendo y de un montón de movimientos la alertaron, pero lamentablemente no fue capaz de llegar a tiempo. Los orbes azulados trataron de asimilar lo que vieron al volver a entrar en la habitación y un leve puchero apareció en sus labios, exigiéndole al arquero una explicación para aquel acto tan infame.
El traje en el que había trabajado sin descanso, aquel que usaría su pequeña Iliaki en el último día del carnaval estaba lleno de distintas manchas de colores, tantas que era prácticamente imposible contarlas. Los frascos de alquimia que usaría para cambiar el color de su cabello habían sido regados insulsamente por todo el vestido, dejando un resultado de lo más horrible. Candau se excusaba diciendo que nada había sido intencional, cosa que la ojiazul no creyó en lo más mínimo. A regañadientes aceptó confeccionar otro disfraz de última hora para la elfita, siguiendo la idea de que ella quería usar un traje con forma de ave. Solo existía un pequeño problema: el cansancio la había dejado completamente sin ideas. Le dio vueltas a su cerebro, buscando sacar una última pizca de creatividad, cuando notó que su compañero estaba a punto de huir de su responsabilidad.
—Alto ahí —lo detuvo de la manga de la camisa—. Ni se te ocurra que yo sola voy a trabajar en esto, jovencito —sentenció con un leve puchero—. Te quedarás aquí y me ayudaras a hacer el traje de tu hija —infló las mejillas dejándole ver que no se salvaría de eso—. Ya que echaste a perder todo mi trabajo, ahora te tocara sufrir las consecuencias.
Tal vez la rubia debió reconsiderar aquella idea cuando lo obligó a colaborar, puesto que no tardaron en comenzar a pelear por el hecho de que ella tenía una idea distinta a la de él y viceversa. Al inicio todo se resumía a pequeñas riñas verbales; ella le daba una instrucción, él hacía todo a su manera y terminaban discutiendo, pero la cosa evolucionó cuando comenzaron a lanzarse los artículos que tenían al alcance, dando como resultado un disfraz sin terminar y un par de niños cubiertos por todo tipo de cosas. Ashy se quitó parte de las plumas que se le pegaron en el rostro cuando Frederick le dejo caer una sustancia viscosa y le propuso una tregua, considerando el hecho de que la mañana ya los había alcanzado y ellos aun no tenían nada listo.
No importaba cuantas vueltas le diese, al final tendría que aceptar la idea del cazador de ir a conseguir un disfraz de última hora para la niña, pues lastimosamente no les quedaban horas —ni energías— suficientes como para trabajar en el que se suponía que ya deberían haber terminado. Le dio la mitad de sus aeros al cazador y sin darle tiempo de negarse lo mandó a conseguir el dichoso atuendo, rogándole a los dioses porque no fuese muy tarde. Claro que hubiese preferido que realmente no hubiese conseguido nada, pues al ver la barbaridad con la que regresó, casi se quiso morir. Era la indumentaria más horrible que había visto jamás, pero debía darle el mérito por haber conseguido algo de último minuto. Ahora solo le restaba que la elfita lo vira y sobre todo que accediera a usarlo.
—No se ve tan mal… —reprimió la carcajada que luchó por salir al ver a la niña con el disfraz puesto y una cara de pocos amigos—. Te ves linda —le aseguró con una sonrisa, mientras le acomodaba las alas—. Nos divertiremos mucho.
Eventualmente la ojiazul no iba a decirle que todo fue culpa de ambos cuidadores, al ponerse a pelear en lugar de enmendar el desastre del disfraz. Con cierta culpa miró a Candau y se preguntó cómo sería esa peculiar primera noche ‘‘familiar’’, porque tener a la elfita refunfuñando en un pésimo traje no le ayudaría a reprimir la risa.
Frunció el ceño, pensando que se trataba de un invento del cazador y se negó rotundamente a elaborar otra indumentaria de último minuto. Con la advertencia de que no cambiaría de opinión la ojiazul tomó su disfraz y se dirigió a su habitación para probárselo, a fin de afinar los últimos detalles para la noche siguiente. Quince minutos fueron los que dejó a Frederick a solas con el disfraz de la pequeña. Quince míseros minutos de los cuales se arrepentiría toda su vida. El sonido de frascos cayendo y de un montón de movimientos la alertaron, pero lamentablemente no fue capaz de llegar a tiempo. Los orbes azulados trataron de asimilar lo que vieron al volver a entrar en la habitación y un leve puchero apareció en sus labios, exigiéndole al arquero una explicación para aquel acto tan infame.
El traje en el que había trabajado sin descanso, aquel que usaría su pequeña Iliaki en el último día del carnaval estaba lleno de distintas manchas de colores, tantas que era prácticamente imposible contarlas. Los frascos de alquimia que usaría para cambiar el color de su cabello habían sido regados insulsamente por todo el vestido, dejando un resultado de lo más horrible. Candau se excusaba diciendo que nada había sido intencional, cosa que la ojiazul no creyó en lo más mínimo. A regañadientes aceptó confeccionar otro disfraz de última hora para la elfita, siguiendo la idea de que ella quería usar un traje con forma de ave. Solo existía un pequeño problema: el cansancio la había dejado completamente sin ideas. Le dio vueltas a su cerebro, buscando sacar una última pizca de creatividad, cuando notó que su compañero estaba a punto de huir de su responsabilidad.
—Alto ahí —lo detuvo de la manga de la camisa—. Ni se te ocurra que yo sola voy a trabajar en esto, jovencito —sentenció con un leve puchero—. Te quedarás aquí y me ayudaras a hacer el traje de tu hija —infló las mejillas dejándole ver que no se salvaría de eso—. Ya que echaste a perder todo mi trabajo, ahora te tocara sufrir las consecuencias.
Tal vez la rubia debió reconsiderar aquella idea cuando lo obligó a colaborar, puesto que no tardaron en comenzar a pelear por el hecho de que ella tenía una idea distinta a la de él y viceversa. Al inicio todo se resumía a pequeñas riñas verbales; ella le daba una instrucción, él hacía todo a su manera y terminaban discutiendo, pero la cosa evolucionó cuando comenzaron a lanzarse los artículos que tenían al alcance, dando como resultado un disfraz sin terminar y un par de niños cubiertos por todo tipo de cosas. Ashy se quitó parte de las plumas que se le pegaron en el rostro cuando Frederick le dejo caer una sustancia viscosa y le propuso una tregua, considerando el hecho de que la mañana ya los había alcanzado y ellos aun no tenían nada listo.
No importaba cuantas vueltas le diese, al final tendría que aceptar la idea del cazador de ir a conseguir un disfraz de última hora para la niña, pues lastimosamente no les quedaban horas —ni energías— suficientes como para trabajar en el que se suponía que ya deberían haber terminado. Le dio la mitad de sus aeros al cazador y sin darle tiempo de negarse lo mandó a conseguir el dichoso atuendo, rogándole a los dioses porque no fuese muy tarde. Claro que hubiese preferido que realmente no hubiese conseguido nada, pues al ver la barbaridad con la que regresó, casi se quiso morir. Era la indumentaria más horrible que había visto jamás, pero debía darle el mérito por haber conseguido algo de último minuto. Ahora solo le restaba que la elfita lo vira y sobre todo que accediera a usarlo.
—No se ve tan mal… —reprimió la carcajada que luchó por salir al ver a la niña con el disfraz puesto y una cara de pocos amigos—. Te ves linda —le aseguró con una sonrisa, mientras le acomodaba las alas—. Nos divertiremos mucho.
Eventualmente la ojiazul no iba a decirle que todo fue culpa de ambos cuidadores, al ponerse a pelear en lugar de enmendar el desastre del disfraz. Con cierta culpa miró a Candau y se preguntó cómo sería esa peculiar primera noche ‘‘familiar’’, porque tener a la elfita refunfuñando en un pésimo traje no le ayudaría a reprimir la risa.
- Disfraz de Ashy:
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- Pre-disfraz de Iliaki:
Ashryn Elaynor
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Re: EVENTO: Bragiväl (El Carnval Aerandiano)
[2nda noche]
Ya llegaba tarde, había salido para buscar a mi camarada de buena mañana, al lugar en el que habíamos quedado y allí me dirijo. Camino deprisa pero sin empezar a correr, dejando que la gente fluya a mi paso hasta llegar a la pequeña taberna. Una vez entro, destacaban por si solos. Él, al lado de su hermana por lo que acontecería. Hacía semanas que no nos veíamos por lo que nos saludamos efusivamente.-Que bueno verte aquí por fin- Hablo mientras sonrío. Había un hombre más a su lado, presentado como Rodxar, según mi camarada, nos acompañaría, también era un licantropo por lo que me parece bien.-Nos veremos esta noche entonces, en la taberna del diamante rosa.- Sentenció una vez hemos terminado de hablar y me despido de ambos para volver con Freya. Una vez he vuelto a nuestra habitación, estaba cansado, aún no había dormido desde la noche anterior por lo que pasaría ese mismo día durmiendo. Antes de entrar en la cama y descansar, le doy un largo beso a Freya y me quedo frito.
Mi bella loba me despierta como habíamos planeado, antes de salir a por los disfrazes. Esta vez nos vestiríamos de la misma forma, con una temática aquatica, no como peces, si no como la mismísima agua.-Nos estará esperando el de la tienda, vamos.-Caminamos juntos y nos pitan a ambos con una pintura azulada que al secarse en la piel la dejaba un poco seca, lo que hacía que picase, pero por no fastidiarla, no me rascaría.
Ya era de noche, por lo que cogemos lo necesario para la búsqueda y agarrados de la mano bajamos a la zona de la taberna, donde se supone que esperan Frith y su hermana, Lilja. Una vez bajo, los vemos y les saludo de lejos por lo que ambas parejas caminamos hasta encontrarnos en un punto medio.-Friðþjófur, Lilja, Rodxar esta es mi pareja. Freya, estos son mis amigos, Frith y Lilja. Y el es Rodxar-Miro mientras se saludan y empezamos a comer algo para llenar el estomago. Será una larga noche.
-Hay que separarse para buscar, pero debemos hacerlo por sectores, todos juntos, barriendo la zona. Uno de nosotros seguirá a los ladrones cuando los encontremos, así estaremos al tanto de lo que saben ellos. ¿Entendido?- Todos los presentes asienten por lo que empezamos. Ya era más de medianoche y seguíamos sin encontrar nada, ni un solo rastro. Maldita sea, de quién sería la idea de esconder la figura. Como los pille con ella, les destrozaré la cabeza, no merecen otra cosa. En fin, nada por ahora, mañana será otro día. El último.
[3ra noche]
Ha llegado la última noche, a media mañana despertamos ambos. Aunque la noche anterior hubiésemos estado buscando el ídolo, nadie nos quitaba las jarras de cerveza, por lo menos a los hombres. Por culpa de eso, me levanto con resaca.-Ahora cuando comamos planearemos esta noche, por que..tenemos que encontrarlo si o si - La luz que entraba por la ventana me ciega por lo que a medida que voy hablando me tapo los ojos cada vez más y llego a la cuba de agua para lavarme la cara casi sin ver nada.
-Bajemos-Bajamos lentamente y desayunamos algo esperando a que llegasen nuestros compañeros. Cuando ya casi hemos acabado de comer, los vemos en la misma planta en la que nos encontrabamos.-¡Aquí!-Exclamo al verlos y nos reunimos todos. Ya es hora de cenar y toca disfrazarse después. He visto el vestido de Freya y está preciosa, como todas las noches.
Acabamos de empezar la busca, desde una zona antes de la que nos quedamos el día anterior. Por si acaso nos habíamos dejado algo por culpa del cansancio, pero nada.-Sigamos, se que está por aquí, a una mala conocemos a los ladrones y hablaremos con ellos amablemente hasta que confiesen.-Remarco ese “amable” en tono irónico aunque en el fondo no se si lo haría. Al pasar la medianoche y más tiempo aún desde que una mujer quemase la gran estatua de madera, no habíamos encontrado nada aún.-No os desmoralicéis, vayamos a buscar a los malhechores directamente, son dos, uno de aproximadamente un metro sesenta y otro un poco menor que yo. Ambos son morenos y el más alto es considerablemente más gordo que el flaco. Vayamos cada grupo por un lado de la plaza, suerte.
Ya llegaba tarde, había salido para buscar a mi camarada de buena mañana, al lugar en el que habíamos quedado y allí me dirijo. Camino deprisa pero sin empezar a correr, dejando que la gente fluya a mi paso hasta llegar a la pequeña taberna. Una vez entro, destacaban por si solos. Él, al lado de su hermana por lo que acontecería. Hacía semanas que no nos veíamos por lo que nos saludamos efusivamente.-Que bueno verte aquí por fin- Hablo mientras sonrío. Había un hombre más a su lado, presentado como Rodxar, según mi camarada, nos acompañaría, también era un licantropo por lo que me parece bien.-Nos veremos esta noche entonces, en la taberna del diamante rosa.- Sentenció una vez hemos terminado de hablar y me despido de ambos para volver con Freya. Una vez he vuelto a nuestra habitación, estaba cansado, aún no había dormido desde la noche anterior por lo que pasaría ese mismo día durmiendo. Antes de entrar en la cama y descansar, le doy un largo beso a Freya y me quedo frito.
Mi bella loba me despierta como habíamos planeado, antes de salir a por los disfrazes. Esta vez nos vestiríamos de la misma forma, con una temática aquatica, no como peces, si no como la mismísima agua.-Nos estará esperando el de la tienda, vamos.-Caminamos juntos y nos pitan a ambos con una pintura azulada que al secarse en la piel la dejaba un poco seca, lo que hacía que picase, pero por no fastidiarla, no me rascaría.
Ya era de noche, por lo que cogemos lo necesario para la búsqueda y agarrados de la mano bajamos a la zona de la taberna, donde se supone que esperan Frith y su hermana, Lilja. Una vez bajo, los vemos y les saludo de lejos por lo que ambas parejas caminamos hasta encontrarnos en un punto medio.-Friðþjófur, Lilja, Rodxar esta es mi pareja. Freya, estos son mis amigos, Frith y Lilja. Y el es Rodxar-Miro mientras se saludan y empezamos a comer algo para llenar el estomago. Será una larga noche.
-Hay que separarse para buscar, pero debemos hacerlo por sectores, todos juntos, barriendo la zona. Uno de nosotros seguirá a los ladrones cuando los encontremos, así estaremos al tanto de lo que saben ellos. ¿Entendido?- Todos los presentes asienten por lo que empezamos. Ya era más de medianoche y seguíamos sin encontrar nada, ni un solo rastro. Maldita sea, de quién sería la idea de esconder la figura. Como los pille con ella, les destrozaré la cabeza, no merecen otra cosa. En fin, nada por ahora, mañana será otro día. El último.
- Disfraz 1:
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[3ra noche]
Ha llegado la última noche, a media mañana despertamos ambos. Aunque la noche anterior hubiésemos estado buscando el ídolo, nadie nos quitaba las jarras de cerveza, por lo menos a los hombres. Por culpa de eso, me levanto con resaca.-Ahora cuando comamos planearemos esta noche, por que..tenemos que encontrarlo si o si - La luz que entraba por la ventana me ciega por lo que a medida que voy hablando me tapo los ojos cada vez más y llego a la cuba de agua para lavarme la cara casi sin ver nada.
-Bajemos-Bajamos lentamente y desayunamos algo esperando a que llegasen nuestros compañeros. Cuando ya casi hemos acabado de comer, los vemos en la misma planta en la que nos encontrabamos.-¡Aquí!-Exclamo al verlos y nos reunimos todos. Ya es hora de cenar y toca disfrazarse después. He visto el vestido de Freya y está preciosa, como todas las noches.
Acabamos de empezar la busca, desde una zona antes de la que nos quedamos el día anterior. Por si acaso nos habíamos dejado algo por culpa del cansancio, pero nada.-Sigamos, se que está por aquí, a una mala conocemos a los ladrones y hablaremos con ellos amablemente hasta que confiesen.-Remarco ese “amable” en tono irónico aunque en el fondo no se si lo haría. Al pasar la medianoche y más tiempo aún desde que una mujer quemase la gran estatua de madera, no habíamos encontrado nada aún.-No os desmoralicéis, vayamos a buscar a los malhechores directamente, son dos, uno de aproximadamente un metro sesenta y otro un poco menor que yo. Ambos son morenos y el más alto es considerablemente más gordo que el flaco. Vayamos cada grupo por un lado de la plaza, suerte.
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Lycon
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Re: EVENTO: Bragiväl (El Carnval Aerandiano)
El día anterior fue más calmado que el primero, hasta me sorprendió encontrarme ocn Iliaki… bueno, la sorpresa realmente fue que no me hubiese pegado como en veces pasada, quizá la pequeña elfa ya estaba dejando la violencia, eso era algo muy bueno a decir verdad. Todo muy calmado hasta que Iliaki arremetió contra mi cabeza, sabía que todo iba muy bien para ser verdad “¿Qué se supone que le sucede ahora?” Claramente todo era por interés, la pequeña solo deseaba un disfraz de ave y el método que usó de amenaza no resultaba muy grato, tan solo imaginar comer ardillas con mocos me daba cierto escalofrío.
No me quedó más opción que aceptar aquello, quizá debía decirle a Ashryn que necesitaba su ayuda… quizá, aunque podía matar aves del bosque y usar todas las plumas para hacerle un buen traje ¿No es así?
Al encontrarme con Ashryn le comenté lo que quería la joven Iliaki, como era de esperarse esta lo negó rotundamente “Vaya cuidadora tan considerada.” Al menos tenía otro atuendo para Iliaki, yo por mi parte quería ser amable y tratar de cumplir el sueño de la pequeña, aunque fuese necesario matar a 20 aves y desplumarlas ¿Qué tantas plumas serían necesarias para un disfraz de pájaro? No debían de ser muchas realmente.
Me estiré preparándome para salir de cacería y al dar el primer paso tropecé con la tela que había quedado en el suelo, tratando de estabilizarme termine chocando con una repisa y tirando todo el contenido que había sobre el traje que se suponía que era para Iliaki “Oh maldita sea.” En medio de los nervios y el pánico que comenzaban a apoderarse de mi, restregué los mejunjes sobre el pobre atuendo arruinándolo cada vez más, no sabía exactamente qué hacer, con cada movimiento la cosa se ponía peor.
Ashryn había vuelto y yo sabía muy bien que no pasaría nada bueno, quizá el chillido seguido de llanto… o golpes, o quizá todas las anteriores juntas. Sacudí las manos en el aire para darle la señal de que se calmara, tenía que explicar que había sucedido, estaba claro que todo aquello no fue intencional.
- Fue tú culpa, dejaste la tela en el suelo… yo tropecé y todo se descontroló, intente ayudar pero… bueno, ya ves como está el asunto.
Fue un milagro que la elfa aceptara hacer otro traje, esta vez sería el que la pequeña había pedido, por primera vez seríamos cuidadores ejemplares y haríamos feliz a Iliaki. Yo ya había cumplido con mi parte, había dado la información y solo me quedaba retirarme a buscar comida o dormir.
- Entonces supongo que nos vemos en la noche, será fácil reconocerme. – Dije mientras comenzaba a alejarme, lastimosamente mi escape no fue tan útil ya que la elfa me detuvo tomándome de la manga ¿Ahora qué sucedía? Claro, era de esperarse que me pusiese a hacer trabajo forzado ahora. – Pero ya te dije que yo no lo eché a perder, técnicamente fuiste tú dejando todo esparcido por el suelo, así cualquiera se cae y se desgracia la vida.
Ya que me ahora era un esclavo en el arte de la costura no sabía qué hacer, la idea que tenía la elfa eran muy disparatadas o inofensivas “Por cosas así es que seguramente nadie la quiere.” Lo peor de todo es que no daba el brazo a torcer, así no se podía trabar. Lo que empezó como un pequeño conflicto termino como una batalla de tintes y materiales viajando de un lado a otro, retire de mis ojos algo color rojizo que esperaba no fuese dañino, quien sabía cuántas cosas macabras había ocultado la elfa entre todos sus materiales.
El acuerdo mutuo fue en que yo saliera a comprar un disfraz, estaba claro que discutiendo no llegaríamos a ningún lado y ya casi no nos quedaba tiempo, por primera vez estuve de acuerdo con algo que decía Ashryn. Tomé el poco dinero que ella me dio y salí apresuradamente a alguna tienda, no buscaba perfección pero tampoco algo tan mal hecho… lamentablemente en ningún lado quedaban disfraces y el único que conseguí era… era curioso.
- ¿No le quedará uno mejor? – Pregunté rogando que la respuesta fuese afirmativa.
- Estas demente muchacho, ya todos se han llevado cada uno de los trajes que quedaban, es un milagro que pudieses conseguir esto. Así que lo tomas o lo dejas. – Maldito vendedor narizón, no me molestaba su forma de vender, me molestaba que tuviese razón, aquello era lo mejor que podía conseguir.
De mala gana pagué el horrible disfraz y regresé para entregarle el traje de paloma a Ashryn, no pretendía quedarme a ver la cara de decepción en Iliaki por tal cosa, nuevamente le fallábamos a la pequeña.
- Mira el lado positivo, al menos tendrá algo que ponerse. – Le comenté a la elfa mientras le entregaba el atuendo y comenzaba a alejarme, estaba claro que Ashryn estaba molesta por aquel desastre pero no se podía hacer más nada.
El resto del día lo tomé para preparar mi último atuendo, me sorprendía el hecho de que hubiesen durado tanto en el bosque y no les hubiese pasado nada, nuevamente tratando de ocultar mi nariz torcida usé una máscara, no permitiría burlas a mi persona. Colgué el carcaj de flechas a mi espalda y me dirigí a buscar a Iliaki y a Ashryn, con la fortuna de que llegué cuando la pequeña se quejaba de su traje.
- Aun podemos dejarte en el bosque si así lo deseas. – Comenté mientras entraba por una de las ventanas.- Y tú tampoco le mientas a la niña, está claro que se ve… horrenda. –Solté un leve suspiro mientras me sacaba la máscara del rostro un momento y las miraba. – Pero traten de ver el lado bueno, será nuestra primer noches juntos… si sobrevivimos es más que suficiente. – No todo estaba tan mal, aquellas elfas eran unas pesimistas totales.
No me quedó más opción que aceptar aquello, quizá debía decirle a Ashryn que necesitaba su ayuda… quizá, aunque podía matar aves del bosque y usar todas las plumas para hacerle un buen traje ¿No es así?
Al encontrarme con Ashryn le comenté lo que quería la joven Iliaki, como era de esperarse esta lo negó rotundamente “Vaya cuidadora tan considerada.” Al menos tenía otro atuendo para Iliaki, yo por mi parte quería ser amable y tratar de cumplir el sueño de la pequeña, aunque fuese necesario matar a 20 aves y desplumarlas ¿Qué tantas plumas serían necesarias para un disfraz de pájaro? No debían de ser muchas realmente.
Me estiré preparándome para salir de cacería y al dar el primer paso tropecé con la tela que había quedado en el suelo, tratando de estabilizarme termine chocando con una repisa y tirando todo el contenido que había sobre el traje que se suponía que era para Iliaki “Oh maldita sea.” En medio de los nervios y el pánico que comenzaban a apoderarse de mi, restregué los mejunjes sobre el pobre atuendo arruinándolo cada vez más, no sabía exactamente qué hacer, con cada movimiento la cosa se ponía peor.
Ashryn había vuelto y yo sabía muy bien que no pasaría nada bueno, quizá el chillido seguido de llanto… o golpes, o quizá todas las anteriores juntas. Sacudí las manos en el aire para darle la señal de que se calmara, tenía que explicar que había sucedido, estaba claro que todo aquello no fue intencional.
- Fue tú culpa, dejaste la tela en el suelo… yo tropecé y todo se descontroló, intente ayudar pero… bueno, ya ves como está el asunto.
Fue un milagro que la elfa aceptara hacer otro traje, esta vez sería el que la pequeña había pedido, por primera vez seríamos cuidadores ejemplares y haríamos feliz a Iliaki. Yo ya había cumplido con mi parte, había dado la información y solo me quedaba retirarme a buscar comida o dormir.
- Entonces supongo que nos vemos en la noche, será fácil reconocerme. – Dije mientras comenzaba a alejarme, lastimosamente mi escape no fue tan útil ya que la elfa me detuvo tomándome de la manga ¿Ahora qué sucedía? Claro, era de esperarse que me pusiese a hacer trabajo forzado ahora. – Pero ya te dije que yo no lo eché a perder, técnicamente fuiste tú dejando todo esparcido por el suelo, así cualquiera se cae y se desgracia la vida.
Ya que me ahora era un esclavo en el arte de la costura no sabía qué hacer, la idea que tenía la elfa eran muy disparatadas o inofensivas “Por cosas así es que seguramente nadie la quiere.” Lo peor de todo es que no daba el brazo a torcer, así no se podía trabar. Lo que empezó como un pequeño conflicto termino como una batalla de tintes y materiales viajando de un lado a otro, retire de mis ojos algo color rojizo que esperaba no fuese dañino, quien sabía cuántas cosas macabras había ocultado la elfa entre todos sus materiales.
El acuerdo mutuo fue en que yo saliera a comprar un disfraz, estaba claro que discutiendo no llegaríamos a ningún lado y ya casi no nos quedaba tiempo, por primera vez estuve de acuerdo con algo que decía Ashryn. Tomé el poco dinero que ella me dio y salí apresuradamente a alguna tienda, no buscaba perfección pero tampoco algo tan mal hecho… lamentablemente en ningún lado quedaban disfraces y el único que conseguí era… era curioso.
- ¿No le quedará uno mejor? – Pregunté rogando que la respuesta fuese afirmativa.
- Estas demente muchacho, ya todos se han llevado cada uno de los trajes que quedaban, es un milagro que pudieses conseguir esto. Así que lo tomas o lo dejas. – Maldito vendedor narizón, no me molestaba su forma de vender, me molestaba que tuviese razón, aquello era lo mejor que podía conseguir.
De mala gana pagué el horrible disfraz y regresé para entregarle el traje de paloma a Ashryn, no pretendía quedarme a ver la cara de decepción en Iliaki por tal cosa, nuevamente le fallábamos a la pequeña.
- Mira el lado positivo, al menos tendrá algo que ponerse. – Le comenté a la elfa mientras le entregaba el atuendo y comenzaba a alejarme, estaba claro que Ashryn estaba molesta por aquel desastre pero no se podía hacer más nada.
El resto del día lo tomé para preparar mi último atuendo, me sorprendía el hecho de que hubiesen durado tanto en el bosque y no les hubiese pasado nada, nuevamente tratando de ocultar mi nariz torcida usé una máscara, no permitiría burlas a mi persona. Colgué el carcaj de flechas a mi espalda y me dirigí a buscar a Iliaki y a Ashryn, con la fortuna de que llegué cuando la pequeña se quejaba de su traje.
- Disfraz:
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- Aun podemos dejarte en el bosque si así lo deseas. – Comenté mientras entraba por una de las ventanas.- Y tú tampoco le mientas a la niña, está claro que se ve… horrenda. –Solté un leve suspiro mientras me sacaba la máscara del rostro un momento y las miraba. – Pero traten de ver el lado bueno, será nuestra primer noches juntos… si sobrevivimos es más que suficiente. – No todo estaba tan mal, aquellas elfas eran unas pesimistas totales.
Fredericksen
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Re: EVENTO: Bragiväl (El Carnval Aerandiano)
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Por fin nos encontramos con Lycon y su amada, Freya, allí en la taberna. Ya habíamos realizado las presentaciones pertinentes con Rodxar, y ahora era a Lycon a quien debía presentar a mi hermana, alguien que no habían visto jamas antes. Era la primera vez que ella vería tantos licántropos juntos, en toda su vida. Al contrario que yo, que si que los había visto y había interactuado con ellos en Lunargenta y durante mis viajes, en muchas ocasiones habían sido incluso compañeros de las patrullas en las que trabajaba. Sin embargo ella sabia bien poco sobre los licántropos, y mucho menos sobre como seria interactuar con ellos. No parecía muy segura de si podía confiar en ellos, dado que tenia una mueca de desaprobación continuamente. Pero en cuanto Lycon se mostró a si mismo presentando a su dama, de forma extremadamente amable y natural, Lilja pareció mucho mas tranquila. Debió pensar algo como «no son demasiado diferentes a nosotros, ni a los humanos». La verdad es que la mayoría de las historias que habían llegado a los oídos de Lilja sobre los licántropos, era que tratábamos de bestias incontrolables. Y bueno, eso en algunos casos guardaba una parte de realidad.
– Encantada –dijo ella únicamente. Todavía prefería que fuera yo quien hablara, hasta que se sintiera con mas confianza de cara a ellos.
– Es un gusto poder conocerte al fin –dije yo, dirigiéndome ahora hacia Freya–. No son pocas las veces en las que Lycon me ha hablado de ti.
Sonreí. Me agradaba verlos juntos, era una visión bonita. Aun así me percate de que Freya no terminaba de sentirse cómoda con nuestra presencia, y posiblemente tampoco con la de Rodxar. Como me di cuenta? Tal vez aquellos dos metros de distancia de precaución pudieran decir algo sobre eso. Comimos y bebimos, con felicidad, y durante la comida, mientras yo introducía una deliciosa pata de pollo en mis fauces, Lycon describió brevemente el plan que teníamos para poder encontrar el ídolo. Aunque nadie pareció hacerle caso, pues estábamos todos demasiado centrados en comer.
En cuanto terminamos, nos vimos todos juntos mas allá de medianoche. Lycon describió nuevamente la idea que tenia para que pudiéramos encontrar el ídolo, y mi hermana me miro con suma confusión.
– En seguida te lo explico –le respondí.
Ella no sabia nada respecto a la cuestión que aturdía a los licántropos. Al fin y al cabo ella jamas había pisado todavía Ulmer, ni conocía nada de la cultura que guardaba. En cuanto Lycon termino, tras la brevedad de sus palabras, me dirigí hacia Lilja y le explique al detalle la situación. Que era lo que estábamos buscando, por que lo estábamos buscando y las razones por las cuales yo creía que era correcto ayudarles a encontrarlo. Lilja asintió y parecer estar conmigo en mi opinión, por lo que se unió a nuestra búsqueda sin rechistar ni comentar mas al respecto. El resto de la noche la pasamos buscando entre barriles y alcohol, sin hallar rastro de aquel ídolo.
Y era fútil aguardar a que la competencia en la búsqueda, aquellos que guardaban intereses menos honestos y mas lucrativos, lo hicieran ver en un descuido. Dado que ellos, al igual que nosotros, continuaban buscando sin cese. Y su búsqueda al contrario que la nuestra, no era tan sigilosa, por lo que era fácil darse cuenta de que aquellos desgraciados estaban haciendo todo cuanto podían por encontrarlo sin éxito. La noche dio a su fin, y no pudimos hacer mucho mas. Antes de que la extenuación de neutras esperanzas nos invadiera, preferimos dejar el asunto para la noche siguiente, con la esperanza de que esta pudiera ser mas fructuosa y gratificante.
– Encantada –dijo ella únicamente. Todavía prefería que fuera yo quien hablara, hasta que se sintiera con mas confianza de cara a ellos.
– Es un gusto poder conocerte al fin –dije yo, dirigiéndome ahora hacia Freya–. No son pocas las veces en las que Lycon me ha hablado de ti.
Sonreí. Me agradaba verlos juntos, era una visión bonita. Aun así me percate de que Freya no terminaba de sentirse cómoda con nuestra presencia, y posiblemente tampoco con la de Rodxar. Como me di cuenta? Tal vez aquellos dos metros de distancia de precaución pudieran decir algo sobre eso. Comimos y bebimos, con felicidad, y durante la comida, mientras yo introducía una deliciosa pata de pollo en mis fauces, Lycon describió brevemente el plan que teníamos para poder encontrar el ídolo. Aunque nadie pareció hacerle caso, pues estábamos todos demasiado centrados en comer.
En cuanto terminamos, nos vimos todos juntos mas allá de medianoche. Lycon describió nuevamente la idea que tenia para que pudiéramos encontrar el ídolo, y mi hermana me miro con suma confusión.
– En seguida te lo explico –le respondí.
Ella no sabia nada respecto a la cuestión que aturdía a los licántropos. Al fin y al cabo ella jamas había pisado todavía Ulmer, ni conocía nada de la cultura que guardaba. En cuanto Lycon termino, tras la brevedad de sus palabras, me dirigí hacia Lilja y le explique al detalle la situación. Que era lo que estábamos buscando, por que lo estábamos buscando y las razones por las cuales yo creía que era correcto ayudarles a encontrarlo. Lilja asintió y parecer estar conmigo en mi opinión, por lo que se unió a nuestra búsqueda sin rechistar ni comentar mas al respecto. El resto de la noche la pasamos buscando entre barriles y alcohol, sin hallar rastro de aquel ídolo.
Y era fútil aguardar a que la competencia en la búsqueda, aquellos que guardaban intereses menos honestos y mas lucrativos, lo hicieran ver en un descuido. Dado que ellos, al igual que nosotros, continuaban buscando sin cese. Y su búsqueda al contrario que la nuestra, no era tan sigilosa, por lo que era fácil darse cuenta de que aquellos desgraciados estaban haciendo todo cuanto podían por encontrarlo sin éxito. La noche dio a su fin, y no pudimos hacer mucho mas. Antes de que la extenuación de neutras esperanzas nos invadiera, preferimos dejar el asunto para la noche siguiente, con la esperanza de que esta pudiera ser mas fructuosa y gratificante.
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Desperté cansado y resacoso. Y es que con Lycon siempre era agradable quedarse unas horas de mas bebiendo alcohol y compartiendo charlas sin sentido, de las cuales reír hasta la saciedad. El tipo de conversación que ningún hombre en su sano juicio y mucho menos en su sobriedad, disfrutaría intercambiando opiniones con su interlocutor. Pero cuando las opiniones estaban plagadas de buen alcohol, la consecuencia no era mas que un mar de risas. Había trabado una gran amistad con aquel licántropo, y con seguridad trataría por todos los medios de mantenerla mas adelante.
Pero la cuestión es que me levante con una resaca terrible aquella mañana. De hecho fue Lilja quien me levanto, sacudiendo mi cuerpo desde los hombros para que despertara.
– Tengo hambre. Levántate ya y así bajamos a comer algo –me dijo. Y creo que me lo repitió cerca de tres o cuatro veces; es algo que no recuerdo con exactitud.
La primera vez que me lo dijo, tan solo me limite a reírme, creo que porque todavía pensaba que estaba dentro de alguna clase de sueño. La segunda también reí, y la tercera. Pero la cuarta me despertó golpeándome con un libro en los testículos, por lo que me vi obligado a ponerme en pie tras dejar escapar un grito de sorpresa y dolor.
En cuanto nos vestimos y bajamos las escaleras, nos encontramos con que Lycon y Freya estaban ya terminando de desayunar. También Rodxar estaba por allí, un poco mas apartado de ellos, pero en la misma mesa. Nos sentamos en la misma mesa, y golpee con la palma de las manos la mesa, causando un grave estruendo. Era un saludo, el ruido fuerte que anunciaba mi aparición. Lilja se sentó a mi derecha.
– Bueno! –Brame–. Tabernero, una buena cerve… –me quede pensativo, con el brazo en alto. El tabernero ya me estaba mirando–. Tostada con queso!
No iba a beber de buena mañana. No cuando debíamos hacer algo importante. Y aunque me encantaba beber sin cese alguno, ahora mismo teníamos prioridades. Además, no quería dejar en mis compañeros esa impresión tan rápido. Todavía tenia resaca, y estaba un poco mareado, pero la típica sensación de que es algo que puede ser calmado con mas alcohol. Desayunamos con felicidad, y pasaron las horas (?).
Lija y yo nos vestimos, llegada la noche tras la cena. El atuendo era excelente. Pese a que el día anterior habíamos vestido como doctores de las viejas plagas, esta vez usamos atuendos de los piratas mas renombrados de la historia de Aerandir. Fue fácil conseguirlos, dado que durante nuestras caminatas durante el día en Lunargenta, frecuentamos los mercados y encontramos un agradable mercado perteneciente a una troupe de artistas, que tenían aquellos disfraces. Sabían bien que por la noche era el carnaval, y sabían por nuestro rostro que estábamos buscando un buen disfraz. Así que nos ofrecieron aquel par de disfraces, que pese a que habían sido usados en multitud de ocasiones, ya no serian usados nuevamente pero al mismo tiempo se conservaban en unas excelentes condiciones.
Pero la cuestión es que me levante con una resaca terrible aquella mañana. De hecho fue Lilja quien me levanto, sacudiendo mi cuerpo desde los hombros para que despertara.
– Tengo hambre. Levántate ya y así bajamos a comer algo –me dijo. Y creo que me lo repitió cerca de tres o cuatro veces; es algo que no recuerdo con exactitud.
La primera vez que me lo dijo, tan solo me limite a reírme, creo que porque todavía pensaba que estaba dentro de alguna clase de sueño. La segunda también reí, y la tercera. Pero la cuarta me despertó golpeándome con un libro en los testículos, por lo que me vi obligado a ponerme en pie tras dejar escapar un grito de sorpresa y dolor.
En cuanto nos vestimos y bajamos las escaleras, nos encontramos con que Lycon y Freya estaban ya terminando de desayunar. También Rodxar estaba por allí, un poco mas apartado de ellos, pero en la misma mesa. Nos sentamos en la misma mesa, y golpee con la palma de las manos la mesa, causando un grave estruendo. Era un saludo, el ruido fuerte que anunciaba mi aparición. Lilja se sentó a mi derecha.
– Bueno! –Brame–. Tabernero, una buena cerve… –me quede pensativo, con el brazo en alto. El tabernero ya me estaba mirando–. Tostada con queso!
No iba a beber de buena mañana. No cuando debíamos hacer algo importante. Y aunque me encantaba beber sin cese alguno, ahora mismo teníamos prioridades. Además, no quería dejar en mis compañeros esa impresión tan rápido. Todavía tenia resaca, y estaba un poco mareado, pero la típica sensación de que es algo que puede ser calmado con mas alcohol. Desayunamos con felicidad, y pasaron las horas (?).
Lija y yo nos vestimos, llegada la noche tras la cena. El atuendo era excelente. Pese a que el día anterior habíamos vestido como doctores de las viejas plagas, esta vez usamos atuendos de los piratas mas renombrados de la historia de Aerandir. Fue fácil conseguirlos, dado que durante nuestras caminatas durante el día en Lunargenta, frecuentamos los mercados y encontramos un agradable mercado perteneciente a una troupe de artistas, que tenían aquellos disfraces. Sabían bien que por la noche era el carnaval, y sabían por nuestro rostro que estábamos buscando un buen disfraz. Así que nos ofrecieron aquel par de disfraces, que pese a que habían sido usados en multitud de ocasiones, ya no serian usados nuevamente pero al mismo tiempo se conservaban en unas excelentes condiciones.
- Spoiler:
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Regresamos a nuestra incesante búsqueda, pero continuamos sin tener éxito. Era como buscar una aguja en un pajar, era demasiado difícil. Casi era mejor dejar que aquellos desgraciados hicieran el trabajo sucio, y en cuanto lo encontraran, matarlos y arrebatarles lo que era nuestro. Y al parecer fue la decisión que Lycon había preferido tomar, dado que nos lo hizo saber llegado el momento. Tras sus palabras, fui yo quien hable, sorprendido por la descripción que nos dio de los dos sujetos.
– Un metro setenta? –Pregunte con los ojos muy abiertos–. Y el alto es gordo? Esto es pan comido. Por que no lo habremos hecho antes? Crees que ya tendrán el ídolo? De ser así, tu idea me parece la mas fácil. Directos, rápidos, se puede hacer.
Lycon había dado por sentado, aun antes de que yo hablara, de que aquel plan seria el mas propicio. Y así lo hicimos, le guiñe un ojo a Lilja para que viniera conmigo. Ella silenciosa asintió y poso su mano sobre su daga. Caminamos en dirección a la plaza. Les daríamos una buena sorpresa.
– Un metro setenta? –Pregunte con los ojos muy abiertos–. Y el alto es gordo? Esto es pan comido. Por que no lo habremos hecho antes? Crees que ya tendrán el ídolo? De ser así, tu idea me parece la mas fácil. Directos, rápidos, se puede hacer.
Lycon había dado por sentado, aun antes de que yo hablara, de que aquel plan seria el mas propicio. Y así lo hicimos, le guiñe un ojo a Lilja para que viniera conmigo. Ella silenciosa asintió y poso su mano sobre su daga. Caminamos en dirección a la plaza. Les daríamos una buena sorpresa.
Friðþjófur Rögnvaldsson
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Re: EVENTO: Bragiväl (El Carnval Aerandiano)
¡NOCHE 2!
Tras el final tan abrupto de la primera noche y, para la sorpresa de Turion, Wind decidió no participar en el Bragiväl el segundo día. No tenía ganas de disfrazarse ni de acudir a bailar entre toda aquella marabunta de gente, prefería quedarse en la posada limpiando su arco y sus flechas mientras rememoraba una y otra vez lo humillante de la escena con la mujer disfrazada de cabra.
A pesar de que Turion intentó hacerla salir varias veces, ella se negó en rotundo hasta que el pobre humano decidió cesar en su empeño y quedarse acompañando a la joven toda la noche -Oh venga Wind, ¿En serio no me vas a decir por qué no quieres ir hoy? Ayer estabas la mar de ilusionada con la fiesta- Insistia el moreno de vez en cuando -Que no Turion, no quiero ir y ya está. N-No hay ningún motivo concreto- Respondía la joven en un vano intento por convencer a su amigo -Seguro… Pero tartamudeas. Mientes cuando tartamudeas- Aquel joven conocía demasiado bien a la elfa, la cual solo le respondía con un pequeño bufido y un rubor por sus mejillas al haber sido pillada en su pequeño embuste.
Así permanecieron casi toda la noche, Wind sentada en la cama limpiando sus armas y Turion entado en una silla observándola con curiosidad. Lo cierto era que no les molestaba aquel silencio, a ambos les parecía incluso agradable pues eran muchas las horas que habían pasado observándose mutuamente en silencio durante las clases de alquimia.
Aquello duró hasta que se hizo lo suficientemente tarde como para que ambos comenzaran a bostezar sonoramente. -Creo que es hora de que vayas a dormir Wind- Proponía el humano -Eso es aplicable a ti también- Respondía la elfa con una pequeña sonrisa y continuaban en silencio unos minutos hasta que el bucle volvía a comenzar.
Aquella extraña conversación de besugos terminó cuando la elfa estuvo a punto de clavarse una flecha en la pierna al cerrar los ojos más tiempo del necesario - ¡Por todos los dioses Wind! Ve a dormir ya- Exclamó el humano cuando la peliazul casi se duerme encima de la flecha. - ¿Eh? ¿Pre-pro-por qué? Si estoy bien, n-no tengo su…e…ño…- Aquella frase resultó casi inentendible, la elfa se trababa con su propia lengua y parecía que su cerebro hacía un rato que estaba durmiendo ya. -Ya, ya, seguro que no- Comentó burlón Turion mientras se levantaba de la silla.
El humano cogió el arco y las flechas y las dejó en el suelo, después cogió a la elfa en brazos y la metió en la cama como ya había hecho miles de veces. La muchacha abrazó el pequeño muñeco de felpa que tenía en la cama y se acomodó haciéndose un ovillo -Como si volvieras a tener 5 años…- Susurró el humano antes de taparla con la manta con una sonrisa tontorrona en el rostro. Después de aquello de dio la vuelta y se fue directamente a la puerta, pero la elfa abrió los ojos un momento y dijo algo a lo que el humano no se podía negar nunca -Turion… Duerme conmigo esta noche… porfi…- Musitó Wind mientras los ojos se le cerraban de nuevo.
Turion suspiró sin perder la sonrisa y miró a la elfa mientras ésta cerraba los ojos -Anda que…- Después de aquello se quitó las botas y la camisa y se metió en la cama de la elfa como había hecho otras tantas veces y se acurrucó contra ella, abrazándola por la espalda.
¡NOCHE 3!
Aquella mañana Wind se despertó abrazada a Turion, casi había olvidado lo cálido que era su amigo y lo bien que se dormía en sus brazos -Buenos días- Dijo mientras se desperezaba. El humano por su parte, hizo lo propio y saludó mientras se estiraba -Buenos días a ti también- La noche había sido fría y dormir sin camisa le había dejado la espalda helada y dolorida.
Aquella escena no pasó desapercibida para la elfa que miró por el rabillo del ojo los extraños movimientos de su amigo - ¿Estas bien? - Preguntó preocupada -Solo un poco dolorido, pero sí, estoy bien- Comentó mientras se levantaba de la cama y se ponía las botas. -Espera, estate quiero un momento- Exigió la elfa mientras se ponía de pie sobre la cama y se acercaba al humano.
Cuando lo tuvo en frente, comenzó a masajearle la espalda con una sonrisa - ¿Mejor? - Inquirió sonriente la muchacha mientras seguía apretándole la espalda. Turion apenas notaba nada de fuerza, pero el calor sí que resultaba reconfortante -Mucho, gracias Wind- Respondió con una pequeña sonrisa. La elfa terminó el masaje, mientras analizaba lo grande que era la espalda de su amigo y lo musculada que estaba…Era una buena espalda.
El día transcurrió con tranquilidad, comieron y la elfa acompañó a Turion hasta su posada dónde el moreno le tenía una sorpresa esperando.
- Disfraz:
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Turion se dio la vuelta y esperó hasta que la elfa hubo terminado para girarse y ver el resultado final, el cual, provocó una sonora carcajada -Cielos… te hubiera quedado mejor algo más… alegre- comentó sin dejar de reír el humano - ¡O-Oye! No te rías, que no me queda tan mal… ¿no? - Dijo mientras se tocaba el pantalón del disfraz -Tal vez con un poco de maquillaje acorde con el traje…- Murmuró para sí la elfa - ¿Tienes pinturas? - Quizás así podría quedar mejor -Si, compré blanca y roja… ¿Sirve? - A lo que Wind asintió sonriente y se fue corriendo al baño para maquillarse frente el espejo.
Tras unos interminables minutos de maquillaje, dio su obra por terminada y se la enseñó a su amigo, el cual comenzó a reírse igual que había hecho antes -Soy un buen arlequín… te hago reír- Comentó jocosa la elfa mientras se cruzaba de brazos sonriente -Lo siento, lo siento, pero el disfraz ha mejorado, eso, te lo prometo- Respondió Turion intentando contener la risa por ver a la dulce Wind con aquel traje tan tenebroso.
Después de aquello, Turion se colocó sus orejas de felpa y salieron hacia la plaza, la cual ya estaba abarrotada de gente. La estatua ya había sido prendida cuando llegaron y, a pesar de que les daba pena haberse pedido como se encendía aquel día, el ambiente festivo de la plaza hizo que no le dieran demasiada importancia.
Al igual que la primera noche, se unieron a los bailes y miraron las actuaciones que había por doquier, hasta que dieron con una que les llamó la atención a ambos - ¡Ven, vamos a esta! - Exclamó la elfa al ver a una chiquilla pelirroja tocando el arpa. Tiró del brazo de Turion, que tenía una jarra de cerveza en la mano y casi hizo que se la tirara encima -Cielos Wind, cálmate- Exclamó el humano mientras se recomponía, pero la elfa no le prestó atención, la música que salía de aquella muchacha era casi hipnótica y la peliazul se quedó allí absorta, mirando el movimiento de los dedos de la pelirroja, la cual permanecía completamente centrada en su obra. -Es precioso Turion ¿No crees? – Murmuró casi para sí misma - ¿Eh? S-Si, sí, es un sonido muy bonito- Respondió mientras intentaba que la gente dejara de empujarle.
Tras el pequeño concierto que habían presenciado, ambos decidieron volver a sus respectivas posadas a dormir - ¿Cada uno a la suya? - Preguntó jocoso Turion, probablemente por la cantidad de alcohol que llevaba encima -Si, hoy sí- Respondió la elfa también sonriente -Me ha encantado verte Turion… De verdad- Comentó Wind con un deje triste en su voz -A mí también pequeña, espero que vengas a verme pronto… y por favor, no te metas en líos- La voz del humano también se tornó melancólica y, antes de que aquella escena fuera más lacrimógena de lo necesario, la elfa se despidió -Hasta pronto Turion- Se lanzó a los brazos de su amigo y le abrazó con tanta fuerza como pudo; el humano, por parte, hizo lo mismo -Hasta pronto Wind-
Después de esa despedida, ambos tomaron caminos distintos para volver a sus posadas.
Offrol: La pelirroja es Merrigan y Tengo el permiso de Sarez para usarla :3
Windorind Crownguard
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Re: EVENTO: Bragiväl (El Carnval Aerandiano)
Bragiväl: El Carnaval Aerandiano
Después de tres noches en lo que el fuego y la música han sido los protagonistas indiscutibles, es el momento en el que los disfraces, que los aerandianos llevaron puestos, cobrasen la importancia que merecían. Adie, cibernético mensajero y muchas otras funciones, fue el encargado de realizar la función de premiar a los ganadores de los concursos de disfraces. En las tres noches hizo exactamente el mismo proceso: Subir al escenario de madera donde tocaban los músicos, llamar la atención de los presentes con un chirrido mecánico y decir, en voz alta, el ganador de los tres concursos.
Primer día: Elen Calhoun
Segundo día: Ingela
Tercer día: Iliaki
Por fortuna (o desgracia), ellas no fueron las únicas premiados de todos lo que allí estuvieron presentes. Algunos de ellos, los que más participaron en la festividad, se llevaron un regalo que nunca olvidarían. Esta recompensa, no era, ni más ni menos, que el propio disfraz que llevaban. Los Dioses eran traicioneros, sobre todo el Dios Bragi. A él, le resultó gracioso convertir, a dichos afortunados, en lo que llevaban puesto.
Al día siguiente (Offrol: en el siguiente turno que abráis):
Elen Calhoun será un hada del bosque con plumas de pavo real. Bonita, pero peligrosa.
Windorind Crownguard será otra hada, que se ve que estaban de oferta en el Bragiväl.
Freya Lathman tendrá alas en la espalda ya que se convertirá en una mujer pájaro.
Rodxar tendrá que aprender a rugir de una manera terrible. Ahora es un hombre león.
Ingela no dejará de pavonearse como la mitad mujer y mitad pavo real que se ha convertido.
Eretria Noorgard verá cómo su cuerpo se llena de plumas y su boca se transforma en un pico. Las mujeres pájaro están tan de moda como las hadas.
Sarez también tendrá plumas. Pero, muy diferente a un pájaro más, él se convertirá en un querubín.
Lycon no se quedará atrás con las plumas. Él las llevará en la cabeza. Otro hombre pájaro para la colección.
Fredericksen con cuernos en la espalda y escamas por toda su entrepierna y cabeza. Sin olvidarnos de la linterna. Perfecto para arruinar fiestas.
Friðþjófur Rögnvaldsson vestirá como un pirata y picara como un cuervo.
Ashryn Elaynor que nadie se acercase a ti porque mojas más que el agua. ¿O debería decir que mojas como un espíritu de agua?
Helyare no se disfrazó por su cuenta, pero Sonagashira aprovechó la oportunidad para probar las pinturas con su amiga. La chica mariposa no sabía que, sin querer, estaba convirtiendo a Helyare en una preciosa chica mariposa con cuernos de cabra.
- Disfraz de Helyare:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Después de haber sido una de las que más han participado en el Evento, me sabía mal dejarte sin regalo.
_____________________
Recompensas:
* +2 ptos de experiencia
* 50 aeros
* 50 aeros adicionales a los ganadores de los concursos de disfraces.
* Todos los participantes recibís una canción embotellada. Al romperla, la canción (la podéis elegir vosotros) sonará por arte de magia.
- Canción embotellada:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Los puntos y los aeros han sido sumados directamente a vuestros perfiles.
Ya para finalizar, debo pediros que opinéis sobre el Evento. ¿Os ha gustado la idea de separarlo en tres días? He visto que muchos de vosotros habéis jugado muy bien con el tiempo y esto os ha dado mucho juego, pero también hay otros que, tal vez por falta de tiempo, han tenido que hacer “trampas” y separar el post del tercer día para hacer un inciso sobre qué ha sucedido en el segundo. Por supuesto, no me ha molestado que hayáis hecho esto. Pero, quisiera saber cómo os gustan los temas y mejorarlos a medida que vamos abriendo más. Historia a parte son las recompensas. Debo reconocer que la recompensa “especial” para los que habéis hecho trama puede resultar un poco molesta. Pero, también divertida. Y no lo digo por mí, que voy a estar leyéndoos para reírme (soy demasiado sincera), sino también para vosotros ya que os puede dar un juego impresionante. Imaginad la peligrosa Elen lanzando sus habilidades eléctricas siendo una preciosa y linda hada. ¿Y qué me decís de la paloma Iliaki? Mi intención ha ido buena, pero reconozco mis errores. Ahora bien, ¿os ha gustado, queréis ver cosas así en un futuro? Opinad. Opinad de absolutamente todo. Los que habéis hecho temas conmigo sabéis intento mejorar de todas las críticas tanto buenas como malas.
Sigel
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