Bébeme y que la fiesta comience.
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Bébeme y que la fiesta comience.
Atardeció pronto, ciertamente en un abrir y cerrar de ojos, bien sé yo que la culpa es de Iltharion y de su ritmo sosegado como si las piernas le pesasen, no veo cadenas arremolinadas en cada tobillo o una cuerda que tire de la cintura del bardo hacia los confines, se trata de una gravedad íntima, una que comparto en mi fuero interno donde los músculos los noto rígidos y la pierna herida aún está recuperándose de la función antaña bajo la luna menguante. De reojo voy observándole con el ceño fruncido, primero a él y luego al cielo que en el día de hoy se ha comprometido a silenciar los rugidos de una tormenta que en vez de encenderse, va apagándose como las chispas translúcidas que vuelven a cobijarse entre las nubes, espléndido, al menos no nos mojaremos en este pasear manso.
─ Te odio, pero más odio a los poblados y a su gente pestilente. ─ Le comuniqué con una vocecilla granuja, en ningún momento le prometí pagarle una camisa nueva o preparar alguna pomada para nuestros males somáticos, cada estigma inclusive las que ya se han calmado con el paso de las horas siguen ahí, hacen presencia y lo que provocó un manto de dos pieles aunadas, caricias colindantes, besos ardientes y un hambre voraz de codiciarnos el uno por el otro ha cesado de pronto. La mañana se nos fue volando, y así andamos bajo un crepúsculo fatuo por el poblado más cercano, de compras, que bien, lo que nos faltaba para que la cercanía evidente siga creciendo aún cuando seguiremos caminos remotos y tan dispares.
El elfo con el torso al aire en pleno invierno se tornó en un espectáculo para ciertas doncellas, algunas tímidas corrían al son de un material donde revestir una mirada inocente, serán imbéciles, ¿para qué tienen las manos? Otras tantas se relamían los labios con el bajo palpipante, sobretodo al percatarse de cada marca animal en un cuerpo semi descubierto aún cuando la capa hace su trabajo, bendita imaginación, si es que lo embellecen y como mi obra de arte que es, le sonrío con malicia, habrá que comprarle tela en la que se envuelva o no saldrá del poblado sin catar a unas cuantas.
En lo que el trovador se entretenía con sus quehaceres, ni me van ni me vienen yo me vi atraída por un puesto de abalorios totalmente peliagudos, la anciana detrás del mostrador me mostró una hilera de dientes ennegrecidos por la poca higiene y tal fue la repugnancia que negué con el gesto enseguida, aborten misión, hora de salir por patas más la desgraciada tomó el dorso de mi muñeca y me ofreció un frasco entre risas psicóticas. ─ Bébeme le dijo el frasco, y la muchacha guiada por la voz seductora lo tomó. ─ Encaré una de las cejas y auxiliada por la fuerza de mi brazo trabajado deshice el agarre, ni de coña me tomaría algo con una pinta violácea que podría fundirme los órganos o Anar sabrá que vilezas traerá este frasco de apariencia exótica.
─ La segunda muchacha no lo bebió, ¿qué paso, que pasó? Tras haber sigo ofrecido por los ancestros, murió. ─ A esta vieja deberían prohibirle el opio y lo alucinógeno, con el regalo o la maldición según se vea me aparté tan rápido como las piernas me lo permitieron, con una mirada afelinada busqué al bribón de melena cobriza, no le toqué ni me di el lujo de analizar en que diantres estaría metido. ─ Observa, ¿qué tal si lo probamos primero con tu gato? ─ El frasco parece tan frágil que con sólo marearlo de un lado a otro, da la sensación de que se romperá así que me detengo en seco. ─ ¿Por qué la gente me ofrece veneno siempre? ─ Reí entre dientes, encogiendo los brazos una vez el bardo finalizó sus tareas incógnitas.
Le sugerí pillar algún tentempie antes de partir, soy una golosa y mis provisiones andan escasas, de un lado a otro vamos yendo por puro disfrute hasta que una cría de melena rociada por los rayos de un sol que la habrá mimado a lo largo de las décadas finaliza chocando en contra mía. En otras circunstancias podría haber aguantado en pie, pero con la pierna herida el equilibrio se esfuma y caemos hacia atrás en un santiamén que para mí, duró una eternidad. Inspire intensa y el aire cálido lo solté por las fosas nasales cuando una humedad empegosta una de mis palmas, el maldito frasco se ha hecho añicos y los cristales han franqueado la carne para engendrar heridas exiguas.
Llamadme fiera o de poca paciencia, pero por inercia la abofeteé de tal manera que el líquido hizo contacto con una de sus mejillas, resbaladizo le entró por una de sus comisuras y una electricidad chocante nos recorrió a ambas de manera intrépida. ¿No se supone que había que tomarlo? Heridas, entró en una de las que tengo en las palmas. Aún sobre el terreno arenoso observo a la cría en mi regazo, de fondo está la maldita anciana riéndose de manera descabellada. ─ ¡Hahahaha! ¡Bam! El líquido os tocó, penetró veloz y ahora no sabrán cual es cual, quien es quien, o si verdaderamente sabréis cómo os llamáis~ ─ Tan cantarina ella se fue dando saltitos, nos hemos convertido en sus sujetos de experimentos. ─ ¿Te quieres quitar o debo quitarte de un puñetazo en la barbilla? ─ Le pregunté con un enfado notorio, uno que... Ah, la necesidad de hincarle un buen tortazo desaparece, embargada por una preocupación exasperante mi cuerpo tiembla, es como si perdiese fuerzas o no las necesitara con un carácter que no reconozco. Siento pena y mi corazón se encoge tras haber herido a la pobre chica.
─ Oh, lo siento muchísimo, no debería haberte golpeado así. ─ Con un bonito gesto por mi parte, ¿¡Que rayos está pasando?! Le acaricié la mejilla herida y la besé para que curase antes, sonriéndole después con unos ojos avivados en inocencia y en un pestañear genuino que no van con mi físico ni con mi verdadera personalidad. ─ ¿Estás bien, qué te perseguía? ─ Pobrecita, ¡pobrecita yo! Mi cuerpo actúa de una manera pero mi subconsciente se revela. Con ligereza la aparto de mi regazo y me levanto, al bardo lo observo y de pronto mis latidos se desatan, ay ay ay... Con lo bien que lo hemos pasado entre confidencialidad y ahora me avergüenza de muerte recordar el cómo erizaba mi piel al entrar en calor con la suya. Le di la espalda con una respiración entrecortada, al bajar la mirada observo mis atavíos y un chillido agudo se me escapa, ¡agudo! Mi voz ya no es sensual sino que parece la de una gallina en plena hambruna, atroz, el instinto me obliga a taparme la boca, al menos para acallar cualquier sonido horripilante y pueda centrarme.
Esta no soy yo, esta no soy yo, tengo que buscar a esa maldita anciana y mat.. pedirle con cortesía que me diga cuando parará esta mierd... condición nefasta.
─ Te odio, pero más odio a los poblados y a su gente pestilente. ─ Le comuniqué con una vocecilla granuja, en ningún momento le prometí pagarle una camisa nueva o preparar alguna pomada para nuestros males somáticos, cada estigma inclusive las que ya se han calmado con el paso de las horas siguen ahí, hacen presencia y lo que provocó un manto de dos pieles aunadas, caricias colindantes, besos ardientes y un hambre voraz de codiciarnos el uno por el otro ha cesado de pronto. La mañana se nos fue volando, y así andamos bajo un crepúsculo fatuo por el poblado más cercano, de compras, que bien, lo que nos faltaba para que la cercanía evidente siga creciendo aún cuando seguiremos caminos remotos y tan dispares.
El elfo con el torso al aire en pleno invierno se tornó en un espectáculo para ciertas doncellas, algunas tímidas corrían al son de un material donde revestir una mirada inocente, serán imbéciles, ¿para qué tienen las manos? Otras tantas se relamían los labios con el bajo palpipante, sobretodo al percatarse de cada marca animal en un cuerpo semi descubierto aún cuando la capa hace su trabajo, bendita imaginación, si es que lo embellecen y como mi obra de arte que es, le sonrío con malicia, habrá que comprarle tela en la que se envuelva o no saldrá del poblado sin catar a unas cuantas.
En lo que el trovador se entretenía con sus quehaceres, ni me van ni me vienen yo me vi atraída por un puesto de abalorios totalmente peliagudos, la anciana detrás del mostrador me mostró una hilera de dientes ennegrecidos por la poca higiene y tal fue la repugnancia que negué con el gesto enseguida, aborten misión, hora de salir por patas más la desgraciada tomó el dorso de mi muñeca y me ofreció un frasco entre risas psicóticas. ─ Bébeme le dijo el frasco, y la muchacha guiada por la voz seductora lo tomó. ─ Encaré una de las cejas y auxiliada por la fuerza de mi brazo trabajado deshice el agarre, ni de coña me tomaría algo con una pinta violácea que podría fundirme los órganos o Anar sabrá que vilezas traerá este frasco de apariencia exótica.
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─ La segunda muchacha no lo bebió, ¿qué paso, que pasó? Tras haber sigo ofrecido por los ancestros, murió. ─ A esta vieja deberían prohibirle el opio y lo alucinógeno, con el regalo o la maldición según se vea me aparté tan rápido como las piernas me lo permitieron, con una mirada afelinada busqué al bribón de melena cobriza, no le toqué ni me di el lujo de analizar en que diantres estaría metido. ─ Observa, ¿qué tal si lo probamos primero con tu gato? ─ El frasco parece tan frágil que con sólo marearlo de un lado a otro, da la sensación de que se romperá así que me detengo en seco. ─ ¿Por qué la gente me ofrece veneno siempre? ─ Reí entre dientes, encogiendo los brazos una vez el bardo finalizó sus tareas incógnitas.
Le sugerí pillar algún tentempie antes de partir, soy una golosa y mis provisiones andan escasas, de un lado a otro vamos yendo por puro disfrute hasta que una cría de melena rociada por los rayos de un sol que la habrá mimado a lo largo de las décadas finaliza chocando en contra mía. En otras circunstancias podría haber aguantado en pie, pero con la pierna herida el equilibrio se esfuma y caemos hacia atrás en un santiamén que para mí, duró una eternidad. Inspire intensa y el aire cálido lo solté por las fosas nasales cuando una humedad empegosta una de mis palmas, el maldito frasco se ha hecho añicos y los cristales han franqueado la carne para engendrar heridas exiguas.
Llamadme fiera o de poca paciencia, pero por inercia la abofeteé de tal manera que el líquido hizo contacto con una de sus mejillas, resbaladizo le entró por una de sus comisuras y una electricidad chocante nos recorrió a ambas de manera intrépida. ¿No se supone que había que tomarlo? Heridas, entró en una de las que tengo en las palmas. Aún sobre el terreno arenoso observo a la cría en mi regazo, de fondo está la maldita anciana riéndose de manera descabellada. ─ ¡Hahahaha! ¡Bam! El líquido os tocó, penetró veloz y ahora no sabrán cual es cual, quien es quien, o si verdaderamente sabréis cómo os llamáis~ ─ Tan cantarina ella se fue dando saltitos, nos hemos convertido en sus sujetos de experimentos. ─ ¿Te quieres quitar o debo quitarte de un puñetazo en la barbilla? ─ Le pregunté con un enfado notorio, uno que... Ah, la necesidad de hincarle un buen tortazo desaparece, embargada por una preocupación exasperante mi cuerpo tiembla, es como si perdiese fuerzas o no las necesitara con un carácter que no reconozco. Siento pena y mi corazón se encoge tras haber herido a la pobre chica.
─ Oh, lo siento muchísimo, no debería haberte golpeado así. ─ Con un bonito gesto por mi parte, ¿¡Que rayos está pasando?! Le acaricié la mejilla herida y la besé para que curase antes, sonriéndole después con unos ojos avivados en inocencia y en un pestañear genuino que no van con mi físico ni con mi verdadera personalidad. ─ ¿Estás bien, qué te perseguía? ─ Pobrecita, ¡pobrecita yo! Mi cuerpo actúa de una manera pero mi subconsciente se revela. Con ligereza la aparto de mi regazo y me levanto, al bardo lo observo y de pronto mis latidos se desatan, ay ay ay... Con lo bien que lo hemos pasado entre confidencialidad y ahora me avergüenza de muerte recordar el cómo erizaba mi piel al entrar en calor con la suya. Le di la espalda con una respiración entrecortada, al bajar la mirada observo mis atavíos y un chillido agudo se me escapa, ¡agudo! Mi voz ya no es sensual sino que parece la de una gallina en plena hambruna, atroz, el instinto me obliga a taparme la boca, al menos para acallar cualquier sonido horripilante y pueda centrarme.
Esta no soy yo, esta no soy yo, tengo que buscar a esa maldita anciana y mat.. pedirle con cortesía que me diga cuando parará esta mierd... condición nefasta.
Última edición por Eretria Noorgard el Jue Mar 30, 2017 2:56 am, editado 1 vez
Eretria Noorgard
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Re: Bébeme y que la fiesta comience.
Esa mañana se había despertado especialmente de buenas, pues tendría el día libre en el hospital y, por si fuera poco, había conseguido convencer al cazador para que la acompañase, cosa que no le resultó nada sencilla, pero que al final había resultado de buena manera. Cepilló los largos mechones dorados de su cabello y corrió a encontrarse con su compañero, enumerándole todas y cada una de las actividades que deseaba realizar ese día. Como era de esperarse, Frederick no estaba muy de acuerdo, aunque al final no le quedó de otra y terminaron recorriendo varias partes del bosque en busca de ingredientes para las medicinas de la ojiazul. Las horas se les pasaron volando entre peleas, desacuerdos y uno que otro momento de ley de hielo, pero dentro de lo que cabía podía decirse que la elfa se había divertido.
La tarde hacía su arribo en el cenit, mientras la rubia tomaba a su compañero de la manga, guiándolo al poblado más cercano donde pudiesen comprar algunas baratijas para ellos y para la pequeña Iliaki. Recorrieron el mercado a paso tranquilo, sosteniendo un gracioso —y conocido— debate acerca de las actividades de caza del joven y del desacuerdo que la ojiazul mostraba ante eso. Durante todo el camino la elfa observaba de cuando en cuando la mano de su compañero, preguntándose por qué rayos tenía la sensación de querer tomarla, especialmente ahora que habían logrado trabar una peculiar amistad. Se encontraba tan adentrada en sus pensamientos que no notó cuando su compañero se alejó de ella, dejándola completamente sola.
Parpadeó confundida, buscándolo con la mirada, más no logró divisarlo por ninguna parte. ¿Acaso la había abandonado? Eso era demasiado cruel, inclusive para alguien tan despistado como Frederick. No pudo evitar que sus orbes azulados comenzaran a empañarse y sin pensarlo mucho emprendió la marcha de regreso a su hogar. En medio de tanta hegemonía terminó chocando con la figura de una hermosa transeúnte, mandándolas a ambas al suelo por el impacto. Sacudió un poco su cabeza, tratando de asimilar lo que había sucedido y secó las lágrimas de su rostro con un extremo de su capa, buscando no atragantarse con sus propias palabras para así disculparse debidamente por su descuido. Sin embargo, la joven no le permitió proferir ni una sola palabra, puesto que de la nada le asestó una bofetada que le ardió hasta el alma, mientras un extraño liquido se colaba por la comisura de sus labios, provocándole una pequeña mueca por el sabor que éste profería.
—Lo lamento…no fue mi… —balbuceó levantando la mirada y fue entonces que notó a la figura que se encontraba al lado de la mujer, alguien evidentemente conocido para ella—. ¿Sr. Dur’Falas? —Había pasado un largo tiempo, pero recordaría el rostro de la primera persona que le enseñó la hermosa ciudad de Lunargenta—. ¿Eh?
Escuchó las palabras que provenían de boca de una extraña en la lejanía y de pronto una extraña sensación comenzó a invadirla. La muchacha le dirigió una severa advertencia, a lo que Ashy solo atinó a asentir con un leve rubor en sus mejillas, llevándose una mano a la cabeza, sintiéndose increíblemente irritada. Quizá todo hubiese estado bajo control, si no fuera porque en un extraño arranque de amabilidad la mujer comenzó a tratarla de manera adorable, como si realmente se preocupara por su bienestar, lo que solo logró aumentar su fastidio. La cereza del pastel fue el beso que le profirió en su adolorida mejilla, a lo cual la rubia no pudo evitar fruncir el ceño en señal de molestia, mientras ágilmente tomaba la daga de Bio de entre sus ropas, haciéndola girar con destreza entre sus manos para finalmente amenazar a la tipa con ella en su cuello.
—No te atrevas a acercar tu asquerosa persona a mí de nuevo —amenazó con notoria seriedad—, o te rebanaré el pescuezo, ¿me oíste? —Bajó el arma, notando la silueta del cazador en la escena—. ¡Y tú, desgraciado malnacido, espero que estés preparado para encontrarte con tus ancestros!
Se acercó a Frederick de manera intimidante, observándolo con una mirada que difería mucho a los tímidos e inocentes orbes azules de siempre. Su mente gritaba que ella no era así, buscaba excusarse con palabras, pero su cuerpo se negaba rotundamente a responder. ¿Qué es lo que le estaba pasando? Ella no era así, jamás habría hecho algo como aquello, ni mucho menos amenazaría a una persona que había tenido la gentileza de disculparse por su arrebato. Aunque tenía que admitir que todas aquellas sensaciones parecían completamente reales, aun cuando no quisiera que así fuese.
La tarde hacía su arribo en el cenit, mientras la rubia tomaba a su compañero de la manga, guiándolo al poblado más cercano donde pudiesen comprar algunas baratijas para ellos y para la pequeña Iliaki. Recorrieron el mercado a paso tranquilo, sosteniendo un gracioso —y conocido— debate acerca de las actividades de caza del joven y del desacuerdo que la ojiazul mostraba ante eso. Durante todo el camino la elfa observaba de cuando en cuando la mano de su compañero, preguntándose por qué rayos tenía la sensación de querer tomarla, especialmente ahora que habían logrado trabar una peculiar amistad. Se encontraba tan adentrada en sus pensamientos que no notó cuando su compañero se alejó de ella, dejándola completamente sola.
Parpadeó confundida, buscándolo con la mirada, más no logró divisarlo por ninguna parte. ¿Acaso la había abandonado? Eso era demasiado cruel, inclusive para alguien tan despistado como Frederick. No pudo evitar que sus orbes azulados comenzaran a empañarse y sin pensarlo mucho emprendió la marcha de regreso a su hogar. En medio de tanta hegemonía terminó chocando con la figura de una hermosa transeúnte, mandándolas a ambas al suelo por el impacto. Sacudió un poco su cabeza, tratando de asimilar lo que había sucedido y secó las lágrimas de su rostro con un extremo de su capa, buscando no atragantarse con sus propias palabras para así disculparse debidamente por su descuido. Sin embargo, la joven no le permitió proferir ni una sola palabra, puesto que de la nada le asestó una bofetada que le ardió hasta el alma, mientras un extraño liquido se colaba por la comisura de sus labios, provocándole una pequeña mueca por el sabor que éste profería.
—Lo lamento…no fue mi… —balbuceó levantando la mirada y fue entonces que notó a la figura que se encontraba al lado de la mujer, alguien evidentemente conocido para ella—. ¿Sr. Dur’Falas? —Había pasado un largo tiempo, pero recordaría el rostro de la primera persona que le enseñó la hermosa ciudad de Lunargenta—. ¿Eh?
Escuchó las palabras que provenían de boca de una extraña en la lejanía y de pronto una extraña sensación comenzó a invadirla. La muchacha le dirigió una severa advertencia, a lo que Ashy solo atinó a asentir con un leve rubor en sus mejillas, llevándose una mano a la cabeza, sintiéndose increíblemente irritada. Quizá todo hubiese estado bajo control, si no fuera porque en un extraño arranque de amabilidad la mujer comenzó a tratarla de manera adorable, como si realmente se preocupara por su bienestar, lo que solo logró aumentar su fastidio. La cereza del pastel fue el beso que le profirió en su adolorida mejilla, a lo cual la rubia no pudo evitar fruncir el ceño en señal de molestia, mientras ágilmente tomaba la daga de Bio de entre sus ropas, haciéndola girar con destreza entre sus manos para finalmente amenazar a la tipa con ella en su cuello.
—No te atrevas a acercar tu asquerosa persona a mí de nuevo —amenazó con notoria seriedad—, o te rebanaré el pescuezo, ¿me oíste? —Bajó el arma, notando la silueta del cazador en la escena—. ¡Y tú, desgraciado malnacido, espero que estés preparado para encontrarte con tus ancestros!
Se acercó a Frederick de manera intimidante, observándolo con una mirada que difería mucho a los tímidos e inocentes orbes azules de siempre. Su mente gritaba que ella no era así, buscaba excusarse con palabras, pero su cuerpo se negaba rotundamente a responder. ¿Qué es lo que le estaba pasando? Ella no era así, jamás habría hecho algo como aquello, ni mucho menos amenazaría a una persona que había tenido la gentileza de disculparse por su arrebato. Aunque tenía que admitir que todas aquellas sensaciones parecían completamente reales, aun cuando no quisiera que así fuese.
Ashryn Elaynor
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Re: Bébeme y que la fiesta comience.
Por primera vez en unos meses iltharion podía sentir todos y cada uno de los músculos de su cuerpo, y no porque tuviese un excelente noción de su propio cuerpo, que la tenía, pero no era el caso, si no porque todos y cada uno de ellos se hallaban invadidos por el cansancio, algunos con agujetas, otros simplemente con esa notoriedad mas cansada que dolorosa, pero que de cualquier modo no resultaba agradable y hacía que le pesara el cuerpo.
En parte por las agujetas, en parte por pereza y un poco para hacer el cuento, el trovador se había adueñado de un bastón en el bosque, que en el mismo había blandido como un anciano, y ahora en la aldea, a la vista de terceros, y mas importante aun, terceras, usaba como si fuera nada mas que una ayuda de un viajero ducho en los caminos.
-Oh, pero yo tengo un encanto que los poblados y su gente no tienen.-Le habló en un tono bajo y cómplice a su acompañante antes de exhibir una arrebatadora sonrisa.- Y me debes una camisa.-Le recordó con total descaro.
La capa lo cubría, pero solo a trozos, parte de su abdomen se veía por la abertura entreabierta que generaba su propio brazo al sostener el bastón de madera, un pedazo de piel escaso pero que parecía ser cazado por miradas de jóvenes, de extrañas y por algún que otro padre o marido, estos últimos con una discreción que ya habrían querido sus esposas ser capaces de poseer para ocultar sus ansias.
Mientras Eretria se entretenía en un puesto de baratijas extrañas, que parecían sacadas del tocador de una bruja de cuento, arquetipo que representaba a la perfección su vendedora, el hijo de Sandorai pudo conseguirse una camisa de manga larga, corte ancho que se juntaba en las muñecas y abierta sobre el torso en el que se derraba con un cordel.
Encandilo a la vendedora, con quien hablaba en tono bajo, con una devoción inusitada, y a quien dedicaba aquellas sonrisas de crápula entrenado, capaces de hacer dar un vuelco al corazón a las campesinas sin el menor esfuerzo. Pago el cordel y se llevó de regalo la camisa, como quien dice, de lo que logró abaratar el precio, y se la visitó allí mismo intentando que su piel dejara de quedar erizada como la de un pollo desplumado ante la inclemente brisa de invierno.
Cuando la elfa de tez tostada se dió vuelta el bardo se hallaba tras de ella con una sonrisa socarrona, observando como la anciana que la había asido de la muñeca le dedicaba una intensa y extraña mirada de hechicera.
-Tienes una facilidad extraña para hacer de la gente mas peculiar tus amigos.-Bromeó el bardo, por si mismo y por la vendedora.-Y dale con el veneno.-Rió entre dientes.-Encima que te di de comer.-Negó para si mismo, sin el mas mínimo rastro de ofensa.-Son cinco Aeros por la camisa, y otros cien si me envenenas a Arëannor.- El felino asomó la cabeza fuera del morral en el que había dormido casi todo el camino al escuchar su nombre, y bostezó ostentosamente. Al ver la botellita y como al zarandearla reflejaba en su liquido translucido, unas luces violáceas, estiró la pata intentando inútilmente alcanzar el frasco.
Su duelo puso la palma sobre su cabeza, metiendolo nuevamente dentro el morral, y dejó allí la mano moviendo los dedos para que jugara con los mismos y atustandole esperando que volviera a quedarse dormido. Poco mas hacía esa bestia que dormir, comer y jugar, en ese orden de preferencias.
Contento de comer algo con que reponer las fuerzas del camino, iltharion se dejó guiar por la muchacha en aquella aldea, dedicándole esporadicamente algún que otro guiño a las doncellas que los espiaban con una discreción que, para la mayoría de los elfos, dejaba mucho que desear.
Por ello no vió a la rubia acercarse hasta que el golpe no hizo que su mirada aguamarina volviera a su compañera y a la joven que la había envestido como si fuera un carnero.
El golpe subsiguiente ya se lo esperaba el bardo, quien se pasó la mano por la cara mientras suspiraba largamente, así era Eretria, y aun suerte que no había sacado una daga, probablemente porque se hallaban en un pueblo.
Lo que no se esperaba era que la loca del pueblo se pusiera a canturrear como una completa desquiciada.-Mira Ere, tu amiga la del veneno parece contenta con tu empleo de su regalo.-Le señalo jocoso el trovador, sabiendo que como el estaba de pie y ella no, con la herida si quería pegarle tenía las de ganar para evitar el golpe.
Asombro fue poco cuando, con un tono inusitado, la muchacha de piel de canela mostró semejante preocupación por aquella a quien, no solo había embestido, si no golpeado instantes antes sin el mas mínimo reparo. Y no a cualquiera, si no a la joven que había fabricado el dije de bellota que colgaba de su cuello y reposaba sobre su pecho por encima de la camisa, visible por la capa semi.
-¿Ashryn?.-Parpadeo un par de veces el trovador. Lo cierto es que tenía la intención de visitarla ahora que volvía hacia el sur, y era una de sus paradas aseguradas, pero parecía que el sino había decidido acercársela.
El encuentro entre las damas siguió empeorando, y estaba el bardo por afanarle la daga a la rubia cuando esta salio escopeteada hacia un nuevo objetivo, y los dejó de lado rápido como había aparecido.
Iltharion se arrodilló delante de Eretria y le agarró con firmeza la muñeca de la mano llena de cristales.
-La mano quieta.-Le dedicó un tono severo, para que entendiera que aquel no era momento de mostrar que tan independiente era, o cuanto podía ella valerse por si misma. Con la mano libre empezó a sacar, cuidadosamente, los pedazos de cristal de la mano, no porque no quisiera dañarla, si no porque le vidrio era tan fino, que temía partirlo a tirar de el y que fuera mas complejo sacar las esquirlas.
Con la mano con que no la asía, agarro la bota de su cinto, la destapo con los dientes y dejó manar el agua sobre la palma para limpiar en lo posible los pequeños cortes de aquella sustancia morada y desconocida.
Finalmente sacó del morral los retos hechos tiras de la camisa destrozada, y le vendó la extremidad, solo cuando terminó de ajustar el vendaje le soltó la muñeca y se puso en pié, palmeándose las manos.-Al menos tu brutalidad con mi ropa ha sido útil.-Bromeó.
La mirada del bardo fue hacia la rubia y la figura misteriosa a la que se había dirigido la misma.
-Conozco esa muchacha, no es mala gente, debía de estar muy alterada por tu golpe, y puede que también se haya cortado con los cristales.-Iltharion ató la bota casi vacía a su cinto.- Si lo sientes.-Prosiguió el bardo con cierta extrañeza en la voz, fruto de lo raro que le había resultado escuchar las ultimas palabras de Eretria a la rubia.-Quizás pueda acompañarnos a por algo de comida en señal de paz y disculpa.-ofreció el bardo.-Si no, iré mas tarde a comer.-Prosiguió, advirtiendo que, hiciera lo que hiciera la elfa de tez oscura, el iría a saludar a su conocida debidamente.
El trovador alcanzó a la extraña pareja poco después.
-¿Ashryn, te encuentras bien?.-La voz grave y calmada del bardo se hizo presente mientras apoyaba una mano en el hombro de la muchacha, a quien se había acercado por la espalda. El trovador se hallaba atento a contemplar en el rostro de su conocida cualquier rasguño que pudiera haber resultado de que su compañera golpeara a la pequeña con la mano llena de cristales rotos.
En parte por las agujetas, en parte por pereza y un poco para hacer el cuento, el trovador se había adueñado de un bastón en el bosque, que en el mismo había blandido como un anciano, y ahora en la aldea, a la vista de terceros, y mas importante aun, terceras, usaba como si fuera nada mas que una ayuda de un viajero ducho en los caminos.
-Oh, pero yo tengo un encanto que los poblados y su gente no tienen.-Le habló en un tono bajo y cómplice a su acompañante antes de exhibir una arrebatadora sonrisa.- Y me debes una camisa.-Le recordó con total descaro.
La capa lo cubría, pero solo a trozos, parte de su abdomen se veía por la abertura entreabierta que generaba su propio brazo al sostener el bastón de madera, un pedazo de piel escaso pero que parecía ser cazado por miradas de jóvenes, de extrañas y por algún que otro padre o marido, estos últimos con una discreción que ya habrían querido sus esposas ser capaces de poseer para ocultar sus ansias.
Mientras Eretria se entretenía en un puesto de baratijas extrañas, que parecían sacadas del tocador de una bruja de cuento, arquetipo que representaba a la perfección su vendedora, el hijo de Sandorai pudo conseguirse una camisa de manga larga, corte ancho que se juntaba en las muñecas y abierta sobre el torso en el que se derraba con un cordel.
Encandilo a la vendedora, con quien hablaba en tono bajo, con una devoción inusitada, y a quien dedicaba aquellas sonrisas de crápula entrenado, capaces de hacer dar un vuelco al corazón a las campesinas sin el menor esfuerzo. Pago el cordel y se llevó de regalo la camisa, como quien dice, de lo que logró abaratar el precio, y se la visitó allí mismo intentando que su piel dejara de quedar erizada como la de un pollo desplumado ante la inclemente brisa de invierno.
Cuando la elfa de tez tostada se dió vuelta el bardo se hallaba tras de ella con una sonrisa socarrona, observando como la anciana que la había asido de la muñeca le dedicaba una intensa y extraña mirada de hechicera.
-Tienes una facilidad extraña para hacer de la gente mas peculiar tus amigos.-Bromeó el bardo, por si mismo y por la vendedora.-Y dale con el veneno.-Rió entre dientes.-Encima que te di de comer.-Negó para si mismo, sin el mas mínimo rastro de ofensa.-Son cinco Aeros por la camisa, y otros cien si me envenenas a Arëannor.- El felino asomó la cabeza fuera del morral en el que había dormido casi todo el camino al escuchar su nombre, y bostezó ostentosamente. Al ver la botellita y como al zarandearla reflejaba en su liquido translucido, unas luces violáceas, estiró la pata intentando inútilmente alcanzar el frasco.
Su duelo puso la palma sobre su cabeza, metiendolo nuevamente dentro el morral, y dejó allí la mano moviendo los dedos para que jugara con los mismos y atustandole esperando que volviera a quedarse dormido. Poco mas hacía esa bestia que dormir, comer y jugar, en ese orden de preferencias.
Contento de comer algo con que reponer las fuerzas del camino, iltharion se dejó guiar por la muchacha en aquella aldea, dedicándole esporadicamente algún que otro guiño a las doncellas que los espiaban con una discreción que, para la mayoría de los elfos, dejaba mucho que desear.
Por ello no vió a la rubia acercarse hasta que el golpe no hizo que su mirada aguamarina volviera a su compañera y a la joven que la había envestido como si fuera un carnero.
El golpe subsiguiente ya se lo esperaba el bardo, quien se pasó la mano por la cara mientras suspiraba largamente, así era Eretria, y aun suerte que no había sacado una daga, probablemente porque se hallaban en un pueblo.
Lo que no se esperaba era que la loca del pueblo se pusiera a canturrear como una completa desquiciada.-Mira Ere, tu amiga la del veneno parece contenta con tu empleo de su regalo.-Le señalo jocoso el trovador, sabiendo que como el estaba de pie y ella no, con la herida si quería pegarle tenía las de ganar para evitar el golpe.
Asombro fue poco cuando, con un tono inusitado, la muchacha de piel de canela mostró semejante preocupación por aquella a quien, no solo había embestido, si no golpeado instantes antes sin el mas mínimo reparo. Y no a cualquiera, si no a la joven que había fabricado el dije de bellota que colgaba de su cuello y reposaba sobre su pecho por encima de la camisa, visible por la capa semi.
-¿Ashryn?.-Parpadeo un par de veces el trovador. Lo cierto es que tenía la intención de visitarla ahora que volvía hacia el sur, y era una de sus paradas aseguradas, pero parecía que el sino había decidido acercársela.
El encuentro entre las damas siguió empeorando, y estaba el bardo por afanarle la daga a la rubia cuando esta salio escopeteada hacia un nuevo objetivo, y los dejó de lado rápido como había aparecido.
Iltharion se arrodilló delante de Eretria y le agarró con firmeza la muñeca de la mano llena de cristales.
-La mano quieta.-Le dedicó un tono severo, para que entendiera que aquel no era momento de mostrar que tan independiente era, o cuanto podía ella valerse por si misma. Con la mano libre empezó a sacar, cuidadosamente, los pedazos de cristal de la mano, no porque no quisiera dañarla, si no porque le vidrio era tan fino, que temía partirlo a tirar de el y que fuera mas complejo sacar las esquirlas.
Con la mano con que no la asía, agarro la bota de su cinto, la destapo con los dientes y dejó manar el agua sobre la palma para limpiar en lo posible los pequeños cortes de aquella sustancia morada y desconocida.
Finalmente sacó del morral los retos hechos tiras de la camisa destrozada, y le vendó la extremidad, solo cuando terminó de ajustar el vendaje le soltó la muñeca y se puso en pié, palmeándose las manos.-Al menos tu brutalidad con mi ropa ha sido útil.-Bromeó.
La mirada del bardo fue hacia la rubia y la figura misteriosa a la que se había dirigido la misma.
-Conozco esa muchacha, no es mala gente, debía de estar muy alterada por tu golpe, y puede que también se haya cortado con los cristales.-Iltharion ató la bota casi vacía a su cinto.- Si lo sientes.-Prosiguió el bardo con cierta extrañeza en la voz, fruto de lo raro que le había resultado escuchar las ultimas palabras de Eretria a la rubia.-Quizás pueda acompañarnos a por algo de comida en señal de paz y disculpa.-ofreció el bardo.-Si no, iré mas tarde a comer.-Prosiguió, advirtiendo que, hiciera lo que hiciera la elfa de tez oscura, el iría a saludar a su conocida debidamente.
El trovador alcanzó a la extraña pareja poco después.
-¿Ashryn, te encuentras bien?.-La voz grave y calmada del bardo se hizo presente mientras apoyaba una mano en el hombro de la muchacha, a quien se había acercado por la espalda. El trovador se hallaba atento a contemplar en el rostro de su conocida cualquier rasguño que pudiera haber resultado de que su compañera golpeara a la pequeña con la mano llena de cristales rotos.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Bébeme y que la fiesta comience.
No sé cómo pero últimamente la elfa lograba arrastrarme a cada uno de los planes que tenía, quizá ya se había encargado de controlarme como muñeco de trapo ¿Pero cómo? No recordaba haberla dejado tener más contactos extraños y dudaba que le hubiese puesto a mi comida, principalmente porque me negaba rotundamente a comer algo que yo no hubiese conseguido en el bosque, una ley que solo aplicaba con Ashryn.
Por alguna razón Ashryn siempre tenía planes o ideas disparatadas, lo peor de todos es que no había manera alguna de hacerla entrar en razón “Lo mejor siempre será dejarse llevar por la corriente antes de que te ahogue” y en este caso era tan literal como metafóricamente, no deseaba las pequeñas manos de la elfa rodeándome el cuello y asfixiándome.
Los momentos más felices del día habían sido cuando no tenía la voz chillona de Ash peleándome por cada cosa, si daba un paso muy largo estaba mal, si me subía un árbol estaba mal, si me caía del árbol también estaba mal ¿Quién la entendía? Pareciera que nunca se daba un respiro y se dejaba llevar por la libertad, le hacía falta aprender muchas cosas a la pobre. Mientras ella recolectaba quien sabe qué y me ignoraba, yo aproveché para tomar un par de cosas también “Supongo que puedo volver a darte otra oportunidad.” Dije mientras tomaba algo de mentha de la maleza, esta vez si me había asegurado que era mentha y no otro alucinógeno, también algunas manzanas para comer no estaban de máz.
Creí que ya todo había acabado pero no, también debíamos ir a un poblado “Esto deber ser una cruel broma.” ¿Debía seguir soportando los regaños y quejas de la elfa? Ciertamente esto me daba una regresión al pasado cuando aun viajaba con mi maestro, claro, mi maestro era alguien agradable y que consideraba como un padre… y tenía justificado cuando me reprendía, yo nunca había sido la persona más sensata del mundo. Quizá por bendición de los Dioses o pura suerte la charla resultante resultó amena, ya le elfa había dejado de quejarse… tanto, un progreso notorio para su actitud amargada y problemática.
Ignorando por un momento las palabras de la elfa giré la mirada para toparme con un cachorro de lobo caminando sin rumbo, era la segunda vez que lo veía aquel día y parecía que la gente lo ignoraba… “Oh, pobre pequeño.” Alejándome momentáneamente de mi compañera me acerqué al animal, sabía muy bien que Ashryn podía cuidarse sola, el cachorro de lobo resultaba más importante en aquel momento.
- Hola amiguito ¿Cómo estás? – Dije al pequeño animal mientras me sentaba junto a él y sacaba una ardilla de mi bolsa, el animal a primera instancia parecía agresivo y reacio al contacto pero la comida cambiaba las cosas. – Pareces tener hambre ¿Quieres un poco? – Acerqué la ardilla al cachorro esperando su reacción, realmente no tardó en morderla y comenzar a comer.
Levanté la mirada para hacerle una señal a Ashryn pero no pude contener la risa al ver como esta se había desesperado y comenzaba a correr “Definitivamente, esto es una broma. ” Volví a ponerme de pie sacudiendo el polvo de mi ropa y observando al animalito, no podía dejarlo tirado allí… nuevamente me tocaba cuidar a una cría.
- Parece que es tu día de suerte. – Tomé al lobo entre brazos sin alejarle su nueva comida y caminé en la dirección que la elfa había escapado, aquella chica tenía un serio problema sentimental.
Jamás había estado tan equivocado referente a que Ashryn se podía cuidar sola, en los 5 minutos que la había dejado sola ya había hecho un caos, hasta le habían dado una bofetada “Debo hablar seriamente con ella cuando regresemos.” Hasta una loca recitaba quien sabe que, por cosas así es que no me gustaba salir de mi adorado escondite en el bosque, siempre pasaban cosas raras ¿Era yo el que atraía tantas extrañezas?
Quería acercarme a ayudar pero en el momento que vi a Ashryn sacar una daga supe que la cosa estaba mal… generalmente solía ser agresiva conmigo, no con los demás. Silbando y retrocediendo lentamente planeé como huir, estaba claro que alguien iba a salir muerto de aquel asunto.
- Tú no la conoces y yo tampoco ¿Entendiste amiguito? – Susurré en la oreja del cachorro del lobo, necesitaba estar seguro de que el animal no me delataría para salvar su pellejo.
Nuestra huida estaba casi terminada, CASI, porque la elfa se notó de mi presencia y se acercó. Había sido grato vivir estos 20 años, esperaba vivir más pero estaba conforme, con todo lo que me pasaba hasta era un milagro que siguiese en pie.
- Hey, relaja las palabrotas que asustarás a nuestro amiguito… Astaroth.- Si aquel sería el nombre provisional del lobo. – Segundo, dudo que mis ancestros deseen mi presencia en este momento, apuesto que son muy felices para que yo vaya a molestarlos… y no puedo ir con la nariz partida y torcida, solo se reirían de mí. – Aquello podía ser cierto y no sería el hazme reír del otro mundo. - ¿Y qué te dije de usar la daga? Puedes sacarla un ojo a alguien… especialmente a mí, así que por seguridad de ambos mejor alejémonos un par de pasos.
“Definitivamente me va a apuñalar luego de esto” y no debía ser un genio para saberlo, había visto los arranques de rabia que le daban cuando creía estar sola… no eran bonitos. Cerré los ojos esperando el golpe fatídico, sabía que estaba por llegar en cualquier momento pero lo que llegó fue una nueva voz “Alabados sea el mundo por sus eternas oportunidades.”
- Claro que está bien, es parte de su rutina apuñalarme al menos 3 veces al día. – Bromeé tratando de relajarme y acariciando lentamente el pelaje del lobo. – Por cierto, ofrezco disculpas por lo que Ashryn le hizo a tu… ¿Pareja? - Ya que por lo visto Ash no se había disculpado, solo amenazado a muerte... qué raro.– Esperen esperen esperen, la llamaste por su nombre ¿Se conocen de algún lado? – No me había dado cuenta en aquel leve e importante detalle, nadie llama a otro pro su nombre a menos que lo sepa… o puede ser que el pelirrojo podía leer mentes “Oh no, más problemas… lo presiento.”
Por alguna razón Ashryn siempre tenía planes o ideas disparatadas, lo peor de todos es que no había manera alguna de hacerla entrar en razón “Lo mejor siempre será dejarse llevar por la corriente antes de que te ahogue” y en este caso era tan literal como metafóricamente, no deseaba las pequeñas manos de la elfa rodeándome el cuello y asfixiándome.
Los momentos más felices del día habían sido cuando no tenía la voz chillona de Ash peleándome por cada cosa, si daba un paso muy largo estaba mal, si me subía un árbol estaba mal, si me caía del árbol también estaba mal ¿Quién la entendía? Pareciera que nunca se daba un respiro y se dejaba llevar por la libertad, le hacía falta aprender muchas cosas a la pobre. Mientras ella recolectaba quien sabe qué y me ignoraba, yo aproveché para tomar un par de cosas también “Supongo que puedo volver a darte otra oportunidad.” Dije mientras tomaba algo de mentha de la maleza, esta vez si me había asegurado que era mentha y no otro alucinógeno, también algunas manzanas para comer no estaban de máz.
Creí que ya todo había acabado pero no, también debíamos ir a un poblado “Esto deber ser una cruel broma.” ¿Debía seguir soportando los regaños y quejas de la elfa? Ciertamente esto me daba una regresión al pasado cuando aun viajaba con mi maestro, claro, mi maestro era alguien agradable y que consideraba como un padre… y tenía justificado cuando me reprendía, yo nunca había sido la persona más sensata del mundo. Quizá por bendición de los Dioses o pura suerte la charla resultante resultó amena, ya le elfa había dejado de quejarse… tanto, un progreso notorio para su actitud amargada y problemática.
Ignorando por un momento las palabras de la elfa giré la mirada para toparme con un cachorro de lobo caminando sin rumbo, era la segunda vez que lo veía aquel día y parecía que la gente lo ignoraba… “Oh, pobre pequeño.” Alejándome momentáneamente de mi compañera me acerqué al animal, sabía muy bien que Ashryn podía cuidarse sola, el cachorro de lobo resultaba más importante en aquel momento.
- Hola amiguito ¿Cómo estás? – Dije al pequeño animal mientras me sentaba junto a él y sacaba una ardilla de mi bolsa, el animal a primera instancia parecía agresivo y reacio al contacto pero la comida cambiaba las cosas. – Pareces tener hambre ¿Quieres un poco? – Acerqué la ardilla al cachorro esperando su reacción, realmente no tardó en morderla y comenzar a comer.
Levanté la mirada para hacerle una señal a Ashryn pero no pude contener la risa al ver como esta se había desesperado y comenzaba a correr “Definitivamente, esto es una broma. ” Volví a ponerme de pie sacudiendo el polvo de mi ropa y observando al animalito, no podía dejarlo tirado allí… nuevamente me tocaba cuidar a una cría.
- Parece que es tu día de suerte. – Tomé al lobo entre brazos sin alejarle su nueva comida y caminé en la dirección que la elfa había escapado, aquella chica tenía un serio problema sentimental.
Jamás había estado tan equivocado referente a que Ashryn se podía cuidar sola, en los 5 minutos que la había dejado sola ya había hecho un caos, hasta le habían dado una bofetada “Debo hablar seriamente con ella cuando regresemos.” Hasta una loca recitaba quien sabe que, por cosas así es que no me gustaba salir de mi adorado escondite en el bosque, siempre pasaban cosas raras ¿Era yo el que atraía tantas extrañezas?
Quería acercarme a ayudar pero en el momento que vi a Ashryn sacar una daga supe que la cosa estaba mal… generalmente solía ser agresiva conmigo, no con los demás. Silbando y retrocediendo lentamente planeé como huir, estaba claro que alguien iba a salir muerto de aquel asunto.
- Tú no la conoces y yo tampoco ¿Entendiste amiguito? – Susurré en la oreja del cachorro del lobo, necesitaba estar seguro de que el animal no me delataría para salvar su pellejo.
Nuestra huida estaba casi terminada, CASI, porque la elfa se notó de mi presencia y se acercó. Había sido grato vivir estos 20 años, esperaba vivir más pero estaba conforme, con todo lo que me pasaba hasta era un milagro que siguiese en pie.
- Hey, relaja las palabrotas que asustarás a nuestro amiguito… Astaroth.- Si aquel sería el nombre provisional del lobo. – Segundo, dudo que mis ancestros deseen mi presencia en este momento, apuesto que son muy felices para que yo vaya a molestarlos… y no puedo ir con la nariz partida y torcida, solo se reirían de mí. – Aquello podía ser cierto y no sería el hazme reír del otro mundo. - ¿Y qué te dije de usar la daga? Puedes sacarla un ojo a alguien… especialmente a mí, así que por seguridad de ambos mejor alejémonos un par de pasos.
“Definitivamente me va a apuñalar luego de esto” y no debía ser un genio para saberlo, había visto los arranques de rabia que le daban cuando creía estar sola… no eran bonitos. Cerré los ojos esperando el golpe fatídico, sabía que estaba por llegar en cualquier momento pero lo que llegó fue una nueva voz “Alabados sea el mundo por sus eternas oportunidades.”
- Claro que está bien, es parte de su rutina apuñalarme al menos 3 veces al día. – Bromeé tratando de relajarme y acariciando lentamente el pelaje del lobo. – Por cierto, ofrezco disculpas por lo que Ashryn le hizo a tu… ¿Pareja? - Ya que por lo visto Ash no se había disculpado, solo amenazado a muerte... qué raro.– Esperen esperen esperen, la llamaste por su nombre ¿Se conocen de algún lado? – No me había dado cuenta en aquel leve e importante detalle, nadie llama a otro pro su nombre a menos que lo sepa… o puede ser que el pelirrojo podía leer mentes “Oh no, más problemas… lo presiento.”
Fredericksen
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Re: Bébeme y que la fiesta comience.
La sangre me arde y las sienes me palpitan ante las provocaciones del bardo y sus pullas asquerosas, éste se cree que por estar en el suelo podrá huir de mí, el bastón que trae lo utilizaré para darle en la cabeza como se descuide, o ese fue mi pensamiento antes de verme con una daga bajo el mentón, presionándome la carne. Abrí las cuencas como platos y los labios quedaron presos del pavor en tan sólo unos segundos, oh, yo nunca tengo miedo, sin embargo el corazón me late tan rápido que temo por la llegada de un infarto y sus efectos deliberados, un sudor excesivo y la falta de bombeo.
No chillé, lo que solté fue un gemido notorio cuando la rubia amenazó con cortarme el pescuezo, sobre el terreno voy temblando y las piernas de repente se me convierten en flanes. A esta zorra la mataré, pero primero la descuartizaré tan jodidamente plácida que no habrá quien la reconozca, al menos mi subconsciente sigue rebelde en este asunto donde adueñada por una personalidad que no es la mía, voy perdiendo un encanto que hace temblar hasta a las piedras.
─ ¡N-No!! Yo.. Yo no quise golpear... ─ te, y se fue dando trotes como si la brisa la guiase, por todos los ancestros y el panteón entero, estoy asustada y mis luceros afelinados y férreos brillan como nunca antes, con un irradie parecido al de mi hermana Valya, pura y simpática, todo lo contrario hacia mi persona. Esto es invadir la intimidad de uno y poner la casa patas arriba, a mi no me jodáis. El trovador se agacha y con suma cautela me observa, nuestras miradas se encuentran y en un acto que ni yo misma sé como expresar aparto el rostro con los labios fruncidos. Nunca antes había sentido la necesidad de que un hombre me protegiese, y ahora que el elfo no lo había hecho actuaba de manera infantil, como reprendiéndole de no habérmela quitado de encima antes.
─ Ay, ¡ay, ay ay! ─ ¿No podía ser más cuidadoso? ¡Soy delicada! Y sí, lo he dicho, "delicada" Inspiré en profundidad y no le dirigí más la palabra mientras terminaba de sacar cada uno de los cristales incrustados, con un puchero en donde mis mejillas son colmadas de aire aguanté las lágrimas, la tela blanquecina la reconozco y en vez de tranquilizarme repercute al revés, entre los nervios a flor de piel y la respiración acelerada voy retorciendo mi silueta, avergonzada en parte e incrédula por otra. Debo salir de aquí hasta que vuelva a la normalidad, es tal la indignidad que quiero que la tierra me engulla. ─ No digas esas cosas sucias. ─ Nunca he sido bruta, soy una mujer moderada y jamás le haría daño ni a una mosca.
─ ¿Que no es mala? Ha intentado rebanarme el cuello tras disculparme, ¡le he dado un beso! ─ ¡Cállate Eretria, cállate! No son celos, es un sentimiento nuevo como si temiese que me abandonase por la otra fiera, o más bien el pavor de acabar sola por el poblado, que conociéndome ya le habría dicho gilipollas y me hubiese largado a comer sola. El caso y tras estar a su lado asiento sin más quejas, ¿desde cuando soy tan quejica? En la sombra de Iltharion voy caminando, nunca, repito, nunca voy detrás de otros viajeros porque sé cuidarme a la perfección y la simple idea de estar haciéndolo como si fuese frágil, una doncella que de un toque pudiese quebrarse me incendia cual dinamita apunto de explosionar y volverse psicótica. Mi rostro encendido junto a unos andares lentos van ralentizando la búsqueda de la elfa, los músculos se tensan y los huesos rechinan en exceso y resulta que ahora no soy muy buena aguantando el dolor, agobiada trato de seguir el ritmo del trovador a escasos metros, dejando entre uno y otro un ligero velo de protección.
De pronto una jovencita con matices blancos y negros, dignos de una cebra me detiene, sonriente me ofrece una florecilla color pastel y yo le sonrío con una terneza propia, la sensación me embarga como si de un cubo con agua fría me fuese arrojado en toda la jeta. ─ Oh, que amable eres. ─ Y ahí vamos otra vez, repartiendo besos como si esto fuese caridad. Al final acabé retomando el paso hasta llegar junto a Iltharion y a la mujer agresiva con su amigo. En todo momento me mantuve detrás del cobrizo por seguridad más que nada y si analizo bien, el joven con capucha tiene la cara destrozada, pobrecito, en mí nace la virtud de ayudarle o al menos arreglarle la atrocidad que afea sus acentuadas facciones.
─ Hm.. ─ Balbuceé. ─ ¿Te encuentras bien? Con la cara así.. Debe dolerte mucho. ─ Con parsimonia me acerco al muchacho de la capucha con el precioso lobo entre los brazos, le sonreí y tras encoger los brazos le ofrecí la florecilla rosada. ─ Yo podría curarte, y no me malinterpretes, es decir, lo haría encantada, ya sabes, con este don siempre puedo ayudar a quienes lo necesitan. ─ Le parpadeé ingenua con los brazos tras mi espalda, cruzados mientras voy moviéndome ligeramente de un lado hacia otro, en realidad quiero ayudarle y quizá la rubia pueda perdonarme también si colaboro. Cuando nos llamó pareja sentí que las mejillas se me encendían, no debería dormir con hombres al azar, hombres que no me aman, quizá ya sea hora de sentar la cabeza y buscarme uno que realmente pueda protegerme.
─ ¿Puedo tocar a tu mascota? ─ Que adorable, pero no procederé sin tener antes permiso, tanto para lo primero como para lo segundo. De reojo observo a Iltharion preocuparse por la mujer con malas pulgas, es guapísima aunque con su comportamiento pierda mucha gracia. Y sin percatarme, estoy insultándome a mi misma de forma indirecta, me fascinaría mostrar el cabreo monumental que acallo en mis adentros pero me veo imposibilitada y eso sumado a la frustración de no poder comportarme como realmente anhelo me ofusca, llegando a la conclusión de que como trinque a la anciana no habrá quien me despegue de ella.
No chillé, lo que solté fue un gemido notorio cuando la rubia amenazó con cortarme el pescuezo, sobre el terreno voy temblando y las piernas de repente se me convierten en flanes. A esta zorra la mataré, pero primero la descuartizaré tan jodidamente plácida que no habrá quien la reconozca, al menos mi subconsciente sigue rebelde en este asunto donde adueñada por una personalidad que no es la mía, voy perdiendo un encanto que hace temblar hasta a las piedras.
─ ¡N-No!! Yo.. Yo no quise golpear... ─ te, y se fue dando trotes como si la brisa la guiase, por todos los ancestros y el panteón entero, estoy asustada y mis luceros afelinados y férreos brillan como nunca antes, con un irradie parecido al de mi hermana Valya, pura y simpática, todo lo contrario hacia mi persona. Esto es invadir la intimidad de uno y poner la casa patas arriba, a mi no me jodáis. El trovador se agacha y con suma cautela me observa, nuestras miradas se encuentran y en un acto que ni yo misma sé como expresar aparto el rostro con los labios fruncidos. Nunca antes había sentido la necesidad de que un hombre me protegiese, y ahora que el elfo no lo había hecho actuaba de manera infantil, como reprendiéndole de no habérmela quitado de encima antes.
─ Ay, ¡ay, ay ay! ─ ¿No podía ser más cuidadoso? ¡Soy delicada! Y sí, lo he dicho, "delicada" Inspiré en profundidad y no le dirigí más la palabra mientras terminaba de sacar cada uno de los cristales incrustados, con un puchero en donde mis mejillas son colmadas de aire aguanté las lágrimas, la tela blanquecina la reconozco y en vez de tranquilizarme repercute al revés, entre los nervios a flor de piel y la respiración acelerada voy retorciendo mi silueta, avergonzada en parte e incrédula por otra. Debo salir de aquí hasta que vuelva a la normalidad, es tal la indignidad que quiero que la tierra me engulla. ─ No digas esas cosas sucias. ─ Nunca he sido bruta, soy una mujer moderada y jamás le haría daño ni a una mosca.
─ ¿Que no es mala? Ha intentado rebanarme el cuello tras disculparme, ¡le he dado un beso! ─ ¡Cállate Eretria, cállate! No son celos, es un sentimiento nuevo como si temiese que me abandonase por la otra fiera, o más bien el pavor de acabar sola por el poblado, que conociéndome ya le habría dicho gilipollas y me hubiese largado a comer sola. El caso y tras estar a su lado asiento sin más quejas, ¿desde cuando soy tan quejica? En la sombra de Iltharion voy caminando, nunca, repito, nunca voy detrás de otros viajeros porque sé cuidarme a la perfección y la simple idea de estar haciéndolo como si fuese frágil, una doncella que de un toque pudiese quebrarse me incendia cual dinamita apunto de explosionar y volverse psicótica. Mi rostro encendido junto a unos andares lentos van ralentizando la búsqueda de la elfa, los músculos se tensan y los huesos rechinan en exceso y resulta que ahora no soy muy buena aguantando el dolor, agobiada trato de seguir el ritmo del trovador a escasos metros, dejando entre uno y otro un ligero velo de protección.
De pronto una jovencita con matices blancos y negros, dignos de una cebra me detiene, sonriente me ofrece una florecilla color pastel y yo le sonrío con una terneza propia, la sensación me embarga como si de un cubo con agua fría me fuese arrojado en toda la jeta. ─ Oh, que amable eres. ─ Y ahí vamos otra vez, repartiendo besos como si esto fuese caridad. Al final acabé retomando el paso hasta llegar junto a Iltharion y a la mujer agresiva con su amigo. En todo momento me mantuve detrás del cobrizo por seguridad más que nada y si analizo bien, el joven con capucha tiene la cara destrozada, pobrecito, en mí nace la virtud de ayudarle o al menos arreglarle la atrocidad que afea sus acentuadas facciones.
─ Hm.. ─ Balbuceé. ─ ¿Te encuentras bien? Con la cara así.. Debe dolerte mucho. ─ Con parsimonia me acerco al muchacho de la capucha con el precioso lobo entre los brazos, le sonreí y tras encoger los brazos le ofrecí la florecilla rosada. ─ Yo podría curarte, y no me malinterpretes, es decir, lo haría encantada, ya sabes, con este don siempre puedo ayudar a quienes lo necesitan. ─ Le parpadeé ingenua con los brazos tras mi espalda, cruzados mientras voy moviéndome ligeramente de un lado hacia otro, en realidad quiero ayudarle y quizá la rubia pueda perdonarme también si colaboro. Cuando nos llamó pareja sentí que las mejillas se me encendían, no debería dormir con hombres al azar, hombres que no me aman, quizá ya sea hora de sentar la cabeza y buscarme uno que realmente pueda protegerme.
─ ¿Puedo tocar a tu mascota? ─ Que adorable, pero no procederé sin tener antes permiso, tanto para lo primero como para lo segundo. De reojo observo a Iltharion preocuparse por la mujer con malas pulgas, es guapísima aunque con su comportamiento pierda mucha gracia. Y sin percatarme, estoy insultándome a mi misma de forma indirecta, me fascinaría mostrar el cabreo monumental que acallo en mis adentros pero me veo imposibilitada y eso sumado a la frustración de no poder comportarme como realmente anhelo me ofusca, llegando a la conclusión de que como trinque a la anciana no habrá quien me despegue de ella.
Última edición por Eretria Noorgard el Mar Mar 28, 2017 10:24 pm, editado 5 veces
Eretria Noorgard
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Re: Bébeme y que la fiesta comience.
Todo se estaba descontrolando y la rubia solo podía observar desde un rincón de su mente, buscando recobrar el control sobre su cuerpo, pero sin lograr ningún resultado favorable. Los orbes azulados habían perdido ese brillo que poseían y su boca no era capaz de mesurar la serie de improperios que salían de ella. En el momento en que divisó a Frederick quiso gritarle que corriera, que se alejara o terminaría realmente lastimado, pues en esos momentos la rubia ya no se sentía segura dentro de sí misma y era casi seguro que alguien saldría lastimado por su causa. Giró la daga del vampiro entre sus manos, dispuesta a rebanar al cazador con ella, escuchando las razones que éste le daba para intentar tranquilizarla, cosa que solo logró aumentar el fastidio que le hervía la sangre.
Lo que realmente la detuvo de cometer un lechugacidio fue la mano de su viejo amigo, quien le preguntaba si se encontraba bien, mirándola fijamente con aquel rostro gentil que siempre había mostrado con ella. Ashy intentaba con vehemencia expresar que nada estaba bien, que algo extraño le sucedía y que necesitaba ayuda, más su cuerpo seguía sin obedecerle. Era casi como si alguien más estuviese gobernando sus acciones con una personalidad muy distinta a la suya y eso comenzaba a asustarla. Chasqueó la lengua, guardando la daga con desgano, intercalando su mirada entre el bardo y el cazador, percatándose de que éste último llevaba entre sus brazos a una hermosa cría de lobo. ¿Astaroth? Era un lindo nombre y en otra instancia la ojiazul lo habría tomado en sus brazos llenándolo de mimos, pero lo único que pudo atinar fue a señalar al cachorro con un gesto despectivo.
—Ni siquiera pienses en llevarlo a casa —sentenció groseramente y prosiguió—. El que criemos una niña juntos no te vuelve mi esposo, así que no metas tu deformada nariz en lo que no te incumbe —solo los dioses sabrían cómo fue que no terminó arrancándole el preciado collar del clan Elaynor, quizá porque dentro de su mente se negaba a dejar de luchar para volver a la normalidad—. ¡Por supuesto que no estoy bien! —Exclamó dirigiéndose al elfo en esta ocasión—. ¡Esa zorra me golpeó sin motivo alguno! —Señaló a la joven, quien, inocentemente se mantenía detrás del bardo.
¡Oh por Imbar! ¿Acaso ella había dicho tan aberrantes palabras? No lo podía creer, se negaba a creerlo. Atrapada dentro de los recovecos de su mente, Ashy hacía el mayor esfuerzo por no desmoronarse. Necesitaba ser fuerte y averiguar lo que le estaba sucediendo, de lo contrario terminaría sucumbiendo a esa nueva personalidad. Las palabras de la joven la trajeron de vuelta a la realidad, haciéndola enfocar sus oscuros orbes azulados en el cazador. La sangre le hirvió cuando la muy desgraciada se ofreció a curarle el rostro a Candau, pues en más de una ocasión ella se había ofrecido a hacerlo y éste solo la alejaba. ¡Bah! No lo necesitaba para nada; había muchos otros peces en el mar y ella sabía que no le costaría trabajo atrapar uno…o varios. Tal vez podría comenzar por su viejo amigo.
—Iltharion —lo llamó por su nombre con un tono travieso en su voz—. Ha pasado tiempo —se acercó a él, jugueteando un poco con los dedos en el pecho del bardo—. Es bueno ver que llevas el horrendo collar de bellota que hice en antaño —bromeó, mordiéndose el labio inferior tomando entre sus dedos el collar.
Ojo por ojo, ¿no? Aquella mujerzuela se metía con el cazador, entonces ella no tendría reparos en demostrar que podía ser mucho más mujer que cualquier otra. Bien, definitivamente su cuerpo había perdido completamente la cordura y estaba claro que nada bueno saldría de ahí. Por dentro no dejaba de gritar, a sabiendas de que no conseguiría cambiar el resultado final. Solo había una persona que pudiese detener la atmósfera tan extraña, aunque lo conocía lo suficiente como para saber que él no movería un dedo para ayudarla, menos cuando parecía haber congeniado con la tipa que la había abofeteado. Entonces que así fuera.
Lo que realmente la detuvo de cometer un lechugacidio fue la mano de su viejo amigo, quien le preguntaba si se encontraba bien, mirándola fijamente con aquel rostro gentil que siempre había mostrado con ella. Ashy intentaba con vehemencia expresar que nada estaba bien, que algo extraño le sucedía y que necesitaba ayuda, más su cuerpo seguía sin obedecerle. Era casi como si alguien más estuviese gobernando sus acciones con una personalidad muy distinta a la suya y eso comenzaba a asustarla. Chasqueó la lengua, guardando la daga con desgano, intercalando su mirada entre el bardo y el cazador, percatándose de que éste último llevaba entre sus brazos a una hermosa cría de lobo. ¿Astaroth? Era un lindo nombre y en otra instancia la ojiazul lo habría tomado en sus brazos llenándolo de mimos, pero lo único que pudo atinar fue a señalar al cachorro con un gesto despectivo.
—Ni siquiera pienses en llevarlo a casa —sentenció groseramente y prosiguió—. El que criemos una niña juntos no te vuelve mi esposo, así que no metas tu deformada nariz en lo que no te incumbe —solo los dioses sabrían cómo fue que no terminó arrancándole el preciado collar del clan Elaynor, quizá porque dentro de su mente se negaba a dejar de luchar para volver a la normalidad—. ¡Por supuesto que no estoy bien! —Exclamó dirigiéndose al elfo en esta ocasión—. ¡Esa zorra me golpeó sin motivo alguno! —Señaló a la joven, quien, inocentemente se mantenía detrás del bardo.
¡Oh por Imbar! ¿Acaso ella había dicho tan aberrantes palabras? No lo podía creer, se negaba a creerlo. Atrapada dentro de los recovecos de su mente, Ashy hacía el mayor esfuerzo por no desmoronarse. Necesitaba ser fuerte y averiguar lo que le estaba sucediendo, de lo contrario terminaría sucumbiendo a esa nueva personalidad. Las palabras de la joven la trajeron de vuelta a la realidad, haciéndola enfocar sus oscuros orbes azulados en el cazador. La sangre le hirvió cuando la muy desgraciada se ofreció a curarle el rostro a Candau, pues en más de una ocasión ella se había ofrecido a hacerlo y éste solo la alejaba. ¡Bah! No lo necesitaba para nada; había muchos otros peces en el mar y ella sabía que no le costaría trabajo atrapar uno…o varios. Tal vez podría comenzar por su viejo amigo.
—Iltharion —lo llamó por su nombre con un tono travieso en su voz—. Ha pasado tiempo —se acercó a él, jugueteando un poco con los dedos en el pecho del bardo—. Es bueno ver que llevas el horrendo collar de bellota que hice en antaño —bromeó, mordiéndose el labio inferior tomando entre sus dedos el collar.
Ojo por ojo, ¿no? Aquella mujerzuela se metía con el cazador, entonces ella no tendría reparos en demostrar que podía ser mucho más mujer que cualquier otra. Bien, definitivamente su cuerpo había perdido completamente la cordura y estaba claro que nada bueno saldría de ahí. Por dentro no dejaba de gritar, a sabiendas de que no conseguiría cambiar el resultado final. Solo había una persona que pudiese detener la atmósfera tan extraña, aunque lo conocía lo suficiente como para saber que él no movería un dedo para ayudarla, menos cuando parecía haber congeniado con la tipa que la había abofeteado. Entonces que así fuera.
Ashryn Elaynor
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Re: Bébeme y que la fiesta comience.
Iltharion tenía una sensación extraña, incomoda, normalmente el percibía el carácter de alguien y actuaba en base a ello, pero el tono de Eretria había cambiado a uno que no había sonado ni remotamente similar en todas las horas que habían compartido, pese a que había oído su voz emitiendo una variedad de tonos deliciosamente extensa.
El brillo de sus ojos, mas intenso, quizás por la luz, o por una película acuosa sobre aquellos orbes oscuros y profundos, ayudaban a darle aquel aspecto tan diferente al que tenía minutos antes.
Ante los quejidos el trovador extrañado extremo sus cuidados, que no comprendiera lo que ocurria no significaba que no se intentara amoldar presto a las necesidades del momento. Su mirada se volvía implacable intentando atrapar cada gesto o rasgo, dudando de todo cuanto creía atrapar, nervios y vergüenza, dos emociones que le habría creído imposibles con tanta facilidad de haberle preguntado segundos antes de aquel momento.
-Que apelativo mas feo para nuestro hermoso encuentro.-La reprendió con complicidad y en un tono bajo que solo pudieran escuchar ellos, en parte por ser cierto, y por otro lado queriendo corroborar si realmente había visto en su faz la huella de la vergüenza y el candor.
-Era una joven inocente hace unos meses, probablemente le haya ocurrido algo para estar así, de cualquier modo, no te ha terminado haciendo nada, estás sana.-Solo por si a caso el trovador inclinó el rostro hacia un costado para ver el cuello de ella, en el que no había marca alguna del filo, solo las ronchas que el mismo le había marcado la pasada noche sobre la tez.-La próxima vez me das a mi el beso que te trataré con mas cuidado.-Le respondió intentando sacarle algo de hierro al asunto.
Iltharion observó de pies a cabeza al humano y la mascota que sostenía entre sus brazos, buscando algo por lo que destacara en especial, pero solo el lobo y la sensación de que se hallaba completamente fuera de su medio pese a ser un humano lo dotaban de cierta particularidad hasta que abrió la boca.
-Nos conocemos de hace un tiempo, le mostré la ciudad de Lunargenta a tu compañera de viaje.-Supuso el bardo, porque era lo que quería creer, le gustaba ser el primero en hacer cumbre, y la rubia era un pico que todavía no había alcanzado.
La llegada de Eretria fue cuanto poco extraño, el trovador seguía sin saber si estaba actuando para conseguir algo concreto, o si le había agarrado una febrada, pero como no se hallaba atacando a nadie, y era libre de hacer lo que gustara, se estuvo de interrumpir, y por el momento, de reírse, de aquel cambio inesperado de carácter que se había adueñado de la elfa de tez tostada y salpicada de rojeces.
Por otro lado Ashryn exhibía un mal humor digno del que Eretria le había mostrado en el bosque, e iltharion ya no sabía si era alguna clase de pase gripal entre las hembras de su especie, o que los caminos estaban endureciendo el carácter de las chicas últimamente, solo que agradecía no hallarse en el lugar del humano encapuchado.
-Si te sirve de consuelo soy sanador.-Le comentó vagamente al humano, no por la cara si no por lo de las puñaladas, mas por cortesía que por interés genuino, pues teniendo a dos hembras jóvenes, hermosas y de su especie, el humano aquel no podía quedar si no en segundo plano dentro de sus intereses.
-Anfaüglir te golpeó porque la embestiste, y tu le pusiste un cuchillo al cuello, creo que quedáis a mano.-Las palabras del bardo se presentaron calmas y graves, como si fuera un afán conciliador, pero contenían de forma implícita y a la vez sutil una firmeza y severidad que transmitían la clara sensación de que seguir por ese camino, para cualquiera de los presentes, era una mala idea.
La cercanía de la rubia no le molestó en lo mas mínimo. El trovador dejó que ella tomara aquel dije que le había regalado, y aprovechó al cercanía para alargar una de sus manos y apartar con su gracia característica, un mechón de pelo dorado, hasta pasarlo por detrás de la oreja de ella, descubriendole la mejilla algo enrojecida por el golpe de su compañera, y escrutando su piel en búsqueda de algún rasguño. Solo un poco de los restos violáceos del peculiar brebaje habían quedado sobre la tez, y los barrió con el pulgar de forma breve, apoyando el indice doblado bajo el mentón al retirar aquella mezcla.
-Siempre.-Le dedicó una de sus arrebatadoras sonrisas.
Seguro de que no tenía ninguna herida, sus ojos pasearon por la anatomía de la joven, y las manos que jugueteaban contra su torso, agarrando el dije, en una de las cuales relucía, en la muñeca, un brazal que conocía.
-No soy el único que parece conservar los presentes.-Le señaló la misma con la vista, antes de verla a los ojos con los propios, que a esa distancia se mostraban claros en su diferencia, y como uno era mas oscuro que su homólogo.
El brillo de sus ojos, mas intenso, quizás por la luz, o por una película acuosa sobre aquellos orbes oscuros y profundos, ayudaban a darle aquel aspecto tan diferente al que tenía minutos antes.
Ante los quejidos el trovador extrañado extremo sus cuidados, que no comprendiera lo que ocurria no significaba que no se intentara amoldar presto a las necesidades del momento. Su mirada se volvía implacable intentando atrapar cada gesto o rasgo, dudando de todo cuanto creía atrapar, nervios y vergüenza, dos emociones que le habría creído imposibles con tanta facilidad de haberle preguntado segundos antes de aquel momento.
-Que apelativo mas feo para nuestro hermoso encuentro.-La reprendió con complicidad y en un tono bajo que solo pudieran escuchar ellos, en parte por ser cierto, y por otro lado queriendo corroborar si realmente había visto en su faz la huella de la vergüenza y el candor.
-Era una joven inocente hace unos meses, probablemente le haya ocurrido algo para estar así, de cualquier modo, no te ha terminado haciendo nada, estás sana.-Solo por si a caso el trovador inclinó el rostro hacia un costado para ver el cuello de ella, en el que no había marca alguna del filo, solo las ronchas que el mismo le había marcado la pasada noche sobre la tez.-La próxima vez me das a mi el beso que te trataré con mas cuidado.-Le respondió intentando sacarle algo de hierro al asunto.
Iltharion observó de pies a cabeza al humano y la mascota que sostenía entre sus brazos, buscando algo por lo que destacara en especial, pero solo el lobo y la sensación de que se hallaba completamente fuera de su medio pese a ser un humano lo dotaban de cierta particularidad hasta que abrió la boca.
-Nos conocemos de hace un tiempo, le mostré la ciudad de Lunargenta a tu compañera de viaje.-Supuso el bardo, porque era lo que quería creer, le gustaba ser el primero en hacer cumbre, y la rubia era un pico que todavía no había alcanzado.
La llegada de Eretria fue cuanto poco extraño, el trovador seguía sin saber si estaba actuando para conseguir algo concreto, o si le había agarrado una febrada, pero como no se hallaba atacando a nadie, y era libre de hacer lo que gustara, se estuvo de interrumpir, y por el momento, de reírse, de aquel cambio inesperado de carácter que se había adueñado de la elfa de tez tostada y salpicada de rojeces.
Por otro lado Ashryn exhibía un mal humor digno del que Eretria le había mostrado en el bosque, e iltharion ya no sabía si era alguna clase de pase gripal entre las hembras de su especie, o que los caminos estaban endureciendo el carácter de las chicas últimamente, solo que agradecía no hallarse en el lugar del humano encapuchado.
-Si te sirve de consuelo soy sanador.-Le comentó vagamente al humano, no por la cara si no por lo de las puñaladas, mas por cortesía que por interés genuino, pues teniendo a dos hembras jóvenes, hermosas y de su especie, el humano aquel no podía quedar si no en segundo plano dentro de sus intereses.
-Anfaüglir te golpeó porque la embestiste, y tu le pusiste un cuchillo al cuello, creo que quedáis a mano.-Las palabras del bardo se presentaron calmas y graves, como si fuera un afán conciliador, pero contenían de forma implícita y a la vez sutil una firmeza y severidad que transmitían la clara sensación de que seguir por ese camino, para cualquiera de los presentes, era una mala idea.
La cercanía de la rubia no le molestó en lo mas mínimo. El trovador dejó que ella tomara aquel dije que le había regalado, y aprovechó al cercanía para alargar una de sus manos y apartar con su gracia característica, un mechón de pelo dorado, hasta pasarlo por detrás de la oreja de ella, descubriendole la mejilla algo enrojecida por el golpe de su compañera, y escrutando su piel en búsqueda de algún rasguño. Solo un poco de los restos violáceos del peculiar brebaje habían quedado sobre la tez, y los barrió con el pulgar de forma breve, apoyando el indice doblado bajo el mentón al retirar aquella mezcla.
-Siempre.-Le dedicó una de sus arrebatadoras sonrisas.
Seguro de que no tenía ninguna herida, sus ojos pasearon por la anatomía de la joven, y las manos que jugueteaban contra su torso, agarrando el dije, en una de las cuales relucía, en la muñeca, un brazal que conocía.
-No soy el único que parece conservar los presentes.-Le señaló la misma con la vista, antes de verla a los ojos con los propios, que a esa distancia se mostraban claros en su diferencia, y como uno era mas oscuro que su homólogo.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Bébeme y que la fiesta comience.
- Pero si se nota que el animalito es más sensato que tú. – Murmuré por lo bajo con cierto disgusto ante el comentario de Ashryn, claro, ella si podía hacer lo que se le viniera en gana pero yo no podía tener un compañero.
Le tuve que volver a tapar las orejas al pequeño Astaroth ante las impropiedades que soltaba la elfa “¿Qué rayos le pasa? Tantos años reprimiendo sus sentimientos al fin le afectan por lo visto.” De una manera u otra buscaba la forma de dar miedo, esta vez lo hacía a base de una agresividad anti-natural en su personalidad… quizá estaba en esa época donde las mujeres pasan por cambios y… tan solo me daba asco de pensarlo.
- Oh ya veo, entonces si la conoces, es una suerte que sigas vivo… a mi me terminó capturando para ser un cuidador, aunque realmente no me quejo. – Lo único bueno de aquello era Iliaki realmente, si no fuese por la pequeña seguramente ni estuviese en ese pueblo con la elfa de humor cambiante.
Resultaba extraño ver a otro par de elfos, no por la apariencia… era sobre todo por el comportamiento que tenían, la victima del choqué se comportaba igual que Ashryn, hasta me hubiese arriesgado a decir que todas las elfas eran así, si no hubiese sido por el hecho de que una elfa había sido la que me deformo el rostro a base de golpes, cosa que no le reprendo pero se había excedido con la golpiza.
- Me encuentro bien, nací con esta cara de por si… dudo que me duela. – Tardé un par de segundos en entender el comentario de la elfa, no se refería a mis rostro en general, hablaba de la nariz “Oooh, tiene mucho sentido.” – Espera ¿Te refieres a la nariz cierto? No me duele mucho realmente, solamente cuando la aprieto con fuerza… pero eso es más que obvio.
Con extrañeza tomé la flor que me había acercado aquella chica, tanta amabilidad era exraña y preocupante, generalmente las personas hacían eso cuando necesitaban un favor… o cuando estaban a punto de hacer una maldad ¿Acaso planeaba terminar de reventarme la nariz? Quizá era eso, ya que ambos elfos se habían ofrecido para aquella labor “Maldita nariz, solo me traes problemas.”
- Realmente se los agradezco pero no es necesario, no es que me agrade andar por allí con la nariz torcida pero es un recordatorio de… de unas cosas. – Un claro recordatorio de la gente que había muerto por mi culpa y mis descuidos, no podía deshacerme de aquello así porque si. – Quizá podamos hablar de la sanación más tarde... o luego.
La pregunta de que si podía tocar a mi mascota me hizo reír, no por el hecho de que pidiese permiso, simplemente porque aquel cachorro no era mi mascota, podía serlo en el futuro pero por ahora solo estaba bajo mis cuidados “Aunque realmente si podría serlo.” Si Ashryn no lo aceptaba en la casa con gusto me quedaría a la intemperie con este, en el pasado había cuidado muchos animales y no veía motivo alguno porque el lobo no podía serlo, podía ser mi mano derecha… y si la elfa se quejaba por higiene, ambos parecían estar iguales de limpios, no era problema alguno.
- Puedes cargarlo si quieres, mientras que no lo mates todo está bien. – Lo mejor era aclarar, no se sabía que deseos podía tener en verdad. – Y tampoco herirlo, no queremos a un animal herido ¿Verdad? – “Si, entre más especifico mejor.”
Con cuidado deposité al pequeño Astaroth en los brazos de la elfa, supuse que mientras el animal estuviese comiendo no resultaría agresivo, el problema sería cuando se le acabase la ardilla, aun tenía conejos en la bolsa si era necesario, no dejaría que el pobre pasara hambre.
- Y creo que está de más decir que no debes tirarlo al suelo, pero por si acaso mejor lo digo. – La salud de aquel animalito lo era todo en ese preciso momento.
Ya que el pequeño Astaroth estaba en otros brazos podía discutir seriamente con Ashryn acerca de la mascota, el animalito evitaría el trauma de permanecer en un ambiente hostil. Quedé fue sorprendido cuando vi que la elfa estaba coqueteando con el elfo recién llegado “No puede ser cierto.” Realmente no podía creer lo que estaba viendo, ¿Después de tanto ahora se iba a poner con aquella actitud? No, era algo que no iba a permitir.
Caminé hasta el elfo y con cuidado lo aparté de las garras lujuriosas y depravadas de la Ashryn, ¿Cómo fui tan idiota como para no fijarme? Al no poder conseguir mi alma obviamente buscaría otras presas, mi trabajo en la vida ahora era uno de los más complicados, debía estar seguro de que la rubia no se agenciara y asesinara a otra pobre alma “Algún día cantarán mi sacrificio, lo sé bien.”
- Agradéceme luego por salvar tu vida. – Comenté mientras le daba unas palmaditas en el hombro al elfo. – Y referente a ti, joven Ashryn Elaynor. – Me giré tratando de fingir la mejor cara de indignación posible ante el asunto. – Creí que habíamos llegado a un acuerdo referente a esto, no puedes ir succionando el alma de cada sujeto que se te atraviese en el camino, está mal, las personas merecen vivir… no son tu comida. – Me acerqué a la elfa sacudiéndola por los hombros para luego hacerla girar sobre sus tobillos, estirando el brazo traté de señalar a todo lo que nos rodeaba. - ¿Planeas quitarle la vida a todo esto con tus oscuros poderes? Creí que estabas rotundamente en contra de ello, hasta me creí tus benévolas intenciones… pero ahora… ahora intentas succionar toda la vida de este pobre sujeto. Tienes un severo problema Ashryn, uno muy grave. – Aun podía recordar cuando ella intento arrebatarme la vida, primero fue en Sandorai y luego en las Islas Illidenses, experiencias que no podría borrar de mis recuerdos.
Le tuve que volver a tapar las orejas al pequeño Astaroth ante las impropiedades que soltaba la elfa “¿Qué rayos le pasa? Tantos años reprimiendo sus sentimientos al fin le afectan por lo visto.” De una manera u otra buscaba la forma de dar miedo, esta vez lo hacía a base de una agresividad anti-natural en su personalidad… quizá estaba en esa época donde las mujeres pasan por cambios y… tan solo me daba asco de pensarlo.
- Oh ya veo, entonces si la conoces, es una suerte que sigas vivo… a mi me terminó capturando para ser un cuidador, aunque realmente no me quejo. – Lo único bueno de aquello era Iliaki realmente, si no fuese por la pequeña seguramente ni estuviese en ese pueblo con la elfa de humor cambiante.
Resultaba extraño ver a otro par de elfos, no por la apariencia… era sobre todo por el comportamiento que tenían, la victima del choqué se comportaba igual que Ashryn, hasta me hubiese arriesgado a decir que todas las elfas eran así, si no hubiese sido por el hecho de que una elfa había sido la que me deformo el rostro a base de golpes, cosa que no le reprendo pero se había excedido con la golpiza.
- Me encuentro bien, nací con esta cara de por si… dudo que me duela. – Tardé un par de segundos en entender el comentario de la elfa, no se refería a mis rostro en general, hablaba de la nariz “Oooh, tiene mucho sentido.” – Espera ¿Te refieres a la nariz cierto? No me duele mucho realmente, solamente cuando la aprieto con fuerza… pero eso es más que obvio.
Con extrañeza tomé la flor que me había acercado aquella chica, tanta amabilidad era exraña y preocupante, generalmente las personas hacían eso cuando necesitaban un favor… o cuando estaban a punto de hacer una maldad ¿Acaso planeaba terminar de reventarme la nariz? Quizá era eso, ya que ambos elfos se habían ofrecido para aquella labor “Maldita nariz, solo me traes problemas.”
- Realmente se los agradezco pero no es necesario, no es que me agrade andar por allí con la nariz torcida pero es un recordatorio de… de unas cosas. – Un claro recordatorio de la gente que había muerto por mi culpa y mis descuidos, no podía deshacerme de aquello así porque si. – Quizá podamos hablar de la sanación más tarde... o luego.
La pregunta de que si podía tocar a mi mascota me hizo reír, no por el hecho de que pidiese permiso, simplemente porque aquel cachorro no era mi mascota, podía serlo en el futuro pero por ahora solo estaba bajo mis cuidados “Aunque realmente si podría serlo.” Si Ashryn no lo aceptaba en la casa con gusto me quedaría a la intemperie con este, en el pasado había cuidado muchos animales y no veía motivo alguno porque el lobo no podía serlo, podía ser mi mano derecha… y si la elfa se quejaba por higiene, ambos parecían estar iguales de limpios, no era problema alguno.
- Puedes cargarlo si quieres, mientras que no lo mates todo está bien. – Lo mejor era aclarar, no se sabía que deseos podía tener en verdad. – Y tampoco herirlo, no queremos a un animal herido ¿Verdad? – “Si, entre más especifico mejor.”
Con cuidado deposité al pequeño Astaroth en los brazos de la elfa, supuse que mientras el animal estuviese comiendo no resultaría agresivo, el problema sería cuando se le acabase la ardilla, aun tenía conejos en la bolsa si era necesario, no dejaría que el pobre pasara hambre.
- Y creo que está de más decir que no debes tirarlo al suelo, pero por si acaso mejor lo digo. – La salud de aquel animalito lo era todo en ese preciso momento.
Ya que el pequeño Astaroth estaba en otros brazos podía discutir seriamente con Ashryn acerca de la mascota, el animalito evitaría el trauma de permanecer en un ambiente hostil. Quedé fue sorprendido cuando vi que la elfa estaba coqueteando con el elfo recién llegado “No puede ser cierto.” Realmente no podía creer lo que estaba viendo, ¿Después de tanto ahora se iba a poner con aquella actitud? No, era algo que no iba a permitir.
Caminé hasta el elfo y con cuidado lo aparté de las garras lujuriosas y depravadas de la Ashryn, ¿Cómo fui tan idiota como para no fijarme? Al no poder conseguir mi alma obviamente buscaría otras presas, mi trabajo en la vida ahora era uno de los más complicados, debía estar seguro de que la rubia no se agenciara y asesinara a otra pobre alma “Algún día cantarán mi sacrificio, lo sé bien.”
- Agradéceme luego por salvar tu vida. – Comenté mientras le daba unas palmaditas en el hombro al elfo. – Y referente a ti, joven Ashryn Elaynor. – Me giré tratando de fingir la mejor cara de indignación posible ante el asunto. – Creí que habíamos llegado a un acuerdo referente a esto, no puedes ir succionando el alma de cada sujeto que se te atraviese en el camino, está mal, las personas merecen vivir… no son tu comida. – Me acerqué a la elfa sacudiéndola por los hombros para luego hacerla girar sobre sus tobillos, estirando el brazo traté de señalar a todo lo que nos rodeaba. - ¿Planeas quitarle la vida a todo esto con tus oscuros poderes? Creí que estabas rotundamente en contra de ello, hasta me creí tus benévolas intenciones… pero ahora… ahora intentas succionar toda la vida de este pobre sujeto. Tienes un severo problema Ashryn, uno muy grave. – Aun podía recordar cuando ella intento arrebatarme la vida, primero fue en Sandorai y luego en las Islas Illidenses, experiencias que no podría borrar de mis recuerdos.
Fredericksen
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Re: Bébeme y que la fiesta comience.
Bien sé yo cuales son los juegos del trovador y en este preciso momento, por fortuna o miseria me he convertido en una víctima del tablero lleno de féminas que actúan como trofeos, dispares pero cada una con un mismo propósito, hacer de pasatiempo. Me niego, indiscutiblemente no volveré a dejar que me guíe a esas corrientes pasionales ni habrán más besos que sellen este contrato vicioso, se ha acabado y se lo dejo entrever cerrando los labios, sacándolos hacia afuera y dejando salir un sutil "jum" en desacuerdo. A la vera de ambos forasteros, al menos para mí y no para el elfo de cascada corinta voy surgiendo de su espalda.
El encapuchado a simple vista parece un hombre agraviado por el pasar de las décadas, con tantas heridas en un rostro que perfectamente podría ser sanado, al menos volvería a ser apuesto y no le dolerían los cortes en la nariz cada vez que sonriese. En frente de este y aún con las manos adaptadas al bajo de mi espalda le contemplo, entre tímida y risueña. ─ ¿Eh? ¡Ah! No, no, no lo decía por tu cara, la tienes bonita, descuida. ─ Le comuniqué antes de tragarme mi propia lengua y redimir un próximo halago hacia el humano, la mano derecha la alcé, llevándola a mi boca para ocultar ambos labios y permanecer en silencio. Agradecí que se diese cuenta al final, parece un poco lento pero eso también le hace adorable.
Oí su voz pacífica con matices invertidos, la mayoría expuestos al final del diálogo, no necesita darme explicaciones y con un ademán de cabeza comprendí que está siendo modesto. ─ ¿Un recordatorio de cosas? ─ Que curioso, para mí cada cicatriz se reduce a un suspiro del tiempo, dedicándole la mitad de una existencia como es la mía y cualquier silencio bajo un firmamento estrellado, al fin y al cabo somos lo que somos y así seguiremos, independientes de un posible cambio físico. ─ Te entiendo a la perfección, puedo curarte cuando estés seguro y realmente lo desees, no te obligaré a hacer nada que no quieras. ─ Volví a sonreírle con el rostro avivado por una carisma de la cual no soy dueña, cada emoción que deambula en mi interior se transformará en un interludio de memorias que jamás podré borrar de manera eterna, aunque el licor ayudará cuando vuelva a ser Anfaüglir.
─ ¿Puedo, de verdad? ─ Eufórica extendí los brazos hacia el animal, dando un salto en el mismo sitio hasta tensar la mandíbula y recordar la herida en la pierna. Con sutileza lo tomé y lo coloqué en mi pecho, era tan peludito que sin ser consciente ya le estaba haciendo sonidos tiernos con la mirada hechizada. ─ Está en buenas manos, me gustan mucho los animales. ─ Y podría haberle explicado que jamás les haría nada que atente en contra de su salud, pero el encapuchado emprendió el camino, dejándome atrás. ¡Vaya! Que grosero, con calma voy girándome para darme de bruces con un panorama que no me gusta ni un pelo. La elfa rubia está coqueteando con el trovador y no existe anestesia para esta sensación que me abrasa el pecho, los latidos se disparan y como desahogo aprieto al animal en contra mía.
El cachorro ruge y por instinto se detiene cuando empiezo a rugir yo, oh, ¿qué es esto? Un hormigueo de magnitud considerable me desespera como si tuviese que actuar partiéndole las piernas a la chica, alejarla de lo que me pertenece y por consecuente, pegarle a él también por quisquillosa. Sin aflicción tan poderosa como estos celos que me azotan voy acercándome a un paso cortante, mis cejas están fruncidas y antes de soltar al animal y levantarle la mano por segunda vez a la facilona, el cazador ya está separándola del bardo.
─ Y decías que era buena. ─ Le susurré al cobrizo con una tonalidad acusatoria, no vi muy bien que andaban haciendo mientras hablaba con el encapuchado y doy gracias a los ancestros, porque me veo montándole un numerito en medio del poblado. Chasqueé con la lengua y continué acariciando al animal que por miedo se mantenía quieto, plácido de ser tocado o eso pienso yo. No me atreví a interrumpir la conversación conyugal y lo que voy oyendo salir de la boca del humano me deja atónita, con que la elfa succiona la vida de las personas, aterrador. Aferrada a la capa de Iltharion le observo a él, a la rubia y por último al salvador del día sin comprender que diantres haremos ahora.
El encapuchado a simple vista parece un hombre agraviado por el pasar de las décadas, con tantas heridas en un rostro que perfectamente podría ser sanado, al menos volvería a ser apuesto y no le dolerían los cortes en la nariz cada vez que sonriese. En frente de este y aún con las manos adaptadas al bajo de mi espalda le contemplo, entre tímida y risueña. ─ ¿Eh? ¡Ah! No, no, no lo decía por tu cara, la tienes bonita, descuida. ─ Le comuniqué antes de tragarme mi propia lengua y redimir un próximo halago hacia el humano, la mano derecha la alcé, llevándola a mi boca para ocultar ambos labios y permanecer en silencio. Agradecí que se diese cuenta al final, parece un poco lento pero eso también le hace adorable.
Oí su voz pacífica con matices invertidos, la mayoría expuestos al final del diálogo, no necesita darme explicaciones y con un ademán de cabeza comprendí que está siendo modesto. ─ ¿Un recordatorio de cosas? ─ Que curioso, para mí cada cicatriz se reduce a un suspiro del tiempo, dedicándole la mitad de una existencia como es la mía y cualquier silencio bajo un firmamento estrellado, al fin y al cabo somos lo que somos y así seguiremos, independientes de un posible cambio físico. ─ Te entiendo a la perfección, puedo curarte cuando estés seguro y realmente lo desees, no te obligaré a hacer nada que no quieras. ─ Volví a sonreírle con el rostro avivado por una carisma de la cual no soy dueña, cada emoción que deambula en mi interior se transformará en un interludio de memorias que jamás podré borrar de manera eterna, aunque el licor ayudará cuando vuelva a ser Anfaüglir.
─ ¿Puedo, de verdad? ─ Eufórica extendí los brazos hacia el animal, dando un salto en el mismo sitio hasta tensar la mandíbula y recordar la herida en la pierna. Con sutileza lo tomé y lo coloqué en mi pecho, era tan peludito que sin ser consciente ya le estaba haciendo sonidos tiernos con la mirada hechizada. ─ Está en buenas manos, me gustan mucho los animales. ─ Y podría haberle explicado que jamás les haría nada que atente en contra de su salud, pero el encapuchado emprendió el camino, dejándome atrás. ¡Vaya! Que grosero, con calma voy girándome para darme de bruces con un panorama que no me gusta ni un pelo. La elfa rubia está coqueteando con el trovador y no existe anestesia para esta sensación que me abrasa el pecho, los latidos se disparan y como desahogo aprieto al animal en contra mía.
El cachorro ruge y por instinto se detiene cuando empiezo a rugir yo, oh, ¿qué es esto? Un hormigueo de magnitud considerable me desespera como si tuviese que actuar partiéndole las piernas a la chica, alejarla de lo que me pertenece y por consecuente, pegarle a él también por quisquillosa. Sin aflicción tan poderosa como estos celos que me azotan voy acercándome a un paso cortante, mis cejas están fruncidas y antes de soltar al animal y levantarle la mano por segunda vez a la facilona, el cazador ya está separándola del bardo.
─ Y decías que era buena. ─ Le susurré al cobrizo con una tonalidad acusatoria, no vi muy bien que andaban haciendo mientras hablaba con el encapuchado y doy gracias a los ancestros, porque me veo montándole un numerito en medio del poblado. Chasqueé con la lengua y continué acariciando al animal que por miedo se mantenía quieto, plácido de ser tocado o eso pienso yo. No me atreví a interrumpir la conversación conyugal y lo que voy oyendo salir de la boca del humano me deja atónita, con que la elfa succiona la vida de las personas, aterrador. Aferrada a la capa de Iltharion le observo a él, a la rubia y por último al salvador del día sin comprender que diantres haremos ahora.
Eretria Noorgard
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Re: Bébeme y que la fiesta comience.
La rubia sonreía de manera jocosa, mirando a su viejo amigo con aquellos orbes azulados tan faltos de inocencia. Sabía que era hermosa y estaba dispuesta a todo con tal de hacerlo notar, aunque en el fondo su alma siguiese luchando por salir a flote. En ese punto la ojiazul comenzaba a temer tener que pasar su vida observándose a sí misma desde el interior, pues todo esfuerzo era completamente inútil. Su cuerpo correspondió a la sonrisa del bardo con un pequeño guiño travieso, mostrando el brazalete que él le había comprado el día en que se conocieron. Un pacto secreto que ahora podría dar pie a algo más, y que aceptaría gustosa, especialmente ahora que parecía gobernarse por los más bajos instintos. Solo había un detalle: el cazador volvió a interrumpir el momento con uno de sus comentarios estúpidos acerca de chupar almas.
Frunció el ceño con notoria molestia, planeando la forma menos sádica de deshacerse de él. Estaba harta de aquellas idioteces sin sentido, provenientes de los labios del arquero, y no porque aún le importase, porque ciertamente ahora parecía importarle lo mismo que un chícharo, sino por el hecho de que estaba metiéndose en su juego con el elfo y eso sí que no se lo iba a permitir. Matarlo sería demasiado, pues, aunque la pequeña Iliaki también había pasado a segundo plano, no se sentía con el derecho de despojarla de su padre adoptivo; a no ser que él siguiera insistiendo en picarle la cresta con sus comentarios innecesarios y carentes de sentido. ¡Cuán diferente se sentía! Lo que fuese que le estuviese pasando parecía ser lo que necesitaba para por fin olvidarse de Frederick, aun y cuando su mente se negase a admitirlo.
— ¿Qué te dije de meter tu deformada nariz en tus propios asuntos? —Lo fulminó con la mirada—. Es más, hace tiempo que deseas librarte de mí, así que te entrego mi parte de la custodia de la enana —lo instó a que tomará camino muy lejos de ahí—. Diviértanse siendo estúpidos juntos, que yo me la pasaré bomba sin tener que soportarlos más —le arrancó el collar del clan Elaynor, aquel presente que le había obsequiado con mucho cariño y que estando en sus cinco sentidos jamás le arrebataría—. Quietito que esto es mío y no te lo mereces —amenazó, sacándole la lengua—. Así que largo, si gustas llevarte a tu nueva amiga nos harías un favor —le dio un leve empujón, fulminando de paso a la elfa que cargaba al cachorro de lobo en brazos con ese rostro asquerosamente inocente—. Adiós, no fue un placer. ¡Hasta nunca!
Si antes el cazador no había sido capaz de entender que algo ajeno estaba sucediendo con la elfa, la acción anterior debía darle al menos una pequeña pista, por muy despistado que éste fuese. Por dentro Ashy quería llorar, no sabía lo que le pasaba, pero se odiaba a sí misma por aquel trato que le estaba dando al joven humano. Ella lo quería, no importaban todos los desprecios que le daba, pues de alguna forma masoquista le hacía feliz saber que podían compartir momentos juntos, y ahora aquella fuerte e independiente personalidad estaba acabando con el poco progreso que habían tenido en su relación, cosa que no parecía importarle en absoluto al carácter que reflejaba en el exterior. Volvió a centrar su mirada en el bardo, buscando retomar lo que había quedado inconcluso.
—No recomendaría que le hagas mucho caso, Iltharion —habló con un tono enfadado—. Lo besé en dos ocasiones y el muy imbécil sigue insistiendo que le quiero chupar el alma —no pudo evitar soltar una risa burlona—. Lo que me ha llevado a creer que patológicamente no cuenta con lo necesario para complacer a una mujer —le dirigió una mirada despectiva a su compañero de gremio—. Tengo que aclarar que fueron los peores besos de toda mi existencia. No me sorprende que se escude tildándome de practicar magia negra, cuando está claro que él es el del problema —volvió a guiñarle el ojo al bardo—. Sospecho que no es tu caso, ¿verdad, Ilth?
La otra joven se mantenía pegada al elfo, haciendo que la rubia comenzara a mascullar un sinfín de maldiciones e improperios, a falta de poder descuartizarla con sus dagas. Por si fuera poco, había logrado ganarse la confianza de Fredrick, al menos lo suficiente como para que le permitiese encariñarse con el cachorro. Esto último no le sorprendía, el cazador trataba a todo el mundo mejor que a ella, pero en ese punto la de orbes azulado no era la misma y seguramente él seguiría corroborándolo de formas poco gentiles.
Frunció el ceño con notoria molestia, planeando la forma menos sádica de deshacerse de él. Estaba harta de aquellas idioteces sin sentido, provenientes de los labios del arquero, y no porque aún le importase, porque ciertamente ahora parecía importarle lo mismo que un chícharo, sino por el hecho de que estaba metiéndose en su juego con el elfo y eso sí que no se lo iba a permitir. Matarlo sería demasiado, pues, aunque la pequeña Iliaki también había pasado a segundo plano, no se sentía con el derecho de despojarla de su padre adoptivo; a no ser que él siguiera insistiendo en picarle la cresta con sus comentarios innecesarios y carentes de sentido. ¡Cuán diferente se sentía! Lo que fuese que le estuviese pasando parecía ser lo que necesitaba para por fin olvidarse de Frederick, aun y cuando su mente se negase a admitirlo.
— ¿Qué te dije de meter tu deformada nariz en tus propios asuntos? —Lo fulminó con la mirada—. Es más, hace tiempo que deseas librarte de mí, así que te entrego mi parte de la custodia de la enana —lo instó a que tomará camino muy lejos de ahí—. Diviértanse siendo estúpidos juntos, que yo me la pasaré bomba sin tener que soportarlos más —le arrancó el collar del clan Elaynor, aquel presente que le había obsequiado con mucho cariño y que estando en sus cinco sentidos jamás le arrebataría—. Quietito que esto es mío y no te lo mereces —amenazó, sacándole la lengua—. Así que largo, si gustas llevarte a tu nueva amiga nos harías un favor —le dio un leve empujón, fulminando de paso a la elfa que cargaba al cachorro de lobo en brazos con ese rostro asquerosamente inocente—. Adiós, no fue un placer. ¡Hasta nunca!
Si antes el cazador no había sido capaz de entender que algo ajeno estaba sucediendo con la elfa, la acción anterior debía darle al menos una pequeña pista, por muy despistado que éste fuese. Por dentro Ashy quería llorar, no sabía lo que le pasaba, pero se odiaba a sí misma por aquel trato que le estaba dando al joven humano. Ella lo quería, no importaban todos los desprecios que le daba, pues de alguna forma masoquista le hacía feliz saber que podían compartir momentos juntos, y ahora aquella fuerte e independiente personalidad estaba acabando con el poco progreso que habían tenido en su relación, cosa que no parecía importarle en absoluto al carácter que reflejaba en el exterior. Volvió a centrar su mirada en el bardo, buscando retomar lo que había quedado inconcluso.
—No recomendaría que le hagas mucho caso, Iltharion —habló con un tono enfadado—. Lo besé en dos ocasiones y el muy imbécil sigue insistiendo que le quiero chupar el alma —no pudo evitar soltar una risa burlona—. Lo que me ha llevado a creer que patológicamente no cuenta con lo necesario para complacer a una mujer —le dirigió una mirada despectiva a su compañero de gremio—. Tengo que aclarar que fueron los peores besos de toda mi existencia. No me sorprende que se escude tildándome de practicar magia negra, cuando está claro que él es el del problema —volvió a guiñarle el ojo al bardo—. Sospecho que no es tu caso, ¿verdad, Ilth?
La otra joven se mantenía pegada al elfo, haciendo que la rubia comenzara a mascullar un sinfín de maldiciones e improperios, a falta de poder descuartizarla con sus dagas. Por si fuera poco, había logrado ganarse la confianza de Fredrick, al menos lo suficiente como para que le permitiese encariñarse con el cachorro. Esto último no le sorprendía, el cazador trataba a todo el mundo mejor que a ella, pero en ese punto la de orbes azulado no era la misma y seguramente él seguiría corroborándolo de formas poco gentiles.
Ashryn Elaynor
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Re: Bébeme y que la fiesta comience.
El trovador rompió a reír mientras miraba al humano alejarlo en pro de salvar su vida. Colocó una mano en el hombro del muchacho y se inclinó hacia el para comentarle en tono bajo.
-Mocoso, no te preocupes por salvarme nada, que se muy bien lo que hago. Si no quieres que tu amiguita rubia busque diversión en otro lado, ten mas brío.-Le susurro antes de reir de buena gana una vez mas y darle un par de golpecitos en el hombro, mientras lo dejaba atrás y se volvía a acercar a Ashryn.
El trovador empezó a dudar de si aquel muchacho era tan ingenuo como para realmente pensar todas aquellas cosas , si era una forma ingeniosa de llamarla súcubo, o si realmente la muchacha estaba metida en algo de magia negra, duda que dilucidó la misma muchacha sin demora.
Iltharion encaró ambas cejas al escuchar los mordaces comentarios de la que antaño había sido la dulce e ingenua elfita rubia que se había encontrado al lado de un camino, con la cabezita llena de sueños y la mirada llena de ilusión. Se alegro y bendijo mil veces a los divinos por no hallarse en el lugar del humano, presa de tales improperios y de vete tu a saber que oscuras intenciones que guardaba Eretria y que trataba de esconder bajo una actitud dulce y aniñada , que hubiera resultado totalmente creíble de no haberla conocido la noche anterior lo suficiente por todos lados como para estar seguro de su violento y rudo carácter.
Ante el comentario de Eretria, y dejando que Ashryn terminara de lidiar con su pareja, paje, o lo que fuera aquel humano, el trovador se giró hacia su compañera y e encogió vagamente de hombros.-Parece que le creció el carácter, no es que sea un rasgo que no me guste. Tu también lo tienes.-Chasqueó la lengua, sacandole hierro al asunto.-Es parte de tu encanto.-Le sonrió a la muchacha mientras se enderezaba. Iltharion se humedeció los labios, sobre todo el de abajo, con un pequeño corte lastimado de los inmisericordes mordiscos que la elfa le había dedicado la pasada noche, sutil recordatorio para la misma de su brutalidad en ciertos menesteres, de los que si bien no se quejaba, tampoco iba a ignorar ni esconder bajo un tul como si nunca hubieran formado parte de sus caprichos.
La rubia volvió a llamar su atención al pronunciar su nombre, y el bardo se giró hacia ella con la emoción de la caza en la mirada y un deje voraz y libertino en la sonrisa, que poco velaba sus intenciones. El bardo no habría creído que lo tendría tan fácil con la muchacha de pelo dorado ni que hubiera bebido, y no iba a desaprovechar la oportunidad ante una insinuación tan clara.
-Oh no, Imbar me libre de semejantes torpezas.-Iltharion aprovechó la nueva cercanía para rodearle la cadera con el brazo, con su gracilidad y sigilo habituales, mientras que con la otra mano colocó el indice doblado bajo el mentón de ella, y el pulgar en contra del mismo haciendo tope.
Se inclinó sobre su faz, ni muy lento ni muy rápido, lo justo como para permitirle a ella zafarse si aquello no era de su agrado, pero también para dejar el cosquilleo de la anticipación calar en su cuerpo, al sentir el cálido aliento mentolado sobre sus labios-Pero las palabras son solo eso, palabras y alardes.- Susurró antes de besarla, con suavidad en una primera instancia, deleitándose con la suavidad de los labios de ella, acercándola a su cuerpo con la mano con la que le había rodeado la cintura. Entreabriendo los mismos, y acariciar su lengua, ahondando lo justo para robarle el aliento, antes de retirarse con una de sus triunfales y arrebatadoras sonrisas.
La mano que estaba bajo el mentón de ella, repasó el borde de su rostro, desde el mentón hasta el cerrado angulo de su mandíbula antes de soltarle el rostro, sin embargo, dejó cómodamente el brazo en la cadera, si ella quería zafarse era libre de hacerlo, y si no, mejor para el bardo quien no se iba a quejar en lo mas mínimo de tener a la muchacha bien cerca.
-Mocoso, no te preocupes por salvarme nada, que se muy bien lo que hago. Si no quieres que tu amiguita rubia busque diversión en otro lado, ten mas brío.-Le susurro antes de reir de buena gana una vez mas y darle un par de golpecitos en el hombro, mientras lo dejaba atrás y se volvía a acercar a Ashryn.
El trovador empezó a dudar de si aquel muchacho era tan ingenuo como para realmente pensar todas aquellas cosas , si era una forma ingeniosa de llamarla súcubo, o si realmente la muchacha estaba metida en algo de magia negra, duda que dilucidó la misma muchacha sin demora.
Iltharion encaró ambas cejas al escuchar los mordaces comentarios de la que antaño había sido la dulce e ingenua elfita rubia que se había encontrado al lado de un camino, con la cabezita llena de sueños y la mirada llena de ilusión. Se alegro y bendijo mil veces a los divinos por no hallarse en el lugar del humano, presa de tales improperios y de vete tu a saber que oscuras intenciones que guardaba Eretria y que trataba de esconder bajo una actitud dulce y aniñada , que hubiera resultado totalmente creíble de no haberla conocido la noche anterior lo suficiente por todos lados como para estar seguro de su violento y rudo carácter.
Ante el comentario de Eretria, y dejando que Ashryn terminara de lidiar con su pareja, paje, o lo que fuera aquel humano, el trovador se giró hacia su compañera y e encogió vagamente de hombros.-Parece que le creció el carácter, no es que sea un rasgo que no me guste. Tu también lo tienes.-Chasqueó la lengua, sacandole hierro al asunto.-Es parte de tu encanto.-Le sonrió a la muchacha mientras se enderezaba. Iltharion se humedeció los labios, sobre todo el de abajo, con un pequeño corte lastimado de los inmisericordes mordiscos que la elfa le había dedicado la pasada noche, sutil recordatorio para la misma de su brutalidad en ciertos menesteres, de los que si bien no se quejaba, tampoco iba a ignorar ni esconder bajo un tul como si nunca hubieran formado parte de sus caprichos.
La rubia volvió a llamar su atención al pronunciar su nombre, y el bardo se giró hacia ella con la emoción de la caza en la mirada y un deje voraz y libertino en la sonrisa, que poco velaba sus intenciones. El bardo no habría creído que lo tendría tan fácil con la muchacha de pelo dorado ni que hubiera bebido, y no iba a desaprovechar la oportunidad ante una insinuación tan clara.
-Oh no, Imbar me libre de semejantes torpezas.-Iltharion aprovechó la nueva cercanía para rodearle la cadera con el brazo, con su gracilidad y sigilo habituales, mientras que con la otra mano colocó el indice doblado bajo el mentón de ella, y el pulgar en contra del mismo haciendo tope.
Se inclinó sobre su faz, ni muy lento ni muy rápido, lo justo como para permitirle a ella zafarse si aquello no era de su agrado, pero también para dejar el cosquilleo de la anticipación calar en su cuerpo, al sentir el cálido aliento mentolado sobre sus labios-Pero las palabras son solo eso, palabras y alardes.- Susurró antes de besarla, con suavidad en una primera instancia, deleitándose con la suavidad de los labios de ella, acercándola a su cuerpo con la mano con la que le había rodeado la cintura. Entreabriendo los mismos, y acariciar su lengua, ahondando lo justo para robarle el aliento, antes de retirarse con una de sus triunfales y arrebatadoras sonrisas.
La mano que estaba bajo el mentón de ella, repasó el borde de su rostro, desde el mentón hasta el cerrado angulo de su mandíbula antes de soltarle el rostro, sin embargo, dejó cómodamente el brazo en la cadera, si ella quería zafarse era libre de hacerlo, y si no, mejor para el bardo quien no se iba a quejar en lo mas mínimo de tener a la muchacha bien cerca.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Bébeme y que la fiesta comience.
Al menos tenía la afirmación de la elfa que cuidaría bien al lobo, no tenía nada de qué preocuparme… o eso esperaba, si el pequeño Astaroth moría justamente luego de que había entrado en mis cuidados me iba a deprimir. Aunque si lo miraba por otro lado, Iliaki seguía viva y una niña era un logro mayor, no era por desprestigiar al animalito.
“No, no sabes nada bien lo que haces… espera ¿ Mocoso?” Ni idea porque me había dicho “Mocoso” pero aun así no dejaría mí deber, estaba decidido, me sacrificaría si era necesario para que nadie más corriera el riesgo de morir, lo juraba por mi nombre y por los Dioses.
Mis palabras no habían funcionado de nada, Ashryn solo se ponía agresiva cada instante ¿Qué se supone que le sucede? Era verdad que no deseaba algo más que por fin tener un momento de soledad como antes, pero la cosa ya había cambiado y me tocaba acostumbrarme tristemente. Me resultaba divertido que pensara que el hecho de arrancarme un collar me pudiese afectar… pero meterse con la pequeña Iliaki, estaba demente, ella no había dicho y no estaba presente para que la tratara de aquella manera.
- De acuerdo, si así lo deseas vamos a cumplir tu capricho. – Dije mientras fruncía el seño y me alejaba lentamente, aquella falta de respeto no saldría impune. – Y recuerda muy bien tus palabras.
Había muchas maneras de desquitarme en aquel momento, la agresión física no era una opción y la verbal tampoco, aunque ella se hubiese metido con mi nariz. Observé a la elfa que mantenía el cachorro de lobo, supuse que como era compañera del elfo iba a estar allí otro rato, necesitaba que alguien cuidara al animal en mi leve ausencia… necesitaba que mi cómplice estuviese preparado.
- Claramente no cuento con el dinero suficiente para complacer a una mujer. – Los comentarios despectivos de la elfa solo seguían… “Un momento idiota, ella está hablando de otra cosa más personales, no de dinero.” Oh bueno, ya me daba igual realmente, no era un tema en el que pensara discutir y menos con la chupa alma.
- Cuida bien a Astaroth, yo regresaré en un momento. – Comenté por lo bajo a la elfa cuidadora de animales, ¿Yo estaba molesto? Si, lo estaba pero no por las razones que todos podían creer, me daba igual que me insultasen o me humillaran… pero tratar mal a alguien que no estaba y se podía considerar que quería como ¿Hija? No, eso no era para nada bueno.
Mientras me alejaba del pequeño grupo observé ya en la distancia como la elfa había comenzado a chuparle el alma a su conocido “Oh no, lo que me faltaba.” Estaba fallando a mi juramento de protección, debía darme prisa entes de que fuese tarde.
Por conocimiento básico sabía que las carnicerías dejaban restos de tripas y carne en la parte trasera de sus locales, casi no las cuidaban y me aproveché de ese dato para robar un balde de porquería, dudaba que la fueran a extrañar. Agitando el desperdicio y escalando a los tejados regresé a donde estaba el grupo, si llegaba por suelo mi plan se vería frustrado y desde los techos nadie me vería… a menos que levantaran la vista.
“Si juegas con fuego claramente te quemarás” Sujeté con fuerza la cubeta para que n ose resbalara de mis manos y arrojé todo el desperdicio rojizo a hacía Ashryn, el olor de las tripas ya de por si resultaba molesto en un balde no me lo podía imaginar sobre las ropas. - ¡Vamos Astaroth, a comer! – Si la elfa que lo cuidaba no lo soltaba esperaba que el cachorro buscara como zafarse para que me ayudase con la misión, aquello era una clara señal a la elfa que no debía meterse por nada del mundo con la gente que apreciaba y que chupar almas era malo.
“No, no sabes nada bien lo que haces… espera ¿ Mocoso?” Ni idea porque me había dicho “Mocoso” pero aun así no dejaría mí deber, estaba decidido, me sacrificaría si era necesario para que nadie más corriera el riesgo de morir, lo juraba por mi nombre y por los Dioses.
Mis palabras no habían funcionado de nada, Ashryn solo se ponía agresiva cada instante ¿Qué se supone que le sucede? Era verdad que no deseaba algo más que por fin tener un momento de soledad como antes, pero la cosa ya había cambiado y me tocaba acostumbrarme tristemente. Me resultaba divertido que pensara que el hecho de arrancarme un collar me pudiese afectar… pero meterse con la pequeña Iliaki, estaba demente, ella no había dicho y no estaba presente para que la tratara de aquella manera.
- De acuerdo, si así lo deseas vamos a cumplir tu capricho. – Dije mientras fruncía el seño y me alejaba lentamente, aquella falta de respeto no saldría impune. – Y recuerda muy bien tus palabras.
Había muchas maneras de desquitarme en aquel momento, la agresión física no era una opción y la verbal tampoco, aunque ella se hubiese metido con mi nariz. Observé a la elfa que mantenía el cachorro de lobo, supuse que como era compañera del elfo iba a estar allí otro rato, necesitaba que alguien cuidara al animal en mi leve ausencia… necesitaba que mi cómplice estuviese preparado.
- Claramente no cuento con el dinero suficiente para complacer a una mujer. – Los comentarios despectivos de la elfa solo seguían… “Un momento idiota, ella está hablando de otra cosa más personales, no de dinero.” Oh bueno, ya me daba igual realmente, no era un tema en el que pensara discutir y menos con la chupa alma.
- Cuida bien a Astaroth, yo regresaré en un momento. – Comenté por lo bajo a la elfa cuidadora de animales, ¿Yo estaba molesto? Si, lo estaba pero no por las razones que todos podían creer, me daba igual que me insultasen o me humillaran… pero tratar mal a alguien que no estaba y se podía considerar que quería como ¿Hija? No, eso no era para nada bueno.
Mientras me alejaba del pequeño grupo observé ya en la distancia como la elfa había comenzado a chuparle el alma a su conocido “Oh no, lo que me faltaba.” Estaba fallando a mi juramento de protección, debía darme prisa entes de que fuese tarde.
Por conocimiento básico sabía que las carnicerías dejaban restos de tripas y carne en la parte trasera de sus locales, casi no las cuidaban y me aproveché de ese dato para robar un balde de porquería, dudaba que la fueran a extrañar. Agitando el desperdicio y escalando a los tejados regresé a donde estaba el grupo, si llegaba por suelo mi plan se vería frustrado y desde los techos nadie me vería… a menos que levantaran la vista.
“Si juegas con fuego claramente te quemarás” Sujeté con fuerza la cubeta para que n ose resbalara de mis manos y arrojé todo el desperdicio rojizo a hacía Ashryn, el olor de las tripas ya de por si resultaba molesto en un balde no me lo podía imaginar sobre las ropas. - ¡Vamos Astaroth, a comer! – Si la elfa que lo cuidaba no lo soltaba esperaba que el cachorro buscara como zafarse para que me ayudase con la misión, aquello era una clara señal a la elfa que no debía meterse por nada del mundo con la gente que apreciaba y que chupar almas era malo.
Fredericksen
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Re: Bébeme y que la fiesta comience.
Esa elfa era una engreída por tratar así a su pareja aún cuando éste solo se preocupa, cada frase embadurnada en veneno y una actitud tóxica hacia el arquero evocan un eco en mis adentros como si fuese necesario que interviniese, le cantase las cuarentas y le defendiese de la mujer que quizás ame o con la que comparte un sentimiento más intrínseco y complejo de descifrar. De ser así, ¿cómo es posible que un altercado donde no estoy incluida me afecte como si fuese yo la protagonista? Completamente furiosa y cabizbaja voy mordiéndome la lengua, no quiero tirarlo todo por la borda y desatar un problema mayor si le defiendo de la diabla encarada.
La impotencia no se compara en absoluto con ninguna otra sensación cuando Iltharion la toma de la cintura, bebe de su aliento y con un desparpajo tremendo la hace suya en medio del poblado, en frente de unos ojos canelos y crédulos, el amor me ha vuelto a complicar el sendero y con dicha pantalla tanto lasciva como verídica no hay quien pueda desmentir que una vez más, el soplo de la realidad ha logrado derrumbarme. Por instinto y para que las piernas no me fallen ladeo el rostro hacia un lateral donde no pueda verles profesarse una pasión que al día anterior, también le profesé cual criatura tontaina sin percatarse de que este trovador, sólo embauca con su fragancia mentolada.
Con tal de tranquilizar a esta sangre que arde e incinera cada recóndito lugar tomo una bocanada de aire, soltándola por las fosas nasales, ahora sí que sí, soy la persona que más me ha traicionado a mí misma por ilusa, por creer y ver cosas en donde no las hay, con un posible afecto que acrecientan estos celos insalubres y derriban muros que yo misma construí para no verme así a día de hoy. Nunca me apego y si un capricho comienza a tornarse en algo más serio recojo mis pertenencias y me largo, soy consciente de ello pero por culpa de este carácter todo se ha intensificado.
Reclusa parpadeé para que las lágrimas que se resbalan por mis mejillas no fuesen vistas, la aflicción que ha creado el elfo de melena cobriza y que ha menguado mis fuerzas, escupiendo adrenalina a través de mis venas, fuego y cólera que absorben la calma y dan lugar a una tormenta, se convertirán en una manera alternativa de desahogarme. ─ ¿¡Qué rayos haces!? ─ Entre la voz aguda de película, las lágrimas que dificultan que vea con claridad y la vehemencia de atizarlo con su propio bastón, eché al lobo a uno de mis brazos con las piernas por fin en movimiento. Duele el que recuerde cada caricia, pero lo que verdaderamente me ha hecho daño es que lo haya hecho delante mía, como si le importase bien poco mi presencia.
Al lado del bardo levanto la mano exenta con la palma extendida, golpeándole uno de los omóplatos con bastante fuerza, aunque en realidad le habrá hecho cosquillas, parece que lo que tenía de fiera se ha apagado de manera definitiva y sólo quedan trazos de una apariencia frágil y mermada por la falta de seguridad, intensidad y osadía. ─ Después de haberte entregado algo que para mí era importante la noche anterior, tras tantas horas juntos al lado del fuego, tras esto... ─ Y le enseñé el dibujo que actúa como promesa entre dos elfos que comienzan a gustarse. ─ ¿Vas tú y le metes la lengua hasta la campanilla a otra sin arrepentimientos delante mía? ¿Acaso estás demente? ¡Pervertido! Sabía que no conseguiría un mínimo respeto por tu parte, pero esto es pasarse. ─ Todo viene acompañado con un llanto repentino que me asola hasta entristecerme y todo el que la vea prensará si es que la están matando sin llegar a ser tocada.
Entre pestañeos la humedad no es capaz de disiparse, así pues auxiliada por el largo del dedo índice enjuago mis dos luceros enrojecidos como ambas mejillas que permanecen escarlatas por el pudor y la desgracia de haber sido engañada. ─ Y para colmo, ─ chasqueé con la lengua, devorando a la elfa con una mirada que si matasen, ya estaría marchita y bajo tierra. ─ Con esa, ella, ¡CON ELLA! ─ Chillé, esto se va a descontrolar. ─ Me ha amenazado, le ha agredido a él y no dudaría en pegarte a ti también, aunque que voy a decirte, lo estás deseando ¿verdad? Que te pegue una buena revolcona y a mi me puedas mandar a paseo. ¿¡Pues sabes lo que te digo¡? ─ Que la que te mandará a paseo seré yo, quise decirlo en voz alta pero el encapuchado aparece nuevamente con una cubeta que apesta, actué rápido y de un empujón aparté al bardo, siendo la rubia la única bañada en una sustancia pegajosa y que olía a restos descompuestos.
No reí, ni tampoco alcé las comisuras, estoy herida, de mal humor e Iltharion tendrá sus represalias en cuanto nos despeguemos de estos dos. Con desdén tiñendo mi mirada observo a la tipeja ensuciada, el bastón se lo arrebato al trovador de un manotazo, yendo al son de esta en pos de una venganza exquisita. El largo sirvió para embestir uno de sus gemelos con toda la fuerza que obtengo del momento, tirándola al terreno embutido en la guarrería que la afea. ─ Ese color, esas formas... ─ Murmuré delante de ella, tragué saliva y con el bastón a mi lado como apoyo acerqué la bota izquierda al potingue rojizo, lanzándole al rostro una buena cantidad tras barrerla hacia la chica. ─ Van a juego con tu forma de actuar, furcia. ─ Que los ancestros me libren de mi boca malhablada y esta sensación de querer rebanarla aún cuando sé que la rubia es más fuerte y atrevida.
Dí media vuelta antes de que se levantase con los puños cerrados, los labios echados hacia afuera y los hombros encogidos por la tensión aunada a las malas pulgas. Al trovador lo agarré de la camiseta, temblando en frente suya como si todo esto por fin haya podido con mi cordura, una que desaparece al poco de haber sido ruda con la elfa llena de sobras. ─ Nos vamos. ─ Le comuniqué en un sollozo, aún llorando y sin saber como atenerme a este remolino de impresiones. El animal salta de entre mis brazos y aúlla por la gran comilona que se meterá gracias al arquero, me da igual, ya todo me da igual. Sólo quiero irme, soltar hasta la última gota guardada después de tantísimo tiempo y regañar al cobrizo durante horas hasta que aprenda que las mujeres somos delicadas, tenemos un corazón de oro y sus jueguecitos nos están oscureciendo.
La impotencia no se compara en absoluto con ninguna otra sensación cuando Iltharion la toma de la cintura, bebe de su aliento y con un desparpajo tremendo la hace suya en medio del poblado, en frente de unos ojos canelos y crédulos, el amor me ha vuelto a complicar el sendero y con dicha pantalla tanto lasciva como verídica no hay quien pueda desmentir que una vez más, el soplo de la realidad ha logrado derrumbarme. Por instinto y para que las piernas no me fallen ladeo el rostro hacia un lateral donde no pueda verles profesarse una pasión que al día anterior, también le profesé cual criatura tontaina sin percatarse de que este trovador, sólo embauca con su fragancia mentolada.
Con tal de tranquilizar a esta sangre que arde e incinera cada recóndito lugar tomo una bocanada de aire, soltándola por las fosas nasales, ahora sí que sí, soy la persona que más me ha traicionado a mí misma por ilusa, por creer y ver cosas en donde no las hay, con un posible afecto que acrecientan estos celos insalubres y derriban muros que yo misma construí para no verme así a día de hoy. Nunca me apego y si un capricho comienza a tornarse en algo más serio recojo mis pertenencias y me largo, soy consciente de ello pero por culpa de este carácter todo se ha intensificado.
Reclusa parpadeé para que las lágrimas que se resbalan por mis mejillas no fuesen vistas, la aflicción que ha creado el elfo de melena cobriza y que ha menguado mis fuerzas, escupiendo adrenalina a través de mis venas, fuego y cólera que absorben la calma y dan lugar a una tormenta, se convertirán en una manera alternativa de desahogarme. ─ ¿¡Qué rayos haces!? ─ Entre la voz aguda de película, las lágrimas que dificultan que vea con claridad y la vehemencia de atizarlo con su propio bastón, eché al lobo a uno de mis brazos con las piernas por fin en movimiento. Duele el que recuerde cada caricia, pero lo que verdaderamente me ha hecho daño es que lo haya hecho delante mía, como si le importase bien poco mi presencia.
Al lado del bardo levanto la mano exenta con la palma extendida, golpeándole uno de los omóplatos con bastante fuerza, aunque en realidad le habrá hecho cosquillas, parece que lo que tenía de fiera se ha apagado de manera definitiva y sólo quedan trazos de una apariencia frágil y mermada por la falta de seguridad, intensidad y osadía. ─ Después de haberte entregado algo que para mí era importante la noche anterior, tras tantas horas juntos al lado del fuego, tras esto... ─ Y le enseñé el dibujo que actúa como promesa entre dos elfos que comienzan a gustarse. ─ ¿Vas tú y le metes la lengua hasta la campanilla a otra sin arrepentimientos delante mía? ¿Acaso estás demente? ¡Pervertido! Sabía que no conseguiría un mínimo respeto por tu parte, pero esto es pasarse. ─ Todo viene acompañado con un llanto repentino que me asola hasta entristecerme y todo el que la vea prensará si es que la están matando sin llegar a ser tocada.
Entre pestañeos la humedad no es capaz de disiparse, así pues auxiliada por el largo del dedo índice enjuago mis dos luceros enrojecidos como ambas mejillas que permanecen escarlatas por el pudor y la desgracia de haber sido engañada. ─ Y para colmo, ─ chasqueé con la lengua, devorando a la elfa con una mirada que si matasen, ya estaría marchita y bajo tierra. ─ Con esa, ella, ¡CON ELLA! ─ Chillé, esto se va a descontrolar. ─ Me ha amenazado, le ha agredido a él y no dudaría en pegarte a ti también, aunque que voy a decirte, lo estás deseando ¿verdad? Que te pegue una buena revolcona y a mi me puedas mandar a paseo. ¿¡Pues sabes lo que te digo¡? ─ Que la que te mandará a paseo seré yo, quise decirlo en voz alta pero el encapuchado aparece nuevamente con una cubeta que apesta, actué rápido y de un empujón aparté al bardo, siendo la rubia la única bañada en una sustancia pegajosa y que olía a restos descompuestos.
No reí, ni tampoco alcé las comisuras, estoy herida, de mal humor e Iltharion tendrá sus represalias en cuanto nos despeguemos de estos dos. Con desdén tiñendo mi mirada observo a la tipeja ensuciada, el bastón se lo arrebato al trovador de un manotazo, yendo al son de esta en pos de una venganza exquisita. El largo sirvió para embestir uno de sus gemelos con toda la fuerza que obtengo del momento, tirándola al terreno embutido en la guarrería que la afea. ─ Ese color, esas formas... ─ Murmuré delante de ella, tragué saliva y con el bastón a mi lado como apoyo acerqué la bota izquierda al potingue rojizo, lanzándole al rostro una buena cantidad tras barrerla hacia la chica. ─ Van a juego con tu forma de actuar, furcia. ─ Que los ancestros me libren de mi boca malhablada y esta sensación de querer rebanarla aún cuando sé que la rubia es más fuerte y atrevida.
Dí media vuelta antes de que se levantase con los puños cerrados, los labios echados hacia afuera y los hombros encogidos por la tensión aunada a las malas pulgas. Al trovador lo agarré de la camiseta, temblando en frente suya como si todo esto por fin haya podido con mi cordura, una que desaparece al poco de haber sido ruda con la elfa llena de sobras. ─ Nos vamos. ─ Le comuniqué en un sollozo, aún llorando y sin saber como atenerme a este remolino de impresiones. El animal salta de entre mis brazos y aúlla por la gran comilona que se meterá gracias al arquero, me da igual, ya todo me da igual. Sólo quiero irme, soltar hasta la última gota guardada después de tantísimo tiempo y regañar al cobrizo durante horas hasta que aprenda que las mujeres somos delicadas, tenemos un corazón de oro y sus jueguecitos nos están oscureciendo.
Eretria Noorgard
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Re: Bébeme y que la fiesta comience.
Todo da un giro completamente inesperado, y en un abrir y cerrar de ojos se encuentra en los brazos del bardo, siendo besada con una pasión nunca antes conocida. Por fuera su cuerpo reaccionaba acariciando el cabello del elfo, mientras que por dentro la estupefacción de la ojiazul era el único sentimiento realmente reconocible para ella. Los besos que le había dado a Frederick habían sido los únicos, por lo que no había palabras para explicar lo diferente que se sentían los labios de su viejo amigo sobre los propios. Era una sensación cálida, que mostraba la experiencia que éste tenía y que bien podría dejar sin aliento a cualquiera. Sucumbir no le costaría trabajo, especialmente cuando eso era lo que su cuerpo solicitaba.
— ¡Frederick haz algo! —Gritaba desde su mente, observando todo como si se tratase de otra persona y no de ella—. Detenla…
El elfo de pronto dejó de besarle, mientras una mueca se formaba en el rostro de porcelana. ¿Acaso era obra del cazador? Por supuesto que no, eso sería como esperar que nevara en pleno verano. Más bien se trataba de la acompañante de Iltharion, quien no reparó en recriminarlo por haberle besado, en una escena de celos que la rubia reconocería perfectamente. Era como verse en un espejo desde su lugar dentro de su mente. Así es como ella se ponía cada vez que el arquero hacía algo ‘‘inocentemente’’ que terminaba lastimándole el corazón y ahora alguien más estaba sufriendo de la misma manera por su culpa. Por dentro quería arrancarse los ojos a sí misma, aunque por fuera su cuerpo solo esbozó una sonrisa ladina, como si mostrase lastima por la inocente chiquilla que lloraba a moco tendido por un hombre que la cambiaba de buenas a primeras.
Estaba a punto de mofarse de ella cuando se vio bañada en un montón de sangre y desechos animales, provenientes de quién sabe dónde. La voz de Frederick gritándole al cachorro que atacase le dio la certeza del culpable y la irá comenzó a esparcirse por todo su cuerpo. Esta había sido la última que el cazador le hacía, ahora sí lo mandaría al más allá y sin contemplaciones. Por si fuera poco, las palabras y acciones posteriores de la otra joven, solo sirvieron para hacerla enfadar aún más, mientras trataba de retirarse parte de la porquería de los ojos y así descuartizarlos a ambos. Por dentro el sentimiento de ofensa, a pesar de estar justificado por sus acciones exteriores, fue más fuerte que todo. Ella no era una furcia, inclusive seguía siendo casta y pura, por lo que la duda sobre su virginidad fue más de lo que pudo soportar. Aun así, no sabía los alcances que su cuerpo podría llegar a tomar y esa era su principal preocupación, pues no quería hacerle daño a nadie.
— ¡Frederick corre! ¡Sácala de aquí!
Quedaba claro que los métodos del cazador habían sido muy poco ortodoxos, pero en ese punto la de orbe azulados ya no se sentía segura dentro de sí y era consciente de que aquello no pasaría desapercibido por su cuerpo. Tomó la daga de Bio, enfocando su mirada primero en el cazador y luego en la chica, tratando de decidir el orden de matanza. La distancia no era mucha, por lo que, si concentraba su magia de la forma en la que Destino le enseñó, se movería con una rapidez tan envidiable que nadie notaría la causa de que ambos seres comenzaran a desangrarse. ¿Quién diría que los conocimientos aprendidos como doctora serían tan letales en esos momentos? Tal vez podría sacar el arte oculto de su familia y brindarles una muerte interna tan lenta como dolorosa. Sí, eso es sería mejor, un final digno para dos ratas asquerosas.
—A las ratas hay que exterminarlas —Apartó al cachorro con algo de brusquedad, concentrando toda su magia en los puntos clave—. Gracias hubieses dado que fuese una furcia y no alguien entrenada.
Primero lanzaría su daga hiriendo al cazador, lo que le daría la oportunidad de usar aquel horrible conocimiento de la familia principal y verlo morir frente a sus ojos de la manera más silente, para después centrarse en la otra elfa. A ella le daría un final digno de una miedica, la vería llorar y suplicar, la obligaría a besarle los pies antes de rematarla. Una sonrisa socarrona se esbozó en su rostro, dispuesta a poner en marcha su plan, pues no habían pasado más que unos breves segundos desde que profirió sus últimas palabras, cuando el bardo intervino, invitándola a acompañarla al hostal más cercano donde podría asearse de toda la porquería. Desde los recovecos de su mente Ashy suspiró aliviada de que no le hubiesen permitido perpetrar semejante calamidad, mientras trataba de instar a su cuerpo a seguir al elfo. En esos momentos alejarse de su compañero de gremio y de la elfa sería lo mejor, puesto que no creía que corriesen con la misma suerte de evadir su ira la próxima vez.
— ¡Frederick haz algo! —Gritaba desde su mente, observando todo como si se tratase de otra persona y no de ella—. Detenla…
El elfo de pronto dejó de besarle, mientras una mueca se formaba en el rostro de porcelana. ¿Acaso era obra del cazador? Por supuesto que no, eso sería como esperar que nevara en pleno verano. Más bien se trataba de la acompañante de Iltharion, quien no reparó en recriminarlo por haberle besado, en una escena de celos que la rubia reconocería perfectamente. Era como verse en un espejo desde su lugar dentro de su mente. Así es como ella se ponía cada vez que el arquero hacía algo ‘‘inocentemente’’ que terminaba lastimándole el corazón y ahora alguien más estaba sufriendo de la misma manera por su culpa. Por dentro quería arrancarse los ojos a sí misma, aunque por fuera su cuerpo solo esbozó una sonrisa ladina, como si mostrase lastima por la inocente chiquilla que lloraba a moco tendido por un hombre que la cambiaba de buenas a primeras.
Estaba a punto de mofarse de ella cuando se vio bañada en un montón de sangre y desechos animales, provenientes de quién sabe dónde. La voz de Frederick gritándole al cachorro que atacase le dio la certeza del culpable y la irá comenzó a esparcirse por todo su cuerpo. Esta había sido la última que el cazador le hacía, ahora sí lo mandaría al más allá y sin contemplaciones. Por si fuera poco, las palabras y acciones posteriores de la otra joven, solo sirvieron para hacerla enfadar aún más, mientras trataba de retirarse parte de la porquería de los ojos y así descuartizarlos a ambos. Por dentro el sentimiento de ofensa, a pesar de estar justificado por sus acciones exteriores, fue más fuerte que todo. Ella no era una furcia, inclusive seguía siendo casta y pura, por lo que la duda sobre su virginidad fue más de lo que pudo soportar. Aun así, no sabía los alcances que su cuerpo podría llegar a tomar y esa era su principal preocupación, pues no quería hacerle daño a nadie.
— ¡Frederick corre! ¡Sácala de aquí!
Quedaba claro que los métodos del cazador habían sido muy poco ortodoxos, pero en ese punto la de orbe azulados ya no se sentía segura dentro de sí y era consciente de que aquello no pasaría desapercibido por su cuerpo. Tomó la daga de Bio, enfocando su mirada primero en el cazador y luego en la chica, tratando de decidir el orden de matanza. La distancia no era mucha, por lo que, si concentraba su magia de la forma en la que Destino le enseñó, se movería con una rapidez tan envidiable que nadie notaría la causa de que ambos seres comenzaran a desangrarse. ¿Quién diría que los conocimientos aprendidos como doctora serían tan letales en esos momentos? Tal vez podría sacar el arte oculto de su familia y brindarles una muerte interna tan lenta como dolorosa. Sí, eso es sería mejor, un final digno para dos ratas asquerosas.
—A las ratas hay que exterminarlas —Apartó al cachorro con algo de brusquedad, concentrando toda su magia en los puntos clave—. Gracias hubieses dado que fuese una furcia y no alguien entrenada.
Primero lanzaría su daga hiriendo al cazador, lo que le daría la oportunidad de usar aquel horrible conocimiento de la familia principal y verlo morir frente a sus ojos de la manera más silente, para después centrarse en la otra elfa. A ella le daría un final digno de una miedica, la vería llorar y suplicar, la obligaría a besarle los pies antes de rematarla. Una sonrisa socarrona se esbozó en su rostro, dispuesta a poner en marcha su plan, pues no habían pasado más que unos breves segundos desde que profirió sus últimas palabras, cuando el bardo intervino, invitándola a acompañarla al hostal más cercano donde podría asearse de toda la porquería. Desde los recovecos de su mente Ashy suspiró aliviada de que no le hubiesen permitido perpetrar semejante calamidad, mientras trataba de instar a su cuerpo a seguir al elfo. En esos momentos alejarse de su compañero de gremio y de la elfa sería lo mejor, puesto que no creía que corriesen con la misma suerte de evadir su ira la próxima vez.
Ashryn Elaynor
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Re: Bébeme y que la fiesta comience.
Las caricias de la rubia sobre la melena cobriza agradaron al trovador, quien no quería montar mas espectáculo que aquel en la plaza, y se hallaba por invitar a la muchacha a tomar algo lejos de las indiscretas miradas de los aldeanos, cuando la situación volvió a tomar un giro inesperado.
El tono agudo de aquel reclamo hizo que el bardo tardara uno segundos en asociar aquella voz a la de la elfa de mal carácter que ahora se mostraba pésimo de una forma completamente distinta.
El pelirrojo se volteó, encarando a la muchacha desde su magna altura y con el rostro completamente neutro. Su mirada semi entornada, escrutándola con la exigencia de pedir una explicación para semejante comportamiento se volvió gélida por momentos, y mas filosa a cada palabra que salia entre sollozos de aquella joven quebrada que, horas antes, había sido una envidiable guerrera.
El golpe no lo había sacudido tanto como las palabras, y en el fondo de sus luceros no se veía dolor, o ira, si no mas bien una chispa de decepción al escuchar semejantes reclamos. Y con un gesto presto, grácil pero exento de toda delicadeza, agarró por la muñeca la mano con la que le golpe la joven con una firmeza lacerante.
-No tienes derecho alguno a hacerme reclamos, mucho menos en esos modos. Tuviste lo que quisiste, y te he mostrado la deferencia de no querer atarte ni comprometerte a una vida que clamaste nunca haber ansiado.-Las palabras del bardo eran tan neutras que casi asombraba la carencia de emoción en su voz. Su tono, bajo pero claro, porque se lo dirigía solo a ella, y el resto del pueblo no tenían porque saber que clase de vida tenía la elfa, seguía sonando grave, pero tan helado como la tundra en pleno invierno.-Te jactaste de conocer mis ansias, y de poseer las propias, de la idea de mis propios abandonos en un futuro, y te recreaste en esa idea sin que nadie hubiera pedido por ella. Así que ahora no me vengas con milongas, con una entrega que no nos prometimos, y con un falso respeto que no es para mi tal cosa, y no era para ti eso la pasada noche. Que si quiero o no pernoctar con una vieja amiga no serás tu quien me lo impida, ni mucho menos con una actitud de una esposa que no eres, por lo menos no mía.-Iltharion soltó el brazo de la muchacha, atento a que esta no volviera a golpearlo, no por dolor, si no por una cuestión de dignidad.
El hijo de los bosques estaba a punto de responder al comentario sobre las agresiones, que ella le había propiciado a el sin ningún reparo, y su violencia que ahora reclamaba de la otra cuando notó el empujón que lo apartó de la trayectoria de la cubeta de vísceras.
Por el asombro que la elfa pudo arrebatarle el bastón sin casi resistencia, mientras el trovador observaba anonadado al humano subido en el tejado triunfal con la cubeta, y la escena resultante que auguraba un nefasto final tanto para Eretria como para aquel mocoso perturbado, que era muy necio pero a su vez, tenía que reconocerle, poseía una asombrosa inventiva.
Por si fuera poco, la elfa de tez tostada fue a ponerle la guinda a apalear a la rubia con el bastón y tras propinarle algún que otro insulto, a intentar llevarlo de la camisa vete a tu a saber donde.
El elfo se soltó, dispuesto a no alimentar esa falsa idea que la joven parecía haber cultivado para sus adentros de que el era msa que un compañero pasajero.
-No, te vas tu, a buscar a esa loca amiga tuya de los potingues a ver que te ha hecho para que te comportes de este modo extraño, pues o algo te está pasando o eres la mejor actriz que he conocido. Yo me voy a arreglar este estropicio de mientras, porque si por un choque te pusieron una daga al cuello, después de lo de ahora no llegas a ver el alba de mañana.-Ordenó el bardo, porque su tono severo no daba pie a discusión alguna, mientras se zafaba del agarre de la morena para dirigirse hacia donde la rubia ya asía la daga en busca de venganza.
Iltharion colocó una mano sobre aquella con la que Ashryn asía el acero, ignorando el pestilente olor de las vísceras, y la viscosidad de la sangre y los órganos licuados por el impacto que barnizaban su piel.
-Ashryn.-La llamó antes que nada para desviar su atención, del humano no que le traía al fresco, pero si de la elfa de tez tostada, que por mucho que le hubiera tocado soberanamente los cojones, le seguía cayendo en gracia.-Debe de haber una posada cercana, seguro que podemos pedir que te preparen un baño, y aunque no es mucho puedo prestarte algo de ropa mientras la tuya la lavan.-Le ofreció a la muchacha, y nada mas aceptó empezó a guiarla calle principal a bajo, buscando en los carteles que pendían de las fachadas el símbolo de una jarra.
Rodeó la espalda de ella con el brazo cuidando de que la tela de la manga no tocase su espalda, así aun dispondría de algo de ropa limpia para la muchacha, y colocó dicha mano sobre su hombro contrario para guiarla por el pavimentado camino, hasta detenerse en la doble puerta del hostal del pueblo.
"La Ardilla borracha" Rezaba el cartel de la puerta, en donde dicho roedor se abrazaba a una espumosa jarra de cerveza, todo en tallas de madera que pendían de dos cadenas chirriantes y anunciaban a locales y visitantes el local mas concurrido de la aldea.
El aski de pelo rojizo emergió ante aquel olor del morral de su dueño, se escurrió fuera del mismo, y empezó a saltironar a los pies del monstruo del pantano de las visceras, robando pedazos de hígado y de otras sustancias que pendían de sus ropas, e incluso lamiendo las propias telas empapadas en sangre y jugos con un jubilo notable. Sus ojos de un intenso turquesa brillaban orondos e inmensos ante tal festín.
El tono agudo de aquel reclamo hizo que el bardo tardara uno segundos en asociar aquella voz a la de la elfa de mal carácter que ahora se mostraba pésimo de una forma completamente distinta.
El pelirrojo se volteó, encarando a la muchacha desde su magna altura y con el rostro completamente neutro. Su mirada semi entornada, escrutándola con la exigencia de pedir una explicación para semejante comportamiento se volvió gélida por momentos, y mas filosa a cada palabra que salia entre sollozos de aquella joven quebrada que, horas antes, había sido una envidiable guerrera.
El golpe no lo había sacudido tanto como las palabras, y en el fondo de sus luceros no se veía dolor, o ira, si no mas bien una chispa de decepción al escuchar semejantes reclamos. Y con un gesto presto, grácil pero exento de toda delicadeza, agarró por la muñeca la mano con la que le golpe la joven con una firmeza lacerante.
-No tienes derecho alguno a hacerme reclamos, mucho menos en esos modos. Tuviste lo que quisiste, y te he mostrado la deferencia de no querer atarte ni comprometerte a una vida que clamaste nunca haber ansiado.-Las palabras del bardo eran tan neutras que casi asombraba la carencia de emoción en su voz. Su tono, bajo pero claro, porque se lo dirigía solo a ella, y el resto del pueblo no tenían porque saber que clase de vida tenía la elfa, seguía sonando grave, pero tan helado como la tundra en pleno invierno.-Te jactaste de conocer mis ansias, y de poseer las propias, de la idea de mis propios abandonos en un futuro, y te recreaste en esa idea sin que nadie hubiera pedido por ella. Así que ahora no me vengas con milongas, con una entrega que no nos prometimos, y con un falso respeto que no es para mi tal cosa, y no era para ti eso la pasada noche. Que si quiero o no pernoctar con una vieja amiga no serás tu quien me lo impida, ni mucho menos con una actitud de una esposa que no eres, por lo menos no mía.-Iltharion soltó el brazo de la muchacha, atento a que esta no volviera a golpearlo, no por dolor, si no por una cuestión de dignidad.
El hijo de los bosques estaba a punto de responder al comentario sobre las agresiones, que ella le había propiciado a el sin ningún reparo, y su violencia que ahora reclamaba de la otra cuando notó el empujón que lo apartó de la trayectoria de la cubeta de vísceras.
Por el asombro que la elfa pudo arrebatarle el bastón sin casi resistencia, mientras el trovador observaba anonadado al humano subido en el tejado triunfal con la cubeta, y la escena resultante que auguraba un nefasto final tanto para Eretria como para aquel mocoso perturbado, que era muy necio pero a su vez, tenía que reconocerle, poseía una asombrosa inventiva.
Por si fuera poco, la elfa de tez tostada fue a ponerle la guinda a apalear a la rubia con el bastón y tras propinarle algún que otro insulto, a intentar llevarlo de la camisa vete a tu a saber donde.
El elfo se soltó, dispuesto a no alimentar esa falsa idea que la joven parecía haber cultivado para sus adentros de que el era msa que un compañero pasajero.
-No, te vas tu, a buscar a esa loca amiga tuya de los potingues a ver que te ha hecho para que te comportes de este modo extraño, pues o algo te está pasando o eres la mejor actriz que he conocido. Yo me voy a arreglar este estropicio de mientras, porque si por un choque te pusieron una daga al cuello, después de lo de ahora no llegas a ver el alba de mañana.-Ordenó el bardo, porque su tono severo no daba pie a discusión alguna, mientras se zafaba del agarre de la morena para dirigirse hacia donde la rubia ya asía la daga en busca de venganza.
Iltharion colocó una mano sobre aquella con la que Ashryn asía el acero, ignorando el pestilente olor de las vísceras, y la viscosidad de la sangre y los órganos licuados por el impacto que barnizaban su piel.
-Ashryn.-La llamó antes que nada para desviar su atención, del humano no que le traía al fresco, pero si de la elfa de tez tostada, que por mucho que le hubiera tocado soberanamente los cojones, le seguía cayendo en gracia.-Debe de haber una posada cercana, seguro que podemos pedir que te preparen un baño, y aunque no es mucho puedo prestarte algo de ropa mientras la tuya la lavan.-Le ofreció a la muchacha, y nada mas aceptó empezó a guiarla calle principal a bajo, buscando en los carteles que pendían de las fachadas el símbolo de una jarra.
Rodeó la espalda de ella con el brazo cuidando de que la tela de la manga no tocase su espalda, así aun dispondría de algo de ropa limpia para la muchacha, y colocó dicha mano sobre su hombro contrario para guiarla por el pavimentado camino, hasta detenerse en la doble puerta del hostal del pueblo.
"La Ardilla borracha" Rezaba el cartel de la puerta, en donde dicho roedor se abrazaba a una espumosa jarra de cerveza, todo en tallas de madera que pendían de dos cadenas chirriantes y anunciaban a locales y visitantes el local mas concurrido de la aldea.
El aski de pelo rojizo emergió ante aquel olor del morral de su dueño, se escurrió fuera del mismo, y empezó a saltironar a los pies del monstruo del pantano de las visceras, robando pedazos de hígado y de otras sustancias que pendían de sus ropas, e incluso lamiendo las propias telas empapadas en sangre y jugos con un jubilo notable. Sus ojos de un intenso turquesa brillaban orondos e inmensos ante tal festín.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Bébeme y que la fiesta comience.
El plan de las tripas había sido un total triunfo, otra meta lograda en mi vida, bueno… la primer cosa que hacía bien en la vida por el momento, aunque no me gusta cantar victoria por mucho tiempo ya que siempre que creo que algo me resulta termina empeorando. Afortunadamente la cuidadora de cachorros apartó a la victima de Ashryn, así la rubia sería la única afectada por los desperdicios. Admito que la cosa se salió un poco de control cuando la compañera del elfo remató a Ashryn, yo solo había querido llenarla de porquería para que tuviese mal olor, no que le pegaran “Muy bien Fred, si ves, por eso es que nadie te pide ayuda nunca.”
Bajé con cuidado del techo, esta vez había aceptado que me había excedido quizá un poco… aunque ella se lo tenía merecido por haber ofendido a Iliaki, pero aun así me había excedido. El problema fue su mirada y la daga que tenía en manos, al fin iba a suceder, por segunda vez ese día estaba seguro que la elfa me apuñalaría hasta que yo quedara hecho pulpa de lechuga.
Llevé la mirada a la pareja de elfos, al menos ellos se iban a retirar y no observarían como el pobre Fred terminaba con la boca llena de moscas detrás de unas cajas. “Un momento ¿Por qué demonios no se van?" Ahora era el de cabello rojo quien regañaba a la cuidadora de mi amigo canino, una maravilla.
- ¡Cuidado con Astaroth! – Fue mi única queja ante el chillido del animal, me daba igual que me hubiese llamado rata, hasta daba igual que estuviese soltando impropiedades cada segundo… pero patear al lobo “Y pensar que me prohibía matar conejos.” Momento… aquello era cierto, Ashryn quizá podía ser alguien que chupara almas pero si sabía bien algo es que no hería animales, lo tuve claro desde el primer momento donde casi me mata por estar cazando, algo raro pasaba ¿Cómo había sido tan idiota como para no fijarme?
Mi muerte anunciada había sido detenida gracias al pelirrojo, por segunda vez en el día me salvaba, se podía decir que estábamos a mano. Lo peor de todo es que el maldito elfo era masoquista, seguía acercándose a Ashryn para que le robara cada gota de su ser “Maldito seas, ¿Acaso no aprecias tu vida? “ Así no tenía sentido, por mucho que me esforzara el seguiría y seguiría.
No tenía nuevos planes para intervenir esta vez, ya me estaba quedando sin ideas, me resigné a ver como la víctima se llevaba a su asesina lejos del lugar. Pasé las manos por mi rostro suspirando sin saber qué hacer, estaba fallando mi promesa, estaba quedando como un total inútil ante el mundo.
- Lo siento chico, ella no era así. – Dije mientras me arrodillaba ante el lobo y lo cargaba, ahora estaba cojeando a causa de la agresividad de Ashryn… pero eso no era normal, Ashryn no hería animales y a decir verdad ahora que me detenía a pensarlo, ella adoraba a Iliaki ¿Entonces que sucedía? Todo el día había estado normal ¿Por qué ahora estaba así?
Giré la mirada para contemplar como la compañera del elfo se había quedado sola, parecía herida de cierto modo, quizá las palabras que había recibido no habían sido buenas… “Espera Fred, detengámonos a pensar un momento. Tenemos a una chica sollozando frente nuestro a causa del elfo, Ashryn se fue con el sujeto ¿Cuándo se dio el cambio de Ashryn? Cuando se encontró con su conocido… eso significa que…” Oh no, no no no, todo este tiempo había estado equivocado, no era el elfo quien necesitaba ser protegido de mi compañera, era ella quien debía ser protegida.
Todo resultaba obvio, era otro chupa almas, quien sabe que había hecho para mover el frágil y manipulable cerebro de Ash, era él a quien tuve que haber bañado de porquería “Eres un total idiota.” Sí, eso lo sabía bien.
- Astaroth, nuevamente solo nosotros podemos cambiar las cosas. – Cargué al lobito frente a mi cara sacudiéndolo, bien, me gruñó, aquello no le agradaba.
Necesitaba un plan rápido, improvisar era lo mío, ya había gastado recursos físicos ¿Qué me quedaba? Quizá actuar… ¿Pero actuar como? Los nobles solían hacer numeritos de parejas, quizá si me rebajaba a aquello y me comportaba como un noble celoso “Ya jodiste todo desde el inicio, dudo que pueda irse a peores.”
Pero claro, mi plan no serviría si iba yo solo con Astaroth, necesitaba algo para que todo pareciere más real, algo que dijese “Demonios, realmente este chico se siente así.” Y creo que lo tenía, la elfa, ambos podíamos sacar provecho del asunto si era así… aunque no podía decirle mi plan.
- Parece que no tenemos nada que hacer. – Comenté cuando estuve lo suficientemente cerca de la joven herida. – Aunque me parece ciertamente injusto, te preocupaste por él y aun así te trató así, muy mal. – Ya me sentía algo hipócrita, muchas veces también había hecho llorar a Ashryn pero en mi defensa no había sido intencionalmente. – Y además se digna en llevarse a mi compañera ¿Cómo se atreve? – Y allí comenzaba mi plan. – Yo ni loco planeo dejar que esto se quede así, quizá ella pueda ser chillona, agresiva, sentimental y muchas cosas más pero aun así estaba conmigo, y no pienso dejar que solo la arrebaté porque si, tú no deberías dejar tampoco que te quiten lo tuyo y exigir una disculpa por la manera en la que te trató. – Tomé de la muñeca a la chica y caminé con paso decidido en la dirección donde el cruel pelirrojo engatusador se había ido con la elfa del cerebro lavado. – Y justamente eso haremos, luchar por lo nuestro.
Otra persona hubiese sido más consciente y le hubiese secado las lágrimas a la cuidadora de cachorros, pero yo no era consciente y veía aquello como un detalle menor, ya podría sacárselas ella con la mano libre, yo estaba muy ocupado guiándola y cargando a mi amigo Astaroth.
- ¡Alto allí, par de sabandijas! - ¿Aquello era algo que diría un noble? Ni idea, pero quedaba bien. – O mejor dicho, alto allí bribón. – “Si, aquello quedaba mucho mejor.” – Como os atrevéis a ofender a vuestra compañera y dejarla herida en medio de la muchedumbre, ¿Acaso no tenéis agallas como para cuidar a quien lo merece? ¡Y alejad tus sucias y pútridas manos de mi sucia Ashryn! - No, aquello sonaba mal, debía arreglarlo rápido. – Digo, de mi olorosa compañera, así mejor.
Bien, la escenita noble ya me había salido, ahora solo me quedaba saber cómo proseguir… no tenía guante alguno para abofetear al elfo y tampoco una espada para apuñalarlo y declararle un duelo… oh, un momento. Saqué una ardilla de mi bolsa y la alejé rápidamente de las fauces de Astaroth. Soltando a la elfa herida y caminando directamente con la cabeza levantada me acerqué al elfo, antes de siquiera poder saber si lo que hacía era una buena idea lo abofeteé 2 veces con la ardilla, una ardillazo en cada mejilla para que supiera que aquello no era broma... aunque, quizá si lo era.
- ¿Acaso planeas que puedes tomar lo que no te pertenece “cara bonita”? Pues si es así estamos mal. –Haciendo presión en el pecho del elfo con uno de mis dedos lo aparté de Ashryn, no sabía cuanta distancia iba a ser necesaria para que la elfa saliera del trance y regresara a ser la misma. – Y si piensas romperme la nariz te tengo una noticia, ya me la partieron, así que búscate algo mejor. – Notando que había una especie da gato comiendo la porquería que llevaba Ash encima aproveché para darle trabajo también a Astaroth, le dirigí la cabeza al felino y sin dudarlo mi amigo canino comenzó a gruñir, clara señal para dejarlo libre en el suelo e hiciera de las suyas. – Así que bien espero que tengas claro elfo de poca monta, no quiero vuestras asquerosas manos cerca de Ashryn.
Giré la vista esperando que la elfa lastimada también le reclamara o algo por el estilo, sabía que de todos modos perdería un diente por mis palabras pero si lo hacía al menos que no fuese en vano, necesitaba el tiempo necesario para alejar a mi compañera de allí y quizá dejarla inconsciente hasta que se le pasara la mala conducta… o mejor aún, esperaba no estar equivocándome en todo aquello.
Bajé con cuidado del techo, esta vez había aceptado que me había excedido quizá un poco… aunque ella se lo tenía merecido por haber ofendido a Iliaki, pero aun así me había excedido. El problema fue su mirada y la daga que tenía en manos, al fin iba a suceder, por segunda vez ese día estaba seguro que la elfa me apuñalaría hasta que yo quedara hecho pulpa de lechuga.
Llevé la mirada a la pareja de elfos, al menos ellos se iban a retirar y no observarían como el pobre Fred terminaba con la boca llena de moscas detrás de unas cajas. “Un momento ¿Por qué demonios no se van?" Ahora era el de cabello rojo quien regañaba a la cuidadora de mi amigo canino, una maravilla.
- ¡Cuidado con Astaroth! – Fue mi única queja ante el chillido del animal, me daba igual que me hubiese llamado rata, hasta daba igual que estuviese soltando impropiedades cada segundo… pero patear al lobo “Y pensar que me prohibía matar conejos.” Momento… aquello era cierto, Ashryn quizá podía ser alguien que chupara almas pero si sabía bien algo es que no hería animales, lo tuve claro desde el primer momento donde casi me mata por estar cazando, algo raro pasaba ¿Cómo había sido tan idiota como para no fijarme?
Mi muerte anunciada había sido detenida gracias al pelirrojo, por segunda vez en el día me salvaba, se podía decir que estábamos a mano. Lo peor de todo es que el maldito elfo era masoquista, seguía acercándose a Ashryn para que le robara cada gota de su ser “Maldito seas, ¿Acaso no aprecias tu vida? “ Así no tenía sentido, por mucho que me esforzara el seguiría y seguiría.
No tenía nuevos planes para intervenir esta vez, ya me estaba quedando sin ideas, me resigné a ver como la víctima se llevaba a su asesina lejos del lugar. Pasé las manos por mi rostro suspirando sin saber qué hacer, estaba fallando mi promesa, estaba quedando como un total inútil ante el mundo.
- Lo siento chico, ella no era así. – Dije mientras me arrodillaba ante el lobo y lo cargaba, ahora estaba cojeando a causa de la agresividad de Ashryn… pero eso no era normal, Ashryn no hería animales y a decir verdad ahora que me detenía a pensarlo, ella adoraba a Iliaki ¿Entonces que sucedía? Todo el día había estado normal ¿Por qué ahora estaba así?
Giré la mirada para contemplar como la compañera del elfo se había quedado sola, parecía herida de cierto modo, quizá las palabras que había recibido no habían sido buenas… “Espera Fred, detengámonos a pensar un momento. Tenemos a una chica sollozando frente nuestro a causa del elfo, Ashryn se fue con el sujeto ¿Cuándo se dio el cambio de Ashryn? Cuando se encontró con su conocido… eso significa que…” Oh no, no no no, todo este tiempo había estado equivocado, no era el elfo quien necesitaba ser protegido de mi compañera, era ella quien debía ser protegida.
Todo resultaba obvio, era otro chupa almas, quien sabe que había hecho para mover el frágil y manipulable cerebro de Ash, era él a quien tuve que haber bañado de porquería “Eres un total idiota.” Sí, eso lo sabía bien.
- Astaroth, nuevamente solo nosotros podemos cambiar las cosas. – Cargué al lobito frente a mi cara sacudiéndolo, bien, me gruñó, aquello no le agradaba.
Necesitaba un plan rápido, improvisar era lo mío, ya había gastado recursos físicos ¿Qué me quedaba? Quizá actuar… ¿Pero actuar como? Los nobles solían hacer numeritos de parejas, quizá si me rebajaba a aquello y me comportaba como un noble celoso “Ya jodiste todo desde el inicio, dudo que pueda irse a peores.”
Pero claro, mi plan no serviría si iba yo solo con Astaroth, necesitaba algo para que todo pareciere más real, algo que dijese “Demonios, realmente este chico se siente así.” Y creo que lo tenía, la elfa, ambos podíamos sacar provecho del asunto si era así… aunque no podía decirle mi plan.
- Parece que no tenemos nada que hacer. – Comenté cuando estuve lo suficientemente cerca de la joven herida. – Aunque me parece ciertamente injusto, te preocupaste por él y aun así te trató así, muy mal. – Ya me sentía algo hipócrita, muchas veces también había hecho llorar a Ashryn pero en mi defensa no había sido intencionalmente. – Y además se digna en llevarse a mi compañera ¿Cómo se atreve? – Y allí comenzaba mi plan. – Yo ni loco planeo dejar que esto se quede así, quizá ella pueda ser chillona, agresiva, sentimental y muchas cosas más pero aun así estaba conmigo, y no pienso dejar que solo la arrebaté porque si, tú no deberías dejar tampoco que te quiten lo tuyo y exigir una disculpa por la manera en la que te trató. – Tomé de la muñeca a la chica y caminé con paso decidido en la dirección donde el cruel pelirrojo engatusador se había ido con la elfa del cerebro lavado. – Y justamente eso haremos, luchar por lo nuestro.
Otra persona hubiese sido más consciente y le hubiese secado las lágrimas a la cuidadora de cachorros, pero yo no era consciente y veía aquello como un detalle menor, ya podría sacárselas ella con la mano libre, yo estaba muy ocupado guiándola y cargando a mi amigo Astaroth.
- ¡Alto allí, par de sabandijas! - ¿Aquello era algo que diría un noble? Ni idea, pero quedaba bien. – O mejor dicho, alto allí bribón. – “Si, aquello quedaba mucho mejor.” – Como os atrevéis a ofender a vuestra compañera y dejarla herida en medio de la muchedumbre, ¿Acaso no tenéis agallas como para cuidar a quien lo merece? ¡Y alejad tus sucias y pútridas manos de mi sucia Ashryn! - No, aquello sonaba mal, debía arreglarlo rápido. – Digo, de mi olorosa compañera, así mejor.
Bien, la escenita noble ya me había salido, ahora solo me quedaba saber cómo proseguir… no tenía guante alguno para abofetear al elfo y tampoco una espada para apuñalarlo y declararle un duelo… oh, un momento. Saqué una ardilla de mi bolsa y la alejé rápidamente de las fauces de Astaroth. Soltando a la elfa herida y caminando directamente con la cabeza levantada me acerqué al elfo, antes de siquiera poder saber si lo que hacía era una buena idea lo abofeteé 2 veces con la ardilla, una ardillazo en cada mejilla para que supiera que aquello no era broma... aunque, quizá si lo era.
- ¿Acaso planeas que puedes tomar lo que no te pertenece “cara bonita”? Pues si es así estamos mal. –Haciendo presión en el pecho del elfo con uno de mis dedos lo aparté de Ashryn, no sabía cuanta distancia iba a ser necesaria para que la elfa saliera del trance y regresara a ser la misma. – Y si piensas romperme la nariz te tengo una noticia, ya me la partieron, así que búscate algo mejor. – Notando que había una especie da gato comiendo la porquería que llevaba Ash encima aproveché para darle trabajo también a Astaroth, le dirigí la cabeza al felino y sin dudarlo mi amigo canino comenzó a gruñir, clara señal para dejarlo libre en el suelo e hiciera de las suyas. – Así que bien espero que tengas claro elfo de poca monta, no quiero vuestras asquerosas manos cerca de Ashryn.
Giré la vista esperando que la elfa lastimada también le reclamara o algo por el estilo, sabía que de todos modos perdería un diente por mis palabras pero si lo hacía al menos que no fuese en vano, necesitaba el tiempo necesario para alejar a mi compañera de allí y quizá dejarla inconsciente hasta que se le pasara la mala conducta… o mejor aún, esperaba no estar equivocándome en todo aquello.
Fredericksen
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Re: Bébeme y que la fiesta comience.
Jamás pensé que se rebelaría de tal forma, afianzado a mi muñeca la cual presiona sin miramientos cada una de sus palabras dejaron un vacío en el interior de un pecho enmarañado, la mirada distinguida del elfo recorría la mía, una que andaba avivada hasta que logró enfriarme la cabeza y romperme el corazón. No le conozco, hemos pasado poco tiempo juntos y aún así creí en una cercanía que no existió nunca, como si fuese tan sólo una historieta fantástica que me he creado para permitirme ser feliz y querida una segunda vez, vez en la que no tendría que huir para dejar una satisfacción a mi sombra perpetua.
Iltharion de pronto se ve gigantesco y aterrador, cada término es como una jarra de agua fría en contra de unos sentimientos cálidos, los apaga con crueldad y en su mirada mesurada soy consciente de que no hay un mínimo de culpabilidad. La garganta de un momento a otro se me cerró, evitando que siguiese con un discurso que realmente no siento, todo esto es una faceta que no me pertenece y aún así profundiza hasta herir un orgullo que ningún estúpido se atrevería a lastimar por su propio bienestar. Seré clara y es que no esperé que me regañase, tan sólo que se disculpase, esperaba que dijese que se había equivocado, que ese beso no fue intencionado y que la diferencia la hago yo como mujer, no la rubia embutida en despojos.
─ ¿Has acabado? ─ La voz me tiembla al igual que la mano que por ende, termina soltando. Tanto el muslo como la palma lesionada no son comparativos para este pecho que sin venir a cuento va resquebrajando a Eretria, en el interior de dicha burbuja la guerrera descansa y a pesar de cada uno de los esfuerzos por salir a flote y volver a sentir el retiro de emociones extintas y vivir, vivir sin ataduras y sin apegos repulsivos hacia el cobrizo o a cualquier otro hombre continúa adormecida por la poción de la anciana. ─ Fue un error dejarte entrar al campamento y otro muy grande haber estado contigo, ¿y sabes qué? Duerme con quien te apetezca, me da igual, no mereces mi aprecio, ni siquiera lo poco que estoy sintiendo y de lo cual me estoy arrepintiendo. ─ Envidio su libertad y lo caradura que se presenta con total sinceridad, un aspecto nuevo del elfo que me aterroriza.
Y tras el arrebato en contra de la rubia estaba claro que iría en su rescate, todo un héroe de pacotilla. Después del espectáculo y el haberle rechazado de la misma forma que lo hizo el bardo con mi persona, noté el pecado de haber sido severa y el desliz que intentar arreglarlo llevándolo conmigo a la fuerza. No sólo quiere que me cruce con la plena soledad sino que acepta la posibilidad de que no sea yo misma y aún así, prefiera estar con la otra y desatenderme. ─ Bien, ¡Bien! ¡A la mierda todo! Me iré ¿no es eso lo que quieres, lo que todos queréis? Pues venga, llévate a la furcia y que os divirtáis. ─ Fin, cogí cierta carrerilla y a pauso raudo sin importar cuanto duela me alejé.
Y me alejé para volver otra vez al son del elfo cobrizo, de la apestosa y del humano porque débil siquiera soy capaz de actuar conforme a lo que digo en alto. Menuda sorpresa recibí al ver como Iltharion se llevaba a la muchacha, no me merece, ni a mi, ni a la elfa, ni a ninguna mujer después de ver sus verdaderos colores. Las lágrimas terminan secas porque el llorar no arreglará la marabunta de sensaciones ni cómo en cinco segundos he visto un precipicio para lanzarme en cuerpo y mente. El encapuchado se acerca a mi vera y yo le muestro un rostro tres tonos más pálidos, agotado y sin ganas de seguir luchando por conseguir ser reconocida como la única.
─ Ya da igual, supongo que como él hay muchos en el mundo y tras engañarme, he aprendido la lección. ─ Los brazos los llevo a mi regazo, entrejuntados, la herida vendada de la palma voy presionándola, porque el dolor es lo que me mantiene despierta y en lo que me cobijaré durante estos días de penuria. ─ Bueno, es un elfo liberal y tu compañera una puta. ─ Solté de sopetón, dando un bote en el sitio, tapándome los labios con puro asombro. ─ L-lo siento... no quise decir eso, es sólo que no puedo controlar lo que digo ahora mismo. ─ Con una disculpa que espero que acepte él se refiere a sí mismo como un hombre fiel que luchará por su dama aún cuando ésta quiera pasarlo pipa con un cualquiera. ─ ¿Eh? pero él no es m-.. ─ Aferrada de la muñeca trazamos un nuevo camino, uno que no estoy preparada a afrontar todavía.
─ ¡No! ─ No, no no, son sabandijas como bien ha descrito y por esa razón no deberíamos seguirlos. Me encantaría estar fuera del poblado, observando paisajes de belleza significativa y no verme en este embrollo que con cada paso que damos, retrocedemos unos cuantos para acabar atizados entre nosotros o haciéndonos daño. Callada aguardé a que el humano se diese a conocer, inflase pecho y se encarase con el elfo por aquella llena de vísceras, al menos tenía valor y supo decir todo aquello que habrá guardado durante mucho tiempo. Es tan caballeroso y amable que no entiendo porque se siente atraído por la rubia, su comportamiento de víbora es todo lo contrario a lo que él necesita.
Los luceros los abrí como platos cuando abofeteó a Iltharion con una ardilla, ¡eso no me lo esperaba! ─ ¡Eh! ─ Le insté. ─ ¡Pero no le pegues! ─ Estoy enfadada, pero a su vez quiero defender al de melena cobriza, pero menuda tonta. Se merece un buen par de bofetadas y con la mano en vez de con un animal muerto. El arquero defiende lo suyo a capa y espada pero no sé yo si ahora, después de vérselas con el trovador saldrá ileso, que ya de por sí me entristece verle con el rostro apaleado por a saber que nombre. ─ Es mejor que nos vayamos, la gente como ellos. ─ Los señalé. ─ Son muy diferentes a nosotros, no comprenderían el porque nos comportamos así, déjala ir, tu mereces a una chica más acorde a tus buenas intenciones. ─ Con cierto desdén repaso a la muchacha, todo esto está pasando por ella y que los ancestros la libren de mis agravios cuando vuelva a ser una guerrera belicosa.
Iltharion de pronto se ve gigantesco y aterrador, cada término es como una jarra de agua fría en contra de unos sentimientos cálidos, los apaga con crueldad y en su mirada mesurada soy consciente de que no hay un mínimo de culpabilidad. La garganta de un momento a otro se me cerró, evitando que siguiese con un discurso que realmente no siento, todo esto es una faceta que no me pertenece y aún así profundiza hasta herir un orgullo que ningún estúpido se atrevería a lastimar por su propio bienestar. Seré clara y es que no esperé que me regañase, tan sólo que se disculpase, esperaba que dijese que se había equivocado, que ese beso no fue intencionado y que la diferencia la hago yo como mujer, no la rubia embutida en despojos.
─ ¿Has acabado? ─ La voz me tiembla al igual que la mano que por ende, termina soltando. Tanto el muslo como la palma lesionada no son comparativos para este pecho que sin venir a cuento va resquebrajando a Eretria, en el interior de dicha burbuja la guerrera descansa y a pesar de cada uno de los esfuerzos por salir a flote y volver a sentir el retiro de emociones extintas y vivir, vivir sin ataduras y sin apegos repulsivos hacia el cobrizo o a cualquier otro hombre continúa adormecida por la poción de la anciana. ─ Fue un error dejarte entrar al campamento y otro muy grande haber estado contigo, ¿y sabes qué? Duerme con quien te apetezca, me da igual, no mereces mi aprecio, ni siquiera lo poco que estoy sintiendo y de lo cual me estoy arrepintiendo. ─ Envidio su libertad y lo caradura que se presenta con total sinceridad, un aspecto nuevo del elfo que me aterroriza.
Y tras el arrebato en contra de la rubia estaba claro que iría en su rescate, todo un héroe de pacotilla. Después del espectáculo y el haberle rechazado de la misma forma que lo hizo el bardo con mi persona, noté el pecado de haber sido severa y el desliz que intentar arreglarlo llevándolo conmigo a la fuerza. No sólo quiere que me cruce con la plena soledad sino que acepta la posibilidad de que no sea yo misma y aún así, prefiera estar con la otra y desatenderme. ─ Bien, ¡Bien! ¡A la mierda todo! Me iré ¿no es eso lo que quieres, lo que todos queréis? Pues venga, llévate a la furcia y que os divirtáis. ─ Fin, cogí cierta carrerilla y a pauso raudo sin importar cuanto duela me alejé.
Y me alejé para volver otra vez al son del elfo cobrizo, de la apestosa y del humano porque débil siquiera soy capaz de actuar conforme a lo que digo en alto. Menuda sorpresa recibí al ver como Iltharion se llevaba a la muchacha, no me merece, ni a mi, ni a la elfa, ni a ninguna mujer después de ver sus verdaderos colores. Las lágrimas terminan secas porque el llorar no arreglará la marabunta de sensaciones ni cómo en cinco segundos he visto un precipicio para lanzarme en cuerpo y mente. El encapuchado se acerca a mi vera y yo le muestro un rostro tres tonos más pálidos, agotado y sin ganas de seguir luchando por conseguir ser reconocida como la única.
─ Ya da igual, supongo que como él hay muchos en el mundo y tras engañarme, he aprendido la lección. ─ Los brazos los llevo a mi regazo, entrejuntados, la herida vendada de la palma voy presionándola, porque el dolor es lo que me mantiene despierta y en lo que me cobijaré durante estos días de penuria. ─ Bueno, es un elfo liberal y tu compañera una puta. ─ Solté de sopetón, dando un bote en el sitio, tapándome los labios con puro asombro. ─ L-lo siento... no quise decir eso, es sólo que no puedo controlar lo que digo ahora mismo. ─ Con una disculpa que espero que acepte él se refiere a sí mismo como un hombre fiel que luchará por su dama aún cuando ésta quiera pasarlo pipa con un cualquiera. ─ ¿Eh? pero él no es m-.. ─ Aferrada de la muñeca trazamos un nuevo camino, uno que no estoy preparada a afrontar todavía.
─ ¡No! ─ No, no no, son sabandijas como bien ha descrito y por esa razón no deberíamos seguirlos. Me encantaría estar fuera del poblado, observando paisajes de belleza significativa y no verme en este embrollo que con cada paso que damos, retrocedemos unos cuantos para acabar atizados entre nosotros o haciéndonos daño. Callada aguardé a que el humano se diese a conocer, inflase pecho y se encarase con el elfo por aquella llena de vísceras, al menos tenía valor y supo decir todo aquello que habrá guardado durante mucho tiempo. Es tan caballeroso y amable que no entiendo porque se siente atraído por la rubia, su comportamiento de víbora es todo lo contrario a lo que él necesita.
Los luceros los abrí como platos cuando abofeteó a Iltharion con una ardilla, ¡eso no me lo esperaba! ─ ¡Eh! ─ Le insté. ─ ¡Pero no le pegues! ─ Estoy enfadada, pero a su vez quiero defender al de melena cobriza, pero menuda tonta. Se merece un buen par de bofetadas y con la mano en vez de con un animal muerto. El arquero defiende lo suyo a capa y espada pero no sé yo si ahora, después de vérselas con el trovador saldrá ileso, que ya de por sí me entristece verle con el rostro apaleado por a saber que nombre. ─ Es mejor que nos vayamos, la gente como ellos. ─ Los señalé. ─ Son muy diferentes a nosotros, no comprenderían el porque nos comportamos así, déjala ir, tu mereces a una chica más acorde a tus buenas intenciones. ─ Con cierto desdén repaso a la muchacha, todo esto está pasando por ella y que los ancestros la libren de mis agravios cuando vuelva a ser una guerrera belicosa.
Eretria Noorgard
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Re: Bébeme y que la fiesta comience.
El bardo había intervenido su intento de asesinato de nuevo, cosa que la ojiazul agradeció en el fondo. Desafortunadamente la joven morena no se libró de las palabras crueles del elfo, quien le recordaba la extraña relación que habían establecido por mutuo acuerdo. Desde el interior la rubia se compadeció de ésta, pues ella sabía bien lo que era no ser correspondida y lo peor es que su propio cuerpo solamente atinaba a sonreí de manera burlesca. Pobre chiquilla, mira que enamorarse de un elfo tan libre como ese debía ser algo bastante doloroso. Se dejó guiar por el trovador, escuchando de nuevo las palabras que la muchacha expresaba en un último berrinche, sentenciando que no le importaba ya lo que el elfo hiciera, pues para ella ya había pasado a segundo plano.
En medio de tanta hegemonía la rubia había dejado de prestarle atención a su compañero de gremio y era mejor que así fuese, o de lo contrario no aseguraba la supervivencia del mismo. Su mente ya se encontraba agotada de luchar para salir a flote, aunque sabía que si se dejaba llevar se arrepentiría toda la vida. Su viejo amigo la guio a una taberna cercana, una que seguramente le agradaría a Frederick, considerando el hecho de que tenía por nombre ‘‘La Ardilla Borracha’’. A decir verdad, no le importaba en donde fuese, lo único que deseaba era quitarse el asqueroso hedor a desechos y conseguir algo de ropa limpia, ya que la sensación de incomodidad comenzaba a hastiarla. Ni siquiera prestó atención al animalillo que osaba alimentarse de su desgracia, solo había alguien con quien volcar toda su ira y no la iba a desperdiciar en una criatura que no lo merecía.
Como era de esperarse el cazador no permitió que los elfos entraran a la taberna, haciendo un reclamo muy poco digno de alguien como él. La de orbes azulados arqueó una ceja dubitativa, observando al culpable de tanto embrollo, esperando el momento en que el bardo le asestara un golpe por tantos improperios contra su persona. Lo que siguió después sí que la dejó en shock. En un extraño arranque de celos el joven le recriminó por haberla alejado de él y por haber tenido la desfachatez de abandonar a su amante, cambiándola por ella. Seguramente muchas personas hubiesen encontrado las palabras ‘‘Mi sucia Ashryn’’ como algo ofensivo, pero para la joven que se encontraba prisionera dentro de sí, eran las palabras más dulces que él le hubiese podido dirigir. Lástima que hubiese esperado a que ella estuviese poseída para hacer tales declaraciones, pero eso no importaba, ella se sentía soñada.
El rostro de porcelana mostró una mueca burlona, como si le causara la mayor gracia tanto teatrito por parte del humano, aunque eso no quitaba el hecho de que aun quisiera arrancarle las vísceras. Los golpes que le propinó al elfo con la ardilla predijeron que nada bueno resultaría de ese proceder y no dudaba que está vez el bardo fuese quien quisiera acabar con la vida del arquero. La joven morena solo intervino para aconsejar a Frederick que se marcharan de ahí, cosa que asustó internamente a la ojiazul; si ella se lo llevaba entonces nada la detendría para avanzar con el bardo. Su cuerpo celebraba esa idea, pero su mente solo deseaba gritarle a su compañero que no la dejara sola o no lograría contener las hormonas que parecían correrle por todo el cuerpo.
— ¡Ara! —Exclamó con diversión—. Quién diría que al final si tenías honor, basura —Mordió su labio inferior, cambiando brevemente de objetivo—. Lamento interrumpir su ''cálido'' encuentro de caballeros, pero si me disculpan iré a quitarme el olor a muerto —fulminó nuevamente a la joven con la mirada y emprendió su retirada.
Solicitó una habitación, siendo reprimida más de una vez por su yo interno, quien le rogaba que no dejara solo a Frederick con aquellos dos, cosa que al final terminó haciendo. Una vez que estuvo en el anhelado baño se deshizo de la ropa y entró al agua como si la vida se le fuese a ir en ello. La camarera había tomado sus prendas, advirtiéndole que tardarían un poco en limpiarse por completo, a lo que la ojiazul solo atinó a maldecir. Se dio su tiempo de asearse y no salió del agua hasta que sintió que se encontraba completamente limpia, enredando la bata sobre su cuerpo en lo que tenían lista su ropa. Lo que no contaba es que alguien la estaría esperando al salir del baño. Solo los dioses sabrían que es lo que estaría pasando abajo, pues cuando dejo las cosas tenía la sensación maliciosa de que se armaría una buena pelea.
En medio de tanta hegemonía la rubia había dejado de prestarle atención a su compañero de gremio y era mejor que así fuese, o de lo contrario no aseguraba la supervivencia del mismo. Su mente ya se encontraba agotada de luchar para salir a flote, aunque sabía que si se dejaba llevar se arrepentiría toda la vida. Su viejo amigo la guio a una taberna cercana, una que seguramente le agradaría a Frederick, considerando el hecho de que tenía por nombre ‘‘La Ardilla Borracha’’. A decir verdad, no le importaba en donde fuese, lo único que deseaba era quitarse el asqueroso hedor a desechos y conseguir algo de ropa limpia, ya que la sensación de incomodidad comenzaba a hastiarla. Ni siquiera prestó atención al animalillo que osaba alimentarse de su desgracia, solo había alguien con quien volcar toda su ira y no la iba a desperdiciar en una criatura que no lo merecía.
Como era de esperarse el cazador no permitió que los elfos entraran a la taberna, haciendo un reclamo muy poco digno de alguien como él. La de orbes azulados arqueó una ceja dubitativa, observando al culpable de tanto embrollo, esperando el momento en que el bardo le asestara un golpe por tantos improperios contra su persona. Lo que siguió después sí que la dejó en shock. En un extraño arranque de celos el joven le recriminó por haberla alejado de él y por haber tenido la desfachatez de abandonar a su amante, cambiándola por ella. Seguramente muchas personas hubiesen encontrado las palabras ‘‘Mi sucia Ashryn’’ como algo ofensivo, pero para la joven que se encontraba prisionera dentro de sí, eran las palabras más dulces que él le hubiese podido dirigir. Lástima que hubiese esperado a que ella estuviese poseída para hacer tales declaraciones, pero eso no importaba, ella se sentía soñada.
El rostro de porcelana mostró una mueca burlona, como si le causara la mayor gracia tanto teatrito por parte del humano, aunque eso no quitaba el hecho de que aun quisiera arrancarle las vísceras. Los golpes que le propinó al elfo con la ardilla predijeron que nada bueno resultaría de ese proceder y no dudaba que está vez el bardo fuese quien quisiera acabar con la vida del arquero. La joven morena solo intervino para aconsejar a Frederick que se marcharan de ahí, cosa que asustó internamente a la ojiazul; si ella se lo llevaba entonces nada la detendría para avanzar con el bardo. Su cuerpo celebraba esa idea, pero su mente solo deseaba gritarle a su compañero que no la dejara sola o no lograría contener las hormonas que parecían correrle por todo el cuerpo.
— ¡Ara! —Exclamó con diversión—. Quién diría que al final si tenías honor, basura —Mordió su labio inferior, cambiando brevemente de objetivo—. Lamento interrumpir su ''cálido'' encuentro de caballeros, pero si me disculpan iré a quitarme el olor a muerto —fulminó nuevamente a la joven con la mirada y emprendió su retirada.
Solicitó una habitación, siendo reprimida más de una vez por su yo interno, quien le rogaba que no dejara solo a Frederick con aquellos dos, cosa que al final terminó haciendo. Una vez que estuvo en el anhelado baño se deshizo de la ropa y entró al agua como si la vida se le fuese a ir en ello. La camarera había tomado sus prendas, advirtiéndole que tardarían un poco en limpiarse por completo, a lo que la ojiazul solo atinó a maldecir. Se dio su tiempo de asearse y no salió del agua hasta que sintió que se encontraba completamente limpia, enredando la bata sobre su cuerpo en lo que tenían lista su ropa. Lo que no contaba es que alguien la estaría esperando al salir del baño. Solo los dioses sabrían que es lo que estaría pasando abajo, pues cuando dejo las cosas tenía la sensación maliciosa de que se armaría una buena pelea.
Ashryn Elaynor
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Re: Bébeme y que la fiesta comience.
La interrupción completamente inoportuna del humano, que de algún modo había conseguido la colaboración de Eretria hizo que el trovador, y su nueva acompañante se detuviesen en la puerta, y se giraran para ver que estaba ocurriendo.
Iltharion no cabía casi en su asombro de la ridícula escena que estaba causado el humano, pero por encima de todo, empezaba a molestarle cierta actitud que ni siquiera se permitía a si mismo, y que formaba parte de la poca y casi inexistente moral que de algún modo los dioses habían logrado rescatarle y mantener asida a su peculiar carácter.
Iltharion cambio su expresión serena y agradable, aquella que le había dedicado a la rubia, por aquel rostro inescrutable y frío como el pico mas alto que oteaba con una mirada filosa y carente de cualquier rastro de afecto o empatía. Una mirada llana, plana y tan árida como un glaciar.
Ni siquiera cuando los dos ardillazos golpearon su rostro, haciéndole girar la faz por el impacto, se mostró un atisbo de ira en su gesto, solo pura nada, como si ni siquiera lo que tenía delante mereciera el esfuerzo de despertar el menor atisbo de emoción.
-Así que esa es la clase de hombre que eres. ¿Hm?.-Su voz sonaba clara, y con el mismo vació cruel con el que había hablado a Eretria minutos antes.-De aquellos que ignoran por completo lo que el resto piensen, y solo buscan forzarlos al actuar que uno ansia a base de violencia y vejaciones.-Chasqueó la lengua.-Pides algo en beneficio de alguien a quien no te has molestado ni en respetar. Te ha pedido que la dejes sola, e incapaz de aceptar una negativa y rencoroso de la misma la humillas ante todo un pueblo cubriéndola de tripas, y por si fuera poco tienes la desfachatez de reclamarla como tuya como si fuera una propiedad. ¿Esa es la clase de comportamiento que me exiges? ¿Que me comporte como un niño caprichoso incapaz de reconocer la autonomía o la fuerza que puedan tener mis semejantes?.-Una ácida sonrisa se empezó a dibujar en el rostro del trovador.-Los divinos me libren de tener las pretensiones de un abusador, porque no es otra cosa que eso en lo que te convierten tus acciones, intentando imponer tu voluntad, y difamando tanto aquellos que debieran ser tus allegados como a los que no conoces cuando no cumplen la misma.
Iltharion dió un paso hacia adelante, bajando la mirada hacia el mas de medio palmo que los separaba Alzó ambas manos y formó un triangulo como si intentara cuadrar algo, y con presteza agarro la nariz del humano y sin ninguna clase de cuidado se la colocó en su lugar. Algo sumamente doloroso, pero que evitaría que sanara torcida y pro ende que le quedara desviada para siempre.
-Listo, ahora ya tienes la nariz en su sitio.-Comentó con la misma clama con la que había respondido a las acusaciones del humano.-Ahora, si vuelves a agredirme con las ardillas u otra cosa, o a tener la pésima idea de seguir acosando a mi vieja amiga,a visaré al alguacil del pueblo, quien seguro que estará mas que encantado de mostrarte la picota y darte con ella una buena vista de la plaza central.-Su sonrisa apenas se ensanchó, y su tono fue hasta amable mientras le hacía dicha proposición.
-Sobre Anfaüglir , por quien estás hablando como si no tuviese lengua, no puedes hacerme reclamo alguno, mas que nada, porque no es asunto tuyo.-Su mirada se desvió entonces hacia la joven de piel morena.-Pero claro que si consideras ese tipo de trato buenas intenciones puedes intentar sustituir a su amiga la rubia, si lo que buscas es ese tipo de maltrato, el parece ducho en ello.
El trovador se apartó unos pasos, deteniéndose antes de abrir la puerta de la taberna, y se giró hacia la dupla otra vez.-¿Tengo que avisar al tabernero de todo esto, o puedo suponer que las autoridades locales pueden quedar a parte de dichas rencillas?.-Los oteó a ambos, bloqueando la puerta con su presencia, esperando una respuesta antes de ver si desaparecía o no tras la misma.
Iltharion no cabía casi en su asombro de la ridícula escena que estaba causado el humano, pero por encima de todo, empezaba a molestarle cierta actitud que ni siquiera se permitía a si mismo, y que formaba parte de la poca y casi inexistente moral que de algún modo los dioses habían logrado rescatarle y mantener asida a su peculiar carácter.
Iltharion cambio su expresión serena y agradable, aquella que le había dedicado a la rubia, por aquel rostro inescrutable y frío como el pico mas alto que oteaba con una mirada filosa y carente de cualquier rastro de afecto o empatía. Una mirada llana, plana y tan árida como un glaciar.
Ni siquiera cuando los dos ardillazos golpearon su rostro, haciéndole girar la faz por el impacto, se mostró un atisbo de ira en su gesto, solo pura nada, como si ni siquiera lo que tenía delante mereciera el esfuerzo de despertar el menor atisbo de emoción.
-Así que esa es la clase de hombre que eres. ¿Hm?.-Su voz sonaba clara, y con el mismo vació cruel con el que había hablado a Eretria minutos antes.-De aquellos que ignoran por completo lo que el resto piensen, y solo buscan forzarlos al actuar que uno ansia a base de violencia y vejaciones.-Chasqueó la lengua.-Pides algo en beneficio de alguien a quien no te has molestado ni en respetar. Te ha pedido que la dejes sola, e incapaz de aceptar una negativa y rencoroso de la misma la humillas ante todo un pueblo cubriéndola de tripas, y por si fuera poco tienes la desfachatez de reclamarla como tuya como si fuera una propiedad. ¿Esa es la clase de comportamiento que me exiges? ¿Que me comporte como un niño caprichoso incapaz de reconocer la autonomía o la fuerza que puedan tener mis semejantes?.-Una ácida sonrisa se empezó a dibujar en el rostro del trovador.-Los divinos me libren de tener las pretensiones de un abusador, porque no es otra cosa que eso en lo que te convierten tus acciones, intentando imponer tu voluntad, y difamando tanto aquellos que debieran ser tus allegados como a los que no conoces cuando no cumplen la misma.
Iltharion dió un paso hacia adelante, bajando la mirada hacia el mas de medio palmo que los separaba Alzó ambas manos y formó un triangulo como si intentara cuadrar algo, y con presteza agarro la nariz del humano y sin ninguna clase de cuidado se la colocó en su lugar. Algo sumamente doloroso, pero que evitaría que sanara torcida y pro ende que le quedara desviada para siempre.
-Listo, ahora ya tienes la nariz en su sitio.-Comentó con la misma clama con la que había respondido a las acusaciones del humano.-Ahora, si vuelves a agredirme con las ardillas u otra cosa, o a tener la pésima idea de seguir acosando a mi vieja amiga,a visaré al alguacil del pueblo, quien seguro que estará mas que encantado de mostrarte la picota y darte con ella una buena vista de la plaza central.-Su sonrisa apenas se ensanchó, y su tono fue hasta amable mientras le hacía dicha proposición.
-Sobre Anfaüglir , por quien estás hablando como si no tuviese lengua, no puedes hacerme reclamo alguno, mas que nada, porque no es asunto tuyo.-Su mirada se desvió entonces hacia la joven de piel morena.-Pero claro que si consideras ese tipo de trato buenas intenciones puedes intentar sustituir a su amiga la rubia, si lo que buscas es ese tipo de maltrato, el parece ducho en ello.
El trovador se apartó unos pasos, deteniéndose antes de abrir la puerta de la taberna, y se giró hacia la dupla otra vez.-¿Tengo que avisar al tabernero de todo esto, o puedo suponer que las autoridades locales pueden quedar a parte de dichas rencillas?.-Los oteó a ambos, bloqueando la puerta con su presencia, esperando una respuesta antes de ver si desaparecía o no tras la misma.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Bébeme y que la fiesta comience.
Ignoré totalmente el comentario que había hecho la cuidadora hacía Ashryn, principalmente porque sabía que ella no era tan así, podía ser cabeza hueca, torpe, llorona, sensible y agresiva pero nunca cortesana… o eso era lo que esperaba.
No sabía exactamente de qué parte estaba la elfa sentimental, no Ashryn, la otra elfa sentimental, había estado en contra de mi hábil demostración del uso de la ardilla como arma “Se supone que debo actuar como noble y montar un numerito, los golpes son necesarios.” Y hubiese sido mucho mejor que la misma elfa me hubiera colaborado, aportando unas patadas tal vez o quitándole los ojos al pelirrojo “No, eso es muy extremista.”
- ¿Qué nos vayamos? - La mujer estaba demente, no podíamos iniciar algo y solo irnos… a menos que fuese un pleito a gran escala, allí si debíamos simplemente irnos y no mirar atrás. - Y no son tan diferentes, o al menos no tan diferentes a ti, los 3 tienen orejas puntiagudas.- “Basta Fred, sigue en el papel, no comiences con idioteces.” – Digo, no me rendiré, ya estoy aquí y no planeo retirarme sin defender mi punto.
- Y quien iba a decir que eras tan sangrona.– Mascullé ante el comentario de la rubia, uno que se esforzaba por ayudar y ella seguía con lo mismo, todo por culpa de la papilla manipulable que tenía para pensar.
Ashryn al menos tuvo la decencia de irse, ahora el problema era el elfo controlador, su semblante no demostraba emoción alguna lo que solo significaba algo “Está por demostrar su verdadera y malvada forma.” Era obvio que tenía una, tal como Ashryn que se ocultaba bajo la piel de una jovencita rubia y “tierna”, lo que no sabía era si estaba preparado para ver finalmente la maldad en persona.
Mientras yo me perdía en mis pensamientos el elfo parecía dar un discurso también de regaño ¿Acaso no se cansaba de reprochar a las personas? Primero había sido a la cuidadora de cachorro y ahora a mí, la diferencia estaba en que yo no iba a llorar… bueno, si me decía algo triste seguramente me hacía caer la lagrimilla, pero no me haría llorar y mucho menos hacer sentir mal conmigo mismo, la única persona que había logrado aquello ya estaba muerta.
- ¿Eh? Supongo que sí, allá tú lo que hagas con tu comportamiento. – Me encogí de hombros ante las preguntas del elfo, no sabía porque me preguntaba aquello, no es como si yo le ordenara como actuar. – Además lo miras con los ojos incorrectos, no la humillé y la llené de tripas, le di un tratamiento natural para la piel muy ingenioso y económico. Ves, le estaba haciendo un favor
Si entendía bien ahora yo era un abusador, claro que no lo era, si fuese un abusador me la pasara buscando problemas cuando realmente no era así… los problemas me buscaban a mí, yo solo era otra víctima. El elfo se acercó a mí haciendo algo raro con sus manos “Oh no, magia malévola.” No había pensado en aquello, si ya la había usado antes con Ashryn no dudaría en usarla conmigo ¿Por qué no pensé en ello antes?
El dolor agudo en mi nariz había sido la peor cosa que había sentido en la vida, hubiese preferido por mucho que me la partiese de nuevo. Me llevé las manos al rostro mientras me mordía la lengua evitando gritar o quejarme, no podía parecer débil ante aquello aunque las lágrimas comenzaban a formarse en mis ojos “Por lo visto si me hizo llorar después de todo.”
- No creo que sea buena idea darme una picota. - Sorbí sonoramente por la nariz esperando que así disminuyera el dolor, en ese instante me arrepentía no haber aceptado las curaciones pasadas. Además el elfo se equivocaba en casi todo, Ashryn era la que se me la pasaba acosando, yo solo trataba de salvarla.
Bien, el elfo definitivamente cada vez me agradaba menos, tanto por la actitud como por sus amenazas “Como si le fuera a hacer caso.” Me daba igual que la guardia interviniese, lo más extremista que podían hacer era ejecutarme pero no daba motivos para ello, además para que realmente temiera a aquello primero deberían capturarme, algo que en mis altercados pasados aun no habían logrado pro suerte… bueno, hace años si, pero eso es otra historia.
- Tal como dices que no puedo reclamarte por que sea que pase entre ustedes, tú no puedes reclamarme por lo que pase entre mi persona y Ashryn. Ya está acostumbrada a las tripas y cosas peores, pero noo, el de cabellos rojos debe poner quejas y creer que porque dice cosas con su fría e intimidante voz hay que obedecerle… - “¿Que diría un noble en aquel caso? Ah sí.” – “Pues me paso vuestras advertencias y vuestras palabras por los cojones.” – Por cosas así a veces me preocupaban todas las cosas que había visto de joven, ¿Qué rayos hacía un chico aprendiendo toda esta clase de palabras?
Suspiré y me di media vuelta, si así debían ser las cosas pues que así fueran, ya estaba progresando y no daría el brazo a torcer, ya había gastado mucho tiempo y planes como para decir “Me rindo.” En aquel momento recordé una palabra de mi maestro, era irónico que la recordara allí y no en momentos peores en los cuales había estado “Si vas a hacer algo, hazlo a lo grande.”
Me giré sobre mis talones, tomé aire e impulsándome con todas mí fuerzas tecleé al elfo dentro de la taberna, mi nuevo plan era muy pero muy arriesgado pero valía la pena intentarlo, si me había amenazado con meterme en problemas, pues ambos nos meteríamos en problemas.
- ¡Dime donde lo escondes ladrón! – Y voilá, ya la balanza estaba en contra de ambos. - ¿¡Creíste que no te iba a reconocer!? Pues déjame decirte que estabas equivocado. – Ahora el asunto era pensar que me había robado exactamente. – ¿No te bastaba con humillarnos cierto? También debías arrebatarnos nuestra más valiosa pertenencia familiar, maldito bastardo.
El nuevo plan era más sencillo, formar una disputa, que todo se alterara y mientras se sabía que sucedía ir a buscar a Ashryn. Ciertamente nada podía salir mal, a menos que descubrieran mi mentira y allí tuviese que correr sin parar.
No sabía exactamente de qué parte estaba la elfa sentimental, no Ashryn, la otra elfa sentimental, había estado en contra de mi hábil demostración del uso de la ardilla como arma “Se supone que debo actuar como noble y montar un numerito, los golpes son necesarios.” Y hubiese sido mucho mejor que la misma elfa me hubiera colaborado, aportando unas patadas tal vez o quitándole los ojos al pelirrojo “No, eso es muy extremista.”
- ¿Qué nos vayamos? - La mujer estaba demente, no podíamos iniciar algo y solo irnos… a menos que fuese un pleito a gran escala, allí si debíamos simplemente irnos y no mirar atrás. - Y no son tan diferentes, o al menos no tan diferentes a ti, los 3 tienen orejas puntiagudas.- “Basta Fred, sigue en el papel, no comiences con idioteces.” – Digo, no me rendiré, ya estoy aquí y no planeo retirarme sin defender mi punto.
- Y quien iba a decir que eras tan sangrona.– Mascullé ante el comentario de la rubia, uno que se esforzaba por ayudar y ella seguía con lo mismo, todo por culpa de la papilla manipulable que tenía para pensar.
Ashryn al menos tuvo la decencia de irse, ahora el problema era el elfo controlador, su semblante no demostraba emoción alguna lo que solo significaba algo “Está por demostrar su verdadera y malvada forma.” Era obvio que tenía una, tal como Ashryn que se ocultaba bajo la piel de una jovencita rubia y “tierna”, lo que no sabía era si estaba preparado para ver finalmente la maldad en persona.
Mientras yo me perdía en mis pensamientos el elfo parecía dar un discurso también de regaño ¿Acaso no se cansaba de reprochar a las personas? Primero había sido a la cuidadora de cachorro y ahora a mí, la diferencia estaba en que yo no iba a llorar… bueno, si me decía algo triste seguramente me hacía caer la lagrimilla, pero no me haría llorar y mucho menos hacer sentir mal conmigo mismo, la única persona que había logrado aquello ya estaba muerta.
- ¿Eh? Supongo que sí, allá tú lo que hagas con tu comportamiento. – Me encogí de hombros ante las preguntas del elfo, no sabía porque me preguntaba aquello, no es como si yo le ordenara como actuar. – Además lo miras con los ojos incorrectos, no la humillé y la llené de tripas, le di un tratamiento natural para la piel muy ingenioso y económico. Ves, le estaba haciendo un favor
Si entendía bien ahora yo era un abusador, claro que no lo era, si fuese un abusador me la pasara buscando problemas cuando realmente no era así… los problemas me buscaban a mí, yo solo era otra víctima. El elfo se acercó a mí haciendo algo raro con sus manos “Oh no, magia malévola.” No había pensado en aquello, si ya la había usado antes con Ashryn no dudaría en usarla conmigo ¿Por qué no pensé en ello antes?
El dolor agudo en mi nariz había sido la peor cosa que había sentido en la vida, hubiese preferido por mucho que me la partiese de nuevo. Me llevé las manos al rostro mientras me mordía la lengua evitando gritar o quejarme, no podía parecer débil ante aquello aunque las lágrimas comenzaban a formarse en mis ojos “Por lo visto si me hizo llorar después de todo.”
- No creo que sea buena idea darme una picota. - Sorbí sonoramente por la nariz esperando que así disminuyera el dolor, en ese instante me arrepentía no haber aceptado las curaciones pasadas. Además el elfo se equivocaba en casi todo, Ashryn era la que se me la pasaba acosando, yo solo trataba de salvarla.
Bien, el elfo definitivamente cada vez me agradaba menos, tanto por la actitud como por sus amenazas “Como si le fuera a hacer caso.” Me daba igual que la guardia interviniese, lo más extremista que podían hacer era ejecutarme pero no daba motivos para ello, además para que realmente temiera a aquello primero deberían capturarme, algo que en mis altercados pasados aun no habían logrado pro suerte… bueno, hace años si, pero eso es otra historia.
- Tal como dices que no puedo reclamarte por que sea que pase entre ustedes, tú no puedes reclamarme por lo que pase entre mi persona y Ashryn. Ya está acostumbrada a las tripas y cosas peores, pero noo, el de cabellos rojos debe poner quejas y creer que porque dice cosas con su fría e intimidante voz hay que obedecerle… - “¿Que diría un noble en aquel caso? Ah sí.” – “Pues me paso vuestras advertencias y vuestras palabras por los cojones.” – Por cosas así a veces me preocupaban todas las cosas que había visto de joven, ¿Qué rayos hacía un chico aprendiendo toda esta clase de palabras?
Suspiré y me di media vuelta, si así debían ser las cosas pues que así fueran, ya estaba progresando y no daría el brazo a torcer, ya había gastado mucho tiempo y planes como para decir “Me rindo.” En aquel momento recordé una palabra de mi maestro, era irónico que la recordara allí y no en momentos peores en los cuales había estado “Si vas a hacer algo, hazlo a lo grande.”
Me giré sobre mis talones, tomé aire e impulsándome con todas mí fuerzas tecleé al elfo dentro de la taberna, mi nuevo plan era muy pero muy arriesgado pero valía la pena intentarlo, si me había amenazado con meterme en problemas, pues ambos nos meteríamos en problemas.
- ¡Dime donde lo escondes ladrón! – Y voilá, ya la balanza estaba en contra de ambos. - ¿¡Creíste que no te iba a reconocer!? Pues déjame decirte que estabas equivocado. – Ahora el asunto era pensar que me había robado exactamente. – ¿No te bastaba con humillarnos cierto? También debías arrebatarnos nuestra más valiosa pertenencia familiar, maldito bastardo.
El nuevo plan era más sencillo, formar una disputa, que todo se alterara y mientras se sabía que sucedía ir a buscar a Ashryn. Ciertamente nada podía salir mal, a menos que descubrieran mi mentira y allí tuviese que correr sin parar.
Fredericksen
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Re: Bébeme y que la fiesta comience.
Odio a los poblados, odio a la gente pestilente y odio al elfo de melena corinta, lo que no sabía es que terminaría odiando a una rubia por el camino y preocupándome por un humano, que los ancestros me libren del terror que caerá del cielo cuando recobre la cordura y sea consciente de toda este tumulto perturbador. La joven embadurnada de un hedor horripilante resopló, llevándose consigo al lobo junto al gato que iban lamiéndole el cuero de las botas y todo trozo inerte que se le cayese de la vestimenta. El contemplarla tan desaseada ahora que estoy más calmada, con un desconsuelo emergiendo del pecho pero sin esas raíces alocadas que me sobornaron para que fuese mala en su contra y en la del elfo, ahora que tan sólo soy yo, una joven virtuosa y de buenas intenciones es cuando todo esto, comienza a afectarme.
Si bien me veo atrapada entre dos hombres, no sé que hacer, siquiera puedo abrir la boca para detener a uno cuando el otro inicia una serie de reproches en dirección al primero. ¡Pero bueno! Ruedo las cuencas en cuanto el trovador sacia su malhumor en contra del arquero, para colmo no le bastó con la recriminación sino que le atacó, devolviéndole al sitio la nariz. Empática me encogí de brazos y piernas hasta que de mis labios partió un quejido rugiente, como si aquella nariz me perteneciese. Con las cejas acechantes y los labios fruncidos analicé al bardo, ¿acaso todo en esta vida se soluciona con violencia? Comenzó el de la bofetada pero aún así, ¿por qué no usar las palabras? No soy quien para admitirlo en voz alta después de haber lanzado al suelo a la otra elfa, no obstante, lo admito ahora y me disculparé con ella.
─ ¿Buenas intenciones? No puedes hablar de ello, que seguramente tu tampoco las tengas acerca de ella. ─ Y de lejos le señalé al cobrizo a la menuda. ─ Y sinceramente, estamos perdiendo el tiempo, nada se arreglará con esto. Vayamos con la muchacha, quiero disculparme oficialmente y si queréis seguir con la tontería, no os detendré, estoy cansada. ─ Y no por la estupidez de batirse en un duelo mordaz por una mujer que se las trae floja, más bien se trata del agotamiento de la noche anterior sumado a una buena represión física, llena de cortes y morados que pasarán a la historia. Con una alegría creí haberles convencido, sin embargo el humano se recompuso del dolor en su rostro y atacó nuevamente al elfo.
No aprenden, son hombres sin cerebro, enfurruñada crucé los brazos en frente del pecho, notándolo raro, más grande y voluminoso. Con la cabeza agachada me observé a mi misma, una sensación extraña me embarga como si notase mi propio cuerpo modificado, podría haber estado así minutos e incluso horas pero el cazador me sacó del ensimismamiento con sus improperios y la injuria en contra de Iltharion. En el interior de la taberna lo acusa de fraude y a mi se me cae la cara de vergüenza por inercia. A pauso raudo y media coja me enfrenté en contra del joven, dándole un ligero toque de advertencia en su hombro más próximo.
─ ¡No mientas! ¿Para qué mientes? Eso está mal, es feo y no nos ayudará en absoluto. ─ Con los brazos en jarra y las mejillas henchidas en aire lo observé malhumorada, pensé que era buena persona pero ahora está jugando sucio en contra del maduro, que tampoco es que sea muy benévolo. Esto es increíble, con las manos en alto, cercanas a mi cabeza las sacudí a modo de renuncia, este dilema que ambos traen no lo solucionaré por cuenta propia, no sé cómo evitar una desgracia y menos esta si he de precisar, una que me está dando dolor de cabeza y comienza a enrabietar a ambas personalidades.
─ ¡Bah! ─ Voceé. ─ Hombres. ─ Y la causante fuera de juego, limpiándose los restos. Cuidadosa de no tropezar me aparté dos metros de ambos, queriendo encontrar una silla donde aguardar la llegada de la elfa, ella sabrá como detenerlos, parece tener confianza en sí misma. La taberna los observa, y a mi también, poniéndome nerviosa, el anfitrión querrá acercarse de un momento a otro y saber que demonios pasa en la entrada de su cantina. ─ ¿Señorita, anda usted bien? ─ Preguntó un artesano, le asentí e indagué en el porque me lo habrá consultado, claro, tanto vendaje expuesto y la llegada con dos varones montando un espectáculo es lo que tiene.
─ Sí, gracias por preguntar, aunque no me vendría mal donde sentarme, ¿podría? ─ El bárbaro sonrió, extendiendo uno de sus alargados brazos para atraer un taburete polvoriento, cercana al escenario del humano en contra del elfo, tomé asiento. ─ ¿Y esos son? ─ Bueno, un tonto y un bribón reñidos por una mala pécora. ─ Conocidos. ─ Dejé caer, diciendo la verdad, el artesano levanta la mano, llamando la atención del dueño de la taberna. ─ ¡Ritchi, trae dos buenas jarras de cerveza, que esto se enciende colega! ─ Y señaló a los dos desconocidos en frente de la entrada, las jarras de fondo inician una serie de repiqueteo como música alternativa, avivando la discusión mientras que todos las orbes habidas y por haber, recaen en el arquero y en el bardo.
¿Por qué tengo la vaga sensación de que esto ha sido culpa mía? Tras tragar saliva y observar al artesano, este me entrega una de las jarras con cerveza. ─ Bebe muchacha, te sentará bien. ─ Y los señaló nuevamente. ─ De ellos nos encargaremos nosotros. ─ ¡Oh-oh! Y para dentro un buen buche de licor. El pecho me arde y las piernas me tiemblan, y si nos fijamos detalladamente, en el fondo de la taberna nos encontraremos a una vieja conocida.
Si bien me veo atrapada entre dos hombres, no sé que hacer, siquiera puedo abrir la boca para detener a uno cuando el otro inicia una serie de reproches en dirección al primero. ¡Pero bueno! Ruedo las cuencas en cuanto el trovador sacia su malhumor en contra del arquero, para colmo no le bastó con la recriminación sino que le atacó, devolviéndole al sitio la nariz. Empática me encogí de brazos y piernas hasta que de mis labios partió un quejido rugiente, como si aquella nariz me perteneciese. Con las cejas acechantes y los labios fruncidos analicé al bardo, ¿acaso todo en esta vida se soluciona con violencia? Comenzó el de la bofetada pero aún así, ¿por qué no usar las palabras? No soy quien para admitirlo en voz alta después de haber lanzado al suelo a la otra elfa, no obstante, lo admito ahora y me disculparé con ella.
─ ¿Buenas intenciones? No puedes hablar de ello, que seguramente tu tampoco las tengas acerca de ella. ─ Y de lejos le señalé al cobrizo a la menuda. ─ Y sinceramente, estamos perdiendo el tiempo, nada se arreglará con esto. Vayamos con la muchacha, quiero disculparme oficialmente y si queréis seguir con la tontería, no os detendré, estoy cansada. ─ Y no por la estupidez de batirse en un duelo mordaz por una mujer que se las trae floja, más bien se trata del agotamiento de la noche anterior sumado a una buena represión física, llena de cortes y morados que pasarán a la historia. Con una alegría creí haberles convencido, sin embargo el humano se recompuso del dolor en su rostro y atacó nuevamente al elfo.
No aprenden, son hombres sin cerebro, enfurruñada crucé los brazos en frente del pecho, notándolo raro, más grande y voluminoso. Con la cabeza agachada me observé a mi misma, una sensación extraña me embarga como si notase mi propio cuerpo modificado, podría haber estado así minutos e incluso horas pero el cazador me sacó del ensimismamiento con sus improperios y la injuria en contra de Iltharion. En el interior de la taberna lo acusa de fraude y a mi se me cae la cara de vergüenza por inercia. A pauso raudo y media coja me enfrenté en contra del joven, dándole un ligero toque de advertencia en su hombro más próximo.
─ ¡No mientas! ¿Para qué mientes? Eso está mal, es feo y no nos ayudará en absoluto. ─ Con los brazos en jarra y las mejillas henchidas en aire lo observé malhumorada, pensé que era buena persona pero ahora está jugando sucio en contra del maduro, que tampoco es que sea muy benévolo. Esto es increíble, con las manos en alto, cercanas a mi cabeza las sacudí a modo de renuncia, este dilema que ambos traen no lo solucionaré por cuenta propia, no sé cómo evitar una desgracia y menos esta si he de precisar, una que me está dando dolor de cabeza y comienza a enrabietar a ambas personalidades.
─ ¡Bah! ─ Voceé. ─ Hombres. ─ Y la causante fuera de juego, limpiándose los restos. Cuidadosa de no tropezar me aparté dos metros de ambos, queriendo encontrar una silla donde aguardar la llegada de la elfa, ella sabrá como detenerlos, parece tener confianza en sí misma. La taberna los observa, y a mi también, poniéndome nerviosa, el anfitrión querrá acercarse de un momento a otro y saber que demonios pasa en la entrada de su cantina. ─ ¿Señorita, anda usted bien? ─ Preguntó un artesano, le asentí e indagué en el porque me lo habrá consultado, claro, tanto vendaje expuesto y la llegada con dos varones montando un espectáculo es lo que tiene.
─ Sí, gracias por preguntar, aunque no me vendría mal donde sentarme, ¿podría? ─ El bárbaro sonrió, extendiendo uno de sus alargados brazos para atraer un taburete polvoriento, cercana al escenario del humano en contra del elfo, tomé asiento. ─ ¿Y esos son? ─ Bueno, un tonto y un bribón reñidos por una mala pécora. ─ Conocidos. ─ Dejé caer, diciendo la verdad, el artesano levanta la mano, llamando la atención del dueño de la taberna. ─ ¡Ritchi, trae dos buenas jarras de cerveza, que esto se enciende colega! ─ Y señaló a los dos desconocidos en frente de la entrada, las jarras de fondo inician una serie de repiqueteo como música alternativa, avivando la discusión mientras que todos las orbes habidas y por haber, recaen en el arquero y en el bardo.
¿Por qué tengo la vaga sensación de que esto ha sido culpa mía? Tras tragar saliva y observar al artesano, este me entrega una de las jarras con cerveza. ─ Bebe muchacha, te sentará bien. ─ Y los señaló nuevamente. ─ De ellos nos encargaremos nosotros. ─ ¡Oh-oh! Y para dentro un buen buche de licor. El pecho me arde y las piernas me tiemblan, y si nos fijamos detalladamente, en el fondo de la taberna nos encontraremos a una vieja conocida.
Eretria Noorgard
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Re: Bébeme y que la fiesta comience.
La de orbes azulados se había deslindado completamente de lo que pasaba en el piso inferior, ella lo único que deseaba era quitarse el horripilante hedor que emanaba de su cuerpo. Ni siquiera le dio importancia a que la estuviesen esperando, primero estaba su persona. Secó su cuerpo, enredándose en la bata que había en la habitación y esperó a que llegaran con su ropa. Desafortunadamente la paciencia es una virtud que ella poseía en pequeñas cantidades, no solo desde su misterioso ‘‘cambio’’ sino desde que nació, por lo que no fue de esperar que se desesperara y terminase bajando a exigir su indumentaria de regreso, pues no estaba dispuesta a que medio poblado le viese las carnes cubiertas mínimamente por esa pequeña bata blanca. Claro que no contó con que de regreso a la parte de abajo se encontraría con todo un revuelo organizado por su compañero de gremio y por el bardo.
Se llevó la mano a la cabeza, sintiendo como su personalidad oculta buscaba retomar el control de sus acciones, al punto de comenzar a cansarla. Tal vez ver a Frederick en esa situación era mucho más de lo que su propia voluntad pudiese soportar y sobre todo no creía que su viejo amigo necesitará pasar por aquello, cuando no era culpa de él responder a las insinuaciones que su cuerpo le extendía. ¿Por qué tenía que intervenir? ¡Se estaban peleando por ella, por amor a Imbar! ¡Eso jamás le había pasado! Desafortunadamente eso no estaba bien y la verdadera rubia lo sabía, por ello le recriminaba a su cuerpo el que no actuase para detenerlos. Por inercia la mirada ojiazul viajó hasta la otra elfa, quien se escabullía hasta una de las mesas donde alguien le ofrece un asiento. En el fondo sabe que no es culpa de ella, en el fondo sabe que la responsabilidad recae únicamente en su persona, en el fondo sabe que debe disculparse, pero desgraciadamente el esfuerzo supuesto por salir a flote solo lograba generarle una jaqueca.
Definitivamente su cuerpo no haría nada para detener a ambos hombres, afirmando que no tenía motivos para evitar que se matasen el uno al otro, siendo que además tenía cosas más importantes que hacer como exigir su ropa de regreso, por poner un ejemplo. Las miradas de la taberna viajaron de la pelea a su cuerpo semidesnudo, el cual caminaba sin pudor alguno por el lugar, hasta la recepción donde seguramente le darían información de cuanto tendría que esperar por su vestimenta. Luego de pelearse con la mucama regresó a la taberna, logrando captar una silueta que antes le había pasado desapercibida, misma silueta que había visto cuando se dio su inusual cambio. Pese a toda advertencia de su voz interior la rubia terminó acercándose a la anciana, quien se mantenía alejada, como si buscase no ser notada por nadie.
—Aun sé cómo me llamo —tomó asiento junto a ella, mirándola con desconfianza—. Muy bien, habla —arqueó una ceja—. ¿Qué fue toda aquella palabrería del líquido?
Había cambiado, más no era tonta, sabía perfectamente que algo le estaba ocurriendo y no solo porque su mente se mantuviera luchando consigo misma. La anciana sonrió mostrando su dentadura escasa y amarillenta, señalando con la mirada a donde se encontraban su compañero de gremio y el bardo, quienes de alguna manera habían dejado de pelear cuando ella estaba reclamando lo de su ropa. Vio como el tabernero les extendía dos jarras de cerveza, mientras los hombres que se encontraban al lado de la elfa brindaban con cierta satisfacción. Bien, no era precisamente la respuesta que estaba esperando y desgraciadamente su personalidad interior le decía que algo malo saldría de aquello, pero como siempre su cuerpo era el último en responder, haciendo caso omiso a las advertencias y dejando que tanto su compañero, como su viejo amigo hicieran lo que quisiesen.
Se llevó la mano a la cabeza, sintiendo como su personalidad oculta buscaba retomar el control de sus acciones, al punto de comenzar a cansarla. Tal vez ver a Frederick en esa situación era mucho más de lo que su propia voluntad pudiese soportar y sobre todo no creía que su viejo amigo necesitará pasar por aquello, cuando no era culpa de él responder a las insinuaciones que su cuerpo le extendía. ¿Por qué tenía que intervenir? ¡Se estaban peleando por ella, por amor a Imbar! ¡Eso jamás le había pasado! Desafortunadamente eso no estaba bien y la verdadera rubia lo sabía, por ello le recriminaba a su cuerpo el que no actuase para detenerlos. Por inercia la mirada ojiazul viajó hasta la otra elfa, quien se escabullía hasta una de las mesas donde alguien le ofrece un asiento. En el fondo sabe que no es culpa de ella, en el fondo sabe que la responsabilidad recae únicamente en su persona, en el fondo sabe que debe disculparse, pero desgraciadamente el esfuerzo supuesto por salir a flote solo lograba generarle una jaqueca.
Definitivamente su cuerpo no haría nada para detener a ambos hombres, afirmando que no tenía motivos para evitar que se matasen el uno al otro, siendo que además tenía cosas más importantes que hacer como exigir su ropa de regreso, por poner un ejemplo. Las miradas de la taberna viajaron de la pelea a su cuerpo semidesnudo, el cual caminaba sin pudor alguno por el lugar, hasta la recepción donde seguramente le darían información de cuanto tendría que esperar por su vestimenta. Luego de pelearse con la mucama regresó a la taberna, logrando captar una silueta que antes le había pasado desapercibida, misma silueta que había visto cuando se dio su inusual cambio. Pese a toda advertencia de su voz interior la rubia terminó acercándose a la anciana, quien se mantenía alejada, como si buscase no ser notada por nadie.
—Aun sé cómo me llamo —tomó asiento junto a ella, mirándola con desconfianza—. Muy bien, habla —arqueó una ceja—. ¿Qué fue toda aquella palabrería del líquido?
Había cambiado, más no era tonta, sabía perfectamente que algo le estaba ocurriendo y no solo porque su mente se mantuviera luchando consigo misma. La anciana sonrió mostrando su dentadura escasa y amarillenta, señalando con la mirada a donde se encontraban su compañero de gremio y el bardo, quienes de alguna manera habían dejado de pelear cuando ella estaba reclamando lo de su ropa. Vio como el tabernero les extendía dos jarras de cerveza, mientras los hombres que se encontraban al lado de la elfa brindaban con cierta satisfacción. Bien, no era precisamente la respuesta que estaba esperando y desgraciadamente su personalidad interior le decía que algo malo saldría de aquello, pero como siempre su cuerpo era el último en responder, haciendo caso omiso a las advertencias y dejando que tanto su compañero, como su viejo amigo hicieran lo que quisiesen.
Ashryn Elaynor
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Re: Bébeme y que la fiesta comience.
Iltharion se había cruzado con toda clase de personas a lo largo de sus viajes, con orígenes extraños y curiosas sectas, personas que desafiaban la sociedad y fieles expresiones de la misma, y cuando aquel muchacho soltó lo del tratamiento de belleza, lo tomó, indudablemente, como una falaz patraña.
-¿Me tomas por imbécil?.-Le preguntó al sujeto con el mismo tono neutro, encarando apenas la ceja diestra.
La expresión de dolor del humano fue una pequeña gota de ambrosía en aquel momento en el que el elfo se estaba llenando de hartazgo.-Puedes pasarte por los cojones lo que te salga de los mismísimos, y me importan poco mas que estos tus explicaciones, ni las necesito, ni las quiero, mientras me dejes tranquilo, porque mi paciencia tiene un limite, y mas con los necios.-El tono del bardo bajo, lo suficiente como para que solo el humano, y Eretria si paraba la oreja, pudieran escuchar aquella advertencia, que no sonaba mas a amenaza de lo que habían sonado el resto de sus palabras.
Iltharion observó que el joven estaba dando la vuelta, y a punto de hacer lo mismo lo vio dar la vuelta sobre los talones, cuando tomó aire se imaginó nada bueno, y su mano se dirigió con una discreción sutil y entrenada a una de las dagas que escondía entre las ropas, y cuando este cargo contra el, solo pudo contener una sonrisa, mientras aprovechaba la protección de sus cuerpos apra sacar la daga, y cortarse el costado en el proceso, y la distracción de la caída para endilgarle en la mano su daga manchada de sangre al sujeto.*
Iltharion golpeó con estrépito en el suelo de la taberna, soltando quejido de dolor, y contrayendo el gesto, su voz y su faz volvían a parecer como los de cualquier mortal, espejo de sus sentimientos, o mejor dicho, de los sentimientos que quería que los otros vieran.
La sangre no tardó en manchar su camisa rota, y un poco el suelo de la taberna en la que había aterrizado, mientras el humano hablaba, y la joven elfa de tez oscura le defendía.
El bardo se separó del humano presto, con la mano en el costado entre cuyos dedos manaba un acusatorio liquido carmesí.
-¿Ladrón? ¡Casí me matas loco desquiciado!.-Lo acusó el trovador, como si realmente estuviera asustado, y se apartó del mismo, poniéndose en pie aparatosamente.-¡¿No has tenido suficiente acosando a mis congéneres que tienes que atacarme porque una se ha negado a irse contigo?!.-Iltharion trastabillo hacia la barra y se apoyó en la misma, con una actuación impecable.** Mientras algunos de los sujetos de la taberna se acercaban hacia iltharion para auxiliarlo y la camarera se apuraba a traer paños y agua caliente para la herida.
-Va armado.-Señaló un sujeto de entre la clientela, con brazos robustos de herrero, y el rostro encendido por la cerveza, e intentando neutralizar la amenaza, una cosa era una pelea a golpes, y la otra pelar un arma. Sin preámbulo, ni pregunta, ni cuidado alguno le plantó un golpe en la cara al humano*** rompiéndole la nariz por segunda vez, y haciendo caer de su mano una daga de acero común y manchada, que podría ser suya como de cualquiera.
-Soy doctor.-Mencionó el bardo, dejando monedas sobre la barra cuando depositaron el agua y los paños en la misma. Con dinero y victima de una cuchillada, tenía todas las de ganar.-De verdad no soy un ladrón, pueden ver mis utensilios de trabajo en el morral, las hierbas y el mortero.-Tomó el paño y lo colocó sobre la herida, soltando un quejido pero presionando la misma, con los atentos oídos de parte de los tertulianos de la barra. Abrió su morral con una mano y sacó el mortero y algunas hierbas que dejó sobre el mostrador para que no quedaran dudas.-Me encontré con esa vieja amiga en el mercado, y ese sujeto la estaba molestando, le tiró tripas encima, y cuando quisimos venir a que se lavara nos increpó, me aporreo con un animal muerto, y me saltó encima con alguna clase de arma.-Parecía confuso en serio, como si la situación le superara.-La muchacha de tez morena lo ha visto.-Señaló a Eretria con la cabeza. Y la clientela crédula no fue un publico difícil para un actor tan consumado que había dejado todas las piezas a su favor, y cuya historia convenía además al dueño del local por su abultada bolsa de Aeros.
Además no había soltado una sola mentira que nadie mas que Fred pudiera desmentir, pues sus cuerpos habían privado a la elfa de ser participe de su engaño con la daga, y se había cuidado bien, ahora que parecía tan moralista, se soltar algún ardid que le hiciera parecer un mentiroso, no solo intentaba engañar a los humanos, si no a las dos jóvenes presentes.
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* y **: Uso de mi habilidad de nivel 0 y notifico mi ventaja en actuación por la maestría en carisma
*** Fred me pidio que le rompiera la nariz pues la lleva rota en otro tema posterior.
-¿Me tomas por imbécil?.-Le preguntó al sujeto con el mismo tono neutro, encarando apenas la ceja diestra.
La expresión de dolor del humano fue una pequeña gota de ambrosía en aquel momento en el que el elfo se estaba llenando de hartazgo.-Puedes pasarte por los cojones lo que te salga de los mismísimos, y me importan poco mas que estos tus explicaciones, ni las necesito, ni las quiero, mientras me dejes tranquilo, porque mi paciencia tiene un limite, y mas con los necios.-El tono del bardo bajo, lo suficiente como para que solo el humano, y Eretria si paraba la oreja, pudieran escuchar aquella advertencia, que no sonaba mas a amenaza de lo que habían sonado el resto de sus palabras.
Iltharion observó que el joven estaba dando la vuelta, y a punto de hacer lo mismo lo vio dar la vuelta sobre los talones, cuando tomó aire se imaginó nada bueno, y su mano se dirigió con una discreción sutil y entrenada a una de las dagas que escondía entre las ropas, y cuando este cargo contra el, solo pudo contener una sonrisa, mientras aprovechaba la protección de sus cuerpos apra sacar la daga, y cortarse el costado en el proceso, y la distracción de la caída para endilgarle en la mano su daga manchada de sangre al sujeto.*
Iltharion golpeó con estrépito en el suelo de la taberna, soltando quejido de dolor, y contrayendo el gesto, su voz y su faz volvían a parecer como los de cualquier mortal, espejo de sus sentimientos, o mejor dicho, de los sentimientos que quería que los otros vieran.
La sangre no tardó en manchar su camisa rota, y un poco el suelo de la taberna en la que había aterrizado, mientras el humano hablaba, y la joven elfa de tez oscura le defendía.
El bardo se separó del humano presto, con la mano en el costado entre cuyos dedos manaba un acusatorio liquido carmesí.
-¿Ladrón? ¡Casí me matas loco desquiciado!.-Lo acusó el trovador, como si realmente estuviera asustado, y se apartó del mismo, poniéndose en pie aparatosamente.-¡¿No has tenido suficiente acosando a mis congéneres que tienes que atacarme porque una se ha negado a irse contigo?!.-Iltharion trastabillo hacia la barra y se apoyó en la misma, con una actuación impecable.** Mientras algunos de los sujetos de la taberna se acercaban hacia iltharion para auxiliarlo y la camarera se apuraba a traer paños y agua caliente para la herida.
-Va armado.-Señaló un sujeto de entre la clientela, con brazos robustos de herrero, y el rostro encendido por la cerveza, e intentando neutralizar la amenaza, una cosa era una pelea a golpes, y la otra pelar un arma. Sin preámbulo, ni pregunta, ni cuidado alguno le plantó un golpe en la cara al humano*** rompiéndole la nariz por segunda vez, y haciendo caer de su mano una daga de acero común y manchada, que podría ser suya como de cualquiera.
-Soy doctor.-Mencionó el bardo, dejando monedas sobre la barra cuando depositaron el agua y los paños en la misma. Con dinero y victima de una cuchillada, tenía todas las de ganar.-De verdad no soy un ladrón, pueden ver mis utensilios de trabajo en el morral, las hierbas y el mortero.-Tomó el paño y lo colocó sobre la herida, soltando un quejido pero presionando la misma, con los atentos oídos de parte de los tertulianos de la barra. Abrió su morral con una mano y sacó el mortero y algunas hierbas que dejó sobre el mostrador para que no quedaran dudas.-Me encontré con esa vieja amiga en el mercado, y ese sujeto la estaba molestando, le tiró tripas encima, y cuando quisimos venir a que se lavara nos increpó, me aporreo con un animal muerto, y me saltó encima con alguna clase de arma.-Parecía confuso en serio, como si la situación le superara.-La muchacha de tez morena lo ha visto.-Señaló a Eretria con la cabeza. Y la clientela crédula no fue un publico difícil para un actor tan consumado que había dejado todas las piezas a su favor, y cuya historia convenía además al dueño del local por su abultada bolsa de Aeros.
Además no había soltado una sola mentira que nadie mas que Fred pudiera desmentir, pues sus cuerpos habían privado a la elfa de ser participe de su engaño con la daga, y se había cuidado bien, ahora que parecía tan moralista, se soltar algún ardid que le hiciera parecer un mentiroso, no solo intentaba engañar a los humanos, si no a las dos jóvenes presentes.
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* y **: Uso de mi habilidad de nivel 0 y notifico mi ventaja en actuación por la maestría en carisma
*** Fred me pidio que le rompiera la nariz pues la lleva rota en otro tema posterior.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Bébeme y que la fiesta comience.
A veces resultaba algo difícil ser tan sincero y tratar todo de una manera diferente, cuando el elfo de cabello rojo me preguntó si era imbécil me limité a hacer un leve sonido con la boca y mover mis manos como balanza, además no es como si me importara mucho que el sujeto tuviese un límite, estaba claro que existía un límite, para todos había limites.
Mi plan hubiese funcionado mejor si la elfa sensible me hubiese apoyado con la mentira piadosa, solo me quedó levantar la mirada y observarla momentáneamente con el ceño fruncido, no por enojo, solo para demostrar que hubiese sido mejor que me siguiera el juego, además no estaba lastimando a nadie… un golpe por chocar contra el suelo no dolía mucho.
El pelirrojo se apartó y noté como un líquido carmesí similar a la sangre estaba en el suelo, que raro. Tuve que mirar al elfo cuando me acuso de loco y desquiciado, cosas que no eran falsas pero tampoco eran ciertas… era ambas moderadamente, lo raro es que me acusaba de de querer haberlo matado, eso sí era mentira… aunque estaba sangrando “Oh genial, está usando sus poderes de roba almas.” Estaba claro, para eso él quería robar el alma de las féminas, fortificar sus poderes y hacer esa clase de cosas.
- Primero que nada, no intenté matarte, no es como si un golpe te fuese a hacer tanto daño. – Señalé la “herida” del elfo con ambas manos y “Oh cielos ¿Por qué tengo una daga en la mano?” Yo ni siquiera tenía una, quizá nadie se había dado cuenta, solo me quedaba disimular. – Y además no he acosado a nadie. – Sacudí la mano que tenía la daga y la bajé rápidamente, no sabía porque no la había tirado al suelo, aquello hubiese sido más factible.
Tristemente mi intento de ocultar el arma no dio fruto, un ebrio se había dado cuenta y no dudo en tomar medidas preventivas ¿Cómo? Rompiéndome la nariz nuevamente “Lo que fácil viene, fácil se va.” Tuve que tirar el arma al suelo y llevarme ambas manos para tratar de aminorar el dolor, al menos esta vez había sido de un golpe y no con una paliza que casi me ponía fin.
Tuve que alejarme y levantar las manos por si alguien más quería arrojar un golpe, esta vez no me tomarían desprevenido. El elfo simplemente se encargaba de difamarme sin contar mi lado de la historia ¿Por qué siempre era así? Buscaban aventajarse usando los vacíos argumentales, eso no era justo, al menos yo me esforzaba en mentir y crear duda entre persona y persona, jugaba con la balanza equilibrada.
- No la estaba molestando, lloraba porque creía que la había vuelto a dejar a su suerte. – Cosa que solía hacer muy a menudo. – Le tiré tripas para salvarte el pellejo, aunque después me fijé que ella no era el problema realmente. Y además no te quejes, no es como si te fuesen a doler golpes con ardillas, debería darte vergüenza decir que eso te hirió.– Ahora venía el problema, la herida con daga, yo no había sido responsable de ello. Ni siquiera tenía armas cuerpo a cuerpo, lo más cercano que tenía a ello era una flecha y si las usaba lo normal es que las dejase enterradas un tiempo.
Observé la taberna que parecía estar del lado del elfo y no dudarían en atacarme, lo bueno es que no me darían una picota… aunque una picota me vendría bien para defenderme “No Fred, nada de agresiones, mira lo que hiciste por no pensar ¿Crees que sea buena idea seguir atacando antes de razonar un momento?” Ciertamente tenía razón, no podía seguir desquitándome con animales muertos o tacleando… ni lanzando tripas, debía pensar.
- Y esa arma no es mía. – Bajé las manos que tenía en posición de defensa y me erguí todo lo que pude, no debía defenderme ni mostrar miedo si yo no había hecho aquello. – Si, quizá arroje tripas, te abofeteé merecidamente con una ardilla y te empujé sin gracia alguna, pero no te lastimé con un arma. – Dirigí la mirada a la compañera del elfo que se encontraba sentada observando el problema. – Y si, ella puede confirmar lo que dices… cada una de las cosas que hice, y por lo visto hasta te apoyaría con lo de “Este chico raro y verde me ha hecho daño”- Aquellas últimas palabras las hice con cierto tono burlón y agitando las manos en el aire.- No se me haría extraño que trates de usar fachadas para librarte de mi y tomar a Ashryn, sueles hablar como si todos tuvieran que obedecerte y hacerte caso, pero el leve problema es que eso no funciona conmigo… ni yo me hago caso. – Tomé la daga del suelo y la dejé en la mesa que tenía enfrente la chica que había cuidado al lobito “Oh rayos ¿Dónde estaba Astaroth?” – Pero solo quiero hacer una pregunta antes de que todos los presentes me quieran apalear por “busca problemas.” - Observé a la elfa esperando no equivocarme, aquel elfo se había auto-lesionado o había usado una clase de magia, además ella parecía ser su pareja, si el arma le pertenecía al elfo ella seguro la reconocía… lo que no sabía es si anteriormente no había visto la daga o mentiría para ayudar al de cabellos rojos. – Quiero que me digas la verdad ¿Habías visto esta arma antes? – Estaba totalmente preparado, si la respuesta era afirmativa me giraría y diría “¡Aja!” a todo pulmón mientras señalaba al elfo, si la respuesta era negativa… correría, correría lejos.
Mi plan hubiese funcionado mejor si la elfa sensible me hubiese apoyado con la mentira piadosa, solo me quedó levantar la mirada y observarla momentáneamente con el ceño fruncido, no por enojo, solo para demostrar que hubiese sido mejor que me siguiera el juego, además no estaba lastimando a nadie… un golpe por chocar contra el suelo no dolía mucho.
El pelirrojo se apartó y noté como un líquido carmesí similar a la sangre estaba en el suelo, que raro. Tuve que mirar al elfo cuando me acuso de loco y desquiciado, cosas que no eran falsas pero tampoco eran ciertas… era ambas moderadamente, lo raro es que me acusaba de de querer haberlo matado, eso sí era mentira… aunque estaba sangrando “Oh genial, está usando sus poderes de roba almas.” Estaba claro, para eso él quería robar el alma de las féminas, fortificar sus poderes y hacer esa clase de cosas.
- Primero que nada, no intenté matarte, no es como si un golpe te fuese a hacer tanto daño. – Señalé la “herida” del elfo con ambas manos y “Oh cielos ¿Por qué tengo una daga en la mano?” Yo ni siquiera tenía una, quizá nadie se había dado cuenta, solo me quedaba disimular. – Y además no he acosado a nadie. – Sacudí la mano que tenía la daga y la bajé rápidamente, no sabía porque no la había tirado al suelo, aquello hubiese sido más factible.
Tristemente mi intento de ocultar el arma no dio fruto, un ebrio se había dado cuenta y no dudo en tomar medidas preventivas ¿Cómo? Rompiéndome la nariz nuevamente “Lo que fácil viene, fácil se va.” Tuve que tirar el arma al suelo y llevarme ambas manos para tratar de aminorar el dolor, al menos esta vez había sido de un golpe y no con una paliza que casi me ponía fin.
Tuve que alejarme y levantar las manos por si alguien más quería arrojar un golpe, esta vez no me tomarían desprevenido. El elfo simplemente se encargaba de difamarme sin contar mi lado de la historia ¿Por qué siempre era así? Buscaban aventajarse usando los vacíos argumentales, eso no era justo, al menos yo me esforzaba en mentir y crear duda entre persona y persona, jugaba con la balanza equilibrada.
- No la estaba molestando, lloraba porque creía que la había vuelto a dejar a su suerte. – Cosa que solía hacer muy a menudo. – Le tiré tripas para salvarte el pellejo, aunque después me fijé que ella no era el problema realmente. Y además no te quejes, no es como si te fuesen a doler golpes con ardillas, debería darte vergüenza decir que eso te hirió.– Ahora venía el problema, la herida con daga, yo no había sido responsable de ello. Ni siquiera tenía armas cuerpo a cuerpo, lo más cercano que tenía a ello era una flecha y si las usaba lo normal es que las dejase enterradas un tiempo.
Observé la taberna que parecía estar del lado del elfo y no dudarían en atacarme, lo bueno es que no me darían una picota… aunque una picota me vendría bien para defenderme “No Fred, nada de agresiones, mira lo que hiciste por no pensar ¿Crees que sea buena idea seguir atacando antes de razonar un momento?” Ciertamente tenía razón, no podía seguir desquitándome con animales muertos o tacleando… ni lanzando tripas, debía pensar.
- Y esa arma no es mía. – Bajé las manos que tenía en posición de defensa y me erguí todo lo que pude, no debía defenderme ni mostrar miedo si yo no había hecho aquello. – Si, quizá arroje tripas, te abofeteé merecidamente con una ardilla y te empujé sin gracia alguna, pero no te lastimé con un arma. – Dirigí la mirada a la compañera del elfo que se encontraba sentada observando el problema. – Y si, ella puede confirmar lo que dices… cada una de las cosas que hice, y por lo visto hasta te apoyaría con lo de “Este chico raro y verde me ha hecho daño”- Aquellas últimas palabras las hice con cierto tono burlón y agitando las manos en el aire.- No se me haría extraño que trates de usar fachadas para librarte de mi y tomar a Ashryn, sueles hablar como si todos tuvieran que obedecerte y hacerte caso, pero el leve problema es que eso no funciona conmigo… ni yo me hago caso. – Tomé la daga del suelo y la dejé en la mesa que tenía enfrente la chica que había cuidado al lobito “Oh rayos ¿Dónde estaba Astaroth?” – Pero solo quiero hacer una pregunta antes de que todos los presentes me quieran apalear por “busca problemas.” - Observé a la elfa esperando no equivocarme, aquel elfo se había auto-lesionado o había usado una clase de magia, además ella parecía ser su pareja, si el arma le pertenecía al elfo ella seguro la reconocía… lo que no sabía es si anteriormente no había visto la daga o mentiría para ayudar al de cabellos rojos. – Quiero que me digas la verdad ¿Habías visto esta arma antes? – Estaba totalmente preparado, si la respuesta era afirmativa me giraría y diría “¡Aja!” a todo pulmón mientras señalaba al elfo, si la respuesta era negativa… correría, correría lejos.
Fredericksen
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Re: Bébeme y que la fiesta comience.
El corazón me dio dos vuelcos seguidos de un tercero cuando la sangre corrió por la superficie de la taberna, la camisa blanquecina del trovador inició una serie de goteos carmesíes que a pauso raudo se convirtieron en una mancha escarpada. ¿Qué ha pasado? ¡Debería haber estado más atenta! La jarra se me escapó de entre los dedos temblorosos a la par que mis labios todavía enrojecidos por los mordiscos del día anterior permanecieron entreabiertos, quise gritar espantada y aún así, ni mi voz ni mi cuerpo me obedecían. Una fatiga entrelazada al furor irremediable de querer venganza comenzó a tomar las riendas, embravecida por dentro y asustadiza por fuera me levanté del taburete para volver a yacer sobre este, sin fuerzas en las piernas me sentí inútil y desvalorada.
Nada de esto me convence y en un sin pensar, en sin sentir donde todo estalla en mis adentros cual dinamita brava a extensión de una mecha bañada en pólvora, comienzo a llorar con la garganta reseca, no hay una voz aguda ni un gimoteo incesante, tan sólo lágrimas que afloran, declinando por unas mejillas acaloradas. ¿Se morirá Iltharion? Y si es así, ¿por qué no puedo ir a su lado a apoyarle? O mejor dicho, a curarle, sé de medicina pero.. Me ha rechazado, siquiera me dejará tocarle y no deseo volver a tener su mirada severa encima mía ni escuchar la crueldad de unas palabras en las que me veré encadenada de por vida. En el rincón donde permanezco petrificada junto al bárbaro hago caso omiso al cazador, a sus excusas vagas y a lo mal que se está comportando de repente.
─ ¡Eso es mentira! No mentiré, ya sea para protegerle no lo haré. ─ No dejaré a un lado mis principios y mucho menos tras haber sido menospreciada cual muñeca de trapo sin valor, el humano con una resolución asegurada empieza a pasearse entre las mesas, llegando a la que estoy ubicada. El arma la colocó aún con la sangre embadurnándola a mi vera, ¿qué quiere que haga con algo así? La fragancia que expide me provoca e irremediable aparto la mirada tanto de él como de la daga. Si quiere que sea sincera, lo seré, pero antes de ello cual masoquista busqué la mirada del trovador, una que me intimida y a su vez me embelesa.
No debería mentir, pero tampoco quiero seguir siendo una molestia para el cobrizo, sin embargo, si admito toda esta farsa las consecuencias se convertirán en pesadillas y los remordimientos serían perpetuos, la paliza hacia el arquero y su posible muerte, todo sería por mi culpa y malas decisiones. Dubitativa mordí mi labio inferior, conozco la daga, por supuesto, el talle, el tamaño e incluso cuanto pesará ya que muchas de ellas tuve la oportunidad de sujetarlas y hasta jugar con ellas. Insegura contemplé al humano, no ha sido bueno, pero tampoco malo. ─ Yo... ─ Reticente volví a callar con ambas palmas lacias en el regazo, agaché la mirada y en un pronto la alcé para enfrentar al joven.
─ La conozco. ─ Susurré en bajo, tan bajo que solamente él podrá haberlo escuchado. El bárbaro cansado de las chácharas y la poca acción empujó al cazador hacia atrás, resopló y agarró uno de mis brazos para levantarme del taburete en un periquete. ─ Si no me entretienen ellos, ¿qué tal si tú lo haces, señorita? Veamos, no sé cual de los dos te tiene como esclava, pero con tantas heridas y ese color exótico, decidme, ¿por cuanto la vendéis? ─ Asombrada negué repentina, ¡esclava! Jamás, con todas mis fuerzas intento zafarme mientras el temerario ojea primero al elfo médico y después al humano con el rostro desfigurado. ─ 15 por una noche, en el estado que está, no daré más. ─ De un tirón conseguí enfadarle, el cierre de su palma en mi brazo se afianzó tanto que consiguió un jadeo por mi parte.
─ No soy una esclava, así que ya estás tardando en soltarme. ─ El jefe de la taberna refunfuña y no sabe como lidiar con todos los problemas sin que nada salga roto o tenga que verse retirando cadáveres, así pues, ignora a la mayoría y se centra en darle órdenes a una de las camareras para que ayude al elfo malherido. De mientras el bárbaro comienza a tirar de mi brazo, forcejeo y sin paciencia a la que atenerme clavo un tacón en su bota, sobresaltándole lo justo para echarme a correr lejos de este. ─ ¡Cogedla! ─ Ordenó a sus colegas de mesa, la taberna está que arde y sin saber en donde refugiarme saqué una de las dagas en redondel, poco a poco el espacio se estrecha y vista como una prostituta según se vea, ya he sido asignada por un precio, lo que no saben ni sabrán de momento, es que los que huirán luego, no seré yo, sino ellos.
***
Las risotadas de la anciana cabriolan en conjunto al espectáculo de la taberna y bien sabe ella que todo repercute gracias al encanto de sus pociones. Pocos son los que se atreven a tomar asiento no en su mesa, a su alrededor en general, y la rubia malhumorada tuvo la osadía de arribar al fondo donde permanece la hechicera y enfrentarla tras hacerle compañía. ─ Kukuku. ¿Me lo dice la que está invadiendo el cuerpo o la adormecida? ─ Preguntó para avivar las malas vibras, sabrá cómo se llama pero no cómo es que está siendo manipulada vilmente por el carácter de la elfa morena. ─ ¿Palabrería? Kukuku. ─ Volvió a reír, la hilera de dientes putrefactos salió a la luz y antes de proseguir se los mostró, totalmente repulsiva y poco higiénica.
─ Hechos, ha funcionado y estoy tan contenta de que hayáis sido mis conejitos de prueba. Ahora dime, muchacha, ¿qué precio pagarías por volver a ser la que eras? ─ La hechicera se encorva, cruza los brazos sobre la mesa y divisa a los tres que están armando un alboroto en la lejanía. ─ Un precio por otro. ─ Bellaca se encargará de que la diversión perdure y de paso, seguirá con sus experimentos alocados. En un chasqueo una nueva poción apareció en frente de la elfa rubia. ─ Eres una mujer independiente, vigorosa y tenaz, de ser así, ¿para qué le necesitas? ─ En un cabeceo le señaló al arquero, ese será el nuevo sacrificio. ─ Para salvarte a ti misma deberás condenarle a él. Ve allí y tira esta poción a sus pies.
Con breves toques le pasó la poción a la joven, la esencia verdadera jamás pondría en peligro a su ser querido, pero la esencia que domina, aquella que adora el caos y se nutre de los estragos, ¿que pensará ella al respecto? La anciana alza las comisuras y su nariz se arruga. ─ Recuerda, ¿qué vale más, tu vida o la de un segundo sin importancia? ─ Manipuladora incita al carácter dominante en el cuerpo de la muchacha, no comenta en ningún momento cuales serán las consecuencias una vez tirada la poción, de eso se trata el juego, de sembrar un desorden en su interior y que lo presencie la adormecida aún cuando le será imposible refrenar las acciones propias de la malvada.
Nada de esto me convence y en un sin pensar, en sin sentir donde todo estalla en mis adentros cual dinamita brava a extensión de una mecha bañada en pólvora, comienzo a llorar con la garganta reseca, no hay una voz aguda ni un gimoteo incesante, tan sólo lágrimas que afloran, declinando por unas mejillas acaloradas. ¿Se morirá Iltharion? Y si es así, ¿por qué no puedo ir a su lado a apoyarle? O mejor dicho, a curarle, sé de medicina pero.. Me ha rechazado, siquiera me dejará tocarle y no deseo volver a tener su mirada severa encima mía ni escuchar la crueldad de unas palabras en las que me veré encadenada de por vida. En el rincón donde permanezco petrificada junto al bárbaro hago caso omiso al cazador, a sus excusas vagas y a lo mal que se está comportando de repente.
─ ¡Eso es mentira! No mentiré, ya sea para protegerle no lo haré. ─ No dejaré a un lado mis principios y mucho menos tras haber sido menospreciada cual muñeca de trapo sin valor, el humano con una resolución asegurada empieza a pasearse entre las mesas, llegando a la que estoy ubicada. El arma la colocó aún con la sangre embadurnándola a mi vera, ¿qué quiere que haga con algo así? La fragancia que expide me provoca e irremediable aparto la mirada tanto de él como de la daga. Si quiere que sea sincera, lo seré, pero antes de ello cual masoquista busqué la mirada del trovador, una que me intimida y a su vez me embelesa.
No debería mentir, pero tampoco quiero seguir siendo una molestia para el cobrizo, sin embargo, si admito toda esta farsa las consecuencias se convertirán en pesadillas y los remordimientos serían perpetuos, la paliza hacia el arquero y su posible muerte, todo sería por mi culpa y malas decisiones. Dubitativa mordí mi labio inferior, conozco la daga, por supuesto, el talle, el tamaño e incluso cuanto pesará ya que muchas de ellas tuve la oportunidad de sujetarlas y hasta jugar con ellas. Insegura contemplé al humano, no ha sido bueno, pero tampoco malo. ─ Yo... ─ Reticente volví a callar con ambas palmas lacias en el regazo, agaché la mirada y en un pronto la alcé para enfrentar al joven.
─ La conozco. ─ Susurré en bajo, tan bajo que solamente él podrá haberlo escuchado. El bárbaro cansado de las chácharas y la poca acción empujó al cazador hacia atrás, resopló y agarró uno de mis brazos para levantarme del taburete en un periquete. ─ Si no me entretienen ellos, ¿qué tal si tú lo haces, señorita? Veamos, no sé cual de los dos te tiene como esclava, pero con tantas heridas y ese color exótico, decidme, ¿por cuanto la vendéis? ─ Asombrada negué repentina, ¡esclava! Jamás, con todas mis fuerzas intento zafarme mientras el temerario ojea primero al elfo médico y después al humano con el rostro desfigurado. ─ 15 por una noche, en el estado que está, no daré más. ─ De un tirón conseguí enfadarle, el cierre de su palma en mi brazo se afianzó tanto que consiguió un jadeo por mi parte.
─ No soy una esclava, así que ya estás tardando en soltarme. ─ El jefe de la taberna refunfuña y no sabe como lidiar con todos los problemas sin que nada salga roto o tenga que verse retirando cadáveres, así pues, ignora a la mayoría y se centra en darle órdenes a una de las camareras para que ayude al elfo malherido. De mientras el bárbaro comienza a tirar de mi brazo, forcejeo y sin paciencia a la que atenerme clavo un tacón en su bota, sobresaltándole lo justo para echarme a correr lejos de este. ─ ¡Cogedla! ─ Ordenó a sus colegas de mesa, la taberna está que arde y sin saber en donde refugiarme saqué una de las dagas en redondel, poco a poco el espacio se estrecha y vista como una prostituta según se vea, ya he sido asignada por un precio, lo que no saben ni sabrán de momento, es que los que huirán luego, no seré yo, sino ellos.
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Las risotadas de la anciana cabriolan en conjunto al espectáculo de la taberna y bien sabe ella que todo repercute gracias al encanto de sus pociones. Pocos son los que se atreven a tomar asiento no en su mesa, a su alrededor en general, y la rubia malhumorada tuvo la osadía de arribar al fondo donde permanece la hechicera y enfrentarla tras hacerle compañía. ─ Kukuku. ¿Me lo dice la que está invadiendo el cuerpo o la adormecida? ─ Preguntó para avivar las malas vibras, sabrá cómo se llama pero no cómo es que está siendo manipulada vilmente por el carácter de la elfa morena. ─ ¿Palabrería? Kukuku. ─ Volvió a reír, la hilera de dientes putrefactos salió a la luz y antes de proseguir se los mostró, totalmente repulsiva y poco higiénica.
─ Hechos, ha funcionado y estoy tan contenta de que hayáis sido mis conejitos de prueba. Ahora dime, muchacha, ¿qué precio pagarías por volver a ser la que eras? ─ La hechicera se encorva, cruza los brazos sobre la mesa y divisa a los tres que están armando un alboroto en la lejanía. ─ Un precio por otro. ─ Bellaca se encargará de que la diversión perdure y de paso, seguirá con sus experimentos alocados. En un chasqueo una nueva poción apareció en frente de la elfa rubia. ─ Eres una mujer independiente, vigorosa y tenaz, de ser así, ¿para qué le necesitas? ─ En un cabeceo le señaló al arquero, ese será el nuevo sacrificio. ─ Para salvarte a ti misma deberás condenarle a él. Ve allí y tira esta poción a sus pies.
Con breves toques le pasó la poción a la joven, la esencia verdadera jamás pondría en peligro a su ser querido, pero la esencia que domina, aquella que adora el caos y se nutre de los estragos, ¿que pensará ella al respecto? La anciana alza las comisuras y su nariz se arruga. ─ Recuerda, ¿qué vale más, tu vida o la de un segundo sin importancia? ─ Manipuladora incita al carácter dominante en el cuerpo de la muchacha, no comenta en ningún momento cuales serán las consecuencias una vez tirada la poción, de eso se trata el juego, de sembrar un desorden en su interior y que lo presencie la adormecida aún cuando le será imposible refrenar las acciones propias de la malvada.
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Eretria Noorgard
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