Bébeme y que la fiesta comience.
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Re: Bébeme y que la fiesta comience.
La ojiazul jamás se imaginó lo que sucedería cuando decidió acercarse a la anciana. Su compañero mantenía una la batalla con el elfo y en ese punto era difícil para los espectadores decidir cuál de los dos tenía la razón. La joven elfa había decidido no seguir la historia del trovador en medio de un silenciosos y doloroso llanto, mientras que la rubia arqueaba una ceja, buscando decidir si debía intervenir o no. Su voz interior estaba harta de aquella batalla perdida, pero su voluntad era tan férrea que no permitiría darse por vencida en medio de tan horribles embrollos. El grito de uno de los acompañantes de la joven la hizo chasquear la lengua, dispuesta a ponerse de pie y moler a golpes a aquellos bárbaros que osaban creer que las mujeres solo servían como objetos sexuales, más fue detenida por la extraña pregunta de la anciana.
Los orbes azulados se abrieron como platos, analizando aquella oferta que posiblemente acabaría con sus problemas. ¿Para qué necesitaba a Frederick? Ella era una médica reconocida en Lunargenta, tenía amistades con importantes miembros de la Guardia, pertenecía a un rango destacable dentro del gremio de informantes y además era la heredera de la orgullosa familia Elaynor; pero no era eso por lo que estimaba al cazador. Ella adoraba sus bromas, la extraña forma en que llevaban su vida criando a Iliaki, las aventuras que tenían cuando se metían en problemas; no lo necesitaba, pero lo quería. Una sonrisa burlona se esbozó en sus labios, mostrándole a la anciana la decisión que había tomado en contra de su voluntad interna. Tomó el frasco entre sus manos y se levantó del asiento, dispuesta a salvarse a sí misma sin importarle el precio.
Altanera, preciosa, orgullosa y sin un ápice de remordimiento caminó hasta donde se encontraban los elfos y el cazador, abriéndose paso entre la multitud, quienes le dirigían diversos tipos de miradas. Al menos caminar semidesnuda en una taberna llena de barbaros alcoholizados había servido para que el desgraciado que había querido comprar a la joven morena terminara soltándola, expectante a la extraña elfa que se acercaba con una simple bata sobre su cuerpo, cambiando rápidamente de objetivo. Su cabeza gritaba y lloraba, aferrándose a la esperanza de que su cuerpo reaccionara y detuviese lo que estaba a punto de hacer. La sonrisa ladina se hizo más pronunciada mientras levantaba la pócima con suma rapidez, echando un último vistazo a la presa que acabaría con todos sus problemas, frente a la aterrorizada voz de su interior, quien seguía luchando por detenerse a sí misma.
— ¡No!
Muy tarde. El frasco se rompió en mil pedazos al chocar contra el suelo, emitiendo un extraño vapor verduzco que tardó un par de segundos en desvanecerse. Se llevó al mano a la cabeza, tratando de enfocar la mirada en un punto claro cuando se percató de que su cuerpo nuevamente le estaba respondiendo, notando también el evidente detalle de su escasa indumentaria. Intentó cubrirse con sus brazos, soltando un leve grito que fue acompañado por un ligero rubor en sus mejillas, mientras miraba a su alrededor en busca de su compañero. No había tenido tiempo de reponerse cuando la otra joven ya se encontraba sobre ella con una furia justificada. Era bastante fuerte, inclusive había conseguido clavarle las uñas en su piel de porcelana, mientras ella buscaba la manera de contenerla.
— ¡Espere! —Hizo todo lo que estuvo en sus manos por evitar que la morena la descuartizara—. ¡Alto! ¡Ya! ¡Es suficiente! —Le gritó con todas sus fuerzas, mirándola fijamente—. Lamento haberle empujado, juro que no fue mi intención hacerle caer, de verdad jamás quise hacerle daño, pero todo lo que pasó después no fue obra mía —hizo una pausa deteniéndole las muñecas por precaución, aunque por un corto periodo de tiempo—. Intenté detenerme, pero mi cuerpo no me respondía —buscó a la viejecilla con la mirada—. Fue la anciana... —cayó en cuenta de que no había oído a su compañero desde que lanzó el frasco a los pies de éste—. Frederick…
Como pudo se separó de la morena, esperando que ya hubiese mermado las ansias que tuviese por matarla. No la culpaba, pues mientras estuvo en aquel extraño transe solo le había hecho daño, pero debía entender que eso no era su responsabilidad y que la única implicada era la anciana de las pócimas, y desgraciadamente había vuelto a escabullirse. Por si fuera poco, su mirada se encontraba un tanto borrosa, incapaz de vislumbrar la silueta del arquero entre tanta hegemonía, además debía buscar la manera de cubrir su cuerpo y de solucionar el conflicto con la elfa. Sí, como si no tuviese ya suficientes problemas.
Los orbes azulados se abrieron como platos, analizando aquella oferta que posiblemente acabaría con sus problemas. ¿Para qué necesitaba a Frederick? Ella era una médica reconocida en Lunargenta, tenía amistades con importantes miembros de la Guardia, pertenecía a un rango destacable dentro del gremio de informantes y además era la heredera de la orgullosa familia Elaynor; pero no era eso por lo que estimaba al cazador. Ella adoraba sus bromas, la extraña forma en que llevaban su vida criando a Iliaki, las aventuras que tenían cuando se metían en problemas; no lo necesitaba, pero lo quería. Una sonrisa burlona se esbozó en sus labios, mostrándole a la anciana la decisión que había tomado en contra de su voluntad interna. Tomó el frasco entre sus manos y se levantó del asiento, dispuesta a salvarse a sí misma sin importarle el precio.
Altanera, preciosa, orgullosa y sin un ápice de remordimiento caminó hasta donde se encontraban los elfos y el cazador, abriéndose paso entre la multitud, quienes le dirigían diversos tipos de miradas. Al menos caminar semidesnuda en una taberna llena de barbaros alcoholizados había servido para que el desgraciado que había querido comprar a la joven morena terminara soltándola, expectante a la extraña elfa que se acercaba con una simple bata sobre su cuerpo, cambiando rápidamente de objetivo. Su cabeza gritaba y lloraba, aferrándose a la esperanza de que su cuerpo reaccionara y detuviese lo que estaba a punto de hacer. La sonrisa ladina se hizo más pronunciada mientras levantaba la pócima con suma rapidez, echando un último vistazo a la presa que acabaría con todos sus problemas, frente a la aterrorizada voz de su interior, quien seguía luchando por detenerse a sí misma.
— ¡No!
Muy tarde. El frasco se rompió en mil pedazos al chocar contra el suelo, emitiendo un extraño vapor verduzco que tardó un par de segundos en desvanecerse. Se llevó al mano a la cabeza, tratando de enfocar la mirada en un punto claro cuando se percató de que su cuerpo nuevamente le estaba respondiendo, notando también el evidente detalle de su escasa indumentaria. Intentó cubrirse con sus brazos, soltando un leve grito que fue acompañado por un ligero rubor en sus mejillas, mientras miraba a su alrededor en busca de su compañero. No había tenido tiempo de reponerse cuando la otra joven ya se encontraba sobre ella con una furia justificada. Era bastante fuerte, inclusive había conseguido clavarle las uñas en su piel de porcelana, mientras ella buscaba la manera de contenerla.
— ¡Espere! —Hizo todo lo que estuvo en sus manos por evitar que la morena la descuartizara—. ¡Alto! ¡Ya! ¡Es suficiente! —Le gritó con todas sus fuerzas, mirándola fijamente—. Lamento haberle empujado, juro que no fue mi intención hacerle caer, de verdad jamás quise hacerle daño, pero todo lo que pasó después no fue obra mía —hizo una pausa deteniéndole las muñecas por precaución, aunque por un corto periodo de tiempo—. Intenté detenerme, pero mi cuerpo no me respondía —buscó a la viejecilla con la mirada—. Fue la anciana... —cayó en cuenta de que no había oído a su compañero desde que lanzó el frasco a los pies de éste—. Frederick…
Como pudo se separó de la morena, esperando que ya hubiese mermado las ansias que tuviese por matarla. No la culpaba, pues mientras estuvo en aquel extraño transe solo le había hecho daño, pero debía entender que eso no era su responsabilidad y que la única implicada era la anciana de las pócimas, y desgraciadamente había vuelto a escabullirse. Por si fuera poco, su mirada se encontraba un tanto borrosa, incapaz de vislumbrar la silueta del arquero entre tanta hegemonía, además debía buscar la manera de cubrir su cuerpo y de solucionar el conflicto con la elfa. Sí, como si no tuviese ya suficientes problemas.
Off: He dejado suficientes huecos en el post como para Ilth y Fred narren la continuación de la pelea y lo que ocurre hasta el momento en que Ashy lanza la poción. De igual forma si hay algún detalle pueden decirme para editar :3 Ery quise narrar un poco de como intentaba evitar que me sacaras los ojos (?) Pero si está mal te pido que me disculpes y con gusto editaré ;u; Lamento la tardanza
Ashryn Elaynor
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Re: Bébeme y que la fiesta comience.
La perorata del humano no tenía ni pies ni cabeza, sobre todo para los humanos de la taberna, para quien solo era una especie de desquiciado armado que había entrado al local hiriendo a un viajero, y que ahora, empuñando una daga tan particular como cualquiera de los adoquines del camino, y que podría haber pertenecido a cualquiera de los presentes.
Ese era uno de los motivos por los que el viajero no invertía en hermosas empuñaduras para sus armas, o aceros especialmente caros, aunque se lo podía permitir, o había hallado más de una vez en los mercados dagas y cuchillos que lo encandilaban. Pues algo común podía ser de cualquiera, pero una particularidad lo podría delatarlo en momentos como aquel. En ese momento, su precaución le jugaba a favor, porque la búsqueda de cenicienta que encabezaba el mocoso le servía de bien poco más que para seguir quedando como un loco ante los comensales de la posada.
Por lo menos le habían traído al elfo agua caliente, y tras limpiarse la herida, hizo uso de aquel poder innato, y que usaba de forma tan esquiva, y más que con otros, con el mismo. Colocó ambas manos sobre la herida, y canalizó el maná, invocó en un murmullo a los dioses, maldiciéndose por dentro por usar sus dones, y contraer dicha deuda.
La piel no tardo en cerrarse, y aquel corte superficial dejó solo una blanca cicatriz tras de sí, y la camisa nueva algo rota y manchada.
Concentrado como había quedado el trovador, llegó tarde a percatarse de las intenciones de la elfa, y fueron los cristales al romperse que lograron que virara el rostro, a tiempo de ver aquel humo insidioso adueñarse del aire de aquel lugar de la taberna, entre él y el mocoso de pocas luces, golpeando en las narices del sujeto que había golpeado al humano, y un par de brabucones más, y por si fueran ya pocos los afectados, también del sátrapa que había tratado a la elfa de tez tostada como si fuera una meretriz de tres al cuarto.
Iltharion tosió por reflejo al percatarse de que había aspirado aquel humo de color sospechoso, intentó expulsar el aire de sus pulmones hasta que estos le ardieron. Casi esperaba sentir algún ardor interno además de la falta del aire, sus entrañas descomponerse, alguna clase de debilidad, pero no ocurrió nada de aquello.
Solo, de algún modo le pareció que sus manos eran diferentes, a medida que más las miraba, y sus piernas, que se mostraban bajo las mismas igual. Sintió la incomodidad de las botas que le estaban demasiado grandes, y frunció el ceño sin entender que ocurría.
La barba del trovador había pasado a mejor vida, así como sus cejas pobladas, o el mentón cuadrado y viril, o la amplitud de su espalda. La camisa le cayó por encima de uno de sus delicados hombros, porque de golpe le estaba demasiado ancha. La melena cobriza caía entorno de un rostro delicado, femenino y entrado en años, pero aun así con la delicadeza y armonía que nunca abandonaba a los de su especie. Había incluso algo dulce en sus facciones, como la figura de una madre.
Parecía estar embutida en unas ropas que no eran las suyas, con el cuello demasiado grande, las mangas muy anchas, y el torso estrecho que comprimía un pecho voluminoso para el que el corte de la camisa no estaba diseñado.
Iltharion tardó unos instantes en procesar esos cambios repentinos en su propio cuerpo, y el asombro fue tal que se cayó del taburete, casi rompiendo su laúd en el proceso. Se quitó el morral y el instrumento como si estuvieran apestados, y los dejó a un costado de la barra, temiendo malmeterlos, y con una torpeza que no le era propia, pues tanto habían cambiado sus manos, que hasta la forma de sus dedos se le hacía extraña.
-Esto no tiene ninguna gracia. -Espetó con una voz melodiosa, dulce, hecha para el canto como era la suya, pero con un timbre meloso, y aunque grave, sumamente femenino, que hizo que se llevara ambas manos a la garganta, y cerrara inmediatamente el pico.
Un rubor intenso cubrió por completo la faz de aquella mujer de mediana edad, y logró hacerse con su capa de viaje, y taparse con ella su cuerpo tanto como la misma le permitió.
Iltharion se obligó a respirar profundamente, y a tratar de mantener una expresión neutra, mientras observaba su entorno, completamente turbado, negándose a aceptar o que veía y sentía, con los pómulos ardiendo, y tratado de escapar a unas memorias y miedos que había enterrado hacía tantas décadas, que jamás habría imaginado que pudieran volver a asediarle con tanta fuerza.
Asomó uno de sus delicados, largos y delgados brazos hasta asirse al borde de la barra, y se puso en pie, afirmando las piernas en el suelo, como si temiera caerse de la impresión, y volvió a tomar sus cosas, dispuesto a salir pitando de aquel lugar a la mínima mirada de los habitantes masculinos de aquel lugar que pudieran despertar alguna señal de alerta en ella.
Ese era uno de los motivos por los que el viajero no invertía en hermosas empuñaduras para sus armas, o aceros especialmente caros, aunque se lo podía permitir, o había hallado más de una vez en los mercados dagas y cuchillos que lo encandilaban. Pues algo común podía ser de cualquiera, pero una particularidad lo podría delatarlo en momentos como aquel. En ese momento, su precaución le jugaba a favor, porque la búsqueda de cenicienta que encabezaba el mocoso le servía de bien poco más que para seguir quedando como un loco ante los comensales de la posada.
Por lo menos le habían traído al elfo agua caliente, y tras limpiarse la herida, hizo uso de aquel poder innato, y que usaba de forma tan esquiva, y más que con otros, con el mismo. Colocó ambas manos sobre la herida, y canalizó el maná, invocó en un murmullo a los dioses, maldiciéndose por dentro por usar sus dones, y contraer dicha deuda.
La piel no tardo en cerrarse, y aquel corte superficial dejó solo una blanca cicatriz tras de sí, y la camisa nueva algo rota y manchada.
Concentrado como había quedado el trovador, llegó tarde a percatarse de las intenciones de la elfa, y fueron los cristales al romperse que lograron que virara el rostro, a tiempo de ver aquel humo insidioso adueñarse del aire de aquel lugar de la taberna, entre él y el mocoso de pocas luces, golpeando en las narices del sujeto que había golpeado al humano, y un par de brabucones más, y por si fueran ya pocos los afectados, también del sátrapa que había tratado a la elfa de tez tostada como si fuera una meretriz de tres al cuarto.
Iltharion tosió por reflejo al percatarse de que había aspirado aquel humo de color sospechoso, intentó expulsar el aire de sus pulmones hasta que estos le ardieron. Casi esperaba sentir algún ardor interno además de la falta del aire, sus entrañas descomponerse, alguna clase de debilidad, pero no ocurrió nada de aquello.
Solo, de algún modo le pareció que sus manos eran diferentes, a medida que más las miraba, y sus piernas, que se mostraban bajo las mismas igual. Sintió la incomodidad de las botas que le estaban demasiado grandes, y frunció el ceño sin entender que ocurría.
La barba del trovador había pasado a mejor vida, así como sus cejas pobladas, o el mentón cuadrado y viril, o la amplitud de su espalda. La camisa le cayó por encima de uno de sus delicados hombros, porque de golpe le estaba demasiado ancha. La melena cobriza caía entorno de un rostro delicado, femenino y entrado en años, pero aun así con la delicadeza y armonía que nunca abandonaba a los de su especie. Había incluso algo dulce en sus facciones, como la figura de una madre.
Parecía estar embutida en unas ropas que no eran las suyas, con el cuello demasiado grande, las mangas muy anchas, y el torso estrecho que comprimía un pecho voluminoso para el que el corte de la camisa no estaba diseñado.
Iltharion tardó unos instantes en procesar esos cambios repentinos en su propio cuerpo, y el asombro fue tal que se cayó del taburete, casi rompiendo su laúd en el proceso. Se quitó el morral y el instrumento como si estuvieran apestados, y los dejó a un costado de la barra, temiendo malmeterlos, y con una torpeza que no le era propia, pues tanto habían cambiado sus manos, que hasta la forma de sus dedos se le hacía extraña.
-Esto no tiene ninguna gracia. -Espetó con una voz melodiosa, dulce, hecha para el canto como era la suya, pero con un timbre meloso, y aunque grave, sumamente femenino, que hizo que se llevara ambas manos a la garganta, y cerrara inmediatamente el pico.
Un rubor intenso cubrió por completo la faz de aquella mujer de mediana edad, y logró hacerse con su capa de viaje, y taparse con ella su cuerpo tanto como la misma le permitió.
Iltharion se obligó a respirar profundamente, y a tratar de mantener una expresión neutra, mientras observaba su entorno, completamente turbado, negándose a aceptar o que veía y sentía, con los pómulos ardiendo, y tratado de escapar a unas memorias y miedos que había enterrado hacía tantas décadas, que jamás habría imaginado que pudieran volver a asediarle con tanta fuerza.
Asomó uno de sus delicados, largos y delgados brazos hasta asirse al borde de la barra, y se puso en pie, afirmando las piernas en el suelo, como si temiera caerse de la impresión, y volvió a tomar sus cosas, dispuesto a salir pitando de aquel lugar a la mínima mirada de los habitantes masculinos de aquel lugar que pudieran despertar alguna señal de alerta en ella.
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Iltharion Dur'Falas
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Re: Bébeme y que la fiesta comience.
Mi reciente escena había causado un ambiente tenso y nada amistoso, no era tan raro realmente, me creían culpable por la herida del elfo y a este paso hasta yo me lo hubiese creído, lo único que me ayudaba a no dudar en mi era que sabía bien que la daga no era mía. Podía sentir como una gota de sudor caía por mi rostro esperando la respuesta, aquello decidiría si debía correr o no, todo dependía de aquello… y de que no me capturaran antes de tiempo, otro gran detalle.
Un alivio me recorrió de pies a cabeza cuando la elfa afirmó mis dudas, si conocía esa daga. - ¡AJA! – Aquello fue lo único que dije mientras me giraba y señalaba al elfo de cabellos rojos, no dejaría que me atrapara en su malvada trampa, tal vez yo era muy descuidado pero no lo era tanto como para herir a otros con un arma… o al menos eso pensaba, nunca había enterrado una flecha a alguien por error, solamente a mí.
Por lo visto el problema de la daga no había sido tan relevante, el mismo nuevo acompañante de la cuidadora de cachorros me empujo sin nada de sutileza haciéndome casi volver a caer, por lo visto aquel día la gente me quería ver más que nada en el suelo. Al parecer solo nos querían de espectáculo, un par de golpes dentro de una taberna… quizá sangre, posiblemente ojos apuñalados y dedos cortados, pero diversión a fin de cuentas.
- Un momento ¿Esclava? – Dudaba que la chica fuese una esclava, si así fuera principalmente estaría tratando de escapar de su captor… el cual por lógica podría ser el de cabellos rojos, pero aquello si era improbable, no le veía con signos de miedo hacía el “También es posible que sea una sumisa y por eso le guste andar con él.” Cuantas dudas tenía ahora, pero primero debía preocuparme por mi salud y de que no me rompieran alguna extremidad.
La duda acerca de la posible esclavitud de la elfa se resolvió sin problemas, ella misma había afirmado que no lo era ¿O acaso mentía? Con una técnica muy conocida la cuidadora de cachorros se liberó de su captor para alejarse, ahora que la atención se centraba en ella yo podía escapar sin problemas y buscar a Ashryn.
Posiblemente el elfo malvado se dignara a ayudar a su pareja ¿Cierto? “¿Por qué demonios no la ayuda?” Era claro que posiblemente necesitara algo de ayuda, aunque la elfa tenía una daga, tal vez pudiese defenderse sola… tal vez “A quien quiero engañar, tarde o temprano iba a hacer algo estúpido a fin de cuentas.” Saqué mi arco y una flecha, no pretendía herir a nadie, solamente llamar la atención para que la elfa tuviese oportunidad de escapar o hacer algo.
Disparé la flecha con precisión a los pies de los atacantes de la chica, aquello debía ser suficiente para que dijeran “Oh chico bastardo, no debiste hacer eso” o algo por el estilo, por algún razón los busca pleitos siempre decían algo de ese estilo. Acababa de empezar mi huida cuando algo se partió contra el suelo, por el sonido supe que claramente era cristal, bajé la mirada para ver como un humo verdusco “¿Qué rayos es esto?”
La sorpresa me la llevé al observar quien había lanzado tal cosa, no era extraño que Ashryn me estuviese intentando asesinar con quien sabe que… y pensar que trataba de ayudarla. El aroma de aquel vapor era extraño, no podía compararlo con algo y además hacía que en mi boca se presentara un extraño sabor ¿Qué clase de veneno sería ese?
Lo peor es que mi cuerpo comenzaba a sentirse raro, me sentía más liviano que de costumbre pero a la vez sentía que había algo de más. Observé la mano que aun sujetaba el arco y me extrañé al observar que no se parecía en nada a mi mano ¿Aquello era un truco visual? Lo peor de todo fue cuando pasé la mirada por mi pecho, algo estaba sobresaliendo de este, eran extraños bultos.
- Espera… no. – Aquello no podía ser cierto, debía ser un veneno que afectara la vista o algo por el estilo.
Solo debía hacer un par de pruebas para saber si aquello era real, primero estire el cuello de mi camisa y observé hacía los bultos, efectivamente parecía que ahora tenía senos… pero si aquello era óptico solo me quedaban realizar las pruebas físicas. Apreté con fuerza el pecho dejando una sensación rara e incómoda, pero lo peor era que si se sentían reales “No puede ser cierto, no puede ser cierto.” Recorrí todo mi cuerpo con las manos y efectivamente ahora era diferente, más suave y más… femenino.
- ¿Q…qué me hiciste? – Ahora que me fijaba hasta mi tono de voz había cambiado, aquello no era gracioso. Me llevé las manos al rostro para notar que de igual manera este había cambiado, aquello no era nada divertido.
Supuse que mi rostro podía demostrar el terror y sorpresa que tenía en ese momento, un leve pitido se hizo presente en mis oídos y todo comenzó a dar vueltas, quizá a causa del mismo humo verdusco o por el hecho de que estaba a punto de desmayarme. Ahora era una mujer ¿Por qué demonios era una mujer? … bueno, claramente por la cosa verde pero aun así no era suficiente. Me dejé caer de rodillas mientras aun aturdido por todo aquello apretaba mi pecho, no por placer, solo para verificar que todo aquello no era un sueño y era verdad… una aterradora realidad.
Un alivio me recorrió de pies a cabeza cuando la elfa afirmó mis dudas, si conocía esa daga. - ¡AJA! – Aquello fue lo único que dije mientras me giraba y señalaba al elfo de cabellos rojos, no dejaría que me atrapara en su malvada trampa, tal vez yo era muy descuidado pero no lo era tanto como para herir a otros con un arma… o al menos eso pensaba, nunca había enterrado una flecha a alguien por error, solamente a mí.
Por lo visto el problema de la daga no había sido tan relevante, el mismo nuevo acompañante de la cuidadora de cachorros me empujo sin nada de sutileza haciéndome casi volver a caer, por lo visto aquel día la gente me quería ver más que nada en el suelo. Al parecer solo nos querían de espectáculo, un par de golpes dentro de una taberna… quizá sangre, posiblemente ojos apuñalados y dedos cortados, pero diversión a fin de cuentas.
- Un momento ¿Esclava? – Dudaba que la chica fuese una esclava, si así fuera principalmente estaría tratando de escapar de su captor… el cual por lógica podría ser el de cabellos rojos, pero aquello si era improbable, no le veía con signos de miedo hacía el “También es posible que sea una sumisa y por eso le guste andar con él.” Cuantas dudas tenía ahora, pero primero debía preocuparme por mi salud y de que no me rompieran alguna extremidad.
La duda acerca de la posible esclavitud de la elfa se resolvió sin problemas, ella misma había afirmado que no lo era ¿O acaso mentía? Con una técnica muy conocida la cuidadora de cachorros se liberó de su captor para alejarse, ahora que la atención se centraba en ella yo podía escapar sin problemas y buscar a Ashryn.
Posiblemente el elfo malvado se dignara a ayudar a su pareja ¿Cierto? “¿Por qué demonios no la ayuda?” Era claro que posiblemente necesitara algo de ayuda, aunque la elfa tenía una daga, tal vez pudiese defenderse sola… tal vez “A quien quiero engañar, tarde o temprano iba a hacer algo estúpido a fin de cuentas.” Saqué mi arco y una flecha, no pretendía herir a nadie, solamente llamar la atención para que la elfa tuviese oportunidad de escapar o hacer algo.
Disparé la flecha con precisión a los pies de los atacantes de la chica, aquello debía ser suficiente para que dijeran “Oh chico bastardo, no debiste hacer eso” o algo por el estilo, por algún razón los busca pleitos siempre decían algo de ese estilo. Acababa de empezar mi huida cuando algo se partió contra el suelo, por el sonido supe que claramente era cristal, bajé la mirada para ver como un humo verdusco “¿Qué rayos es esto?”
La sorpresa me la llevé al observar quien había lanzado tal cosa, no era extraño que Ashryn me estuviese intentando asesinar con quien sabe que… y pensar que trataba de ayudarla. El aroma de aquel vapor era extraño, no podía compararlo con algo y además hacía que en mi boca se presentara un extraño sabor ¿Qué clase de veneno sería ese?
Lo peor es que mi cuerpo comenzaba a sentirse raro, me sentía más liviano que de costumbre pero a la vez sentía que había algo de más. Observé la mano que aun sujetaba el arco y me extrañé al observar que no se parecía en nada a mi mano ¿Aquello era un truco visual? Lo peor de todo fue cuando pasé la mirada por mi pecho, algo estaba sobresaliendo de este, eran extraños bultos.
- Espera… no. – Aquello no podía ser cierto, debía ser un veneno que afectara la vista o algo por el estilo.
Solo debía hacer un par de pruebas para saber si aquello era real, primero estire el cuello de mi camisa y observé hacía los bultos, efectivamente parecía que ahora tenía senos… pero si aquello era óptico solo me quedaban realizar las pruebas físicas. Apreté con fuerza el pecho dejando una sensación rara e incómoda, pero lo peor era que si se sentían reales “No puede ser cierto, no puede ser cierto.” Recorrí todo mi cuerpo con las manos y efectivamente ahora era diferente, más suave y más… femenino.
- ¿Q…qué me hiciste? – Ahora que me fijaba hasta mi tono de voz había cambiado, aquello no era gracioso. Me llevé las manos al rostro para notar que de igual manera este había cambiado, aquello no era nada divertido.
Supuse que mi rostro podía demostrar el terror y sorpresa que tenía en ese momento, un leve pitido se hizo presente en mis oídos y todo comenzó a dar vueltas, quizá a causa del mismo humo verdusco o por el hecho de que estaba a punto de desmayarme. Ahora era una mujer ¿Por qué demonios era una mujer? … bueno, claramente por la cosa verde pero aun así no era suficiente. Me dejé caer de rodillas mientras aun aturdido por todo aquello apretaba mi pecho, no por placer, solo para verificar que todo aquello no era un sueño y era verdad… una aterradora realidad.
- Fred Chica (todo un encanto):
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Fredericksen
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Re: Bébeme y que la fiesta comience.
Rodeada de varones comencé a temblar, no sólo me sacan dos cabezas en alto sino que también son más anchos de cuerpo, rufianes sin respeto hacia las mujeres, los propósitos que esperan de nosotras son meros placeres estén acordados o todo lo contrario. ¿Qué haré para salir impune? Asegurada por la daga dí unos pasos hacia atrás con el corazón totalmente desubicado, cada uno de los latidos bombean con fuerza hacia fuera, oscilando un pecho abatido por los acontecimientos, mis facciones van apagándose, no hay vivacidad, preocupación o dolor, no, actualmente el pavor permanece y no estabiliza una posible ruta de escape. De pronto unos ojos, una mirada, unas pestañas y unas respectivas cejas pobladas hacen que olvide mi propio nombre, el bárbaro recorre voraz las botas de cuero que calzo, la herida palpitante del muslo y la armadura que le induce a fantasías insuperables.
Sabe lo que quiere, lo sabe y no tarda en abalanzarse hasta vérselas con una flecha a los pies, los luceros que me seguían cual cordero acordonado fueron directos hacia el humano, dolió, el desazón de que fuese un desconocido el que me salvase y no el trovador de melena cobriza que observa el panorama sin importancia, como no valiese siquiera para ser defendida. Quise alejarme lo más rápido posible, correr en dirección contraria, hacia los portones y desaparecer de la aldea por y para siempre, no volver a ser nunca vista en tal forma patética. No obstante, inquieta por los sujetos achispados y agradecida con el arquero que se ha dado a mostrar como un flamante objetivo para que me escabulla no resaltan tan vital como la rubia, sí, la elfa en toalla reclama la atención en pleno arsenal de hormonas masculinas.
Engullida por todo tipo de vistazos lanza a los pies del encapuchado un frasco que se encarga de enloquecer a los clientes e incluso al tabernero, voces roncas finalizan como las más agudas en cuestión de minutos a la par que el humo va disipándose tardío. La cabeza me da vueltas y un hormigueo detestable ronda por cada extremidad, le devuelve las fuerzas de una combatiente y la mirada melosa, una aniñada e iluminada se esfuma como la espuma, dándole la bienvenida a la dichosa sed de venganza y sus respectivas promesas gélidas. Desde la boca del estómago algo se promueve, trepa por las paredes de la garganta y en vez de emitir un jadeo, una buena carcajada se realza. Con las manos apoyadas en una de las mesas alzo ambas comisuras, de fondo los hombres convertidos en mujeres se analizan, chillan energúmenas por la confusión y se toquetean.
Los pechos son tan reales como la voz que los galardonan, los atavíos les van grandes y mientras ellos están desconcentrados yo voy recomponiéndome. No tardé en volver a ser Anfäuglir, la víbora venenosa sin pelos en la lengua, poderosa y resolutiva me paré detrás de la bárbara de melena azabache, ¿quería una puta? Mis brazos rodearon su cuello y sin musitar una palabra, tan sólo una risita la desnuqué, dejándola caer sobre el pordiosero suelo aún cuando el humo sirve cual manto encubierto, primer cadáver. A su panda de amiguitas los derribé a base de puños secos menos a una, aquella perra chilló por ayuda cuando sólo merece morir, a esa la lancé en contra de una de las mesas y con una de las jarras le abrí un buen tajo en la frente, asustadiza se acorraló ella misma en una de las esquinas.
─ No temas querida, será rápido. ─ La sensualidad regresa a mi tono de voz cual bendición, con una de las dagas en movimientos saltarines la advertí de su muerte, lloraba desconsolada y pidió misericordia, una que no le di yo sino que fue la rubia. Sin la humareda el cuerpo de la bárbara reluce yacida, sus amistades andan doloridas por el suelo y mi última víctima gatea mientras analizo a la elfa que tantos dolores de cabeza ha sabido traerme. Uno de los puños lo cierro mientras el otro empuña la daga para guardarla, sólo necesito mis manos desnudas, tan sólo eso y el éxtasis de convertirla en cenizas. A su vera le agarré la frágil muñeca, teniéndola presa y sin posibilidad de huir, me enfrentará le guste o no. ─ ¿Te has divertido con toda esta mierda? Espero que sí, porque no creo que vuelvas a divertirte en tu puta vida. ─ La suavidad de su piel no tardó en enrojecerse ante la fuerza prominente, clavé las uñas y le infligí una mínima cantidad del mal que la aguarda.
Trata de excusarse y bien saben los ancestros de que tiene razón, pero cómo me importan una mierda lo que piensen los demás, me centraré en la cólera y me desfogaré con ella. ─ Tienes una personalidad repulsiva, débil, manipulable y llorosa como ninguna otra, ¿cómo cojones vives así? Me das asco, tanto que no dudaría en sacarte los mismísimos ojos y darte de comer a los cerdos de la pocilga más próxima. ─ Iracunda volví a apretarla tan vehemente como las fuerzas restantes me permitieron, soltándola para que fuese al encuentro de un hombre al que le ha sido infiel y a quien ha expuesto al peligro. Una zorra, las mujeres de la taberna chillan al encontrar a la desfallecida, todas nenas, más quejicas de los cuales encargarme, pero primero, la anciana. Examiné el lugar con las orbes afelinadas, ha vuelto a escapar pero no tardará en ser una víctima de mis maltratos.
Con la mirada ciertamente nublada aparté los mechones pardos de mi frente sudada por la ardua tarea de eliminar a una y darles una paliza a otras tantas, en la silla más cercana levanté el muslo lastimado, el vendaje se presenta rojizo como si la herida se hubiese abierto ante tanto movimiento. Fenomenal, una de las jarras la tomé, bebí a pecho y la lancé hacia el suelo. Si esto se trata de otra puñetera broma donde los huevos pasan a ser tetas será gratificante como castigo hacia el bardo, uno que no se salvará de mis sugerentes elocuencias. Entre el barullo, el desconcierto y los alaridos contemplé la mena rojiza que resalta en la barra, tan grácil y hermosa. Paso a paso y aguantando bien las ganas de cojear me acerqué a Iltharion, coloqué el codo en la barra y alcé ambas comisuras pícara.
─ ¿Una copa, guapetona? ─ La rojez en mis puños es reciente y está claro quién ha sido la alborotadora, de un vistazo la devoré, eso sí, con cierto desdén palpitando en cada orbe. ─ Te invitaría, pero seguramente acabes envenenada o asfixiada antes de que el líquido te roce los labios. ─ En una caricia transitoria quité algún que otro mechón de su rostro angelical, llevándolos a su oreja donde susurré cual advertencia. ─ Vas a tener que compensarme muy bien para salir de esta, Iltharion. ─ Y sin más que decir volví la mirada hacia al frente tanto como el cuerpo al completo, los síntomas siguen presentes y antes de ensartarme nuevamente a golpes me tomaré un descanso.
Sabe lo que quiere, lo sabe y no tarda en abalanzarse hasta vérselas con una flecha a los pies, los luceros que me seguían cual cordero acordonado fueron directos hacia el humano, dolió, el desazón de que fuese un desconocido el que me salvase y no el trovador de melena cobriza que observa el panorama sin importancia, como no valiese siquiera para ser defendida. Quise alejarme lo más rápido posible, correr en dirección contraria, hacia los portones y desaparecer de la aldea por y para siempre, no volver a ser nunca vista en tal forma patética. No obstante, inquieta por los sujetos achispados y agradecida con el arquero que se ha dado a mostrar como un flamante objetivo para que me escabulla no resaltan tan vital como la rubia, sí, la elfa en toalla reclama la atención en pleno arsenal de hormonas masculinas.
Engullida por todo tipo de vistazos lanza a los pies del encapuchado un frasco que se encarga de enloquecer a los clientes e incluso al tabernero, voces roncas finalizan como las más agudas en cuestión de minutos a la par que el humo va disipándose tardío. La cabeza me da vueltas y un hormigueo detestable ronda por cada extremidad, le devuelve las fuerzas de una combatiente y la mirada melosa, una aniñada e iluminada se esfuma como la espuma, dándole la bienvenida a la dichosa sed de venganza y sus respectivas promesas gélidas. Desde la boca del estómago algo se promueve, trepa por las paredes de la garganta y en vez de emitir un jadeo, una buena carcajada se realza. Con las manos apoyadas en una de las mesas alzo ambas comisuras, de fondo los hombres convertidos en mujeres se analizan, chillan energúmenas por la confusión y se toquetean.
Los pechos son tan reales como la voz que los galardonan, los atavíos les van grandes y mientras ellos están desconcentrados yo voy recomponiéndome. No tardé en volver a ser Anfäuglir, la víbora venenosa sin pelos en la lengua, poderosa y resolutiva me paré detrás de la bárbara de melena azabache, ¿quería una puta? Mis brazos rodearon su cuello y sin musitar una palabra, tan sólo una risita la desnuqué, dejándola caer sobre el pordiosero suelo aún cuando el humo sirve cual manto encubierto, primer cadáver. A su panda de amiguitas los derribé a base de puños secos menos a una, aquella perra chilló por ayuda cuando sólo merece morir, a esa la lancé en contra de una de las mesas y con una de las jarras le abrí un buen tajo en la frente, asustadiza se acorraló ella misma en una de las esquinas.
─ No temas querida, será rápido. ─ La sensualidad regresa a mi tono de voz cual bendición, con una de las dagas en movimientos saltarines la advertí de su muerte, lloraba desconsolada y pidió misericordia, una que no le di yo sino que fue la rubia. Sin la humareda el cuerpo de la bárbara reluce yacida, sus amistades andan doloridas por el suelo y mi última víctima gatea mientras analizo a la elfa que tantos dolores de cabeza ha sabido traerme. Uno de los puños lo cierro mientras el otro empuña la daga para guardarla, sólo necesito mis manos desnudas, tan sólo eso y el éxtasis de convertirla en cenizas. A su vera le agarré la frágil muñeca, teniéndola presa y sin posibilidad de huir, me enfrentará le guste o no. ─ ¿Te has divertido con toda esta mierda? Espero que sí, porque no creo que vuelvas a divertirte en tu puta vida. ─ La suavidad de su piel no tardó en enrojecerse ante la fuerza prominente, clavé las uñas y le infligí una mínima cantidad del mal que la aguarda.
Trata de excusarse y bien saben los ancestros de que tiene razón, pero cómo me importan una mierda lo que piensen los demás, me centraré en la cólera y me desfogaré con ella. ─ Tienes una personalidad repulsiva, débil, manipulable y llorosa como ninguna otra, ¿cómo cojones vives así? Me das asco, tanto que no dudaría en sacarte los mismísimos ojos y darte de comer a los cerdos de la pocilga más próxima. ─ Iracunda volví a apretarla tan vehemente como las fuerzas restantes me permitieron, soltándola para que fuese al encuentro de un hombre al que le ha sido infiel y a quien ha expuesto al peligro. Una zorra, las mujeres de la taberna chillan al encontrar a la desfallecida, todas nenas, más quejicas de los cuales encargarme, pero primero, la anciana. Examiné el lugar con las orbes afelinadas, ha vuelto a escapar pero no tardará en ser una víctima de mis maltratos.
Con la mirada ciertamente nublada aparté los mechones pardos de mi frente sudada por la ardua tarea de eliminar a una y darles una paliza a otras tantas, en la silla más cercana levanté el muslo lastimado, el vendaje se presenta rojizo como si la herida se hubiese abierto ante tanto movimiento. Fenomenal, una de las jarras la tomé, bebí a pecho y la lancé hacia el suelo. Si esto se trata de otra puñetera broma donde los huevos pasan a ser tetas será gratificante como castigo hacia el bardo, uno que no se salvará de mis sugerentes elocuencias. Entre el barullo, el desconcierto y los alaridos contemplé la mena rojiza que resalta en la barra, tan grácil y hermosa. Paso a paso y aguantando bien las ganas de cojear me acerqué a Iltharion, coloqué el codo en la barra y alcé ambas comisuras pícara.
─ ¿Una copa, guapetona? ─ La rojez en mis puños es reciente y está claro quién ha sido la alborotadora, de un vistazo la devoré, eso sí, con cierto desdén palpitando en cada orbe. ─ Te invitaría, pero seguramente acabes envenenada o asfixiada antes de que el líquido te roce los labios. ─ En una caricia transitoria quité algún que otro mechón de su rostro angelical, llevándolos a su oreja donde susurré cual advertencia. ─ Vas a tener que compensarme muy bien para salir de esta, Iltharion. ─ Y sin más que decir volví la mirada hacia al frente tanto como el cuerpo al completo, los síntomas siguen presentes y antes de ensartarme nuevamente a golpes me tomaré un descanso.
Eretria Noorgard
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Re: Bébeme y que la fiesta comience.
La chica había resultado más agresiva y más despiadada de lo que imaginó, logrando ocasionarle un poco de miedo a la de orbes azulados, quien luchaba con todas sus fuerzas para evitar que terminaran asesinándola. Era temperamental, pero desgraciadamente no era capaz de aceptar que esa personalidad explosiva había sido responsable en gran medida en aquel embrollo, cosa que comenzó a irritar a la rubia, quien ya tenía suficiente de tanta arrogancia. Afiló su mirada, tragándose todas las palabras horribles que la elfa le profería y mordiéndose la lengua para no llorar, sintiendo que realmente aquello había sido su culpa y no de la anciana de las pócimas. Con todas sus fuerzas la empujó tan lejos como le fue posible, observándola con aquellos ojos azulados llenos de ofensa y repudio a tan desconsiderada compatriota.
—Lo único que da asco aquí es ese temperamento suyo —profirió sin un ápice de remordimiento—. Al menos yo sé aceptar mis errores y disculparme por ellos, para así buscar una solución a los problemas en lugar de generar más por un maldito orgullo que solo ocasiona estragos —apartó la vista, buscando tragarse la vergüenza de lo que acababa de decir—. Si quiere arrancarme los ojos que sea de manera limpia cuando todo esto haya acabado —levantó la mirada para enfrentarla—. No te tengo ningún miedo, pero ahora eres la menor de mis preocupaciones.
Dejándola de lado y esperando no tener que volver a defenderse de ella la ojiazul se dispuso a buscar a su compañero con la mirada, encontrándose con una extraña y delicada silueta vestida de forma similar a la del arquero. Se llevó las manos a la boca, recordando las palabras de la anciana y le rogó a Imbar que no fuese lo que se estaba imaginando, pero al dirigir la mirada hacia donde se encontraba la elfa problemática fue capaz de escuchar cómo se dirigía a una joven de cabellos rojizos como ‘‘Iltharion’’. No, eso no podía estar pasando, definitivamente tenía que ser una broma. Con cierta desconfianza se acercó a la figura femenina que se dejó caer de rodillas y buscó acomodar sus ideas para no hacer que la odiase más de lo que ya la debería estar odiando. Si hubo una pequeña brecha en donde ambos hubiese podido llevarse bien, ahora estaba segura que todo eso se había ido por el caño.
— ¿Frederick…? —Habló con cierto temor—. ¿Te encuentras bien? —Se arrodilló junto a él—. Te juro que yo…no quería… —poco a poco comenzaba a hablar más bajito—. Nunca quise hacerte daño, pero mi cuerpo no me respondía y la anciana… —mordió su labio inferior, viendo como su compañero llevarse las manos al pecho en un estado catatónico—. De verdad lo siento…lo voy a arreglar, encontraré a la anciana y haré que te regrese a la normalidad.
Se levantó y enjugó las lágrimas que comenzaron a brotar, cayendo en cuenta de que aún se encontraba semidesnuda, por lo que optó por volver a buscar su ropa, esta vez llevándose un mal intercambio de palabras con la encargada. No podía culpar a nadie después de como se había comportado, pero tenía demasiadas cosas en esos momentos como para perderse en disculpas. Una vez que tomó sus ropas y se vistió, comenzó a buscar a la bruja por toda la taberna. ¿A quién iba a engañar? Lo que buscaba era no tener que batirse en duelo con la elfa ni tampoco soportar las miradas de odio que el Sr. Dur’Falas y Frederick le mandasen, aunque, desgraciadamente tendría que acercarse a ellos lo quisiera o no.
—Lo único que da asco aquí es ese temperamento suyo —profirió sin un ápice de remordimiento—. Al menos yo sé aceptar mis errores y disculparme por ellos, para así buscar una solución a los problemas en lugar de generar más por un maldito orgullo que solo ocasiona estragos —apartó la vista, buscando tragarse la vergüenza de lo que acababa de decir—. Si quiere arrancarme los ojos que sea de manera limpia cuando todo esto haya acabado —levantó la mirada para enfrentarla—. No te tengo ningún miedo, pero ahora eres la menor de mis preocupaciones.
Dejándola de lado y esperando no tener que volver a defenderse de ella la ojiazul se dispuso a buscar a su compañero con la mirada, encontrándose con una extraña y delicada silueta vestida de forma similar a la del arquero. Se llevó las manos a la boca, recordando las palabras de la anciana y le rogó a Imbar que no fuese lo que se estaba imaginando, pero al dirigir la mirada hacia donde se encontraba la elfa problemática fue capaz de escuchar cómo se dirigía a una joven de cabellos rojizos como ‘‘Iltharion’’. No, eso no podía estar pasando, definitivamente tenía que ser una broma. Con cierta desconfianza se acercó a la figura femenina que se dejó caer de rodillas y buscó acomodar sus ideas para no hacer que la odiase más de lo que ya la debería estar odiando. Si hubo una pequeña brecha en donde ambos hubiese podido llevarse bien, ahora estaba segura que todo eso se había ido por el caño.
— ¿Frederick…? —Habló con cierto temor—. ¿Te encuentras bien? —Se arrodilló junto a él—. Te juro que yo…no quería… —poco a poco comenzaba a hablar más bajito—. Nunca quise hacerte daño, pero mi cuerpo no me respondía y la anciana… —mordió su labio inferior, viendo como su compañero llevarse las manos al pecho en un estado catatónico—. De verdad lo siento…lo voy a arreglar, encontraré a la anciana y haré que te regrese a la normalidad.
Se levantó y enjugó las lágrimas que comenzaron a brotar, cayendo en cuenta de que aún se encontraba semidesnuda, por lo que optó por volver a buscar su ropa, esta vez llevándose un mal intercambio de palabras con la encargada. No podía culpar a nadie después de como se había comportado, pero tenía demasiadas cosas en esos momentos como para perderse en disculpas. Una vez que tomó sus ropas y se vistió, comenzó a buscar a la bruja por toda la taberna. ¿A quién iba a engañar? Lo que buscaba era no tener que batirse en duelo con la elfa ni tampoco soportar las miradas de odio que el Sr. Dur’Falas y Frederick le mandasen, aunque, desgraciadamente tendría que acercarse a ellos lo quisiera o no.
Ashryn Elaynor
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Re: Bébeme y que la fiesta comience.
El humano había pasado a ser algo completamente intrascendente par el elfo cuando aquel vapor inundó la estancia, y se había tenido que enfrentar a una realidad mucho más perturbadora que un humano celoso con problemas para conseguir algo de acción en el lecho.
Desde hacía décadas que Iltharion no se veía en la coyuntura de un yo femenino. La barba había sido su punto de inflexión, nada de ese papel en obras ambulantes, ni de ser confundido en las posadas por hombres demasiado borrachos, cuando su juventud y delicadeza podían confundir aun a los más ebrios.
Iltharion sabía lo que era, lo que no era, y lo que no quería ser, algo que había averiguado hacía mucho tiempo, y pese a que había podido escalar de aquel modo, con más cotización incluso que sus compañeras, no encontraba placer alguno en pertenecer al sexo débil.
Iltharion cerró los ojos, intentando contener la ira, dejar atrás ese dolor adolescente, esos recuerdos dolorosos porque habían sido evocados de repente, sin ningún control. Intentó evocar aquellas memorias más placidas, donde los gritos de dolor no clamaban justicia, pero si venganza, y los abrió sorprendido de no escucharlos solo en su mente, si no en la propia posada.
Sus ojos aguamarina intentaron otear entre la gente, pero pasada la bruma solo logró atisbar el rastro de cadáveres que Eretría había dejado en el salón de la posada.
Los hombres que se habían entretenido en un inicio con sus recién adquiridos senos, se alarmaron aún más al encontrar los cadáveres, y presa de un miedo, que quizás por su figura no temían tanto demostrar en aquel momento, generaban un bullicio que solo irritaba al trovador, mientras volvía a tomar control, noción y conciencia sobre el mismo, y esa situación.
Iltharion se levantó agarrándose de la barra, y dejó en paz la capa. Respiró hondo y trato de librarse del polvo del suelo de la posada de sus ropas, como si en su entorno no hubiera una manada de chiquillas histéricas, y algún que otro muerto.
Su oreja se movió al percibir los pasos cercanos, haciendo tintinear los pendientes, que seguían en el mismo lugar de siempre.
La elfa contempló a la joven morena, con las manos escarlata, que se dirigía hacia ella con una actitud socarrona y casi masculina al apoyar el codo sobre la mesa.
A los roles podían jugar ambos, y para bien o para mal, el trovador había tenido que emular a una mujer durante tanto tiempo, que probablemente podía hasta ser más femenina que su compañera presente.
Respondió a aquel cumplido con una encantadora sonrisa, ligera y sin mostrar los dientes, con cierta dulzura, y la mirada pasar entre sus largas pestañas, que batieron un par de veces con gracia.
-Oh, quizás te la aceptaría. - El elfo odiaba su voz en esos momentos, aunque tenía que admitir, para sus adentros, que haber conservado la suya, demasiado grave, habría sido ridículo. - Pero seguramente eso daría tiempo a tus nuevas amigas de avisar al alguacil. – Le advirtió, con ese mismo tono amable.
Su mirada peinó el salón del local, y se aseguró de que Ashryn no estuviese entre la gente, le había parecido verla subir, y quería aprovechar ese tiempo, para verse salpicado lo menos posible por la mierda.
Iltharion se separó de la barra, y se dirigió hacia la puerta, con un caminar elegante, y se agachó ante la misma. Sacó de la caña de las botas, que le iban grandes, una de las dagas, y la trabó bajo la puerta de modo que esta no pudiera abrirse, e hiciera resistencia, para evitar deserciones indeseadas que pudieran dar la voz de alarma.
Quizás la anciana a la que buscaba estaba fuera ya, pero por lo menos, no tendrían que buscarla con la guardia tras sus pasos, porque para bien o para mal, él había llegado al pueblo con la morena, y si esta era señalada como criminal, de rebote lo convertirían en cómplice.
La elfa de pelo cobrizo fue hacia la barra, y se metió tras la misma, dejando allí sus cosas, aprovechando la ausencia de la encargada que había ido a por las cosas de la rubia. Sacó una botella, y la destapo, haciendo ver que tenía grandes dificultades se agachó a hacer palanca con las piernas, y metió la mano, oculta tras el mostrador, en el morral del que sacó su preparado de pasiflora con otras hierbas.
Con a la botella destapada, y el contenido alterado, empezó a servir de entre las mesas, y a acercárselos a los borrachos asustados en los cuerpos de doncellas. -Vamos a calmarnos. -Les sonrió con dulzura y un aire maternal. -Y a solucionar esto todos juntos. - Prosiguió repartiendo las jarras con aquel preparado insidioso. - Algo caliente nos sentará bien a todos, y calmará los nervios. -Aseguró con tanta convicción que hizo beber a un par de ellas más reticentes.
Tras asegurarse de que todos estuviesen bebiendo, volvió hacia donde estaba Eretría, se inclinó hacia la misma, para susurrarle en la oreja- En unos minutos los tienes a todos dormidos y puedes limpiar de testigos, o de pueblerinos la aldea, tú decides. -Volvió a enderezarse, y a intententar acomodarse las ropas inútilmente.
Los pasos de la rubia precedieron una serie de golpes en cadena, de los comensales cayendo desfallecidos sobre las mesas, el suelo, o sobre sus propios compañeros.
-Chicas, ¿Alguna tiene una muda de sobra? -Miró a ambas en busca de respuestas. Puesto que correr en busca de una anciana, con el riesgo de que se le saliera un seno de entre las ropas, no estaba dentro de sus planes.
Desde hacía décadas que Iltharion no se veía en la coyuntura de un yo femenino. La barba había sido su punto de inflexión, nada de ese papel en obras ambulantes, ni de ser confundido en las posadas por hombres demasiado borrachos, cuando su juventud y delicadeza podían confundir aun a los más ebrios.
Iltharion sabía lo que era, lo que no era, y lo que no quería ser, algo que había averiguado hacía mucho tiempo, y pese a que había podido escalar de aquel modo, con más cotización incluso que sus compañeras, no encontraba placer alguno en pertenecer al sexo débil.
Iltharion cerró los ojos, intentando contener la ira, dejar atrás ese dolor adolescente, esos recuerdos dolorosos porque habían sido evocados de repente, sin ningún control. Intentó evocar aquellas memorias más placidas, donde los gritos de dolor no clamaban justicia, pero si venganza, y los abrió sorprendido de no escucharlos solo en su mente, si no en la propia posada.
Sus ojos aguamarina intentaron otear entre la gente, pero pasada la bruma solo logró atisbar el rastro de cadáveres que Eretría había dejado en el salón de la posada.
Los hombres que se habían entretenido en un inicio con sus recién adquiridos senos, se alarmaron aún más al encontrar los cadáveres, y presa de un miedo, que quizás por su figura no temían tanto demostrar en aquel momento, generaban un bullicio que solo irritaba al trovador, mientras volvía a tomar control, noción y conciencia sobre el mismo, y esa situación.
Iltharion se levantó agarrándose de la barra, y dejó en paz la capa. Respiró hondo y trato de librarse del polvo del suelo de la posada de sus ropas, como si en su entorno no hubiera una manada de chiquillas histéricas, y algún que otro muerto.
Su oreja se movió al percibir los pasos cercanos, haciendo tintinear los pendientes, que seguían en el mismo lugar de siempre.
La elfa contempló a la joven morena, con las manos escarlata, que se dirigía hacia ella con una actitud socarrona y casi masculina al apoyar el codo sobre la mesa.
A los roles podían jugar ambos, y para bien o para mal, el trovador había tenido que emular a una mujer durante tanto tiempo, que probablemente podía hasta ser más femenina que su compañera presente.
Respondió a aquel cumplido con una encantadora sonrisa, ligera y sin mostrar los dientes, con cierta dulzura, y la mirada pasar entre sus largas pestañas, que batieron un par de veces con gracia.
-Oh, quizás te la aceptaría. - El elfo odiaba su voz en esos momentos, aunque tenía que admitir, para sus adentros, que haber conservado la suya, demasiado grave, habría sido ridículo. - Pero seguramente eso daría tiempo a tus nuevas amigas de avisar al alguacil. – Le advirtió, con ese mismo tono amable.
Su mirada peinó el salón del local, y se aseguró de que Ashryn no estuviese entre la gente, le había parecido verla subir, y quería aprovechar ese tiempo, para verse salpicado lo menos posible por la mierda.
Iltharion se separó de la barra, y se dirigió hacia la puerta, con un caminar elegante, y se agachó ante la misma. Sacó de la caña de las botas, que le iban grandes, una de las dagas, y la trabó bajo la puerta de modo que esta no pudiera abrirse, e hiciera resistencia, para evitar deserciones indeseadas que pudieran dar la voz de alarma.
Quizás la anciana a la que buscaba estaba fuera ya, pero por lo menos, no tendrían que buscarla con la guardia tras sus pasos, porque para bien o para mal, él había llegado al pueblo con la morena, y si esta era señalada como criminal, de rebote lo convertirían en cómplice.
La elfa de pelo cobrizo fue hacia la barra, y se metió tras la misma, dejando allí sus cosas, aprovechando la ausencia de la encargada que había ido a por las cosas de la rubia. Sacó una botella, y la destapo, haciendo ver que tenía grandes dificultades se agachó a hacer palanca con las piernas, y metió la mano, oculta tras el mostrador, en el morral del que sacó su preparado de pasiflora con otras hierbas.
Con a la botella destapada, y el contenido alterado, empezó a servir de entre las mesas, y a acercárselos a los borrachos asustados en los cuerpos de doncellas. -Vamos a calmarnos. -Les sonrió con dulzura y un aire maternal. -Y a solucionar esto todos juntos. - Prosiguió repartiendo las jarras con aquel preparado insidioso. - Algo caliente nos sentará bien a todos, y calmará los nervios. -Aseguró con tanta convicción que hizo beber a un par de ellas más reticentes.
Tras asegurarse de que todos estuviesen bebiendo, volvió hacia donde estaba Eretría, se inclinó hacia la misma, para susurrarle en la oreja- En unos minutos los tienes a todos dormidos y puedes limpiar de testigos, o de pueblerinos la aldea, tú decides. -Volvió a enderezarse, y a intententar acomodarse las ropas inútilmente.
Los pasos de la rubia precedieron una serie de golpes en cadena, de los comensales cayendo desfallecidos sobre las mesas, el suelo, o sobre sus propios compañeros.
-Chicas, ¿Alguna tiene una muda de sobra? -Miró a ambas en busca de respuestas. Puesto que correr en busca de una anciana, con el riesgo de que se le saliera un seno de entre las ropas, no estaba dentro de sus planes.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Bébeme y que la fiesta comience.
Se podría decir que seguía en estado de shock, no sabía qué demonios había pasado exactamente y seguía sin aceptar que mi cuerpo ahora había cambiado, aquello parecía una pesadilla. Ser mujer quizá tuviese sus ventajas pero me iba a negar a verlas, no podía esta vez simplemente decir “Oh no importa, todo está bien”. Nada estaba bien, era todo lo contrario, era un desastre y estaba totalmente mal.
Mientras trataba de ordenar todo para calmarme la rubia se acercó a mí, después de tanto tiempo al fin parecía haber recuperado la cordura… pero yo era quien estaba perdiendo el juicio. Levanté un poco la mirada hasta encontrar los ojos de Ashryn, como de costumbre parecía lamentar el caos que causaba, no era extraño en ella.
- ¿¡Acaso crees que esto es encontrarme bien!? – No pude controlar mi tono de voz, la verdad es que tenía miedo, enojado y quien sabe que más, era un coctel de emociones. - ¿¡Como se supone que deba ir al baño ahora!? – Ese era otro detalle que me preocupaba, al haber cambiado totalmente aquel factor de igual manea cambiaba… y no es que yo tuviese mucha practica orinando como una dama.
No dije nada más cuando la elfa se retiró, aun tenía muchas cosas que ordenar y mis ánimos para mantener una charla y/o disputa eran mínimos, quizá cuando regresara a la normalidad pudiese hacerla comer ardillas como castigo… pero ahora no. Duré un raro arrodillado con las manos tapándome el rostro, no podía pensar con calma, por primera vez en mucho tiempo estaba realmente alterado, dudaba que acariciar el filo de mis flechas sirviera en esta ocasión, primero me terminaría quitando un dedo “Espera Fred, aun queda otra opción”.
Metí rápidamente las manos en mis bolsillos buscando las plantas que solía llevar conmigo, generalmente no me agradaba tener alucinógenos conmigo pero esta vez realmente lo agradecía. “Un poco no me hará mucho mal”. Saqué una pequeña hoja y no dude en meterla en mi boca, mastiqué lentamente mientras surgía efecto, no vería cosas raras… o eso esperaba, simplemente me tranquilizaría.
- ¿Qué rayos sucedió aquí? – Finalmente caía en cuenta en lo que había sucedido mientras me atormentaba a mi mismo, habían cuerpos tirados por todos lados y no parecían estar durmiendo. – Esto debe ser una alucinación… si, seguro lo es. – Me acerqué al cadáver más cercano y lo empujé con una mano rogando que no fuese real. – Oh cielos, si es real. – Me levanté de un salto y sacudí la mano en el aire como si acabase de tocar algo asqueroso. – Muy real para ser exacto.
Mientras yo seguía relajándome vi como una elfa de cabello rojo iba sirviendo bebidas “No espera, es el mismo que se hacía la víctima y hablaba con autoridad”. Lo que fuera que hubiese pasado también le afectó a él tal como lo había hecho al resto por lo visto, antes de volver a caer en desesperación mientras pensaba saqué una flecha y acaricié apresuradamente su filo, no planeaba drogarme más por el momento y debía controlar el ataque antes de que fuese demasiado tarde.
Mientras seguía tratando de buscarle lógica, todo los que habían bebido lo que fuese que repartió la de cabellos rojo comenzaron a caer, eso era mala señal, a este paso terminaría muriéndome de un infarto… “Espera, primero la masacre y ahora la bebida, ¡Los están matando a todos!” Ahora cobraba sentido, no me era de extrañar que yo estuviese en la lista de siguientes victimas.
- ¡Ustedes están dementes! – Apunté con la flecha a las 3 elfas ahora reunidas. - ¿¡Acaso no piensan en la vida de los otros!? O peor aún, matan a quien sabe cuántos porque no planeo contar ¡Y AHORA HABLAN DE ROPA! – Aquello era inaceptable, era repudiable y muchas otras palabras acabadas en “able”.
Tuve que comenzar a caminar en círculos mientras mordía la herida que me había hecho en el pulgar, en otro caso hubiese corrido para salvarme de mi muerte anunciada pero estaba indignado con todos aquellos hechos “Si tan solo Astaroth estuviese aquí, el si me entendía”. Lo único que me confortaba es que el cachorro no hubiese presenciado toda esta masacre sin sentido.
- Lo único que no logro comprender es… ¿¡Por qué rayos ahora todos somos mujeres!? ¿Acaso venderán nuestros cuerpos muertos a necrofilicos? Porque si es así, me enferman más de lo normal. – Escupí al suelo demostrando mi disgusto ante ello. – Ya, acaben conmigo de una vez y no me torturen más. – Esta vez debía afrontar los hechos, así que solo cerré los ojos esperando lo peor... quizá me había dejado llevar un poco por el efecto de la droga.
Mientras trataba de ordenar todo para calmarme la rubia se acercó a mí, después de tanto tiempo al fin parecía haber recuperado la cordura… pero yo era quien estaba perdiendo el juicio. Levanté un poco la mirada hasta encontrar los ojos de Ashryn, como de costumbre parecía lamentar el caos que causaba, no era extraño en ella.
- ¿¡Acaso crees que esto es encontrarme bien!? – No pude controlar mi tono de voz, la verdad es que tenía miedo, enojado y quien sabe que más, era un coctel de emociones. - ¿¡Como se supone que deba ir al baño ahora!? – Ese era otro detalle que me preocupaba, al haber cambiado totalmente aquel factor de igual manea cambiaba… y no es que yo tuviese mucha practica orinando como una dama.
No dije nada más cuando la elfa se retiró, aun tenía muchas cosas que ordenar y mis ánimos para mantener una charla y/o disputa eran mínimos, quizá cuando regresara a la normalidad pudiese hacerla comer ardillas como castigo… pero ahora no. Duré un raro arrodillado con las manos tapándome el rostro, no podía pensar con calma, por primera vez en mucho tiempo estaba realmente alterado, dudaba que acariciar el filo de mis flechas sirviera en esta ocasión, primero me terminaría quitando un dedo “Espera Fred, aun queda otra opción”.
Metí rápidamente las manos en mis bolsillos buscando las plantas que solía llevar conmigo, generalmente no me agradaba tener alucinógenos conmigo pero esta vez realmente lo agradecía. “Un poco no me hará mucho mal”. Saqué una pequeña hoja y no dude en meterla en mi boca, mastiqué lentamente mientras surgía efecto, no vería cosas raras… o eso esperaba, simplemente me tranquilizaría.
- ¿Qué rayos sucedió aquí? – Finalmente caía en cuenta en lo que había sucedido mientras me atormentaba a mi mismo, habían cuerpos tirados por todos lados y no parecían estar durmiendo. – Esto debe ser una alucinación… si, seguro lo es. – Me acerqué al cadáver más cercano y lo empujé con una mano rogando que no fuese real. – Oh cielos, si es real. – Me levanté de un salto y sacudí la mano en el aire como si acabase de tocar algo asqueroso. – Muy real para ser exacto.
Mientras yo seguía relajándome vi como una elfa de cabello rojo iba sirviendo bebidas “No espera, es el mismo que se hacía la víctima y hablaba con autoridad”. Lo que fuera que hubiese pasado también le afectó a él tal como lo había hecho al resto por lo visto, antes de volver a caer en desesperación mientras pensaba saqué una flecha y acaricié apresuradamente su filo, no planeaba drogarme más por el momento y debía controlar el ataque antes de que fuese demasiado tarde.
Mientras seguía tratando de buscarle lógica, todo los que habían bebido lo que fuese que repartió la de cabellos rojo comenzaron a caer, eso era mala señal, a este paso terminaría muriéndome de un infarto… “Espera, primero la masacre y ahora la bebida, ¡Los están matando a todos!” Ahora cobraba sentido, no me era de extrañar que yo estuviese en la lista de siguientes victimas.
- ¡Ustedes están dementes! – Apunté con la flecha a las 3 elfas ahora reunidas. - ¿¡Acaso no piensan en la vida de los otros!? O peor aún, matan a quien sabe cuántos porque no planeo contar ¡Y AHORA HABLAN DE ROPA! – Aquello era inaceptable, era repudiable y muchas otras palabras acabadas en “able”.
Tuve que comenzar a caminar en círculos mientras mordía la herida que me había hecho en el pulgar, en otro caso hubiese corrido para salvarme de mi muerte anunciada pero estaba indignado con todos aquellos hechos “Si tan solo Astaroth estuviese aquí, el si me entendía”. Lo único que me confortaba es que el cachorro no hubiese presenciado toda esta masacre sin sentido.
- Lo único que no logro comprender es… ¿¡Por qué rayos ahora todos somos mujeres!? ¿Acaso venderán nuestros cuerpos muertos a necrofilicos? Porque si es así, me enferman más de lo normal. – Escupí al suelo demostrando mi disgusto ante ello. – Ya, acaben conmigo de una vez y no me torturen más. – Esta vez debía afrontar los hechos, así que solo cerré los ojos esperando lo peor... quizá me había dejado llevar un poco por el efecto de la droga.
Fredericksen
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Re: Bébeme y que la fiesta comience.
Las cláusulas de la rubia sonaban sólidas, sin un ápice de vibración en el tono meloso, está enfrentándose al mismísimo diablo y en cuestión de segundos podría haberla degollado, no obstante, ¿donde quedaría la diversión? No rechisté, siquiera refunfuñé antes las provocaciones de la elfa, no será la primera ni la última que se la juega en contra de Anfäuglir, la sombra de los caídos y la más sanguinaria de todas. ─ Te tomaré la palabra. ─ Fue lo único que susurré, no soy paciente pero teniendo un arduo trabajo por delante aguardaré a cogerla en banda, ahí donde la soledad la envuelva en una burbuja fallida, desprotegida donde seré capaz de atemorizarla no con insípidas palabras, en el clímax de la discusión emergeré en base a feroces episodios de vesania e inmisericorde, le haré tragar hasta la última pieza de humillación en contra mía. El contorneo de cadera donde una de mis piernas se aqueja continúa hacia la barra.
En puro silencio como si el hablar o reír produciese una fobia incontenible hinqué el codo en la superficie color ocre, ambos luceros se atrevieron a tomar la iniciativa, al minucioso detalle voy analizando a Iltharion hasta que el gozo invade cada vacío que me compone, los rellena de júbilo y sonriente con esa pizca rebelde voy incitándole. ─ Aunque corran no llegarán muy lejos, incluso teniendo la pierna así no podrían huir de mis manos. ─Y no es que sea arrogante pero la confianza me desborda y con cada reciente caza una nueva sensación se suma a las antiguas, siendo partícipe de la huella bruna que deja el ser la depredadora en busca de corderos que despellejar. La curiosidad emerge con los pasos de la elfa cobriza tras la barra, mis facciones se arrugan y sin decir ni mú la contemplé inquieta, se dispone a preparar una bebida del todo menos confiable y como no, esa es la solución.
No le conozco al cien por cien, pero bien sé que en el interior del bardo existe oscuridad y desconcierto, sólo espero que si está preparando veneno sea uno lento y doloroso. Con un pasear femenino se dispuso a rellenar jarras entre las mesas, alrededor de aquellos aún de pie y en pleno pánico por los cadáveres, la puerta está trancada y no hay donde correr, en cuestión de segundos comenzaron a caer dormidos, un plan fallido al menos para mi imaginación que esperaba algo más irrisorio. Aún apoyada en la barra me centré en seguirla con una mirada voraz, más calmada, los atavíos sobresalían y las botas le dificultaban el caminar, adorable, en la vuelta de la trovadora un susurro me dejó inquieta, ciertamente tenía pensado limpiar de testigos, pero no que ella misma me facilitaría el trabajo. ─ Enseguida vengo. ─ Le comuniqué con total claridad con una de las dagas siendo empuñadas.
Los que están en el suelo me forzaron a tener que flexionar las piernas y acuclillar en general la silueta para que el filo de la daga fuese pasando de cuello en cuello, un reguero carmesí comenzó a partir de los cuerpos de las mujeres, uniéndose en el centro hasta engendrar un riachuelo con un particular nombre, muerte. Seguí con las mesas próximas, una por una fueron siendo degolladas mientras soñaban con una vida plena o tan sólo en cómo salir de la taberna, una pena, nadie saldrá que aquí tras haberme visto descolocada. La mayoría cayeron menos una joven que yacía en el interior de la barra, rondaría sobre los catorce, quince, la única alma de la que me apiadaré. El flujo fresco se presenta como un manto bajo nuestros calzados, se esparce y con lentitud el aroma se torna en una fragancia que yo llevaría como perfume, es un embrujo y lo disfruto tantísimo que me enciende hasta excitarme.
La elfa cobriza necesita un cambio, en la bolsa de viaje tengo uno y seguramente le quede perfecto, sin embargo antes de sacudirme la sangre de las manos en el pantalón, la cazadora alza la voz estupefacta y capta mi atención sin tener que esforzarse en lo más mínimo. ─ Los muertos no hablan y por esa razón les he quitado la vida. ─ Sencillo, el dinero no sería efectivo y el cortales la lengua tampoco si saben usar pluma y explayarse en un trozo de hoja. Una sonrisa ladina me fue arrebatada cuando expuso que acabasen con su vida, ¿y quien mejor que yo para encargarme de dicho labor? No tardé en colocarme en frente de la morena, mis manos recorrieron su cintura y siendo más alta la observé desde arriba.
─ Puedo acabar contigo de muchísimas formas, ¿cual deseas? ─ Zorra, porque soy una zorra ladeé las orbes hasta percatarme de como la rubia nos ojea desde un costado de la cantina. ─ Aunque seré buena y tan sólo te robaré el alma. ─ No hubo tiempo en el cual la arquera pudiese pensar con claridad, aferrada por la cintura la apretujé en contra de mi pecho y mis labios quedaron impresos en los suyos como la rubia hizo con Iltharion. La diferencia existe en que yo no me quedaré a medias, los besos castos nunca me han satisfecho y esta humana posee un sabor a edén cándido, novedoso y a su vez exquisito. Presioné lo carnoso de mis labios en contra de los contiguos, abriéndome paso con la lengua hasta recorrer el recoveco de su boca y hacerle experimentar lo que realmente es robarle el alma a un hombre con tan sólo un beso pasional. Le hice sentir hasta que el temblor invadiese sus entrañas y las piernas se doblegasen ante el éxtasis que pide a gritos que persista hasta enloquecerla.
No me detuve y teniéndola fundida entre mis brazos la hice mía, o mío. No sentí nada en absoluto, cuestión de gustos, el caso, tras hacerle pasar un mal trago le permití recobrar el aliento no sin antes aspirar el aroma de su cabello ahora largo. ─ Torturado. ─ Murmuré frente a sus facciones antes de separarme e ir derechita hacia la barra nuevamente, en el camino alcé una de las cejas y observé con desdén a la rubia, qué se joda. ─ Ilth, en mi bolsa de viaje encontrarás un pantalón de cuero y un corsé. ─ Lo que llevo actualmente junto a un chaleco de color rojizo, no se lo daré personalmente porque mancharía todo de sangre. ─ Cógelo tu mismo.─ No lo traté como una mujer pues repetir la misma broma termina cansándome hasta a mí. En uno de los taburetes subí la pierna sangrante, los yacidos no podrán hablar y la única con vida es una niña adormecida, en lo alto del asiento desvendé con sumo cuidado el muslo, la herida está abierta y del sudor ha vuelto a infectarse, fenomenal. ─ Pasame cuando puedas alcohol, lo necesitaré. ─ En grandes cantidades, joder.
En puro silencio como si el hablar o reír produciese una fobia incontenible hinqué el codo en la superficie color ocre, ambos luceros se atrevieron a tomar la iniciativa, al minucioso detalle voy analizando a Iltharion hasta que el gozo invade cada vacío que me compone, los rellena de júbilo y sonriente con esa pizca rebelde voy incitándole. ─ Aunque corran no llegarán muy lejos, incluso teniendo la pierna así no podrían huir de mis manos. ─Y no es que sea arrogante pero la confianza me desborda y con cada reciente caza una nueva sensación se suma a las antiguas, siendo partícipe de la huella bruna que deja el ser la depredadora en busca de corderos que despellejar. La curiosidad emerge con los pasos de la elfa cobriza tras la barra, mis facciones se arrugan y sin decir ni mú la contemplé inquieta, se dispone a preparar una bebida del todo menos confiable y como no, esa es la solución.
No le conozco al cien por cien, pero bien sé que en el interior del bardo existe oscuridad y desconcierto, sólo espero que si está preparando veneno sea uno lento y doloroso. Con un pasear femenino se dispuso a rellenar jarras entre las mesas, alrededor de aquellos aún de pie y en pleno pánico por los cadáveres, la puerta está trancada y no hay donde correr, en cuestión de segundos comenzaron a caer dormidos, un plan fallido al menos para mi imaginación que esperaba algo más irrisorio. Aún apoyada en la barra me centré en seguirla con una mirada voraz, más calmada, los atavíos sobresalían y las botas le dificultaban el caminar, adorable, en la vuelta de la trovadora un susurro me dejó inquieta, ciertamente tenía pensado limpiar de testigos, pero no que ella misma me facilitaría el trabajo. ─ Enseguida vengo. ─ Le comuniqué con total claridad con una de las dagas siendo empuñadas.
Los que están en el suelo me forzaron a tener que flexionar las piernas y acuclillar en general la silueta para que el filo de la daga fuese pasando de cuello en cuello, un reguero carmesí comenzó a partir de los cuerpos de las mujeres, uniéndose en el centro hasta engendrar un riachuelo con un particular nombre, muerte. Seguí con las mesas próximas, una por una fueron siendo degolladas mientras soñaban con una vida plena o tan sólo en cómo salir de la taberna, una pena, nadie saldrá que aquí tras haberme visto descolocada. La mayoría cayeron menos una joven que yacía en el interior de la barra, rondaría sobre los catorce, quince, la única alma de la que me apiadaré. El flujo fresco se presenta como un manto bajo nuestros calzados, se esparce y con lentitud el aroma se torna en una fragancia que yo llevaría como perfume, es un embrujo y lo disfruto tantísimo que me enciende hasta excitarme.
La elfa cobriza necesita un cambio, en la bolsa de viaje tengo uno y seguramente le quede perfecto, sin embargo antes de sacudirme la sangre de las manos en el pantalón, la cazadora alza la voz estupefacta y capta mi atención sin tener que esforzarse en lo más mínimo. ─ Los muertos no hablan y por esa razón les he quitado la vida. ─ Sencillo, el dinero no sería efectivo y el cortales la lengua tampoco si saben usar pluma y explayarse en un trozo de hoja. Una sonrisa ladina me fue arrebatada cuando expuso que acabasen con su vida, ¿y quien mejor que yo para encargarme de dicho labor? No tardé en colocarme en frente de la morena, mis manos recorrieron su cintura y siendo más alta la observé desde arriba.
─ Puedo acabar contigo de muchísimas formas, ¿cual deseas? ─ Zorra, porque soy una zorra ladeé las orbes hasta percatarme de como la rubia nos ojea desde un costado de la cantina. ─ Aunque seré buena y tan sólo te robaré el alma. ─ No hubo tiempo en el cual la arquera pudiese pensar con claridad, aferrada por la cintura la apretujé en contra de mi pecho y mis labios quedaron impresos en los suyos como la rubia hizo con Iltharion. La diferencia existe en que yo no me quedaré a medias, los besos castos nunca me han satisfecho y esta humana posee un sabor a edén cándido, novedoso y a su vez exquisito. Presioné lo carnoso de mis labios en contra de los contiguos, abriéndome paso con la lengua hasta recorrer el recoveco de su boca y hacerle experimentar lo que realmente es robarle el alma a un hombre con tan sólo un beso pasional. Le hice sentir hasta que el temblor invadiese sus entrañas y las piernas se doblegasen ante el éxtasis que pide a gritos que persista hasta enloquecerla.
No me detuve y teniéndola fundida entre mis brazos la hice mía, o mío. No sentí nada en absoluto, cuestión de gustos, el caso, tras hacerle pasar un mal trago le permití recobrar el aliento no sin antes aspirar el aroma de su cabello ahora largo. ─ Torturado. ─ Murmuré frente a sus facciones antes de separarme e ir derechita hacia la barra nuevamente, en el camino alcé una de las cejas y observé con desdén a la rubia, qué se joda. ─ Ilth, en mi bolsa de viaje encontrarás un pantalón de cuero y un corsé. ─ Lo que llevo actualmente junto a un chaleco de color rojizo, no se lo daré personalmente porque mancharía todo de sangre. ─ Cógelo tu mismo.─ No lo traté como una mujer pues repetir la misma broma termina cansándome hasta a mí. En uno de los taburetes subí la pierna sangrante, los yacidos no podrán hablar y la única con vida es una niña adormecida, en lo alto del asiento desvendé con sumo cuidado el muslo, la herida está abierta y del sudor ha vuelto a infectarse, fenomenal. ─ Pasame cuando puedas alcohol, lo necesitaré. ─ En grandes cantidades, joder.
Eretria Noorgard
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Re: Bébeme y que la fiesta comience.
Como era de esperarse el arquero no tomó muy bien la situación, armando un escándalo protagonizado por el hecho de la importantísima tarea de ir al baño como una chica. La ojiazul quiso quedarse y tranquilizarlo, pero sabía bien que todo intento sería en vano, así que prefirió dejarlo en paz e ir a buscar sus ropas. Durante el tiempo que estuvo en el piso de arriba fue completamente ajena a lo que ahí sucedía. Toda la información que tenía era que una anciana había usado una poción para cambiar su personalidad y que ahora ella había hecho una jugarreta para que el elfo y el cazador cambiaran de sexo. ¿Qué beneficio podría traer tanto caos? Eso tendría que sacárselo a la anciana cuando la encontrase, y vaya que la iba a encontrar. Ella los había metido en ese embrollo, así que ahora tendría que arreglarlo a como diera lugar.
El grito histérico de Frederick la hizo vestirse rápidamente y bajar a la taberna, llevándose un susto al ver a la mayoría de las personas inmóviles en el suelo a mitad de un río de sangre. Sin permitirse perder un segundo se acercó a varios de los cuerpos, buscando ayudarles de alguna manera, pero había llegado completamente tarde, alguien los había degollado sin piedad. Buscó al culpable con la mirada, encontrándose con la peor escena que hubiese podido presenciar en su vida: la elfa morena estaba besando al cazador. Y no se trataba de un beso casto como los que ella le había dado, no, la pasión que se desbordó en aquel roce casi le robó el aliento. Tuvo que apartar la mirada, recordándose que él no le pertenecía, mordiendo su labio inferior para evitar ponerse a llorar. Le dolía, vaya que le dolía, aunque en el fondo tenía la sensación de que la joven lo hacía como venganza eso no quitaba el hecho de que le rompiese el corazón.
La morena soltó a Frederick, lanzándole una mirada despreciativa a la de orbes azulado, quien solo atinó a agachar la cabeza. Esta vez la había derrotado y no lo iba a ocultar tras una falsa mascara de orgullo. No, primero levantaría los pedazos de su fortaleza y le devolvería aquello en una batalla limpia como ya lo había proclamado. Aclaró su garganta, buscando entender por qué habían optado por generar una masacre en aquella taberna y se acercó su viejo amigo, cuya apariencia ahora difería mucho a la del bardo apuesto e imponente de hacía un rato. Quería pedir explicaciones, más no se sentía con el derecho de hacerlo, después de todo era por ella por quienes se encontraban en ese aprieto, así que se solamente se limitó a tomar asiento en un taburete, escuchando como la elfa le daba instrucciones al Sr. Dur’Falas — ¿O señorita? — para que dispusiera de la indumentaria que la morena guardaba en su mochila.
Sus orbes azulados viajaron de la mueca que la joven hizo hasta la herida que se desvendaba en el muslo, debatiéndose mentalmente acerca de si debía ofrecer su ayuda. Por muy mal temperamento que la elfa tuviese no le caía completamente mal, pues sabía que gran parte de su enemistad era debido a problemas ajenos, avivados por la abismal diferencia de sus temperamentos. La herida en la pierna de la muchacha se veía mal, necesitaba ser tratada con un fuerte antibiótico y suturada a la brevedad, recibiendo diversos tratamientos al día para evitar que volviese a infectarse. Ashy contaba con lo necesario para aquel procedimiento tan sencillo. Sería tan sencillo ofrecer su ayuda, no en balde había trabajado duro para ganarse su reputación en el hospital de Lunargenta, pero por más que trataba de abrir sus labios estos parecían no querer responderle.
—Puedo sanar tu herida —susurró de manera apenas audible, aunque determinada—. Parece que has hecho un buen trabajo tratándola, pero necesitas algo más agresivo —suspiró—, pero bueno, entenderé que quieras valerte por ti misma —afortunadamente la elfa pelirroja había regresado, llamando su atención—. Sr. Dur’Falas realmente lo siento…no quise hacerle esto...es solo que mi cuerpo actuaba por si solo… y yo…
Nuevamente se atragantó con sus propias palabras sin poder continuar, por lo que prefirió ponerse de pie y emprender el camino fuera de la taberna, antes de que alguien llegase y los culpara de aquella masacre, más específicamente: la fulana que le había entregado su ropa y cuya presencia no tardaría en aparecer del piso superior. Echó un vistazo por la puerta de atrás de la taberna, la cual llevaba a un extraño y mugriento callejón; tal vez por ahí se había escabullido la anciana. Volvió su rostro al interior de la taberna, apresurando a sus ‘‘compañeros’’ a salir de ahí cuanto antes, pues podía escuchar un barullo a lo lejos que seguramente no tardaría en llegar hasta la taberna.
El grito histérico de Frederick la hizo vestirse rápidamente y bajar a la taberna, llevándose un susto al ver a la mayoría de las personas inmóviles en el suelo a mitad de un río de sangre. Sin permitirse perder un segundo se acercó a varios de los cuerpos, buscando ayudarles de alguna manera, pero había llegado completamente tarde, alguien los había degollado sin piedad. Buscó al culpable con la mirada, encontrándose con la peor escena que hubiese podido presenciar en su vida: la elfa morena estaba besando al cazador. Y no se trataba de un beso casto como los que ella le había dado, no, la pasión que se desbordó en aquel roce casi le robó el aliento. Tuvo que apartar la mirada, recordándose que él no le pertenecía, mordiendo su labio inferior para evitar ponerse a llorar. Le dolía, vaya que le dolía, aunque en el fondo tenía la sensación de que la joven lo hacía como venganza eso no quitaba el hecho de que le rompiese el corazón.
La morena soltó a Frederick, lanzándole una mirada despreciativa a la de orbes azulado, quien solo atinó a agachar la cabeza. Esta vez la había derrotado y no lo iba a ocultar tras una falsa mascara de orgullo. No, primero levantaría los pedazos de su fortaleza y le devolvería aquello en una batalla limpia como ya lo había proclamado. Aclaró su garganta, buscando entender por qué habían optado por generar una masacre en aquella taberna y se acercó su viejo amigo, cuya apariencia ahora difería mucho a la del bardo apuesto e imponente de hacía un rato. Quería pedir explicaciones, más no se sentía con el derecho de hacerlo, después de todo era por ella por quienes se encontraban en ese aprieto, así que se solamente se limitó a tomar asiento en un taburete, escuchando como la elfa le daba instrucciones al Sr. Dur’Falas — ¿O señorita? — para que dispusiera de la indumentaria que la morena guardaba en su mochila.
Sus orbes azulados viajaron de la mueca que la joven hizo hasta la herida que se desvendaba en el muslo, debatiéndose mentalmente acerca de si debía ofrecer su ayuda. Por muy mal temperamento que la elfa tuviese no le caía completamente mal, pues sabía que gran parte de su enemistad era debido a problemas ajenos, avivados por la abismal diferencia de sus temperamentos. La herida en la pierna de la muchacha se veía mal, necesitaba ser tratada con un fuerte antibiótico y suturada a la brevedad, recibiendo diversos tratamientos al día para evitar que volviese a infectarse. Ashy contaba con lo necesario para aquel procedimiento tan sencillo. Sería tan sencillo ofrecer su ayuda, no en balde había trabajado duro para ganarse su reputación en el hospital de Lunargenta, pero por más que trataba de abrir sus labios estos parecían no querer responderle.
—Puedo sanar tu herida —susurró de manera apenas audible, aunque determinada—. Parece que has hecho un buen trabajo tratándola, pero necesitas algo más agresivo —suspiró—, pero bueno, entenderé que quieras valerte por ti misma —afortunadamente la elfa pelirroja había regresado, llamando su atención—. Sr. Dur’Falas realmente lo siento…no quise hacerle esto...es solo que mi cuerpo actuaba por si solo… y yo…
Nuevamente se atragantó con sus propias palabras sin poder continuar, por lo que prefirió ponerse de pie y emprender el camino fuera de la taberna, antes de que alguien llegase y los culpara de aquella masacre, más específicamente: la fulana que le había entregado su ropa y cuya presencia no tardaría en aparecer del piso superior. Echó un vistazo por la puerta de atrás de la taberna, la cual llevaba a un extraño y mugriento callejón; tal vez por ahí se había escabullido la anciana. Volvió su rostro al interior de la taberna, apresurando a sus ‘‘compañeros’’ a salir de ahí cuanto antes, pues podía escuchar un barullo a lo lejos que seguramente no tardaría en llegar hasta la taberna.
Ashryn Elaynor
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Re: Bébeme y que la fiesta comience.
Iltharion era más de rebuscadas escenas, falsos culpables, y todas esas cosas, sin embargo, masacrar a todos los presentes también era una opción. De cualquier modo, no pensaba ser el quien se encargara en aquel momento, y se imaginaba que la de tez morena no tendría ningún problema en “limpiar” por todos y de paso, vengarse del marginal trato que había recibido. Algo que también ayudaba al trovador a percatarse de que la muchacha había vuelto a sus cabales.
Lo ocurrido se dibujaba cada vez con más nitidez en su mente, y el hecho de que su cuerpo se viera ahora alterado por los efectos alquímicos de algún gas nocivo le ayudaba mucho a figurarse que había acontecido con su compañera y su vieja amiga.
El humano era demasiado chillón, e Iltharion ya no sabía que pensar del mismo, si era tonto, ingenuo, un enfermo mental, solo suspiró largamente mientras Eretría daba una explicación clara y concisa para aquel energúmeno desquiciado en medio de la posada.
- ¿Siempre estas gritando? – Alcanzó a preguntarle el trovador al pelirrojo, mientras se acomodaba el pelo tras las oreas, y se frotaba una de ellas con cierta molestia, hastiado de ese tono gritón, que resultaba más molesto con la agudeza de su voz femenina.
Para asombro del elfo, rápido paso la masacre de la mente del humano, para centrarse en su capacidad para ir al baño en aquella forma.
-Lo haces sentado, como si fueras a plantar un pino. – Le explicó el elfo, como si acabar de preguntar una de las cosas más estúpidas que podía llegar a ocurrírsele a alguien. Entre esa pregunta, y el resto de cosas que había planteado el humano, finalmente el elfo se definió porque era alguna clase de persona especial, de esas que las familias encerraban en los desvanes y altillos para que no los avergonzaran. Quizás se había escapado, había muerto su familiar, o lo habían abandonado en algún lugar del bosque, pues no parecía conocer a los presentes cadáveres, aunque pusiera voz de alarma.
Eretría fue a lo que presumió el elfo, devolver la jugarreta de la plaza, probablemente a la elfa que acababa de bajar, porque a él le importaba más bien poco si quería volver un hombre a ese disminuido contra una de las mesas de la sala.
Se dirigió hacia las pertenencias de la elfa, y asintió. - Gracias. – Contesto con total naturalidad, como si el suelo no se estuviera anegado en sangre, y regiró en la bolsa hasta encontrar las prendas que buscaba.
Con su botín fue hacia el petate propio, y se sacó la ropa de hombre que le quedaba demasiado holgada y grande, para contemplar que las cicatrices seguían siendo en su lugar, así como los mordiscos, rojeces y chupones que había dejado la elfa por su anatomía. Llevó una mano a su espalda, y efectivamente notó con las yemas el relieve de los arañazos. Con otra forma o no, era innegable de que aquella era su piel.
Sin ninguna clase de problema, Iltharion se embutió en las ropas de la muchacha, que, pese a que era más alta que ella, le entraban. Aunque hacía décadas que el trovador no usaba ropa de mujer, fue tan natural para el vestirlas como las que terminó metiendo dentro de su morral, ni siquiera se le trabaron los dedos en el cierre del corsé.
Cuando la pelirroja se giró con aquellas ropas homologas a las de la morena, que dejaban tan poco a la imaginación, se metió tras la barra en busca del alcohol más fuerte que encontrara y observo a la pequeña Ashryn volver a exhibir un temperamento cándido y bondadoso, incluso disculpándose con el.
El trovador hizo un gesto restándole importancia con la mano, mientras caminaba hacia la morena, y destapaba con los dientes una botella con un líquido blanco y translucido, con un olor fuerte a licor de hierbas que tumbaba.
-Ten. -Se la extendió. - ¿Sabes usar el Darae o quieres ayuda con eso? -Señaló la herida supurante con la mirada. - Tienes que volver a drenarlo, y por cómo te cuidas, hasta suturarlo fuerte. - Le recomendó, aunque quizás un elfo más experto en la sanación podía barrer la herida por completo.
El aviso de Ashryn de la puerta trasera alejó al elfo de la mesa, y el hizo cargarse con sus cosas, a la vez que tomar un par de botellas más.
Esperaría a que todos salieran, y siendo el ultimo, y aprovechando que la puerta trasera pasaba por las cocinas, rompería los licores en el suelo, y empujaría uno de los troncos prendidos del fuego hacia los charcos, cerrando la salida que habían tomado, e iniciando un incendio. Quizás el fuego no lo purificaba todo, pero si era un buen método de limpieza, y para desorientar con los sucesos a aquellos que no los habían presenciado.
La puerta la cerraría tras de sí, que el fuego se alimentase con el interior de la posada, y se dispondría a partir en busca de la pérfida anciana.
Lo ocurrido se dibujaba cada vez con más nitidez en su mente, y el hecho de que su cuerpo se viera ahora alterado por los efectos alquímicos de algún gas nocivo le ayudaba mucho a figurarse que había acontecido con su compañera y su vieja amiga.
El humano era demasiado chillón, e Iltharion ya no sabía que pensar del mismo, si era tonto, ingenuo, un enfermo mental, solo suspiró largamente mientras Eretría daba una explicación clara y concisa para aquel energúmeno desquiciado en medio de la posada.
- ¿Siempre estas gritando? – Alcanzó a preguntarle el trovador al pelirrojo, mientras se acomodaba el pelo tras las oreas, y se frotaba una de ellas con cierta molestia, hastiado de ese tono gritón, que resultaba más molesto con la agudeza de su voz femenina.
Para asombro del elfo, rápido paso la masacre de la mente del humano, para centrarse en su capacidad para ir al baño en aquella forma.
-Lo haces sentado, como si fueras a plantar un pino. – Le explicó el elfo, como si acabar de preguntar una de las cosas más estúpidas que podía llegar a ocurrírsele a alguien. Entre esa pregunta, y el resto de cosas que había planteado el humano, finalmente el elfo se definió porque era alguna clase de persona especial, de esas que las familias encerraban en los desvanes y altillos para que no los avergonzaran. Quizás se había escapado, había muerto su familiar, o lo habían abandonado en algún lugar del bosque, pues no parecía conocer a los presentes cadáveres, aunque pusiera voz de alarma.
Eretría fue a lo que presumió el elfo, devolver la jugarreta de la plaza, probablemente a la elfa que acababa de bajar, porque a él le importaba más bien poco si quería volver un hombre a ese disminuido contra una de las mesas de la sala.
Se dirigió hacia las pertenencias de la elfa, y asintió. - Gracias. – Contesto con total naturalidad, como si el suelo no se estuviera anegado en sangre, y regiró en la bolsa hasta encontrar las prendas que buscaba.
Con su botín fue hacia el petate propio, y se sacó la ropa de hombre que le quedaba demasiado holgada y grande, para contemplar que las cicatrices seguían siendo en su lugar, así como los mordiscos, rojeces y chupones que había dejado la elfa por su anatomía. Llevó una mano a su espalda, y efectivamente notó con las yemas el relieve de los arañazos. Con otra forma o no, era innegable de que aquella era su piel.
Sin ninguna clase de problema, Iltharion se embutió en las ropas de la muchacha, que, pese a que era más alta que ella, le entraban. Aunque hacía décadas que el trovador no usaba ropa de mujer, fue tan natural para el vestirlas como las que terminó metiendo dentro de su morral, ni siquiera se le trabaron los dedos en el cierre del corsé.
Cuando la pelirroja se giró con aquellas ropas homologas a las de la morena, que dejaban tan poco a la imaginación, se metió tras la barra en busca del alcohol más fuerte que encontrara y observo a la pequeña Ashryn volver a exhibir un temperamento cándido y bondadoso, incluso disculpándose con el.
El trovador hizo un gesto restándole importancia con la mano, mientras caminaba hacia la morena, y destapaba con los dientes una botella con un líquido blanco y translucido, con un olor fuerte a licor de hierbas que tumbaba.
-Ten. -Se la extendió. - ¿Sabes usar el Darae o quieres ayuda con eso? -Señaló la herida supurante con la mirada. - Tienes que volver a drenarlo, y por cómo te cuidas, hasta suturarlo fuerte. - Le recomendó, aunque quizás un elfo más experto en la sanación podía barrer la herida por completo.
El aviso de Ashryn de la puerta trasera alejó al elfo de la mesa, y el hizo cargarse con sus cosas, a la vez que tomar un par de botellas más.
Esperaría a que todos salieran, y siendo el ultimo, y aprovechando que la puerta trasera pasaba por las cocinas, rompería los licores en el suelo, y empujaría uno de los troncos prendidos del fuego hacia los charcos, cerrando la salida que habían tomado, e iniciando un incendio. Quizás el fuego no lo purificaba todo, pero si era un buen método de limpieza, y para desorientar con los sucesos a aquellos que no los habían presenciado.
La puerta la cerraría tras de sí, que el fuego se alimentase con el interior de la posada, y se dispondría a partir en busca de la pérfida anciana.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Bébeme y que la fiesta comience.
La pregunta de la elfa de cabellos rojos fue más que nada molesta, claramente no me la pasaba gritando, solo cuando la situación ameritaba lo hacía… bueno, generalmente levantaba la voz y dejaba que mis ideas paranoicas comenzaran a hacer los suyo, la diferencia es que esta vez yo me había dejado llevar y también me había excedido con el tono de voz, lo admito.
- No no, claro que no estoy gritando siempre, suelo hacerlo desde que sale el sol hasta que se oculta, pero no todo el tiempo. – Bromeé de mala gana, por culpa de él… en este momento ella, es que las cosas se habían empeorado “Realmente yo fui el que tomó las malas decisiones en su mayoría… pero no fue mi culpa, simplemente actuaba a modo de defensa.”
La lógica usada por la asesina era extraña, claramente los muertos no hablaban pero ese no era motivo para tener que manchar todo con cadáver y sangre, los que tenían la boca cosida tampoco y hablaban pero eso no hacía que ella se encargara de tomar aguja e hilo y que se pusiera manos a la obra.
La petición para que acabaran conmigo se iba a cumplir, lo único que me extrañaba era como la chica me tenía. Eso no parecía pose de asesinato… si no de otras cosas. Iba a elegir una muerte rápida y sin dolor, miserablemente parecía que era una pregunta que ella misma respondería, pretendía robarme el alma, no podía dejarme.
Antes de que pudiera apartar a la elfa esta ya había comenzado con su macabro proceso, me sujetaba con fuerza, era notable la presión en ambos cuerpos y se sentía como la sangre que cubría a la morena comenzaba a mancharme a mí también. Esto no se parecía en nada a la vez que Ashryn me había tratado de robar el alma, no tenía comparación la sensación que producía “No está solo succionándome el alma, me la está arrancando”. La sensación que tenía en aquel amargo momento no solo era miedo, había algo en el fondo similar a lo que se sentía luego de un rato corriendo entre la maleza o de hacer algo bien… debía estar loco, aquello no podía generar una emoción positiva en mi ser ¿O acaso si podía?
Mi cuerpo había dejado de obedecerme, simplemente se había dejado car en brazos de la elfa… estaba claro que era el efecto de la falta de mi alma, sin alma no podía moverme o vivir, aquel era mi fatídico final. Extrañamente la elfa me dejó libre, claramente no sin quitar un poco más de mi esencia, esta vez robandola con el olfato. Estaba aturdido y débil, por lo visto había dejado que parte de mi alma quedara en mi cuerpo… pero tuvo que haber sido una porción muy pequeña de esta. La palabra “torturado” fue lo peor, nunca había planeado matarme simplemente torturarme, eso era mucho más cruel.
Tuve que apoyarme en una mesa mientras recuperaba la respiración y el control sobre mí, aquello había sido extraño y tenebroso, lo peor es que no podía negar que dejaría una marca que tardaría en olvidar, quien sabe cuántos golpes en la cabeza necesitara para eliminar eso de mis pensamientos. Escupí al suelo mientras me recomponía, ya el temblor en mis manos había cesado y estaba mejor de cierta manera, el alma parecía regenerarse más rápido de lo que pensaba.
- En serio tanto les costaba darme una muerte como al resto. – Comenté por lo bajo levantando la mirada, ya habían masacrado medio local, pero a mi debían torturarme y afianzar mis miedos cada vez más, que almas tan bondadosas.
No era extraño ver a la rubia ayudando a la gente, segundos antes la metían en problemas y ella con la frente en alto regresaba luego de haber sido pateada, simplemente a ayudar y ser un alma bondadosa… aunque en el fondo tuviese un poder tan tenebroso como la elfa morena había demostrado hace poco, quizá Ashryn lo tuviese menos desarrollado, eso explicaba muchas cosas.
Cuando se encargaron de la herida de el peligro color café no me quedó más opción que seguir a las elfas, era la única opción aceptable que quedaba, si no podía quedarme sentado tranquilamente entre la sangre y los cadáveres, porque tomarse un respiro entre muertos era siempre lo más relajador… claro, también debía tomar en cuenta que si me conseguían allí sería culpado de todo aquello y las cosas se pondrían mucho más divertidas “Maldición, ya entiendo a lo que se referían mis padres cuando decían que debía pensar con quien juntarme”.
Ya retirándonos sentí un calor en la espalda, procedente del mismo sitio de donde habíamos salido, tuve que girarme para notar que la elfa de cabello rojo había iniciado un incendio en la posada, justamente lo que faltaba.
- Oh miren, aparte de ser charlatán y tener el complejo de ser supremo, también tienes un gusto por quemar cosas… que sorpresa. – No sabía porque pero aquel ser era el que peor me estaba cayendo entre el pequeño grupo. - ¿Y qué procede ahora? No planeo quedarme como mujer toda la vida y dudo que alguno tenga un plan… aunque si tienen un plan podrían decirlo. – Cualquier cosa podría ser mejor que tener que acostumbrarme a aquel cuerpo. – Uno que no involucre masacrar, torturar, quemar, hacerse el herido. – Remarqué aquellas últimas palabras mientras arrugaba el ceño y le dirigía la mirada a la de cabello rojos. – Y por supuesto, andar medio desnuda por allí. – Ahora la mirada fue dirigida a la rubia. – ¿Entonces? Si no dicen nada tendré que improvisar de nuevo… y claramente siempre me sale a la perfección eso.
- No no, claro que no estoy gritando siempre, suelo hacerlo desde que sale el sol hasta que se oculta, pero no todo el tiempo. – Bromeé de mala gana, por culpa de él… en este momento ella, es que las cosas se habían empeorado “Realmente yo fui el que tomó las malas decisiones en su mayoría… pero no fue mi culpa, simplemente actuaba a modo de defensa.”
La lógica usada por la asesina era extraña, claramente los muertos no hablaban pero ese no era motivo para tener que manchar todo con cadáver y sangre, los que tenían la boca cosida tampoco y hablaban pero eso no hacía que ella se encargara de tomar aguja e hilo y que se pusiera manos a la obra.
La petición para que acabaran conmigo se iba a cumplir, lo único que me extrañaba era como la chica me tenía. Eso no parecía pose de asesinato… si no de otras cosas. Iba a elegir una muerte rápida y sin dolor, miserablemente parecía que era una pregunta que ella misma respondería, pretendía robarme el alma, no podía dejarme.
Antes de que pudiera apartar a la elfa esta ya había comenzado con su macabro proceso, me sujetaba con fuerza, era notable la presión en ambos cuerpos y se sentía como la sangre que cubría a la morena comenzaba a mancharme a mí también. Esto no se parecía en nada a la vez que Ashryn me había tratado de robar el alma, no tenía comparación la sensación que producía “No está solo succionándome el alma, me la está arrancando”. La sensación que tenía en aquel amargo momento no solo era miedo, había algo en el fondo similar a lo que se sentía luego de un rato corriendo entre la maleza o de hacer algo bien… debía estar loco, aquello no podía generar una emoción positiva en mi ser ¿O acaso si podía?
Mi cuerpo había dejado de obedecerme, simplemente se había dejado car en brazos de la elfa… estaba claro que era el efecto de la falta de mi alma, sin alma no podía moverme o vivir, aquel era mi fatídico final. Extrañamente la elfa me dejó libre, claramente no sin quitar un poco más de mi esencia, esta vez robandola con el olfato. Estaba aturdido y débil, por lo visto había dejado que parte de mi alma quedara en mi cuerpo… pero tuvo que haber sido una porción muy pequeña de esta. La palabra “torturado” fue lo peor, nunca había planeado matarme simplemente torturarme, eso era mucho más cruel.
Tuve que apoyarme en una mesa mientras recuperaba la respiración y el control sobre mí, aquello había sido extraño y tenebroso, lo peor es que no podía negar que dejaría una marca que tardaría en olvidar, quien sabe cuántos golpes en la cabeza necesitara para eliminar eso de mis pensamientos. Escupí al suelo mientras me recomponía, ya el temblor en mis manos había cesado y estaba mejor de cierta manera, el alma parecía regenerarse más rápido de lo que pensaba.
- En serio tanto les costaba darme una muerte como al resto. – Comenté por lo bajo levantando la mirada, ya habían masacrado medio local, pero a mi debían torturarme y afianzar mis miedos cada vez más, que almas tan bondadosas.
No era extraño ver a la rubia ayudando a la gente, segundos antes la metían en problemas y ella con la frente en alto regresaba luego de haber sido pateada, simplemente a ayudar y ser un alma bondadosa… aunque en el fondo tuviese un poder tan tenebroso como la elfa morena había demostrado hace poco, quizá Ashryn lo tuviese menos desarrollado, eso explicaba muchas cosas.
Cuando se encargaron de la herida de el peligro color café no me quedó más opción que seguir a las elfas, era la única opción aceptable que quedaba, si no podía quedarme sentado tranquilamente entre la sangre y los cadáveres, porque tomarse un respiro entre muertos era siempre lo más relajador… claro, también debía tomar en cuenta que si me conseguían allí sería culpado de todo aquello y las cosas se pondrían mucho más divertidas “Maldición, ya entiendo a lo que se referían mis padres cuando decían que debía pensar con quien juntarme”.
Ya retirándonos sentí un calor en la espalda, procedente del mismo sitio de donde habíamos salido, tuve que girarme para notar que la elfa de cabello rojo había iniciado un incendio en la posada, justamente lo que faltaba.
- Oh miren, aparte de ser charlatán y tener el complejo de ser supremo, también tienes un gusto por quemar cosas… que sorpresa. – No sabía porque pero aquel ser era el que peor me estaba cayendo entre el pequeño grupo. - ¿Y qué procede ahora? No planeo quedarme como mujer toda la vida y dudo que alguno tenga un plan… aunque si tienen un plan podrían decirlo. – Cualquier cosa podría ser mejor que tener que acostumbrarme a aquel cuerpo. – Uno que no involucre masacrar, torturar, quemar, hacerse el herido. – Remarqué aquellas últimas palabras mientras arrugaba el ceño y le dirigía la mirada a la de cabello rojos. – Y por supuesto, andar medio desnuda por allí. – Ahora la mirada fue dirigida a la rubia. – ¿Entonces? Si no dicen nada tendré que improvisar de nuevo… y claramente siempre me sale a la perfección eso.
Fredericksen
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Re: Bébeme y que la fiesta comience.
Sin un vendaje que disfrace la hinchazón del muslo o como la carne rojiza mantiene una tonalidad entre blanquecina y verdosa, voy examinando que necesito y como terminaré con el problema de raíz. El elfo accede a tomar mis ropajes y no mentiré al decir que fue toda una sorpresa que no pidiese ayuda para ponérselas, a saber que vida habrá llevado o en que situaciones engorrosas se ha tenido que ver, no me importa y no entraré en un dilema que no es de mi incumbencia. Las tiras están sucias de sangre y sudor, no sirven y la taberna con una fragancia metálica, proveniente de la marea de sangre no es un lugar adecuado donde relajarse. La rubia se acerca al trovador para disculparse, no basta con que siga cagándola que encima viene a meter el dedo en la herida, ambos luceros pardos la analizan de abajo hacia arriba con un desdén incontenible. ─ Ni muerta. ─ Nunca le perdonaré las ofensas que ha ido proclamando hacia mi persona durante el día.
Los cimientos altaneros hacia la cazadora me la traen floja, en lo único que necesito centrarme es en la botella abierta que sirve para matarme sin sutilezas, la garganta me arde y noto como mis propias entrañas se rebaten en un duelo de supervivencia. Aquí el médico del trío de mujeres comienza con sus preguntas y aclara las evidencias de una tajada infectada, sé que se debe hacer y lo haré después. ─ Sé usarlo pero mis heridas las trato de forma natural, no necesito ese don. ─ Reacia a sentir más magia en un cuerpo maldito por la susodicha rezongo de mala gana al bajar la pierna. Tenemos que largarnos y antes de que eso suceda me paso por detrás de la barra, en mi bolsa de viaje meto la botella abierta que he cerrado con anterioridad junto a un par de frutas que tenía el tabernero como comida para él mismo.
La pequeña adormecida en el suelo también saldrá como una pertenencia más, el agacharme se convierte en un calvario que se encarga de alertar a todo mi sistema de cómo duele y de lo jodido que será caminar cargando con tanto peso. Con la bolsa de viaje a mis espaldas y la muchacha siendo cargada en volandas salgo la última. Iltharion inicia un fuego que barrerá las evidencias y la única que saldrá con vida será ella, siquiera se acordará o lo relatará como un sueño en el que estuvo ausente. Con cautela la dejé a un lado de un puesto donde será fácilmente visible y ayudada, no tardé en huir del gentío y cubrirme el cuerpo entero con la capa negruzca, en mis atavíos se presentan muchísimas manchas rubíes como así también en los brazos y en el tatuaje hecho por el bardo, un ave rapaz con una tonalidad sanguinaria debido a la masacre en la cantina.
─ Mira, me estás poniendo de los nervios, ¿tenías un plan mejor? Y si es así, ¿por qué cojones no has hecho nada, eh? Qué bonito y fácil es quejarse mientras se tienen las manos calentitas en los bolsillos. ─ Debería haberla degollado de paso, su compañera lo ha avergonzado y no creo que quiera aferrarse a una vida en la que se pasa más tiempo pidiendo que lo maten que respirando para subsistir. Las elocuencias del cazador comienzan a ser fantasmagóricas, no sé cómo pretende que la anciana le devuelva su aspecto sin luchar, o al menos amenazarla, quizá mutilarla o yo que sé, hacer cosas malas. ─ Serás iluso, si vamos por las buenas acabaremos peor, esto hay que acabarlo por las malas y punto. ─ Que yo sobro aquí, he vuelto a mi manera de ser e Iltharion ya es mayorcito para saber cuidarse la espalda.
En un suspiro cansino llevo una de las palmas a mi frente, apoyándola a la par que cierro los ojos. No tiene suficiente con meterse con el grupo entero que va y recalca la antigua desnudez de la elfa rubia, por lo visto si no se mete con alguien no acaba contento, pues como siga así la contenta terminaré siendo yo cuando esa nariz en vez de estar rota, desaparezca por completo. ─ Improvisa, improvisa, tan bien que se te da, seguro que acabas muerto y trabajo que me ahorras. ─ Cruzada de brazos y con una irritación palpable aguardo a que el grupo decida qué hacer, el humo empieza a disiparse y desde mi punto de vista, la mejor opción es abandonarlos y tener como prioridad encontrar una posada donde pueda darme una buena ducha y curarme esta dichosa herida, sería un refugio, un lugar donde descansar en plena soledad mientras ahogo tantas tragedias ligadas en la botella hasta vaciarla.
Los cimientos altaneros hacia la cazadora me la traen floja, en lo único que necesito centrarme es en la botella abierta que sirve para matarme sin sutilezas, la garganta me arde y noto como mis propias entrañas se rebaten en un duelo de supervivencia. Aquí el médico del trío de mujeres comienza con sus preguntas y aclara las evidencias de una tajada infectada, sé que se debe hacer y lo haré después. ─ Sé usarlo pero mis heridas las trato de forma natural, no necesito ese don. ─ Reacia a sentir más magia en un cuerpo maldito por la susodicha rezongo de mala gana al bajar la pierna. Tenemos que largarnos y antes de que eso suceda me paso por detrás de la barra, en mi bolsa de viaje meto la botella abierta que he cerrado con anterioridad junto a un par de frutas que tenía el tabernero como comida para él mismo.
La pequeña adormecida en el suelo también saldrá como una pertenencia más, el agacharme se convierte en un calvario que se encarga de alertar a todo mi sistema de cómo duele y de lo jodido que será caminar cargando con tanto peso. Con la bolsa de viaje a mis espaldas y la muchacha siendo cargada en volandas salgo la última. Iltharion inicia un fuego que barrerá las evidencias y la única que saldrá con vida será ella, siquiera se acordará o lo relatará como un sueño en el que estuvo ausente. Con cautela la dejé a un lado de un puesto donde será fácilmente visible y ayudada, no tardé en huir del gentío y cubrirme el cuerpo entero con la capa negruzca, en mis atavíos se presentan muchísimas manchas rubíes como así también en los brazos y en el tatuaje hecho por el bardo, un ave rapaz con una tonalidad sanguinaria debido a la masacre en la cantina.
─ Mira, me estás poniendo de los nervios, ¿tenías un plan mejor? Y si es así, ¿por qué cojones no has hecho nada, eh? Qué bonito y fácil es quejarse mientras se tienen las manos calentitas en los bolsillos. ─ Debería haberla degollado de paso, su compañera lo ha avergonzado y no creo que quiera aferrarse a una vida en la que se pasa más tiempo pidiendo que lo maten que respirando para subsistir. Las elocuencias del cazador comienzan a ser fantasmagóricas, no sé cómo pretende que la anciana le devuelva su aspecto sin luchar, o al menos amenazarla, quizá mutilarla o yo que sé, hacer cosas malas. ─ Serás iluso, si vamos por las buenas acabaremos peor, esto hay que acabarlo por las malas y punto. ─ Que yo sobro aquí, he vuelto a mi manera de ser e Iltharion ya es mayorcito para saber cuidarse la espalda.
En un suspiro cansino llevo una de las palmas a mi frente, apoyándola a la par que cierro los ojos. No tiene suficiente con meterse con el grupo entero que va y recalca la antigua desnudez de la elfa rubia, por lo visto si no se mete con alguien no acaba contento, pues como siga así la contenta terminaré siendo yo cuando esa nariz en vez de estar rota, desaparezca por completo. ─ Improvisa, improvisa, tan bien que se te da, seguro que acabas muerto y trabajo que me ahorras. ─ Cruzada de brazos y con una irritación palpable aguardo a que el grupo decida qué hacer, el humo empieza a disiparse y desde mi punto de vista, la mejor opción es abandonarlos y tener como prioridad encontrar una posada donde pueda darme una buena ducha y curarme esta dichosa herida, sería un refugio, un lugar donde descansar en plena soledad mientras ahogo tantas tragedias ligadas en la botella hasta vaciarla.
Eretria Noorgard
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Re: Bébeme y que la fiesta comience.
De antemano la rubia sabía que su oferta no sería bien recibida por la dama, pero esto le dio completamente igual. Su conciencia ahora estaba tranquila y es era lo que le importaba. Bueno, al menos para con el asunto de la herida, puesto que para con todo lo demás se sentía fatal. No dijo nada cuando la morena incordió a Frederick por su poca cooperación para con la causa, simplemente se limitó a mirar al suelo, buscando una alternativa para encontrar a la fulana lo más rápido posible y arreglar parte del desastre que se había ocasionado por aquellas extrañas pociones. Lo único a lo que atinó fue a negar con la cabeza ante el comentario de sus escasas ropas momentos atrás, cosa que tampoco pareció agradar a la muchacha de tez bronceada, quien no tardó en dar su punto de vista para con la manera de actuar del cazador.
Tomó una pequeña bocanada de aire, observando como la taberna de la que habían salido no tardaba en consumirse entre las llamas, junto con todos los pobres incautos que tuvieron el infortunio de cruzarse en el camino de la elfa. En ese punto ya no sabía que tan bueno sería seguir con ellos; confiaba en Frederick, aunque él no confiase en ella, también confiaba en su viejo amigo, pero no podía decir lo mismo de la joven. Si acaso se separaban para encontrar a la bruja no podría asegurar que la muchacha brindase su ayuda y eso era lo que más le preocupaba. Aunque quisiese ella no podría controlar al bardo y a su compañero por sí misma, además de buscar a la anciana y obligarla a devolverles su verdadera apariencia. Le gustase o no necesitaba de la cooperación de tan complicada compatriota, cosa que no terminaba de gustarle para nada.
El silencio se hizo presente entre todos durante un breve espacio de tiempo en el que la tensión solo aumentó considerablemente, haciendo que la ojiazul comenzara a removerse nerviosa en su lugar. No tenía sentido darle muchas vueltas, pero en vista de que el tiempo se les venía encima no le quedó de otra que moverse de su sitió, emprendiendo el camino lo más lejos posible de la escena del crimen. Su cerebro le daba vueltas al asunto, englobando las palabras que la anciana le había dado mientras su cuerpo estaba bajo los efectos de la poción, buscando hallar algún indicio del paradero de la misma, más todo parecía confuso al punto de ocasionarle un cierto mareo. Eran demasiadas emociones en un par de horas, si seguía de esa manera terminaría enfermando y nada bueno resultaría se eso llegaba a pasar.
—Andando entonces…
¿Por dónde empezarían a buscar? La verdad es que no lo sabía, pero era casi imposible detener sus pies ahora que habían comenzado a moverse. Su cabeza trabajaba con vehemencia para hacer conexiones lo bastante factibles como para tomar una dirección. Mantenía la mirada fija en el suelo y caminaba con pasos tranquilos. Claro que esto solo duró hasta que se vieron de regreso en las concurridas calles de la aldea, donde los transeúntes corrían de un lado a otro tratando de saber lo que había ocurrido con aquella taberna. Inclusive la princesa de los Elaynor tuvo que esforzarse al máximo para no demostrar su culpabilidad al punto de parecer sospechosa. Una vez que se alejaron lo suficiente del barullo central se dio el tiempo de tomar una bocanada de aire, mirando a todos lados para buscar a sus compañeros; aunque lo primero que alcanzó a vislumbrar fue una silueta encorvada que se dirigía hacia un extraño callejón.
Tomó una pequeña bocanada de aire, observando como la taberna de la que habían salido no tardaba en consumirse entre las llamas, junto con todos los pobres incautos que tuvieron el infortunio de cruzarse en el camino de la elfa. En ese punto ya no sabía que tan bueno sería seguir con ellos; confiaba en Frederick, aunque él no confiase en ella, también confiaba en su viejo amigo, pero no podía decir lo mismo de la joven. Si acaso se separaban para encontrar a la bruja no podría asegurar que la muchacha brindase su ayuda y eso era lo que más le preocupaba. Aunque quisiese ella no podría controlar al bardo y a su compañero por sí misma, además de buscar a la anciana y obligarla a devolverles su verdadera apariencia. Le gustase o no necesitaba de la cooperación de tan complicada compatriota, cosa que no terminaba de gustarle para nada.
El silencio se hizo presente entre todos durante un breve espacio de tiempo en el que la tensión solo aumentó considerablemente, haciendo que la ojiazul comenzara a removerse nerviosa en su lugar. No tenía sentido darle muchas vueltas, pero en vista de que el tiempo se les venía encima no le quedó de otra que moverse de su sitió, emprendiendo el camino lo más lejos posible de la escena del crimen. Su cerebro le daba vueltas al asunto, englobando las palabras que la anciana le había dado mientras su cuerpo estaba bajo los efectos de la poción, buscando hallar algún indicio del paradero de la misma, más todo parecía confuso al punto de ocasionarle un cierto mareo. Eran demasiadas emociones en un par de horas, si seguía de esa manera terminaría enfermando y nada bueno resultaría se eso llegaba a pasar.
—Andando entonces…
¿Por dónde empezarían a buscar? La verdad es que no lo sabía, pero era casi imposible detener sus pies ahora que habían comenzado a moverse. Su cabeza trabajaba con vehemencia para hacer conexiones lo bastante factibles como para tomar una dirección. Mantenía la mirada fija en el suelo y caminaba con pasos tranquilos. Claro que esto solo duró hasta que se vieron de regreso en las concurridas calles de la aldea, donde los transeúntes corrían de un lado a otro tratando de saber lo que había ocurrido con aquella taberna. Inclusive la princesa de los Elaynor tuvo que esforzarse al máximo para no demostrar su culpabilidad al punto de parecer sospechosa. Una vez que se alejaron lo suficiente del barullo central se dio el tiempo de tomar una bocanada de aire, mirando a todos lados para buscar a sus compañeros; aunque lo primero que alcanzó a vislumbrar fue una silueta encorvada que se dirigía hacia un extraño callejón.
Ashryn Elaynor
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Re: Bébeme y que la fiesta comience.
El trovador se sorprendió de ver a la morena cargando con aquel petate humano e inconsciente de la posada, si algo había tocado su fibra o quería darle uso de algún modo, no le incumbía, mientras no fuera el quien debiera cargar con aquella muchacha que era, casi seguro, algún varón presa de la misma maldición que le aquejaba a el y al humano chillón e irritante.
Por si fuera poco, el energúmeno de las ardillas que hacia un escándalo por cada nimiedad, también tenía algo que decir sobre el fuego. Iltharion inspiró profunda y tranquilamente antes de responder a aquella mujer. - También tengo una enorme paciencia, pero tiene sus límites.- Su tono era agradable, incluso amable, como si lo que acabara de salir de sus carnosos labios y su dulce sonrisa no fuera una amenaza.
No fue al único al que estaba sacando de quicio pues Eretria no tardó en exhibir asertivamente su temperamento y dejarle claras unas cuantas cosas a aquel energúmeno.
Iltharion y el resto se alejaron prudentemente del edificio cuyas llamas todavía se limitaban al interior del local, y siendo el edificio casi al completo de madera, prendería rápido y cocería su estructura por a dentro antes de mostrar una columna de humo espesa en medio de la aldea.
No tenían ni idea de donde estaba la anciana, o a dodne había ido, pero como ningún lugareño la había visto con curiosidad ni la había increpado, el elfo sospechaba que era porque sabían de aquel pintoresco personaje, y si no vivía en la aldea, la visitaba con cierta asiduidad, y no debían de querer ser el punto de sus jugarretas, así que se acomodó el pelo con las manos, los senos en la camisa, las ropas prestadas lo mejor que pudo y les hizo un gesto al resto para que lo aguardaran en una de las callejuelas antes de doblar hacia alguna mas concurrida.
No necesito alejarse demasiado, pues al doblar se encontró con el aprendiz del tonelero, lijando bien una de las maderas corvas a la brisa del pórtico del negocio que permitía ver a los escasos transeúntes el arte del negocio para atraer clientela.
El elfo se fortó un poco los ojos, y se detuvo unos segundos antes de que unos gruesos lagrimones empezaran a sucar sus mejillas a raudales.
-Maese.- Se encaramó hacia donde estaba el joven llamando la atención del mismo, con una voz melosa y quebrada por la angustia.- Oh, por los divinos, sea usted tan bueno de ayudarme.
Al muchacho se le cayó la madera de entre las manos cuando observó aquellos ropajes que dejaban poco a la imaginación de un jovato, y el elfo aguantó con mascara de acero el posado y contuvo en sus adentros la gran incomodidad que le generaba aquella turbación.
-D-Disculpe.- El joven e apuró en recoger el estropicio que había generado.- ¿está bien?¿Quiere que avise a alguien?.-Respondió confuso y pasándose una mano por la cara.
-La anciana, la vieja alquimista, necesito encontrarla con urgencia.- Prosiguió haciéndose la afectada, y observó cierta alarma en la mirada castaña del jovato, que revelaba tanto que la conocía como que debía de estar al tanto de sus trastadas.- La seguí hasta este pueblo, y la perdí de vista un momento, después ya no estaba.
-Y-Yo... no se de qué me habla. -Giró el rostro con gran dificultad el joven, con tal de no verla llorar y se puso en pie intentando ocultarse en la tienda. Pero al elfa lo tomó del brazo, con las manos temblorosas expresión suplicante. - Mi hermana y yo veníamos de camino al pueblo y la ha dejado petrificada en el camino, por favor…-Sollozó un poco para ablandarle el corazón al muchacho, y constriño un poco su brazo contra el pecho. - Solo quiero saber dónde vive y pagarle lo que pida para liberar a mi pobre hermana pequeña. - El joven pareció dudar, y su mirada terminó posándose pese su pelea interna sobre la imagen de la mujer desolada. Suspiró vencido y susurro apurado y nervioso mientras ella le soltaba el brazo.
-Por algún motivo a veces tengo que dejar unos barriles cerca del arroyo, a una legua del pueblo hacia el este, n donde los árboles son más viejos y la maleza muestra un sendero poco transitado de tierra… yo solo los dejo allí y no veo a nadie. - Susurró el muchacho. - Ni tampoco le he dicho nada a usted. No llore, su hermana se pondrá bien. - Le sonrió con cierto nerviosismo, temiendo por su pescuezo después de haber hablado.
-Los divinos le guarden, es usted un hombre piadoso y bueno. - Le dedicó una sonrisa deslumbrante y volvió por donde había llegado el elfo.
Iltharion volvió con el resto mientras se limpiaba las fingidas lagrima de la cara y se frotaba los ojos, aunque el llanto no fuera de tristeza igualmente le hinchaba sus orbes aguamarina y se los dejaba ardiendo.
-Esta al este. -Les reveló al resto. - No vive dentro del pueblo, pero si cerca. - Reveló, aunque no sabía hasta qué punto habían pispado la escena o escuchado lo que había sacado al muchacho. Tomó de entre sus cosas uno de los arrollados de menta de la cajita de madera de nein deslucida, y con el yesquero lo encendió teniéndolo entre sus labios.
-Tenemos una legua para pensar como ajustar cuentas con una alquimista poderosa y aburrida-Emprendió la marcha hacia las afueras del pueblo, dispuesto a rodear una parte del mismo en vez de cruzarlo con tal de disminuir en lo posible ser relacionado con el incendio que empezaba a alertar a los vecinos más próximos del local. -¿Ideas?.-Miró de soslayo a las muchachas.- Tuyas no.-Acotó clavándole la mirada a la humana, que ya había demostrado como podían terminar sus ingenios suficientes veces para el gusto de Iltharion.
Por si fuera poco, el energúmeno de las ardillas que hacia un escándalo por cada nimiedad, también tenía algo que decir sobre el fuego. Iltharion inspiró profunda y tranquilamente antes de responder a aquella mujer. - También tengo una enorme paciencia, pero tiene sus límites.- Su tono era agradable, incluso amable, como si lo que acabara de salir de sus carnosos labios y su dulce sonrisa no fuera una amenaza.
No fue al único al que estaba sacando de quicio pues Eretria no tardó en exhibir asertivamente su temperamento y dejarle claras unas cuantas cosas a aquel energúmeno.
Iltharion y el resto se alejaron prudentemente del edificio cuyas llamas todavía se limitaban al interior del local, y siendo el edificio casi al completo de madera, prendería rápido y cocería su estructura por a dentro antes de mostrar una columna de humo espesa en medio de la aldea.
No tenían ni idea de donde estaba la anciana, o a dodne había ido, pero como ningún lugareño la había visto con curiosidad ni la había increpado, el elfo sospechaba que era porque sabían de aquel pintoresco personaje, y si no vivía en la aldea, la visitaba con cierta asiduidad, y no debían de querer ser el punto de sus jugarretas, así que se acomodó el pelo con las manos, los senos en la camisa, las ropas prestadas lo mejor que pudo y les hizo un gesto al resto para que lo aguardaran en una de las callejuelas antes de doblar hacia alguna mas concurrida.
No necesito alejarse demasiado, pues al doblar se encontró con el aprendiz del tonelero, lijando bien una de las maderas corvas a la brisa del pórtico del negocio que permitía ver a los escasos transeúntes el arte del negocio para atraer clientela.
El elfo se fortó un poco los ojos, y se detuvo unos segundos antes de que unos gruesos lagrimones empezaran a sucar sus mejillas a raudales.
-Maese.- Se encaramó hacia donde estaba el joven llamando la atención del mismo, con una voz melosa y quebrada por la angustia.- Oh, por los divinos, sea usted tan bueno de ayudarme.
Al muchacho se le cayó la madera de entre las manos cuando observó aquellos ropajes que dejaban poco a la imaginación de un jovato, y el elfo aguantó con mascara de acero el posado y contuvo en sus adentros la gran incomodidad que le generaba aquella turbación.
-D-Disculpe.- El joven e apuró en recoger el estropicio que había generado.- ¿está bien?¿Quiere que avise a alguien?.-Respondió confuso y pasándose una mano por la cara.
-La anciana, la vieja alquimista, necesito encontrarla con urgencia.- Prosiguió haciéndose la afectada, y observó cierta alarma en la mirada castaña del jovato, que revelaba tanto que la conocía como que debía de estar al tanto de sus trastadas.- La seguí hasta este pueblo, y la perdí de vista un momento, después ya no estaba.
-Y-Yo... no se de qué me habla. -Giró el rostro con gran dificultad el joven, con tal de no verla llorar y se puso en pie intentando ocultarse en la tienda. Pero al elfa lo tomó del brazo, con las manos temblorosas expresión suplicante. - Mi hermana y yo veníamos de camino al pueblo y la ha dejado petrificada en el camino, por favor…-Sollozó un poco para ablandarle el corazón al muchacho, y constriño un poco su brazo contra el pecho. - Solo quiero saber dónde vive y pagarle lo que pida para liberar a mi pobre hermana pequeña. - El joven pareció dudar, y su mirada terminó posándose pese su pelea interna sobre la imagen de la mujer desolada. Suspiró vencido y susurro apurado y nervioso mientras ella le soltaba el brazo.
-Por algún motivo a veces tengo que dejar unos barriles cerca del arroyo, a una legua del pueblo hacia el este, n donde los árboles son más viejos y la maleza muestra un sendero poco transitado de tierra… yo solo los dejo allí y no veo a nadie. - Susurró el muchacho. - Ni tampoco le he dicho nada a usted. No llore, su hermana se pondrá bien. - Le sonrió con cierto nerviosismo, temiendo por su pescuezo después de haber hablado.
-Los divinos le guarden, es usted un hombre piadoso y bueno. - Le dedicó una sonrisa deslumbrante y volvió por donde había llegado el elfo.
Iltharion volvió con el resto mientras se limpiaba las fingidas lagrima de la cara y se frotaba los ojos, aunque el llanto no fuera de tristeza igualmente le hinchaba sus orbes aguamarina y se los dejaba ardiendo.
-Esta al este. -Les reveló al resto. - No vive dentro del pueblo, pero si cerca. - Reveló, aunque no sabía hasta qué punto habían pispado la escena o escuchado lo que había sacado al muchacho. Tomó de entre sus cosas uno de los arrollados de menta de la cajita de madera de nein deslucida, y con el yesquero lo encendió teniéndolo entre sus labios.
-Tenemos una legua para pensar como ajustar cuentas con una alquimista poderosa y aburrida-Emprendió la marcha hacia las afueras del pueblo, dispuesto a rodear una parte del mismo en vez de cruzarlo con tal de disminuir en lo posible ser relacionado con el incendio que empezaba a alertar a los vecinos más próximos del local. -¿Ideas?.-Miró de soslayo a las muchachas.- Tuyas no.-Acotó clavándole la mirada a la humana, que ya había demostrado como podían terminar sus ingenios suficientes veces para el gusto de Iltharion.
Iltharion Dur'Falas
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Re: Bébeme y que la fiesta comience.
Las quejas ante mis palabras no demoraron en llegar, la única sorpresa fue que Ashryn no aportó nada a todo aquello “Al menos alguien no tiene nada negativo que decir”. Como de costumbre no iba a quedarme callado ante todo aquello, menos cuando el elfo de cabellos rojos no me resultaba mínimamente agradable.
- Pues avísame cuando esté llegando los limites a ver si puedo romperlos, nunca me gustó quedarme en lo recomendado. – Le regresé la misma sonrisa que tenía la elfa habladora y luego suspiré observando a la que pasó de ser una joven amable cuidadora de lobos a una asesina. – Posiblemente si lo tenía, pero tal como dices es bonito tener las manos calientes en los bolsillos. – Me incliné de hombros luego de mi comentario y chasqué mi lengua mientras pensaba. – Una cosa es acabarlo por las malas con la causante y otra es asesinar a medio pueblo en el proceso.
Lo único positivo del asunto es que tenía permiso para improvisar, aquello era más que perfecto ya que con mi ingenio podría salir más que rápido de aquel asunto… aunque a ser sincero había cierto tono de sarcasmo en la morena “Seguro son ideas, todo está normal”. – Claramente ahorraré el trabajo de todos con mis planes, solo confía en mí.
Lo extraño fue que en medio de todo aquello la de cabello rojos se fue a ligar y Ashryn había optado por separarse del grupo. – Claro, cada quien con sus prioridades por delante. – Mascullé mientras frotando ambas manos por mi rostro. – Si no te molesta esperar aquí unos minutos ya estoy de regreso. – Le comenté a la morena mientras saltaba sobre unos barriles y escalaba a los techos.
“Siempre es lo mismo, le cambia el humor y desaparece”. Me daba igual que el busca pleitos aprovechara sus pechos para ir a ligar; pero no podía dejar que Ashryn desapareciera nuevamente entre el pueblo, cada vez que se alejaba metía en peores asuntos… a veces resultaba más fácil cuidar a Iliaki que cuidarla a ella. Después de un momento observando la muchedumbre logré fijarme en donde se encontraba la elfa, no era una novedad que estuviese caminando sin rumbo alguno.
Salté sobre la carreta abandonada de algún vendedor y me dispuse a acercarme a la rubia, si no se llamaba rápido lo más probable es que se terminara alejando más de lo esperado. - ¿Qué rayos haces aquí? – Le dije a la elfa cuando estuve lo suficientemente cerca. – No espera, no me lo digas…. Se bien que haces aquí. – Preferí tomar de la muñeca a la elfa y jalarla sin mucha fuerza, si comenzaba a hablar terminaría regañándome por nacer y llorando como de costumbre. – Deberías dejar esa mala costumbre, deprimirte por todo e irte a quien sabe dónde, un día de estos te secuestrarán y meterán en un armario y verás cómo no hay nadie cerca para ayudarte.
Ignorando el bullicio de la gente y la muchedumbre guíe a la rubia hasta donde se encontraba la morena aun esperando que terminara el ligoteo de cabello rojo. – Lamento la demora, pero más vale prevenir que lamentar. – Informé a la elfa asesina.
Cabello rojo regresó por lo visto con información, después de todo su posible ligue fallido al menos había funcionado para algo “Quien lo diría, no es tan inútil después de todo”. – Así que al Este. – Comenté para mi mismo, si era en las afueras la cosa sería mucho más sencilla, en el bosque me desenvolvía mucho mejor.
Era el momento de dar ideas y no me quedaría atrás, ni siquiera cuando aquel ser se adelantó a cerrarme la boca “¿Quién se cree que es?”. – Oh es una lástima… Lo mucho que no me importa. – Sonreí a la pelirroja imitando aquel despreciable gesto que solía hacer cuando daba una de sus acotaciones “inteligente”. – Si está en el bosque es más fácil planear una emboscada, mucho más con tres orejas punzantes y un experimentado cazador... o experimentada cazadora. – Miré por un momento mis manos aclarando aquello. - Lo más apto es que uno llame la atención de esta mientras los otros 3 aguardan, si quieren acabar las cosas a las malas… pues ya saben qué hacer. – Eso más que nada lo dije refiriéndome a la de piel morena. – Claro que luego de que arregle esto. Tal vez se pregunten ¿Por qué uno llame la atención y 3 esperen? Porque si ve a 4 personas acercándose con un aura nada amigable… es claro que escapara, mi pregunta ahora es ¿Quién va a hablarle cuando le veamos?
- Pues avísame cuando esté llegando los limites a ver si puedo romperlos, nunca me gustó quedarme en lo recomendado. – Le regresé la misma sonrisa que tenía la elfa habladora y luego suspiré observando a la que pasó de ser una joven amable cuidadora de lobos a una asesina. – Posiblemente si lo tenía, pero tal como dices es bonito tener las manos calientes en los bolsillos. – Me incliné de hombros luego de mi comentario y chasqué mi lengua mientras pensaba. – Una cosa es acabarlo por las malas con la causante y otra es asesinar a medio pueblo en el proceso.
Lo único positivo del asunto es que tenía permiso para improvisar, aquello era más que perfecto ya que con mi ingenio podría salir más que rápido de aquel asunto… aunque a ser sincero había cierto tono de sarcasmo en la morena “Seguro son ideas, todo está normal”. – Claramente ahorraré el trabajo de todos con mis planes, solo confía en mí.
Lo extraño fue que en medio de todo aquello la de cabello rojos se fue a ligar y Ashryn había optado por separarse del grupo. – Claro, cada quien con sus prioridades por delante. – Mascullé mientras frotando ambas manos por mi rostro. – Si no te molesta esperar aquí unos minutos ya estoy de regreso. – Le comenté a la morena mientras saltaba sobre unos barriles y escalaba a los techos.
“Siempre es lo mismo, le cambia el humor y desaparece”. Me daba igual que el busca pleitos aprovechara sus pechos para ir a ligar; pero no podía dejar que Ashryn desapareciera nuevamente entre el pueblo, cada vez que se alejaba metía en peores asuntos… a veces resultaba más fácil cuidar a Iliaki que cuidarla a ella. Después de un momento observando la muchedumbre logré fijarme en donde se encontraba la elfa, no era una novedad que estuviese caminando sin rumbo alguno.
Salté sobre la carreta abandonada de algún vendedor y me dispuse a acercarme a la rubia, si no se llamaba rápido lo más probable es que se terminara alejando más de lo esperado. - ¿Qué rayos haces aquí? – Le dije a la elfa cuando estuve lo suficientemente cerca. – No espera, no me lo digas…. Se bien que haces aquí. – Preferí tomar de la muñeca a la elfa y jalarla sin mucha fuerza, si comenzaba a hablar terminaría regañándome por nacer y llorando como de costumbre. – Deberías dejar esa mala costumbre, deprimirte por todo e irte a quien sabe dónde, un día de estos te secuestrarán y meterán en un armario y verás cómo no hay nadie cerca para ayudarte.
Ignorando el bullicio de la gente y la muchedumbre guíe a la rubia hasta donde se encontraba la morena aun esperando que terminara el ligoteo de cabello rojo. – Lamento la demora, pero más vale prevenir que lamentar. – Informé a la elfa asesina.
Cabello rojo regresó por lo visto con información, después de todo su posible ligue fallido al menos había funcionado para algo “Quien lo diría, no es tan inútil después de todo”. – Así que al Este. – Comenté para mi mismo, si era en las afueras la cosa sería mucho más sencilla, en el bosque me desenvolvía mucho mejor.
Era el momento de dar ideas y no me quedaría atrás, ni siquiera cuando aquel ser se adelantó a cerrarme la boca “¿Quién se cree que es?”. – Oh es una lástima… Lo mucho que no me importa. – Sonreí a la pelirroja imitando aquel despreciable gesto que solía hacer cuando daba una de sus acotaciones “inteligente”. – Si está en el bosque es más fácil planear una emboscada, mucho más con tres orejas punzantes y un experimentado cazador... o experimentada cazadora. – Miré por un momento mis manos aclarando aquello. - Lo más apto es que uno llame la atención de esta mientras los otros 3 aguardan, si quieren acabar las cosas a las malas… pues ya saben qué hacer. – Eso más que nada lo dije refiriéndome a la de piel morena. – Claro que luego de que arregle esto. Tal vez se pregunten ¿Por qué uno llame la atención y 3 esperen? Porque si ve a 4 personas acercándose con un aura nada amigable… es claro que escapara, mi pregunta ahora es ¿Quién va a hablarle cuando le veamos?
Fredericksen
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Re: Bébeme y que la fiesta comience.
Con una capacidad de observación casi obsesiva diviso a la pelirroja ejercer todo tipo de patrañas y actos a unos buenos palmos de nuestra ubicación, que no le falte carisma y mucho menos creatividad en su manera de aprovecharse del prójimo. Yo por mi parte busqué con ambas orbes afelinadas un buen barril donde apoyar las nalgas, la pierna herida sobre la estirada y con un sudor enrevesado cayendo desde los laterales de un ceño fruncido, concretamente descendiendo por las sienes. La cháchara así como también la congoja, una mezclada por la frustración de compartir el día no sólo con uno, sino con tres garrapatas sin sentido común me incendia por dentro, como si fuese un volcán apunto de entrar en erupción, lo que ellos no saben es que cuando mi boca se convierte en lava y mis manos aferran ambas dos armas inicia la encarnizada, una que no se detendrá a base de súplicas estúpidas ni acuerdos a menester del débil, o incluso del más fuerte.
La primera respiración se torna en una pesada, dejando una sensación retraída junto a una expresión soporífera, entre contemplaciones y miraditas hacia la elfa que regresa al grupo con los luceros henchidos refufuño, las incursiones de esta han dado sus frutos y no me hizo falta mucho más para ponerme en marcha, la dirección ya ha sido dada, sólo queda ir a visitarla. No obstante, la maldita cazadora se para e inicia nuevamente un desperdicio de tiempo entre vocablos y letras que me las pasaré por el dichoso forro. ─ Que te calles y te muevas, yo me encargaré de eso. ─ Oh sí, que desconcertante suena y tan magnifico que replica en mis orejas puntiagudas. Si bien es cierto que recibí dicho regalo (perdición) acaba de tropezarse con la piedra más descomunal este vejestorio, y lo sabrá en cuanto le haga añicos la puerta de su umbral y penetre sedienta de venganza. Acelero el paso por inercia y con el rabillo del ojo examino al grupo, ¡maldita sea! ¿Es que no se calla nunca? Bruta como ninguna otra tiré del brazo de la morena, poniéndonos en marcha ahora que la rubia parecía colaborar.
En la legua más larga donde el tiempo es difuminado, los árboles retienen un halo de auxilio en su encarcelamiento, afligidos quizá por un hechizo, quizá por la misma presencia de la anciana. La mustia vegetación cruje ante el contacto de nuestras botas y el arroyo nace imponente con un esplendor que cautiva, como si su propia naturaleza fuese un insulto hacia los ancestros y otras creaciones por manos de los nombrados. En un vagueo de cabeza, entre lindes abstractas, recuerdo que no hay quien envidie lo magistral, aunque en este caso, el agua cristalina junto a las ondas que eclipsan me recuerdan que la belleza está, donde uno menos se lo espera. Si alzamos los rostros nos daremos de bruces con el pico de un tejado hecho a base de plantas y madera, el sendero nos pregunta, ¿seremos valientes? y si es así, ¿Quién aspirará primero el veneno de la hechicera? Con un ladeo le sonreí a la pelirroja, emitiendo una complicidad que hasta me puso los pelos de punta a mí.
─ Os recomiendo esperar aquí, no será un buen recuerdo de despedida. ─ A unos metros mal contados se halla la choza, si han estado charlando en medio del paseo los he ignorando a los tres por igual, centrándome en el dolor que expresa la tajada, en la ira que emite el quemazón y esa supuración que me recuerda a la vieja. Ponzoña, cada vez que acerco mis labios al precipicio la susodicha es inhalada, incita a que sea atrevida, a que no mire atrás y acepte el reto de ser la primera en buscar respuestas. El ceñidor de tono rubí que porto rodeándome la cintura sirvió para vendar el muslo medio ensangrentado, un lazo en lo alto y listo, la señal ha sido dada. La espesura chirría y los árboles silban cual testimonio de que el terreno está siendo invadido. En represalia hacia la amenaza que le cae encima a la dueña de la morada, los únicos animales que pueblan las castas y alguna que otra rama son cuervos, miradas encendidas en un rojo sangre penetran mi silueta atezada, lo que no saben estas aves, es que no temo a la muerte.
En una embestida sin cuernos cual toro bravío pero si con una fuerza excepcional eché la puerta abajo, en el interior se encuentra la anciana sentada en una mecedora con un arca cuadrada, en su interior diviso varios frascos. ─ Búh. ─ ¿Para que más? La hechicera inicia un lanzamiento de pociones mientras chilla hacia mi persona, algunos los esquivo con ligeros movimientos, la sucesiva ronda ya van con más puntería así que la mesa de en frente la levanto, usándola como escudo. Los griteríos de la vieja apabullan a los cuervos y el ambiente se torna en uno cargado de tensión, con cuidado intento acercarme, pero es imposible y sin ventanas, la única forma que tiene de huir es por la puerta principal. ─ ¡¡FUERA!! ¡Despojo de los tuyos! ¡El mal te ha tocado y no seré una víctima más de tus impertinencias! ─ Iracunda se alzó hasta erguirse recta, entreabrió una de las palmas y segundos me faltaron para que no me perforase con una ráfaga de aire que se encargo de rasgar un boquete en una de las paredes.
─ ¿Magia? Oh, más te vale cor-.. ─ Y ya estaba yo corriendo hacia ella mientras ésta me lanzaba todo lo que tenía alrededor, por seguirle el juego agarré un jarrón vacío y se la arrojé, otra ráfaga en su contra mandó al objeto por la puerta hacia el exterior. ─ No corras, no te dolerá, lo prometo. ─ Sonriente la acorralé en una esquina, le saco dos cabezas y mis dagas continúan en sus respectivas fundas, la amarraré con una soga y la tiraré por ese bonito arroyo para que se ahogue si ha de ser. ─ ¿Qué quieres? ¿Acaso no te he dado ya un espectáculo? ¡Vete de aquí! ─ Con el fuego apunto de salírseme por la boca agarro la tela de ese traje desgastado que lleva y la lanzo hacia la pared aún intacta, mientras la anciana planea y chilla embravecida por la recién descortesía, finaliza empotrada y con los cabellos en punta. A gatas se movió unos centímetros hasta tenerme encima de ella, sentada y con las rodillas flexionadas.
─ Dame el antídoto, ramera, o no saldrás de esta. ─ Y volvió a bramar la canosa, aunque esta vez con las cejas arqueadas, uno de sus dedos buscó mi muslo herido y lo metió de lleno en el interior de la tajada cubierta. Esta vez vociferé yo y sumida en las tinieblas mis manos fueron a su cuello, lo apreté con tanta vehemencia que en meros segundos se puso colorada, no era lo que tenía pensado hacer pero bueno, ya que estamos, ¿por qué no matarla? ya encontrarán un remedio en otro sitio.
La primera respiración se torna en una pesada, dejando una sensación retraída junto a una expresión soporífera, entre contemplaciones y miraditas hacia la elfa que regresa al grupo con los luceros henchidos refufuño, las incursiones de esta han dado sus frutos y no me hizo falta mucho más para ponerme en marcha, la dirección ya ha sido dada, sólo queda ir a visitarla. No obstante, la maldita cazadora se para e inicia nuevamente un desperdicio de tiempo entre vocablos y letras que me las pasaré por el dichoso forro. ─ Que te calles y te muevas, yo me encargaré de eso. ─ Oh sí, que desconcertante suena y tan magnifico que replica en mis orejas puntiagudas. Si bien es cierto que recibí dicho regalo (perdición) acaba de tropezarse con la piedra más descomunal este vejestorio, y lo sabrá en cuanto le haga añicos la puerta de su umbral y penetre sedienta de venganza. Acelero el paso por inercia y con el rabillo del ojo examino al grupo, ¡maldita sea! ¿Es que no se calla nunca? Bruta como ninguna otra tiré del brazo de la morena, poniéndonos en marcha ahora que la rubia parecía colaborar.
En la legua más larga donde el tiempo es difuminado, los árboles retienen un halo de auxilio en su encarcelamiento, afligidos quizá por un hechizo, quizá por la misma presencia de la anciana. La mustia vegetación cruje ante el contacto de nuestras botas y el arroyo nace imponente con un esplendor que cautiva, como si su propia naturaleza fuese un insulto hacia los ancestros y otras creaciones por manos de los nombrados. En un vagueo de cabeza, entre lindes abstractas, recuerdo que no hay quien envidie lo magistral, aunque en este caso, el agua cristalina junto a las ondas que eclipsan me recuerdan que la belleza está, donde uno menos se lo espera. Si alzamos los rostros nos daremos de bruces con el pico de un tejado hecho a base de plantas y madera, el sendero nos pregunta, ¿seremos valientes? y si es así, ¿Quién aspirará primero el veneno de la hechicera? Con un ladeo le sonreí a la pelirroja, emitiendo una complicidad que hasta me puso los pelos de punta a mí.
─ Os recomiendo esperar aquí, no será un buen recuerdo de despedida. ─ A unos metros mal contados se halla la choza, si han estado charlando en medio del paseo los he ignorando a los tres por igual, centrándome en el dolor que expresa la tajada, en la ira que emite el quemazón y esa supuración que me recuerda a la vieja. Ponzoña, cada vez que acerco mis labios al precipicio la susodicha es inhalada, incita a que sea atrevida, a que no mire atrás y acepte el reto de ser la primera en buscar respuestas. El ceñidor de tono rubí que porto rodeándome la cintura sirvió para vendar el muslo medio ensangrentado, un lazo en lo alto y listo, la señal ha sido dada. La espesura chirría y los árboles silban cual testimonio de que el terreno está siendo invadido. En represalia hacia la amenaza que le cae encima a la dueña de la morada, los únicos animales que pueblan las castas y alguna que otra rama son cuervos, miradas encendidas en un rojo sangre penetran mi silueta atezada, lo que no saben estas aves, es que no temo a la muerte.
En una embestida sin cuernos cual toro bravío pero si con una fuerza excepcional eché la puerta abajo, en el interior se encuentra la anciana sentada en una mecedora con un arca cuadrada, en su interior diviso varios frascos. ─ Búh. ─ ¿Para que más? La hechicera inicia un lanzamiento de pociones mientras chilla hacia mi persona, algunos los esquivo con ligeros movimientos, la sucesiva ronda ya van con más puntería así que la mesa de en frente la levanto, usándola como escudo. Los griteríos de la vieja apabullan a los cuervos y el ambiente se torna en uno cargado de tensión, con cuidado intento acercarme, pero es imposible y sin ventanas, la única forma que tiene de huir es por la puerta principal. ─ ¡¡FUERA!! ¡Despojo de los tuyos! ¡El mal te ha tocado y no seré una víctima más de tus impertinencias! ─ Iracunda se alzó hasta erguirse recta, entreabrió una de las palmas y segundos me faltaron para que no me perforase con una ráfaga de aire que se encargo de rasgar un boquete en una de las paredes.
─ ¿Magia? Oh, más te vale cor-.. ─ Y ya estaba yo corriendo hacia ella mientras ésta me lanzaba todo lo que tenía alrededor, por seguirle el juego agarré un jarrón vacío y se la arrojé, otra ráfaga en su contra mandó al objeto por la puerta hacia el exterior. ─ No corras, no te dolerá, lo prometo. ─ Sonriente la acorralé en una esquina, le saco dos cabezas y mis dagas continúan en sus respectivas fundas, la amarraré con una soga y la tiraré por ese bonito arroyo para que se ahogue si ha de ser. ─ ¿Qué quieres? ¿Acaso no te he dado ya un espectáculo? ¡Vete de aquí! ─ Con el fuego apunto de salírseme por la boca agarro la tela de ese traje desgastado que lleva y la lanzo hacia la pared aún intacta, mientras la anciana planea y chilla embravecida por la recién descortesía, finaliza empotrada y con los cabellos en punta. A gatas se movió unos centímetros hasta tenerme encima de ella, sentada y con las rodillas flexionadas.
─ Dame el antídoto, ramera, o no saldrás de esta. ─ Y volvió a bramar la canosa, aunque esta vez con las cejas arqueadas, uno de sus dedos buscó mi muslo herido y lo metió de lleno en el interior de la tajada cubierta. Esta vez vociferé yo y sumida en las tinieblas mis manos fueron a su cuello, lo apreté con tanta vehemencia que en meros segundos se puso colorada, no era lo que tenía pensado hacer pero bueno, ya que estamos, ¿por qué no matarla? ya encontrarán un remedio en otro sitio.
Eretria Noorgard
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Re: Bébeme y que la fiesta comience.
PAUSADO
Tema pausado a petición de Ashryn.
Ansur
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