El dulce más amargo [Interpretativo] [Privado] [+18]
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Re: El dulce más amargo [Interpretativo] [Privado] [+18]
Wind se giró hacia su compañero cuando éste le ofreció más cintas y negó con la cabeza -Tranquilo, no me molestan y nadie se atreverá a mirarme con reproche si voy contigo- Realmente pensaba aquello, así que se encogió de hombros y continuó ataviándose para salir mientras el bardo continuaba hablando -No te preocupes, no me importa salir de la habitación un rato y despejarme- En su voz no había reproche alguno, tan sólo se podía vislumbrar en ella cierto cansancio, así que se estiró un poco y con un suspiro, se colocó la bolsita a la cadera. Realmente estaba convencida que cambiar de ambiente y de tema, ayudaría a que no acabaran por tirarse piedras a la cabeza.
Quedó pensativa unos segundos y exhaló en silencio cuando recordó que sí tenía algo de aquello -Mmmm… Sí, tengo pasta de Tuore- Contestó mientras echaba un vistazo en su bolsa para asegurarse. Al ver allí el pequeño tarro, la volvió a cerrar con un suspiro de alivio por poseer la planta y se colocó la capa para salir de la habitación y conocer a aquella muchacha que había acabado desmayada a semejantes horas de la noche.
La muchacha salió y tomó el brazo del bardo cuando éste se lo ofreció. No les vendría mal, después de semejante entrada, dar un aspecto más acaramelado con aquella salida pues, a pesar de que lo odiaba, las apariencias eran tan importantes sino más, que las propias realidades. Trató de sonreír cálidamente con una actuación pésima y, cuando se dio cuenta, prefirió mantenerse seria, al fin y al cabo, aquella gente la tomaba por una cansada dama así que no estar sonriente, tampoco sería extraño.
Al ver la angustia en el rostro del aquel rollizo hombre, Wind se preocupó ¿Cómo de grave había sido el golpe? Y lo más importante ¿Cómo de hábil era Iltharion con la medicina? Frunció el ceño en una mueca de leve angustia y saludó a aquel hombre -Buenas noches, puede guiarnos cuando quiera- Dijo serena y tranquilizadora, mucho más de lo que se podría esperar después de los ánimos que había habido en la habitación. El hombre asintió un par de veces deprisa y se despidió del tabernero -Por aquí- salieron de la posada y les guió no demasiado lejos de la misma.
Wind observó la casa sin demasiado entusiasmo, pero si con cierta melancolía. Era un hogar común con muebles de madera que se encontraban en todas las casas y utensilios varios que también parecían ser clones de los de los demás hogares de la ciudad. Echaba de menos aquella normalidad a pesar de que no se veía capaz de volver a ella. Con aquel sentimiento, soltó el brazo del elfo para pasar por el pasillo y subir las escaleras sin mayor dificultad.
Siguieron a aquel hombrecillo por toda la vivienda hasta llegar a una habitación no demasiado grande que también rezumaba normalidad, en la que un par de mujeres se encontraban. Una en el suelo con rostro de profunda tristeza y la otra con un par de heridas, una notoriamente más aparatosa que la otra que hizo que Wind volviera a fruncir el ceño. Era una herida bastante fea y, lo cierto era que no tenía ni idea de cómo sanar aquello aparte de usar el recién renombrado (para ella) Darae.
A parte de aquellas dos mujeres, nada en la habitación llamaba demasiado la atención. Una labor en el suelo y una mesa con sangre en una esquina, no parecía algo demasiado complicado de entender, pero algo hizo que la muchacha enrojeciera de repente al mismo tiempo que otras partes de su rostro empalidecían -Oh, cielos…- Murmuró para sí misma mientras se percataba de que aquella ventana, daba hacia su dormitorio de la posada. Por suerte aquel matrimonio no escuchó aquella exhalación tan facilmente malinterpetable. ¿Esa chiquilla era el mirón? Por todos los cielos… Eran tantas las ideas y sentimientos que comenzaron a recorrer la cabeza de la muchacha, que comenzó incluso a marearse mientras los demás hablaban sobre lo que había sucedido.
Se acercó a la ventana, distraída, como si realmente estuviera examinando el lugar y se asomó a la cristalera. Si, sin lugar a dudas, aquella era su habitación. La elfina sintió la imperiosa necesidad de sentarse antes de que sus piernas le fallaran y acabara corriendo la misma suerte que la tal Priscila. Como si la señora le hubiera leído la mente de Wind, le ofreció una silla que ella no tardó en aceptar -Gracias- Al parecer, tomarla como una enferma había servido para algo, ahora al menos no tenía que excusarse por el repentino temblor de piernas o por el cambio de color en su rostro.
-No se preocupe, si los sanadores no están siempre disponibles ¿Qué sería del mundo? – Una sonrisa cálida aparecido entre aquellos colores de su rostro que ya parecían comenzar a suavizarse. Suspiró un par de veces y volvió a mirar a aquella mujer ajada por la edad y el modo de vida que llevaban -Seguro que estará todo bien, es el mejor curandero de todo Aerandir- Trató de calmarla con palabras mientras miraba al bardo comenzaba con lo suyo -Cuando algo les pasa a los hijos, duele más a los padres que a ellos mismos. Aunque supongo que usted ya sabrá de ello- La mujer probablemente tendría la mejor intención, pero aquellas palabras en aquel momento, no eran las mejores - ¿Eh? Oh… No… quiero decir, todavía no- Un escalofrío bien disimulado recorrió su espalda dejándole un matiz rosado en su rostro que bien podia confundirse con el rubor del amor “Ni está en mis más remotos planes” Quiso añadir, pero sabía que aquello no sería apropiado, al fin y al cabo, para aquella señora era una mujer casada y su única misión real en la vida, era engendrar chiquillos. A pesar de aquella repulsión ante la idea de quedar embarazada, su voz sonó suave, casi risueña, como si aquello realmente sí que estuviera dentro de sus planes más cercanos.
Wind no tenía demasiadas facetas artísticas, pero debía reconocer que, cuando se metía en un papel, la actuación era su fuerte.
La mujer pareció quedar satisfecha con aquella respuesta pues, asintió tranquila, como sí que aquella pareja tuviera descendencia o no, fuera algo realmente importante para ella. -Parecen un buen matrimonio, incluso siendo usted tan joven señora…- La mujer desvió por un segundo la mirada hacia los circulos amoratados de su cuello, pero, con una elegancia inusitada, se abstuvo de comentar.
La señora esperaba una presentación y lo correcto, era dársela -Cro…Dur’Falas. Hace poco que nos casamos, a veces me confundo- No estaba segura de si aquello funcionaba así entre los elfos, pero a ella siempre le dijeron que debía adoptar el apellido de su prometido y, con los humanos aquello resultaba habitual, así que tampoco le dio importancia, sobre todo porque aquella mujer poco sabría de las costumbres élficas -Pero prefiero Wind, es más cómodo y menos formal- Y el hecho de que la llamaran con un apellido que no era el suyo, le daba escalofríos. - ¿Y usted? - La charla insustancial era parte de aquella pantomima y ella estaba más que versada en aquel arte que era habar de cosas intrascendentales y aun así, mantener una conversación infinita -Landivk. Mi nombre es Aldara y él es Fausto- Respondió la mujer mientras señalaba a su marido -Y nuestra pequeña se llama Priscila- El calor en su voz, junto con la preocupación, se hizo más que notorio -Hace honor a su nombre- Comentó sonriente mientras observaba a la muchacha y después a Iltharion -Si que lo hace…- Murmuró la señora con cariño.
Quedó pensativa unos segundos y exhaló en silencio cuando recordó que sí tenía algo de aquello -Mmmm… Sí, tengo pasta de Tuore- Contestó mientras echaba un vistazo en su bolsa para asegurarse. Al ver allí el pequeño tarro, la volvió a cerrar con un suspiro de alivio por poseer la planta y se colocó la capa para salir de la habitación y conocer a aquella muchacha que había acabado desmayada a semejantes horas de la noche.
La muchacha salió y tomó el brazo del bardo cuando éste se lo ofreció. No les vendría mal, después de semejante entrada, dar un aspecto más acaramelado con aquella salida pues, a pesar de que lo odiaba, las apariencias eran tan importantes sino más, que las propias realidades. Trató de sonreír cálidamente con una actuación pésima y, cuando se dio cuenta, prefirió mantenerse seria, al fin y al cabo, aquella gente la tomaba por una cansada dama así que no estar sonriente, tampoco sería extraño.
Al ver la angustia en el rostro del aquel rollizo hombre, Wind se preocupó ¿Cómo de grave había sido el golpe? Y lo más importante ¿Cómo de hábil era Iltharion con la medicina? Frunció el ceño en una mueca de leve angustia y saludó a aquel hombre -Buenas noches, puede guiarnos cuando quiera- Dijo serena y tranquilizadora, mucho más de lo que se podría esperar después de los ánimos que había habido en la habitación. El hombre asintió un par de veces deprisa y se despidió del tabernero -Por aquí- salieron de la posada y les guió no demasiado lejos de la misma.
Wind observó la casa sin demasiado entusiasmo, pero si con cierta melancolía. Era un hogar común con muebles de madera que se encontraban en todas las casas y utensilios varios que también parecían ser clones de los de los demás hogares de la ciudad. Echaba de menos aquella normalidad a pesar de que no se veía capaz de volver a ella. Con aquel sentimiento, soltó el brazo del elfo para pasar por el pasillo y subir las escaleras sin mayor dificultad.
Siguieron a aquel hombrecillo por toda la vivienda hasta llegar a una habitación no demasiado grande que también rezumaba normalidad, en la que un par de mujeres se encontraban. Una en el suelo con rostro de profunda tristeza y la otra con un par de heridas, una notoriamente más aparatosa que la otra que hizo que Wind volviera a fruncir el ceño. Era una herida bastante fea y, lo cierto era que no tenía ni idea de cómo sanar aquello aparte de usar el recién renombrado (para ella) Darae.
A parte de aquellas dos mujeres, nada en la habitación llamaba demasiado la atención. Una labor en el suelo y una mesa con sangre en una esquina, no parecía algo demasiado complicado de entender, pero algo hizo que la muchacha enrojeciera de repente al mismo tiempo que otras partes de su rostro empalidecían -Oh, cielos…- Murmuró para sí misma mientras se percataba de que aquella ventana, daba hacia su dormitorio de la posada. Por suerte aquel matrimonio no escuchó aquella exhalación tan facilmente malinterpetable. ¿Esa chiquilla era el mirón? Por todos los cielos… Eran tantas las ideas y sentimientos que comenzaron a recorrer la cabeza de la muchacha, que comenzó incluso a marearse mientras los demás hablaban sobre lo que había sucedido.
Se acercó a la ventana, distraída, como si realmente estuviera examinando el lugar y se asomó a la cristalera. Si, sin lugar a dudas, aquella era su habitación. La elfina sintió la imperiosa necesidad de sentarse antes de que sus piernas le fallaran y acabara corriendo la misma suerte que la tal Priscila. Como si la señora le hubiera leído la mente de Wind, le ofreció una silla que ella no tardó en aceptar -Gracias- Al parecer, tomarla como una enferma había servido para algo, ahora al menos no tenía que excusarse por el repentino temblor de piernas o por el cambio de color en su rostro.
-No se preocupe, si los sanadores no están siempre disponibles ¿Qué sería del mundo? – Una sonrisa cálida aparecido entre aquellos colores de su rostro que ya parecían comenzar a suavizarse. Suspiró un par de veces y volvió a mirar a aquella mujer ajada por la edad y el modo de vida que llevaban -Seguro que estará todo bien, es el mejor curandero de todo Aerandir- Trató de calmarla con palabras mientras miraba al bardo comenzaba con lo suyo -Cuando algo les pasa a los hijos, duele más a los padres que a ellos mismos. Aunque supongo que usted ya sabrá de ello- La mujer probablemente tendría la mejor intención, pero aquellas palabras en aquel momento, no eran las mejores - ¿Eh? Oh… No… quiero decir, todavía no- Un escalofrío bien disimulado recorrió su espalda dejándole un matiz rosado en su rostro que bien podia confundirse con el rubor del amor “Ni está en mis más remotos planes” Quiso añadir, pero sabía que aquello no sería apropiado, al fin y al cabo, para aquella señora era una mujer casada y su única misión real en la vida, era engendrar chiquillos. A pesar de aquella repulsión ante la idea de quedar embarazada, su voz sonó suave, casi risueña, como si aquello realmente sí que estuviera dentro de sus planes más cercanos.
Wind no tenía demasiadas facetas artísticas, pero debía reconocer que, cuando se metía en un papel, la actuación era su fuerte.
La mujer pareció quedar satisfecha con aquella respuesta pues, asintió tranquila, como sí que aquella pareja tuviera descendencia o no, fuera algo realmente importante para ella. -Parecen un buen matrimonio, incluso siendo usted tan joven señora…- La mujer desvió por un segundo la mirada hacia los circulos amoratados de su cuello, pero, con una elegancia inusitada, se abstuvo de comentar.
La señora esperaba una presentación y lo correcto, era dársela -Cro…Dur’Falas. Hace poco que nos casamos, a veces me confundo- No estaba segura de si aquello funcionaba así entre los elfos, pero a ella siempre le dijeron que debía adoptar el apellido de su prometido y, con los humanos aquello resultaba habitual, así que tampoco le dio importancia, sobre todo porque aquella mujer poco sabría de las costumbres élficas -Pero prefiero Wind, es más cómodo y menos formal- Y el hecho de que la llamaran con un apellido que no era el suyo, le daba escalofríos. - ¿Y usted? - La charla insustancial era parte de aquella pantomima y ella estaba más que versada en aquel arte que era habar de cosas intrascendentales y aun así, mantener una conversación infinita -Landivk. Mi nombre es Aldara y él es Fausto- Respondió la mujer mientras señalaba a su marido -Y nuestra pequeña se llama Priscila- El calor en su voz, junto con la preocupación, se hizo más que notorio -Hace honor a su nombre- Comentó sonriente mientras observaba a la muchacha y después a Iltharion -Si que lo hace…- Murmuró la señora con cariño.
Windorind Crownguard
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En otras circunstancias, el trovador se había divertido bastante al contemplar el rubor de su acompañante, al percatarse de que aquel incidente era, posiblemente, culpa suya, en algún grado, por no cerrar las contraventanas, por ejemplo. Sin embargo, aun sentía sobre su humor una especie de pesadez constante, que impedía que alzara vuelo o fuera tan alegre como siempre.
El hecho de estar trabajando a aquellas horas tampoco ayudaba a mejorar su ánimo, aunque la habitación de la posada no tenía un ambiente mucho mejor. Quizás el elfo habría bajado a tomarse unas cuantas jarras, o botellas, antes de acostarse, pero en vez de eso, le tocaba estar haciendo teatro, algo más sano, pero que, si resultaba útil, sería más lento.
Tomó el lugar de la madre al borde de la cama, y empezó a examinar los golpes con sumo cuidado. Había en la nuca un chichón, nada grave, solo estaba abultado y sería molesto hasta que se disipara. En la sien el corte era lo que parecía más grave, aunque a esas edades, y sabiendo sus circunstancias, el trovador no descartara que más que el impacto hubiera sido la impresión lo que pudo haber desfallecido a la muchacha.
Windorind como una dedicada esposa se encargó de atender a la señora de la casa, la cual, como buena anfitriona, procuraba atenderla y sacarle charla. Iltharion tenía que admitir que era más cómodo trabajar sin la típica madre pesada queriendo saber para qué era cada uno de sus gestos.
Iltharion retiró cuidadosamente con unas pincitas un par de astillas de la herida, que se habían clavado por pasar el trapo sin sacarlas, y luego limpió cuidadosamente el corte, que aun sangraba, no muy lento, pero sin pausa.
Dejó el trapo húmedo apoyado sobre la frente, para que no entrara en el corte ningún elemento extraño, y para que el mismo absorbiera la sangre mientras revisaba entre sus enseres. De entre sus bolsas y viales, emergió una cartera de cuero liso y usado, la abrió y mostró una ristra de agujas de tamaño variado, casi todas de hueso. Tomó una de las más finas, así como un hilo de color desvaído, casi blanco. Saco un vial transparente, el cual destapó con los dientes, y en donde sumergió la herida unos instantes.
Aquel fue todo el preámbulo antes de retirar el trapo, y dar dos puntadas pequeñas y precisas para cerrar el tajo y parar el sangrado. La joven soltó un par de quejidos, sin recuperar del todo la conciencia, pero aquel signo de vida pareció devolverle el aliento a su padre.
El elfo se disponía a cerrar el vial con alcohol cuando escuchó como la joven elfa se presentaba con su apellido, y se le escurrió el vidrio entre las manos. Un escalofrío le recorrió la espina, y erizó el vello de su nuca y su espalda.
-Disculpen, es el cansancio. – Se excusó el sanador, con una fingida calma. - Yo me encargo. – Se atajó a la mujer de la casa, cuando la escuchó levantarse. – Pero. ¿Podrían proporcionarme un diente de ajo cocido? Sería útil, y no me quedaba. – Aquello era cierto a medias, tenía en el dormitorio, y no era necesario, pero quería alejar a aquella mujer de la sala antes de que las circunstancias volvieran a llevarle a escuchar alguna otra de aquellas falacias. Que, si bien eran mentida, en lo más hondo le incomodaban.
-Por supuesto. – Se apuró la señora, deteniéndose a mirar a la esposa del bardo. - ¿Quiere acompañarme y que le sirva algo caliente? Nos comentaron que había llegado muy descompuesta esta tarde. – Le ofreció la señora, para poder seguir hablando con alguien, y de paso dejando traslucir cuan ociosa era la gente de la villa como para cotillear de la vida privada de cualquier extranjero que hiciera allí un alto.
IIltharion se detuvo un instante más, para girar el rostro hacia la elfa de pelo azulado.
-Querida, ¿podrías disolver un par de cucharadas de tuore en una taza? - Así como a la joven se le daba bien actuar, para el aquel arte no era ningún extraño, y aunque no perdió la seriedad profesional que había adoptado, había cierta devoción y amor en el tono con que la había llamado, ese timbre meloso que poseían los amantes, y los más afortunados de los recién casados, aquellos que empezaban el matrimonio gustándose.
El doctor tomó otro vial de alcohol, le metió dentro un par de giroflés y lo tapo, para luego zarandearlo vigorosamente, y dejó reposar esa mezcla sobre las sabanas de la cama. Finalmente se agachó para arreglar aquel desastre que había causado. Colocó el paño húmedo y manchado de sangre extendido sobre una palma, y con el índice y el pulgar de la contraria, fue tomando pedazo a pedazo del fino vial quebrado, para colocarlo sobre la tela, y no lastimarse esa mano.
Fue la otra, en cualquier caso, la que terminó con un par de cortes en la yema, cuyo sangrado no era alarmante, solo profuso, tanto como cualquier corte en esa zona, nada grave. Lo peor que tendría ese descuido sería algo de dolor al rozar las cuerdas de su instrumento cuando tocara.
Cerro el paño con su contenido, lo anudó y lo dejó en un costado, separado para que luego pudieran hacerse cargo del estropicio los dueños de la casa. Sobre el charco, el mismo se iba secando solo, el alcohol se evaporaba, y era ínfima la película más pegajosa que quedaba adherida tanto al suelo, como en forma de pequeñas manchas en uno de sus zapatos.
Iltharion se puso en pie, tomó aquel fardo, y se dispuso a bajar las escaleras para que fuera la doña quien dispusiera de los cristales, además de ir a buscar de aquel modo el ajo y la infusión cuando las terminaran.
-No la mueva, y sin hace algo extraño, algún ruido, avíseme, enseguida subo con lo que falta. – Le indicó al hombre de la casa, que cual gárgola guardiana simplemente observaba en un rictus preocupado, cada detalle de la estancia.
El hombre de melena cobriza cerró la mano para parar el líquido carmesí que teñía sus dedos y goteaba de su mano, para ensuciar lo mínimo posible tanto las ropas como las escaleras, mientras se encaminaba a la cocina, no tan solo en busca de los remedios, sino también de algo de agua limpia en donde sumergir la mano.
El hecho de estar trabajando a aquellas horas tampoco ayudaba a mejorar su ánimo, aunque la habitación de la posada no tenía un ambiente mucho mejor. Quizás el elfo habría bajado a tomarse unas cuantas jarras, o botellas, antes de acostarse, pero en vez de eso, le tocaba estar haciendo teatro, algo más sano, pero que, si resultaba útil, sería más lento.
Tomó el lugar de la madre al borde de la cama, y empezó a examinar los golpes con sumo cuidado. Había en la nuca un chichón, nada grave, solo estaba abultado y sería molesto hasta que se disipara. En la sien el corte era lo que parecía más grave, aunque a esas edades, y sabiendo sus circunstancias, el trovador no descartara que más que el impacto hubiera sido la impresión lo que pudo haber desfallecido a la muchacha.
Windorind como una dedicada esposa se encargó de atender a la señora de la casa, la cual, como buena anfitriona, procuraba atenderla y sacarle charla. Iltharion tenía que admitir que era más cómodo trabajar sin la típica madre pesada queriendo saber para qué era cada uno de sus gestos.
Iltharion retiró cuidadosamente con unas pincitas un par de astillas de la herida, que se habían clavado por pasar el trapo sin sacarlas, y luego limpió cuidadosamente el corte, que aun sangraba, no muy lento, pero sin pausa.
Dejó el trapo húmedo apoyado sobre la frente, para que no entrara en el corte ningún elemento extraño, y para que el mismo absorbiera la sangre mientras revisaba entre sus enseres. De entre sus bolsas y viales, emergió una cartera de cuero liso y usado, la abrió y mostró una ristra de agujas de tamaño variado, casi todas de hueso. Tomó una de las más finas, así como un hilo de color desvaído, casi blanco. Saco un vial transparente, el cual destapó con los dientes, y en donde sumergió la herida unos instantes.
Aquel fue todo el preámbulo antes de retirar el trapo, y dar dos puntadas pequeñas y precisas para cerrar el tajo y parar el sangrado. La joven soltó un par de quejidos, sin recuperar del todo la conciencia, pero aquel signo de vida pareció devolverle el aliento a su padre.
El elfo se disponía a cerrar el vial con alcohol cuando escuchó como la joven elfa se presentaba con su apellido, y se le escurrió el vidrio entre las manos. Un escalofrío le recorrió la espina, y erizó el vello de su nuca y su espalda.
-Disculpen, es el cansancio. – Se excusó el sanador, con una fingida calma. - Yo me encargo. – Se atajó a la mujer de la casa, cuando la escuchó levantarse. – Pero. ¿Podrían proporcionarme un diente de ajo cocido? Sería útil, y no me quedaba. – Aquello era cierto a medias, tenía en el dormitorio, y no era necesario, pero quería alejar a aquella mujer de la sala antes de que las circunstancias volvieran a llevarle a escuchar alguna otra de aquellas falacias. Que, si bien eran mentida, en lo más hondo le incomodaban.
-Por supuesto. – Se apuró la señora, deteniéndose a mirar a la esposa del bardo. - ¿Quiere acompañarme y que le sirva algo caliente? Nos comentaron que había llegado muy descompuesta esta tarde. – Le ofreció la señora, para poder seguir hablando con alguien, y de paso dejando traslucir cuan ociosa era la gente de la villa como para cotillear de la vida privada de cualquier extranjero que hiciera allí un alto.
IIltharion se detuvo un instante más, para girar el rostro hacia la elfa de pelo azulado.
-Querida, ¿podrías disolver un par de cucharadas de tuore en una taza? - Así como a la joven se le daba bien actuar, para el aquel arte no era ningún extraño, y aunque no perdió la seriedad profesional que había adoptado, había cierta devoción y amor en el tono con que la había llamado, ese timbre meloso que poseían los amantes, y los más afortunados de los recién casados, aquellos que empezaban el matrimonio gustándose.
El doctor tomó otro vial de alcohol, le metió dentro un par de giroflés y lo tapo, para luego zarandearlo vigorosamente, y dejó reposar esa mezcla sobre las sabanas de la cama. Finalmente se agachó para arreglar aquel desastre que había causado. Colocó el paño húmedo y manchado de sangre extendido sobre una palma, y con el índice y el pulgar de la contraria, fue tomando pedazo a pedazo del fino vial quebrado, para colocarlo sobre la tela, y no lastimarse esa mano.
Fue la otra, en cualquier caso, la que terminó con un par de cortes en la yema, cuyo sangrado no era alarmante, solo profuso, tanto como cualquier corte en esa zona, nada grave. Lo peor que tendría ese descuido sería algo de dolor al rozar las cuerdas de su instrumento cuando tocara.
Cerro el paño con su contenido, lo anudó y lo dejó en un costado, separado para que luego pudieran hacerse cargo del estropicio los dueños de la casa. Sobre el charco, el mismo se iba secando solo, el alcohol se evaporaba, y era ínfima la película más pegajosa que quedaba adherida tanto al suelo, como en forma de pequeñas manchas en uno de sus zapatos.
Iltharion se puso en pie, tomó aquel fardo, y se dispuso a bajar las escaleras para que fuera la doña quien dispusiera de los cristales, además de ir a buscar de aquel modo el ajo y la infusión cuando las terminaran.
-No la mueva, y sin hace algo extraño, algún ruido, avíseme, enseguida subo con lo que falta. – Le indicó al hombre de la casa, que cual gárgola guardiana simplemente observaba en un rictus preocupado, cada detalle de la estancia.
El hombre de melena cobriza cerró la mano para parar el líquido carmesí que teñía sus dedos y goteaba de su mano, para ensuciar lo mínimo posible tanto las ropas como las escaleras, mientras se encaminaba a la cocina, no tan solo en busca de los remedios, sino también de algo de agua limpia en donde sumergir la mano.
Iltharion Dur'Falas
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Re: El dulce más amargo [Interpretativo] [Privado] [+18]
Wind tuvo que reprimir una sonrisa que amenazaba con salir en sus labios cuando vio el vial en el suelo. A ella no era la única a la que pensar en el matrimonio de daba pavor, pero aunque a ella misma le recorrieran también escalofríos sólo de pensarlo, encontró cierta diversión en aquel nerviosismo o molestia que le causaba al bardo. A pesar de esas ideas rondando su mente, la actuación debía continuar -Oh cielos, ¿Estás bien mi vida? - ¿Aquello también le causaría una reacción incontrolable? Quien sabía, probablemente no, pero parecía divertido averiguarlo -No se preocupe, usted bastante tiene con la preocupación por su niña, deje que él se ocupe- Wind dedicó una cálida sonrisa a la señora mientras con un gesto cariñoso le posaba la mano en el brazo para que no se levantara.
Por desgracia, Iltharion no tardó en pedirles que abandonaran la estancia así que aquella pequeña diversión tocaba a su fin. La señora no tardó en aceptar aquella petición y, por ende, la muchacha tuvo que aceptar también la suya como una buena esposa haría, además, la señora parecía tener más información de lo que parecía ya que no tardó en hacerle notar el deplorable estado en el que llegó a la posada -Sin duda, así mi marido podrá trabajar con más calma- Más escalofríos cruzaban su columna mientras sentía incluso nauseas al pronunciar aquellas palabras. “Mi marido” esas dos palabras bien se le podían aparecer en sueños para dejarle una noche entera de vívidas pesadillas que podían acabar incluso con llantos aun estando dormida.
Con aquella idea rondándole la palabra y el estómago del revés, se levantó de la silla siguiendo a Aldara. No llegaron a cruzar la habitación cuando Iltharion se dirigió a ella con otro apelativo digno de cualquier pareja recién casada -Ahora mismo- Respondió ella mientras una cálida sonrisa aparecía en su rostro, como si aquella manera de referirse a ella fuera tal aduladora como el más maravilloso halago jamás pronunciado.
Era algo que la repudiaba hasta lo más profundo de su ser, pero debía reconocer que sabía ser la esposa perfecta frente a cualquier desconocido. Desde sus palabras hasta sus actos, todo ello se correspondía con una verdadera mujer desposada y eso era algo, que nadie podría poner en duda. Al fin y al cabo, se pasó la vida estudiando todo lo necesario para serlo.
Ambas mujeres bajaron las escaleras y cruzaron el pasillo hasta llegar a la cocina, aquella cocina que rezumaba normalidad. Tal vez le viniera bien algo de normalidad en aquel día tan disfuncional.
En cuanto llegaron a la cocina, la elfina trató de ayudar a la señora, pero ésta se negó en rotundo cuando vio que no tenía intención de sentarse -Tome asiento por favor- Indicó Aldara dejando bien claro que no iba a aceptar una negativa que, por supuesto, trató de decir la peliazul pero con una mirada, la anfitriona dejó muy claro que no pensaba aceptar su ayuda - ¿Le apetece una manzanilla?- Preguntó cortésmente la señora mientras comenzaba a poner el agua a hervir -Mejor una tila y así usted también se relajará un poco- Respondió Wind mientras se sentaba en una de las sillas que rodeaba una pequeña mesa -No creo le venga mal- Añadió sin perder la sonrisa -Supongo que tienes razón…- La mujer asintió y se dirigió a coger un tarro donde se encontraba la hierba para la infusión -Oh, por cierto ¿me puede prestar una taza con agua?- Preguntó la muchacha como si realmente se hubiera olvidado de la petición del elfo -Claro- La señora danzaba por la cocina como ella misma lo hacía por la suya propia, lo que le sacó una sonrisa más verídica de lo que ella misma se imaginaba. En cierto sentido le recordaba a la anciana cuando recibía visitas, danzando sin parar mientras las palabras no dejaban de salir de su boca -Y dígame Wind, ¿Cuánto tiempo llevan casados? - La respuesta inmediata que quiso salir de sus labios fue “desde esta mañana” pero, se hizo la pensativa unos instantes y dijo algo que le pareció más realista y ya de paso, más empalagoso -Oh pues… Hará unos dos meses… ¿o tres ya? - Una pausa corta mientras bajaba la mirada al suelo y añadió -Cielos, cuando está enamorada pierde la noción del tiempo- Otra sonrisa fingida y la señora se rio por lo bajo mientras echaba el ajo a hervir. Había colado.
Aldara dejó la taza con agua frente a la elfa y ésta asintió agradecida -Y cuénteme, ¿Cuánto tiempo lleva usted con su marido?- No le interesaba ni lo más mínimo, pero no podía permanecer callada, era una de las primeras reglas de la buena esposa, dar conversación era importante y necesario -Oh, yo sí que perdí la noción del tiempo hace años- Comentó la mujer con una sonrisa -Hará lo menos 25 años que estoy con mi Fausto- Parecía que, por azares del destino, realmente estaba enamorada de su marido… o le había cogido cariño con los años, como quien lo hace con una mascota. La mujer sirvió la infusión y se sentó frente a la muchacha mientras ésta, sacaba el tarrito con la pasta y, usando la cucharita de la infusión, sacaba un par de cucharadas y las echaba en el vaso -Debe ser maravilloso pasar tanto tiempo con la persona amada- “O repulsivo y aburrido” -Pensar en pasar tantos años con Iltharion hace que se me ponga la piel de gallina- “Por el pánico” -Pero el tiempo pasa tan rápido estando con él…- “O demasiado despacio”. Las frases se completaban en su mente mientras daba vueltas a la pasta y la señora sonreía, probablemente, al recordar los años dorados de su vida -Disfruta de este momento, que pronto llegan los niños y ese amor pasa a ser para ellos- Otra risa por parte de la mujer y otro escalofrío por la espalda de Wind. “Antes me tiro por las escaleras” La sonrisa de Wind quedó parcialmente escondida cuando dejó a un lado el Tuore y dio un trago a la tila. Ahora sí que la necesitaba, eso y una jarra de hidromiel o una botella de vino.
La conversación continuaba sin cambiar mucho de rumbo, charla insulsa y de cotilleo para saber más la una de la otra, de donde era, si viajaban mucho, como se conocieron… Nada demasiado trascendental mientras el ruido del agua hervir sonaba de fondo, hasta que llegaron a los planes de futuro -Y cuando tengáis hijos ¿Qué haréis?- Que obsesión parecía tener la señora con los hijos, por todos los cielos, parecía que hubiera escuchado la discusión que tuvieron antes y disfrutara de meter el dedo en la herida -Oh pues…- Y la respuesta apareció en su mente como por arte de magia -Pensábamos abrir una botica en Sandorai, así yo podría ayudar más con mis conocimientos y aprender algunos nuevos de él- Quién iba a pensar que aquella tontería acabaría sirviendo para algo -Son unos planes realmente encantadores- Contestó la mujer con cierta alegría -Y ustedes ¿Tienen más hijos a parte de Priscila?- Otro trago a la tila mientras esperaba la respuesta -Ojalá, pero solo hemos sido bendecidos con ella- Un deje triste y melancólico quedó en la mirada de Aldara, quién sabía si porque había perdido a sus demás hijos o porque realmente sólo pudo quedar en cinta una vez -Pero es una muchacha tan “Cotilla” encantadora que…- La voz de Wind se cortó cuando escuchó a Iltharion acercarse a la cocina.
- ¿Qué tal va todo? - Preguntó la mujer en cuanto le vio asomar por el pasillo. Parecía desesperada porque le dijera que todo había ido bien.
Wind miró al bardo unos instantes antes de percatarse de que no toda la sangre de sus manos era de Priscila, sino que de su mano salía también aquel líquido carmesí. No creía que fueran heridas graves, pero sí aparatosas por la cantidad de sangre -Ya tengo la pasta diluida y el ajo está cociendo - Comentó la muchacha tranquila antes de acercarse y quitarle el trapo de las manos. Dejó el mismo en la mesa y se apresuró a echarle un vistazo a su mano -Déjame ver, querido- Dijo antes de cogerle la mano con las dos suyas sin aceptar réplica alguna.
Unas pequeñas heridas en algunos dedos, nada grave tal como se imaginaba, pero con la sangre, parecían peores de lo que realmente eran -Disculpe, Aldara ¿Puede traer un cuenco con agua y un paño limpio? – Pidió la muchacha para acto seguido susurrarle al bardo -Ya nos hemos hecho íntimas amigas- Una risa suave y la mujer se acercó con el agua y el trapo - ¿Está usted bien?- Preguntó la señora al bardo cuando dejó el agua sobre la mesa y Wind comenzó a pasarle el paño húmedo por la mano, con cuidado, para limpiarla.
Por desgracia, Iltharion no tardó en pedirles que abandonaran la estancia así que aquella pequeña diversión tocaba a su fin. La señora no tardó en aceptar aquella petición y, por ende, la muchacha tuvo que aceptar también la suya como una buena esposa haría, además, la señora parecía tener más información de lo que parecía ya que no tardó en hacerle notar el deplorable estado en el que llegó a la posada -Sin duda, así mi marido podrá trabajar con más calma- Más escalofríos cruzaban su columna mientras sentía incluso nauseas al pronunciar aquellas palabras. “Mi marido” esas dos palabras bien se le podían aparecer en sueños para dejarle una noche entera de vívidas pesadillas que podían acabar incluso con llantos aun estando dormida.
Con aquella idea rondándole la palabra y el estómago del revés, se levantó de la silla siguiendo a Aldara. No llegaron a cruzar la habitación cuando Iltharion se dirigió a ella con otro apelativo digno de cualquier pareja recién casada -Ahora mismo- Respondió ella mientras una cálida sonrisa aparecía en su rostro, como si aquella manera de referirse a ella fuera tal aduladora como el más maravilloso halago jamás pronunciado.
Era algo que la repudiaba hasta lo más profundo de su ser, pero debía reconocer que sabía ser la esposa perfecta frente a cualquier desconocido. Desde sus palabras hasta sus actos, todo ello se correspondía con una verdadera mujer desposada y eso era algo, que nadie podría poner en duda. Al fin y al cabo, se pasó la vida estudiando todo lo necesario para serlo.
Ambas mujeres bajaron las escaleras y cruzaron el pasillo hasta llegar a la cocina, aquella cocina que rezumaba normalidad. Tal vez le viniera bien algo de normalidad en aquel día tan disfuncional.
En cuanto llegaron a la cocina, la elfina trató de ayudar a la señora, pero ésta se negó en rotundo cuando vio que no tenía intención de sentarse -Tome asiento por favor- Indicó Aldara dejando bien claro que no iba a aceptar una negativa que, por supuesto, trató de decir la peliazul pero con una mirada, la anfitriona dejó muy claro que no pensaba aceptar su ayuda - ¿Le apetece una manzanilla?- Preguntó cortésmente la señora mientras comenzaba a poner el agua a hervir -Mejor una tila y así usted también se relajará un poco- Respondió Wind mientras se sentaba en una de las sillas que rodeaba una pequeña mesa -No creo le venga mal- Añadió sin perder la sonrisa -Supongo que tienes razón…- La mujer asintió y se dirigió a coger un tarro donde se encontraba la hierba para la infusión -Oh, por cierto ¿me puede prestar una taza con agua?- Preguntó la muchacha como si realmente se hubiera olvidado de la petición del elfo -Claro- La señora danzaba por la cocina como ella misma lo hacía por la suya propia, lo que le sacó una sonrisa más verídica de lo que ella misma se imaginaba. En cierto sentido le recordaba a la anciana cuando recibía visitas, danzando sin parar mientras las palabras no dejaban de salir de su boca -Y dígame Wind, ¿Cuánto tiempo llevan casados? - La respuesta inmediata que quiso salir de sus labios fue “desde esta mañana” pero, se hizo la pensativa unos instantes y dijo algo que le pareció más realista y ya de paso, más empalagoso -Oh pues… Hará unos dos meses… ¿o tres ya? - Una pausa corta mientras bajaba la mirada al suelo y añadió -Cielos, cuando está enamorada pierde la noción del tiempo- Otra sonrisa fingida y la señora se rio por lo bajo mientras echaba el ajo a hervir. Había colado.
Aldara dejó la taza con agua frente a la elfa y ésta asintió agradecida -Y cuénteme, ¿Cuánto tiempo lleva usted con su marido?- No le interesaba ni lo más mínimo, pero no podía permanecer callada, era una de las primeras reglas de la buena esposa, dar conversación era importante y necesario -Oh, yo sí que perdí la noción del tiempo hace años- Comentó la mujer con una sonrisa -Hará lo menos 25 años que estoy con mi Fausto- Parecía que, por azares del destino, realmente estaba enamorada de su marido… o le había cogido cariño con los años, como quien lo hace con una mascota. La mujer sirvió la infusión y se sentó frente a la muchacha mientras ésta, sacaba el tarrito con la pasta y, usando la cucharita de la infusión, sacaba un par de cucharadas y las echaba en el vaso -Debe ser maravilloso pasar tanto tiempo con la persona amada- “O repulsivo y aburrido” -Pensar en pasar tantos años con Iltharion hace que se me ponga la piel de gallina- “Por el pánico” -Pero el tiempo pasa tan rápido estando con él…- “O demasiado despacio”. Las frases se completaban en su mente mientras daba vueltas a la pasta y la señora sonreía, probablemente, al recordar los años dorados de su vida -Disfruta de este momento, que pronto llegan los niños y ese amor pasa a ser para ellos- Otra risa por parte de la mujer y otro escalofrío por la espalda de Wind. “Antes me tiro por las escaleras” La sonrisa de Wind quedó parcialmente escondida cuando dejó a un lado el Tuore y dio un trago a la tila. Ahora sí que la necesitaba, eso y una jarra de hidromiel o una botella de vino.
La conversación continuaba sin cambiar mucho de rumbo, charla insulsa y de cotilleo para saber más la una de la otra, de donde era, si viajaban mucho, como se conocieron… Nada demasiado trascendental mientras el ruido del agua hervir sonaba de fondo, hasta que llegaron a los planes de futuro -Y cuando tengáis hijos ¿Qué haréis?- Que obsesión parecía tener la señora con los hijos, por todos los cielos, parecía que hubiera escuchado la discusión que tuvieron antes y disfrutara de meter el dedo en la herida -Oh pues…- Y la respuesta apareció en su mente como por arte de magia -Pensábamos abrir una botica en Sandorai, así yo podría ayudar más con mis conocimientos y aprender algunos nuevos de él- Quién iba a pensar que aquella tontería acabaría sirviendo para algo -Son unos planes realmente encantadores- Contestó la mujer con cierta alegría -Y ustedes ¿Tienen más hijos a parte de Priscila?- Otro trago a la tila mientras esperaba la respuesta -Ojalá, pero solo hemos sido bendecidos con ella- Un deje triste y melancólico quedó en la mirada de Aldara, quién sabía si porque había perdido a sus demás hijos o porque realmente sólo pudo quedar en cinta una vez -Pero es una muchacha tan “Cotilla” encantadora que…- La voz de Wind se cortó cuando escuchó a Iltharion acercarse a la cocina.
- ¿Qué tal va todo? - Preguntó la mujer en cuanto le vio asomar por el pasillo. Parecía desesperada porque le dijera que todo había ido bien.
Wind miró al bardo unos instantes antes de percatarse de que no toda la sangre de sus manos era de Priscila, sino que de su mano salía también aquel líquido carmesí. No creía que fueran heridas graves, pero sí aparatosas por la cantidad de sangre -Ya tengo la pasta diluida y el ajo está cociendo - Comentó la muchacha tranquila antes de acercarse y quitarle el trapo de las manos. Dejó el mismo en la mesa y se apresuró a echarle un vistazo a su mano -Déjame ver, querido- Dijo antes de cogerle la mano con las dos suyas sin aceptar réplica alguna.
Unas pequeñas heridas en algunos dedos, nada grave tal como se imaginaba, pero con la sangre, parecían peores de lo que realmente eran -Disculpe, Aldara ¿Puede traer un cuenco con agua y un paño limpio? – Pidió la muchacha para acto seguido susurrarle al bardo -Ya nos hemos hecho íntimas amigas- Una risa suave y la mujer se acercó con el agua y el trapo - ¿Está usted bien?- Preguntó la señora al bardo cuando dejó el agua sobre la mesa y Wind comenzó a pasarle el paño húmedo por la mano, con cuidado, para limpiarla.
Windorind Crownguard
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Re: El dulce más amargo [Interpretativo] [Privado] [+18]
El sanador agradeció a los seis no tener más compañía que la de el “hombre piedra” a la hora de recoger los cristales, o seguro que habría sido un estropicio aun mayor por su parte, pues los pedazos del mismo eran muy pequeños, y no por ello menos afilado, pero si más complicado de recoger.
Iltharion contemplo de reojo aquel hombre corpulento y casi inmóvil, y se preguntó si siempre era así, callado, escueto y dispuesto, como alguna clase de golem. ¡Que hombre más tedioso! O quizás tendría una de esas esposas parlanchinas y de humor de quimera en la casa, que hacía que con el tiempo cualquier hombre se volviera una especie de perro silencioso y bien amaestrado con tal de no irritarla, o siempre hubiera sido de esos sujetos con un mundo interior tan escaso, que ni siquiera en el silencio se formulara en su mente alguna palabra.
El elfo apenas logró entender de lo que hablaban, pues se percató de que la voz de la elfina se interrumpía cuando sus pasos comenzaron a acercarse. No sabía si eso era bueno o malo, y tampoco estaba seguro de querer conocer la respuesta a dicha duda.
No le sorprendió que lo primero que rompiera el silencio de su llegada, fuera una pregunta de la madre preocupada, así que esbozó una leve sonrisa intentando tranquilizarla. - Ya no sangra. – Le comunicó a la madre. Prefería omitir que ahora intentaría despertarla, por si no lo lograba, nunca se sabía con los golpes en la cabeza, a veces los más inocuos podían ser fatales.
Por otro lado, la actuación de la muchacha era sorprendente, realmente podría viajar con algún grupo de teatro ambulante si se lo proponía, o si le dedicaba el mismo empeño a otros papeles que no fuera el de amada y dedicada esposa.
Iba a ser el quien se encargará de las heridas de su mano, pero cuando la chiquilla se acercó, el cedió la mano con docilidad, para que viera que no eran más que cortes superficiales en un par de falanges, fruto de recoger los cristales.
Mientras la joven le examinaba la mano, el trovador se inclinó apenas para darle un beso casto en la coronilla a la jovencita. - No sé qué haría sin ti. -Sonrió ampliamente. Pese a que, para sus adentros, podría haber hecho una lista tan abultada que no habría cabido en esa sala.
Otro escalofrío recorrió la espina del sanador cuando la pequeña le hizo aquella revelación. A saber, qué clase de amistad habían trabado aquellas damas en su ausencia, de cualquier modo, el tono no le auguraba nada que pudiera ser de su agrado.
La señora se dirigió hacia sus alacenas, y el trovador tomó asiento con su supuesta amada esposa, sin retirar la mano que ahora le pertenecía a ella para que se encargara de los pequeños cortes mientras se cocía el ajo.
El bardo meditó por un instante, si solar alguna acotación venenosa para incomodar a la muchacha, por aquel follón que le había liado hacía poco en su cuarto, pero viendo como le propiciaba aquellos cuidados y recordando la ayuda que le había propiciado en el norte, se decidió por dejar la malicia por un día, y abogar por los buenos tratos.
-Estoy bien señora. - Inclinó apenas la cabeza el sanador acompañando su gesto, con tal de transmitir calma. - Gracias por cuidar de mi preciosa esposa mientras atendía a su hija. –Volvió la mirada hacia la peliazul que atendía su mano.
-Oh, no ha sido nada. – La tal Aldara lucia completamente encantada con la elfina, quizás porque alguien le hacía caso, o porque a la mañana iba a ser el centro de atención en el mercado, por haber albergado en su casa a los dos extranjeros de otra raza. – Me contaba tu esposa que aún no habéis podido tener hijos, perdonen que me inmiscuya, pero... ¿Celebran los elfos el ohdá? Quizás el año proximo podrían ir a pedir por fertilidad y un heredero a la capital. - Les sugirió la señora a ambos, con un recelo falso que no tardó en disiparse, porque claramente no le molestaba en lo más mínimo meterse en la vida de los demás. – Así fue como los dioses nos concedieron a la pequeña Priscila.
Iltharion mantuvo la sonrisa, aunque solo tenía ganas de darle a la mujer con un cazo en la cara, y para evitar que siguiera metiendo el dedo en la llaga, o insistiendo en aquello que no le concernía, aprovechó raudo el primer silencio que pudo.
-Estamos familizados con este tipo de fiestas, de hecho, estuvimos celebrando el Bragiväl– Iltharion colocó la palma sana con afecto sobre el antebrazo de su supuesta esposa. – Pero espero que para el año que viene ya no nos haga falta. – Su mirada pasó de la pequeña Windorind a la ama de casa cotilla. – Aun así, recordaré su consejo, muchas gracias. – Sonrió arrebatadoramente el trovador, logrando callar a la mujer durante unos instantes. Y antes de que volviera a abrir la boca, ya estaba el trovador sacándose las castañas del fuego. - ¿Esta ya el ajo?
-Perdonen. – Hizo un gesto tosco con las manos intentando disculparse la señora, y sacó del fuego los dientes cocidos. – No estoy acostumbrada a tener invitados tan importantes. - Comentó la señora, no solo porque eran extranjeros, sino porque además eran sanadores, algo mucho más trascendental de lo que realmente eran para los miembros del pueblo llano.
Iltharion tomó la taza de tuore disuelto, que ya estaba tibia, y el diente de ajo cocido, que se había pasado tanto, que casi salía de la piel por sí mismo, y le ardía en la palma.
Subió las escaleras y se detuvo en el lecho de la muchacha. El hombre piedra seguía en el mismo lugar que antes.
El sanador sacó el ajo de su piel, lo aplasto con los dedos y lo unto entorno a los puntos y levemente sobre ellos, la taza la deposito a su lado en el suelo, a la espera de que la joven despertase. Luego, agarro el vial cerrado que había dejado, cuyo color había pasado del transparente a un marrón torvo con los giroflés flotando. Lo sacudió una vez más, y tras destaparlo, lo colocó debajo de la nariz de la muchacha, la palma libre le tapo la boca, obligándola a espirar por la nariz, y permaneció así un rato. La chicha no tardo mas de medio minuto en abrir los ojos tosiendo y tirar un manotazo flojo al aire intentando apartar aquello de sus fosas nasales.
El elfo tomó distancia, y le ofreció la taza a la madre, que ya se había acercado- Que tome despacio. – Indicó a la dama.
En pie, y ya deseando irse de esa casa, fue a encarar al hombre estatua.
-Serán sesenta aeros.- Le informó en un tono bajo. La piel del hombre perdió todo el color que había ganado al ver alzarse a su hija, tartamudeo un poco, sin llegar a decir nada, y desapareció por otra estancia, volviendo a los pocos minutos con una bolsa de aeros abultada.
Iltharion contemplo de reojo aquel hombre corpulento y casi inmóvil, y se preguntó si siempre era así, callado, escueto y dispuesto, como alguna clase de golem. ¡Que hombre más tedioso! O quizás tendría una de esas esposas parlanchinas y de humor de quimera en la casa, que hacía que con el tiempo cualquier hombre se volviera una especie de perro silencioso y bien amaestrado con tal de no irritarla, o siempre hubiera sido de esos sujetos con un mundo interior tan escaso, que ni siquiera en el silencio se formulara en su mente alguna palabra.
El elfo apenas logró entender de lo que hablaban, pues se percató de que la voz de la elfina se interrumpía cuando sus pasos comenzaron a acercarse. No sabía si eso era bueno o malo, y tampoco estaba seguro de querer conocer la respuesta a dicha duda.
No le sorprendió que lo primero que rompiera el silencio de su llegada, fuera una pregunta de la madre preocupada, así que esbozó una leve sonrisa intentando tranquilizarla. - Ya no sangra. – Le comunicó a la madre. Prefería omitir que ahora intentaría despertarla, por si no lo lograba, nunca se sabía con los golpes en la cabeza, a veces los más inocuos podían ser fatales.
Por otro lado, la actuación de la muchacha era sorprendente, realmente podría viajar con algún grupo de teatro ambulante si se lo proponía, o si le dedicaba el mismo empeño a otros papeles que no fuera el de amada y dedicada esposa.
Iba a ser el quien se encargará de las heridas de su mano, pero cuando la chiquilla se acercó, el cedió la mano con docilidad, para que viera que no eran más que cortes superficiales en un par de falanges, fruto de recoger los cristales.
Mientras la joven le examinaba la mano, el trovador se inclinó apenas para darle un beso casto en la coronilla a la jovencita. - No sé qué haría sin ti. -Sonrió ampliamente. Pese a que, para sus adentros, podría haber hecho una lista tan abultada que no habría cabido en esa sala.
Otro escalofrío recorrió la espina del sanador cuando la pequeña le hizo aquella revelación. A saber, qué clase de amistad habían trabado aquellas damas en su ausencia, de cualquier modo, el tono no le auguraba nada que pudiera ser de su agrado.
La señora se dirigió hacia sus alacenas, y el trovador tomó asiento con su supuesta amada esposa, sin retirar la mano que ahora le pertenecía a ella para que se encargara de los pequeños cortes mientras se cocía el ajo.
El bardo meditó por un instante, si solar alguna acotación venenosa para incomodar a la muchacha, por aquel follón que le había liado hacía poco en su cuarto, pero viendo como le propiciaba aquellos cuidados y recordando la ayuda que le había propiciado en el norte, se decidió por dejar la malicia por un día, y abogar por los buenos tratos.
-Estoy bien señora. - Inclinó apenas la cabeza el sanador acompañando su gesto, con tal de transmitir calma. - Gracias por cuidar de mi preciosa esposa mientras atendía a su hija. –Volvió la mirada hacia la peliazul que atendía su mano.
-Oh, no ha sido nada. – La tal Aldara lucia completamente encantada con la elfina, quizás porque alguien le hacía caso, o porque a la mañana iba a ser el centro de atención en el mercado, por haber albergado en su casa a los dos extranjeros de otra raza. – Me contaba tu esposa que aún no habéis podido tener hijos, perdonen que me inmiscuya, pero... ¿Celebran los elfos el ohdá? Quizás el año proximo podrían ir a pedir por fertilidad y un heredero a la capital. - Les sugirió la señora a ambos, con un recelo falso que no tardó en disiparse, porque claramente no le molestaba en lo más mínimo meterse en la vida de los demás. – Así fue como los dioses nos concedieron a la pequeña Priscila.
Iltharion mantuvo la sonrisa, aunque solo tenía ganas de darle a la mujer con un cazo en la cara, y para evitar que siguiera metiendo el dedo en la llaga, o insistiendo en aquello que no le concernía, aprovechó raudo el primer silencio que pudo.
-Estamos familizados con este tipo de fiestas, de hecho, estuvimos celebrando el Bragiväl– Iltharion colocó la palma sana con afecto sobre el antebrazo de su supuesta esposa. – Pero espero que para el año que viene ya no nos haga falta. – Su mirada pasó de la pequeña Windorind a la ama de casa cotilla. – Aun así, recordaré su consejo, muchas gracias. – Sonrió arrebatadoramente el trovador, logrando callar a la mujer durante unos instantes. Y antes de que volviera a abrir la boca, ya estaba el trovador sacándose las castañas del fuego. - ¿Esta ya el ajo?
-Perdonen. – Hizo un gesto tosco con las manos intentando disculparse la señora, y sacó del fuego los dientes cocidos. – No estoy acostumbrada a tener invitados tan importantes. - Comentó la señora, no solo porque eran extranjeros, sino porque además eran sanadores, algo mucho más trascendental de lo que realmente eran para los miembros del pueblo llano.
Iltharion tomó la taza de tuore disuelto, que ya estaba tibia, y el diente de ajo cocido, que se había pasado tanto, que casi salía de la piel por sí mismo, y le ardía en la palma.
Subió las escaleras y se detuvo en el lecho de la muchacha. El hombre piedra seguía en el mismo lugar que antes.
El sanador sacó el ajo de su piel, lo aplasto con los dedos y lo unto entorno a los puntos y levemente sobre ellos, la taza la deposito a su lado en el suelo, a la espera de que la joven despertase. Luego, agarro el vial cerrado que había dejado, cuyo color había pasado del transparente a un marrón torvo con los giroflés flotando. Lo sacudió una vez más, y tras destaparlo, lo colocó debajo de la nariz de la muchacha, la palma libre le tapo la boca, obligándola a espirar por la nariz, y permaneció así un rato. La chicha no tardo mas de medio minuto en abrir los ojos tosiendo y tirar un manotazo flojo al aire intentando apartar aquello de sus fosas nasales.
El elfo tomó distancia, y le ofreció la taza a la madre, que ya se había acercado- Que tome despacio. – Indicó a la dama.
En pie, y ya deseando irse de esa casa, fue a encarar al hombre estatua.
-Serán sesenta aeros.- Le informó en un tono bajo. La piel del hombre perdió todo el color que había ganado al ver alzarse a su hija, tartamudeo un poco, sin llegar a decir nada, y desapareció por otra estancia, volviendo a los pocos minutos con una bolsa de aeros abultada.
Iltharion Dur'Falas
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Re: El dulce más amargo [Interpretativo] [Privado] [+18]
Aquella respuesta fue demasiado ambigua y, por consiguiente, hizo que la elfa dudara por un instante sobre la gravedad de la situación a pesar de que a la mujer parecía haberle dado la mayor alegría de su vida -Que bien, eso es que está mejorando- comentó con alivio mientras la elfa, bastante menos optimista con las heridas en partes delicadas del cuerpo pensó que también podría ser un indicativo de estabilidad, no necesariamente de mejoría. Aun así, con aquel pesimismo fruto del cansancio y el hastío de una conversación insulsa con aquella mujer, prefirió no decir nada y dejar que la anfitriona siguiera pensando que todo iba a mejorar, al menos hasta que hubiera alguna prueba de lo contrario.
Una sonrisa emergió de sus labios fruto de aquel casto beso -Vivirías más tranquilo- Comentó en tono acaramelado y divertido, como parte de aquella actuación de dama enamorada de su devoto esposo, a pesar de que sabía que detrás de aquella afirmación tan encantadora para cualquier desconocido, había una realidad más amplia de lo que cabría esperar -Y yo estaría constantemente triste- El tono jocoso desapareció para dar lugar a un tono de devoción, como si realmente pensara aquello y su vida girara en torno a aquel elfo pelirrojo. -El amor de los recién casados es tan bonito...- Comentó Aldara al presenciar aquella pequeña y empalagosa escena. Wind casi podía masticar el azúcar que habían desprendido con aquella actuación. Después, sin duda, necesitaría alcohol.
Wind se sentó junto al bardo y le quitó el anillo que ahora también estaba ensangrentado, lo dejó en la mesa y, con una actuación tan maestral como pudo susurró -Me da lástima tener que quitarte nuestro anillo, aunque sea para lavarlo- Ni la más devota de las esposas podría decir algo tan embelesador como aquello, pero ella sí, era su papel y debía ser perfecto, además la actuación comenzaba a resultarle algo, incluso, entretenido, al menos cuando su estómago no luchaba por salirsele por la boca, además la señora parecía completamente encantada con ello, como si estuviera viendo el futuro de su propia hija reflejado en esa pareja de elfos.
Soltó la mano del bardo y humedeció el trapo con cuidado de no empaparlo demasiado. Lo escurrió y volvió a tomar la mano al mismo tiempo que la señora preguntaba por su estado.
A toques suaves, comenzó limpiando la palma dónde no tenía heridas, solamente para eliminar el exceso de sangre. Apenas llevaba la mitad cuando aquella palabra le causó un escalofrío por la espalda al mismo tiempo que la fuerza se le descontroló y apretó más de la cuenta en la palma sin perder aquella sonrisa que, ahora, parecía ligeramente más enturbiada tras el comentario. Dejó de limpiar y tosió un par de veces hacia un lateral para aclararse la garganta que se le había secado de golpe -Lo siento, aún estoy algo débil- Justificó aquella tos con esas palabras y una sonrisa tranquilizadora. Hubiera pagado por poder matar a su amado esposo con la mirada, pero eso no funcionaba así, tendría que conformarse con seguir lanzando puyas que a él también le incomodaban.
Volvió a coger el trapo y ahora sí, comenzó a limpiar las heridas de sus dedos. Por suerte no había muescas de cristales en ellas, así que era solo el sangrado lo que debía detenerse.
Con cuidado y a toques suaves, eliminó todo aquello que pudo y presionó ligeramente más fuerte en las heridas sin perder aquellos roces continuos que no llegaban dejar el trapo más de unos instantes sobre las heridas. -Su compañía también ha sido grata mi Aldara- Respondió la joven mirando a la señora por un instante mientras sonreía falsamente alegre. “En realidad ha sido un coñazo y ojalá no tenga que volver a verla” Corrigió en su mente con aquella sonrisa imborrable de su rostro, como si realmente hubiera dicho lo que pensaba, pero, era algo le pasaba desde hacía ya algunos años y es que no soportaba a las señoras cotillas y amas de casa aburridas con sus propias vidas.
Otra vez la cantinela de los hijos, por todos los Dioses ¿Acaso no sabía hablar de otro tema? No, obviamente que no, aquellas conversaciones eran las típicas que se mantenía con un matrimonio recién casado que aún no tenía progenie ni un embarazo visible que la asegurara.
La respuesta de Iltharion no se demoró y mientras él contestaba, ella terminaba de limpiar las heridas concienzudamente. Una risa suave y un rubor asomó por su rostro, como si realmente le avergonzara aquel tipo de afirmación tan confidencial. Como si aquellas palabras que no significaban nada para ella realmente, pudieran arrancarle un cosquilleo en el estómago digno de una enamorada. Pero el rubor vino dado por un pinchazo en lo más profundo de su estómago al pensar en tener hijos y la risa, ya salía automática. Se había metido lo suficiente en aquel teatro, como para que las expresiones salieran solas, como si realmente fueran naturales. ¿Cuántas veces había tenido que entrar en aquella personalidad tan ridícula durante su vida? Demasiadas, sin duda. La naturalidad que emanaban sus expresiones y palabras daba hasta miedo. Dejó el trapo de lado cuando las heridas dejaron de sangrar y comenzó a limpiar el anillo en el cuenco con agua, ahora rojiza -Espero que no te haya molestado que le haya contado eso, pero ya sabes cómo somos las damas cuando estamos solas- Una sonrisa más ensanchada y sacó el anillo del agua. Ahora estaba reluciente, lo secó con su capa y, con una sonrisa divertida y un dolor de estómago digno de la peor de las indigestiones, se lo colocó para, acto seguido mirar el rostro del elfo -Juraría que esto ya lo hemos vivido- Comentó jocosa y dulce, como si realmente estuviera recordando algo tan espantoso y aterrador como era su enlace matrimonial con él (o con cualquiera).
Wind agradeció en grado sumo que Iltharion atajara esa conversación, por fin podían dejar de hablar de hijos y de cualquier cosa que estuviera relacionada con ellos -No se apure, yo también me acabo perdiendo en las palabras y en el tiempo cuando estoy hablando con alguien- Un crédito para el bardo. Les había librado de continuar con aquella charla insulsa y espantosa, así que aprovechó para hacer una disculpa velada por su discusión de antes. No era demasiado específica, pero si se detenía a pensar unos instantes en sus palabras y en su tono de voz, era fácil entrever el trasfondo de las mismas.
Después de aquello, siguieron al pelirrojo hasta el piso superior donde el hombre parecía no haberse movido ni un centímetro desde que bajaron las mujeres y la muchacha seguía tumbada y, ahora, con la brecha cosida.
Tanto Wind como Aldara se quedaron unos pasos por detrás de Iltharion para no molestar con aquello que estaba haciendo. Eran cuidados que, realmente a la elfa se le escapaban, sin duda alguna ella habría puesto una venda alrededor de la cabeza y hubiera usado el Darae. No eran los conocimientos más óptimos ni hubiera sanado la herida al completo, quizás por eso realmente admiraba a los sanadores experimentados que eran capaces de sanar heridas sin la necesidad de aquella magia.
Parecía que Priscila reaccionó bien al tratamiento, pues no tardó en abrir los ojos al mismo tiempo que las mujeres se acercaban a la cama y el bardo le daba la infusión a la señora para, acto seguido, hablar con el marido. -Por todos los cielos, menudo susto nos has dado- Exclamó la mujer mientras pasaba su mano por la cabeza de la muchacha, que aún parecía algo desorientada.
Ahogó un grito cuando vio a la peliazul, probablemente se preguntaba qué demonios hacían en su casa o si le habían contado algo a sus padres, pero Wind calmó rápidamente aquel temor pálido de su rostro -Me alegra ver que los cuidados de mi marido han sido efectivos- Otro pinchazo en su estómago que se reflejó en su rostro con una sonrisa cálida -¿E-Eh…?- Parecía que la pobre Priscila no estaba entendiendo nada -Golpearte así tan cerca de la ventana es peligroso, si hubiera estado abierta, podría haber sido más grave- Añadió mientras seguía mirando a la muchacha con tranquilidad, como si aquellas palabras no fueran con segundas intenciones -A-Ah… Ya… Me pinché haciendo las labores y me dio un mareo, cuando quise darme cuenta todo estaba negro- Explicó la joven con tartamudeos y un tono pálido que poco a poco se convertía en un color encendido por la vergüenza -Debes tener más cuidado Priscila, a tu padre y a mi casi se nos para el corazón del susto- Regañó Aldana con cariño a su hija para, acto seguido, dirigirse a la elfina -Gracias por haber venido, han sido de gran ayuda tanto sanándola, como ayudándome a distraerme- Se levantó y dio un efusivo abrazo a Wind, que bien podía haberla partido en dos – Ha sido un placer Aldana- Le devolvió el abrazo como pudo mientras sonreía y se despidió de la muchacha -Espero volver a encontrarnos en distintas circunstancias Priscila, espero que hayas aprendido la lección…- Comentó la peliazul mientras se acercaba a la puerta -… debes usar dedal- Una última sonrisa y se dirigió a su queridísimo marido -¿Nos vamos?- Le dedicó una mirada suplicante ahora que estaba de espaldas a aquella familia y con un susurro que apenas podía haber escuchado el elfo añadió -Vino-
Una sonrisa emergió de sus labios fruto de aquel casto beso -Vivirías más tranquilo- Comentó en tono acaramelado y divertido, como parte de aquella actuación de dama enamorada de su devoto esposo, a pesar de que sabía que detrás de aquella afirmación tan encantadora para cualquier desconocido, había una realidad más amplia de lo que cabría esperar -Y yo estaría constantemente triste- El tono jocoso desapareció para dar lugar a un tono de devoción, como si realmente pensara aquello y su vida girara en torno a aquel elfo pelirrojo. -El amor de los recién casados es tan bonito...- Comentó Aldara al presenciar aquella pequeña y empalagosa escena. Wind casi podía masticar el azúcar que habían desprendido con aquella actuación. Después, sin duda, necesitaría alcohol.
Wind se sentó junto al bardo y le quitó el anillo que ahora también estaba ensangrentado, lo dejó en la mesa y, con una actuación tan maestral como pudo susurró -Me da lástima tener que quitarte nuestro anillo, aunque sea para lavarlo- Ni la más devota de las esposas podría decir algo tan embelesador como aquello, pero ella sí, era su papel y debía ser perfecto, además la actuación comenzaba a resultarle algo, incluso, entretenido, al menos cuando su estómago no luchaba por salirsele por la boca, además la señora parecía completamente encantada con ello, como si estuviera viendo el futuro de su propia hija reflejado en esa pareja de elfos.
Soltó la mano del bardo y humedeció el trapo con cuidado de no empaparlo demasiado. Lo escurrió y volvió a tomar la mano al mismo tiempo que la señora preguntaba por su estado.
A toques suaves, comenzó limpiando la palma dónde no tenía heridas, solamente para eliminar el exceso de sangre. Apenas llevaba la mitad cuando aquella palabra le causó un escalofrío por la espalda al mismo tiempo que la fuerza se le descontroló y apretó más de la cuenta en la palma sin perder aquella sonrisa que, ahora, parecía ligeramente más enturbiada tras el comentario. Dejó de limpiar y tosió un par de veces hacia un lateral para aclararse la garganta que se le había secado de golpe -Lo siento, aún estoy algo débil- Justificó aquella tos con esas palabras y una sonrisa tranquilizadora. Hubiera pagado por poder matar a su amado esposo con la mirada, pero eso no funcionaba así, tendría que conformarse con seguir lanzando puyas que a él también le incomodaban.
Volvió a coger el trapo y ahora sí, comenzó a limpiar las heridas de sus dedos. Por suerte no había muescas de cristales en ellas, así que era solo el sangrado lo que debía detenerse.
Con cuidado y a toques suaves, eliminó todo aquello que pudo y presionó ligeramente más fuerte en las heridas sin perder aquellos roces continuos que no llegaban dejar el trapo más de unos instantes sobre las heridas. -Su compañía también ha sido grata mi Aldara- Respondió la joven mirando a la señora por un instante mientras sonreía falsamente alegre. “En realidad ha sido un coñazo y ojalá no tenga que volver a verla” Corrigió en su mente con aquella sonrisa imborrable de su rostro, como si realmente hubiera dicho lo que pensaba, pero, era algo le pasaba desde hacía ya algunos años y es que no soportaba a las señoras cotillas y amas de casa aburridas con sus propias vidas.
Otra vez la cantinela de los hijos, por todos los Dioses ¿Acaso no sabía hablar de otro tema? No, obviamente que no, aquellas conversaciones eran las típicas que se mantenía con un matrimonio recién casado que aún no tenía progenie ni un embarazo visible que la asegurara.
La respuesta de Iltharion no se demoró y mientras él contestaba, ella terminaba de limpiar las heridas concienzudamente. Una risa suave y un rubor asomó por su rostro, como si realmente le avergonzara aquel tipo de afirmación tan confidencial. Como si aquellas palabras que no significaban nada para ella realmente, pudieran arrancarle un cosquilleo en el estómago digno de una enamorada. Pero el rubor vino dado por un pinchazo en lo más profundo de su estómago al pensar en tener hijos y la risa, ya salía automática. Se había metido lo suficiente en aquel teatro, como para que las expresiones salieran solas, como si realmente fueran naturales. ¿Cuántas veces había tenido que entrar en aquella personalidad tan ridícula durante su vida? Demasiadas, sin duda. La naturalidad que emanaban sus expresiones y palabras daba hasta miedo. Dejó el trapo de lado cuando las heridas dejaron de sangrar y comenzó a limpiar el anillo en el cuenco con agua, ahora rojiza -Espero que no te haya molestado que le haya contado eso, pero ya sabes cómo somos las damas cuando estamos solas- Una sonrisa más ensanchada y sacó el anillo del agua. Ahora estaba reluciente, lo secó con su capa y, con una sonrisa divertida y un dolor de estómago digno de la peor de las indigestiones, se lo colocó para, acto seguido mirar el rostro del elfo -Juraría que esto ya lo hemos vivido- Comentó jocosa y dulce, como si realmente estuviera recordando algo tan espantoso y aterrador como era su enlace matrimonial con él (o con cualquiera).
Wind agradeció en grado sumo que Iltharion atajara esa conversación, por fin podían dejar de hablar de hijos y de cualquier cosa que estuviera relacionada con ellos -No se apure, yo también me acabo perdiendo en las palabras y en el tiempo cuando estoy hablando con alguien- Un crédito para el bardo. Les había librado de continuar con aquella charla insulsa y espantosa, así que aprovechó para hacer una disculpa velada por su discusión de antes. No era demasiado específica, pero si se detenía a pensar unos instantes en sus palabras y en su tono de voz, era fácil entrever el trasfondo de las mismas.
Después de aquello, siguieron al pelirrojo hasta el piso superior donde el hombre parecía no haberse movido ni un centímetro desde que bajaron las mujeres y la muchacha seguía tumbada y, ahora, con la brecha cosida.
Tanto Wind como Aldara se quedaron unos pasos por detrás de Iltharion para no molestar con aquello que estaba haciendo. Eran cuidados que, realmente a la elfa se le escapaban, sin duda alguna ella habría puesto una venda alrededor de la cabeza y hubiera usado el Darae. No eran los conocimientos más óptimos ni hubiera sanado la herida al completo, quizás por eso realmente admiraba a los sanadores experimentados que eran capaces de sanar heridas sin la necesidad de aquella magia.
Parecía que Priscila reaccionó bien al tratamiento, pues no tardó en abrir los ojos al mismo tiempo que las mujeres se acercaban a la cama y el bardo le daba la infusión a la señora para, acto seguido, hablar con el marido. -Por todos los cielos, menudo susto nos has dado- Exclamó la mujer mientras pasaba su mano por la cabeza de la muchacha, que aún parecía algo desorientada.
Ahogó un grito cuando vio a la peliazul, probablemente se preguntaba qué demonios hacían en su casa o si le habían contado algo a sus padres, pero Wind calmó rápidamente aquel temor pálido de su rostro -Me alegra ver que los cuidados de mi marido han sido efectivos- Otro pinchazo en su estómago que se reflejó en su rostro con una sonrisa cálida -¿E-Eh…?- Parecía que la pobre Priscila no estaba entendiendo nada -Golpearte así tan cerca de la ventana es peligroso, si hubiera estado abierta, podría haber sido más grave- Añadió mientras seguía mirando a la muchacha con tranquilidad, como si aquellas palabras no fueran con segundas intenciones -A-Ah… Ya… Me pinché haciendo las labores y me dio un mareo, cuando quise darme cuenta todo estaba negro- Explicó la joven con tartamudeos y un tono pálido que poco a poco se convertía en un color encendido por la vergüenza -Debes tener más cuidado Priscila, a tu padre y a mi casi se nos para el corazón del susto- Regañó Aldana con cariño a su hija para, acto seguido, dirigirse a la elfina -Gracias por haber venido, han sido de gran ayuda tanto sanándola, como ayudándome a distraerme- Se levantó y dio un efusivo abrazo a Wind, que bien podía haberla partido en dos – Ha sido un placer Aldana- Le devolvió el abrazo como pudo mientras sonreía y se despidió de la muchacha -Espero volver a encontrarnos en distintas circunstancias Priscila, espero que hayas aprendido la lección…- Comentó la peliazul mientras se acercaba a la puerta -… debes usar dedal- Una última sonrisa y se dirigió a su queridísimo marido -¿Nos vamos?- Le dedicó una mirada suplicante ahora que estaba de espaldas a aquella familia y con un susurro que apenas podía haber escuchado el elfo añadió -Vino-
Windorind Crownguard
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Re: El dulce más amargo [Interpretativo] [Privado] [+18]
Windorind parecía haberle leído la mente, con aquel comentario acaramelado que no estaba carente de cierta verdad, sin embargo, tenía que ponerle esa guinda tan consumada que seguía poniéndole los pelos de punta. Si el elfo hubiera tenido un siglo menos, se le habrían crispado las manos, y quizás hasta el desagrado se habría reflejado en lo más profundo de sus ojos desiguales, pero aquel no era el caso, y con la misma pulcritud que ella, mantuvo la máscara.
Iltharion se habría reído un poco al percatarse de la incomodidad que le acaba de generar a la muchacha, si esta no hubiera apretado su palma al limpiarle, dejando le bien en claro que seguir metiendo cizaña era una idea, como poco, mala.
El elfo se hizo el preocupado, colocó la mano sana en el hombro de su supuesta esposa, y se inclinó hacia la misma. – No debería haberte hecho salir del cuarto, lo siento mi vida. – Se disculpó con una seriedad afligida, que hacían casi palpable un sentimiento de responsabilidad y cuidado, más falacias.
Las cejas se alzaron apenas unos milímetros sobre los orbes aguamarina del bardo, cuando aquel tono en la voz de la elfa llamó la atención sobre sus palabras, que mostraron aquella disculpa velada, clara y oculta al mismo tiempo, para quien no supiera que había pasado.
El hijo de los bosques suspiró con alivio, de forma casi imperceptible cuando volvieron a subir las escaleras, viendo el final de aquella indeseada reunión sumamente próximo.
Se sorprendió de que la elfina tuviera el valor de evocar el origen del accidente a la joven con aquel comentario sutil y escondido del conocimiento de los padres, y observó con cierta gracia, como el rubor resultante a la paciente, alegraba aún más a su madre, que tomó aquello como un signo de recuperación temprana, e hizo para su padre, un trago menos amargo, de tener que pagar una cantidad tan abultada.
-Pasen una buena noche. - Se despidió el trovador de la familia, y asintió en dirección a la joven de melena azulada. Ambos fueron escoltados hasta la puerta, con varias gratitudes pro parte del hombre piedra a las que respondió con comentarios estándar y sonrisas amables, sin prestar la más mínima atención a los mismos.
Cuando la puerta se cerró tras de ellos, los orbes del trovador viajaron hasta el rabillo de sus ojos, y contemplaron a la muchacha que había exigido bebida. – Ron. – Respondió el elfo, quien aquellas bebidas tan suaves como el vino, apenas le hacían nada, y tomaba de las mismas como quien lo hacía con algún zumo de frutas, o un licor aguado.
Apenas si en un mintuo ya estaban cruzando el salón de la posada, era lo que tenía haber ido a la casa de al lado. El elfo dejó a la joven junto a las escaleras, y se internó en el salón ya casi vacio por completo, en busca del dueño del hospedaje.
A su vuelta, tenía un par de botellas en una mano, ambas sostenidas entre dos dedos por su cuello, y con el líquido de su interior balanceándose a cada paso. Había una de ellas de color verde, con un vidrio bastante opaco, cuyo interior era claro, un vino rosado. La otra era más pequeña, de vidrio blanco y con un líquido de un fogoso ámbar.
Del pulgar colgaba el asa de una sola jarra. Pues en la otra mano, el trovador hacia dar vueltas la llave de su alcoba, haciéndola girar por un aro con el dedo, o rebotar sobre la palma.
Una vez dentro en la habitación, y habiendo cerrado con llave, dejó ambas bebidas sobre la mesa, al igual que la jarra. Lleno de vino esta, y se la extendió a la muchacha. Con su bebida fue mucho menos delicado, arrancó el tapón con los dientes y lo escupió a un lado, y luego sin más preámbulo le dio varios tragos, vaciando de golpe casi un cuarto.
Exhaló con fuerza y alivio, como si aquel ardor áspero en el cuello lo calmase, denotando cierta costumbre en aquel gesto y acto.
-No soporto a las viejas pesadas. - Dijo, a su compañera y al propio aire, mientras sacaba de la caja de Nein un cigarro, y lo encendía raudo.
Pipando sin descanso, y con el cigarro entre los dientes, se dejó caer sentado sobre uno de los lados de la cama. Depositó sobre la mesilla de luz la botella de Rón, y empezó a desprenderse de las botas y los ropajes.
In pudor ninguno y con nada más sobre su cuerpo que las luces titilantes del cuarto, quedó tumbado, con una de las piernas enterradas en la sabana, la espalda semi recostada sobre su almohada, y la botella yendo y viniendo de la mesa a sus labios, en tragos esta vez más cortos, como si disfrutara del sabor de aquella bebida fuerte, cuyo olor se mezclaba con la menta e inundaba el aire que le rodeaba.
En la faz del elfo había una expresión cansada. Aquel había sido un dia muy largo para el, en todos los sentidos, y sumamente extenuante.
Iltharion se habría reído un poco al percatarse de la incomodidad que le acaba de generar a la muchacha, si esta no hubiera apretado su palma al limpiarle, dejando le bien en claro que seguir metiendo cizaña era una idea, como poco, mala.
El elfo se hizo el preocupado, colocó la mano sana en el hombro de su supuesta esposa, y se inclinó hacia la misma. – No debería haberte hecho salir del cuarto, lo siento mi vida. – Se disculpó con una seriedad afligida, que hacían casi palpable un sentimiento de responsabilidad y cuidado, más falacias.
Las cejas se alzaron apenas unos milímetros sobre los orbes aguamarina del bardo, cuando aquel tono en la voz de la elfa llamó la atención sobre sus palabras, que mostraron aquella disculpa velada, clara y oculta al mismo tiempo, para quien no supiera que había pasado.
El hijo de los bosques suspiró con alivio, de forma casi imperceptible cuando volvieron a subir las escaleras, viendo el final de aquella indeseada reunión sumamente próximo.
Se sorprendió de que la elfina tuviera el valor de evocar el origen del accidente a la joven con aquel comentario sutil y escondido del conocimiento de los padres, y observó con cierta gracia, como el rubor resultante a la paciente, alegraba aún más a su madre, que tomó aquello como un signo de recuperación temprana, e hizo para su padre, un trago menos amargo, de tener que pagar una cantidad tan abultada.
-Pasen una buena noche. - Se despidió el trovador de la familia, y asintió en dirección a la joven de melena azulada. Ambos fueron escoltados hasta la puerta, con varias gratitudes pro parte del hombre piedra a las que respondió con comentarios estándar y sonrisas amables, sin prestar la más mínima atención a los mismos.
Cuando la puerta se cerró tras de ellos, los orbes del trovador viajaron hasta el rabillo de sus ojos, y contemplaron a la muchacha que había exigido bebida. – Ron. – Respondió el elfo, quien aquellas bebidas tan suaves como el vino, apenas le hacían nada, y tomaba de las mismas como quien lo hacía con algún zumo de frutas, o un licor aguado.
Apenas si en un mintuo ya estaban cruzando el salón de la posada, era lo que tenía haber ido a la casa de al lado. El elfo dejó a la joven junto a las escaleras, y se internó en el salón ya casi vacio por completo, en busca del dueño del hospedaje.
A su vuelta, tenía un par de botellas en una mano, ambas sostenidas entre dos dedos por su cuello, y con el líquido de su interior balanceándose a cada paso. Había una de ellas de color verde, con un vidrio bastante opaco, cuyo interior era claro, un vino rosado. La otra era más pequeña, de vidrio blanco y con un líquido de un fogoso ámbar.
Del pulgar colgaba el asa de una sola jarra. Pues en la otra mano, el trovador hacia dar vueltas la llave de su alcoba, haciéndola girar por un aro con el dedo, o rebotar sobre la palma.
Una vez dentro en la habitación, y habiendo cerrado con llave, dejó ambas bebidas sobre la mesa, al igual que la jarra. Lleno de vino esta, y se la extendió a la muchacha. Con su bebida fue mucho menos delicado, arrancó el tapón con los dientes y lo escupió a un lado, y luego sin más preámbulo le dio varios tragos, vaciando de golpe casi un cuarto.
Exhaló con fuerza y alivio, como si aquel ardor áspero en el cuello lo calmase, denotando cierta costumbre en aquel gesto y acto.
-No soporto a las viejas pesadas. - Dijo, a su compañera y al propio aire, mientras sacaba de la caja de Nein un cigarro, y lo encendía raudo.
Pipando sin descanso, y con el cigarro entre los dientes, se dejó caer sentado sobre uno de los lados de la cama. Depositó sobre la mesilla de luz la botella de Rón, y empezó a desprenderse de las botas y los ropajes.
In pudor ninguno y con nada más sobre su cuerpo que las luces titilantes del cuarto, quedó tumbado, con una de las piernas enterradas en la sabana, la espalda semi recostada sobre su almohada, y la botella yendo y viniendo de la mesa a sus labios, en tragos esta vez más cortos, como si disfrutara del sabor de aquella bebida fuerte, cuyo olor se mezclaba con la menta e inundaba el aire que le rodeaba.
En la faz del elfo había una expresión cansada. Aquel había sido un dia muy largo para el, en todos los sentidos, y sumamente extenuante.
Iltharion Dur'Falas
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Re: El dulce más amargo [Interpretativo] [Privado] [+18]
La familia pareció haber encantada con los servicios y, con unos cuantos halagos y gratificaciones más, hasta que llegaron a la puerta, pudieron salir de allí -Buenas noches- Se despidió la elfina al mismo tiempo que el bardo y, en cuanto la puerta se cerró, Wind suspiró aliviada por haber salido de allí -Estupendo- Contestó firme mientras por fin podía borrar aquella estúpida y falsa sonrisa de su cara, la cual prácticamente le comenzaba a dar calambres en el rostro.
Por todos los cielos, no sabía cuánto tiempo había estado en esa casa, pero desde luego más del necesario y muchísimo más que del deseado por ella misma a pesar de haberse ofrecido voluntaria para acompañar al pelirrojo a sanar a la muchacha.
Las conversaciones insustanciales tratando temas cotidianos y tediosos hicieron que Wind perdiera un poco aquel sentimiento que había tenido cuando entró en la casa. Bueno, un poco no, aquello le resultó insufrible y esperaba no tener que volver a repetirlo nunca o, en su defecto, en muchos años.
Con aquellos pensamientos y un silencio que era sumamente agradable, llegaron a la posada y la elfina se quedó esperando a que Iltharion volviera con aquel ansiado néctar que iba a hacerle olvidar la visita a aquella familia. Una sonrisa sincera y emocionada apareció en sus labios cuando le vio llegar con las botellas, al fin una buena noticia: Tenían alcohol. No hizo mayor sonido que una risa casi imperceptible al ver el líquido zarandearse, era la primera vez en un buen rato que realmente estaba contenta y aquello se merecía una buena celebración silenciosa, de las que ayudan a calmar la cabeza del estruendo de unos minutos atrás.
Entraron en la habitación y la elfa no tardó en quitarse el corsé y tirarlo al suelo, era lo que más le molestaba con diferencia y, a pesar de no estar apretado, un suspiro profundo salió de su cuerpo al sentirse libre de aquella molestia, después se quitó la capa dejándola justo encima del corsé y cogió la jarra de vino a la cual no tardó en meterle un digno trago hasta el final mientras miraba de reojo al pelirrojo.
Volvió a reír ante aquellos modos y ansias de tragar el alcohol y le respondió escuetamente - ¿Y quién sí? - Se encogió de hombros y se acercó a la mesa para volver a llenar el recipiente de vino y, antes de llenar la jarrita de nuevo, frunció el ceño. Con la ansiedad que tenía en el cuerpo, iba a rellenar aquella jarrita una y otra vez hasta acabar con la botella y, aquello era tedioso, así que dejó la jarra en la mesa y cogió la botella del cuello con una enorme sonrisa en el rostro.
Wind Volvió a la puerta y dejó sus botas al lado de la misma, cogió sus ropas y las dejó sobre la silla para, acto seguido, dejar el resto de ropajes menos la camisa, la cual, únicamente se desabrochó los primeros botones y los últimos, dejando la misma como si fuese un vestido demasiado corto. Después siguió los pasos del elfo y se colocó en el lado contrario de la cama sin llegar a soltar la botella de vino, a la que le dio un buen trago hasta dejarla con tres cuartas partes de lo que había sido al principio.
La elfina se tumbó acomodando su espalda a la almohada, con todo su cuerpo por encima de las sábanas y semi incorporada, mientras un suspiro salía de sus labios y dejaba la botella acostada entre su abdomen y su brazo -Creo que hacía años que no tenía un día tan largo… y tan cansado- Otro trago a la botella y una expresión natural de agotamiento quedó grabada en su rostro mientras el alcohol hacía su trabajo, ruborizando sus mejillas y tranquilizando su mente.
A pesar de haber cogido la botella con ganas, la muchacha no era muy asidua al alcohol, apenas un par de vasos de algún licor fuerte podía hacer que estuviera lo suficientemente ebria como para no recordar nada al día siguiente. Pero algo que había aprendido en sus andanzas por Aerandir, era a beber, a beber cualquier cosa que le pusieran por delante, ya fuera pagar confianza con alguien y poder pedirle algún favor o para calentar su cuerpo cuando su escaso dinero no le daba para más que una habitación con un lecho escaso y lleno de chinches y garrapatas.
El calor del licor no tardó en hacer que su propia camisa le fuera demasiado cubriente, así que, sin darle más vueltas, dejó la botella en el suelo y se quitó de camisa sin desabrochar los botones si quiera, volvió a coger el vino y le dio otro trago al mismo tiempo que suspiraba. El silencio después de semejante tormenta era agradable, tanto o más que el propio calor del alcohol recorriendo su cuerpo pero tampoco sabía estar callada demasiado tiempo, así que con una sonrisilla pícara fruto, en gran medida por el alcohol, se dispuso a romper aquella tranquilidad -Eres tan buen actor como músico- Elogió la muchacha con sinceridad al recordar la brillante la brillante actuación en la casa -Por cierto, para esa familia vamos a montar esa botica en Sandorai que antes me propusiste- Añadió jocosa mientras se reía tranquila, disfrutando del ambiente distendido que reinaba en la habitación. Le dio otro trago a la botella y se percató de que, como siguiera a ese ritmo, iba a alcanzar la segunda parte de botella en apenas unos minutos -Si alguna vez nos volvemos a encontrar y me pongo tan insoportable como antes, dame algo de licor. Me volveré dócil como un cachorrito- Recomendó al bardo mientras sonreía -O el golpe en la cabeza, también es válido y más efectivo incluso- Apartó la vista del pelirrojo y miró al fondo de la habitación, como si en aquel punto hubiera algo interesante más allá de un mueble arañado.
Por todos los cielos, no sabía cuánto tiempo había estado en esa casa, pero desde luego más del necesario y muchísimo más que del deseado por ella misma a pesar de haberse ofrecido voluntaria para acompañar al pelirrojo a sanar a la muchacha.
Las conversaciones insustanciales tratando temas cotidianos y tediosos hicieron que Wind perdiera un poco aquel sentimiento que había tenido cuando entró en la casa. Bueno, un poco no, aquello le resultó insufrible y esperaba no tener que volver a repetirlo nunca o, en su defecto, en muchos años.
Con aquellos pensamientos y un silencio que era sumamente agradable, llegaron a la posada y la elfina se quedó esperando a que Iltharion volviera con aquel ansiado néctar que iba a hacerle olvidar la visita a aquella familia. Una sonrisa sincera y emocionada apareció en sus labios cuando le vio llegar con las botellas, al fin una buena noticia: Tenían alcohol. No hizo mayor sonido que una risa casi imperceptible al ver el líquido zarandearse, era la primera vez en un buen rato que realmente estaba contenta y aquello se merecía una buena celebración silenciosa, de las que ayudan a calmar la cabeza del estruendo de unos minutos atrás.
Entraron en la habitación y la elfa no tardó en quitarse el corsé y tirarlo al suelo, era lo que más le molestaba con diferencia y, a pesar de no estar apretado, un suspiro profundo salió de su cuerpo al sentirse libre de aquella molestia, después se quitó la capa dejándola justo encima del corsé y cogió la jarra de vino a la cual no tardó en meterle un digno trago hasta el final mientras miraba de reojo al pelirrojo.
Volvió a reír ante aquellos modos y ansias de tragar el alcohol y le respondió escuetamente - ¿Y quién sí? - Se encogió de hombros y se acercó a la mesa para volver a llenar el recipiente de vino y, antes de llenar la jarrita de nuevo, frunció el ceño. Con la ansiedad que tenía en el cuerpo, iba a rellenar aquella jarrita una y otra vez hasta acabar con la botella y, aquello era tedioso, así que dejó la jarra en la mesa y cogió la botella del cuello con una enorme sonrisa en el rostro.
Wind Volvió a la puerta y dejó sus botas al lado de la misma, cogió sus ropas y las dejó sobre la silla para, acto seguido, dejar el resto de ropajes menos la camisa, la cual, únicamente se desabrochó los primeros botones y los últimos, dejando la misma como si fuese un vestido demasiado corto. Después siguió los pasos del elfo y se colocó en el lado contrario de la cama sin llegar a soltar la botella de vino, a la que le dio un buen trago hasta dejarla con tres cuartas partes de lo que había sido al principio.
La elfina se tumbó acomodando su espalda a la almohada, con todo su cuerpo por encima de las sábanas y semi incorporada, mientras un suspiro salía de sus labios y dejaba la botella acostada entre su abdomen y su brazo -Creo que hacía años que no tenía un día tan largo… y tan cansado- Otro trago a la botella y una expresión natural de agotamiento quedó grabada en su rostro mientras el alcohol hacía su trabajo, ruborizando sus mejillas y tranquilizando su mente.
A pesar de haber cogido la botella con ganas, la muchacha no era muy asidua al alcohol, apenas un par de vasos de algún licor fuerte podía hacer que estuviera lo suficientemente ebria como para no recordar nada al día siguiente. Pero algo que había aprendido en sus andanzas por Aerandir, era a beber, a beber cualquier cosa que le pusieran por delante, ya fuera pagar confianza con alguien y poder pedirle algún favor o para calentar su cuerpo cuando su escaso dinero no le daba para más que una habitación con un lecho escaso y lleno de chinches y garrapatas.
El calor del licor no tardó en hacer que su propia camisa le fuera demasiado cubriente, así que, sin darle más vueltas, dejó la botella en el suelo y se quitó de camisa sin desabrochar los botones si quiera, volvió a coger el vino y le dio otro trago al mismo tiempo que suspiraba. El silencio después de semejante tormenta era agradable, tanto o más que el propio calor del alcohol recorriendo su cuerpo pero tampoco sabía estar callada demasiado tiempo, así que con una sonrisilla pícara fruto, en gran medida por el alcohol, se dispuso a romper aquella tranquilidad -Eres tan buen actor como músico- Elogió la muchacha con sinceridad al recordar la brillante la brillante actuación en la casa -Por cierto, para esa familia vamos a montar esa botica en Sandorai que antes me propusiste- Añadió jocosa mientras se reía tranquila, disfrutando del ambiente distendido que reinaba en la habitación. Le dio otro trago a la botella y se percató de que, como siguiera a ese ritmo, iba a alcanzar la segunda parte de botella en apenas unos minutos -Si alguna vez nos volvemos a encontrar y me pongo tan insoportable como antes, dame algo de licor. Me volveré dócil como un cachorrito- Recomendó al bardo mientras sonreía -O el golpe en la cabeza, también es válido y más efectivo incluso- Apartó la vista del pelirrojo y miró al fondo de la habitación, como si en aquel punto hubiera algo interesante más allá de un mueble arañado.
Windorind Crownguard
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Re: El dulce más amargo [Interpretativo] [Privado] [+18]
El sabor del humo y del licor se mezclaban en el paladar del elfo, que daba buena cuenta de ambas cosas, como un buen bacán y crápula. El color en el rostro le subió despacio, pero incluso su cuerpo entrenado no era inmune a los vapores del líquido que se metía entre pecho y espalda.
Por un rato, permaneció así, disfrutando de su paz, como si realmente estuviera solo en esa sala, y no hubiera una jovencita revoloteando, dejando aquí y allá sus cosas, y desprendiéndose de los ropajes.
Para el momento en el que la elfa volvió a abrir los labios, para algo que no era seguir tomando de su vino rosado, el elfo volvió a observarla. Capto que se le había pasado el enfado, y que el rubor de la bebida había ascendido a su cara. No sabía si aquel halago era alguna clase de intento para terminar de borrar de un plumazo el mal momento de antes, de cualquier modo, no sería el quien enturbiara el ambiente del cuarto esa vez.
-Me ganaba la vida actuando. – Explicó el trovador, quien no pudo contener una breve sonrisa, ante el terrible eufemismo que acababa de escapar de sus labios. – Aunque de eso hace ya varios años. – Otro trago largo de la botella hizo desaparecer de golpe más ron del que era prudente. – Aun frecuento caravanas ambulantes de teatro de vez en cuando. – Aquello si que era cierto, aunque solo cuando las encontraba, y por alguna que otra obra, en general, Iltharion no pasaba demasiadas lunas con nadie.-Deberías probarlo, no se te da nada mal.
El humo empezó a presentarse en forma de nítidos círculos, mientras el elfo se generaba en crearlos, aunque no pudo evitar toser un poco el escuchar lo de la botica, para luego reír de buena gana. ¿El? ¿De tendero? Chasqueó la lengua, desde luego que podría emularlo, pero vivir así, jamás, quizás allí era un poco donde estaba la gracia, y porque había improvisado semejante broma.
-Por ahora me ha ido bien con los sedantes. - Hizo un gesto con la mano del cigarro, restándole importancia, de modo que la brasa trazó una tira efímera de luz en el aire. – Además, estoy seguro que si en su momento te llegó a decir que quería dejarte mansa me habrías mandado al cuerno en vez de tomarte la pasiflora casi sin quejarte. - Aludió el elfo a aquel beso insidioso con el que le había colado el calmante cuando se hallaban en el agua, con tal de que dejara de revolotear embriagada por las drogas de un modo descontrolado.
-Por otro lado. - Acomodó entre sus dientes el cigarro, ya largo dicha mano hasta rozar don el dorso del índice el cuello de la muchacha. – Es más fácil que te haga perder el aire que noquearte, y con menos posibilidades de matarte. – Dio un toquecito con el dedo sobre la yugular, en un gesto que indicaba aquel pequeño truco que poseía para generar desmayos, o una asfixia suave, dependiendo de cómo lo usara.
El elfo recuperó el canuto con la mano, que se consumía tan presto como lo hacía la bebida del bardo, este alzó el líquido ambarino pro encima de su cabeza, y observó su opalescencia a contra luz girando la botella por su cuello. Apenas quedaba un cuarto de la misma. Iltharion se enderezó y la dejó a los pies de la mesa de luz, para tenerla a mano, pero no tropezar con la misma si se despertaba sin acordarse de ese detalle.
El cigarro lo abandono cuando ya casi le abrasaba la piel de los nudillos por la escasa distancia, lo espachurró contra el margen inferior de la cama, de modo que la quemadura no se viera sin meterse bajo la misma, y dejó caer la colilla apagada sin preocuparse.
Surco la estancia apagando todas las luces a excepción de las tenues brasas que apenas si alejaban las tinieblas de la alcoba, y que se fundían con los rayos plateados que lograban flanquear las contraventanas del balcón.
-Descansa Windorind. – Le colocó una mano en el pelo la pasar por su lado, revolviéndole levemente el mismo, y regresó a su lugar de la cama. En cuestión de segundos estaba dormido con profundidad, inmóvil y con una tenue respiración, tan apacible y suave que parecía que no respirara, como si fuera un muerto, o una estatua.
La lluvia caía con fuerza sobre las calles de Lunargenta, aquel Lonedir estaba siendo especialmente tormentoso, y ni siquiera los pequeños salientes de los edificios protegían los rincones del agua torrencial que golpeaba el empedrado de las avenidas, y corría con fuerza por los callejones, barriendo la suciedad y la tierra que dejaban los citadinos.
La fuerza del agua hacía de cada uno de sus golpes algo doloroso, tal era la debilidad del pequeño cuerpo del muchacho. Su estómago había dejado de rugir porque ya ni fuerzas para ello le quedaban, y su mano apenas si lograba aferrarse al empedrado, temiendo que, si se soltaba, sería empujado por el agua.
Bocabajo a un lado del camino, el pequeño elfo simplemente aguardaba, a que el frio o el hambre terminaran de llevárselo, agradeciendo a los dioses que aún le permitían el agua para que la sed no lo asolara, y no le negaran el vano alivio de llorar pensando en su madre, deseando en lo más hondo jamás haber dejado el poblado.
No recordaba cuando había sido la última vez que había comido algo, que había sentido sobre su cuerpo el abrigo de una manta, y aunque no hacía ni medio año, los minutos bajo la inclemencia de las lluvias parecían eternas, cada ventolada que lo estremecía dolorosamente hasta los huesos, una vejación nueva y la noche que arreciaba simplemente el preludio de otra eternidad de dolor mientras su cuerpo se contaría famélico y congelado.
Aquella fue la primera vez que Iltharion deseó morir con toda su alma. Solo la primera.
Iltharion, incomodo, se levantó de la cama. Se sentó sobre el borde de la misma, con las rodillas separadas, recostando sobre ellas los codos, dejando colgar en el centro los antebrazos. Con la espalda encorvada y la cabeza gacha, respiró profundamente, intentando calmar la angustia que le oprimía el pecho.
Odiaba soñar, pero por encima de todo. Odiaba recordar.
Juntó ambas manos encima de su rostro, y las pasó por el mismo con suma lentitud, como si aquel sencillo gesto pudiera hacer algo más que barrer un par de silenciosas lágrimas, huella del mundo onírico que acababa de abandonar. Se hecho el cabello hacía atrás, atado en una trenza, que solo logró cambiar de lado.
Miró de soslayó el resto de la cama, el bulto de otro cuerpo cubierto por las sabanas, y se preguntó si los dioses se habían enojado por jugar con su nombre en vano, y ahora lo torturaban por aprovecharse de su encanto.
Contempló la idea de volver a acostarse, y un escalofrió recorrió su espina amenazándolo con su propio pasado.
El alba estaba cercana, podía verlo solo de vislumbrar por el rabillo del ojo el tono anaranjado de las franjas que se colaban entre las maderas de las contraventanas. Viéndose incapaz de dormir, se puso en pie y tomó la botella que había abandonado la noche pasada, a la que aún quedaba un poco de ron para que apaciguara su alma.
Iltharion caminó hacia las puertas del balcón, y entreabrió las mismas, lo justo para asomarse, para poder sacar un brazo y que parte de su cuerpo emergiera, sin alterar a los vecinos. Y, se quedó allí parado, bebiendo, observando como los colores del día barrían el manto negro de la estampa.
Por un rato, permaneció así, disfrutando de su paz, como si realmente estuviera solo en esa sala, y no hubiera una jovencita revoloteando, dejando aquí y allá sus cosas, y desprendiéndose de los ropajes.
Para el momento en el que la elfa volvió a abrir los labios, para algo que no era seguir tomando de su vino rosado, el elfo volvió a observarla. Capto que se le había pasado el enfado, y que el rubor de la bebida había ascendido a su cara. No sabía si aquel halago era alguna clase de intento para terminar de borrar de un plumazo el mal momento de antes, de cualquier modo, no sería el quien enturbiara el ambiente del cuarto esa vez.
-Me ganaba la vida actuando. – Explicó el trovador, quien no pudo contener una breve sonrisa, ante el terrible eufemismo que acababa de escapar de sus labios. – Aunque de eso hace ya varios años. – Otro trago largo de la botella hizo desaparecer de golpe más ron del que era prudente. – Aun frecuento caravanas ambulantes de teatro de vez en cuando. – Aquello si que era cierto, aunque solo cuando las encontraba, y por alguna que otra obra, en general, Iltharion no pasaba demasiadas lunas con nadie.-Deberías probarlo, no se te da nada mal.
El humo empezó a presentarse en forma de nítidos círculos, mientras el elfo se generaba en crearlos, aunque no pudo evitar toser un poco el escuchar lo de la botica, para luego reír de buena gana. ¿El? ¿De tendero? Chasqueó la lengua, desde luego que podría emularlo, pero vivir así, jamás, quizás allí era un poco donde estaba la gracia, y porque había improvisado semejante broma.
-Por ahora me ha ido bien con los sedantes. - Hizo un gesto con la mano del cigarro, restándole importancia, de modo que la brasa trazó una tira efímera de luz en el aire. – Además, estoy seguro que si en su momento te llegó a decir que quería dejarte mansa me habrías mandado al cuerno en vez de tomarte la pasiflora casi sin quejarte. - Aludió el elfo a aquel beso insidioso con el que le había colado el calmante cuando se hallaban en el agua, con tal de que dejara de revolotear embriagada por las drogas de un modo descontrolado.
-Por otro lado. - Acomodó entre sus dientes el cigarro, ya largo dicha mano hasta rozar don el dorso del índice el cuello de la muchacha. – Es más fácil que te haga perder el aire que noquearte, y con menos posibilidades de matarte. – Dio un toquecito con el dedo sobre la yugular, en un gesto que indicaba aquel pequeño truco que poseía para generar desmayos, o una asfixia suave, dependiendo de cómo lo usara.
El elfo recuperó el canuto con la mano, que se consumía tan presto como lo hacía la bebida del bardo, este alzó el líquido ambarino pro encima de su cabeza, y observó su opalescencia a contra luz girando la botella por su cuello. Apenas quedaba un cuarto de la misma. Iltharion se enderezó y la dejó a los pies de la mesa de luz, para tenerla a mano, pero no tropezar con la misma si se despertaba sin acordarse de ese detalle.
El cigarro lo abandono cuando ya casi le abrasaba la piel de los nudillos por la escasa distancia, lo espachurró contra el margen inferior de la cama, de modo que la quemadura no se viera sin meterse bajo la misma, y dejó caer la colilla apagada sin preocuparse.
Surco la estancia apagando todas las luces a excepción de las tenues brasas que apenas si alejaban las tinieblas de la alcoba, y que se fundían con los rayos plateados que lograban flanquear las contraventanas del balcón.
-Descansa Windorind. – Le colocó una mano en el pelo la pasar por su lado, revolviéndole levemente el mismo, y regresó a su lugar de la cama. En cuestión de segundos estaba dormido con profundidad, inmóvil y con una tenue respiración, tan apacible y suave que parecía que no respirara, como si fuera un muerto, o una estatua.
La lluvia caía con fuerza sobre las calles de Lunargenta, aquel Lonedir estaba siendo especialmente tormentoso, y ni siquiera los pequeños salientes de los edificios protegían los rincones del agua torrencial que golpeaba el empedrado de las avenidas, y corría con fuerza por los callejones, barriendo la suciedad y la tierra que dejaban los citadinos.
La fuerza del agua hacía de cada uno de sus golpes algo doloroso, tal era la debilidad del pequeño cuerpo del muchacho. Su estómago había dejado de rugir porque ya ni fuerzas para ello le quedaban, y su mano apenas si lograba aferrarse al empedrado, temiendo que, si se soltaba, sería empujado por el agua.
Bocabajo a un lado del camino, el pequeño elfo simplemente aguardaba, a que el frio o el hambre terminaran de llevárselo, agradeciendo a los dioses que aún le permitían el agua para que la sed no lo asolara, y no le negaran el vano alivio de llorar pensando en su madre, deseando en lo más hondo jamás haber dejado el poblado.
No recordaba cuando había sido la última vez que había comido algo, que había sentido sobre su cuerpo el abrigo de una manta, y aunque no hacía ni medio año, los minutos bajo la inclemencia de las lluvias parecían eternas, cada ventolada que lo estremecía dolorosamente hasta los huesos, una vejación nueva y la noche que arreciaba simplemente el preludio de otra eternidad de dolor mientras su cuerpo se contaría famélico y congelado.
Aquella fue la primera vez que Iltharion deseó morir con toda su alma. Solo la primera.
Iltharion, incomodo, se levantó de la cama. Se sentó sobre el borde de la misma, con las rodillas separadas, recostando sobre ellas los codos, dejando colgar en el centro los antebrazos. Con la espalda encorvada y la cabeza gacha, respiró profundamente, intentando calmar la angustia que le oprimía el pecho.
Odiaba soñar, pero por encima de todo. Odiaba recordar.
Juntó ambas manos encima de su rostro, y las pasó por el mismo con suma lentitud, como si aquel sencillo gesto pudiera hacer algo más que barrer un par de silenciosas lágrimas, huella del mundo onírico que acababa de abandonar. Se hecho el cabello hacía atrás, atado en una trenza, que solo logró cambiar de lado.
Miró de soslayó el resto de la cama, el bulto de otro cuerpo cubierto por las sabanas, y se preguntó si los dioses se habían enojado por jugar con su nombre en vano, y ahora lo torturaban por aprovecharse de su encanto.
Contempló la idea de volver a acostarse, y un escalofrió recorrió su espina amenazándolo con su propio pasado.
El alba estaba cercana, podía verlo solo de vislumbrar por el rabillo del ojo el tono anaranjado de las franjas que se colaban entre las maderas de las contraventanas. Viéndose incapaz de dormir, se puso en pie y tomó la botella que había abandonado la noche pasada, a la que aún quedaba un poco de ron para que apaciguara su alma.
Iltharion caminó hacia las puertas del balcón, y entreabrió las mismas, lo justo para asomarse, para poder sacar un brazo y que parte de su cuerpo emergiera, sin alterar a los vecinos. Y, se quedó allí parado, bebiendo, observando como los colores del día barrían el manto negro de la estampa.
Iltharion Dur'Falas
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Re: El dulce más amargo [Interpretativo] [Privado] [+18]
Wind miró al bardo sin perder la sonrisa -Pues serías todo un referente en dónde fuera que actuaras- Respondió la muchacha contenta mientras se imaginaba a su compañero en un escenario interpretando cuentos para los más pequeños de las aldeas. Aquella idea hizo que la muchacha volviera a reírse, imaginarse a Iltharion disfrazado de caballero andante o pintado como un animal, realmente le causaba bastante gracia, aunque quien sabía si el chiste se encontraba en el alcohol en vez de en la realidad de la situación
La mirada incrédula de la elfina dejó claro que aquello no se lo esperaba -Oh cielos, tampoco es que sea una buena actriz… al menos no versada teatros- En su voz podía notarse que en la primera parte de su respuesta había cierta modestia fingida pues, en realidad y con los años, había aprendido bien a actuar en prácticamente cualquier situación, pero siempre en contextos sociales, no en representaciones escénicas -Aunque si alguna vez necesitas alguna malabarista de la correcta vida social, siempre puedes contar conmigo- Nadie fingía emociones y sentimientos mejor que ella, siempre y cuando adoptara tal papel… si no, su carácter era más bien cambiante.
Otra sonora risa salió de su boca cuando el elfo tosió ante semejante perspectiva de futuro, al parecer los dos anhelaban más o menos en la misma medida aquel idílico futuro formado por niños y una tiendecita propia. Realmente parecía espantoso pensándolo fríamente, años y años haciendo lo mismo todos los días y que, lo único que pudiera romper la monotonía es otro hijo… Aburrido, extremadamente aburrido y tedioso.
Ahí la había pillado, por los recuerdos que tenía juraría que no habría sido nada fácil si se lo hubiera expuesto de ese modo, pero tal vez con algún juego, hubiera colado a la perfección. A la gente embriaga por licores o plantas, es fácil engañarles con cosas que desean, aunque eso el bardo parecía saberlo bien pues consiguió sedarla con aquel dulce sorpresa -Supongo que tienes razón- Contestó risueña sabiendo que, realmente él tenía razón.
El cosquilleo quedó marcado allá por donde el elfo había pasado el dedo haciendo que la elfina, solamente sonriera con aquel contacto -Y también más divertido- Añadió ella, esencialmente, por el efecto deshinibitorio del alcohol, al mismo tiempo que el rubor aumentaba ligeramente.
Wind siguió bebiendo de aquella botella, como si fuera un lactante agarrado al pecho materno, ya hacía algún rato que había pasado de la mitad pero al fin y al cabo, eso era precisamente lo que quería, poder reír tranquila y olvidarse del agotamiento y los problemas que se le habían acumulado aquel día. Cuando quedaba algo más de un cuarto de la botella, notó como su propia cabeza comenzaba a embotarse y la claridad mental desaparecía al mismo ritmo que la visión borrosa se hacía más presente y los parpados comenzaban a pesar -Creo que no tardaré en dormirme…- Comentó con un bostezo entre medias de la frase, como si tratara de demostrar que realmente tenía sueño pero, como si el pelirrojo le hubiera leído la mente, comenzó a apagar las luces de la habitación mientras Wind dejaba la botella en el suelo, donde buenamente alcanzó y comenzaba a hacerse un ovillo bajo las sábanas.
Una sonrisa cálida asomó en su rostro cuando escuchó las buenas noches, pero bien podía haber sido un reflejo de su mente y que realmente Iltharion no hubiera dicho nada, pero, a pesar de que ella ya estaba prácticamente dormida, las palabras salieron de sus labios -Buenas noches Ilth- Se giró en la cama quedando de cara hacia el lado del elfo, de un modo instintivo por aquel miedo nocturno que la obligaba a buscar seguridad y terminó de quedarse completamente dormida.
En algún punto de la noche, la elfina acabó por girarse en la cama, buscando alguna postura más cómoda, que no le revolviera el estómago por el vino ingerido la noche anterior.
El movimiento de alguien levantándose, hizo que la muchacha abriera los ojos perezosa ¿Qué hora era? Estaba segura de que ni siquiera había podido salir el sol aún. Ni en sus viajes más complicados se despertaba a semejantes horas del día, el sueño debía ser algo reparador, reparador y largo.
Se removió en la cama suavemente hasta darse la vuelta aún bajo las cómodas y calentitas mantas y abrió un ojo, inspeccionando la cama y la habitación. Por todos los cielos ¿Qué hacía mirando por el balcón a esas horas? ¿Acaso le habían contratado para que colocara las calles en su sitio? Abrió el otro ojo mientras comenzaba a notar el dolor de cabeza por el alcohol y suspiró abatida, aunque al menos había conseguido eliminar el malestar mental del día anterior.
Se rascó la nuca suavemente y comenzó a notar doloridas las articulaciones, parecía que le habían dado una buena paliza el día anterior, lo cual, con los círculos morados de su cuello y las marcas de sus muñecas podía parecer incluso factible. Pero tampoco era tan grave, un rato caminando y aquella incomodidad pasaría a mejor vida.
Wind se incorporó algo más en la cama y se estiró para, acto seguido, salir de la misma y acercarse sigilosamente al bardo -Un aero por tus pensamientos- Comentó risueña antes de posar la mano en su espalda para evitar sobresaltos indeseados – Buenos días, ¿Es bonito el amanecer de hoy? - Preguntó unos segundos después sin perder la sonrisa tranquila que había quedado en su rostro desde la noche anterior.
La mirada incrédula de la elfina dejó claro que aquello no se lo esperaba -Oh cielos, tampoco es que sea una buena actriz… al menos no versada teatros- En su voz podía notarse que en la primera parte de su respuesta había cierta modestia fingida pues, en realidad y con los años, había aprendido bien a actuar en prácticamente cualquier situación, pero siempre en contextos sociales, no en representaciones escénicas -Aunque si alguna vez necesitas alguna malabarista de la correcta vida social, siempre puedes contar conmigo- Nadie fingía emociones y sentimientos mejor que ella, siempre y cuando adoptara tal papel… si no, su carácter era más bien cambiante.
Otra sonora risa salió de su boca cuando el elfo tosió ante semejante perspectiva de futuro, al parecer los dos anhelaban más o menos en la misma medida aquel idílico futuro formado por niños y una tiendecita propia. Realmente parecía espantoso pensándolo fríamente, años y años haciendo lo mismo todos los días y que, lo único que pudiera romper la monotonía es otro hijo… Aburrido, extremadamente aburrido y tedioso.
Ahí la había pillado, por los recuerdos que tenía juraría que no habría sido nada fácil si se lo hubiera expuesto de ese modo, pero tal vez con algún juego, hubiera colado a la perfección. A la gente embriaga por licores o plantas, es fácil engañarles con cosas que desean, aunque eso el bardo parecía saberlo bien pues consiguió sedarla con aquel dulce sorpresa -Supongo que tienes razón- Contestó risueña sabiendo que, realmente él tenía razón.
El cosquilleo quedó marcado allá por donde el elfo había pasado el dedo haciendo que la elfina, solamente sonriera con aquel contacto -Y también más divertido- Añadió ella, esencialmente, por el efecto deshinibitorio del alcohol, al mismo tiempo que el rubor aumentaba ligeramente.
Wind siguió bebiendo de aquella botella, como si fuera un lactante agarrado al pecho materno, ya hacía algún rato que había pasado de la mitad pero al fin y al cabo, eso era precisamente lo que quería, poder reír tranquila y olvidarse del agotamiento y los problemas que se le habían acumulado aquel día. Cuando quedaba algo más de un cuarto de la botella, notó como su propia cabeza comenzaba a embotarse y la claridad mental desaparecía al mismo ritmo que la visión borrosa se hacía más presente y los parpados comenzaban a pesar -Creo que no tardaré en dormirme…- Comentó con un bostezo entre medias de la frase, como si tratara de demostrar que realmente tenía sueño pero, como si el pelirrojo le hubiera leído la mente, comenzó a apagar las luces de la habitación mientras Wind dejaba la botella en el suelo, donde buenamente alcanzó y comenzaba a hacerse un ovillo bajo las sábanas.
Una sonrisa cálida asomó en su rostro cuando escuchó las buenas noches, pero bien podía haber sido un reflejo de su mente y que realmente Iltharion no hubiera dicho nada, pero, a pesar de que ella ya estaba prácticamente dormida, las palabras salieron de sus labios -Buenas noches Ilth- Se giró en la cama quedando de cara hacia el lado del elfo, de un modo instintivo por aquel miedo nocturno que la obligaba a buscar seguridad y terminó de quedarse completamente dormida.
En algún punto de la noche, la elfina acabó por girarse en la cama, buscando alguna postura más cómoda, que no le revolviera el estómago por el vino ingerido la noche anterior.
El movimiento de alguien levantándose, hizo que la muchacha abriera los ojos perezosa ¿Qué hora era? Estaba segura de que ni siquiera había podido salir el sol aún. Ni en sus viajes más complicados se despertaba a semejantes horas del día, el sueño debía ser algo reparador, reparador y largo.
Se removió en la cama suavemente hasta darse la vuelta aún bajo las cómodas y calentitas mantas y abrió un ojo, inspeccionando la cama y la habitación. Por todos los cielos ¿Qué hacía mirando por el balcón a esas horas? ¿Acaso le habían contratado para que colocara las calles en su sitio? Abrió el otro ojo mientras comenzaba a notar el dolor de cabeza por el alcohol y suspiró abatida, aunque al menos había conseguido eliminar el malestar mental del día anterior.
Se rascó la nuca suavemente y comenzó a notar doloridas las articulaciones, parecía que le habían dado una buena paliza el día anterior, lo cual, con los círculos morados de su cuello y las marcas de sus muñecas podía parecer incluso factible. Pero tampoco era tan grave, un rato caminando y aquella incomodidad pasaría a mejor vida.
Wind se incorporó algo más en la cama y se estiró para, acto seguido, salir de la misma y acercarse sigilosamente al bardo -Un aero por tus pensamientos- Comentó risueña antes de posar la mano en su espalda para evitar sobresaltos indeseados – Buenos días, ¿Es bonito el amanecer de hoy? - Preguntó unos segundos después sin perder la sonrisa tranquila que había quedado en su rostro desde la noche anterior.
Windorind Crownguard
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Re: El dulce más amargo [Interpretativo] [Privado] [+18]
La brisa matutina, fresca y húmeda con el roció del alba, acariciaba el rostro del trovador, y el brazo que emergía del cuarto. Con la mirada perdida oteaba el horizonte que se perdía tras las casas, el astro rey en su ascenso parsimonioso y constante.
El ron le ardía en la garganta, y calentaba su cuerpo haciendo que la piel fría ye rizada por el aire no se extendiera más allá de la parte de su cuerpo que se exponía a la calle. El humo y el olor a menta lo tranquilizaban.
El llanto de los sueños se había secado en su cara, y perezosamente lo frotó con una de sus manos hasta retirarlo. Era una necedad preocupar a nadie, o dejar que su huella perdurara. Hacía mucho que el elfo había aceptado su pasado, podía hablar del sin añorarlo, sin temerlo o evitarlo, pero en el mundo de los sueños era como si nunca lo hubiese superado, porque volvía atrás en el tiempo, a vivirlo en las propias carnes, y no como una historia, propia sí, pero que se desprendía de su carne.
El tacto cálido de la mano de la joven en su espalda, sacó al elfo de su silenciosa contemplación. La mirada aguamarina se desplazó hasta ver de soslayo a la muchacha, con la camisa arrugada por haber sido usada de ropa de cama, y una expresión risueña pintada en la cara.
-Pensaba en la mente, esa parte que no es racional y que nos mueve. En como carece de la noción del tiempo, y puede moverse entre el como si todo aconteciera en el mismo momento, el presente. - La voz del trovador pseía la gravedad y ronquez típica de aquel que acababa de despertarse, con el añadido de que el ron y el cigarro acentuaban aquel rasgo. Por otro lado, y pese su gravedad, era clara, y en un tono bajo. No hacía falta hablar tan alto para que, en el silencio de la mañana y la intimidad del cuarto, se escucharan. Solo eran ellos y algunos pájaros, ni siquiera los gallos habían cantado. – Me debes un Aero. – Le recordó entonces, dando otro trago a la botella de ron, como si aquel fuera un desayuno de lo más normal y sano.
El elfo expandió un poco la abertura que había hecho entre las dos puertas que daban al balcón, permitiéndole a la muchacha contemplar los tonos rosados y anaranjados que se entrelazaban y conquistaban el cielo lentamente, alejando las tinieblas y los últimos trozos estrellados que todavía permanecían, tenues, en el cielo.
-Como todos los amaneceres. - Respondió el elfo con una risa breve. – Iguales y únicos al mismo tiempo. – Parecía algo divertido por aquel ultimo comentario, como si fuera alguna clase de chiste. El trovador encontraba gracioso como siempre sus congéneres citaban aquella escena, sus colores, su olor o los pájaros. Todos los amaneceres si se leían o escuchaban eran iguales, pero al observarlos, cada uno era distinto, y su esencia, incapturable.
Iltharion se giró por completo, apoyando la espalda en la puerta, dejando que la rendija le iluminara desde un costado, y recortara su sombra sobre la pared a la que daba el cabecero de la cama. Dio una calada pausada, y le colocó afectuosamente la palma sobre la cabeza a la muchacha, apartando con el pulgar, algún que otro mechón que se había desprendido de las trenzas mientras soñaba.
-Es muy temprano. – Exhaló aquel aromático vapor blanco. – No pensé que fueras a levantarte hasta mediodía, sobre todo después de lo cansado que fué el día de ayer. – No parecía que hubiera en aquello ninguna intención, oculta o clara de marcharse. La mirada del elfo repasó perezosamente el cuarto, reparando en lo vacía que había quedado la botella de vino rosado - ¿Cómo está tu cabeza? – Volvió a fijar en sus ojos la mirada, buscando alguna señal de resaca.
Un brillo en su propia mano llamó la atención al bardo, quien tardó unos segundos en percatarse de que todavía llevaba el anillo puesto. Le pareció extraño que tan rápido se había habituado a su peso, y le molestaba menos que las heridas de la mano. Aquello le generó cierto recazo, y algo de apuro por sacarlo, pero sabía que era una urgencia necia, aguardaría a irse del pueblo para volver a colocarlo en su lugar.
- ¿Dormiste bien? - Revolvió un poco el pelo de la joven antes de retirar la mano, le agradaba su tacto suave.
En algún momento de la noche, el pequeño aski había encontrado el modo de subirse al armario, desde allí, hecho un ovillo anaranjado, abrió uno de sus ojos turquesas y observó a los elfos unos instantes. Luego volvió a cerrarlo, no eran más dignos de su atención que el sueño, y en breves volvió a sumirse en un profundo descanso.
El ron le ardía en la garganta, y calentaba su cuerpo haciendo que la piel fría ye rizada por el aire no se extendiera más allá de la parte de su cuerpo que se exponía a la calle. El humo y el olor a menta lo tranquilizaban.
El llanto de los sueños se había secado en su cara, y perezosamente lo frotó con una de sus manos hasta retirarlo. Era una necedad preocupar a nadie, o dejar que su huella perdurara. Hacía mucho que el elfo había aceptado su pasado, podía hablar del sin añorarlo, sin temerlo o evitarlo, pero en el mundo de los sueños era como si nunca lo hubiese superado, porque volvía atrás en el tiempo, a vivirlo en las propias carnes, y no como una historia, propia sí, pero que se desprendía de su carne.
El tacto cálido de la mano de la joven en su espalda, sacó al elfo de su silenciosa contemplación. La mirada aguamarina se desplazó hasta ver de soslayo a la muchacha, con la camisa arrugada por haber sido usada de ropa de cama, y una expresión risueña pintada en la cara.
-Pensaba en la mente, esa parte que no es racional y que nos mueve. En como carece de la noción del tiempo, y puede moverse entre el como si todo aconteciera en el mismo momento, el presente. - La voz del trovador pseía la gravedad y ronquez típica de aquel que acababa de despertarse, con el añadido de que el ron y el cigarro acentuaban aquel rasgo. Por otro lado, y pese su gravedad, era clara, y en un tono bajo. No hacía falta hablar tan alto para que, en el silencio de la mañana y la intimidad del cuarto, se escucharan. Solo eran ellos y algunos pájaros, ni siquiera los gallos habían cantado. – Me debes un Aero. – Le recordó entonces, dando otro trago a la botella de ron, como si aquel fuera un desayuno de lo más normal y sano.
El elfo expandió un poco la abertura que había hecho entre las dos puertas que daban al balcón, permitiéndole a la muchacha contemplar los tonos rosados y anaranjados que se entrelazaban y conquistaban el cielo lentamente, alejando las tinieblas y los últimos trozos estrellados que todavía permanecían, tenues, en el cielo.
-Como todos los amaneceres. - Respondió el elfo con una risa breve. – Iguales y únicos al mismo tiempo. – Parecía algo divertido por aquel ultimo comentario, como si fuera alguna clase de chiste. El trovador encontraba gracioso como siempre sus congéneres citaban aquella escena, sus colores, su olor o los pájaros. Todos los amaneceres si se leían o escuchaban eran iguales, pero al observarlos, cada uno era distinto, y su esencia, incapturable.
Iltharion se giró por completo, apoyando la espalda en la puerta, dejando que la rendija le iluminara desde un costado, y recortara su sombra sobre la pared a la que daba el cabecero de la cama. Dio una calada pausada, y le colocó afectuosamente la palma sobre la cabeza a la muchacha, apartando con el pulgar, algún que otro mechón que se había desprendido de las trenzas mientras soñaba.
-Es muy temprano. – Exhaló aquel aromático vapor blanco. – No pensé que fueras a levantarte hasta mediodía, sobre todo después de lo cansado que fué el día de ayer. – No parecía que hubiera en aquello ninguna intención, oculta o clara de marcharse. La mirada del elfo repasó perezosamente el cuarto, reparando en lo vacía que había quedado la botella de vino rosado - ¿Cómo está tu cabeza? – Volvió a fijar en sus ojos la mirada, buscando alguna señal de resaca.
Un brillo en su propia mano llamó la atención al bardo, quien tardó unos segundos en percatarse de que todavía llevaba el anillo puesto. Le pareció extraño que tan rápido se había habituado a su peso, y le molestaba menos que las heridas de la mano. Aquello le generó cierto recazo, y algo de apuro por sacarlo, pero sabía que era una urgencia necia, aguardaría a irse del pueblo para volver a colocarlo en su lugar.
- ¿Dormiste bien? - Revolvió un poco el pelo de la joven antes de retirar la mano, le agradaba su tacto suave.
En algún momento de la noche, el pequeño aski había encontrado el modo de subirse al armario, desde allí, hecho un ovillo anaranjado, abrió uno de sus ojos turquesas y observó a los elfos unos instantes. Luego volvió a cerrarlo, no eran más dignos de su atención que el sueño, y en breves volvió a sumirse en un profundo descanso.
Iltharion Dur'Falas
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Re: El dulce más amargo [Interpretativo] [Privado] [+18]
Wind escuchó las palabras del bardo con cierto desconcierto, parecían demasiado místicas como para ser resultado de un pensamiento a tan temprana hora de la mañana. Ella apenas era capaz de encadenar dos frases seguidas después de las escasas horas de sueño y el dolor de cabeza por el alcohol, pero aun así, le pareció que algo no iba bien. Después del agotador día anterior y de la cantidad de ron que Iltharion se metió entre pecho y espalda, no debería haber podido despertarse naturalmente hasta dentro de varias horas y, además, parecía que le estaba dando al licor como si fuera un té de la mañana. Tras meditar unos instantes, frunció ligeramente el ceño y pensó que, o ella le había dado una buena patada o codazo mientras dormía o un mal sueño se había apoderado de su noche.
Que le hiciera notar que ahora le debía un aero, le sacó una suave carcajada acorde con el ambiente mañanero que reinaba en la habitación y en Lunargenta en general, y con una actuación exagerada toqueteó toda su camisa, dando pequeños golpes contra su piel. Después miró por dentro de las mangas y por el escote para, finalmente decir -Ahora no llevo nada- Levantó ambos brazos hacia los lados y añadió -Como no quieras que te de mi camisa, creo que me acabo de quedar aún más endeudada contigo- Los bajó de nuevo y volvió a reír, aunque en el tono de su voz reinaba la broma, en el fondo se podía dilucidar un deje serio que dejaba claro, que todo aquello que le debía desde el día anterior, se había convertido en un a deuda que pensaba devolver.
Después de aquel pequeño acto mañanero, decidió preguntar, la curiosidad era poderosa y, en cualquier caso, tampoco pensaba indagar demasiado en las respuestas que le diera, una cosa era ser curiosa y otra muy distinta, cotilla - ¿Acaso tuviste un mal sueño? – Su voz no sonó inquisitiva, tan solo curiosa y tranquila como si realmente la respuesta que le fuera a dar no fuera la gran cosa. Tampoco le resultaba tan extraño que eso hubiera lo que le había sucedido, ella misma sufría de pesadillas con bastante asiduidad y ya las consideraba una parte habitual de sus noches, especialmente, cuando el día no había ido todo lo bien que esperaba.
Cuando el pelirrojo abrió un poco más la ventana, Wind se asomó para observar aquellas luces que, realmente, acostumbraba poco a ver -Hacía bastante que no veía uno... debería madrugar más a menudo- Comentó mientras las luces bailaban cambiando de tono lentamente al mismo tiempo que, aquella luz, le dolía en los ojos debido al dolor de cabeza -Pero remolonear en la cama, siempre resulta más apetecible- Añadió sin dejar de observar los destellos que proporcionaba el amanecer y contrastaba con los pájaros que volaban por delante del sol.
El tacto de la mano de Iltharion sobre su cabeza, hizo que ensanchara la sonrisa. Si en aquel momento hubiera sido un gato, un ronroneo habría salido de su garganta por el gesto, que ella consideraba, tan cariñoso -Yo tampoco pensé en despertarme a estas horas, pero como a ti te han contratado para colocar las calles…- Se encogió de hombros -Decidí despertarme para ayudarte- Otra ligera risa, que se disipó en la habitación como el humo de la menta, salió de su boca al poner en voz alta aquella pequeña tontería que pensó nada más abrir los ojos.
Aquella pregunta hizo que Wind se quedara pensativa unos instantes, no porque no estuviera consciente del acuciante dolor que sentía en su cabeza, sino porque no quería molestarle ni robarle más medicina de la que ya lo había hecho el día anterior -Oh… El alcohol siempre hace estragos, pero se me pasará a lo largo del día- Se rascó la nuca y sonrió tímidamente al verse culpable de acabar ebria como si fuera una borracha de taberna, abrazando la botella y bebiendo de la misma sin mayor decoro -Por cómo le das al ron desde esta hora, ¿He de suponer que tú estás bien? - Preguntó tratando de apartar la atención de ella.
Otro ronroneo ficticio apareció en su cabeza cuando al tacto de la mano volvió a hacerse presente con aquel movimiento -Supongo que sí, pero es posible que no durmiera, sino que cayera desfallecida con el cansancio acumulado… y el vino- Volvió a reír -Pero las voces de la cama son altas y me llama deseosa de que vuelva a enredarme entre sus mantas- Comentó mientras bostezaba, pues, realmente tenía sueño y aún estaba cansada -Y no soy capaz de resistirme a una voz tan dulce como la suya- Añadió risueña. Aquellas pocas horas de sueño no habían conseguido acabar con su agotamiento, así que, sin mayor demora, volvió a la cama, quedando sentada, apoyando la espalda contra la pared en mitad del lecho.
Sonrió al fijarse en el pelo del bardo, que, a pesar de estar en una trenza, la noche había acabado por soltarle algunos mechones -Ilth…- Murmuró sin perder de vista al elfo - ¿Me dejas rehacerte la trenza? - Ensanchó la sonrisa y dio unos cuantos golpes sobre la colcha en frente suyo, invitándole a que se sentara -Porfi- Añadió como una chiquilla suplicante.
Eran pocas las ocasiones en las que realmente había tocado la cabellera del bardo, a pesar de que a la inversa, si había ocurrido numerosas veces. Sentía curiosidad por saber cuán suave sería aquel pelo del color del amanecer y si aquellas estelas blanquecinas, resultarían igual que el resto del cabello. Como si fuera un infante, comenzó a divagar en sus pensamientos sobre si el blanco sería más frío que el color cálido del resto del cabello, o si resultaría más suave como el pelaje de un peluche de felpa del mismo tono.
Que le hiciera notar que ahora le debía un aero, le sacó una suave carcajada acorde con el ambiente mañanero que reinaba en la habitación y en Lunargenta en general, y con una actuación exagerada toqueteó toda su camisa, dando pequeños golpes contra su piel. Después miró por dentro de las mangas y por el escote para, finalmente decir -Ahora no llevo nada- Levantó ambos brazos hacia los lados y añadió -Como no quieras que te de mi camisa, creo que me acabo de quedar aún más endeudada contigo- Los bajó de nuevo y volvió a reír, aunque en el tono de su voz reinaba la broma, en el fondo se podía dilucidar un deje serio que dejaba claro, que todo aquello que le debía desde el día anterior, se había convertido en un a deuda que pensaba devolver.
Después de aquel pequeño acto mañanero, decidió preguntar, la curiosidad era poderosa y, en cualquier caso, tampoco pensaba indagar demasiado en las respuestas que le diera, una cosa era ser curiosa y otra muy distinta, cotilla - ¿Acaso tuviste un mal sueño? – Su voz no sonó inquisitiva, tan solo curiosa y tranquila como si realmente la respuesta que le fuera a dar no fuera la gran cosa. Tampoco le resultaba tan extraño que eso hubiera lo que le había sucedido, ella misma sufría de pesadillas con bastante asiduidad y ya las consideraba una parte habitual de sus noches, especialmente, cuando el día no había ido todo lo bien que esperaba.
Cuando el pelirrojo abrió un poco más la ventana, Wind se asomó para observar aquellas luces que, realmente, acostumbraba poco a ver -Hacía bastante que no veía uno... debería madrugar más a menudo- Comentó mientras las luces bailaban cambiando de tono lentamente al mismo tiempo que, aquella luz, le dolía en los ojos debido al dolor de cabeza -Pero remolonear en la cama, siempre resulta más apetecible- Añadió sin dejar de observar los destellos que proporcionaba el amanecer y contrastaba con los pájaros que volaban por delante del sol.
El tacto de la mano de Iltharion sobre su cabeza, hizo que ensanchara la sonrisa. Si en aquel momento hubiera sido un gato, un ronroneo habría salido de su garganta por el gesto, que ella consideraba, tan cariñoso -Yo tampoco pensé en despertarme a estas horas, pero como a ti te han contratado para colocar las calles…- Se encogió de hombros -Decidí despertarme para ayudarte- Otra ligera risa, que se disipó en la habitación como el humo de la menta, salió de su boca al poner en voz alta aquella pequeña tontería que pensó nada más abrir los ojos.
Aquella pregunta hizo que Wind se quedara pensativa unos instantes, no porque no estuviera consciente del acuciante dolor que sentía en su cabeza, sino porque no quería molestarle ni robarle más medicina de la que ya lo había hecho el día anterior -Oh… El alcohol siempre hace estragos, pero se me pasará a lo largo del día- Se rascó la nuca y sonrió tímidamente al verse culpable de acabar ebria como si fuera una borracha de taberna, abrazando la botella y bebiendo de la misma sin mayor decoro -Por cómo le das al ron desde esta hora, ¿He de suponer que tú estás bien? - Preguntó tratando de apartar la atención de ella.
Otro ronroneo ficticio apareció en su cabeza cuando al tacto de la mano volvió a hacerse presente con aquel movimiento -Supongo que sí, pero es posible que no durmiera, sino que cayera desfallecida con el cansancio acumulado… y el vino- Volvió a reír -Pero las voces de la cama son altas y me llama deseosa de que vuelva a enredarme entre sus mantas- Comentó mientras bostezaba, pues, realmente tenía sueño y aún estaba cansada -Y no soy capaz de resistirme a una voz tan dulce como la suya- Añadió risueña. Aquellas pocas horas de sueño no habían conseguido acabar con su agotamiento, así que, sin mayor demora, volvió a la cama, quedando sentada, apoyando la espalda contra la pared en mitad del lecho.
Sonrió al fijarse en el pelo del bardo, que, a pesar de estar en una trenza, la noche había acabado por soltarle algunos mechones -Ilth…- Murmuró sin perder de vista al elfo - ¿Me dejas rehacerte la trenza? - Ensanchó la sonrisa y dio unos cuantos golpes sobre la colcha en frente suyo, invitándole a que se sentara -Porfi- Añadió como una chiquilla suplicante.
Eran pocas las ocasiones en las que realmente había tocado la cabellera del bardo, a pesar de que a la inversa, si había ocurrido numerosas veces. Sentía curiosidad por saber cuán suave sería aquel pelo del color del amanecer y si aquellas estelas blanquecinas, resultarían igual que el resto del cabello. Como si fuera un infante, comenzó a divagar en sus pensamientos sobre si el blanco sería más frío que el color cálido del resto del cabello, o si resultaría más suave como el pelaje de un peluche de felpa del mismo tono.
Windorind Crownguard
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El elfo encaró una ceja ligeramente al ver a la muchacha tantearse las ropas como si realmente buscaba aquel Aero que le correspondía, negó levemente y dió otro trago a su botella, un segundo fue interrumpido por la pequeña broma de la chiquilla, bajó el licor, y, con la misma mano que sostenía el cuello de la botella, separó el índice de esta y la señaló.
-No hagas ofertas que luego te puedas arrepentir de cumplir. - Amenazó jocoso. – No creo que quieras ir por los caminos con el disfraz porque me quedé con tu ropa. - Esbozó una medio sonrisa burlona y fugaz, que se quebró en el momento en el que dio una larga y profunda pipada de su cigarrillo.
El humo emergió lentamente de sus narinas, pequeñas columnas mentoladas que se curvaban y expandían, disipándose a medida que trazaban un arco hacia el techo de la habitación.
-Yo no tengo pesadillas, solo recuerdo cosas. - Se encogió vagamente de hombros.- De forma vivida.- Dio otro trago al licor, y luego alzó la botella para ver a contraluz como su contenido había quedado casi extinto.- Oooh…-Prosiguió en un tono de duda y misterio.- Quizás alguien me ha robado las sabanas.-La miró de soslayo con ese deje bromista y caprichoso que tenía el elfo cuando se metía con la pequeña.- Alguien es una pequeña acaparadora de ropa de cama.- La acusó con un tono más picaresco, recordando como la velada anterior había prácticamente creado un nido de colchas para acallar los indecorosos sonidos de su encuentro.
No es que el elfo quisiera ocultarle nada, pero tampoco pensaba que la chiquilla fuera a resultar interesante en algún modo que hace muchos, muchos años, había vivido en las calles, desfalleciendo por las esquinas al límite de morir de hambre.
Iltharion recordó la primera vez que se había despertado con la muchacha, esa noche en la que ella se había colado sin previo aviso en su cama, y al despertar se había escandalizado sin saber qué hacía allí, y no pudo evitar una pequeña y queda carcajada. Desde luego la joven tenía alguna que otra manía con dormir y las camas.
-No me sorprende. – Apuró las dos gotas solitarias que resbalaban de un lado a otro en el culo de la botella, haciendo parecer que quedaba más liquido del que realmente había, y dejó la botella entre las puertas del balcón, para evitar que esas se cerraran cuando su cuerpo dejó de hacer de tope. -El alcohol ayuda a pasar la resaca. -Le contó a la pequeña, pero se apuró a atajarse antes de que esta buscara la botella de vino rosado, y su contenido restante. - Pero también embriaga, si no toleras el alcohol, deberías bastarte con corteza de sauce.
Una sonrisa se pintó en el rostro del trovador al percatarse el gesto azorado de la muchacha, asumió que al rememorar su nada prudente consumo de alcohol antes de acostarse, y su comportamiento, breve pero gracioso con la botella. –Te creo. - Le dio la razón a su teoría de quedar desfallecida, aunque en el fondo, sabía que no era cierto del todo, solo para ver si así la avergonzaba un poco. Hacerle pasar vergüenza seguía siendo uno de los pasatiempos preferidos que tenía para con la joven de pelo azulado.
El elfo le hizo un vago gesto ofreciéndole la cama, indicando que no le molestaba que se recostara a dormir un rato más, aún era temprano-Ve. - Levantó la mano y por alguna clase de impulso natural, quizás por verla tan alegre y risueña, le pellizcó la mejilla con suavidad con el índice y el pulgar, para soltar una breve risa entre dientes ante dicho tacto.
El sanador la siguió hasta la cama con la mirada, para ver cómo se acomodaba en el centro de la misma, como si le perteneciera por completo. Se separó perezosamente de la pared, pero antes de que pudiera disponerse a hacer nada, se detuvo al oír que lo llamaba. Alzó ambas cejas ante dicha petición, pero asintió al verla tan entusiasmada. Tranquilamente caminó por la sala, y se hizo no solo con el cepillo, sino también con el manojo de cintas azules que guardaba, y cuando tuvo todo entre sus manos, se sentó allí donde Windorind le había indicado.
Dejo a su lado las dos herramientas que había recogido, y enderezó la espalda, de modo que el final de la trenza se apoyaba y doblaba sobre la colcha que cubría la cama.
Sostuvo el cigarro entre los dientes, fumando despacio, consumiendo con suma lentitud la brasa, y entre ambas manos deshizo el lazo que unía su pelo.
-Todo tuyo. - Se hecho el pelo hacia atrás, aun entrelazado, que se aflojaba sin deshacerse por completo al verse liberado. -Si me gusta lo que hagas lo llevaré todo el día. -Se comprometió el trovador, dándole cierta licencia artística a la muchacha, con lo que tenía entre manos.
La melena cobriza del elfo era sumamente suave, sin duda aplicaba los conocimientos que poseía sobre su cuidado. Su color claro se veía surcado por mechones canos, y si se deshacía lo que quedaba del peinado, se podía ver cómo tras toda la noche trenzado, había tomado la forma de suaves ondulaciones uniformes desde la nuca hasta un palmo antes de terminar su largo.
La espalda del trovador era ancha pro arriba y estrecha por debajo, apenas si se marcaba algún musculo en ella y la piel casi impoluta no mostraba más manchas que más que un par de pecas, y cuatro o cinco puñaladas, cicatrices muy ancianas.
Iltharion apoyó las palmas en el colchón, y casi sin moverse intentó atinar a verla de soslayo.
-¿Qué has soñado?.- Preguntó no porque no disfrutara de aquel silencio apacible de la mañana, si no con una curiosidad genuina, ahora que el tema el mundo onírico había revoloteado por su mente durante un buen rato.
-No hagas ofertas que luego te puedas arrepentir de cumplir. - Amenazó jocoso. – No creo que quieras ir por los caminos con el disfraz porque me quedé con tu ropa. - Esbozó una medio sonrisa burlona y fugaz, que se quebró en el momento en el que dio una larga y profunda pipada de su cigarrillo.
El humo emergió lentamente de sus narinas, pequeñas columnas mentoladas que se curvaban y expandían, disipándose a medida que trazaban un arco hacia el techo de la habitación.
-Yo no tengo pesadillas, solo recuerdo cosas. - Se encogió vagamente de hombros.- De forma vivida.- Dio otro trago al licor, y luego alzó la botella para ver a contraluz como su contenido había quedado casi extinto.- Oooh…-Prosiguió en un tono de duda y misterio.- Quizás alguien me ha robado las sabanas.-La miró de soslayo con ese deje bromista y caprichoso que tenía el elfo cuando se metía con la pequeña.- Alguien es una pequeña acaparadora de ropa de cama.- La acusó con un tono más picaresco, recordando como la velada anterior había prácticamente creado un nido de colchas para acallar los indecorosos sonidos de su encuentro.
No es que el elfo quisiera ocultarle nada, pero tampoco pensaba que la chiquilla fuera a resultar interesante en algún modo que hace muchos, muchos años, había vivido en las calles, desfalleciendo por las esquinas al límite de morir de hambre.
Iltharion recordó la primera vez que se había despertado con la muchacha, esa noche en la que ella se había colado sin previo aviso en su cama, y al despertar se había escandalizado sin saber qué hacía allí, y no pudo evitar una pequeña y queda carcajada. Desde luego la joven tenía alguna que otra manía con dormir y las camas.
-No me sorprende. – Apuró las dos gotas solitarias que resbalaban de un lado a otro en el culo de la botella, haciendo parecer que quedaba más liquido del que realmente había, y dejó la botella entre las puertas del balcón, para evitar que esas se cerraran cuando su cuerpo dejó de hacer de tope. -El alcohol ayuda a pasar la resaca. -Le contó a la pequeña, pero se apuró a atajarse antes de que esta buscara la botella de vino rosado, y su contenido restante. - Pero también embriaga, si no toleras el alcohol, deberías bastarte con corteza de sauce.
Una sonrisa se pintó en el rostro del trovador al percatarse el gesto azorado de la muchacha, asumió que al rememorar su nada prudente consumo de alcohol antes de acostarse, y su comportamiento, breve pero gracioso con la botella. –Te creo. - Le dio la razón a su teoría de quedar desfallecida, aunque en el fondo, sabía que no era cierto del todo, solo para ver si así la avergonzaba un poco. Hacerle pasar vergüenza seguía siendo uno de los pasatiempos preferidos que tenía para con la joven de pelo azulado.
El elfo le hizo un vago gesto ofreciéndole la cama, indicando que no le molestaba que se recostara a dormir un rato más, aún era temprano-Ve. - Levantó la mano y por alguna clase de impulso natural, quizás por verla tan alegre y risueña, le pellizcó la mejilla con suavidad con el índice y el pulgar, para soltar una breve risa entre dientes ante dicho tacto.
El sanador la siguió hasta la cama con la mirada, para ver cómo se acomodaba en el centro de la misma, como si le perteneciera por completo. Se separó perezosamente de la pared, pero antes de que pudiera disponerse a hacer nada, se detuvo al oír que lo llamaba. Alzó ambas cejas ante dicha petición, pero asintió al verla tan entusiasmada. Tranquilamente caminó por la sala, y se hizo no solo con el cepillo, sino también con el manojo de cintas azules que guardaba, y cuando tuvo todo entre sus manos, se sentó allí donde Windorind le había indicado.
Dejo a su lado las dos herramientas que había recogido, y enderezó la espalda, de modo que el final de la trenza se apoyaba y doblaba sobre la colcha que cubría la cama.
Sostuvo el cigarro entre los dientes, fumando despacio, consumiendo con suma lentitud la brasa, y entre ambas manos deshizo el lazo que unía su pelo.
-Todo tuyo. - Se hecho el pelo hacia atrás, aun entrelazado, que se aflojaba sin deshacerse por completo al verse liberado. -Si me gusta lo que hagas lo llevaré todo el día. -Se comprometió el trovador, dándole cierta licencia artística a la muchacha, con lo que tenía entre manos.
La melena cobriza del elfo era sumamente suave, sin duda aplicaba los conocimientos que poseía sobre su cuidado. Su color claro se veía surcado por mechones canos, y si se deshacía lo que quedaba del peinado, se podía ver cómo tras toda la noche trenzado, había tomado la forma de suaves ondulaciones uniformes desde la nuca hasta un palmo antes de terminar su largo.
La espalda del trovador era ancha pro arriba y estrecha por debajo, apenas si se marcaba algún musculo en ella y la piel casi impoluta no mostraba más manchas que más que un par de pecas, y cuatro o cinco puñaladas, cicatrices muy ancianas.
Iltharion apoyó las palmas en el colchón, y casi sin moverse intentó atinar a verla de soslayo.
-¿Qué has soñado?.- Preguntó no porque no disfrutara de aquel silencio apacible de la mañana, si no con una curiosidad genuina, ahora que el tema el mundo onírico había revoloteado por su mente durante un buen rato.
Iltharion Dur'Falas
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La amenaza sobre su ropa le sacó otra carcajada, pero, tras apenas unos instantes, temió que realmente pudiera haber algo de cierto en aquello, así que cogió la parte de delante de la camisa con ambas manos mientras se daba una especie de abrazo, y negó con la cabeza un par de veces -Otra vez el disfraz no, ya he tenido bastante de él- Respondió con pavor en la voz, realmente temerosa de tener que ponerse de nuevo esas dichosas telas, a las cuales, había acabado por cogerles una ingente cantidad de odio.
Wind prefirió no indagar más en los sueños del bardo, al menos, no por el momento. Si recordar su pasado había derivado en un corto sueño y una pronta ingesta de alcohol, sería porque aquella parte de su vida, no había sido algo demasiado agradable de recordar.
El rubor subió a su rostro mientras volvía a reírse con cierto nerviosismo. Recordaba bien cómo la noche anterior había hecho acopio de sábanas alrededor de su cuerpo tratando de mantener las manos ocupadas y gestionar mejor las sensaciones que la apabullaban -La otra posibilidad que se me había ocurrido, era que te hubiera dado una patada… o un codazo- Más vergüenza apareció en su rostro, pero esta era causada por una realidad que no sería la primera vez que vivía. En más de una ocasión el pobre Turion había acabado fuera de la cama por culpa de alguna que otra agresión nocturna -Pero prefiero la idea de que te he robado las sábanas- Le sacó la lengua y el tono de su rostro comenzó a disminuir al mismo tiempo que la vergüenza pasaba.
La muchacha frunció el ceño cuando le vio apurar de aquella manera el licor, como si le resultara curioso el ansia por apurar hasta la última gota de ron -Yo soy de las que prefieren el té por las mañanas, pero si quieres seguir pasando la resaca con alcohol, tienes el vino que me sobró ahí- Comentó mientras señalaba por encima de hombro la botella de alcohol, en la cual no quedaba ni un cuarto de lo que había contenido en un principio. A pesar de aquella afirmación, no habían sido pocas las mañanas frías en las que, echarle un buen trago a algún licor, había conseguido que su cuerpo se templara y así poder dejar de tiritar. En cualquier caso, prefería dejar de tomar más remedios por un tiempo, había acabado realmente hastiada de medicina por su excesivo uso el día anterior.
Aquella afirmación hizo que un color rosado se posara sobre sus mejillas -Realmente te encanta verme sufrir- Comentó mientras hinchaba los mofletes como una niña pequeña. Apenas había terminado de exponer sus ganas de volver a la cama cuando un pequeño pellizco inesperado quedó en su mejilla, haciendo que ella también se riera suavemente. Eso era nuevo, nuevo y agradable. Le sacó la lengua, y se dirigió a la cama sonriente… y desvelada.
Wind ensanchó la sonrisa feliz, realmente no estaba segura de que el bardo aceptara, pero estaba pletórica de pensar en poder moldear aquel pelo tan largo. Con la cantidad de cuidados que le hacía al cabello, debía ser como la seda y, precisamente por eso mismo, no contaba con que la dejara peinarle. No eran pocas las personas que conocía que, cuanto más hermoso tenían el pelo, menos permitían a la gente acercarse a él.
Se enderezó en cuanto Iltharion se sentó en la cama, con la intención de quedar a la mejor altura posible, pero parecía seguir siendo demasiado bajita para poder trabajar el pelo desde arriba, así que se puso de rodillas y, ahora con un ángulo mucho más cómodo, comenzó a atusarle el cabello con los dedos para deshacer la trenza al completo.
La melena del pelirrojo era tan suave como se esperaba, la trenza no tardó en convertirse en mechones diferenciados y ligeramente ondulados, por lo cuales, la elfina pasaba los dedos para desenredar el grueso de los nudos que pudieran haberse formado. Después cogió el cepillo y comenzó a peinarlo despacio, tan largo como era y disfrutando de cada una de aquellas pasadas -Oh…- Exclamó la muchacha pensativa -Pues ha sido uno de esos sueños raros, sin demasiado sentido, probablemente causados por el vino- Añadió mientras seguía observando el cabello con absoluta dedicación -Estaba en mi habitación de Vulwulfar, cuando una ráfaga de viento, convirtió uno de mis peluches del felpa, en un gatito blanco… aunque el peluche en realidad era un osito- Se rio por lo bajo y dejó el cepillo a un lado para comenzar a acariciar la cabeza del bardo, con las yemas haciendo círculos en el inicio del pelo, con la intención de que el cabello cogiera más volumen después de haberlo dejado demasiado lacio con el cepillo -Después y no soy capaz de recordar cómo… o por qué, yo tenía un vestido largo rosa, digno de la mayor de las princesas y corría por la calle con el gatito en brazos- Hizo una pausa y separó un mechón pequeño de un lado de la cabeza, dejándolo apartado por delante -Agacha la cabeza un poquito- Pidió Wind mientras comenzaba a hacer una trenza en el mismo lado que cruzaba parte de su cabeza mientras bajaba. Tras unos movimientos, intercalaba un mechón nuevo, así hasta tres veces – Después, el gato saltó de mis brazos cayendo sobre el suelo, que pare´cian plumas... como si fuera un colchón de noble y se convirtió en un imponente dragón blanco al que le rogué que me llevara…No recuerdo a donde- Siguió con aquella larga trenza y, en la zona detrás de las orejas, hizo lo mismo, con otros mechones, los intercaló en la trenza principal -El caso, es que el dragón aceptaba y me llevaba a los jardines de la casa de… bueno, mi… ¿Ex prometido? - Pensó en cambiar aquella parte, pero ¿Para qué? Tampoco es que le importara lo más mínimo que Iltharion se enterara de aquello, sobre todo después del numerito con el matrimonio que vivieron el día anterior -Pero en vez de llegar allí, acababa en unas montañas nevadas, tan hermosas que causaba dolor y tan amplias, que juraría que no podría recorrerlas ni en las 7 vidas que tenía aquel gatito de mi sueño- Ató la trenza con una cinta, con un nudo provisional y repitió el mismo proceso por el otro lado, pasando la trenza por encima de la anterior, formando con ellas un 8 que se repetiría constantemente. -El dragón desapareció y yo quedé allí, sola y vestida como si fuera a un baile- Volvió a reír ante semejante imagen y terminó de explicar el sueño -Di un paso hacia delante y volví a mi habitación, esta vez, con una camisa de hombre como único ropaje, dónde el dragón estaba durmiendo ocupando todo el espacio libre de la sala, mientras con la garra, sujetaba mi peluche de felpa- Se encogió de hombros y dio por finalizada aquella historieta al mismo tiempo que cogia otro lazo y repetía el nudo en la segunda trenza. Soltó la primera, y continuó haciendola, con el mismo patrón que había hecho antes. Ese proceso lo repetiría constantemente, hasta acabar con todo el cabello.
-Tienes el pelo tan suave, que se me resbala entre los dedos- Halagó la elfina con una sonrisa, mientras disfrutaba de aquel tacto - ¿Y tú qué has soñado? - Preguntó inocentemente la muchacha mientras seguía con aquellas eses de pelo, trazando un patrón constante. Tardó unos instantes en percatarse de que aquello ya lo habían hablado antes y que, ella misma había decidido no preguntar sobre el mal sueño -Oh, perdón, se me había olvidado… Estoy tan concentrada con el cabello que no pienso lo que digo- Se disculpó nerviosamente Wind por haber sido demasiado indiscreta -No me lo cuentes si no quieres, los malos recuerdos es mejor darlos por cerrados- Añadió la elfina mientras volvía a sentarse sobre sus rodillas para alcanzar la segunda parte del pelo de Iltharion.
Wind prefirió no indagar más en los sueños del bardo, al menos, no por el momento. Si recordar su pasado había derivado en un corto sueño y una pronta ingesta de alcohol, sería porque aquella parte de su vida, no había sido algo demasiado agradable de recordar.
El rubor subió a su rostro mientras volvía a reírse con cierto nerviosismo. Recordaba bien cómo la noche anterior había hecho acopio de sábanas alrededor de su cuerpo tratando de mantener las manos ocupadas y gestionar mejor las sensaciones que la apabullaban -La otra posibilidad que se me había ocurrido, era que te hubiera dado una patada… o un codazo- Más vergüenza apareció en su rostro, pero esta era causada por una realidad que no sería la primera vez que vivía. En más de una ocasión el pobre Turion había acabado fuera de la cama por culpa de alguna que otra agresión nocturna -Pero prefiero la idea de que te he robado las sábanas- Le sacó la lengua y el tono de su rostro comenzó a disminuir al mismo tiempo que la vergüenza pasaba.
La muchacha frunció el ceño cuando le vio apurar de aquella manera el licor, como si le resultara curioso el ansia por apurar hasta la última gota de ron -Yo soy de las que prefieren el té por las mañanas, pero si quieres seguir pasando la resaca con alcohol, tienes el vino que me sobró ahí- Comentó mientras señalaba por encima de hombro la botella de alcohol, en la cual no quedaba ni un cuarto de lo que había contenido en un principio. A pesar de aquella afirmación, no habían sido pocas las mañanas frías en las que, echarle un buen trago a algún licor, había conseguido que su cuerpo se templara y así poder dejar de tiritar. En cualquier caso, prefería dejar de tomar más remedios por un tiempo, había acabado realmente hastiada de medicina por su excesivo uso el día anterior.
Aquella afirmación hizo que un color rosado se posara sobre sus mejillas -Realmente te encanta verme sufrir- Comentó mientras hinchaba los mofletes como una niña pequeña. Apenas había terminado de exponer sus ganas de volver a la cama cuando un pequeño pellizco inesperado quedó en su mejilla, haciendo que ella también se riera suavemente. Eso era nuevo, nuevo y agradable. Le sacó la lengua, y se dirigió a la cama sonriente… y desvelada.
Wind ensanchó la sonrisa feliz, realmente no estaba segura de que el bardo aceptara, pero estaba pletórica de pensar en poder moldear aquel pelo tan largo. Con la cantidad de cuidados que le hacía al cabello, debía ser como la seda y, precisamente por eso mismo, no contaba con que la dejara peinarle. No eran pocas las personas que conocía que, cuanto más hermoso tenían el pelo, menos permitían a la gente acercarse a él.
Se enderezó en cuanto Iltharion se sentó en la cama, con la intención de quedar a la mejor altura posible, pero parecía seguir siendo demasiado bajita para poder trabajar el pelo desde arriba, así que se puso de rodillas y, ahora con un ángulo mucho más cómodo, comenzó a atusarle el cabello con los dedos para deshacer la trenza al completo.
La melena del pelirrojo era tan suave como se esperaba, la trenza no tardó en convertirse en mechones diferenciados y ligeramente ondulados, por lo cuales, la elfina pasaba los dedos para desenredar el grueso de los nudos que pudieran haberse formado. Después cogió el cepillo y comenzó a peinarlo despacio, tan largo como era y disfrutando de cada una de aquellas pasadas -Oh…- Exclamó la muchacha pensativa -Pues ha sido uno de esos sueños raros, sin demasiado sentido, probablemente causados por el vino- Añadió mientras seguía observando el cabello con absoluta dedicación -Estaba en mi habitación de Vulwulfar, cuando una ráfaga de viento, convirtió uno de mis peluches del felpa, en un gatito blanco… aunque el peluche en realidad era un osito- Se rio por lo bajo y dejó el cepillo a un lado para comenzar a acariciar la cabeza del bardo, con las yemas haciendo círculos en el inicio del pelo, con la intención de que el cabello cogiera más volumen después de haberlo dejado demasiado lacio con el cepillo -Después y no soy capaz de recordar cómo… o por qué, yo tenía un vestido largo rosa, digno de la mayor de las princesas y corría por la calle con el gatito en brazos- Hizo una pausa y separó un mechón pequeño de un lado de la cabeza, dejándolo apartado por delante -Agacha la cabeza un poquito- Pidió Wind mientras comenzaba a hacer una trenza en el mismo lado que cruzaba parte de su cabeza mientras bajaba. Tras unos movimientos, intercalaba un mechón nuevo, así hasta tres veces – Después, el gato saltó de mis brazos cayendo sobre el suelo, que pare´cian plumas... como si fuera un colchón de noble y se convirtió en un imponente dragón blanco al que le rogué que me llevara…No recuerdo a donde- Siguió con aquella larga trenza y, en la zona detrás de las orejas, hizo lo mismo, con otros mechones, los intercaló en la trenza principal -El caso, es que el dragón aceptaba y me llevaba a los jardines de la casa de… bueno, mi… ¿Ex prometido? - Pensó en cambiar aquella parte, pero ¿Para qué? Tampoco es que le importara lo más mínimo que Iltharion se enterara de aquello, sobre todo después del numerito con el matrimonio que vivieron el día anterior -Pero en vez de llegar allí, acababa en unas montañas nevadas, tan hermosas que causaba dolor y tan amplias, que juraría que no podría recorrerlas ni en las 7 vidas que tenía aquel gatito de mi sueño- Ató la trenza con una cinta, con un nudo provisional y repitió el mismo proceso por el otro lado, pasando la trenza por encima de la anterior, formando con ellas un 8 que se repetiría constantemente. -El dragón desapareció y yo quedé allí, sola y vestida como si fuera a un baile- Volvió a reír ante semejante imagen y terminó de explicar el sueño -Di un paso hacia delante y volví a mi habitación, esta vez, con una camisa de hombre como único ropaje, dónde el dragón estaba durmiendo ocupando todo el espacio libre de la sala, mientras con la garra, sujetaba mi peluche de felpa- Se encogió de hombros y dio por finalizada aquella historieta al mismo tiempo que cogia otro lazo y repetía el nudo en la segunda trenza. Soltó la primera, y continuó haciendola, con el mismo patrón que había hecho antes. Ese proceso lo repetiría constantemente, hasta acabar con todo el cabello.
-Tienes el pelo tan suave, que se me resbala entre los dedos- Halagó la elfina con una sonrisa, mientras disfrutaba de aquel tacto - ¿Y tú qué has soñado? - Preguntó inocentemente la muchacha mientras seguía con aquellas eses de pelo, trazando un patrón constante. Tardó unos instantes en percatarse de que aquello ya lo habían hablado antes y que, ella misma había decidido no preguntar sobre el mal sueño -Oh, perdón, se me había olvidado… Estoy tan concentrada con el cabello que no pienso lo que digo- Se disculpó nerviosamente Wind por haber sido demasiado indiscreta -No me lo cuentes si no quieres, los malos recuerdos es mejor darlos por cerrados- Añadió la elfina mientras volvía a sentarse sobre sus rodillas para alcanzar la segunda parte del pelo de Iltharion.
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Windorind Crownguard
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Re: El dulce más amargo [Interpretativo] [Privado] [+18]
Iltharión rió, con esa ronquez que se había adueñado temporalmente de su voz, ante el pánico implícito a la idea de tener que volver con pintas de hada por el camino. Quizás temiendo no poder desprenderse del disfraz de nuevo, o enfrentarse a la naturaleza de los hombres un día menos festivo, en donde la piel que mostraba dejaba de ser una más de toda la que se exponía en el festejo, a algo único y llamativo que la volvería una diana.
El rubor que sufrió la joven el elfo lo asoció a su propio comentario sobre las sabanas, y a la alusión que eso implicaba, fuera o no realmente el origen. No era infalible. En cualquier caso, la rojez que se había adueñado de los blanquecinos pómulos de la elfina desapareció presta, y el trovador no hizo ninguna clase de jugada para intentar recomponerlo, al menos, no aún.
Con un gesto vago y grácil, como eran todos los suyos, de la mano, rechazó la oferta de tomar el vino que le había quedado a la joven. Primero porque era suave, segundo, porque le sentaba mal mezclar licores, y no tenía ganas de empezar el día aun peor, y, por último, porque había sido suficiente ron como para perder una ligera sensibilidad en las puntas de los dedos, y sentir el calor en el cuerpo, aun y que la fresca brisa de la mañana, se colaba en su costado y recorría toda su desnudez.
-Estoy bien con lo que he tomado. – Se excusó, riendo con brevedad al ver aparecer de nuevo aquel rubor. – Un poco. – Admitió ante la acusación de la pequeña. – Pero es parte de mi encanto. –Le guiñó un ojo, sabiendo que, además, a la chiquilla, le agradaba en cierto modo ser víctima de sus pequeñas jugarretas.
Sobre la cama, y ya con los dedos de Windorind entrelazarse con su cabello, el bardo cerró los ojos relajado. Siempre le había agradado que lo peinaran, era, quizás, uno de los pocos gestos que recordaba con nostalgia de su niñez, y desde luego, una atención escasa, pues debía poseer un mínimo de confianza con alguien para permitirle trastear con su melena, para tener la seguridad de que no iba a estropeársela.
Con los ojos entornados, o cerrados por completo, de forma alternada, fumaba apaciblemente el elfo que se hallaba en el otoño de su vida. Sobre la negrura de sus parpados, fue formulando las imágenes que le narraba la joven, la alcoba, que si bien no conocía sustituyo con la que él había ocupado, el gato, la joven y su vestido, incluso el dragón. Una serie de imágenes difusas, que solo cobraban nitidez en los detalles que ella mencionaba, aparecían animadas y llenas de vida en su mente.
-Menudas aventuras. ¿Tiendes a soñar esa clase de cosas? - Era un sueño extraño, sin embargo, parecía haber sido bastante divertido y curioso, y el elfo deseó que su mente dormida le obsequiara algún día con esas peripecias fantásticas.
-Gracias. -Abrió un ojo el elfo, curioso, intentando ver inútilmente de soslayo que ocurría en su melena, pero solo pudo ver parte del costado de la joven y de su brazo, pues no movió la cabeza, obediente, como si estuviera acostumbrado a que lo arreglasen. - Lo cuido bastante, entre otras cosas, con lo que te expliqué ayer. – Comentó, haciendo alusión a aquel ungüento para el cabello cuya receta le había transmitido.
En cuanto al sueño o recuerdo, no parecía para nada alterado, simplemente con una leve sorpresa de que la joven hubiera denotado alguna clase de curiosidad por aquel tema.
-La vida tiene, ineludiblemente momentos malos, nos moldean y nos empujan a un camino u otro. No me avergüenzo de mi pasado, ni tampoco lo temo. Simplemente no quiero volver a vivirlo. Tampoco esperaba que interesara a nadie, no es trepidante. - Le advirtió, exhalando con una parsimonia que denotaba que no se hallaba alterado. – Quedé de muy chico solo viviendo en las calles de Lunargenta, como era pequeño y no tenía fuerza, el resto de niños me robaban lo que mendigaba. Además, la mayoría de niños roban para adultos que los manejan, y que se quedan con casi todos, allí tampoco me fue bien, porque de la poca comida que nos daban a cada uno, apenas si me quedaba nada. Realmente era muy escuálido. - La voz del trovador era completamente tranquila, como si no hubiera pesar ni nada malo en lo que contaba, pero seguía siendo aquel tono de recuerdo, lleno de ese timbre pensativo del que intenta procurar el máximo detalle. – Estuve al borde de morir de hambre varias veces, recordé la última de ellas, era una sensación horrible, así que debe de ser eso lo que me ha despertado. Como sea, no pase así demasiado tiempo tampoco. - Le restó importancia con un gesto de su mano. -No soy un gran protagonista para historias. - Se excusó el trovador, que seguía manteniendo que era mejor narrador que personaje, ya que odiaba despertar compasión hacia sí mismo, y parte de su vida había sido un drama.
-Tengo curiosidad. - Prosiguió el elfo. - Siento como estás trenzando mucho, ¿Qué estás haciendo? - No había duda en su voz, tampoco desconfianza, solo una curiosidad que no podía ser saldada de otra forma que no fuera preguntando.
El rubor que sufrió la joven el elfo lo asoció a su propio comentario sobre las sabanas, y a la alusión que eso implicaba, fuera o no realmente el origen. No era infalible. En cualquier caso, la rojez que se había adueñado de los blanquecinos pómulos de la elfina desapareció presta, y el trovador no hizo ninguna clase de jugada para intentar recomponerlo, al menos, no aún.
Con un gesto vago y grácil, como eran todos los suyos, de la mano, rechazó la oferta de tomar el vino que le había quedado a la joven. Primero porque era suave, segundo, porque le sentaba mal mezclar licores, y no tenía ganas de empezar el día aun peor, y, por último, porque había sido suficiente ron como para perder una ligera sensibilidad en las puntas de los dedos, y sentir el calor en el cuerpo, aun y que la fresca brisa de la mañana, se colaba en su costado y recorría toda su desnudez.
-Estoy bien con lo que he tomado. – Se excusó, riendo con brevedad al ver aparecer de nuevo aquel rubor. – Un poco. – Admitió ante la acusación de la pequeña. – Pero es parte de mi encanto. –Le guiñó un ojo, sabiendo que, además, a la chiquilla, le agradaba en cierto modo ser víctima de sus pequeñas jugarretas.
Sobre la cama, y ya con los dedos de Windorind entrelazarse con su cabello, el bardo cerró los ojos relajado. Siempre le había agradado que lo peinaran, era, quizás, uno de los pocos gestos que recordaba con nostalgia de su niñez, y desde luego, una atención escasa, pues debía poseer un mínimo de confianza con alguien para permitirle trastear con su melena, para tener la seguridad de que no iba a estropeársela.
Con los ojos entornados, o cerrados por completo, de forma alternada, fumaba apaciblemente el elfo que se hallaba en el otoño de su vida. Sobre la negrura de sus parpados, fue formulando las imágenes que le narraba la joven, la alcoba, que si bien no conocía sustituyo con la que él había ocupado, el gato, la joven y su vestido, incluso el dragón. Una serie de imágenes difusas, que solo cobraban nitidez en los detalles que ella mencionaba, aparecían animadas y llenas de vida en su mente.
-Menudas aventuras. ¿Tiendes a soñar esa clase de cosas? - Era un sueño extraño, sin embargo, parecía haber sido bastante divertido y curioso, y el elfo deseó que su mente dormida le obsequiara algún día con esas peripecias fantásticas.
-Gracias. -Abrió un ojo el elfo, curioso, intentando ver inútilmente de soslayo que ocurría en su melena, pero solo pudo ver parte del costado de la joven y de su brazo, pues no movió la cabeza, obediente, como si estuviera acostumbrado a que lo arreglasen. - Lo cuido bastante, entre otras cosas, con lo que te expliqué ayer. – Comentó, haciendo alusión a aquel ungüento para el cabello cuya receta le había transmitido.
En cuanto al sueño o recuerdo, no parecía para nada alterado, simplemente con una leve sorpresa de que la joven hubiera denotado alguna clase de curiosidad por aquel tema.
-La vida tiene, ineludiblemente momentos malos, nos moldean y nos empujan a un camino u otro. No me avergüenzo de mi pasado, ni tampoco lo temo. Simplemente no quiero volver a vivirlo. Tampoco esperaba que interesara a nadie, no es trepidante. - Le advirtió, exhalando con una parsimonia que denotaba que no se hallaba alterado. – Quedé de muy chico solo viviendo en las calles de Lunargenta, como era pequeño y no tenía fuerza, el resto de niños me robaban lo que mendigaba. Además, la mayoría de niños roban para adultos que los manejan, y que se quedan con casi todos, allí tampoco me fue bien, porque de la poca comida que nos daban a cada uno, apenas si me quedaba nada. Realmente era muy escuálido. - La voz del trovador era completamente tranquila, como si no hubiera pesar ni nada malo en lo que contaba, pero seguía siendo aquel tono de recuerdo, lleno de ese timbre pensativo del que intenta procurar el máximo detalle. – Estuve al borde de morir de hambre varias veces, recordé la última de ellas, era una sensación horrible, así que debe de ser eso lo que me ha despertado. Como sea, no pase así demasiado tiempo tampoco. - Le restó importancia con un gesto de su mano. -No soy un gran protagonista para historias. - Se excusó el trovador, que seguía manteniendo que era mejor narrador que personaje, ya que odiaba despertar compasión hacia sí mismo, y parte de su vida había sido un drama.
-Tengo curiosidad. - Prosiguió el elfo. - Siento como estás trenzando mucho, ¿Qué estás haciendo? - No había duda en su voz, tampoco desconfianza, solo una curiosidad que no podía ser saldada de otra forma que no fuera preguntando.
Iltharion Dur'Falas
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Re: El dulce más amargo [Interpretativo] [Privado] [+18]
Wind hizo un mohín cuando Iltharion admitió que meterse con ella, le entretenía. No era que a ella le molestara especialmente, de hecho, encontraba cierta diversión en aquellas bromas que trataban de fastidiarla de algún modo, pero que lo admitiera tan alegremente era, como poco, indecoroso. A pesar de su mohín, la sonrisa no tardó en volver a sus labios, demostrando que realmente, le hacía gracia que el bardo lo admitiera y lo considerara como una parte de sus encantos.
Aquel sueño incluso le causaba gracia a la propia elfina, como si fuera una especie de chiste que le hubiera contado su cabeza mientras dormía, para acabar con el cansancio y los momentos malos del día anterior -Mmmm…- Murmuró la elfa pensativa mientras seguía trenzándole el pelo al bardo -Lo cierto es que no suelen ser tan aleatorios…- Sonrió pensó que, realmente sí que había sido toda una odisea el sueño de aquella noche -Pero es habitual que mis sueños mezclen la realidad con la ficción de maneras algo extravagantes- Añadió sin perder la sonrisa -Por ejemplo, aunque el vestido no lo había visto nunca, al dragón o al osito de felpa sí- Se encogió de hombros y volvió a deshacer nudos, para hacerlos de nuevo en el otro lado -Pero no siempre son tan divertidos- Concluyó Wind con cierto trasfondo serio en su voz, a pesar de que la sonrisa seguía dominando sus palabras.
El cabello pelirrojo de Illtharion discurría suavemente por los hábiles dedos de la elfina, la cual trenzaba, anudaba y deshacía nudos con una facilidad asombrosa, demasiado asombrosa incluso, especialmente porque sus habilidades generales para realizar tareas manuales que requerían de destreza y precisión no eran especialmente buenas… por no decir malas.
Wind se sonrojó por la vergüenza nerviosa de haber instado a Iltharion a que le contara su sueño. No quería que tuviera que recordar aquello y mucho menos deseaba que aparte de recordarlo, tuviera que ponerlo en palabras. Aquellas cosas sólo hacían los sueños más vívidos y más molestos, y lo último que deseaba era que el pelirrojo tuviera que pasar un mal rato porque ella no había sido capaz de controlar sus palabras… otra vez.
Lo cierto era que no esperaba que se lo contara, creía que aceptaría que a la muchacha se le habían escapado las palabras de la boca por culpa de estar concentrada con su cabello, pero parecía más dispuesto a contarlo de lo que Wind esperaba – El pasado de la gente, como bien dices, es lo que te ha llevado a ser quien eres… Todos los pasados tienen algo de interesante- Comentó antes de que el elfo comenzara a explicar su noche.
En cuanto el pelirrojo comenzó a hablar, la elfina guardó silencio, un silencio que tan sólo se veía interrumpido por el sonido de algunos pájaros madrugadores y por las cintas deshaciéndose y volviendo a anudarse ininterrumpidamente.
Tan sólo la primera frase, consiguió que Wind quedara sorprendida. No imaginaba a Iltharion como un niño desvalido por las calles, aunque lo de que le robaran por ser fuerte, sí que se lo creía. Las manos de la elfa no dejaron de moverse en ningún momento, como si todo aquello no la turbara lo más mínimo, aunque fuera solo por fuera. Pensó en hacer algún comentario cuando terminó de contar la primera parte del sueño, pero decidió mantener el silencio a la espera de que el bardo volviera a hablar.
La historia era triste, sin duda, pero, a pesar de que Wind realmente lamentó la suerte del pelirrojo, tampoco era una historia tan inusual, no eran pocos los chiquillos que se veían por las calles mendigando un trozo de pan… y no eran pocos a los que la elfa daba comida esperando que aquello les mantuviera con vida unos días más, incluso aunque ella msima quedara sin comer. -Debió ser duro…- Murmuró a falta de algo mejor que decir y, a pesar de lo que se pudiera esperar, sí había lástima en sus palabras, pero la resignación pesaba más que aquella pena. Sabía que aquellas historias del pasado eran parte habitual de la vida de mucha gente y lo cierto era, que se alegraba de que Iltharion pudiera haber salido adelante -Pero si no duró mucho, supongo que está bien, especialmente, porque a día de hoy estás aquí- Las manos siguieron trenzando el cabello ágiles y delicadas -Aunque no te imagino como un muchachito bajito y asustadizo- Aquello era una verdad absoluta, Iltharion que parecía ser más alto que una torre no parecía haber sido un chiquillo pequeño nunca, casi podía imaginarse a un muchacho demasiado alto para su edad en vez de al contrario.
Suspiró al escuchar la última frase sobre su protagonismo en las historias, pero no hizo comentario alguno, prefirió no alentarle sobre que contara o dejara de contar más de su vida, por si acaso era demasiado y él acababa hastiado con ella.
Wind rio suavemente ante aquella pregunta -Es una trenza doble en forma de 8- Tal vez no era la mejor de las explicaciones, pero no sabía cómo decirlo de una manera más clara -Es un buen peinado, dura bastante y retira el pelo del rostro- Se encogió de hombros y llegó a la parte final del cabello -Es buena para dormir o para estar cómodo en general. Al tener tanto lio de pelo, no suele deshacerse demasiado rápido- Terminó de explicar y, al mismo tiempo anudó la cinta al final del cabello, cogiendo ambas trenzas, con un lazo sencillo -Ya está- Sonrió satisfecha y se echó para atrás, apoyándose sobre sus brazos para poder estirarse -El único inconveniente es que no es cómoda si quieres llevar el pelo por delante de los hombros- Al tener las trenzas orientadas hacia atrás, resultaba francamente incómodo tratar de mover el peinado hacia el torso por encima del hombro -Si quieres mirar alguna parte especialmente, tengo un espejito en mi bolsa para que puedas hacer reflejo con dos espejos- Comentó la elfina sonriente.
- ¿Y bien? ¿Te quedarás con el peinado todo el día? ¿O pruebo a hacerte otro distinto? - Preguntó divertida.
Aquel sueño incluso le causaba gracia a la propia elfina, como si fuera una especie de chiste que le hubiera contado su cabeza mientras dormía, para acabar con el cansancio y los momentos malos del día anterior -Mmmm…- Murmuró la elfa pensativa mientras seguía trenzándole el pelo al bardo -Lo cierto es que no suelen ser tan aleatorios…- Sonrió pensó que, realmente sí que había sido toda una odisea el sueño de aquella noche -Pero es habitual que mis sueños mezclen la realidad con la ficción de maneras algo extravagantes- Añadió sin perder la sonrisa -Por ejemplo, aunque el vestido no lo había visto nunca, al dragón o al osito de felpa sí- Se encogió de hombros y volvió a deshacer nudos, para hacerlos de nuevo en el otro lado -Pero no siempre son tan divertidos- Concluyó Wind con cierto trasfondo serio en su voz, a pesar de que la sonrisa seguía dominando sus palabras.
El cabello pelirrojo de Illtharion discurría suavemente por los hábiles dedos de la elfina, la cual trenzaba, anudaba y deshacía nudos con una facilidad asombrosa, demasiado asombrosa incluso, especialmente porque sus habilidades generales para realizar tareas manuales que requerían de destreza y precisión no eran especialmente buenas… por no decir malas.
Wind se sonrojó por la vergüenza nerviosa de haber instado a Iltharion a que le contara su sueño. No quería que tuviera que recordar aquello y mucho menos deseaba que aparte de recordarlo, tuviera que ponerlo en palabras. Aquellas cosas sólo hacían los sueños más vívidos y más molestos, y lo último que deseaba era que el pelirrojo tuviera que pasar un mal rato porque ella no había sido capaz de controlar sus palabras… otra vez.
Lo cierto era que no esperaba que se lo contara, creía que aceptaría que a la muchacha se le habían escapado las palabras de la boca por culpa de estar concentrada con su cabello, pero parecía más dispuesto a contarlo de lo que Wind esperaba – El pasado de la gente, como bien dices, es lo que te ha llevado a ser quien eres… Todos los pasados tienen algo de interesante- Comentó antes de que el elfo comenzara a explicar su noche.
En cuanto el pelirrojo comenzó a hablar, la elfina guardó silencio, un silencio que tan sólo se veía interrumpido por el sonido de algunos pájaros madrugadores y por las cintas deshaciéndose y volviendo a anudarse ininterrumpidamente.
Tan sólo la primera frase, consiguió que Wind quedara sorprendida. No imaginaba a Iltharion como un niño desvalido por las calles, aunque lo de que le robaran por ser fuerte, sí que se lo creía. Las manos de la elfa no dejaron de moverse en ningún momento, como si todo aquello no la turbara lo más mínimo, aunque fuera solo por fuera. Pensó en hacer algún comentario cuando terminó de contar la primera parte del sueño, pero decidió mantener el silencio a la espera de que el bardo volviera a hablar.
La historia era triste, sin duda, pero, a pesar de que Wind realmente lamentó la suerte del pelirrojo, tampoco era una historia tan inusual, no eran pocos los chiquillos que se veían por las calles mendigando un trozo de pan… y no eran pocos a los que la elfa daba comida esperando que aquello les mantuviera con vida unos días más, incluso aunque ella msima quedara sin comer. -Debió ser duro…- Murmuró a falta de algo mejor que decir y, a pesar de lo que se pudiera esperar, sí había lástima en sus palabras, pero la resignación pesaba más que aquella pena. Sabía que aquellas historias del pasado eran parte habitual de la vida de mucha gente y lo cierto era, que se alegraba de que Iltharion pudiera haber salido adelante -Pero si no duró mucho, supongo que está bien, especialmente, porque a día de hoy estás aquí- Las manos siguieron trenzando el cabello ágiles y delicadas -Aunque no te imagino como un muchachito bajito y asustadizo- Aquello era una verdad absoluta, Iltharion que parecía ser más alto que una torre no parecía haber sido un chiquillo pequeño nunca, casi podía imaginarse a un muchacho demasiado alto para su edad en vez de al contrario.
Suspiró al escuchar la última frase sobre su protagonismo en las historias, pero no hizo comentario alguno, prefirió no alentarle sobre que contara o dejara de contar más de su vida, por si acaso era demasiado y él acababa hastiado con ella.
Wind rio suavemente ante aquella pregunta -Es una trenza doble en forma de 8- Tal vez no era la mejor de las explicaciones, pero no sabía cómo decirlo de una manera más clara -Es un buen peinado, dura bastante y retira el pelo del rostro- Se encogió de hombros y llegó a la parte final del cabello -Es buena para dormir o para estar cómodo en general. Al tener tanto lio de pelo, no suele deshacerse demasiado rápido- Terminó de explicar y, al mismo tiempo anudó la cinta al final del cabello, cogiendo ambas trenzas, con un lazo sencillo -Ya está- Sonrió satisfecha y se echó para atrás, apoyándose sobre sus brazos para poder estirarse -El único inconveniente es que no es cómoda si quieres llevar el pelo por delante de los hombros- Al tener las trenzas orientadas hacia atrás, resultaba francamente incómodo tratar de mover el peinado hacia el torso por encima del hombro -Si quieres mirar alguna parte especialmente, tengo un espejito en mi bolsa para que puedas hacer reflejo con dos espejos- Comentó la elfina sonriente.
- ¿Y bien? ¿Te quedarás con el peinado todo el día? ¿O pruebo a hacerte otro distinto? - Preguntó divertida.
Windorind Crownguard
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Re: El dulce más amargo [Interpretativo] [Privado] [+18]
Iltharion escuchó sobre aquel mundo onírico que ansiaba, y había envidiado a ratos, del que no poseía la llave. Rió con brevedad al escuchar como la realidad y la ficción se entremezclaba en el dormir de la muchacha para crear aquellas aventuras tan extrañas, pero que, por el momento, le habrían parecido entretenidas al bardo.
Dejó de fijarse tanto durante ese rato, en los nudos que hacía y deshacía la pequeña en su melena, sin que él pudiera observarlo, y mantuvo a raya la curiosidad que le instaba a girarse, sin la más mínima dificultad.
En vez de seguir oteando de soslayo, miró al frente, al cristal que le devolvía un reflejo sesgado, con los colores apagados, y las líneas inexistentes en algunos lados. De ese modo, podía ver un pedazo de la muchacha, el costado de su rostro, y uno de sus grandes ojos del color del mar. Y también, esa leve variación de su tez cuando le contó sobre aquel fragmento del pasado.
Iltharion dio una profunda calada ante la acotación de la muchacha. No le faltaba razón, pero quizás la primera hora de la mañana no era el mejor momento para los cuentos de alcoba, y tenía la certeza de que revelarle sus circunstancias haría aparecer en los orbes de la joven esa mirada que tanto aborrecía en todas partes, la compasión. En vez de eso, exhaló lentamente mientras le contestaba. - Tienes razón. - Le concedió a la muchacha.- ¿Qué tiene el tuyo de interesante?.- Le preguntó con cierta curiosidad, pero sin ninguna clase de exigencia, lanzándole la bola en su tejado.
Por lo menos se consoló el trovador con que había más resignación que lastima en la voz de la joven, que se centró en la imagen más que en las circunstancias. - Luego empecé a crecer y no paré, pero de niño era realmente bajito, el más bajito de toda la aldea. - Rió con brevedad de ese detalle del que acababa de acordarse, había redescubierto una pequeña irrelevancia que había quedado olvidada, y que volvería al olvido en cuestión de semanas. Teniendo en cuenta que le sacaba a la joven que tenía a su espalda, aproximadamente dos palmos, no se sorprendía que le resultara difícil de imaginarse esa diferencia a la inversa.
Iltharion intento imaginarse aquel peinado por las explicaciones, aunque en su mente, pese intentar emular los gestos de las manos de la chica, y acoplarlo a sus definiciones, no logró ninguna imagen clara. – Si se mantiene bien sujeta será útil para los caminos. - El elfo raras veces llevaba el pelo suelto y lacio, si no era trenzado, era con lazos y colas para que no se enredara, y lo variaba no solo por practicidad, si no por estética y vanidad.
El elfo se puso en pie y fue a contemplarse en el mismo reflejo que la muchacha cuando el la había peinado. Se puso de frente, observando sus facciones libres de cabello, ni rojo ni cano. Sus ojos discordantes poseían unas ojeras que por la penumbra del cuarto parecían mas pronunciadas, y se pasó la mano por la perilla, anotándose mentalmente que tenía que aprolijarla en esos días.
Luego se colocó de perfil y de tres cuartos, viendo todo lo que podía de aquel peinado de aquellas formas, y no el disgustó para nada.
-Voy a tomar tu oferta. - Le advirtió a la joven mientras iba hacia las cosas de ella, y tomaba, sin apenas regirar ni mirar que más tenía entre sus pertenencias, el espejo del que le había hablado, para volver al reflejo del que acababa de apartarse.
Iltharion colocó el mismo a su costado hacia atrás con un brazo, y fue virando hasta que tuvo una imagen claro.
-Me gusta. - no tardó en sentenciar. - Voy a llevarla. - Sentenció. - A no ser que quieras seguir jugando con mi pelo. - Se encogió de hombros. Conocedor de que aquello solía ser un pasatiempo de las muchachas, y de que el tendía a tener una melena más suave y agradable para trastear que las jóvenes del pueblo llano.
El sanador devolvió el espejito a su respectivo lugar en la bolsa de la elfina, y se paseó distraídamente por el cuarto, volviendo a desviar la mirada hacia la rendija de luz que se mostraba entre las puertas del balcón, y que descubrían un cielo de un azul claro de la mañana. Los gallos no tardaron en romper el silencio del aire, empezando a despertar a los lugareños para que trabajaran.
-O podemos ir a desayunar. – Ofreció tras asomarse un poco, fijándose en el interior de la estancia, y localizando sus ropajes, dispuesto a vestirse si ese era el caso.
Dejó de fijarse tanto durante ese rato, en los nudos que hacía y deshacía la pequeña en su melena, sin que él pudiera observarlo, y mantuvo a raya la curiosidad que le instaba a girarse, sin la más mínima dificultad.
En vez de seguir oteando de soslayo, miró al frente, al cristal que le devolvía un reflejo sesgado, con los colores apagados, y las líneas inexistentes en algunos lados. De ese modo, podía ver un pedazo de la muchacha, el costado de su rostro, y uno de sus grandes ojos del color del mar. Y también, esa leve variación de su tez cuando le contó sobre aquel fragmento del pasado.
Iltharion dio una profunda calada ante la acotación de la muchacha. No le faltaba razón, pero quizás la primera hora de la mañana no era el mejor momento para los cuentos de alcoba, y tenía la certeza de que revelarle sus circunstancias haría aparecer en los orbes de la joven esa mirada que tanto aborrecía en todas partes, la compasión. En vez de eso, exhaló lentamente mientras le contestaba. - Tienes razón. - Le concedió a la muchacha.- ¿Qué tiene el tuyo de interesante?.- Le preguntó con cierta curiosidad, pero sin ninguna clase de exigencia, lanzándole la bola en su tejado.
Por lo menos se consoló el trovador con que había más resignación que lastima en la voz de la joven, que se centró en la imagen más que en las circunstancias. - Luego empecé a crecer y no paré, pero de niño era realmente bajito, el más bajito de toda la aldea. - Rió con brevedad de ese detalle del que acababa de acordarse, había redescubierto una pequeña irrelevancia que había quedado olvidada, y que volvería al olvido en cuestión de semanas. Teniendo en cuenta que le sacaba a la joven que tenía a su espalda, aproximadamente dos palmos, no se sorprendía que le resultara difícil de imaginarse esa diferencia a la inversa.
Iltharion intento imaginarse aquel peinado por las explicaciones, aunque en su mente, pese intentar emular los gestos de las manos de la chica, y acoplarlo a sus definiciones, no logró ninguna imagen clara. – Si se mantiene bien sujeta será útil para los caminos. - El elfo raras veces llevaba el pelo suelto y lacio, si no era trenzado, era con lazos y colas para que no se enredara, y lo variaba no solo por practicidad, si no por estética y vanidad.
El elfo se puso en pie y fue a contemplarse en el mismo reflejo que la muchacha cuando el la había peinado. Se puso de frente, observando sus facciones libres de cabello, ni rojo ni cano. Sus ojos discordantes poseían unas ojeras que por la penumbra del cuarto parecían mas pronunciadas, y se pasó la mano por la perilla, anotándose mentalmente que tenía que aprolijarla en esos días.
Luego se colocó de perfil y de tres cuartos, viendo todo lo que podía de aquel peinado de aquellas formas, y no el disgustó para nada.
-Voy a tomar tu oferta. - Le advirtió a la joven mientras iba hacia las cosas de ella, y tomaba, sin apenas regirar ni mirar que más tenía entre sus pertenencias, el espejo del que le había hablado, para volver al reflejo del que acababa de apartarse.
Iltharion colocó el mismo a su costado hacia atrás con un brazo, y fue virando hasta que tuvo una imagen claro.
-Me gusta. - no tardó en sentenciar. - Voy a llevarla. - Sentenció. - A no ser que quieras seguir jugando con mi pelo. - Se encogió de hombros. Conocedor de que aquello solía ser un pasatiempo de las muchachas, y de que el tendía a tener una melena más suave y agradable para trastear que las jóvenes del pueblo llano.
El sanador devolvió el espejito a su respectivo lugar en la bolsa de la elfina, y se paseó distraídamente por el cuarto, volviendo a desviar la mirada hacia la rendija de luz que se mostraba entre las puertas del balcón, y que descubrían un cielo de un azul claro de la mañana. Los gallos no tardaron en romper el silencio del aire, empezando a despertar a los lugareños para que trabajaran.
-O podemos ir a desayunar. – Ofreció tras asomarse un poco, fijándose en el interior de la estancia, y localizando sus ropajes, dispuesto a vestirse si ese era el caso.
Iltharion Dur'Falas
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Re: El dulce más amargo [Interpretativo] [Privado] [+18]
Una risa y corta ligera salió de los labios de Wind cuando el pelirrojo le preguntó por su pasado. ¿Qué que tenia de interesante su pasado? Nada. Era una respuesta corta y obvia para ella, pero eso contradecía por completo la afirmación tan contundente que había hecho sobre la juventud de Iltharion, así que suspiró y observó el pelo, pensativa, como si en aquel cabello del color del amanecer estuviera la respuesta.
Realmente la elfa pensaba que su pasado no tenía nada de emocionante, lo más interesante que había hecho en su vida, fue salir a los caminos, pero Iltharion ya conocía esa parte de su vida, al menos, más o menos. Exhaló un suspiro y decidió contestar lo que realmente pensaba -Yo soy una excepción. No creo que mi pasado muestre nada interesante sobre mí. - Se encogió de hombros y, antes de que el bardo pudiera rechistar, continuó -La historia de mi vida es breve y sencilla. Fui abandonada cuando nací y una pareja de humanos me crio, enseñándome todo lo que debía conocer para encajar en la alta sociedad y ya de paso, también el arco y la alquimia, después desaparecieron y aquí estoy… buscándolos- Un resumen escueto de su vida, casi daba hasta lástima que toda su existencia pudiera resumirse en aquellas pocas palabras, porque, aunque sí se había dejado cosas, tampoco eran demasiado trascendentales -Tal vez en unos años, mi pasado sea trepidante e interesante, tanto que incluso haya marcado mi vida, pero por el momento, mis historias son cortas y carentes de emoción- Volvió a sonreír tímidamente, esperando que, aunque no era la respuesta que el elfo probablemente estaba esperando, fuera suficiente.
Wind rió junto al pelirrojo mientras trataba de imaginárselo como un pequeño muchachito que no le llegaría ni por las rodillas. La imagen de su mente, era como poco, enternecedora mezclada con un aspecto algo raro, al no poder imaginarse del todo a Iltharion sin aquel rostro con el que le había conocido -Debías ser un chiquillo adorable- La sonrisa quedó en rostro de la elfina, al no ser capaz de eliminar la imagen de un mini-Iltharion de su cabeza.
Wind observó como el bardo comenzaba a examinarse el cabello, tratando de ver todos los detalles, a pesar de que por el ángulo de las trenzas y del espejo, resultaba francamente complicado, por no decir imposible. Sonrió cuando aceptó la oferta del espejo y dejó que rebuscara en su bolsa, a sabiendas de que el pequeño espejito no estaba demasiado escondido.
La sonrisa se ensanchó en cuanto escuchó que la trenza era de su agrado -Por mucho que me guste la idea de seguir trasteando con tu cabello, creo que voy a decir que no- No porque no tuviera otros tantos peinados en mente que podrían sentarle bien al bardo, sino porque creía que aquel era el más resistente de los tocados que conocía -Me gusta cómo te queda este peinado pero tal vez, si nos volvemos a encontrar, te haga otro- Observó como el espejito volvía su bolsa mientras estiraba las piernas y acto seguido, se tumbó -Tengo sendos conocimientos sobre peluquería, aunque como te comenté antes, sólo se peinar cabellos largos- Cerró los ojos y disfrutó por unos segundos del canto de los gallos que comenzaban a dar los buenos días.
La idea de Iltharion no estaba mal, su estómago comenzaba a exigirle comida y le vendría bien para paliar el dolor de cabeza que no parecía querer irse del todo -Supongo que desayunar es una buena idea- Se incorporó en la cama abriendo los ojos de nuevo y añadió -Total, ya estoy desvelada del todo…- Se encogió de hombros sonriente y comenzó a pensar que, la próxima noche que pudiera dormir en una posada, no iba a despertarse hasta que fuera la hora de comer para compensar el madrugón que había dado aquel día.
- Entonces ¿Nos vestimos y bajam…? - Unos golpes en la puerta interrumpieron a la muchacha, haciendo que mirara a la misma inquisitiva -¿Quién será ahora? ¿La muchacha se habrá vuelto a desmayar? - Comentó divertida y molesta al mismo tiempo al pensar en que tendría que volver a hablar con esa señora tan pesada – Ilth ¿Te importa abrir? No creo que sólo vestida con una camisa, sea el mejor de los recibimientos- Suspiró y se metió en la cama, tapándose las piernas con la colcha para que, fuese quien fuese, no tuviera que encontrar a la muchacha semidesnuda.
Realmente la elfa pensaba que su pasado no tenía nada de emocionante, lo más interesante que había hecho en su vida, fue salir a los caminos, pero Iltharion ya conocía esa parte de su vida, al menos, más o menos. Exhaló un suspiro y decidió contestar lo que realmente pensaba -Yo soy una excepción. No creo que mi pasado muestre nada interesante sobre mí. - Se encogió de hombros y, antes de que el bardo pudiera rechistar, continuó -La historia de mi vida es breve y sencilla. Fui abandonada cuando nací y una pareja de humanos me crio, enseñándome todo lo que debía conocer para encajar en la alta sociedad y ya de paso, también el arco y la alquimia, después desaparecieron y aquí estoy… buscándolos- Un resumen escueto de su vida, casi daba hasta lástima que toda su existencia pudiera resumirse en aquellas pocas palabras, porque, aunque sí se había dejado cosas, tampoco eran demasiado trascendentales -Tal vez en unos años, mi pasado sea trepidante e interesante, tanto que incluso haya marcado mi vida, pero por el momento, mis historias son cortas y carentes de emoción- Volvió a sonreír tímidamente, esperando que, aunque no era la respuesta que el elfo probablemente estaba esperando, fuera suficiente.
Wind rió junto al pelirrojo mientras trataba de imaginárselo como un pequeño muchachito que no le llegaría ni por las rodillas. La imagen de su mente, era como poco, enternecedora mezclada con un aspecto algo raro, al no poder imaginarse del todo a Iltharion sin aquel rostro con el que le había conocido -Debías ser un chiquillo adorable- La sonrisa quedó en rostro de la elfina, al no ser capaz de eliminar la imagen de un mini-Iltharion de su cabeza.
Wind observó como el bardo comenzaba a examinarse el cabello, tratando de ver todos los detalles, a pesar de que por el ángulo de las trenzas y del espejo, resultaba francamente complicado, por no decir imposible. Sonrió cuando aceptó la oferta del espejo y dejó que rebuscara en su bolsa, a sabiendas de que el pequeño espejito no estaba demasiado escondido.
La sonrisa se ensanchó en cuanto escuchó que la trenza era de su agrado -Por mucho que me guste la idea de seguir trasteando con tu cabello, creo que voy a decir que no- No porque no tuviera otros tantos peinados en mente que podrían sentarle bien al bardo, sino porque creía que aquel era el más resistente de los tocados que conocía -Me gusta cómo te queda este peinado pero tal vez, si nos volvemos a encontrar, te haga otro- Observó como el espejito volvía su bolsa mientras estiraba las piernas y acto seguido, se tumbó -Tengo sendos conocimientos sobre peluquería, aunque como te comenté antes, sólo se peinar cabellos largos- Cerró los ojos y disfrutó por unos segundos del canto de los gallos que comenzaban a dar los buenos días.
La idea de Iltharion no estaba mal, su estómago comenzaba a exigirle comida y le vendría bien para paliar el dolor de cabeza que no parecía querer irse del todo -Supongo que desayunar es una buena idea- Se incorporó en la cama abriendo los ojos de nuevo y añadió -Total, ya estoy desvelada del todo…- Se encogió de hombros sonriente y comenzó a pensar que, la próxima noche que pudiera dormir en una posada, no iba a despertarse hasta que fuera la hora de comer para compensar el madrugón que había dado aquel día.
- Entonces ¿Nos vestimos y bajam…? - Unos golpes en la puerta interrumpieron a la muchacha, haciendo que mirara a la misma inquisitiva -¿Quién será ahora? ¿La muchacha se habrá vuelto a desmayar? - Comentó divertida y molesta al mismo tiempo al pensar en que tendría que volver a hablar con esa señora tan pesada – Ilth ¿Te importa abrir? No creo que sólo vestida con una camisa, sea el mejor de los recibimientos- Suspiró y se metió en la cama, tapándose las piernas con la colcha para que, fuese quien fuese, no tuviera que encontrar a la muchacha semidesnuda.
Windorind Crownguard
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