El dulce más amargo [Interpretativo] [Privado] [+18]
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El dulce más amargo [Interpretativo] [Privado] [+18]
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La noche aún no había caído cuando la joven comenzó a abrir los ojos, despacio, como si despertara de un plácido sueño. Nada más abrir los ojos, vio una mesita de noche con distintas cosas sobre ella que no supo identificar a primera vista ¿Dónde demonio estaba? Se sentía desubicada y con un dolor de cabeza bastante fuerte que le hizo gruñir por lo bajo mientras se acariciaba la cabeza con la mano.
Gruñó y se estiró despacio en la cama, sintiendo todos los músculos agarrotados sin terminar de entender por qué. Primero movió las piernas y después los brazos hacia delante mientras suspiraba por aquel sueño reparador. Al abrir los ojos de nuevo, aun con los brazos estirados, se percató de algo que no debería estar ahí, algo que desentonaba por completo con la muchacha. Llevaba un anillo de bodas, un dorado y pequeño anillo rodeaba su dedo anular de la mano izquierda. Al verlo, se quedó pálida y se incorporó en la cama como si tuviera un resorte, quedando sentada, con las piernas cruzadas mientras se miraba el dedo sin entender nada.
Apartó la mirada de su mano y miró la habitación, se miró ella misma en aquella cama de matrimonio y emitió otro extraño sonido que estaba entre un grito ahogado y gemido de horror - ¿Pero… qué…? - Miró de nuevo el anillo y después a su alrededor, buscando al culpable de semejante hecho.
No tardó en localizar a Iltharion con la mirada, que estaba en el balcón fumando, pero no le prestó más atención, tan solo lo ignoró, a él y a cualquier comentario que pudiera hacer, al menos hasta haber aclarado su cabeza.
Un pinchazo dio directamente en la cabeza de la elfa, agachando la misma y echándose las manos al rostro intentando pensar con claridad. Había ido al bosque, unos hombres se estaban matando entre ellos por caramelo, Iltharion apareció, ella comió el caramelo y… todo se volvió caos.
Movió las manos hasta sus orejas mientras, mirando la colcha como si tuviera todas las respuestas de este mundo, intentaba recopilar el resto del día. Tardó unos segundos en comenzar a hilar sus pensamientos, aunque con cierta descoordinación, se había bañado y luego… ¿Había dicho que un garfio era mejor que una mano? No, ahí había algo más, eso no tenía sentido. Después se bañó y oh cielos… ¿Atacó a Iltharion con el golem? ¿O eso era después? ¿Cuántas veces lo había usado y por qué estaba tras la puerta? Lo deshizo y volvió a sus pensamientos. Yacieron juntos en el lago... ¡¿Yacieron juntos en el lago?! Pero ella había dicho antes, o él… o ambos, no estaba segura.
Levantó la mirada y volvió a observar al elfo y nueva información le llegó. Casi se asfixia y luego... le… oh cielos ¿Que le hizo? O mejor dicho ¿Qué se hicieron?...Hubo un ¿Mordisco? ¿Qué, le mordió? Recordaba algunas cosas, y otras estaba borrosas. Después de aquello solo recordaba un dolor incesante por todo el cuerpo y las ganas que tenía de clavarse una flecha ella misma para acabar con él.
En esos recuerdos faltaba mucha información, lo sabía, pero lo que no estaba segura era si quería saber lo que restaba. Se sacudió el pelo con las manos y levantó la cabeza resignada - ¿I-Iltharion…? - Murmuró la joven con un hijo de voz. Se movió por la cama hasta quedar justo en la mitad mirando al balcón y volvió a llamar al elfo - ¿Ilth? - Repitió de manera automática, pero… ¿Ahí no faltaba el resto del nombre? Más información que desconocía, seguro.
Cuando hubo captado su atención, debía solventar la primera duda y más importante de todas - ¿Nos hemos casado? - Dijo con un susurro mientras se ruborizaba y levantaba la mano para señalar el anillo con la otra. Después se pasó una mano por la cabeza intentando paliar el dolor e hizo otra pregunta, también bastante predecible - ¿Qué ha ocurrido? Tengo un absurdo dolor de cabeza y… tengo…algunos recuerdos... borrosos- Carraspeó un par de veces y el rubor aumentó en su blanca piel, mientras las alas volvían a moverse, despacio, como péndulos. -Pero ninguno… especialmente claro. Lo más claro que tengo es antes de comer ese maldito caramelo arenoso y unas ganas de… bueno… morir, realmente alarmantes- Añadió mientras le miraba con una mirada cándida y completamente llena de temor y dudas.
La noche aún no había caído cuando la joven comenzó a abrir los ojos, despacio, como si despertara de un plácido sueño. Nada más abrir los ojos, vio una mesita de noche con distintas cosas sobre ella que no supo identificar a primera vista ¿Dónde demonio estaba? Se sentía desubicada y con un dolor de cabeza bastante fuerte que le hizo gruñir por lo bajo mientras se acariciaba la cabeza con la mano.
Gruñó y se estiró despacio en la cama, sintiendo todos los músculos agarrotados sin terminar de entender por qué. Primero movió las piernas y después los brazos hacia delante mientras suspiraba por aquel sueño reparador. Al abrir los ojos de nuevo, aun con los brazos estirados, se percató de algo que no debería estar ahí, algo que desentonaba por completo con la muchacha. Llevaba un anillo de bodas, un dorado y pequeño anillo rodeaba su dedo anular de la mano izquierda. Al verlo, se quedó pálida y se incorporó en la cama como si tuviera un resorte, quedando sentada, con las piernas cruzadas mientras se miraba el dedo sin entender nada.
Apartó la mirada de su mano y miró la habitación, se miró ella misma en aquella cama de matrimonio y emitió otro extraño sonido que estaba entre un grito ahogado y gemido de horror - ¿Pero… qué…? - Miró de nuevo el anillo y después a su alrededor, buscando al culpable de semejante hecho.
No tardó en localizar a Iltharion con la mirada, que estaba en el balcón fumando, pero no le prestó más atención, tan solo lo ignoró, a él y a cualquier comentario que pudiera hacer, al menos hasta haber aclarado su cabeza.
Un pinchazo dio directamente en la cabeza de la elfa, agachando la misma y echándose las manos al rostro intentando pensar con claridad. Había ido al bosque, unos hombres se estaban matando entre ellos por caramelo, Iltharion apareció, ella comió el caramelo y… todo se volvió caos.
Movió las manos hasta sus orejas mientras, mirando la colcha como si tuviera todas las respuestas de este mundo, intentaba recopilar el resto del día. Tardó unos segundos en comenzar a hilar sus pensamientos, aunque con cierta descoordinación, se había bañado y luego… ¿Había dicho que un garfio era mejor que una mano? No, ahí había algo más, eso no tenía sentido. Después se bañó y oh cielos… ¿Atacó a Iltharion con el golem? ¿O eso era después? ¿Cuántas veces lo había usado y por qué estaba tras la puerta? Lo deshizo y volvió a sus pensamientos. Yacieron juntos en el lago... ¡¿Yacieron juntos en el lago?! Pero ella había dicho antes, o él… o ambos, no estaba segura.
Levantó la mirada y volvió a observar al elfo y nueva información le llegó. Casi se asfixia y luego... le… oh cielos ¿Que le hizo? O mejor dicho ¿Qué se hicieron?...Hubo un ¿Mordisco? ¿Qué, le mordió? Recordaba algunas cosas, y otras estaba borrosas. Después de aquello solo recordaba un dolor incesante por todo el cuerpo y las ganas que tenía de clavarse una flecha ella misma para acabar con él.
En esos recuerdos faltaba mucha información, lo sabía, pero lo que no estaba segura era si quería saber lo que restaba. Se sacudió el pelo con las manos y levantó la cabeza resignada - ¿I-Iltharion…? - Murmuró la joven con un hijo de voz. Se movió por la cama hasta quedar justo en la mitad mirando al balcón y volvió a llamar al elfo - ¿Ilth? - Repitió de manera automática, pero… ¿Ahí no faltaba el resto del nombre? Más información que desconocía, seguro.
Cuando hubo captado su atención, debía solventar la primera duda y más importante de todas - ¿Nos hemos casado? - Dijo con un susurro mientras se ruborizaba y levantaba la mano para señalar el anillo con la otra. Después se pasó una mano por la cabeza intentando paliar el dolor e hizo otra pregunta, también bastante predecible - ¿Qué ha ocurrido? Tengo un absurdo dolor de cabeza y… tengo…algunos recuerdos... borrosos- Carraspeó un par de veces y el rubor aumentó en su blanca piel, mientras las alas volvían a moverse, despacio, como péndulos. -Pero ninguno… especialmente claro. Lo más claro que tengo es antes de comer ese maldito caramelo arenoso y unas ganas de… bueno… morir, realmente alarmantes- Añadió mientras le miraba con una mirada cándida y completamente llena de temor y dudas.
Última edición por Windorind Crownguard el Dom Abr 09 2017, 22:39, editado 2 veces
Windorind Crownguard
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Re: El dulce más amargo [Interpretativo] [Privado] [+18]
Iltharion no acostumbraba a leer, tampoco a escribir, aunque sabía hacer ambas cosas, ya que de un modo u otro no era diferente a dibujar. Pasaba mucho tiempo cantando, tocando componiendo y dibujando, viajando o aprendiendo para sumergirse entre las ventanas que eran las paginas de los libros.
A veces pensaba, que si algún día llegaba a ser tan anciano como para no poder recorrer los caminos, se haría con una casa con una buena biblioteca, y así en vez de solo visitar parajes estáticos en sus pinturas, podría seguir viviendo aventuras ajenas.
El humo mentolado le refrescaba el aliento, el cuello y lo relajaba. Era otro de sus secretos pensamientos, esa planta que había crecido en su jardín de la niñez, y que su madre colocaba por toda la casa. Dio un par de pipadas y tiró la ceniza por la barandilla del balcón, sin preocuparse de si había alguien debajo.
Un pequeño sonido raro rompió esa estasis en la que se había visto sumido durante las ultimas horas. La oreja del trovador se movió con el sonido, haciendo tintinear los pendientes, pero el elfo estaba tan sumergido, que aunque su cuerpo captara sonidos estos no llegaban a su mente.
No fue hasta que escucho su nombre que la mirada del elfo se alzó por encima de las cubiertas del libro, y desplazó lateralmente hasta ojear de soslayo a la muchacha, en la cama, que lo llamaba con una expresión confusa, y un tono fragil.
Lenta y graciosamente se alzó el hombro, cerró el libro y lo depositó sobre la caja talla de madera de Nein, en donde se escondían los cigarrillos, y cuya superficie mostraba en relieves ajados, las formas de las hojas de la planta que contenía.
Dio un par de pasos silenciosos y se detuvo en el marco de la puerta, su cuerpo se inclinó de modo que uno de sus hombros quedo apoyado en el margen, y recostando todo su peso en una sola pierna la que quedaba del lado de la pared cruzó a su homologa por encima del tobillo.
Un brazo caía lacio a su costado, la otra mano se alzaba cada tanto hacia sus labios, o mantenía jugando entre sus dientes un canuto mentolado del que aspiraba asiduamente. En aquel dedo preciso, donde el metal cobraba otro sentido, un anillo dorado se ceñía a su dedo, y reflejaba la luz de la tarde y el color candente de las brasas del cigarro, cuando lo hacía virar por su mano.
Aunque la expresión del elfo quedó seria, esa proeza fue de las cosas mas difíciles que había hecho aquel día. Una parte de su mente sintió pánico ante esa idea, pero el sentimiento que mas le costaba reprimir era la gracia, controlar las carcajadas fue una ardorosa y titanica tarea. Pero la muchacha se lo había puesto en bandeja.
-¿A caso ya no te acuerdas querida?.-Logró que un diñe de tristeza pincelara su tono, y alzó la mano enseñándole el anillo en el dedo.-Pensé que decías en serio lo de mudarnos a Sandorai y montar una botica con plantas exóticas, que te enseñara de medicina y así vender remedios de tierras lejanas, establecernos... tener niños.-La mirada del elfo casi parecía perdida en esa visión, y su mirada brillante, húmeda, como si hubiera tristeza. Nada mas lejos, eran las lagrimas de reírse, que costaba contenerlas como a las carcajadas que logró evitar que salieran.
El gesto dolorido de la cabeza no le paso desapercibido al consumado medico, el cual señalo con la mano libre el vaso de agua con miel que había sobre la mesilla de noche, y el paquetito de papel que contenía un polvillo blanco.
-El paquete contiene medicina para el dolor, te ayudará si te duele la cabeza. Pásalo con el agua, lleva miel. Por el cuello, paliara el dolor de garganta.-Se llevó una mano al suyo propio y se dio un par de toquecitos con el indice en la nuez mientras hablaba, ilustrando sus palabras con el gesto.
El elfo dió otra calada al cigarrillo y se adentró en la estancia, hasta sentarse a los pies de la cama. Se dejó caer con suavidad para no sacudir esta, y cruzó una pierna sobre la rodilla, la espalda la acomodó sobre uno de los cuatro postes que salían de las esquinas del mueble, y la ceniza la tiró en el suelo.
-Comiste algo nocivo, ese caramelo arenoso nocivo del que hablas.-Hizo un firulete con el canuto en el aire, y lo volvió a llevar a sus labios.-Empezaste a comportarte extraño, y te lastimaste la mano, así que te llevé a por algo de agua, pero en vez de limpiarte te tiraste nadar.-Siguió explicando. El trovador soltó despacio el humo por la nariz, mientras deliberaba entre si contarle el resto o omitir las partes que pudieran resultarle mas azorosas.
-Luego te empecinaste en que querías "divertirte" conmigo, para lo que hiciste un uso tramposo de tu golem.-Señaló la puerta con el cigarro, y volvió a golpear su cuerpo para soltar las cenizas en el suelo.-Me pediste que te enseñara sobre las artes amatorias.-Iltharion tenia que contenerse para no reirse, solo de pensar que debía de estar aconteciendo dentro de la cabecita de la pudorosa muchacha.- Mordiste donde no debías.-Recordó con una mueca de dolor.-Se que es poco caballeroso de mi parte, pero me siento en la necesidad de asegurarme de ello. Nunca, nunca uses los dientes en el miembro de un hombre.-Dijo con total seriedad, y sin ninguna clase de vergüenza o traba en la voz.- Te desmayaste, al despertar estabas tan obsesionada con conseguir mas de esa droga que te dormí con medicina y te traje aquí.-Finalizó, y quedó en silencio unos segundos, dejando que la muchacha se preguntara entonces donde estaba la boda.
-El anillo fue para que el tabernero no pensara que te estaba secuestrando cuando te subí inconsciente, no quería terminar en el calabozo.-Rió finalmente. -No te preocupes, no ha habido boda, ni hay mi apellido detrás de tu nombre.-Le aseguró.-No pude estarme de la broma.-Se disculpó.
El elfo por fin se permitió reír, y ahora que la idea era mas añeja fue una risa mas tranquila, aunque profunda y genuina, sin lagrimas y sin que se le retorciera el cuerpo.
-Si tienes hambre puedo pedir que te suban algo.-Ofreció el trovador.
A veces pensaba, que si algún día llegaba a ser tan anciano como para no poder recorrer los caminos, se haría con una casa con una buena biblioteca, y así en vez de solo visitar parajes estáticos en sus pinturas, podría seguir viviendo aventuras ajenas.
El humo mentolado le refrescaba el aliento, el cuello y lo relajaba. Era otro de sus secretos pensamientos, esa planta que había crecido en su jardín de la niñez, y que su madre colocaba por toda la casa. Dio un par de pipadas y tiró la ceniza por la barandilla del balcón, sin preocuparse de si había alguien debajo.
Un pequeño sonido raro rompió esa estasis en la que se había visto sumido durante las ultimas horas. La oreja del trovador se movió con el sonido, haciendo tintinear los pendientes, pero el elfo estaba tan sumergido, que aunque su cuerpo captara sonidos estos no llegaban a su mente.
No fue hasta que escucho su nombre que la mirada del elfo se alzó por encima de las cubiertas del libro, y desplazó lateralmente hasta ojear de soslayo a la muchacha, en la cama, que lo llamaba con una expresión confusa, y un tono fragil.
Lenta y graciosamente se alzó el hombro, cerró el libro y lo depositó sobre la caja talla de madera de Nein, en donde se escondían los cigarrillos, y cuya superficie mostraba en relieves ajados, las formas de las hojas de la planta que contenía.
Dio un par de pasos silenciosos y se detuvo en el marco de la puerta, su cuerpo se inclinó de modo que uno de sus hombros quedo apoyado en el margen, y recostando todo su peso en una sola pierna la que quedaba del lado de la pared cruzó a su homologa por encima del tobillo.
Un brazo caía lacio a su costado, la otra mano se alzaba cada tanto hacia sus labios, o mantenía jugando entre sus dientes un canuto mentolado del que aspiraba asiduamente. En aquel dedo preciso, donde el metal cobraba otro sentido, un anillo dorado se ceñía a su dedo, y reflejaba la luz de la tarde y el color candente de las brasas del cigarro, cuando lo hacía virar por su mano.
Aunque la expresión del elfo quedó seria, esa proeza fue de las cosas mas difíciles que había hecho aquel día. Una parte de su mente sintió pánico ante esa idea, pero el sentimiento que mas le costaba reprimir era la gracia, controlar las carcajadas fue una ardorosa y titanica tarea. Pero la muchacha se lo había puesto en bandeja.
-¿A caso ya no te acuerdas querida?.-Logró que un diñe de tristeza pincelara su tono, y alzó la mano enseñándole el anillo en el dedo.-Pensé que decías en serio lo de mudarnos a Sandorai y montar una botica con plantas exóticas, que te enseñara de medicina y así vender remedios de tierras lejanas, establecernos... tener niños.-La mirada del elfo casi parecía perdida en esa visión, y su mirada brillante, húmeda, como si hubiera tristeza. Nada mas lejos, eran las lagrimas de reírse, que costaba contenerlas como a las carcajadas que logró evitar que salieran.
El gesto dolorido de la cabeza no le paso desapercibido al consumado medico, el cual señalo con la mano libre el vaso de agua con miel que había sobre la mesilla de noche, y el paquetito de papel que contenía un polvillo blanco.
-El paquete contiene medicina para el dolor, te ayudará si te duele la cabeza. Pásalo con el agua, lleva miel. Por el cuello, paliara el dolor de garganta.-Se llevó una mano al suyo propio y se dio un par de toquecitos con el indice en la nuez mientras hablaba, ilustrando sus palabras con el gesto.
El elfo dió otra calada al cigarrillo y se adentró en la estancia, hasta sentarse a los pies de la cama. Se dejó caer con suavidad para no sacudir esta, y cruzó una pierna sobre la rodilla, la espalda la acomodó sobre uno de los cuatro postes que salían de las esquinas del mueble, y la ceniza la tiró en el suelo.
-Comiste algo nocivo, ese caramelo arenoso nocivo del que hablas.-Hizo un firulete con el canuto en el aire, y lo volvió a llevar a sus labios.-Empezaste a comportarte extraño, y te lastimaste la mano, así que te llevé a por algo de agua, pero en vez de limpiarte te tiraste nadar.-Siguió explicando. El trovador soltó despacio el humo por la nariz, mientras deliberaba entre si contarle el resto o omitir las partes que pudieran resultarle mas azorosas.
-Luego te empecinaste en que querías "divertirte" conmigo, para lo que hiciste un uso tramposo de tu golem.-Señaló la puerta con el cigarro, y volvió a golpear su cuerpo para soltar las cenizas en el suelo.-Me pediste que te enseñara sobre las artes amatorias.-Iltharion tenia que contenerse para no reirse, solo de pensar que debía de estar aconteciendo dentro de la cabecita de la pudorosa muchacha.- Mordiste donde no debías.-Recordó con una mueca de dolor.-Se que es poco caballeroso de mi parte, pero me siento en la necesidad de asegurarme de ello. Nunca, nunca uses los dientes en el miembro de un hombre.-Dijo con total seriedad, y sin ninguna clase de vergüenza o traba en la voz.- Te desmayaste, al despertar estabas tan obsesionada con conseguir mas de esa droga que te dormí con medicina y te traje aquí.-Finalizó, y quedó en silencio unos segundos, dejando que la muchacha se preguntara entonces donde estaba la boda.
-El anillo fue para que el tabernero no pensara que te estaba secuestrando cuando te subí inconsciente, no quería terminar en el calabozo.-Rió finalmente. -No te preocupes, no ha habido boda, ni hay mi apellido detrás de tu nombre.-Le aseguró.-No pude estarme de la broma.-Se disculpó.
El elfo por fin se permitió reír, y ahora que la idea era mas añeja fue una risa mas tranquila, aunque profunda y genuina, sin lagrimas y sin que se le retorciera el cuerpo.
-Si tienes hambre puedo pedir que te suban algo.-Ofreció el trovador.
Iltharion Dur'Falas
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Re: El dulce más amargo [Interpretativo] [Privado] [+18]
Después de aquella pregunta, Wind quedó expectante ante la respuesta del elfo. Realmente esperaba una explicación que eliminara el malestar que le provocaba pensar en que estaba casada pero el rostro de Iltharion distaba mucho de tranquilizarla, sino que era todo lo contrario, aquella seriedad tan rotunda comenzó a ponerla más nerviosa.
“¿Querida?” Repitió mentalmente aturdida - ¿D-De qué no me acuerdo? - Preguntó con un hilo de voz mientras la cabeza comenzaba a darle vueltas y la respiración se le agitaba por el nerviosismo. Deseaba que aquello fuera una broma, lo necesitaba o iba a caer redonda allí mismo por la falta de oxígeno en su cabeza.
Mantuvo la respiración mientras miraba los labios del elfo moverse diciendo todos aquellos planes que comenzaron a revolverle el estómago -M-mudarnos…- Repitió incrédula mientras comenzaba a ponerse pálida -Oh cielos... pero si ya se alquimia, no necesito aprender más- Explicó, más para ella misma que para el elfo que seguía hablando -Otra vez… no… no por favor…- Susurró cuando aquellas últimas palabras llegaron a sus oídos. Bajó la cabeza, agotada por lo que significaban aquellas palabras. Otra vez hablando de niños y planes que sólo intentaban anclarla al suelo, cuando ella lo que quería era huir, huir de todo aquello y poder vivir. -N-No... has de estar de estar de broma…¿Por eso quería clavarme una flecha en la garganta?- Una risa irónica salió de sus labios y la desesperación se reflejó en su mirada, una desesperación muy distinta a la de las drogas, esta salía de lo más profundo de su subconsciente, sacando a relucir un pasado que trataba de olvidar cada día que pasaba. Levantó los ojos y vio el rostro del bardo, con aquella mirada tan parecida a la de los ancianos cuando la obligaron a casarse y, como si volviera a ser una muñeca de trapo, sus ojos perdieron el brillo -Supongo… que ya está hecho- Se miró el dedo, aquel pequeño anillo dorado que a sus ojos parecía una jaula de oro, tan bella como opresora. -Tantos años de entrenamiento parece que al final dieron sus frutos ¿Eh? - Murmuró más para sí misma que para el elfo, mientras recordaba las interminables clases de danza y modales o de cómo debía arreglarse correctamente. Le dio un par de vueltas al anillo entre los dedos como había hecho tiempo atrás con otro similar y preguntó entonces que había sucedido aquel día.
La elfa obedeció sin rechistar, cogió aquel polvo y lo tragó con un poco de agua dulce. Resultaba ciertamente agradable, calmó bastante la sequedad y lo áspero de su garganta, emitió una pequeña sonrisa y volvió al lugar donde estaba antes, para molestar lo menos posible a su nuevo marido, tal y como había aprendido hacer cuando apenas era una infanta.
Intentó acomodarse lo mejor que pudo manteniendo una postura elegante que sabía, debía mantener en un lecho y observó al elfo moverse, siguiéndole con la mirada y moviendo al mismo compás para que éste pudiera observar su rostro cuanto quisiera. Al menos su marido no era un imbécil como fue Dagnar en su día y, a diferencia de aquel hombre, el elfo si le atraía, aunque fuera solo físicamente y, aquel olor tan suyo a menta, le llenaba los pulmones con un olor mucho más agradable que los perfumes estrambóticos de su anterior prometido.
Comenzó a escuchar la historia, en silencio, por temor a interrumpir y ofender a su marido, no quería empezar con mal pie y debía intentar molestar lo menos posible, sobre todo mientras hablaba. El silencio en las mujeres era una virtud bien valorada o al menos, eso le habían dicho siempre.
El comienzo de la historia lo recordaba, pero no tenía muy claro cuando había ocurrido lo del garfio, así que, esperando a que el elfo hiciera una pausa, ella aprovechó para hablar - ¿Cuándo ocurrió lo del garfio? ¿Antes de mi alarde de efusividad al meterme en el lago? - Preguntó pausada, intentando no agobiar con sus palabras al bardo.
Las siguientes palabras comenzaron a encajar con las escenas difusas de su mente mientras el rubor daba algo de color al rostro blanquecino, casi enfermizo que se le había quedado desde que habían hablado del matrimonio. El rubor aumentó hasta sus orejas cuando habló de aquel mordisco -Así que no fue un sueño…-Murmuró para sí en un alarde de espontaneidad del que se arrepintió nada más mostrar. Aquello era lo que molestaba a los hombres o podía acabar golpeada, debía ser silenciosa y pulcra en todo momento.
Le hubiera gustado decir muchas cosas sobre aquello, intentando excusarse en que era culpa de las drogas y no suya, que jamás se le habría ocurrido intentar algo semejante si hubiera estado en sus cabales pero no, no iba a excusarse, debía admitir su error y disculparse, implorando el perdón del nuevo dueño de su vida -Lamento lo ocurrido, prometo… que jamás volverá a suceder algo así- Agachó la mirada en un alarde de excesivos modales para disculparse -Puedes enseñarme lo que desees… y lo aprenderé tan pronto como pueda- Tenía ganas de vomitar, aquellas palabras esperaba no tener que decirlas jamás, pero, tal y como le dijo la anciana, llegaría un momento de su vida donde debería decirlas. Tras aquello escuchó la última parte de la historia.
Tardó unos instantes en razonar que no había habido boda por ningún sitio. No había habido celebración alguna, ella no era él y podía seguir siendo feliz ¿Tenía permiso para ser feliz de nuevo? Pudo haberse enfadado por el elfo por haberla mentido de aquella manera, pero la idea de que aquella jaula de oro no era para ella inundó sus ojos con la vida que la misma le había robado. Wind comenzó a reír a carcajadas mientras las lágrimas caían por su rostro en una cascada, en una mezcla de felicidad, alivio y enfado que se agolpaban en su cabeza como un torbellino - ¿Entonces sigo siendo libre? - comentó mientras las alas se movían a un ritmo frenético, al mismo son que la muchacha reía y lloraba. Se pasó la mano por la majilla intentando acabar con aquella incesante lluvia y sonrió, sonrió tan alegremente como no lo había hecho nunca hasta entonces.
Relajó la postura sin dejar de reír y saltó sobre el elfo para darle un abrazo. -Me has hecho la mujer más desdichada y la más feliz del mundo en cuestión de minutos- Le dio un casto beso en los labios sin perder aquella sonrisa y dejo caer en la cama de espaldas, sobre las alas que quedaron aplastadas.
-Cielos, sí… Tengo mucha hambre de hecho. ¡Que sea un banquete, yo invito! Y ya de paso que llenen la bañera. ¡Estamos de celebración! – Volvió a reír enérgicamente y se quedó en la cama tumbada, pensando en lo maravillosa que era la vida.
“¿Querida?” Repitió mentalmente aturdida - ¿D-De qué no me acuerdo? - Preguntó con un hilo de voz mientras la cabeza comenzaba a darle vueltas y la respiración se le agitaba por el nerviosismo. Deseaba que aquello fuera una broma, lo necesitaba o iba a caer redonda allí mismo por la falta de oxígeno en su cabeza.
Mantuvo la respiración mientras miraba los labios del elfo moverse diciendo todos aquellos planes que comenzaron a revolverle el estómago -M-mudarnos…- Repitió incrédula mientras comenzaba a ponerse pálida -Oh cielos... pero si ya se alquimia, no necesito aprender más- Explicó, más para ella misma que para el elfo que seguía hablando -Otra vez… no… no por favor…- Susurró cuando aquellas últimas palabras llegaron a sus oídos. Bajó la cabeza, agotada por lo que significaban aquellas palabras. Otra vez hablando de niños y planes que sólo intentaban anclarla al suelo, cuando ella lo que quería era huir, huir de todo aquello y poder vivir. -N-No... has de estar de estar de broma…¿Por eso quería clavarme una flecha en la garganta?- Una risa irónica salió de sus labios y la desesperación se reflejó en su mirada, una desesperación muy distinta a la de las drogas, esta salía de lo más profundo de su subconsciente, sacando a relucir un pasado que trataba de olvidar cada día que pasaba. Levantó los ojos y vio el rostro del bardo, con aquella mirada tan parecida a la de los ancianos cuando la obligaron a casarse y, como si volviera a ser una muñeca de trapo, sus ojos perdieron el brillo -Supongo… que ya está hecho- Se miró el dedo, aquel pequeño anillo dorado que a sus ojos parecía una jaula de oro, tan bella como opresora. -Tantos años de entrenamiento parece que al final dieron sus frutos ¿Eh? - Murmuró más para sí misma que para el elfo, mientras recordaba las interminables clases de danza y modales o de cómo debía arreglarse correctamente. Le dio un par de vueltas al anillo entre los dedos como había hecho tiempo atrás con otro similar y preguntó entonces que había sucedido aquel día.
La elfa obedeció sin rechistar, cogió aquel polvo y lo tragó con un poco de agua dulce. Resultaba ciertamente agradable, calmó bastante la sequedad y lo áspero de su garganta, emitió una pequeña sonrisa y volvió al lugar donde estaba antes, para molestar lo menos posible a su nuevo marido, tal y como había aprendido hacer cuando apenas era una infanta.
Intentó acomodarse lo mejor que pudo manteniendo una postura elegante que sabía, debía mantener en un lecho y observó al elfo moverse, siguiéndole con la mirada y moviendo al mismo compás para que éste pudiera observar su rostro cuanto quisiera. Al menos su marido no era un imbécil como fue Dagnar en su día y, a diferencia de aquel hombre, el elfo si le atraía, aunque fuera solo físicamente y, aquel olor tan suyo a menta, le llenaba los pulmones con un olor mucho más agradable que los perfumes estrambóticos de su anterior prometido.
Comenzó a escuchar la historia, en silencio, por temor a interrumpir y ofender a su marido, no quería empezar con mal pie y debía intentar molestar lo menos posible, sobre todo mientras hablaba. El silencio en las mujeres era una virtud bien valorada o al menos, eso le habían dicho siempre.
El comienzo de la historia lo recordaba, pero no tenía muy claro cuando había ocurrido lo del garfio, así que, esperando a que el elfo hiciera una pausa, ella aprovechó para hablar - ¿Cuándo ocurrió lo del garfio? ¿Antes de mi alarde de efusividad al meterme en el lago? - Preguntó pausada, intentando no agobiar con sus palabras al bardo.
Las siguientes palabras comenzaron a encajar con las escenas difusas de su mente mientras el rubor daba algo de color al rostro blanquecino, casi enfermizo que se le había quedado desde que habían hablado del matrimonio. El rubor aumentó hasta sus orejas cuando habló de aquel mordisco -Así que no fue un sueño…-Murmuró para sí en un alarde de espontaneidad del que se arrepintió nada más mostrar. Aquello era lo que molestaba a los hombres o podía acabar golpeada, debía ser silenciosa y pulcra en todo momento.
Le hubiera gustado decir muchas cosas sobre aquello, intentando excusarse en que era culpa de las drogas y no suya, que jamás se le habría ocurrido intentar algo semejante si hubiera estado en sus cabales pero no, no iba a excusarse, debía admitir su error y disculparse, implorando el perdón del nuevo dueño de su vida -Lamento lo ocurrido, prometo… que jamás volverá a suceder algo así- Agachó la mirada en un alarde de excesivos modales para disculparse -Puedes enseñarme lo que desees… y lo aprenderé tan pronto como pueda- Tenía ganas de vomitar, aquellas palabras esperaba no tener que decirlas jamás, pero, tal y como le dijo la anciana, llegaría un momento de su vida donde debería decirlas. Tras aquello escuchó la última parte de la historia.
Tardó unos instantes en razonar que no había habido boda por ningún sitio. No había habido celebración alguna, ella no era él y podía seguir siendo feliz ¿Tenía permiso para ser feliz de nuevo? Pudo haberse enfadado por el elfo por haberla mentido de aquella manera, pero la idea de que aquella jaula de oro no era para ella inundó sus ojos con la vida que la misma le había robado. Wind comenzó a reír a carcajadas mientras las lágrimas caían por su rostro en una cascada, en una mezcla de felicidad, alivio y enfado que se agolpaban en su cabeza como un torbellino - ¿Entonces sigo siendo libre? - comentó mientras las alas se movían a un ritmo frenético, al mismo son que la muchacha reía y lloraba. Se pasó la mano por la majilla intentando acabar con aquella incesante lluvia y sonrió, sonrió tan alegremente como no lo había hecho nunca hasta entonces.
Relajó la postura sin dejar de reír y saltó sobre el elfo para darle un abrazo. -Me has hecho la mujer más desdichada y la más feliz del mundo en cuestión de minutos- Le dio un casto beso en los labios sin perder aquella sonrisa y dejo caer en la cama de espaldas, sobre las alas que quedaron aplastadas.
-Cielos, sí… Tengo mucha hambre de hecho. ¡Que sea un banquete, yo invito! Y ya de paso que llenen la bañera. ¡Estamos de celebración! – Volvió a reír enérgicamente y se quedó en la cama tumbada, pensando en lo maravillosa que era la vida.
Windorind Crownguard
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Iltharion quedó algo parado con lo de la flecha, peor imaginó que la muchacha quizás lo había pillado e intentaba tomarle el pelo a el, o castigar a su orgullo por semejante broma de mal gusto, así que simplemente había dejado pasar ese malestar inicial que había mostrado la joven ante la idea de poseerle, negándose a creer que aquello pudiera generar tamaño desagrado.
Las respuestas de la joven, le resultaban, sin embargo, extrañas, así como esa postura actuada que empezó a adoptar de golpe, como si fuera alguna clase de muñeca de porcelana, o de criada a su disposición, y la broma empezó a dejarle un sabor amargo a la muchacha, y a evocar emociones de un pasado muy lejano que no había quedado atrás solo por los años.
-Lo del garfio era parte de mi disfraz de pirata.-Con un ligero ademán con la mano, el trovador desestimó ese tema, esperando no ahondar en el, pues recordaba que su pequeña broma no le había hecho ni la mas mínima gracia, como parecía tampoco estar haciéndole aquella.
La expresión de iltharion se contorsiono en un gesto de desagrado cuando la muchacha se dobló como un junco al viento, no literalmente, pero si parecía su carácter estar mostrando esa subyugación esclava que le erizó el bello de la espalda.
-Por los divinos Winni. ¿Se puede saber que haces?.-Exhaló sin delicadeza una espesa humareda de aire. Sin dar credito a ese cambio repentino de carácter.-¿Que clase de persona se casaría con alguien para que se convirtiera en otra?.-Su tono severo solo cesó cuando chasqueó la lengua, y dio otra calada al cigarro, mientras la muchacha asimilaba su revelación anterior de que no había sido mas que una treta desafortunada.
`Parecía que la primavera hubiera llegado repentinamente a su lánguido y decaído aspecto. Incluso lagrimas de jubilo empezaron a rodar por su rostro. Aquella felicidad tan inmensa hasta hirió el inmenso ego del trovador.
-Es hasta humillante que te alegres tanto.-Admitió, por lo menos mas calmado de que volviera a comportarse como siempre, y no de aquella forma extraña. Había tenido suficientes versiones descontroladas y perturbadas de Windorind por una temporada.
Los reflejos del elfo evitaron por los pelos que la hada no se agujereara una de sus alas con la brasa del canuto, y el elfo logró apartar a tiempo el brazo cuando la muchacha se le tiró encima para abrazarle, aun saturada por aquel ramalazo de felicidad que parecía recorrerla.
-Sigue siendo humillante.-Le revolvió el pelo corto y suave con la mano libre, y después le limpió uno de los cachetes del rostro de los rastros de lagrimas.-De cualquier modo no sería un buen esposo.-Rio para si mismo, intentando tomarlo a broma y dejar de lado su orgullo herido.
Cuando la jovencita se tiró de espaldas, el trovador se levantó de la misma, y mientras se acercaba a la puerta, dispuesto a bajar, se detuvo antes de abrir la misma.-¿Viniste con alguien? Puedo pedir un mensajero para que sepan que estás sana y salva.-Le resultaba difícil al elfo creer que la muchacha había ido sola a una fiesta con ese traje y no le había ocurrido nada, sin embargo por su actitud cuando se habían encontrado, así como su aspecto, estaba segura de que no la habían lastimado.
Iltharion desapareció tras la puerta, y permaneció en el piso de abajo un buen rato, pidió que les sirvieran, y que les calentaran agua. Dispuso lo que consideró necesario, y para cuando subió portaba una bandeja con comida abundante. Llevando la plancha de madera con los cuencos sobre un solo brazo abrio la puerta, entro en cuarto, y cerró la misma con la bota.
Luego acomodó el tablón en la mesa, y le alcanzó a la joven uno de los cuencos, tomando el suyo con ambas manos, y asiendo a los pies de la cama una vez mas. Agarró unas cuantas hogazas de pan y las colocó entre ambos sobre las sábanas.
El engrudo que había dentro del tazo de barro cocido era un guiso, había principalmente gruesos tacos de verdura, patata, zanahoria, pastinaca, algunos aros de cebolla, avena para espesar el caldo, y hebras de pollo que le daban un poco de sabor a carne. De especias no podía pedirsele mas que algo de laurel y cilantro. No era especialmente sabroso, pero si pesado.
-No había banquete, el menú del día es guiso de verduras con lo que haya.-Se disculpo el bardo en un tono jocoso. Como en la mayoría de las tabernas, se comía lo que había y era un gran puchero para todos los comensales.
El elfo no esperó a que aflojara el humo para empezar a dar cuenta de su comida, como ya había podido comprobar la muchacha, el elfo no se estaba de disfrutar de la comida.-Seguro que tu estomago agradecerá algo de comer después de tantos tóxicos en ayunas.-Comentó entre sorbo y sorbo, siempre cuidando de tragar antes de abrir la boca.-Si te duele algo mas en particular avisa, que no será por remedios en mi bolsa.-En cuestión de un par de minutos había desaparecido la comida, realmente el trovador estaba hambriento y aunque había comido de forma silenciosa, al cabo de nada ya se encontraba rebañando el cuenco con el pan.
La mujer del tabernero tocó la puerta, y con una breve afirmación de iltharion, entro en la estancia. Subió con un par de mocosos de no mas de diez años, todos cargados con cubetas humeantes que vertieron sobre la gran palangana que quedaba semi resguardada por el biombo, y se fueron sin interrumpir demasiado.
El elfo no se mantuvo mucho tiempo sentado, se levanto tan temprano como terminó de comer y dejó en la mesa el cuenco, luego de entre sus cosas sacó un ramillete de tomillo y otro de lavanda que dejó sobre la mesa de madera. Ambas hierbas salvajes se encontraban en todos lados, y eran muy fáciles de obtener, así que la perdida de unas pocas era tan fácilmente reparable que el sanador ni las contemplaba.
Se arremango hasta lo codos, y se paró ante la palangana en donde esparció las hojas y las ramas, y luego con el propio brazo revolvió las aguas, aunque su efecto no era mucho, si que ayudaba a relajar el cuerpo al bañarse, y aquel había sido un día, como poco, extraño.
Dejando el agua lista se enderezó el bardo, volvió a su caja de Nein y sacó de ella un cigarro que encendió con el velador de la mesilla de noche.-¿Prefieres que salga a dar una vuelta mientras de bañas?.-Preguntó, recordando con una sonrisa ligera el baño del día en el que se habían encontrado por primera vez, y dando unas pocas pipadas para encender el canuto.
Iltharion Dur'Falas
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En realidad, a la joven no le importaba lo más mínimo si aquel garfio había sido una pequeña broma o si había resultado ser un intento de burlarse de sus sentimientos. Solo quería ubicarlo entre sus recuerdos, para tratar de organizar la maraña de imágenes que revoloteaban por su mente sin cesar -Ya veo…- Murmuró mientras ese recuerdo se hilaba con el resto de ellos.
La elfa miró al elfo mientras comenzaba a encajar las piezas de aquel extraño puzle que seguía uniéndose lentamente en su cabeza y en que, en realidad no había ninguna pieza que indicara una boda. - ¿Qué hago? - Repitió con pesadez, como si aquello hubiera sido automático “Eso mismo me pregunto yo” Respondió en su cabeza mientras recordaba cuantas veces ella misma se había hecho esa pregunta y, como si lo tuviera grabado a fuego en su cabeza, la voz de la anciana contestó mientras ella repetía en voz alta aquellas palabras carentes de vida y de sentimiento -Hago lo que he nacido para hacer- Hacía mucho que aquella respuesta había terminado por ser la única respuesta a esa pregunta.
La siguiente pregunta llegó a sus ideas mientras terminaba de hilar todos sus pensamientos con cierta pesadez. En un susurro bajo y sarcástico contestó a aquella pregunta -La misma que considera que eres una obra de arte que enseñar a las visitas... - Tras decir aquello, en su cabeza hubo un “click” tan claro, que hubiera jurado que en realidad había resonado por toda la habitación.
Wind soltó una carcajada más alta que las demás al escuchar el comentario de Iltharion -L-Lo siento, lo siento- Comentó risueña mientras se enjuagaba las lágrimas con el dorso de la mano, pero la verdad era que, a pesar de que lo sintiera por el orgullo del elfo, en cierta medida se lo merecía. Si no le hubiera gastado aquella broma, ahora él no tendría ese sentimiento de humillación y, para compensarlo, se abalanzó hacia él sin dejar de reír, embriagándose con el olor mentolado que desprendía.
-No te sientas mal, prometo que no es culpa tuya- Contestó mientras se separaba de aquel abrazo, tratando de reparar, aunque fuera un poco, el orgullo dañado de su compañero -Eso nunca se sabe, tal vez algún día seas feliz con tu boticario en Sandorai, pero desde luego, no será conmigo como esposa- Volvió a abrazar al elfo debido a aquella exuberante felicidad que desprendía y después de dejó caer sobre el lecho, ahora que sabía que todo había resultado una farsa, podía bromear con ello.
Aquella pregunta hizo que se incorporaba sobre las palmas de sus manos mientras pensaba la respuesta -Estuve con Turion… pero no sé si seguirá por aquí. Nos despedimos ayer por la noche- Respondió pensativa sin perder la sonrisa -Estuviste a punto de conocerlo en mi casa- Aclaró la elfa, por si Iltharion no recordaba al humano que les visitó por sorpresa hacía ya un año en casa de la joven. Y, mientras ensanchaba la sonrisa comentó en tono jocoso -Pero si te hace ilusión conocerle, puedes hacerle llamar- Aquello sí que sería un buen espectáculo, en cuanto el humano viera las alianzas en sus dedos le daría, como poco, una parada al corazón.
Mientras Iltharion estaba abajo, Wind se levantó de cama y se estiró varias veces, suspirando por lo calmada que se sentía. Después comenzó a buscar sus cosas por la habitación, esperando que no hubieran quedado en algún lugar del bosque, pues entonces, tendría que ir a buscarlas y lo cierto era, que no le apetecía lo más mínimo tener que volver a pasar por allí.
Algunas imágenes ilustrativas a la historia que le había contado el elfo comenzaron a llegarle más claramente a la mente mientras rebuscaba por la habitación. -Oh cielos…- Susurraba de vez en cuando, cuando alguna imagen sobre aquellas lecciones amatorias aparecían por su cabeza a las cuales, seguía un rubor que cada vez era más llamativo.
Al final, a pesar de que debería haber sido el objetivo más lógico, miró en el armario, encontrando allí sus pertenencias. Se sentó en la cama y comprobó que estaba todo o, al menos, casi todo.
Volvió a guardar las cosas en el armario y comenzó a danzar por la habitación mientras seguían llegando imágenes sueltas de aquel día tan extraño. “Casi se podría decir que abusé de él” Pensó cuando el recuerdo de su encuentro carnal y los antecedentes se hicieron más claros.
-Lo que me faltaba… ser una drogadicta…- Murmuró con un suspiro cansado mientras volvía a tumbarse en la cama de espaldas, con las piernas colgando por un lateral de la misma. Cerró los ojos y esperó a que el bardo regresara con la tan ansiada comida.
La puerta se abrió al mismo tiempo que la joven abrió los ojos y observaba a Iltharion entrar con la comida, que, aunque humeaba, no tenía un aroma demasiado fuerte. Cogió el cuenco en silencio, con una pequeña sonrisa tranquila y soltó una carcajada al escuchar el comentario sobre la comida -Es una lástima, recuerda que al banquete invitaba yo por ser nuestra no-luna de miel- Sacó la lengua al bardo y comenzó a comer sin esperar a que se enfriara. Prefería quemarse la garganta a seguir con aquel dolor de estómago debido en parte, al hambre tan atroz que sentía -Tan solo me sigue doliendo la cabeza y el estómago lo tengo del revés… Pero creo que es por la falta de comida en vez por la falta de más medicamentos- Respondió mientras seguía comiendo despacio, pero con autentica dedicación -Al parecer tenías tú más hambre que yo- Comentó jocosa al ver cómo había desaparecido la comida del cuenco -Si quieres te doy un poco del mio- Añadió divertida al ver como parecía que el elfo intentaba sacar trozos de arcilla con el pan.
Wind terminó de comer y, cando comenzó a darle pequeños a un trozo de pan, entró la señora seguida de unos chiquillos no demasiado mayores cargados con cubos. La elfa los miró de soslayo mientras mordía distraída el trozo de pan que tenía en la mano y seguía hilando las imágenes que aparecían repentinamente por su cabeza. Una piedra del fondo del lago, un grito de auxilio que nunca salió de su cabeza… y escenas de aquellos juegos tan privados. Las escenas de aquellos últimos recuerdos, se extendían por su rostro con un matiz rosado, como si fuera una chiquilla pensando cosas indebidas.
Cuando aquella gente hubo salido, Wind miró al elfo con el mismo aspecto distraído con el que había mirado a la gente que había entrado antes. Se tumbó en la cama boca abajo, sujetando su rostro con las manos y preguntó curiosa de saber qué estaba haciendo Iltharion - ¿Qué haces? - Con una sonrisa en el rostro siguió mirando tranquila, mientras balanceaba las piernas, ahora levantadas por las rodillas, hacia delante y hacia atrás junto con el movimiento al mismo ritmo de las alas.
Se incorporó en la cama y sonrió ante aquella pregunta -Si a estas alturas del día te pidiera que abandonaras la habitación, es que tendría un problema serio en la cabeza, de hecho, más bien debería ofrecerte meterte en la tina conmigo- Sacó la lengua risueña y añadió´mentalmente "Aunque solo fuera para compesarte por aquel desafortunado mordisco" Se acercó a la bañera mientras el olor de aquellas plantas se entremezclaba con la menta del ambiente -Huele realmente bien, mejor que la comida- Comentó tranquila y burlona a la vez que recordaba que no se podía quitar aquellas incomodas telas. Dio un par de tirones, pero su ropa no se movió lo más mínimo, suspiró sonoramente y comentó en voz alta -Parece que voy a tener que volver a bañarme con esto puesto… Sigue sin tener la más mínima intención de despegarse de mi cuerpo- Y, sin mayor queja, se metió en el agua, volviendo a mojar los tules que comenzaron a flotar por la misma.
El agua, en un principio demasiado cálida, comenzó a resultar agradable, mientras el olor de las flores aromáticas invadían sus pulmones. Los músculos se le relajaron y suspiró aliviada, mientras pensaba en lo bien que iba a dormir esa noche.
Windorind Crownguard
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El vano consuelo de la muchacha le arranco una mezcla de risa y horror, sobre todo porque esta parecía entender que el hubiera gustado de algún modo de aquella pintoresca y deprimente imagen del boticario de sandorai.
-Los Divinos me libren, si no estoy casado es por gusto, prefiero los caminos.-Y Sandoraí no tenía ninguna intención de pisarlo.
En la planta baja dispuso también un mensajero para intentar advertir a ese tal Turion de que su ahijada estaba sana y salva, si lo encontraban o no por las cercanías era otra cosa, pero iltharion, ya que podía no veía de mas el asegurarse de que, cuando el ya no estuviese, la muchacha no se hallaría sola, de aquel modo, ante una recaída, había menos posibilidades de que intentara intoxicarse con desespero, como había ansiado cuando volvían del claro.
Poco mas que la corteza de sauce podía hacer el sanador por la cabeza de la muchacha, quizás su magia podía aliviar ese dolor, lo cierto era que poco la usaba, y poco sabía, sería mas oportuna que lo hiciera ella misma,si podía darle aquel enfoque.
-No estoy acostumbrado a hacer tanto ejercicio, eso me da hambre.-Se excusó el trovador, quien negó con un cortés ademán la oferta de comer de la porción de ella. El había picoteado frutos del bosque, ella ni siquiera eso, su estomago estaría mas vacío, y sobre todo, mas necesitado sustento.
El elfo observó de soslayo a la jovencita, mientras sacudía la mano húmeda recién sacada de la bañera, y escaldada por el humeante liquido que empezaba a emanar un olor floral.-Apaño el baño para que relaje mas y alivie el dolor del cuerpo.-Explicó tranquilamente, secando su extremidad en el torso de la camisa.
Iltharion dió un par de caladas, y ruó entre los dientes con la respuesta de la jovencita.
-Tampoco me lo esperaba la primera vez y me echaste del baño.-Le recordó sin rastro alguno de rencor en la voz, solo un tono divertido en las palabras, en rememorar lo ingenua que había sido en tantos momentos la muchacha.
-No es para beber.-Le advirtió, apuntándola con el cigarro ante la broma, como si lo tomara en serio, y luego observó con interés y curiosidad como las ropas parecían apegadas a su cuerpo, para el elfo, que tenía su lado de superstición, aquello era sin duda un embrujo, de alguien o de algún divino gracioso que no había tenido nada mejor que hacer.
Iltharion no iba a quejarse de sacarse el olor a sudor, y los restos de tierra y hojas del bosque y los caminos, así que haciendo malabares con el cigarrillo para no tener que apagarlo, se desprendió de su camisa, el cinto, las botas y el pantalón, que dejó acomodados sobre la silla que entró del balcón, sin preocuparse por si alguna vecina lo pillaba al salir a por el mueble.
Luego sacó del armario dos toallas, o los dos retazos grandes de tela pensados para dicha función y las dejó colgando del biombo, la mitad para cada lado.
-Aprovecha que ahora tienes el agua para ti, que no voy a demorarme demasiado en robarte el espacio.-Amenazó a la joven, mientras empezaba a sacarse los dijes que ataban las trenzas, y a colocarlos en un pilón sobre la ropa doblada sobre la silla. Haciendo un pilón de piezas pequeñas de cristal, piedras, madera y metales.
El cigarrillo lo sostuvo entonces entre los dientes, y sus dedos se pusieron a deshacer las trenzas, el pelo que quedaba libre entonces de las manipulaciones se veía deformado, sumamente ondulado, l cabo de un par de minutos la melena del bardo era lisa a algunos trechos, y con pequeñas y prominentes ondas en los mechones que la cruzaban.
También se desprendió de los colgantes, el dije con forma de bellota y el manojo de anillos, de entre los que habían salido los dos que tenían en sus dedos ahora, y que los ayudaban a mantener la tapadera de pareja casada de viajeros.
Dándose por invitado, el elfo se acercó a la tina, y sin demasiados problemas se sentó a espaldas de la chica, apra que su torso le hiciera de respaldo, e intentando robarle el menor espacio posible. El agua rebalsó cuando su cuerpo se sumergió en las humeantes y perfumadas aguas del baño, y una exhalación de placer y alivio, cargada de humo, emergió de entre los labios del bardo, que aún sostenían el cigarro.
Iltharion lo tomó con la mano, y mantuvo ese brazo alejado del agua, solo volviendo hacia ellos cuando quería pipar del vegetal arollado.
-¿Como terminaste con las alas y el traje pegados?.-La mano libre del elfo, tas sumergirse y perder su frío tacto unos instantes, emergió para rozar la parte en la que las alas de la muchacha se unían a su espalda, ya había contemplado antes aquel lugar extraño, pero no dejaba de suscitarle una gran curiosidad.
-Los Divinos me libren, si no estoy casado es por gusto, prefiero los caminos.-Y Sandoraí no tenía ninguna intención de pisarlo.
En la planta baja dispuso también un mensajero para intentar advertir a ese tal Turion de que su ahijada estaba sana y salva, si lo encontraban o no por las cercanías era otra cosa, pero iltharion, ya que podía no veía de mas el asegurarse de que, cuando el ya no estuviese, la muchacha no se hallaría sola, de aquel modo, ante una recaída, había menos posibilidades de que intentara intoxicarse con desespero, como había ansiado cuando volvían del claro.
Poco mas que la corteza de sauce podía hacer el sanador por la cabeza de la muchacha, quizás su magia podía aliviar ese dolor, lo cierto era que poco la usaba, y poco sabía, sería mas oportuna que lo hiciera ella misma,si podía darle aquel enfoque.
-No estoy acostumbrado a hacer tanto ejercicio, eso me da hambre.-Se excusó el trovador, quien negó con un cortés ademán la oferta de comer de la porción de ella. El había picoteado frutos del bosque, ella ni siquiera eso, su estomago estaría mas vacío, y sobre todo, mas necesitado sustento.
El elfo observó de soslayo a la jovencita, mientras sacudía la mano húmeda recién sacada de la bañera, y escaldada por el humeante liquido que empezaba a emanar un olor floral.-Apaño el baño para que relaje mas y alivie el dolor del cuerpo.-Explicó tranquilamente, secando su extremidad en el torso de la camisa.
Iltharion dió un par de caladas, y ruó entre los dientes con la respuesta de la jovencita.
-Tampoco me lo esperaba la primera vez y me echaste del baño.-Le recordó sin rastro alguno de rencor en la voz, solo un tono divertido en las palabras, en rememorar lo ingenua que había sido en tantos momentos la muchacha.
-No es para beber.-Le advirtió, apuntándola con el cigarro ante la broma, como si lo tomara en serio, y luego observó con interés y curiosidad como las ropas parecían apegadas a su cuerpo, para el elfo, que tenía su lado de superstición, aquello era sin duda un embrujo, de alguien o de algún divino gracioso que no había tenido nada mejor que hacer.
Iltharion no iba a quejarse de sacarse el olor a sudor, y los restos de tierra y hojas del bosque y los caminos, así que haciendo malabares con el cigarrillo para no tener que apagarlo, se desprendió de su camisa, el cinto, las botas y el pantalón, que dejó acomodados sobre la silla que entró del balcón, sin preocuparse por si alguna vecina lo pillaba al salir a por el mueble.
Luego sacó del armario dos toallas, o los dos retazos grandes de tela pensados para dicha función y las dejó colgando del biombo, la mitad para cada lado.
-Aprovecha que ahora tienes el agua para ti, que no voy a demorarme demasiado en robarte el espacio.-Amenazó a la joven, mientras empezaba a sacarse los dijes que ataban las trenzas, y a colocarlos en un pilón sobre la ropa doblada sobre la silla. Haciendo un pilón de piezas pequeñas de cristal, piedras, madera y metales.
El cigarrillo lo sostuvo entonces entre los dientes, y sus dedos se pusieron a deshacer las trenzas, el pelo que quedaba libre entonces de las manipulaciones se veía deformado, sumamente ondulado, l cabo de un par de minutos la melena del bardo era lisa a algunos trechos, y con pequeñas y prominentes ondas en los mechones que la cruzaban.
También se desprendió de los colgantes, el dije con forma de bellota y el manojo de anillos, de entre los que habían salido los dos que tenían en sus dedos ahora, y que los ayudaban a mantener la tapadera de pareja casada de viajeros.
Dándose por invitado, el elfo se acercó a la tina, y sin demasiados problemas se sentó a espaldas de la chica, apra que su torso le hiciera de respaldo, e intentando robarle el menor espacio posible. El agua rebalsó cuando su cuerpo se sumergió en las humeantes y perfumadas aguas del baño, y una exhalación de placer y alivio, cargada de humo, emergió de entre los labios del bardo, que aún sostenían el cigarro.
Iltharion lo tomó con la mano, y mantuvo ese brazo alejado del agua, solo volviendo hacia ellos cuando quería pipar del vegetal arollado.
-¿Como terminaste con las alas y el traje pegados?.-La mano libre del elfo, tas sumergirse y perder su frío tacto unos instantes, emergió para rozar la parte en la que las alas de la muchacha se unían a su espalda, ya había contemplado antes aquel lugar extraño, pero no dejaba de suscitarle una gran curiosidad.
Iltharion Dur'Falas
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Re: El dulce más amargo [Interpretativo] [Privado] [+18]
Wind soltó una suave risa al escuchar aquel comentario -Como viajero que eres, supuse que estarías acostumbrado al esfuerzo- Realmente lo pensaba, pero a parte de ese comentario, prefirió no hacer ninguno más, no fuera a ser que acabara hiriendo de nuevo su orgullo de alguna manera de la que no se diera cuenta.
-El simple hecho de que el agua sea cálida ya aliviaría suficiente, pero no pienso quejarme por un exceso de cuidados- Comentó mientras movía los hombros a modo de ilustración de su incomodidad.
La elfa se sonrojó ante aquel recuerdo, miró a Iltharion de soslayo y le sacó la lengua con indignación -Pero ese día no tuviste que soportar ni una décima parte de lo que has tenido que aguantar hoy- Respondió avergonzada por el espectáculo lamentable que había dado aquel día, del cual, cada vez tenía más imágenes -Además, en ese entonces te colaste a traición cuando tenía los ojos cerrados- Volvió a reír al recordar su primer encuentro, cuando aún no había salido de la seguridad de su hogar. - ¿Seguro? – Preguntó con voz seria, siguiendo la broma.
Una vez en el agua, no se molestó en abrir los ojos. Escuchaba al elfo moverse por toda la estancia mientras sus músculos iban relajándose poco a poco, notando como toda la tensión de aquel día se diluía en el calor del agua. Al escuchar la voz de Iltharion abrió un ojo para mirarle -Lloraré cuando suceda- Respondió tratando de aparentar calma mientras el rostro tomaba un matiz encendido al percatarse de que se había tomado aquella invitación a medias, en serio. Volvió a cerrar el ojo y, mientras escuchaba las pequeñas piedras tintinear y los metales moverse, golpeando entre ellos los mantuvo así. No fue hasta que dejó de escucharlos que abrió los ojos curiosa, soltó una pequeña carcajada al ver aquellos mechones ondulados sobre la melena del bardo y no pudo evitar callarse -Pareces una muchacha a la que están empezando a arreglar el cabello- Se hundió un poco más en la tina, hasta que su sonrisa quedó bajo el agua y se quedó observando como terminaba de quitarse el resto de accesorios, levantó la cabeza y suspiró tranquila.
Al poco, otro suspiro salió de sus labios, pero este era más parecido a la resignación, se deslizó por la bañera para hacerle hueco a Iltharion y encogió ligeramente las piernas, para tener un apoyo y no resbalar -Tienes suerte de que sea pequeñita, o esta bañera se nos quedaría pequeña- Comentó sonriente mientras jugaba con el agua entre sus manos y disfrutaba del olor mentolado que continuaba llenando la estancia.
Aquella pregunta hizo que la joven quedara unos segundos reflexionando mientras se le erizaba la piel por las cosquillas en la espalda -Quién sabe- Respondió en un suspiro mientras giraba el rostro y le mostraba una mirada confusa -Me desperté así... así que… o alguien se pasó la noche realizando un ritual para maldecirme o alguna deidad con un sentido del humor espantoso le pareció divertido regalarme este aspecto- Otra risa suave de resignación salió de sus labios -Espero que no para siempre, o no sé qué haré con mi ropa- Dijo medio en serio medio en broma, pensando de verdad que haría partir de ahora si no podía ponerse sus ropajes.
Después continuó mirando el agua, se dejó echar hacia atrás y levantó la mano y el rostro para acariciar la faz del bardo -Siento de verás todo lo que ha pasado hoy. Has aguantado mucho… mucho más de lo que, probablemente, hubiera soportado yo- Sonrió tímidamente e hizo unas cuantas caricias más en su mejilla con la mano derecha “Y más de lo que esperaba, también” Estuvo a punto de añadir, pero prefirió guardarse aquella matización para ella, ahora que podía. -Por cierto… Si no recuerdo mal... me debes una lectura de mano- Comentó alegre mientras bajaba la mano acariciando el cuello del elfo con las yemas de los dedos -O eso... o le debes una lectura a mi golem y yo debería ser una piedra del lago, aun no lo tengo claro- Una pequeña carcajada salió de su boca y cerró los ojos de nuevo respirando aquella tranquilidad. -Supongo que no hubiera sido tan horrible que aquella primera vez te dejara meterte en mi tina…- Murmuró para sí relajada, como si fuera un pensamiento que salió de sus labios sin querer.
-El simple hecho de que el agua sea cálida ya aliviaría suficiente, pero no pienso quejarme por un exceso de cuidados- Comentó mientras movía los hombros a modo de ilustración de su incomodidad.
La elfa se sonrojó ante aquel recuerdo, miró a Iltharion de soslayo y le sacó la lengua con indignación -Pero ese día no tuviste que soportar ni una décima parte de lo que has tenido que aguantar hoy- Respondió avergonzada por el espectáculo lamentable que había dado aquel día, del cual, cada vez tenía más imágenes -Además, en ese entonces te colaste a traición cuando tenía los ojos cerrados- Volvió a reír al recordar su primer encuentro, cuando aún no había salido de la seguridad de su hogar. - ¿Seguro? – Preguntó con voz seria, siguiendo la broma.
Una vez en el agua, no se molestó en abrir los ojos. Escuchaba al elfo moverse por toda la estancia mientras sus músculos iban relajándose poco a poco, notando como toda la tensión de aquel día se diluía en el calor del agua. Al escuchar la voz de Iltharion abrió un ojo para mirarle -Lloraré cuando suceda- Respondió tratando de aparentar calma mientras el rostro tomaba un matiz encendido al percatarse de que se había tomado aquella invitación a medias, en serio. Volvió a cerrar el ojo y, mientras escuchaba las pequeñas piedras tintinear y los metales moverse, golpeando entre ellos los mantuvo así. No fue hasta que dejó de escucharlos que abrió los ojos curiosa, soltó una pequeña carcajada al ver aquellos mechones ondulados sobre la melena del bardo y no pudo evitar callarse -Pareces una muchacha a la que están empezando a arreglar el cabello- Se hundió un poco más en la tina, hasta que su sonrisa quedó bajo el agua y se quedó observando como terminaba de quitarse el resto de accesorios, levantó la cabeza y suspiró tranquila.
Al poco, otro suspiro salió de sus labios, pero este era más parecido a la resignación, se deslizó por la bañera para hacerle hueco a Iltharion y encogió ligeramente las piernas, para tener un apoyo y no resbalar -Tienes suerte de que sea pequeñita, o esta bañera se nos quedaría pequeña- Comentó sonriente mientras jugaba con el agua entre sus manos y disfrutaba del olor mentolado que continuaba llenando la estancia.
Aquella pregunta hizo que la joven quedara unos segundos reflexionando mientras se le erizaba la piel por las cosquillas en la espalda -Quién sabe- Respondió en un suspiro mientras giraba el rostro y le mostraba una mirada confusa -Me desperté así... así que… o alguien se pasó la noche realizando un ritual para maldecirme o alguna deidad con un sentido del humor espantoso le pareció divertido regalarme este aspecto- Otra risa suave de resignación salió de sus labios -Espero que no para siempre, o no sé qué haré con mi ropa- Dijo medio en serio medio en broma, pensando de verdad que haría partir de ahora si no podía ponerse sus ropajes.
Después continuó mirando el agua, se dejó echar hacia atrás y levantó la mano y el rostro para acariciar la faz del bardo -Siento de verás todo lo que ha pasado hoy. Has aguantado mucho… mucho más de lo que, probablemente, hubiera soportado yo- Sonrió tímidamente e hizo unas cuantas caricias más en su mejilla con la mano derecha “Y más de lo que esperaba, también” Estuvo a punto de añadir, pero prefirió guardarse aquella matización para ella, ahora que podía. -Por cierto… Si no recuerdo mal... me debes una lectura de mano- Comentó alegre mientras bajaba la mano acariciando el cuello del elfo con las yemas de los dedos -O eso... o le debes una lectura a mi golem y yo debería ser una piedra del lago, aun no lo tengo claro- Una pequeña carcajada salió de su boca y cerró los ojos de nuevo respirando aquella tranquilidad. -Supongo que no hubiera sido tan horrible que aquella primera vez te dejara meterte en mi tina…- Murmuró para sí relajada, como si fuera un pensamiento que salió de sus labios sin querer.
Windorind Crownguard
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Re: El dulce más amargo [Interpretativo] [Privado] [+18]
Iltharion asintio, pero omitió convenientemente comentar que, en sus viajes, no solía cargar un petate de su peso por en medio de la foresta, y que, para cargamentos tan grandes, tanto el como sobre todo la mayoría de viajeros, usaban una mula de carga.
Iltharion sonrió ligeramente ante la peculiar explicación que le dio la muchacha.-Así que mis beneficios dependen de cuanto este dispuesto a soportar?.-Encaró una ceja el trovador, y pronunció con un tono bromista, observando la expresión avergonzada-Oh, si no me hubiera sentido invitado ni se me habría ocurrido tal atrevimiento.-Llevo al palma a su pecho, como si fuera un hombre honrado, antes de seguir lidiando con sus ropas.
El sanador encaró ambas cejas cuando fue acusado de muchacha, y negó para si mismo, soltando aire por la nariz con cierto humor, preferia tener a la joven riendose, aunque fuera de el, que corretando de un lado a otro con desespero, dejandose llevar por descabelladas ideas.
-Si, sobre todo por la barba.-Se rascó la misma con la mano, sintiendo la dureza del pelo cano, mas duro que el resto, como si quisiera evitar que lo arrancara como había hecho los ultimos años.-Me da un aspecto muy femenino.
La palangana que usaban de bañera no era especialmente grande, y la joven tenía razón en su aporte. Aun y la ventaja de su escaso tamaño, las rodillas del elfo emergían con las piernas flexionadas a lado y lado del cuerpo de la muchacha, y la mitad de sus pectorales no llegaban a sumergirse. Con la espalda reclinada, Iltharion usaba los margenes de la palangana de reposabrazos.
La mano húmeda seguía recorriendo aquella rara unión que ningún elfo debería poseer en sus hombros, y que parecía mas propia de una mujer bestia insectoide que de una hija de los bosques.
-Siempre puedes llevarla a que la arregle un sastre.-Rio entre dientes, imaginándose la cara de sorpresa de los mismos ante tal petición, y al ver a la peculiar muchacha.-A ver, ¿A que dios maldeciste para que te hiciera esta jugarreta?.-Le preguntó aun divertido por ese raro castigo divino del que era objeto su acompañante.
Iltharion entornó los ojos, disfrutando de la calidez del agua, y del aroma a flores silvestres, dejando que penetrara en su mente y su cuerpo, y relajara y calmase su castigado cuerpo. Cuando sintió la caricia de la muchacha, abrió un solo ojo, semi entornado, y separó la mano propia de la espalda de ella apra dirigirla a su faz. Con cuidado intentó retirar la pintura que enmarcaba sus rostro.-Esta cosa es resistente, no ha salido ni en tu baño del lago. ¿También forma parte del ritual misterioso o te has tatuado?.-Añadió medio en broma.-Soy un hombre paciente.-Respondió con seriedad y calma a su comentario.-Además, eso significa que la próxima vez que nos encontremos, puedo emborracharme hasta perder el sentido y tu tendrás que pagar tu deuda y hacerte cargo de mi.-Bromeó, sacandole algo de hierro al asunto.
-A ver, dame tu mano.-Aceptó el desafío tomándola de la muñeca, y alzando la palma de ella hasta su rostro, mientras ya con ambos ojos abiertos, los entornaba y fruncía el ceño, como si estuviera intentando ver la verdad oculta en esas lineas.-Es muy pequeña, cuesta de ver.-Dijo con seriedad, como si realmente pudiera ver el futuro de la chiquilla en aquel pedazo de piel.-Veo la sombra de la sospecha, que se cierne sobre ti.-Dijo con tono solemne, dando pipeando pausadamente de su cigarrillo.-Alguien cercano, alguien que aprecias.-Prosiguió el elfo, estando seguro de que si su cuidador venía al llamado, no le haría ni la mas mínima gracia que la pequeña windorind estuviese en una habitación con un hombre que fingía ser su esposo. Aunque luego se calmara con una posible explicación, iltharion estaba dispuesto a jugársela a que la primera impresión sería pésima.
-También veo una unión en tu viaje, una amistad quizás que te abrirá un mundo nuevo, quizás un miembro de otra especie.-Siguió comentando cualquier cosa, con el mismo tono serio y místico. Si la chica había viajado ya a Dundarak, y luego al sur, estaba seguro de que en sus viajes terminaría coincidiendo con algunos mercaderes mas de una vez, o quizás artistas ambulantes como el, presumir que alguno no sería elfo y le enseñaría cosas sobre su cultura también era pan comido.
Además, y por otro lado, el hecho de que sus predicciones fueran tan vagas, daban pie a que se vieran cumplidas de muchas maneras, ese, mas que cualquier otro, era el secreto de todo adivino.
Iltharion acercó la palma un poco mas a tu mano y luego chasqueo la lengua, depositandola en su sitio con delicadeza.-No veo nada mas, los dioses quieren que tu sino siga siendo un misterio.-Sentenció, dando por finalizada su pantomima.-¿Quieres intentarlo tu?.-La reto, colocando su palma extendida, cara al techo, delante de la joven, y dejándola manipular su extremidad al gusto si aceptaba su propuesta.
Iltharion sonrió ligeramente ante la peculiar explicación que le dio la muchacha.-Así que mis beneficios dependen de cuanto este dispuesto a soportar?.-Encaró una ceja el trovador, y pronunció con un tono bromista, observando la expresión avergonzada-Oh, si no me hubiera sentido invitado ni se me habría ocurrido tal atrevimiento.-Llevo al palma a su pecho, como si fuera un hombre honrado, antes de seguir lidiando con sus ropas.
El sanador encaró ambas cejas cuando fue acusado de muchacha, y negó para si mismo, soltando aire por la nariz con cierto humor, preferia tener a la joven riendose, aunque fuera de el, que corretando de un lado a otro con desespero, dejandose llevar por descabelladas ideas.
-Si, sobre todo por la barba.-Se rascó la misma con la mano, sintiendo la dureza del pelo cano, mas duro que el resto, como si quisiera evitar que lo arrancara como había hecho los ultimos años.-Me da un aspecto muy femenino.
La palangana que usaban de bañera no era especialmente grande, y la joven tenía razón en su aporte. Aun y la ventaja de su escaso tamaño, las rodillas del elfo emergían con las piernas flexionadas a lado y lado del cuerpo de la muchacha, y la mitad de sus pectorales no llegaban a sumergirse. Con la espalda reclinada, Iltharion usaba los margenes de la palangana de reposabrazos.
La mano húmeda seguía recorriendo aquella rara unión que ningún elfo debería poseer en sus hombros, y que parecía mas propia de una mujer bestia insectoide que de una hija de los bosques.
-Siempre puedes llevarla a que la arregle un sastre.-Rio entre dientes, imaginándose la cara de sorpresa de los mismos ante tal petición, y al ver a la peculiar muchacha.-A ver, ¿A que dios maldeciste para que te hiciera esta jugarreta?.-Le preguntó aun divertido por ese raro castigo divino del que era objeto su acompañante.
Iltharion entornó los ojos, disfrutando de la calidez del agua, y del aroma a flores silvestres, dejando que penetrara en su mente y su cuerpo, y relajara y calmase su castigado cuerpo. Cuando sintió la caricia de la muchacha, abrió un solo ojo, semi entornado, y separó la mano propia de la espalda de ella apra dirigirla a su faz. Con cuidado intentó retirar la pintura que enmarcaba sus rostro.-Esta cosa es resistente, no ha salido ni en tu baño del lago. ¿También forma parte del ritual misterioso o te has tatuado?.-Añadió medio en broma.-Soy un hombre paciente.-Respondió con seriedad y calma a su comentario.-Además, eso significa que la próxima vez que nos encontremos, puedo emborracharme hasta perder el sentido y tu tendrás que pagar tu deuda y hacerte cargo de mi.-Bromeó, sacandole algo de hierro al asunto.
-A ver, dame tu mano.-Aceptó el desafío tomándola de la muñeca, y alzando la palma de ella hasta su rostro, mientras ya con ambos ojos abiertos, los entornaba y fruncía el ceño, como si estuviera intentando ver la verdad oculta en esas lineas.-Es muy pequeña, cuesta de ver.-Dijo con seriedad, como si realmente pudiera ver el futuro de la chiquilla en aquel pedazo de piel.-Veo la sombra de la sospecha, que se cierne sobre ti.-Dijo con tono solemne, dando pipeando pausadamente de su cigarrillo.-Alguien cercano, alguien que aprecias.-Prosiguió el elfo, estando seguro de que si su cuidador venía al llamado, no le haría ni la mas mínima gracia que la pequeña windorind estuviese en una habitación con un hombre que fingía ser su esposo. Aunque luego se calmara con una posible explicación, iltharion estaba dispuesto a jugársela a que la primera impresión sería pésima.
-También veo una unión en tu viaje, una amistad quizás que te abrirá un mundo nuevo, quizás un miembro de otra especie.-Siguió comentando cualquier cosa, con el mismo tono serio y místico. Si la chica había viajado ya a Dundarak, y luego al sur, estaba seguro de que en sus viajes terminaría coincidiendo con algunos mercaderes mas de una vez, o quizás artistas ambulantes como el, presumir que alguno no sería elfo y le enseñaría cosas sobre su cultura también era pan comido.
Además, y por otro lado, el hecho de que sus predicciones fueran tan vagas, daban pie a que se vieran cumplidas de muchas maneras, ese, mas que cualquier otro, era el secreto de todo adivino.
Iltharion acercó la palma un poco mas a tu mano y luego chasqueo la lengua, depositandola en su sitio con delicadeza.-No veo nada mas, los dioses quieren que tu sino siga siendo un misterio.-Sentenció, dando por finalizada su pantomima.-¿Quieres intentarlo tu?.-La reto, colocando su palma extendida, cara al techo, delante de la joven, y dejándola manipular su extremidad al gusto si aceptaba su propuesta.
Iltharion Dur'Falas
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Re: El dulce más amargo [Interpretativo] [Privado] [+18]
Wind recordó su primer encuentro, como si fuera una deja vu de la conversación que estaban teniendo -Ya dije en su día que te dejaría un vestido si querías- ensanchó la sonrisa y añadió -La oferta sigue en pie- Otra carcajada salió se sus labios haciéndola disfrutar de aquel momento de tranquilidad y diversión a costa del elfo.
- ¡A ninguno! Aunque tal vez se enfadaron por saltarme el segundo día de Bragiväl- Contestó la joven en un refunfuño bajo e hinchaba los mofletes al final de su explicación como una niña pequeña enfadada -Pero si querían castigarme poniéndome alas, al menos que me paguen el sastre… que no son gratis- Sentenció la joven con indignación al pensar en el dineral que iba a gastarse en adecuar sus ropajes a esas alas, que, aunque divertidas, le iban a salir muy caras. -Si al menos me pudiera quitar la ropa…- Toqueteó las telas que flotaban y maldijo su serte por no haber elegido, al menos, otro disfraz más discreto para el Bragiväl.
A pesar de sus quejas y refunfuños, debía reconocer que se le hacía bastante divertido tener aquellos apéndices en la espalda, los cuales, a pesar de no tener sensibilidad en si mismos, habían hecho que donde se unían con su espalda fuera un lugar bastante más sensible de lo que lo era antes. De esta manera, mientras el elfo pasaba la mano por aquella zona, la piel de todo su cuerpo se erizaba, exteriorizando el placer que le provocaba.
Wind suspiró abatida cuando el elfo le hizo notar que aun llevaba la pintura del rostro -Rezo al mismo dios que haya decidió ponerme estas alas, que lo del rostro sea tan solo algo temporal- Comentó con una media sonrisa, tratando de tomar aquella situación con humor -Pero tengo la sensación de que va en el mismo paquete de la extraña maldición- Suspiró de nuevo y prefirió olvidarse de aquello, pues, al menos la pintura no se la podía ver constantemente y, gracias a los cielos, se le olvidaba que la tenía.
La risa salió sola de sus labios cuando escuchó aquella advertencia -Prometo que lo haré, aunque creo que sería mi amigo de barro el que cargara contigo… No creo que yo tenga la suficiente fuerza para hacerlo sola- Aunque si bien era cierto que aquello sonaba medio en broma medio en serio, sus palabras tenían tras de ellas la determinación de la muchacha de aceptar aquella petición cuando se volvieran a encontrar, si es que lo volvían a hacer para saldar aquella deuda que ella consideraba que había contraído.
Levantó el rostro de nuevo, mirando a Iltharion desde abajo y comenzó a emocionarse por aquella actuación. La primera vez que se conocieron, el elfo le leyó el pasado… y el presente, pero lo del futuro era nuevo, así que le miró con aquella curiosidad infantil que aún afloraba de vez en cuando y dejó que el elfo la acercara aún más a su rostro -No es tan pequeña- Hizo un mohín y le sacó la lengua, sobre todo, porque sí que lo era.
- ¿La sombra de la sospecha? - Repitió sin terminar de comprender de que hablaba ¿Acaso era que debía sospechar de alguien? ¿O que alguien estaba sospechando algo sobre ella? Pero si era alguien cercano el circulo realmente se reducía. Quedó hipnotizada por aquellos pensamientos durante algunos segundos, hasta que Iltharion volvió a hablar -Eso sí que sería divertido- A pesar de sus viajes, había interactuado más bien poco con gente de razas distintas y, sobre todo, no había llegado a hacerse amiga realmente de nadie. -Es una lástima, era entretenido escuchar mi destino. Los dioses últimamente se están ensañando conmigo- Suspiró y metió la mano bajo el agua para volver a templarla mientras volvía a enderezar el cuello.
Miró asombrada la mano del bardo y una risa ligera salió de sus labios -No soy maga ni pitonisa, no puedo leer el sino de las personas en sus manos… Pero puedo suponerlo- Cogió la meno del elfo con su mano izquierda y comenzó a seguir las líneas de la mano con la yema de su dedo índice derecho como hacían las pitonisas en las fiestas de los pueblos. La elfa no era bruja, pero si había aprendido a ser observadora así que comenzó con aquella ristra de ideas que podían ser o no ciertas. Miró el anillo que decoraba su dedo y decidió comenzar por ahí -No veo esposa en el futuro próximo… a parte de mí, como tu falsa esposa- Se rió por aquello, saliéndose del papel que había decido adoptar y carraspeó un par de veces para intentar volver a crear el ambiente de misticismo que el propio elfo había creado antes. Aunque sí que creía cierto aquello que dijo, pero nunca se sabía, tal vez realmente si la aguardara pronto una persona con quien compartir su vida.
-A pesar de la falta de una esposa, si parece que tendrás hijos, aunque el número no aparece en la mano- Ahí se la estaba jugando, pero, siendo un artista itinerante probablemente tendría una mujer en cada aldea, así que no sería raro que más de un hijo se hubiera quedado por el camino.
- Te depararán muchas aventuras- comenzó a decir mientras recorría otra de las líneas de su mano -Los caminos que tomes a partir de ahora podrían ser divertidos o peligrosos, tu decidirás cuales escoges- Esa frase la había escuchado cientos de veces, como si fuera un estándar en todas las lecturas de manos -Y ya, no se leer más líneas a parte de esas tres- Se rió por lo bajo tras su actuación y se preguntó si habría acertado en alguno de aquellos puntos.
Después dejó la mano del elfo entre sus manos mientras miraba los anillos que para la muchacha eran cárceles de oro. Al verlos juntos y uno de ellos en su mano, le recorrió un escalofrío por la espalda, como si acaba de ver un fantasma -A pesar de que no sea real, sigue dando escalofríos- Comentó sin demasiado cuidado de si la escucha el elfo o no – Eh Ilth, ¿Por qué crees que la gente ansia tanto estas pequeñas prisiones? ¿Acaso no es más divertido ser libre que ser la propiedad de alguien? - Aquellas dudas siempre habían recorrido su cabeza y, aunque comprendía que estar en pareja podía resultar realmente divertido o gratificante, no comprendía por qué había que prometerse ser el uno del otro. Cada uno es dueño de uno mismo ¿No? Pero aquel elfo que, con muchas probabilidades, sabía más de la vida que ella, tal vez podría darle una respuesta que fuera más allá de “Para poder tener hijos”
Soltó la mano del elfo y levantó la suya propia hasta que quedó su brazo completamente estirado en diagonal a ellos, con la palma abierta -Definitivamente no es un accesorio que me favorezca… pero ¿Te importa si me lo quedo? – Preguntó como si no tuviera demasiada importancia, hasta que cayó en que podía ser malinterpretada así que revolviéndose ligeramente en el agua nerviosa procedió a aclararlo -No porque guste de él… Cielos, ni mucho menos. Pero me parece curioso que por llevarlo nos hayamos librado de un molesto tabernero… Tal vez podría venirme bien alguna vez- Bajó la mano, se rascó el rostro donde tenía pintura y levantó la mirada para mirar al elfo, esperando no haberle molestado con su petición.
- ¡A ninguno! Aunque tal vez se enfadaron por saltarme el segundo día de Bragiväl- Contestó la joven en un refunfuño bajo e hinchaba los mofletes al final de su explicación como una niña pequeña enfadada -Pero si querían castigarme poniéndome alas, al menos que me paguen el sastre… que no son gratis- Sentenció la joven con indignación al pensar en el dineral que iba a gastarse en adecuar sus ropajes a esas alas, que, aunque divertidas, le iban a salir muy caras. -Si al menos me pudiera quitar la ropa…- Toqueteó las telas que flotaban y maldijo su serte por no haber elegido, al menos, otro disfraz más discreto para el Bragiväl.
A pesar de sus quejas y refunfuños, debía reconocer que se le hacía bastante divertido tener aquellos apéndices en la espalda, los cuales, a pesar de no tener sensibilidad en si mismos, habían hecho que donde se unían con su espalda fuera un lugar bastante más sensible de lo que lo era antes. De esta manera, mientras el elfo pasaba la mano por aquella zona, la piel de todo su cuerpo se erizaba, exteriorizando el placer que le provocaba.
Wind suspiró abatida cuando el elfo le hizo notar que aun llevaba la pintura del rostro -Rezo al mismo dios que haya decidió ponerme estas alas, que lo del rostro sea tan solo algo temporal- Comentó con una media sonrisa, tratando de tomar aquella situación con humor -Pero tengo la sensación de que va en el mismo paquete de la extraña maldición- Suspiró de nuevo y prefirió olvidarse de aquello, pues, al menos la pintura no se la podía ver constantemente y, gracias a los cielos, se le olvidaba que la tenía.
La risa salió sola de sus labios cuando escuchó aquella advertencia -Prometo que lo haré, aunque creo que sería mi amigo de barro el que cargara contigo… No creo que yo tenga la suficiente fuerza para hacerlo sola- Aunque si bien era cierto que aquello sonaba medio en broma medio en serio, sus palabras tenían tras de ellas la determinación de la muchacha de aceptar aquella petición cuando se volvieran a encontrar, si es que lo volvían a hacer para saldar aquella deuda que ella consideraba que había contraído.
Levantó el rostro de nuevo, mirando a Iltharion desde abajo y comenzó a emocionarse por aquella actuación. La primera vez que se conocieron, el elfo le leyó el pasado… y el presente, pero lo del futuro era nuevo, así que le miró con aquella curiosidad infantil que aún afloraba de vez en cuando y dejó que el elfo la acercara aún más a su rostro -No es tan pequeña- Hizo un mohín y le sacó la lengua, sobre todo, porque sí que lo era.
- ¿La sombra de la sospecha? - Repitió sin terminar de comprender de que hablaba ¿Acaso era que debía sospechar de alguien? ¿O que alguien estaba sospechando algo sobre ella? Pero si era alguien cercano el circulo realmente se reducía. Quedó hipnotizada por aquellos pensamientos durante algunos segundos, hasta que Iltharion volvió a hablar -Eso sí que sería divertido- A pesar de sus viajes, había interactuado más bien poco con gente de razas distintas y, sobre todo, no había llegado a hacerse amiga realmente de nadie. -Es una lástima, era entretenido escuchar mi destino. Los dioses últimamente se están ensañando conmigo- Suspiró y metió la mano bajo el agua para volver a templarla mientras volvía a enderezar el cuello.
Miró asombrada la mano del bardo y una risa ligera salió de sus labios -No soy maga ni pitonisa, no puedo leer el sino de las personas en sus manos… Pero puedo suponerlo- Cogió la meno del elfo con su mano izquierda y comenzó a seguir las líneas de la mano con la yema de su dedo índice derecho como hacían las pitonisas en las fiestas de los pueblos. La elfa no era bruja, pero si había aprendido a ser observadora así que comenzó con aquella ristra de ideas que podían ser o no ciertas. Miró el anillo que decoraba su dedo y decidió comenzar por ahí -No veo esposa en el futuro próximo… a parte de mí, como tu falsa esposa- Se rió por aquello, saliéndose del papel que había decido adoptar y carraspeó un par de veces para intentar volver a crear el ambiente de misticismo que el propio elfo había creado antes. Aunque sí que creía cierto aquello que dijo, pero nunca se sabía, tal vez realmente si la aguardara pronto una persona con quien compartir su vida.
-A pesar de la falta de una esposa, si parece que tendrás hijos, aunque el número no aparece en la mano- Ahí se la estaba jugando, pero, siendo un artista itinerante probablemente tendría una mujer en cada aldea, así que no sería raro que más de un hijo se hubiera quedado por el camino.
- Te depararán muchas aventuras- comenzó a decir mientras recorría otra de las líneas de su mano -Los caminos que tomes a partir de ahora podrían ser divertidos o peligrosos, tu decidirás cuales escoges- Esa frase la había escuchado cientos de veces, como si fuera un estándar en todas las lecturas de manos -Y ya, no se leer más líneas a parte de esas tres- Se rió por lo bajo tras su actuación y se preguntó si habría acertado en alguno de aquellos puntos.
Después dejó la mano del elfo entre sus manos mientras miraba los anillos que para la muchacha eran cárceles de oro. Al verlos juntos y uno de ellos en su mano, le recorrió un escalofrío por la espalda, como si acaba de ver un fantasma -A pesar de que no sea real, sigue dando escalofríos- Comentó sin demasiado cuidado de si la escucha el elfo o no – Eh Ilth, ¿Por qué crees que la gente ansia tanto estas pequeñas prisiones? ¿Acaso no es más divertido ser libre que ser la propiedad de alguien? - Aquellas dudas siempre habían recorrido su cabeza y, aunque comprendía que estar en pareja podía resultar realmente divertido o gratificante, no comprendía por qué había que prometerse ser el uno del otro. Cada uno es dueño de uno mismo ¿No? Pero aquel elfo que, con muchas probabilidades, sabía más de la vida que ella, tal vez podría darle una respuesta que fuera más allá de “Para poder tener hijos”
Soltó la mano del elfo y levantó la suya propia hasta que quedó su brazo completamente estirado en diagonal a ellos, con la palma abierta -Definitivamente no es un accesorio que me favorezca… pero ¿Te importa si me lo quedo? – Preguntó como si no tuviera demasiada importancia, hasta que cayó en que podía ser malinterpretada así que revolviéndose ligeramente en el agua nerviosa procedió a aclararlo -No porque guste de él… Cielos, ni mucho menos. Pero me parece curioso que por llevarlo nos hayamos librado de un molesto tabernero… Tal vez podría venirme bien alguna vez- Bajó la mano, se rascó el rostro donde tenía pintura y levantó la mirada para mirar al elfo, esperando no haberle molestado con su petición.
Windorind Crownguard
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Re: El dulce más amargo [Interpretativo] [Privado] [+18]
Iltharion se reclinó y alzó el rostro hacia el techo, soltando hacia el mismo aros de humo espesos, perfectamente definidos.
-A mi me gusta el dibujo de tu rostro, te queda hermoso.-Aunque entendía que la joven no quisiera llevar esa pintura para siempre, siempre tenía la opción de cubrirla con polvos o pinturas, maquillajes o peinados, quizás algún antifaz. No era lo mejor, pero si era mas fácil de ocultar que las alas de hada, cuyo brillo dorado podían atraer a cazadores y rufianes.
Una pequeña risa grave emanó de la garganta del bardo ante ese mohin infantil.-Mucho me sacas la lengua, a ver si te vas a quedar sin.-Bromeó el trovador sobre aquel gesto pícaro, que hacía que le dieran ganas de picarla y de engatusarla como si fuera un niño.
Su papel de místico había colado, y en el mismo personaje de ser trascendente en contacto con el telar de los divinos, fue que contestó a la jovencita y su queja a los dioses.
-Si los mortales supierais todo lo que os depara la vida, ya habríais vivido, caminaríais por el sendero marcado dócilmente, no habría emoción ni ilusión, sorpresa u esperanza, toma las dudas como un regalo, disfruta del presente y sueña con lo que te depare el mañana.-Iltharion acomodó el cigarrillo entre los dientes, y lo dejó allí, aspirando mientras respiraba, sumergiendo la mano seca en el agua tibia y rodeando a la muchacha con dicha extremidad, mientras le cedía la otra.
Iltharion rió entre dientes con al primera predicción con la que estaba totalmente de acuerdo, o al menos, no una esposa que fuera de el, porque esposas ajenas era un pasatiempo que solía frecuentar, y que probablemente era mejor no poner en alto, pese a la visión particular que tenía la jovencita del matrimonio.
Lo de los hijos le hizo reír un poco mas fuerte, y el cigarrillo casi se escurre de entre sus labios para caer en la bañera, pero por suerte logró retenerlo en su sitio a cambio de una pequeña tos.
No habían sido pocas las veces que le habían venido con pequeños, mas o menos parecidos a el, exigiendo explicaciones, una paternidad, o dinero para mantenerlos. Tampoco negaba que alguna vez entre los pillastres abandonados por las calles había reconocido alguno de sus rasgos. A veces se acercaba, otras seguía su camino, y siempre ahogaba la silenciosa duda de si compartían sangre.
-Esa ultima ya la había odio antes.-La acusó en tono jocoso, y cuando le soltó la mano la escurrió en el aire para agarrar el canuto casi consumido, intentando no mojarlo demasiado.
La pregunta de la muchacha le tomó por sorpresa, y tuvo que mirar por encima del hombro de ella para percatarse de que se encontraba mirando fijamente aquella alianza sustraída con la que la había obsequiado.
-Porque dan seguridad. Si algo no te pertenece, que te asegura que se quede contigo, que este a tu alcance y disposición? cuando quieres algo lo compras, botas, jarrones, una oveja, también se compran personas, solo que de otra forma.-Iltharion respondió esta vez seriamente, no había sonrisa ni broma en su tono, ni jubilo alguno, simplemente una calma apacible que revelaba una de las grises verdades que regían la realidad de muchos reinos.-Los hombres se casan para poseer algo que les agrada, o conseguir una dote sustanciosa, además de para poder asegurar su legado de sangre.-Dió una ultima calada antes de apagar el cigarro en el suelo.-Las mujeres lo hacen para tener estabilidad y no caer en la indigencia, y para escalar socialmente. Una mujer bella y bien educada puede pasar de campesina a comerciante, o de comerciante a noble si consigue un pretendiente arruinado y su dote es buena.-Colocó la mano sobre la cabezita de la muchacha y le revolvió cariñosamente el pelo.
-La gente que planta nabos no quiere arriesgar su vida por los caminos quiere tener un plato en la mesa, no pasar frío en invierno y no morir de hambre asfixiados por los impuestos. Tu vivías con gente antes de salir a viajar, así que hay muchas cosas que es posible que no conozcas porque se encargaban de ellas tus padres. Digamos que no se trata de diversión, si no de supervivencia.-Iltharion se reclinó una vez mas mientras hablaba, mirando al techo, dejando que su voz inundara la estancia con esa claridad suya.-La libertad es muy cara Windorind, para algunos mas que otros.-Sentenció finalmente, cerrando los ojos unos instantes para disfrutar del agua aun caliente.
El elfo se enderezó en el sitio, dejando paar esos temas tan deprimentes al escuchar la petición de la muchacha, y nuevamente rió ante el contraste de sus comentarios con aquello.
-Puedes quedártelo.-Rió un poco.-Y no es poco, creo que eres la primera persona a la que le pongo un anillo en el dedo.-Y dios lo librara de hacerlo de nuevo si tenía otras opciones. Por lo menos, en un contexto mas serio.
Iltharion no se perdió el detalle de la pintura, y siguiendo aquella linea de hacerle bromas tontas en las que actuaba como algo que no era, carraspeó y volvió a adoptar ese tono medio religioso.
-Supongo que ya es suficiente.-Dijo con misterio, y alargo la mano colocandola sobre la sien de la mucha, pero sin enjuagar el dibujo todavía.-Y pensar que muchos habrían disfrutado de los caprichos de Isha.-Chasqueó la legnua.-Supongo que hoy en día los elfos ya no compartís mi magnifico gusto. No esperaba que mi bromita te causara tanta molestia, pero como me caes bien te libraré de ella.-Murmuró algo bajito como si estuviera haciendo alguna clase de magia y le retiró el maquillaje de la faz.
Casi le da un vuelco al corazón al bardo cuando al moverse para hacer aquello con ambas manos descolocó una de las alas que se estaban desprendiendo.
Por suerte se hallaba de espaldas a la muchacha, y tuvo a su alcance unos valiosos segundos para recomponer su cara de estupefacción total, y volver a mostrarse controlado y perfecto, como si realmente fuera alguna clase de deidad caprichosa.
Tomó con sumo cuidado las alas, y las sacó de entre ambos depositandolas a un lado de la bañera.
-¿Te ayudo también con las ropas?.-Su tono no dejaba de ser solemne, y nuevamente el elfo tenía que hacer sendos esfuerzos para no romper a reír y mantener una impoluta máscara.
-A mi me gusta el dibujo de tu rostro, te queda hermoso.-Aunque entendía que la joven no quisiera llevar esa pintura para siempre, siempre tenía la opción de cubrirla con polvos o pinturas, maquillajes o peinados, quizás algún antifaz. No era lo mejor, pero si era mas fácil de ocultar que las alas de hada, cuyo brillo dorado podían atraer a cazadores y rufianes.
Una pequeña risa grave emanó de la garganta del bardo ante ese mohin infantil.-Mucho me sacas la lengua, a ver si te vas a quedar sin.-Bromeó el trovador sobre aquel gesto pícaro, que hacía que le dieran ganas de picarla y de engatusarla como si fuera un niño.
Su papel de místico había colado, y en el mismo personaje de ser trascendente en contacto con el telar de los divinos, fue que contestó a la jovencita y su queja a los dioses.
-Si los mortales supierais todo lo que os depara la vida, ya habríais vivido, caminaríais por el sendero marcado dócilmente, no habría emoción ni ilusión, sorpresa u esperanza, toma las dudas como un regalo, disfruta del presente y sueña con lo que te depare el mañana.-Iltharion acomodó el cigarrillo entre los dientes, y lo dejó allí, aspirando mientras respiraba, sumergiendo la mano seca en el agua tibia y rodeando a la muchacha con dicha extremidad, mientras le cedía la otra.
Iltharion rió entre dientes con al primera predicción con la que estaba totalmente de acuerdo, o al menos, no una esposa que fuera de el, porque esposas ajenas era un pasatiempo que solía frecuentar, y que probablemente era mejor no poner en alto, pese a la visión particular que tenía la jovencita del matrimonio.
Lo de los hijos le hizo reír un poco mas fuerte, y el cigarrillo casi se escurre de entre sus labios para caer en la bañera, pero por suerte logró retenerlo en su sitio a cambio de una pequeña tos.
No habían sido pocas las veces que le habían venido con pequeños, mas o menos parecidos a el, exigiendo explicaciones, una paternidad, o dinero para mantenerlos. Tampoco negaba que alguna vez entre los pillastres abandonados por las calles había reconocido alguno de sus rasgos. A veces se acercaba, otras seguía su camino, y siempre ahogaba la silenciosa duda de si compartían sangre.
-Esa ultima ya la había odio antes.-La acusó en tono jocoso, y cuando le soltó la mano la escurrió en el aire para agarrar el canuto casi consumido, intentando no mojarlo demasiado.
La pregunta de la muchacha le tomó por sorpresa, y tuvo que mirar por encima del hombro de ella para percatarse de que se encontraba mirando fijamente aquella alianza sustraída con la que la había obsequiado.
-Porque dan seguridad. Si algo no te pertenece, que te asegura que se quede contigo, que este a tu alcance y disposición? cuando quieres algo lo compras, botas, jarrones, una oveja, también se compran personas, solo que de otra forma.-Iltharion respondió esta vez seriamente, no había sonrisa ni broma en su tono, ni jubilo alguno, simplemente una calma apacible que revelaba una de las grises verdades que regían la realidad de muchos reinos.-Los hombres se casan para poseer algo que les agrada, o conseguir una dote sustanciosa, además de para poder asegurar su legado de sangre.-Dió una ultima calada antes de apagar el cigarro en el suelo.-Las mujeres lo hacen para tener estabilidad y no caer en la indigencia, y para escalar socialmente. Una mujer bella y bien educada puede pasar de campesina a comerciante, o de comerciante a noble si consigue un pretendiente arruinado y su dote es buena.-Colocó la mano sobre la cabezita de la muchacha y le revolvió cariñosamente el pelo.
-La gente que planta nabos no quiere arriesgar su vida por los caminos quiere tener un plato en la mesa, no pasar frío en invierno y no morir de hambre asfixiados por los impuestos. Tu vivías con gente antes de salir a viajar, así que hay muchas cosas que es posible que no conozcas porque se encargaban de ellas tus padres. Digamos que no se trata de diversión, si no de supervivencia.-Iltharion se reclinó una vez mas mientras hablaba, mirando al techo, dejando que su voz inundara la estancia con esa claridad suya.-La libertad es muy cara Windorind, para algunos mas que otros.-Sentenció finalmente, cerrando los ojos unos instantes para disfrutar del agua aun caliente.
El elfo se enderezó en el sitio, dejando paar esos temas tan deprimentes al escuchar la petición de la muchacha, y nuevamente rió ante el contraste de sus comentarios con aquello.
-Puedes quedártelo.-Rió un poco.-Y no es poco, creo que eres la primera persona a la que le pongo un anillo en el dedo.-Y dios lo librara de hacerlo de nuevo si tenía otras opciones. Por lo menos, en un contexto mas serio.
Iltharion no se perdió el detalle de la pintura, y siguiendo aquella linea de hacerle bromas tontas en las que actuaba como algo que no era, carraspeó y volvió a adoptar ese tono medio religioso.
-Supongo que ya es suficiente.-Dijo con misterio, y alargo la mano colocandola sobre la sien de la mucha, pero sin enjuagar el dibujo todavía.-Y pensar que muchos habrían disfrutado de los caprichos de Isha.-Chasqueó la legnua.-Supongo que hoy en día los elfos ya no compartís mi magnifico gusto. No esperaba que mi bromita te causara tanta molestia, pero como me caes bien te libraré de ella.-Murmuró algo bajito como si estuviera haciendo alguna clase de magia y le retiró el maquillaje de la faz.
Casi le da un vuelco al corazón al bardo cuando al moverse para hacer aquello con ambas manos descolocó una de las alas que se estaban desprendiendo.
Por suerte se hallaba de espaldas a la muchacha, y tuvo a su alcance unos valiosos segundos para recomponer su cara de estupefacción total, y volver a mostrarse controlado y perfecto, como si realmente fuera alguna clase de deidad caprichosa.
Tomó con sumo cuidado las alas, y las sacó de entre ambos depositandolas a un lado de la bañera.
-¿Te ayudo también con las ropas?.-Su tono no dejaba de ser solemne, y nuevamente el elfo tenía que hacer sendos esfuerzos para no romper a reír y mantener una impoluta máscara.
Iltharion Dur'Falas
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Re: El dulce más amargo [Interpretativo] [Privado] [+18]
La elfa se quedó estupefacta ante semejante respuesta a su queja por su misterioso futuro, no sabía que Iltharion podía ser tan místico, igual sí que era realmente un mago y todas sus dudas eran infundadas -S-Supongo que tienes razón- Fue lo único que alcanzó a contestar a algo tan contundente y cargado de razón como aquello mientras pensaba en si realmente aquella respuesta tan espiritual era algún tipo de mensaje de los dioses o si, por el contrario, la estaba tomando el pelo y, mientras le daba vueltas a aquella idea, sintió aquel medio abrazo y, olvidando aquellas ideas, comenzó con su predicción.
Wind quedó satisfecha con las reacciones que había obtenido del bardo y, cuando hubo terminado su predicción, se rió al sentir que había acertado con al menos dos de las predicciones -Igual sí que tengo madera de adivina, de esas que van a las fiestas de los pueblos- comentó en broma mientras soltaba la mano del elfo.
La respuesta del elfo le pareció lógica, pero, tal y como le acaba ocurriendo siempre que trataba hablar de ese tema, le resultaba ridículo, no puedes comprar una persona como si fuera un animal… o al menos no se debería poder.
Una risa seca salió de sus labios cuando habló sobre la educación de una mujer -Puedo asegurar que no merece la pena, ya has visto lo que es una mujer bien educada para conseguir un buen hombre. Apenas algo más que una muñeca con movimiento- Lo dijo con una voz neutral, como si aquello no fuera con ella y ella no hubiera sido la que había dado semejante cambio al hablar de matrimonio. La caricia del pelo, hizo que cambiara de expresión a una algo más alegre, aunque seria tratando de entender las palabras que salían de la boca de Iltharion -Supongo que tiene sentido… aunque no para mí, pero he de admitir que realmente eres un hombre sabio- Y tratando que quitarle seriedad al asunto añadió con tono infantil -Si no quieres morir de frio, deja de plantar nabos, así solo debes ir a lugares más cálidos, es lo bueno de ser libre- Aquella respuesta, digna de una niña pequeña la dejó satisfecha. Ahora tenía en su poder las respuestas a las preguntas que tanto consumieron su cabeza hacía años y de las cuales, había dejado de hallar solución al no encontrarla en su momento.
La elfa sonrió cuando el elfo aceptó a que se quedara con el anillo -No tardaré en quitármelo, así que no te preocupes- Una carcajada salió de su boca y añadió -Sólo lo quiero por si alguna vez lo necesito… Irónicamente, nunca sabes cuándo puede sacarte de un apuro llevar un anillo en el dedo- Cuando saliera de la posada pensaba guardarlo en lo más profundo de bolsa, con la esperanza de no tener que recurrir nunca a él.
La mirada de Wind se volvió de absoluta incomprensión ¿No se estaban riendo hacía apenas unos segundos? - ¿Qué ocurre? ¿Tienes frío? - Preguntó mientras seguía con la cabeza en aquella postura tan poco cómoda para su cuello. Al notar las manos en su cabeza, la colocó erguida de nuevo, sin comprender en absoluto lo que estaba sucediendo - ¿Ilth? ¿Te encuentras bien? - Preguntó mientras trataba mirarlo por el rabillo del ojo - ¿Isha? ¿La Diosa? - Preguntó absolutamente estupefacta mientras comenzaba a plantearse que al bardo le estaba dado algún tipo de problema en el cerebro. - ¿Tú bromita? Pero ¿De qué estás hablando? Oh cielos, ¿Acaso hay algo más que aún no sepa? - Preguntó por pavor, no quería más sorpresas por aquel día, no creía que su corazón pudiera soportar más sorpresas extrañas por ese día.
Un movimiento de mano… y la pintura salió, quedando en las manos del bardo - ¿Pero… qué demonios? - Miró las manos del elfo sin comprender nada para acto seguido, soltar un chillido agudo, como si fuera un cachorro al que le han pisado la cola, al ver sus alas caer a los lados de la tina. Se levantó de un salto, sin cuidado alguno por no llenarlo todo de agua mientras miraba con una mezcla de horror y aturdimiento las alas a los lados de la bañera. Después pasó la vista al elfo que parecía perfectamente sereno y cando éste habló, la muchacha estuvo a punto de que le diera un ataque de nervios. -E-Espera…A ver…Y-Yo… y tú… ¡elfos! ¡S-Somos elfos! ¿Isha? ¿L-La diosa? - Sus palabras iban tan descoordinadas como sus pensamientos, mientras gesticulaba con las manos de un modo exagerado, como si trataran de suplir la desaparición de las alas. Ignoró por completo el ofrecimiento sobre las ropas, no podía escuchar, pues los latidos sonaban fuerte en sus oídos mientras un rubor comenzaba a extenderse por el rostro, primero ligero hasta llegar a un tono encendido como si fuera una manzana.
su mente iba mucho más deprisa que sus labios -P-Pero… Tú…oh cielos... ¡OH CIELOS! - Y una idea tan vergonzosa como real, llegó a su cabeza, haciéndola trastabillar contra la propia tina, hasta que se tropezó cayendo dentro de nuevo, sacando aún más agua de ella -N-No puede ser verdad… ¿Isha? ¿Yo he… m-mordido… a una Diosa? - El aire comenzó a no llenarle los pulmones mientras el nerviosismo se agolpaba en sus extremidades convirtiéndolas en flanes sin consistencia.
Y otro pensamiento llegó ahora a su cabeza ¿Se podía quitar las ropas al fin? Y, antes de que pudiera pensarlo más, se levantó de nuevo con las piernas temblorosas y tiró de los tules hacia abajo. Para su sorpresa, la falda cayó al reducido agua que quedaba en la bañera, quedándose ahí, flotando como una flor y otro grito, menos alto, salió de sus labios con una mezcla de emoción y vergüenza, al fin había podido quitarse aquello -Ha…salido- Murmuró y entonces, de otro tirón se quitó la parte de arriba, obviando por completo la presencia del elfo-Diosa.
Se dejó caer de rodillas, ahora más despacio en la bañera y se acercó al elfo despacio, gateando, como si fuera un animal que está examinando un nuevo objeto, hasta que quedó a unos escasos centímetros del rostro, sintiendo su respiración y mirándole a los ojos, tratando de dilucidar si habían cambiado desde la primera vez que los vió. No comprendía que estaba pasando exactamente, sólo sabía que ahora no tenía alas y que Isha, una diosa que se hacía pasar por el elfo se las había quitado.
Wind quedó satisfecha con las reacciones que había obtenido del bardo y, cuando hubo terminado su predicción, se rió al sentir que había acertado con al menos dos de las predicciones -Igual sí que tengo madera de adivina, de esas que van a las fiestas de los pueblos- comentó en broma mientras soltaba la mano del elfo.
La respuesta del elfo le pareció lógica, pero, tal y como le acaba ocurriendo siempre que trataba hablar de ese tema, le resultaba ridículo, no puedes comprar una persona como si fuera un animal… o al menos no se debería poder.
Una risa seca salió de sus labios cuando habló sobre la educación de una mujer -Puedo asegurar que no merece la pena, ya has visto lo que es una mujer bien educada para conseguir un buen hombre. Apenas algo más que una muñeca con movimiento- Lo dijo con una voz neutral, como si aquello no fuera con ella y ella no hubiera sido la que había dado semejante cambio al hablar de matrimonio. La caricia del pelo, hizo que cambiara de expresión a una algo más alegre, aunque seria tratando de entender las palabras que salían de la boca de Iltharion -Supongo que tiene sentido… aunque no para mí, pero he de admitir que realmente eres un hombre sabio- Y tratando que quitarle seriedad al asunto añadió con tono infantil -Si no quieres morir de frio, deja de plantar nabos, así solo debes ir a lugares más cálidos, es lo bueno de ser libre- Aquella respuesta, digna de una niña pequeña la dejó satisfecha. Ahora tenía en su poder las respuestas a las preguntas que tanto consumieron su cabeza hacía años y de las cuales, había dejado de hallar solución al no encontrarla en su momento.
La elfa sonrió cuando el elfo aceptó a que se quedara con el anillo -No tardaré en quitármelo, así que no te preocupes- Una carcajada salió de su boca y añadió -Sólo lo quiero por si alguna vez lo necesito… Irónicamente, nunca sabes cuándo puede sacarte de un apuro llevar un anillo en el dedo- Cuando saliera de la posada pensaba guardarlo en lo más profundo de bolsa, con la esperanza de no tener que recurrir nunca a él.
La mirada de Wind se volvió de absoluta incomprensión ¿No se estaban riendo hacía apenas unos segundos? - ¿Qué ocurre? ¿Tienes frío? - Preguntó mientras seguía con la cabeza en aquella postura tan poco cómoda para su cuello. Al notar las manos en su cabeza, la colocó erguida de nuevo, sin comprender en absoluto lo que estaba sucediendo - ¿Ilth? ¿Te encuentras bien? - Preguntó mientras trataba mirarlo por el rabillo del ojo - ¿Isha? ¿La Diosa? - Preguntó absolutamente estupefacta mientras comenzaba a plantearse que al bardo le estaba dado algún tipo de problema en el cerebro. - ¿Tú bromita? Pero ¿De qué estás hablando? Oh cielos, ¿Acaso hay algo más que aún no sepa? - Preguntó por pavor, no quería más sorpresas por aquel día, no creía que su corazón pudiera soportar más sorpresas extrañas por ese día.
Un movimiento de mano… y la pintura salió, quedando en las manos del bardo - ¿Pero… qué demonios? - Miró las manos del elfo sin comprender nada para acto seguido, soltar un chillido agudo, como si fuera un cachorro al que le han pisado la cola, al ver sus alas caer a los lados de la tina. Se levantó de un salto, sin cuidado alguno por no llenarlo todo de agua mientras miraba con una mezcla de horror y aturdimiento las alas a los lados de la bañera. Después pasó la vista al elfo que parecía perfectamente sereno y cando éste habló, la muchacha estuvo a punto de que le diera un ataque de nervios. -E-Espera…A ver…Y-Yo… y tú… ¡elfos! ¡S-Somos elfos! ¿Isha? ¿L-La diosa? - Sus palabras iban tan descoordinadas como sus pensamientos, mientras gesticulaba con las manos de un modo exagerado, como si trataran de suplir la desaparición de las alas. Ignoró por completo el ofrecimiento sobre las ropas, no podía escuchar, pues los latidos sonaban fuerte en sus oídos mientras un rubor comenzaba a extenderse por el rostro, primero ligero hasta llegar a un tono encendido como si fuera una manzana.
su mente iba mucho más deprisa que sus labios -P-Pero… Tú…oh cielos... ¡OH CIELOS! - Y una idea tan vergonzosa como real, llegó a su cabeza, haciéndola trastabillar contra la propia tina, hasta que se tropezó cayendo dentro de nuevo, sacando aún más agua de ella -N-No puede ser verdad… ¿Isha? ¿Yo he… m-mordido… a una Diosa? - El aire comenzó a no llenarle los pulmones mientras el nerviosismo se agolpaba en sus extremidades convirtiéndolas en flanes sin consistencia.
Y otro pensamiento llegó ahora a su cabeza ¿Se podía quitar las ropas al fin? Y, antes de que pudiera pensarlo más, se levantó de nuevo con las piernas temblorosas y tiró de los tules hacia abajo. Para su sorpresa, la falda cayó al reducido agua que quedaba en la bañera, quedándose ahí, flotando como una flor y otro grito, menos alto, salió de sus labios con una mezcla de emoción y vergüenza, al fin había podido quitarse aquello -Ha…salido- Murmuró y entonces, de otro tirón se quitó la parte de arriba, obviando por completo la presencia del elfo-Diosa.
Se dejó caer de rodillas, ahora más despacio en la bañera y se acercó al elfo despacio, gateando, como si fuera un animal que está examinando un nuevo objeto, hasta que quedó a unos escasos centímetros del rostro, sintiendo su respiración y mirándole a los ojos, tratando de dilucidar si habían cambiado desde la primera vez que los vió. No comprendía que estaba pasando exactamente, sólo sabía que ahora no tenía alas y que Isha, una diosa que se hacía pasar por el elfo se las había quitado.
Windorind Crownguard
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Re: El dulce más amargo [Interpretativo] [Privado] [+18]
El elfo se imagino a la pequeña ataviada con ropajes de colores, campanillas, abalorios y bagatelas brillantes para llamar la atención, con algún peculiar peinado y dando saltitos, tomando las manos de extraños y soltándoles la misma perdición a todos con una sonrisa cándida y esa mirada brillante llena de energía e inocencia que poseía, y hasta creió posible que, aun cuando hiciera malas predicciones, mas de uno aflojara la bolsa con tal de tenerla contenta y que la sonrisa contagiosa que poseía no se difuminara de su rostro.
El elfo simplemente dejó caer los parpados y asintió ante los comentarios de la muchacha sobre el matrimonio, eran propios de la juventud, de la ignorancia, y de ese deseo de libertad que le era tan conocido. Iltharion sin embargo era consciente de que el mundo no podía funcionar de aquel modo. Sin gente que cultivase los campos, que cuidara el ganado, que se encargara de hilar las telas con las que se vestían, reinaría la miseria. Incluso los habitantes de los caminos como el paraban de pueblo en pueblo, precisaban de sus suministros, de los que se encargaban de extraer la sal para los alimentos, de amasar el pan, o de ofrecerles una cama caliente en las posadas cuando venía el invierno, y montar campamento en las zonas mas cruentas era peligroso.
Iltharion espero, aunque tampoco iba a procurarlo, que la muchacha tuviera la dicha de no verse en la coyuntura de tener que asentarse pronto, aunque era consciente de que el jugaba justo a favor del papel contrario, puesto a que, si la dejaba en cinta, era posible que la pequeña se viera en la coyuntura de abandonar a un hijo o cuidar al muchacho, y de algún modo veía complicado, pese a sus ansias de libertad, que pudiera dejar a sangre de su sangre. Para las mujeres aquello era mas difícil.
Iltharion se mordió literalmente la lengua con tal de no reírse, y mantener la seriedad impasible en su rostro que hacía de sus bromas algo creíble, y por lo tanto, muchísimo mas divertido.
El desconcierto de la muchacha le hizo creer que no iba a colar, que en cuanto razonara bien aquello se daría cuenta que le estaba tomando el pelo otra vez y le daría un golpe o dos, o quizás lo echara de la palangana. En vez de eso, pudo observar con regocijo el pavor en la mirada de la chiquilla, como si sus palabras estuvieran calando.
Iltharion se aclaró las manos en el agua perfumada, intentando que aquel gesto mecánico lo ayudase a no romper en una carcajada, sabía que si empezaba a reir no podría parar. El chillido de la chica al levantarse de golpe ayudó un poco, pues dió un respingo por tamaña reacción mientras ocultaba su sorpresa al ver que tras meditarlo, había creído su artimaña.
Intentando mantener aquello, iltharion se colocó el indice sobre los labios, con complicidad.-La libertad es mas cara para unos que para otros.-Dió como toda respuesta. Citarse a si mismo en aquel momento le venía como anillo al dedo, y nunca mejor dicho.
El elfo intento agarrarla al ver que trastabillaba, pero tarde, la chica cayó en el agua terminando de vaciar la mitad de la bañera, mientras recordaba lo del mordisco, haciendo que el rostro del trovador esbozara un gesto de dolor ante el recuerdo.-Y ahora también me has quitado la mitad del agua para que me congele.-La acusó en un ton ligero, restandole importancia con la mano, como si fueran nimiedades.
Los bailoteos de la muchacha nerviosa en la bañera, cayendo y levantándose, temblando y completamente desorientada lo divertían en grado sumo, el trovador siempre encontraba placer en poder alterar a un nivel tan profundo a la gente, y la promesa de poder seguir haciendo aquello iba tomando forma con la certeza de mantener ese engaño tanto como le permitiera el tiempo.
Iltharion se mantuvo digno, como antes, quieto, se dejó examinar unos instantes, y cuando lo creyó suficiente, le esbozó una placida y ligera sonrisa.-Sera nuestro pequeño secreto. ¿Si?.-Le sonrió ampliamente, y con afecto, antes de alargar la mano y terminar de retirarle un poco de pintura que le había quedado sobre la ceja. -Ya está, perfecta.-Sentenció.
-¿Pido algo mas de agua?.-Preguntó como si nada de aquello hubiese pasado, tranquilo, y aun haciendo magnos esfuerzos para sus adentros para no reírse de como había podido creerlo un Dios, mientras su ego se hinchaba tanto que era increíble que pudiera caber en su cuerpo.
La mirada de "Isha" fue a lado y lado de la bañadera, observando el suelo inundado del cuarto.-O mas toallas.-Rio de forma suave ante aquel enchastre, y se mordió la lengua para parar en el momento justo. ¡Que difícil podía llegar a resultarle aquello!
Alargó la mano mientras aguardaba una respuesta, escurrió bien los tules y los dejó al lado de la bañera con las alas, la palangana era pequeña para dos personas, y prefería cuantos menos objetos estorbando mejor.
El elfo simplemente dejó caer los parpados y asintió ante los comentarios de la muchacha sobre el matrimonio, eran propios de la juventud, de la ignorancia, y de ese deseo de libertad que le era tan conocido. Iltharion sin embargo era consciente de que el mundo no podía funcionar de aquel modo. Sin gente que cultivase los campos, que cuidara el ganado, que se encargara de hilar las telas con las que se vestían, reinaría la miseria. Incluso los habitantes de los caminos como el paraban de pueblo en pueblo, precisaban de sus suministros, de los que se encargaban de extraer la sal para los alimentos, de amasar el pan, o de ofrecerles una cama caliente en las posadas cuando venía el invierno, y montar campamento en las zonas mas cruentas era peligroso.
Iltharion espero, aunque tampoco iba a procurarlo, que la muchacha tuviera la dicha de no verse en la coyuntura de tener que asentarse pronto, aunque era consciente de que el jugaba justo a favor del papel contrario, puesto a que, si la dejaba en cinta, era posible que la pequeña se viera en la coyuntura de abandonar a un hijo o cuidar al muchacho, y de algún modo veía complicado, pese a sus ansias de libertad, que pudiera dejar a sangre de su sangre. Para las mujeres aquello era mas difícil.
Iltharion se mordió literalmente la lengua con tal de no reírse, y mantener la seriedad impasible en su rostro que hacía de sus bromas algo creíble, y por lo tanto, muchísimo mas divertido.
El desconcierto de la muchacha le hizo creer que no iba a colar, que en cuanto razonara bien aquello se daría cuenta que le estaba tomando el pelo otra vez y le daría un golpe o dos, o quizás lo echara de la palangana. En vez de eso, pudo observar con regocijo el pavor en la mirada de la chiquilla, como si sus palabras estuvieran calando.
Iltharion se aclaró las manos en el agua perfumada, intentando que aquel gesto mecánico lo ayudase a no romper en una carcajada, sabía que si empezaba a reir no podría parar. El chillido de la chica al levantarse de golpe ayudó un poco, pues dió un respingo por tamaña reacción mientras ocultaba su sorpresa al ver que tras meditarlo, había creído su artimaña.
Intentando mantener aquello, iltharion se colocó el indice sobre los labios, con complicidad.-La libertad es mas cara para unos que para otros.-Dió como toda respuesta. Citarse a si mismo en aquel momento le venía como anillo al dedo, y nunca mejor dicho.
El elfo intento agarrarla al ver que trastabillaba, pero tarde, la chica cayó en el agua terminando de vaciar la mitad de la bañera, mientras recordaba lo del mordisco, haciendo que el rostro del trovador esbozara un gesto de dolor ante el recuerdo.-Y ahora también me has quitado la mitad del agua para que me congele.-La acusó en un ton ligero, restandole importancia con la mano, como si fueran nimiedades.
Los bailoteos de la muchacha nerviosa en la bañera, cayendo y levantándose, temblando y completamente desorientada lo divertían en grado sumo, el trovador siempre encontraba placer en poder alterar a un nivel tan profundo a la gente, y la promesa de poder seguir haciendo aquello iba tomando forma con la certeza de mantener ese engaño tanto como le permitiera el tiempo.
Iltharion se mantuvo digno, como antes, quieto, se dejó examinar unos instantes, y cuando lo creyó suficiente, le esbozó una placida y ligera sonrisa.-Sera nuestro pequeño secreto. ¿Si?.-Le sonrió ampliamente, y con afecto, antes de alargar la mano y terminar de retirarle un poco de pintura que le había quedado sobre la ceja. -Ya está, perfecta.-Sentenció.
-¿Pido algo mas de agua?.-Preguntó como si nada de aquello hubiese pasado, tranquilo, y aun haciendo magnos esfuerzos para sus adentros para no reírse de como había podido creerlo un Dios, mientras su ego se hinchaba tanto que era increíble que pudiera caber en su cuerpo.
La mirada de "Isha" fue a lado y lado de la bañadera, observando el suelo inundado del cuarto.-O mas toallas.-Rio de forma suave ante aquel enchastre, y se mordió la lengua para parar en el momento justo. ¡Que difícil podía llegar a resultarle aquello!
Alargó la mano mientras aguardaba una respuesta, escurrió bien los tules y los dejó al lado de la bañera con las alas, la palangana era pequeña para dos personas, y prefería cuantos menos objetos estorbando mejor.
Iltharion Dur'Falas
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Re: El dulce más amargo [Interpretativo] [Privado] [+18]
Para la muchacha todo aquello tenía mucho sentido. A pesar de las propias dudas que albergaba al principio, la joven acabó por tragarse toda esa sarta de mentiras que decía el elfo pues, en realidad tenían mucho sentido. Iltharion sabía leer el futuro en las manos y, a pesar de haber estado sorprendido parecía que le gustaban las alas como si él mismo las hubiera colocado allí, como si fueran su pequeña obra de arte. Además, Sabía mucho, sabía mucho de la vida que, a pesar de no ser un indicativo definitivo, sumado al resto de cosas que rondaban por su cabeza, parecía encajar perfectamente.
La joven se había tragado hasta el fondo aquella broma y, comenzaba a estar segura de que aquel elfo que tenía delante era la mismísima Isha pero aquello le suscitaba otra serie de preguntas ¿Por qué había adoptado la forma de un hombre? ¿Era Isha desde su primer encuentro o el verdadero Iltharion danza por ahí sin tener ni idea de esto? Y otra pregunta igual de importante y que le causaba gran vergüenza simplemente pensarla ¿Por qué una diosa habría querido yacer con ella?
Todas esas preguntas, dudas y pensamientos se agolpaban en su mente a un ritmo frenético mientras de su boca sólo salían frases inconclusas llenas de tartamudeos y las extremidades le temblaban como gelatina. Definitivamente su pequeña cabeza no estaba preparada para aquello, eran demasiadas sorpresas, bromas y experiencias por un solo día. Sus oídos no podían escuchar nada de lo que decía el elfo-diosa pues los latidos de su propio corazón hacían demasiado ruido. Tenía la sensación de que iba a caer redonda a la bañera, inconsciente, debido a las respiraciones nerviosas que no conseguían aportar suficiente aire a su cerebro.
No fue, hasta que procedió a examinar el rostro del elfo que su respiración agitada comenzó a calmarse y su nerviosismo a desaparecer poco a poco. Aquellos ojos azules realmente parecían ser capaces de amansar a las bestias o al menos, parecía poder amenazar a aquella elfa que acababa de sufrir un ataque de pánico.
Los observó unos segundos aquellos ojos y se percató de que algo era diferente, algo en lo que, o no se había fijado nunca o realmente había algo distinto en ellos ¿Acaso eran de colores diferentes? Wind levantó las cejas y abrió la boca despacio, como si quisiera decir que aun ni siquiera estaba formado en su mente algo, pero la cerró de nuevo en ese mismo instante. No sabía que podía decir ¿Qué se supone que había que decirle a una Diosa cuando se declaraba como tal?
La voz de Iltharion rompió el silencio que la joven había olvidado que había mientras asentía una vez despacio, sin moverse del sitio ni perder aquella mirada de estufefacción. Asintió ante aquella promesa, de un modo automático ¿Cómo iba a negarle algo a Isha? y como si aquel pensamiento no pudiera quedarse únicamente en su cabeza, habló al fin -T-Tienes los ojos diferentes… entre ellos- Aquello le pareció una señal más que clara de que realmente Iltharion era una diosa pero si acaso decidió preguntar. Se dejó quitar la pintura de la cara mientras permanecía estupefacta y preguntó, por si acaso era algo que ella estaba imaginando -¿Siempre han sido así?- Realmente comenzaba a dudar de su cordura ¿Aquello era real? ¿Seguía dormida? ¿Se estaba volviendo loca acaso?
Se separó despacio del rostro del elfo mientras quedaba sentada sobre sus piernas, tratando de asimilar lo que acababa de suceder. Salió de sus cavilaciones cuando escuchó de nueo la voz de Iltharion - ¿E-Eh? Ah… co-como quieras. Podemos volver a llenarla, si quieres- Parecía que le habían dado un mazazo en cabeza o que tenía la cabeza llena de manteca impidiéndole pensar con claridad, pero las preguntas que tenía seguían escuchándose fuerte, cada vez con mayor intensidad así que, sin poder hacer nada para evitarlo, comenzó con su pequeña lista de preguntas que necesitaban respuesta.
-Esto… Ilth… D-digo, Isha o Ilth... o… ¿Diosa? - No empezaba bien. Tartamudeaba mientras hablaba con un tono de voz bajo. Ni siquiera sabía cómo debía dirigirse a él-ella ahora ¿De dama? ¿De hombre? ¿Con su nombre de elfo o de Diosa? Más preguntas, éstas incluso más importantes de las que ya tenía antes, pero no podía quedarse anclada en aquellos pensamientos, debía avanzar o se quedaría allí como una estatua para siempre - ¿Cómo debería referirme a ti... o a vos? - Debía preguntarlo todo o acabaría cometiendo algún error y no quería volver a acabar siendo parte de la broma de una Diosa con ganas de broma -Tengo otra d-duda… ¿P-Por qué forma de hombre? - Su voz salía como un hilo mientras su rostro seguía teniendo un tono encendido por el nerviosismo que no desaparecía del todo -Q-Quiero decir… ¿Por qué tienes forma d-de hombre? - Preguntar algo como eso… ¿Se consideraba una ofensa o al preguntárselo directamente a ella no lo era? Eran muchas dudas, no sabía cómo debía referirse a una Diosa, nunca había tenido la necesidad de aprender aquello, ella no era una sacerdotisa. -Y-Y esto… ¿Siempre has s-sido tú? Q-quiero decir… ¿Siempre has sido Ilth? – No se estaba explicando bien, pero no sabía explicarse mejor, así que Wind continuó mirando al elfo como si fuera un niño al que le han robado la nariz o un cachorrillo al que intentan enseñar un truco. Tenía la cabeza llena de dudas y de algo parecido a la emoción pues, al fin y al cabo, había conocido a una Diosa.
La joven se había tragado hasta el fondo aquella broma y, comenzaba a estar segura de que aquel elfo que tenía delante era la mismísima Isha pero aquello le suscitaba otra serie de preguntas ¿Por qué había adoptado la forma de un hombre? ¿Era Isha desde su primer encuentro o el verdadero Iltharion danza por ahí sin tener ni idea de esto? Y otra pregunta igual de importante y que le causaba gran vergüenza simplemente pensarla ¿Por qué una diosa habría querido yacer con ella?
Todas esas preguntas, dudas y pensamientos se agolpaban en su mente a un ritmo frenético mientras de su boca sólo salían frases inconclusas llenas de tartamudeos y las extremidades le temblaban como gelatina. Definitivamente su pequeña cabeza no estaba preparada para aquello, eran demasiadas sorpresas, bromas y experiencias por un solo día. Sus oídos no podían escuchar nada de lo que decía el elfo-diosa pues los latidos de su propio corazón hacían demasiado ruido. Tenía la sensación de que iba a caer redonda a la bañera, inconsciente, debido a las respiraciones nerviosas que no conseguían aportar suficiente aire a su cerebro.
No fue, hasta que procedió a examinar el rostro del elfo que su respiración agitada comenzó a calmarse y su nerviosismo a desaparecer poco a poco. Aquellos ojos azules realmente parecían ser capaces de amansar a las bestias o al menos, parecía poder amenazar a aquella elfa que acababa de sufrir un ataque de pánico.
Los observó unos segundos aquellos ojos y se percató de que algo era diferente, algo en lo que, o no se había fijado nunca o realmente había algo distinto en ellos ¿Acaso eran de colores diferentes? Wind levantó las cejas y abrió la boca despacio, como si quisiera decir que aun ni siquiera estaba formado en su mente algo, pero la cerró de nuevo en ese mismo instante. No sabía que podía decir ¿Qué se supone que había que decirle a una Diosa cuando se declaraba como tal?
La voz de Iltharion rompió el silencio que la joven había olvidado que había mientras asentía una vez despacio, sin moverse del sitio ni perder aquella mirada de estufefacción. Asintió ante aquella promesa, de un modo automático ¿Cómo iba a negarle algo a Isha? y como si aquel pensamiento no pudiera quedarse únicamente en su cabeza, habló al fin -T-Tienes los ojos diferentes… entre ellos- Aquello le pareció una señal más que clara de que realmente Iltharion era una diosa pero si acaso decidió preguntar. Se dejó quitar la pintura de la cara mientras permanecía estupefacta y preguntó, por si acaso era algo que ella estaba imaginando -¿Siempre han sido así?- Realmente comenzaba a dudar de su cordura ¿Aquello era real? ¿Seguía dormida? ¿Se estaba volviendo loca acaso?
Se separó despacio del rostro del elfo mientras quedaba sentada sobre sus piernas, tratando de asimilar lo que acababa de suceder. Salió de sus cavilaciones cuando escuchó de nueo la voz de Iltharion - ¿E-Eh? Ah… co-como quieras. Podemos volver a llenarla, si quieres- Parecía que le habían dado un mazazo en cabeza o que tenía la cabeza llena de manteca impidiéndole pensar con claridad, pero las preguntas que tenía seguían escuchándose fuerte, cada vez con mayor intensidad así que, sin poder hacer nada para evitarlo, comenzó con su pequeña lista de preguntas que necesitaban respuesta.
-Esto… Ilth… D-digo, Isha o Ilth... o… ¿Diosa? - No empezaba bien. Tartamudeaba mientras hablaba con un tono de voz bajo. Ni siquiera sabía cómo debía dirigirse a él-ella ahora ¿De dama? ¿De hombre? ¿Con su nombre de elfo o de Diosa? Más preguntas, éstas incluso más importantes de las que ya tenía antes, pero no podía quedarse anclada en aquellos pensamientos, debía avanzar o se quedaría allí como una estatua para siempre - ¿Cómo debería referirme a ti... o a vos? - Debía preguntarlo todo o acabaría cometiendo algún error y no quería volver a acabar siendo parte de la broma de una Diosa con ganas de broma -Tengo otra d-duda… ¿P-Por qué forma de hombre? - Su voz salía como un hilo mientras su rostro seguía teniendo un tono encendido por el nerviosismo que no desaparecía del todo -Q-Quiero decir… ¿Por qué tienes forma d-de hombre? - Preguntar algo como eso… ¿Se consideraba una ofensa o al preguntárselo directamente a ella no lo era? Eran muchas dudas, no sabía cómo debía referirse a una Diosa, nunca había tenido la necesidad de aprender aquello, ella no era una sacerdotisa. -Y-Y esto… ¿Siempre has s-sido tú? Q-quiero decir… ¿Siempre has sido Ilth? – No se estaba explicando bien, pero no sabía explicarse mejor, así que Wind continuó mirando al elfo como si fuera un niño al que le han robado la nariz o un cachorrillo al que intentan enseñar un truco. Tenía la cabeza llena de dudas y de algo parecido a la emoción pues, al fin y al cabo, había conocido a una Diosa.
Windorind Crownguard
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Re: El dulce más amargo [Interpretativo] [Privado] [+18]
Iltharion se dejó contemplar de cerca, como si fuera una obra de arte, en el fondo de sus adentros sabía, o creía fervientemente que había algo de verdad en aquello, conocía sus formas, su belleza, había pasado largas horas contemplando su propio reflejo, y otras muchas aprendiendo a volver el mismo una herramienta de control sobre la gente, a alterar su expresión de forma sutil y sublime para hacer que los que se adentraban en la contemplación encontraran aquello que buscaban, una prueba de admiración, de aprecio, y en este caso, solo tenía que ser sincero, permitir que la edad transluciera a su mirada, así como un destello de todas sus vivencias, de una vida longeva plagada de recuerdos. Ese tipo de mirada, de arrugas bajo los ojos, y de no sé qué añejo que poseían los más ancianos de cada raza, y que podía ser un abismo insondable en los orbes de los vampiros más viejos. El no necesitaba tanto, lo justo para engañar a la muchacha, para hacerle ver qué y había más de lo que comprendía, y que tomara aquello como otra prueba de un algo divino.
Los labios del elfo se curvaron sutilmente en una placida sonrisa cuando la muchacha se percató, ahora en la corta distancia, el color diferente de sus ojos, que si bien a veces pasaba como un efecto de las luces, al observarse detenidamente podía afirmarse como, aunque ambos eran de un intenso turquesa, uno de ellos era notablemente más claro que el otro. Esa desgracia era una casualidad magnifica, otra de las particularidades que hacían que el elfo tuviera una total seguridad en que era un ser excepcional, y a su vez, lo perjudicaba, una marca característica que podía delatarlo.
-Siempre. -Asintió con gracia el hombre, preguntándose si era aquel rasgo otra baza en favor de aquella broma, que empezaba a gustarle demasiado. El un dios, quizás la auténtica Isha se vengaría por aquello en algún momento, pero era demasiado tentador, halagador, como para desmentirlo, ser considerado un miembro del panteón. Iltharion sonrió un poco más, sin revelar que pensamiento había originado ese gesto.
El trovador contempló la idea de pedir que rellenaran el baño, pero con el alterado estado de la muchacha, no parecía la mejor de las elecciones, y, aunque esta se hallaba en ese momento sentada, nada e aseguraba que no empezara a alzarse y tirarse al suelo de nuevo con riesgo de desnucarse.
-No, dejemos el baño por ahora. - Resolvió por ambos, mientras llevaba las palmas al margen de la palangana y se apoyaba en ellas para ponerse en pie. Sin salir de la bañadera, tomó el pelo entre ambas manos, como había hecho en el borde del lago, y escurrió del mismo toda el agua que fue capaz.
La chica parecía necesitar de unos momentos para asimilar su verdad, y a el le venía bien ocuparse de su aspecto para no centrarse en la parte más cómica, y poder seguir resistiendo el fuerte impulso de reírse.
Salió de la palangana sin preocuparse por mojar e suelo, pues este ya estaba lleno de los charcos que la pequeña elfa había generado con sus exabruptos. Tomó del biombo una toalla, y se secó por encima el cuerpo, y dejó la tela sobre su cabeza, para que absorbiera la humedad de su cabellera. Con total naturalidad se hizo con la segunda toalla, pero esta vez se inclinó hasta la muchacha, y secó su corto y precioso pelo. -Te vas a enfriar. -Trató de sacarla de su estupefacción. Cuando vio que volvía a hablar, dejó allí la tela para que ella terminase el trabajo.
Iltharion tomó de entre sus cosas el yesquero, y fue hacía el pequeño y casi inexistente hogar de la habitación, en cuclillas ante los troncos y la yesca, dejó que aquel útil aparatito ejercerá su magia, y en cuestión de segundos empezaban a formarse unas llamas que a la larga serían brasas y mantendrían el calor en la habitación para que secaran y no enfermaran.
Su segunda parada fue el balcón, cuyas puertas cerró, aunque ni se molestó en acomodar las contraventanas.
Ignorando su desnudez, el trovador cruzó la habitación, dejando un sendero de huellas tras de si mientras se acercaba hacia la mesilla de noche, y abría su único cajón.
-Ilth está bien. - La tranquilizó, o por lo menos hizo el intento. Dejó caer la toalla al suelo y se armó con un cepillo para el pelo.
Iltharion permaneció unos instantes en silencio antes de seguir respondiendo, como si estuviera decidiendo si contarle o no cierta información, haciéndose el interesante, tal y como le convenía, y dándose con aquel posado unos preciosos segundos para decidir que responder. Mientras, empezó a cepillar su pelo con sumo cuidado, probablemente el secreto de que siempre estuviera tan cuidado, es que aunque vivía en los caminos, el trovador lo cuidaba tanto como podía cuando tenía la oportunidad.
-Nadie buscaría un pez en las montañas, ni un alce en el mar.- Del mismo modo alguien que buscara a una mujer no se fijaría en hombres, el elfo había decidido abordar aquella pantomima con un tinte de tragedia y libertad, un tema que había resultado sensible para la joven y que probablemente a dejaría predispuesta y ganaría simpatía. - Yo siempre he sido yo. Como hablábamos antes, la libertad es un enser preciado Winny, pero pocos la poseen, y para todos tiene un coste. Confío en que guardes para ti mis confidencias, pues son fruto de gran aprecio que te profeso.
Iltharion dejó la ropa de la silla a los pies de la cama, y tomó asiento mientras se peinaba metódicamente, desenredando su melena cobriza, que brillaba más oscura por la humedad del pelo, pero limpia y libre del polvo y la tierra de los caminos y el bosque. Lacia y húmeda era mucho más larga de lo que solía mostrarse, sobre todo porque tendía a llevarla atada por algunos lados. Los mechones sueltos caían por debajo del asiento, pero no llegaban a tocar el suelo por algo más de un palmo.
Con esos gestos metódicos y pausados, el hombre tomaba el pelo y lo encerraba en su mano por la raíz, y con el utensilio daba pasadas largas que apenas desprendían alguna hebra de su sitio para dejarla en el cepillo, el sanador recordó una de las conversaciones que había tenido con la muchacha en su estado de embriaguez.
Los concienzudos movimientos, y el empeño por secar el pelo hacían que se aclarara con presteza y tomara su brillo claro habitual. La luz amarillenta de fuego, que ahora alumbraba una habitación que no recibía de fuera más que la penumbra del crepúsculo cerrado, le daba un color aún más anaranjado.
-¿Quieres que te ayude con el pelo?.-Le ofreció a la muchacha, invitándola a acercarse con un grácil gesto de su mano.
Los labios del elfo se curvaron sutilmente en una placida sonrisa cuando la muchacha se percató, ahora en la corta distancia, el color diferente de sus ojos, que si bien a veces pasaba como un efecto de las luces, al observarse detenidamente podía afirmarse como, aunque ambos eran de un intenso turquesa, uno de ellos era notablemente más claro que el otro. Esa desgracia era una casualidad magnifica, otra de las particularidades que hacían que el elfo tuviera una total seguridad en que era un ser excepcional, y a su vez, lo perjudicaba, una marca característica que podía delatarlo.
-Siempre. -Asintió con gracia el hombre, preguntándose si era aquel rasgo otra baza en favor de aquella broma, que empezaba a gustarle demasiado. El un dios, quizás la auténtica Isha se vengaría por aquello en algún momento, pero era demasiado tentador, halagador, como para desmentirlo, ser considerado un miembro del panteón. Iltharion sonrió un poco más, sin revelar que pensamiento había originado ese gesto.
El trovador contempló la idea de pedir que rellenaran el baño, pero con el alterado estado de la muchacha, no parecía la mejor de las elecciones, y, aunque esta se hallaba en ese momento sentada, nada e aseguraba que no empezara a alzarse y tirarse al suelo de nuevo con riesgo de desnucarse.
-No, dejemos el baño por ahora. - Resolvió por ambos, mientras llevaba las palmas al margen de la palangana y se apoyaba en ellas para ponerse en pie. Sin salir de la bañadera, tomó el pelo entre ambas manos, como había hecho en el borde del lago, y escurrió del mismo toda el agua que fue capaz.
La chica parecía necesitar de unos momentos para asimilar su verdad, y a el le venía bien ocuparse de su aspecto para no centrarse en la parte más cómica, y poder seguir resistiendo el fuerte impulso de reírse.
Salió de la palangana sin preocuparse por mojar e suelo, pues este ya estaba lleno de los charcos que la pequeña elfa había generado con sus exabruptos. Tomó del biombo una toalla, y se secó por encima el cuerpo, y dejó la tela sobre su cabeza, para que absorbiera la humedad de su cabellera. Con total naturalidad se hizo con la segunda toalla, pero esta vez se inclinó hasta la muchacha, y secó su corto y precioso pelo. -Te vas a enfriar. -Trató de sacarla de su estupefacción. Cuando vio que volvía a hablar, dejó allí la tela para que ella terminase el trabajo.
Iltharion tomó de entre sus cosas el yesquero, y fue hacía el pequeño y casi inexistente hogar de la habitación, en cuclillas ante los troncos y la yesca, dejó que aquel útil aparatito ejercerá su magia, y en cuestión de segundos empezaban a formarse unas llamas que a la larga serían brasas y mantendrían el calor en la habitación para que secaran y no enfermaran.
Su segunda parada fue el balcón, cuyas puertas cerró, aunque ni se molestó en acomodar las contraventanas.
Ignorando su desnudez, el trovador cruzó la habitación, dejando un sendero de huellas tras de si mientras se acercaba hacia la mesilla de noche, y abría su único cajón.
-Ilth está bien. - La tranquilizó, o por lo menos hizo el intento. Dejó caer la toalla al suelo y se armó con un cepillo para el pelo.
Iltharion permaneció unos instantes en silencio antes de seguir respondiendo, como si estuviera decidiendo si contarle o no cierta información, haciéndose el interesante, tal y como le convenía, y dándose con aquel posado unos preciosos segundos para decidir que responder. Mientras, empezó a cepillar su pelo con sumo cuidado, probablemente el secreto de que siempre estuviera tan cuidado, es que aunque vivía en los caminos, el trovador lo cuidaba tanto como podía cuando tenía la oportunidad.
-Nadie buscaría un pez en las montañas, ni un alce en el mar.- Del mismo modo alguien que buscara a una mujer no se fijaría en hombres, el elfo había decidido abordar aquella pantomima con un tinte de tragedia y libertad, un tema que había resultado sensible para la joven y que probablemente a dejaría predispuesta y ganaría simpatía. - Yo siempre he sido yo. Como hablábamos antes, la libertad es un enser preciado Winny, pero pocos la poseen, y para todos tiene un coste. Confío en que guardes para ti mis confidencias, pues son fruto de gran aprecio que te profeso.
Iltharion dejó la ropa de la silla a los pies de la cama, y tomó asiento mientras se peinaba metódicamente, desenredando su melena cobriza, que brillaba más oscura por la humedad del pelo, pero limpia y libre del polvo y la tierra de los caminos y el bosque. Lacia y húmeda era mucho más larga de lo que solía mostrarse, sobre todo porque tendía a llevarla atada por algunos lados. Los mechones sueltos caían por debajo del asiento, pero no llegaban a tocar el suelo por algo más de un palmo.
Con esos gestos metódicos y pausados, el hombre tomaba el pelo y lo encerraba en su mano por la raíz, y con el utensilio daba pasadas largas que apenas desprendían alguna hebra de su sitio para dejarla en el cepillo, el sanador recordó una de las conversaciones que había tenido con la muchacha en su estado de embriaguez.
Los concienzudos movimientos, y el empeño por secar el pelo hacían que se aclarara con presteza y tomara su brillo claro habitual. La luz amarillenta de fuego, que ahora alumbraba una habitación que no recibía de fuera más que la penumbra del crepúsculo cerrado, le daba un color aún más anaranjado.
-¿Quieres que te ayude con el pelo?.-Le ofreció a la muchacha, invitándola a acercarse con un grácil gesto de su mano.
Iltharion Dur'Falas
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Re: El dulce más amargo [Interpretativo] [Privado] [+18]
Wind ni siquiera se fijó en aquella sonrisa ensanchada, sólo podía pensar en la posibilidad de que aquel elfo que tenía en frente era en realidad una Diosa, de la cual, por cierto, no sabía demasiado a parte de su nombre. Le resultó curioso que nunca hubiera visto aquella diferencia entre sus ojos, no era la primera vez que se fijaba en ellos, pero sí que veía esa diferencia. Además de algunas otras cosas que tampoco había visto reflejados en ellos, como cierto rastro de sabiduría… Definitivamente estaba frente a una Diosa. No concebía ninguna otra posibilidad pues, para ella, todas las piezas habían encajado con suma facilidad, dejando absolutamente claro, que aquel elfo mostraba un misticismo especial.
La estupefacción quedó marcada en su rostro al llegar a aquel pensamiento tan rotundo. Pero ahora no sabía cómo actuar delante del elfo, ¿Acaso debía hacerlo igual? ¿Mostrar más respeto? ¿Acaso devoción? De aquellos temas quienes sabían eran las sacerdotisas, pero ella apenas sabía nada de aquella Diosa, así que no conocía ni sus poderes ni sus anhelos, pero ya que había adoptado una forma tan terrenal, quizás fuera una de esas Diosas que sienten cariño por los humanos y que prefieren ser tratadas únicamente con respeto, pero evitando el extremo de la devoción.
Aquel hilo de pensamientos duró unos cuantos segundos hasta que notó cómo Iltharion acariciaba su cabeza con la toalla para secarle el pelo. Aquel gesto tan cariñoso le sacó una risa suave y un pequeño sonrojo ¿Hacía cuanto tiempo que nadie le hacía eso? El recuerdo de la anciana haciéndole ese mismo gesto, le convirtió la risa suave en una sonrisa melancólica, la cual, duró poco. -Gracias- Cogió la toalla con sus manos y continuó frotándose el pelo mientras se ponía en pie para salir de la bañera. Sus extremidades seguían estando poco firmes, pero ahora, al menos sí que eran capaces de sujetar su cuerpo.
A pesar de sus muchas quejas, durante aquel día se había acostumbrado a aquellas alas que le salían de la espalda, tanto era así, que en cierta medida hasta las extrañaba.
Salió de la bañera, con cuidado de no resbalar mientras de su cuerpo caían pequeñas gotas que se unían a los charcos que rodeaban toda la tina “Limpiar esto…” Se compadeció de quien tuviera la desdicha de tener que quitar semejante cantidad de agua del suelo y comenzó a secar su cuerpo, despacio, recreándose en no dejar ninguna zona húmeda para, siguiendo el consejo del elfo, no coger frío. Y mientras se secaba, comenzó con aquella ristra de preguntas, sin perder de vista al elfo.
Las respuestas comenzaron a llegar poco a poco, mucho más lentamente de lo que a la joven él hubiera gustado, si hubiera sido por ella, las preguntas habrían salido directamente de su mente y las respuestas hubieran llegado con la misma velocidad. El motivo de que fuera un hombre tenía sentido -Ya veo…- Murmuró satisfecha ante aquella explicación.
“¿Qué le guarde el secreto?” Pensó mientras inclinaba la parte superior del cuerpo para secarse las piernas, una carcajada involuntaria salió de sus labios y en el mismo tono de broma añadió -Aunque lo contara nadie me creería- Y sin demora, añadió -Pero me alegra saber que siempre has sido tú… Sería raro si fuera de otra manera- Porque, obviamente, lo raro era que no hubiera sido una Diosa desde el principio y no al contrario.
La elfa terminó de secarse el cuerpo y, haciendo lo mismo que Iltharion, dejó la cabeza tapada y se acercó al pequeño hogar de la habitación para templar su cuerpo más rápido después de aquel baño que había terminado, demasiado rápido, por toda la habitación.
Se quedó mirando el fuego unos instantes, con los brazos cruzados, y las piernas juntas dejando la mayor parte del peso en su pierna izquierda, quedando así su cadera ligeramente levantada por un lateral. Era como si el fuego tuviera una clase de hipnotismo que podía calmar a cualquiera y en cualquier situación, aunque fuera tan extraña como la que estaba viviendo en ese momento.
Wind se giró para mirar al elfo y, con una pequeña sonrisa, descruzó los brazos y se quitó la toalla del pelo mientras se acercaba hasta él -Claro, aun debes contarme como mantenerlo tan bonito como el tuyo, además, ni siquiera tengo un peine- Ensanchó la sonrisa y antes de acercarse, pasó por el armario, pues, al ver al elfo con la melena suelta y siendo tan larga, pensó que tal vez le gustaría poder recogérsela, así que sacó de un bolsillo de su bolsa una pequeña cinta azul y se sentó delante del eflo, dándole la espalda con las piernas cruzadas.
-¿Lo quieres? Tal vez te sea el pelo incómodo una vez dejes de peinarlo y yo hace mucho que no puedo usarla- Giró la parte superior de su cuerpo y le dio la pequeña cinta que, una vez, le perteneció a él mientras sonreía tranquila.
Mientras se sentaba así, una de las dudas que aún no habían sido resultas, comenzó a gritar en su cabeza de nuevo ¿Por qué yacer con ella? Pero ponerlo en palabras era vergonzoso, tanto, que tan sólo pensarlo le enrojecía las puntas de las orejas. Así que, carraspeó un par de veces y su respiración se agitó de nuevo, aunque, con la ventaja de estar de espaldas, se ahorraría la mayor parte de la vergüenza… ¿No? -E-Esto… tú… y… yo ¿Por qué? - Aquellas palabras salieron de su boca con un hilo de voz, mientras el tono encendido aumentaba cada vez más ¿Acaso aquellas palabras habían tenido algún sentido? Ni si quiera era capaz de entender ella misma sus propias palabras -Q-Quiero decir… Y-Yo… B-Bueno, d-da igual- Prefería dejarlo estar, pensó que, tal vez, era algo que mejor no saber.
Windorind Crownguard
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Re: El dulce más amargo [Interpretativo] [Privado] [+18]
El cabello cobrizo se desenredaba fácilmente bajo los diestros y dedicados gestos de su propietario, su superficie, brillante y cada vez con menos enredos, se mostraba suave al tacto, como hebras de fina seda. La luz titilante del hogar hacia que reluciera como si fuera fuego líquido y maleable en las manos del elfo.
Con ese aspecto tranquilo y apacible el sanador ocultaba sus pensamientos, su sorpresa y gracia de la superstición de una muchacha de aldea, y sus conceptos de extraño tan variables de los que poseía el artífice de aquel engaño.
Por suerte la confusión inicial mermaba, la joven parecía más firme sobre sus propias piernas, y aquella sonrisa cándida que había atraído al bardo en un primer momento, volvía a estar en su sitio, curvando encantadoramente los labios de la muchacha.
Iltharion dejó su propio pelo en paz, y sacó as hebras cobrizas del cepillo mientras la muchacha se acercaba, dispuesta a ser iluminada con su sabiduría. No había mucho misterio sobre cómo cuidar el cabello, pero si conocía algunos trucos para repararlo, de sus recuerdos más viejos.
-No te preocupes, yo si tengo uno, servirá por ahora. -Lo movió entre sus dedos, haciéndolo girar con cierta gracia, mientras esperaba que la muchacha terminara de revolver entre sus propias cosas y se acercase.
El elfo encaró una ceja al ver su propia cinta de raso, de algún modo no había esperado que la muchacha la conservase, y aunque la tomó, no la usó. La dejó sobre su muslo, y se echó el pelo hacia atrás con las manos para que no estorbase.
-Algo haremos con ella. - Prometió el elfo.
Una vez la muchacha se sentó ante la silla, le peinó el pelo con los dedos, con suavidad dejando que las briznas oscuras de un negro como el océano en la noche cerrada se escurrieran entre sus manos, y sacando con sumo cuidado los enredos más flojos de aquella manera.
-Para sacar la sangre del pelo, déjalo en remojo un buen rato con agua tibia, saldrá la mayor parte con eso, después mientras lo lavas desenrédalo en la misma agua con un peine de hueso, de los de púas duras, pero despacio para no romperlo. -Empezó a explicar el trovador, recordando el motivo por el cual la muchacha decía haberse cortado el pelo. - Si no sale, o lo notas estropeado, ya lleva un poco más de trabajo, pero hay una mezcla que a mí siempre me funciona.-Prosiguió, mientras empezaba a pasar el cepillo para secar y desenredar los nudos más pequeños, con total dedicación por la corta melena negruzca de la elfa.
-Primero tienes que conseguir unos tres huevos, un vial de aceite, si es aromático mejor, de nuez o de oliva, da mejor resultado, un vial de miel y uno de vinagre, no necesitas demasiado de cada, y si haces la cantidad justa puedes guardar el resto, son materiales útiles para muchas cosas. -Iltharion enumeraba aquellas cosas con total naturalidad y una calma seria que dejaba entrever que realmente prestaba atención a su aspecto. -Y un limón. -Añadió, dando por finalizada la lista.
-Luego. -Sus manos dejaron el peine a un costado, en el suelo, y volvieron a recorrer el pelo de la muchacha dejando que se escurriera entre los dedos. -Bates bien las yemas y mezclas el resultado con el vial de aceite, la mitad del de vinagre, tres cucharadas de miel y el jugo de limón. Lo bates hasta que quede una pasta homogénea. – Los dedos del trovador tomaron los mechones de delante y empezaron a trenzarlos por un costado, añadiendo a medida que avanzaban, mas y más pelo, de modo que se fuera formando una trenza como una corona que rodeara la cabeza de la joven, completamente pegada a esta. -Te lo aplicas bien en el pelo, y esperas unos cuantos minutos. Si tienes cosas pegadas al pelo, o nudos que no salen, cuando termines de esperar péinate con el mejunje puesto, hará que el pelo se desenrede y pase fluidamente por el peine, es muy cómodo, y además te aseguraras de que haya empapado bien todo el cabello. – Cuando la trenza llego a la altura de la nuca, Iltharion tomó la cinta azul y utilizo una parte de la misma para atarla, dejando uno de los lados del cordel más largo que el otro.
Los dedos del elfo agarraron los mechones homólogos del otro lado del rostro de la muchacha, y como habían hecho antes, trenzó minuciosamente añadiendo cabello con el objetivo claro de llegar a la nuca de la muchacha con esa segunda trenza.
-Luego lo aclaras bien. Queda con buen olor y brillante, y no es necesario hacerlo a menudo. Si solo quieres lavarlo, el agua con tomillo es una buena elección también, o si quieres buen olor, guarda unos ramilletes de lavanda, crecen en casi todos los caminos, y puedes colocarlos en el agua como hice hoy. -Finalizó el trovador. Con el resto de la cinta ató el final de la segunda trenza y luego las unió con un lazo.
Durante todo aquel rato había mantenido silencio sobre la otra pregunta de la muchacha, más indiscreta y que la ponía más nerviosa, porque era un hombre ordenado a veces, y para dejar que la duda la carcomiera un poco.
-Puedo ser muchas cosas. -Comentó terminando de sellar el lazo, y luego se inclinó hacia el oído de la muchacha. -Pero no soy ciego. -Le susurró como si fuera una confidencia, y aquello explicara por qué se había fijado en ella. No estaba lejos de la verdad, era hermosa, encantadora, dulce y su candidez había avivado la picarda de llevarse su flor, y dejar su huella. -Tu eres una muchacha encantadora, con gracia, dulce y bella. No debería resultarte tan extraño. -Prosiguió enderezándose en la silla. - No te creeré si me dices que he sido el primer interesado.
A través de los cristales de la puerta del balcón el cielo nocturno se mostraba en todo su esplendor, aunque el astro dominante apenas había empezado a separarse del suelo, las estrellas poblaban el firmamento, y la oscuridad de la noche había sumido del todo la habitación en una penumbra de la cual solo las llamas del hogar los alejaba. Una luz titilante que no daba a todos los rincones de la sala , que proyectaba sombras con sus luces, y daba una sensación de protección e intimidad dentro de la estancia.
Con ese aspecto tranquilo y apacible el sanador ocultaba sus pensamientos, su sorpresa y gracia de la superstición de una muchacha de aldea, y sus conceptos de extraño tan variables de los que poseía el artífice de aquel engaño.
Por suerte la confusión inicial mermaba, la joven parecía más firme sobre sus propias piernas, y aquella sonrisa cándida que había atraído al bardo en un primer momento, volvía a estar en su sitio, curvando encantadoramente los labios de la muchacha.
Iltharion dejó su propio pelo en paz, y sacó as hebras cobrizas del cepillo mientras la muchacha se acercaba, dispuesta a ser iluminada con su sabiduría. No había mucho misterio sobre cómo cuidar el cabello, pero si conocía algunos trucos para repararlo, de sus recuerdos más viejos.
-No te preocupes, yo si tengo uno, servirá por ahora. -Lo movió entre sus dedos, haciéndolo girar con cierta gracia, mientras esperaba que la muchacha terminara de revolver entre sus propias cosas y se acercase.
El elfo encaró una ceja al ver su propia cinta de raso, de algún modo no había esperado que la muchacha la conservase, y aunque la tomó, no la usó. La dejó sobre su muslo, y se echó el pelo hacia atrás con las manos para que no estorbase.
-Algo haremos con ella. - Prometió el elfo.
Una vez la muchacha se sentó ante la silla, le peinó el pelo con los dedos, con suavidad dejando que las briznas oscuras de un negro como el océano en la noche cerrada se escurrieran entre sus manos, y sacando con sumo cuidado los enredos más flojos de aquella manera.
-Para sacar la sangre del pelo, déjalo en remojo un buen rato con agua tibia, saldrá la mayor parte con eso, después mientras lo lavas desenrédalo en la misma agua con un peine de hueso, de los de púas duras, pero despacio para no romperlo. -Empezó a explicar el trovador, recordando el motivo por el cual la muchacha decía haberse cortado el pelo. - Si no sale, o lo notas estropeado, ya lleva un poco más de trabajo, pero hay una mezcla que a mí siempre me funciona.-Prosiguió, mientras empezaba a pasar el cepillo para secar y desenredar los nudos más pequeños, con total dedicación por la corta melena negruzca de la elfa.
-Primero tienes que conseguir unos tres huevos, un vial de aceite, si es aromático mejor, de nuez o de oliva, da mejor resultado, un vial de miel y uno de vinagre, no necesitas demasiado de cada, y si haces la cantidad justa puedes guardar el resto, son materiales útiles para muchas cosas. -Iltharion enumeraba aquellas cosas con total naturalidad y una calma seria que dejaba entrever que realmente prestaba atención a su aspecto. -Y un limón. -Añadió, dando por finalizada la lista.
-Luego. -Sus manos dejaron el peine a un costado, en el suelo, y volvieron a recorrer el pelo de la muchacha dejando que se escurriera entre los dedos. -Bates bien las yemas y mezclas el resultado con el vial de aceite, la mitad del de vinagre, tres cucharadas de miel y el jugo de limón. Lo bates hasta que quede una pasta homogénea. – Los dedos del trovador tomaron los mechones de delante y empezaron a trenzarlos por un costado, añadiendo a medida que avanzaban, mas y más pelo, de modo que se fuera formando una trenza como una corona que rodeara la cabeza de la joven, completamente pegada a esta. -Te lo aplicas bien en el pelo, y esperas unos cuantos minutos. Si tienes cosas pegadas al pelo, o nudos que no salen, cuando termines de esperar péinate con el mejunje puesto, hará que el pelo se desenrede y pase fluidamente por el peine, es muy cómodo, y además te aseguraras de que haya empapado bien todo el cabello. – Cuando la trenza llego a la altura de la nuca, Iltharion tomó la cinta azul y utilizo una parte de la misma para atarla, dejando uno de los lados del cordel más largo que el otro.
Los dedos del elfo agarraron los mechones homólogos del otro lado del rostro de la muchacha, y como habían hecho antes, trenzó minuciosamente añadiendo cabello con el objetivo claro de llegar a la nuca de la muchacha con esa segunda trenza.
-Luego lo aclaras bien. Queda con buen olor y brillante, y no es necesario hacerlo a menudo. Si solo quieres lavarlo, el agua con tomillo es una buena elección también, o si quieres buen olor, guarda unos ramilletes de lavanda, crecen en casi todos los caminos, y puedes colocarlos en el agua como hice hoy. -Finalizó el trovador. Con el resto de la cinta ató el final de la segunda trenza y luego las unió con un lazo.
Durante todo aquel rato había mantenido silencio sobre la otra pregunta de la muchacha, más indiscreta y que la ponía más nerviosa, porque era un hombre ordenado a veces, y para dejar que la duda la carcomiera un poco.
-Puedo ser muchas cosas. -Comentó terminando de sellar el lazo, y luego se inclinó hacia el oído de la muchacha. -Pero no soy ciego. -Le susurró como si fuera una confidencia, y aquello explicara por qué se había fijado en ella. No estaba lejos de la verdad, era hermosa, encantadora, dulce y su candidez había avivado la picarda de llevarse su flor, y dejar su huella. -Tu eres una muchacha encantadora, con gracia, dulce y bella. No debería resultarte tan extraño. -Prosiguió enderezándose en la silla. - No te creeré si me dices que he sido el primer interesado.
A través de los cristales de la puerta del balcón el cielo nocturno se mostraba en todo su esplendor, aunque el astro dominante apenas había empezado a separarse del suelo, las estrellas poblaban el firmamento, y la oscuridad de la noche había sumido del todo la habitación en una penumbra de la cual solo las llamas del hogar los alejaba. Una luz titilante que no daba a todos los rincones de la sala , que proyectaba sombras con sus luces, y daba una sensación de protección e intimidad dentro de la estancia.
Iltharion Dur'Falas
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Re: El dulce más amargo [Interpretativo] [Privado] [+18]
Wind miró curiosa al elfo ¿Acaso se podía hacer algo con su corta melena? Lo cierto era que nunca lo había intentado pues, había encontrado bastante comodidad en llevarla suelta, sobre todo desde su largura había mermado tanto -Como no sea ponérmela al cuello a modo de gargantilla, no sé qué podrás hacer con ella sobre mí- Comentó en tono divertido mientras se terminaba de colocar delante de Iltharion.
Las manos del pelirrojo se sentían agradables sobre su cabeza, relajándola en grado sumo todo el cuerpo, como si desde allí pudiera controlar todos sus músculos. Por suerte, el elfo pareció dejar la pregunta pasar para alegría de la joven y las explicaciones sobre el cuidado del cabello no tardaron en llegar. Al mismo ritmo que salían de la boca del elfo, ella iba apuntándolas mentalmente, con la esperanza de no olvidar ninguna.
Al escuchar aquella cantidad de ingredientes más propios de la cocina que de un cuidado personal, se le escapó una suave risa -Con esas cosas podría y un par más, podría hacer un bizcocho, de los de pastelería noble- Aquello era cierto, si a esa lista le hubiera añadido harina y azúcar, habría tenido una lista de ingredientes para hacer un dulce, en vez de para cuidarse el cabello.
Aquella receta continuó con total naturalidad, como si fuera lo más normal para utilizar en el aseo de una persona - ¿Seguro que no me estás diciendo como hacer un dulce? De ahí saldría un buen merengue- Otra risa ligera, realmente no estaba para nada acostumbrada a aquel tipo de cuidados, pero tenía sentido, todos los ingredientes eran untosos y suavizarían los nudos.
La elfa no terminaba de saber que le estaba haciendo exactamente en el cabello, pero el tacto de que éste fuera mecido con cuidado por Iltharion, resultaba realmente reconfortante, por lo que el tipo de peinado, era lo de menos. Tan agradable resultaba, que, alguna que otra vez las cosquillas le provocaban escalofríos en la espalda seguidos de una piel ligeramente erizada.
Cuando el elfo terminó aquel peinado, Wind quería ir a verlo, pero algo salió de los labios del bardo que la dejó aturdida, como si se hubiera perdido parte de la conversación en algún momento ¿De qué estaba hablando? Tardó varios instantes en percatarse de que era una respuesta tardía a la pregunta que ni siquiera llegó a formular correctamente hacía un rato.
Un color encendido comenzó a extenderse por sus mejillas y, como si tuviera un resorte, enderezó aún más la espalda estando todavía sentada, en cuanto sintió el susurro en su oreja. Un halago que nunca había recibido que la dejó estupefacta y con una sonrisa tímida en el rostro sin saber demasiado bien que contestar -Un zalamero, entre ellas- Dijo en tono meloso antes de recibir el resto de halagos.
Aquellos fueron muchos elogios seguidos, demasiados para que su pequeña cabeza pudiera procesarlos por separado. Como si fuera una oda al ego de la muchacha que, a pesar de que no solía tomarse en serio ese tipo de comentarios, estos venían de una Diosa ¿Cómo no iba a tomarlos como verídicos? -Oh cielos… esos han sido muchos piropos juntos…- Comentó con una pequeña risa -Tal vez no el primer interesado, pero sí el único que lo ha conseguido- Respondió con aparente tranquilidad y absoluta sinceridad mientras se levantaba con las piernas ligeramente temblorosas por aquella confesión y se acercaba al espejo para mirar el peinado.
Se inclinó sobre el mismo, para verse más de cerca y sonrió satisfecha con el resultado -Realmente es bonito. Me sorprende lo bien que sabes peinar el cabello corto- Se miró unos segundos más mientras el tono anaranjado de las llamas le daban un color diferente a su persona, dio la vuelta y se acercó de nuevo al elfo. Cuando alcanzó su altura, se posó con las manos sobre los muslos del bardo y posó sus labios sobre los de él, en un beso casto y tranquilo a modo de agradecimiento. Se separó y a unos escasos centímetros de su rostro dijo -Realmente me gusta mucho, tengo que empezar a hacérmelo habitualmente- Sonrió feliz de haber aprendido a cuidarse la corta melena y se acercó de nuevo, con total naturalidad para depositar otro beso, esta vez con más pasión, buscando aquel sabor mentolado que tanto le gustaba, pero igual de lento, olvidando que ahora,para ella, aquel hombre era Isha mientras las llamas del hogar decoraban sus cuerpos con colores anaranjados.
Las manos del pelirrojo se sentían agradables sobre su cabeza, relajándola en grado sumo todo el cuerpo, como si desde allí pudiera controlar todos sus músculos. Por suerte, el elfo pareció dejar la pregunta pasar para alegría de la joven y las explicaciones sobre el cuidado del cabello no tardaron en llegar. Al mismo ritmo que salían de la boca del elfo, ella iba apuntándolas mentalmente, con la esperanza de no olvidar ninguna.
Al escuchar aquella cantidad de ingredientes más propios de la cocina que de un cuidado personal, se le escapó una suave risa -Con esas cosas podría y un par más, podría hacer un bizcocho, de los de pastelería noble- Aquello era cierto, si a esa lista le hubiera añadido harina y azúcar, habría tenido una lista de ingredientes para hacer un dulce, en vez de para cuidarse el cabello.
Aquella receta continuó con total naturalidad, como si fuera lo más normal para utilizar en el aseo de una persona - ¿Seguro que no me estás diciendo como hacer un dulce? De ahí saldría un buen merengue- Otra risa ligera, realmente no estaba para nada acostumbrada a aquel tipo de cuidados, pero tenía sentido, todos los ingredientes eran untosos y suavizarían los nudos.
La elfa no terminaba de saber que le estaba haciendo exactamente en el cabello, pero el tacto de que éste fuera mecido con cuidado por Iltharion, resultaba realmente reconfortante, por lo que el tipo de peinado, era lo de menos. Tan agradable resultaba, que, alguna que otra vez las cosquillas le provocaban escalofríos en la espalda seguidos de una piel ligeramente erizada.
Cuando el elfo terminó aquel peinado, Wind quería ir a verlo, pero algo salió de los labios del bardo que la dejó aturdida, como si se hubiera perdido parte de la conversación en algún momento ¿De qué estaba hablando? Tardó varios instantes en percatarse de que era una respuesta tardía a la pregunta que ni siquiera llegó a formular correctamente hacía un rato.
Un color encendido comenzó a extenderse por sus mejillas y, como si tuviera un resorte, enderezó aún más la espalda estando todavía sentada, en cuanto sintió el susurro en su oreja. Un halago que nunca había recibido que la dejó estupefacta y con una sonrisa tímida en el rostro sin saber demasiado bien que contestar -Un zalamero, entre ellas- Dijo en tono meloso antes de recibir el resto de halagos.
Aquellos fueron muchos elogios seguidos, demasiados para que su pequeña cabeza pudiera procesarlos por separado. Como si fuera una oda al ego de la muchacha que, a pesar de que no solía tomarse en serio ese tipo de comentarios, estos venían de una Diosa ¿Cómo no iba a tomarlos como verídicos? -Oh cielos… esos han sido muchos piropos juntos…- Comentó con una pequeña risa -Tal vez no el primer interesado, pero sí el único que lo ha conseguido- Respondió con aparente tranquilidad y absoluta sinceridad mientras se levantaba con las piernas ligeramente temblorosas por aquella confesión y se acercaba al espejo para mirar el peinado.
Se inclinó sobre el mismo, para verse más de cerca y sonrió satisfecha con el resultado -Realmente es bonito. Me sorprende lo bien que sabes peinar el cabello corto- Se miró unos segundos más mientras el tono anaranjado de las llamas le daban un color diferente a su persona, dio la vuelta y se acercó de nuevo al elfo. Cuando alcanzó su altura, se posó con las manos sobre los muslos del bardo y posó sus labios sobre los de él, en un beso casto y tranquilo a modo de agradecimiento. Se separó y a unos escasos centímetros de su rostro dijo -Realmente me gusta mucho, tengo que empezar a hacérmelo habitualmente- Sonrió feliz de haber aprendido a cuidarse la corta melena y se acercó de nuevo, con total naturalidad para depositar otro beso, esta vez con más pasión, buscando aquel sabor mentolado que tanto le gustaba, pero igual de lento, olvidando que ahora,para ella, aquel hombre era Isha mientras las llamas del hogar decoraban sus cuerpos con colores anaranjados.
Windorind Crownguard
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Re: El dulce más amargo [Interpretativo] [Privado] [+18]
Iltharion contempló el largo de la cinta, que bien podía servir al propósito que la chiquilla había mencionado, aunque no parecía haberle dado el susodicho por el momento. -Tengo más si quieres una para dicho menester. -Ofreció el trovador, que acostumbrado a perderlas, regalarlas o usarlas para las cosas más diversas, renovaba a menudo su cargamento.
El hijo de los bosques negó ambas veces que sugirió lo del dulce, sin embargo, la segunda decidió pronunciarse al respecto. - También se hacer dulces, pero no tiendo a fabricarlos con ungüentos para el pelo. ¿Quién le echa vinagre a un dulce? -Encaró una ceja, aunque la joven no pudiese verlo.
-Pero las clases de cocina las dejamos para otra ocasión en la que dispongamos de cocina e ingredientes, no creo que el tabernero quiera que invadamos su cocina para experimentar. - De nuevo uso ese tono medio bromista que no permitía discernir bien hasta qué punto había seriedad en sus palabras.
El conocido y familiar rojo intenso volvió a conquistar las facciones de la muchacha con la inestimable ayuda del trovador, quien disfrutaba de ese efervescente pigmento que le subía hasta las orejas ante sus palabras. Una risa breve y queda emergió por unos instantes ante la peculiar contestación de la muchacha, si aquello le parecía mucho había demasiado que desconocía sobre el lenguaje. -Bueno, al menos de ese modo me aseguro de que no te quede duda alguna. -Se limitó a sonreír esa vez, mientras ufano, escondía la victoria de no haber sido solo el primero, si no el único, como si hubiese dejado el listón demasiado alto como para que otro mortal lo alcanzara fácilmente, cuando aún estaba, más o menos reciente, su recuerdo.
Sentado en la silla contemplo como la chica se movía por la habitación sin el menor reparo, encontrando en el temblor de sus piernas otro halago de esos que no precisaban palabras. Aquél día había traído mucho cansancio para el bardo, pero también una recompensa sustancialmente elevada, y una inyección a su ego que atenuaban cualquier menoscabo que la edad, ahora más visible, pudiera haber mermado su agrandado ego.
Iltharion sonrió con cierta nostalgia ante el halago de la muchacha, recordando otros tiempos en los que los arreglos, el maquillaje y los cuidados estaban en el orden de su día a día. -No siempre tuve el pelo largo. -Comentó con esa misma tranquilidad llena de parsimonia, que ya no tenía que ver con una actuación mística, sino por la situación relajada en la que se hallaban. - Y en el pasado era un asunto en el que requerían mi ayuda con frecuencia.
Relajado, el sanador cerró los ojos, e inclinó el rostro hacia atrás, dejando que su cuello reposara contra el margen de una silla que le quedaba demasiado baja, y su faz quedara mirando al techo con los parpados bajados. Su respiración tranquila, pausada, le hacía parecer confiado, como si realmente pudiera permitirse bajar la guardia en presencia de la muchacha. Una verdad a medias, pues cuando escuchó sus pasos, el tintineo de su oído con pendientes denotó cierta alerta, y despacio se acomodó correctamente en la silla, dejando que la joven usara sus piernas de asidero.
-Seguro que con la practica te sale rápido. – Le respondió tras el casto beso, y antes de recibir el segundo, menos cándido, pero igual de lento. Con toda la paciencia del mundo, y disfrutando del apasionado tacto de sus labios y sus lenguas, el trovador alzó la mano, rodeando pausadamente la nuca de la muchacha, y enredando las puntas de los dedos en los mechones sueltos de la nuca de ella.
El trovador no podía dejar de encontrar gracioso, como unos pocos susurros y algunos halagos podían borrar con tanta rapidez una supuesta procedencia divina para encender otros apetitos más mundanos y menos relacionados con el alma, o eso le transmitía el fervor que se mostraban los labios cálidos y dulces en los que se fundía, aun con un regusto a miel sumamente agradable.
De todos modos, y aunque encontraba sumamente agradable y tentadora la joven y sus besos, aun era presa de cierta reticencia, pues los estragos de sus dientes todavía le erizaban la piel y sacudían su cuerpo con un miedo reflejo e instintivo tras el percance de esa misma mañana, fresco en el recuerdo.
El hijo de los bosques negó ambas veces que sugirió lo del dulce, sin embargo, la segunda decidió pronunciarse al respecto. - También se hacer dulces, pero no tiendo a fabricarlos con ungüentos para el pelo. ¿Quién le echa vinagre a un dulce? -Encaró una ceja, aunque la joven no pudiese verlo.
-Pero las clases de cocina las dejamos para otra ocasión en la que dispongamos de cocina e ingredientes, no creo que el tabernero quiera que invadamos su cocina para experimentar. - De nuevo uso ese tono medio bromista que no permitía discernir bien hasta qué punto había seriedad en sus palabras.
El conocido y familiar rojo intenso volvió a conquistar las facciones de la muchacha con la inestimable ayuda del trovador, quien disfrutaba de ese efervescente pigmento que le subía hasta las orejas ante sus palabras. Una risa breve y queda emergió por unos instantes ante la peculiar contestación de la muchacha, si aquello le parecía mucho había demasiado que desconocía sobre el lenguaje. -Bueno, al menos de ese modo me aseguro de que no te quede duda alguna. -Se limitó a sonreír esa vez, mientras ufano, escondía la victoria de no haber sido solo el primero, si no el único, como si hubiese dejado el listón demasiado alto como para que otro mortal lo alcanzara fácilmente, cuando aún estaba, más o menos reciente, su recuerdo.
Sentado en la silla contemplo como la chica se movía por la habitación sin el menor reparo, encontrando en el temblor de sus piernas otro halago de esos que no precisaban palabras. Aquél día había traído mucho cansancio para el bardo, pero también una recompensa sustancialmente elevada, y una inyección a su ego que atenuaban cualquier menoscabo que la edad, ahora más visible, pudiera haber mermado su agrandado ego.
Iltharion sonrió con cierta nostalgia ante el halago de la muchacha, recordando otros tiempos en los que los arreglos, el maquillaje y los cuidados estaban en el orden de su día a día. -No siempre tuve el pelo largo. -Comentó con esa misma tranquilidad llena de parsimonia, que ya no tenía que ver con una actuación mística, sino por la situación relajada en la que se hallaban. - Y en el pasado era un asunto en el que requerían mi ayuda con frecuencia.
Relajado, el sanador cerró los ojos, e inclinó el rostro hacia atrás, dejando que su cuello reposara contra el margen de una silla que le quedaba demasiado baja, y su faz quedara mirando al techo con los parpados bajados. Su respiración tranquila, pausada, le hacía parecer confiado, como si realmente pudiera permitirse bajar la guardia en presencia de la muchacha. Una verdad a medias, pues cuando escuchó sus pasos, el tintineo de su oído con pendientes denotó cierta alerta, y despacio se acomodó correctamente en la silla, dejando que la joven usara sus piernas de asidero.
-Seguro que con la practica te sale rápido. – Le respondió tras el casto beso, y antes de recibir el segundo, menos cándido, pero igual de lento. Con toda la paciencia del mundo, y disfrutando del apasionado tacto de sus labios y sus lenguas, el trovador alzó la mano, rodeando pausadamente la nuca de la muchacha, y enredando las puntas de los dedos en los mechones sueltos de la nuca de ella.
El trovador no podía dejar de encontrar gracioso, como unos pocos susurros y algunos halagos podían borrar con tanta rapidez una supuesta procedencia divina para encender otros apetitos más mundanos y menos relacionados con el alma, o eso le transmitía el fervor que se mostraban los labios cálidos y dulces en los que se fundía, aun con un regusto a miel sumamente agradable.
De todos modos, y aunque encontraba sumamente agradable y tentadora la joven y sus besos, aun era presa de cierta reticencia, pues los estragos de sus dientes todavía le erizaban la piel y sacudían su cuerpo con un miedo reflejo e instintivo tras el percance de esa misma mañana, fresco en el recuerdo.
Iltharion Dur'Falas
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Re: El dulce más amargo [Interpretativo] [Privado] [+18]
Sin perder aquella risa ligera, Wind contestó al bardo -Algunos dulces llevan, pueden dar sabores interesantes si se sabe mezclar con los ingredientes adecuados- Si de algo sabía la pequeña elfa, era de cocina. No fueron pocas las veces en las que la muchacha pasaba tardes en la cocina cuando Turion no estaba en la ciudad para enseñarle alquimia. -Estoy de acuerdo, el pobre tabernero bastante habrá tenido con la imagen tan extraña que dimos al llegar, si le invadimos la cocina tal vez hasta llame a la guardia- La risa se apagó, quedando en una sonrisa sobre su rostro mientras se recreaba en aquellas caricias sobre su pelo.
Wind se limitó a sonreír tímidamente ante la respuesta del bardo, definitivamente, aquel hombre era un zalamero de cuidado, que además, parecía no tener vergüenza alguna en admitirlo ¿Serían cosas de Dioses o era solamente su carácter? Desde aquella extraña revelación, la elfa ya no sabía que parte del carácter de Iltharion correspondía a sí mismo y cual a Isha, dejándola con una confusión permanente en la cabeza al tratar de diferenciar aquellos dos caracteres que ella misma había disociado.
La elfa no se imaginaba a Iltharion sin aquella melena cobriza, casi era capaz de visualizarlo siendo un infante y ya con aquella cascada de pelo cayendo sobre sus hombros - ¿Acaso peinabas a tus hermanas… o a alguna familiar? - Preguntó inocente, sin saber si quiera si el bardo había tenido hermanas o si era hijo único, pero que, por pura estadística, tendría bastante sentido que aquel hombre tuviera ningún pariente tal y como tenía la mayoría de la gente.
Aquella postura tan relajada, le hizo recordar a la muchacha su primer encuentro en la bañera y, volviendo a verlo ahora de la misma guisa, recordó por qué quiso molestarle la primera vez. Verle tan confiado, hacía que la muchacha quisiera entretenerse pero, para su desgracia, no había sido sigilosa y el bardo no tardó en percatarse de su acercamiento indiscreto, así que en vez de ir a besarle el cuello, le agradecería aquel peinado con un beso en los labios, que, aunque no se presentaba como algo tan divertido, también tenía encanto.
Wind se recreó con aquel beso, disfrutando del sabor del elfo y de la intimidad que aportaba la noche, como si fuera el propio ambiente el que había invitado a la muchacha a disfrutar de aquello. Tal vez había sido el mismo manto estelado el que les había ofrecido aquella tranquilidad para que la disfrutaran, después de aquel día tan largo y lleno de locuras que, aun hacían que la muchacha se sintiera cansada, aunque gracias a los Dioses y a la medicina, ya no le dolía la cabeza.
Se separó despacio y, a unos centímetros escasos de la boca de Iltharion, esbozó una sonrisa tímida y tranquila -A diferencia de tus ojos, tus besos no han cambiado desde que sé que eres Isha- Una risa suave, ligera como el humo de la menta, se esparció por la habitación, rompiendo con el silencio reinante sólo interrumpido por el crepitar de las pequeñas llamas.
Terminó de incorporarse de nuevo y, con suma naturalidad, como si aquello fuera lo más normal, se sentó sobre el bardo, cruzada, pasando su mano izquierda hasta su nuca y la otra apoyada sobre su pecho, de un modo similar al que estaba cuando la llevó en volandas hasta la posada -Creo que le he cogido el gusto a estar en tus brazos- Comentó alegre, sin ningún rastro de pretensión en sus palabras más allá de hacerle conocedor de aquel sentimiento que pasaba por su cabeza. -El único problema, es que no llego a tus labios- Sonrió y depositó un pequeño beso en el cuello del bardo, ya que era al lugar donde le llegaba el rostro y, cerró los ojos unos instantes, disfrutando de aquella sensación de tranquilidad -Supongo que no está mal no pasar sola las noches en una posada- Murmuró más para sí que para el elfo de pelo cobrizo -Quizás deba hacerlo más a menudo- Otra risa suave, baja, que parecía quedar perfectamente coordinada con el ambiente cálido de la estancia.
Wind se limitó a sonreír tímidamente ante la respuesta del bardo, definitivamente, aquel hombre era un zalamero de cuidado, que además, parecía no tener vergüenza alguna en admitirlo ¿Serían cosas de Dioses o era solamente su carácter? Desde aquella extraña revelación, la elfa ya no sabía que parte del carácter de Iltharion correspondía a sí mismo y cual a Isha, dejándola con una confusión permanente en la cabeza al tratar de diferenciar aquellos dos caracteres que ella misma había disociado.
La elfa no se imaginaba a Iltharion sin aquella melena cobriza, casi era capaz de visualizarlo siendo un infante y ya con aquella cascada de pelo cayendo sobre sus hombros - ¿Acaso peinabas a tus hermanas… o a alguna familiar? - Preguntó inocente, sin saber si quiera si el bardo había tenido hermanas o si era hijo único, pero que, por pura estadística, tendría bastante sentido que aquel hombre tuviera ningún pariente tal y como tenía la mayoría de la gente.
Aquella postura tan relajada, le hizo recordar a la muchacha su primer encuentro en la bañera y, volviendo a verlo ahora de la misma guisa, recordó por qué quiso molestarle la primera vez. Verle tan confiado, hacía que la muchacha quisiera entretenerse pero, para su desgracia, no había sido sigilosa y el bardo no tardó en percatarse de su acercamiento indiscreto, así que en vez de ir a besarle el cuello, le agradecería aquel peinado con un beso en los labios, que, aunque no se presentaba como algo tan divertido, también tenía encanto.
Wind se recreó con aquel beso, disfrutando del sabor del elfo y de la intimidad que aportaba la noche, como si fuera el propio ambiente el que había invitado a la muchacha a disfrutar de aquello. Tal vez había sido el mismo manto estelado el que les había ofrecido aquella tranquilidad para que la disfrutaran, después de aquel día tan largo y lleno de locuras que, aun hacían que la muchacha se sintiera cansada, aunque gracias a los Dioses y a la medicina, ya no le dolía la cabeza.
Se separó despacio y, a unos centímetros escasos de la boca de Iltharion, esbozó una sonrisa tímida y tranquila -A diferencia de tus ojos, tus besos no han cambiado desde que sé que eres Isha- Una risa suave, ligera como el humo de la menta, se esparció por la habitación, rompiendo con el silencio reinante sólo interrumpido por el crepitar de las pequeñas llamas.
Terminó de incorporarse de nuevo y, con suma naturalidad, como si aquello fuera lo más normal, se sentó sobre el bardo, cruzada, pasando su mano izquierda hasta su nuca y la otra apoyada sobre su pecho, de un modo similar al que estaba cuando la llevó en volandas hasta la posada -Creo que le he cogido el gusto a estar en tus brazos- Comentó alegre, sin ningún rastro de pretensión en sus palabras más allá de hacerle conocedor de aquel sentimiento que pasaba por su cabeza. -El único problema, es que no llego a tus labios- Sonrió y depositó un pequeño beso en el cuello del bardo, ya que era al lugar donde le llegaba el rostro y, cerró los ojos unos instantes, disfrutando de aquella sensación de tranquilidad -Supongo que no está mal no pasar sola las noches en una posada- Murmuró más para sí que para el elfo de pelo cobrizo -Quizás deba hacerlo más a menudo- Otra risa suave, baja, que parecía quedar perfectamente coordinada con el ambiente cálido de la estancia.
Windorind Crownguard
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Re: El dulce más amargo [Interpretativo] [Privado] [+18]
El elfo encaró ambas cejas, con curiosidad por saber qué clase de dulce podría contener vinagre, y que sabor podía dar aquello que no diera ciertas nauseas, aunque, por su inexperiencia en el campo de las golosinas y similares, decidió no replicar al respecto. Además, había gente que comía cosas realmente extrañas, y que podían resultar repugnantes a otra gente.
-Supongo que entonces tendrás que hacerme algún dulce de esos en alguna ocasión. - No esta, eso había quedado claro para ambos, y a la joven no le faltaba razón cuando evocaba la reacción del tabernero cuando la había subido en brazos, inconsciente y seguido de un golem de barro que cargaba sus cosas como una mula.
Iltharion sonrió, pero no llegó a reír cuando mencionó a sus hermanas, y se preguntó interiormente que tanto podría alarmarse la muchacha si fuera participe de las sombras de su pasado. Probablemente le suponía una vida armoniosa como la de ella, una familia amorosa que hubiera permanecido a su lado hasta que se tiró a los caminos, y a la que todavía visitaba de vez en cuando. Nada más lejos de la realidad, pues, aunque hacía muchos años que había tenido algo así, apenas habían formado parte de la edad más temprana de su infancia, y las crueldades de los reinos del sur habían sido sus tutores, mentores y carceleros, sometiendo al pequeño elfo a terribles atrocidades. ¿Se asustaría? ¿Lloraría? o acaso, y mucho pero aún. ¿Le compadecería? El elfo aborrecía aquello, por eso, y no por ningún otro motivo era que no revelaba los albores de su vida.
-Algo así, en el lugar en donde vivía había muchas muchachas, y yo siempre tuve facilidad para las actividades delicadas. -Se limitó a contestar con una sonrisa amable.
Una placida risa emanó de la garganta del bardo, y casi murió en la misma, pues su sonido fue tan suave como un ronroneo. - Mis ojos no han cambiado. -Negó levemente. - Solo que nunca te habías fijado. - La reprendió amistosamente. - Y yo que creía que era difícil separar la mirada de mí, pero no, mira por dónde. - Dijo con un claramente falso tono de ofensa, y una sonrisa bromista pintada en los labios.
El viajero encontraba ciertamente curioso como el pudor y la vergüenza de la muchacha aparecía y desaparecía a ratos, como si solo aplicara cuando se diera cuenta, o esta misma se hallara tan cómoda y distraída como para no percatarse de ciertas cosas hasta mucho después de hacerlas.
De cualquier modo, Iltharion se dejó usar como asiento, y le rodeó la espalda con uno de los brazos, apoyando la mano cómodamente en la cintura de ella, con la que la sostuvo contra su torso sin demasiada fuerza, simplemente permitiendo que la calidez de su piel, perfumada por las flores de la bañera, impidiera que se perdiese la temperatura de su cuerpo.
-Aprovéchalo mientras puedas, pronto parto al norte, o al sur, no lo tengo muy claro todavía, estoy entre escalar el pico más alto, y ver Aerandir desde su cumbre, o visitar los arrecifes de las islas illidienses. – Comentó el bardo, con cierto retintín, como si él fuera alguna clase de cosa exclusiva y de lujo, un placer único y escaso que ella debiera aprovechar hasta el último instante.
-Eso es gracioso. -Miró hacia abajo el sujeto, a la muchacha que solo alcanzaba a besarle el cuello, cuya piel se erizó ante el cálido y gustoso contacto. El elfo, inclinó el rostro hacia el lado contrario, dejándose atender, mientras la mano que reposaba sobre la cintura de la muchacha, acariciaba dicha piel con gestos sinuosos, suaves, trazando sendos dibujos con las yemas de los dedos.
La mano ociosa la acomodó sobre una de las rodillas de la muchacha, y por la cara externa de la pierna enfiló hasta la cadera en una caricia suave y lenta, para descender de nuevo, repitiendo aquel gesto calmo mientras hablaba y disfrutaba del momento.
El Aski, cansado de dormir, y de comerse las provisiones que había en el morral, escondido y malicioso, decidió que finalmente era un buen momento de abandonar su refugio para explorar tierras nuevas. Dejó atrás su lecho de tela, y se abalanzó sobre el suelo desde la mesa.
No tardó en hallar los charcos de la bañadera, y con las patitas llenas de tierra, se puso a salpicar y saltar entre estos, jugando con los charcos y huyendo de ellos, dejando un camino de patas diminutas por todo el suelo de la estancia. Total, no era problema suyo, si no de su dueño, y cualquier problema que dejara le importaba un pimiento.
-Oh, mi grata compañía es difícil de sustituir. -Dijo medio en broma medio en serio, y a la vez dejando traslucir que compartir habitación con el de forma asidua si no era imposible por lo menos era difícil. -Vas a tener una ardua tarea. - Chasqueó la lengua, y finalmente bajó el rostro para depositar otro beso sobre los labios de la elfa, de los que la había privado con su pasividad y la gran diferencia de sus estaturas, que no dejaba de resultar cuanto menos, curiosa. -O, puedes proponerme un destino interesante que capte mi atención. - La desafió como alternativa, pues había viajado con otra gente de tanto en tanto, si coincidían sus destinos, o buscaban un fin que le resultaba interesante o ameno.
El elfo había dicho aquello más como un juego que como una pretensión verdadera, pues recordaba que la joven iba a emprender un viaje para encontrar a sus progenitores, y si aún se hallaba lejos de su casa, era, sin duda, porque no los había encontrado, y seguía intentando dilucidar su misterio. El elfo se había planteado que los hubiera encontrado, pero la chica no parecía de duelo, y de haberlos hallado vivos, seguro que viajaría con ellos, o le habría pedido que avisara a los mismos, en vez de a aquel amigo de la familia al que había destinado un mensajero cuando había bajado a por la cena.
Iltharion estaba algo atento a que tocaran a la puerta, por si era dicho familiar, o el posadero avisando del arribo de aquel sujeto, con el que ya había evitado por los pelos un primer encuentro hacía ya más de un año. Sin embargo, no era este el que por el momento, estaba pendiente de la pareja de elfos, sino un par de ojos cotillas y juiciosos, que aprovechando las contraventanas del balcón abiertos, oteaba el interior de la sala desde la rendija de unas cortinas. El elfo, de espaldas a los cristales, no podía verlo, ni increpar o hacer sentir incomodo al imprevisto espectador de su conversación y de las cabriolas del felino norteño.
-Supongo que entonces tendrás que hacerme algún dulce de esos en alguna ocasión. - No esta, eso había quedado claro para ambos, y a la joven no le faltaba razón cuando evocaba la reacción del tabernero cuando la había subido en brazos, inconsciente y seguido de un golem de barro que cargaba sus cosas como una mula.
Iltharion sonrió, pero no llegó a reír cuando mencionó a sus hermanas, y se preguntó interiormente que tanto podría alarmarse la muchacha si fuera participe de las sombras de su pasado. Probablemente le suponía una vida armoniosa como la de ella, una familia amorosa que hubiera permanecido a su lado hasta que se tiró a los caminos, y a la que todavía visitaba de vez en cuando. Nada más lejos de la realidad, pues, aunque hacía muchos años que había tenido algo así, apenas habían formado parte de la edad más temprana de su infancia, y las crueldades de los reinos del sur habían sido sus tutores, mentores y carceleros, sometiendo al pequeño elfo a terribles atrocidades. ¿Se asustaría? ¿Lloraría? o acaso, y mucho pero aún. ¿Le compadecería? El elfo aborrecía aquello, por eso, y no por ningún otro motivo era que no revelaba los albores de su vida.
-Algo así, en el lugar en donde vivía había muchas muchachas, y yo siempre tuve facilidad para las actividades delicadas. -Se limitó a contestar con una sonrisa amable.
Una placida risa emanó de la garganta del bardo, y casi murió en la misma, pues su sonido fue tan suave como un ronroneo. - Mis ojos no han cambiado. -Negó levemente. - Solo que nunca te habías fijado. - La reprendió amistosamente. - Y yo que creía que era difícil separar la mirada de mí, pero no, mira por dónde. - Dijo con un claramente falso tono de ofensa, y una sonrisa bromista pintada en los labios.
El viajero encontraba ciertamente curioso como el pudor y la vergüenza de la muchacha aparecía y desaparecía a ratos, como si solo aplicara cuando se diera cuenta, o esta misma se hallara tan cómoda y distraída como para no percatarse de ciertas cosas hasta mucho después de hacerlas.
De cualquier modo, Iltharion se dejó usar como asiento, y le rodeó la espalda con uno de los brazos, apoyando la mano cómodamente en la cintura de ella, con la que la sostuvo contra su torso sin demasiada fuerza, simplemente permitiendo que la calidez de su piel, perfumada por las flores de la bañera, impidiera que se perdiese la temperatura de su cuerpo.
-Aprovéchalo mientras puedas, pronto parto al norte, o al sur, no lo tengo muy claro todavía, estoy entre escalar el pico más alto, y ver Aerandir desde su cumbre, o visitar los arrecifes de las islas illidienses. – Comentó el bardo, con cierto retintín, como si él fuera alguna clase de cosa exclusiva y de lujo, un placer único y escaso que ella debiera aprovechar hasta el último instante.
-Eso es gracioso. -Miró hacia abajo el sujeto, a la muchacha que solo alcanzaba a besarle el cuello, cuya piel se erizó ante el cálido y gustoso contacto. El elfo, inclinó el rostro hacia el lado contrario, dejándose atender, mientras la mano que reposaba sobre la cintura de la muchacha, acariciaba dicha piel con gestos sinuosos, suaves, trazando sendos dibujos con las yemas de los dedos.
La mano ociosa la acomodó sobre una de las rodillas de la muchacha, y por la cara externa de la pierna enfiló hasta la cadera en una caricia suave y lenta, para descender de nuevo, repitiendo aquel gesto calmo mientras hablaba y disfrutaba del momento.
El Aski, cansado de dormir, y de comerse las provisiones que había en el morral, escondido y malicioso, decidió que finalmente era un buen momento de abandonar su refugio para explorar tierras nuevas. Dejó atrás su lecho de tela, y se abalanzó sobre el suelo desde la mesa.
No tardó en hallar los charcos de la bañadera, y con las patitas llenas de tierra, se puso a salpicar y saltar entre estos, jugando con los charcos y huyendo de ellos, dejando un camino de patas diminutas por todo el suelo de la estancia. Total, no era problema suyo, si no de su dueño, y cualquier problema que dejara le importaba un pimiento.
-Oh, mi grata compañía es difícil de sustituir. -Dijo medio en broma medio en serio, y a la vez dejando traslucir que compartir habitación con el de forma asidua si no era imposible por lo menos era difícil. -Vas a tener una ardua tarea. - Chasqueó la lengua, y finalmente bajó el rostro para depositar otro beso sobre los labios de la elfa, de los que la había privado con su pasividad y la gran diferencia de sus estaturas, que no dejaba de resultar cuanto menos, curiosa. -O, puedes proponerme un destino interesante que capte mi atención. - La desafió como alternativa, pues había viajado con otra gente de tanto en tanto, si coincidían sus destinos, o buscaban un fin que le resultaba interesante o ameno.
El elfo había dicho aquello más como un juego que como una pretensión verdadera, pues recordaba que la joven iba a emprender un viaje para encontrar a sus progenitores, y si aún se hallaba lejos de su casa, era, sin duda, porque no los había encontrado, y seguía intentando dilucidar su misterio. El elfo se había planteado que los hubiera encontrado, pero la chica no parecía de duelo, y de haberlos hallado vivos, seguro que viajaría con ellos, o le habría pedido que avisara a los mismos, en vez de a aquel amigo de la familia al que había destinado un mensajero cuando había bajado a por la cena.
Iltharion estaba algo atento a que tocaran a la puerta, por si era dicho familiar, o el posadero avisando del arribo de aquel sujeto, con el que ya había evitado por los pelos un primer encuentro hacía ya más de un año. Sin embargo, no era este el que por el momento, estaba pendiente de la pareja de elfos, sino un par de ojos cotillas y juiciosos, que aprovechando las contraventanas del balcón abiertos, oteaba el interior de la sala desde la rendija de unas cortinas. El elfo, de espaldas a los cristales, no podía verlo, ni increpar o hacer sentir incomodo al imprevisto espectador de su conversación y de las cabriolas del felino norteño.
Iltharion Dur'Falas
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Re: El dulce más amargo [Interpretativo] [Privado] [+18]
Wind simplemente sonrió ante aquella petición mientras disfrutaba del agradable tacto sobre su cabellera. Quién sabía si aquel hipotético encuentro llegaría a suceder o si, en el caso de que se produjera, tendrían los elementos propicios para llevar a cabo aquella proposición, pero lo cierto era que le hacía gracia imaginarse a aquel elfo haciendo de ayudante de cocina mientras ella caminaba, concentrada, por la estancia.
Aquella respuesta dejó pensativa a la elfa ¿El lugar donde vivía? Varias alternativas pasaron por su cabeza, como hijo de regente de una posada o incluso de un burdel, tal vez era simplemente que ayudaba a las muchachas de su aldea o que fuera criado en un orfanato. Había tantas opciones como Wind quisiera pensar, pero prefirió no indagar más, pues, si él no había concretado más, sus motivos tendría y ella no era quién para presionarle en contar algo que no deseaba -Pues definitivamente aprendiste bien- Comentó tocándose el pelo y haciendo caso omiso a su curiosidad, que, en aquel caso, no era oportuna manifestar en palabras.
-Oh, lamento decepcionarte al sacarte de tu error, te pido disculpas de todo corazón por ofenderte- Continuó con la broma mientras una risa suave salía de sus labios, le sacó la lengua con aire divertido y procedió a sentarse sobre el elfo sin pudor alguno, como si él realmente no estuviera allí y se fuera a sentar sobre una silla, con suma tranquilidad que contrastaba con aquellos repentinos ataques de vergüenza que le asomaban por el rostro.
La mano sobre su cintura, hizo que se acomodara aún más al cuerpo del elfo, disfrutando de la tranquilidad y el calor que éste proporcionaba. Nunca hasta aquel momento se había planteado lo cómodos que resultaban los brazos de un hombre, aunque tal vez era porque era Isha ¿Quién sabía? En cualquier caso, en ese momento no le importaba lo más mínimo pues tenía pensamientos más curiosos para poner en palabras.
-Creo que aceptaré la oferta, no eres el único que tiene un viaje que emprender- Una sonrisa con cierta melancolía asomó por las comisuras de los labios mientras por su cabeza pasaban una serie de pensamientos que prefería mantener alejados -Aunque el tuyo parece más ocioso- Prefirió ignorar aquella vanidad que sonaba en las palabras de Iltharion pues, era una Diosa y podía tomarse el lujo de decir lo que quisiera y como deseara y, en realidad había cierta verdad en sus palabras, debía aprovechar aquel tiempo, apreciaba la compañía del bardo y nunca estaba de más aprovechar aquellas horas que les restaban juntos.
Las cosquillas en su cuerpo se sentían realmente agradables, más incluso que el tacto sobre su cabello, haciendo que los lugares donde el elfo movía las manos, quedaran marcados por un cosquilleo suave -No lo es- Refunfuñó mientras le daba un pequeño mordisco seguido de un beso suave en el mismo punto de antes -Es realmente molesto no poder llegar a tus labios fácilmente cuando yo desee- Sonrió pícara y, sin apartar el rostro aun de su cuello, respiró un par de veces contra aquella zona, como si estuviera conteniendo la risa con la intención de hacerle cosquillas mientras movía los dedos que tenía en su nuca tranquilamente, jugando con aquella zona cas de un modo automático.
La elfa se giró, sorprendida al escuchar un golpe suave en el suelo - ¿Se ha colado alguna rata? - Preguntó en voz baja mientras separaba el rostro del cuello de Iltharion. No tardó en avistar al pequeño askki corretear por la sala y comenzar a jugar con los charcos. Una risa contenida salió de su boca mientras veía al pequeño animal chapotear por todas partes -Realmente es un animalito precioso- Comentó divertida mientras volvía a girarse para centrarse de nuevo en el pelirrojo -Y, además, parece que se sabe quitar él mismo el barro, lo tienes bien educado- Comentó con ironía y sin perder el tono de humor en sus palabras.
Desde luego, aquel bardo era vanidoso, pero realmente se lo podía permitir puesto que su compañía sí que resultaba francamente agradable -Eso solo significa que deberé poner mayor empeño ¿No? - Aquella pregunta realmente era retórica pues, ella sabía que no todos los hombres resultaban tan agradables, muchos eran más parecidos a bestias salvajes con menos empatía que una piedra de río.
Por fin el elfo pareció estar dispuesto a complacer el pequeño deseo de la elfa, la muchacha se lo devolvió con una sonrisa que asomaba por sus labios y una risa baja salió sin poder hacer nada para evitarlo -No sé exactamente mi próximo destino, pero creo que pasaré por las Islas Illidenses, creo que ampliar mis conocimientos en sus bibliotecas será algo divertido de hacer- Comentó con aire pensativa pues, a pesar de la atractiva idea de poder ir a aquellas islas, no estaba segura de sí, como elfa, tendría algún problema una vez estuviera allí. -Pero aún no lo he decidido, supongo que, a falta de alguna pista, iré allá donde me lleven mis pies- Una sonrisa cándida fue la protagonista en su rostro, Wind no se percataba de los peligros que podía tener consigo viajar sola, sin apenas dinero y a tierras de otras razas, a pesar de que tenía conocimientos suficientes para llegar a comprender todo aquello.
Tras decir aquello, volvió a acercarse a su cuello con la esperanza de molestarle un poco más pero su mirada se cruzó con algo extraño a través de la ventana ¿Qué demonios era eso? ¿Era el viento o una persona? Apartó la vista deprisa, tratando de aparentar que no se había percatado de aquellos ojos que los miraban sin pudor alguno ¿Cómo podía ser la gente tan indiscreta? Wind soltó un pequeño bufido al cuello del elfo y se apartó de él -No te gires- Advirtió Wind con tono cansado -Pero alguien nos está mirando desde una ventana- Volvió a mirar de soslayo y los ojos seguían ahí -La gente no tiene respeto por la intimidad- añadió la muchacha mientras miraba el rostro del elfo con cierto hastío.
A pesar de aquella molestia, encontró un punto divertido en todo aquello, aunque lo cierto era, que ponerlo en voz alta, resultaba francamente vergonzoso, así que una sonrisa pícara asomó en sus labios y se acercó todo lo que pudo a la oreja del elfo, esperando que de aquella manera el sentimiento de vergüenza fuera menor. Un rubor comenzó a extenderse y la sonrisa despareció en pos de una seriedad pudorosa -Creo que deberíamos cerrar las ventanas…- Respiró tratando de calmarse y añadió -O darle el espectáculo que tanto desea ver- Esas palabras susurradas en tono meloso hicieron que el tono de su rostro se extendiera hasta sus orejas mientras pensaba en que, realmente había sido capaz de decir aquellas palabras en voz alta.
Aquella respuesta dejó pensativa a la elfa ¿El lugar donde vivía? Varias alternativas pasaron por su cabeza, como hijo de regente de una posada o incluso de un burdel, tal vez era simplemente que ayudaba a las muchachas de su aldea o que fuera criado en un orfanato. Había tantas opciones como Wind quisiera pensar, pero prefirió no indagar más, pues, si él no había concretado más, sus motivos tendría y ella no era quién para presionarle en contar algo que no deseaba -Pues definitivamente aprendiste bien- Comentó tocándose el pelo y haciendo caso omiso a su curiosidad, que, en aquel caso, no era oportuna manifestar en palabras.
-Oh, lamento decepcionarte al sacarte de tu error, te pido disculpas de todo corazón por ofenderte- Continuó con la broma mientras una risa suave salía de sus labios, le sacó la lengua con aire divertido y procedió a sentarse sobre el elfo sin pudor alguno, como si él realmente no estuviera allí y se fuera a sentar sobre una silla, con suma tranquilidad que contrastaba con aquellos repentinos ataques de vergüenza que le asomaban por el rostro.
La mano sobre su cintura, hizo que se acomodara aún más al cuerpo del elfo, disfrutando de la tranquilidad y el calor que éste proporcionaba. Nunca hasta aquel momento se había planteado lo cómodos que resultaban los brazos de un hombre, aunque tal vez era porque era Isha ¿Quién sabía? En cualquier caso, en ese momento no le importaba lo más mínimo pues tenía pensamientos más curiosos para poner en palabras.
-Creo que aceptaré la oferta, no eres el único que tiene un viaje que emprender- Una sonrisa con cierta melancolía asomó por las comisuras de los labios mientras por su cabeza pasaban una serie de pensamientos que prefería mantener alejados -Aunque el tuyo parece más ocioso- Prefirió ignorar aquella vanidad que sonaba en las palabras de Iltharion pues, era una Diosa y podía tomarse el lujo de decir lo que quisiera y como deseara y, en realidad había cierta verdad en sus palabras, debía aprovechar aquel tiempo, apreciaba la compañía del bardo y nunca estaba de más aprovechar aquellas horas que les restaban juntos.
Las cosquillas en su cuerpo se sentían realmente agradables, más incluso que el tacto sobre su cabello, haciendo que los lugares donde el elfo movía las manos, quedaran marcados por un cosquilleo suave -No lo es- Refunfuñó mientras le daba un pequeño mordisco seguido de un beso suave en el mismo punto de antes -Es realmente molesto no poder llegar a tus labios fácilmente cuando yo desee- Sonrió pícara y, sin apartar el rostro aun de su cuello, respiró un par de veces contra aquella zona, como si estuviera conteniendo la risa con la intención de hacerle cosquillas mientras movía los dedos que tenía en su nuca tranquilamente, jugando con aquella zona cas de un modo automático.
La elfa se giró, sorprendida al escuchar un golpe suave en el suelo - ¿Se ha colado alguna rata? - Preguntó en voz baja mientras separaba el rostro del cuello de Iltharion. No tardó en avistar al pequeño askki corretear por la sala y comenzar a jugar con los charcos. Una risa contenida salió de su boca mientras veía al pequeño animal chapotear por todas partes -Realmente es un animalito precioso- Comentó divertida mientras volvía a girarse para centrarse de nuevo en el pelirrojo -Y, además, parece que se sabe quitar él mismo el barro, lo tienes bien educado- Comentó con ironía y sin perder el tono de humor en sus palabras.
Desde luego, aquel bardo era vanidoso, pero realmente se lo podía permitir puesto que su compañía sí que resultaba francamente agradable -Eso solo significa que deberé poner mayor empeño ¿No? - Aquella pregunta realmente era retórica pues, ella sabía que no todos los hombres resultaban tan agradables, muchos eran más parecidos a bestias salvajes con menos empatía que una piedra de río.
Por fin el elfo pareció estar dispuesto a complacer el pequeño deseo de la elfa, la muchacha se lo devolvió con una sonrisa que asomaba por sus labios y una risa baja salió sin poder hacer nada para evitarlo -No sé exactamente mi próximo destino, pero creo que pasaré por las Islas Illidenses, creo que ampliar mis conocimientos en sus bibliotecas será algo divertido de hacer- Comentó con aire pensativa pues, a pesar de la atractiva idea de poder ir a aquellas islas, no estaba segura de sí, como elfa, tendría algún problema una vez estuviera allí. -Pero aún no lo he decidido, supongo que, a falta de alguna pista, iré allá donde me lleven mis pies- Una sonrisa cándida fue la protagonista en su rostro, Wind no se percataba de los peligros que podía tener consigo viajar sola, sin apenas dinero y a tierras de otras razas, a pesar de que tenía conocimientos suficientes para llegar a comprender todo aquello.
Tras decir aquello, volvió a acercarse a su cuello con la esperanza de molestarle un poco más pero su mirada se cruzó con algo extraño a través de la ventana ¿Qué demonios era eso? ¿Era el viento o una persona? Apartó la vista deprisa, tratando de aparentar que no se había percatado de aquellos ojos que los miraban sin pudor alguno ¿Cómo podía ser la gente tan indiscreta? Wind soltó un pequeño bufido al cuello del elfo y se apartó de él -No te gires- Advirtió Wind con tono cansado -Pero alguien nos está mirando desde una ventana- Volvió a mirar de soslayo y los ojos seguían ahí -La gente no tiene respeto por la intimidad- añadió la muchacha mientras miraba el rostro del elfo con cierto hastío.
A pesar de aquella molestia, encontró un punto divertido en todo aquello, aunque lo cierto era, que ponerlo en voz alta, resultaba francamente vergonzoso, así que una sonrisa pícara asomó en sus labios y se acercó todo lo que pudo a la oreja del elfo, esperando que de aquella manera el sentimiento de vergüenza fuera menor. Un rubor comenzó a extenderse y la sonrisa despareció en pos de una seriedad pudorosa -Creo que deberíamos cerrar las ventanas…- Respiró tratando de calmarse y añadió -O darle el espectáculo que tanto desea ver- Esas palabras susurradas en tono meloso hicieron que el tono de su rostro se extendiera hasta sus orejas mientras pensaba en que, realmente había sido capaz de decir aquellas palabras en voz alta.
Windorind Crownguard
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Re: El dulce más amargo [Interpretativo] [Privado] [+18]
De nuevo la melodiosa, grave ya terciopelada risa del bardo se hizo presente en la pequeña pero cálida estancia que ocupaban los elfos.
- ¿De qué otro modo podría ser siendo un bardo? - Sonrió arrebatadoramente el viajero a su acompañante, mientras la arrullaba entre sus brazos, dejando que las yemas de sus dedos discurrieran insidiosas por la suave y aterciopelada piel de alabastro de su compañera, en esos gestos lentos y llenos de templanza. - Además, la vida está para disfrutarla. – Prosiguió, esta vez con el tono de un consumado docente, y cierto humor escondido con pereza en el tono.
-Oh, seguro que se te ocurre como conseguir lo que quieres, ya me ha quedado claro que eres persistente e ingeniosa cuando te empecinas en conseguir algo. - Le aseveró a la joven, haciendo alusión a su persecución aquella misma mañana, con motivo de hacer uso y disfrute del propio bardo aun a coste de emplear contra el mismo al golem de arcilla.
Un nuevo escalofrío recorrió la espina del bardo ante las cosquillas en el cuello, que parecían sumamente de su agrado, pero que avivaban ese fuego medido en el pozo de sus ojos marinos, que contenía por la paciencia y los años, pero que a un potrillo de menos décadas lo habría arrojado a conducir por aguas más torvas las manos.
El comentario de la rata despejó la mente del sanador, y dirigió su atención hacia el felino y sus peripecias por el agua. Sin ningún pudor, el pompón anaranjado manchó todo el suelo que quedó a su alcance, lleno todo de patitas mojadas, y por si fuera poco se alzó sobre dos patas para ponerse a arañar una de las caras del Biombo. Iltharion tenía muy claro que lo colocaría entornado antes de irse para que aquel maltrato al mobiliario pasara desapercibido y no se lo cobraran al marcharse.
-No soy una persona de disciplina. - Se encogió de hombros.- Prefiero que siga así, casi salvaje.- De aquel modo si el perecía en alguna travesía aquella criatura simplemente seguiría su camino, y el habría sido, como era viceversa, simplemente otro compañero de camino y viaje.
Las islas, encaró ambas cejas el hijo de los bosques al escuchar tan particular horizonte para uno de los suyos, y uno de apariencia tan frágil como la pequeña joven, que fuera de su perorata sobre la guerra, y de que portara un arco consigo, parecía, a todas luces para el viejo elfo, una muchacha bastante frágil y desprevenida, a la cual el destino podía romper sin ningún esfuerzo.
-Hm, quien sabe. Nos cruzamos en el norte por azares del destino, quizás nos crucemos también en el sur, hay muchas cosas en las islas fascinantes, aunque es un lugar peligroso para los nuestros. -Le recordó a la muchacha, que corría, por ser mujer, siempre muchos más riesgos que él.
Los masajes insidiosos sobre su cuello volvieron a relajar a el trovador de la ligera alerta que los destrozos de su mascota habían generado sobre si, amansándolo como a una fiera y volviendo a centrar total y completamente su atención en la joven, hasta que lo hizo conocedor de su espectador inesperado.
De soslayo, y apenas girando la cabeza, Iltharion intentó captar algo de aquella persona misteriosa por el rabillo del ojo, pero apenas si pudo entrever una mirada discreta entre las cortinas del ventanal del otro lado de la estrecha calle.
Una silueta difusa, probablemente por un velador tenue en la habitación de imprevisto testigo de su encuentro.
Estaba el elfo a punto de apartarla para alzarse y cerrar las contraventanas cuando la muchacha le sorprendió con sus ofertas. Ambas cejas del trovador se alzaron con la segunda propuesta, contemplando aquel rubor intenso que siempre conquistaba presto cuando aparecía un arranque de vergüenza, y que le avivaba emociones, variadas pero intensas.
Aunque Iltharion no podía contemplar de lleno las facciones de la muchacha, si podía advertir la rojez que escalaba por su oreja. Girando apenas el rostro, lamió lentamente el contorno de esta. - Siempre puedes ir a cerrar la ventana si quieres.- Le ofreció en un susurro malicioso, dejando entrever que él no tenía la más mínima intención de levantarse. De hecho, estaba muy a gusto en su silla, y encontraba bastante divertido aquel juego de tentar el candor de la chiquilla, y hasta donde llegaría su atrevimiento.
La lengua atrevida que había bordeado la oreja de la muchacha no se detuvo en la misma, y encorvando su cuerpo siguió descendiendo por la yugular todo el valle de su cuello. En la base de este dejó el aliento golpear contra la piel tersa, marcó con sus labios unos cuantos besos, y procuró en ese mismo punto, unión entre el hombro y el cuello, una lenta mordida en la que sorbió y arañó con los dientes, laceró con caricias la piel encerrada en su boca, buscó dejar tras el placer la marca de una rojez. La marca de su paso primero bermejo, y más morada en los días siguientes.
El viajero emprendió con las manos una travesía lenta y vesana por las sinuosas curvas de la pequeña. La mano que la asía de la cadera subió por la espalda y su costado, y rodeó bien su rostro contorneando el borde de uno de sus senos.
No quería romper la tranquila placidez que marcaba sus gestos, y que les permitía disfrutar sin prisa alguna de la compañía ajena. La noche era joven, el fuego acababa de encenderse, la cena había pasado a mejor vida hacía un rato, tenían tiempo.
Por otro lado, y a escasos metros, tras una cortina de lino barata, y con la tenue luz de un par de velas mal colocadas por la estancia, una muchacha sujetaba su labor con las manos temblorosas, la aguja entre sus dedos había quedado tanto tiempo atravesando la tela a medio bordado que había dejado un feo agujero, y su mirada curiosa seguía entre las ventanas, no sabiéndose descubierto, con el corazón en la garganta de ver aquellos seres, de espiar aquel momento tan intimo y prohibido, roja como un tomate, y con el placer de lo prohibido de contemplar algo que no debía hacerse, de entrometerse en lo que no le concernía y de vigilar los secretos de alcoba de hombres y mujeres que todavía le eran desconocidos.
- ¿De qué otro modo podría ser siendo un bardo? - Sonrió arrebatadoramente el viajero a su acompañante, mientras la arrullaba entre sus brazos, dejando que las yemas de sus dedos discurrieran insidiosas por la suave y aterciopelada piel de alabastro de su compañera, en esos gestos lentos y llenos de templanza. - Además, la vida está para disfrutarla. – Prosiguió, esta vez con el tono de un consumado docente, y cierto humor escondido con pereza en el tono.
-Oh, seguro que se te ocurre como conseguir lo que quieres, ya me ha quedado claro que eres persistente e ingeniosa cuando te empecinas en conseguir algo. - Le aseveró a la joven, haciendo alusión a su persecución aquella misma mañana, con motivo de hacer uso y disfrute del propio bardo aun a coste de emplear contra el mismo al golem de arcilla.
Un nuevo escalofrío recorrió la espina del bardo ante las cosquillas en el cuello, que parecían sumamente de su agrado, pero que avivaban ese fuego medido en el pozo de sus ojos marinos, que contenía por la paciencia y los años, pero que a un potrillo de menos décadas lo habría arrojado a conducir por aguas más torvas las manos.
El comentario de la rata despejó la mente del sanador, y dirigió su atención hacia el felino y sus peripecias por el agua. Sin ningún pudor, el pompón anaranjado manchó todo el suelo que quedó a su alcance, lleno todo de patitas mojadas, y por si fuera poco se alzó sobre dos patas para ponerse a arañar una de las caras del Biombo. Iltharion tenía muy claro que lo colocaría entornado antes de irse para que aquel maltrato al mobiliario pasara desapercibido y no se lo cobraran al marcharse.
-No soy una persona de disciplina. - Se encogió de hombros.- Prefiero que siga así, casi salvaje.- De aquel modo si el perecía en alguna travesía aquella criatura simplemente seguiría su camino, y el habría sido, como era viceversa, simplemente otro compañero de camino y viaje.
Las islas, encaró ambas cejas el hijo de los bosques al escuchar tan particular horizonte para uno de los suyos, y uno de apariencia tan frágil como la pequeña joven, que fuera de su perorata sobre la guerra, y de que portara un arco consigo, parecía, a todas luces para el viejo elfo, una muchacha bastante frágil y desprevenida, a la cual el destino podía romper sin ningún esfuerzo.
-Hm, quien sabe. Nos cruzamos en el norte por azares del destino, quizás nos crucemos también en el sur, hay muchas cosas en las islas fascinantes, aunque es un lugar peligroso para los nuestros. -Le recordó a la muchacha, que corría, por ser mujer, siempre muchos más riesgos que él.
Los masajes insidiosos sobre su cuello volvieron a relajar a el trovador de la ligera alerta que los destrozos de su mascota habían generado sobre si, amansándolo como a una fiera y volviendo a centrar total y completamente su atención en la joven, hasta que lo hizo conocedor de su espectador inesperado.
De soslayo, y apenas girando la cabeza, Iltharion intentó captar algo de aquella persona misteriosa por el rabillo del ojo, pero apenas si pudo entrever una mirada discreta entre las cortinas del ventanal del otro lado de la estrecha calle.
Una silueta difusa, probablemente por un velador tenue en la habitación de imprevisto testigo de su encuentro.
Estaba el elfo a punto de apartarla para alzarse y cerrar las contraventanas cuando la muchacha le sorprendió con sus ofertas. Ambas cejas del trovador se alzaron con la segunda propuesta, contemplando aquel rubor intenso que siempre conquistaba presto cuando aparecía un arranque de vergüenza, y que le avivaba emociones, variadas pero intensas.
Aunque Iltharion no podía contemplar de lleno las facciones de la muchacha, si podía advertir la rojez que escalaba por su oreja. Girando apenas el rostro, lamió lentamente el contorno de esta. - Siempre puedes ir a cerrar la ventana si quieres.- Le ofreció en un susurro malicioso, dejando entrever que él no tenía la más mínima intención de levantarse. De hecho, estaba muy a gusto en su silla, y encontraba bastante divertido aquel juego de tentar el candor de la chiquilla, y hasta donde llegaría su atrevimiento.
La lengua atrevida que había bordeado la oreja de la muchacha no se detuvo en la misma, y encorvando su cuerpo siguió descendiendo por la yugular todo el valle de su cuello. En la base de este dejó el aliento golpear contra la piel tersa, marcó con sus labios unos cuantos besos, y procuró en ese mismo punto, unión entre el hombro y el cuello, una lenta mordida en la que sorbió y arañó con los dientes, laceró con caricias la piel encerrada en su boca, buscó dejar tras el placer la marca de una rojez. La marca de su paso primero bermejo, y más morada en los días siguientes.
El viajero emprendió con las manos una travesía lenta y vesana por las sinuosas curvas de la pequeña. La mano que la asía de la cadera subió por la espalda y su costado, y rodeó bien su rostro contorneando el borde de uno de sus senos.
No quería romper la tranquila placidez que marcaba sus gestos, y que les permitía disfrutar sin prisa alguna de la compañía ajena. La noche era joven, el fuego acababa de encenderse, la cena había pasado a mejor vida hacía un rato, tenían tiempo.
Por otro lado, y a escasos metros, tras una cortina de lino barata, y con la tenue luz de un par de velas mal colocadas por la estancia, una muchacha sujetaba su labor con las manos temblorosas, la aguja entre sus dedos había quedado tanto tiempo atravesando la tela a medio bordado que había dejado un feo agujero, y su mirada curiosa seguía entre las ventanas, no sabiéndose descubierto, con el corazón en la garganta de ver aquellos seres, de espiar aquel momento tan intimo y prohibido, roja como un tomate, y con el placer de lo prohibido de contemplar algo que no debía hacerse, de entrometerse en lo que no le concernía y de vigilar los secretos de alcoba de hombres y mujeres que todavía le eran desconocidos.
Iltharion Dur'Falas
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Re: El dulce más amargo [Interpretativo] [Privado] [+18]
Wind enarcó una ceja sin entender a la primera a que se refería el elfo ¿Persistente e ingeniosa? Apenas había terminado de pensar aquella pregunta, cuando la respuesta llegó a su cabeza en forma de recuerdos borrosos y poco concretos haciendo que una risa suave y algo avergonzada saliera de sus labios-El caramelo endemoniado tuvo mucho que ver, pero creo que habitualmente también podría lograrlo- En realidad no, dudaba mucho que fuera capaz de acercarse a un hombre con el simple propósito de seducirle. No tenía semejante cantidad de artimañas ni picardía como para conseguir hombres rápidamente, pero sabía que tampoco debía ser un genio para lograrlo.
Aquel comentario le sacó una sonrisa y una pequeña risa contenida -Seguro que al dueño de la posada también le gusta que sea libre- Como la pequeña bola de pelo siguiera dañando los muebles, tendrían que salir corriendo de la habitación para que no les cobraran los desperfectos -O sino, seguro que le encantarán los aeros para solucionar los estragos de su libertad- Añadió con una sonrisa en el rostro al pensar en que, el askki era de la Diosa y por lo tanto, las reparaciones eran cosa suya.
La advertencia no le resultó extraña, no era la primera vez que la oía ni tampoco sería la última, de eso estaba segura - ¿Acaso crees que no hay lugar peligroso para alguien como yo? Soy blanco fácil para los maleantes de caminos en cualquier lugar de Aerandir pero, como bien dices, hay cosas fascinantes- Encogió los hombros con indiferencia y añadió -Además, si no me ven las orejas, no tendré problemas ¿No? - La muchacha era optimista, demasiado para aquel mundo que tenía más de cruel de lo que se aceptaba a reconocer
Aquella propuesta era, por mucho, lo más vergonzoso que había dicho en voz alta nunca, de hecho, casi hasta dudaba que aquellas palabras realmente hubieran salido de su boca, tal vez se lo había imaginado y realmente no había dicho nada, eso tendría más sentido. Pero no fue así, realmente lo había dicho en voz alta y, con un escalofrío por su espalda, la piel se le erizó en cuanto el contacto de la lengua del bardo le rozó la oreja.
“Supongo que lo he ganado a pulso” Pensó con cierta resignación al escuchar aquellas palabras con aire malicioso que, consiguieron que el rubor continuara en su rostro, pero ella había sido quien había comenzado ese juego, así que no podía rendirse tan pronto, además, tampoco era tan incomodo en realidad… ¿No?
La lengua del elfo le cosquilleó el cuello mientras soltaba un pequeño gemido contenido. Un suspiro salió cuando llegó a la base del cuello y comenzó a notar aquel cosquilleo suave en la parte más baja del estómago, como un preludio a lo que podía pasar si continuaban con aquel juego.
Un gemido suave salió de sus labios cuando comenzó a sentir aquel beso tan insidioso en la unión de su cuello con el hombro, contorsionó el cuello ligeramente tratando de impedirle que continuara allí, pero no pareció surgir resultado, así que lo movió hacia el otro lado tratando de facilitarle aquella tarea tan gustosa.
La elfa casi se había olvidado de aquella persona indiscreta de la ventana, pero cuando volvió a mirar, allí seguía, tras unas cortinas viejas con una iluminación precaria, como si hubiera estado esperando a que ocurriera eso para estar atenta y mirar -S-Sigue ahí- Murmuró la muchacha con el rostro encendido cuando el elfo terminó con aquel largo beso en su cuello.
Las caricias sobre su cuerpo, le erizaron la piel y decidió continuar con aquello, con calma, aún tenían tiempo de sobra. ¿Quién acabaría antes queriendo cerrar aquella ventana?
Wind acercó el rostro al cuello del bardo y comenzó de nuevo a depositar pequeños besos, seguidos de ligeros arañazos con los dientes a los que cubría con su aliento mientras, acariciaba aun la nuca del elfo y con la otra le acariciaba el torso con las yemas de los dedos. Siguió su cuello hasta arriba, hasta la mandíbula, dónde depositó un mordisco sonriente, con picardía, para bajar después por el mismo camino, despacio, mientras la mano del pecho se movía hacia el brazo que el elfo que había acariciado su cuerpo hacía unos instantes.
La mano de la nuca la subió para obligar al elfo a que inclinara la cabeza ligeramente y así poder llegar a sus labios, donde comenzó a darle un beso tranquilo, ansiando su sabor pero sin buscarlo con urgencia, siguiendo el ambiente cálido y relajado de la sala que, ahora se veía interrumpido, no solo por el crepitar de las llamas sino también por el pequeño animal que correteaba por todas partes.
¿Acaso no le daba pudor? Wind miró de nuevo y la persona seguía ahí no se había movido ni un milímetro, aunque quizás, lo correcto habría sido preguntarse si era a ella a la que no le daba vergüenza. Estaba siendo observada y aquello, a pesar de hacerlo menos íntimo, también le daba cierta excitación ¿Acaso aun le quedaba algo de droga en el organismo?
-Aún no se ha movido – Comentó con cierta vergüenza la muchacha mientras trataba de discernir si es que para el pelirrojo aquello no resultaba como poco, extraño. Aun así, depositó otro beso igual de tranquilo pero insidioso, tratando de demostrar así que ella no pensaba perder en aquel pequeño desafío que ella misma había creado.
Aquel comentario le sacó una sonrisa y una pequeña risa contenida -Seguro que al dueño de la posada también le gusta que sea libre- Como la pequeña bola de pelo siguiera dañando los muebles, tendrían que salir corriendo de la habitación para que no les cobraran los desperfectos -O sino, seguro que le encantarán los aeros para solucionar los estragos de su libertad- Añadió con una sonrisa en el rostro al pensar en que, el askki era de la Diosa y por lo tanto, las reparaciones eran cosa suya.
La advertencia no le resultó extraña, no era la primera vez que la oía ni tampoco sería la última, de eso estaba segura - ¿Acaso crees que no hay lugar peligroso para alguien como yo? Soy blanco fácil para los maleantes de caminos en cualquier lugar de Aerandir pero, como bien dices, hay cosas fascinantes- Encogió los hombros con indiferencia y añadió -Además, si no me ven las orejas, no tendré problemas ¿No? - La muchacha era optimista, demasiado para aquel mundo que tenía más de cruel de lo que se aceptaba a reconocer
Aquella propuesta era, por mucho, lo más vergonzoso que había dicho en voz alta nunca, de hecho, casi hasta dudaba que aquellas palabras realmente hubieran salido de su boca, tal vez se lo había imaginado y realmente no había dicho nada, eso tendría más sentido. Pero no fue así, realmente lo había dicho en voz alta y, con un escalofrío por su espalda, la piel se le erizó en cuanto el contacto de la lengua del bardo le rozó la oreja.
“Supongo que lo he ganado a pulso” Pensó con cierta resignación al escuchar aquellas palabras con aire malicioso que, consiguieron que el rubor continuara en su rostro, pero ella había sido quien había comenzado ese juego, así que no podía rendirse tan pronto, además, tampoco era tan incomodo en realidad… ¿No?
La lengua del elfo le cosquilleó el cuello mientras soltaba un pequeño gemido contenido. Un suspiro salió cuando llegó a la base del cuello y comenzó a notar aquel cosquilleo suave en la parte más baja del estómago, como un preludio a lo que podía pasar si continuaban con aquel juego.
Un gemido suave salió de sus labios cuando comenzó a sentir aquel beso tan insidioso en la unión de su cuello con el hombro, contorsionó el cuello ligeramente tratando de impedirle que continuara allí, pero no pareció surgir resultado, así que lo movió hacia el otro lado tratando de facilitarle aquella tarea tan gustosa.
La elfa casi se había olvidado de aquella persona indiscreta de la ventana, pero cuando volvió a mirar, allí seguía, tras unas cortinas viejas con una iluminación precaria, como si hubiera estado esperando a que ocurriera eso para estar atenta y mirar -S-Sigue ahí- Murmuró la muchacha con el rostro encendido cuando el elfo terminó con aquel largo beso en su cuello.
Las caricias sobre su cuerpo, le erizaron la piel y decidió continuar con aquello, con calma, aún tenían tiempo de sobra. ¿Quién acabaría antes queriendo cerrar aquella ventana?
Wind acercó el rostro al cuello del bardo y comenzó de nuevo a depositar pequeños besos, seguidos de ligeros arañazos con los dientes a los que cubría con su aliento mientras, acariciaba aun la nuca del elfo y con la otra le acariciaba el torso con las yemas de los dedos. Siguió su cuello hasta arriba, hasta la mandíbula, dónde depositó un mordisco sonriente, con picardía, para bajar después por el mismo camino, despacio, mientras la mano del pecho se movía hacia el brazo que el elfo que había acariciado su cuerpo hacía unos instantes.
La mano de la nuca la subió para obligar al elfo a que inclinara la cabeza ligeramente y así poder llegar a sus labios, donde comenzó a darle un beso tranquilo, ansiando su sabor pero sin buscarlo con urgencia, siguiendo el ambiente cálido y relajado de la sala que, ahora se veía interrumpido, no solo por el crepitar de las llamas sino también por el pequeño animal que correteaba por todas partes.
¿Acaso no le daba pudor? Wind miró de nuevo y la persona seguía ahí no se había movido ni un milímetro, aunque quizás, lo correcto habría sido preguntarse si era a ella a la que no le daba vergüenza. Estaba siendo observada y aquello, a pesar de hacerlo menos íntimo, también le daba cierta excitación ¿Acaso aun le quedaba algo de droga en el organismo?
-Aún no se ha movido – Comentó con cierta vergüenza la muchacha mientras trataba de discernir si es que para el pelirrojo aquello no resultaba como poco, extraño. Aun así, depositó otro beso igual de tranquilo pero insidioso, tratando de demostrar así que ella no pensaba perder en aquel pequeño desafío que ella misma había creado.
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Re: El dulce más amargo [Interpretativo] [Privado] [+18]
Iltharion torció un poco el gesto, aunque con escasa preocupación y más humor que otra cosa, cuando el dueño del local y los desperfectos salieron a colación con un mismo pensamiento.
-Él no tiene por qué saberlo. ¿No crees? - Sonrió con picardía el trovador, dejando en claro que no tenía la más mínima intención de contarlo, y mucho menos de dejar descubrir los mismos, o estos en todo su esplendor si el pequeño y endemoniado felino de las nieves no paraba de una vez de rasguñar el biombo, al que por lo menos, solo atacaba por una cara, por ahora.
-Aunque siempre podemos dejarlo a costa de los Aeros fáciles que hemos logrado en el bosque. -Que de fáciles no habían tenido nada, porque habían terminado costándole al bardo todo un día de cuidados, un mordisco en el pepino, y llevar en volandas por el bosque a una doncella desmayada como si fuera un caballero de cuento, solo que sin caballo, sin armadura, y sin un sendo entrenamiento.
Que la joven descubriera las penurias y crueldades de los caminos, y un mundo que tenía pocas consideraciones por el prójimo, el errante y las muchachas, no le parecía sorprendente al bardo, a fin de cuentas, debía de llevar cerca de un año transitando las ciudades, y acumulando junto con bellas vivencias, las penurias ineludibles de una vida llena de sorpresas y de un destino compartido con mercenarios y rufianes. Además, y para más inri, era una muchacha no solo hermosa si no de aspecto frágil, que despertaba ese instinto tan primario de caza. El trovador no quería ni imaginarse lo que podía llegar a ser intentar cuidarla en medio de las fiestas pasadas, con la gente embriagada y ese provocador atuendo, que había estado tentando su cordura todo el día.
Sin embargo, la animosidad de la muchacha le hacía creer al bardo que había sido bendecida con bastante suerte, había evitado grandes desgracias y un sino casi inevitable, permitiéndole conocer algunas de las cruentas verdades del mundo sin arrebatarle la inocencia, o ahuyentarla de esa libertad que ostentaba cual bandera con un genuino aprecio.
-Con el pelo corto será difícil. -Le remarcó, dándole un toque suave en una de las orejas, y acomodando tras esta uno de los mechones que caían por debajo de la trenza, que, cual tiara, rodeaba su cabeza. - Quizás te convenga esperar un poco a que te crezca algo el pelo. - Recomendó, claro que a la hora de la verdad la muchacha haría lo que le viniera en gana.
El viajero se relamió en aquel gemido. Una de las tantas cosas que le encantaba al hijo de los bosques, de entre la interminable lista de sucesos que le causaban un gran deleite, era el hecho de escuchar la voz de un amante el quebrare en un gemido, en el placer de sus manos y sus gestos, saberse artífice de esos peculiares y seductores sonidos, reveladores de la dicha del cuerpo. Y la pequeña era especialmente sensible, le divertía en grado sumo la facilidad con la que podía hacer sonar su voz con aquel tono provocador y apetitoso.
Una risa ladina, casi perversa, baja y un poco más grave, en ese tono con una leve ronquez que empezaba a asomarse cuando el humor del elfo se dirigía hacia los menesteres del placer y la carne, surgió y rompió contra el chupetón recién hecho ante el aporte de la muchacha.
-No se puede dar un espectáculo a un público que no existe. ¿No crees? – Le hizo notar a la muchacha, haciendo alusión a la sugerencia de la misma, de entretener a su inesperado espectador con algo digno de su atención.
Con los pequeños besos poblando la piel de su cuello, Iltharion soltó el aire, gustoso, entornando los ojos con los que recorría impúdico a la muchacha, como si sus orbes aguamarina pudieran acariciarla igual que sus manos. Dejó que la mano que lo asía y acariciaba gustosamente la nuca le obligase a bajar el rostro, para fundir los labios con los de la muchacha. Aquel placer paciente le agradaba, tanto o más que la furia animal, pues, aunque la otra tenía cierta intensidad delirante, era en la recreación sobre cada atención que el placer no solo era constante, si no más duradero, ferviente y dedicado, no solo del cuerpo, si no de la mente.
Los orbes del sanador siguieron a los de la muchacha, y su faz se torció un poco, disimuladamente, hasta percatarse de que volvía a estar atenta a aquel misterioso espía que seguía observándolos.
-Hm. Quizás es que habías acertado con lo del espectáculo. – Le sonrió con picardía a la joven, sin el más mínimo atisbo de vergüenza. Si alguna vez la había tenido, la había perdido hacia mucho, muchísimo tiempo.
Además, él no iba a ser quien cerrara las ventanas, aunque tuviera que ofrecer diversión sin coste alguno para la afortunada vecina de en frente, pues se había tomado aquella propuesta como un pequeño desafío, y tentar a la joven al límite de su vergüenza, ver una y otra vez la tez de Windorind teñirse de carmesí, y contemplar hasta donde podía extenderse ese rubor tan intenso era demasiado tentador como para barrerlo de un plumazo simplemente cerrando las contraventanas. Puesto de un modo simple, mientras ella le siguiera divirtiendo, ya podía verle el culo todo el pueblo, que le importaba un pimiento.
Iltharion la beso, esta vez por propia cuenta, repasó el labio inferior de ella con la lengua, y la besó de nuevo. Atrapó ese mismo entre los suyos y tironeó suavemente, y lo soltó solo para besarla nuevamente, y sumergirse en su boca, entrelazar sus lenguas.
Con el pulgar resiguió el contorno de uno de los senos de ella una vez más, y luego escaló el mismo con los dedos, rozó con las yemas su cumbre, amasó su superficie entre su mano, y dejó que la calidez de su palma envolviera tanto como pudiera albergar su mano, lo constriñera con moderada fuerza y lo aflojara solo para volver a aferrarlo de nuevo, y a juguetear insidiosamente con el pezón entre los dedos.
Sabía que su espalda cubría en gran medida el cuerpo de la elfa del mirón de la ventana de en frente, pero también que probablemente la faz de la pequeña, cuando se liberaba de algún beso, si quedaba a la vista de aquel testigo silencioso.
La muchacha del otro lado de la calle cerró las cortinas del todo un momento, miró su labor, tensada sobre el bastidor circular de madera, con las flores a medio bordar, intentando recordar el patrón en su mente, sin embargo, apenas logró mantener su mente serena unos segundos. Las largas horas en la habitación, sin hacer nada más que remendar y trazar dibujos con los hilos de colores sobre las sabanas y manteles hacían difícil contener la imaginación de la doncella, que no pudo evitar volver a asomarse por el resquicio de la cortina, para contemplar aquella escena, que pese a acontecer a unos pocos metros, tan cerca que podría saltarse al balcón desde su propio tendedero, parecía una ventana a otro mundo, nuevo por completo.
-Él no tiene por qué saberlo. ¿No crees? - Sonrió con picardía el trovador, dejando en claro que no tenía la más mínima intención de contarlo, y mucho menos de dejar descubrir los mismos, o estos en todo su esplendor si el pequeño y endemoniado felino de las nieves no paraba de una vez de rasguñar el biombo, al que por lo menos, solo atacaba por una cara, por ahora.
-Aunque siempre podemos dejarlo a costa de los Aeros fáciles que hemos logrado en el bosque. -Que de fáciles no habían tenido nada, porque habían terminado costándole al bardo todo un día de cuidados, un mordisco en el pepino, y llevar en volandas por el bosque a una doncella desmayada como si fuera un caballero de cuento, solo que sin caballo, sin armadura, y sin un sendo entrenamiento.
Que la joven descubriera las penurias y crueldades de los caminos, y un mundo que tenía pocas consideraciones por el prójimo, el errante y las muchachas, no le parecía sorprendente al bardo, a fin de cuentas, debía de llevar cerca de un año transitando las ciudades, y acumulando junto con bellas vivencias, las penurias ineludibles de una vida llena de sorpresas y de un destino compartido con mercenarios y rufianes. Además, y para más inri, era una muchacha no solo hermosa si no de aspecto frágil, que despertaba ese instinto tan primario de caza. El trovador no quería ni imaginarse lo que podía llegar a ser intentar cuidarla en medio de las fiestas pasadas, con la gente embriagada y ese provocador atuendo, que había estado tentando su cordura todo el día.
Sin embargo, la animosidad de la muchacha le hacía creer al bardo que había sido bendecida con bastante suerte, había evitado grandes desgracias y un sino casi inevitable, permitiéndole conocer algunas de las cruentas verdades del mundo sin arrebatarle la inocencia, o ahuyentarla de esa libertad que ostentaba cual bandera con un genuino aprecio.
-Con el pelo corto será difícil. -Le remarcó, dándole un toque suave en una de las orejas, y acomodando tras esta uno de los mechones que caían por debajo de la trenza, que, cual tiara, rodeaba su cabeza. - Quizás te convenga esperar un poco a que te crezca algo el pelo. - Recomendó, claro que a la hora de la verdad la muchacha haría lo que le viniera en gana.
El viajero se relamió en aquel gemido. Una de las tantas cosas que le encantaba al hijo de los bosques, de entre la interminable lista de sucesos que le causaban un gran deleite, era el hecho de escuchar la voz de un amante el quebrare en un gemido, en el placer de sus manos y sus gestos, saberse artífice de esos peculiares y seductores sonidos, reveladores de la dicha del cuerpo. Y la pequeña era especialmente sensible, le divertía en grado sumo la facilidad con la que podía hacer sonar su voz con aquel tono provocador y apetitoso.
Una risa ladina, casi perversa, baja y un poco más grave, en ese tono con una leve ronquez que empezaba a asomarse cuando el humor del elfo se dirigía hacia los menesteres del placer y la carne, surgió y rompió contra el chupetón recién hecho ante el aporte de la muchacha.
-No se puede dar un espectáculo a un público que no existe. ¿No crees? – Le hizo notar a la muchacha, haciendo alusión a la sugerencia de la misma, de entretener a su inesperado espectador con algo digno de su atención.
Con los pequeños besos poblando la piel de su cuello, Iltharion soltó el aire, gustoso, entornando los ojos con los que recorría impúdico a la muchacha, como si sus orbes aguamarina pudieran acariciarla igual que sus manos. Dejó que la mano que lo asía y acariciaba gustosamente la nuca le obligase a bajar el rostro, para fundir los labios con los de la muchacha. Aquel placer paciente le agradaba, tanto o más que la furia animal, pues, aunque la otra tenía cierta intensidad delirante, era en la recreación sobre cada atención que el placer no solo era constante, si no más duradero, ferviente y dedicado, no solo del cuerpo, si no de la mente.
Los orbes del sanador siguieron a los de la muchacha, y su faz se torció un poco, disimuladamente, hasta percatarse de que volvía a estar atenta a aquel misterioso espía que seguía observándolos.
-Hm. Quizás es que habías acertado con lo del espectáculo. – Le sonrió con picardía a la joven, sin el más mínimo atisbo de vergüenza. Si alguna vez la había tenido, la había perdido hacia mucho, muchísimo tiempo.
Además, él no iba a ser quien cerrara las ventanas, aunque tuviera que ofrecer diversión sin coste alguno para la afortunada vecina de en frente, pues se había tomado aquella propuesta como un pequeño desafío, y tentar a la joven al límite de su vergüenza, ver una y otra vez la tez de Windorind teñirse de carmesí, y contemplar hasta donde podía extenderse ese rubor tan intenso era demasiado tentador como para barrerlo de un plumazo simplemente cerrando las contraventanas. Puesto de un modo simple, mientras ella le siguiera divirtiendo, ya podía verle el culo todo el pueblo, que le importaba un pimiento.
Iltharion la beso, esta vez por propia cuenta, repasó el labio inferior de ella con la lengua, y la besó de nuevo. Atrapó ese mismo entre los suyos y tironeó suavemente, y lo soltó solo para besarla nuevamente, y sumergirse en su boca, entrelazar sus lenguas.
Con el pulgar resiguió el contorno de uno de los senos de ella una vez más, y luego escaló el mismo con los dedos, rozó con las yemas su cumbre, amasó su superficie entre su mano, y dejó que la calidez de su palma envolviera tanto como pudiera albergar su mano, lo constriñera con moderada fuerza y lo aflojara solo para volver a aferrarlo de nuevo, y a juguetear insidiosamente con el pezón entre los dedos.
Sabía que su espalda cubría en gran medida el cuerpo de la elfa del mirón de la ventana de en frente, pero también que probablemente la faz de la pequeña, cuando se liberaba de algún beso, si quedaba a la vista de aquel testigo silencioso.
La muchacha del otro lado de la calle cerró las cortinas del todo un momento, miró su labor, tensada sobre el bastidor circular de madera, con las flores a medio bordar, intentando recordar el patrón en su mente, sin embargo, apenas logró mantener su mente serena unos segundos. Las largas horas en la habitación, sin hacer nada más que remendar y trazar dibujos con los hilos de colores sobre las sabanas y manteles hacían difícil contener la imaginación de la doncella, que no pudo evitar volver a asomarse por el resquicio de la cortina, para contemplar aquella escena, que pese a acontecer a unos pocos metros, tan cerca que podría saltarse al balcón desde su propio tendedero, parecía una ventana a otro mundo, nuevo por completo.
Iltharion Dur'Falas
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Re: El dulce más amargo [Interpretativo] [Privado] [+18]
-Quizá sí debería esperar a que creciera un poco… o ponerme una capucha permanentemente, como si fuera un maleante- Wind intentó imitar una cara de bandido y, tras imaginarse semejante mueca, se echó a reír, tratando de no tomarse demasiado en serio aquel consejo, que ella misma había pensado ya. Sabía que el elfo tenía razón, era lo más lógico esperar, pero que fuera lo más lógico no significa que fuera lo que iba a hacer. Wind quería ampliar sus conocimientos de alquimia y, con un poco de suerte, aprender algunas habilidades nuevas por no hablar de conocer mejor su propia raza. Eran muchas las dudas que la elfina tenía en la cabeza y que pedían respuestas inmediatas, además, ya de paso, podría investigar sobre Isha, aunque quizá una ciudad de brujos, no era el mejor lugar del mundo para aprender sobre elfos y sus costumbres, para eso, quizás fuera mejor ir a Sandorai… Pero no era el momento para pensar en ello, había menesteres más entretenidos para ocupar su pequeña cabeza que sus viajes.
Wind miró de soslayo al elfo cuando dijo eso, ella misma había sido la artífice de aquella situación y, a pesar de lo raro de la escena, apenas pudo asentir ligeramente seguido de un -Supongo que tienes razón- En voz baja, sin poder si quiera sonar melosa por la vergüenza que invadía su rostro y su mente. Pero Iltharion seguía sin mostrar el menor atisbo de vergüenza, Wind comenzaba a pensar que tal vez, era ella la rara y que aquello no era, ni tan extraño ni tan preocupante, así que decidió comenzar ella también a proporcionarle caricias y cariños, con la esperanza de olvidar pronto a la persona que cotilleaba aquel encuentro.
Los cambios en la respiración del elfo, eran como pequeñas victorias para la muchacha, que disfrutaba con ellos casi lo mismo que con las propias caricias en su cuerpo, como si ser la causante de esos pequeños cambios en Iltharion fuera un placer tan grande como ser ella la que sufría aquellos cambios. Una sonrisa juguetona se extendió por su rostro, mostrando aquel sentimiento que no ponía en palabras, mientras disfrutaba del sabor floral que tenía el bardo por el baño y el aroma fresco de la menta. Era, desde luego, una buena combinación.
Otro comentario que hizo que su rostro continuara con aquel tinte encendido que le calentaba el rostro -Cielos… ¿Realmente no te da ningún pudor? - Preguntó en voz baja con cierta extrañeza en el rostro, como si realmente no pudiera comprender ese descaro que sonaba en la voz del pelirrojo. Aunque, al menos, el cuerpo del bardo tapaba la mayor parte de su anatomía, dejándola bastante cubierta, tanto que, probablemente el mirón tendría que intuir lo que sucedía en realidad dónde sus ojos no podían llegar.
Un gemido suave salió de sus labios cuando éste quedó atrapado entre los labios del bardo, como si en vez de un gemido, hubiera intentado ser un quejido, que quedó acallado en cuanto volvió a notar la suavidad de Iltharion sobre sus labios, disfrutando de nuevo de un beso apasionado pero lleno de tranquilidad. Contó acariciando el cuerpo del pelirrojo, arañando suavemente con las uñas de vez en cuando, cuando él hacía algún movimiento inesperado. Otro gemido, esta vez bajo, como si no quisiera llegar a salir de sus labios, rompió contra los labios del elfo al notar cómo éste jugaba con la cumbre de su pecho sin piedad. Las leves cosquillas de su vientre continuaban ahí, como si no tuvieran la intención de desaparecer, sino, en todo caso hacerse más fuertes como consecuencia de aquel juego insidioso sobre ella.
Wind continuó aquel beso, parando de vez en cuando para bordear los labios del elfo con su lengua y aprovechando para respirar con mayor profundidad. La última vez, cuando terminó de bordear los labios, no volvió al beso, sino que con la lengua le bordeó la mandíbula hasta donde alcanzó, estirando el cuello. Al terminar, quedó pensativa unos instantes, molesta por no poder alcanzar los labios del bardo o sus lóbulos cuando ella quisiera, así que se incorporó hasta quedar a horcajadas sentada sobre el bardo, olvidando por completo la mirada indiscreta que les observaba, quedando así unos centímetros más alta que antes al poner recta la espalda -Mejor ¿No? – Una sonrisa pícara seguida de una caricia con la lengua sobre sus labios a los que, ahora sí que llegaba al fin. Pasó una mano por su cuello, acariciándolo por el camino, hasta llegar a su nuca y con le otra, le acarició el lateral de la cintura, moviendo los dedos arriba y abajo con tranquilidad mientras se movía hacia su oreja despacio.
En cuanto llegó a ella, comenzó a lamerla, con la misma parsimonia, mientras daba ligeros mordiscos regados con su respiración, aun regular.
Su mirada se cruzó sin querer con la de la espectadora que miraba desde la ventana, pero, esta vez lejos de apartarla, continuó mirando unos instantes, tratando de hacer que se pusiera incómodo el mirón y que desapareciera tras las cortinas, aunque fue ella la que perdió aquella pequeña batalla. Se separó del elfo mientras apartaba la mirada de la ventana... y notaba el rubor hasta las orejas y el cosquilleo aún más fuerte dentro de ella y suspiró -No parece que tenga intención de moverse… debe ser un buen entretenimiento mirarnos- Repitió la muchacha con timidez, sin rendirse aun en aquel reto de quien cerraba las ventanas. Volvió a darle un beso en la unión entre la oreja y su rostro y comenzó de nuevo a jugar con su oreja, con los ojos cerrados, para no volver a encontrarse con aquella mirada indiscreta.
Wind miró de soslayo al elfo cuando dijo eso, ella misma había sido la artífice de aquella situación y, a pesar de lo raro de la escena, apenas pudo asentir ligeramente seguido de un -Supongo que tienes razón- En voz baja, sin poder si quiera sonar melosa por la vergüenza que invadía su rostro y su mente. Pero Iltharion seguía sin mostrar el menor atisbo de vergüenza, Wind comenzaba a pensar que tal vez, era ella la rara y que aquello no era, ni tan extraño ni tan preocupante, así que decidió comenzar ella también a proporcionarle caricias y cariños, con la esperanza de olvidar pronto a la persona que cotilleaba aquel encuentro.
Los cambios en la respiración del elfo, eran como pequeñas victorias para la muchacha, que disfrutaba con ellos casi lo mismo que con las propias caricias en su cuerpo, como si ser la causante de esos pequeños cambios en Iltharion fuera un placer tan grande como ser ella la que sufría aquellos cambios. Una sonrisa juguetona se extendió por su rostro, mostrando aquel sentimiento que no ponía en palabras, mientras disfrutaba del sabor floral que tenía el bardo por el baño y el aroma fresco de la menta. Era, desde luego, una buena combinación.
Otro comentario que hizo que su rostro continuara con aquel tinte encendido que le calentaba el rostro -Cielos… ¿Realmente no te da ningún pudor? - Preguntó en voz baja con cierta extrañeza en el rostro, como si realmente no pudiera comprender ese descaro que sonaba en la voz del pelirrojo. Aunque, al menos, el cuerpo del bardo tapaba la mayor parte de su anatomía, dejándola bastante cubierta, tanto que, probablemente el mirón tendría que intuir lo que sucedía en realidad dónde sus ojos no podían llegar.
Un gemido suave salió de sus labios cuando éste quedó atrapado entre los labios del bardo, como si en vez de un gemido, hubiera intentado ser un quejido, que quedó acallado en cuanto volvió a notar la suavidad de Iltharion sobre sus labios, disfrutando de nuevo de un beso apasionado pero lleno de tranquilidad. Contó acariciando el cuerpo del pelirrojo, arañando suavemente con las uñas de vez en cuando, cuando él hacía algún movimiento inesperado. Otro gemido, esta vez bajo, como si no quisiera llegar a salir de sus labios, rompió contra los labios del elfo al notar cómo éste jugaba con la cumbre de su pecho sin piedad. Las leves cosquillas de su vientre continuaban ahí, como si no tuvieran la intención de desaparecer, sino, en todo caso hacerse más fuertes como consecuencia de aquel juego insidioso sobre ella.
Wind continuó aquel beso, parando de vez en cuando para bordear los labios del elfo con su lengua y aprovechando para respirar con mayor profundidad. La última vez, cuando terminó de bordear los labios, no volvió al beso, sino que con la lengua le bordeó la mandíbula hasta donde alcanzó, estirando el cuello. Al terminar, quedó pensativa unos instantes, molesta por no poder alcanzar los labios del bardo o sus lóbulos cuando ella quisiera, así que se incorporó hasta quedar a horcajadas sentada sobre el bardo, olvidando por completo la mirada indiscreta que les observaba, quedando así unos centímetros más alta que antes al poner recta la espalda -Mejor ¿No? – Una sonrisa pícara seguida de una caricia con la lengua sobre sus labios a los que, ahora sí que llegaba al fin. Pasó una mano por su cuello, acariciándolo por el camino, hasta llegar a su nuca y con le otra, le acarició el lateral de la cintura, moviendo los dedos arriba y abajo con tranquilidad mientras se movía hacia su oreja despacio.
En cuanto llegó a ella, comenzó a lamerla, con la misma parsimonia, mientras daba ligeros mordiscos regados con su respiración, aun regular.
Su mirada se cruzó sin querer con la de la espectadora que miraba desde la ventana, pero, esta vez lejos de apartarla, continuó mirando unos instantes, tratando de hacer que se pusiera incómodo el mirón y que desapareciera tras las cortinas, aunque fue ella la que perdió aquella pequeña batalla. Se separó del elfo mientras apartaba la mirada de la ventana... y notaba el rubor hasta las orejas y el cosquilleo aún más fuerte dentro de ella y suspiró -No parece que tenga intención de moverse… debe ser un buen entretenimiento mirarnos- Repitió la muchacha con timidez, sin rendirse aun en aquel reto de quien cerraba las ventanas. Volvió a darle un beso en la unión entre la oreja y su rostro y comenzó de nuevo a jugar con su oreja, con los ojos cerrados, para no volver a encontrarse con aquella mirada indiscreta.
Windorind Crownguard
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