Caminante no hay camino...[Libre]
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Caminante no hay camino...[Libre]
Allí estaba. Una elfa que no tenía absolutamente ni idea del mundo, yendo a la que era probablemente la ciudad más maloliente de todo Aerandir.
<<Yo estaba bien en el bosque>>, se repetía una y otra vez en su cabeza.
Nada más entrar, se topó con un tendero, de pelo graso y lacio, con solo media dentadura y con una sonrisa que a Iredia no le gustó absolutamente nada. Estaba sentado detrás de una mesa con miles de pequeñas almejas esparcidas en ella. El olor era tan nauseabundo que la joven elfa notó cierto mareo.
.Guapa, ven aquí. Tengo almejas muy ricas. Aunque seguro que tú también tienes una sabrosísima.- el viejo se rió a carcajada limpia mientras Iredia le observaba con asco.
La joven optó por ignorarlo y se alejó apresuradamente de él. Al torcer por un callejón, de golpe, se encontró con un cadáver algo descompuesto. Un par de ratas, de hecho, se estaban dando un festín con sus mejillas. Una arcada sobrevino a la garganta de la elfa y vomitó pegada a la pared, apretándose el estómago en una mezcla de angustia e ira. Tardó unos segundos en recuperar la calma, respirar profundo y volver a mirar el cuerpo descompuesto sin vomitar.
<<Definitivamente, estaba mejor en el bosque.>>.
Salió del callejón a trompicones, con una mano en el estómago, pálida como la luna y con una notable falta de humor. Tenía que encontrar un lugar allí, aprender a conocer a otras razas, pero sólo tenía ganas de irse por donde había venido. Se quedó un rato apoyada en la pared, detrás de unos barriles donde el tendero lascivo no podía verla y sopesando sus opciones mientras maldecía su malestar.
<<Yo estaba bien en el bosque>>, se repetía una y otra vez en su cabeza.
Nada más entrar, se topó con un tendero, de pelo graso y lacio, con solo media dentadura y con una sonrisa que a Iredia no le gustó absolutamente nada. Estaba sentado detrás de una mesa con miles de pequeñas almejas esparcidas en ella. El olor era tan nauseabundo que la joven elfa notó cierto mareo.
.Guapa, ven aquí. Tengo almejas muy ricas. Aunque seguro que tú también tienes una sabrosísima.- el viejo se rió a carcajada limpia mientras Iredia le observaba con asco.
La joven optó por ignorarlo y se alejó apresuradamente de él. Al torcer por un callejón, de golpe, se encontró con un cadáver algo descompuesto. Un par de ratas, de hecho, se estaban dando un festín con sus mejillas. Una arcada sobrevino a la garganta de la elfa y vomitó pegada a la pared, apretándose el estómago en una mezcla de angustia e ira. Tardó unos segundos en recuperar la calma, respirar profundo y volver a mirar el cuerpo descompuesto sin vomitar.
<<Definitivamente, estaba mejor en el bosque.>>.
Salió del callejón a trompicones, con una mano en el estómago, pálida como la luna y con una notable falta de humor. Tenía que encontrar un lugar allí, aprender a conocer a otras razas, pero sólo tenía ganas de irse por donde había venido. Se quedó un rato apoyada en la pared, detrás de unos barriles donde el tendero lascivo no podía verla y sopesando sus opciones mientras maldecía su malestar.
Iredia
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Re: Caminante no hay camino...[Libre]
El barril ya olía mal antes de que se acercara alguien que, sin duda, acababa de vomitar.
No había tenido mucha más opción que esconderme ahí dentro, pues parecía ser que alguien me conocía el tabernero de algún que otro lió de mi pasado.
Si supiera a cual de ellos se refería, quizá hubiera tratado de defenderme de alguna forma, pero había dos problemas:
El primero, la lista de los líos causados en tabernas por mi persona superaba los cien casos.
El segundo, me importaba un pedazo de mierda.
Tras una breve discusión conmigo, el tabernero mando entrar a los guardias y me acuso de el asesinato de hará dos años de dos clientes suyos. Cuando los guardias me preguntaron al respecto, mi argumento fue:
- No recuerdo nada de lo que paso hace dos años. Pero es probable que los matara.
La respuesta pareció no gustarles demasiado. Tampoco quería que de pronto empezaran a buscar un mago por la ciudad y que fueran encendiendo la pira, por lo que cuando empezaron a desenvainar las armas, corrí rápidamente hacia la ventana y la atravesé en el mar de cristales rotos, llegando a una de las callejuelas que escondían ese tugurio y empecé a correr por las calles.
Y luego, me metí en el barril.
De eso haría una hora. Lo mejor era esperar siempre un día en tu escondite, comiéndote los mocos o contando nubes. Una pequeña parte de mi agradeció oír como alguien se acercaba y se sentaba al lado del barril.
Ya había empezado a cansarme de mirar por el pequeño agujero que daba a la calle, donde, medio tapado por la esquina, podía ver a un ruidoso mercader de pescados y mariscos.
"Al menos no me aburriré tanto"
- Hola.- Dije desde dentro del barril.
No podía distinguir nada fuera de este, pero sin duda debió de ser sorprendente que de pronto te hablara un barril en medio de la calle.
No había tenido mucha más opción que esconderme ahí dentro, pues parecía ser que alguien me conocía el tabernero de algún que otro lió de mi pasado.
Si supiera a cual de ellos se refería, quizá hubiera tratado de defenderme de alguna forma, pero había dos problemas:
El primero, la lista de los líos causados en tabernas por mi persona superaba los cien casos.
El segundo, me importaba un pedazo de mierda.
Tras una breve discusión conmigo, el tabernero mando entrar a los guardias y me acuso de el asesinato de hará dos años de dos clientes suyos. Cuando los guardias me preguntaron al respecto, mi argumento fue:
- No recuerdo nada de lo que paso hace dos años. Pero es probable que los matara.
La respuesta pareció no gustarles demasiado. Tampoco quería que de pronto empezaran a buscar un mago por la ciudad y que fueran encendiendo la pira, por lo que cuando empezaron a desenvainar las armas, corrí rápidamente hacia la ventana y la atravesé en el mar de cristales rotos, llegando a una de las callejuelas que escondían ese tugurio y empecé a correr por las calles.
Y luego, me metí en el barril.
De eso haría una hora. Lo mejor era esperar siempre un día en tu escondite, comiéndote los mocos o contando nubes. Una pequeña parte de mi agradeció oír como alguien se acercaba y se sentaba al lado del barril.
Ya había empezado a cansarme de mirar por el pequeño agujero que daba a la calle, donde, medio tapado por la esquina, podía ver a un ruidoso mercader de pescados y mariscos.
"Al menos no me aburriré tanto"
- Hola.- Dije desde dentro del barril.
No podía distinguir nada fuera de este, pero sin duda debió de ser sorprendente que de pronto te hablara un barril en medio de la calle.
Erenair
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Re: Caminante no hay camino...[Libre]
Se agarraba el estómago y respiraba con cierta dificultad, aunque detrás de los barriles se sentía segura. Hasta ahora. Un "hola" repentino llegó a sus oídos y sus maltratadas tripas dieron un vuelco. Se giró muy lentamente hacia el barril que tenía a su derecha. Se quedó unos instantes parada. Miraba la composición del barril, la madera, los aros metálicos, la tapa. No había boca alguna.
<<Me acaba de hablar un barril>>.
Olvidando su dolor, malestar y mal humor, se acuclilló a observarlo, alucinando como nunca.
<<Iredia, no lo has soñado, te ha hablado un barril>>. - pensó, convenciéndose a sí misma.
De todas las cosas que hubiese podido imaginar que le pasarían fuera del bosque, la de hablar con objetos inanimados era la última de todas. Había dos opciones: o era un barril mágico... o había alguien dentro. O algo.
Lo más inteligente que se le ocurrió fue pegar un par de toques, llamando. Igual el barril se molestaba y la pegaba con la tapa, o con un tablón. Se sentía tan estúpida que rezó para que nadie la estuviese viendo.
-Em... - pegó la oreja al barril- ¿Hola?.-resopló- Iredia, esto es una estupidez... estás hablando sola, idiota. -murmuró, aún con la oreja pegada al barril.
<<Me acaba de hablar un barril>>.
Olvidando su dolor, malestar y mal humor, se acuclilló a observarlo, alucinando como nunca.
<<Iredia, no lo has soñado, te ha hablado un barril>>. - pensó, convenciéndose a sí misma.
De todas las cosas que hubiese podido imaginar que le pasarían fuera del bosque, la de hablar con objetos inanimados era la última de todas. Había dos opciones: o era un barril mágico... o había alguien dentro. O algo.
Lo más inteligente que se le ocurrió fue pegar un par de toques, llamando. Igual el barril se molestaba y la pegaba con la tapa, o con un tablón. Se sentía tan estúpida que rezó para que nadie la estuviese viendo.
-Em... - pegó la oreja al barril- ¿Hola?.-resopló- Iredia, esto es una estupidez... estás hablando sola, idiota. -murmuró, aún con la oreja pegada al barril.
Iredia
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Re: Caminante no hay camino...[Libre]
Pude notar que el esfuerzo de contener mi risa iba a hacer que se me abrieran las heridas o las cicatrices que me poblaban entero cuando note que se acercaba y, sin dudarlo ni un instante, golpeaba un par de veces el barril, como picando a la puerta de algún sitio.
Con gran auto control, evite soltar ninguna carcajada y, cuando parecía que la persona empezaba a pensar que los vapores de los meados de la calle habían acabado por trastornarla, conseguí relajarme del todo.
Al oír su voz, pude notar que es trataba de una chica. La raza aun era difícil de detectar sin ningún factor visual, pero el olor que me llegaba por las rendijas que tenia el barril era el aroma que desprendían las flores. La fragancia de los brotes recién abiertos. El sutil olor que trae el viento que movía los arboles... "Una elfa..." Me dije a mi mismo. La edad de esta, en cambio, era algo más complicada de adivinar.
- Efectivamente, joven elfa. - Dije, apostando a todo o nada mi teoría. - Estas hablando con el barril. O más bien, con el embarrilado en el barril. Sea como sea, sin duda alguna es aun más raro que el embarrilado del barril este hablando contigo sobre el echo de hablar del embarrilado del barril en el barril sobre el barril.
Tras un instante después de soltar eso, me di cuenta que hasta yo me había perdido en medio de esa descripción. Meneé la cabeza dentro de ese recipiente de madera y mi mejilla rozo algo pringoso que estaba pegado a la madera del barril. Por la textura, una ostra. Hice una mueca de asco mientras me lo sacaba de la cara y preguntaba:
- ¿Que trae a una señora de los bosques por este tugurio apestoso?
No era una pregunta demasiado indiscreta, pero estaba demasiado aburrido ahí dentro como para andar con chiquitas. Necesitaba distracción. Y conseguir información siempre había sido mi mayor pasatiempo, costara lo que costara.
Solo esperaba no tener que empezar a cortar cuellos para conseguirla.
Con gran auto control, evite soltar ninguna carcajada y, cuando parecía que la persona empezaba a pensar que los vapores de los meados de la calle habían acabado por trastornarla, conseguí relajarme del todo.
Al oír su voz, pude notar que es trataba de una chica. La raza aun era difícil de detectar sin ningún factor visual, pero el olor que me llegaba por las rendijas que tenia el barril era el aroma que desprendían las flores. La fragancia de los brotes recién abiertos. El sutil olor que trae el viento que movía los arboles... "Una elfa..." Me dije a mi mismo. La edad de esta, en cambio, era algo más complicada de adivinar.
- Efectivamente, joven elfa. - Dije, apostando a todo o nada mi teoría. - Estas hablando con el barril. O más bien, con el embarrilado en el barril. Sea como sea, sin duda alguna es aun más raro que el embarrilado del barril este hablando contigo sobre el echo de hablar del embarrilado del barril en el barril sobre el barril.
Tras un instante después de soltar eso, me di cuenta que hasta yo me había perdido en medio de esa descripción. Meneé la cabeza dentro de ese recipiente de madera y mi mejilla rozo algo pringoso que estaba pegado a la madera del barril. Por la textura, una ostra. Hice una mueca de asco mientras me lo sacaba de la cara y preguntaba:
- ¿Que trae a una señora de los bosques por este tugurio apestoso?
No era una pregunta demasiado indiscreta, pero estaba demasiado aburrido ahí dentro como para andar con chiquitas. Necesitaba distracción. Y conseguir información siempre había sido mi mayor pasatiempo, costara lo que costara.
Solo esperaba no tener que empezar a cortar cuellos para conseguirla.
Erenair
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Re: Caminante no hay camino...[Libre]
<<Con el embarrilado del barril...>>
No pudo evitar soltar una pequeña carcajada alegre. Al menos, no era un barril el objeto hablador. Era algo metido dentro de un barril. Aunque, bien pensado, no tenía por qué ser un hecho feliz, porque igual era algún ente oscuro que pretendía comerla, sacarle los ojos o algo peor. Cuando se trabó aquella voz hablando de cosas abarriladas, no pudo evitar pensar que tenía su cierta gracia. El hecho de que adivinase que era elfa le sorprendió más. Lo primero que hizo, antes de contestar, fue olerse el pelo.
<<¿Oleré mal? Ohg, ya, las ostras...>>.
Su naturaleza desconfiada, sin embargo, le hizo cuestionarse cosas.
-¿Y qué ha causado que... algo acabe embarrilado en un barril rodeado de barriles hablando con alguien sobre embarrilamientos en barriles? - preguntó con cierta ironía.
Movida por la curiosidad, trató de mover el pesado (para ella) objeto un poco para poder inspeccionarlo mejor. Algo digno de ver, pues tenía la misma fuerza que un caracol hercúleo. Cero. Lo movió dos milímetros. Resopló de nuevo.
-Vale, estoy tratando de hallar una explicación a esto. Dime qué eres. Espera, ¿y cómo has adivinado que soy elfa? - preguntó, algo indignada.
No pudo evitar soltar una pequeña carcajada alegre. Al menos, no era un barril el objeto hablador. Era algo metido dentro de un barril. Aunque, bien pensado, no tenía por qué ser un hecho feliz, porque igual era algún ente oscuro que pretendía comerla, sacarle los ojos o algo peor. Cuando se trabó aquella voz hablando de cosas abarriladas, no pudo evitar pensar que tenía su cierta gracia. El hecho de que adivinase que era elfa le sorprendió más. Lo primero que hizo, antes de contestar, fue olerse el pelo.
<<¿Oleré mal? Ohg, ya, las ostras...>>.
Su naturaleza desconfiada, sin embargo, le hizo cuestionarse cosas.
-¿Y qué ha causado que... algo acabe embarrilado en un barril rodeado de barriles hablando con alguien sobre embarrilamientos en barriles? - preguntó con cierta ironía.
Movida por la curiosidad, trató de mover el pesado (para ella) objeto un poco para poder inspeccionarlo mejor. Algo digno de ver, pues tenía la misma fuerza que un caracol hercúleo. Cero. Lo movió dos milímetros. Resopló de nuevo.
-Vale, estoy tratando de hallar una explicación a esto. Dime qué eres. Espera, ¿y cómo has adivinado que soy elfa? - preguntó, algo indignada.
Iredia
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Re: Caminante no hay camino...[Libre]
Noté cierta sacudida en las maderas del barril desde el exterior. La acometida duro mucho para un apenas perceptible desplazamiento. Mire a ambos lados de ese oscuro recipiente, preguntándome si de golpe ocurriría algo.
No paso nada. La chica no era guerrera, sin duda.
- La causa de mi encarcelamiento barrilero son variopintas y, como habrás podido adivinar, muy embarriladas. - Dije rodeando la pregunta. Tanto si era una joven buena como una psicópata endiablada, confiar a alguien que acabas de conocer que te buscan por un posible asesinato no era siempre la mejor idea.
- Vale, estoy tratando de hallar una explicación a esto. - Dijo después de mi vaga explicación. - Dime qué eres. Espera, ¿y cómo has adivinado que soy elfa?
- Porque hueles como las mismísimas flores. - Dije sincero.
Notar ese precioso aroma desde dentro de un barril contenedor de marisco rancio era algo, sin duda, digno de ser mencionado.
A lo largo de mi vida, me había topado con muchas elfas, algunas pudorosas y otras con más mugre encima de la que yo era capaz de encontrar en un estercolero.
Pero jamas había olido a nadie con un olor tan limpio e hipnotizante.
- En respuesta a la pregunta de mi ser. - Añadí sin dar tiempo tampoco a que la joven indagara más sobre mi pequeño desliz fetichista hacia su aroma - Soy cierta persona que trata de pasar desapercibida en este apestoso barril. Pero la espera me ha hecho entablar conversación con la única persona dispuesta a hablar con un barril... - Callé un instante. - Eso dice mucho de ti, querida. O bien estas loca o es que, una pequeña parte de ti, debe ser muy similar a la mía... Saber. Conocer. Indagar. Experimentar y Descubrir. Eso es lo que mueve el mundo... O desde luego, lo que me mueve a mi.
No paso nada. La chica no era guerrera, sin duda.
- La causa de mi encarcelamiento barrilero son variopintas y, como habrás podido adivinar, muy embarriladas. - Dije rodeando la pregunta. Tanto si era una joven buena como una psicópata endiablada, confiar a alguien que acabas de conocer que te buscan por un posible asesinato no era siempre la mejor idea.
- Vale, estoy tratando de hallar una explicación a esto. - Dijo después de mi vaga explicación. - Dime qué eres. Espera, ¿y cómo has adivinado que soy elfa?
- Porque hueles como las mismísimas flores. - Dije sincero.
Notar ese precioso aroma desde dentro de un barril contenedor de marisco rancio era algo, sin duda, digno de ser mencionado.
A lo largo de mi vida, me había topado con muchas elfas, algunas pudorosas y otras con más mugre encima de la que yo era capaz de encontrar en un estercolero.
Pero jamas había olido a nadie con un olor tan limpio e hipnotizante.
- En respuesta a la pregunta de mi ser. - Añadí sin dar tiempo tampoco a que la joven indagara más sobre mi pequeño desliz fetichista hacia su aroma - Soy cierta persona que trata de pasar desapercibida en este apestoso barril. Pero la espera me ha hecho entablar conversación con la única persona dispuesta a hablar con un barril... - Callé un instante. - Eso dice mucho de ti, querida. O bien estas loca o es que, una pequeña parte de ti, debe ser muy similar a la mía... Saber. Conocer. Indagar. Experimentar y Descubrir. Eso es lo que mueve el mundo... O desde luego, lo que me mueve a mi.
Erenair
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Re: Caminante no hay camino...[Libre]
- Porque hueles como las mismísimas flores..
Volvió a olerse el pelo. Le seguía oliendo a mierda. Quizás ese algo de dentro del barril tuviera flores dentro, o ella realmente tenía el olor a almejas tan metido en la nariz que no podía oler otra cosa.
Después de que el algo respondiese a su pregunta, entrecerró los ojos. Desde luego, saber, indagar y descubrir eran cosas que también le interesaban a ella. A fin de cuentas, por algo había salido del bosque. Y en lo de que estaba loca por hablar con un barril... tenía que reconocer que ahí su imagen no hablaba en su favor. De repente, se echó a reír.
-Pues poco va vos a indagar y descubrir desde un barril....
Llevada por el instinto, se asomó a través de la hilera de barriles en un momento muy desafortunado. El señor de las almejas, casualmente, se hallaba mirando en esa dirección en ese mismo instante. Y, por supuesto, la vio. Ella volvió a meterse en su escondite. Oyó entonces una risa desagradable, casi sádica. En un acto de desesperación, viéndose atrapada, trató de quitarle la tapa al barril. Salir corriendo hubiese sido lo más inteligente, pero sabía que no llegaría muy lejos. Necesitaba un guía, un arma contundente (la tapa) y necesitaba información que solo el... murmullo del barril podría darle. Oía pasos acercándose.
-Mierda, porras... -soltó un par de tacos más en élfico mientras trataba de levantar el tablón de madera atascado- Vamos, seas lo que seas, igual te viene bien salir de aquí. Y a mí me viene... -tirón- genial -tirón. Algo crujió- ¡que salgas! -volvió a crujir, pero no podía desatascar la tapa.
El señor de las almejas iba acercándose. La elfa sacó el puñal de su bota. Lo único que sabía de acuchillar era para cortar cuerdas y pinchar lechugas. Supuso que el sistema sería parecido en un almejero salido.
Volvió a olerse el pelo. Le seguía oliendo a mierda. Quizás ese algo de dentro del barril tuviera flores dentro, o ella realmente tenía el olor a almejas tan metido en la nariz que no podía oler otra cosa.
Después de que el algo respondiese a su pregunta, entrecerró los ojos. Desde luego, saber, indagar y descubrir eran cosas que también le interesaban a ella. A fin de cuentas, por algo había salido del bosque. Y en lo de que estaba loca por hablar con un barril... tenía que reconocer que ahí su imagen no hablaba en su favor. De repente, se echó a reír.
-Pues poco va vos a indagar y descubrir desde un barril....
Llevada por el instinto, se asomó a través de la hilera de barriles en un momento muy desafortunado. El señor de las almejas, casualmente, se hallaba mirando en esa dirección en ese mismo instante. Y, por supuesto, la vio. Ella volvió a meterse en su escondite. Oyó entonces una risa desagradable, casi sádica. En un acto de desesperación, viéndose atrapada, trató de quitarle la tapa al barril. Salir corriendo hubiese sido lo más inteligente, pero sabía que no llegaría muy lejos. Necesitaba un guía, un arma contundente (la tapa) y necesitaba información que solo el... murmullo del barril podría darle. Oía pasos acercándose.
-Mierda, porras... -soltó un par de tacos más en élfico mientras trataba de levantar el tablón de madera atascado- Vamos, seas lo que seas, igual te viene bien salir de aquí. Y a mí me viene... -tirón- genial -tirón. Algo crujió- ¡que salgas! -volvió a crujir, pero no podía desatascar la tapa.
El señor de las almejas iba acercándose. La elfa sacó el puñal de su bota. Lo único que sabía de acuchillar era para cortar cuerdas y pinchar lechugas. Supuso que el sistema sería parecido en un almejero salido.
Iredia
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Re: Caminante no hay camino...[Libre]
Increíblemente, los nuevos tirones fueron mucho más contundentes y fuertes que los primeros, como movidos por un instinto.
Sin lugar a dudas, algo ocurría en el exterior. La voz de la chica se había alterado. Sus impulsos también habían sido nerviosos. Pude oír el fino silbido de una daga siendo extraída de una vaina. Un ruido que conocía demasiado bien.
Noté también las pisadas de un tercer personaje acercándose. Eran pisadas algo más contundentes, algo puestas a tropicones, como si estuviera alternando entre trotes y un caminar agitado. Era un hombre, sin duda. Esta vez, a través de las rendijas, note el olor del sudor, de la orina... Y de marisco, como no.
Me asomé por el agujero para ver al vendedor acercándose con una mirada lasciva.
- Joder... - Murmuré lo bastante bajo como para que no me oyera nadie.
La situación fuera era sencilla. La chica estaba por defenderse de ese viejo. El quería violarla. Ella no quería ser violada. Ella necesitaba ayuda.
"No es tu problema" Dijo una voz en mi cabeza.
- Hola Guapa... - Dijo con voz de degenerado el mercader.
Hice un gesto de asco en silencio. Notaba el grito de ayuda que la chica pronunciaba en silencio.
- Quiero ver esa almeja tuya...
Opción uno: Salir y arriesgarse a que te vea la guardia.
Opción dos: Quedarse y que la elfa sea violada.
- Seguro que puedo hacer que se moje si aprieto lo suficiente...
Dio un paso hacia ella. Y entonces salí del barril.
Con el mismo impulso, sorprendiendo al mercader, que parecía estar en camino de quitarse los pantalones, agarre con fuerza la tapa del barril, dejando mi cabello negro dar vueltas en el aire, tapando parte de mi mutilada cara. Golpeé entonces con fuerza y decisión la nariz del viejo con el canto de la tapa, notando ceder el tabique y haciendo que este cayera hacia atrás por el golpe.
Aprovechando la brecha, salí del barril y mire a la elfa, que me devolvió sorprendida la mirada, quizás horrorizada por mi piel. Quizás sorprendida por el gesto.
Yo, en su lugar, solo vi a una joven de piel pálida y mirada aterrada, aferrando con fuerza un cuchillo con unas manos marcadas por unos finos cortes, apenas perceptibles. No era el momento de indagar. Tampoco era el momento de decir nada.
- MI NARIZ! - Maldecía el viejo.
Tomé la mano de la chica mientras me tapaba el rostro con mi bufanda y mi capucha.
- Por aquí. - Dije sereno alejándola de ese lugar. El juego del embarrilado había acabado por rebelar que contenía el barril.
Un asesino mutilado.
Sin lugar a dudas, algo ocurría en el exterior. La voz de la chica se había alterado. Sus impulsos también habían sido nerviosos. Pude oír el fino silbido de una daga siendo extraída de una vaina. Un ruido que conocía demasiado bien.
Noté también las pisadas de un tercer personaje acercándose. Eran pisadas algo más contundentes, algo puestas a tropicones, como si estuviera alternando entre trotes y un caminar agitado. Era un hombre, sin duda. Esta vez, a través de las rendijas, note el olor del sudor, de la orina... Y de marisco, como no.
Me asomé por el agujero para ver al vendedor acercándose con una mirada lasciva.
- Joder... - Murmuré lo bastante bajo como para que no me oyera nadie.
La situación fuera era sencilla. La chica estaba por defenderse de ese viejo. El quería violarla. Ella no quería ser violada. Ella necesitaba ayuda.
"No es tu problema" Dijo una voz en mi cabeza.
- Hola Guapa... - Dijo con voz de degenerado el mercader.
Hice un gesto de asco en silencio. Notaba el grito de ayuda que la chica pronunciaba en silencio.
- Quiero ver esa almeja tuya...
Opción uno: Salir y arriesgarse a que te vea la guardia.
Opción dos: Quedarse y que la elfa sea violada.
- Seguro que puedo hacer que se moje si aprieto lo suficiente...
Dio un paso hacia ella. Y entonces salí del barril.
Con el mismo impulso, sorprendiendo al mercader, que parecía estar en camino de quitarse los pantalones, agarre con fuerza la tapa del barril, dejando mi cabello negro dar vueltas en el aire, tapando parte de mi mutilada cara. Golpeé entonces con fuerza y decisión la nariz del viejo con el canto de la tapa, notando ceder el tabique y haciendo que este cayera hacia atrás por el golpe.
Aprovechando la brecha, salí del barril y mire a la elfa, que me devolvió sorprendida la mirada, quizás horrorizada por mi piel. Quizás sorprendida por el gesto.
Yo, en su lugar, solo vi a una joven de piel pálida y mirada aterrada, aferrando con fuerza un cuchillo con unas manos marcadas por unos finos cortes, apenas perceptibles. No era el momento de indagar. Tampoco era el momento de decir nada.
- MI NARIZ! - Maldecía el viejo.
Tomé la mano de la chica mientras me tapaba el rostro con mi bufanda y mi capucha.
- Por aquí. - Dije sereno alejándola de ese lugar. El juego del embarrilado había acabado por rebelar que contenía el barril.
Un asesino mutilado.
Erenair
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Re: Caminante no hay camino...[Libre]
-Hola, guapa. Quiero ver esa almeja tuya.
La tapa atascada y el degenerado asió su muñeca, intentando hacer que soltarse el cuchillo, y le tapó la boca, con lo cual solo pudo gemir en voz alta, apenas audible en una ciudad ruidosa. Maldijo el día en el que decidió ser curandera y no luchadora. Había muchas elfas en su tribu que le habrían cortado ciertas partes del cuerpo a ese mal nacido. Con razón su madre le decía que no se fiase de los humanos.
Como venido por alguna especie de bendición, vio estupefacta como la tapa del barril salía disparada directamente a la nariz del señor de las almejas.
- ¡MI NARIZ! -maldijo el viejo.
El golpetazo aflojó sus manos sobre ella y le permitió darle un empujón, haciendo que el señor de las almejas cayese al suelo. Se giró rápidamente y vio con una sorpresa mayúscula la mitad de la cara de un hombre con unas variopintas cicatrices saliendo del barril. No le dio tiempo a reaccionar a absolutamente nada. No podía, tenía el cerebro colapsado. Su imagen era de una mujer pálida sujetando un cuchillo mirando a un hombre de piel rara.
Él entonces sujetó su mano.
- Por aquí. -le dijo.
Ella, en silencio, le siguió. Se alejaron de allí durante un rato que a ella se le hizo interminable. Pasaron por un mercado (de pescado), por un par de casas con las ventanas abiertas (de donde salía olor a pescado). Más de lo que cualquier elfa novata del mundo humano podía soportar. En cuanto traspasaron el mercado y aquel par de casas, soltó a toda prisa la mano de su salvador de rostro tapado y volvió a vomitar en una esquina. Tenía el cuchillo tan apretado en su mano que sus nudillos estaban blancos de no correr la sangre. Y no estaba dispuesta a soltarlo.
Miró de reojo al hombre tapado que antes era un barril, vigilando su posición. Recordó aquella mitad del rostro desfigurado, ahora tapado, y sintió curiosidad. No le daban asco las cicatrices, era aprendiz de curandera, había visto muchas heridas feas en su poblado.
<<Pagaría por examinar aquel rostro.>>.
Sus ojos violáceos lagrimeaban por el esfuerzo. Una vez vació todo lo vaciable, se limpió como pudo con la manga y se alzó un poco. Mantenía el cuchillo en la mano. No estaba amenazante, pero estaba claro que no tenía la confianza suficiente para guardarlo. Apoyó una mano en la pared y giró la cabeza hacia el hombre.
-Gracias. -carraspeó- Y... - paró un momento, tomando aire- Lo siento. Como ves, no soy de aquí, embarrilado -tuvo fuerzas para sonreír ligeramente tras llamarlo así.
La tapa atascada y el degenerado asió su muñeca, intentando hacer que soltarse el cuchillo, y le tapó la boca, con lo cual solo pudo gemir en voz alta, apenas audible en una ciudad ruidosa. Maldijo el día en el que decidió ser curandera y no luchadora. Había muchas elfas en su tribu que le habrían cortado ciertas partes del cuerpo a ese mal nacido. Con razón su madre le decía que no se fiase de los humanos.
Como venido por alguna especie de bendición, vio estupefacta como la tapa del barril salía disparada directamente a la nariz del señor de las almejas.
- ¡MI NARIZ! -maldijo el viejo.
El golpetazo aflojó sus manos sobre ella y le permitió darle un empujón, haciendo que el señor de las almejas cayese al suelo. Se giró rápidamente y vio con una sorpresa mayúscula la mitad de la cara de un hombre con unas variopintas cicatrices saliendo del barril. No le dio tiempo a reaccionar a absolutamente nada. No podía, tenía el cerebro colapsado. Su imagen era de una mujer pálida sujetando un cuchillo mirando a un hombre de piel rara.
Él entonces sujetó su mano.
- Por aquí. -le dijo.
Ella, en silencio, le siguió. Se alejaron de allí durante un rato que a ella se le hizo interminable. Pasaron por un mercado (de pescado), por un par de casas con las ventanas abiertas (de donde salía olor a pescado). Más de lo que cualquier elfa novata del mundo humano podía soportar. En cuanto traspasaron el mercado y aquel par de casas, soltó a toda prisa la mano de su salvador de rostro tapado y volvió a vomitar en una esquina. Tenía el cuchillo tan apretado en su mano que sus nudillos estaban blancos de no correr la sangre. Y no estaba dispuesta a soltarlo.
Miró de reojo al hombre tapado que antes era un barril, vigilando su posición. Recordó aquella mitad del rostro desfigurado, ahora tapado, y sintió curiosidad. No le daban asco las cicatrices, era aprendiz de curandera, había visto muchas heridas feas en su poblado.
<<Pagaría por examinar aquel rostro.>>.
Sus ojos violáceos lagrimeaban por el esfuerzo. Una vez vació todo lo vaciable, se limpió como pudo con la manga y se alzó un poco. Mantenía el cuchillo en la mano. No estaba amenazante, pero estaba claro que no tenía la confianza suficiente para guardarlo. Apoyó una mano en la pared y giró la cabeza hacia el hombre.
-Gracias. -carraspeó- Y... - paró un momento, tomando aire- Lo siento. Como ves, no soy de aquí, embarrilado -tuvo fuerzas para sonreír ligeramente tras llamarlo así.
Iredia
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Re: Caminante no hay camino...[Libre]
Espere pacientemente mientras la joven elfa vaciaba el contenido de su estomago hasta haber soltado la primera papilla que su madre debió hacerle probar.
Combinado con el potente olor de esa ciudad, el meado y heces de las calles eran sin lugar a dudas lo suficientemente fuertes como para que cualquier elfo tuviera que plantearse si valía la pena o no entrar en esa ciudad.
La miré en silencio entre los ropajes que me cubrían el rostro, sin alterarme, mirando a lado y a lado.
Sin lugar a dudas, el mercader seguía vivo. Nadie maldice tan fuerte estando muerto. Y era muy probable que, si no una denuncia, ese viejo verde pudiera hacer mucho más a la hora de causarles problemas.
Habían acabado por atravesar el mercado y parte de la zona residencial, estando ahora en una pequeña plaza abandonada con un pozo en el centro de un adoquinado. El pozo estaba mohoso y viejo, y la plaza, desierta.
No hice comentarios sobre el echo de que aun mantuviera el cuchillo en mano. No era nada extraño. Aun si no sabia pelear, era más probable que un tajo rápido pudiera alcanzar a su objetivo que si no se encontraba en una vaina.
-Gracias. -Dijo entonces ella después de un rato aferrándose a la pared.- Y... Lo siento. Como ves, no soy de aquí, embarrilado.
Sonrei de medio lado por debajo de la bufanda.
- Y debería seguir así. - Dije sin mirarla. - Ese ha sido solo el primero. Muchos más querrán hacerte lo mismo... O peor.
No buscaba ser sutil. Ni tampoco infundirle un miedo injustificado. Era la verdad y toda la verdad.
- Eres una elfa novata en el mundo humano. Tienes el olor del bosque grabado en la piel, lo que significa que, si bien has podido oír de las costumbres, no tienes ni idea de su funcionamiento real. - La mire. - Viven como cerdos. El miedo que les tienes seguro que es infundido y tiene toda la razón de ser. Es un miedo muy sabio. Deberías hacerle caso.
No nos debíamos quedar mucho rato parados. Mire a los callejones por donde la gente se movía en el otro extremo. Demasiado ruido. Demasiado movimiento. Chasqueé la lengua asqueado. Ni siquiera había valido la pena el contrato que me había traído aquí.
Combinado con el potente olor de esa ciudad, el meado y heces de las calles eran sin lugar a dudas lo suficientemente fuertes como para que cualquier elfo tuviera que plantearse si valía la pena o no entrar en esa ciudad.
La miré en silencio entre los ropajes que me cubrían el rostro, sin alterarme, mirando a lado y a lado.
Sin lugar a dudas, el mercader seguía vivo. Nadie maldice tan fuerte estando muerto. Y era muy probable que, si no una denuncia, ese viejo verde pudiera hacer mucho más a la hora de causarles problemas.
Habían acabado por atravesar el mercado y parte de la zona residencial, estando ahora en una pequeña plaza abandonada con un pozo en el centro de un adoquinado. El pozo estaba mohoso y viejo, y la plaza, desierta.
No hice comentarios sobre el echo de que aun mantuviera el cuchillo en mano. No era nada extraño. Aun si no sabia pelear, era más probable que un tajo rápido pudiera alcanzar a su objetivo que si no se encontraba en una vaina.
-Gracias. -Dijo entonces ella después de un rato aferrándose a la pared.- Y... Lo siento. Como ves, no soy de aquí, embarrilado.
Sonrei de medio lado por debajo de la bufanda.
- Y debería seguir así. - Dije sin mirarla. - Ese ha sido solo el primero. Muchos más querrán hacerte lo mismo... O peor.
No buscaba ser sutil. Ni tampoco infundirle un miedo injustificado. Era la verdad y toda la verdad.
- Eres una elfa novata en el mundo humano. Tienes el olor del bosque grabado en la piel, lo que significa que, si bien has podido oír de las costumbres, no tienes ni idea de su funcionamiento real. - La mire. - Viven como cerdos. El miedo que les tienes seguro que es infundido y tiene toda la razón de ser. Es un miedo muy sabio. Deberías hacerle caso.
No nos debíamos quedar mucho rato parados. Mire a los callejones por donde la gente se movía en el otro extremo. Demasiado ruido. Demasiado movimiento. Chasqueé la lengua asqueado. Ni siquiera había valido la pena el contrato que me había traído aquí.
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Re: Caminante no hay camino...[Libre]
Cuando el hombre le dijo que ese viejo asqueroso no sería el primero, la muchacha no pudo más que suspirar con resignación. En parte sintió miedo y en parte... decepción. Los humanos, además de guarros, eran muy impredecibles. No se podía confiar en ellos.
No pudo estar más de acuerdo cuando él le dijo que "vivían como cerdos". Era verdad. Seguro que muchos pensaban que era una salvaje por vivir en los bosques, pero los bosques eran mucho más limpios en multitud de ámbitos. Él hablaba de miedo y ella verdaderamente lo tenía, inclusive de él, aunque trataba de parecer serena y sujetar el cuchillo le daba seguridad. Se palpó un momento la espalda y notó, con horror, que había perdido su arco. Oyó entonces cómo el hombre chasqueaba la lengua y ella le observó con curiosidad, aunque se notaba que estaba contrariada por la pérdida de su arma.
-Hablas con repulsión, como si no fueses de su raza. O como si les odiases.- tras esas ropas, sólo podía distinguirle los ojos y no podía deducir con exactitud qué clase de criatura era él- De todos modos, mi miedo ahora no importa. Tengo que estar aquí, se supone que he venido a aprender de vosotros. Tenía la esperanza de que aquí necesitasen a un médico. Aunque... creo que más bien se necesita un milagro.
Entonces, recordando las primeras palabras del hombre, se medio encaró con él, adoptando cierta postura defensiva. Sabía que era inútil, pero lo miraba resuelta a asumir el destino que le estuviese guardado. El lugar estaba vacío y no le había pasado desapercibida como él miraba a los callejones. Sin embargo, ella malinterpretó ese gesto.
-¿Y tú vas a hacerme lo mismo?
No pudo estar más de acuerdo cuando él le dijo que "vivían como cerdos". Era verdad. Seguro que muchos pensaban que era una salvaje por vivir en los bosques, pero los bosques eran mucho más limpios en multitud de ámbitos. Él hablaba de miedo y ella verdaderamente lo tenía, inclusive de él, aunque trataba de parecer serena y sujetar el cuchillo le daba seguridad. Se palpó un momento la espalda y notó, con horror, que había perdido su arco. Oyó entonces cómo el hombre chasqueaba la lengua y ella le observó con curiosidad, aunque se notaba que estaba contrariada por la pérdida de su arma.
-Hablas con repulsión, como si no fueses de su raza. O como si les odiases.- tras esas ropas, sólo podía distinguirle los ojos y no podía deducir con exactitud qué clase de criatura era él- De todos modos, mi miedo ahora no importa. Tengo que estar aquí, se supone que he venido a aprender de vosotros. Tenía la esperanza de que aquí necesitasen a un médico. Aunque... creo que más bien se necesita un milagro.
Entonces, recordando las primeras palabras del hombre, se medio encaró con él, adoptando cierta postura defensiva. Sabía que era inútil, pero lo miraba resuelta a asumir el destino que le estuviese guardado. El lugar estaba vacío y no le había pasado desapercibida como él miraba a los callejones. Sin embargo, ella malinterpretó ese gesto.
-¿Y tú vas a hacerme lo mismo?
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Re: Caminante no hay camino...[Libre]
Por el rabillo del ojo pude ver como su postura defensiva necesitaba todavía un par de ajustes como para poder pelear con ella.
-¿Y tú vas a hacerme lo mismo? - Preguntó.
Alcé la vista al aire. Por fin un gesto sensato en la joven.
- Mueve un poco los pies. - Dije inicialmente. - Si saltase contra ti ahora mismo, me seria fácil esquivar tu posible corte y ademas, las piernas te entorpecerían si tratara de darte una estocada.
Ella me miro aun peor que antes.
- Créeme, pielverde... Si hubiera querido cualquier cosa mala hacia a ti, me hubiera bastado con sorprenderte desde el barril hace un rato sin decirte nada. O dejarte a solas con el gordo de antes...
Incliné la cabeza y la mire dos veces. Una elfa indefensa en un mundo cruel y salvaje. Y en lugar de un galante héroe, un feo mutilado sin montura y con una dudosa moral. Me rasqué los ojos tranquilamente, sin importarme demasiado su opinión o sus teorías sobre mi raza.
De todos era bien sabido que todos los putos elfos odiaban a los brujos. "Justos por pecadores..."
- Como has podido adivinar, no me gustan los humanos... Pero eso no es especial ni racista. No me importa el color de tu piel. Tu raza. Tus creencias. Tus gustos o preferencias... A mi me da igual todo el mundo salvo yo... Pero a diferencia de los demas, yo lo se y lo reconozco.
Estuvimos mirándonos un rato en silencio. Aun se la notaba inquieta.
- ¿Que sabes de medicina? - Pregunté alzando una ceja. - ¿Mejunjes o Magia?
-¿Y tú vas a hacerme lo mismo? - Preguntó.
Alcé la vista al aire. Por fin un gesto sensato en la joven.
- Mueve un poco los pies. - Dije inicialmente. - Si saltase contra ti ahora mismo, me seria fácil esquivar tu posible corte y ademas, las piernas te entorpecerían si tratara de darte una estocada.
Ella me miro aun peor que antes.
- Créeme, pielverde... Si hubiera querido cualquier cosa mala hacia a ti, me hubiera bastado con sorprenderte desde el barril hace un rato sin decirte nada. O dejarte a solas con el gordo de antes...
Incliné la cabeza y la mire dos veces. Una elfa indefensa en un mundo cruel y salvaje. Y en lugar de un galante héroe, un feo mutilado sin montura y con una dudosa moral. Me rasqué los ojos tranquilamente, sin importarme demasiado su opinión o sus teorías sobre mi raza.
De todos era bien sabido que todos los putos elfos odiaban a los brujos. "Justos por pecadores..."
- Como has podido adivinar, no me gustan los humanos... Pero eso no es especial ni racista. No me importa el color de tu piel. Tu raza. Tus creencias. Tus gustos o preferencias... A mi me da igual todo el mundo salvo yo... Pero a diferencia de los demas, yo lo se y lo reconozco.
Estuvimos mirándonos un rato en silencio. Aun se la notaba inquieta.
- ¿Que sabes de medicina? - Pregunté alzando una ceja. - ¿Mejunjes o Magia?
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Re: Caminante no hay camino...[Libre]
-Mueve un poco los pies. Si saltase contra ti ahora mismo, me seria fácil esquivar tu posible corte y ademas, las piernas te entorpecerían si tratara de darte una estocada.
No solamente lo miró mal, sino que además frunció el ceño y miró un instante a sus pies. ¿Tanta pena daba?. Cuando dijo que podría haberla dejado con el señor almejero, lo meditó unos momentos. Tenía razón ahí.
En el momento en el que le dijo que le daba igual todo el mundo salvo él, no terminó de creérselo. Si le hubiera dado igual, ella no estaría ahí ahora mismo. Mostró su escepticismo alzando también una ceja. Se mantuvo callada hasta que le preguntó sobre sus artes en medicina.
-Sé un poco de las dos cosas, puedo atenderte si tienes alguna herida.
Miró entonces a su alrededor. Se agobiaba allí. Por primera vez, notó la mano del cuchillo dolorida, pues lo había apretado tanto que tenía los dedos agarrotados. En un gesto determinante, se lo guardó. Total, estaba visto que podía matarla de todas formas y parecía que de momento no iba a hacerlo. Aflojó y apretó el puño mientras lo miraba.
-Vayamos a hablar a un sitio más tranquilo, lejos de...- miró con asco su alrededor- esto.
Si te parece bien. Estoy cansada, tengo sed y, si vamos a hablar, es costumbre en mi pueblo hacerlo sentados. ¿Conoces algún sitio?
Extrañamente, empezaba a caerle bien aquel curioso personaje.
No solamente lo miró mal, sino que además frunció el ceño y miró un instante a sus pies. ¿Tanta pena daba?. Cuando dijo que podría haberla dejado con el señor almejero, lo meditó unos momentos. Tenía razón ahí.
En el momento en el que le dijo que le daba igual todo el mundo salvo él, no terminó de creérselo. Si le hubiera dado igual, ella no estaría ahí ahora mismo. Mostró su escepticismo alzando también una ceja. Se mantuvo callada hasta que le preguntó sobre sus artes en medicina.
-Sé un poco de las dos cosas, puedo atenderte si tienes alguna herida.
Miró entonces a su alrededor. Se agobiaba allí. Por primera vez, notó la mano del cuchillo dolorida, pues lo había apretado tanto que tenía los dedos agarrotados. En un gesto determinante, se lo guardó. Total, estaba visto que podía matarla de todas formas y parecía que de momento no iba a hacerlo. Aflojó y apretó el puño mientras lo miraba.
-Vayamos a hablar a un sitio más tranquilo, lejos de...- miró con asco su alrededor- esto.
Si te parece bien. Estoy cansada, tengo sed y, si vamos a hablar, es costumbre en mi pueblo hacerlo sentados. ¿Conoces algún sitio?
Extrañamente, empezaba a caerle bien aquel curioso personaje.
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Re: Caminante no hay camino...[Libre]
Callé un rato mientras atendía a su explicación sobre los conocimientos de medicina generales. Lo cierto era que conocía poco de los métodos elficos de trato de heridas o fabricación de pociones. Quizás supiese ciertas cosas que yo desconocía.
-Vayamos a hablar a un sitio más tranquilo, lejos de... esto. Si te parece bien. Estoy cansada, tengo sed y, si vamos a hablar, es costumbre en mi pueblo hacerlo sentados. ¿Conoces algún sitio?
Me rasqué la cabeza pensativo. Pocos eran los sitios que no nos fueran a dar dolores de cabeza a mi o a la elfa. Un poco más allá había una taberna algo alejada de todo. Era algo oscura, pero supuse que lo suficientemente tranquila y limpia como para que ella pudiera estar algo más a gusto.
- Por aquí. - Dije dándome la vuelta y empezando a caminar. Ella aun dudo un segundo, pero puso su paso al mio y me siguió por las calles hasta llegar a la pequeña posada donde había un cartelito de madera colgando, ondeando al viento. "La ostra y la abeja"
No hice comentarios y entre dentro empujando la puertecilla, que chirrió torpemente mientras el silencio de dentro se rompía. Era demasiado temprano como para que ese lugar tuviera demasiada faena, por lo que el tabernero estaba tranquilo tras la barra, limpiando una jarra de cristal. Mire al fondo y vi una mesa de roble en una esquina, con dos taburetes alrededor. Me dirigí para allá y me senté en el que daba al rincón más oscuro.
- Eh, jefe. - Llamé la atención del camarero. - Ponnos algo de beber... Para mi Sujama si tienes.
La elfa lo miro también y solicito una bebida. El hombre me miro, serio. Deje un par de monedas sobre la mesa. El camarero asintió, visiblemente más tranquilo, y trajo las bebidas.
- Eres una elfa rara... - Dije después de pegar un buen sorbo al sujama de cenizas que me trajo. Era fuerte, ligeramente agrio. - Y he estado pensando en un par de cosas...
Después de esa frase, vacié el contenido de la jarra y la mire serio, bajándome la bufanda para que pudiera verme la sonrisa rota por las quemaduras de mi cara.
- Quiero ofrecerte un trato.
-Vayamos a hablar a un sitio más tranquilo, lejos de... esto. Si te parece bien. Estoy cansada, tengo sed y, si vamos a hablar, es costumbre en mi pueblo hacerlo sentados. ¿Conoces algún sitio?
Me rasqué la cabeza pensativo. Pocos eran los sitios que no nos fueran a dar dolores de cabeza a mi o a la elfa. Un poco más allá había una taberna algo alejada de todo. Era algo oscura, pero supuse que lo suficientemente tranquila y limpia como para que ella pudiera estar algo más a gusto.
- Por aquí. - Dije dándome la vuelta y empezando a caminar. Ella aun dudo un segundo, pero puso su paso al mio y me siguió por las calles hasta llegar a la pequeña posada donde había un cartelito de madera colgando, ondeando al viento. "La ostra y la abeja"
No hice comentarios y entre dentro empujando la puertecilla, que chirrió torpemente mientras el silencio de dentro se rompía. Era demasiado temprano como para que ese lugar tuviera demasiada faena, por lo que el tabernero estaba tranquilo tras la barra, limpiando una jarra de cristal. Mire al fondo y vi una mesa de roble en una esquina, con dos taburetes alrededor. Me dirigí para allá y me senté en el que daba al rincón más oscuro.
- Eh, jefe. - Llamé la atención del camarero. - Ponnos algo de beber... Para mi Sujama si tienes.
La elfa lo miro también y solicito una bebida. El hombre me miro, serio. Deje un par de monedas sobre la mesa. El camarero asintió, visiblemente más tranquilo, y trajo las bebidas.
- Eres una elfa rara... - Dije después de pegar un buen sorbo al sujama de cenizas que me trajo. Era fuerte, ligeramente agrio. - Y he estado pensando en un par de cosas...
Después de esa frase, vacié el contenido de la jarra y la mire serio, bajándome la bufanda para que pudiera verme la sonrisa rota por las quemaduras de mi cara.
- Quiero ofrecerte un trato.
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Re: Caminante no hay camino...[Libre]
Aquel lugar que esta gente llamaba taberna al menos estaba vacío y no la agobiaba tanto. Sin embargo, no podía evitar sentirse completamente fuera de lugar. Se sentía igual que una rana en un nido de avestruces.
Ella pidió un simple té. Supuso que las hierbas que tomaban en su poblado no las tenían allí. Cuando vio que el muchacho pagaba, se lo agradeció con un asentimiento.
En el momento en el que él le dijo que ella era rara, lo miró sorprendida. Claro, él era muy normal. Esperó pacientemente a que le dijera qué par de cosas había estado pensando y miró con asombro como se acababa de un trago su bebida. Ella miró un instante su té. O él tenía mucha sed o ella bebía muy despacio. ¿Sería costumbre acabarse la bebida de trago? Con toda su buena fe, cogió su taza e hizo la misma operación: se la bebió exactamente de la misma forma que él. Hasta que le dijo lo del trato y se bajó la bufanda, que provocó que girase la cabeza a un lado y soltase lo que le quedaba de liquido en la boca. No hace mucho había pensado que pagaría por ver lo que había debajo de aquella prenda. Ahora que lo había conseguido, estaba estupefacta. No era repulsa lo que sentía, sino una gran y tremenda curiosidad. ¡Quería tocarlo!
Dejó la taza lentamente en la mesa, tapándose la boca y mirando avergonzada al tabernero furibundo detrás de la barra. Estaba claro que retener algo en su aparato digestivo ese día no iba a ser posible. Después, volvió a mirar aquel rostro quemado. Acercó el rostro para verlo más de cerca, sus ojos violáceos escrutaban con curiosidad aquellas marcas. Alzó despacio una mano hacia él, pero se quedó quieta antes de acercarla a los límites del espacio personal.
¿Puedo? -luego, frunció el ceño- ¿Por qué dices que soy rara? Y... ¿qué clase de trato sería ese?
Ella pidió un simple té. Supuso que las hierbas que tomaban en su poblado no las tenían allí. Cuando vio que el muchacho pagaba, se lo agradeció con un asentimiento.
En el momento en el que él le dijo que ella era rara, lo miró sorprendida. Claro, él era muy normal. Esperó pacientemente a que le dijera qué par de cosas había estado pensando y miró con asombro como se acababa de un trago su bebida. Ella miró un instante su té. O él tenía mucha sed o ella bebía muy despacio. ¿Sería costumbre acabarse la bebida de trago? Con toda su buena fe, cogió su taza e hizo la misma operación: se la bebió exactamente de la misma forma que él. Hasta que le dijo lo del trato y se bajó la bufanda, que provocó que girase la cabeza a un lado y soltase lo que le quedaba de liquido en la boca. No hace mucho había pensado que pagaría por ver lo que había debajo de aquella prenda. Ahora que lo había conseguido, estaba estupefacta. No era repulsa lo que sentía, sino una gran y tremenda curiosidad. ¡Quería tocarlo!
Dejó la taza lentamente en la mesa, tapándose la boca y mirando avergonzada al tabernero furibundo detrás de la barra. Estaba claro que retener algo en su aparato digestivo ese día no iba a ser posible. Después, volvió a mirar aquel rostro quemado. Acercó el rostro para verlo más de cerca, sus ojos violáceos escrutaban con curiosidad aquellas marcas. Alzó despacio una mano hacia él, pero se quedó quieta antes de acercarla a los límites del espacio personal.
¿Puedo? -luego, frunció el ceño- ¿Por qué dices que soy rara? Y... ¿qué clase de trato sería ese?
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Re: Caminante no hay camino...[Libre]
Me pilló con la guardia baja.
Estupefacto, mire como la chica se acercaba mirando mi rostro mutilado con asombro y curiosidad en su mirada. Supe reconocer que no era una mirada de alguien que odia o repudia. Era una mirada que indagaba por respuestas de algo interesante.
- ¿Puedo? - Preguntó sin apartar la mirada de mi rostro.
Aun tarde un segundo en cerrar los ojos y asentir despacio.
Al notar sus dedos, por reflejo, di un pequeño movimiento hacia atrás, pero me contuve y volví a mi posición, ella empezó a escrutar todas las marcas. Tenia los dedos increíblemente suaves y agradablemente fríos. Esa caricia fue como un pequeño placer que jamas reconocería en voz alta, pero guardé ese instante para toda mi memoria.
Sumergido en sus caricias, tardé aun un instante en reconocer la siguiente pregunta que me formulo.
- ¿Por qué dices que soy rara?
Abrí los ojos aun con sus manos en el rostro. No las aparte, pero tampoco deje que viera que estaba disfrutando en silencio de sus caricias.
- Tu forma de actuar. De ser. La curiosidad por un pueblo egoísta que poco podría ofrecer a una elfa sabia. - Cerré los ojos de nuevo. - La mayoría de follapinos apenas salen de sus bosques... Y los que lo hacen normalmente son para partidas de caza contra los brujos.
- Y... ¿qué clase de trato sería ese?
Esta vez, sonreí abiertamente. Abrí los ojos para mirarla, pues las cosas importantes no se debían hablar mirando a otro lugar.
- Tu eres una elfa nueva en un mundo gobernado por leyes diferentes. Personas extrañas y con estúpidas costumbres. Con peligros que no aparecen en vuestros bosques... Y necesitas ayuda con eso, esta claro. - Me apoyé en el respaldo de la silla, cruzándome de brazos. - Te ofrezco mi compañía y mis servicios. Me encargare de defenderte en el caso de batalla. También me haré responsable de que no te metas en demasiados líos cuando vayas por la ciudad, y por supuesto, también te explicare cualquier pregunta que ronde tu mente respecto a las costumbres o otras cosas.
- ¿Y el precio? - Preguntó ella alzando una ceja.
- No quiero dinero. Puedo conseguir monedas de una forma u otra... Como pago, quiero que compartas conmigo tus conocimientos. Mágicos y alquímicos. Ambos. Quiero saber todo lo que tu sabes, así como costumbres de tu gente. - Alcé los brazos a ambos lados mostrando mis dientes en la mejor sonrisa que supe darle. - Pido únicamente lo mismo que te voy a ofrecer... Salvo protección. Yo me encargare de cuidarnos el trasero a ambos...- Le tendí la mano- ¿Que me dices? ¿Tenemos trato?
Estupefacto, mire como la chica se acercaba mirando mi rostro mutilado con asombro y curiosidad en su mirada. Supe reconocer que no era una mirada de alguien que odia o repudia. Era una mirada que indagaba por respuestas de algo interesante.
- ¿Puedo? - Preguntó sin apartar la mirada de mi rostro.
Aun tarde un segundo en cerrar los ojos y asentir despacio.
Al notar sus dedos, por reflejo, di un pequeño movimiento hacia atrás, pero me contuve y volví a mi posición, ella empezó a escrutar todas las marcas. Tenia los dedos increíblemente suaves y agradablemente fríos. Esa caricia fue como un pequeño placer que jamas reconocería en voz alta, pero guardé ese instante para toda mi memoria.
Sumergido en sus caricias, tardé aun un instante en reconocer la siguiente pregunta que me formulo.
- ¿Por qué dices que soy rara?
Abrí los ojos aun con sus manos en el rostro. No las aparte, pero tampoco deje que viera que estaba disfrutando en silencio de sus caricias.
- Tu forma de actuar. De ser. La curiosidad por un pueblo egoísta que poco podría ofrecer a una elfa sabia. - Cerré los ojos de nuevo. - La mayoría de follapinos apenas salen de sus bosques... Y los que lo hacen normalmente son para partidas de caza contra los brujos.
- Y... ¿qué clase de trato sería ese?
Esta vez, sonreí abiertamente. Abrí los ojos para mirarla, pues las cosas importantes no se debían hablar mirando a otro lugar.
- Tu eres una elfa nueva en un mundo gobernado por leyes diferentes. Personas extrañas y con estúpidas costumbres. Con peligros que no aparecen en vuestros bosques... Y necesitas ayuda con eso, esta claro. - Me apoyé en el respaldo de la silla, cruzándome de brazos. - Te ofrezco mi compañía y mis servicios. Me encargare de defenderte en el caso de batalla. También me haré responsable de que no te metas en demasiados líos cuando vayas por la ciudad, y por supuesto, también te explicare cualquier pregunta que ronde tu mente respecto a las costumbres o otras cosas.
- ¿Y el precio? - Preguntó ella alzando una ceja.
- No quiero dinero. Puedo conseguir monedas de una forma u otra... Como pago, quiero que compartas conmigo tus conocimientos. Mágicos y alquímicos. Ambos. Quiero saber todo lo que tu sabes, así como costumbres de tu gente. - Alcé los brazos a ambos lados mostrando mis dientes en la mejor sonrisa que supe darle. - Pido únicamente lo mismo que te voy a ofrecer... Salvo protección. Yo me encargare de cuidarnos el trasero a ambos...- Le tendí la mano- ¿Que me dices? ¿Tenemos trato?
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Re: Caminante no hay camino...[Libre]
Ese respingo que dio al primer contacto no le pasó desapercibida. Supuso que no estaba muy acostumbrado a que hurgaran en su rostro de aquella manera. Ella notaba una piel cálida y rugosa, esas marcas escondían seguramente una historia cruel, quizás un accidente o un castigo. Eso era algo que ya averiguaría si se presentaba la oportunidad.
Follapinos. Qué palabra tan curiosa para describir a su pueblo. Cuando mencionó que los elfos salían en partidas de caza contra brujos, esta vez entrecerró los ojos con algo más de enfado.
<<¿Qué eres?>>
Escuchó su oferta y ladeó la cabeza, mirándolo detenidamente. La oferta, desde luego, era tentadora. Lo que no tenía tan claro es para qué quería él saber sobre medicina. No le daba la impresión de que fuera un alma caritativa que buscara ayudar a los demás. No, tenía un objetivo concreto. Él vería cómo la elfa lo miraba, sopesando las opciones. Miró entonces esa mano tendida y, de repente, tuvo una inspiración. No le cogió la mano, aún.
-Nosotros, los follapinos, como dices tú,- dijo con sorna- tenemos el don de la imposición de manos, cosa que creo que ya sabrás. Algo que tú no tienes, puesto que está claro que no eres elfo. Antes de aceptar tu trato, tengo dos condiciones -alzó un dedo- Una: Puedo hablarte de mi pueblo y de mis métodos, pero si descubro que es para hacer daño a alguien de los míos, el trato queda roto.-alzó otro dedo-Dos: -sacó el puñal del cinturón y lo puso encima de la mesa, entre los dos- Quizás te sea útil que yo sepa algo básico sobre cómo manejar esto para facilitar tu tarea de protector y no rajarme a mí misma.
Esta vez, ella fue quien le puso su mejor sonrisa y le tendió la mano.
-¿Trato?
Follapinos. Qué palabra tan curiosa para describir a su pueblo. Cuando mencionó que los elfos salían en partidas de caza contra brujos, esta vez entrecerró los ojos con algo más de enfado.
<<¿Qué eres?>>
Escuchó su oferta y ladeó la cabeza, mirándolo detenidamente. La oferta, desde luego, era tentadora. Lo que no tenía tan claro es para qué quería él saber sobre medicina. No le daba la impresión de que fuera un alma caritativa que buscara ayudar a los demás. No, tenía un objetivo concreto. Él vería cómo la elfa lo miraba, sopesando las opciones. Miró entonces esa mano tendida y, de repente, tuvo una inspiración. No le cogió la mano, aún.
-Nosotros, los follapinos, como dices tú,- dijo con sorna- tenemos el don de la imposición de manos, cosa que creo que ya sabrás. Algo que tú no tienes, puesto que está claro que no eres elfo. Antes de aceptar tu trato, tengo dos condiciones -alzó un dedo- Una: Puedo hablarte de mi pueblo y de mis métodos, pero si descubro que es para hacer daño a alguien de los míos, el trato queda roto.-alzó otro dedo-Dos: -sacó el puñal del cinturón y lo puso encima de la mesa, entre los dos- Quizás te sea útil que yo sepa algo básico sobre cómo manejar esto para facilitar tu tarea de protector y no rajarme a mí misma.
Esta vez, ella fue quien le puso su mejor sonrisa y le tendió la mano.
-¿Trato?
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Re: Caminante no hay camino...[Libre]
Le sonreí abiertamente cuando dejo el cuchillo en la mesa.
"Demasiado confiada... Esto sera una faena de los más dura." Me dije a mi mismo.
- Trato. - Accedí estrechándole la mano mientras tomaba el cuchillo con la otra. Lo observe atentamente. De un solo filo, robusto y con un trabajo que, pese a notarse que no era de nobles, estaba muy bien tratado. Lo enfundé en mi cinturón y la miré,
- No deberías fiarte de la gente tan rápido. Me va a dificultar mucho la faena de protector... Y no te preocupes... - Dije alzando mi jarra de sujama y mostrándosela al camarero, que entendió al instante que debía traerme otra. - No busco hacer daño a tu gente a menos que me vea obligado a ello... Sangre en suelo, sangre perdida. - Dije tarareando el dicho.
Cuando el hombre me trajo la sujama, fui a cogerla cuando la aparto rápidamente, mirándome alzando una ceja. Yo le mire con mi decrepito rostro, cosa que hizo que dejara rápidamente la jarra. Independientemente, coloque una tercera moneda en la mesa, que el barman tomó y se alejo.
Negué en silencio mientras volvía a saborear ese licor. Realmente estaba bueno.
Al bajar la jarra, pude ver los ojos de la elfa puestos de nuevo en mis marcas. Aparté la vista hasta el fondo de mi jarra.
- Son bastante desagradables, eh? - Dije tranquilo. - Se extienden prácticamente por todo el cuello y el pecho también. - Expliqué tranquilo, notando como esa pregunta también podía rondarle la mente.
Si quería que el trato funcionara, ambos debíamos confiar mutuamente en el otro.
"Demasiado confiada... Esto sera una faena de los más dura." Me dije a mi mismo.
- Trato. - Accedí estrechándole la mano mientras tomaba el cuchillo con la otra. Lo observe atentamente. De un solo filo, robusto y con un trabajo que, pese a notarse que no era de nobles, estaba muy bien tratado. Lo enfundé en mi cinturón y la miré,
- No deberías fiarte de la gente tan rápido. Me va a dificultar mucho la faena de protector... Y no te preocupes... - Dije alzando mi jarra de sujama y mostrándosela al camarero, que entendió al instante que debía traerme otra. - No busco hacer daño a tu gente a menos que me vea obligado a ello... Sangre en suelo, sangre perdida. - Dije tarareando el dicho.
Cuando el hombre me trajo la sujama, fui a cogerla cuando la aparto rápidamente, mirándome alzando una ceja. Yo le mire con mi decrepito rostro, cosa que hizo que dejara rápidamente la jarra. Independientemente, coloque una tercera moneda en la mesa, que el barman tomó y se alejo.
Negué en silencio mientras volvía a saborear ese licor. Realmente estaba bueno.
Al bajar la jarra, pude ver los ojos de la elfa puestos de nuevo en mis marcas. Aparté la vista hasta el fondo de mi jarra.
- Son bastante desagradables, eh? - Dije tranquilo. - Se extienden prácticamente por todo el cuello y el pecho también. - Expliqué tranquilo, notando como esa pregunta también podía rondarle la mente.
Si quería que el trato funcionara, ambos debíamos confiar mutuamente en el otro.
Erenair
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Re: Caminante no hay camino...[Libre]
Cuando vio que cogía el cuchillo y se lo enfundaba, su cara se transformó en una gran "O", seguido de un gesto indignado. Le dio igual que le dijera que no pretendía hacer daño a su gente, las campanas de alerta de su cerebro repiqueteaban muy alto.
-¡Sólo me puedo defender con eso! Imagínate que un día no estás o te despistas o.. o.. o.. ¡o te duermes! Perdí mi arco al venir aquí, no sé cómo... porras me ha podido pasar -se llevó ambas manos al rostro y luego se las pasó por el pelo con gesto cansado y resignado- Esto es bastante vergonzoso para mí, ¿sabes? Con el arco al menos me podía defender mejor que con ese cuchillo que, al parecer, ha dejado de ser mío -echó en cara sin tapujos.
Al ver el momento con el camarero, dudó en si pedirse otro té. A fin de cuentas, se había bebido el suyo de un trago pensando que era algo normal. Decidió que no pediría nada, el camarero no desprendía precisamente alegría cada vez que se acercaba a la mesa. Y tampoco tenía para pagarlo. En su lugar, decidió contemplar esas cicatrices que tanto le intrigaban. Vio cómo entonces apartaba la vista y se sintió ligeramente mal. Quizás le había incomodado su curiosidad.
Él pareció leer su mente, contándole por dónde se extendían.
-¿Quieres curarlas?- no era la pregunta que deseaba hacerle, pero era un comienzo.
Entonces dio un respingo. Se había dado cuenta de un detalle tonto pero, al mismo tiempo, importante.
-Acabo de darme cuenta de que, si me meto en líos, no tengo ni idea de cómo llamarte para mantener el trato vigente. -se rió con algo más de alegría, imaginándose la situación. Era un detalle estúpido, pero no tenía intención de pedirle ayuda gritando "Sálvame, Marquitas".
-¡Sólo me puedo defender con eso! Imagínate que un día no estás o te despistas o.. o.. o.. ¡o te duermes! Perdí mi arco al venir aquí, no sé cómo... porras me ha podido pasar -se llevó ambas manos al rostro y luego se las pasó por el pelo con gesto cansado y resignado- Esto es bastante vergonzoso para mí, ¿sabes? Con el arco al menos me podía defender mejor que con ese cuchillo que, al parecer, ha dejado de ser mío -echó en cara sin tapujos.
Al ver el momento con el camarero, dudó en si pedirse otro té. A fin de cuentas, se había bebido el suyo de un trago pensando que era algo normal. Decidió que no pediría nada, el camarero no desprendía precisamente alegría cada vez que se acercaba a la mesa. Y tampoco tenía para pagarlo. En su lugar, decidió contemplar esas cicatrices que tanto le intrigaban. Vio cómo entonces apartaba la vista y se sintió ligeramente mal. Quizás le había incomodado su curiosidad.
Él pareció leer su mente, contándole por dónde se extendían.
-¿Quieres curarlas?- no era la pregunta que deseaba hacerle, pero era un comienzo.
Entonces dio un respingo. Se había dado cuenta de un detalle tonto pero, al mismo tiempo, importante.
-Acabo de darme cuenta de que, si me meto en líos, no tengo ni idea de cómo llamarte para mantener el trato vigente. -se rió con algo más de alegría, imaginándose la situación. Era un detalle estúpido, pero no tenía intención de pedirle ayuda gritando "Sálvame, Marquitas".
Iredia
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Re: Caminante no hay camino...[Libre]
Sonrei ante sus quejas y atendí al problema del arco.
Si bien era cierto que la joven sabia defenderse, desde luego no conocía nada el mundo. Seguía necesitando mi ayuda.
Pero no pude quitarle el punto en la defensa de que, en el caso de no estar siempre junto a ella, ella podría sufrir algún daño. Ladeé la cabeza asumiendo esa anotación. O bien necesitaba un nuevo arco, o recuperar el suyo.
-¿Quieres curarlas?
Alcé la vista y la mire sereno, con las cejas ligeramente subidas. Luego rei amargamente.
- No se curan. No se quitan. - Dije resignado. - Créeme. Lo he intentado de todas las formas. Magia, medicina, alquimia... Nada de nada. Son marcas que deja un tipo de magia concreta que no se debe tocar. Una fusión de magia de fuego y algo de energía quitada de varios catalizadores... No son heridas normales. Y no se curan como tales...
Y cierto era. Cuando me expulsaron del colegio fue lo primero que trate de arreglar... Y, como el resto de mi vida, todo pareció escaparse despacio de mis manos.
Luego, ella pregunto por mi nombre. Ladeé de nuevo la cabeza, esta vez sin mirarla.
- Karkaran. - Dije seco. Como de costumbre, seguía sin ser bueno en las presentaciones. - ¿Y como debo llamar yo a mi protegida?
Ella contesto entonces. Mientras, por mi parte, seguía con los pensamientos de ese arco mientras observaba el resto de mi bebida. Rojiza, como tenia que ser. La mire a los ojos antes de preguntar:
- ¿Donde perdiste el arco?
Si bien era cierto que la joven sabia defenderse, desde luego no conocía nada el mundo. Seguía necesitando mi ayuda.
Pero no pude quitarle el punto en la defensa de que, en el caso de no estar siempre junto a ella, ella podría sufrir algún daño. Ladeé la cabeza asumiendo esa anotación. O bien necesitaba un nuevo arco, o recuperar el suyo.
-¿Quieres curarlas?
Alcé la vista y la mire sereno, con las cejas ligeramente subidas. Luego rei amargamente.
- No se curan. No se quitan. - Dije resignado. - Créeme. Lo he intentado de todas las formas. Magia, medicina, alquimia... Nada de nada. Son marcas que deja un tipo de magia concreta que no se debe tocar. Una fusión de magia de fuego y algo de energía quitada de varios catalizadores... No son heridas normales. Y no se curan como tales...
Y cierto era. Cuando me expulsaron del colegio fue lo primero que trate de arreglar... Y, como el resto de mi vida, todo pareció escaparse despacio de mis manos.
Luego, ella pregunto por mi nombre. Ladeé de nuevo la cabeza, esta vez sin mirarla.
- Karkaran. - Dije seco. Como de costumbre, seguía sin ser bueno en las presentaciones. - ¿Y como debo llamar yo a mi protegida?
Ella contesto entonces. Mientras, por mi parte, seguía con los pensamientos de ese arco mientras observaba el resto de mi bebida. Rojiza, como tenia que ser. La mire a los ojos antes de preguntar:
- ¿Donde perdiste el arco?
Erenair
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Re: Caminante no hay camino...[Libre]
Atendió atentamente a las explicaciones sobre sus cicatrices. Energía, catalizadores, magia de fuego... Instintivamente, se miró las cicatrices de sus muñecas y, de repente, sintió miedo. Esa clase de energía dañina la usaba un determinado tipo de criatura que a Iredia no le gustaba en absoluto. Sin embargo, su primer pensamiento fue, ingenuamente, que era probable que el muchacho hubiese sufrido una tortura peor que la que sufrió ella en su día. Sintió compasión. Él vería cómo ella suavizaba su mirada hacia él.
Él entonces dijo su nombre y le preguntó el suyo.
-Iredia- respondió con un cabeceo a modo de saludo y una sonrisa amable.
Después, contestó a su pregunta.
-Creo que fue antes de entrar en la ciudad, antes de vomitar y de que me hablase un barril- le guiñó un ojo con complicidad- Quizás esté donde el almejero. Oh, no, eso no pinta bien. Aunque yo creo que s....
Se interrumpió de repente cuando las puertas de la taberna se abrieron con gran estrépito. Un hombre gordo, muy gordo, extremadamente gordo, vestido con ropas sencillas y un trapo en el hombro, rompió el silencio que reinaba en la taberna vacía. Se dirigió al camarero con una sonrisa de oreja a oreja que le marcaba toda la papada. Estaba claro: aquí los hombres eran gordos, salidos o tenían cicatrices, o eso pensaba Iredia. El camarero puso primero cara de susto, que luego se transformó en un "¡coño!" muy sentido. Se conocían.
-Joder, Cramer, cada vez que entras así en mi taberna, me pegas un susto de muerte, hijo de puta..
-Nunca has dejado de ser un maricón.
El tabernero gordo, entre risas, se acercó a la barra y ambos compañeros de profesión se agarraron las manos con fuerza y se golpearon el hombro. Detrás del tabernero gordo, aparecieron tres hombres uniformados de negro, con espadas en el cinturón y mirada cansada, llenos de polvo en la cara y mierda en las botas. Uno era alto y de hombros anchos, el otro era enano y calvo y el último era delgado y fibroso. Los tres se sentaron en una mesa cerca de la barra, sin emitir saludo alguno al dueño del lugar. Cramer, sin embargo, se sentó en una de las banquetas.Ninguno de ellos reparó en que había dos figuras sentadas en una esquina sombría, alejados de ellos.
-Macho, estoy agotao. Pon niyeki para los cuatro, que estoy hasta la polla de andar.- los otros tres asintieron, acordes con el gordo.
-¿Qué os trae por aquí? Oléis a mierda y esos tienen cara de agrios.-manifestó el dueño ,señalando con la cabeza a los guardas. Sacó las jarras y las rellenó de un líquido verde traslúcido que olía a alpargata mojada. Cramer cogió una y les dio a los otros tres el resto.
-Estoy a ver si encuentro a un cabrón que mató a dos de mis clientes- dijo Cramer mientras volvía a sentarse en la banqueta- Eran habituales, joder, y bebían como cosacos. Ahora se ha corrido el rumor de que en mi taberna hay un asesino y me está espantando a la clientela. Le voy a reventar los ojos de una hostia como lo pille. Necesito una cabeza colgada en mi pared.- el gordo Cramer pegó un largo trago de su licor y dejó la jarra de un golpe seco en la barra, soltando un eructo a modo satisfecho- ¿Tú qué?
-Poca cosa. Hay dos ahí-señaló el dueño de la taberna a Iredia y Karkaran con la cabeza- La tía está muy buena, parece elfa. El tío es imbécil, igual se la quiere zumbar o algo. Las tías sólo se fijan en los cretinos. Por lo demás nah, tranquilito.
Cramer entonces se asomó un poco y vio a Iredia de frente. Karkaran estaba dispuesto de tal manera que les daba la espalda. Ella miraba a la jarra de Karkaran, sintiendo esa mirada penetrante de quien analiza a un desconocido. Por suerte, Cramer no vio cómo le temblaban las manos, estaba alejado para percibir esos detalles.
<<Esto no va a acabar bien...¿Y qué es eso de zumbar? Que yo sepa, sólo zumban las abejas>>, pensó la elfa.
El gordo tabernero volvió a girarse hacia su camarada de profesión de la barra.
-Joder si está buena, la agarraba de ese pelo morao y le enseñaba lo que es un semental humano- soltó una risotada y se bebió otro trago largo de la jarra de niyeki- Dale una jarra de esto a esa preciosidad, pago yo. Que vea que me gusta.
El dueño de la taberna asintió, puso la jarra y se dirigió a la mesa donde estaban ellos sentados. Le dejó la jarra a Iredia.
-De parte de Cramer,-le guiñó un ojo pícaro a la elfa, señalándole con un gesto leve al gordo-
Estás de suerte, moza.
Volvió entonces a su sitio. Los otros, sobre todo Cramer, siguieron hablando y diciendo comentarios obscenos. Cramer no dejaba de observar si Iredia se bebía la jarra y ella, sabiendo que era observada, la agarró y la olió. Le lagrimearon los ojos y miró a Karkaran. Se la veía que apenas podía contener las ganas de poner una mueca de asco, le temblaban las mejillas del esfuerzo.
-Dime, por favor, que no me tengo que beber esto por convención social. Me pondría ebria de un sorbo- le susurró con visible angustia.
Él entonces dijo su nombre y le preguntó el suyo.
-Iredia- respondió con un cabeceo a modo de saludo y una sonrisa amable.
Después, contestó a su pregunta.
-Creo que fue antes de entrar en la ciudad, antes de vomitar y de que me hablase un barril- le guiñó un ojo con complicidad- Quizás esté donde el almejero. Oh, no, eso no pinta bien. Aunque yo creo que s....
Se interrumpió de repente cuando las puertas de la taberna se abrieron con gran estrépito. Un hombre gordo, muy gordo, extremadamente gordo, vestido con ropas sencillas y un trapo en el hombro, rompió el silencio que reinaba en la taberna vacía. Se dirigió al camarero con una sonrisa de oreja a oreja que le marcaba toda la papada. Estaba claro: aquí los hombres eran gordos, salidos o tenían cicatrices, o eso pensaba Iredia. El camarero puso primero cara de susto, que luego se transformó en un "¡coño!" muy sentido. Se conocían.
-Joder, Cramer, cada vez que entras así en mi taberna, me pegas un susto de muerte, hijo de puta..
-Nunca has dejado de ser un maricón.
El tabernero gordo, entre risas, se acercó a la barra y ambos compañeros de profesión se agarraron las manos con fuerza y se golpearon el hombro. Detrás del tabernero gordo, aparecieron tres hombres uniformados de negro, con espadas en el cinturón y mirada cansada, llenos de polvo en la cara y mierda en las botas. Uno era alto y de hombros anchos, el otro era enano y calvo y el último era delgado y fibroso. Los tres se sentaron en una mesa cerca de la barra, sin emitir saludo alguno al dueño del lugar. Cramer, sin embargo, se sentó en una de las banquetas.Ninguno de ellos reparó en que había dos figuras sentadas en una esquina sombría, alejados de ellos.
-Macho, estoy agotao. Pon niyeki para los cuatro, que estoy hasta la polla de andar.- los otros tres asintieron, acordes con el gordo.
-¿Qué os trae por aquí? Oléis a mierda y esos tienen cara de agrios.-manifestó el dueño ,señalando con la cabeza a los guardas. Sacó las jarras y las rellenó de un líquido verde traslúcido que olía a alpargata mojada. Cramer cogió una y les dio a los otros tres el resto.
-Estoy a ver si encuentro a un cabrón que mató a dos de mis clientes- dijo Cramer mientras volvía a sentarse en la banqueta- Eran habituales, joder, y bebían como cosacos. Ahora se ha corrido el rumor de que en mi taberna hay un asesino y me está espantando a la clientela. Le voy a reventar los ojos de una hostia como lo pille. Necesito una cabeza colgada en mi pared.- el gordo Cramer pegó un largo trago de su licor y dejó la jarra de un golpe seco en la barra, soltando un eructo a modo satisfecho- ¿Tú qué?
-Poca cosa. Hay dos ahí-señaló el dueño de la taberna a Iredia y Karkaran con la cabeza- La tía está muy buena, parece elfa. El tío es imbécil, igual se la quiere zumbar o algo. Las tías sólo se fijan en los cretinos. Por lo demás nah, tranquilito.
Cramer entonces se asomó un poco y vio a Iredia de frente. Karkaran estaba dispuesto de tal manera que les daba la espalda. Ella miraba a la jarra de Karkaran, sintiendo esa mirada penetrante de quien analiza a un desconocido. Por suerte, Cramer no vio cómo le temblaban las manos, estaba alejado para percibir esos detalles.
<<Esto no va a acabar bien...¿Y qué es eso de zumbar? Que yo sepa, sólo zumban las abejas>>, pensó la elfa.
El gordo tabernero volvió a girarse hacia su camarada de profesión de la barra.
-Joder si está buena, la agarraba de ese pelo morao y le enseñaba lo que es un semental humano- soltó una risotada y se bebió otro trago largo de la jarra de niyeki- Dale una jarra de esto a esa preciosidad, pago yo. Que vea que me gusta.
El dueño de la taberna asintió, puso la jarra y se dirigió a la mesa donde estaban ellos sentados. Le dejó la jarra a Iredia.
-De parte de Cramer,-le guiñó un ojo pícaro a la elfa, señalándole con un gesto leve al gordo-
Estás de suerte, moza.
Volvió entonces a su sitio. Los otros, sobre todo Cramer, siguieron hablando y diciendo comentarios obscenos. Cramer no dejaba de observar si Iredia se bebía la jarra y ella, sabiendo que era observada, la agarró y la olió. Le lagrimearon los ojos y miró a Karkaran. Se la veía que apenas podía contener las ganas de poner una mueca de asco, le temblaban las mejillas del esfuerzo.
-Dime, por favor, que no me tengo que beber esto por convención social. Me pondría ebria de un sorbo- le susurró con visible angustia.
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Maldije tres veces en silencio mientras oía a esos dos conversar.
De todos los putos lugares, de toda la puta ciudad, los dos putos taberneros es habían tenido que reunir a la misma puta hora justo en ese puto lugar... "Mierda" Pensé, simplemente.
Pero, para mi suerte y para la de Iredia, no pareció saber que el asesino que buscaba se encontraba a unos cuantos metros de el. Tomando un licor incluso más fuerte que el suyo. Alcé la jarra despacio y pegué un sorbo mientras el otro grupo seguía con su chachara.
"Si que es cierto que huelen a mierda, si..." Pensé para mi al oir al camarero.
- Dime, por favor,- Empezó la elfa, llamando mi atención. - que no me tengo que beber esto por convención social. Me pondría ebria de un sorbo.
Miré la jarra y su contenido. Niyeki. Un concentrado de raíces y ciertas plantas muy agrias que, si se trataba adecuadamente junto con aceites y aguas, podía llegar a crearse cierta sustancia algo pastosa. Esa sustancia, llamada Niye (De ahí el nombre de la bebida), se dejaba fermentar y luego se exprimía hasta sacar ese liquido verde tan maloliente.
Luego, miré a la elfa. Escuálida. Relativamente baja. Poco hecha al alcohol. Di un suspiro.
- Da gracias si no te tumba y te mata solo de olerlo...
Giré levemente la cabeza para mirar al gordinflón, que mantenía la mirada en la elfa.
- Deberías tomarlo... Pero es muy probable que te tumbe...
La situación no iba a ser agradable. Di otro suspiro, me tapé el rostro y me giré para mirar al grandullón.
- La chica no bebe. - Dije sereno. - Tiene cierto problema de alergias... Ciertas plantas le provocan fallos respiratorios.
- ¿Una elfa que tiene alergia a las plantas? - Dijo entre extrañado y divertido uno de los guardias.
- Solo a algunas, me temo. - Seguí con la mentira con desenvoltura. - Pero... - Dije al ver que el gordo iba a replicar. - Seguro que le agradece a un caballero tan galante y, si se me permite el comentario, decidido, que la invite a un te. Le gustan negros, según tengo entendido. - Añadí finalmente.
El hombretón me miro, como sospesando la posibilidad de que todo eso fuera una invención mía. Por mi lado, me mantuve sereno y tranquilo.
Ni era la primera vez que estaba mirando a la muerte a los ojos... Ni iba a ser la ultima.
De todos los putos lugares, de toda la puta ciudad, los dos putos taberneros es habían tenido que reunir a la misma puta hora justo en ese puto lugar... "Mierda" Pensé, simplemente.
Pero, para mi suerte y para la de Iredia, no pareció saber que el asesino que buscaba se encontraba a unos cuantos metros de el. Tomando un licor incluso más fuerte que el suyo. Alcé la jarra despacio y pegué un sorbo mientras el otro grupo seguía con su chachara.
"Si que es cierto que huelen a mierda, si..." Pensé para mi al oir al camarero.
- Dime, por favor,- Empezó la elfa, llamando mi atención. - que no me tengo que beber esto por convención social. Me pondría ebria de un sorbo.
Miré la jarra y su contenido. Niyeki. Un concentrado de raíces y ciertas plantas muy agrias que, si se trataba adecuadamente junto con aceites y aguas, podía llegar a crearse cierta sustancia algo pastosa. Esa sustancia, llamada Niye (De ahí el nombre de la bebida), se dejaba fermentar y luego se exprimía hasta sacar ese liquido verde tan maloliente.
Luego, miré a la elfa. Escuálida. Relativamente baja. Poco hecha al alcohol. Di un suspiro.
- Da gracias si no te tumba y te mata solo de olerlo...
Giré levemente la cabeza para mirar al gordinflón, que mantenía la mirada en la elfa.
- Deberías tomarlo... Pero es muy probable que te tumbe...
La situación no iba a ser agradable. Di otro suspiro, me tapé el rostro y me giré para mirar al grandullón.
- La chica no bebe. - Dije sereno. - Tiene cierto problema de alergias... Ciertas plantas le provocan fallos respiratorios.
- ¿Una elfa que tiene alergia a las plantas? - Dijo entre extrañado y divertido uno de los guardias.
- Solo a algunas, me temo. - Seguí con la mentira con desenvoltura. - Pero... - Dije al ver que el gordo iba a replicar. - Seguro que le agradece a un caballero tan galante y, si se me permite el comentario, decidido, que la invite a un te. Le gustan negros, según tengo entendido. - Añadí finalmente.
El hombretón me miro, como sospesando la posibilidad de que todo eso fuera una invención mía. Por mi lado, me mantuve sereno y tranquilo.
Ni era la primera vez que estaba mirando a la muerte a los ojos... Ni iba a ser la ultima.
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Cuando dijo su protector que debería beberlo, inspiró profundamente, dispuesta a pegar un trago de aquel líquido vomitivo que ellos llamaban "niyeki". No se podía creer que de una sustancia pastosa que ella había utilizado para cicatrizar (nada recomendable, escocía una barbaridad, pero era eficaz para emergencias), se pudiera sacar una bebida alcohólica tan maloliente.
Entonces vio cómo Karkaran se giraba para hablarles e, instintivamente, le cogió la mano, pensando que le iba a hacer algún comentario que les metiese en apuros. Sin embargo, cuando vio la elegante mentira sobre ella que se había inventado, apartó la mano de nuevo, más aliviada.
La historia del té era buena y el té negro le gustaba bastante, de hecho. Iba a añadir algo para dar veracidad a la falacia cuando Cramer se le adelantó. Se había quedado mirando a aquel muchacho misterioso y estirado largo rato, sopesando sus verdaderas intenciones. Pero, la verdad, se la sudaba.
-Ojito con la elfa, que le gustan los negros- estalló en carcajadas y el resto le siguieron el chiste- Ahora me explico por qué estás con ese pintas. Venga, una jarrita de té negro para la moza. Pero te la llevo yo esta vez, que este-señaló al dueño del local con la cabeza- no tiene ni puta idea.
Cramer ya iba bastante bebido, por eso era tan osado y le daba todo igual. En lo que buscaban al asesino por las tabernas y los callejones, se había bebido seis niyekis, contando el actual. Con las mismas, el elemental gordo, una vez servida, cogió la jarra de té, se acercó a la mesa muy resuelto y algo tambaleante y se puso detrás de la elfa, dejándole el té enfrente de ella. Iredia estaba rígida como un palo. Entonces, Cramer se acercó a su oído desde detrás.
-Si dejas a ese tirillas y te vienes conmigo, te lo pasarás muy bien.
Iredia se mantuvo rígida y cerró fuertemente los ojos, apartando el rostro lo máximo posible mientras le susurraban a la oreja. Cramer entonces se incorporó y miró a Karkaran fijamente. Entrecerró los ojos, como dudando de algo, pero les interrumpieron desde la mesa de los guardias.
-Eh, dile a ese si quiere echar una partida a las cartas. Nos falta uno.- espetó el guardia enano.
-Coño, ¿y yo qué?- se quejó Cramer, desviando la mirada a los guardias.
-Tú te has bebido la jarra de niyeki y borracho das por culo.
Cramer volvió a mirar a Karkaran. Puso entonces ambas manos en el respaldo de la silla de Iredia, en actitud de macho alfa. Ese muchacho le sonaba, pero como no veía bien, no estaba seguro. La gente que iba de negro siempre le confundía. Karkaran notaría un brillo de sospecha en su mirada, pues no dejaba de mirarlo y era obvio que buscaba en él una reacción. Un pretexto, un paso en falso.
-Tranquilo, guaperas. Vete a jugar. Estamos solo nosotros, tu chica estará bien. No le haré nada malo.- sus ojos, algo lagrimeantes por la bebida, tenían un brillo peligroso.
Iredia entonces agarró la jarra de té con fuerza (la suya, osea, poca) y le dedicó un leve asentimiento a Karkaran. Una leve seña que indicaba en qué nariz acabaría la taza si el gordo se pasaba de listo. Los guardias miraban la escena impacientes. El dueño de la taberna, aunque limpiando, tampoco quitaba la vista.
Entonces vio cómo Karkaran se giraba para hablarles e, instintivamente, le cogió la mano, pensando que le iba a hacer algún comentario que les metiese en apuros. Sin embargo, cuando vio la elegante mentira sobre ella que se había inventado, apartó la mano de nuevo, más aliviada.
La historia del té era buena y el té negro le gustaba bastante, de hecho. Iba a añadir algo para dar veracidad a la falacia cuando Cramer se le adelantó. Se había quedado mirando a aquel muchacho misterioso y estirado largo rato, sopesando sus verdaderas intenciones. Pero, la verdad, se la sudaba.
-Ojito con la elfa, que le gustan los negros- estalló en carcajadas y el resto le siguieron el chiste- Ahora me explico por qué estás con ese pintas. Venga, una jarrita de té negro para la moza. Pero te la llevo yo esta vez, que este-señaló al dueño del local con la cabeza- no tiene ni puta idea.
Cramer ya iba bastante bebido, por eso era tan osado y le daba todo igual. En lo que buscaban al asesino por las tabernas y los callejones, se había bebido seis niyekis, contando el actual. Con las mismas, el elemental gordo, una vez servida, cogió la jarra de té, se acercó a la mesa muy resuelto y algo tambaleante y se puso detrás de la elfa, dejándole el té enfrente de ella. Iredia estaba rígida como un palo. Entonces, Cramer se acercó a su oído desde detrás.
-Si dejas a ese tirillas y te vienes conmigo, te lo pasarás muy bien.
Iredia se mantuvo rígida y cerró fuertemente los ojos, apartando el rostro lo máximo posible mientras le susurraban a la oreja. Cramer entonces se incorporó y miró a Karkaran fijamente. Entrecerró los ojos, como dudando de algo, pero les interrumpieron desde la mesa de los guardias.
-Eh, dile a ese si quiere echar una partida a las cartas. Nos falta uno.- espetó el guardia enano.
-Coño, ¿y yo qué?- se quejó Cramer, desviando la mirada a los guardias.
-Tú te has bebido la jarra de niyeki y borracho das por culo.
Cramer volvió a mirar a Karkaran. Puso entonces ambas manos en el respaldo de la silla de Iredia, en actitud de macho alfa. Ese muchacho le sonaba, pero como no veía bien, no estaba seguro. La gente que iba de negro siempre le confundía. Karkaran notaría un brillo de sospecha en su mirada, pues no dejaba de mirarlo y era obvio que buscaba en él una reacción. Un pretexto, un paso en falso.
-Tranquilo, guaperas. Vete a jugar. Estamos solo nosotros, tu chica estará bien. No le haré nada malo.- sus ojos, algo lagrimeantes por la bebida, tenían un brillo peligroso.
Iredia entonces agarró la jarra de té con fuerza (la suya, osea, poca) y le dedicó un leve asentimiento a Karkaran. Una leve seña que indicaba en qué nariz acabaría la taza si el gordo se pasaba de listo. Los guardias miraban la escena impacientes. El dueño de la taberna, aunque limpiando, tampoco quitaba la vista.
Iredia
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Re: Caminante no hay camino...[Libre]
No aparté la mirada del gordo borracho.
Pero no me intereso el juego. En ese momento. Pensaba en tres cosas.
En la jarra de licor. En la escoba que utilizaba el tabernero y en el cuchillo que acababa de conseguir.
Me levanté muy, pero que muy despacio. Notando la mirada de los guardias a mi espalda. También pude ver por el rabillo del ojo como uno de ellos se llevaba la mano hacia la empuñadura de su espada.
- Lamento decir, caballero... - Dije con cuidado, notando como ya empezaba a tener la vena del cuello hinchada de tantas florituras de mierda. - Que no va a poder ser posible.
Iredia me miraba con temor en la mirada. Cramer se balanceo torpemente mientras me miraba y fruncía el ceño en lo que parecía ser una mueca de enfado. Pude oír las sillas de los guardias arrastrarse por el suelo con un pequeño crujir cuando ellos tres se levantaron. El camarero, por su lado, seguía haciendo ver que barría, pero tenia la mirada también puesta en la escena.
- Y eso... Porque? - Acabó por preguntar el gordo.
- He cerrado un acuerdo con ella. - Dije sereno. Conté en silencio. - Soy su protector... Aunque eso implique - Y aqui fue donde sonreí por debajo de la bufanda. Perdiendo por completo la paciencia. - tener que tratar de limpiar el suelo con escoria como vosotros.
Iredia pareció morir en ese momento. El sonido de las armas de los guardias al desenvainarse. El camarero estaba inmóvil, mirando pálido a Cramer, que también parecía sorprendido, como si acabaran de abofetearlo.
- Matadlo... MATADLO! - Ordenó borracho y sonoramente.
Yo alce entonces mi jarra, tirandosela a los ojos. Pateé mi silla en dirección a los guardias que, por inercia, se apartaron de esta. Y entonces, hice un gesto en el aire, un pequeño conjunto de movimientos.
Aire. Brisa. Fuerza.
La escoba del camarero cruzo el espacio entre este y mi mano, que la tomo con fuerza y estampo con un giro que paso justo por encima de la elfa el extremo con cepillo y rastros de mierda en la cara del gordo, que cayo con un sonoro golpe.
El primero de los guardias, de espaldas anchas, cargo contra mi. Giré de nuevo, deslizando la espada a un lado al golpearla por el lateral de la hoja. Al verse expuesto, me miró sorprendido. Yo clave mi codo contra su cuello y con otro gesto rapido, puse mi mano contra su pecho.
Empuje. Aire. Fuera.
Este salio despedido hacia atrás, estampando al más pequeño de los guardias con todo su peso. Pero el joven fornido fue más rápido. Chasqueé la lengua sonoramente y moví con energía el palo de la escoba. El me miró detenidamente, trazando arcos con su espada mientras sus compañeros trataban, sin demasiado éxito, de levantarse.
Cargo entonces con una estocada, demasiado rápido como para poderlo desviar. Por lo que tomé con ambas manos mi palo y lo puse a la altura de mi cadera mientras veía como venia. En el ultimo segundo, alcé el palo, cortando la escoba en dos partes y haciendo que su estocada ascendiera hasta cortarme uno de los extremos de mi bufanda. Mi mirada seguía fija en sus ojos cuando empece la acometida con mis dos palos.
Golpeé su mano con mi palo derecho, haciendo que soltara el arma. Luego aporreé su rostro con el izquierdo. Su codo con el derecho. Pierna con el izquierdo. Rostro de nuevo con el derecho. No me detuve. Cada golpe era ligeramente más débil que el anterior, por lo que tenia que compensarse con velocidad. Cuando por fin me detuve, ambos palos al lado, el hombre aun pudo contenerse en pie un instante antes de caer completamente inconsciente.
Me giré entonces hacia el enano, que parecía ser el único que había conseguido retomar parte de la conciencia y trataba de localizarme con la mirada.
Rápido, saque mi nuevo cuchillo y se lo puse al cuello antes de que el pudiera encarar la espada.
- ¿De verdad quieres intentarlo?
El me miro con miedo mientras, con un fino sudor, pude ver como en sus pantalones se dibujaba un pequeño charco. Luego, soltó el arma, rojo como un tomate.
Yo, por mi lado, aparté el cuchillo y lo empuje de nuevo con su compañero al suelo.
Iredia, por su lado, seguía sentada. Sus manos temblaban agarrando su taza.
- Acábate eso y nos vamos. - Dije simplemente, sentándome de nuevo frente a ella.
Pero no me intereso el juego. En ese momento. Pensaba en tres cosas.
En la jarra de licor. En la escoba que utilizaba el tabernero y en el cuchillo que acababa de conseguir.
Me levanté muy, pero que muy despacio. Notando la mirada de los guardias a mi espalda. También pude ver por el rabillo del ojo como uno de ellos se llevaba la mano hacia la empuñadura de su espada.
- Lamento decir, caballero... - Dije con cuidado, notando como ya empezaba a tener la vena del cuello hinchada de tantas florituras de mierda. - Que no va a poder ser posible.
Iredia me miraba con temor en la mirada. Cramer se balanceo torpemente mientras me miraba y fruncía el ceño en lo que parecía ser una mueca de enfado. Pude oír las sillas de los guardias arrastrarse por el suelo con un pequeño crujir cuando ellos tres se levantaron. El camarero, por su lado, seguía haciendo ver que barría, pero tenia la mirada también puesta en la escena.
- Y eso... Porque? - Acabó por preguntar el gordo.
- He cerrado un acuerdo con ella. - Dije sereno. Conté en silencio. - Soy su protector... Aunque eso implique - Y aqui fue donde sonreí por debajo de la bufanda. Perdiendo por completo la paciencia. - tener que tratar de limpiar el suelo con escoria como vosotros.
Iredia pareció morir en ese momento. El sonido de las armas de los guardias al desenvainarse. El camarero estaba inmóvil, mirando pálido a Cramer, que también parecía sorprendido, como si acabaran de abofetearlo.
- Matadlo... MATADLO! - Ordenó borracho y sonoramente.
Yo alce entonces mi jarra, tirandosela a los ojos. Pateé mi silla en dirección a los guardias que, por inercia, se apartaron de esta. Y entonces, hice un gesto en el aire, un pequeño conjunto de movimientos.
Aire. Brisa. Fuerza.
La escoba del camarero cruzo el espacio entre este y mi mano, que la tomo con fuerza y estampo con un giro que paso justo por encima de la elfa el extremo con cepillo y rastros de mierda en la cara del gordo, que cayo con un sonoro golpe.
El primero de los guardias, de espaldas anchas, cargo contra mi. Giré de nuevo, deslizando la espada a un lado al golpearla por el lateral de la hoja. Al verse expuesto, me miró sorprendido. Yo clave mi codo contra su cuello y con otro gesto rapido, puse mi mano contra su pecho.
Empuje. Aire. Fuera.
Este salio despedido hacia atrás, estampando al más pequeño de los guardias con todo su peso. Pero el joven fornido fue más rápido. Chasqueé la lengua sonoramente y moví con energía el palo de la escoba. El me miró detenidamente, trazando arcos con su espada mientras sus compañeros trataban, sin demasiado éxito, de levantarse.
Cargo entonces con una estocada, demasiado rápido como para poderlo desviar. Por lo que tomé con ambas manos mi palo y lo puse a la altura de mi cadera mientras veía como venia. En el ultimo segundo, alcé el palo, cortando la escoba en dos partes y haciendo que su estocada ascendiera hasta cortarme uno de los extremos de mi bufanda. Mi mirada seguía fija en sus ojos cuando empece la acometida con mis dos palos.
Golpeé su mano con mi palo derecho, haciendo que soltara el arma. Luego aporreé su rostro con el izquierdo. Su codo con el derecho. Pierna con el izquierdo. Rostro de nuevo con el derecho. No me detuve. Cada golpe era ligeramente más débil que el anterior, por lo que tenia que compensarse con velocidad. Cuando por fin me detuve, ambos palos al lado, el hombre aun pudo contenerse en pie un instante antes de caer completamente inconsciente.
Me giré entonces hacia el enano, que parecía ser el único que había conseguido retomar parte de la conciencia y trataba de localizarme con la mirada.
Rápido, saque mi nuevo cuchillo y se lo puse al cuello antes de que el pudiera encarar la espada.
- ¿De verdad quieres intentarlo?
El me miro con miedo mientras, con un fino sudor, pude ver como en sus pantalones se dibujaba un pequeño charco. Luego, soltó el arma, rojo como un tomate.
Yo, por mi lado, aparté el cuchillo y lo empuje de nuevo con su compañero al suelo.
Iredia, por su lado, seguía sentada. Sus manos temblaban agarrando su taza.
- Acábate eso y nos vamos. - Dije simplemente, sentándome de nuevo frente a ella.
Erenair
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Re: Caminante no hay camino...[Libre]
Iredia no movió absolutamente ni un milímetro de su cuerpo mientras toda aquella escena se desarrollaba a su alrededor. Ni uno solo. Ni pestañeó. La única reacción que daba a entender que estaba atemorizada era el temblor de sus manos sujetando la jarra de té. Pero lo que más le aterraba no eran esos guardias ni ese gordo salido, sino que acababa de hacer un trato con un brujo. La realidad le golpeó como una maza contundente en el cráneo cuando vio cómo atraía la escoba hacia sí y cómo utilizaba su magia de empuje. Un brujo en el pasado la había torturado y ahora uno en el presente le salvaba la vida. Lo peor de todo es que no podía odiarlo, le había salvado la vida dos veces. Ver, de hecho, la armonía de sus movimientos y cómo ponía a los demás en jaque con su lucha le causó una preocupante atracción que quiso borrar de su mente a toda costa. Iredia tenía un dilema moral muy serio.
Cuando acabó toda esa masacre y él volvió a sentarse enfrente de ella, le miró con los ojos rígidos como una estatua. De repente, desvió unos segundos la mirada a tiempo para ver como el dueño de la taberna estaba peligrosamente cerca de Karkaran. Se levantó de golpe, cogió la jarra y le tiró el té caliente al dueño en pleno rostro. Le hubiera quedado genial el gesto, muy hábil, pero no, por el ímpetu del lanzamiento se le escapó la jarra y fue en dirección a darle a Karkaran en el hombro. Era de esperar.
-Acabado.-masculló ella con cierto tono de disculpa hacia el brujo.
El dueño, por supuesto, refunfuñó y lanzó todo tipo de maldiciones contra los elfos mientras se limpiaba con la manga.
-¡Zorra orejuda! ¡Largaos los dos ahora mismo si no queréis que llame a la guardia! ¡No quiero volver a veros el pelo por aquí, escoria!
Iredia no esperó a Karkaran, se incorporó de golpe y salió escopetada por la puerta de la taberna, empujando la puerta con todas sus fuerzas (un poquito).
Cuando el brujo saliera, vería a la elfa con las manos en el rostro, vería en los ojos violáceos de Iredia un estado de confusión total.
-Vale, vale, vale, vale, vale, vale, vale, vale, vale, vale, vale. Vale.-respiró hondo-
Vale- irguió entonces su postura y empezó a dar paseitos, tratando de pensar y mantener la calma. -Eres un brujo. Claro, no podía ser de otra forma. ¿Cuándo puñetas me lo ibas a decir? ¡Sabes que mi raza odia a los tuyos! Pero... pero yo no te odio- manifestó con angustia.
Dejó de dar paseítos y se plantó delante del brujo, bastante cerca de él. Respiró hondo nuevamente y empezó a hablarle con mucha franqueza en su mirada.
-Acabas de salvarme la vida dos veces. Soy tu protegida, pero nuestras razas se odian. Bueno, mi raza odia a la tuya, al menos. Pero... pero yo no puedo odiarte y esto me genera angustia, sin ti no estaría viva. Y encima esa forma de luchar ha sido... - buscó la palabra antes de contestar, tragando saliva e intentando no recordar esa atracción que sintió- impresionante. ¿Cómo se supone que me tengo que sentir ahora? Porque encima me has dicho que no pretendes hacer daño a los míos. Joder, no entiendo nada.
Hablaba muy deprisa y, de golpe, se calló, como tomando una decisión mientras miraba al vacío. Entonces, volvió a alzar su mirada y le señaló con el dedo:
-¿No estarás pensando en cortarme las orejas?- sí, la pregunta era un disparate, pero la elfa lo preguntaba de forma muy seria.
Cuando acabó toda esa masacre y él volvió a sentarse enfrente de ella, le miró con los ojos rígidos como una estatua. De repente, desvió unos segundos la mirada a tiempo para ver como el dueño de la taberna estaba peligrosamente cerca de Karkaran. Se levantó de golpe, cogió la jarra y le tiró el té caliente al dueño en pleno rostro. Le hubiera quedado genial el gesto, muy hábil, pero no, por el ímpetu del lanzamiento se le escapó la jarra y fue en dirección a darle a Karkaran en el hombro. Era de esperar.
-Acabado.-masculló ella con cierto tono de disculpa hacia el brujo.
El dueño, por supuesto, refunfuñó y lanzó todo tipo de maldiciones contra los elfos mientras se limpiaba con la manga.
-¡Zorra orejuda! ¡Largaos los dos ahora mismo si no queréis que llame a la guardia! ¡No quiero volver a veros el pelo por aquí, escoria!
Iredia no esperó a Karkaran, se incorporó de golpe y salió escopetada por la puerta de la taberna, empujando la puerta con todas sus fuerzas (un poquito).
Cuando el brujo saliera, vería a la elfa con las manos en el rostro, vería en los ojos violáceos de Iredia un estado de confusión total.
-Vale, vale, vale, vale, vale, vale, vale, vale, vale, vale, vale. Vale.-respiró hondo-
Vale- irguió entonces su postura y empezó a dar paseitos, tratando de pensar y mantener la calma. -Eres un brujo. Claro, no podía ser de otra forma. ¿Cuándo puñetas me lo ibas a decir? ¡Sabes que mi raza odia a los tuyos! Pero... pero yo no te odio- manifestó con angustia.
Dejó de dar paseítos y se plantó delante del brujo, bastante cerca de él. Respiró hondo nuevamente y empezó a hablarle con mucha franqueza en su mirada.
-Acabas de salvarme la vida dos veces. Soy tu protegida, pero nuestras razas se odian. Bueno, mi raza odia a la tuya, al menos. Pero... pero yo no puedo odiarte y esto me genera angustia, sin ti no estaría viva. Y encima esa forma de luchar ha sido... - buscó la palabra antes de contestar, tragando saliva e intentando no recordar esa atracción que sintió- impresionante. ¿Cómo se supone que me tengo que sentir ahora? Porque encima me has dicho que no pretendes hacer daño a los míos. Joder, no entiendo nada.
Hablaba muy deprisa y, de golpe, se calló, como tomando una decisión mientras miraba al vacío. Entonces, volvió a alzar su mirada y le señaló con el dedo:
-¿No estarás pensando en cortarme las orejas?- sí, la pregunta era un disparate, pero la elfa lo preguntaba de forma muy seria.
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