Caminante no hay camino...[Libre]
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Re: Caminante no hay camino...[Libre]
Atendió a lo que le contó sobre el dicho del oro y la sangre. Por fin lo entendía. Aunque... demonios, había hecho el completo ridículo ofreciéndole el dedo herido en la taberna. Y para más inri, él se lo había chupado. Si se paraba a pensar, ahora todo tenía mucho menos sentido que antes.
Entonces, él se puso rudo con la herida de su mano. La verdad es que ella no le había dado mucha importancia, puesto que probablemente rezando a Imbar se curaría enseguida. Sin embargo, apreció que él sí y se le escapó una sonrisilla leve. Vio que cogía hierbas y vendas y lo miró con curiosidad. Sin más, soltó una carcajada cuando le dijo que no eran las hierbas de Tiv. Aparte de eso, había pensado en otra cosa algo más irónica.
-¿No se supone que soy yo la sanadora aquí? -miró entonces las hierbas- Y no te preocupes, ya te he dicho que confío en ti. Si te sientas, te enseño una cosa.-dijo con algo más de entusiasmo, pues quería enseñarle una cosa acerca de sus dotes sanadoras. Esta vez, le tocaba a ella corresponderle. Dio un par de toquecitos en el suelo con la mano, indicándole que volviese a sentarse a su lado.
De golpe, puso mala cara y se llevó una mano a la teta derecha. Se bajó la manta, sacándose el pecho, sin importarle en absoluto que Karkaran estuviese mirando y vio que tenía el pezón completamente rojo y le escocía una barbaridad.
-Cómo escuece esto... ¿Me das un poco de esas hierbas? La maldita rubia loca esa... -hizo un gesto molesto cuando rozó su aureola levemente. Llevar los otros hierbajos tanto tiempo ahí escondidos le había salido caro. El roce de la manta le molestaba.
Entonces, él se puso rudo con la herida de su mano. La verdad es que ella no le había dado mucha importancia, puesto que probablemente rezando a Imbar se curaría enseguida. Sin embargo, apreció que él sí y se le escapó una sonrisilla leve. Vio que cogía hierbas y vendas y lo miró con curiosidad. Sin más, soltó una carcajada cuando le dijo que no eran las hierbas de Tiv. Aparte de eso, había pensado en otra cosa algo más irónica.
-¿No se supone que soy yo la sanadora aquí? -miró entonces las hierbas- Y no te preocupes, ya te he dicho que confío en ti. Si te sientas, te enseño una cosa.-dijo con algo más de entusiasmo, pues quería enseñarle una cosa acerca de sus dotes sanadoras. Esta vez, le tocaba a ella corresponderle. Dio un par de toquecitos en el suelo con la mano, indicándole que volviese a sentarse a su lado.
De golpe, puso mala cara y se llevó una mano a la teta derecha. Se bajó la manta, sacándose el pecho, sin importarle en absoluto que Karkaran estuviese mirando y vio que tenía el pezón completamente rojo y le escocía una barbaridad.
-Cómo escuece esto... ¿Me das un poco de esas hierbas? La maldita rubia loca esa... -hizo un gesto molesto cuando rozó su aureola levemente. Llevar los otros hierbajos tanto tiempo ahí escondidos le había salido caro. El roce de la manta le molestaba.
Iredia
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Respiré profundamente contadas ocasiones mientras, tratando de parecer inmutable, me sentaba a su lado.
Unicamente miré lo justo y lo necesario su pecho herido, pues no queria que notase que su filosofia no era la misma en el resto del mundo, o al menos, no quería que notase que esa filosofía suya podía llegar a ponerme a mi algo incomodo.
Por respuesta, lo único que hice fue tomar levemente su pecho, procurando no ser brusco, y examinar con cuidado la rojez. Era simplemente una pequeña reacción cutánea, y seguramente se iría con el tiempo. Pero era cierto que podía llegar a ser molesto.
Cuando acabe de examinarlo, solté su pecho con suavidad y empecé a picar las hojas en un mortero improvisado con un bol.
- Te aplicaré una pasta. - Dije tranquilo.- Cuando la haya puesto, te tocara a ti sorprenderme con tus artes mágicas curativas, que lo sepas... - Dije tranquilo, dándole media sonrisa.
Dude un instante más antes de añadir:
- Deberías vigilar el tema de la desnudez, elfa. - Expliqué. - Se que en vuestros bosques es algo normal, pero lo cierto es que entre los humanos, ademas de por necesidad, la gente suele vestirse por pudor e higiene... Aunque en otros campos seamos asquerosamente cerdos... - Dije apartando la mirada, algo molesto con la raza en la que un día pertenecí. - En cualquier caso, puedes irte acostumbrando a desnudarte únicamente en la intimidad o en sitios indicados únicamente para tu genero. Como termas o baños... En privado, puedes estar conmigo como gustes. - Dije sereno, apartando la mezcla lista a un lado. - Pero es posible que mi cuerpo reaccione.
Cogí un poco del ungüento y le agarré de nuevo el pecho.
- Pero no te haré nada... -Añadí centrándome en el pezón. - Ahora estate quieta. Esto esta frió y es posible que lo notes por todo el cuerpo.
Unicamente miré lo justo y lo necesario su pecho herido, pues no queria que notase que su filosofia no era la misma en el resto del mundo, o al menos, no quería que notase que esa filosofía suya podía llegar a ponerme a mi algo incomodo.
Por respuesta, lo único que hice fue tomar levemente su pecho, procurando no ser brusco, y examinar con cuidado la rojez. Era simplemente una pequeña reacción cutánea, y seguramente se iría con el tiempo. Pero era cierto que podía llegar a ser molesto.
Cuando acabe de examinarlo, solté su pecho con suavidad y empecé a picar las hojas en un mortero improvisado con un bol.
- Te aplicaré una pasta. - Dije tranquilo.- Cuando la haya puesto, te tocara a ti sorprenderme con tus artes mágicas curativas, que lo sepas... - Dije tranquilo, dándole media sonrisa.
Dude un instante más antes de añadir:
- Deberías vigilar el tema de la desnudez, elfa. - Expliqué. - Se que en vuestros bosques es algo normal, pero lo cierto es que entre los humanos, ademas de por necesidad, la gente suele vestirse por pudor e higiene... Aunque en otros campos seamos asquerosamente cerdos... - Dije apartando la mirada, algo molesto con la raza en la que un día pertenecí. - En cualquier caso, puedes irte acostumbrando a desnudarte únicamente en la intimidad o en sitios indicados únicamente para tu genero. Como termas o baños... En privado, puedes estar conmigo como gustes. - Dije sereno, apartando la mezcla lista a un lado. - Pero es posible que mi cuerpo reaccione.
Cogí un poco del ungüento y le agarré de nuevo el pecho.
- Pero no te haré nada... -Añadí centrándome en el pezón. - Ahora estate quieta. Esto esta frió y es posible que lo notes por todo el cuerpo.
Erenair
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Vio con cierta diversión cómo el brujo cogía su pecho con suavidad para examinarlo. Lo cierto era que estaba sorprendida, demostró una curiosa delicadeza que no habría esperado de él después de lo que había visto que era capaz de hacer.
Después, cuando le dijo que le tocaba a ella sorprenderlo con sus artes curativas, asintió fervientemente. Tenía ganas.
Sin embargo, arrugó un poco la nariz cuando el brujo le llamó la atención sobre su desnudez. No lo entendía, sólo era una teta. Si hubiera sido de cuerpo entero, ¿qué hubiera pasado? ¿Y qué había querido decir con eso de que su cuerpo reaccionaría? Más tarde, le dijo que no le haría nada y entonces bajó la mirada un poco avergonzada. Era la primera vez en toda su vida que tenía que avergonzarse por enseñar algo que ella consideraba bello. Los humanos eran impredecibles e hipócritas.
-Lo haré, pero no lo entiendo. Ocultan algo que luego quieren tomar por la fuerza y dañan la belleza que luego quieren contemplar. -sacudió la cabeza, contrariada. Después, volvió a mirar a Karkaran- ¿Tengo que temer la reacción de tu cuerpo? -si seguíamos el razonamiento y el hecho de que le temía un poco, era normal esa pregunta.
Permaneció quieta mientras él cogía de nuevo su pecho y ajena al hecho de que su pezón acababa de erizarse por el fresquito que había fuera de la manta. Para más inri, la joven no pudo evitar una risita nerviosa.
-Perdóname, es que... ¡tengo unas cosquillas horribles! A poco me muero de risa cuando te pusiste a olfatearme los pechos en aquel lugar. Y, por cierto, ¡ese cachete... no era necesario!-iba a decirle un "estuvo muy bien", pero teniendo en cuenta que le estaba cogiendo un pecho y lo que le acababa de decir de la desnudez, no se atrevió. Aún.
Después, cuando le dijo que le tocaba a ella sorprenderlo con sus artes curativas, asintió fervientemente. Tenía ganas.
Sin embargo, arrugó un poco la nariz cuando el brujo le llamó la atención sobre su desnudez. No lo entendía, sólo era una teta. Si hubiera sido de cuerpo entero, ¿qué hubiera pasado? ¿Y qué había querido decir con eso de que su cuerpo reaccionaría? Más tarde, le dijo que no le haría nada y entonces bajó la mirada un poco avergonzada. Era la primera vez en toda su vida que tenía que avergonzarse por enseñar algo que ella consideraba bello. Los humanos eran impredecibles e hipócritas.
-Lo haré, pero no lo entiendo. Ocultan algo que luego quieren tomar por la fuerza y dañan la belleza que luego quieren contemplar. -sacudió la cabeza, contrariada. Después, volvió a mirar a Karkaran- ¿Tengo que temer la reacción de tu cuerpo? -si seguíamos el razonamiento y el hecho de que le temía un poco, era normal esa pregunta.
Permaneció quieta mientras él cogía de nuevo su pecho y ajena al hecho de que su pezón acababa de erizarse por el fresquito que había fuera de la manta. Para más inri, la joven no pudo evitar una risita nerviosa.
-Perdóname, es que... ¡tengo unas cosquillas horribles! A poco me muero de risa cuando te pusiste a olfatearme los pechos en aquel lugar. Y, por cierto, ¡ese cachete... no era necesario!-iba a decirle un "estuvo muy bien", pero teniendo en cuenta que le estaba cogiendo un pecho y lo que le acababa de decir de la desnudez, no se atrevió. Aún.
Iredia
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Re: Caminante no hay camino...[Libre]
- Ocultan algo que luego quieren tomar por la fuerza y dañan la belleza que luego quieren contemplar.
Asentí en silencio. No tenia nada que añadir a ese comentario, pues no veía en el ni una sola palabra que contradecir.
- ¿Tengo que temer la reacción de tu cuerpo?
Sonrei de medio lado sin mirarla a los ojos.
-No te preocupes. - Contesté sonriente. - Solo es una hinchazón en cierta parte del cuerpo.
La miré con la cabeza de lado, observando como parecía incomodarse ante la idea de tener que taparse.
Mientras ella me confesaba lo de sus cosquillas, sonreí de medio lado. Estaba de buen humor, así que decidí explicarlo entonces.
- No confundas mis palabras con desagrado, pielverde. - Expliqué tranquilo. - Simplemente son culturas diferentes. Eres bella. Y no lo dudes. - Dije encogiéndome de nuevo de hombros. - Es solo que tengo otras prioridades... Y lo del cachete, sinceramente, era para disimular... - Luego volví a inclinar la cabeza un instante mientras sonreía y acababa de colocar el empaste. - Ademas, tenia ganas de azotarte el culo.
Ante su mirada incredula al respecto del ultimo comentario, me encogí de hombros.
- Es un buen culo.
Asentí en silencio. No tenia nada que añadir a ese comentario, pues no veía en el ni una sola palabra que contradecir.
- ¿Tengo que temer la reacción de tu cuerpo?
Sonrei de medio lado sin mirarla a los ojos.
-No te preocupes. - Contesté sonriente. - Solo es una hinchazón en cierta parte del cuerpo.
La miré con la cabeza de lado, observando como parecía incomodarse ante la idea de tener que taparse.
Mientras ella me confesaba lo de sus cosquillas, sonreí de medio lado. Estaba de buen humor, así que decidí explicarlo entonces.
- No confundas mis palabras con desagrado, pielverde. - Expliqué tranquilo. - Simplemente son culturas diferentes. Eres bella. Y no lo dudes. - Dije encogiéndome de nuevo de hombros. - Es solo que tengo otras prioridades... Y lo del cachete, sinceramente, era para disimular... - Luego volví a inclinar la cabeza un instante mientras sonreía y acababa de colocar el empaste. - Ademas, tenia ganas de azotarte el culo.
Ante su mirada incredula al respecto del ultimo comentario, me encogí de hombros.
- Es un buen culo.
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Re: Caminante no hay camino...[Libre]
Esa situación se estaba volviendo rara. Muy rara. Se podía analizar en la siguiente frase: Un miembro de la raza enemiga de los elfos le estaba aplicando un empaste en una teta mientras le decía que ciertas partes de su cuerpo podían hincharse. Y, además, con toda su franqueza manifestaba que le gustaba su culo. No era novata en las artes íntimas, los elfos de su tribu entendían la filosofía del amor libre en muchos sentidos y, realmente, se le había olvidado que Karkaran, pese a ser un brujo, seguía siendo un hombre. Ahora no tenía muy claro si su pezón estaba erizado porque el emplaste estaba frío o porque ella empezaba a estar caliente.
Carraspeó, le miró incrédula, se cogió un mechón de pelo, se puso de nuevo como un tomate y miró al techo. Luego, algo nerviosa, se echó a reír, con una carcajada limpia y sincera. Sabía que lo que había visto en el prostíbulo era motivo para temerlo, pero le había gustado aquel comentario y, la verdad, la risa relajaba el ambiente y a ella. Sacudió la cabeza y le guiñó un ojo con una deslumbrante sonrisa.
-Me alegro de que te guste mi culo. Dado que has dicho que contigo puedo estar como quiera, tienes muchas oportunidades para disfrutarlo.-ella lo dijo en sentido figurado, pues creía que le gustaba contemplarlo, sin caer en el sentido literal (y muy desafortunado) del comentario.
Una vez terminó él de aplicar el emplaste, ella se sopló un poquito y luego, agarrándose la manta para que no se le cayera, se levantó. Intentó hacer malabarismos para que la manta se quedase sujeta aún con la teta de Iredia fuera. Cuando lo consiguió, le hizo un gesto para que se levantase y juntó las manos.
-Ven, levanta, que te voy a enseñar un poquito de la magia de los elfos. -sonrió, visiblemente más contenta.
Él vería cómo ella murmuraba un salmo con voz suave en élfico y sus manos empezaron a emitir una tenue luz blanquecina.
-Imbar-len kil ondolen, nahar ine os lainthale -rezó.
Carraspeó, le miró incrédula, se cogió un mechón de pelo, se puso de nuevo como un tomate y miró al techo. Luego, algo nerviosa, se echó a reír, con una carcajada limpia y sincera. Sabía que lo que había visto en el prostíbulo era motivo para temerlo, pero le había gustado aquel comentario y, la verdad, la risa relajaba el ambiente y a ella. Sacudió la cabeza y le guiñó un ojo con una deslumbrante sonrisa.
-Me alegro de que te guste mi culo. Dado que has dicho que contigo puedo estar como quiera, tienes muchas oportunidades para disfrutarlo.-ella lo dijo en sentido figurado, pues creía que le gustaba contemplarlo, sin caer en el sentido literal (y muy desafortunado) del comentario.
Una vez terminó él de aplicar el emplaste, ella se sopló un poquito y luego, agarrándose la manta para que no se le cayera, se levantó. Intentó hacer malabarismos para que la manta se quedase sujeta aún con la teta de Iredia fuera. Cuando lo consiguió, le hizo un gesto para que se levantase y juntó las manos.
-Ven, levanta, que te voy a enseñar un poquito de la magia de los elfos. -sonrió, visiblemente más contenta.
Él vería cómo ella murmuraba un salmo con voz suave en élfico y sus manos empezaron a emitir una tenue luz blanquecina.
-Imbar-len kil ondolen, nahar ine os lainthale -rezó.
Iredia
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Re: Caminante no hay camino...[Libre]
Por respuesta a su inadecuado comentario respecto a mi posibilidad de disfrutar su culo, no le di respuesta directa, sino que chasqueé la lengua tontamente mientras meneaba la cabeza y sonreía de medio lado. Me era algo difícil llegar a creer que existiera una persona tan inocente e indefensa como ella... Pero no le dije nada.
-Ven, levanta, que te voy a enseñar un poquito de la magia de los elfos
Impaciente de ver por fin algo de esa magia, me levanté, pero sin dejar que mis prisas se reflejaran en mis actos. "En un negocio, nunca muestres tus emociones. Podrían usarlas en tu contra". Me dije a mi mismo, recordando las palabras de mi maestro.
Vi como juntaba sus manos y comenzaba a formular unas luces mientras pronunciaba unas palabras que no supe reconocer.
La luz, en un tenue tono pálido y atenuado, parecía emerger del punto central de su palma, donde la energía fluye y escapa con una mayor facilidad. Traté de ver también en la dirección en la que la magia fluía, pero no era el mismo tipo de magia que usaba yo. Su formulación no era direccional, sino más bien circular, como centrada y generada en un punto para un punto.
Noté entonces el corte del brazo. Poco a poco, como visto a cámara lenta, como la piel empezaba a generarse sobre la herida. Como si se tratara de agua al cubrir una superficie. Noté también una sensación de calor en toda la zona, pero no un calor abrasante, sino cálido, como si algo estuviera cubriéndome toda esa zona.
Volví de nuevo la vista hacia la elfa, centrándome esta vez en su rostro. Con lo ojos cerrados y mirada seria y serena, la sanadora parecía estar totalmente centrada en eso que estaba haciendo.
Me pregunté en silenció que podría ocurrir si la interrumpía o desconcentraba en ese momento. ¿El circulo cambiara de función? ¿Se dispersaría el Ki?
Sonreí de medio lado. Esa relación iba a ser muy interesante. Un paso más cerca del objetivo final...
Cuando hubo acabado, la miré aun con esa sonrisa en mi rostro. Satisfecho de haber hecho un buen negocio.
- Solo por esto... - Dije - Merece la pena salvarte de tantos líos como quieras meterte, follapinos.
Después de eso, no dije nada más, me senté en el suelo de nuevo, al lado de la chimenea y tomando de las cosas de la elfa el cuchillo que le había birlado horas atrás. La miré con una sonrisa algo macabra, pues esta vez, me descuide y la hice con ambos lados del rostro. Mostrando como se tensaban mis cicatrices de la cara con ella.
- Esta vez... Te lo devolveré. - Dije tranquilo, jugueteando con el entre los brazos. - Pero ahora debes descansar... Así que duerme.
Con un cabezazo, le indique la cama. Tentado ante la idea de acompañarla y meterle mano, pero me contuve.
No debía mezclar los negocios con el placer...
Al menos, no la primera noche.
-Ven, levanta, que te voy a enseñar un poquito de la magia de los elfos
Impaciente de ver por fin algo de esa magia, me levanté, pero sin dejar que mis prisas se reflejaran en mis actos. "En un negocio, nunca muestres tus emociones. Podrían usarlas en tu contra". Me dije a mi mismo, recordando las palabras de mi maestro.
Vi como juntaba sus manos y comenzaba a formular unas luces mientras pronunciaba unas palabras que no supe reconocer.
La luz, en un tenue tono pálido y atenuado, parecía emerger del punto central de su palma, donde la energía fluye y escapa con una mayor facilidad. Traté de ver también en la dirección en la que la magia fluía, pero no era el mismo tipo de magia que usaba yo. Su formulación no era direccional, sino más bien circular, como centrada y generada en un punto para un punto.
Noté entonces el corte del brazo. Poco a poco, como visto a cámara lenta, como la piel empezaba a generarse sobre la herida. Como si se tratara de agua al cubrir una superficie. Noté también una sensación de calor en toda la zona, pero no un calor abrasante, sino cálido, como si algo estuviera cubriéndome toda esa zona.
Volví de nuevo la vista hacia la elfa, centrándome esta vez en su rostro. Con lo ojos cerrados y mirada seria y serena, la sanadora parecía estar totalmente centrada en eso que estaba haciendo.
Me pregunté en silenció que podría ocurrir si la interrumpía o desconcentraba en ese momento. ¿El circulo cambiara de función? ¿Se dispersaría el Ki?
Sonreí de medio lado. Esa relación iba a ser muy interesante. Un paso más cerca del objetivo final...
Cuando hubo acabado, la miré aun con esa sonrisa en mi rostro. Satisfecho de haber hecho un buen negocio.
- Solo por esto... - Dije - Merece la pena salvarte de tantos líos como quieras meterte, follapinos.
Después de eso, no dije nada más, me senté en el suelo de nuevo, al lado de la chimenea y tomando de las cosas de la elfa el cuchillo que le había birlado horas atrás. La miré con una sonrisa algo macabra, pues esta vez, me descuide y la hice con ambos lados del rostro. Mostrando como se tensaban mis cicatrices de la cara con ella.
- Esta vez... Te lo devolveré. - Dije tranquilo, jugueteando con el entre los brazos. - Pero ahora debes descansar... Así que duerme.
Con un cabezazo, le indique la cama. Tentado ante la idea de acompañarla y meterle mano, pero me contuve.
No debía mezclar los negocios con el placer...
Al menos, no la primera noche.
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Re: Caminante no hay camino...[Libre]
Ella se concentró en aquella herida leve. Lo cierto era que, al ser un rasguño, probablemente desapareciese por completo en una hora como mucho. Sin embargo, tenía que explicarle sus limitaciones. Cuando le dijo aquel halago, ella abrió los ojos y le sonrió dulcemente. Había conseguido impresionarlo y eso la enorgullecía. En general, la magia de su gente era algo de lo que podía sentirse muy honrada.
-Aún tengo mucho que aprender...-comentó con modestia- Puedo sanar én muy poco tiempo heridas superficiales y acelerar la curación de heridas que sean algo más graves. Sin embargo, no es todo lo que sabemos hacer.
Aún estoy aprendiendo, pero con el tiempo, probablemente no haya ni una sola herida que no pueda sanar. -dijo con esperanza- De momento, puedo hacer esto solo con las manos. Para curar alguna cosa más grave, necesito también hierbas. -hizo una pausa, retirando las manos de su brazo y colocándose un mechón de pelo detrás de su oreja- Nosotros curamos mediante plegarias a la tierra. La diosa Imbar es la que nos otorga el don de la imposición. Por eso sólo los elfos sabemos hacer esto. -no lo dijo con soberbia, sino como un hecho- De momento, estoy aprendiendo, ya sabes. Intenta no quedarte sin un brazo, ¿vale? -rió levemente.
Entonces, vio que se sentaba y empezó a juguetear con su cuchillo. Debió de leerle el pensamiento, pues esta vez le prometió que se lo devolvería. Vio cómo sonreía por completo, moviendo las cicatrices. Igual aprovechaba un momento en el que estuviera dormido y se las tocaba. Instintivamente, se volvió a tocar las orejas. Pero esta vez, no le preguntó si se las iba a cortar, ya sabía que no. Esta vez, se agachó a su lado y le abrazó con todas sus ganas.
-Gracias por todo, mi guardián. -le dio un beso en la mejilla cicatrizada. Ella intuyó que aquel contacto podría hacerle sentir incómodo, pero no lo sabría a ciencia cierta hasta que no lo intentase.
Sin más, se incorporó y avanzó hacia la cama. Con un movimiento de hastío, cogió la manta y la tiró a un lado. Se notaba que estaba harta de taparse. Se metió en la cama completamente desnuda y dejó un hueco amplio, por si el brujo quería meterse. Ella daba por hecho que él no iba a dormir en el suelo. Tardó dos segundos en dormirse.
-Aún tengo mucho que aprender...-comentó con modestia- Puedo sanar én muy poco tiempo heridas superficiales y acelerar la curación de heridas que sean algo más graves. Sin embargo, no es todo lo que sabemos hacer.
Aún estoy aprendiendo, pero con el tiempo, probablemente no haya ni una sola herida que no pueda sanar. -dijo con esperanza- De momento, puedo hacer esto solo con las manos. Para curar alguna cosa más grave, necesito también hierbas. -hizo una pausa, retirando las manos de su brazo y colocándose un mechón de pelo detrás de su oreja- Nosotros curamos mediante plegarias a la tierra. La diosa Imbar es la que nos otorga el don de la imposición. Por eso sólo los elfos sabemos hacer esto. -no lo dijo con soberbia, sino como un hecho- De momento, estoy aprendiendo, ya sabes. Intenta no quedarte sin un brazo, ¿vale? -rió levemente.
Entonces, vio que se sentaba y empezó a juguetear con su cuchillo. Debió de leerle el pensamiento, pues esta vez le prometió que se lo devolvería. Vio cómo sonreía por completo, moviendo las cicatrices. Igual aprovechaba un momento en el que estuviera dormido y se las tocaba. Instintivamente, se volvió a tocar las orejas. Pero esta vez, no le preguntó si se las iba a cortar, ya sabía que no. Esta vez, se agachó a su lado y le abrazó con todas sus ganas.
-Gracias por todo, mi guardián. -le dio un beso en la mejilla cicatrizada. Ella intuyó que aquel contacto podría hacerle sentir incómodo, pero no lo sabría a ciencia cierta hasta que no lo intentase.
Sin más, se incorporó y avanzó hacia la cama. Con un movimiento de hastío, cogió la manta y la tiró a un lado. Se notaba que estaba harta de taparse. Se metió en la cama completamente desnuda y dejó un hueco amplio, por si el brujo quería meterse. Ella daba por hecho que él no iba a dormir en el suelo. Tardó dos segundos en dormirse.
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Re: Caminante no hay camino...[Libre]
Mientras me explicaba el funcionamiento de la magia que utilizaba, incline ligeramente la cabeza sin hacer ningún comentario ni gesto que pudiera llegar a interpretarse de alguna forma inadecuada.
Lo cierto era que no me consideraba, ni de lejos, una persona creyente. Era bastante reacio a considerar la posibilidad de la omnipotencia y la omnipresencia. No consideraba que tal cosa ni tal ser pudiera llegar a existir.
Si su magia realmente funcionaba así, quizá el conjuro estaba en el uso de los versos que utilizaba en el rezo más que en el rezo como acción religiosa, o eso es lo que pensé.
Ya habría tiempo de descubrirlo.
Luego, la elfa acabó por quitarse completamente toda la ropa y se tumbo en la cama de lado, dejando un espacio y mostrándome toda su espalda y cuerpo... En especial el final de su espalda me llamo mucho la atención.
Aparte la vista sonriendo mientras me debatía en mi fuero interno por lo que moría de ganas por hacer.
Sumido por el deseo, me levante procurando hacer el menor ruido posible, pero cuando estaba a punto de robarle un par de caricias y (siendo sinceros) aprovechar su inocencia, me fije entonces en que se habia dormido profundamente en el rato que yo había tardado en levantarme.
Mi deseo se esfumo y me lleve la mano al rostro.
- No confíes tan rápido en nadie, elfa... - Susurré a esa habitacion vacía casi con desesperación.
La miré en silencio un rato y luego volví a sentarme en el suelo.
Me pase esa noche vigilandola desde ahí, procurando que no le ocurriera nada hasta que el cansancio me hizo mella y me dormi en esa misma posición.
La de un perro guardián.
Lo cierto era que no me consideraba, ni de lejos, una persona creyente. Era bastante reacio a considerar la posibilidad de la omnipotencia y la omnipresencia. No consideraba que tal cosa ni tal ser pudiera llegar a existir.
Si su magia realmente funcionaba así, quizá el conjuro estaba en el uso de los versos que utilizaba en el rezo más que en el rezo como acción religiosa, o eso es lo que pensé.
Ya habría tiempo de descubrirlo.
Luego, la elfa acabó por quitarse completamente toda la ropa y se tumbo en la cama de lado, dejando un espacio y mostrándome toda su espalda y cuerpo... En especial el final de su espalda me llamo mucho la atención.
Aparte la vista sonriendo mientras me debatía en mi fuero interno por lo que moría de ganas por hacer.
Sumido por el deseo, me levante procurando hacer el menor ruido posible, pero cuando estaba a punto de robarle un par de caricias y (siendo sinceros) aprovechar su inocencia, me fije entonces en que se habia dormido profundamente en el rato que yo había tardado en levantarme.
Mi deseo se esfumo y me lleve la mano al rostro.
- No confíes tan rápido en nadie, elfa... - Susurré a esa habitacion vacía casi con desesperación.
La miré en silencio un rato y luego volví a sentarme en el suelo.
Me pase esa noche vigilandola desde ahí, procurando que no le ocurriera nada hasta que el cansancio me hizo mella y me dormi en esa misma posición.
La de un perro guardián.
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Re: Caminante no hay camino...[Libre]
Se agitó en sueños, y vio gordos sin dientes tratando de tocarla. Una mano la asía de la melena y el olor a almejas podridas inundaba el aire. Un grito, lágrimas, el filo de un cuchillo cortando un miembro viril...
Abrió los ojos de golpe y tardó varios segundos en recordar dónde estaba y por qué. Estaba sudando y le dolía la cabeza. La chimenea hacía mucho rato que se había apagado. Vio con asombro y algo de susto que no había nadie a su lado y se incorporó. La silueta de Karkaran estaba ahí, cabizbaja, durmiendo sentado en una posición complicada para su cuello y espalda.
<<Pobre... -pensó la elfa.
Decidió levantarse un rato, no tenía ganas de volver a dormirse después de las imágenes que su cerebro tenía a bien mostrarla. El hecho de dormir entre cuatro paredes la agobió ligeramente, pero agradecía que su protector estuviese allí. Con el cuerpo desnudo perlado en sudor, en cuanto salió de la cama la piel se le puso de gallina y sintió un placentero y fresco escalofrío. Se deslizó con ligereza hasta la palangana, procurando ser lo más cuidadosa y sigilosa posible. Se mojó los labios y la cara, suspiró y miró a la luna. Estaba creciente y hermosa y la elfa no pudo evitar sonreír. Volvió a mirar a Karkaran y, cogiendo la manta que había tirado al suelo con rabia, se desplazó hasta él y con mucha delicadeza le cubrió el cuerpo para que no se quedase frío.
De repente, escuchó un golpe. Y no había sido lejos de allí. El corazón empezó a latirle tan fuerte que creyó que podría despertar al brujo. Se movió hasta la puerta y puso la oreja sobre ella. Oía pasos susurrantes, que se deslizaban con cuidado sobre el tablero. Sea quien fuese, al menos, iba sobrio. Los pasos se acercaban hasta esa puerta, los oyó hasta que el sonido indicaba que la figura estaba muy cerca de su cuarto. La joven tragó saliva y buscó con la mirada el cuchillo que Karkaran le había cogido. Lo cogió, intentando no despertarlo y volvió a la puerta.
Los pasos habían cesado. Pegó la oreja de nuevo. Oyó una inspiración justo al otro lado. Alguien estaba haciendo el mismo gesto que ella. Abrió la puerta de golpe y una silueta alta y delgada cayó de bruces contra el suelo. Iredia lo esquivó por un segundo y, antes de que la figura se levantase, se tiró encima de ella y le puso el cuchillo en donde intuía certeramente que estaba el cuello. La penumbra no le permitía divisar bien los rasgos de la silueta, pero notó que se tensaba bajo su cuerpo y sus brazos se alzaban para pedir clemencia. El escándalo seguramente habría despertado a Karkaran.
-¿Iredia?
La joven se quedó congelada por un instante. Trató de forzar la vista y, con sorpresa, soltó el cuchillo y se levantó precipitadamente.
-Filgor... -reconoció a su primo, un rubiales de metro ochenta y fibrado, aunque no muy corpulento. Estaba tan estupefacta que no pudo hacer ningún gesto de alegría o sorpresa. -¿Qué... qué demonios haces aqu...?
-No tengo mucho tiempo, Tan-Damar, necesito un médico. Doy gracias a los dioses que me hayan enviado a ti.
Mi hermano Doras está grave. Le clavaron una flecha unos bandidos al sur de aquí y hemos conseguido llegar a la ciudad. -hablaba muy atropelladamente, casi no respiraba- Tengo que llevarlo a Sandorai. Nos hemos refugiado aquí, en esta.... posada, pero yo no tengo suficiente conocimiento para curarlo o mantenerlo con vida el tiempo suficiente. Creo que lo han envenenado.
Iredia suspiró. Eran hermanos gemelos y no muy listos. Se fue a coger su ropa algo contrariada mientras su primo miraba al hombre que compartía habitación con la elfa, incorporándose del suelo.
-¿Qué hace un... humano contigo?-dijo con tono despectivo.
Abrió los ojos de golpe y tardó varios segundos en recordar dónde estaba y por qué. Estaba sudando y le dolía la cabeza. La chimenea hacía mucho rato que se había apagado. Vio con asombro y algo de susto que no había nadie a su lado y se incorporó. La silueta de Karkaran estaba ahí, cabizbaja, durmiendo sentado en una posición complicada para su cuello y espalda.
<<Pobre... -pensó la elfa.
Decidió levantarse un rato, no tenía ganas de volver a dormirse después de las imágenes que su cerebro tenía a bien mostrarla. El hecho de dormir entre cuatro paredes la agobió ligeramente, pero agradecía que su protector estuviese allí. Con el cuerpo desnudo perlado en sudor, en cuanto salió de la cama la piel se le puso de gallina y sintió un placentero y fresco escalofrío. Se deslizó con ligereza hasta la palangana, procurando ser lo más cuidadosa y sigilosa posible. Se mojó los labios y la cara, suspiró y miró a la luna. Estaba creciente y hermosa y la elfa no pudo evitar sonreír. Volvió a mirar a Karkaran y, cogiendo la manta que había tirado al suelo con rabia, se desplazó hasta él y con mucha delicadeza le cubrió el cuerpo para que no se quedase frío.
De repente, escuchó un golpe. Y no había sido lejos de allí. El corazón empezó a latirle tan fuerte que creyó que podría despertar al brujo. Se movió hasta la puerta y puso la oreja sobre ella. Oía pasos susurrantes, que se deslizaban con cuidado sobre el tablero. Sea quien fuese, al menos, iba sobrio. Los pasos se acercaban hasta esa puerta, los oyó hasta que el sonido indicaba que la figura estaba muy cerca de su cuarto. La joven tragó saliva y buscó con la mirada el cuchillo que Karkaran le había cogido. Lo cogió, intentando no despertarlo y volvió a la puerta.
Los pasos habían cesado. Pegó la oreja de nuevo. Oyó una inspiración justo al otro lado. Alguien estaba haciendo el mismo gesto que ella. Abrió la puerta de golpe y una silueta alta y delgada cayó de bruces contra el suelo. Iredia lo esquivó por un segundo y, antes de que la figura se levantase, se tiró encima de ella y le puso el cuchillo en donde intuía certeramente que estaba el cuello. La penumbra no le permitía divisar bien los rasgos de la silueta, pero notó que se tensaba bajo su cuerpo y sus brazos se alzaban para pedir clemencia. El escándalo seguramente habría despertado a Karkaran.
-¿Iredia?
La joven se quedó congelada por un instante. Trató de forzar la vista y, con sorpresa, soltó el cuchillo y se levantó precipitadamente.
-Filgor... -reconoció a su primo, un rubiales de metro ochenta y fibrado, aunque no muy corpulento. Estaba tan estupefacta que no pudo hacer ningún gesto de alegría o sorpresa. -¿Qué... qué demonios haces aqu...?
-No tengo mucho tiempo, Tan-Damar, necesito un médico. Doy gracias a los dioses que me hayan enviado a ti.
Mi hermano Doras está grave. Le clavaron una flecha unos bandidos al sur de aquí y hemos conseguido llegar a la ciudad. -hablaba muy atropelladamente, casi no respiraba- Tengo que llevarlo a Sandorai. Nos hemos refugiado aquí, en esta.... posada, pero yo no tengo suficiente conocimiento para curarlo o mantenerlo con vida el tiempo suficiente. Creo que lo han envenenado.
Iredia suspiró. Eran hermanos gemelos y no muy listos. Se fue a coger su ropa algo contrariada mientras su primo miraba al hombre que compartía habitación con la elfa, incorporándose del suelo.
-¿Qué hace un... humano contigo?-dijo con tono despectivo.
Iredia
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La misma pesadilla de nuevo. Esta vez, por suerte, interrumpida por un brusco golpe.
No me moví. De ser un asesino, ya seria tarde. De ser un ladrón, habría que esperar. Estuve quieto observando la habitacion en silencio. Observando como la elfa no estaba en la cama y el cuchillo habia desaparecido.
Cuando oí la voz de la elfa disimulada por la puerta, respire algo más aliviado. Fuera quien fuera, pese a ser peligroso, era amigo de la elfa. O como mínimo, lo suficientemente amigable para entablar conversación con ella.
La puerta se abrió de golpe y entro Iredia visiblemente molesta o alterada por la agitación del momento. Tras ella, había otro elfo. Rubio, de grandes rasgos. Tenia una especie de marca tatuada bajo un ojo. Ella empezó a vestirse mientras yo seguía mirando al elfo.
-¿Qué hace un... humano contigo?-dijo con un tono que me hizo girar la cabeza y agradecer en silencio que Iredia me hubiera quitado el cuchillo.
- Es mi protector. - Dijo ella por respuesta mientras se vestía.
- Pues vaya trabajo ha hecho... - Dijo el elfo con sorna.
No respondí a la provocación. Mire de reojo a Iredia mientras dibujaba un símbolo con la mano. Ella negó con la cabeza y yo deje el conjuro.
- ¿Nos vamos? - Pregunté ignorando completamente al elfo.
- Si. - Dijo ella.
Yo asentí y me levanté entonces. Tomando mis cosas.
- Vamos primero a por tu arco. - Declaré. - No creo que un elfo se haya metido asi como asi en la ciudad... Y menos uno como el.
- ¿Que quieres decir con eso, sucio Mer? - Dijo este apretando los dientes.
- Algo que no creo que un Sera pudiera entender. - Dije tranquilamente, usando la palabra "Elfo" en su mismo lenguaje. - El coleccionista que menciono Miv esta cerca. Vayamos, dejame entrar, tomare el arco y nos iremos entonces... ¿De acuerdo?
Ella tardo un instante en asentir, pero cuando lo hizo, ambos nos pusimos en marcha.
La casa del coleccionista no fue difícil de encontrar. Era una pequeña mansión con patio delantero en la parte más alta de la ciudad, sobre la colina. Estaba detrás de una plaza, y tenia un acceso relativamente fácil si se usaba también magia de aire para propulsarse.
Pero, ese puto elfo no me gustaba un pelo. Así que no la use.
- Esperad aquí. - Dije tranquilo, empezando a escalar la pared, aprovechándome de la noche y de un par de ladrillos a medio romper que decoraban la fachada del edificio.
Tras un poco de esfuerzo, llegue al balcón del primer piso, donde saqué mi ganzúa y mi cortaplumas y force la cerradura. "Para ser un coleccionista" Pensé "No es muy cuidadoso..."
Al entrar, pude ver que ese era el salón principal. Miré a ambos lados y vi unas escaleras. Las tomé pisando con cuidado. Procurando no hacer ruido. Al final de ellas, un pasillo. Varias puertas. Una de ellas, de color y cerradura diferentes.
"Bingo"
Me acerqué y empecé a frozarla. Esta, a diferencia del anterior, era de mejor calidad. Decidi que quizas si que era un buen coleccionista. Tras un par de tediosos segundos de traqueteos, por fin conseguí abrir la puerta, que se abrio despacio.
El interior, repleto de objetos de muchos colores y pintas, no me intereso demasiado en ese momento.
Si hubiera entrado sin prisas ni objetivo, quizás habría desplumado a ese hombre.
Pero ese no era el plan... Al menos, de momento.
Al fondo de la sala, iluminado por la única ventana de la estancia, vi entonces el arco.
Me acerqué despacio y lo observe antes de tomarlo. Era recio. De buen diseño. De una madera que no supe reconocer. Con unos grabados y un trabajo manual destacables, Seguramente, hecho a mano y no en serie.
"Le pega..." Me dije a mi mismo, pensando en Iredia.
Con cuidado, lo tome y lo alce de la repisa donde descansaba. "Click"
Apreté los ojos y blasfeme en voz alta.
- Mierda.
Y entonces la ventana explotó.
No me moví. De ser un asesino, ya seria tarde. De ser un ladrón, habría que esperar. Estuve quieto observando la habitacion en silencio. Observando como la elfa no estaba en la cama y el cuchillo habia desaparecido.
Cuando oí la voz de la elfa disimulada por la puerta, respire algo más aliviado. Fuera quien fuera, pese a ser peligroso, era amigo de la elfa. O como mínimo, lo suficientemente amigable para entablar conversación con ella.
La puerta se abrió de golpe y entro Iredia visiblemente molesta o alterada por la agitación del momento. Tras ella, había otro elfo. Rubio, de grandes rasgos. Tenia una especie de marca tatuada bajo un ojo. Ella empezó a vestirse mientras yo seguía mirando al elfo.
-¿Qué hace un... humano contigo?-dijo con un tono que me hizo girar la cabeza y agradecer en silencio que Iredia me hubiera quitado el cuchillo.
- Es mi protector. - Dijo ella por respuesta mientras se vestía.
- Pues vaya trabajo ha hecho... - Dijo el elfo con sorna.
No respondí a la provocación. Mire de reojo a Iredia mientras dibujaba un símbolo con la mano. Ella negó con la cabeza y yo deje el conjuro.
- ¿Nos vamos? - Pregunté ignorando completamente al elfo.
- Si. - Dijo ella.
Yo asentí y me levanté entonces. Tomando mis cosas.
- Vamos primero a por tu arco. - Declaré. - No creo que un elfo se haya metido asi como asi en la ciudad... Y menos uno como el.
- ¿Que quieres decir con eso, sucio Mer? - Dijo este apretando los dientes.
- Algo que no creo que un Sera pudiera entender. - Dije tranquilamente, usando la palabra "Elfo" en su mismo lenguaje. - El coleccionista que menciono Miv esta cerca. Vayamos, dejame entrar, tomare el arco y nos iremos entonces... ¿De acuerdo?
Ella tardo un instante en asentir, pero cuando lo hizo, ambos nos pusimos en marcha.
* * * * *
La casa del coleccionista no fue difícil de encontrar. Era una pequeña mansión con patio delantero en la parte más alta de la ciudad, sobre la colina. Estaba detrás de una plaza, y tenia un acceso relativamente fácil si se usaba también magia de aire para propulsarse.
Pero, ese puto elfo no me gustaba un pelo. Así que no la use.
- Esperad aquí. - Dije tranquilo, empezando a escalar la pared, aprovechándome de la noche y de un par de ladrillos a medio romper que decoraban la fachada del edificio.
Tras un poco de esfuerzo, llegue al balcón del primer piso, donde saqué mi ganzúa y mi cortaplumas y force la cerradura. "Para ser un coleccionista" Pensé "No es muy cuidadoso..."
Al entrar, pude ver que ese era el salón principal. Miré a ambos lados y vi unas escaleras. Las tomé pisando con cuidado. Procurando no hacer ruido. Al final de ellas, un pasillo. Varias puertas. Una de ellas, de color y cerradura diferentes.
"Bingo"
Me acerqué y empecé a frozarla. Esta, a diferencia del anterior, era de mejor calidad. Decidi que quizas si que era un buen coleccionista. Tras un par de tediosos segundos de traqueteos, por fin conseguí abrir la puerta, que se abrio despacio.
El interior, repleto de objetos de muchos colores y pintas, no me intereso demasiado en ese momento.
Si hubiera entrado sin prisas ni objetivo, quizás habría desplumado a ese hombre.
Pero ese no era el plan... Al menos, de momento.
Al fondo de la sala, iluminado por la única ventana de la estancia, vi entonces el arco.
Me acerqué despacio y lo observe antes de tomarlo. Era recio. De buen diseño. De una madera que no supe reconocer. Con unos grabados y un trabajo manual destacables, Seguramente, hecho a mano y no en serie.
"Le pega..." Me dije a mi mismo, pensando en Iredia.
Con cuidado, lo tome y lo alce de la repisa donde descansaba. "Click"
Apreté los ojos y blasfeme en voz alta.
- Mierda.
Y entonces la ventana explotó.
Erenair
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Se dirigieron entonces a aquella casa los tres. Filgor iba detrás de Iredia y ella observaba en silencio aquella curiosa mansión. Había humanos que, desde luego, sabían ganarse la vida.
<<A costa de mi arco>>, pensó enfurruñada.
-Esperad aquí. -les dijo entonces Karkaran.
Ella asintió, el elfo no respondió y vio cómo escalaba la pared con gran habilidad. Sonrió levemente. Tenía mucha suerte con el guardián que se había buscado. Sin embargo, su primo vio aquella sonrisa y la malinterpretó. Bueno, quizás no del todo.
-No me digas que te gusta ese, prima. -dijo con desdén en su tono- Si parece un vagabundo.
Iredia se giró hacia él cabreada mientras Karkaran examinaba la mansión. La irracionalidad de los elfos era algo que la irritaba mucho.
-Ese vagabundo lleva salvándome la vida desde que llegué aquí. Deberías dar gracias de seguir teniendo una prima que sabe curar en este clan. Idiota. -refunfuñó- Y, por cierto... -miró entonces a Filgor con suspicacia- ¿Qué motivo pueden tener unos bandidos para usar veneno contra un elfo?
Filgor tragó saliva.
-Los humanos ya sabes que son unas alimañas...
-Estás mintiendo.
Se hizo el silencio.
-Mira, Iredia, hay cosas que no puedes entender. ¿De dónde crees que obtenemos a veces dinero los elfos de tu clan? La matriarca está al corriente.
- ¿¡Que mi madre qué!?-chilló la elfa.
Y, en ese momento, una terrible explosión sacudió la mansión, hizo estallar varias ventanas y la onda expansiva los tiró al suelo. Se cubrieron la cabeza para que los cristales y los restos de casa no les hiciesen daño. Pero Iredia poco tardó en volver a descubrirse la cara y mirar con horror el escenario. Se oyeron chillidos en el interior, una mujer salió por la puerta principal con un niño sangrando en brazos y el otro agarrado a su falda. Salió entonces otra chica con dos hombres que parecían el servicio doméstico de la casa. Ni rastro del brujo.
-¡KAR! -gritó la elfa horrorizada.
Sin dudarlo un instante, aprovechó la confusión del momento y se coló por la puerta principal de la casa. Había un agujero terrible en el techo y el fuego amenazaba con devorar todo el piso superior. El humo empezaba a contaminar el aire. Pronto ese lugar sería irrespirable. Filgor entonces apareció a su espalda.
-¡Iredia, vámonos de aquí!¡El techo se va a derrumbar! -la asió de un brazo, tratando de obligarla a salir de la mansión.
Sin embargo, por respuesta, la elfa se giró y le metió un tortazo que le dejó una marca roja en la mejilla. Sus ojos violáceos estallaban de ira. Por supuesto, la soltó.
- Tú y yo ya hablaremos luego.-dijo con voz gélida.
Y echó a correr, buscando en todas las habitaciones del piso inferior a ver si encontraba al brujo caído. No estaba por ninguna parte. Tendría que estar arriba. El corazón le latía a mil por hora. Suplicó a los dioses que siguiese vivo, que no le arrebatasen a su protector tan pronto. Con un brazo delante del rostro para protegerse del humo, subió la escalera principal y se adentró en la boca del infierno.
<<A costa de mi arco>>, pensó enfurruñada.
-Esperad aquí. -les dijo entonces Karkaran.
Ella asintió, el elfo no respondió y vio cómo escalaba la pared con gran habilidad. Sonrió levemente. Tenía mucha suerte con el guardián que se había buscado. Sin embargo, su primo vio aquella sonrisa y la malinterpretó. Bueno, quizás no del todo.
-No me digas que te gusta ese, prima. -dijo con desdén en su tono- Si parece un vagabundo.
Iredia se giró hacia él cabreada mientras Karkaran examinaba la mansión. La irracionalidad de los elfos era algo que la irritaba mucho.
-Ese vagabundo lleva salvándome la vida desde que llegué aquí. Deberías dar gracias de seguir teniendo una prima que sabe curar en este clan. Idiota. -refunfuñó- Y, por cierto... -miró entonces a Filgor con suspicacia- ¿Qué motivo pueden tener unos bandidos para usar veneno contra un elfo?
Filgor tragó saliva.
-Los humanos ya sabes que son unas alimañas...
-Estás mintiendo.
Se hizo el silencio.
-Mira, Iredia, hay cosas que no puedes entender. ¿De dónde crees que obtenemos a veces dinero los elfos de tu clan? La matriarca está al corriente.
- ¿¡Que mi madre qué!?-chilló la elfa.
Y, en ese momento, una terrible explosión sacudió la mansión, hizo estallar varias ventanas y la onda expansiva los tiró al suelo. Se cubrieron la cabeza para que los cristales y los restos de casa no les hiciesen daño. Pero Iredia poco tardó en volver a descubrirse la cara y mirar con horror el escenario. Se oyeron chillidos en el interior, una mujer salió por la puerta principal con un niño sangrando en brazos y el otro agarrado a su falda. Salió entonces otra chica con dos hombres que parecían el servicio doméstico de la casa. Ni rastro del brujo.
-¡KAR! -gritó la elfa horrorizada.
Sin dudarlo un instante, aprovechó la confusión del momento y se coló por la puerta principal de la casa. Había un agujero terrible en el techo y el fuego amenazaba con devorar todo el piso superior. El humo empezaba a contaminar el aire. Pronto ese lugar sería irrespirable. Filgor entonces apareció a su espalda.
-¡Iredia, vámonos de aquí!¡El techo se va a derrumbar! -la asió de un brazo, tratando de obligarla a salir de la mansión.
Sin embargo, por respuesta, la elfa se giró y le metió un tortazo que le dejó una marca roja en la mejilla. Sus ojos violáceos estallaban de ira. Por supuesto, la soltó.
- Tú y yo ya hablaremos luego.-dijo con voz gélida.
Y echó a correr, buscando en todas las habitaciones del piso inferior a ver si encontraba al brujo caído. No estaba por ninguna parte. Tendría que estar arriba. El corazón le latía a mil por hora. Suplicó a los dioses que siguiese vivo, que no le arrebatasen a su protector tan pronto. Con un brazo delante del rostro para protegerse del humo, subió la escalera principal y se adentró en la boca del infierno.
Iredia
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Re: Caminante no hay camino...[Libre]
Cuando escuche el mecanismo, apenas tuve tiempo de alzar los brazos y notar en ellos un fuerte impacto que me alzo para atras, haciendo que me golpeara fuertemente la cabeza mientras notaba la parte baja de los antebrazos arder.
La explosión me descoloco completamente. Necesite un par de minutos ahi en el suelo mientras el alrededor empezaba a prender rapidamente y yo, torpemente, me llevé una mano a la parte posterior de la cabeza. Cuando la aparte, mis dedos estaban manchados de un liquido rojo.
- Jodidamente perfecto...
Me levanté como pude, apoyandome en el arco de la elfa, que parecia ser lo unico de ese lugar (inclusive mi persona) que estaba entero. La cabeza me daba vueltas y el mundo parecia no querer estarse ni quieto ni sin prender. El fuego estaba descontrolandose demasiado rapido.
Fui direccion a las escaleras, notando como mis pulmones se llenaban de humo y las heridas de mis brazos empezaba a escocer por la admosfera del lugar. Vi salir a un hombre armado con una ballesta de su habitacion, visiblemente agitado. Ni siquiera quise fijarme en el, trace un dibujo e hice que su ballesta volara hacia mi mano. Telekinesia basica. El me miro sorprendido mientras apretaba el gatillo y el virote salia disparado para atravesar limpiamente su traquea y sus costillas, haciendo un grotesco ruido a huesos rotos mientras el hombre trataba de vomitar y respirar a la vez su propia sangre.
Tiré la ballesta a un lado. Las escaleras estaban empezando a inclinarse demasiado.
"Piensa... en algo... Puto brujo..."
Y con ese ultimo pensamiento mientras andaba torpemente por ese largo pasillo repleto de humo y fuego, pude notar dos cosas:
La primera, que una puerta se abría al fondo del pasillo y aparecía una joven elfa, tan bonita y con esos ojos que desprendían ese fuego de tonos prohibidos que tanto me cautivaba. Sonrei torpemente al verla al fondo.
- Tengo tu arco.
Y entonces me desplomé de bruces contra el suelo.
La explosión me descoloco completamente. Necesite un par de minutos ahi en el suelo mientras el alrededor empezaba a prender rapidamente y yo, torpemente, me llevé una mano a la parte posterior de la cabeza. Cuando la aparte, mis dedos estaban manchados de un liquido rojo.
- Jodidamente perfecto...
Me levanté como pude, apoyandome en el arco de la elfa, que parecia ser lo unico de ese lugar (inclusive mi persona) que estaba entero. La cabeza me daba vueltas y el mundo parecia no querer estarse ni quieto ni sin prender. El fuego estaba descontrolandose demasiado rapido.
Fui direccion a las escaleras, notando como mis pulmones se llenaban de humo y las heridas de mis brazos empezaba a escocer por la admosfera del lugar. Vi salir a un hombre armado con una ballesta de su habitacion, visiblemente agitado. Ni siquiera quise fijarme en el, trace un dibujo e hice que su ballesta volara hacia mi mano. Telekinesia basica. El me miro sorprendido mientras apretaba el gatillo y el virote salia disparado para atravesar limpiamente su traquea y sus costillas, haciendo un grotesco ruido a huesos rotos mientras el hombre trataba de vomitar y respirar a la vez su propia sangre.
Tiré la ballesta a un lado. Las escaleras estaban empezando a inclinarse demasiado.
"Piensa... en algo... Puto brujo..."
Y con ese ultimo pensamiento mientras andaba torpemente por ese largo pasillo repleto de humo y fuego, pude notar dos cosas:
La primera, que una puerta se abría al fondo del pasillo y aparecía una joven elfa, tan bonita y con esos ojos que desprendían ese fuego de tonos prohibidos que tanto me cautivaba. Sonrei torpemente al verla al fondo.
- Tengo tu arco.
Y entonces me desplomé de bruces contra el suelo.
Erenair
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Re: Caminante no hay camino...[Libre]
Sentía un calor espantoso y el humo empezaba a adentrarse en sus ojos violáceos, haciéndolos lagrimear. Y también en su garganta, haciéndole toser.
De repente, lo vio. Su arco estaba en la mano de él, pero fue lo que menos le importó en ese momento. Estaba vivo y entero.
-Tengo tu arco. -le oyó decir.
Y se desplomó. No perdió el tiempo y corrió hacia él. Cuando llegó, palpó su rostro y sus brazos. Miró entonces con ansiedad alrededor. Si no se daba prisa, el piso cedería y quedarían sepultados entre llamas y ruinas. Trató de levantarlo asiéndolo de un brazo, pero no podía con él. Se colocó entonces su arco a la espalda. Gracias a los dioses, su primo, ajeno al bofetón que le había dado dos minutos atrás, había subido detrás de ella. En silencio, le ayudó a coger a Kar y entre los dos consiguieron sacarlo afuera de la casa a tiempo, antes de que el piso se derrumbase con un terrible estrépito. Se había congregado una multitud terrible en los alrededores de la casa y la guardia ya estaba allí, intentando ayudar a la familia con el niño herido.
Filgor miró a Iredia, pero esta no prestaba atención a la multitud. Uno de los guardias se acercó a ellos.
-¿Hay alguien más dentro?
Ambos elfos se encogieron de hombros y negaron con la cabeza. El guardia asintió y miró a Kar. Iba a decir algo cuando, de golpe, la mujer los señaló y murmuraba algo al oído de otro guardia. Este último hizo una seña al primero.
-Esperad aquí.
-No.
La respuesta descolocó por completo al guardia, quien la miró con seriedad. Antes de poder replicar, Iredia siguió.
-Este hombre está muy grave. Soy médico. Si quiere hacernos preguntas, hágalas cuando él esté despierto.
Su vida depende de mí ahora y no hay tiempo.
El guardia pareció dudar, pero al final asintió. Iredia no pudo evitar una exhalación de alivio. Aunque tenían que darse prisa, la mujer los miraba demasiado. Con una seña, Filgor y ella se marcharon mientras el guardia que les había hablado se reunía con la familia. Pronto empezaron a llegar más curiosos, quienes los dejaron pasar entre murmullos. La elfa no los veía, estaba centrada en llegar de nuevo a la posada donde habían dormido. Su primo la ayudaba y ella no se había percatado de que un par de lágrimas se habían deslizado por sus ojos. Lágrimas de agobio por la vida del hombre que ahora mismo sujetaba. Vio de reojo cómo el guardia los buscaba de nuevo con la mirada y agradeció en el alma que hubiese una gran multitud que los ocultase.
Pronto volvieron a la posada. Subieron las escaleras, dejando gotitas de sangre en la madera. Llegaron al cuarto donde habían dormido los dos y tumbaron a Karkaran en la cama. Sin tapujos, la elfa empezó a desvestirlo, desnudándole el torso.
-Tráeme agua. -le dijo a su primo.
Este salió por la puerta. Iredia palpó entonces la herida de la nuca de Karkaran y puso cara amarga. Le giró la cabeza para verla mejor. Parecía como si la bomba lo hubiera descarnado, dejándole una grave quemadura. Hizo un gesto contrariado. Su arco le había costado caro a su protector. Empezó a plantearse lo que ocurriría si él muriese, cómo se sentiría ella. Una sensación oprimió su pecho. No, no podía pensar esas cosas ahora. Le iba a salvar la vida.
Se puso manos a la obra, cogiendo las hierbas que utilizó el brujo para su pecho y las mezcló y aplastó con el mortero. La situación mejoraba, ahora tenía un brujo malherido y un primo envenenado en la habitación de al lado. Tenía mucho trabajo. Filgor le trajo el agua.
-Tenemos problemas. La guardia nos está buscando. Al parecer, la mujer se ha percatado de que éramos extraños en su casa y dicen que esa bomba estalló como un mecanismo contra robos...
-Pues, en ese caso, tendremos que marcharnos de aquí. Pero tengo que conseguir que se despierte primero. Saca a tu hermano de aquí si puedes. Idos a Sandorai. Yo iré con vosotros después.
Filgor fue a comentar algo, pero se percató entonces de que una delicada lágrima le corría por la mejilla a la joven, así que optó por callarse y salió del cuarto. Ella entonces rezó un salmo para acelerar la curación de la quemadura de la nuca. La luz azulada brilló de nuevo, se creó aquella película traslúcida alrededor de la herida, pero era demasiado profunda para poder arreglarla sólo con ese rezo. Le aplicó el emplaste que había hecho.
-Vamos, Kar... vamos... .susurraba con angustia.
De repente, lo vio. Su arco estaba en la mano de él, pero fue lo que menos le importó en ese momento. Estaba vivo y entero.
-Tengo tu arco. -le oyó decir.
Y se desplomó. No perdió el tiempo y corrió hacia él. Cuando llegó, palpó su rostro y sus brazos. Miró entonces con ansiedad alrededor. Si no se daba prisa, el piso cedería y quedarían sepultados entre llamas y ruinas. Trató de levantarlo asiéndolo de un brazo, pero no podía con él. Se colocó entonces su arco a la espalda. Gracias a los dioses, su primo, ajeno al bofetón que le había dado dos minutos atrás, había subido detrás de ella. En silencio, le ayudó a coger a Kar y entre los dos consiguieron sacarlo afuera de la casa a tiempo, antes de que el piso se derrumbase con un terrible estrépito. Se había congregado una multitud terrible en los alrededores de la casa y la guardia ya estaba allí, intentando ayudar a la familia con el niño herido.
Filgor miró a Iredia, pero esta no prestaba atención a la multitud. Uno de los guardias se acercó a ellos.
-¿Hay alguien más dentro?
Ambos elfos se encogieron de hombros y negaron con la cabeza. El guardia asintió y miró a Kar. Iba a decir algo cuando, de golpe, la mujer los señaló y murmuraba algo al oído de otro guardia. Este último hizo una seña al primero.
-Esperad aquí.
-No.
La respuesta descolocó por completo al guardia, quien la miró con seriedad. Antes de poder replicar, Iredia siguió.
-Este hombre está muy grave. Soy médico. Si quiere hacernos preguntas, hágalas cuando él esté despierto.
Su vida depende de mí ahora y no hay tiempo.
El guardia pareció dudar, pero al final asintió. Iredia no pudo evitar una exhalación de alivio. Aunque tenían que darse prisa, la mujer los miraba demasiado. Con una seña, Filgor y ella se marcharon mientras el guardia que les había hablado se reunía con la familia. Pronto empezaron a llegar más curiosos, quienes los dejaron pasar entre murmullos. La elfa no los veía, estaba centrada en llegar de nuevo a la posada donde habían dormido. Su primo la ayudaba y ella no se había percatado de que un par de lágrimas se habían deslizado por sus ojos. Lágrimas de agobio por la vida del hombre que ahora mismo sujetaba. Vio de reojo cómo el guardia los buscaba de nuevo con la mirada y agradeció en el alma que hubiese una gran multitud que los ocultase.
Pronto volvieron a la posada. Subieron las escaleras, dejando gotitas de sangre en la madera. Llegaron al cuarto donde habían dormido los dos y tumbaron a Karkaran en la cama. Sin tapujos, la elfa empezó a desvestirlo, desnudándole el torso.
-Tráeme agua. -le dijo a su primo.
Este salió por la puerta. Iredia palpó entonces la herida de la nuca de Karkaran y puso cara amarga. Le giró la cabeza para verla mejor. Parecía como si la bomba lo hubiera descarnado, dejándole una grave quemadura. Hizo un gesto contrariado. Su arco le había costado caro a su protector. Empezó a plantearse lo que ocurriría si él muriese, cómo se sentiría ella. Una sensación oprimió su pecho. No, no podía pensar esas cosas ahora. Le iba a salvar la vida.
Se puso manos a la obra, cogiendo las hierbas que utilizó el brujo para su pecho y las mezcló y aplastó con el mortero. La situación mejoraba, ahora tenía un brujo malherido y un primo envenenado en la habitación de al lado. Tenía mucho trabajo. Filgor le trajo el agua.
-Tenemos problemas. La guardia nos está buscando. Al parecer, la mujer se ha percatado de que éramos extraños en su casa y dicen que esa bomba estalló como un mecanismo contra robos...
-Pues, en ese caso, tendremos que marcharnos de aquí. Pero tengo que conseguir que se despierte primero. Saca a tu hermano de aquí si puedes. Idos a Sandorai. Yo iré con vosotros después.
Filgor fue a comentar algo, pero se percató entonces de que una delicada lágrima le corría por la mejilla a la joven, así que optó por callarse y salió del cuarto. Ella entonces rezó un salmo para acelerar la curación de la quemadura de la nuca. La luz azulada brilló de nuevo, se creó aquella película traslúcida alrededor de la herida, pero era demasiado profunda para poder arreglarla sólo con ese rezo. Le aplicó el emplaste que había hecho.
-Vamos, Kar... vamos... .susurraba con angustia.
Iredia
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Re: Caminante no hay camino...[Libre]
En mi cabeza, una niña pequeña daba de comer a un perro de color marrón, con manchas blancas. Mientras, yo miraba el alrededor del jardín donde estaba la niña. Envuelto en fuego y llamas.
La niña se giro y me miro con dos cuencas vacías en lugar de ojos. Sonriendo mientras la sangre brotaba de sus encías y de las del perro.
Desperté entonces sudoroso y con la imagen de esa niña siniestra en la mente, respirando entrecortadamente.
Vi la luz azulada aplicarse en mis heridas. Vi la cara de Iredia y tarde unos segundos en darme cuenta que el fuego de mi cabeza no estaba también en esa habitación. Cuando me conseguí relajar, me acabe de tumbar en la cama para dejarle hacer su trabajo. Ella parecía aliviada de verme entero.
La mire tranquilo mientras notaba esa extraña sensación en mi cuerpo. Mire alrededor, observando varias cosas. La bolsa de su primo, por lo que supuse que seguiría aquí, pero estaba lista para tomarla y marcharse, por lo que supuse que la explosión habría alertado a la guardia. Había que salir de ahí.
Las buenas noticias, es que también vi el arco de la elfa a su espalda.
- Al menos, tienes el arco... - Dije entonces, descubriendo que tenia la boca seca.
Me incorporé despacio. Ya no me dolía tanto. Me examine los brazos con cuidado, palpando con la yema de los dedos donde antes había habido unas feas y purulentas quemaduras. Ahora en su lugar solo había una pequeña capa de piel más pálida, más nueva que la anterior.
- Gracias por eso, elfa... - Dije sereno. Sentía que había cometido un error muy grande con lo del mecanismo. Era un error básico. De tontos. Me dio rabia en silencio mientras observaba la elfa rumiante.
- No te me pongas triste ahora. - Dije tranquilo. - No ha sido fallo tuyo. Ahora hemos de salir de aquí. - Añadí severo. - Ya habrá tiempo para hablar luego... Mi cara ya es conocida, y no quieres que sepan que has tenido relación con esto. Salgamos. Huyamos. Hagamos lo que tengamos que hacer... Ya habrá otro momento para ponerse triste, ardillita.
Y mirándola a los ojos, le apreté la mano y acabe de cubrirme con ropa. No habia demasiado tiempo.
La niña se giro y me miro con dos cuencas vacías en lugar de ojos. Sonriendo mientras la sangre brotaba de sus encías y de las del perro.
Desperté entonces sudoroso y con la imagen de esa niña siniestra en la mente, respirando entrecortadamente.
Vi la luz azulada aplicarse en mis heridas. Vi la cara de Iredia y tarde unos segundos en darme cuenta que el fuego de mi cabeza no estaba también en esa habitación. Cuando me conseguí relajar, me acabe de tumbar en la cama para dejarle hacer su trabajo. Ella parecía aliviada de verme entero.
La mire tranquilo mientras notaba esa extraña sensación en mi cuerpo. Mire alrededor, observando varias cosas. La bolsa de su primo, por lo que supuse que seguiría aquí, pero estaba lista para tomarla y marcharse, por lo que supuse que la explosión habría alertado a la guardia. Había que salir de ahí.
Las buenas noticias, es que también vi el arco de la elfa a su espalda.
- Al menos, tienes el arco... - Dije entonces, descubriendo que tenia la boca seca.
Me incorporé despacio. Ya no me dolía tanto. Me examine los brazos con cuidado, palpando con la yema de los dedos donde antes había habido unas feas y purulentas quemaduras. Ahora en su lugar solo había una pequeña capa de piel más pálida, más nueva que la anterior.
- Gracias por eso, elfa... - Dije sereno. Sentía que había cometido un error muy grande con lo del mecanismo. Era un error básico. De tontos. Me dio rabia en silencio mientras observaba la elfa rumiante.
- No te me pongas triste ahora. - Dije tranquilo. - No ha sido fallo tuyo. Ahora hemos de salir de aquí. - Añadí severo. - Ya habrá tiempo para hablar luego... Mi cara ya es conocida, y no quieres que sepan que has tenido relación con esto. Salgamos. Huyamos. Hagamos lo que tengamos que hacer... Ya habrá otro momento para ponerse triste, ardillita.
Y mirándola a los ojos, le apreté la mano y acabe de cubrirme con ropa. No habia demasiado tiempo.
Erenair
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Re: Caminante no hay camino...[Libre]
Una profunda sensación de alivio invadió su ser cuando vio que Karkaran despertaba. En el momento en el que mencionó su arco, soltó una leve risa aún algo triste. Quizás hubiera sido mejor mandar su arco a la porra.
Él entonces le agradeció sus cuidados y ella cabeceó asintiendo, sin decir nada. Y luego, surgieron las prisas, el apremio. Realmente tenía razón, era probable que los pillasen no tardando mucho. Era toda una experiencia eso de tener que huir de una ciudad. Lo peor de todo es que en Sandorai no mejoraría la situación, pero al menos estaría en su terreno. El brujo entonces le apretó la mano y ella devolvió el apretón con una sonrisa pequeña. Mientras él se vestía, ella recogió los bártulos y abrió la puerta, buscando a su primo. Lo encontró con su hermano pequeño, Doras. Filgor lo llevaba con un brazo rodeando sus hombros. Tenía el costado herido. Pero lo más llamativo es que unas venitas azules un poco escalofriantes le recorrían el rostro. Iredia los observó un instante y resopló. La idea de regresar al bosque le gustaba de más.
Una vez su protector estuvo preparado, salieron los cuatro como fugitivos, huyendo del hedor de una ciudad hostil.
Él entonces le agradeció sus cuidados y ella cabeceó asintiendo, sin decir nada. Y luego, surgieron las prisas, el apremio. Realmente tenía razón, era probable que los pillasen no tardando mucho. Era toda una experiencia eso de tener que huir de una ciudad. Lo peor de todo es que en Sandorai no mejoraría la situación, pero al menos estaría en su terreno. El brujo entonces le apretó la mano y ella devolvió el apretón con una sonrisa pequeña. Mientras él se vestía, ella recogió los bártulos y abrió la puerta, buscando a su primo. Lo encontró con su hermano pequeño, Doras. Filgor lo llevaba con un brazo rodeando sus hombros. Tenía el costado herido. Pero lo más llamativo es que unas venitas azules un poco escalofriantes le recorrían el rostro. Iredia los observó un instante y resopló. La idea de regresar al bosque le gustaba de más.
Una vez su protector estuvo preparado, salieron los cuatro como fugitivos, huyendo del hedor de una ciudad hostil.
Iredia
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