[CERRADO]La Fiesta de Baslodia [Trabajo][Eltrant Tale]
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[CERRADO]La Fiesta de Baslodia [Trabajo][Eltrant Tale]
Un fino copo de nieve vino a posarse justo en la nariz de Demian, provocando que levantara la vista. El cielo estaba cubierto de nubes oscuras y otros finos puntos blancos caían lentamente. Los árboles estaban verdes y el piso aún limpio, pero parecía que pronto iban a tener alguna capa blanca.
"¿Nieve?, ¿no deberíamos estar ya en la temporada cálida?". En su tierra eso podía ser considerado un mal presagio, una de esas razones para encerrarse en la casa con cuanto sello y amuleto se tuviera con tal de que las malas influencias llegaran a otros, no a la propia familia.
En el templo donde Demian había crecido no se estilaban esas cosas. El maestro no toleraba supersticiones baratas, sino sólo la magia pragmática. Aún así, no podia ser bueno que cayera nieve a estas alturas del año.
Pero ya no estaba allí. Ahora se encontraba en la ciudad de Baslodia.
No estaba allí por azar, los aires siniestros de lo que pasaba en la ciudad se extendían y el chico, comprometido por colaborar con la resistencia, se había especializado en reunir información que más tarde, cuando las cosas empeoraran y la guerra los alcanzara, pudiese resultar útil.
Un destino obvio para estas labores era Baslodia. En la eventualidad de una guerra iba a ser importante el rol que jugaran los aliados de Lunargenta. Era posible incluso que los combates se desarrollaran en esas locaciones. La inteligencia resultaba vital.
–Uno –dice entregando una moneda a la mujer que se pasea con su canasto cubierto de un adornado mantel. El vapor que de allí emana indica que no miente cuando dice que están calientes.
Demian recibe su pastel de carne. Por el bajo precio no espera encontrar demasiada materia animal y, en efecto, una primera mordida le deja saber que debería llamarse pastel de cebolla, pero no tiene mal sabor. Los jugos de la carne han impregnado todo el pino y la buena temperatura genera un conjunto agradable al paladar.
Camina otro poco. El mercado local no es nada comparado al de Lunargenta, por razones obvias, pero se nota que es un punto neurálgico. La gente acude a compartir los productos de su trabajo y algunos vendedores hasta vienen de la cercana capital con bienes más exóticos.
Es entonces cuando nota al hombre de las ropas finas.
El hombre sostiene un documento con un sello de cera en su parte inferior. Demian no conoce ese sello, pero al parecer los habitantes sí.
–...seréis bien pagados, ya sabéis que mi maestro tiene dinero en abundancia –comenta el sujeto.
La situación parece extraña. La gente del lugar no parece adinerada, no la mayoría al menos, como para rechazar una oferta de trabajo y todo parece indicar que es legítimo. "¿Será que también temen a los malos presagios?", se pregunta.
–...sí, se trata de sólo un día y una noche. Mi señor Lord Aimos requiere de personal extra de servicio, pues llevará a cabo una pequeña fiesta con invitados importantes provenientes de la ciudad. Las labores que deberéis llevar a cabo son simples, sólo deberéis mantener el aseo y servir la comida.
El trabajo parece muy sencillo y le debería permitir buenas oportunidades para reunir información de quien parece ser alguien importante en el poblado. Tras observar un poco a los transeúntes se convence de que hay algo de miedo en ellos, nadie se quiere acercar al trabajo, no porque sea malo, sino porque hay algo que quieren evitar. Sea lo que sea, será mejor conocerlo.
–Yo quiero el trabajo —dice Demian fingiendo una sonrisa entusiasta.
El hombre le mira de pies a cabeza y, tras dudar unos instantes, parece estar convenciéndose. Demian contesta con un intento de sonrisa tierna, postura erguida y acomodándose un poco el cabello.
–Joven, pero bien pasáis por el hijo de algún criado con un buen baño –dice con aprobación.
Los labios del chico sonríen, aunque sus ojos se mantienen bastante quietos. Todo parece ir bien y, en el peor de los casos, el trabajo le debería permitir reunir algunas monedas fáciles para luego no tener que pensar en ello y dedicarse a fondo a la recolección de información. No se puede ser un espía con el estómago vacío.
De un último bocado acaba con el pastel. Al final sí encontró algunos trozos de carne, algo duros, pero sabrosos. Deberá recordar el rostro de esa mujer para la próxima vez que sienta hambre en esta locación.
Última edición por Demian el Vie 8 Jun 2018 - 14:18, editado 1 vez
Demian
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Re: [CERRADO]La Fiesta de Baslodia [Trabajo][Eltrant Tale]
- Tienes una espada azul que enfría, otra rodeada de aire y una armadura a la que le hablas antes de irte a dormir todas las noches. – afirmó Lyn, levantando los dedos de su mano derecha con cada elemento del equipamiento de Eltrant que enumeraba. – ¿Y te vas sin nada? ¿De verdad? – Preguntó al final torciendo el gesto, señalando al exmercenario, el cual ya sujetaba firmemente el pomo de la puerta del dormitorio.
Eltrant, sin responder, enarcó una ceja al oír las palabras de la vampiresa y, dejando que el fantasma de una sonrisa se apareciese en su rostro, bajó la mirada hasta la indumentaria que vestía en aquel momento. En cierto modo se le antojaba raro salir así a la calle, sin sentir peso de todo el metal que usualmente llevaba consigo a sus espaldas.
- Hemos hablado de esto… la gente de la zona tiene miedo y… -
- Sí, sí. Ya. – dijo Lyn, cortando al exmercenario a mitad de frase. – Y hay quien cree que es un vampiro que se lleva a personas por las noches. – dijo Lyn, terminando la sentencia que su compañero iba a decir antes que ella le interrumpiese. - … Como si se pensase otra cosa de los vampiros… – Murmuró, se quedó en silencio unos segundos, volvió a sacudir con la cabeza. - ¡Además! ¡Es evidente lo que es! ¡No entiendo a qué viene tanto secretismo! – Exclamó agitando el puño izquierdo - ¿Ventanas cerradas durante el día? ¿Tipos de aspecto extraño ofreciendo trabajos? – La vampiresa puso los ojos en blanco. – Solo falta un cartel que ponga: “Eh, ¿Te puedes meter en mi boca?” – dijo al final.
- Eso describe a la mayoría de los nobles para los que he trabajado, Lyn. – Aseguró Eltrant dejando escapar una carcajada corta. – …Lo cual es preocupante. – Advirtió entonces, callándose de golpe y llevándose la mano hasta la barba, pensativo. – Pero eso. – dijo tras unos instantes en silencio, a la vez que revisaba lo poco que llevaba encima en aquel momento. – Ya está decidido. – Advirtió, Lyn jugueteó con las correas de sus botas durante unos segundos y, al final, suspirando, se tumbó sobre la cama, boca arriba.
- Ten cuidado, Mortal. – dijo sin levantar la cabeza, mirando fijamente el techo de la habitación. - Si resulta que es un vampiro y tal… - Lyn se volvió a erguir lo suficiente como para ver la figura del castaño aun en la entrada de la habitación. – Bueno… que sepas que tiendes a tener más sangre fuera que dentro. – dijo – Y eso a los vampiros, por norma general, nos suele gustar. – Sentenció la vampiresa. – Trata que no te apuñalen demasiado hoy. ¿Vale? – Añadió al final.
- Tú asegúrate de rondar la mansión al anochecer, por si pasa algo. – dijo Eltrant de vuelta, Lyn se limitó a asentir, sin decir nada. – De todas formas… - Sonrió - ¿Cómo me van a apuñalar hoy? – Preguntó - ¡Voy a una fiesta! – dijo instantes antes de cerrar la puerta de la habitación tras él, dejando sola a la vampiresa en el interior.
- Sí… ahora resulta que es la primera vez que te intentan matar en una…
Se presentó en aquella minúscula parte del mercado en dónde, por lo que habían oído en distintas partes de la ciudad, Lord Aimos estaba reclutando a sirvientes para la ostentosa fiesta que estaba preparando.
Una fiesta que, por lo que se decía, estaba preparando para los distintos nobles de la ciudad. Nadie estaba exactamente seguro de los detalles de la misma, la única información con la que contaban los plebeyos era que Aimos no estaba escatimando en gastos.
¿Necesitaba criados? Pagaba a más y listo. ¿Licores? ¿Espectáculo? ¿Seguridad? Nada que un buen puñado de Aeros no consiguiese antes del anochecer. Prácticamente toda la ciudad, en aquel momento, trabajaba de alguna forma u otra para el hombre de la fiesta.
Por supuesto, todo esto no había hecho sino acrecentar los rumores y las dudas que, ya de por sí, recorrían la ciudad normalmente.
En Baslodia se temía a Aimos, nadie sabía exactamente por qué. En cualquier caso, se decía que había dos motivos por los que alguien podía trabajar para el noble: o estabas muy loco, o necesitabas mucho la buena cantidad de dinero que este, por lo que se decía, podía pagar.
Eltrant apenas había necesitado un par de días para empezar a oír las distintas habladurías que recorrían la ciudad; Había algunas absurdas, totalmente ilógicas. Estaba, por ejemplo, esa que los más pobres solían repetir una y otra vez cuando se reunían en las distintas tabernas de la ciudad:
“Tiene a una elfa encerrada en el sótano que es capaz de convertir el metal en oro”
También estaba, por supuesto, ese otro rumor que solo comentaban las clases más altas, como los mercaderes o los guardas que, todo el día, estaban por las calles que en aquel mismo instante estaba recorriendo:
“En realidad no es un noble por sangre, ha manipulado a la familia Aimos para entrar en ella”
Daba igual a quien le preguntases, cada persona tenía una opinión respecto a Lord Aimos y ninguna de ellas parecía ser buena. Solo había un rumor que se repetía preguntases donde preguntases, uno que, aquellos fríos días de guerra en los que el noble estaba enfrascado en los preparativos de esa fiesta que estaba a punto de acontecer, era un mantra.
“Esas jóvenes desaparecidas en los barrios bajos, en realidad, han servido como alimento para Lord Aimos”
Aquello podía ser cierto o podía ser falso, Eltrant no tenía forma de saberlo. Aunque sí que sabía que fuese cual fuese el resultado de la noche, al final tendría algo parecido a una paga, algo que agradecía principalmente por que la vampiresa se estaría encargando, en aquel mismo momento, de vaciar todas las botellas de la posada en las que se estaban hospedando.
Suspiró apartando todos aquellos pensamientos de su cabeza y estudió sus alrededores, había llegado a un lugar menos concurrido, en el mercado, justo dónde le habían dicho que un enviado de Lord Aimos estaba ofreciendo trabajos bastante bien pagados.
Analizó, desde la distancia, a un hombre que encajaba con la descripción que le habían dado conversar con un niño no muy mayor, uno que por lo que pudo ver Eltrant apenas había entrado en la adolescencia. No le extrañó demasiado, los niños como aquel eran, básicamente, una ganga para los hombres como Aimos, probablemente ni siquiera tuviese pensado pagarle lo mismo que a un criado adulto, lo cual de por sí ya suele ser poco.
Sin dudarlo un instante, se limpió mínimamente la nieve que cubría sus hombros y parte de su capa y se acercó al hombre.
- Buenas tardes. – dijo, atrajo la atención del hombre - ¿Es aquí donde se dice que pagan bien? Necesito un trabajo. – Forzó, como buenamente pudo, su mejor sonrisa mientras que el hombre le estudiaba de arriba abajo.
- Sí. – dijo el hombre al final. – Le han informado bien… ¿Señor…? – Según este alargaba la última silaba de aquella última palabra que había pronunciado, la mirada del hombre de finos ropajes bajó hasta el papel que tenía entre las manos.
- Tale. – Respondió Eltrant. – Eltrant Tale – Añadió enseguida.
- Muy bien...Tale. Tras un… baño y ropa nueva, valdréis para atender a los invitados durante la fiesta... supongo – dijo, desvió entonces la atención del exmercenario hacía el muchacho que estaba junto a él. – Cómo le he dicho al joven, las labores que deberéis llevar a cabo son simples, sólo deberéis mantener el aseo y servir la comida. – Aseveró. - ¿Tenéis alguna pregunta? – Eltrant no respondió, apenas escuchó la pregunta, sabía que conocía al muchacho de ojos azules que estaba junto a él.
¿Pero de dónde?
Se quedó mirándolo tan fijamente que estaba bastante seguro que el muchacho debía de haberlo notado. Hasta que al final recordó dónde había visto por primera vez ojos azules que denotaban una frialdad que, de algún modo, le era conocida.
- ¿Demian? –
Eltrant, sin responder, enarcó una ceja al oír las palabras de la vampiresa y, dejando que el fantasma de una sonrisa se apareciese en su rostro, bajó la mirada hasta la indumentaria que vestía en aquel momento. En cierto modo se le antojaba raro salir así a la calle, sin sentir peso de todo el metal que usualmente llevaba consigo a sus espaldas.
- Hemos hablado de esto… la gente de la zona tiene miedo y… -
- Sí, sí. Ya. – dijo Lyn, cortando al exmercenario a mitad de frase. – Y hay quien cree que es un vampiro que se lleva a personas por las noches. – dijo Lyn, terminando la sentencia que su compañero iba a decir antes que ella le interrumpiese. - … Como si se pensase otra cosa de los vampiros… – Murmuró, se quedó en silencio unos segundos, volvió a sacudir con la cabeza. - ¡Además! ¡Es evidente lo que es! ¡No entiendo a qué viene tanto secretismo! – Exclamó agitando el puño izquierdo - ¿Ventanas cerradas durante el día? ¿Tipos de aspecto extraño ofreciendo trabajos? – La vampiresa puso los ojos en blanco. – Solo falta un cartel que ponga: “Eh, ¿Te puedes meter en mi boca?” – dijo al final.
- Eso describe a la mayoría de los nobles para los que he trabajado, Lyn. – Aseguró Eltrant dejando escapar una carcajada corta. – …Lo cual es preocupante. – Advirtió entonces, callándose de golpe y llevándose la mano hasta la barba, pensativo. – Pero eso. – dijo tras unos instantes en silencio, a la vez que revisaba lo poco que llevaba encima en aquel momento. – Ya está decidido. – Advirtió, Lyn jugueteó con las correas de sus botas durante unos segundos y, al final, suspirando, se tumbó sobre la cama, boca arriba.
- Ten cuidado, Mortal. – dijo sin levantar la cabeza, mirando fijamente el techo de la habitación. - Si resulta que es un vampiro y tal… - Lyn se volvió a erguir lo suficiente como para ver la figura del castaño aun en la entrada de la habitación. – Bueno… que sepas que tiendes a tener más sangre fuera que dentro. – dijo – Y eso a los vampiros, por norma general, nos suele gustar. – Sentenció la vampiresa. – Trata que no te apuñalen demasiado hoy. ¿Vale? – Añadió al final.
- Tú asegúrate de rondar la mansión al anochecer, por si pasa algo. – dijo Eltrant de vuelta, Lyn se limitó a asentir, sin decir nada. – De todas formas… - Sonrió - ¿Cómo me van a apuñalar hoy? – Preguntó - ¡Voy a una fiesta! – dijo instantes antes de cerrar la puerta de la habitación tras él, dejando sola a la vampiresa en el interior.
- Sí… ahora resulta que es la primera vez que te intentan matar en una…
[…]
Se presentó en aquella minúscula parte del mercado en dónde, por lo que habían oído en distintas partes de la ciudad, Lord Aimos estaba reclutando a sirvientes para la ostentosa fiesta que estaba preparando.
Una fiesta que, por lo que se decía, estaba preparando para los distintos nobles de la ciudad. Nadie estaba exactamente seguro de los detalles de la misma, la única información con la que contaban los plebeyos era que Aimos no estaba escatimando en gastos.
¿Necesitaba criados? Pagaba a más y listo. ¿Licores? ¿Espectáculo? ¿Seguridad? Nada que un buen puñado de Aeros no consiguiese antes del anochecer. Prácticamente toda la ciudad, en aquel momento, trabajaba de alguna forma u otra para el hombre de la fiesta.
Por supuesto, todo esto no había hecho sino acrecentar los rumores y las dudas que, ya de por sí, recorrían la ciudad normalmente.
En Baslodia se temía a Aimos, nadie sabía exactamente por qué. En cualquier caso, se decía que había dos motivos por los que alguien podía trabajar para el noble: o estabas muy loco, o necesitabas mucho la buena cantidad de dinero que este, por lo que se decía, podía pagar.
Eltrant apenas había necesitado un par de días para empezar a oír las distintas habladurías que recorrían la ciudad; Había algunas absurdas, totalmente ilógicas. Estaba, por ejemplo, esa que los más pobres solían repetir una y otra vez cuando se reunían en las distintas tabernas de la ciudad:
“Tiene a una elfa encerrada en el sótano que es capaz de convertir el metal en oro”
También estaba, por supuesto, ese otro rumor que solo comentaban las clases más altas, como los mercaderes o los guardas que, todo el día, estaban por las calles que en aquel mismo instante estaba recorriendo:
“En realidad no es un noble por sangre, ha manipulado a la familia Aimos para entrar en ella”
Daba igual a quien le preguntases, cada persona tenía una opinión respecto a Lord Aimos y ninguna de ellas parecía ser buena. Solo había un rumor que se repetía preguntases donde preguntases, uno que, aquellos fríos días de guerra en los que el noble estaba enfrascado en los preparativos de esa fiesta que estaba a punto de acontecer, era un mantra.
“Esas jóvenes desaparecidas en los barrios bajos, en realidad, han servido como alimento para Lord Aimos”
Aquello podía ser cierto o podía ser falso, Eltrant no tenía forma de saberlo. Aunque sí que sabía que fuese cual fuese el resultado de la noche, al final tendría algo parecido a una paga, algo que agradecía principalmente por que la vampiresa se estaría encargando, en aquel mismo momento, de vaciar todas las botellas de la posada en las que se estaban hospedando.
Suspiró apartando todos aquellos pensamientos de su cabeza y estudió sus alrededores, había llegado a un lugar menos concurrido, en el mercado, justo dónde le habían dicho que un enviado de Lord Aimos estaba ofreciendo trabajos bastante bien pagados.
Analizó, desde la distancia, a un hombre que encajaba con la descripción que le habían dado conversar con un niño no muy mayor, uno que por lo que pudo ver Eltrant apenas había entrado en la adolescencia. No le extrañó demasiado, los niños como aquel eran, básicamente, una ganga para los hombres como Aimos, probablemente ni siquiera tuviese pensado pagarle lo mismo que a un criado adulto, lo cual de por sí ya suele ser poco.
Sin dudarlo un instante, se limpió mínimamente la nieve que cubría sus hombros y parte de su capa y se acercó al hombre.
- Buenas tardes. – dijo, atrajo la atención del hombre - ¿Es aquí donde se dice que pagan bien? Necesito un trabajo. – Forzó, como buenamente pudo, su mejor sonrisa mientras que el hombre le estudiaba de arriba abajo.
- Sí. – dijo el hombre al final. – Le han informado bien… ¿Señor…? – Según este alargaba la última silaba de aquella última palabra que había pronunciado, la mirada del hombre de finos ropajes bajó hasta el papel que tenía entre las manos.
- Tale. – Respondió Eltrant. – Eltrant Tale – Añadió enseguida.
- Muy bien...Tale. Tras un… baño y ropa nueva, valdréis para atender a los invitados durante la fiesta... supongo – dijo, desvió entonces la atención del exmercenario hacía el muchacho que estaba junto a él. – Cómo le he dicho al joven, las labores que deberéis llevar a cabo son simples, sólo deberéis mantener el aseo y servir la comida. – Aseveró. - ¿Tenéis alguna pregunta? – Eltrant no respondió, apenas escuchó la pregunta, sabía que conocía al muchacho de ojos azules que estaba junto a él.
¿Pero de dónde?
Se quedó mirándolo tan fijamente que estaba bastante seguro que el muchacho debía de haberlo notado. Hasta que al final recordó dónde había visto por primera vez ojos azules que denotaban una frialdad que, de algún modo, le era conocida.
- ¿Demian? –
Eltrant Tale
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Re: [CERRADO]La Fiesta de Baslodia [Trabajo][Eltrant Tale]
No estaba seguro qué le molestaba más, si el hecho de que Eltrant hubiera tardado tanto en reconocerle o el hecho de que hubiera dicho su nombre en voz alta justo cuando pretendía inventarse un nombre falso.
Suspiró analizando la situación. Después de todo, nunca había sido un sujeto que destacara mucho, la mayoría de sus misiones las hizo en la oscuridad y era difícil que aquel sujeto le hubiera oído nombrar. Además, estaba en otra ciudad, así que era de suponer que la revelación de su nombre real no traería problemas.
–No le digas a mamá, y-ya sabes que junto dinero para comprar un caballo, tío Mario. Algún día quiero conocer lo que hay fuera de estos muros –contestó el chico con una mirada cómplice.
Si iba a tener que usar su nombre real, al menos daría algunos datos falsos para confundir a posibles oídos inescrupulosos.
Miró de reojo al hombre del papel con la estampa. No parecía siquiera haber prestado atención y simplemente se limitaba a mirar hacia la mansión.
–Bien, bien, creo que con ustedes será suficiente. Acompáñenme, la mansión de Lord Aimos se encuentra cerca.
Tras iniciar el camino, a Demian le dio la impresión de que la gente simplemente evitaba mirarlos. No estaba muy seguro del por qué. Quizás sospechaban de que algún final oscuro podía aguardarles y no querían contagiarse de los malos presagios, o bien sólo despreciaban a ese lord y a todos quienes trabajasen para él. Como fuera, no pintaba nada bien.
Al llegar a la mansión no quedaba la menor duda de que había allí abundante dinero. Baslodia era conocida por la pobreza en que vivía la mayoría de sus habitantes, lo que hacía que todo lo que veía allí resultara aún más impactante.
En los jardines paseaban dos tigres con cadenas adornadas en oro unidas a collares que lucían sendas piedras preciosas. Una fuente de mármol bañaba unos peces de todos los colores, tan diversos como majestuosos. Los árboles estaban finamente podados, al punto de que parecían falsos, como dibujos. A un costado había una terraza con una mesa de cristal y sillas muy adornadas. El camino principal estaba formado por piedras completamente blancas, tan limpias que daba la impresión de que si las pisaba las mancillaría.
Y en efecto, no se le permitió pisarlas.
La servidumbre entraba por un camino alternativo, uno oculto tras unos arbustos y formado por simple gravilla. Bajo las instrucciones de su nuevo empleador, Demian tomó ese desvío hasta dar con una entrada lateral.
Se trataba de una especie de cocina. Un grupo de mujeres limpiaba fervientemente una vajillería de plata y unos platos de la más fina porcelana, los que contrastaban con lo descuidado de aquellas paredes y piso. Eran dos mundos completamente opuestos, el de los jardines y el de la servidumbre.
–Por aquí –indicó el hombre –. Los quiero bien limpios. Una sirvienta les traerá los uniformes que deben llevar.
Sus palabras fueron breves, como fue también su presencia en el lugar. Era como si el sólo hecho de entrar en esos cuartos fuera vergonzoso o incómodo.
Demian miró a su alrededor. Estaba en un lugar más pequeño, anexo a la cocina. Había una especie de lavabo de dos metros de ancho, unas tinajas con agua y unas toallas no muy limpias, pero que bien podían hacer el trabajo.
Comenzó quitándose las botas. Para ser sinceros, había allí una acumulación bastante grande de materiales diversos, desde barro hasta trozos de maleza. Debió usar bastante agua para que los pies mostraran la palidez natural de su piel. Se quitó luego la camisa y al menos allí, si bien había bastante suciedad en su torso, era una tarea simple en comparación con la anterior.
–La impresión que t-te-tengo de ti es que no eres de los que acaban vendiéndose por unas monedas para hacer aseo a otros, Elt, así que supongo que estás aquí por algo más –murmuró Demian –. Yo sólo busco reunir información. Si no me molestas, no te molestaré. Por cierto, me alegra verte.
La última frase podía parecer algo simple y frío, pero hay que considerar que Demian no es precisamente fluido en el arte de la expresión emocional.
El chico ya se encontraba en ropa interior y completamente limpio cuando una mujer de cuerpo más amplio que alto llegó con dos paquetes de ropa y los dejó sobre una mesa de pasillo, no sin antes dar un buen (y poco disimulado) vistazo al humano de cabello castaño.
–Ya es casi la hora de la merienda del señor –indicó ella –. El capataz dice que quiere que ustedes se la sirvan, para ver si hacen bien el trabajo. En la cocina estarán dos bandejas con las cosas. El señor tomará la merienda en la terraza de los jardines.
La mujer se tomó su tiempo para salir, pasando innecesariamente cerca de Eltrant.
–Le gustas, Elt –comentó Demian cuando ella ya no estaba, informando lo que había sido completamente obvio.
El chico emitió una pequeña risa, casi falsa, la que luego cesó de golpe.
–Tú primero, yo te sigo –le dice luego tomando el más pequeño de los paquetes de ropa y comenzando a vestirse.
Demian
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Re: [CERRADO]La Fiesta de Baslodia [Trabajo][Eltrant Tale]
No tardó en encontrarse a sí mismo caminando junto al joven brujo.
Como de costumbre la expresión del muchacho apenas había cambiado al verle, pero a Eltrant, no obstante, le pareció ver cierto reconocimiento en los ojos de Demian cuando su mirada se cruzó con la suyos. Sobre todo, cuando este se aseguró de llamarle “tío Mario”.
Se pasó la mano por la barba, pensativo, a la vez que se internaba en el presuntuoso jardín al que el sirviente de Aimos les había conducido. ¿Cuánto había pasado desde la última vez que se cruzó con Demian? Habían podido pasar fácilmente años desde que lo vio por última vez en las tierras del oeste.
Se sentía ligeramente mal por no haberlo reconocido a simple vista, sobre todo por qué Demian no había cambiado, después de todo, demasiado. Pero, por otro lado, si tenía en cuenta los percances que había tenido con sus propios recuerdos y lo borrosa que podía llegar a ser para él toda aquella época, tenía que admitir que se sorprendía de haberse dado cuenta de quien era en tan poco tiempo.
Finalmente, tras adentrarse en la residencia por una entrada trasera y pasar por varias habitaciones que contrastaban vivamente con el lujo y el orden del jardín que acababan de atravesar, el brujo y el humano acabaron en una angosta habitación adyacente a las cocinas.
El hombre, entonces, antes de marcharse de aquel lugar, les ordenó a ambos que se limpiasen pues debían estar presentables si querían servir allí. Eltrant enarcó una ceja evitando hacer algún comentario al respecto y, cuando el sujeto abandonó la habitación, procedió a quitarse la ropa para enseguida frotarse el cuerpo con el jabón que les habían facilitado.
- No te equivocas. – dijo el exmercenario a las primeras palabras que Demian pronunciaba desde que se habían encontrado en el mercado. Entornó los ojos con según el muchacho continuaba hablando, desvelando el por qué estaba allí en realidad.
¿Buscar información? ¿Qué tipo de información podía estar Demian buscando allí? Aquellas preguntas se desvanecieron momentáneamente de sus pensamientos cuando el muchacho mencionó que se alegraba de verle. Sonrió.
– Yo también me alegro de verte, Dem. – dijo. El brujo podía parecer frío y algo distante a simple vista, pero él sabía que no era así, o lo había sabido. Fuese cual fuese el caso, se alegró al saber que todo aquel tiempo no le había cambiado demasiado. – El caso es que… - Si el brujo decía estar buscando información en la mansión debía saber, al menos, las distintas habladurías que se oían en las calles acerca del hombre para el que estaban trabajando. ¿Por qué si no, además de por dinero, iba indagar sobre el noble? - ¿Sabes que se dice que Lord Aimos es…? – Antes de que pudiese terminar la pregunta una mujer regordeta entró en la habitación y depositó dos paquetes en la entrada de la habitación.
Cruzado de brazos, después de oír como la mujer proporcionaba a los dos nuevos mayordomos de Aimos las primeras tareas que debían realizar, ladeó levemente la cabeza durante los instantes en los que la esta se quedó mirándole atentamente.
Apenas se atrevió a moverse cuando notó como la criada, según salía de la habitación, deslizaba las yemas de sus dedos muy sutilmente sobre una de las tantas cicatrices que tenía en la espalda. Tragó saliva.
- Sí, me he dado cuenta. – dijo sonriendo a la obviedad que el muchacho acababa de decir, girándose a mirarle cuando este dejó escapar aquella extraña risita que cortó casi de golpe, de forma completamente antinatural.
Sin decir nada a lo que acababa de ver, contempló como Demian volvía a adoptar su expresión natural neutra y comenzaba a ataviarse con su uniforme.
– Ah, sí. – Tomó aire y se agachó examinar el paquete de mayor tamaño que todavía quedaba en el suelo - Lo que estaba a punto de decirte… - Eltrant imitó al niño y se colocó sus pantalones nuevos, justo después, comenzó a abotonarse la camisa. – La gente de por aquí cree que Aimos es un vampiro. – dijo al brujo. – … Uno que al parecer secuestra a gente y eso. Quería ver si era verdad. - Ya habían encarado juntos a varios de los seres de la noche y estaba bastante seguro que, de no ser por el niño, sus viajes habrían terminado hacía mucho. Por muy joven que fuese podía confiar en el criterio de Demian, podía contarle lo que planeaba, si resultaba que de verdad era peligroso le iba a venir bien su ayuda. – Si notas algo raro dímelo, me vendría bien tu ayuda. – dijo revolviéndole el pelo una vez Eltrant estuvo completamente vestido.
Estiró ambos brazos por encima de su cabeza, notando como la tela que ahora vestía se resentía ligeramente: aquellos ropajes eran bastante más pequeños de lo que parecían a simple vista, cosa que no facilitaba los movimientos bruscos.
- Muy estrecho… - Murmuró para sí, moviendo entonces las piernas de forma parecida. Tenía la impresión de que no iba a servir de nada quejarse, iba a tener que conformarse con aquel uniforme.
Cuando comprobó que su inesperado aliado estuviese también completamente vestido, salieron de la diminuta habitación y, en las cocinas, como había indicado la mujer de la mirada penetrante, se encontraron dos bandejas de comida cuidadosamente colocadas en una de las tantas mesas del lugar.
Después de hacerse con la de mayor tamaño Eltrant indicó con la cabeza a Demian que le siguiese.
- Y… ¿Sabes algo de Arwen? – Preguntó el castaño mientras caminaban por los largos pasillos de la mansión en un intento por darle algo de conversación al brujo. – Creo que está trabajando en el hospital de Lunargenta… algo así he oído. – Agregó rememorando, por unos instantes, a la mujer que le introdujo las bondades de la sanación elfica.
Esperaba que estuviese bien, Lunargenta, en aquel momento, no era el lugar más seguro del continente.
Avanzaron durante varios pasillos más, en un principio, sin rumbo fijo. No podía negarle a nadie que la mansión era enorme y que él estaba algo perdido, quizás debía de ser Demian el que liderase aquella pequeña expedición por la residencia Aimos.
Afortunadamente para ambos algunos criados no tardaron en verles y se encargaron de conducir a los novatos hacía el jardín, donde se encontraron escasos minutos después; justo frente a una amplia terraza en la que dos figuras parecían conversar entre ellas sentadas en torno a una diminuta mesita de color blanco.
Se acercó lentamente hasta la pareja. Ambos se giraron cuando se percataron de la presencia de los criados con las bandejas.
Un hombre de mediana edad, dueño de ojos azules y largos cabellos rubios recogidos en una coleta sonrió a los recién llegados.
- ¿Vosotros sois los nuevos? – Dijo analizando al brujo y al humano con la mirada casi de la misma forma que lo había hecho el hombre que les había contratado. – Me alegro de teneros a mi cargo, pareceis competentes. – Sentenció al final arrebatando la bandeja de las manos de Eltrant y depositándola sobre la mesita. – Oh, no me he presentado, disculpadme. ¿Dónde están mis modales? Soy Tobías Aimos, el señor de la casa. – dijo sentándose con cierta dificultad frente a la mesa, sin perder la sonrisa, llevándose un pañuelo a la boca cuando empezó a toser de improviso.
La otra figura, una de menor tamaño, pero con la que compartía color de ojos y de cabellos se ocultó tímidamente tras la figura del hombre.
- …Y esta es mi hija, Esther Aimos – Agarró a la muchacha de uno de los brazos y la colocó, con delicadeza, frente a los nuevos criados. – Vamos cielo, no tengas miedo. – dijo el noble depositando ambas manos en los hombros de la joven, zarandeándola con suavidad, obligando a la niña a sonreír. - ¿Por qué no ayudas a nuestro joven trabajador? – Comentó el padre señalando con un rápido gesto de muñeca a Demian. – No va a estar ahí esperando todo el día para ti. Son unas personas muy ocupadas. – Señaló. La niña, aunque reticente en un principio, se acercó al brujo e hizo lo mismo que su padre había hecho con la bandeja de Eltrant minutos atrás.
Eltrant no pudo evitar ver las orejas de la joven: era una elfa.
¿Descartaba aquello la teoría del vampiro? Parecía bastante evidente que sí, la terraza no estaba precisamente cubierta de los rayos de sol, y, desde luego, nada de aquello era lo que se había esperado por lo que se decía en las calles.
Desvió su mirada hasta Demian, tratando de adivinar lo que podía estar pasando por su cabeza en aquel momento.
Como de costumbre la expresión del muchacho apenas había cambiado al verle, pero a Eltrant, no obstante, le pareció ver cierto reconocimiento en los ojos de Demian cuando su mirada se cruzó con la suyos. Sobre todo, cuando este se aseguró de llamarle “tío Mario”.
Se pasó la mano por la barba, pensativo, a la vez que se internaba en el presuntuoso jardín al que el sirviente de Aimos les había conducido. ¿Cuánto había pasado desde la última vez que se cruzó con Demian? Habían podido pasar fácilmente años desde que lo vio por última vez en las tierras del oeste.
Se sentía ligeramente mal por no haberlo reconocido a simple vista, sobre todo por qué Demian no había cambiado, después de todo, demasiado. Pero, por otro lado, si tenía en cuenta los percances que había tenido con sus propios recuerdos y lo borrosa que podía llegar a ser para él toda aquella época, tenía que admitir que se sorprendía de haberse dado cuenta de quien era en tan poco tiempo.
Finalmente, tras adentrarse en la residencia por una entrada trasera y pasar por varias habitaciones que contrastaban vivamente con el lujo y el orden del jardín que acababan de atravesar, el brujo y el humano acabaron en una angosta habitación adyacente a las cocinas.
El hombre, entonces, antes de marcharse de aquel lugar, les ordenó a ambos que se limpiasen pues debían estar presentables si querían servir allí. Eltrant enarcó una ceja evitando hacer algún comentario al respecto y, cuando el sujeto abandonó la habitación, procedió a quitarse la ropa para enseguida frotarse el cuerpo con el jabón que les habían facilitado.
- No te equivocas. – dijo el exmercenario a las primeras palabras que Demian pronunciaba desde que se habían encontrado en el mercado. Entornó los ojos con según el muchacho continuaba hablando, desvelando el por qué estaba allí en realidad.
¿Buscar información? ¿Qué tipo de información podía estar Demian buscando allí? Aquellas preguntas se desvanecieron momentáneamente de sus pensamientos cuando el muchacho mencionó que se alegraba de verle. Sonrió.
– Yo también me alegro de verte, Dem. – dijo. El brujo podía parecer frío y algo distante a simple vista, pero él sabía que no era así, o lo había sabido. Fuese cual fuese el caso, se alegró al saber que todo aquel tiempo no le había cambiado demasiado. – El caso es que… - Si el brujo decía estar buscando información en la mansión debía saber, al menos, las distintas habladurías que se oían en las calles acerca del hombre para el que estaban trabajando. ¿Por qué si no, además de por dinero, iba indagar sobre el noble? - ¿Sabes que se dice que Lord Aimos es…? – Antes de que pudiese terminar la pregunta una mujer regordeta entró en la habitación y depositó dos paquetes en la entrada de la habitación.
Cruzado de brazos, después de oír como la mujer proporcionaba a los dos nuevos mayordomos de Aimos las primeras tareas que debían realizar, ladeó levemente la cabeza durante los instantes en los que la esta se quedó mirándole atentamente.
Apenas se atrevió a moverse cuando notó como la criada, según salía de la habitación, deslizaba las yemas de sus dedos muy sutilmente sobre una de las tantas cicatrices que tenía en la espalda. Tragó saliva.
- Sí, me he dado cuenta. – dijo sonriendo a la obviedad que el muchacho acababa de decir, girándose a mirarle cuando este dejó escapar aquella extraña risita que cortó casi de golpe, de forma completamente antinatural.
Sin decir nada a lo que acababa de ver, contempló como Demian volvía a adoptar su expresión natural neutra y comenzaba a ataviarse con su uniforme.
– Ah, sí. – Tomó aire y se agachó examinar el paquete de mayor tamaño que todavía quedaba en el suelo - Lo que estaba a punto de decirte… - Eltrant imitó al niño y se colocó sus pantalones nuevos, justo después, comenzó a abotonarse la camisa. – La gente de por aquí cree que Aimos es un vampiro. – dijo al brujo. – … Uno que al parecer secuestra a gente y eso. Quería ver si era verdad. - Ya habían encarado juntos a varios de los seres de la noche y estaba bastante seguro que, de no ser por el niño, sus viajes habrían terminado hacía mucho. Por muy joven que fuese podía confiar en el criterio de Demian, podía contarle lo que planeaba, si resultaba que de verdad era peligroso le iba a venir bien su ayuda. – Si notas algo raro dímelo, me vendría bien tu ayuda. – dijo revolviéndole el pelo una vez Eltrant estuvo completamente vestido.
Estiró ambos brazos por encima de su cabeza, notando como la tela que ahora vestía se resentía ligeramente: aquellos ropajes eran bastante más pequeños de lo que parecían a simple vista, cosa que no facilitaba los movimientos bruscos.
- Muy estrecho… - Murmuró para sí, moviendo entonces las piernas de forma parecida. Tenía la impresión de que no iba a servir de nada quejarse, iba a tener que conformarse con aquel uniforme.
Cuando comprobó que su inesperado aliado estuviese también completamente vestido, salieron de la diminuta habitación y, en las cocinas, como había indicado la mujer de la mirada penetrante, se encontraron dos bandejas de comida cuidadosamente colocadas en una de las tantas mesas del lugar.
Después de hacerse con la de mayor tamaño Eltrant indicó con la cabeza a Demian que le siguiese.
- Y… ¿Sabes algo de Arwen? – Preguntó el castaño mientras caminaban por los largos pasillos de la mansión en un intento por darle algo de conversación al brujo. – Creo que está trabajando en el hospital de Lunargenta… algo así he oído. – Agregó rememorando, por unos instantes, a la mujer que le introdujo las bondades de la sanación elfica.
Esperaba que estuviese bien, Lunargenta, en aquel momento, no era el lugar más seguro del continente.
Avanzaron durante varios pasillos más, en un principio, sin rumbo fijo. No podía negarle a nadie que la mansión era enorme y que él estaba algo perdido, quizás debía de ser Demian el que liderase aquella pequeña expedición por la residencia Aimos.
Afortunadamente para ambos algunos criados no tardaron en verles y se encargaron de conducir a los novatos hacía el jardín, donde se encontraron escasos minutos después; justo frente a una amplia terraza en la que dos figuras parecían conversar entre ellas sentadas en torno a una diminuta mesita de color blanco.
Se acercó lentamente hasta la pareja. Ambos se giraron cuando se percataron de la presencia de los criados con las bandejas.
Un hombre de mediana edad, dueño de ojos azules y largos cabellos rubios recogidos en una coleta sonrió a los recién llegados.
- ¿Vosotros sois los nuevos? – Dijo analizando al brujo y al humano con la mirada casi de la misma forma que lo había hecho el hombre que les había contratado. – Me alegro de teneros a mi cargo, pareceis competentes. – Sentenció al final arrebatando la bandeja de las manos de Eltrant y depositándola sobre la mesita. – Oh, no me he presentado, disculpadme. ¿Dónde están mis modales? Soy Tobías Aimos, el señor de la casa. – dijo sentándose con cierta dificultad frente a la mesa, sin perder la sonrisa, llevándose un pañuelo a la boca cuando empezó a toser de improviso.
La otra figura, una de menor tamaño, pero con la que compartía color de ojos y de cabellos se ocultó tímidamente tras la figura del hombre.
- …Y esta es mi hija, Esther Aimos – Agarró a la muchacha de uno de los brazos y la colocó, con delicadeza, frente a los nuevos criados. – Vamos cielo, no tengas miedo. – dijo el noble depositando ambas manos en los hombros de la joven, zarandeándola con suavidad, obligando a la niña a sonreír. - ¿Por qué no ayudas a nuestro joven trabajador? – Comentó el padre señalando con un rápido gesto de muñeca a Demian. – No va a estar ahí esperando todo el día para ti. Son unas personas muy ocupadas. – Señaló. La niña, aunque reticente en un principio, se acercó al brujo e hizo lo mismo que su padre había hecho con la bandeja de Eltrant minutos atrás.
Eltrant no pudo evitar ver las orejas de la joven: era una elfa.
¿Descartaba aquello la teoría del vampiro? Parecía bastante evidente que sí, la terraza no estaba precisamente cubierta de los rayos de sol, y, desde luego, nada de aquello era lo que se había esperado por lo que se decía en las calles.
Desvió su mirada hasta Demian, tratando de adivinar lo que podía estar pasando por su cabeza en aquel momento.
Eltrant Tale
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Re: [CERRADO]La Fiesta de Baslodia [Trabajo][Eltrant Tale]
–No lo se –fue la sincera respuesta de Demian al ser consultado sobre el tema de Ärwen.
Había cierta vergüenza en su tono de voz. La verdad es que tras las aventuras en que el grupo se había conocido todo contacto se había perdido. Él recordaba que la elfa se había quedado en un hospital del norte, donde se habían despedido, pero luego el rastro se perdía.
–La gente no quería tomar el trabajo, así que me pareció raro –comenta luego respecto al tema del señor y su presencia en el lugar –, tendría mucho sentido que se tratara de algún cruel vampiro. Yo creo q-que quizás está relacionado con lo que ocurre en Lunarjj-genta.
Sin embargo, lo que se encontraron fue muy distinto.
Lord Aimos estaba claramente al sol y encima tenía una hija. No se necesitó demasiado escudriñar para percatarse de que eran elfos. ¿De dónde venía, entonces, tanto temor y comentario hacia su figura?. Tras poco interactuar tampoco daba la impresión de ser un tirano.
Demian le entregó unas galletitas a la niña. Ella sonrió, Demian no. Ella hizo un movimiento divertido con sus trenzas, Demian sólo le prestaba atención a las cosas que ponía sobre la mesa. Ella saludó, Demian apenas hizo un ademán con su cabeza.
–Muy... profesional –comentó el señor, para luego girarse hacia Eltrant –¿son ustedes familia?
–Es mi tío –se apresuró a contestar Demian.
El señor asintió y se giró ahora hacia su hija, mostrándose cariñoso en el trato al servirle una galleta directamente a los inquietos labios. A pesar de que parecía reticente a interactuar con extraños, también había vitalidad en la pequeña elfa. No se requería demasiado análisis para ver que su padre la protegía bastante.
Demian se acomodó para tener a la mano las dagas escondidas entre sus ropas, sin asomarlas.
–La gente dice que usted es un vampiro.
El comentario de Demian generó un silencio repentino, apenas roto por una escoba que se caía de las manos de una sirvienta en algún lugar cercano. Fue como si hasta las aves de pronto decidieran cesar su canto para no interrumpir un incómodo momento y los perros dejaran de mover sus colas. La sirvienta más tarde contaría que estaba segura de haber visto una pulga desmayarse en el lomo del perro que tomaba el sol en esos momentos, aunque por supuesto, nadie creería que hablaba en serio.
–¿Te contaron también que me como a la gente?, ¿que me gusta colgar a mis víctimas con ganchos afilados en mi habitación y oír sus gritos para quedarme dormido?, ¿que visto ropas hechas de piel humana?
La niña pareció conmocionada, recogiéndose en torno a sus hombros. El señor, en cambio, dio una risa suave, amigable, comprensiva.
–La gente dice muchas cosas de aquellos a quienes les va bien. Yo no nací en la opulencia, conocí las calles y el esfuerzo. Quizás por eso la gente inventa cosas sobre mí, porque no soportan ver que alguien pueda surgir, superar su cuna y cambiar de estatus, es como si eso les quemara en su incapacidad de hacer lo mismo.
Demian no estaba seguro de qué responder. Claramente el señor tenía todo a su favor y su versión se condecía con lo que mostraban los hechos. ¿Era efectivamente todo un simple rumor malintencionado?
El chico asintió y tomó la bandeja para devolverla a la cocina. La niña ya no le sonreía de la misma manera, sino que tenía un cierto temor, quizás ofendida por las acusaciones del chico a su amado padre. Demian, en tanto, sabía que se había comprometido a un trabajo y que lo llevaría a cabo hasta el final.
Volvió a la cocina y allí había un sujeto de gran tamaño, aunque rostro enjuto. Sus ropas estaban sorprendentemente limpias para lo que daba a entender su sombrero. Claramente su rol allí era ser un chef. Frente a sí tenía algunos ingredientes finamente cortados y ordenados con una pulcritud y precisión que hacía todo parecer falso. La carne estaba dimensionada en trozos perfectamente cuadrados, ordenados en filas y columnas similares. La harina formaba un cono muy redondeado, mientras que unos pequeños peces se encontraban ordenados de mayor a menor y clasificados según las variaciones en el tono de su piel. Unos huevos estaban partidos con precisión, de tal manera que todos tenían una incisión circular en la parte superior, como si les hubiera sido removida una tapa. A un costado, algunas verduras habían sido picadas de un modo completamente uniforme.
–Ustedes dos, necesito exactamente 7 medidas y media de sémola, 5 manzanas, pero sólo las que tengan la mitad roja y la mitad amarilla. No quiero una totalmente amarilla ni una totalmente roja. Además, necesito el interior de 53 nueces, pero deben tener cuidado de no romper nada más al partirlas, si hay siquiera un rasguño en ellas lo descontaré de su paga. También voy a necesitar 47 patatas, pero deben ser de la medida exacta de un huevo, ni más ni menos, pero quiero otras 58 patatas que pueden ser de cualquier tamaño, siempre y cuando su cáscara no tenga impurezas notoria. Ya que están en eso, quiero 168 fresas, pero ninguna debe estar partida ni aplastada. Tampoco quiero fresas de apariencias raras, sólo las que de verdad parezcan fresas. Finalmente, quiero 29 zanahorias, ninguna más larga que mi mano ni más corta que mi dedo índice.
Demian levantó una ceja, tratando de memorizar la información. Aquel sujeto le resultaba extraño en sus peticiones, pero sospechaba que iba a ser muy exigente en lo que pedía. El chico jamás había pensado que cocinar fuera tan difícil.
–¿Dónde s-s-sacaremos todo eso?
–¿De dónde? pues de la bodega, obviamente. En la escalera al fondo, a la derecha, bajan al sótano. Ah, y sé exactamente lo que hay de cada cosa, no toleraré que roben nada.
De alguna manera, Demian sospechó de que era completamente cierta la afirmación de conocer exactamente cuánto de cada cosa había allí abajo.
Última edición por Demian el Vie 8 Jun 2018 - 14:17, editado 1 vez
Demian
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Re: [CERRADO]La Fiesta de Baslodia [Trabajo][Eltrant Tale]
Sintió como su corazón se detenía por unos segundos cuando el joven brujo preguntó directamente a Aimos si de verdad era un vampiro. Para su alivio, el noble se tomó la pregunta de Demian con humor y explicó, calmadamente, que los rumores no eran más que fruto de una envidia que al parecer muchos de los habitantes de Baslodia parecían compartir.
Cuando este terminó de hablar, Eltrant analizó la figura del elfo unos instantes y, como había hecho Demian, tomó la bandeja que le había correspondido llevar hasta allí de la modesta mesita en torno a la cual Aimos y su hija estaban sentados.
Esta vez fue él el que se encargó de seguir a Demian de vuelta hasta las cocinas, perdiéndose él entre tanto en sus pensamientos mientras caminaba.
No le quedaba más remedio que admitir que la verdadera naturaleza de Aimos le había tomado por sorpresa. El hombre no solo no era un despiadado vampiro sediento de sangre, sino que además distaba mucho de ser uno de los tantos nobles podías encontrar a lo largo y ancho de Aerandir.
Eltrant conocía a pocas personas de su estatus social capaces de simpatizar con sus sirvientes como aquel hombre lo había hecho, de conversar con las personas a las que paga como si fuesen personas y no herramientas capaces de razonar sus distintos cometidos. Quizás se debiese a que sus orígenes eran humildes. ¿Habría estado Aimos en la posición en la que se encontraban Demian y él en aquel momento? Si tenía en cuenta lo que les había explicado hacía apenas unos minutos era algo perfectamente posible.
Sacudió la cabeza, volviendo a la realidad. En cierto modo lo agradecía, la personalidad de Aimos solo le ayudaba a centrarse más en el trabajo que acababa de aceptar, y si bien era cierto que no era un tipo de empleo que estuviese habituado a realizar, los dioses sabían tan bien como él que necesitaba el dinero.
De vuelta en las cocinas se encontraron con un hombre corpulento que, por su indumentaria y lo que se encontraba haciendo en aquel momento, no podía sino ser el cocinero de la residencia. El tipo no tardó en percatarse de la presencia de los dos nuevos mayordomos a quienes, de golpe, comenzó a atosigar con un sinfín de instrucciones que Eltrant trató inútilmente de memorizar sobre la marcha.
Aquello era una completa locura.
- ¿No es todo muy… concreto? – Preguntó Eltrant momentos después de que el chef respondiese a la pregunta que Demian.
- Oh, no se me había ocurrido. ¿Perdona? – Tras clavar el cuchillo que tenía entre sus manos sobre la tabla de madera que descansaba frente a él, junto al centenar de alimentos metódicamente troceados, el hombre se cruzó de brazos. - ¿Eres tú quien sabe que cantidades exactas proporcionar a los invitados de esta noche? ¿Sabes cuantas cabezas de ajo son necesarias para hacer una sopa de Baslodia? ¿Y el color que deben tener? ¿Eres tú el cocinero?– Aquella retahíla de preguntas tomó a Eltrant por sorpresa, el cual no pudo sino arquear una ceja sin saber exactamente qué contestar. - ¿No? ¿Nada? Lo suponía. – dijo de mala gana – Ahora haced lo que os he pedido. ¡Vamos! – Volviendo a tomar el cuchillo, el hombre ignoró a la pareja y comenzó a trocear lo que parecía ser un apio con una habilidad encomiable, casi daba envidia verle.
- Mejor acabar con esto cuanto antes… - dijo Eltrant a Demian suspirando profundamente, encaminándose hacía la bodega que el chef había mencionado.
La despensa de Aimos era bastante típica, no había nada que no hubiese visto un centenar de veces antes en otros lugres; una habitación muy amplia, mal iluminaba y ligeramente húmeda. Lo único llamativo que veía, a simple vista, era la ingente cantidad de comida de la que Aimos parecía ser dueño, no le extrañaría si allí había suficientes víveres para alimentar a todo el barrio bajo de la ciudad.
Tras atusarse la barba durante unos segundos, estudiando la habitación, se acercó hasta un saco que descansaba no muy lejos de la entrada a la bodega. Tras examinarlo, comprobó que estaba repleto de manzanas.
- ¿Había dicho algo de manzanas? – Preguntó a Demian echando mano de un par de ellas, haciendo memoria. - ¿Cinco? – Volvió a llevarse la mano hasta la cara y, tras unos segundos observándolas atentamente, tomó cinco manzanas obviando color alguno o forma y las metió en un zurrón que llevaba consigo. – Pues estas. – dijo agitando el saco. - ¿Qué es lo siguiente? – Inquirió para si mismo en voz baja, avanzando entre las distintas estanterías que recorrían el sótano.
Poco a poco y aunque estaba bastante seguro de que estaba cometiendo bastantes errores, comenzó a llenar el bolso con las distintas cosas que recordaba que el chef le había pedido.
No notó nada hasta que llegó al extremo opuesto del sótano. Justo en el momento en el que tomaba un puñado de zanahorias y las metía sin ningún tipo de cuidado en el talego percibió un suave olor dulzón, uno que se volvió empalagoso rápidamente, por unos instantes tuvo la impresión de que estaba respirando azúcar, no obstante, esta sensación desapareció tan pronto como Eltrant se percató, seriamente, de que la estaba teniendo.
Pasándose la mano por el pelo Eltrant se detuvo dónde estaba e inspiró con fuerza, tratando de volver a captar el aroma. No obstante, al no conseguirlo, descartó que fuese nada relevante y continuó su camino, con todos los alimentos allí almacenados era bastante más sencillo suponer que se tratase de alguno de ellos.
- ¡Demian! – Exclamó mientras volvía hacía las escaleras que conducían al piso superior. - ¿Lo tienes todo? – Preguntó cuándo volvió a verle, dejando las estanterías tras de sí. – No me acordaba de alguna de las cosas, pero… - Se encogió de hombros. – Servirá, supongo. – Afirmó con una sonrisa.
Cuando este terminó de hablar, Eltrant analizó la figura del elfo unos instantes y, como había hecho Demian, tomó la bandeja que le había correspondido llevar hasta allí de la modesta mesita en torno a la cual Aimos y su hija estaban sentados.
Esta vez fue él el que se encargó de seguir a Demian de vuelta hasta las cocinas, perdiéndose él entre tanto en sus pensamientos mientras caminaba.
No le quedaba más remedio que admitir que la verdadera naturaleza de Aimos le había tomado por sorpresa. El hombre no solo no era un despiadado vampiro sediento de sangre, sino que además distaba mucho de ser uno de los tantos nobles podías encontrar a lo largo y ancho de Aerandir.
Eltrant conocía a pocas personas de su estatus social capaces de simpatizar con sus sirvientes como aquel hombre lo había hecho, de conversar con las personas a las que paga como si fuesen personas y no herramientas capaces de razonar sus distintos cometidos. Quizás se debiese a que sus orígenes eran humildes. ¿Habría estado Aimos en la posición en la que se encontraban Demian y él en aquel momento? Si tenía en cuenta lo que les había explicado hacía apenas unos minutos era algo perfectamente posible.
Sacudió la cabeza, volviendo a la realidad. En cierto modo lo agradecía, la personalidad de Aimos solo le ayudaba a centrarse más en el trabajo que acababa de aceptar, y si bien era cierto que no era un tipo de empleo que estuviese habituado a realizar, los dioses sabían tan bien como él que necesitaba el dinero.
De vuelta en las cocinas se encontraron con un hombre corpulento que, por su indumentaria y lo que se encontraba haciendo en aquel momento, no podía sino ser el cocinero de la residencia. El tipo no tardó en percatarse de la presencia de los dos nuevos mayordomos a quienes, de golpe, comenzó a atosigar con un sinfín de instrucciones que Eltrant trató inútilmente de memorizar sobre la marcha.
Aquello era una completa locura.
- ¿No es todo muy… concreto? – Preguntó Eltrant momentos después de que el chef respondiese a la pregunta que Demian.
- Oh, no se me había ocurrido. ¿Perdona? – Tras clavar el cuchillo que tenía entre sus manos sobre la tabla de madera que descansaba frente a él, junto al centenar de alimentos metódicamente troceados, el hombre se cruzó de brazos. - ¿Eres tú quien sabe que cantidades exactas proporcionar a los invitados de esta noche? ¿Sabes cuantas cabezas de ajo son necesarias para hacer una sopa de Baslodia? ¿Y el color que deben tener? ¿Eres tú el cocinero?– Aquella retahíla de preguntas tomó a Eltrant por sorpresa, el cual no pudo sino arquear una ceja sin saber exactamente qué contestar. - ¿No? ¿Nada? Lo suponía. – dijo de mala gana – Ahora haced lo que os he pedido. ¡Vamos! – Volviendo a tomar el cuchillo, el hombre ignoró a la pareja y comenzó a trocear lo que parecía ser un apio con una habilidad encomiable, casi daba envidia verle.
- Mejor acabar con esto cuanto antes… - dijo Eltrant a Demian suspirando profundamente, encaminándose hacía la bodega que el chef había mencionado.
La despensa de Aimos era bastante típica, no había nada que no hubiese visto un centenar de veces antes en otros lugres; una habitación muy amplia, mal iluminaba y ligeramente húmeda. Lo único llamativo que veía, a simple vista, era la ingente cantidad de comida de la que Aimos parecía ser dueño, no le extrañaría si allí había suficientes víveres para alimentar a todo el barrio bajo de la ciudad.
Tras atusarse la barba durante unos segundos, estudiando la habitación, se acercó hasta un saco que descansaba no muy lejos de la entrada a la bodega. Tras examinarlo, comprobó que estaba repleto de manzanas.
- ¿Había dicho algo de manzanas? – Preguntó a Demian echando mano de un par de ellas, haciendo memoria. - ¿Cinco? – Volvió a llevarse la mano hasta la cara y, tras unos segundos observándolas atentamente, tomó cinco manzanas obviando color alguno o forma y las metió en un zurrón que llevaba consigo. – Pues estas. – dijo agitando el saco. - ¿Qué es lo siguiente? – Inquirió para si mismo en voz baja, avanzando entre las distintas estanterías que recorrían el sótano.
Poco a poco y aunque estaba bastante seguro de que estaba cometiendo bastantes errores, comenzó a llenar el bolso con las distintas cosas que recordaba que el chef le había pedido.
No notó nada hasta que llegó al extremo opuesto del sótano. Justo en el momento en el que tomaba un puñado de zanahorias y las metía sin ningún tipo de cuidado en el talego percibió un suave olor dulzón, uno que se volvió empalagoso rápidamente, por unos instantes tuvo la impresión de que estaba respirando azúcar, no obstante, esta sensación desapareció tan pronto como Eltrant se percató, seriamente, de que la estaba teniendo.
Pasándose la mano por el pelo Eltrant se detuvo dónde estaba e inspiró con fuerza, tratando de volver a captar el aroma. No obstante, al no conseguirlo, descartó que fuese nada relevante y continuó su camino, con todos los alimentos allí almacenados era bastante más sencillo suponer que se tratase de alguno de ellos.
- ¡Demian! – Exclamó mientras volvía hacía las escaleras que conducían al piso superior. - ¿Lo tienes todo? – Preguntó cuándo volvió a verle, dejando las estanterías tras de sí. – No me acordaba de alguna de las cosas, pero… - Se encogió de hombros. – Servirá, supongo. – Afirmó con una sonrisa.
Última edición por Eltrant Tale el Vie 1 Jun 2018 - 12:45, editado 1 vez
Eltrant Tale
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Re: [CERRADO]La Fiesta de Baslodia [Trabajo][Eltrant Tale]
Las instrucciones eran irritantes, pero más aún lo eran las palabras de aquel cocinero. ¿Sabría aquel que no le costaría nada apuñalarlo y luego huir envuelto en ilusiones? ¿Sabría que podía hacerle una trampa con ilusiones para hacer que perdiera su trabajo?
Despejó esos pensamientos, enfocándose en tratar de recordar los números, en apariencia tan azarosos, para no cometer un error.
Murmuró las cantidades, pero se descubrió a sí mismo diciendo números distintos cada vez que lo repetía e incapaz de dar con el original. Se suponía que era un chico listo, pero las peticiones no tenían de dónde coger asidero.
–Creo que sólo rojas, nada de amarillas –contestó convencido a Eltrant cuando le preguntó sobre las manzanas.
Encontró entonces unas zanahorias y comenzó a medirlas con su mano. Recordaba que no debían ser más cortas que el dedo índice ni más largas que la mano completa, pero de pronto entró en razón que su mano era más pequeña.
–¡Rayos!, Elt, ¿qué tan grande era la mano del cocinero?.
El asunto resultaba confuso, así que decidió ir por las fresas. Recordaba que no debían lucir raras, pero ¿qué se suponía que era una fresa rara?. Las miró una por una y de pronto se convenció de que todas podían ser consideradas raras, dependiendo de con qué ojo se mirara. Ninguna era completamente igual a otra y, si se le buscaba bien, todas tenían algún defecto, por mínimo que pareciera.
Suspiró. Se sentó en el suelo y luego se dejó caer de espaldas.
–No vamos a terminar nunca –exclamó con pesadez.
Su cabeza rodó hasta que una de sus orejas reposó en la fría piedra. Estaba acostumbrado a ser paciente y minucioso, pero en el contexto de asesinar, como un gato a la espera de que el ratón se asome por la madriguera, completamente quieto, con todos sus sentidos puestos en la pequeña aventura. Esto era distinto, hasta un gato perdería la paciencia recolectando objetos según absurdas instrucciones.
Quejido.
Podía estar molesto por la situación en que se encontraban, pero ciertamente no era tanto como para estar loco. Guardó silencio, seguro de que había oído el quejido de alguien más, como el de una mujer o quizás un niño.
Se giró y puso el otro oído contra la piedra, pero ahora no escuchaba nada más allá de algún ratón raspando algún objeto tras unas cajas.
Estaba por darse por vencido cuando creyó oírlo otra vez. ¿Era cierto? ¿había sido el ratón chillando? ¿sería sólo la gente de la cocina agotada de lavar cosas?. No estaba seguro de la dirección de dónde provenía el sonido, si siquiera había habido un sonido de verdad. Quizás era sólo su imaginación.
–Creo que oí un quejido, Elt.
Intentó acomodar sus oídos en otros ángulos, pero no oyó nada nuevo. Hasta el roedor había decidido dejar de raspar esquinas innecesarias y respetar el silencio debido al momento.
–Hey, no tengo todo el día –oyó la queja lejana del cocinero.
Suspiró nuevamente, siguiendo a Eltrant para subir las escaleras. Tal vez sólo había sido su imaginación.
El cocinero no parecía muy satisfecho cuando recibió los productos. Si bien habían cumplido en reunir la mayoría de las cosas, su precisión en seguir tantas normas no había sido la perfecta y para aquel sujeto sólo la perfección era aceptable.
–Ya va a ser hora de que comiencen a llegar algunos invitados, vayan a recibirlos, claramente no sirven para las finas labores de la cocina, par de holgazanes –comentó con desprecio.
Demian sintió un profundo deseo de usar uno de los cuchillos que reposaba sobre un mesón, justo al alcance de su telekinesis, pero sabía que aquello era una simple pérdida de tiempo. Cuando aún estaba entrenando, mucho tiempo atrás, su maestro le había dicho muchas veces que nunca había que matar a aquellos que no era estrictamente necesario. Esa enseñanza no había sido dada en un contexto humanitario, sino que pensando en los posibles inconvenientes que acarreaba asesinar a alguien.
Se giró sobre sí mismo, iniciando su camino hacia la entrada. Aún era bastante temprano, por lo que sería raro si ya estuvieran llegando los invitados, pero había que cumplir.
Se paró en la entrada imaginando que iba a ser una larga y aburrida tarea, una especie de castigo impuesto por el cocinero por no ser capaz de recordar los números y descripciones exactas de lo que quería (y no había peor castigo que tener que esperar en aburrimiento un tiempo indeterminado), pero pronto el movimiento de un carruaje le hizo distraer sus pensamientos.
El carruaje era elegante, de una madera tan reluciente que le hizo pensar que era falsa, quizás alguno de esos extraños materiales que poseían los Bio-cibernéticos, de esos que había conocido en Lunargenta.
Al abrirse la puerta, una alfombra de color púrpura se desplegó, para permitir la bajada del pasajero.
Se trataba de una mujer elegante, ataviada con un vestido de varias capas de colores que Demian creía imposibles de lograr en una prenda y texturas que invitaban a pasar sus dedos por ellas, sólo para sentir por un instante qué es lo que era disponer de esos recursos. Bajo tales ostentaciones, la figura de ella no se quedaba atrás. Su piel parecía increíblemente limpia, suave y llena de una inocente vitalidad, mientras que sus labios carnosos estaban apenas separados, dando la impresión de un incipiente beso que no llegaba jamás. Sus pechos eran firmes y a Demian le dio la impresión de que estaban llenos de agua. De alguna forma este pensamiento le generó extrañas sensaciones más abajo de la cintura y el chico bajó de inmediato los ojos sintiendo un calor incipiente y radiante en las mejillas.
La mujer dejó caer (porque no se lo pasó, sino que literalmente lo dejó caer) un abrigo de pieles sobre el joven brujo, cubriéndole el rostro. Extrañamente, esto fue un alivio. Era pesado y Demian sintió que los finos pelos del animal al que alguna vez hubiera pertenecido se le metían por la nariz y causaban comezón.
Demian no quiso sacarse de inmediato el abrigo de la cabeza, no hasta que hubiera sentido que los pasos de la dama se habían adelantado lo suficiente.
En su mente elaboró involuntariamente teorías de qué aspecto tendrían sus partes posteriores al avanzar.
Demian
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Re: [CERRADO]La Fiesta de Baslodia [Trabajo][Eltrant Tale]
No fue ninguna sorpresa el que no consiguiesen contentar al cocinero, se esperaba algo así.
¿Pero que más podían hacer? Las medidas que les había dado como referencia habían sido raras, demasiado específicas. Incluso él, que era un granjero, encontró absurdas algunas de las indicaciones del hombre.
Se preguntó, según aguantaba la mirada del cocinero mientras este les llamaba holgazanes, si en realidad aquello no sería una broma de mal gusto.
Tratando de que su expresión permaneciese lo más neutra posible, evitó responder al chef. Eltrant se limitó a asentir escuetamente cuando este les ordenó recibir a los invitados de la fiesta, los cuales supuestamente estaban a punto de llegar.
Acabaron en la entrada de la mansión.
Mientras esperaban a los distintos invitados que Lord Aimos había invitado a su fiesta Eltrant volvió a estirar los brazos por encima de su cabeza en un inútil intento por tratar de ensanchar la camisa que vestía, casi parecía una segunda piel, se le antojaba ridículamente incomoda.
- Había un olor raro en la bodega. – dijo Eltrant, rompiendo el silencio entre él y el joven brujo, recordando momentáneamente el quejido que el muchacho había afirmado oír mientras buscaban los ingredientes del cocinero. – No creo que sea nada, se fue en cuanto lo noté, pero… - Negó con la cabeza, en ese momento un amplio carruaje paró frente a ellos. – Vamos a centrarnos en esto mejor. – dijo rascándose la barba, viendo como la puerta del vehículo se abría.
El único pasajero que viajaba en el vehículo salió al exterior.
Era una mujer no mucho más joven que el mismo, alguien que evidentemente pertenecía a la clase social que solo era permitida en aquella clase de eventos.
La forma más sencilla que Eltrant tenía de describirla era con una sola palabra: Hermosa. No pudo evitar pensar que, quizás, estaba exagerando, pero en un principio se le antojó como la personificación de la belleza a la que aspiraban todas las mujeres de la nobleza, de todas las protagonistas de las novelas románticas que tan de moda estaban entre los altos estamentos de la nobleza de Verisar.
Ella, por otro lado, ni siquiera les dirigió una rápida mirada a los sirvientes.
Según pasaba junto a la pareja de mayordomos, la mujer dejó caer su abrigo sobre la cabeza del brujo y continuó caminando. Ninguno de los dos tuvo tiempo siquiera de decirle: “Bienvenida”.
Al parecer por dentro no se diferenciaba mucho del resto de los nobles que conocía.
Suspiró profundamente y tomó el abrigo que seguía cubriendo la cabeza del brujo, quien se había quedado extrañamente quieto durante todo momento. Una sonrisa se apareció en su rostro cuando, al librar a Demian del abrazo del abrigo de la noble, notó como las mejillas del pequeño brujo estaban ligeramente enrojecidas.
Por muy frío que pudiese ser a veces, Demian seguía siendo un niño de algún modo u otro.
- Ooooh… - dijo dándole un par de codazos al muchacho, bromeando. - ¿Te ha gustado? – Preguntó, sin parar de sonreír, alejándose del muchacho y depositando cuidadosamente el abrigo en el lugar reservado para los mismos: un teatral armario a pocos metros de donde ellos esperaban. – Es guapa. ¿Verdad? – dijo una vez volvió junto al muchacho.
Otro carromato se detuvo en el mismo lugar en el que había estado el de la mujer que acababa de pasar junto a ellos y, como había sucedido antes, la puerta se abrió tras desplegar una larga alfombra. Esta, en concreto, era de color azul.
Dos personas abandonaron el vehículo en esta ocasión.
Un hombre de mediana edad ataviado con un elegante uniforme militar conversaba con cara de pocos amigos con una mujer rubia de aproximadamente su edad. La pareja caminaba deprisa, más rápido que la joven de pechos turgentes que acababa de pasar por allí, no tardaron apenas unos segundos en llegar hasta dónde los mayordomos esperaban.
- Te digo, Claudio, que esta cena no me gusta. – Comentó la mujer, ignorando la presencia de los sirvientes, mientras entregaba su pesado abrigo a Demian. – Teníamos que haber rechazado la invitación. – Agregó después.
El hombre mostró su desaprobación ante aquellas palabras frunciendo el ceño.
- ¿Cuántas veces te he dicho que no digas nada de eso aquí? Ya tenemos problemas suficientes. – Dijo al mismo tiempo que se quitaba la chaqueta y la dejaba en manos de Eltrant. No pudo evitar ver, en ese momento, la ostentosa espada que el llamado Claudio llevaba atada a su cintura. Por el número de gemas y grabados que tenía la vaina parecía más bien ceremonial. – Todos esos rumores no tienen nada que ver con nosotros y quiero que sepas que… - La conversación entre la pareja se apagó lentamente según esta se alejaba, al final, poco antes de que las voces se desvanecieran completamente, no eran más murmullos incoherentes.
Un tercer carromato se plantó frente a ellos, Eltrant dejó rápidamente ambos abrigos en el lugar que correspondía y volvió junto al brujo.
Bostezó al ver como una familia al completo abandonaba el vehiculo, aquello empezaba a parecer más un castigo por parte del cocinero que un encargo propiamente dicho.
¿Pero que más podían hacer? Las medidas que les había dado como referencia habían sido raras, demasiado específicas. Incluso él, que era un granjero, encontró absurdas algunas de las indicaciones del hombre.
Se preguntó, según aguantaba la mirada del cocinero mientras este les llamaba holgazanes, si en realidad aquello no sería una broma de mal gusto.
Tratando de que su expresión permaneciese lo más neutra posible, evitó responder al chef. Eltrant se limitó a asentir escuetamente cuando este les ordenó recibir a los invitados de la fiesta, los cuales supuestamente estaban a punto de llegar.
Acabaron en la entrada de la mansión.
Mientras esperaban a los distintos invitados que Lord Aimos había invitado a su fiesta Eltrant volvió a estirar los brazos por encima de su cabeza en un inútil intento por tratar de ensanchar la camisa que vestía, casi parecía una segunda piel, se le antojaba ridículamente incomoda.
- Había un olor raro en la bodega. – dijo Eltrant, rompiendo el silencio entre él y el joven brujo, recordando momentáneamente el quejido que el muchacho había afirmado oír mientras buscaban los ingredientes del cocinero. – No creo que sea nada, se fue en cuanto lo noté, pero… - Negó con la cabeza, en ese momento un amplio carruaje paró frente a ellos. – Vamos a centrarnos en esto mejor. – dijo rascándose la barba, viendo como la puerta del vehículo se abría.
El único pasajero que viajaba en el vehículo salió al exterior.
Era una mujer no mucho más joven que el mismo, alguien que evidentemente pertenecía a la clase social que solo era permitida en aquella clase de eventos.
La forma más sencilla que Eltrant tenía de describirla era con una sola palabra: Hermosa. No pudo evitar pensar que, quizás, estaba exagerando, pero en un principio se le antojó como la personificación de la belleza a la que aspiraban todas las mujeres de la nobleza, de todas las protagonistas de las novelas románticas que tan de moda estaban entre los altos estamentos de la nobleza de Verisar.
Ella, por otro lado, ni siquiera les dirigió una rápida mirada a los sirvientes.
Según pasaba junto a la pareja de mayordomos, la mujer dejó caer su abrigo sobre la cabeza del brujo y continuó caminando. Ninguno de los dos tuvo tiempo siquiera de decirle: “Bienvenida”.
Al parecer por dentro no se diferenciaba mucho del resto de los nobles que conocía.
Suspiró profundamente y tomó el abrigo que seguía cubriendo la cabeza del brujo, quien se había quedado extrañamente quieto durante todo momento. Una sonrisa se apareció en su rostro cuando, al librar a Demian del abrazo del abrigo de la noble, notó como las mejillas del pequeño brujo estaban ligeramente enrojecidas.
Por muy frío que pudiese ser a veces, Demian seguía siendo un niño de algún modo u otro.
- Ooooh… - dijo dándole un par de codazos al muchacho, bromeando. - ¿Te ha gustado? – Preguntó, sin parar de sonreír, alejándose del muchacho y depositando cuidadosamente el abrigo en el lugar reservado para los mismos: un teatral armario a pocos metros de donde ellos esperaban. – Es guapa. ¿Verdad? – dijo una vez volvió junto al muchacho.
Otro carromato se detuvo en el mismo lugar en el que había estado el de la mujer que acababa de pasar junto a ellos y, como había sucedido antes, la puerta se abrió tras desplegar una larga alfombra. Esta, en concreto, era de color azul.
Dos personas abandonaron el vehículo en esta ocasión.
Un hombre de mediana edad ataviado con un elegante uniforme militar conversaba con cara de pocos amigos con una mujer rubia de aproximadamente su edad. La pareja caminaba deprisa, más rápido que la joven de pechos turgentes que acababa de pasar por allí, no tardaron apenas unos segundos en llegar hasta dónde los mayordomos esperaban.
- Te digo, Claudio, que esta cena no me gusta. – Comentó la mujer, ignorando la presencia de los sirvientes, mientras entregaba su pesado abrigo a Demian. – Teníamos que haber rechazado la invitación. – Agregó después.
El hombre mostró su desaprobación ante aquellas palabras frunciendo el ceño.
- ¿Cuántas veces te he dicho que no digas nada de eso aquí? Ya tenemos problemas suficientes. – Dijo al mismo tiempo que se quitaba la chaqueta y la dejaba en manos de Eltrant. No pudo evitar ver, en ese momento, la ostentosa espada que el llamado Claudio llevaba atada a su cintura. Por el número de gemas y grabados que tenía la vaina parecía más bien ceremonial. – Todos esos rumores no tienen nada que ver con nosotros y quiero que sepas que… - La conversación entre la pareja se apagó lentamente según esta se alejaba, al final, poco antes de que las voces se desvanecieran completamente, no eran más murmullos incoherentes.
Un tercer carromato se plantó frente a ellos, Eltrant dejó rápidamente ambos abrigos en el lugar que correspondía y volvió junto al brujo.
Bostezó al ver como una familia al completo abandonaba el vehiculo, aquello empezaba a parecer más un castigo por parte del cocinero que un encargo propiamente dicho.
Eltrant Tale
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Re: [CERRADO]La Fiesta de Baslodia [Trabajo][Eltrant Tale]
–¡N-n-no! no es ci-cierto –contestó nervioso al comentario de Eltrant sobre la chica– sólo me dio cal-lor bajo ese abrigo.
Para su suerte, pronto llegarían más invitados. No pasó desapercibido el hecho de que algunos no estuvieran precisamente encantados de asistir a ese lugar, a pesar de que evidentemente iba a ser algo ostentoso y, supuestamente, placentero. Era difícil hacer sentido a tanta información contradictoria.
Mientras seguían llegando personas (Demian ya contaba unas cuarenta), el sol ya se había ocultado. A estas alturas el chico ya estaba bastante aburrido, recibir cosas y colgarlas no era precisamente una tarea intelectualmente demandante o físicamente activadora.
Cuando la oscuridad ya reinaba en el cielo llegaron un par de carruajes con motivos distintos a los otros. Iban adornados de figuras tenebrosas, con motivos negros y rojos. De su interior emergieron unas personas de piel pálida y atuendos seductores. Demian no podía estar seguro si se trataba de vampiros o no, pero al menos parecían querer dar una impresión siniestra.
–¿Qué hacéis parados allí? los contraté para que ayudaran a servir las cosas. Id a la cocina y tomad algunas bandejas, es momento de los aperitivos –indicó de pronto aquel que los había contratado.
Demian no se molestó. Aunque todo era culpa del cocinero, en su interior agradeció ser removido de tal tediosa tarea, así que guardó silencio, asintió y se dirigió a paso apresurado a la cocina.
Al llegar, el chef estaba bastante ocupado dirigiendo a un grupo de otros cinco cocineros, entre hombres y mujeres, que claramente eran sus subordinados. El chef no se molestaba ahora tocando directamente las cosas, sino que daba órdenes en un tono autoritario, exigiendo cada mínimo detalle. Demian decidió no cruzarse en su mirada.
El chico tomó una bandeja y la apreció un instante. Había una colección de bocadillos allí de apariencias inusuales, pero exquisitamente llamativas. Algunos parecían pequeños cisnes nadando sobre una misteriosa salsa de color zulino, con detalle hasta para sus ojos. Otros lucían como palomas blancas, con alas de una crema solidificada extendidas. Unos pequeños huevos, de algún ave que Demian no sabía identificar, constituían la base del cuerpo. Un tercer grupo estaba compuesto por camarones sin su caparazón, reposando sobre unos pequeños recipientes de una masa muy delgada, tanto que parecía que se quebraría al contacto con los dedos. En el interior había una pasta de aspecto muy uniforme, adornada con semillas de sésamo.
Tomó el pasillo hacia el salón. No pudo evitar usar su telekinesis para discretamente mover una de las figuras de cisne hasta su boca mientras aún no estaba a la vista. Lo comió rápidamente. Su sabor era salado, suave, pero con unos toques intensos que provenían de las partes más oscuras del detalle. Algo crujía del interior del cisne, liberando un nuevo sabor, de toques marinos. No podía criticarle al chef la calidad de su trabajo.
Ya en el salón, Demian se paseó ofreciendo las cosas. Era como ser invisible, pero sin necesidad de ilusiones. La gente pasaba y no le miraba, sólo notaba la bandeja, como si flotara misteriosamente en el aire. Por un instante quiso comprobar si estaba, de hecho, usando sus habilidades, pero comprobó que no era así frente a un espejo.
Lord Aimos hizo su entrada y las cabezas se giraron. El hombre tenía un cierto encanto, ataviado en finas ropas se paseaba saludando a los grupos. La gente se apresuraba a estrechar su mano, todos hablando como si le conocieran de toda la vida. Demian estaba seguro que la mayoría mentía.
Notó entonces al grupo de piel pálida. No se aproximaban a Aimos, sino al contrario, fue éste quien se dirigió a ellos e hizo el saludo. El grupo se mantuvo distante, devolviendo el saludo con una fría cordialidad.
Recordó entonces a la mujer de los pechos hermosos (no podía describirla de otra manera) y la buscó con la mirada, pero no se encontraba en el salón. Una persona como ella era fácil de encontrar, pero por más que buscó no se encontraba allí. ¿Habría salido a tomar aire?
Demian volvió a la cocina por octava vez. Los bocadillos no duraban mucho en cada viaje y la gente parecía expectante de qué forma artística tendrían los siguientes en venir. El chico se acercó a la mesa y ya no habían bandejas. Al parecer la fiesta iba a dar paso a una siguiente etapa. En la distancia oyó que se armaba silencio y la voz de Aimos destacaba sobre la multitud.
Al parecer se estaba llevando a cabo algún discurso, pero Demian no lograba distinguir las palabras con los ruidos de las ollas y las instrucciones incesantes del cocinero a su gente.
De pronto el chico se encontró a sí mismo dando pasos hacia la bodega nuevamente. No había gente allí. Al parecer ya todos los ingredientes necesarios habían sido llevados a la cocina.
Demian oyó nuevamente el quejido.
–¿Hay alguien allí?
No hubo respuesta. Golpeó la caja más grande, pero nuevamente nadie respondió. Estaba por salir del lugar para volver a lo alto cuando el quejido se oyó más fuerte.
Ahora logró identificar que venía de algún lugar detrás de un enorme mueble lleno de frascos con cosas de distintos colores.
Demian se acercó al mueble e intentó moverlo, pero sus flacos brazos ni siquiera lograban desplazarlo un centímetro.
Demian
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Re: [CERRADO]La Fiesta de Baslodia [Trabajo][Eltrant Tale]
Servir allí la comida era casi como ser invisible.
Era una sensación curiosa, Eltrant estaba habituado a ser el que atraía las miradas, solía ser el tipo de la armadura pesada, el que, completamente armado, obligaba a los ciudadanos de bien a cambiar de taburete con su mera presencia en las distintas tabernas en las que adentraba.
Pero allí no era más que un punto, un individuo sin rostro por el que nadie se preocupaba.
En cierto modo le recordaba a sus tiempos de mercenario, a esos días en los que no tenía más que una espada herrumbrosa y una camisa polvorienta por equipo; Cuando no había plagas en Aerandir y Siegfried era el rey de un continente bastante monótono.
Continuó desfilando entre los invitados, paseando básicamente, con la bandeja de comida que tenía en la mano en alto. No necesitaba ni pararse, la mayoría de los asistentes al evento se limitaban a tomar lo que Eltrant trasladaba en la bandeja sin dirigir alguna palabra al mayordomo.
Cuando Lord Aimos hizo su aparición un murmullo generalizado precedió a una avalancha a lo que parecía ser, durante unos instantes, una ovación. Despues la fiesta volvió a retomar su cauce, esta vez, con el señor de la casa saludando a todos los nobles que se acercaban a felicitarle por la velada.
Seguía sin tener muy claro que estaban celebrando allí. ¿Alguna especie de evento por la guerra de que avecinaba? ¿O simplemente era la forma que el noble tenía de hacer ver entre los suyos que los rumores que corrían por la ciudad eran infundados? Las respuestas a aquellas preguntas eran difíciles de responder, dudaba mucho que nadie le dedicase una palabra alguna y, Aimos, además de no tener tiempo para hablar con el servicio, en aquel momento se abría paso entre la multitud con una sonrisa encantadora.
Tenía que admitir que, como mínimo, el hombre era carismático.
De nuevo sin comida entre sus manos y con más de dos decenas de nobles hambrientos en la habitación, Eltrant decidió volver a la cocina a por la sexta bandeja de bocadillos.
Pudo ver, mientras salía disimuladamente por una pequeña puerta a un lado del salón de baile, como el hombre que les había contratado a Demian y a él en el mercado se acercaba a Aimos y le decía algo al oído.
Enarcó una ceja al ver esto y, después de contemplar como el noble y el mayordomo se separaban, cerró la puerta que conducía a la cocina tras de sí. ¿Habría algún problema? Por lo que había podido ver, Aimos apenas había cambiado su intachable expresión al oír lo que le hubiese dicho su sirviente.
Se limitó a pensar que no debía de ser realmente relevante, fuese como fuese, la fiesta seguía como lo había hecho hasta el momento. La única diferencia, en aquel momento, era la voz del noble, la cual aún apagada por la pared que separaba las cocinas del salón principal, era lo único audible de la fiesta en aquel momento.
Estaba dando algún tipo de discurso.
Obviando el discurso de Aimos, Eltrant decidió centrarse en su trabajo y examinó durante unos instantes lugar vacío que había en la mesa en dónde habían reposado todas las bandejas con comida que había servido el exmercenario hasta el momento.
Lo primero que le pasó por la cabeza es que todos aquellos nobles, para tener la comida siempre al alcance de la mano, comían inusualmente rápido.
Tras aguardar en silencio a que alguno de los ajetreados cocineros le dijese algo acerca de la próxima tanda de bocadillos sin resultado alguno, optó por dirigirse al chef que les había ordenado recibir a los invitados. Pero antes de que pudiese preguntarle nada, el hombre le envió de nuevo a la bodega, al parecer Demian había sido visto bajando hasta allí sin el permiso de nadie.
“El crío es familia tuya. ¿Verdad? Pues asegúrate de que se comporte si no queréis que os eche de aquí”
Farfullando un par de insultos en voz baja cuando estuvo lo suficientemente lejos del hombre, descendió al sótano en busca del brujo. No vio nada en un principio, era básicamente el mismo lugar al que habían descendido antes, pero completamente vacío.
¿Si iban a llevarse arriba absolutamente toda la comida… ¿Por qué les habían dado esas órdenes tan extrañas para empezar? Pasándose la mano por la cara, tratando de olvidar las “agradables” palabras que le había dedicado el cocinero, se adentró en la bodega un poco más.
No localizó a Demian hasta que escuchó el característico sonido que producía la madera al ser golpeada. Arqueó una ceja cuando contempló como este, por alguna razón, trataba de mover una pesada estantería repleta de frascos de cristal.
- Dem, me han dicho que venga a por… - Se calló un momento, a mitad de la frase, y frunció el ceño; Le había parecido oír algo. ¿Aquel era el quejido del que le había hablado Demian la última vez que bajaron? - ¿Has oído eso? – Preguntó, pero el hecho de que el brujo estuviese tratando de apartar la pesada estantería de su camino le decía que sí. – Échate a un lado. – Le indicó a la vez que se arremangaba la camisa y se colocaba junto al mueble.
Tras afianzar sus manos en torno a la madera, miró muchacho y, al mismo tiempo que quien estuviese al otro lado de aquel mueble dejaba escapar otro quejido, empujó.
Era una sensación curiosa, Eltrant estaba habituado a ser el que atraía las miradas, solía ser el tipo de la armadura pesada, el que, completamente armado, obligaba a los ciudadanos de bien a cambiar de taburete con su mera presencia en las distintas tabernas en las que adentraba.
Pero allí no era más que un punto, un individuo sin rostro por el que nadie se preocupaba.
En cierto modo le recordaba a sus tiempos de mercenario, a esos días en los que no tenía más que una espada herrumbrosa y una camisa polvorienta por equipo; Cuando no había plagas en Aerandir y Siegfried era el rey de un continente bastante monótono.
Continuó desfilando entre los invitados, paseando básicamente, con la bandeja de comida que tenía en la mano en alto. No necesitaba ni pararse, la mayoría de los asistentes al evento se limitaban a tomar lo que Eltrant trasladaba en la bandeja sin dirigir alguna palabra al mayordomo.
Cuando Lord Aimos hizo su aparición un murmullo generalizado precedió a una avalancha a lo que parecía ser, durante unos instantes, una ovación. Despues la fiesta volvió a retomar su cauce, esta vez, con el señor de la casa saludando a todos los nobles que se acercaban a felicitarle por la velada.
Seguía sin tener muy claro que estaban celebrando allí. ¿Alguna especie de evento por la guerra de que avecinaba? ¿O simplemente era la forma que el noble tenía de hacer ver entre los suyos que los rumores que corrían por la ciudad eran infundados? Las respuestas a aquellas preguntas eran difíciles de responder, dudaba mucho que nadie le dedicase una palabra alguna y, Aimos, además de no tener tiempo para hablar con el servicio, en aquel momento se abría paso entre la multitud con una sonrisa encantadora.
Tenía que admitir que, como mínimo, el hombre era carismático.
De nuevo sin comida entre sus manos y con más de dos decenas de nobles hambrientos en la habitación, Eltrant decidió volver a la cocina a por la sexta bandeja de bocadillos.
Pudo ver, mientras salía disimuladamente por una pequeña puerta a un lado del salón de baile, como el hombre que les había contratado a Demian y a él en el mercado se acercaba a Aimos y le decía algo al oído.
Enarcó una ceja al ver esto y, después de contemplar como el noble y el mayordomo se separaban, cerró la puerta que conducía a la cocina tras de sí. ¿Habría algún problema? Por lo que había podido ver, Aimos apenas había cambiado su intachable expresión al oír lo que le hubiese dicho su sirviente.
Se limitó a pensar que no debía de ser realmente relevante, fuese como fuese, la fiesta seguía como lo había hecho hasta el momento. La única diferencia, en aquel momento, era la voz del noble, la cual aún apagada por la pared que separaba las cocinas del salón principal, era lo único audible de la fiesta en aquel momento.
Estaba dando algún tipo de discurso.
Obviando el discurso de Aimos, Eltrant decidió centrarse en su trabajo y examinó durante unos instantes lugar vacío que había en la mesa en dónde habían reposado todas las bandejas con comida que había servido el exmercenario hasta el momento.
Lo primero que le pasó por la cabeza es que todos aquellos nobles, para tener la comida siempre al alcance de la mano, comían inusualmente rápido.
Tras aguardar en silencio a que alguno de los ajetreados cocineros le dijese algo acerca de la próxima tanda de bocadillos sin resultado alguno, optó por dirigirse al chef que les había ordenado recibir a los invitados. Pero antes de que pudiese preguntarle nada, el hombre le envió de nuevo a la bodega, al parecer Demian había sido visto bajando hasta allí sin el permiso de nadie.
“El crío es familia tuya. ¿Verdad? Pues asegúrate de que se comporte si no queréis que os eche de aquí”
Farfullando un par de insultos en voz baja cuando estuvo lo suficientemente lejos del hombre, descendió al sótano en busca del brujo. No vio nada en un principio, era básicamente el mismo lugar al que habían descendido antes, pero completamente vacío.
¿Si iban a llevarse arriba absolutamente toda la comida… ¿Por qué les habían dado esas órdenes tan extrañas para empezar? Pasándose la mano por la cara, tratando de olvidar las “agradables” palabras que le había dedicado el cocinero, se adentró en la bodega un poco más.
No localizó a Demian hasta que escuchó el característico sonido que producía la madera al ser golpeada. Arqueó una ceja cuando contempló como este, por alguna razón, trataba de mover una pesada estantería repleta de frascos de cristal.
- Dem, me han dicho que venga a por… - Se calló un momento, a mitad de la frase, y frunció el ceño; Le había parecido oír algo. ¿Aquel era el quejido del que le había hablado Demian la última vez que bajaron? - ¿Has oído eso? – Preguntó, pero el hecho de que el brujo estuviese tratando de apartar la pesada estantería de su camino le decía que sí. – Échate a un lado. – Le indicó a la vez que se arremangaba la camisa y se colocaba junto al mueble.
Tras afianzar sus manos en torno a la madera, miró muchacho y, al mismo tiempo que quien estuviese al otro lado de aquel mueble dejaba escapar otro quejido, empujó.
Eltrant Tale
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Re: [CERRADO]La Fiesta de Baslodia [Trabajo][Eltrant Tale]
Eltrant llegó en el momento preciso y empujó el mueble. Con su ayuda fue fácil moverlo, arrastrándolo hasta un costado para revelar lo que había detrás.
–No recordaba que tuvieras tanta fuerza, Elt.
No había mucho tiempo como para fijarse en eso, pues en la muralla ahora aparecía una reja que daba a lo que parecía ser algún tipo de ventilación. El metal estaba firmemente incrustado en la roca de la muralla, por lo que removerlo por la fuerza parecía una enorme tarea, por no mencionar ruidosa. Aún así, le picaba la curiosidad al chico por saber lo que había más allá.
Pensó durante unos instantes, tratando de buscar una solución que no implicara meter ruido, hasta que vio los frascos del mueble. Vació de inmediato uno de ellos, que contenía sólo unas semillas, para tener un vial en que trabajar.
Comenzó luego a revisar los frascos uno por uno. Algunos resultaban útiles, otros no, pero finalmente dio con una lista de ingredientes que le sirvieran. Fue agregando uno a uno las materias primas. Algunas eran trozos de alimento, otras polvos de colores, otros algún líquido de aroma fuerte.
Finalmente lo obtuvo, un frasco de un líquido verdoso que parecía querer emitir luz propia. Vació un poco en una de las uniones del metal con la roca.
Al principio se emitió un aroma intenso y desagradable, que molestaba a la nariz, al mismo tiempo que un ruido como de fritura salía de allí.
El metal cedió lo suficiente como para removerlo de su unión con la roca, pudiendo así sacarlo de la pared. Tras él ahora había una especie de túnel. Sin pensarlo mucho entró por ese lugar.
Tenía la suficiente holgura como para avanzar y estimó que Eltrant podría entrar también, aunque seguramente con mayores dificultades que él por su mayor tamaño. Quizás iba a tener que arrastrarse si decidía ir por ese camino. Demian, en tanto, siguió avanzando.
El túnel era más largo de lo que había estimado en un momento y hacía un par de curvas, pero mientras más se estiraba más llenaba de dudas al chico y de interés por conocer qué había al final. No debía ser nada tan simple como para tomarse la molesta de construir algo tan complejo.
Llegó al final, encontrando otra reja, pero esta vez bajo su cuerpo. Por un momento maldijo a sus progenitores (aunque no los conocía, de todas maneras), ya que se había gastado el ácido alquímico para entrar. Miró con más detenimiento.
La reja no estaba adherida a la roca esta vez, sino que estaba sobrepuesta. Al parecer estaba en el techo de una habitación bastante alta, por lo que nadie estaría en condiciones de simplemente entrar por ella. Además, el otro extremo ya estaba asegurado y no había visto bifurcaciones.
La levantó con un poco de ayuda de su telekinesis y la dejó a un lado, abriendo así el paso. Bajó de un salto.
Sus ojos se habían adaptado a la oscuridad del túnel, por lo que tardaron un poco en acomodarse ante la luminosidad de las antorchas. Primero notó que era una especie de cámara grande, sin ventanas, con una disposición circular. En el medio había una figura, pero en un principio no pudo distinguirla con claridad.
Oyó nuevamente el quejido, ahora de más cerca.
Era un mujer, encadenada sobre lo que parecía un altar. Se le veía débil. Llevaba sólo un vestido ligero. Al acercarse notó que debía tener entre quince y veinte años. Al estar aún más cerca pudo ver las heridas en su cuello, heridas como de mordidas de colmillo, al menos tres pares de ellas.
Sólo entonces pudo notar mejor la figura sentada en una especie de trono.
La luz no le daba de una manera directa, por lo que se notaba principalmente una silueta. Era un hombre, no muy lejos del altar. Sus ropas eran una túnica negra, sus dedos tenían unas largas uñas y su cabeza tenía una cabellera larga amarrada en una cola. Había cierta fineza en su apariencia, dando de inmediato la impresión de alguien de alta alcurnia.
Se levantó de su asiento.
Demian se puso instintivamente en guardia.
–No es muy seguido que alguien viene a visitarme voluntariamente –comenta su suave voz.
–¿Qué es este lugar? –quiere saber el brujo.
La figura da un par de pasos y suenan unas cadenas. El hombre está sujeto por ellas a lo que parece un trono, tanto de manos como pies. El largo le permite llegar hasta el altar, pero no más allá. Se inclina sobre la mujer, sintiendo su aroma. Ella gime.
–Está muy d-débil, no puedes seguir mordiéndola –dice Demian intentando sonar firme. No lo logra muy bien, el ambiente es pesado, tétrico y se encuentra encerrado.
El hombre desliza un dedo lentamente sobre el vientre de ella.
–Mi mordida puede tener un efecto placentero sobre las personas, pequeño. Ella ya no se resiste.
Ya los ojos del chico se han acostumbrado completamente a la iluminación del lugar y logran diferenciar con mayor claridad.
–Ayuda.
La voz no ha venido desde el altar, sino desde las espaldas de Demian. El chico da unos pasos atrás, procurando nunca dar la espalda al vampiro. Aunque esté encadenado, hay algo sobre la completa situación que le hace ser cauteloso. Tropieza con una piedra, pero no cae, sigue retrocediendo lentamente.
–Eres un chico muy interesante. Ahora dime, pequeño, ¿cómo has llegado hasta aquí y qué es lo que buscas? –el vampiro sonaba amable, casi como si fueran amigos.
Demian llegó hasta la fuente de la voz. Al fondo de la recámara había unas jaulas. En ellas se encontraban numerosas personas, la mayoría de ropas humildes. Había hombres, mujeres y hasta niños, de diversas apariencias. Si bien la mayoría parecían humanos, los había también de otras razas. Se mantenían en sepulcral silencio, a pesar de que nada les impedía físicamente hablar. En sus ojos podía notarse algo más allá del miedo, un horror difícil de describir que se escapaba por sus pupilas.
–¿Q-qué les has he-hecho? ¿Quién e-eres tú? –quiso saber Demian, sintiendo cada uno de sus sentidos tensos.
El vampiro dibujó una sonrisa complaciente en su rostro, entrelazando los dedos frente a su pecho.
–Mi nombre es Frederick Aimos, el verdadero señor de esta casa.
Notas:
- La primera parte subrayada corresponde a un uso de la profesión primaria de Demian, Alquimia.
- La segunda parte subrayada corresponde a agregar la complicación que dice "Descubres un sótano lleno de futuras víctimas, si les ayudas a escapar el vampiro lo notará y tratará de convertirte en una más de sus presas."
Demian
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Re: [CERRADO]La Fiesta de Baslodia [Trabajo][Eltrant Tale]
Se arrastró por el angosto pasadizo que habían descubierto tras el mueble que acababa de apartar a un lado. Apenas podía ver nada y había perdido de vista a Demian, pero tampoco es que importase demasiado, solo tenía una dirección hacía la que ir: adelante.
Apenas había dudado a la hora de seguir al brujo por allí. ¿Qué otra cosa podía haber hecho? ¿Esperar a que volviese? Solo los dioses sabían lo que esperaba al final del pasadizo y no le agradaba la idea de dejar que el brujo lo describirse por sí solo.
Quizás el aventurarse en un túnel en el que tenía muchas probabilidades de quedar atrapado no fuese lo más sensato que había hecho en su vida, pero tampoco era lo más absurdo.
Continuó arrastrándose durante un numero incierto de minutos, si aquel conducto poseía un final, Eltrant suponía que estaba muy lejos de alcanzarlo. A pesar de esto, los quejidos que llevaba oyendo desde que decidió mover el mueble en la bodega se estaban volviendo más y más audibles, incluso comenzó a oír algo parecido a una conversación.
Parecía ser que Demian había llegado hasta el final mucho antes que él.
Aceleró el ritmo, intentó de encontrarle sentido a los distantes susurros que seguían rebotando en las paredes del pequeño corredor, pero debido a la distancia de las personas que hablaban en aquel momento no oía más que un galimatías apagado.
- ¿Por qué no me has…? – Antes de que pudiese terminar aquella pregunta perdió el equilibrio, el fondo del túnel sobre el cual se estaba arrastrando desapareció de golpe y, sin poder hacer nada para remediarlo, se precipitó al vacío.
Trató de mover su cuerpo en el aire, y consiguió hacerlo en parte; Cuando el frío suelo de granito detuvo la caída, fue su costado la parte que recibió más daño.
- … Parece que tenemos un nuevo invitado. – Ahora sí podía oír las voces claramente. Había llegado hasta el final del túnel, puede que más rápido de lo que le gustaría.
Abrió los ojos y se incorporó lo más rápido que pudo, tosiendo con suavidad, buscando a Demian con la mirada. No tardó en localizar al brujo a pocos metros tras él, en el suelo.
- ¿Estás bien? – Fue lo primero que preguntó, ayudándole a levantarse.
Afortunadamente allí había algo más de luz que en el conducto, no demasiada, pero lo justo como para poder ver todo lo que había en la habitación.
Fue ese el momento en el que vio a los prisioneros encadenados a las paredes de la amplia habitación circular, las distintas jaulas con personas vivas en su interior. Contempló a la joven que yacía inmóvil en el altar y al sujeto que permanecía, sin moverse, observando con curiosidad a los dos intrusos junto a ella.
Frunció el ceño, al final los rumores no estaban del todo equivocados, no era la primera cámara de aquel estilo con la que se cruzaba… no le fue muy difícil interpretar que se encontraba ante un vampiro.
¿Por qué nunca podía tener un trabajo normal? Tenía que admitir que buscaba a propósito aquel tipo de encargos, pero, por una vez, casi esperaba que la familia Aimos no diese más que una
Se giró hacía el que parecía estar a cargo de aquel lugar, palpándose el costado, respiró profundamente, ignorando el agudo dolor que aun sentía por la caída. Si era sincero consigo mismo, el golpe había sido más fuerte de lo que iba a llegar a admitirle a alguno de los presentes.
- Oh… - El hombre que descansaba al otro lado de la habitación avanzó un par de pasos, se llevó una mano hasta el mentón y sonrió. – Tú eres… ese… Eltrant Tale… ¿No es así? – dijo el tipo, Eltrant enarcó una ceja y, mostrándose cauto, retrocedió un poco.
Se colocó frente a Demian.
– No pongas esa cara. ¿De verdad crees que eres el único que escucha rumores en esta ciudad? No eres precisamente sutil… tú… y esa amiga tuya que está ahora husmeando en los muros exteriores de la mansión, yendo a todas las tabernas de la ciudad como si fueseis invisibles. – Dejó escapar una corta carcajada. - Preguntando por Lord Aimos… ¿Crees que eso no atrae miradas? – El vampiro negó con la cabeza, por su expresión se estaba divirtiendo con todo aquello, parecía completamente seguro de controlar la situación. – Tengo que decírtelo… - Eltrant frunció el ceño e, instintivamente, llevó su mano útil hasta dónde debía estar el pomo de Recuerdo. – No esperaba que acabases encontrándome. Incluso pensaba que el muchacho había acabado aquí por error. – Aseguró, encogiéndose de hombros, señalando a Demian. - ¿Qué harás ahora, Eltrant Tale, que has llegado hasta el fondo de los rumores? – El castaño respiró profundamente, tratando de tranquilizarse. - ¿Me vais a matar? – El verdadero señor de la casa miró al brujo. - ¿Entre los dos? – Sonrió.
Eltrant tragó saliva y levantó los puños mientras buscaba, frenéticamente, la salida más cercana de aquel lugar con la mirada. Tenía que haberle hecho caso a Lyn, tenía que haber llevado al menos una de sus espadas.
– Lo cierto es que el joven me resulta muy interesante… tíene algo en su mirada que... bueno, me gusta. – Añadió, entrelazando ambas manos a su espalda y avanzando un par de pasos. – Y la verdad: la familia Aimos necesita otro… heredero capaz. – Ensanchó su sonrisa.
- Su tío Mario no está muy conforme con esa decisión – dijo Eltrant sin apartarse. – Es el futuro de nuestra familia, ya sabes lo importante que es eso. – Respondió el exmercenario severamente.
Aunque físicamente un vampiro era muy superior a un humano a simple vista Aimos tampoco parecía armado, quizás pudiese usar eso en su beneficio.
Apenas había dudado a la hora de seguir al brujo por allí. ¿Qué otra cosa podía haber hecho? ¿Esperar a que volviese? Solo los dioses sabían lo que esperaba al final del pasadizo y no le agradaba la idea de dejar que el brujo lo describirse por sí solo.
Quizás el aventurarse en un túnel en el que tenía muchas probabilidades de quedar atrapado no fuese lo más sensato que había hecho en su vida, pero tampoco era lo más absurdo.
Continuó arrastrándose durante un numero incierto de minutos, si aquel conducto poseía un final, Eltrant suponía que estaba muy lejos de alcanzarlo. A pesar de esto, los quejidos que llevaba oyendo desde que decidió mover el mueble en la bodega se estaban volviendo más y más audibles, incluso comenzó a oír algo parecido a una conversación.
Parecía ser que Demian había llegado hasta el final mucho antes que él.
Aceleró el ritmo, intentó de encontrarle sentido a los distantes susurros que seguían rebotando en las paredes del pequeño corredor, pero debido a la distancia de las personas que hablaban en aquel momento no oía más que un galimatías apagado.
- ¿Por qué no me has…? – Antes de que pudiese terminar aquella pregunta perdió el equilibrio, el fondo del túnel sobre el cual se estaba arrastrando desapareció de golpe y, sin poder hacer nada para remediarlo, se precipitó al vacío.
Trató de mover su cuerpo en el aire, y consiguió hacerlo en parte; Cuando el frío suelo de granito detuvo la caída, fue su costado la parte que recibió más daño.
- … Parece que tenemos un nuevo invitado. – Ahora sí podía oír las voces claramente. Había llegado hasta el final del túnel, puede que más rápido de lo que le gustaría.
Abrió los ojos y se incorporó lo más rápido que pudo, tosiendo con suavidad, buscando a Demian con la mirada. No tardó en localizar al brujo a pocos metros tras él, en el suelo.
- ¿Estás bien? – Fue lo primero que preguntó, ayudándole a levantarse.
Afortunadamente allí había algo más de luz que en el conducto, no demasiada, pero lo justo como para poder ver todo lo que había en la habitación.
Fue ese el momento en el que vio a los prisioneros encadenados a las paredes de la amplia habitación circular, las distintas jaulas con personas vivas en su interior. Contempló a la joven que yacía inmóvil en el altar y al sujeto que permanecía, sin moverse, observando con curiosidad a los dos intrusos junto a ella.
Frunció el ceño, al final los rumores no estaban del todo equivocados, no era la primera cámara de aquel estilo con la que se cruzaba… no le fue muy difícil interpretar que se encontraba ante un vampiro.
¿Por qué nunca podía tener un trabajo normal? Tenía que admitir que buscaba a propósito aquel tipo de encargos, pero, por una vez, casi esperaba que la familia Aimos no diese más que una
Se giró hacía el que parecía estar a cargo de aquel lugar, palpándose el costado, respiró profundamente, ignorando el agudo dolor que aun sentía por la caída. Si era sincero consigo mismo, el golpe había sido más fuerte de lo que iba a llegar a admitirle a alguno de los presentes.
- Oh… - El hombre que descansaba al otro lado de la habitación avanzó un par de pasos, se llevó una mano hasta el mentón y sonrió. – Tú eres… ese… Eltrant Tale… ¿No es así? – dijo el tipo, Eltrant enarcó una ceja y, mostrándose cauto, retrocedió un poco.
Se colocó frente a Demian.
– No pongas esa cara. ¿De verdad crees que eres el único que escucha rumores en esta ciudad? No eres precisamente sutil… tú… y esa amiga tuya que está ahora husmeando en los muros exteriores de la mansión, yendo a todas las tabernas de la ciudad como si fueseis invisibles. – Dejó escapar una corta carcajada. - Preguntando por Lord Aimos… ¿Crees que eso no atrae miradas? – El vampiro negó con la cabeza, por su expresión se estaba divirtiendo con todo aquello, parecía completamente seguro de controlar la situación. – Tengo que decírtelo… - Eltrant frunció el ceño e, instintivamente, llevó su mano útil hasta dónde debía estar el pomo de Recuerdo. – No esperaba que acabases encontrándome. Incluso pensaba que el muchacho había acabado aquí por error. – Aseguró, encogiéndose de hombros, señalando a Demian. - ¿Qué harás ahora, Eltrant Tale, que has llegado hasta el fondo de los rumores? – El castaño respiró profundamente, tratando de tranquilizarse. - ¿Me vais a matar? – El verdadero señor de la casa miró al brujo. - ¿Entre los dos? – Sonrió.
Eltrant tragó saliva y levantó los puños mientras buscaba, frenéticamente, la salida más cercana de aquel lugar con la mirada. Tenía que haberle hecho caso a Lyn, tenía que haber llevado al menos una de sus espadas.
– Lo cierto es que el joven me resulta muy interesante… tíene algo en su mirada que... bueno, me gusta. – Añadió, entrelazando ambas manos a su espalda y avanzando un par de pasos. – Y la verdad: la familia Aimos necesita otro… heredero capaz. – Ensanchó su sonrisa.
- Su tío Mario no está muy conforme con esa decisión – dijo Eltrant sin apartarse. – Es el futuro de nuestra familia, ya sabes lo importante que es eso. – Respondió el exmercenario severamente.
Aunque físicamente un vampiro era muy superior a un humano a simple vista Aimos tampoco parecía armado, quizás pudiese usar eso en su beneficio.
Eltrant Tale
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Re: [CERRADO]La Fiesta de Baslodia [Trabajo][Eltrant Tale]
Demian escuchaba en silencio, procesando las palabras. El vampiro parecía conocer a Eltrant y se mostraba bastante confiado. Eso no era bueno, no viniendo de alguien encadenado en algún tipo de subterráneo secreto.
–No, gracias –dijo cuando se mencionó el tema del heredero–. Soy más bien de estar solo.
Se giró hacia las rejas, fingiendo estar descuidado, aunque en realidad se encontraba con sus sentidos atentos a lo que ocurría a sus espaldas. Conocía de primera mano lo que era estar en una de las jaulas que los vampiros solían tener ocultas y no le deseaba a nadie la experiencia. Esas personas parecían haber sufrido un gran trauma.
Se bajó el lente sobre su ojo izquierdo, aquel que había sido un regalo de Artyhom tanto tiempo atrás y recientemente remodelado por su amigo Chimar. Era curioso el efecto de tal aparato, con él se podía ver a través de las cosas.
Se agachó para ver más de cerca la cerradura. Ahora podía distinguir los mecanismos internos y supo que no había nada muy especial en ella. Como todas, dependía de que una llave empujase ciertos sectores en una determinada profundidad y se abriría. Extendió su mano, dejando que su magia telekinética hiciera el trabajo.
Click! Clack!, sonó el mecanismo mientras el chico hacía su trabajo y el vampiro no parecía hacer nada por impedirlo. Finalmente la puerta se abrió.
–Ya está, pueden salir, no hay nada que t-temer –dijo Demian a la gente allí reunida.
Nadie avanzó. Al contrario, retrocedían ante la puerta abierta, apegándose a las murallas. Demian los pudo ver más de cerca y darse cuenta que había señas de torturas en la mayoría de ellos, estaban aterrados y no iban a cooperar fácilmente. Chasqueó la lengua.
–¿Lo ves, pequeño? –intervino el vampiro– , nadie quiere irse. Ellos están muy bien aquí, como también lo estarías tú.
El niño le miró desafiante.
–No, no me mal entiendas, a ti no te tendría enjaulado, no así al menos. Puedo ver en tus ojos que no sientes espanto ni ante la sangre ni ante el dolor, casi podría decir que lo disfrutas. Quédate en la casa Aimos y aprenderás de placeres que ni siquiera sabes que existen.
El vampiro seguía en su lugar, tranquilo, observando.
–¿Qué esperas ganar con esto, Eltrant Tale? no existe recompensa por mi cabeza, ya sabes que mi gente tiene mucho poder en este momento y hasta las personas de la ciudad han aceptado mi presencia –se acomodó de manera casual el pelo, manteniendo su figura noble– . No hay gloria, ni dinero, ni reconocimiento en entrometerte en mi camino. Nadie te aplaudirá, al contrario, las personas aceptan mi influencia porque puedo proveerles de grandes beneficios. ¿No sabías acaso que esta ciudad se podría en la pobreza? yo le permití a ese elfo tener lo que tiene ahora. Él lo sabe, por eso no ha intentado matarme, sabe que su éxito depende de nuestro... trato.
Mientras éste hablaba, Demian no estaba quieto. Se había dirigido a las personas para tratar de convencerlas de salieran de la jaula. Nadie daba un paso, todos miraban a su amo con terror. Dio un suspiro de fastidio, sorprendido de la incompetencia de las personas (e incapaz de empatizar completamente con su horror), para luego extender su mano para generar una ilusión.
En ella apareció una llama, un fuego que se pegó al suelo y comenzó a expandirse, amenazando con consumir vivos a quienes se encontraban encerrados. Los cautivos comenzaron a moverse
–Me encanta la actitud de ese chico –volvió a afirmar el vampiro– . Eso, eso, no son más que ganado, arréalos.
Los cautivos, en tanto, se encontraban completamente encerrados entre unas llamas que crecían y crecían, por un lado, y la puerta que tanto temían, por el otro. Finalmente no tuvieron más alternativa que comenzar a salir.
Los primeros fueron casi obligados por el empuje de los demás, hasta que los siguientes vieron que no era tan peligroso, al menos de manera inminente, poner un pie fuera de la jaula.
Demian buscó la puerta y, aunque estaba en una zona muy poco iluminada, no estaba realmente oculta, así que se dirigió allí, aún con el lente sobre su ojo, para repetir el proceso. Se agachó frente a la cerradura.
Sintió el silbido, pero no alcanzó a esquivarlo por completo. El tentáculo oscuro le alcanzó a dar en las costillas, dejando una rasgadura en sus ropas y una dolorosa línea roja. Se apretó los labios para no emitir quejido.
–Lo siento, pero no puedo dejar que salgan de aquí, menos aún con mi precioso ganado. Si no quieres quedarte, tendré que obligarte a hacerlo.
La figura ya no era tan noble ya apacible como antes. Ahora estaba rodeado de apéndices hechos de sombras, como tentáculos que salían de su ser para extenderse y ramificarse por la sala. Demian había visto vampiros usar las sombras antes, pero el tamaño de esos tentáculos le hizo suponer que éste era más poderoso que lo que estaba acostumbrado.
Sacó sus dagas.
Los apéndices se movieron, intentando cogerle y golpearle, como una maraña de serpientes desenfrenadas. El chico corrió por la habitación, esquivando los ataques, pero incapaz de acercarse o hacer daño al vampiro. Tenía algunas posibilidades de usar su magia para acortar la distancia, pero no estaba seguro aún si aquello sería una buena decisión. Ponerse en rango de más de esos tentáculos era como lanzar voluntariamente al fuego. Tenía que buscar el momento ideal.
Concentró su magia.
En torno al chico aparecieron tres llamas azules, como aquellas de las que hablaban las historias de los pantanos, los fuegos que llevan a las personas a ahogarse y unirse a los muertos, almas en pena incapaces de descansar. Por supuesto, las de Demian eran ilusiones, pero también eran más que eso.
Las llamas fatuas flotaron velozmente hacia el vampiro, adhiriéndose como si fuera de material combustible, pero sin expandirse ni sacar olor a quemado. Al contacto, de todas maneras, el vampiro emitió un gruñido de dolor.
–Esas cosas hacen más daño mientras más le peguemos al v-vampiro, Elt –informó Demian a su compañero.
Se lanzó ahora a la ofensiva, cargando ágilmente hacia el enemigo y lanzando cortes con sus dagas.
Demian ha usado su habilidad de nivel 5: Ignis Fatuus. Por 3 turnos las llamas ilusorias realizarán daño mágico extra cuando el vampiro reciba ataques.
Demian
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Re: [CERRADO]La Fiesta de Baslodia [Trabajo][Eltrant Tale]
Tanteó la habitación y, siempre sin apartar sus ojos del vampiro, escuchó atentamente las palabras del noble mientras dejaba que Demian se centrase en abrir todas y cada una de las jaulas que contenían a alguna persona en su interior.
Lo que salía de entre los labios de Aimos no era ninguna mentira, cualquier persona medianamente cuerda habría imaginado que estar allí en aquel momento era un error, que arriesgaba demasiado a cambio de nada.
¿Pero desde cuando eso le había supuesto un problema?
- Bueno... – Se rascó la barba, acabó encogiendo de hombros, continuó moviéndose al son de Demian, lo suficiente cerca de él como para poder colocarse entre el vampiro y el muchacho de ser necesario – Para empezar, puedo darte un puñetazo en la cara. – dijo – Creo que eso es una buena recompensa. – A su espalda, cada chasquido metálico indicaba al castaño que Demian continuaba abriendo las celdas.
- Ah… Bravuconadas. – dijo el noble sonriendo – En cierto modo, las he echado de menos. – Admitió. – Hay algo curioso en ver como el orgullo desaparece de una persona. ¿Sabes? – Varias lucecitas que, después se transformaron en enormes llamas se aparecieron en las celdas de todos los prisioneros que se negaban a salir. – Me encanta la actitud de ese chico –dijo Aimos pasándose la mano por el pelo, sonriendo al ver como el fuego que había invocado Demian obligaba a los reos a abandonar sus celdas. – Eso, eso, no son más que ganado, arréalos. – Eltrant frunció el ceño, solo le faltaba aplaudir.
Por cosas como aquella envidiaba a los brujos, sin ninguna de sus espadas con él lo máximo que Eltrant podía hacer para sacar a aquellas personas de la mazmorra era golpearlas hasta que decidiesen obedecerle, la opción de Demian, aunque un poco cruel en apariencia, era el único método que viable con el que contaban en aquel momento.
Cosa que Aimos pareció comprender, pues, cuando el mencionado “ganado” del vampiro se acercó lo suficiente a la puerta, este se vio obligado a intervenir y tratar de detener al brujo.
Se adelantó un par de pasos cuando notó como el vampiro atacaba a Demian.
Lo primero que sucedió fue rápido, la figura de Aimos era, en cierto sentido, similar a Lyn cuando conjuraba sus sombras. Pero Demian se había hecho un par de dagas, las mismas que recordaba que el muchacho poseía, y ahora se estaba encarando con él.
¿Dónde las había estado guardando?
Asintió cuando el brujo, momentos antes de lanzarse contra Aimos como si un tornado de cuchillas se tratase, le informó de lo que hacían las tres pequeñas llamas azules que se habían adherido al cuerpo del noble.
“A más golpes, más daño”. Era lo único que necesitaba saber.
Cargó contra el hombre, con todo su cuerpo, por mucho que pensase que hacer, no tenía demasiadas alternativas en aquel momento. Las sombras que protegían al señor de la noche se deslizaron por el suelo, buscando su defender a su dueño mientras este lidiaba con Demian.
- ¡Me temo que ni juntos vais a poder hacer nada! – Bramó mientras seguía peleando contra el brujo.
Una de las lianas envolvió su brazo derecho, dejó escapar un grito de dolor al sentir el filo de aquella cosa hundirse en su carne. Frunció el ceño y, haciendo gala de una agilidad que no creía poseer, se aseguró de que otro de los tentáculos no tocase su cuerpo agachándose lo más rápido que le permitieron las piernas.
No quería que se acercase a su cuerpo, parecía lógico, las lianas de sombras más largas se encargaban de mantenerle a él alejado mientras se enfocaba con Demian en el cuerpo a cuerpo.
Miró a su compañero mientras forcejaba con las sombras, estuvo tentado de decirle algo, pero prefirió no desconcentrarle. Se le había olvidado como peleaba el joven, casi parecía que estaba bailando, que había ensayado una coreografía casi un centenar de veces y, en aquel momento, la estaba realizando sin equivocarse ni un solo paso.
¿No quería que él se acercase? Entonces tendría que obligar al vampiro a acercarse hasta él.
Giró levemente el brazo izquierdo, apretando los dientes con fuerza. Tratando de obviar como cada movimiento que hacía se traducía de forma casi automática en un intenso dolor en dicha extremidad.
Se aseguró de que tenía bien sujeta aquella liana.
- ¡Ven conmigo! – Tiró con fuerza del tentáculo y, por extensión, del vampiro al que estaba unido.
Su brazo izquierdo comenzó a sangrar con fuerza, pero había merecido la pena, ignoró el dolor, ya tendría tiempo de preocuparse por eso más adelante. Por un lado, acababa de darle un breve descanso a Demian y por otro se aseguró de hundir firmemente su puño derecho, con todas sus fuerzas, en el tabique nasal del vampiro. [1]
Lo que salía de entre los labios de Aimos no era ninguna mentira, cualquier persona medianamente cuerda habría imaginado que estar allí en aquel momento era un error, que arriesgaba demasiado a cambio de nada.
¿Pero desde cuando eso le había supuesto un problema?
- Bueno... – Se rascó la barba, acabó encogiendo de hombros, continuó moviéndose al son de Demian, lo suficiente cerca de él como para poder colocarse entre el vampiro y el muchacho de ser necesario – Para empezar, puedo darte un puñetazo en la cara. – dijo – Creo que eso es una buena recompensa. – A su espalda, cada chasquido metálico indicaba al castaño que Demian continuaba abriendo las celdas.
- Ah… Bravuconadas. – dijo el noble sonriendo – En cierto modo, las he echado de menos. – Admitió. – Hay algo curioso en ver como el orgullo desaparece de una persona. ¿Sabes? – Varias lucecitas que, después se transformaron en enormes llamas se aparecieron en las celdas de todos los prisioneros que se negaban a salir. – Me encanta la actitud de ese chico –dijo Aimos pasándose la mano por el pelo, sonriendo al ver como el fuego que había invocado Demian obligaba a los reos a abandonar sus celdas. – Eso, eso, no son más que ganado, arréalos. – Eltrant frunció el ceño, solo le faltaba aplaudir.
Por cosas como aquella envidiaba a los brujos, sin ninguna de sus espadas con él lo máximo que Eltrant podía hacer para sacar a aquellas personas de la mazmorra era golpearlas hasta que decidiesen obedecerle, la opción de Demian, aunque un poco cruel en apariencia, era el único método que viable con el que contaban en aquel momento.
Cosa que Aimos pareció comprender, pues, cuando el mencionado “ganado” del vampiro se acercó lo suficiente a la puerta, este se vio obligado a intervenir y tratar de detener al brujo.
Se adelantó un par de pasos cuando notó como el vampiro atacaba a Demian.
Lo primero que sucedió fue rápido, la figura de Aimos era, en cierto sentido, similar a Lyn cuando conjuraba sus sombras. Pero Demian se había hecho un par de dagas, las mismas que recordaba que el muchacho poseía, y ahora se estaba encarando con él.
¿Dónde las había estado guardando?
Asintió cuando el brujo, momentos antes de lanzarse contra Aimos como si un tornado de cuchillas se tratase, le informó de lo que hacían las tres pequeñas llamas azules que se habían adherido al cuerpo del noble.
“A más golpes, más daño”. Era lo único que necesitaba saber.
Cargó contra el hombre, con todo su cuerpo, por mucho que pensase que hacer, no tenía demasiadas alternativas en aquel momento. Las sombras que protegían al señor de la noche se deslizaron por el suelo, buscando su defender a su dueño mientras este lidiaba con Demian.
- ¡Me temo que ni juntos vais a poder hacer nada! – Bramó mientras seguía peleando contra el brujo.
Una de las lianas envolvió su brazo derecho, dejó escapar un grito de dolor al sentir el filo de aquella cosa hundirse en su carne. Frunció el ceño y, haciendo gala de una agilidad que no creía poseer, se aseguró de que otro de los tentáculos no tocase su cuerpo agachándose lo más rápido que le permitieron las piernas.
No quería que se acercase a su cuerpo, parecía lógico, las lianas de sombras más largas se encargaban de mantenerle a él alejado mientras se enfocaba con Demian en el cuerpo a cuerpo.
Miró a su compañero mientras forcejaba con las sombras, estuvo tentado de decirle algo, pero prefirió no desconcentrarle. Se le había olvidado como peleaba el joven, casi parecía que estaba bailando, que había ensayado una coreografía casi un centenar de veces y, en aquel momento, la estaba realizando sin equivocarse ni un solo paso.
¿No quería que él se acercase? Entonces tendría que obligar al vampiro a acercarse hasta él.
Giró levemente el brazo izquierdo, apretando los dientes con fuerza. Tratando de obviar como cada movimiento que hacía se traducía de forma casi automática en un intenso dolor en dicha extremidad.
Se aseguró de que tenía bien sujeta aquella liana.
- ¡Ven conmigo! – Tiró con fuerza del tentáculo y, por extensión, del vampiro al que estaba unido.
Su brazo izquierdo comenzó a sangrar con fuerza, pero había merecido la pena, ignoró el dolor, ya tendría tiempo de preocuparse por eso más adelante. Por un lado, acababa de darle un breve descanso a Demian y por otro se aseguró de hundir firmemente su puño derecho, con todas sus fuerzas, en el tabique nasal del vampiro. [1]
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[1] Habilidad Eltrant Nivel 2: Karma. Si Eltrant es incapaz de esquivar un ataque y por lo tanto resulta herido en combate (Una herida no letal) puede ser capaz de, ignorando momentáneamente el dolor, contraatacar rápidamente dejando escasos segundos a su enemigo para reaccionar.Eltrant Tale
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Re: [CERRADO]La Fiesta de Baslodia [Trabajo][Eltrant Tale]
Recordaba que Eltrant era fuerte y resistente, pero ahora quedaba en evidencia que esto era cierto más allá de lo que inicialmente pensaba. El combate estaba en su punto más álgido, con tentáculos de sombras llenando la habitación y lanzando mortales ataques que se volvían impredecibles, saltando de un lado a otro sin un patrón estable. El chico no podía encontrar el punto exacto para atacar y tenía que limitarse a un combate a media distancia.
Hasta que Eltrant dio un feroz puñetazo al vampiro.
Esa era su oportunidad. Sus ojos se iluminaron cuando activo una ilusión sobre ellos mismos, un práctico uso para destacar los puntos más importantes del rival, como un mapa desplegado ante sí sobre el cual sólo debía seguir instrucciones.
La propia figura del vampiro se hizo más oscura, más tenue, pero con brillantes círculos enseñando al joven brujo dónde y cómo soltar sus ataques. Aún así, debía lidiar con el mar de tentáculos para aprovechar esa ventaja.
O no tenía que hacerlo.
Se entregó al éter, la fuerza que permea a todo y a todos, la base de la existencia misma de la materia, lo que une todo lo que existe. El éter puede crear, manipular y también destruir.
Y Demian fue destruido.
El vacío era uno con el niño y el niño era uno con el vacío. El todo y la nada al mismo tiempo, la ausencia total, la paz verdadera. La sensación de plenitud más perfecta, pero demasiado efímera.
Su cuerpo se materializó frente al vampiro. Lord Aimos aún tenía su cabeza hacia atrás por la fuerza del impacto de Eltrant y Demian vio la nariz deformada, incluso un incisivo salir desprendido como cuando cae una gota de agua sobre el aceite caliente. Todo se movía como en cámara lenta y un círculo frente a sí, rojo, brillante, marcaba en su ilusión personal el punto exacto donde debía hundir su daga. Lo hizo. Las llamas azules se intensificaron.
Era el momento más placentero del asesinato, cuando el enemigo apenas se da cuenta que acaba de ser herido, pero no se imagina lo que tendrá lugar en su cuerpo, cuando retiras la daga y ves ese caudal emerger debajo, un baño del rojo y cálido líquido vital que todos llevamos dentro, pero que no nos gusta ver. A Demian sí.
La sangre bañó su mano, como un abrazo acogedor, un bautismo en plena batalla, emergiendo del punto donde corre una de las arterias principales del cuerpo humano, justo en la unión de la pierna con la ingle.
El vampiro supo de inmediato que algo andaba mal, incluso cuando apenas si volvía a acomodar la posición de su cabeza luego del devastador puñetazo de Eltrant, pero ya era muy tarde.
Demian retrocedió. Sabía que esa puñalada no mataría de inmediato al vampiro, pero también que no habría forma, no sin ayuda inmediata, de que ese manantial cerrara por sí solo antes de que la vida se escapara de los dedos que ahora intentaban en vano cubrir la herida. La sangre salía a chorro.
El chico sacudió su mano, no por asco, sino para ver qué curiosa figura trazarían las gotas al caer al suelo, qué patrón formarían. Esperaba que se dibujara algo gracioso y quizás por eso es que llevaba una sonrisa.
Algunas personas retrocedieron.
Demian contempló la mancha en el suelo. No era tan definido como esperaba, pero podía distinguir lo que parecía la cabeza de un perro. Estaba seguro de ello, podía ver la forma del hocico, hasta un área blanca que podía representar los ojos. Emitió una risita.
La risa cesó de golpe cuando su respiración se cortó y fue jalado varios metros hacia atrás.
Cuando el chico pudo procesar lo que estaba pasando se encontraba en el suelo, con una cadena enrollada firmemente en su cuello y una mujer reposando el taco de su zapato en uno de sus brazos, mientras con el brazo jalaba de la cadena. El otro brazo se encontraba sujeto por un sujeto más grande que le pisaba con una gruesa bota.
Le costó descifrar sus rostros para recordarles, pero finalmente los asoció. La mujer era la belleza que le había dejado caer el abrigo de pieles. El hombre grande era uno del grupo que había descendido del carruaje con adornos siniestros. Había otra figura, pero no alcanzaba a verle desde ese ángulo. Por ahora su prioridad era respirar.
–Ya me parecía que no eran sirvientes comunes –oyó la voz del señor de la casa, o al menos del elfo que se hacía llamar tal, a esas alturas era bastante confuso– . Debo confesar que me han engañado muy bien, no me esperaba jamás que ustedes fueran los asesinos que serían enviados en mi contra.
Demian trató de hablar, pero la cadena que cerraba si tráquea no se lo permitía. La situación no dejaba de tener su ironía. El chico era un asesino y había estado en ya incontables misiones para acabar con la vida de alguna amenaza, pero en esta ocasión no se le podía acusar de tal conducta, ¿o sí?. Era cierto que se habían escabullido por el respiradero y a fin de cuentas atentado contra la vida del vampiro que ahora se encontraba de rodillas, tratando en vano de contener la hemorragia.
–Pero esos estúpidos de la resistencia deberían haber enviado a gente más capaz. ¿Qué hace un niño haciendo el trabajo de un hombre? ¿qué hace un asesino tratando de matar a manos desnudas? ¿acaso creen que somos principiantes?
Demian intentó usar su telekinesia para librarse de la cadena, pero la mujer notó el movimiento y jaló con más fuerza, limitando aún más el escaso, casi nulo flujo de aire hacia sus pulmones.
Otro sujeto, un hombre delgado y que portaba un par de cuchillos muy afilados, se acercó al vampiro encadenado, guardando cierta distancia de Eltrant.
–Mi señor, Lord Frederick está mal herido, el sangrado es peor de lo que parece –explicó.
El elfo parecía irritado, dejando atrás la imagen apacible que le habían conocido en la terraza.
–¡No!, no dejen que muera, necesitamos su influencia. Amarren al niño, quiero interrogarlo personalmente más tarde. En cuanto al luchador, prefiero que lo capturen con vida, pero mátenlo si es necesario.
Demian veía las cosas borrosas y ni siquiera pudo comprender cabalmente las instrucciones que daba el elfo, su mundo se borraba mientras intentaba desesperadamente tomar algo de aire. Iba a perder el conocimiento en cualquier momento.
El sujeto de los cuchillos se acercó a Eltrant con una sonrisa siniestra en el rostro.
- La parte subrayada corresponde a la complicación "En un ataque de paranoia, el vampiro cree que eres un cazador y has sido enviado a matarlo, por lo que no dudará en cargar contra ti.". Como en esta historia hemos alterado un poco el rol del vampiro, espero que sea apropiado, considerando que, técnicamente, quien cree que somos enviados a asesinarlo es el elfo que hace de señor de la casa y aliado del vampiro.
- Demian ha usado dos habilidades. La primera es Paso del Espectro (nivel 3), que le permite trasladarse en un instante por medio de la magia, y la segunda es Puñalada del Fantasma (nivel 1), que le permite dar un una puñalada que es especialmente letal contra enemigos bajo ilusiones (y aún sigue en efecto la ilusión Ignis Fatuus).
Demian
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Re: [CERRADO]La Fiesta de Baslodia [Trabajo][Eltrant Tale]
El verdadero Lord Aimos no tuvo tiempo de recuperarse del directo de Eltrant, la daga de Demian se hundió firme en su ingle en cuanto recibió el puñetazo, desatando un torrente de sangre que el vampiro difícilmente podría detener en aquel momento.
Jadeando, agitó el brazo izquierdo con fuerza, notando como las sombra que lo rodeaban se disipaban con suavidad. El vampiro perdia fuerzas, no era de extrañar, con una herida como aquella Aimos no tenía ninguna posibilidad, había acabado.
Obviando los gemidos de dolor del vampiro Eltrant abrió y cerró su mano izquierda, asegurándose que, pese a los cortes que las sombras le habían causado, la extremidad seguía obedeciéndole plenamente.
Demian, entre tanto, dejó escapar una risita, junto a él, viendo como el hombre seguía perdiendo sangre.
Aquello le resultaba… extraño, era como si el muchacho tuviese dos personalidades. En ocasiones el brujo se comportaba como niño, acorde a su edad, lo había visto. Pero otras veces, como aquella concretamente, se encargaba de demostrarle a cualquiera que estuviese mirando que pese a su tamaño era una persona muy peligrosa.
Eso y que, al parecer, era capaz de aparecerse y desaparecer a voluntad. ¿Es que era él el único en Aerandir que no podía hacer esos trucos?
Desafortunadamente para la pareja no iban poder relajarse, Eltrant se equivocaba: la noche estaba muy lejos de haber terminado.
Una gruesa cadena rodeó, sin previó aviso, el cuello de Demian. En apenas unos segundos después el brujo se encontró en el suelo, inmovilizado, y con una bota sobre su cuerpo. Eltrant no había podido siquiera reaccionar para evitarlo.
Apretó los dientes y se giró sobre sí mismo, mirando fijamente a los nuevos problemas de la noche. Frunció el ceño cuando su mirada se cruzó con la de Aimos, no el vampiro que ahora estaba desangrándose a su espalda, el Aimos del piso superior. El hombre para el que había estado trabajando como mayordomo
Por supuesto que el rubio también estaba involucrado en todo aquello, el mismo vampiro lo había dejado claro: el elfo no era más que una marioneta. Suspiró disimuladamente, sin perder de vista a los recién llegados, no podía negar que le preocupaba imaginar el papel que tendría la hija del noble en todo aquello.
Ignoró todo lo que sucedía a su alrededor, las palabras que Aimos le decía a sus hombres, se enfocó en Demian. El brujo seguía forcejeando, clamando por una bocanada de aire, pero cada movimiento que hacía era inmediatamente interrumpido por la mujer que sujetaba la cadena.
¿Era esa la primera de las invitadas a la fiesta? ¿La mujer que parecía sacada de una novela romántica? Frunció el ceño y siguió pensando en cómo ayudar al niño. Cualquier pregunta que tuviese en sus pensamientos podría esperar, lo principal era salvar a Demian.
Aimos terminó de dar las ordenes pertinentes.
“Capturar a Demian y matarle a él”.
Eran cuatro personas contando al noble. Pero nadie parecía especialmente poderoso, el vampiro que ahora se estaba desangrando en una esquina de la habitación había aparentado ser, desde luego, más fuerte que cualquiera de los que tenía delante.
Podía hacer algo, por mínimo que fuese.
- Concéntrate, Eltrant – dijo en voz baja, analizando a cada uno de los presentes. - …me vendría bien un arma. – Se dijo a sí mismo, viendo como el hombre de menor tamaño, el que blandía las dagas, se colocaba frente a él.
No le estaban dando mucho margen para actuar.
Dio varios saltitos en el sitio en el que estaba, sacudió su brazo izquierdo, la sangre que lo cubría se esparció por el suelo. Solo podía hacer una única cosa en un principio.
Cargó. Contra todo lo que tuviese delante, sin pararse, corrió lo máximo que pudo. [1]
El tipo de los cuchillos fue el primero con el que se cruzó, y aunque trató de detenerle, no pudo hacerlo en un principio. Eltrant lo apartó a un lado sacándole partido al hecho de que era bastante más corpulento que él.
Siguió moviéndose, hacía Demian, hacía la mujer que lo mantenía inmóvil.
Pudo ver como esta abría los ojos de par en par instantes antes de que Eltrant, con el antebrazo por delante, placase a la “dama” y la alejase lo máximo posible del brujo. No dudó al arrastrarla consigo hasta la pared que descansaba tras ella.
Un sonoro crujido fue lo primero que sonó cuando la espalda de la chica impactó contra el oscuro granito que constituía la mazmorra, justo después de eso, dejó escapar un grito de dolor. Sonrió, esperaba que le hubiese dolido.
Ese momento en el que el hombre delgado acudió a ayudar a su amiga, una de sus dagas se hundió en la espalda de Eltrant, justo sobre el omoplato. Gruñendo dolorido se giró sobre sí mismo e intentó buscar la cara de aquel tipo con su puño, pero el lacayo de Aimos saltó hacía atrás esquivando su ataque grácilmente.
Odiaba a los acróbatas, al menos aquel parecía algo mareado por el golpe que se había llevado antes.
Soltó a la mujer, la cual se deslizó por la pared hasta quedar sentada, y volvió a retroceder, se alejó de todos los posibles oponentes que tenía frente a él, asegurándose de que nadie le rodeaba en el proceso.
Esperaba que eso hubiese servido de algo a Demian. La noble quizás distase mucho de estar fuera de combate, por su expresión si acaso estaba más enfadada, pero no podría mantener sujeto a Demian con un brazo dislocado, estaba seguro de ello.
[1] Habilidad Eltrant Nivel 5: Embestir. Eltrant carga en linea recta, usando su propio cuerpo como arma y derribando hasta a 2 enemigos que se encuentren en su camino, impidiendoles actuar durante un turno. Paredes y objetos pesados pueden detener su carga.
Jadeando, agitó el brazo izquierdo con fuerza, notando como las sombra que lo rodeaban se disipaban con suavidad. El vampiro perdia fuerzas, no era de extrañar, con una herida como aquella Aimos no tenía ninguna posibilidad, había acabado.
Obviando los gemidos de dolor del vampiro Eltrant abrió y cerró su mano izquierda, asegurándose que, pese a los cortes que las sombras le habían causado, la extremidad seguía obedeciéndole plenamente.
Demian, entre tanto, dejó escapar una risita, junto a él, viendo como el hombre seguía perdiendo sangre.
Aquello le resultaba… extraño, era como si el muchacho tuviese dos personalidades. En ocasiones el brujo se comportaba como niño, acorde a su edad, lo había visto. Pero otras veces, como aquella concretamente, se encargaba de demostrarle a cualquiera que estuviese mirando que pese a su tamaño era una persona muy peligrosa.
Eso y que, al parecer, era capaz de aparecerse y desaparecer a voluntad. ¿Es que era él el único en Aerandir que no podía hacer esos trucos?
Desafortunadamente para la pareja no iban poder relajarse, Eltrant se equivocaba: la noche estaba muy lejos de haber terminado.
Una gruesa cadena rodeó, sin previó aviso, el cuello de Demian. En apenas unos segundos después el brujo se encontró en el suelo, inmovilizado, y con una bota sobre su cuerpo. Eltrant no había podido siquiera reaccionar para evitarlo.
Apretó los dientes y se giró sobre sí mismo, mirando fijamente a los nuevos problemas de la noche. Frunció el ceño cuando su mirada se cruzó con la de Aimos, no el vampiro que ahora estaba desangrándose a su espalda, el Aimos del piso superior. El hombre para el que había estado trabajando como mayordomo
Por supuesto que el rubio también estaba involucrado en todo aquello, el mismo vampiro lo había dejado claro: el elfo no era más que una marioneta. Suspiró disimuladamente, sin perder de vista a los recién llegados, no podía negar que le preocupaba imaginar el papel que tendría la hija del noble en todo aquello.
Ignoró todo lo que sucedía a su alrededor, las palabras que Aimos le decía a sus hombres, se enfocó en Demian. El brujo seguía forcejeando, clamando por una bocanada de aire, pero cada movimiento que hacía era inmediatamente interrumpido por la mujer que sujetaba la cadena.
¿Era esa la primera de las invitadas a la fiesta? ¿La mujer que parecía sacada de una novela romántica? Frunció el ceño y siguió pensando en cómo ayudar al niño. Cualquier pregunta que tuviese en sus pensamientos podría esperar, lo principal era salvar a Demian.
Aimos terminó de dar las ordenes pertinentes.
“Capturar a Demian y matarle a él”.
Eran cuatro personas contando al noble. Pero nadie parecía especialmente poderoso, el vampiro que ahora se estaba desangrando en una esquina de la habitación había aparentado ser, desde luego, más fuerte que cualquiera de los que tenía delante.
Podía hacer algo, por mínimo que fuese.
- Concéntrate, Eltrant – dijo en voz baja, analizando a cada uno de los presentes. - …me vendría bien un arma. – Se dijo a sí mismo, viendo como el hombre de menor tamaño, el que blandía las dagas, se colocaba frente a él.
No le estaban dando mucho margen para actuar.
Dio varios saltitos en el sitio en el que estaba, sacudió su brazo izquierdo, la sangre que lo cubría se esparció por el suelo. Solo podía hacer una única cosa en un principio.
Cargó. Contra todo lo que tuviese delante, sin pararse, corrió lo máximo que pudo. [1]
El tipo de los cuchillos fue el primero con el que se cruzó, y aunque trató de detenerle, no pudo hacerlo en un principio. Eltrant lo apartó a un lado sacándole partido al hecho de que era bastante más corpulento que él.
Siguió moviéndose, hacía Demian, hacía la mujer que lo mantenía inmóvil.
Pudo ver como esta abría los ojos de par en par instantes antes de que Eltrant, con el antebrazo por delante, placase a la “dama” y la alejase lo máximo posible del brujo. No dudó al arrastrarla consigo hasta la pared que descansaba tras ella.
Un sonoro crujido fue lo primero que sonó cuando la espalda de la chica impactó contra el oscuro granito que constituía la mazmorra, justo después de eso, dejó escapar un grito de dolor. Sonrió, esperaba que le hubiese dolido.
Ese momento en el que el hombre delgado acudió a ayudar a su amiga, una de sus dagas se hundió en la espalda de Eltrant, justo sobre el omoplato. Gruñendo dolorido se giró sobre sí mismo e intentó buscar la cara de aquel tipo con su puño, pero el lacayo de Aimos saltó hacía atrás esquivando su ataque grácilmente.
Odiaba a los acróbatas, al menos aquel parecía algo mareado por el golpe que se había llevado antes.
Soltó a la mujer, la cual se deslizó por la pared hasta quedar sentada, y volvió a retroceder, se alejó de todos los posibles oponentes que tenía frente a él, asegurándose de que nadie le rodeaba en el proceso.
Esperaba que eso hubiese servido de algo a Demian. La noble quizás distase mucho de estar fuera de combate, por su expresión si acaso estaba más enfadada, pero no podría mantener sujeto a Demian con un brazo dislocado, estaba seguro de ello.
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[1] Habilidad Eltrant Nivel 5: Embestir. Eltrant carga en linea recta, usando su propio cuerpo como arma y derribando hasta a 2 enemigos que se encuentren en su camino, impidiendoles actuar durante un turno. Paredes y objetos pesados pueden detener su carga.
Eltrant Tale
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Re: [CERRADO]La Fiesta de Baslodia [Trabajo][Eltrant Tale]
Una vez más intentó obtener aire y una vez más le fue negado. La vista se le nublaba y la cabeza parecía a punto de estallar. Intentaba usar su magia, pero su mente estaba confusa, todo pasaba demasiado rápido, no lograba hacer que el éter le obedeciera.
Quiso gritar, pero no salió sonido. Tenía miedo, mucho miedo. Sus ojos involuntariamente desprendían lágrimas, ¿o era que simplemente lloraba?, Se espalda se arqueó y trató de levantar el pie de la mujer.
De algún modo funcionó.
O al menos eso había parecido. La mujer era impactada contra la muralla, prácticamente clavada, por una figura que en principio no distinguió, pero finalmente pudo reconocer como Eltrant. Con un esfuerzo se puso de pie.
Miró a la mujer con furia. Ya no había nada en ella que resultara atractivo, no, ahora era un objetivo. No, era más que eso. No era muy seguido que alguien le hacía experimentar tal miedo y desesperación y la cosa ahora era completamente personal. Ella no estaba muerta, pero claramente había sido debilitada y neutralizada lo suficiente como para ser presa fácil. No le daría respiro.
Iba furioso hacia ella, aún con lágrimas en los ojos y prácticamente echando humo. Ya podía saborear los tormentos que le haría pasar. No se trataría sólo de liquidarla, sino que debía hacerla sufrir, hacerla experimentar el mismo miedo y desesperación mientras luchaba por el último aliento de su vida.
Hasta que notó a Eltrant.
Aún había tres enemigos plenamente activos, el hombre grande que le había pisado un brazo, el delgado de los cuchillos y, por supuesto, el señor de la casa. No podía perder su tiempo con la mujer, al menos ella era la menor amenaza, dada la situación actual, y su aliado tenía que plantarle cara no sólo al ágil sujeto, sino que al menos al corpulento también. Eso sin considerar que el elfo también supiera luchar.
Se secó las lágrimas con la manga y de un tirón se arrancó el corbatín, abriendo el botón superior de la camisa. Se esfumó...
...o al menos eso vieron los demás, pero en realidad seguía allí. Ahora no se había hecho uno con el vacío, sino que había usado su ya tradicional ilusión para cubrir su presencia, rodeándose de magia para pasar desapercibido.
Examinó el campo de batalla. El hombre grande se sacaba una ballesta de la espalda y se la pasó al elfo, tomando luego un espadón de grandes proporciones para avanzar con él por la espalda de Eltrant. Debía tomar una decisión.
Si iba por el elfo, expondría a Eltrant a quedar encerrado entre dos atacantes, pero si le dejaba en paz iba a poder disparar la ballesta con tranquilidad, lo que bien podía acabar mal para alguno de ellos. Había usado hace muy poco su habilidad de re-materializarse en otro lugar y sabía que no podía forzarla tan pronto o podía arriesgar su propio cuerpo. Debía tomar una decisión e ir por ella, cada segundo contaba.
Avanzó.
Sus dagas estaban preparadas y sus ojos buscaron los puntos vitales de su enemigo, apareciendo sobre ellos unas formas fantasmales pequeñas, como manos flotantes que marcaban el punto exacto donde herir.
Apareció en el momento exacto en que su daga atacaba a la zona baja de la columna. Podía tener mucho músculo, pero la zona de la espina dorsal no es tan reforzada, quedando expuesta a un buen ataque.
El sujeto soltó el espadón ante la sorpresa y sus piernas cedieron, cayendo en el lugar con un desagradable grito.
Demian se giró, mirando ahora al elfo. El señor de la casa se mostraba sorprendido e inmediatamente levantó la ballesta. Por un momento dudó de si atacar a Eltrant o al chico que acababa de aparecer de la nada para apuñalar a uno de sus matones. No le iba a dar tiempo, se preparó para correr inmediatamente, con la esperanza de no dejarle la libertad de disparar y caerle con una lluvia de puñaladas. Dio un paso.
Fue a parar al piso.
El fortachón no movía sus piernas, pero de alguna manera se había sobrepuesto al dolor y la impresión y le tomaba de una canilla, jalando. El chico dio patadas, pero el hombre parecía hecho de metal, sin dar señales de siquiera sentirlas.
Contorneó su cuerpo para encontrar una mejor posición y descargó una feroz puñalada sobre el brazo enemigo, dejando una fea herida... pero era como si sólo le hubiera rasguñado, a juzgar por la reacción. El hombre claramente buscaba apretar el cuello del niño y terminar la pelea de una buena vez, pero Demian se defendía como gato, lanzando cortes desesperados, cortando piel, carne, salpicándose su rostro de sangre, sin lograr que el hombre cesara en su esfuerzo.
–Jodido pedazo de mierda, ¡déjame ir!
El hombre apretó su pantorrilla con tal fuerza que el chico emitió un grito de dolor y en ese momento el hombre estuvo a punto de tomarle del cuello con la otra mano, como pretendía, pero Demian alcanzó a dejarle un feo corte en la cara que dejó expuestos algunos de los dientes. Sorprendentemente, el hombre no le soltaba.
El elfo, en tanto, tenía en la mirilla de su ballesta a Eltrant. Dadas las circunstancias actuales era la más peligrosa amenaza y un virote bien puesto podía acabar con todo el problema. Se tomó su tiempo de buscar una apertura clara. Disparó.
Demian recibía en ese momento un bofetón. No se trataba de una de esas palmadas en el rostro de alguien ofendido que busca castigar al otro. Esto era distinto, era un golpe duro, como si un mazo le diera de lleno, haciéndole ver una lluvia de estrellas.
Mientras su cerebro se ajustaba nuevamente para procesar el mundo a su alrededor, también otra idea cruzó por su mente. Si el hombre había decidido darle un bofetón para aturdirle en vez de un puñetazo que bien le podría partir la mandíbula, era porque le quería capturar con vida. Cambió su estrategia. Ya no intentaba defenderse y atacar al mismo tiempo, sino que se concentró sólo en causar daño.
Como era de esperarse, el hombre no intentó liquidarle, sino detenerle, pero la afilada daga hacía su trabajo y la agilidad del chico le permitió encontrar la yugular. Nuevamente el cálido líquido vital le bendecía. La presión sobre su pierna cedió.
Se libró y se intentó poner de pie, pero su pierna falló. Le dolía mucho, el apretón había sido más de lo que había imaginado y la cabeza aún le daba vueltas. No podía simplemente volver a la batalla, necesitaba un momento de descanso para recuperarse.
Con su mirada trató de encontrar al elfo, pero ya no estaba en el mismo lugar de antes.
Notas:
- Demian ha usado su habilidad de nivel 2: Presencia Fantasmal, que le permite volverse invisible y elimina el enfriamiento de nivel 1: Puñalada del Fantasma, que luego ha usado para atacar a su enemigo.
Demian
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Re: [CERRADO]La Fiesta de Baslodia [Trabajo][Eltrant Tale]
La flecha se clavó en su hombro.
Gruñó un par de insultos en voz baja y fejó la saeta alojada en su cuerpo para que hiciese de tapón improvisado, no tenía tiempo para pararse a examinar la herida de todas formas, le bastaba con saber que no iba a morir desangrado.
Tras retroceder un par de pasos maldiciendo al tipo de los cuchillos y su endiablada agilidad en el proceso, tomó el espadón que el gigantón había dejado caer al suelo mientras peleaba contra el brujo.
Lo cierto es que no sabía qué tal le iba a Demian con exactitud, pero el hecho de que ya no estuviese a la merced de la mujer de las cadenas ya era un avance.
Obligándose a no parar y buscar con la mirada al niño continuó reculando, evitando las afiladas dagas del hombre mientras se movía lo más rápido que podía, siempre asegurándose de que el cuerpo de su oponente estuviese entre y él señor de la casa, el cual seguía buscando con bastante insistencia el volver a acertarle con una de sus saetas.
Se pasó la espada de una mano a la otra, era bastante más ligera que Olvido: pero era un arma, era justo lo que necesitaba. Con ella tenía cierta ventaja sobre su oponente, el alcance de la hoja le bastaba para mantener al hombre de los cuchillos a distancia.
Tragó saliva, no le fue muy difícil entender que la mazmorra no era especialmente grande, si seguía retrocediendo acabaría con su espalda contra una de las paredes.
Sujetó el acero que había tomado del suelo con fuerza, entre sus manos, y comenzó a avanzar.
Se llevó tres cortes antes de que consiguiese acertar siquiera a aquella suerte de contorsionista. Pero mereció la pena, se aseguró de hacerlo de forma que este no se lo esperase. Era una forma de pelear que empezaba a resultarle desgraciadamente conocida, pero nadie esperaba nunca que su oponente se dejase golpear, en parte, a propósito.
Uno de los puñales rodó por el suelo, alejado de la mano derecha del tipo delgado, la cual ahora solo tenía dos dedos sanguinolentos.
El hombre se agarró la extremidad herida y, tras caer de rodillas, dejó escapar un alarido de dolor. Eltrant lo apartó a un lado golpeándole con el envés de la espada en plena cara, aunque había intentado que el golpe no fuese mortal, el crujido que emitió el cuello del hombre cuando el acero impactó en su cara indicó otra cosa.
Otra saeta se hundió en su cuerpo.
Apretó los dientes y, mientras echaba de menos su armadura, se giró sobre sí mismo. Localizó al noble recargando la ballesta, Demian no estaba muy lejos, el muchacho se había encargado del tipo grandullón por sí solo.
Aunque parecía herido, se movía con cierta dificultad.
- ¡Déjalo estar, Aimos! – Exclamó Eltrant arrancándose la última flecha que se había incrustado en su cuerpo, la cual, por estar en su muslo, complicaba bastante las cosas a la hora de moverse. - ¡Estas solo! ¡No te queda nadie! – Añadió.
La mujer de las cadenas apenas podía levantar el arma que había decidido usar para enfrentarse a la pareja y los otros dos estaban muertos, el vampiro tambien había dejado de maldecirles en voz baja hacía un rato, Eltrant no estaba seguro de si había sido por que se había cansado de hablar o se había desangrado por fin.
Esperado oír la respuesta del noble desabrochó un par de botones de la camisa. Solo quedaba Aimos, era el único que podía seguir peleando, y este solo contaba con un virote para dos objetivos.
Podía ver reflejado en el rostro del noble como la duda que se apoderaba de él lentamente. El elfo comenzó a alternar entre apuntarle a él y al brujo, Eltranta avanzó un par de pasos.
- ¡No os mováis! – Gritó - ¡No dejaré que lo que tengo se esfume! – Exclamó seguidamente. - ¡He trabajado mucho para llegar a dónde estoy! - Eltrant frunció el ceño y se paró dónde estaba. - ¡No os atreváis a arrebatármelo! - La mujer se levantó y, lentamente, se colocó junto al elfo. Apenas podía levantar la cadena y seguía dispuesta a pelear.
¿Tan importante era el toda aquella fama para ellos?
Volvió a caminar.
- ¡He dicho que te pares! – Levantó la ballesta de nuevo, continuó cambiando de objetivos, cada segundo apuntaba a un oponente distinto de forma intermitente.
- ¡¿Y tu hija?! – Eltrant bajó la espada, aquellas palabras parecieron llegar al noble que, por unos momentos, estuvo a punto de imitar al exmercenario y bajar su arma.
- ¡No! – Contestó sacudiendo la cabeza, recobrando la firmeza que había demostrado momentos atrás. - ¡Es por ella por lo que hago esto! – Aimos apretó el gatillo tan pronto terminó la frase.
Aunque Aimos había exigido a sus hombres que capturasen a Demian con vida, este parecía haber comprendido en el último que el niño, aunque interesante, era demasiado peligroso para dejarlo con vida. La saeta que había disparado iba dirigida al brujo.
Pero, no obstante, fue Eltrant el que acabó en la trayectoria del proyectil. [1]
Mascullando dolorido, el castaño cayó de rodillas frente al brujo, jadeando. En cualquier otro momento habría confiado en la capacidad del brujo para esquivar aquel disparo por su propia cuenta, pero le llevaba viendo un rato cojear, no podía arriesgarse a que no consiguiese hacerlo a tiempo.
Además, estando ya como estaba, una flecha más no significaba gran cosa para él.
Aimos, entre tanto, sin separarse de la mujer, trataba de cargar otra flecha más en su arma a toda prisa, sin quitarle los ojos de encima a Demian.
[1] Habilidad Eltrant Nivel 1: Salvaguarda. Eltrant se coloca entre su oponente y un aliado absorbiendo él todo daño que iba dirigido a este. El daño ejercido por el rival será inferior (aproximadamente 50%) al que podría haber ocasionado de no haber usado la habilidad.
Gruñó un par de insultos en voz baja y fejó la saeta alojada en su cuerpo para que hiciese de tapón improvisado, no tenía tiempo para pararse a examinar la herida de todas formas, le bastaba con saber que no iba a morir desangrado.
Tras retroceder un par de pasos maldiciendo al tipo de los cuchillos y su endiablada agilidad en el proceso, tomó el espadón que el gigantón había dejado caer al suelo mientras peleaba contra el brujo.
Lo cierto es que no sabía qué tal le iba a Demian con exactitud, pero el hecho de que ya no estuviese a la merced de la mujer de las cadenas ya era un avance.
Obligándose a no parar y buscar con la mirada al niño continuó reculando, evitando las afiladas dagas del hombre mientras se movía lo más rápido que podía, siempre asegurándose de que el cuerpo de su oponente estuviese entre y él señor de la casa, el cual seguía buscando con bastante insistencia el volver a acertarle con una de sus saetas.
Se pasó la espada de una mano a la otra, era bastante más ligera que Olvido: pero era un arma, era justo lo que necesitaba. Con ella tenía cierta ventaja sobre su oponente, el alcance de la hoja le bastaba para mantener al hombre de los cuchillos a distancia.
Tragó saliva, no le fue muy difícil entender que la mazmorra no era especialmente grande, si seguía retrocediendo acabaría con su espalda contra una de las paredes.
Sujetó el acero que había tomado del suelo con fuerza, entre sus manos, y comenzó a avanzar.
Se llevó tres cortes antes de que consiguiese acertar siquiera a aquella suerte de contorsionista. Pero mereció la pena, se aseguró de hacerlo de forma que este no se lo esperase. Era una forma de pelear que empezaba a resultarle desgraciadamente conocida, pero nadie esperaba nunca que su oponente se dejase golpear, en parte, a propósito.
Uno de los puñales rodó por el suelo, alejado de la mano derecha del tipo delgado, la cual ahora solo tenía dos dedos sanguinolentos.
El hombre se agarró la extremidad herida y, tras caer de rodillas, dejó escapar un alarido de dolor. Eltrant lo apartó a un lado golpeándole con el envés de la espada en plena cara, aunque había intentado que el golpe no fuese mortal, el crujido que emitió el cuello del hombre cuando el acero impactó en su cara indicó otra cosa.
Otra saeta se hundió en su cuerpo.
Apretó los dientes y, mientras echaba de menos su armadura, se giró sobre sí mismo. Localizó al noble recargando la ballesta, Demian no estaba muy lejos, el muchacho se había encargado del tipo grandullón por sí solo.
Aunque parecía herido, se movía con cierta dificultad.
- ¡Déjalo estar, Aimos! – Exclamó Eltrant arrancándose la última flecha que se había incrustado en su cuerpo, la cual, por estar en su muslo, complicaba bastante las cosas a la hora de moverse. - ¡Estas solo! ¡No te queda nadie! – Añadió.
La mujer de las cadenas apenas podía levantar el arma que había decidido usar para enfrentarse a la pareja y los otros dos estaban muertos, el vampiro tambien había dejado de maldecirles en voz baja hacía un rato, Eltrant no estaba seguro de si había sido por que se había cansado de hablar o se había desangrado por fin.
Esperado oír la respuesta del noble desabrochó un par de botones de la camisa. Solo quedaba Aimos, era el único que podía seguir peleando, y este solo contaba con un virote para dos objetivos.
Podía ver reflejado en el rostro del noble como la duda que se apoderaba de él lentamente. El elfo comenzó a alternar entre apuntarle a él y al brujo, Eltranta avanzó un par de pasos.
- ¡No os mováis! – Gritó - ¡No dejaré que lo que tengo se esfume! – Exclamó seguidamente. - ¡He trabajado mucho para llegar a dónde estoy! - Eltrant frunció el ceño y se paró dónde estaba. - ¡No os atreváis a arrebatármelo! - La mujer se levantó y, lentamente, se colocó junto al elfo. Apenas podía levantar la cadena y seguía dispuesta a pelear.
¿Tan importante era el toda aquella fama para ellos?
Volvió a caminar.
- ¡He dicho que te pares! – Levantó la ballesta de nuevo, continuó cambiando de objetivos, cada segundo apuntaba a un oponente distinto de forma intermitente.
- ¡¿Y tu hija?! – Eltrant bajó la espada, aquellas palabras parecieron llegar al noble que, por unos momentos, estuvo a punto de imitar al exmercenario y bajar su arma.
- ¡No! – Contestó sacudiendo la cabeza, recobrando la firmeza que había demostrado momentos atrás. - ¡Es por ella por lo que hago esto! – Aimos apretó el gatillo tan pronto terminó la frase.
Aunque Aimos había exigido a sus hombres que capturasen a Demian con vida, este parecía haber comprendido en el último que el niño, aunque interesante, era demasiado peligroso para dejarlo con vida. La saeta que había disparado iba dirigida al brujo.
Pero, no obstante, fue Eltrant el que acabó en la trayectoria del proyectil. [1]
Mascullando dolorido, el castaño cayó de rodillas frente al brujo, jadeando. En cualquier otro momento habría confiado en la capacidad del brujo para esquivar aquel disparo por su propia cuenta, pero le llevaba viendo un rato cojear, no podía arriesgarse a que no consiguiese hacerlo a tiempo.
Además, estando ya como estaba, una flecha más no significaba gran cosa para él.
Aimos, entre tanto, sin separarse de la mujer, trataba de cargar otra flecha más en su arma a toda prisa, sin quitarle los ojos de encima a Demian.
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[1] Habilidad Eltrant Nivel 1: Salvaguarda. Eltrant se coloca entre su oponente y un aliado absorbiendo él todo daño que iba dirigido a este. El daño ejercido por el rival será inferior (aproximadamente 50%) al que podría haber ocasionado de no haber usado la habilidad.
Eltrant Tale
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Re: [CERRADO]La Fiesta de Baslodia [Trabajo][Eltrant Tale]
Estaba cansado, lastimado, pero no se iba a rendir fácilmente. El chico preparó su magia cuando vio al elfo apuntar con su ballesta, pero no alcanzó a reaccionar a tiempo cuando el virote salió disparado. El que sí lo hizo fue Eltrant.
El humano había recibido peligrosas heridas y castigo de consideración. Bien podía ser que su vida estuviera en riesgo luego de recibir ese disparo. El chico apretó los puños.
No se trataba de amistad o cariño, o al menos eso se dijo, sino de la lealtad que se debía tener cuando dos guerreros se encontraban en una misión juntos. No podía permitir que transformaran a su aliado en un erizo, no sin dar la pelea.
Demian se puso de pie y miró desafiante al elfo. Éste preparaba su ballesta, mientras la mujer se adelantaba un par de pasos. El chico dejó que el éter fluyera a través de su ser una vez más.
–Desearás no haber hecho eso –murmuró.
El elfo abrió los ojos enormes, para luego quedar en una posición rígida, con un pie atrás, como se estuviera frente a algo horrible. Empezó a gritar de manera desgarradora, como si estuviera siendo presa de un horrible tormento.
Lo estaba.
Demian había usado la que era hasta ahora la ilusión más poderosa de su arsenal, capaz de invadir la mente de un enemigo de una manera brutal, generando horribles visiones de tortura. Con eso no tenía que preocuparse de la ballesta por un rato.
Se adelantó entonces hacia la mujer. Ella estaba muy debilitada por el golpe de Eltrant y no manejaba bien la cadena. Era hora de saldar cuentas.
El chico avanzó decidido, con sus dagas en alto y la mirada asesina. Ella arrojó la cadena, pero Demian la hizo a un lado con su telekinesis. Aprovechando de avanzar, soportando el dolor de la pierna, hasta encontrarse frente a ella. La mujer lanzó un golpe con una mano con cadena enrollada, el que el chico logró esquivar agachándose.
La primera perforación fue en el hombro. Ella gritó, Demian se movió a un costado, generando un corte en el costado. La mujer se encontraba en un estado muy debilitado y eso para el chico era como ser un gato frente a un ratón herido. Podía jugar.
Lo habría hecho, habría atacado lentamente, haciendo heridas superficiales hasta romper el equilibrio emocional de la mujer, le habría hecho rogar por su vida, pero el elfo iba a estar consciente muy pronto de su entorno y no quería dejarle sin supervisión. Lamentablemente era necesario tardar poco.
Demian cargó. Ella le golpeó en la espalda un impacto suave, debilitado, pero él ya estaba con la daga perforando el vientre. La sacó violentamente, viendo cómo un trozo de intestino salía volando por los aires. Rió.
La dejó allí, de rodillas, contemplando su propia muerte, mientras se apresuraba hacia el elfo paralizado a su lado. Le dio una patada en las piernas, haciendo que éste quedara de rodillas, como si rezara. En esos momentos el señor Aimos (o al menos el elfo que se hiciera llamar como tal) recuperaba la capacidad de ver su entorno, pero ya era muy tarde.
El joven brujo tenía su una daga firmemente sujeta con el filo tocando la garganta del elfo. La cargó lentamente, dejando que éste sintiera el efecto del acero, causando un pequeño corte. El sujeto no pareció reaccionar mayormente.
El dolor debía ser horrible. El chico sabía que la ilusión era inmensamente cruel y que, a pesar de que bajaba en su efecto, el hombre debía ser presa aún de una sensación de tortura que, si bien era mental, se sentiría como física. Seguramente hasta vería heridas en su cuerpo, heridas que sólo él podía percibir, heridas que no estaban realmente allí, pero era como si lo estuvieran.
–Se acabó.
Era cierto, el elfo parecía darse cuenta de ello, porque no intentó luchar. Bajó sus brazos e inclinó su cabeza, derrotado.
–¡Papi!, deja a mi papi –se oyó una voz suave.
La hija del señor aparecía por la puerta, cogiendo su propio vestido para retorcerlo entre sus pequeños dedos, aterrada. Sus ojos estaban grandes, brillantes, con un pequeño temblor, como si intentaran salirse de sus órbitas para ver de más cerca lo que pasaba.
–No se te ocurra hacer nada –susurró el chico.
No podía llegar y asesinarle. Demian había creado los Gorriones con el fin de proteger a otros niños indefensos, a aquellos que no tenían sus herramientas para encarar el mundo por sí mismos, a aquellos que habían quedado solos, como él mismo se sentía a veces. Terminar en ese momento con el elfo traería la desgracia a esa niña.
Ella dio un par de pasos, incierta, temerosa. Demian contestó cargando más el cuchillo, aunque sin causar daño, contra el cuello del elfo.
–¡Atrás!, si te acercas más le c-c-corto el c-cuello.
La niña se detuvo, aterrada. Sus jóvenes ojos reflejaban que no lograba comprender por qué le estaba ocurriendo eso a su padre.
–Ya... ya no hay caso –apuntó el elfo hacia el ahora cadáver del vampiro encadenado– . Saben... yo fui parte de la turba que derrocó a... a ese vampiro, años atrás, en Vulwulfar. Los asesinatos a la población y los abusos habían despertado la ira de la gente y logramos... log... logramos quemarle. O eso pensaron todos. El vampiro me ofreció dinero, éxito, poder, a cambio de dejarlo con vida. Mi parte del trato consistiría en proveerle de presas para alimentarse y protegerle. Él cumplió con lo suyo.
Demian miró alrededor. Las personas antes apresadas, ahora conscientes de la muerte del vampiro, comenzaban a abandonar la sala. Pronto las verían los invitados a la fiesta, la mascarada llegaba a su fin. Casi sintió lástima por el elfo. Casi.
–¿Qué hacemos ahora, Elt?
El chico aún sostenía el filo contra el cuello enemigo, pero no tenía seguridad de cómo proceder a partir de ese momento.
La niña rompió en un sonoro llanto.
Demian
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Re: [CERRADO]La Fiesta de Baslodia [Trabajo][Eltrant Tale]
“¿Qué hacemos ahora?”
Aquellas palabras resonaron en los muros de la mazmorra, sobre los llantos de una niña que no comprendía por qué su padre estaba siendo amenazado, sobre la voz de dicho padre, que explicaba su comportamiento herido de gravedad ante el niño y el hombre que horas atrás no habían sido más que mayordomos para él.
Eltrant se arrancó la otra flecha que el elfo le había disparado y la dejó caer a un lado.
Se levantó como buenamente pudo, a pesar de que la pregunta que había formulado Demian se redujese básicamente a dos respuestas, esta no era fácil de responder.
Miró al elfo que se hacía llamar Aimos, fijamente, escuchando atentamente todas y cada una de sus palabras. La historia de aquel hombre no era especial, por mucho que él lo pensase.
- Presas vivas a cambio de dinero… - dijo Eltrant apoyándose en la pared que tenía más cercana.
Los gritos que empezaron a oírse, todos provenientes del piso superior, informó a los presentes que los prisioneros del vampiro se habían dado a conocer. más La guardia no tardaría demasiado en llegar.
– No es muy diferente a lo que he visto hacer a los esclavistas. – Agregó Eltrant frunciendo el ceño, tambaleándose hasta estar frente al noble, momento en el que se agachó frente a él. No parecía estar seguro de si moverse o no, la daga de Demian seguía colocada peligrosamente cerca de su cuello.
Miró a Demian durante unos instantes, intentando tantear la opinión del muchacho respecto a qué hacer. Después se giró hacia la hija del elfo, seguía en la entrada a la mazmorra, sollozando en voz baja.
- Tienes suerte de que seamos mejores personas que tú. – El exmercenario sujetó al hombre por el cuello de la camisa que vestía y alzó su puño izquierdo, dispuesto a noquearle de un solo golpe. – Pero lo que has hecho aquí… - La pequeña elfa lloró con más fuerza al ver al castaño sujetar a su padre.
Tensando la mandíbula lo arrojó a un lado sin herirle más. Le hizo un gesto a Demian para que guardase sus dagas. De no estar la rubia allí abajo probablemente no habría dudado en, como mínimo, golpear a aquel tipo lo suficiente como para que la guardia solo tuviese que arrastrarlo hasta una celda.
- Tu estatus, verdadero o falso, te debería salvar de la horca. – Dijo quitándose la camisa, la cual estaba completamente ensangrentada. Por mucho que le molestase decir aquello, no dejaba de ser cierto; Por cosas como aquella la causa de Asher tenía cada vez más sentido.
La niña, cuando notó que dejaban en paz al supuesto noble, se acercó corriendo hasta él y le abrazó con fuerza. Eltrant dejó escapar un suspiro al ver aquella escena.
Ahora que la adrenalina comenzaba a desaparecer de su torrente sanguíneo sus heridas comenzaron a palpitar con suavidad, desvelando su presencia a Eltrant, reclamando su atención.
- Aimos… - dijo, pero negó con la cabeza enseguida, corrigiéndose. – Seas quien seas, más bien. - Se vendó la herida que más sangraba usando la tela de la camisa, apretó con fuerza. – Más te vale usar todo lo que te queda para devolverle a Baslodia lo que le has quitado. – Ordenó, la pequeña abrazó a Aimos con aun más fuerza la voz de Eltrant. – Me da igual lo que tengas que vender para hacerlo. – Aseveró. - …si no lo haces, la próxima vez… – Se detuvo, miró a su alrededor: a los muertos, a las celdas, al vampiro. Volvió a girarse hacía Aimos – No voy a venir aquí desarmado. -
Dejó que Demian dijese lo que este creyese pertinente al noble y, cuando este hubo terminado de hablar, se encaminó a la salida de la mazmorra.
- Y no te separes de tu hija en lo que te queda de vida. – dijo deteniéndose en la puerta – Es ella la que te la ha salvado. – dijo antes de perderse escaleras arriba.
La sala principal estaba destrozada, tampoco quedaba rastro de nadie.
Los bocadillos estaban desperdigados por todas partes, las bebidas igual, tampoco eran pocas las mesas que yacían volcadas. La fiesta, definitivamente, no había acabado con buen pie.
Todos parecían haber huido de allí a toda prisa.
¿Habría sido por los prisioneros de la mazmorra que habían escapado? No era muy descabellado pensar eso, sobre todo teniendo en cuenta la clase de personas que celebraban aquella fiesta.
Recordaba haber oído a uno de ellos decir: “Ew, un pobre” al poco de bajar del carromato que le había llevado hasta allí, por lo que no encontró muy descabellado el pensar que más de una veintena de personas conmocionadas, cubiertas de sangre y con aspecto poco higiénico hubiese hecho desaparecer a los nobles de allí.
Tras levantar una de las tantas sillas que estaban en el suelo, se dejó caer sobre ella.
- ¿Estás bien, Dem? – Le dijo al muchacho, invitándole con un gesto que se sentase junto a él.
La pregunta que había hecho era bastante obvía. Demian tenía varios cortes, algunos todavía sangrantes, por no hablar de la pierna que podía tener fácilmente rota. Se merecía un descanso, aunque fuese uno de apenas diez minutos.
- Algún día podre tener un trabajo que no acabe… - Se detuvo un momento y, tras sonreír al chico, extendió los brazos señalando a todo el salón. – Así. – dijo reclinándose levemente en la silla.
Lo que en un principio había sido una fiesta bastante típica había acabado como todos y cada uno de los trabajos que había aceptado: algunos muertos, mucho papeleo para la guardia local y un dolor de cabeza terrible para él a la mañana siguiente.
Sonrió, pero al menos, probablemente, había merecido la pena. Esperaba no arrepentirse de haberle perdonado la vida a Aimos, conocía a muchas personas que no habrían dudado en acabar con su vida allí mismo en nombre de la justicia, delante de su hija.
Sin levantarse de dónde estaba recuperó el más limpio de los manteles que había a su alrededor y, tras rasgarlo con uno de los cuchillos que tenía al alcance, comenzó a vendar las demás heridas que no había atendido todavía. Después le tendió el resto a Demian.
- ¿Crees que quedará alguno de esos bocadillos en la cocina? -
Aquellas palabras resonaron en los muros de la mazmorra, sobre los llantos de una niña que no comprendía por qué su padre estaba siendo amenazado, sobre la voz de dicho padre, que explicaba su comportamiento herido de gravedad ante el niño y el hombre que horas atrás no habían sido más que mayordomos para él.
Eltrant se arrancó la otra flecha que el elfo le había disparado y la dejó caer a un lado.
Se levantó como buenamente pudo, a pesar de que la pregunta que había formulado Demian se redujese básicamente a dos respuestas, esta no era fácil de responder.
Miró al elfo que se hacía llamar Aimos, fijamente, escuchando atentamente todas y cada una de sus palabras. La historia de aquel hombre no era especial, por mucho que él lo pensase.
- Presas vivas a cambio de dinero… - dijo Eltrant apoyándose en la pared que tenía más cercana.
Los gritos que empezaron a oírse, todos provenientes del piso superior, informó a los presentes que los prisioneros del vampiro se habían dado a conocer. más La guardia no tardaría demasiado en llegar.
– No es muy diferente a lo que he visto hacer a los esclavistas. – Agregó Eltrant frunciendo el ceño, tambaleándose hasta estar frente al noble, momento en el que se agachó frente a él. No parecía estar seguro de si moverse o no, la daga de Demian seguía colocada peligrosamente cerca de su cuello.
Miró a Demian durante unos instantes, intentando tantear la opinión del muchacho respecto a qué hacer. Después se giró hacia la hija del elfo, seguía en la entrada a la mazmorra, sollozando en voz baja.
- Tienes suerte de que seamos mejores personas que tú. – El exmercenario sujetó al hombre por el cuello de la camisa que vestía y alzó su puño izquierdo, dispuesto a noquearle de un solo golpe. – Pero lo que has hecho aquí… - La pequeña elfa lloró con más fuerza al ver al castaño sujetar a su padre.
Tensando la mandíbula lo arrojó a un lado sin herirle más. Le hizo un gesto a Demian para que guardase sus dagas. De no estar la rubia allí abajo probablemente no habría dudado en, como mínimo, golpear a aquel tipo lo suficiente como para que la guardia solo tuviese que arrastrarlo hasta una celda.
- Tu estatus, verdadero o falso, te debería salvar de la horca. – Dijo quitándose la camisa, la cual estaba completamente ensangrentada. Por mucho que le molestase decir aquello, no dejaba de ser cierto; Por cosas como aquella la causa de Asher tenía cada vez más sentido.
La niña, cuando notó que dejaban en paz al supuesto noble, se acercó corriendo hasta él y le abrazó con fuerza. Eltrant dejó escapar un suspiro al ver aquella escena.
Ahora que la adrenalina comenzaba a desaparecer de su torrente sanguíneo sus heridas comenzaron a palpitar con suavidad, desvelando su presencia a Eltrant, reclamando su atención.
- Aimos… - dijo, pero negó con la cabeza enseguida, corrigiéndose. – Seas quien seas, más bien. - Se vendó la herida que más sangraba usando la tela de la camisa, apretó con fuerza. – Más te vale usar todo lo que te queda para devolverle a Baslodia lo que le has quitado. – Ordenó, la pequeña abrazó a Aimos con aun más fuerza la voz de Eltrant. – Me da igual lo que tengas que vender para hacerlo. – Aseveró. - …si no lo haces, la próxima vez… – Se detuvo, miró a su alrededor: a los muertos, a las celdas, al vampiro. Volvió a girarse hacía Aimos – No voy a venir aquí desarmado. -
Dejó que Demian dijese lo que este creyese pertinente al noble y, cuando este hubo terminado de hablar, se encaminó a la salida de la mazmorra.
- Y no te separes de tu hija en lo que te queda de vida. – dijo deteniéndose en la puerta – Es ella la que te la ha salvado. – dijo antes de perderse escaleras arriba.
[…]
La sala principal estaba destrozada, tampoco quedaba rastro de nadie.
Los bocadillos estaban desperdigados por todas partes, las bebidas igual, tampoco eran pocas las mesas que yacían volcadas. La fiesta, definitivamente, no había acabado con buen pie.
Todos parecían haber huido de allí a toda prisa.
¿Habría sido por los prisioneros de la mazmorra que habían escapado? No era muy descabellado pensar eso, sobre todo teniendo en cuenta la clase de personas que celebraban aquella fiesta.
Recordaba haber oído a uno de ellos decir: “Ew, un pobre” al poco de bajar del carromato que le había llevado hasta allí, por lo que no encontró muy descabellado el pensar que más de una veintena de personas conmocionadas, cubiertas de sangre y con aspecto poco higiénico hubiese hecho desaparecer a los nobles de allí.
Tras levantar una de las tantas sillas que estaban en el suelo, se dejó caer sobre ella.
- ¿Estás bien, Dem? – Le dijo al muchacho, invitándole con un gesto que se sentase junto a él.
La pregunta que había hecho era bastante obvía. Demian tenía varios cortes, algunos todavía sangrantes, por no hablar de la pierna que podía tener fácilmente rota. Se merecía un descanso, aunque fuese uno de apenas diez minutos.
- Algún día podre tener un trabajo que no acabe… - Se detuvo un momento y, tras sonreír al chico, extendió los brazos señalando a todo el salón. – Así. – dijo reclinándose levemente en la silla.
Lo que en un principio había sido una fiesta bastante típica había acabado como todos y cada uno de los trabajos que había aceptado: algunos muertos, mucho papeleo para la guardia local y un dolor de cabeza terrible para él a la mañana siguiente.
Sonrió, pero al menos, probablemente, había merecido la pena. Esperaba no arrepentirse de haberle perdonado la vida a Aimos, conocía a muchas personas que no habrían dudado en acabar con su vida allí mismo en nombre de la justicia, delante de su hija.
Sin levantarse de dónde estaba recuperó el más limpio de los manteles que había a su alrededor y, tras rasgarlo con uno de los cuchillos que tenía al alcance, comenzó a vendar las demás heridas que no había atendido todavía. Después le tendió el resto a Demian.
- ¿Crees que quedará alguno de esos bocadillos en la cocina? -
Eltrant Tale
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Re: [CERRADO]La Fiesta de Baslodia [Trabajo][Eltrant Tale]
Eltrant optó por dejar el asunto en manos de la Guardia. Demian bajó las dagas.
En la época de su entrenamiento había aprendido que las misiones nunca debían ser temperamentales. Había que hacer lo que se exigía, hasta que el objetivo estuviera cumplido, y tratar de tocar las menos cosas extra posible. En este caso, la misión (si bien nadie se le había encomendado) podía ya declararse cumplida.
En un momento Eltrant pareció dejarle un espacio para hablar, pero el chico, en cambio, se dio media vuelta y miró a los cadáveres. Realizó una profunda reverencia.
–Que en la muerte encuentren la paz.
Si bien consideraba que sus raíces con la organización de la Daga Negra estaban completamente rotas, aún mantenía el viejo ritual de desear bien a los caídos. "Un enemigo deja de ser tu enemigo en el momento en que su vida cesa. No puedes guardarle rencores a un muerto" le había enseñado su maestro, tanto tiempo atrás.
Cuando ya llegaban algunos soldados a tomar bajo custodia al elfo, Demian se acercó a la muchacha. La joven lo miró con ojos asustados y labios temblorosos.
–Si un día es-s-stás desesperada, sin un lugar al que ir ni un p-plato para comer, sólo pregunta por el Chimar Maquiavelo en Lunargenta. Si preguntas lo suficiente, darás con un grupo que puede darte techo y comida.
La niña no parecía estar prestando mucha atención a las palabras, pero aún así al chico le pareció que había retenido lo importante. De cualquier manera, los hijos de nobles rara vez terminaban en las calles.
Tarminado todo aquello, fueron a dar al salón, donde Eltrant improvisó unos vendajes usando unos manteles. Demian debía reconocerlo, debía ser el vendaje más caro y refinado que había tenido en su vida. Se levantó un poco la camisa y envolvió el área de su vientre, donde estaba el corte más importante, tapando luego otras áreas menores. La pierna la dejó libre, por ahora. Al parecer iba a requerir un buen descanso, al menos una semana, pero no había heridas sangrantes.
–Sí, claro –contesta cuando le preguntan si está bien, mirando con extrañeza. No se imagina por qué Eltrant le puede preguntar eso. Ha estado en tanto combate, en especial con vampiros, que le parece que es de lo más normal.
El siguiente comentario capta más su atención. Nunca está de más una buena comida, en especial si es gratis. Se dirige a la cocina con una visible cojera y se sienta en uno de los pisos. Una bandeja se eleva por los aires y va a parar directamente frente a ellos. La cocina está desordenada y el chef ya no está presente, pero al menos quedan cosas.
Come dos de ellos rápidamente, prácticamente tragándolos. Siempre un combate trae consigo un hambre voraz.
–Aún prefiero el estofado de Arty, aún cuando no sepamos el origen de la carne –da una pequeña risita– . En realidad estamos c-c-casi seguros que es de carne de rata, pero nunca nos hemos at-trevido a comprobarlo. Una vez teníamos una apuesta que la ganaría el primero al que le saliera una cola, pero nunca pasó.
En realidad no ha estado en la base de los Gorriones desde hace un buen tiempo, pero prefiere no pensar en eso.
Juguetea con una de sus dagas mientras come más de esos delicados bocados, equilibrándola en sus dedos y haciéndola saltar de lado a lado. En sus dedos quedan manchas de sangre, sangre de vampiro, sangre humana... la que se limpia casualmente en sus ropas. Ya están sucias del mismo elemento, de todas maneras.
–No se quién inventó a las personas –dice con un bocado llenando una de sus mejillas– , pero no debería haber creado la sangre líquida. Se sale muy fácil. Debería ser como una jalea, así no se caería tan fácil.
Tras comer una buena cantidad (o, seamos francos, una gran cantidad) de esos bocadillos, Demian se pone de pie y guarda sus dagas entre sus ropas, preparándose para partir.
–No se quién ganará el control de Lunargenta, pero por mientras me voy a dedicar a ser el más odiado por los vampiros. Voy a matar tantos vampiros y no-muertos que van a desear poder meterse a sus t-tumbas por sí mismos.
Demian
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Re: [CERRADO]La Fiesta de Baslodia [Trabajo][Eltrant Tale]
Siguió al muchacho hasta las cocinas, dónde no tardaron en localizar numerosos bocadillos que no habían llegado a ser servidos. Tomando una de las bandejas que había usado antes de que comenzase toda la pelea, Eltrant depositó una cantidad obscena comida sobre ella y, metódicamente, comenzó a devorarla.
Estaba hambriento.
Escuchó atentamente lo que dijo Demian a su lado, mientras comía. Eltrant acabó esbozando algo parecido a una sonrisa casi paternal cuando el joven terminó de hablar, una parte de él volvió a verle como un niño sin lugar al que ir. No sabía quién era el tal “Arty” que mencionó, pero el hecho de que este preparase estofados con carne de dudosa procedencia para Demian le hacía ver que el día a día del brujo no era el de un joven acaudalado.
Aunque aquello, por supuesto, era algo que se sobreentendía cuando veías a Demian combatir. Se lo demostró cuando se vieron por primera vez en Sacrestic y se lo había probado otra vez aquella noche, el brujo era más que un simple niño niño.
Incluso el vampiro se había dado cuenta de eso.
- Alguien con mucho tiempo libre y poco talento. – Respondió Eltrant a las siguientes frases que salió de entre los labios del pequeño, ajustándose aún mejor las vendas en torno a su pecho.
Muchas personas a las que conocía dirían “Los Dioses”, pero el castaño estaba bastante seguro que los dioses, en sí, solo disfrutaban viéndoles corretear de aquí para allá con sus guerras y sus espadas.
- Pero tienes razón. – dijo dejando escapar una carcajada corta, tomando otro panecillo entre las manos y comiéndoselo de un solo bocado. – Lo que daría porque toda esta sangre se hubiese quedado dentro de mi… - Amplió la sonrisa y continuó comiendo.
Después de que la pareja prácticamente acabase con todo lo que los nobles habían dejado atrás, Demian se levantó del lugar en el que estaba y reunió su equipo, el exmercenario enarcó una ceja cuando el muchacho pronunció lo que parecía ser su despedida.
Sacudió la cabeza con suavidad, suspirando. Lo que acababa de decir no pegaba con el tono de voz del muchacho, eran palabras muy raras de oír en la boca de un niño: “matar”, “no-muertos” … casi parecían las típicas aspiraciones de un niño que había leído muchas historias de aventuras: “Voy a ser el más fuerte de todos, ya veréis”.
Pero en este caso, Eltrant sabía muy bien que no era así. Ya recordaba haberle tratado como niño una vez, volverlo a hacer no serviría de nada, solo para descontentar aún al chico.
- Dales duro. – dijo Eltrant con simpleza, viendo como el muchacho se marchaba y le dejaba allí solo. – Ten cuidado. – dijo antes de que se alejase completamente, cruzándose de brazos.
Otro rumor que le conducía hasta algo mucho peor que lo que decía dicho rumor para empezar. ¿Ahora hacía adonde? Suspiró y se reclinó un poco más en la silla.
- “¿Dónde se supone que esta Lyn?”
Estaba hambriento.
Escuchó atentamente lo que dijo Demian a su lado, mientras comía. Eltrant acabó esbozando algo parecido a una sonrisa casi paternal cuando el joven terminó de hablar, una parte de él volvió a verle como un niño sin lugar al que ir. No sabía quién era el tal “Arty” que mencionó, pero el hecho de que este preparase estofados con carne de dudosa procedencia para Demian le hacía ver que el día a día del brujo no era el de un joven acaudalado.
Aunque aquello, por supuesto, era algo que se sobreentendía cuando veías a Demian combatir. Se lo demostró cuando se vieron por primera vez en Sacrestic y se lo había probado otra vez aquella noche, el brujo era más que un simple niño niño.
Incluso el vampiro se había dado cuenta de eso.
- Alguien con mucho tiempo libre y poco talento. – Respondió Eltrant a las siguientes frases que salió de entre los labios del pequeño, ajustándose aún mejor las vendas en torno a su pecho.
Muchas personas a las que conocía dirían “Los Dioses”, pero el castaño estaba bastante seguro que los dioses, en sí, solo disfrutaban viéndoles corretear de aquí para allá con sus guerras y sus espadas.
- Pero tienes razón. – dijo dejando escapar una carcajada corta, tomando otro panecillo entre las manos y comiéndoselo de un solo bocado. – Lo que daría porque toda esta sangre se hubiese quedado dentro de mi… - Amplió la sonrisa y continuó comiendo.
Después de que la pareja prácticamente acabase con todo lo que los nobles habían dejado atrás, Demian se levantó del lugar en el que estaba y reunió su equipo, el exmercenario enarcó una ceja cuando el muchacho pronunció lo que parecía ser su despedida.
Sacudió la cabeza con suavidad, suspirando. Lo que acababa de decir no pegaba con el tono de voz del muchacho, eran palabras muy raras de oír en la boca de un niño: “matar”, “no-muertos” … casi parecían las típicas aspiraciones de un niño que había leído muchas historias de aventuras: “Voy a ser el más fuerte de todos, ya veréis”.
Pero en este caso, Eltrant sabía muy bien que no era así. Ya recordaba haberle tratado como niño una vez, volverlo a hacer no serviría de nada, solo para descontentar aún al chico.
- Dales duro. – dijo Eltrant con simpleza, viendo como el muchacho se marchaba y le dejaba allí solo. – Ten cuidado. – dijo antes de que se alejase completamente, cruzándose de brazos.
Otro rumor que le conducía hasta algo mucho peor que lo que decía dicho rumor para empezar. ¿Ahora hacía adonde? Suspiró y se reclinó un poco más en la silla.
- “¿Dónde se supone que esta Lyn?”
Eltrant Tale
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Re: [CERRADO]La Fiesta de Baslodia [Trabajo][Eltrant Tale]
RECOMPENSAS
Ha sido un trabajo muy creativo y lleno de giros en la historia que lo hicieron impredecible hasta el final, particularmente me ha gustado el final con la entrada dramática de la niña y la carga emocional que esto genera, sugiero prestar más atención a detalles que han sido evidentemente errores de dedo tal vez por prisa, pero que no empañan el buen trabajo de la historia, siempre es un gusto leer a ambos.
Recompensas:
Demian recibe 20 puntos de experiencia, 400 aeros y 1 punto de profesión (Alquimia)
Eltrant recibe 20 puntos de experiencia y 400 aeros.
Las recompensas han sido sumadas a sus respectivos perfiles.
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