El regreso de los payasos [Mastereado][Thiel]

El maquillaje se estaba limpiando por culpa de las lágrimas de la chica, como si de un hechizo se tratase, Shimphony Shappire fue desaparecieron y, en su lugar, quedó una joven asustada por toda la sangre que chorreaba de la herida de su pierna. Lo poco que quedaba de Shappy en su mente le hacía reír con tanta intensidad que parecía que había entrado en trance. La risa, unida a la mueca de espanto de sus labios, hacía que sonase con un tono agudo y horrible. Llevó su mano derecha, más por instinto que por lo que supiera qué estaba haciendo, alrededor de la herida; la izquierda descansaba a un lado de su cuerpo. ¿Y el libro de Shappy? En algún momento lo hubo soltado sin que se diera cuenta. Lo buscó con los ojos, estaba muy nerviosa. Si Shappy se daba cuenta que había perdido el libro, se enfadaría. Sin dejar de reír, arrastró su mano izquierda por la tierra buscando el libro. Lo que tocó fue algo muy diferente, no tenía el tacto áspero y frío que recordaba que tenía el libro de Shappy; era cálido y suave. Sin levanta la vuelta a su cuerpo, le costaba mucho moverse. Descubrió algo que le horrorizó todavía más que ver a Thiel en su forma lobina huyendo de un Boomer poseído, lo que tocó por error era una mano sin dueño. Gritó, de nuevo, con la compañía de la risa macabra de Shappy. La mano le pertenecía a Wigheard. Una flecha, disparada por Alice Arrow, se la había arrancado de cuajo. Lo recordaba todo, aunque fuera Shappy quien tenía el control en aquel momento, Emily lo había visto y se acordaba quién era esas personas que la estaban ayudando. Ali, Ben, Will y, la más importante, Thiel.


Wigheard estaba sentado bajo la sombra de un árbol. Con la mano sana, sostenía el muñón sangrante que la flecha le había dejado. No gritaba, no le daría aquel placer a la nigromante que no dejaba de reír como una loca. Suspiraba e inspiraba a grandes bocanadas de aire con la boca, se concentraba por parecer lo menos dolorido posible.

El sacerdote era un simple hombre de familia. Con mujer e hija, a ellas las quería más que nada. Cuando los Dioses le ofrecieron la misión de acabar con la nigromante que poseería a Baslodia, la aceptó sin vacilación; no por los Dioses  ni tampoco por él, lo hizo por las dos mujeres de su vida. Fue en ellas en las que pensaba. Hizo lo posible por protegerlas y erró en el intento. Falló en todo lo que hizo. Echó un vistazo a todo a su alrededor, más allá de la risa de la payasa. El gigante aplastaba, sin ninguna dificultad a los poseídos que había conseguido dominar. Pronto, todos ellos, quedaron inconscientes en el suelo o, sencillamente, muertos. El gigante era una bestia. Cuando sus grandes manos agarraban la cabeza de un hombre, no lo soltaba hasta que éste dejaba de hacer fuerza. Con otro vistazo, diferente, vio a la otra bestia del lugar: la licántropa blanca, Thiel, la misma que rechazó servir a los Dioses y le echó en cara todas las faltas que había cometido. Ni siquiera, en los últimos segundos de vida, estaba dispuesto a reconocer, delante de su níveo pelaje, que se había equivocado. Sabía que había fallado, cumplió la voluntad errónea de los Dioses; sin embargo, delante de ella, juraría y perjuraría que hizo lo que debía.

La arquera quedó a pocos metros delante de Wigheard. El arco lo tenía agarrado en la mano izquierda y con la derecha sostenía un pequeño trapo gris que, tiempo atrás, seguramente había sido blanco.

-Sé a lo que has venido,- dijo entre grandes exhalaciones de aire- acaba de una vez-.

-No he venido por ti-.

La arquera utilizó el trapo para limpiar la sangre que corría de los labios y los dientes de la loba blanca. Sangre perteneciente al mismo Wigheard. La mano, la falta de ésta, no era ni por asomo la mayor de sus heridas. El cuello del sacerdote había sido desgarrado por las fauces de la loba. La carne y la piel que le faltaba la estaba recogiendo la arquera de la boca de la loba con el trapo. Tuvo un momento de fortuna, la tráquea se mantuvo a salvo del ataque. Eso le permitía hablar, al menos, hasta que terminarse de desangrarse por completa, cosa que faltaba muy poco. Fue tiempo suficiente para decir sus últimas palabras.

-Qué los Dioses nos protejan.-


* Thiel: ¡Bien hecho! Has formado un buen grupo con Alice para terminar con Wigheard. Boomer ha acabado con los poseídos y Ben y Will están a salvo. El último de los peligros de este escenario es Boomer. Une al grupo que has formado y, entre todos, atrapad a Boomer. Tendrás que llevarlo al castillo-mausoleo del cementerio. Tal vez, el nuevo aprendiz del Hombre Muerto pueda curarle.
Como extra: Shappy desaparece con el maquillaje. Ella es la única que puede dominar el libro. Puedes elegir tomar tú el libro de nigromancia del suelo o dárselo a Emily.

La princesa, triste por haber perdido a quien iba ser su primer hijo, mandó hacer una casa en el mismo lugar donde enterrarían a su bebé.


Antes de levantar la vista para observar el desastre que había causado el gigante poseído, su mejor obra; acarició con la mano derecha la cubierta del altar de cristal por donde veía el cadáver de su hijo. Randall Flagg estaba cumpliendo con su parte del trato. A medida que el libro se acercaba más al mausoleo,  pequeños hilos de carne se formaban entre los huesos del bebé. Pronto, volvería a la vida y su madre estaría allí para levantarlo en brazos. La princesa no se podía sentir más emocionada; el deseo que pidió en vida y resistió incluso después de su muerte se estaba haciendo realidad: su niño, su precioso niño, viviría. Estaba preparada. En cuanto le escuchase abrir, cogería el martillo que reposaba encima del altar y rompería el cristal para sacar a su hijo. La princesa Alice se había atado la túnica de tal forma que dejaba el pecho izquierdo fuera, el que utilizaría para alimentar a su retoño.

Los gestos de su mirada cambiaron radicalmente de la felicidad al odio al alzar la vista del altar y mirar al gigante. Pensó que esa enorme masa de músculos sería suficiente para atrapar a la famosa payasa de la cual tanto había oído hablar. Shappire había conseguido derrotar al Maestro de Ceremonias, un ignorante hacedor de muertos según le contó Flagg. Una mujer, una madre, no debería ser rival para la payasa. La podría superaría sin el menor esfuerzo: primero secuestrando a su querido grandullón, luego manipulando a la familia de un reconocido religioso para que se enfrentarse a la guardia y, por último, haciendo que el mismo grandullón matase a la payasa. La estrategia era perfecto, digna de una mente maestra. Sin embargo, algo falló. Alguien rescató a un pedazo de la guardia, mató al religioso y, ahora, derrotó al gigante.

La princesa Alice dejó en libertad a Boomer. El tercer ojo del gigante desapareció y, a cambio, se formó uno igual en la frente de la princesa.

-Cuéntame, muy despacio, qué es lo que ha pasado-.

-Boomer estar asustado. Boomer tener miedo- respondió el gigante acurrucado en posición fetal.

La respuesta la recibió la princesa cuando volvía escuchar, mucho más cerca que antes, el aullido de un lobo. Se había dado cuenta que en función lo cerca que vinieran, su bebe tenía más piel. Era como si el lobo (la loba) tuviera el libro que Randall Flagg quería. O, quizás, era el lobo quien lleva a la payasa portadora del libro.

Dedicó una mirada amarga hacia el gigante, a quien llamaban irónicamente El Pequeño Boomer. Conjuró el tercer ojo, regalo de Flagg, en la frente del gigante e hizo que se levantase de nuevo. La loba, la payasa y un puñado de guardias quedaban fuera del mausoleo. Esta era la última oportunidad que tenía para matarles.

-Ve por ellos. Matado a todos excepto a la payasa, Flagg la quiere con vida-.

Princesa Alice:

El ambiente del cementerio le ponía la piel de gallina y los pelos de punta. Sin el apoyo de Shimphony Shappire, Emily Shawn quedaba reducida a la figura de una niña asustada que creía ver un muerto poseído por cada lápida del cementerio.

-¿Y ahora qué hacemos?-

-Justo estaba a punto de decir lo mismo- contestó William Sword alegremente. Desde que habían conseguido encerrar al gigante poseído parecía mucho más tranquilo y animado.

-Habrá que entrar allí dentro- no se podía decir lo mismo de Benjamin Axe. Estaba cansado, agotado. El simpático grandote que decía lo que pensaba sin ningún filtro había desaparecido para dar lugar a un hombre serio que, aun sin fuerzas, se esforzaba por seguir luchando.

Detrás de la puerta del mausoleo se escucharon numerosos golpes como si un oso gigante la intentase romper desde dentro.

-Nosotros nos encargaremos del gigante,- dijo Alice Arrow tensando una flecha en su arco- vosotras sois las que tenéis que entrar dentro. No os preocupéis estaremos bien y no le haremos daño. Te lo prometo-

Alice era la que más había cambiado durante la aventura. Dejó de preocuparse por ser la líder de un grupo que no sabía liderar para ser la amiga que todos necesitaban. Comprendió, al ver los ojos tristes y apagados de Emily, que la payasa era tan valiosa como peligrosa. Hizo mal por haber arremetido contra ella en un principio. Su forma de pedir disculpas era la de quedarse distrayendo al gigante mientras Thiel y Emily entran al mausoleo y acaban con lo que sea que sucede allí dentro.


* Thiel: Llegamos al último tramo del mastereado. Quedarán dos o, a lo mucho tres turnos. En este Ali, Ben y Will se queda en la entrada de la mansión distrayendo a Boomer mientras que tú y Emily deberéis buscar la manera para entrar dentro; podéis entrar a lo bruto destruyendo una ventana o buscar una manera un tanto más sigilosa para no llamar la atención de la Princesa. Una vez dentro, Emily te contará la historia de la princesa Alice. Como ya has podido deducir, El Hombre Muerto resucitó a la princesa, ella era la nueva discípula de Flagg. Ahora deberás tomar una decisión: enfrentarse directamente contra la princesa o espiarla para saber más sobre su comportamiento. Normalmente, te diría que si tomases la primera opción deberías lanzar la Voluntad de los Dioses. Sin embargo, ambas conocemos el final de esta historia; no es necesario que lanzas las runas.

Era en situaciones como ésta en las que Simphony Shappire cantaba su canción. Los muertos se levantarían de sus tumbas para convertirse en los sirvientes de la payasa. Emily no sabía canciones mágicas, solo las divertidas que cantaban los payasos para hacer reír a los niños. Podría abrir el libro de nigromancia, allí seguro que había canciones con poderes mágicos, las que usaba Shappy y, antes de ella, El Maestro de Ceremonias. Podría…. No, era mejor no pensar en eso. El libro no le había traído más que problemas: Boomer poseído, Baslodia maldita por un tercer ojo, un sacerdote corrompido por mentiras y deseos que creyó escuchar de los Dioses y personas inocentes fallecidas. Emily recordó a la niñita que rescataron. Se preguntó que había sido de ella. ¿Había podido salir de la cunita y se había reunido con otros malditos? ¿O se había podido recuperar? Lo segundo era lo que más le aterraba porque significaba que podría pensar por ella misma y preguntarse la razón por la que las heroínas que le rescataron de los muertos que caminan mataron a su padre. Emily apretó el libro contra su pecho y se puso a cantar una canción que Shappy no conocía y no podría conocer jamás. Era una canción fruto de las lágrimas, la tristeza y la desesperación. Una canción que anunciaba la muerte y la soledad. Con cada nota de la canción, Emily quería expresar el daño invisible que estaba sufriendo.


Los tres guardias y Boomer se quedaron paralizados mirando a la chica como lloraba y cantaba. La loba blanca entró en la mansión. Con el último verso de la canción, Simphony Shappire, celosa de la música, despertó riendo amargamente. Era la primera que aparecía sin que Emily estuviera maquillada.

-¡No dejes que vaya sola!- gritó Shappy – ” You'll be a freak.And I'll keep you company” – cantó Emily.

Benjamín Axe tomó a Emily por las caderas y le ayudó a alcanzar la repisa de la ventana por la que había entrado Thiel. La chica se quedó fascinada por el escenario que se encontró en la mansión. Una mujer vestida de luto y con una corona de plata en la cabeza frente a una loba blanca y, entre media de ambas, una lápida de cristal con un niño medio cadáver y medio vivo. Las mujeres se miraban como si fueran rivales de por vida. La primera estaba protegiendo a su hijo, la segunda protegía a Aerandir.

-El Señor me prometió que si le entregaba a tu amiga nos devolvería a la vida, a mi hijo y a mí- a medida que hablaba, los labios se le deformaban mostraban cercos sin carne- ¡Tú no entiendes lo que he sufrido!- gritó la princesa Alice- - Si mueres llorando, lloras por toda la eternidad- y entonces río de la misma risa amarga con la que reía Shappy- Pero el Señor es bueno. Me abrazó y sanó. Prometió que sanaría a mi hijo y que nunca más tendría que llorar-.

La princesa Alice levantó los dos brazos. La loba le contestó con aullido. El tercer ojo se formó en la frente de la mujer. Thiel no esperó a que ella terminase su hechizo, saltó por encima del ataúd de vidrio, garras en alto, hacia la nigromante.

-Escóndete pequeña, tú no quieres ver esto- susurró Shappy. Emily le contestó tatareando la melodía de su canción.

El niño, medio muerto y medio vivo, rompió su ataúd y saltó al cuello de la loba antes de que ella alcanzase a la nigromante. Hubo un forcejeo a tres bandas. La garra derecha de Thiel la tenía clavada en el pecho de la princesa Alice, el bebé mordía la mejilla de la loba y la nigromante reía con voz amarga a la vez que buscaba la forma de coger en brazos, éste no se dejaba.

Tatareando, Emily caminó lentamente hacia la batalla. Cualquiera diría que Thiel estaba ganando, que la maldición acabaría. Sin embargo, Shappy sabía la verdad y se lo estaba haciendo saber a Emily: a los muertos no se les podía mover a matar.

Las manos de la princesa Alice se convirtieron en garras huesudas, las clavó en el lomo Thiel. “Don't cross your finger”. Emily abrió el libro de nigromancia por la página que Simphony Shappire le marcó. “Sundays will never change”. Pasó el dedo por el hechizo que tenía que conjurar, marcando cada palabra. ” They keep on coming”. El niño le arrancó medio rostro a la loba, ahora le estaba metiendo los dedos en el ojo. Emily hizo que, pese a que Thiel llevase diecinueve  segundos inconsciente (casi muerta), pudiera seguir luchando. ” You'll be a freak”. Se le cayó el libro de las manos, no pudo sostener su peso. Llorando, Emily (¿o era solo Shappy? ¿O era ambas que se habían puesto de acuerdo?) saltó y se unió a la pelea.  ” And I'll keep you company”.

 
Cuando los guardias derribaron la puerta de la mansión, descubrieron tres cadáveres en el suelo y una chica llorando en el suelo.

-Lo ha hecho. No puedo creer que lo haya hecho- repetía como si fuera otra persona - Lo he hecho. No puedo creer que lo haya hecho-.

Dos de los cadáveres parecían llevar siglos muertos; Alice Arrow fue quien se dio cuenta a quienes pertenecían: a la princesa Alice y a su hijo. El tercer cadáver era el de una chica de la misma complexión que Emily Shawn pero con la cara maquillada como si fuera un payaso. Boomer se arrodilló frente al cadáver de Shappy. Emily besó la mejilla al gigante; no sabía si reír o llorar. Su personalidad maldita había salido de su cuerpo y se había sacrificado para salvar a Thiel. Debía de estar contenta, se acabaron las locuras y los dulces sueños con tonalidades oscuridad. ¿Por qué lloraba?

Otras preguntas no menos importantes: ¿Dónde se había ido Thiel? ¿Se recuperaría de sus heridas? ¿Por qué se había llevado el libro?


* Thiel: Como hemos quedado. Para no hacerte sufrir por tener que escribir con Thiel, me permití el lujo de dar un cierre al tema. Tu personaje, como pediste, quedará en gris. Por ese motivo no obtendrás ninguna recompensa en este tema. Lo siento, te mereces una gran recompensa.
Al final de cada mastereado o misión importante me gusta hacer una breve opinión personal. Pienso que es importante que a todos nos gusten los temas, a vosotros los usuarios y a mí como Diosa. Aquí voy a ser muy breve: en el post final de este tema estoy llorando tanto como lloré escribiendo el post final de El Circo de los Horrores. Que sirva de pretexto de lo mucho de lo que me ha gustado escribir estos posts. Shappy es, hasta el momento, el mejor personaje que he creado en mi vida y los temas en los que aparecen se vuelven, inmediatamente, en mis preferidos.
Ahora te toca a ti, o cualquiera que se lea el tema, opinar. ¿Te ha gustado? ¿Cómo crees que se puede mejorar? ¿Estás tan enamorada como yo de Shappy? Todo lo que digas será muy importante.