Rutinas rotas +18 (Interpretativo - Libre)
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Rutinas rotas +18 (Interpretativo - Libre)
Si le había dicho a Sol que saldría muy temprano a los pueblos cercanos, pero no estoy segura que ella hubiera estado muy atenta, mi hermana mantenía el cerebro apagado antes de tomar el desayuno. Ahora seguramente ya estaríamos cerca de la mitad del día y yo no veía ni por asomo el camino de arbustos que marcaban el rumbo a casa. Había sacado de cada tienda de especies y hierbas un puñado, dejando en algunos casos, un poco de vegetales por la amabilidad nada más. Los tenderos solían ser amables conmigo, salvo una viejecita de la esquina que cada vez que me miraba estaba al borde de las lágrimas, al parecer había conocido a nuestros padres y bueno, ser huérfana y niña abandonada a veces le generaba cierta emoción triste.
Caminar hacia casa me relajaba, era muy distinto a cuando decidía pasear por los bordes del Acantilado. Ya no lo hacía tanto como antes, y mi parte más ingenua, comenzaba a creer que estaba olvidando. Mis sueños, por supuesto, terminaban por contradecirme cada noche. Suspiré sin darme cuenta. Ya han pasado algunos años, y ahora estoy segura que no lo amé, pero la sensación de querer dejar atrás mis responsabilidades por un romántico sueño de libertad seguía atormentándome noche tras noche. ¿Habría sido obligando a Sol a madurar al verse sola? No, me habría regresado de Lunargenta en la primera puesta de sol.
El arroyo. Eso, siempre significaba cercanía. Alcé el rostro y si, claramente los arbustos ya aparecían en el horizonte. ¿Tenía las hierbas suficientes para las pociones y ungüentos que planeaba para ese mes? Espero que sí, no puedo desaparecerme una mañana completa sólo para ir de compras. Decidí correr un poco, y luego decidí que no. Si llegaba con las mejillas sonrosadas, seguramente mi hermana se mofaría de mí el resto del día. Siempre anda inventándome historias cada que se me ocurre salir sola.
Me senté un rato en el borde del arroyo, y remangué el vestido un poco para deslizar los dedos sobre la superficie. Los pliegues formados por las aguas deformaban el reflejo de mi rostro y lo mezclaban en el los límites con el azul del cielo.
— Si los astros brillaran con la misma intensidad que tienes tú, no harían falta personas como yo en la faz de la tierra —recé de pronto, hundiendo el dedo en el agua hasta la palma. De pronto, los círculos que deformaban, desaparecieron, dejando la laguna como si nada lo irrumpiera—. Si te mezclaras con el horizonte, pondrías a mi vida un norte.
Suspiré. ¿Suspiré? Sin darme cuenta, sacudí la cabeza y alcé los ojos para retomar el camino. No podía distraerme con tonterías de esa magnitud. Me puse de pie en un santiamén y acomodé la espesa falda negra, sacudiéndola de hojitas quebradas y hierba inservible. Perdí unos segundos más mirando la superficie del agua, deseando poder detener el corto caudal para siempre, pero claro, eso escapaba a las cosillas que lograba hacer.
De nuevo a paso firme durante unos minutos para llegar a casa. No tenía más de un piso y si daba la sensación de ser muy alta, era porque jamás reemplazábamos el techo, solo colocábamos más protección encima. Ni Sol ni yo teníamos la fuerza para intercambiar, pajas, lodo y tejas. A mí me gustaba la casa, a mi hermana no tanto, la mujer era mucho más romántica e idealista de lo que me gustaba reconocer, sobretodo ahora que de niña le quedaba poco. Yo esperaba estar con ella el resto de la vida, cuidarnos para siempre, sin embargo, cada vez más a menudo parecía que nuestros destinos tomarían distintos rumbos y no iba yo a poder hacer nada.
— ¡Sol! —chillé en cuanto supe que con un poco de pulmón y suerte, ella me escucharía.
Me reí inmediatamente. Si estaba con sus cosas, por mucho que rompiera el récord de mi caja torácica, no me iba a escuchar. De todas maneras decidí dejar las compras y hierbas un momento en el camino. Me había tomado toda la mañana, pero el día no terminaba y como pocas veces, estaba dejando que la flojera tomara partido en mi ser.
Caminar hacia casa me relajaba, era muy distinto a cuando decidía pasear por los bordes del Acantilado. Ya no lo hacía tanto como antes, y mi parte más ingenua, comenzaba a creer que estaba olvidando. Mis sueños, por supuesto, terminaban por contradecirme cada noche. Suspiré sin darme cuenta. Ya han pasado algunos años, y ahora estoy segura que no lo amé, pero la sensación de querer dejar atrás mis responsabilidades por un romántico sueño de libertad seguía atormentándome noche tras noche. ¿Habría sido obligando a Sol a madurar al verse sola? No, me habría regresado de Lunargenta en la primera puesta de sol.
El arroyo. Eso, siempre significaba cercanía. Alcé el rostro y si, claramente los arbustos ya aparecían en el horizonte. ¿Tenía las hierbas suficientes para las pociones y ungüentos que planeaba para ese mes? Espero que sí, no puedo desaparecerme una mañana completa sólo para ir de compras. Decidí correr un poco, y luego decidí que no. Si llegaba con las mejillas sonrosadas, seguramente mi hermana se mofaría de mí el resto del día. Siempre anda inventándome historias cada que se me ocurre salir sola.
Me senté un rato en el borde del arroyo, y remangué el vestido un poco para deslizar los dedos sobre la superficie. Los pliegues formados por las aguas deformaban el reflejo de mi rostro y lo mezclaban en el los límites con el azul del cielo.
— Si los astros brillaran con la misma intensidad que tienes tú, no harían falta personas como yo en la faz de la tierra —recé de pronto, hundiendo el dedo en el agua hasta la palma. De pronto, los círculos que deformaban, desaparecieron, dejando la laguna como si nada lo irrumpiera—. Si te mezclaras con el horizonte, pondrías a mi vida un norte.
Suspiré. ¿Suspiré? Sin darme cuenta, sacudí la cabeza y alcé los ojos para retomar el camino. No podía distraerme con tonterías de esa magnitud. Me puse de pie en un santiamén y acomodé la espesa falda negra, sacudiéndola de hojitas quebradas y hierba inservible. Perdí unos segundos más mirando la superficie del agua, deseando poder detener el corto caudal para siempre, pero claro, eso escapaba a las cosillas que lograba hacer.
De nuevo a paso firme durante unos minutos para llegar a casa. No tenía más de un piso y si daba la sensación de ser muy alta, era porque jamás reemplazábamos el techo, solo colocábamos más protección encima. Ni Sol ni yo teníamos la fuerza para intercambiar, pajas, lodo y tejas. A mí me gustaba la casa, a mi hermana no tanto, la mujer era mucho más romántica e idealista de lo que me gustaba reconocer, sobretodo ahora que de niña le quedaba poco. Yo esperaba estar con ella el resto de la vida, cuidarnos para siempre, sin embargo, cada vez más a menudo parecía que nuestros destinos tomarían distintos rumbos y no iba yo a poder hacer nada.
— ¡Sol! —chillé en cuanto supe que con un poco de pulmón y suerte, ella me escucharía.
Me reí inmediatamente. Si estaba con sus cosas, por mucho que rompiera el récord de mi caja torácica, no me iba a escuchar. De todas maneras decidí dejar las compras y hierbas un momento en el camino. Me había tomado toda la mañana, pero el día no terminaba y como pocas veces, estaba dejando que la flojera tomara partido en mi ser.
Aaliz Neferet
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Re: Rutinas rotas +18 (Interpretativo - Libre)
El silencio de aquel lugar era abrumador, aquello no era buena señal, de hacer estado ahí mi hermana el repiqueteo de trastos y pasos se habría dejado escuchar de inmediato y probablemente mi sueño hubiera terminado mucho antes, abrí los ojos con pereza y un rayo de sol se colaba por la ventana dándome directamente en la cara. Refunfuñe girando en la cama, siempre había tenido problemas para despertarme, envidiaba la fuerza de voluntad de Ali cuando de ser constante se trataba, las reglas definitivamente no eran para mí.
Con mucha fuerza de voluntad me puse de pie, me estremecí apenas mis pequeños pies rosaron el frío suelo, motivándome a volver a la cama, pero no, si Aalize había salido quería evitarme una cantaleta si al volver me encontraba aun entre las mantas…
Odiaba quedarme sola y perderme la única diversión que existía en mi vida, aquellas visitas al pueblo, apenas viera a mi hermana le reprocharía el haberme privado del viaje, aquella era de las pocas cosas que siempre me hacían salir de la cama sin reproches o quejas, algún día me iría lejos de aquel lugar y me llevaría a mi hermana así tenga que arrastrarla. El mundo era demasiado grande para pasar una vida en esta montaña.
Me asee antes de salir al exterior, mis cabellos recibieron la brisa matinal como siempre bailando a su compas, adoraba aquella sensación de libertad, el sonido del viento y las aves, el aroma de la hierba húmeda, no podía negar que el lugar era hermoso y lleno de vida, pero esa no era la vida que deseaba para mí. Yo quería aventuras, vivir al límite más allá de cultivar lechugas y zanahorias, esa no era vida para mí, por ahora aquel era mi mundo y aquella mi vida, pero apenas tuviera una oportunidad correría sin parar.
El sol brillaba aun de manera mustia, lo cual me indicaba que mi hermana tardaría en volver, me tome mi tiempo sumida en mis pensamientos, antes de animarme a comenzar la labor, tenía que preparar algo de comer para su vuelta, era lo menos que podía esperarse de mí, las labores del hogar no eran precisamente mi fuerte, pero alguien debía hacerlas y más si Aaliz no estaba.
Las horas pasaron lentamente mientras la sopa humeante hervía sobre el fogón, me senté en la mesa y recargué mi barbilla sobre mis brazos cruzados mientras dejaba que mi mente vagara en tierras lejanas, dejándome vencer por el aburrimiento.
No supe cuánto tiempo había pasado cuando escuche mi nombre a lo lejos, intente salir de aquel sueño, pero mis parpados parecían de plomo, me removí y estuve a punto de caer de la silla, lo cual me trajo de vuelta a casa con total premura. Sacudí la cabeza desperezándome y me puse de pie, abrí la puerta de la casa y ahí a lo lejos la imagen de mi hermana aparecía por el camino. Sonreí antes de correr e interceptarla.
--¡Cómo te atreves a ir al pueblo sin mí! – le reproche echando a correr hacia ella, sabia como terminaría aquel encuentro, y así fue apenas estuve lo suficientemente cerca me tire en sus brazos aun sabiendo nuestro destino, ambas caímos en la hierba entre risas rodando una sobre la otra. –Odio que me dejes sola – Dije mirándole con reproche mientras intentábamos recomponernos y respirar entre el ataque de risa.
Con mucha fuerza de voluntad me puse de pie, me estremecí apenas mis pequeños pies rosaron el frío suelo, motivándome a volver a la cama, pero no, si Aalize había salido quería evitarme una cantaleta si al volver me encontraba aun entre las mantas…
Odiaba quedarme sola y perderme la única diversión que existía en mi vida, aquellas visitas al pueblo, apenas viera a mi hermana le reprocharía el haberme privado del viaje, aquella era de las pocas cosas que siempre me hacían salir de la cama sin reproches o quejas, algún día me iría lejos de aquel lugar y me llevaría a mi hermana así tenga que arrastrarla. El mundo era demasiado grande para pasar una vida en esta montaña.
Me asee antes de salir al exterior, mis cabellos recibieron la brisa matinal como siempre bailando a su compas, adoraba aquella sensación de libertad, el sonido del viento y las aves, el aroma de la hierba húmeda, no podía negar que el lugar era hermoso y lleno de vida, pero esa no era la vida que deseaba para mí. Yo quería aventuras, vivir al límite más allá de cultivar lechugas y zanahorias, esa no era vida para mí, por ahora aquel era mi mundo y aquella mi vida, pero apenas tuviera una oportunidad correría sin parar.
El sol brillaba aun de manera mustia, lo cual me indicaba que mi hermana tardaría en volver, me tome mi tiempo sumida en mis pensamientos, antes de animarme a comenzar la labor, tenía que preparar algo de comer para su vuelta, era lo menos que podía esperarse de mí, las labores del hogar no eran precisamente mi fuerte, pero alguien debía hacerlas y más si Aaliz no estaba.
Las horas pasaron lentamente mientras la sopa humeante hervía sobre el fogón, me senté en la mesa y recargué mi barbilla sobre mis brazos cruzados mientras dejaba que mi mente vagara en tierras lejanas, dejándome vencer por el aburrimiento.
No supe cuánto tiempo había pasado cuando escuche mi nombre a lo lejos, intente salir de aquel sueño, pero mis parpados parecían de plomo, me removí y estuve a punto de caer de la silla, lo cual me trajo de vuelta a casa con total premura. Sacudí la cabeza desperezándome y me puse de pie, abrí la puerta de la casa y ahí a lo lejos la imagen de mi hermana aparecía por el camino. Sonreí antes de correr e interceptarla.
--¡Cómo te atreves a ir al pueblo sin mí! – le reproche echando a correr hacia ella, sabia como terminaría aquel encuentro, y así fue apenas estuve lo suficientemente cerca me tire en sus brazos aun sabiendo nuestro destino, ambas caímos en la hierba entre risas rodando una sobre la otra. –Odio que me dejes sola – Dije mirándole con reproche mientras intentábamos recomponernos y respirar entre el ataque de risa.
Sol Neferet
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Re: Rutinas rotas +18 (Interpretativo - Libre)
Offrol antes de leer, breve resumen de la historia de mi pj: Originalmente, Keira era una usuaria del foro, cuando se fue me entregó a su pj que lo usase como npc. Es un personaje de 19 años. El vivo reflejo de la frase: sola pero rodeada de multitud. Tenía una relación de odio con Gerrit. Un Master maldijo a Keira dejándola ciega. Cuando volvió a encontrarse con Gerrit no lo reconoció. Gerrit la utilizó para tener a alguien que calmase sus pesadillas y Keira porque necesitaba protección. El roce hace el cariño. Terminaron acostándose. Una vez Keira se curó las maldiciones, nada importó. Hubiera sido una relación bonita de no ser por los masters. Varias a la vez se unieron para maldecir a Gerrit. Me encontré con 5 maldiciones a la vez las cuales me convertían en una persona cada vez más violenta. Las pesadillas que por sí tenía mi pj fueron a mayores. Hizo cosas espeluznantes. En este post menciono un tema en el que Gerrit viola a Eyre (usuaria del foro). Keira sabe muy bien lo que hace Gerrit. Le perdona porque comprende sus maldiciones, hasta cierto punto, y porque está enamorada. Sufre, pero es incapaz de abandonarlo. Gerrit, que ya de por sí es paranoico, piensa que Keira se inventa que está pasando mal para llamar la atención. Hace poco, compré en el mercado una casa. Gerrit estará buscando esa casa en el post. Dicho esto, creo que se entiende mejor lo que he escrito en el post. Espero que os guste.
Mi intención era alejarme de Keira y de la casa que se había adueñado (a saber dónde estaban los dueños originales) por una larga temporada. Estaba empachado de su perfume y su compañía. Sabía que le fastidiaría que me hubiera dicho sin decirle nada, sin ni siquiera dejarle una nota. Cabía la posibilidad que los auténticos dueños de la casa regresasen y no quería que encontrasen una carta escrita con mis faltas de ortografía. Tomé mi desayuno, llené mis mochilas con la comida de Keira y me fui de allí. Ella continuaba durmiendo. Todavía no había amanecido. Dentro de unas horas, se despertaría. Me la imaginé moviendo deslizando el brazo por la cama buscando mi contacto físico. Ronronearía con un felino y se taparía sus pechos desnudos con una sábana. Con una sonrisa, me invitaría a desvelar los secretos que guardaban las telas. En ese momento notaría que el otro lado de la cama se encontraba vacío. Abriría los ojos y se levantaría de la cama. Ya no le importaba mantener ocultos sus pechos.
Adiós Keira, que te vaya bien. Fue un deseo en vano. Sabía que le iría mal, deseaba que le fuera mal. Ella me necesitaba tanto como yo la necesitaba a ella. La idiota se había enamorado de mí. Aprende la lección, jovencita, nunca te enamores de un brujo. Su amor se había convertido en una malsana obsesión. Había descubierto lo que mis maldiciones me obligaron a hacer. Conocía los nombres de cada una de las personas que había golpeado con mi martillo. Era amiga (al menos yo creía que lo era) de la estudiante del Hekshold que abusé unas semanas. El amor que sentía y quizás el miedo a conocer otras personas, le hacían girar la vista a otro lado. En más de una ocasión le había oído derrumbarse. Se encerraba en el cuarto de baño y lloraba a lágrima suelta. Más tarde, salía con la cara limpia y luciendo lencería nueva. Utilizaba la cama para olvidar sus problemas. Tardé en darme cuenta de sus auténticas intenciones. Keira Bravery era una zorra egoísta. Lloraba a lágrima tendida para hacerse notar. Si hubiera hecho por abrir la puerta del baño, en cualquiera de las ocasiones, no me habría encontrado con ningún pestiño impidiéndome el paso. Quería que la tomase en brazos y calmase su llanto. Cuando descubría que el chantaje emocional no servía conmigo, utilizaba otros métodos más efectivos. ¿Tenía que preocuparme por una persona así, por alguien que me amaba pero que, al mismo tiempo, intentaba manipularme con falsas penas? Definitivamente: no. Todo lo contrario, haría lo posible por sentir esa persona más desgracia. Daría golpes a la puerta del baño para hacerla salir; si no tenía puesta la lencería que me gustaba, se la lanzaba a la cara y cerraba los ojos paciente a que cumpliría con la monotonía. Fue lo que hice en más de una ocasión y no me avergüenzo con ello. Sin mí, la pobre e inocente Keira Bravery, que no tenía un pelo de pobre ni mucho menos de inocente, lloraría con razón frente al espejo. ¡Qué te aproveche!
Mi nueva vida se encontraba en algún lugar de las islas Illidenses, el mercader me dio una pésima dirección. Jugaba con las llaves con la mano izquierda lanzándolas al aire y volviéndolas a coger. En la mano izquierda llevaba la cabeza de Talisa y una bolsa de cuero cargada con la comida que había robado a Keira. A la espalda llevaba una segunda bolsa con ropa y necesidades básicas. De haber tenido más brazos, me habría cargado incluso con los muebles de la casa. El mercader me había asegurado que me vendía la vivienda totalmente amueblada. Un par de estanterías más no hacían ningún mal, menos si estaban cargadas con las cosas de Keira. Me reí entre dientes sin abrir la boca. Estaba disfrutando del momento. ¡Joder, sí que lo estaba haciendo! Después de la primera cara de sorpresa de Keira al descubrir que no me encontraba al lado de la cama, le acompañaría otra de disgusto al abrir las estanterías y encontrárselas vacías.
Tenía la sensación que estaba caminando en círculos. Había visto decenas de casas que pondrían cuadrar con la descripción que el mercader me había dado; salvo por unas pegas que podrían atribuirse debido a su anciana memoria. Algunas quedaban descartadas por el simple hecho de estar habitadas; en las otras, las que parecían vacían, las llaves no pasaban por la cerradura. Era pronto para estar cansado, lo que estaba era fastidiado. Harto de dar vueltas sin sentido. Llegó un momento en el que todas las casas me parecían iguales. Cualquiera serviría, incluso las que estaban ocupadas. Cualquiera podía ser mi escapatoria a Keira Bravery.
Dos chicas se abrazaban en el porche de una de las casas que eché el ojo. ¿Por qué razón? Ni lo sabía ni me importaba. Que estuviera fuera de la vivienda daba la posibilidad que ellas no fueran las dueñas, sino unas curiosas entrometidas. Subí al porche ignorando a las chicas. Intenté meter la llave en la cerradura de la puerta y principal. No encajaba. Utilicé la fuerza para hacerla encajar. Faltó poco para que hiciera doblar la llave. Tras darme cuenta de mis intentos eran inútiles, dejé que el peso de mi mochila hiciera inclinar mi espalda hacia delante. Golpeé el marco de la puerta con la palma de la mano.
—Joder. — puse la misma cara que me imaginé que estaría poniendo Keira en el momento en que saliese de su casa desnuda de cintura para arriba y se convenciera de que me había marchado.
Offrol: hermanas brujas, espero que no os sepa mal que dé un golpe a vuestra puerta <3
Mi intención era alejarme de Keira y de la casa que se había adueñado (a saber dónde estaban los dueños originales) por una larga temporada. Estaba empachado de su perfume y su compañía. Sabía que le fastidiaría que me hubiera dicho sin decirle nada, sin ni siquiera dejarle una nota. Cabía la posibilidad que los auténticos dueños de la casa regresasen y no quería que encontrasen una carta escrita con mis faltas de ortografía. Tomé mi desayuno, llené mis mochilas con la comida de Keira y me fui de allí. Ella continuaba durmiendo. Todavía no había amanecido. Dentro de unas horas, se despertaría. Me la imaginé moviendo deslizando el brazo por la cama buscando mi contacto físico. Ronronearía con un felino y se taparía sus pechos desnudos con una sábana. Con una sonrisa, me invitaría a desvelar los secretos que guardaban las telas. En ese momento notaría que el otro lado de la cama se encontraba vacío. Abriría los ojos y se levantaría de la cama. Ya no le importaba mantener ocultos sus pechos.
Adiós Keira, que te vaya bien. Fue un deseo en vano. Sabía que le iría mal, deseaba que le fuera mal. Ella me necesitaba tanto como yo la necesitaba a ella. La idiota se había enamorado de mí. Aprende la lección, jovencita, nunca te enamores de un brujo. Su amor se había convertido en una malsana obsesión. Había descubierto lo que mis maldiciones me obligaron a hacer. Conocía los nombres de cada una de las personas que había golpeado con mi martillo. Era amiga (al menos yo creía que lo era) de la estudiante del Hekshold que abusé unas semanas. El amor que sentía y quizás el miedo a conocer otras personas, le hacían girar la vista a otro lado. En más de una ocasión le había oído derrumbarse. Se encerraba en el cuarto de baño y lloraba a lágrima suelta. Más tarde, salía con la cara limpia y luciendo lencería nueva. Utilizaba la cama para olvidar sus problemas. Tardé en darme cuenta de sus auténticas intenciones. Keira Bravery era una zorra egoísta. Lloraba a lágrima tendida para hacerse notar. Si hubiera hecho por abrir la puerta del baño, en cualquiera de las ocasiones, no me habría encontrado con ningún pestiño impidiéndome el paso. Quería que la tomase en brazos y calmase su llanto. Cuando descubría que el chantaje emocional no servía conmigo, utilizaba otros métodos más efectivos. ¿Tenía que preocuparme por una persona así, por alguien que me amaba pero que, al mismo tiempo, intentaba manipularme con falsas penas? Definitivamente: no. Todo lo contrario, haría lo posible por sentir esa persona más desgracia. Daría golpes a la puerta del baño para hacerla salir; si no tenía puesta la lencería que me gustaba, se la lanzaba a la cara y cerraba los ojos paciente a que cumpliría con la monotonía. Fue lo que hice en más de una ocasión y no me avergüenzo con ello. Sin mí, la pobre e inocente Keira Bravery, que no tenía un pelo de pobre ni mucho menos de inocente, lloraría con razón frente al espejo. ¡Qué te aproveche!
Mi nueva vida se encontraba en algún lugar de las islas Illidenses, el mercader me dio una pésima dirección. Jugaba con las llaves con la mano izquierda lanzándolas al aire y volviéndolas a coger. En la mano izquierda llevaba la cabeza de Talisa y una bolsa de cuero cargada con la comida que había robado a Keira. A la espalda llevaba una segunda bolsa con ropa y necesidades básicas. De haber tenido más brazos, me habría cargado incluso con los muebles de la casa. El mercader me había asegurado que me vendía la vivienda totalmente amueblada. Un par de estanterías más no hacían ningún mal, menos si estaban cargadas con las cosas de Keira. Me reí entre dientes sin abrir la boca. Estaba disfrutando del momento. ¡Joder, sí que lo estaba haciendo! Después de la primera cara de sorpresa de Keira al descubrir que no me encontraba al lado de la cama, le acompañaría otra de disgusto al abrir las estanterías y encontrárselas vacías.
Tenía la sensación que estaba caminando en círculos. Había visto decenas de casas que pondrían cuadrar con la descripción que el mercader me había dado; salvo por unas pegas que podrían atribuirse debido a su anciana memoria. Algunas quedaban descartadas por el simple hecho de estar habitadas; en las otras, las que parecían vacían, las llaves no pasaban por la cerradura. Era pronto para estar cansado, lo que estaba era fastidiado. Harto de dar vueltas sin sentido. Llegó un momento en el que todas las casas me parecían iguales. Cualquiera serviría, incluso las que estaban ocupadas. Cualquiera podía ser mi escapatoria a Keira Bravery.
Dos chicas se abrazaban en el porche de una de las casas que eché el ojo. ¿Por qué razón? Ni lo sabía ni me importaba. Que estuviera fuera de la vivienda daba la posibilidad que ellas no fueran las dueñas, sino unas curiosas entrometidas. Subí al porche ignorando a las chicas. Intenté meter la llave en la cerradura de la puerta y principal. No encajaba. Utilicé la fuerza para hacerla encajar. Faltó poco para que hiciera doblar la llave. Tras darme cuenta de mis intentos eran inútiles, dejé que el peso de mi mochila hiciera inclinar mi espalda hacia delante. Golpeé el marco de la puerta con la palma de la mano.
—Joder. — puse la misma cara que me imaginé que estaría poniendo Keira en el momento en que saliese de su casa desnuda de cintura para arriba y se convenciera de que me había marchado.
Offrol: hermanas brujas, espero que no os sepa mal que dé un golpe a vuestra puerta <3
Gerrit Nephgerd
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Re: Rutinas rotas +18 (Interpretativo - Libre)
Los vuelos cada vez duraban mas. Lentamente Lavey estaba consiguiendo aumentar su resistencia, ya casi media los 4 metros estándar de su raza y los cambios de forma le resultaban menos dolorosos y mas rápido. El sufrimiento siempre estaría, a fin de cuentas el crecimiento de huesos y músculos no era un paseo de rosas, y lo mismo sucedía al volver a la forma humana, pero te acostumbras a dolor y generas nuevos niveles en el umbral del padecimiento.
Si fuera verano estaríamos en Dundarak, sobrevolando llanuras y haciendo carreras verticales por las montañas, sin embargo estábamos en pleno invierno y nuestra ciudad natal podía ser mortal si salíamos de los limites de la población.
De esta forma es que las dos nos encontrábamos en el acantilado de la muerte ¿Que mejor lugar que un precipicio al mar para entrenar? las olas salvajes elevaban la brisa marina y el final de la tierra de la isla de las brujas arrastraba fuertes ráfagas de viento. Si queríamos descansar nos elevábamos por encima de las nubes y planeábamos, por supuesto que podríamos aterrizar y parar, pero entonces no seria un entrenamiento.
Era curioso como con el pasar de los días, cada tanto (aunque en distintas horas) aprecia junto a los riscos una mujer morena de ojos azules y rasgos angulados pero bellos, siempre mirando al horizonte, hacia el mar. En el día de hoy la volvimos a encontrar, pero esta vez decidimos seguirla, el sigilo también era importante.
Mirando hacia el dragón negro que me acompañaba hice un gesto con la cabeza y nos elevamos a las nubes, unos siesos después y ya planeábamos con el sol a nuestra espalda. La vimos pararse en un riachuelo y reunirse con la que parecía ser su hermana, los rasgos comunes entre las dos era innegable.
Lavey estaba nerviosa, no por se descubierta sino porque se moría de ganas por ir a jugar con ellas. Deje que un pequeño calambre saliera de mis alas hacia la cola de la pequeña, toque que le llamo la atención y que entendió enseguida. Aunque se le olvido con la misma rapidez con la que lo recibió.
En lo que tarde en darme cuenta de que un hombre intentaba forzar la entrada de la casa, Lavey ya caía en picado hacia las hermanas. Yo me fijaba en que el tejado de la finca estaba en la ultimas y la dragona negra abría las alas para frenar la caída y sorprender a las chicas planeando cerca de sus cabezas.
Mientras que una servidora aterrizaba con tranquilidad cerca del hogar para descubrir que conocía al hombre de melena larga, la pequeña lagartija plantaba las zarpas juntos a las mozas y movía alas y cola para jugar con ellas.
-Nuestros camino se encuentran de nuevo.
Salude al brujo que todavía estaba de espaldas. Ya estaba acostumbrada a que pudiera hablar transformada, pero para el resto del mundo era lo nunca visto. A fin de cuentas, los dragones no hablan.
-Espero que el colgante fuera a parar a un bonito cuello. -La voz grabe y profunda salia de mis cuerda vocales insufladas por la magia del anillo que portaba en la garra izquierda. -Lavey deja a las chicas tranquilas. las vas a asustar.
El toque de atención agravo mas el tono de voz dándole un sonido atemorizarte. Si la niña no las había asustado lo habría hecho yo.
Lavey dejo de intentar jugar y con un bufido que hizo sacar humo negro de sus fosas nasales, se sentó apoyando los cuartos traseros y encogió las alas al tiempo que agachaba la cabeza y miraba a las chicas con sus ojos de tigre rojo. Ojos que brillaban con la alegría de una niña que acababa de encontrar amigas nuevas, pero claro... cuando tu expresión es la misma que la de una piedra, se vuelve difícil que sepan leer tus intenciones.
Esperando que las jóvenes reconocieran su interacción, Lavey se quedo con la cabeza agachada, aguardando a que las morenas se acercaran más.
Off:
Habilidad racial: Transformación en dragón (tanto pj como npc)
Aclaración: Lo que esta en negrita es porque el pj habla estando en formato dragón. Cosa la cual no es posible como norma general, pero que gracias a un anillo ganado en un master, Reivy puede hablar. La voz en cuestión seria esta pero sin el eco.
Si fuera verano estaríamos en Dundarak, sobrevolando llanuras y haciendo carreras verticales por las montañas, sin embargo estábamos en pleno invierno y nuestra ciudad natal podía ser mortal si salíamos de los limites de la población.
De esta forma es que las dos nos encontrábamos en el acantilado de la muerte ¿Que mejor lugar que un precipicio al mar para entrenar? las olas salvajes elevaban la brisa marina y el final de la tierra de la isla de las brujas arrastraba fuertes ráfagas de viento. Si queríamos descansar nos elevábamos por encima de las nubes y planeábamos, por supuesto que podríamos aterrizar y parar, pero entonces no seria un entrenamiento.
Era curioso como con el pasar de los días, cada tanto (aunque en distintas horas) aprecia junto a los riscos una mujer morena de ojos azules y rasgos angulados pero bellos, siempre mirando al horizonte, hacia el mar. En el día de hoy la volvimos a encontrar, pero esta vez decidimos seguirla, el sigilo también era importante.
Mirando hacia el dragón negro que me acompañaba hice un gesto con la cabeza y nos elevamos a las nubes, unos siesos después y ya planeábamos con el sol a nuestra espalda. La vimos pararse en un riachuelo y reunirse con la que parecía ser su hermana, los rasgos comunes entre las dos era innegable.
Lavey estaba nerviosa, no por se descubierta sino porque se moría de ganas por ir a jugar con ellas. Deje que un pequeño calambre saliera de mis alas hacia la cola de la pequeña, toque que le llamo la atención y que entendió enseguida. Aunque se le olvido con la misma rapidez con la que lo recibió.
En lo que tarde en darme cuenta de que un hombre intentaba forzar la entrada de la casa, Lavey ya caía en picado hacia las hermanas. Yo me fijaba en que el tejado de la finca estaba en la ultimas y la dragona negra abría las alas para frenar la caída y sorprender a las chicas planeando cerca de sus cabezas.
Mientras que una servidora aterrizaba con tranquilidad cerca del hogar para descubrir que conocía al hombre de melena larga, la pequeña lagartija plantaba las zarpas juntos a las mozas y movía alas y cola para jugar con ellas.
-Nuestros camino se encuentran de nuevo.
Salude al brujo que todavía estaba de espaldas. Ya estaba acostumbrada a que pudiera hablar transformada, pero para el resto del mundo era lo nunca visto. A fin de cuentas, los dragones no hablan.
-Espero que el colgante fuera a parar a un bonito cuello. -La voz grabe y profunda salia de mis cuerda vocales insufladas por la magia del anillo que portaba en la garra izquierda. -Lavey deja a las chicas tranquilas. las vas a asustar.
El toque de atención agravo mas el tono de voz dándole un sonido atemorizarte. Si la niña no las había asustado lo habría hecho yo.
Lavey dejo de intentar jugar y con un bufido que hizo sacar humo negro de sus fosas nasales, se sentó apoyando los cuartos traseros y encogió las alas al tiempo que agachaba la cabeza y miraba a las chicas con sus ojos de tigre rojo. Ojos que brillaban con la alegría de una niña que acababa de encontrar amigas nuevas, pero claro... cuando tu expresión es la misma que la de una piedra, se vuelve difícil que sepan leer tus intenciones.
Esperando que las jóvenes reconocieran su interacción, Lavey se quedo con la cabeza agachada, aguardando a que las morenas se acercaran más.
- Lavey:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
- Reivy:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
No se porque se ve tan pequeña pero bueno n.nU
Off:
Habilidad racial: Transformación en dragón (tanto pj como npc)
Aclaración: Lo que esta en negrita es porque el pj habla estando en formato dragón. Cosa la cual no es posible como norma general, pero que gracias a un anillo ganado en un master, Reivy puede hablar. La voz en cuestión seria esta pero sin el eco.
- Spoiler:
Reivy Abadder
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Re: Rutinas rotas +18 (Interpretativo - Libre)
Lo de descansar resultó un eufemismo, no había pasado ni tres minutos cuando vi a una mujercita con los cabellos sueltos, enteramente dispuesta a "atacarme". Otra de mis buenas ideas había resultado colocar las compras en el suelo, porque no estaba dispuesta a confrontar el ataque, dos segundos más tarde, caíamos ambas contra el campo, rodando como si en lugar de dos mujeres, fuésemos dos niñas. El cielo y las hierbas se mezclaban en los pocos segundos que lograba tener mis ojos abiertos, la larga melena de Sol parecía enredarse de otra manera sobre nuestros hombros, sin darme cuenta, pronto su risa y la mía formaban una banda sonora bastante jovial a la escena.
Acabamos tumbadas una al lado de la otra aún con los brazos enlazados.
— Si, ya me imagino el día de comprar contigo al lado —me burlé agitada—, me habrías hecho traer mitad de carga menos por alguna baratija con las que te gusta adornarte el... ¡Sol, cuidado!
Como pude, me senté y extendí mi brazo derecho sobre el pecho de mi hermana. Un extraño acababa de golpear la puerta, y yo estaba deseando estar en el borde del arroyo para ahogarlo. ¿Desde cuando los ladrones venían tan temprano? Terminé de ponerme de pie y lancé una mirada significativa a Sol, que se quedara quieta que yo iba a plantar el cogote por ambas.
- ¿Podría el señor hacerme el favor de indicarme el motivo para tanta violencia contra mi puerta? -dije con la voz más firme que pude.
Misma que se fue apenas el cielo se oscureció sobre nosotras, estábamos de pronto bajo la sombra de dos dragones que aterrizaban en el mismo espacio. ¿Qué demonios era todo aquello? Ellas solían vivir tranquilas en el Acantilado, conscientes de todo lo que existía alrededor, pero alegres de estar alejadas. Al menos Aaliz.
Mi garganta emitió un grito en cuanto oyó al dragón más grande hablar. ¿Desde cuando podían comunicarse así? Eso no lo había leído yo en ningún pergamino, jamás. Aterrada, retrocedía para coger a Sol del brazo, aunque ella estaba siendo objeto de diversión del dragon pequeño. Mis ojos no se decidían sobre que criatura posarse, el ladrón ya no me daba tanto miedo. Es más, estaba por pedirle ayuda a voz en cuello.
- ¿Quienes son ustedes y que hacen aquí? - pregunte casi en un chillido- Les advierto que no tengo buenas pulgas, así que mientras más rápido respondan, más rápido se liberan todos de mi mal humor.
Solo por un tema de comodidad, aproveche el largo de mi vestido para sacarme las alpargatas e intentar calmarme al sentir la humedad de la hierba en las plantas de mis pies. Necesitaba pensar con un poco de claridad para salir de semejante seguidilla de cosas raras. ¡Dragones y ladrones en el Acantilado!
Acabamos tumbadas una al lado de la otra aún con los brazos enlazados.
— Si, ya me imagino el día de comprar contigo al lado —me burlé agitada—, me habrías hecho traer mitad de carga menos por alguna baratija con las que te gusta adornarte el... ¡Sol, cuidado!
Como pude, me senté y extendí mi brazo derecho sobre el pecho de mi hermana. Un extraño acababa de golpear la puerta, y yo estaba deseando estar en el borde del arroyo para ahogarlo. ¿Desde cuando los ladrones venían tan temprano? Terminé de ponerme de pie y lancé una mirada significativa a Sol, que se quedara quieta que yo iba a plantar el cogote por ambas.
- ¿Podría el señor hacerme el favor de indicarme el motivo para tanta violencia contra mi puerta? -dije con la voz más firme que pude.
Misma que se fue apenas el cielo se oscureció sobre nosotras, estábamos de pronto bajo la sombra de dos dragones que aterrizaban en el mismo espacio. ¿Qué demonios era todo aquello? Ellas solían vivir tranquilas en el Acantilado, conscientes de todo lo que existía alrededor, pero alegres de estar alejadas. Al menos Aaliz.
Mi garganta emitió un grito en cuanto oyó al dragón más grande hablar. ¿Desde cuando podían comunicarse así? Eso no lo había leído yo en ningún pergamino, jamás. Aterrada, retrocedía para coger a Sol del brazo, aunque ella estaba siendo objeto de diversión del dragon pequeño. Mis ojos no se decidían sobre que criatura posarse, el ladrón ya no me daba tanto miedo. Es más, estaba por pedirle ayuda a voz en cuello.
- ¿Quienes son ustedes y que hacen aquí? - pregunte casi en un chillido- Les advierto que no tengo buenas pulgas, así que mientras más rápido respondan, más rápido se liberan todos de mi mal humor.
Solo por un tema de comodidad, aproveche el largo de mi vestido para sacarme las alpargatas e intentar calmarme al sentir la humedad de la hierba en las plantas de mis pies. Necesitaba pensar con un poco de claridad para salir de semejante seguidilla de cosas raras. ¡Dragones y ladrones en el Acantilado!
Aaliz Neferet
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Re: Rutinas rotas +18 (Interpretativo - Libre)
De la nada aquello se había vuelto un caos, hacia unos segundo rodábamos divertidas por el pasto y ahora un hombre golpeaba nuestra puerta como si de su casa se tratara, Aaliz me dijo que me quedara quieta aun tumbada en el pasto, por supuesto no pensaba obedecer, la escuche preguntar de manera demasiado amable para mi gusto, los motivos que tenia para hacer aquello, justo cuando iba a levantarme y mostrar mis poco refinados modales, el caos aumento.
Un par de dragones revolotearon sobre la casa, aquello era poco común, pocas veces había visto alguno y jamas tan de cerca. Mi corazón se acelero, por alguna extraña razón, mi emoción era mayor a mi miedo. Aaliz si parecía asustada intentaba acercarse a mi, pero el mas pequeño de los dragones se quedo cerca, ademas hablaban...espera ¿ dragones que hablaban?
Aaliz comenzó a gritar, no le puse mucha atención estaba mas divertida viendo al dragón que parecía ser amistoso, extendí mi mano despacio intentando tocar una de sus alas encogidas, no eran suaves, pero eran agradables al tacto y no pareció incomodarle que yo lo tocara, sonreí, mientras el caos seguía a mi alrededor .
Un par de dragones revolotearon sobre la casa, aquello era poco común, pocas veces había visto alguno y jamas tan de cerca. Mi corazón se acelero, por alguna extraña razón, mi emoción era mayor a mi miedo. Aaliz si parecía asustada intentaba acercarse a mi, pero el mas pequeño de los dragones se quedo cerca, ademas hablaban...espera ¿ dragones que hablaban?
Aaliz comenzó a gritar, no le puse mucha atención estaba mas divertida viendo al dragón que parecía ser amistoso, extendí mi mano despacio intentando tocar una de sus alas encogidas, no eran suaves, pero eran agradables al tacto y no pareció incomodarle que yo lo tocara, sonreí, mientras el caos seguía a mi alrededor .
Sol Neferet
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Re: Rutinas rotas +18 (Interpretativo - Libre)
La chica no tenía ninguna necesidad de acompañar sus gestos con unas educadas palabras con malos resentimientos, su cara hablaba por sí sola. Las arrugas tensas en su frente y bajo sus párpados transmitían dureza, enfado y miedo. ¿Miedo? La observé durante unos segundos. Ladeé la cabeza para tener una visión panorámica de la escena. La chica cogió del brazo de su acompañante de la misma manera que lo haría una madre. Tal vez, el miedo que creía ver en la primera hija era por lo que pudiera suceder a la segunda. ¿Habría escuchado historias de mí, de Suuri o, quizás, de Talisa? Hacía bien en proteger a su amiga (hija, hermana o lo que fuera), si es que lo había hecho. Hubiera hecho mejor si hubiese utilizado alguno de sus hechizos para echarme al suelo y venderme a la guardia de la ciudad como si fuera un trofeo de caza.
Aparté la mano del marco de la puerta y me rasqué mi barba de tres días. Me preguntaba por qué se dedicaban a mirar mal, al menos una de ellas, en lugar de echarme de su propiedad privada a la fuerza y a la magia. Las chicas me infundían mucha curiosidad. Eran muy jóvenes para vivir solas en una casa tan grande como ésta. Me dio la sensación que no podían valerse por ellas misma. La prueba era que no sabían qué hacer cuando aparecía un desconocido con malas pintas e intentaba forcejear la puerta de su hogar. Keira Bravery habría sabido qué hacer: le invitaría a marcharse con una llamarada que le habría quemado las nalgas. Las inocentes y jóvenes chicas, sin embargo, se me quedaron mirando con los ojos de un cachorro.
— ¿Violencia? ¿Dónde ves la violencia? Deja que te muestre: — con la mano que tenía en la barba, la otra la tenía ocupada con dos mochilas y la cabeza de Talisa, volví a golpear el marco de la puerta. —tan solo estoy llamando a la puerta de mis vecinos para presentarme.— me reí socarronamente mirando a la chica más joven de las dos— Deben de estar sordos; no consigo que me abran.
Levanté la cabeza por pura inercia pese a saber que el porche de la vivienda me impedía ver el cielo. Sonaba como si decenas de personas se hubieran puesto de acuerdo para sacudir a la vez sus mantas de invierno. El ruido se acercaba a nuestra posición; era agradable ni parecía ser una señal de buen augurio. Dejé las mochilas y la cabeza de Talisa al lado de la puerta y salí del porche martillo en mano. Me uní a las chicas, los tres nos quedamos en silencio cuando los dos dragones aterrizaron a escasos metros de nosotros. Si bien había viajado a Dudanrak un par de veces y me había enfrentado a dragones incluso más grandes que estos dos, no me acostumbraba a tenerlos tan de cerca. Tragué saliva y apreté la empuñadura del martillo. La chica más joven seguía sonriendo y yo le acompañaba en mi vil sonrisa; la otra se ponía más histérica por momentos, de la educada invitación a salir pasó al nerviosismo y “las malas pulgas”. Hice esfuerzo por no soltar una risotada en aquel momento. Las expresiones de la chica eran de niñas pequeñas. Keira Bravery se habría sentido avergonzada. A mí me encantaban, me hacían reír. Deseé que después de la interrupción de los dragones viniera cualquier cosa, todavía más grande, con tal de escuchar la una nueva expresión de la primera chica y que las carcajadas de la segunda.
De los dos dragones, habló el de mayor tamaño. Se dirigió a mí. Me saludó de la manera enigmática y noble que utilizaban los de su raza ¿De qué me conocía? Mis viajes a Dundarak no habían sido agradables, ni para ellos ni para mí. Aflojé mi agarre en la empuñadura de Suuri. La calma antes de la tormenta. El apretar con menos fuerza me permitía tener mayor soltura en el combate. Con la segunda frase, la dragona desveló su identidad. Dejé caer a Suuri a la hierba húmeda del suelo. Ella no era un enemigo rencoroso, cosa que me sorprendió bastante, sino la carpintería que me vendió un colgante en el gran mercado de Lunargenta.
— Y yo que había pensado que eras una elfa — dije en voz baja sin darme cuenta. Metí una mano por dentro del escote y tiré del cordón que sujetaba el colgante que me frabricó. — Un cuello bonito, el mejor de Aerandir — sonreí a la dragona. — Si pasas a tu forma humana, te dejaría probarlo.
Tenía ganas de jugar. Estaba cansado de dar vueltas de por las islas buscando una casa que empezaba a dudar que existiera. Las chicas, quienes suponía que eran dos brujas amigas (solo los brujos viven en el acantilado), se convirtieron en mi entretenimiento personal.
— Os presento a mis amigas: dragona Uno y dragona Dos — les dije señalando a las dragonas — esta es vuestra casa, ¿verdad? Deberíais invitarnos a entrar. ¿Así es cómo dais la bienvenida a los nuevos vecinos? ¿Dónde está la hospitalidad de los brujos de la que tanto presumimos? Ni siquiera conozco vuestros nombres — guiñé el ojo a la dragona como si le estuviera pidiendo que me siguiera el juego.
Aparté la mano del marco de la puerta y me rasqué mi barba de tres días. Me preguntaba por qué se dedicaban a mirar mal, al menos una de ellas, en lugar de echarme de su propiedad privada a la fuerza y a la magia. Las chicas me infundían mucha curiosidad. Eran muy jóvenes para vivir solas en una casa tan grande como ésta. Me dio la sensación que no podían valerse por ellas misma. La prueba era que no sabían qué hacer cuando aparecía un desconocido con malas pintas e intentaba forcejear la puerta de su hogar. Keira Bravery habría sabido qué hacer: le invitaría a marcharse con una llamarada que le habría quemado las nalgas. Las inocentes y jóvenes chicas, sin embargo, se me quedaron mirando con los ojos de un cachorro.
— ¿Violencia? ¿Dónde ves la violencia? Deja que te muestre: — con la mano que tenía en la barba, la otra la tenía ocupada con dos mochilas y la cabeza de Talisa, volví a golpear el marco de la puerta. —tan solo estoy llamando a la puerta de mis vecinos para presentarme.— me reí socarronamente mirando a la chica más joven de las dos— Deben de estar sordos; no consigo que me abran.
Levanté la cabeza por pura inercia pese a saber que el porche de la vivienda me impedía ver el cielo. Sonaba como si decenas de personas se hubieran puesto de acuerdo para sacudir a la vez sus mantas de invierno. El ruido se acercaba a nuestra posición; era agradable ni parecía ser una señal de buen augurio. Dejé las mochilas y la cabeza de Talisa al lado de la puerta y salí del porche martillo en mano. Me uní a las chicas, los tres nos quedamos en silencio cuando los dos dragones aterrizaron a escasos metros de nosotros. Si bien había viajado a Dudanrak un par de veces y me había enfrentado a dragones incluso más grandes que estos dos, no me acostumbraba a tenerlos tan de cerca. Tragué saliva y apreté la empuñadura del martillo. La chica más joven seguía sonriendo y yo le acompañaba en mi vil sonrisa; la otra se ponía más histérica por momentos, de la educada invitación a salir pasó al nerviosismo y “las malas pulgas”. Hice esfuerzo por no soltar una risotada en aquel momento. Las expresiones de la chica eran de niñas pequeñas. Keira Bravery se habría sentido avergonzada. A mí me encantaban, me hacían reír. Deseé que después de la interrupción de los dragones viniera cualquier cosa, todavía más grande, con tal de escuchar la una nueva expresión de la primera chica y que las carcajadas de la segunda.
De los dos dragones, habló el de mayor tamaño. Se dirigió a mí. Me saludó de la manera enigmática y noble que utilizaban los de su raza ¿De qué me conocía? Mis viajes a Dundarak no habían sido agradables, ni para ellos ni para mí. Aflojé mi agarre en la empuñadura de Suuri. La calma antes de la tormenta. El apretar con menos fuerza me permitía tener mayor soltura en el combate. Con la segunda frase, la dragona desveló su identidad. Dejé caer a Suuri a la hierba húmeda del suelo. Ella no era un enemigo rencoroso, cosa que me sorprendió bastante, sino la carpintería que me vendió un colgante en el gran mercado de Lunargenta.
— Y yo que había pensado que eras una elfa — dije en voz baja sin darme cuenta. Metí una mano por dentro del escote y tiré del cordón que sujetaba el colgante que me frabricó. — Un cuello bonito, el mejor de Aerandir — sonreí a la dragona. — Si pasas a tu forma humana, te dejaría probarlo.
Tenía ganas de jugar. Estaba cansado de dar vueltas de por las islas buscando una casa que empezaba a dudar que existiera. Las chicas, quienes suponía que eran dos brujas amigas (solo los brujos viven en el acantilado), se convirtieron en mi entretenimiento personal.
— Os presento a mis amigas: dragona Uno y dragona Dos — les dije señalando a las dragonas — esta es vuestra casa, ¿verdad? Deberíais invitarnos a entrar. ¿Así es cómo dais la bienvenida a los nuevos vecinos? ¿Dónde está la hospitalidad de los brujos de la que tanto presumimos? Ni siquiera conozco vuestros nombres — guiñé el ojo a la dragona como si le estuviera pidiendo que me siguiera el juego.
Gerrit Nephgerd
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Re: Rutinas rotas +18 (Interpretativo - Libre)
Lavey, ajena a los gritos de la histeria morena se dejo tocar por la segunda de las muchachas, que era mucho mas atrevida y exploradora. Ante el tacto de su mano contra la membrana del ala, la rubia levanto la cabeza y saco su bífida lengua hacia mi posición, en un claro alarde de burla.
Ahora Lavey le prestaba atención única y exclusivamente a la moza que la tocaba, ¿Para que mirar al resto de personas cuando no le interesan un pimiento? La joven dragona agacho las patas delanteras y se tumbo en el suelo, estiro el ala para que la pudiera tocar mejor y escruto a la zagala con sus ojos como el rubí.
Gritos, un dialecto muy común en mi forma actual, antes era por el susto al verme llegar a mi o a Lavey, ahora era porque además una de las dos hablaba. Aquella clase de saludos ya se habían convertido en un rutina. Era curioso ver como la educación y la duda impedían la a muchacha lanzarnos un par de hechizos de advertencia. Una risa profunda comenzó a retumbar en mi garganta al oír al hombre.
-Zalamero, por lo menos espera a saber mi nombre. -En el mercado me había dicho que aquel ornamento no era para él, por lo visto cambio de parecer. Lo cierto era que le quedaba perfecto. -Ten cuidado con lo que ofreces...
La voz que el anillo dejaba salir por mi garganta seguía sonando profunda, yo pretendía sonar seductora ¿Pero como hacerlo con semejantes graves? Para colmo quise relamerme los labios, lo que dio como resultado que un gruesa lengua azulada y con la punta partida, saliera a paseo entre los picudos incisivos. Aquello más que una demostración de lujuria parecía una de gula.
Avance unos pasos mientras el brujo nos presentaba a Lavey y a mi, inconsciente de lo que mi figura pudiera expresar con aquel acto.
Comencé a perder la forma de reptil, desaparecieron la cola y las alas, mientras caminaba las patas delanteras se encogieron hasta dejarme una forma bípeda. Las escamas cambiaron en tamaño y el color se fue volviendo marrón como el cuero de mis ropas. Para cuando estuve a escasos centímetros del fornido brujo solo quedaban en mi testa los cuernos, que como ya era costumbre se negaban a desaparecer. Moví la cabeza para arreglarme el pelo, al menos la mitad, porque la otra parte se sujetaba con firmeza por el broche con forma de dragón. Seguí caminando hasta acercarme a la oreja del rubio, la punta de mis cuernos aun se asomaban tímidos por las hebras de pelo.
-...Porque pueden aceptarlo. -Le susurre terminado la frase que había comenzado con la otra forma. Me separe de su cuello y sonreí coqueta al tiempo que acariciaba el colgante. -La dragona uno es Reivy. -Dije pasando de largo del hombre y acercándome a la protectora mujer de ojos azules. -Y la dragona dos es Lavey.
Dragona, que por cierto, se negaba a cambiar de forma. Estaba muy a gusto con sus escamas y las ocasiones donde podía jugar con mas gente en esa forma eran escasas.
-En eso tienes razón. -Gire la cabeza para mirar de lado al hombre. Su guiño no paso desapercibido. -Hace poco que adquirimos una propiedad aquí cerca y la estamos buscando desde el aire.
Mentiras y más mentiras, pero mentiras piadosas que buscaban dar entretenimiento y unas buenas risas. Pero Lavey no pillo la indirecta y al oírme levanto la cabeza dejando salir unos pequeños rugidos que sonaban mas a ronroneos. Por suerte el resto de oyentes no entendían lo que la niña decía, sino el chiste se hubiera ido de cabeza a la basura.
______
Off: Habilidad racial: Recupero la forma humana, Lavey sigue siendo dragon.
Ahora Lavey le prestaba atención única y exclusivamente a la moza que la tocaba, ¿Para que mirar al resto de personas cuando no le interesan un pimiento? La joven dragona agacho las patas delanteras y se tumbo en el suelo, estiro el ala para que la pudiera tocar mejor y escruto a la zagala con sus ojos como el rubí.
Gritos, un dialecto muy común en mi forma actual, antes era por el susto al verme llegar a mi o a Lavey, ahora era porque además una de las dos hablaba. Aquella clase de saludos ya se habían convertido en un rutina. Era curioso ver como la educación y la duda impedían la a muchacha lanzarnos un par de hechizos de advertencia. Una risa profunda comenzó a retumbar en mi garganta al oír al hombre.
-Zalamero, por lo menos espera a saber mi nombre. -En el mercado me había dicho que aquel ornamento no era para él, por lo visto cambio de parecer. Lo cierto era que le quedaba perfecto. -Ten cuidado con lo que ofreces...
La voz que el anillo dejaba salir por mi garganta seguía sonando profunda, yo pretendía sonar seductora ¿Pero como hacerlo con semejantes graves? Para colmo quise relamerme los labios, lo que dio como resultado que un gruesa lengua azulada y con la punta partida, saliera a paseo entre los picudos incisivos. Aquello más que una demostración de lujuria parecía una de gula.
Avance unos pasos mientras el brujo nos presentaba a Lavey y a mi, inconsciente de lo que mi figura pudiera expresar con aquel acto.
Comencé a perder la forma de reptil, desaparecieron la cola y las alas, mientras caminaba las patas delanteras se encogieron hasta dejarme una forma bípeda. Las escamas cambiaron en tamaño y el color se fue volviendo marrón como el cuero de mis ropas. Para cuando estuve a escasos centímetros del fornido brujo solo quedaban en mi testa los cuernos, que como ya era costumbre se negaban a desaparecer. Moví la cabeza para arreglarme el pelo, al menos la mitad, porque la otra parte se sujetaba con firmeza por el broche con forma de dragón. Seguí caminando hasta acercarme a la oreja del rubio, la punta de mis cuernos aun se asomaban tímidos por las hebras de pelo.
-...Porque pueden aceptarlo. -Le susurre terminado la frase que había comenzado con la otra forma. Me separe de su cuello y sonreí coqueta al tiempo que acariciaba el colgante. -La dragona uno es Reivy. -Dije pasando de largo del hombre y acercándome a la protectora mujer de ojos azules. -Y la dragona dos es Lavey.
Dragona, que por cierto, se negaba a cambiar de forma. Estaba muy a gusto con sus escamas y las ocasiones donde podía jugar con mas gente en esa forma eran escasas.
-En eso tienes razón. -Gire la cabeza para mirar de lado al hombre. Su guiño no paso desapercibido. -Hace poco que adquirimos una propiedad aquí cerca y la estamos buscando desde el aire.
Mentiras y más mentiras, pero mentiras piadosas que buscaban dar entretenimiento y unas buenas risas. Pero Lavey no pillo la indirecta y al oírme levanto la cabeza dejando salir unos pequeños rugidos que sonaban mas a ronroneos. Por suerte el resto de oyentes no entendían lo que la niña decía, sino el chiste se hubiera ido de cabeza a la basura.
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Off: Habilidad racial: Recupero la forma humana, Lavey sigue siendo dragon.
Reivy Abadder
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Re: Rutinas rotas +18 (Interpretativo - Libre)
¿Cómo es que Sol tenía el sentido de alerta tan relajado y por qué temblaba sutilmente debajo de las capas de enaguas? Lo peor, al parecer, se conocían. ¿Alguna especie de ataque conjunto? No sé que tan sencillo o inteligente habría sido atacarlos, sobretodo porque mis poderes no estaban ni cerca de estar controlados. Los había usado pocas veces en la vida, y jamás tenía como modus vivendi atacar y luego preguntar. Vivíamos rodeadas de brujas, eso era cierto, sin embargo, la comunidad era bastante pacífica; por eso, lo primero que hicieron mis ojos fue buscar a algún vecino alertado por las nuevas visitas al Acantilado, pero nada. Sol estaba muy entretenida con la dragona más pequeña y no pude ver si fue capaz de ver el espectáculo que suponía el cambio de forma de Reivy.
Asentí en una reverencia pequeña con la cabeza, sin cerrar los ojos.
— Reivy y Lavey, demasiado lejos de Dundarak —musité intentando relajar el rostro y dándome cuenta al segundo, de los difícil que sería eso.
Recapitulé y noté que el hombre no había dicho su nombre. Y él había sido el que golpeaba la puerta y encima, se había burlado de nosotras al subir un poco el cuello y comprobar que dentro de la choza no había nadie. ¿Vecinos? Con esos tres cerca, seguramente el intento de vida tranquila que tenían hasta ahora se iba a ver seriamente comprometido. Me separé de Sol un par de pasos, cuando él insinuó que no estaba siendo lo cordial que debería ser como nueva vecina, pero no iba a bajar al entero la guardia. Tomé el manojo de hierbas con la mano derecha y me acerqué a la puerta de nuestra casa.
— Si desean ingresar a refrescarse un poco, lo primero que harán, será dejar sus armas al lado de la puerta —hablé alzando el cuerpo y tomando la delantera. Giré y empujé y el pedazo de madera que nos daba un poco de privacidad, se abría crujiendo—, no es un castillo, pero para descansar sirve. Al menos un momento.
Me quedé en el marco, esperando que alguno de los tres iniciara la procesión hacia el lugar. Los observé. La dragona con ese peto de cuero en el pecho se quitaba o se aportaba, según quien viere, algunos rasgos femeninos, pero los ojos azules tan marcados eran algo imposible de ignorar, así como su altura. Ambos me sacaban al menos una cabeza, siempre he sido la más baja de ambas, pero no se notaba tanto como ahora con mis tres invitados.
Una vez tuve a Sol más cerca de mí, me puse a sacar algunas hierbas de mi montón de hojas. Con una mano alzada hacia la pila de platos limpios, logré que cinco tazas se llenara con un cazo de agua, sólo cuando estuvieron llenas, les inserté unas hojitas de menta a cada una y lo removí con un poco de azúcar. Esperaba que Sol me ayudara un poco la verdad, porque llevar cinco tazas de golpe no era una habilidad que yo pudiera presumir, de hecho, llevando ya estas tres me estaba tambaleando un poco. Estaba de espaldas a los extraños, pero algo en mi interior me permitió confiar en que dejarían sus armas en el quicio de la puerta y se sentarían a explicarme los motivos reales de su presencia ahí. Dejé las tres tazas en la mesa y corté un poco del queso que seguramente Sol había estado desayunando antes de mi regreso.
El hombre era alto y seguramente guapo, pero sus formas eran lo que no terminaban de convencerme, tenía la seguridad que cada palabra de su boca tenía un segundo y quizá hasta un tercer significado. Yo podía ser muchas cosas malas, pero jamás escondía mis formas en palabras. Demasiado franca, me lo habían dicho varias veces, sobretodo mi hermana.
— Siéntense y beban algo —volví a invitar tomando una de las tazas restante y bebiendo un largo trago de golpe—, la tarde apenas está llegando a la mitad y si aún tienen que seguir viaje, lo pueden hacer. Caso contrario, buscaremos a alguien que les ayude a encontrar esas casas que dicen tener. Yo no recuerdo que me hayan contado de nada similar en los últimos días.
Encogí los hombros y desvié la mirada al techo de nuestra choza, algunos lados dejaban colarse a la luz del sol. Suspiré ante la posibilidad de que aquel encuentro con tres extraños culminase mal para Sol o para mí, pero las cosas ya estaban planteadas y quizá era este el empujón que necesitaba para lanzarse a la aventura. Un pretexto para dejar el ya no tan seguro "Acantilado de la Muerte".
— Puedo incluso intercambiar algunas cosas por hortalizas, si desean —comuniqué al final, dejé la taza en el borde de la madera y me crucé de brazos.
Asentí en una reverencia pequeña con la cabeza, sin cerrar los ojos.
— Reivy y Lavey, demasiado lejos de Dundarak —musité intentando relajar el rostro y dándome cuenta al segundo, de los difícil que sería eso.
Recapitulé y noté que el hombre no había dicho su nombre. Y él había sido el que golpeaba la puerta y encima, se había burlado de nosotras al subir un poco el cuello y comprobar que dentro de la choza no había nadie. ¿Vecinos? Con esos tres cerca, seguramente el intento de vida tranquila que tenían hasta ahora se iba a ver seriamente comprometido. Me separé de Sol un par de pasos, cuando él insinuó que no estaba siendo lo cordial que debería ser como nueva vecina, pero no iba a bajar al entero la guardia. Tomé el manojo de hierbas con la mano derecha y me acerqué a la puerta de nuestra casa.
— Si desean ingresar a refrescarse un poco, lo primero que harán, será dejar sus armas al lado de la puerta —hablé alzando el cuerpo y tomando la delantera. Giré y empujé y el pedazo de madera que nos daba un poco de privacidad, se abría crujiendo—, no es un castillo, pero para descansar sirve. Al menos un momento.
Me quedé en el marco, esperando que alguno de los tres iniciara la procesión hacia el lugar. Los observé. La dragona con ese peto de cuero en el pecho se quitaba o se aportaba, según quien viere, algunos rasgos femeninos, pero los ojos azules tan marcados eran algo imposible de ignorar, así como su altura. Ambos me sacaban al menos una cabeza, siempre he sido la más baja de ambas, pero no se notaba tanto como ahora con mis tres invitados.
Una vez tuve a Sol más cerca de mí, me puse a sacar algunas hierbas de mi montón de hojas. Con una mano alzada hacia la pila de platos limpios, logré que cinco tazas se llenara con un cazo de agua, sólo cuando estuvieron llenas, les inserté unas hojitas de menta a cada una y lo removí con un poco de azúcar. Esperaba que Sol me ayudara un poco la verdad, porque llevar cinco tazas de golpe no era una habilidad que yo pudiera presumir, de hecho, llevando ya estas tres me estaba tambaleando un poco. Estaba de espaldas a los extraños, pero algo en mi interior me permitió confiar en que dejarían sus armas en el quicio de la puerta y se sentarían a explicarme los motivos reales de su presencia ahí. Dejé las tres tazas en la mesa y corté un poco del queso que seguramente Sol había estado desayunando antes de mi regreso.
El hombre era alto y seguramente guapo, pero sus formas eran lo que no terminaban de convencerme, tenía la seguridad que cada palabra de su boca tenía un segundo y quizá hasta un tercer significado. Yo podía ser muchas cosas malas, pero jamás escondía mis formas en palabras. Demasiado franca, me lo habían dicho varias veces, sobretodo mi hermana.
— Siéntense y beban algo —volví a invitar tomando una de las tazas restante y bebiendo un largo trago de golpe—, la tarde apenas está llegando a la mitad y si aún tienen que seguir viaje, lo pueden hacer. Caso contrario, buscaremos a alguien que les ayude a encontrar esas casas que dicen tener. Yo no recuerdo que me hayan contado de nada similar en los últimos días.
Encogí los hombros y desvié la mirada al techo de nuestra choza, algunos lados dejaban colarse a la luz del sol. Suspiré ante la posibilidad de que aquel encuentro con tres extraños culminase mal para Sol o para mí, pero las cosas ya estaban planteadas y quizá era este el empujón que necesitaba para lanzarse a la aventura. Un pretexto para dejar el ya no tan seguro "Acantilado de la Muerte".
— Puedo incluso intercambiar algunas cosas por hortalizas, si desean —comuniqué al final, dejé la taza en el borde de la madera y me crucé de brazos.
Aaliz Neferet
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Re: Rutinas rotas +18 (Interpretativo - Libre)
Mi hermana parecía a punto de colapsar, me sorprendía la manera que tenia siempre de ser tan aprensiva y tomarse todo a la dramática, si bien su sentido de protección siempre nos había salvado de muchos peligros, en aquel momento mi instinto me decía que mas allá de la apariencia de aquellos "visitantes" no tenia nada que temer, mi instinto era bastante menos aprensivo y sentía que no estábamos en peligro.
Deje de pensar en ello y me concentre en lo que ahora me interesaba, tenia a un dragón al alcance de mi mano, aquello me mantenía en un estado de emoción constante, no podía dejar de mirar sus escamas y como eran traslucidas a la luz del sol, la forma de sus alas, su textura mientras la seguía acariciando con suavidad. Mi gesto parecía no molestarle cuando estiro mas de el ala para invitarme a seguir con mis caricias, o al menos esa fue la interpretación que yo le di.
Unos pasos mas allá la discusión seguía, y hasta ese momento me concentre un poco mas en el hombre que aporreaba nuestra puerta minutos atrás, era alto, fornido y su apariencia no era para nada la de un caballero, encajaba mas bien en el rango de forajido e incluso fugitivo por aquella facha, lo observe mientras seguía discutiendo con mi hermana, la cual parecía mas concentrada en el que en el dragón a sus espaldas. Sonreí de medio lado, imaginándomela atraída por aquel forastero, probablemente un poco de acción con aquel hombre le cambiaría un poco el carácter, y le enseñaría que mas allá de las reglas y deberes hay necesidades. Mi propio pensamiento me causo gracia.
--Eres muy bonita-- dije en un susurro entre la gritería.
Y entonces sucedió, si bien estaba acostumbrada a la magia aquel tipo de manifestaciones siempre lograban sorprenderme, la mayor de los dragones comenzó a transformarse en humana, aquello me dejo boquiabierta, era algo simplemente emocionante, aquel día definitivamente era el mejor de mi vida...
El mago se quejo de nuestra poca hospitalidad y mi hermana recobrando la compostura los invito a pasar, aquello si era un motivo para dejar a mi nueva amiga y levantarme, quería hablar con ellos, conocer mas de su mundo, de su magia, tenia tanta emoción dentro que mi corazón bombeaba con fuerza, Aaliz entro en la casa y supuse que era momento de que yo dejara de socializar y también mostrar que tenia algo de buenos modales, Los visitantes seguían parados en la puerta, y mi nueva amiga parecía no tener intención de unirse a los humanos. Mientras su compañera dragón ya transformada se presentaba dando sus nombres.
--Lavey...-- repetí sonriendo mientras finalmente me disponía a seguir a mi hermana, cuando llegue a la puerta sonreí a los invitados antes de también presentarme y a mi hermana que para entonces no lo había hecho como era debido--Soy Sol Neferet, ella es mi hermana Aaliz y esta es nuestra casa, así que por favor sigan las instrucciones de la dama, dejen sus armas y acompáñenme al interior....Bienvenidos...
Entre y me dirigí a mi hermana que me miro con enfado, sabia que le enfadaba mi carácter menos precavido y mis muestras menos trágicas de ver la vida, me acerque a ella tome una de las tazas que había servido y le guiñe un ojo antes de decirle casi en un susurro.
--Relájate mujer, puede que el destino te haya traído un regalito...-- comenté mirando de reojo al hombre, que de cuando en cuando nos miraba de manera distraída--Sonríe....
Deje de pensar en ello y me concentre en lo que ahora me interesaba, tenia a un dragón al alcance de mi mano, aquello me mantenía en un estado de emoción constante, no podía dejar de mirar sus escamas y como eran traslucidas a la luz del sol, la forma de sus alas, su textura mientras la seguía acariciando con suavidad. Mi gesto parecía no molestarle cuando estiro mas de el ala para invitarme a seguir con mis caricias, o al menos esa fue la interpretación que yo le di.
Unos pasos mas allá la discusión seguía, y hasta ese momento me concentre un poco mas en el hombre que aporreaba nuestra puerta minutos atrás, era alto, fornido y su apariencia no era para nada la de un caballero, encajaba mas bien en el rango de forajido e incluso fugitivo por aquella facha, lo observe mientras seguía discutiendo con mi hermana, la cual parecía mas concentrada en el que en el dragón a sus espaldas. Sonreí de medio lado, imaginándomela atraída por aquel forastero, probablemente un poco de acción con aquel hombre le cambiaría un poco el carácter, y le enseñaría que mas allá de las reglas y deberes hay necesidades. Mi propio pensamiento me causo gracia.
--Eres muy bonita-- dije en un susurro entre la gritería.
Y entonces sucedió, si bien estaba acostumbrada a la magia aquel tipo de manifestaciones siempre lograban sorprenderme, la mayor de los dragones comenzó a transformarse en humana, aquello me dejo boquiabierta, era algo simplemente emocionante, aquel día definitivamente era el mejor de mi vida...
El mago se quejo de nuestra poca hospitalidad y mi hermana recobrando la compostura los invito a pasar, aquello si era un motivo para dejar a mi nueva amiga y levantarme, quería hablar con ellos, conocer mas de su mundo, de su magia, tenia tanta emoción dentro que mi corazón bombeaba con fuerza, Aaliz entro en la casa y supuse que era momento de que yo dejara de socializar y también mostrar que tenia algo de buenos modales, Los visitantes seguían parados en la puerta, y mi nueva amiga parecía no tener intención de unirse a los humanos. Mientras su compañera dragón ya transformada se presentaba dando sus nombres.
--Lavey...-- repetí sonriendo mientras finalmente me disponía a seguir a mi hermana, cuando llegue a la puerta sonreí a los invitados antes de también presentarme y a mi hermana que para entonces no lo había hecho como era debido--Soy Sol Neferet, ella es mi hermana Aaliz y esta es nuestra casa, así que por favor sigan las instrucciones de la dama, dejen sus armas y acompáñenme al interior....Bienvenidos...
Entre y me dirigí a mi hermana que me miro con enfado, sabia que le enfadaba mi carácter menos precavido y mis muestras menos trágicas de ver la vida, me acerque a ella tome una de las tazas que había servido y le guiñe un ojo antes de decirle casi en un susurro.
--Relájate mujer, puede que el destino te haya traído un regalito...-- comenté mirando de reojo al hombre, que de cuando en cuando nos miraba de manera distraída--Sonríe....
Sol Neferet
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Re: Rutinas rotas +18 (Interpretativo - Libre)
Cuidado con lo que ofreces (pausa melodramática) porque pueden aceptarlo. La segunda parte de la frase solo la pude escuchar yo. La dragona número 1 (Reivy, se llamaba Reivy) se puso a mi lado, apoyo sus pechos en mi brazo izquierdo y me desvelo el secreto. Esbocé una media sonrisa socarrona. Ellas debían tener cuidado del monstruo de Beltrexus. El mismo hombre que había estado golpeando la puerta de su casa con evidentes intenciones de hacer mal, les estaba pidiendo (ordenando) amablemente que le dejasen entrar. Cuidado con quien confías, porque podía hacerte daño. Pensé en mis adentros sin dejar de sonreír. Cuidado en qué brazo dejas caer tus pechos porque podían sostener un martillo. Por fortuna para Reivy, sujetaba a Suuri con la mano derecha.
La dragona número 1 entendió mi juego y lo siguió sin dificultades. Pese a saber que estaba mintiendo, no me gustó que puntualizase que habíamos comprado juntos una casa en las proximidades. La casa era mía, de nadie más. Mi domicilio independiente con letrero de: “jódete Keira”. Hice un relativo esfuerzo para que mi fachada de buen y sonriente vecino no se viera truncada por una mueca de desagrado. Reivy, quizás pensase que no tenía importancia, que era una excusa a sumar para que las brujas nos invitases a pasar. Mi opinión era diferente. Decir que habíamos comprado juntos la propiedad significaba que ella vivía conmigo. Imaginé el siguiente escenario: las brujas vecinas tenía un plano de la zona y conocían dónde se encontraba mi casa. Nos acompañarían hasta el lugar y Reivy tendría que instalarse si quería seguir con la farsa. Se aprovecharía de mí de la misma forma que yo me aproveché de Keira. Otro escenario igual de posible: días después, las brujas podían presentarse en mi casa con una tarta de bienvenida. Echarían un vistazo a las habitaciones, podían ser muy insistentes en ese aspecto, y preguntarían dónde dormía las dragonas número 1 y número 2. Por poco que conociesen mis antecedentes, llegarían a la conclusión de que las habría matado y utilizado su sangre para alguna malsana poción. Ambas situaciones podían desenvolver en finales funestos. Me hacía una idea: Suuri manchada con sangre de dragona y de bruja o Suuri manchada con sangre de bruja. Dependía de cuántas personas me estuvieran presentes.
Dejé que las brujas entrasen primero, no por amabilidad sino porque quería hablar con Reivy a solas. Ambos nos quedamos en el umbral de la puerta, ninguna de las dos brujas nos podía escuchar. Aaliz estaba ocupada en la cocina ordenando las hierbas que había recogido del jardín y Sol preparaba la mesa donde nos sentaríamos a tomar un refresco. Rodeé la cintura de Reivy con mi brazo izquierdo procurando que notase mi mano en los lindes que separaba su espalda con su trasero. A Keira le hubiera molestado que la tocase en público, me habría arremetido con una mueca de indiferencia y, dependiendo del tiempo que hubiera estado llorando en el cuarto de baño la noche anterior, con un hechizo de fuego. Esperaba que Reivy se también se molestase. Descendí la mano y agarré sus glúteos haciendo que notase que tenía el pleno control de la situación. Lo más divertido era que, si tenía razón y ella se estaba molestando, no podía hacer nada para evitar que la manosease; al fin y al cabo, se suponía que éramos pareja. ¿No era así? Habíamos comprado juntos una casa en las proximidades.
—Y tú ten cuidado con tus fantasías porque podrían volverse en tu contra —le dije en voz bajar con el mismo y falso tono de voz del buen y amable vecino.
Dejé a Suuri en la puerta, tal como pidió Aaliz. Las brujas parecían no conocer nada acerca del carácter de los brujos Beltrexus. Quizás se habían criado en las afueras, con contacto mínimo con la gente de ciudad. No sabían lo traicioneros y potencialmente peligrosos que podíamos llegar a ser. A las pruebas me remetía: invitaron a pasar al hombre que aporreó la puerta de su casa y ahora le pedía amablemente que dejase las armas en el porche. ¿Pensaban que eso sería suficiente para detener a un brujo? Estuve a punto de echarme a reír a carcajadas. Eran muy graciosas e inocentes. Las comparé con Keira antes de que ella me conociera. Me pregunté si eran puras.
—Será divertido
Solté el trasero de Reivy y entré en el hogar, dulce e inocente hogar, de las hermanas Neferet. Utilicé mi magia telequinética para arrastrar a Suuri y hacer que me siguiera a un paso de distancia como un dócil perro sigue a su dueño. Me encogí de hombros mirando a Aaliz en un gesto gracioso y desafiante.
—A mí no me mires, tiene vida propia. Deberías escucharla gritar por las noches. He de levantarme a la madrugada a darle de beber. —mis mentiras eran mejores que las de Reivy; al menos las mías tenían un ápice de realidad. Suuri tenía sed de sangre y, durante la noche, lo hacía saber mediante gritos desesperados, pero éstos no eran suyos sino míos.
Me senté en la mesa al lado de Sol. Suuri se dejó caer sobre mis pies.
—Es un martillo bien adiestrado. — reí.
Puse las dos manos en la taza de té caliente. Las mañanas de Beltrexus eran heladas. No me había percatado de la sensación de frío hasta que entré en el hogar. Una vez entré en calor, me quité los guantes y la chaqueta; los dejé sobre el respaldo de la silla.
Sol se levantó de mi lado y fue a la cocina con su hermana. Era evidente que hablaban a mí. Me miraba y señalaba con un pésimo disimulo. ¿Estarían hablando de mis golpes en la puerta, de mi falsa relación con Reivy, de que me había traído a mi martillo con magia telequinética o de las tres cosas a la vez? Ninguna de ellas. La sonrisa de Sol la había visto en muchas otras chicas antes de que a ella.
—¿Estás viendo?— susurré a Reivy señalando con la cabeza a las hermanas — Hoy me he levantado de buen humor. Les voy a regalar una nueva razón para hablar de mí.
Cerré las dos manos en un mismo puño. En su interior, hice crecer una esfera de electricidad. Levanté los brazos y, lentamente, fui abriendo las manos al mismo tiempo que la esfera se hacía más grande. A los pocos segundos, quedó una estrella en miniatura flotando encima de la mesa del comedor.
—Está caliente, pero yo de ti no la tocaría, — esto lo dije en voz alta, procurando que las chicas de la cocina me escuchasen — recibirás una descarga y se te pondrán los pelos de punta.
Me quité la camisa y la dejé en el respaldo de la silla, justo encima de la chaqueta. Me quedé en tirantes. Quería ver a Aaliz sonreír al igual que Sol lo estaba haciendo.
La dragona número 1 entendió mi juego y lo siguió sin dificultades. Pese a saber que estaba mintiendo, no me gustó que puntualizase que habíamos comprado juntos una casa en las proximidades. La casa era mía, de nadie más. Mi domicilio independiente con letrero de: “jódete Keira”. Hice un relativo esfuerzo para que mi fachada de buen y sonriente vecino no se viera truncada por una mueca de desagrado. Reivy, quizás pensase que no tenía importancia, que era una excusa a sumar para que las brujas nos invitases a pasar. Mi opinión era diferente. Decir que habíamos comprado juntos la propiedad significaba que ella vivía conmigo. Imaginé el siguiente escenario: las brujas vecinas tenía un plano de la zona y conocían dónde se encontraba mi casa. Nos acompañarían hasta el lugar y Reivy tendría que instalarse si quería seguir con la farsa. Se aprovecharía de mí de la misma forma que yo me aproveché de Keira. Otro escenario igual de posible: días después, las brujas podían presentarse en mi casa con una tarta de bienvenida. Echarían un vistazo a las habitaciones, podían ser muy insistentes en ese aspecto, y preguntarían dónde dormía las dragonas número 1 y número 2. Por poco que conociesen mis antecedentes, llegarían a la conclusión de que las habría matado y utilizado su sangre para alguna malsana poción. Ambas situaciones podían desenvolver en finales funestos. Me hacía una idea: Suuri manchada con sangre de dragona y de bruja o Suuri manchada con sangre de bruja. Dependía de cuántas personas me estuvieran presentes.
Dejé que las brujas entrasen primero, no por amabilidad sino porque quería hablar con Reivy a solas. Ambos nos quedamos en el umbral de la puerta, ninguna de las dos brujas nos podía escuchar. Aaliz estaba ocupada en la cocina ordenando las hierbas que había recogido del jardín y Sol preparaba la mesa donde nos sentaríamos a tomar un refresco. Rodeé la cintura de Reivy con mi brazo izquierdo procurando que notase mi mano en los lindes que separaba su espalda con su trasero. A Keira le hubiera molestado que la tocase en público, me habría arremetido con una mueca de indiferencia y, dependiendo del tiempo que hubiera estado llorando en el cuarto de baño la noche anterior, con un hechizo de fuego. Esperaba que Reivy se también se molestase. Descendí la mano y agarré sus glúteos haciendo que notase que tenía el pleno control de la situación. Lo más divertido era que, si tenía razón y ella se estaba molestando, no podía hacer nada para evitar que la manosease; al fin y al cabo, se suponía que éramos pareja. ¿No era así? Habíamos comprado juntos una casa en las proximidades.
—Y tú ten cuidado con tus fantasías porque podrían volverse en tu contra —le dije en voz bajar con el mismo y falso tono de voz del buen y amable vecino.
Dejé a Suuri en la puerta, tal como pidió Aaliz. Las brujas parecían no conocer nada acerca del carácter de los brujos Beltrexus. Quizás se habían criado en las afueras, con contacto mínimo con la gente de ciudad. No sabían lo traicioneros y potencialmente peligrosos que podíamos llegar a ser. A las pruebas me remetía: invitaron a pasar al hombre que aporreó la puerta de su casa y ahora le pedía amablemente que dejase las armas en el porche. ¿Pensaban que eso sería suficiente para detener a un brujo? Estuve a punto de echarme a reír a carcajadas. Eran muy graciosas e inocentes. Las comparé con Keira antes de que ella me conociera. Me pregunté si eran puras.
—Será divertido
Solté el trasero de Reivy y entré en el hogar, dulce e inocente hogar, de las hermanas Neferet. Utilicé mi magia telequinética para arrastrar a Suuri y hacer que me siguiera a un paso de distancia como un dócil perro sigue a su dueño. Me encogí de hombros mirando a Aaliz en un gesto gracioso y desafiante.
—A mí no me mires, tiene vida propia. Deberías escucharla gritar por las noches. He de levantarme a la madrugada a darle de beber. —mis mentiras eran mejores que las de Reivy; al menos las mías tenían un ápice de realidad. Suuri tenía sed de sangre y, durante la noche, lo hacía saber mediante gritos desesperados, pero éstos no eran suyos sino míos.
Me senté en la mesa al lado de Sol. Suuri se dejó caer sobre mis pies.
—Es un martillo bien adiestrado. — reí.
Puse las dos manos en la taza de té caliente. Las mañanas de Beltrexus eran heladas. No me había percatado de la sensación de frío hasta que entré en el hogar. Una vez entré en calor, me quité los guantes y la chaqueta; los dejé sobre el respaldo de la silla.
Sol se levantó de mi lado y fue a la cocina con su hermana. Era evidente que hablaban a mí. Me miraba y señalaba con un pésimo disimulo. ¿Estarían hablando de mis golpes en la puerta, de mi falsa relación con Reivy, de que me había traído a mi martillo con magia telequinética o de las tres cosas a la vez? Ninguna de ellas. La sonrisa de Sol la había visto en muchas otras chicas antes de que a ella.
—¿Estás viendo?— susurré a Reivy señalando con la cabeza a las hermanas — Hoy me he levantado de buen humor. Les voy a regalar una nueva razón para hablar de mí.
Cerré las dos manos en un mismo puño. En su interior, hice crecer una esfera de electricidad. Levanté los brazos y, lentamente, fui abriendo las manos al mismo tiempo que la esfera se hacía más grande. A los pocos segundos, quedó una estrella en miniatura flotando encima de la mesa del comedor.
—Está caliente, pero yo de ti no la tocaría, — esto lo dije en voz alta, procurando que las chicas de la cocina me escuchasen — recibirás una descarga y se te pondrán los pelos de punta.
Me quité la camisa y la dejé en el respaldo de la silla, justo encima de la chaqueta. Me quedé en tirantes. Quería ver a Aaliz sonreír al igual que Sol lo estaba haciendo.
Gerrit Nephgerd
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Re: Rutinas rotas +18 (Interpretativo - Libre)
Lavey levanto la testa e hizo un gruñido agudo que casi parecía un grito. Le había dicho Bonita, ¡No! muy bonita. Agacho la cabeza y apunto estuvo de pegarle un lamento a Sol, pero luego de imaginarse como acabaría su cuerpo por la diferencia de tamaño cambio de idea y solo acerco la cabeza hasta tocar su brazo con el morro. Se lo estaba pasando muy bien ¿Porque tenia que acabar? ¿Porque tenia que hacer Sol caso a su hermana? Ella quería que se quedara fuera a jugar un rato. La dragona negra dejo de mover la cola al ver irse a su nueva amiga hacia la casa.
Cuando el brujo termino su primera frase yo sonreí con malicia y mordí el aire haciendo sonar mis dientes. No pensaba apartarme de él ni de su mano, pero tampoco tenia intención de acercarme más y provocar pensamientos hacia mi persona que decantaran en la profesión de puta. No eres el único jugador en el tablero guaperas.
Me soltó y quiso entrar por la puerta, pero antes de que sobrepasara el umbral moví la mano hacia su trasero con un sonoro Plas. Fornido y duro culo masculino. Que rica sensación en mi mano, que ahora apretaba los dedos contra el arco del glúteo.
-Si... Sera muy divertido, bombón.
Al contrario que Gerrit, yo si deje la espada en el zaguán, tampoco es que la usara mucho. Me senté enfrente del brujo y observe atenta todo lo que pasaba.
-Eres un fanfarrón. -Le decía al rubio con una sonrisa divertida. -Me sacaría la camisa pero no te voy a dar ese regalo. -Le guiñe el ojo y vi su demostración de poder. -No me hagas reír Zalamero. -Acababa de darle mi propio apodo al portador del perro-martillo. -La electricidad es una constante en mi mundo.
La taza enfrente de mi humeaba con un delicioso olor a menta. El vapor relucía traslucido entre la luz que pasaba por los agujeros del techo. Por los dioses. Pensé levantando la cabeza. En cualquier momento se les cae la casa encima.
Mientras yo miraba el techo Lavey intentaba meterse en la casa, pero solo consiguió entrar la mitad de la cabeza. La adolescente soltó una repetición de gruñidos que sonaron como un gorgoteo, la dragona estaba llamando a Sol.
-Oh por favor. Vey cambia ya de forma y entra. No eres una niña. -Aquello enfado a mi hija, que cambio el gorgoteo por un gruñido y abrió la boca exhalando. -¡No! Lagartija no. Para.
Me puse de pie y comencé a retroceder hacia la cocina. Pero la niña no paró y escupió una nube de humo negro y denso.
En la casa no se veía ni para cantar, tan solo la luz que pasaba por el techo dejaba ver pequeños puntos guías, eso y un cuadrado grande cerca de la cocina que suponía que era una ventana.
-Bravo niña. -Decía molesta. -Te has lucido, muy maduro por tu parte.
Lavey seguía con el morro en la puerta, a ella no le molestaba el humo. La pequeña se rió en su forma dragón. Por mi parte, yo caminaba a tientas con los brazos levantados siguiendo la luz hasta que mis dedos encontraron dos cuerpos extraños y blandos. -¿Que es esto? -Apreté. Estaba mullido y era redondo y estaba a la altura de... ¡TETAS! Pero... Estaban muy separadas la una de la otra y ahora que tocaba con más atención una era mas grande.
-Ups... -Que delicioso y maravillo fallo. Que error tan dulce acababa de cometer, aunque era posible que recibiera, no una sino dos tortas. Pero valdría la pena pasar por eso.-Lo siento chicas, estaba cof cof buscando la ventana. -El denso humo comenzaba a atacar mis pulmones. Con un poco de suerte, el que las tres fuéramos mujer me libraría de los golpes en la cara.
Cuando el brujo termino su primera frase yo sonreí con malicia y mordí el aire haciendo sonar mis dientes. No pensaba apartarme de él ni de su mano, pero tampoco tenia intención de acercarme más y provocar pensamientos hacia mi persona que decantaran en la profesión de puta. No eres el único jugador en el tablero guaperas.
Me soltó y quiso entrar por la puerta, pero antes de que sobrepasara el umbral moví la mano hacia su trasero con un sonoro Plas. Fornido y duro culo masculino. Que rica sensación en mi mano, que ahora apretaba los dedos contra el arco del glúteo.
-Si... Sera muy divertido, bombón.
Al contrario que Gerrit, yo si deje la espada en el zaguán, tampoco es que la usara mucho. Me senté enfrente del brujo y observe atenta todo lo que pasaba.
-Eres un fanfarrón. -Le decía al rubio con una sonrisa divertida. -Me sacaría la camisa pero no te voy a dar ese regalo. -Le guiñe el ojo y vi su demostración de poder. -No me hagas reír Zalamero. -Acababa de darle mi propio apodo al portador del perro-martillo. -La electricidad es una constante en mi mundo.
La taza enfrente de mi humeaba con un delicioso olor a menta. El vapor relucía traslucido entre la luz que pasaba por los agujeros del techo. Por los dioses. Pensé levantando la cabeza. En cualquier momento se les cae la casa encima.
Mientras yo miraba el techo Lavey intentaba meterse en la casa, pero solo consiguió entrar la mitad de la cabeza. La adolescente soltó una repetición de gruñidos que sonaron como un gorgoteo, la dragona estaba llamando a Sol.
-Oh por favor. Vey cambia ya de forma y entra. No eres una niña. -Aquello enfado a mi hija, que cambio el gorgoteo por un gruñido y abrió la boca exhalando. -¡No! Lagartija no. Para.
Me puse de pie y comencé a retroceder hacia la cocina. Pero la niña no paró y escupió una nube de humo negro y denso.
En la casa no se veía ni para cantar, tan solo la luz que pasaba por el techo dejaba ver pequeños puntos guías, eso y un cuadrado grande cerca de la cocina que suponía que era una ventana.
-Bravo niña. -Decía molesta. -Te has lucido, muy maduro por tu parte.
Lavey seguía con el morro en la puerta, a ella no le molestaba el humo. La pequeña se rió en su forma dragón. Por mi parte, yo caminaba a tientas con los brazos levantados siguiendo la luz hasta que mis dedos encontraron dos cuerpos extraños y blandos. -¿Que es esto? -Apreté. Estaba mullido y era redondo y estaba a la altura de... ¡TETAS! Pero... Estaban muy separadas la una de la otra y ahora que tocaba con más atención una era mas grande.
-Ups... -Que delicioso y maravillo fallo. Que error tan dulce acababa de cometer, aunque era posible que recibiera, no una sino dos tortas. Pero valdría la pena pasar por eso.-Lo siento chicas, estaba cof cof buscando la ventana. -El denso humo comenzaba a atacar mis pulmones. Con un poco de suerte, el que las tres fuéramos mujer me libraría de los golpes en la cara.
Reivy Abadder
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Re: Rutinas rotas +18 (Interpretativo - Libre)
¿Regalito? Mi hermana necesitaba seriamente dejar de medir nuestra vida en cuántas aventuras puede una o no tener. Le miré con reproche y negué con la cabeza. Suspiré pesadamente y desvié mi vista hacia una de las ventanas, mientras mis mejillas perdían color y podía acercarme a los recién llegados. No era que otros seres no me parecieran atractivos, era sencillamente que quería despejar la posibilidad de mi cabeza. Un vez que hubiera terminado de educar a Sol, bueno, entonces si, quizá pudiera pensar en alguna compañía. Escuché algo arrastrarse y giré el cuello, sólo para notar un martillo acercándose a los pies de uno de los invitados. Enarqué una ceja reprochándole.
— Creo que preferiría no pasar un noche cerca de semejante cosa, ¿Cómo dijiste que te llamabas tú?—comenté alzando los hombros, intentando no ofender ni al dueño, ni al artilugio.
Yo no poseía armas, no me gustaban, y seguramente si me vieran en algún peligro, me ofrecería de carnada para que Sol pudiese escapar. Me apoyé en el borde mientras observaba a Reivy y Lavey (que aún no entraba), jamás había visto dragones, y la verdad es que aunque no pusiera a jugar con ellas como mi hermana, si estaba intrigada, y asustada. ¿Estaba siendo demasiado ingenua al permitirles pasar? Ni siquiera sabía el nombre del muchacho que ahora, estaba más descubierto e intentaba hacer un truco con sus manos. Ya podía imaginarme a Sol haciendo alarde de sus trucos en cuestión de segundos. Una estrella de electricidad... yo podía fácilmente ser conductor de aquella magia. Sonreí de lado ante el pensamiento.
Y luego tosí.
— [color=#00ff00]¿Qué demonios? [/color]—chillé intentando tomar de la mano a Sol, en completa ceguera, mientras con la otra buscaba los seguros de la ventana por la que momentos anteriores había perdido mis ojos— ¿Esto es una tramp..? ¡Aaaaay! ¡Suéltame!
Tosía y trataba de retroceder a una mano, claramente femenina tocándome por encima de mi vestido. Me zafé en un instante y desistí de buscar a Sol. Quizá fuera todo un trampa. Abrí la ventana con torpeza y caminé por el borde para rodear un poco la cabaña en el interior y abrir unas dos más. El humo había perdido incluso la iluminación de la estrella, continuaba yo tosiendo, y comenzaban a arderme la boca y los pulmones, si no hacía algo rápido, me veía desmayada en cuestión de segundos. Alcé la mano derecha, me cubri la boca y me tumbé al suelo. Sin poder ser observada la parte de mi manga fue humedecida, y aspirando esa tela obtuve un poco de oxígeno para mí, esperaba que mi hermana estuviera bien.
Me senté en el suelo y resoplé un poco más recuperada.
— Eso me recordará darle una buen ducha a la dragona dos antes de invitarla a entrar[/i] —y continué tosiendo un rato más. Intentando ver dónde estaban todos, sobre todo, Sol—, [i]¿Lavey es hija de ambos? ¿Es posible que brujos procreen con dragones u otras especies?
Si, quizá no era el momento de hacer preguntas, menos de ese tipo, pero necesitaba ubicar primero Sol, y luego decidir si había sido o no, demasiado ingenua.
— ¿Sol? ¿Estás bien?
Si por todo ese chiste, se hubiera apenas lastimado un pelo, iba a cerrar las puertas a extraños el resto de su vida. ¿La vida darme alguna sorpresa? Si, claro, ya lo veía venir, ambas brujas asesinadas por un matrimonio de lo más bizarro.
— Creo que preferiría no pasar un noche cerca de semejante cosa, ¿Cómo dijiste que te llamabas tú?—comenté alzando los hombros, intentando no ofender ni al dueño, ni al artilugio.
Yo no poseía armas, no me gustaban, y seguramente si me vieran en algún peligro, me ofrecería de carnada para que Sol pudiese escapar. Me apoyé en el borde mientras observaba a Reivy y Lavey (que aún no entraba), jamás había visto dragones, y la verdad es que aunque no pusiera a jugar con ellas como mi hermana, si estaba intrigada, y asustada. ¿Estaba siendo demasiado ingenua al permitirles pasar? Ni siquiera sabía el nombre del muchacho que ahora, estaba más descubierto e intentaba hacer un truco con sus manos. Ya podía imaginarme a Sol haciendo alarde de sus trucos en cuestión de segundos. Una estrella de electricidad... yo podía fácilmente ser conductor de aquella magia. Sonreí de lado ante el pensamiento.
Y luego tosí.
— [color=#00ff00]¿Qué demonios? [/color]—chillé intentando tomar de la mano a Sol, en completa ceguera, mientras con la otra buscaba los seguros de la ventana por la que momentos anteriores había perdido mis ojos— ¿Esto es una tramp..? ¡Aaaaay! ¡Suéltame!
Tosía y trataba de retroceder a una mano, claramente femenina tocándome por encima de mi vestido. Me zafé en un instante y desistí de buscar a Sol. Quizá fuera todo un trampa. Abrí la ventana con torpeza y caminé por el borde para rodear un poco la cabaña en el interior y abrir unas dos más. El humo había perdido incluso la iluminación de la estrella, continuaba yo tosiendo, y comenzaban a arderme la boca y los pulmones, si no hacía algo rápido, me veía desmayada en cuestión de segundos. Alcé la mano derecha, me cubri la boca y me tumbé al suelo. Sin poder ser observada la parte de mi manga fue humedecida, y aspirando esa tela obtuve un poco de oxígeno para mí, esperaba que mi hermana estuviera bien.
Me senté en el suelo y resoplé un poco más recuperada.
— Eso me recordará darle una buen ducha a la dragona dos antes de invitarla a entrar[/i] —y continué tosiendo un rato más. Intentando ver dónde estaban todos, sobre todo, Sol—, [i]¿Lavey es hija de ambos? ¿Es posible que brujos procreen con dragones u otras especies?
Si, quizá no era el momento de hacer preguntas, menos de ese tipo, pero necesitaba ubicar primero Sol, y luego decidir si había sido o no, demasiado ingenua.
— ¿Sol? ¿Estás bien?
Si por todo ese chiste, se hubiera apenas lastimado un pelo, iba a cerrar las puertas a extraños el resto de su vida. ¿La vida darme alguna sorpresa? Si, claro, ya lo veía venir, ambas brujas asesinadas por un matrimonio de lo más bizarro.
Aaliz Neferet
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Re: Rutinas rotas +18 (Interpretativo - Libre)
Me encogí de hombros al ver el gesto "enfadado" de mi hermana, en realidad sabia que el hombre le había llamado la atención, al grado de invitarle a pasar a casa, por muy buenos modales que tuviéramos conocía su desconfianza, y aquel pequeño gesto de "cortesía" tenia un trasfondo mas "gustoso".
Y lo mas divertido del asunto, era que aquel hombre parecía saber el interés que había despertado ya que hacia gala de sus encantos. Cuando hizo aquella magia, me quede casi embobada, energía, aquello era hermoso, al grado que apenas note que estaba quitándose la camisa, aquello era imperceptible ante tal despliegue de magia. Sonreí, y un pequeño gruñido llamo mi atención en la puerta, mire hacia ella y la pequeña dragona asomaba su cabeza.
Su compañera la reto para que cambiara de forma, y al parecer ella lo tomo a mal, cuando de n instante a otro una densa capa de humo inundo la cada, da manera inmediata me lleve la mano a la nariz, intentando protegerme un poco, pero era difícil ya que nos había envuelto por completo, al grado de no poder ver absolutamente nada. Decidí quedarme donde estaba, era la mejor opción.
Escuche el traqueteo a mi alrededor, Aaliz seguramente intentaba alcanzar las ventanas para despejar el humo, el sonido de carraspear y la tos fue inminente, escuche el sonido de las ventanas abrirse, aquel caos lejos de asustarme me provocaba risa, la pequeña dragona no había hecho mas que un adorable berrinche con consecuencias épicas. Sentí una mano aferrarse a mi pecho lo cual me hizo dar un respingo y soltar un grito mientras lanzaba golpes a quien quiera que fuera mientras escuchaba las disculpas de aquella voz que reconocí como la nuestra "invitada"
--¡¡Manten esas manos quietas si no quieres que te las corte!!--grite soltando un manotazo certero que la hizo apartar su mano de mi, no me importaba si era un dragón o una maldita bruja, nadie podía hacer eso sin mi consentimiento. --Nuestra hospitalidad no incluye ese tipo de "favores"-- complete perdiendo toda amabilidad y diversión.
El humo se disipo un poco mientras escuchaba un poco mas allá la voz de mi hermana cargada de preocupación, yo no podía parar de toser, había usado el poco aliento que me quedaba para mi reclamo y ahora me arrepentía.
Que demonios, aquello se estaba convirtiendo en una cosa de lo mas extraña, la pequeña dragona era hija de ambos, por todos los dioses,aquello era mucho as de lo que hubiera podido imaginar, la sola imagen era tan bizarra, apenas recobre el aliento pude responder a mi hermana.
--Estoy bien...- dije jalando aire--¿Tu estas bien?-- pregunte llevándome la mano al cinturón donde guardaba mi daga, quizás no ayudaría mucho, pero tampoco pensaba dejar que aquel par de enfermos intentaran algo en nuestra contra sin darles batalla.
Y lo mas divertido del asunto, era que aquel hombre parecía saber el interés que había despertado ya que hacia gala de sus encantos. Cuando hizo aquella magia, me quede casi embobada, energía, aquello era hermoso, al grado que apenas note que estaba quitándose la camisa, aquello era imperceptible ante tal despliegue de magia. Sonreí, y un pequeño gruñido llamo mi atención en la puerta, mire hacia ella y la pequeña dragona asomaba su cabeza.
Su compañera la reto para que cambiara de forma, y al parecer ella lo tomo a mal, cuando de n instante a otro una densa capa de humo inundo la cada, da manera inmediata me lleve la mano a la nariz, intentando protegerme un poco, pero era difícil ya que nos había envuelto por completo, al grado de no poder ver absolutamente nada. Decidí quedarme donde estaba, era la mejor opción.
Escuche el traqueteo a mi alrededor, Aaliz seguramente intentaba alcanzar las ventanas para despejar el humo, el sonido de carraspear y la tos fue inminente, escuche el sonido de las ventanas abrirse, aquel caos lejos de asustarme me provocaba risa, la pequeña dragona no había hecho mas que un adorable berrinche con consecuencias épicas. Sentí una mano aferrarse a mi pecho lo cual me hizo dar un respingo y soltar un grito mientras lanzaba golpes a quien quiera que fuera mientras escuchaba las disculpas de aquella voz que reconocí como la nuestra "invitada"
--¡¡Manten esas manos quietas si no quieres que te las corte!!--grite soltando un manotazo certero que la hizo apartar su mano de mi, no me importaba si era un dragón o una maldita bruja, nadie podía hacer eso sin mi consentimiento. --Nuestra hospitalidad no incluye ese tipo de "favores"-- complete perdiendo toda amabilidad y diversión.
El humo se disipo un poco mientras escuchaba un poco mas allá la voz de mi hermana cargada de preocupación, yo no podía parar de toser, había usado el poco aliento que me quedaba para mi reclamo y ahora me arrepentía.
Que demonios, aquello se estaba convirtiendo en una cosa de lo mas extraña, la pequeña dragona era hija de ambos, por todos los dioses,aquello era mucho as de lo que hubiera podido imaginar, la sola imagen era tan bizarra, apenas recobre el aliento pude responder a mi hermana.
--Estoy bien...- dije jalando aire--¿Tu estas bien?-- pregunte llevándome la mano al cinturón donde guardaba mi daga, quizás no ayudaría mucho, pero tampoco pensaba dejar que aquel par de enfermos intentaran algo en nuestra contra sin darles batalla.
Sol Neferet
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Re: Rutinas rotas +18 (Interpretativo - Libre)
—Esa cosa tiene nombre: se llama Suuri. Merece un respeto. — me reí con ganas. La cara asustada de Aaliz me resultaba muy graciosa — Significa “beso” en el idioma de los antiguos druidas, o eso fue lo que me dijeron. — con telequinesis, hice levitar la cabeza del martillo unos centímetros por encima del suelo haciendo. Parecía un perro que atendiendo a la llamada de su nombre. — No lo dije. — la forzada cortesía de Aaliz le impedía preguntarme directamente por mi nombre. En cambio, preguntó si me había presenta antes, supuse, de entrar en la casa. Lo cual hubiera sido lo correcto y, por supuesto, lo cortés. — Estoy esperando a que estemos todos sentados en la mesa para presentarme como es debido — jugué con ella.
Solía ser reacio a decir mi nombre. Algunas veces utilizaba el pseudónimo Neph, una abreviación de mi apellido, y otras decía ser un extranjero con un nombre exótico y difícil de pronunciar, para que les fuera más sencillo podrían llamar por la letra G. Este segundo apodo funcionaba a la perfección en la península de Verisar. Los humanos son unos ignorantes. Esperarían que un brujo que posee el poder de convocar el trueno y el rayo en sus manos tuviera un nombre tan extravagante que fuera imposible de pronunciar por sus pobres lenguas. Tanto Aaliz como su hermana Sol sabían que era un brujo y que vivía en la zona. Eso me dejaba con un nombre a mano, sin contar el verdadero, Neph. Esbocé una mueca de vacilación. Usaba tan asiduamente ese apodo que se estaba convirtiendo en mi auténtico nombre.
Salvado por la campana. La dragona número dos (Lavey) interrumpió el momento de incomodidad. Asomó su cabeza de reptil por la ventana y expulsó una espesa humareda negra que pronto se expandió por todo el primer peso.
La única luz que quedaba en el salón provenía de la estrella de electricidad que había invocado. Me acerqué a ella. Puse mis manos por encima de la esfera sin llegar a tocar como si fuera una hoguera. Destellos azules en forma de delgadas líneas rozaban las yemas de mis dedos. Mis dedos conducían la corriente la eléctrica. Pude iluminar todo lo que estaba cerca de ellas: la mesa del salón, la silla en la que había estado sentado y las bandejas que Aaliz nos había dejado. Poco a poco, la corriente se fue propagando a través de todo mi cuerpo. Los vellos de mi pecho y brazos quedaron erizados. Las delgadas líneas azules saltaban por mi piel sin llegar a herirme.
Poco a poco, la humareda fue desapareciendo. De haber estado las ventanas cerradas habría durado más tiempo y la dragona número uno (Reivy) me habría hecho otros dos colgantes con torso de mujer tomando como referencia a las brujas. Reivy tenías las manos acomodadas sobre el pecho de la bruja. No me pareció un accidente. Recordé a Keira Bravery. Cuando la estuve cuidando malherida y ciega, más de una vez fingió tropezar para caer sobre mi torso. ¡Qué casualidad que sus manos quedaban pegadas a mi pecho! Jamás la renegué por ello. Me gustaba que cayese encima de mí. Sus delicadas manos se deslizaban hacia abajo. Quedaban a la altura de la cintura. Adelante, cariño. Le decía y acto seguido la besaba en la frente. Ella, arrogante, daba un paso atrás.
Aaliz retrocedió exactamente igual que Keira, pero con menos gracia y elegancia. Keira era bailarina de profesión, Aaliz una torpe bruja de campo. Tropezó con cada cosa que encontró a su paso. Finalmente decantó por tumbarse al suelo; era eso o dejar que los obstáculos la tumbasen. Pude ver la escena desde mi segura posición al lado de la esfera eléctrica. Me reí como nunca antes me había reído. Tuve que sostener el vientre con la mano derecha para evitar caerme de bruces.
Fui a la cocina. La estrella y Suuri me seguían a un paso de distancia, la primera flotaba a la altura de mi cabeza y el martillo se arrastraba por el suelo. Ofrecí mi mano y ayudé a Aaliz a levantarse.
—¿Qué tal si nos bañamos nosotros primeros? Lavey nos ha dejado empapados de hollín — no disimulé mi risa por estar más cerca de la bruja. — Vamos, arriba. No querrás quedarte en el suelo por el resto del día. Toma mi mano — miré hacia atrás, a Suuri — No te preocupes por ella. Es celosa, pero no muerde a no ser que yo se lo mande.
La pregunta de Aaliz detuvo mi sonrisa. Entre todas las cosas que podría decirme, jamás imaginé que podría preguntarme si Lavey era mi hija. Tardé unos cortos segundos en reaccionar. No sabía qué decir. Me tomó completamente desprevenido. ¿Estaba preguntando si tenía una relación con la dragona? Las indirectas y la exagerada cortesía de Aaliz eran de lo más confusas.
—Solo es hija de Reivy, que yo sepa. — me encogí de hombros. — Soy de los que creen que los dragones surgen por abiogénesis en el interior de las montañas.
Aaliz miró en derredor. Buscaba a su hermana sol entre todo el desastre de humo y hollín provocado por Lavey. Tomé su mano derecha por la muñeca y la guié hasta la esfera de electricidad.
—Permíteme. — sonreí socarronamente — Puedes coger un fragmento de la estrella. Te seguirá donde vayas como la grande hace conmigo. El encantamiento funciona si dices mi nombre — me acerqué a su oreja y le susurré mi nombre: — Gerrit — pronuncié muy despacio. Mis labios se asentaban en su oreja en lo que parecía un largo beso.
No retrocedas como Keira, ahora no. Pensé para mis adentros.
Me gustaba jugar con las chicas. Ambas estaban repletas de alegría y entusiasmo. Disfrutaría de su compañía, repetidas veces al poder ser. ¡Jódete Keira! Las hermanas Neferet han dejado abiertas las puertas que tú me cierras.
Solía ser reacio a decir mi nombre. Algunas veces utilizaba el pseudónimo Neph, una abreviación de mi apellido, y otras decía ser un extranjero con un nombre exótico y difícil de pronunciar, para que les fuera más sencillo podrían llamar por la letra G. Este segundo apodo funcionaba a la perfección en la península de Verisar. Los humanos son unos ignorantes. Esperarían que un brujo que posee el poder de convocar el trueno y el rayo en sus manos tuviera un nombre tan extravagante que fuera imposible de pronunciar por sus pobres lenguas. Tanto Aaliz como su hermana Sol sabían que era un brujo y que vivía en la zona. Eso me dejaba con un nombre a mano, sin contar el verdadero, Neph. Esbocé una mueca de vacilación. Usaba tan asiduamente ese apodo que se estaba convirtiendo en mi auténtico nombre.
Salvado por la campana. La dragona número dos (Lavey) interrumpió el momento de incomodidad. Asomó su cabeza de reptil por la ventana y expulsó una espesa humareda negra que pronto se expandió por todo el primer peso.
La única luz que quedaba en el salón provenía de la estrella de electricidad que había invocado. Me acerqué a ella. Puse mis manos por encima de la esfera sin llegar a tocar como si fuera una hoguera. Destellos azules en forma de delgadas líneas rozaban las yemas de mis dedos. Mis dedos conducían la corriente la eléctrica. Pude iluminar todo lo que estaba cerca de ellas: la mesa del salón, la silla en la que había estado sentado y las bandejas que Aaliz nos había dejado. Poco a poco, la corriente se fue propagando a través de todo mi cuerpo. Los vellos de mi pecho y brazos quedaron erizados. Las delgadas líneas azules saltaban por mi piel sin llegar a herirme.
Poco a poco, la humareda fue desapareciendo. De haber estado las ventanas cerradas habría durado más tiempo y la dragona número uno (Reivy) me habría hecho otros dos colgantes con torso de mujer tomando como referencia a las brujas. Reivy tenías las manos acomodadas sobre el pecho de la bruja. No me pareció un accidente. Recordé a Keira Bravery. Cuando la estuve cuidando malherida y ciega, más de una vez fingió tropezar para caer sobre mi torso. ¡Qué casualidad que sus manos quedaban pegadas a mi pecho! Jamás la renegué por ello. Me gustaba que cayese encima de mí. Sus delicadas manos se deslizaban hacia abajo. Quedaban a la altura de la cintura. Adelante, cariño. Le decía y acto seguido la besaba en la frente. Ella, arrogante, daba un paso atrás.
Aaliz retrocedió exactamente igual que Keira, pero con menos gracia y elegancia. Keira era bailarina de profesión, Aaliz una torpe bruja de campo. Tropezó con cada cosa que encontró a su paso. Finalmente decantó por tumbarse al suelo; era eso o dejar que los obstáculos la tumbasen. Pude ver la escena desde mi segura posición al lado de la esfera eléctrica. Me reí como nunca antes me había reído. Tuve que sostener el vientre con la mano derecha para evitar caerme de bruces.
Fui a la cocina. La estrella y Suuri me seguían a un paso de distancia, la primera flotaba a la altura de mi cabeza y el martillo se arrastraba por el suelo. Ofrecí mi mano y ayudé a Aaliz a levantarse.
—¿Qué tal si nos bañamos nosotros primeros? Lavey nos ha dejado empapados de hollín — no disimulé mi risa por estar más cerca de la bruja. — Vamos, arriba. No querrás quedarte en el suelo por el resto del día. Toma mi mano — miré hacia atrás, a Suuri — No te preocupes por ella. Es celosa, pero no muerde a no ser que yo se lo mande.
La pregunta de Aaliz detuvo mi sonrisa. Entre todas las cosas que podría decirme, jamás imaginé que podría preguntarme si Lavey era mi hija. Tardé unos cortos segundos en reaccionar. No sabía qué decir. Me tomó completamente desprevenido. ¿Estaba preguntando si tenía una relación con la dragona? Las indirectas y la exagerada cortesía de Aaliz eran de lo más confusas.
—Solo es hija de Reivy, que yo sepa. — me encogí de hombros. — Soy de los que creen que los dragones surgen por abiogénesis en el interior de las montañas.
Aaliz miró en derredor. Buscaba a su hermana sol entre todo el desastre de humo y hollín provocado por Lavey. Tomé su mano derecha por la muñeca y la guié hasta la esfera de electricidad.
—Permíteme. — sonreí socarronamente — Puedes coger un fragmento de la estrella. Te seguirá donde vayas como la grande hace conmigo. El encantamiento funciona si dices mi nombre — me acerqué a su oreja y le susurré mi nombre: — Gerrit — pronuncié muy despacio. Mis labios se asentaban en su oreja en lo que parecía un largo beso.
No retrocedas como Keira, ahora no. Pensé para mis adentros.
Me gustaba jugar con las chicas. Ambas estaban repletas de alegría y entusiasmo. Disfrutaría de su compañía, repetidas veces al poder ser. ¡Jódete Keira! Las hermanas Neferet han dejado abiertas las puertas que tú me cierras.
Gerrit Nephgerd
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Re: Rutinas rotas +18 (Interpretativo - Libre)
La reacción fue inmediata, la mayor corrió como si hubiera visto al demonio y la pequeña comenzó a manotear el aire y mis hombros hasta sacarse la mano de encima. Sol resultaba ser una mujer peleona que se enfrentaba a los desafíos, aquel dato me gustó. -Lo lamento, no era mi intención. Jamas haría esta clase de tocamientos sin consentimiento. -Aunque claro... el consentimiento no tiene por que ser verbal, hay muchas maneras captar la aprobación y consentimiento de una presa, solo hay que saber leer el cuerpo.
Gracias al esfuerzo de Aaliz todas la ventanas quedaron abiertas, pero el humo se escapaba con lentitud llenando en el procesos nuestra ropa y pulmones de suciedad y toxinas. Alcé un brazo con la mano extendida hacia la ventana y el otro lo baje señalando la punta de los dedos hacia el suelo, cerré los ojos y busque el movimiento del viento fuera de la casa. Me costaba más identificarlo al estar en mi forma humana, pero conseguí encontrar una corriente de aire cercana, guié al elemento imaginado un camino hacia mis brazos moviendo la masa de aire con pequeños giros ondeantes de la mano cercana a la ventana. El viento entró recorriendo mis brazos, levantado y limpiando la polución del suelo, forzando a moverlo por el techo hacia las ventas más cercanas.
El proceso no duró demasiado, pero el sobreesfuerzo por tener que hacerlo sin cambiar de forma había dejado perlada mi frente y ahora las gotas corrían negras por la piel dejando surcos por la cara.
Entretanto Lavey se había apartado de la puerta y ahora estaba hecha un ovillo tomando el sol delante de la casa, moviendo la cola de lado a lado ofuscada con el mundo entero por la regañina y la imposibilidad de jugar con su nueva amiga.
La pregunta de Aaliz también me tomo por sorpresa, no era la primera vez que preguntaban por el padre de la rubia, pero si era la primera que insinuaba un progenitor concreto y además uno de raza diferente.
-El no... -Abrí la boca pero el brujo se adelanto a mi respuesta. -Nosotros no... -Ahora quería rebatir la idea de procreación del brujos. Al final solo suspire y conteste de la forma mas simple. -Los dragones no se duplican chasqueando los dedos. De ser así no tendríamos órganos reproductores. -Mire mi cuerpo de arriba a abajo. -Ni que acabáramos de salir de la mina. -Suspire exaltada llevándome con resignación una mano a la frente. -Perdón por todo este desastre, Vey esta en una época complicada.
Gracias al esfuerzo de Aaliz todas la ventanas quedaron abiertas, pero el humo se escapaba con lentitud llenando en el procesos nuestra ropa y pulmones de suciedad y toxinas. Alcé un brazo con la mano extendida hacia la ventana y el otro lo baje señalando la punta de los dedos hacia el suelo, cerré los ojos y busque el movimiento del viento fuera de la casa. Me costaba más identificarlo al estar en mi forma humana, pero conseguí encontrar una corriente de aire cercana, guié al elemento imaginado un camino hacia mis brazos moviendo la masa de aire con pequeños giros ondeantes de la mano cercana a la ventana. El viento entró recorriendo mis brazos, levantado y limpiando la polución del suelo, forzando a moverlo por el techo hacia las ventas más cercanas.
El proceso no duró demasiado, pero el sobreesfuerzo por tener que hacerlo sin cambiar de forma había dejado perlada mi frente y ahora las gotas corrían negras por la piel dejando surcos por la cara.
Entretanto Lavey se había apartado de la puerta y ahora estaba hecha un ovillo tomando el sol delante de la casa, moviendo la cola de lado a lado ofuscada con el mundo entero por la regañina y la imposibilidad de jugar con su nueva amiga.
La pregunta de Aaliz también me tomo por sorpresa, no era la primera vez que preguntaban por el padre de la rubia, pero si era la primera que insinuaba un progenitor concreto y además uno de raza diferente.
-El no... -Abrí la boca pero el brujo se adelanto a mi respuesta. -Nosotros no... -Ahora quería rebatir la idea de procreación del brujos. Al final solo suspire y conteste de la forma mas simple. -Los dragones no se duplican chasqueando los dedos. De ser así no tendríamos órganos reproductores. -Mire mi cuerpo de arriba a abajo. -Ni que acabáramos de salir de la mina. -Suspire exaltada llevándome con resignación una mano a la frente. -Perdón por todo este desastre, Vey esta en una época complicada.
Reivy Abadder
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Re: Rutinas rotas +18 (Interpretativo - Libre)
Poco a poco y sin moverme demasiado, pude controlar el escozor de mi ojos y ver un poco alrededor. Al menos el humo no estaba siendo tan difícil de disipar ahora que me lo planteaba mejor. ¿Mis dudas sobre una trampa? Bueno, iban desapareciendo un poco al ver a Reivy concentrada también en despejar el aire. Sin embargo, desde el suelo, algo que no iba a negar que captó mi mirada, fue el despliegue de poder del hombre. Básicamente su esfera se convirtió en nuestro pequeño sol particular y él la canalizaba con destreza por su cuerpo. Yo jamás había socializado con un brujo a ese nivel, solían ser un poco más cuidadosos.
Me quedé tan perdida en observar eso, que salté sobre mi sitio cuando sentí sus dedos cerrarse en mi muñeca. Encima, aún se estaba riendo, fruncí el ceño por inercia aunque aquello no impidió que notara que con su mano podía fácilmente destrozar mi brazo. O mi cuerpo entero, ¿me estaba sonrojando? Mis mejillas se sentían incendiadas, y y, más pequeña que nunca. ¿Brujo o gigante? ¿bruja o enana? ¿Suuri? Ah, el martillo-perro. Qué cosas tan raras. Sacudí la cabeza suavemente, tratando de ordenar los pensamientos, tanta cercanía la verdad es que me atarantaba. Pero no estaba ni cerca de aceptar lo que había dicho Sol. ¿Sol? Giré el cuello y la vi, menos mal, sana y salva, aunque con cara de pocos amigos.
— ¿Bañarte? Puedo solucionar eso —comenté, aunque claro, con eso ya confirmaba que mis mejillas eran de un rojo intenso y carraspeé— Y tendrás que hacerlo solo, por si a tu arma besadora se le da por ponerse celosa justo hoy.
Oí tanto al hombre como a la dragona una admitir que la traviesa dragona dos no era hija de ambos, y un dragón que desconocía en mi interior, se calmó. Mucho gusto, no te esperaba de regreso tan pronto la verdad. ¿Qué me pasaba que estaba tan distraída? Sabía que ese hombre tenía poderes de aire y seguramente alguna fuerza telequinética, pero debilitarla, eso era algo nuevo, incluso para ella.
Zafarme de su agarre me tomó unos segundos, pero la libertad fue aún más efímera, al parecer se había dado cuenta de mi necesidad de estar al pendiente de mi hermana. Tomó mi derecha y me otorgo una de sus esferas mágicas. Él me explicaba algunas cosas y yo seguía concentrando mis ojos en sus vellos erizados, y su mentón. Tragué saliva en cuanto noté que la esfera me estaba electrocutando, porque sino, no explicaba porqué yo estaba tan inerte. ¡Ah no, era su voz en mi oído! Que enseñanza tan personalizada. Temblé. Detestaba darle la razón a Sol, yo no era ninguna chiquilla, tenía dieciocho. Y su nombre, su nombre confirmaba justo lo que había pensado desde el inicio, ese hombre obtenía todo por la fuerza, el martillo era símbolo de eso también. Volví a tragar saliva y aproveché su altura para doblar el cuello hacia atrás y básicamente dejar mis labios pegados a su cuello.
— Gracias —susurré sobre la piel de la base de su cuello y sonreí sin que él me pudiera ver. Pronto, el brujo quedó empapado, como si estuviera bajo una cascada, aunque esta brotó de sus poros gracias a mi magia y claro, yo que estaba bajo él, quedé igual. No pude evitar reírme—, al final has tenido que tener compañía para el baño, Gerrit.
En mi mente, ya podía oír la voz de Sol burlándose noches enteras por mi comportamiento. Pero al menos, había quedado como una bruja un pelín más normal. Dejarse llevar de cuando en cuando no podía estar tan mal, siempre y cuando fuera yo quien marcara mis propios límites. No sabía con exactitud de los poderes de Gerrit, sin embargo, no estaba ni cerca de poner la cara de boba que había puesto mi hermana al ver la electricidad propagándose por su cuerpo. Alcé la mano izquierda hacia su frente y limpié unas gotas que se estaban adueñando de sus cejas, eso, hasta que recordé que no estábamos solos.
— Deja que te traiga algo con qué secarte —dije, separándome al fin y autoliberándome del hechizo estatua—, Reivy, Sol, ¿creen que puedan ordenar todo para comer de una buena vez? Un poco más de hambre y hasta el martillo me va a parecer apetitoso.
Caminé hacia una cortina mal trecha que nos daba cierta privacidad y me escondí ahí. Gracias a mi manía de llevar vestidos tan espesos, sólo tenía que quitarme la tela superior, las enaguas no estaban mojadas...no por el baño, en todo caso. Mordí mi labio inferior, avergonzada por completo ante mi último comportamiento, ¿qué clase de ejemplo le estaba dando a Sol? Tenía que controlarme, no podía dejar que ninguno de los dos extraños me pusiera en aprietos de nuevo. Sobretodo porque, ok, no eran ambos los padres de la dragona malhumorada, pero alguna relación tenían que tener para tratarse como lo habían hecho al comienzo. Resoplé, ponerme una falda me esta tomando demasiado tiempo y Sol estaba sola con los extraños.
— Si desean, podríamos ir con el viejo Alabram a preguntar por esas casas —grité de pronto—, y, también podríamos sacar el desayuno al jardín si eso hace que la pequeña Vey. pueda integrarse mejor.
Terminé al fin, y apenas estuve en la sala con todos, le lancé un pantalón seco a Gerrit, Bueno, era una enagua, pero funcionaba de la misma manera si nos poníamos a analizar la prenda. Y, salvaguardando mi integridad, no lo miré por tanto tiempo. Ubiqué a Sol, y la tomé de la muñeca para salir de la casa, una vez más. Con la otra mano, cogí algunas de las cosas de la mesa. Si, lo mejor era que ubiquen sus destinos y que nosotras pudiéramos retomar la rutina.
— Anda Sol, que a lo mejor a ti te acepta algo para comer de buena gana —giré el cuello y miré por sobre el hombro para ver si estaban ya detrás de nosotras—, ¿y de dónde vienen ustedes? Lugareños no son, se les nota.
Me quedé tan perdida en observar eso, que salté sobre mi sitio cuando sentí sus dedos cerrarse en mi muñeca. Encima, aún se estaba riendo, fruncí el ceño por inercia aunque aquello no impidió que notara que con su mano podía fácilmente destrozar mi brazo. O mi cuerpo entero, ¿me estaba sonrojando? Mis mejillas se sentían incendiadas, y y, más pequeña que nunca. ¿Brujo o gigante? ¿bruja o enana? ¿Suuri? Ah, el martillo-perro. Qué cosas tan raras. Sacudí la cabeza suavemente, tratando de ordenar los pensamientos, tanta cercanía la verdad es que me atarantaba. Pero no estaba ni cerca de aceptar lo que había dicho Sol. ¿Sol? Giré el cuello y la vi, menos mal, sana y salva, aunque con cara de pocos amigos.
— ¿Bañarte? Puedo solucionar eso —comenté, aunque claro, con eso ya confirmaba que mis mejillas eran de un rojo intenso y carraspeé— Y tendrás que hacerlo solo, por si a tu arma besadora se le da por ponerse celosa justo hoy.
Oí tanto al hombre como a la dragona una admitir que la traviesa dragona dos no era hija de ambos, y un dragón que desconocía en mi interior, se calmó. Mucho gusto, no te esperaba de regreso tan pronto la verdad. ¿Qué me pasaba que estaba tan distraída? Sabía que ese hombre tenía poderes de aire y seguramente alguna fuerza telequinética, pero debilitarla, eso era algo nuevo, incluso para ella.
Zafarme de su agarre me tomó unos segundos, pero la libertad fue aún más efímera, al parecer se había dado cuenta de mi necesidad de estar al pendiente de mi hermana. Tomó mi derecha y me otorgo una de sus esferas mágicas. Él me explicaba algunas cosas y yo seguía concentrando mis ojos en sus vellos erizados, y su mentón. Tragué saliva en cuanto noté que la esfera me estaba electrocutando, porque sino, no explicaba porqué yo estaba tan inerte. ¡Ah no, era su voz en mi oído! Que enseñanza tan personalizada. Temblé. Detestaba darle la razón a Sol, yo no era ninguna chiquilla, tenía dieciocho. Y su nombre, su nombre confirmaba justo lo que había pensado desde el inicio, ese hombre obtenía todo por la fuerza, el martillo era símbolo de eso también. Volví a tragar saliva y aproveché su altura para doblar el cuello hacia atrás y básicamente dejar mis labios pegados a su cuello.
— Gracias —susurré sobre la piel de la base de su cuello y sonreí sin que él me pudiera ver. Pronto, el brujo quedó empapado, como si estuviera bajo una cascada, aunque esta brotó de sus poros gracias a mi magia y claro, yo que estaba bajo él, quedé igual. No pude evitar reírme—, al final has tenido que tener compañía para el baño, Gerrit.
En mi mente, ya podía oír la voz de Sol burlándose noches enteras por mi comportamiento. Pero al menos, había quedado como una bruja un pelín más normal. Dejarse llevar de cuando en cuando no podía estar tan mal, siempre y cuando fuera yo quien marcara mis propios límites. No sabía con exactitud de los poderes de Gerrit, sin embargo, no estaba ni cerca de poner la cara de boba que había puesto mi hermana al ver la electricidad propagándose por su cuerpo. Alcé la mano izquierda hacia su frente y limpié unas gotas que se estaban adueñando de sus cejas, eso, hasta que recordé que no estábamos solos.
— Deja que te traiga algo con qué secarte —dije, separándome al fin y autoliberándome del hechizo estatua—, Reivy, Sol, ¿creen que puedan ordenar todo para comer de una buena vez? Un poco más de hambre y hasta el martillo me va a parecer apetitoso.
Caminé hacia una cortina mal trecha que nos daba cierta privacidad y me escondí ahí. Gracias a mi manía de llevar vestidos tan espesos, sólo tenía que quitarme la tela superior, las enaguas no estaban mojadas...no por el baño, en todo caso. Mordí mi labio inferior, avergonzada por completo ante mi último comportamiento, ¿qué clase de ejemplo le estaba dando a Sol? Tenía que controlarme, no podía dejar que ninguno de los dos extraños me pusiera en aprietos de nuevo. Sobretodo porque, ok, no eran ambos los padres de la dragona malhumorada, pero alguna relación tenían que tener para tratarse como lo habían hecho al comienzo. Resoplé, ponerme una falda me esta tomando demasiado tiempo y Sol estaba sola con los extraños.
— Si desean, podríamos ir con el viejo Alabram a preguntar por esas casas —grité de pronto—, y, también podríamos sacar el desayuno al jardín si eso hace que la pequeña Vey. pueda integrarse mejor.
Terminé al fin, y apenas estuve en la sala con todos, le lancé un pantalón seco a Gerrit, Bueno, era una enagua, pero funcionaba de la misma manera si nos poníamos a analizar la prenda. Y, salvaguardando mi integridad, no lo miré por tanto tiempo. Ubiqué a Sol, y la tomé de la muñeca para salir de la casa, una vez más. Con la otra mano, cogí algunas de las cosas de la mesa. Si, lo mejor era que ubiquen sus destinos y que nosotras pudiéramos retomar la rutina.
— Anda Sol, que a lo mejor a ti te acepta algo para comer de buena gana —giré el cuello y miré por sobre el hombro para ver si estaban ya detrás de nosotras—, ¿y de dónde vienen ustedes? Lugareños no son, se les nota.
Aaliz Neferet
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Re: Rutinas rotas +18 (Interpretativo - Libre)
La situación a pesar del caos se estaba tornando demasiado cómica, quizás era mi carácter más relajado, pero me parecía muy divertido ver como los “adultos” hacían malabares porque todo volviera a la “normalidad” ¿Acaso eso existía? El humo se disipo de manera rápida gracias a la intervención de mi adorada hermana, aunque pese a sus intentos de mantenerse “ocupada” de cuando en cuando se distraía con cierto corpulento y atractivo forastero, no iba a negar que el tipo tenía su encanto, por llamarle de alguna manera, aunque para mi más allá de su físico, el verdadero encanto recaía en su poder y su misterio.
Pero al parecer a mi hermana le atraían más otras cosas que esas banalidades, ahogué una risita cuando vi como el hombre la hacía padecer con su cercanía, mi hermana era demasiado obvia a veces y ahora estaba haciendo gala de su inocencia con todo un derroche. Observe sus movimientos, cada uno parecían tener un único fin, atraer la atención del hombre que ahora pedía un baño. Levanté la ceja y vi como mi servicial y acomedida hermana se encargaba de ello, negué suavemente con la cabeza esperando que aquello no terminara en un caos mayor al que ya había dado comienzo.
Mi hermana necesitaba un poco de hombre eso se notaba a leguas. Me encogí de hombros y volví a la mesa intentando no ser demasiado curiosa mientras Ali se encargaba del “caballero” la mujer madre dragona se quedó conmigo ordenando un poco el caos para que finalmente pudiésemos llevarnos algo a la boca, algo ahumado pero nada grave, a nadie le hacía mal un poco de hollín en su queso.
Mi hermana volvió minutos después más nerviosa y ansiosa de como se había ido lo cual me daba una ligera idea de su aventura en la ducha , la mire a los ojos y sonreí de medio lado sin decir nada, no hacía falta, porque frunció el cejo y se tragó la sarta de improperios que tenía lista al recordar que no estábamos solas, lo cual me hizo ahogar una suave risa para no hacerla quedar peor.
Me tomó de la mano y me arrastro fuera de la casa junto con algunas de las cosas dispuestas para comer, no podía negarlo la situación me parecía más divertida conforme pasaba el tiempo. Una vez fuera me indico que intentara darle algo de comer a mi nueva amiga, obviamente acepte de buena gana, prefería su compañía a la del par de extraños que parecían estar en medio de una lucha de poder poniendo a mi cándida y servicial en el medio.
Me acerque a mi amiga dragón y le sonreí, agacho la cabeza en señal de que podía acercarme, la verdad es que no me provocaba miedo, por el contrario, me gustaba tanto que sería capaz de arriesgar un brazo, los dragones eran seres extraordinarios siempre me lo habían parecido y el tener uno tan cerca era prácticamente mi mejor sueño realizado.
--Eres muy traviesa, mira nada mas como nos has dejado…-- dije frunciendo el cejo con fingida molestia antes de echarme a reír, y ofrecerle el trozo de pan y queso que tenía para ella. Me senté a su lado mientras mi hermana preguntaba a los invitados algo de información, no puse mucha atención, la verdad es que no me importaba mucho aquello, mi único interés lo tenia a un lado.
--¿De verdad no piensas toma forma humana?—le pregunté acariciando su ala derecha, m gustaría alguien sensato con quien poder hablar…-- indique con total sinceridad, entre mi hermana fingiendo ser adulto, el tipo aquel queriendo ligar a las dos mujeres y la mujer intentando rechazarlo pero a la cual obviamente le movía más cosas que el viento, necesitaba una mejor opción…
Pero al parecer a mi hermana le atraían más otras cosas que esas banalidades, ahogué una risita cuando vi como el hombre la hacía padecer con su cercanía, mi hermana era demasiado obvia a veces y ahora estaba haciendo gala de su inocencia con todo un derroche. Observe sus movimientos, cada uno parecían tener un único fin, atraer la atención del hombre que ahora pedía un baño. Levanté la ceja y vi como mi servicial y acomedida hermana se encargaba de ello, negué suavemente con la cabeza esperando que aquello no terminara en un caos mayor al que ya había dado comienzo.
Mi hermana necesitaba un poco de hombre eso se notaba a leguas. Me encogí de hombros y volví a la mesa intentando no ser demasiado curiosa mientras Ali se encargaba del “caballero” la mujer madre dragona se quedó conmigo ordenando un poco el caos para que finalmente pudiésemos llevarnos algo a la boca, algo ahumado pero nada grave, a nadie le hacía mal un poco de hollín en su queso.
Mi hermana volvió minutos después más nerviosa y ansiosa de como se había ido lo cual me daba una ligera idea de su aventura en la ducha , la mire a los ojos y sonreí de medio lado sin decir nada, no hacía falta, porque frunció el cejo y se tragó la sarta de improperios que tenía lista al recordar que no estábamos solas, lo cual me hizo ahogar una suave risa para no hacerla quedar peor.
Me tomó de la mano y me arrastro fuera de la casa junto con algunas de las cosas dispuestas para comer, no podía negarlo la situación me parecía más divertida conforme pasaba el tiempo. Una vez fuera me indico que intentara darle algo de comer a mi nueva amiga, obviamente acepte de buena gana, prefería su compañía a la del par de extraños que parecían estar en medio de una lucha de poder poniendo a mi cándida y servicial en el medio.
Me acerque a mi amiga dragón y le sonreí, agacho la cabeza en señal de que podía acercarme, la verdad es que no me provocaba miedo, por el contrario, me gustaba tanto que sería capaz de arriesgar un brazo, los dragones eran seres extraordinarios siempre me lo habían parecido y el tener uno tan cerca era prácticamente mi mejor sueño realizado.
--Eres muy traviesa, mira nada mas como nos has dejado…-- dije frunciendo el cejo con fingida molestia antes de echarme a reír, y ofrecerle el trozo de pan y queso que tenía para ella. Me senté a su lado mientras mi hermana preguntaba a los invitados algo de información, no puse mucha atención, la verdad es que no me importaba mucho aquello, mi único interés lo tenia a un lado.
--¿De verdad no piensas toma forma humana?—le pregunté acariciando su ala derecha, m gustaría alguien sensato con quien poder hablar…-- indique con total sinceridad, entre mi hermana fingiendo ser adulto, el tipo aquel queriendo ligar a las dos mujeres y la mujer intentando rechazarlo pero a la cual obviamente le movía más cosas que el viento, necesitaba una mejor opción…
Sol Neferet
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Re: Rutinas rotas +18 (Interpretativo - Libre)
La oscuridad me daba una ventaja que estaba dispuesto a aprovechar. Aaliz dependía de mí, de la estrella en miniatura que le había creado, para caminar sin tropezarse por el humo. La convertí en una obediente bruja, de las que no ponían pestillo cuando se cerraban en el cuarto de baño. Ella parecía estar disfrutando de su sumisa posición; al menos por ahora. Me sonreía cariñosamente como si fuera el primer hombre que veía en su vida. ¿Estaría desnudándome con la mirada? Disfrutaba con la idea de que sí lo estuviera haciendo. Arqueé una ceja dubitativa. Me pregunté si Aaliz habría visto y disfrutado de la desnudez de un hombre. Lo lógico sería pensar que sí. ¿Qué edad tendría? ¿Veinte? ¿Veinticinco a lo sumo? La manera que tenía de comportarse me hacía pensar lo contrario. Parecía una niña pequeña que no sabía cuántas cosas podían hacer un hombre y una mujer sin ropa.
Ayudé a Aaliz a moverse por el salón. No quería que se alejase mucho de mí, caminaba a la misma distancia que Suuri. A la otra punta del edificio, la dragona número uno (Reivy) convocaba su elemento natural para expulsar el humo que quedaba. Maldije para mis adentros la magia de la dragona. Has fastidiado mis planes. Unos minutos más y nos habrían descubierto desnudos bajo las luces de la esfera eléctrica.
Libres de hollín, Aaliz retomó la burla de la bañera. Hizo crecer una cascada bajo nuestra. Sus ropas quedaron empapadas. El corsé se ceñía en su torso resaltando los surcos de su ropa interior y el volumen de sus pechos. Igualdad de condiciones, supuse. Si ella veía sin camiseta, lo justo era que pudiera imaginarme lo que había bajo de su vestido y no me desagradaba lo que me estaba imaginando. Era muy diferente a la Keira actual y, sin embargo, similar a la Keira que fue antes de que decidiésemos intentar vivir juntos: hermosa, tierna, inexperta y vulnerable. Pensé en jugar con ella, cogerla de la mano y aplastar sus pechos contra mi torso mojada. Sus mejillas enrojecerían y ambos nos reiríamos. Jugaría con ella con los juegos que jugué con Keira. Sus gritos de placer me harían sentir, por unos días, deseado y una buena persona. No me bastaría con eso. Querría más, querría todo su amor. Aplastaría su corazón y quebraría sus frágiles sentimientos hasta haber exprimido cada gota de su amor. Entonces, Aaliz aprendería a cerrar las puertas del cuarto con pestillo y yo las abriría con mi magia telequinética. De haber estado solos, es lo que habría sucedido.
— ¿Qué problema tienes con las bañeras? — dije mientras pasaba mis manos por mi cabello para secarlo. — Son cómodas y las puedes llenar de jabón. Deberías probarla. — en voz baja: — El próximo baño que nos demos juntos, que sea en una bañera. ¿De acuerdo?
Con la pérdida de la oscuridad, Aaliz retomó las riendas de su casa. Se alejó de la esfera eléctrica (y de mí); cosa que no me gustó. Fui a donde estaba la dragona número uno. Me coloqué detrás de ella y puse una mano en su espalda. Desde la posición de las hermanas brujas, daría la impresión que estaba saludando a mi amiga.
—La has fastidiado. — susurré. Mi voz no tenía ni una pizca de amabilidad — Iba a ser divertido. Tendrías que haberla visto. Estaba paralizada. Habría hecho cualquier cosa que le pidiese y después de hacerla suplicaría para que le diese la siguiente orden. — la estrella se deshizo sobre mi cabeza, la electricidad corría ahora por mi mano derecha y la espalda de Reivy — La próxima vez, pregunta antes de volverla a fastidiar. No me habría importado que te unieras. Lo habríamos pasado muy bien. — Levanté la mano y cerré el circuito — los cuatro lo habríamos pasado muy bien. — sonreí al dar por finalizada mi advertencia. Aquí no había pasado nada.
La idea de un desayuno exterior no sonaba nada mal. No cuánto me durarían las provisiones que había robado a Keira. Era posible que una semana, no creía que llegasen a dos. Cuánto menos comida propia (de Keira) desayunase, mejor para mí. Por ahora, no tenía ninguna intención en bajar a la ciudad a comprar suministros. A parte, en la cancela podríamos ver a los vecinos y preguntarles si sabrían dónde estaba la casa que buscaba. Aaliz hablaba de Alabram como si tuviera las respuestas a todas las preguntas de Aerandir.
Cogí dos bandejas de plata del desayuna y las lleve al porche. Ignoré por completo las enagües que Aaliz me había prestado. Una vez fuera, me entretuve observando a Sol. Pese a parecer más joven que su hermana, me parecía la más sensata y serena. Únicamente se preocupaba por jugar con la dragona número dos (Lavey). La hablaba a veces como si fuera una niña pequeña y otras como si fuera un perro. Dejé las bandejas del desayuno en la barandilla del porche. Llamé la atención de Sol y Lavey con un silbido.
—Eh, vosotras dos. ¿Queréis ver un truco de magia? — levanté los brazos. Sobre mí circuló unas corrientes de aire caliente nacida de mis manos como si fueran delgadas serpientes. Al tocar a tierra, ya estaba completamente seco. — La tonta de tu hermana cree que puede mantener las armas en la entrada de la casa y que solo las toallas sirven para secarse. — me reí a Sol a sabiendas que Aaliz me estaría escuchando.
Sol me resultaba más interesante, posiblemente porque yo no le resultaba tan atractivo como a su hermana. Tenía una voluntad férrea, a prueba de martillos, diría yo. ¿A prueba de mí? Lo dudaba.
Ayudé a Aaliz a moverse por el salón. No quería que se alejase mucho de mí, caminaba a la misma distancia que Suuri. A la otra punta del edificio, la dragona número uno (Reivy) convocaba su elemento natural para expulsar el humo que quedaba. Maldije para mis adentros la magia de la dragona. Has fastidiado mis planes. Unos minutos más y nos habrían descubierto desnudos bajo las luces de la esfera eléctrica.
Libres de hollín, Aaliz retomó la burla de la bañera. Hizo crecer una cascada bajo nuestra. Sus ropas quedaron empapadas. El corsé se ceñía en su torso resaltando los surcos de su ropa interior y el volumen de sus pechos. Igualdad de condiciones, supuse. Si ella veía sin camiseta, lo justo era que pudiera imaginarme lo que había bajo de su vestido y no me desagradaba lo que me estaba imaginando. Era muy diferente a la Keira actual y, sin embargo, similar a la Keira que fue antes de que decidiésemos intentar vivir juntos: hermosa, tierna, inexperta y vulnerable. Pensé en jugar con ella, cogerla de la mano y aplastar sus pechos contra mi torso mojada. Sus mejillas enrojecerían y ambos nos reiríamos. Jugaría con ella con los juegos que jugué con Keira. Sus gritos de placer me harían sentir, por unos días, deseado y una buena persona. No me bastaría con eso. Querría más, querría todo su amor. Aplastaría su corazón y quebraría sus frágiles sentimientos hasta haber exprimido cada gota de su amor. Entonces, Aaliz aprendería a cerrar las puertas del cuarto con pestillo y yo las abriría con mi magia telequinética. De haber estado solos, es lo que habría sucedido.
— ¿Qué problema tienes con las bañeras? — dije mientras pasaba mis manos por mi cabello para secarlo. — Son cómodas y las puedes llenar de jabón. Deberías probarla. — en voz baja: — El próximo baño que nos demos juntos, que sea en una bañera. ¿De acuerdo?
Con la pérdida de la oscuridad, Aaliz retomó las riendas de su casa. Se alejó de la esfera eléctrica (y de mí); cosa que no me gustó. Fui a donde estaba la dragona número uno. Me coloqué detrás de ella y puse una mano en su espalda. Desde la posición de las hermanas brujas, daría la impresión que estaba saludando a mi amiga.
—La has fastidiado. — susurré. Mi voz no tenía ni una pizca de amabilidad — Iba a ser divertido. Tendrías que haberla visto. Estaba paralizada. Habría hecho cualquier cosa que le pidiese y después de hacerla suplicaría para que le diese la siguiente orden. — la estrella se deshizo sobre mi cabeza, la electricidad corría ahora por mi mano derecha y la espalda de Reivy — La próxima vez, pregunta antes de volverla a fastidiar. No me habría importado que te unieras. Lo habríamos pasado muy bien. — Levanté la mano y cerré el circuito — los cuatro lo habríamos pasado muy bien. — sonreí al dar por finalizada mi advertencia. Aquí no había pasado nada.
La idea de un desayuno exterior no sonaba nada mal. No cuánto me durarían las provisiones que había robado a Keira. Era posible que una semana, no creía que llegasen a dos. Cuánto menos comida propia (de Keira) desayunase, mejor para mí. Por ahora, no tenía ninguna intención en bajar a la ciudad a comprar suministros. A parte, en la cancela podríamos ver a los vecinos y preguntarles si sabrían dónde estaba la casa que buscaba. Aaliz hablaba de Alabram como si tuviera las respuestas a todas las preguntas de Aerandir.
Cogí dos bandejas de plata del desayuna y las lleve al porche. Ignoré por completo las enagües que Aaliz me había prestado. Una vez fuera, me entretuve observando a Sol. Pese a parecer más joven que su hermana, me parecía la más sensata y serena. Únicamente se preocupaba por jugar con la dragona número dos (Lavey). La hablaba a veces como si fuera una niña pequeña y otras como si fuera un perro. Dejé las bandejas del desayuno en la barandilla del porche. Llamé la atención de Sol y Lavey con un silbido.
—Eh, vosotras dos. ¿Queréis ver un truco de magia? — levanté los brazos. Sobre mí circuló unas corrientes de aire caliente nacida de mis manos como si fueran delgadas serpientes. Al tocar a tierra, ya estaba completamente seco. — La tonta de tu hermana cree que puede mantener las armas en la entrada de la casa y que solo las toallas sirven para secarse. — me reí a Sol a sabiendas que Aaliz me estaría escuchando.
Sol me resultaba más interesante, posiblemente porque yo no le resultaba tan atractivo como a su hermana. Tenía una voluntad férrea, a prueba de martillos, diría yo. ¿A prueba de mí? Lo dudaba.
Gerrit Nephgerd
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Re: Rutinas rotas +18 (Interpretativo - Libre)
¿Ordenar? Pero si era la invitada, gire sobre mis talones para contemplar la casa y más que orden lo que vi fue suciedad. Busqué un trapo en la cocina y suspire, era la invitada, pero el desastre lo provocó mi hija. Me puse a limpiar las manchas negras que la travesura de Lavey había dejado sobre la mesa y justo cuando Sol salio de la casa el brujo desplegó sus advertencias de macho alfa.
El calambre no fue realmente doloroso, nada que mi propio cuerpo no conociera de sobra, sin embargo al estar en mi apariencia humana la intensidad de la electricidad era más notoria. Cerré los ojos y me concentre en respirar, en no variar el ritmo, en seguir calmada y controlar los impulsos de mi cuerpo para suprimir el dolor. Cuando aquella advertencia de hombre herido acabó lo mire por encima del hombro sin darme la vuelta.
-¿Eso es lo que te gusta? Revolcarte con una piedra, entrar y salir de un agujero estático. Pensaba que te gustaban los retos. -Sonreí con soberbia, demostrando que no me afectó nada de lo que dijo e hizo. - ¿Que emoción tiene cazar un ciervo inmóvil? ¿No es mejor cuando corren? Cuando les haces desearte y que se acerquen a ti, que piensen que ellas son las que tienen el control cuando en realidad tu les ordenas como y que hacer sin que se den cuenta. -Puse el trapo sobre la mesa y me di la vuelta con aire triunfal. -¿De verdad crees que las piedras son mejores que eso? -Negué con la cabeza fingiendo decepción.
En el exterior de la casa Lavey seguía tomando el sol como el buen reptil que es, aunque la joven era una dragona de fuego y realmente no necesitaba calentarse, pero a la rubia le encantaba tumbarse bajo el carro de la diosa y sentir aquel calorcito bañando sus negras escamas.
Un movimiento cercano hizo que levantara la cabeza del suelo para descubrir que su amiga volvía con ella, abrió la boca al tiempo que estiraba las alas en un cómodo y perezoso movimiento dejando caer el peso sobre un costado formando una C con el cuerpo.
Lavey parpadeo y escrutó a conciencia a Sol que estaba toda negra y sucia, de nuevo la adolescente se planteo el darle un lametón, pero en lugar de eso simplemente le sopló con la esperanza de que se le quitara el hollín del cuerpo. Mientras que la bruja acariciaba su ala la lagartija entreabrió el hocico sacó una fina lengua bífida y se llevó el trazo de pan con queso. Si Sol quería hablar ella cambiara de forma.
Un silbido hizo girar el cuello a Vey que al ver lo que pasaba comenzó acumular una nueva humareda, pero esta vez era una cantidad muy pequeña y la estaba alojando en la boca en lugar de lanzarla por las fosas nasales, movía la lengua espesando y mezclando el hollín con saliva. Cuando el rubio terminó su espectáculo de secado la dragona abrió cuanto a penas la boca y disparo una baba densa y negra (como si en lugar de una dragona fuera un calamar) hacia el cuerpo del brujo, ahora estaba negro y mojado por delante y seco y limpio por detrás.
Lavey comenzó a reír con aquel extraño gorgoteo al tiempo que cambiaba de forma y la risa se volvía femenina y joven. La dragona negra ahora era una joven de pelo rubio y piel clara con los ojos azules y mucho, mucho más pequeña que su estado anterior. La cazadora tenia 15 años, pero apenas media 1,50 a eso le sumabas que apenas se le estaba desarrollando el pecho y que sus caderas se expandían con lentitud y el resultado era una cara semi adulta en un cuerpo aniñado. -Es un fanfarrón. -Le dijo la rubia a Sol.
Por detrás del brujo se escuchaba otra risa, mi risa. Salí de la casa agarrándome el estomago y al llegar a su altura palmee su espalda con fuerza.
-Más suerte la próxima vez. A estas muchachistas no las vas a engatusar con tus trucos de feria.
___________
Off:
El calambre no fue realmente doloroso, nada que mi propio cuerpo no conociera de sobra, sin embargo al estar en mi apariencia humana la intensidad de la electricidad era más notoria. Cerré los ojos y me concentre en respirar, en no variar el ritmo, en seguir calmada y controlar los impulsos de mi cuerpo para suprimir el dolor. Cuando aquella advertencia de hombre herido acabó lo mire por encima del hombro sin darme la vuelta.
-¿Eso es lo que te gusta? Revolcarte con una piedra, entrar y salir de un agujero estático. Pensaba que te gustaban los retos. -Sonreí con soberbia, demostrando que no me afectó nada de lo que dijo e hizo. - ¿Que emoción tiene cazar un ciervo inmóvil? ¿No es mejor cuando corren? Cuando les haces desearte y que se acerquen a ti, que piensen que ellas son las que tienen el control cuando en realidad tu les ordenas como y que hacer sin que se den cuenta. -Puse el trapo sobre la mesa y me di la vuelta con aire triunfal. -¿De verdad crees que las piedras son mejores que eso? -Negué con la cabeza fingiendo decepción.
En el exterior de la casa Lavey seguía tomando el sol como el buen reptil que es, aunque la joven era una dragona de fuego y realmente no necesitaba calentarse, pero a la rubia le encantaba tumbarse bajo el carro de la diosa y sentir aquel calorcito bañando sus negras escamas.
Un movimiento cercano hizo que levantara la cabeza del suelo para descubrir que su amiga volvía con ella, abrió la boca al tiempo que estiraba las alas en un cómodo y perezoso movimiento dejando caer el peso sobre un costado formando una C con el cuerpo.
Lavey parpadeo y escrutó a conciencia a Sol que estaba toda negra y sucia, de nuevo la adolescente se planteo el darle un lametón, pero en lugar de eso simplemente le sopló con la esperanza de que se le quitara el hollín del cuerpo. Mientras que la bruja acariciaba su ala la lagartija entreabrió el hocico sacó una fina lengua bífida y se llevó el trazo de pan con queso. Si Sol quería hablar ella cambiara de forma.
Un silbido hizo girar el cuello a Vey que al ver lo que pasaba comenzó acumular una nueva humareda, pero esta vez era una cantidad muy pequeña y la estaba alojando en la boca en lugar de lanzarla por las fosas nasales, movía la lengua espesando y mezclando el hollín con saliva. Cuando el rubio terminó su espectáculo de secado la dragona abrió cuanto a penas la boca y disparo una baba densa y negra (como si en lugar de una dragona fuera un calamar) hacia el cuerpo del brujo, ahora estaba negro y mojado por delante y seco y limpio por detrás.
Lavey comenzó a reír con aquel extraño gorgoteo al tiempo que cambiaba de forma y la risa se volvía femenina y joven. La dragona negra ahora era una joven de pelo rubio y piel clara con los ojos azules y mucho, mucho más pequeña que su estado anterior. La cazadora tenia 15 años, pero apenas media 1,50 a eso le sumabas que apenas se le estaba desarrollando el pecho y que sus caderas se expandían con lentitud y el resultado era una cara semi adulta en un cuerpo aniñado. -Es un fanfarrón. -Le dijo la rubia a Sol.
Por detrás del brujo se escuchaba otra risa, mi risa. Salí de la casa agarrándome el estomago y al llegar a su altura palmee su espalda con fuerza.
-Más suerte la próxima vez. A estas muchachistas no las vas a engatusar con tus trucos de feria.
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Off:
- Lavey en la actualidad:
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Reivy Abadder
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Re: Rutinas rotas +18 (Interpretativo - Libre)
Por más que estuviera ahora, lejos de todos, no podía yo dejar de pensar en las palabras del brujo, la verdad es que la sensación de imán me irritaba más de lo pudiera expresar, y su vanidad, me hacían polarizar al lado inverso. Cómo si mi mente me reprendiera por dejar que mi cuerpo se dejara llevar por el malandrín del barrio. ¿Acceder a una bañera con él? Ni con él, ni con nadie.
Descansé el pensamiento mirando al Sol con la dragona más pequeña, se notaba a leguas que a mi hermana si le disgustaba un poco el aislamiento al que nos había sometido tras la muerte de nuestra madre. Hasta ahora había resultado bastante obediente, sin embargo, esta visita lo trasnparentaba todo, ella quería conocer el mundo y a mí se me acababan los argumentos para retenerla en el mío. De alguna manera tenía que volverla a centrar en el camino que habían pactado, primero sus estudios, el dominio total de su elemento, y luego, quizá algún viaje fuera del Acantilado.
Esa manera tan formar de intentar educarla era lo que me hacía repeler el comportamiento y lo que provocaba en mí el brujo ese. No tenía planes en la cabeza de repetir la historia de una bruja adolescente e idealista, mucho menos por alguien que nombraba a su herramienta para impartir dolor. Era como si le pusiera nombre a su virilidad. Mis ojos se habían perdido en el pasto, incluso dejé de ver a la dragona, y estaba presionando demasiado el queso que había sacado.
Me sacudí las manos mientras nuevamente el imán —esta vez auditivo—, tomaba forma. Resoplé, sin alzar el rostro, ¿me ha llamado tonta? No pude evitar volverme una niña de nueve años e inflar los cachetes en silente signo de enojo. Lo que me regresó los años encima, fue su acercamiento a mi hermana menor. Giré tardíamente para ver su truco de magia, pero mi ceño estaba fruncido. Iba a replicarle cosas, cuando la dragona pequeña resultó más territorial de lo que había imaginado. Lo dejó completamente sucio en cuestión de segundos. Volví a comportarme como una niña pequeña y reí a mandíbula batiente mezclando el sonido con las risas de Reivy y Lavey.
— Vamos, comamos algo antes que el desayuno termine convirtiéndose en almuerzo o cena —dije, tendiendo una manta gris en el suelo y separando en cinco platos, un trozo de queso y un poco de carne ahumada. Alcé el rostro hacia las dragonas, que ahora ambas lucían como dos mujeres bastante más espectaculares de lo que hubiera esperado, y sonreí—, eres bastante más guapa cuando no andas llenándonos a todos de hollín.
Tomé un trozo de unas hierbas que siempre llevaba al cinto, estaban un poco húmedas aún, pero pude identificar la suavidad de los pétalos de una flor en particular que buscaba y me encaminé hacia Gerrit, aún sucio por la última travesura de Lavey. Pasé la mano libre por sus labios y los limpié un poco. Tuve que contener el aire, para evitar nuevamente el efecto de estatua que, dejemos claro, provocaba. Evité sus ojos y me concentré en sus labios, los despejé de toda negrura, sin darme cuenta, le sonreía. Era mucho más alto que yo, y parecía que estaba limpiando una estatua de brea seca, me causaba gracia. Fueron segundos, pero fueron.
— Veo que te gusta dejar claro quién la tiene más larga, Gerrit —susurré aún sin cruzar mis ojos con los suyos— y dejas en claro el dominio que tienes sobre tu elemento. Si lo que buscas son aplausos, puedo dártelos sin problemas —liberé mis dedos de sus labios y me puse de puntillas para ver (en un juego tonto que sólo yo entendía), si así disminuía en algo la diferencia de tallas—, pero si le tocas un pelo a cualquiera de estas brujas que has conocido hoy, te aseguro que la mía terminara siendo más larga, y no te va a gustar.
Tomé la hierba que había sacado con anterioridad y la puse entre mis labios. Cuando estaba muy nerviosa, y no quería que se notara, utilizaba el veneno regulado del acónito para controlar los gestos.
— Siéntate, come todo el queso que desees. mi hospitalidad no cambiara a menos que los invitados cambien —dije, a manera que también las dragonas me oyeran—. No suelo recibir mucha gente en la casa, pero supongo que un cambio a la rutina no viene mal.
Descansé el pensamiento mirando al Sol con la dragona más pequeña, se notaba a leguas que a mi hermana si le disgustaba un poco el aislamiento al que nos había sometido tras la muerte de nuestra madre. Hasta ahora había resultado bastante obediente, sin embargo, esta visita lo trasnparentaba todo, ella quería conocer el mundo y a mí se me acababan los argumentos para retenerla en el mío. De alguna manera tenía que volverla a centrar en el camino que habían pactado, primero sus estudios, el dominio total de su elemento, y luego, quizá algún viaje fuera del Acantilado.
Esa manera tan formar de intentar educarla era lo que me hacía repeler el comportamiento y lo que provocaba en mí el brujo ese. No tenía planes en la cabeza de repetir la historia de una bruja adolescente e idealista, mucho menos por alguien que nombraba a su herramienta para impartir dolor. Era como si le pusiera nombre a su virilidad. Mis ojos se habían perdido en el pasto, incluso dejé de ver a la dragona, y estaba presionando demasiado el queso que había sacado.
Me sacudí las manos mientras nuevamente el imán —esta vez auditivo—, tomaba forma. Resoplé, sin alzar el rostro, ¿me ha llamado tonta? No pude evitar volverme una niña de nueve años e inflar los cachetes en silente signo de enojo. Lo que me regresó los años encima, fue su acercamiento a mi hermana menor. Giré tardíamente para ver su truco de magia, pero mi ceño estaba fruncido. Iba a replicarle cosas, cuando la dragona pequeña resultó más territorial de lo que había imaginado. Lo dejó completamente sucio en cuestión de segundos. Volví a comportarme como una niña pequeña y reí a mandíbula batiente mezclando el sonido con las risas de Reivy y Lavey.
— Vamos, comamos algo antes que el desayuno termine convirtiéndose en almuerzo o cena —dije, tendiendo una manta gris en el suelo y separando en cinco platos, un trozo de queso y un poco de carne ahumada. Alcé el rostro hacia las dragonas, que ahora ambas lucían como dos mujeres bastante más espectaculares de lo que hubiera esperado, y sonreí—, eres bastante más guapa cuando no andas llenándonos a todos de hollín.
Tomé un trozo de unas hierbas que siempre llevaba al cinto, estaban un poco húmedas aún, pero pude identificar la suavidad de los pétalos de una flor en particular que buscaba y me encaminé hacia Gerrit, aún sucio por la última travesura de Lavey. Pasé la mano libre por sus labios y los limpié un poco. Tuve que contener el aire, para evitar nuevamente el efecto de estatua que, dejemos claro, provocaba. Evité sus ojos y me concentré en sus labios, los despejé de toda negrura, sin darme cuenta, le sonreía. Era mucho más alto que yo, y parecía que estaba limpiando una estatua de brea seca, me causaba gracia. Fueron segundos, pero fueron.
— Veo que te gusta dejar claro quién la tiene más larga, Gerrit —susurré aún sin cruzar mis ojos con los suyos— y dejas en claro el dominio que tienes sobre tu elemento. Si lo que buscas son aplausos, puedo dártelos sin problemas —liberé mis dedos de sus labios y me puse de puntillas para ver (en un juego tonto que sólo yo entendía), si así disminuía en algo la diferencia de tallas—, pero si le tocas un pelo a cualquiera de estas brujas que has conocido hoy, te aseguro que la mía terminara siendo más larga, y no te va a gustar.
Tomé la hierba que había sacado con anterioridad y la puse entre mis labios. Cuando estaba muy nerviosa, y no quería que se notara, utilizaba el veneno regulado del acónito para controlar los gestos.
— Siéntate, come todo el queso que desees. mi hospitalidad no cambiara a menos que los invitados cambien —dije, a manera que también las dragonas me oyeran—. No suelo recibir mucha gente en la casa, pero supongo que un cambio a la rutina no viene mal.
Aaliz Neferet
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Re: Rutinas rotas +18 (Interpretativo - Libre)
Estaba aun conversando con la pequeña dragona ¿Conversando? Mejor dicho, hablaba con ella intentando convencerla de que se transformara y así poder hablar verdaderamente. Justo en ese momento apareció aquel hombre nuevamente, rodé los ojos y no pude evitar un bufido al ver como intentaba llamar nuestra atención, si, lo admito era un despliegue de magia interesante, pero su actitud de macho alfa me parecía bastante infantil más que atractiva, como imaginaba que el pretendía ser.
Mi nueva amiga parecía estar en las mismas circunstancias que yo, fastidiada de su numerito, hizo algo que no esperaba, lanzándole una mezcla de hollín con su propia saliva que lo baño por completo, aquello fue un mejor espectáculo y definitivamente mucho más divertido, las risas no se hicieron esperar mientras el macho cabrío enfadado hacia un berrinche.
Y mientras aquello ocurría, finalmente mi compañera tomaba forma humana, me olvide de la risa y la contemple emocionada, hacia tanto que no hablaba con nadie de mi edad, claro sin contar a mi hermana que no era particularmente “divertida” la sola idea de las historias que Lavey podía tener hicieron que mi corazón se acelerara.
Sonreí dándole la bienvenida en su nueva forma, era una chica muy linda, bastante diferente a mí, su cabello era rubio, menuda y pequeñita con una suave voz que parecía no pertenecer a su anterior forma.” Es un fanfarrón” dijo entre risas provocando que yo volviera a verlo y mi risa se uniera a la suya y la de su madre y mi propia hermana que se había unido ya al grupo.
Aalize nos apremió para que comiéramos, la verdad es que con tanto lío si necesitaba comer y apenas había pensado en ello, hasta que mi estómago se removió recordándomelo. Y como era de esperar mi “servicial” hermana sin poder controlar su “amabilidad” se dispuso a ayudar al invitado con el desastre que era su persona. Negué suavemente con la cabeza, definitivamente mi hermana era muy evidente y los despliegues de fanfarrón con ella si funcionaban.
Volví la atención a mi nueva amiga, le sonreí y nos dirigimos a la manta que había improvisado mi hermanita donde los platos esperaban ya dispuestos, se me hizo agua la boca al ver la comida y sin mucha ceremonia serví algo en mi plato, antes de volver a hablar.
--Aprovechemos la visita para que nos hablen del mundo más allá del acantilado…- dije mientras mi hermana me miraba con disgusto—Deben tener historias interesantes…- continúe ignorándola—Algún día me iré de aquí…-- admití encogiéndome de hombros. Busque la mirada de la chica a mi lado y le sonreí quería saber de ella y su vida.
Mi nueva amiga parecía estar en las mismas circunstancias que yo, fastidiada de su numerito, hizo algo que no esperaba, lanzándole una mezcla de hollín con su propia saliva que lo baño por completo, aquello fue un mejor espectáculo y definitivamente mucho más divertido, las risas no se hicieron esperar mientras el macho cabrío enfadado hacia un berrinche.
Y mientras aquello ocurría, finalmente mi compañera tomaba forma humana, me olvide de la risa y la contemple emocionada, hacia tanto que no hablaba con nadie de mi edad, claro sin contar a mi hermana que no era particularmente “divertida” la sola idea de las historias que Lavey podía tener hicieron que mi corazón se acelerara.
Sonreí dándole la bienvenida en su nueva forma, era una chica muy linda, bastante diferente a mí, su cabello era rubio, menuda y pequeñita con una suave voz que parecía no pertenecer a su anterior forma.” Es un fanfarrón” dijo entre risas provocando que yo volviera a verlo y mi risa se uniera a la suya y la de su madre y mi propia hermana que se había unido ya al grupo.
Aalize nos apremió para que comiéramos, la verdad es que con tanto lío si necesitaba comer y apenas había pensado en ello, hasta que mi estómago se removió recordándomelo. Y como era de esperar mi “servicial” hermana sin poder controlar su “amabilidad” se dispuso a ayudar al invitado con el desastre que era su persona. Negué suavemente con la cabeza, definitivamente mi hermana era muy evidente y los despliegues de fanfarrón con ella si funcionaban.
Volví la atención a mi nueva amiga, le sonreí y nos dirigimos a la manta que había improvisado mi hermanita donde los platos esperaban ya dispuestos, se me hizo agua la boca al ver la comida y sin mucha ceremonia serví algo en mi plato, antes de volver a hablar.
--Aprovechemos la visita para que nos hablen del mundo más allá del acantilado…- dije mientras mi hermana me miraba con disgusto—Deben tener historias interesantes…- continúe ignorándola—Algún día me iré de aquí…-- admití encogiéndome de hombros. Busque la mirada de la chica a mi lado y le sonreí quería saber de ella y su vida.
Sol Neferet
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Re: Rutinas rotas +18 (Interpretativo - Libre)
Entendí que la dragona número uno, Reivy, me proponía un reto interesante que, en otra situación, hubiera aceptado y ganado. El calambre que ejecuté en su espalda, lejos de advertirla y alejarla de mí y de Aaliz, hizo el efecto completamente opuesto al que esperaba. Me habló en voz baja. Sus finos labios se movieron con suavidad como si con cada palabra besasen el aire. En la segunda frase, se dio la vuelta y contoneó sus caderas hacia la mesa más cercana. Cogió un trapo y limpió el hollín de la dragona dos. Me habló mientras limpiaba y miré su redondo trasero porque ella quería que lo hiciera. Ella era la liebre que corría y deseaba tener la oportunidad de renunciar a su condición de herbívoro para tomar control sobre la situación (y la cama). Su despliegue de hormonas, impulsado por la electricidad de mi hechizo, me dio a entender sus ocultas pretensiones. Por piedra estática se refería a la bruja de agua, Aaliz. ¿No es más divertido si corren? ¿La seducción no es más emocionante cuando es reciproca? No y no.
El sexo, para mí, era algo secundario, incluso puede que terciario. Disfrutaba de ello, como un lobo se permite disfrutar de la liebre que ha cazado para la cena. Sin embargo, y al igual que el lobo come para sobrevivir, follo para sentirme vivo; persona. Keira se cerraba tras la puerta del baño. Lloraba con fuerza, prestando especial interés en que la pudiera escuchar y me maldijera por haberla hecho llorar. Era una zorra egoísta que solo se preocupaba por hacerme sentir mal. Le respondía como sabía: abriendo la puerta del baño y empujándola contra la cama. Entonces el llanto se quebraba y, tras los suspiros de agonía que confundía como placer, venía el silencio. Nos convertíamos en dos personas en ambos opuestos de la cama y fingía comportarme como un amante agotado tras una buena noche. El sexo y la violencia eran mis idiomas, mis formas de solucionar los problemas y hacer callar los llantos de dolor. Y como un lobo que prefiere cazar a un ciervo cojo, yo prefería a las mujeres que dejaban las puertas del baño abiertas. Mujeres como Keira y mujeres como Aaliz. Piedras estáticas que acabarían rompiéndose a golpe de martillo. Al fin y al cabo, los huesos de los ciervos se rompen con la misma facilidad que las piedras.
Pensé en el reto de la dragona número uno y en la respuesta que no supe dar. Si no estuvieran las brujas hermanas y la dragona número dos, habríamos tenido tiempo de sentarnos a charlar. Le habría preguntado si en el idioma de los dragones existía alguna palabra que pudiera explicar cómo me sentía puesto que en la lengua común no había ninguna. ¿Y cómo era que me sentía? Se lo habría hecho entender con el único idioma que me sabía explicar.
Distraído como estaba en lo que pudiera haber sido y no fue, no me dio tiempo a reaccionar al escupitajo de hollín y brea de la dragona número dos. Quedé cubierto, de la cabeza a los pies, de porquería de dragón.
Aaliz vino a mi vera. Su sonrisa invitaba al prometido baño. Sus ojos, sin embargo, poseían un brillo que hasta entonces había ocultado. No me di cuenta del brillo de sus ojos hasta que no estábamos tan juntos que podíamos besarnos. Solo me fijé en su boca y su sonrisa divertida. Creía que invocaría la ducha sobre nosotros, como había hecho antes. Su vestido quedaría empapado y vería transparentar aquellas zonas del cuerpo femenino que no debería mostrar en público. Luego, nos secaríamos con mi magia. Le aconsejaría que me abrazase para estar más juntos y así el hechizo funcionaría con los dos a la vez; una mentira piadosa y el primer golpe a la piedra estática.
La bruja no hizo nada de lo que había esperado. Cogió un puñado de flores sobre del bolsillo de su delantal y los puso sobre mis labios. El olor a alcohol hizo que olvidase rápidamente lo que me estaba imaginando. Agaché mi cabeza lentamente. Mi mentón chocó con el cabello de Aaliz. No me di cuenta hasta ese momento de la diferencia de estatura entre uno y otro. De no ser porque se puso a hablar en voz alta, me habría dormido arrullado por su perfume y su tacto.
Ella tampoco me entendió. Hablaba de aplausos y virilidad. Al menos, es lo que entendí. La droga hizo menguar mi compresión. Escuché palabras sueltas. Alargué mis brazos y me sostuve en los hombros de Aaliz para no caerme. La miré a sus ojos y la luz que ignoré se hizo más presente.
—¿Vas a cerrar la puerta? — dije lenta e inconscientemente — Hazlo, no me importa. Puedo abrirla con mi magia. — hablaba con el mismo tono de voz que podría haber utilizado en estos últimos días con Keira — No entiendes cómo me siento ni lo que necesito. — el efecto de la droga se fue desvaneciendo y fue recuperando mi consciencia. Ya era demasiado tarde para corregirse. Apreté con más fuerza mi agarré y hablé más alto— Soy una buena persona. De verdad que lo soy.
Solté a Aaliz y me aparté a un lado y vomité los últimos vestigios de la droga. Las chicas estaban en la mesa bajo el porche, disfrutando de la comida y el buen queso. Sol preguntaba por historias de las tierras desconocidas más allá del mar. ¿Quería historias? Me limpié la boca con el brazo. Le contaré una que jamás olvidaría.
—Conozco una que te gustará — dije rápidamente con voz seca. Me senté en la mesa entre Reivy y Sol, lo más alejado de Aaliz. — ¿Quieres escucharla? — nadie en su sano juicio quisiera escuchar la historia de un hombre cubierto de brea y con una sonrisa diabólica — Es la historia de un hombre brujo llamado Gerrit Nephgerd. Un consejo de buen amigo: no digáis su nombre en alto puesto que los ejércitos de todas las razas lo están buscando. Es un hombre que asesinó a centenares de elfos, quemó un hospital en Dundarak y mató a las familias de un poblado de Vulwulfar. Su martillo, el cual lo llama con nombre de mujer para no sentirse solo, está manchado con la sangre de muchos y muchas. — reí mirando a Sol. Quería asustarla.
— La primera víctima de Gerrit fue su propia madre y fue en la capital de nuestras tierras, Beltrexus. Ella era una cándida mujer, querida por todos los brujos vecinos. Eso fue lo que le dijeron a Gerrit durante toda su vida: ¡Asesino, monstruo! Has matado a tu pobre madre. Él no quiso hacerlo. Era un bebé. No tenía consciencia. Ni tan siquiera sabía que estaba naciendo. La mujer murió en el parto. Dificultades médicas, según los eruditos. Asesinato, según el padre de Gerrit.
La tragedia continúa. El monstruo Gerrit robó un martillo y le puso el nombre de su amiga imaginaría. El pobre niño, no tenía otros amigos. ¡Era un monstruo! Quiso hablar a su padre, pero no conocía las palabras. Su amiga se las enseñó. ¡Monstruo y asesino en todas las edades: de bebe a niño! Y de niño a adolescente. >>
El maestro de Gerrit no era mejor que él, otro monstruo que su nombre real merece la pena ser olvidado. Se hacía llamar Samhain, como la festividad. Él enseñó al niño monstruo a hablar a través de su martillo. Lo llevó a Vulwulfar y le presentó a otros monstruos y asesinos como él. El niño se sintió querido y rodeado de iguales. De Vulwulfar fueron a Migdar y de Migdar a los lindes de Sandorai. El adolescente Gerrit habló a través de los cadáveres de los elfos que dejaba a su paso. Samhain decía que los elfos eran los enemigos naturales de los brujos, debían ser asesinados o relevados a esclavos por diferencias raciales que el joven Gerrit no entendía ni quería comprender; él solo quería hablar y sentirse querido con su nueva familia.
Llega un momento crucial. El monstruo Gerrit ha visto los que cree sus amigos morir por temas que no comprende y a gente sin importancia besar sus pies. Su mente es un colapso falsas ideas y corruptos deseos. Se vuelve un peligro para los demás asesinos. Llegan a temerlo tanto como vosotras deberías hacerlo. Samhain se encuentra escondidas con una elfa y tienen relaciones sexuales, no como brujo y elfa subyugada, sino como iguales. El monstruo Gerrit arremete contra él. Hay gritos y empujones, empiezan hablando como brujos. Gerrit, que a pesar de haber pasado la treintena no conoce muchas palabras, acaba hablando a través de su única amiga: el martillo Suuri. Los otros brujos, asesinos y monstruos, se ven cohibidos. Planean asesinar a Gerrit. Es un peligro para todos.
Ocurre en Lunargenta: La Guardia humana, ejército elfos y brujos marginados. Las tres partes planean una emboscada contra el monstruo que mató a su madre nada más nacer. Él se da cuenta, lo huele en el aire. Está en la cama con una mujer. Le habla a través de su otro martillo; pide ayuda. Ella no entiende el idioma de Gerrit ni hace por entenderlo. Su marido está muerto en la alfombra y sus hijos lloran en la habitación colindante. Ella abre los brazos y se deja hacer por miedo a que después mate a los niños. Había cerrado la puerta de su hogar y Gerrit la abrió con un hechizo y utilizó a Suuri para pedir cobijo. Gerrit sale de la casa, fueran está La Guardia esperando. Él se intenta explicar: culpa a su madre por morir, a su padre por llamarle monstruo y a Samhain por follar con una elfa. Las palabras no sirven y son las armas y los hechizos quienes discuten. Lunargenta se tiñe de gris y rojo. El monstruo Gerrit ha muerto, celebran.
Tiran lo que piensan que es un cadáver por una colina de Ulmer, lejos de Verisar. Los ojos del monstruo se abren a los dos días. Toma aliento. Una mujer, una loba, lo recoge y cura sus heridas. Él se queda en silencio. Tiene miedo a hablar porque no sabe cómo hacerlo. La loba se enamora del brujo. Pasan tres semanas juntos, se acostaron durante la segunda. El brujo continúa sin hablar. Es en el decimonoveno día en que la mujer le dice un secreto que había estado ocultando: encontró al brujo al lado de un martillo. Trae el arma en la mesa y se lo muestra a Gerrit. Él toma el mango en religioso silencio. Acaricia la cabeza con Suuri con mucho cuidado. La echaba de menos. Dice una sola palabra a la mujer: gracias. Ella lo besa. El se siente vivo y poderoso, más que nunca. Pide ayuda, pide cariño y pide amor. No con las palabras de la lengua común, sino con las que ha utilizado siempre: las que utilizó con su padre, con Samhain y con Keira.
Solté una carcajada demente.
—¿No es parece una historia divertida? ¡Lo es! — cogí un trozo de queso y me lo llevé a la boca. Gracias a la brea de la dragona número dos, no se distinguían las lágrimas de mis ojos. Mastiqué y reí al mismo tiempo — ¡Es una historia muy divertida! La de un brujo que no sabe expresarse si no es haciendo sentir a las demás personas como él se siente.
El sexo, para mí, era algo secundario, incluso puede que terciario. Disfrutaba de ello, como un lobo se permite disfrutar de la liebre que ha cazado para la cena. Sin embargo, y al igual que el lobo come para sobrevivir, follo para sentirme vivo; persona. Keira se cerraba tras la puerta del baño. Lloraba con fuerza, prestando especial interés en que la pudiera escuchar y me maldijera por haberla hecho llorar. Era una zorra egoísta que solo se preocupaba por hacerme sentir mal. Le respondía como sabía: abriendo la puerta del baño y empujándola contra la cama. Entonces el llanto se quebraba y, tras los suspiros de agonía que confundía como placer, venía el silencio. Nos convertíamos en dos personas en ambos opuestos de la cama y fingía comportarme como un amante agotado tras una buena noche. El sexo y la violencia eran mis idiomas, mis formas de solucionar los problemas y hacer callar los llantos de dolor. Y como un lobo que prefiere cazar a un ciervo cojo, yo prefería a las mujeres que dejaban las puertas del baño abiertas. Mujeres como Keira y mujeres como Aaliz. Piedras estáticas que acabarían rompiéndose a golpe de martillo. Al fin y al cabo, los huesos de los ciervos se rompen con la misma facilidad que las piedras.
Pensé en el reto de la dragona número uno y en la respuesta que no supe dar. Si no estuvieran las brujas hermanas y la dragona número dos, habríamos tenido tiempo de sentarnos a charlar. Le habría preguntado si en el idioma de los dragones existía alguna palabra que pudiera explicar cómo me sentía puesto que en la lengua común no había ninguna. ¿Y cómo era que me sentía? Se lo habría hecho entender con el único idioma que me sabía explicar.
Distraído como estaba en lo que pudiera haber sido y no fue, no me dio tiempo a reaccionar al escupitajo de hollín y brea de la dragona número dos. Quedé cubierto, de la cabeza a los pies, de porquería de dragón.
Aaliz vino a mi vera. Su sonrisa invitaba al prometido baño. Sus ojos, sin embargo, poseían un brillo que hasta entonces había ocultado. No me di cuenta del brillo de sus ojos hasta que no estábamos tan juntos que podíamos besarnos. Solo me fijé en su boca y su sonrisa divertida. Creía que invocaría la ducha sobre nosotros, como había hecho antes. Su vestido quedaría empapado y vería transparentar aquellas zonas del cuerpo femenino que no debería mostrar en público. Luego, nos secaríamos con mi magia. Le aconsejaría que me abrazase para estar más juntos y así el hechizo funcionaría con los dos a la vez; una mentira piadosa y el primer golpe a la piedra estática.
La bruja no hizo nada de lo que había esperado. Cogió un puñado de flores sobre del bolsillo de su delantal y los puso sobre mis labios. El olor a alcohol hizo que olvidase rápidamente lo que me estaba imaginando. Agaché mi cabeza lentamente. Mi mentón chocó con el cabello de Aaliz. No me di cuenta hasta ese momento de la diferencia de estatura entre uno y otro. De no ser porque se puso a hablar en voz alta, me habría dormido arrullado por su perfume y su tacto.
Ella tampoco me entendió. Hablaba de aplausos y virilidad. Al menos, es lo que entendí. La droga hizo menguar mi compresión. Escuché palabras sueltas. Alargué mis brazos y me sostuve en los hombros de Aaliz para no caerme. La miré a sus ojos y la luz que ignoré se hizo más presente.
—¿Vas a cerrar la puerta? — dije lenta e inconscientemente — Hazlo, no me importa. Puedo abrirla con mi magia. — hablaba con el mismo tono de voz que podría haber utilizado en estos últimos días con Keira — No entiendes cómo me siento ni lo que necesito. — el efecto de la droga se fue desvaneciendo y fue recuperando mi consciencia. Ya era demasiado tarde para corregirse. Apreté con más fuerza mi agarré y hablé más alto— Soy una buena persona. De verdad que lo soy.
Solté a Aaliz y me aparté a un lado y vomité los últimos vestigios de la droga. Las chicas estaban en la mesa bajo el porche, disfrutando de la comida y el buen queso. Sol preguntaba por historias de las tierras desconocidas más allá del mar. ¿Quería historias? Me limpié la boca con el brazo. Le contaré una que jamás olvidaría.
—Conozco una que te gustará — dije rápidamente con voz seca. Me senté en la mesa entre Reivy y Sol, lo más alejado de Aaliz. — ¿Quieres escucharla? — nadie en su sano juicio quisiera escuchar la historia de un hombre cubierto de brea y con una sonrisa diabólica — Es la historia de un hombre brujo llamado Gerrit Nephgerd. Un consejo de buen amigo: no digáis su nombre en alto puesto que los ejércitos de todas las razas lo están buscando. Es un hombre que asesinó a centenares de elfos, quemó un hospital en Dundarak y mató a las familias de un poblado de Vulwulfar. Su martillo, el cual lo llama con nombre de mujer para no sentirse solo, está manchado con la sangre de muchos y muchas. — reí mirando a Sol. Quería asustarla.
— La primera víctima de Gerrit fue su propia madre y fue en la capital de nuestras tierras, Beltrexus. Ella era una cándida mujer, querida por todos los brujos vecinos. Eso fue lo que le dijeron a Gerrit durante toda su vida: ¡Asesino, monstruo! Has matado a tu pobre madre. Él no quiso hacerlo. Era un bebé. No tenía consciencia. Ni tan siquiera sabía que estaba naciendo. La mujer murió en el parto. Dificultades médicas, según los eruditos. Asesinato, según el padre de Gerrit.
La tragedia continúa. El monstruo Gerrit robó un martillo y le puso el nombre de su amiga imaginaría. El pobre niño, no tenía otros amigos. ¡Era un monstruo! Quiso hablar a su padre, pero no conocía las palabras. Su amiga se las enseñó. ¡Monstruo y asesino en todas las edades: de bebe a niño! Y de niño a adolescente. >>
El maestro de Gerrit no era mejor que él, otro monstruo que su nombre real merece la pena ser olvidado. Se hacía llamar Samhain, como la festividad. Él enseñó al niño monstruo a hablar a través de su martillo. Lo llevó a Vulwulfar y le presentó a otros monstruos y asesinos como él. El niño se sintió querido y rodeado de iguales. De Vulwulfar fueron a Migdar y de Migdar a los lindes de Sandorai. El adolescente Gerrit habló a través de los cadáveres de los elfos que dejaba a su paso. Samhain decía que los elfos eran los enemigos naturales de los brujos, debían ser asesinados o relevados a esclavos por diferencias raciales que el joven Gerrit no entendía ni quería comprender; él solo quería hablar y sentirse querido con su nueva familia.
Llega un momento crucial. El monstruo Gerrit ha visto los que cree sus amigos morir por temas que no comprende y a gente sin importancia besar sus pies. Su mente es un colapso falsas ideas y corruptos deseos. Se vuelve un peligro para los demás asesinos. Llegan a temerlo tanto como vosotras deberías hacerlo. Samhain se encuentra escondidas con una elfa y tienen relaciones sexuales, no como brujo y elfa subyugada, sino como iguales. El monstruo Gerrit arremete contra él. Hay gritos y empujones, empiezan hablando como brujos. Gerrit, que a pesar de haber pasado la treintena no conoce muchas palabras, acaba hablando a través de su única amiga: el martillo Suuri. Los otros brujos, asesinos y monstruos, se ven cohibidos. Planean asesinar a Gerrit. Es un peligro para todos.
Ocurre en Lunargenta: La Guardia humana, ejército elfos y brujos marginados. Las tres partes planean una emboscada contra el monstruo que mató a su madre nada más nacer. Él se da cuenta, lo huele en el aire. Está en la cama con una mujer. Le habla a través de su otro martillo; pide ayuda. Ella no entiende el idioma de Gerrit ni hace por entenderlo. Su marido está muerto en la alfombra y sus hijos lloran en la habitación colindante. Ella abre los brazos y se deja hacer por miedo a que después mate a los niños. Había cerrado la puerta de su hogar y Gerrit la abrió con un hechizo y utilizó a Suuri para pedir cobijo. Gerrit sale de la casa, fueran está La Guardia esperando. Él se intenta explicar: culpa a su madre por morir, a su padre por llamarle monstruo y a Samhain por follar con una elfa. Las palabras no sirven y son las armas y los hechizos quienes discuten. Lunargenta se tiñe de gris y rojo. El monstruo Gerrit ha muerto, celebran.
Tiran lo que piensan que es un cadáver por una colina de Ulmer, lejos de Verisar. Los ojos del monstruo se abren a los dos días. Toma aliento. Una mujer, una loba, lo recoge y cura sus heridas. Él se queda en silencio. Tiene miedo a hablar porque no sabe cómo hacerlo. La loba se enamora del brujo. Pasan tres semanas juntos, se acostaron durante la segunda. El brujo continúa sin hablar. Es en el decimonoveno día en que la mujer le dice un secreto que había estado ocultando: encontró al brujo al lado de un martillo. Trae el arma en la mesa y se lo muestra a Gerrit. Él toma el mango en religioso silencio. Acaricia la cabeza con Suuri con mucho cuidado. La echaba de menos. Dice una sola palabra a la mujer: gracias. Ella lo besa. El se siente vivo y poderoso, más que nunca. Pide ayuda, pide cariño y pide amor. No con las palabras de la lengua común, sino con las que ha utilizado siempre: las que utilizó con su padre, con Samhain y con Keira.
Solté una carcajada demente.
—¿No es parece una historia divertida? ¡Lo es! — cogí un trozo de queso y me lo llevé a la boca. Gracias a la brea de la dragona número dos, no se distinguían las lágrimas de mis ojos. Mastiqué y reí al mismo tiempo — ¡Es una historia muy divertida! La de un brujo que no sabe expresarse si no es haciendo sentir a las demás personas como él se siente.
Gerrit Nephgerd
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Re: Rutinas rotas +18 (Interpretativo - Libre)
Lavey dejó de hablar y yo de comer en cuanto Gerrit comenzó a narrar. Al principio la joven dragona pensaba que el hombre estaba apunto de contar alguna historia de grandes hazañas varoniles, tenia un trozo de queso en la mano y miraba al brujo con desinterés, pero cuando se puso a narrar lo que fue su vida la muchacha dejo el queso y su rostro se endureció con la seriedad.
La historia de Gerrit, que estaba clara que era el brujo que tenia delante, me resultaba familiar aunque diferente, reconocía la perdida y la tristeza de los seres queridos, el rechazo y la incomprensión por ser distinto a los demás, por no ser lo que ellos esperaban. Veía el dolor por querer y no saber abrirse al mundo y el sufrimiento por no poder entender porque se le negaba lo que para el resto era tan fácil de conseguir. Le arrebataron la inocencia antes de que pudiera conocerla, le enseñaron a ser malo, no... le enseñaron que él era malo, a que todo lo que hacia era dañino, el brujo se vio acorralado, enjaulado en su propia pesadilla. Arrebataron de su vida cualquier atisbo de alegría, Gerrit sufre por un pasado turbulento que no le deja avanzar, mas sin embargo él quiere hacerlo.
-Gerrit. -Dije por fin con un hilo de voz. -Todos queremos expresas como nos sentimos o lo que otros nos hacen sentir, pero no siempre es fácil hacerlo y muchas veces nos equivocamos o esperamos reacciones que no nos devuelven. -Una vez más ejercí de madre y con una servilleta limpie la suciedad de la cara del hombre, que con tanta simpatía Lavey había manchado. -Veras, cuando nosotras somos dragones no podemos hablar... bueno yo si, pero es un caso especial. Simplemente emitimos sonidos, gruñidos y rugidos, las primeras reacciones que nos dan casi siempre son de temor y nos suelen atacar. En nosotras recae el hacernos entender.
-Es verdad. -Prosiguió Lavey con ciertos remordimientos por haber manchado al brujo. -Yo quería jugar y divertirme con Sol. Si ella fuera un dragón habría movido las alas y rugido con fuerza, pero eso siempre asusta a todo el mundo así que me acerque despacio y espere.
-Hay muchas formas de decir una misma cosa, pero se tiene que saber como escoger la adecuada para cada ocasión. -Al retomar la palabra fui recuperando el tono de voz y la fuerza habitual, aunque más relajada. -Si quieres nosotras podemos enseñarte como.
La historia de Gerrit, que estaba clara que era el brujo que tenia delante, me resultaba familiar aunque diferente, reconocía la perdida y la tristeza de los seres queridos, el rechazo y la incomprensión por ser distinto a los demás, por no ser lo que ellos esperaban. Veía el dolor por querer y no saber abrirse al mundo y el sufrimiento por no poder entender porque se le negaba lo que para el resto era tan fácil de conseguir. Le arrebataron la inocencia antes de que pudiera conocerla, le enseñaron a ser malo, no... le enseñaron que él era malo, a que todo lo que hacia era dañino, el brujo se vio acorralado, enjaulado en su propia pesadilla. Arrebataron de su vida cualquier atisbo de alegría, Gerrit sufre por un pasado turbulento que no le deja avanzar, mas sin embargo él quiere hacerlo.
-Gerrit. -Dije por fin con un hilo de voz. -Todos queremos expresas como nos sentimos o lo que otros nos hacen sentir, pero no siempre es fácil hacerlo y muchas veces nos equivocamos o esperamos reacciones que no nos devuelven. -Una vez más ejercí de madre y con una servilleta limpie la suciedad de la cara del hombre, que con tanta simpatía Lavey había manchado. -Veras, cuando nosotras somos dragones no podemos hablar... bueno yo si, pero es un caso especial. Simplemente emitimos sonidos, gruñidos y rugidos, las primeras reacciones que nos dan casi siempre son de temor y nos suelen atacar. En nosotras recae el hacernos entender.
-Es verdad. -Prosiguió Lavey con ciertos remordimientos por haber manchado al brujo. -Yo quería jugar y divertirme con Sol. Si ella fuera un dragón habría movido las alas y rugido con fuerza, pero eso siempre asusta a todo el mundo así que me acerque despacio y espere.
-Hay muchas formas de decir una misma cosa, pero se tiene que saber como escoger la adecuada para cada ocasión. -Al retomar la palabra fui recuperando el tono de voz y la fuerza habitual, aunque más relajada. -Si quieres nosotras podemos enseñarte como.
Reivy Abadder
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Re: Rutinas rotas +18 (Interpretativo - Libre)
Me resultó un poco gracioso ver como sus sentidos se alteraban con la suave mezcla de acónito sobre su piel, y sin embargo yo lograba entender lo que decía. Poco a poco lograba convertirme inmune a sus estragos habituales. Sonreí mientras él ponía en claro que con su magia abriría cualquier cerradura. Llevaba razón, yo no entendía que podía sentir en ese instante ni qué era realmente lo que quería, pero a lo que tenía que dejar de negarme, es a que yo sí quería descubrirlo.
Quizá Sol tenía razón y lo que me hacía falta a mí, es un poco de calor humano, pero esa siempre me había parecido una apuesta muy alta para perder, y mis objetivos siempre habían estado claros en cuidar a la bruja que se burlaba justamente de mí. Ese cosquilleo que podía ser una ligera corriente eléctrica recorriendo mi columna, nada tenían que ver con la magia procedente de Gerrit, ni con la hierba entre mis labios. ¿Cerrarle la puerta? Sólo si él estaba del mismo lado que yo, tanta cercanía me había permitido imaginarme trepada en sus caderas, mientras le retiraba el resto de brea de sus labios con los míos. Me había tomado de los hombros, y sin quererlo, vi sus ojos, ¿podía leer mentes? ¡Qué vergüenza! Se apartó de mí, y no pude quitarme la preocupación de la cara mientras él tomaba la parte más alejada del círculo que se había formado.
Oculté mis labios mordiendo un trozo de queso, e intenté sonreírle a Sol que se encontraba en franco limbo con tantos foráneos en casa. Y otra vez, Gerrit complacía a mi hermana con lo que había pedido anteriormente. A medida que la historia comenzaba a unir hilos en la cabeza de la bruja, se permitió dejarse afectar por el acónito y escondió su rostro en una máscara impenetrable, sin emoción alguna. Cada vez que él decía que no era un monstruo, mi mente negaba mentalmente, pero inmóvil por fuera. ¿Cómo podría ser un monstruo un niño de quizá apenas tres kilos? Si hubiera podido, habría arrullado a ese niño hasta el sueño, como lo hice tantas veces con Sol. No sé qué tanto lastima perder a la persona con la que decides pasar el resto de su vida, pero la culpa no podía tenerla el fruto del árbol. Parpadeé varias veces y bajé la mano con el trozo de queso.
Las acciones posteriores de Gerrit no podían ser otra cosa que eslabones desordenados de una cadena que detestaba. ¿Venía de Beltreux? Sin yo quererlo demasiado, ya me veía investigando si la historia era cierta o no. Vi su rostro, y sus ojos perdidos mientras contaba la historia, descubrí cierto placer en su tono de voz, pero su ennegrecida faz no completaba la mentira. Y yo sentía que había algo en mí que lo sabía. Cómo si el agua tuviera voz, y la brea fuera carbón, distinguí un brillo rodar hasta su mejilla.
Voy a tomarme la libertad de decir que lo que siguió a continuación fue magia, porque yo jamás lo había sentido, y estaba segura que nadie más lo estaba viendo. Mientras Reivy limpiaba la cara del hombre, el agua llamó al agua, y sus lágrimas se estiraron lo suficiente —y yo lo vi—, para formar una cadena, una que se fue cerrando debajo de mis costillas. Bruja de agua, al fin y al cabo, tenía necesidad de encontrar la fuente. Ahogué un suspiro mientras en mi cabeza, el motivo de mis preocupaciones cambiaba, de tres letras, se duplicaban. Tragué saliva y me puse de pie, era imposible.
Miré a Sol y le sonreí, apenas. Quería pedirle perdón, tantos años haciéndola mi centro y de pronto, en cuestión de diez palabras y unas pocas horas, el sol cambiaba. Me incliné tomando una de las botellas.
— Voy a traer un poco más de esto —murmuré alejándome de todos.
No quería saber más. Contrario a lo que había pensado toda mi vida, quería huir. Cada paso que me acercaba a la cabaña, los imaginaba lejos del Acantilado, en un bote, con un bolso. Sin Sol. Pero sobretodo sin Gerrit. Los regaños que me imaginaba dándole a Sol, por andar fastidiándome con un hombre desconocido se habían perdido en cuanto me imaginé abrazando sus caderas con mis piernas, sin embargo, ahora…, ahora la cadena que jalaba desde sus costillas, dejaba respirar poco o nada.
Llegué a duras penas y cerré la puerta tras de mí, dejándome caer al suelo. Segundos después me había encerrado en una especie de jaula de agua. Era un truco tonto que me daba el sonido relajante de una cascada corta. Necesitaba pensar, y decidir. Si Gerrit era un asesino en serie, lo que no podía permitir era que Sol fuera la siguiente en lista. Pero no lo era. Él me lo había dicho —Soy una buena persona, de verdad que lo soy—, y por más que su historia indicara lo contrario, la cadena de agua, sus eslabones esparcían por mi cuerpo el credo ante esas palabras. Nos quedamos cortos sin decimos que me sentía volver loca.
Me puse de pie, y caminé hacia detrás de las cortinas, para sentarme, ya sin la jaula de agua, en el borde de mi cama. Estiré los dedos por delante de mí y me concentré lo mejor que sabía, no iba a salir de ahí y pedirle que ingresara, pero lo quería sólo para mí en ese instante. Normalmente, frenaba mis impulsos, pero esta vez lo haría de manera distinta. Segundos más tarde, Suuri, se vio aprisionada en mis dedos y sonreí.
— Martillo perro —susurré mirando los bordes e insconcientemente buscando las huellas de sangre de la última víctima—, llama a tu dueño, Suuri.
Quizá Sol tenía razón y lo que me hacía falta a mí, es un poco de calor humano, pero esa siempre me había parecido una apuesta muy alta para perder, y mis objetivos siempre habían estado claros en cuidar a la bruja que se burlaba justamente de mí. Ese cosquilleo que podía ser una ligera corriente eléctrica recorriendo mi columna, nada tenían que ver con la magia procedente de Gerrit, ni con la hierba entre mis labios. ¿Cerrarle la puerta? Sólo si él estaba del mismo lado que yo, tanta cercanía me había permitido imaginarme trepada en sus caderas, mientras le retiraba el resto de brea de sus labios con los míos. Me había tomado de los hombros, y sin quererlo, vi sus ojos, ¿podía leer mentes? ¡Qué vergüenza! Se apartó de mí, y no pude quitarme la preocupación de la cara mientras él tomaba la parte más alejada del círculo que se había formado.
Oculté mis labios mordiendo un trozo de queso, e intenté sonreírle a Sol que se encontraba en franco limbo con tantos foráneos en casa. Y otra vez, Gerrit complacía a mi hermana con lo que había pedido anteriormente. A medida que la historia comenzaba a unir hilos en la cabeza de la bruja, se permitió dejarse afectar por el acónito y escondió su rostro en una máscara impenetrable, sin emoción alguna. Cada vez que él decía que no era un monstruo, mi mente negaba mentalmente, pero inmóvil por fuera. ¿Cómo podría ser un monstruo un niño de quizá apenas tres kilos? Si hubiera podido, habría arrullado a ese niño hasta el sueño, como lo hice tantas veces con Sol. No sé qué tanto lastima perder a la persona con la que decides pasar el resto de su vida, pero la culpa no podía tenerla el fruto del árbol. Parpadeé varias veces y bajé la mano con el trozo de queso.
Las acciones posteriores de Gerrit no podían ser otra cosa que eslabones desordenados de una cadena que detestaba. ¿Venía de Beltreux? Sin yo quererlo demasiado, ya me veía investigando si la historia era cierta o no. Vi su rostro, y sus ojos perdidos mientras contaba la historia, descubrí cierto placer en su tono de voz, pero su ennegrecida faz no completaba la mentira. Y yo sentía que había algo en mí que lo sabía. Cómo si el agua tuviera voz, y la brea fuera carbón, distinguí un brillo rodar hasta su mejilla.
Voy a tomarme la libertad de decir que lo que siguió a continuación fue magia, porque yo jamás lo había sentido, y estaba segura que nadie más lo estaba viendo. Mientras Reivy limpiaba la cara del hombre, el agua llamó al agua, y sus lágrimas se estiraron lo suficiente —y yo lo vi—, para formar una cadena, una que se fue cerrando debajo de mis costillas. Bruja de agua, al fin y al cabo, tenía necesidad de encontrar la fuente. Ahogué un suspiro mientras en mi cabeza, el motivo de mis preocupaciones cambiaba, de tres letras, se duplicaban. Tragué saliva y me puse de pie, era imposible.
Miré a Sol y le sonreí, apenas. Quería pedirle perdón, tantos años haciéndola mi centro y de pronto, en cuestión de diez palabras y unas pocas horas, el sol cambiaba. Me incliné tomando una de las botellas.
— Voy a traer un poco más de esto —murmuré alejándome de todos.
No quería saber más. Contrario a lo que había pensado toda mi vida, quería huir. Cada paso que me acercaba a la cabaña, los imaginaba lejos del Acantilado, en un bote, con un bolso. Sin Sol. Pero sobretodo sin Gerrit. Los regaños que me imaginaba dándole a Sol, por andar fastidiándome con un hombre desconocido se habían perdido en cuanto me imaginé abrazando sus caderas con mis piernas, sin embargo, ahora…, ahora la cadena que jalaba desde sus costillas, dejaba respirar poco o nada.
Llegué a duras penas y cerré la puerta tras de mí, dejándome caer al suelo. Segundos después me había encerrado en una especie de jaula de agua. Era un truco tonto que me daba el sonido relajante de una cascada corta. Necesitaba pensar, y decidir. Si Gerrit era un asesino en serie, lo que no podía permitir era que Sol fuera la siguiente en lista. Pero no lo era. Él me lo había dicho —Soy una buena persona, de verdad que lo soy—, y por más que su historia indicara lo contrario, la cadena de agua, sus eslabones esparcían por mi cuerpo el credo ante esas palabras. Nos quedamos cortos sin decimos que me sentía volver loca.
Me puse de pie, y caminé hacia detrás de las cortinas, para sentarme, ya sin la jaula de agua, en el borde de mi cama. Estiré los dedos por delante de mí y me concentré lo mejor que sabía, no iba a salir de ahí y pedirle que ingresara, pero lo quería sólo para mí en ese instante. Normalmente, frenaba mis impulsos, pero esta vez lo haría de manera distinta. Segundos más tarde, Suuri, se vio aprisionada en mis dedos y sonreí.
— Martillo perro —susurré mirando los bordes e insconcientemente buscando las huellas de sangre de la última víctima—, llama a tu dueño, Suuri.
Aaliz Neferet
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